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María Virginia Quiroga (UNRC-CEA UNC-Becaria CONICET)

II Encuentro entre Equipos de Investigación en Teoría Política:


“Espacio, Democracia y Lenguaje”
Eje: "Política, Espacialidad y Comunidad: Configuraciones Identitarias y Subjetivas".

Equipo de investigación:
Proyecto: El rol de los “Movimientos Sociales” en la actual etapa política continental.
Su relación con el Estado.1

Los trabajos de este equipo de investigación han intentado en primer lugar resaltar la
importancia de trabajar en torno a las múltiples experiencias de acción colectiva
desplegadas en Latinoamérica hacia fines del siglo XX y principios del XXI.
Se destaca entonces la centralidad de la temática en una coyuntura de crecientes y
progresivas movilizaciones, que manifestaban su reacción contra el modelo neoliberal y
las promesas incumplidas de la dmeocracia liberal representativa. Luego, dado el
escenario actual, los actores movilizados han contribuido a la emergencia de gobiernos
que asumen un nuevo tinte político . Se trata de presidentes y equipos técnicos -que más
allá de su diverso tenor y alcance- manifestaron la intención de reparar el dañado tejido
social, recuperar el rol del Estado, revertir las tendencias de modernidad excluyente y
favorecer la integración latinoamericana.
Tal como expresa Ramírez Gallegos (2006: 34) los movimientos contribuyeron a
generar un recambio de cuadros, “más plebeyos y populares”. Aportaron al aparato
gubernativo un conjunto de dirigentes sociales, militantes y técnicos provenientes de
sectores sociales desfavorecidos y marcados por su extracción de clase o por su etnia y
color de piel. Es decir, la activa movilización social contribuyó a la emergencia de un
“nuevo mapa político latinoamericano” (Boersner, 2005; Paramio, 2006; Rojas
Aravena, 2006; Touraine, 2006).

En segundo lugar, se trabajó en torno a la necesidad de repensar las categorías


tradicionales para analizar la constitución y consolidación de movimientos sociales.
Se enfatizó en las dificultades que revisten la conceptualización del problema y la
sistematización de las investigaciones sobre la acción colectiva (Lodeserto et al: 2010).

1
En el marco del programa: Participación Ciudadana y rol de las Organizaciones de la Sociedad Civil. Historia y
Actualidad del problema. SeCyT-UNRC.
María Virginia Quiroga (UNRC-CEA UNC-Becaria CONICET)

Primero, los obstáculos que se presentan para delimitar el campo de estudio de los
movimientos sociales. Los sujetos y las motivaciones para su acción atañen a múltiples
dimensiones; no sólo la clase sino la etnia, no sólo el obrero sino también el indio.
Segundo, las fronteras difusas y permeables del ámbito de investigación de los
movimientos sociales lo configuran en un espacio interdisciplinario por excelencia. De
allí que se necesita contar con una mirada amplia que trascienda los campos
disciplinarios académicos.
Finalmente, una tercera dificultad radica en la variedad, la abundancia y la numerosa
cantidad de investigaciones dedicadas al abordaje de esta problemática. En simultáneo a
la multiplicación de experiencias de este tipo, fundamentalmente en América Latina,
resurgió el interés académico por intentar conocerlas.
De este modo, se hizo necesario identificar y profundizar en las distinats corrientes que
se abocaron al estudio del tema. Vale citar la psicología de masas, la perspcetiva de la
acción estratégica de raigambre nortemaricana, el enfoque de los nuevos movimientos
sociales, el marxismo, y la narrativa autonomista.
Las interpretaciones que se bosquejan a partir del empleo de estas herramientas teóricas
dan cuenta de un entendimiento general de las organizaciones y movimientos sociales
como actores homogéneos dotados a priori de una determinada identidad con ciertas
particularidades, que los distinguirían de otros agentes, alentando análisis de tipo
historicistas o descriptivistas. Sin embargo, analizar las formas organizativas de una
expresión de movilización social o las condiciones estructurales que le dieron impulso,
no nos dice nada sobre su proyecto político -y allí justamente radicaría el interés y el
aporte que podrían hacer la teoría y el análisis político-.
Asimismo, dichas perspectivas evidenciarían algunas limitaciones para el abordaje de
casos que trastocan los contornos de las definiciones clásicas. Por un lado, el hecho de
que la denominación “social” de las organizaciones no tiene por qué soslayar su
relación con la política estatal y sus lecturas de las estructuras de poder. Se trataría de
actores atravesados transversalmente por los debates en torno al poder y al Estado.
Por otro, los colectivos movilizados no son universales ni homogéneos, sino que
manifiestan huellas propias del contexto latinoamericano, que se presenta muy diferente
al de Europa o Estados Unidos, donde surgieron los enfoques centrales para el análisis
de la acción colectiva y los movimientos sociales.
Estas observaciones, conducen a la necesidad de otras miradas, que intenten escapar de
los abordajes esencialistas que favorecen el encasillamiento en categorías universales y
María Virginia Quiroga (UNRC-CEA UNC-Becaria CONICET)

