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Punto 1
La tradicional división de la historia en edades nos indica que la Edad Media tuvo su origen en el
siglo V de nuestra era, con la destrucción del Imperio Romano de Occidente por obra de los
bárbaros germanos.
Los primeros siete siglos de la Edad Media (V a XII) se caracterizaron por la violencia y la
inseguridad. En ese período, la Cristiandad europea vivió ase- diada por el peligro que
representaban:
• Desde el sur: los musulmanes, que en el año 711 habían invadido la península Ibérica
conquistándola casi totalmente.
• Desde el norte: los vikingos o normandos, que durante mucho tiempo se mantuvieron
paganos.
La respuesta socio-política a ese clima de inseguridad fue el feudalismo, por el que un señor capaz
de ofrecer protección y resguardo en su castillo con- vertía en vasallos a quienes lo solicitaban.
Naturalmente, este régimen atomizó el poder y la autoridad se repartió entre múltiples señores.
Comenzó a vivirse en un estado de descentralización política que disminuyó el poder de los reyes en
cada uno de los estados surgidos luego de la desaparición del imperio Romano. En la época del
feudalismo el rey era simplemente "primus inter pares", es decir, el primero entre iguales.
Los efectos del clima de inseguridad imperante también se hicieron sentir en el orden económico.
Las ciudades quedaron arruinadas y las comunidades de cada región limitadas a satisfacer sus
necesidades elementales en un estado de economía "cerrada", sin tráfico comercial ni circulación
monetaria.
Esta situación comenzó a modificarse a mediados del siglo XII, cuando la Cristiandad pudo disfrutar
de una cierta paz y estabilidad. En esa época comenzaron a verificarse cambios en casi todos los
aspectos de la vida euro- pea: las ciudades fueron reconstruidas y fundadas otras nuevas; se
tendieron caminos, talado bosques y disecado pantanos; renacieron la agricultura, la ganadería y el
comercio; cobró impulso el estudio de las ciencias y comenzaron a renovarse las letras y las artes.
Tres siglos y medio más tarde, en el siglo XV, aquellas transformaciones eran evidentes. Por esa
razón, algunos historiadores comenzaron a hablar de "nuevos tiempos" o "tiempos modernos". Así
iba a imponerse el nombre de Edad Moderna, iniciada para la mayoría de los estudiosos en 1453,
con la caída del Imperio Romano de Oriente en manos de los turcos otomanos.
(En los países del norte de Europa prefieren ubicar el inicio de la Edad Moderna a comienzos del
siglo XVI, cuando se produjo la rebelión protestante. No faltan autores que se inclinan por el año
1492, cuando Cristóbal Colón arribó a América).
En lo social: Surgió una nueva clase que se desarrolló en los burgos, que eran mercados
fortificados aledaños a ciudades, monasterios o castillos y que concluyeron por convertirse en
verdaderas ciudades. Sus habitantes, burgueses, estaban abocados a actividades lucrativas,
básicamente el comercio. Con el tiempo, la burguesía se volvió necesaria a reyes y señores, en
razón de su riqueza y conocimientos, por lo que fueron obteniendo privilegios.
La necesidad de capital determinó que se constituyeran compañías privadas que abrieron agencias
en el extranjero, cartas de pago y finalmente, la aparición de las primeras instituciones bancarias.
Este capitalismo inicial tuvo su origen en las ciudades pañeras de Flandes, Inglaterra e Italia.
Algunas familias burguesas dedicadas primeramente al comercio, concluyeron por convertirse en
verdaderas dinastías que accedieron a la nobleza (los Medici de Florencia, los Fugger y los Welser,
en Alemania).
Las característica fundamental de este nuevo tipo de estado fue la concen- tración del poder político
en la persona del rey. En el estado moderno sólo regía la ley del rey, en cuyo nombre se
administraba justicia, en tanto se uni- ficaban bajo su autoridad las fuerzas armadas, la diplomacia,
la moneda y los sistemas de pesas y medidas.
Francia, Inglaterra y más tarde los reinos cristianos surgidos en la penínsu- la Ibérica constituyeron
los primeros estados modernos. Alemania e Italia, por el contrario, mantuvieron la fragmentación
feudal.
En lo espiritual: Una nueva concepción frente a la vida constituyó el fun- damento espiritual del
hombre moderno. Se trata del Antropocentrismo (el hombre en el centro), que vino a desplazar al
Teocentrismo (Dios en el cen- tro) medieval. Sin negar a Dios, el hombre se ubica en el centro de
sus preo- cupaciones, aprestándose a tomar posesión de la herencia recibida.
Desde fines de la Edad Media llegaban a Europa productos caros y exóticos procedentes de Oriente.
Conducidos por mercaderes árabes, eran traslada- dos a los puertos del Cercano Oriente y el Mar
Negro, donde eran adquiridos por comerciantes europeos -especialmente genoveses y venecianos-
para ser distribuidos en los países occidentales.
Las ganancias extraordinarias que generaba el comercio de aquellos productos, despertó en muchos
países europeos el ansia por conquistar las regiones que los producían:
"Islas de las Especies" (las Indias orientales, actual Indonesia): pimienta, clavo de olor, canela,
jengibre, alcanfor.
Para alcanzar aquel objetivo, era preciso encontrar un ruta marítima que condujese a Oriente y, en
esa búsqueda, los marinos portugueses eran los más adelantados en el siglo XV.
PROYECTO PORTUGUÉS: navegar por el litoral atlántico de África hacia el sur para penetrar en el
océano Índico y así arribar a los países de Oriente.
Dicho proyecto les había permitido alcanzar el extremo sur del continente africano, tras setenta años
de viajes por el litoral (1418-1488). Las exploraciones portuguesas eran promovidas por la corona
lusitana. Así, uno de los grandes impulsores de estas empresas fue el infante Enrique "el Navegan-
te", que fundó la escuela de náutica de Sagres, donde se acumulaban los mayores conocimientos de
la época en la materia. Hasta 1488, los navegantes de Portugal habían llegado a:
Isla Madeira, Islas Azores, Cabo Bojador, Islas de Cabo Verde, Golfo de Guinea, Desembocadura
del río Congo.
Finalmente, en 1488, Bartolome Días llegó al extremo sur del continente africano: el Cabo de Buena
Esperanza.
Algunos años antes del viaje de Días, se presentó ante el rey Juan II un personaje oriundo de
Génova, llamado Cristóforo Colombo (más tarde, Cristóbal Colon), que propuso al soberano un
proyecto alternativo para alcanzar las Indias.
A mediados del siglo XV existían en la península Ibérica cinco reinos: cuatro cristianos y uno
musulmán.
El Reino de PORTUGAL Era gobernado por la dinastía de Avís, cuyo objetivo era la búsqueda de
una ruta marítima a Oriente.
Reino de ARAGÓN Era gobernado por otra rama de la familia de Trastámara, y sus intereses
estaban puestos en los dominios italianos de la corona arago- nesa (Cerdeña, Sicilia y Nápoles).
Reino de NAVARRA No tardaría en ser incorporado al reino de A- ragón.
Reino de GRANADA Último dominio musulmán en la península, que sería incorporado a la corona
de Castilla en 1492.
Punto 2
La extensa zona de influencia lusitana a lo largo del litoral atlántico de África presentaba una
excepción. A principios del siglo XV, el aventurero francés Juan de Bethencourt había tomado
posesión de las islas Canarias, cediéndolas a la soberanía del rey de Castilla.
Como veremos, los conflictos entre ambos reinos se reanudarían luego del viaje Colon, ya que el
texto del tratado era confuso y escasísimos los conocimientos sobre el Atlántico. Mientras los
portugueses entendían que el tratado les había dejado el señorío del mar menos Canarias, los
castellano apoyados en el texto (decía "... que de las Canarias para abajo y contra Guinea" el mar
sería para siempre portugués), sostenían que eran señores de todo el océano al norte y al oeste de
las Canarias.
Colon:
Recién en el año 1486, Colon fue recibido por los Reyes Católicos (Isabel de Castilla y Fernando de
Aragón) que se hallaban abocados a la conquista del reino moro de Granada. Por esa razón,
derivaron al genovés al juicio de una junta de sabios y teólogos que, presidida por fray Hernando de
Talavera, debía expedirse acerca de la viabilidad de su proyecto.
Cuando parecía que el proyecto sería otra vez rechazado, y Colon se disponía a abandonar Castilla,
la mediación de varios consejeros del rey Fernando (judíos conversos como, tal vez, era el propio
Colon) convenció al soberano de dar una oportunidad al genovés, especulando con la posibilidad de
ganar a los portugueses "la carrera de las Indias".
Al retornar de su primer viaje, una tormenta obligó a Colon a refugiarse en Lisboa, donde se vió
conminado a relatar al rey Juan II la síntesis de los des- cubrimientos realizados. El soberano
portugués hizo referencia a la posibilidad de que las tierras encontradas por Colon se hallaran dentro
de la jurisdicción portuguesa.
El comentario del rey lusitano, una vez conocido por los Reyes Católicos, in- dujo a estos a plantear
el reconocimiento de los derechos de Castilla ante el Papa.
Alejandro VI (español, Rodrigo de Borja o Borgia) dio a conocer una serie de documentos o bulas.
Las bulas del Papa Alejandro VI fueron cinco. De ellas, nos interesan las denominadas Inter
Caetera:
BULA de DONACIÓN: Reconocía la soberanía de Castilla sobre las tierras descubiertas por Colon, a
condición de que no pertenecieran a otro príncipe cristiano. Comentario: El Papa se cubría de no
estar donando tierras pertenecientes a Portugal. Actuaba siguiendo la doctrina de la época, que
consideraba válida la Donación de Constantino (más tarde se comprobó que había sido una
falsificación) según la cual el emperador había donado al pontífice todas las islas del Imperio
Romano. Además, el Papa volvía a cubrirse al señalar que el "citado Cristóbal" las había poblado
(referencia al fuerte Natividad en la isla de Sto. Domingo), con lo que había cumplido un requisito
fundamental para reclamar derechos sobre ellas.
BULA de DEMARCACIÓN: El Papa trazaba una línea de polo a polo que corría a 100 leguas al
oeste de las islas Azores y de Cabo Verde, señalando que serían de Castilla las tierras descubiertas
o por descubrirse ubicadas al oeste y el sur de dicha línea, a condición de que no pertenecieran a
otro príncipe cristiano. Comentario: El Papa no hacía referencia a los dominios portugueses
ubicados al este de la línea, la que por otra parte, corría en un solo hemisferio.
De las tres bulas restantes es importante la denominada Dudum Siquidem, porque extiende la
donación no sólo a las tierras ubicadas en el hemisferio occidental, sino también a las ubicadas en el
hemisferio oriental.
La bula Eximis Devotionis reconocía a Castilla los mismos derechos y privilegios otorgados por la
Iglesia a los portugueses en las tierras que habían descubierto.
Finalmente, la bula Piis Fidelium (descubierta recién en 1890) estaba destinada al vicario de las
Órdenes de los Mínimos en España, al que se designaba vicario pontificio para propender a la
extensión de la fe católica en las nuevas tierras.
EL TRATADO DE TORDESILLAS
Ni Portugal ni Castilla quedaron conformes con la demarcación pontificia. Por esa razón, en 1494,
los representantes de ambos reinos firmaron el tratado de Tordesillas, por lo que decidieron correr la
línea de Alejandro VI 270 leguas hacia el oeste. Los castellanos quedaban autorizados a cruzar la
zona portuguesa para dirigirse a sus dominios, pero sin detenerse ni descubrir tierras.
Portugal: que continuaba fiel al antiguo proyecto, necesitaba una mayor amplitud de mar propio, por
resultar muy peligrosa la navegación costera de África en razón de los arrecifes y corrientes marinas
que debía afrontar. No hay pruebas de que los lusitanos conocieran por entonces la existencia del
Brasil, como ha sugerido algún historiador portugués. De hecho, en el año 1500, Pedro Álvares
Cabral arribó a las costas brasileñas, pocos meses antes que Vicente Yáñez Pinzón. Sin embargo,
no tardó en retomar la ruta de la que había sido desviado por los vientos, prosiguiendo en dirección
a la India que era lo único que seguía interesando a los portugueses.
Castilla: entendía que cuanto más al oeste se corriera la línea demarcatoria mayores posibilidades
tendría de que las "Islas de las Especies" entraran en su jurisdicción. De hecho, las islas Molucas
quedaron dentro de la jurisdicción castellana.
En el año 1513, Vasco Núñez de Balboa cruzó el istmo de Panamá y descu- brió el océano Pacífico,
al que llamó Mar del Sur. A partir de ese momento, el objetivo de todas las naciones marítimas de
Europa fue hallar un paso marí- timo que uniera el Atlántico con el Pacífico. En esa búsqueda sería
descubierto el actual territorio argentino por cuatro expediciones.
1. AÑO 1516, comandante Juan Díaz de Solís. REGIÓN DESCUBIERTA: Río de la Plata
3. AÑO 1526, comandante Sebastián Gaboto. Región descubierta: Ríos Paraná, Paraguay y
Pilcomayo.
4. AÑO 1526, comandante Diego García Solís que era piloto mayor de la Casa de Contratación,
fue enviado en búsqueda del paso interoceánico, tratando de adelantarse a los portugueses
que ya merodeaban por las regiones rioplatenses. Murió en la empresa.
Al desertar de la expedición de Magallanes la nao "San Antón", su piloto Esteban Gómes avistó las
islas Malvinas en su regreso a España.
Con el propósito de justificar la posesión castellana de las islas Molucas, los cartógrafos portugueses
que asesoraron a Magallanes empujaron de tal modo la línea de Tordesillas que el Paraguay y el
Río de la Plata quedaban dentro de la jurisdicción portuguesa, dando pie a ulteriores reclamos
lusitanos.
Pero, cuando España se aprestó a explotar comercialmente aquellas islas, el gobierno de Lisboa
protestó alegando que se lesionaban sus derechos. Para poner fin al extenso pleito, se celebraron
en 1524 las conferencias de Badajoz y Yelves, que no arribaron a ningún resultado concreto.
Finalmente, en 1529, Carlos I (V) empeñó las Molucas a Portugal.
Punto 3
En abril de 1492, una vez conquistada Granada, Colon y los Reyes Católicos firmaron las
Capitulaciones de Santa Fe, que establecían:
Podría participar con una 8va. parte de los gastos y beneficios de todas las empresas comerciales a
que diera lugar el descubrimiento.
Comandantes: Vicente Yáñez Pinzón, Martín Alonso Pinzón y Juan de la Cosa (piloto).
Sacerdotes: No viajaron.
Mujeres: No viajaron.
VIAJES DE COLON
PRIMER VIAJE: Año: 1492. Descubrió: Bahamas, Cuba y Haití o Sto. Domingo.
SEGUNDO VIAJE: Año: 1493. Descubrió: Puerto Rico, Antillas menores y Jamaica.
TERCER VIAJE: Año: 1498. Descubrió: costas de Venezuela (delta del Orinoco) e isla Trinidad.
CUARTO VIAJE: Año: 1502. Descubrió: América Central (costas de Honduras, Nicaragua, Costa
Rica y Panamá).
Estos descubrimientos fueron complementados por los hallazgos efectuados por los denominados
Viajes menores castellanos, realizados entre los años 1499 y 1502:
JUAN DE LA COSA.
Tanto al servicio de Castilla como al de Portugal, formó parte de este grupo de exploradores iniciales
el florentino Américo Vespucio, quien arribó a la conclusión de que las tierras halladas constituían un
Mundus Novus (Nuevo Mundo) distinto de Asia. En un mapa de las mismas, el cartógrafo Martín
Waldsmüller las denominó América.
Veinte años más tarde, el descubrimiento del océano Pacífico por Balboa dio nuevo impulso al
deseo de alcanzar las "Islas de las Especies". Pero, en tan- to, América se iba revelando en toda su
inmensidad y riquezas y el interés por Oriente se fue diluyendo. De las islas, los castellanos saltarían
a Tierra Firme, donde les aguardaban los tesoros de Méjico y Perú, concretando en alrededor de
medio siglo la conquista del continente.
Un ÁREA SEPTENTRIONAL (Antillas, América del Norte y porción septentrional de Amé- rica
Ístmica).
Dos FOCOS de IRRADIACIÓN PRINCIPAL: que eran las bases de operaciones de las que partían
las expediciones.
Dos FOCOS de IRRADIACIÓN SECUNDARIA: que eran nuevas bases de operaciones establecidas
cuando las conquistas se iban alejando de los focos principales.
AREA SEPTENTRIONAL
AREA MERIDIONAL
En un principio, el único puerto autorizado a comerciar con las Indias fue el de Sevilla, sede de la
Casa de Contratación y de los principales astilleros. Más tarde, Carlos I (V) extendió este privilegio a
otros 9 puertos españoles, pero el privilegio fue apenas utilizado, por lo que Felipe II revocó la
medida.
El sistema económico español con respecto a las Indias se encuadró dentro de las pautas del
mercantilismo, que pregonaba una intervención absoluta del Estado en la economía. España, a
diferencia de Inglaterra y Francia, que procuraban el desarrollo de la industria y el comercio, sólo
buscó la acumulación del oro y plata americanos.
Como la corona española no estaba dispuesta a permitir que las riquezas americanas fueran
compartidas con otras naciones, establecieron un régimen de monopolio. Ello generó permanentes
agresiones y robos, especialmente por parte de piratas y corsarios extranjeros.
Para impedir estos latrocinios, se estableció el sistema de "Flotas y galeones", cuyas características
principales eran:
Una o dos veces por año partía la Flota de España, de los puertos de Sevilla o Cádiz, cargada con
manufacturas españolas.
Las naves mercantes (hasta 25 a mediados del S.XVII y hasta 90 a fines de ese siglo) navegaban en
convoy, escoltadas por buques de guerra.
Al momento de la llegada de los barcos se realizaban grandes ferias; las manufacturas españolas
eran descargadas, cargándose, a su vez, los productos americanos (cacao, añil, maderas, azúcar,
cueros y pieles, oro, plata, diamantes)
Finalmente, los barcos retornaban a La Habana, para reemprender juntos el retorno a la península.
Los territorios rioplatenses dependían del aprovisionamiento de la flota de Portobelo, pero aquel
sistema generó múltiples consecuencias: Retraso en la llegada de productos esenciales (vestidos,
calzados, muebles, artículos de metal, artículos científicos).
Notable encarecimiento de dichos artículos como consecuencia de los fletes que debían pagarse. Un
artículo requerido en el Río de la Plata debía ser transportado a lomo de mula desde Portobelo a
Panamá, a orillas del Pacífico. Luego, embarcado con destino al puerto de El Callao (Perú), para ser
llevado desde allí hasta su destino a lomo de mula.
El Tucumán: telas vastas, "frezadas", ponchos, alpargatas, sombreros, cigarros, azúcar, maderas y
piedras de construcción, mulas.
Finalmente, el sistema económico impuesto por España permitía el comercio entre México y las
posesiones españolas de Asia, a través del "Navío de Chi- na", que circulaba entre Acapulco y
Manila.
El puerto de Buenos Aires que, raramente recibía algún navío procedente de España, así como las
demás regiones rioplatenses, dependieron hasta muy avanzado el siglo XVIII del abastecimiento del
comercio limeño.
Sin embargo, las costas rioplatenses se fueron convirtiendo en la boca de entrada de un fluido
contrabando, lo que perjudicaba a los comerciantes de Lima. Ante sus protestas, una Real Cédula
del año 1622 creó la "aduana seca" de Córdoba. En esa ciudad, los funcionarios disponían de una
lista de precios de artículos varios, elaborada por la Audiencia de Charcas. Todo artículo procedente
de Buenos Aires pagaría allí un recargo del 50% sobre el precio que figuraba en la lista. De ese
modo se pretendió circunscribir los efectos del contrabando.
Punto 4
LA INCORPORACIÓN DEL NUEVO MUNDO A LA CORONA DE CASTILLA. EL VÍNCULO
JURÍDICO-POLÍTICO. "LOS REINOS DE INDIAS". LA INSERCIÓN ECONÓMICA.
Las Indias fueron incorporadas a la Corona de Castilla como bienes hereditarios, es decir, a título
personal, por eso fueron reinos patrimoniales. Carlos I (V) confirmó la incorporación a la Corona y no
al reino castellano, ratificando que no eran propiedad particular de los reyes ni del Estado español,
sino un bien de la monarquía.
No se trató pues de colonias, y los americanos eran súbditos libres igual que los de otros dominios.
Tenían sus propias leyes (las Leyes de Indias), su propio consejo (el Consejo de Indias), sus propias
autoridades.
Tal vez, si no hubiera existido el desastre de la "Armada Invencible" (1588), los Austrias las hubieran
convertido en colonias complementarias de la economía española. Pero, al quedar cortadas de
España, las Indias desarrolla- ron una economía propia y aislada, y sus habitantes gozaron de
independencia material y espiritual.
La implantación de los cabildos fue una muestra de la política descentraliza- dora de los Austrias y el
propio rey español invitaba a que si llegaba a Amé- rica alguna disposición real que contraviniera la
legislación vigente fuera obedecida pero no cumplida ("se obedece pero no se cumple").
No obstante ser consideradas "reinos", las Indias nunca fueron consultadas ni estuvieron
representadas en las Cortes.
Punto 5
Fue una empresa particular costeada por navegantes y grandes mercaderes, aunque a veces, la
corona contribuyó económicamente.
Tuvo una base contractual, ya que los particulares firmaban con la corona contratos y capitulaciones.
Tuvo particularismos jurídicos, ya que cada capitulación establecía diferentes derechos y privilegios.
Fue una empresa popular de la que no participaron las grandes familias de la aristocra- cia
española.
Tuvo para la corona una finalidad evangelizadora y civilizadora, contrarrestada por la desmedida
codicia de los conquistadores.
El sometimiento de los indígenas:
Después de su segundo viaje, Colon envió a su agente Juan Berardi un grupo de indios para que los
vendiera como esclavos. Una Real Cédula del 18 de abril de 1495 autorizó la venta. Sin embargo,
cuatro días después, otra Real Cédula suspendió la venta hasta tanto se conociera la opinión de
teólogos y juristas. Las presuntas razones de este cambio habrían obedecido a los cargos de
conciencia que los confesores despertaron en la reina Isabel.
En el año 1500, otra Real Cédula proclamó la libertad de los indios, considerados vasallos capaces
de adoptar la fe cristiana, aunque el ejercicio de sus derechos debía ser tutelado como sucede con
los menores de edad.
En aquellos primeros tiempos, los gobernantes de Sto. Domingo recibieron instrucciones reales
destinadas a promover la evangelización de los indios y su protección. Se recomendaba que los
aborígenes fueran reunidos en pueblos, que habitaran en casas, que no durmieran en el suelo, que
se vistieran y que trabajaran.
Las denuncias de Montesinos condujeron a Fernando de Aragón a disponer una reunión de teólogos
y juristas que, en el año 1512, produjeron las Leyes de Burgos, las cuales consagraban :
Estos temas dieron lugar a fuertes discusiones en España. En ellas, se destacaron las posiciones
de:
FRANCISCO de VITORIA: Diferenció la guerra justa y la guerra injusta. Entendía que sólo sería
justa la guerra cuando los indios se opusieran al comercio o a la predicación de la fe cristiana.
JUAN GINÉS de SEPÚLVEDA: Sostenía que, siendo los indios bárbaros e inhumanos, se negaban
a obedecer a otros hombres más perfectos, por lo que era justo someterlos por la fuerza.
La encomienda: fue una institución que colocaba al indio en una situación intermedia entre la
esclavitud y el trabajo asalariado. Estaba destinada a resol- ver el problema del trabajo y de la
recaudación fiscal.
Había tenido su origen durante las luchas de la Reconquista española y, en América fue adaptada a
las características propias del medio. Sus bases jurídicas fueron establecidas por Fernando de
Aragón en 1509.
Con este sistema el encomendero, a cambio del trabajo personal de los indios, debía
comprometerse a evangelizarlos y pagar un peso oro anual por indio a la Corona.
Se trataba de un bien inalienable (los indios no podían ser repartidos ni prestados por el
encomendero).
Los indios que dejaban de pertenecer a una encomienda pasaban a vivir en un pueblo de indios o
"corregimiento".
Casi todas estas disposiciones fueron violadas por los encomenderos y, aunque las Leyes Nuevas
de 1542 prácticamente abolieron las encomien- das, prometiendo grandes castigos a quienes
maltratasen a los indios, la institución siguió existiendo hasta entrado el siglo XVIII.
La obstinación y codicia de los encomenderos generaría levantamientos entre los indígenas. Por
ello, Felipe II ordenó a la Audiencia de Charcas la redacción de un informe sobre la situación que se
vivía en Tucumán, Cuyo, Buenos Aires y Paraguay. Esta inspección dio lugar a las Ordenanzas de
Al- faro de 1611 (Alfaro era oidor de la Audiencia de Charcas, y puede apreciar- el retraso en el
cumplimiento de la orden, teniendo en cuenta que Felipe II murió en 1598).
Punto 8
Los pueblos de indios, reducciones o corregimientos agrupaban a aquellos indios que no habían sido
repartidos en encomiendas o habían dejado de pertenecer a una.
Debían estar ubicados cerca de los lugares de trabajo, pero lejos de las poblaciones españolas.
Los indios debían solicitar autorización si querían abandonarlos, y sólo el rey o el virrey podían
autorizar el traslado de toda la reducción.
El gobierno y administración del corregimiento estaba a cargo de un Ca- bildo integrado por un
alcalde indio y un regidor, que elegían anualmente a sus sucesores (si el pueblo superaba las 80
casas eran 2 alcaldes y 4 regido- res). Lo integraba también un corregidor, que era un español cuya
autoridad era similar a la de los encomenderos.
El producto del trabajo colectivo era reservado para las necesidades del corregimiento, y el
corregidor se encargaba del repartimiento de mercade- rías europeas entre los indios. Esto, dio lugar
a excesos, que terminaron ge- nerando rebeliones, como sucedió en el caso de Tupac Amaru.
La mita y el yanaconazgo:
Los españoles tomaron instituciones indígenas como la mita, un sistema de trabajo de origen
incaico. Los conquistadores sorteaban a los indios que debían trabajar a su servicio durante cierto
tiempo, también eran incluidos las mujeres y los niños. Existían distintos tipos de mitas:
Los indios no podían ser llevados más de 10 leguas de sus viviendas, ni obligados a trabajar hasta
que no hubiese cumplido su turno la totalidad de los habitantes del pueblo. En la práctica, aunque se
les pagaba en dinero, los indios se endeudaban viéndose obligados a continuar trabajando.
El yanaconazgo era otra institución aplicada por los incas con aquellos pueblos que se mostraban
rebeldes. Los yanaconas vivían en las tierras de los encomenderos, absolutamente vigilados y
sujetos. Estaban ligados a la pro- piedad, y pasaban con ésta a los sucesivos propietarios.
La Iglesia Católica:
Después de la muerte de la reina Isabel de Castilla, el rey Fernando hizo gestiones en Roma para
lograr el Patronato sobre la Iglesia americana, lo que fue concedido por una bula del Papa Julio II.
De acuerdo con ella:
Éste, por intermedio del Consejo de Indias, proponía a Roma los obispos, los cuales debían prestar
juramento al Papa y al rey.
El Consejo de Indias examinaba las bulas y los breves pontificios para otorgarles el pase o
"exequatur".
Crear obispados.
Levantar templos.
Sostener el culto.
Si un religioso cometía alguna falta, podía ser procesado y expulsado por virreyes y audiencias.
Con los Borbones, el ejercicio del Patronato se fundó en la propia soberanía de la Corona, conforme
con las tendencias regalistas francesas, y no en la concesión papal como los Austrias.
Al principio, todas las diócesis americanas dependían del arzobispo de Sevilla. A mediados del siglo
XVI se crearon los arzobispados de Santo Domingo, Méjico, Bogotá, Lima y Manila.
Las más importantes misiones jesuíticas se establecieron en Paraguay (Chaco, Guayrá y Paraná).
Los indios tapes, perseguidos por los "bandeirantes" paulistas, se refugiaron junto a los guaraníes en
la región donde se habían establecido los jesuitas. El superior de la Orden residía en Yapeyú. Los
pueblos principales fueron: Yapeyú, San Ignacio, San Javier, Corpus Chisti, Apóstoles y Loreto.
Cada pueblo de las misiones estaba digido por un cura y un teniente cura.
El corregidor era elegido por el gobernador de una lista de caciques; lo era en forma vi- talicia.
Cada cabildo duraba un año; el cabildo saliente elegía al entrante, que era confirmado por el
gobernador.
En los pueblos, los indios debían respetar los toques de campana para asistir a misa e ir a trabajar.
No podían beber bebidas alcohólicas y debían vivir con moralidad.
Las tierras de los particulares: cada indio, al casarse, recibía una parcela de tierra que trabajaba en
su provecho. Para evitar que malgastaran su cosecha, debían depositarla en almacenes públicos,
entregándoseles los productos que necesitaran.
Los indios se manejaban a través del trueque. Para obtener moneda metálica, a fin de pagar los
tributos, vendían su yerba mate en Santa Fe o Buenos Aires.
Cuando en 1750 se firmó el Tratado de Permuta entre España y Portugal, los lusitanos se
comprometieron a dejar la Colonia del Sacramento a cambio de las Misiones guaraníticas. Los indios
de 7 pueblos de las misiones se rebela- ron, rechazando aquel cambio que los entregaba a manos
de los portugueses, tras largos años de luchas contra los "bandeirantes" que, desde su base en Sao
Paulo organizaban expediciones para cazar indios que esclavizaban.
El gobierno español interpretó que la actitud de los rebeldes había sido el resultado de las
maquinaciones de los jesuitas, a quienes atribuían un notable poder político, militar y económico. En
1767, el rey Carlos III decretó la expulsión de los jesuitas y las misiones pasaron a manos de otras
órdenes religiosas, mientras su gobierno quedaba en manos civiles. Aquello provocó la ruina de las
misiones, y muchos indios prefirieron retornar a la selva.
Punto 6
Inglaterra, Holanda y Francia buscaron por el norte otro pasillo hacia el O- riente. No lo hallaron,
pero sus exploradores descubrieron los lagos, ríos, bosques y aborígenes norteamericanos.
INGLATERRA: En 1497, el italiano Juan Gaboto buscó el paso marítimo por las costas de
Terranova. Hasta comienzos del siglo XVII participaron de esa búsqueda explorado- res como
Humphrey Gilbert, John Davis y Henry Hudson.
FRANCIA: Ya entrado el siglo XVI, Francia intentó encontrar la ruta al Oriente con las expediciones
de Giovanni Verrazano y Jacques Cartier, que descubrió el río San Lorenzo.
INGLATERRA: Al finalizar el siglo XVI, los ingleses no habían logrado organizar una colonización
estable en América. En los primeros años del siglo XVII, el capital privado y el respaldo del gobierno
se unieron para hacer posible u- na ocupación permanente.
La reina Isabel I había reclamado para Inglaterra la región norteamericana ubicada al norte del
paralelo 30º, sobre el litoral atlántrico. Le atribuía a Juan Gaboto su descubrimiento. El sucesor de
Isabel, Jacobo I, adjudicó la explotación de estos territorios a dos compañías comerciales: la
Compañía de Londres y la Compañía de Plymouth.
En la paz de 1604, entre Inglaterra y España, Jacobo I reconoció a los españoles el monopolio sobre
todos los territorios que había ocupado en América; pero no lo hizo con aquellos que aún se
hallaban desocupados.
España había perdido mucho de su interés inicial por los temas americanos.
La región concedida había sido bautizada con el nombre genérico de "Virginia". Fue dividida en dos
porciones:
A corto plazo, la gestión de ambas compañías fracasó. Virginia se convirtió en una colonia que
dependía directamente de la Corona; en tanto que Nueva Inglaterra fue asiento de refugiados
puritanos que buscaban libertad para profesar su fe.
Con el transcurrir de los años, las colonias inglesas de la costa atlántica se multiplicaron hasta llegar
a ser trece. Lograron formar un bloque territorial luego de la expulsión de los colonos holandeses por
parte de Inglaterra.
Aparte de la ilusión de encontrar tierras fértiles y oro, buscaban alimentos, viñas, frutas, tabaco,
madera y cáñamo.
Pensaban que las colonias podían ser mercados para los productos ingleses.
FRANCIA: Francisco I de Francia, que fue un tenaz adversario de Carlos I (V), no reconoció nunca el
derecho exclusivo de España sobre las Indias.
Sin embargo, durante el siglo XVI, las empresas oficiales francesas en Amé- rica fueron aisladas.
Francia era un reino cuya economía se basaba en la agricultura y políticamente estaba absorbida
por problemas europeos, por lo que América y sus riquezas sólo adquirieron interés para los marinos
de la costa atlántica, muchos de ellos protestantes. Sus incursiones apuntaron especialmente a la
Florida y el Brasil.
La situación se modificó en el siglo XVII, cuando la Corona tomó a su cargo el objetivo de ocupar
áreas territoriales en el nuevo continente.
La región reconocida por Jacques Cartier se convirtió en "puerta de ingreso" de los exploradores y
colonizadores franceses. La región ofrecía una vía de penetración apropiada: el río San Lorenzo, los
Grandes Lagos y el río Mississipi, y por aquel camino, Francia fue consolidando un vasto dominio
norteamericano, que tenía sus centros de irradiación en Québec y Montreal, en el Canadá. También
la América insular fue objeto de las apetencias francesas, habiendo sido ocupadas algunas Antillas
menores (Martinica, Guadalupe) y la porción occidental de la isla de Haití.
Los holandeses habían adoptado en su mayoría la doctrina de Juan Calvino que bendecía la
acumulación de riquezas como fruto del trabajo. Esta concepción religiosa favorecía el desarrollo del
capitalismo.
Suscribían la teoría del "mar libre", formulada por su connacional Hugo Grocio.
No buscaban colonizar, sino tan sólo explotar económicamente las regiones que ocupaban.
No encararon como empresa nacional su expansión colonial, sino que la delegaron en compañías
comerciales, como las de las Indias Occidentales y las Indias Orientales.
No se puede desvincular este tema de las cuestiones políticas, ya que los holandeses, súbditos de
Felipe II, se habían sublevado contra el monarca es- pañol a partir de 1565. Decidieron entonces,
desgastar el poderío de su adversario atacándolo en sus posesiones ultramarinas.
La coyuntura histórica que los decidió a adoptar esa estrategia, se dio cuan- do Felipe II, convertido
en soberano de Portugal, cerró el puerto de Lisboa al comercio holandés.
NORDESTE de BRASIL: Entre 1631 y 1635, una fuerte expedición holandesa ocupó el nordeste
brasileño estableciendo una colonia que prosperó durante varias décadas basada en la explotación
del azúcar. Más que la acción de Portugal, fue la resistencia de los colonos brasileños la que
determinó el retiro de Holanda en 1654.
NUEVA HOLANDA: Con el objetivo de explotar el comercio de pieles, la Compañía Holandesa de las
Indias Occidentales dispuso la fundación de Nueva Amsterdam, en la isla de Manhattan, en 1626. La
población se convirtió en el corazón de la región bautizada como Nueva Holanda. Sin embargo, en
1644, Inglaterra se apoderó del asentamiento rebautizado como Nueva York.
GUAYANA: Las Guayanas fueron objeto de las disputas entre españoles, ingleses y holandeses a lo
largo de los siglos XVI y XVII. En 1667, Inglaterra cedió a Holanda la región de lo que sería la
Guayana holandesa (hoy Surinam) como compensación de la pérdida de Nueva Holanda.
Durante muchos años, el único interés que despertaba esta región en la Corona lusitana era la
explotación del "palo brasil", ya que sus aspiraciones estaban centradas en las Indias Orientales.
Así fue como el rey Manuel arrendó el comercio de la madera tintórea a Fernando de Noronha, a
condición de que enviara barcos para la exploración de 300 leguas anuales de costa brasileña por
un plazo de tres años.
Sin embargo, no tardaron en hacerse presentes en el país navíos franceses, que iniciaron tratos
comerciales con los aborígenes y comenzaron a cortar "palo Brasil".
Las protestas portuguesas resultaron vanas, y el gobierno de Lisboa llegó a la conclusión de que
Portugal debía ocupar el Brasil o resignarse a comprartirlo con los extranjeros que arribaran.
Entre 1530 y 1540 comenzó la colonización del país, iniciada con el envío de una poderosa flota
comandada por Martin Affonso de Souza, cuyo primer objetivo fue limpiar la región de colonos
franceses. Fundó, además, las colonias permanentes de San Vicente y Pernambuco.
En 1533, el rey Juan III dividió el Brasil en 12 capitanías, que fueron adjudicadas en propiedad a
"donatarios". Éstos, debían colonizar el territorio por su cuenta, recibiendo a cambio privilegios
administrativos, judiciales y fisca- les sobre los colonos que emigraran.
Este sistema concedía a los beneficiarios mayores poderes que los adelantos castellanos; pero
fracasó por falta de capitales privados y por el desinterés que generó.
En 1549, el soberano portugués decidió crear un gobierno centralizado. Nombró Capitán General del
Brasil a Tomé de Souza, y declaró capital a la ciudad de Bahía de Todos los Santos.
Fueron expulsados los franceses que aún permanecían en el país y fundada, en 1567, la ciudad de
Río de Janeiro.
Se inauguró una política de colaboración entre las autoridades y los jesuitas con respecto a los
aborígenes. Esta política apuntaba a: Pacificar a las tribus belicosas, suprimir el canibalismo,
convertir a los indios al cristianismo, combatir sus hábitos nómades y concentrarlos en
"reducciones", y protegerlos de los cazadores de esclavos.
Se desarrolló una economía de plantaciones basada en la explotación del azúcar, que delinearía la
personalidad del Brasil con:
Felipe II no unificó sus dominios y conservó la organización colonial de los portugueses en Brasil y
otras regiones asiáticas y africanas. Mientras la Corona española actuaba como si la "línea de
Tordesillas" hubiera perdido su razón de ser, los portugueses no dejaron de expandirse al oeste de
la mis- ma. Los protagonistas principales de aquella penetración en los territorios españoles fueron
los "bandeirantes", cazadores de esclavos mestizos de portugués e india, llamados mamelucos.
Durante el reinado de los Austrias españoles en Portugal (1580-1640), se produjeron ataques de los
enemigos de España sobre el Brasil y otros dominios lusitanos. El intento realizado por los
holandeses en el nordeste del país fue el más importante.
Punto 7
La conquista de América fue una empresa mixta realizada entre la Corona y particulares. Un
particular se comprometía a financiar la conquista de un sector determinado del continente, a efectos
de lo cual firmaba con la Coro- na capitulaciones, que establecían los deberes y derechos
recíprocos. Este particular recibía el título de Adelantado, que era la adaptación en América de una
antigua institución peninsular de la época de la "Reconquista", por la cual se otorgaban
determinados privilegios a quienes ganaran tierras para la Cristiandad.
El Adelantado:
Organizaba la hueste, cuyos integrantes no percibían salario, siendo pagados con los beneficios
obtenidos en la empresa. No podían pasar a América los "cristianos nuevos" o conversos y quienes
no fueran súbditos de la Corona de Castilla.
Punto 7.
El Poblamiento:
La finalidad de esta expedición era esencialmente militar, destinada a desalentar los intentos
portugueses sobre las regiones rioplatenses. Mendoza, mandó fundar 5 fortalezas o "reales" a orillas
del Río de la Plata, del Paraná y del Paraguay. La primera de ellas fue el "real" bautizado "Santa
María del Buen Aire" (febrero de 1536).
Gravemente enfermo, el Adelantado emprendió el retorno a España, dejando por testamento, como
heredero, del adelantazgo a Juan de Ayolas, que había emprendido una expedición a través del
Chaco en busca del "Rey Blanco". Mendoza murió en alta mar y, cuando la Corona tuvo dudas sobre
el retorno de Ayolas, emitió una orden extraordinaria, concediendo a los pobladores de la región el
derecho de elegir un gobernador (Real Cédula de 1537). Como consecuencia de aquella ordenanza,
resultó elegido Domingo Martínez de I- rala, que ordenó el despoblamiento de las cinco fortalezas,
concentrando a to- da la población a orillas del río Paraguay donde, en 1541, fundó la ciudad de
Nuestra Señora de la Asunción (la fortaleza del mismo nombre había sido e- rigida en 1537). Con
este hecho se inició el proceso de poblamiento del actual territorio argentino, realizado por tres
corrientes colonizadoras:
CORRIENTE del ESTE o del LITORAL (procedente de ESPAÑA)
Esta corriente pobladora fundó también CONCEPCIÓN del BERMEJO, que debió ser abandonada
por sus pobladores al cabo de algunos años.
Otras ciudades fundadas en el Noroeste fueron: TALAVERA de ESTECO, MADRID de las JUNTAS,
LONDRES, CAÑETE y CÓRDOBA del CALCHAQUÍ. Sin embargo, dejaron de existir como
consecuencia de catástrofes naturales o en razón de las guerras contra los calchaquíes.
Los territorios que hoy conforman la Argentina dependieron durante los si- glos XVI, XVII y parte del
XVIII (creación del Virreinato del Río de la Plata) del Virreinato del Perú. Se dividían en tres
jurisdicciones:
Gobernación del Río de la Plata y Paraguay (en 1616 se dividieron en dos): Santa Fé, Buenos Aires
y Corrientes (comprendía también la Patagonia y la Banda Oriental).
Gobernación del Tucumán: Santiago del Estero, Tucumán, Córdoba, Salta, La Rioja, Ju- juy y
Catamarca.
Corregimiento de Cuyo (dependiente de la Gobernación de Chile): Mendoza, San Juan y San Luis.
A diferencia de lo acontecido en la América anglosajona, donde la colonización tuvo un carácter
predominantemente rural, en Hispanoamérica revistió un carácter urbano. Esto quiere decir que las
ciudades fueron el foco de irradiación de la conquista y colonización de los territorios circundantes.
El gobierno municipal estaba en manos de los cabildos que, como otras instituciones trasplantadas a
América, tuvo su origen en la época de la Reconquista española, cuando los soberanos y señores
de los Estados ibéricos procuraban consolidar su dominio sobre las tierras recuperadas poblándolas.
Mientras en la península los ayuntamientos perdían sus libertades, en Amé- rica, los cabildos
disfrutaron de una gran autonomía por razones de distancias y aislamiento.
No debe aceptarse el empleo de las palabras fuero y carta como sinónimos de constitución, ya que
mientras ésta se origina en la soberanía popular, los anteriores son el resultado de una con- cesión
del soberano.
Según el derecho español, en América, "no había ciudad sin cabildo ni cabildo sin ciudad". El
fundador de una ciudad debía cumplir rigurosamente una serie de requisitos, que fueron
condensados en una ordenanza de 1573.
Una vez elegido el sitio del emplazamiento de la ciudad, el fundador debía designar el Cabildo, es
decir, los alcaldes y regidores que lo integraban.
Luego, procedía a marcar sobre el terreno el lugar que ocuparía la Plaza Mayor, rodeada por el
Cabildo, el Fuerte, la Iglesia y el Hospital. Esa plaza estaría en la costanera si la ciudad iba a erigirse
a orillas del mar o un río; en el centro, si la ciudad era mediterránea. Las calles serían anchas si el
clima era frío y angostas si era cálido.
A continuación, distribuía entre los pobladores los solares (donde edificarían sus viviendas) y las
chacras (para huertas y cría de animales). También destinaba el espacio para el ejido (tierras de
propiedad común).
En el centro de la plaza se levantaba el "rollo de justicia" o picota (un poste). Allí se realizaba el
solemne acto de fundación bajo acta de un notario.
JUDICIALES: Administraba justicia. En lo civil, también funcionaba como tribunal de apelación en los
asuntos que superaran un monto determinado. En caso contrario, se apelaba ante la Audiencia.
POLICIALES: Velaba por el mantenimiento del orden por medio de un cuerpo de alguaciles.
En muchas ocasiones, el fundador designaba regidores a perpetuidad y otro tanto podía hacer el
rey.
En los tiempos de Carlos I (V) se dispuso que los cabildos se renovasen todos los 1 de enero,
cuando el cabildo saliente elegía al entrante. Pero desde la época de Felipe II se introdujo la
costumbre de vender en subasta pública los cargos, excepto el de alcalde.
El vecino de Indias: El carácter de vecino era el equivalente al de ciudadano. Eran vecinos los
descendientes de los primitivos pobladores, que:
Integraban el Cabildo.
En Buenos Aires, podían obtener permisos de vaquerías, es decir, la posibilidad de ac- cionar contra
los animales cimarrones que habitaban la campaña.
Por su parte, el resto de la población libre constituía la clase de los estantes, que sólo podían
disfrutar de los privilegios de la vecindad si, por méritos propios solicitaban y obtenían una "carta de
vecindad".
Villas: poblaciones con menos de 30 familias, que tenían Cabildo (un alcalde y 4 regido- res).
Ciudades metropolitanas: eran las capitales de las gobernaciones; tenían Cabildo (12 regidores) y
milicias.
En la época de mayor relevancia de los cabildos, éstos asesoraban a las autoridades (gobernadores
y tenientes gobernadores) y, en casos de vacancia de un cargo, ejercía el gobierno provisionalmente
como Cabildo gobernador.
Bolilla II.
Punto 1.
El sistema político establecido por España en América no puede ser entendido a través de nuestra
actual concepción de la división de poderes.
Como hemos afirmado, el comienzo del proceso de descubrimiento, conquista y colonización, se
trató en gran medida de una obra de particulares legalizada por las capitulaciones que, en muchos
casos, otorgaba grandes privilegios a sus titulares.
Pero aquella fue sólo una tendencia de los primeros tiempos. Cuando el pro- ceso se estabilizó, los
reyes fueron imponiendo gradualmente su autoridad a través de una burocracia centralizada. Esto
sucedió ya con los primeros Austrias.
Refiriéndose a la estructura del gobierno indiano, Ricardo Zorraquín Becú explicaba que en Indias no
había ninguna autoridad suprema. Si bien cada una tenía cierta autonomía funcional dentro de su
propia competencia, existían también contrapesos, limitaciones y controles destinados a evitar los
abusos de poder y a sancionar los excesos a que podían sentirse inclinados los funcionarios tan
alejados de la metrópoli. Este sistema de coordinación y de recíproca vigilancia funcionaba de
manera análoga a la división de poderes del constitucionalismo moderno. Y si el juego normal de las
instituciones se revelaba ineficaz, siempre existía el recurso de nombrar visitadores o jueces "de
comisión" que restablecieran el orden y la justicia.
El régimen indiano, con esos sistemas de coordinación y control, quería afirmar el imperio de las
normas jurídicas mediante recursos y procedimientos fundados en las leyes. No existía una
dependencia estricta entre unos y otros organismos o funcionarios, sino que todos actuaban con
cierta libertad dentro de su esfera, aunque vigilados por los demás.
Así, por ejemplo, si bien el virrey podía impartir órdenes a los gobernadores, éstos eran nombrados
por el monarca en la mayoría de los casos, se comunicaban directamente con él, y el Consejo de
Indias les daba instrucciones sin pasar por la vía jerárquica del virrey y, en oportunidades, sin darle
conocimiento de ellas. Las ordenanzas del gobernador no iban al virrey para ser confirmadas, sino al
Consejo de Indias, y sus resoluciones podían ser revocadas por la Audiencia del distrito.
La organización del poder en América no configuraba una pirámide, sino que podría compararse con
una circunferencia, cuyos rayos partían todos de la Corona -centro de la soberanía-. Es decir, un
vigoroso centralismo impuesto desde España; una jerarquía elásticamente organizada; varios
sistemas de colaboración y control entre las autoridades y por el localismo con el que se gobernaban
las provincias.
Algunos de los sistemas de control fueron:
Los juicios de residencia: Todos los altos funcionarios de América eran residenciados al
finalizar sus mandatos.
Llegaba al lugar un juez residenciador nombrado por el Consejo de Indias para juzgar la
conducta pública del magistrado en cuestión.
Se anunciaba el inicio del proceso a través de un bando para que cualquier vecino pudiera
formular las denuncias.
Sólo se eximían de este juicio aquellos funcionarios destacados por su actuación relevante
(Cevallos y Vértiz, virreyes del R. de la Plata).
Las visitas: Sólo se ponían en práctica cuando se estaba ante la presunción de algún fraude o
abuso de poder.
Los jueces pesquisidores: Eran nombrados para investigar denuncias concretas. Realizaban
la investigación y elevaban su informe a los superiores.
Para el gobierno de América se promulgó una legialación especial designada con el nombre de
"Leyes de Indias". Estaban integradas por:
REALES CÉDULAS: Eran propuestas por el Consejo de Indias. Se referían a una cuestión
determinada y comenzaban con la fórmula: "Yo el Rey, hago saber".
REALES ÓRDENES: Fueron creadas en la época de los Borbones. Emanaban del Ministerio por
orden del rey.
ORDENANZAS y BANDOS: Eran dictadas por los virreyes o las audiencias. Legislaban sobre
asuntos diversos y, a veces, constituían verdaderos códigos. También las dictaban los cabildos.
CARACTERÍSTICAS
Prevalecía un criterio particularista destinado a legislar para cada caso y cada lugar.
A veces, las autoridades aplicaban por desconocimiento, leyes que ya habían sido derogadas.
A veces, el desconocimiento de las autoridades que legislaban sobre las características de un lugar
daban origen a resistencias, por lo que quienes debían aplicarlas suspendían su vigencia ("acátase
pero no se cumple").
Tras varios intentos de recopilación, en 1680, se completó la "Recopilación de las Leyes de Indias",
realizada por una comisión que se basó en los trabajos anteriores de Juan de Solórzano Pereira y
Antonio de León Pinelo. Contenía alrededor de 6400 leyes, reunidas en 9 libros.
LIBRO I Asuntos religiosos y Patronato. LIBRO II Consejo de Indias y Audiencias. LIBRO III
Virreyes y gobernadores. LIBRO IV Descubrimiento y conquista. LIBRO V Alcaldes,
regidores y funcionarios menores LIBRO VI Situación de los indios. LIBRO VII Policía y moralidad
pública. LIBRO VIII Rentas y finanzas LIBRO IX Organización comercial y Casa de
Contratación
Punto 2.
Los antiguos condes de Castilla a quienes la "federación de castelos" o castillos había encomendado
la defensa común, pasaron a convertirse en el siglo X en reyes de Castilla. En un largo proceso que
comprendió más de dos siglos, estos reyes se fueron imponiendo a los otros sectores de la sociedad
castellana: nobles, clero y burgueses reunidos en las Cortes.
En realidad, el apoyo que recibió Isabel de Castilla por parte de la nobleza se debió al rechazo que
ésta experimentaba hacia la política del rey Enrique IV, hermano de Isabel. Este soberano venía
activando el proceso de fortalecimiento definitivo de la autoridad monárquica frente a los nobles de
Castilla. Derrotado, Enrique IV se vio obligado a reconocer a Isabel como heredera suya en el
Compromiso de los Toros de Guisando.
Dueña del trono castellano, y casada con Fernando de Aragón, Isabel "la Católica" proseguiría la
política de Enrique, la que se continuaría -muerto Fernando- con el cardenal Francisco Jiménez de
Cisneros, regente hasta la llegada a España de Carlos I de Austria.
Con el advenimiento de los Austrias, hallamos un soberano que basaba su poder en el pacto de
sumisión celebrado con el pueblo y, que por lo tanto, no constituía un gobierno absolutista en el
sentido que luego tendría en Francia, pues reconocía limitaciones a su autoridad por la vía del
derecho.
Estas ideas pactistas tuvieron como principales defensores a los religiosos Francisco de Vitoria y
Francisco Suárez.
FRANCISCO de VITORIA: Consideraba que el poder es un derecho natural que proviene de Dios,
pero no le es transmitido directamente al gobernante por Dios sino por la comunidad.
FRANCISCO SUÁREZ También para él, el pueblo es el medio a través del cual recibe el rey el
poder que le o- torga Dios. Se oponía al absolutismo de derecho divino expresando: "Si la potestad
radica en la comunidad, luego, para que empiece a estar en alguna persona como un príncipe, es
necesario que le sea concedido por con- sentimiento de la comunidad". Suárez, en quien se basó
Castelli en el cabildo abierto del 22 de mayo de 1810, aceptaba la monarquía hereditaria,
estableciendo que una vez que el pueblo trasladó su poder al rey ya no puede reclamar su libertad a
capricho. Pero, la comunidad puede reasumir la soberanía en caso de acefalía o puede hacer la
guerra justa contra el rey si éste hubiere caído en tiranía.
Según la concepción hispánica, el rey era el símbolo de la nación y jefe del Estado. Su poder era
inmenso. En la realidad, el gobierno de España y sus dominios descansó en los Consejos (el de
Castilla, el de Hacienda, el de Guerra y el de Indias). Los consejeros -letrados o clérigos- recibían las
ideas del monarca a manera de proposiciones que podían ser discutidas, analiza- das y modificadas.
La participación del rey podía humanizar la fría burocracia de los consejeros.
El Consejo de Indias.
En un principio, los asuntos de las Indias fueron atendidos por los Reyes Católicos asistidos por el
arcediano de la Catedral de Sevilla, Juan Rodríguez de Fonseca, que integraba el Consejo de
Castilla. Con el tiempo, se hizo necesario crear algunos organismos especializados. Así, en 1503,
nació la Casa de Contratación.
LA CASA DE CONTRATACIÓN:
Fue creada en 1503 por los Reyes Católicos. Funcionaba en Sevilla y estaba integrada por un
administrador, un tesorero y un contador.
Tenía atribuciones aduaneras e intervenía en los pleitos de índole comercial y en las controversias
entre armadores y marinos.
El cargo de piloto mayor, encargado de controlar los conocimientos náuticos que se iban
alcanzando.
Desde 1518 se habla de un Consejo de las Indias, que era la reunión de algunos funcionarios del
Consejo de Castilla para tratar asuntos americanos. El aumento de los problemas derivados de la
conquista, condujo a Carlos I (V) a crear un organismo autónomo llamado Real y Supremo Consejo
de Indias, en 1524. Estaba compuesto por:
Las atribuciones del Consejo eran de índole legislativa, judicial, eclesiástica, militar y administrativa.
Daba fuerza de ley a las ordenanzas dictadas por las Audiencias o Virreyes.
En época de Felipe II comenzaron a restringirse algunas de las atribuciones del Consejo de Indias,
especialmente en materia de hacienda, ya que se creó el Consejo de Hacienda, lo que le quitó
autonomía financiera.
Debido al recargo de trabajo, se eliminó la posibilidad de apelar ante el Consejo de Indias por los
fallos de las Audiencias (que quedaron como tribuna- les superiores), a menos que se utilizase el
recurso de "segunda suplicación", o el rey así lo disponía.
Punto 3.
La etapa inicial de la conquista estuvo a cargo de los Adelantados. Al concluirse la misma, los
Adelantados fueron desapareciendo, reemplazados por los gobernadores, que eran funcionarios a
sueldo de la Corona.
Los gobernadores:
Eran nombrados a propuesta del Consejo de Indias y confirmados por el rey, aunque hubo casos en
que el nombramiento procedía de los virreyes con la posterior aprobación real.
Sus funciones no estaban explícitamente señaladas por las leyes y comprendían facultades
administrativas, militares y judiciales. En este último caso, podía apelarse a ellos por los fallos de los
cabildos.
CORREGIDORES: No se trata, en este caso, de los de los "pueblos de indios", sino de los
corregidores de españoles.
Actuaban en las áreas gobernadas por una Audiencia, y su jerarquía era inferior a la de los
gobernadores, aunque sus atribuciones eran similares.
TENIENTES: Existían tanto en las gobernaciones como en los corregimientos y tenían una jerarquía
administrativa inferior, cumpliendo mandatos específicos encomendados por el gobernador o el
corregidor.
LOS VIRREYES: Fueron otra de las instituciones trasplantadas de la península que, en América,
gobernaban como representantes del rey. En un principio fueron vitalicios, pero luego se redujo su
mandato a tres años. El no nombramiento de un sucesor significaba la prórroga de su mandato.
Los virreyes redactaban una memoria en la que consignaban los principales problemas que habían
tenido que afrontar. Si el virrey moría durante su mandato, la Audiencia gobernaba hasta el
nombramiento de su sucesor, siempre que el difunto no hubiera designado un sucesor interino por el
"pliego de mortaja".
A los virreyes se les rendían honores reales, pero se les prohibía asistir a reuniones sociales o
contraer matrimonio en su jurisdicción. No obstante, sus atribuciones eran muy amplias, pudiendo
hacer todo cuanto no les estuviese expresamente prohibido. Estaban sometidos a juicios de
residencia. Sus principales atribuciones eran:
ADMINISTRATIVAS: Nombraban a los funcionarios inferiores y eran superintendentes de la Real
Hacienda.
JUDICIALES: Presidían las Audiencias pero sin voto, aunque en ciertos casos ejercían estas
funciones. Podían conmutar sentencias en materia civil y criminal.
LOS CAPITANES GENERALES: Gobernaban las Capitanías Generales, que eran jurisdicciones
territoriales más pequeñas que los virreinatos, pero sus atribuciones eran idénticas a las de los
virreyes.
Los virreinatos y capitanías generales se dividían en gobernaciones y presidencias. Así, por ejemplo,
el Virreinato de Perú, en época de los Austrias, se dividía en:
Punto 4.
AUDIENCIAS.
Como otras instituciones establecidas en Indias se basaron en modelos peninsulares, pero fueron
modificándose frente a la realidad americana. Estaban integradas por:
5 jueces llamados oidores (nombrados por el rey y que conservaban sus puestos mientras tuvieran
buena conducta) sujetos a juicio de residencia.
1 canciller.
1 escribano.
1 alguacil.
En los juicios criminales no había apelación, pero en los civiles, cuando sobrepasaban un monto
determinado, sus fallos podían ser apelados ante el Consejo de Indias.
PRETORIALES: en las capitales de las capitanías generales y presididas por el capitán general.
Punto 5.
El fuero eclesiástico: Los fueros eclesiásticos intervenían en pleitos en los que eran parte sacer-
dotes y religiosos. Entendían, según los casos, en asuntos de 1aª o 2ª. instancia, en causas que
tenían que ver con matrimonios, divorcios, nulidades, tenencia de hijos, etc.
El fuero universitario: Encontró su razón de ser en las Universidades, en donde tanto rector como
vice-rector podían imponer el orden. La monarquía aceptaba la autonomía de las Universidades que,
en realidad, formaban parte de la Iglesia.
Según la legislación indiana, el objetivo perseguido por este fuero era la reforma de la vida y las
costumbres de los estudiantes.
El fuero minero: El fuero minero lo encontramos en aquellas ciudades donde existía algún
yacimiento, y donde las autoridades podían juzgar distintos actos que se producían en aquel ámbito.
El Protomedicato: Para favorecer el desarrollo de la medicina, la Corona española creó los tribunales
del Protomedicato, que se establecieron en México y Lima. En el Río de la Plata existían
representantes del Protomedicato limeño, hasta que el virrey Vértiz dispuso la creación de un
tribunal local. Formaron parte de él figuras como Miguel O'Gorman y Francisco y Cosme Argerich.
Sus funciones eran:
Más tarde, se autorizó al Protomedicato de Buenos Aires a crear una Escuela de Medici- na.
