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Bolilla I.

Punto 1

LA SOCIEDAD EUROPEA DEL SIGLO XV

La tradicional división de la historia en edades nos indica que la Edad Media tuvo su origen en el
siglo V de nuestra era, con la destrucción del Imperio Romano de Occidente por obra de los
bárbaros germanos.

Los primeros siete siglos de la Edad Media (V a XII) se caracterizaron por la violencia y la
inseguridad. En ese período, la Cristiandad europea vivió ase- diada por el peligro que
representaban:

• Desde el sur: los musulmanes, que en el año 711 habían invadido la península Ibérica
conquistándola casi totalmente.

• Desde el norte: los vikingos o normandos, que durante mucho tiempo se mantuvieron
paganos.

• Desde el este: los nómades mongoloides procedentes del Asia Central.

La respuesta socio-política a ese clima de inseguridad fue el feudalismo, por el que un señor capaz
de ofrecer protección y resguardo en su castillo con- vertía en vasallos a quienes lo solicitaban.
Naturalmente, este régimen atomizó el poder y la autoridad se repartió entre múltiples señores.
Comenzó a vivirse en un estado de descentralización política que disminuyó el poder de los reyes en
cada uno de los estados surgidos luego de la desaparición del imperio Romano. En la época del
feudalismo el rey era simplemente "primus inter pares", es decir, el primero entre iguales.

Los efectos del clima de inseguridad imperante también se hicieron sentir en el orden económico.
Las ciudades quedaron arruinadas y las comunidades de cada región limitadas a satisfacer sus
necesidades elementales en un estado de economía "cerrada", sin tráfico comercial ni circulación
monetaria.

Esta situación comenzó a modificarse a mediados del siglo XII, cuando la Cristiandad pudo disfrutar
de una cierta paz y estabilidad. En esa época comenzaron a verificarse cambios en casi todos los
aspectos de la vida euro- pea: las ciudades fueron reconstruidas y fundadas otras nuevas; se
tendieron caminos, talado bosques y disecado pantanos; renacieron la agricultura, la ganadería y el
comercio; cobró impulso el estudio de las ciencias y comenzaron a renovarse las letras y las artes.

Tres siglos y medio más tarde, en el siglo XV, aquellas transformaciones eran evidentes. Por esa
razón, algunos historiadores comenzaron a hablar de "nuevos tiempos" o "tiempos modernos". Así
iba a imponerse el nombre de Edad Moderna, iniciada para la mayoría de los estudiosos en 1453,
con la caída del Imperio Romano de Oriente en manos de los turcos otomanos.

(En los países del norte de Europa prefieren ubicar el inicio de la Edad Moderna a comienzos del
siglo XVI, cuando se produjo la rebelión protestante. No faltan autores que se inclinan por el año
1492, cuando Cristóbal Colón arribó a América).

Las principales transformaciones a las que hemos aludido fueron:

En lo social: Surgió una nueva clase que se desarrolló en los burgos, que eran mercados
fortificados aledaños a ciudades, monasterios o castillos y que concluyeron por convertirse en
verdaderas ciudades. Sus habitantes, burgueses, estaban abocados a actividades lucrativas,
básicamente el comercio. Con el tiempo, la burguesía se volvió necesaria a reyes y señores, en
razón de su riqueza y conocimientos, por lo que fueron obteniendo privilegios.

En lo económico: EL CAPITALISMO INCIPIENTE. El capitalismo fue el resultado de un proceso de


concentración comercial e industrial que se pro- dujo especialmente en el sector textil. Un grupo
reducido de comerciantes fue concentrando en sus manos la fabricación y comercialización de los
paños. Paralelamente, la economía comenzó a monetarizarse por el hallazgo de yacimientos de
plata en Alemania, Austria, Hungría y Bohemia.

La necesidad de capital determinó que se constituyeran compañías privadas que abrieron agencias
en el extranjero, cartas de pago y finalmente, la aparición de las primeras instituciones bancarias.

Este capitalismo inicial tuvo su origen en las ciudades pañeras de Flandes, Inglaterra e Italia.
Algunas familias burguesas dedicadas primeramente al comercio, concluyeron por convertirse en
verdaderas dinastías que accedieron a la nobleza (los Medici de Florencia, los Fugger y los Welser,
en Alemania).

En lo político: LA CENTRALIZACIÓN DEL PODER POLÍTICO. Terminó por consolidarse el estado


nacional moderno, obra de los reyes, que doblegaron la competencia de los señores feudales con el
apoyo de la burguesía.

Las característica fundamental de este nuevo tipo de estado fue la concen- tración del poder político
en la persona del rey. En el estado moderno sólo regía la ley del rey, en cuyo nombre se
administraba justicia, en tanto se uni- ficaban bajo su autoridad las fuerzas armadas, la diplomacia,
la moneda y los sistemas de pesas y medidas.

Francia, Inglaterra y más tarde los reinos cristianos surgidos en la penínsu- la Ibérica constituyeron
los primeros estados modernos. Alemania e Italia, por el contrario, mantuvieron la fragmentación
feudal.

En lo artístico y literario: Se produjo un retorno al culto de los valores y modelos de la antigüedad


clásica (greco-romana), tanto en las artes plásti- cas (Renacimiento) como en las letras
(Humanismo).

En lo científico: Numerosos inventos y descubrimientos caracterizaron el período de transición


entre los tiempos medievales y los modernos. Los más trascendentes fueron: la imprenta, la pólvora
y el papel. A ellos pueden agre- garse: los molinos de viento, las chimeneas, las herraduras para las
cabalga- duras, los anteojos y, particularmente importantes, los progresos en el arte de la
navegación (brújula, portulanos, carabela), que posibilitaron los gran- des descubrimientos
geográficos de la época. En lo estrictamente científico, la astronomía presentó los descubrimientos
más importantes, gracias a figu- ras como Copérnico, Kepler y Galileo.

En lo espiritual: Una nueva concepción frente a la vida constituyó el fun- damento espiritual del
hombre moderno. Se trata del Antropocentrismo (el hombre en el centro), que vino a desplazar al
Teocentrismo (Dios en el cen- tro) medieval. Sin negar a Dios, el hombre se ubica en el centro de
sus preo- cupaciones, aprestándose a tomar posesión de la herencia recibida.

LA EXPANSIÓN EXTRACONTINENTAL DE LOS REINOS DE EUROPA. LAS RUTAS


OCEÁNICAS.

Desde fines de la Edad Media llegaban a Europa productos caros y exóticos procedentes de Oriente.
Conducidos por mercaderes árabes, eran traslada- dos a los puertos del Cercano Oriente y el Mar
Negro, donde eran adquiridos por comerciantes europeos -especialmente genoveses y venecianos-
para ser distribuidos en los países occidentales.

Las ganancias extraordinarias que generaba el comercio de aquellos productos, despertó en muchos
países europeos el ansia por conquistar las regiones que los producían:

Arabia: caballos, café, oro, drogas.

Persia: (actual Irán): alfombras, tapices, muselinas.

India: marfil, esencias, ébano, diamantes.

China: sedas, porcelanas, jade.

"Islas de las Especies" (las Indias orientales, actual Indonesia): pimienta, clavo de olor, canela,
jengibre, alcanfor.

Para alcanzar aquel objetivo, era preciso encontrar un ruta marítima que condujese a Oriente y, en
esa búsqueda, los marinos portugueses eran los más adelantados en el siglo XV.

PROYECTO PORTUGUÉS: navegar por el litoral atlántico de África hacia el sur para penetrar en el
océano Índico y así arribar a los países de Oriente.

Dicho proyecto les había permitido alcanzar el extremo sur del continente africano, tras setenta años
de viajes por el litoral (1418-1488). Las exploraciones portuguesas eran promovidas por la corona
lusitana. Así, uno de los grandes impulsores de estas empresas fue el infante Enrique "el Navegan-
te", que fundó la escuela de náutica de Sagres, donde se acumulaban los mayores conocimientos de
la época en la materia. Hasta 1488, los navegantes de Portugal habían llegado a:

Isla Madeira, Islas Azores, Cabo Bojador, Islas de Cabo Verde, Golfo de Guinea, Desembocadura
del río Congo.

Finalmente, en 1488, Bartolome Días llegó al extremo sur del continente africano: el Cabo de Buena
Esperanza.

Algunos años antes del viaje de Días, se presentó ante el rey Juan II un personaje oriundo de
Génova, llamado Cristóforo Colombo (más tarde, Cristóbal Colon), que propuso al soberano un
proyecto alternativo para alcanzar las Indias.

PROYECTO DE COLON: "cabalgando (navegando) por sobre el paralelo de 28º en dirección a


poniente (oeste), se alcanzarían las regiones más orientales de Asia en 60 días".
Juan II rechazó el proyecto de Colon, aunque algunos historiadores portugueses sostienen que
envió secretamente a un capitán a verificarlo, aunque sin resultados positivos. Entonces, Colon pasó
al reino de Castilla. En tanto, los portugueses continuaron aferrados a su proyecto, lo que permitió
final- mente a Vasco da Gama alcanzar la India en 1497... Pero Colon, había llegado a América
cinco años antes.

LOS REINOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

A mediados del siglo XV existían en la península Ibérica cinco reinos: cuatro cristianos y uno
musulmán.

El Reino de PORTUGAL Era gobernado por la dinastía de Avís, cuyo objetivo era la búsqueda de
una ruta marítima a Oriente.

Reino de CASTILLA Era gobernado por la dinastía de Trastámara empeñada en expulsar de la


península a los últimos musulmanes.

Reino de ARAGÓN Era gobernado por otra rama de la familia de Trastámara, y sus intereses
estaban puestos en los dominios italianos de la corona arago- nesa (Cerdeña, Sicilia y Nápoles).
Reino de NAVARRA No tardaría en ser incorporado al reino de A- ragón.

Reino de GRANADA Último dominio musulmán en la península, que sería incorporado a la corona
de Castilla en 1492.

Punto 2

EL CONFLICTO ENTRE CASTILLA Y PORTUGAL POR LA NAVEGACIÓN EN EL ATLÁNTICO


DURANTE EL SIGLO XV.

La extensa zona de influencia lusitana a lo largo del litoral atlántico de África presentaba una
excepción. A principios del siglo XV, el aventurero francés Juan de Bethencourt había tomado
posesión de las islas Canarias, cediéndolas a la soberanía del rey de Castilla.

En 1481, portugueses y castellanos firmaron el Tratado de Alcaçovas-Toledo, por el cual ambos


reinos se dividían la navegación en el Atlántico. Dos años más tarde, el Papa ratificó aquel tratado.
En el mismo, se reconocía a Portugal derechos sobre las tierras y mares ubicados al sur del paralelo
del cabo Bojador y a Castilla "las islas Canarias ganadas y por ganar".

Como veremos, los conflictos entre ambos reinos se reanudarían luego del viaje Colon, ya que el
texto del tratado era confuso y escasísimos los conocimientos sobre el Atlántico. Mientras los
portugueses entendían que el tratado les había dejado el señorío del mar menos Canarias, los
castellano apoyados en el texto (decía "... que de las Canarias para abajo y contra Guinea" el mar
sería para siempre portugués), sostenían que eran señores de todo el océano al norte y al oeste de
las Canarias.

Colon:

Recién en el año 1486, Colon fue recibido por los Reyes Católicos (Isabel de Castilla y Fernando de
Aragón) que se hallaban abocados a la conquista del reino moro de Granada. Por esa razón,
derivaron al genovés al juicio de una junta de sabios y teólogos que, presidida por fray Hernando de
Talavera, debía expedirse acerca de la viabilidad de su proyecto.

Al cabo de un tiempo prolongado, la junta se pronunció de manera negativa, considerando


irrealizable el proyecto de llegar a Oriente navegando hacia poniente. La causa del rechazo estaba
justicada, por cuanto los sabios manejaban unas dimensiones de la Tierra muy próximas a las
reales, en tanto Colon sostenía que el planeta era mucho más pequeño. Según los sabios, al cabo
de sesenta días de navegación sólo se encontraría mar. Naturalmente, unos y otros desconocían la
existencia de América.

Cuando parecía que el proyecto sería otra vez rechazado, y Colon se disponía a abandonar Castilla,
la mediación de varios consejeros del rey Fernando (judíos conversos como, tal vez, era el propio
Colon) convenció al soberano de dar una oportunidad al genovés, especulando con la posibilidad de
ganar a los portugueses "la carrera de las Indias".

LA CUESTIÓN LUEGO DEL VIAJE DE COLON

Al retornar de su primer viaje, una tormenta obligó a Colon a refugiarse en Lisboa, donde se vió
conminado a relatar al rey Juan II la síntesis de los des- cubrimientos realizados. El soberano
portugués hizo referencia a la posibilidad de que las tierras encontradas por Colon se hallaran dentro
de la jurisdicción portuguesa.

El comentario del rey lusitano, una vez conocido por los Reyes Católicos, in- dujo a estos a plantear
el reconocimiento de los derechos de Castilla ante el Papa.

Alejandro VI (español, Rodrigo de Borja o Borgia) dio a conocer una serie de documentos o bulas.

LAS BULAS DE ALEJANDRO VI.

Las bulas del Papa Alejandro VI fueron cinco. De ellas, nos interesan las denominadas Inter
Caetera:

BULA de DONACIÓN: Reconocía la soberanía de Castilla sobre las tierras descubiertas por Colon, a
condición de que no pertenecieran a otro príncipe cristiano. Comentario: El Papa se cubría de no
estar donando tierras pertenecientes a Portugal. Actuaba siguiendo la doctrina de la época, que
consideraba válida la Donación de Constantino (más tarde se comprobó que había sido una
falsificación) según la cual el emperador había donado al pontífice todas las islas del Imperio
Romano. Además, el Papa volvía a cubrirse al señalar que el "citado Cristóbal" las había poblado
(referencia al fuerte Natividad en la isla de Sto. Domingo), con lo que había cumplido un requisito
fundamental para reclamar derechos sobre ellas.

BULA de DEMARCACIÓN: El Papa trazaba una línea de polo a polo que corría a 100 leguas al
oeste de las islas Azores y de Cabo Verde, señalando que serían de Castilla las tierras descubiertas
o por descubrirse ubicadas al oeste y el sur de dicha línea, a condición de que no pertenecieran a
otro príncipe cristiano. Comentario: El Papa no hacía referencia a los dominios portugueses
ubicados al este de la línea, la que por otra parte, corría en un solo hemisferio.

De las tres bulas restantes es importante la denominada Dudum Siquidem, porque extiende la
donación no sólo a las tierras ubicadas en el hemisferio occidental, sino también a las ubicadas en el
hemisferio oriental.

La bula Eximis Devotionis reconocía a Castilla los mismos derechos y privilegios otorgados por la
Iglesia a los portugueses en las tierras que habían descubierto.

Finalmente, la bula Piis Fidelium (descubierta recién en 1890) estaba destinada al vicario de las
Órdenes de los Mínimos en España, al que se designaba vicario pontificio para propender a la
extensión de la fe católica en las nuevas tierras.

EL TRATADO DE TORDESILLAS
Ni Portugal ni Castilla quedaron conformes con la demarcación pontificia. Por esa razón, en 1494,
los representantes de ambos reinos firmaron el tratado de Tordesillas, por lo que decidieron correr la
línea de Alejandro VI 270 leguas hacia el oeste. Los castellanos quedaban autorizados a cruzar la
zona portuguesa para dirigirse a sus dominios, pero sin detenerse ni descubrir tierras.

Portugal: que continuaba fiel al antiguo proyecto, necesitaba una mayor amplitud de mar propio, por
resultar muy peligrosa la navegación costera de África en razón de los arrecifes y corrientes marinas
que debía afrontar. No hay pruebas de que los lusitanos conocieran por entonces la existencia del
Brasil, como ha sugerido algún historiador portugués. De hecho, en el año 1500, Pedro Álvares
Cabral arribó a las costas brasileñas, pocos meses antes que Vicente Yáñez Pinzón. Sin embargo,
no tardó en retomar la ruta de la que había sido desviado por los vientos, prosiguiendo en dirección
a la India que era lo único que seguía interesando a los portugueses.

Castilla: entendía que cuanto más al oeste se corriera la línea demarcatoria mayores posibilidades
tendría de que las "Islas de las Especies" entraran en su jurisdicción. De hecho, las islas Molucas
quedaron dentro de la jurisdicción castellana.

LA CUESTIÓN LUEGO DEL VIAJE DE MAGALLANES-ELCANO.

En el año 1513, Vasco Núñez de Balboa cruzó el istmo de Panamá y descu- brió el océano Pacífico,
al que llamó Mar del Sur. A partir de ese momento, el objetivo de todas las naciones marítimas de
Europa fue hallar un paso marí- timo que uniera el Atlántico con el Pacífico. En esa búsqueda sería
descubierto el actual territorio argentino por cuatro expediciones.

1. AÑO 1516, comandante Juan Díaz de Solís. REGIÓN DESCUBIERTA: Río de la Plata

2. AÑO 1520, comandante Hernando de Magallanes. Región descubierta: Costas bonaerenses,


patagónicas, fueguinas e islas Malvinas

3. AÑO 1526, comandante Sebastián Gaboto. Región descubierta: Ríos Paraná, Paraguay y
Pilcomayo.

4. AÑO 1526, comandante Diego García Solís que era piloto mayor de la Casa de Contratación,
fue enviado en búsqueda del paso interoceánico, tratando de adelantarse a los portugueses
que ya merodeaban por las regiones rioplatenses. Murió en la empresa.

En 1520, el portugués al servicio de España, Hernando de Magallanes, partió con el mismo


propósito, descubriendo el estrecho que hoy lleva su nombre, y que bautizó Estrecho de Todos los
Santos, en noviembre de aquel año. Al recorrer las costas patagónicas, el comandante portugués
había tenido que imponerse de manera drástica a un intento de sublevación y a la deserción de la
nao "San Antón" (1). Luego, tras una penosa travesía por el Pacífico, donde estuvieron a punto de
perecer de hambre y sed, arribaron a las primeras islas oceánicas y luego a las Filipinas (así
llamadas en homenaje al heredero de la corona española, el futuro Felipe II). En las Filipinas,
Magallanes fue muerto por los nativos, asumiendo el comando de la expedición Sebastián Elcano
que, en setiembre de 1522, arribó con una única nave a España después de haber circunnavegado
el globo terráqueo.

Careciéndose en España de noticias sobre el destino de la expedición de García Jofré de Loaysa,


designado primer gobernador de las islas Molucas, se encomendó auxiliarlo a Sebastián Gaboto.
Llegado a estas tierras, Gaboto tuvo noticias de una región cercana de extraordinarias riquezas, que
le aportaron los náufragos de una de las naves de Solís refugiados en Santa Catalina. A poco, los
viajeros se encontraron con la expedición de Diego García, que también tenía órdenes de atravesar
el estrecho. No obstante, ambos comandantes prefirieron explorar estas regiones en busca de las
semilegendarias riquezas del Rey Blanco, la Montaña de Plata y la Ciudad de los Césares. Al no
hallarlas, retornaron a España con la versión de que las tierras rioplatenses eran pobres, carentes de
alimentos y metales preciosos y pobladas por tribus hostiles aunque, sus ríos eran "la puerta de
entrada" ha- cia países de notables riquezas.

Al desertar de la expedición de Magallanes la nao "San Antón", su piloto Esteban Gómes avistó las
islas Malvinas en su regreso a España.

Con el propósito de justificar la posesión castellana de las islas Molucas, los cartógrafos portugueses
que asesoraron a Magallanes empujaron de tal modo la línea de Tordesillas que el Paraguay y el
Río de la Plata quedaban dentro de la jurisdicción portuguesa, dando pie a ulteriores reclamos
lusitanos.

Pero, cuando España se aprestó a explotar comercialmente aquellas islas, el gobierno de Lisboa
protestó alegando que se lesionaban sus derechos. Para poner fin al extenso pleito, se celebraron
en 1524 las conferencias de Badajoz y Yelves, que no arribaron a ningún resultado concreto.
Finalmente, en 1529, Carlos I (V) empeñó las Molucas a Portugal.

Punto 3

EL OBJETIVO INICIAL DE LA EMPRESA HISPANA EN EL OCCIDENTE DEL ATLÁNTICO.

El objetivo inicial de la empresa hispana -como en el caso de los portugueses- estaba


exclusivamente vinculado con el deseo de alcanzar las Indias, para lograr el dominio del comercio de
la "especiería". Colon, que como vimos creía que las dimensiones terrestres eran más reducidas que
las rea- les, ubicaba Zipango (Japón) a la altura de Panamá y, en su primer viaje, portaba una carta
de los Reyes Católicos para el Preste Juan, un legendario soberano cristiano que, según antiguas
versiones reinaba en las inmediaciones de Cathay (China). Llegado a América, interpretó que las
islas antillanas constituían el umbral de Asia.

LAS CAPITULACIONES DE SANTA FE.

En abril de 1492, una vez conquistada Granada, Colon y los Reyes Católicos firmaron las
Capitulaciones de Santa Fe, que establecían:

Colon era nombrado Almirante de "la Mar Océano" (el Atlántico).

También se lo designaba Virrey y Capitán General de las tierras que descubriese.

Recibiría la 10ma. parte de las riquezas obtenidas en la empresa.

Podría participar con una 8va. parte de los gastos y beneficios de todas las empresas comerciales a
que diera lugar el descubrimiento.

Se le otorgaba la hidalguía, primer grado de la nobleza castellana, pudiendo anteponer a su nombre


el tratamiento de don.

La empresa estuvo organizada del siguiente modo:

Almirante: Cristóbal Colon.

Comandantes: Vicente Yáñez Pinzón, Martín Alonso Pinzón y Juan de la Cosa (piloto).

Naves: "Pinta" y "Niña" (carabelas), "Santa María" (nao).


Tripulantes: Alrededor de 90 hombres.

Sacerdotes: No viajaron.

Mujeres: No viajaron.

Puerto y fecha de partida: Palos de Moguer, agosto de 1492.

Escala: Islas Canarias.

VIAJES DE COLON

PRIMER VIAJE: Año: 1492. Descubrió: Bahamas, Cuba y Haití o Sto. Domingo.

SEGUNDO VIAJE: Año: 1493. Descubrió: Puerto Rico, Antillas menores y Jamaica.

TERCER VIAJE: Año: 1498. Descubrió: costas de Venezuela (delta del Orinoco) e isla Trinidad.

CUARTO VIAJE: Año: 1502. Descubrió: América Central (costas de Honduras, Nicaragua, Costa
Rica y Panamá).

Estos descubrimientos fueron complementados por los hallazgos efectuados por los denominados
Viajes menores castellanos, realizados entre los años 1499 y 1502:

JUAN DE LA COSA.

Colombia, Guayanas, Brasil ALONSO DE OJEDA RODRIGO DE BASTIDAS DIEGO DE LEPE


PEDRO ALONSO NIÑO VICENTE YÁÑEZ PINZÓN

Tanto al servicio de Castilla como al de Portugal, formó parte de este grupo de exploradores iniciales
el florentino Américo Vespucio, quien arribó a la conclusión de que las tierras halladas constituían un
Mundus Novus (Nuevo Mundo) distinto de Asia. En un mapa de las mismas, el cartógrafo Martín
Waldsmüller las denominó América.

EL CAMBIO DE OBJETIVO, CAUSAS DE LA CONQUISTA DE TIERRA FIRME. NUEVA


RELACIÓN ECONÓMICA. LOS PUERTOS ÚNICOS Y EL MONOPOLIO.
La consecución de ese objetivo había sido causa prioritaria para la aceptación castellana de una
modificación a la demarcación pontificia, tal como se verificó en Tordesillas.

Veinte años más tarde, el descubrimiento del océano Pacífico por Balboa dio nuevo impulso al
deseo de alcanzar las "Islas de las Especies". Pero, en tan- to, América se iba revelando en toda su
inmensidad y riquezas y el interés por Oriente se fue diluyendo. De las islas, los castellanos saltarían
a Tierra Firme, donde les aguardaban los tesoros de Méjico y Perú, concretando en alrededor de
medio siglo la conquista del continente.

Intentando sistematizar la conquista o "pacificación" (expresión empleada por los soberanos


españoles) de América, hablaremos de:

Un ÁREA SEPTENTRIONAL (Antillas, América del Norte y porción septentrional de Amé- rica
Ístmica).

Un ÁREA MERIDIONAL (América del Sur y porción meridional de América Ístmica).

Dos FOCOS de IRRADIACIÓN PRINCIPAL: que eran las bases de operaciones de las que partían
las expediciones.

Dos FOCOS de IRRADIACIÓN SECUNDARIA: que eran nuevas bases de operaciones establecidas
cuando las conquistas se iban alejando de los focos principales.

AREA SEPTENTRIONAL

FOCO de IRRADIACIÓN PRINCIPAL: Santo Domingo.

REGIONES CONQUISTADAS: Puerto Rico, Cuba y La Florida.

FOCO de IRRADIACIÓN SECUNDARIO: México (conquistado por Hernán Cortés).

REGIONES CONQUISTADAS: El Salvador, Guatemala y Honduras.

AREA MERIDIONAL

FOCO DE IRRADIACIÓN PRINCIPAL: El Darién (golfo entre Colombia y Panamá).

REGIONES CONQUISTADAS: Panamá, Colombia, Costa Rica y Nicaragua.

FOCO de IRRADIACIÓN SECUNDARIO: Perú-Bolivia (conquistado por Francisco Pizarro).

REGIONES CONQUISTADAS: Chile, Ecuador, Amazonas.

Como puede apreciarse, no figuran en esta dinámica de la conquista de América, Argentina,


Uruguay y Paraguay, que están vinculados a un contexto particular. Tampoco Venezuela, cuya
conquista cedió Carlos I (V) a los banqueros alemanes Welser, de quien era deudor por los
préstamos recibidos al momento de postularse como candidato a emperador de Alemania.

LOS PUERTOS UNICOS Y EL MONOPOLIO.

En un principio, el único puerto autorizado a comerciar con las Indias fue el de Sevilla, sede de la
Casa de Contratación y de los principales astilleros. Más tarde, Carlos I (V) extendió este privilegio a
otros 9 puertos españoles, pero el privilegio fue apenas utilizado, por lo que Felipe II revocó la
medida.

El sistema económico español con respecto a las Indias se encuadró dentro de las pautas del
mercantilismo, que pregonaba una intervención absoluta del Estado en la economía. España, a
diferencia de Inglaterra y Francia, que procuraban el desarrollo de la industria y el comercio, sólo
buscó la acumulación del oro y plata americanos.

Como la corona española no estaba dispuesta a permitir que las riquezas americanas fueran
compartidas con otras naciones, establecieron un régimen de monopolio. Ello generó permanentes
agresiones y robos, especialmente por parte de piratas y corsarios extranjeros.

Para impedir estos latrocinios, se estableció el sistema de "Flotas y galeones", cuyas características
principales eran:

SISTEMA de "FLOTAS y GALEONES"

Una o dos veces por año partía la Flota de España, de los puertos de Sevilla o Cádiz, cargada con
manufacturas españolas.

Las naves mercantes (hasta 25 a mediados del S.XVII y hasta 90 a fines de ese siglo) navegaban en
convoy, escoltadas por buques de guerra.

Una vez llegada a La Habana, la Flota se dividía en dos partes:

Una parte se dirigía a Veracruz (México).

La otra, a Portobelo (Panamá).

Al momento de la llegada de los barcos se realizaban grandes ferias; las manufacturas españolas
eran descargadas, cargándose, a su vez, los productos americanos (cacao, añil, maderas, azúcar,
cueros y pieles, oro, plata, diamantes)
Finalmente, los barcos retornaban a La Habana, para reemprender juntos el retorno a la península.

Los territorios rioplatenses dependían del aprovisionamiento de la flota de Portobelo, pero aquel
sistema generó múltiples consecuencias: Retraso en la llegada de productos esenciales (vestidos,
calzados, muebles, artículos de metal, artículos científicos).

Notable encarecimiento de dichos artículos como consecuencia de los fletes que debían pagarse. Un
artículo requerido en el Río de la Plata debía ser transportado a lomo de mula desde Portobelo a
Panamá, a orillas del Pacífico. Luego, embarcado con destino al puerto de El Callao (Perú), para ser
llevado desde allí hasta su destino a lomo de mula.

Incitó al desarrollo paulatino de una industria artesanal local y a la interdependencia económico-


comercial entre regiones vecinas:

El Litoral: cueros, lana, sebo, yerba mate, harinas.

El Tucumán: telas vastas, "frezadas", ponchos, alpargatas, sombreros, cigarros, azúcar, maderas y
piedras de construcción, mulas.

Cuyo: vinos, aguardientes, aceite, aceitunas, pasas de uva, "caldos" (dulces).

Finalmente, el sistema económico impuesto por España permitía el comercio entre México y las
posesiones españolas de Asia, a través del "Navío de Chi- na", que circulaba entre Acapulco y
Manila.

El puerto de Buenos Aires que, raramente recibía algún navío procedente de España, así como las
demás regiones rioplatenses, dependieron hasta muy avanzado el siglo XVIII del abastecimiento del
comercio limeño.

Sin embargo, las costas rioplatenses se fueron convirtiendo en la boca de entrada de un fluido
contrabando, lo que perjudicaba a los comerciantes de Lima. Ante sus protestas, una Real Cédula
del año 1622 creó la "aduana seca" de Córdoba. En esa ciudad, los funcionarios disponían de una
lista de precios de artículos varios, elaborada por la Audiencia de Charcas. Todo artículo procedente
de Buenos Aires pagaría allí un recargo del 50% sobre el precio que figuraba en la lista. De ese
modo se pretendió circunscribir los efectos del contrabando.

Punto 4
LA INCORPORACIÓN DEL NUEVO MUNDO A LA CORONA DE CASTILLA. EL VÍNCULO
JURÍDICO-POLÍTICO. "LOS REINOS DE INDIAS". LA INSERCIÓN ECONÓMICA.

Las Indias fueron incorporadas a la Corona de Castilla como bienes hereditarios, es decir, a título
personal, por eso fueron reinos patrimoniales. Carlos I (V) confirmó la incorporación a la Corona y no
al reino castellano, ratificando que no eran propiedad particular de los reyes ni del Estado español,
sino un bien de la monarquía.

No se trató pues de colonias, y los americanos eran súbditos libres igual que los de otros dominios.
Tenían sus propias leyes (las Leyes de Indias), su propio consejo (el Consejo de Indias), sus propias
autoridades.

Tal vez, si no hubiera existido el desastre de la "Armada Invencible" (1588), los Austrias las hubieran
convertido en colonias complementarias de la economía española. Pero, al quedar cortadas de
España, las Indias desarrolla- ron una economía propia y aislada, y sus habitantes gozaron de
independencia material y espiritual.

La implantación de los cabildos fue una muestra de la política descentraliza- dora de los Austrias y el
propio rey español invitaba a que si llegaba a Amé- rica alguna disposición real que contraviniera la
legislación vigente fuera obedecida pero no cumplida ("se obedece pero no se cumple").

No obstante ser consideradas "reinos", las Indias nunca fueron consultadas ni estuvieron
representadas en las Cortes.

Punto 5

La conquista española tuvo las siguientes características:

Fue una empresa particular costeada por navegantes y grandes mercaderes, aunque a veces, la
corona contribuyó económicamente.

Tuvo una base contractual, ya que los particulares firmaban con la corona contratos y capitulaciones.

Tuvo particularismos jurídicos, ya que cada capitulación establecía diferentes derechos y privilegios.

Fue una empresa popular de la que no participaron las grandes familias de la aristocra- cia
española.

Tuvo para la corona una finalidad evangelizadora y civilizadora, contrarrestada por la desmedida
codicia de los conquistadores.
El sometimiento de los indígenas:

Después de su segundo viaje, Colon envió a su agente Juan Berardi un grupo de indios para que los
vendiera como esclavos. Una Real Cédula del 18 de abril de 1495 autorizó la venta. Sin embargo,
cuatro días después, otra Real Cédula suspendió la venta hasta tanto se conociera la opinión de
teólogos y juristas. Las presuntas razones de este cambio habrían obedecido a los cargos de
conciencia que los confesores despertaron en la reina Isabel.

En el año 1500, otra Real Cédula proclamó la libertad de los indios, considerados vasallos capaces
de adoptar la fe cristiana, aunque el ejercicio de sus derechos debía ser tutelado como sucede con
los menores de edad.

En aquellos primeros tiempos, los gobernantes de Sto. Domingo recibieron instrucciones reales
destinadas a promover la evangelización de los indios y su protección. Se recomendaba que los
aborígenes fueran reunidos en pueblos, que habitaran en casas, que no durmieran en el suelo, que
se vistieran y que trabajaran.

Estas buenas intenciones que, indudablemente, desconocían la naturaleza de los indios,


contrastaron con la actitud cruel y codiciosa de los conquista- dores. Los excesos cometidos dieron
lugar a graves denuncias de dos religiosos dominicos: fray Antonio de Montesinos y fray Bartolomé
de las Casas (autor de la "Brevísima relación de la destrucción de las Indias", una obra hábilmente
explotada como propaganda por los enemigos de España).

Las denuncias de Montesinos condujeron a Fernando de Aragón a disponer una reunión de teólogos
y juristas que, en el año 1512, produjeron las Leyes de Burgos, las cuales consagraban :

La libertad de los indios.

La obligación de instruirlos en la fe.

La obligación de imponerles trabajos soportables.

La obligación de concederles tiempo para la recreación.

La obligación de facilitarles tiempo para atender sus propiedades.

La obligación de abonar el salario de los indios en vestidos y alimentos.

Estos temas dieron lugar a fuertes discusiones en España. En ellas, se destacaron las posiciones
de:
FRANCISCO de VITORIA: Diferenció la guerra justa y la guerra injusta. Entendía que sólo sería
justa la guerra cuando los indios se opusieran al comercio o a la predicación de la fe cristiana.

FRAY BARTOLOMÉ de las CASAS: No aceptaba la conquista armada, propiciando exclusivamente


la evangelización.

JUAN GINÉS de SEPÚLVEDA: Sostenía que, siendo los indios bárbaros e inhumanos, se negaban
a obedecer a otros hombres más perfectos, por lo que era justo someterlos por la fuerza.

Estas discusiones se originaron como consecuencia del Requerimiento. Se trataba de un documento


que debía ser leído a los indios, en el que se historiaba la vida de la Iglesia, desde San Pedro hasta
llegar al Papa que había hecho donación de las tierras americanas a los Reyes Católicos. Si se
negaban a aceptar dicho dominio, era lícito declararles la guerra. Fue relatado por Palacios Rubio y
no produjo ningún tipo de mejora en las relaciones entre conquistadores e indios, ya que muchas
veces se carecía de quien pudiera traducirlo al idioma de los indios, cuya naturaleza continuaba no
siendo comprendida por los soberanos, teólogos y juristas de España.

La encomienda: fue una institución que colocaba al indio en una situación intermedia entre la
esclavitud y el trabajo asalariado. Estaba destinada a resol- ver el problema del trabajo y de la
recaudación fiscal.

Había tenido su origen durante las luchas de la Reconquista española y, en América fue adaptada a
las características propias del medio. Sus bases jurídicas fueron establecidas por Fernando de
Aragón en 1509.

Con este sistema el encomendero, a cambio del trabajo personal de los indios, debía
comprometerse a evangelizarlos y pagar un peso oro anual por indio a la Corona.

características principales de esta institución:

Se trataba de un bien inalienable (los indios no podían ser repartidos ni prestados por el
encomendero).

El encomendero recibía indios, pero no sus territorios.


Los derechos del encomendero fueron, en un principio perpetuos, pero luego se fijaron en dos (2)
vidas.

Los indios que dejaban de pertenecer a una encomienda pasaban a vivir en un pueblo de indios o
"corregimiento".

El indio podía tener bienes propios.

Casi todas estas disposiciones fueron violadas por los encomenderos y, aunque las Leyes Nuevas
de 1542 prácticamente abolieron las encomien- das, prometiendo grandes castigos a quienes
maltratasen a los indios, la institución siguió existiendo hasta entrado el siglo XVIII.

La obstinación y codicia de los encomenderos generaría levantamientos entre los indígenas. Por
ello, Felipe II ordenó a la Audiencia de Charcas la redacción de un informe sobre la situación que se
vivía en Tucumán, Cuyo, Buenos Aires y Paraguay. Esta inspección dio lugar a las Ordenanzas de
Al- faro de 1611 (Alfaro era oidor de la Audiencia de Charcas, y puede apreciar- el retraso en el
cumplimiento de la orden, teniendo en cuenta que Felipe II murió en 1598).

ORDENANZAS DE ALFARO (1611)

Ratificaban la libertad de los indios.

Suprimían el trabajo servil.

Disponían la elección de patrón por parte de los indios.

Ordenaban que el pago por su trabajo no se verificase en especies.

Reglamentaban los pueblos de indios y la mita.

Punto 8

Pueblos de indios y reducciones o corregimientos:

Los pueblos de indios, reducciones o corregimientos agrupaban a aquellos indios que no habían sido
repartidos en encomiendas o habían dejado de pertenecer a una.
Debían estar ubicados cerca de los lugares de trabajo, pero lejos de las poblaciones españolas.

Los indios debían solicitar autorización si querían abandonarlos, y sólo el rey o el virrey podían
autorizar el traslado de toda la reducción.

El gobierno y administración del corregimiento estaba a cargo de un Ca- bildo integrado por un
alcalde indio y un regidor, que elegían anualmente a sus sucesores (si el pueblo superaba las 80
casas eran 2 alcaldes y 4 regido- res). Lo integraba también un corregidor, que era un español cuya
autoridad era similar a la de los encomenderos.

El producto del trabajo colectivo era reservado para las necesidades del corregimiento, y el
corregidor se encargaba del repartimiento de mercade- rías europeas entre los indios. Esto, dio lugar
a excesos, que terminaron ge- nerando rebeliones, como sucedió en el caso de Tupac Amaru.

En cada corregimiento existía un cura doctrinero encargado de la evangelización.

La mita y el yanaconazgo:

Los españoles tomaron instituciones indígenas como la mita, un sistema de trabajo de origen
incaico. Los conquistadores sorteaban a los indios que debían trabajar a su servicio durante cierto
tiempo, también eran incluidos las mujeres y los niños. Existían distintos tipos de mitas:

La mita PASTORIL (duraba 3 o 4 meses).

La mita MINERA (duraba 10 meses).

La mita DOMÉSTICA (duraba 15 días al año).

Los indios no podían ser llevados más de 10 leguas de sus viviendas, ni obligados a trabajar hasta
que no hubiese cumplido su turno la totalidad de los habitantes del pueblo. En la práctica, aunque se
les pagaba en dinero, los indios se endeudaban viéndose obligados a continuar trabajando.

El yanaconazgo era otra institución aplicada por los incas con aquellos pueblos que se mostraban
rebeldes. Los yanaconas vivían en las tierras de los encomenderos, absolutamente vigilados y
sujetos. Estaban ligados a la pro- piedad, y pasaban con ésta a los sucesivos propietarios.
La Iglesia Católica:

Después de la muerte de la reina Isabel de Castilla, el rey Fernando hizo gestiones en Roma para
lograr el Patronato sobre la Iglesia americana, lo que fue concedido por una bula del Papa Julio II.
De acuerdo con ella:

El Papa se limitaba a aprobar lo dispuesto por el rey.

Éste, por intermedio del Consejo de Indias, proponía a Roma los obispos, los cuales debían prestar
juramento al Papa y al rey.

El Consejo de Indias examinaba las bulas y los breves pontificios para otorgarles el pase o
"exequatur".

De acuerdo con el Patronato, la Corona española se reservaba el derecho de:

Admitir la entrada en América de órdenes religiosas.

Crear obispados.

Levantar templos.

Sostener el culto.

Conceder permiso a los religiosos para pasar a América.

Si un religioso cometía alguna falta, podía ser procesado y expulsado por virreyes y audiencias.

Con los Borbones, el ejercicio del Patronato se fundó en la propia soberanía de la Corona, conforme
con las tendencias regalistas francesas, y no en la concesión papal como los Austrias.

Hispanoamérica se dividió en arzobispados y obispados -asesorados por los cabildos eclesiásticos


(los deanes estaban al frente de las catedrales)- que, generalmente coincidían con las jurisdicciones
político-administrativas. Ca- da obispado se dividía en parroquias.

Al principio, todas las diócesis americanas dependían del arzobispo de Sevilla. A mediados del siglo
XVI se crearon los arzobispados de Santo Domingo, Méjico, Bogotá, Lima y Manila.

La Corona otorgó permiso para misionar a: Franciscanos - Dominicos - Mercedarios - Agustinos y


Jesuitas.

Las más importantes misiones jesuíticas se establecieron en Paraguay (Chaco, Guayrá y Paraná).
Los indios tapes, perseguidos por los "bandeirantes" paulistas, se refugiaron junto a los guaraníes en
la región donde se habían establecido los jesuitas. El superior de la Orden residía en Yapeyú. Los
pueblos principales fueron: Yapeyú, San Ignacio, San Javier, Corpus Chisti, Apóstoles y Loreto.

LAS MISIONES JESUÍTICAS

Cada pueblo de las misiones estaba digido por un cura y un teniente cura.

El corregidor era elegido por el gobernador de una lista de caciques; lo era en forma vi- talicia.

El cabildo estaba constituido por:

2 alcaldes (de 1º y 2º voto), 1 alcalde de hermandad, 1 alférez, 4 regidores, 1 alguacil, 1 mayordomo,


1 secretario.

Cada cabildo duraba un año; el cabildo saliente elegía al entrante, que era confirmado por el
gobernador.

En los pueblos, los indios debían respetar los toques de campana para asistir a misa e ir a trabajar.
No podían beber bebidas alcohólicas y debían vivir con moralidad.

La tierra comprendía tres categorías:

La tierra de la comunidad: se trabajaba 3 días a la semana y la cosecha se destinaba a un granero


común.

La tierra de Dios: se trabajaba 2 días a la semana y la cosecha se destinaba a sostener enfermos,


viudas y ancianos, para épocas de crisis y para pagar el tributo al soberano.

Las tierras de los particulares: cada indio, al casarse, recibía una parcela de tierra que trabajaba en
su provecho. Para evitar que malgastaran su cosecha, debían depositarla en almacenes públicos,
entregándoseles los productos que necesitaran.

Los indios se manejaban a través del trueque. Para obtener moneda metálica, a fin de pagar los
tributos, vendían su yerba mate en Santa Fe o Buenos Aires.

Cuando en 1750 se firmó el Tratado de Permuta entre España y Portugal, los lusitanos se
comprometieron a dejar la Colonia del Sacramento a cambio de las Misiones guaraníticas. Los indios
de 7 pueblos de las misiones se rebela- ron, rechazando aquel cambio que los entregaba a manos
de los portugueses, tras largos años de luchas contra los "bandeirantes" que, desde su base en Sao
Paulo organizaban expediciones para cazar indios que esclavizaban.
El gobierno español interpretó que la actitud de los rebeldes había sido el resultado de las
maquinaciones de los jesuitas, a quienes atribuían un notable poder político, militar y económico. En
1767, el rey Carlos III decretó la expulsión de los jesuitas y las misiones pasaron a manos de otras
órdenes religiosas, mientras su gobierno quedaba en manos civiles. Aquello provocó la ruina de las
misiones, y muchos indios prefirieron retornar a la selva.

Punto 6

PARTICIPACIÓN DE OTROS PAÍSES EUROPEOS EN LA FORMACIÓN DE A- MÉRICA.


CARACTERÍSTICAS DE LAS COLONIZACIONES EN NORTE AMÉRI- CA. LA COLONIZACIÓN
DEL BRASIL.

Inglaterra, Holanda y Francia buscaron por el norte otro pasillo hacia el O- riente. No lo hallaron,
pero sus exploradores descubrieron los lagos, ríos, bosques y aborígenes norteamericanos.

INGLATERRA: En 1497, el italiano Juan Gaboto buscó el paso marítimo por las costas de
Terranova. Hasta comienzos del siglo XVII participaron de esa búsqueda explorado- res como
Humphrey Gilbert, John Davis y Henry Hudson.

HOLANDA: Convertidos en súbditos rebeldes de Felipe II de España, los holandeses también se


sumaron a esa búsqueda a través de las expediciones de Willem Barents y el inglés Henry Hudson.

FRANCIA: Ya entrado el siglo XVI, Francia intentó encontrar la ruta al Oriente con las expediciones
de Giovanni Verrazano y Jacques Cartier, que descubrió el río San Lorenzo.

INGLATERRA: Al finalizar el siglo XVI, los ingleses no habían logrado organizar una colonización
estable en América. En los primeros años del siglo XVII, el capital privado y el respaldo del gobierno
se unieron para hacer posible u- na ocupación permanente.

La reina Isabel I había reclamado para Inglaterra la región norteamericana ubicada al norte del
paralelo 30º, sobre el litoral atlántrico. Le atribuía a Juan Gaboto su descubrimiento. El sucesor de
Isabel, Jacobo I, adjudicó la explotación de estos territorios a dos compañías comerciales: la
Compañía de Londres y la Compañía de Plymouth.

La concreción de este tipo de empresas fue favorecida por:

En la paz de 1604, entre Inglaterra y España, Jacobo I reconoció a los españoles el monopolio sobre
todos los territorios que había ocupado en América; pero no lo hizo con aquellos que aún se
hallaban desocupados.

España había perdido mucho de su interés inicial por los temas americanos.

A los españoles les resultaba imposible defender su monopolio en todo el continente.

La región concedida había sido bautizada con el nombre genérico de "Virginia". Fue dividida en dos
porciones:

VIRGINIA (porción meridional): correspondió a la Compañía de Londres.

NUEVA INGLATERRA (porción septentrional): correspondió a la Compañía de Plymouth.

A corto plazo, la gestión de ambas compañías fracasó. Virginia se convirtió en una colonia que
dependía directamente de la Corona; en tanto que Nueva Inglaterra fue asiento de refugiados
puritanos que buscaban libertad para profesar su fe.

Con el transcurrir de los años, las colonias inglesas de la costa atlántica se multiplicaron hasta llegar
a ser trece. Lograron formar un bloque territorial luego de la expulsión de los colonos holandeses por
parte de Inglaterra.

¿Qué móviles impulsaron la colonización inglesa?

Aparte de la ilusión de encontrar tierras fértiles y oro, buscaban alimentos, viñas, frutas, tabaco,
madera y cáñamo.

Pensaban que las colonias podían ser mercados para los productos ingleses.

Las consideraban refugios posibles para personas pobres y disidentes religiosos.

¿Cual fue la característica más saliente de la colonización inglesa?

El trasplante a América de núcleos poblacionales completos, que abarcaban hombres, mujeres y


niños, mano de obra y técnica europea.
Inglaterra ocupó diversas islas en la zona del mar Caribe (Jamaica, Bahamas y Barbados, las más
importantes). Estos establecimientos desarrollaron actividades vinculadas con el tráfico negrero, el
contrabando y la piratería, que aportaron a la economía inglesa grandes capitales.

FRANCIA: Francisco I de Francia, que fue un tenaz adversario de Carlos I (V), no reconoció nunca el
derecho exclusivo de España sobre las Indias.

Sin embargo, durante el siglo XVI, las empresas oficiales francesas en Amé- rica fueron aisladas.
Francia era un reino cuya economía se basaba en la agricultura y políticamente estaba absorbida
por problemas europeos, por lo que América y sus riquezas sólo adquirieron interés para los marinos
de la costa atlántica, muchos de ellos protestantes. Sus incursiones apuntaron especialmente a la
Florida y el Brasil.

La situación se modificó en el siglo XVII, cuando la Corona tomó a su cargo el objetivo de ocupar
áreas territoriales en el nuevo continente.

La región reconocida por Jacques Cartier se convirtió en "puerta de ingreso" de los exploradores y
colonizadores franceses. La región ofrecía una vía de penetración apropiada: el río San Lorenzo, los
Grandes Lagos y el río Mississipi, y por aquel camino, Francia fue consolidando un vasto dominio
norteamericano, que tenía sus centros de irradiación en Québec y Montreal, en el Canadá. También
la América insular fue objeto de las apetencias francesas, habiendo sido ocupadas algunas Antillas
menores (Martinica, Guadalupe) y la porción occidental de la isla de Haití.

HOLANDA: Para estudiar el fenómeno de la expansión holandesa en América es preciso tener en


cuenta que:

Los holandeses habían adoptado en su mayoría la doctrina de Juan Calvino que bendecía la
acumulación de riquezas como fruto del trabajo. Esta concepción religiosa favorecía el desarrollo del
capitalismo.

Suscribían la teoría del "mar libre", formulada por su connacional Hugo Grocio.

No buscaban colonizar, sino tan sólo explotar económicamente las regiones que ocupaban.

No encararon como empresa nacional su expansión colonial, sino que la delegaron en compañías
comerciales, como las de las Indias Occidentales y las Indias Orientales.

No se puede desvincular este tema de las cuestiones políticas, ya que los holandeses, súbditos de
Felipe II, se habían sublevado contra el monarca es- pañol a partir de 1565. Decidieron entonces,
desgastar el poderío de su adversario atacándolo en sus posesiones ultramarinas.

La coyuntura histórica que los decidió a adoptar esa estrategia, se dio cuan- do Felipe II, convertido
en soberano de Portugal, cerró el puerto de Lisboa al comercio holandés.

NORDESTE de BRASIL: Entre 1631 y 1635, una fuerte expedición holandesa ocupó el nordeste
brasileño estableciendo una colonia que prosperó durante varias décadas basada en la explotación
del azúcar. Más que la acción de Portugal, fue la resistencia de los colonos brasileños la que
determinó el retiro de Holanda en 1654.

NUEVA HOLANDA: Con el objetivo de explotar el comercio de pieles, la Compañía Holandesa de las
Indias Occidentales dispuso la fundación de Nueva Amsterdam, en la isla de Manhattan, en 1626. La
población se convirtió en el corazón de la región bautizada como Nueva Holanda. Sin embargo, en
1644, Inglaterra se apoderó del asentamiento rebautizado como Nueva York.

GUAYANA: Las Guayanas fueron objeto de las disputas entre españoles, ingleses y holandeses a lo
largo de los siglos XVI y XVII. En 1667, Inglaterra cedió a Holanda la región de lo que sería la
Guayana holandesa (hoy Surinam) como compensación de la pérdida de Nueva Holanda.

PORTUGAL: El Tratado de Tordesillas de 1494, había reservado a Portugal una porción de


Sudamérica: el ángulo nordeste del Brasil.

Durante muchos años, el único interés que despertaba esta región en la Corona lusitana era la
explotación del "palo brasil", ya que sus aspiraciones estaban centradas en las Indias Orientales.

Así fue como el rey Manuel arrendó el comercio de la madera tintórea a Fernando de Noronha, a
condición de que enviara barcos para la exploración de 300 leguas anuales de costa brasileña por
un plazo de tres años.

Sin embargo, no tardaron en hacerse presentes en el país navíos franceses, que iniciaron tratos
comerciales con los aborígenes y comenzaron a cortar "palo Brasil".
Las protestas portuguesas resultaron vanas, y el gobierno de Lisboa llegó a la conclusión de que
Portugal debía ocupar el Brasil o resignarse a comprartirlo con los extranjeros que arribaran.

Entre 1530 y 1540 comenzó la colonización del país, iniciada con el envío de una poderosa flota
comandada por Martin Affonso de Souza, cuyo primer objetivo fue limpiar la región de colonos
franceses. Fundó, además, las colonias permanentes de San Vicente y Pernambuco.

En 1533, el rey Juan III dividió el Brasil en 12 capitanías, que fueron adjudicadas en propiedad a
"donatarios". Éstos, debían colonizar el territorio por su cuenta, recibiendo a cambio privilegios
administrativos, judiciales y fisca- les sobre los colonos que emigraran.

Este sistema concedía a los beneficiarios mayores poderes que los adelantos castellanos; pero
fracasó por falta de capitales privados y por el desinterés que generó.

En 1549, el soberano portugués decidió crear un gobierno centralizado. Nombró Capitán General del
Brasil a Tomé de Souza, y declaró capital a la ciudad de Bahía de Todos los Santos.

El período que se inició entonces presentaría las siguientes características:

Fueron expulsados los franceses que aún permanecían en el país y fundada, en 1567, la ciudad de
Río de Janeiro.

Se inauguró una política de colaboración entre las autoridades y los jesuitas con respecto a los
aborígenes. Esta política apuntaba a: Pacificar a las tribus belicosas, suprimir el canibalismo,
convertir a los indios al cristianismo, combatir sus hábitos nómades y concentrarlos en
"reducciones", y protegerlos de los cazadores de esclavos.

Se desarrolló una economía de plantaciones basada en la explotación del azúcar, que delinearía la
personalidad del Brasil con:

La formación de una clase de grandes propietarios o "senhores de engenho".

La incorporación de esclavos africanos, que ya sumaban 14.000 en 1580.

Precisamente en 1580, al quedar vacante el trono de Portugal, Felipe II de España se convirtió en el


nuevo soberano de los lusitanos.

Felipe II no unificó sus dominios y conservó la organización colonial de los portugueses en Brasil y
otras regiones asiáticas y africanas. Mientras la Corona española actuaba como si la "línea de
Tordesillas" hubiera perdido su razón de ser, los portugueses no dejaron de expandirse al oeste de
la mis- ma. Los protagonistas principales de aquella penetración en los territorios españoles fueron
los "bandeirantes", cazadores de esclavos mestizos de portugués e india, llamados mamelucos.

Durante el reinado de los Austrias españoles en Portugal (1580-1640), se produjeron ataques de los
enemigos de España sobre el Brasil y otros dominios lusitanos. El intento realizado por los
holandeses en el nordeste del país fue el más importante.

Cuando finalmente los portugueses se independizaron, coronando un nuevo soberano de la dinastía


de Bragança, la política de expansión sobre los territorios españoles de Sudamérica no se detuvo.
La mejor prueba de esta afirmación fue la fundación, en 1680, de la Colonia del Sacramento, en la
mar- gen oriental del Río de la Plata.

Punto 7

LA COLONIZACIÓN. ORGANIZACIÓN DE LAS TIERRAS CONQUISTADAS. LOS


ADELANTADOS, ORÍGENES DEL TÍTULO, SU APLICACIÓN EN AMÉRICA.

La conquista de América fue una empresa mixta realizada entre la Corona y particulares. Un
particular se comprometía a financiar la conquista de un sector determinado del continente, a efectos
de lo cual firmaba con la Coro- na capitulaciones, que establecían los deberes y derechos
recíprocos. Este particular recibía el título de Adelantado, que era la adaptación en América de una
antigua institución peninsular de la época de la "Reconquista", por la cual se otorgaban
determinados privilegios a quienes ganaran tierras para la Cristiandad.

El Adelantado:

Era capitán general y justicia mayor en su jurisdicción.

Entendían en asuntos civiles y criminales.

Podían repartir encomiendas y tierras.

Monopolizaba el tráfico comercial en el adelantazgo.

Podía fundar poblaciones o fortalezas.

Organizaba la hueste, cuyos integrantes no percibían salario, siendo pagados con los beneficios
obtenidos en la empresa. No podían pasar a América los "cristianos nuevos" o conversos y quienes
no fueran súbditos de la Corona de Castilla.

El título era concedido por dos vidas.


La Corona se reservaba, por su parte, la 5ª. o la 10ª. parte de los beneficios, controlando el
cumplimiento de lo estipulado a través de veedores reales. En 1534, Carlos I (V) dividió sus
posesiones en Sudamérica en cuatro grandes jurisdicciones que, de norte a sur, fueron así
adjudicadas:

NUEVA CASTILLA (Perú): adjudicada a FRANCISCO PIZARRO.

NUEVA TOLEDO (Chile): adjudicada a DIEGO de ALMAGRO.

NUEVA ANDALUCÍA (Argentina-Paraguay): adjudicada a PEDRO de MENDOZA.

NUEVA LEÓN (Patagonia): adjudicada a SIMÓN de ALCAZABA.

Punto 7.

El Poblamiento:

Habiendo fracasado los intentos de poblamiento en la Patagonia, la expedición de Pedro de


Mendoza (1536) marcó el inicio del poblamiento de la Argentina.

La finalidad de esta expedición era esencialmente militar, destinada a desalentar los intentos
portugueses sobre las regiones rioplatenses. Mendoza, mandó fundar 5 fortalezas o "reales" a orillas
del Río de la Plata, del Paraná y del Paraguay. La primera de ellas fue el "real" bautizado "Santa
María del Buen Aire" (febrero de 1536).

Gravemente enfermo, el Adelantado emprendió el retorno a España, dejando por testamento, como
heredero, del adelantazgo a Juan de Ayolas, que había emprendido una expedición a través del
Chaco en busca del "Rey Blanco". Mendoza murió en alta mar y, cuando la Corona tuvo dudas sobre
el retorno de Ayolas, emitió una orden extraordinaria, concediendo a los pobladores de la región el
derecho de elegir un gobernador (Real Cédula de 1537). Como consecuencia de aquella ordenanza,
resultó elegido Domingo Martínez de I- rala, que ordenó el despoblamiento de las cinco fortalezas,
concentrando a to- da la población a orillas del río Paraguay donde, en 1541, fundó la ciudad de
Nuestra Señora de la Asunción (la fortaleza del mismo nombre había sido e- rigida en 1537). Con
este hecho se inició el proceso de poblamiento del actual territorio argentino, realizado por tres
corrientes colonizadoras:
CORRIENTE del ESTE o del LITORAL (procedente de ESPAÑA)

FECHA CIUDAD FUNDADOR

AÑO 1541 Asunción Domingo Martínez de


Irala

AÑO 1573 Santa Fe Juan de Garay

AÑO1580 Buenos Aires Juan de Garay

AÑO 1588 Corrientes Juan Torre de Vera y


Aragón.

Esta corriente pobladora fundó también CONCEPCIÓN del BERMEJO, que debió ser abandonada
por sus pobladores al cabo de algunos años.

CORRIENTE del NOROESTE (procedente del PERÚ)

FECHA CIUDAD FUNDADOR

1553 Santiago del Estero Francisco de Aguirre

1565 San Miguel de Tucumán Diego de Villarroel

1573 Córdoba Geronimo Luis de


Cabrera

1582 Salta Hernando de Lerma

1591 La Rioja Juan Ramirez de Velazco


1593 Jujuy Francisco de ArgaÑaraz

1683 Catamarca Fernando de Mendoza


Mate de Luna

Otras ciudades fundadas en el Noroeste fueron: TALAVERA de ESTECO, MADRID de las JUNTAS,
LONDRES, CAÑETE y CÓRDOBA del CALCHAQUÍ. Sin embargo, dejaron de existir como
consecuencia de catástrofes naturales o en razón de las guerras contra los calchaquíes.

CORRIENTE del OESTE (procedente de CHILE)

FECHA CIUDAD FUNDADOR

1561 Mendoza Pedro del Castillo

1562 San Juan Juan CJufre

1594 San Luis Luis Cjufre

Los territorios que hoy conforman la Argentina dependieron durante los si- glos XVI, XVII y parte del
XVIII (creación del Virreinato del Río de la Plata) del Virreinato del Perú. Se dividían en tres
jurisdicciones:

Gobernación del Río de la Plata y Paraguay (en 1616 se dividieron en dos): Santa Fé, Buenos Aires
y Corrientes (comprendía también la Patagonia y la Banda Oriental).

Gobernación del Tucumán: Santiago del Estero, Tucumán, Córdoba, Salta, La Rioja, Ju- juy y
Catamarca.

Corregimiento de Cuyo (dependiente de la Gobernación de Chile): Mendoza, San Juan y San Luis.
A diferencia de lo acontecido en la América anglosajona, donde la colonización tuvo un carácter
predominantemente rural, en Hispanoamérica revistió un carácter urbano. Esto quiere decir que las
ciudades fueron el foco de irradiación de la conquista y colonización de los territorios circundantes.

El gobierno municipal estaba en manos de los cabildos que, como otras instituciones trasplantadas a
América, tuvo su origen en la época de la Reconquista española, cuando los soberanos y señores
de los Estados ibéricos procuraban consolidar su dominio sobre las tierras recuperadas poblándolas.

Estas poblaciones, gobernadas por los ayuntamientos, disfrutaban de privilegios y libertades


concedidas a través de fueros o cartas (1). Sin embargo, la importancia política de los municipios
castellanos y de sus burguesías, se derrumbó en el mismo momento en que se desarrollaba la
conquista y poblamiento de América. Precisamente en 1521, Carlos I (V) derrotó a los "comuneros
castellanos" en la batalla de Villalar, imponiéndoles el absolutismo.

Mientras en la península los ayuntamientos perdían sus libertades, en Amé- rica, los cabildos
disfrutaron de una gran autonomía por razones de distancias y aislamiento.

No debe aceptarse el empleo de las palabras fuero y carta como sinónimos de constitución, ya que
mientras ésta se origina en la soberanía popular, los anteriores son el resultado de una con- cesión
del soberano.

Según el derecho español, en América, "no había ciudad sin cabildo ni cabildo sin ciudad". El
fundador de una ciudad debía cumplir rigurosamente una serie de requisitos, que fueron
condensados en una ordenanza de 1573.

Una vez elegido el sitio del emplazamiento de la ciudad, el fundador debía designar el Cabildo, es
decir, los alcaldes y regidores que lo integraban.

Luego, procedía a marcar sobre el terreno el lugar que ocuparía la Plaza Mayor, rodeada por el
Cabildo, el Fuerte, la Iglesia y el Hospital. Esa plaza estaría en la costanera si la ciudad iba a erigirse
a orillas del mar o un río; en el centro, si la ciudad era mediterránea. Las calles serían anchas si el
clima era frío y angostas si era cálido.

A continuación, distribuía entre los pobladores los solares (donde edificarían sus viviendas) y las
chacras (para huertas y cría de animales). También destinaba el espacio para el ejido (tierras de
propiedad común).

En el centro de la plaza se levantaba el "rollo de justicia" o picota (un poste). Allí se realizaba el
solemne acto de fundación bajo acta de un notario.

Finalmente, el fundador distribuía encomiendas entre los vecinos fundadores.

El Cabildo tenía a su cargo el gobierno y administración de la ciudad. Comprendía:

LA JUSTICIA. Integrada por:

El Alcalde de Primer voto: presidía el Cabildo y era juez en asuntos civiles.

El Alcalde de Segundo voto: era juez en lo criminal y comercial.

Los Alcaldes "de hermandad": dictaban justicia en la campaña.

EL REGIMIENTO. Integrado por regidores:

El Alférez Real: jefe de las milicias y portador del estandarte real.

El Síndico Procurador: Defendía los derechos de los vecinos.

El Fiel Ejecutor: Vigilaba los precios e inspeccionaba los mercados.

El Defensor de Pobres y Huérfanos.

El Alguacil Mayor: Era el jefe de policía.

LOS OFICIOS.(Dependían del Cabildo aunque no lo integraban)

Secretario, escribano, tesorero, mayordomo, maestro de primeras letras, cirujano, barbero.

Existían dos clases de sesiones:

SESIONES ORDINARIAS Participaban los alcaldes y regidores


(algunos autores sostienen que no
participaban los síndicos, por no ser
regidores).

SESIONES EXTRAORDINARIAS/ Eran invitados a participar miembros de


la administración política, de la justicia,
CABILDOS ABIERTOS del clero, militares y vecinos
caracterizados para tratar temas graves
o urgentes (terremotos, epidemias,
invasiones).

Las funciones del Cabildo eran amplias:

JUDICIALES: Administraba justicia. En lo civil, también funcionaba como tribunal de apelación en los
asuntos que superaran un monto determinado. En caso contrario, se apelaba ante la Audiencia.

MILITARES: Organizaba las milicias locales.

ADMINISTRATIVAS: Percibía y administraba los fondos denominados:

Propios: obtenidos del arrendamiento o venta de tierras de la ciudad.

Arbitrios: que eran impuestos sobre pesas y medidas.

EDILICIAS: Tenía a su cargo la conservación y limpieza de los edificios públicos.

POLICIALES: Velaba por el mantenimiento del orden por medio de un cuerpo de alguaciles.

ASISTENCIALES: Mantenía hospitales y asilos.

EDUCATIVAS: Mantenía las escuelas capitulares.

FISCALIZADORAS: Controlaba pesas, medidas, precios y calidad de los productos en mercados,


tiendas, mataderos y almacenes.

En muchas ocasiones, el fundador designaba regidores a perpetuidad y otro tanto podía hacer el
rey.

En los tiempos de Carlos I (V) se dispuso que los cabildos se renovasen todos los 1 de enero,
cuando el cabildo saliente elegía al entrante. Pero desde la época de Felipe II se introdujo la
costumbre de vender en subasta pública los cargos, excepto el de alcalde.
El vecino de Indias: El carácter de vecino era el equivalente al de ciudadano. Eran vecinos los
descendientes de los primitivos pobladores, que:

Integraban el Cabildo.

Formaban parte de las milicias desde los 15 años.

Podían poseer tierras.

En Buenos Aires, podían obtener permisos de vaquerías, es decir, la posibilidad de ac- cionar contra
los animales cimarrones que habitaban la campaña.

Podían exportar sus productos.

Por su parte, el resto de la población libre constituía la clase de los estantes, que sólo podían
disfrutar de los privilegios de la vecindad si, por méritos propios solicitaban y obtenían una "carta de
vecindad".

La venta de cargos capitulares y la adquisición de "cartas de vecindad" por parte de individuos


enriquecidos a partir de actividades poco honorables (trata de esclavos, contrabando), fue haciendo
perder al Cabildo su primitivo carácter popular para convertirlo en bastión de las oligarquías locales.
La política centralista de los Borbones restó a los cabildos gran parte de su importancia política que
pasó a manos de los Intendentes.

Las poblaciones hispanoamericanas tenían distintas categorías:

Asientos: poblaciones que carecían de Cabildo.

Villas: poblaciones con menos de 30 familias, que tenían Cabildo (un alcalde y 4 regido- res).

Ciudades sufragáneas: tenían 8 regidores y milicias.

Ciudades metropolitanas: eran las capitales de las gobernaciones; tenían Cabildo (12 regidores) y
milicias.

En la época de mayor relevancia de los cabildos, éstos asesoraban a las autoridades (gobernadores
y tenientes gobernadores) y, en casos de vacancia de un cargo, ejercía el gobierno provisionalmente
como Cabildo gobernador.
Bolilla II.

Punto 1.

ESTRUCTURA DEL GOBIERNO INDIANO. LA CENTRALIZACIÓN DEL PODER. LOS


CONTROLES Y CONTRAPESOS EN LA ADMINISTRACIÓN. LAS FUNCIONES
ENTRECRUZADAS. EL JUICIO DE RESIDENCIA Y LAS VISITAS. LAS LEYES DE INDIAS:
CARACTERÍSTICAS. RECOPILACIONES.

El sistema político establecido por España en América no puede ser entendido a través de nuestra
actual concepción de la división de poderes.
Como hemos afirmado, el comienzo del proceso de descubrimiento, conquista y colonización, se
trató en gran medida de una obra de particulares legalizada por las capitulaciones que, en muchos
casos, otorgaba grandes privilegios a sus titulares.

Paradójicamente, mientras el poder de la monarquía se imponía en España al fraccionamiento


feudal, en América, los primeros adelantados parecían des- tinados a implantar un sistema casi
feudal.

Pero aquella fue sólo una tendencia de los primeros tiempos. Cuando el pro- ceso se estabilizó, los
reyes fueron imponiendo gradualmente su autoridad a través de una burocracia centralizada. Esto
sucedió ya con los primeros Austrias.

Refiriéndose a la estructura del gobierno indiano, Ricardo Zorraquín Becú explicaba que en Indias no
había ninguna autoridad suprema. Si bien cada una tenía cierta autonomía funcional dentro de su
propia competencia, existían también contrapesos, limitaciones y controles destinados a evitar los
abusos de poder y a sancionar los excesos a que podían sentirse inclinados los funcionarios tan
alejados de la metrópoli. Este sistema de coordinación y de recíproca vigilancia funcionaba de
manera análoga a la división de poderes del constitucionalismo moderno. Y si el juego normal de las
instituciones se revelaba ineficaz, siempre existía el recurso de nombrar visitadores o jueces "de
comisión" que restablecieran el orden y la justicia.

El régimen indiano, con esos sistemas de coordinación y control, quería afirmar el imperio de las
normas jurídicas mediante recursos y procedimientos fundados en las leyes. No existía una
dependencia estricta entre unos y otros organismos o funcionarios, sino que todos actuaban con
cierta libertad dentro de su esfera, aunque vigilados por los demás.

Así, por ejemplo, si bien el virrey podía impartir órdenes a los gobernadores, éstos eran nombrados
por el monarca en la mayoría de los casos, se comunicaban directamente con él, y el Consejo de
Indias les daba instrucciones sin pasar por la vía jerárquica del virrey y, en oportunidades, sin darle
conocimiento de ellas. Las ordenanzas del gobernador no iban al virrey para ser confirmadas, sino al
Consejo de Indias, y sus resoluciones podían ser revocadas por la Audiencia del distrito.

La organización del poder en América no configuraba una pirámide, sino que podría compararse con
una circunferencia, cuyos rayos partían todos de la Corona -centro de la soberanía-. Es decir, un
vigoroso centralismo impuesto desde España; una jerarquía elásticamente organizada; varios
sistemas de colaboración y control entre las autoridades y por el localismo con el que se gobernaban
las provincias.
Algunos de los sistemas de control fueron:

 Los juicios de residencia: Todos los altos funcionarios de América eran residenciados al
finalizar sus mandatos.

Llegaba al lugar un juez residenciador nombrado por el Consejo de Indias para juzgar la
conducta pública del magistrado en cuestión.

Se anunciaba el inicio del proceso a través de un bando para que cualquier vecino pudiera
formular las denuncias.

Reunidas las pruebas y descargos, se confeccionaba un expediente que era remitido al


Consejo de Indias para su fallo definitivo.

Sólo se eximían de este juicio aquellos funcionarios destacados por su actuación relevante
(Cevallos y Vértiz, virreyes del R. de la Plata).

Las penas podían ser multas, inhabilitación o confinamiento.

 Las visitas: Sólo se ponían en práctica cuando se estaba ante la presunción de algún fraude o
abuso de poder.

Se nombraba un visitador para investigar y sancionar si se comprobaban infracciones

 Los jueces pesquisidores: Eran nombrados para investigar denuncias concretas. Realizaban
la investigación y elevaban su informe a los superiores.

Las "Leyes de Indias"

Para el gobierno de América se promulgó una legialación especial designada con el nombre de
"Leyes de Indias". Estaban integradas por:

REALES CÉDULAS: Eran propuestas por el Consejo de Indias. Se referían a una cuestión
determinada y comenzaban con la fórmula: "Yo el Rey, hago saber".

REALES ÓRDENES: Fueron creadas en la época de los Borbones. Emanaban del Ministerio por
orden del rey.

PRAGMÁTICAS: Eran leyes de carácter general.

ORDENANZAS y BANDOS: Eran dictadas por los virreyes o las audiencias. Legislaban sobre
asuntos diversos y, a veces, constituían verdaderos códigos. También las dictaban los cabildos.

CARACTERÍSTICAS

Prevalecía un criterio particularista destinado a legislar para cada caso y cada lugar.

Al no integrar un programa orgánico de gobierno, sumado a las distancias, generaba confusiones.

A veces, las autoridades aplicaban por desconocimiento, leyes que ya habían sido derogadas.

A veces, el desconocimiento de las autoridades que legislaban sobre las características de un lugar
daban origen a resistencias, por lo que quienes debían aplicarlas suspendían su vigencia ("acátase
pero no se cumple").

Fue de raíz castellana, pero influenciada por las costumbres indígenas.

Se realizaron intentos de ordenamiento, eliminación de contradicciones y superposiciones.

Tras varios intentos de recopilación, en 1680, se completó la "Recopilación de las Leyes de Indias",
realizada por una comisión que se basó en los trabajos anteriores de Juan de Solórzano Pereira y
Antonio de León Pinelo. Contenía alrededor de 6400 leyes, reunidas en 9 libros.

LIBRO I Asuntos religiosos y Patronato. LIBRO II Consejo de Indias y Audiencias. LIBRO III
Virreyes y gobernadores. LIBRO IV Descubrimiento y conquista. LIBRO V Alcaldes,
regidores y funcionarios menores LIBRO VI Situación de los indios. LIBRO VII Policía y moralidad
pública. LIBRO VIII Rentas y finanzas LIBRO IX Organización comercial y Casa de
Contratación

Punto 2.

Los antiguos condes de Castilla a quienes la "federación de castelos" o castillos había encomendado
la defensa común, pasaron a convertirse en el siglo X en reyes de Castilla. En un largo proceso que
comprendió más de dos siglos, estos reyes se fueron imponiendo a los otros sectores de la sociedad
castellana: nobles, clero y burgueses reunidos en las Cortes.

En realidad, el apoyo que recibió Isabel de Castilla por parte de la nobleza se debió al rechazo que
ésta experimentaba hacia la política del rey Enrique IV, hermano de Isabel. Este soberano venía
activando el proceso de fortalecimiento definitivo de la autoridad monárquica frente a los nobles de
Castilla. Derrotado, Enrique IV se vio obligado a reconocer a Isabel como heredera suya en el
Compromiso de los Toros de Guisando.
Dueña del trono castellano, y casada con Fernando de Aragón, Isabel "la Católica" proseguiría la
política de Enrique, la que se continuaría -muerto Fernando- con el cardenal Francisco Jiménez de
Cisneros, regente hasta la llegada a España de Carlos I de Austria.

Con el advenimiento de los Austrias, hallamos un soberano que basaba su poder en el pacto de
sumisión celebrado con el pueblo y, que por lo tanto, no constituía un gobierno absolutista en el
sentido que luego tendría en Francia, pues reconocía limitaciones a su autoridad por la vía del
derecho.

Estas ideas pactistas tuvieron como principales defensores a los religiosos Francisco de Vitoria y
Francisco Suárez.

FRANCISCO de VITORIA: Consideraba que el poder es un derecho natural que proviene de Dios,
pero no le es transmitido directamente al gobernante por Dios sino por la comunidad.

FRANCISCO SUÁREZ También para él, el pueblo es el medio a través del cual recibe el rey el
poder que le o- torga Dios. Se oponía al absolutismo de derecho divino expresando: "Si la potestad
radica en la comunidad, luego, para que empiece a estar en alguna persona como un príncipe, es
necesario que le sea concedido por con- sentimiento de la comunidad". Suárez, en quien se basó
Castelli en el cabildo abierto del 22 de mayo de 1810, aceptaba la monarquía hereditaria,
estableciendo que una vez que el pueblo trasladó su poder al rey ya no puede reclamar su libertad a
capricho. Pero, la comunidad puede reasumir la soberanía en caso de acefalía o puede hacer la
guerra justa contra el rey si éste hubiere caído en tiranía.

Según la concepción hispánica, el rey era el símbolo de la nación y jefe del Estado. Su poder era
inmenso. En la realidad, el gobierno de España y sus dominios descansó en los Consejos (el de
Castilla, el de Hacienda, el de Guerra y el de Indias). Los consejeros -letrados o clérigos- recibían las
ideas del monarca a manera de proposiciones que podían ser discutidas, analiza- das y modificadas.
La participación del rey podía humanizar la fría burocracia de los consejeros.

El Consejo de Indias.

En un principio, los asuntos de las Indias fueron atendidos por los Reyes Católicos asistidos por el
arcediano de la Catedral de Sevilla, Juan Rodríguez de Fonseca, que integraba el Consejo de
Castilla. Con el tiempo, se hizo necesario crear algunos organismos especializados. Así, en 1503,
nació la Casa de Contratación.
LA CASA DE CONTRATACIÓN:

Fue creada en 1503 por los Reyes Católicos. Funcionaba en Sevilla y estaba integrada por un
administrador, un tesorero y un contador.

Intervenía en todos los asuntos de comercio y navegación relacionados con América.

Tenía atribuciones aduaneras e intervenía en los pleitos de índole comercial y en las controversias
entre armadores y marinos.

A medida que las circunstancias lo fueron exigiendo, se le incorporaron:

El cargo de piloto mayor, encargado de controlar los conocimientos náuticos que se iban
alcanzando.

Los de correo mayor y cosmógrafo real.

Una Escuela de Náutica.

Desde 1518 se habla de un Consejo de las Indias, que era la reunión de algunos funcionarios del
Consejo de Castilla para tratar asuntos americanos. El aumento de los problemas derivados de la
conquista, condujo a Carlos I (V) a crear un organismo autónomo llamado Real y Supremo Consejo
de Indias, en 1524. Estaba compuesto por:

Un presidente y 5 consejeros, que formaban la Cámara del Consejo. También lo formaban: un


canciller, un fiscal, dos secretarios y funcionarios menores.

Las atribuciones del Consejo eran de índole legislativa, judicial, eclesiástica, militar y administrativa.

A) Atribuciones Legislativas: Formulaba leyes relacionadas con el gobierno de América.

Daba fuerza de ley a las ordenanzas dictadas por las Audiencias o Virreyes.

B) Atribuciones JUDICIALES: Era tribunal supremo de apelación en los fallos de las

Audiencias y la Casa de Contratación.

Entendía en los juicios de residencia.


C) Atribuciones ADMINISTRATIVAS: Preparaba los juicios de residencia.

Proponía al rey el nombramiento de los altos funcionarios americanos.

Designaba visitadores y jueces pesquisidores.

D) Atribuciones ECLESIÁSTICAS: Atendía el Patronato, proponiendo al rey los candidatos para


ocupar los cargos eclesiásticos.

Daba el exequatur o pase a las Bulas y Breves de los Pontífices.

E) Atribuciones MILITARES: Actuaba como Consejo de Guerra, ocupándose de la defensa de


los territorios americanos (flotas, tropas, armamentos).

En época de Felipe II comenzaron a restringirse algunas de las atribuciones del Consejo de Indias,
especialmente en materia de hacienda, ya que se creó el Consejo de Hacienda, lo que le quitó
autonomía financiera.

Debido al recargo de trabajo, se eliminó la posibilidad de apelar ante el Consejo de Indias por los
fallos de las Audiencias (que quedaron como tribuna- les superiores), a menos que se utilizase el
recurso de "segunda suplicación", o el rey así lo disponía.

Punto 3.

ORGANIZACIÓN TERRITORIAL DEL GOBIERNO INDIANO: LAS DISTINTAS JURISDICCIONES.


EL OFICIO DE GOBERNADOR. LAS CAPITANÍAS GENE- RALES. EL CARGO DE VIRREY.

La etapa inicial de la conquista estuvo a cargo de los Adelantados. Al concluirse la misma, los
Adelantados fueron desapareciendo, reemplazados por los gobernadores, que eran funcionarios a
sueldo de la Corona.

Los gobernadores:

GOBERBADORES: Duraban un período más o menos fijo de alrededor de 5 años.

Eran nombrados a propuesta del Consejo de Indias y confirmados por el rey, aunque hubo casos en
que el nombramiento procedía de los virreyes con la posterior aprobación real.

Sus funciones no estaban explícitamente señaladas por las leyes y comprendían facultades
administrativas, militares y judiciales. En este último caso, podía apelarse a ellos por los fallos de los
cabildos.

CORREGIDORES: No se trata, en este caso, de los de los "pueblos de indios", sino de los
corregidores de españoles.

Actuaban en las áreas gobernadas por una Audiencia, y su jerarquía era inferior a la de los
gobernadores, aunque sus atribuciones eran similares.

TENIENTES: Existían tanto en las gobernaciones como en los corregimientos y tenían una jerarquía
administrativa inferior, cumpliendo mandatos específicos encomendados por el gobernador o el
corregidor.

GOBERNADORES PRESIDENTES: Así se llamaban a quienes eran a la vez gobernadores y


presidentes de la Audiencia.

LOS VIRREYES: Fueron otra de las instituciones trasplantadas de la península que, en América,
gobernaban como representantes del rey. En un principio fueron vitalicios, pero luego se redujo su
mandato a tres años. El no nombramiento de un sucesor significaba la prórroga de su mandato.

Los virreyes redactaban una memoria en la que consignaban los principales problemas que habían
tenido que afrontar. Si el virrey moría durante su mandato, la Audiencia gobernaba hasta el
nombramiento de su sucesor, siempre que el difunto no hubiera designado un sucesor interino por el
"pliego de mortaja".

A los virreyes se les rendían honores reales, pero se les prohibía asistir a reuniones sociales o
contraer matrimonio en su jurisdicción. No obstante, sus atribuciones eran muy amplias, pudiendo
hacer todo cuanto no les estuviese expresamente prohibido. Estaban sometidos a juicios de
residencia. Sus principales atribuciones eran:
ADMINISTRATIVAS: Nombraban a los funcionarios inferiores y eran superintendentes de la Real
Hacienda.

LEGISLATIVAS: Promulgaban bandos y ordenanzas.

JUDICIALES: Presidían las Audiencias pero sin voto, aunque en ciertos casos ejercían estas
funciones. Podían conmutar sentencias en materia civil y criminal.

RELIGIOSAS: Ejercían el vice-Patronato.

MILITARES: Eran jefes supremos de las fuerzas armadas en su jurisdicción.

LOS CAPITANES GENERALES: Gobernaban las Capitanías Generales, que eran jurisdicciones
territoriales más pequeñas que los virreinatos, pero sus atribuciones eran idénticas a las de los
virreyes.

Las jurisdicciones hispanoamericanas al momento de finalizar el dominio de España eran:

Virreinato de NUEVA ESPAÑA o de MÉXICO: Creado por los Austrias en 1534.

Vireinato de PERÚ: Creado por los Austrias en 1543.

Virreinato de NUEVA GRANADA: Creado por los Borbones en 1718.

Virreinato del RÍO de la PLATA: Creado por los Borbones en 1776-77.

Capitanía General de GUATEMALA: Creada por los Austrias en 1573.

Capitanía General de CUBA: Creada por los Austrias en 1607.

Capitanía General de VENEZUELA: Creada por los Borbones en 1777.

Capitanía General de CHILE: Creada por los Borbones en 1778.

Los virreinatos y capitanías generales se dividían en gobernaciones y presidencias. Así, por ejemplo,
el Virreinato de Perú, en época de los Austrias, se dividía en:

Gobernaciones de: Paraguay, Río de la Plata, Tucumán y Chile.


Presidencias de: Nueva Granada, Quito y Charcas.

Punto 4.

AUDIENCIAS.

Como otras instituciones establecidas en Indias se basaron en modelos peninsulares, pero fueron
modificándose frente a la realidad americana. Estaban integradas por:

5 jueces llamados oidores (nombrados por el rey y que conservaban sus puestos mientras tuvieran
buena conducta) sujetos a juicio de residencia.

2 fiscales (uno civil y otro criminal).

1 canciller.

1 escribano.

1 alguacil.

Como tribunales de justicia entendían:

En pleitos civiles y criminales.

Por apelación, de las sentencias de los alcaldes.

En los juicios criminales no había apelación, pero en los civiles, cuando sobrepasaban un monto
determinado, sus fallos podían ser apelados ante el Consejo de Indias.

Hubo tres categorías de Audiencias:

VIRREINALES: en las capitales de virreinatos y presididas por el virrey.

PRETORIALES: en las capitales de las capitanías generales y presididas por el capitán general.

SUBORDINADAS: en otras ciudades subordinadas y presididas por el gobernador-presidente.

Además de administrar justicia, las Audiencias:

Actuaban como órganos consultivos de virreyes y capitanes generales, constituyéndose en Consejos


de Estado.

Frente a vacantes forzosas (muerte o enfermedad grave) de virreyes o capitanes generales,


gobernaban provisionalmente la jurisdicción hasta que la Corona designaba al reemplazante.

Intervenían en los conflictos entre autoridades civiles y eclesiásticas.

Fiscalizaban todos los actos de gobierno.

Intervenían en la protección de los indios.

Punto 5.

EL FUERO ECLESIÁSTICO. EL FUERO UNIVERSITARIO. EL PROTOMEDICA- TO. EL


CONSULADO: ORIGEN DE LA INSTITUCIÓN, SU INSTALACIÓN EN A- MÉRICA, LA FUNCIÓN
CORPORATIVA, LA JUSTICIA CONSULAR.

El fuero eclesiástico: Los fueros eclesiásticos intervenían en pleitos en los que eran parte sacer-
dotes y religiosos. Entendían, según los casos, en asuntos de 1aª o 2ª. instancia, en causas que
tenían que ver con matrimonios, divorcios, nulidades, tenencia de hijos, etc.

El fuero universitario: Encontró su razón de ser en las Universidades, en donde tanto rector como
vice-rector podían imponer el orden. La monarquía aceptaba la autonomía de las Universidades que,
en realidad, formaban parte de la Iglesia.

Según la legislación indiana, el objetivo perseguido por este fuero era la reforma de la vida y las
costumbres de los estudiantes.

El fuero minero: El fuero minero lo encontramos en aquellas ciudades donde existía algún
yacimiento, y donde las autoridades podían juzgar distintos actos que se producían en aquel ámbito.

El Protomedicato: Para favorecer el desarrollo de la medicina, la Corona española creó los tribunales
del Protomedicato, que se establecieron en México y Lima. En el Río de la Plata existían
representantes del Protomedicato limeño, hasta que el virrey Vértiz dispuso la creación de un
tribunal local. Formaron parte de él figuras como Miguel O'Gorman y Francisco y Cosme Argerich.
Sus funciones eran:

Controlar la práctica de la Medicina, persiguiendo a los curanderos y hechiceros.

Velar por el estado de los hospitales y la calidad y precio de los medicamentos.


Introducir la aplicación de la vacuna antivariólica.

Detectar a los portadores de enfermedades contagiosas.

Más tarde, se autorizó al Protomedicato de Buenos Aires a crear una Escuela de Medici- na.

Los Consulados:

Eran corporaciones de comerciantes y, su función primera, era la de actuar como tribunales para
dirimir los pleitos que se entablaban entre comerciantes. Se trataba de una institución surgida en la
península en la Edad Media, que la Casa de Contratación trasplantó a América, estableciéndose
consulados en Méjico y Lima. En América, debían además, promover el desarrollo económico de la
región.

Con la apertura de nuevos puertos, la desconcentración de la actividad mercantil hizo necesaria la


creación de nuevos consulados en Caracas, Santiago de Chile y Buenos Aires (1794). En general,
los consulados se componían de:

Un prior, dos cósules, varios vocales, un síndico.

Los integrantes del primer Consulado eran nombrados por el rey; luego, se renovaban anualmente,
siendo designados por sorteo en una asamblea de comerciantes. Un secretario, un contador, un
tesorero Designados a perpetuidad por el rey.

De los fallos del Consulado podía apelarse a:

Ante un Tribunal de Alzada: integrado por un oidor y dos comerciantes.

Ante la Casa de Contratación, si el monto de lo cuestionado superaba determinada cantidad.

Excepcionalmente, ante el Consejo de Indias.

El decreto de creación del Consulado de Buenos Aires, dado por Carlos IV, hacía hincapié en que
esta institución se ocupara del fomento de la agricultura, la industria y el comercio. El secretario
designado fue Manuel Belgrano (tenía 24 años), abogado recibido en España, especializado en
cuestiones económicas, que conocía el pensamiento económico del siglo XVIII (Adan Smith y los
fisiócratas).

Su labor fue muy importante:

Logró neutralizar el predominio de los comerciantes partidarios del monopolio con la in- corporación
de igual número de hacendados, en su mayoría criollos.

Hizo fundar la Escuela de Dibujo y la Escuela de Náutica.

Propuso premios como estímulo a la producción.

El Consulado de Buenos Aires existió hasta 1862.

Bolilla III.

Punto 1.

La política imperial de los Austrias Mayores agotó a España durante el siglo XVI. Carlos I (V) debió
enfrentar a Francia, a los turcos Otomanos y la rebelión protestante en Alemania. Felipe II continuó
las guerras contra Francia, a la que sumó el enfrentamiento contra la Inglaterra de Isabel I y la
sublevación de los Países Bajos del Norte (actual Holanda).

Esas guerras demandaron gastos inmensos que las riquezas de América no llegaron a compensar.
A fines del siglo XVI, en dos ocasiones, España entró en cesación de pagos.

Bajo esas perspectivas, España ingresó en el siglo XVII, en el que debió ceder su primer lugar en la
política mundial al creciente poderío de Francia. Las causas de la decadencia española en esta
centuria fueron diversas:
La mediocridad de los soberanos, llamados por este motivo Austrias Menores: Felipe III (incapaz),
Felipe IV (indolente) y Carlos II (enfermo físico y mental).

La postura de Felipe III y Felipe IV de abandonar las tareas de gobierno a personajes mediocres y
ambiciosos llamados "validos": el duque de Lerma (Felipe III) y el conde-duque de Olivares (Felipe
IV).

La sucesión casi continua de períodos de sequía o inundaciones a lo largo del siglo XVII, a la que se
sumaron hambrunas y epidemias.

El paulatino despoblamiento del campo español y la emigración a América, que generaron


problemas de abastecimiento alimenticio.

El deterioro de la actividad artesanal en España, atribuido, entre otras cosas, a la expulsión de los
moriscos, lo que generó la fabricación de productos de escasa calidad.

Las humillaciones en la política internacional, como fue la independencia de Portugal que, tras
sesenta años de ser gobernado por los reyes de España (1580-1640), reconoció a una dinastía
nacional en el trono: los Bragança.

Este panorama se agravó considerablemente con el ascenso al trono de Carlos II que, a sus
problemas mentales, sumaba la impotencia. Sin embargo, aquel soberano conocido por el apodo de
"el Hechizado", por haber recurrido a brujos y hechiceros procurando engendrar un heredero, no
dejó de percibir el peligro que se cernía sobre España y su imperio, cuando tuvo conocimiento de
que en Londres las grandes potencias planificaban el reparto de sus dominios luego de producida su
muerte.

Frente a esta situación, fue necesario que el rey designase un heredero entre algunos de sus
parientes extranjeros más próximos. Ellos eran:

Carlos de Austria: era hijo del emperador de Alemania y posible sucesor suyo, cuya designación
como rey de España reeditaría la situación de Carlos I (V), perspectiva que no aceptarían las demás
naciones, afiliadas al principio del "equilibrio europeo", sustentado por Gran Bretaña.

Felipe de Anjou (Borbon): Nieto de Luis XIV, rey de Francia y eventual sucesor de su abuelo, cuya
coronación como rey de España generaría inquietudes similares.

Fernando José de Baviera: Un príncipe alemán de menor importancia que los anteriores.
Para preservar a España de una guerra contra toda Europa, Carlos II terminó optando por el príncipe
bávaro, pero éste habría de morir antes que el rey español.

Al acceder al trono de España en 1665, se había pensado que el reinado de Carlos II sería breve, ya
que su precaria salud lo llevaría pronto a la tumba. No obstante, el suyo fue uno de los reinados más
prolongados de la historia española. Hacia fines de siglo, cuando la muerte del anciano rey parecía
cercana, no quedó a este más opción que elegir entre los dos candidatos restantes. Lo hizo por
Felipe de Anjou.

Luis XIV había manifestado que de ninguna manera su nieto sería a la vez rey de España y de
Francia, pero al aceptar la oferta de Madrid, expresó ante su corte: "Señores, os presento al rey de
España; los Pirineos ya no existen", lo que demostraba su cambio de opinión.

Como podía preverse, Europa no aceptó aquella elección que, incluso también fue rechazada en
algunos lugares de España (Cataluña), lo que dio lugar a la Guerra de Sucesión Española.

GUERRA de SUCESIÓN ESPAÑOLA (1700 – 1713)

RIVALES: Potencias borbónicas. Francia y España.

b) Coaligados: Gran Bretaña, Holanda, Austria, Dinamarca, Portugal, Saboya y otros Esta- dos
alemanes e italianos.

HECHOS: Francia llevó el mayor peso en la guerra, pero fue desgastándose hasta el punto de
convencer a Luis XIV que debía abandonar a su nieto. Fue entonces cuando Felipe de Anjou obtuvo
la victoria de Villaviciosa, lo que determinó a todos los actores del conflicto a buscar la paz.

LA PAZ: Se firmó en la ciudad holandesa de Utrecht, donde se estableció, entre otras cosas:

Felipe de Anjou sería reconocido como rey de España con el nombre de Felipe V, pero nunca una
misma persona de la familia Borbon sería simultáneamente soberano de España y Francia (No
obstante, a lo largo del siglo XVIII, Francia y España fueron aliadas en virtud de los Pactos de
Familia).

Inglaterra, que había conquistado Gibraltar durante la guerra, permaneció dueña de aquel punto
estratégico.
España perdió Sicilia, que más tarde permutó por Cerdeña al duque de Saboya, ahora reconocido
como rey.

España concedió a Inglaterra el monopolio de la trata de esclavos, habilitándose al efecto 10 puertos


(en Bs. As. se estableció uno de los asientos de negros). También se autorizó a los ingleses a
participar con un navío cargado de mercaderías en la feria de Cartagena.

LA DINASTÍA DE BORBON EN ESPAÑA

FELIPE V

LUIS I (hijo de Felipe V)

FELIPE V

FERNANDO VI (hijo de Felipe V)

CARLOS III (hijo de Felipe V)

CARLOS IV

FERNANDO VII

El Mercantilismo:

Ya en el siglo XVI, pero especialmente en el siglo XVII, predominó entre las naciones marítimas
europeas el mercantilismo, que era un sistema económico de carácter estatista que sostenía que la
riqueza de una nación dependía de la acumulación de metales preciosos, para lo que era necesario
exportar mucho e importar poco. Las naciones que aplicaron el mercantilismo lo hicieron a partir de
diversas metodologías.

FRANCIA: A partir de una política de subsidios y medidas proteccionistas apuntadas a lograr el


desarrollo de industrias. Comenzó a ponerla en práctica Juan Bautista Colbert, ministro de Hacienda
de Luis XIV.

INGLATERRA: A partir de un sistema de fletes y flotas, favoreciendo la formación de una poderosa


flota mercante.
HOLANDA: A partir de compañías comerciales privadas, una poderosa marina mercante y el control
del comercio (incluso las españolas)

ESPAÑA: A partir del monopolio comercial y el sistema de "flotas y galeones".

PORTUGAL: Aplicó en el Brasil una política monopolista similar a la española, con puertos únicos y
prohibiciones de producir determinados productos (vinos). Después de su in- dependencia de los
reyes de España (1640), se convirtió en aliado de Inglaterra, con la que firmó varios tratados
comerciales.

Como se permitía la entrada en Portugal de manufacturas inglesas, la industria portuguesa se


arruinó; sin embargo, Brasil salió ganando porque sus productos tropicales (maderas) llevados a
Lisboa por compañías mercantiles portuguesas, eran adquiridas por los ingleses.

La Ilustración:

En el siglo XVIII apareció un movimiento espiritual surgido en Europa y conocido con el nombre de
"Ilustración". El antecedente más remoto de este movimiento fue el Humanismo renacentista
(espíritu crítico) y el más cercano el racionalismo del siglo XVII (Descartes), más el auge alcanzado
por las ciencias físico-naturales y la investigación.

El ideal de la Ilustración fue la naturaleza dominada por la razón. Por eso, el racionalismo fue la nota
característica del movimiento, también llamado "Iluminismo", por sostener sus cultores que "las luces
de la razón humana iluminarían el camino a la felicidad". La libertad espiritual y la tolerancia religiosa
constituían otras de sus particularidades.

No se trató exclusivamente de un movimiento cultural, sino que influyó en lo político, lo social y lo


económico. El conjunto de principios políticos y económicos o "nuevas ideas del siglo XVIII",
derivados de este movimiento dieron origen al Liberalismo.

FILÓSOFOS

AUTOR NACIONALIDAD OBRAS PENSAMIENTO

John LOCKE Ingles “Ensayo sobre el Negaba el origen


gobierno civil” divino de la
autoridad de los
reyes

MONTESQUIEU Francés “El espíritu de las Sostuvo el


leyes” principio de la
división y
separación de los
poderes del
estado (ejecutivo,
legislativo y
judicial)

ROUSSEAU Suizo “El contrato social” Afirmaba que el


único gobierno
legítimo era
democrático, es
decir, que las
leyes y la
soberanía solo
podían emanar de
la voluntad del
pueblo.

VOLTAIRE Francés. "El siglo de Luis Ataco el


XIV" colonialismo por
ser generador de
la corrupción de
las costumbres, la
explotación del
nativo y las
guerras
intercoloniales.

Defendió la
tolerancia religiosa
y combatió a la
iglesia, burlándose
de la superstición
e ignorancia de la
época.

ECONOMISTAS. FISIOCRACIA (del griego fisio=naturaleza y cratos=poder o autoridad).

Escuela en la que se destacaron, entre otros, Gournay, Quesnay y Turgot. Sostenían que la riqueza
de una nación se hallaba en la agricultura, considerando negativa la intervención del Estado en la
economía.

ADAM SMITH (escocés) Autor de "La riqueza de las naciones".

Sostenía que la riqueza de una nación se hallaba en el trabajo individual y que la división del trabajo
y la cooperación creaban en la sociedad una comunidad de intereses. Sostuvo que leyes naturales
concurrían para la formación de:

El capital (derivado del ahorro) y el precio de los artículos, regulado por el costo de las materias
primas, el trabajo para producirlos y la ley de la oferta y la demanda.