estancas; como así también que se muestren capaces de dar cuenta de la interrelación
entre actores, contextos y sus relaciones.
Siguiendo a Aboy Carlés (2010), no podría omitirse el carácter social de los
movimientos y organizaciones remitiéndolos a la racionalidad individual, pero tampoco
pensar -como haría Meluci- en la identidad como un proceso interactivo entre
individuos, una negociación. En consonancia con ello, alentamos las investigaciones
centradas en la dimensión identitaria del problema: ¿cómo se creó una identidad común
que amalgamó múltiples actores que explicitaban diversas demandas?; ¿cómo un
discurso logró instaurar la experiencia de un espacio social compartido?; ¿qué
identidades lograron o no condensar las organizaciones en tanto sujetos políticos?
De este modo, antes que pensar por un lado, en las organizaciones sociales; y por otro,
en el Estado en busca de cooptarlas o reprimirlas; se prefiere pensar la articulación entre
ambos identificando agencias, o iniciativas de acción que ponen en juego una
determinada subjetividad, y van trazando un mapa de fuerzas donde adquirirían
consistencia los sujetos.
En este sentido, Aboy Carlés (2010) señala que no toda concepción de identidad resulta
útil para el estudio de movimientos sociales; sino la recurrencia a una noción formal y
dinámica que, con base en la teoría de la hegemonía, posea singular capacidad
operacional para los estudios empíricos.
Así, un análisis desde la teoría de la hegemonía permite abordar: por un lado, el proceso
de articulación de demandas particulares diversas bajo un significante común que
operan las organizaciones en cuestión; y por otro, el proceso de diferenciación con una
radical otredad.
La homogeneización interna remite a la dimensión representativa que conlleva toda
identidad (Aboy Carlés, 2001); es decir, el proceso de construcción de equivalencias de
demandas en torno a un significante que sobredetermina el campo de demandas que
reúne. Luego, la diferenciación externa supone una dimensión de alteridad frente a otras
identidades, en tanto habría una diferenciación radical (el trazado de una frontera) con
un otro excluido.
A su vez, estos procesos no se dan en el vacío sino en el marco de herencias,
apropiaciones y reocupaciones que gravitan en tanto tradiciones y que delinean un
campo parcialmente estructurado y sedimentado. Así, la dimensión de las tradiciones
remite al incesante juego mediante el cual una identidad enlaza su ser presente con un
pasado y un porvenir.
María Virginia Quiroga (UNRC-CEA UNC-Becaria CONICET)