Los Consulados:
Eran corporaciones de comerciantes y, su función primera, era la de actuar como tribunales para
dirimir los pleitos que se entablaban entre comerciantes. Se trataba de una institución surgida en la
península en la Edad Media, que la Casa de Contratación trasplantó a América, estableciéndose
consulados en Méjico y Lima. En América, debían además, promover el desarrollo económico de la
región.
Los integrantes del primer Consulado eran nombrados por el rey; luego, se renovaban anualmente,
siendo designados por sorteo en una asamblea de comerciantes. Un secretario, un contador, un
tesorero Designados a perpetuidad por el rey.
El decreto de creación del Consulado de Buenos Aires, dado por Carlos IV, hacía hincapié en que
esta institución se ocupara del fomento de la agricultura, la industria y el comercio. El secretario
designado fue Manuel Belgrano (tenía 24 años), abogado recibido en España, especializado en
cuestiones económicas, que conocía el pensamiento económico del siglo XVIII (Adan Smith y los
fisiócratas).
Logró neutralizar el predominio de los comerciantes partidarios del monopolio con la in- corporación
de igual número de hacendados, en su mayoría criollos.
Bolilla III.
Punto 1.
La política imperial de los Austrias Mayores agotó a España durante el siglo XVI. Carlos I (V) debió
enfrentar a Francia, a los turcos Otomanos y la rebelión protestante en Alemania. Felipe II continuó
las guerras contra Francia, a la que sumó el enfrentamiento contra la Inglaterra de Isabel I y la
sublevación de los Países Bajos del Norte (actual Holanda).
Esas guerras demandaron gastos inmensos que las riquezas de América no llegaron a compensar.
A fines del siglo XVI, en dos ocasiones, España entró en cesación de pagos.
Bajo esas perspectivas, España ingresó en el siglo XVII, en el que debió ceder su primer lugar en la
política mundial al creciente poderío de Francia. Las causas de la decadencia española en esta
centuria fueron diversas:
La mediocridad de los soberanos, llamados por este motivo Austrias Menores: Felipe III (incapaz),
Felipe IV (indolente) y Carlos II (enfermo físico y mental).
La postura de Felipe III y Felipe IV de abandonar las tareas de gobierno a personajes mediocres y
ambiciosos llamados "validos": el duque de Lerma (Felipe III) y el conde-duque de Olivares (Felipe
IV).
La sucesión casi continua de períodos de sequía o inundaciones a lo largo del siglo XVII, a la que se
sumaron hambrunas y epidemias.
El deterioro de la actividad artesanal en España, atribuido, entre otras cosas, a la expulsión de los
moriscos, lo que generó la fabricación de productos de escasa calidad.
Las humillaciones en la política internacional, como fue la independencia de Portugal que, tras
sesenta años de ser gobernado por los reyes de España (1580-1640), reconoció a una dinastía
nacional en el trono: los Bragança.
Este panorama se agravó considerablemente con el ascenso al trono de Carlos II que, a sus
problemas mentales, sumaba la impotencia. Sin embargo, aquel soberano conocido por el apodo de
"el Hechizado", por haber recurrido a brujos y hechiceros procurando engendrar un heredero, no
dejó de percibir el peligro que se cernía sobre España y su imperio, cuando tuvo conocimiento de
que en Londres las grandes potencias planificaban el reparto de sus dominios luego de producida su
muerte.
Frente a esta situación, fue necesario que el rey designase un heredero entre algunos de sus
parientes extranjeros más próximos. Ellos eran:
Carlos de Austria: era hijo del emperador de Alemania y posible sucesor suyo, cuya designación
como rey de España reeditaría la situación de Carlos I (V), perspectiva que no aceptarían las demás
naciones, afiliadas al principio del "equilibrio europeo", sustentado por Gran Bretaña.
Felipe de Anjou (Borbon): Nieto de Luis XIV, rey de Francia y eventual sucesor de su abuelo, cuya
coronación como rey de España generaría inquietudes similares.
Fernando José de Baviera: Un príncipe alemán de menor importancia que los anteriores.
Para preservar a España de una guerra contra toda Europa, Carlos II terminó optando por el príncipe
bávaro, pero éste habría de morir antes que el rey español.
Al acceder al trono de España en 1665, se había pensado que el reinado de Carlos II sería breve, ya
que su precaria salud lo llevaría pronto a la tumba. No obstante, el suyo fue uno de los reinados más
prolongados de la historia española. Hacia fines de siglo, cuando la muerte del anciano rey parecía
cercana, no quedó a este más opción que elegir entre los dos candidatos restantes. Lo hizo por
Felipe de Anjou.
Luis XIV había manifestado que de ninguna manera su nieto sería a la vez rey de España y de
Francia, pero al aceptar la oferta de Madrid, expresó ante su corte: "Señores, os presento al rey de
España; los Pirineos ya no existen", lo que demostraba su cambio de opinión.
Como podía preverse, Europa no aceptó aquella elección que, incluso también fue rechazada en
algunos lugares de España (Cataluña), lo que dio lugar a la Guerra de Sucesión Española.
b) Coaligados: Gran Bretaña, Holanda, Austria, Dinamarca, Portugal, Saboya y otros Esta- dos
alemanes e italianos.
HECHOS: Francia llevó el mayor peso en la guerra, pero fue desgastándose hasta el punto de
convencer a Luis XIV que debía abandonar a su nieto. Fue entonces cuando Felipe de Anjou obtuvo
la victoria de Villaviciosa, lo que determinó a todos los actores del conflicto a buscar la paz.
LA PAZ: Se firmó en la ciudad holandesa de Utrecht, donde se estableció, entre otras cosas:
Felipe de Anjou sería reconocido como rey de España con el nombre de Felipe V, pero nunca una
misma persona de la familia Borbon sería simultáneamente soberano de España y Francia (No
obstante, a lo largo del siglo XVIII, Francia y España fueron aliadas en virtud de los Pactos de
Familia).
Inglaterra, que había conquistado Gibraltar durante la guerra, permaneció dueña de aquel punto
estratégico.
España perdió Sicilia, que más tarde permutó por Cerdeña al duque de Saboya, ahora reconocido
como rey.
FELIPE V
FELIPE V
CARLOS IV
FERNANDO VII
El Mercantilismo:
Ya en el siglo XVI, pero especialmente en el siglo XVII, predominó entre las naciones marítimas
europeas el mercantilismo, que era un sistema económico de carácter estatista que sostenía que la
riqueza de una nación dependía de la acumulación de metales preciosos, para lo que era necesario
exportar mucho e importar poco. Las naciones que aplicaron el mercantilismo lo hicieron a partir de
diversas metodologías.
PORTUGAL: Aplicó en el Brasil una política monopolista similar a la española, con puertos únicos y
prohibiciones de producir determinados productos (vinos). Después de su in- dependencia de los
reyes de España (1640), se convirtió en aliado de Inglaterra, con la que firmó varios tratados
comerciales.
La Ilustración:
En el siglo XVIII apareció un movimiento espiritual surgido en Europa y conocido con el nombre de
"Ilustración". El antecedente más remoto de este movimiento fue el Humanismo renacentista
(espíritu crítico) y el más cercano el racionalismo del siglo XVII (Descartes), más el auge alcanzado
por las ciencias físico-naturales y la investigación.
El ideal de la Ilustración fue la naturaleza dominada por la razón. Por eso, el racionalismo fue la nota
característica del movimiento, también llamado "Iluminismo", por sostener sus cultores que "las luces
de la razón humana iluminarían el camino a la felicidad". La libertad espiritual y la tolerancia religiosa
constituían otras de sus particularidades.
FILÓSOFOS
Defendió la
tolerancia religiosa
y combatió a la
iglesia, burlándose
de la superstición
e ignorancia de la
época.
Escuela en la que se destacaron, entre otros, Gournay, Quesnay y Turgot. Sostenían que la riqueza
de una nación se hallaba en la agricultura, considerando negativa la intervención del Estado en la
economía.
Sostenía que la riqueza de una nación se hallaba en el trabajo individual y que la división del trabajo
y la cooperación creaban en la sociedad una comunidad de intereses. Sostuvo que leyes naturales
concurrían para la formación de:
El capital (derivado del ahorro) y el precio de los artículos, regulado por el costo de las materias
primas, el trabajo para producirlos y la ley de la oferta y la demanda.
El "Despotismo Ilustrado".
Las ideas de la Ilustración influyeron en la actitud de algunos soberanos europeos. La teoría del
origen divino del poder de los reyes comenzó a declinar ante una nueva concepción del Estado,
entendido ahora como un hecho artificial, creado por el hombre, y entregado mediante un contrato al
soberano.
La función del rey -que detenta todo el poder- es proporcionar la mayor felicidad a sus súbditos,
aunque sin su participación ("todo para el pueblo pero sin el pueblo"). A esto se llamó "Despotismo
Ilustrado".
Los déspotas ilustrados gobernaron mediante una burocracia modernizada y un sistema jurídico
ordenado. De este modo, recogieron las ideas provenientes de la burguesía, pero sin dar a ella
poder político.
JOSÉ II de Austria.
En España, el principal representante de esta política reformadora fue Carlos III, apoyado en sus
ministros Aranda, Campomanes y Floridablanca. Algunas de sus realizaciones fueron:
Inspección estatal de las obras pías y control sobre los bienes de la Iglesia.
Comenzó a modernizarse.
Se creó la Orden de Carlos III, para premiar el celo en el servicio del rey.
• Se crearon los síndicos personeros del común, libremente elegidos por los plebeyos, a los
que no se exigiría pureza de sangre.
Carlos III completó las reformas que se habían iniciado con el ascenso al trono de la dinastía de
Borbón. Es preciso recordar aquí que para los Borbones las posesiones americanas eran "colonias",
es decir, dependencias de ultramar destinadas a producir beneficios económicos a la metrópoli.
Para subordinar el gobierno de América directamente a la Corona fueron creadas las In- tendencias.
Era ésta una institución francesa creada en el siglo XVII por el cardenal Richelieu para despojar a la
nobleza del gobierno de las provincias.
Carlos III dictó la Real Ordenanza de Intendentes en 1782. Los intendentes eran nombrados
directamente por el rey, duraban cinco (5) años y se los sometía a juicio de residencia. Sus
funciones eran:
2. JUSTICIA: Podían dictar justicia (civil y criminal) con apelación ante la Audiencia.
4. GUERRA: Se encargaban de todas las cuestiones administrativas relacionadas con las tropas
fijas o en tránsito (sueldos, equipos, abaste- cimientos).
ii. LOS NAVÍOS "DE REGISTRO": Se permitió a naves mercantes particulares comerciar
con puertos americanos que eligiesen. Debían registrarse en la Casa de Contratación y
aceptar la inspección de la carga.
iv. LA SUPRESIÓN DEL SISTEMA DE PUERTO ÚNICO: Por esta medida, tomada por
Carlos III, nueve puertos españoles fueron autorizados a comerciar con América y se
aumentaron los puertos americanos habilitados.
v. LOS CORREOS MARÍTIMOS: Fue un servicio regular entre España y Amé- rica, que
también se extendería a Buenos Aires. Estos correos también podían transportar
productos españoles y cargar americanos.
Al crearse el Virreinato del Río de la Plata, surgió el problema de que las regiones que lo integraban
no podían comerciar entre sí, pues dependían del comercio limeño. Entonces, el virrey Pedro de
Cevallos dictó el Auto de Libre Internación que permitía la libre circulación de mercaderías entre
aquellas regiones.
Ciertas mercaderías americanas (pieles, carne salada) no pagarían impuestos en España durante
diez años, así como tampoco pagarían impuestos en América algunos productos de lana, lino y
algodón.
Si las mercaderías llegadas a América fueran enteramente de origen español, los aranceles se
rebajarían a 1/3, y si llegaran a las 2/3 partes de la carga, a 1/5.
Las manufacturas españolas debían pagarse en metálico, lo que generaba dependencia. Además,
como dichas mercaderías no podían satisfacer la demanda, continuó el contrabando.
Otras medidas:
b. Se autorizó a algunos puertos americanos (entre ellos Bs. As.) a comerciar con Guinea y
Brasil, a condición de que no se tratara de productos que compitieran con los españoles.
Punto 2.
El crecimiento del poder político de la burguesía tuvo una primera manifestación en la Inglaterra del
siglo XVII. Antes, los monarcas de la dinastía Tudor (Enrique VII, Enrique VIII e Isabel I) habían
consolidado la autoridad real, intentando establecer el Absolutismo. Pero aquellas intenciones
fracasaron con el ascenso al trono de la dinastía Estuardo.
Jacobo I, pero especialmente Carlos I, fueron ganándose enemigos entre la burguesía y la pequeña
nobleza, acusados de favorecer los privilegios y per- seguir a los grupos protestantes disidentes
(puritanos), muchos de los cuales emigraron a América.
Finalmente, en 1642, estalló la guerra civil a causa de la pretensión de Carlos I de gobernar sin el
Parlamento. Derrotado, el soberano acabó ejecutado, e Inglaterra se convirtió en una república
dictatorial. Aunque la autoridad estaba repartida entre un Consejo de Estado de 40 miembros, que
detentaba el poder Ejecutivo, y el Parlamento (sólo la Cámara de los Comunes), que ejercía el
Legislativo, las atribuciones propias de un verdadero dictador recayeron en Oliver Cromwell, el más
importante protagonista de la guerra civil y jefe de los puritanos, que recibió el título de Lord
Protector. A Cromwell se debió el inicio del poderío naval inglés, ya que con sus "Actas de
Navegación", estimuló la industria astillera al disponerse que las mercaderías importadas por el país
debían ser introducidas en buques de bandera inglesa. No obstante, a la muerte de Cromwell se
produjo la restauración de la monarquía de los Estuardo, en la persona de Carlos II.
Su sucesor, Jacobo II, hermano de Carlos, era católico. Su favoritismo por personas de su religión,
sumado al aumento de los impuestos, generaron la denominada "Revolución Gloriosa" de 1688.
Mientras el soberano huía, su hija, casada con Guillermo de Orange que gobernaba Holanda, fue
llamada junto a su marido para reinar en Inglaterra. La pareja vió condicionado su ascenso al trono
por la previa aceptación de la monarquía parlamentaria como fórmula política. El sistema restableció
la división de poderes, garantizó la libertad individual y la propiedad privada y consagró la
superioridad del Parlamento sobre la autoridad del rey, que sólo podía dictar leyes con el
consentimiento parlamentario. Todo ello significaba el triunfo de los ideales e intereses de la
burguesía, cuya consolidación hizo posible en el siglo XVIII la Revolución Industrial.
Fue el proceso económico-tecnológico que determinó el reemplazo de la mano de obra humana por
las máquinas en la producción.
El nuevo orden rural generó una gran emigración del campo hacia las ciudades, donde los antiguos
campesinos pasarían a convertirse en la mano de obra de la naciente industria.
Las consecuencias de la revolución maquinista fueron diversas y afectaron todos los aspectos de la
vida inglesa:
MANCHESTER: textiles
BIRMINGHAM: textiles
SHEFFIELD: ferreterías
WORCESTER: cerámicas
1. Desocupación (al principio, las máquinas eran destruidas por los trabajadores que las
consideraban sus enemigas).
2. Disminución de salarios.
Desprotección de la maternidad.
La revolución ideológica. Nuevas ideas del s. XVIII: Constituyeron el fundamento del Liberalismo. En
lo político, las "ideas fuerza" del nuevo régimen eran:
La vigencia de la libertad civil, del principio de igualdad ante la ley, la libertad de expresión (de
palabra y de prensa), la libertad religiosa.
Todos estos principios se expresan a través del Constitucionalismo, cuya evolución comprende un
extenso período de la historia europea, en la que pueden señalarse como momentos fundamentales:
LA CARTA MAGNA: En el año 1215, el rey Juan "sin Tierra", de Inglaterra, fue enfrentado por los
barones del reino, apoyados por los obispos y los burgueses, que le impusieron la aceptación de un
documento conocido con el nombre de Carta Magna. En ella se establecía:
Que el rey debía consultar al Parlamento para establecer nuevos impuestos, mantener tropas en
tiempos de paz, cambiar la religión oficial y dictar leyes.
También en España, durante la época de la Reconquista, la necesidad de poblar las tierras ganadas
a los musulmanes condujo a los reyes y señores a conceder derechos y privilegios a los habitantes
de las nuevas ciudades. Dichos privilegios estaban contenidos en los fueros. Eran los estatutos
jurídicos aplicables en una determinada localidad, cuya finalidad era, en general, reglar la vida local
estableciendo un conjunto de normas, derechos y privilegios otorgados por el rey al señor de la tierra
o al propio Consejo municipal.
Este sistema de derecho local fue utilizado en la península Ibérica, donde algunos de estos fueros
fueron anteriores a la Carta Magna;
Se destacaron especialmente los fueros de Aragón. En ellos se aprecia la intención de nobles, clero
y burguesía de establecer garantías frente a las extralimitaciones del poder monárquico. En Aragón
existía una institución muy peculiar llamada el Justicia Mayor de Aragón, que tenía la misión de velar
por el cumplimiento y vigencia de los derechos y garantías concedidos, y que podía incluso, acusar
al rey.
La Revolución Norteamericana:
Desde el punto de vista económico, las colonias inglesas de América del Norte sufrían una serie de
restricciones impuestas por el monopolio de la metrópoli. No obstante, habían prosperado gracias a
su industria, agricultura y, sobre todo, al contrabando.
Al concluir la Guerra de los Siete Años (1756-1763), por la cual Gran Bretaña adquirió el Canadá y la
porción oriental de la cuenca del Misisipi, el Parlamento inglés decidió resolvió que los colonos
americanos debían contribuir al sostén de las tropas establecidas para defender las conquistas. A tal
efecto, sancionó la Ley del Azúcar que fijaba impuestos a las partidas de ese producto que entraran
en las colonias. Más tarde, sancionó la Ley del Timbre (estampilla fiscal), que obligaba a colocar una
estampilla vendida por el gobierno a todos los documentos que circulaban por las colonias, incluidos
los periódicos.
Los colonos se opusieron tenazmente al pago de estos impuestos, argumentando que carecían de
representantes en el Parlamento. La Asamblea de Virginia sostuvo que los colonos sólo estaban
obligados a acatar las leyes financieras votadas por sus asambleas. Al difundirse estos principios, se
reunieron delegados de nueve colonias en Nueva York para realizar un congreso (1765), que
produjo la siguiente declaración de derechos:
Como consecuencia de esta resistencia, el Parlamento anuló la ley, aunque reiterando su derecho a
imponer contribuciones. Al aprobarse una nueva ley que imponía gravámenes sobre el papel, el
vidrio, el plomo y el té, el conflicto se reinició. Desconocidos disfrazados de indios arrojaron un
cargamento de té al mar en el puerto de Boston. Como consecuencia, el rey ordenó el cierre de
dicho puerto, prohibió las reuniones públicas y dispuso el aloja- miento obligatorio de las tropas
británicas en las casas de los colonos.
La indignación generada por estas medidas condujo a los colonos a la reunión de un Congreso en
Filadelfia (1774).
A este Congreso asistieron delegados de doce colonias (Georgia no asistió). Allí, se resolvió solicitar
al rey Jorge III la supresión de las leyes que imponían contribuciones a las colonias sin su
consentimiento. El rey rechazó la petición y envió más tropas a América. En abril de 1775, un grupo
de milicianos americanos derrotó a un contingente británico en Lexington. Con este hecho se inició
la guerra.
Aprobó la Declaración de la Independencia de las colonias, redactada por una comisión de la que
formaban parte John Adams, Benjamin Franklin y Thomas Jefferson, el 4 de julio de 1776.
Más tarde, se incorporarán a la lucha Francia, España y Holanda, a favor de los americanos.
Finalmente, en 1781, las tropas de Washington y la escuadra francesa obligaron a rendirse a las
fuerzas británicas atrincheradas en York- town.
Como la guerra se había vuelto impopular en Inglaterra, el partido whig (liberal) y los comerciantes
de Londres exigían su terminación. Se iniciaron con- versaciones de paz que concluyeron con la
firma del Tratado de Versalles (1783).
Después de declarada su independencia, los americanos afrontaron una seria crisis político-
económica, pues la Confederación creada en 1781, no contaba con un auténtico poder Ejecutivo,
delegando toda la autoridad en el Congreso Continental, carente de poder real para hacer cumplir
sus decisiones. Se trataba de un poder que no podía imponer contribuciones y, por lo tanto,
dependía financieramente de los Estados.
En 1786, ante la gravedad de la situación económica, cinco Estados invita- ron a los demás a una
Convención Nacional en Filadelfia, para modificar los Artículos de Confederación. Pero, existían
recelos de crear un sistema federal más efectivo, que afectase la autonomía de los Estados.
Mientras unos querían un gobierno de gran fuerza y capacidad ejecutiva, otros, creían que ese
gobierno sería idéntico al británico.
Tras largos debates, y una campaña periodística de esclarecimiento, llevada a cabo por Hamilton,
Madison y Jay (el conjunto de los artículos periodísticos se recopiló bajo el título de "El Federalista"),
se aprobó la Constitución federal en 1787. Sus rasgos fundamentales eran:
Poder Legislativo: Bicameral, con una Cámara de Representantes integrada por un nú- mero
de diputados proporcional a la población de cada Estado, y un Senado integrado por
miembros por cada Estado.
Poder Ejecutivo: Ejercido por un Presidente de los Estados Unidos de América, elegido por
cuatro años.
Los Estados: Gozaban de autonomía política, excepto en las Relaciones Exteriores, Fuerzas
Armadas y recaudación aduanera.
La Revolución Francesa:
La situación social de Francia en el último cuarto del siglo XVIII era sumamente injusta. Sobre un
total de 24 millones de habitantes, apenas un 4,5% disfrutaba de todos los privilegios y estaba
exenta del pago de la mayoría de los impuestos.
LA NOBLEZA: Integrada por la nobleza "de sangre" y la "nobleza de toga", compuesta ésta última
por burgueses ennoblecidos por sus servicios a la Corona. Monopolizaba los cargos políticos y
militares.
EL CLERO: Integrado por el alto clero (arzobispos, obispos, abades) y el bajo clero (párrocos, curas
de aldea). Monopolizaba la educación y velaba por las costumbres.
EL ESTADO LLANO: Compuesto por grupos o sectores de muy diferente naturaleza y sobre el que
recaían todas las cargas y gravámenes:
Arrendatarios.
"Braceros", cuya única propiedad eran sus brazos, y que sumaban 12 millones.
Naturalmente, la injusta situación social -que no era la peor de Europa por entonces- constituyó una
de las causas de la Revolución Francesa, especialmente como consecuencia de las aspiraciones de
la burguesía que, dueña del poder económico, aspiraba a alcanzar el poder político.
La difícil situación financiera de Francia durante el reinado de Luis XVI como consecuencia de:
Los gastos militares. No debe olvidarse que Francia acababa de participar en la Guerra de la
Independencia Norteamericana contra Gran Bretaña.
Los gastos generados por la Corte. El sometimiento de la nobleza en los inicios del reinado de Luis
XIV indujo a los reyes a mantener a los nobles a su lado, en una vida de permanente diversión y
jolgorio. En medio de festines, bailes, representaciones teatrales, cace- rías y conciertos, los nobles
ya no competían con la monarquía por el poder.
Luis XVI llamó entonces al banquero ginebrino Jacques Necker, que hizo público una especie de
presupuesto en el que aparecían detallados los gastos del Estado. Nuevamente, los privilegiados se
indignaron al ver expuestas las erogaciones que demandaba su régimen de vida en la Corte. Esta
vez, fue la reina María Antonieta la que determinó el alejamiento del ministro.
Como la situación financiera se agravaba, el soberano volvió a llamar a Necker, que le aconsejó
entonces la convocatoria a los Estados Generales, única forma de obtener recursos fiscales de
manera consensuada. A principios de 1789 fue anunciada la convocatoria, que no se efectuaba
desde el año 1614.
El tema de la votación en los Estados Generales dio lugar a fuertes debates, ya que el Estado Llano
exigía el voto por cabeza y no por orden. Asimismo, los electores comenzaron a hacer llegar a los
diputados del tercer estado unos "cuadernos de petición" en los que figuraban sus quejas y
aspiraciones.
Así se inició la Revolución Francesa, que se prolongaría por 10 años, desde 1789 hasta 1799 y que,
a efectos de facilitar su estudio, puede dividirse en varias etapas.
PRIMERA ETAPA: Los Estados Generales se inauguraron en mayo de 1789, pero en la apertura, el
rey manifestó que los diputados sólo debían abocarse a resolver los problemas financieros y no se
permitirían innovaciones que afectaran el poder real.
Los representantes del tercer estado -y los religiosos y nobles que los apoyaban- decidieron
declararse en Asamblea. Ante la actitud de Luis XVI, que ordenó cerrar la sala de sesiones, se
reunieron en una cancha de pelota, jurando no separase hasta que no se sancionase una
constitución.
Al fracasar los intentos del rey de disolver la Asamblea, Luis XVI, por consejo de Necker, ordenó a la
nobleza y al alto clero incorporarse a ella.
Mientras tanto, los sospechosos movimientos de tropas que se habían ad- vertido, dieron lugar a un
estallido popular que se concretó el 14 de julio de 1789, con la toma de la Bastilla, prisión que era
considerada símbolo del Absolutismo.
Poco después, para reimplantar el orden en París, los revolucionarios organizaron una municipalidad
electiva que se llamó la Comuna, la que organizó un cuerpo armado denominado Guardia Nacional,
bajo las órdenes del marqués de Lafayette.
A partir de ese momento, la Asamblea comenzó a tomar una serie de medidas que empezaron a
liquidar el Antiguo Régimen:
c. La Constitución Civil del Clero: que colocaba a la Iglesia bajo la soberanía del Estado y que
generó poco después la nacionalización de los bienes de la Iglesia para afrontar la crisis
financiera.
En este momento comienzan a popularizarse los términos izquierda, centro y derecha, tomando en
cuenta las ideas de los diputados:
CENTRO: moderados.
Aunque no existían partidos políticos en el sentido moderno de la palabra, aparecen los clubes, que
eran agrupaciones de personas con ideas coincidentes. Los más famosos fueron: el club de los
Jacobinos (Robespierre) y el club de los Cordeleros (Danton).
Aunque Luis XVI prometió respetar la Constitución, sus prejuicios religiosos lo llevaron a intentar
escapar de Francia, mientras el clero francés se dividía en juramentados (partidarios de las
reformas) y refractarios (contrarios a las mismas). El rey fue capturado y suspendido en su cargo.
Finalmente, se sancionó la Constitución de 1791 que hizo que Francia dejara de ser una monarquía
absoluta.
CONSTITUCIÓN de 1791
Estaba precedida por la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Poder Ejecutivo: En manos del rey, inviolable e irresponsable, que elegía a sus ministros y tenía el
derecho de veto por dos legislaturas (dos períodos legislativos).
Poder Legislativo: En manos de una Asamblea Legislativa de 750 diputados elegidos, por dos años
por aquellos ciudadanos que pagaran impuestos directos.
SEGUNDA ETAPA: La Asamblea Legislativa prevista por la Constitución de 1791 estaba integrada
por una inmensa mayoría de diputados que deseaban conservar la monarquía. Los elementos
radicalizados (jacobinos y girondinos) constituían apenas una cuarta parte del total. Fueron llamados
"montañeses", pues se sentaban en los escaños más altos del recinto.
Sin embargo, no tardaron en producirse roces con el rey, ya que éste vetó los decretos que
ordenaban jurar la Constitución a los sacerdotes "refractarios" y retornar a los emigrados realistas en
un plazo determinado. Como éstos últimos se agolpaban en las fronteras de Francia, la Asamblea
exigió al emperador de Austria que los internara. Ante la negativa del soberano extranjero, Francia le
declaró la guerra.
Nuevos roces con el soberano llevaron a los elementos radicalizados a organizar una manifestación
que penetró en el palacio de Las Tullerías y agravió a Luis XVI. Entonces, se conoció el Manifiesto
del duque de Brunswick, comandante del ejército prusiano que, bajo amenazas, exigió la libertad del
soberano francés y el respeto a su persona.
Se hizo circular entre la opinión pública la versión de que el rey mantenía relaciones secretas con los
enemigos de Francia, por lo que una muchedumbre asaltó el palacio de Las Tullerías, produciendo
una matanza en la guardia suiza que lo custodiaba. A continuación se suspendió al rey, se lo arrestó
y se eligió una Convención Nacional destinada a:
Para elegir a los miembros de la Convención Nacional se recurrió por primera vez al sufragio
universal, pudiendo votar todos los franceses mayores de 21 años. No obstante, estas elecciones se
realizaron en un clima de violencia y temor, lo que redujo el número de votantes.
Luis XVI fue juzgado, encontrado culpable y ejecutado en enero de 1793. La reina María Antonieta le
seguiría poco después. Aquella ejecución causó tal impresión que toda Europa se alineó contra
Francia, incluidas Gran Bretaña y España.
Robespierre, equidistante de ambos, se preparó para destruirlos separadamente. Aliado con Danton,
eliminó y ejecutó a los "rabiosos" y luego, se volvió contra su aliado para eliminarlo también.
Robespierre era un fanático admirador de Rousseau; sostenía que la virtud era fundamental para
lograr la libertad, combatía el ateísmo creyendo en el Ser Supremo. Se le conocía como "el
Incorruptible".
A esta altura de los acontecimientos, la burguesía se hallaba espantada por tanta sangre y, ante la
posibilidad de nuevas medidas terroristas, la mayoría de los diputados de la Convención se unió
para derribar a Robespierre, que también fue ejecutado. Este hecho se conoce con el nombre de "la
reacción Termidoriana".
CUARTA ETAPA: La Convención, dominada por los elementos moderados, sancionó entonces la
Constitución del Año III (1795).
Nuevamente se volvió al voto restringido, ya que sólo podrían votar los varones que supiesen leer y
escribir, quienes elegirían a los electores que designarían a los miembros del Poder Legislativo.
Éste, sería bicameral, con una cámara baja llamada Consejo de los 500 y una cámara alta
denominada Consejo de Ancianos. Los miembros de la primera propondrían nombres y, la cámara
alta designaría a los cinco miembros del Poder Ejecutivo, que se denominaría Directorio, y que
durarían cinco años en sus funciones.
El nuevo gobierno debió enfrentar a los elementos jacobinos por izquierda y a los realistas y
católicos por derecha. Esta oposición y las derrotas militares condujeron al desprestigio del
Directorio, por lo que muchos viejos revolucionarios temieron por la suerte de las reformas de la
Revolución. El abate Siéyes, jefe de un nuevo grupo llamado "los políticos", se inclinó por recurrir a
un joven y exitoso general que se había destacado en Italia y dirigía una campaña en Egipto:
Napoleón Bonaparte.
Napoleón retornó a Francia y produjo el golpe de Estado del 18 Brumario (noviembre de 1799), que
disolvió al Directorio, el que fue reemplazado por un nuevo gobierno llamado Consulado, integrado
por tres miembros, el prime- ro de los cuales fue el propio Napoleón. Con este hecho finalizó la
Revolución Francesa.
Punto 3.
Con respecto a la situación de las provincias rioplatenses a partir de los cambios de los Borbones,
hay que repetir lo dicho en el Punto 6 de la BOLILLA II, en lo referido a aquellas reformas
económicas que involucraban al puerto de Buenos Aires, que se fue convirtiendo en clave de un
creciente desarrollo regional, acompañado de un considerable aumento de la población.
Es preciso señalar también la importancia que gradualmente fue adquiriendo, al conjuro de esas
medidas, la burguesía comercial asociada al puerto y la clase de los hacendados. Con respecto a la
disposición resuelta en el Tratado de Utrecht de convertir a Buenos Aires en uno de los "asientos de
negros" de Hispanoamérica, debe destacarse que la masa de esclavos introducida en la región era
conducida hacia el norte, región con una economía minera o de plantaciones. En Buenos Aires, en
tanto, apenas permanecían unos pocos destinados a tareas domésticas. Esa circunstancia favoreció
la introducción ilegal de mercancías (ropa, calzado, sombreros) por parte de los ingleses, agravando
un mal endémico en la región, cual era el contrabando.
Es preciso tener en cuenta que los portugueses no respetaron nunca el Tratado de Tordesillas y
continuaron ocupando tierras al oeste de dicha línea. En ese sentido, la presencia de los jesuitas,
oponiéndose a través de la organización militar de los guaraníes, a las correrías de los
"bandeirantes", desempeñó un papel geopolítico de primer orden.
Sin embargo, las seculares aspiraciones lusitanas sobre la región rioplatense nunca fueron
abandonadas por sus gobiernos. En 1680, los portugueses fundaron frente a la propia Buenos Aires
la Colonia do Sacramento, que pasó a convertirse en un foco permanente de contrabando.
En el año 1750, España y Portugal firmaron el Tratado de Permuta, por el que los portugueses
acordaron entregar la Colonia, recibiendo a cambio las Misiones Guaraníticas y Mato Grosso, lo que
dio origen a la guerra guaranítica.
Luego de reiterarse la situación otras dos veces, en 1776 el rey Carlos III envió una fuerte
expedición al Plata, comandada por Pedro de Cevallos, que tomó por asalto la Colonia,
destruyéndola. En ese momento, Portugal carecía de la posibilidad de recibir ayuda de los británicos,
enfrentados con la sublevación de las colonias de América del Norte.
Al año siguiente -1777-, las ganancias territoriales españolas se diluyeron con la firma del Tratado de
San Idelfonso, por el cual Portugal reconocía la soberanía española sobre la Banda Oriental y las
Misiones ubicadas a la orilla izquierda del río Uruguay, pero recibía Mato Grosso, Santa Catarina y el
resto de las Misiones.
Las causas que dieron lugar a la decisión de crear el virreinato del Río de la Plata eran de naturaleza
distinta:
De naturaleza administrativa: La gran extensión del virreinato del Perú daba lugar a que un trámite
administrativo o judicial o la cobertura de un cargo vacante se retrasara considerablemente.
De naturaleza económico-comercial: Las regiones rioplatenses se fueron desarrollando
económicamente y aumentaron su población durante el siglo XVIII. Buenos Aires, en particular,
adquirió gran importancia comercial a partir de las reformas implementadas por los reyes de la
dinastía de Borbón, al tiempo que su burguesía comercial ansiaba liberarse de la hegemonía del
comercio limeño.
Países actuales que lo integraban: Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, y partes de Chile y Brasil.
División política: La Real Ordenanza de Intendentes de 1782 dividió al virreinato en las siguientes
jurisdicciones:
Intendencia de POTOSÍ
Intendencia de COCHABAMBA
Intendencia de LA PAZ
Intendencia de CHARCAS
Intendencia del PARAGUAY
Éstas últimas, de carácter netamente militar, ocupaban las áreas de frontera con el Brasil.
Punto 4.
En los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX, las familias reales de España y Portugal
estaban así integradas:
Hijos:
CARLOS (infante).
PORTUGAL ( Bragança )
No obstante reinar Carlos IV, soberano anciano y débil, el gobierno español se hallaba en manos de
Manuel Godoy, favorito de la reina.
En el año 1795, Godoy abandonó la lucha con Francia, firmando con ese país la Paz de Basilea, lo
que le valió el título de Príncipe de la Paz. Al año siguiente, España se convirtió en aliada de Francia
y, por el Tratado de San I- delfonso quedó subordinada a ella.
Para obligar a España a definir su situación, obligándola a abandonar a Francia o combatir junto a
ella, Gran Bretaña atacó cuatro fragatas españolas procedentes del Río de la Plata en 1804 (en esas
naves viajaba la familia Alvear).
Al declarar la guerra a Gran Bretaña, la escuadra española se unió a la francesa, resultando ambas
derrotadas en la batalla de Trafalgar por el almirante Horacio Nelson. Como consecuencia de la
pérdida de su escuadra, España quedó aislada de sus dominios americanos.
Este último hecho, unido a la vergüenza del Tratado de San Idelfonso, originaron un gran odio hacia
Godoy por parte del pueblo español.
Luego de la derrota de los británicos en la guerra contra los americanos, Jorge III designó como
Primer Ministro a William Pitt, que desarrolló una política basada en tres principios: paz, economía y
reformas.
Con respecto a Hispanoamérica, Pitt y algunos de sus allegados más íntimos manejaron la
posibilidad de apoyar una independencia bajo la protección británica. El más importante de los
hispanoamericanos que participó en aquellos planes fue el venezolano Francisco de Miranda. Entre
los británicos, se encontraba el comodoro Home Popham, a quien el gobierno comisionó, junto con
Miranda, para planificar esas acciones.
Miranda estuvo varias veces en Inglaterra, de la que recibió escaso apoyo. En sus proyectos
pensaba involucrar a los Estados Unidos y prometía ventajas económicas para Gran Bretaña y los
americanos en caso de triunfar. Un intento de insurrección que encabezó en Venezuela fracasó
rotundamente por el escaso apoyo que le prestó la gente. Los sucesos de España de 1808
suspendieron aquellos planes.
En el año 1805, habiendo caído Holanda bajo el poder de Napoleón, que coronó a su hermano Luis
Bonaparte como soberano de aquella nación, los ingleses decidieron despojar a Holanda de la
colonia del Cabo de Buena Esperanza, punto estratégico de la ruta hacia la India. Entre los
participantes de aquella empresa se encontraba Home Popham que, conocedor de las escasas
defensas con que contaba Buenos Aires, convenció al comandante británico sir David Baird de
atacar la capital del virreinato rioplatense.
Resulta evidente que Baird tenía la idea de apoderarse de Buenos Aires y convertirla en dominio
inglés, sin compartir la antigua idea de favorecer la independencia hispanoamericana bajo protección
británica. Ello quedó demostrado cuando designó comandante de la expedición a William Carr
Beresford y no a Popham.
En junio de 1806, los ingleses (unos 1600 soldados) desembarcan en Quilmes y dispersan a las
fuerzas enviadas para atacarlos. A continuación, derrotan una débil resistencia en el Puente de
Gálvez (sobre el Riachuelo).
La ciudad se rinde y los británicos ocupan el Fuerte. En tanto, el virrey Rafael de Sobremonte se
retira a Córdoba en procura de refuerzos, pero los caudales del virreinato son interceptados y
capturados por los ingleses en Luján.
Beresford hace jurar fidelidad a Jorge III a los empleados civiles, eclesiásticos y militares y anuncia
el establecimiento del comercio libre.
Un grupo de conspiradores dirigidos por Martín de Álzaga envía a Montevideo (donde se hallaban
las fuerzas veteranas), a reunir tropas, al comandante de la Ensenada, Santiago de Liniers. Pero
éste no podrá contar con los veteranos porque el virrey Sobremonte ordena que sean trasladados a
Córdoba.
Aprovechando una sudestada, Liniers logra desembarcar en el río Reconquista unos 1300 hombres,
mientras el temporal mantiene inmovilizados a los buques ingleses (3 y 4 de agosto). Dos días
antes, los invasores desbaratan en la chacra de Perdriel las fuerzas de paisanos que estaba
reuniendo Juan Martín de Pueyrredón.
El día 12, Liniers ataca la Plaza Mayor, donde se han acantonado los ingleses, apoyado por una
multitud de habitantes. Beresford se rinde.
Para tratar los problemas emergentes del triunfo, se reúne un Cabildo Abierto el 14 de agosto de
1806, que toma las siguientes decisiones:
Conceder el mando militar de la ciudad a Liniers (se basan en las Leyes de Indias, en las que se
prevé la posibilidad de que un virrey delegase el mando militar en un Teniente). Sobremonte,
informado de la impopularidad de que goza en Buenos Aires, acepta y, además, delega el mando
político en el regente de la Audiencia.
CUERPOS CRIOLLOS:
Granaderos.
Vizcaínos y Castellanos.
Cántabros.
Gallegos.
Andaluces.
Catalanes.
CUERPOS de CABALLERÍA:
Húsares.
Migueletes.
Labradores.
CUERPOS de ARTILLERÍA:
Regimiento Unión.
Milicianos.
Castas.
Aunque al principio causó enojo en Londres la noticia de la expedición contra Buenos Aires, decidida
sin autorización oficial, al conocerse el éxito alcanzado y arribar los cauda- les rioplatenses, se
pensó en la posibilidad de enviar refuerzos a Beresford e intentar la conquista de Chile. Para ello, se
dispuso el envío de dos ejércitos de alrededor de 4.000 hombres cada uno al mando de Robert
Craufurd y Samuel Achmuty.
Enterados de la reconquista de la ciudad, fueron puestas ambas fuerzas bajo el mando de John
Whitelocke, con un total de unos 12.000 soldados.
El temor por una eventual reacción popular, y la energía de Álzaga, convencen a la Audiencia de
celebrar un Congreso similar al del 14 de agosto de 1806 en el que se solicitó la suspensión de
Sobremonte, su internación y posterior arresto luego que intentó resistir (10 de febrero de 1807).
Llegan de España órdenes de designar a Pascual Ruiz Huidobro virrey interino, pero como éste se
encontraba prisionero de los ingleses, la Audiencia lo reconoce a Liniers.
Después de tomar Colonia, los ingleses desembarcan en Ensenada (julio 1807). Liniers comete una
serie de errores estratégicos y, al no poder impedir que los enemigos crucen el Riachuelo, los
enfrenta en los Corrales de Miserere, pero es derrotado. Sin embargo, Álzaga ha formado un cerco
de trincheras y cañones en torno a la Plaza Mayor, hasta donde llega Liniers con los dispersos que
ha logrado reunir.
Los ingleses atacan desde el norte de la ciudad (dos columnas irían por el sur), divididos en 13
columnas. En las calles fangosas, y con cada casa convertida en un reducto, son diezmados. Sólo
alcanzan sus objetivos las columnas del sur que marchaban paralelas al río, pero no pueden
aproximarse al reducto de Álzaga. El 7 de julio, Whitelocke capitula:
Evacuarían Montevideo.
Se intercambiarían prisioneros.
Las invasiones inglesas al Río de la Plata dejaron una serie de consecuencias muy importantes en
vista de los acontecimientos que se desarrollarían en los próximos años:
Para algunos autores, el periódico "Southern Star" (bilingüe editado en Montevideo) influyó con sus
incitaciones a la independencia y a la libertad de comercio.
Convencieron a los ministros Castlereagh y Canning (próximos gobernantes de Gran Bretaña) sobre
la conveniencia de abandonar los intentos militares sobre Hispanoamérica, buscando
exclusivamente la dominación económica.
Punto 5.
En el año 1802, por haber logrado la paz europea en Amiens, Napoleón se hizo consagrar cónsul
vitalicio después de un plebiscito. Por el mismo me- dio, en 1804, fue reconocido Emperador de los
Franceses, aunque la guerra volvió a renacer en Europa.
En poco tiempo, la situación estratégica quedó claramente definida:
En el mar: Gran Bretaña quedó dueña de la situación después de su victoria en Trafalgar (1805).
En el continente: Por el contrario, el árbitro absoluto pasó a ser Napoleón después de sus victorias
en Austerlitz (contra austríacos y rusos), en Jena (contra los prusianos) y en Eylau (contra los rusos).
Considerando inviable la posibilidad de invadir las islas Británicas, el emperador decidió agredir
económicamente a los ingleses y, desde Berlín, proclamó el "Bloqueo Continental", que prohibía a
los países europeos recibir mercancías inglesas. Sólo los Estados Pontificios (que fueron ocupados)
y Portugal desobedecieron la orden.
Napoleón, pactó entonces con Manuel Godoy la invasión del territorio lusitano a través de España.
Aunque España y el propio Godoy serían beneficia- dos con restos de Portugal, el emperador se
proponía derribar a los Borbones españoles como venganza por las tratativas secretas que Godoy
había mantenido con los prusianos.
Cuando las tropas francesas comenzaron a penetrar en territorio español, ciertas actitudes
despertaron la desconfianza española y del propio gobierno, ya que fueron ocupados castillos,
guarniciones y plazas fuertes.
Al llegar a Portugal, los franceses contemplaron la retirada hacia el Atlántico de naves de guerra
inglesas que conducían a la familia de Bragança y cerca de diez mil cortesanos y funcionarios hacia
el Brasil. Los reyes portugueses permanecerían allí desde 1808 hasta 1821.
Según se dice, también en el círculo íntimo de los reyes españoles se manejó la posibilidad de
escapar hacia el Río de la Plata.
En marzo de 1812, mientras la familia real española descansaba en Aranjuez, se produjo un motín
popular contra Godoy, que salvó la vida a duras penas escondido en un mueble. Aunque la reacción
no apuntaba a su persona, Carlos IV se sintió agraviado y abdicó a la corona. El Príncipe de Asturias
se convirtió en el rey Fernando VII, despertando grandes simpatías y esperanzas entre los
españoles.
Esta solución no fue del agrado de Napoleón, ya que en su plan de derribar a los Borbones contaba
con la indiferencia del pueblo español ante el derrocamiento de un rey débil y desprestigiado. Por lo
tanto, citó a toda la familia real a un lugar indeterminado del norte de España. Custodiados por
soldados franceses que ya habían tomado posesión de Madrid, los príncipes españoles terminaron
siendo recibidos por el Emperador en la localidad francesa de Vayona.
En un principio, Napoleón permitió que el hijo y sus padres se enfrentaran en duras y mutuas
recriminaciones. Más tarde, intervino exigiendo a Fernando que restituyese el trono a su padre.
Cuando finalmente Fernando cedió, ignoraba que Carlos IV había transferido sus derechos al trono
español a Napoleón quien, eligió como soberano de España a su hermano José Bonaparte, quien
fue ratificado como soberano por unas Cortes de españoles "afrancesados" celebradas en Vayona.
Casi simultáneamente, el pueblo de Madrid convencido de que sus soberanos eran prisioneros de
Napoleón, se levantó en armas contra la guarnición francesa (2 de Mayo de 1808). Tras combatir
durante todo el día, los franceses lograron imponerse al anochecer. Pero, al día siguiente, toda
España se alzó en armas contra Napoleón.
En todas las provincias españolas se crearon Juntas que gobernaban en nombre del rey cautivo
Fernando VII, internado en el castillo de Valençay, donde permanecería desde 1808 hasta 1813.
Este hecho terminó configurando una verdadera revolución, ya que con excepción de los reyes, toda
la estructura española estaba intacta (gobernadores, capitales generales, ayuntamientos). Sin
embargo, como estas autoridades eran frutos del "godoísmo", no inspiraban confianza al pueblo
alzado en armas.
La sublevación del pueblo español cambió totalmente el sistema de alianzas imperante. Gran
Bretaña pasó a convertirse en aliada de los españoles y, entendiendo claramente la necesidad de
pactar con un gobierno único, exigió la unificación de las Juntas. Así nació la Junta Suprema Central.
Napoleón no tardó en reaccionar, y en el transcurso del año 1809 conquistó prácticamente todo el
territorio español. Ante la proximidad de las tropas francesas, los miembros de la Junta Suprema
Central escaparon hacia Cádiz, inaccesible para el Emperador por su carácter insular. Allí, la Junta
se disolvió.
Estas noticias llegaron al Río de la Plata hacia el 15 de mayo de 1810, traídas por los buques
británicos "Misletoe" y "John Parish".
Los años 1808 y 1809 fueron muy agitados en Buenos Aires. Las causas de esa agitación fueron:
La llegada a Brasil de la Corte Portuguesa y las intenciones lusitanas de aprovechar la situación por
la que atravesaba España en provecho propio.
La división del denominado partido "patriota" (formado al calor de las invasiones inglesas) entre los
seguidores de Liniers (de disimuladas simpa- tías bonapartistas el marino francés) y los del Alcalde
de 1er. voto Martín de Álzaga, llamados "godos" o "sarracenos", que no estaban dispuestos a admitir
a España gobernada por José Bonaparte.
Una serie de acontecimientos fueron distanciando a Liniers de Álzaga. Uno de ellos fue el tema del
juramento de Fernando VII, que el alcalde procuraba apurar y Liniers retardar. A ello se agregó la
presencia en el Río de la Plata de un enviado de Napoleón, destinado a entrevistarse con Liniers, el
marqués Bernardo de Sassenay.
Aunque Liniers procuró mostrarse discreto al recibir al enviado francés, mantuvo una reunión privada
con éste, en la que le habría manifestado su simpatía por ver unidas su patria de origen y su patria
de adopción. El tenor de esa conversación fue confesado a Francisco Javier de Elío, gobernador de
Montevideo, por Sassenay, cuando Elío lo detuvo y remitió preso a Cádiz.
Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, Liniers se apresuró a ordenar la jura de Fernando
VII, pero acompañada de un manifiesto en el que ratificaba sus inclinaciones bonapartistas,
expresando que José Bonaparte había sido jurado por Cortes españolas reunidas en Bayona. Por
aquel entonces, Liniers estaba dolido por haber sido confirmado sólo como virrey interino desde
España.
Conocidas las notas enviadas por Elío al Cabildo y Audiencia de Buenos Aires, en las que proponía
la destitución del virrey, Liniers le ordenó comparecer en la capital, cosa que el gobernador no acató.
Entonces, dispuso el re- emplazo de Elío por el marino Juan Ángel Michelena.
Álzaga, por su parte, consideró llegado el momento de actuar contra Liniers y, tras alguna
postergación, resolvió con su gente hacerlo el 1º de enero, fecha de la renovación del Cabildo.
En esa jornada, pareció que el grupo "sarraceno" alcanzaría la victoria por el apoyo que le brindaron
los cuerpos españoles. Sin embargo, la intervención de los cuerpos criollos -especialmente la Legión
Patricia comandada por Cornelio Saavedra- hizo fracasar el intento. Álzaga y sus seguidores fueron
remitidos presos a Carmen de Patagones, de donde los rescató Elío. Los cuerpos españoles fueron
disueltos.
Además del grupo político de los "patriotas" que, como vimos, acababa de escindirse, existía en el
Buenos Aires de aquellos días el de los "regalistas" o "colonialistas", integrado por altos funcionarios,
jerarquías eclesiásticas y oficiales de marina. Sostenían el carácter colonial de América y la
dependencia absoluta de ésta hacia la metrópoli. En las jornadas de enero de 1809 es- tuvieron del
lado del virrey, conservándose fieles a sus convicciones. Tal fue el caso del obispo Benito Lué y de
la Audiencia.
Para completar este panorama de confusión, es preciso señalar las intenciones y acciones de la
política portuguesa dirigida por el ministro Rodrigo de Souza Coutinho.
Coutinho recogió un antiguo proyecto de William Pitt, que apuntaba a fortalecer un imperio portugués
con centro en Brasil, y del que se beneficiaría comercialmente Gran Bretaña, como aliada de los
lusitanos. El ministro portugués fue, en realidad, el principal impulsor de lo que se denominó
"carlotismo". Vale decir, el reconocimiento por parte de Hispanoamérica de la regencia de la infanta
Carlota Joaquina (esposa del regente Juan de Bragança), único miembro de la familia real española
que no se hallaba bajo el control de Napoleón.
Para evitar las suspicacias de los hispanoamericanos respecto de un interés oculto de Portugal,
publicitó la separación de hecho de la infanta y su esposo.
El último factor que debe señalarse para completar este panorama fue la actitud opuesta de los dos
británicos más importantes en esta parte del mundo: el almirante Sidney Smith y el ministro en Río
de Janeiro, Lord Strangford.
Mientras el marino apoyaba con entusiasmo a la infanta de Borbón, el diplomático consideraba que
la situación se había modificado y no resultaba conveniente favorecer la creación de un Portugal
poderoso, agrandado con los dominios hispánicos que podía separar de la influencia británica.
Pero, las bases carentes de sustentación de este proyecto lo hicieron fracasar rápidamente, aunque
los agentes portugueses en Buenos Aires lograron captar, al menos provisoriamente, a figuras como
Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Hipólito Vieytes, Cornelio Saavedra y Juan Martín de
Pueyrredón. El proyecto venía acompañado por personas muy mal vistas en Buenos Ai- res, como
Saturnino Rodríguez Peña (que facilitó la fuga del brigadier Beres- ford). La propia infanta, temerosa
de ser juguete de las intenciones independentistas de los hispanoamericanos, abandonó aquellos
planes.
La Revolución Altoperuana:
El "carlotismo" causó graves inconvenientes en las provincias altoperuanas del virreinato del Plata. A
la ciudad de Chuquisaca (Charcas) arribó el enviado de la Junta Suprema Central, José Manuel
Goyeneche con papeles procedentes de Brasil, ofreciendo establecer el protectorado sobre América
española de la infanta Carlota Joaquina y su esposo, el regente Juan.
Goyeneche contó con el apoyo del gobernador García Pizarro y del arzobispo. Por el contrario, la
Audiencia y muchos criollos (Bernardo de Monteagudo) se manifestaron en contra, por entender que
se estaba favoreciendo las pretensiones portuguesas.
García Pizarro fue obligado a renunciar, asumiendo el mando político la Audiencia y el militar el
teniente coronel Antonio Álvarez de Arenales. Éstos, se aprestaban a resistir por las armas la
llegada de tropas de Potosí, enviadas por el intendente Francisco de Paula Sanz, amigo del
gobernador y "carlotista". Además, enviaron comisionados a las otras ciudades altoperuanas en
busca de apoyo.
En La Paz, por el contrario, el movimiento que estalló en julio de 1809, tenía un carácter
verdaderamente insurreccional. Los jefes, Pedro Morillo y Juan Pedro Indaburu, depusieron al
gobernador y al obispo, en tanto el Cabildo creaba una Junta Representativa y Tuitiva (protectora)
de los derechos del Pueblo.
Los gobiernos del Perú y Río de la Plata reaccionaron violentamente contra la insurrección. Las
fuerzas peruanas, mandadas por Goyeneche, reprimieron con dureza inaudita, mientras que las
comandadas por el mariscal Vicente Nieto, enviado por el nuevo virrey del Plata, Baltasar Hidalgo de
Cisneros, lo hicieron con mayor moderación. Algunos de los jefes del movimiento, como Morillo,
fueron ejecutados.
Punto 6.
El 6 de enero de 1809 llegó a Buenos Aires la noticia del establecimiento de la Junta Suprema
Central Gubernativa en Sevilla. Aunque se tenían dudas sobre su legalidad, Liniers, a cinco días de
la "asonada" de los "sarracenos", se apresuró a jurarla.
Como la Junta Suprema quería poner fin al pleito entre Liniers y Elío, reemplazando a ambos,
decidió compensar al virrey nombrándole Conde de Buenos Aires, y designando nuevo virrey al
marino Baltasar Hidalgo de Cisneros.
Se dieron a éste instrucciones que resaltaban las actitudes sospechosas de Liniers y las
irregularidades de su gobierno. Además, se solicitaba la detención y envío a España de Juan Martín
de Pueyrredón, hijo de franceses considerado poco fiable.
Aunque un grupo importante de militares -entre los que figuraba Saavedra- y de civiles -entre los que
se contaban Belgrano, Castelli, Pueyrredón y Passo- se propusieron resistir al nuevo virrey, la
actitud conciliadora de éste y la indecisión de Liniers pusieron fin a esta conspiración. A fines de julio
del año 1809 llegó Cisneros, siendo bien recibido por la población.
Aunque la situación económica del virreinato era buena, no lo era la situación financiera, debido a
los grandes gastos originados por las invasiones inglesas, al desorden administrativo del gobierno
de Liniers y al auge del contrabando que disminuía los ingresos aduaneros.
En tanto, los británicos habían logrado la firma del Tratado Apodaca-Canning, firmado por la Junta
Suprema, que prometía facilidades al comercio inglés. Hasta que se firmara un tratado comercial
definitivo, se reglamenta- rían dichas ventajas. La expectativa creada por este tratado determinó que
a los pocos días de llegado Cisneros, 20 buques cargados de mercaderías inglesas se presentaron
en el Río de la Plata.
En agosto de 1809, Cisneros recibió una presentación de la casa Juan Dillon & Cía., con residencia
en Buenos Aires, pidiendo se autorizara a una nave británica procedente de Río de Janeiro para
vender su carga, ya que el puerto brasileño estaba abarrotado de mercaderías, y pensando que de
un momento a otro se abriría el puerto al comercio inglés. Cisneros pidió asesora- miento al
Consulado, sabiendo que si concedía la excepción, debería extenderla a los demás buques ingleses.
Aunque el síndico del Consulado, Manuel Yániz, señaló los inconvenientes que presentaría abrir el
mercado con Inglaterra:
- Desaparecería el metálico.
Sin embargo, el Consulado terminó argumentando que las necesidades del erario público
justificaban esa autorización.
El Cabildo, por su parte, consideró que autorizar ese comercio -bajo estrictas reglamentaciones y
limitaciones- era un mal necesario ya que no se podía controlar el contrabando.
El representante del Consulado de Cádiz, Miguel Fernández de Agüero, a su vez, manifestó las
razones de su oposición:
Los productores criollos deberían aceptar el precio impuesto por los ingleses a sus productos.
Pidió entonces vista del expediente José de la Rosa, apoderado de Manuel Belgrano, que tenía
intereses rurales en la Banda Oriental. Pocos días después, éste presentó una "Representación de
los Hacendados y Labradores de ambas márgenes del Plata", escrita por el abogado Mariano
Moreno. Belgrano no podía aparecer por ser secretario del Consulado y por su reciente oposición a
Cisneros.
Parte política: Aconsejaba aceptar las pretensiones inglesas, ya que Inglaterra sería un aliado
poderoso en momentos en que teníamos por vecina una potencia como Portugal, que aspiraba a
agrandarse.
Parte económica: Los adversarios de la idea de abrir el puerto eran rivales que desconocían las
normas elementales de la Economía. Después de exponer las ideas de Adam Smith en cuanto a que
el precio se regula exclusivamente por la oferta y la demanda, agregaba que lamentar que nos lleven
la plata sería como lamentar que nos llevasen los cueros, sebos, lanas, crines, ya que la plata era un
fruto del país y estancarla bajaría su precio. Finalmente, sostenía que las mercaderías inglesas
podrían ser imitadas por nuestros artesanos y, si ganaban los agricultores y labradores, también
ganarían los artesanos.
Por fin, Cisneros convocó a una Junta Consultiva de la que formaron parte la Audiencia, el
Consulado, la Real Hacienda, comerciantes y representantes de los hacendados y labradores, para
aceptar la introducción de mercaderías inglesas y redactar el:
REGLAMENTO de LIBRE COMERCIO
(noviembre de 1809)
Los consignatarios serían comerciantes locales que sólo podían vender al por mayor.
Se recargarían con un 12% sobre los derechos comunes los productos cuya entrada perjudicara la
producción local.
Se cobrarían los derechos de círculo (cuando los buques hubieran tocado puertos extranjeros).
Cuando resultó evidente que los ingleses violaban el reglamento, extrayendo metálico, Cisneros les
dio ocho días para abandonar el puerto. La mediación de un comandante de guerra británico logró
que el plazo se extendiera por cuatro meses. La experiencia mejoró la situación del erario público,
pero tuvo consecuencias negativas para la economía del país.
Bolilla IV.
Punto 1.
En lo que respecta a las ideas que influyeron en la Revolución de Mayo, podemos decir que:
o EN LO POLÍTICO: Influyeron las ideas europeas del siglo XVIII, por ejemplo, se adoptaron
fórmulas del "Iluminismo" y del Despotismo Ilustrado, destinadas a imponer reformas desde
arriba. Esas ideas, conocidas en el siglo XVIII por núcleos muy pequeños, habían penetrado
en Hispanoamérica a comienzos del siglo XIX (Rousseau, Montesquieu, Voltaire -en menor
medida- y los autores de la Enciclopedia) y las conocían los sectores más ilustrados de la
sociedad colonial. Sin embargo, en general, las ideas liberales llegaron por vía de autores y
políticos españoles, como por ejemplo Jovellanos.