El Estado debía limitarse a:

Velar por el cumplimiento de la ley.

Administrar la hacienda pública.

Defender el territorio nacional.

El "Despotismo Ilustrado".

Las ideas de la Ilustración influyeron en la actitud de algunos soberanos europeos. La teoría del
origen divino del poder de los reyes comenzó a declinar ante una nueva concepción del Estado,
entendido ahora como un hecho artificial, creado por el hombre, y entregado mediante un contrato al
soberano.

La función del rey -que detenta todo el poder- es proporcionar la mayor felicidad a sus súbditos,
aunque sin su participación ("todo para el pueblo pero sin el pueblo"). A esto se llamó "Despotismo
Ilustrado".
Los déspotas ilustrados gobernaron mediante una burocracia modernizada y un sistema jurídico
ordenado. De este modo, recogieron las ideas provenientes de la burguesía, pero sin dar a ella
poder político.

Los principales representantes del Despotismo Ilustrado fueron:

FEDERICO II "el Grande" de Prusia.

JOSÉ II de Austria.

CATALINA II "la Grande" de Rusia.

Estos soberanos aplicaron algunas medidas novedosas como:

 Creación de escuelas elementales, técnicas y comerciales.

 Planes de colonización interna y construcción de carreteras y puentes.

 Mejoras en la situación de los campesinos.

 Mejoras en la situación de los judíos.

 Humanización de la justicia (abolición de la tortura).

 Mayor tolerancia religiosa.

 Control del Estado sobre la Iglesia.

En España, el principal representante de esta política reformadora fue Carlos III, apoyado en sus
ministros Aranda, Campomanes y Floridablanca. Algunas de sus realizaciones fueron:

Con respecto a la IGLESIA:

 Política regalista de control estatal.

 Expulsión de los jesuitas de sus dominios.

 Paso a la competencia civil de los crímenes de adulterio y bigamia.

 Impugnación de la tortura frente a la Inquisición.

 Prohibición de encarcelar sin pruebas de herejía.


 Anulación de la validez de títulos universitarios expedidos por seminarios.

 Inspección estatal de las obras pías y control sobre los bienes de la Iglesia.

Con respecto a la EDUCACIÓN:

Las Universidades pasaron a la jurisdicción real.

Se implantan planes modernos de enseñanza.

Con respecto al ESTADO:

 Comenzó a modernizarse.

 Se creó la Orden de Carlos III, para premiar el celo en el servicio del rey.

 Se adoptaron la bandera y el himno nacional, y se reorganizó el Ejército.

Con respecto a la SOCIEDAD:

• Fueron favorecidos en la provisión de cargos los universitarios pobres.

• Fueron dejadas de lado las cuestiones de linaje en la adjudicación de cargos.

• Se crearon los síndicos personeros del común, libremente elegidos por los plebeyos, a los
que no se exigiría pureza de sangre.

• Se entregaron grandes extensiones de tierra consideradas improductivas.

Con respecto a AMÉRICA:

Carlos III completó las reformas que se habían iniciado con el ascenso al trono de la dinastía de
Borbón. Es preciso recordar aquí que para los Borbones las posesiones americanas eran "colonias",
es decir, dependencias de ultramar destinadas a producir beneficios económicos a la metrópoli.

En 1714, se había creado el Despacho Universal de Indias, un ministerio destinado a ocuparse de


los asuntos americanos. Carlos III lo dividió en cinco secretarías (Estado, Gracia, Justicia, Hacienda
y Guerra y Marina).

Estas medidas determinaron la supresión de la Casa de Contratación y la limitación de las funciones


del Consejo de Indias.

De acuerdo a necesidades administrativas, económicas y defensivas, se amplió la división política


de Hispanoamérica de la época de los Austrias, creándose dos nuevos virreinatos (Nva. Granada y
Río de la Plata) y dos nuevas capitanías generales (Venezuela y Chile) .

En lo militar, dependían de las secretarías de Guerra y Marina:

Escuadras reales para la protección de la navegación.

Flotillas locales para la vigilancia costera.

Regimientos Fijos (integrados por 12 compañías.) acantonados en distintas regiones.

Regimientos veteranos, traídos en casos de conflictos serios.

Milicias, integradas por habitantes de las ciudades y la campaña.

Fortines y blandengues para vigilar las fronteras con los indios.

Para subordinar el gobierno de América directamente a la Corona fueron creadas las In- tendencias.
Era ésta una institución francesa creada en el siglo XVII por el cardenal Richelieu para despojar a la
nobleza del gobierno de las provincias.

Carlos III dictó la Real Ordenanza de Intendentes en 1782. Los intendentes eran nombrados
directamente por el rey, duraban cinco (5) años y se los sometía a juicio de residencia. Sus
funciones eran:

1. HACIENDA: Percibían los impuestos.

Controlaban las finanzas de los cabildos.

Estimulaban el desarrollo económico.

2. JUSTICIA: Podían dictar justicia (civil y criminal) con apelación ante la Audiencia.

Podían rever las sentencias de los alcaldes.


Eran asesorados en materia judicial por tenientes letrados.

3. POLICÍA: Vigilaban el orden.

Estimulaban las obras públicas y contro- laban el régimen de trabajo.

4. GUERRA: Se encargaban de todas las cuestiones administrativas relacionadas con las tropas
fijas o en tránsito (sueldos, equipos, abaste- cimientos).

En lo ECONOMICO, los Borbones buscaron agilizar el comercio entre España y América,


procurando abastecer a las colonias para frenar el contrabando y aumentar la recaudación
aduanera. Las principales reformas fueron:

i. LAS COMPAÑÍAS DE COMERCIO: Algunas compañías fueron autorizadas a efectuar


el comercio exclusivo con determina- das regiones americanas. La Cía. Guipuzcoana
obtuvo la exclusividad del tráfico con Venezuela; la Cía. de La Habana con Cuba, entre
otras.

ii. LOS NAVÍOS "DE REGISTRO": Se permitió a naves mercantes particulares comerciar
con puertos americanos que eligiesen. Debían registrarse en la Casa de Contratación y
aceptar la inspección de la carga.

iii. FLOTAS Y GALEONES: Poco después de establecido este sistema, se abolió el


régimen de "Flotas y galeones". Aunque el único puerto peninsular fue Cádiz, puertos
como Bs. As. Se beneficiaron, pues por él comenzaron a entrar mercaderías
destinadas a Chile o Perú.

iv. LA SUPRESIÓN DEL SISTEMA DE PUERTO ÚNICO: Por esta medida, tomada por
Carlos III, nueve puertos españoles fueron autorizados a comerciar con América y se
aumentaron los puertos americanos habilitados.

v. LOS CORREOS MARÍTIMOS: Fue un servicio regular entre España y Amé- rica, que
también se extendería a Buenos Aires. Estos correos también podían transportar
productos españoles y cargar americanos.

vi. LA AUTORIZACIÓN DEL COMERCIO INTERCOLONIAL: Algunos dominios españoles


(México, Nva. Granada y Guatemala) fueron autorizados a intercambiar "efectos de
Castilla". Más tarde, se les permitió comerciar con frutos del país, a excepción de
aquellos productos que compitiesen con los españoles (vinos, aceite, aceitunas).

Al crearse el Virreinato del Río de la Plata, surgió el problema de que las regiones que lo integraban
no podían comerciar entre sí, pues dependían del comercio limeño. Entonces, el virrey Pedro de
Cevallos dictó el Auto de Libre Internación que permitía la libre circulación de mercaderías entre
aquellas regiones.

En 1778, Carlos III promulgó el:

REGLAMENTO de COMERCIO LIBRE: Autorizaba el comercio directo entre 13 puertos españoles y


24 americanos (entre ellos Bs. As.).

Los dueños de los barcos y la mayoría de la tripulación debían ser españoles.

Ciertas mercaderías americanas (pieles, carne salada) no pagarían impuestos en España durante
diez años, así como tampoco pagarían impuestos en América algunos productos de lana, lino y
algodón.

Si las mercaderías llegadas a América fueran enteramente de origen español, los aranceles se
rebajarían a 1/3, y si llegaran a las 2/3 partes de la carga, a 1/5.

Las manufacturas españolas debían pagarse en metálico, lo que generaba dependencia. Además,
como dichas mercaderías no podían satisfacer la demanda, continuó el contrabando.

Otras medidas:

a. Se permitió la libre introducción de negros.

b. Se autorizó a algunos puertos americanos (entre ellos Bs. As.) a comerciar con Guinea y
Brasil, a condición de que no se tratara de productos que compitieran con los españoles.

c. Como consecuencia de la guerra anglo-española, se autorizó la compra de mercaderías en


países neutrales.

Punto 2.

El crecimiento del poder político de la burguesía tuvo una primera manifestación en la Inglaterra del
siglo XVII. Antes, los monarcas de la dinastía Tudor (Enrique VII, Enrique VIII e Isabel I) habían
consolidado la autoridad real, intentando establecer el Absolutismo. Pero aquellas intenciones
fracasaron con el ascenso al trono de la dinastía Estuardo.

Jacobo I, pero especialmente Carlos I, fueron ganándose enemigos entre la burguesía y la pequeña
nobleza, acusados de favorecer los privilegios y per- seguir a los grupos protestantes disidentes
(puritanos), muchos de los cuales emigraron a América.

Finalmente, en 1642, estalló la guerra civil a causa de la pretensión de Carlos I de gobernar sin el
Parlamento. Derrotado, el soberano acabó ejecutado, e Inglaterra se convirtió en una república
dictatorial. Aunque la autoridad estaba repartida entre un Consejo de Estado de 40 miembros, que
detentaba el poder Ejecutivo, y el Parlamento (sólo la Cámara de los Comunes), que ejercía el
Legislativo, las atribuciones propias de un verdadero dictador recayeron en Oliver Cromwell, el más
importante protagonista de la guerra civil y jefe de los puritanos, que recibió el título de Lord
Protector. A Cromwell se debió el inicio del poderío naval inglés, ya que con sus "Actas de
Navegación", estimuló la industria astillera al disponerse que las mercaderías importadas por el país
debían ser introducidas en buques de bandera inglesa. No obstante, a la muerte de Cromwell se
produjo la restauración de la monarquía de los Estuardo, en la persona de Carlos II.

Su sucesor, Jacobo II, hermano de Carlos, era católico. Su favoritismo por personas de su religión,
sumado al aumento de los impuestos, generaron la denominada "Revolución Gloriosa" de 1688.

Mientras el soberano huía, su hija, casada con Guillermo de Orange que gobernaba Holanda, fue
llamada junto a su marido para reinar en Inglaterra. La pareja vió condicionado su ascenso al trono
por la previa aceptación de la monarquía parlamentaria como fórmula política. El sistema restableció
la división de poderes, garantizó la libertad individual y la propiedad privada y consagró la
superioridad del Parlamento sobre la autoridad del rey, que sólo podía dictar leyes con el
consentimiento parlamentario. Todo ello significaba el triunfo de los ideales e intereses de la
burguesía, cuya consolidación hizo posible en el siglo XVIII la Revolución Industrial.

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL INGLESA. Mediados de S. XVIII, Gran Bretaña.

Fue el proceso económico-tecnológico que determinó el reemplazo de la mano de obra humana por
las máquinas en la producción.

Causas: 1. El avance de los conocimientos en el campo de las ciencias físico-matemáticas.

2. La existencia en Gran Bretaña de grandes capitales generados por la piratería, la trata de


esclavos y el contrabando.
3. El poderío marítimo de Gran Bretaña puesto al servicio de la adquisición de materias primas y el
abastecimiento de los mercados extranjeros.

A estas causas debe agregarse el mejoramiento general de la agricultura, a partir de la política de


"cercamientos", que puso fin a la existencia de "campos abiertos". Una política más racional en el
campo fue acompañada por la introducción de métodos tales como la rotación de cultivos, el empleo
de abonos y la lucha contra las plagas.

El nuevo orden rural generó una gran emigración del campo hacia las ciudades, donde los antiguos
campesinos pasarían a convertirse en la mano de obra de la naciente industria.

Rubros industriales: La industria textil se constituyó en la punta de lanza de la Revolución Industrial,


en base a la invención y fabricación de telares mecánicos. A esto, siguió una serie de invenciones
destinadas a aprovechar la fuerza expansiva del vapor de agua, lo que transformaría el mundo de
los transportes (ferrocarriles y navegación a vapor).

Las consecuencias de la revolución maquinista fueron diversas y afectaron todos los aspectos de la
vida inglesa:

 Pequeñas localidades medievales pasaron a convertirse en grandes urbes industriales:

MANCHESTER: textiles

BIRMINGHAM: textiles

SHEFFIELD: ferreterías

WORCESTER: cerámicas

 Entre las consecuencias socio-económicas tenemos:

1. Desocupación (al principio, las máquinas eran destruidas por los trabajadores que las
consideraban sus enemigas).

2. Disminución de salarios.

3. Deterioro de las condiciones de vida en los centros industriales (hacinamiento, promiscuidad,


enfermedad, prostitución, alcoholismo, delito).

4. La falta de legislación laboral protectora generaba la explotación del proletariado industrial:

Jornada laboral de 16 horas.


Trabajo de mujeres y niños con igual horario y menor remuneración.

Ausencia de descanso dominical y vacaciones.

Ausencia de jubilaciones y pensiones.

Desprotección de la maternidad.

Desconocimiento de reparaciones por accidentes de trabajo.

La revolución ideológica. Nuevas ideas del s. XVIII: Constituyeron el fundamento del Liberalismo. En
lo político, las "ideas fuerza" del nuevo régimen eran:

La soberanía popular, que se concretaba en una constitución donde se consagraba la división de


poderes y se manifestaba a través del sufragio.

La consagración del derecho de propiedad.

La vigencia de la libertad civil, del principio de igualdad ante la ley, la libertad de expresión (de
palabra y de prensa), la libertad religiosa.

Todos estos principios se expresan a través del Constitucionalismo, cuya evolución comprende un
extenso período de la historia europea, en la que pueden señalarse como momentos fundamentales:

LA CARTA MAGNA: En el año 1215, el rey Juan "sin Tierra", de Inglaterra, fue enfrentado por los
barones del reino, apoyados por los obispos y los burgueses, que le impusieron la aceptación de un
documento conocido con el nombre de Carta Magna. En ella se establecía:

Ningún hombre libre podía ser arrestado sin orden judicial.

Nadie sería juzgado sino por un tribunal de sus pares.

No se establecería ningún impuesto sin el consentimiento de un Consejo integrado por nobles.

LA PETICIÓN DE DERECHOS: Es de 1628 y corresponde al inicio de los enfrentamientos entre el


rey Carlos I de Inglaterra y el Parlamento. En ella se imponía al rey la obligación de consultar al
Parlamento en problemas económicos y se refirmaba el derecho de todos los habitantes del reino de
ser juzgados por sus tribunales naturales.
EL AGREEMENT OF THE PEOPLE y EL INSTRUMENT OF GOVERNMENT: Estos documentos
corresponden al momento de la victoria de las fuerzas parlamentarias sobre el rey Carlos I, siendo
las únicas constituciones escritas en la historia de Inglaterra. No obstante, el primero no pasó de un
proyecto, que fue reemplazado por el segundo, obra de Oliver Cromwell.

LA DECLARACIÓN DE DERECHOS: Representa el compromiso que debieron aceptar Guillermo de


Orange y su esposa María, hija de Jacobo II de Inglaterra, para acceder al trono inglés en 1688.
Establecía:

Que el poder Ejecutivo lo detentaría el rey y el Legislativo el Parlamento.

Que el rey tenía la obligación de convocar regularmente al Parlamento.

Que el rey debía consultar al Parlamento para establecer nuevos impuestos, mantener tropas en
tiempos de paz, cambiar la religión oficial y dictar leyes.

También en España, durante la época de la Reconquista, la necesidad de poblar las tierras ganadas
a los musulmanes condujo a los reyes y señores a conceder derechos y privilegios a los habitantes
de las nuevas ciudades. Dichos privilegios estaban contenidos en los fueros. Eran los estatutos
jurídicos aplicables en una determinada localidad, cuya finalidad era, en general, reglar la vida local
estableciendo un conjunto de normas, derechos y privilegios otorgados por el rey al señor de la tierra
o al propio Consejo municipal.

Este sistema de derecho local fue utilizado en la península Ibérica, donde algunos de estos fueros
fueron anteriores a la Carta Magna;

Fuero de LEÓN (1017).

Fuero de JACA (1076).

Fuero de LOGROÑO (1095).

Fuero de CALATAYUD (1120).

Se destacaron especialmente los fueros de Aragón. En ellos se aprecia la intención de nobles, clero
y burguesía de establecer garantías frente a las extralimitaciones del poder monárquico. En Aragón
existía una institución muy peculiar llamada el Justicia Mayor de Aragón, que tenía la misión de velar
por el cumplimiento y vigencia de los derechos y garantías concedidos, y que podía incluso, acusar
al rey.
La Revolución Norteamericana:

Desde el punto de vista económico, las colonias inglesas de América del Norte sufrían una serie de
restricciones impuestas por el monopolio de la metrópoli. No obstante, habían prosperado gracias a
su industria, agricultura y, sobre todo, al contrabando.

Al concluir la Guerra de los Siete Años (1756-1763), por la cual Gran Bretaña adquirió el Canadá y la
porción oriental de la cuenca del Misisipi, el Parlamento inglés decidió resolvió que los colonos
americanos debían contribuir al sostén de las tropas establecidas para defender las conquistas. A tal
efecto, sancionó la Ley del Azúcar que fijaba impuestos a las partidas de ese producto que entraran
en las colonias. Más tarde, sancionó la Ley del Timbre (estampilla fiscal), que obligaba a colocar una
estampilla vendida por el gobierno a todos los documentos que circulaban por las colonias, incluidos
los periódicos.

Los colonos se opusieron tenazmente al pago de estos impuestos, argumentando que carecían de
representantes en el Parlamento. La Asamblea de Virginia sostuvo que los colonos sólo estaban
obligados a acatar las leyes financieras votadas por sus asambleas. Al difundirse estos principios, se
reunieron delegados de nueve colonias en Nueva York para realizar un congreso (1765), que
produjo la siguiente declaración de derechos:

Los americanos son súbditos ingleses.

El Parlamento no puede imponerles impuestos en cuya creación no habían participado.

Como consecuencia de esta resistencia, el Parlamento anuló la ley, aunque reiterando su derecho a
imponer contribuciones. Al aprobarse una nueva ley que imponía gravámenes sobre el papel, el
vidrio, el plomo y el té, el conflicto se reinició. Desconocidos disfrazados de indios arrojaron un
cargamento de té al mar en el puerto de Boston. Como consecuencia, el rey ordenó el cierre de
dicho puerto, prohibió las reuniones públicas y dispuso el aloja- miento obligatorio de las tropas
británicas en las casas de los colonos.

La indignación generada por estas medidas condujo a los colonos a la reunión de un Congreso en
Filadelfia (1774).

A este Congreso asistieron delegados de doce colonias (Georgia no asistió). Allí, se resolvió solicitar
al rey Jorge III la supresión de las leyes que imponían contribuciones a las colonias sin su
consentimiento. El rey rechazó la petición y envió más tropas a América. En abril de 1775, un grupo
de milicianos americanos derrotó a un contingente británico en Lexington. Con este hecho se inició
la guerra.

Poco después, se reunió en Filadelfia el llamado Segundo Congreso Continental que:

Organizó un ejército que puso bajo las órdenes de George Washington.

Aprobó la Declaración de la Independencia de las colonias, redactada por una comisión de la que
formaban parte John Adams, Benjamin Franklin y Thomas Jefferson, el 4 de julio de 1776.

Más tarde, se incorporarán a la lucha Francia, España y Holanda, a favor de los americanos.
Finalmente, en 1781, las tropas de Washington y la escuadra francesa obligaron a rendirse a las
fuerzas británicas atrincheradas en York- town.

Como la guerra se había vuelto impopular en Inglaterra, el partido whig (liberal) y los comerciantes
de Londres exigían su terminación. Se iniciaron con- versaciones de paz que concluyeron con la
firma del Tratado de Versalles (1783).

Gran Bretaña reconoció la independencia de las colonias norteamericanas.

Francia recuperó algunas islas americanas y Senegal.

España recuperó la isla de Menorca y La Florida.

Después de declarada su independencia, los americanos afrontaron una seria crisis político-
económica, pues la Confederación creada en 1781, no contaba con un auténtico poder Ejecutivo,
delegando toda la autoridad en el Congreso Continental, carente de poder real para hacer cumplir
sus decisiones. Se trataba de un poder que no podía imponer contribuciones y, por lo tanto,
dependía financieramente de los Estados.

En 1786, ante la gravedad de la situación económica, cinco Estados invita- ron a los demás a una
Convención Nacional en Filadelfia, para modificar los Artículos de Confederación. Pero, existían
recelos de crear un sistema federal más efectivo, que afectase la autonomía de los Estados.
Mientras unos querían un gobierno de gran fuerza y capacidad ejecutiva, otros, creían que ese
gobierno sería idéntico al británico.

Tras largos debates, y una campaña periodística de esclarecimiento, llevada a cabo por Hamilton,
Madison y Jay (el conjunto de los artículos periodísticos se recopiló bajo el título de "El Federalista"),
se aprobó la Constitución federal en 1787. Sus rasgos fundamentales eran:

 Poder Legislativo: Bicameral, con una Cámara de Representantes integrada por un nú- mero
de diputados proporcional a la población de cada Estado, y un Senado integrado por
miembros por cada Estado.

 Poder Ejecutivo: Ejercido por un Presidente de los Estados Unidos de América, elegido por
cuatro años.

 Poder Judicial: Desempeñado por un Tribunal Supremo y demás tribunales inferiores.

Los Estados: Gozaban de autonomía política, excepto en las Relaciones Exteriores, Fuerzas
Armadas y recaudación aduanera.

La Revolución Francesa:

La situación social de Francia en el último cuarto del siglo XVIII era sumamente injusta. Sobre un
total de 24 millones de habitantes, apenas un 4,5% disfrutaba de todos los privilegios y estaba
exenta del pago de la mayoría de los impuestos.

LA NOBLEZA: Integrada por la nobleza "de sangre" y la "nobleza de toga", compuesta ésta última
por burgueses ennoblecidos por sus servicios a la Corona. Monopolizaba los cargos políticos y
militares.

EL CLERO: Integrado por el alto clero (arzobispos, obispos, abades) y el bajo clero (párrocos, curas
de aldea). Monopolizaba la educación y velaba por las costumbres.

EL ESTADO LLANO: Compuesto por grupos o sectores de muy diferente naturaleza y sobre el que
recaían todas las cargas y gravámenes:

La burguesía (Banqueros, comerciantes, hombres de leyes, empresarios, miembros de profesiones


liberales, profesores, periodistas). Concentraba a las personas de mayor cultura y recursos
económicos, pero le estaba vedada la participación política.

Los obreros y artesanos.

Los campesinos, divididos en:

Propietarios de las tierras.

Arrendatarios.
"Braceros", cuya única propiedad eran sus brazos, y que sumaban 12 millones.

Naturalmente, la injusta situación social -que no era la peor de Europa por entonces- constituyó una
de las causas de la Revolución Francesa, especialmente como consecuencia de las aspiraciones de
la burguesía que, dueña del poder económico, aspiraba a alcanzar el poder político.

Otras de las causas fueron:

La prédica de los filósofos y economistas del siglo XVIII.

La difícil situación financiera de Francia durante el reinado de Luis XVI como consecuencia de:

Los gastos militares. No debe olvidarse que Francia acababa de participar en la Guerra de la
Independencia Norteamericana contra Gran Bretaña.

Los gastos generados por la Corte. El sometimiento de la nobleza en los inicios del reinado de Luis
XIV indujo a los reyes a mantener a los nobles a su lado, en una vida de permanente diversión y
jolgorio. En medio de festines, bailes, representaciones teatrales, cace- rías y conciertos, los nobles
ya no competían con la monarquía por el poder.

El problema económico-financiero constituía la mayor preocupación de Luis XVI, que terminó


nombrando ministro de Hacienda al fisiócrata Robert Turgot. Éste, adoptó una serie de reformas:
reducción de gastos, libre circulación de cereales, disolución de los gremios que, con sus
reglamentaciones trababan el desarrollo industrial, abolición de la corvea, que obligaba a los
campesinos a trabajar en obras del gobierno, sin remuneración, algunos días al año. Pero, cuando
pretendió imponer contribuciones a las clases privilegiadas, generó una fuerte oposición y perdió el
favor del rey.

Luis XVI llamó entonces al banquero ginebrino Jacques Necker, que hizo público una especie de
presupuesto en el que aparecían detallados los gastos del Estado. Nuevamente, los privilegiados se
indignaron al ver expuestas las erogaciones que demandaba su régimen de vida en la Corte. Esta
vez, fue la reina María Antonieta la que determinó el alejamiento del ministro.

Como la situación financiera se agravaba, el soberano volvió a llamar a Necker, que le aconsejó
entonces la convocatoria a los Estados Generales, única forma de obtener recursos fiscales de
manera consensuada. A principios de 1789 fue anunciada la convocatoria, que no se efectuaba
desde el año 1614.

El tema de la votación en los Estados Generales dio lugar a fuertes debates, ya que el Estado Llano
exigía el voto por cabeza y no por orden. Asimismo, los electores comenzaron a hacer llegar a los
diputados del tercer estado unos "cuadernos de petición" en los que figuraban sus quejas y
aspiraciones.

Así se inició la Revolución Francesa, que se prolongaría por 10 años, desde 1789 hasta 1799 y que,
a efectos de facilitar su estudio, puede dividirse en varias etapas.

PRIMERA ETAPA: Los Estados Generales se inauguraron en mayo de 1789, pero en la apertura, el
rey manifestó que los diputados sólo debían abocarse a resolver los problemas financieros y no se
permitirían innovaciones que afectaran el poder real.

Los representantes del tercer estado -y los religiosos y nobles que los apoyaban- decidieron
declararse en Asamblea. Ante la actitud de Luis XVI, que ordenó cerrar la sala de sesiones, se
reunieron en una cancha de pelota, jurando no separase hasta que no se sancionase una
constitución.

Al fracasar los intentos del rey de disolver la Asamblea, Luis XVI, por consejo de Necker, ordenó a la
nobleza y al alto clero incorporarse a ella.

Mientras tanto, los sospechosos movimientos de tropas que se habían ad- vertido, dieron lugar a un
estallido popular que se concretó el 14 de julio de 1789, con la toma de la Bastilla, prisión que era
considerada símbolo del Absolutismo.

Poco después, para reimplantar el orden en París, los revolucionarios organizaron una municipalidad
electiva que se llamó la Comuna, la que organizó un cuerpo armado denominado Guardia Nacional,
bajo las órdenes del marqués de Lafayette.

A partir de ese momento, la Asamblea comenzó a tomar una serie de medidas que empezaron a
liquidar el Antiguo Régimen:

a. La abolición de los privilegios feudales.

b. La Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, que consagraba la vida, la


libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión como derechos naturales; la
soberanía popular, la ley como expresión de la misma, la igualdad ante la ley, la libertad
religiosa, de opinión y de prensa.

c. La Constitución Civil del Clero: que colocaba a la Iglesia bajo la soberanía del Estado y que
generó poco después la nacionalización de los bienes de la Iglesia para afrontar la crisis
financiera.

En este momento comienzan a popularizarse los términos izquierda, centro y derecha, tomando en
cuenta las ideas de los diputados:

IZQUIERDA: partidarios de reformas profundas.

CENTRO: moderados.

DERECHA: partidarios de las posturas conservadoras.

Aunque no existían partidos políticos en el sentido moderno de la palabra, aparecen los clubes, que
eran agrupaciones de personas con ideas coincidentes. Los más famosos fueron: el club de los
Jacobinos (Robespierre) y el club de los Cordeleros (Danton).

Aunque Luis XVI prometió respetar la Constitución, sus prejuicios religiosos lo llevaron a intentar
escapar de Francia, mientras el clero francés se dividía en juramentados (partidarios de las
reformas) y refractarios (contrarios a las mismas). El rey fue capturado y suspendido en su cargo.

Finalmente, se sancionó la Constitución de 1791 que hizo que Francia dejara de ser una monarquía
absoluta.

CONSTITUCIÓN de 1791

Creó una monarquía constitucional

Estaba precedida por la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

Poder Ejecutivo: En manos del rey, inviolable e irresponsable, que elegía a sus ministros y tenía el
derecho de veto por dos legislaturas (dos períodos legislativos).

Poder Legislativo: En manos de una Asamblea Legislativa de 750 diputados elegidos, por dos años
por aquellos ciudadanos que pagaran impuestos directos.

Poder Judicial: Integrado por jueces y jurados elegidos por el pueblo.

La Constitución expresaba los intereses de la burguesía. No establecía el sufragio universal, ya que


sólo votarían quienes pagasen impuestos directos, quedando los ciudadanos divididos en activos
(elegían y podían ser electos) y pasivos (sólo elegían). Además, se desconocía el derecho de
huelga.

SEGUNDA ETAPA: La Asamblea Legislativa prevista por la Constitución de 1791 estaba integrada
por una inmensa mayoría de diputados que deseaban conservar la monarquía. Los elementos
radicalizados (jacobinos y girondinos) constituían apenas una cuarta parte del total. Fueron llamados
"montañeses", pues se sentaban en los escaños más altos del recinto.

Sin embargo, no tardaron en producirse roces con el rey, ya que éste vetó los decretos que
ordenaban jurar la Constitución a los sacerdotes "refractarios" y retornar a los emigrados realistas en
un plazo determinado. Como éstos últimos se agolpaban en las fronteras de Francia, la Asamblea
exigió al emperador de Austria que los internara. Ante la negativa del soberano extranjero, Francia le
declaró la guerra.

Nuevos roces con el soberano llevaron a los elementos radicalizados a organizar una manifestación
que penetró en el palacio de Las Tullerías y agravió a Luis XVI. Entonces, se conoció el Manifiesto
del duque de Brunswick, comandante del ejército prusiano que, bajo amenazas, exigió la libertad del
soberano francés y el respeto a su persona.

Se hizo circular entre la opinión pública la versión de que el rey mantenía relaciones secretas con los
enemigos de Francia, por lo que una muchedumbre asaltó el palacio de Las Tullerías, produciendo
una matanza en la guardia suiza que lo custodiaba. A continuación se suspendió al rey, se lo arrestó
y se eligió una Convención Nacional destinada a:

Reformar la Constitución de 1791.

Juzgar la conducta del rey.

Para elegir a los miembros de la Convención Nacional se recurrió por primera vez al sufragio
universal, pudiendo votar todos los franceses mayores de 21 años. No obstante, estas elecciones se
realizaron en un clima de violencia y temor, lo que redujo el número de votantes.

Las primeras medidas de la Convención fueron:

Se abolió la Monarquía, estableciéndose la República.

Se resolvió fechar los documentos como "Año I de la República".


Se modificó el calendario.

Luis XVI fue juzgado, encontrado culpable y ejecutado en enero de 1793. La reina María Antonieta le
seguiría poco después. Aquella ejecución causó tal impresión que toda Europa se alineó contra
Francia, incluidas Gran Bretaña y España.

Se sancionó la Constitución de 1793 que jamás se aplicó.

TERCERA ETAPA: La guerra internacional y las sublevaciones de católicos y monárquicos


generaron una situación que hizo imposible poner en práctica la nueva Constitución. Por esa razón,
el poder, durante ese período, estuvo en manos del Comité de Salvación Pública, en el cual
desempeñaba un papel directriz Maximiliano de Robespierre. Este momento de la Revolución fue
conocido con el nombre de "El Terror", ya que las ejecuciones en París y las provincias eran
continuas. Ante tal derramamiento de sangre, surgieron en la Convención dos grupos: los "rabiosos"
(que querían extremar la represión) y los "indulgentes" (que pedían moderación y eran liderados por
Dan- ton).

Robespierre, equidistante de ambos, se preparó para destruirlos separadamente. Aliado con Danton,
eliminó y ejecutó a los "rabiosos" y luego, se volvió contra su aliado para eliminarlo también.

Robespierre era un fanático admirador de Rousseau; sostenía que la virtud era fundamental para
lograr la libertad, combatía el ateísmo creyendo en el Ser Supremo. Se le conocía como "el
Incorruptible".

A esta altura de los acontecimientos, la burguesía se hallaba espantada por tanta sangre y, ante la
posibilidad de nuevas medidas terroristas, la mayoría de los diputados de la Convención se unió
para derribar a Robespierre, que también fue ejecutado. Este hecho se conoce con el nombre de "la
reacción Termidoriana".

CUARTA ETAPA: La Convención, dominada por los elementos moderados, sancionó entonces la
Constitución del Año III (1795).

Nuevamente se volvió al voto restringido, ya que sólo podrían votar los varones que supiesen leer y
escribir, quienes elegirían a los electores que designarían a los miembros del Poder Legislativo.

Éste, sería bicameral, con una cámara baja llamada Consejo de los 500 y una cámara alta
denominada Consejo de Ancianos. Los miembros de la primera propondrían nombres y, la cámara
alta designaría a los cinco miembros del Poder Ejecutivo, que se denominaría Directorio, y que
durarían cinco años en sus funciones.

El nuevo gobierno debió enfrentar a los elementos jacobinos por izquierda y a los realistas y
católicos por derecha. Esta oposición y las derrotas militares condujeron al desprestigio del
Directorio, por lo que muchos viejos revolucionarios temieron por la suerte de las reformas de la
Revolución. El abate Siéyes, jefe de un nuevo grupo llamado "los políticos", se inclinó por recurrir a
un joven y exitoso general que se había destacado en Italia y dirigía una campaña en Egipto:
Napoleón Bonaparte.

Napoleón retornó a Francia y produjo el golpe de Estado del 18 Brumario (noviembre de 1799), que
disolvió al Directorio, el que fue reemplazado por un nuevo gobierno llamado Consulado, integrado
por tres miembros, el prime- ro de los cuales fue el propio Napoleón. Con este hecho finalizó la
Revolución Francesa.

Punto 3.

Con respecto a la situación de las provincias rioplatenses a partir de los cambios de los Borbones,
hay que repetir lo dicho en el Punto 6 de la BOLILLA II, en lo referido a aquellas reformas
económicas que involucraban al puerto de Buenos Aires, que se fue convirtiendo en clave de un
creciente desarrollo regional, acompañado de un considerable aumento de la población.

Es preciso señalar también la importancia que gradualmente fue adquiriendo, al conjuro de esas
medidas, la burguesía comercial asociada al puerto y la clase de los hacendados. Con respecto a la
disposición resuelta en el Tratado de Utrecht de convertir a Buenos Aires en uno de los "asientos de
negros" de Hispanoamérica, debe destacarse que la masa de esclavos introducida en la región era
conducida hacia el norte, región con una economía minera o de plantaciones. En Buenos Aires, en
tanto, apenas permanecían unos pocos destinados a tareas domésticas. Esa circunstancia favoreció
la introducción ilegal de mercancías (ropa, calzado, sombreros) por parte de los ingleses, agravando
un mal endémico en la región, cual era el contrabando.

Las rivalidades coloniales:

Es preciso tener en cuenta que los portugueses no respetaron nunca el Tratado de Tordesillas y
continuaron ocupando tierras al oeste de dicha línea. En ese sentido, la presencia de los jesuitas,
oponiéndose a través de la organización militar de los guaraníes, a las correrías de los
"bandeirantes", desempeñó un papel geopolítico de primer orden.

Sin embargo, las seculares aspiraciones lusitanas sobre la región rioplatense nunca fueron
abandonadas por sus gobiernos. En 1680, los portugueses fundaron frente a la propia Buenos Aires
la Colonia do Sacramento, que pasó a convertirse en un foco permanente de contrabando.

El problema de la Colonia del Sacramento presenta la curiosidad de que, mientras España la


conquistaba por las armas, los portugueses la recuperaban por vía diplomática. Las acciones más
destacadas en torno a este tema fueron:

Durante la Guerra de Sucesión Española, el gobernador de Buenos Aires se apoderó de la Colonia,


pero España debió restituirla como consecuencia del Tratado de Utrecht. Poco después, frente a los
intentos portugueses de establecerse en otros puntos de la Banda Oriental, el gobernador de
Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zavala, fundó Montevideo (1726).

En el año 1750, España y Portugal firmaron el Tratado de Permuta, por el que los portugueses
acordaron entregar la Colonia, recibiendo a cambio las Misiones Guaraníticas y Mato Grosso, lo que
dio origen a la guerra guaranítica.

Luego de reiterarse la situación otras dos veces, en 1776 el rey Carlos III envió una fuerte
expedición al Plata, comandada por Pedro de Cevallos, que tomó por asalto la Colonia,
destruyéndola. En ese momento, Portugal carecía de la posibilidad de recibir ayuda de los británicos,
enfrentados con la sublevación de las colonias de América del Norte.

Al año siguiente -1777-, las ganancias territoriales españolas se diluyeron con la firma del Tratado de
San Idelfonso, por el cual Portugal reconocía la soberanía española sobre la Banda Oriental y las
Misiones ubicadas a la orilla izquierda del río Uruguay, pero recibía Mato Grosso, Santa Catarina y el
resto de las Misiones.

El virreinato del Río de la Plata:

Las causas que dieron lugar a la decisión de crear el virreinato del Río de la Plata eran de naturaleza
distinta:

De naturaleza administrativa: La gran extensión del virreinato del Perú daba lugar a que un trámite
administrativo o judicial o la cobertura de un cargo vacante se retrasara considerablemente.
De naturaleza económico-comercial: Las regiones rioplatenses se fueron desarrollando
económicamente y aumentaron su población durante el siglo XVIII. Buenos Aires, en particular,
adquirió gran importancia comercial a partir de las reformas implementadas por los reyes de la
dinastía de Borbón, al tiempo que su burguesía comercial ansiaba liberarse de la hegemonía del
comercio limeño.

De naturaleza estratégico-defensiva: Era preciso fortalecer militarmente el extremo meridional de


Sudamérica a fin de detener la continua expansión portuguesa sobre los territorios españoles. Otro
tanto acontecía con las aspiraciones británicas sobre las islas Malvinas y el estrecho de Magallanes.

EL VIRREINATO del RÍO de la PLATA. (1776-1777) Creador: Carlos III.

Primer virrey: Pedro de Cevallos

Extensión: 5 millones de km2.

Población: Alrededor de 800.000 habitantes.

Capital: Buenos Aires.

Países actuales que lo integraban: Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, y partes de Chile y Brasil.

División política: La Real Ordenanza de Intendentes de 1782 dividió al virreinato en las siguientes
jurisdicciones:

Intendencia de BUENOS AIRES

Intendencia de CÓRDOBA del TUCUMÁN

Intendencia de SALTA del TUCUMÁN

Intendencia de POTOSÍ

Intendencia de COCHABAMBA

Intendencia de LA PAZ

Intendencia de CHARCAS
Intendencia del PARAGUAY

Gobernación Militar de MONTEVIDEO

Gobernación Militar de MISIONES

Gobernación Militar de MOXOS

Gobernación Militar de CHIQUITOS

Éstas últimas, de carácter netamente militar, ocupaban las áreas de frontera con el Brasil.

Punto 4.

La alianza del rey de España con Napoleón:

En los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX, las familias reales de España y Portugal
estaban así integradas:

ESPAÑA ( Borbon . CARLOS IV (rey). MARÍA LUISA de PARMA (esposa).

Hijos:

FERNANDO (heredero del trono con el título de Príncipe de Asturias).

CARLOS (infante).

FRANCISCO de PAULA (infante).

CARLOTA JOAQUINA (infanta).

PORTUGAL ( Bragança )

MARÍA I (incapacitada para reinar por demencia).


JUAN (hijo de la anterior y Regente, casado con la infanta española CARLOTA JOAQUINA de
BORBON).

PEDRO (hijo de los anteriores y futuro emperador de Brasil).

No obstante reinar Carlos IV, soberano anciano y débil, el gobierno español se hallaba en manos de
Manuel Godoy, favorito de la reina.

En el año 1795, Godoy abandonó la lucha con Francia, firmando con ese país la Paz de Basilea, lo
que le valió el título de Príncipe de la Paz. Al año siguiente, España se convirtió en aliada de Francia
y, por el Tratado de San I- delfonso quedó subordinada a ella.

Para obligar a España a definir su situación, obligándola a abandonar a Francia o combatir junto a
ella, Gran Bretaña atacó cuatro fragatas españolas procedentes del Río de la Plata en 1804 (en esas
naves viajaba la familia Alvear).

Al declarar la guerra a Gran Bretaña, la escuadra española se unió a la francesa, resultando ambas
derrotadas en la batalla de Trafalgar por el almirante Horacio Nelson. Como consecuencia de la
pérdida de su escuadra, España quedó aislada de sus dominios americanos.

Este último hecho, unido a la vergüenza del Tratado de San Idelfonso, originaron un gran odio hacia
Godoy por parte del pueblo español.

Las invasiones inglesas:

Luego de la derrota de los británicos en la guerra contra los americanos, Jorge III designó como
Primer Ministro a William Pitt, que desarrolló una política basada en tres principios: paz, economía y
reformas.

Con respecto a Hispanoamérica, Pitt y algunos de sus allegados más íntimos manejaron la
posibilidad de apoyar una independencia bajo la protección británica. El más importante de los
hispanoamericanos que participó en aquellos planes fue el venezolano Francisco de Miranda. Entre
los británicos, se encontraba el comodoro Home Popham, a quien el gobierno comisionó, junto con
Miranda, para planificar esas acciones.

Miranda estuvo varias veces en Inglaterra, de la que recibió escaso apoyo. En sus proyectos
pensaba involucrar a los Estados Unidos y prometía ventajas económicas para Gran Bretaña y los
americanos en caso de triunfar. Un intento de insurrección que encabezó en Venezuela fracasó
rotundamente por el escaso apoyo que le prestó la gente. Los sucesos de España de 1808
suspendieron aquellos planes.

En el año 1805, habiendo caído Holanda bajo el poder de Napoleón, que coronó a su hermano Luis
Bonaparte como soberano de aquella nación, los ingleses decidieron despojar a Holanda de la
colonia del Cabo de Buena Esperanza, punto estratégico de la ruta hacia la India. Entre los
participantes de aquella empresa se encontraba Home Popham que, conocedor de las escasas
defensas con que contaba Buenos Aires, convenció al comandante británico sir David Baird de
atacar la capital del virreinato rioplatense.

Resulta evidente que Baird tenía la idea de apoderarse de Buenos Aires y convertirla en dominio
inglés, sin compartir la antigua idea de favorecer la independencia hispanoamericana bajo protección
británica. Ello quedó demostrado cuando designó comandante de la expedición a William Carr
Beresford y no a Popham.

PRIMERA INVASIÓN (1806):

En junio de 1806, los ingleses (unos 1600 soldados) desembarcan en Quilmes y dispersan a las
fuerzas enviadas para atacarlos. A continuación, derrotan una débil resistencia en el Puente de
Gálvez (sobre el Riachuelo).

La ciudad se rinde y los británicos ocupan el Fuerte. En tanto, el virrey Rafael de Sobremonte se
retira a Córdoba en procura de refuerzos, pero los caudales del virreinato son interceptados y
capturados por los ingleses en Luján.

Beresford hace jurar fidelidad a Jorge III a los empleados civiles, eclesiásticos y militares y anuncia
el establecimiento del comercio libre.

Un grupo de conspiradores dirigidos por Martín de Álzaga envía a Montevideo (donde se hallaban
las fuerzas veteranas), a reunir tropas, al comandante de la Ensenada, Santiago de Liniers. Pero
éste no podrá contar con los veteranos porque el virrey Sobremonte ordena que sean trasladados a
Córdoba.

Aprovechando una sudestada, Liniers logra desembarcar en el río Reconquista unos 1300 hombres,
mientras el temporal mantiene inmovilizados a los buques ingleses (3 y 4 de agosto). Dos días
antes, los invasores desbaratan en la chacra de Perdriel las fuerzas de paisanos que estaba
reuniendo Juan Martín de Pueyrredón.
El día 12, Liniers ataca la Plaza Mayor, donde se han acantonado los ingleses, apoyado por una
multitud de habitantes. Beresford se rinde.

Para tratar los problemas emergentes del triunfo, se reúne un Cabildo Abierto el 14 de agosto de
1806, que toma las siguientes decisiones:

Conceder el mando militar de la ciudad a Liniers (se basan en las Leyes de Indias, en las que se
prevé la posibilidad de que un virrey delegase el mando militar en un Teniente). Sobremonte,
informado de la impopularidad de que goza en Buenos Aires, acepta y, además, delega el mando
político en el regente de la Audiencia.

Otorgar pensiones a viudas y huérfanos de los caídos en la lucha.

Organizar las milicias, ante la posibilidad de un retorno de los ingleses:

CUERPOS CRIOLLOS:

Legión Patricia (nacidos en Bs. As. que no se dedicaban al comercio).

Arribeños (oriundos de las provincias norteñas).

Castas (pardos, morenos e indios).

Granaderos.

CUERPOS PENINSULARES: españoles dedicados al comercio.

Vizcaínos y Castellanos.

Cántabros.

Gallegos.

Andaluces.

Catalanes.

CUERPOS de CABALLERÍA:
Húsares.

Migueletes.

Labradores.

CUERPOS de ARTILLERÍA:

Regimiento Unión.

Milicianos.

Castas.

SEGUNDA INVASIÓN (1807):

Aunque al principio causó enojo en Londres la noticia de la expedición contra Buenos Aires, decidida
sin autorización oficial, al conocerse el éxito alcanzado y arribar los cauda- les rioplatenses, se
pensó en la posibilidad de enviar refuerzos a Beresford e intentar la conquista de Chile. Para ello, se
dispuso el envío de dos ejércitos de alrededor de 4.000 hombres cada uno al mando de Robert
Craufurd y Samuel Achmuty.

Enterados de la reconquista de la ciudad, fueron puestas ambas fuerzas bajo el mando de John
Whitelocke, con un total de unos 12.000 soldados.

El 2 de febrero de 1807, los británicos tomaron Montevideo. Nuevamente, el virrey Sobremonte


mostró su ineptitud en la defensa. El pueblo de Buenos Aires, clamó entonces por su destitución.

El temor por una eventual reacción popular, y la energía de Álzaga, convencen a la Audiencia de
celebrar un Congreso similar al del 14 de agosto de 1806 en el que se solicitó la suspensión de
Sobremonte, su internación y posterior arresto luego que intentó resistir (10 de febrero de 1807).

Llegan de España órdenes de designar a Pascual Ruiz Huidobro virrey interino, pero como éste se
encontraba prisionero de los ingleses, la Audiencia lo reconoce a Liniers.

Después de tomar Colonia, los ingleses desembarcan en Ensenada (julio 1807). Liniers comete una
serie de errores estratégicos y, al no poder impedir que los enemigos crucen el Riachuelo, los
enfrenta en los Corrales de Miserere, pero es derrotado. Sin embargo, Álzaga ha formado un cerco
de trincheras y cañones en torno a la Plaza Mayor, hasta donde llega Liniers con los dispersos que
ha logrado reunir.

Los ingleses atacan desde el norte de la ciudad (dos columnas irían por el sur), divididos en 13
columnas. En las calles fangosas, y con cada casa convertida en un reducto, son diezmados. Sólo
alcanzan sus objetivos las columnas del sur que marchaban paralelas al río, pero no pueden
aproximarse al reducto de Álzaga. El 7 de julio, Whitelocke capitula:

Los británicos abandonarían el Río de la Plata.

Evacuarían Montevideo.

Se intercambiarían prisioneros.

Las invasiones inglesas al Río de la Plata dejaron una serie de consecuencias muy importantes en
vista de los acontecimientos que se desarrollarían en los próximos años:

Despertaron en los rioplatenses la conciencia de su propia capacidad militar y política.

Volvieron a sobredimensionar la importancia del Cabildo.

Dotaron a la futura Revolución de 1810 de fuerzas militares.

Para algunos autores, el periódico "Southern Star" (bilingüe editado en Montevideo) influyó con sus
incitaciones a la independencia y a la libertad de comercio.

Convencieron a los ministros Castlereagh y Canning (próximos gobernantes de Gran Bretaña) sobre
la conveniencia de abandonar los intentos militares sobre Hispanoamérica, buscando
exclusivamente la dominación económica.

Punto 5.

La crisis de la legitimidad. Las abdicaciones de Aranjuez y Bayona. La Junta Central:

En el año 1802, por haber logrado la paz europea en Amiens, Napoleón se hizo consagrar cónsul
vitalicio después de un plebiscito. Por el mismo me- dio, en 1804, fue reconocido Emperador de los
Franceses, aunque la guerra volvió a renacer en Europa.
En poco tiempo, la situación estratégica quedó claramente definida:

En el mar: Gran Bretaña quedó dueña de la situación después de su victoria en Trafalgar (1805).

En el continente: Por el contrario, el árbitro absoluto pasó a ser Napoleón después de sus victorias
en Austerlitz (contra austríacos y rusos), en Jena (contra los prusianos) y en Eylau (contra los rusos).

Considerando inviable la posibilidad de invadir las islas Británicas, el emperador decidió agredir
económicamente a los ingleses y, desde Berlín, proclamó el "Bloqueo Continental", que prohibía a
los países europeos recibir mercancías inglesas. Sólo los Estados Pontificios (que fueron ocupados)
y Portugal desobedecieron la orden.

Napoleón, pactó entonces con Manuel Godoy la invasión del territorio lusitano a través de España.
Aunque España y el propio Godoy serían beneficia- dos con restos de Portugal, el emperador se
proponía derribar a los Borbones españoles como venganza por las tratativas secretas que Godoy
había mantenido con los prusianos.

Cuando las tropas francesas comenzaron a penetrar en territorio español, ciertas actitudes
despertaron la desconfianza española y del propio gobierno, ya que fueron ocupados castillos,
guarniciones y plazas fuertes.

Al llegar a Portugal, los franceses contemplaron la retirada hacia el Atlántico de naves de guerra
inglesas que conducían a la familia de Bragança y cerca de diez mil cortesanos y funcionarios hacia
el Brasil. Los reyes portugueses permanecerían allí desde 1808 hasta 1821.

Según se dice, también en el círculo íntimo de los reyes españoles se manejó la posibilidad de
escapar hacia el Río de la Plata.

En marzo de 1812, mientras la familia real española descansaba en Aranjuez, se produjo un motín
popular contra Godoy, que salvó la vida a duras penas escondido en un mueble. Aunque la reacción
no apuntaba a su persona, Carlos IV se sintió agraviado y abdicó a la corona. El Príncipe de Asturias
se convirtió en el rey Fernando VII, despertando grandes simpatías y esperanzas entre los
españoles.

Esta solución no fue del agrado de Napoleón, ya que en su plan de derribar a los Borbones contaba
con la indiferencia del pueblo español ante el derrocamiento de un rey débil y desprestigiado. Por lo
tanto, citó a toda la familia real a un lugar indeterminado del norte de España. Custodiados por
soldados franceses que ya habían tomado posesión de Madrid, los príncipes españoles terminaron
siendo recibidos por el Emperador en la localidad francesa de Vayona.

En un principio, Napoleón permitió que el hijo y sus padres se enfrentaran en duras y mutuas
recriminaciones. Más tarde, intervino exigiendo a Fernando que restituyese el trono a su padre.
Cuando finalmente Fernando cedió, ignoraba que Carlos IV había transferido sus derechos al trono
español a Napoleón quien, eligió como soberano de España a su hermano José Bonaparte, quien
fue ratificado como soberano por unas Cortes de españoles "afrancesados" celebradas en Vayona.

Casi simultáneamente, el pueblo de Madrid convencido de que sus soberanos eran prisioneros de
Napoleón, se levantó en armas contra la guarnición francesa (2 de Mayo de 1808). Tras combatir
durante todo el día, los franceses lograron imponerse al anochecer. Pero, al día siguiente, toda
España se alzó en armas contra Napoleón.

En todas las provincias españolas se crearon Juntas que gobernaban en nombre del rey cautivo
Fernando VII, internado en el castillo de Valençay, donde permanecería desde 1808 hasta 1813.
Este hecho terminó configurando una verdadera revolución, ya que con excepción de los reyes, toda
la estructura española estaba intacta (gobernadores, capitales generales, ayuntamientos). Sin
embargo, como estas autoridades eran frutos del "godoísmo", no inspiraban confianza al pueblo
alzado en armas.

La sublevación del pueblo español cambió totalmente el sistema de alianzas imperante. Gran
Bretaña pasó a convertirse en aliada de los españoles y, entendiendo claramente la necesidad de
pactar con un gobierno único, exigió la unificación de las Juntas. Así nació la Junta Suprema Central.

Napoleón no tardó en reaccionar, y en el transcurso del año 1809 conquistó prácticamente todo el
territorio español. Ante la proximidad de las tropas francesas, los miembros de la Junta Suprema
Central escaparon hacia Cádiz, inaccesible para el Emperador por su carácter insular. Allí, la Junta
se disolvió.

Estas noticias llegaron al Río de la Plata hacia el 15 de mayo de 1810, traídas por los buques
británicos "Misletoe" y "John Parish".

Repercusiones en América. El "carlotismo". El movimiento juntista. La Junta de Montevideo. La


asonada del 1º de enero de 1809. La revolución altoperuana.

Los años 1808 y 1809 fueron muy agitados en Buenos Aires. Las causas de esa agitación fueron:
La llegada a Brasil de la Corte Portuguesa y las intenciones lusitanas de aprovechar la situación por
la que atravesaba España en provecho propio.

La división del denominado partido "patriota" (formado al calor de las invasiones inglesas) entre los
seguidores de Liniers (de disimuladas simpa- tías bonapartistas el marino francés) y los del Alcalde
de 1er. voto Martín de Álzaga, llamados "godos" o "sarracenos", que no estaban dispuestos a admitir
a España gobernada por José Bonaparte.

Una serie de acontecimientos fueron distanciando a Liniers de Álzaga. Uno de ellos fue el tema del
juramento de Fernando VII, que el alcalde procuraba apurar y Liniers retardar. A ello se agregó la
presencia en el Río de la Plata de un enviado de Napoleón, destinado a entrevistarse con Liniers, el
marqués Bernardo de Sassenay.

Aunque Liniers procuró mostrarse discreto al recibir al enviado francés, mantuvo una reunión privada
con éste, en la que le habría manifestado su simpatía por ver unidas su patria de origen y su patria
de adopción. El tenor de esa conversación fue confesado a Francisco Javier de Elío, gobernador de
Montevideo, por Sassenay, cuando Elío lo detuvo y remitió preso a Cádiz.

Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, Liniers se apresuró a ordenar la jura de Fernando
VII, pero acompañada de un manifiesto en el que ratificaba sus inclinaciones bonapartistas,
expresando que José Bonaparte había sido jurado por Cortes españolas reunidas en Bayona. Por
aquel entonces, Liniers estaba dolido por haber sido confirmado sólo como virrey interino desde
España.

Conocidas las notas enviadas por Elío al Cabildo y Audiencia de Buenos Aires, en las que proponía
la destitución del virrey, Liniers le ordenó comparecer en la capital, cosa que el gobernador no acató.
Entonces, dispuso el re- emplazo de Elío por el marino Juan Ángel Michelena.

Michelena no fue reconocido en Montevideo y un Cabildo abierto decidió la separación de aquella


gobernación de la jurisdicción del virreinato del Plata y la constitución de una Junta, según el modelo
de las peninsulares.

Álzaga, por su parte, consideró llegado el momento de actuar contra Liniers y, tras alguna
postergación, resolvió con su gente hacerlo el 1º de enero, fecha de la renovación del Cabildo.

En esa jornada, pareció que el grupo "sarraceno" alcanzaría la victoria por el apoyo que le brindaron
los cuerpos españoles. Sin embargo, la intervención de los cuerpos criollos -especialmente la Legión
Patricia comandada por Cornelio Saavedra- hizo fracasar el intento. Álzaga y sus seguidores fueron
remitidos presos a Carmen de Patagones, de donde los rescató Elío. Los cuerpos españoles fueron
disueltos.

Además del grupo político de los "patriotas" que, como vimos, acababa de escindirse, existía en el
Buenos Aires de aquellos días el de los "regalistas" o "colonialistas", integrado por altos funcionarios,
jerarquías eclesiásticas y oficiales de marina. Sostenían el carácter colonial de América y la
dependencia absoluta de ésta hacia la metrópoli. En las jornadas de enero de 1809 es- tuvieron del
lado del virrey, conservándose fieles a sus convicciones. Tal fue el caso del obispo Benito Lué y de
la Audiencia.

Para completar este panorama de confusión, es preciso señalar las intenciones y acciones de la
política portuguesa dirigida por el ministro Rodrigo de Souza Coutinho.

Coutinho recogió un antiguo proyecto de William Pitt, que apuntaba a fortalecer un imperio portugués
con centro en Brasil, y del que se beneficiaría comercialmente Gran Bretaña, como aliada de los
lusitanos. El ministro portugués fue, en realidad, el principal impulsor de lo que se denominó
"carlotismo". Vale decir, el reconocimiento por parte de Hispanoamérica de la regencia de la infanta
Carlota Joaquina (esposa del regente Juan de Bragança), único miembro de la familia real española
que no se hallaba bajo el control de Napoleón.

Para evitar las suspicacias de los hispanoamericanos respecto de un interés oculto de Portugal,
publicitó la separación de hecho de la infanta y su esposo.

El último factor que debe señalarse para completar este panorama fue la actitud opuesta de los dos
británicos más importantes en esta parte del mundo: el almirante Sidney Smith y el ministro en Río
de Janeiro, Lord Strangford.

Mientras el marino apoyaba con entusiasmo a la infanta de Borbón, el diplomático consideraba que
la situación se había modificado y no resultaba conveniente favorecer la creación de un Portugal
poderoso, agrandado con los dominios hispánicos que podía separar de la influencia británica.

Pero, las bases carentes de sustentación de este proyecto lo hicieron fracasar rápidamente, aunque
los agentes portugueses en Buenos Aires lograron captar, al menos provisoriamente, a figuras como
Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Hipólito Vieytes, Cornelio Saavedra y Juan Martín de
Pueyrredón. El proyecto venía acompañado por personas muy mal vistas en Buenos Ai- res, como
Saturnino Rodríguez Peña (que facilitó la fuga del brigadier Beres- ford). La propia infanta, temerosa
de ser juguete de las intenciones independentistas de los hispanoamericanos, abandonó aquellos
planes.
La Revolución Altoperuana:

El "carlotismo" causó graves inconvenientes en las provincias altoperuanas del virreinato del Plata. A
la ciudad de Chuquisaca (Charcas) arribó el enviado de la Junta Suprema Central, José Manuel
Goyeneche con papeles procedentes de Brasil, ofreciendo establecer el protectorado sobre América
española de la infanta Carlota Joaquina y su esposo, el regente Juan.

Goyeneche contó con el apoyo del gobernador García Pizarro y del arzobispo. Por el contrario, la
Audiencia y muchos criollos (Bernardo de Monteagudo) se manifestaron en contra, por entender que
se estaba favoreciendo las pretensiones portuguesas.

García Pizarro fue obligado a renunciar, asumiendo el mando político la Audiencia y el militar el
teniente coronel Antonio Álvarez de Arenales. Éstos, se aprestaban a resistir por las armas la
llegada de tropas de Potosí, enviadas por el intendente Francisco de Paula Sanz, amigo del
gobernador y "carlotista". Además, enviaron comisionados a las otras ciudades altoperuanas en
busca de apoyo.

En La Paz, por el contrario, el movimiento que estalló en julio de 1809, tenía un carácter
verdaderamente insurreccional. Los jefes, Pedro Morillo y Juan Pedro Indaburu, depusieron al
gobernador y al obispo, en tanto el Cabildo creaba una Junta Representativa y Tuitiva (protectora)
de los derechos del Pueblo.

Los gobiernos del Perú y Río de la Plata reaccionaron violentamente contra la insurrección. Las
fuerzas peruanas, mandadas por Goyeneche, reprimieron con dureza inaudita, mientras que las
comandadas por el mariscal Vicente Nieto, enviado por el nuevo virrey del Plata, Baltasar Hidalgo de
Cisneros, lo hicieron con mayor moderación. Algunos de los jefes del movimiento, como Morillo,
fueron ejecutados.

Punto 6.

El 6 de enero de 1809 llegó a Buenos Aires la noticia del establecimiento de la Junta Suprema
Central Gubernativa en Sevilla. Aunque se tenían dudas sobre su legalidad, Liniers, a cinco días de
la "asonada" de los "sarracenos", se apresuró a jurarla.

Como la Junta Suprema quería poner fin al pleito entre Liniers y Elío, reemplazando a ambos,
decidió compensar al virrey nombrándole Conde de Buenos Aires, y designando nuevo virrey al
marino Baltasar Hidalgo de Cisneros.
Se dieron a éste instrucciones que resaltaban las actitudes sospechosas de Liniers y las
irregularidades de su gobierno. Además, se solicitaba la detención y envío a España de Juan Martín
de Pueyrredón, hijo de franceses considerado poco fiable.

Aunque un grupo importante de militares -entre los que figuraba Saavedra- y de civiles -entre los que
se contaban Belgrano, Castelli, Pueyrredón y Passo- se propusieron resistir al nuevo virrey, la
actitud conciliadora de éste y la indecisión de Liniers pusieron fin a esta conspiración. A fines de julio
del año 1809 llegó Cisneros, siendo bien recibido por la población.

La crisis económica, la recesión del comercio exterior. El tratado Apodaca- Canning:

Aunque la situación económica del virreinato era buena, no lo era la situación financiera, debido a
los grandes gastos originados por las invasiones inglesas, al desorden administrativo del gobierno
de Liniers y al auge del contrabando que disminuía los ingresos aduaneros.

En tanto, los británicos habían logrado la firma del Tratado Apodaca-Canning, firmado por la Junta
Suprema, que prometía facilidades al comercio inglés. Hasta que se firmara un tratado comercial
definitivo, se reglamenta- rían dichas ventajas. La expectativa creada por este tratado determinó que
a los pocos días de llegado Cisneros, 20 buques cargados de mercaderías inglesas se presentaron
en el Río de la Plata.

En agosto de 1809, Cisneros recibió una presentación de la casa Juan Dillon & Cía., con residencia
en Buenos Aires, pidiendo se autorizara a una nave británica procedente de Río de Janeiro para
vender su carga, ya que el puerto brasileño estaba abarrotado de mercaderías, y pensando que de
un momento a otro se abriría el puerto al comercio inglés. Cisneros pidió asesora- miento al
Consulado, sabiendo que si concedía la excepción, debería extenderla a los demás buques ingleses.

Aunque el síndico del Consulado, Manuel Yániz, señaló los inconvenientes que presentaría abrir el
mercado con Inglaterra:

- Desaparecería el metálico.

- Se arruinaría la industria local al competir con la industria mecanizada inglesa.

Sin embargo, el Consulado terminó argumentando que las necesidades del erario público
justificaban esa autorización.
El Cabildo, por su parte, consideró que autorizar ese comercio -bajo estrictas reglamentaciones y
limitaciones- era un mal necesario ya que no se podía controlar el contrabando.

El representante del Consulado de Cádiz, Miguel Fernández de Agüero, a su vez, manifestó las
razones de su oposición:

No se podría evitar la salida de metálico.

Se arruinarían la industria nacional y la marina mercante.

Los productores criollos deberían aceptar el precio impuesto por los ingleses a sus productos.

Hispanoamérica terminaría convertida en colonia económica de Gran Bretaña.

Pidió entonces vista del expediente José de la Rosa, apoderado de Manuel Belgrano, que tenía
intereses rurales en la Banda Oriental. Pocos días después, éste presentó una "Representación de
los Hacendados y Labradores de ambas márgenes del Plata", escrita por el abogado Mariano
Moreno. Belgrano no podía aparecer por ser secretario del Consulado y por su reciente oposición a
Cisneros.

"REPRESENTACIÓN de los HACENDADOS y LABRADORES de AMBAS MÁRGENES del PLATA"

Parte política: Aconsejaba aceptar las pretensiones inglesas, ya que Inglaterra sería un aliado
poderoso en momentos en que teníamos por vecina una potencia como Portugal, que aspiraba a
agrandarse.

Parte económica: Los adversarios de la idea de abrir el puerto eran rivales que desconocían las
normas elementales de la Economía. Después de exponer las ideas de Adam Smith en cuanto a que
el precio se regula exclusivamente por la oferta y la demanda, agregaba que lamentar que nos lleven
la plata sería como lamentar que nos llevasen los cueros, sebos, lanas, crines, ya que la plata era un
fruto del país y estancarla bajaría su precio. Finalmente, sostenía que las mercaderías inglesas
podrían ser imitadas por nuestros artesanos y, si ganaban los agricultores y labradores, también
ganarían los artesanos.

Por fin, Cisneros convocó a una Junta Consultiva de la que formaron parte la Audiencia, el
Consulado, la Real Hacienda, comerciantes y representantes de los hacendados y labradores, para
aceptar la introducción de mercaderías inglesas y redactar el:
REGLAMENTO de LIBRE COMERCIO

(noviembre de 1809)

Los consignatarios serían comerciantes locales que sólo podían vender al por mayor.

No se permitía el ingreso de artículos del Estanco de la Corona (naipes, tabacos).

Se recargarían con un 12% sobre los derechos comunes los productos cuya entrada perjudicara la
producción local.

Quedaba prohibida la introducción de vinos, aceites y aguardientes.

Se cobrarían los derechos de círculo (cuando los buques hubieran tocado puertos extranjeros).

Trigo, harinas y cebadas del país pagarían el 2%.

Se prohibía la extracción de oro y plata amonedados.

Cuando resultó evidente que los ingleses violaban el reglamento, extrayendo metálico, Cisneros les
dio ocho días para abandonar el puerto. La mediación de un comandante de guerra británico logró
que el plazo se extendiera por cuatro meses. La experiencia mejoró la situación del erario público,
pero tuvo consecuencias negativas para la economía del país.

Bolilla IV.

Punto 1.

En lo que respecta a las ideas que influyeron en la Revolución de Mayo, podemos decir que:
o EN LO POLÍTICO: Influyeron las ideas europeas del siglo XVIII, por ejemplo, se adoptaron
fórmulas del "Iluminismo" y del Despotismo Ilustrado, destinadas a imponer reformas desde
arriba. Esas ideas, conocidas en el siglo XVIII por núcleos muy pequeños, habían penetrado
en Hispanoamérica a comienzos del siglo XIX (Rousseau, Montesquieu, Voltaire -en menor
medida- y los autores de la Enciclopedia) y las conocían los sectores más ilustrados de la
sociedad colonial. Sin embargo, en general, las ideas liberales llegaron por vía de autores y
políticos españoles, como por ejemplo Jovellanos.

Si tomamos el caso de Mariano Moreno, puede apreciarse en él la confluencia de dos pensamientos


distintos: la influencia de la filosofía francesa del siglo XVIII (opuesta al Absolutismo y partidaria de la
soberanía del pueblo) y la influencia del pensamiento tradicional hispano (la concepción
contractualista de Francisco Suárez y el pensamiento de los padres Mariana, Feijoó y Vitoria).

No se atribuye mayor influencia al pensamiento inglés (Locke) y, algo más, al norteamericano


(Paine), principalmente en el federalismo de Artigas.

o EN LO ECONÓMICO: Se ha discutido la influencia de la "Representación de los hacendados"


en el proceso de 1810. Para algunos autores fue fundamental; otros, han relativizado su
influencia. Allí, se exponían ideas económicas de la época, cuya autoría sería de Belgrano, en
tanto Moreno le habría dado forma jurídica.

Como ya lo había percibido el régimen borbónico, el sistema de monopolio no generaba recursos


aduaneros. La apertura del comercio a los ingleses era un mal necesario porque el contrabando
había reemplazado al sistema impuesto por España y el erario necesitaba recursos.

El sistema económico español había permitido el desarrollo de ciertas economías regionales que
permitían un comercio interno limitado. Pero, los cambios económicos favorecieron en el Plata la
formación de una burguesía de hacendados y comerciantes portuarios que se enriquecería con el
aumento del comercio.

Moreno quería limitar la importación a artículos que el país no produjera. Belgrano se proponía
salvar a las producciones locales, señalando las virtudes del trabajo y la instrucción. Se basaba en
las ideas de Adam Smith, Filangieri y Jovellanos.

Estas ideas eran sostenidas por los llamados "jóvenes de luces" o ilustrados, entre los que se
contaban figuras como Belgrano, Castelli, Vieytes, los hermanos Rodríguez Peña, Berutti. Su centro
de reunión era el "Café de Marcos". Algunos de ellos, sostenedores de un pensamiento similar al del
venezolano Miranda, creían en la posibilidad de una independencia protegida por Gran Bretaña.
Incluso, se habían aproximado a los ingleses durante las invasiones de 1806-07. Algunos,
incursionaron en el "carlotismo".

Sin embargo, en los primeros momentos de la Revolución de Mayo, las ideas independentistas no
aparecieron con claridad, tal como aconteció, por ejemplo, en la revolución venezolana. En general,
como personas cultas y progresistas deseaban una profunda transformación política en la que
tuvieran cabida y protagonismo, vale decir, una independencia civil dentro del imperio español.

Ya hemos mencionado los otros grupos políticos existentes en el Río de la Plata a comienzos del
siglo XIX: "patriotas" y "regalistas".

Con respecto al grupo "patriota", cabe realizar algunas apreciaciones.

Se trataba del grupo mayoritario y popular que había sido protagonista principal durante las
Invasiones inglesas, y del que formaban parte las milicias. Pero, los acontecimientos posteriores
generaron situaciones paradójicas. Uno de sus jefes, Liniers, era "regalista" ("debemos aceptar lo
que venga de España aunque sea un escuerzo"). El otro, Álzaga, había intentado derribarlo en la
jornada de enero de 1809. Lideraba la fracción "sarracena" (capitulares, tenderos y familias
acomodadas); eran "juntistas", defendían la "Patria" y a Fernando VII. Puede admitirse que, entre los
criollos de las milicias y los "sarracenos" se percibía la oposición de clases entre ricos y pobres.

Eclipsadas las figuras de Liniers y Álzaga, los "patriotas" reconocerán el liderazgo de Cornelio
Saavedra y, a ellos, se sumarán los "ilustrados" y algunos "sarracenos", como Larrea y Matheu.
Este conjunto constituirá el Partido de la Revolución, que terminará creando una Junta, tal como lo
habían querido antes Álzaga y Elío.

La semana de Mayo:

Como ya hemos explicado, en torno al 15 de mayo de 1810, buques británicos, trajeron al Plata las
noticias sobre la caída de la ciudad de Sevilla en manos de los franceses, la huída de los miembros
de la Junta Suprema Central hacia Cádiz y la posterior disolución de ésta. En realidad, Cisneros las
conocía desde algunos días antes, y generaban en el virrey gran preocupación.

Poco después, otro navío inglés trajo impresos en los que se hablaba de una Junta Suprema
instalada en Cádiz e instaba a los americanos a formar juntas. Nada se decía del establecimiento de
un Consejo de Regencia.

El día 18 de mayo, el virrey publicó un bando pidiendo calma a la población. No decía nada sobre la
alternativa de formar juntas.

Con los ánimos agitados por la circulación de bandos y proclamas, los cuarteles, cafés y casas de
familia se convirtieron en centros políticos donde predominaba la idea de no convertirse en colonos
de Francia y de que el virrey debía cesar por no haber gobierno en España.

Mientras los jefes de Patricios quieren marchar sobre la fortaleza y deponer al virrey, los antiguos
"carlotistas" (Castelli y Belgrano) se inclinan por la celebración de un Cabildo abierto. Cisneros
intenta conservarse en el poder, y convoca a los jefes de las milicias, pero, al no obtener de éstos
promesas de apoyo, acepta autorizar la celebración de un Cabildo abierto.

Éste se celebró el día 22 de mayo, habiéndose repartido alrededor de 400 invitaciones, aunque sólo
asistieron algo más de 200 personas, ya que jóvenes apostados en los accesos a la Plaza Mayor
impidieron la entrada de algunos personajes que se sabía de antemano votarían por la continuidad
de Cisneros.

Iniciados los debates, se llegó finalmente a la formulación de la proposición que debía ser votada:
"ha caducado o no el supremo gobierno de España".

Obispo BENITO LUÉ: Se ha discutido acerca de sus expresiones en aquella ocasión, concluyéndose
en que sus palabras no debieron ser tan irritantes como refiere la versión tradicional según la cual
habría manifestado que "... mientras hubiera en España un pedazo de tierra mandado por
españoles, esa pedazo debía mandar a los americanos". De todos modos, su postura fue sin duda la
clásica del "regalismo".

JUAN JOSÉ CASTELLI: Propuso la siguiente moción: "¿Debe reemplazarse al Virrey por otra
autoridad que dependiera de la metrópoli si esta se salva?". Demostró que, en efecto, había
caducado toda autoridad en España, por lo que la soberanía había retrovertido en el pueblo de
Buenos Aires, con derecho a crear un nuevo gobierno.

MANUEL VILLOTA (fiscal de la Audiencia): Objetó que Buenos Aires asumiera la resolución de un
problema que competía al virreinato por entero.

JUAN JOSÉ PASSO: Aceptó la teoría de Villota, pero explicó que aquella situación era análoga a la
gestión de negocios ajenos del derecho común y que Buenos Aires, como hermana mayor de las
otras ciudades del virreinato, podía resolver la situación de hecho.

Concluido aquel debate, se pasó a votar la fórmula propuesta por Escalada, que contenía dos
proposiciones:

1ª) ¿Había de subrogarse otra autoridad a la del Sr. Virrey, dependiente de la soberanía que se
ejerza legítimamente a nombre del Rey?

2ª) ¿En quién?

Los resultados de la votación determinaron que:

Una mayoría de alrededor de 160 votos se pronunció por la cesación del virrey Cisneros.

Una mayoría parecida se pronunció porque se subrogara la autoridad en el Cabildo hasta que éste
eligiese un nuevo gobierno.

Tuvo muy pocos votos la moción de que el nuevo gobierno dependiese de la legítima autoridad que
se ejerciera en la península.

El día 23 de mayo comenzó a conocerse la integración del nuevo gobierno creado por el Cabildo,
con voto definitorio del síndico procurador Julián de Leiva.

JUNTA DEL 24 DE MAYO

Baltasar Hidalgo de Cisneros (Presidente)

Vocales: Juan Nepomuceno Sola (Iglesia), José Santos Incháurregui (Comercio), Cornelio Saavedra
(Milicias), Juan José Castelli (Intelectuales).

Mucho se ha discutido en torno a la maniobra de Leiva en la conformación de la Junta del 24 de


mayo, especialmente el mantenimiento de Cisneros al frente del gobierno, lo que de inmediato
produjo un gran malestar en la población y las milicias. Lo cierto es que Leiva parece haber querido
mantener la figura de Cisneros con el objeto de ofrecer a los pueblos del virreinato una imagen de
orden y tranquilidad. Resulta bastante ridícula la versión de que quiso equiparar el número de
criollos (Castelli-Saavedra) y españoles (Sola-Incháurregui), por cuanto el presbítero Sola era
porteño.

Como hemos expresado, y, a pesar de la aceptación inicial de Saavedra y Castelli que no tardaron
en renunciar, la Junta fue mal recibida en los sectores más politizados de la población, por lo que la
madrugada entre el 24 y el 25 de mayo resultó muy agitada en cuarteles y conventos. Leiva, fue
prácticamente arrancado del descanso y obligado a trasladarse al Cabildo para conformar otro
gobierno, pero ahora simplemente debía confirmar los nueve nombres de una lista que se le entregó.
Así nació la Junta Provisional del 25 de mayo de 1810 o Primera Junta.

PRIMERA JUNTA / JUNTA PROVISIONAL (25 de mayo de 1810).

Pte.: Cornelio Saavedra

Secretarios: Mariano Moreno y: Juan José Passo (Intelectuales).

Vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Manuel Alberti, Miguel de Azcuénaga, Juan Larrea,
Domingo Matheu.

Rasgos comunes en los movimientos emancipadores hispanoamericanos.

La respuesta a la disolución del Estado español por parte de varias de las jurisdicciones
hispanoamericanas, creando gobiernos que reemplazaron a las antiguas autoridades, constituyó el
primer rasgo común de la Revolución de 1810.

JURISDICCIÓN

FECHA CAPITANIA GENERAL

Abril/1810 Venezuela

Mayo/1810 Virreinato del Rio de La Plata

Julio/1810 Virreinato de Nueva Granada

Septiembre/1810 Virreinato de México

Septiembre/1810 Capitanía General de Chile

No se registraron movimientos de este tipo en:

A. Virreinato del PERÚ (Convertido en principal foco anti-revolucionario de Sudamérica).

B. Capitanía General de CUBA


C. Capitanía General de GUATEMALA

Con excepción de México, la Revolución fue protagonizada por las clases acomodadas: las
aristocracias venezolana y chilena y los grupos ilustrados rioplatenses y neogranadinos, partidarios
de imponer reformas liberales y más o menos inclinados hacia la idea de la independencia. Ya
veremos de qué modo terminó neutralizada la participación popular que, inicialmente, se verificó en
la Revolución de Mayo a través de las milicias. En todos los casos el movimiento se originó en las
capitales.

Otro rasgo común fue el surgimiento en cada una de esas jurisdicciones de focos
contrarrevolucionarios que, con excepción del Río de la Plata, contribuyeron dos años más tarde a la
derrota de la Revolución.

En México, por el contrario, el "Grito de Dolores" se produjo en la periferia (Querétaro) y fue


protagonizado por masas de indios conducidas por el padre Miguel Hidalgo. Fue un movimiento de
clases y de contenido racial. En 1815, la revolución mexicana estaba vencida.

Punto 2.

El tema en torno a la concepción revolucionaria en el seno de la Junta Provisional se vincula con los
nombres de Moreno, Belgrano y Castelli, representantes de la juventud intelectual y conocedores de
las "nuevas ideas del siglo XVIII". En ese sentido, como ya hemos expresado, Belgrano aventajaba a
sus dos compañeros por su conocimiento de las nuevas doctrinas económicas imperantes.

Este tema, tiene también íntima relación con el famoso "Plan de Operaciones", atribuido a Mariano
Moreno.

"PLAN de OPERACIONES": Una copia del mismo fue hallada a principios del siglo XX por Eduardo
Madero en el Archivo General de Indias, en Sevilla.

Primeramente, se le habría encomendado su redacción a Belgrano, quien lo habría pasado a


Moreno.

Paul Groussac planteó las primeras dudas sobre su autenticidad, porque presentaba anacronismos
(el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata se empezó a usar en 1811. Artigas, aún no se
había sumado a la Revolución y Rondeau aún no había llegado de España. Para el autor francés y
para Ricardo Levene se trató de un fraude destinado a desprestigiar a Moreno y a la Junta. Enrique
de Gandía, por su parte, sostuvo que se le introduje- ron párrafos. Finalmente, Ruiz Guiñazú
entendió que el plan era auténtico después de hallar otra copia en Brasil.

El terrorismo del Plan se ajusta a las instrucciones dadas a Castelli (para la expedición sobre
Córdoba y el Alto Perú) y a Belgrano (en su expedición a Paraguay).

Contenido del "Plan de Operaciones":

Propone adoptar una conducta cruel y sanguinaria con los enemigos de la Revolución, imponiendo
destierros y confiscación de bienes.

Sugiere montar la propaganda revolucionaria en base al "misterio de Fernando", haciéndose pasar


por más realistas que los enemigos.

Aconseja apartar a los hombres buenos que no desean derramar sangre, y cuidarse de aquellos que
ambicionan honores (Saavedra) o gloria (Castelli). No los nombra, pero parecen palabras destinadas
a ellos.

Con respecto a Inglaterra: sostiene que hay que mantenerla amiga, aunque se sufran algunas
desventajas comerciales. Propone entregarle la isla de Martín García.

Con respecto a España: se muestra partidario de excitar a los Cabildos para que elevaran quejas
contra el régimen español y protestasen fidelidad al rey Fernando VII hasta tanto se descubriesen
las verdaderas intenciones de la Revolución.

Con respecto a la economía: (Texto que parece haber sido obra de Belgrano). Se aspira a alcanzar
la soberanía económica, incurriendo en la contradicción de creer que podía llegarse a esa situación
manteniendo una estrecha alianza con Gran Bretaña. En este sentido, se atribuye a Belgrano la
misma ingenuidad en la que cayeron todos los jóvenes ilustrados hispanoamericanos, incapaces de
percibir las verdaderas intenciones inglesas y las consecuencias que reportaría el otorgarles
ventajas comerciales a cambio de protección.

Con respecto al Brasil: propone sembrar el desorden y favorecer su fraccionamiento, separando la


provincia de Río Grande.

Con respecto al futuro político: se mostraba partidario de la democracia y el gobierno representativo,


según las ideas de Rousseau. El autor o autores, exponían una visión demasiado teórica de la
realidad hispanoamericana, teñida de un cierto desprecio hacia determinados sectores de esa
realidad, como demostraría Castelli con su incomprensión de la psicología de los indios del Alto
Perú.

En resumen, el "Plan de Operaciones" parece haber sido obra conjunta de Moreno y Belgrano, con
algunos agregados e interpolaciones que alguien le introdujo.

La otra figura fundamental de la Revolución de Mayo fue la de Cornelio Saavedra, a quien los
jóvenes ilustrados procuraron neutralizar aunque, al principio, consideraran indispensable su
participación por el prestigio de que gozaba entre las milicias. Sin embargo, a su mentalidad
conservadora Saavedra unía cierta indecisión y escasas dotes políticas, por lo que no supo sacar
partido de su liderazgo.

Siendo el hombre imprescindible en la Revolución, no obtuvo otra cosa que la presidencia de la


Junta, cuyo valor en las decisiones apenas equivalía a un voto, tal como surge del Reglamento de la
Junta Provisional del 28 de mayo de 1810, que liberó a ésta de la tutela del Cabildo y creó las
secretarías de Gobierno y Guerra (Moreno) y Hacienda (Passo).(1)

Respecto de las principales instituciones virreinales que permanecían en Bs.As., la Junta terminó
expulsando a Cisneros y a los miembros de la Audiencia al tomar conocimiento de que habían
jurado en secreto al Consejo de Regencia de Cádiz. Al Cabildo no tardó en renovarlo.

Con respecto a Gran Bretaña, la Junta procuró atraerla, pero la política inglesa de esos días,
conducida desde Río de Janeiro por Lord Strangford, fue de prudencia, ya que no debe olvidarse
que Gran Bretaña era aliada de los españoles, aunque sin desdeñar ciertas ventajas comerciales
que la Junta le ofreció. Strangford, sólo se mostró preocupado al conocer los excesos de la política
represiva llevada a cabo por Castelli en Córdoba y el Alto Perú, lo que condujo a la Junta a ordenar
mayor moderación al vocal.

Con el transcurrir de los días se fueron perfilando en la Junta dos grupos con concepciones
diferentes acerca de cómo debía conducirse la Revolución. Estos grupos eran liderados
respectivamente por el presidente Saavedra y el secretario Moreno.

" SAAVEDRISMO". Liderado por Cornelio Saavedra. Apoyado por los sectores populares de Buenos
Aires encuadrados en las milicias y por los pueblos del interior.

Proponía una transformación gradual y moderada de la realidad.


"MORENISMO". Liderado por Mariano Moreno. Apoyado por la juventud ilustrada.

Proponía una transformación rápida y profunda, para crear una sociedad gobernada por leyes
sabias, como era el caso de Inglaterra.

El comienzo de la crisis entre ambos grupos se produjo cuando se le negó a Moreno la entrada en
una recepción que se efectuaba en el cuartel de Patricios, donde se produjeron exageraciones en la
exaltación de la figura del presidente de la Junta. Moreno respondió con un decreto que toda la
Junta aprobó. Fue el llamado Decreto de Supresión de Honores, de diciembre de 1810, que
establecía:

Se suprimían los honores tributados al presidente de la Junta.

Se resaltaban la igualdad y la austeridad republicanas.

Recordaba que la Junta gobernaba ciudadanos y no súbditos.

El desenlace se produjo poco después, pero para llegar a él es preciso retroceder al 27 de mayo.
Dos días después de instalada, la Junta Provisional remitió una circular a los pueblos del interior del
virreinato, en la que:

Explicaba lo acontecido en Buenos Aires y los motivos que habían conducido a la instalación de una
Junta Provisional.

Invitaba a los pueblos del interior a elegir diputados que "debían incorporarse a ella".

Anunciaba la celebración de un Congreso General de los Pueblos del Virreinato y el envío de una
expedición auxiliadora de 500 hombres para garantizar el orden.

RECONOCIERON A LA JUNTA PROVISIONAL NO LA RECONOCIERON Santa Fé

El "continente" de Entre Ríos

Corrientes

Mendoza

San Juan

San Luis
La Rioja

Catamarca

Tucumán

Santiago del Estero

Salta

Jujuy

Tarija Córdoba

Potosí

Cochabamba

La Paz

Charcas

Paraguay

Montevideo

Córdoba y las intendencias altoperuanas se subordinaron al virrey de Perú.

La Gobernación de Montevideo reconoció al Consejo de Regencia establecido en Cádiz.

Electos los diputados del interior, tal como establecía la circular del 27 de mayo, fueron llegando a
Buenos Aires, pero transcurrían los días sin que se produjese su incorporación al seno de la Junta.
Moreno, autor de la circular, reconoció haber cometido un error fruto de la inexperiencia política al
referirse en ella a la inmediata incorporación de los diputados a la Junta, cuando su verdadera
intención era que integraran el futuro Congreso. Sin embargo, ante la solicitud de los provincianos, la
Junta sometió la cuestión a votación, resultando derrotada la interpretación del secretario que
procedió a renunciar a su cargo.

Punto 3.
La incorporación de los diputados del interior en diciembre de 1810 convirtió a la Junta Provisional
en "Junta Grande". Hipólito Vieytes ("morenista") reemplazó a Moreno como secretario; en tanto, el
deán Gregorio Funes, dipu- tado por Córdoba (después de la represión del movimiento contra-
revolucionario que culminó con el fusilamiento de Liniers), se convirtió en figura importante del nuevo
gobierno. Poco más tarde, al morir Manuel Alberti, lo sustituyó Nicolás Rodríguez Peña
("morenista").

Una de las primeras medidas de la Junta Grande fue la creación de:

JUNTAS PROVINCIALES

En cada capital se crearía una Junta de 5 miembros, integrada por el gobernador-intendente y 4


vocales elegidos por el pueblo.

En las ciudades subordinadas se crearía una Junta de 3 miembros, integrada por el comandante de
armas y 2 vocales elegidos por el pueblo.

En abril de 1811, se dio uno de los primeros pasos hacia el constitucionalismo liberal. Por obra del
deán Funes, fue dado a conocer el:

DECRETO de LIBERTAD de IMPRENTA

Se podía publicar sin censura previa.

Los escritos religiosos serían autorizados previamente por los tribunales eclesiásticos.

Para prevenir abusos se creaba la Junta Suprema de Censura.

En tanto, la situación de la Revolución se estaba complicando:

En enero de 1811 llegó a Montevideo Francisco Javier de Elío con el nombramiento de virrey del Río
de la Plata, expedido por el Consejo de Regencia. Como no fue reconocido por la Junta Grande, el
virrey le declaró la guerra.

Los barcos de Montevideo dominaban el río de la Plata, bloqueando el puerto de Buenos Aires, a la
que bombardearon aunque sin producir daños ni víctimas.

Comenzó la insurrección de la campaña oriental, a la que se sumó prontamente el comandante de


blandengues José Gervasio Artigas. Luego de la victoria patriota en Las Piedras, se inició el sitio de
Montevideo, mientras Elío solicitaba la ayuda de los portugueses de Brasil.
La Junta Grande se muestra firme y rechaza la oferta de mediación británica.

Este panorama se complicó con la noticia de las derrotas militares de Belgrano en el Paraguay y,
especialmente, el desastre de Huaqui, que significó la pérdida del Alto Perú, momentáneamente
adherido a la causa revolucionaria después de la victoria de Suipacha (noviembre de 1810).

La burguesía porteña, que presagiaba un porvenir sombrío, convirtió a la Junta Grande en el blanco
de sus críticas. Temerosa de la represión que eventualmente seguiría a una derrota en manos de los
contrarrevolucionarios, no ocultaba su odio contra aquel gobierno sostenido por las milicias
populares de Buenos Aires e integrado por un puñado de despreciables provincianos. A esta
oposición sorda, no tardó en sumarse el grupo de los partidarios de Moreno, organizados en la
Sociedad Patriótica y Literaria, la que contaba con el apoyo del regimiento de la Estrella, única
unidad existente en ese momento en Buenos Aires.

Fue entonces que se produjo una reacción auténticamente popular que constituyó un episodio poco
frecuente, por tratarse de un movimiento destinado a apoyar al gobierno y cuya jefatura y
organización no se atribuyó nadie.

En efecto, en la madrugada del 5 y 6 de abril de 1811 una muchedumbre procedente de las orillas
de la ciudad marchó sobre la Plaza Mayor, presentando una serie de exigencias:

El reemplazo de los "morenistas" que integraban la Junta (Vieytes, Azcuénaga, Larrea y Rodríguez
Peña).

Disolución del regimiento de "La Estrella".

Enjuiciamiento de Belgrano por su actuación en Paraguay.

Aceptada la mayoría de las exigencias, los principales dirigentes del "morenismo" fueron internados
en Carmen de Patagones. Entre los nuevos integrantes de la Junta iría a desempeñar un papel
importante uno de los líderes del movimiento "orillero", Joaquín Campana.

Este gobierno, auténtico representante del pueblo de Buenos Aires y de los pueblos del interior se
mostró firme frente a Gran Bretaña, derogando algunas medidas favorables al comercio inglés que la
Primera Junta le había concedido y se prohibió de envío de géneros británicos al interior, el comercio
al por menor y el pago de intereses con las deudas de Aduana.

La eliminación del "morenismo" sólo representó una victoria parcial de la Junta Grande. Quedaba en
pie la burguesía porteña, cada vez más atemorizada, especialmente al conocerse la noticia del
desastre de Huaqui (junio de 1811) y la entrada de tropas portuguesas en la Banda Oriental.

La representación política de la burguesía porteña era el Cabildo que, de modo intempestivo,


dispuso la elección de diputados para el Congreso General que tendría por objeto el arreglo
definitivo de la situación.

En el seno de la Junta, por su parte, aprovechando la ausencia de Saavedra que había marchado al
norte a frenar la anarquía generada por Huaqui, se suscitaron divisiones y presiones que llevaron a
la destitución de Campana.

Finalmente, los dos diputados electos (Juan José Passo y Feliciano Chiclana) y el suplente (Manuel
de Sarratea) terminaron siendo investidos por la propia Junta con el poder Ejecutivo, en setiembre
de 1811.

En su afán por no perder el control de la situación, la Junta Grande, que pasaría a llamarse Junta
Conservadora de los Derechos de Fernando VII, intentó subordinar al Ejecutivo constituido como
Triunvirato. Para ello, dio el Reglamento Provisorio de 1811, en el que por primera vez aparece
consagrado el principio de la división de poderes.

REGLAMENTO PROVISORIO de 1811

La Junta Conservadora (Legislativo) se ocuparía de guerra y paz, impuestos, comercio, creación de


tribunales y nombramiento de los miembros del Ejecutivo en caso de muerte o renuncia.

El Triunvirato tendría a su cargo la defensa, el cumplimiento de las leyes, el nombra- miento de


empleados y la convocatoria a un Congreso. Sería responsable ante la Junta.

El poder Judicial sería independiente.

El Triunvirato remitió este Reglamento al Cabildo de Bs.As., que lo rechazó. La Junta protestó por
entender que, mientras ella constituía una autoridad nacional, el Cabildo era sólo un organismo local.
Entonces, el Triunvirato disolvió a la Junta y, después del "motín de las trenzas", expulsó a los
diputa- dos provincianos de la ciudad. A continuación, se dio su propio estatuto.

ESTATUTO PROVISIONAL de 1811

En el exordio (preámbulo) explicaba los peligros existentes y llamaba arbitraria a la Junta.


Los vocales se renovarían alternativamente cada 6 meses (la presidencia se rotaría en sentido
inverso).

La elección de cada vocal la efectuaría una Asamblea General integrada por:

El Cabildo de Buenos Aires.

Apoderados de las ciudades.

100 vecinos de Buenos Aires.

Podría adoptar cualquier medida considerada necesaria para la salvación de la Patria con el sólo
límite de la libertad de imprenta y la seguridad individual.

El poder Judicial sería independiente, pero en la segunda instancia intervenía el Triunvirato asociado
a dos ciudadanos.

Algunos autores aceptan que este Estatuto respetaba la división de poderes. En él no se hablaba de
las provincias, cuyas juntas fueron disueltas.

SISTEMA DE ELECCIÓN DE LOS 100 CIUDADANOS DE BUENOS AIRES:

Se dividía la ciudad en cuatro cuarteles.

El Cabildo designaba un regidor por cuartel.

Los regidores recibían los votos de los vecinos.

Los más votados, conjuntamente con el Cabildo, elegían 300, de los cuales surgían los 100
requeridos, por medio de un sorteo.

Ahora, removido el obstáculo que había representado la Junta Grande con su actitud digna y firme,
fue posible alcanzar la paz con Montevideo.

Punto 4.

El temor de la burguesía porteña y la presión de Lord Strangford condijeron rápidamente al


Triunvirato a concertar la paz con Elío. Ese tratado, firmado en octubre de 1811, produjo varias
consecuencias.

- Significó el fin de la Revolución de Mayo, ya que el Congreso General que se reuniría reconocería
a las Cortes de Cádiz y se dispondría el envío de diputados a dichas Cortes. Naturalmente, las
tropas porteñas (comandadas por José Rondeau) levantarían el sitio de Montevideo y evacuarían la
Banda Oriental.

- Reconoció que los pueblos de Arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay), Gualeguay y
Gualeguaychú -así como la Banda Oriental- quedarían bajo la autoridad de Elío. Ello, significó dejar
a los patriotas orientales conducidos por Artigas, librados a la venganza de Elío. Artigas, seguidos
por sus hombres con sus familias, emprendió el llamado "Éxodo del Pueblo Oriental" hacia el
campamento de Ayuí, en Entre Ríos.

El incumplimiento por parte de las tropas portuguesas que habían penetrado en la Banda Oriental de
su obligación de retirarse, creó un nuevo problema. Ahora, los portugueses exigían que el Triunvirato
reconociera la soberanía lusitana sobre las Misiones orientales. Como esto no fue aceptado, y
surgieron discusiones con Gaspar de Vigodet (reemplazante de Elío aunque sin el título de virrey), el
tratado de paz se rompió y Manuel de Sarratea pasó a ser nuevo jefe del sitio de Montevideo,
mientras los barcos de aquella plaza bombardeaban Buenos Aires por cuarta vez.

Sin embargo, las intenciones portuguesas no llegaron a prosperar por la enérgica oposición de Lord
Strangford y, finalmente, el Triunvirato firmó un armisticio con el gobierno de Río de Janeiro,
mientras intentaba apartar de Artigas de la conducción de los orientales, captando a sus mejores
hombres, que se pasaron al campo de Sarratea.

Indudablemente, el Triunvirato (donde predominaba la influencia del secretario Bernardino


Rivadavia) quería la paz a toda costa (por eso desautorizó la creación de una bandera por
Belgrano). Pero fue duro y sangriento con sus adversarios interiores, como pudo demostrarlo en el
"MOTÍN DE LAS TRENZAS", que fue un levantamiento del cuerpo de Patricios, disgusta- dos por el
destierro de Saavedra, que se amotinaron por la orden del nuevo jefe -Belgrano- de cortarse la
trenza.

LA CONSPIRACIÓN DE ÁLZAGA: que fue un presunto plan de levantamiento de los españoles de


Buenos Aires -encabezados por Martín de Álzaga- en combinación con las fuerzas de Montevideo,
nunca bien aclarado y plagado de odios personales.

En ambas ocasiones, la represión fue sangrienta y los cabecillas ejecutados.

Como contrapartida, el Triunvirato produjo el:


DECRETO SOBRE SEGURIDAD INDIVIDUAL

(Contenía principios recogidos por la posterior legislación argentina)

Nadie podía ser penado ni expatriado sin proceso y sentencia legal.

Nadie podía ser arrestado sin prueba, semiprueba o indicios claros.

Era inviolable el domicilio de las personas.

Nadie podía estar incomunicado después de confesar; las cárceles serían para seguridad y no para
castigo.

Las personas podían permanecer o abandonar el país.

Se suspenderían los derechos y garantías si estuviera comprometida la seguridad pública o la de la


Patria, y luego, el gobierno daría cuenta a la Asamblea General.

Con la Asamblea General existieron roces desde el primer momento. Cuando cesó el triunvirato
Passo, el secretario Rivadavia ocupó interinamente su lugar, mientras se modificaba el requisito de
los 100 ciudadanos de Buenos Aires, reemplazándolos por 33.