En tercer lugar el mencionado equipo de investigación ha ensayado aproximaciones a


los casos específicos, ahondando actualmente en la relación que se construye entre
movilización social y Estado. Allí, se ha intentado identificar el posicionamiento de las
organizaciones sociales más notorias frente al poder y al Estado (así, se han hecho
trabajos concretos sobre el EZLN en México, el MST en Brasil, las organizaciones de
productores de coca en Bolivia, la CONAIE en Ecuador, episodios de protesta social en
Argentina, Chile y Venezuela). Asimismo, también se pretendió reconstruir los modos
de relacionamiento de las organizaciones del campo popular latinoamericano con los
gobiernos del período; rastreando si se privilegiaron los mecanismos de negociación y
diálogo, de represión y estigmatización, o se favoreció la institucionalización de los
colectivos movilizados.

En resumen, se ha intentado plasmar en estas páginas la experiencia vivencial de lo que


se ha hecho y se intenta hacer en nuestro equipo de investigación. Desde el proceso de
investigación, personal y colectivo, se busca superar las falencias propias que a veces
nos han llevado a recaer en una mera sistematización de la experiencia. Es decir, la
descripción de los actores y los contextos puede resultar útil en un primer momento
exploratorio, pero luego se requiere de análisis más vastos que nos lleven a la
comprensión de la constante y contingente interrelación entre actores, contextos y sus
articulaciones. Actualmente nos encontramos en este proceso de intentar mejorar y
enriquecer nuestras producciones.
Remarcamos entonces:
- Los valiosos aportes que se pueden hacer desde la teoría política al análisis de la
acción colectiva. En esta línea se acuerda con Aboy Carles (2010) que las
identidades y los movimientos sociales emergen como manchas superpuestas
antes que actores claramente recortados en el espacio.
- Un análisis en términos de constitución y redefinición de identidades políticas
también ayudará a comprender por qué en algunos casos las demandas se
incorporan a la formación hegemónica del Estado y en otros representaron un
desafío a la misma.
- Vale alentar los abordajes empíricos, el tratamiento de experiencias concretas
que puedan valerse de las herramientas teóricas. En este sentido, teoría y praxis
deberían ir de la mano.
María Virginia Quiroga (UNRC-CEA UNC-Becaria CONICET)

Grandes discursos y ensayos desde la teoría son inútiles en tanto no puedan


retroalimentar la puesta en marcha de experiencias alternativas y emancipadoras, porque
es en la praxis de la movilización social cotidiana donde se va tejiendo la trama que
ayuda a comprender que la hegemonía puede ser desafiada.

Bibliografía utilizada:
Aboy Carlés Gerardo (2010) “Los movimientos sociales y los estudios de identidades”.
En: Di Marco Graciela Movimientos sociales, identidades y ciudadanía UNSAM, Buenos
Aires.
Aboy Carlés Gerardo (2001) Las dos fronteras de la democracia argentina. La redefinición
de las identidades políticas de Alfonsín a Menem. Homo Sapiens, Rosario.
Boersner Demetrio (2005): “Gobiernos de izquierda en América Latina: tendencias y
experiencias”, en Nueva Sociedad nro. 197.
Lodeserto Alicia, Ana Sánchez, Marisa Boracchia, María Virginia Quiroga y Teresita Morel
(2010): “Paradigmas en la investigación de los movimientos sociales en América Latina:
abordajes y perspectivas” En: Morel Teresita, Celia Basconzuelo y Simon Susen (Comps.)
Ciudadanía territorial y Movimientos sociales. Ediciones del Icala
Paramio Ludolfo (2006) “Giro a la izquierda y regreso del populismo”, en Nueva Sociedad
nro.205.
Ramírez Gallegos Franklin (2006) “Mucho más que dos izquierdas”. En: Nueva Sociedad,
nro. 205. Buenos Aires.
Rojas Aravena Francisco (2006) El nuevo mapa político latinoamericano, en Nueva
Sociedad nro.205.
Touraine, Alain (2006) “Entre Bachelet y Morales, ¿existe una izquierda en América
Latina?”, en Nueva Sociedad nro.205.

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