El sistema económico español había permitido el desarrollo de ciertas economías regionales que
permitían un comercio interno limitado. Pero, los cambios económicos favorecieron en el Plata la
formación de una burguesía de hacendados y comerciantes portuarios que se enriquecería con el
aumento del comercio.
Moreno quería limitar la importación a artículos que el país no produjera. Belgrano se proponía
salvar a las producciones locales, señalando las virtudes del trabajo y la instrucción. Se basaba en
las ideas de Adam Smith, Filangieri y Jovellanos.
Estas ideas eran sostenidas por los llamados "jóvenes de luces" o ilustrados, entre los que se
contaban figuras como Belgrano, Castelli, Vieytes, los hermanos Rodríguez Peña, Berutti. Su centro
de reunión era el "Café de Marcos". Algunos de ellos, sostenedores de un pensamiento similar al del
venezolano Miranda, creían en la posibilidad de una independencia protegida por Gran Bretaña.
Incluso, se habían aproximado a los ingleses durante las invasiones de 1806-07. Algunos,
incursionaron en el "carlotismo".
Sin embargo, en los primeros momentos de la Revolución de Mayo, las ideas independentistas no
aparecieron con claridad, tal como aconteció, por ejemplo, en la revolución venezolana. En general,
como personas cultas y progresistas deseaban una profunda transformación política en la que
tuvieran cabida y protagonismo, vale decir, una independencia civil dentro del imperio español.
Ya hemos mencionado los otros grupos políticos existentes en el Río de la Plata a comienzos del
siglo XIX: "patriotas" y "regalistas".
Se trataba del grupo mayoritario y popular que había sido protagonista principal durante las
Invasiones inglesas, y del que formaban parte las milicias. Pero, los acontecimientos posteriores
generaron situaciones paradójicas. Uno de sus jefes, Liniers, era "regalista" ("debemos aceptar lo
que venga de España aunque sea un escuerzo"). El otro, Álzaga, había intentado derribarlo en la
jornada de enero de 1809. Lideraba la fracción "sarracena" (capitulares, tenderos y familias
acomodadas); eran "juntistas", defendían la "Patria" y a Fernando VII. Puede admitirse que, entre los
criollos de las milicias y los "sarracenos" se percibía la oposición de clases entre ricos y pobres.
Eclipsadas las figuras de Liniers y Álzaga, los "patriotas" reconocerán el liderazgo de Cornelio
Saavedra y, a ellos, se sumarán los "ilustrados" y algunos "sarracenos", como Larrea y Matheu.
Este conjunto constituirá el Partido de la Revolución, que terminará creando una Junta, tal como lo
habían querido antes Álzaga y Elío.
La semana de Mayo:
Como ya hemos explicado, en torno al 15 de mayo de 1810, buques británicos, trajeron al Plata las
noticias sobre la caída de la ciudad de Sevilla en manos de los franceses, la huída de los miembros
de la Junta Suprema Central hacia Cádiz y la posterior disolución de ésta. En realidad, Cisneros las
conocía desde algunos días antes, y generaban en el virrey gran preocupación.
Poco después, otro navío inglés trajo impresos en los que se hablaba de una Junta Suprema
instalada en Cádiz e instaba a los americanos a formar juntas. Nada se decía del establecimiento de
un Consejo de Regencia.
El día 18 de mayo, el virrey publicó un bando pidiendo calma a la población. No decía nada sobre la
alternativa de formar juntas.
Con los ánimos agitados por la circulación de bandos y proclamas, los cuarteles, cafés y casas de
familia se convirtieron en centros políticos donde predominaba la idea de no convertirse en colonos
de Francia y de que el virrey debía cesar por no haber gobierno en España.
Mientras los jefes de Patricios quieren marchar sobre la fortaleza y deponer al virrey, los antiguos
"carlotistas" (Castelli y Belgrano) se inclinan por la celebración de un Cabildo abierto. Cisneros
intenta conservarse en el poder, y convoca a los jefes de las milicias, pero, al no obtener de éstos
promesas de apoyo, acepta autorizar la celebración de un Cabildo abierto.
Éste se celebró el día 22 de mayo, habiéndose repartido alrededor de 400 invitaciones, aunque sólo
asistieron algo más de 200 personas, ya que jóvenes apostados en los accesos a la Plaza Mayor
impidieron la entrada de algunos personajes que se sabía de antemano votarían por la continuidad
de Cisneros.
Iniciados los debates, se llegó finalmente a la formulación de la proposición que debía ser votada:
"ha caducado o no el supremo gobierno de España".
Obispo BENITO LUÉ: Se ha discutido acerca de sus expresiones en aquella ocasión, concluyéndose
en que sus palabras no debieron ser tan irritantes como refiere la versión tradicional según la cual
habría manifestado que "... mientras hubiera en España un pedazo de tierra mandado por
españoles, esa pedazo debía mandar a los americanos". De todos modos, su postura fue sin duda la
clásica del "regalismo".
JUAN JOSÉ CASTELLI: Propuso la siguiente moción: "¿Debe reemplazarse al Virrey por otra
autoridad que dependiera de la metrópoli si esta se salva?". Demostró que, en efecto, había
caducado toda autoridad en España, por lo que la soberanía había retrovertido en el pueblo de
Buenos Aires, con derecho a crear un nuevo gobierno.
MANUEL VILLOTA (fiscal de la Audiencia): Objetó que Buenos Aires asumiera la resolución de un
problema que competía al virreinato por entero.
JUAN JOSÉ PASSO: Aceptó la teoría de Villota, pero explicó que aquella situación era análoga a la
gestión de negocios ajenos del derecho común y que Buenos Aires, como hermana mayor de las
otras ciudades del virreinato, podía resolver la situación de hecho.
Concluido aquel debate, se pasó a votar la fórmula propuesta por Escalada, que contenía dos
proposiciones:
1ª) ¿Había de subrogarse otra autoridad a la del Sr. Virrey, dependiente de la soberanía que se
ejerza legítimamente a nombre del Rey?
Una mayoría de alrededor de 160 votos se pronunció por la cesación del virrey Cisneros.
Una mayoría parecida se pronunció porque se subrogara la autoridad en el Cabildo hasta que éste
eligiese un nuevo gobierno.
Tuvo muy pocos votos la moción de que el nuevo gobierno dependiese de la legítima autoridad que
se ejerciera en la península.
El día 23 de mayo comenzó a conocerse la integración del nuevo gobierno creado por el Cabildo,
con voto definitorio del síndico procurador Julián de Leiva.
Vocales: Juan Nepomuceno Sola (Iglesia), José Santos Incháurregui (Comercio), Cornelio Saavedra
(Milicias), Juan José Castelli (Intelectuales).
Como hemos expresado, y, a pesar de la aceptación inicial de Saavedra y Castelli que no tardaron
en renunciar, la Junta fue mal recibida en los sectores más politizados de la población, por lo que la
madrugada entre el 24 y el 25 de mayo resultó muy agitada en cuarteles y conventos. Leiva, fue
prácticamente arrancado del descanso y obligado a trasladarse al Cabildo para conformar otro
gobierno, pero ahora simplemente debía confirmar los nueve nombres de una lista que se le entregó.
Así nació la Junta Provisional del 25 de mayo de 1810 o Primera Junta.
Vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Manuel Alberti, Miguel de Azcuénaga, Juan Larrea,
Domingo Matheu.
La respuesta a la disolución del Estado español por parte de varias de las jurisdicciones
hispanoamericanas, creando gobiernos que reemplazaron a las antiguas autoridades, constituyó el
primer rasgo común de la Revolución de 1810.
JURISDICCIÓN
Abril/1810 Venezuela
Con excepción de México, la Revolución fue protagonizada por las clases acomodadas: las
aristocracias venezolana y chilena y los grupos ilustrados rioplatenses y neogranadinos, partidarios
de imponer reformas liberales y más o menos inclinados hacia la idea de la independencia. Ya
veremos de qué modo terminó neutralizada la participación popular que, inicialmente, se verificó en
la Revolución de Mayo a través de las milicias. En todos los casos el movimiento se originó en las
capitales.
Otro rasgo común fue el surgimiento en cada una de esas jurisdicciones de focos
contrarrevolucionarios que, con excepción del Río de la Plata, contribuyeron dos años más tarde a la
derrota de la Revolución.
Punto 2.
El tema en torno a la concepción revolucionaria en el seno de la Junta Provisional se vincula con los
nombres de Moreno, Belgrano y Castelli, representantes de la juventud intelectual y conocedores de
las "nuevas ideas del siglo XVIII". En ese sentido, como ya hemos expresado, Belgrano aventajaba a
sus dos compañeros por su conocimiento de las nuevas doctrinas económicas imperantes.
Este tema, tiene también íntima relación con el famoso "Plan de Operaciones", atribuido a Mariano
Moreno.
"PLAN de OPERACIONES": Una copia del mismo fue hallada a principios del siglo XX por Eduardo
Madero en el Archivo General de Indias, en Sevilla.
Paul Groussac planteó las primeras dudas sobre su autenticidad, porque presentaba anacronismos
(el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata se empezó a usar en 1811. Artigas, aún no se
había sumado a la Revolución y Rondeau aún no había llegado de España. Para el autor francés y
para Ricardo Levene se trató de un fraude destinado a desprestigiar a Moreno y a la Junta. Enrique
de Gandía, por su parte, sostuvo que se le introduje- ron párrafos. Finalmente, Ruiz Guiñazú
entendió que el plan era auténtico después de hallar otra copia en Brasil.
El terrorismo del Plan se ajusta a las instrucciones dadas a Castelli (para la expedición sobre
Córdoba y el Alto Perú) y a Belgrano (en su expedición a Paraguay).
Propone adoptar una conducta cruel y sanguinaria con los enemigos de la Revolución, imponiendo
destierros y confiscación de bienes.
Aconseja apartar a los hombres buenos que no desean derramar sangre, y cuidarse de aquellos que
ambicionan honores (Saavedra) o gloria (Castelli). No los nombra, pero parecen palabras destinadas
a ellos.
Con respecto a Inglaterra: sostiene que hay que mantenerla amiga, aunque se sufran algunas
desventajas comerciales. Propone entregarle la isla de Martín García.
Con respecto a España: se muestra partidario de excitar a los Cabildos para que elevaran quejas
contra el régimen español y protestasen fidelidad al rey Fernando VII hasta tanto se descubriesen
las verdaderas intenciones de la Revolución.
Con respecto a la economía: (Texto que parece haber sido obra de Belgrano). Se aspira a alcanzar
la soberanía económica, incurriendo en la contradicción de creer que podía llegarse a esa situación
manteniendo una estrecha alianza con Gran Bretaña. En este sentido, se atribuye a Belgrano la
misma ingenuidad en la que cayeron todos los jóvenes ilustrados hispanoamericanos, incapaces de
percibir las verdaderas intenciones inglesas y las consecuencias que reportaría el otorgarles
ventajas comerciales a cambio de protección.
En resumen, el "Plan de Operaciones" parece haber sido obra conjunta de Moreno y Belgrano, con
algunos agregados e interpolaciones que alguien le introdujo.
La otra figura fundamental de la Revolución de Mayo fue la de Cornelio Saavedra, a quien los
jóvenes ilustrados procuraron neutralizar aunque, al principio, consideraran indispensable su
participación por el prestigio de que gozaba entre las milicias. Sin embargo, a su mentalidad
conservadora Saavedra unía cierta indecisión y escasas dotes políticas, por lo que no supo sacar
partido de su liderazgo.
Respecto de las principales instituciones virreinales que permanecían en Bs.As., la Junta terminó
expulsando a Cisneros y a los miembros de la Audiencia al tomar conocimiento de que habían
jurado en secreto al Consejo de Regencia de Cádiz. Al Cabildo no tardó en renovarlo.
Con respecto a Gran Bretaña, la Junta procuró atraerla, pero la política inglesa de esos días,
conducida desde Río de Janeiro por Lord Strangford, fue de prudencia, ya que no debe olvidarse
que Gran Bretaña era aliada de los españoles, aunque sin desdeñar ciertas ventajas comerciales
que la Junta le ofreció. Strangford, sólo se mostró preocupado al conocer los excesos de la política
represiva llevada a cabo por Castelli en Córdoba y el Alto Perú, lo que condujo a la Junta a ordenar
mayor moderación al vocal.
Con el transcurrir de los días se fueron perfilando en la Junta dos grupos con concepciones
diferentes acerca de cómo debía conducirse la Revolución. Estos grupos eran liderados
respectivamente por el presidente Saavedra y el secretario Moreno.
" SAAVEDRISMO". Liderado por Cornelio Saavedra. Apoyado por los sectores populares de Buenos
Aires encuadrados en las milicias y por los pueblos del interior.
Proponía una transformación rápida y profunda, para crear una sociedad gobernada por leyes
sabias, como era el caso de Inglaterra.
El comienzo de la crisis entre ambos grupos se produjo cuando se le negó a Moreno la entrada en
una recepción que se efectuaba en el cuartel de Patricios, donde se produjeron exageraciones en la
exaltación de la figura del presidente de la Junta. Moreno respondió con un decreto que toda la
Junta aprobó. Fue el llamado Decreto de Supresión de Honores, de diciembre de 1810, que
establecía:
El desenlace se produjo poco después, pero para llegar a él es preciso retroceder al 27 de mayo.
Dos días después de instalada, la Junta Provisional remitió una circular a los pueblos del interior del
virreinato, en la que:
Explicaba lo acontecido en Buenos Aires y los motivos que habían conducido a la instalación de una
Junta Provisional.
Invitaba a los pueblos del interior a elegir diputados que "debían incorporarse a ella".
Anunciaba la celebración de un Congreso General de los Pueblos del Virreinato y el envío de una
expedición auxiliadora de 500 hombres para garantizar el orden.
Corrientes
Mendoza
San Juan
San Luis
La Rioja
Catamarca
Tucumán
Salta
Jujuy
Tarija Córdoba
Potosí
Cochabamba
La Paz
Charcas
Paraguay
Montevideo
Electos los diputados del interior, tal como establecía la circular del 27 de mayo, fueron llegando a
Buenos Aires, pero transcurrían los días sin que se produjese su incorporación al seno de la Junta.
Moreno, autor de la circular, reconoció haber cometido un error fruto de la inexperiencia política al
referirse en ella a la inmediata incorporación de los diputados a la Junta, cuando su verdadera
intención era que integraran el futuro Congreso. Sin embargo, ante la solicitud de los provincianos, la
Junta sometió la cuestión a votación, resultando derrotada la interpretación del secretario que
procedió a renunciar a su cargo.
Punto 3.
La incorporación de los diputados del interior en diciembre de 1810 convirtió a la Junta Provisional
en "Junta Grande". Hipólito Vieytes ("morenista") reemplazó a Moreno como secretario; en tanto, el
deán Gregorio Funes, dipu- tado por Córdoba (después de la represión del movimiento contra-
revolucionario que culminó con el fusilamiento de Liniers), se convirtió en figura importante del nuevo
gobierno. Poco más tarde, al morir Manuel Alberti, lo sustituyó Nicolás Rodríguez Peña
("morenista").
JUNTAS PROVINCIALES
En las ciudades subordinadas se crearía una Junta de 3 miembros, integrada por el comandante de
armas y 2 vocales elegidos por el pueblo.
En abril de 1811, se dio uno de los primeros pasos hacia el constitucionalismo liberal. Por obra del
deán Funes, fue dado a conocer el:
Los escritos religiosos serían autorizados previamente por los tribunales eclesiásticos.
En enero de 1811 llegó a Montevideo Francisco Javier de Elío con el nombramiento de virrey del Río
de la Plata, expedido por el Consejo de Regencia. Como no fue reconocido por la Junta Grande, el
virrey le declaró la guerra.
Los barcos de Montevideo dominaban el río de la Plata, bloqueando el puerto de Buenos Aires, a la
que bombardearon aunque sin producir daños ni víctimas.
Este panorama se complicó con la noticia de las derrotas militares de Belgrano en el Paraguay y,
especialmente, el desastre de Huaqui, que significó la pérdida del Alto Perú, momentáneamente
adherido a la causa revolucionaria después de la victoria de Suipacha (noviembre de 1810).
La burguesía porteña, que presagiaba un porvenir sombrío, convirtió a la Junta Grande en el blanco
de sus críticas. Temerosa de la represión que eventualmente seguiría a una derrota en manos de los
contrarrevolucionarios, no ocultaba su odio contra aquel gobierno sostenido por las milicias
populares de Buenos Aires e integrado por un puñado de despreciables provincianos. A esta
oposición sorda, no tardó en sumarse el grupo de los partidarios de Moreno, organizados en la
Sociedad Patriótica y Literaria, la que contaba con el apoyo del regimiento de la Estrella, única
unidad existente en ese momento en Buenos Aires.
Fue entonces que se produjo una reacción auténticamente popular que constituyó un episodio poco
frecuente, por tratarse de un movimiento destinado a apoyar al gobierno y cuya jefatura y
organización no se atribuyó nadie.
En efecto, en la madrugada del 5 y 6 de abril de 1811 una muchedumbre procedente de las orillas
de la ciudad marchó sobre la Plaza Mayor, presentando una serie de exigencias:
El reemplazo de los "morenistas" que integraban la Junta (Vieytes, Azcuénaga, Larrea y Rodríguez
Peña).
Aceptada la mayoría de las exigencias, los principales dirigentes del "morenismo" fueron internados
en Carmen de Patagones. Entre los nuevos integrantes de la Junta iría a desempeñar un papel
importante uno de los líderes del movimiento "orillero", Joaquín Campana.
Este gobierno, auténtico representante del pueblo de Buenos Aires y de los pueblos del interior se
mostró firme frente a Gran Bretaña, derogando algunas medidas favorables al comercio inglés que la
Primera Junta le había concedido y se prohibió de envío de géneros británicos al interior, el comercio
al por menor y el pago de intereses con las deudas de Aduana.
La eliminación del "morenismo" sólo representó una victoria parcial de la Junta Grande. Quedaba en
pie la burguesía porteña, cada vez más atemorizada, especialmente al conocerse la noticia del
desastre de Huaqui (junio de 1811) y la entrada de tropas portuguesas en la Banda Oriental.
En el seno de la Junta, por su parte, aprovechando la ausencia de Saavedra que había marchado al
norte a frenar la anarquía generada por Huaqui, se suscitaron divisiones y presiones que llevaron a
la destitución de Campana.
Finalmente, los dos diputados electos (Juan José Passo y Feliciano Chiclana) y el suplente (Manuel
de Sarratea) terminaron siendo investidos por la propia Junta con el poder Ejecutivo, en setiembre
de 1811.
En su afán por no perder el control de la situación, la Junta Grande, que pasaría a llamarse Junta
Conservadora de los Derechos de Fernando VII, intentó subordinar al Ejecutivo constituido como
Triunvirato. Para ello, dio el Reglamento Provisorio de 1811, en el que por primera vez aparece
consagrado el principio de la división de poderes.
El Triunvirato remitió este Reglamento al Cabildo de Bs.As., que lo rechazó. La Junta protestó por
entender que, mientras ella constituía una autoridad nacional, el Cabildo era sólo un organismo local.
Entonces, el Triunvirato disolvió a la Junta y, después del "motín de las trenzas", expulsó a los
diputa- dos provincianos de la ciudad. A continuación, se dio su propio estatuto.
Podría adoptar cualquier medida considerada necesaria para la salvación de la Patria con el sólo
límite de la libertad de imprenta y la seguridad individual.
El poder Judicial sería independiente, pero en la segunda instancia intervenía el Triunvirato asociado
a dos ciudadanos.
Algunos autores aceptan que este Estatuto respetaba la división de poderes. En él no se hablaba de
las provincias, cuyas juntas fueron disueltas.
Los más votados, conjuntamente con el Cabildo, elegían 300, de los cuales surgían los 100
requeridos, por medio de un sorteo.
Ahora, removido el obstáculo que había representado la Junta Grande con su actitud digna y firme,
fue posible alcanzar la paz con Montevideo.
Punto 4.
- Significó el fin de la Revolución de Mayo, ya que el Congreso General que se reuniría reconocería
a las Cortes de Cádiz y se dispondría el envío de diputados a dichas Cortes. Naturalmente, las
tropas porteñas (comandadas por José Rondeau) levantarían el sitio de Montevideo y evacuarían la
Banda Oriental.
- Reconoció que los pueblos de Arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay), Gualeguay y
Gualeguaychú -así como la Banda Oriental- quedarían bajo la autoridad de Elío. Ello, significó dejar
a los patriotas orientales conducidos por Artigas, librados a la venganza de Elío. Artigas, seguidos
por sus hombres con sus familias, emprendió el llamado "Éxodo del Pueblo Oriental" hacia el
campamento de Ayuí, en Entre Ríos.
El incumplimiento por parte de las tropas portuguesas que habían penetrado en la Banda Oriental de
su obligación de retirarse, creó un nuevo problema. Ahora, los portugueses exigían que el Triunvirato
reconociera la soberanía lusitana sobre las Misiones orientales. Como esto no fue aceptado, y
surgieron discusiones con Gaspar de Vigodet (reemplazante de Elío aunque sin el título de virrey), el
tratado de paz se rompió y Manuel de Sarratea pasó a ser nuevo jefe del sitio de Montevideo,
mientras los barcos de aquella plaza bombardeaban Buenos Aires por cuarta vez.
Sin embargo, las intenciones portuguesas no llegaron a prosperar por la enérgica oposición de Lord
Strangford y, finalmente, el Triunvirato firmó un armisticio con el gobierno de Río de Janeiro,
mientras intentaba apartar de Artigas de la conducción de los orientales, captando a sus mejores
hombres, que se pasaron al campo de Sarratea.
Nadie podía estar incomunicado después de confesar; las cárceles serían para seguridad y no para
castigo.
Con la Asamblea General existieron roces desde el primer momento. Cuando cesó el triunvirato
Passo, el secretario Rivadavia ocupó interinamente su lugar, mientras se modificaba el requisito de
los 100 ciudadanos de Buenos Aires, reemplazándolos por 33.
Reunida la Asamblea, ésta eligió a Juan Martín de Pueyrredón que estaba ausente, por lo que
designó a Díaz Vélez como sustituto. Sin embargo, el Triunvirato sostuvo que, en ausencia de
Pueyrredón, el sustituto debía ser el secretario más antiguo. Ante la protesta de la Asamblea que se
consideraba soberana, el Triunvirato la disolvió. Volvería a reunirse otra Asamblea.
Ante el evidente desprestigio del Triunvirato, se constituyeron en Buenos Aires dos grupos
opositores:
LA SOCIEDAD
Desde su periódico "Mártir o Libre", Monteagudo renovó sus críticas al gobierno y dio vi- da a la
tercera "Sociedad Patriótica y Literaria", decididamente partidaria de la independencia.
LA "LOGIA LAUTARO" En marzo de 1812 arribaron a Buenos Aires, procedentes de Europa, varios
militares que habían residido en España: Carlos María de Alvear, Matías Zapiola y el teniente
coronal José de San Martín, a quien el Triunvirato en- comendó la creación de un cuerpo de
caballería (Granaderos a Caballo).
Estos militares crearon en Bs.As. la "Logia Lautaro", una sociedad secreta semejante a la "Gran
Reunión Americana", fundada en Londres por Francisco de Miranda. Los objetivos de la logia eran:
La declaración de la independencia.
Entre septiembre y octubre de 1812, los hechos se precipitaron. Al volver a convocarse la Asamblea
General, el Triunvirato rechazó a Bernardo de Monteagudo como diputado por Mendoza. Con la
elección de Mariano Medrano, partidario del gobierno como triunviro, se desencadenó la reacción
militar de octubre, en la que los cuerpos con destino en la capital (entre ellos los Granaderos a
Caballo de San Martín) se hicieron cargo del poder.
Los militares de Buenos Aires convocaron al Cabildo, el que disolvió la Asamblea y declaró cesantes
a los miembros del Triunvirato, nombrando un nuevo gobierno integrado por Juan José Passo,
Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte.
Punto 5.
A los pocos días de su instalación, el Segundo Triunvirato convocó a una Asamblea General
Constituyente que debía declarar la independencia y sancionar una constitución. En virtud de sus
maniobras, la "Logia Lautaro" logró que casi todos los diputados electos fueran afiliados a ella.
Las ciudades subordinadas elegirían 1 diputado (menos Tucumán que elegiría 2).
Las razones por las que la Asamblea no declaró la independencia ni sancionó una constitución las
analizaremos más adelante. Por ahora, nos limitaremos a señalar la obra legislativa realizada, obra
destinada a calmar las expectativas generadas, de carácter liberal, en buena medida tomadas de la
legislación de las Cortes Constituyentes de Cádiz.
La Asamblea se proclamó soberana, lo que implicaba que no reconocía poder alguno superior a ella.
Adoptó un sello con un escudo nacional que reemplazaba las armas reales.
Adoptó como Himno Nacional la "Marcha Patriótica", obra de Vicente López y Planes y Blas Parera,
aunque procuró que el autor de la letra eliminara los versos marcadamente independentistas.
Aquella letra parecía adecuada al establecimiento de una monarquía (trono, majestad, etc.).
LEYES JUDICIALES
Se modificaron los tribunales (los alcaldes ordinarios entenderían en segunda instancia los fallos de
los alcaldes "de hermandad" que, por su parte, dictarían sentencia en pequeños diferendos de no
más de 50 pesos). La tercera instancia estaría a cargo de las Cámaras de Apelaciones de Buenos
Aires y Charcas. Se preveía la creación de un Supremo Poder Judicial.
LEYES SOCIALES
Se dispuso la libertad de vientres, que declaraba libres a los hijos de esclavos nacidos a partir del 31
de enero de 1813.
Se declaraba libre a todo esclavo que pisara el suelo de las Provincias Unidas, lo que fue derogado
poco después por los conflictos originados por los esclavos escapados del Brasil.
Ratificó la supresión del tributo de los indios realizada por la Junta Grande y agregó la de la mita y el
yanaconazgo.
Se abolieron los fueros personales (no existía la igualdad ante la ley, pues religiosos, militares y
universitarios eran juzgados por sus pares), los títulos de nobleza y el mayorazgo (heredaba sólo el
hijo mayor).
Declaraba la independencia de los eclesiásticos respecto a autoridades de fuera del territorio de las
Provincias Unidas.
1. Proyecto de una COMISIÓN OFICIAL (Nicolás Herrera, Pedro Agrelo, Valentín Gómez,
Hipólito Vieytes y Gervasio Posadas. Se inspiraba en la Constitución española de 1812). Lo
identificamos como (1)
Proyecto ANÓNIMO (publicado por primera vez por Emilio Ravignani), Lo identificamos como (3)
SOBERANÍA 1 En el pueblo
2 - 3 En los representantes
4 En las provincias
No establece
2 - 4 Presidente
5 Gobernador
4 Las provincias formarían el Tribunal Superior de las Pcias. Unidas del Río de la Plata
Gobernadas por prefectos nombrados por el Presidente a propuesta en terna de los municipios
4 Cada provincia es soberana, libre e inde- pendiente y conserva todo el poder no dele- gado
Los acontecimientos de Europa en 1813 dieron por resultado la ruptura definitiva de la Logia, que
quedó dividida en "alvearistas" (partidarios de postergar cualquier decisión con respecto a la
independencia hasta que se aclarara el panorama en el Viejo Mundo), que eran mayoría en la
Asamblea, y los "sanmartinianos" (partidarios de cumplir los objetivos iniciales de la Logia), que eran
minoría.
Estas dificultades condujeron a Napoleón a la decisión de restituir el trono español a Fernando VII,
con el solo objeto de sacarse de encima, al menos, un enemigo. En diciembre de 1813, Fernando
había vuelto a ocupar el trono, mostrándose, desde el primer momento, receloso con las medidas
tomadas por las Cortes de Cádiz, fundamentalmente la Constitución de 1812. Además, consideró
"rebeldes y traidores" a los revolucionarios americanos, exigiendo su rendición incondicional.
Tal como había expresado Strangford, Hispanoamérica debía retornar a la obediencia de Fernando
VII. Para poder alcanzar, al menos, un cierto grado de soberanía dentro del imperio español,
Triunvirato y Asamblea enviaron a Eu- ropa una misión diplomática que fue encomendada a Manuel
de Sarratea.
El cargo de Director Supremo. El Consejo de Estado:
EL DIRECTORIO
Sería asesorado en cuestiones de paz, guerra y comercio por un Consejo de Estado de 9 miembros,
cuyo presidente, también elegido por la Asamblea, reemplazaría al Director en caso de enfermedad.
El secretario del Consejo de Estado y los vocales serían elegidos por el Director.
Retornaba la preponderancia del Cabildo en el que el Alcalde de 1er. voto retendría las funciones
establecidas por la Real Ordenanza de Intendentes. Así, el Cabildo terminaría actuando como
autoridad soberana y, en 1815 (al caer Alvear), disolvería la Asamblea.
Alvear, el "hombre fuerte" del momento, estableció la conveniencia de elegir a su tío, Gervasio
Antonio Posadas como Director Supremo, entendiendo que se trataba de la persona más a propósito
para negociar con el rey en razón de sus escasas simpatías por la Revolución de Mayo.
José Rondeau
Punto 6.
Desde la insurrección del interior de la Banda Oriental, pasando por las peripecias del "Éxodo", los
choques con los portugueses y los roces cada vez más serios con el Ejército conducido por
Sarratea, fue adquiriendo identidad el pueblo oriental bajo la conducción de su caudillo Artigas.
Cuando se convocó a los pueblos para elegir diputados a la Asamblea del año 1813, se entendió
que la Banda Oriental debía estar representada por 3 diputados:
Uno por los emigrados de Montevideo que estaban en el campamento del Ejército que sitiaba la
ciudad.
Artigas no aceptó esta decisión, menos aún cuando los electos fueron digitados por Sarratea. Por
esto, convocó al Congreso de Peñarol en el que se dispuso la elección de 6 diputados, ya que
Artigas sostenía que en la Banda Oriental existían 5 Cabildos:
Estos diputados llegaron a Buenos Aires portando las "Instrucciones" que les entregara Artigas.
Existen varias versiones -con algunas diferencias- de las mismas, aunque sus aspectos más
salientes eran:
Declaración de la independencia.
La provincia Oriental suscribiría con las demás Provincias Unidas un "Pacto de estrecha e
indisoluble confederación" (debe entenderse como "federación").
Se supone que el autor de estas "Instrucciones" fue el presbítero Dámaso Larrañaga, que se inspiró
en el proceso norteamericano.
Además de elegir a los diputados, el Congreso de Peñarol creó un gobierno provincial para la Banda
Oriental bajo la presidencia de Artigas.
La Asamblea rechazó a los diputados orientales con el argumento de no haber sido electos
conforme a la reglamentación establecida. El rechazo de sus diputados produjo el alejamiento de
Artigas del sitio de Montevideo. Posadas terminaría declarando al jefe de los orientales "fuera de la
ley y traidor a la Patria".
No obstante las intenciones del "Alvearismo" de negociar con Fernando VII, no tardaron en circular
rumores sobre una posible expedición de castigo al Río de la Plata. Por ello, la actividad del
Directorio fue por un lado, diplomática y por otro, militar.
Por iniciativa de Sarratea, se inició una gestión poco seria -en razón de las características de
algunos personajes involucrados- para coronar en el Río de la Plata al infante Francisco de Paula,
hermano de Fernando VII.
La negociación no arribó a ningún resultado positivo y, mientras Belgrano retornaba a Buenos Aires,
Rivadavia logró ser recibido por el ministro español Cevallos, sin que lograra obtener ningún tipo de
garantía.
En lo militar: La amenaza del envío de una expedición al Plata convirtió en imprescindible la toma de
Montevideo, ya que se trataba del único puerto de aguas profundas de la región, capaz de recibir a
los grandes navíos que transportarían a las tropas españolas.
Hasta ese momento, Artigas -apartado del sitio- no había obstaculizado el accionar de las fuerzas
del Directorio. Pero su aspiración de autonomía con- dujo inevitablemente al enfrentamiento armado
con los porteños. Finalmente, ya convertido en Director Supremo por renuncia de su pariente, Alvear
decidió la evacuación del territorio oriental, aunque llevándose los armamentos de Montevideo. Para
ese entonces, la influencia del caudillo oriental se
El Directorio de Alvear:
En enero de 1815, Posadas renunció a su cargo de Director Supremo, resultando electo por la
Asamblea Carlos María de Alvear para sustituirlo. La causa de la renuncia de Posadas fue la
desobediencia del Ejército del Norte, que resistió el nombramiento de Alvear como jefe, designado
para sustituir una vez más a Rondeau.
El centralismo cada vez más acentuado de los gobiernos porteños, unido al personalismo y
arbitrariedad de Alvear, generaron lo que de manera poco precisa se conoce como "Revolución
federal de 1815", que en realidad fue un estado de desobediencia generalizado hacia la figura del
Director Supremo.
En las provincias del Norte: El estado de rebeldía del Ejército del Norte, que condujo a Posadas a
renunciar, se mantuvo extendiendo sus efectos a las provincias bajo su control.
En el Litoral: Ya hemos visto la situación que se vivía en la Banda Oriental, las regiones del Litoral y
Córdoba.
Bolilla V.
Punto 1.
De inmediato, el Cabildo llamó a elección de 12 electores (3 por cada uno de los cuarteles en que se
dividía la ciudad). Estos electores procederían a elegir un gobierno provisional que, manteniéndose
unipersonal, recayó en la figura de Rondeau. Sin embargo, como el general había iniciado la tercera
campaña al Alto Perú, se designó a Ignacio Álvarez-Thomas como Director de Estado (se había
eliminado el calificativo de "Supremo") interino.
A continuación, el cuerpo de electores en unión con el Cabildo, creó una Junta de Observación, que
resultó integrada por Medrano, Serrano, Sáenz, Gascón y Anchorena, la que elaboró un Estatuto
Provisional, destinado a regir hasta que el Congreso que debía ser convocado por el Director de
Estado sancionara definitivamente una constitución.
Expansión del federalismo en el Litoral. El Congreso de Oriente. La "Liga de los Pueblos Libres":
Aunque el nuevo gobierno trató de congraciarse con Artigas, no pudo lograrse un acuerdo definitivo.
Los dos temas que evitaron ese acuerdo fueron:
Mientras tanto, la influencia de Artigas se había extendido, consolidándose una "Liga de los Pueblos
Libres"
Entre Ríos.
Santa Fé.
Corrientes.
Misiones.
Dirigida por JOSÉ GERVASIO ARTIGAS como "PROTECTOR de los PUEBLOS LIBRES"
Como la mayoría de los pueblos del interior, los "Pueblos Libres" iban a rechazar el Estatuto
Provisional y la convocatoria al Congreso de Tucumán. Ellos, por su parte, se reunieron en el
CONGRESO de ORIENTE, reunido en Arroyo de la China que, en junio de 1815, declaró la
independencia de España. Esta sería la primera independencia del Plata, pero no hubo actas de
aquel Congreso.
Mientras tanto, Santa Fé volvía a ser reducida a la obediencia por tropas de Buenos Aires, lo que
originó una fuerte reacción popular de la que surgiría un nuevo caudillo artiguista, llamado Estanislao
López.
Artigas, a su vez, hizo sancionar un Reglamento de Derechos Aduaneros (la primera disposición de
carácter proteccionista en el Río de la Plata) que establecía:
Pequeños gravámenes a la introducción de tejidos de Tucumán y yerba mate del Para- guay.
Quedaban liberados del pago de gravámenes los libros, imprentas, máquinas y armas.
El "Protector de los Pueblos Libres" puso en práctica por aquel entonces un verdadero programa de
gobierno de notable contenido social. En efecto, Artigas desarrolló una revolucionaria política
colonizadora, distribuyendo gratuitamente entre los sectores más pobres de la población "suertes de
estancia" de una por una y media leguas, utilizando las tierras expropiadas a los españoles y a los
enemigos de la revolución.
Con respecto al Estatuto Provisional de 1815, esta normativa no contribuyó a disipar el malestar de
los pueblos del interior hacia las prácticas centralistas de los gobiernos de Buenos Aires. Confería
prácticamente todo el poder -incluída la autoridad militar- a la Junta de Observación y al Cabildo
porteño. Sólo fue aceptado por Tucumán, en tanto Cuyo, Córdoba y Salta, apenas se pronunciaron
favorablemente en lo referente a la convocatoria del Congreso de Tucumán.
ESTATUTO PROVISIONAL de 1815: Estaba precedido por una Declaración de los Derechos del
Hombre.
Sólo votarían los propietarios y extranjeros con 4 años de residencia que supieran leer y escribir y
poseyeran propiedades, no pudiendo hacerlo los mulatos y cuarterones (uno de los abuelos negro).
El poder Ejecutivo lo ejercería el Director de Estado con poderes muy limitados y con u- na edad
superior a los 35 años. Una de sus atribuciones era la convocatoria al Congreso de Tucumán.
Con respecto a la elección de los Cabildos, se suprimía el sistema hispánico de que el Cabildo
saliente eligiese al entrante. Ahora, sus miembros pasarían a ser elegidos por electores, a razón de
un elector cada 5000 habitantes (esta sería la base de la futura Junta de Representantes de la
provincia de Buenos Aires).
Los gobernadores de provincia serían elegidos por estos cuerpos de electores que designarían 6
nombres, de los cuales se eliminarían 3, eligiéndose al gobernador entre los 3 restantes a pluralidad
de sufragios. Estos mandatarios provinciales durarían 3 años.
Punto 2.
Europa:
La caída de Napoleón se precipitó desde comienzos de 1814. Francia fue invadida por sus enemigos
y el Emperador fue obligado a abdicar. Reconocido por las potencias como soberano de la pequeña
isla de Elba, Napoleón no tardó en recobrar el poder en Francia donde, el restaurado Luis XVIII
(Borbon) apenas tuvo tiempo para escapar al exilio.
Se inició de este modo el último capítulo de la Era Napoleónica, conocido con el nombre de "los 100
días", que culminaría en junio de 1815 con la derrota definitiva del Emperador en la batalla de
Waterloo, su destierro a la isla de Santa Helena y su muerte en 1821.
Tres de las potencias reunidas en Viena decidieron el empleo de la fuerza militar en los casos en
que el orden monárquico peligrase, constituyendo la
SANTA ALIANZA:
Austria (católica)
Rusia (ortodoxa)
Prusia (luterana)
Con respecto a Gran Bretaña, el apoyo más verbal que efectivo a los revolucionarios
hispanoamericanos cesó a partir del acuerdo entre Castlereagh y el gobierno de Fernando VII, a
partir de un tratado secreto firmado en 1814. Pero, el compromiso británico no iba más allá de no
prestar ayuda a los rebeldes americanos. Entonces, Fernando solicitó la colaboración naval de Rusia
para reconquistar Buenos Aires a cambio de la cesión de la isla de Menorca. Cuando el acuerdo
trascendió, Gran Bretaña presentó una protesta y los proyectos se postergaron. Finalmente, Francia,
luego del retorno de Luis XVIII al trono, comenzó a trabajar para crear en América monarquías
(México y Buenos Aires), coronando a príncipes de Borbón.
El Congreso de Tucumán:
Los diputados para el Congreso de Tucumán fueron elegidos por electores (un elector cada 5000
habitantes), a razón de un diputado cada 15000 habitantes.
Con excepción de los diputados de Tucumán y más tarde los de Jujuy, los diputados no llevaban
instrucciones para declarar la independencia. Debían limitarse a sancionar una Constitución. El
Congreso inició sus sesiones en marzo de 1816.
Los problemas por los que atravesaba el Directorio en Buenos Aires llevaron al Congreso a
dedicarse de entrada a la elección de un Director titular, cargo para el que resultó electo Juan Martín
de Pueyrredón.
Declaración de la independencia:
Aunque ya hemos expresado que sólo los diputados de Tucumán y Jujuy llevaban instrucciones de
declarar la independencia, la presión combinada de San Martín desde Cuyo -apoyado por Güemes-
y de Belgrano fueron preparando el terreno y, este tema, figuró en el 3er. punto del "Plan de
Materias" del Congreso de Tucumán.
En la sesión del 9 de julio de 1816, bajo la presidencia del diputado sanjuanino Francisco Narciso
Laprida, se declaró la independencia de las "Provincias Unidas de Sud América" de "Fernando VII
sus sucesores y metrópoli".
No obstante, rumores que el tiempo confirmaría como ciertos, acerca de la intención de cobijarse
bajo protección extranjera, llevaron a los congresales a tranquilizar a la opinión pública agregando, el
día 19 de julio, al acta de la declaración de la independencia "y de toda otra dominación extranjera".
Tratar de demostrar orden y serenidad, pues la revolución gozaba de escaso prestigio en el exterior
por haber caído en la anarquía, a efectos de lo cual era preciso poner fin a la "infección" del
artiguismo.
Tomando en cuenta que en Europa las ideas republicanas habían caído en absoluto des- crédito
("hasta hace poco se intentaba republicanizarlo todo; ahora se quería monarquizarlo todo").
Los debates en torno a la forma de gobierno mostraron que, casi por unanimidad (con la excepción
de Godoy Cruz), los diputados eran partidarios de la monarquía.
Es una tradición carente de fundamento que el diputado sanjuanino fray Justo Santa María de Oro
fuera republicano, por haberse mal interpretado sus palabras de que se retiraría del Congreso si se
adoptaba la forma monárquica. En realidad, el fraile expresaba que carecía de poderes por parte de
su provincia para pronunciarse a favor de cualquier forma de gobierno.
Por su parte, la propuesta de Belgrano de coronar un Inca que, entre otras cosas, implicaba la
unidad política de América del Sur, sólo recibió una bue- na acogida por parte de algunos diputados
norteños y altoperuanos.
El general Lecor debía declarar públicamente no tener intenciones sobre la Banda Occidental
Debía garantizarse el predominio de la idea monárquica constitucional en el ámbito de las Provincias
Unidas
El abandono de Artigas y la Banda Oriental, cuya invasión había sido sugerida por el ministro
argentino en Río de Janeiro Manuel José García.
Estas instrucciones jamás llegaron a manos de los portugueses por haberlo impedido Pueyrredón
que, por aquellos días, se hallaba en tratativas con Francia.
Como ya hemos expresado, el gobierno de Luis XVIII pretendía coronar algún príncipe de Borbón en
Hispanoamérica. Estos planes tuvieron una amplia y favorable recepción por parte de Pueyrredón
que, en sus notas al gabinete de París, se declaraba francés.
El gabinete de Luis XVIII, presidido por Richelieu, tuvo conocimiento de esa situación por lo que
remitió un agente secreto -Lemoine- a Buenos Aires. De allí surgió la idea de establecer en el Río de
la Plata una monarquía constitucional que tendría por rey al príncipe Luis Felipe de Orleans.
Aprobada por el Congreso esta negociación, fue enviado a Europa Valentín Gómez.
Al llegar Gómez a París, la situación había cambiado y Richelieu ya no presidía el gabinete. Por el
contrario, los nuevos ministros respondían a la influencia británica y sabían que Gran Bretaña no
toleraría el establecimiento de un protectorado francés en el Río de la Plata. Por ello, se ofreció a
Gómez la coronación de una figura de menor importancia, Carlos Luis de Borbón, duque de Luca,
que llegaría a Buenos Aires acompañado por tropas francesas y que, eventualmente, podría
representar la solución del problema de la Banda Oriental casándose con una princesa de Bragança.
Para preparar el advenimiento de la monarquía se elaboró una Constitución en el año 1819.
La misma fue precedida por la preparación de un Reglamento Provisorio en 1817. El Congreso, que
se estaba trasladando a Buenos Aires, copió prácticamente de manera total el Estatuto Provisional
de 1815. Sin embargo, Pueyrredón, al comprobar las escasas atribuciones que le confería dicho
reglamento, lo devolvió al Congreso. Éste realizó algunas modificaciones que mejoraban los poderes
del Director Supremo, concediéndole el derecho de nombrar a los gobernadores-intendentes y
colocando bajo sus órdenes todas las milicias del país.
CONSTITUCIÓN DE 1819
Se inicia con un Manifiesto, obra del deán Funes: "... no es ni la democracia fogosa de Atenas, ni el
régimen monacal de Esparta, ni la aristocracia patricia o la efervescencia plebeya de Roma, ni el
absolutismo de Rusia o el despotismo de Turquía ni la federación complicada... es un estatuto que
se acerca a la perfección".
Cámara de Representantes: elegidos por las provincias, a razón de uno cada 25000 habitantes.
Mayores de 26 años y con una renta de $4000. Durarían 4 años y se renovarían por mitades cada
dos. La Cámara tendría la iniciativa en materia de impuestos y el derecho de acusar ante el Senado
a los miembros de los otros poderes.
Senado: un senador por cada provincia; tres militares con grado no inferior a coronel mayor; un
obispo y tres eclesiásticos; uno por cada Universidad y el Director saliente. Debían ser mayores de
30 años y poseer un capital de $8000. Durarían 12 años, renovándose por tercios cada 4.
Elección de los senadores civiles: cada municipio nombraba dos electores que, reunidos con los
demás electores de la provincia, elegirían una terna (uno no debía ser de la provincia). La terna se
remitiría al Senado para que hiciera el escrutinio o decidiese si había empate de votos.
Elección de los senadores religiosos: la primera vez, el obispo de la sede donde residiera el
Congreso. Luego, la Asamblea de Obispos. Los tres eclesiásticos serían electos por Asambleas
Eclesiásticas que formarían ternas y se procedería igual que con los senadores civiles.
PODER EJECUTIVO: Residiría en un Director de Estado elegido por 5 años por mayoría en el
Congreso. Sería mayor de 35 años y podía ser reelecto una vez. Nombraba los comandantes
militares, embajadores y, presuntamente, a los gobernadores de provincia. No mencionaba a las
provincias.
PODER JUDICIAL: Residiría en una Alta Corte de Justicia de 7 jueces y 2 fiscales nombrados por el
Director con acuerdo del Senado.
CEREMONIAL: Era de carácter aristocrático. Los miembros de los tres poderes tendrían el
tratamiento de "soberanía"; el Congreso de "alteza serenísima" y cada cámara el de "alteza".
Punto 3.
A lo largo de cuatro años, Artigas luchó denodadamente con los invasores, llegando incluso su
lugarteniente Andrés Guacurari a invadir tierra brasileña. En todo ese tiempo, el caudillo oriental
clamó por la ayuda de Buenos Aires que nunca llegó a efectivizarse.
Antes de cumplirse un año de iniciada la invasión de Lecor, Montevideo cayó en su poder. Detrás de
esta invasión, intentando convencer a las autoridades argentinas de la conveniencia de liberarse del
"anarquista" Artigas, se hallaba Manuel José García.
Al hacerse cargo del Directorio, Pueyrredón expresó palabras plenas de patriotismo, pareciendo que
declararía la guerra a Portugal. Sin embargo, el Director había reconstituido la "Logia Lautaro" y sus
nuevos integrantes, representantes de una mentalidad conservadora, unidos al Cabildo porteño y al
propio Congreso, fueron aplacando sus ánimos.
Cuando fue evidente que Pueyrredón no haría nada en defensa de la Banda Oriental, los cívicos de
Buenos Aires, representantes del partido popular, comenzaron a agitarse. Pueyrredón respondió
haciéndose conferir por el Congreso poderes especiales para suspender el ejercicio de los derechos
individuales y, en uso de esos poderes, arrestó o desterró a los jefes de dicho partido (Manuel
Dorrego fue desterrado y viajó a los EEUU para aprender el federalismo norteamericano).
Las tratativas secretas del gobierno argentino con los portugueses, concluyeron, finalmente, con la
promesa lusitana de que la invasión se limitaría exclusivamente a la Banda Oriental. Pero, mientras
arreglaba diplomáticamente su situación con Portugal, Directorio y Congreso no cesaban de agredir
a los "Pueblos Libres" o pretendían captar a sus jefes para apartarlos de Artigas.
San Martín dejó sus fuerzas en Mendoza y continuó su viaje hacia la capital en compañía de
emisarios del gobierno de Chile que llegaban para mediar entre los artiguistas y el gobierno
argentino, a fin de estar preparados para enfrentar la invasión que se anunciaba.
Pueyrredón les avisó que no necesitaba una mediación, por lo que San Martín volvió a Mendoza y
renunció a la jefatura del Ejército. Ante la gravedad de ese hecho, y sabiendo que Belgrano también
quería la paz con los "Pueblos Libres", ordenó la cesación de hostilidades con estos. En abril de
1818, Belgrano concertó con Estanislao López el Armisticio de San Lorenzo, preparatorio del arreglo
definitivo que acordarían los representantes de Artigas y Pueyrredón. Sin embargo, aquel arreglo no
llegaría a concretarse, pues los representantes del Directorio no llevaron instrucciones acerca de
una ruptura con Portugal, único requisito exigido por Artigas.
Tres días después de la firma del armisticio, Pueyrredón renunció, presionado por las actitudes de
los jefes militares (San Martín y Belgrano) y la "Logia Lautaro". Ésta, conducida ahora por Gregorio
Tagle, no quería arreglos con Artigas. Esperaba la llegada del duque de Luca con tropas francesas.
El Congreso, por su parte, nombró a José Rondeau Director Supremo. Al saberlo, San Martín
presentó otra vez su renuncia para ponerse al servicio de Chile y continuar su proyecto de invadir
Perú. Rondeau lo confirmó como jefe del Ejército de los Andes, dándole libertad para proseguir sus
planes.
Entonces, comenzaron a circular rumores de una carta de Valentín Gómez anunciando la inminencia
del viaje del duque de Luca. Esos rumores dejan confuso a San Martín y enfurecen a los federales
que hablan de "alta traición", por quererse entregar el país a los franceses. Artigas decide romper el
armisticio y, como consecuencia de su ruptura, Estanislao López interceptó un convoy de carretas
que se trasladaba a Córdoba, encontrando en él documentos comprometedores (carta de Rondeau
a Manuel García) que hablaban de una acción conjunta con los portugueses para aplastar a Artigas.
Declarando oficialmente la guerra al gobierno de Buenos Aires, el caudillo oriental -que aún resistía
en la Banda Oriental- abrió un "segundo frente", encomendando el mando de las operaciones contra
Rondeau al entrerriano Fran- cisco Ramírez, que llevaría a López como lugarteniente.
Ante la inminencia de la invasión artiguista, Rondeau ordenó a San Martín y Belgrano que bajaran
con sus ejércitos hasta Buenos Aires. El primero no obedeció y Belgrano, enfermo de muerte,
dispuso la marcha del Ejército del Norte bajo las órdenes del general Fernández de la Cruz.
Sin embargo, al llegar a la Posta de Arequito, Juan Bautista Bustos, José María Paz y Felipe Ibarra
encabezaron una sublevación que condujo al Ejército del Norte a su disolución.
Bustos, Ibarra y Bernabé Aráoz, al frente de algunos contingentes de soldados, marcharon entonces
sobre sus provincias natales -Córdoba, Santiago del Estero y Tucumán, respectivamente- para
tomar el gobierno, generalizando la revolución federal. Al mismo tiempo, Mariano Mendizábal, al
frente de un cuerpo del Ejército sanmartiniano, se sumó al proceso, proclamando la autonomía de
San Juan.
Con las escasas fuerzas que poseía en Buenos Aires y San Nicolás, Rondeau enfrentó a los
lugartenientes de Artigas, siendo derrotado el 1º de febrero de 1820 en la batalla de la Cañada de
Cepeda. Pocos días antes, Artigas era derrotado por los portugueses en la batalla de Tacuarembó y
arrojado de la Banda Oriental, que fue incorporada al imperio lusitano con el nombre de provincia
Cisplatina.
Punto 4.
Mientras Rondeau salía para combatir en Cepeda, la Logia y los directoriales produjeron en Buenos
Aires un golpe de Estado. Apresaron a Pueyrredón, Tagle y los miembros más resistidos del
gobierno y les abrieron proceso, aunque les permitieron fugarse a Montevideo. Luego, designaron un
Director sustituto: Juan Pedro Aguirre.
Ramírez, desde el mismo lugar de la batalla, dio a Buenos Aires un plazo de 8 días para constituirse
en provincia federal. Pasados los 8 días, ordenó marchar sobre la ciudad. Vuelto Rondeau, recobró
el mando pero, la principal fuerza defensiva de Buenos Aires formada por los cívicos de Miguel Soler
simpatizaba con los federales.
La Junta electoral (3 electores por cada uno de los cuatro cuarteles de la ciudad) había sido creada
por el Estatuto Provisional de 1815. A los 12 electo- res o "representantes" de la ciudad debían
sumarse otros 11 de la campaña. Sin embargo, el primer gobernador de la provincia de Buenos
Aires y la primera Junta de Representantes no serían elegidos por este procedimiento.
En medio de la confusión reinante, operaban en ambos bandos grupos que pretendían imponer sus
puntos de vista e intereses.
Neutralizar a Soler.
En el campo federal, actuaba junto a Ramírez una especie de "Triunvirato” , integrado por Alvear,
Sarratea y el chileno José Miguel Carrera (enemigo de San Martín que, cuando se preparaba para
invadir Chile, había preferido a su adversario O'Higgins).
Procurando ganar tiempo, el Cabildo envió una comisión a Ramírez, pero ésta fue alcanzada por
Sarratea que venía desde Buenos Aires y, en una entre- vista celebrada en San Antonio de Areco,
se convino que el gobernador debía ser el antiguo miembro del Primer Triunvirato, aprovechando la
ingenuidad e indecisión de Soler, que no le habían permitido marchar sobre la ciudad para
apoderarse del gobierno. De ese modo, Ramírez, Alvear, Carrera, Sarratea y el Cabildo porteño
acordaron que el primer gobernador bonaerense sería Manuel de Sarratea.
Para cumplir con lo estipulado en San Antonio de Areco, fue preciso que la Junta de Representantes
fuera elegida en un Cabildo abierto. Efectuado éste, se hizo correr la voz de manera discreta que
Sarratea debía figurar entre los 12 electos para que una vez constituída la Junta, ésta lo eligiera
gobernador.
Ya electo, Sarratea firmó con Ramírez y López el Tratado del Pilar.
Fue un tratado tripartito entre tres provincias (Buenos Aires, Santa Fé y Entre Ríos).
En 60 días se reuniría un Congreso en San Lorenzo (Sta. Fé) para organizar federativa- mente el
país, al que serían invitadas las demás provincias.
Serían juzgados por "alta traición" los miembros del gobierno depuesto que habían negociado la
coronación del duque de Luca.
Hipócritamente, deseaba la aprobación de todo lo convenido por parte del "Capitán General de la
Banda Oriental", al que no se llamaba "Protector".
Por un acuerdo secreto, Buenos Aires se comprometía a enviar armas y soldados a Ramírez.
También se darían armas y soldados (extranjeros que servían en Bs.As.) a Carrera para que
emprendiera la guerra contra O'Higgins.
Artigas había dado precisas instrucciones a su lugarteniente Ramírez de no llegar a ningún acuerdo
si antes no se declaraba la guerra a Portugal. Ramírez se arrogaba el título de gobernador de Entre
Ríos (no lo era). No se mencionaban más los "Pueblos Libres".
Punto 5.
La disolución del gobierno nacional, a partir de la batalla de Cepeda, significó el fin de las tentativas
de establecer una monarquía en el Río de la Plata. Los gestores de esta idea habían respondido a
un sentir muy generalizado en el pueblo, para quien la idea de tener un rey no representaba un
despropósito, ya que habían nacido y vivido bajo la autoridad de un rey. Lo grave de aquel propósito
era que los proyectos monárquicos venían vinculados a la casa de Bragança o, conforme a las
gestiones de Valentín Gómez, al duque de Luca, lo que implicaba perder la independencia que
acababa de declararse.
Artigas había considerado el proyecto de entregarse a Francia como una "alta traición", pero el
enfrentamiento con el Directorio y el Congreso se había basado fundamentalmente en la falta de
apoyo para su lucha contra el invasor portugués y el descubrimiento de la connivencia entre Buenos
Aires y los lusitanos.
La clase directorial había logrado eludir -en el Tratado del Pilar- cualquier compromiso de liberar la
Banda Oriental, presentando a los partidarios de la coronación del duque de Luca como los únicos
responsables de la guerra que había concluido en Cepeda. Por eso acordó su enjuiciamiento.
Este momento de la historia nacional será el del nacimiento de las provincias "tradicionales"
argentinas, que serían 13 desde entonces, con el agregado de Jujuy en 1834. Este proceso es la
consecuencia del influjo que ejercieron desde hacía más de cinco años los "Pueblos Libres"
liderados por Artigas, que arrancaron a Santa Fé, Entre Ríos y Corrientes de la antigua de-
pendencia de Buenos Aires.
Repasando este proceso, tenemos que las antiguas jurisdicciones virreina- les comprendían las
siguientes ciudades-cabildo:
Santa Fé
Corrientes
JURISDICCIÓN VIRREINAL CIUDADES-CABILDO
INTENDENCIA de CÓRDOBA
La Rioja
Mendoza
San Juan
San Luis
INTENDENCIA de SALTA
Tucumán
Catamarca
En el año 1815, las intendencias virreinales fueron convertidas por el Directorio en Gobernaciones-
intendencia. En tanto Buenos Aires conservó la misma estructura territorial, las otras dos fueron
divididas:
GOBERNACIÓN-INTENDENCIA de
Santa Fé
Entre Ríos
Corrientes
Córdoba del Tucumán quedó dividida entre las Gobernaciones-intendencias de Córdoba y de Cuyo:
GOBERNACIÓN-INTENDENCIA de
CÓRDOBA Córdoba
La Rioja
GOBERNACIÓN-INTENDENCIA de
CUYO Mendoza
San Juan
San Luis
Salta del Tucumán quedó dividida entre las Gobernaciones-intendencias de Salta y de Tucumán:
GOBERNACIÓN-INTENDENCIA de
GOBERNACIÓN INTENDENCIA de
TUCUMÁN Tucumán
Catamarca
Entre 1819 y 1823, cada una de estas ciudades-cabildo dio origen a una provincia autónoma, que
comenzó a organizarse política e institucionalmente de manera diferente a partir de estatutos,
reglamentos y constituciones.
Las 13 provincias fueron el resultado de un movimiento federativo impulsado por las milicias cívicas,
cuyos jefes o "caudillos" terminaron convirtiéndose, por lo general, en gobernadores. Tenían la
jurisdicción de un municipio que, casi siempre, les dio el nombre. Cada municipio dio origen a una
provincia, con dos excepciones:
SALTA: La gobernación-intendencia de Salta había tenido 3 municipios: Salta, Orán y Jujuy. Jujuy
lograría su autonomía en 1834; Orán continuaría unida a Salta.
ENTRE RÍOS: El "continente de Entre Ríos" había sido una liga de 3 villas: Gualeguay,
Gualeguaychú y Arroyo de la China (Concepción del Uruguay), que se amplió a 5 cuando Paraná y
Nogoyá erigieron sus cabildos.
SANTA FE
Era ciudadano todo americano que no fuese enemigo de "la causa general de América".
Una Junta de Comisarios (12), elegidos directamente por el pueblo, designaba al gobernador,
asesorándolo y auxiliándolo en la redacción de las leyes. También debía aprobar las constituciones.