Reunida la Asamblea, ésta eligió a Juan Martín de Pueyrredón que estaba ausente, por lo que
designó a Díaz Vélez como sustituto. Sin embargo, el Triunvirato sostuvo que, en ausencia de
Pueyrredón, el sustituto debía ser el secretario más antiguo. Ante la protesta de la Asamblea que se
consideraba soberana, el Triunvirato la disolvió. Volvería a reunirse otra Asamblea.

Ante el evidente desprestigio del Triunvirato, se constituyeron en Buenos Aires dos grupos
opositores:

LA SOCIEDAD

"PATRIÓTICA y LITERARIA" Después de su disolución, la Sociedad reapareció tras la caída de la


Junta Grande, pero la creciente oposición a la política del Triunvirato por parte de Bernardo de
Monteagudo, su más señalado dirigente, originó una nueva disolución.

Desde su periódico "Mártir o Libre", Monteagudo renovó sus críticas al gobierno y dio vi- da a la
tercera "Sociedad Patriótica y Literaria", decididamente partidaria de la independencia.

LA "LOGIA LAUTARO" En marzo de 1812 arribaron a Buenos Aires, procedentes de Europa, varios
militares que habían residido en España: Carlos María de Alvear, Matías Zapiola y el teniente
coronal José de San Martín, a quien el Triunvirato en- comendó la creación de un cuerpo de
caballería (Granaderos a Caballo).

Estos militares crearon en Bs.As. la "Logia Lautaro", una sociedad secreta semejante a la "Gran
Reunión Americana", fundada en Londres por Francisco de Miranda. Los objetivos de la logia eran:

La declaración de la independencia.

La sanción de una constitución.

Entre septiembre y octubre de 1812, los hechos se precipitaron. Al volver a convocarse la Asamblea
General, el Triunvirato rechazó a Bernardo de Monteagudo como diputado por Mendoza. Con la
elección de Mariano Medrano, partidario del gobierno como triunviro, se desencadenó la reacción
militar de octubre, en la que los cuerpos con destino en la capital (entre ellos los Granaderos a
Caballo de San Martín) se hicieron cargo del poder.

A esta determinación contribuyó también la victoria de Belgrano en la batalla de Tucumán. Belgrano,


a quien el Triunvirato había ordenado no presentar batalla, había tenido que retroceder de Jujuy a
Salta, y de ésta a Tucumán. Cuando recibió la orden de replegarse a Córdoba, desobedeció a
instancias del pedido de los tucumanos y presentó batalla, derrotando al enemigo.

Los militares de Buenos Aires convocaron al Cabildo, el que disolvió la Asamblea y declaró cesantes
a los miembros del Triunvirato, nombrando un nuevo gobierno integrado por Juan José Passo,
Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte.

Punto 5.

A los pocos días de su instalación, el Segundo Triunvirato convocó a una Asamblea General
Constituyente que debía declarar la independencia y sancionar una constitución. En virtud de sus
maniobras, la "Logia Lautaro" logró que casi todos los diputados electos fueran afiliados a ella.

El sistema de elección de los diputados establecía que:

Buenos Aires elegiría 4 diputados.

Las capitales de provincia elegirían 2 diputados.

Las ciudades subordinadas elegirían 1 diputado (menos Tucumán que elegiría 2).

Era una elección de 2º grado (por electores).


Las ciudades se dividirían en "cuarteles" y en cada uno de ellos un alcalde de barrio presidiría la
elección de electores.

Las razones por las que la Asamblea no declaró la independencia ni sancionó una constitución las
analizaremos más adelante. Por ahora, nos limitaremos a señalar la obra legislativa realizada, obra
destinada a calmar las expectativas generadas, de carácter liberal, en buena medida tomadas de la
legislación de las Cortes Constituyentes de Cádiz.

Legislación dictada por la Asamblea:

LEYES QUE PREANUNCIABAN LA INDEPENDENCIA

La Asamblea se proclamó soberana, lo que implicaba que no reconocía poder alguno superior a ella.

Adoptó un sello con un escudo nacional que reemplazaba las armas reales.

Consintió -aunque no consagró- la bandera creada por Belgrano.

Adoptó como Himno Nacional la "Marcha Patriótica", obra de Vicente López y Planes y Blas Parera,
aunque procuró que el autor de la letra eliminara los versos marcadamente independentistas.
Aquella letra parecía adecuada al establecimiento de una monarquía (trono, majestad, etc.).

Declaró día de Fiesta Cívica el 25 de mayo.

LEYES JUDICIALES

Fueron abolidos los tormentos y el juramento en juicio.

Se modificaron los tribunales (los alcaldes ordinarios entenderían en segunda instancia los fallos de
los alcaldes "de hermandad" que, por su parte, dictarían sentencia en pequeños diferendos de no
más de 50 pesos). La tercera instancia estaría a cargo de las Cámaras de Apelaciones de Buenos
Aires y Charcas. Se preveía la creación de un Supremo Poder Judicial.

LEYES SOCIALES

Se dispuso la libertad de vientres, que declaraba libres a los hijos de esclavos nacidos a partir del 31
de enero de 1813.
Se declaraba libre a todo esclavo que pisara el suelo de las Provincias Unidas, lo que fue derogado
poco después por los conflictos originados por los esclavos escapados del Brasil.

Ratificó la supresión del tributo de los indios realizada por la Junta Grande y agregó la de la mita y el
yanaconazgo.

Se abolieron los fueros personales (no existía la igualdad ante la ley, pues religiosos, militares y
universitarios eran juzgados por sus pares), los títulos de nobleza y el mayorazgo (heredaba sólo el
hijo mayor).

LEYES VINCULADAS CON LA IGLESIA

Se suprimió la autoridad del Tribunal de la Inquisición en el Río de la Plata.

Declaraba la independencia de los eclesiásticos respecto a autoridades de fuera del territorio de las
Provincias Unidas.

Aunque no se sancionó constitución alguna, fueron presentados a la Asamblea cinco proyectos


constitucionales. La descripción de los mismos es como sigue:

PROYECTOS de CONSTITUCIÓN PRESENTADOS a la ASAMBLEA del AÑO XIII

1. Proyecto de una COMISIÓN OFICIAL (Nicolás Herrera, Pedro Agrelo, Valentín Gómez,
Hipólito Vieytes y Gervasio Posadas. Se inspiraba en la Constitución española de 1812). Lo
identificamos como (1)

Proyecto de la "SOCIEDAD PATRIÓTICA" (Bernardo de Monteagudo, Cosme Argerich, Juan Larrea


y otros. Se inspiraba en las constituciones francesa de 1795 y norteamericana de 1787). Lo
identificamos como (2)

Proyecto ANÓNIMO (publicado por primera vez por Emilio Ravignani), Lo identificamos como (3)

Proyecto FEDERAL de la BANDA ORIENTAL (basado en el Pacto de Unión Perpetua de los


Estados Unidos. Aunque se habla de Confederación, el proyecto concebía una Federación). Lo
identificamos como (4)

Proyecto de CONSTITUCIÓN TERRITORIAL de la BANDA ORIENTAL (complementaba el anterior).


Lo identificamos como (5)

FORMA DE GOBIERNO y de ESTADO 1 - 2 - 3 República unitaria


4 República federal

SOBERANÍA 1 En el pueblo

2 - 3 En los representantes

4 En las provincias

RELIGIÓN 1 - 2- 3 La religión del Estado es la católica

No establece

Libertad de cultos PODERES del ESTADO 1 - 2 - 3 - 4 - 5 Tripartito

REFORMA de la CONSTITUCIÓN 1 - 2 - 5 No se prevé

A propuesta del Congreso o del poder Ejecutivo

A propuesta de las 2/3 partes del Congreso PODER LEGISLATIVO 1 - 2 - 3 - 4 - 5 Bicameral

PODER EJECUTIVO 1 - 3 Directorio de tres miembros

2 - 4 Presidente

5 Gobernador

PODER JUDICIAL 1 - 2 - 3 - 5 Independiente con un Tribunal Superior y tribunales inferiores

4 Las provincias formarían el Tribunal Superior de las Pcias. Unidas del Río de la Plata

PROVINCIAS 1 - 3 No las menciona

Gobernadas por prefectos nombrados por el Presidente a propuesta en terna de los municipios

4 Cada provincia es soberana, libre e inde- pendiente y conserva todo el poder no dele- gado

MUNICIPIOS 1 Ayuntamientos en poblaciones con más de 300 habitantes

2 - 3 Ayuntamientos en poblaciones con más de 2000 habitantes

4 Cada provincia organizaría sus propios mu- nicipios


ELECCIONES 1 - 2 - 3 Indirectas

4 La Asamblea de Representantes (cámara baja) elegida directamente por el pueblo.

El cambio en la posición de la "Logia Lautaro", actitud de San Martín. La postergación de la


independencia:

El entusiasmo por declarar la independencia comenzó a enfriarse poco después de producida la


revolución de octubre de 1812. El primer motivo de esta vacilación fueron las advertencias del
embajador Lord Strangford, que se manifestó contrario a aquella idea, resquebrajando la solidez y la
unidad de la Logia, y determinando el alejamiento de San Martín, lo que dejó a Alvear al frente de la
misma. Otro hecho importante fue la incorporación a la sociedad de personas que representaban los
intereses de la burguesía porteña y habían pertenecido al gobierno caído, tal como sucedió con
Rivadavia. Los habituales temores de esta burguesía se agudizaron con las derrotas de Belgrano en
Vilcapugio y Ayohúma.

Los acontecimientos de Europa en 1813 dieron por resultado la ruptura definitiva de la Logia, que
quedó dividida en "alvearistas" (partidarios de postergar cualquier decisión con respecto a la
independencia hasta que se aclarara el panorama en el Viejo Mundo), que eran mayoría en la
Asamblea, y los "sanmartinianos" (partidarios de cumplir los objetivos iniciales de la Logia), que eran
minoría.

La modificación acelerada de la situación europea comenzó a evidenciarse a partir de la desastrosa


expedición de Napoleón a Rusia que, en 1813, dio por resultado la formación de una gran coalición
vencedora del emperador en la batalla de Leipzig, a la que se sumó la pérdida de España como
consecuencia de las victorias del duque de Wellington.

Estas dificultades condujeron a Napoleón a la decisión de restituir el trono español a Fernando VII,
con el solo objeto de sacarse de encima, al menos, un enemigo. En diciembre de 1813, Fernando
había vuelto a ocupar el trono, mostrándose, desde el primer momento, receloso con las medidas
tomadas por las Cortes de Cádiz, fundamentalmente la Constitución de 1812. Además, consideró
"rebeldes y traidores" a los revolucionarios americanos, exigiendo su rendición incondicional.

Tal como había expresado Strangford, Hispanoamérica debía retornar a la obediencia de Fernando
VII. Para poder alcanzar, al menos, un cierto grado de soberanía dentro del imperio español,
Triunvirato y Asamblea enviaron a Eu- ropa una misión diplomática que fue encomendada a Manuel
de Sarratea.
El cargo de Director Supremo. El Consejo de Estado:

Al entender que se avecinaban duras negociaciones en el intento de lograr el perdón de Fernando


VII, se creyó conveniente simplificar el gobierno, ofreciéndole la posibilidad de poder actuar con
mayor agilidad y prontitud. Esta fue la causa principal de la creación, en enero de 1814, de un poder
Ejecutivo unipersonal que recibió el nombre de Director Supremo de las Pcias. Unidas del Río de la
Plata, con todas las facultades que confería a este poder el Estatuto Provisional de 1811, o sea, de
carácter casi dictatorial.

EL DIRECTORIO

(enero de 1814 - febrero de 1820)

Concentraba el poder Ejecutivo en una sola mano.

El Director Supremo sería elegido por la Asamblea por el término de 2 años.

Sería asesorado en cuestiones de paz, guerra y comercio por un Consejo de Estado de 9 miembros,
cuyo presidente, también elegido por la Asamblea, reemplazaría al Director en caso de enfermedad.
El secretario del Consejo de Estado y los vocales serían elegidos por el Director.

Retornaba la preponderancia del Cabildo en el que el Alcalde de 1er. voto retendría las funciones
establecidas por la Real Ordenanza de Intendentes. Así, el Cabildo terminaría actuando como
autoridad soberana y, en 1815 (al caer Alvear), disolvería la Asamblea.

Se imponía un cerrado centralismo.

Alvear, el "hombre fuerte" del momento, estableció la conveniencia de elegir a su tío, Gervasio
Antonio Posadas como Director Supremo, entendiendo que se trataba de la persona más a propósito
para negociar con el rey en razón de sus escasas simpatías por la Revolución de Mayo.

LOS DIRECTORES SUPREMOS HASTA 1820

Gervasio Antonio Posadas

Carlos María de Alvear


Ignacio Álvarez-Thomas (interino)

Antonio González Balcarce (interino)

Juan Martín de Pueyrredón

José Rondeau

Punto 6.

Actitud del pueblo oriental frente a la Asamblea:

Desde la insurrección del interior de la Banda Oriental, pasando por las peripecias del "Éxodo", los
choques con los portugueses y los roces cada vez más serios con el Ejército conducido por
Sarratea, fue adquiriendo identidad el pueblo oriental bajo la conducción de su caudillo Artigas.

Cuando se convocó a los pueblos para elegir diputados a la Asamblea del año 1813, se entendió
que la Banda Oriental debía estar representada por 3 diputados:

Uno por los emigrados de Montevideo que estaban en el campamento del Ejército que sitiaba la
ciudad.

Uno por Maldonado, única localidad libre del dominio español.

Un diputado por los tres pueblos del "continente de Entre Ríos".

Artigas no aceptó esta decisión, menos aún cuando los electos fueron digitados por Sarratea. Por
esto, convocó al Congreso de Peñarol en el que se dispuso la elección de 6 diputados, ya que
Artigas sostenía que en la Banda Oriental existían 5 Cabildos:

Dos por Montevideo.

Uno por Maldonado.

Uno por Soriano.

Uno por Canelones.

Uno por San José.

Estos diputados llegaron a Buenos Aires portando las "Instrucciones" que les entregara Artigas.
Existen varias versiones -con algunas diferencias- de las mismas, aunque sus aspectos más
salientes eran:

Declaración de la independencia.

Establecimiento de una república.

Designación de una capital fuera de Buenos Aires.

La provincia Oriental suscribiría con las demás Provincias Unidas un "Pacto de estrecha e
indisoluble confederación" (debe entenderse como "federación").

Se supone que el autor de estas "Instrucciones" fue el presbítero Dámaso Larrañaga, que se inspiró
en el proceso norteamericano.

Además de elegir a los diputados, el Congreso de Peñarol creó un gobierno provincial para la Banda
Oriental bajo la presidencia de Artigas.

La Asamblea rechazó a los diputados orientales con el argumento de no haber sido electos
conforme a la reglamentación establecida. El rechazo de sus diputados produjo el alejamiento de
Artigas del sitio de Montevideo. Posadas terminaría declarando al jefe de los orientales "fuera de la
ley y traidor a la Patria".

No obstante las intenciones del "Alvearismo" de negociar con Fernando VII, no tardaron en circular
rumores sobre una posible expedición de castigo al Río de la Plata. Por ello, la actividad del
Directorio fue por un lado, diplomática y por otro, militar.

En lo diplomático: Ya hemos mencionado el envío de Sarratea a Europa. El antiguo triunviro se


reunió en Inglaterra con Rivadavia y Belgrano, comisionados por Posadas. Éstos últimos llevaban
instrucciones públicas (felicitar a Fernando VII por su regreso al trono y conseguir garantías para los
americanos) e instrucciones reservadas (reconocer como rey a Fernando VII en un marco de
independencia civil para el Río de la Plata, es decir de autonomía, dentro del imperio español).

Por iniciativa de Sarratea, se inició una gestión poco seria -en razón de las características de
algunos personajes involucrados- para coronar en el Río de la Plata al infante Francisco de Paula,
hermano de Fernando VII.

La negociación no arribó a ningún resultado positivo y, mientras Belgrano retornaba a Buenos Aires,
Rivadavia logró ser recibido por el ministro español Cevallos, sin que lograra obtener ningún tipo de
garantía.

En lo militar: La amenaza del envío de una expedición al Plata convirtió en imprescindible la toma de
Montevideo, ya que se trataba del único puerto de aguas profundas de la región, capaz de recibir a
los grandes navíos que transportarían a las tropas españolas.

El objetivo de apoderarse de Montevideo trajo aparejada la necesidad de organizar un escuadra de


guerra, la que puesta bajo las órdenes de Guillermo Brown, no tardó en dominar el río de la Plata, a
partir de sus victorias en Martín García y El Buceo. De este modo, la suerte de la ciudad estaba
echada, ya que sitiada por tierra por Rondeau y bloqueada por mar por Brown, no tardó en capitular
(junio de 1814). Debe resaltarse, sin embargo, que decidido a favorecer la carrera militar de su
sobrino, Posadas retiró a Rondeau del mando y le dio la jefatura del Ejército del Norte. Así fue como
Alvear entró triunfante en la capital oriental.

Hasta ese momento, Artigas -apartado del sitio- no había obstaculizado el accionar de las fuerzas
del Directorio. Pero su aspiración de autonomía con- dujo inevitablemente al enfrentamiento armado
con los porteños. Finalmente, ya convertido en Director Supremo por renuncia de su pariente, Alvear
decidió la evacuación del territorio oriental, aunque llevándose los armamentos de Montevideo. Para
ese entonces, la influencia del caudillo oriental se

extendía por Entre Ríos, Santa Fé, Corrientes, Misiones y Córdoba.

El Directorio de Alvear:

En enero de 1815, Posadas renunció a su cargo de Director Supremo, resultando electo por la
Asamblea Carlos María de Alvear para sustituirlo. La causa de la renuncia de Posadas fue la
desobediencia del Ejército del Norte, que resistió el nombramiento de Alvear como jefe, designado
para sustituir una vez más a Rondeau.

El centralismo cada vez más acentuado de los gobiernos porteños, unido al personalismo y
arbitrariedad de Alvear, generaron lo que de manera poco precisa se conoce como "Revolución
federal de 1815", que en realidad fue un estado de desobediencia generalizado hacia la figura del
Director Supremo.

En las provincias del Norte: El estado de rebeldía del Ejército del Norte, que condujo a Posadas a
renunciar, se mantuvo extendiendo sus efectos a las provincias bajo su control.

En Cuyo: Después de su abandono de la actividad puramente política al dividirse la "Logia Lautaro",


San Martín había sido designado jefe del Ejército del Norte en reemplazo de Belgrano. Ocupando
ese destino fue cuando el Libertador concibió su proyecto de "tenazas" para marchar sobre Lima, lo
que implicaba la previa liberación de Chile. Nombrado gobernador-intedente de Cuyo, se abocó a la
tarea de organizar el Ejército de los Andes, que debía ser el brazo izquierdo de la "tenaza" (el
Ejército del Norte sería el bra- zo derecho). Sin embargo, enterado de que dependía de las órdenes
del nuevo Director Supremo, solicitó licencia. Alvear lo reemplazó por Gregorio Perdriel, lo que no
fue aceptado por el pueblo cuyano que, tras una asonada vecinal, confirmó en una Asamblea a San
Martín como gobernador.

En el Litoral: Ya hemos visto la situación que se vivía en la Banda Oriental, las regiones del Litoral y
Córdoba.

Bolilla V.

Punto 1.

El desconocimiento de su autoridad, sumado a las noticias que referían la posibilidad de una


expedición de castigo sobre el Río de la Plata, impulsaron a Alvear a despachar hacia Río de
Janeiro a Manuel José García, con el objeto de comunicar al ministro Lord Strangford que el
gobierno de Buenos Aires solicitaba la incorporación de las provincias del Plata al imperio británico.
Entre sorprendido y despectivo, Strangford expresó al comisionado que la política británica del
momento no aconsejaba convertirse en enemiga de España, y que Gran Bretaña no necesitaba
insinuaciones para tomar lo que pudiera convenirle. La nota destinada al Primer Ministro inglés le fue
entregada a Rivadavia que, al no ser nunca recibido, no podo entregarla.

El desenlace de aquella situación de desobediencia generalizada se produjo cuando la vanguardia


de las tropas destinadas a someter Santa Fé, bajo el mando de Ignacio Álvarez-Thomas, se
sublevaron contra Alvear en la Posta de Fontezuelas (abril de 1815), tras algunos acuerdos del
militar con Artigas. Las fuerzas que en Olivos mantenía el Director Supremo a las órdenes de Miguel
Soler no tardarían en imitarlas, uniéndose a importantes sectores del pueblo. El 15 de abril de 1815,
con participación del Cabildo, Alvear fue obligado a renunciar y la Asamblea del Año XIII se disolvió.

De inmediato, el Cabildo llamó a elección de 12 electores (3 por cada uno de los cuarteles en que se
dividía la ciudad). Estos electores procederían a elegir un gobierno provisional que, manteniéndose
unipersonal, recayó en la figura de Rondeau. Sin embargo, como el general había iniciado la tercera
campaña al Alto Perú, se designó a Ignacio Álvarez-Thomas como Director de Estado (se había
eliminado el calificativo de "Supremo") interino.

A continuación, el cuerpo de electores en unión con el Cabildo, creó una Junta de Observación, que
resultó integrada por Medrano, Serrano, Sáenz, Gascón y Anchorena, la que elaboró un Estatuto
Provisional, destinado a regir hasta que el Congreso que debía ser convocado por el Director de
Estado sancionara definitivamente una constitución.

Expansión del federalismo en el Litoral. El Congreso de Oriente. La "Liga de los Pueblos Libres":

Aunque el nuevo gobierno trató de congraciarse con Artigas, no pudo lograrse un acuerdo definitivo.
Los dos temas que evitaron ese acuerdo fueron:

La cuestión de los armamentos de Montevideo, retirados por Alvear.

La cuestión de Santa Fé a la que Buenos Aires no pensó conceder autonomía.

Mientras tanto, la influencia de Artigas se había extendido, consolidándose una "Liga de los Pueblos
Libres"

LA "LIGA de los PUEBLOS LIBRES"


Banda Oriental.

Entre Ríos.

Santa Fé.

Corrientes.

Misiones.

Córdoba (por un tiempo).

Dirigida por JOSÉ GERVASIO ARTIGAS como "PROTECTOR de los PUEBLOS LIBRES"

Como la mayoría de los pueblos del interior, los "Pueblos Libres" iban a rechazar el Estatuto
Provisional y la convocatoria al Congreso de Tucumán. Ellos, por su parte, se reunieron en el
CONGRESO de ORIENTE, reunido en Arroyo de la China que, en junio de 1815, declaró la
independencia de España. Esta sería la primera independencia del Plata, pero no hubo actas de
aquel Congreso.

Mientras tanto, Santa Fé volvía a ser reducida a la obediencia por tropas de Buenos Aires, lo que
originó una fuerte reacción popular de la que surgiría un nuevo caudillo artiguista, llamado Estanislao
López.

Artigas, a su vez, hizo sancionar un Reglamento de Derechos Aduaneros (la primera disposición de
carácter proteccionista en el Río de la Plata) que establecía:

Fuertes gravámenes a la introducción de ropas y calzados.

Fuertes gravámenes a la introducción de "caldos" (dulces y mermeladas) y aceites, destinados a


proteger la producción mendocina.

Pequeños gravámenes a la introducción de tejidos de Tucumán y yerba mate del Para- guay.

Quedaban liberados del pago de gravámenes los libros, imprentas, máquinas y armas.

El "Protector de los Pueblos Libres" puso en práctica por aquel entonces un verdadero programa de
gobierno de notable contenido social. En efecto, Artigas desarrolló una revolucionaria política
colonizadora, distribuyendo gratuitamente entre los sectores más pobres de la población "suertes de
estancia" de una por una y media leguas, utilizando las tierras expropiadas a los españoles y a los
enemigos de la revolución.

Con respecto al Estatuto Provisional de 1815, esta normativa no contribuyó a disipar el malestar de
los pueblos del interior hacia las prácticas centralistas de los gobiernos de Buenos Aires. Confería
prácticamente todo el poder -incluída la autoridad militar- a la Junta de Observación y al Cabildo
porteño. Sólo fue aceptado por Tucumán, en tanto Cuyo, Córdoba y Salta, apenas se pronunciaron
favorablemente en lo referente a la convocatoria del Congreso de Tucumán.

ESTATUTO PROVISIONAL de 1815: Estaba precedido por una Declaración de los Derechos del
Hombre.

La religión del Estado sería la católica.

Sólo votarían los propietarios y extranjeros con 4 años de residencia que supieran leer y escribir y
poseyeran propiedades, no pudiendo hacerlo los mulatos y cuarterones (uno de los abuelos negro).

Provisoriamente, el poder Legislativo residiría en la Junta de Observación y el Cabildo de Buenos


Aires, que sancionarían reglamentos provisionales.

El poder Ejecutivo lo ejercería el Director de Estado con poderes muy limitados y con u- na edad
superior a los 35 años. Una de sus atribuciones era la convocatoria al Congreso de Tucumán.

Con respecto a la elección de los Cabildos, se suprimía el sistema hispánico de que el Cabildo
saliente eligiese al entrante. Ahora, sus miembros pasarían a ser elegidos por electores, a razón de
un elector cada 5000 habitantes (esta sería la base de la futura Junta de Representantes de la
provincia de Buenos Aires).

Los gobernadores de provincia serían elegidos por estos cuerpos de electores que designarían 6
nombres, de los cuales se eliminarían 3, eligiéndose al gobernador entre los 3 restantes a pluralidad
de sufragios. Estos mandatarios provinciales durarían 3 años.

Continuaban vigentes los reglamentos sobre seguridad individual y libertad de prensa.

Punto 2.

Europa:
La caída de Napoleón se precipitó desde comienzos de 1814. Francia fue invadida por sus enemigos
y el Emperador fue obligado a abdicar. Reconocido por las potencias como soberano de la pequeña
isla de Elba, Napoleón no tardó en recobrar el poder en Francia donde, el restaurado Luis XVIII
(Borbon) apenas tuvo tiempo para escapar al exilio.

Se inició de este modo el último capítulo de la Era Napoleónica, conocido con el nombre de "los 100
días", que culminaría en junio de 1815 con la derrota definitiva del Emperador en la batalla de
Waterloo, su destierro a la isla de Santa Helena y su muerte en 1821.

Las potencias vencedoras, reunidas en el Congreso de Viena, tenían el propósito de retrotraer la


situación de Europa a los tiempos anteriores a la Revolución Francesa. Esta política de restauración
absolutista tuvo como principal exponente y ejecutor al canciller austríaco, príncipe Clemente de
Metternich, autor de la "teoría de la legitimidad", según la cual sería considerado ilegítimo todo
gobierno surgido de una revolución.

Tres de las potencias reunidas en Viena decidieron el empleo de la fuerza militar en los casos en
que el orden monárquico peligrase, constituyendo la

SANTA ALIANZA:

Austria (católica)

Rusia (ortodoxa)

Prusia (luterana)

Con respecto a Gran Bretaña, el apoyo más verbal que efectivo a los revolucionarios
hispanoamericanos cesó a partir del acuerdo entre Castlereagh y el gobierno de Fernando VII, a
partir de un tratado secreto firmado en 1814. Pero, el compromiso británico no iba más allá de no
prestar ayuda a los rebeldes americanos. Entonces, Fernando solicitó la colaboración naval de Rusia
para reconquistar Buenos Aires a cambio de la cesión de la isla de Menorca. Cuando el acuerdo
trascendió, Gran Bretaña presentó una protesta y los proyectos se postergaron. Finalmente, Francia,
luego del retorno de Luis XVIII al trono, comenzó a trabajar para crear en América monarquías
(México y Buenos Aires), coronando a príncipes de Borbón.

El Congreso de Tucumán:
Los diputados para el Congreso de Tucumán fueron elegidos por electores (un elector cada 5000
habitantes), a razón de un diputado cada 15000 habitantes.

Con excepción de los diputados de Tucumán y más tarde los de Jujuy, los diputados no llevaban
instrucciones para declarar la independencia. Debían limitarse a sancionar una Constitución. El
Congreso inició sus sesiones en marzo de 1816.

Los problemas por los que atravesaba el Directorio en Buenos Aires llevaron al Congreso a
dedicarse de entrada a la elección de un Director titular, cargo para el que resultó electo Juan Martín
de Pueyrredón.

En ese intervalo, Álvarez-Thomas, desprovisto de popularidad y apoyos, intentó volver a Santa Fé a


la obediencia de Buenos Aires. No obstante, las tropas destinadas a cumplir este objetivo se
sublevaron contra su autoridad, lo que le hizo renunciar.

El nuevo Director de Estado interino, Antonio González Balcarce, se encontró imprevistamente al


frente de un movimiento de carácter federalista, que por primera vez aparecía en Buenos Aires, y
que no descartaba la alianza con Artigas. Este movimiento, que contaba con el apoyo de algunos de
los cuerpos cívicos, se mostró particularmente irritado con la elección de Pueyrredón, y se exaltó
ante la noticia de que la Banda Oriental había sido invadida por los portugueses. Sin embargo, los
manejos del Cabildo y de la Junta de Observación desarticularon este movimiento y, cuando arribó
Pueyrredón, pudo hacerse cargo del gobierno tranquilamente.

Declaración de la independencia:

Aunque ya hemos expresado que sólo los diputados de Tucumán y Jujuy llevaban instrucciones de
declarar la independencia, la presión combinada de San Martín desde Cuyo -apoyado por Güemes-
y de Belgrano fueron preparando el terreno y, este tema, figuró en el 3er. punto del "Plan de
Materias" del Congreso de Tucumán.

En la sesión del 9 de julio de 1816, bajo la presidencia del diputado sanjuanino Francisco Narciso
Laprida, se declaró la independencia de las "Provincias Unidas de Sud América" de "Fernando VII
sus sucesores y metrópoli".

No obstante, rumores que el tiempo confirmaría como ciertos, acerca de la intención de cobijarse
bajo protección extranjera, llevaron a los congresales a tranquilizar a la opinión pública agregando, el
día 19 de julio, al acta de la declaración de la independencia "y de toda otra dominación extranjera".

Debate sobre la forma de gobierno:

Tres días antes de la declaración de la independencia, el Congreso recibió en sesión secreta a


Belgrano. La síntesis de la opinión de Belgrano fue:

Declarar la independencia porque ya no podía contarse con el apoyo de Gran Bretaña.

Tratar de demostrar orden y serenidad, pues la revolución gozaba de escaso prestigio en el exterior
por haber caído en la anarquía, a efectos de lo cual era preciso poner fin a la "infección" del
artiguismo.

Tomando en cuenta que en Europa las ideas republicanas habían caído en absoluto des- crédito
("hasta hace poco se intentaba republicanizarlo todo; ahora se quería monarquizarlo todo").

Proponer el establecimiento de una monarquía restaurando la dinastía de los Incas.

Los debates en torno a la forma de gobierno mostraron que, casi por unanimidad (con la excepción
de Godoy Cruz), los diputados eran partidarios de la monarquía.

Es una tradición carente de fundamento que el diputado sanjuanino fray Justo Santa María de Oro
fuera republicano, por haberse mal interpretado sus palabras de que se retiraría del Congreso si se
adoptaba la forma monárquica. En realidad, el fraile expresaba que carecía de poderes por parte de
su provincia para pronunciarse a favor de cualquier forma de gobierno.

Por su parte, la propuesta de Belgrano de coronar un Inca que, entre otras cosas, implicaba la
unidad política de América del Sur, sólo recibió una bue- na acogida por parte de algunos diputados
norteños y altoperuanos.

Al conocerse la noticia de la invasión portuguesa a la Banda Oriental, se votaron instrucciones que


llevarían los emisarios del Congreso ante el general invasor (Carlos Lecor) y la corte de Río de
Janeiro. Dichas instrucciones se dividían en:

"RESERVADAS": Portugal debía reconocer la independencia de las Provincias Unidas

El general Lecor debía declarar públicamente no tener intenciones sobre la Banda Occidental
Debía garantizarse el predominio de la idea monárquica constitucional en el ámbito de las Provincias
Unidas

Debía sugerirse el proyecto de enlazar la dinastía de Bragança con la de los Incas.

Si esto último no se aprobaba se propondría coronar un infante de Bragança en el Río de La Plata.

"RESERVADÍSIMAS": Si se exigía la incorporación de estas provincias al imperio portugués, éstas


sólo lo harían constituyendo un estado distinto y separado del Brasil, bajo la dinastía portuguesa.

Estas instrucciones implicaban dos consecuencias:

El abandono de Artigas y la Banda Oriental, cuya invasión había sido sugerida por el ministro
argentino en Río de Janeiro Manuel José García.

La pérdida de la independencia recién declarada.

Estas instrucciones jamás llegaron a manos de los portugueses por haberlo impedido Pueyrredón
que, por aquellos días, se hallaba en tratativas con Francia.

Las tratativas con Francia:

Como ya hemos expresado, el gobierno de Luis XVIII pretendía coronar algún príncipe de Borbón en
Hispanoamérica. Estos planes tuvieron una amplia y favorable recepción por parte de Pueyrredón
que, en sus notas al gabinete de París, se declaraba francés.

El gabinete de Luis XVIII, presidido por Richelieu, tuvo conocimiento de esa situación por lo que
remitió un agente secreto -Lemoine- a Buenos Aires. De allí surgió la idea de establecer en el Río de
la Plata una monarquía constitucional que tendría por rey al príncipe Luis Felipe de Orleans.
Aprobada por el Congreso esta negociación, fue enviado a Europa Valentín Gómez.

Al llegar Gómez a París, la situación había cambiado y Richelieu ya no presidía el gabinete. Por el
contrario, los nuevos ministros respondían a la influencia británica y sabían que Gran Bretaña no
toleraría el establecimiento de un protectorado francés en el Río de la Plata. Por ello, se ofreció a
Gómez la coronación de una figura de menor importancia, Carlos Luis de Borbón, duque de Luca,
que llegaría a Buenos Aires acompañado por tropas francesas y que, eventualmente, podría
representar la solución del problema de la Banda Oriental casándose con una princesa de Bragança.
Para preparar el advenimiento de la monarquía se elaboró una Constitución en el año 1819.
La misma fue precedida por la preparación de un Reglamento Provisorio en 1817. El Congreso, que
se estaba trasladando a Buenos Aires, copió prácticamente de manera total el Estatuto Provisional
de 1815. Sin embargo, Pueyrredón, al comprobar las escasas atribuciones que le confería dicho
reglamento, lo devolvió al Congreso. Éste realizó algunas modificaciones que mejoraban los poderes
del Director Supremo, concediéndole el derecho de nombrar a los gobernadores-intendentes y
colocando bajo sus órdenes todas las milicias del país.

CONSTITUCIÓN DE 1819

Se inicia con un Manifiesto, obra del deán Funes: "... no es ni la democracia fogosa de Atenas, ni el
régimen monacal de Esparta, ni la aristocracia patricia o la efervescencia plebeya de Roma, ni el
absolutismo de Rusia o el despotismo de Turquía ni la federación complicada... es un estatuto que
se acerca a la perfección".

PODER LEGISLATIVO: Bicameral

Cámara de Representantes: elegidos por las provincias, a razón de uno cada 25000 habitantes.
Mayores de 26 años y con una renta de $4000. Durarían 4 años y se renovarían por mitades cada
dos. La Cámara tendría la iniciativa en materia de impuestos y el derecho de acusar ante el Senado
a los miembros de los otros poderes.

Senado: un senador por cada provincia; tres militares con grado no inferior a coronel mayor; un
obispo y tres eclesiásticos; uno por cada Universidad y el Director saliente. Debían ser mayores de
30 años y poseer un capital de $8000. Durarían 12 años, renovándose por tercios cada 4.

Le correspondía juzgar a los acusados por la Cámara de Representantes, aprobar tratados


internacionales, declarar la paz o la guerra y aprobar los candidatos para el Alto Tribunal.

Elección de los senadores civiles: cada municipio nombraba dos electores que, reunidos con los
demás electores de la provincia, elegirían una terna (uno no debía ser de la provincia). La terna se
remitiría al Senado para que hiciera el escrutinio o decidiese si había empate de votos.

Elección de los senadores militares: por el Director

Elección de los senadores religiosos: la primera vez, el obispo de la sede donde residiera el
Congreso. Luego, la Asamblea de Obispos. Los tres eclesiásticos serían electos por Asambleas
Eclesiásticas que formarían ternas y se procedería igual que con los senadores civiles.

PODER EJECUTIVO: Residiría en un Director de Estado elegido por 5 años por mayoría en el
Congreso. Sería mayor de 35 años y podía ser reelecto una vez. Nombraba los comandantes
militares, embajadores y, presuntamente, a los gobernadores de provincia. No mencionaba a las
provincias.

PODER JUDICIAL: Residiría en una Alta Corte de Justicia de 7 jueces y 2 fiscales nombrados por el
Director con acuerdo del Senado.

RELIGIÓN: La religión del Estado sería la católica.

CEREMONIAL: Era de carácter aristocrático. Los miembros de los tres poderes tendrían el
tratamiento de "soberanía"; el Congreso de "alteza serenísima" y cada cámara el de "alteza".

Punto 3.

Al tiempo de inaugurarse el Congreso de Tucumán, tropas portuguesas veteranas, que habían


combatido en Europa, invadieron la Banda Oriental. En realidad, se trataba de una antigua
aspiración portuguesa de extender su dominio hasta el Río de la Plata. Pero, en aquellas
circunstancias, se adaptaba perfectamente a las ambiciones portuguesas el hecho de que el
artiguismo constituía un factor perturbador entre los pueblos brasileños de la frontera. En efecto, las
poblaciones de Río Grande do Sul, constituidas básicamente por paisanos libres dedicados a las
tareas rurales, tenían grandes afinidades con sus vecinas rioplatenses, hasta el punto de ser
denominados "gauchos" sus habitantes. Dichas poblaciones no eran indiferentes a los ideales que
proclamaba el artiguismo.

A lo largo de cuatro años, Artigas luchó denodadamente con los invasores, llegando incluso su
lugarteniente Andrés Guacurari a invadir tierra brasileña. En todo ese tiempo, el caudillo oriental
clamó por la ayuda de Buenos Aires que nunca llegó a efectivizarse.

Antes de cumplirse un año de iniciada la invasión de Lecor, Montevideo cayó en su poder. Detrás de
esta invasión, intentando convencer a las autoridades argentinas de la conveniencia de liberarse del
"anarquista" Artigas, se hallaba Manuel José García.

Al hacerse cargo del Directorio, Pueyrredón expresó palabras plenas de patriotismo, pareciendo que
declararía la guerra a Portugal. Sin embargo, el Director había reconstituido la "Logia Lautaro" y sus
nuevos integrantes, representantes de una mentalidad conservadora, unidos al Cabildo porteño y al
propio Congreso, fueron aplacando sus ánimos.

Cuando fue evidente que Pueyrredón no haría nada en defensa de la Banda Oriental, los cívicos de
Buenos Aires, representantes del partido popular, comenzaron a agitarse. Pueyrredón respondió
haciéndose conferir por el Congreso poderes especiales para suspender el ejercicio de los derechos
individuales y, en uso de esos poderes, arrestó o desterró a los jefes de dicho partido (Manuel
Dorrego fue desterrado y viajó a los EEUU para aprender el federalismo norteamericano).

Las tratativas secretas del gobierno argentino con los portugueses, concluyeron, finalmente, con la
promesa lusitana de que la invasión se limitaría exclusivamente a la Banda Oriental. Pero, mientras
arreglaba diplomáticamente su situación con Portugal, Directorio y Congreso no cesaban de agredir
a los "Pueblos Libres" o pretendían captar a sus jefes para apartarlos de Artigas.

La noticia de la inminente llegada al Río de la Plata de una expedición española de castigo, de


20.000 hombres, alarmó a Pueyrredón, que ordenó a San Martín y a Belgrano la concentración en
Buenos Aires de los Ejércitos de los Andes y del Norte.

San Martín dejó sus fuerzas en Mendoza y continuó su viaje hacia la capital en compañía de
emisarios del gobierno de Chile que llegaban para mediar entre los artiguistas y el gobierno
argentino, a fin de estar preparados para enfrentar la invasión que se anunciaba.

Pueyrredón les avisó que no necesitaba una mediación, por lo que San Martín volvió a Mendoza y
renunció a la jefatura del Ejército. Ante la gravedad de ese hecho, y sabiendo que Belgrano también
quería la paz con los "Pueblos Libres", ordenó la cesación de hostilidades con estos. En abril de
1818, Belgrano concertó con Estanislao López el Armisticio de San Lorenzo, preparatorio del arreglo
definitivo que acordarían los representantes de Artigas y Pueyrredón. Sin embargo, aquel arreglo no
llegaría a concretarse, pues los representantes del Directorio no llevaron instrucciones acerca de
una ruptura con Portugal, único requisito exigido por Artigas.

Tres días después de la firma del armisticio, Pueyrredón renunció, presionado por las actitudes de
los jefes militares (San Martín y Belgrano) y la "Logia Lautaro". Ésta, conducida ahora por Gregorio
Tagle, no quería arreglos con Artigas. Esperaba la llegada del duque de Luca con tropas francesas.

El Congreso, por su parte, nombró a José Rondeau Director Supremo. Al saberlo, San Martín
presentó otra vez su renuncia para ponerse al servicio de Chile y continuar su proyecto de invadir
Perú. Rondeau lo confirmó como jefe del Ejército de los Andes, dándole libertad para proseguir sus
planes.

Entonces, comenzaron a circular rumores de una carta de Valentín Gómez anunciando la inminencia
del viaje del duque de Luca. Esos rumores dejan confuso a San Martín y enfurecen a los federales
que hablan de "alta traición", por quererse entregar el país a los franceses. Artigas decide romper el
armisticio y, como consecuencia de su ruptura, Estanislao López interceptó un convoy de carretas
que se trasladaba a Córdoba, encontrando en él documentos comprometedores (carta de Rondeau
a Manuel García) que hablaban de una acción conjunta con los portugueses para aplastar a Artigas.
Declarando oficialmente la guerra al gobierno de Buenos Aires, el caudillo oriental -que aún resistía
en la Banda Oriental- abrió un "segundo frente", encomendando el mando de las operaciones contra
Rondeau al entrerriano Fran- cisco Ramírez, que llevaría a López como lugarteniente.

Ante la inminencia de la invasión artiguista, Rondeau ordenó a San Martín y Belgrano que bajaran
con sus ejércitos hasta Buenos Aires. El primero no obedeció y Belgrano, enfermo de muerte,
dispuso la marcha del Ejército del Norte bajo las órdenes del general Fernández de la Cruz.

Sin embargo, al llegar a la Posta de Arequito, Juan Bautista Bustos, José María Paz y Felipe Ibarra
encabezaron una sublevación que condujo al Ejército del Norte a su disolución.

Bustos, Ibarra y Bernabé Aráoz, al frente de algunos contingentes de soldados, marcharon entonces
sobre sus provincias natales -Córdoba, Santiago del Estero y Tucumán, respectivamente- para
tomar el gobierno, generalizando la revolución federal. Al mismo tiempo, Mariano Mendizábal, al
frente de un cuerpo del Ejército sanmartiniano, se sumó al proceso, proclamando la autonomía de
San Juan.

Con las escasas fuerzas que poseía en Buenos Aires y San Nicolás, Rondeau enfrentó a los
lugartenientes de Artigas, siendo derrotado el 1º de febrero de 1820 en la batalla de la Cañada de
Cepeda. Pocos días antes, Artigas era derrotado por los portugueses en la batalla de Tacuarembó y
arrojado de la Banda Oriental, que fue incorporada al imperio lusitano con el nombre de provincia
Cisplatina.

Punto 4.

Mientras Rondeau salía para combatir en Cepeda, la Logia y los directoriales produjeron en Buenos
Aires un golpe de Estado. Apresaron a Pueyrredón, Tagle y los miembros más resistidos del
gobierno y les abrieron proceso, aunque les permitieron fugarse a Montevideo. Luego, designaron un
Director sustituto: Juan Pedro Aguirre.

Ramírez, desde el mismo lugar de la batalla, dio a Buenos Aires un plazo de 8 días para constituirse
en provincia federal. Pasados los 8 días, ordenó marchar sobre la ciudad. Vuelto Rondeau, recobró
el mando pero, la principal fuerza defensiva de Buenos Aires formada por los cívicos de Miguel Soler
simpatizaba con los federales.

Después de un pronunciamiento de Soler, el Cabildo intimó al Congreso a disolverse y a Rondeau a


entregar el mando, siendo obedecido. El Cabildo se erigió entonces en Cabildo-gobernador. Como
Ramírez no quería saber nada con el Cabildo y Soler desconfiaba también de él, le hizo saber que
debían efectuarse elecciones para constituir la provincia de Buenos Aires.

La Junta electoral (3 electores por cada uno de los cuatro cuarteles de la ciudad) había sido creada
por el Estatuto Provisional de 1815. A los 12 electo- res o "representantes" de la ciudad debían
sumarse otros 11 de la campaña. Sin embargo, el primer gobernador de la provincia de Buenos
Aires y la primera Junta de Representantes no serían elegidos por este procedimiento.

En medio de la confusión reinante, operaban en ambos bandos grupos que pretendían imponer sus
puntos de vista e intereses.

Para el partido directorial y la oligarquía porteña el interés era:

Ganar tiempo frente a Ramírez.

Neutralizar a Soler.

En el campo federal, actuaba junto a Ramírez una especie de "Triunvirato” , integrado por Alvear,
Sarratea y el chileno José Miguel Carrera (enemigo de San Martín que, cuando se preparaba para
invadir Chile, había preferido a su adversario O'Higgins).

Procurando ganar tiempo, el Cabildo envió una comisión a Ramírez, pero ésta fue alcanzada por
Sarratea que venía desde Buenos Aires y, en una entre- vista celebrada en San Antonio de Areco,
se convino que el gobernador debía ser el antiguo miembro del Primer Triunvirato, aprovechando la
ingenuidad e indecisión de Soler, que no le habían permitido marchar sobre la ciudad para
apoderarse del gobierno. De ese modo, Ramírez, Alvear, Carrera, Sarratea y el Cabildo porteño
acordaron que el primer gobernador bonaerense sería Manuel de Sarratea.

Para cumplir con lo estipulado en San Antonio de Areco, fue preciso que la Junta de Representantes
fuera elegida en un Cabildo abierto. Efectuado éste, se hizo correr la voz de manera discreta que
Sarratea debía figurar entre los 12 electos para que una vez constituída la Junta, ésta lo eligiera
gobernador.
Ya electo, Sarratea firmó con Ramírez y López el Tratado del Pilar.

TRATADO del PILAR, (23 de febrero de 1820).

Fue un tratado tripartito entre tres provincias (Buenos Aires, Santa Fé y Entre Ríos).

Reconocía la preexistencia de la Nación Argentina.

En 60 días se reuniría un Congreso en San Lorenzo (Sta. Fé) para organizar federativa- mente el
país, al que serían invitadas las demás provincias.

No se declaraba la guerra a Portugal ("recuerdan" y dejan a la reflexión de los firmantes el agobio


que padecía la Banda Oriental).

Los firmantes se reservaban la navegación de los ríos Paraná y Uruguay.

Se disponía una amplia amnistía (que favorecía a Alvear).

Serían juzgados por "alta traición" los miembros del gobierno depuesto que habían negociado la
coronación del duque de Luca.

Hipócritamente, deseaba la aprobación de todo lo convenido por parte del "Capitán General de la
Banda Oriental", al que no se llamaba "Protector".

Se convenía el retiro de tropas a las 48 horas de ratificado el tratado.

Por un acuerdo secreto, Buenos Aires se comprometía a enviar armas y soldados a Ramírez.
También se darían armas y soldados (extranjeros que servían en Bs.As.) a Carrera para que
emprendiera la guerra contra O'Higgins.

Artigas había dado precisas instrucciones a su lugarteniente Ramírez de no llegar a ningún acuerdo
si antes no se declaraba la guerra a Portugal. Ramírez se arrogaba el título de gobernador de Entre
Ríos (no lo era). No se mencionaban más los "Pueblos Libres".

Punto 5.

Liquidación del proyecto monárquico:

La disolución del gobierno nacional, a partir de la batalla de Cepeda, significó el fin de las tentativas
de establecer una monarquía en el Río de la Plata. Los gestores de esta idea habían respondido a
un sentir muy generalizado en el pueblo, para quien la idea de tener un rey no representaba un
despropósito, ya que habían nacido y vivido bajo la autoridad de un rey. Lo grave de aquel propósito
era que los proyectos monárquicos venían vinculados a la casa de Bragança o, conforme a las
gestiones de Valentín Gómez, al duque de Luca, lo que implicaba perder la independencia que
acababa de declararse.

Artigas había considerado el proyecto de entregarse a Francia como una "alta traición", pero el
enfrentamiento con el Directorio y el Congreso se había basado fundamentalmente en la falta de
apoyo para su lucha contra el invasor portugués y el descubrimiento de la connivencia entre Buenos
Aires y los lusitanos.

La clase directorial había logrado eludir -en el Tratado del Pilar- cualquier compromiso de liberar la
Banda Oriental, presentando a los partidarios de la coronación del duque de Luca como los únicos
responsables de la guerra que había concluido en Cepeda. Por eso acordó su enjuiciamiento.

Nacimiento del Derecho Público Provincial argentino:

Este momento de la historia nacional será el del nacimiento de las provincias "tradicionales"
argentinas, que serían 13 desde entonces, con el agregado de Jujuy en 1834. Este proceso es la
consecuencia del influjo que ejercieron desde hacía más de cinco años los "Pueblos Libres"
liderados por Artigas, que arrancaron a Santa Fé, Entre Ríos y Corrientes de la antigua de-
pendencia de Buenos Aires.

Repasando este proceso, tenemos que las antiguas jurisdicciones virreina- les comprendían las
siguientes ciudades-cabildo:

JURISDICCIÓN VIRREINAL CIUDADES-CABILDO

INTENDENCIA de BUENOS AIRES Buenos Aires

Santa Fé

El "continente" de Entre Ríos (Arroyo de la China, Gualeguay, Gualegaychú)

Corrientes
JURISDICCIÓN VIRREINAL CIUDADES-CABILDO

INTENDENCIA de CÓRDOBA

del TUCUMÁN Córdoba

La Rioja

Mendoza

San Juan

San Luis

JURISDICCIÓN VIRREINAL CIUDADES-CABILDO

INTENDENCIA de SALTA

del TUCUMÁN Salta

Tucumán

Santiago del Estero

Catamarca

En el año 1815, las intendencias virreinales fueron convertidas por el Directorio en Gobernaciones-
intendencia. En tanto Buenos Aires conservó la misma estructura territorial, las otras dos fueron
divididas:

REFORMA DE 1815 CIUDADES-CABILDO

GOBERNACIÓN-INTENDENCIA de

BUENOS AIRES Buenos Aires

Santa Fé

Entre Ríos
Corrientes

Córdoba del Tucumán quedó dividida entre las Gobernaciones-intendencias de Córdoba y de Cuyo:

REFORMA DE 1815 CIUDADES-CABILDO

GOBERNACIÓN-INTENDENCIA de

CÓRDOBA Córdoba

La Rioja

REFORMA DE 1815 CIUDADES-CABILDO

GOBERNACIÓN-INTENDENCIA de

CUYO Mendoza

San Juan

San Luis

Salta del Tucumán quedó dividida entre las Gobernaciones-intendencias de Salta y de Tucumán:

REFORMA DE 1815 CIUDADES-CABILDO

GOBERNACIÓN-INTENDENCIA de

SALTA Salta (Jujuy a partir de 1834)

REFORMA DE 1815 CIUDADES-CABILDO

GOBERNACIÓN INTENDENCIA de

TUCUMÁN Tucumán

Santiago del Estero

Catamarca

Entre 1819 y 1823, cada una de estas ciudades-cabildo dio origen a una provincia autónoma, que
comenzó a organizarse política e institucionalmente de manera diferente a partir de estatutos,
reglamentos y constituciones.

Las 13 provincias fueron el resultado de un movimiento federativo impulsado por las milicias cívicas,
cuyos jefes o "caudillos" terminaron convirtiéndose, por lo general, en gobernadores. Tenían la
jurisdicción de un municipio que, casi siempre, les dio el nombre. Cada municipio dio origen a una
provincia, con dos excepciones:

SALTA: La gobernación-intendencia de Salta había tenido 3 municipios: Salta, Orán y Jujuy. Jujuy
lograría su autonomía en 1834; Orán continuaría unida a Salta.

ENTRE RÍOS: El "continente de Entre Ríos" había sido una liga de 3 villas: Gualeguay,
Gualeguaychú y Arroyo de la China (Concepción del Uruguay), que se amplió a 5 cuando Paraná y
Nogoyá erigieron sus cabildos.

SANTA FE

El ESTATUTO PROVISORIO de 1819 fue la primera constitución provincial del país.

Sostenía la religión católica.

Era ciudadano todo americano que no fuese enemigo de "la causa general de América".

No consagraba la división de poderes.

Una Junta de Comisarios (12), elegidos directamente por el pueblo, designaba al gobernador,
asesorándolo y auxiliándolo en la redacción de las leyes. También debía aprobar las constituciones.
Los comisarios duraban 2 años.

El Gobernador, electo por 2 años, podía ser reelecto indefinidamente. Tenía grandes atribuciones,
ya que además de la administración y el mando de las milicias, dictaba las leyes asesorado por la
Junta de Comisarios y entendía por apelación en todos los juicios que no fuesen de menor cuantía.

No existía Poder Judicial, pues dejaba la administración de justicia en manos de la existente antes
de la independencia.

El Gobernador:

El gobernador de cada una de las provincias era habitualmente elegido por la Legislatura, Junta de
Representantes, Sala de Representantes o Congreso Provincial, por un término que oscilaba entre
los 2 y los 3 años. En algunas de ellas, se autorizaba la reelección del gobernador, aunque el tema
de la re- elección no fue siempre respetado.

La Sala:

Llamada Junta de Representantes en Buenos Aires, Junta de Comisarios en Santa Fé y Congreso


Provincial en Corrientes, Entre Ríos y Córdoba, desempeñaba las funciones de los antiguos
cabildos, ocupándose de precios de mercado, escuelas, hospitales y, especialmente, de la elección
del gobernador. Convertidas en Congresos extraordinarios, votaban las constituciones que les
presentaban.

Con la excepción de Entre Ríos, donde verdaderamente cumplía funciones legislativas, en general
se limitaban a asesorar y auxiliar a los gobernadores, -que eran quienes dictaban la ley- en la
redacción de las mismas.

El número y forma de elección de los diputados variaba. En Buenos Aires terminaron siendo 47 (24
por la ciudad y 23 por la campaña). Por lo general, eran elegidos directamente por el pueblo.

La Justicia:

Conservaba la estructura básica de la época hispánica.

Los alcaldes fallaban en primera instancia.

De sus fallos se apelaba:

ante el Cabildo en pleno o un "juez de alzada" en los asuntos civiles;

ante el gobernador en los asuntos criminales.

Respecto de los recursos que antes se llevaban a la Audiencia:

Súplica: (cuando las sentencias de dos instancias eran contradictorias) se llevaban ante el
gobernador (asesorado por "expertos"), ante un tribunal formado por las partes o ante un juez o un
tribunal "de alzada".

Extraordinarios: (nulidad, injusticia notoria) y De fuerza (resoluciones de los tribunales eclesiásticos),


se llevaban ante tribunales especiales formados por "expertos" designados por el gobernador.

Los "expertos" eran clérigos o comerciantes con algunas lecturas jurídicas. Sólo había abogados en
Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Salta.

En segunda instancia, Buenos Aires tenía la Cámara de Apelaciones (creada en 1812), que estaba
integrada por jueces letrados. Córdoba y Mendoza tuvieron cámaras letradas, y Tucumán un juez
"de alzada" letrado.

Las constituciones:

Las constituciones perduraron cuando se trasladó a un estatuto la vida real de la provincia;


fracasaron cuando fueron una copia de otras realidades. En general, no se contemplaba -ni menos
aún se respetaba- la división de poderes al estilo anglosajón. Los gobernadores lo podían todo, en
tanto interpretasen el sentir de sus comprovincianos. Pero, el rasgo fundamental del primitivo
Derecho Público Provincial argentino fue el sufragio universal, originado en el voto de las milicias
cívicas.

Punto 6.

Ramírez, aconsejado por Carrera y aceptado por los directoriales porteños, no había respetado las
instrucciones de Artigas, abandonando la Banda Oriental en manos de los portugueses. Estaba
seguro que sería consagrado jefe del país en el Congreso de San Lorenzo.

Cuando Artigas conoció el contenido del Tratado del Pilar, se volvió furioso contra el lugarteniente
desleal. Apoyado por misioneros, correntinos y muchos entrerrianos, obtuvo algunos triunfos sobre
las tropas de Ramírez y ocupó Concepción del Uruguay.

Pero Ramírez, recibió artillería e infantería porteños, con los que derrotó al viejo "Protector" en
Sauce de Luna, Yuquerí y Ávalos, obligándolo a refugiarse en el Paraguay, de donde ya no saldría.

La crisis del poder en Buenos Aires:

La secuencia de los hechos en Buenos Aires, durante 1820, fue la siguiente:

El 1º de marzo de 1820 entró en Buenos Aires Juan Ramón Balcarce con la infantería que logró
salvar en Cepeda. Los directoriales, agraviados por el desfile de las montoneras de Ramírez y López
por la ciudad, se exaltan dispuestos a derrocar a Sarratea.

El 6 de marzo, estalló una contra-revolución en la que aparece involucrado hasta Soler y los suyos,
al difundirse el acuerdo secreto de entregar armas a los federales. Sarratea es depuesto y
reemplazado por Balcarce. Algunos personajes pretenden restaurar el Directorio.

Balcarce no llegó a gobernar ni una semana; sus tropas lo abandonarán, así como Soler. Cuando
fracasa el audaz golpe intentado por Alvear, los directoriales prefieren restituir el gobierno a
Sarratea.

Cuando Sarratea intenta vetar la designación de cuatro miembros de la Junta de Representantes,


implicados en el proceso por "alta traición" acordado en el Tratado del Pilar, estalla la indignación de
los directoriales y la gente decente, y es obligado a renunciar (mayo). Sin embargo, a pesar de las
esperanzas de Soler, la Junta de Representantes eligió gobernador interino al estanciero apolítico
Ildefonso Ramos Mejía.

Mientras Ramírez enfrentaba a Artigas, Carrera y Alvear convencieron a Estanislao López de


marchar sobre Buenos Aires por el incumplimiento del Tratado del Pilar. En Buenos Aires vuelve a
desatarse la crisis:

Ramos Mejía renuncia y deposita el mando en la Junta de Representantes.

La Junta de Representantes se disuelve y deposita el mando en el Cabildo de Bs.As.

El Cabildo de Luján elige gobernador a Soler.

El Cabildo de Buenos Aires reúne con la policía a los miembros de la Junta de Representantes, que
también ratifica a Soler como gobernador.

Soler sale a combatir a López, dejando a Manuel Dorrego como gobernador provisorio.

Soler es vencido por López en Cañada de la Cruz y desaparece de la escena política.

Entre el 20 de junio (muerte de Belgrano y "día de los tres gobernadores" según Bartolomé Mitre o
"sin ningún gobernador" según José M. Rosa) y el 1º de julio, la confusión es total:

Soler no ha renunciado.

El gobernador interino Dorrego está en la campaña.

El Cabildo de Buenos Aires destituye a Soler y reasume el mando.

Alvear ha reclutado vecinos de la campaña para crear en Luján una Junta de Representantes que lo
elige gobernador.

Marcos Balcarce y Manuel Pagola, con tropas de Buenos Aires, pueden intentar quedarse con el
mando.

Los esfuerzos del Cabildo tropiezan con las amenazas de Alvear y la intransigencia de Pagola. En
secreto, hacen elegir por los alcaldes de barrio una nueva Junta de Representantes, pero ésta se
niega a elegir gobernador por temor a Pagola que está en el Fuerte.

López, disgustado con Alvear y Carrera, se sitúa cerca de Buenos Aires, pero carece de fuerzas
suficientes como para invadir la ciudad. En tanto, Dorrego ha vuelto con algunas tropas y se prepara
para defender Bs.As. La Junta de Representantes, creada "entre gallos y medianoche", lo elige
"gobernador interino de la ciudad".

Dorrego sigue a López, que se vuelve despechado a Santa Fé. Mientras está en campaña, deja
instrucciones para que sea elegida la cuarta Junta de Representantes en lo que va del año '20,
destinada a nombrar al gobernador titular.

Con Dorrego marchan las milicias del sur de la provincia, bajo el mando de Martín Rodríguez (uno
de sus comandantes es Juan Manuel de Rosas). Luego de una pequeña victoria en Pavón, Dorrego
pretende invadir Santa Fé contra los consejos de Rosas, que conoce los peligros de la región
(arenales y pastos venenosos). Licenciados Rodríguez y Rosas, Dorrego penetra en el sur
santafesino, siendo derrotado en Gamonal.

Para alcanzar la paz, López exige la separación de Dorrego y la nueva Junta de Representantes
designa gobernador a Martín Rodríguez. Aún sucede un nuevo episodio sangriento. Vuelve a
sublevarse Pagola, que reclama la renuncia de Rodríguez y la disolución de la Junta a los que acusa
de directoriales. Pero la intervención de las milicias rurales -especialmente los "Colorados del Monte"
de Juan Manuel de Rosas- permite restablecer el orden.

Martín Rodríguez decide proseguir la guerra contra López, y sale en campaña munido de poderes
especiales ("lleno de facultades"). Pero, no hay por parte del santafesino intenciones serias de
combatir, pues desconfía de los propósitos de Ramírez, que acaba de crear la República de Entre
Ríos (Entre Ríos, Corrientes y Misiones). Por su parte, Juan Bautista Bustos, gobernador de
Córdoba, ofrece su mediación, aunque existen dos dificultades:

Santa Fé exige una indemnización por largos años de invasiones porteñas.

Buenos Aires exige la entrega del chileno Miguel Carrera.

Ambas dificultades son superadas. Por el Compromiso de San Nicolás, Rosas se compromete
personalmente a entregar 25.000 cabezas de ganado, lo que se mantiene en secreto para no
desprestigiar a Buenos Aires. López, a su vez, en el Tratado de Benegas promete "remover todos
los obstáculos que atenten contra la paz", lo que equivalía a desarmar a Carrera. Finalmente, en
noviembre de 1820, se firma en la estancia de Tiburcio Benegas el tratado de ese nombre.

TRATADO DE BENEGAS (24 de noviembre de 1820)

Establece la paz entre Buenos Aires y Santa Fé.

Ambas provincias se comprometen a asistir al Congreso que en 60 días se realizaría en Córdoba.

Ambas provincias acuerdan el libre comercio de armas y municiones.

Ambas provincias disponen el intercambio de prisioneros.

Córdoba será garante del tratado.

Bolilla VI.

Punto 1.

Después de derrotar a Artigas, Ramírez había creado la República de Entre Ríos y se había hecho
designar "Jefe Supremo". Tenía grandes proyectos (incorporar al Paraguay, liberar a la Banda
Oriental) pero, por el momento, debía volver su mirada sobre Buenos Aires, donde había resurgido
el partido directorial.

Pretendió sumar a la provincia de Santa Fé a la lucha contra Buenos Aires, pero López estaba unido
a ella por el Tratado de Benegas. Entonces, tuvo que enfrentar a Buenos Aires, Santa Fé y Córdoba,
garante del tratado.

Carrera, que después de conducir malones de ranqueles contra la frontera se dirigía a Chile, se
volvió para unirse a Ramírez. Pero éste, traicionado por las tropas porteñas de su ejército, queda
aislado y acorralado en la ribera occidental del Paraná. Para complicar más aún su situación, su
escuadrilla (que le había entregado Bs.As. por el Tratado del Pilar) es destruida por la escuadrilla
porteña.
Acosados por todos lados, Ramírez y Carrera se separan. El chileno será vencido en San Juan y
fusilado. Ramírez, es alcanzado por los santafesinos cuando intentaba huir hacia el Chaco. También
es muerto (julio de 1821).

En el norte, mientras tanto, Bernabé Aráoz había creado la República de Tucumán (Tucumán,
Santiago del Estero y Catamarca). Cuando Güemes -que se preparaba para invadir el Alto Perú en
auxilio de San Martín- reclama a Aráoz el parque de artillería del Ejército del Norte depositado en
Tucumán, el tucumano se niega. Enfrentados ambos, Güemes resulta derrotado. La noticia llega a
Salta (se decía que el caudillo había muerto) y la oligarquía salteña, afín a los directoriales porteños,
se apodera del gobierno.

Cuando Güemes reapareció, sus adversarios facilitan la entrada de fuerzas realistas que, en una
emboscada sospechosa, dan muerte al jefe salteño.

El Congreso de Córdoba:

En 1820, era urgente reunir un Congreso que volviese a unir políticamente a las provincias
argentinas, crease un gobierno nacional y dispusiese la organización de dos ejércitos:

El Ejército del Norte, destinado a operar en el Alto Perú para auxiliar a San Martín.

Otro, destinado a recuperar la Banda Oriental.

Antes del fracaso del Congreso de San Lorenzo, Juan Bautista Bustos, afiliado a la "causa
sanmartiniana", escribía a Buenos Aires señalando la necesidad de obrar rápidamente, pero
advirtiendo el peligro que para los objetivos de San Martín representaba la cercanía de Ramírez con
Alvear y Carrera. Güemes, otro hombre de la "causa sanmartiniana" proyectaba, en tanto, la
realización de un Congreso en Catamarca.

Finalmente, después de Benegas y la eliminación de Ramírez, el Congreso se realizaría en


Córdoba. Bustos sería ungido jefe de la República y San Martín dispondría del Ejército del Norte.

En Buenos Aires, la designación por parte de la Junta de Representantes de los 4 diputados tuvo
características entre cómicas y dramáticas. Nadie quería ser electo, porque se recordaba el proceso
contra los diputados del Congreso de 1816-1820. A cada elección, seguía una y otra vez la renuncia
del candidato. Por fin, llevados por la fuerza pública, emprendieron el viaje los diputados García
Valdez, Sánchez de Bustamante, Patrón y Juan Cruz Varela. Sus instrucciones serían:
PÚBLICAS:

Solicitar a los portugueses que no pasaran a Entre Ríos.

Procurar que se restableciera la vigencia de la Constitución de 1819 y proponer el sistema unitario.

En caso de imponerse el sistema federativo:

Que la base de la representación fuese la población.

Que la capital no fuese Buenos Aires, la que tendría su propio sistema de gobierno.

Inclinarse por la Confederación, al sólo efecto de defenderse de las agresiones exteriores y el


comercio internacional.

Crear una "Santa Alianza" de estados sudamericanos.

Procesar a los responsables de la caída del Directorio y el Congreso en 1820.

RESERVADAS:

Proponer el aniquilamiento de Ramírez, que aún no había sido vencido.

Reclamar la dependencia de Santa Fé de Buenos Aires.

Como se ve, no se decía nada con respecto a San Martín ni a la Banda Oriental.

El Congreso no llegó a ser inaugurado porque los directoriales, nuevamente fortalecidos en Buenos
Aires, lo boicotearon de todas las formas posibles con actitudes como:

Cambiar las instrucciones, reduciéndolas a tres:

Firmar pactos de alianza y seguridad con las otras provincias.

Nombrar agentes en Europa para lograr el reconocimiento de la independencia.

Fijar las bases para la representación de un próximo Congreso.

Según instrucciones del ministro Rivadavia, retardar lo más posible la inauguración del Congreso y
dedicarse exclusivamente al tema de la base para la representación.
Llamar a los diputados a que retornaran a Buenos Aires.

Luego de la derrota de Ramírez, la influencia de Buenos Aires fue indiscutible y, gracias a que Entre
Ríos era gobernada por el porteño Lucio Mansilla y, en Corrientes, Pedro Ferré simpatizaba con los
directoriales, se firmó el Tratado del Cuadrilátero entre Buenos Aires, Santa Fé, Entre Ríos y
Corrientes.

TRATADO del CUADRILÁTERO (22 de enero de 1822): Consagraba la paz, amistad y unión entre
las cuatro provincias.

Ninguna de ellas declararía la guerra sin el consentimiento de las otras tres.

Buenos Aires subvencionaría a las otras tres.

Como Buenos Aires ya había retirado su representación del Congreso de Córdoba y por el estado de
devastación de Entre Ríos y Corrientes, Santa Fé retiraría su diputado del Congreso, al que
calificaba de "diminuto".

Como consecuencia de este tratado, el Congreso de Córdoba se disolvió. Rivadavia, ministro en


Buenos Aires, se había apresurado en desarticularlo al circular las noticias, por los diarios
cordobeses, de que la intención de Bustos era hacer nombrar a San Martín Director Supremo,
mientras él quedaba como interino.

La consecuencia final de esta maniobra fue que San Martín, que ocupaba Lima con poco más de
5.000 hombres, y necesitaba imperiosamente al Ejército del Norte para enfrentar a los casi 25.000
realistas distribuidos por el Perú y el Alto Perú, se encontró con Bolívar en condiciones de tal
debilidad, en Guayaquil, que le entregó el mando de las tropas destinadas a poner fin a la Guerra de
la Independencia, y se retiró.

Del mismo modo, la Banda Oriental en manos de Portugal y, desde setiembre de 1822, del Imperio
de Brasil, era considerada provincia perdida.

Punto 2.

Durante la guerra contra Ramírez, Martín Rodríguez gobernó la provincia de Buenos Aires con el
"lleno de facultades". Éstas, le habían sido dadas por tres meses. Cuando cesó el plazo (enero de
1821), el gobernador pidió su re- novación. Se le concedió el pedido "sin límite de duración".
En uso de aquellas facultades extraordinarias, podía aprehender a los responsables y a los
implicados en conspiraciones. Las penas debía disponerlas con el acompañamiento y
asesoramiento del Consejo de Gobierno crea- do al asumir Rodríguez.

Para condenar a confinamiento, le bastaba el dictámen de un consejero.

Para desterrar al extranjero o condenar a muerte, con proceso y acuerdo a pluralidad del Consejo.

En uso de aquellos poderes, la Junta autorizó al gobernador a clausurar algunos periódicos (por
ejemplo, los de fray Francisco de Paula Castañeda). Al terminar la guerra con Ramírez, Martín
Rodríguez devolvió el "lleno de facultades" (julio de 1821).

Ahora había llegado el momento de sancionar una constitución para la provincia de Buenos Aires. A
tal efecto, la Junta de Representantes nombró una comisión integrada por: Bernardino Rivadavia,
Manuel José García (ambos fueron nombrados ministros por Martín Rodríguez) y Juan José Paso.

Conforme al consejo de esta comisión, la Junta de Representantes:

Duplicó el número de diputados (47: 24 por la ciudad y 23 por la campaña).

Se declaró "constituyente y extraordinaria".

No dictó una constitución, pero sí varias leyes de carácter constitucional.

LEY MINISTERIAL:

Creaba tres carteras: Gobierno, Hacienda y Guerra a cargo de ministros que podían asistir a las
sesiones de la Junta de Representantes para informar y ser informados.

LEY de ELECCIONES:

Fue aprobada para duplicar el número de diputados de la Junta de Representantes.

En Buenos Aires, serían convocadas por los alcaldes barrio para realizarse en los atrios de 8
parroquias.

Un cabildante abriría el acto electoral, nombrándose a pluralidad de votos un presiden- te y 4


escrutadores, que recibirían de manera oral y pública los votos.
Se llevaría un registro en el que figurarían nombre y domicilio del votante y por quién votaba.

Se sufragaría por lista completa.

Terminada la votación, los 8 presidentes de "mesa" llevarían sus registros al Cabildo para, en
presencia del alcalde de 1er. voto, realizar el escrutinio final.

En la campaña habría 12 secciones (se había incorporado Patagones que elegía un diputado).

La ley aceptaba el sufragio universal (todo hombre libre, natural del país o avecindado, desde los 20
años o antes si estaba emancipado).

Los diputados durarían 2 años, renovándose por mitades anualmente (mayores de 25 años y con
alguna propiedad inmueble o industria). Podían ser reelectos.

SUPRESIÓN de los CABILDOS:

Rivadavia suponía que suprimiendo el Cabildo terminarían las revoluciones. La oportunidad de


discutir el tema la brindaron los vecinos de Luján, que deseaban la supresión del suyo.

El ministro comenzó incautándose, por decreto, de todas las rentas del Cabildo, disponiendo que la
provincia se haría responsable de los sueldos y suprimiendo varios cargos.

Finalmente, se dispuso la supresión de todos los Cabildos de la provincia hasta que la futura
constitución o la Junta de Representantes establecieran una Ley de las Municipalidades.

El gobierno tendría, por el momento, las antiguas facultades edilicias, sociales y educativas. Con
respecto a las facultades judiciales:

5 jueces letrados quedarían a cargo de la justicia ordinaria (2 en Bs.As. y 3 en la campaña).

Las funciones del Defensor de huérfanos y pobres quedaban a cargo del procurador también letrado.

Los alcaldes de barrio y de campaña serían reemplazados por jueces de paz.

Se creaba un Jefe de Policía.

LEY del PODER EJECUTIVO: El gobernador sería elegido por la Junta de Representantes por
mayoría absoluta de votos. Duraría 3 años y podía ser reelecto. Debía ser mayor de 35 años y nativo
de la provincia. En caso de fallecimiento, lo reemplazaba el presidente de la Junta de
Representantes, hasta tanto se efectuaran nuevas elecciones.

Punto 3.

Luego de la firma del Tratado del Cuadrilátero, Buenos Aires volvió a conquistar la primacía en el
país, bajo la conducción de Bernardino Rivadavia, nombrado ministro de Gobierno de Martín
Rodríguez. El nuevo ministro llegaba prestigiado por los conocimientos y relaciones adquiridas tras
una permanencia de seis años en Europa. Sus ideas apuntaban a la creación de un país moderno,
mediante la incorporación de los adelantos de la ciencia y de la técnica, la liberación del comercio y
la industria, y el fomento de las artes, las letras y la inmigración. Su programa cautivó a la clase
"decente" de Buenos Aires, que lo erigió en "Padre de las Luces".

La concreción de aquel programa exigía el establecimiento del centralismo político o unitarismo,


sobre la base del predominio de Buenos Aires sobre un interior rudo y bárbaro. Carente de fe en el
pueblo, la obra civilizadora debía corresponder a una élite ilustrada que realizaría las mejoras "desde
arriba". Pero tal ideario se iba a desarrollar sin la compenetración que siempre existió entre los
caudillos y sus pueblos y, lo que es más importante aún, con un gran desajuste entre los esquemas
racionales y culturales y la realidad.

Vuelto a Buenos Aires, Rivadavia se convirtió en jefe de lo que comenzó a denominarse partido
unitario, un grupo pequeño pero homogéneo (a diferencia de los distintos matices que presentó el
federalismo) que reunía a la clase "decente" de Buenos Aires y de algunas provincias, entre los que
se contaban comerciantes del puerto, muchos hacendados, profesionales y clérigos reformistas. En
otras palabras, los antiguos directoriales, incluida la Logia.

En la Argentina de los años 1820 y 1830, unitarismo y federalismo no representaban solamente una
diferencia en cuanto a la forma de organizar el Esta- do, sino dos concepciones diferentes frente a la
vida.

UNITARIOS FEDERALES Constituían la minoría culta, afincada en Buenos Aires y algunas


capitales del interior. Constituían la inmensa mayoría del país, habitantes de las orillas de las
ciudades y del ámbito rural. (1) Se consideraban el único sector social capaz de crear una nación
moderna, conforme a los ideales de la "Ilustración". Practicaban una suerte de "democracia
bárbara", ungiendo sus caudillos por el pronunciamiento tumultuoso de las milicias cívicas.
Defendían el comercio libre y los intereses del puerto de Buenos Aires. Defendían las economías
regionales, apoyando políticas proteccionistas. Renegaban de su origen, por entender que España
era una nación bárbara e intolerante. Estaban orgullosos de pertenecer a la estirpe hispánica.
Admiraban a Gran Bretaña (en lo político y lo económico) y a Francia (en lo cultural). Solían
mostrarse xenófobos. No mostraron demasiado celo por conservar el patrimonio territorial heredado
(Paraguay, Banda Oriental y Alto Perú). Eran celosos defensores de la soberanía territorial. Eran
escépticos o indiferentes en materia de religión. Eran católicos. No obstante, muchos caudillos
pertenecían a familias aristocráticas (Rosas, Güemes, Quiroga).

Las reformas de Rivadavia:

Con los recursos de aduana que Buenos Aires se negaba a "nacionalizar", existían los medios
iniciales para encarar un plan de reformas, preparando la ciudad para cuando la constitución la
convirtiera en capital del país.

REFORMAS EDUCATIVAS Y CULTURALES:

La Universidad. En 1816, Pueyrredón había encargado al presbítero Antonio Sáenz la instalación de


una casa de estudios superiores. El proyecto estuvo listo en 1821. Rivadavia la inauguró en 1823,
cuando comenzó a funcionar el Colegio de Ciencias Morales, que ofrecía dos becas para cada
provincia. A los cinco departamentos de Sáenz (Ciencias Preparatorias, Ciencias Sagradas,
Jurisprudencia, Medicina y Ciencias Exactas), Rivadavia sumó Economía Política.

Educación Primaria. Antes en manos de los Cabildos, pasó a depender de la Universidad,


formándose el departamento de Primeras Letras. Se adoptó el "sistema lancasteriano" (la
enseñanza se daba a "monitores" y éstos, a los alumnos).

Academias y sociedades. Se impulsaron o crearon: la Sociedad Literaria, la Sociedad de Música, la


Sociedad de Amigos del País, la Academia de Jurisprudencia, la Academia de Medicina y Ciencias
Exactas. Suprimidos los Cabildos, la misión de tutelar los hospitales y asilos y escuelas de niñas
pasó a manos de la Sociedad de Beneficencia, integra- da por un conjunto de damas distinguidas.

REFORMAS MILITARES: Prácticamente desentendida de la Guerra de la Independencia, que aún


continuaría hasta 1824, la provincia de Buenos Aires debió hacerse cargo de los sueldos de los
ejércitos inactivos. Rivadavia pretendía simplemente crear un Ejército de la provincia de Buenos
Aires, pequeño y mandado por oficiales leales.
Los demás oficiales fueron pasados a retiro, debiendo optar por dos posibilidades, creadas por leyes
sancionadas al efecto:

Ley de Retiro Militar: Los oficiales que contaran entre 4 y 20 años de servicio podían re- tirarse con
la tercera parte de su sueldo. Quienes tuvieran entre 20 y 30 años de servicio con la mitad, y con
sueldo íntegro los de más de 30 años.

Ley de Premios Militares: Los oficiales y jefes retirados podían optar por recibir de una vez la
totalidad de los sueldos que les correspondiesen por 22 años en "certificados" de la deuda interna,
garantizados por la tierra pública.

El Ejército de la provincia de Buenos Aires quedó compuesto por:

Un batallón de artillería.

Dos batallones de infantería.

Cuatro batallones de caballería.

El reclutamiento de este Ejército se hacía en base a la "Ley de Vagos", que aplicaban el jefe de
policía y los jueces de paz. La Ley Militar contemplaba los reclutamientos voluntarios y los forzosos.
Éstos últimos y la "Ley de Vagos" constituían poderosas armas políticas para vigilar y controlar a los
enemigos del gobierno. Sólo podían exceptuarse de los reclutamientos los dueños de talleres,
establecimientos rurales importantes, médicos, universitarios y empleados públicos.

REFORMAS RELIGIOSAS: La reforma religiosa tuvo por objeto:

Eliminar o disminuir la influencia de las órdenes religiosas.

Hacer efectivo el control del Estado sobre la Iglesia. Comenzó con un pedido de informes del
gobierno, procurando conocer el estado patrimonial de la Catedral, iglesias y conventos. Seguido
luego con la incautación de los bienes del santuario de Luján, de varios hospitales y órdenes
religiosas. Por último, se sancionó la Ley de Reforma del Clero:

Se suprimía el "diezmo", encargándose el gobierno de los sueldos de la Catedral y las parroquias.

Se cambiaron varias denominaciones ( p/e: Senado del Clero en lugar de Cabildo Eclesiástico).

Se suprimió la orden de los Bethlemitas.

Se dispuso que Franciscanos, Dominicos y Mercedarios sólo podían tener un convento.

Se colocaba a los frailes bajo la autoridad diocesana.


No se aceptaría convento con más de 30 o menos de 16 religiosos o religiosas.

Nadie profesaría en un convento con menos de 16 años.

Las reformas religiosas de Rivadavia gozaron del apoyo de varios religiosos seculares, como Julián
Segundo de Agüero, Antonio Sáenz, Valentín Gómez y Diego Estanislao Zavaleta, que figurarían
entre los miembros principales del Unitarismo. La defensa de las órdenes religiosas, principales
víctimas de los cambios, estuvo a cargo de hombres como fray Cayetano Rodríguez y fray Francisco
de Paula Castañeda. Éste último, desató una violenta guerra periodística a través de varios diarios
editados al mismo tiempo: "La Matrona Comentadora", "Doña María Retazos", "El Desengañador".
Pero, al propasarse en su lenguaje, fue procesado y tuvo que exilarse.

También Gregorio Tagle, antiguo jefe de la Logia, intentó derrocar al gobierno por las armas; pero el
movimiento fracasó y fue duramente reprimido.

Inglaterra y el libre cambio irrestricto:

En 1821, dos hechos fundamentales parecieron anunciar el fin de la guerra en Hispanoamérica:

San Martín entró en Lima.

Agustín Iturbide se pronunció en México por la independencia.

Indudablemente, la independencia de las ex-colonias españolas era un hecho casi consumado, y


Gran Bretaña se preparaba para sacar partido de aquella situación. Existían, no obstante, dos
peligros para los británicos:

Las aspiraciones francesas de crear en América monarquías con príncipes de Borbón.

Las ideas de unidad hispanoamericana expresadas por Bolívar y San Martín.

Por eso, resultaba necesario para el gobierno de Londres encarar el tema del reconocimiento de los
nuevos Estados, a lo que era contrario el rey Jorge IV. La forma de tratar ese tema fue diferente en
los gobiernos de Castlereagh y Canning.

Castlereagh se mostraba prudente y quería avanzar poco a poco. Pero, en España se había
producido en 1820 la revolución liberal de Riego y Fernando VII se encontraba en manos de los
liberales. La Santa Alianza se pre- paró entonces para reponer al soberano español en su carácter
de rey absoluto y, en el Congreso de Verona, se dispondría la intervención militar francesa en el país
vecino (los "100 Mil hijos de San Luis"). Aquello significaba la posibilidad de que Fernando fuera
ayudado a recuperar sus colonias. Castlereagh parecía dispuesto a plantear en Verona el tema del
reconocimiento de los nuevos Estados cuando, presa de una crisis, se suicidó.

Fue sucedido por Wellington, poco conocedor de los intereses comerciales británicos, que apoyó la
intervención en España.

Al poco tiempo, lo reemplazó Canning, dispuesto a solucionar de una vez aquel tema. Había escrito:
"América española es libre, y si no la abandonamos, será inglesa".

Canning comenzó por nombrar representantes en Buenos Aires (Woodbine Parish), Santiago y
Lima, que prometían el inminente reconocimiento británico de los nuevos Estados, ofreciéndoles la
posibilidad de contratar empréstitos en Gran Bretaña. El reconocimiento de la independencia
argentina recién se produjo a comienzos de 1824.

Un año después (ya estaba reunido el Congreso de 1824), en Febrero de 1825, las provincias del
Río de La Plata y Gran Bretaña firmaron el Tratado de amistad, comercio y navegación, cuyas
cláusulas principales establecían:

Recíproca libertad de comercio.

No se impondrían a los productos exportados por ambas naciones aranceles mayores que los
pagados por otros productos extranjeros, ni por ser transportados por buques de otra bandera.

En el Río de La Plata, los ingleses tendrían libertad para manejar sus negocios, pagarían los mismos
impuestos que los nativos, quedaban exceptuados de todo servicio militar, con reciprocidad para los
argentinos.

Se reconocía la libertad de cultos.

Los argentinos no aceptarían el tráfico de esclavos.

Caja de Amortización de Fondos Públicos: Para 1821, la deuda nacional alcanzaba 1.600.000
pesos. Pero no había Nación. Las deudas se remontaban a tiempos virreinales, pensiones a
soldados, cuentas de proveedores de los ejércitos, indemnizaciones por daños de guerra, etc...

Como Buenos Aires se había apoderado de los recursos de la Aduana, era justo que se hiciera
cargo de la deuda. En tanto, muchos acreedores habían malvendido sus créditos. Entonces,
comenzó a circular -especialmente entre los comerciantes ingleses- el rumor de que la provincia
asumiría la deuda. Finalmente, el gobierno bonaerense creó la Caja de Amortización de Fondos
Públicos.

Los créditos serían canjeados por certificados del 6% (deudas posteriores a 1810) y 4% (deudas
anteriores a 1810).

Se emitirían 5.000.000 de certificados.

Los certificados tenían como garantía la tierra pública (no se otorgarían títulos de propiedad ni se
permitirían remates de tierras).

La tierra pública inmovilizada sería dada en "enfiteusis" (la extensión que podía denunciar un
interesado no podía ser menor a una legua de frente por lengua y media de fondo -se llamaba
"suerte de estancia". No se fijó el cánon a pagar ni la duración del contrato).

En 1826, siendo Rivadavia presidente, se ordenó el desalojo de muchos pobladores que ocupaban
tierras baldías y no habían cumplido con la ley, tal vez por no haberse enterado de su existencia.

El Banco: Hacia 1821, tras haberse permitido la libre exportación de oro y plata, faltaba el metálico.
Se pensó en la creación de un Banco que emitiese papel moneda. Sería formado por los
comerciantes exportadores de la plaza y apoyado por el gobierno.

A mediados de 1822 quedó constituído el Banco de Buenos Aires con un directorio integrado por
comerciantes criollos e ingleses. Sus bases serían:

Un capital de 1.000.000 de pesos en acciones. El 20% al suscribirla; otro 20% a los sesenta días y el
resto cuando lo dispusiese el directorio.

Tendría el monopolio del crédito durante 20 años.

Emitiría billetes canjeables a la vista por oro y plata.

Actuaría como Tesorería del gobierno, gozando de privilegios judiciales y penales.

La prosperidad del Banco fue constante hasta 1826, pero el control del mismo ya no estaba en
Buenos Aires, ni siquiera en manos de los comerciantes británicos. La mayoría de las acciones
estaban en Londres. Así, una entidad creada para manejar la economía, respondía a intereses que
no eran nacionales. Siendo la política del Banco de Inglaterra la mayor acumulación posible de oro,
el Banco de Buenos Aires facilitó la salida del metal.
A fines de 1825 la institución no estaba en condiciones de cambiar oro por billetes. Cuando el país
se aprestaba a enfrentar a Brasil, el gobernador Las Heras debió declarar el "curso forzoso" de los
billetes. Quedaban en caja 250.000 pesos en metálico contra cerca de 3.000.000 de pesos
circulando en papel.

El salvataje del Banco por parte del Estado se haría en 1826.

El empréstito: El conceder empréstitos a los nuevos estados hispanoamericanos constituyó una


defraudación del gobierno británico para con los pequeños ahorristas ingleses. Canning sabía que
esos estados eran insolventes y, más tarde o más temprano, dejarían de cumplir con sus
obligaciones. Entonces, quedarían absolutamente en manos del país acreedor a menos que
quisiesen ex-ponerse a una intervención armada británica.

La política de empréstitos y boicot a las ideas de unidad hispanoamericana constituyeron las


estrategias de dominación británica sobre el continente.

Los empréstitos que se negociaron otorgaron a Hispanoamérica (Santiago de Chile, Bogotá, Buenos
Aires, México y Lima), todos excepto el de Buenos Aires, tenían una finalidad relacionada o con la
defensa de la región o para finalizar la guerra de la independencia (como en el caso de Perú y
Colombia).

En la Buenos Aires comercial y un poco más pacífica, se destinó a:

Construir puertos para facilitar el acceso a buques británicos.

Fomentar poblaciones ribereñas y fronterizas.

Proveer a Buenos Aires de agua corriente.

Quienes se encargaron de la negociación del empréstito fueron Félix Castro y los hermanos Juan y
Guillermo Parish Robertson, con la casa bancaria inglesa Baring Brothers de Londres. El empréstito
alcanzaba a un millón de libras esterlinas (equivalentes a 5 millones de pesos).

La operación fue gestionada por un consorcio privado y no por el gobierno. La tramitación dio lugar a
una serie de manejos que desvirtuaron los fines originarios y permitieron la especulación de
determinados núcleos financieros. Los honorarios de los comisionados se fijaron en 100 mil libras,
que se descontaron del préstamo. La casa Baring retuvo el pago adelantado de los intereses
correspondientes a dos anualidades, más su propia comisión.
A la provincia llegaron sólo 560.000 libras enviadas en remesas a partir de julio de 1824,
mayoritariamente en papeles de comercio y no en metálico.

Las obras a las que debía destinarse el empréstito no fueron realizadas, entre otras causas, por los
gastos que generó la guerra con el Brasil.

El aislamiento: Desde 1820, Buenos Aires se sumió en el aislamiento, concentrada exclusivamente


en sus problemas y en el plan de reformas rivadaviano. Ni la Banda Oriental, ni la Guerra de la
Independencia constituyeron temas de interés para el gobierno de Martín Rodríguez.

Con respecto al primer problema, en setiembre de 1822 Brasil proclamó su independencia de


Portugal. En la llamada Provincia Cisplatina se originaron problemas entre los generales Carlos
Federico Lecor ("brasilerista") y Álvaro da Costa ("portuguesista"). Pero el gobierno de Buenos Aires
no aprovechó la situación para actuar. Cuando ésta se aclaró y la Banda fue incorpora- da al Imperio
de Brasil, una misión presidida por Valentín Gómez pidió respetuosamente a Pedro I la devolución
de aquel territorio. Pero, ante la negativa imperial, no se insistió.

Al retornar al trono Fernando VII había declarado nulos todos los actos de las Cortes de Cádiz,
restableciendo el absolutismo. En enero de 1820, el ejército que se aprestaba a partir de Cádiz para
reconquistar el Río de la Plata se sublevó al mando del teniente coronel Rafael del Riego. Fue
imitado por la mayoría de las guarniciones de España.

Obligado a jurar la Constitución de 1812, el monarca estuvo en poder de los liberales hasta
mediados de 1823, cuando tropas francesas (los "100 Mil Hijos de San Luis"), cumpliendo las
directivas del congreso de Verona, lo repusieron en su carácter de soberano absoluto.

Suponiendo que la causa liberal era el único motivo de la revolución hispanoamericana, fueron
enviados "comisionados" para concertar la paz. En Buenos Aires, todavía convulsionada por la crisis
de 1820, la Junta de Re- presentantes no les permitió desembarcar. Como los enviados no traían
poderes para tratar el tema de la independencia, retornaron a España.

En 1822, fueron destinados a Buenos Aires otros dos "comisionados", a los que el ministro
Rivadavia permitió desembarcar. El ministro firmó con ellos una convención que establecía un
armisticio, el restablecimiento de las relaciones comerciales y la obligación por parte de Buenos
Aires de negociar un tratado de amistad con España entre los demás países hispanoamericanos.

Rivadavia acompañó esta convención con el proyecto de ayudar a la independencia otorgando a


España un empréstito de 20 millones de pesos pagaderos entre todos los países hispanoamericanos
(por entonces, se había negado a financiar el Ejército del Norte que reclamaba San Martín). Aunque
algunos miembros de la Junta de Representantes -como Manuel Moreno- se oponían al proyecto,
éste terminó siendo aprobado. En Chile y Perú se entendió que los españoles querían ganar tiempo
para reorganizarse e intentar la reconquista de América. Bolívar sostuvo que sólo se trataría con los
españoles después del reconocimiento de la independencia americana. En el interior de nuestro
país, la propuesta mereció respuestas similares a la de Bolívar. La intervención francesa en España
puso fin a la negociación.

Ya nos hemos referido varias veces a la necesidad de San Martín -que podía disponer de poco más
de 7000 hombres- de contar con el Ejército del Norte para atacar por el frente y la retaguardia a las
numerosas fuerzas realistas existentes en el Perú y el Alto Perú.

A efectos explicar su plan en las provincias rioplatenses, despachó en mayo de 1822 al coronel
peruano Antonio Gutiérrez de la Fuente, que debía entrevistarse con Bustos en Córdoba y Martín
Rodríguez en Buenos Aires.

San Martín deseaba que Bustos comandara el nuevo ejército, pero el cordobés, anticipándose a los
recelos porteños, se ofreció a ponerse a las órdenes del jefe que designara Buenos Aires, a la que
se solicitaban fondos.

Gutiérrez de la Fuente presentó el pedido a la Junta de Representantes a inicios de agosto. Un mes


más tarde, aún no se le había respondido. Volvió a Córdoba, que no podía costear el ejército, y de
allí a Lima. San Martín ya sabía, por informes del gobierno de Chile, que Buenos Aires no lo
auxiliaría. La consecuencia de todo esto fue la renuncia de San Martín ante Bolívar y la pérdida de
las provincias altoperuanas.

Punto 4.

El Tratado del Cuadrilátero había estipulado que "... si alguna provincia creyere ser llegada la
oportunidad de instalarse el Congreso General, se harían entre sí las invitaciones correspondientes".

Como la antigua unión entre las provincias estaba rota, Buenos Aires envió al interior misiones
destinadas a señalar la conveniencia de reconstituirla.

Misión de Estanislao Zavaleta a Córdoba, Cuyo y La Rioja.

Misión de Juan García de Cossío al Litoral.


Misión de Juan Gregorio de Las Heras al Norte.

Con excepción del Paraguay, donde Gaspar Rodríguez de Francia no permitió la entrada de Cossío,
todas las provincias se manifestaron dispuestas a concurrir al congreso que proyectaba Buenos
Aires. En Mendoza, se supone que Zavaleta aconsejó a San Martín sobre la conveniencia de
abandonar el país, pues su presencia podía resultar perturbadora. El Libertador lo haría a principios
de 1824.

Finalmente, la Junta de Representantes de Buenos Aires sancionó el 27 de febrero de 1824 la ley


que autorizaba al gobierno de la provincia a invitar a las demás jurisdicciones para reunir un
Congreso, integrado por diputados que serían electos a razón de uno cada 15.000 habitantes,
conforme a lo dispuesto en un decreto reglamentario de la ley que estableció que la población sería
la base de la representación. Todas las provincias aceptaron, eligiendo a Buenos Aires como sede.

El federalismo en Buenos Aires:

En las elecciones provinciales realizadas en Buenos Aires se enfrentaron por primera vez federales
y unitarios, aunque sin adoptar aquellas denominaciones todavía. Los primeros, entre los que se
contaban Manuel Dorrego y Manuel Moreno, aparecieron en una denominada "lista del pueblo",
resultan- do derrotados por escasos votos por una llamada "lista ministerial" (unitarios). Los
"populares" no se habían presentado en las elecciones de diputados para el Congreso por no estar
aún organizados.

Como acabamos de ver, el gobierno de Martín Rodríguez significó el retorno de Buenos Aires a la
supremacía en el país. En el ámbito exclusivamente provincial, éste gobierno favoreció
indudablemente a los hacendados bonaerenses, beneficiados por las posibilidades que les ofrecía la
ley de "enfiteusis", las expediciones contra los indios que permitieron ganar nuevas tierras y la
depuración de la campaña a través del reclutamiento forzoso de "vagos y mal entretenidos", a lo que
se sumó la exigencia de la "boleta de conchavo" para trabajar en el medio rural.

La unidad de los sectores de las clases dominantes de Buenos Aires, lograda por el gobierno de
Martín Rodríguez, se fue rompiendo con la llegada de Rivadavia a la presidencia de la República. El
plan unitario no favorecía a los hacendados y terratenientes bonaerenses que:

Discrepaban con la nacionalización de la Aduana y la posibilidad de que se crearan nuevos


impuestos que los afectarían.

Rechazaron la destrucción de la provincia de Buenos Aires a partir de la Ley de Capitalización.


Se oponían a los proyectos de inmigración, colonización y fomento de la agricultura.

Rechazaron las reformas a la Ley de Enfiteusis que ponía trabas a la entrega de nuevas tierras.

Criticaban la desatención del gobierno por la frontera sur.

De este modo, se irá constituyendo el federalismo bonaerense que, en sus primeras etapas,
mostrará la alianza entre los hacendados y terratenientes con los sectores populares liderados por
Dorrego, todos ellos opuestos a la política rivadaviana.

Electo el general Las Heras gobernador de la provincia de Buenos Aires para suceder a Martín
Rodríguez, se podrá apreciar la preocupación por la defensa de los intereses locales de Buenos
Aires con la sanción de la ley de noviembre de 1824, que disponía:

Buenos Aires se seguiría rigiendo por sus propias instituciones hasta la sanción de una constitución.

Buenos Aires se reservaba el derecho de aceptar o no la constitución.

La aceptación o no de dicha constitución debía realizarla la Junta de Representantes totalmente


renovada, elegidos sus integrantes exclusivamente para ello.

Punto 5.

La siguiente secuencia conduce a la guerra entre Argentina y Brasil.

Independencia de Brasil:

Juan de Bragança había llegado a Brasil como regente de su madre María I en 1808. Muerta ésta,
se convirtió en el rey Juan VI.

En 1820, como un reflejo de la rebelión de Riego, se produjeron pronunciamientos militares liberales


en Portugal, por lo que Juan VI debió emprender el regreso a Lisboa. Diez días antes de partir para
Europa, el soberano portugués reconoció la independencia de las Provincias Unidas del Río de la
Plata (abril 1821). Su propósito era conservar la Banda Oriental a cambio de aquel reconocimiento.
En tanto, un Congreso digitado por el general Lecor e integrado por orientales fieles al comandante
portugués, votó la incorporación de la Banda al Reino Unido de Portugal Brasil y Algarves que, por el
momento, Juan VI no pudo aceptar por la oposición de España.

Mientras Juan VI presidía las Cortes destinadas a sancionar una constitución, Pedro, hijo del
soberano, había quedado en Brasil como regente. ¿Qué lo llevó a declarar la independencia
brasileña?

Ciertas amistades entre las que se destacaba José Bonifacio de Andrada e Silva.

Razones sentimentales (su romance con la paulista Domitila de Castro).

Las noticias de que las Cortes portuguesas proyectaban dividir Brasil en cuatro regiones autónomas
para satisfacer a los regionalismos (Río Grande do Sul, Pernambuco).

Requerida la presencia de Pedro en Portugal por las Cortes y por su padre, desobedeció la orden,
tomando la decisión cuando cruzaba el río Ipiranga. El Grito de Ipiranga (septiembre de 1822)
significó la independencia del Brasil.

La sublevación de Montevideo:

Casi no hubo derramamiento de sangre entre brasileños y portugueses. Los centros de resistencia
fueron rápidamente aplastados y el príncipe de Bragança fue coronado como emperador con el
nombre de Pedro I.

El problema mayor -como ya hemos visto- se produjo en Montevideo, donde el coronel Álvaro da
Costa era "portuguesista". Cuando se alzó contra Lecor y declaró que el Congreso "cisplatino" de
1821 había sido una farsa, muchos orientales se aprestaron para sublevarse. Estanislao López y
Lucio Mansilla pidieron armas y dinero para intervenir, pero el gobierno de Buenos Aires no se
movió, limitándose a enviar a Valentín Gómez para solicitar a Pedro I la restitución de la provincia
oriental. El tímido pedido fue rechazado, como ya hemos expresado.

Los "33 orientales": Cuando la sublevación de Álvaro da Costa fue vencida, fue tomado preso Juan
Antonio Lavalleja que había intentado sublevarse. De regreso de su prisión en Río de Janeiro, pasó
a Buenos Aires, donde se contactó con otros orientales y argentinos dispuestos a iniciar otra
sublevación.

Provistos con las armas y el dinero que les brindaron Anchorena, Rosas y otros argentinos,
Lavalleja, al frente de 33 patriotas entre los que se destacaba Manuel Oribe, cruzó el río burlando la
vigilancia de los buques brasileños, y desembarcó en territorio oriental en abril de 1825. De
inmediato, se les sumaron centenares de voluntarios y algunos orientales como Fructuoso Rivera,
que habiéndose puesto del lado de los portugueses había sido premia- do con un título de nobleza,
se unieron a la cruzada libertadora que, en pocos días, dominaba casi todo el territorio oriental,
excepto Montevideo.

Mientras el entusiasmo se manifestaba en Buenos Aires y el litoral argentino, grandes grupos de


voluntarios cruzaban el río Uruguay para unirse a los patriotas.

El gobernador Las Heras, partidario de la guerra pero contenido por su ministro Manuel José García
y el Congreso, se sirvió de una excusa para pre- parar a la Argentina para la lucha. A fin de evitar los
cruces hacia territorio oriental, formó el Ejército de Observación de más de 7000 hombres, puestos a
las órdenes del general Martín Rodríguez, y con oficiales excelentes de la escuela sanmartiniana,
como Juan Lavalle, Ángel Pacheco, José María Paz y Federico Brandsen.

En agosto de 1825, Lavalleja reunió un Congreso en el pueblo de La Florida, que declaró la


reincorporación de la Banda Oriental al seno de las Provincias Unidas. Sin embargo, el Congreso
argentino presentó objeciones a aquella reincorporación que significaba la guerra con Brasil.

Los diputados orientales electos ratificaron al Congreso de La Florida que, el 25 de agosto de 1825,
declaró la independencia de la Banda Oriental del Imperio del Brasil, solicitando formalmente su
reincorporación a la Argentina.

Aceptación de la reincorporación de la Banda Oriental:

El clamor popular y la prédica de los diarios puso en aprietos al Congreso. Para mejor, Lavalleja
venció a los brasileños en el Rincón de las Gallinas (agosto) y Sarandí (octubre).

Hasta ese momento se habían mantenido contactos con Bolívar para obtener el auxilio de su ejército
ante una eventual guerra con Brasil. Sin embargo, el retorno de Rivadavia, que regresaba de
Europa, modificó la situación. Rivadavia explicó que Gran Bretaña deseaba la guerra y que si Brasil
no cedía en el plazo de seis meses, tomaría partido a favor de Argentina. Esta novedad significó el
fin de las negociaciones con Bolívar, de quien los unitarios desconfiaban. Rivadavia no sabía o no
quiso explicar que los planes de Canning eran de que la guerra terminara "tablas" (empate) y que la
Banda Oriental se convirtiera en un Estado independiente de Argentina y Brasil. Una especie de
"Estado tapón", dominado económicamente por Gran Bretaña, que ex- tendería su influencia en el
Plata y sus afluentes.

A finales de octubre de 1825, el Congreso argentino aceptó la reincorporación de la provincia


Oriental. Poco después, Brasil declararía la guerra.

Punto 6.

En diciembre de 1824 inauguró sus sesiones el Congreso; entre los diputados figuraba el de
Misiones que, prácticamente, no existía como provincia. Más tarde se agregarían representantes de
Tarija y la Banda Oriental.

A poco de instalado, el Congreso aprobó la Ley Fundamental, cuyo proyecto había sido presentado
por el diputado Francisco Acosta de Corrientes.

LEY FUNDAMENTAL: Constituía la base para el trabajo del Congreso, constaba de 8 artículos.

Ratificaba la independencia nacional.

El Congreso se declaraba constituyente.

Hasta la sanción de una Constitución, las provincias se regirían por sus propias instituciones.

El Congreso se ocuparía de temas como independencia, integridad territorial, defensa y prosperidad.

La Constitución que sancionase el Congreso sería puesta a consideración de las provincias y no


sería establecida en ellas hasta no ser aprobada.

Hasta la elección de un Poder Ejecutivo nacional quedaría éste de manera provisoria en manos del
gobierno de Buenos Aires.

La Ley Fundamental gozó de una aprobación generalizada por parte de las provincias. Desde
Londres, Rivadavia manifestó su desacuerdo con respecto a la disposición que dejaba en manos de
éstas la facultad de aprobar o no la Constitución.

El Banco Nacional:

Cuando el Banco de Descuentos debió ir al "curso forzoso", el Congreso sancionó la Ley del Banco
Nacional de las Provincias Unidas que salió en su auxilio, aunque creando una entidad nueva. De
ese modo, Las Heras dejó de contar con el sobrante del empréstito, que pensaba emplear en la
guerra con el Brasil.

La ley estableció que el nuevo banco tendría un capital de 10 millones de pesos, repartidos entre: El
remanente del empréstito.

El capital del Banco de Descuentos.

Una emisión de acciones.

Un aporte estatal.

No fue así. El único dinero real fueron los tres millones que puso el Estado. Además, el liberalismo
que profesaban los miembros del Congreso les hacía ser enemigos de la iniciativa estatal. Por eso,
el Estado sólo tendría 30 votos en las asambleas, contra un voto por cada acción de $ 20 de los
privados.

El Banco Nacional recibía todos los privilegios de su antecesor, ahora extendidos a nivel nacional.
Con un banco que no manejaba, Argentina empezó la guerra con Brasil.

La Ley de Consultas: Conforme a lo establecido en la Ley Fundamental, las provincias debían


aprobar la Constitución para que entrase en vigencia. Por eso, se resolvió realizar una encuesta
entre ellas, sancionándose la Ley de Consultas que establecía:

Las legislaturas provinciales debían pronunciarse acerca de "la base sobre la que iba a formarse la
Constitución".

Esas opiniones no impedirían que el Congreso sancionase la Constitución más conforme con los
intereses nacionales.

RESULTADOS DE LA ENCUESTA.

7 provincias se pronunciaron por el federalismo.

3 provincias se pronunciaron por el unitarismo.


El resto lo constituían las que dejaban la resolución en manos del Congreso, las que aún no se
habían organizado como provincias (Misiones) y las que habían dejado de existir como tales
(Buenos Aires por la Ley de Capitalización).

La Constitución: Es preciso tener en cuenta que al iniciarse los debates Rivadavia ya era presidente
de la República.

El debate sobre la forma de gobierno se inició a partir de la curiosa interpretación que se hizo de las
respuestas provinciales a la Ley de Consultas. La comisión encargada de ese cometido llegó a la
conclusión de que la mayoría se inclinaba por la forma unitaria. Dorrego, diputado por Santiago del
Estero, objetó aquella interpretación.

Al cabo de un mes, la comisión se pronunció declarando: "La constitución se redactará sobre la base
de un gobierno representativo republicano consolidado en unidad de régimen", lo que fue aprobado
por 43 votos contra 11.

El debate sobre la Constitución llevó dos meses (setiembre a noviembre). En ese intervalo, los
diputados de Córdoba, La Rioja y Corrientes expresaron que sus respectivos gobiernos los habían
retirado del Congreso por haberse pronunciado a favor del unitarismo. El Congreso se expidió por la
permanencia de los mismos "ya que representaban al pueblo y no a los gobiernos" (aunque éstos
los habían hecho elegir).

En el debate propiamente dicho, el federal Manuel Moreno pidió la completa libertad de cultos,
oponiéndose al texto que expresaba: la religión es la Católica Apostólica Romana a la que prestará
siempre la más eficaz y decidida protección".

Fue cuestionado -aunque se mantuvo- que serían ciudadanos:

Los extranjeros que combatieron en los ejércitos de mar y tierra.

Los extranjeros residentes en el país desde antes de 1816 que se inscribieran en el Registro Cívico.

No se reconocería el derecho de voto a los menores, analfabetos (después de 15 años de


sancionada la Constitución), naturalizados en otro país, deudores fallidos, dementes, notoriamente
vagos, procesados en causas criminales, criados a sueldo, peones jornaleros y soldados de línea.
Se defendió la prohibición a criados y peones por estar bajo la influencia de sus patrones. Dorrego
atacó este punto preguntando si acaso los empleados públicos no estaban bajo la influencia del
gobierno, acusando a los unitarios de querer imponer la aristocracia del dinero. Lo apoyó Paso,
mientras Valentín Gómez sostenía que ni en Europa ni en EEUU votaban los jornaleros ni
asalariados. El santafesino Galisteo se inclinó por la inclusión de los asalariados en el voto.

Al volver a discutirse la forma de gobierno, Dorrego reconoció que muchas provincias no estaban
preparadas para ser Estados. Propuso la unión de Buenos Aires y Santa Fé, de las provincias de
Cuyo, de la Rioja y Catamarca y de Santiago del Estero y Tucumán. Córdoba, Salta y la Ban- da
Oriental estaban, para él, en condiciones. Galisteo, más ubicado, ex- presó que la realidad mostraba
provincias que se administraban sin problemas y dictaban sus leyes.

El resto del articulado demandó el mismo tiempo que los primeros siete artículos. Casi no hubo
debate.

ANÁLISIS DE LA CONSTITUCIÓN DE 1826.

PODER LEGISLATIVO: bicameral.

Cámara de Representantes: diputados elegidos directamente a razón de uno cada 15.000 habitantes
o fracción no menor a la mitad. Debían acreditar 7 años de ciudadanía, 25 años de edad y una renta
de 4.000 pesos o profesión o arte útiles. Tendría la iniciativa en materia impositiva y podría acusar
ante el Senado al presidente, ministros, legisladores y miembros de la Alta Corte de Justicia.

Senado: dos senadores por cada provincia y dos por la capital. Los elegía una junta electoral de 11
miembros que votarían dos nombres (uno debía ser de fuera de la provincia). Durarían nueve años y
se renovarían por tercios cada trienio. Debían tener 35 años y una renta de 10.000 pesos o profesión
capaz de producirla.

PODER EJECUTIVO: sería ejercido por un Presidente de la República Argentina (aquí apareció por
primera oficialmente el nombre de "Argentina"). Debía ser nacido ciudadano y poseer las
condiciones de senador. Lo elegían juntas electorales de 15 miembros en la capital y provincias, si
obtenía las 2/3 partes de sus votos. De lo contrario, elegiría el Congreso entre los tres más votados.
Duraría 5 años y no podía ser reelecto inmediatamente. Cinco ministros asesorarían al presidente,
pero no decía que los nombraría el presidente.
PODER JUDICIAL: residiría en una Alta Corte de Justicia de 9 jueces y 2 fiscales, con 8 años de
ejercicio de la profesión de abogado, 40 años de edad y los requisitos para ser senador. Los
nombraba el presidente con consentimiento del Senado.

ADMINISTRACIÓN PROVINCIAL: en las provincias existirían gobernadores que podían o no ser


naturales de ellas; dependerían del presidente que los elegía de una terna votada por los Consejos
de Administración (1). Durarían 3 años y no podían ser reelectos.

En las provincias que el Congreso designare, funcionarían Tribunales Nacionales de

Justicia.

Para que cada provincia aceptara la Constitución sería necesario el voto de las 2/3

partes de sus legislaturas. El que atentare contra la Constitución sería condenado a

muerte.

Los Consejos de Administración estaban integrados por más de 7 y menos de 15 miembros elegidos
como los representantes y sin sueldo. Sus atribuciones serían: trabajar por la prosperidad de la
provincia, policía, educación primaria y obras públicas. Su presupuesto debía ser autorizado por el
Congreso.
Bolilla VII.

Punto 1.

En enero de 1826, el diputado cordobés Bedoya presentó al Congreso una Ley de Presidencia,
basándose en las necesidades de la guerra con Brasil.

Al discutirse el proyecto que había sido desdoblado (Ley de Presidencia y Ley de Ministerios), uno
de los principales opositores fue Manuel Moreno, quien manifestó que establecer la presidencia
permanente era hacer gran parte de la Constitución la que, según la Ley Fundamental, debía
someterse a la aprobación de las provincias. No obstante, los proyectos fueron aprobados.

El presidente de la República sería nombrado por simple mayoría de votos por el Congreso, por el
tiempo que estableciera la futura Constitución.

Hubo una propuesta de aguardar a que se reunieran los 2/3 del total de diputados (se había doblado
la representación). Fue rechazada, procediéndose a elegir al presidente. Resultó -como se preveía-
electo Bernardino Rivadavia por 35 votos sobre 38 presentes. Formó el siguiente Ministerio:

GOBIERNO: Julián Segundo de Agüero.

RELACIONES EXTERIORES: Manuel José García (reemplazado por Fernández de la Cruz).

GUERRA y MARINA: Carlos María de Alvear.

HACIENDA: Salvador María del Carril.

La Ley de Duplicación de Diputados fue otra de las maniobras del grupo unitario, que fueron
enturbiando el clima de confianza generado por la Ley Fundamental. Aunque la proporción se
mantenía, la mayoría de las provincias no estaba en condiciones económicas para pagar el viaje,
hospedaje y viáticos de los nuevos diputados, por lo que muchas optaron por elegir porteños para
que las representasen.

Ley de Capitalización: En su discurso inaugural, Rivadavia expresó que el presidente y el Congreso


debían tener una residencia bajo su jurisdicción exclusiva. Al día siguiente, envió el proyecto de ley
de capitalización, al tiempo que declaraba que estaban bajo su mando todas las fuerzas militares
provinciales que dependían de los gobernadores. Las Heras protestó. Pedro Ferré, de Corrientes, se
pasó al partido federal.

La ley establecía:

LEY de CAPITALIZACIÓN: Buenos Aires sería la capital del Estado.

Estaría bajo la autoridad del presidente y el Congreso.

Los establecimientos públicos se convertían en "nacionales".

Se "nacionalizaba" el territorio comprendido por el puerto de Tigre, el límite señalado por el río
Reconquista hasta el Puente de Márquez y, de allí, una línea recta hasta la Ensenada de Barragán.

Con el resto de la ex-provincia de Buenos Aires se haría una provincia (luego, se proyectarían dos:
"del Paraná" y "del Salado").

Dicho territorio también quedaba, por el momento, bajo jurisdicción nacional.

Al debatirse el tema, hicieron oír su oposición hombres como Manuel Moreno y Juan José Paso. Los
opositores sostenían que se estaba violando la Ley Fundamental, que garantizaba a las provincias
sus instituciones. Agüero, Valentín Gómez y Gallardo, entre los unitarios, expresaron que la Ley
Fundamental se refería a las demás provincias y no a Buenos Aires, y que ésta última debía
desaparecer si es que el presidente iba a gobernar. Resultó aprobada.

Las Heras fue notificado que "había cesado" y Buenos Aires dejó de existir como provincia en marzo
de 1826.

Las sociedades mineras y de colonización:

En los primeros años de la década de 1820, Gran Bretaña atravesaba por un período de euforia
financiera. La conversión de la deuda inglesa había dejado disponibles muchas libras esterlinas y se
pensaba invertir en negocios en las nuevas repúblicas hispanoamericanas.
Aprovechando aquel clima de gran actividad bursátil, se había negociado el empréstito con la casa
Baring Brothers, y Rivadavia llegó a Londres con la intención de hacer buenos negocios. Le
interesaban las empresas mineras y colonizadoras. Antes de partir, siendo aún ministro en la
provincia de Buenos Aires, había redactado sendos decretos que lo autorizaban a formar sociedades
en ese sentido. Así nacerían:

La RIO DE LA PLATA AGRICULTURAL ASSOCIATION (empresa colonizadora).

La RIO DE LA PLATA MINING ASSOCIATION (empresa minera).

Ambas con un capital de un millón de libras.

La experiencia colonizadora resultó un desastre. Las familias escocesas, irlandesas e inglesas


arribadas al Plata no encontraron las tierras confiscadas que les habían prometido ni el dinero para
adquirir los útiles de labranza. O desertaron, volviendo a Gran Bretaña, o se dispersaron por estas
regiones, llegando muchos de ellos a prosperar en distintas actividades (ovejeros, artesanos,
marinos).

La empresa minera había sido organizada en base a un verdadero fraude. Cuando los ingenieros y
obreros especializados llegaron a Buenos Aires, encontraron que el gobierno de Las Heras no tenía
jurisdicción sobre la región minera, y que la Rio de la Plata Mining Association no era propietaria de
los yacimientos de Famatina que decía haber comprado.

Al encontrarse con los mineros en Buenos Aires, Rivadavia reconoció que la Ley Fundamental -con
cuya sanción había discrepado- creaba ciertas confusiones que se aclararían cuando él asumiera el
gobierno nacional. En tanto, el "boom" bursátil comenzaba a desinflarse en Inglaterra: la explotación
de las riquezas hispanoamericanas no había arrojado los resultados espera- dos; muchos bancos
quebraron y la furia ganó a los accionistas particulares.

Aquí, el problema fundamental era que las minas de Famatina, en la Rioja, ya eran explotadas por
una empresa nacional, uno de cuyos accionistas era Juan Facundo Quiroga que, convertido en el
"hombre fuerte" del noroeste argentino, impidió el acceso de la Río de la Plata Mining.

La consolidación de la deuda:

Una semana después de asumir Rivadavia la presidencia, el Congreso aprobó la Ley de


consolidación de la deuda, que declaraba nacional el empréstito contratado por la provincia de
Buenos Aires y aumentaba su garantía con todas las tierras y bienes inmuebles de las provincias,
que pasaban a ser nacionales. La expresión "...y demás bienes inmuebles" que contenía la ley, se
refería al subsuelo, es decir, las minas. Rivadavia y sus socios creyeron que bastaba esa
declaración para poder explotar los yacimientos de Famatina.

Ley de "enfiteusis": (consideraba toda la tierra pública del país propiedad de la Nación.)

Se concedían tierras por 20 años renovables a perpetuidad.

Cada 10 años, un "jury" de vecinos tasaría las tierras a efectos de fijar el canon.

Los campos de pastoreo pagarían el 8% anual y los de laboreo el 4%.

No decía nada sobre la obligación de poblar.

Juan José Paso expresó: "creo que no es conveniente que haya grandes propietarios y un montón
de gente pobre a su alrededor". Se refería a las grandes parcelas concedidas. La ley sólo se aplicó
en la provincia de Buenos Aires.

Para concluir: las provincias habían recibido con beneplácito y esperanzas la Ley Fundamental. Las
maniobras del grupo unitario y las leyes posteriores destruyeron aquella confianza. En realidad,
buena parte del interior vivía en guerra civil desde 1825.

En efecto, comisionado por Las Heras, Gregorio de Lamadrid había marchado al norte para reunir
los contingentes militares destinados a combatir contra Brasil eventualmente. Lamadrid empleó
aquellas fuerzas para derribar al gobierno de Tucumán y aprestarse a atacar a los gobiernos
federales de Córdoba (Bustos) y Santiago del Estero (Ibarra).

El Congreso no hizo ni dijo nada. Para los planes unitarios, era conveniente que se crearan
situaciones políticas favorables en el interior. Finalmente, Juan Facundo Quiroga derrotó a Lamadrid
y se convirtió en el árbitro del noroeste.

En medio de esta situación, llegó la designación de Rivadavia como presi- dente de la República, la
curiosa interpretación de la Ley de Consultas y, por último, la Constitución de 1826. El interior
rechazó todo aquello.

Con total falta de tacto político, el Congreso remitió comisionados a las provincias, procurando
convencer a los gobernadores para que aceptaran la Constitución. Resultó un desastre.

Algunos no se atrevieron a presentarse ante Facundo Quiroga (Vélez Sarsfield).


A otros, no se les permitió entrar en la provincia (Zavaleta, en Entre Ríos).

No faltaron quienes fueron tratados con absoluto desprecio (Tezanos Pinto en Santiago del Estero).

Esta era la situación del país mientras se iniciaba la guerra con Brasil.

Punto 2.

A lo largo de 1825, 1826 y aún, en 1827, la guerra civil no cesó en el interior. Los unitarios se
sostenían Salta y Jujuy liderados por Alvarado y Gorriti (aunque terminarían combatiéndose entre
sí). A Alvarado se le habían unido algunos llaneros venezolanos (llamados "los colombianos")
desertores del Ejército bolivariano. Las atrocidades cometidas por éstos dieron origen a la expresión
"salvajes unitarios".

Después de su derrota a manos de Quiroga, Lamadrid había logrado rehacer el "Ejército


presidencial", al que terminaron uniéndose los citados "colombianos".

En Cuyo, por su parte, la influencia de Quiroga en San Juan, y de José San- tos Ortiz en San Luis,
aseguraron el predominio federal. A principios de 1827, las tres provincias cuyanas suscribieron el:

PACTO de HUANACACHE

Se resaltaba la intención de seguir trabajando por la organización nacional.

Se comprometían a mediar para poner fin a la guerra civil.

Se proponían intensificar la guerra con Brasil.

Acordaban defenderse mutuamente de posibles agresiones.

Se proponían defender la religión católica (los unitarios eran vistos como ateos e irreligiosos, y en la
bandera negra de Quiroga figuraba la expresión "Religión o Muerte".

Quiroga, por su parte, marchó otra vez contra Lamadrid, volviendo a vencerlo en el Rincón de
Valladares. Al influjo de esta victoria, se alzaron los federales en el norte y, mientras los jefes
unitarios escapaban hacia Bolivia, se impuso Pablo Latorre, antiguo lugarteniente de Güemes.

En tanto se iban sucediendo las declaraciones de las legislaturas provinciales desconociendo la


autoridad de Rivadavia y la Constitución de 1826, Bustos propuso la formación de una "Liga de
Gobernadores", en abril de 1827.
LA LIGA de GOBERNADORES de 1827

Reunió a Córdoba, Santiago del Estero, Santa Fé, Entre Ríos, Corrientes, La Rioja, Mendoza, San
Juan y San Luis, cuyos gobernadores convenía:

Rechazar la Constitución de 1826.

Auxiliarse para rechazar y destruir al llamado "gobierno nacional".

Formar otro Congreso en Santa Fé.

Esforzarse para continuar la guerra con el Imperio de Brasil.

La guerra con Brasil hasta el tratado de Manuel José García:

Los inicios del gobierno de Pedro I habían sido tumultuosos:

La Asamblea Constituyente reunida debió ser clausurada en razón de las reformas que allí se
proponían. Se impuso una Constitución que otorgaba grandes poderes al emperador.

Al estallar insurrecciones separatistas en el nordeste debió reprimirse de modo sangriento.

La oposición republicana, encabezada por José Bonifacio de Andrada e Silva, fue perseguida.

Muchos pensaron que una guerra triunfante contra las Provincias Unidas del Río de la Plata daría a
Brasil la cohesión de que carecía. Para cubrirse, Pedro I prometió a Gran Bretaña negociar la
prórroga de un tratado firmado en 1810 entre Portugal y Londres (que convertía a Brasil en colonia
económica de los ingleses) y abolir en cuatro años la trata de esclavos. Entonces, declaró la guerra
a las Pcias. Unidas, que habían aceptado en su seno a la Banda Oriental (diciembre de 1825).

Canning no tardaría en mostrar los reales designios de Gran Bretaña: una guerra con resultado
"tablas" y la Banda Oriental convertida en un estado independiente.

Durante la primera parte de la guerra no se produjeron acciones de importancia, con excepción de


algunos combates navales en el Río de la Plata, destinados a romper el bloqueo de la poderosa
escuadra brasileña. La valentía del almirante Brown y su conocimiento del río, le permitieron afrontar
con escasos barcos mal armados al enemigo en Colonia, Los Pozos y Quilmes, registrándose
pérdidas equilibradas en ambos bandos.

En setiembre de 1826, arribó al Atlántico Sur Lord Ponsonby, para manifestar claramente a los
beligerantes el deseo británico de crear un Estado independiente en la Banda Oriental y obtener la
libre navegación de los ríos interiores del Plata.

Mientras el grupo gobernante en Buenos Aires deseaba fervientemente la paz, el emperador Pedro I
no podía aceptarla en aquellos términos, por lo que prefirió la firma de un tratado de comercio con
Gran Bretaña bastante humillante para el Brasil y la promesa de la supresión del tráfico de esclavos,
a fin de ganar tiempo sin ponerse a Gran Bretaña en contra.

Al reiniciarse las operaciones, las fuerzas republicanas bajo el mando de Carlos de Alvear tomaron
la ofensiva y obtuvieron una serie de victorias en los combates de Bacacay, Ombú y Camacuá. El 20
de febrero de 1827, Alvear derrotó a los imperiales en la batalla de Ituzaingó. Paralelamente, los
argentinos vencían en el combate naval de Juncal y en la acción de Carmen de Patagones, base de
los corsarios republicanos, que fue atacada sin éxito por mar y tierra.

No obstante las ventajas obtenidas, el gobierno rivadaviano deseaba prontamente la paz, con el
objeto de destinar las fuerzas militares a la misión de imponer en el interior la autoridad presidencial
y la Constitución unitaria. Frente a la presión de Lord Ponsonby, Manuel José García fue enviado a
Río de Janeiro a efectos de conseguirla "a cualquier precio". El Tratado que firmó en la capital del
Imperio establecía:

 La Banda Oriental sería restituída a Brasil.

 Sería neutralizada la isla de Martín García.

 Argentina indemnizaría a Brasil por los daños causados por los corsarios.

Cuando el tratado se conoció, la indignación no conoció límites en Buenos Aires. Rivadavia acusó a
García de haberse excedido en sus instrucciones y el tratado fue desconocido por el gobierno
argentino. Pero, la publicación por parte de "El Tribuno" de Dorrego del negociado minero, tornaron
insostenible la situación del presidente, por lo que presentó la renuncia a su cargo.

Después de aceptar la renuncia de Rivadavia, el Congreso sancionó la Ley del 3 de julio de 1827
que disponía:

Se elegiría un presidente provisional de la República que tendría la misión de proseguir la guerra


contra Brasil y procurar el fin de la guerra civil en el interior.
El presidente provisional invitaría a las provincias a la reunión de una Convención Nacional.

Se restablecería la provincia de Buenos Aires.

"NACIMIENTO, MUERTE y RESURRECCIÓN de la PROVINCIA de BUENOS AIRES"

NACIMIENTO: febrero de 1820 (como consecuencia de las exigencias de los vencedores de la


batalla de Cepeda).

MUERTE: marzo de 1826 (como consecuencia de la sanción de la Ley de Capitalización).

RESURRECCIÓN: julio de 1827 (como consecuencia de la ley de emergencia dictada luego de la


renuncia de Rivadavia).

Punto 3.

La elección como presidente provisional de la República recayó en Vicente López y Planes. Para
reinstalar la Junta de Representantes de la Pcia. se llamó a elecciones, pero sólo se presentaron los
federales. La nueva Junta eligió gobernador a Manuel Dorrego.

El 15 de agosto de 1827, López y Planes presentó su renuncia al Congreso y, dos días después,
éste se disolvió, no sin antes encomendar a las autoridades de Buenos Aires el manejo de las
relaciones exteriores, la conducción de la guerra con Brasil y el pago de la deuda externa.

Ya nos hemos referido al Pacto de Huanacache y a la Liga de Gobernadores federales propiciada


por Bustos. Los acuerdos entre las provincias continuaron luego de la disolución del gobierno
nacional.

Manuel Moreno (ministro de Gobierno de Dorrego) y Francisco Bustos (sobrino de Juan Bautista
Bustos) concluyeron el Pacto Buenos Aires-Córdoba, en el que acordaron:

El envío de soldados por parte de Córdoba para la guerra con Brasil.

El otorgamiento del manejo de las relaciones exteriores a Dorrego.

La asistencia al "Congreso" (lo llama Córdoba) o la "Convención" (la llama Bs.As.) de Santa
Fé.
Paralelamente, marcharon comisionados desde Buenos Aires con el objeto de conseguir los mismos
objetivos. Pero, cuando comenzaron a llegar a Santa Fé los diputados que integrarían la Convención
Nacional, surgieron las eternas mezquindades y pequeñeces que habían hecho fracasar tantos
intentos de organización nacional

Por un lado, los celos entre Bustos y Dorrego, pues ambos querían ser presidentes de la República.

Por otro, la negativa de Corrientes a integrar la Convención Nacional si Misiones era re- conocida
provincia.

Finalmente, sin tener aún el número total de diputados, la Convención debió reunirse para
considerar el Tratado de Paz con Brasil.

Alvear no había podido sacar ventajas de su victoria en Ituzaingó por falta de hombres y recursos,
desengañado al no recibirlos, retrocedió a territorio oriental, teniendo el ejército imperial -reforzado
después de la derrota- al frente y la guarnición de Montevideo a sus espaldas.

Después llegó la firma del tratado por García y su desconocimiento por el gobierno argentino, la
renuncia de Rivadavia y la disolución del Congreso y, por último, Dorrego a cargo de la conducción
de la guerra.

No obstante las presiones de Lord Ponsonby, el gobernador de Buenos Aires estaba dispuesto a
continuar la lucha:

Reemplazó a Alvear por Lavalleja al frente del Ejército.

Logró que las provincias enviaran nuevos contingentes militares.

Los corsarios argentinos creaban dificultades al comercio naval brasileño (especialmente al tráfico
negrero).

Fructuoso Rivera conquistó las Misiones Orientales.

Dorrego manejaba, además, otras dos posibilidades para alcanzar la victoria.

Un plan secreto con participación de republicanos brasileños (¿José Bonifacio de Andrada e Silva?),
que contaría con el alzamiento de mercenarios alemanes e irlandeses quienes, apoderándose de la
persona de Pedro I, lo embarcarían subrepticiamente en un corsario para llevarlo prisionero a
Buenos Aires.
La participación de Bolívar.

Nada de ello fue posible. Dorrego carecía de dinero y el Banco Nacional no se lo daba, en tanto
Bolívar había perdido poder en su propio país. Ponsonby, por su parte, no dejaba de presionar y
amenazar. Parece que hasta Lavalleja fue tentado con la promesa de la presidencia de la Banda
Oriental independiente.

Al mismo tiempo que Dorrego abandonaba su posición irreductible, Pedro I era convencido por sus
ministros. Así, se llegó a la firma del convenio preliminar de paz que negociaron en Río de Janeiro,
Juan Ramón Balcarce y Tomás Guido.

CONVENCIÓN PRELIMINAR de PAZ (agosto de 1828)

 La Banda Oriental se convertía en Estado libre e independiente.

 Argentina y Brasil defenderían esa independencia.

 La Constitución del nuevo Estado sería examinada por representantes de ambas naciones.

 Las tropas argentinas y brasileñas evacuarían el territorio oriental en dos meses.

 Argentina y Brasil se reservaban la navegación del Plata y sus afluentes por 15 años.

Punto 4.

La paz con Brasil fue mal recibida por el Ejército. Después de las victorias alcanzadas, la Banda
Oriental se perdía. Los dirigentes unitarios más importantes (Agüero, Valentín Gómez, Juan Cruz
Varela, Salvador María del Carril) decidieron aprovechar aquel descontento, influyendo en el ánimo
de algunos oficiales, presentando a Dorrego como el principal responsable de la pérdida de la
provincia oriental.

Al retornar las tropas, todo el mundo sabía que éstas venían alzadas contra Dorrego. Sólo el
gobernador no creía posible aquella eventualidad y, desoyendo los consejos de Juan Manuel de
Rosas (nombrado Comandante General de la Campaña), permaneció en la ciudad.

El 1 de diciembre de 1828, las fuerzas de la 1ª. División, comandadas por el general Juan Lavalle,
marcharon sobre la Plaza Mayor. Ante la evidencia de los hechos, Dorrego escapó a la campaña.

Los unitarios organizaron entonces una asamblea popular, que se celebró en la capilla de San
Roque. Los asistentes consideraron depuesto a Dorrego y, en un simulacro de elección (votaron
levantando sus sombreros), designaron gobernador a Lavalle.

Desoyendo nuevamente a Rosas que le aconsejaba reunirse con Estanislao López en Santa Fé,
Dorrego se propuso resistir en la campaña bonaerense, pero las milicias aún desarmadas fueron
dispersadas en Navarro por las tropas veteranas de Lavalle.

Cuando se dirigía a San Nicolás, el gobernador depuesto fue apresado por fuerzas que creía leales
y trasladado a Navarro.

Mientras familiares y amigos de Dorrego conseguían la promesa del gobernador delegado Guillermo
Brown de que el prisionero sería desterrado, los principales dirigentes unitarios insistieron en sus
cartas a Lavalle para que dispusiera su ejecución.

En Navarro, Lavalle ordenó el fusilamiento de Dorrego (12 de diciembre de 1828). A continuación,


siguió una violenta represión que, en la campaña, adquirió un tono salvaje. En la ciudad, Juan
Ramón Balcarce, Felipe Arana, Tomás Manuel de Anchorena, Manuel Vicente Maza y otros
distinguidos federales, fueron internados en buques de la armada.

Por aquellos días, regresó San Martín de Europa. En Montevideo tomó cono- cimiento de los hechos
acaecidos en Buenos Aires y de las ironías de la prensa unitaria hacia su persona. Amargado,
decidiría retornar al Viejo Mundo, aunque se vio obligado a permanecer más de dos meses en el
Plata.

También el interior se pronunció en contra de la revolución de los "decembristas" (unitarios) de


Lavalle. Bustos, en una encendida proclama, condenó las acciones del grupo unitario; Quiroga llamó
a Lavalle "gobernador intruso de Buenos Aires".

La defensa de la causa federal disipó las desavenencias que separaban a algunas provincias y la
Convención Nacional de Santa Fé, con la representación completa de todas ellas, se declaró
"soberana" en febrero de 1829; se pronunció por la guerra contra Lavalle y designó a Estanislao
López "general en jefe de las fuerzas nacionales". López nombró a Rosas -que había llegado a
Santa Fé- su segundo.

Lavalle cometió entonces el mismo error de otros jefes porteños: invadió Santa Fé. En pocos días, la
caballería de los unitarios murió envenenada en los pastizales de "mío-mío". En medio de su crítica
situación, Lavalle encontró a Paz que, con su división, marchaba a Córdoba. Ante el pedido de
Lavalle de que se le uniera, Paz se rehusó, pues su único objetivo era apoderarse del gobierno de
su provincia natal.
Mientras Lavalle regresaba a marchas forzadas, acosado por las montoneras federales, en el
territorio bonaerense el coronel Federico Rauch, autor de grandes matanzas, era derrotado y muerto
por montoneros e indios en Las Vizcacheras. Su cabeza fue arrojada dentro de la ciudad de Buenos
Aires, que comenzaba a ser cercada.

Díaz Vélez, ministro de Lavalle, declaró el "estado de Asamblea": cierre de negocios, toque de
queda y convocatoria de las milicias. Ordenó tomar las armas a los residentes extranjeros. Ingleses
(en virtud del tratado con Gran Bretaña) y norteamericanos, fueron eximidos. El cónsul francés
Mandeville protestó, y ante la obstinación de Díaz Vélez, pidió los pasaportes.

Con contingentes de vascos franceses y levas forzadas, Lavalle llegó a reunir 2000 hombres, con
los que intentó una salida de la ciudad. Fue dispersado por las montoneras de López y Rosas en
Puente de Márquez (abril de 1829).

Punto 5.

Mientras López se retiraba lentamente hacia Santa Fé, Rosas apretaba el cerco de Buenos Aires.

Aprovechando que San Martín se hallaba aún en el Plata, Lavalle le envió dos emisarios
ofreciéndole el gobierno de Buenos Aires como prenda de paz y unión entre los argentinos, con la
condición de que dictara una amplia amnistía.

El general se negó, y los emisarios explicaron que la razón de la negativa radicaba en las ideas
monárquicas de San Martín. Pero, en cartas a O'Higgins y Guido, el Libertador explicó las
verdaderas razones de su proceder. Al primero le dijo que el grado de exaltación que se creó a partir
de la revolución de diciembre de 1828 sólo desaparecería con el exterminio de uno de los partidos
en pugna. Acusaba a continuación a Rivadavia y su grupo de innumerables males y calificaba de
"infernal" su conducta. A Guido le confesaba que la Patria podía exigir el sacrificio de la vida y los
intereses, pero no el honor.

En Buenos Aires, entre tanto, comenzó a vivirse el terror y se padecía hambre. Una junta de los
principales jefes militares llegó a la conclusión de que había que entenderse con los federales. Al
trascender esta noticia, unos 600 unitarios escaparon hacia Montevideo, entre ellos Rivadavia y
Agüero. Sin embargo, la noticia de que José María Paz había derrotado a Bustos en San Roque,
alivió la situación de Lavalle, que decidió resistir. Ese cambio de actitud le llevó a rechazar la
propuesta de Estanislao López (que aún permanecía en territorio bonaerense) de delegar el poder
en Tomás Guido y volver a reunir la disuelta Junta de Representantes.
La presencia de Paz en Córdoba alarmó a López que, ahora sí, decidió retirarse definitivamente del
territorio bonaerense. Sin embargo, antes de hacerlo, insistió en su oferta de mediación, enviando a
su secretario Domingo de Oro. Éste, sanjuanino y partidario de los unitarios, tramó una intriga: se
propondría sobornar a López con dinero, reconocer a Lavalle como gobernador y resolver el
destierro por un año de Rosas. El gobernador de Santa Fé se negó a todo ello.

Para complicar aún más la situación de los unitarios, el cónsul francés Mandeville (que había pedido
sus pasaportes) solicitó la intervención de la escuadra francesa en el Atlántico Sur. Las naves del
comodoro Venancourt se apoderaron entonces de los barcos de la escuadra nacional.

Rosas escribió a Venancourt pidiéndole que retuviese los barcos y no los devolviese al gobierno
ilegal. No obstante, el marino francés prefirió entenderse con los unitarios que, a cambio de la
devolución de los barcos secuestrados, dispuso el licenciamiento de los milicianos franceses.

Simultáneamente, el jefe federal presionaba sobre la ciudad, prohibiendo el ingreso de provisiones.


Sin embargo, varios personajes llegados hasta el campamento de Rosas manifestaron que éste
deseaba la paz, por lo que Lavalle, en un acto de indudable coraje, se presentó personalmente
acompañado sólo por un ordenanza, para entrevistarse con su adversario. El 24 de junio de 1829,
los dos concluyeron el Pacto de Cañuelas.

PACTO de CAÑUELAS:

 Cesarían las hostilidades.

 Se elegiría una nueva Junta de Representantes que designaría al gobernador.

 Lavalle velaría por el orden en la ciudad y Rosas en la campaña.

 Los gastos del ejército federal serían pagados por el gobierno y los oficiales federales
tendrían el mismo rango que los unitarios.

 Nadie sería perseguido por su conducta y opiniones políticas.

Reservadamente, acordaron presentar una lista única para las elecciones y, después de ponerse de
acuerdo en los nombres que la formarían, decidieron que el gobernador sería Félix de Álzaga.

No obstante, el pacto no fue bien recibido por los más intransigentes unitarios (Alvear, Del Carril,
Díaz Vélez, Valentín Gómes, Valentín Alsina), que pre- sentaron una lista totalmente partidaria. Los
alentaba la noticia de que Paz había vencido a Facundo Quiroga en La Tablada.

Enterado, Rosas suspendió las elecciones en la campaña, pretextando la lluvia existente. En la


ciudad, en un clima de violencia, los unitarios intransigentes hicieron triunfar su lista. Pero el ardor
bélico de los unitarios duró poco y comenzaron las deserciones y fugas, mientras centenares de
personas dejaban Buenos Aires (paralizando cualquier actividad) en busca del campamento de
Rosas.

Ante lo insostenible de la situación, Lavalle decidió capitular ante Rosas dejando el gobierno en
Barracas (agosto de 1829). Allí se acordó:

CAPITULACIÓN de BARRACAS

 El general Juan José Viamonte era designado gobernador provisorio de la provincia.

 Tendría bajo sus órdenes todas las fuerzas militares de la misma.

 Lo asesoraría un "senado consultivo" de 24 miembros (5 serían figuras importantes de la


Justicia, la Iglesia, el Consulado y el Ejército; 19 serían elegidos por el gobernador).

Punto 6.

Los esfuerzos de Viamonte por pacificar Buenos Aires tropezaron ahora con la intolerancia de los
federales prominentes que, desoyendo los pedidos de Rosas a la moderación, deseaban tomarse
desquite. Lavalle, designado comandante de la caballería provincial, se marchó al Estado Oriental.

Otra de las dificultades que el gobernador provisorio debió afrontar fue la designación de la Junta de
Representantes. Viamonte prefería convocar a elecciones, pero el clima imperante le aconsejó
consultar a Rosas, que había logrado pacificar la campaña. Rosas se pronunció a favor de la
propuesta de restaurar la Junta que había elegido a Dorrego, lo que fue aceptado por el gobernador
provisorio.

Sin embargo, el intento del comandante de la "Guardia del Salto" de pasarse a Paz, volvió a
encrespar los ánimos, por lo que la Junta de Representantes votó por otorgar al gobernador que
debía elegir las "facultades extraordinarias" indispensables para desempeñar su cometido. Rosas,
es electo por 33 votos contra 1 y es saludado como "Restaurador de las Leyes" (diciembre de 1829).

Procurando preservar el orden, Rosas mantuvo como ministros a Balcarce, Guido y Manuel García.
El ministro inglés en Buenos Aires, Parish, hizo pública en Gran Bretaña su confianza.

Pero las críticas de los unitarios y las sospechas de que conspiraban lleva- ron a Rosas a aplicar las
"facultades extraordinarias", mandando fusilar a un oficial comprometido en el intento de la "Guardia
del Salto" y arrestar a varios unitarios conocidos. Al renovarse la mitad de la Junta a mediados de
1830, las "facultades extraordinarias" fueron ampliadas, con el sólo límite de no celebrar tratados.

Siendo inminente el choque con las fuerzas de Paz, Rosas intentó reunir unos 10.000 hombres.
Entonces, volvió a repetirse el incidente con Francia por la incorporación a las milicias de los
residentes franceses. Existía ahora una situación internacional diferente.

En virtud de la revolución de 1830, Luis Felipe de Orleans (antiguo candidato a reinar en la


Argentina) se había convertido en rey de Francia. La "teoría de la legitimidad" de Metternich
quedaba enterrada, y el nuevo gobierno francés surgido de una insurrección reconoció a las nuevas
repúblicas hispano- americanas..

El representante francés en Buenos Aires, Vins de Peyssac, protestó por el servicio militar de los
franceses, volviendo a resaltar la situación de los ingleses, que estaban eximidos de hacerlo. El
gobierno de Rosas respondió que existía un tratado con Gran Bretaña, y no había uno similar con
Francia. Aunque no participarían de la guerra civil, los franceses serían enrolados en batallones
destinados a preservar el orden.

La situación de las demás provincias:

José María Paz llegó a Buenos Aires con la segunda División del Ejército que había combatido con
Brasil, en enero de 1829. A los pocos días emprendió la marcha hacia Córdoba con poco más de
1000 hombres y, como hemos expresado, se negó a unir sus fuerzas a las de Lavalle.

Al carecer tanto él como Bustos de las fuerzas necesarias como para imponerse, entraron en
negociaciones pero, en medio de ellas Paz atacó al gobernador de Córdoba derrotándolo en San
Roque. Bustos escapó en procura de la ayuda de Facundo Quiroga que, reuniendo tropas de las
provincias federales del norte marchó sobre Córdoba.

Procurando evitar que la guerra se generalizase, Estanislao López envió a Paz una misión
encomendada a Domingo de Oro y José de Amenábar. Debían ofrecer a Paz su reconocimiento
como gobernador de Córdoba a cambio de que éste reconociese la Convención Nacional de Santa
Fé. Llegaron tarde, pues en ese intervalo Quiroga atacó a Paz y fue derrotado en La Tablada.
Estos hechos tuvieron sus consecuencias:

La Convención Nacional (ya muy disminuida en su integración) sintiéndose ignorada por las
negociaciones iniciales de Paz con Bustos y por el Pacto de Cañuelas, se disolvió.

Estanislao López, sintiéndose desobedecido por Quiroga que había atacado a Paz con toda su
voluntad, renunció a su cargo de Jefe del Ejército Nacional.

No parecía existir auténtica armonía entre los tres máximos jefes federales: López, Rosas y Quiroga
o, al menos, no veían a Paz de la misma manera. Por eso -para furia de Quiroga- una misión
cordobesa (Bedoya-La Torre) firmó en Santa Fé y Buenos Aires acuerdos de "unión y amistad" y una
misión porteña (Cavia-Cernadas) partió para mediar entre el "Tigre de los Llanos" y Paz.

Sin embargo, en medio de las negociaciones, Paz cayó sobre Quiroga que había vuelto a invadir
Córdoba y lo derrotó en Oncativo. Quiroga logró salvarse, escapándose a Buenos Aires en el
carruaje de Cavia y Cernadas. La victoria de los unitarios desató, también en el interior, una feroz
represión contra los federales.

La Liga del general Paz:

A continuación, columnas unitarias comenzaron a ocupar las provincias interiores, desplazando a los
gobernadores federales y creando gobiernos unitarios. Estas provincias comenzaron a acordar entre
sí pactos de alianza. El primero fue entre Córdoba y San Juan. Le siguió otro entre Córdoba, Cata-
marca, San Luis, Mendoza y La Rioja. Finalmente, se adhirieron todas las provincias gobernadas por
los unitarios (Agosto de 1830).

LIGA UNITARIA ó LIGA del INTERIOR

La integraban: Córdoba, Mendoza, San Juan, San Luis, La Rioja, Catamarca, Salta, Tucumán y
Santiago del Estero, que se proponían:

La organización de la República y la constitución del Estado.

Aceptar la Constitución que sancionase el Congreso.


Incluir en la convocatoria a Buenos Aires y Santa Fé.

Asistirse militarmente,

Se confería a Paz el "Supremo Poder Militar" hasta la creación de un gobierno nacional:

Sería jefe de todas las fuerzas militares provinciales.

Tendría la dirección de los asuntos de paz y guerra.

Dispondría de la cuarta parte de las rentas provinciales.

Bolilla VIII.

Punto 1.

Rosas creía necesario estrechar lazos con las provincias litorales para oponer un bloque federal al
general Paz. A fines de 1829, sugirió al correntino Pedro Ferré que tomara la iniciativa para lograr la
firma de un pacto.

De las conversaciones de Ferré con Estanislao López surgió la base del fu- turo pacto:

Cada una de las cuatro provincias litorales enviaría un representante a Santa Fé.

Se delegaría en el gobernador de Buenos Aires el manejo de las relaciones exteriores.

A continuación, Ferré firmó acuerdos similares con Buenos Aires y Entre Ríos. En julio de 1830, se
reunieron en Santa Fé los comisionados de las cuatro provincias:

CORRIENTES: Pedro Ferré (reemplazado luego por Manuel Leiva, al ser el primero electo
gobernador de la provincia).

BUENOS AIRES: José María Rosas y Patrón.

SABTA FÉ: Domingo Cullen.

ENTRE RÍOS: Antonio Crespo (que reemplazó a otro comisionado luego de las perturbaciones
producidas en aquella provincia por Lavalle y otros unitarios establecidos en el Uruguay).

Pero, en el anteproyecto de Ferré existían algunos puntos que Roxas y Patrón no se atrevió a
aceptar por falta de instrucciones. Ellos eran:

La creación de una "Comisión Representativa" que llamaría a la reunión de un Congreso.

El proteccionismo económico.

El reparto de las rentas de Aduana.

Rosas no quería la Comisión Representativa que sería para él un "semillero de intrigas". También
objetaba el Congreso: "antes debemos existir y después organizarnos". La polémica entre Ferré y
Rosas y Patrón demandó tiempo.

Al reunirse, en julio de 1830, Ferré y Roxas y Patrón fueron encargados por los otros dele- gados de
la redacción del anteproyecto de Pacto litoral. Para el correntino, la Comisión Representativa no sólo
tendría la función de convocar al Congreso que organizara federativa- mente el país, sino arreglar el
comercio exterior y la navegación de los ríos Paraná y Uruguay.
Roxas y Patrón sostuvo que el proteccionismo:

Crearía dificultades a la ganadería bonaerense y terminaría por impedir a Buenos Aires hacerse
cargo de los gastos nacionales.

Terminaría por generar una "guerra de industrias" entre las provincias.

Expresa Alfredo Galletti que Roxas y Patrón defendía la economía pastoril de los hacendados
bonaerenses, aún en detrimento del propio saladero. Simplemente, aprovechaba el te- mor de las
provincias litorales a Paz para mantener el "status" de privilegio de Buenos Aires, sin profundizar en
otros temas.

Ferré, por su parte, proponía:

La prohibición de importar artículos que el país produjera.

La habilitación de uno o varios puertos, además de Buenos Aires.

Para superar las objeciones de Roxas y Patrón, Domingo Cullen ofreció, como transacción, un
proyecto con reformas que cercenaban las atribuciones de la Comisión Representativa. También fue
rechazado.

Finalmente, la decisión final de Rosas y López terminaría por imponerse, aunque Corrientes
quedara, por el momento, a un lado.

La polémica mostró un Rosas (por quien hablaba Roxas y Patrón) partidario del librecambismo, ya
que Buenos Aires carecía de industrias. En lo que respecta al reparto de las rentas de la Aduana,
era preciso tener en cuenta que esta provincia se hacía cargo de las relaciones exteriores, el
ejército, la marina y la deuda externa.

Rosas terminó aceptando la Comisión Representativa, pero Ferré insistía con sus argumentos.
Urgidos por el tiempo, Buenos Aires, Santa Fé y Entre Ríos firmaron el Pacto Federal el 4 de enero
de 1831.

PACTO FEDERAL

Los firmantes ratificaban todos los tratados anteriores respecto de la mutua unión y amistad.

Resistirían cualquier invasión extranjera a cualquier provincia argentina.

Se unían en alianza ofensiva y defensiva.


Se comprometían a no firmar tratados por separado; pero lo aceptarían si dichos trata- dos no
perjudicaban a alguna de las provincias firmantes.

Se obligaban a que ninguno de sus habitantes ofendiera al gobierno o habitantes de las otras y a no
dar asilo a ningún criminal que huyera de las otras.

Los habitantes de las provincias signatarias podrían entrar y transitar libremente por el territorio de
las otras y pagarían los mismos derechos de importación y exportación que los naturales de ellas.

Si por ley de una de las tres provincias se exceptuaba la prohibición de que un ciudadano de otra
provincia ejerciera la primera magistratura, el beneficio se extendería a las otras dos.

Si otra provincia quería entrar en la Liga se necesitaba el consentimiento de las tres federadas.

Se socorrería con todos los recursos militares posibles a cualquiera de las tres provincias que fuera
atacada por otra ajena al Pacto. Las fuerzas auxiliares obrarían con sujeción al gobierno de la
provincia auxiliada al pisar su territorio.

ARTÍCULO 15º del PACTO FEDERAL

En tanto durase el presente estado de cosas y mientras no se estableciera la paz pública en todas
las provincias de la República, funcionaría en Santa Fé una comisión integrada por un diputado por
provincia, que podría ser removido al arbitrio de su gobierno. Se llamaría Comisión Representativa
de los gobiernos de las Provincias litorales de la Rca. Argentina, cuyas atribuciones serían:

Celebrar tratados de paz que luego deberían ser ratificados por las autoridades de las tres
provincias.

Declarar la guerra.

Convocar al ejército -en caso de guerra- y nombrar a su general.

Determinar el contingente de tropas con el que participaría cada provincia.

Invitar a todas las demás provincias cuando "estén en orden y tranquilidad" a la reunión de un
Congreso General Federativo.

Punto 2.
TODO ESTÁ INCLUIDO EN EL PUNTO ANTERIOR

Punto 3.

El envío de Facundo Quiroga -que aún permanecía en Buenos Aires- al frente de una división
destinada a operar en Cuyo, precipitó la guerra. El 15 de febrero de 1831, la Comisión
Representativa, recién establecida, declaró la guerra a la Liga Unitaria y nombró a Estanislao López
general en jefe del Ejército federal.

Quiroga tomó Río Cuarto y, penetrando en Cuyo, venció a los unitarios en Rodeo del Chacón,
comenzando a extender su dominio sobre las provincias andinas.

Paz, en tanto, intentó evitar la unión de los ejércitos de Buenos Aires y Santa Fé, por lo que marchó
decididamente sobre López. Sin embargo, fue aprisionado cuando se aproximó imprudentemente a
una partida que creyó de los suyos en el paraje de El Tío. Fue trasladado a Santa Fé y luego a
Luján.

Como por entonces una división del ejército de Buenos Aires, al mando del general Ángel Pacheco,
había derrotado al unitario Juan Esteban Pedernera en Fraile Muerto, el antiguo ejército de Paz
quedó muy disminuido. Habiendo sido elegido Gregorio de Lamadrid en sustitución del jefe
prisionero, éste dispuso el repliegue hacia Tucumán.

Bedoya y Vélez Sársfield, delegados del gobierno de Córdoba, firmaron con López el Pacto de
Calchín, por el que Córdoba se adhería al Pacto Federal, condicionado a la reunión del Congreso
federativo y la convocatoria a elecciones de gobernador de la provincia. Rosas objetó el pacto, ya
que éste sólo podía suscribirlo la Comisión Representativa y la adhesión al Pacto Federal debía ser
sin condiciones. López aceptó aquellos argumentos y dejó sin efecto lo convenido.

En Córdoba, resulta electo gobernador José Vicente Reinafé (hombre de López) que, con sus
hermanos, había estado operando al frente de partidas federales en la sierra.

En noviembre de 1831, Quiroga, con fuerzas muy inferiores, fue inexplicablemente enviado sin
refuerzos por López contra Tucumán. Allí, derrotó a Lamadrid en la batalla de La Ciudadela.

Rudecindo Alvarado, gobernador unitario de Salta, que ya había ofrecido infructuosamente la


incorporación de su provincia a Bolivia, abandonó el gobierno ante la cercana presencia de Quiroga.
Luego de otra oferta similar, que el presidente Andrés de Santa Cruz no atendió, los unitarios
escaparon dejando otra vez la provincia en manos de Pablo Latorre.
Una vez que Felipe Ibarra recuperó el control de Santiago del Estero, la suya fue la primera provincia
en adherir al Pacto Federal. La siguió Córdoba y, en agosto de 1831, Corrientes. Finalmente, todas
las provincias accedieron, dando vida a la Confederación Argentina, a partir de dos leyes de cada
una de ellas:

Aceptando el Pacto Federal.

Delegando el manejo de las relaciones exteriores en el gobernador de Buenos Aires.

Problemas con la Comisión Representativa:

Ni bien terminada la lucha con la victoria federal, comenzó a plantearse el debate acerca de si el
país se hallaba "en orden y tranquilidad", tal como lo requería el Pacto Federal para poder
convocarse un Congreso Federativo.

Quienes así lo entendían, serían conocidos como federales "doctrinarios" o "cismáticos", y


representaban el sector más ilustrado y juvenil del Federalismo; generalmente se trataba de
abogados que asesoraban a los caudillos y gobernadores.

Frente a ellos aparecía Rosas. No quería congresos dominados por "doctores" que no parecían
comprender la realidad. Prefería que cada provincia se organizase hasta consolidar su estabilidad
político-institucional. Entre tanto, el Pacto Federal sería el nexo que uniría a todas ellas.

Pedro Feliciano de Cavia, era un "doctrinario" de Buenos Aires que, como todos ellos, sostenía:

Rosas debía hacer entrega de las "facultades extraordinarias".

Debía reunirse el Congreso Federativo.

Enviado por Rosas, para solicitar a Santa Cruz que internase a los unitarios argentinos lejos de su
frontera (no fue recibido), anunció en las provincias del norte la inminencia del Congreso. Ibarra,
creyendo que Cavia expresaba la opinión de Rosas, escribió a éste. Sin embargo, Rosas manifestó
en su respuesta al santiagueño que "aquel era el momento menos a propósito para reunir un
Congreso". No creía que el país se hallara realmente en orden y tranquilidad.

Rosas y López se entrevistaron en Rosario para tratar aquellos temas que comenzaban a dividir a
los federales. Según correspondencia del primero con Quiroga, el gobernador de Santa Fé había
estado de acuerdo en no reunir el Congreso, pero insistía en el mantenimiento de la Comisión
Representativa hasta finalizar la guerra. Era octubre de 1831.

López, escribió a su vez a Quiroga quejándose de Rosas en una evidente maniobra para separarlos.
No contó el santafesino con el encono que guardaba el riojano hacia su persona.

1º) Por no haberle devuelto un famoso caballo moro, que los llaneros riojanos creían que aconsejaba
al "Tigre".

2º) Por entender que López la había arriesgado en La Ciudadela sin enviarle auxilios.

Movido por aquellos sentimientos, Quiroga envió la carta de López a Rosas, pero éste lo tranquilizó
expresando que el santafesino se encontraba sometido a nefastas influencias (Cullen).

Finalizada la guerra, López no quiso cumplir su promesa de disolver la Comisión Representativa.


Entonces, Quiroga recibió cartas escritas a vecinos de Catamarca y La Rioja por dos de los
miembros de la Comisión: Manuel Leiva (Corrientes) y Juan Bautista Marín (Córdoba). Ambos,
representantes del federalismo "doctrinario", instaban a oponerse a la política de Rosas, que sólo
"representaba el bien para Buenos Aires y la ruina para el resto de la República".

Furioso, Quiroga escribió a Marín acusándolo de querer introducir la desunión. Pero López no quiso
enfrentarse con Rosas y Quiroga y retiró a su representante en la Comisión Representativa -lo
mismo había hecho Buenos Aires-. Cuando sólo quedó Leiva, la Comisión se disolvió (julio de 1832).

Cediendo a las opiniones de la "parte más influyente e ilustrada" de la población, Rosas devolvió en
mayo de 1832 las "facultades extraordinarias". Cumplido su mandato en diciembre, fue reelecto
varias veces, pero declinó el nombramiento. La Junta de Representantes eligió entonces a Juan
Ramón Balcarce gobernador de la provincia de Buenos Aires.

Punto 4.

Uruguay:

En el año 1830, Fructuoso Rivera fue electo presidente del Uruguay por la "gran familia" de los Obes
que dominaba el Congreso oriental. Se trataba de un grupo formado por los Obes y sus cuñados y
algunos personajes vinculados a la familia, unidos por lazos familiares, políticos y masónicos. Los
nombres más importantes del grupo eran Lucas Obes, Nicolás Herrera, José Ellauri, Luis Lamas y
Santiago Vázquez.

Juan Antonio Lavalleja, que había sido desplazado por Rivera en la simpatía de la "gran familia",
realizó varios intentos infructuosos de sublevación, pero debió refugiarse en Brasil. Manuel Oribe,
antiguo lugarteniente y amigo de Lavalleja, no se plegó a éste en sus intentos revolucionarios, y
Rivera acabó nombrándolo ministro de Guerra.

Finalizado el mandato del presidente, fue electo Oribe que, por sus maneras y procederes parecía
satisfacer a todo el mundo. Sin embargo, Rivera retuvo para sí el cargo clave de Comandante
General de la Campaña.

Un cierto eclipse de la "gran familia", debido al descrédito de Lucas Obes como ministro de
Hacienda de Rivera, dieron a Oribe cierta libertad de acción. Rosas, en tanto, lo consideraba débil y
sin carácter, molesto por el escaso resultado de sus quejas frente al accionar conspirativo de los
unitarios exilados en Uruguay.

No obstante, al afianzarse, Oribe comenzó a dar muestras de un temperamento fuerte.

Suprimió el diario unitario "El Moderador", editado en Montevideo.

Suprimió la Comandancia General de la Campaña al protestar Rivera por el hecho anterior.

Inició proceso a Lucas Obes.

En 1836, Rivera se alzó en armas acompañado por Juan Lavalle. Pero, derrotado, se refugió en Río
Grande do Sul.

Río Grande do Sul:

Las ideas autonomistas existían en Río Grande do Sul desde los tiempos de Artigas, favorecidas por
las afinidades entre los "gauchos" riograndenses y sus equivalentes rioplatenses. Las ideas de
separatismo y republicanismo eran predicadas en la frontera por el padre Caldas, uno de los líderes
de la "Confederación del Ecuador" que, en 1825, intentó separar las provincias norteñas del Imperio.
Caldas estaba exilado en Uruguay.

Existían en Río Grande do Sul dos partidos:

LOS "FARRAPOS" o "FARROUPILHAS" ("harapos" o "harapientos"): así llamados por con- formar la
clase baja de la sociedad. Eran autonomistas y los lideraba el estanciero coronel de milicias Bento
Gonçalves da Silva.
LOS "CARAMURÚS" (nombre dado a los portugueses): eran partidarios del Imperio y los lideraba el
general Bento Manoel Ribeiro.

A través de Lavalleja, Bento Gonçalves conoció a Rosas, a quien envió un emisario que obtuvo la
promesa de ayuda cuando los "farrapos" proclamasen su independencia de Brasil.

En 1835, estalló la revolución de los "farrapos", pero sus proclamas hablaban de monarquía y de
integridad del Imperio. Por eso, Rosas no quiso involucrarse. Al cabo, Bento Gonçalves fue vencido
y aprisionado.

No obstante, la insurrección prosiguió y, poco después, los "farrapos" proclamaron la independencia


de la "República de Río Grande" e instalaron un Congreso en Piratiní.

Fue en aquellas circunstancias cuando Rivera y Lavalle llegaron a Brasil para solicitar ayuda a Bento
Manoel Ribeiro. Éste, los acogió y les brindó re- cursos pero, en pocos meses la situación
experimentó un giro espectacular.

En efecto, la masonería, que se movía tras el levantamiento "farrapo", captó a Bento Manoel Ribeiro,
que de "caramurú" se convirtió en "farroupilha". Es- te cambio sorprendió a Rosas y Oribe -
simpatizantes de la revolución riograndense-, trajo la eliminación de los "viejos farroupilhas" e
introdujo el proyecto de la "Federación del Uruguay".

Aquel plan consistía en crear un gran Estado intermedio entre la Confederación Argentina y el
Imperio del Brasil. Lo integrarían:

Río Grande do Sul y Santa Catarina.

República Oriental del Uruguay.

Entre Ríos y Corrientes.

Eventualmente, Santa Fé y el Paraguay.

Siendo un plan de la masonería, posiblemente Gran Bretaña estuviera detras.

Uruguay:

Rivera invadió territorio uruguayo pero, al inicio, sufrió un par de derrotas a manos de las fuerzas de
Oribe. Sin embargo, a principios de 1838, los franceses que bloqueaban Buenos Aires pactaron con
él. Con armas y dinero, Rivera logró vencer en la batalla del Palmar.

Poco después, se firmó el Compromiso de Cangüé, entre representantes de Rivera, Lavalle y Río
Grande. Por él, el caudillo oriental prometía alternar la presidencia del Estado con la comandancia
general de la campaña, mientras durase la guerra entre Brasil y la República de Río Grande. Ávido
de dinero, Rivera se hizo pagar por los "caramurús" para no cumplir con lo pactado en Cangüé.

En Río Grande, en tanto, Bento Gonçalves consiguió escapar de la prisión imperial y se convirtió en
presidente de la República, pero transformado en títere de la masonería. Los masones, por su parte,
trajeron para desempeñarse como jefe de la escuadra riograndense al aventurero italiano Giuseppe
Garibaldi, que colaboró en el apoderamiento de Santa Catarina.

Después de la derrota de sus fuerzas en el Palmar, Oribe sólo contaba con Montevideo y Paysandú.
El resto del país era dominado por Rivera.

Los representantes diplomáticos de Gran Bretaña y Francia mediaron, proponiendo que el Uruguay
se mantuviera así dividido hasta la terminación del período presidencial de Oribe. Pero Rivera exigió
su renuncia. Por entonces, comenzaron a emplearse los nombres de "blancos" (partidarios de Oribe)
y "colorados" (partidarios de Rivera).

Entonces, los franceses decidieron las acciones a favor de su aliado Rivera. Por un incidente
insignificante en el puerto de Montevideo, en el que resultaron heridos dos marineros franceses,
presentaron a Oribe un ultimatum, que terminó con el bloqueo francés de aquel puerto. Aunque el
presidente aceptó casi todas las condiciones, los franceses no se detuvieron hasta conseguir su
renuncia (octubre de 1838).

Mientras Oribe pasaba a Buenos Aires, donde Rosas lo recibió como "presidente legal", Rivera entró
en la capital y se proclamó dictador. Algunos meses más tarde, fue electo presidente del Uruguay.

Los emigrados: Los emigrados argentinos del interior solían exilarse en Bolivia o Chile; los de
Buenos Aires y el litoral en el Uruguay. Se dividían en unitarios (primera emigración) y "doctrinarios"
o "lomonegros" (segunda emigración).

Aunque totalmente separados, tenían el objetivo de derrocar a Rosas: los primeros, aliándose con
Rivera y los franceses (Rivadavia, Agüero, Del Carril, los hermanos Varela, Valentín Alsina, Lavalle);
los segundos, manteniendo relaciones con algunos gobernadores que vacilaban en su amistad con
Rosas (Olazábal, Balcarce, Cavia).

Los emigrados habían constituído logias o asociaciones, como la "Logia de los Caballeros Liberales"
(unitarios). En un principio, muchos se habían mostrado indignados por el proceder de Francia para
con su patria. Pero, al cabo, aquellos escrúpulos fueron vencidos y, por sugerencia de Fructuoso
Rivera, constituyeron una Comisión Argentina, que unía a unitarios y "lomonegros".

Paraguay:

Paraguay se había mantenido aislado del resto de las provincias argentinas desde los comienzos de
la Revolución. Marginado por decisión propia de la Guerra de la Independencia, había sido
gobernado durante décadas por Gaspar Rodríguez de Francia, que lo moldeó según su parecer.

Allí, no había discusiones ni partidos políticos; no existían grandes diferencias entre ricos y pobres;
se exportaba yerba, tabaco, cereales y maderas y se importaba poco. Por eso, abundaba el
metálico, que el Estado invertía en armar un ejército de 5000 hombres. Esas fuerzas mantenían
herméticamente cerradas las fronteras.

El Imperio de Brasil estuvo siempre interesado en que Paraguay no se reintegrase a la Argentina y,


cuando en vísperas de la guerra de 1825, Bolívar expresó su intención de invadir Paraguay para
rescatar a su amigo Amado Bonpland, impedido de abandonar el país, Francia tuvo las primeras
aproximaciones amistosas con Brasil.

En 1840, murió Gaspar Rodríguez de Francia y, tras algunas convulsiones, se hizo del poder el
abogado Carlos Antonio López. Por entonces, resultaba cada vez más difícil conservar el
aislamiento. Empezaban a interesarse Gran Bretaña y Francia, sin olvidar la renacida "Federación
del Uruguay" de Rivera, los "farrapos" y los correntinos.

Fue el agente británico George Gordon quien, finalmente, convenció a López de la conveniencia de
declarar la independencia. En noviembre de 1842, un Congreso presidido por Carlos Antonio López
declaró la independencia de Paraguay. Rosas se negó a reconocerla, pero no así Brasil.

Brasil:

Pedro I abdicó la corona en 1831 y, desde ese momento, hasta 1840, gobernó en Brasil "la
Regencia"; es decir, una serie de lúcidos y patriotas ministros que lograron preservar la unidad del
Imperio.

Aunque divididos entre conservadores y liberales, estos políticos tuvieron siempre muy claro el
interés nacional y, superando sublevaciones e intentos separatistas, impidieron el fraccionamiento
de Brasil. En 1843 -ya alcanzada la mayoría de edad por Pedro II-, el emperador llamó a formar
gabinete al jefe del partido conservador Honorio Carneiro Leao.

Carneiro Leao pretendía terminar con todos los problemas aún no resueltos:

La sublevación de los "farrapos" que persistía desde 1837.

La idea de la "Federación del Uruguay".

El próximo vencimiento de los tratados de comercio y trata de esclavos con Gran Bretaña que
implicaba la subordinación de Brasil a ése país.

Siendo sus enemigos los mismos que enfrentaba Rosas, parecía natural que se estrecharan los
vínculos entre el Imperio y la Confederación Argentina. Así lo hizo ver el gobierno imperial al ministro
argentino en Río de Janeiro, Tomás Guido.

El proyecto de alianza, que llevaba la firma del emperador, proponía:

Río Grande do Sul quedaría para Brasil.

La Banda Oriental quedaría para la Confederación.

Argentina y Brasil formarían un frente común ante Gran Bretaña y Francia.

Para sorpresa de todos -incluído Guido que pretendió renunciar-, Rosas rechazó el tratado. Expresó
que sin la participación del gobierno "legal" del Uruguay, aquel tratado humillaría la soberanía de los
orientales. Carneiro Leao se opuso al tratado tripartito y se mostró ofendido por la actitud de Rosas
ante un acuerdo que llevaba la firma de Pedro II. Pero, comprendió que Rosas no era un ambicioso
conquistador que quería reconstruir el virreinato del Río de la Plata. Era un hombre que basaba sus
acciones en el respeto y la solidaridad americanas, por eso era un peligro para Brasil. Desde
entonces, Brasil volvió a la antigua táctica de conspirar contra la Argentina.

Punto 5.

En el Congreso de 1824, Manuel Dorrego y Manuel Moreno expusieron en sus discursos las
tendencias democráticas del federalismo. Para ellos, la diferencia entre Federalismo y Unitarismo
eran las diferencias entre una democracia al estilo de los Estados Unidos y una República
centralizada, gobernada por los representantes de la aristocracia del dinero.

Para Dorrego, la organización federal era la única que podía asegurar:

El pleno desarrollo de las posibilidades económicas del país.


La más amplia democracia política.

La seguridad del éxito del federalismo radicaba en que era el único sistema aceptable para el
pueblo. Para él, no existían en nuestro país diferencias esenciales (como en Estados Unidos había
entre blancos y negros) que impidieran el buen funcionamiento del federalismo.

Respondiendo a los argumentos de los unitarios vinculados a la escasez de rentas, Dorrego


explicaba que con un reordenamiento general de la economía y los impuestos, y el fomento de la
agricultura, se podía asegurar el progreso de los pueblos.

Finalmente, rechazaba la idea de que el federalismo fuera confundido con la anarquía en que había
caído el país y negaba que las provincias careciesen de los elementos como para instalar una forma
representativa republicana y federal.

Estanislao López y Facundo Quiroga sobresalieron entre los caudillos federales por dos razones
fundamentales:

Ellos fueron el prototipo y el resultado de aquella democracia primitiva ("democracia bárbara") que
no tomaba en cuenta las formas clásicas de la democracia anglosajona y que se manifestaba en el
tumultuoso pronunciamiento de las milicias provinciales, Eran "caudillos" (cabezas) porque
interpretaban el sentir de las masas y se consustanciaban con ellas.

Porque, más allá de sus aspiraciones autonómicas, eran portadores de un sentimiento de


nacionalidad y, si se opusieron a cada uno de los intentos de organización unitaria, no abandonaron
nunca la preocupación de organizar el país sobre otras bases.

Contra las acusaciones de "anarquistas" que les atribuyeron sus enemigos, no dejaron de bregar por
la organización político-institucional de su patria.

ESTANISLAO LÓPEZ (a propósito de la ocupación británica de las Malvinas): "ese, y muchos otros
vejámenes varias veces inferidos a la República tienen su origen en la inconstitucionalidad en que se
encuentra el país y en la figura poco digna que por ello representa".

JUAN FACUNDO QUIROGA (en carta a Rosas de 1832): "No me mueve otro interés que el bien
general del país. Primero es asegurar el país de la consternación en que lo tiene un enemigo exterior
y bárbaro, que desarrollar los gérmenes de su riqueza a la sombra de las leyes que deben dictarse
en medio de la tranquilidad y del sosiego, y verá aquí justificado su pensamiento en orden a la
Constitución".

Rosas no dejó de emplear argumentos para convencer a los dos caudillos acerca de la
inoportunidad de reunir un Congreso Federativo que sancionara una Constitución luego de la victoria
contra la Liga Unitaria en 1831. En la Carta de la Hacienda de Figueroa, que dirigió a Quiroga
cuando éste partió en misión pacificadora al norte, expuso su pensamiento político:

CARTA de la HACIENDA de FIGUEROA

Rosas es partidario de la Constitución, pero esa obra debe alcanzarse cuando las condiciones del
país lo hagan posible. Previamente, los pueblos debían ocuparse de sus constituciones particulares.
"Una República federativa es lo más desastroso que pueda imaginarse, toda vez que no se
componga de Estados bien organizados". Además, era preciso que los dirigentes provincianos
adquiriesen educación política y conciencia nacional. Reconocía que el partido federal carecía de
hombres capacitados y cualquier intento de Congreso y Constitución terminaría cayendo en manos
de los unitarios.

Para Rosas, el único sistema posible para el país era el federalismo ("una muy cara y dolorosa
experiencia nos ha hecho ver que es absolutamente necesario entre nosotros el sistema federal").
Para él, se trataba de un federalismo "empírico" adentrado en los hechos y no en los cánones
teóricos de otras experiencias.

Hacía al unitarismo responsable de todos los males del país: "... esa fracción (la unitaria) había
destruido y aniquilado los medios y recursos que teníamos porque ha irritado los ánimos,
descarriado las opiniones, puesto en choque los intereses particulares propugnando la inmoralidad y
la intriga y fraccionando de tal modo la sociedad, que no ha dejado casi reliquias de ningún vínculo".

Su federalismo tenía fundamento religioso: "... no sólo de haber arruinado económicamente el país
sino también de haber arrancado de cuajo sus mejores esencias espirituales".

Como Artigas, sostenía que la capital de la República no debía ser Buenos Aires ni ninguna capital
de provincia, para evitar en el mismo lugar una superposición de autoridades: "son estos
inconvenientes de tanta gravedad que obligaron a los norteamericanos a fundar la ciudad de
Washington".

Después de convenida la organización del gobierno, sus atribuciones, residencia y modo de elegirlo,
Rosas creía necesario "... crear un fondo nacional permanente que sufragase los gastos nacionales
ordinarios y extraordinarios". A la formación de ese fondo, lo mismo que a los contingentes militares
para la formación del "ejército nacional" debían contribuir los Estados federados en proporción a su
población.

Creía que un gobierno federal sería la consecuencia de la unión entre las provincias y no la causa de
dicha unión. Sostenía que nada se ganaría adoptando una Constitución, ya que ésta no produciría la
unión automática: "El gobierno federal en una República federativa no une a los pueblos federados,
los representa unidos ante las demás naciones".

Punto 6.

Balcarce:

Para suceder a Rosas, en diciembre de 1832, fue electo gobernador de la provincia de Buenos Aires
Juan Ramón Balcarce. Durante su gobierno, que no alcanzó a un año:

• Rosas dirigió la expedición al desierto.

• Gran Bretaña se apoderó de las islas Malvinas.

• El partido federal se dividió de manera terminante.

El ministro de Guerra de Balcarce, general Enrique Martínez, se convirtió en jefe de un grupo


reunido con el objetivo de eliminar la influencia de Rosas. Lo formaban los hermanos Olazábal,
Tomás Iriarte (entre los militares), Gregorio Tagle, los jóvenes Marco Avellaneda y Juan María
Gutiérrez (entre los "doctrinarios") y algunos unitarios como Florencio Varela y Valentín Alsina.

Para abril de 1833, debían efectuarse elecciones para renovar la mitad de la Junta de
Representantes. Proliferaron las listas de candidatos mezclados (rosistas, "doctrinarios" y unitarios).
A último momento, se hizo circular una lista encabezada por Rosas que muchos creyeron contaba
con la adhesión de éste. Aquella lista, en la que acompañaban al nombre del Restaurador la mayoría
de los miembros del grupo de Martínez, triunfó. Incluso, existieron maniobras fraudulentas.

Los rosistas tuvieron entonces en claro el juego de Martínez y los suyos para copar la Junta de
Representantes. Así, en torno a la figura de Encarnación Ezcurra, esposa de Rosas, ausente en el
desierto, se formó el grupo de los "apostólicos" (Tomás y Nicolás de Anchorena, Felipe Arana,
Tomás Guido, José María Roxas y Patrón).
La nueva Junta de Representantes, dominada por los antirrosistas, pidió la sanción de una
Constitución, la revisión de lo actuado por Rosas en uso de las "facultades extraordinarias" y el
restablecimiento de la libertad de prensa. Esto último se logró.

A la luz de esa medida, proliferaron los diarios y pasquines que, trenzados en una guerra que no
conoció límites, atacaron la vida privada y la honra de las personas vinculadas a la política. En ese
clima, debían realizarse las elecciones complementarias a las de abril, para cubrir 7 cargos de
diputados (Rosas había enviado su renuncia).

Mientras los rosistas hacían circular volantes con los nombres escritos en tinta roja, los cismáticos
las confeccionaron con tinta negra (de ahí el apodo de "lomonegros"). Las elecciones se efectuaron
en medio de tumultos y violencias, por lo que Balcarce las hizo suspender.

La medida enardeció a todos. Manuel Vicente Maza y García Zúñiga -amigos de Rosas- tuvieron
que dejar sus puestos como ministros de Balcarce. Encarnación Ezcurra debió pedir protección en la
legación francesa.

Mientras Rosas pedía calma y paciencia en su campamento del río Colorado y Balcarce no sabía
qué hacer, los periódicos no se detenían ante nada (Encarnación Ezcurra es llamada "la mulata
Toribia", "la borracha" y "mujer de mala vida"). Para poner fin a la situación, el gobierno prohibió la
salida de algunos periódicos y acusó ante el jurado de imprenta a varios diarios cismáticos y al
"apostólico" "El Restaurador de las Leyes", editado por Nicolás Mariño. Esto fue anunciado por
medio de carteles.

Aquella noticia fue interpretada por la gente humilde de las orillas como que sería Rosas quien sería
juzgado. El 11 de octubre, día del juicio, estallaron los tumultos. De pronto, la multitud se retiró a
Barracas. Se les sumaron miles, y la ciudad empezó a quedar paralizada. El general Pinedo,
enviado para convencer a los sublevados, fue obligado por sus soldados a pasarse al bando de
éstos.

Enrique Martínez escribió a Rosas, pidiéndole que convenciera a la gente. Pero Rosas le responde
que el gobierno había actuado contra el parecer del pueblo y éste, ha reaccionado. Advierte que si el
gobierno emplea la fuerza, él se sumaría a los sublevados de Barracas que exigían la renuncia de
Balcarce.

Balcarce se negaba a renunciar pero, ante el avance de Pinedo y los sublevados, la Junta de
Representantes lo exoneró, eligiendo a Juan José Viamonte como gobernador provisorio (3 de
noviembre de 1833).
Viamonte:

El gobierno de Viamonte careció de relevancia y autoridad, apenas tolerado por los "apostólicos"
triunfantes, que no confiaban en el mandatario.

Por aquel entonces, el ministro argentino en Londres, Manuel Moreno, puso en conocimiento del
gobierno de Buenos Aires la existencia de un plan internacional que amenazaba la estabilidad
política de Sudamérica. No era la primera vez que Moreno daba cuenta de aquellos manejos. En un
principio, habían participado de aquellos planes: el rey Fernando VII de España, Carlos X de Francia
y Pedro I de Brasil. El propósito de los mismos era crear monarquías hispanoamericanas, coronando
príncipes de Borbón.

Para 1833-1834, Fernando VII había muerto, Carlos X había sido depuesto y Pedro I había abdicado
la corona de Brasil. No obstante, los proyectos continuaban. Lo importante era comprobar que, como
en circunstancias anteriores, aparecían conspirando:

Los unitarios argentinos.

Los colorados uruguayos.

Los liberales chilenos.

El mariscal Santa Cruz.

Un jefe federal que debía ser ganado y, después, sacrificado (¿López?).

Rivadavia, aparentemente involucrado en el proyecto, regresó por entonces a Buenos Aires, pero el
gobierno de Viamonte lo expulsó del país. Poco después, Viamonte renunció a su cargo (junio de
1834), pero debió permanecer en él hasta octubre, por no hallarse quién quisiera reemplazarlo.

Efectivamente, elegido cuatro veces, Rosas no aceptó. En un momento, expresó que ya las
"facultades extraordinarias" no eran convenientes, pues se había exagerado mucho, asimilando su
ejercicio a la "tiranía". Tampoco aceptaron el cargo de gobernador Anchorena, Terrero y Pacheco.

Finalmente, se dispuso que si para el 1º de octubre no había gobernador, a- sumiría el presidente de


la Junta de Representantes, Manuel Vicente Maza. Vencido el plazo, así sucedió.
Maza:

El enfrentamiento entre jefes federales formaba parte de la "gran conspiración" denunciada por
Manuel Moreno. La razón estaba en las influencias que sobre algunos gobernadores ejercían ciertos
"doctores doctrinarios": Domingo Cullen (Estanislao López).

Marco Avellaneda (Alejandro Heredia).

Adeodato de Gondra (Felipe Ibarra).

La acción insidiosa de algunos de estos personajes, unida a la participación de unitarios que


operaban desde Bolivia, condujo al enfrentamiento entre los gobernadores federales de Tucumán
(Alejandro Heredia) y Salta (Pablo Latorre).

Habiendo desaparecido la Comisión Representativa, correspondía al gobernador de Buenos Aires


intervenir en el conflicto. Por eso, recurrió a Facundo Quiroga (residente en Buenos Aires), en razón
de la influencia del riojano en las provincias del norte.

Rosas acompañó a Quiroga hasta San Antonio de Areco y se despidieron en la Hacienda de


Figueroa, donde Rosas prometió enviarle al "Tigre" una carta en la que fijaría su posición política.

RESPECTO de la "CARTA de la HACIENDA de FIGUEROA", FIGURA en el PUNTO 5 dela


BOLILLA VIII.

En realidad, Quiroga llegó tarde al norte. Una revolución provocada por unitarios armados y
organizados en Bolivia, proclamó la independencia de Jujuy, manifestando su intención de
incorporarse al país norteño. Latorre, fue vencido y entregado a sus enemigos salteños que le dieron
muerte.

Desde Santiago del Estero, Quiroga desautoriza la autonomía jujeña y, considerando pacificada la
región, emprende el retorno con la sola compañía de su secretario José Santos Ortiz. Aunque fue
advertido que uno de los hermanos Reinafé había reunido milicianos con el aparente propósito de
interceptarlo. Quiroga prosiguió su viaje. Sin embargo, poco después de ingresar en la provincia de
Córdoba, en el paraje de Barranca Yaco, la partida cordobesa, a las órdenes del capitán Santos
Pérez, asaltó al carruaje y dio muerte a los viajeros (febrero de 1835).

Rosas:
La noticia del asesinato de Quiroga se conoció en Buenos Aires el 2 de marzo, produciendo una
gran consternación. Al informar a la Junta de Representantes, Manuel Vicente Maza dio la razón a
Rosas en lo referente a la existencia de una conspiración unitaria. Pidió un gobierno investido de los
mayores poderes.

El 7 de marzo de 1835 la legislatura sancionó una ley que disponía LA "SUMA del PODER
PÚBLICO"

Rosas sería gobernador por 5 años.

Se depositaba en él la "Suma del Poder Público".

Las únicas restricciones al ejercicio de ese poder serían: defender la religión Católica Apostólica
Romana, sostener la causa de la Federación.

El ejercicio de ese poder duraría el tiempo que el gobernador creyera necesario.

Rosas exigió que aquella designación fuese sometida a plebiscito. Sólo se consultó la opinión de la
ciudad (la campaña siempre había dado muestras de adhesión a su persona) y votaron 9720
personas (la mayor concurrencia de votantes hasta entonces). Por la negativa se registraron 7 votos.
En la Junta de Representantes votaron en contra Tomás de Anchorena y Felipe Senillosa -muy
amigos de Rosas- por considerar injusto el cargarlo con semejante responsabilidad.

Respetuoso en extremo de la ley, Rosas quiso:

Que si iba a gobernar como "dictador" lo haría a partir de una ley y un pronunciamiento popular.

Que continuaran existiendo la Junta de Representantes y los tribunales de Justicia, aunque el


gobernador pudiera dictar leyes y firmar sentencias.

Rosas hizo un uso moderado de aquel poder, dictando leyes por motivo de urgencia y condenando
cuando la pronta justicia aseguraba la tranquilidad general. Con respecto a la administración general
fueron cesanteados algunos empleados públicos de ideología unitaria; los que permanecieron
tuvieron que jurar lealtad a la "Santa Causa de la Federación". También fueron separados algunos
párrocos y camaristas, y dados de baja algunos oficiales del Ejército.

Juicio a los asesinos de Quiroga: Después de tratar infructuosamente de presentar el asesinato de


Quiroga como obra de bandoleros, los hermanos Reinafé procuraron incriminar al gobierno de
Santiago del Estero. Ibarra reaccionó furioso, alegando que en su provincia se sabía que Guillermo
Reinafé esperaba al caudillo riojano con una partida de milicianos, por lo que él le había
recomendado cambiar el itinerario para la vuelta.

Esta respuesta obligó a los conspiradores a montar una parodia de juicio a santos Pérez, del que,
naturalmente, salió absuelto. Pero luego, hicieron circular la versión de que las huellas de los
asesinos de Quiroga "también venían de Santa Fé".

Pero, cuando Félix Aldao, gobernador de Mendoza, denunció a Rosas un plan que uniría a varias
provincias (incluída Santa Fé), al gobierno de Rivera y a los "descontentos de Buenos Aires" contra
él, si atacaba a Córdoba, decidió intervenir.

Sin acusarlo directamente -aunque sospechara de él-, convenció a López de la necesidad de juzgar
a los asesinos, "cuyos instigadores han sido los unitarios y los ejecutores los hermanos Reinafé".
Luego, exigió al gobierno de Córdoba entregar en treinta días a los cuatro hermanos para ser
juzgados "por el tribunal que designen las provincias confederadas".

En Córdoba, una serie de personajes de simpatías unitarias -especialmente Santiago Derqui-


controlaban la situación buscando nuevos subterfugios. Sin embargo, un sumariante honesto
investiga a los integrantes de la partida de Santos Pérez, hallando la ropa de los asesinados.

El ex-gobernador Manuel Vicente Reinafé (con la coartada de haber viajado a Rosario al momento
del crimen) era el único que se encontraba en la ciudad; Guillermo Reinafé, escondido en la sierra,
fue encontrado; José Antonio Reinafé, refugiado en Bolivia, fue secuestrado por una partida
tucumana; sólo Francisco Reinafé logró escapar a Montevideo.

Para terminar con las dilaciones, Rosas con acuerdo de López, exigieron al Congreso Provincial de
Córdoba que eligiera gobernador a Manuel López "Quebracho", amigo del santafesino, pero federal
íntegro. Al frente de sus milicias, éste entró en Córdoba y se hizo elegir gobernador.

Todos los involucrados en el crimen fueron remitidos a Buenos Aires, ya que por resolución de las
provincias Rosas debía juzgarlos. Sin embargo, éste delegó en Manuel Vicente Maza el sumario y la
sentencia, reservándose la facultad de revisarlas.

Rosas consultó con el asesor jurídico Lahitte acerca de la sentencia de Maza y, finalmente, la
confirmó. Fueron condenados a morir fusilados José Vicente y Guillermo Reinafé, Santos Pérez,
cuatro oficiales de la partida y tres soldados sacados a sorteo. Francisco Reinafé, en Montevideo,
fue condena- do en ausencia y José Antonio murió en prisión. Para tomar intervención en el caso, y
requerir la autorización de las provincias, Rosas había interpreta- do que se trataba de un delito de
orden federal.

El cambio económico:

El enfrentamiento entre la concepción económica librecambista y el proteccionismo no se agotó con


la polémica entre Ferré y Roxas y Patrón, en los días previos a la firma del Pacto Federal. Volvió a
ponerse de actualidad en las cartas de Manuel Leiva y Marín, cuando se discutía si era llegado el
momento de la convocatoria a un Congreso federativo.

En esa oportunidad, la posición librecambista fue defendida por Pedro de Ángelis desde las páginas
de "El Lucero". Ferré volvió a intervenir preguntándose si los sacrificios y la sangre derramada para
ser independientes te- nía como objetivo ser perpetuamente una factoría del Viejo Mundo.

Las primeras medidas proteccionistas aparecieron durante el primer interinato de Viamonte, al


aumentarse las tarifas aduaneras, aunque con el objeto exclusivo de incrementar los ingresos
fiscales. Le siguieron algunas medidas del primer gobierno de Rosas destinadas a proteger las
industrias sombrerera y harinera de Buenos Aires.

La discusión no tardó en llegar al ámbito de la Junta de Representantes, donde Balmero García


apoyó el proteccionismo predicado por Ferré, sosteniendo que la posición política de Buenos Aires la
obligaba a contemplar los intereses de las provincias.

En su segundo gobierno, Rosas pareció entender que ya no era exclusiva- mente "un hombre de
Buenos Aires" sino el "hombre de la Confederación Argentina", por lo que decidió proceder de
acuerdo con esa condición.

La ley de Aduana de 1835:

En 1835, durante el receso de la Junta, encomendó a Roxas y Patrón la modificación del régimen
librecambista. Perseguía dos objetivos:

Defender las manufacturas nacionales.

Promover una política agrícola perjudicada por los bajos aranceles que pagaban los granos y
harinas extranjeras.

Cuando la Junta de Representantes reanudó sus sesiones, aprobó la nueva "Ley de Aduana".
LEY de ADUANA de 1835

Prohibía la entrada de productos extranjeros cuyos similares criollos estaban en condiciones de


satisfacer el mercado: tejidos de lana y algodón, algunas manufacturas de hierro, hojalata y latón,
aperos para caballos, velas, escobas, algunas hortalizas.

Gravaba con el 50%: otras hortalizas, sillas de montar, cervezas.

Gravaba con el 35% aquellos productos nativos insuficientes: zapatos, carruajes, artículos de cuero,
vinos, quesos, frutas secas.

Gravaba con el 25% las que no se hacían o cultivaban en el país.

Gravaba con el 24% el azúcar para estimular la producción tucumana.

Gravaba con el 4% las exportaciones (no pagaban nada las que salieran en buques nacionales).

Pagaban el 10% la yerba y el tabaco de Paraguay, Corrientes y Misiones.

Pagaban el 24% la yerba brasileña, el café y el cacao.

Los productos nacionales que llegaran a Buenos Aires en buques argentinos no pagaban nada; pero
si la leña y el carbón de Santa Fé entraban en buques extranjeros, pagarían el 17%.

No se consideraban extranjeros los productos uruguayos y chilenos.

La Ley de Aduanas dio lugar al agradecimiento y entusiasmo de varias provincias, que se


expresaron en sendas leyes.

La tierra pública:

En 1836 fue sancionada la Ley Agraria que restableció la propiedad de la tierra pública, a pesar de
las garantías de los empréstitos. Sacaba a la venta mil quinientas leguas cuadradas distribuidas en
tres zonas:

En el interior del Salado (5000 pesos la legua).

Entre el Salado y una línea que corría desde Tandil a Junín (4000 pesos la legua)

Al sur y al oeste de esa línea (3000 pesos la legua)


La mayor parte de la tierra de la primer y segunda zona estaba dada en "enfiteusis". La ley daba a
los enfiteutas una opción de compra. Pero les advertía que al cumplirse en 1837 los diez años de
establecida la Ley de Enfiteusis (era por veinte años), el cánon se duplicaría. La tierra libre de
enfiteusis se vendería en "suertes de estancia" (media legua por legua y media) en la primer zona;
dos y seis "suertes de estancia" en la segunda y tercer zona.

Cuando comenzó el bloqueo francés y disminuyeron las exportaciones, Rosas, que deseaba
existieran muchos pequeños propietarios, anuló las enfiteusis en una región que abarcaba las zonas
primera y segunda. Muchas tierras fueron puestas a la venta, pero era un mal momento para los
negocios, por lo que Rosas decidió donarlas a los militares y empleados civiles: generales (6
leguas), capitanes (1 legua), cabos y soldados (un cuarto de le-gua). La escala se aplicaba a los
empleados civiles en proporción a sus sueldos. No tenían obligación de poblar (recién fue obligatorio
a partir de 1840 y la Casa de Moneda otorgó créditos a quienes tuvieran la fianza del Juez de Paz).

El orden y honesto manejo de las finanzas públicas, que caracterizaron a la gestión de Rosas ("en la
hacienda pública no hay suma de poderes") se vieron seriamente perjudicados por los bloqueos,
especialmente si tenemos en cuenta que sobre un total de algo más de once millones de pesos (en
1836), diez millones correspondían a derechos de aduana. Para paliar el déficit, debió recurrir a
empréstitos internos.

Disolución del Banco Nacional:

En 1836 terminaba la concesión otorgada al Banco Nacional diez años atrás. Rosas se incautó de la
institución por el simple expediente de no renovar su concesión. En el informe redactado por Roxas y
Patrón y en el mensaje de Rosas a la Junta de Representantes se resaltaron algunas de las
irregularidades de su existencia: un capital que era una ficción, su carácter de árbitro de los destinos del
país, su relación con la conspiración de Diciembre de 1828, entre otras cosas. Se lo declaró disuelto.

En el mismo decreto se dispuso que una comisión de un presidente y seis vocales tomara posesión
de la Casa de Moneda y procediera a:

Administrar el papel moneda y la moneda metálica.

Liquidar el Banco Nacional.

Admitir depósitos particulares y descontar documentos.


Así, surgió el Banco de la Provincia de Buenos Aires, que fue conocido como "la Casa de Moneda",
como institución estatal.

Bolilla IX.

Punto 1.

La primera expansión imperialista de Europa tuvo lugar en los siglos XV y X VI, y fue protagonizada
fundamentalmente por las naciones ibéricas. Su accionar estuvo esencialmente dirigido a América,
la costa occidental de África y los países ribereños del océano Índico. A España y Portugal las
siguieron Inglaterra, Francia y Holanda.

La segunda expansión imperialista se iniciará aproximadamente hacia 1830, con Gran Bretaña y
Francia asumiendo la iniciativa, para prolongarse hasta casi los inicios de la Primera Guerra Mundial
(1914-18). Las últimas décadas del siglo XIX constituirán la época del Gran Imperialismo, con la
incorporación de nuevos protagonistas: Alemania, Bélgica, Rusia, Italia, los Estados Unidos y el
Japón.