Los comisarios duraban 2 años.
El Gobernador, electo por 2 años, podía ser reelecto indefinidamente. Tenía grandes atribuciones,
ya que además de la administración y el mando de las milicias, dictaba las leyes asesorado por la
Junta de Comisarios y entendía por apelación en todos los juicios que no fuesen de menor cuantía.
No existía Poder Judicial, pues dejaba la administración de justicia en manos de la existente antes
de la independencia.
El Gobernador:
El gobernador de cada una de las provincias era habitualmente elegido por la Legislatura, Junta de
Representantes, Sala de Representantes o Congreso Provincial, por un término que oscilaba entre
los 2 y los 3 años. En algunas de ellas, se autorizaba la reelección del gobernador, aunque el tema
de la re- elección no fue siempre respetado.
La Sala:
Con la excepción de Entre Ríos, donde verdaderamente cumplía funciones legislativas, en general
se limitaban a asesorar y auxiliar a los gobernadores, -que eran quienes dictaban la ley- en la
redacción de las mismas.
El número y forma de elección de los diputados variaba. En Buenos Aires terminaron siendo 47 (24
por la ciudad y 23 por la campaña). Por lo general, eran elegidos directamente por el pueblo.
La Justicia:
Súplica: (cuando las sentencias de dos instancias eran contradictorias) se llevaban ante el
gobernador (asesorado por "expertos"), ante un tribunal formado por las partes o ante un juez o un
tribunal "de alzada".
Los "expertos" eran clérigos o comerciantes con algunas lecturas jurídicas. Sólo había abogados en
Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Salta.
En segunda instancia, Buenos Aires tenía la Cámara de Apelaciones (creada en 1812), que estaba
integrada por jueces letrados. Córdoba y Mendoza tuvieron cámaras letradas, y Tucumán un juez
"de alzada" letrado.
Las constituciones:
Punto 6.
Ramírez, aconsejado por Carrera y aceptado por los directoriales porteños, no había respetado las
instrucciones de Artigas, abandonando la Banda Oriental en manos de los portugueses. Estaba
seguro que sería consagrado jefe del país en el Congreso de San Lorenzo.
Cuando Artigas conoció el contenido del Tratado del Pilar, se volvió furioso contra el lugarteniente
desleal. Apoyado por misioneros, correntinos y muchos entrerrianos, obtuvo algunos triunfos sobre
las tropas de Ramírez y ocupó Concepción del Uruguay.
Pero Ramírez, recibió artillería e infantería porteños, con los que derrotó al viejo "Protector" en
Sauce de Luna, Yuquerí y Ávalos, obligándolo a refugiarse en el Paraguay, de donde ya no saldría.
El 1º de marzo de 1820 entró en Buenos Aires Juan Ramón Balcarce con la infantería que logró
salvar en Cepeda. Los directoriales, agraviados por el desfile de las montoneras de Ramírez y López
por la ciudad, se exaltan dispuestos a derrocar a Sarratea.
El 6 de marzo, estalló una contra-revolución en la que aparece involucrado hasta Soler y los suyos,
al difundirse el acuerdo secreto de entregar armas a los federales. Sarratea es depuesto y
reemplazado por Balcarce. Algunos personajes pretenden restaurar el Directorio.
Balcarce no llegó a gobernar ni una semana; sus tropas lo abandonarán, así como Soler. Cuando
fracasa el audaz golpe intentado por Alvear, los directoriales prefieren restituir el gobierno a
Sarratea.
El Cabildo de Buenos Aires reúne con la policía a los miembros de la Junta de Representantes, que
también ratifica a Soler como gobernador.
Soler sale a combatir a López, dejando a Manuel Dorrego como gobernador provisorio.
Entre el 20 de junio (muerte de Belgrano y "día de los tres gobernadores" según Bartolomé Mitre o
"sin ningún gobernador" según José M. Rosa) y el 1º de julio, la confusión es total:
Soler no ha renunciado.
Alvear ha reclutado vecinos de la campaña para crear en Luján una Junta de Representantes que lo
elige gobernador.
Marcos Balcarce y Manuel Pagola, con tropas de Buenos Aires, pueden intentar quedarse con el
mando.
Los esfuerzos del Cabildo tropiezan con las amenazas de Alvear y la intransigencia de Pagola. En
secreto, hacen elegir por los alcaldes de barrio una nueva Junta de Representantes, pero ésta se
niega a elegir gobernador por temor a Pagola que está en el Fuerte.
López, disgustado con Alvear y Carrera, se sitúa cerca de Buenos Aires, pero carece de fuerzas
suficientes como para invadir la ciudad. En tanto, Dorrego ha vuelto con algunas tropas y se prepara
para defender Bs.As. La Junta de Representantes, creada "entre gallos y medianoche", lo elige
"gobernador interino de la ciudad".
Dorrego sigue a López, que se vuelve despechado a Santa Fé. Mientras está en campaña, deja
instrucciones para que sea elegida la cuarta Junta de Representantes en lo que va del año '20,
destinada a nombrar al gobernador titular.
Con Dorrego marchan las milicias del sur de la provincia, bajo el mando de Martín Rodríguez (uno
de sus comandantes es Juan Manuel de Rosas). Luego de una pequeña victoria en Pavón, Dorrego
pretende invadir Santa Fé contra los consejos de Rosas, que conoce los peligros de la región
(arenales y pastos venenosos). Licenciados Rodríguez y Rosas, Dorrego penetra en el sur
santafesino, siendo derrotado en Gamonal.
Para alcanzar la paz, López exige la separación de Dorrego y la nueva Junta de Representantes
designa gobernador a Martín Rodríguez. Aún sucede un nuevo episodio sangriento. Vuelve a
sublevarse Pagola, que reclama la renuncia de Rodríguez y la disolución de la Junta a los que acusa
de directoriales. Pero la intervención de las milicias rurales -especialmente los "Colorados del Monte"
de Juan Manuel de Rosas- permite restablecer el orden.
Martín Rodríguez decide proseguir la guerra contra López, y sale en campaña munido de poderes
especiales ("lleno de facultades"). Pero, no hay por parte del santafesino intenciones serias de
combatir, pues desconfía de los propósitos de Ramírez, que acaba de crear la República de Entre
Ríos (Entre Ríos, Corrientes y Misiones). Por su parte, Juan Bautista Bustos, gobernador de
Córdoba, ofrece su mediación, aunque existen dos dificultades:
Ambas dificultades son superadas. Por el Compromiso de San Nicolás, Rosas se compromete
personalmente a entregar 25.000 cabezas de ganado, lo que se mantiene en secreto para no
desprestigiar a Buenos Aires. López, a su vez, en el Tratado de Benegas promete "remover todos
los obstáculos que atenten contra la paz", lo que equivalía a desarmar a Carrera. Finalmente, en
noviembre de 1820, se firma en la estancia de Tiburcio Benegas el tratado de ese nombre.
Bolilla VI.
Punto 1.
Después de derrotar a Artigas, Ramírez había creado la República de Entre Ríos y se había hecho
designar "Jefe Supremo". Tenía grandes proyectos (incorporar al Paraguay, liberar a la Banda
Oriental) pero, por el momento, debía volver su mirada sobre Buenos Aires, donde había resurgido
el partido directorial.
Pretendió sumar a la provincia de Santa Fé a la lucha contra Buenos Aires, pero López estaba unido
a ella por el Tratado de Benegas. Entonces, tuvo que enfrentar a Buenos Aires, Santa Fé y Córdoba,
garante del tratado.
Carrera, que después de conducir malones de ranqueles contra la frontera se dirigía a Chile, se
volvió para unirse a Ramírez. Pero éste, traicionado por las tropas porteñas de su ejército, queda
aislado y acorralado en la ribera occidental del Paraná. Para complicar más aún su situación, su
escuadrilla (que le había entregado Bs.As. por el Tratado del Pilar) es destruida por la escuadrilla
porteña.
Acosados por todos lados, Ramírez y Carrera se separan. El chileno será vencido en San Juan y
fusilado. Ramírez, es alcanzado por los santafesinos cuando intentaba huir hacia el Chaco. También
es muerto (julio de 1821).
En el norte, mientras tanto, Bernabé Aráoz había creado la República de Tucumán (Tucumán,
Santiago del Estero y Catamarca). Cuando Güemes -que se preparaba para invadir el Alto Perú en
auxilio de San Martín- reclama a Aráoz el parque de artillería del Ejército del Norte depositado en
Tucumán, el tucumano se niega. Enfrentados ambos, Güemes resulta derrotado. La noticia llega a
Salta (se decía que el caudillo había muerto) y la oligarquía salteña, afín a los directoriales porteños,
se apodera del gobierno.
Cuando Güemes reapareció, sus adversarios facilitan la entrada de fuerzas realistas que, en una
emboscada sospechosa, dan muerte al jefe salteño.
El Congreso de Córdoba:
En 1820, era urgente reunir un Congreso que volviese a unir políticamente a las provincias
argentinas, crease un gobierno nacional y dispusiese la organización de dos ejércitos:
El Ejército del Norte, destinado a operar en el Alto Perú para auxiliar a San Martín.
Antes del fracaso del Congreso de San Lorenzo, Juan Bautista Bustos, afiliado a la "causa
sanmartiniana", escribía a Buenos Aires señalando la necesidad de obrar rápidamente, pero
advirtiendo el peligro que para los objetivos de San Martín representaba la cercanía de Ramírez con
Alvear y Carrera. Güemes, otro hombre de la "causa sanmartiniana" proyectaba, en tanto, la
realización de un Congreso en Catamarca.
En Buenos Aires, la designación por parte de la Junta de Representantes de los 4 diputados tuvo
características entre cómicas y dramáticas. Nadie quería ser electo, porque se recordaba el proceso
contra los diputados del Congreso de 1816-1820. A cada elección, seguía una y otra vez la renuncia
del candidato. Por fin, llevados por la fuerza pública, emprendieron el viaje los diputados García
Valdez, Sánchez de Bustamante, Patrón y Juan Cruz Varela. Sus instrucciones serían:
PÚBLICAS:
Que la capital no fuese Buenos Aires, la que tendría su propio sistema de gobierno.
RESERVADAS:
Como se ve, no se decía nada con respecto a San Martín ni a la Banda Oriental.
El Congreso no llegó a ser inaugurado porque los directoriales, nuevamente fortalecidos en Buenos
Aires, lo boicotearon de todas las formas posibles con actitudes como:
Según instrucciones del ministro Rivadavia, retardar lo más posible la inauguración del Congreso y
dedicarse exclusivamente al tema de la base para la representación.
Llamar a los diputados a que retornaran a Buenos Aires.
Luego de la derrota de Ramírez, la influencia de Buenos Aires fue indiscutible y, gracias a que Entre
Ríos era gobernada por el porteño Lucio Mansilla y, en Corrientes, Pedro Ferré simpatizaba con los
directoriales, se firmó el Tratado del Cuadrilátero entre Buenos Aires, Santa Fé, Entre Ríos y
Corrientes.
TRATADO del CUADRILÁTERO (22 de enero de 1822): Consagraba la paz, amistad y unión entre
las cuatro provincias.
Como Buenos Aires ya había retirado su representación del Congreso de Córdoba y por el estado de
devastación de Entre Ríos y Corrientes, Santa Fé retiraría su diputado del Congreso, al que
calificaba de "diminuto".
La consecuencia final de esta maniobra fue que San Martín, que ocupaba Lima con poco más de
5.000 hombres, y necesitaba imperiosamente al Ejército del Norte para enfrentar a los casi 25.000
realistas distribuidos por el Perú y el Alto Perú, se encontró con Bolívar en condiciones de tal
debilidad, en Guayaquil, que le entregó el mando de las tropas destinadas a poner fin a la Guerra de
la Independencia, y se retiró.
Del mismo modo, la Banda Oriental en manos de Portugal y, desde setiembre de 1822, del Imperio
de Brasil, era considerada provincia perdida.
Punto 2.
Durante la guerra contra Ramírez, Martín Rodríguez gobernó la provincia de Buenos Aires con el
"lleno de facultades". Éstas, le habían sido dadas por tres meses. Cuando cesó el plazo (enero de
1821), el gobernador pidió su re- novación. Se le concedió el pedido "sin límite de duración".
En uso de aquellas facultades extraordinarias, podía aprehender a los responsables y a los
implicados en conspiraciones. Las penas debía disponerlas con el acompañamiento y
asesoramiento del Consejo de Gobierno crea- do al asumir Rodríguez.
Para desterrar al extranjero o condenar a muerte, con proceso y acuerdo a pluralidad del Consejo.
En uso de aquellos poderes, la Junta autorizó al gobernador a clausurar algunos periódicos (por
ejemplo, los de fray Francisco de Paula Castañeda). Al terminar la guerra con Ramírez, Martín
Rodríguez devolvió el "lleno de facultades" (julio de 1821).
Ahora había llegado el momento de sancionar una constitución para la provincia de Buenos Aires. A
tal efecto, la Junta de Representantes nombró una comisión integrada por: Bernardino Rivadavia,
Manuel José García (ambos fueron nombrados ministros por Martín Rodríguez) y Juan José Paso.
LEY MINISTERIAL:
Creaba tres carteras: Gobierno, Hacienda y Guerra a cargo de ministros que podían asistir a las
sesiones de la Junta de Representantes para informar y ser informados.
LEY de ELECCIONES:
En Buenos Aires, serían convocadas por los alcaldes barrio para realizarse en los atrios de 8
parroquias.
Terminada la votación, los 8 presidentes de "mesa" llevarían sus registros al Cabildo para, en
presencia del alcalde de 1er. voto, realizar el escrutinio final.
En la campaña habría 12 secciones (se había incorporado Patagones que elegía un diputado).
La ley aceptaba el sufragio universal (todo hombre libre, natural del país o avecindado, desde los 20
años o antes si estaba emancipado).
Los diputados durarían 2 años, renovándose por mitades anualmente (mayores de 25 años y con
alguna propiedad inmueble o industria). Podían ser reelectos.
El ministro comenzó incautándose, por decreto, de todas las rentas del Cabildo, disponiendo que la
provincia se haría responsable de los sueldos y suprimiendo varios cargos.
Finalmente, se dispuso la supresión de todos los Cabildos de la provincia hasta que la futura
constitución o la Junta de Representantes establecieran una Ley de las Municipalidades.
El gobierno tendría, por el momento, las antiguas facultades edilicias, sociales y educativas. Con
respecto a las facultades judiciales:
Las funciones del Defensor de huérfanos y pobres quedaban a cargo del procurador también letrado.
LEY del PODER EJECUTIVO: El gobernador sería elegido por la Junta de Representantes por
mayoría absoluta de votos. Duraría 3 años y podía ser reelecto. Debía ser mayor de 35 años y nativo
de la provincia. En caso de fallecimiento, lo reemplazaba el presidente de la Junta de
Representantes, hasta tanto se efectuaran nuevas elecciones.
Punto 3.
Luego de la firma del Tratado del Cuadrilátero, Buenos Aires volvió a conquistar la primacía en el
país, bajo la conducción de Bernardino Rivadavia, nombrado ministro de Gobierno de Martín
Rodríguez. El nuevo ministro llegaba prestigiado por los conocimientos y relaciones adquiridas tras
una permanencia de seis años en Europa. Sus ideas apuntaban a la creación de un país moderno,
mediante la incorporación de los adelantos de la ciencia y de la técnica, la liberación del comercio y
la industria, y el fomento de las artes, las letras y la inmigración. Su programa cautivó a la clase
"decente" de Buenos Aires, que lo erigió en "Padre de las Luces".
Vuelto a Buenos Aires, Rivadavia se convirtió en jefe de lo que comenzó a denominarse partido
unitario, un grupo pequeño pero homogéneo (a diferencia de los distintos matices que presentó el
federalismo) que reunía a la clase "decente" de Buenos Aires y de algunas provincias, entre los que
se contaban comerciantes del puerto, muchos hacendados, profesionales y clérigos reformistas. En
otras palabras, los antiguos directoriales, incluida la Logia.
En la Argentina de los años 1820 y 1830, unitarismo y federalismo no representaban solamente una
diferencia en cuanto a la forma de organizar el Esta- do, sino dos concepciones diferentes frente a la
vida.
Con los recursos de aduana que Buenos Aires se negaba a "nacionalizar", existían los medios
iniciales para encarar un plan de reformas, preparando la ciudad para cuando la constitución la
convirtiera en capital del país.
Ley de Retiro Militar: Los oficiales que contaran entre 4 y 20 años de servicio podían re- tirarse con
la tercera parte de su sueldo. Quienes tuvieran entre 20 y 30 años de servicio con la mitad, y con
sueldo íntegro los de más de 30 años.
Ley de Premios Militares: Los oficiales y jefes retirados podían optar por recibir de una vez la
totalidad de los sueldos que les correspondiesen por 22 años en "certificados" de la deuda interna,
garantizados por la tierra pública.
Un batallón de artillería.
El reclutamiento de este Ejército se hacía en base a la "Ley de Vagos", que aplicaban el jefe de
policía y los jueces de paz. La Ley Militar contemplaba los reclutamientos voluntarios y los forzosos.
Éstos últimos y la "Ley de Vagos" constituían poderosas armas políticas para vigilar y controlar a los
enemigos del gobierno. Sólo podían exceptuarse de los reclutamientos los dueños de talleres,
establecimientos rurales importantes, médicos, universitarios y empleados públicos.
Hacer efectivo el control del Estado sobre la Iglesia. Comenzó con un pedido de informes del
gobierno, procurando conocer el estado patrimonial de la Catedral, iglesias y conventos. Seguido
luego con la incautación de los bienes del santuario de Luján, de varios hospitales y órdenes
religiosas. Por último, se sancionó la Ley de Reforma del Clero:
Se cambiaron varias denominaciones ( p/e: Senado del Clero en lugar de Cabildo Eclesiástico).
Las reformas religiosas de Rivadavia gozaron del apoyo de varios religiosos seculares, como Julián
Segundo de Agüero, Antonio Sáenz, Valentín Gómez y Diego Estanislao Zavaleta, que figurarían
entre los miembros principales del Unitarismo. La defensa de las órdenes religiosas, principales
víctimas de los cambios, estuvo a cargo de hombres como fray Cayetano Rodríguez y fray Francisco
de Paula Castañeda. Éste último, desató una violenta guerra periodística a través de varios diarios
editados al mismo tiempo: "La Matrona Comentadora", "Doña María Retazos", "El Desengañador".
Pero, al propasarse en su lenguaje, fue procesado y tuvo que exilarse.
También Gregorio Tagle, antiguo jefe de la Logia, intentó derrocar al gobierno por las armas; pero el
movimiento fracasó y fue duramente reprimido.
Por eso, resultaba necesario para el gobierno de Londres encarar el tema del reconocimiento de los
nuevos Estados, a lo que era contrario el rey Jorge IV. La forma de tratar ese tema fue diferente en
los gobiernos de Castlereagh y Canning.
Castlereagh se mostraba prudente y quería avanzar poco a poco. Pero, en España se había
producido en 1820 la revolución liberal de Riego y Fernando VII se encontraba en manos de los
liberales. La Santa Alianza se pre- paró entonces para reponer al soberano español en su carácter
de rey absoluto y, en el Congreso de Verona, se dispondría la intervención militar francesa en el país
vecino (los "100 Mil hijos de San Luis"). Aquello significaba la posibilidad de que Fernando fuera
ayudado a recuperar sus colonias. Castlereagh parecía dispuesto a plantear en Verona el tema del
reconocimiento de los nuevos Estados cuando, presa de una crisis, se suicidó.
Fue sucedido por Wellington, poco conocedor de los intereses comerciales británicos, que apoyó la
intervención en España.
Al poco tiempo, lo reemplazó Canning, dispuesto a solucionar de una vez aquel tema. Había escrito:
"América española es libre, y si no la abandonamos, será inglesa".
Canning comenzó por nombrar representantes en Buenos Aires (Woodbine Parish), Santiago y
Lima, que prometían el inminente reconocimiento británico de los nuevos Estados, ofreciéndoles la
posibilidad de contratar empréstitos en Gran Bretaña. El reconocimiento de la independencia
argentina recién se produjo a comienzos de 1824.
Un año después (ya estaba reunido el Congreso de 1824), en Febrero de 1825, las provincias del
Río de La Plata y Gran Bretaña firmaron el Tratado de amistad, comercio y navegación, cuyas
cláusulas principales establecían:
No se impondrían a los productos exportados por ambas naciones aranceles mayores que los
pagados por otros productos extranjeros, ni por ser transportados por buques de otra bandera.
En el Río de La Plata, los ingleses tendrían libertad para manejar sus negocios, pagarían los mismos
impuestos que los nativos, quedaban exceptuados de todo servicio militar, con reciprocidad para los
argentinos.
Caja de Amortización de Fondos Públicos: Para 1821, la deuda nacional alcanzaba 1.600.000
pesos. Pero no había Nación. Las deudas se remontaban a tiempos virreinales, pensiones a
soldados, cuentas de proveedores de los ejércitos, indemnizaciones por daños de guerra, etc...
Como Buenos Aires se había apoderado de los recursos de la Aduana, era justo que se hiciera
cargo de la deuda. En tanto, muchos acreedores habían malvendido sus créditos. Entonces,
comenzó a circular -especialmente entre los comerciantes ingleses- el rumor de que la provincia
asumiría la deuda. Finalmente, el gobierno bonaerense creó la Caja de Amortización de Fondos
Públicos.
Los créditos serían canjeados por certificados del 6% (deudas posteriores a 1810) y 4% (deudas
anteriores a 1810).
Los certificados tenían como garantía la tierra pública (no se otorgarían títulos de propiedad ni se
permitirían remates de tierras).
La tierra pública inmovilizada sería dada en "enfiteusis" (la extensión que podía denunciar un
interesado no podía ser menor a una legua de frente por lengua y media de fondo -se llamaba
"suerte de estancia". No se fijó el cánon a pagar ni la duración del contrato).
En 1826, siendo Rivadavia presidente, se ordenó el desalojo de muchos pobladores que ocupaban
tierras baldías y no habían cumplido con la ley, tal vez por no haberse enterado de su existencia.
El Banco: Hacia 1821, tras haberse permitido la libre exportación de oro y plata, faltaba el metálico.
Se pensó en la creación de un Banco que emitiese papel moneda. Sería formado por los
comerciantes exportadores de la plaza y apoyado por el gobierno.
A mediados de 1822 quedó constituído el Banco de Buenos Aires con un directorio integrado por
comerciantes criollos e ingleses. Sus bases serían:
Un capital de 1.000.000 de pesos en acciones. El 20% al suscribirla; otro 20% a los sesenta días y el
resto cuando lo dispusiese el directorio.
La prosperidad del Banco fue constante hasta 1826, pero el control del mismo ya no estaba en
Buenos Aires, ni siquiera en manos de los comerciantes británicos. La mayoría de las acciones
estaban en Londres. Así, una entidad creada para manejar la economía, respondía a intereses que
no eran nacionales. Siendo la política del Banco de Inglaterra la mayor acumulación posible de oro,
el Banco de Buenos Aires facilitó la salida del metal.
A fines de 1825 la institución no estaba en condiciones de cambiar oro por billetes. Cuando el país
se aprestaba a enfrentar a Brasil, el gobernador Las Heras debió declarar el "curso forzoso" de los
billetes. Quedaban en caja 250.000 pesos en metálico contra cerca de 3.000.000 de pesos
circulando en papel.
Los empréstitos que se negociaron otorgaron a Hispanoamérica (Santiago de Chile, Bogotá, Buenos
Aires, México y Lima), todos excepto el de Buenos Aires, tenían una finalidad relacionada o con la
defensa de la región o para finalizar la guerra de la independencia (como en el caso de Perú y
Colombia).
Quienes se encargaron de la negociación del empréstito fueron Félix Castro y los hermanos Juan y
Guillermo Parish Robertson, con la casa bancaria inglesa Baring Brothers de Londres. El empréstito
alcanzaba a un millón de libras esterlinas (equivalentes a 5 millones de pesos).
La operación fue gestionada por un consorcio privado y no por el gobierno. La tramitación dio lugar a
una serie de manejos que desvirtuaron los fines originarios y permitieron la especulación de
determinados núcleos financieros. Los honorarios de los comisionados se fijaron en 100 mil libras,
que se descontaron del préstamo. La casa Baring retuvo el pago adelantado de los intereses
correspondientes a dos anualidades, más su propia comisión.
A la provincia llegaron sólo 560.000 libras enviadas en remesas a partir de julio de 1824,
mayoritariamente en papeles de comercio y no en metálico.
Las obras a las que debía destinarse el empréstito no fueron realizadas, entre otras causas, por los
gastos que generó la guerra con el Brasil.
Al retornar al trono Fernando VII había declarado nulos todos los actos de las Cortes de Cádiz,
restableciendo el absolutismo. En enero de 1820, el ejército que se aprestaba a partir de Cádiz para
reconquistar el Río de la Plata se sublevó al mando del teniente coronel Rafael del Riego. Fue
imitado por la mayoría de las guarniciones de España.
Obligado a jurar la Constitución de 1812, el monarca estuvo en poder de los liberales hasta
mediados de 1823, cuando tropas francesas (los "100 Mil Hijos de San Luis"), cumpliendo las
directivas del congreso de Verona, lo repusieron en su carácter de soberano absoluto.
Suponiendo que la causa liberal era el único motivo de la revolución hispanoamericana, fueron
enviados "comisionados" para concertar la paz. En Buenos Aires, todavía convulsionada por la crisis
de 1820, la Junta de Re- presentantes no les permitió desembarcar. Como los enviados no traían
poderes para tratar el tema de la independencia, retornaron a España.
En 1822, fueron destinados a Buenos Aires otros dos "comisionados", a los que el ministro
Rivadavia permitió desembarcar. El ministro firmó con ellos una convención que establecía un
armisticio, el restablecimiento de las relaciones comerciales y la obligación por parte de Buenos
Aires de negociar un tratado de amistad con España entre los demás países hispanoamericanos.
Ya nos hemos referido varias veces a la necesidad de San Martín -que podía disponer de poco más
de 7000 hombres- de contar con el Ejército del Norte para atacar por el frente y la retaguardia a las
numerosas fuerzas realistas existentes en el Perú y el Alto Perú.
A efectos explicar su plan en las provincias rioplatenses, despachó en mayo de 1822 al coronel
peruano Antonio Gutiérrez de la Fuente, que debía entrevistarse con Bustos en Córdoba y Martín
Rodríguez en Buenos Aires.
San Martín deseaba que Bustos comandara el nuevo ejército, pero el cordobés, anticipándose a los
recelos porteños, se ofreció a ponerse a las órdenes del jefe que designara Buenos Aires, a la que
se solicitaban fondos.
Punto 4.
El Tratado del Cuadrilátero había estipulado que "... si alguna provincia creyere ser llegada la
oportunidad de instalarse el Congreso General, se harían entre sí las invitaciones correspondientes".
Como la antigua unión entre las provincias estaba rota, Buenos Aires envió al interior misiones
destinadas a señalar la conveniencia de reconstituirla.
Con excepción del Paraguay, donde Gaspar Rodríguez de Francia no permitió la entrada de Cossío,
todas las provincias se manifestaron dispuestas a concurrir al congreso que proyectaba Buenos
Aires. En Mendoza, se supone que Zavaleta aconsejó a San Martín sobre la conveniencia de
abandonar el país, pues su presencia podía resultar perturbadora. El Libertador lo haría a principios
de 1824.
En las elecciones provinciales realizadas en Buenos Aires se enfrentaron por primera vez federales
y unitarios, aunque sin adoptar aquellas denominaciones todavía. Los primeros, entre los que se
contaban Manuel Dorrego y Manuel Moreno, aparecieron en una denominada "lista del pueblo",
resultan- do derrotados por escasos votos por una llamada "lista ministerial" (unitarios). Los
"populares" no se habían presentado en las elecciones de diputados para el Congreso por no estar
aún organizados.
Como acabamos de ver, el gobierno de Martín Rodríguez significó el retorno de Buenos Aires a la
supremacía en el país. En el ámbito exclusivamente provincial, éste gobierno favoreció
indudablemente a los hacendados bonaerenses, beneficiados por las posibilidades que les ofrecía la
ley de "enfiteusis", las expediciones contra los indios que permitieron ganar nuevas tierras y la
depuración de la campaña a través del reclutamiento forzoso de "vagos y mal entretenidos", a lo que
se sumó la exigencia de la "boleta de conchavo" para trabajar en el medio rural.
La unidad de los sectores de las clases dominantes de Buenos Aires, lograda por el gobierno de
Martín Rodríguez, se fue rompiendo con la llegada de Rivadavia a la presidencia de la República. El
plan unitario no favorecía a los hacendados y terratenientes bonaerenses que:
Rechazaron las reformas a la Ley de Enfiteusis que ponía trabas a la entrega de nuevas tierras.
De este modo, se irá constituyendo el federalismo bonaerense que, en sus primeras etapas,
mostrará la alianza entre los hacendados y terratenientes con los sectores populares liderados por
Dorrego, todos ellos opuestos a la política rivadaviana.
Electo el general Las Heras gobernador de la provincia de Buenos Aires para suceder a Martín
Rodríguez, se podrá apreciar la preocupación por la defensa de los intereses locales de Buenos
Aires con la sanción de la ley de noviembre de 1824, que disponía:
Buenos Aires se seguiría rigiendo por sus propias instituciones hasta la sanción de una constitución.
Punto 5.
Independencia de Brasil:
Juan de Bragança había llegado a Brasil como regente de su madre María I en 1808. Muerta ésta,
se convirtió en el rey Juan VI.
Mientras Juan VI presidía las Cortes destinadas a sancionar una constitución, Pedro, hijo del
soberano, había quedado en Brasil como regente. ¿Qué lo llevó a declarar la independencia
brasileña?
Ciertas amistades entre las que se destacaba José Bonifacio de Andrada e Silva.
Las noticias de que las Cortes portuguesas proyectaban dividir Brasil en cuatro regiones autónomas
para satisfacer a los regionalismos (Río Grande do Sul, Pernambuco).
Requerida la presencia de Pedro en Portugal por las Cortes y por su padre, desobedeció la orden,
tomando la decisión cuando cruzaba el río Ipiranga. El Grito de Ipiranga (septiembre de 1822)
significó la independencia del Brasil.
La sublevación de Montevideo:
Casi no hubo derramamiento de sangre entre brasileños y portugueses. Los centros de resistencia
fueron rápidamente aplastados y el príncipe de Bragança fue coronado como emperador con el
nombre de Pedro I.
El problema mayor -como ya hemos visto- se produjo en Montevideo, donde el coronel Álvaro da
Costa era "portuguesista". Cuando se alzó contra Lecor y declaró que el Congreso "cisplatino" de
1821 había sido una farsa, muchos orientales se aprestaron para sublevarse. Estanislao López y
Lucio Mansilla pidieron armas y dinero para intervenir, pero el gobierno de Buenos Aires no se
movió, limitándose a enviar a Valentín Gómez para solicitar a Pedro I la restitución de la provincia
oriental. El tímido pedido fue rechazado, como ya hemos expresado.
Los "33 orientales": Cuando la sublevación de Álvaro da Costa fue vencida, fue tomado preso Juan
Antonio Lavalleja que había intentado sublevarse. De regreso de su prisión en Río de Janeiro, pasó
a Buenos Aires, donde se contactó con otros orientales y argentinos dispuestos a iniciar otra
sublevación.
Provistos con las armas y el dinero que les brindaron Anchorena, Rosas y otros argentinos,
Lavalleja, al frente de 33 patriotas entre los que se destacaba Manuel Oribe, cruzó el río burlando la
vigilancia de los buques brasileños, y desembarcó en territorio oriental en abril de 1825. De
inmediato, se les sumaron centenares de voluntarios y algunos orientales como Fructuoso Rivera,
que habiéndose puesto del lado de los portugueses había sido premia- do con un título de nobleza,
se unieron a la cruzada libertadora que, en pocos días, dominaba casi todo el territorio oriental,
excepto Montevideo.
El gobernador Las Heras, partidario de la guerra pero contenido por su ministro Manuel José García
y el Congreso, se sirvió de una excusa para pre- parar a la Argentina para la lucha. A fin de evitar los
cruces hacia territorio oriental, formó el Ejército de Observación de más de 7000 hombres, puestos a
las órdenes del general Martín Rodríguez, y con oficiales excelentes de la escuela sanmartiniana,
como Juan Lavalle, Ángel Pacheco, José María Paz y Federico Brandsen.
Los diputados orientales electos ratificaron al Congreso de La Florida que, el 25 de agosto de 1825,
declaró la independencia de la Banda Oriental del Imperio del Brasil, solicitando formalmente su
reincorporación a la Argentina.
El clamor popular y la prédica de los diarios puso en aprietos al Congreso. Para mejor, Lavalleja
venció a los brasileños en el Rincón de las Gallinas (agosto) y Sarandí (octubre).
Hasta ese momento se habían mantenido contactos con Bolívar para obtener el auxilio de su ejército
ante una eventual guerra con Brasil. Sin embargo, el retorno de Rivadavia, que regresaba de
Europa, modificó la situación. Rivadavia explicó que Gran Bretaña deseaba la guerra y que si Brasil
no cedía en el plazo de seis meses, tomaría partido a favor de Argentina. Esta novedad significó el
fin de las negociaciones con Bolívar, de quien los unitarios desconfiaban. Rivadavia no sabía o no
quiso explicar que los planes de Canning eran de que la guerra terminara "tablas" (empate) y que la
Banda Oriental se convirtiera en un Estado independiente de Argentina y Brasil. Una especie de
"Estado tapón", dominado económicamente por Gran Bretaña, que ex- tendería su influencia en el
Plata y sus afluentes.
Punto 6.
En diciembre de 1824 inauguró sus sesiones el Congreso; entre los diputados figuraba el de
Misiones que, prácticamente, no existía como provincia. Más tarde se agregarían representantes de
Tarija y la Banda Oriental.
A poco de instalado, el Congreso aprobó la Ley Fundamental, cuyo proyecto había sido presentado
por el diputado Francisco Acosta de Corrientes.
LEY FUNDAMENTAL: Constituía la base para el trabajo del Congreso, constaba de 8 artículos.
Hasta la sanción de una Constitución, las provincias se regirían por sus propias instituciones.
Hasta la elección de un Poder Ejecutivo nacional quedaría éste de manera provisoria en manos del
gobierno de Buenos Aires.
La Ley Fundamental gozó de una aprobación generalizada por parte de las provincias. Desde
Londres, Rivadavia manifestó su desacuerdo con respecto a la disposición que dejaba en manos de
éstas la facultad de aprobar o no la Constitución.
El Banco Nacional:
Cuando el Banco de Descuentos debió ir al "curso forzoso", el Congreso sancionó la Ley del Banco
Nacional de las Provincias Unidas que salió en su auxilio, aunque creando una entidad nueva. De
ese modo, Las Heras dejó de contar con el sobrante del empréstito, que pensaba emplear en la
guerra con el Brasil.
La ley estableció que el nuevo banco tendría un capital de 10 millones de pesos, repartidos entre: El
remanente del empréstito.
Un aporte estatal.
No fue así. El único dinero real fueron los tres millones que puso el Estado. Además, el liberalismo
que profesaban los miembros del Congreso les hacía ser enemigos de la iniciativa estatal. Por eso,
el Estado sólo tendría 30 votos en las asambleas, contra un voto por cada acción de $ 20 de los
privados.
El Banco Nacional recibía todos los privilegios de su antecesor, ahora extendidos a nivel nacional.
Con un banco que no manejaba, Argentina empezó la guerra con Brasil.
Las legislaturas provinciales debían pronunciarse acerca de "la base sobre la que iba a formarse la
Constitución".
Esas opiniones no impedirían que el Congreso sancionase la Constitución más conforme con los
intereses nacionales.
RESULTADOS DE LA ENCUESTA.
La Constitución: Es preciso tener en cuenta que al iniciarse los debates Rivadavia ya era presidente
de la República.
El debate sobre la forma de gobierno se inició a partir de la curiosa interpretación que se hizo de las
respuestas provinciales a la Ley de Consultas. La comisión encargada de ese cometido llegó a la
conclusión de que la mayoría se inclinaba por la forma unitaria. Dorrego, diputado por Santiago del
Estero, objetó aquella interpretación.
Al cabo de un mes, la comisión se pronunció declarando: "La constitución se redactará sobre la base
de un gobierno representativo republicano consolidado en unidad de régimen", lo que fue aprobado
por 43 votos contra 11.
El debate sobre la Constitución llevó dos meses (setiembre a noviembre). En ese intervalo, los
diputados de Córdoba, La Rioja y Corrientes expresaron que sus respectivos gobiernos los habían
retirado del Congreso por haberse pronunciado a favor del unitarismo. El Congreso se expidió por la
permanencia de los mismos "ya que representaban al pueblo y no a los gobiernos" (aunque éstos
los habían hecho elegir).
En el debate propiamente dicho, el federal Manuel Moreno pidió la completa libertad de cultos,
oponiéndose al texto que expresaba: la religión es la Católica Apostólica Romana a la que prestará
siempre la más eficaz y decidida protección".
Los extranjeros residentes en el país desde antes de 1816 que se inscribieran en el Registro Cívico.
Al volver a discutirse la forma de gobierno, Dorrego reconoció que muchas provincias no estaban
preparadas para ser Estados. Propuso la unión de Buenos Aires y Santa Fé, de las provincias de
Cuyo, de la Rioja y Catamarca y de Santiago del Estero y Tucumán. Córdoba, Salta y la Ban- da
Oriental estaban, para él, en condiciones. Galisteo, más ubicado, ex- presó que la realidad mostraba
provincias que se administraban sin problemas y dictaban sus leyes.
El resto del articulado demandó el mismo tiempo que los primeros siete artículos. Casi no hubo
debate.
Cámara de Representantes: diputados elegidos directamente a razón de uno cada 15.000 habitantes
o fracción no menor a la mitad. Debían acreditar 7 años de ciudadanía, 25 años de edad y una renta
de 4.000 pesos o profesión o arte útiles. Tendría la iniciativa en materia impositiva y podría acusar
ante el Senado al presidente, ministros, legisladores y miembros de la Alta Corte de Justicia.
Senado: dos senadores por cada provincia y dos por la capital. Los elegía una junta electoral de 11
miembros que votarían dos nombres (uno debía ser de fuera de la provincia). Durarían nueve años y
se renovarían por tercios cada trienio. Debían tener 35 años y una renta de 10.000 pesos o profesión
capaz de producirla.
PODER EJECUTIVO: sería ejercido por un Presidente de la República Argentina (aquí apareció por
primera oficialmente el nombre de "Argentina"). Debía ser nacido ciudadano y poseer las
condiciones de senador. Lo elegían juntas electorales de 15 miembros en la capital y provincias, si
obtenía las 2/3 partes de sus votos. De lo contrario, elegiría el Congreso entre los tres más votados.
Duraría 5 años y no podía ser reelecto inmediatamente. Cinco ministros asesorarían al presidente,
pero no decía que los nombraría el presidente.
PODER JUDICIAL: residiría en una Alta Corte de Justicia de 9 jueces y 2 fiscales, con 8 años de
ejercicio de la profesión de abogado, 40 años de edad y los requisitos para ser senador. Los
nombraba el presidente con consentimiento del Senado.
Justicia.
Para que cada provincia aceptara la Constitución sería necesario el voto de las 2/3
muerte.
Los Consejos de Administración estaban integrados por más de 7 y menos de 15 miembros elegidos
como los representantes y sin sueldo. Sus atribuciones serían: trabajar por la prosperidad de la
provincia, policía, educación primaria y obras públicas. Su presupuesto debía ser autorizado por el
Congreso.
Bolilla VII.
Punto 1.
En enero de 1826, el diputado cordobés Bedoya presentó al Congreso una Ley de Presidencia,
basándose en las necesidades de la guerra con Brasil.
Al discutirse el proyecto que había sido desdoblado (Ley de Presidencia y Ley de Ministerios), uno
de los principales opositores fue Manuel Moreno, quien manifestó que establecer la presidencia
permanente era hacer gran parte de la Constitución la que, según la Ley Fundamental, debía
someterse a la aprobación de las provincias. No obstante, los proyectos fueron aprobados.
El presidente de la República sería nombrado por simple mayoría de votos por el Congreso, por el
tiempo que estableciera la futura Constitución.
Hubo una propuesta de aguardar a que se reunieran los 2/3 del total de diputados (se había doblado
la representación). Fue rechazada, procediéndose a elegir al presidente. Resultó -como se preveía-
electo Bernardino Rivadavia por 35 votos sobre 38 presentes. Formó el siguiente Ministerio:
La Ley de Duplicación de Diputados fue otra de las maniobras del grupo unitario, que fueron
enturbiando el clima de confianza generado por la Ley Fundamental. Aunque la proporción se
mantenía, la mayoría de las provincias no estaba en condiciones económicas para pagar el viaje,
hospedaje y viáticos de los nuevos diputados, por lo que muchas optaron por elegir porteños para
que las representasen.
La ley establecía:
Se "nacionalizaba" el territorio comprendido por el puerto de Tigre, el límite señalado por el río
Reconquista hasta el Puente de Márquez y, de allí, una línea recta hasta la Ensenada de Barragán.
Con el resto de la ex-provincia de Buenos Aires se haría una provincia (luego, se proyectarían dos:
"del Paraná" y "del Salado").
Al debatirse el tema, hicieron oír su oposición hombres como Manuel Moreno y Juan José Paso. Los
opositores sostenían que se estaba violando la Ley Fundamental, que garantizaba a las provincias
sus instituciones. Agüero, Valentín Gómez y Gallardo, entre los unitarios, expresaron que la Ley
Fundamental se refería a las demás provincias y no a Buenos Aires, y que ésta última debía
desaparecer si es que el presidente iba a gobernar. Resultó aprobada.
Las Heras fue notificado que "había cesado" y Buenos Aires dejó de existir como provincia en marzo
de 1826.
En los primeros años de la década de 1820, Gran Bretaña atravesaba por un período de euforia
financiera. La conversión de la deuda inglesa había dejado disponibles muchas libras esterlinas y se
pensaba invertir en negocios en las nuevas repúblicas hispanoamericanas.
Aprovechando aquel clima de gran actividad bursátil, se había negociado el empréstito con la casa
Baring Brothers, y Rivadavia llegó a Londres con la intención de hacer buenos negocios. Le
interesaban las empresas mineras y colonizadoras. Antes de partir, siendo aún ministro en la
provincia de Buenos Aires, había redactado sendos decretos que lo autorizaban a formar sociedades
en ese sentido. Así nacerían:
La empresa minera había sido organizada en base a un verdadero fraude. Cuando los ingenieros y
obreros especializados llegaron a Buenos Aires, encontraron que el gobierno de Las Heras no tenía
jurisdicción sobre la región minera, y que la Rio de la Plata Mining Association no era propietaria de
los yacimientos de Famatina que decía haber comprado.
Al encontrarse con los mineros en Buenos Aires, Rivadavia reconoció que la Ley Fundamental -con
cuya sanción había discrepado- creaba ciertas confusiones que se aclararían cuando él asumiera el
gobierno nacional. En tanto, el "boom" bursátil comenzaba a desinflarse en Inglaterra: la explotación
de las riquezas hispanoamericanas no había arrojado los resultados espera- dos; muchos bancos
quebraron y la furia ganó a los accionistas particulares.
Aquí, el problema fundamental era que las minas de Famatina, en la Rioja, ya eran explotadas por
una empresa nacional, uno de cuyos accionistas era Juan Facundo Quiroga que, convertido en el
"hombre fuerte" del noroeste argentino, impidió el acceso de la Río de la Plata Mining.
La consolidación de la deuda:
Ley de "enfiteusis": (consideraba toda la tierra pública del país propiedad de la Nación.)
Cada 10 años, un "jury" de vecinos tasaría las tierras a efectos de fijar el canon.
Juan José Paso expresó: "creo que no es conveniente que haya grandes propietarios y un montón
de gente pobre a su alrededor". Se refería a las grandes parcelas concedidas. La ley sólo se aplicó
en la provincia de Buenos Aires.
Para concluir: las provincias habían recibido con beneplácito y esperanzas la Ley Fundamental. Las
maniobras del grupo unitario y las leyes posteriores destruyeron aquella confianza. En realidad,
buena parte del interior vivía en guerra civil desde 1825.
En efecto, comisionado por Las Heras, Gregorio de Lamadrid había marchado al norte para reunir
los contingentes militares destinados a combatir contra Brasil eventualmente. Lamadrid empleó
aquellas fuerzas para derribar al gobierno de Tucumán y aprestarse a atacar a los gobiernos
federales de Córdoba (Bustos) y Santiago del Estero (Ibarra).
El Congreso no hizo ni dijo nada. Para los planes unitarios, era conveniente que se crearan
situaciones políticas favorables en el interior. Finalmente, Juan Facundo Quiroga derrotó a Lamadrid
y se convirtió en el árbitro del noroeste.
En medio de esta situación, llegó la designación de Rivadavia como presi- dente de la República, la
curiosa interpretación de la Ley de Consultas y, por último, la Constitución de 1826. El interior
rechazó todo aquello.
Con total falta de tacto político, el Congreso remitió comisionados a las provincias, procurando
convencer a los gobernadores para que aceptaran la Constitución. Resultó un desastre.
No faltaron quienes fueron tratados con absoluto desprecio (Tezanos Pinto en Santiago del Estero).
Esta era la situación del país mientras se iniciaba la guerra con Brasil.
Punto 2.
A lo largo de 1825, 1826 y aún, en 1827, la guerra civil no cesó en el interior. Los unitarios se
sostenían Salta y Jujuy liderados por Alvarado y Gorriti (aunque terminarían combatiéndose entre
sí). A Alvarado se le habían unido algunos llaneros venezolanos (llamados "los colombianos")
desertores del Ejército bolivariano. Las atrocidades cometidas por éstos dieron origen a la expresión
"salvajes unitarios".
En Cuyo, por su parte, la influencia de Quiroga en San Juan, y de José San- tos Ortiz en San Luis,
aseguraron el predominio federal. A principios de 1827, las tres provincias cuyanas suscribieron el:
PACTO de HUANACACHE
Se proponían defender la religión católica (los unitarios eran vistos como ateos e irreligiosos, y en la
bandera negra de Quiroga figuraba la expresión "Religión o Muerte".
Quiroga, por su parte, marchó otra vez contra Lamadrid, volviendo a vencerlo en el Rincón de
Valladares. Al influjo de esta victoria, se alzaron los federales en el norte y, mientras los jefes
unitarios escapaban hacia Bolivia, se impuso Pablo Latorre, antiguo lugarteniente de Güemes.
Reunió a Córdoba, Santiago del Estero, Santa Fé, Entre Ríos, Corrientes, La Rioja, Mendoza, San
Juan y San Luis, cuyos gobernadores convenía:
La Asamblea Constituyente reunida debió ser clausurada en razón de las reformas que allí se
proponían. Se impuso una Constitución que otorgaba grandes poderes al emperador.
La oposición republicana, encabezada por José Bonifacio de Andrada e Silva, fue perseguida.
Muchos pensaron que una guerra triunfante contra las Provincias Unidas del Río de la Plata daría a
Brasil la cohesión de que carecía. Para cubrirse, Pedro I prometió a Gran Bretaña negociar la
prórroga de un tratado firmado en 1810 entre Portugal y Londres (que convertía a Brasil en colonia
económica de los ingleses) y abolir en cuatro años la trata de esclavos. Entonces, declaró la guerra
a las Pcias. Unidas, que habían aceptado en su seno a la Banda Oriental (diciembre de 1825).
Canning no tardaría en mostrar los reales designios de Gran Bretaña: una guerra con resultado
"tablas" y la Banda Oriental convertida en un estado independiente.
En setiembre de 1826, arribó al Atlántico Sur Lord Ponsonby, para manifestar claramente a los
beligerantes el deseo británico de crear un Estado independiente en la Banda Oriental y obtener la
libre navegación de los ríos interiores del Plata.
Mientras el grupo gobernante en Buenos Aires deseaba fervientemente la paz, el emperador Pedro I
no podía aceptarla en aquellos términos, por lo que prefirió la firma de un tratado de comercio con
Gran Bretaña bastante humillante para el Brasil y la promesa de la supresión del tráfico de esclavos,
a fin de ganar tiempo sin ponerse a Gran Bretaña en contra.
Al reiniciarse las operaciones, las fuerzas republicanas bajo el mando de Carlos de Alvear tomaron
la ofensiva y obtuvieron una serie de victorias en los combates de Bacacay, Ombú y Camacuá. El 20
de febrero de 1827, Alvear derrotó a los imperiales en la batalla de Ituzaingó. Paralelamente, los
argentinos vencían en el combate naval de Juncal y en la acción de Carmen de Patagones, base de
los corsarios republicanos, que fue atacada sin éxito por mar y tierra.
No obstante las ventajas obtenidas, el gobierno rivadaviano deseaba prontamente la paz, con el
objeto de destinar las fuerzas militares a la misión de imponer en el interior la autoridad presidencial
y la Constitución unitaria. Frente a la presión de Lord Ponsonby, Manuel José García fue enviado a
Río de Janeiro a efectos de conseguirla "a cualquier precio". El Tratado que firmó en la capital del
Imperio establecía:
Argentina indemnizaría a Brasil por los daños causados por los corsarios.
Cuando el tratado se conoció, la indignación no conoció límites en Buenos Aires. Rivadavia acusó a
García de haberse excedido en sus instrucciones y el tratado fue desconocido por el gobierno
argentino. Pero, la publicación por parte de "El Tribuno" de Dorrego del negociado minero, tornaron
insostenible la situación del presidente, por lo que presentó la renuncia a su cargo.
Después de aceptar la renuncia de Rivadavia, el Congreso sancionó la Ley del 3 de julio de 1827
que disponía:
Punto 3.
La elección como presidente provisional de la República recayó en Vicente López y Planes. Para
reinstalar la Junta de Representantes de la Pcia. se llamó a elecciones, pero sólo se presentaron los
federales. La nueva Junta eligió gobernador a Manuel Dorrego.
El 15 de agosto de 1827, López y Planes presentó su renuncia al Congreso y, dos días después,
éste se disolvió, no sin antes encomendar a las autoridades de Buenos Aires el manejo de las
relaciones exteriores, la conducción de la guerra con Brasil y el pago de la deuda externa.
Manuel Moreno (ministro de Gobierno de Dorrego) y Francisco Bustos (sobrino de Juan Bautista
Bustos) concluyeron el Pacto Buenos Aires-Córdoba, en el que acordaron:
La asistencia al "Congreso" (lo llama Córdoba) o la "Convención" (la llama Bs.As.) de Santa
Fé.
Paralelamente, marcharon comisionados desde Buenos Aires con el objeto de conseguir los mismos
objetivos. Pero, cuando comenzaron a llegar a Santa Fé los diputados que integrarían la Convención
Nacional, surgieron las eternas mezquindades y pequeñeces que habían hecho fracasar tantos
intentos de organización nacional
Por un lado, los celos entre Bustos y Dorrego, pues ambos querían ser presidentes de la República.
Por otro, la negativa de Corrientes a integrar la Convención Nacional si Misiones era re- conocida
provincia.
Finalmente, sin tener aún el número total de diputados, la Convención debió reunirse para
considerar el Tratado de Paz con Brasil.
Alvear no había podido sacar ventajas de su victoria en Ituzaingó por falta de hombres y recursos,
desengañado al no recibirlos, retrocedió a territorio oriental, teniendo el ejército imperial -reforzado
después de la derrota- al frente y la guarnición de Montevideo a sus espaldas.
Después llegó la firma del tratado por García y su desconocimiento por el gobierno argentino, la
renuncia de Rivadavia y la disolución del Congreso y, por último, Dorrego a cargo de la conducción
de la guerra.
No obstante las presiones de Lord Ponsonby, el gobernador de Buenos Aires estaba dispuesto a
continuar la lucha:
Los corsarios argentinos creaban dificultades al comercio naval brasileño (especialmente al tráfico
negrero).
Un plan secreto con participación de republicanos brasileños (¿José Bonifacio de Andrada e Silva?),
que contaría con el alzamiento de mercenarios alemanes e irlandeses quienes, apoderándose de la
persona de Pedro I, lo embarcarían subrepticiamente en un corsario para llevarlo prisionero a
Buenos Aires.
La participación de Bolívar.
Nada de ello fue posible. Dorrego carecía de dinero y el Banco Nacional no se lo daba, en tanto
Bolívar había perdido poder en su propio país. Ponsonby, por su parte, no dejaba de presionar y
amenazar. Parece que hasta Lavalleja fue tentado con la promesa de la presidencia de la Banda
Oriental independiente.
Al mismo tiempo que Dorrego abandonaba su posición irreductible, Pedro I era convencido por sus
ministros. Así, se llegó a la firma del convenio preliminar de paz que negociaron en Río de Janeiro,
Juan Ramón Balcarce y Tomás Guido.
La Constitución del nuevo Estado sería examinada por representantes de ambas naciones.
Argentina y Brasil se reservaban la navegación del Plata y sus afluentes por 15 años.
Punto 4.
La paz con Brasil fue mal recibida por el Ejército. Después de las victorias alcanzadas, la Banda
Oriental se perdía. Los dirigentes unitarios más importantes (Agüero, Valentín Gómez, Juan Cruz
Varela, Salvador María del Carril) decidieron aprovechar aquel descontento, influyendo en el ánimo
de algunos oficiales, presentando a Dorrego como el principal responsable de la pérdida de la
provincia oriental.
Al retornar las tropas, todo el mundo sabía que éstas venían alzadas contra Dorrego. Sólo el
gobernador no creía posible aquella eventualidad y, desoyendo los consejos de Juan Manuel de
Rosas (nombrado Comandante General de la Campaña), permaneció en la ciudad.
El 1 de diciembre de 1828, las fuerzas de la 1ª. División, comandadas por el general Juan Lavalle,
marcharon sobre la Plaza Mayor. Ante la evidencia de los hechos, Dorrego escapó a la campaña.
Los unitarios organizaron entonces una asamblea popular, que se celebró en la capilla de San
Roque. Los asistentes consideraron depuesto a Dorrego y, en un simulacro de elección (votaron
levantando sus sombreros), designaron gobernador a Lavalle.
Desoyendo nuevamente a Rosas que le aconsejaba reunirse con Estanislao López en Santa Fé,
Dorrego se propuso resistir en la campaña bonaerense, pero las milicias aún desarmadas fueron
dispersadas en Navarro por las tropas veteranas de Lavalle.
Cuando se dirigía a San Nicolás, el gobernador depuesto fue apresado por fuerzas que creía leales
y trasladado a Navarro.
Mientras familiares y amigos de Dorrego conseguían la promesa del gobernador delegado Guillermo
Brown de que el prisionero sería desterrado, los principales dirigentes unitarios insistieron en sus
cartas a Lavalle para que dispusiera su ejecución.
Por aquellos días, regresó San Martín de Europa. En Montevideo tomó cono- cimiento de los hechos
acaecidos en Buenos Aires y de las ironías de la prensa unitaria hacia su persona. Amargado,
decidiría retornar al Viejo Mundo, aunque se vio obligado a permanecer más de dos meses en el
Plata.
La defensa de la causa federal disipó las desavenencias que separaban a algunas provincias y la
Convención Nacional de Santa Fé, con la representación completa de todas ellas, se declaró
"soberana" en febrero de 1829; se pronunció por la guerra contra Lavalle y designó a Estanislao
López "general en jefe de las fuerzas nacionales". López nombró a Rosas -que había llegado a
Santa Fé- su segundo.
Lavalle cometió entonces el mismo error de otros jefes porteños: invadió Santa Fé. En pocos días, la
caballería de los unitarios murió envenenada en los pastizales de "mío-mío". En medio de su crítica
situación, Lavalle encontró a Paz que, con su división, marchaba a Córdoba. Ante el pedido de
Lavalle de que se le uniera, Paz se rehusó, pues su único objetivo era apoderarse del gobierno de
su provincia natal.
Mientras Lavalle regresaba a marchas forzadas, acosado por las montoneras federales, en el
territorio bonaerense el coronel Federico Rauch, autor de grandes matanzas, era derrotado y muerto
por montoneros e indios en Las Vizcacheras. Su cabeza fue arrojada dentro de la ciudad de Buenos
Aires, que comenzaba a ser cercada.
Díaz Vélez, ministro de Lavalle, declaró el "estado de Asamblea": cierre de negocios, toque de
queda y convocatoria de las milicias. Ordenó tomar las armas a los residentes extranjeros. Ingleses
(en virtud del tratado con Gran Bretaña) y norteamericanos, fueron eximidos. El cónsul francés
Mandeville protestó, y ante la obstinación de Díaz Vélez, pidió los pasaportes.
Con contingentes de vascos franceses y levas forzadas, Lavalle llegó a reunir 2000 hombres, con
los que intentó una salida de la ciudad. Fue dispersado por las montoneras de López y Rosas en
Puente de Márquez (abril de 1829).
Punto 5.
Mientras López se retiraba lentamente hacia Santa Fé, Rosas apretaba el cerco de Buenos Aires.
Aprovechando que San Martín se hallaba aún en el Plata, Lavalle le envió dos emisarios
ofreciéndole el gobierno de Buenos Aires como prenda de paz y unión entre los argentinos, con la
condición de que dictara una amplia amnistía.
El general se negó, y los emisarios explicaron que la razón de la negativa radicaba en las ideas
monárquicas de San Martín. Pero, en cartas a O'Higgins y Guido, el Libertador explicó las
verdaderas razones de su proceder. Al primero le dijo que el grado de exaltación que se creó a partir
de la revolución de diciembre de 1828 sólo desaparecería con el exterminio de uno de los partidos
en pugna. Acusaba a continuación a Rivadavia y su grupo de innumerables males y calificaba de
"infernal" su conducta. A Guido le confesaba que la Patria podía exigir el sacrificio de la vida y los
intereses, pero no el honor.
En Buenos Aires, entre tanto, comenzó a vivirse el terror y se padecía hambre. Una junta de los
principales jefes militares llegó a la conclusión de que había que entenderse con los federales. Al
trascender esta noticia, unos 600 unitarios escaparon hacia Montevideo, entre ellos Rivadavia y
Agüero. Sin embargo, la noticia de que José María Paz había derrotado a Bustos en San Roque,
alivió la situación de Lavalle, que decidió resistir. Ese cambio de actitud le llevó a rechazar la
propuesta de Estanislao López (que aún permanecía en territorio bonaerense) de delegar el poder
en Tomás Guido y volver a reunir la disuelta Junta de Representantes.
La presencia de Paz en Córdoba alarmó a López que, ahora sí, decidió retirarse definitivamente del
territorio bonaerense. Sin embargo, antes de hacerlo, insistió en su oferta de mediación, enviando a
su secretario Domingo de Oro. Éste, sanjuanino y partidario de los unitarios, tramó una intriga: se
propondría sobornar a López con dinero, reconocer a Lavalle como gobernador y resolver el
destierro por un año de Rosas. El gobernador de Santa Fé se negó a todo ello.
Para complicar aún más la situación de los unitarios, el cónsul francés Mandeville (que había pedido
sus pasaportes) solicitó la intervención de la escuadra francesa en el Atlántico Sur. Las naves del
comodoro Venancourt se apoderaron entonces de los barcos de la escuadra nacional.