Esta segunda expansión imperialista comenzó a materializarse cuando aún no se había dirimido en
Europa el enfrentamiento entre el conservadurismo de la Restauración y el liberalismo, heredero de
los ideales de la Revolución Francesa.
La Revolución de 1830:

Francia, donde el fermento revolucionario se mantenía latente, dio la primera respuesta al


absolutismo creciente. Reinaba Carlos X, hermano de Luis XVIII, un hombre que era la expresión del
más intransigente absolutismo. En los primeros seis años de su gobierno, trató de mostrarse
moderado pero, al chocar con la oposición de liberales y republicanos en la Cámara Legislativa,
respondió con violencia y con medidas que implicaban un retorno al Antiguo Régimen.

Además de nombrar jefe del gabinete al príncipe de Polignac, absolutista e intolerante, intentó
restringir primero y suprimir después la libertad de prensa, disolvió la Cámara, anuló elecciones que
le habían sido desfavorables y modificó con criterio conservador y elitista la ley electoral.

Frente a este cúmulo de atropellos estalló la revolución en 1830 y se combatió en las calles de París.
La segunda revolución francesa o "jornadas de julio" concluyó con la caída de Carlos X. Los liberales
monárquicos, conducidos por Adolfo Thiers, ofrecieron la corona al duque de Orleans que, tras jurar
la Carta Constitucional, se convirtió en el rey Luis Felipe I, llamado "el rey burgués" o "el rey de las
barricadas".

La revolución de 1830 influyó en otros movimientos revolucionarios que brotaron por entonces en
Europa. Sin embargo, con excepción de Bélgica, donde el movimiento insurreccional produjo la
independencia del país de la corona de Holanda, en todas partes resultaron vencidos.

No obstante, el ascenso al trono de Luis Felipe I significó un duro golpe para la "teoría de la
legitimidad" de Metternich. Aunque sin atreverse a intervenir en Francia, Austria, Rusia y,
especialmente Rusia, procuraron aislar aquel país.

Ello determinó una aproximación entre Francia y Gran Bretaña que, durante años constituyeron una
"entente cordiale", que procuró actuar de acuerdo en el campo internacional.

Revolución de 1848:

Dieciocho años más tarde, Luis Felipe I alcanzaba los límites de la impopularidad en Francia. Su
gobierno fue la encarnación del régimen burgués censitario, sostenido por la burguesía acomodada.
La economía experimentó un gran desarrollo, aunque -tal como postulaban los liberales- sin
intervención alguna del Estado que, se mostró indiferente a las demandas populares.

Con el ascenso al ministerio de François Guizot, la monarquía liberal devino en un conservadurismo


cada vez más acentuado y represor. Sordo a los reclamos de ampliación de los derechos políticos
exigida por la pequeña burguesía y de modificación del régimen económico-social reivindicada por
los obreros, el gobierno comenzó a ser jaqueado por "legitimistas" (partidarios de los Borbones),
"bonapartistas", republicanos y socialistas, que comenzaban a difundir sus ideas en el proletariado.

Cuando finalmente estalló la revolución, en febrero de 1848, pocas lealtades se mantuvieron junto al
trono, manchado por el pecado original de la "ilegitimidad". Luis Felipe I abdicó y, se proclamó la
República, inaugurando un proceso del que surgiría la figura de Luis Napoleón Bonaparte, sobrino
de Napoleón I.

Extendida, como en 1830, a otros puntos de Europa, la revolución de 1848 fracasó. La alta
burguesía, atemorizada por el contenido de aquel movimiento, se alineó definitivamente junto a las
fuerzas conservadoras y los restos de la aristocracia. Los revolucionarios, en tanto, expresaban
intereses distintos cuando reclamaban mayor democracia: libertades políticas y participación (la
pequeña burguesía), transformaciones sociales (la clase obrera), reivindicaciones nacionales (los
polacos, húngaros o italianos).

El desarrollo industrial: Entre 1830 y 1870 se desarrolló el proceso que conduciría a la época del
Gran Capitalismo, sistema en que la industria (la producción) condicionaría los demás factores de la
vida económica, social y política hasta dominarlos por completo.

Factor decisivo de esta transformación fue la ciencia aplicada a la economía, es decir, la técnica.
Durante la primera mitad del siglo XIX, la transformación maquinista descansó en dos materias
primas: la hulla y el hierro. La primera como fuente energía; la segunda, como material básico para
la construcción de máquinas. La técnica unió sus esfuerzos para hacer fructífera la combinación de
ambos materiales.

La transformación en el campo de los transportes, con la aparición del ferrocarril y la navegación a


vapor, marcó los inicios de la denominada Segunda Revolución Industrial, a la que se fueron
sumando:

El desarrollo de la siderurgia.

Las aplicaciones técnicas de la electricidad (telegrafía, telefonía, cables submarinos).

El perfeccionamiento de la dinamo (luz de alumbrado y energía motriz).

Pero, en el siglo XIX, el fenómeno industrial ya no fue patrimonio exclusivo de Gran Bretaña. Se
sumaron al proceso naciones como: Alemania, Francia, Estados Unidos, Bélgica, Holanda, más
tardíamente Rusia e Italia y, finalmente, Japón.

Las potencias industriales comenzaron a organizar la vida económica del mundo, haciendo creer a
los partidarios del librecambio que el cosmopolitismo económico eliminaría las guerras
internacionales. Sin embargo, la necesidad de materias primas y de mercados donde colocar los
excedentes de la producción abrieron paso a una nueva expansión imperialista y a formas coloniales
novedosas, en las que los países económicamente dependientes apenas podían gozar de una
aparente independencia política.

Gran Bretaña:

Gran Bretaña había salido de las guerras contra la Revolución Francesa y Napoleón convertida en la
primera potencia colonial y marítima. La India y Canadá eran, por entonces, los ejes de su Imperio.

Desde Gran Bretaña a la India, una serie de puntos fortificados e islas le permitían controlar el
"camino del mar": Gibraltar, Sierra Leona, Santa Elena, El Cabo, Mauricio, Seychelles. En ese
contexto, y con la mira puesta en el dominio de los mares, se había apoderado de Adén (llave entre
el Mar Rojo y el océano Índico), Singapur (llave entre el océano Índico y el Mar de la China) y
Malvinas (llave entre el Atlántico y el Pacífico).

En esta primera mitad del siglo XIX, Gran Bretaña había prestado especial atención al desarrollo de
las "colonias de asentamiento" (Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica), donde eran
ubicados los excedentes de población.

No obstante, la Guerra del opio contra China (1839), que le permitió adquirir la isla de Hong-Kong,
abrió una nueva etapa de imperialismo agresivo implementado por hombres como Palmerston y
Disraeli.

Con respecto a Hispanoamérica, Gran Bretaña se había mantenido fiel a la política de hegemonía
económica que, además de la presión sistemática sobre los gobierno hispanoamericanos a favor de
políticas librecambistas, se basaba, como vimos, en dos estrategias:

La concesión de empréstitos.

La "balcanización" (boicot a los intentos de unidad y fraccionamiento de las ex- colonias españolas).
Francia:

Hacia 1830, el imperio colonial francés estaba reducido a la Guayana, las islas de Martinica y
Guadalupe, en las Antillas, y algunas factorías en la India. Aquel año, gobernando aún Carlos X, se
inició la conquista de Argelia.

Sin embargo, durante los primeros años del reinado de Luis Felipe I, la política colonial francesa fue
moderada y poco ambiciosa, pues su gobierno no quería indisponerse con quien era por entonces
su amiga y protectora: Gran Bretaña.

Hacia mediados de la década de 1830, considerándose consolidada, la monarquía comenzó a


liberarse de la tutela británica e inició una política de expansión propia, que condujo a la reanudación
de la conquista de Argelia y a la intervención en países como Tahití y Egipto.

En América, la humillación sufrida por Francia frente a los Estados Unidos,

que exigieron bajo amenaza el pago de una deuda de los tiempos de Napoleón, fue compensada
con la firma de un tratado de amistad, alianza y comercio con la Confederación Peruano-Boliviana
del mariscal Andrés de Santa Cruz. Gran Bretaña se mostró celosa hasta que obtuvo un tratado
similar con Santa Cruz. Pero, cuando Chile y la Argentina declararon la guerra a la Confederación
Peruano-Boliviana, Francia se puso decididamente de parte de su aliado y ordenó el bloqueo de las
costas de ambos países.

Punto 2.

Ya hemos señalado la influencia que ejercieron sobre la juventud "ilustrada" del Río de la Plata los
filósofos y economistas del siglo XVIII, especial- mente en figuras prominentes de la Revolución de
Mayo: Moreno (en lo político y social) y Belgrano (en lo económico).

Sin embargo, las obras de los pensadores de la Ilustración -Montesquieu, Rousseau, Raynal- no
alcanzaron el grado de difusión e influencia que llegó a tener Jeremías Bentham.

El utilitarismo: fue una corriente de pensamiento propuesta por los británicos Jeremías Bentham y
sus seguidores, James Mill (padre) y John Stuart Mill (hijo).

Según el utilitarismo, la moralidad de cualquier acción o ley viene definida por su utilidad para la
sociedad, conforme a la fórmula: "la mayor felicidad para el mayor número". Después de la
Revolución Francesa y de Napoleón, Bentham se convirtió en la gran autoridad en materia de
ciencia política y uno de los pilares del pensamiento liberal en Hispanoamérica, hasta donde arribó
por vía de España. No olvidar que entre 1808 y 1813 (las Cortes de Cádiz), y entre 1820 y 1823 (la
revolución de Riego), los liberales españoles tuvieron estrechos contactos con sus pares británicos.

En pocos lugares de Hispanoamérica se hizo sentir esa influencia como en el Río de la Plata, en
razón de la relación de Bernardino Rivadavia con Bentham, a quien conoció en Inglaterra y con
quien mantuvo correspondencia. Difusor de las ideas del pensador británico, contenidas en el libro
"Tratado de legislación", Rivadavia debió a su influjo el alejarse de las ideas monárquicas y poner en
práctica un plan de reformas en la provincia de Buenos Aires.

Para Rivadavia, la Universidad de Buenos Aires vino a llenar el hueco dejado por la desintegración
de algunas instituciones de la estructura colonial, como el Cabildo. Por su iniciativa, Pedro
Somellera, admirador y seguidor de Bentham, fue designado profesor de Derecho Civil.

Del mismo modo, la creación de la cátedra de Economía Política respondió a las mismas razones,
siendo encomendada su enseñanza a hombres como Pedro José Agrelo y Dalmacio Vélez Sársfield,
seguidores de la teoría de James Mill.

El carácter racionalista de las ideas de la Ilustración no dejó de generar algunas perturbaciones en el


seno del grupo rivadaviano, de manera particular entre los eclesiásticos (Antonio Sáenz, Valentín
Gómez, Julián Segundo de Agüero), que consideraban muchas de las enseñanzas impartidas desde
la Universidad como contrarias a la doctrina de la Iglesia.

El apoyo recibido desde el gobierno no modificó la situación de la Universidad, que mantuvo una
estructura bastante frágil en razón del escaso número de alumnos que ingresaban a ella.

No es exacto que Rosas cerrara la Universidad. Lo único que hizo fue obligarla a sostenerse con sus
propios recursos. El Estado carecía de los necesarios para hacerlo, agobiado como estuvo por los
gastos militares (Tener presente que, entre 1835 y 1852, sólo dos años fueron de cierta paz). Es
posible, además, que Rosas no considerara con mucho interés lo que podía esperarse de ella.
Aquella situación económica precaria retrajo la educación: se suprimieron escuelas en los barrios de
gente rica, que podía pagar una enseñanza particular. Por las mismas razones, en casi todas las
provincias, se llegó a considerar la enseñanza gratuita como un beneficio exclusivamente disfrutado
por los pobres.
El Romanticismo:

En los años finales del siglo XVIII, Europa fue el escenario del enfrentamiento entre dos
concepciones de vida:

LA ILUSTRACIÓN: racionalista, irreligiosa, opuesta al pasado y defensora de un humanismo


abstracto.

EL ROMANTICISMO: que fue una reacción contra el racionalismo y el materialismo y dio valor a lo
que es peculiar de cada nación, apoyándose en el espíritu creador del hombre.

El Romanticismo surgió en Alemania, donde los literatos (Schlegel, Holder- lin, Brentano) se
destacaron por exaltar el libre juego de la fantasía, por su inspiración mística, por rescatar las
culturas clásica y medieval y cultivar la poesía popular, los músicos (Gluck, Beethoven) por la mayor
emoción y naturalidad de sus creaciones y el sentimiento que pusieron en ellas.

Se considera que la difusión del romanticismo en Europa se inició con la publicación de la obra de
madame de Stael en Francia, en 1813.

En nuestro país, una prueba de la oposición entre ambas concepciones la ofreció Esteban
Echeverría al definir a Rivadavia como: "un hombre cuyas doctrinas fueron el resultado del examen
de hechos históricos de otras naciones o sistemas abstractos concebidos por la razón europea".

Esteban Echeverría:

Fue el introductor en nuestro país de las formas literarias del Romanticismo, después de una
permanencia de cinco años en París.

Al retornar, en 1830, portador de algunas ideas en boga en Europa, sus maneras, estilo de vida y
forma de vestir, además de sus versos, generaron la curiosidad y luego la admiración de algunos
jóvenes de la clase "decente" porteña. Una serie de jóvenes inquietos, nacidos en general hacia
1810, que pasarían a constituir la llamada "generación de 1837": Juan María Gutiérrez, Santiago
Viola, Juan Thompson, Juan Bautista Alberdi, Vicente Fidel López, Miguel Cané, Carlos Tejedor, que
comenzaron a adquirir libros traídos ex- presamente de París o comprarlos en la librería de Marcos
Sastre.

Con el revuelo causado por la presencia de Echeverría, se iniciaron las tertulias en salones de
damas distinguidas (Mariquita Sánchez de Thompson) o en un local anexo a la librería de Marcos
Sastre donde, las reuniones ya iniciadas en 1835, culminaron con la fundación del Salón Literario.
Junto a las letras, se generalizó el desarrollo de la música y del teatro, en un ambiente en el que
Rosas gozaba de la máxima popularidad.

No faltan quienes sostienen que el Salón Literario reunía a un grupo de jóvenes presuntuosos, que
acumulaban lecturas desordenadamente y, sin mayor análisis, condenaban el pasado hispánico.

Su inclinación por conocer las nuevas ideas europeas a través de resúmenes de segunda mano
(Lerminier sobre el historicismo de Savigny; Leroux sobre el socialismo utópico de Saint-Simon)
restó solidez a su formación. La excepción, en ese sentido, sería la del napolitano Pedro de Ángelis.

(Era un historiador y científico que, en su patria, había adherido a la causa de Napoleón. Miembro de
la Academia de Nápoles, fue contratado por Rivadavia para publicar dos periódicos en Buenos Aires.
Durante la época del predominio federal editó "El Lucero" y logró reunir un importante archivo con
los documentos de los inicios de la Nación).

A un grupo de aquellos jóvenes - especialmente Alberdi- se debió la publicación de un semanario de


música y arte denominado "La Moda", que apareció entre noviembre de 1837 y abril de 1838,
cuando dejó de aparecer por falta de suscriptores.

El Dogma Socialista:

En junio de 1838, Esteban Echeverría fundó la "Joven Argentina" destinada a encauzar la ideología
de moda que aparecía muy dispersa. Echeverría, Alberdi y Gutiérrez fueron los autores del Credo o
Catecismo que condensaba las aspiraciones del grupo. Fue publicado en dos diarios de Montevideo.
Por aquel entonces, los jóvenes románticos estaban a punto de romper con Rosas:

1)Porque Rosas no había prestado la más mínima atención a aquellos jóvenes y a sus ideas.

2)Porque se consideraban "hijos espirituales de Francia", en momentos en que este país entraba en
conflicto con la Confederación Argentina.

3)Porque interpretaban que aquel era un conflicto entre "la Civilización y la Barbarie".

4)Porque la caída de Rosas era segura.

Más tarde, cuando algunos de los miembros de aquella sociedad emigraron, la misma fue conocida
como "Asociación de Mayo" y sus adherentes, como los "mayos".

Como hemos expresado, en 1839, Alberdi publicó en "El Iniciador" de Montevideo el Credo,
Catecismo o Código de aquella organización que, según algunos autores, nunca actuó como tal. En
1846, Echeverría también publicó en la capital uruguaya el "Dogma Socialista de la Asociación de
Mayo", junto con "Ojeada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año
1837". Allí explicó la sociedad que había creado a imitación de la "Joven Italia" de José Mazzini, que
luchaba por la unidad política de su patria. También aclaró las "palabras simbólicas" que sintetizaban
su proyecto de país.

LAS "PALABRAS SIMBÓLICAS"

ASOCIACIÓN.

PROGRESO: creencia en el progreso indefinido llevando al mundo moral el progreso del mundo
físico.

LIBERTAD: la democracia es el régimen de la libertad fundado en la igualdad de clases.

IGUALDAD: todo privilegio es un atentado contra la igualdad.

FRATERNIDAD: seguir la marcha adelante en busca de un porvenir industrioso y fraterno.

DIOS: centro de nuestras creencias.

HONOR y SACRIFICIO: móviles y normas de nuestra conducta social.

INDEPENDENCIA: continuación de las tradiciones de la Revolución de Mayo e independencia de las


tradiciones retrógradas de la época "colonial".

EMANCIPACIÓN: del espíritu americano de cuanto nos subordina al antiguo régimen.

ORGANIZACIÓN: de la Patria sobre una base democrática.

Opinaba que la Patria "era Mayo" y Mayo era la Revolución Francesa. La Patria eran las tres
banderas de la Revolución: "Libertad, Igualdad y Fraternidad" y, por lo tanto, era patriótico todo lo
que uniera a los espíritus superiores cualquiera fuera el lugar de su nacimiento. Terminaría
Echeverría por afirmar: "la Patria es la Humanidad". Lo que no fuera "Mayo" era colonial.
Sostenía que unitarios (malgastando sus energías en el vacío) y federales (sofocando todo bajo el
peso de un despotismo brutal) habían aniquilado con sus guerras la actividad nacional.

Pedro de Ángelis criticó la postura de Echeverría en el Dogma por compartir los "delirios" de Saint-
Simon, instándolo a abandonar el paroxismo revolucionario y comprender lo ridículo que era
pretender convertir a los argentinos en una sociedad de "saintsimonianos".

La polémica entre Echeverría y De Ángelis arrancó del despecho que los jóvenes románticos
experimentaban por aquel extranjero que señalaba su escasa formación y al que no pudieron atraer
a su grupo. Al enterarse que el Dogma había sido calificado por el napolitano de "libelo", Echeverría
volcó, especialmente en su primer Carta, todo su rencor e ironía, acusándolo de poner su pluma y
sus conocimientos al servicio de la tiranía y ser adversa- rio de cualquier idea de progreso. Llamó
"colección de curiosidades" a la obra de recopilación documental de De Ángelis, reunida con una
paciencia "de vizcacha". No obstante, sin reconocerlo directamente, Echeverría pareció más tarde
comprender los fundamentos de la política nacionalista de Rosas, el poder de las masas, la
conveniencia de no copiar una revolución y la necesidad de unir a toda América española en su
lucha contra las "naciones comerciantes".

Juan Bautista Alberdi: El tucumano Juan Bautista Alberdi era el más lúcido de sus camaradas.
Conoció el historicismo leyendo el ensayo con el que Lerminier dio a conocer en Francia la tesis de
la Escuela Histórica del alemán Federico Carlos de Savigny.

Según la Escuela Histórica, el Derecho procede del modo de ser "natural" de cada pueblo. Lo mismo
que el idioma, el Derecho se acomoda, a lo largo de su evolución histórica, al desarrollo progresivo
de cada pueblo.

Bajo estas influencias, Alberdi redactó el "Fragmento preliminar al estudio del Derecho", publicado
en 1837.

"FRAGMENTO PRELIMINAR AL ESTUDIO DEL DERECHO"

En el "Prefacio" explicó la antinomia entre federales y unitarios al presentar la contradicción de las


leyes dictadas desde 1820 con el derecho vivo que perduraba en las costumbres.

Alberdi encontraba que nuestra historia constitucional era una serie de continuas imitaciones.
La vida social no podía copiarse ni importarse como si fuera un lienzo o un vino, como habían
pretendido los unitarios que además, habían llamado "pueblo" exclusivamente a los de su clase.

El advenimiento de los federales había significado el cambio de lo exótico por lo nacional, del plagio
por la espontaneidad.

El gobierno "plebeyo y dictatorial" (de Rosas), con todos sus defectos, era más normal, más
historicista. Los argentinos debían enorgullecerse de su "democracia social", que sería la segunda
lección dada por América a Europa (la primera, había sido la "democracia burguesa" de EEUU). Las
instituciones eran espontáneas cuando el legislador distinguía lo que en la "conciencia nacional" hay
de invariable.

Según Alberdi, la obra historicista de Rosas, ciñéndose a la realidad, debería completar- la "joven
generación". Lo hecho por Rosas no bastaba, pues le había faltado tiempo y concentración filosófica.

El ala política del Romanticismo ofrecía a "la persona grande y poderosa que preside nuestros
destinos" la justificación filosófica del federalismo.

Punto 3.

Prácticamente a lo largo de todo su segundo gobierno -1835-1852- Rosas debió enfrentar conflictos.
Estos conflictos fueron internos e internacionales pero, se caracterizaron, además, por su
simultaneidad. A fin de poder estudiarlos, los dividiremos en dos ciclos.

PRIMER CICLO de CONFLICTOS

Guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana.

El bloqueo francés.

Sublevación de Berón de Astrada.

La conspiración de Maza.

La sublevación de los "Libres del Sur".

La campaña libertadora de Lavalle.

La Coalición del Norte.


Guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana: Andrés de Santa Cruz fue un militar altoperuano
que había defendido la causa realista hasta 1820 cuando apresado por las fuerzas patriotas, se
"pasó" al bando liderado por San Martín.

Convertido en presidente de Bolivia, aspiraba a crear un gran Estado sudamericano, empleando dos
medios: la conquista militar y la diplomacia. Con ese objetivo, no dejó de inmiscuirse en los asuntos
internos de sus vecinos: Perú, Chile y Argentina.

El primero de estos países vivía en la década de 1830 en un estado de anarquía, dividido en tres
gobiernos. Santa Cruz manejó hábilmente la situación, y después de apoyar indistintamente a unos y
a otros, intervino con su ejército y se convirtió en el árbitro de la misma. En 1837, por el Pacto de
Tacna, creó la Confederación Peruano-Boliviana, de la que era el "Protector".

Con respecto a la Argentina, Santa Cruz apoyó a los unitarios durante la guerra civil, protegiéndolos
en su país y permitiéndoles armarse. Las informaciones recogidas en Londres por Manuel Moreno
mostraban al jefe de la Confederación vinculado con los unitarios y "lomonegros" argentinos, los
colorados uruguayos y los "pipiolos" o liberales chilenos. Con la ayuda de los unitarios, Santa Cruz
aspiraba a anexarse las provincias norteñas de la Argentina.

A mediados de 1836, con el apoyo de Santa Cruz, el general chileno Freire se sublevó contra el
gobierno conservador del ministro Diego Portales. Chile respondió apoderándose de algunos barcos
peruanos en el Callao y estalló la guerra.

Así como el "Protector" boliviano había rechazado antes una misión enviada por Rosas, al no
reconocer al gobernador de Buenos Aires el manejo de las relaciones exteriores, Rosas se negó a
recibir a un enviado de Santa Cruz, al par que se concretaba una alianza con Chile.

Argentina entró en guerra en mayo de 1837, correspondiéndole la dirección de las tropas argentinas
al general Alejandro Heredia, cuya operaciones en territorio de Jujuy tuvieron escasa importancia.
Finalmente, a comienzos de 1839, los chilenos vencieron a Santa Cruz en la batalla de Yungay,
provocando la disolución de la Confederación Peruano-Boliviana.

El bloqueo francés:

La Francia de Luis Felipe I buscaba recuperar en el mundo un espacio perdido desde los días de
Napoleón. Como ya expresamos en su oportunidad, trabó las mejores relaciones con el "Protector"
de la Confederación Peruano-Boliviana, con el que suscribió un tratado muy ventajoso para los
europeos. En retribución, el mariscal Santa Cruz fue condecorado con la Legión de Honor.

Cuando se conoció en París el estado de guerra entre Chile y la Argentina con la Confederación
Peruano-Boliviana, el gobierno francés se puso en movimiento para defender a su aliado, ordenando
bloquear los puertos de Chile y presentar a Rosas algunas reclamaciones destinadas a "cuidar la
dignidad y los intereses" franceses.

Las reclamaciones eran ridículas e insignificantes: la prisión por espionaje a favor de Santa Cruz del
litógrafo suizo Bacle; la detención por intento de fraude de un bolichero de Dolores y la presencia de
dos franceses en las milicias de Luján, respecto de lo cual Francia exigía que se diera a sus
nacionales en Argentina "el trato de la nación más favorecida" (equiparándolos a los ingleses,
aunque no existiera tratado alguno entre ambas naciones).

Rosas, comprendió rápidamente la situación: Francia aprovechaba el hecho de que Argentina


estaba en guerra con Santa Cruz y temía una insurrección unitaria para obtener una fácil victoria
diplomática que lavase su honor, poco antes manchado por un incidente con EEUU. Si no, una
ruptura ayuda- ría al "Protector" boliviano.

La reclamación fue presentada al canciller argentino Felipe Arana por el vice-cónsul francés Aimé
Roger, a fines de noviembre de 1837. La respuesta de Arana recién llegó en enero de 1838: se
negaba carácter diplomático a Roger y no se aceptaba su tono conminatorio.

Los franceses creían que la sola presencia de los ocho buques de guerra del contralmirante Leblanc
harían ceder a Rosas. Pero el gobierno se mantuvo firme: se daría a los franceses el trato de "la
nación más favorecida" si se celebraba un convenio con Francia; en los otros temas no cedería. Al
contralmirante le expresó Rosas que no aceptaría las intimaciones de un jefe naval al frente de sus
fuerzas. El 28 de marzo de 1838, Leblanc declaró el bloqueo al puerto de Buenos Aires y todo el
litoral del río perteneciente a la Argentina.

Naturalmente, el bloqueo generó dificultades económico-financieras, espe- cialmente al no poder


percibir los impuestos de Aduana. Rosas respondió con diversas medidas:

Se redujeron los sueldos.

Se redujo el presupuesto de la Universidad y de la educación en general.

Se duplicaron algunos impuestos directos y se aumentó el "canon" a los enfiteutas.

Se hicieron modificaciones a la Ley de Aduanas, especialmente destinadas a evitar el


desabastecimiento.

No faltaron quienes atribuyeron todos estos males a la tosudez de Rosas y a su impericia


diplomática. Con esta clase de reacciones especulaban los franceses para obligar a ceder al
gobierno argentino.

Hacia mayo de 1838, algunos dirigentes de la Confederación querían "provincializar" el conflicto (que
el bloqueo afectara sólo a Buenos Aires). Tal fue el ejemplo de Domingo Cullen que, aprovechando
la enfermedad mortal de Estanislao López, intentó negociar a espaldas de Rosas con los franceses.

Éstos, por su parte, se comprometieron cada vez más en los asuntos internos del Plata, repartiendo
dinero y recursos:

Apoyando a Fructuoso Rivera hasta forzar la caída del presidente Oribe.

Atrayendo a muchos emigrados argentinos a actuar efectivamente contra Rosas, a partir de la


creación de la "Comisión Argentina" de Montevideo.

Financiando y brindando todo tipo de auxilios a la llamada "Campaña Libertadora" de Juan Lavalle,

Como transcurría el tiempo y la Confederación Argentina no cedía, el gobierno de Francia ordenó a


sus agentes y marinos extremar el bloqueo, llevando sus buques al Uruguay y al Paraná. El
contralmirante Leblanc ocupó entonces la isla de Martín García (octubre de 1838), provocando el
primer derramamiento de sangre.

Entonces, los acontecimientos tomaron un giro dramático. Cuando Estanislao López murió a
mediados de 1838, Domingo Cullen terminó resultando electo gobernador de Santa Fé. Pero sólo lo
reconocieron Corrientes y Santiago del Estero. No tardó en renunciar ante la sublevación de Juan
Pablo "Mascarilla" López, hermano del caudillo difunto, y escapó a Santiago del Estero.

Mientras tanto, Rosas tuvo conocimiento -por informes de los británicos- del plan de Aimé Roger,
que procuraba formar una alianza con Santa Fé, Corrientes y Fructuoso Rivera. Descartada Santa
Fé, por la caída de Cullen, el gobierno correntino de Genaro Berón de Astrada, creyéndose perdido,
no quiso o no pudo explicar sus actos y se unió a Rivera, quien declaró la guerra a Rosas.

En mayo de 1839, Pascual Echagüe, gobernador de Entre Ríos, atacó y venció a Berón de Astrada
en Pago Largo, resultando muerto el gobernador correntino (3º: Sublevación de Berón de Astrada).
Ibarra, por su parte, tras algunas vacilaciones, accedió al pedido de Rosas, que apelaba al artículo
del Pacto Federal vinculado a la extradición de criminales, remitiendo preso a Cullen, que fue
fusilado al pisar suelo bonaerense.

Mientras Rivera permanecía inactivo, costó gran esfuerzo a los miembros de la "Comisión Argentina"
de Montevideo convencer a Lavalle de sumarse a la lucha. Al general no le agradaba la idea de
colaborar con los franceses contra su patria, indignándole los artículos a favor de la potencia
bloquea- dora que publicaba Alberdi en la capital uruguaya. Sin embargo, al fin cedió a las
presiones.

El nuevo plan se basaba en:

Una conspiración que, en Buenos Aires, debía dar muerte a Rosas.

El alzamiento de varios estancieros bonaerenses.

El desembarco de Lavalle en territorio de la provincia de Buenos Aires.

La conspiración destinada a dar muerte a Rosas debía contar con el apoyo de personas radicadas
en Buenos Aires. No pudo ser la "Logia de los Caballeros Liberales" porque su principal dirigente -
Alvear- se acababa de poner a disposición de Rosas, que lo nombró ministro en EEUU.

Fueron, en consecuencia, un grupo de jóvenes románticos (Jacinto Rodríguez Peña, Carlos Tejedor,
Rafael Corvalán y el escribiente del Restaurador, Enrique Lafuente), imprudentes y mal organizados,
que comprometieron en la trama al teniente coronel Ramón Maza (hijo del ex-gobernador y
presidente de la Junta de Representantes, Manuel Vicente Maza). (4º: La conspiración de Maza).

Rosas conoció la conjura porque en ella estaban involucrados los hijos de algunos de sus amigos (el
padre de Corvalán era edecán de Rosas) que, asustados, la denunciaron.

El teniente coronel Maza fue apresado y fusilado, pero no se tomaron medidas drásticas contra los
jóvenes. Manuel Vicente Maza, empero, fue asesinado por la noche en su despacho de la legislatura
por hombres que no parecían tener relación con el gobierno (junio de 1839).

A poco de frustrada la conspiración, Lavalle levantó bandera de enganche en Martín García para
invadir el territorio bonaerense. Reunió poca gente y, sabiendo que el levantamiento de los
estancieros del sur de Buenos Aires continuaba organizándose, se dispuso a desembarcar cerca de
Dolores. Pero la invasión de Pascual Echagüe a la Banda Oriental lo obligó a cambiar de planes.
Rosas, entre tanto, tuvo conocimientos de los proyectos de los estancieros y tomó medidas militares.
Ello precipitó a los complotados, que reunieron una fuerza formada por los peones de sus estancias.
A principios de noviembre de 1839, Prudencio Rosas, un hermano del gobernador, cayó sobre ellos
y los venció fácilmente en Chascomús (5º: La sublevación de los "Libres del Sur").

Los peones prisioneros, que habían marchado engañados creyendo estar combatiendo por Rosas,
fueron dejados en libertad. De los jefes de los llamados "Libres del Sur", Ambrosio Cramer y Pedro
Castelli murieron en el combate; Manuel Rico y Gervasio Rosas (otro hermano de Juan Manuel)
lograron ser recogidos en la costa del Tuyú y traladados a Montevideo.

Para colocar a Echagüe -que había invadido Uruguay- en una situación in- cómoda, los aliados
antirosistas dispusieron que Lavalle, al frente de una "Legión Libertadora" de 500 hombres, pasase a
Entre Ríos. Después de una victoria en Yeruá, los "libertadores" pasaron a Corrientes.

6º): La campaña libertadora de Lavalle.

En Corrientes, Pedro Ferré acababa de apoderarse del gobierno y ofreció fuerzas militares a Lavalle,
que llegó a contar con más de 4000 hombres. Juan Pablo "Mascarilla" López, que había llegado
hasta Corrientes con el ejército santafesino, debió retirarse al faltarle caballos y provisiones.

No fue necesario que Lavalle marchase a auxiliar a Rivera. Éste, logró vencer a Echagüe en la
batalla de Cagancha, aunque el entrerriano se retiró ordenadamente.

Cada vez más comprometidos en los asuntos internos del Plata, los franceses habían
desembarcado 800 marineros para proteger Montevideo ante el avance de Echagüe. Pero, la
situación internacional estaba cambiando. El primer ministro británico Palmerston, se estaba
mostrando crecientemente inquieto por la política francesa en Egipto y Sudamérica, y la "entente
cordiale" amenazaba romperse. Ello produjo la caída del gabinete francés y el nuevo gobierno envió
al Plata otro comandante naval -Dupotet- con instrucciones dobles:

Por un lado, debía arreglar con Rosas.

Por otro, prometer a Rivera que no sería abandonado por Francia.

En marzo de 1840 se cumplieron dos años de bloqueo, sin que Francia obtuviera demasiado:
Las presiones británicas eran cada vez más amenazantes.

Rivera y Lavalle no cesaban de reclamar dinero.

Rivera pretendía ser el comandante en jefe de todas las fuerzas comprometidas en la lucha.

Lavalle se resistía a quedar subordinado a Rivera.

A Ferré no le agradaba la idea de que los soldados correntinos fueran sacados de su provincia.

La Confederación Peruano-Boliviana había dejado de existir.

Sin embargo, la política vacilante de Francia experimentó un cambio al llegar al ministerio Adolfo
Thiers. Imbuído de espíritu belicista, manifestó ante el Parlamento que "era necesario destruir a
Rosas" y, para ello, se llegaría a la guerra si fracasaban las gestiones diplomáticas.

Alentado y auxiliado por los franceses, Lavalle se lanzó contra Echagüe, pero fue vencido en Arroyo
Grande. Salvó parte de su ejército poniéndose bajo la protección de los cañones de la escuadra
francesa.

Se resolvió entonces que el general desembarcase en territorio bonaerense. Lo hizo en San Pedro,
hasta donde fue transportado por buques franceses (agosto de 1840). Rosas quedó sorprendido al
comprobar la actitud a "cara descubierta" de los bloqueadores.

Contra las creencias de la "Comisión Argentina" y de la prensa de Montevideo, el avance de Lavalle


no provocó un alzamiento general contra "el tirano". Sólo encontró hostilidad, mientras se le
escamoteaban todos los recursos posibles.

En su marcha, Lavalle llegó hasta Merlo. Allí, decidió emprender la retirada para unirse con
Lamadrid en el norte. Rosas, en tanto, había organizado la defensa de Buenos Aires, reuniendo
hasta 5000 milicianos (setiembre de 1840).

La retirada de Lavalle estuvo acompañada de robos, violaciones y fusilamientos. El colmo del terror
unitario llegó con la ocupación de Santa Fé, que fue saqueada. En Buenos Aires, por su parte,
también los federales desataron el terror. Se confiscaron propiedades, fueron aprisionadas muchas
personas y no faltaron matanzas de unitarios, víctimas del furor popular.

Dispuesto a terminar el conflicto con Rosas, el gobierno francés se decidió finalmente por la acción
directa. A tal fin, organizó una poderosa flota con tropas de desembarco. Pero Palmerston le hizo
saber que conocía todas las violaciones al derecho cometidas por los bloqueadores en el Plata.
Luego, al insistir Thiers en su nacionalismo agresivo, formó una coalición con Austria, Prusia y Rusia
(las potencias absolutistas que aborrecían a la Francia de Luis Felipe I), comprometiéndose a
defender la integridad de Turquía, perturbada por la insurrección egipcia, en la que estaba
comprometida Francia. El gobierno de París comprendió el peligro que corría, aunque no se
mencionara el Río de la Plata.

Por ello, la escuadra fue disminuida en sus efectivos; fue puesta bajo las órdenes de un marino con
experiencia diplomática, el barón Angel de Mackau, y aceptada la mediación del ministro británico
Mandeville.

Finalmente, llegó el acuerdo con la firma del TRATADO ARANA-MACKAU (octubre 1840):

Devolución por parte de Francia de la isla de Martín García.

Devolución por parte de Francia de los barcos argentinos capturados.

Amnistía para los unitarios, excepto los que hubieran tomado las armas.

Indemnización por los daños sufridos por franceses.

El trato a los franceses propio de "la nación más favorecida"

Rosas había triunfado en su propósito: había obligado a Francia a firmar un tratado y no había
cedido a la imposición.

7º): La Coalición del Norte:

En noviembre de 1838, fue asesinado el gobernador Alejandro Heredia. Todo el mundo entendió que
el instigador del crimen había sido el doctor Marco Avellaneda, uno de los "mayos" del norte. En
pocos días, cayeron también los gobiernos federales de Salta y Jujuy, reemplazados por
administraciones encabezados por federales escasamente comprometidos. También se supuso
entonces que todo era obra del mariscal Santa Cruz, que contaba además, con la adhesión de
Catamarca.

El complot tenía el objetivo de quitar a Rosas el manejo de las relaciones exteriores y contaba con el
pronunciamiento favorable de Ibarra, que nunca se produjo.

A principios de 1840, Lamadrid, que había vuelto del exilio por resultarle inaceptable la actitud de
Francia para con su patria, fue enviado a Tucumán a recoger el parque del ejército que había
combatido con Santa Cruz. Secretamente, Rosas le pidió que se hiciera dueño de la situación en
aquellas provincias, pues desconfiaba de sus autoridades.

Pero, Lamadrid es tomado preso por Mariano Acha (antiguo colaborador de Paz, regresado de su
exilio en Bolivia) y, extrañamente, se suma al movimiento antirrosista. En pocos días, por iniciativa
de Marco Avellaneda, se crea la Coalición del Norte (Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja).
En setiembre de 1840, se reúne en Tucumán un "Congreso de Agentes del Norte" (integrado por un
representante de cada una de las cinco provincias) que da forma a la liga, cuyo propósito era la
sanción de una constitución. El "Di-rector de La Liga" sería el gobernador de La Rioja Tomás
Brizuela.

La guerra se inició con el avance de Lamadrid que tomó Córdoba; luego se extendió a las provincias
de Cuyo. Pero, en tanto, el ejército de Rosas, mandado por Oribe, alcanzó a Lavalle y lo derrotó en
Quebracho Herrado.

A pesar de algunos triunfos, los coaligados comenzaron a sufrir una serie de derrotas definitorias:
Lamadrid fue vencido en Rodeo del Medio y, en el mismo mes de septiembre de 1841 Lavalle fue
derrotado por Oribe en Famaillá.

Vencida la Coalición del Norte sus principales dirigentes (con Marco Avellaneda a la cabeza) fueron
ejecutados. Lavalle, refugiado en una casa de Jujuy, fue muerto por una partida federal.

SEGUNDO CICLO DE CONFLICTOS

1) El general Paz en Corrientes.

2) La Guerra Grande.

3) La intervención anglo-francesa.

4) Los hermanos Madariaga en Corrientes.

1º): El general Paz en Corrientes:


Después de permanecer ocho años en Buenos Aires, donde Rosas le había dado la ciudad por
cárcel, el general Paz escapó a Montevideo. Pasó a Corrientes donde, con el apoyo del gobernador
Ferré, formó un nuevo ejército. Atacado por Echagüe, lo derrotó en la batalla de Caaguazú
(noviembre de 1841). El resultado de la batalla precipitó el pronunciamiento de Juan Pablo
"Mascarilla" López en contra de Rosas.

En ese momento volvió a aparecer la antigua idea de la "Federación del Uruguay". Pero, todos los
jefes se recelaban mutuamente (Rivera, Ferré y Paz) y López no era tomado en serio en su propia
provincia.

Después de invadir Entre Ríos, Paz se hizo nombrar por una amedrentada legislatura gobernador de
aquella provincia. Pero Ferré no quería que sus soldados se alejaran de Corrientes y, cuando llegó
el momento de actuar Paz se retiró, alegando que los intereses argentinos no estaban contemplados
en la alianza.

En tanto Oribe, vencedor de la Coalición del Norte, cayó sobre Rivera que había invadido Entre Ríos
y lo derrotó completamente en Arroyo Grande (diciembre de 1842).

2º) La Guerra Grande:

Oribe cruzó el Río Uruguay, penetrando en territorio oriental en persecución de Rivera. Éste,
habiendo intentado detener a su rival fue dispersado y alejado de Montevideo. En febrero de 1843
Oribe si situó frente a la capital e inició el sitio.

Joaquín Suárez, presidente del Senado, a cargo del gobierno, preparó la defensa de la ciudad,
nombrando jefe de la misma al general Paz. Además de unos pocos soldados y negros libertos, se
formaron una "legión francesa", una "legión italiana" y una "legión española". Británicos y franceses
desembarcaron de sus naves de guerra cañones y marineros con el pretexto de proteger a sus
connacionales.

Cuando Rosas ordenó a Brown -que había derrotado a la cuadrilla montevideana de Garibaldi en
Costa Brava- bloquear Montevideo por mar el comodoro británico Purvis se lo impidió. Se basaba en
el curioso motivo de que "el gobierno de Su MB no reconoce a los pueblos de Sudamérica como
potencias marítimas autorizadas para el ejercicio de tan alto e importante derecho como el bloqueo".
Simultáneamente, los ministros de Francia y Gran Bretaña conminaron al gobierno de Buenos Aires
a no intervenir en los asuntos internos del Uruguay.
3º): La intervención anglo-francesa:

El nacionalismo exagerado y agresivo ("chauvinismo") que había caracterizado a la política francesa


durante la década de 1830, había acabado por incorporarse también a los partidos políticos
británicos.

La primera y más importante expresión de ese cambio se puso en evidencia en el nuevo partido
llamado "conservador", desprendimiento de los antiguos "tory", cuya razón de ser había sido la
defensa de los intereses de la clase terrateniente. Mientras los viejos liberales ("whigh") se basaban
en la clase industrial y financiera, los nuevos conservadores buscaban el engrandecimiento del
Imperio Británico por cualquier método.

En 1841, los conservadores de Robert Pill llegaron al gobierno, con el Conde de Aberdeen a cargo
de las relaciones exteriores. Con respecto al Plata la nueva política británica apuntaba a:

Poner fin a la inestabilidad política de la región.

Imponer la libre navegación de los ríos, aprovechando las ventajas de los barcos a vapor.

Sin embargo, en un principio, el comodoro Purvis y los ministros británico y francés fueron
desautorizados por sus respectivos gobiernos.

A fin de convencer a las autoridades de Londres y París de que intervinieran en el conflicto, partió
hacia Europa Florencio Varela, en nombre de Rivera y de la "Comisión Argentina". Según las
instrucciones recibidas, Varela debía:

Solicitar la intervención anglo-francesa a fin de poner fin a la guerra existente, sin menos-cabo de la
independencia oriental.

Ofrecer la libre navegación de los afluentes del Plata, acompañada de la separación de Corrientes y
Entre Ríos de la Argentina.

Pedir la intervención permanente de Gran Bretaña en la región como garantía de paz.

Varela viajó munido de documentos como las "tablas de sangre" de Rivera Indarte, que probaban el
salvajismo del régimen imperante en Buenos Aires.

Varela tuvo la sensación de que su misión había resultado un fracaso. Sin embargo, en aquel
momento Gran Bretaña necesitaba resucitar la "entente cordiale" con Francia, ya que le preocupaba
la posible anexión de Texas (con sus vitales plantaciones de algodón) a los Estados Unidos. El Río
de la Plata sería la puesta prueba de la nueva alianza.
A principios de 1845 Rivera fue totalmente derrotado por el entrerriano Justo José de Urquiza en
India muerta. Oribe se aprestó a ordenar el asalto a Montevideo, y Brown recibió órdenes de
extremar el bloqueo.

Fue entonces cuando las dos potencias europeas presentaron a Rosas un ultimátum:

Debía levantarse el bloqueo naval.

Los soldados argentinos del ejército de Oribe debían evacuar el Uruguay.

Ante la negativa, los interventores declararon el bloqueo a las costas de Buenos Aires (setiembre de
1845). La flota anglofrancesa, tras ocupar Martín García y apoderarse de los barcos de Brown, se
internó en el río Paraná en una expedición bélico-comercial, a fin de forzar la apertura de los puertos
de Entre Ríos, Corrientes y Paraguay al tráfico extranjero. Fue atacada por las baterías costeras del
general Lucio Mancilla, lo que dio lugar al combate de La Vuelta de Obligado (20 de noviembre de
1845). Si bien las naves pudieron finalmente abrirse paso, la experiencia no volvió a repetirse por los
daños sufridos y las escasas ventajas comerciales obtenidas.

Mientras la resistencia de la Confederación Argentina recogía elogios de la prensa internacional y


San Martín ofrecía sus servicios a Rosas, no cesaban los conflictos en el orden interno. Rivera,
Corrientes y hasta Paraguay, alentados por los interventores y el Brasil, renovaban su alianza
antirrosista.

En ese período, el hombre encargado de enfrentar a los enemigos era Urquiza. Pero, desde muy
temprano, el gobernador de Entre Ríos fue objeto de ofertas y proposiciones de abandonar el campo
rosista, que comenzaron a debilitar su lealtad.

El comercio inglés se estaba perjudicando mucho por el bloqueo, al tiempo que Rosas había
suspendido los pagos por el empréstito. Por eso, las tratativas de arreglo fueron numerosas y, en
1847, Gran Bretaña levantó su medida coercitiva, aunque recién en 1849 se firmó el tratado
definitivo.

TRATADO ARANA-SOUTHERN

Se devolvería la isla de Martín García.

Se devolverían los buques argentinos y se desagraviaría el pabellón argentino con veintiún


cañonazos.
Se devolverían las presas del bloqueo.

Los soldados argentinos del ejército de Oribe dejarían suelo oriental cuando Francia desarmase las
"legiones extranjeras" que defendían Montevideo.

Se reconocía que la navegación del Paraná era "interna" de la Argentina y sujeta a sus
reglamentaciones, y la del Uruguay compartida por la Argentina y la República Oriental.

Oribe daría su conformidad al acuerdo.

Algunos meses después, llegó el arreglo -en términos similares- con Francia, a partir de la firma del
Tratado ARANA-LEPREDOUR

4º): Los hermanos Madariaga en Corrientes:

En medio del conflicto con Gran Bretaña y Francia, Corrientes volvió a alzar- se contra Rosas. Ya en
1845, algunos exilados procedentes de Brasil se apoderaron del gobierno de la provincia. Al poco
tiempo se sumó a ellos el general Paz. Los líderes del movimiento eran los hermanos Juan y
Joaquín Madariaga.

Urquiza, encargado de reprimir aquel nuevo alzamiento, fue trabajado incesantemente por agentes
europeos y del gobierno de Montevideo para que se pronunciara contra Rosas. El gobernador
entrerriano firmó entonces con los hermanos Madariaga los Tratados de Alcaraz (Corrientes se
reincorporaba a la Confederación Argentina, pero disfrutaría de algunas excepciones, no quedando
comprometida a participar de la guerra contra Montevideo ni del conflicto con Gran Bretaña y
Francia). Si Rosas mostraba su intolerancia frente a estos tratados, Urquiza se "pronunciaría",
separando a Entre Ríos y Corrientes temporalmente de la Confederación.

Naturalmente, Rosas se opuso; pero Urquiza dio marcha atrás a sus proyectos y atacó a los
Madariaga venciéndolos en el Potrero de Vences. Corrientes se reincorporó sin condiciones a la
Confederación, eligiendo como gobernador a un hombre de Urquiza, Benjamín Virasoro.

Punto 4.

Hacia 1850, el prestigio de Rosas en el país era absoluto. Previo al vencimiento del quinquenio
1845-1850, el Restaurador solicitó varias veces se lo eximiese de encabezar un nuevo período,
argumentando problemas de salud. Sin embargo, resultó reelecto.
En ese lapso, las provincias hicieron llegar mensajes a la Junta de Representantes de Buenos Aires
solicitando la reelección de Rosas. Pero, Mendoza y La Rioja no se limitaron a pedir la reelección; le
confirieron la "Suprema jefatura nacional". Luego, a lo largo de 1850 y 1851, las siguieron todas las
demás, con excepción de Entre Ríos y Corrientes.

Para resolver la nueva situación política que convertía a Rosas en "Jefe Supremo de la
Confederación", comenzaron a llegar a Buenos Aires, a mediados de 1851, "plenipotenciarios"
nombrados por cada una de las provincias.

El panorama que se vislumbraba para la Confederación Argentina era promisorio:

Oribe no tardaría mucho en tomar Montevideo y, presumiblemente, incorporaría al Uruguay al Pacto


Federal o, al menos, a una "Federación del Plata".

Después de llegar al estado de guerra con la Argentina, Carlos Antonio López había iniciado una
apertura que podía desembocar en la reincorporación del Paraguay.

Se habían iniciado las mejores relaciones con Manuel Isidoro Belzu, gobernante de Bolivia.

Naturalmente, el Imperio del Brasil observaba con recelo la favorable situación argentina. Como en
el comienzo de la revolución de los "farrapos", los opositores republicanos y antiesclavistas del Brasil
miraban con simpatía al régimen de Rosas. El gobierno imperial, por su parte, no había dejado de
asumir actitudes hostiles (pretendiendo asociarse a la intervención anglo- francesa, abasteciendo a
Montevideo y empujando a Paraguay a declararse independiente) para con la Argentina.

Desde la invasión portuguesa de 1811 pero, especialmente, a partir de la revolución de los


"farrapos", existían estancieros brasileños en territorio uruguayo. Luego de la derrota de los
"farrapos" y la desaparición de la república independiente de Río Grande, en 1845, se volvió
costumbre entre aquellos estancieros realizar grandes arreos de ganado al Brasil. Pero, no sólo
llevaban animales propios, pues robaban muchos de las estancias orientales. A- demás, todo negro
capturado en territorio uruguayo era llevado para ser vendido como esclavo. Finalmente, muchos de
los animales faenados servían para abastecer por mar a Montevideo.

Tomás Guido, el ministro argentino en Río de Janeiro, presentó varios reclamos, a los que el
canciller Paulino Soares de Souza respondió con evasivas o acusaciones, ya que algunas partidas
brasileñas habían sido atacadas por hombres de Oribe, a quien Brasil no reconocía como autoridad
legal del Uruguay.

En 1850, el gobierno imperial estaba decidido a declarar la guerra a la Confederación Argentina. En


un principio, lo haría junto a Francia. Sin embargo, no tardó en llegar el tratado Arana-Lepredour.
Luego, los brasileños debieron capitular totalmente frente a los británicos prohibiendo la trata de
esclavos.

Cuando, a mediados de aquel año, Rosas dispuso la ruptura de relaciones, la situación militar del
Imperio -con excepción de la marina- era francamente inferior. La Confederación contaba con unos
30.000 hombres:

El Ejército de Operaciones de Urquiza.

El Ejército Aliado de Vanguardia de Oribe.

La milicias de las provincias (incluídas las fuerzas de Rosas en Buenos Aires).

El "pronunciamiento" de Urquiza:

Desde el establecimiento del bloqueo anglo-francés, en 1845, Urquiza y su provincia no habían


dejado de enriquecerse al comerciar con buques protegidos por las flotas de los interventores y
abastecer de carne a Montevideo. Finalmente, Rosas prohibió este "tráfico irregular": los buques de
cabotaje procedentes de Entre Ríos no podrían desembarcar productos de ultramar en territorio
bonaerense. Urquiza solicitó excepciones, pero Rosas no respondió nada, aunque no podía impedir
que el abastecimiento a la plaza continuase.

Entonces, cuando ya estaban a punto de iniciarse las operaciones de la guerra con Brasil, Urquiza
pareció dispuesto a interesarse en las propuestas de alianza que le llegaban desde el gobierno
imperial a través de su agente en Montevideo, Antonio Cuyás y Sampere. A estas negociaciones -
que Rosas conocía- se agregó la publicación en el semanario "La Regeneración", de Concepción del
Uruguay, de un artículo, en enero de 1851, en el que se ex- presaba que el "año 1851 sería el de la
organización nacional".

Se supone que Urquiza estaba obrando exclusivamente por móviles económicos, y que sus
tratativas con los brasileños y el artículo periodístico en cuestión eran maniobras para forzar a Rosas
a levantar las restricciones contra el "tráfico irregular entrerriano". Sin embargo, el Restaurador no
dio señales de vida.

En ese lapso, empero, las negociaciones entre Urquiza, Brasil y Montevideo continuaron avanzando
hasta decidir al gobernador de Entre Ríos a la ruptura.

Según la leyenda, Urquiza se "pronunció" en un solemne acto público celebrado en Concepción del
Uruguay, el 1º de mayo de 1851, en el que fueron leídos dos decretos:

Por el primero, Urquiza asumía las relaciones exteriores de Entre Ríos.

Por el segundo, se reemplazaba la expresión "mueran los salvajes unitarios" por "mueran los
enemigos de la organización nacional".

En la realidad, el pronunciamiento tomó estado público, apareciendo en la prensa, el día 13 de


mayo. Es decir, cuando ya estaba concluido el tratado entre Brasil, Montevideo y Urquiza, el que
establecía:

Mantener la independencia del Uruguay, haciendo salir de su territorio a Oribe y los soldados
argentinos.

Si el gobierno de Buenos Aires declarase la guerra a uno de los aliados, la alianza se convertiría en
común contra dicho gobierno.

Previamente, el gobierno de Entre Ríos (y eventualmente el de Corrientes) debía reasumir el manejo


de sus relaciones exteriores, es decir su independencia.

Una vez acordadas las operaciones militares y navales de los aliados, Urquiza desembarcó en
territorio oriental, uniéndosele de inmediato varios oficiales blancos, que abandonaron la causa de
Oribe (julio de 1851). Sin embargo, como las fuerzas brasileñas no se movían, Urquiza intentó
ganar tiempo concertando un armisticio con Oribe. En tanto, el ingreso de buques brasileños en el
Paraná, llevaron a Rosas a declarar formalmente la guerra.

Cuando, a inicios de setiembre, los brasileños cruzaron la frontera uruguaya, Oribe consideró que ya
no podía sostenerse más y capituló ante Urquiza, tras aceptar las bases del acuerdo del Pantanoso,
en las que bajo la fórmula "ni vencedores ni vencidos", se disponía:

Reconocimiento de los actos administrativos, deudas y servicios militares de quienes habían


formado parte del "gobierno del Cerrito" (el gobierno de Oribe).

Libertad de Manuel Oribe para disponer de su persona.


Evacuación de los oficiales argentinos del ejército sitiador (promesa verbal). Los soldados argentinos
y el parque fueron incorporado a las fuerzas de Urquiza.

Paralelamente, el gobierno de Montevideo firmó varios tratados con Brasil, que conferían al Imperio
ventajas territoriales y control político y financiero sobre la República Oriental. Otro éxito diplomático
brasileño fue la incorporación a la alianza antirrosista del Paraguay de Carlos Antonio López, que se
unía a ella para obtener el reconocimiento de su independencia.

Convencidos de la imprescindible necesidad de eliminar a Rosas, la alianza se renovó en noviembre


de 1851. Brasil, Entre Ríos, Corrientes y el Uruguay convinieron en:

ALIANZA CONTRA ROSAS (noviembre de 1851):

Hacer la guerra al gobierno de la Confederación Argentina, cuya existencia era incompatible con la
paz y la tranquilidad de la región.

El peso militar de la misma lo llevarían Entre Ríos y Corrientes, en tanto las fuerzas brasileñas
actuarían como "auxiliares".

La escuadra brasileña trasladaría a las tropas aliadas a territorio argentino.

Entre Ríos y Corrientes influirían en el futuro para:

Obtener la libre navegación de los ríos.

Obtener el arreglo definitivo de los límites argentino-brasileños (respetando el criterio brasileño de


los "derechos adquiridos").

El futuro gobierno argentino se haría cargo de la deuda por los subsidios brasileños a Urquiza
(500.000 patacones).

El 3 de febrero de 1852, el "Ejército Grande" de Urquiza (28.000 hombres, de los cuales 4.000 eran
brasileños) derrotó en Caseros a Rosas (22.000 hombres). Desde el campo de batalla, el
Restaurador envió su renuncia a la Junta de Representantes porteña y se refugió en la legación
británica.

Punto 5.
La segunda guerra argentino-brasileña había durado apenas un mes (agosto/febrero), concluyendo
con una inesperada victoria del Imperio, obtenida, más que por las acciones militares, por la
paciencia y habilidad de la diplomacia conducida por Paulino Soares de Souza.

Ahora, la preeminencia de Brasil en la región era incuestionable pero, el gobierno imperial sabía que
era preciso aprovecharse del triunfo con moderación y prudencia. Nada de incorporarse a la antigua
Cisplatina ni procurar el desmembramiento de las regiones mesopotámicas argentinas para crear
Estados que caerían bajo su órbita de influencia.

Aquella prudencia estaba dictada por el convencimiento de que Gran Bretaña se interpondría. En
efecto, el desenlace de Caseros había tomado por sorpresa a Londres. Consumado el hecho, Gran
Bretaña se dispuso a:

Frenar cualquier intención expansionista de Brasil, especialmente en lo tocante a Montevideo.

Dejar sin efecto el tratado Southern en lo referente a la navegación de los ríos.

A la derrota de Rosas siguieron venganzas y ejecuciones en Buenos Aires. Incluso, los vencedores
produjeron saqueos y violencias en la ciudad. Instalado en la residencia del Restaurador, Urquiza
logró finalmente imponer el orden. Allí, en Palermo, tras recibir al presidente de la Cámara de
Justicia, Vicente López y Planes, el gobernador entrerriano reconoció a éste como gobernador
interino de la provincia.

En tanto, sopesaba su situación, considerando que debía proceder con prudencia con los
gobernadores de las provincias. Lo contrario, implicaba:

Apoyarse en los unitarios que regresaban y en los liberales de las provincias.

Quedar totalmente subordinado a Brasil.

Considerando inaceptables cualquiera de las dos alternativas, decidió tranquilizar a los


gobernadores asegurándoles una política de unión y olvido. Para realizar esta misión, Urquiza
designó al joven Bernardo de Yrigoyen, que había sido secretario de Rosas. Yrigoyen debía,
simultáneamente, convencer a los liberales provincianos de que no perturbasen aquel proceso que
tenía por objetivo la organización nacional.

Mientras la misión de Irigoyen era coronada por el éxito, surgían a diario problemas con los unitarios
y los brasileños.
Los primeros habían retornado cargados de rencores y espíritu revanchista. En un primer momento
eran dirigidos por Valentín Alsina, ministro de Gobierno designado por Vicente López y Planes, quien
dispuso la abolición de la divisa punzó, la confiscación de los bienes de Rosas y numerosas
cesantías en la administración y hasta en el clero.

Con los brasileños, existía el problema del trazado de límites y, especialmente, la situación interna
del Uruguay, donde los blancos habían impuesto como presidente a Juan Francisco Giró y parecían
dispuestos a no cumplir los tratados de octubre de 1851, suscriptos por el Imperio y el gobierno de
Montevideo.

Frente a las exigencias de los brasileños que demandaban el cumplimiento de los compromisos,
Urquiza -que sólo era gobernador de Entre Ríos- reunió a Vicente López y Planes (Buenos Aires),
Benjamín Virasoro (Corrientes), Manuel Leiva (sin poderes específicos de Santa Fé) y él mismo,
quienes suscribieron los Protocolos de Palermo (abril de 1852):

PROTOCOLOS de PALERMO

Se retiraba el manejo de las relaciones exteriores al gobernador de Buenos Aires.

Se le otorgaba el mismo "a la persona del general Urquiza" con efecto retroactivo (se nacionalizaban
los compromisos de Urquiza con Brasil).

Se convocaba a la extinguida Comisión Representativa que, por la cláusula 5ª. Del artículo 16º del
Pacto Federal, debía invitar a las provincias a la reunión de un Congreso Federativo.

Punto 6.

No tardó en advertirse que los Protocolos de Palermo no aportarían solución práctica al problema del
futuro Congreso:

Porque la Comisión Representativa había dejado de existir legalmente.

Porque el gobernador de Buenos Aires, sin apoyos políticos y despojado del manejo de las
relaciones exteriores, carecía de relevancia para convocarlo.

Porque el propio Urquiza no contaba para hacerlo más que con el apoyo de los gobernadores y un
ministro.
Se resolvió entonces que la convocatoria debían efectuarla "todos" los gobernadores. El 8 de abril,
dos días después de firmados los protocolos, se envió una circular a las provincias, citando a todos
los gobernadores para una reunión a celebrarse en San Nicolás de los Arroyos. Debían viajar
munidos de los poderes necesarios de sus legislaturas para poder abordar el tema en cuestión.

Descontando la hostilidad de los porteños hacia Urquiza, el correntino Juan Pujol propuso volver a
poner en vigencia la Ley de Capitalización de la época de Rivadavia. De ese modo, Buenos Aires
volvería a desaparecer como provincia y con ella, su legislatura. Además, se facilitaría el dar a
Urquiza poderes nacionales y el manejo de las relaciones exteriores de la Confederación.

Sin embargo, el propio círculo de Urquiza consideró demasiado aventurado el dar aquel paso. De
ese modo, nerviosos por tener que dejar sus provincias en medio de la euforia liberal (López
"Quebracho" acababa de ser depuesto en Córdoba), viajaron los gobernadores hacia San Nicolás.

Catamarca (cuyo gobernador había muerto) se hizo representar por el propio Urquiza. Otros tres
mandatarios no llegaron a tiempo. Un grupo de ministros que se hallaba en San Nicolás (Leiva,
Pujol, Vicente Fidel López) redactó el Acuerdo, que llevaba fecha 31 de mayo de 1852.

ACUERDO DE SAN NICOLÁS

Nombraba a Urquiza "Director Provisorio de la Confederación Argentina", con un poder jamás


detentado por Rosas, ya que reunía "suma de poderes nacionales y provinciales".

Dispondría de todas las fuerzas militares de las provincias (veteranas y milicias), pudiendo intervenir
en ellas para restablecer la paz y el orden cuando "su prudencia o patriotismo lo sugieran".

Dichas fuerzas serían sostenidas con los recursos de la Aduana.

En casos graves, podría ser asistido por un "consejo de Estado", cuyos miembros serían elegidos
por el Director.

Se declaraba ley fundamental de la República al Pacto Federal.

Como el país se hallaba en paz y tranquilidad, se convocaba para agosto de 1852 la reunión de un
Congreso Constituyente en Santa Fé.

Cada provincia enviaría dos diputados (por ser todas iguales en derechos), elegidos por el sistema
con el que cada provincia elegía a su legislatura.

Los diputados no podían llevar instrucciones de sus provincias, aunque éstas podían removerlos y
no serían juzgados por sus opiniones.

Bolilla X.

Punto 1.

En marzo de 1852 se había declarado la caducidad de la Junta de Representantes de Buenos Aires,


debiéndose llamar a elecciones para integrar otra.

La lista "amarilla" (Dalmacio Vélez Sarsfield, Bartolomé Mitre, Pastor Obligado, entre otros) obtuvo
más de 7.000 votos. Era decididamente "anti-urquicista" y la apoyaban:

El diario "Los Debates" (redactado por Mitre).

El diario "El Nacional" (redactado por Vélez Sarsfield).

La lista "blanca", partidaria de Urquiza y apoyada por el diario "El Progreso" (redactado por Diego de
Alvear), obtuvo menos de la mitad de los votos.

Cuando Urquiza hizo pública su preferencia por Vicente López y Planes, la nueva legislatura no se
atrevió a contradecirlo y consagró a éste como gobernador efectivo de la provincia.

Pero, los rumores primero, y la circulación luego, de una copia del Acuerdo de San Nicolás, agitaron
los ánimos de la oposición, dando lugar a las "Jornadas de Junio".

Vicente López y Planes regresó a Buenos Aires y, dos días después, remitió el Acuerdo a la
Legislatura para su aprobación. Los opositores a Urquiza difirieron una semana el debate, sin duda
con la intención de prepararse mejor para un alzamiento.

El 21 de Julio, en la Legislatura, hablaron:

BARTOLOMÉ MITRE: atacó los poderes conferidos a Urquiza, a los que llamó dictatoriales y
despóticos; constituían un peligro para la libertad y que no tenían precedente en la historia nacional.

DALMACIO VÉLEZ SARSFIELD: atacó el Acuerdo desde el punto de vista jurídico. Consideró ilegal
el hecho de que los gobernadores confirieran poderes superiores a los suyos, constituyéndose en
San Nicolás en un cuerpo legislativo.

JUAN MARÍA GUTIÉRREZ (Ministro de Vicente López y Planes): defendió el Acuerdo, pues
consideraba que la falta de una autoridad con poder efectivo era la causa de todos los males del
país.

VICENTE FIDEL LÓPEZ (Hijo del gobernador): refutó a Vélez Sarsfield, manifestando que el
Acuerdo no creaba un pacto o una ley nueva, sino que era un acto ejecutivo por el que se llamaba a
cumplir el Pacto Federal.

Sin haberse producido aún una votación resultaba evidente que el acuerdo sería rechazado por la
Legislatura. Vicente López y Planes presentó la renuncia y la Junta nombró a Manuel Guillermo
Pinto, su presidente, como gobernador interino.

Al día siguiente (24 de Junio), Urquiza envió un escueto decreto a la Legislatura, expresando que
intervenía la provincia de Buenos Aires en uso de las facultades que le otorgaba el Acuerdo de San
Nicolás. Los diarios opositores fueron cerrados y los principales dirigentes anti-urquicistas (Mitre,
Vélez Sarsfield, entre otros) desterrados a Montevideo.

Como no se materializó reacción alguna, el 26 de Junio devolvió el gobierno a Vicente López y


Planes.

Sin embargo, el anciano se hallaba molesto en aquella situación donde debía cumplir las órdenes de
Urquiza al tiempo de ser odiado por los porteños. Cuando el vencedor de Caseros -que quería ganar
a los antiguos rosistas- le ordenó que anulase la confiscación de los bienes de Rosas, López buscó
un pretexto y renunció, encerrándose en su domicilio. Frente a esta situación, Urquiza se hizo cargo
directamente del gobierno de la provincia de Buenos Aires (31 de Julio).

Fue también creado el Consejo de Estado previsto en el Acuerdo de San Nicolás. Lo integraron,
desde conocidos rosistas (Guido-Arana) hasta unitarios rivadavianos (Del Carril). En elecciones que,
según los opositores fue-ron realizadas "bajo el imperio de la fuerza" dos miembros del Consejo (Del
Carril y Lahítte) fueron electos diputados de Buenos Aires al Congreso de Santa Fé.
Por entonces, arribaron a Buenos Aires los comisionados de Gran Bretaña y Francia, Hotham y St.-
Georges. Venían con el propósito de anular los trata- dos Southern y Lepredour. No tuvieron
dificultades con Urquiza quien, no obstante, no quiso comprometerse con la firma de un tratado que
podía interpretarse como fruto de una presión. Simplemente, declaró la libre navegación de los ríos
interiores por un decreto.

Como era preciso inaugurar el Congreso Constituyente de Santa Fé y después de proclamar una
amnistía política, Urquiza se embarcó en el navío del representante británico sir Charles Hotham,
dejando como delegado en Bue- nos Aires al general José Miguel Galán.

En la noche del 10 al 11 de setiembre de 1852, parte de las tropas de Urquiza se sublevaron por
iniciativa de los generales José María Pirán y Juan Madariaga, que levantó a los correntinos. A
Galán se le permitió salir de la ciudad con los entrerrianos. Al movimiento se sumaron las dos
facciones liberales (denominación con la que reconoceremos a los antiguos unitarios) que
comenzaban a pergeñarse en Buenos Aires, aunque tomarían forma algunos años más tarde:

"AUTONOMISTAS": aislacionistas y secesionistas que deseaban separar Buenos Aires del resto de
las provincias; liderados por Valentín Alsina.

"NACIONALISTAS": partidarios de imponer la hegemonía de Buenos Aires sobre el resto del país;
liderados por Bartolomé Mitre.

Pocas horas más tarde, volvió a reunirse la Junta de Representantes, disuelta después de las
"jornadas de junio". En los días subsiguientes, se dispuso:

Restituir el gobierno provisorio a Manuel Guillermo Pinto.

Reasumir el manejo de las relaciones exteriores de Buenos Aires.

Rechazar el Acuerdo de San Nicolás.

Declarar nula la representación porteña al Congreso de Santa Fé.

Sancionar por ley la libre navegación de los ríos.

En octubre, la Junta nombró gobernador a Valentín Alsina.


Urquiza, en tanto, no otorgó mayor importancia al movimiento de Buenos Aires, considerando que
resultaría fácil desbaratarlo como en junio. Pero, cuando supo que muchos soldados entrerrianos de
Galán estaban desertando y que los liberales porteños trataban de atraer a sus pares de Corrientes,
comenzó a preocuparse No podía confiar en los gobiernos del norte y, entonces, vislumbró el
peligro.

Encerrado con sus fuerzas en Entre Ríos, volvió a pensar en librarse de aquella situación retomando
el antiguo proyecto de separar la Mesopotamia de la Confederación Argentina. Pero, ahora era
tarde. El ministro Hotham expresó a su hijo Diógenes Urquiza que aquella proliferación de
"republique- tas" sólo beneficiaría a Brasil, que se convertiría en el amo de la región.

Presa de su espíritu bélico, y tratando de desmentir las intenciones secesionistas que se le atribuían,
Alsina envió al general José María Paz en una misión "pacífica" destinada a impedir la reunión del
Congreso de Santa Fé. Si fracasaba, su misión debía asumir carácter "militar".

Paralelamente, se organizó en Buenos Aires una expedición destinada a invadir Entre Ríos y
Corrientes, a cargo de Manuel Hornos y Juan Madariaga. Sin embargo, ambos intentos fracasaron.

En Entre Ríos los invasores fueron derrotados, en tanto Paz no pudo contar con las fuerzas que
proyectaba reunir, pues el antiguo coronel rosista Hilario Lagos se sublevó con la División Centro de
la provincia de Buenos Aires.

La ciudad porteña fue sitiada, pero Lagos tardó un tiempo excesivo, perdiendo la oportunidad de
poner fin a la revolución liberal.

Mientras tanto, la intervención de los agentes diplomáticos de Gran Bretaña, Francia y Estados
Unidos intentaba poner fin al conflicto. A ella se sumó la "mediación" del propio Urquiza, arribado
con fuerzas militares hasta San Jo- sé de Flores. En un principio, sólo se logró la separación de
Alsina del gobierno, las otras bases de arreglo fueron discutidas sin llegarse a un acuerdo
(reconocimiento de la autonomía de Buenos Aires; incorporación al Congreso de Santa Fé de los
diputados porteños, pero elegidos a razón de uno cada 15.000 habitantes; derecho de Buenos Aires
de revisar la Constitución; amnistía para las fuerzas de Lagos; pago de una indemnización a los
sitiado- res; devolución de los barcos de la escuadra porteña capturados por los buques de la
Confederación).

El impacto causado por la defección del jefe de la escuadra de la Confederación, John Halstead
Coe, sumado a los pocos deseos de luchar de Urquiza, determinaron finalmente el levantamiento del
sitio (julio de 1853).

Punto 2.

Las dudas que asaltaron a Urquiza al no poder someter rápidamente a Buenos Aires, dejaron en
segundo plano el Congreso de Santa Fé. Pero, cuando sir Charles Hotham vetó el proyecto de
segregar la Mesopotamia, el Director Provisorio debió continuar con la idea original.

El 20 de noviembre de 1852, en el cabildo de Santa Fé, fue inaugurado el Congreso Constituyente,


con la lectura de un mensaje enviado desde Entre Ríos por Urquiza.

La proximidad de Paz postergó por unos días la actividad de los diputados, pero la tensión se disipó
al sublevarse Lagos. Entonces, se formó la "comisión de negocios constitucionales":

Manuel Leiva (Santa Fé).

Pedro Díaz Colodrero (Corrientes).

Juan María Gutiérrez (Entre Ríos).

Pedro Ferré (Catamarca).

Benjamín Gorostiaga (Santiago del Estero).

Gorostiaga y Gutiérrez recibieron el encargo de elaborar el anteproyecto y el informe que lo


acompañaría, respectivamente. Cuando aquella tarea estuvo concluida, la misma encontró
resistencias. Según se supo más tarde, existían entre los diputados dos tendencias:

"EL CÍRCULO": Salvador María del Carril (San Juan), Salustiano Zavalía (Tucumán), Gutiérrez y
Gorostiaga, que eran liberales.

"LA MONTONERA": Facundo Zuviría (Salta), Pedro Zenteno (sacerdote, Catamarca), Manuel Pérez
(sacerdote, Tucumán), Leiva, Díaz Colodrero y Ferré, que eran católicos-localistas.
Como Urquiza necesitaba presentar a los porteños la Constitución como un hecho consumado,
exigía resultados. Para superar el estado de estancamiento de las discusiones, provocado por el
tema de la libertad de cultos, fueron incorporados a la comisión: Santiago Derqui (Córdoba), Martín
Zapata (Mendoza) y Zavalía, con lo que los "circuleros" quedaron en mayoría.

Al presentarse el proyecto, se planteó el tema de la oportunidad o no de sancionar una constitución.


Facundo Zuviría, presidente del Congreso hasta entonces, se opuso, sugiriendo aplazar el debate
hasta la completa pacificación de la República. En realidad, como explicó en un extenso memorial
que leyó luego de dejar la presidencia, se oponía a la constitución:

"...la ciencia del legislador no está en saber los principios del derecho constitucional... está en saber
cuidarse de las teorías desmentidas por los hechos; las instituciones no son sino la fórmula de las
costumbres públicas, de los antecedentes, del carácter de los pueblos".

En tanto el diputado Zenteno coincidió en que las circunstancias por las que atravesaba el país no
eran totalmente pacíficas, los "circuleros" rechazaron airadamente esta visión (Gutiérrez, Zapata,
Zavalía, entre otros). Gutiérrez se preguntó:

"...¿Hemos de burlar a los pueblos en su anhelada esperanza de que una constitución liberal ponga
fin a las desgracias que los aquejan?".

El proyecto fue, en consecuencia, aprobado por los constituyentes urgidos por Urquiza. A parir de
ese momento, el Congreso se abocó al análisis y a- probación de los 107 artículos del proyecto, en
una tarea que demandó 10 noches (del 21 al 30 de abril). Los diputados de "la montonera" sólo
hicieron cuestión por la libertad de cultos, logrando imponer la obligación de que al menos el
presidente de la República fuera católico. No consiguieron que ese requisito fuera extendido a los
senadores.

"Las Bases" de Alberdi:

Para los unitarios y federales "doctrinarios", la constitución sería algo así como la panacea capaz de
remediar todos los males del país. Sólo que para los segundos debía tratarse de un código
descentralizado, según el modelo de los EEUU.

Los románticos, por el contrario, consideraban a los hombres, los países y las leyes como formados
por la historia, y que no podían ser modificados por códigos escritos. Eso pensaban hombres como
Alberdi y Sarmiento. Pero, en 1852, aceptaban las constituciones.

El 1º de mayo de 1852, Alberdi editó en Chile "Bases y puntos de partida para la organización de la
República Argentina derivados de la ley que preside el desarrollo de la civilización en la América del
Sur" ("y del Tratado del 4 de enero de 1831", le agregó en su segunda edición). Esta obra habría de
ser el evangelio político de los constituyentes de Santa Fé. En la segunda edición de agosto de
1852, Alberdi le agregó, por expreso pedido de Juan María Gutiérrez, un proyecto de constitución
para ser analizado y votado por el Congreso.

"LAS BASES"

Era utópico -según Alberdi- pensar que la raza hispanoamericana, salida de un "tenebroso pasado
colonial", pudiera realizar la república representativa.

Le parecía absurdo pretender aclimatar entre los argentinos los principios del constitucionalismo
anglosajón. Por eso, sostenía que no eran las leyes las que había que cambiar sino los hombres.

Decía que si íbamos a hacer la población para el sistema, debíamos fomentar la población
anglosajona, identificada con el vapor, el comercio y la libertad. Es decir, debía traerse la gente para
la que había sido hecha la constitución.

No era un problema de educación, sino de raza ("haced pasar el roto, el gaucho, el cholo por el
mejor sistema de educación: en cien años no haréis de él un obrero inglés").

Sostenía que "gobernar es poblar", pero previamente era preciso despoblar el país de criollos y
repoblarlo luego con gentes aptas para la libertad.

Para imponer la libertad e impedir los desbordes nacionalistas, era necesario ponerse bajo la
protección "del cañón extranjero". Pero, como ese cañón sólo vendría a defender sus intereses, era
preciso atraer a los intereses extranjeros y protegerlos, otorgándoles privilegios e inmunidades.

Nada de guerras, sugería. "La gloria es una plaga de América del Sur". Había que vivir con honor,
pero con dinero. El extranjero diligente debía fecundar a nuestras mujeres y hacer prosperar la tierra.
Esta sería la filosofía de una burguesía extranjerizada que no se identificaba con las masas
nacionalistas, incultas y rebeldes.

Contradiciéndose con respecto a la primera edición, Alberdi ya no se opondría a las "constituciones


importadas". Para su proyecto, tomó como "base y punto de partida" la Constitución de los Estados
Unidos. Para elaborar apresuradamente aquel proyecto se basó en las siguientes fuentes:

FUENTES EMPLEADAS POR ALBERDI PARA SU PROYECTO DE CONSTITUCIÓN

Una dudosa traducción de la Constitución de los Estados Unidas, debida al venezolano Manuel
García de Sena, de la que recogió conceptos equivocados (serían enmendados en Santa Fé) como
la inexistencia del vicepresidente y la integración del Senado por un senador por provincia.

El estado de sitio, la organización de los ministerios y facultades para robustecer el ejecutivo fueron
tomadas de la Constitución de Chile.

La duración de seis años del período presidencial sin reelección, fueron tomadas de la Constitución
de Perú.

El examen de las constituciones provinciales por el Congreso y la prohibición de reformar la


constitución por diez años, fueron tomadas del proyecto de Pellegrino Rossi para Suiza.

El trato preferencial para los extranjeros y la educación gratuita, fueron tomadas de la Constitución
de California de 1850.

Punto 3.

Las fuentes inmediatas de la Constitución Nacional son dos: el proyecto de Alberdi y la Constitución
de los EEUU.

La influencia del proyecto de Alberdi es directa y se evidencia a través de sus artículos, temas y
sistemática. Con referencia a la Constitución de los EE UU, se ha sostenido que nuestra
Constitución copia de ella muchas disposiciones. No obstante habérsela tenido en cuenta, en el
texto nacional existen instituciones basadas en la realidad histórica del país, particular- mente en
algunos antecedentes constitucionales, como el Estatuto Provisional de 1815 y las Constituciones de
1819 y 1826.

ESTRUCTURA de la CONSTITUCIÓN

PREÁMBULO:

Tomado de la Constitución de los EEUU, fue adaptado a los antecedentes históricos del país.

Para la doctrina constitucional argentina tiene valor interpretativo (expresó Alberdi: "es la antorcha
que disipa la oscuridad de las cuestiones prácticas, alumbra el camino de la legislación y señala
rumbos al gobierno"). Pero, nunca puede ser invocado para ampliar las atribuciones de los poderes
públicos.

Se compone de cuatro partes:

La primera determina el origen de la Constitución. (Nos los Representantes del pueblo de la Nación
Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias
que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes).

Vale decir, que los diputados del Congreso Constituyente representaban al pueblo de la Nación y a
las provincias, reconocidas como preexistentes a la Nación; que dicha reunión era el resultado de
pactos anteriores (los tratados del Pilar y Cuadrilátero, los pactos interprovinciales celebrados en
1827, 1829 y 1830 y el Pacto Federal de enero de 1831).

En el Preámbulo norteamericano dice: "Nos, el Pueblo de los Estados Unidos de América" porque no
podían hacer referencia a la voluntad de los estados que se manifestaría más tarde cuando
ratificaran la Constitución.

La segunda enumera los propósitos perseguidos. (... con el objeto de constituir la unión nacional,
afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el
bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra
posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino).
En el preámbulo norteamericano se expresa: "constituir una unión más perfecta". En efecto, allí
existía la unión, que era preciso perfeccionar. En la Argentina, no obstante actos reiterados que
demostraban la existencia de una unión, faltaba organizarla.

También era preciso aquí organizar la justicia que subsistía, conservando rasgos de la época
colonial, confiando a veces su administración a funcionarios políticos. De igual modo, era necesario
consolidar la paz creando el derecho de intervención a las provincias, el estado de sitio, la
prohibición de resolver por las armas las querellas interprovinciales y evitar las luchas económicas.

En el mismo sentido se inscribía el propósito de proveer a la defensa común, tanto para preservar la
paz interior como para proteger la independencia.

Al referirse al bienestar general, los constituyentes crearon disposiciones referidas a la organización


económica, al fomento de la cultura, inmigración, etc.

Finalmente, a diferencia del preámbulo norteamericano, el nuestro se propone atraer la inmigración -


conforme a los postulados de Alberdi-, ofreciendo a los extranjeros protección e idénticos derechos
que a los nativos.

La tercera invoca la protección divina. (...invocando la protección de Dios, fuente de to- da razón y
justicia). Es un reconocimiento a la fe imperante en la sociedad argentina de me- diados del siglo
XIX. No figura en el preámbulo norteamericano.

La cuarta es de carácter dispositivo. (... ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución,


para la Nación Argentina").

PARTE PRIMERA: Declaraciones, derechos y garantías.

En esta parte primera se agrupaban treinta y un artículos, de los cuales, unos consignaban
declaraciones, y otros, los derechos reconocidos a los habitantes o las garantías acordadas a ellos.

Podemos agruparlos de la siguiente forma:

Declaraciones referentes al gobierno de la Nación, residencia de las autoridades nacionales y


gobiernos provinciales.

Declaraciones referentes al tesoro nacional.

Derechos civiles enumerados y no enumerados.


Garantías individuales y su suspensión.

(*) Con respecto a LA SEDE del GOBIERNO NACIONAL: El artículo 3 declaró a la ciudad de Buenos
Aires como capital de la Confederación. Una ley especial de mayo de 1853 fijaba los límites de la
ciudad y se federalizaban sus establecimientos, invitándosela a constituirse en estado autónomo en
el resto del territorio que le quedaba y a examinar y aceptar la Constitución.

(*) Con respecto al FOMENTO de la INMIGRACIÓN: El artículo 25 declaraba: "El gobierno Federal
fomentará la inmigración europea y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la
entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objetivo labrar la tierra, mejorar
las industrias y enseñar las artes y las ciencias".

(*) Con respecto a LOS GOBIERNOS PROVINCIALES: El artículo 5º determinaba: "Cada provincia
dictará para sí una Constitución bajo el sistema representativo republicano, de acuerdo con los
principios, declaraciones y garantías de la Constitución Nacional, y que asegure la administración de
su justicia, su régimen municipal y la educación primaria gratuita. Las constituciones provinciales
serán revisadas por el Congreso antes de su promulgación"

PARTE SEGUNDA: Autoridades de la Nación.

TÍTULO PRIMERO: Gobierno Federal.

SECCIÓN 1ª: PODER LEGISLATIVO.

Un Congreso compuesto de dos Cámaras, una de diputados de la Nación y otra de Senadores de


las Provincias y de la Capital, sería investido del Poder Legislativo de la Nación.

Capítulo 1: Cámara de Diputados.

Se compondría de diputados elegidos directamente por el pueblo de las Provincias y la Capital en


proporción de uno cada 20.000 habitantes o fracción no menor a 10.000; debían haber cumplido 25
años y tener 4 años de ciudadanía en ejercicio como mínimo. Durarían 4 años en sus funciones,
pero la Cámara se renovaría por mitades cada bienio.

Atribuciones: Le correspondía la iniciativa de leyes sobre contribuciones y reclutamiento de tropas.


Con el voto de las dos terceras partes de sus miembros presentes podía declarar haber lugar a la
acusación ante el Senado del presidente, el vicepresidente, sus ministros, los miembros de ambas
cámaras, de la Corte Suprema de Justicia y a los gobiernos provinciales.

Capítulo 2: Senado.

Estaría formado de dos senadores de cada Provincia, elegidos por sus respectivas legislaturas, y
dos senadores de la Capital. Debían tener 30 años de edad, 6 como ejercicio de la ciudadanía y
disfrutar de una renta anual de 2.000 pesos fuertes o una entrada equivalente. Durarían 9 años en
su mandato y podrían ser reelegidos indefinidamente, pero la Cámara se renovaría mediante sorteo
por terceras partes cada trienio.

Atribuciones: Le correspondía al Senado autorizar al presidente de la Nación para que declare en


estado de sitio uno o varios puntos de la República en caso de ataque exterior y le competía juzgar
en juicio político a los acusados por la Cámara de diputados.

Capítulo 3: Disposiciones comunes.

Capítulo 4: Atribuciones del Congreso.

Ambas cámaras se reúnen en sesiones ordinarias todos los años, desde el 1º de mayo hasta el 30
de setiembre. Pueden ser convocadas a sesiones de manera simultánea. Cada cámara hará su
reglamento. Los diputados y senadores prestarán juramento de desempeñar fielmente el cargo. Los
servicios de diputados y senadores serán remunerados.

Capítulo 5: Formación y sanción de las leyes.

SECCIÓN 2ª: PODER EJECUTIVO.

Capítulo 1: Naturaleza y duración.

Sería desempeñado por un ciudadano con el título de Presidente de la Nación Argentina. Estaría
acompañado por un Vicepresidente, que lo reemplazaría en caso de enfermedad, ausencia de la
capital, muerte, renuncia o destitución. Para ambos casos se exigía haber nacido en territorio
argentino o ser hijo de ciudadano nativo, pertenecer a la comunión católica apostólica romana y las
demás calidades de los senadores. Serían elegidos por electores elegidos directamente por el
pueblo (el escrutinio lo haría el Congreso) y durarían 6 años no pudiendo ser reelegidos sino con un
intervalo de un período. Percibirían un sueldo y al tomar posesión del cargo deberían prestar
juramento.
Capítulo 2: Forma y tiempo de elección del vicepresidente.

El Vicepresidente sería elegido simultáneamente con el Presidente.

Capítulo 3: Atribuciones.

El Presidente sería el jefe supremo de la Nación, teniendo a su cargo la administración general del
país; nombraría a los magistrados de la Corte Suprema y demás tribunales inferiores con acuerdo
del Senado; le correspondería la apertura de las sesiones del Congreso; recaudaría las rentas de la
Nación y podría firmar tratados de paz, comercio y navegación.

Capítulo 4: Ministros.

Cinco Ministros Secretarios tendrían a su cargo el despacho de los negocios de la Nación: Interior,
Relaciones Exteriores, Hacienda, Justicia Culto e Instrucción Pública y Guerra y Marina.

Los ministros podrían participar de los debates legislativos, pero no podrían votar. Percibirían un
sueldo.

SECCIÓN 3ª: PODER JUDICIAL.

El Poder Judicial de la Nación sería ejercido por una Corte Suprema de Justicia, compuesta por 9
jueces y dos fiscales, que residiría en la Capital, y por demás tribunales inferiores que el Congreso
estableciera en el territorio nacional.

Los jueces conservarían sus empleos "mientras dure su buena conducta", ninguno podría ser
miembro de la Corte sin ser abogado de la Nación con 8 años de ejercicio y las calidades exigidas a
los senadores.

Capítulo 1: Naturaleza y duración.

Capítulo 2: Atribuciones.

TÍTULO SEGUNDO: Gobierno de las provincias.

Las provincias "conservan todo el poder no delegado por esta Constitución al Gobierno Federal"; se
darían sus instituciones, elegirían sus gobernadores, legisladores y demás funcionarios sin
intervención del Gobierno Federal.
"COMENTARIOS A LA CONSTITUCIÓN DE LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA"

(Domingo F. Sarmiento)

A fines de 1852, Sarmiento fundó en Santiago de Chile el Club Argentino. Desde la prensa defendió
el golpe del 11 de septiembre, producido en Buenos Aires.

Ello originó el inicio de una polémica con Alberdi, que atacó a Sarmiento desde las páginas de "El
Diario" de Valparaíso. Después de discutir sobre algunos temas, la polémica se trasladó al terreno
constitucional.

En su obra "Comentarios a la Constitución de la Confederación Argentina" sostuvo:

Que se adoptasen las instituciones y la constitución de los EEUU y el traspaso liso y llano de la
jurisprudencia norteamericana.

La adopción del federalismo norteamericano frente al modelo de unificación del poder en torno a los
presidentes y gobernadores, que recomendaba Alberdi.

Que se rediseñara el trazado de las provincias.

En tanto Alberdi mostraba una gran admiración por Europa, y deseaba modificar y afianzar la cultura
argentina basándose en la civilización europea, Sarmiento confiaba en que la educación de los
habitantes, más que la inmigración, generaría progreso en todo aspecto.

En su obra, Sarmiento expresó que "... las clases educadas son las que necesitan una constitución
que asegure sus libertades de acción y pensamiento. La constitución de las clases populares son las
leyes ordinarias, los jueces y la policía".

La Constitución fue:

SANCIONADA: el 1º de mayo de 1853.

PROMULGADA: el 25 de mayo de 1853 (por Urquiza en San José de Flores).

JURADA: el 9 de julio de 1853.


Punto 4.

El "Estado de Buenos Aires":

Como el gobernador provisorio de Buenos Aires, Guillermo Pinto, había muerto, la Junta de
Representantes eligió como sustituto a Pastor Obligado, un federal que había renegado de Rosas
(julio de 1853).

Ahora, la provincia debía ser coherente con su pretendida superioridad en materia de civilización y
cultura, sancionando una constitución. Como la legislatura porteña tenía poderes constitucionales
desde 1821, no fue necesario convocar a elecciones de convencionales. Eligió una comisión de 7
diputados (entre los que se hallaban Alsina, Anchorena, Tejedor y Mariano Acosta) para redactar el
proyecto.

CONSTITUCIÓN del "ESTADO de BUENOS AIRES" (1854)

Los constituyentes tomaron como modelo el proyecto provincial de 1833, a su vez inspirado en la
Constitución de 1826.

Según el artículo 1º: "Buenos Aires es un estado con el libre ejercicio de su soberanía interior y
exterior, mientras no la delegue en un gobierno federal".

Por el artículo 6º, eran ciudadanos todos los nacidos en él y los hijos de las demás provincias que
componen la república, siendo mayores de 20 años.

Fijaba la religión católica apostólica romana como oficial del Estado, si bien permitía la libertad de
cultos.

Establecía un legislativo bicameral, cuyos miembros serían elegidos directamente por el pueblo de la
ciudad y campaña. El titular del ejecutivo era el Gobernador, que duraba 3 años y no reelegible para
el período inmediato.

Fijaba los límites del Estado hasta la Patagonia inclusive.

Bartolomé Mitre cuestionó:

La concesión de la ciudadanía.
Los límites del Estado, que según su opinión, debía fijarlos el congreso nacional.

El uso de la soberanía exterior, ya que Buenos Aires era un estado federal de la Nación argentina.

El carácter constituyente de la Junta, que había prolongado su mandato por más de 30 años.

No obstante, la Constitución fue sancionada en abril de 1854. Poco antes, Pastor Obligado había
sido confirmado como gobernador propietario de la provincia. Luego de sancionada la Constitución,
fue elegido por tercera vez, ahora como gobernador constitucional.

En ese momento, el sector político más fuerte en Buenos Aires estaba representado por los
conservadores, que no podían ser llamados unitarios, pero que tampoco defendían la figura de
Rosas. Eran tradicionalistas y enemigos de los cambios bruscos; se apoyaban en los valores
familiares y en la religiosidad. Por eso, Mitre se oponía a la Constitución del Estado de Bue- nos
Aires, ya que formaba parte del grupo que, por contraposición, se auto- denominaba progresista.

En realidad, la auténtica diferencia entre unos y otros era de naturaleza religiosa. En tanto los
conservadores (Lorenzo Torres, Nicolás de Anchorena, Félix Frías) eran católicos, los progresistas
estaban afiliados a la masonería. Estos últimos recibieron un fuerte refuerzo cuando se unió a ellos
el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento.

Dueño de la Aduana y de la Casa de Moneda, Pastor Obligado emprendió numerosas obras para el
mejoramiento de Buenos Aires:

Fundó numerosas escuelas primarias.

Sentó las bases del Colegio Nacional de Buenos Aires.

Convirtió antiguos fuertes en poblados.

Comenzó las obras para el servicio de aguas corrientes y de gas de alumbrado.

El 30 de agosto de 1857 presidió la inauguración de la primera línea férrea, que recorría el trayecto
entre la actual Plaza Lavalle y el pueblo (hoy barrio) de San José de Flores.

Ante la necesidad de renovar autoridades en el estado, en 1857, conservadores y progresistas se


prepararon para una lucha enconada.
Los conservadores, reunidos en el Club del Pueblo, buscaron el apoyo de los antiguos rosistas y el
del propio Urquiza. Como sus reuniones eran tumultuosas y vocingleras, recibieron el apelativo de
"CHUPANDINOS".

Los progresistas, reunidos en varios clubes, de los que se destacó el Club de la Libertad, contaban
con fuerzas militares, ya que Bartolomé y Emilio Mitre habían sido designados comandantes en la
lucha contra los malones de Calfucurá (el primero había sido derrotado por los indios en Sierra
Chica). Por sus prácticas intimidatorias y su escaso número sus rivales los llamaron
"PANDILLEROS".

Los quince días previos a las elecciones fueron de verdadero terror por la violencia desatada de las
facciones, especialmemente por parte de los "pandilleros", que empleaban a los soldados de Mitre.
El día de los comicios, sin embargo, los "conservadores" no presentaron batalla. Valentín Alsina, jefe
nominal de los progresistas resultó electo segundo gobernador constitucional del "Estado de Buenos
Aires".

Las rebeliones federales:

A fines de 1854, se produjo un nuevo intento de los federales por reinsertar a Buenos Aires en la
Confederación. Los exilados bonaerenses conspiraban desde Rosario, Gualeguaychú y Montevideo.
Urquiza, al tanto de aquellos movimientos, los apoyaba con dinero y, por indicación suya, fue
designado jefe de las fuerzas invasoras el coronel Gerónimo Costa que, habiendo penetrado en
territorio bonaerense con escasas fuerzas, fue derrotado por Manuel Hornos en El Tala.

Los sectores más hostiles a la Confederación que, con Mitre a la cabeza presionaban al gobierno de
Pastor Obligado, querían acabar con Urquiza y "su remedo de constitución". Aunque se realizaron
aprestos militares en ambos bandos, ninguno de los dos gobiernos deseaba realmente la guerra.

Finalmente, el comerciante inglés Daniel Gowland y el rosarino José María Cullen (próximo
gobernador de Santa Fé) acordaron con el ministro porteño Irineo Portela mantener el statu quo
sobre las siguientes bases:

Cesar los aprestos militares, mantenerse en paz y buena armonía y conservar sus relaciones
comerciales.

Comprometerse -la Confederación- a evitar que por dos años residiesen en Santa Fé los jefes,
oficiales y civiles que habían participado de la invasión.

Arreglar por medios amistosos sus mutuas relaciones.

Conforme a lo dispuesto en la cláusula 3ª, en enero de 1855 se firmó en Paraná el Tratado de


Convivencia.

TRATADO de CONVIVENCIA

La Confederación y el Estado no consentirían desmembramiento alguno del territorio nacional y


unirían sus fuerzas en caso de agresión exterior.

Se auxiliarían mutuamente contra las invasiones indias.

La "separación interina" no alteraría las leyes generales de la Nación en los procedimientos


judiciales.

Los buques mercantes de ambos Estados usarían la bandera nacional.

Serían admitidos libremente en los puertos, sin pagar derechos diferenciales.

No habría aduanas entre ambos.

No existirían trabas al correo ni al tránsito de pasajeros.

Estos acuerdos facilitaron el reconocimiento internacional del "Estado de Buenos Aires", ya que
muchos países (Francia, Gran Bretaña, Brasil, Cerdeña y EEUU) entendieron que la propia
Confederación lo había hecho explícitamente al tratar a Buenos Aires de estado a estado. Sólo Gran
Bretaña se abstuvo, aunque el vice-cónsul Frank Parish actuara como un verdadero embajador.

Ante la proximidad de las elecciones para renovar autoridades en Buenos Aires, los "conservadores"
porteños buscaron la alianza con los federales (incluidos los antiguos rosistas) y con el propio
Urquiza. Aquella situación condujo a un nuevo intento de Gerónimo Costa.

Mientras Mitre perseguía algunas montoneras federales internándose en territorio santafesino, Costa
desembarcó a la altura de Zárate. No encontró los hombres y recursos que le habían prometido los
"conservadores", terminando copado por varias columnas enemigas. En Villamayor hubo una terrible
matanza de federales y el propio Costa fue muerto. La Confederación, por su parte, consideró roto el
statu quo como consecuencia de la invasión de Mitre a Santa Fé.