Rosas escribió a Venancourt pidiéndole que retuviese los barcos y no los devolviese al gobierno
ilegal. No obstante, el marino francés prefirió entenderse con los unitarios que, a cambio de la
devolución de los barcos secuestrados, dispuso el licenciamiento de los milicianos franceses.
PACTO de CAÑUELAS:
Los gastos del ejército federal serían pagados por el gobierno y los oficiales federales
tendrían el mismo rango que los unitarios.
Reservadamente, acordaron presentar una lista única para las elecciones y, después de ponerse de
acuerdo en los nombres que la formarían, decidieron que el gobernador sería Félix de Álzaga.
No obstante, el pacto no fue bien recibido por los más intransigentes unitarios (Alvear, Del Carril,
Díaz Vélez, Valentín Gómes, Valentín Alsina), que pre- sentaron una lista totalmente partidaria. Los
alentaba la noticia de que Paz había vencido a Facundo Quiroga en La Tablada.
Ante lo insostenible de la situación, Lavalle decidió capitular ante Rosas dejando el gobierno en
Barracas (agosto de 1829). Allí se acordó:
CAPITULACIÓN de BARRACAS
Punto 6.
Los esfuerzos de Viamonte por pacificar Buenos Aires tropezaron ahora con la intolerancia de los
federales prominentes que, desoyendo los pedidos de Rosas a la moderación, deseaban tomarse
desquite. Lavalle, designado comandante de la caballería provincial, se marchó al Estado Oriental.
Otra de las dificultades que el gobernador provisorio debió afrontar fue la designación de la Junta de
Representantes. Viamonte prefería convocar a elecciones, pero el clima imperante le aconsejó
consultar a Rosas, que había logrado pacificar la campaña. Rosas se pronunció a favor de la
propuesta de restaurar la Junta que había elegido a Dorrego, lo que fue aceptado por el gobernador
provisorio.
Sin embargo, el intento del comandante de la "Guardia del Salto" de pasarse a Paz, volvió a
encrespar los ánimos, por lo que la Junta de Representantes votó por otorgar al gobernador que
debía elegir las "facultades extraordinarias" indispensables para desempeñar su cometido. Rosas,
es electo por 33 votos contra 1 y es saludado como "Restaurador de las Leyes" (diciembre de 1829).
Procurando preservar el orden, Rosas mantuvo como ministros a Balcarce, Guido y Manuel García.
El ministro inglés en Buenos Aires, Parish, hizo pública en Gran Bretaña su confianza.
Pero las críticas de los unitarios y las sospechas de que conspiraban lleva- ron a Rosas a aplicar las
"facultades extraordinarias", mandando fusilar a un oficial comprometido en el intento de la "Guardia
del Salto" y arrestar a varios unitarios conocidos. Al renovarse la mitad de la Junta a mediados de
1830, las "facultades extraordinarias" fueron ampliadas, con el sólo límite de no celebrar tratados.
Siendo inminente el choque con las fuerzas de Paz, Rosas intentó reunir unos 10.000 hombres.
Entonces, volvió a repetirse el incidente con Francia por la incorporación a las milicias de los
residentes franceses. Existía ahora una situación internacional diferente.
El representante francés en Buenos Aires, Vins de Peyssac, protestó por el servicio militar de los
franceses, volviendo a resaltar la situación de los ingleses, que estaban eximidos de hacerlo. El
gobierno de Rosas respondió que existía un tratado con Gran Bretaña, y no había uno similar con
Francia. Aunque no participarían de la guerra civil, los franceses serían enrolados en batallones
destinados a preservar el orden.
José María Paz llegó a Buenos Aires con la segunda División del Ejército que había combatido con
Brasil, en enero de 1829. A los pocos días emprendió la marcha hacia Córdoba con poco más de
1000 hombres y, como hemos expresado, se negó a unir sus fuerzas a las de Lavalle.
Al carecer tanto él como Bustos de las fuerzas necesarias como para imponerse, entraron en
negociaciones pero, en medio de ellas Paz atacó al gobernador de Córdoba derrotándolo en San
Roque. Bustos escapó en procura de la ayuda de Facundo Quiroga que, reuniendo tropas de las
provincias federales del norte marchó sobre Córdoba.
Procurando evitar que la guerra se generalizase, Estanislao López envió a Paz una misión
encomendada a Domingo de Oro y José de Amenábar. Debían ofrecer a Paz su reconocimiento
como gobernador de Córdoba a cambio de que éste reconociese la Convención Nacional de Santa
Fé. Llegaron tarde, pues en ese intervalo Quiroga atacó a Paz y fue derrotado en La Tablada.
Estos hechos tuvieron sus consecuencias:
La Convención Nacional (ya muy disminuida en su integración) sintiéndose ignorada por las
negociaciones iniciales de Paz con Bustos y por el Pacto de Cañuelas, se disolvió.
Estanislao López, sintiéndose desobedecido por Quiroga que había atacado a Paz con toda su
voluntad, renunció a su cargo de Jefe del Ejército Nacional.
No parecía existir auténtica armonía entre los tres máximos jefes federales: López, Rosas y Quiroga
o, al menos, no veían a Paz de la misma manera. Por eso -para furia de Quiroga- una misión
cordobesa (Bedoya-La Torre) firmó en Santa Fé y Buenos Aires acuerdos de "unión y amistad" y una
misión porteña (Cavia-Cernadas) partió para mediar entre el "Tigre de los Llanos" y Paz.
Sin embargo, en medio de las negociaciones, Paz cayó sobre Quiroga que había vuelto a invadir
Córdoba y lo derrotó en Oncativo. Quiroga logró salvarse, escapándose a Buenos Aires en el
carruaje de Cavia y Cernadas. La victoria de los unitarios desató, también en el interior, una feroz
represión contra los federales.
A continuación, columnas unitarias comenzaron a ocupar las provincias interiores, desplazando a los
gobernadores federales y creando gobiernos unitarios. Estas provincias comenzaron a acordar entre
sí pactos de alianza. El primero fue entre Córdoba y San Juan. Le siguió otro entre Córdoba, Cata-
marca, San Luis, Mendoza y La Rioja. Finalmente, se adhirieron todas las provincias gobernadas por
los unitarios (Agosto de 1830).
La integraban: Córdoba, Mendoza, San Juan, San Luis, La Rioja, Catamarca, Salta, Tucumán y
Santiago del Estero, que se proponían:
Asistirse militarmente,
Bolilla VIII.
Punto 1.
Rosas creía necesario estrechar lazos con las provincias litorales para oponer un bloque federal al
general Paz. A fines de 1829, sugirió al correntino Pedro Ferré que tomara la iniciativa para lograr la
firma de un pacto.
De las conversaciones de Ferré con Estanislao López surgió la base del fu- turo pacto:
Cada una de las cuatro provincias litorales enviaría un representante a Santa Fé.
A continuación, Ferré firmó acuerdos similares con Buenos Aires y Entre Ríos. En julio de 1830, se
reunieron en Santa Fé los comisionados de las cuatro provincias:
CORRIENTES: Pedro Ferré (reemplazado luego por Manuel Leiva, al ser el primero electo
gobernador de la provincia).
ENTRE RÍOS: Antonio Crespo (que reemplazó a otro comisionado luego de las perturbaciones
producidas en aquella provincia por Lavalle y otros unitarios establecidos en el Uruguay).
Pero, en el anteproyecto de Ferré existían algunos puntos que Roxas y Patrón no se atrevió a
aceptar por falta de instrucciones. Ellos eran:
El proteccionismo económico.
Rosas no quería la Comisión Representativa que sería para él un "semillero de intrigas". También
objetaba el Congreso: "antes debemos existir y después organizarnos". La polémica entre Ferré y
Rosas y Patrón demandó tiempo.
Al reunirse, en julio de 1830, Ferré y Roxas y Patrón fueron encargados por los otros dele- gados de
la redacción del anteproyecto de Pacto litoral. Para el correntino, la Comisión Representativa no sólo
tendría la función de convocar al Congreso que organizara federativa- mente el país, sino arreglar el
comercio exterior y la navegación de los ríos Paraná y Uruguay.
Roxas y Patrón sostuvo que el proteccionismo:
Crearía dificultades a la ganadería bonaerense y terminaría por impedir a Buenos Aires hacerse
cargo de los gastos nacionales.
Expresa Alfredo Galletti que Roxas y Patrón defendía la economía pastoril de los hacendados
bonaerenses, aún en detrimento del propio saladero. Simplemente, aprovechaba el te- mor de las
provincias litorales a Paz para mantener el "status" de privilegio de Buenos Aires, sin profundizar en
otros temas.
Para superar las objeciones de Roxas y Patrón, Domingo Cullen ofreció, como transacción, un
proyecto con reformas que cercenaban las atribuciones de la Comisión Representativa. También fue
rechazado.
Finalmente, la decisión final de Rosas y López terminaría por imponerse, aunque Corrientes
quedara, por el momento, a un lado.
La polémica mostró un Rosas (por quien hablaba Roxas y Patrón) partidario del librecambismo, ya
que Buenos Aires carecía de industrias. En lo que respecta al reparto de las rentas de la Aduana,
era preciso tener en cuenta que esta provincia se hacía cargo de las relaciones exteriores, el
ejército, la marina y la deuda externa.
Rosas terminó aceptando la Comisión Representativa, pero Ferré insistía con sus argumentos.
Urgidos por el tiempo, Buenos Aires, Santa Fé y Entre Ríos firmaron el Pacto Federal el 4 de enero
de 1831.
PACTO FEDERAL
Los firmantes ratificaban todos los tratados anteriores respecto de la mutua unión y amistad.
Se obligaban a que ninguno de sus habitantes ofendiera al gobierno o habitantes de las otras y a no
dar asilo a ningún criminal que huyera de las otras.
Los habitantes de las provincias signatarias podrían entrar y transitar libremente por el territorio de
las otras y pagarían los mismos derechos de importación y exportación que los naturales de ellas.
Si por ley de una de las tres provincias se exceptuaba la prohibición de que un ciudadano de otra
provincia ejerciera la primera magistratura, el beneficio se extendería a las otras dos.
Si otra provincia quería entrar en la Liga se necesitaba el consentimiento de las tres federadas.
Se socorrería con todos los recursos militares posibles a cualquiera de las tres provincias que fuera
atacada por otra ajena al Pacto. Las fuerzas auxiliares obrarían con sujeción al gobierno de la
provincia auxiliada al pisar su territorio.
En tanto durase el presente estado de cosas y mientras no se estableciera la paz pública en todas
las provincias de la República, funcionaría en Santa Fé una comisión integrada por un diputado por
provincia, que podría ser removido al arbitrio de su gobierno. Se llamaría Comisión Representativa
de los gobiernos de las Provincias litorales de la Rca. Argentina, cuyas atribuciones serían:
Celebrar tratados de paz que luego deberían ser ratificados por las autoridades de las tres
provincias.
Declarar la guerra.
Invitar a todas las demás provincias cuando "estén en orden y tranquilidad" a la reunión de un
Congreso General Federativo.
Punto 2.
TODO ESTÁ INCLUIDO EN EL PUNTO ANTERIOR
Punto 3.
El envío de Facundo Quiroga -que aún permanecía en Buenos Aires- al frente de una división
destinada a operar en Cuyo, precipitó la guerra. El 15 de febrero de 1831, la Comisión
Representativa, recién establecida, declaró la guerra a la Liga Unitaria y nombró a Estanislao López
general en jefe del Ejército federal.
Quiroga tomó Río Cuarto y, penetrando en Cuyo, venció a los unitarios en Rodeo del Chacón,
comenzando a extender su dominio sobre las provincias andinas.
Paz, en tanto, intentó evitar la unión de los ejércitos de Buenos Aires y Santa Fé, por lo que marchó
decididamente sobre López. Sin embargo, fue aprisionado cuando se aproximó imprudentemente a
una partida que creyó de los suyos en el paraje de El Tío. Fue trasladado a Santa Fé y luego a
Luján.
Como por entonces una división del ejército de Buenos Aires, al mando del general Ángel Pacheco,
había derrotado al unitario Juan Esteban Pedernera en Fraile Muerto, el antiguo ejército de Paz
quedó muy disminuido. Habiendo sido elegido Gregorio de Lamadrid en sustitución del jefe
prisionero, éste dispuso el repliegue hacia Tucumán.
Bedoya y Vélez Sársfield, delegados del gobierno de Córdoba, firmaron con López el Pacto de
Calchín, por el que Córdoba se adhería al Pacto Federal, condicionado a la reunión del Congreso
federativo y la convocatoria a elecciones de gobernador de la provincia. Rosas objetó el pacto, ya
que éste sólo podía suscribirlo la Comisión Representativa y la adhesión al Pacto Federal debía ser
sin condiciones. López aceptó aquellos argumentos y dejó sin efecto lo convenido.
En Córdoba, resulta electo gobernador José Vicente Reinafé (hombre de López) que, con sus
hermanos, había estado operando al frente de partidas federales en la sierra.
En noviembre de 1831, Quiroga, con fuerzas muy inferiores, fue inexplicablemente enviado sin
refuerzos por López contra Tucumán. Allí, derrotó a Lamadrid en la batalla de La Ciudadela.
Ni bien terminada la lucha con la victoria federal, comenzó a plantearse el debate acerca de si el
país se hallaba "en orden y tranquilidad", tal como lo requería el Pacto Federal para poder
convocarse un Congreso Federativo.
Frente a ellos aparecía Rosas. No quería congresos dominados por "doctores" que no parecían
comprender la realidad. Prefería que cada provincia se organizase hasta consolidar su estabilidad
político-institucional. Entre tanto, el Pacto Federal sería el nexo que uniría a todas ellas.
Pedro Feliciano de Cavia, era un "doctrinario" de Buenos Aires que, como todos ellos, sostenía:
Enviado por Rosas, para solicitar a Santa Cruz que internase a los unitarios argentinos lejos de su
frontera (no fue recibido), anunció en las provincias del norte la inminencia del Congreso. Ibarra,
creyendo que Cavia expresaba la opinión de Rosas, escribió a éste. Sin embargo, Rosas manifestó
en su respuesta al santiagueño que "aquel era el momento menos a propósito para reunir un
Congreso". No creía que el país se hallara realmente en orden y tranquilidad.
Rosas y López se entrevistaron en Rosario para tratar aquellos temas que comenzaban a dividir a
los federales. Según correspondencia del primero con Quiroga, el gobernador de Santa Fé había
estado de acuerdo en no reunir el Congreso, pero insistía en el mantenimiento de la Comisión
Representativa hasta finalizar la guerra. Era octubre de 1831.
López, escribió a su vez a Quiroga quejándose de Rosas en una evidente maniobra para separarlos.
No contó el santafesino con el encono que guardaba el riojano hacia su persona.
1º) Por no haberle devuelto un famoso caballo moro, que los llaneros riojanos creían que aconsejaba
al "Tigre".
2º) Por entender que López la había arriesgado en La Ciudadela sin enviarle auxilios.
Movido por aquellos sentimientos, Quiroga envió la carta de López a Rosas, pero éste lo tranquilizó
expresando que el santafesino se encontraba sometido a nefastas influencias (Cullen).
Furioso, Quiroga escribió a Marín acusándolo de querer introducir la desunión. Pero López no quiso
enfrentarse con Rosas y Quiroga y retiró a su representante en la Comisión Representativa -lo
mismo había hecho Buenos Aires-. Cuando sólo quedó Leiva, la Comisión se disolvió (julio de 1832).
Cediendo a las opiniones de la "parte más influyente e ilustrada" de la población, Rosas devolvió en
mayo de 1832 las "facultades extraordinarias". Cumplido su mandato en diciembre, fue reelecto
varias veces, pero declinó el nombramiento. La Junta de Representantes eligió entonces a Juan
Ramón Balcarce gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Punto 4.
Uruguay:
En el año 1830, Fructuoso Rivera fue electo presidente del Uruguay por la "gran familia" de los Obes
que dominaba el Congreso oriental. Se trataba de un grupo formado por los Obes y sus cuñados y
algunos personajes vinculados a la familia, unidos por lazos familiares, políticos y masónicos. Los
nombres más importantes del grupo eran Lucas Obes, Nicolás Herrera, José Ellauri, Luis Lamas y
Santiago Vázquez.
Juan Antonio Lavalleja, que había sido desplazado por Rivera en la simpatía de la "gran familia",
realizó varios intentos infructuosos de sublevación, pero debió refugiarse en Brasil. Manuel Oribe,
antiguo lugarteniente y amigo de Lavalleja, no se plegó a éste en sus intentos revolucionarios, y
Rivera acabó nombrándolo ministro de Guerra.
Finalizado el mandato del presidente, fue electo Oribe que, por sus maneras y procederes parecía
satisfacer a todo el mundo. Sin embargo, Rivera retuvo para sí el cargo clave de Comandante
General de la Campaña.
Un cierto eclipse de la "gran familia", debido al descrédito de Lucas Obes como ministro de
Hacienda de Rivera, dieron a Oribe cierta libertad de acción. Rosas, en tanto, lo consideraba débil y
sin carácter, molesto por el escaso resultado de sus quejas frente al accionar conspirativo de los
unitarios exilados en Uruguay.
En 1836, Rivera se alzó en armas acompañado por Juan Lavalle. Pero, derrotado, se refugió en Río
Grande do Sul.
Las ideas autonomistas existían en Río Grande do Sul desde los tiempos de Artigas, favorecidas por
las afinidades entre los "gauchos" riograndenses y sus equivalentes rioplatenses. Las ideas de
separatismo y republicanismo eran predicadas en la frontera por el padre Caldas, uno de los líderes
de la "Confederación del Ecuador" que, en 1825, intentó separar las provincias norteñas del Imperio.
Caldas estaba exilado en Uruguay.
LOS "FARRAPOS" o "FARROUPILHAS" ("harapos" o "harapientos"): así llamados por con- formar la
clase baja de la sociedad. Eran autonomistas y los lideraba el estanciero coronel de milicias Bento
Gonçalves da Silva.
LOS "CARAMURÚS" (nombre dado a los portugueses): eran partidarios del Imperio y los lideraba el
general Bento Manoel Ribeiro.
A través de Lavalleja, Bento Gonçalves conoció a Rosas, a quien envió un emisario que obtuvo la
promesa de ayuda cuando los "farrapos" proclamasen su independencia de Brasil.
En 1835, estalló la revolución de los "farrapos", pero sus proclamas hablaban de monarquía y de
integridad del Imperio. Por eso, Rosas no quiso involucrarse. Al cabo, Bento Gonçalves fue vencido
y aprisionado.
Fue en aquellas circunstancias cuando Rivera y Lavalle llegaron a Brasil para solicitar ayuda a Bento
Manoel Ribeiro. Éste, los acogió y les brindó re- cursos pero, en pocos meses la situación
experimentó un giro espectacular.
En efecto, la masonería, que se movía tras el levantamiento "farrapo", captó a Bento Manoel Ribeiro,
que de "caramurú" se convirtió en "farroupilha". Es- te cambio sorprendió a Rosas y Oribe -
simpatizantes de la revolución riograndense-, trajo la eliminación de los "viejos farroupilhas" e
introdujo el proyecto de la "Federación del Uruguay".
Aquel plan consistía en crear un gran Estado intermedio entre la Confederación Argentina y el
Imperio del Brasil. Lo integrarían:
Uruguay:
Rivera invadió territorio uruguayo pero, al inicio, sufrió un par de derrotas a manos de las fuerzas de
Oribe. Sin embargo, a principios de 1838, los franceses que bloqueaban Buenos Aires pactaron con
él. Con armas y dinero, Rivera logró vencer en la batalla del Palmar.
Poco después, se firmó el Compromiso de Cangüé, entre representantes de Rivera, Lavalle y Río
Grande. Por él, el caudillo oriental prometía alternar la presidencia del Estado con la comandancia
general de la campaña, mientras durase la guerra entre Brasil y la República de Río Grande. Ávido
de dinero, Rivera se hizo pagar por los "caramurús" para no cumplir con lo pactado en Cangüé.
En Río Grande, en tanto, Bento Gonçalves consiguió escapar de la prisión imperial y se convirtió en
presidente de la República, pero transformado en títere de la masonería. Los masones, por su parte,
trajeron para desempeñarse como jefe de la escuadra riograndense al aventurero italiano Giuseppe
Garibaldi, que colaboró en el apoderamiento de Santa Catarina.
Después de la derrota de sus fuerzas en el Palmar, Oribe sólo contaba con Montevideo y Paysandú.
El resto del país era dominado por Rivera.
Los representantes diplomáticos de Gran Bretaña y Francia mediaron, proponiendo que el Uruguay
se mantuviera así dividido hasta la terminación del período presidencial de Oribe. Pero Rivera exigió
su renuncia. Por entonces, comenzaron a emplearse los nombres de "blancos" (partidarios de Oribe)
y "colorados" (partidarios de Rivera).
Entonces, los franceses decidieron las acciones a favor de su aliado Rivera. Por un incidente
insignificante en el puerto de Montevideo, en el que resultaron heridos dos marineros franceses,
presentaron a Oribe un ultimatum, que terminó con el bloqueo francés de aquel puerto. Aunque el
presidente aceptó casi todas las condiciones, los franceses no se detuvieron hasta conseguir su
renuncia (octubre de 1838).
Mientras Oribe pasaba a Buenos Aires, donde Rosas lo recibió como "presidente legal", Rivera entró
en la capital y se proclamó dictador. Algunos meses más tarde, fue electo presidente del Uruguay.
Los emigrados: Los emigrados argentinos del interior solían exilarse en Bolivia o Chile; los de
Buenos Aires y el litoral en el Uruguay. Se dividían en unitarios (primera emigración) y "doctrinarios"
o "lomonegros" (segunda emigración).
Aunque totalmente separados, tenían el objetivo de derrocar a Rosas: los primeros, aliándose con
Rivera y los franceses (Rivadavia, Agüero, Del Carril, los hermanos Varela, Valentín Alsina, Lavalle);
los segundos, manteniendo relaciones con algunos gobernadores que vacilaban en su amistad con
Rosas (Olazábal, Balcarce, Cavia).
Los emigrados habían constituído logias o asociaciones, como la "Logia de los Caballeros Liberales"
(unitarios). En un principio, muchos se habían mostrado indignados por el proceder de Francia para
con su patria. Pero, al cabo, aquellos escrúpulos fueron vencidos y, por sugerencia de Fructuoso
Rivera, constituyeron una Comisión Argentina, que unía a unitarios y "lomonegros".
Paraguay:
Paraguay se había mantenido aislado del resto de las provincias argentinas desde los comienzos de
la Revolución. Marginado por decisión propia de la Guerra de la Independencia, había sido
gobernado durante décadas por Gaspar Rodríguez de Francia, que lo moldeó según su parecer.
Allí, no había discusiones ni partidos políticos; no existían grandes diferencias entre ricos y pobres;
se exportaba yerba, tabaco, cereales y maderas y se importaba poco. Por eso, abundaba el
metálico, que el Estado invertía en armar un ejército de 5000 hombres. Esas fuerzas mantenían
herméticamente cerradas las fronteras.
En 1840, murió Gaspar Rodríguez de Francia y, tras algunas convulsiones, se hizo del poder el
abogado Carlos Antonio López. Por entonces, resultaba cada vez más difícil conservar el
aislamiento. Empezaban a interesarse Gran Bretaña y Francia, sin olvidar la renacida "Federación
del Uruguay" de Rivera, los "farrapos" y los correntinos.
Fue el agente británico George Gordon quien, finalmente, convenció a López de la conveniencia de
declarar la independencia. En noviembre de 1842, un Congreso presidido por Carlos Antonio López
declaró la independencia de Paraguay. Rosas se negó a reconocerla, pero no así Brasil.
Brasil:
Pedro I abdicó la corona en 1831 y, desde ese momento, hasta 1840, gobernó en Brasil "la
Regencia"; es decir, una serie de lúcidos y patriotas ministros que lograron preservar la unidad del
Imperio.
Aunque divididos entre conservadores y liberales, estos políticos tuvieron siempre muy claro el
interés nacional y, superando sublevaciones e intentos separatistas, impidieron el fraccionamiento
de Brasil. En 1843 -ya alcanzada la mayoría de edad por Pedro II-, el emperador llamó a formar
gabinete al jefe del partido conservador Honorio Carneiro Leao.
Carneiro Leao pretendía terminar con todos los problemas aún no resueltos:
El próximo vencimiento de los tratados de comercio y trata de esclavos con Gran Bretaña que
implicaba la subordinación de Brasil a ése país.
Siendo sus enemigos los mismos que enfrentaba Rosas, parecía natural que se estrecharan los
vínculos entre el Imperio y la Confederación Argentina. Así lo hizo ver el gobierno imperial al ministro
argentino en Río de Janeiro, Tomás Guido.
Para sorpresa de todos -incluído Guido que pretendió renunciar-, Rosas rechazó el tratado. Expresó
que sin la participación del gobierno "legal" del Uruguay, aquel tratado humillaría la soberanía de los
orientales. Carneiro Leao se opuso al tratado tripartito y se mostró ofendido por la actitud de Rosas
ante un acuerdo que llevaba la firma de Pedro II. Pero, comprendió que Rosas no era un ambicioso
conquistador que quería reconstruir el virreinato del Río de la Plata. Era un hombre que basaba sus
acciones en el respeto y la solidaridad americanas, por eso era un peligro para Brasil. Desde
entonces, Brasil volvió a la antigua táctica de conspirar contra la Argentina.
Punto 5.
En el Congreso de 1824, Manuel Dorrego y Manuel Moreno expusieron en sus discursos las
tendencias democráticas del federalismo. Para ellos, la diferencia entre Federalismo y Unitarismo
eran las diferencias entre una democracia al estilo de los Estados Unidos y una República
centralizada, gobernada por los representantes de la aristocracia del dinero.
La seguridad del éxito del federalismo radicaba en que era el único sistema aceptable para el
pueblo. Para él, no existían en nuestro país diferencias esenciales (como en Estados Unidos había
entre blancos y negros) que impidieran el buen funcionamiento del federalismo.
Finalmente, rechazaba la idea de que el federalismo fuera confundido con la anarquía en que había
caído el país y negaba que las provincias careciesen de los elementos como para instalar una forma
representativa republicana y federal.
Estanislao López y Facundo Quiroga sobresalieron entre los caudillos federales por dos razones
fundamentales:
Ellos fueron el prototipo y el resultado de aquella democracia primitiva ("democracia bárbara") que
no tomaba en cuenta las formas clásicas de la democracia anglosajona y que se manifestaba en el
tumultuoso pronunciamiento de las milicias provinciales, Eran "caudillos" (cabezas) porque
interpretaban el sentir de las masas y se consustanciaban con ellas.
Contra las acusaciones de "anarquistas" que les atribuyeron sus enemigos, no dejaron de bregar por
la organización político-institucional de su patria.
ESTANISLAO LÓPEZ (a propósito de la ocupación británica de las Malvinas): "ese, y muchos otros
vejámenes varias veces inferidos a la República tienen su origen en la inconstitucionalidad en que se
encuentra el país y en la figura poco digna que por ello representa".
JUAN FACUNDO QUIROGA (en carta a Rosas de 1832): "No me mueve otro interés que el bien
general del país. Primero es asegurar el país de la consternación en que lo tiene un enemigo exterior
y bárbaro, que desarrollar los gérmenes de su riqueza a la sombra de las leyes que deben dictarse
en medio de la tranquilidad y del sosiego, y verá aquí justificado su pensamiento en orden a la
Constitución".
Rosas no dejó de emplear argumentos para convencer a los dos caudillos acerca de la
inoportunidad de reunir un Congreso Federativo que sancionara una Constitución luego de la victoria
contra la Liga Unitaria en 1831. En la Carta de la Hacienda de Figueroa, que dirigió a Quiroga
cuando éste partió en misión pacificadora al norte, expuso su pensamiento político:
Rosas es partidario de la Constitución, pero esa obra debe alcanzarse cuando las condiciones del
país lo hagan posible. Previamente, los pueblos debían ocuparse de sus constituciones particulares.
"Una República federativa es lo más desastroso que pueda imaginarse, toda vez que no se
componga de Estados bien organizados". Además, era preciso que los dirigentes provincianos
adquiriesen educación política y conciencia nacional. Reconocía que el partido federal carecía de
hombres capacitados y cualquier intento de Congreso y Constitución terminaría cayendo en manos
de los unitarios.
Para Rosas, el único sistema posible para el país era el federalismo ("una muy cara y dolorosa
experiencia nos ha hecho ver que es absolutamente necesario entre nosotros el sistema federal").
Para él, se trataba de un federalismo "empírico" adentrado en los hechos y no en los cánones
teóricos de otras experiencias.
Hacía al unitarismo responsable de todos los males del país: "... esa fracción (la unitaria) había
destruido y aniquilado los medios y recursos que teníamos porque ha irritado los ánimos,
descarriado las opiniones, puesto en choque los intereses particulares propugnando la inmoralidad y
la intriga y fraccionando de tal modo la sociedad, que no ha dejado casi reliquias de ningún vínculo".
Su federalismo tenía fundamento religioso: "... no sólo de haber arruinado económicamente el país
sino también de haber arrancado de cuajo sus mejores esencias espirituales".
Como Artigas, sostenía que la capital de la República no debía ser Buenos Aires ni ninguna capital
de provincia, para evitar en el mismo lugar una superposición de autoridades: "son estos
inconvenientes de tanta gravedad que obligaron a los norteamericanos a fundar la ciudad de
Washington".
Después de convenida la organización del gobierno, sus atribuciones, residencia y modo de elegirlo,
Rosas creía necesario "... crear un fondo nacional permanente que sufragase los gastos nacionales
ordinarios y extraordinarios". A la formación de ese fondo, lo mismo que a los contingentes militares
para la formación del "ejército nacional" debían contribuir los Estados federados en proporción a su
población.
Creía que un gobierno federal sería la consecuencia de la unión entre las provincias y no la causa de
dicha unión. Sostenía que nada se ganaría adoptando una Constitución, ya que ésta no produciría la
unión automática: "El gobierno federal en una República federativa no une a los pueblos federados,
los representa unidos ante las demás naciones".
Punto 6.
Balcarce:
Para suceder a Rosas, en diciembre de 1832, fue electo gobernador de la provincia de Buenos Aires
Juan Ramón Balcarce. Durante su gobierno, que no alcanzó a un año:
Para abril de 1833, debían efectuarse elecciones para renovar la mitad de la Junta de
Representantes. Proliferaron las listas de candidatos mezclados (rosistas, "doctrinarios" y unitarios).
A último momento, se hizo circular una lista encabezada por Rosas que muchos creyeron contaba
con la adhesión de éste. Aquella lista, en la que acompañaban al nombre del Restaurador la mayoría
de los miembros del grupo de Martínez, triunfó. Incluso, existieron maniobras fraudulentas.
Los rosistas tuvieron entonces en claro el juego de Martínez y los suyos para copar la Junta de
Representantes. Así, en torno a la figura de Encarnación Ezcurra, esposa de Rosas, ausente en el
desierto, se formó el grupo de los "apostólicos" (Tomás y Nicolás de Anchorena, Felipe Arana,
Tomás Guido, José María Roxas y Patrón).
La nueva Junta de Representantes, dominada por los antirrosistas, pidió la sanción de una
Constitución, la revisión de lo actuado por Rosas en uso de las "facultades extraordinarias" y el
restablecimiento de la libertad de prensa. Esto último se logró.
A la luz de esa medida, proliferaron los diarios y pasquines que, trenzados en una guerra que no
conoció límites, atacaron la vida privada y la honra de las personas vinculadas a la política. En ese
clima, debían realizarse las elecciones complementarias a las de abril, para cubrir 7 cargos de
diputados (Rosas había enviado su renuncia).
Mientras los rosistas hacían circular volantes con los nombres escritos en tinta roja, los cismáticos
las confeccionaron con tinta negra (de ahí el apodo de "lomonegros"). Las elecciones se efectuaron
en medio de tumultos y violencias, por lo que Balcarce las hizo suspender.
La medida enardeció a todos. Manuel Vicente Maza y García Zúñiga -amigos de Rosas- tuvieron
que dejar sus puestos como ministros de Balcarce. Encarnación Ezcurra debió pedir protección en la
legación francesa.
Mientras Rosas pedía calma y paciencia en su campamento del río Colorado y Balcarce no sabía
qué hacer, los periódicos no se detenían ante nada (Encarnación Ezcurra es llamada "la mulata
Toribia", "la borracha" y "mujer de mala vida"). Para poner fin a la situación, el gobierno prohibió la
salida de algunos periódicos y acusó ante el jurado de imprenta a varios diarios cismáticos y al
"apostólico" "El Restaurador de las Leyes", editado por Nicolás Mariño. Esto fue anunciado por
medio de carteles.
Aquella noticia fue interpretada por la gente humilde de las orillas como que sería Rosas quien sería
juzgado. El 11 de octubre, día del juicio, estallaron los tumultos. De pronto, la multitud se retiró a
Barracas. Se les sumaron miles, y la ciudad empezó a quedar paralizada. El general Pinedo,
enviado para convencer a los sublevados, fue obligado por sus soldados a pasarse al bando de
éstos.
Enrique Martínez escribió a Rosas, pidiéndole que convenciera a la gente. Pero Rosas le responde
que el gobierno había actuado contra el parecer del pueblo y éste, ha reaccionado. Advierte que si el
gobierno emplea la fuerza, él se sumaría a los sublevados de Barracas que exigían la renuncia de
Balcarce.
Balcarce se negaba a renunciar pero, ante el avance de Pinedo y los sublevados, la Junta de
Representantes lo exoneró, eligiendo a Juan José Viamonte como gobernador provisorio (3 de
noviembre de 1833).
Viamonte:
El gobierno de Viamonte careció de relevancia y autoridad, apenas tolerado por los "apostólicos"
triunfantes, que no confiaban en el mandatario.
Por aquel entonces, el ministro argentino en Londres, Manuel Moreno, puso en conocimiento del
gobierno de Buenos Aires la existencia de un plan internacional que amenazaba la estabilidad
política de Sudamérica. No era la primera vez que Moreno daba cuenta de aquellos manejos. En un
principio, habían participado de aquellos planes: el rey Fernando VII de España, Carlos X de Francia
y Pedro I de Brasil. El propósito de los mismos era crear monarquías hispanoamericanas, coronando
príncipes de Borbón.
Para 1833-1834, Fernando VII había muerto, Carlos X había sido depuesto y Pedro I había abdicado
la corona de Brasil. No obstante, los proyectos continuaban. Lo importante era comprobar que, como
en circunstancias anteriores, aparecían conspirando:
Rivadavia, aparentemente involucrado en el proyecto, regresó por entonces a Buenos Aires, pero el
gobierno de Viamonte lo expulsó del país. Poco después, Viamonte renunció a su cargo (junio de
1834), pero debió permanecer en él hasta octubre, por no hallarse quién quisiera reemplazarlo.
Efectivamente, elegido cuatro veces, Rosas no aceptó. En un momento, expresó que ya las
"facultades extraordinarias" no eran convenientes, pues se había exagerado mucho, asimilando su
ejercicio a la "tiranía". Tampoco aceptaron el cargo de gobernador Anchorena, Terrero y Pacheco.
El enfrentamiento entre jefes federales formaba parte de la "gran conspiración" denunciada por
Manuel Moreno. La razón estaba en las influencias que sobre algunos gobernadores ejercían ciertos
"doctores doctrinarios": Domingo Cullen (Estanislao López).
En realidad, Quiroga llegó tarde al norte. Una revolución provocada por unitarios armados y
organizados en Bolivia, proclamó la independencia de Jujuy, manifestando su intención de
incorporarse al país norteño. Latorre, fue vencido y entregado a sus enemigos salteños que le dieron
muerte.
Desde Santiago del Estero, Quiroga desautoriza la autonomía jujeña y, considerando pacificada la
región, emprende el retorno con la sola compañía de su secretario José Santos Ortiz. Aunque fue
advertido que uno de los hermanos Reinafé había reunido milicianos con el aparente propósito de
interceptarlo. Quiroga prosiguió su viaje. Sin embargo, poco después de ingresar en la provincia de
Córdoba, en el paraje de Barranca Yaco, la partida cordobesa, a las órdenes del capitán Santos
Pérez, asaltó al carruaje y dio muerte a los viajeros (febrero de 1835).
Rosas:
La noticia del asesinato de Quiroga se conoció en Buenos Aires el 2 de marzo, produciendo una
gran consternación. Al informar a la Junta de Representantes, Manuel Vicente Maza dio la razón a
Rosas en lo referente a la existencia de una conspiración unitaria. Pidió un gobierno investido de los
mayores poderes.
El 7 de marzo de 1835 la legislatura sancionó una ley que disponía LA "SUMA del PODER
PÚBLICO"
Las únicas restricciones al ejercicio de ese poder serían: defender la religión Católica Apostólica
Romana, sostener la causa de la Federación.
Rosas exigió que aquella designación fuese sometida a plebiscito. Sólo se consultó la opinión de la
ciudad (la campaña siempre había dado muestras de adhesión a su persona) y votaron 9720
personas (la mayor concurrencia de votantes hasta entonces). Por la negativa se registraron 7 votos.
En la Junta de Representantes votaron en contra Tomás de Anchorena y Felipe Senillosa -muy
amigos de Rosas- por considerar injusto el cargarlo con semejante responsabilidad.
Que si iba a gobernar como "dictador" lo haría a partir de una ley y un pronunciamiento popular.
Rosas hizo un uso moderado de aquel poder, dictando leyes por motivo de urgencia y condenando
cuando la pronta justicia aseguraba la tranquilidad general. Con respecto a la administración general
fueron cesanteados algunos empleados públicos de ideología unitaria; los que permanecieron
tuvieron que jurar lealtad a la "Santa Causa de la Federación". También fueron separados algunos
párrocos y camaristas, y dados de baja algunos oficiales del Ejército.
Esta respuesta obligó a los conspiradores a montar una parodia de juicio a santos Pérez, del que,
naturalmente, salió absuelto. Pero luego, hicieron circular la versión de que las huellas de los
asesinos de Quiroga "también venían de Santa Fé".
Pero, cuando Félix Aldao, gobernador de Mendoza, denunció a Rosas un plan que uniría a varias
provincias (incluída Santa Fé), al gobierno de Rivera y a los "descontentos de Buenos Aires" contra
él, si atacaba a Córdoba, decidió intervenir.
Sin acusarlo directamente -aunque sospechara de él-, convenció a López de la necesidad de juzgar
a los asesinos, "cuyos instigadores han sido los unitarios y los ejecutores los hermanos Reinafé".
Luego, exigió al gobierno de Córdoba entregar en treinta días a los cuatro hermanos para ser
juzgados "por el tribunal que designen las provincias confederadas".
El ex-gobernador Manuel Vicente Reinafé (con la coartada de haber viajado a Rosario al momento
del crimen) era el único que se encontraba en la ciudad; Guillermo Reinafé, escondido en la sierra,
fue encontrado; José Antonio Reinafé, refugiado en Bolivia, fue secuestrado por una partida
tucumana; sólo Francisco Reinafé logró escapar a Montevideo.
Para terminar con las dilaciones, Rosas con acuerdo de López, exigieron al Congreso Provincial de
Córdoba que eligiera gobernador a Manuel López "Quebracho", amigo del santafesino, pero federal
íntegro. Al frente de sus milicias, éste entró en Córdoba y se hizo elegir gobernador.
Todos los involucrados en el crimen fueron remitidos a Buenos Aires, ya que por resolución de las
provincias Rosas debía juzgarlos. Sin embargo, éste delegó en Manuel Vicente Maza el sumario y la
sentencia, reservándose la facultad de revisarlas.
Rosas consultó con el asesor jurídico Lahitte acerca de la sentencia de Maza y, finalmente, la
confirmó. Fueron condenados a morir fusilados José Vicente y Guillermo Reinafé, Santos Pérez,
cuatro oficiales de la partida y tres soldados sacados a sorteo. Francisco Reinafé, en Montevideo,
fue condena- do en ausencia y José Antonio murió en prisión. Para tomar intervención en el caso, y
requerir la autorización de las provincias, Rosas había interpreta- do que se trataba de un delito de
orden federal.
El cambio económico:
En esa oportunidad, la posición librecambista fue defendida por Pedro de Ángelis desde las páginas
de "El Lucero". Ferré volvió a intervenir preguntándose si los sacrificios y la sangre derramada para
ser independientes te- nía como objetivo ser perpetuamente una factoría del Viejo Mundo.
En su segundo gobierno, Rosas pareció entender que ya no era exclusiva- mente "un hombre de
Buenos Aires" sino el "hombre de la Confederación Argentina", por lo que decidió proceder de
acuerdo con esa condición.
En 1835, durante el receso de la Junta, encomendó a Roxas y Patrón la modificación del régimen
librecambista. Perseguía dos objetivos:
Promover una política agrícola perjudicada por los bajos aranceles que pagaban los granos y
harinas extranjeras.
Cuando la Junta de Representantes reanudó sus sesiones, aprobó la nueva "Ley de Aduana".
LEY de ADUANA de 1835
Gravaba con el 35% aquellos productos nativos insuficientes: zapatos, carruajes, artículos de cuero,
vinos, quesos, frutas secas.
Gravaba con el 4% las exportaciones (no pagaban nada las que salieran en buques nacionales).
Los productos nacionales que llegaran a Buenos Aires en buques argentinos no pagaban nada; pero
si la leña y el carbón de Santa Fé entraban en buques extranjeros, pagarían el 17%.
La tierra pública:
En 1836 fue sancionada la Ley Agraria que restableció la propiedad de la tierra pública, a pesar de
las garantías de los empréstitos. Sacaba a la venta mil quinientas leguas cuadradas distribuidas en
tres zonas:
Entre el Salado y una línea que corría desde Tandil a Junín (4000 pesos la legua)
Cuando comenzó el bloqueo francés y disminuyeron las exportaciones, Rosas, que deseaba
existieran muchos pequeños propietarios, anuló las enfiteusis en una región que abarcaba las zonas
primera y segunda. Muchas tierras fueron puestas a la venta, pero era un mal momento para los
negocios, por lo que Rosas decidió donarlas a los militares y empleados civiles: generales (6
leguas), capitanes (1 legua), cabos y soldados (un cuarto de le-gua). La escala se aplicaba a los
empleados civiles en proporción a sus sueldos. No tenían obligación de poblar (recién fue obligatorio
a partir de 1840 y la Casa de Moneda otorgó créditos a quienes tuvieran la fianza del Juez de Paz).
El orden y honesto manejo de las finanzas públicas, que caracterizaron a la gestión de Rosas ("en la
hacienda pública no hay suma de poderes") se vieron seriamente perjudicados por los bloqueos,
especialmente si tenemos en cuenta que sobre un total de algo más de once millones de pesos (en
1836), diez millones correspondían a derechos de aduana. Para paliar el déficit, debió recurrir a
empréstitos internos.
En 1836 terminaba la concesión otorgada al Banco Nacional diez años atrás. Rosas se incautó de la
institución por el simple expediente de no renovar su concesión. En el informe redactado por Roxas y
Patrón y en el mensaje de Rosas a la Junta de Representantes se resaltaron algunas de las
irregularidades de su existencia: un capital que era una ficción, su carácter de árbitro de los destinos del
país, su relación con la conspiración de Diciembre de 1828, entre otras cosas. Se lo declaró disuelto.
En el mismo decreto se dispuso que una comisión de un presidente y seis vocales tomara posesión
de la Casa de Moneda y procediera a:
Bolilla IX.
Punto 1.
La primera expansión imperialista de Europa tuvo lugar en los siglos XV y X VI, y fue protagonizada
fundamentalmente por las naciones ibéricas. Su accionar estuvo esencialmente dirigido a América,
la costa occidental de África y los países ribereños del océano Índico. A España y Portugal las
siguieron Inglaterra, Francia y Holanda.
La segunda expansión imperialista se iniciará aproximadamente hacia 1830, con Gran Bretaña y
Francia asumiendo la iniciativa, para prolongarse hasta casi los inicios de la Primera Guerra Mundial
(1914-18). Las últimas décadas del siglo XIX constituirán la época del Gran Imperialismo, con la
incorporación de nuevos protagonistas: Alemania, Bélgica, Rusia, Italia, los Estados Unidos y el
Japón.
Esta segunda expansión imperialista comenzó a materializarse cuando aún no se había dirimido en
Europa el enfrentamiento entre el conservadurismo de la Restauración y el liberalismo, heredero de
los ideales de la Revolución Francesa.
La Revolución de 1830:
Además de nombrar jefe del gabinete al príncipe de Polignac, absolutista e intolerante, intentó
restringir primero y suprimir después la libertad de prensa, disolvió la Cámara, anuló elecciones que
le habían sido desfavorables y modificó con criterio conservador y elitista la ley electoral.
Frente a este cúmulo de atropellos estalló la revolución en 1830 y se combatió en las calles de París.
La segunda revolución francesa o "jornadas de julio" concluyó con la caída de Carlos X. Los liberales
monárquicos, conducidos por Adolfo Thiers, ofrecieron la corona al duque de Orleans que, tras jurar
la Carta Constitucional, se convirtió en el rey Luis Felipe I, llamado "el rey burgués" o "el rey de las
barricadas".
La revolución de 1830 influyó en otros movimientos revolucionarios que brotaron por entonces en
Europa. Sin embargo, con excepción de Bélgica, donde el movimiento insurreccional produjo la
independencia del país de la corona de Holanda, en todas partes resultaron vencidos.
No obstante, el ascenso al trono de Luis Felipe I significó un duro golpe para la "teoría de la
legitimidad" de Metternich. Aunque sin atreverse a intervenir en Francia, Austria, Rusia y,
especialmente Rusia, procuraron aislar aquel país.
Ello determinó una aproximación entre Francia y Gran Bretaña que, durante años constituyeron una
"entente cordiale", que procuró actuar de acuerdo en el campo internacional.
Revolución de 1848:
Dieciocho años más tarde, Luis Felipe I alcanzaba los límites de la impopularidad en Francia. Su
gobierno fue la encarnación del régimen burgués censitario, sostenido por la burguesía acomodada.
La economía experimentó un gran desarrollo, aunque -tal como postulaban los liberales- sin
intervención alguna del Estado que, se mostró indiferente a las demandas populares.
Cuando finalmente estalló la revolución, en febrero de 1848, pocas lealtades se mantuvieron junto al
trono, manchado por el pecado original de la "ilegitimidad". Luis Felipe I abdicó y, se proclamó la
República, inaugurando un proceso del que surgiría la figura de Luis Napoleón Bonaparte, sobrino
de Napoleón I.
Extendida, como en 1830, a otros puntos de Europa, la revolución de 1848 fracasó. La alta
burguesía, atemorizada por el contenido de aquel movimiento, se alineó definitivamente junto a las
fuerzas conservadoras y los restos de la aristocracia. Los revolucionarios, en tanto, expresaban
intereses distintos cuando reclamaban mayor democracia: libertades políticas y participación (la
pequeña burguesía), transformaciones sociales (la clase obrera), reivindicaciones nacionales (los
polacos, húngaros o italianos).
El desarrollo industrial: Entre 1830 y 1870 se desarrolló el proceso que conduciría a la época del
Gran Capitalismo, sistema en que la industria (la producción) condicionaría los demás factores de la
vida económica, social y política hasta dominarlos por completo.
Factor decisivo de esta transformación fue la ciencia aplicada a la economía, es decir, la técnica.
Durante la primera mitad del siglo XIX, la transformación maquinista descansó en dos materias
primas: la hulla y el hierro. La primera como fuente energía; la segunda, como material básico para
la construcción de máquinas. La técnica unió sus esfuerzos para hacer fructífera la combinación de
ambos materiales.
El desarrollo de la siderurgia.
Pero, en el siglo XIX, el fenómeno industrial ya no fue patrimonio exclusivo de Gran Bretaña. Se
sumaron al proceso naciones como: Alemania, Francia, Estados Unidos, Bélgica, Holanda, más
tardíamente Rusia e Italia y, finalmente, Japón.
Las potencias industriales comenzaron a organizar la vida económica del mundo, haciendo creer a
los partidarios del librecambio que el cosmopolitismo económico eliminaría las guerras
internacionales. Sin embargo, la necesidad de materias primas y de mercados donde colocar los
excedentes de la producción abrieron paso a una nueva expansión imperialista y a formas coloniales
novedosas, en las que los países económicamente dependientes apenas podían gozar de una
aparente independencia política.
Gran Bretaña:
Gran Bretaña había salido de las guerras contra la Revolución Francesa y Napoleón convertida en la
primera potencia colonial y marítima. La India y Canadá eran, por entonces, los ejes de su Imperio.
Desde Gran Bretaña a la India, una serie de puntos fortificados e islas le permitían controlar el
"camino del mar": Gibraltar, Sierra Leona, Santa Elena, El Cabo, Mauricio, Seychelles. En ese
contexto, y con la mira puesta en el dominio de los mares, se había apoderado de Adén (llave entre
el Mar Rojo y el océano Índico), Singapur (llave entre el océano Índico y el Mar de la China) y
Malvinas (llave entre el Atlántico y el Pacífico).
En esta primera mitad del siglo XIX, Gran Bretaña había prestado especial atención al desarrollo de
las "colonias de asentamiento" (Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica), donde eran
ubicados los excedentes de población.
No obstante, la Guerra del opio contra China (1839), que le permitió adquirir la isla de Hong-Kong,
abrió una nueva etapa de imperialismo agresivo implementado por hombres como Palmerston y
Disraeli.
Con respecto a Hispanoamérica, Gran Bretaña se había mantenido fiel a la política de hegemonía
económica que, además de la presión sistemática sobre los gobierno hispanoamericanos a favor de
políticas librecambistas, se basaba, como vimos, en dos estrategias:
La concesión de empréstitos.
La "balcanización" (boicot a los intentos de unidad y fraccionamiento de las ex- colonias españolas).
Francia:
Hacia 1830, el imperio colonial francés estaba reducido a la Guayana, las islas de Martinica y
Guadalupe, en las Antillas, y algunas factorías en la India. Aquel año, gobernando aún Carlos X, se
inició la conquista de Argelia.
Sin embargo, durante los primeros años del reinado de Luis Felipe I, la política colonial francesa fue
moderada y poco ambiciosa, pues su gobierno no quería indisponerse con quien era por entonces
su amiga y protectora: Gran Bretaña.
que exigieron bajo amenaza el pago de una deuda de los tiempos de Napoleón, fue compensada
con la firma de un tratado de amistad, alianza y comercio con la Confederación Peruano-Boliviana
del mariscal Andrés de Santa Cruz. Gran Bretaña se mostró celosa hasta que obtuvo un tratado
similar con Santa Cruz. Pero, cuando Chile y la Argentina declararon la guerra a la Confederación
Peruano-Boliviana, Francia se puso decididamente de parte de su aliado y ordenó el bloqueo de las
costas de ambos países.
Punto 2.
Ya hemos señalado la influencia que ejercieron sobre la juventud "ilustrada" del Río de la Plata los
filósofos y economistas del siglo XVIII, especial- mente en figuras prominentes de la Revolución de
Mayo: Moreno (en lo político y social) y Belgrano (en lo económico).
Sin embargo, las obras de los pensadores de la Ilustración -Montesquieu, Rousseau, Raynal- no
alcanzaron el grado de difusión e influencia que llegó a tener Jeremías Bentham.
El utilitarismo: fue una corriente de pensamiento propuesta por los británicos Jeremías Bentham y
sus seguidores, James Mill (padre) y John Stuart Mill (hijo).
Según el utilitarismo, la moralidad de cualquier acción o ley viene definida por su utilidad para la
sociedad, conforme a la fórmula: "la mayor felicidad para el mayor número". Después de la
Revolución Francesa y de Napoleón, Bentham se convirtió en la gran autoridad en materia de
ciencia política y uno de los pilares del pensamiento liberal en Hispanoamérica, hasta donde arribó
por vía de España. No olvidar que entre 1808 y 1813 (las Cortes de Cádiz), y entre 1820 y 1823 (la
revolución de Riego), los liberales españoles tuvieron estrechos contactos con sus pares británicos.
En pocos lugares de Hispanoamérica se hizo sentir esa influencia como en el Río de la Plata, en
razón de la relación de Bernardino Rivadavia con Bentham, a quien conoció en Inglaterra y con
quien mantuvo correspondencia. Difusor de las ideas del pensador británico, contenidas en el libro
"Tratado de legislación", Rivadavia debió a su influjo el alejarse de las ideas monárquicas y poner en
práctica un plan de reformas en la provincia de Buenos Aires.
Para Rivadavia, la Universidad de Buenos Aires vino a llenar el hueco dejado por la desintegración
de algunas instituciones de la estructura colonial, como el Cabildo. Por su iniciativa, Pedro
Somellera, admirador y seguidor de Bentham, fue designado profesor de Derecho Civil.
Del mismo modo, la creación de la cátedra de Economía Política respondió a las mismas razones,
siendo encomendada su enseñanza a hombres como Pedro José Agrelo y Dalmacio Vélez Sársfield,
seguidores de la teoría de James Mill.
El apoyo recibido desde el gobierno no modificó la situación de la Universidad, que mantuvo una
estructura bastante frágil en razón del escaso número de alumnos que ingresaban a ella.
No es exacto que Rosas cerrara la Universidad. Lo único que hizo fue obligarla a sostenerse con sus
propios recursos. El Estado carecía de los necesarios para hacerlo, agobiado como estuvo por los
gastos militares (Tener presente que, entre 1835 y 1852, sólo dos años fueron de cierta paz). Es
posible, además, que Rosas no considerara con mucho interés lo que podía esperarse de ella.
Aquella situación económica precaria retrajo la educación: se suprimieron escuelas en los barrios de
gente rica, que podía pagar una enseñanza particular. Por las mismas razones, en casi todas las
provincias, se llegó a considerar la enseñanza gratuita como un beneficio exclusivamente disfrutado
por los pobres.
El Romanticismo:
En los años finales del siglo XVIII, Europa fue el escenario del enfrentamiento entre dos
concepciones de vida:
EL ROMANTICISMO: que fue una reacción contra el racionalismo y el materialismo y dio valor a lo
que es peculiar de cada nación, apoyándose en el espíritu creador del hombre.
El Romanticismo surgió en Alemania, donde los literatos (Schlegel, Holder- lin, Brentano) se
destacaron por exaltar el libre juego de la fantasía, por su inspiración mística, por rescatar las
culturas clásica y medieval y cultivar la poesía popular, los músicos (Gluck, Beethoven) por la mayor
emoción y naturalidad de sus creaciones y el sentimiento que pusieron en ellas.
Se considera que la difusión del romanticismo en Europa se inició con la publicación de la obra de
madame de Stael en Francia, en 1813.
En nuestro país, una prueba de la oposición entre ambas concepciones la ofreció Esteban
Echeverría al definir a Rivadavia como: "un hombre cuyas doctrinas fueron el resultado del examen
de hechos históricos de otras naciones o sistemas abstractos concebidos por la razón europea".
Esteban Echeverría:
Fue el introductor en nuestro país de las formas literarias del Romanticismo, después de una
permanencia de cinco años en París.
Al retornar, en 1830, portador de algunas ideas en boga en Europa, sus maneras, estilo de vida y
forma de vestir, además de sus versos, generaron la curiosidad y luego la admiración de algunos
jóvenes de la clase "decente" porteña. Una serie de jóvenes inquietos, nacidos en general hacia
1810, que pasarían a constituir la llamada "generación de 1837": Juan María Gutiérrez, Santiago
Viola, Juan Thompson, Juan Bautista Alberdi, Vicente Fidel López, Miguel Cané, Carlos Tejedor, que
comenzaron a adquirir libros traídos ex- presamente de París o comprarlos en la librería de Marcos
Sastre.
Con el revuelo causado por la presencia de Echeverría, se iniciaron las tertulias en salones de
damas distinguidas (Mariquita Sánchez de Thompson) o en un local anexo a la librería de Marcos
Sastre donde, las reuniones ya iniciadas en 1835, culminaron con la fundación del Salón Literario.
Junto a las letras, se generalizó el desarrollo de la música y del teatro, en un ambiente en el que
Rosas gozaba de la máxima popularidad.
No faltan quienes sostienen que el Salón Literario reunía a un grupo de jóvenes presuntuosos, que
acumulaban lecturas desordenadamente y, sin mayor análisis, condenaban el pasado hispánico.
Su inclinación por conocer las nuevas ideas europeas a través de resúmenes de segunda mano
(Lerminier sobre el historicismo de Savigny; Leroux sobre el socialismo utópico de Saint-Simon)
restó solidez a su formación. La excepción, en ese sentido, sería la del napolitano Pedro de Ángelis.
(Era un historiador y científico que, en su patria, había adherido a la causa de Napoleón. Miembro de
la Academia de Nápoles, fue contratado por Rivadavia para publicar dos periódicos en Buenos Aires.
Durante la época del predominio federal editó "El Lucero" y logró reunir un importante archivo con
los documentos de los inicios de la Nación).
El Dogma Socialista:
En junio de 1838, Esteban Echeverría fundó la "Joven Argentina" destinada a encauzar la ideología
de moda que aparecía muy dispersa. Echeverría, Alberdi y Gutiérrez fueron los autores del Credo o
Catecismo que condensaba las aspiraciones del grupo. Fue publicado en dos diarios de Montevideo.
Por aquel entonces, los jóvenes románticos estaban a punto de romper con Rosas:
1)Porque Rosas no había prestado la más mínima atención a aquellos jóvenes y a sus ideas.
2)Porque se consideraban "hijos espirituales de Francia", en momentos en que este país entraba en
conflicto con la Confederación Argentina.
3)Porque interpretaban que aquel era un conflicto entre "la Civilización y la Barbarie".
Más tarde, cuando algunos de los miembros de aquella sociedad emigraron, la misma fue conocida
como "Asociación de Mayo" y sus adherentes, como los "mayos".
Como hemos expresado, en 1839, Alberdi publicó en "El Iniciador" de Montevideo el Credo,
Catecismo o Código de aquella organización que, según algunos autores, nunca actuó como tal. En
1846, Echeverría también publicó en la capital uruguaya el "Dogma Socialista de la Asociación de
Mayo", junto con "Ojeada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año
1837". Allí explicó la sociedad que había creado a imitación de la "Joven Italia" de José Mazzini, que
luchaba por la unidad política de su patria. También aclaró las "palabras simbólicas" que sintetizaban
su proyecto de país.
ASOCIACIÓN.
PROGRESO: creencia en el progreso indefinido llevando al mundo moral el progreso del mundo
físico.
Opinaba que la Patria "era Mayo" y Mayo era la Revolución Francesa. La Patria eran las tres
banderas de la Revolución: "Libertad, Igualdad y Fraternidad" y, por lo tanto, era patriótico todo lo
que uniera a los espíritus superiores cualquiera fuera el lugar de su nacimiento. Terminaría
Echeverría por afirmar: "la Patria es la Humanidad". Lo que no fuera "Mayo" era colonial.
Sostenía que unitarios (malgastando sus energías en el vacío) y federales (sofocando todo bajo el
peso de un despotismo brutal) habían aniquilado con sus guerras la actividad nacional.
Pedro de Ángelis criticó la postura de Echeverría en el Dogma por compartir los "delirios" de Saint-
Simon, instándolo a abandonar el paroxismo revolucionario y comprender lo ridículo que era
pretender convertir a los argentinos en una sociedad de "saintsimonianos".