La Confederación Argentina: elección de Urquiza.

En noviembre de 1853 comenzaron a ponerse en práctica las disposiciones de la Constitución


Nacional, convocándose a elecciones presidenciales. Como era natural, los electores se inclinaron
abrumadoramente por el nombre de Urquiza. Para Vicepresidente resultó electo Salvador María del
Carril. Asumieron en marzo de 1854.

Poco después se disolvió el Congreso Constituyente. Urquiza, por simple decreto, federalizó la
provincia de Entre Ríos, basándose en una ley del Congreso de Santa Fé que había "federalizado la
provincia donde resida el Poder Ejecutivo nacional". Paraná pasó a ser la sede del gobierno.

Casi inmediatamente, el presidente convocó a elecciones para la integración del Congreso Nacional,
que se instaló en octubre de 1854.

Punto 5.

Desde el primer momento la Confederación Argentina tropezó con el problema de la falta de


recursos financieros. Las aduanas litorales, de Humahuaca y los Andes recaudaban cantidades
insignificantes y las bondades de la libre navegación de los ríos no se apreciaban.

En efecto, los grandes buques de ultramar descargaban sus productos en Buenos Aires y
Montevideo -donde pagaban los derechos de Aduana- y luego eran transportados a la
Confederación en chalupas y barcos de cabotaje.

Aquella situación se fue agravando con el transcurrir del tiempo ya que el gobierno de Paraná no
hallaba medios para mantener una administración y un ejército nacionales, a los que se pagaba con
bonos que el comercio sólo aceptaba con descuentos de más del 50%. En ocasiones, se hacía
necesario recurrir a préstamos usurarios.

Durante su gestión como ministro de Hacienda de la Confederación, Mariano Fragueiro creó un


Banco Nacional que emitiría papel moneda. Los billetes no fueron aceptados por nadie y, antes del
año, el banco dejó de existir y los pocos billetes circulantes fueron tomados en pago de impuestos
nacionales por la tercera parte de su valor.
A fines de 1854, los diputados Lucero (Córdoba) y Rueda (Sgo. del Estero) proyectaron prohibir la
entrada en la Confederación de toda mercancía de ultramar que no viniese directamente. El proyecto
no se trató pues rompería el statu quo vigente entre ambos Estados.

Cuando los tratados quedaron rotos (1856), el Congreso de Paraná discutió acaloradamente un
proyecto de derechos diferenciales, que se convirtió en ley en julio de aquel año.

LEY de DERECHOS DIFERENCIALES

Entraría en vigencia a los 4 meses (luego se prolongó a 7) de promulgada.

Los productos de cabos adentro (traídos de Bs. As. o Montevideo en cabotaje) pagarían adicionales
que iban del 30% al doble de los derechos ordinarios.

Los productos de cabos afuera (traídos directamente en buques que no los hubieran embarcado en
Bs. As. o Montevideo) pagarían los derechos ordinarios.

La ley marcó el inicio de la prosperidad de Rosario.

Conforme a lo expresado, quedaba claro que la Confederación:

Quería evitar el ingreso de mercaderías procedentes de Europa que hubieran pagado derechos de
aduana en los puertos de Buenos Aires y Montevideo, ya que eran exceptuados de la norma los
artículos del sur de Brasil, Uruguay y Paraguay y, los productos naturales y manufacturados
provenientes de la provincia de Buenos Aires, que serían admitidos como propios de la
Confederación Argentina;

Procuraba que los buques de ultramar llegasen a Rosario y cargasen los productos de la
Confederación, evitando los costos de los fletes que se cobraban para trasladarlos al puerto de
Buenos Aires.

La cuestión de San Juan: La "guerra de tarifas" planteada por la Confederación vino a envenenar
aún más las relaciones entre ambos Estados, que quedarían definitivamente rotas por causa de la
"cuestión San Juan".

Hacia 1858, el gobernador de San Juan Nazario Benavídez, caudillo indiscutido de su provincia,
finalizó su mandato, aunque retuvo un mando militar que aseguraba su influencia. Los liberales
sanjuaninos que integraban el nuevo gobierno de Manuel Gómez, buscando neutralizar
definitivamente al caudillo, le quitaron el mando y, sin demasiadas pruebas, lo encarcelaron
acusándolo de conspiración.

Mientras Sarmiento desde las páginas de "El Nacional" de Buenos Aires alentaba a sus
correligionarios sanjuaninos para que eliminaran al prisionero, se tuvo la certeza de que Benavídez
sería asesinado en la cárcel.

Urquiza, decidió obrar con premura ante el ruego de la esposa del antiguo jefe federal, dejando
actuar al vicepresidente del Carril para que interviniera disuadiendo a sus comprovincianos. Por
aquel entonces, del Carril y Derqui, ministro del Interior de la Confederación, se hallaban en plena
competencia por la sucesión de Urquiza.

Del Carril quiso evitar la participación del ministro del interior y envió comisionados a San Juan.
Éstos, obrando con notable lentitud, llegaron a Cuyo en momentos en que Benavídez era asesinado,
lo que enfureció a Urquiza. Desplazado violentamente de la cuestión el vicepresidente, Santiago
Derqui llegó a San Juan acompañado por fuerzas militares al mando del general Juan Esteban
Pedernera. No necesitó emplear la fuerza para desarticular u- na eventual resistencia de los
liberales. Encarceló al gobernador Gómez y a su ministro Laspiur (principal responsable del crimen)
y, tras depurar la legislatura, hizo elegir al coronel José Virasoro, un oficial correntino que integraba
las fuerzas de Pedernera.

Tratativas de Urquiza con Brasil y Paraguay:

El escenario en el que se desarrollaban los hechos en vísperas de la guerra entre la Confederación


Argentina y el Estado de Buenos Aires era complejo. Además de las dos fracciones en que se había
escindido la Argentina, jugaban los intereses del Uruguay, Paraguay y, naturalmente, el Imperio del
Brasil, cuyo papel hegemónico era incuestionable, aunque vigilado estrechamente por Gran Bretaña.

Después de Caseros, Brasil había insistido ante Urquiza para que cumpliese su compromiso de
reconocer la independencia paraguaya. Por esa razón había sido enviado a Asunción Santiago
Derqui, que firmó con Carlos Antonio López un tratado en el que, de manera irresponsable, cedía a
Paraguay ex- tensas regiones del Chaco, lesionando antiguos derechos de Salta, Jujuy y Santa Fé.

Pero, en pocos años, la situación había cambiado dramáticamente. El Supremo paraguayo se


resistía tenazmente a ser un títere del Imperio. No aceptaba la navegación de buques de guerra
brasileños por el río Paraguay y me- nos aún someterse a un tratado de límites que implicaba la
pérdida de territorios que consideraba históricamente propios. Se estaba materializando la
posibilidad de una guerra paraguayo-brasileña.
Frente a esa eventualidad, Brasil procuró mantener con Urquiza "la gloriosa alianza de Caseros",
mientras el presidente de la Confederación Argentina esperaba el apoyo del Imperio en su conflicto
con Buenos Aires.

Como primer paso, el Congreso Nacional rechazó en Paraná el tratado firmado años antes por
Derqui. La furia de Carlos Antonio López debió atenuarse ante la presencia del nuevo enviado de la
Confederación, Tomás Guido, ya que quería evitar motivos para que Urquiza, actuando como aliado
de Brasil, se sumara al reclamo por la libre navegación. El Supremo paraguayo accedió a firmar un
nuevo tratado que postergaba para mejor momento el arreglo de los límites entre ambos países,
accedía a reconocer los derechos argentinos -compartidos por su país- a la navegación del río
Paraguay y preveía la neutralidad de ambos países frente a un conflicto con terceras naciones.

No obstante, a fines de 1857, se presentaron en Paraná el enviado del gobierno imperial, José María
da Silva Paranhos y el banquero barón de Mauá, financista de la campaña de Caseros. Convinieron
con Urquiza:

Mantener los acuerdos de 1851 en torno a la navegación de los ríos.

Disponer la extradición de los esclavos brasileños escapados a territorio argentino.

La renuncia argentina a los territorios de Misiones ubicados más allá de los ríos Pepirí Guazú y San
Antonio.

El otorgamiento a la Confederación de un empréstito de 300.000 patacones.

La apertura en Paraná del Banco Mauá, con monopolio del crédito.

Un protocolo secreto contra Paraguay.

Una elíptica y poco comprometida promesa de ayuda brasileña en el conflicto contra Buenos Aires.

Era lo que se denominó "diplomacia del patacón".

La guerra con Buenos Aires:

Meses antes de los sucesos de San Juan ya estaba entablada una lucha sorda por la sucesión
presidencial entre del Carril y Derqui. Urquiza, por su parte prefería a Alberdi, pero el vicepresidente
arruinó las posibilidades del tucumano haciendo rechazar por el Congreso el tratado que éste
acababa de firmar con España (España había aprovechado la división argentina para exigir a cambio
del reconocimiento de la independencia que el gobierno de la Confederación se hiciese cargo de las
deudas españolas de la época de la colonia y que a los hijos de españoles se reconociera la
nacionalidad de sus padres durante la minoría de edad).

Para vengarse, Alberdi sugirió a Urquiza la elección de un personaje insignificante de su confianza


que dispusiese la reforma de la Constitución para hacer posible la reelección del entrerriano. Urquiza
no aceptó. Quería manejar su provincia y retener el mando militar, pero no le interesaba el poder
político nacional (seis meses al año los pasaba en su estancia de San José).

Los apoyos de del Carril y Derqui eran diferentes:

A del Carril lo apoyaban los liberales del interior y se suponía que sería mejor visto por los porteños.
Al menos eso creía el ministro británico William Christie, que deseaba la unión y por ello se inclinaba
por el sanjuanino.

A Derqui lo apoyaban los antiguos caudillos, en tanto el ministro del Interior alentaba la desconfianza
de Urquiza hacia los hombres de Buenos Aires.

Su actuación frente a lo acontecido en San Juan dejó fuera de carrera a del Carril. En noviembre de
1858, Derqui resultó electo presidente de la Confederación, con el general Pedernera como
vicepresidente. Todo esto había pasado a segundo plano pues la guerra con Buenos Aires era ya un
hecho inevitable.

Efectivamente, a principios de aquel año el gobierno de Paraná había enviado un ultimátum a


Buenos Aires. Se acusaba a sus autoridades de favorecer violaciones al territorio confederado y
alentar las correrías de los indios, por lo que se le exigía someter la Constitución al examen del
pueblo bonaerense, pues no se toleraría por más tiempo la separación existente. Alsina respondió
de manera arrogante, nombró a Mitre ministro de Gobierno y luego comandante en jefe, embargó los
cargamentos de armas destinados a la Confederación y puso al Estado en pie de guerra.

Urquiza empleó los patacones de Mauá en armar a las milicias entrerrianas y adquirir algunos
barcos que se reunieron en Montevideo. Pero, cuando el Congreso de Paraná le ordenó "reintegrar a
Buenos Aires" al seno de la Confederación, se encontró sorpresivamente solo y aislado
internacionalmente. En efecto, Brasil no manifestó intenciones de apoyarlo en la guerra, Gran
Bretaña se inclinó finalmente por Buenos Aires y Paraguay se rehusó a comprometerse con alguien
a quien consideraba perdido, limitándose a ofrecer su mediación.
El enemigo, por su parte, poseía mejores soldados y armamento y dos de sus buques, comandados
por el almirante Murature fueron remitidos al Paraná para evitar el cruce de las tropas entrerrianas a
Santa Fé. En tales circunstancias, el ministro norteamericano Benjamin Yancey, agradecido con
Urquiza que acababa de mediar entre EEUU y Paraguay por el bombardeo de una nave
norteamericana, ofreció sus buenos oficios. Chocó, no obstante, con la arrogancia del gobierno de
Alsina, seguro de su victoria.

Entonces, la suerte comenzó a cambiar. Unos marinos partidarios de la Confederación se


apoderaron de Murature y su Estado Mayor, así como uno de los buques porteños, mientras el otro
escapaba. Mientras Urquiza cruzaba a Santa Fé, los barcos confederados salidos de Montevideo
lograron zafar del fuego de las baterías de Martín García y siguieron hacia el norte. Por último, las
desacertadas medidas de Mitre hicieron el resto.

Empapado en sus lecturas de manuales de táctica europeos, ingresó en Santa Fé adelantando su


caballería que fue desbaratada por la formidable caballería entrerriana y permaneció en actitud
defensiva confiando exclusivamente en su ordenada infantería ("la reina de las batallas", según
Napo- león), esperando al enemigo. Con ello dio tiempo a Urquiza de cruzar con todos sus efectivos
el arroyo Pavón y disponer el ataque.

Tras varias horas de combate, y sin enemigos a la vista, Mitre no pudo contener su oratoria heroica,
hasta que fue convencido por sus propios oficiales de que estaba siendo rodeado por el enemigo.
Apenas tuvo tiempo de escapar con los restos de su infantería hacia San Nicolás. Tal fue la batalla
de Cepeda (octubre de 1859).

Punto 6.

Varios días después de la batalla todavía se creía en Buenos Aires la versión de Mitre -llegado en
barco con las tropas que había logrado salvar- sobre una gran victoria alcanzada en Cepeda sobre
Urquiza.

Aquel entusiasmo comenzó a disiparse al saberse que las fuerzas de Urquiza (unos 16.000
hombres) se aproximaban a la ciudad. Fue entonces que el gobernador Alsina estuvo de acuerdo en
aceptar la mediación ofrecida por el hijo del presidente paraguayo, Francisco Solano López.
Comenzadas con el establecimiento de un armisticio, las negociaciones iniciadas en Caseros y
continuadas en San José de Flores, fueron difíciles, ya que en un momento el presidente de la
Confederación llegó a dar la orden de avanzar sobre Buenos Aires al enterarse que los porteños no
habían detenido sus aprestos defensivos. En medio de aquellos manejos, Alsina debió renunciar,
siendo provisionalmente reemplazado por el conservador Felipe Lavallol.

Finalmente, el acuerdo se alcanzó con la firma del:

PACTO DE SAN JOSÉ DE FLORES (11 de noviembre de 1859):

Buenos Aires se declaraba parte integrante de la Confederación Argentina.

Una convención provincial -libremente elegida por el pueblo bonaerense- se convocaría en 20 días
para examinar la Constitución Nacional.

Si la convención provincial aceptaba la Constitución Nacional, Buenos Aires la juraría el día y en la


forma que dicha convención estableciese.

Si propusiese reformas, el gobierno de la Confederación convocaría a una convención ad hoc


integrada por Buenos Aires conforme a su población, debiendo acatar lo que se resolviera, con la
sola condición que mantuviese su integridad territorial.

Buenos Aires no ejercería más relaciones exteriores.

Mantendría sus propiedades, excepto la Aduana que correspondía a la Nación, aun- que se
garantizaba a Buenos Aires su presupuesto de 1860 hasta 5 años. Seguirían rigiendo las leyes
aduaneras de Buenos Aires hasta que el Congreso Nacional estableciera las normas al respecto.

Nadie sería molestado por sus actos u opiniones; habría perpetuo olvido y los oficiales de Buenos
Aires al servicio de la Confederación serían restablecidos en sus rangos y sueldos.

Ratificado el pacto, el Ejército de la Confederación abandonaría la provincia en 15 días.

Si la provincia aceptaba la Constitución Nacional sin reservas, podía -hasta el 1º de enero- designar
sus electores para la elección de presidente y vice, debiendo remitir las actas al Congreso Nacional.

El pacto sería ratificado en 48 horas.

Resulta bastante difícil comprender las razones por las que Urquiza no impuso su voluntad a los
liberales porteños, dándoles la oportunidad de recuperarse y conservar su poder o como expresaría
Mitre, demostrando que él había sido el vencedor de Cepeda. Quizá el entrerriano esperaba la
gratitud de sus adversarios o, más probablemente, rechazaba la posibilidad de entregar los frutos de
la victoria a los federales de Buenos Aires, de los que podría surgir un nuevo Rosas.

Lo cierto es que los progresistas volvieron a ser los dueños de la situación ni bien se retiraron las
tropas de la Confederación. Los federales bonaerenses, agrupados en un Club de la Paz, lograron
hacer elegir a Vicente Fidel López, Bernardo de Irigoyen y pocos más como convencionales. Otros,
como Guido y Lagos, se retiraron de la política, consternados por la actitud de Urquiza.

Dueños del Ejército mitrista, cuyos soldados eran dueños y señores de los comicios y vueltos a sus
puestos los jueces de paz del norte de la provincia que habían sido separados luego del armisticio,
los progresistas tuvieron una amplísima mayoría en la convención bonaerense (Mitre, Sarmiento,
Vélez Sarsfield, José Marmol, Valentín y Adolfo Alsina, entre los más destacados).

REFORMAS PROPUESTAS POR LA CONVENCIÓN PROVINCIAL

Cuestión capital: sería capital la ciudad que designase una ley especial del Congreso, previa cesión
de su territorio por la provincia a la que perteneciera.

Impuestos a las exportaciones: se mantendrían hasta 1866.

Educación gratuita: por iniciativa de Sarmiento se suprimió la obligación de las provincias de brindar
educación primaria gratuita para proteger a las provincias pobres.

Aprobación de las constituciones provinciales por el Congreso: se suprimía.

Intervención a las provincias: el texto de Santa Fé facultaba al gobierno federal a intervenir en las
provincias sin requisición para restablecer el orden interno o asegurar la defensa nacional. Se
propuso:

1) para restablecer el orden interno se necesitaría requisición de las autoridades locales.

2) para garantizar la forma republicana o repeler invasiones exteriores no era necesaria.

Ejecuciones a lanza y cuchillo: habían sido suprimidas en el texto de Santa Fé; Sarmiento propuso
borrar el texto que "denunciaba la barbarie de nuestras costumbres políticas".

Artículos agregados: fueron obra de Sarmiento:

No habría leyes restrictivas de la libertad de imprenta.

Las declaraciones, derechos y garantías enumerados no significaban la negación de otros derechos


no especificados.
El servicio federal no daría residencia en las provincias.

Legisladores alquilones: los diputados y senadores deberían tener 3 años de residencia inmediata
en la provincia que los eligiese.

Juicio por el Congreso de los gobernadores de provincia: se suprimía.

Reforma de la Constitución: el texto de Santa Fé daba la iniciativa al Senado; se proponía que fuera
de ambas cámaras.

Estado de sitio: según el texto de Santa Fé, el presidente podía decretarlo en caso de urgencia,
dando cuenta al Congreso antes de los 10 días; se suprimía hallándose el Congreso en sesiones.

Ciudadanía: se aclaraba (a propósito del tratado de Alberdi con España) que sería argentino el
nacido en el territorio, además del hijo de argentinos nacido en el extranjero.

Miembros de la Corte Suprema: Vélez Sarsfield sugirió que su número lo fijara una ley posterior.

La comisión encargada de proponer las reformas lo hizo entre enero y abril de 1860. El trabajo de la
misma fue debatido desde el 3 de abril al 11 de mayo. Los convencionales federales -partidarios de
aceptar la Constitución sin reservas- no participaron de las discusiones, limitándose a votar por la
negativa. Félix Frías (conservador) propuso al catolicismo como religión oficial, fue rechazado.
Sarmiento propuso el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata en lugar de Confederación
Argentina, fue aprobado.

En ese lapso, Buenos Aires eligió a su gobernador que, como podía suponerse en razón de su
control electoral, resultó Bartolomé Mitre, quien no ocultó sus intenciones belicistas. Derqui, en la
Confederación, intentaba en vano neutralizar la influencia de Urquiza que, desde su palacio de San
José, no sólo gobernaba Entre Ríos (desfederalizada con excepción de Paraná) sino que constituía
la verdadera autoridad.

Poco después, Dalmacio Vélez Sarsfield pactó con Derqui:

El Congreso convocaría a la Convención ad hoc en Santa Fé, la que se expediría en 30 días. Los
convencionales, elegidos en proporción a la población de cada provincia, deberían ser naturales o
residentes en ellas.

A los 15 días de sancionadas las reformas, Buenos Aires las promulgaría.

El Congreso prorrogaría sus sesiones para permitir la incorporación de los diputados y senadores
porteños.
La Aduana y el ejército seguirían, por el momento, administradas por Buenos Aires.

Para afrontar los gastos de la Convención, Buenos Aires adelantaría 1 millón y medio de pesos. El
dinero porteño podría circular por la Confederación.

No habría derechos diferenciales.

Para celebrar el acuerdo alcanzado, Mitre invitó a Derqui y a Urquiza a los festejos por el 9 de julio
en Buenos Aires. Aquellos homenajes hicieron evidentes los recelos de Urquiza para con el
presidente de la Confederación. No obstante, masones los tres personajes, se abrazaron jurando
obligarse a alcanzar la unión nacional, en el Templo de la Legión Unión del Plata.

La elección de los convencionales de la Confederación y la aceptación de las propuestas porteñas,


fueron otra demostración acerca de quién era la verdadera autoridad allí.

Los convencionales urquicistas -amplia mayoría- estuvieron de acuerdo con los porteños que
impugnaron a los representantes de San Juan (gente de Virasoro, que debía su puesto a Derqui) y
aprobaron todo con dos excepciones:

El nombre del país sería indistintamente Provincias Unidas del Río de la Plata y Confederación
Argentina, usándose el de Nación Argentina en la promulgación de las leyes.

La residencia de los diputados y senadores reducida de 3 a 2 años.

El 24 de setiembre de 1860 se sancionaron las reformas, promulgadas por Derqui el 1º de octubre.


El día 21 de ese mes, Mitre juró la Constitución reformada.

Bolilla XI.

Punto 1.

Ya hemos adelantado en la Bolilla anterior la situación política de ambos Estados. Por un lado, la
preeminencia de Mitre, cuya popularidad entre la juventud "decente" y la joven oficialidad no se
deterioraba a pesar de las derrotas militares. Frente a la rigidez y escasa simpatía que generaba
Valentín Alsina, Mitre aparecía como la alternativa, incluso para antiguos conservadores y aún
federales desengañados de Urquiza.

Por el otro, Derqui no cesaba en procurar imponerse por sobre la autoridad de Urquiza, intentando
aproximarse a los liberales porteños que, al fin de cuentas, habían sido sus camaradas unitarios en
el pasado. Tras aquel intento, el presidente confiaba en poder rodearse de liberales y armar su
propia fuerza en el Congreso. Así, con inocultable torpeza, decretó en la convocatoria para renovar
la Cámara de diputados un llamado a elegir reemplazantes para los diputados y senadores en
ejercicio que no tuvieran el nuevo requisito constitucional de los dos años de residencia en la
provincia que representaban. Es decir, aplicaba la ley con efecto retroactivo e invadía las
prerrogativas del Legislativo, que era el único a quien correspondía declarar la eventual nulidad de
los mandatos. Ninguna provincia le obedeció.

Urquiza, en tanto, desconfiaba cada vez más de las intenciones del presidente. Dispuesto a poner
las cosas en su lugar, invitó a Derqui y a Mitre al palacio San José, para conmemorar el primer
aniversario del Pacto de San José de Flores. No obtuvo resultados y, al despedirse, los tres
estuvieron de acuerdo en enviar una carta al gobernador José Virasoro invitándolo a renunciar. Ese
mismo día Virasoro fue asesinado en San Juan.

La crisis de San Juan:

Rígido y carente de apoyos, Virasoro no era soportado ni por los propios federales sanjuaninos. Los
liberales, por su parte, hablaban de deponer al ti- rano, alentados por sus correligionarios porteños,
particularmente por Sarmiento desde las páginas de "El Nacional".

El 16 de noviembre de 1860, Virasoro fue asesinado en su casa. En una farsa de "asamblea


popular" los liberales hicieron elegir una nueva legislatura que designó gobernador a Antonio
Aberastain.

Derqui y Mitre estuvieron de acuerdo en designar interventor en San Juan al gobernador de San
Luis, Juan Saa, que tendría como "adjuntos militares" a dos oficiales de Buenos Aires, Paunero y
Conesa.

Aquella decisión indignó a Urquiza, que anunció a las provincias su intención de castigar el crimen.
Amedrentado, Derqui cambió las instrucciones a Saa (que debía proceder sin violencia y había
licenciado a las milicias puntanas), ordenándole actuar con decisión, apresando a los autores del
crimen de Virasoro y desconociendo a las autoridades sanjuaninas.

Sorprendido en Mendoza por las cartas de Urquiza y Derqui, Saa convocó a las milicias mendocinas
que, reforzadas por tropas riojanas del "Chacho" Peñaloza, alcanzaron los 2.000 hombres.
Aberastain, en tanto, sin comprender la realidad y sin conocimientos militares, le salió al encuentro
en La Rinconada del Pocito (enero de 1861), siendo masacrados los sanjuaninos tras una carga "a
lanza seca" de las fuerzas interventoras ("Lanza Seca" se convirtió desde entonces en el apodo de
Saa). Aberastain, tomado prisionero, fue fusilado.

Comprensiblemente, renacieron las recriminaciones recíprocas entre la Con- federación y Buenos


Aires. Decidido a solucionar la "cuestión San Juan", Derqui se propuso viajar a aquella provincia
para evitar represiones. Mitre, le aconsejó reponer a Aberastain. No fue posible ya que el sanjuanino
fue ejecutado.

El rechazo de los diputados de Buenos Aires:

En medio de las acusaciones cruzadas, Derqui continuaba con su proyecto de crear una fuerza
propia en el Congreso que le permitiera "pronunciarse" contra Urquiza. Sin embargo, empezaba a no
encontrar salidas, ya que la prensa liberal porteña lo acusaba de "tirano" junto con Urquiza, y éste,
perdía la paciencia. Le quedaba, como última posibilidad, aguardar la incorporación de los
legisladores porteños al Congreso Nacional. Pero, había un problema.

Los representantes porteños a la Convención ad hoc no habían sido elegidos conforme a lo que
disponía la ley electoral nacional (cada provincia era un distrito único), sino en virtud de la ley
electoral de Buenos Aires (que dividía la provincia en 7 distritos: capital y 6 distritos rurales). No
había habido inconvenientes. Pero, otra cosa era elegir a los diputados (a los senadores los elegía la
legislatura) en base a la misma ley provincial. Cuando los 12 diputados porteños se presentaron en
Paraná, el Congreso Nacional rechazó sus diplomas. Así lo había dispuesto Urquiza.

No parece que el entrerriano buscara una nueva ruptura con Buenos Aires, simplemente pretendía
que todo el mundo supiera quien era el que realmente mandaba. De nada sirvieron algunos intentos
para convencerlo como los del banquero Buschenthal o la propuesta de Mitre de suscribir un pacto o
compromiso admitiendo provisionalmente a los diputados porteños.

Pacifistas y belicistas:

En realidad, pocos deseaban la guerra. Tal vez, los más decididos eran los miembros del Club
Libertad, donde Sarmiento y Vélez Sarsfield querían entrar en el interior a sangre y fuego. Pero, los
pacifistas de ambos bandos veían como única alternativa la partición de la Argentina.

En Buenos Aires, algunas personas como Pastor Obligado, José Mármol y Norberto de la Riestra
apoyaban una independencia indefinida, aunque no definitiva del Estado bonaerense. De la Riestra,
había sido hasta poco antes ministro de Hacienda de la Confederación, formando parte de los
entendimientos secretos entre Derqui y Mitre y gozando del apoyo británico. En la Confederación,
Urquiza volvía a la vieja idea de segregar la Mesopotamia. Derqui, por su parte, continuaba a medio
camino entre Mitre y Urquiza. La posibilidad de un conflicto entre San Luis y Córdoba le permitieron
intervenir a esta última provincia y trasladarse a ella, lejos de Urquiza. Ahora, se planteaba la
posibilidad de formar un bloque de provincias liberales para inclinar la balanza (Córdoba, Tucumán,
Salta, Jujuy y, fundamentalmente Santiago del Estero, gobernada por el caudillo liberal Manuel
Taboada). Buenos Aires decidió emplear al tucumano Marcos Paz -federal tibio, amigo de los
liberales- para enviar dinero a estas provincias. Pero, Marcos Paz cayó en manos de los federales y
con él, el dinero y cartas comprometedoras de Mitre a Derqui. Victorica, yerno de Urquiza, conoció el
contenido de aquellas y lo comunicó a su suegro.

Derqui, descubierto en su juego, se decidió a actuar como presidente de la Confederación. Formó un


Ejército del Centro, con puntanos, cordobeses, catamarqueños y riojanos, con cuyos contigentes
eliminó o neutralizó a los gobiernos liberales del interior. La guerra era un hecho, pues Buenos Aires
había convocado a las milicias e Hilario Ascasubi acababa de partir para Europa a contratar
mercenarios genoveses y suizos.

Sin embargo, en la correspondencia de los principales actores, tanto como en sus conversaciones,
quedaba en evidencia que Urquiza y Mitre no deseaban la guerra. Otra cosa eran las opiniones
Congreso de Paraná (que declaró la guerra el 5 de julio de 1861) y las del presidente.

Por iniciativa de los ministros británico y francés, Thornton y Lefebvre de Becourt, los tres
protagonistas se reunieron en el buque de guerra inglés "Oberon" ( 5 de agosto de 1861) donde, se
les presentaron las bases para evitar el conflicto:

Se mantendría el statu quo, permaneciendo Buenos Aires separada hasta 1864 o 1865, cuando los
legisladores "alquilones" hubieran dejado el Congreso.

Buenos Aires subsidiaría a la Confederación con "más de un millón de pesos mensuales".

Estas bases serían complementadas con acuerdos a los que debían llegar plenipotenciarios de
ambos Estados reunidos en el buque francés "Fulminante". No obstante, a la escasa voluntad de
arreglo de los enviados porteños, se sumó la actitud de los representantes de la Confederación que
llevaban instrucciones de Derqui para hacer fracasar el encuentro.

Derqui pensaba jugar la última carta para ser considerado la única autoridad de la Confederación
trasladando la capital a Córdoba y haciéndose fuerte con el Ejército del Centro. No obstante, otra
vez su correspondencia comprometedora cayó en manos de Urquiza y claudicó definitivamente,
poniendo sus tropas a las órdenes del Capitán General.

La batalla de Pavón:

Con escasa iniciativa -especialmente por parte de Urquiza- ambos ejércitos se aproximaron uno al
otro. Detenido a orillas del arroyo Pavón, el ejército de la Confederación dejó llegar a los porteños
hasta sus inmediaciones. Ambas fuerzas oscilaban entre los 15.000 y los 18.000 hombres.

Entre los enigmas que rodearon a la batalla se destacó la visita de un norteamericano de apellido
Yateman, que estuvo en la noche del 14 de setiembre en ambos campamentos.

El día 17, Mitre atacó, pero su caballería fue inmediatamente dispersada, no deteniéndose hasta
Luján. El ala de la infantería porteña, mandada por Paunero, consiguió algunas ventajas y capturó
cañones enemigos. Pero el ala de Emilio Mitre fue detenida pese al auxilio de la reserva mandada
por el comandante en jefe. Si Urquiza, al mando de la reserva federal, atacaba con sus mejores
tropas la batalla estaría concluída. Así, lo entendió Mitre, que escapó hasta las cercanías de San
Nicolás.

Sin embargo, para sorpresa de todos, Urquiza mandó tocar retirada y se alejó del campo de batalla,
no deteniéndose hasta llegar a su palacio de San José, desoyendo las solicitudes de los jefes
federales que acosaban a Mitre. A diferencia de Cepeda, donde Mitre creyó haber vencido, en
Pavón estuvo seguro de la derrota.

Los días inmediatos a la batalla fueron de incertidumbre en todas partes.

EN BUENOS AIRES: la llegada de los dispersos de la caballería porteña generó angustia y


desolación. Luego, al conocerse el triunfo, estalló el odio de los más exaltados. Las expresiones de
"El Nacional" produjeron el asombro y el repudio de los diplomáticos extranjeros. Sarmiento, escribió
por entonces a Mitre: "No ahorre sangre de gauchos... es lo único que tienen de humanos".

También en la campaña bonaerense la creencia en una victoria de Urquiza dio lugar a alzamientos y
pronunciamientos de paisanos federales. Costó trabajo desbaratarlos.

EN LA CONFEDERACIÓN: Derqui, sorprendido por las noticias de la retirada de Urquiza, reaccionó


intentando hacerse fuerte en Rosario. No pudo conseguirlo, pues los entrerrianos que aún estaban
allí se fueron tras el Capitán General. Intentando convencer al general, fueron despachados
emisarios hasta el palacio San José, pero no lograron nada. Urquiza expresó que "no había querido
aquella guerra y había sido traicionado". A Mitre le hizo saber:

Que no pensaba volver a tomar las armas.

Que para facilitar la pacificación estaba dispuesto a declarar caducas las autoridades de la
Confederación.

El plan político de Mitre y los acuerdos con Urquiza:

Para Mitre la situación tampoco era sencilla. Con el transcurrir de los días, la prensa de Buenos
Aires comenzó a criticar su inacción.

En aquellas circunstancias, el liberalismo porteño estaba escindido en dos opiniones, que incluso,
dividían al propio gabinete:

Por un lado, estaban los que querían entrar a saco en el interior y masacrar al caudillaje federal. El
principal expositor de esta idea era Sarmiento.

Por otro, estaban los que consideraban imposible la unión con el interior "bárbaro" y preconizaban la
independencia de Buenos Aires. De la Riestra y Mármol eran su voceros.

Ninguno aceptaba transacción alguna con Urquiza, pero Mitre era consciente de su debilidad militar
para intentar la conquista del interior por su sola cuenta. Por otro lado, había comenzado a
abandonar la idea de segregar Buenos Aires; tal vez él podía convertirse en el presidente de la
República.

En cartas a su gabinete, expuso su plan político:

EL PLAN POLÍTICO DE MITRE

"Si las autoridades nacionales son un obstáculo..." esto no quiere decir que la Constitución Nacional
también lo sea. Si se revocara la Constitución, se marcharía hacia una nueva guerra civil, hacia el
aislamiento de Buenos Aires o a su independencia.

"Una vez lanzados a la guerra, nuestro destino está irrevocablemente unido al de la Re- pública
Argentina". "Debemos tomar a la República Argentina tal como Dios y los hombres la han hecho, y
con la ayuda de Dios la vayamos mejorando".
"Que no nos conviene llevar la guerra a todas partes, nadie lo pone en duda, además que tampoco
tenemos el poder para ello".

Si el general Urquiza se pone al servicio de "...las ideas que sostiene Buenos Aires... ni política ni
moralmente podemos rechazar su concurso".

Las intenciones de resistir por parte de Derqui no duraron mucho, especial- mente al enterarse que
el vicepresidente Pedernera pensaba conferir a Urquiza poderes dictatoriales para entenderse con
Mitre. En los primeros días de noviembre de 1861, delega secretamente sus poderes en Juan Saa
para "que en el interior puedan defenderse con independencia de Urquiza y Pedernera" y, en una
breve nota a éste le comunica que piensa "separarse de hecho", por considerar que su presencia es
un obstáculo para el arreglo de la situación. Desde Santa Fé se embarca en un buque inglés con
destino a Montevideo.

Las misiones entre Urquiza y Mitre continúan. Pero Mitre no acepta que el entrerriano se presente
investido con poderes nacionales y, ni siquiera en nombre de Entre Ríos. En carta personal le
sugiere: o continuar la lucha o entablar negociaciones directas con el gobierno de Buenos Aires
después de haber reasumido Entre Ríos su soberanía.

Una revolución contra los "derquistas", en Córdoba, permitió entonces acceder al cargo de
gobernador a José Alejo Román, que se apresuró en manifestar su adhesión tanto a Urquiza como a
Mitre. El gobernado de Buenos Aires consideró entonces llegado el momento de invadir el interior.

La primera acción de los invasores fue caer por la noche sobre el campamento de las fuerzas
federales que aún se mantenían en Cañada de Gómez.

Allí, los italianos de Wenceslao Paunero degüellan a los soldados dormidos que integraban
mayoritariamente la División Buenos Aires de federales bonaerenses. Los hermanos José y Rafael
Hernández apenas logran salvar sus vidas. Aunque los federales mueren gritando "¡Viva Urquiza!,
éste permanece en silencio.

Tampoco respondió a los desesperados reclamos de Pedernera. Poco después, Urquiza hizo votar a
la legislatura entrerriana:

- Entre Ríos reasumía su soberanía.

- Entre Ríos se declaraba en paz con todas las provincias, incluso Buenos Aires.

- Entre Ríos desconocía a las autoridades nacionales.


Frente a la orden de entregar Paraná, Pedernera y sus ministros declararon "en receso la autoridad
nacional" (diciembre de 1861) y la escuadra de la Confederación fue desarmada. Simultáneamente,
una revolución permitió a los liberales adueñarse del gobierno de Corrientes.

En dos o tres meses las misiones de Sarmiento y Marcos Paz cambian la situación de todas las
provincias, creando en todas ellas gobiernos liberales.

Sarmiento, con el general Rivas "libera" San Luis, Mendoza y San Juan.

Paz, con el general Paunero hace lo propio en Córdoba, Tucumán, Catamarca y La Rioja.

Manuel Taboada, temporalmente depuesto por tropas federales de Catamarca, vuelve a Santiago
del Estero. Salta y Jujuy se pliegan a la causa de Mitre.

Punto 2.

El escarmiento de Cañada de Gómez influyó de manera contundente en el interior, facilitando la


consolidación de los liberales. Paunero, en Córdoba, recibió instrucciones acerca de cómo debían
obrar las provincias.

"Las provincias debían reasumir su soberanía desconociendo los poderes nacionales y autorizar a
Mitre a convocar el congreso nacional y representar a la República en su parte externa".

A partir de diciembre de 1861, una a una fueron adoptando aquel criterio. Mayores dificultades le
planteó a Mitre su propio gabinete, ya que predominaba en él la idea de que era necesario acabar
con Urquiza.

El vencedor de Pavón comenzó entonces a plantear quejas al entrerriano acerca de la entrega del
archivo, muebles, capital de la Nación y escuadra. Urquiza se allanó a todo; pero, cuando Mitre le
presentó la necesidad de que abandonara el gobierno de Entre Ríos, otra vez revivió la posibilidad
de la guerra. Finalmente, la mediación de Salvador María del Carril, Thornton y Lefebvre de Becourt
disipó aquel peligro. Urquiza se comprometió a licenciar su ejército, delegaría en Mitre las facultades
nacionales, lo autorizaría a convocar el congreso, entregaría las aduanas y permanecería en el
gobierno de su provincia hasta que "pudiera irse decorosamente".
La ley de la legislatura provincial.

Mitre sometió a la legislatura bonaerense el proyecto que lo autorizaba a aceptar la delegación


"nacional". El debate duró cerca de un mes y en él se planteó el tema de "la capital de la República".
¿Debería federalizarse toda la provincia de Buenos Aires como había hecho Urquiza con Entre Ríos,
o sólo la ciudad como Paraná con Derqui? En la discusión se enfrentaron, anticipándose en casi
veinte años a la solución del problema, Carlos Tejedor (opuesto a todo lo que disminuyese a Buenos
Aires) y Nicolás Avellaneda (la cabeza de la república debía estar "donde Dios y la Historia la
pusieron").

Finalmente, la legislatura exigió a Mitre un compromiso que limitase sus facultades. Aprobada la ley
el 4 de abril de 1862, Mitre dio el siguiente reglamento:

Mitre sería "Gobernador de Buenos Aires Encargado del Poder Ejecutivo Nacional".

Se limitaría a mantener las relaciones exteriores con las naciones amigas, dando solución a
las cuestiones urgentes.

Mantendría el orden y el respeto por la Constitución, defendería las fronteras y percibiría la


renta nacional, debiendo dar cuenta al futuro congreso de lo actuado.

Instalación del Congreso:

Las elecciones de legisladores nacionales se realizaron en todas las provincias en el mes de abril sin
mayores problemas. En Buenos Aires se hizo una reparación a los electos de 1861 y a los dos
senadores (Valentín Alsina y Ru- fino de Elizalde), volviendo a designarlos, aunque tres nombres
fueron reemplazados por los autonomistas que se apoderaron de algunas mesas.

El 25 de mayo de 1862, Mitre inauguró el congreso que, pocos días más tarde, aprobó el uso que
éste había hecho de sus facultades nacionales y convocó a elecciones presidenciales.

De inmediato, el congreso pasó a ocuparse de la "cuestión capital". La legislatura de Santa Fé había


ofrecido la capital de aquella provincia; también se barajó la posibilidad de federalizar San Nicolás o
San Fernando. Por fin se arribó a la solución temporal de federalizar por 5 años la provincia de
Buenos Aires íntegra. La juventud del club "Libertad" manifestó su oposición a esta salida. La
lideraba quien se perfilaba como jefe de los autonomistas, Adolfo Alsina.

Nadie discutió a Mitre como presidente. Para la vicepresidencia, Marcos Paz, logrando la adhesión
de las provincias del norte, pudo aventajar a Manuel Taboada. Tomaron posesión el 12 de octubre
de 1862.

La Ley de Compromiso:

Como era de esperarse, la legislatura de Buenos Aires se opuso a la federalización de la provincia.


Mitre llegó a amenazar con no ocupar la presidencia si no se resolvía la cuestión. Por fin, un
proyecto redactado en común con los opositores dio origen a la Ley de Compromiso:

 La ciudad de Buenos Aires sería por 5 años residencia de las autoridades nacionales con
jurisdicción en todo su municipio.

 El municipio mantendría su representación en la legislatura provincial.

 La provincia administraría el Banco y el ferrocarril y los tribunales no se modificarían.

Punto 3.

Los hombres encargados de imponer gobiernos adictos a Mitre en las provincias; los "procónsules" -
dice José María Rosa-, eran en realidad oficiales uruguayos (Paunero, Rivas, Arredondo, Sandes);
entre sus soldados había pocos argentinos (condenados a servir con las armas e indios), los demás
eran extranjeros contratados por Hilario Ascasubi. Esto no parece una casualidad si tenemos en
cuenta como procedieron: destrucciones, asesinatos, bárbaras ejecuciones, robos, violaciones y, en
un determinado momento, la práctica de mandar a los prostíbulos a las mujeres e hijas de los
montoneros federales.

La feroz represión, unida a la impopularidad de los gobiernos liberales, fueron la causa de que
durante 1862 y 1863 una parte importante del país (La Rioja, Catamarca, Tucumán, Cuyo y
Córdoba) viviera en estado de convulsión.

El alma de aquella resistencia fue Ángel Vicente Peñaloza, el "Chacho", un propietario rural de Los
Llanos riojanos, que ostentaba el grado de general conferido por el gobierno de la Confederación.

Sin conocer aún las consecuencias de Pavón, Peñaloza había marchado a fines de 1861 a proteger
Tucumán, amenazada por Manuel Taboada. Sin embargo, sorprendido por los hechos que habían
seguido a la retirada de Urquiza, no quiso combatir y se aprestó a regresar a La Rioja. Esquivando
los intentos de las fuerzas porteñas que intentaban rodearlo, llegó a su tierra. En torno a su figura y a
su prestigio se alzaron montoneras federales por todas partes, acaudilladas por hombres como
Fructuoso Ontiveros, Severo Chumbita, Carlos Ángel y Felipe Varela.

Mientras crecían la represión y el terror desatados por los jefes de Mitre, Peñaloza no ocultó en
ningún momento sus intenciones de llegar a un entendimiento, procediendo con una humanidad y
caballerosidad que contrastaban con las prácticas de sus enemigos.

Alcanzada la paz en La Banderita (mayo de 1862), la amnistía acordada a los federales no fue
respetada y, pocos meses después, la insurrección renació. Con el "Grito de Guaja", Peñaloza
declaró la guerra a Mitre, convirtiéndose en jefe del Ejército Reaccionario.

Mitre designó entonces a Sarmiento Director de la Guerra. Sus instrucciones eran llevar adelante
una "guerra de policía"; vale decir, tratar a los montoneros como bandidos, negándoles el carácter
de adversarios políticos y, por consecuencia, los derechos de los prisioneros de guerra.

Mientras el levantamiento se expandía por Cuyo y Córdoba, Peñaloza aguardaba un


pronunciamiento de Urquiza a favor de los federales. Llegó a pensarse en una alianza del Chacho,
Urquiza, Bernardo Berro (presidente blanco del Uruguay) y Francisco Solano López (convertido en
presidente del Paraguay). Pero, Urquiza no se movió.

En Córdoba, los rusos (nombre que se daba a los federales en razón de que eran muchos, como los
rusos en la guerra de Crimea) se apoderaron del gobierno y llamaron a Peñaloza, que fue recibido
jubilosamente en la ciudad. Al acudir las fuerzas de los interventores, el caudillo riojano cometió el
error de combatirlos a campo abierto, siendo derrotado en Las Playas. Por espacio de varios meses
el Chacho fue buscado infructuosamente. Reapareció cuando intentó derrocar a Sarmiento del
gobierno de San Juan. Otra vez derrotado, una partida lo sorprendió en su propia casa de Guaja,
dándole muerte de inmediato. Su cabeza fue exhibida como escarmiento (noviembre de 1863).

Las fracciones políticas en Buenos Aires:

Tal como lo hemos planteado anteriormente, el liberalismo porteño se fue escindiendo


definitivamente en dos corrientes:

LOS NACIONALISTAS: seguidores de Mitre que querían imponer la hegemonía de Buenos Aires
sobre el resto del país. Entre ellos se contaban figuras como Rufino de Elizalde, Eduardo Costa,
José María Gutiérrez. Se agrupaban en el Club del Pueblo y su órgano de prensa era el
recientemente fundado "La Nación Argentina".

LOS AUTONOMISTAS: localistas defensores a ultranza de los derechos de Buenos Aires, entre los
que se contaban algunos separatistas. Sus figuras más destacadas eran Carlos Tejedor, los hijos de
Florencio Varela, Pastor Obligado y, quien se perfilaba como líder, Adolfo Alsina. Se habían quedado
con el Club Libertad; su órgano de prensa era "La Tribuna" y su fuerza electoral se apoyaba en los
"orilleros" a los que se llamaba compadritos y mumuchos federales.

Las frecuentes elecciones realizadas en Buenos Aires (provinciales y municipales) obligaban a los
partidos a mantener "comités" electorales. Durante las elecciones, las mesas eran disputadas a
balazos, no sacándose ventaja, en ese aspecto, unos y otros. Mientras los soldados de línea
luchaban por los nacionalistas, las milicias y los compadritos lo hacían por los autonomistas. En el
ámbito rural volcaban todo el peso de su influencia o su prepotencia los comandantes, los jueces de
paz y los estancieros.

En 1863, los nacionalistas comenzaron a llamar "crudos" a sus rivales, recordando la violencia de los
compadritos, y tenía su origen en unos bandoleros de la campaña que usaban aquella
denominación. Los autonomistas respondieron llamando "cocidos" a sus adversarios.

Interpretación de la Ley de Compromiso:

Poco antes de sancionar la ley que unificaba las elecciones en el país, el Congreso, entendiendo
que la Ley de Compromiso le daba jurisdicción en Buenos Aires, dictó una ley de régimen municipal.
La mayoría autonomista de la legislatura no la aceptó.

Nicolás Avellaneda defendió la jurisdicción nacional que estaba claramente expresada en la Ley de
Compromiso. Manuel Quintana, Carlos Tejedor y Adolfo Alsina, entre otros, entendieron que esa
jurisdicción era "sólo para cumplir o aplicar las leyes, nunca para dictarlas".

El gobierno nacional debió acatar lo resuelto por la legislatura, devolviendo la municipalidad a la


provincia. Esa situación se prolongó hasta 1880.

Punto 4 y 5.
Desde el punto de vista institucional, la presidencia de Mitre produjo:

La Corte Suprema del Estado:

El gobierno se preocupó por crear las condiciones jurídicas favorables para el capital extranjero. En
enero de 1863 fue instalada la Corte Suprema de Justicia. Hubo dificultades para instalarla porque
no existía en la tradición judicial argentina un tribunal federal superior, que era una de las tantas
instituciones tomadas de los EEUU; tampoco existían muchos abogados capacitados.

Por la no aceptación de Valentín Alsina quedó como presidente del alto tribunal Francisco de las
Carreras. La Corte no funcionaría como un poder del Estado, limitándose a velar porque la
legislación nacional o provincial no trabase las garantías al capital extranjero.

La Ley Nacional de Elecciones (Ley Nº75):

Desde el año 1863, en todo el país rigió el distrito único, en virtud de la Ley nacional de elecciones
sancionada por el Congreso. Los ciudadanos se inscribirían en un Registro Cívico y el voto sería
público.

La codificación.

El movimiento codificador argentino respondió a las pautas extranjerizantes que fueron


introduciéndose después de Caseros. Los códigos civil, comercial y penal fueron tomados de los
códigos extranjeros, considerados más civilizados que las prácticas y costumbres nacionales.

La intención de Urquiza de que se dictaran diversos códigos al par de dar al país una constitución no
arrojó resultados. En el Estado de Buenos Aires, por el contrario, la legislatura encomendó a
Dalmacio Vélez Sarsfield y al oriental Eduardo Acevedo, en 1857, la confección de un código de
comercio. Fue una adaptación de los códigos francés (1807) y español (1829), que el Congreso
nacionalizó sin corregir en 1862, no obstante su anacronismo y desactualización.

Poco después, el Congreso solicitó a Mitre que formara comisiones para elaborar los códigos civil,
penal y de minería. El presidente encomendó a Carlos Tejedor el código penal y a Vélez Sarsfield el
civil.

CÓDIGO PENAL: Fue una traducción que hizo Tejedor del código penal del reino de Baviera.
Estudiado parsimoniosamente durante años y sometido a diversas modificaciones, fue sancionado
recién en 1887.

CÓDIGO CIVIL: Fue una adaptación casi textual del proyecto de código del jurista brasileño Augusto
de Freitas. Esa razón generó grandes resistencias -Alberdi, por ejemplo- que denunciaban nuestra
dependencia del Imperio. Aprobado por el Congreso durante la presidencia de Sarmiento, debió ser
sometido a varias correcciones por los errores que contenía, proceso que se prolongó hasta 1882.

La reforma constitucional de 1866.

Al iniciarse el año 1866, el Congreso Nacional aprobó la convocatoria a una Convención


constituyente destinada a modificar la cláusula sobre los derechos de exportación.

Una intensa campaña se abrió en Buenos Aires y las provincias sobre el destino de los derechos de
exportación. Los autonomistas porteños y muchos federales del interior entendían que tales
derechos debían ser exclusivamente provinciales.

Con grandes esfuerzos, el gobierno nacional logró impedir en la Convención reunida en Santa Fé
una derrota, logrando por escasos 3 votos que se suprimiera la frase "hasta 1866, en cuya fecha
cesarán como impuesto nacional no pudiendo serlo nacional". Por lo tanto los recursos sobre la
exportación -que eran la tercera parte del presupuesto nacional- siguieron en manos del gobierno de
la Nación.

El Liberalismo:

La generación que concretó la Organización Nacional basaba su ideario en la negación de lo


hispano-criollo. Su desprecio por lo nacional se fundaba en el repudio de la tradición que le había
dado origen y estaba influenciado por la "leyenda negra" antiespañola, de origen protestante y
masónico. Ésta, se había iniciado con la publicación en las Provincias Unidas, sublevadas contra el
rey de España, de la obra de fray Bartolomé de las Casas, "Brevísima relación de la destrucción de
las Indias", empleada por los holandeses con fines propagandísticos. Más tarde, había sido abonada
por aquellos españoles que, en épocas de Carlos II, habían expresado una auto-denigración de lo
hispano.
Se repudió lo nuestro, lo tradicional, organizando el país con las formas, las modalidades y la
mentalidad de una colonia; sometiéndolo a lo extranjero y al librecambio desenfrenado que arruinó al
interior subordinado a los intereses de Buenos Aires. Todo ello en nombre de la civilización.

Ha escrito Arturo Jauretche:

"¿La adscripción de la Argentina al sistema de la división internacional del trabajo era inevitable para
los vencedores de Caseros? ¿La única perspectiva de progreso que se tenía por delante era la
impuesta por la ortodoxia liberal y el libre juego de las fuerzas económicas nacionales e
internacionales con que se adoctrinaba?

Ni teórica ni prácticamente era así. Lo que sí puede ser cierto es que las condiciones históricas
determinaban la organización capitalista de la producción. Es cierto que era la hora del capitalismo
en marcha, pero no la del internacionalismo liberal. Los constituyentes del 53 buscaron su
inspiración en las instituciones de los Estados Unidos, y hay aquí que preguntarse por qué se
quedaron en las apariencias jurídicas y eludieron la imitación práctica. ¿No entendieron la naturaleza
profunda del debate entre Hamilton y Jefferson, o la entendieron y vendieron después a las
generaciones argentinas desde la Universidad, desde el libro y desde la prensa una interpretación
superficial y formulista?

En ese debate está sintetizado el enfrentamiento entre liberalismo ortodoxo, que implicaba aferrarse
a la división internacional del trabajo, y el liberalismo nacional que construyó los Estados Unidos...

...Hubo después en los Estados Unidos la guerra de Secesión: allí se enfrentaron sangrientamente el
Norte, liberal nacionalista, con el Sur, adscripto a la producción exclusiva de materias primas y,
consecuentemente, a la división internacional del trabajo, y puede decirse que la verdadera
independencia de los Estados Unidos se resolvió en el campo de batalla de Gettysburg".

Las ideas de la generación inicial:

Los hombres de Caseros -Mitre, Sarmiento, Alberdi, Félix Frías, Carlos Tejedor, José Mármol, Juan
María Gutiérrez- vivieron convencidos que trabajaban por el bien de la patria, el pueblo y la libertad.
Sólo que no las pensaban como cosas concretas sino en generosas abstracciones compatibles con
el dominio extranjero y ejercidas solamente por su clase, a la que denominaban "racional". Fueron,
en ese sentido, románticos y desprendidos, y pocos morirían en la opulencia.
Un instrumento importante para hacer la "Patria" que soñaban fue la falsificación de la Historia, una
"historia arreglada" (Alberdi), con "mentiras a designio" (Sarmiento). La Revolución de Mayo había
sido el grito de libertad que había puesto fin al dominio español, de crueles conquistadores y
lujuriosos frailes"; San Martín y Belgrano habían llevado los beneficios de la libertad a Chile, Perú y
el Paraguay y el "Grande Prócer" Bernardino Rivadavia, cuyo proyecto de progreso, libre comercio y
constituciones había fracasado frente a la barbarie de los caudillos "anarquistas", el "más grande
hombre civil de la tierra de los argentinos". Tal fue lo que hizo Mitre en su "Historia de Belgrano y la
independencia argentina" y Vicente Fidel López en su "Historia de la revolución argentina".

Respecto de Rosas, su época debía ser borrada en bloque. "No puede librarse el juicio de Rosas a
la historia... Si el juicio de Rosas lo libráramos al fallo de la historia, no conseguiremos que sea
condenado como tirano, y si tal vez que fuese en ella el más grande y glorioso de los argentinos"
(Nicanor Albarellos, diputado en la legislatura porteña).

JUAN BAUTISTA ALBERDI:

No hubo un solo Alberdi. Uno fue el Alberdi del "Fragmento preliminar al estudio del Derecho", donde
brindó una interpretación cabal de la evolución de las ideas políticas argentinas, condenando la falta
de autenticidad de los regímenes anteriores y reconociendo la "razón espontánea" que animaba a la
nueva política implantada por Rosas.

Pero otro, fue el de "Las Bases", donde hizo la apología de la Constitución norteamericana,
propugnando calcar sobre el país las instituciones extranjeras y considerando la utilidad de cambiar
la población nativa por otra de procedencia anglosajona ("en América, todo lo que no es europeo es
bárbaro").

También publicó "Sistema económico y rentístico de la Constitución Argentina de 1853", en la que


concebía al país como una fábrica de riqueza y prosperidad materiales (industria, inmigración,
ferrocarriles, canales, colonización de tierras de propiedad nacional, importación de capitales
extranjeros). En una palabra, el programa que llevaría adelante la generación de Caseros,
encuadrada en la más pura línea del pensamiento liberal, según la cual toda ley que controlara el
desenvolvimiento económico era contraria a la "ley del progreso".

Finalmente, en 1871, publicó "Peregrinación de Luz del Día". Allí, caricaturizó a la Argentina que
había contribuido a crear: "los nuevos dueños de la Argentina cambiaron la historia valiéndose de la
prensa, el libro, la educación y las logias"; "... decreta hombres libres, forma municipales, hace
legisladores y electores por la mera virtud de sus decretos escritos... Suprime la historia del país y la
complexión o constitución social que un país debe a su historia secular, por un decreto en el cual
ordena que lo que ha sucedido no sea lo que ha sucedido sino lo que ha dejado de suceder".

La reiniciación de nuestras guerras civiles -de la que la guerra del Paraguay sería su más espantoso
episodio- enfrentó a Alberdi con Mitre. La importancia intelectual de éste último no hizo sino crecer
en aquellos años, expresan- do el antiguo duelo entre el Interior y Buenos Aires.

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO:

Consagró una obra especial al propósito de destruir toda ilusión o confianza puesta en nuestros
orígenes nacionales. La llamó "Conflicto y armonías de las razas en América" (1883); manifiesta en
ella el desprecio por la población nativa y admiración por la colonización anglosajona.

"¿En qué se distingue la colonización del norte de América? En que los anglosajones no admitieron
a las razas indígenas, ni como socios ni como siervos en su constitución social. ¿En qué se
distinguía la colonización española? En que la hizo un monopolio de su propia raza, que no salía de
la edad media al trasladarse a América y que absorbió en su sangre una raza prehistórica servil".

Sarmiento profesaba un odio feroz a todo lo que fuera propio de la tierra. Cuando comenzaban a
verse los efectos de la incorporación del capital británico, escribía: "Pudimos en tres años introducir
300.000 pobladores y ahogar en los pliegues de la industria a la chusma criolla, inepta, incivil y ruda
que nos sale al paso a cada instante".

Trató el tema del desarrollo social en el país a través de la antinomia de civilización y barbarie en su
libro "Facundo". Para él "...los americanos se distinguen por su amor a la oscuridad y por su
incapacidad industrial, con ellos la civilización es irrealizable, la barbarie es normal".

Aunque con los años volvería sobre sus pasos (se haría industrialista y da- ría el grito de alarma
ante una inmigración incontrolada y sin conciencia nacional), había escrito en el "Facundo":

"La grandeza del Estado está en la pampa pastora, en las producciones tropicales del Norte y en el
gran sistema de los ríos navegables cuya aorta es el Plata. Por otra parte, los es- pañoles no somos
ni industriales ni navegantes y la Europa nos proveerá por largos siglos de sus artefactos en cambio
de nuestras materias primas".

BARTOLOMÉ MITRE:
La síntesis de su política y de sus ideas es ésta: defensor de una "democracia" formal, dirigida por
una minoría oligárquica apta; enemigo del "criollismo bárbaro" y partidario del foco civilizador de
Buenos Aires y el Litoral; librecambista, ganadero y agrarista, sostenedor de la estructura semi
colonial y comercial del país; anti-industrialista, cosmopolita, amigo de la iniciativa privada, civilista,
adversario del "militarismo" (excepto cuando encuentra un puñado de oficiales dispuestos a servirle);
traductor, sirviente espiritual de la cultura europea y de su preeminencia técnica.

En síntesis, el programa de la generación inicial fue aplicado a lo largo de las tres presidencias
liberales: Mitre (1862-68), Sarmiento (1868-74) y Avellaneda (1874-80). Se basaba en la
organización de un gobierno nacional fuerte, reconocido como autoridad suprema y legítima que
debía:

Imponer su autoridad a los gobiernos provinciales, acabando con los caudillos federales.

Extender su soberanía a todo el territorio terminando con las fronteras interiores que dividían las
zonas dominadas por los indios y los blancos.

Establecer en forma definitiva el ámbito de su funcionamiento fijando la capital de la República.

Garantizar el orden jurídico mediante la vigencia de las instituciones constitucionales y la sanción de


normas jurídicas básicas para todo el orden nacional.

Civilizar siguiendo el modelo europeo (francés o inglés) o norteamericano en el caso de Sarmiento.

Fomentar la inmigración para poblar "el desierto", acelerar el proceso civilizador y el desarrollo
económico.

Educar a las masas para que pudiesen acceder al ejercicio de sus derechos; mientras tanto el poder
debía ser ejercido por los grupos capacitados: la elite dirigente.

Desarrollar la economía atrayendo capitales extranjeros.

Dar prioridad a las actividades agroganaderas destinadas a la exportación.

Promover obras públicas que asegurasen la unión y la rapidez de las comunicaciones: ferrocarriles,
caminos, puentes, puertos.
Punto 6.

La política del Brasil en el Uruguay:

En 1860, gobernaba Uruguay el presidente Bernardo Berro, un blanco moderado que creía en la
posibilidad de alcanzar la conciliación con los colorados, en razón de lo cual dio una amplia amnistía
que permitía a muchos oficiales emigrados en la Argentina reincorporarse al ejército oriental. Sin
tomar en cuenta esta actitud, el general Venancio Flores -al servicio de Mitre- no abandonó la idea
de retornar a su país e iniciar una revolución, lo que se tradujo en una serie de preparativos que
preocuparon a Berro, aunque Mitre intentó tranquilizarlo, asegurando la absoluta neutralidad de la
Argentina.

No obstante, Flores continuó preparando la invasión y, en abril de 1863, desembarcó en territorio


oriental transportado por un buque argentino. Pese a las protestas de imparcialidad del gobierno de
Mitre, resultaba evidente la ayuda que se estaba brindando al revolucionario (500 soldados
correntinos para Flores, abundante cantidad de dinero y el incidente con el vapor "Salto", cargado
con armas para los colorados, capturado por un buque uruguayo, lo que dio lugar a una protesta
Argentina frente a la cual capituló el gobierno de Berro).

Venancio Flores inició entonces la denominada "cruzada libertadora", proclamando la defensa de la


religión católica (aprovechaba un incidente entre el gobierno blanco y la Iglesia).

Sin embargo, en aquella circunstancia era importante el papel que podían llegar a jugar Paraguay y
Brasil.

PARAGUAY

Desde 1862, en que murió Carlos Antonio López, era gobernado por su hijo Francisco Solano López.

Tenía 1 millón y medio de habitantes (igual que la Argentina). Su sociedad no presentaba diferencias
pronunciadas en lo económico.

Poseía ferrocarril y telégrafo.

La exportación de productos subtropicales le permitía acumular un importante superávit fiscal, en


gran parte destinado a la compra de armamentos.
Había fortificado las riberas del río Paraguay, construyendo una gran fortaleza en Humaitá. Poseía
fundición de cañones y oficiales perfeccionados en Francia. Su ejército alcanzaba los 18.000
soldados, con una reserva de 40.000 hombres.

HABÍA RESISTIDO LAS PRESIONES DE GRAN BRETAÑA Y EEUU PARA QUE ABRIERA SUS
PUERTOS AL COMERCIO LIBRE; PERO, ESPECIALMENTE EXISTÍA UNA CUESTIÓN NO
RESUELTA CON BRASIL, AL NEGARSE A ABRIR LA NAVEGACIÓN DEL RÍO PARAGUAY Y NO
ACCEDER A SUSCRIBIR CON EL IMPERIO UN TRATADO DE LÍMITES.

BRASIL

Un renovado partido liberal aspiraba a ubicar a Brasil a la cabeza de Sudamérica, volviendo a la


política expansionista. Sin embargo, la inexperiencia juvenil de sus políticos, permitió que un
veterano -el marqués de Olinda- retornara a la jefatura del gobierno, aliado con conservadores
(saquaremas) y liberales (luzias).

Decidido a terminar con las resistencias que oponía a esta política el gobierno blanco del Uruguay, el
Imperio volvió a agitar el tema de las vejaciones que sufrían los brasileños en territorio oriental.

BRASIL ESTABA DECIDIDO A IMPONER EN URUGUAY UN GOBIERNO COLORADO. UN IN-


CIDENTE CON GRAN BRETAÑA LE IMPIDIÓ INTERVENIR POR EL MOMENTO.

También era importante el papel que podía desempeñar Urquiza. Por entonces, el entrerriano
estaba nervioso por la concentración de tropas nacionales cerca de Entre Ríos que el gobierno de
Mitre aprestaba para luchar contra el Chacho.

Cuando Paraguay hizo saber a Buenos Aires su interés por la seguridad del Uruguay, exigiéndole
que demostrara su neutralidad frente a la revolución de Flores, Urquiza inició contactos con
Francisco Solano López, planteando la posibilidad de volver a separar el interior de Buenos Aires y
formando un bloque aliado con el Paraguay y el Uruguay. El presidente paraguayo exigió un
"pronunciamiento" previo de Urquiza.

Al fin, pareció que todo quedaba resuelto a favor del gobierno de Mitre y sus aliados colorados:

Urquiza desautorizó los numerosos pronunciamientos por parte de comandantes entrerrianos a favor
del gobierno de Berro (Waldino Urquiza, uno de sus hijos, y Telmo López, hijo de Estanislao, habían
cruzado al Uruguay para luchar a favor de los blancos). La causa de esta "retirada" de Urquiza tal
vez tenía que ver con un préstamo personal que le otorgó el Banco Mauá.

El gobierno de Berro dio plenos poderes al embajador uruguayo en Buenos Aires, que
inexplicablemente (en razón de sus antecedentes) era Andrés Lamas, quien firmó con el canciller
argentino Rufino de Elizalde un protocolo para solucionar los problemas que se habían producido.
Doblemente inexplicable resultaba el hecho de que los firmantes designaran árbitro a ¡Pedro II de
Brasil!

Mientras la guerra civil continuaba en el Uruguay, con la desembozada ayuda del gobierno de Mitre
a los rebeldes, Brasil se decidió por fin a intervenir.

El Imperio había tenido que posponer sus planes a consecuencia del "incidente Christie" con Gran
Bretaña (unos oficiales británicos de marina habían sido detenidos por la policía en Río de Janeiro
por su estado de embriaguez y el ministro Christie había exigido reparaciones). Cuando el gobierno
del marqués de Olinda capituló ante los británicos, su impopularidad lo llevó a renunciar. Fue
reemplazado por los liberales de Goes Monteiro, que se propusieron hacer con los uruguayos lo que
los británicos acababan de hacer con Brasil: presentar un ultimátum para que se repararan las
supuestas vejaciones a ciudadanos brasileños en el Uruguay.

Aunque Saraiva, el enviado brasileño, llegó a Montevideo acompañado por la escuadra del almirante
vizconde de Tamandaré, una conversación previa con el barón de Mauá lo decidió a presentar una
reclamación bastante tibia al gobierno del presidente Atanasio Aguirre (veterano dirigente blanco que
acababa de suceder a Berro en 1864). Mauá le habría alertado sobre una posible intervención del
Paraguay, y una eventual neutralidad argentina.

Fue entonces que comenzó a actuar decididamente el verdadero gestor de la guerra: el ministro
británico Edward Thornton. La meta de las aspiraciones de Londres era acabar con la resistencia
paraguaya a la presencia del comercio inglés en sus costas, amparado en su situación inexpugnable
frente a la marina de SMB.

Thornton reúne a Saraiva con Elizalde y, acompañados por el embajador Andrés Lamas, marchan a
Montevideo a ofrecer su mediación en el conflicto in- terno del Uruguay. El gobierno de Aguirre se
mostró sorprendido, pero no tuvo más remedio que aceptar la oferta. Sin embargo, tal como estaba
planeado, las exigencias de Flores fueron durísimas (ascensos para sus oficiales -aún los
extranjeros- y medio millón de pesos para repartir entre ellos). Desesperado, Aguirre aceptó, aunque
solicitando una disminución del monto acordado. Flores respondería aumentando sus exigencias (el
ministerio de Guerra para él y un nuevo gabinete con mayoría colorada).

Mientras solicitaba el auxilio del Paraguay, el gobierno oriental rechazó las nuevas exigencias.
Ofendidos, los mediadores se retiraron a Buenos Aires.

Allí, con explícita participación de Thornton, el gobierno de Mitre se comprometió a apoyar las
exigencias brasileñas que, ahora, fueron presentadas en forma de duro ultimátum. En agosto de
1864 Aguirre rechazó la intimación y comenzó la intervención militar brasileña.

Como esperaba el ministro británico, Paraguay advirtió que no permitiría la intromisión de Brasil.
Creía que finalmente Urquiza estaría de su lado. Sin embargo, en ese lapso, el entrerriano acababa
de realizar un soberbio negocio, vendiéndole a Brasil 30.000 caballos, lo que dejaba desmontado al
ejército de Entre Ríos. Decidido a todo, López capturó en aguas paraguayas un barco brasileño
dando inicio a la guerra entre ambos países.

Al finalizar el año 1864, el ejército y la flota brasileños destruyeron Paysandú, tras la heroica
resistencia del general Leandro Gómez (enfrentó con apenas 800 hombres a casi 20.000 brasileños
y las fuerzas de Flores). Con excepción de la "Nación Argentina", toda la prensa de Buenos Aires y
el interior repudió la convivencia del gobierno de Mitre con Brasil a la que, obviamente, se había
asociado Urquiza.

Basándose en el precedente de 1855, Francisco Solano López solicitó entonces a Mitre autorización
para cruzar Misiones en procura del territorio oriental. Elizalde negó el permiso.

Durante el desarrollo de estos acontecimientos, el ardor patriótico estalló en Montevideo: fueron


quemadas banderas brasileñas y los tratados de 1851. Pero, la ciudad no podría resistirse frente al
cerco completo por mar y tierra. El legislativo sustituyó a Aguirre y se dispuso a capitular.

Sobrevino entonces una dura puja entre los jefes militares y navales brasileños y el encargado
político de la misión, Silva Paranhos, futuro vizconde de Río Branco. Los primeros deseaban entrar a
sangre y fuego en Montevideo, oponiendo a los blancos condiciones inaceptables y preparando la
anexión de la antigua Cisplatina. Silva Paranhos se contentó con el gobierno para Flores, el
mantenimiento de la alianza con Brasil y el castigo de los responsables de las actitudes anti-
brasileñas. Acababa de ser advertido por los británicos que Gran Bretaña no aceptaría la anexión del
Uruguay.
La guerra de la Triple Alianza:

Después de la fácil conquista de Mato Grosso, Francisco Solano López reunió un congreso
extraordinario en Asunción al que sometió sus acciones. Al plantear el tema de la parcialidad
argentina a favor de Brasil, los diputados se inclinaron por la declaración de guerra, aunque dejando
constancia que la misma era contra el gobierno de Buenos Aires y no contra el pueblo argentino.
Eso aconteció el 19 de marzo de 1865.

El gobierno de Mitre -y naturalmente la prensa- ocultaron la declaración de guerra paraguaya


durante 25 días. Sabían que la guerra era muy impopular en el país por lo que convenía presentar al
Paraguay como agresor. A tal efecto, fueron dejados en el puerto de Corrientes dos pequeños
buques de guerra que los paraguayos apresaron el día 13 de abril al ocupar la ciudad de Corrientes,
donde nadie les ofreció resistencia. Argentina pudo declarar la guerra considerándose agredida.

El 1º de mayo de 1865 se firmó el tratado de la Triple Alianza (Brasil, Argentina y Uruguay, ya


gobernado por Venancio Flores).

TRATADO de la TRIPLE ALIANZA

La guerra no se haría contra el pueblo paraguayo, sino contra Solano López (el "Atila de América",
según la prensa porteña). No cesaría hasta no deponerlo y, de continuar la resistencia de los
paraguayos, hasta la extenuación.

Las operaciones terrestres serían comandadas por Mitre y las navales por el vizconde de
Tamandaré.

Se respetaría la integridad territorial del Paraguay, pero Brasil y Argentina se incorporaban sus
pretensiones territoriales. Paraguay sería despojado de la soberanía de sus ríos.

Paraguay se haría cargo de los gastos de la guerra.

El tratado quedaría secreto.

Protocolo adicional:
Serían demolidas las fortificaciones de Humaitá y no se dejarían armas ni elementos de guerra al
Paraguay una vez vencido.

La guerra comprendió dos momentos:

LA OFENSIVA PARAGUAYA.

LA DEFENSA PARAGUAYA.

LA OFENSIVA PARAGUAYA: 1865

Las fuerzas de Solano López, divididas en dos grandes cuerpos, avanzaron paralelo uno del otro:
por la ribera del Uruguay (general Estigarribia), por la ribera del Paraná (general Robles).

El cuerpo de Robles detuvo su avance luego de la derrota y destrucción de la escuadra paraguaya


en Riachuelo, por su similar brasileña. Retrocedió hasta la ciudad de Corrientes y luego retornó a
territorio de Paraguay.

El cuerpo de Estigarribia llegó a ocupar Uruguayana, quedando rodeado por el grueso de las fuerzas
aliadas, frente a las que capituló.

La impopularidad de la guerra en el interior de la Argentina generó dificultades al gobierno de Mitre


cuando deben reunirse las milicias de las provincias. Al propio Urquiza se le desbandaron parte de
las fuerzas entrerrianas.

LA DEFENSA PARAGUAYA: 1866-1870

La invasión a territorio paraguayo presentó grandes dificultades por la naturaleza del terreno
(pantanos y esteros) y la resistencia de las fuerzas de López. Buscando abrirse camino hacia la
fortaleza de Humaitá, los aliados logran vencer en Tuyuty (entre 10 y 12.000 muertos de ambos
bandos); pero, a continuación, son derrotadas en Boquerón. La conducción por parte de Mitre
comenzó a ser cuestionada por los jefes aliados.

En desacuerdo con el proyecto de aniquilar al Paraguay y repartirse luego sus despojos, el gobierno
británico dio publicidad al tratado de la Triple Alianza (que se mantenía en secreto). Ello, produjo
indignación en toda Hispanoamérica (la "triple infamia"). Una entrevista entre Solano López y Mitre
no condujo a ninguna solución.

Como Brasil deseaba apurar el desenlace, Mitre ordenó el asalto a la posición de Curupayty. En
medio de errores de todo tipo, murieron 10.000 soldados argentinos.

La resistencia en el interior: Numerosas personalidades de las letras condenaron la guerra, entre


ellos Juan Bautista Alberdi, Carlos Guido y Spano, Olegario Andrade y José Hernández. A fines de
1866 comenzó en Mendoza la revolución de los "colorados", a la que se sumaron antiguos caudillos
federales como Felipe Varela, Santos Guayama y Juan Saa.

Pronto se plegaron casi todas las provincias cordilleranas. Pese a que fue convocado a encabezar la
rebelión, Urquiza no respondió.

Mitre se vio obligado a dejar el mando en Paraguay y destinar fuerzas del ejército para reprimir el
movimiento. Las derrotas de Saa en San Ignacio y de Varela en Pozo de Vargas a manos del
santiagueño Antonio Taboada, aliviaron en algo la situación, agravada por una epidemia de cólera
originada en el teatro de la guerra.

Gran Bretaña no deseaba el exterminio del Paraguay y la hegemonía absoluta de Brasil. Por esa
razón realizó varias maniobras (entre ellas logró el apartamiento de Elizalde -hombre de Brasil-
como canciller) y ofreció una nueva mediación. Tropezó con la negativa de López a abandonar su
patria. Mitre, por su parte, tras nuevas demostraciones de su impericia militar, abandonó
definitivamente el frente al producirse la muerte del vicepresidente Marcos Paz.

A cargo de la guerra casi con exclusividad, Brasil lanzará una gran ofensiva que, después de la
derrota de Humaitá (última victoria paraguaya), logró desmantelar y ocupar aquella fortaleza. Con la
masacre del pueblo paraguayo y sabiendo que la guerra cesaría cuando se entregara López, hubo
un complot. Pero el mariscal lo descubrió y ejecutó a los responsables, aunque entre ellos estaban
dos de sus hermanos y el obispo de Asunción. Los aliados entraron en Asunción en enero de 1869 e
instalaron un gobierno amigo. No obstante, recién un año después (marzo de 1870), López fue
alcanzado y muerto en Cerro Corá.

Brasil se apropió del máximo de sus aspiraciones territoriales. El canciller del nuevo presidente
Sarmiento, Mariano Varela renunció a parte de las pretensiones argentinas a partir del concepto de
que "la victoria no da derechos", reteniendo para la Argentina el territorio de las actuales provincias
de Misiones, Chaco y Formosa. La porción comprendida entre los ríos Verde y Pilcomayo fue
sometida al arbitraje del presidente de los EEUU, Rutherford Hayes quien, en 1876, falló a favor del
Paraguay.
Bolilla XII.

Punto 1.

ANEXO

Antes de iniciar el Punto 1, haremos una síntesis de las presidencias de Sarmiento y Avellaneda,
para poder entender la situación del país hacia 1880.

PRESIDENCIA Domingo Faustino Sarmiento: 1868-1874

En 1868 debían efectuarse las elecciones presidenciales. Pese a que Mitre había anunciado su
prescindencia en la contienda electoral, se sabía que Rufino de Elizalde (propuesto por el Partido
Nacional o Nacionalista) era su candidato preferido, habiendo ya criticado las candidaturas de
Urquiza (fuerte en el interior pero sin chances en Buenos Aires), Alberdi (más o menos en la misma
situación) y Adolfo Alsina (fuerte en Buenos Aires pero sin chances en el interior).

Elizalde era apoyado por Brasil debido a que era quien había iniciado en 1864 las tratativas para la
alianza, y por consiguiente quien ofrecía "garantías al Brasil para la observancia de los tratados y, en
general, para el mantenimiento de las buenas relaciones internacionales". Por las mismas razones,
era quien pagaba el costo político de la guerra del Paraguay.

El Partido Autonomista pudo ganar las elecciones de 1866 para gobernador de Buenos Aires debido,
entre otras razones, a que los más importantes comandantes de frontera -que eran quienes
digitaban las elecciones en la campaña a favor de los candidatos nacionalistas- estaban en el frente
de guerra.

Un grupo de oficiales del ejército, entre quienes se contaba el coronel Lucio V. Mansilla, proclamó la
candidatura de Domingo Faustino Sarmiento, quien se hallaba en misión oficial en Estados Unidos;
ésta fue apoyada por los liberales de 6 provincias.

Sorpresivamente, "Tribuna", el órgano de los autonomistas, proclamó la fórmula Sarmiento- Alsina.


El Club Libertad la ratificó. Adolfo Alsina abdicó sus aspiraciones presidenciales, dejando para
cuando el Partido Autonomista tuviera alcances nacionales la búsqueda de aquel objetivo.

Pese a los esfuerzos de los mitristas, que llegaron a sugerir la fórmula Elizalde-Urquiza, la elección
se definió en el Colegio Electoral, donde la fórmula Sarmiento-Alsina obtuvo mayoría. Asumieron el
12 de octubre de 1868.

Algunos aspectos de la presidencia de Sarmiento:

Reparando el incumplimiento de la Constitución Nacional que ordenaba la realización de un censo


cada diez años, en 1869 se realizó el Primer Censo Nacional que arrojó los siguientes resultados:

Población total del país: 1.736.700 habitantes

Población de la ciudad de Bs. As.: 178.000 habitantes

Extranjeros: 211.000 habitantes

Población rural: 65%

La política educativa -a cargo del ministro Nicolás Avellaneda- arrojó importantes resultados: se
fundaron 5 colegios nacionales, 2 escuelas normales, numerosas bibliotecas y cursos nocturnos, el
Observatorio de Córdoba, el Colegio Militar de la Nación y la Escuela Naval Militar.

En lo económico, se continuó apelando -y favoreciendo- al capital extranjero, especialmente en el


terreno de los ferrocarriles: el Estado subvencionó al Ferrocarril Sur para la extensión de sus líneas;
se hizo cargo de crear nuevos ramales (a Cuyo y al norte) del Ferrocarril Central Argentino y, por el
contrario, permitió el estancamiento del Ferrocarril del Oeste (estatal). Se contrató en Londres un
empréstito de 30 millones de pesos destinado a los ferrocarriles.

Sarmiento vetó varias leyes fijando la capital de la República: en Rosario o en un rectángulo


alrededor de Villa María y Villa Nueva (Córdoba).

En 1871, la república padeció una epidemia de fiebre amarilla, secuela de las enfermedades
generadas por la guerra del Paraguay.

El gobierno de Sarmiento tuvo dificultades internacionales que pudieron conducir a nuevas guerras:
con Brasil (disgustado por la doctrina Varela) y con Chile (que basándose en opiniones del propio
Sarmiento pretendía extender su dominio a la Patagonia).

Finalmente, reprimió los movimientos de Ricardo López Jordán (1870/71 y 1873) interviniendo
militarmente en Entre Ríos. El asesinato de Justo José de Urquiza -que poco antes se había
reconciliado con Sarmiento- por la revolución federal de López Jordán fue perpetrado en venganza
de lo que se consideraba su traición al compromiso que una vez había asumido con las provincias:
llamado por Peñaloza y Felipe Varela, había asistido impávido a sus derrotas y al saqueo del interior.
Muchos federales concurrieron a apoyar a López Jordán, pero fueron derrotados en Ñaembé por las
tropas nacionales y debieron huir al Brasil. Allí, José Hernández, uno de los revolucionarios
federales, comenzó a escribir su "Martín Fierro", en oposición a la política de Sarmiento.

PRESIDENCIA de Nicolás Avellaneda: 1874-1880

Sarmiento había asumido la presidencia sin un partido político propio. Sin embargo, por la política
aplicada en el interior, cuando finalizaba su mandato controlaba todo el país, con excepción de
Santiago del Estero que respondía a Mitre. En desacuerdo con las candidaturas de Mitre y Alsina,
propuso a su ministro Nicolás Avellaneda, que había realizado una gran labor. Alsina, entendiendo
nuevamente las limitaciones del Partido Autonomista en el interior, lo apoyó también.

En octubre de 1871, al inaugurarse la Exposición de Córdoba, Sarmiento expresó a los


gobernadores presentes que su candidato era Avellaneda.

En febrero de 1874 se hicieron las elecciones para diputados, y en abril para presidente. En las
primeras hubo grandes discusiones y acusaciones (mitristas) de fraude y violencia. Si bien el
binomio Nicolás Avellaneda-Mariano Acosta triunfó con amplitud, los resultados fue- ron muy parejos
en la elección de diputados, y el Congreso tardó demasiado en expedirse: la diferencia por la que
ganó el gobierno a los mitristas era menor a 300 votos.

Entonces, los nacionalistas comenzaron la rebelión: José C. Paz lanzó un manifiesto revolucionario
en setiembre y se sublevaron distintos jefes militares, como Arredondo (Córdoba y Mendoza) y Rivas
(en Azul). Avellaneda asumió el 12 de octubre en medio del alzamiento.

A fines de aquel mes, Mitre se puso al frente del movimiento.

No obstante, los insurrectos fueron derrotados por el teniente coronel Inocencio Arias (derrotó a
Mitre en La Verde y luego lo obligó a rendirse en Junín) y el coronel Julio Argentino Roca (venció a
Arredondo en Santa Rosa).

Los jefes militares -incluído Mitre- fueron sometidos a Consejo de Guerra, siendo condenados a 8
años de destierro. No obstante, pocos meses después, el Congreso sancionó una ley de amnistía.

Algunos aspectos de la presidencia de Avellaneda:

En Europa se observaban signos de una crisis de superproducción en el mercado textil: se habían


fabricado más telas de las que se podían vender en ese momento para el mercado disponible. El
capitalismo, que hasta ese momento era de libre concurrencia (es decir, que participaban en la
misma rama de producción numerosas fábricas) había comenzado sus crisis periódicas. Fueron a la
quiebra las pequeñas empresas que no podían bajar los precios y sobrevivir sin ganancias, y se
produjo la concentración de los capitales en me- nos manos.

Cuando terminó este período de crisis, algunas de las grandes empresas se habían transformado en
monopólicas, pudiendo controlar ellas solas la producción y los precios. Incluso, al avanzar la
concentración se produjo la fusión del capital industrial con el bancario, surgiendo el capital
financiero que podía llegar a controlar sectores claves de la economía de un país.

La crisis de 1873 repercutió en la Argentina en los años siguientes: los precios de la lana bajaron
abruptamente e incluso no había mercados para colocarla. Aumentó nuestro déficit en el comercio
exterior y nuestra deuda por los productos industriales que seguíamos adquiriendo. Se paralizaron
las inversiones, quebraron establecimientos (entre ellos el Banco Nacional) y se volvieron a Europa
muchos de los inmigrantes que habían llegado.

Avellaneda, interesado en mantener el flujo de capitales y de inmigrantes, pensó que no debíamos


suspender el pago de los intereses y amortizaciones de la deuda externa, y que teníamos la
obligación de mantener nuestro honor pagando lo que correspondía ("ahorraremos sobre el hambre
y la sed de los argentinos").

Para poder hacerlo, rebajó un 15% los sueldos y las pensiones, suspendió obras públicas, no pagó a
los acreedores internos y se atrasó 6 meses en el pago de los salarios de los empleados. Se decretó
el curso forzoso del papel moneda, y se emitió más (aunque se depre- ciase con respecto al precio
del metal) a fin de tener circulante.

El gobierno de Santa Fé necesitaba que el Banco de su provincia no cerrara. Le pidió respaldo al


Banco de Londres de Rosario, pero éste, prefirió competir requiriendo el equivalente en oro de todos
los billetes emitidos por el Banco de Santa Fé. El gobierno santafesino dispuso su intervención,
incautando el oro y cerrando el Banco de Londres. El gobierno británico envió entonces una
cañonera al puerto de Rosario y al abogado del banco, Manuel Quintana a presionar. El canciller
Bernardo de Yrigoyen protestó por la medida, pero el buque recién fue retirado cuando el gobierno
nacional le prestó al Banco de Santa Fé el dinero, de modo de devolver el oro incautado. El Banco
de Londres fue autorizado a reabrir sus puertas.

Un resultado positivo de la crisis fue el surgimiento de una tendencia -todavía tímida- al


proteccionismo industrial. Al debatirse la Ley de Aduana de 1876, el diputado Carlos Pellegrini logró
que se aumentasen un 40% los aforos de los productos similares a los fabricados en el país (harina,
tabaco, arreos, aguardiente, ropa hecha).

Otros aspectos se estudian en los puntos siguientes.

_________________________

La "conciliación" de 1877:

En 1876, con un gobierno desgastado por la crisis económico-financiera, el mitrismo volvió a


conspirar, aunque manteniendo a Mitre al margen. Para colmo de males, Ricardo López Jordán
retornó de su exilio, iniciando su ter- cera revolución en Entre Ríos (tal vez tuviera alguna relación
con el mitrismo).

El gobierno de Avellaneda declaró el estado de sitio y varios diarios que respondían a Mitre ("La
Nación" y "La Prensa") fueron clausurados. López Jordán por su parte, fue rápidamente vencido por
fuerzas nacionales y tomado preso, siendo juzgado por los tribunales federales de Paraná
(escaparía de su prisión y sería amnistiado más tarde por Juárez Cellman).

A esa altura de los acontecimientos, El ministro de Guerra, Adolfo Alsina, comenzaba a ver con
preocupación la unidad del Partido Autonomista y sus posibilidades de ser el sucesor de Avellaneda.
Las candidaturas para el gobierno de la provincia de Buenos Aires mostraron la vigencia de un grupo
de jóvenes autonomistas (Aristóbulo del Valle, Leandro Alem y Dardo Rocha) poco inclinado a
someterse a las directivas del viejo jefe.

La celebración de un funeral por "las víctimas de la tiranía" (respuesta a un homenaje similar


promovido por los familiares de Rosas a propósito de su muerte en Inglaterra), dieron a Alsina la
posibilidad de encontrarse con Mitre, sellando su encuentro con un abrazo público.

Aquel hecho abrió camino a la "conciliación", un "pacto de caballeros" que, en un principio, sólo
perseguía restituir a Mitre y a sus camaradas de 1874 sus grados militares, pero que culminaría con
la formación de un gabinete nacional "conciliado".

En el interior, la "conciliación" no arrojó resultados positivos y generó situaciones revolucionarias.


Pero, en Buenos Aires, las cosas fueron mejor y Carlos Tejedor se convirtió en el candidato a
gobernador de Buenos Aires, fruto del acuerdo. En cambio, Alsina no pudo evitar la ruptura del
Partido Autonomista, ya que la juventud se separó constituyendo el Partido Republicano. Del Valle,
Rocha, Alem, entre otros, entregaron el liderazgo del mismo a Sarmiento. En las elecciones que
consagraron gobernador a Tejedor, los republicanos fueron derrotados por los "conciliados",
generando desórdenes en las mesas electorales.

De improviso, cuando todo parecía arreglado para asegurar la presidencia a Alsina, éste murió
después de sufrir una indisposición mientras inspeccionaba un fortín en Carhué (se dijo que había
ingerido un alimento en mal estado).

La sucesión presidencial:

Para 1878, todo parecía asegurar la presidencia de la república a Carlos Tejedor, el gobernador de
la provincia de Buenos Aires. Lo apoyaba el autonomismo otra vez unificado después de la muerte
de Alsina, lo apoyaban los mitristas y lo apoyaba el joven y hábil comandante de Río IV, el flamante
general Julio A. Roca que, pacientemente, estaba organizando una liga de gobernadores a partir de
su dominio político sobre las provincias de Cuyo (luego de la victoria en Santa Rosa) y Córdoba (por
la acción de su pariente Miguel Juárez Cellman).

Pero, Tejedor era enemigo de la politiquería, era soberbio y de mal carácter. Además, carecía de
tacto: al asumir el gobierno provincial se había referido al gobierno nacional llamándolo "huésped".
En poco tiempo, comenzó a perder sus apoyos políticos. Los jóvenes autonomistas (llamados ahora
"puros") lo abandonaron cuando Mitre se dispuso a apoyarlo. Roca, que planeaba su expedición al
desierto, no recibió seguridades de Tejedor de que sería su ministro de Guerra (Tejedor sostenía
que la Patagonia y la Pampa pertenecían a la provincia de Buenos Aires), por lo que dejó de sugerir
su nombre y también su liga de gobernadores, creada para defenderse del mitrismo. Todas estas
alternativas llevaron a primer plano la figura de Roca, cuya candidatura fue sugerida por Dardo
Rocha, uno de los "puros".

Entre abril y julio de 1879, mientras se proclamaba la fórmula Tejedor-Laspiur, el general tucumano
llevaba adelante su campaña al desierto. Saturnino Laspiur era, por entonces, ministro del Interior de
Avellaneda. Con su intervención había favorecido el dominio de los mitristas en Corrientes. Ahora,
trataba de repetir el juego en La Rioja.

La situación empezó a complicarse por todas partes. El presidente Avellaneda, poniéndose de parte
de Roca, desautorizó a Laspiur, que renunció a su cargo de ministro.

Roca, recibido en triunfo en Buenos Aires, perdió de un día para otro su popularidad. Una ola de
desenfrenado localismo inundó la ciudad. El presidendente, un provinciano, era llevado de la nariz
por un militar, también provinciano-. Tejedor pronunciaba palabras belicosas, mientras Mitre agitaba
las aguas de manera disimulada.

El nuevo ministro del Interior fue Sarmiento. Suponiendo que podría emerger como una alternativa
entre Tejedor y Roca, intentó crearse situaciones favorables a su candidatura en el interior,
interviniendo Jujuy. Desautorizado por Avellaneda también se alejará.

Fue entonces que surgió el problema de las milicias. Tejedor comenzó por prohibir a las fuerzas
nacionales acantonadas en la ciudad de Buenos Aires realizar ejercicios. Paralelamente, reivindicó
el derecho de la provincia a organizar la guardia nacional. Pudo llegarse a una transacción y
sancionarse una Ley de Milicias en 1879: las provincias podrían organizar sus milicias, pero no
podrían convocarlas 6 meses antes de una elección; además, Roca abandonaría el ministerio de
Guerra, siendo reemplazado por Carlos Pellegrini.

Por sugerencia de "La Nación", Tejedor pudo eludir la norma recién sancionada al crearse la
"Sociedad de Tiro y Gimnasia", a fin de que la juventud porteña pudiera adiestrarse para "la defensa
de Buenos Aires". Simultáneamente, la provincia armó a los bomberos voluntarios, a los cuerpos de
vigilantes y a los guardiacárceles, adquiriendo armas y municiones del extranjero sin respetar las
disposiciones legales. En medio de ataques e insultos de la prensa contra Avellaneda y Roca, de
agresiones y burlas a los legisladores de las provincias y de provocaciones a los cuerpos militares
nacionales, se llegó a 1880.

La guerra civil:

Entre febrero y abril de aquel año debían efectuarse tres elecciones:

Renovación de la legislatura porteña: ganaron los "conciliados" de Tejedor.

Renovación de diputados nacionales: ganaron los "conciliados" en Buenos Aires; en el resto de las
provincias, los que apoyaban a Roca.

Elección de electores para presidente: ganaron los partidarios de Tejedor en Buenos Aires y
Corrientes; en el resto del país, los roquistas.

Entre abril y junio, a medida que crecía la tensión, fueron incesantes las tratativas, conferencias y
encuentros en busca de una salida pacífica. Roca se mantuvo firme ante los pedidos de renuncia
que se le formularon. No obstante, después de un encuentro entre Roca y Tejedor a bordo de un
vapor en el río Luján, volvió por un momento a barajarse el nombre de Sarmiento.
Sin embargo, Roca y Pellegrini estaban decididos a desencadenar la lucha. El 1º de junio, un
contingente de fuerzas nacionales que trataba de impedir el desembarco de armas para los porteños
debió retirarse ante la presencia de fuerzas de Buenos Aires. Pellegrini convenció a Avellaneda que
el gobierno de Tejedor había comenzado la guerra. El presidente dispuso entonces el traslado de los
poderes nacionales al pueblo de Belgrano. Allí:

Declaró el estado de sitio y movilizó las fuerzas nacionales.

Estableció por decreto que Belgrano se convertía en capital provisoria.

En Belgrano, el Senado estaba casi completo. En cambio, la cámara de Diputados no reunía el


quórum necesario. En Buenos Aires, el resto de los diputados tampoco alcanzaban el número
requerido. Frente a las dudas constitucionales de Avellaneda, Roca propuso admitir a los diputados
de Córdoba, cuyos diplomas habían sido cuestionados por los porteños y declarar dimitentes a los
legisladores ausentes.

También se cuestionaba la legalidad del decreto que convertía Belgrano en capital provisoria. Se
decía que violaba la Ley de Residencia. El gobierno respondió que aquella ley fijaba un plazo de
cinco años que ya había vencido.

Sin que se disparara un tiro fueron transcurriendo los días. Pero, cuando el 13 se conocieron los
resultados de los colegios electorales, la situación quedó tal como se preveía: se impuso la fórmula
Julio A. Roca-Francisco Madero. Poco después, comenzaron las acciones militares.

Hubo combates en Barracas, Puente Alsina, Constitución y los Corrales. El número de muertos fue
muy elevado, pero las fuerzas nacionales no lograron ventajas. El mando porteño fue entonces
confiado a Mitre, que recelaba del apoyo popular que acompañaba la causa de Buenos Aires y no
creía en la posibilidad de una victoria.

Mitre se presentó en Belgrano para iniciar las conversaciones de paz, las que fueron completadas
luego de la entrevista entre Avellaneda y el vicegobernador de Buenos Aires, José María Moreno.
Allí, acordaron un "pacto de caballeros" que establecía:

Tejedor abandonaría el gobierno de Buenos Aires.

El mismo, quedaría en manos de Moreno, con total acatamiento a los poderes nacionales.
Continuaría el estado de sitio para evitar excesos.

Las milicias y cuerpos porteños serían desarmados.

No se procesaría a nadie.

En los días siguientes, Dardo Rocha, con los autonomistas que seguían a Roca en Buenos Aires
(Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen, Torcuato de Alvear, Antonino Cambaceres) decide la
organización de un Partido Autonomista a nivel nacional: se llamaría Partido Autonomista Nacional
(PAN).

Punto 2.

El "pacto de caballeros" entre Avellaneda y Moreno no satisfizo a nadie.

Entre los revolucionarios, muchos se preguntaban por qué se había capitulado si la victoria militar
era posible. En el campo de los nacionales -especialmente Roca- se consideraba que el arreglo
dejaba intacto el poder del enemigo.

El Congreso de Belgrano, convertido en vocero de las aspiraciones de Roca, terminaría apartándose


de Avellaneda, convertido en una figura intrascendente. Nuevamente volvió a plantearse la cuestión
de la capital de la República, que Roca quería llevar a Rosario. Por otra parte, la Corte Suprema de
Justicia no se reunía para no tener que pronunciarse sobre temas tan difíciles como:

El decreto que declaraba capital a Belgrano.

El decreto que establecía el estado de sitio.

El hecho de que Avellaneda designase al coronel José María Bustillo -en plena guerra civil- como
comisionado nacional en la campaña bonaerense, lo que constituía una verdadera intervención a la
provincia.