La polémica entre Echeverría y De Ángelis arrancó del despecho que los jóvenes románticos
experimentaban por aquel extranjero que señalaba su escasa formación y al que no pudieron atraer
a su grupo. Al enterarse que el Dogma había sido calificado por el napolitano de "libelo", Echeverría
volcó, especialmente en su primer Carta, todo su rencor e ironía, acusándolo de poner su pluma y
sus conocimientos al servicio de la tiranía y ser adversa- rio de cualquier idea de progreso. Llamó
"colección de curiosidades" a la obra de recopilación documental de De Ángelis, reunida con una
paciencia "de vizcacha". No obstante, sin reconocerlo directamente, Echeverría pareció más tarde
comprender los fundamentos de la política nacionalista de Rosas, el poder de las masas, la
conveniencia de no copiar una revolución y la necesidad de unir a toda América española en su
lucha contra las "naciones comerciantes".
Juan Bautista Alberdi: El tucumano Juan Bautista Alberdi era el más lúcido de sus camaradas.
Conoció el historicismo leyendo el ensayo con el que Lerminier dio a conocer en Francia la tesis de
la Escuela Histórica del alemán Federico Carlos de Savigny.
Según la Escuela Histórica, el Derecho procede del modo de ser "natural" de cada pueblo. Lo mismo
que el idioma, el Derecho se acomoda, a lo largo de su evolución histórica, al desarrollo progresivo
de cada pueblo.
Bajo estas influencias, Alberdi redactó el "Fragmento preliminar al estudio del Derecho", publicado
en 1837.
Alberdi encontraba que nuestra historia constitucional era una serie de continuas imitaciones.
La vida social no podía copiarse ni importarse como si fuera un lienzo o un vino, como habían
pretendido los unitarios que además, habían llamado "pueblo" exclusivamente a los de su clase.
El advenimiento de los federales había significado el cambio de lo exótico por lo nacional, del plagio
por la espontaneidad.
El gobierno "plebeyo y dictatorial" (de Rosas), con todos sus defectos, era más normal, más
historicista. Los argentinos debían enorgullecerse de su "democracia social", que sería la segunda
lección dada por América a Europa (la primera, había sido la "democracia burguesa" de EEUU). Las
instituciones eran espontáneas cuando el legislador distinguía lo que en la "conciencia nacional" hay
de invariable.
Según Alberdi, la obra historicista de Rosas, ciñéndose a la realidad, debería completar- la "joven
generación". Lo hecho por Rosas no bastaba, pues le había faltado tiempo y concentración filosófica.
El ala política del Romanticismo ofrecía a "la persona grande y poderosa que preside nuestros
destinos" la justificación filosófica del federalismo.
Punto 3.
Prácticamente a lo largo de todo su segundo gobierno -1835-1852- Rosas debió enfrentar conflictos.
Estos conflictos fueron internos e internacionales pero, se caracterizaron, además, por su
simultaneidad. A fin de poder estudiarlos, los dividiremos en dos ciclos.
El bloqueo francés.
La conspiración de Maza.
Convertido en presidente de Bolivia, aspiraba a crear un gran Estado sudamericano, empleando dos
medios: la conquista militar y la diplomacia. Con ese objetivo, no dejó de inmiscuirse en los asuntos
internos de sus vecinos: Perú, Chile y Argentina.
El primero de estos países vivía en la década de 1830 en un estado de anarquía, dividido en tres
gobiernos. Santa Cruz manejó hábilmente la situación, y después de apoyar indistintamente a unos y
a otros, intervino con su ejército y se convirtió en el árbitro de la misma. En 1837, por el Pacto de
Tacna, creó la Confederación Peruano-Boliviana, de la que era el "Protector".
Con respecto a la Argentina, Santa Cruz apoyó a los unitarios durante la guerra civil, protegiéndolos
en su país y permitiéndoles armarse. Las informaciones recogidas en Londres por Manuel Moreno
mostraban al jefe de la Confederación vinculado con los unitarios y "lomonegros" argentinos, los
colorados uruguayos y los "pipiolos" o liberales chilenos. Con la ayuda de los unitarios, Santa Cruz
aspiraba a anexarse las provincias norteñas de la Argentina.
A mediados de 1836, con el apoyo de Santa Cruz, el general chileno Freire se sublevó contra el
gobierno conservador del ministro Diego Portales. Chile respondió apoderándose de algunos barcos
peruanos en el Callao y estalló la guerra.
Así como el "Protector" boliviano había rechazado antes una misión enviada por Rosas, al no
reconocer al gobernador de Buenos Aires el manejo de las relaciones exteriores, Rosas se negó a
recibir a un enviado de Santa Cruz, al par que se concretaba una alianza con Chile.
Argentina entró en guerra en mayo de 1837, correspondiéndole la dirección de las tropas argentinas
al general Alejandro Heredia, cuya operaciones en territorio de Jujuy tuvieron escasa importancia.
Finalmente, a comienzos de 1839, los chilenos vencieron a Santa Cruz en la batalla de Yungay,
provocando la disolución de la Confederación Peruano-Boliviana.
El bloqueo francés:
La Francia de Luis Felipe I buscaba recuperar en el mundo un espacio perdido desde los días de
Napoleón. Como ya expresamos en su oportunidad, trabó las mejores relaciones con el "Protector"
de la Confederación Peruano-Boliviana, con el que suscribió un tratado muy ventajoso para los
europeos. En retribución, el mariscal Santa Cruz fue condecorado con la Legión de Honor.
Cuando se conoció en París el estado de guerra entre Chile y la Argentina con la Confederación
Peruano-Boliviana, el gobierno francés se puso en movimiento para defender a su aliado, ordenando
bloquear los puertos de Chile y presentar a Rosas algunas reclamaciones destinadas a "cuidar la
dignidad y los intereses" franceses.
Las reclamaciones eran ridículas e insignificantes: la prisión por espionaje a favor de Santa Cruz del
litógrafo suizo Bacle; la detención por intento de fraude de un bolichero de Dolores y la presencia de
dos franceses en las milicias de Luján, respecto de lo cual Francia exigía que se diera a sus
nacionales en Argentina "el trato de la nación más favorecida" (equiparándolos a los ingleses,
aunque no existiera tratado alguno entre ambas naciones).
La reclamación fue presentada al canciller argentino Felipe Arana por el vice-cónsul francés Aimé
Roger, a fines de noviembre de 1837. La respuesta de Arana recién llegó en enero de 1838: se
negaba carácter diplomático a Roger y no se aceptaba su tono conminatorio.
Los franceses creían que la sola presencia de los ocho buques de guerra del contralmirante Leblanc
harían ceder a Rosas. Pero el gobierno se mantuvo firme: se daría a los franceses el trato de "la
nación más favorecida" si se celebraba un convenio con Francia; en los otros temas no cedería. Al
contralmirante le expresó Rosas que no aceptaría las intimaciones de un jefe naval al frente de sus
fuerzas. El 28 de marzo de 1838, Leblanc declaró el bloqueo al puerto de Buenos Aires y todo el
litoral del río perteneciente a la Argentina.
Hacia mayo de 1838, algunos dirigentes de la Confederación querían "provincializar" el conflicto (que
el bloqueo afectara sólo a Buenos Aires). Tal fue el ejemplo de Domingo Cullen que, aprovechando
la enfermedad mortal de Estanislao López, intentó negociar a espaldas de Rosas con los franceses.
Éstos, por su parte, se comprometieron cada vez más en los asuntos internos del Plata, repartiendo
dinero y recursos:
Financiando y brindando todo tipo de auxilios a la llamada "Campaña Libertadora" de Juan Lavalle,
Entonces, los acontecimientos tomaron un giro dramático. Cuando Estanislao López murió a
mediados de 1838, Domingo Cullen terminó resultando electo gobernador de Santa Fé. Pero sólo lo
reconocieron Corrientes y Santiago del Estero. No tardó en renunciar ante la sublevación de Juan
Pablo "Mascarilla" López, hermano del caudillo difunto, y escapó a Santiago del Estero.
Mientras tanto, Rosas tuvo conocimiento -por informes de los británicos- del plan de Aimé Roger,
que procuraba formar una alianza con Santa Fé, Corrientes y Fructuoso Rivera. Descartada Santa
Fé, por la caída de Cullen, el gobierno correntino de Genaro Berón de Astrada, creyéndose perdido,
no quiso o no pudo explicar sus actos y se unió a Rivera, quien declaró la guerra a Rosas.
En mayo de 1839, Pascual Echagüe, gobernador de Entre Ríos, atacó y venció a Berón de Astrada
en Pago Largo, resultando muerto el gobernador correntino (3º: Sublevación de Berón de Astrada).
Ibarra, por su parte, tras algunas vacilaciones, accedió al pedido de Rosas, que apelaba al artículo
del Pacto Federal vinculado a la extradición de criminales, remitiendo preso a Cullen, que fue
fusilado al pisar suelo bonaerense.
Mientras Rivera permanecía inactivo, costó gran esfuerzo a los miembros de la "Comisión Argentina"
de Montevideo convencer a Lavalle de sumarse a la lucha. Al general no le agradaba la idea de
colaborar con los franceses contra su patria, indignándole los artículos a favor de la potencia
bloquea- dora que publicaba Alberdi en la capital uruguaya. Sin embargo, al fin cedió a las
presiones.
La conspiración destinada a dar muerte a Rosas debía contar con el apoyo de personas radicadas
en Buenos Aires. No pudo ser la "Logia de los Caballeros Liberales" porque su principal dirigente -
Alvear- se acababa de poner a disposición de Rosas, que lo nombró ministro en EEUU.
Fueron, en consecuencia, un grupo de jóvenes románticos (Jacinto Rodríguez Peña, Carlos Tejedor,
Rafael Corvalán y el escribiente del Restaurador, Enrique Lafuente), imprudentes y mal organizados,
que comprometieron en la trama al teniente coronel Ramón Maza (hijo del ex-gobernador y
presidente de la Junta de Representantes, Manuel Vicente Maza). (4º: La conspiración de Maza).
Rosas conoció la conjura porque en ella estaban involucrados los hijos de algunos de sus amigos (el
padre de Corvalán era edecán de Rosas) que, asustados, la denunciaron.
El teniente coronel Maza fue apresado y fusilado, pero no se tomaron medidas drásticas contra los
jóvenes. Manuel Vicente Maza, empero, fue asesinado por la noche en su despacho de la legislatura
por hombres que no parecían tener relación con el gobierno (junio de 1839).
A poco de frustrada la conspiración, Lavalle levantó bandera de enganche en Martín García para
invadir el territorio bonaerense. Reunió poca gente y, sabiendo que el levantamiento de los
estancieros del sur de Buenos Aires continuaba organizándose, se dispuso a desembarcar cerca de
Dolores. Pero la invasión de Pascual Echagüe a la Banda Oriental lo obligó a cambiar de planes.
Rosas, entre tanto, tuvo conocimientos de los proyectos de los estancieros y tomó medidas militares.
Ello precipitó a los complotados, que reunieron una fuerza formada por los peones de sus estancias.
A principios de noviembre de 1839, Prudencio Rosas, un hermano del gobernador, cayó sobre ellos
y los venció fácilmente en Chascomús (5º: La sublevación de los "Libres del Sur").
Los peones prisioneros, que habían marchado engañados creyendo estar combatiendo por Rosas,
fueron dejados en libertad. De los jefes de los llamados "Libres del Sur", Ambrosio Cramer y Pedro
Castelli murieron en el combate; Manuel Rico y Gervasio Rosas (otro hermano de Juan Manuel)
lograron ser recogidos en la costa del Tuyú y traladados a Montevideo.
Para colocar a Echagüe -que había invadido Uruguay- en una situación in- cómoda, los aliados
antirosistas dispusieron que Lavalle, al frente de una "Legión Libertadora" de 500 hombres, pasase a
Entre Ríos. Después de una victoria en Yeruá, los "libertadores" pasaron a Corrientes.
En Corrientes, Pedro Ferré acababa de apoderarse del gobierno y ofreció fuerzas militares a Lavalle,
que llegó a contar con más de 4000 hombres. Juan Pablo "Mascarilla" López, que había llegado
hasta Corrientes con el ejército santafesino, debió retirarse al faltarle caballos y provisiones.
No fue necesario que Lavalle marchase a auxiliar a Rivera. Éste, logró vencer a Echagüe en la
batalla de Cagancha, aunque el entrerriano se retiró ordenadamente.
Cada vez más comprometidos en los asuntos internos del Plata, los franceses habían
desembarcado 800 marineros para proteger Montevideo ante el avance de Echagüe. Pero, la
situación internacional estaba cambiando. El primer ministro británico Palmerston, se estaba
mostrando crecientemente inquieto por la política francesa en Egipto y Sudamérica, y la "entente
cordiale" amenazaba romperse. Ello produjo la caída del gabinete francés y el nuevo gobierno envió
al Plata otro comandante naval -Dupotet- con instrucciones dobles:
En marzo de 1840 se cumplieron dos años de bloqueo, sin que Francia obtuviera demasiado:
Las presiones británicas eran cada vez más amenazantes.
Rivera pretendía ser el comandante en jefe de todas las fuerzas comprometidas en la lucha.
A Ferré no le agradaba la idea de que los soldados correntinos fueran sacados de su provincia.
Sin embargo, la política vacilante de Francia experimentó un cambio al llegar al ministerio Adolfo
Thiers. Imbuído de espíritu belicista, manifestó ante el Parlamento que "era necesario destruir a
Rosas" y, para ello, se llegaría a la guerra si fracasaban las gestiones diplomáticas.
Alentado y auxiliado por los franceses, Lavalle se lanzó contra Echagüe, pero fue vencido en Arroyo
Grande. Salvó parte de su ejército poniéndose bajo la protección de los cañones de la escuadra
francesa.
Se resolvió entonces que el general desembarcase en territorio bonaerense. Lo hizo en San Pedro,
hasta donde fue transportado por buques franceses (agosto de 1840). Rosas quedó sorprendido al
comprobar la actitud a "cara descubierta" de los bloqueadores.
En su marcha, Lavalle llegó hasta Merlo. Allí, decidió emprender la retirada para unirse con
Lamadrid en el norte. Rosas, en tanto, había organizado la defensa de Buenos Aires, reuniendo
hasta 5000 milicianos (setiembre de 1840).
La retirada de Lavalle estuvo acompañada de robos, violaciones y fusilamientos. El colmo del terror
unitario llegó con la ocupación de Santa Fé, que fue saqueada. En Buenos Aires, por su parte,
también los federales desataron el terror. Se confiscaron propiedades, fueron aprisionadas muchas
personas y no faltaron matanzas de unitarios, víctimas del furor popular.
Dispuesto a terminar el conflicto con Rosas, el gobierno francés se decidió finalmente por la acción
directa. A tal fin, organizó una poderosa flota con tropas de desembarco. Pero Palmerston le hizo
saber que conocía todas las violaciones al derecho cometidas por los bloqueadores en el Plata.
Luego, al insistir Thiers en su nacionalismo agresivo, formó una coalición con Austria, Prusia y Rusia
(las potencias absolutistas que aborrecían a la Francia de Luis Felipe I), comprometiéndose a
defender la integridad de Turquía, perturbada por la insurrección egipcia, en la que estaba
comprometida Francia. El gobierno de París comprendió el peligro que corría, aunque no se
mencionara el Río de la Plata.
Por ello, la escuadra fue disminuida en sus efectivos; fue puesta bajo las órdenes de un marino con
experiencia diplomática, el barón Angel de Mackau, y aceptada la mediación del ministro británico
Mandeville.
Finalmente, llegó el acuerdo con la firma del TRATADO ARANA-MACKAU (octubre 1840):
Amnistía para los unitarios, excepto los que hubieran tomado las armas.
Rosas había triunfado en su propósito: había obligado a Francia a firmar un tratado y no había
cedido a la imposición.
En noviembre de 1838, fue asesinado el gobernador Alejandro Heredia. Todo el mundo entendió que
el instigador del crimen había sido el doctor Marco Avellaneda, uno de los "mayos" del norte. En
pocos días, cayeron también los gobiernos federales de Salta y Jujuy, reemplazados por
administraciones encabezados por federales escasamente comprometidos. También se supuso
entonces que todo era obra del mariscal Santa Cruz, que contaba además, con la adhesión de
Catamarca.
El complot tenía el objetivo de quitar a Rosas el manejo de las relaciones exteriores y contaba con el
pronunciamiento favorable de Ibarra, que nunca se produjo.
A principios de 1840, Lamadrid, que había vuelto del exilio por resultarle inaceptable la actitud de
Francia para con su patria, fue enviado a Tucumán a recoger el parque del ejército que había
combatido con Santa Cruz. Secretamente, Rosas le pidió que se hiciera dueño de la situación en
aquellas provincias, pues desconfiaba de sus autoridades.
Pero, Lamadrid es tomado preso por Mariano Acha (antiguo colaborador de Paz, regresado de su
exilio en Bolivia) y, extrañamente, se suma al movimiento antirrosista. En pocos días, por iniciativa
de Marco Avellaneda, se crea la Coalición del Norte (Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja).
En setiembre de 1840, se reúne en Tucumán un "Congreso de Agentes del Norte" (integrado por un
representante de cada una de las cinco provincias) que da forma a la liga, cuyo propósito era la
sanción de una constitución. El "Di-rector de La Liga" sería el gobernador de La Rioja Tomás
Brizuela.
La guerra se inició con el avance de Lamadrid que tomó Córdoba; luego se extendió a las provincias
de Cuyo. Pero, en tanto, el ejército de Rosas, mandado por Oribe, alcanzó a Lavalle y lo derrotó en
Quebracho Herrado.
A pesar de algunos triunfos, los coaligados comenzaron a sufrir una serie de derrotas definitorias:
Lamadrid fue vencido en Rodeo del Medio y, en el mismo mes de septiembre de 1841 Lavalle fue
derrotado por Oribe en Famaillá.
Vencida la Coalición del Norte sus principales dirigentes (con Marco Avellaneda a la cabeza) fueron
ejecutados. Lavalle, refugiado en una casa de Jujuy, fue muerto por una partida federal.
2) La Guerra Grande.
3) La intervención anglo-francesa.
En ese momento volvió a aparecer la antigua idea de la "Federación del Uruguay". Pero, todos los
jefes se recelaban mutuamente (Rivera, Ferré y Paz) y López no era tomado en serio en su propia
provincia.
Después de invadir Entre Ríos, Paz se hizo nombrar por una amedrentada legislatura gobernador de
aquella provincia. Pero Ferré no quería que sus soldados se alejaran de Corrientes y, cuando llegó
el momento de actuar Paz se retiró, alegando que los intereses argentinos no estaban contemplados
en la alianza.
En tanto Oribe, vencedor de la Coalición del Norte, cayó sobre Rivera que había invadido Entre Ríos
y lo derrotó completamente en Arroyo Grande (diciembre de 1842).
Oribe cruzó el Río Uruguay, penetrando en territorio oriental en persecución de Rivera. Éste,
habiendo intentado detener a su rival fue dispersado y alejado de Montevideo. En febrero de 1843
Oribe si situó frente a la capital e inició el sitio.
Joaquín Suárez, presidente del Senado, a cargo del gobierno, preparó la defensa de la ciudad,
nombrando jefe de la misma al general Paz. Además de unos pocos soldados y negros libertos, se
formaron una "legión francesa", una "legión italiana" y una "legión española". Británicos y franceses
desembarcaron de sus naves de guerra cañones y marineros con el pretexto de proteger a sus
connacionales.
Cuando Rosas ordenó a Brown -que había derrotado a la cuadrilla montevideana de Garibaldi en
Costa Brava- bloquear Montevideo por mar el comodoro británico Purvis se lo impidió. Se basaba en
el curioso motivo de que "el gobierno de Su MB no reconoce a los pueblos de Sudamérica como
potencias marítimas autorizadas para el ejercicio de tan alto e importante derecho como el bloqueo".
Simultáneamente, los ministros de Francia y Gran Bretaña conminaron al gobierno de Buenos Aires
a no intervenir en los asuntos internos del Uruguay.
3º): La intervención anglo-francesa:
La primera y más importante expresión de ese cambio se puso en evidencia en el nuevo partido
llamado "conservador", desprendimiento de los antiguos "tory", cuya razón de ser había sido la
defensa de los intereses de la clase terrateniente. Mientras los viejos liberales ("whigh") se basaban
en la clase industrial y financiera, los nuevos conservadores buscaban el engrandecimiento del
Imperio Británico por cualquier método.
En 1841, los conservadores de Robert Pill llegaron al gobierno, con el Conde de Aberdeen a cargo
de las relaciones exteriores. Con respecto al Plata la nueva política británica apuntaba a:
Imponer la libre navegación de los ríos, aprovechando las ventajas de los barcos a vapor.
Sin embargo, en un principio, el comodoro Purvis y los ministros británico y francés fueron
desautorizados por sus respectivos gobiernos.
A fin de convencer a las autoridades de Londres y París de que intervinieran en el conflicto, partió
hacia Europa Florencio Varela, en nombre de Rivera y de la "Comisión Argentina". Según las
instrucciones recibidas, Varela debía:
Solicitar la intervención anglo-francesa a fin de poner fin a la guerra existente, sin menos-cabo de la
independencia oriental.
Ofrecer la libre navegación de los afluentes del Plata, acompañada de la separación de Corrientes y
Entre Ríos de la Argentina.
Varela viajó munido de documentos como las "tablas de sangre" de Rivera Indarte, que probaban el
salvajismo del régimen imperante en Buenos Aires.
Varela tuvo la sensación de que su misión había resultado un fracaso. Sin embargo, en aquel
momento Gran Bretaña necesitaba resucitar la "entente cordiale" con Francia, ya que le preocupaba
la posible anexión de Texas (con sus vitales plantaciones de algodón) a los Estados Unidos. El Río
de la Plata sería la puesta prueba de la nueva alianza.
A principios de 1845 Rivera fue totalmente derrotado por el entrerriano Justo José de Urquiza en
India muerta. Oribe se aprestó a ordenar el asalto a Montevideo, y Brown recibió órdenes de
extremar el bloqueo.
Fue entonces cuando las dos potencias europeas presentaron a Rosas un ultimátum:
Ante la negativa, los interventores declararon el bloqueo a las costas de Buenos Aires (setiembre de
1845). La flota anglofrancesa, tras ocupar Martín García y apoderarse de los barcos de Brown, se
internó en el río Paraná en una expedición bélico-comercial, a fin de forzar la apertura de los puertos
de Entre Ríos, Corrientes y Paraguay al tráfico extranjero. Fue atacada por las baterías costeras del
general Lucio Mancilla, lo que dio lugar al combate de La Vuelta de Obligado (20 de noviembre de
1845). Si bien las naves pudieron finalmente abrirse paso, la experiencia no volvió a repetirse por los
daños sufridos y las escasas ventajas comerciales obtenidas.
En ese período, el hombre encargado de enfrentar a los enemigos era Urquiza. Pero, desde muy
temprano, el gobernador de Entre Ríos fue objeto de ofertas y proposiciones de abandonar el campo
rosista, que comenzaron a debilitar su lealtad.
El comercio inglés se estaba perjudicando mucho por el bloqueo, al tiempo que Rosas había
suspendido los pagos por el empréstito. Por eso, las tratativas de arreglo fueron numerosas y, en
1847, Gran Bretaña levantó su medida coercitiva, aunque recién en 1849 se firmó el tratado
definitivo.
TRATADO ARANA-SOUTHERN
Los soldados argentinos del ejército de Oribe dejarían suelo oriental cuando Francia desarmase las
"legiones extranjeras" que defendían Montevideo.
Se reconocía que la navegación del Paraná era "interna" de la Argentina y sujeta a sus
reglamentaciones, y la del Uruguay compartida por la Argentina y la República Oriental.
Algunos meses después, llegó el arreglo -en términos similares- con Francia, a partir de la firma del
Tratado ARANA-LEPREDOUR
En medio del conflicto con Gran Bretaña y Francia, Corrientes volvió a alzar- se contra Rosas. Ya en
1845, algunos exilados procedentes de Brasil se apoderaron del gobierno de la provincia. Al poco
tiempo se sumó a ellos el general Paz. Los líderes del movimiento eran los hermanos Juan y
Joaquín Madariaga.
Urquiza, encargado de reprimir aquel nuevo alzamiento, fue trabajado incesantemente por agentes
europeos y del gobierno de Montevideo para que se pronunciara contra Rosas. El gobernador
entrerriano firmó entonces con los hermanos Madariaga los Tratados de Alcaraz (Corrientes se
reincorporaba a la Confederación Argentina, pero disfrutaría de algunas excepciones, no quedando
comprometida a participar de la guerra contra Montevideo ni del conflicto con Gran Bretaña y
Francia). Si Rosas mostraba su intolerancia frente a estos tratados, Urquiza se "pronunciaría",
separando a Entre Ríos y Corrientes temporalmente de la Confederación.
Naturalmente, Rosas se opuso; pero Urquiza dio marcha atrás a sus proyectos y atacó a los
Madariaga venciéndolos en el Potrero de Vences. Corrientes se reincorporó sin condiciones a la
Confederación, eligiendo como gobernador a un hombre de Urquiza, Benjamín Virasoro.
Punto 4.
Hacia 1850, el prestigio de Rosas en el país era absoluto. Previo al vencimiento del quinquenio
1845-1850, el Restaurador solicitó varias veces se lo eximiese de encabezar un nuevo período,
argumentando problemas de salud. Sin embargo, resultó reelecto.
En ese lapso, las provincias hicieron llegar mensajes a la Junta de Representantes de Buenos Aires
solicitando la reelección de Rosas. Pero, Mendoza y La Rioja no se limitaron a pedir la reelección; le
confirieron la "Suprema jefatura nacional". Luego, a lo largo de 1850 y 1851, las siguieron todas las
demás, con excepción de Entre Ríos y Corrientes.
Para resolver la nueva situación política que convertía a Rosas en "Jefe Supremo de la
Confederación", comenzaron a llegar a Buenos Aires, a mediados de 1851, "plenipotenciarios"
nombrados por cada una de las provincias.
Después de llegar al estado de guerra con la Argentina, Carlos Antonio López había iniciado una
apertura que podía desembocar en la reincorporación del Paraguay.
Se habían iniciado las mejores relaciones con Manuel Isidoro Belzu, gobernante de Bolivia.
Naturalmente, el Imperio del Brasil observaba con recelo la favorable situación argentina. Como en
el comienzo de la revolución de los "farrapos", los opositores republicanos y antiesclavistas del Brasil
miraban con simpatía al régimen de Rosas. El gobierno imperial, por su parte, no había dejado de
asumir actitudes hostiles (pretendiendo asociarse a la intervención anglo- francesa, abasteciendo a
Montevideo y empujando a Paraguay a declararse independiente) para con la Argentina.
Tomás Guido, el ministro argentino en Río de Janeiro, presentó varios reclamos, a los que el
canciller Paulino Soares de Souza respondió con evasivas o acusaciones, ya que algunas partidas
brasileñas habían sido atacadas por hombres de Oribe, a quien Brasil no reconocía como autoridad
legal del Uruguay.
Cuando, a mediados de aquel año, Rosas dispuso la ruptura de relaciones, la situación militar del
Imperio -con excepción de la marina- era francamente inferior. La Confederación contaba con unos
30.000 hombres:
El "pronunciamiento" de Urquiza:
Entonces, cuando ya estaban a punto de iniciarse las operaciones de la guerra con Brasil, Urquiza
pareció dispuesto a interesarse en las propuestas de alianza que le llegaban desde el gobierno
imperial a través de su agente en Montevideo, Antonio Cuyás y Sampere. A estas negociaciones -
que Rosas conocía- se agregó la publicación en el semanario "La Regeneración", de Concepción del
Uruguay, de un artículo, en enero de 1851, en el que se ex- presaba que el "año 1851 sería el de la
organización nacional".
Se supone que Urquiza estaba obrando exclusivamente por móviles económicos, y que sus
tratativas con los brasileños y el artículo periodístico en cuestión eran maniobras para forzar a Rosas
a levantar las restricciones contra el "tráfico irregular entrerriano". Sin embargo, el Restaurador no
dio señales de vida.
En ese lapso, empero, las negociaciones entre Urquiza, Brasil y Montevideo continuaron avanzando
hasta decidir al gobernador de Entre Ríos a la ruptura.
Según la leyenda, Urquiza se "pronunció" en un solemne acto público celebrado en Concepción del
Uruguay, el 1º de mayo de 1851, en el que fueron leídos dos decretos:
Por el segundo, se reemplazaba la expresión "mueran los salvajes unitarios" por "mueran los
enemigos de la organización nacional".
Mantener la independencia del Uruguay, haciendo salir de su territorio a Oribe y los soldados
argentinos.
Si el gobierno de Buenos Aires declarase la guerra a uno de los aliados, la alianza se convertiría en
común contra dicho gobierno.
Una vez acordadas las operaciones militares y navales de los aliados, Urquiza desembarcó en
territorio oriental, uniéndosele de inmediato varios oficiales blancos, que abandonaron la causa de
Oribe (julio de 1851). Sin embargo, como las fuerzas brasileñas no se movían, Urquiza intentó
ganar tiempo concertando un armisticio con Oribe. En tanto, el ingreso de buques brasileños en el
Paraná, llevaron a Rosas a declarar formalmente la guerra.
Cuando, a inicios de setiembre, los brasileños cruzaron la frontera uruguaya, Oribe consideró que ya
no podía sostenerse más y capituló ante Urquiza, tras aceptar las bases del acuerdo del Pantanoso,
en las que bajo la fórmula "ni vencedores ni vencidos", se disponía:
Paralelamente, el gobierno de Montevideo firmó varios tratados con Brasil, que conferían al Imperio
ventajas territoriales y control político y financiero sobre la República Oriental. Otro éxito diplomático
brasileño fue la incorporación a la alianza antirrosista del Paraguay de Carlos Antonio López, que se
unía a ella para obtener el reconocimiento de su independencia.
Hacer la guerra al gobierno de la Confederación Argentina, cuya existencia era incompatible con la
paz y la tranquilidad de la región.
El peso militar de la misma lo llevarían Entre Ríos y Corrientes, en tanto las fuerzas brasileñas
actuarían como "auxiliares".
El futuro gobierno argentino se haría cargo de la deuda por los subsidios brasileños a Urquiza
(500.000 patacones).
El 3 de febrero de 1852, el "Ejército Grande" de Urquiza (28.000 hombres, de los cuales 4.000 eran
brasileños) derrotó en Caseros a Rosas (22.000 hombres). Desde el campo de batalla, el
Restaurador envió su renuncia a la Junta de Representantes porteña y se refugió en la legación
británica.
Punto 5.
La segunda guerra argentino-brasileña había durado apenas un mes (agosto/febrero), concluyendo
con una inesperada victoria del Imperio, obtenida, más que por las acciones militares, por la
paciencia y habilidad de la diplomacia conducida por Paulino Soares de Souza.
Ahora, la preeminencia de Brasil en la región era incuestionable pero, el gobierno imperial sabía que
era preciso aprovecharse del triunfo con moderación y prudencia. Nada de incorporarse a la antigua
Cisplatina ni procurar el desmembramiento de las regiones mesopotámicas argentinas para crear
Estados que caerían bajo su órbita de influencia.
Aquella prudencia estaba dictada por el convencimiento de que Gran Bretaña se interpondría. En
efecto, el desenlace de Caseros había tomado por sorpresa a Londres. Consumado el hecho, Gran
Bretaña se dispuso a:
A la derrota de Rosas siguieron venganzas y ejecuciones en Buenos Aires. Incluso, los vencedores
produjeron saqueos y violencias en la ciudad. Instalado en la residencia del Restaurador, Urquiza
logró finalmente imponer el orden. Allí, en Palermo, tras recibir al presidente de la Cámara de
Justicia, Vicente López y Planes, el gobernador entrerriano reconoció a éste como gobernador
interino de la provincia.
En tanto, sopesaba su situación, considerando que debía proceder con prudencia con los
gobernadores de las provincias. Lo contrario, implicaba:
Mientras la misión de Irigoyen era coronada por el éxito, surgían a diario problemas con los unitarios
y los brasileños.
Los primeros habían retornado cargados de rencores y espíritu revanchista. En un primer momento
eran dirigidos por Valentín Alsina, ministro de Gobierno designado por Vicente López y Planes, quien
dispuso la abolición de la divisa punzó, la confiscación de los bienes de Rosas y numerosas
cesantías en la administración y hasta en el clero.
Con los brasileños, existía el problema del trazado de límites y, especialmente, la situación interna
del Uruguay, donde los blancos habían impuesto como presidente a Juan Francisco Giró y parecían
dispuestos a no cumplir los tratados de octubre de 1851, suscriptos por el Imperio y el gobierno de
Montevideo.
Frente a las exigencias de los brasileños que demandaban el cumplimiento de los compromisos,
Urquiza -que sólo era gobernador de Entre Ríos- reunió a Vicente López y Planes (Buenos Aires),
Benjamín Virasoro (Corrientes), Manuel Leiva (sin poderes específicos de Santa Fé) y él mismo,
quienes suscribieron los Protocolos de Palermo (abril de 1852):
PROTOCOLOS de PALERMO
Se le otorgaba el mismo "a la persona del general Urquiza" con efecto retroactivo (se nacionalizaban
los compromisos de Urquiza con Brasil).
Se convocaba a la extinguida Comisión Representativa que, por la cláusula 5ª. Del artículo 16º del
Pacto Federal, debía invitar a las provincias a la reunión de un Congreso Federativo.
Punto 6.
No tardó en advertirse que los Protocolos de Palermo no aportarían solución práctica al problema del
futuro Congreso:
Porque el gobernador de Buenos Aires, sin apoyos políticos y despojado del manejo de las
relaciones exteriores, carecía de relevancia para convocarlo.
Porque el propio Urquiza no contaba para hacerlo más que con el apoyo de los gobernadores y un
ministro.
Se resolvió entonces que la convocatoria debían efectuarla "todos" los gobernadores. El 8 de abril,
dos días después de firmados los protocolos, se envió una circular a las provincias, citando a todos
los gobernadores para una reunión a celebrarse en San Nicolás de los Arroyos. Debían viajar
munidos de los poderes necesarios de sus legislaturas para poder abordar el tema en cuestión.
Descontando la hostilidad de los porteños hacia Urquiza, el correntino Juan Pujol propuso volver a
poner en vigencia la Ley de Capitalización de la época de Rivadavia. De ese modo, Buenos Aires
volvería a desaparecer como provincia y con ella, su legislatura. Además, se facilitaría el dar a
Urquiza poderes nacionales y el manejo de las relaciones exteriores de la Confederación.
Sin embargo, el propio círculo de Urquiza consideró demasiado aventurado el dar aquel paso. De
ese modo, nerviosos por tener que dejar sus provincias en medio de la euforia liberal (López
"Quebracho" acababa de ser depuesto en Córdoba), viajaron los gobernadores hacia San Nicolás.
Catamarca (cuyo gobernador había muerto) se hizo representar por el propio Urquiza. Otros tres
mandatarios no llegaron a tiempo. Un grupo de ministros que se hallaba en San Nicolás (Leiva,
Pujol, Vicente Fidel López) redactó el Acuerdo, que llevaba fecha 31 de mayo de 1852.
Dispondría de todas las fuerzas militares de las provincias (veteranas y milicias), pudiendo intervenir
en ellas para restablecer la paz y el orden cuando "su prudencia o patriotismo lo sugieran".
En casos graves, podría ser asistido por un "consejo de Estado", cuyos miembros serían elegidos
por el Director.
Como el país se hallaba en paz y tranquilidad, se convocaba para agosto de 1852 la reunión de un
Congreso Constituyente en Santa Fé.
Cada provincia enviaría dos diputados (por ser todas iguales en derechos), elegidos por el sistema
con el que cada provincia elegía a su legislatura.
Los diputados no podían llevar instrucciones de sus provincias, aunque éstas podían removerlos y
no serían juzgados por sus opiniones.
Bolilla X.
Punto 1.
La lista "amarilla" (Dalmacio Vélez Sarsfield, Bartolomé Mitre, Pastor Obligado, entre otros) obtuvo
más de 7.000 votos. Era decididamente "anti-urquicista" y la apoyaban:
La lista "blanca", partidaria de Urquiza y apoyada por el diario "El Progreso" (redactado por Diego de
Alvear), obtuvo menos de la mitad de los votos.
Cuando Urquiza hizo pública su preferencia por Vicente López y Planes, la nueva legislatura no se
atrevió a contradecirlo y consagró a éste como gobernador efectivo de la provincia.
Pero, los rumores primero, y la circulación luego, de una copia del Acuerdo de San Nicolás, agitaron
los ánimos de la oposición, dando lugar a las "Jornadas de Junio".
Vicente López y Planes regresó a Buenos Aires y, dos días después, remitió el Acuerdo a la
Legislatura para su aprobación. Los opositores a Urquiza difirieron una semana el debate, sin duda
con la intención de prepararse mejor para un alzamiento.
BARTOLOMÉ MITRE: atacó los poderes conferidos a Urquiza, a los que llamó dictatoriales y
despóticos; constituían un peligro para la libertad y que no tenían precedente en la historia nacional.
DALMACIO VÉLEZ SARSFIELD: atacó el Acuerdo desde el punto de vista jurídico. Consideró ilegal
el hecho de que los gobernadores confirieran poderes superiores a los suyos, constituyéndose en
San Nicolás en un cuerpo legislativo.
JUAN MARÍA GUTIÉRREZ (Ministro de Vicente López y Planes): defendió el Acuerdo, pues
consideraba que la falta de una autoridad con poder efectivo era la causa de todos los males del
país.
VICENTE FIDEL LÓPEZ (Hijo del gobernador): refutó a Vélez Sarsfield, manifestando que el
Acuerdo no creaba un pacto o una ley nueva, sino que era un acto ejecutivo por el que se llamaba a
cumplir el Pacto Federal.
Sin haberse producido aún una votación resultaba evidente que el acuerdo sería rechazado por la
Legislatura. Vicente López y Planes presentó la renuncia y la Junta nombró a Manuel Guillermo
Pinto, su presidente, como gobernador interino.
Al día siguiente (24 de Junio), Urquiza envió un escueto decreto a la Legislatura, expresando que
intervenía la provincia de Buenos Aires en uso de las facultades que le otorgaba el Acuerdo de San
Nicolás. Los diarios opositores fueron cerrados y los principales dirigentes anti-urquicistas (Mitre,
Vélez Sarsfield, entre otros) desterrados a Montevideo.
Sin embargo, el anciano se hallaba molesto en aquella situación donde debía cumplir las órdenes de
Urquiza al tiempo de ser odiado por los porteños. Cuando el vencedor de Caseros -que quería ganar
a los antiguos rosistas- le ordenó que anulase la confiscación de los bienes de Rosas, López buscó
un pretexto y renunció, encerrándose en su domicilio. Frente a esta situación, Urquiza se hizo cargo
directamente del gobierno de la provincia de Buenos Aires (31 de Julio).
Fue también creado el Consejo de Estado previsto en el Acuerdo de San Nicolás. Lo integraron,
desde conocidos rosistas (Guido-Arana) hasta unitarios rivadavianos (Del Carril). En elecciones que,
según los opositores fue-ron realizadas "bajo el imperio de la fuerza" dos miembros del Consejo (Del
Carril y Lahítte) fueron electos diputados de Buenos Aires al Congreso de Santa Fé.
Por entonces, arribaron a Buenos Aires los comisionados de Gran Bretaña y Francia, Hotham y St.-
Georges. Venían con el propósito de anular los trata- dos Southern y Lepredour. No tuvieron
dificultades con Urquiza quien, no obstante, no quiso comprometerse con la firma de un tratado que
podía interpretarse como fruto de una presión. Simplemente, declaró la libre navegación de los ríos
interiores por un decreto.
Como era preciso inaugurar el Congreso Constituyente de Santa Fé y después de proclamar una
amnistía política, Urquiza se embarcó en el navío del representante británico sir Charles Hotham,
dejando como delegado en Bue- nos Aires al general José Miguel Galán.
En la noche del 10 al 11 de setiembre de 1852, parte de las tropas de Urquiza se sublevaron por
iniciativa de los generales José María Pirán y Juan Madariaga, que levantó a los correntinos. A
Galán se le permitió salir de la ciudad con los entrerrianos. Al movimiento se sumaron las dos
facciones liberales (denominación con la que reconoceremos a los antiguos unitarios) que
comenzaban a pergeñarse en Buenos Aires, aunque tomarían forma algunos años más tarde:
"AUTONOMISTAS": aislacionistas y secesionistas que deseaban separar Buenos Aires del resto de
las provincias; liderados por Valentín Alsina.
"NACIONALISTAS": partidarios de imponer la hegemonía de Buenos Aires sobre el resto del país;
liderados por Bartolomé Mitre.
Pocas horas más tarde, volvió a reunirse la Junta de Representantes, disuelta después de las
"jornadas de junio". En los días subsiguientes, se dispuso:
Encerrado con sus fuerzas en Entre Ríos, volvió a pensar en librarse de aquella situación retomando
el antiguo proyecto de separar la Mesopotamia de la Confederación Argentina. Pero, ahora era
tarde. El ministro Hotham expresó a su hijo Diógenes Urquiza que aquella proliferación de
"republique- tas" sólo beneficiaría a Brasil, que se convertiría en el amo de la región.
Presa de su espíritu bélico, y tratando de desmentir las intenciones secesionistas que se le atribuían,
Alsina envió al general José María Paz en una misión "pacífica" destinada a impedir la reunión del
Congreso de Santa Fé. Si fracasaba, su misión debía asumir carácter "militar".
Paralelamente, se organizó en Buenos Aires una expedición destinada a invadir Entre Ríos y
Corrientes, a cargo de Manuel Hornos y Juan Madariaga. Sin embargo, ambos intentos fracasaron.
En Entre Ríos los invasores fueron derrotados, en tanto Paz no pudo contar con las fuerzas que
proyectaba reunir, pues el antiguo coronel rosista Hilario Lagos se sublevó con la División Centro de
la provincia de Buenos Aires.
La ciudad porteña fue sitiada, pero Lagos tardó un tiempo excesivo, perdiendo la oportunidad de
poner fin a la revolución liberal.
Mientras tanto, la intervención de los agentes diplomáticos de Gran Bretaña, Francia y Estados
Unidos intentaba poner fin al conflicto. A ella se sumó la "mediación" del propio Urquiza, arribado
con fuerzas militares hasta San Jo- sé de Flores. En un principio, sólo se logró la separación de
Alsina del gobierno, las otras bases de arreglo fueron discutidas sin llegarse a un acuerdo
(reconocimiento de la autonomía de Buenos Aires; incorporación al Congreso de Santa Fé de los
diputados porteños, pero elegidos a razón de uno cada 15.000 habitantes; derecho de Buenos Aires
de revisar la Constitución; amnistía para las fuerzas de Lagos; pago de una indemnización a los
sitiado- res; devolución de los barcos de la escuadra porteña capturados por los buques de la
Confederación).
El impacto causado por la defección del jefe de la escuadra de la Confederación, John Halstead
Coe, sumado a los pocos deseos de luchar de Urquiza, determinaron finalmente el levantamiento del
sitio (julio de 1853).
Punto 2.
Las dudas que asaltaron a Urquiza al no poder someter rápidamente a Buenos Aires, dejaron en
segundo plano el Congreso de Santa Fé. Pero, cuando sir Charles Hotham vetó el proyecto de
segregar la Mesopotamia, el Director Provisorio debió continuar con la idea original.
La proximidad de Paz postergó por unos días la actividad de los diputados, pero la tensión se disipó
al sublevarse Lagos. Entonces, se formó la "comisión de negocios constitucionales":
"EL CÍRCULO": Salvador María del Carril (San Juan), Salustiano Zavalía (Tucumán), Gutiérrez y
Gorostiaga, que eran liberales.
"LA MONTONERA": Facundo Zuviría (Salta), Pedro Zenteno (sacerdote, Catamarca), Manuel Pérez
(sacerdote, Tucumán), Leiva, Díaz Colodrero y Ferré, que eran católicos-localistas.
Como Urquiza necesitaba presentar a los porteños la Constitución como un hecho consumado,
exigía resultados. Para superar el estado de estancamiento de las discusiones, provocado por el
tema de la libertad de cultos, fueron incorporados a la comisión: Santiago Derqui (Córdoba), Martín
Zapata (Mendoza) y Zavalía, con lo que los "circuleros" quedaron en mayoría.
"...la ciencia del legislador no está en saber los principios del derecho constitucional... está en saber
cuidarse de las teorías desmentidas por los hechos; las instituciones no son sino la fórmula de las
costumbres públicas, de los antecedentes, del carácter de los pueblos".
En tanto el diputado Zenteno coincidió en que las circunstancias por las que atravesaba el país no
eran totalmente pacíficas, los "circuleros" rechazaron airadamente esta visión (Gutiérrez, Zapata,
Zavalía, entre otros). Gutiérrez se preguntó:
"...¿Hemos de burlar a los pueblos en su anhelada esperanza de que una constitución liberal ponga
fin a las desgracias que los aquejan?".
El proyecto fue, en consecuencia, aprobado por los constituyentes urgidos por Urquiza. A parir de
ese momento, el Congreso se abocó al análisis y a- probación de los 107 artículos del proyecto, en
una tarea que demandó 10 noches (del 21 al 30 de abril). Los diputados de "la montonera" sólo
hicieron cuestión por la libertad de cultos, logrando imponer la obligación de que al menos el
presidente de la República fuera católico. No consiguieron que ese requisito fuera extendido a los
senadores.
Para los unitarios y federales "doctrinarios", la constitución sería algo así como la panacea capaz de
remediar todos los males del país. Sólo que para los segundos debía tratarse de un código
descentralizado, según el modelo de los EEUU.
Los románticos, por el contrario, consideraban a los hombres, los países y las leyes como formados
por la historia, y que no podían ser modificados por códigos escritos. Eso pensaban hombres como
Alberdi y Sarmiento. Pero, en 1852, aceptaban las constituciones.
El 1º de mayo de 1852, Alberdi editó en Chile "Bases y puntos de partida para la organización de la
República Argentina derivados de la ley que preside el desarrollo de la civilización en la América del
Sur" ("y del Tratado del 4 de enero de 1831", le agregó en su segunda edición). Esta obra habría de
ser el evangelio político de los constituyentes de Santa Fé. En la segunda edición de agosto de
1852, Alberdi le agregó, por expreso pedido de Juan María Gutiérrez, un proyecto de constitución
para ser analizado y votado por el Congreso.
"LAS BASES"
Era utópico -según Alberdi- pensar que la raza hispanoamericana, salida de un "tenebroso pasado
colonial", pudiera realizar la república representativa.
Le parecía absurdo pretender aclimatar entre los argentinos los principios del constitucionalismo
anglosajón. Por eso, sostenía que no eran las leyes las que había que cambiar sino los hombres.
Decía que si íbamos a hacer la población para el sistema, debíamos fomentar la población
anglosajona, identificada con el vapor, el comercio y la libertad. Es decir, debía traerse la gente para
la que había sido hecha la constitución.
No era un problema de educación, sino de raza ("haced pasar el roto, el gaucho, el cholo por el
mejor sistema de educación: en cien años no haréis de él un obrero inglés").
Sostenía que "gobernar es poblar", pero previamente era preciso despoblar el país de criollos y
repoblarlo luego con gentes aptas para la libertad.
Para imponer la libertad e impedir los desbordes nacionalistas, era necesario ponerse bajo la
protección "del cañón extranjero". Pero, como ese cañón sólo vendría a defender sus intereses, era
preciso atraer a los intereses extranjeros y protegerlos, otorgándoles privilegios e inmunidades.
Nada de guerras, sugería. "La gloria es una plaga de América del Sur". Había que vivir con honor,
pero con dinero. El extranjero diligente debía fecundar a nuestras mujeres y hacer prosperar la tierra.
Esta sería la filosofía de una burguesía extranjerizada que no se identificaba con las masas
nacionalistas, incultas y rebeldes.
Una dudosa traducción de la Constitución de los Estados Unidas, debida al venezolano Manuel
García de Sena, de la que recogió conceptos equivocados (serían enmendados en Santa Fé) como
la inexistencia del vicepresidente y la integración del Senado por un senador por provincia.
El estado de sitio, la organización de los ministerios y facultades para robustecer el ejecutivo fueron
tomadas de la Constitución de Chile.
La duración de seis años del período presidencial sin reelección, fueron tomadas de la Constitución
de Perú.
El trato preferencial para los extranjeros y la educación gratuita, fueron tomadas de la Constitución
de California de 1850.
Punto 3.
Las fuentes inmediatas de la Constitución Nacional son dos: el proyecto de Alberdi y la Constitución
de los EEUU.
La influencia del proyecto de Alberdi es directa y se evidencia a través de sus artículos, temas y
sistemática. Con referencia a la Constitución de los EE UU, se ha sostenido que nuestra
Constitución copia de ella muchas disposiciones. No obstante habérsela tenido en cuenta, en el
texto nacional existen instituciones basadas en la realidad histórica del país, particular- mente en
algunos antecedentes constitucionales, como el Estatuto Provisional de 1815 y las Constituciones de
1819 y 1826.
ESTRUCTURA de la CONSTITUCIÓN
PREÁMBULO:
Tomado de la Constitución de los EEUU, fue adaptado a los antecedentes históricos del país.
Para la doctrina constitucional argentina tiene valor interpretativo (expresó Alberdi: "es la antorcha
que disipa la oscuridad de las cuestiones prácticas, alumbra el camino de la legislación y señala
rumbos al gobierno"). Pero, nunca puede ser invocado para ampliar las atribuciones de los poderes
públicos.
La primera determina el origen de la Constitución. (Nos los Representantes del pueblo de la Nación
Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias
que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes).
Vale decir, que los diputados del Congreso Constituyente representaban al pueblo de la Nación y a
las provincias, reconocidas como preexistentes a la Nación; que dicha reunión era el resultado de
pactos anteriores (los tratados del Pilar y Cuadrilátero, los pactos interprovinciales celebrados en
1827, 1829 y 1830 y el Pacto Federal de enero de 1831).
En el Preámbulo norteamericano dice: "Nos, el Pueblo de los Estados Unidos de América" porque no
podían hacer referencia a la voluntad de los estados que se manifestaría más tarde cuando
ratificaran la Constitución.
La segunda enumera los propósitos perseguidos. (... con el objeto de constituir la unión nacional,
afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el
bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra
posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino).
En el preámbulo norteamericano se expresa: "constituir una unión más perfecta". En efecto, allí
existía la unión, que era preciso perfeccionar. En la Argentina, no obstante actos reiterados que
demostraban la existencia de una unión, faltaba organizarla.
También era preciso aquí organizar la justicia que subsistía, conservando rasgos de la época
colonial, confiando a veces su administración a funcionarios políticos. De igual modo, era necesario
consolidar la paz creando el derecho de intervención a las provincias, el estado de sitio, la
prohibición de resolver por las armas las querellas interprovinciales y evitar las luchas económicas.
En el mismo sentido se inscribía el propósito de proveer a la defensa común, tanto para preservar la
paz interior como para proteger la independencia.
La tercera invoca la protección divina. (...invocando la protección de Dios, fuente de to- da razón y
justicia). Es un reconocimiento a la fe imperante en la sociedad argentina de me- diados del siglo
XIX. No figura en el preámbulo norteamericano.
En esta parte primera se agrupaban treinta y un artículos, de los cuales, unos consignaban
declaraciones, y otros, los derechos reconocidos a los habitantes o las garantías acordadas a ellos.
(*) Con respecto a LA SEDE del GOBIERNO NACIONAL: El artículo 3 declaró a la ciudad de Buenos
Aires como capital de la Confederación. Una ley especial de mayo de 1853 fijaba los límites de la
ciudad y se federalizaban sus establecimientos, invitándosela a constituirse en estado autónomo en
el resto del territorio que le quedaba y a examinar y aceptar la Constitución.
(*) Con respecto al FOMENTO de la INMIGRACIÓN: El artículo 25 declaraba: "El gobierno Federal
fomentará la inmigración europea y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la
entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objetivo labrar la tierra, mejorar
las industrias y enseñar las artes y las ciencias".
(*) Con respecto a LOS GOBIERNOS PROVINCIALES: El artículo 5º determinaba: "Cada provincia
dictará para sí una Constitución bajo el sistema representativo republicano, de acuerdo con los
principios, declaraciones y garantías de la Constitución Nacional, y que asegure la administración de
su justicia, su régimen municipal y la educación primaria gratuita. Las constituciones provinciales
serán revisadas por el Congreso antes de su promulgación"
Capítulo 2: Senado.
Estaría formado de dos senadores de cada Provincia, elegidos por sus respectivas legislaturas, y
dos senadores de la Capital. Debían tener 30 años de edad, 6 como ejercicio de la ciudadanía y
disfrutar de una renta anual de 2.000 pesos fuertes o una entrada equivalente. Durarían 9 años en
su mandato y podrían ser reelegidos indefinidamente, pero la Cámara se renovaría mediante sorteo
por terceras partes cada trienio.
Ambas cámaras se reúnen en sesiones ordinarias todos los años, desde el 1º de mayo hasta el 30
de setiembre. Pueden ser convocadas a sesiones de manera simultánea. Cada cámara hará su
reglamento. Los diputados y senadores prestarán juramento de desempeñar fielmente el cargo. Los
servicios de diputados y senadores serán remunerados.
Sería desempeñado por un ciudadano con el título de Presidente de la Nación Argentina. Estaría
acompañado por un Vicepresidente, que lo reemplazaría en caso de enfermedad, ausencia de la
capital, muerte, renuncia o destitución. Para ambos casos se exigía haber nacido en territorio
argentino o ser hijo de ciudadano nativo, pertenecer a la comunión católica apostólica romana y las
demás calidades de los senadores. Serían elegidos por electores elegidos directamente por el
pueblo (el escrutinio lo haría el Congreso) y durarían 6 años no pudiendo ser reelegidos sino con un
intervalo de un período. Percibirían un sueldo y al tomar posesión del cargo deberían prestar
juramento.
Capítulo 2: Forma y tiempo de elección del vicepresidente.
Capítulo 3: Atribuciones.
El Presidente sería el jefe supremo de la Nación, teniendo a su cargo la administración general del
país; nombraría a los magistrados de la Corte Suprema y demás tribunales inferiores con acuerdo
del Senado; le correspondería la apertura de las sesiones del Congreso; recaudaría las rentas de la
Nación y podría firmar tratados de paz, comercio y navegación.
Capítulo 4: Ministros.
Cinco Ministros Secretarios tendrían a su cargo el despacho de los negocios de la Nación: Interior,
Relaciones Exteriores, Hacienda, Justicia Culto e Instrucción Pública y Guerra y Marina.
Los ministros podrían participar de los debates legislativos, pero no podrían votar. Percibirían un
sueldo.
El Poder Judicial de la Nación sería ejercido por una Corte Suprema de Justicia, compuesta por 9
jueces y dos fiscales, que residiría en la Capital, y por demás tribunales inferiores que el Congreso
estableciera en el territorio nacional.
Los jueces conservarían sus empleos "mientras dure su buena conducta", ninguno podría ser
miembro de la Corte sin ser abogado de la Nación con 8 años de ejercicio y las calidades exigidas a
los senadores.
Capítulo 2: Atribuciones.
Las provincias "conservan todo el poder no delegado por esta Constitución al Gobierno Federal"; se
darían sus instituciones, elegirían sus gobernadores, legisladores y demás funcionarios sin
intervención del Gobierno Federal.
"COMENTARIOS A LA CONSTITUCIÓN DE LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA"
(Domingo F. Sarmiento)
A fines de 1852, Sarmiento fundó en Santiago de Chile el Club Argentino. Desde la prensa defendió
el golpe del 11 de septiembre, producido en Buenos Aires.
Ello originó el inicio de una polémica con Alberdi, que atacó a Sarmiento desde las páginas de "El
Diario" de Valparaíso. Después de discutir sobre algunos temas, la polémica se trasladó al terreno
constitucional.
Que se adoptasen las instituciones y la constitución de los EEUU y el traspaso liso y llano de la
jurisprudencia norteamericana.
La adopción del federalismo norteamericano frente al modelo de unificación del poder en torno a los
presidentes y gobernadores, que recomendaba Alberdi.
En tanto Alberdi mostraba una gran admiración por Europa, y deseaba modificar y afianzar la cultura
argentina basándose en la civilización europea, Sarmiento confiaba en que la educación de los
habitantes, más que la inmigración, generaría progreso en todo aspecto.
En su obra, Sarmiento expresó que "... las clases educadas son las que necesitan una constitución
que asegure sus libertades de acción y pensamiento. La constitución de las clases populares son las
leyes ordinarias, los jueces y la policía".
La Constitución fue:
Como el gobernador provisorio de Buenos Aires, Guillermo Pinto, había muerto, la Junta de
Representantes eligió como sustituto a Pastor Obligado, un federal que había renegado de Rosas
(julio de 1853).
Ahora, la provincia debía ser coherente con su pretendida superioridad en materia de civilización y
cultura, sancionando una constitución. Como la legislatura porteña tenía poderes constitucionales
desde 1821, no fue necesario convocar a elecciones de convencionales. Eligió una comisión de 7
diputados (entre los que se hallaban Alsina, Anchorena, Tejedor y Mariano Acosta) para redactar el
proyecto.
Los constituyentes tomaron como modelo el proyecto provincial de 1833, a su vez inspirado en la
Constitución de 1826.
Según el artículo 1º: "Buenos Aires es un estado con el libre ejercicio de su soberanía interior y
exterior, mientras no la delegue en un gobierno federal".
Por el artículo 6º, eran ciudadanos todos los nacidos en él y los hijos de las demás provincias que
componen la república, siendo mayores de 20 años.
Fijaba la religión católica apostólica romana como oficial del Estado, si bien permitía la libertad de
cultos.
Establecía un legislativo bicameral, cuyos miembros serían elegidos directamente por el pueblo de la
ciudad y campaña. El titular del ejecutivo era el Gobernador, que duraba 3 años y no reelegible para
el período inmediato.
La concesión de la ciudadanía.
Los límites del Estado, que según su opinión, debía fijarlos el congreso nacional.
El uso de la soberanía exterior, ya que Buenos Aires era un estado federal de la Nación argentina.
El carácter constituyente de la Junta, que había prolongado su mandato por más de 30 años.
No obstante, la Constitución fue sancionada en abril de 1854. Poco antes, Pastor Obligado había
sido confirmado como gobernador propietario de la provincia. Luego de sancionada la Constitución,
fue elegido por tercera vez, ahora como gobernador constitucional.
En ese momento, el sector político más fuerte en Buenos Aires estaba representado por los
conservadores, que no podían ser llamados unitarios, pero que tampoco defendían la figura de
Rosas. Eran tradicionalistas y enemigos de los cambios bruscos; se apoyaban en los valores
familiares y en la religiosidad. Por eso, Mitre se oponía a la Constitución del Estado de Bue- nos
Aires, ya que formaba parte del grupo que, por contraposición, se auto- denominaba progresista.
En realidad, la auténtica diferencia entre unos y otros era de naturaleza religiosa. En tanto los
conservadores (Lorenzo Torres, Nicolás de Anchorena, Félix Frías) eran católicos, los progresistas
estaban afiliados a la masonería. Estos últimos recibieron un fuerte refuerzo cuando se unió a ellos
el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento.