En agosto, los hechos fueron precipitándose:

Moreno pidió al gobierno nacional que se permitiera la reincorporación de los diputados cesanteados
como prueba de buena voluntad. La cámara de Diputados de la Nación respondió invitando a
Avellaneda a llamar a elecciones para cubrir los puestos cesantes.
La legislatura bonaerense, a su vez, declaró inconstitucional el traslado de la capital a Belgrano sin
existir una previa cesión del territorio. El Congreso Nacional respondió disolviendo la legislatura de
Buenos Aires (el pretexto fue que al presidente del Senado bonaerense Juan José Romero se le
había negado el uso de la palabra cuando pidió explicaciones sobre los gastos militares que había
realizado el gobierno de Tejedor).

Avellaneda se sintió desautorizado y presentó la renuncia declarándose enfermo. No le fue


aceptada, porque el vicepresidente Mariano Acosta era "rebelde" (según expresiones de Juárez
Cellman). Convencido, entre otros por Roca, Avellaneda volvió al poder y vetó la ley que disolvía la
legislatura provincial, pero el legislativo insistió.

Rápidamente y sin oposición se cumplieron las disposiciones y el comisionado Bustillo llamó a


elecciones de diputados nacionales para cubrir los puestos cesantes (ganó Dardo Rocha con el
flamante PAN). José María Moreno, ignorado por todos, abandonó el gobierno de Buenos Aires.

Correspondía ahora abordar legislativamente la "cuestión capital".

El proyecto de ley de federalización de Buenos Aires:

El 24 de agosto de 1880, Avellaneda envió al Senado el proyecto declarando capital de la República


al municipio de Buenos Aires.

LEY DE FEDERALIZACIÓN DE BUENOS AIRES

Se declaraba capital de la República al municipio de Buenos Aires, bajo sus límites actuales.

Todos los edificios públicos situados en el municipio quedaban bajo jurisdicción de la Nación sin que
los municipales perdieran su carácter.

Los Bancos Provincia, Hipotecario y Monte de Piedad quedaban bajo jurisdicción provincial, así
como los ferrocarriles y telégrafo.

La Nación tomaría sobre sí la deuda externa de la provincia.

El gobierno de la provincia podría seguir funcionando en la ciudad de Buenos Aires.

Hasta que el Congreso Nacional no organizase la administración de justicia, seguirían ejerciéndola


los tribunales provinciales.

La ley regiría una vez que la Legislatura provincial hiciera la cesión correspondiente.

FUE SANCIONADA EL 20 DE SETIEMBRE DE 1880.

Esta ley se complementaba con otras dos:

Si hasta el 30 de noviembre la legislatura no hubiese hecho la cesión, debía convocarse a una


convención constituyente para designar la capital.

Hasta que se produjera la cesión, las autoridades nacionales residirían en Buenos Aires, quedando
sin efecto la disposición que declaraba a Belgrano capital provisoria.

La solicitud de cesión formulada a la legislatura, ya reconstituida, fue aprobada en el Senado. En


cambio, en Diputados, el diputado Leandro Alem opuso una fuerte resistencia: se lamentó de que el
autonomismo, creado para defender los derechos de la provincia, fuera ahora el que propiciara
aquella ley; también expresó que Buenos Aires se convertiría "... en el nido de un gobierno tan fuerte
que terminaría absorbiendo toda la fuerza de los pueblos".

El proyecto, que terminaría aprobado, fue defendido por José Hernández y Carlos D'Amico.

El 12 de octubre de 1880, Roca y Madero asumieron.

Punto 3.

La necesidad de ganar tierras hacia el sur para destinarlas a la cría del ganado había constituido uno
de los objetivos constantes de los diversos gobiernos surgidos a partir de 1810. Sin embargo,
apenas se habían materializado algunas pequeñas iniciativas de carácter defensivo frente a las
incursiones de los indios. El principal avance de la frontera se registró a fines de la década de 1820
con la fundación del fuerte de Bahía Blanca y de varias poblaciones como Azul, Tandil y Tapalqué.

Concluído su primer gobierno, Rosas emprendió una campaña de la que tomó parte al frente de la
columna principal, aunque el mando superior de la expedición correspondió a Juan Facundo
Quiroga.

El momento culminante de la campaña se produjo cuando el general Ángel Pacheco tomó posesión
de la isla de Choele-Choel en el río Negro.

Aunque se ganaron para la civilización casi 3.000 leguas de tierras, el objetivo de Rosas fue la
pacificación más que la conquista.

Después de la expedición de 1833, quedaron dentro del territorio argentino:

Los borogas del cacique Rondeau en la zona de Guaminí.

Los pampas del cacique Catriel "el Viejo" en la zona de Carhué.

Los ranqueles del cacique Payné en los cañaverales del norte.

Rosas hizo imposible los grandes malones al controlar el "camino de los chilenos" (a través de los
valles de los ríos Colorado y Negro) con fortificaciones avanzadas. Además, firmó tratados de paz
con todos ellos.

Rondeau fue remiso en el cumplimiento de sus compromisos, por lo que Rosas llamó de Chile al
gulmen araucano Calfucurá, quien eliminó a Rondeau y a los principales capitanejos, absorbiendo a
los borogas.

Más tarde, Calfucurá invitó a todos los pueblos del "desierto" a colocarse bajo su conducción ya que
"su misión era unir a la gran familia araucana en un vasto e invencible imperio"

En 1836, Rosas y Calfucurá (a través de su hijo Namuncurá) suscribieron la Paz del Pino:

Calfucurá, reconocido como Gran Gulmen de la Pampa, se comprometía a impedir los malones o
avisar a las autoridades fronterizas.

Sería reconocido representante único del gobierno entre los indios; se reconocía argentino y recibía
el grado de coronel

El gobierno le enviaría a sus toldos de Salinas Grandes anualmente, yeguas, vacas, bebidas, ropas,
yerba, azúcar y tabaco.

El acuerdo dio resultados relativamente positivos y, durante la época de Rosas fueron pocos los
malones. En varias ocasiones, Calfucurá devolvió los animales y cautivos capturados durante alguna
incursión.

Las convulsiones que siguieron a la caída de Rosas dejaron poco protegida la frontera. Ya en abril
de 1852 los indios asolaron la frontera sur y pusieron sitio a Bahía Blanca. Tentado por el gobierno
de Buenos Aires y por el de la Confederación, Calfucurá simulaba volver a su actitud pacífica, pero
no cumplía. En 1855, el ministro de Guerra de Buenos Aires, Bartolomé Mitre fue derrotado por
Calfucurá y Catriel en Sierra Chica. El gobierno pactó con el segundo, haciéndolo coronel y
entregándole abundantes provisiones, pero Catriel carecía de fuerza para oponerse a Calfucurá, por
lo que se refugió con su gente en Azul, poniéndose bajo la protección de las autoridades porteñas.

En 1864, la línea de fortines fue rebasada por los indios que atacaron varias poblaciones en Buenos
Aires, sur de Mendoza y de San Luis. Asumida la presidencia por Sarmiento, el gobierno se vio
obligado a ceder ante las exigencias de Calfucurá, ordenando la evacuación del fuerte de Choele-
Choel, sobre el río Negro.

Entre 1870 y 1872, los intentos del gobierno nacional de reconstituir la línea defensiva son
constantemente frustrados por incursiones de los indios que logran arriar miles de cabezas de
ganado hacia Chile. Las fuerzas nacionales, constituidas por gauchos llevados por la fuerza, mal
armados y mal montados, se mostraron impotentes.

En marzo de 1872, Calfucurá lanzó una gran invasión de todos los pueblos del desierto (alrededor
de 6.000 hombres) para vengar la afrenta inferida a dos caciques que habían sido remitidos presos a
la isla de Martín García. Sin embargo, las fuerzas nacionales lograron interceptar al gulmen (que
conducía un gran arreo) en San Carlos, partido de Bolívar. Allí, la superioridad del armamento de los
blancos decidió la derrota del anciano jefe araucano que, agobiado por la pena, murió al año
siguiente, dejando a su hijo Namuncurá al frente de la confederación india.

Todavía los indios intentarían desalojar a sus enemigos a principios de 1876. Era ministro de Guerra
de Avellaneda, Adolfo Alsina, que pretendía llevar la línea defensiva hasta Carhué y Guaminí.
Namuncurá negó el permiso y, tras difíciles negociaciones que el ministro alargó para ganar tiempo,
se produjo la llamada "invasión grande" de casi todos los pueblos del desierto, que a- soló la zona
de Azul y Tandil. Sin embargo, no tardaron en imponerse los nuevos fusiles remington de las tropas
nacionales. En varios combates, se produjo un verdadero exterminio de los indios.

Alsina comenzó entonces a poner en práctica un nuevo sistema defensivo: una zanja de 3 varas y
medio de ancha por 2 varas y medio de profundidad. La Zanja de Alsina correría desde el sur de la
provincia de Buenos Aires hasta Mendoza, pasando por el sur de Córdoba. Tenía por objeto
dificultar el re- torno de los malones, cuando venían arriando el ganado capturado. La zanja estaría
jalonada por una extensa línea de fortines.

Mientras tanto, nuevos enfrentamientos que tuvieron como protagonistas al coronel Conrado Villegas
y al cacique Pincén determinaron la casi total desaparición de los indios "de lanza", en tanto las
represalias de los blancos se destacaron por su ferocidad. Correspondía completar la total
ocupación de los territorios del sur.

Dos razones justificaban esta decisión:

Alcanzar las faldas orientales de la cordillera para anticiparse a una eventual ocupación chilena.

Ganar millones de hectáreas de tierras fértiles para desarrollar el destino agroexportador que habían
delineado los hombres de la generación liberal-romántica.

Leyes sobre los territorios nacionales:

Una serie de leyes fue precisando la configuración de la República a medida que se iban ganando
territorios al "desierto":

LEY DE 1862: Delimitando el territorio de las provincias.

El "despoblado" fuera de las provincias sería territorio nacional. La línea seguiría los fortines
existentes. No se tomaron en cuenta las objeciones de algunos legisladores que sostenían que
aquellas tierras pertenecían históricamente a las provincias y que no se ocupaban por razones de
fuerza.
LEY DE 1872: Organizando el gobierno de los territorios nacionales.

Esta ley respondía al hecho de que habían sido paulatinamente pobladas algunas tierras, más allá
de los límites de 1862, en Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fé y el Chaco. El objeto de la
misma se vinculaba con la situación de Villa Occidental ocupada desde la guerra del Paraguay.

LEY DE 1878: Autorizando la expedición al desierto.

El gobierno de Tejedor sostuvo que las leyes de 1862 y 1872 habían sido medidas provisorias, sin
que Buenos Aires hubiera hecho renuncia de sus derechos históricos; otro tanto sostenían Mendoza,
San Luis, Córdoba y Santa Fé.

Se llegó al acuerdo de que el territorio nacional sería un cuadrilátero delimitado por el meridiano 5º
(por el este), el meridiano 10º (por el oeste), el paralelo 35º (por el norte) y los ríos Negro y
Barrancas (por el sur).

Se autorizaba gastar 1.600.000 pesos a cubrirse con un empréstito interno con garantía de las
tierras a ganarse.

La expedición al desierto:

El proyecto que debía catapultar a Alsina a la presidencia de la República fue usufructuado por otra
persona que heredó el proyecto, el ministerio de Guerra y la candidatura presidencial: Julio A. Roca.

Como ya hemos explicado, Alsina enfermó gravemente mientras inspeccionaba un campamento


militar en la frontera (noviembre de 1877) y murió poco después.

El nuevo ministro de Guerra discrepaba con el criterio de Alsina que, como Rosas, quería manejarse
con los indios a partir de tratados y era partidario de poblar gradualmente las tierras fronterizas con
colonos, plantaciones y estancias ("el plan del poder Ejecutivo es contra el desierto para poblarlo y
no contra el indio para destruirlo). Roca se inclinaba por una acción ofensiva que condujera, en
primera instancia, a apoderarse del "camino de los chilenos".

Sancionada la ley de 1878, la expedición integrada por cinco columnas se puso en movimiento en
abril de 1879. La acompañaban misioneros, zoólogos, botánicos, topógrafos, agrimensores y
periodistas. El 24 de junio de aquel año, el ministro de Guerra retornó a Buenos Aires frente a la
grave situación política que allí se vivía. Por entonces, ya se había alcanzado la con- fluencia del
Neuquén con el Limay.

Casi no se encontraron indios y apenas se registraron escaramuzas con algunos desesperados. Los
pocos hallados fueron muertos o tomados prisioneros. Tras varios años de escapar a la persecución
de las tropas nacionales, Namuncurá sólo se rindió en 1883. La ocupación de los territorios del sur
prosiguió hasta alcanzar la región de los lagos y los ríos Deseado y Santa Cruz.

En 1885 el Congreso sancionó la Ley de premios, que concedía en premio a los expedicionarios
fracciones de tierra que iban desde 15.000 hectáreas a Roca y a los herederos de Alsina a lotes de
100 y 200 a los soldados. Algunos jefes colonizaron las tierras recibidas, no así los soldados por la
exigua extensión de sus propiedades y su mala calidad. Terminaron vendiéndolas a especuladores o
pagando con ellas las deudas con los proveedores. Esta ley complementaba las leyes sancionadas
en 1882:

La ley que dividía el territorio nacional en nueve gobernaciones: Misiones - Chaco - Formosa - La
Pampa - Neuquén - Río Negro - Chubut - Santa Cruz - Tierra del Fuego (por entonces se estaba
realizando la ocupación del Chaco).

La ley de venta de tierras nacionales que dispuso la enajenación en remate público de lotes de
pastoreo de 10.000 hectáreas, o menores en zona de labranza (no obtuvo mayor resultado) y la
posterior ley de donaciones que las distribuía a quienes quisieran poblarlas.

Punto 4.

La necesidad de atraer inmigrantes europeos al Río de la Plata ya fue señalada por Mariano
Moreno. Del mismo modo, el asunto fue del interés de Bernardino Rivadavia, pero sus convenios de
colonización, durante la década de 1820, resultaron un fracaso. La inmigración prácticamente se
detuvo durante la época de Rosas.

PRIMER PERÍODO (desde 1853):

Durante la separación de Buenos Aires del resto de la Confederación comenzó a incrementarse el


movimiento poblador. Se pueden citar en el lapso que se extiende hasta 1862 los siguientes
ejemplos en el ámbito de la Confederación Argentina:
El convenio del gobernador Juan Pujol, de Corrientes, con Amadeo Brougnes (1853) que dio como
resultado la fundación de la colonia Nueva Burdeos.

La fundación, por esa época, de la colonia Esperanza en territorio de Santa Fé, por iniciativa del
empresario Aarón Castellanos.

El ensayo del coronel Manuel Clemente (1854), que dio como resultado la fundación de la Colonia
Agrícola Militar de las Conchas (Entre Ríos), poblada por alemanes.

El convenio de Urquiza con Carlos Sourigues (1857) para el establecimiento de la colonia San José,
en Entre Ríos.

En 1858, por iniciativa absolutamente privada de Ricardo Foster se fundó la colonia de San
Jerónimo en Santa Fé.

El gobierno de la Confederación recurrió, como vimos, a agentes particulares que se obligaban a


introducir un número establecido de familias, indicando las actividades económicas que realizarían.
En compensación, el agente recibía las tierras y podía fijar otras condiciones a los colonos, como por
ejemplo la entrega de una proporción de las cosechas durante un determinado tiempo o el
arrendamiento de las tierras.

En el Estado de Buenos Aires, durante esa época, prevaleció la inmigración espontánea. No


obstante, pueden citarse los casos de:

El intento de fundación de la colonia Nueva Roma, con italianos, cerca de Bahía Blanca.

La fundación de una colonia suiza en Baradero, desprendimiento de la colonia Esperanza.

No debe dejar de mencionarse la contribución de los galeses al poblamiento de la Argentina.


Apoyados por el ministro del Interior, Guillermo Rawson, arribaron en 1865, 153 inmigrantes que se
establecieron en Chubut.

SEGUNDO PERÍODO (después de 1862):

Luego de la batalla de Pavón, se inició la verdadera historia de la inmigración en la Argentina. El


objetivo de los gobierno de Mitre, Sarmiento y Avellaneda era el de convertir al país en una nación
agrícola-ganadera. Sin embargo, tropezaban con dos obstáculos:
El problema del indio.

La escasa población.

En materia de política inmigratoria predominó el pensamiento de Juan Bautista Alberdi, sintetizada


en el lema: "gobernar es poblar", inclinado a favorecer la inmigración procedente del norte de Europa
(anglosajona), a la que consideraba apta para el progreso y la libertad.

En el período iniciado en 1862, se fueron escalonando una serie de medidas que definieron la
política inmigratoria:

En 1862 se autorizó al poder Ejecutivo a celebrar contratos de inmigración.

En 1863 y 1864 se autorizó la entrada de útiles, equipos, semillas y máquinas.

En 1869 se creó la Comisión Central de Inmigración.

EN 1876 SE SANCIONÓ LA LEY DE INMIGRACIÓN Y SE CREÓ EL DEPARTAMENTO GENERAL


DE INMIGRACIÓN Y LA OFICINA DE TRABAJO

La Oficina remitía a Europa información sobre las necesidades de trabajadores, sueldos y tipos de
contratos. En los lugares de origen se establecieron agencias oficiales para controlar la calidad de la
preparación de los inmigrantes.

La Ley definía al inmigrante como: "todo extranjero jornalero, artesano, industrial, agricultor o
profesor que, siendo menor de 60 años, y acreditando su moralidad y actitudes llegase a la
República para establecerse en ella, en buques a vapor o vela, pagando pasaje de segunda o
tercera clase, teniendo el viaje pagado por cuenta de la Nación, de las provincias o empresas
particulares protectoras del inmigrante".

Determinaba las funciones del Departamento y de las comisiones que se instalarían en los puertos o
capitales de provincia.

Establecía normas de protección (alojamiento y manutención por 5 días o 10 si la persona deseaba


instalarse en el interior, en cuyo caso el Estado se hacía cargo del traslado. La Oficina procuraría la
colocación de los recién llegados)

Establecía las normas para la colonización en territorios nacionales, previendo la entre- gratuita de
100 hectáreas para cada una de las primeras 100 familias y la venta a plazos para el resto.
La inmigración con destino urbano:

Entre 1859 y 1880 entraron al país 437.450 inmigrantes, de los cuales sólo se radicaron
definitivamente 172.564; el resto regresó a su lugar de origen. Su distribución se redujo a la zona del
Litoral, en especial Buenos Aires. De los inmigrantes que ingresaron al país, una pequeña
proporción se asentó en los campos para dedicarse a la agricultura, debido a la dificultad para
acceder a la propiedad de la tierra. Esto provocó la inmigración masiva con destino urbano a medida
que finalizaban los contratos de arrendamiento, ya que la ciudad, si bien no garantizaba sueldos más
elevados, proporcionaba la posibilidad de ingresar a los nuevos puestos de trabajo abiertos por la
expansión económica para los que mostraban mayor capacidad de adaptación, desplazando a los
criollos del mercado laboral. Luego comenzarían a instalar comercios beneficiados por el continuo
crecimiento del consumo, ingresando en los sectores secundarios y terciarios.

Desde un punto de vista negativo, los inmigrantes debieron sufrir ser parte del proletariado, ya que
carecían de bienes y se hacinaban en los conventillos con pésimas condiciones de vida y pagando
gran parte de sus sueldos por ese alojamiento.

Se calcula que los extranjeros llegados al país hasta 1914 superaban los 3 millones de individuos;
no obstante, las cifras de los Censos Nacionales no parecen revelarlo:

CENSO NACIONAL DE 1895: 1 millón de extranjeros sobre una población de poco más de 4
millones

CENSO NACIONAL DE 1914: 2.350.000 extranjeros sobre una población de cerca de 8 millones

Lo cierto es que muchos inmigrantes llegaban al país pero no permanecían en él. Un importante
sector era el constituido por la "Inmigración golondrina", compuesto por trabajadores que retornaban
a su tierra luego de un período de trabajo. Otro gran obstáculo fue la dificultad para adquirir la
propiedad de las tierras.

Los períodos que arrojaron saldos positivos en materia inmigratoria fueron:

Década de 1880: más de 600.000 personas

Década de 1900: más de 1 millón de personas

Década de 1920: más de 870.000 personas


Punto 5.

La Argentina a partir de 1880:

En 1880, después de la definitiva subordinación de Buenos Aires al Estado nacional, el general Julio
A. Roca asumió como presidente de la República y proclamó como lema de su gobierno: "Paz y
Administración". Roca y el grupo de dirigentes que lo acompañaba sabían que podían asegurar la
obediencia a las autoridades constituidas a través del poderoso ejército que respondía a las órdenes
del presidente. Pero, al mismo tiempo, tenían como meta hacer de la obediencia un hábito común
entre los dispersos habitantes del país.

Por eso, para todos ellos, el gobierno significaba algo más que asegurar la unidad recién alcanzada.
Se trataba, sobre todo de fundar un régimen político: es decir, establecer quiénes serían los
encargados de gobernar y en virtud de qué reglas unos, y no otros, tendrían el privilegio de mandar.
Un sistema en el que se conciliaran los valores igualitarios de una república abierta a todos, con los
valores jerárquicos de una república restrictiva, circunscripta a unos pocos.

Las bases del régimen serían:

• Confiar al poder político central una capacidad de decisión dominante.

• Otorgar el ejercicio del gobierno a una minoría privilegiada compuesta por los integrantes de
las familias de mayor poder económico y educación. Este criterio de legitimidad fundado
especialmente en la riqueza permite caracterizar como oligárquico a este sistema.

• Limitar la participación política del resto de la población.

• Asegurar a todos los habitantes, sin distinción de nacionalidades, el máximo de garantías en


relación con su actividad civil, lo que permitió a muchos extranjeros y nativos mejorar sus
condiciones de vida y ascender socialmente, aunque sin ejercer sus derechos políticos.

Esta oligarquía ya no debería enfrentarse con la oposición de las masas criollas y sus molestos
caudillos. Perseguidos o exterminados, los criollos ya no podían desempeñar un protagonismo
político. Este es el trasfondo que presenta el poema "Martín Fierro".

Por otra parte, empezaban a llegar los inmigrantes. No serían, sin embargo, las "viriles" razas del
norte las que responderían al llamado de poblar estas tierras. Los británicos eran apenas un puñado
de gerentes y técnicos de los ferrocarriles. Por el contrario, comenzaban a ingresar miles de
personas procedentes de Europa meridional (napolitanos, gallegos y vascos), en su mayoría pobres
e ignorantes. Defraudado, Alberdi diría: "poblar es un arte, una ciencia; pero poblar es apestar,
corromper, cuando se puebla con las emigraciones de la Europa atrasada". Aquellos inmigrantes sin
aspiraciones políticas ni jefes, ni conciencia de la nacionalidad, cumplirían las funciones proletarias
de una Argentina necesitada de trabajadores.

La "Generación del '80":

Los nacidos hacia la cuarta década del siglo XIX, que se destacaron en la política, las letras, el foro,
las ciencias y la milicia, fueron la primera generación educada por el liberalismo en la Argentina.

Cuando les llegó el momento de actuar, encontraron una nación sin pueblo, con elecciones
fraudulentas y violencia electoral y un Congreso donde se declamaba con brillantez y sin eficacia.
También conocieron las pequeñeces y errores de sus maestros, Alberdi, Mitre, Sarmiento, Gutiérrez.
Pero, menos románticos que aquéllos, callaron para poder ascender en una sociedad cada vez más
mercantil y materialista.

Si se los ha agrupado como "generación", es porque actuaron como grupo que compartía un
conjunto coherente de principios e ideas que convirtieron en objetivos de gobierno, aunque su
programa nunca fue enunciado de manera explícita. Compartían sí, el adjudicar una gran
importancia a la ciencia y vieron en los conocimientos científicos los instrumentos que abrían nuevos
horizontes a la humanidad.

Aquella creencia se correspondía con la realidad, ya que en sus tiempos la Argentina estaba
experimentando cambios producto de los adelantos técnicos y tecnológicos (el frío artificial para
congelar las carnes, molinos de viento, teléfonos, luz eléctrica, servicios sanitarios). Estas
convicciones, que ponían de manifiesto una fe profunda en el "progreso indefinido" estaban
fuertemente influidas por los principios del positivismo enunciados por los intelectuales europeos
Augusto Comte y Herbert Spencer.

Algunos de ellos, tenían opiniones diferentes sobre algunos temas:

Leandro Alem, Aristóbulo del Valle e Hipólito Yrigoyen lucharon contra el fraude y la violencia
electoral.

José Manuel Estrada y Pedro Goyena eran católicos.


Carlos Pellegrini era industrialista.

Adolfo Saldías se propuso depurar la Historia de los errores y engaños con los que había sido
escrita.

Entre los demás, se pueden citar a Julio A. Roca, Miguel Juárez Cellman, Eduardo Wilde, Norberto
Quirno Costa, Lucio Vicente López, Roque Sáenz Peña.

El pensamiento de la época:

El proyecto de la "Generación del '80" se sintetiza a veces en el lema del general Roca: "Paz y
Administración". En lo económico se centraba en la inserción de la Argentina en la división
internacional del trabajo a partir de la producción de materias primas y alimentos, y la importación de
la mayor parte de los productos elaborados que se consumían en el mercado interno. En lo político,
en la conformación de un régimen administrativo moderno a partir de instituciones imitadas de la
Europa finisecular, con el propósito de ofrecer garantías a los capitales extranjeros que invertían en
el país.

La oligarquía vivía en una suerte de "alternancia cultural", tributaria de los movimientos ideológicos e
intelectuales europeos, sobre todo de Francia. La soberbia cultural de los argentinos, que se
extendía incluso a sus relaciones con los EEUU, aparecía mezclada con una suerte de prudente
nacionalismo, frente al peligro del caos internacional, un arrogante optimismo basado en la creencia
en la fatalidad del progreso y una sensación de dominio de la situación y del porvenir.

Se fue constituyendo una sociedad:

Materialista. Según Alejandro Korn, los dirigentes aprendieron a subordinar todos los valores al valor
económico. No practicaban un liberalismo romántico e idealista, sino pragmático y positivista. Una
nueva Cartago -diría José María Rosa- pero sin imperio, ya que la Argentina de Roca no era un
imperio, sino un emporio ajeno.

Cosmopolita. Que entendía al hombre como "ciudadano del mundo", aquel que no se identifica sólo
con su patria ni considera al resto de los humanos como "extranjeros" y que se basaba en la idea de
que la comunidad humana necesitamos desarrollar el hábito de la coexistencia, la convivencia, la
asociación. Por eso predicaron una libertad individualista y un particular desapego por la tradición
nacional; fueron indiferentes en materia religiosa y asimilaron usos e ideas extraños. En eso
suponían que estaba el cambio de una sociedad tradicional a una moderna.
Hedonista. El Hedonismo es la doctrina filosófica basada en la búsqueda del placer y la supresión
del dolor como objetivo o razón de ser de la vida. En un sentido estricto, el hedonismo se diferencia
del utilitarismo, porque el primero cifra el bien en el placer individual, mientras que el segundo afirma
como bien sumo el placer, el bienestar y la utilidad sociales. El hedonismo de la oligarquía argentina
tenía carácter individualista.

El presidencialismo. El fraude:

Aunque Roca no tenía oposición, prefirió reforzar su poder por medio de un ejército aún más eficaz y
adicto y la liga de gobernadores, controlada desde Córdoba por su concuñado Miguel Juárez
Cellman. Su partido, el PAN, más que un partido político entendido en términos modernos,
constituía, más bien, una red de amistades políticas y económicas, un sistema de lealtades y
compromisos con sus correspondientes premios y castigos, manejados desde el poder central y
afirmados en los gobernadores provinciales.

En su obra "La República Argentina consolidada en 1880 con la ciudad de Buenos Aires como
Capital", Juan Bautista Alberdi explicó que el régimen político de Roca debía ser entendido como "un
sistema de hegemonía gubernamental que se mantenía gracias al control de la sucesión". Decía que
la elección de presidente o gobernador se había trastocado en designación del gobernante por su
antecesor.

Desde 1880, los gobiernos mantuvieron las apariencias de la democracia política y convocaron a
elecciones en el orden nacional, provincial y municipal. Sin embargo, el gobierno impedía el acceso
de los candidatos de la oposición a los cargos legislativos y se aseguraba la integración del colegio
electoral -encargado de elegir al presidente y vice- con hombres de su confianza.

A través de los caudillos electorales, los líderes políticos del PAN controlaban los comicios
interviniendo de diferentes formas en el momento de la emisión del voto. Por un lado, intervenían en
las comisiones empadronado- ras que conformaban el registro electoral y, por otro, con las ventajas
que les daba el hecho de que el voto era voluntario y no secreto, organizaban el "voto colectivo", el
"voto doble", la repetición del voto y la compra de sufragios. Muy frecuentemente, también utilizaban
la violencia impidiendo que los opositores se acercaran a las mesas.

El régimen apenas respetaba los valores del liberalismo político, siendo claramente antidemocrático.
En cambio, respondía a principios fundamentales del liberalismo económico: no intervención del
Estado en la economía, división del trabajo y libertad de comercio.

El Estado fuerte en manos de una oligarquía pro-británica era la condición necesaria para la
expansión de los capitales ingleses en nuestro país. Gran Bretaña lo apoyó con sus préstamos, que
eran parte de la doble política imperialista: exportación de capitales y fortalecimiento de los estados
nacionales incondicionales. Sarmiento, crítico ya del régimen en esta etapa, lo definió interpretando
el lema "Paz y Administración" como "Empréstitos y rémingtons".

Hacia el "unicato":

La campaña para la sucesión presidencial de 1886 comenzó muy temprano: en 1883. Ese proceso
puso de manifiesto que Roca era el jefe indiscutido, de qué modo funcionaba el sistema de
amistades, lealtades, premios y castigos y, que el presidente no toleraba intromisiones en su feudo
del interior. La principal víctima de aquel juego fue Dardo Rocha.

Rocha, convertido en gobernador de la provincia de Buenos Aires, fundó la ciudad de La Plata el 19


de noviembre de 1882. Sería, según sus cálculos, la futura capital del país, cuando él asumiese la
presidencia. En tanto, reunió en torno suyo a figuras como Carlos D'Amico, Carlos Pellegrini y
Aristóbulo del Valle, entre otros. Pero, su arma más poderosa fue el Banco de la Provincia de
Buenos Aires, cuyos préstamos y subsidios servían para ganar voluntades y sostener una parte
importante de la prensa (entre otros "La Nación" de Mitre).

Sin embargo, Rocha se mostró apresurado e imprudente al pretender romper la hegemonía de Roca
en el interior, queriendo crearse situaciones favorables en provincias como Santiago del Estero,
Corrientes, San Luis y San Juan. El presidente, alertado por Juárez Cellman, no había llegado a
romper con Rocha, pero tampoco estaba dispuesto a aceptar la intromisión de na- die en su bastión
político. Así como había frenado ciertos movimientos de Juárez en Córdoba, o de su ministro de
Guerra, Victorica, en Entre Ríos, destruyó los manejos de Rocha.

Rocha, conociendo la preeminencia del catolicismo en el interior, se manifestó contrario al gobierno


nacional cuando éste se enfrentó a la Iglesia. No obstante, "el Zorro" (apodo de Roca) supo
mantener de su lado incluso a algunas jerarquías católicas, como el arzobispo de Buenos Aires,
Aneiros.

Cuando Rocha terminó su mandato en la provincia de Buenos Aires, hizo elegir gobernador a Carlos
D'Amico. Eso le ganó la enemistad de Carlos Pellegrini, que aspiraba a aquel cargo. Pero, lo más
grave para el fundador de La Plata fue que, al cerrársele todos los caminos, no le quedó otra opción
más que el alzamiento. Llegó a organizarse un movimiento, pero no pudo materializarse.

Desechada claramente la candidatura de Rocha, Roca siguió manejándose con frases equívocas y
"medias palabras". Así, neutralizó a otros aspirantes como Bernardo de Irigoyen, su ministro del
Interior. Finalmente, resultó evidente que el candidato oficial sería su concuñado Juárez Cellman, ex-
gobernador de Córdoba y senador.

La candidatura de Juárez Cellman fue trabajada por Roque Sáenz Peña y Lucio Vicente López. Lo
apoyaban una serie de brillantes jóvenes universitarios y, a último momento, se incorporó el nombre
de Pellegrini como acompañante en la fórmula. Mientras los diarios porteños se burlaban de Juárez,
al que llamaban "el burrito cordobés", Roca no se percataba del error de convertir a su pariente -muy
inclinado a ceder ante las adulaciones- en jefe del partido y del gobierno.

Para oponerse a la candidatura oficial terminó constituyéndose una coalición conocida como los
Partidos Unidos. El artífice de aquella alianza fue Mitre a cuya convocatoria se sumaron mitristas,
rochistas, Yrigoyenistas y cató- licos. Sarmiento los apoyó desde las páginas de "El Censor".

Se preveía una elección muy reñida e irregular. En la capital, el proceder honesto e imparcial del
juez Virgilio Tedín, hizo posible la depuración del Registro Cívico donde, casi la mitad de los
nombres eran falsos. El rochismo logró remitir armas a algunos puntos del interior.

Como siempre, el proceso se inició con las elecciones legislativas nacionales, en febrero de 1886.
Los Partidos Unidos ganaron en las provincias de Buenos Aires, Salta y Tucumán pero,
sorpresivamente, fueron derrotados en la capital. En algunos lugares hubo muertos.

Con muchas menos esperanzas -por la derrota en la capital- los Partidos Unidos concurrieron a las
elecciones presidenciales de abril, llevando a Ma- nuel Ocampo como candidato. Menos violentas,
aunque con las trampas e irregularidades habituales, triunfó el binomio Miguel Juárez Cellman-
Carlos Pellegrini.

El "Unicato":

Poco después de asumir, Juárez Cellman intentó desestimar las acusaciones de fraude
expresando: "No creo en el sufragio universal. Consultar al pueblo siempre es errar pues éste
únicamente tiene opiniones turbias. El hecho del fraude, si es que existe, será obra de los partidos
en lucha; pero no vemos qué intervención pueda haber tenido en el Poder Ejecutivo Nacional".

Carente de la energía y astucia de Roca, Juárez se dejó rodear por un grupo de jóvenes que
adulaban su vanidad. Aquel círculo, conocido como "la camarilla", estaba integrado por hombres
como Lucio V. López, Luis María Drago, el mitrista Norberto Quirno Costa, los cordobeses Ramón
Cárcano y José Figueroa Alcorta y varios representantes de la juventud provinciana. Los propósitos
de "la camarilla" eran:

Separar al presidente de Roca y neutralizar la influencia de aquel.

Convertir a Juárez Cellman en jefe único del PAN.

Aprovechar el control de todos los resortes del poder para sus negocios públicos y privados.

Convencido por sus socios, el presidente inauguraría un régimen conocido con el nombre de
"Unicato", que fue consolidando a partir de sus intervenciones en provincias como Tucumán,
Córdoba y Mendoza, a cuya dirigencia consideraba que era necesario disciplinar.

Apartándose, entre sorprendido y desengañado, Roca emprendió un viaje a Europa. Al retornar,


encontró que su concuñado lo había desplazado en la conducción del PAN.

Punto 6.

La Argentina periférica:

En la segunda mitad del siglo XIX, de acuerdo con las teorías de las ventajas comparativas de David
Ricardo, que recomendaba aprovechar los beneficios de la especialización de la producción y
realizar una división internacional del trabajo según las características de cada región, Gran Bretaña
se reservó el papel de metrópoli industrial, asignando a los países periféricos la provisión de
materias primas.

Según la teoría de Ricardo, se trataba de la ventaja que disfrutaba un país sobre otro en la
elaboración de un producto cuando éste se podía producir a menor costo, en términos de otros
bienes y en comparación con su costo en el otro país. La primera nación debía especializarse en la
producción y exportación de la mercancía en que resulte menor su desventaja e importar la
mercancía en la que su desventaja fuera mayor. Naturalmente, en un marco de libertad de comercio.

La formación del Estado nacional, en la Argentina, acompañó e hizo posible el progreso económico.
La clave del crecimiento fue su inserción en el mercado capitalista mundial como proveedor de
materias primas agropecuarias. Como contrapartida de las exportaciones de nuestros productos
primarios, el país compraba los productos manufacturados a los países industrializados. Gran
Bretaña fue, desde el principio, el principal comprador y proveedor de la Argentina y uno de los más
importantes inversores en áreas clave de la economía: finanzas, comercio, puertos, frigoríficos,
ferrocarriles.

Así, Argentina se convirtió en un país periférico.

Afluencia del capital extranjero, inversión y especulación:

A poco de asumir Roca, la situación financiera del país era grave por:

La anarquía monetaria y continuas emisiones de papel moneda.

La considerable deuda externa al haberse hecho cargo la Nación de los empréstitos de la provincia
de Buenos Aires.

Los gastos del municipio federalizado (salubridad, puerto, embellecimiento).

Los gastos ordinarios (educación, policía, etc.).

El ministro de Hacienda de Roca, Juan José Romero, encaró una reforma monetaria que estableció
dos patrones monetarios: el papel (que sería empleado para transacciones internas, emitidos por
cinco bancos autorizados) y el metálico (monedas de 50 centavos y 1 peso de plata, y de 5 o más
pesos de oro, que se emplearía para pagos exteriores).

Sin embargo, el sistema fracasó por el vértigo de los grandes empréstitos exteriores, cuyos intereses
debían pagarse en oro. Además del aumento constante de los gastos públicos y el crecimiento de la
burocracia llevó la deuda consolidada (interna y externa) de 57 millones de $ en 1880, a 122
millones de $ en 1884. En 1885, el nuevo ministro de Hacienda, Victorino de la Plaza, suspendió por
dos años la convertibilidad del peso.

El malestar financiero, que no parecía preocupar a la Argentina, generó inquietudes en Londres,


donde se publicó que el país estaba en estado de quiebra. Para no tener dificultades con los
préstamos, Roca encargó a Carlos Pellegrini gestionar un arreglo con los banqueros europeos. Lo
hizo con un consorcio de instituciones francesas, que fue aceptado por las bancas Baring y Morgan.
El "arreglo Pellegrini", muy criticado por la prensa de Buenos Aires, disponía:
El consorcio colocaría un empréstito por 8.400.000 libras, entregando a la Argentina sólo el 75%.

El gobierno argentino se comprometía a no gestionar más empréstitos sin la previa aprobación del
consorcio.

Se hipotecaba la Aduana de Buenos Aires.

Para cualquier acción judicial de los acreedores serían competentes los tribunales franceses.

La breve crisis de 1885 fue superada con relativa facilidad. En 1886, Juárez Cellman asumió
dispuesto a lanzar al país hacia el progreso y la modernización. Para cumplir con esos objetivos
atrajo a los inversionistas extranjeros y los ferrocarriles se extendieron a lo largo de 12.000 km.
Paralelamente se expandió el crédito y el consumo de bienes suntuarios aumentó de manera
desproporcionada. El capital extranjero, tanto en el plano de las inversiones como en el de los
empréstitos, tuvo un lugar prominente en el esquema eco- nómico de aquel período.

Grupos de financistas, gestores e intermediarios, especulaban con cada venta, con cada compra,
con cada préstamo o licitación, haciendo grandes negocios a costa de los recursos del Estado y
evadiendo el pago de impuestos. El gobierno, en tanto, llevaba adelante su política liberal,
fomentando la privatización de los servicios públicos. Se daba así, lugar a negociados y se
generalizaba la corrupción en la administración estatal.

Los bancos garantidos:

Para mantener la circulación de papel que exigía la prosperidad creciente y tener a mano oro para
pagos en el exterior, el gobierno sancionó la Ley de bancos garantidos, en 1887. De acuerdo con
ella, todo gobierno de provincia o sociedad particular podía abrir un banco emisor, garantizando con
una reserva en títulos cotizados a oro, que compraba a la Nación, la cantidad emitida.

Los cinco bancos hasta entonces autorizados cambiaron su oro por aquellos títulos; las provincias
contrataron empréstitos exteriores (que el arreglo Pellegrini no prohibía) pata traer oro a fin de
canjearlo por títulos. Todas, menos Jujuy, abrieron bancos emisores.

Se había pensado que las provincias inundarían de dinero el interior, vitalizando el comercio y la
industria naciente, mientras la Nación almacenaba oro para afrontar los pagos exteriores. La Nación
tuvo el oro, que emigraba rápidamente al exterior, pero el dinero prestado por los bancos
provinciales fue utilizado para especular en la Bolsa de Buenos Aires, el único y gran negocio, y con
tierras.

La especulación se generalizó, cualquier cosa se compraba o vendía por el doble de su valor, hasta
que los precios perdieron toda relación con el verdadero costo de lo que se negociaba. Hubo una
emisión indiscriminada de billetes sin respaldo e, incluso, el gobierno dispuso emisiones
clandestinas. Todo ello provocó inflación, mientras el sector financiero se sobredimensionaba por
encima del aparato productivo.

Mientras aumentaba el precio del oro y el peso se depreciaba, la inflación sólo beneficiaba a quienes
obtenían sus ingresos en oro (exportadores), perjudicando a quienes recibían sus ingresos en papel,
ya que los salarios no aumentaban con la rapidez que se depreciaba el billete.

ANEXO

Completamos algunos datos de la presidencia de Julio Argentino Roca.

Política internacional:

En 1877 se había concertado en Buenos Aires el tratado de límites con Chile, fijándose la frontera en
"las altas cumbres que dividen las aguas"; el estrecho de Magallanes sería chileno hasta Punta
Arenas, manteniéndose en statu quo desde allí en adelante, y la costa atlántica hasta Santa Cruz,
mientras un arbitraje no decidiera su dominio. Pero el convenio no fue ratificado por Chile y se
produjeron roces en la zona en litigio, que era la costa patagónica.

Por entonces, existió un grave peligro de guerra en el cono sur, entre Chile y Brasil por un lado, y
Argentina, Perú y Bolivia por el otro. Finalmente, el conflicto estalló entre Chile y Bolivia, que fue
apoyada por Perú. Pese a las expectativas peruanas, la Argentina de Roca buscó el arreglo de sus
cuestiones con Chile a través de la vía diplomática (actuaron como mediadores dos diplomáticos
norteamericanos acreditados en Santiago y Bs.As.). Por el tratado de 1881, firmado por el canciller
Bernardo de Yrigoyen:

Hasta el paralelo 52º la frontera correría por "las más altas cumbres", siguiendo la "divisoria de las
aguas".

El estrecho de Magallanes sería chileno y la costa de la Patagonia argentina.


La isla de Tierra del Fuego se partiría en dos: oriente para Argentina y occidente para Chile.

Las islas ubicadas al sur del canal de Beagle serían para Chile y las bañadas por el Atlántico para
Argentina.

Ley de educación común:

Las escuelas de Buenos Aires, ahora dependientes de la Nación, se regían por una ley dictada a
iniciativa de Sarmiento, que incluía la enseñanza del catecismo católico.

Los padres de niños de otras confesiones religiosas podían solicitar que no se les impartiese a sus
hijos.

En 1881 el ministro Pizarro (autor de un proyecto de ley que mantenía la enseñanza del catecismo y
establecía la gratuidad y obligatoriedad de la educación primaria) invitó a un congreso pedagógico a
las principales figuras de la enseñanza, el periodismo y la literatura, a reunirse en Buenos Aires para
apoyar la gratuidad y obligatoriedad de la educación. Sin embargo, Pizarro renunció por razones
políticas siendo reemplazado por Eduardo Wilde. Por entonces, Sarmiento y "La Nación" criticaron la
enseñanza del catecismo en las escuelas.

En abril de 1882 se inauguró el Congreso Pedagógico, para el cuál Roca había impuesto la
prohibición de discutir cuestiones confesionales. No obstante, el asunto fue puesto sobre la mesa y
al ser derrotada la protesta de los representantes católicos (Estrada, Goyena, Navarro Viola) se
retiraron.

En medio de las polémicas entre los católicos (periódico "La Unión") y Sarmiento (periódico "El
Nacional"), el proyecto del ministro Pizarro se discutió en diputados, luego de haber sido aprobado
en senadores. Allí, fue modificado, disponiéndose lo resuelto por el Congreso Pedagógico en cuanto
a que la enseñanza católica se impartiera "fuera de las horas de clase". El ministro Wilde expresó la
conformidad del gobierno que, por otra parte, procuró mantenerse al margen de las discusiones.

En 1884 Monseñor Clariá, vicario a cargo de la diócesis de Córdoba, dio una pastoral aconsejando
no mandar los niños a la escuela normal porque algunas maestras eran protestantes. El gobierno lo
amonestó, separando de la Universidad a tres profesores y a José Manuel Estrada (profesor en
Buenos Aires) que habían apoyado al prelado.

Molesto, el gobierno a través de la Cámara de diputados, logró que el Senado aprobase la ley (Ley
1420 de Educación Común).

A este problema se sumó la Ley de Registro Civil en jurisdicción nacional, que fue interpretada como
otra provocación a la Iglesia. Muchos gobernadores propusieron medidas idénticas en sus
provincias. Monseñor Clariá y los obispos de Salta y Paraná, junto con el inter-nuncio apostólico,
Monseñor Mattera continuaron con sus protestas. El representante del Papa exigió al gobierno una
retractación de las expresiones del diario "La Tribuna", que había criticado la intervención del
prelado extranjero en los asuntos internos argentinos. El gobierno devolvió la nota por improcedente,
acompañada de los pasaportes para que abandonase el país en el plazo de 24 horas.

Aunque no significó un rompimiento con la Santa Sede sino la cancelación del Exequatur a un
diplomático, tal como explicó Roca al Papa León XIII, las relaciones quedaron interrumpidas durante
16 años.

Transformación de Buenos Aires:

Torcuato de Alvear estuvo a cargo del gobierno edilicio de Buenos Aires como presidente de la
municipalidad e intendente municipal a partir de 1883. Entusiasmado por la obra del alcalde
Haussman, alcalde de París, quiso imitarlo en Buenos Aires. Desalojó rancherías, abrió avenidas y
proyectó notables palacios públicos, que fueron quitando a Buenos Aires la imagen de "Gran Aldea".
Fue muy destacado el nuevo puerto diseñado por Eduardo Madero.

Bolilla XIII.

Punto 1.

La crisis de 1889:

La política económico-financiera del gobierno de Juárez Cellman y la actitud especulativa de los


sectores acomodados siguió dentro de las pautas que hemos descripto en la Bolilla XII. Durante este
período fue cuando la política económica liberal alcanzó su máxima expresión, cuando el Estado
comenzó a desprenderse de algunas líneas ferroviarias y de las Obras de Salubridad de la ciudad de
Buenos Aires. Los hombres del gobierno opinaban:

"Que los gobiernos son malos administradores es una idea que en política tiene el valor de axioma"
(Eduardo Wilde).

"Lo que conviene a la Nación, según mi juicio, es entregar a la industria privada la construcción y
explotación de las obras públicas que no sean inherentes a la soberanía". (Miguel Juárez Cellman).

Así se procedió con el Ferrocarril Andino, el Ferrocarril Central Norte, el Ferrocarril Oeste, y los
ferrocarriles de Santa Fé y Entre Ríos, todo ello en beneficio de empresas británicas. Paralelamente
a la entrega de resortes fundamentales de la economía, se prosiguió con el despilfarro: aumentos de
los sueldos de los legisladores y de altos oficiales militares, pensiones graciables, donación de
tierras, construcción de suntuosos edificios públicos.

La crisis comenzó a percibirse a fines de 1888: aumento del oro y pérdidas en la Bolsa. Luego,
mientras comenzaba la agitación obrera por los magros salarios existentes, el oro empezó a subir de
manera imparable. Los remedios del gobierno (cierre de la Bolsa y venta del oro de las reservas)
fracasaron. Comenzaron entonces las huelgas obreras (zapateros, panaderos, portuarios,
carpinteros, ferroviarios) que exigían el pago en oro de los salarios. Gran Bretaña, interesada en que
no disminuyera el consumo, sugirió a las empresas de sus súbditos en la Argentina que se pagara
en oro.

En 1889, la crisis se desató con todo su rigor: caída del valor de las tierras, del precio del trigo, la
lana y los cueros, inflación, desocupación. La Banca internacional suspendió el crédito y muchos
bancos cerraron sus puertas.

Sin descartar la política irresponsable del gobierno de Juárez Cellman, al que se consideró único
culpable de la crisis, lo sucedido en la Argentina no fue otra cosa que el rebote de una crisis global,
con epicentro en los grandes centros financieros del mundo (París, Londres), que se extendió por
Europa y que tuvo como hechos paradigmáticos la quiebra de la compañía a cargo de la
construcción del canal de Panamá y de la Banca Baring. En una palabra, lo sucedido a la Argentina
no fue otra cosa que la consecuencia de la dependencia económica.

La Unión Cívica de la Juventud y la Unión Cívica:

A mediados de 1889, la preocupación iba ganando los espíritus de quienes discrepaban con el
gobierno, pero no habían practicado una oposición seria. Comenzaban a reunirse en tertulias, cafés
y confiterías, mientras la "camarilla" parecía ajena a cuanto ocurría.

Una prueba de ello, fue la celebración de un banquete de los jóvenes oficialistas (los
incondicionales) para proclamar la candidatura de Ramón Cárcano.

Como respuesta, un artículo de Francisco Barrioetaveña en "La Nación", invitó a la juventud a un


mitin en el Jardín Florida, el 1º de septiembre de 1889. El propósito era impulsar la acción de los
jóvenes, dentro del marco de las leyes, para despertar el espíritu cívico adormecido. En el mitin
estuvo presente, entre otras figuras de la política, Leandro Alem. Allí, nació la Unión Cívica de la
Juventud.

La agrupación no tardó en convertirse en partido político. Pero, como consecuencia de la


incorporación de viejos dirigentes (Mitre, Bernardo de Irigoyen, Pedro Goyena, Aristóbulo del Valle y
el propio Alem) se le quitó el agregado "de la Juventud". Reunía a mitristas, católicos y antiguos
autonomistas desengañados. Su presidente sería Alem.

El bautismo de fuego de la Unión Cívica serían las elecciones legislativas de febrero de 1890. Sin
embargo, falto de inscriptos, el nuevo partido debió abstenerse. Ganó el oficialismo sin oposición. Se
supuso que el entusiasmo inicial había sido atenuado por un mejoramiento parcial de la situación
financiera (descenso del precio del oro).

El mitin del Frontón Buenos Aires y la Revolución del 90:

Los síntomas de mejoramiento financiero fueron efímeros y en marzo de 1890 la crisis produjo
nuevos quebrantos, lo que revivió a la Unión Cívica.

El 13 de abril se realizó un mitin en el Frontón Buenos Aires. Asistieron tres generaciones de


políticos alineados en la Unión Cívica:

Los veteranos: Bartolomé Mitre - Vicente Fidel López - Bernardo de Irigoyen - Luis Sáenz Peña.

La generación intermedia: Leandro Alem - Aristóbulo del Valle - Lucio Vicente López/

Los jóvenes: Francisco Barroetaveña - Hipólito Yrigoyen - Adolfo Saldías - Marcelo T. de Alvear -
Lisandro de la Torre.
Los oradores coincidieron en que el problema del país era de naturaleza política y así también
pareció entenderlo el gobierno que, por sugerencia del vicepresidente Pellegrini, aconsejó la
renuncia de Cárcano a su candidatura. Pero, las buenas intenciones duraron poco, y Juárez Cellman
volvió a designar ministros entre los miembros de la "camarilla", mientras estallaba el escándalo al
conocerse la existencia de emisiones clandestinas. En el seno de la Unión Cívica y en algunos
ámbitos militares comenzó a hablarse de revolución.

Pese a las objeciones del mitrismo, la junta revolucionaria de la Unión Cívica acordó que Leandro
Alem sería el "presidente provisional" de la República luego del triunfo del movimiento. El general
Manuel Campos sería el jefe militar del mismo. Entre mediados del mes de julio y el fin de la
revolución abundaron los hechos extraños y sospechosos, las traiciones y la especulación.

Mitre emprendió un inesperado viaje a Europa.

Enterado el gobierno de la inminencia de la revolución, el ministro de Guerra, general Nicolás


Lavalle se limitó a arrestar a Manuel Campos y algún otro oficial.

Roca visitó a Campos en su prisión. Luego, Campos escaparía para ponerse al frente de los
sublevados.

Fracasó el plan de arrestar a Juárez Cellman, Roca y Pellegrini, que debía llevar adelante un
comando civil.

La escuadra -plegada a la revolución- intervino con retardo y sus disparos no tocaron los objetivos
propuestos.

El jefe de Policía -único amigo de Juárez Cellman- fue neutralizado por un sospechoso disparo
cuando estaba en condiciones de terminar con la revolución.

Quedó la sensación de que Pellegrini (a cargo de la situación) y Lavalle (su amigo) acabaron con el
movimiento no bien se lo propusieron.

La revolución estalló el sábado 26 de julio de 1890 y, tras algunos combates, finalizó el martes 29.
Los regimientos sublevados y los comandos civiles (ataviados con boinas blancas) se acantonaron
en la Plaza del Parque (actual Plaza Lavalle). Entre ellos reinó la indisciplina desde el primer
momento y el desacuerdo entre militares y civiles.

Finalmente, los revolucionarios capitularon, disponiéndose el retorno de los cuerpos sublevados a


sus cuarteles, la entrega de los buques de la flota y el desarme de los civiles. Sin embargo, hasta el
6 de agosto reinó la inquietud y no cesaron los conciliábulos, mientras todo el mundo comentaba: "la
revolución está vencida, pero el gobierno ha muerto". El 6 de agosto, Juárez Cellman, abandonado
por todos, presentó su renuncia al Congreso. Pellegrini y Roca se habían convertido en dueños de la
situación y el "régimen" lograba sobrevivir.

Pellegrini se hizo cargo de la presidencia para completar el período constitucional. Colocó a Roca
como ministro de Interior y a Vicente Fidel López al frente de Hacienda. Las turbulencias financieras
continuaron.

Antes de asumir, Pellegrini debió conseguir un préstamo de los banqueros locales para hacer frente
a pagos urgentes de la deuda externa. Luego, se recurrió al expediente de contraer deudas en el
exterior para pagar deudas. Las condiciones de la City londinense eran cada vez más gravosas y,
hasta se corrió el peligro de una intervención británica, impulsada por ciertas medidas nacionalistas
(impuestos a la importación de determinados productos, a las operaciones de bancos extranjeros y a
las empresas de seguros extranjeras) promovidas por el ministro López, decidido defensor de la
industria. El intento de anudar relaciones con EEUU terminó mal, por las condiciones inaceptables
con las que este país pretendía prestar su ayuda financiera. Después del cierre temporal de la banca
oficial, una serie de buenas cosechas volvieron favorable la balanza comercial. En 1891, se fundó el
Banco de la Nación Argentina, destinado a brindar crédito a las industrias locales, aunque no tardó
en ser desvirtuado y volcó su ayuda al campo y el comercio.

Pellegrini se hizo acreedor al título de "piloto de tormentas".

Punto 2.

Leandro Alem fue sacado por sus partidarios de la depresión en que había caído luego de la
capitulación de los revolucionarios, los que se dispusieron a festejar la caída de Juárez Cellman. En
la Plaza de Mayo, Alem expresó su credo político:
El renacimiento del espíritu nacionalista.

La democratización del sistema electoral.

A partir de entonces, la Unión Cívica comenzó a organizarse a nivel nacional. En enero de 1891, una
convención nacional celebrada en Rosario proclamó la fórmula presidencial del partido: Bartolomé
Mitre-Bernardo de Irigoyen.

Poco después, la Unión Cívica triunfó en las elecciones legislativas de la Capital Federal,
demostrando a Roca y los suyos lo difícil que serían los comicios presidenciales.

El "Acuerdo" Roca-Mitre:

Por esos días retornó Mitre de Europa. Fue recibido en triunfo en el puerto de Buenos Aires. Desde
la azotea de su casa dijo a la multitud que: "era preciso pacificar los espíritus y unir a los argentinos".
Roca no dejó pasar aquellas palabras y poco después le manifestó que su partido apoyaría su
candidatura. Eso sí, le sugería el reemplazo de Irigoyen por un provinciano (José Evaristo Uriburu).
Mitre acordó.

La noticia del "Acuerdo" Roca-Mitre desorientó a los jóvenes de la Unión Cívica e indignó a Alem
quien, en un manifiesto, expresó que no se iban a aceptar compromisos que condujesen a la
continuación del régimen funesto.

Roca, en tanto, convertido en jefe del PAN, invitó a los cívicos para constituir una comisión destinada
a estudiar las bases del "Acuerdo". La negativa de Alem y los suyos a asistir a aquella reunión
significó la ruptura de la Unión Cívica, dividida en:

UNIÓN CÍVICA NACIONAL: "acuerdista". Liderada por Mitre y sostenedora de la fórmula Mitre-
Uriburu.

UNIÓN CÍVICA RADICAL: "intransigente". Liderada por Alem y sostenedora de la fórmula Bernardo
de Irigoyen-Juan M. Garro.

El sector liderado por Alem adoptó la denominación de "radical" pues pensaba cambiar de raíz el
régimen. Se basaba en 4 puntos:

Libertad política.

Honradez administrativa.

Impersonalidad de la coalición.

Sentimiento nacional.

Alem realizó entonces una gira por varias provincias, logrando la adhesión de vastos sectores de la
sociedad (antiguos federales, jóvenes, intelectuales, católicos y enemigos del mercantilismo
porteño).

Mientras tanto, el "Acuerdo" no parecía entusiasmar en el interior. Mitre, atribuyéndose el ser factor
de disociación, decidió renunciar a su candidatura. Roca, por su parte, dejó la jefatura del PAN.
Pellegrini realizó entonces una reunión de notables, a la que concurrió incluso Hipólito Yrigoyen por
los radicales. El objeto era evitar disturbios e inestabilidad. Sin embargo, no se llegó a ninguna
solución.

En ese momento, por iniciativa del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Julio Costa, surgió la
candidatura de Roque Sáenz Peña, bien recibida en varios lugares del país. Sus seguidores serían
llamados modernistas. Este hecho tuvo la virtud de hacer volver a la lucha política a Roca y a Mitre.

En febrero de 1892 se celebraron las elecciones legislativas nacionales. En la capital sólo


participaron el mitrismo y los radicales. Contra todo lo previsto, los radicales fueron derrotados. Sin
embargo, en la ciudad de Buenos Aires y en varias provincias los seguidores de la UCR fueron
objeto de todo tipo de violencias.

La manera de neutralizar el "alud modernista sin abrirle la puerta a los radicales" fue obra de Mitre,
indudablemente aconsejado por Roca. Consistió en proponer la candidatura de Luis Sáenz Peña.

Luis Sáenz Peña, un devoto católico, era un oscuro político que se desempeñaba como miembro de
la Corte Suprema de Justicia. Su resistencia a presentarse contra su hijo (Roque Sáenz Peña) y su
amigo (Bernardo de Irigoyen) fue vencida cuando se lo convenció que era el único capaz de mostrar-
se equidistante de todos los partidos. Roque Sáenz Peña retiró su candidatura y el modernismo dejó
de existir.

Sin embargo, al aproximarse el momento de las elecciones presidenciales la inquietud era real en
muchos puntos del país (los radicales se habían apoderado del gobierno de Mendoza). Una semana
antes de los comicios, el presi- dente Pellegrini declaró el estado de sitio en la capital y denunció un
plan de acción terrorista de los radicales, exhibiendo bombas secuestradas en varios locales
partidarios. Alem, Irigoyen y los principales jefes radicales fue- ron arrestados y trasladados a un
buque (se sostuvo, sin que nunca fuera desmentido, que Hipólito Yrigoyen delató a sus
correligionarios en una entrevista con Pellegrini).

Con el modernismo disuelto y la UCR descabezada, la fórmula Luis Sáenz Peña- José Evaristo
Uriburu no tuvo dificultades para imponerse.

La revolución de 1893:

La intranquilidad no cesó con la asunción del nuevo gobierno. En poco tiempo se registraron hechos
revolucionarios en varias provincias, en tanto los líderes radicales, vueltos del destierro, se
preparaban para iniciar un nuevo levantamiento, por considerar ilegítimo a un gobierno nacido del
fraude.

Luis Sáenz Peña manifestó desde el primer momento su intención de renunciar pero, convencido por
los notables (Mitre, Roca y Pellegrini), nombró a Aristóbulo del Valle ministro de Guerra. Éste,
decidido a restaurar la pureza de las instituciones, intentó poner en práctica una "revolución desde
arriba", propiciando la caída de todos los gobiernos provinciales, desarmándolos primero e
interviniéndolos luego.

A fines de julio y principios de agosto de 1893, estallan revoluciones en Buenos Aires, Santa Fé y
San Luis. Los radicales se apoderan del gobierno de las dos últimas. Sobre La Plata convergen dos
columnas revolucionarias: la de los radicales dirigida por Hipólito Yrigoyen (vía Temperley) y la de
los cívicos mitristas (vía Quilmes). Luego de la renuncia del gobernador Julio Costa, del Valle
reconoce al "gobernador revolucionario" Juan Carlos Belgrano (radical) y hace lo propio con los de
San Luis y Santa Fé.

Los líderes del régimen ya no pueden detenerlo y se esfuerzan en ponerle obstáculos. Del Valle
hubiera podido cumplir su objetivo restaurador del sufragio y de la legalidad si hubiera disuelto el
Congreso y destituido al presidente Sáenz Peña. Pero, su respeto por la Constitución le hizo perder
la oportunidad. Renunciará y con su retiro, terminará su proyecto de "revolución desde arriba".

Con Manuel Quintana como ministro del Interior, el gobierno intervino las tres provincias. Ello, hizo
renacer la revolución en Santa Fé, ahora con la participación de algunos oficiales militares y de
marina (setiembre de 1893). Sin embargo, las fuerzas represoras puestas bajo el mando del general
Julio Roca lograron, tras algunos enfrentamientos terrestres y navales, controlar la situación. En
enero de 1895, el presidente Sáenz Peña -que no quería amnistiar a los oficiales de alta graduación
comprometidos en la revolución- presentó su renuncia. El vicepresidente Uriburu se hizo cargo del
gobierno, lo que significaba el retorno de Roca al primer plano.

Punto 3.

Las condiciones de vida y trabajo de los obreros que sufrían las consecuencias de la
industrialización y el maquinismo fueron el sustento de diversas doctrinas.

En 1864, en Londres, se fundó la Asociación Internacional de Trabajadores (la Internacional). Allí


predominaron las concepciones del socialismo cientifico de Carlos Marx (explicación de la Historia a
partir de la lucha entre opresores y oprimidos - teoría de la plusvalía - convocatoria a la unión de
todos los proletarios del mundo para liquidar el régimen burgués y crear la sociedad socialista, sin
Estado ni clases sociales).

La incorporación de otras concepciones, las discusiones ideológicas y la persecución, llevaron a la


extinción de la Internacional en 1881. El movimiento social se dividió en:

LOS SOCIALISTAS MARXISTAS: proponían la lucha política para llegar a la dictadura del
proletariado (Bebel y Liebknecht).

LOS SOCIALISTAS REFORMISTAS: procuraban emplear la vía parlamentaria para alcanzar


mejoras para la clase obrera (Lasalle y Blanc).

LOS ANARQUISTAS: proponían la destrucción del Estado por la acción directa (terrorismo) (Bakunin
y Proudhon).

LOS SINDICALISTAS: fue un desprendimiento del anarquismo y proponía valerse de los sindicatos
para la lucha de clases y de la acción directa (Sorel).

Los inmigrantes llegados al país desde fines del siglo XIX trajeron aquella diversidad ideológica. Los
socialistas prosperaron entre los obreros de salarios más altos y entre los artesanos; los anarquistas,
entre los trabajadores sujetos a las peores condiciones.
Las primeras organizaciones obreras:

Si bien la orientación económica del país era básicamente agro-exportadora, en las últimas décadas
del siglo XIX existían algunos talleres y fábricas de producción subsidiaria, que hicieron posible el
nacimiento de las primeras organizaciones obreras:

Desde 1878 existía la "Tipográfica Bonaerense".

En 1880 apareció el "Club Socialista Vorwaerts", integrado por obreros alemanes.

En 1887 surgieron la "Unión de Panaderos" y "La Fraternidad". Esta última agrupaba a los
maquinistas y fogoneros de los ferrocarriles y tenía el carácter de una mutual destinada a hacer
frente a los accidentes de trabajo y enfermedades de sus afiliados.

En 1892, los "Círculos de Obreros", que agrupaban a los trabajadores católicos, fueron
reorganizados por el P. Gerardo Grotte. Habían sido fundados diez años antes por monseñor
Aneiros.

En 1889 se celebró en París la IIa. Internacional a la que concurrió un representante del "Club
Vorwaerts". Allí se dispuso conmemorar el 1º de mayo (aniversario de los "mártires de Chicago")
como "Día del Trabajo".

En la Argentina, ya vimos que se produjeron huelgas obreras ese mismo año como respuesta a la
crisis financiera. El acto del 1º de mayo de 1890 fue autorizado por las autoridades. La síntesis de
las reclamaciones obreras expuestas ese día fueron:

• Jornada laboral de 8 horas.

• Descanso continuo de 36 horas semanales.

• Seguro obligatorio contra accidentes de trabajo a cargo de empresarios y del Estado.

• Reglamentación del trabajo de mujeres y menores.

A principios de los años '90, se realizó el primer intento de crear una central de trabajadores.
Fracasó pronto como consecuencia de las disidencias internas. En 1901, finalmente, se creó la FOA
(Federación Obrera Argentina), integrada por socialistas y anarquistas. Sin embargo, la coexistencia
entre ambos grupos fue breve, ya que los socialistas discrepaban con la idea de emplear la huelga
general como medio para crear desorden y violencia. En 1903 se separaron organizando la UGT
(Unión General de Trabajadores). La FOA, dominada por los anarquistas, se transformó en 1904 en
FORA (Federación Obrera Regional Argentina).

Los socialistas: tenían las mayores adhesiones entre los ferroviarios (maquinistas y fogoneros), los
trabajadores de los frigoríficos y los artesanos. Su órgano de prensa era el periódico "La
Vanguardia".

Los anarquistas: aglutinaban a portuarios, albañiles, mecánicos, panaderos, zapateros. Su órgano


de prensa era "La Protesta".

Los sindicalistas: menos violentos que los anarquistas, recibían apoyo de los estibadores y los
obreros ferroviarios.

Por entonces, ya los socialistas se habían organizado como partido político. En efecto, entre 1894 y
1896, diversos grupos de socialistas argentinos, italianos, franceses y alemanes crearon el Partido
Socialista Obrero Internacional, convertido pronto en Partido Socialista Obrero Argentino, bajo la
conducción del médico Juan B. Justo. En su seno no tardaron en producirse divergencias
interpretativas.

No obstante, cuando se implementó en 1904 el sistema de elección de los diputados por


circunscripciones uninominales, el socialista Alfredo Palacios resultó electo por la circunscripción de
La Boca.

Reacción del régimen frente a las huelgas:

En 1902, la huelga de los trabajadores del puerto de Buenos Aires fue respondida con allanamientos
a los locales socialistas y la detención de varios de sus dirigentes. Una constante fue el
establecimiento del estado de sitio. A partir de un pedido de la UIA (Unión Industrial Argentina) al
poder Ejecutivo, el senador Miguel Cané presentó ante el Congreso un proyecto de expulsión de
aquellos extranjeros "perturbadores del orden social". El proyecto se convirtió en la ley Nº4144,
conocida como Ley de Residencia. Fue completa- da con la llamada Ley de defensa social.

Los agricultores arrendatarios, el trabajo en el campo. El "Grito de Alcorta":

El siglo transcurrido desde la Revolución de Mayo había modificado sustancialmente las estructuras
heredadas de la Colonia y la Generación del '80, una vez lograda la inserción de nuestra economía
en la división internacional del trabajo de los finales del siglo XIX, disfrutaba de una opulencia similar
a la de las clases dirigentes europeas, de la que se hallaban sistemáticamente excluídas las
mayorías nacionales.

El "gobernar es poblar" se expresaba en la llegada de más de 3 millones de inmigrantes dedicados


en gran parte a la agricultura, que llevaron la frontera agrícola de poco más de 2 millones de
hectáreas en 1888, a 20 millones en 1912.

Pero esta gigantesca incorporación de mano de obra se realizó a través de leoninos contratos de
arrendamientos, quedando la propiedad en manos de la oligarquía terrateniente que la había
recibido de quienes habían gobernado el país desde la Independencia a la Conquista del Desierto,
más allá de algunos intentos válidos pero insuficientes de colonización expresados en la enfiteusis
de Rivadavia y en proyectos y leyes de Sarmiento y Avellaneda.

Estos contratos, verdaderos glosarios de explotación, se fundaban en un desmesurado costo del


arrendamiento, la obligación de comprar los insumos y herramientas a los arrendadores a precios
exorbitantes y de venderles lo producido a valores muy inferiores de los que realmente poseían. Por
más que se trabajara de sol a sol, los esfuerzos no alcanzaban ni para dar un mínimo de dignidad a
las familias, que llegadas desde una Europa desangrada por interminables guerras, venían con la
ilusión de construir un futuro próspero.

Una sucesión de malas cosechas, había dejado a los agricultores en una situación muy sensible,
pero fue la formidable cosecha de 1912 la que motivó el repentino salto de conciencia, al
comprobarse que, a pesar de ella, luego de pagar las ingentes deudas, nada quedaba en los
bolsillos de los chacareros.

Cuando la huelga estalló, en la Sociedad Italiana de Alcorta (pcia. de Santa Fé), el 25 de junio, y
rápidamente se propagó en toda la región, paralizando a más de 100.000 agricultores. Perseguía la
modificación de los contratos de arrendamientos, hecho que después de una larga lucha se
consiguió. El doctor Francisco Netri pagó con su vida este logro, al caer ante las balas de la
oligarquía asesina. El "Grito de Alcorta" llevaba el germen del reclamo de los agricultores por un
lugar en la sociedad que los había convocado y que ahora les cerraba las puertas al progreso y al
desarrollo.

El resultado directo fue la fundación de la Federación Agraria Argentina, que se constituyó en la


herramienta de los pequeños y medianos productores, con la cual lucharon para mejorar sus
condiciones de vida y acceder a la propiedad de la tierra.
Si bien el "Grito de Alcorta" no logró modificar la estructura agraria, creó las condiciones para que los
gobiernos populares que a partir de 1916 llegaron al poder, permitieran una gradual democratización
de la propiedad y el acceso de miles de agricultores a su porción de tierra, que le dieron el paisaje a
toda una región y fueron el motor del desarrollo y el progreso de nuestro país en el siglo XX.

Punto 4.

Después del tormentoso año 1893, la presidencia de José Evaristo Uriburu se caracterizó por la
calma política. Una Ley de olvido propuesta por el presidente, contribuyó a ello. En ese período se
registraron:

En 1896, el suicidio de Leandro Alem, amargado y abatido por el fracaso de 1893 ("que se rompa
pero que no se doble", expresó en su testamento).

El Censo Nacional de 1895 (poco más de 4 millones de habitantes, con algo más de 1 millón de
extranjeros).

El malestar con Chile, alentado por sectores belicistas de uno y otro lado, que condujo a una carrera
armamentista, a partir de una distinta interpretación de la norma "las altas cumbres que dividan
aguas".

Frente al tema de la sucesión presidencial, se pensó desde el primer momento que el PAN debería
optar entre Julio Roca y Carlos Pellegrini. El primero (seguía dominando las situaciones provinciales)
era casi universalmente rechazado por todas las fuerzas políticas, incluso dentro de su propio
partido. Mucho más potable aparecía el nombre de Pellegrini. Pero no hubo lucha. El propio
Pellegrini rehusó su candidatura, argumentando que Roca era la figura apropiada para gobernar el
país frente al agravamiento de las controversias con Chile. De este modo, nada se opuso a la
consagración de la fórmula Julio Roca- Norberto Quirno Costa.

Un intento de neutralizar a Roca fue realizado por los cívicos mitristas. Se le llamó "de las paralelas".
Cívicos y radicales actuarían paralelamente en la provincia de Buenos Aires (imponiendo un mitrista)
y en las elecciones nacionales (imponiendo a Bernardo de Irigoyen). El comité nacional de la UCR
aprobó la "acción paralela"; pero el comité de la provincia de Buenos Aires, liderado por Hipólito
Yrigoyen, se opuso, argumentando que la alianza con el mitrismo era contraria a los principios del
partido. Lisandro de la Torre, enemistado con Yrigoyen, se alejó de la UCR. No hubo, en
consecuencia, "acción paralela" y nada pudo oponerse a la elección de Roca en los comicios de
1898.
Reforma constitucional de 1898:

El artículo 3º de la Constitución Nacional fijaba el número de diputados conforme a un cociente


determinado de habitantes, que debía modificarse de acuerdo al Censo de 1895. La reforma
modificó el artículo 37º, que elevó a 33.000 habitantes o fracción no menor a 16.500 el cociente de
cada distrito para elegir diputados, agregando que después de la realización de cada censo el
Congreso fijaría la representación, pudiendo aumentar pero no disminuir la base expresada para
cada diputado.

Se modificó el artículo 87º, elevando de 5 a 8 la cantidad de ministerios. Una ley especial deslindaría
los ramos del respectivo despacho de los ministros.

No se hizo lugar a la reforma del inciso 1º del artículo 67º, que proponía una reforma aduanera.

Ley electoral de circunscripciones:

La presión ejercida por la oposición en su conjunto obligó al gobierno a hacer concesiones,


propiciando una reforma electoral. En 1902, la Ley de circunscripciones introdujo el sistema de
circunscripciones electorales y el voto uninominal. El país quedaba dividido en 120
circunscripciones, cada una de las cuales enviaba a un representante a la cámara de Diputados.
Cada sufragante podía votar sólo por un candidato. Se proclamaban electos a los que obtenían la
mayoría de sufragios. El sistema podía conceder representación a las minorías y, como ya
expresamos, posibilitó el ingreso a la cámara de Alfredo Palacios, en 1904, siendo el primer diputado
socialista de Latinoamérica.

El fin del Roquismo:

Durante la segunda presidencia de Roca (1898-1904) se produjeron, entre otros, los siguientes
hechos:

1. La sanción en 1901 de la Ley Orgánica del Ejército, que establecía el servicio militar
obligatorio.

2. Se puso fin al peligro de una guerra con Chile (en un momento pareció que Argentina se
uniría a Perú y Bolivia para ayudarlas a recuperar Antofagasta, Tacna y Arica) con la firma de
los Pactos de Mayo (1902), que disponían:
a. El compromiso de ambas naciones de someter a arbitraje todas las controversias que
surgieran.

b. La limitación, por 5 años, de la carrera armamentista.

La formulación, por parte del canciller argentino Luis María Drago de la doctrina que condenaba el
cobro compulsivo de las deudas internacionales (se refería a las agresiones que sufría Venezuela
por parte de sus acreedores europeos), conocida como "Doctrina Drago".

La sanción, en 1899, de la Ley de Conversión, según la cual podrían cambiarse los pesos moneda
nacional a 0,44 de oro sellado.

La UCR, en tanto, conducida ahora por Hipólito Yrigoyen, mantenía una actitud que se definía como
"abstencionismo revolucionario", es decir, no participaba de las compulsas electorales con el objeto
de deslegitimar al régimen fundado en el fraude. También mantenía la postura anti-pactista, que le
había imprimido Alem, para no corromper la pureza de su doctrina. Después de otorgar una tregua al
régimen, durante el peligro de guerra con Chile, los radicales se reorganizaron, dando pruebas en
los actos y mitines de su popularidad.

De cara a las elecciones de 1904, se hizo patente la pérdida de influencia y poder de Roca y la
dispersión en que había caído el PAN. Sin embargo, contra todas las previsiones que aseguraban la
futura presidencia de Carlos Pellegrini (distanciado de Roca), el "Zorro" logró una vez más imponer a
sus candidatos. En medio de conciliábulos, componendas, "reuniones de notables", idas y venidas,
tal como sucedía en una república sin participación popular, terminaron por ser consagrados Manuel
Quintana y José Figueroa Alcorta.

Aunque el régimen político imperante en la Argentina inspiraba un repudio generalizado y favorecía


la apatía de la gente, el único que trabajaba por la revolución que "regeneraría la Patria" era Hipólito
Yrigoyen.

Solitario, silencioso y poco conocido, el jefe de la UCR preparaba la revolución desde 1903, ganando
con el poder de convicción de sus razonamientos a muchos jóvenes militares. No pudo ser en 1904,
pero estalló el 4 de febrero de 1905, simultáneamente en varios puntos del país. El movimiento
quedó triunfante en Córdoba, Rosario, Mendoza y Bahía Blanca, sin embargo, fracasó en la Capital,
donde se había previsto convertir el Arsenal en el centro de las operaciones. A último momento, el
plan tuvo filtraciones, por lo que las fuerzas leales al gobierno arrestaron a los militares
comprometidos que se hallaban en el Arsenal y fueron tomando uno a uno a los civiles que llegaban
hasta allí. Los demás focos revolucionarios terminaron por rendirse. Hipólito Yrigoyen logró
mantenerse oculto.

Aquel año, murieron Bartolomé Mitre, el presidente Manuel Quintana, Carlos Pellegrini y Bernardo
de Irigoyen.

Punto 5.

Al hacerse cargo de la presidencia, José Figueroa Alcorta demostró rápidamente que no permitiría
que lo manejaran. Cordobés partidario de Juárez Cellman y sin capital político propio, reveló dotes
de energía y astucia. Cuan- do el Congreso comenzó a presionarlo, lo cerró, hasta que la renovación
legislativa permitió modificar su composición.

Sin embargo, al aproximarse las fiestas del Centenario (1910), la situación de los sectores populares
era crítica. Una nueva crisis internacional, producto del abarrotamiento de lana en los mercados y el
aumento de las tasas de interés, repercutió con dureza en una economía dependiente como la
Argentina. El gobierno respondió con las clásicas medidas de ajuste: cesantía de empleados,
disminución del presupuesto, suspensión de subvenciones, todo ello acompañado de medidas
represivas frente a la protesta.

La conmemoración del Centenario debió realizarse con estado de sitio, ya que a la represión policial,
el anarquismo respondió con atentados (el jefe de Policía, coronel Ramón Falcón murió en un
atentado y una bomba estalló en el teatro Colón). La celebración del Día del Trabajo, en 1909 y
1910, dejó un saldo de numerosos muertos y heridos. Atribuyendo a los inmigrantes extranjeros la
causa de aquella agitación, el Congreso sancionó la Ley de Defensa Social, que penaba las ideas
"extremistas" y establecía la pena de muerte.

Al iniciarse los trabajos para la renovación presidencial de 1910, un grupo de amigos lanzó el
nombre de Roque Sáenz Peña, héroe del Perú por su participación en la Guerra del Pacífico y
embajador en Italia. El presidente Figueroa Alcorta no disimuló su agrado por aquella candidatura.

Llegado al país Sáenz Peña, se creó un partido para apoyarlo: la Unión Nacional. Frente a él, el
mitrismo propuso el nombre de Guillermo Udaondo, en tanto la UCR reiteraba su actitud
abstencionista al no obtener seguridades de Figueroa Alcorta acerca de una reforma electoral.

Al final, el mitrismo también se abstuvo, disgustado por considerar fraudulentas las elecciones
legislativas de la Capital. De ese modo, nada se opuso a la consagración del binomio Roque Sáenz
Peña-Victorino de la Plaza

A pesar del triunfo rotundo, persistió por algún tiempo el temor de que la UCR intentase un nuevo
movimiento revolucionario, quizá apoyado por el mitrismo (la Policía no podía dar con el paradero de
Hipólito Yrigoyen). Aquel peligro se aventó luego de dos encuentros entre Sáenz Peña e Yrigoyen.

Sáenz Peña prometió:

 Padrón militar.

 Representación de la minoría.

Yrigoyen pidió garantías y sugirió la intervención de todas las provincias (lo que no fue considerado
necesario por el presidente electo), pero rechazó los dos ministerios que le ofreció Sáenz Peña.

Un manifiesto de la UCR, en el que se daba cuenta del contenido de ambos encuentros, permitió
que la asunción presidencial pudiera realizarse en paz y orden.

La reforma electoral:

Enfermo de cáncer, Sáenz Peña debió delegar varias veces el mando en su vicepresidente. No
obstante, desde el comienzo de su mandato, dedicó todos sus esfuerzos al objetivo de "crear la
ciudadanía" reformando el sistema electoral. Ya, al jurar como presidente, había expresado: "Yo me
obligo ante vosotros, ante mis conciudadanos y ante los partidos, a promover el ejercicio del voto por
los medios que me acuerda la Constitución". Contó para ello con la colaboración del ministro del
Interior, Indalecio Gómez.

El objetivo pudo alcanzarse a través de la sanción de tres leyes: la Ley de enrolamiento, la Ley de
padrón y la Ley electoral. Sáenz Peña debió enfrentar la resistencia de los defensores del régimen
que, en el Congreso, intentaron poner obstáculos a los proyectos.

Ley Saenz Peña (Nº 8.871)


El voto sería secreto, libre, individual y obligatorio.

Cada ciudadano tendría que identificarse por medio de la libreta de enrolamiento antes de emitir su
voto.

La obligatoriedad de sufragar comprendía a los ciudadanos desde los 18 hasta los 70 años.

El voto no era un mero derecho, sino una obligación.

Todos los ciudadanos habilitados para votar (varones nativos o extranjeros naturalizados que no
tuviesen incapacidades legales) serían inscriptos en un padrón militar (confeccionado por las
autoridades militares).

Las elecciones serían organizadas y supervisadas por el Poder Judicial Federal.

La ley establecía el sistema de lista incompleta, mediante el que se le otorgaba un tercio de las
bancas a la minoría, siempre que hubiera obtenido, al menos, un 25% de los votos.

Uno de los aspectos que generó mayor oposición fue el carácter obligatorio del voto. Pero el
gobierno entendía que era preciso crear al sufragante, ya que el pueblo acostumbrado a que su
voluntad no era decisoria, no concurría a votar. El voto voluntario u optativo era el que favorecía a
las oligarquías.

En un manifiesto, Sáenz Peña sintetizó la historia política argentina a partir de la desaparición del
caudillismo y su reemplazo por la violencia electoral. Expresó que "la ausencia de las armas marcó
un progreso", pero se hizo necesario "destruir a los agentes sucedáneos de la fuerza, a las artes
hábiles que hacen ilusorio el voto y el efectivo imperio de la mayoría". Manifestó que la nueva ley
aportaba dos innovaciones: la lista incompleta y el voto obligatorio, aclarando que ni la ley ni el
sistema eran una finalidad, sino un medio. Finalizó diciendo: "He dicho a mi país todo mi
pensamiento, mis convicciones y mis esperanzas. Quiera mi país escuchar la palabra y el consejo
de su primer mandatario. Quiera votar".

 Las primeras elecciones y las elecciones de 1916:

La provincia de Santa Fé había sido intervenida por el gobierno nacional y era preciso normalizarla
llamando a elecciones. Frente a las actitudes de Sáenz Peña, que parecía dispuesto a cumplir con
sus compromisos (la ley electoral todavía no había sido sancionada), la mayoría de la conducción de
la UCR se manifestaba decidida a levantar la abstención. Sólo Yrigoyen ponía reparos.

El presidente prometió entonces sustituir el padrón provincial de "papeletas cívicas" en poder de los
caudillejos locales, por el padrón militar. Yrigoyen debió ceder a la presión de sus correligionarios.

Las elecciones santafesinas de marzo de 1912 dieron el triunfo a los radicales. Para desconcierto de
todos, Yrigoyen se mostró amargado y expresó que el triunfo no había tenido "el alto carácter moral
que le imponía el honor nacional" (habían sido muchas las denuncias de Lisandro de la Torre, jefe
de la Coalición del Sur, acusando al interventor federal de favorecer a los radicales).

Entusiasmados por el triunfo en Santa Fé, los radicales se presentaron en las legislativas de la
Capital Federal (donde obtuvieron la mayoría de las bancas) y en las elecciones para gobernador en
cinco provincias (donde fueron derrotados por las maniobras fraudulentas que el gobierno nacional
no impidió). En la provincia de Buenos Aires volvieron a abstenerse.

Mientras tanto, la salud del presidente se deterioraba, por lo que solicitó varias veces licencia. El 1º
de agosto de 1914 empezó la Primera Guerra Mundial y, poco después, murió Roque Sáenz Peña.

Antes de comenzar los trabajos para las presidenciales de 1916, los conservadores (los restos del
antiguo PAN) y radicales vieron con preocupación el triunfo socialista en la Capital en las legislativas
complementarias. Sin embargo, la unidad del socialismo se rompería pronto con la separación de
Alfredo Palacios.

Finalmente, se presentaron a los comicios:

Los conservadores no presentaron fórmula presidencial (en el Colegio Electoral pre- sentaron el
nombre de Ángel Rojas).

Los demócratas progresistas (recién creados): Lisandro de la Torre-Alejandro Carbó.

Los socialistas (excluidos los seguidores de Palacios): Juan B. Justo-Nicolás Repetto.

Los radicales: Hipólito Yrigoyen-Pelagio Luna (Yrigoyen aceptó a regañadientes: "hagan de mí lo


que quieran").

Como la fórmula de la UCR reunió 141 electores (necesitaba 151), se hicieron todas las maniobras
posibles para cerrarle el camino a la presidencia. Sin embargo, al fin logró 152 votos en el Colegio
Electoral y quedó triunfante.
Punto 6.

La reacción contra el positivismo:

El impacto de la Gran Guerra impuso cambios en la percepción de la realidad. No obstante,


predominó una cierta inercia en el pensamiento de algunos sectores, basada en la incredulidad con
respecto a la permanencia de las transformaciones, como si las convulsiones fueran episodios
pasajeros y en poco tiempo se hubiera de volver a la posición primitiva.

Esta descalificación de la magnitud y duración de los cambios, impidió efectuar las adecuaciones
urgentes que el nuevo orden de cosas requería. Costaba aceptar el cambio. Las tensiones de una
sociedad que tenía diferentes lecturas de esa realidad llevaron a agudas polarizaciones y, en
amplios sectores, a una acentuación del paternalismo: "Que venga quien imponga orden y nos dé la
solución que todos juntos, con reglas establecidas, no podemos encarar".

Un sector volvió la vista hacia el interior y hacia América, redescubriendo la inserción continental de
la Argentina. Otro, siguió mirando hacia Europa, sólo que sus simpatías estaban divididas entre los
que admiraban a Gran Bretaña y Francia y los que se sentían más identificados con Alemania, Italia
y las nuevas corrientes nacionalistas. También los Estados Unidos irrumpieron provocando cierto
recelo. El mundo estaba en plena efervescencia.

El eje de la cultura, que en el período anterior pasaba por la elite se desplazó hacia el "hombre
medio". Aparecieron nuevos enfoques, intereses y autores que expresaron lo popular y lo nacional.
El radicalismo representó a ese "hombre medio" y difundió las expresiones de su cultura, sin
suprimir, por supuesto, las de la elite.

El pensamiento positivista fue replanteado por el krausismo, que proponía una concepción teísta del
universo y representaba una síntesis de la razón humana y la naturaleza, con un fuerte acento en la
ética personal y pública.

El krausismo fue formulado por el filósofo alemán Karl Christian Krause (1781-1832). Influyó
poderosamente en Hipólito Yrigoyen y en la UCR, destacándose por:

Su concepción democrática y la solidaria armonización del individuo con las necesidades de la


sociedad.
La idea de nación soberana.

Su tendencia al diálogo, la tolerancia y la superación pacífica de los conflictos.

El estilo sobrio y austero.

José Ingenieros, en el "Hombre mediocre", habló de un idealismo fundado en la experiencia; se


basaba en el evolucionismo y en el biologismo filosófico. Más tarde, en "La evolución de las ideas
argentinas" aplicó la causalidad económica al análisis de los hechos. Ambas obras fueron escritas
entre 1911 y 1920.

Alejandro Korn, representante del idealismo, se opuso al positivismo cientificista. Expuso las bases
de su filosofía en "La libertad creadora" y "Las influencias filosóficas en la evolución nacional".

El nacionalismo:

Entre quienes sostenían postulados nacionalistas estaban quienes atacaban la "dependencia del
extranjero" como Ricardo Rojas, que rechazaba "el abyecto vasallaje de nuestras clases
intelectuales". También Manuel Gálvez empezó a sentir que "gobernar es argentinizar". Fueron
dando los pasos iniciales del nacionalismo de derecha que haría eclosión después, al tocar temas
como tradición, hispanidad, espiritualidad y orden.

Hacia 1910 nace la denominada "generación del Centenario". Un componente importante dentro del
clima ideológico de ese momento es el hispanismo: el espíritu de conciliación hacia España y la
herencia española que tomó auge particularmente después de la guerra hispano-norteamericana,
abre paso a una nueva visión del pasado y alimenta el mito de la raza. Esta nueva actitud aparece
tanto en "La restauración nacionalista" (1922), de Ricardo Rojas, como en "El solar de la raza"
(1913), de Manuel Gálvez, donde señala que: "Ha llegado ya el momento de sentirnos argentinos, de
sentirnos americanos y sentirnos en último término españoles, puesto que a la raza pertenecemos".

En 1917, Hipólito Yrigoyen proclamó el 12 de octubre "Día de la Raza".

La encarnación "chauvinista" de la nacionalidad se plasmó en la Liga Patriótica Argentina, dirigida


por Manuel Carlés y surgida en enero de 1919, con la violenta represión a los obreros en la Semana
Trágica. Su extremismo intolerante era para salvar "el Orden y la Tradición Nacional", de acuerdo a
los criterios de los grandes propietarios.

A fines de la década de 1920, surgieron los denominados "nacionalistas de derecha", un conjunto


heterogéneo de grupos culturales y políticos, que compartían algunos elementos ideológicos
comunes, tributarios de ideas europeas, cuya difusión realizaban especialmente a través del
periodismo ("La Nueva República" y "Criterio"). Todos ellos (Leopoldo Lugones, Julio y Rodolfo
Irazusta, Ernesto Palacio) se caracterizaban por:

- Su oposición al proceso de modernismo iniciado en 1880.

- Sus críticas al liberalismo, al positivismo y al socialismo.

- Su exaltación de la nacionalidad.

- Su adhesión al catolicismo.

Elitistas y despectivos hacia las clases obreras, muchos identificaron "democracia de masas" con
"demagogia", y consideraron al radicalismo como una administración de "plebeyos", por lo que
apoyaron o participaron en el golpe que derrocaría a Yrigoyen.

La Reforma Universitaria.

Un conflicto en la Universidad de Córdoba en 1918 alcanzó gran repercusión. Fue la Reforma


Universitaria. El movimiento perseguía los siguientes propósitos:

Solidaridad universitaria de toda Hispanoamérica.

Cogobierno estudiantil.

Autonomía universitaria.

Libertad de cátedra.

Facilitar el magisterio de "todas las ideas".

Concursos con jurados con participación estudiantil.

Extensión universitaria para llevar la cultura al pueblo.

Permitir los estudios universitarios a los menos pudientes


Investigación como función de la universidad.

Para cumplir aquel programa, los estudiantes debían tomar la dirección del movimiento. De allí, la
"injerencia estudiantil" en el manejo universitario. Triunfante en Córdoba, el movimiento se extendió
a La Plata y Buenos Aires, creándose además la Universidad del Litoral, con casa de estudios en
Rosario, Santa Fé, Paraná y Corrientes.

Esta gran esperanza no alcanzó a concretarse plenamente, pues fracasó en sus propósitos
americanistas y sociales. A la enseñanza conservadora le siguió una burocracia con escasa
jerarquía intelectual, sólo interesada en halagar a los estudiantes. A la tiranía conservadora en las
cátedras sucedió la tiranía liberal.

Bolilla XIV.

Punto 1 y 2.

El objetivo de Hipólito Yrigoyen nunca había sido el de gobernar, sino la reparación moral de la
política argentina, vale decir, hacer respetar la voluntad del pueblo. La evolución de los
acontecimientos y el entusiasmo de sus correligionarios lo condujo a la situación de tener que
aceptar la presidencia.

Desde el primer instante de su gobierno manifestó su intención de forzar la interpretación de la


Constitución Nacional para alcanzar sus propósitos, asegurando en cada una de las provincias la
posibilidad de elecciones libres.

Para ello se valió de la intervención federal, pero nunca tuvo mayoría en el Senado y sólo a partir de
1918 la alcanzó en Diputados. Por eso, sus intervenciones a las provincias se dividieron en:

Intervenciones "constitucionales": fundadas en los artículos 5º y 6º de la Constitución.

Intervenciones "reparadoras": destinadas a poner a las provincias en condiciones electorales y


decididas por decreto, aprovechando el receso legislativo.

Sus miras "reparadoras" iban más allá de lo estrictamente partidista. Con pocas excepciones, los
interventores federales era hombres que no pertenecían a la UCR. Magistrados y políticos de
probada honestidad que, asegura- das las condiciones electorales, debían entregar el gobierno a los
vencedores, fuera cual fuese su signo político.

Hemos expuesto en la bolilla anterior el pensamiento de Karl Krause, un filósofo alemán que había
sido muy difundido en España, pero que Yrigoyen conoció a través del belga Tiber- ghien. Krause
había hecho de la ética la esencia de la filosofía: ética en el obrar humano, ética en la conducta de
las naciones, ética en las relaciones internacionales.

Esta concepción ética de la política fue la base de la idea de la Restauración Nacional y constituyó
"la Causa" a la que dedicó todos sus esfuerzos.

Yrigoyen debió enfrentar la dura oposición de conservadores y socialistas que lo acusaban de no


respetar la Constitución. Además, fue atacado y ridiculizado desde la prensa, la intelectualidad y aún
desde el ámbito universitario, a pesar de la Reforma gestada durante su mandato.

Sin embargo, el obstáculo más grave lo encontró en el seno mismo de la UCR. Se ha hablado de la
existencia de dos radicalismos:

El pueblo, formado por antiguas familias criollas de origen federal, llamadas a extinguirse frente al
aluvión inmigratorio, y también las primeras generaciones de hijos de inmigrantes, que se sentían
argentinos y constituirían una incipiente clase media.
Este pueblo, llamado despectivamente "la chusma", sería fiel a su caudillo y conformaría el llamado
radicalismo sentimental.

Los "doctores", para quienes algunos de los principios (libertad y pureza electoral, anti-personalismo,
honestidad administrativa) enunciados desde los tiempos de Alem, adquirían valor filosófico y que
constituyeron el radicalismo doctrinario.

A este sector de la UCR, que terminaría oponiéndose a Yrigoyen, debían agregarse figuras
independientes sumadas a último momento al gobierno y algunos caudillos locales que resistirían la
conducción del "Peludo", como Crotto (en Buenos Aires), Lencinas (en Mendoza), Cantoni (en San
Juan Juan) o Laurencena (en Entre Ríos).

El radicalismo constituía, en consecuencia, un heterogéneo conglomerado en el que se agrupaban


los tipos más diversos y opuestos del espectro social: peones, obreros y empleados públicos,
estancieros y profesionales; católicos y masones, progresistas y reaccionarios. Esa diversidad
conspiraba, naturalmente, contra la unidad y era causa de su debilidad intrínseca.

La política internacional:

Frente al hecho de la Primera Guerra Mundial (1914-18), la oligarquía agro-exportadora y la alta


burguesía, vale decir la "Argentina visible", con sus recursos y sus medios de prensa, eran
aliadófilos: por sus vinculaciones económicas con Gran Bretaña y sus afinidades culturales con
Francia. A esa situación debía sumarse la presencia de una inmensa colectividad italiana. En el seno
del propio gabinete se encontraban figuras inclinadas a la causa de los aliados (el propio canciller
Pueyrredón, por ejemplo). Muchos menos eran los que simpatizaban con Alemania.

En cambio, el pueblo anónimo era instintivamente neutral frente a ese conflicto en el que percibía
que la Argentina no tenía nada por lo cual tuviera que interesarse. Aquella, era también la postura de
Hipólito Yrigoyen. (1)

A lo largo de toda la guerra, el presidente logró mantener su postura, no obstante las presiones a
que fue sometido:

Las palabras y acciones del canciller Honorio Pueyrredón y del embajador en Francia, Marcelo T. de
Alvear, decididamente inclinados a romper relaciones con Alemania.

Las actitudes del gobierno de los EEUU y de su embajador en Buenos Aires, a partir de la entrada
de aquel país en la guerra, en 1917 (Este hecho se produjo cuando Alemania declaró el bloqueo
submarino y comenzó a hundir buques neutrales que transportaban provisiones a los aliados). El
gobierno del presidente Woodrow Wilson llegó a enviar una flota a Buenos Aires como elemento de
presión, ya que le resultaba intolerable que la Argentina no adoptase una posición de solidaridad
panamericana.

El hundimiento de buques mercantes argentinos por parte de submarinos alemanes, que pudo
solucionar Yrigoyen entendiéndose directamente con el embajador von Luxburg, de quien obtuvo
disculpas, promesa de indemnizaciones y un trato preferencial hacia los buques de bandera
Argentina (Cuando los aliados lograron descifrar los cables enviados por von Luxburg a su gobierno,
ya no pudo sostenerse como embajador en Buenos Aires, pues llamaba "asno aliadófilo a
Pueyrredón" y aconsejaba hundir a los buques argentinos sin dejar rastros ni sobrevivientes. No
obstante, Yrigoyen continuó negándose a romper con Alemania).

Durante todo el conflicto, Yrigoyen mantuvo firme su política de solidaridad latinoamericana


(Pretendió reunir una conferencia de países latinoamericanos neutrales; hizo saludar al pabellón
dominicano por un buque argentino, cuando aquel país estaba ocupado por EEUU; prometió el envío
del Ejército argentino para proteger Uruguay si aquel país -que acababa de romper con Alemania-
era invadida por residentes alemanes del sur de Brasil).

Yrigoyen entendía que el panamericanismo era un mero instrumento de la dominación


norteamericana sobre el continente. Así lo entendieron los propios gobiernos de Washington que,
durante las dos presidencias del líder radical evitaron reunir Conferencias Panamericanas.

Otro hecho revelador del pensamiento de Yrigoyen fue el caso de la Sociedad de las Naciones,
creada en 1920 por sugerencia del presidente Wilson, con el objeto de preservar la soberanía e
integridad territorial de todos los estados, grandes o pequeños.

Yrigoyen comenzó manifestando su oposición al criterio de dar a las naciones neutrales un trato
diferente (no podrían ejercer el derecho de veto, reservado a los vencedores de la guerra). Sin
embargo, Marcelo de Alvear, a cargo de la representación del gobierno argentino, adhirió "sin
reservas" a la Sociedad, sin plantear las objeciones del presidente. Cuando se materializó la
creación del organismo en Ginebra, la delegación argentina se retiró, por orden de Yrigoyen, al
establecerse que quedarían excluídas de ella las naciones vencidas. El Senado argentino, principal
centro de oposición al presi- dente, siguió, no obstante pagando las cuotas a la entidad.

Tampoco permaneció en la Sociedad de las Naciones EEUU, pero sus razones fueron distintas
(preeminencia de los sectores norteamericanos afectos al aislacionismo (2)) de las argentinas,
basadas en la fidelidad al principio de igualdad de todas las naciones.

La neutralidad argentina ya había sido declarada por el gobierno de Victorino de la Plaza apenas
estallada la guerra.

El aislacionismo norteamericano no implicaba abandonar la doctrina del "Destino Manifiesto", vale


decir, el dominio sobre todo el continente americano.

La Revolución Rusa y el Comunismo en la Argentina:

A comienzos del siglo XX, Rusia constituía una sociedad jerarquizada, dominada por la nobleza
terrateniente, con un gobierno absolutista, encarnado en la figura de los zares, que coartaron las
libertades individuales y ejercieron la censura.

La economía era fundamentalmente agrícola, aunque la industria había cobrado desarrollo sobre
todo en Moscú y San Petersburgo, por las inversiones en hierro, carbón, acero y ferrocarriles que
realizaron fundamentalmente Gran Bretaña y Francia.

En 1905, durante el gobierno de Nicolás II, se produjo un movimiento revolucionario encabezado por
los obreros, que reclamaron un cambio político y derechos laborales. Si bien el movimiento fue
sofocado, obligó al gobierno a compartir su poder con un Poder Legislativo o Parlamento,
representado por la Duma, integrada por todas sociales, que transformó la monarquía autocrática en
una monarquía parlamentaria, aunque en la práctica, el zar siguió gobernando con poderes
ilimitados.

La mayoría de la población rusa estaba representada por campesinos y obreros que vivían en
condiciones deplorables. Su situación empeoró con el estallido de la Primera Guerra, que obligó a
más de 15 millones de hombres a integrarse a las filas del ejército, dejando a la producción agrícola
y a la industria sin mano de obra.

La situación se agravó ante las derrotas de los rusos frente a los alemanes, lo que condujo a la
creación de soviets (comités formados por campesinos, obreros y soldados) que se levantaron
contra el Estado y originaron huelgas.

El imperio ruso llegó a su fin (febrero de 1917), tras fracasar el gobierno provisional a cargo de
Alejandro Kerenski, de ideas democráticas liberales, ungido luego de la abdicación del zar.
Paralelamente, los soviets iban incrementando su poder, junto con la consolidación de las ideas
marxistas expuestas por el Partido Obrero Social Demócrata, que se había dividido entre los
moderados o mencheviques y los más extremistas que proponían transforma- ciones radicales,
llamados bolcheviques, liderados por Lenin, nombre de combate de Vladimir Ilich Ulianov.

Esta última fracción se hizo del poder en octubre de 1917, instaurando la dictadura del proletariado y
la creación de la República Federal Socialista Soviética Rusa. El nuevo Estado puso fin a la
participación en la guerra, firmando con Alemania el Tratado de Brest-Litovsk (marzo de 1918), por
el que Rusia perdía los estados Bálticos (Estonia, Lituania y Letonia) y Polonia y reconocía a
Finlandia y Ucrania como estados independientes.

Siguiendo las ideas marxistas, el régimen bolquevique expropió las tierras de los terratenientes y las
repartió entre los campesinos. Los obreros obtuvieron el control de las empresas, que pasaron a ser
propiedad del Estado. La mujer equiparó sus derechos a los del hombre y la Iglesia fue separada del
Estado. No tardó en estallar la guerra civil.

La guerra generó nuevas divisiones en el socialismo argentino. Tanto la bancada socialista en el


Congreso, como la conducción del partido, era partidaria de la entrada de Argentina del lado de los
aliados. Pero, un congreso socialista se inclinó por la neutralidad. Ello condujo a la renuncia de los
legisla- dores, la que no fue aceptada. Entonces, los que se consideraban internacionalistas y
entendían que la guerra era resultado de las contradicciones burguesas abandonaron el Partido
Socialista.

Poco después, un Congreso celebrado en Bahía Blanca dispuso la salida del socialismo argentino
de la IIa. Internacional, pero no quiso adherir a la IIIa. Internacional, que apoyaba a la Rusia
soviética. Los partidarios de esta última alternativa, junto con los internacionalistas, fundaron en
1921 el Partido Comunista.

Las huelgas obreras:

Las condiciones de la clase obrera argentina experimentaron diversos vaivenes como consecuencia
del impacto de la guerra en la economía. Hubo momentos de desempleo e inflación y luego, al tener
que sustituirse algunas importaciones, un crecimiento de talleres y fábricas. Pero, para el esquema
agro-exportador predominante, los salarios no debían aumentarse ni sancionarse leyes protectoras
del trabajo. La oligarquía, atrincherada en el Congreso, habría de impedir u obstaculizar cualquier
proyecto en ese sentido.

El gobierno de Yrigoyen, por su parte, procuró asumir una actitud paternalista, buscando arbitrar los
conflictos entre el capital y el trabajo. Eso lo condujo a adoptar criterios diferentes en cada caso,
evitando malquistarse con el stablishment (la UIA, la Sociedad Rural y la Bolsa de Comercio) y, al
mismo tiempo, intentando mostrarse comprensivo con las aspiraciones obreras, atento a que las
masas trabajadoras estaban inclinándose gradualmente a favor del Partido Socialista.

Rechazando la represión policial, a veces, y oponiéndose a las huelgas contra empresas de capital
extranjero o estatales otras, fue ganándose -a los ojos de la prensa opositora- una imagen de
incapacidad frente al conflicto social.

Entre 1917 y 1919, las huelgas y reclamos por mejoras de salarios, el impacto causado por la
Revolución Rusa y los temores de los sectores conservadores ante el peligro de una revolución
maximalista (así se conocía a los bolcheviques), fueron abonando el terreno para lo que se llamaría
la "Semana trágica".

En enero de 1919, una huelga realizada por los obreros de los Talleres Metalúrgicos Vasena en
demanda de una jornada laboral de 8 horas y el pago de horas extras, se extendió a otras fábricas
de la Capital Federal.

Presionado por los empresarios metalúrgicos, el gobierno decidió imponer el orden enviando primero
a la policía y después al Ejército, que reprimieron a los trabajadores.

El sepelio de los obreros muertos por la represión, desembocó en un terrible desorden que generó
nuevas víctimas. Fueron incendiadas iglesias, los comercios cerraron sus puertas y dejaron de salir
los diarios. La falta de noticias permitió circular las versiones de que se estaba frente a una
revolución maximalista, por lo que la Liga Patriótica Argentina lanzó a la calle jóvenes armados (las
"guardias blancas") que se dedicaron a masacrar trabajadores.

Los enfrentamientos se sucedieron durante varios días. Para los conservadores y nacionalistas, los
maximalistas eran rusos y, por entonces, se les llamaba "rusos" a los judíos, lo que desembocó en
ataques a los barrios donde se agrupaba la colectividad hebrea. A esa altura de los acontecimientos,
las dos centrales obreras: la FORA (anarquista) y la UGT (socialista) habían declarado el paro
general.

El gobierno declaró el estado de sitio y Buenos Aires fue puesta bajo las órdenes del coronel Luis
Dellepiane. Pero el Senado se negó a considerar el estado de sitio al trascender las exageraciones
que se habían difundido acerca de los objetivos del movimiento. Según datos del diario "La
Vanguardia", se registraron más de 700 muertos y 4000 heridos.
Finalmente, la mediación del gobierno determinó que se acordaran aumentos de entre el 20 y el 40%
a los trabajadores y fueran liberados muchos dirigentes presos.

El otro episodio que puso en tela de juicio las relaciones del gobierno de Yrigoyen con el movimiento
obrero se conoce con el nombre de "La Patagonia rebelde".

La "Patagonia rebelde" es el título de una película realizada en 1973, basada en la obra del
investigador Osvaldo Bayer. Narra los hechos que tuvieron lugar en la Patagonia entre noviembre de
1920 y enero de 1922, cuando se produjeron huelgas obreras en reclamo de un mejoramiento en las
condiciones de trabajo y aumento de salarios.

De acuerdo con Bayer, la falta de compradores para la lana acumulada durante la guerra, originó
una crisis que afectó a los estancieros, comerciantes y peones. Los trabajadores, que vivían y
trabajaban en condiciones inhumanas ante la falta de pago y de trabajo, ocuparon estancias y
tomaron rehenes. Las presiones de los terratenientes decidieron al gobierno a enviar al teniente
coronel Benigno Varela, al frente del 10º Regimiento de Caballería, con escasas instrucciones
("Cumpla con su deber", "Ponga orden").

Después de una etapa de negociaciones, en la que se logró satisfacer las aspiraciones de los
trabajadores, el incumplimiento de los compromisos por parte de los propietarios, determinó el
reinicio de la lucha, ahora con violencias y crímenes por ambas partes. La represión indiscriminada
por parte del Ejército arrojó alrededor de 1500 muertos.

Según José María Rosa, muchas causas intervinieron en la tragedia de Santa Cruz:

Las condiciones de trabajo en las estancias del territorio.

El despertar de una conciencia sindicalista, orientada por dirigentes anarquistas. El español Antonio
Soto era el secretario general de la Sociedad Obrera de Río Gallegos, que aglutinaba a estibadores,
mozos de hotel, mecónicos, dependientes de comercio, obreros de los frigoríficos y peones rurales.

Que el anarquismo de los dirigentes obreros permitió a los patrones defender sus intereses con el
pretexto de estar defendiendo "la patria". Otro tanto aconteció con los militares, acuciados además
por las versiones de que Chile se hallaba detrás del conflicto.

La participación de bandas de ex presidiarios de Ushuaia que aprovecharon el desorden para


cometer robos y tropelías.
Las exageraciones de la prensa de Buenos Aires respecto de las acciones de los trabajadores.

La principal de todas: la carencia de una política obrerista definida en el gobierno de Yrigoyen, que
transcurrió de un paternalismo excesivamente complaciente a una represión sin misericordia.

En lo que se refiere a la política social de Yrigoyen podemos agregar:

El proyecto de Ley de descanso dominical.

El proyecto de Ley de trabajo domiciliario de la mujer.

También presentó el Poder Ejecutivo otros proyectos: Ley de conciliación y arbitraje en los conflictos
sociales, Ley de asociaciones profesionales y contratos colectivos, Ley de creación de las juntas
arbitrales de trabajo agrícola, Ley de defensa de la población obrera en los territorios nacionales y un
Código de Trabajo. Sin embargo, ninguna logró vencer la oposición parlamentaria.

Punto 3.

Superada la crisis de popularidad que le acarrearon hechos como la "Semana trágica", la UCR llegó
fortalecida a las elecciones presidenciales de 1922.

El resto de los partidos políticos se preparó del siguiente modo:

Los diversos partidos conservadores (restos del antiguo PAN), bajo el nombre de Concentración
Nacional, proclamaron la fórmula: Norberto Piñero-Rafael Núñez.

Los socialistas, que acababan de sufrir la escisión que dio origen al Partido Comunista, llevaron a:
Nicolás Repetto-Antonio de Tomaso.

Los demócratas progresistas, que no quisieron unirse a los conservadores como venían haciéndolo
últimamente, presentaron a: Carlos Ibarguren-Francisco Correa.

Durante un período prolongado, los radicales -y la opinión pública en general- aguardaron la media
palabra de Hipólito Yrigoyen respecto de las candidaturas de la UCR. Finalmente, poco antes de la
reunión de la convención nacional partidaria, el presidente recibió uno por uno a los convencionales,
dándoles la palabra entera: "voten a Marcelo y Elpidio".

Así, quedó consagrada la fórmula Marcelo Torcuato de Alvear-Elpidio González, que triunfaría
claramente en los comicios de abril de 1922. Alvear era un radical de la primera hora, nieto del
general Carlos María de Alvear e hijo de Torcuato de Alvear, primer intendente de Buenos Aires. En
el momento de triunfar en las elecciones, Alvear se hallaba en París.

No obstante, comenzaban a dibujarse los signos de una próxima ruptura de la UCR. Miguel
Laurencena, caudillo radical de Entre Ríos, opuesto a lo que comenzaba a llamarse "personalismo"
de Yrigoyen, fundó la UCR Principista, presentándose separado a las elecciones.

La bonanza económica:

La gestión de Alvear se vio beneficiada por la terminación de la crisis inter- nacional de pos-guerra,
lo que derivó en grandes ganancias a partir de la venta de productos agropecuarios. Por entonces,
se tuvo la visión falsa de que aquella prosperidad sería indefinida, al considerarse a la Argentina "el
granero del mundo".

Llegaron capitales extranjeros para invertir en nuestro país, especialmente norteamericanos,


alarmando a los británicos dominadores hasta entonces del mercado argentino. En ese contexto
deben inscribirse las "guerras de frigoríficos", entre establecimientos norteamericanos, británicos y
nacionales. El comercio con EEUU aumentó, pero el país del norte no adquiría los productos
agropecuarios argentinos, lo que originó la idea de "comprar a quien nos compra", una mera
formulación propagandística, ya que siguió siendo imprescindible importar artículos
norteamericanos, en razón de que los británicos eran escasos y de mala calidad.

Aunque la moneda fue saneada y el país gozó de crédito ilimitado, la falta de conciencia de la
dirigencia y la resistencia interpuesta por el agro y el comercio de importación hicieron perder la
oportunidad ofrecida por la guerra para impulsar el desarrollo industrial del país. Esa época arrojó
también uno de los mejores saldos en materia de inmigración.

Durante el período 1922-1928:

Se organizaron las cajas de jubilación (maestros y bancarios) y previsión social; fue reglamentado el
trabajo de mujeres y menores y se impuso el pago de los salarios en moneda nacional y no en vales.

Se creó la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), puesta bajo la dirección del
general Enrique Mosconi.

Fueron modernizadas algunas unidades de la armada y se creó la base de submarinos de Mar del
Plata.

Se creó la Destilería de La Plata.


Ruptura en la UCR:

Desde el momento mismo de la asunción de Alvear pareció evidenciarse la intención de Yrigoyen de


continuar ejerciendo la dirección política. Se habló del intento de crear un "gobierno paralelo", lo que
molestó al presidente.

A partir de ese momento, sin producirse una ruptura clara, se registraron hechos y actitudes que
ponían de manifiesto el distanciamiento entre ambas figuras. Alvear, dejando en claro sus
diferencias de estilo (inaugurando con un discurso el período de sesiones del Congreso o
presentándose ante él con todo su gabinete a propósito de una interpelación al ministro de
Hacienda). Yrigoyen, o mejor el "yrigoyenismo", criticando a través de la prensa partidaria los
intentos del presidente de mejorar sus relaciones con los conservadores o la presencia en el entorno
presidencial y el gabinete de muchos radicales "azules" (radicales de ideas conservadoras,
generalmente pertenecientes a la aristocracia o la alta clase media, fuertes en la Capital Federal).

Se ha conjeturado que Yrigoyen confiaba en que la escasa voluntad de Alvear frente a las
dificultades y su inclinación por la vida descansada lo llevarían a dejar el gobierno. Para eso, el líder
radical había señalado a Elpidio González, hombre de su mayor confianza, como vice-presidente.
Alvear respondería no delegando nunca el gobierno en González que, por su parte, dejó de ejercer
la presidencia del Senado. Los manejos de algunos hombres de Alvear con los conservadores, para
neutralizar a González, pusieron en boga la expresión "contubernio".

Para 1924, la fractura de la UCR era un hecho. No era una cuestión de ideas o de políticas. La
división se estableció a partir de reconocer o no el liderazgo de Hipólito Yrigoyen.

UCR "personalista": reconocía el liderazgo indiscutido del caudillo. Su fuerza estaba en la provincia
de Buenos Aires y la integraban unos pocos de los viejos dirigentes radicales, algunos jóvenes y la
mayoría del pueblo. Se los llamaba "peludos".

UCR "anti-personalista": constituía la estructura del partido, integrada por la mayoría de los viejos
dirigentes, los radicales "azules" y algunos caudillos provinciales, como Laurencena en Entre Ríos,
Lencinas en Mendoza y Cantoni en San Juan. Decían basarse en la "impersonalidad" sostenida por
Alem. Se los llamaba "galeritas".
Durante el transcurso del año 1925 se produjo un apaciguamiento entre ambas fracciones,
preocupadas porque la división radical había facilitado la victoria de los conservadores en Córdoba.
Pero el intento de acercamiento se enfrió y un manifiesto de los antipersonalistas ("personalismo" es
traición) selló definitivamente la ruptura.

Para los antipersonalistas resultaba vital dominar la provincia de Buenos Aires -bastión yrigoyenista-;
pero Alvear no se atrevió a intervenirla con el pre- texto (ofrecido por los socialistas) de un irregular
manejo del tema de los casinos. Finalmente, no les quedó otra alternativa que oficializar el
contubernio con los conservadores que, unidos en un Frente Ùnico, decidieron apoyar la fórmula de
la UCR antipersonalista: Leopoldo Melo-Vicente Gallo.

No obstante el despliegue propagandístico a favor de la fórmula oficial, que Alvear apoyaba


explícitamente, en las elecciones realizadas en varias provincias comenzó a crecer como "una bola
de nieve" el yrigoyenismo.

Por entonces, comenzaron a manejarse versiones sobre un eventual golpe militar a cargo del
ministro de Guerra, Agutín P. Justo. No obstante, el golpe no encontró ambiente favorable entre los
militares

Cuando llegaron las elecciones presidenciales, la fórmula Hipólito Yrigoyen- Francisco Beiró triunfó
sobre Melo-Gallo por 400 mil votos. Habiendo fallecido Beiró, los colegios electorales eligieron a
Enrique Martínez como segundo de Yrigoyen.

Punto 4.

El fin del sistema del imperialismo colonialista:

Entre 1871 (Guerra franco-prusiana) y 1914 (Primera Guerra Mundial) se desarrolló una
desenfrenada carrera de las grandes potencias por construir imperios, como método de dominación
de los recursos destinados a satisfacer las necesidades de un capitalismo en progresiva expansión.

Hacia 1914, el reparto y la ocupación de África habían concluido y también estaba bajo el control
político o económico de las potencias la mayor parte de Asia. Sin embargo, la Primera Guerra
Mundial -originada entre otros factores por la lucha interimperialista- provocó algunos
reacomodamientos en el mundo colonial.

La firma del Tratado de Versalles (1919) obligó a la derrotada Alemania a entregar sus colonias a
Gran Bretaña y Francia; otro tanto aconteció con los países árabes que habían integrado el
desmembrado Imperio Otomano.

A partir de fines del siglo XIX, el imperialismo se caracterizó sobre todo por la dominación económica
impuesta por las grandes potencias sobre naciones más pobres, ya que la dominación política cada
vez originó mayores resistencias. Especialmente durante la posguerra, en los países subordinados,
surgieron algunos movimientos nacionalistas, acicateados por el empobrecimiento de los pueblos, la
explotación de sus trabajadores y la presión de los impuestos para sostener las administraciones
coloniales.

En 1900 había estallado la rebelión de los "boxers" en China contra la presencia extranjera y
Holanda ya había tenido que afrontar rebeliones en las Indias Orientales a fines del siglo XIX. A
consecuencia de la crisis mundial de 1930, aquella resistencia se extendió a la India y Birmania (bajo
dominio británico), a Indochina (bajo dominio francés) y Filipinas (bajo dominio estadounidense).

La crisis de 1929:

El empeño de la economía mundial de posguerra se centró en la urgencia por la reconstrucción de


Europa. Ésta se realizó sobre la base ficticia de la financiación de unos Estados Unidos lanzados a
la superproducción industrial.

La prosperidad material que alcanzaría EEUU durante los años '20 escondía una injusta distribución
de la riqueza, que llevaría en breve a una tremenda crisis de superproducción. Efectivamente, para
una utilidad general de 10 mil millones de dólares, entre 1918 y 1929, sólo 600 millones revirtieron
en los sectores populares, reduciendo la capacidad de consumo y llevando aceleradamente a la
industria norteamericana por el camino de la superproducción. Esta desequilibrada distribución de
los ingresos afirmó la tendencia a la consolidación de los monopolios en las diversas ramas de la
industria: la Standard Oil en el petróleo, la Ford y la General Motors en los automotores, la RCA en
la radiotelefonía y, fuera de los EEUU, la Royal Dutch-Shell y Imperial Chemical Limitada.

La standarización de la producción industrial se generalizó aún más, lo que permitió una continua
multiplicación de los productos, y la división internacional del trabajo se afirmó en condiciones más
duras y extremas, llevando a las economías dependientes por el duro camino del monocultivo.
El notable crecimiento económico hizo pensar a economistas y políticos que se había iniciado una
nueva era para el capitalismo, sin las bruscas crisis cíclicas, con sus períodos de alzas y bajas. Esta
confianza se tradujo en la compra, por parte de un gran número de personas, de acciones de las
empresas industriales. Hacia la Bolsa de Valores de Nueva York (Wall Street) -el nuevo centro de la
economía mundial- afluían capitales de todo el mundo. La compra casi desenfrenada de acciones
entre 1927 y 1929 creció un 89%.

Sin embargo, la producción industrial en esos años sólo había crecido un 13%. Aunque la
especulación financiera permitía ganar mucho dinero en poco tiempo, el precio de las acciones
estaba muy por encima del crecimiento real de las empresas. Este desfase fue uno de los factores
que preanunciaron la crisis.

El 29 de octubre de 1929 -el jueves negro- se desató una ola de pánico en la Bolsa de Nueva York.
En pocas horas fueron vendidos 13 millones de acciones y se evaporaron las ganancias obtenidas
por las empresas en los años de crecimiento.

Este hecho desató una crisis en el sistema capitalista internacional, de una gravedad hasta entonces
desconocida. Entre 1930 y 1932 se extendió un período que fue conocido como la Gran Depresión.
Las consecuencias de la crisis en los EEUU fueron:

 La caída del consumo, originada por el descenso abrupto del poder adquisitivo de la mayor
parte de la población.

 El cierre de empresas que no podían vender su producción.

 La quiebra de bancos, producida porque los ahorristas retiraban sus fondos.

 El aumento de la desocupación.

Naturalmente, la crisis en la primera potencia industrial repercutió en todo el mundo. EEUU dejó de
importar y con ello, transfirió la crisis a las demás naciones. En 1936, el economista británico John
Maynard Keynes expuso en su obra "Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero" una
nueva visión del capitalismo. Según el "keynesianismo", la economía ya no funcionaba según los
principios clásicos y, por lo tanto, no se podía salir de la crisis a partir de la acción automática de las
fuerzas del mercado. Sólo la acción del Estado corregiría la situación, haciendo retornar a la
economía al pleno empleo.
Repercusión en la economía argentina:

La extrema lentitud en la resolución de los problemas que planteaba la administración del país había
sido una de las notas distintivas de la gestión de Hipólito Yrigoyen durante su primera presidencia.
En la segunda, esa característica adquirió un nivel casi patológico. Todo debía ser resuelto y
decidido por el presidente, que dedicaba al estudio de cada caso un tiempo interminable. Así, los
expedientes se amontonaban, las vacantes no se cubrían y la parálisis ganaba vastos sectores de la
administración general. Para peor, la salud del presidente no era buena y se fatigaba, lo que
intentaba remediar concediendo innumerables audiencias, que sólo servían para postergar
decisiones.

La nacionalización del petróleo había sido uno de los slogans de la campaña electoral del
Yrigoyenismo. En realidad, la Ley de nacionalización del petróleo, promovida por los legisladores del
"personalismo", había sido aprobada dificultosamente en 1927 en Diputados, aunque el Senado no
la había tratado. Ahora, con Yrigoyen otra vez en el poder, los seguidores del caudillo volvieron a la
carga, procurando completar aquella ley con la expropiación, con indemnización, a los particulares y
sin indemnización a los permisos de cateo no cumplidos. Volvió a ser aprobada en Diputados y,
nuevamente, el Senado -donde Yrigoyen no tenía mayoría- no la trató.

Yrigoyen había mantenido al general Mosconi al frente de YPF, convencido de la conveniencia de


convertirla en una empresa estatal. Pero, al margen de la cuestión de la soberanía argentina sobre
sus hidrocarburos, existía la posibilidad de generar una nueva fuente de empleos, tema vital para la
adhesión de la clase media a la UCR.

En 1929, se supo que una empresa soviética -la Yuyamtorg- ofrecía la posibilidad de un acuerdo con
la Argentina, para vender nafta a bajo precio a cambio de toros de pedigree y tanino. Aquel acuerdo
liberaría al país de su dependencia de Standard Oil y Royal Dutch para abastecer al consumo
interno y de la posibilidad de represalias ante la ley de nacionalización y expropiación. La habitual
demora en las decisiones, retardó la firma del acuerdo, que quedó sin efecto a partir del golpe del 6
de setiembre de 19 30, del que alguien dijo "tenía olor a petróleo".

La crisis económica mundial tuvo rápidas repercusiones en la Argentina. Los ingresos de Aduana
disminuyeron debido a la contracción del comercio internacional. Se sucedieron numerosas quiebras
de empresas y comercios. El peso moneda nacional perdió valor, disminuyeron las exportaciones y
las importaciones, y esto fue acompañado por una disminución de los salarios y por una elevada
desocupación.

Los problemas económicos y financieros que originó la crisis y la política de endeudamiento externo,
que inició el gobierno para asegurar su posición, terminaron por enfrentarlo con todos los grupos
sociales que lo habían apoyado. El derrumbe de la adhesión de las clases medias fue consecuencia
de la disminución del gasto público, el atraso en el pago de salarios y el despido de algunos agentes
de la administración.

Las principales entidades que agrupaban a los terratenientes y a los exportadores se aliaron contra
Yrigoyen y buscaron el apoyo de los grupos descontentos del Ejército.

La acción opositora y el golpe de Estado de 1930:

La ineficacia del gobierno, unida a los efectos de la crisis, desataron a un año del arrollador triunfo
del Yrigoyenismo un alud de críticas opositoras, al que iban agregándose cada día nuevos actores.

A los editoriales de "La Prensa", "La Nación" y "Crítica", se unió la prédica destructiva de
conservadores, antipersonalistas y socialistas (el socialismo había sufrido una nueva escisión y los
separados -socialistas independientes- fueron los mayores sostenedores del anti-Yrigoyenismo),
denunciando corruptelas, sobornos y coimas, que nadie probaba.

La primera medida del segundo gobierno de Yrigoyen había sido la intervención a las provincias de
Mendoza y San Juan, controladas por caudillos hostiles al "Peludo" (Carlos Washington Lencinas y
Federico Cantoni, respectivamente). Pero el accionar de las intervenciones sólo había servido para
re- cordar los procederes del "régimen", incluído el fraude electoral. Para colmo, Lencinas fue
asesinado y toda la oposición atribuyó el crimen a una orden de Yrigoyen.

A este cúmulo de opositores se sumó la derecha nacionalista:

Manuel Carlés volvió a reorganizar la "Liga Patriótica", ahora con el objetivo de "defender el orden
constitucional".

El semanario "Nueva República", influido por el fascismo italiano y el ascendente nacionalsocialismo


alemán, que se pronunciaba en contra de la democracia, argumentando que "el hecho de gozar del
auspicio de la mayoría, no aseguraba la infalibilidad, ni siquiera la eficacia...".
La influencia de Leopoldo Lugones que hablaba de "la hora de la espada" y que se manifestaba
anti-liberal, a diferencia de conservadores, antipersonalistas y socialistas.

La "Liga Republicana" de Roberto de Laferrere, de intensa agitación callejera.

También en el ámbito militar, comenzaron a existir movimientos contrarios al gobierno. En el Ejército,


sólo una minoría apoyaba a Yrigoyen, encabezada por el general Dellepiane. La mayoría de la
oficialidad le era adversa; se dividían entre consevadores, liderados por Agustín P. Justo, y
nacionalistas, liderados por José Félix Uriburu.

Los anti-yrigoyenistas formaron la Logia General San Martín para canalizar sus presiones;
teóricamente, tenían como objetivo mantener a los militares apartados de la política, pero en realidad
su acción evidenciaba el creciente poder del sector. Finalmente, el general Uriburu organizó la
Legión de Mayo, una sociedad paramilitar, sin definición ideológica, pero también contraria a
Yrigoyen.

Con el transcurrir de los meses, la oposición se vio incrementada con el aporte de los estudiantes
universitarios, liderados por el decano de la Facul- tad de Derecho, Alfredo Palacios y otra figura del
socialismo, Carlos Sánchez Viamonte, autor del libro "El Ùltimo Caudillo", donde se auguraba que
con la caída de Yrigoyen el país entraría definitivamente en la adultez.

Entre las acusaciones nunca probadas contra el Yrigoyenismo figuró la de haber organizado un
grupo de choque destinado a defender al gobierno: el Klan Radical (denominación tomada del Ku-
Klux- Klan de los EEUU). A este supuesto grupo se le atribuyeron todos los hechos de violencia
perpetrados por entonces, llamándoselo la "mazorca" del "tirano".

Desde tiempo atrás, los generales retirados Uriburu y Justo preparaban el golpe para derrocar al
gobierno, sin poder asegurarse suficientes adhesioones. Pero, el clima de la opinión pública y los
desórdenes callejeros los favorecían. Entre el 1 y el 6 de setiembre de 1930 la tensión creció, pero el
presidente se negó sistemáticamente a reprimir o hacer detener a los más comprometidos, lo que
llevó a la renuncia del ministro de Guerra, general Dellepiane. Yrigoyen, enfermo, no sólo se negaba
a renunciar, tampoco quería delegar el mando. Finalmente, convencido por sus médicos, delegó el
mando en el vicepresidente Enrique Martínez, que declaró el estado de sitio.

El 6, Uriburu y Justo, al frente del Colegio Militar y pocos soldados más, iniciaron la marcha desde
San Martín hasta la Capital Federal. Sólo respondió la base aérea del Palomar, cuyo aviones
arrojaron proclamas revolucionarias sobre Buenos Aires. Aunque formada por pocos militares, la
columna revolucionaria se agrandaba continuamente por la incorporación de civiles.

Salvo un sorpresivo tiroteo en la plaza del Congreso, las tropas llegaron sin inconvenientes a la
Casa de Gobierno, en medio de una multitud. Allí, Uriburu exigió y obtuvo la renuncia de Enrique
Martínez, que aún permanecía en su despacho.

Mientras tanto, Yrigoyen accedió a los requerimientos de sus amigos y se dirigió a La Plata, poco
antes de que el populacho asaltara su casa. En el Regimiento 7º de Infantería firmó su renuncia.
Poco después sería trasladado a la isla Martín García, donde permaneció hasta febrero de 1932,
cuando el gobierno revolucionario dispuso su indulto. Falleció en Buenos Aires en julio de 1933.

Punto 5.

Desde el despacho presidencial, Uriburu telegrafió a los jefes de las distintas guarniciones militares,
obteniendo la adhesión de todos ellos. La declaración del estado de sitio para la Capital Federal,
hecha por Enrique Martínez el día 5 y ampliada a todo el país el día 6, fue complementada por
Uriburu con el establecimiento de la ley marcial.

ESTADO DE SITIO: suspensión de las garantías constitucionales, aunque el Presidente no podrá


condenar ni aplicar penas; sólo podrá arrestar a las personas o trasladarlas de un lugar a otro, si
ellas no prefiriesen salir fuera del territorio argentino. El estado de sitio no excluye ni limita el
funcionamiento de los tribunales ordinarios y federales, ni amplía las atribuciones de la justicia
militar.

LEY MARCIAL: determina el sometimiento de los habitantes a la jurisdicción exclusiva de los


tribunales militares.

A continuación, el presidente provisional dispuso la disolución del Congreso, declaró en comisión al


Poder Judicial (podía remover a los jueces sin juicio político) y ordenó a los jefes militares
distribuidos en las guarniciones de las provincias o territorios nacionales que se hicieran cargo de los
respectivos gobiernos (con excepción de Entre Ríos y San Luis).

El día 10 de setiembre, la Corte Suprema de Justicia de la Nación intentó legalizar el gobierno de


facto a través de una acordada:
Aducía razones de "orden público", reconociendo a las nuevas autoridades como un "gobierno de
hecho" y dando validez a sus actos "cualquiera pueda ser el vicio de sus nombramientos o de su
elección".

En el Ejército predominaba la concepción del general Riccheri, absolutamente "profesional", que se


jactaba de no haber pertenecido jamás a partido alguno, ya que el suyo era el partido militar. No
obstante, los jefes del golpe del 6 de setiembre -Uriburu y Justo- habían tenido actuación política.

José Félix Uriburu no se preocupaba excesivamente por la Constitución, ya que su intención era
modificar el sistema parlamentario representativo por uno corporativista: quienes estuvieran en el
Congreso deberían ser delegados de las "fuerzas vivas de la Nación" (es decir, ya no surgiría su
nominación de los partidos políticos, sino que debían ser propuestos por los grupos de poder que el
gobierno considerase importantes -Ejército, Iglesia, empresas, sindicatos-. Es decir, quería
reemplazar el demoliberalismo por el fascismo; sin embargo no tuvo apoyo suficiente para
imponerlo.

Agustín P. Justo se inclinaba -como los sectores oligárquicos y los antiguos partidos políticos- por
retornar a la tradicional organización política republicana, basada en los principios del liberalismo
conservador. Tenía gran influencia entre los altos mandos de la oficialidad.

Cuando Uriburu pensó que el radicalismo ya no tenía suficientes adeptos, convocó a elecciones
libres para elegir gobernadores, en abril de 1931. Se equivocó, pues triunfó la UCR.

Uriburu anuló los comicios, pues consideró que no había liderado el golpe contra Yrigoyen para
admitir nuevamente a los radicales en el gobierno, aunque fuera en el provincial. Es por ello que, al
convocar más tarde a nuevas elecciones -esta vez presidenciales-, vetó el nombre de Marcelo T. de
Alvear y se preocupó de asegurar los resultados por medio del fraude.

Durante su gobierno:

 Los jueces opositores fueron exonerados.


 Los militares participantes en el golpe fueron ascendidos, en tanto los partidarios de la
legalidad eran castigados con prisión y la destitución.

 El estado de sitio se extendió por un año y medio; se implantó la ley marcial, reinstalándose la
pena de muerte (se fusiló a los anarquistas Di Giovanni y Scarfó).

 Fueron clausurados diarios y se puso en prisión al director del periódico "Crítica", Natalio
Botana.

 A los opositores se los castigó con la cárcel, que muchas veces incluía torturas. Se
deportaron ciudadanos (Se volvió célebre la Sección Especial de la Policía, a cargo de
Leopoldo Lugones, hijo).

 Se intervinieron casi todas las provincias, caducando los tres poderes en las mismas.

 Fueron intervenidas las Universidades, reduciendo su presupuesto y nombrando profesores


por decreto.

 Permitió y estimuló la creación de la Legión Cívica, una fuerza armada de particulares, a


quienes garantizó instrucción militar y armamento y actuaba en la represión de las protestas
obreras y en la implementación del fraude electoral.

Las elecciones de 1932:

Los partidos contrarios a Yrigoyen -conservadores o demócratas, socialistas independientes y


radicales antipersonalistas- pensaron encaramarse al triunfo del golpe del 6 de setiembre y
convertirse en herederos del gobierno provisional cuando se normalizase la situación política.

No hallaron eco en Uriburu, que hubiera preferido a su amigo Lisandro de la Torre. Pero el jefe de
los demócratas progresistas le volvió la espalda. Por otra parte, Uriburu repitió varias veces que la
revolución no se había hecho para los partidos políticos y postergaba el anuncio de las elecciones
presidenciales.

Pero, después de la derrota electoral de 1931, Uriburu perdió su optimismo y su seguridad y enfermó
de gravedad. Es posible que también fuera presiona- do por sectores militares que respondían a
Justo.

Éste, moviéndose con gran habilidad, ganaba adeptos en el Ejército y, además, era señalado por los
partidos que integrarían la Concordancia, como el candidato natural a la presidencia. Pero Justo, no
obstante las muestras de amistad mutuas, sabía que Alvear era un enemigo potencial a sus
aspiraciones presidenciales. Por eso, no es aventurado suponer que estuvo detrás del intento
revolucionario del coronel Pomar (yrigoyenista) en Corrientes, en ju- lio de 1931.

Derrotado Pomar, el radicalismo en pleno sufrió las consecuencias (destierros, proscripciones,


prisiones). Justo, se convirtió entonces en el candidato del gobierno.

Llegadas las elecciones, triunfó la Concordancia (demócratas, socialistas independientes y algunos


radicales) que postulaba la fórmula Agustín P. Justo- Julio Roca. Se le opuso la fórmula de la
Alianza Civil (demócratas progresistas y socialistas) integrada por Lisandro de la Torre-Nicolás
Repetto. La UCR resolvió abstenerse cuando el gobierno provisional vetó los dos nombres que
presentaba: Marcelo T. de Alvear-Adolfo Güemes.

El fraude electoral:

En 1931, la oligarquía impulsó la convocatoria a elecciones generales en todo el país, pero para
asegurarse el control de la situación, y evitar que el radicalismo volviera a triunfar, impusieron hasta
1943 la práctica sistemática del fraude electoral y la persecución a los opositores. Los demócratas o
con- servadores lo llamaron "fraude patriótico", porque entendían que el objetivo de "salvar a la
Patria" justificaba el uso de métodos ilegales. El secuestro de libretas de enrolamiento, la expulsión
de veedores de la oposición en los comicios, el voto ilegítimo -utilizando los documentos de
personas fallecidas- y la intimidación fueron algunos de los recursos que utilizaron los gobiernos
conservadores durante la llamada década infame. El socialista independiente Federico Pinedo, luego
ministro de Hacienda de Justo, aseguraba que "fue tal la violación del sufragio en 1932 que más que
de fraude corresponde calificarla de negación del sufragio".

La postura de la UCR:

En la UCR se enfrentaban dos posturas:

a. Los que seguían a Alvear, inclinado a participar en las elecciones, por considerar que al
abstenerse un partido político perdía su razón de ser.

b. Los abstencionistas, que no querían legitimar al régimen fraudulento integrando las


instituciones del Estado.
Yrigoyen murió en julio de 1933 y entonces, Alvear fue jefe indiscutido del partido. Pero, la
reorganización de la UCR se vio interrumpida por hechos que permitieron al gobierno de Justo
interrumpirla. En efecto, en dos ocasiones toda la dirigencia radical se vio comprometida en intentos
revolucionarios. La primera vez -aún vivía Yrigoyen- , el movimiento dirigido por el teniente coronel
Atilio Cattáneo fue descubierto antes de estallar. Más tarde, fue el intento del coronel Francisco
Bosch, al que se sumaron Pomar (desde el destierro) y Cattáneo (desde la cárcel), y que tuvo su
teatro principal en Corrientes. En ambas ocasiones, la conducción de la UCR -que conocía aquellos
proyectos- pagó con el destierro o la detención en Martín García y Ushuaia.

En enero de 1935, finalmente, la UCR decidió abandonar la postura abstencionista. Se sostiene que
no fueron ajenos a esa decisión los intereses británicos. Por entonces, el gobierno de Justo estaba
listo para sancionar una serie de leyes bancarias que consolidaban el dominio británico sobre la
economía argentina y era preciso que todo el espectro político convalidara al régimen. De este
modo, la UCR, conducida por Alvear, legitimaba al gobierno del "fraude", convirtiéndose en una
oposición discreta y cómplice.

No todos los radicales aceptaron aquella situación, destacándose dos grupos:

La Intransigencia: representaba una concepción nacionalista e izquierdista, liderada por el médico


cordobés Amadeo Sabattini (caudillo de la "pampa gringa"), Moisés Lebensohn y Crisólogo Larralde.
En su programa figuraban la Reforma Agraria, la nacionalización del Petróleo y más tarde, la Justicia
Social (a partir de la influencia de Larralde en los ámbitos del movimiento obrero).

FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina): integrada por jóvenes radicales que
sostenían: "Somos una Argentina colonial: queremos ser una Argentina libre". Se manifestaban
nacionalistas, anti-imperialistas y neutralistas frente a los conflictos entre las grandes potencias. La
integraban figuras como Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Atilio García Mellid, Homero
Manzione (Manzi).

La Democracia Progresista. Lisandro de la Torre:

Lisandro de la Torre, radical disidente, creó la Liga del Sur, un movimiento santafesino que apoyaba
los reclamos de los arrendatarios y pequeños propietarios del sur de Santa Fé. Proponían reformas
importantes a las instituciones, como el régimen comunal autónomo y el voto de los extranjeros.
Sobre la base de la Liga, de la Torre creó el Partido Demócrata Progresista, que incluía en su
plataforma la protección de la industria nacional, el desarrollo de la marina mercante y la
organización del comercio de exportación bajo control del Estado.

Con apreciable caudal electoral en Santa Fé y la Capital Federal, el Partido Demócrata Progresista,
unido al Partido Socialista, conformó la Alianza Civil, que constituyó la oposición al gobierno de
Justo.

El movimiento obrero:

Hacia 1930, en el movimiento obrero se diferenciaban dos sectores:

• Por un lado, el sector apolítico que se apoyaba en los sindicatos y que no creía en la eficacia
de los partidos obreros, representado por la USA (sindicalista) y la FORA (anarquista).

• Por el otro, el sector político que sostenía la necesidad de organizar partidos obreros para
luchar por la defensa de los intereses de los trabajadores. En esta línea estaban la COA
(socialista) y la CUSA (comunista).

A pesar de sus diferencias ideológicas, en 1930, la Confederación Obrera Argentina (COA) y la


Unión Sindical Argentina (USA) se unificaron y organizaron la Confederación General del Trabajo
(CGT), que resolvió la absoluta independencia política.

Así, al producirse el golpe del 6 de setiembre, la CGT se mantuvo prescindente, pero días después,
el secretario general mandó en nombre del comité central una nota de apoyo al general Uriburu.

Punto 5.

La gran expansión de la economía argentina, desde mediados del siglo XIX hasta 1930, fue
principalmente producto de su carácter complementario con la economía británica. Esta
complementariedad fue la causa del comercio y de las cuantiosas inversiones de capital realizadas
por los británicos en el país. Durante la década de 1920, Los saldos del comercio con Gran Bretaña
eran favorables para la Argentina, al contrario de lo que sucedía con Estados Unidos.

Si bien la Primera Guerra Mundial había permitido cierta sustitución de industrias y había promovido
el debate sobre la necesidad del control nacional de los pozos de petróleo, de la creación de una
marina mercante, del establecimiento de tarifas para promover la industrialización y del control de las
exportaciones más importantes, la prosperidad de los años '20 provocó que fueran pocos los que se
manifestaran en contra de la dependencia del mercado británico.

Consecuentemente, para la política argentina, la relación más importante era la que se mantenía con
Gran Bretaña y la labor de la cancillería estaba dirigida a evitar interferencias en la misma. Esto se
tradujo, incluso, en la oposición a cualquier organización hemisférica que pudiera colocar a la
Argentina en situación de subordinación a otra nación o conjunto de naciones, lesionando de esa
manera la relación con Gran Bretaña. Dicha oposición llevó al gobierno argentino a impugnar las
iniciativas de EEUU en las cuestiones panamericanas.

La situación cambiaría dramáticamente a partir de la crisis de 1929-1930.

EFECTOS DE LA CRISIS DE 1929-30 EN GRAN GRETAÑA

Declinación de las industrias metalúrgicas, textiles y de extracción del carbón.

Descenso del consumo y desocupación.

Se abandona el laissez faire, sustituído por el dirigismo estatal.

Se reducen gastos y se crean fuertes impuestos al capital y a la renta

Se abandona el patrón oro.

Los Dominios británicos trataron de manejarse en forma autónoma para defender sus economías
afectadas por la crisis de la metrópoli. Para salvar las apariencias del Imperio, el Parlamento aprobó
en 1931 el Estatuto de West- minster, que creaba la "Comunidad Británica de Naciones" (British
Common- wealth of Nations): un conjunto de comunidades autónomas, unidas por su común
fidelidad a la Corona (Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Irlanda y
Terranova).

En 1930 había manifestado sir Malcolm Robertson, ex-embajador en la Argentina: "Un país que no
pertenece al Imperio debe considerarse parte de él. Este país es la Argentina... donde hay entre 500
y 600 millones de libras in- vertidas, 25.000 km. de ferrocarriles, líneas de tranvías, empresas
hidráulicas, gasómetros, frigoríficos, estancias, puertos..."

Por iniciativa del primer ministro de Australia, se reunió en Ottawa un congreso imperial, en 1932. El
lema de la reunión fue: "primero la producción lo- cal, después la del Imperio y último los
extranjeros". El resumen de los acuerdos alcanzados fue:

Mayor intercambio comercial dentro del Imperio.

Derechos prohibitivos a las manufacturas extranjeras.

El Reino Unido adquiriría, de preferencia, la carne y el trigo en los Dominios.

Los Dominios protegerían sus industrias con trabas "razonables" a la competencia de la metrópoli.

Los acuerdos de Ottawa generaron una gran inquietud en la oligarquía a- gro-exportadora argentina.
Sin embargo, no eran más que un instrumento de presión de los británicos (la exportación de carne
enfriada (chilled beef) a Gran Bretaña no era posible desde Australia y Nva. Zelanda y Canadá y
Sudáfrica carecían de ganado de calidad), destinado a conseguir ventajas de todo tipo en la
Argentina.

El Pacto Roca-Runciman:

En mayo de 1933, el vicepresidente argentino, Julio Roca, suscribió en Londres con el ministro de
Comercio británico, Walter Runciman, un acuerdo que el Parlamento británico aprobaría sin debate.

PACTO ROCA-RUNCIMAN

Argentina se aseguraba una cuota de importación no inferior a 390.000 toneladas anuales de chilled
beef, aunque Gran Bretaña se reservaba el derecho de restringir sus compras cuando lo creyere
conveniente.

El 85% de dichas exportaciones debían realizarse a través de frigoríficos extranjeros. El 15%


restante sería exportado por empresas argentinas, pero serían colocadas en el mercado británico
mediante buques y comerciantes británicos.

El pago de dichas importaciones británicas no estaría sujeto al control de cambios, des- contados 12
millones de pesos que irían a EEUU para servicios de empréstitos serían considerados "remesas
corrientes".

Quedarían libres del pago de derechos el carbón y otros productos británicos.

El gobierno argentino se comprometía a no reducir las tarifas de los ferrocarriles y brin- dar a las
empresas británicas de servicios públicos un tratamiento benévolo.

CLÁUSULAS SECRETAS:

Argentina se comprometía a la creación del Banco Central (empresa mixta integrada por oficiales y
capitales extranjeros) y la Corporación de Transportes (empresas de capital británico que tendría el
monopolio del transporte urbano de la Capital Federal por 56 años).

Expresó Julio Roca: "por su importancia económica, Argentina se parece a un gran do- minio
británico".

El pacto generó apoyos y críticas. Lo apoyó "La Nación" y lo justificaron funcionarios del gobierno.
Los socialistas manifestaron que el gobierno se preocupaba por la alimentación de los ingleses y no
pensaba en el hambre de muchos argentinos. Lisandro de la Torre hizo notar que Argentina recibía
un trato menos favorable que cualquier Dominio Británico.

Fue de la Torre el protagonista de un famoso debate en el Senado, a partir del hecho de que los
frigoríficos británicos podían digitar a los productores a quienes comprarían y fijar los precios. Para
investigar el accionar de los frigoríficos y sus ganancias, el Senado formó una comisión de tres
miembros, uno de los cuales fue el líder demoprogresista.

La investigación tropezó con innumerables obstáculos interpuestos por el pool figorífico, pero
demostró que las irregularidades y preferencias existían. Según José María Rosa, de la Torre no
atacó el fondo del problema (la brutal dependencia económica argentina), limitándose a probar que
el ministro de Agricultura, Duhau, era uno de los productores beneficiados. Al hacerlo minimizó el
debate, no adhiriendo al despacho de los otros dos investigadores que probaron:

i. Que el pool seleccionaba a placer la cuota exportable.

ii. Que abonaba los precios que quería.


iii. Que las ganancias del pool eran exorbitantes.

iv. Que el pool hacía manejos contables que eran un delito contra el Estado.

En la sesión del 20 de junio de 1935, en medio de insultos que terminaron en agresiones, un


presunto guardaespaldas del ministro mató de tres disparos al senador Enzo Bordabehere, que
pretendía defender a de la Torre, atacado por Duhau. Sólo en diciembre de aquel año renunciaron
Duhau y Federico Pinedo, el ministro de Hacienda que lo había defendido durante el debate. La
causa de sus renuncias no se hallaba en el debate de las carnes, sino en rivalidades internas del
gobierno entre demócratas y antipersonalistas.

El escándalo de las carnes condujo al gobierno argentino a negociar algunas modificaciones al


pacto, que Gran Bretaña aceptó a cambio de nuevas concesiones. Las tratativas las llevó el
embajador argentino Luis Malbrán y concluyeron con el convenio Malbrán-Eden, de 1936. Argentina
manejaría las cuotas de exportación y las empresas británicas recibirían un trato benévolo y
preferencial, especialmente en los rubros financiero y de transportes.

La reestructuración financiera. El Banco Central:

Por efectos de la crisis mundial, el sistema bancario argentino se hallaba al borde del colapso.
Conforme a lo dispuesto en el pacto Roca-Runciman, acerca de la creación de un Banco Central,
llegó a Buenos Aires, en 1934, sir Otto Niemeyer, vicepresidente del Banco de Inglaterra.

El proyecto de banco presentado por el funcionario extranjero al ministro de

Hacienda, Federico Pinedo, se basaba en el modelo empleado para establecer instituciones


similares en los Dominios británicos. Fue tomado, casi sin correcciones.

El ordenamiento financiero impuesto por Gran Bretaña, se tradujo en una serie de leyes (de la Nº
12.155 a la Nº 12.160) sancionadas en marzo de 1935. La primera se refería a la creación del Banco
Central.

EL BANCO CENTRAL DE LA REPÙBLICA ARGENTINA


Tendría la facultad de emitir moneda y prestarla a los bancos particulares.

Sería una sociedad mixta, formada por el Estado y los bancos particulares.

El directorio estaría integrado por un presidente, un vicepresidente y doce directores.

Los dos primeros debían ser argentinos y los nombraría el gobierno con acuerdo del Senado, de una
terna presentada por la asamblea de los bancos accionistas.

Los otros directores no debían ser necesariamente argentinos; representaban al Banco Nación, al
Banco de la Provincia, a los bancos argentinos y a los bancos extranjeros. Los 4 restantes, serían
representantes del comercio, la industria, el agro y la ganadería, elegidos por la asamblea de bancos
accionistas.

La ley Nº 12.157 creó el Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias, en- cargado de financiar la
liquidación de los bancos afectados por la crisis.

La Coordinación de Transportes:

Los planes viales de Uriburu representaban una amenaza para el monopolio ejercido por los
ferrocarriles ingleses. No pudieron concretarse, pero Justo logró llevar adelante una importante serie
de obras de ese tipo, construyen- do rutas pavimentadas a Rosario, Mar del Plata y Córdoba. Los
caminos que correrían paralelamente a las vías férreas se dejaron para más adelante.

En la ciudad de Buenos Aires, por su parte, los británicos tenían el monopolio del transporte público.
Habían comenzado con los tranvías, para seguir más tarde con los ómnibus y subterráneos. Pero,
los primeros efectos de la crisis de 1929, paralizaron la actividad de los taxímetros y entonces, sus
propietarios idearon el "colectivo", un medio cómodo y veloz, con horario regular, que se desplazaba
a lo largo de un itinerario determinado. El nuevo me- dio alcanzó gran éxito entre el público.

El pacto Roca-Runciman se comprometía a defender las inversiones británicas en servicios públicos,


por lo que el gobierno se propuso salvar a los tranvías y al transporte ferroviario suburbano,
amenazado por los colectivos.

Para ello nombró una comisión que proyectó una Coordinación de Transportes, donde tranvías y
colectivos dependerían de una empresa común, cuyo capital se integraría por el valor del material
que cada uno aportase (el 95% por los tranvías y el 5% por los colectivos).
El proyecto de ley que creaba una Corporación que manejaría todos los medios de transporte
urbano fue aprobada por ambas cámaras en 1935. De nada sirvió la oposición de socialistas,
demócratas progresistas y algunos radicales, así como tampoco la campaña iniciada contra el
proyecto por FOR JA y algunas organizaciones nacionalistas.

Las compañías eléctricas:

Hacia 1932, el abastecimiento eléctrico de la ciudad de Buenos Aires lo compartían dos empresas
que no competían, sino que actuaban de acuerdo para mantener los precios de las tarifas en los
límites máximos:

La CHADE, aparentemente española, pero en realidad, perteneciente a un holding con sede en


Bruselas, Bélgica.

La CIADE, aparentemente italiana, pero en realidad, perteneciente a un holding con sede en Baden,
Suiza.

Los malos servicios y abusos de la CHADE, condujeron al Consejo Deliberante de Bs.As. a prestar
atención a las quejas, formando una comisión investigadora, formada por una mayoría de hombres
políticamente adictos al gobierno de Justo. Las conclusiones demostraron la existencia de abusos y
aún, de delitos. Sin embargo, sorpresivamente, el informe fue retirado. La razón: el hecho de que el
gobierno nacional debía favores financieros a la empresa.

A partir de ese momento se inició un proceso demostrativo del accionar del capitalismo corruptor y
de la venalidad de la clase política argentina. La CH ADE, convertida en CADE, a partir del estallido
de la guerra civil española, así como la CIADE, fueron beneficiadas por prórrogas en las
concesiones, extendidas hasta entrado el siglo XXI. Aquel asunto no sólo afectó el honor de los
concejales de la Concordancia y a miembros del gobierno nacional, sino principalmente a la UCR y a
su jefe (Alvear), que habían levantado la abstención y tenían mayoría en el Consejo Deliberante
porteño.

Durante toda esta época, el gobierno tomó medidas para combatir la recesión y reactivar la
economía. Así, encaró un ambicioso programa de obras públicas y la ampliación de la infraestructura
necesaria para el transporte y comercialización de los productos agropecuarios: rutas para el tráfico
automotor y elevadores de granos.

El Estado comenzó a intervenir en el terreno de las relaciones laborales a través del Departamento
Nacional del Trabajo, que mediaba en los conflictos entre obreros y patrones.

La crisis económica internacional hizo que los primeros años de la década del '30 estuvieran
marcados por el desempleo y la miseria, reducción de salarios, disminución del consumo familiar y
empobrecimiento de los pequeños productores y trabajadores rurales. A partir de 1933, con la
recuperación económica, se produjo un descenso del desempleo y un aumento de las migraciones
internas.

La década de 1930 redujo las posibilidades de importar productos industria- les, lo que estimuló la
producción industrial local. También se radicaron numerosas empresas extranjeras (Nestlé, Phillips,
Osram, Duperial, Olivetti, Hierromat).

La expansión del sector industrial fue acompañada por el crecimiento de la clase obrera. Muchos de
sus integrantes eran migrantes internos que pro- venían de las zonas cerealeras afectadas por la
crisis. El centro de atracción era el Gran Buenos Aires. Pero el área no estaba preparada para
absorber semejante aumento de población. Las condiciones de vida de los recién llegados en
materia de viviendas y de servicios públicos, como agua, luz y transporte eran muy deficientes.

Bolilla XV.
Punto 1.

Los movimientos ideológicos Europeos: Con la caída del Zar en Rusia y el ascenso del fascismo
en Italia, el mundo se dividió en tres ideologías, el comunismo (izquierda), liderado por la URSS, el
capitalismo (derecha), liderado por EEUU y el nacionalismo (centro), independientes entre sí pero
teniendo como inicio a Italia.

Comunismo: En 1917 los bolcheviques derrocaron al Zar en Rusia y tomaron el poder, estableciendo
un gobierno de línea comunista dirigida por el revolucionario Lenin, luego en 1919 crearon la Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). A partir de ese momento, el comunismo comenzó a
extenderse por todo el mundo basándose en las ideas de Marx y Trotsky, llegaron a tener los
gobiernos de Rusia, China, Vietnam, Cuba, entre otros. Además de formar partidos políticos en casi
todos los países del mundo En 1991 la URSS se disolvió por la inoperancia de sus gobernantes
luego de la muerte de su líder Stalin, esto significo el fin del poder comunista en el mundo, quedando
actualmente solo China y Cuba de una forma moderada y fielmente solo en Corea del Norte.
En la práctica, todos los comunismos se caracterizaron por ser regímenes autoritarios, sin estado de
derecho real, en donde se consiguió el pleno empleo y un fortalecimiento institucional basado en el
centralismo del poder en un orden totalmente verticalista. Debido a las necesidades de la guerra,
todos estos países se vieron obligados a destinar una enorme cantidad de recursos a las milicias.
Una característica genérica fue la industrialización no alcanzada por ningún país capitalista, en muy
poco tiempo lograron formar industrias inmensas y salir de regímenes de pobreza (a los cuales luego
volvieron a entrar por los grandes gastos bélicos). El aumento industrial no fue acompañado nunca
por un desarrollo similar en el sector primario (agropecuario), con lo que el hambre fue un problema
con el que todos los comunismos debieron encontrarse.
Sus principales figuras fueron genéricamente Carl Marx y Trotsky, luego, de forma más centralizada
en Rusia estuvo Lenin y Stalin, en China Mao Zedong, en Cuba Fidel Castro, en Latinoamérica el
Che Guevara, en Vietnam Ho Chi Minh, por citar los más conocidos en occidente.

Fascismo: Aparece en Italia en 1921 como una tercera posición ideológica de orientación
nacionalista que no aceptaba el liberalismo capitalista ni la eliminación del estado de derecho y de la
religión que ostentaba el comunismo.
En 1924 el partido fascista teniendo como candidato a Benito Mussolini gano las elecciones y
estableció un régimen nacionalista basado en el fanatismo por parte de sus seguidores y el
autoritarismo para los opositores, disminuyeron drásticamente los índices de pobreza, aumentando
así los de ocupación laboral, esto se debió a la gran inversión industrial y militar.
Su gobierno fue intimidante para el resto del mundo, no por su poder, sino por su atractivo ideológico
que no aceptaba ninguno de los dos regímenes mayoritarios, justamente sus ideas se expandieron
por todo el mundo y pese a la gran contra campaña de los bandos ideológicos enemigos, el fascismo
con distintas matices llego a muchos países del mundo y en alguno alcanzo el gobierno, ya sea por
medio de golpes (como España y Chile) o por elecciones democráticas (como en Alemania)

Falangismo: También denominado nacional-sindicalismo, fue el movimiento nacionalista de


influencia fascista que sucedió en España, bajo la figura de Franco, llego al poder en 1939 y
mantuvo un gobierno tiránico en la tercera posición, defendía a la iglesia, privilegiaba a los
españoles por sobre todos los extranjeros, en Europa este fue el único gobierno de la tercera
posición que no llego al poder por medio de elecciones libres, sino por medio de un golpe de estado
que sucedió luego de la guerra civil española (1936-1939) Entre los fascismos Europeos, el de
Franco fue el más débil, esto se debió a que España se encontraba en una crisis financiera y los
guerrilleros que aún quedaban de la guerra civil eran todavía muy fuertes.

Nacionalsocialismo: El más fuerte en Europa fue el de Alemania, creado por Adolf Hitler, el partido
resulto ser tan grande que durante el gobierno, la propia Alemania se identificaba directamente con
el partido, las fuerzas opositoras eran los comunistas (un partido mediano) y los capitalistas que
seguían al gobierno de Weimar (el oficialismo hasta el ascenso de Hitler), no solo eran pocos, sino
que no se les daba vos ni voto públicamente, solo en las cámaras en donde aún unidos eran minoría
en comparación con el nacionalsocialismo.
El gran poder del partido se debió al contexto, luego de la primera guerra mundial, Alemania había
caído en una pobreza extrema, su industria se había desplomado, las deudas internacionales eran
impagables, su moneda no valía nada en el mercado y las naciones vencedoras de la primera guerra
despedazaban lo que quedaba del poder por medio de los bancos, los cuales eran liderados por los
judíos, con lo que era el contexto ideal como para que una nación se fanatizara íntegramente con un
partido nacionalista, dando así un poder y un apoyo que (junto con estrategias económicas) llevo a
la Alemania en convertirse en una potencia mundial en muy poco tiempo y formar un ejército casi
invencible.
En 1933 el partido de Hitler gano las elecciones, pero no obtuvo la presidencia, con el fin de evitar
un conflicto civil y tras ver el poder que estaba teniendo un partido opositor, el oficialismo opto por
nombrar a Hitler canciller de Alemania, cargo que lo hacía segundo en la presidencia, es así como
en 1934 muere el presidente Hindenburg y asume Hitler.
En 1938 con una Alemania increíblemente fortalecida, invadió Polonia, un terreno Alemán que
estaba siendo ocupado por potencias extranjeras luego de la guerra, y así dio inicio a la segunda
guerra mundial.

NOTA: Durante la segunda guerra mundial se enfrentaron los nacionalismos a los comunistas
y los capitalistas, con la derrota de Alemania en Rusia, el nacionalismo perdió la guerra, Mussolini en
Italia fue asesinado, Hitler en Alemania se suicidó (aunque se cree que escapo), Franco en cuestión
de tiempo también fue depuesto, Japón se enfrentó a dos bombas nucleares, y así es como el
nacionalismo dejo de tener influencia ideológica real, dejando al mundo con las dos ideas opuestas
de comunismo y capitalismo y dando origen a la guerra fría.
Su influencia en la Argentina:
El comunismo apareció fuertemente durante las primeras décadas del siglo XX, junto a los
anarquistas intentaron sabotear los gobiernos de Yrigoyen y Alvear, aunque sin resultados, apoyaron
el golpe del 30 aunque luego tuvieron problemas con estos, luego, se dividieron con la aparición del
peronismo, una gran parte se unió al peronismo y la otra se limitó a presentar candidatos en las
elecciones.
El fascismo Italiano tuvo una fuerte influencia, en 1923 se creó la filial porteña del partido, la
influencia se vio en ciertos partidos democráticos, los que tomaron medidas idénticas a las de Italia
(darles un gran poder político a los sindicatos, intervenir los planes de estudio de las escuelas
primarias con propaganda política, etc.).
El nacionalsocialismo también tuvo mucho influencia, en 1931 se creó el departamento de ultramar
del partido nazi, en 1938 durante el gobierno de Ortiz se llevó a cabo un acto de unión en el Luna
Park y luego sucedió “la noche de los cristales rotos”, que fue un ataque a los locales judíos (en
sintonía a lo mismo sucedido en Alemania). Debido a las presiones Estadounidenses en 1939 el
gobierno tuvo que disolver el partido nazi.

El pensamiento singular de Manuel Ugarte: (1875-1954): Se formó ideológicamente en una


Argentina unitaria de desprecio al federal, europeizante y corrupto.
Su pensamiento partía de la idea del abuso de poder por parte de las grandes potencias para con las
naciones pobres, hablaba de la necesidad de unir Latinoamérica para juntos poder resistir los
abusos extranjeros, debido a las invasiones estadounidenses en Cuba, México y Nicaragua, él se
hizo un acérrimo anti-norteamericano, de ideología nacionalista (no fascista, nacionalista), intento
desde la presta y el partido socialista concientizar sobre la necesidad de formar la patria grande.
Defendía la neutralidad en la guerra, apoyo a los estudiantes en la reforma de 1918 y tuvo que
exiliarse en Francia durante el golpe de 1930, en 1935 volvió y tuvo que vender lo único que le
quedaba (su biblioteca) para sobrevivir. Escribió siete libros y murió en 1951, sus símbolos eran San
Martin y Bolívar.

Raúl Scalabrini Ortiz: De espíritu democrático, fue un radical Yrigoyenista que milito en el FORJA
(Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), participo en la revolución Yrigoyenista fallida
de 1933 y luego paso a ser parte del GOU (Grupo de Oficiales Unidos), y sin ser parte del gobierno
fue afín al peronismo, se opuso a todas las dictaduras y defendía la soberanía nacionalista (no
fascista, nacionalista).
FORJA: Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, era de orientación nacionalista (no
fascista, nacionalista) que se oponía al colonialismo y defendía la soberanía. Se formó en 1935, dos
años después de la muerte de Yrigoyen, no era parte de la cúpula de la UCR, pero trabajaba para el
mismo por medio de investigaciones y propuestas. En 1945, con la asunción de Perón, se dividió,
una parte considero que el fin había sido alcanzado y se unió al peronismo, la otra tomo una
participación políticamente más activa dentro de la UCR.

Punto 2.

Los efectos económicos de la guerra en Argentina: Genéricamente en ambos conflictos, la situación


fue favorable económicamente para la Argentina, al no estar alineada a ningún sistema, el comercio
existía con los dos sectores, siempre manipulando productos del sector primario (agropecuario),
nuestros recursos estaban siempre con demanda internacional, más aun con el hecho de que cada
país que ingresaba en el conflicto pasaba a cerrar líneas comerciales con el sector contrario, y
siempre que estos tengan productos primarios, entonces era menos competencia internacional. A
esto se le sumo una política de sustitución de importaciones acorde, lo que permitió un mejor flujo de
dinero interno, además de fortalecer la industria, pero este fortalecimiento al no estar acompañado
de una correcto política industrial fue muy lento, los ingresos obtenidos no fueron reinvertidos en
industria, con lo que la abundancia fue efímera.
La neutralidad: Durante la primera guerra mundial, Argentina fue neutral durante todo el
conflicto, en la segunda, fue neutral hasta que la guerra ya estaba casi finalizada, al poco tiempo de
nuestro ingreso la guerra término, esto se debió a que la sociedad no estaba orientada hacia
ninguna de las tres posiciones, sino profundamente dividida.

Punto 4.

Creación de la secretaria de trabajo y previsión: En noviembre de 1943 Perón asume como


director del departamento nacional del trabajo, al poco tiempo de asumir (un mes) y debido a las
extensas funciones que le había agregado, logro modificar el departamento convirtiéndolo en la
secretaria de trabajo y previsión que poseía una estructura burocrática similar a un ministerio.
Gestión de Perón en la misma: La nueva secretaria era un lugar estratégico en el gobierno militar,
el cual tuvo el poder de crear estatutos con la misma fuerza que un decreto-ley, y progresivamente
fueron aumentando sus recursos financieros. Su trabajo se orientó en el incentivo de los sindicatos,
los cuales se multiplicaron en unos años, estableció la jornada laboral de ocho horas, aumento los
salarios en el campo privado, creo el tribunal de trabajo, las jubilaciones, el aguinaldo, entre otras
cosas.

La preponderancia de Perón en el gobierno: Debido a ser miembro del GOU (Grupo de Oficiales
Unidos), el cual era un elitista grupo militar que organizo el golpe de estado y estuvo dirigiendo el
poder durante los años posteriores. Perón poseía una fuerte influencia por sobre toda la política, y
en lo que respecta al GOU, con el tiempo cada vez tuvo más, sinónimo de más poder, lo que le
permitía tomar medidas preponderantes como la toma del espacio físico del Consejo Deliberante
que necesitaba y que le habían negado.

Acción opositora al finalizar la guerra: Durante el 45, las circunstancias de la guerra y la


agitación interna llevaron a cabo un clima sumamente hostil en el territorio, el país se dividió en dos
posturas, los que apoyaban a Perón debido a sus políticas en la secretaria (obreros y sindicalistas) y
los que se oponían a estas medidas por diversas cuestiones (empresarios, terratenientes, clase
media y estudiantes universitarios). En septiembre, se llevó a cabo una marcha de más de 200 mil
personas que se oponían a Perón, esto fue incentivo suficiente para que Estados Unidos, en su
intento de erradicar toda idea nacionalista de Latinoamérica, organiza una estratagema financiera
con Inglaterra para quebrar el gobierno Argentino, la cual funciona, en Octubre, el militar de GOU
Avalos ordena el arresto de Perón, y lo deporta a la isla Martin García, y pasa a tener el control del
gobierno pese a que en el cargo presidencial se mantenía Ferrel.

Apoyo popular del 17 de octubre y el liderazgo de Perón


De forma espontánea, el 17 de octubre de 1945 Buenos Aires se llenó de manifestantes obreros y
sindicales que pedían la liberación de Perón, lo llamativo de esta manifestación es que no había sido
organizada por un partido político, sino por los sindicatos en parte, y por el hecho de que la mayoría
de las personas eran de un perfil estético distinto al que se acostumbraba ver en los actos políticos,
ya que eran de piel más morena y habían muchas más mujeres de lo acostumbrado. Esto puso en
evidencia el poder carismático que tenía Perón, y su nueva influencia.
Elecciones de 1946: El 17 de Octubre se tuvieron que organizar los partidos políticos para
presentar sus candidatos electorales, en el caso del peronismo esto era un problema ya que no era
un partido, es así como la coalición entre tres partidos es el origen del Peronismo, por una parte
estaba el partido laborista, del cual Perón era afiliado, por otra parte estaba la UCRJR (Unión
Cívica Radical Junta Renovadora) y el partido independiente denominado Unión Democrática.
Para las elecciones se determinó que el partido laborista tendría la mitad de los postulados, la otra
mitad se dividiría entre las otras fuerzas.

Punto 5.

El pensamiento de Perón: Con una fuerte postura nacionalista inspirada en el gobierno Italiano
(abiertamente afín al mismo), era anti-capitalista y anti-comunista, veía en los trabajadores la fuerza
motriz de las naciones y la industria como el método de permanencia de una independencia política
y económica, estas ideas en aquel contexto fueron las que llevaron a la Argentina a poder ser neutral
durante la segunda guerra.
El plan Quinquenal: Fue un plan que aplico Perón durante su primer gobierno. Un plan quinquenal
es básicamente un proyecto económico que dura cinco años y tiene un fin particular. En este caso el
plan duro desde 1947 hasta 1952 en donde se ponía orden en las cuentas nacionales, el periodo de
inestabilidad gobernativa originado en 1930 necesitaba ser organizado, y por medio de este plan se
pudo saber verdaderamente cuanto y que teníamos, centralizando todo el material en manos del
estado.

Política exterior: No hizo alianza incondicional con nadie, se mantuvo neutral en la guerra, comercio
con los comunistas y los capitalistas, amparo nacionalistas luego de la guerra y se ocupó de no
hacerse ningún enemigo, tuvo fuertes presiones norteamericanas para no comerciar con los
comunistas aunque mucho no consiguieron y también tuvo presiones por parte de Stalin que lo
acusaba de albergar lideres nazis, por medios diplomáticos hizo que esto último no sea más que una
mera acusación.

Fin de la guerra: En 1945, la Argentina se encontraba con los beneficios económicos de la guerra, se
encontraba con una cantidad de dinero nunca antes acumulada, el cual se volcó al gasto público e
industrial, en lo diplomático internacional logro quedar con buen trato con ambas fuerzas
vencedoras.

Etapa posterior a los 50’: Hasta el 55’ el peronismo se mantuvo en el poder, aunque su segundo
gobierno fue muy distinto, el exceso en el gasto publico llevo a un vacío económico que forzó la
congelación de salarios, se disparó la inflación y el descontento se generalizo, a esto se le suma la
pelea con la iglesia católica en la que se quemaron varias iglesias, y en 1954 decreto la legalidad de
los prostíbulos.
Es así como en 1955 fue derrocado y se bombardeó la plaza de mayo, luego de años, en estas
circunstancias, Perón le dio lugar a los opositores en los medios estatales, aunque ya era tarde,
estos lejos de defenderlo, denunciaron la corrupción, aumentando la llama social.
Luego comenzó la autodenominada “Revolución libertadora”, que se basó en echar a Perón del país,
proscribir su partido y vetar la constitución del 49’, intentaron enfrentar los problemas económicos
que se habían producido, pero no pudieron solucionar los problemas de la sustitución de
importaciones ni apaciguar la inflación, así que a los dos años y medio aproximadamente,
convocaron a elecciones y en 1958 asume Arturo Frondizi, quien implementa un plan desarrollista
industrial, principalmente orientado al petróleo, en donde logro comenzar a solucionar los problemas
económicos, a diferencia de otras industrializaciones, en este periodo también se trabajó en aras del
progreso rural, y en lo social trabajo por la unión nacional, intentando terminar con los periodos de
violencia, motivo por el cual fue depuesto en 1962.

Punto 6.

Reforma Constitucional de 1949: Durante el primer gobierno de Perón, se aprobó una nueva
constitución, mostraba grandes cambios, en lo político permitía la reelección indefinida (motivo por el
cual pudo ser reelecto, antes solo se podía estar un periodo), en lo económico nacionalizaba los
servicios públicos y en lo social veía a los bienes capitales como un servicio a disposición social,
entre muchas otras medidas altamente debatidas. Fue vetada por la “revolución libertadora”.

Interpretación del art.30: La constitución vigente hasta ese momento contemplaba en dicho artículo
la modalidad para modificar la constitución, decía que se necesitaba el voto de dos terceras partes
de las cámaras para ser modificada, la problemática radicaba en la interpretación, los peronistas
decían que debían ser dos terceras partes de los miembros presentes, mientras que los radicales
decían que debían ser de los miembros totales, ya que el hecho de que un miembro este enfermo no
era motivo para dejarlo sin voto, porcentualmente esta era la problemática, si votaban todos, el
peronismo perdía, si votaban solo los que habían asistido, entonces conseguiría en porcentaje la
cantidad necesaria. Jamás se solucionó el conflicto, el peronismo opto por continuar pese a todo…
ganándose cada vez más opositores.

La elección de constituyentes: Se basó en el porcentaje genérico de las últimas elecciones, siendo


más redactores peronistas que radicales, pero la inconstitucionalidad de la reforma llevo a la
denuncia de los radicales, tras la insistencia del peronismo, los radicales abandonaron las sesiones
para no darle legitimidad, con lo que el debate fue únicamente entre peronistas.

Contenido de las reformas: Durante la comisión se hicieron las siguientes reformas:


• Parte orgánica: Prohibía la existencia de milicias no estatales, condicionaba la libre
navegación en caso de que se crea peligrosa para la nación, legitimaba la represión.

• Derechos y Garantías: Prohíbe la diferencia racial, incluyen los habeas corpus, regula
la inmigración y el derecho de nacionalización, crea la facultad de “estado de
prevención y alarma”, herramienta que le permite a la justicia arrestar ciudadanos por
treinta días sin motivo declarado.

• Electoral: Permite la reelección indefinida y el voto directo de presidente, diputados y


senadores.

• Escrutinio provisorio: Con el nuevo estilo de voto (directo), se adquiría una


modalidad mucho más ágil que la que regía hasta la fecha (con participación del
colegio de abogados, una junta electoral, etc.) permitiendo saber el mismo día quien
ganaba.
• El voto femenino: En la primera década del siglo XX, fueron muchos los movimientos
feministas de los partidos socialistas y anarquistas que pelearon el voto, en paralelo
cuando la UCR consigue el voto universal en 1912, también había pedido por el
femenino, pero los conservadores con mayoría en las cámaras no lo habían permitido,
en 1919 volvieron a presentar el proyecto pero tampoco fue aprobada, y cuando lo
presentaron en 1929, por primera vez con mayoría en las cámaras, el gobierno fue
derrocado. Durante la década del 30’ningun gobierno se preocupó en atender el tema,
incluso con el atraso que esto estaba conllevando ya que en varios países del mundo
ya se estaba adoptando esta metodología, durante todo este periodo, la lucha feminista
se centralizo en manos de Julieta Lanteri, durante el peronismo, se tomó el proyecto
con el que Lanteri venia peleando hacia tanto y se atribuyó dicho proyecto a Eva
Duarte de Perón, quien jamás siquiera había hablado del tema, consiguiendo en dicho
año y con el voto de todos los partidos el voto femenino.
Bolilla XVI.
Punto 1.

Derrocamiento de Perón:
El 16 de Junio de 1955 luego de un proceso de desgaste por parte del justicialismo, que tenía un
congelamiento en los salarios y una inflación creciente, en conjunto con los partidos opositores que
llevaban años de abusos como la aprobación de la constitución, la cual se había hecho
ilegítimamente, la manipulación de los medios de comunicación por parte del gobierno evitando que
cualquier postura diferida tenga voz hacia la población por los medios estatales, la corrupción, el
ataque a la iglesia, el exilio de todo intelectual opositor, y la soberbia llegaron a que el sistema social
colapse en el 55’, en donde se llevó a cabo un golpe cívico militar, el país se encontraba dividido en
dos, y el sector del ejercito opositor al gobierno bombardeo la plaza de mayo en donde se
encontraba una manifestación de apoyo al gobierno, en respuesta el oficialismo prendió fuego las
iglesias del centro, intentando evitar el golpe, Perón luego de años cedió espacio en los medios
oficiales para la oposición, la idea era que calmen a la población civil, pero sin intenciones de ser
manipulados, los opositores aprovecharon el espacio para denunciar al gobierno por su corrupción,
para el final del día, Perón había caído y se exilió en España.

La nueva situación política: El exilio de Perón y el no haber terminado el mandato originaron un


proceso psicológico en los fanáticos del peronismo, en donde se comenzaron a gestar movimientos
fanatizados que querían el retorno de Perón y con el tiempo comenzaron a idealizar que es lo que
haría Perón, llegando incluso a ser opositores entre ellos mismos, crearon una imagen ficticia de su
líder exiliado y muchos se inclinaron por la violencia, vivían (las agrupaciones) con el único fin de
hacer que Perón vuelva, pero no acudían a medidas constitucionales, sino a la violencia, hacían
pequeños golpes en municipios, intentaban intervenir gestiones. Al mismo tiempo, el Radicalismo se
fortaleció con el tiempo, ganaron las dos elecciones que hubieron, en ambas intentaron la unificación
del país, y en el segundo caso, durante el breve periodo del gobierno de Illia, quitaron la proscripción
que tenía el peronismo, permitiendo así que asuma un gobierno peronista y que el mismo haga
retornar a Perón, demostrando que la situación opositora no era de alegría. Todo el periodo estuvo
controlado por distintas facciones del ejército.

Derogación de la constitución de 1949: Eduardo Lonari, quien había llevado a cabo el golpe de
estado, fue depuesto por otro gobierno militar de Aramburu, el primero había mantenido la
constitución del 49’. Pero Aramburu no estaba dispuesto a mantenerla, con lo que quiso invalidarla y
retornar a la constitución de 1853, el motivo era que ellos suponían que la nueva constitución solo
tenía por fin la reelección indefinida de Perón, pero dicho argumento molesto a todos los sectores ya
que el modificar toda una constitución por un artículo carecía de sentido, con lo que el gobierno de
facto convoco una convención constituyente, para la misma se llevó a cabo un plebiscito.
Elecciones de 1957: Dicho plebiscito determinaría la cantidad porcentual de miembros de la
comisión en correspondencia a los partidos, o sea, el porcentaje de votos seria el porcentaje de
miembros.

Proscripción y voto en blanco: El voto rechazo fue el que gano, los peronistas y aquellos que no
consideraban necesario cambiar la constitución votaron en blanco y ganaron las
elecciones(21,93%), hecho que solo sirvió para demostrar el descontento, porque el porcentaje se
sacó de los votos destinados a los partidos, es así como los dos primeros lugares quedaron en mano
de los radicales, que en ese momento se encontraban divididos, por un lado estaba la UCRP (UCR
del Pueblo), dirigida por Balbín y afín a la reforma(21,91%), y la UCRI (UCR Intransigente), dirigida
por Frondizi, en contra de la reforma(18,85%). En tercer lugar quedo el partido Socialista (5,44%) y
luego las minorías (en total aproximadamente 16%), en total hubieron 120 miembros afines a la
reforma y 85 en oposición.

El retiro de los bloques mayoritarios: Los opositores se basaban en que un gobierno


inconstitucional no podía determinar si algo era constitucional, y a modo de protesta la UCRI al igual
que las minorías opositoras a la modificación de retiraron de la convención, dejando un cuórum muy
estrecho. De todos modos la convención se llevó a cabo y puso en evidencia que la idea no era
modificar la nueva constitución, sino retornar a la constitución anterior, este acontecimiento altero a
todos los progresistas y en acto repudio dejaron de asistir a la asamblea sin dar cuórum como para
poder continuar, al final, luego de muchos problemas, el cuórum solo pudo formarse para modificar
el artículo 14, lo demás fue retornado a la anterior constitución.

Incorporación del artículo 14 bis: El mismo se compone por tres partes, la primera era sobre los
derechos individuales de trabajo (condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada,
descanso y vacaciones pagados, retribución justa, salario mínimo vital móvil, etc.), la segunda
correspondía a los derechos colectivos de trabajo (contratos colectivos, conciliaciones, arbitraje, etc.)
y la tercera a la seguridad social (seguro obligatorio, jubilaciones, pensiones, etc.)

Forma en que se hizo: Al ponerse en evidencia las verdaderas intenciones de la convención


y al ver el poco interés en modificarla, los miembros dejaron de asistir y con el escaso cuórum que
tenían, era imposible continuar, tuvo que ir Larralde (presidente de la UCRP) para asegurarse de que
vayan los miembros necesarios como para aprobar la modificación del artículo 14, el único cambio
para el que estaban dispuestos a trabajar.

Punto 2.

La tutoría militar sobre la sociedad: Has 1973, el país se encontró en un periodo caótico en donde
ningún gobierno constitucional pudo terminar una sola gestión, y los gobiernos militares solo
ocasionaban más problemas de los que intentaban resolver, llegaron al punto de hacer un golpe de
estado que duro tres meses en 1963, los militares, considerándose adecuados para juzgar a los
gobiernos constitucionales, y es con esta excusa que los deponían sin inconveniente alguno.

Objeto de la misma: La excusa siempre puesta por los gobiernos militares era que veían como una
amenaza a la patria la participación del peronismo en la política, por eso en las dos oportunidades de
los gobiernos constitucionales eliminaron la proscripción del peronismo, además de intentar unificar
a la sociedad, fueron depuestos.

Doctrina de seguridad: Era una modalidad adoptada por los militares Estadounidense en la que
intentaban controlar Latinoamérica durante el periodo de la guerra fría (la competencia llevada a
cabo entre Rusia y Estados Unidos luego de la segunda guerra por el predominio político de alguna
de sus posturas), la modalidad era por medio de incentivos económicos a distintos sectores civiles y
la manipulación a cambio de beneficios y dinero de las fuerzas militares. El fin último era impedir que
el comunismo pueda gestarse en Latinoamérica, además de manipular las relaciones comerciales
internacionales en perjuicio de la URSS. Pese a que nunca se aceptó oficialmente, las acciones
llevadas a cabo en todos los golpes de estado ocurridos en Latinoamérica, sumado a los archivos de
la CIA que se fueron decodificando, llevan a demostrar esta actitud.

Las ficciones democráticas: Hubieron cuatro elecciones presidenciales, en 1957 asumió el radical
Frondizi, quien llevo a cabo una política de industrialización que en poco tiempo mostro grandes
resultados, fue depuesto en 1963 por quitarle la proscripción al peronismo y trabajar en aras de la
unión nacional, en 1963 (tres meses más tarde) asumió Arturo Illia, quien trabajo por la paz social, le
volvió a quitar la proscripción al peronismo y comenzó a forjar una política social de respeto a la
constitución y las instituciones, se peleó con los grandes empresarios Argentinos y con Estados
Unidos por modificar los contratos extranjeros petroleros, lo que ocasionó que lo derroquen en 1963.
Los militares alternándose mantuvieron el poder hasta 1973, en donde volvieron a convocar a
elecciones, aunque en esta oportunidad el peronismo no estaba proscripto y las elecciones las gano
Héctor Campora(julio), quien a los 49 días renuncio porque en ese periodo había quitado la
proscripción de Perón, que había sido su único objetivo según lo propuesto durante la campaña, ese
mismo año se llevaron elecciones y asumió Perón (septiembre), poco hizo por el cambio social, lo
único que se destaca es que el país se encontraba lleno de partidos que decían ser peronistas pero
que eran opositores entre ellos, lejos de unificar a todos los partidos, Perón los echó de la plaza de
mayo y los puso a pelear entre sí, estos movimientos fueron el ERP y Montoneros, quienes pasaron
al exilio y pasaron a ser terroristas, ya que atacaban al gobierno constitucional de Perón y de su
predecesora, fueron la excusa por la cual se llevó a cabo la última dictadura militar. Perón murió en
1974 y el gobierno lo asumió la vicepresidente Isabel de Perón, quien fue depuesta en 1976.

Los gobiernos militares: El primero tomo el poder el 6 de septiembre de 1930, deponiendo


el gobierno de Yrigoyen, era de lineamiento fascista y le dio origen a la década infame, llamada así
por la proscripción del Radicalismo y el fraude electoral ininterrumpido, esta gestión tuvo la
aprobación de la corte suprema a los días de asumidos los cargos, creando así la doctrina de los
gobiernos de facto, un precedente que legitimaba los golpes de estado.
El 4 de julio de 1943 fue depuesto el gobierno conservador y fraudulento de Castilla y asumió
Rawson, quien luego fue depuesto por Ramírez, quien fue depuesto por Farell, el lineamiento
ideológico era anticomunista y la sucesión de golpes de estado entre teóricos aliados demostraba su
inestabilidad.
El 16 de septiembre de 1955 fue derrocado Juan Domingo Perón y asumió Lonardi, quien
luego fue reemplazado por Aramburu, en este caso el peronismo fue proscripto al igual que el propio
Perón, quien tuvo que exiliarse en España, durante este gobierno se llevó a cabo la comisión en la
que se derogo la constitución de 1949.
El 29 de marzo de 1962 toma el gobierno José María Guido tras derrocar a Frondizi, lo
particular de este golpe fue que Guido no era militar, era civil, fue la primera y única vez en la que un
golpe cívico militar pone un gobierno civil (inconstitucional y tiránico de todos modos).
Luego, el 28 de Junio de 1966 Illia es derrocado y asume Ongania, quien estableció un
gobierno que estaba dispuesto a quedarse, todos los anteriores habían sido anunciados como
provisionales, en este caso decían ser permanentes.
Por último, el 24 de marzo de 1976 es derrocado el gobierno de Isabel Martínez de Perón y asume la
junta militar, la cual era un cuerpo de tres personas, las cuales eran los líderes de las tres partes del
ejército, marina, fuerza aérea y el ejercido de tierra. Hubieron cuatro juntas, la primera 1976-1980:
Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti
1980-1981: Roberto Eduardo Viola, Armando Lambruschini y Omar Domingo Rubens Graffigna
1981-1982: Leopoldo Fortunato Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo
1982-1983: Cristino Nicolaides, Rubén Franco y Augusto Jorge Hughes

Punto 3.

La frustración ideológica de Europa: Luego de la caída de los nacionalismos, Europa se volcó por
la economía liberal modificada, mas precisamente el keynesianismo, ya que la gran depresión del 30
había demostrado que el liberalismo en su máximo apogeo era un suicidio, con lo que la posterior
caída del comunismo solo sirvieron para reafirmar la economía keynesianista, sin importar la
inclinación ideológica de los gobiernos, el vacío de contenido filosófico en la economía era
generalizado, se terminaron las grandes luchas por cambios sociales, el nacionalismo ya no existía,
el comunismo quedaba relegado a sectores minoritarios, el poder se centralizo en los gobiernos y la
globalización se encargó de desincentivar las ideas comunistas o socialistas, creado así socialismos
moderados, Europa paso a ser en lo económico una sola idea con diferentes matices, la adaptación
de casi todos los países occidentales al keynesianismo obligo a que aquellos que no eran afines
también deban hacerlo para no quedar relegados de la globalización.

El foquismo revolucionario: Esta es una teoría desarrollada por Debray que tomo relevancia en
Latinoamérica cuando el Che Guevara comenzó a utilizarla, dicha teoría decía que ninguna
revolución se va a dar en las situaciones ideales, porque estas no existían, en cuanto una revolución
aparezca, las demás naciones comenzaran a gestar las propias, y con el éxito de una revolución,
entonces las demás se verán fortalecidas, con esta teoría viajo por Latinoamérica incentivando y
participando en distintas revoluciones, consiguiendo así la revolución Cubana y encontrando su
muerte en Bolivia. En Argentina no tuvo una gran influencia, fueron simples movimientos
mayoritariamente juveniles.

Punto 4.

El acuerdo entre las fuerzas políticas mayoritarias

A principios de la década del 70’, los dos partidos mayoritarios de la Argentina (que en su conjunto
reunión casi el 90% del electorado), consideraron que era necesario terminar con la inestabilidad
política y los continuos golpes de estados, los cuales habían sido siempre consentidos por un
porcentaje de la sociedad civil. Para intentar terminar con este periodo, la idea fue unificarse, se
habló de un gobierno de dos “presidente”, Perón y Balbín, pero esta idea no prospero, se pasó a
optar por una alianza diplomática de oposición a los militares, la cual se logró y se denominó “la hora
del pueblo”, en esta se hizo un comunicado llamado GAN (Gran Acuerdo Nacional), el cual obligaba
al gobierno militar a convocar a elecciones, dicho comunicado no tuvo el efecto especifico que
buscaba, pero si consiguió que se inicie un complejo proceso que derivó en las elecciones del 73’,
esta fue la primera vez que los radicales y los peronistas trabajaba en conjunto.

La multipartidaria: poco más de diez años después del GAN, ambos partidos vieron la necesidad de
volver a unirse junto con todos los demás partidos democráticos del país para conformar la
multipartidaria, la cual se formó en 1981 y le exigía a los militares el retorno a la democracia, en esta
oportunidad tuvieron un éxito más claro que en la vez anterior y se disolvieron el día de la asunción
del gobierno democrático de Raúl Alfonsín el diez de diciembre de 1983.

Punto 5.

Necesidad de reforma constitucional:


ya conseguido el retorno democrático e incluso habiendo podido votar dos gestiones continuas sin
interrupción militar luego de más de cincuenta años, se aprovechó la situación para actualizar la
constitución nacional, existían varios motivos por los cuales debía hacerse, uno era el hecho de que
la vigente en ese momento era de 1853 (casi 150 años de diferencia), además de que los golpes de
estado técnicamente no eran inconstitucionales (por no estar claramente establecido).

Pacto de Olivos: Esta fue la denominación que tuvo la reunión en la que se juntaron los dirigentes
de los dos partidos más grandes del país, Raúl Alfonsín de la UCR y Carlos Menen del PJ (y
presidente en ese momento), en dicha reunión se delimitaron los principios básicos de la nueva
constitución, se descentralizaba un poco el poder, se modificaba el periodo de gestión, además de la
designación de los jueces, etc. A partir de esta reunión se llevó a cabo la Convención Constituyente.

Núcleo de Coincidencias Básicas: Estos eran los puntos en donde ambos partidos estaban
coincidencia indiscutida, esto eran: creación del cargo de jefe de gabinete, se modificaba el periodo
de gestión, se eliminaba el requisito confesional, se crea la ciudad autónoma de Buenos Aires, se
extienden las fechas de sesiones del senado y se crea el consejo de la magistratura.

La Convención Constituyente: Se llevó a cabo en Santa Fe (tradicionalmente todas las


Convenciones Constituyentes se hicieron en este lugar), y en Paraná (simbólicamente importante
por haber sido la capital de la Confederación en el siglo XIX. Dicha convención estuvo compuesta
por todos los partidos políticos en proporción a las elecciones, en total fueron 304 convocados en
donde la mayoría eran del PJ seguidos por la UCR y luego los partidos minoritarios. En total la
convención duro tres meses.

La nueva Constitución Nacional: Sus principales reformas además del asegurarse la ilegitimidad
de los golpes de estado eran el derecho internacional en materia de derechos humanos, y sistemas
de atenuación de presidencialismo, como el Consejo de la Magistratura, el Jefe de Gabinete, y las
reglas para decretos-leyes, los derechos ambientales, del consumidor, a la información, y la acción
colectiva y el amparo, el voto directo, el ballotage, la posibilidad de traslado de la Capital de la
República, la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires.

Punto 6.
La Argentina del fin de siglo: La última década del siglo estuvo ocupada por el liberalismo, bajo el
gobierno de Carlos Saúl Menem se llevó a cabo la convertibilidad del uno a uno, o sea que por ley
teníamos una moneda equivalente al dólar, esto ocasionó que todo resulte ser sorprendentemente
económico para los Argentinos, fue una época de muchos viajes al exterior y de despilfarro
financiero, el problema era que el mundo no nos compraba productos en el mercado porque
nuestros precios eran a valor de dólar y eso nos convertía en el país más caro del mundo, en
sintonía con Estados Unidos, fue así como al no ingresar capitales, la situación interna se hacía
insostenible porque no había dinero para pagar sueldos ni mantener subsidios, con lo que el
gobierno Argentino debía pedir préstamos al extranjero que le permitiesen rellenar estos espacios, a
fin de siglo los bancos extranjeros al ver que no podíamos pagar las deudas dejaron de prestarnos
dinero y nos vimos obligados a eliminar el uno a uno, cayendo en la devaluación y en la posterior
crisis.

La globalización e integración regional: Luego de la caída del comunismo de la URRS (que se


disolvió en 1991), el capitalismo había ganado la lucha ideológica y logro establecer la globalización,
lo que básicamente era el poder comprar cualquier producto en cualquier país del mundo, algo
creado en china podía venderse en cualquier país del mundo, al igual que algo creado en Argentina
también podía hacerlo, las bases eran el libre mercado internacional. Estas medidas en la teoría muy
eficientes, resultaron ser en la práctica sumamente perjudiciales para las naciones subdesarrolladas
como la nuestra, nuestras industrias no lograban entrar a los estándares internacionales y en el
terreno nacional no nos interesaba la producido internamente, con lo que la mayoría de las industrias
debieron cerrar, obligándonos a depender de nuestro sector primario para subsistir (si a esto se le
sumo el valor desproporcional de nuestros productos), en sintonía con otras medidas de filo
internacional, la Argentina termino en la banca rota.

Los derechos humanos: abreviados como DD.HH eran los derechos de estándar internacional que
tenían todos los seres humanos por el simple hecho de ser seres humanos, estos eran el derecho a
la vida, a la libertad, a la libertad de prensa, a la educación, a un trabajo digno, a la vivienda, entre
otros de igual importancia. Con la constitución de 1994 estos derechos fueron integrados como
Constitucionales (o sea obligatorios para los gobiernos)
La defensa del medio ambiente: En la nueva constitución, el articulo más importante en aras del
medio ambiente fue el artículo 43, CITO: “Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente
sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan
las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de
preservarlo. El daño ambiental generará prioritariamente la obligación de recomponer, según lo
establezca la ley. Las autoridades proveerán a la protección de este derecho, a la utilización racional
de los recursos naturales, a la preservación del patrimonio natural y cultural y de la diversidad
biológica, y a la información y educación ambientales. Corresponde a la Nación dictar las normas
que contengan los presupuestos mínimos de protección, y a las provincias, las necesarias para
complementarlas, sin que aquéllas alteren las jurisdicciones locales. Se prohíbe el ingreso al
territorio nacional de residuos actual o potencialmente peligrosos, y de los radiactivos.”

La consolidación de la República: Con el retorno de la democracia y la unificación en aras de la


misma de los dos partidos más grandes del país en la “hora del pueblo”, se dejó en claro que la
democracia no debía volver a ser interrumpida, unificando a la sociedad bajo una postura
democrática, con un total rechazo del autoritarismo militar que había predominado durante casi todo
el siglo XX. Luego con la modificación de la constitución se terminaron los debates de tipo histórico-
constitucionales y se otorgaron garantías a la democracia.

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