Dueño de la Aduana y de la Casa de Moneda, Pastor Obligado emprendió numerosas obras para el
mejoramiento de Buenos Aires:
El 30 de agosto de 1857 presidió la inauguración de la primera línea férrea, que recorría el trayecto
entre la actual Plaza Lavalle y el pueblo (hoy barrio) de San José de Flores.
Los progresistas, reunidos en varios clubes, de los que se destacó el Club de la Libertad, contaban
con fuerzas militares, ya que Bartolomé y Emilio Mitre habían sido designados comandantes en la
lucha contra los malones de Calfucurá (el primero había sido derrotado por los indios en Sierra
Chica). Por sus prácticas intimidatorias y su escaso número sus rivales los llamaron
"PANDILLEROS".
Los quince días previos a las elecciones fueron de verdadero terror por la violencia desatada de las
facciones, especialmemente por parte de los "pandilleros", que empleaban a los soldados de Mitre.
El día de los comicios, sin embargo, los "conservadores" no presentaron batalla. Valentín Alsina, jefe
nominal de los progresistas resultó electo segundo gobernador constitucional del "Estado de Buenos
Aires".
A fines de 1854, se produjo un nuevo intento de los federales por reinsertar a Buenos Aires en la
Confederación. Los exilados bonaerenses conspiraban desde Rosario, Gualeguaychú y Montevideo.
Urquiza, al tanto de aquellos movimientos, los apoyaba con dinero y, por indicación suya, fue
designado jefe de las fuerzas invasoras el coronel Gerónimo Costa que, habiendo penetrado en
territorio bonaerense con escasas fuerzas, fue derrotado por Manuel Hornos en El Tala.
Los sectores más hostiles a la Confederación que, con Mitre a la cabeza presionaban al gobierno de
Pastor Obligado, querían acabar con Urquiza y "su remedo de constitución". Aunque se realizaron
aprestos militares en ambos bandos, ninguno de los dos gobiernos deseaba realmente la guerra.
Finalmente, el comerciante inglés Daniel Gowland y el rosarino José María Cullen (próximo
gobernador de Santa Fé) acordaron con el ministro porteño Irineo Portela mantener el statu quo
sobre las siguientes bases:
Cesar los aprestos militares, mantenerse en paz y buena armonía y conservar sus relaciones
comerciales.
Comprometerse -la Confederación- a evitar que por dos años residiesen en Santa Fé los jefes,
oficiales y civiles que habían participado de la invasión.
TRATADO de CONVIVENCIA
Estos acuerdos facilitaron el reconocimiento internacional del "Estado de Buenos Aires", ya que
muchos países (Francia, Gran Bretaña, Brasil, Cerdeña y EEUU) entendieron que la propia
Confederación lo había hecho explícitamente al tratar a Buenos Aires de estado a estado. Sólo Gran
Bretaña se abstuvo, aunque el vice-cónsul Frank Parish actuara como un verdadero embajador.
Ante la proximidad de las elecciones para renovar autoridades en Buenos Aires, los "conservadores"
porteños buscaron la alianza con los federales (incluidos los antiguos rosistas) y con el propio
Urquiza. Aquella situación condujo a un nuevo intento de Gerónimo Costa.
Mientras Mitre perseguía algunas montoneras federales internándose en territorio santafesino, Costa
desembarcó a la altura de Zárate. No encontró los hombres y recursos que le habían prometido los
"conservadores", terminando copado por varias columnas enemigas. En Villamayor hubo una terrible
matanza de federales y el propio Costa fue muerto. La Confederación, por su parte, consideró roto el
statu quo como consecuencia de la invasión de Mitre a Santa Fé.
Poco después se disolvió el Congreso Constituyente. Urquiza, por simple decreto, federalizó la
provincia de Entre Ríos, basándose en una ley del Congreso de Santa Fé que había "federalizado la
provincia donde resida el Poder Ejecutivo nacional". Paraná pasó a ser la sede del gobierno.
Casi inmediatamente, el presidente convocó a elecciones para la integración del Congreso Nacional,
que se instaló en octubre de 1854.
Punto 5.
En efecto, los grandes buques de ultramar descargaban sus productos en Buenos Aires y
Montevideo -donde pagaban los derechos de Aduana- y luego eran transportados a la
Confederación en chalupas y barcos de cabotaje.
Aquella situación se fue agravando con el transcurrir del tiempo ya que el gobierno de Paraná no
hallaba medios para mantener una administración y un ejército nacionales, a los que se pagaba con
bonos que el comercio sólo aceptaba con descuentos de más del 50%. En ocasiones, se hacía
necesario recurrir a préstamos usurarios.
Cuando los tratados quedaron rotos (1856), el Congreso de Paraná discutió acaloradamente un
proyecto de derechos diferenciales, que se convirtió en ley en julio de aquel año.
Los productos de cabos adentro (traídos de Bs. As. o Montevideo en cabotaje) pagarían adicionales
que iban del 30% al doble de los derechos ordinarios.
Los productos de cabos afuera (traídos directamente en buques que no los hubieran embarcado en
Bs. As. o Montevideo) pagarían los derechos ordinarios.
Quería evitar el ingreso de mercaderías procedentes de Europa que hubieran pagado derechos de
aduana en los puertos de Buenos Aires y Montevideo, ya que eran exceptuados de la norma los
artículos del sur de Brasil, Uruguay y Paraguay y, los productos naturales y manufacturados
provenientes de la provincia de Buenos Aires, que serían admitidos como propios de la
Confederación Argentina;
Procuraba que los buques de ultramar llegasen a Rosario y cargasen los productos de la
Confederación, evitando los costos de los fletes que se cobraban para trasladarlos al puerto de
Buenos Aires.
La cuestión de San Juan: La "guerra de tarifas" planteada por la Confederación vino a envenenar
aún más las relaciones entre ambos Estados, que quedarían definitivamente rotas por causa de la
"cuestión San Juan".
Hacia 1858, el gobernador de San Juan Nazario Benavídez, caudillo indiscutido de su provincia,
finalizó su mandato, aunque retuvo un mando militar que aseguraba su influencia. Los liberales
sanjuaninos que integraban el nuevo gobierno de Manuel Gómez, buscando neutralizar
definitivamente al caudillo, le quitaron el mando y, sin demasiadas pruebas, lo encarcelaron
acusándolo de conspiración.
Mientras Sarmiento desde las páginas de "El Nacional" de Buenos Aires alentaba a sus
correligionarios sanjuaninos para que eliminaran al prisionero, se tuvo la certeza de que Benavídez
sería asesinado en la cárcel.
Urquiza, decidió obrar con premura ante el ruego de la esposa del antiguo jefe federal, dejando
actuar al vicepresidente del Carril para que interviniera disuadiendo a sus comprovincianos. Por
aquel entonces, del Carril y Derqui, ministro del Interior de la Confederación, se hallaban en plena
competencia por la sucesión de Urquiza.
Del Carril quiso evitar la participación del ministro del interior y envió comisionados a San Juan.
Éstos, obrando con notable lentitud, llegaron a Cuyo en momentos en que Benavídez era asesinado,
lo que enfureció a Urquiza. Desplazado violentamente de la cuestión el vicepresidente, Santiago
Derqui llegó a San Juan acompañado por fuerzas militares al mando del general Juan Esteban
Pedernera. No necesitó emplear la fuerza para desarticular u- na eventual resistencia de los
liberales. Encarceló al gobernador Gómez y a su ministro Laspiur (principal responsable del crimen)
y, tras depurar la legislatura, hizo elegir al coronel José Virasoro, un oficial correntino que integraba
las fuerzas de Pedernera.
Después de Caseros, Brasil había insistido ante Urquiza para que cumpliese su compromiso de
reconocer la independencia paraguaya. Por esa razón había sido enviado a Asunción Santiago
Derqui, que firmó con Carlos Antonio López un tratado en el que, de manera irresponsable, cedía a
Paraguay ex- tensas regiones del Chaco, lesionando antiguos derechos de Salta, Jujuy y Santa Fé.
Como primer paso, el Congreso Nacional rechazó en Paraná el tratado firmado años antes por
Derqui. La furia de Carlos Antonio López debió atenuarse ante la presencia del nuevo enviado de la
Confederación, Tomás Guido, ya que quería evitar motivos para que Urquiza, actuando como aliado
de Brasil, se sumara al reclamo por la libre navegación. El Supremo paraguayo accedió a firmar un
nuevo tratado que postergaba para mejor momento el arreglo de los límites entre ambos países,
accedía a reconocer los derechos argentinos -compartidos por su país- a la navegación del río
Paraguay y preveía la neutralidad de ambos países frente a un conflicto con terceras naciones.
No obstante, a fines de 1857, se presentaron en Paraná el enviado del gobierno imperial, José María
da Silva Paranhos y el banquero barón de Mauá, financista de la campaña de Caseros. Convinieron
con Urquiza:
La renuncia argentina a los territorios de Misiones ubicados más allá de los ríos Pepirí Guazú y San
Antonio.
Una elíptica y poco comprometida promesa de ayuda brasileña en el conflicto contra Buenos Aires.
Meses antes de los sucesos de San Juan ya estaba entablada una lucha sorda por la sucesión
presidencial entre del Carril y Derqui. Urquiza, por su parte prefería a Alberdi, pero el vicepresidente
arruinó las posibilidades del tucumano haciendo rechazar por el Congreso el tratado que éste
acababa de firmar con España (España había aprovechado la división argentina para exigir a cambio
del reconocimiento de la independencia que el gobierno de la Confederación se hiciese cargo de las
deudas españolas de la época de la colonia y que a los hijos de españoles se reconociera la
nacionalidad de sus padres durante la minoría de edad).
A del Carril lo apoyaban los liberales del interior y se suponía que sería mejor visto por los porteños.
Al menos eso creía el ministro británico William Christie, que deseaba la unión y por ello se inclinaba
por el sanjuanino.
A Derqui lo apoyaban los antiguos caudillos, en tanto el ministro del Interior alentaba la desconfianza
de Urquiza hacia los hombres de Buenos Aires.
Su actuación frente a lo acontecido en San Juan dejó fuera de carrera a del Carril. En noviembre de
1858, Derqui resultó electo presidente de la Confederación, con el general Pedernera como
vicepresidente. Todo esto había pasado a segundo plano pues la guerra con Buenos Aires era ya un
hecho inevitable.
Urquiza empleó los patacones de Mauá en armar a las milicias entrerrianas y adquirir algunos
barcos que se reunieron en Montevideo. Pero, cuando el Congreso de Paraná le ordenó "reintegrar a
Buenos Aires" al seno de la Confederación, se encontró sorpresivamente solo y aislado
internacionalmente. En efecto, Brasil no manifestó intenciones de apoyarlo en la guerra, Gran
Bretaña se inclinó finalmente por Buenos Aires y Paraguay se rehusó a comprometerse con alguien
a quien consideraba perdido, limitándose a ofrecer su mediación.
El enemigo, por su parte, poseía mejores soldados y armamento y dos de sus buques, comandados
por el almirante Murature fueron remitidos al Paraná para evitar el cruce de las tropas entrerrianas a
Santa Fé. En tales circunstancias, el ministro norteamericano Benjamin Yancey, agradecido con
Urquiza que acababa de mediar entre EEUU y Paraguay por el bombardeo de una nave
norteamericana, ofreció sus buenos oficios. Chocó, no obstante, con la arrogancia del gobierno de
Alsina, seguro de su victoria.
Tras varias horas de combate, y sin enemigos a la vista, Mitre no pudo contener su oratoria heroica,
hasta que fue convencido por sus propios oficiales de que estaba siendo rodeado por el enemigo.
Apenas tuvo tiempo de escapar con los restos de su infantería hacia San Nicolás. Tal fue la batalla
de Cepeda (octubre de 1859).
Punto 6.
Varios días después de la batalla todavía se creía en Buenos Aires la versión de Mitre -llegado en
barco con las tropas que había logrado salvar- sobre una gran victoria alcanzada en Cepeda sobre
Urquiza.
Aquel entusiasmo comenzó a disiparse al saberse que las fuerzas de Urquiza (unos 16.000
hombres) se aproximaban a la ciudad. Fue entonces que el gobernador Alsina estuvo de acuerdo en
aceptar la mediación ofrecida por el hijo del presidente paraguayo, Francisco Solano López.
Comenzadas con el establecimiento de un armisticio, las negociaciones iniciadas en Caseros y
continuadas en San José de Flores, fueron difíciles, ya que en un momento el presidente de la
Confederación llegó a dar la orden de avanzar sobre Buenos Aires al enterarse que los porteños no
habían detenido sus aprestos defensivos. En medio de aquellos manejos, Alsina debió renunciar,
siendo provisionalmente reemplazado por el conservador Felipe Lavallol.
Una convención provincial -libremente elegida por el pueblo bonaerense- se convocaría en 20 días
para examinar la Constitución Nacional.
Mantendría sus propiedades, excepto la Aduana que correspondía a la Nación, aun- que se
garantizaba a Buenos Aires su presupuesto de 1860 hasta 5 años. Seguirían rigiendo las leyes
aduaneras de Buenos Aires hasta que el Congreso Nacional estableciera las normas al respecto.
Nadie sería molestado por sus actos u opiniones; habría perpetuo olvido y los oficiales de Buenos
Aires al servicio de la Confederación serían restablecidos en sus rangos y sueldos.
Si la provincia aceptaba la Constitución Nacional sin reservas, podía -hasta el 1º de enero- designar
sus electores para la elección de presidente y vice, debiendo remitir las actas al Congreso Nacional.
Resulta bastante difícil comprender las razones por las que Urquiza no impuso su voluntad a los
liberales porteños, dándoles la oportunidad de recuperarse y conservar su poder o como expresaría
Mitre, demostrando que él había sido el vencedor de Cepeda. Quizá el entrerriano esperaba la
gratitud de sus adversarios o, más probablemente, rechazaba la posibilidad de entregar los frutos de
la victoria a los federales de Buenos Aires, de los que podría surgir un nuevo Rosas.
Lo cierto es que los progresistas volvieron a ser los dueños de la situación ni bien se retiraron las
tropas de la Confederación. Los federales bonaerenses, agrupados en un Club de la Paz, lograron
hacer elegir a Vicente Fidel López, Bernardo de Irigoyen y pocos más como convencionales. Otros,
como Guido y Lagos, se retiraron de la política, consternados por la actitud de Urquiza.
Dueños del Ejército mitrista, cuyos soldados eran dueños y señores de los comicios y vueltos a sus
puestos los jueces de paz del norte de la provincia que habían sido separados luego del armisticio,
los progresistas tuvieron una amplísima mayoría en la convención bonaerense (Mitre, Sarmiento,
Vélez Sarsfield, José Marmol, Valentín y Adolfo Alsina, entre los más destacados).
Cuestión capital: sería capital la ciudad que designase una ley especial del Congreso, previa cesión
de su territorio por la provincia a la que perteneciera.
Educación gratuita: por iniciativa de Sarmiento se suprimió la obligación de las provincias de brindar
educación primaria gratuita para proteger a las provincias pobres.
Intervención a las provincias: el texto de Santa Fé facultaba al gobierno federal a intervenir en las
provincias sin requisición para restablecer el orden interno o asegurar la defensa nacional. Se
propuso:
Ejecuciones a lanza y cuchillo: habían sido suprimidas en el texto de Santa Fé; Sarmiento propuso
borrar el texto que "denunciaba la barbarie de nuestras costumbres políticas".
Legisladores alquilones: los diputados y senadores deberían tener 3 años de residencia inmediata
en la provincia que los eligiese.
Reforma de la Constitución: el texto de Santa Fé daba la iniciativa al Senado; se proponía que fuera
de ambas cámaras.
Estado de sitio: según el texto de Santa Fé, el presidente podía decretarlo en caso de urgencia,
dando cuenta al Congreso antes de los 10 días; se suprimía hallándose el Congreso en sesiones.
Ciudadanía: se aclaraba (a propósito del tratado de Alberdi con España) que sería argentino el
nacido en el territorio, además del hijo de argentinos nacido en el extranjero.
Miembros de la Corte Suprema: Vélez Sarsfield sugirió que su número lo fijara una ley posterior.
La comisión encargada de proponer las reformas lo hizo entre enero y abril de 1860. El trabajo de la
misma fue debatido desde el 3 de abril al 11 de mayo. Los convencionales federales -partidarios de
aceptar la Constitución sin reservas- no participaron de las discusiones, limitándose a votar por la
negativa. Félix Frías (conservador) propuso al catolicismo como religión oficial, fue rechazado.
Sarmiento propuso el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata en lugar de Confederación
Argentina, fue aprobado.
En ese lapso, Buenos Aires eligió a su gobernador que, como podía suponerse en razón de su
control electoral, resultó Bartolomé Mitre, quien no ocultó sus intenciones belicistas. Derqui, en la
Confederación, intentaba en vano neutralizar la influencia de Urquiza que, desde su palacio de San
José, no sólo gobernaba Entre Ríos (desfederalizada con excepción de Paraná) sino que constituía
la verdadera autoridad.
El Congreso convocaría a la Convención ad hoc en Santa Fé, la que se expediría en 30 días. Los
convencionales, elegidos en proporción a la población de cada provincia, deberían ser naturales o
residentes en ellas.
El Congreso prorrogaría sus sesiones para permitir la incorporación de los diputados y senadores
porteños.
La Aduana y el ejército seguirían, por el momento, administradas por Buenos Aires.
Para afrontar los gastos de la Convención, Buenos Aires adelantaría 1 millón y medio de pesos. El
dinero porteño podría circular por la Confederación.
Para celebrar el acuerdo alcanzado, Mitre invitó a Derqui y a Urquiza a los festejos por el 9 de julio
en Buenos Aires. Aquellos homenajes hicieron evidentes los recelos de Urquiza para con el
presidente de la Confederación. No obstante, masones los tres personajes, se abrazaron jurando
obligarse a alcanzar la unión nacional, en el Templo de la Legión Unión del Plata.
Los convencionales urquicistas -amplia mayoría- estuvieron de acuerdo con los porteños que
impugnaron a los representantes de San Juan (gente de Virasoro, que debía su puesto a Derqui) y
aprobaron todo con dos excepciones:
El nombre del país sería indistintamente Provincias Unidas del Río de la Plata y Confederación
Argentina, usándose el de Nación Argentina en la promulgación de las leyes.
Bolilla XI.
Punto 1.
Ya hemos adelantado en la Bolilla anterior la situación política de ambos Estados. Por un lado, la
preeminencia de Mitre, cuya popularidad entre la juventud "decente" y la joven oficialidad no se
deterioraba a pesar de las derrotas militares. Frente a la rigidez y escasa simpatía que generaba
Valentín Alsina, Mitre aparecía como la alternativa, incluso para antiguos conservadores y aún
federales desengañados de Urquiza.
Por el otro, Derqui no cesaba en procurar imponerse por sobre la autoridad de Urquiza, intentando
aproximarse a los liberales porteños que, al fin de cuentas, habían sido sus camaradas unitarios en
el pasado. Tras aquel intento, el presidente confiaba en poder rodearse de liberales y armar su
propia fuerza en el Congreso. Así, con inocultable torpeza, decretó en la convocatoria para renovar
la Cámara de diputados un llamado a elegir reemplazantes para los diputados y senadores en
ejercicio que no tuvieran el nuevo requisito constitucional de los dos años de residencia en la
provincia que representaban. Es decir, aplicaba la ley con efecto retroactivo e invadía las
prerrogativas del Legislativo, que era el único a quien correspondía declarar la eventual nulidad de
los mandatos. Ninguna provincia le obedeció.
Urquiza, en tanto, desconfiaba cada vez más de las intenciones del presidente. Dispuesto a poner
las cosas en su lugar, invitó a Derqui y a Mitre al palacio San José, para conmemorar el primer
aniversario del Pacto de San José de Flores. No obtuvo resultados y, al despedirse, los tres
estuvieron de acuerdo en enviar una carta al gobernador José Virasoro invitándolo a renunciar. Ese
mismo día Virasoro fue asesinado en San Juan.
Rígido y carente de apoyos, Virasoro no era soportado ni por los propios federales sanjuaninos. Los
liberales, por su parte, hablaban de deponer al ti- rano, alentados por sus correligionarios porteños,
particularmente por Sarmiento desde las páginas de "El Nacional".
Derqui y Mitre estuvieron de acuerdo en designar interventor en San Juan al gobernador de San
Luis, Juan Saa, que tendría como "adjuntos militares" a dos oficiales de Buenos Aires, Paunero y
Conesa.
Aquella decisión indignó a Urquiza, que anunció a las provincias su intención de castigar el crimen.
Amedrentado, Derqui cambió las instrucciones a Saa (que debía proceder sin violencia y había
licenciado a las milicias puntanas), ordenándole actuar con decisión, apresando a los autores del
crimen de Virasoro y desconociendo a las autoridades sanjuaninas.
Sorprendido en Mendoza por las cartas de Urquiza y Derqui, Saa convocó a las milicias mendocinas
que, reforzadas por tropas riojanas del "Chacho" Peñaloza, alcanzaron los 2.000 hombres.
Aberastain, en tanto, sin comprender la realidad y sin conocimientos militares, le salió al encuentro
en La Rinconada del Pocito (enero de 1861), siendo masacrados los sanjuaninos tras una carga "a
lanza seca" de las fuerzas interventoras ("Lanza Seca" se convirtió desde entonces en el apodo de
Saa). Aberastain, tomado prisionero, fue fusilado.
En medio de las acusaciones cruzadas, Derqui continuaba con su proyecto de crear una fuerza
propia en el Congreso que le permitiera "pronunciarse" contra Urquiza. Sin embargo, empezaba a no
encontrar salidas, ya que la prensa liberal porteña lo acusaba de "tirano" junto con Urquiza, y éste,
perdía la paciencia. Le quedaba, como última posibilidad, aguardar la incorporación de los
legisladores porteños al Congreso Nacional. Pero, había un problema.
Los representantes porteños a la Convención ad hoc no habían sido elegidos conforme a lo que
disponía la ley electoral nacional (cada provincia era un distrito único), sino en virtud de la ley
electoral de Buenos Aires (que dividía la provincia en 7 distritos: capital y 6 distritos rurales). No
había habido inconvenientes. Pero, otra cosa era elegir a los diputados (a los senadores los elegía la
legislatura) en base a la misma ley provincial. Cuando los 12 diputados porteños se presentaron en
Paraná, el Congreso Nacional rechazó sus diplomas. Así lo había dispuesto Urquiza.
No parece que el entrerriano buscara una nueva ruptura con Buenos Aires, simplemente pretendía
que todo el mundo supiera quien era el que realmente mandaba. De nada sirvieron algunos intentos
para convencerlo como los del banquero Buschenthal o la propuesta de Mitre de suscribir un pacto o
compromiso admitiendo provisionalmente a los diputados porteños.
Pacifistas y belicistas:
En realidad, pocos deseaban la guerra. Tal vez, los más decididos eran los miembros del Club
Libertad, donde Sarmiento y Vélez Sarsfield querían entrar en el interior a sangre y fuego. Pero, los
pacifistas de ambos bandos veían como única alternativa la partición de la Argentina.
En Buenos Aires, algunas personas como Pastor Obligado, José Mármol y Norberto de la Riestra
apoyaban una independencia indefinida, aunque no definitiva del Estado bonaerense. De la Riestra,
había sido hasta poco antes ministro de Hacienda de la Confederación, formando parte de los
entendimientos secretos entre Derqui y Mitre y gozando del apoyo británico. En la Confederación,
Urquiza volvía a la vieja idea de segregar la Mesopotamia. Derqui, por su parte, continuaba a medio
camino entre Mitre y Urquiza. La posibilidad de un conflicto entre San Luis y Córdoba le permitieron
intervenir a esta última provincia y trasladarse a ella, lejos de Urquiza. Ahora, se planteaba la
posibilidad de formar un bloque de provincias liberales para inclinar la balanza (Córdoba, Tucumán,
Salta, Jujuy y, fundamentalmente Santiago del Estero, gobernada por el caudillo liberal Manuel
Taboada). Buenos Aires decidió emplear al tucumano Marcos Paz -federal tibio, amigo de los
liberales- para enviar dinero a estas provincias. Pero, Marcos Paz cayó en manos de los federales y
con él, el dinero y cartas comprometedoras de Mitre a Derqui. Victorica, yerno de Urquiza, conoció el
contenido de aquellas y lo comunicó a su suegro.
Sin embargo, en la correspondencia de los principales actores, tanto como en sus conversaciones,
quedaba en evidencia que Urquiza y Mitre no deseaban la guerra. Otra cosa eran las opiniones
Congreso de Paraná (que declaró la guerra el 5 de julio de 1861) y las del presidente.
Por iniciativa de los ministros británico y francés, Thornton y Lefebvre de Becourt, los tres
protagonistas se reunieron en el buque de guerra inglés "Oberon" ( 5 de agosto de 1861) donde, se
les presentaron las bases para evitar el conflicto:
Se mantendría el statu quo, permaneciendo Buenos Aires separada hasta 1864 o 1865, cuando los
legisladores "alquilones" hubieran dejado el Congreso.
Estas bases serían complementadas con acuerdos a los que debían llegar plenipotenciarios de
ambos Estados reunidos en el buque francés "Fulminante". No obstante, a la escasa voluntad de
arreglo de los enviados porteños, se sumó la actitud de los representantes de la Confederación que
llevaban instrucciones de Derqui para hacer fracasar el encuentro.
Derqui pensaba jugar la última carta para ser considerado la única autoridad de la Confederación
trasladando la capital a Córdoba y haciéndose fuerte con el Ejército del Centro. No obstante, otra
vez su correspondencia comprometedora cayó en manos de Urquiza y claudicó definitivamente,
poniendo sus tropas a las órdenes del Capitán General.
La batalla de Pavón:
Con escasa iniciativa -especialmente por parte de Urquiza- ambos ejércitos se aproximaron uno al
otro. Detenido a orillas del arroyo Pavón, el ejército de la Confederación dejó llegar a los porteños
hasta sus inmediaciones. Ambas fuerzas oscilaban entre los 15.000 y los 18.000 hombres.
Entre los enigmas que rodearon a la batalla se destacó la visita de un norteamericano de apellido
Yateman, que estuvo en la noche del 14 de setiembre en ambos campamentos.
El día 17, Mitre atacó, pero su caballería fue inmediatamente dispersada, no deteniéndose hasta
Luján. El ala de la infantería porteña, mandada por Paunero, consiguió algunas ventajas y capturó
cañones enemigos. Pero el ala de Emilio Mitre fue detenida pese al auxilio de la reserva mandada
por el comandante en jefe. Si Urquiza, al mando de la reserva federal, atacaba con sus mejores
tropas la batalla estaría concluída. Así, lo entendió Mitre, que escapó hasta las cercanías de San
Nicolás.
Sin embargo, para sorpresa de todos, Urquiza mandó tocar retirada y se alejó del campo de batalla,
no deteniéndose hasta llegar a su palacio de San José, desoyendo las solicitudes de los jefes
federales que acosaban a Mitre. A diferencia de Cepeda, donde Mitre creyó haber vencido, en
Pavón estuvo seguro de la derrota.
También en la campaña bonaerense la creencia en una victoria de Urquiza dio lugar a alzamientos y
pronunciamientos de paisanos federales. Costó trabajo desbaratarlos.
Que para facilitar la pacificación estaba dispuesto a declarar caducas las autoridades de la
Confederación.
Para Mitre la situación tampoco era sencilla. Con el transcurrir de los días, la prensa de Buenos
Aires comenzó a criticar su inacción.
En aquellas circunstancias, el liberalismo porteño estaba escindido en dos opiniones, que incluso,
dividían al propio gabinete:
Por un lado, estaban los que querían entrar a saco en el interior y masacrar al caudillaje federal. El
principal expositor de esta idea era Sarmiento.
Por otro, estaban los que consideraban imposible la unión con el interior "bárbaro" y preconizaban la
independencia de Buenos Aires. De la Riestra y Mármol eran su voceros.
Ninguno aceptaba transacción alguna con Urquiza, pero Mitre era consciente de su debilidad militar
para intentar la conquista del interior por su sola cuenta. Por otro lado, había comenzado a
abandonar la idea de segregar Buenos Aires; tal vez él podía convertirse en el presidente de la
República.
"Si las autoridades nacionales son un obstáculo..." esto no quiere decir que la Constitución Nacional
también lo sea. Si se revocara la Constitución, se marcharía hacia una nueva guerra civil, hacia el
aislamiento de Buenos Aires o a su independencia.
"Una vez lanzados a la guerra, nuestro destino está irrevocablemente unido al de la Re- pública
Argentina". "Debemos tomar a la República Argentina tal como Dios y los hombres la han hecho, y
con la ayuda de Dios la vayamos mejorando".
"Que no nos conviene llevar la guerra a todas partes, nadie lo pone en duda, además que tampoco
tenemos el poder para ello".
Si el general Urquiza se pone al servicio de "...las ideas que sostiene Buenos Aires... ni política ni
moralmente podemos rechazar su concurso".
Las intenciones de resistir por parte de Derqui no duraron mucho, especial- mente al enterarse que
el vicepresidente Pedernera pensaba conferir a Urquiza poderes dictatoriales para entenderse con
Mitre. En los primeros días de noviembre de 1861, delega secretamente sus poderes en Juan Saa
para "que en el interior puedan defenderse con independencia de Urquiza y Pedernera" y, en una
breve nota a éste le comunica que piensa "separarse de hecho", por considerar que su presencia es
un obstáculo para el arreglo de la situación. Desde Santa Fé se embarca en un buque inglés con
destino a Montevideo.
Las misiones entre Urquiza y Mitre continúan. Pero Mitre no acepta que el entrerriano se presente
investido con poderes nacionales y, ni siquiera en nombre de Entre Ríos. En carta personal le
sugiere: o continuar la lucha o entablar negociaciones directas con el gobierno de Buenos Aires
después de haber reasumido Entre Ríos su soberanía.
Una revolución contra los "derquistas", en Córdoba, permitió entonces acceder al cargo de
gobernador a José Alejo Román, que se apresuró en manifestar su adhesión tanto a Urquiza como a
Mitre. El gobernado de Buenos Aires consideró entonces llegado el momento de invadir el interior.
La primera acción de los invasores fue caer por la noche sobre el campamento de las fuerzas
federales que aún se mantenían en Cañada de Gómez.
Allí, los italianos de Wenceslao Paunero degüellan a los soldados dormidos que integraban
mayoritariamente la División Buenos Aires de federales bonaerenses. Los hermanos José y Rafael
Hernández apenas logran salvar sus vidas. Aunque los federales mueren gritando "¡Viva Urquiza!,
éste permanece en silencio.
Tampoco respondió a los desesperados reclamos de Pedernera. Poco después, Urquiza hizo votar a
la legislatura entrerriana:
- Entre Ríos se declaraba en paz con todas las provincias, incluso Buenos Aires.
En dos o tres meses las misiones de Sarmiento y Marcos Paz cambian la situación de todas las
provincias, creando en todas ellas gobiernos liberales.
Sarmiento, con el general Rivas "libera" San Luis, Mendoza y San Juan.
Paz, con el general Paunero hace lo propio en Córdoba, Tucumán, Catamarca y La Rioja.
Manuel Taboada, temporalmente depuesto por tropas federales de Catamarca, vuelve a Santiago
del Estero. Salta y Jujuy se pliegan a la causa de Mitre.
Punto 2.
"Las provincias debían reasumir su soberanía desconociendo los poderes nacionales y autorizar a
Mitre a convocar el congreso nacional y representar a la República en su parte externa".
A partir de diciembre de 1861, una a una fueron adoptando aquel criterio. Mayores dificultades le
planteó a Mitre su propio gabinete, ya que predominaba en él la idea de que era necesario acabar
con Urquiza.
El vencedor de Pavón comenzó entonces a plantear quejas al entrerriano acerca de la entrega del
archivo, muebles, capital de la Nación y escuadra. Urquiza se allanó a todo; pero, cuando Mitre le
presentó la necesidad de que abandonara el gobierno de Entre Ríos, otra vez revivió la posibilidad
de la guerra. Finalmente, la mediación de Salvador María del Carril, Thornton y Lefebvre de Becourt
disipó aquel peligro. Urquiza se comprometió a licenciar su ejército, delegaría en Mitre las facultades
nacionales, lo autorizaría a convocar el congreso, entregaría las aduanas y permanecería en el
gobierno de su provincia hasta que "pudiera irse decorosamente".
La ley de la legislatura provincial.
Finalmente, la legislatura exigió a Mitre un compromiso que limitase sus facultades. Aprobada la ley
el 4 de abril de 1862, Mitre dio el siguiente reglamento:
Mitre sería "Gobernador de Buenos Aires Encargado del Poder Ejecutivo Nacional".
Se limitaría a mantener las relaciones exteriores con las naciones amigas, dando solución a
las cuestiones urgentes.
Las elecciones de legisladores nacionales se realizaron en todas las provincias en el mes de abril sin
mayores problemas. En Buenos Aires se hizo una reparación a los electos de 1861 y a los dos
senadores (Valentín Alsina y Ru- fino de Elizalde), volviendo a designarlos, aunque tres nombres
fueron reemplazados por los autonomistas que se apoderaron de algunas mesas.
El 25 de mayo de 1862, Mitre inauguró el congreso que, pocos días más tarde, aprobó el uso que
éste había hecho de sus facultades nacionales y convocó a elecciones presidenciales.
Nadie discutió a Mitre como presidente. Para la vicepresidencia, Marcos Paz, logrando la adhesión
de las provincias del norte, pudo aventajar a Manuel Taboada. Tomaron posesión el 12 de octubre
de 1862.
La Ley de Compromiso:
La ciudad de Buenos Aires sería por 5 años residencia de las autoridades nacionales con
jurisdicción en todo su municipio.
Punto 3.
Los hombres encargados de imponer gobiernos adictos a Mitre en las provincias; los "procónsules" -
dice José María Rosa-, eran en realidad oficiales uruguayos (Paunero, Rivas, Arredondo, Sandes);
entre sus soldados había pocos argentinos (condenados a servir con las armas e indios), los demás
eran extranjeros contratados por Hilario Ascasubi. Esto no parece una casualidad si tenemos en
cuenta como procedieron: destrucciones, asesinatos, bárbaras ejecuciones, robos, violaciones y, en
un determinado momento, la práctica de mandar a los prostíbulos a las mujeres e hijas de los
montoneros federales.
La feroz represión, unida a la impopularidad de los gobiernos liberales, fueron la causa de que
durante 1862 y 1863 una parte importante del país (La Rioja, Catamarca, Tucumán, Cuyo y
Córdoba) viviera en estado de convulsión.
El alma de aquella resistencia fue Ángel Vicente Peñaloza, el "Chacho", un propietario rural de Los
Llanos riojanos, que ostentaba el grado de general conferido por el gobierno de la Confederación.
Sin conocer aún las consecuencias de Pavón, Peñaloza había marchado a fines de 1861 a proteger
Tucumán, amenazada por Manuel Taboada. Sin embargo, sorprendido por los hechos que habían
seguido a la retirada de Urquiza, no quiso combatir y se aprestó a regresar a La Rioja. Esquivando
los intentos de las fuerzas porteñas que intentaban rodearlo, llegó a su tierra. En torno a su figura y a
su prestigio se alzaron montoneras federales por todas partes, acaudilladas por hombres como
Fructuoso Ontiveros, Severo Chumbita, Carlos Ángel y Felipe Varela.
Mientras crecían la represión y el terror desatados por los jefes de Mitre, Peñaloza no ocultó en
ningún momento sus intenciones de llegar a un entendimiento, procediendo con una humanidad y
caballerosidad que contrastaban con las prácticas de sus enemigos.
Alcanzada la paz en La Banderita (mayo de 1862), la amnistía acordada a los federales no fue
respetada y, pocos meses después, la insurrección renació. Con el "Grito de Guaja", Peñaloza
declaró la guerra a Mitre, convirtiéndose en jefe del Ejército Reaccionario.
Mitre designó entonces a Sarmiento Director de la Guerra. Sus instrucciones eran llevar adelante
una "guerra de policía"; vale decir, tratar a los montoneros como bandidos, negándoles el carácter
de adversarios políticos y, por consecuencia, los derechos de los prisioneros de guerra.
En Córdoba, los rusos (nombre que se daba a los federales en razón de que eran muchos, como los
rusos en la guerra de Crimea) se apoderaron del gobierno y llamaron a Peñaloza, que fue recibido
jubilosamente en la ciudad. Al acudir las fuerzas de los interventores, el caudillo riojano cometió el
error de combatirlos a campo abierto, siendo derrotado en Las Playas. Por espacio de varios meses
el Chacho fue buscado infructuosamente. Reapareció cuando intentó derrocar a Sarmiento del
gobierno de San Juan. Otra vez derrotado, una partida lo sorprendió en su propia casa de Guaja,
dándole muerte de inmediato. Su cabeza fue exhibida como escarmiento (noviembre de 1863).
LOS NACIONALISTAS: seguidores de Mitre que querían imponer la hegemonía de Buenos Aires
sobre el resto del país. Entre ellos se contaban figuras como Rufino de Elizalde, Eduardo Costa,
José María Gutiérrez. Se agrupaban en el Club del Pueblo y su órgano de prensa era el
recientemente fundado "La Nación Argentina".
LOS AUTONOMISTAS: localistas defensores a ultranza de los derechos de Buenos Aires, entre los
que se contaban algunos separatistas. Sus figuras más destacadas eran Carlos Tejedor, los hijos de
Florencio Varela, Pastor Obligado y, quien se perfilaba como líder, Adolfo Alsina. Se habían quedado
con el Club Libertad; su órgano de prensa era "La Tribuna" y su fuerza electoral se apoyaba en los
"orilleros" a los que se llamaba compadritos y mumuchos federales.
Las frecuentes elecciones realizadas en Buenos Aires (provinciales y municipales) obligaban a los
partidos a mantener "comités" electorales. Durante las elecciones, las mesas eran disputadas a
balazos, no sacándose ventaja, en ese aspecto, unos y otros. Mientras los soldados de línea
luchaban por los nacionalistas, las milicias y los compadritos lo hacían por los autonomistas. En el
ámbito rural volcaban todo el peso de su influencia o su prepotencia los comandantes, los jueces de
paz y los estancieros.
En 1863, los nacionalistas comenzaron a llamar "crudos" a sus rivales, recordando la violencia de los
compadritos, y tenía su origen en unos bandoleros de la campaña que usaban aquella
denominación. Los autonomistas respondieron llamando "cocidos" a sus adversarios.
Poco antes de sancionar la ley que unificaba las elecciones en el país, el Congreso, entendiendo
que la Ley de Compromiso le daba jurisdicción en Buenos Aires, dictó una ley de régimen municipal.
La mayoría autonomista de la legislatura no la aceptó.
Nicolás Avellaneda defendió la jurisdicción nacional que estaba claramente expresada en la Ley de
Compromiso. Manuel Quintana, Carlos Tejedor y Adolfo Alsina, entre otros, entendieron que esa
jurisdicción era "sólo para cumplir o aplicar las leyes, nunca para dictarlas".
Punto 4 y 5.
Desde el punto de vista institucional, la presidencia de Mitre produjo:
El gobierno se preocupó por crear las condiciones jurídicas favorables para el capital extranjero. En
enero de 1863 fue instalada la Corte Suprema de Justicia. Hubo dificultades para instalarla porque
no existía en la tradición judicial argentina un tribunal federal superior, que era una de las tantas
instituciones tomadas de los EEUU; tampoco existían muchos abogados capacitados.
Por la no aceptación de Valentín Alsina quedó como presidente del alto tribunal Francisco de las
Carreras. La Corte no funcionaría como un poder del Estado, limitándose a velar porque la
legislación nacional o provincial no trabase las garantías al capital extranjero.
Desde el año 1863, en todo el país rigió el distrito único, en virtud de la Ley nacional de elecciones
sancionada por el Congreso. Los ciudadanos se inscribirían en un Registro Cívico y el voto sería
público.
La codificación.
La intención de Urquiza de que se dictaran diversos códigos al par de dar al país una constitución no
arrojó resultados. En el Estado de Buenos Aires, por el contrario, la legislatura encomendó a
Dalmacio Vélez Sarsfield y al oriental Eduardo Acevedo, en 1857, la confección de un código de
comercio. Fue una adaptación de los códigos francés (1807) y español (1829), que el Congreso
nacionalizó sin corregir en 1862, no obstante su anacronismo y desactualización.
Poco después, el Congreso solicitó a Mitre que formara comisiones para elaborar los códigos civil,
penal y de minería. El presidente encomendó a Carlos Tejedor el código penal y a Vélez Sarsfield el
civil.
CÓDIGO PENAL: Fue una traducción que hizo Tejedor del código penal del reino de Baviera.
Estudiado parsimoniosamente durante años y sometido a diversas modificaciones, fue sancionado
recién en 1887.
CÓDIGO CIVIL: Fue una adaptación casi textual del proyecto de código del jurista brasileño Augusto
de Freitas. Esa razón generó grandes resistencias -Alberdi, por ejemplo- que denunciaban nuestra
dependencia del Imperio. Aprobado por el Congreso durante la presidencia de Sarmiento, debió ser
sometido a varias correcciones por los errores que contenía, proceso que se prolongó hasta 1882.
Una intensa campaña se abrió en Buenos Aires y las provincias sobre el destino de los derechos de
exportación. Los autonomistas porteños y muchos federales del interior entendían que tales
derechos debían ser exclusivamente provinciales.
Con grandes esfuerzos, el gobierno nacional logró impedir en la Convención reunida en Santa Fé
una derrota, logrando por escasos 3 votos que se suprimiera la frase "hasta 1866, en cuya fecha
cesarán como impuesto nacional no pudiendo serlo nacional". Por lo tanto los recursos sobre la
exportación -que eran la tercera parte del presupuesto nacional- siguieron en manos del gobierno de
la Nación.
El Liberalismo:
"¿La adscripción de la Argentina al sistema de la división internacional del trabajo era inevitable para
los vencedores de Caseros? ¿La única perspectiva de progreso que se tenía por delante era la
impuesta por la ortodoxia liberal y el libre juego de las fuerzas económicas nacionales e
internacionales con que se adoctrinaba?
Ni teórica ni prácticamente era así. Lo que sí puede ser cierto es que las condiciones históricas
determinaban la organización capitalista de la producción. Es cierto que era la hora del capitalismo
en marcha, pero no la del internacionalismo liberal. Los constituyentes del 53 buscaron su
inspiración en las instituciones de los Estados Unidos, y hay aquí que preguntarse por qué se
quedaron en las apariencias jurídicas y eludieron la imitación práctica. ¿No entendieron la naturaleza
profunda del debate entre Hamilton y Jefferson, o la entendieron y vendieron después a las
generaciones argentinas desde la Universidad, desde el libro y desde la prensa una interpretación
superficial y formulista?
En ese debate está sintetizado el enfrentamiento entre liberalismo ortodoxo, que implicaba aferrarse
a la división internacional del trabajo, y el liberalismo nacional que construyó los Estados Unidos...
...Hubo después en los Estados Unidos la guerra de Secesión: allí se enfrentaron sangrientamente el
Norte, liberal nacionalista, con el Sur, adscripto a la producción exclusiva de materias primas y,
consecuentemente, a la división internacional del trabajo, y puede decirse que la verdadera
independencia de los Estados Unidos se resolvió en el campo de batalla de Gettysburg".
Los hombres de Caseros -Mitre, Sarmiento, Alberdi, Félix Frías, Carlos Tejedor, José Mármol, Juan
María Gutiérrez- vivieron convencidos que trabajaban por el bien de la patria, el pueblo y la libertad.
Sólo que no las pensaban como cosas concretas sino en generosas abstracciones compatibles con
el dominio extranjero y ejercidas solamente por su clase, a la que denominaban "racional". Fueron,
en ese sentido, románticos y desprendidos, y pocos morirían en la opulencia.
Un instrumento importante para hacer la "Patria" que soñaban fue la falsificación de la Historia, una
"historia arreglada" (Alberdi), con "mentiras a designio" (Sarmiento). La Revolución de Mayo había
sido el grito de libertad que había puesto fin al dominio español, de crueles conquistadores y
lujuriosos frailes"; San Martín y Belgrano habían llevado los beneficios de la libertad a Chile, Perú y
el Paraguay y el "Grande Prócer" Bernardino Rivadavia, cuyo proyecto de progreso, libre comercio y
constituciones había fracasado frente a la barbarie de los caudillos "anarquistas", el "más grande
hombre civil de la tierra de los argentinos". Tal fue lo que hizo Mitre en su "Historia de Belgrano y la
independencia argentina" y Vicente Fidel López en su "Historia de la revolución argentina".
Respecto de Rosas, su época debía ser borrada en bloque. "No puede librarse el juicio de Rosas a
la historia... Si el juicio de Rosas lo libráramos al fallo de la historia, no conseguiremos que sea
condenado como tirano, y si tal vez que fuese en ella el más grande y glorioso de los argentinos"
(Nicanor Albarellos, diputado en la legislatura porteña).
No hubo un solo Alberdi. Uno fue el Alberdi del "Fragmento preliminar al estudio del Derecho", donde
brindó una interpretación cabal de la evolución de las ideas políticas argentinas, condenando la falta
de autenticidad de los regímenes anteriores y reconociendo la "razón espontánea" que animaba a la
nueva política implantada por Rosas.
Pero otro, fue el de "Las Bases", donde hizo la apología de la Constitución norteamericana,
propugnando calcar sobre el país las instituciones extranjeras y considerando la utilidad de cambiar
la población nativa por otra de procedencia anglosajona ("en América, todo lo que no es europeo es
bárbaro").
Finalmente, en 1871, publicó "Peregrinación de Luz del Día". Allí, caricaturizó a la Argentina que
había contribuido a crear: "los nuevos dueños de la Argentina cambiaron la historia valiéndose de la
prensa, el libro, la educación y las logias"; "... decreta hombres libres, forma municipales, hace
legisladores y electores por la mera virtud de sus decretos escritos... Suprime la historia del país y la
complexión o constitución social que un país debe a su historia secular, por un decreto en el cual
ordena que lo que ha sucedido no sea lo que ha sucedido sino lo que ha dejado de suceder".
La reiniciación de nuestras guerras civiles -de la que la guerra del Paraguay sería su más espantoso
episodio- enfrentó a Alberdi con Mitre. La importancia intelectual de éste último no hizo sino crecer
en aquellos años, expresan- do el antiguo duelo entre el Interior y Buenos Aires.
Consagró una obra especial al propósito de destruir toda ilusión o confianza puesta en nuestros
orígenes nacionales. La llamó "Conflicto y armonías de las razas en América" (1883); manifiesta en
ella el desprecio por la población nativa y admiración por la colonización anglosajona.
"¿En qué se distingue la colonización del norte de América? En que los anglosajones no admitieron
a las razas indígenas, ni como socios ni como siervos en su constitución social. ¿En qué se
distinguía la colonización española? En que la hizo un monopolio de su propia raza, que no salía de
la edad media al trasladarse a América y que absorbió en su sangre una raza prehistórica servil".
Sarmiento profesaba un odio feroz a todo lo que fuera propio de la tierra. Cuando comenzaban a
verse los efectos de la incorporación del capital británico, escribía: "Pudimos en tres años introducir
300.000 pobladores y ahogar en los pliegues de la industria a la chusma criolla, inepta, incivil y ruda
que nos sale al paso a cada instante".
Trató el tema del desarrollo social en el país a través de la antinomia de civilización y barbarie en su
libro "Facundo". Para él "...los americanos se distinguen por su amor a la oscuridad y por su
incapacidad industrial, con ellos la civilización es irrealizable, la barbarie es normal".
Aunque con los años volvería sobre sus pasos (se haría industrialista y da- ría el grito de alarma
ante una inmigración incontrolada y sin conciencia nacional), había escrito en el "Facundo":
"La grandeza del Estado está en la pampa pastora, en las producciones tropicales del Norte y en el
gran sistema de los ríos navegables cuya aorta es el Plata. Por otra parte, los es- pañoles no somos
ni industriales ni navegantes y la Europa nos proveerá por largos siglos de sus artefactos en cambio
de nuestras materias primas".
BARTOLOMÉ MITRE:
La síntesis de su política y de sus ideas es ésta: defensor de una "democracia" formal, dirigida por
una minoría oligárquica apta; enemigo del "criollismo bárbaro" y partidario del foco civilizador de
Buenos Aires y el Litoral; librecambista, ganadero y agrarista, sostenedor de la estructura semi
colonial y comercial del país; anti-industrialista, cosmopolita, amigo de la iniciativa privada, civilista,
adversario del "militarismo" (excepto cuando encuentra un puñado de oficiales dispuestos a servirle);
traductor, sirviente espiritual de la cultura europea y de su preeminencia técnica.
En síntesis, el programa de la generación inicial fue aplicado a lo largo de las tres presidencias
liberales: Mitre (1862-68), Sarmiento (1868-74) y Avellaneda (1874-80). Se basaba en la
organización de un gobierno nacional fuerte, reconocido como autoridad suprema y legítima que
debía:
Imponer su autoridad a los gobiernos provinciales, acabando con los caudillos federales.
Extender su soberanía a todo el territorio terminando con las fronteras interiores que dividían las
zonas dominadas por los indios y los blancos.
Fomentar la inmigración para poblar "el desierto", acelerar el proceso civilizador y el desarrollo
económico.
Educar a las masas para que pudiesen acceder al ejercicio de sus derechos; mientras tanto el poder
debía ser ejercido por los grupos capacitados: la elite dirigente.
Promover obras públicas que asegurasen la unión y la rapidez de las comunicaciones: ferrocarriles,
caminos, puentes, puertos.
Punto 6.
En 1860, gobernaba Uruguay el presidente Bernardo Berro, un blanco moderado que creía en la
posibilidad de alcanzar la conciliación con los colorados, en razón de lo cual dio una amplia amnistía
que permitía a muchos oficiales emigrados en la Argentina reincorporarse al ejército oriental. Sin
tomar en cuenta esta actitud, el general Venancio Flores -al servicio de Mitre- no abandonó la idea
de retornar a su país e iniciar una revolución, lo que se tradujo en una serie de preparativos que
preocuparon a Berro, aunque Mitre intentó tranquilizarlo, asegurando la absoluta neutralidad de la
Argentina.
Sin embargo, en aquella circunstancia era importante el papel que podían llegar a jugar Paraguay y
Brasil.
PARAGUAY
Desde 1862, en que murió Carlos Antonio López, era gobernado por su hijo Francisco Solano López.
Tenía 1 millón y medio de habitantes (igual que la Argentina). Su sociedad no presentaba diferencias
pronunciadas en lo económico.
HABÍA RESISTIDO LAS PRESIONES DE GRAN BRETAÑA Y EEUU PARA QUE ABRIERA SUS
PUERTOS AL COMERCIO LIBRE; PERO, ESPECIALMENTE EXISTÍA UNA CUESTIÓN NO
RESUELTA CON BRASIL, AL NEGARSE A ABRIR LA NAVEGACIÓN DEL RÍO PARAGUAY Y NO
ACCEDER A SUSCRIBIR CON EL IMPERIO UN TRATADO DE LÍMITES.
BRASIL
Decidido a terminar con las resistencias que oponía a esta política el gobierno blanco del Uruguay, el
Imperio volvió a agitar el tema de las vejaciones que sufrían los brasileños en territorio oriental.
También era importante el papel que podía desempeñar Urquiza. Por entonces, el entrerriano
estaba nervioso por la concentración de tropas nacionales cerca de Entre Ríos que el gobierno de
Mitre aprestaba para luchar contra el Chacho.
Cuando Paraguay hizo saber a Buenos Aires su interés por la seguridad del Uruguay, exigiéndole
que demostrara su neutralidad frente a la revolución de Flores, Urquiza inició contactos con
Francisco Solano López, planteando la posibilidad de volver a separar el interior de Buenos Aires y
formando un bloque aliado con el Paraguay y el Uruguay. El presidente paraguayo exigió un
"pronunciamiento" previo de Urquiza.
Al fin, pareció que todo quedaba resuelto a favor del gobierno de Mitre y sus aliados colorados:
Urquiza desautorizó los numerosos pronunciamientos por parte de comandantes entrerrianos a favor
del gobierno de Berro (Waldino Urquiza, uno de sus hijos, y Telmo López, hijo de Estanislao, habían
cruzado al Uruguay para luchar a favor de los blancos). La causa de esta "retirada" de Urquiza tal
vez tenía que ver con un préstamo personal que le otorgó el Banco Mauá.
El gobierno de Berro dio plenos poderes al embajador uruguayo en Buenos Aires, que
inexplicablemente (en razón de sus antecedentes) era Andrés Lamas, quien firmó con el canciller
argentino Rufino de Elizalde un protocolo para solucionar los problemas que se habían producido.
Doblemente inexplicable resultaba el hecho de que los firmantes designaran árbitro a ¡Pedro II de
Brasil!
Mientras la guerra civil continuaba en el Uruguay, con la desembozada ayuda del gobierno de Mitre
a los rebeldes, Brasil se decidió por fin a intervenir.
El Imperio había tenido que posponer sus planes a consecuencia del "incidente Christie" con Gran
Bretaña (unos oficiales británicos de marina habían sido detenidos por la policía en Río de Janeiro
por su estado de embriaguez y el ministro Christie había exigido reparaciones). Cuando el gobierno
del marqués de Olinda capituló ante los británicos, su impopularidad lo llevó a renunciar. Fue
reemplazado por los liberales de Goes Monteiro, que se propusieron hacer con los uruguayos lo que
los británicos acababan de hacer con Brasil: presentar un ultimátum para que se repararan las
supuestas vejaciones a ciudadanos brasileños en el Uruguay.
Aunque Saraiva, el enviado brasileño, llegó a Montevideo acompañado por la escuadra del almirante
vizconde de Tamandaré, una conversación previa con el barón de Mauá lo decidió a presentar una
reclamación bastante tibia al gobierno del presidente Atanasio Aguirre (veterano dirigente blanco que
acababa de suceder a Berro en 1864). Mauá le habría alertado sobre una posible intervención del
Paraguay, y una eventual neutralidad argentina.
Fue entonces que comenzó a actuar decididamente el verdadero gestor de la guerra: el ministro
británico Edward Thornton. La meta de las aspiraciones de Londres era acabar con la resistencia
paraguaya a la presencia del comercio inglés en sus costas, amparado en su situación inexpugnable
frente a la marina de SMB.
Thornton reúne a Saraiva con Elizalde y, acompañados por el embajador Andrés Lamas, marchan a
Montevideo a ofrecer su mediación en el conflicto in- terno del Uruguay. El gobierno de Aguirre se
mostró sorprendido, pero no tuvo más remedio que aceptar la oferta. Sin embargo, tal como estaba
planeado, las exigencias de Flores fueron durísimas (ascensos para sus oficiales -aún los
extranjeros- y medio millón de pesos para repartir entre ellos). Desesperado, Aguirre aceptó, aunque
solicitando una disminución del monto acordado. Flores respondería aumentando sus exigencias (el
ministerio de Guerra para él y un nuevo gabinete con mayoría colorada).
Mientras solicitaba el auxilio del Paraguay, el gobierno oriental rechazó las nuevas exigencias.
Ofendidos, los mediadores se retiraron a Buenos Aires.
Allí, con explícita participación de Thornton, el gobierno de Mitre se comprometió a apoyar las
exigencias brasileñas que, ahora, fueron presentadas en forma de duro ultimátum. En agosto de
1864 Aguirre rechazó la intimación y comenzó la intervención militar brasileña.
Como esperaba el ministro británico, Paraguay advirtió que no permitiría la intromisión de Brasil.
Creía que finalmente Urquiza estaría de su lado. Sin embargo, en ese lapso, el entrerriano acababa
de realizar un soberbio negocio, vendiéndole a Brasil 30.000 caballos, lo que dejaba desmontado al
ejército de Entre Ríos. Decidido a todo, López capturó en aguas paraguayas un barco brasileño
dando inicio a la guerra entre ambos países.
Al finalizar el año 1864, el ejército y la flota brasileños destruyeron Paysandú, tras la heroica
resistencia del general Leandro Gómez (enfrentó con apenas 800 hombres a casi 20.000 brasileños
y las fuerzas de Flores). Con excepción de la "Nación Argentina", toda la prensa de Buenos Aires y
el interior repudió la convivencia del gobierno de Mitre con Brasil a la que, obviamente, se había
asociado Urquiza.
Basándose en el precedente de 1855, Francisco Solano López solicitó entonces a Mitre autorización
para cruzar Misiones en procura del territorio oriental. Elizalde negó el permiso.
Sobrevino entonces una dura puja entre los jefes militares y navales brasileños y el encargado
político de la misión, Silva Paranhos, futuro vizconde de Río Branco. Los primeros deseaban entrar a
sangre y fuego en Montevideo, oponiendo a los blancos condiciones inaceptables y preparando la
anexión de la antigua Cisplatina. Silva Paranhos se contentó con el gobierno para Flores, el
mantenimiento de la alianza con Brasil y el castigo de los responsables de las actitudes anti-
brasileñas. Acababa de ser advertido por los británicos que Gran Bretaña no aceptaría la anexión del
Uruguay.
La guerra de la Triple Alianza:
Después de la fácil conquista de Mato Grosso, Francisco Solano López reunió un congreso
extraordinario en Asunción al que sometió sus acciones. Al plantear el tema de la parcialidad
argentina a favor de Brasil, los diputados se inclinaron por la declaración de guerra, aunque dejando
constancia que la misma era contra el gobierno de Buenos Aires y no contra el pueblo argentino.
Eso aconteció el 19 de marzo de 1865.
La guerra no se haría contra el pueblo paraguayo, sino contra Solano López (el "Atila de América",
según la prensa porteña). No cesaría hasta no deponerlo y, de continuar la resistencia de los
paraguayos, hasta la extenuación.
Las operaciones terrestres serían comandadas por Mitre y las navales por el vizconde de
Tamandaré.
Se respetaría la integridad territorial del Paraguay, pero Brasil y Argentina se incorporaban sus
pretensiones territoriales. Paraguay sería despojado de la soberanía de sus ríos.
Protocolo adicional:
Serían demolidas las fortificaciones de Humaitá y no se dejarían armas ni elementos de guerra al
Paraguay una vez vencido.
LA OFENSIVA PARAGUAYA.
LA DEFENSA PARAGUAYA.
Las fuerzas de Solano López, divididas en dos grandes cuerpos, avanzaron paralelo uno del otro:
por la ribera del Uruguay (general Estigarribia), por la ribera del Paraná (general Robles).
El cuerpo de Estigarribia llegó a ocupar Uruguayana, quedando rodeado por el grueso de las fuerzas
aliadas, frente a las que capituló.
La invasión a territorio paraguayo presentó grandes dificultades por la naturaleza del terreno
(pantanos y esteros) y la resistencia de las fuerzas de López. Buscando abrirse camino hacia la
fortaleza de Humaitá, los aliados logran vencer en Tuyuty (entre 10 y 12.000 muertos de ambos
bandos); pero, a continuación, son derrotadas en Boquerón. La conducción por parte de Mitre
comenzó a ser cuestionada por los jefes aliados.
En desacuerdo con el proyecto de aniquilar al Paraguay y repartirse luego sus despojos, el gobierno
británico dio publicidad al tratado de la Triple Alianza (que se mantenía en secreto). Ello, produjo
indignación en toda Hispanoamérica (la "triple infamia"). Una entrevista entre Solano López y Mitre
no condujo a ninguna solución.
Como Brasil deseaba apurar el desenlace, Mitre ordenó el asalto a la posición de Curupayty. En
medio de errores de todo tipo, murieron 10.000 soldados argentinos.
Pronto se plegaron casi todas las provincias cordilleranas. Pese a que fue convocado a encabezar la
rebelión, Urquiza no respondió.
Mitre se vio obligado a dejar el mando en Paraguay y destinar fuerzas del ejército para reprimir el
movimiento. Las derrotas de Saa en San Ignacio y de Varela en Pozo de Vargas a manos del
santiagueño Antonio Taboada, aliviaron en algo la situación, agravada por una epidemia de cólera
originada en el teatro de la guerra.
Gran Bretaña no deseaba el exterminio del Paraguay y la hegemonía absoluta de Brasil. Por esa
razón realizó varias maniobras (entre ellas logró el apartamiento de Elizalde -hombre de Brasil-
como canciller) y ofreció una nueva mediación. Tropezó con la negativa de López a abandonar su
patria. Mitre, por su parte, tras nuevas demostraciones de su impericia militar, abandonó
definitivamente el frente al producirse la muerte del vicepresidente Marcos Paz.
A cargo de la guerra casi con exclusividad, Brasil lanzará una gran ofensiva que, después de la
derrota de Humaitá (última victoria paraguaya), logró desmantelar y ocupar aquella fortaleza. Con la
masacre del pueblo paraguayo y sabiendo que la guerra cesaría cuando se entregara López, hubo
un complot. Pero el mariscal lo descubrió y ejecutó a los responsables, aunque entre ellos estaban
dos de sus hermanos y el obispo de Asunción. Los aliados entraron en Asunción en enero de 1869 e
instalaron un gobierno amigo. No obstante, recién un año después (marzo de 1870), López fue
alcanzado y muerto en Cerro Corá.
Brasil se apropió del máximo de sus aspiraciones territoriales. El canciller del nuevo presidente
Sarmiento, Mariano Varela renunció a parte de las pretensiones argentinas a partir del concepto de
que "la victoria no da derechos", reteniendo para la Argentina el territorio de las actuales provincias
de Misiones, Chaco y Formosa. La porción comprendida entre los ríos Verde y Pilcomayo fue
sometida al arbitraje del presidente de los EEUU, Rutherford Hayes quien, en 1876, falló a favor del
Paraguay.
Bolilla XII.
Punto 1.
ANEXO
Antes de iniciar el Punto 1, haremos una síntesis de las presidencias de Sarmiento y Avellaneda,
para poder entender la situación del país hacia 1880.
En 1868 debían efectuarse las elecciones presidenciales. Pese a que Mitre había anunciado su
prescindencia en la contienda electoral, se sabía que Rufino de Elizalde (propuesto por el Partido
Nacional o Nacionalista) era su candidato preferido, habiendo ya criticado las candidaturas de
Urquiza (fuerte en el interior pero sin chances en Buenos Aires), Alberdi (más o menos en la misma
situación) y Adolfo Alsina (fuerte en Buenos Aires pero sin chances en el interior).
Elizalde era apoyado por Brasil debido a que era quien había iniciado en 1864 las tratativas para la
alianza, y por consiguiente quien ofrecía "garantías al Brasil para la observancia de los tratados y, en
general, para el mantenimiento de las buenas relaciones internacionales". Por las mismas razones,
era quien pagaba el costo político de la guerra del Paraguay.
El Partido Autonomista pudo ganar las elecciones de 1866 para gobernador de Buenos Aires debido,
entre otras razones, a que los más importantes comandantes de frontera -que eran quienes
digitaban las elecciones en la campaña a favor de los candidatos nacionalistas- estaban en el frente
de guerra.
Un grupo de oficiales del ejército, entre quienes se contaba el coronel Lucio V. Mansilla, proclamó la
candidatura de Domingo Faustino Sarmiento, quien se hallaba en misión oficial en Estados Unidos;
ésta fue apoyada por los liberales de 6 provincias.
Pese a los esfuerzos de los mitristas, que llegaron a sugerir la fórmula Elizalde-Urquiza, la elección
se definió en el Colegio Electoral, donde la fórmula Sarmiento-Alsina obtuvo mayoría. Asumieron el
12 de octubre de 1868.
La política educativa -a cargo del ministro Nicolás Avellaneda- arrojó importantes resultados: se
fundaron 5 colegios nacionales, 2 escuelas normales, numerosas bibliotecas y cursos nocturnos, el
Observatorio de Córdoba, el Colegio Militar de la Nación y la Escuela Naval Militar.
En 1871, la república padeció una epidemia de fiebre amarilla, secuela de las enfermedades
generadas por la guerra del Paraguay.
El gobierno de Sarmiento tuvo dificultades internacionales que pudieron conducir a nuevas guerras:
con Brasil (disgustado por la doctrina Varela) y con Chile (que basándose en opiniones del propio
Sarmiento pretendía extender su dominio a la Patagonia).
Finalmente, reprimió los movimientos de Ricardo López Jordán (1870/71 y 1873) interviniendo
militarmente en Entre Ríos. El asesinato de Justo José de Urquiza -que poco antes se había
reconciliado con Sarmiento- por la revolución federal de López Jordán fue perpetrado en venganza
de lo que se consideraba su traición al compromiso que una vez había asumido con las provincias:
llamado por Peñaloza y Felipe Varela, había asistido impávido a sus derrotas y al saqueo del interior.
Muchos federales concurrieron a apoyar a López Jordán, pero fueron derrotados en Ñaembé por las
tropas nacionales y debieron huir al Brasil. Allí, José Hernández, uno de los revolucionarios
federales, comenzó a escribir su "Martín Fierro", en oposición a la política de Sarmiento.
Sarmiento había asumido la presidencia sin un partido político propio. Sin embargo, por la política
aplicada en el interior, cuando finalizaba su mandato controlaba todo el país, con excepción de
Santiago del Estero que respondía a Mitre. En desacuerdo con las candidaturas de Mitre y Alsina,
propuso a su ministro Nicolás Avellaneda, que había realizado una gran labor. Alsina, entendiendo
nuevamente las limitaciones del Partido Autonomista en el interior, lo apoyó también.
En febrero de 1874 se hicieron las elecciones para diputados, y en abril para presidente. En las
primeras hubo grandes discusiones y acusaciones (mitristas) de fraude y violencia. Si bien el
binomio Nicolás Avellaneda-Mariano Acosta triunfó con amplitud, los resultados fue- ron muy parejos
en la elección de diputados, y el Congreso tardó demasiado en expedirse: la diferencia por la que
ganó el gobierno a los mitristas era menor a 300 votos.
Entonces, los nacionalistas comenzaron la rebelión: José C. Paz lanzó un manifiesto revolucionario
en setiembre y se sublevaron distintos jefes militares, como Arredondo (Córdoba y Mendoza) y Rivas
(en Azul). Avellaneda asumió el 12 de octubre en medio del alzamiento.
No obstante, los insurrectos fueron derrotados por el teniente coronel Inocencio Arias (derrotó a
Mitre en La Verde y luego lo obligó a rendirse en Junín) y el coronel Julio Argentino Roca (venció a
Arredondo en Santa Rosa).
Los jefes militares -incluído Mitre- fueron sometidos a Consejo de Guerra, siendo condenados a 8
años de destierro. No obstante, pocos meses después, el Congreso sancionó una ley de amnistía.
Cuando terminó este período de crisis, algunas de las grandes empresas se habían transformado en
monopólicas, pudiendo controlar ellas solas la producción y los precios. Incluso, al avanzar la
concentración se produjo la fusión del capital industrial con el bancario, surgiendo el capital
financiero que podía llegar a controlar sectores claves de la economía de un país.
La crisis de 1873 repercutió en la Argentina en los años siguientes: los precios de la lana bajaron
abruptamente e incluso no había mercados para colocarla. Aumentó nuestro déficit en el comercio
exterior y nuestra deuda por los productos industriales que seguíamos adquiriendo. Se paralizaron
las inversiones, quebraron establecimientos (entre ellos el Banco Nacional) y se volvieron a Europa
muchos de los inmigrantes que habían llegado.
Para poder hacerlo, rebajó un 15% los sueldos y las pensiones, suspendió obras públicas, no pagó a
los acreedores internos y se atrasó 6 meses en el pago de los salarios de los empleados. Se decretó
el curso forzoso del papel moneda, y se emitió más (aunque se depre- ciase con respecto al precio
del metal) a fin de tener circulante.
_________________________
La "conciliación" de 1877:
El gobierno de Avellaneda declaró el estado de sitio y varios diarios que respondían a Mitre ("La
Nación" y "La Prensa") fueron clausurados. López Jordán por su parte, fue rápidamente vencido por
fuerzas nacionales y tomado preso, siendo juzgado por los tribunales federales de Paraná
(escaparía de su prisión y sería amnistiado más tarde por Juárez Cellman).
A esa altura de los acontecimientos, El ministro de Guerra, Adolfo Alsina, comenzaba a ver con
preocupación la unidad del Partido Autonomista y sus posibilidades de ser el sucesor de Avellaneda.
Las candidaturas para el gobierno de la provincia de Buenos Aires mostraron la vigencia de un grupo
de jóvenes autonomistas (Aristóbulo del Valle, Leandro Alem y Dardo Rocha) poco inclinado a
someterse a las directivas del viejo jefe.
Aquel hecho abrió camino a la "conciliación", un "pacto de caballeros" que, en un principio, sólo
perseguía restituir a Mitre y a sus camaradas de 1874 sus grados militares, pero que culminaría con
la formación de un gabinete nacional "conciliado".
De improviso, cuando todo parecía arreglado para asegurar la presidencia a Alsina, éste murió
después de sufrir una indisposición mientras inspeccionaba un fortín en Carhué (se dijo que había
ingerido un alimento en mal estado).
La sucesión presidencial:
Para 1878, todo parecía asegurar la presidencia de la república a Carlos Tejedor, el gobernador de
la provincia de Buenos Aires. Lo apoyaba el autonomismo otra vez unificado después de la muerte
de Alsina, lo apoyaban los mitristas y lo apoyaba el joven y hábil comandante de Río IV, el flamante
general Julio A. Roca que, pacientemente, estaba organizando una liga de gobernadores a partir de
su dominio político sobre las provincias de Cuyo (luego de la victoria en Santa Rosa) y Córdoba (por
la acción de su pariente Miguel Juárez Cellman).
Pero, Tejedor era enemigo de la politiquería, era soberbio y de mal carácter. Además, carecía de
tacto: al asumir el gobierno provincial se había referido al gobierno nacional llamándolo "huésped".
En poco tiempo, comenzó a perder sus apoyos políticos. Los jóvenes autonomistas (llamados ahora
"puros") lo abandonaron cuando Mitre se dispuso a apoyarlo. Roca, que planeaba su expedición al
desierto, no recibió seguridades de Tejedor de que sería su ministro de Guerra (Tejedor sostenía
que la Patagonia y la Pampa pertenecían a la provincia de Buenos Aires), por lo que dejó de sugerir
su nombre y también su liga de gobernadores, creada para defenderse del mitrismo. Todas estas
alternativas llevaron a primer plano la figura de Roca, cuya candidatura fue sugerida por Dardo
Rocha, uno de los "puros".
Entre abril y julio de 1879, mientras se proclamaba la fórmula Tejedor-Laspiur, el general tucumano
llevaba adelante su campaña al desierto. Saturnino Laspiur era, por entonces, ministro del Interior de
Avellaneda. Con su intervención había favorecido el dominio de los mitristas en Corrientes. Ahora,
trataba de repetir el juego en La Rioja.
La situación empezó a complicarse por todas partes. El presidente Avellaneda, poniéndose de parte
de Roca, desautorizó a Laspiur, que renunció a su cargo de ministro.
Roca, recibido en triunfo en Buenos Aires, perdió de un día para otro su popularidad. Una ola de
desenfrenado localismo inundó la ciudad. El presidendente, un provinciano, era llevado de la nariz
por un militar, también provinciano-. Tejedor pronunciaba palabras belicosas, mientras Mitre agitaba
las aguas de manera disimulada.
El nuevo ministro del Interior fue Sarmiento. Suponiendo que podría emerger como una alternativa
entre Tejedor y Roca, intentó crearse situaciones favorables a su candidatura en el interior,
interviniendo Jujuy. Desautorizado por Avellaneda también se alejará.
Fue entonces que surgió el problema de las milicias. Tejedor comenzó por prohibir a las fuerzas
nacionales acantonadas en la ciudad de Buenos Aires realizar ejercicios. Paralelamente, reivindicó
el derecho de la provincia a organizar la guardia nacional. Pudo llegarse a una transacción y
sancionarse una Ley de Milicias en 1879: las provincias podrían organizar sus milicias, pero no
podrían convocarlas 6 meses antes de una elección; además, Roca abandonaría el ministerio de
Guerra, siendo reemplazado por Carlos Pellegrini.
Por sugerencia de "La Nación", Tejedor pudo eludir la norma recién sancionada al crearse la
"Sociedad de Tiro y Gimnasia", a fin de que la juventud porteña pudiera adiestrarse para "la defensa
de Buenos Aires". Simultáneamente, la provincia armó a los bomberos voluntarios, a los cuerpos de
vigilantes y a los guardiacárceles, adquiriendo armas y municiones del extranjero sin respetar las
disposiciones legales. En medio de ataques e insultos de la prensa contra Avellaneda y Roca, de
agresiones y burlas a los legisladores de las provincias y de provocaciones a los cuerpos militares
nacionales, se llegó a 1880.
La guerra civil:
Renovación de diputados nacionales: ganaron los "conciliados" en Buenos Aires; en el resto de las
provincias, los que apoyaban a Roca.
Elección de electores para presidente: ganaron los partidarios de Tejedor en Buenos Aires y
Corrientes; en el resto del país, los roquistas.
Entre abril y junio, a medida que crecía la tensión, fueron incesantes las tratativas, conferencias y
encuentros en busca de una salida pacífica. Roca se mantuvo firme ante los pedidos de renuncia
que se le formularon. No obstante, después de un encuentro entre Roca y Tejedor a bordo de un
vapor en el río Luján, volvió por un momento a barajarse el nombre de Sarmiento.
Sin embargo, Roca y Pellegrini estaban decididos a desencadenar la lucha. El 1º de junio, un
contingente de fuerzas nacionales que trataba de impedir el desembarco de armas para los porteños
debió retirarse ante la presencia de fuerzas de Buenos Aires. Pellegrini convenció a Avellaneda que
el gobierno de Tejedor había comenzado la guerra. El presidente dispuso entonces el traslado de los
poderes nacionales al pueblo de Belgrano. Allí:
También se cuestionaba la legalidad del decreto que convertía Belgrano en capital provisoria. Se
decía que violaba la Ley de Residencia. El gobierno respondió que aquella ley fijaba un plazo de
cinco años que ya había vencido.
Sin que se disparara un tiro fueron transcurriendo los días. Pero, cuando el 13 se conocieron los
resultados de los colegios electorales, la situación quedó tal como se preveía: se impuso la fórmula
Julio A. Roca-Francisco Madero. Poco después, comenzaron las acciones militares.
Hubo combates en Barracas, Puente Alsina, Constitución y los Corrales. El número de muertos fue
muy elevado, pero las fuerzas nacionales no lograron ventajas. El mando porteño fue entonces
confiado a Mitre, que recelaba del apoyo popular que acompañaba la causa de Buenos Aires y no
creía en la posibilidad de una victoria.
Mitre se presentó en Belgrano para iniciar las conversaciones de paz, las que fueron completadas
luego de la entrevista entre Avellaneda y el vicegobernador de Buenos Aires, José María Moreno.
Allí, acordaron un "pacto de caballeros" que establecía:
El mismo, quedaría en manos de Moreno, con total acatamiento a los poderes nacionales.
Continuaría el estado de sitio para evitar excesos.
No se procesaría a nadie.
En los días siguientes, Dardo Rocha, con los autonomistas que seguían a Roca en Buenos Aires
(Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen, Torcuato de Alvear, Antonino Cambaceres) decide la
organización de un Partido Autonomista a nivel nacional: se llamaría Partido Autonomista Nacional
(PAN).
Punto 2.
Entre los revolucionarios, muchos se preguntaban por qué se había capitulado si la victoria militar
era posible. En el campo de los nacionales -especialmente Roca- se consideraba que el arreglo
dejaba intacto el poder del enemigo.
El hecho de que Avellaneda designase al coronel José María Bustillo -en plena guerra civil- como
comisionado nacional en la campaña bonaerense, lo que constituía una verdadera intervención a la
provincia.
Moreno pidió al gobierno nacional que se permitiera la reincorporación de los diputados cesanteados
como prueba de buena voluntad. La cámara de Diputados de la Nación respondió invitando a
Avellaneda a llamar a elecciones para cubrir los puestos cesantes.
La legislatura bonaerense, a su vez, declaró inconstitucional el traslado de la capital a Belgrano sin
existir una previa cesión del territorio. El Congreso Nacional respondió disolviendo la legislatura de
Buenos Aires (el pretexto fue que al presidente del Senado bonaerense Juan José Romero se le
había negado el uso de la palabra cuando pidió explicaciones sobre los gastos militares que había
realizado el gobierno de Tejedor).
Se declaraba capital de la República al municipio de Buenos Aires, bajo sus límites actuales.
Todos los edificios públicos situados en el municipio quedaban bajo jurisdicción de la Nación sin que
los municipales perdieran su carácter.
Los Bancos Provincia, Hipotecario y Monte de Piedad quedaban bajo jurisdicción provincial, así
como los ferrocarriles y telégrafo.
La ley regiría una vez que la Legislatura provincial hiciera la cesión correspondiente.
Hasta que se produjera la cesión, las autoridades nacionales residirían en Buenos Aires, quedando
sin efecto la disposición que declaraba a Belgrano capital provisoria.
El proyecto, que terminaría aprobado, fue defendido por José Hernández y Carlos D'Amico.
Punto 3.
La necesidad de ganar tierras hacia el sur para destinarlas a la cría del ganado había constituido uno
de los objetivos constantes de los diversos gobiernos surgidos a partir de 1810. Sin embargo,
apenas se habían materializado algunas pequeñas iniciativas de carácter defensivo frente a las
incursiones de los indios. El principal avance de la frontera se registró a fines de la década de 1820
con la fundación del fuerte de Bahía Blanca y de varias poblaciones como Azul, Tandil y Tapalqué.
Concluído su primer gobierno, Rosas emprendió una campaña de la que tomó parte al frente de la
columna principal, aunque el mando superior de la expedición correspondió a Juan Facundo
Quiroga.
El momento culminante de la campaña se produjo cuando el general Ángel Pacheco tomó posesión
de la isla de Choele-Choel en el río Negro.
Aunque se ganaron para la civilización casi 3.000 leguas de tierras, el objetivo de Rosas fue la
pacificación más que la conquista.
Rosas hizo imposible los grandes malones al controlar el "camino de los chilenos" (a través de los
valles de los ríos Colorado y Negro) con fortificaciones avanzadas. Además, firmó tratados de paz
con todos ellos.
Rondeau fue remiso en el cumplimiento de sus compromisos, por lo que Rosas llamó de Chile al
gulmen araucano Calfucurá, quien eliminó a Rondeau y a los principales capitanejos, absorbiendo a
los borogas.
Más tarde, Calfucurá invitó a todos los pueblos del "desierto" a colocarse bajo su conducción ya que
"su misión era unir a la gran familia araucana en un vasto e invencible imperio"
En 1836, Rosas y Calfucurá (a través de su hijo Namuncurá) suscribieron la Paz del Pino:
Calfucurá, reconocido como Gran Gulmen de la Pampa, se comprometía a impedir los malones o
avisar a las autoridades fronterizas.
Sería reconocido representante único del gobierno entre los indios; se reconocía argentino y recibía
el grado de coronel
El gobierno le enviaría a sus toldos de Salinas Grandes anualmente, yeguas, vacas, bebidas, ropas,
yerba, azúcar y tabaco.
El acuerdo dio resultados relativamente positivos y, durante la época de Rosas fueron pocos los
malones. En varias ocasiones, Calfucurá devolvió los animales y cautivos capturados durante alguna
incursión.
Las convulsiones que siguieron a la caída de Rosas dejaron poco protegida la frontera. Ya en abril
de 1852 los indios asolaron la frontera sur y pusieron sitio a Bahía Blanca. Tentado por el gobierno
de Buenos Aires y por el de la Confederación, Calfucurá simulaba volver a su actitud pacífica, pero
no cumplía. En 1855, el ministro de Guerra de Buenos Aires, Bartolomé Mitre fue derrotado por
Calfucurá y Catriel en Sierra Chica. El gobierno pactó con el segundo, haciéndolo coronel y
entregándole abundantes provisiones, pero Catriel carecía de fuerza para oponerse a Calfucurá, por
lo que se refugió con su gente en Azul, poniéndose bajo la protección de las autoridades porteñas.
En 1864, la línea de fortines fue rebasada por los indios que atacaron varias poblaciones en Buenos
Aires, sur de Mendoza y de San Luis. Asumida la presidencia por Sarmiento, el gobierno se vio
obligado a ceder ante las exigencias de Calfucurá, ordenando la evacuación del fuerte de Choele-
Choel, sobre el río Negro.
Entre 1870 y 1872, los intentos del gobierno nacional de reconstituir la línea defensiva son
constantemente frustrados por incursiones de los indios que logran arriar miles de cabezas de
ganado hacia Chile. Las fuerzas nacionales, constituidas por gauchos llevados por la fuerza, mal
armados y mal montados, se mostraron impotentes.
En marzo de 1872, Calfucurá lanzó una gran invasión de todos los pueblos del desierto (alrededor
de 6.000 hombres) para vengar la afrenta inferida a dos caciques que habían sido remitidos presos a
la isla de Martín García. Sin embargo, las fuerzas nacionales lograron interceptar al gulmen (que
conducía un gran arreo) en San Carlos, partido de Bolívar. Allí, la superioridad del armamento de los
blancos decidió la derrota del anciano jefe araucano que, agobiado por la pena, murió al año
siguiente, dejando a su hijo Namuncurá al frente de la confederación india.
Todavía los indios intentarían desalojar a sus enemigos a principios de 1876. Era ministro de Guerra
de Avellaneda, Adolfo Alsina, que pretendía llevar la línea defensiva hasta Carhué y Guaminí.
Namuncurá negó el permiso y, tras difíciles negociaciones que el ministro alargó para ganar tiempo,
se produjo la llamada "invasión grande" de casi todos los pueblos del desierto, que a- soló la zona
de Azul y Tandil. Sin embargo, no tardaron en imponerse los nuevos fusiles remington de las tropas
nacionales. En varios combates, se produjo un verdadero exterminio de los indios.
Alsina comenzó entonces a poner en práctica un nuevo sistema defensivo: una zanja de 3 varas y
medio de ancha por 2 varas y medio de profundidad. La Zanja de Alsina correría desde el sur de la
provincia de Buenos Aires hasta Mendoza, pasando por el sur de Córdoba. Tenía por objeto
dificultar el re- torno de los malones, cuando venían arriando el ganado capturado. La zanja estaría
jalonada por una extensa línea de fortines.
Mientras tanto, nuevos enfrentamientos que tuvieron como protagonistas al coronel Conrado Villegas
y al cacique Pincén determinaron la casi total desaparición de los indios "de lanza", en tanto las
represalias de los blancos se destacaron por su ferocidad. Correspondía completar la total
ocupación de los territorios del sur.
Alcanzar las faldas orientales de la cordillera para anticiparse a una eventual ocupación chilena.
Ganar millones de hectáreas de tierras fértiles para desarrollar el destino agroexportador que habían
delineado los hombres de la generación liberal-romántica.
Una serie de leyes fue precisando la configuración de la República a medida que se iban ganando
territorios al "desierto":
El "despoblado" fuera de las provincias sería territorio nacional. La línea seguiría los fortines
existentes. No se tomaron en cuenta las objeciones de algunos legisladores que sostenían que
aquellas tierras pertenecían históricamente a las provincias y que no se ocupaban por razones de
fuerza.
LEY DE 1872: Organizando el gobierno de los territorios nacionales.
Esta ley respondía al hecho de que habían sido paulatinamente pobladas algunas tierras, más allá
de los límites de 1862, en Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fé y el Chaco. El objeto de la
misma se vinculaba con la situación de Villa Occidental ocupada desde la guerra del Paraguay.
El gobierno de Tejedor sostuvo que las leyes de 1862 y 1872 habían sido medidas provisorias, sin
que Buenos Aires hubiera hecho renuncia de sus derechos históricos; otro tanto sostenían Mendoza,
San Luis, Córdoba y Santa Fé.
Se llegó al acuerdo de que el territorio nacional sería un cuadrilátero delimitado por el meridiano 5º
(por el este), el meridiano 10º (por el oeste), el paralelo 35º (por el norte) y los ríos Negro y
Barrancas (por el sur).
Se autorizaba gastar 1.600.000 pesos a cubrirse con un empréstito interno con garantía de las
tierras a ganarse.
La expedición al desierto:
El proyecto que debía catapultar a Alsina a la presidencia de la República fue usufructuado por otra
persona que heredó el proyecto, el ministerio de Guerra y la candidatura presidencial: Julio A. Roca.
El nuevo ministro de Guerra discrepaba con el criterio de Alsina que, como Rosas, quería manejarse
con los indios a partir de tratados y era partidario de poblar gradualmente las tierras fronterizas con
colonos, plantaciones y estancias ("el plan del poder Ejecutivo es contra el desierto para poblarlo y
no contra el indio para destruirlo). Roca se inclinaba por una acción ofensiva que condujera, en
primera instancia, a apoderarse del "camino de los chilenos".
Sancionada la ley de 1878, la expedición integrada por cinco columnas se puso en movimiento en
abril de 1879. La acompañaban misioneros, zoólogos, botánicos, topógrafos, agrimensores y
periodistas. El 24 de junio de aquel año, el ministro de Guerra retornó a Buenos Aires frente a la
grave situación política que allí se vivía. Por entonces, ya se había alcanzado la con- fluencia del
Neuquén con el Limay.
Casi no se encontraron indios y apenas se registraron escaramuzas con algunos desesperados. Los
pocos hallados fueron muertos o tomados prisioneros. Tras varios años de escapar a la persecución
de las tropas nacionales, Namuncurá sólo se rindió en 1883. La ocupación de los territorios del sur
prosiguió hasta alcanzar la región de los lagos y los ríos Deseado y Santa Cruz.
En 1885 el Congreso sancionó la Ley de premios, que concedía en premio a los expedicionarios
fracciones de tierra que iban desde 15.000 hectáreas a Roca y a los herederos de Alsina a lotes de
100 y 200 a los soldados. Algunos jefes colonizaron las tierras recibidas, no así los soldados por la
exigua extensión de sus propiedades y su mala calidad. Terminaron vendiéndolas a especuladores o
pagando con ellas las deudas con los proveedores. Esta ley complementaba las leyes sancionadas
en 1882:
La ley que dividía el territorio nacional en nueve gobernaciones: Misiones - Chaco - Formosa - La
Pampa - Neuquén - Río Negro - Chubut - Santa Cruz - Tierra del Fuego (por entonces se estaba
realizando la ocupación del Chaco).
La ley de venta de tierras nacionales que dispuso la enajenación en remate público de lotes de
pastoreo de 10.000 hectáreas, o menores en zona de labranza (no obtuvo mayor resultado) y la
posterior ley de donaciones que las distribuía a quienes quisieran poblarlas.
Punto 4.
La necesidad de atraer inmigrantes europeos al Río de la Plata ya fue señalada por Mariano
Moreno. Del mismo modo, el asunto fue del interés de Bernardino Rivadavia, pero sus convenios de
colonización, durante la década de 1820, resultaron un fracaso. La inmigración prácticamente se
detuvo durante la época de Rosas.
La fundación, por esa época, de la colonia Esperanza en territorio de Santa Fé, por iniciativa del
empresario Aarón Castellanos.
El ensayo del coronel Manuel Clemente (1854), que dio como resultado la fundación de la Colonia
Agrícola Militar de las Conchas (Entre Ríos), poblada por alemanes.
El convenio de Urquiza con Carlos Sourigues (1857) para el establecimiento de la colonia San José,
en Entre Ríos.
En 1858, por iniciativa absolutamente privada de Ricardo Foster se fundó la colonia de San
Jerónimo en Santa Fé.
El intento de fundación de la colonia Nueva Roma, con italianos, cerca de Bahía Blanca.
La escasa población.
En el período iniciado en 1862, se fueron escalonando una serie de medidas que definieron la
política inmigratoria:
La Oficina remitía a Europa información sobre las necesidades de trabajadores, sueldos y tipos de
contratos. En los lugares de origen se establecieron agencias oficiales para controlar la calidad de la
preparación de los inmigrantes.
La Ley definía al inmigrante como: "todo extranjero jornalero, artesano, industrial, agricultor o
profesor que, siendo menor de 60 años, y acreditando su moralidad y actitudes llegase a la
República para establecerse en ella, en buques a vapor o vela, pagando pasaje de segunda o
tercera clase, teniendo el viaje pagado por cuenta de la Nación, de las provincias o empresas
particulares protectoras del inmigrante".
Determinaba las funciones del Departamento y de las comisiones que se instalarían en los puertos o
capitales de provincia.
Establecía las normas para la colonización en territorios nacionales, previendo la entre- gratuita de
100 hectáreas para cada una de las primeras 100 familias y la venta a plazos para el resto.
La inmigración con destino urbano:
Entre 1859 y 1880 entraron al país 437.450 inmigrantes, de los cuales sólo se radicaron
definitivamente 172.564; el resto regresó a su lugar de origen. Su distribución se redujo a la zona del
Litoral, en especial Buenos Aires. De los inmigrantes que ingresaron al país, una pequeña
proporción se asentó en los campos para dedicarse a la agricultura, debido a la dificultad para
acceder a la propiedad de la tierra. Esto provocó la inmigración masiva con destino urbano a medida
que finalizaban los contratos de arrendamiento, ya que la ciudad, si bien no garantizaba sueldos más
elevados, proporcionaba la posibilidad de ingresar a los nuevos puestos de trabajo abiertos por la
expansión económica para los que mostraban mayor capacidad de adaptación, desplazando a los
criollos del mercado laboral. Luego comenzarían a instalar comercios beneficiados por el continuo
crecimiento del consumo, ingresando en los sectores secundarios y terciarios.
Desde un punto de vista negativo, los inmigrantes debieron sufrir ser parte del proletariado, ya que
carecían de bienes y se hacinaban en los conventillos con pésimas condiciones de vida y pagando
gran parte de sus sueldos por ese alojamiento.
Se calcula que los extranjeros llegados al país hasta 1914 superaban los 3 millones de individuos;
no obstante, las cifras de los Censos Nacionales no parecen revelarlo:
CENSO NACIONAL DE 1895: 1 millón de extranjeros sobre una población de poco más de 4
millones
CENSO NACIONAL DE 1914: 2.350.000 extranjeros sobre una población de cerca de 8 millones
Lo cierto es que muchos inmigrantes llegaban al país pero no permanecían en él. Un importante
sector era el constituido por la "Inmigración golondrina", compuesto por trabajadores que retornaban
a su tierra luego de un período de trabajo. Otro gran obstáculo fue la dificultad para adquirir la
propiedad de las tierras.
En 1880, después de la definitiva subordinación de Buenos Aires al Estado nacional, el general Julio
A. Roca asumió como presidente de la República y proclamó como lema de su gobierno: "Paz y
Administración". Roca y el grupo de dirigentes que lo acompañaba sabían que podían asegurar la
obediencia a las autoridades constituidas a través del poderoso ejército que respondía a las órdenes
del presidente. Pero, al mismo tiempo, tenían como meta hacer de la obediencia un hábito común
entre los dispersos habitantes del país.
Por eso, para todos ellos, el gobierno significaba algo más que asegurar la unidad recién alcanzada.
Se trataba, sobre todo de fundar un régimen político: es decir, establecer quiénes serían los
encargados de gobernar y en virtud de qué reglas unos, y no otros, tendrían el privilegio de mandar.
Un sistema en el que se conciliaran los valores igualitarios de una república abierta a todos, con los
valores jerárquicos de una república restrictiva, circunscripta a unos pocos.
• Otorgar el ejercicio del gobierno a una minoría privilegiada compuesta por los integrantes de
las familias de mayor poder económico y educación. Este criterio de legitimidad fundado
especialmente en la riqueza permite caracterizar como oligárquico a este sistema.
Esta oligarquía ya no debería enfrentarse con la oposición de las masas criollas y sus molestos
caudillos. Perseguidos o exterminados, los criollos ya no podían desempeñar un protagonismo
político. Este es el trasfondo que presenta el poema "Martín Fierro".
Por otra parte, empezaban a llegar los inmigrantes. No serían, sin embargo, las "viriles" razas del
norte las que responderían al llamado de poblar estas tierras. Los británicos eran apenas un puñado
de gerentes y técnicos de los ferrocarriles. Por el contrario, comenzaban a ingresar miles de
personas procedentes de Europa meridional (napolitanos, gallegos y vascos), en su mayoría pobres
e ignorantes. Defraudado, Alberdi diría: "poblar es un arte, una ciencia; pero poblar es apestar,
corromper, cuando se puebla con las emigraciones de la Europa atrasada". Aquellos inmigrantes sin
aspiraciones políticas ni jefes, ni conciencia de la nacionalidad, cumplirían las funciones proletarias
de una Argentina necesitada de trabajadores.
Los nacidos hacia la cuarta década del siglo XIX, que se destacaron en la política, las letras, el foro,
las ciencias y la milicia, fueron la primera generación educada por el liberalismo en la Argentina.
Cuando les llegó el momento de actuar, encontraron una nación sin pueblo, con elecciones
fraudulentas y violencia electoral y un Congreso donde se declamaba con brillantez y sin eficacia.
También conocieron las pequeñeces y errores de sus maestros, Alberdi, Mitre, Sarmiento, Gutiérrez.
Pero, menos románticos que aquéllos, callaron para poder ascender en una sociedad cada vez más
mercantil y materialista.
Si se los ha agrupado como "generación", es porque actuaron como grupo que compartía un
conjunto coherente de principios e ideas que convirtieron en objetivos de gobierno, aunque su
programa nunca fue enunciado de manera explícita. Compartían sí, el adjudicar una gran
importancia a la ciencia y vieron en los conocimientos científicos los instrumentos que abrían nuevos
horizontes a la humanidad.
Aquella creencia se correspondía con la realidad, ya que en sus tiempos la Argentina estaba
experimentando cambios producto de los adelantos técnicos y tecnológicos (el frío artificial para
congelar las carnes, molinos de viento, teléfonos, luz eléctrica, servicios sanitarios). Estas
convicciones, que ponían de manifiesto una fe profunda en el "progreso indefinido" estaban
fuertemente influidas por los principios del positivismo enunciados por los intelectuales europeos
Augusto Comte y Herbert Spencer.
Leandro Alem, Aristóbulo del Valle e Hipólito Yrigoyen lucharon contra el fraude y la violencia
electoral.
Adolfo Saldías se propuso depurar la Historia de los errores y engaños con los que había sido
escrita.
Entre los demás, se pueden citar a Julio A. Roca, Miguel Juárez Cellman, Eduardo Wilde, Norberto
Quirno Costa, Lucio Vicente López, Roque Sáenz Peña.
El pensamiento de la época:
El proyecto de la "Generación del '80" se sintetiza a veces en el lema del general Roca: "Paz y
Administración". En lo económico se centraba en la inserción de la Argentina en la división
internacional del trabajo a partir de la producción de materias primas y alimentos, y la importación de
la mayor parte de los productos elaborados que se consumían en el mercado interno. En lo político,
en la conformación de un régimen administrativo moderno a partir de instituciones imitadas de la
Europa finisecular, con el propósito de ofrecer garantías a los capitales extranjeros que invertían en
el país.
La oligarquía vivía en una suerte de "alternancia cultural", tributaria de los movimientos ideológicos e
intelectuales europeos, sobre todo de Francia. La soberbia cultural de los argentinos, que se
extendía incluso a sus relaciones con los EEUU, aparecía mezclada con una suerte de prudente
nacionalismo, frente al peligro del caos internacional, un arrogante optimismo basado en la creencia
en la fatalidad del progreso y una sensación de dominio de la situación y del porvenir.
Materialista. Según Alejandro Korn, los dirigentes aprendieron a subordinar todos los valores al valor
económico. No practicaban un liberalismo romántico e idealista, sino pragmático y positivista. Una
nueva Cartago -diría José María Rosa- pero sin imperio, ya que la Argentina de Roca no era un
imperio, sino un emporio ajeno.
Cosmopolita. Que entendía al hombre como "ciudadano del mundo", aquel que no se identifica sólo
con su patria ni considera al resto de los humanos como "extranjeros" y que se basaba en la idea de
que la comunidad humana necesitamos desarrollar el hábito de la coexistencia, la convivencia, la
asociación. Por eso predicaron una libertad individualista y un particular desapego por la tradición
nacional; fueron indiferentes en materia religiosa y asimilaron usos e ideas extraños. En eso
suponían que estaba el cambio de una sociedad tradicional a una moderna.
Hedonista. El Hedonismo es la doctrina filosófica basada en la búsqueda del placer y la supresión
del dolor como objetivo o razón de ser de la vida. En un sentido estricto, el hedonismo se diferencia
del utilitarismo, porque el primero cifra el bien en el placer individual, mientras que el segundo afirma
como bien sumo el placer, el bienestar y la utilidad sociales. El hedonismo de la oligarquía argentina
tenía carácter individualista.
El presidencialismo. El fraude:
Aunque Roca no tenía oposición, prefirió reforzar su poder por medio de un ejército aún más eficaz y
adicto y la liga de gobernadores, controlada desde Córdoba por su concuñado Miguel Juárez
Cellman. Su partido, el PAN, más que un partido político entendido en términos modernos,
constituía, más bien, una red de amistades políticas y económicas, un sistema de lealtades y
compromisos con sus correspondientes premios y castigos, manejados desde el poder central y
afirmados en los gobernadores provinciales.
En su obra "La República Argentina consolidada en 1880 con la ciudad de Buenos Aires como
Capital", Juan Bautista Alberdi explicó que el régimen político de Roca debía ser entendido como "un
sistema de hegemonía gubernamental que se mantenía gracias al control de la sucesión". Decía que
la elección de presidente o gobernador se había trastocado en designación del gobernante por su
antecesor.
Desde 1880, los gobiernos mantuvieron las apariencias de la democracia política y convocaron a
elecciones en el orden nacional, provincial y municipal. Sin embargo, el gobierno impedía el acceso
de los candidatos de la oposición a los cargos legislativos y se aseguraba la integración del colegio
electoral -encargado de elegir al presidente y vice- con hombres de su confianza.
A través de los caudillos electorales, los líderes políticos del PAN controlaban los comicios
interviniendo de diferentes formas en el momento de la emisión del voto. Por un lado, intervenían en
las comisiones empadronado- ras que conformaban el registro electoral y, por otro, con las ventajas
que les daba el hecho de que el voto era voluntario y no secreto, organizaban el "voto colectivo", el
"voto doble", la repetición del voto y la compra de sufragios. Muy frecuentemente, también utilizaban
la violencia impidiendo que los opositores se acercaran a las mesas.
El régimen apenas respetaba los valores del liberalismo político, siendo claramente antidemocrático.
En cambio, respondía a principios fundamentales del liberalismo económico: no intervención del
Estado en la economía, división del trabajo y libertad de comercio.
El Estado fuerte en manos de una oligarquía pro-británica era la condición necesaria para la
expansión de los capitales ingleses en nuestro país. Gran Bretaña lo apoyó con sus préstamos, que
eran parte de la doble política imperialista: exportación de capitales y fortalecimiento de los estados
nacionales incondicionales. Sarmiento, crítico ya del régimen en esta etapa, lo definió interpretando
el lema "Paz y Administración" como "Empréstitos y rémingtons".
Hacia el "unicato":
La campaña para la sucesión presidencial de 1886 comenzó muy temprano: en 1883. Ese proceso
puso de manifiesto que Roca era el jefe indiscutido, de qué modo funcionaba el sistema de
amistades, lealtades, premios y castigos y, que el presidente no toleraba intromisiones en su feudo
del interior. La principal víctima de aquel juego fue Dardo Rocha.
Sin embargo, Rocha se mostró apresurado e imprudente al pretender romper la hegemonía de Roca
en el interior, queriendo crearse situaciones favorables en provincias como Santiago del Estero,
Corrientes, San Luis y San Juan. El presidente, alertado por Juárez Cellman, no había llegado a
romper con Rocha, pero tampoco estaba dispuesto a aceptar la intromisión de na- die en su bastión
político. Así como había frenado ciertos movimientos de Juárez en Córdoba, o de su ministro de
Guerra, Victorica, en Entre Ríos, destruyó los manejos de Rocha.
Cuando Rocha terminó su mandato en la provincia de Buenos Aires, hizo elegir gobernador a Carlos
D'Amico. Eso le ganó la enemistad de Carlos Pellegrini, que aspiraba a aquel cargo. Pero, lo más
grave para el fundador de La Plata fue que, al cerrársele todos los caminos, no le quedó otra opción
más que el alzamiento. Llegó a organizarse un movimiento, pero no pudo materializarse.
Desechada claramente la candidatura de Rocha, Roca siguió manejándose con frases equívocas y
"medias palabras". Así, neutralizó a otros aspirantes como Bernardo de Irigoyen, su ministro del
Interior. Finalmente, resultó evidente que el candidato oficial sería su concuñado Juárez Cellman, ex-
gobernador de Córdoba y senador.
La candidatura de Juárez Cellman fue trabajada por Roque Sáenz Peña y Lucio Vicente López. Lo
apoyaban una serie de brillantes jóvenes universitarios y, a último momento, se incorporó el nombre
de Pellegrini como acompañante en la fórmula. Mientras los diarios porteños se burlaban de Juárez,
al que llamaban "el burrito cordobés", Roca no se percataba del error de convertir a su pariente -muy
inclinado a ceder ante las adulaciones- en jefe del partido y del gobierno.
Para oponerse a la candidatura oficial terminó constituyéndose una coalición conocida como los
Partidos Unidos. El artífice de aquella alianza fue Mitre a cuya convocatoria se sumaron mitristas,
rochistas, Yrigoyenistas y cató- licos. Sarmiento los apoyó desde las páginas de "El Censor".
Se preveía una elección muy reñida e irregular. En la capital, el proceder honesto e imparcial del
juez Virgilio Tedín, hizo posible la depuración del Registro Cívico donde, casi la mitad de los
nombres eran falsos. El rochismo logró remitir armas a algunos puntos del interior.
Como siempre, el proceso se inició con las elecciones legislativas nacionales, en febrero de 1886.
Los Partidos Unidos ganaron en las provincias de Buenos Aires, Salta y Tucumán pero,
sorpresivamente, fueron derrotados en la capital. En algunos lugares hubo muertos.
Con muchas menos esperanzas -por la derrota en la capital- los Partidos Unidos concurrieron a las
elecciones presidenciales de abril, llevando a Ma- nuel Ocampo como candidato. Menos violentas,
aunque con las trampas e irregularidades habituales, triunfó el binomio Miguel Juárez Cellman-
Carlos Pellegrini.
El "Unicato":
Poco después de asumir, Juárez Cellman intentó desestimar las acusaciones de fraude
expresando: "No creo en el sufragio universal. Consultar al pueblo siempre es errar pues éste
únicamente tiene opiniones turbias. El hecho del fraude, si es que existe, será obra de los partidos
en lucha; pero no vemos qué intervención pueda haber tenido en el Poder Ejecutivo Nacional".
Carente de la energía y astucia de Roca, Juárez se dejó rodear por un grupo de jóvenes que
adulaban su vanidad. Aquel círculo, conocido como "la camarilla", estaba integrado por hombres
como Lucio V. López, Luis María Drago, el mitrista Norberto Quirno Costa, los cordobeses Ramón
Cárcano y José Figueroa Alcorta y varios representantes de la juventud provinciana. Los propósitos
de "la camarilla" eran:
Aprovechar el control de todos los resortes del poder para sus negocios públicos y privados.
Convencido por sus socios, el presidente inauguraría un régimen conocido con el nombre de
"Unicato", que fue consolidando a partir de sus intervenciones en provincias como Tucumán,
Córdoba y Mendoza, a cuya dirigencia consideraba que era necesario disciplinar.
Punto 6.
La Argentina periférica:
En la segunda mitad del siglo XIX, de acuerdo con las teorías de las ventajas comparativas de David
Ricardo, que recomendaba aprovechar los beneficios de la especialización de la producción y
realizar una división internacional del trabajo según las características de cada región, Gran Bretaña
se reservó el papel de metrópoli industrial, asignando a los países periféricos la provisión de
materias primas.
Según la teoría de Ricardo, se trataba de la ventaja que disfrutaba un país sobre otro en la
elaboración de un producto cuando éste se podía producir a menor costo, en términos de otros
bienes y en comparación con su costo en el otro país. La primera nación debía especializarse en la
producción y exportación de la mercancía en que resulte menor su desventaja e importar la
mercancía en la que su desventaja fuera mayor. Naturalmente, en un marco de libertad de comercio.
La formación del Estado nacional, en la Argentina, acompañó e hizo posible el progreso económico.
La clave del crecimiento fue su inserción en el mercado capitalista mundial como proveedor de
materias primas agropecuarias. Como contrapartida de las exportaciones de nuestros productos
primarios, el país compraba los productos manufacturados a los países industrializados. Gran
Bretaña fue, desde el principio, el principal comprador y proveedor de la Argentina y uno de los más
importantes inversores en áreas clave de la economía: finanzas, comercio, puertos, frigoríficos,
ferrocarriles.
A poco de asumir Roca, la situación financiera del país era grave por:
La considerable deuda externa al haberse hecho cargo la Nación de los empréstitos de la provincia
de Buenos Aires.
El ministro de Hacienda de Roca, Juan José Romero, encaró una reforma monetaria que estableció
dos patrones monetarios: el papel (que sería empleado para transacciones internas, emitidos por
cinco bancos autorizados) y el metálico (monedas de 50 centavos y 1 peso de plata, y de 5 o más
pesos de oro, que se emplearía para pagos exteriores).
Sin embargo, el sistema fracasó por el vértigo de los grandes empréstitos exteriores, cuyos intereses
debían pagarse en oro. Además del aumento constante de los gastos públicos y el crecimiento de la
burocracia llevó la deuda consolidada (interna y externa) de 57 millones de $ en 1880, a 122
millones de $ en 1884. En 1885, el nuevo ministro de Hacienda, Victorino de la Plaza, suspendió por
dos años la convertibilidad del peso.
El gobierno argentino se comprometía a no gestionar más empréstitos sin la previa aprobación del
consorcio.
Para cualquier acción judicial de los acreedores serían competentes los tribunales franceses.
La breve crisis de 1885 fue superada con relativa facilidad. En 1886, Juárez Cellman asumió
dispuesto a lanzar al país hacia el progreso y la modernización. Para cumplir con esos objetivos
atrajo a los inversionistas extranjeros y los ferrocarriles se extendieron a lo largo de 12.000 km.
Paralelamente se expandió el crédito y el consumo de bienes suntuarios aumentó de manera
desproporcionada. El capital extranjero, tanto en el plano de las inversiones como en el de los
empréstitos, tuvo un lugar prominente en el esquema eco- nómico de aquel período.
Grupos de financistas, gestores e intermediarios, especulaban con cada venta, con cada compra,
con cada préstamo o licitación, haciendo grandes negocios a costa de los recursos del Estado y
evadiendo el pago de impuestos. El gobierno, en tanto, llevaba adelante su política liberal,
fomentando la privatización de los servicios públicos. Se daba así, lugar a negociados y se
generalizaba la corrupción en la administración estatal.
Para mantener la circulación de papel que exigía la prosperidad creciente y tener a mano oro para
pagos en el exterior, el gobierno sancionó la Ley de bancos garantidos, en 1887. De acuerdo con
ella, todo gobierno de provincia o sociedad particular podía abrir un banco emisor, garantizando con
una reserva en títulos cotizados a oro, que compraba a la Nación, la cantidad emitida.
Los cinco bancos hasta entonces autorizados cambiaron su oro por aquellos títulos; las provincias
contrataron empréstitos exteriores (que el arreglo Pellegrini no prohibía) pata traer oro a fin de
canjearlo por títulos. Todas, menos Jujuy, abrieron bancos emisores.
Se había pensado que las provincias inundarían de dinero el interior, vitalizando el comercio y la
industria naciente, mientras la Nación almacenaba oro para afrontar los pagos exteriores. La Nación
tuvo el oro, que emigraba rápidamente al exterior, pero el dinero prestado por los bancos
provinciales fue utilizado para especular en la Bolsa de Buenos Aires, el único y gran negocio, y con
tierras.
La especulación se generalizó, cualquier cosa se compraba o vendía por el doble de su valor, hasta
que los precios perdieron toda relación con el verdadero costo de lo que se negociaba. Hubo una
emisión indiscriminada de billetes sin respaldo e, incluso, el gobierno dispuso emisiones
clandestinas. Todo ello provocó inflación, mientras el sector financiero se sobredimensionaba por
encima del aparato productivo.
Mientras aumentaba el precio del oro y el peso se depreciaba, la inflación sólo beneficiaba a quienes
obtenían sus ingresos en oro (exportadores), perjudicando a quienes recibían sus ingresos en papel,
ya que los salarios no aumentaban con la rapidez que se depreciaba el billete.
ANEXO
Política internacional:
En 1877 se había concertado en Buenos Aires el tratado de límites con Chile, fijándose la frontera en
"las altas cumbres que dividen las aguas"; el estrecho de Magallanes sería chileno hasta Punta
Arenas, manteniéndose en statu quo desde allí en adelante, y la costa atlántica hasta Santa Cruz,
mientras un arbitraje no decidiera su dominio. Pero el convenio no fue ratificado por Chile y se
produjeron roces en la zona en litigio, que era la costa patagónica.
Por entonces, existió un grave peligro de guerra en el cono sur, entre Chile y Brasil por un lado, y
Argentina, Perú y Bolivia por el otro. Finalmente, el conflicto estalló entre Chile y Bolivia, que fue
apoyada por Perú. Pese a las expectativas peruanas, la Argentina de Roca buscó el arreglo de sus
cuestiones con Chile a través de la vía diplomática (actuaron como mediadores dos diplomáticos
norteamericanos acreditados en Santiago y Bs.As.). Por el tratado de 1881, firmado por el canciller
Bernardo de Yrigoyen:
Hasta el paralelo 52º la frontera correría por "las más altas cumbres", siguiendo la "divisoria de las
aguas".
Las islas ubicadas al sur del canal de Beagle serían para Chile y las bañadas por el Atlántico para
Argentina.
Las escuelas de Buenos Aires, ahora dependientes de la Nación, se regían por una ley dictada a
iniciativa de Sarmiento, que incluía la enseñanza del catecismo católico.
Los padres de niños de otras confesiones religiosas podían solicitar que no se les impartiese a sus
hijos.
En 1881 el ministro Pizarro (autor de un proyecto de ley que mantenía la enseñanza del catecismo y
establecía la gratuidad y obligatoriedad de la educación primaria) invitó a un congreso pedagógico a
las principales figuras de la enseñanza, el periodismo y la literatura, a reunirse en Buenos Aires para
apoyar la gratuidad y obligatoriedad de la educación. Sin embargo, Pizarro renunció por razones
políticas siendo reemplazado por Eduardo Wilde. Por entonces, Sarmiento y "La Nación" criticaron la
enseñanza del catecismo en las escuelas.
En abril de 1882 se inauguró el Congreso Pedagógico, para el cuál Roca había impuesto la
prohibición de discutir cuestiones confesionales. No obstante, el asunto fue puesto sobre la mesa y
al ser derrotada la protesta de los representantes católicos (Estrada, Goyena, Navarro Viola) se
retiraron.
En medio de las polémicas entre los católicos (periódico "La Unión") y Sarmiento (periódico "El
Nacional"), el proyecto del ministro Pizarro se discutió en diputados, luego de haber sido aprobado
en senadores. Allí, fue modificado, disponiéndose lo resuelto por el Congreso Pedagógico en cuanto
a que la enseñanza católica se impartiera "fuera de las horas de clase". El ministro Wilde expresó la
conformidad del gobierno que, por otra parte, procuró mantenerse al margen de las discusiones.
En 1884 Monseñor Clariá, vicario a cargo de la diócesis de Córdoba, dio una pastoral aconsejando
no mandar los niños a la escuela normal porque algunas maestras eran protestantes. El gobierno lo
amonestó, separando de la Universidad a tres profesores y a José Manuel Estrada (profesor en
Buenos Aires) que habían apoyado al prelado.
Molesto, el gobierno a través de la Cámara de diputados, logró que el Senado aprobase la ley (Ley
1420 de Educación Común).
A este problema se sumó la Ley de Registro Civil en jurisdicción nacional, que fue interpretada como
otra provocación a la Iglesia. Muchos gobernadores propusieron medidas idénticas en sus
provincias. Monseñor Clariá y los obispos de Salta y Paraná, junto con el inter-nuncio apostólico,
Monseñor Mattera continuaron con sus protestas. El representante del Papa exigió al gobierno una
retractación de las expresiones del diario "La Tribuna", que había criticado la intervención del
prelado extranjero en los asuntos internos argentinos. El gobierno devolvió la nota por improcedente,
acompañada de los pasaportes para que abandonase el país en el plazo de 24 horas.
Aunque no significó un rompimiento con la Santa Sede sino la cancelación del Exequatur a un
diplomático, tal como explicó Roca al Papa León XIII, las relaciones quedaron interrumpidas durante
16 años.
Torcuato de Alvear estuvo a cargo del gobierno edilicio de Buenos Aires como presidente de la
municipalidad e intendente municipal a partir de 1883. Entusiasmado por la obra del alcalde
Haussman, alcalde de París, quiso imitarlo en Buenos Aires. Desalojó rancherías, abrió avenidas y
proyectó notables palacios públicos, que fueron quitando a Buenos Aires la imagen de "Gran Aldea".
Fue muy destacado el nuevo puerto diseñado por Eduardo Madero.
Bolilla XIII.
Punto 1.
La crisis de 1889:
"Que los gobiernos son malos administradores es una idea que en política tiene el valor de axioma"
(Eduardo Wilde).
"Lo que conviene a la Nación, según mi juicio, es entregar a la industria privada la construcción y
explotación de las obras públicas que no sean inherentes a la soberanía". (Miguel Juárez Cellman).
Así se procedió con el Ferrocarril Andino, el Ferrocarril Central Norte, el Ferrocarril Oeste, y los
ferrocarriles de Santa Fé y Entre Ríos, todo ello en beneficio de empresas británicas. Paralelamente
a la entrega de resortes fundamentales de la economía, se prosiguió con el despilfarro: aumentos de
los sueldos de los legisladores y de altos oficiales militares, pensiones graciables, donación de
tierras, construcción de suntuosos edificios públicos.
La crisis comenzó a percibirse a fines de 1888: aumento del oro y pérdidas en la Bolsa. Luego,
mientras comenzaba la agitación obrera por los magros salarios existentes, el oro empezó a subir de
manera imparable. Los remedios del gobierno (cierre de la Bolsa y venta del oro de las reservas)
fracasaron. Comenzaron entonces las huelgas obreras (zapateros, panaderos, portuarios,
carpinteros, ferroviarios) que exigían el pago en oro de los salarios. Gran Bretaña, interesada en que
no disminuyera el consumo, sugirió a las empresas de sus súbditos en la Argentina que se pagara
en oro.
En 1889, la crisis se desató con todo su rigor: caída del valor de las tierras, del precio del trigo, la
lana y los cueros, inflación, desocupación. La Banca internacional suspendió el crédito y muchos
bancos cerraron sus puertas.
Sin descartar la política irresponsable del gobierno de Juárez Cellman, al que se consideró único
culpable de la crisis, lo sucedido en la Argentina no fue otra cosa que el rebote de una crisis global,
con epicentro en los grandes centros financieros del mundo (París, Londres), que se extendió por
Europa y que tuvo como hechos paradigmáticos la quiebra de la compañía a cargo de la
construcción del canal de Panamá y de la Banca Baring. En una palabra, lo sucedido a la Argentina
no fue otra cosa que la consecuencia de la dependencia económica.
A mediados de 1889, la preocupación iba ganando los espíritus de quienes discrepaban con el
gobierno, pero no habían practicado una oposición seria. Comenzaban a reunirse en tertulias, cafés
y confiterías, mientras la "camarilla" parecía ajena a cuanto ocurría.
Una prueba de ello, fue la celebración de un banquete de los jóvenes oficialistas (los
incondicionales) para proclamar la candidatura de Ramón Cárcano.
El bautismo de fuego de la Unión Cívica serían las elecciones legislativas de febrero de 1890. Sin
embargo, falto de inscriptos, el nuevo partido debió abstenerse. Ganó el oficialismo sin oposición. Se
supuso que el entusiasmo inicial había sido atenuado por un mejoramiento parcial de la situación
financiera (descenso del precio del oro).
Los síntomas de mejoramiento financiero fueron efímeros y en marzo de 1890 la crisis produjo
nuevos quebrantos, lo que revivió a la Unión Cívica.
Los veteranos: Bartolomé Mitre - Vicente Fidel López - Bernardo de Irigoyen - Luis Sáenz Peña.
La generación intermedia: Leandro Alem - Aristóbulo del Valle - Lucio Vicente López/
Los jóvenes: Francisco Barroetaveña - Hipólito Yrigoyen - Adolfo Saldías - Marcelo T. de Alvear -
Lisandro de la Torre.
Los oradores coincidieron en que el problema del país era de naturaleza política y así también
pareció entenderlo el gobierno que, por sugerencia del vicepresidente Pellegrini, aconsejó la
renuncia de Cárcano a su candidatura. Pero, las buenas intenciones duraron poco, y Juárez Cellman
volvió a designar ministros entre los miembros de la "camarilla", mientras estallaba el escándalo al
conocerse la existencia de emisiones clandestinas. En el seno de la Unión Cívica y en algunos
ámbitos militares comenzó a hablarse de revolución.
Pese a las objeciones del mitrismo, la junta revolucionaria de la Unión Cívica acordó que Leandro
Alem sería el "presidente provisional" de la República luego del triunfo del movimiento. El general
Manuel Campos sería el jefe militar del mismo. Entre mediados del mes de julio y el fin de la
revolución abundaron los hechos extraños y sospechosos, las traiciones y la especulación.
Roca visitó a Campos en su prisión. Luego, Campos escaparía para ponerse al frente de los
sublevados.
Fracasó el plan de arrestar a Juárez Cellman, Roca y Pellegrini, que debía llevar adelante un
comando civil.
La escuadra -plegada a la revolución- intervino con retardo y sus disparos no tocaron los objetivos
propuestos.
El jefe de Policía -único amigo de Juárez Cellman- fue neutralizado por un sospechoso disparo
cuando estaba en condiciones de terminar con la revolución.
Quedó la sensación de que Pellegrini (a cargo de la situación) y Lavalle (su amigo) acabaron con el
movimiento no bien se lo propusieron.
La revolución estalló el sábado 26 de julio de 1890 y, tras algunos combates, finalizó el martes 29.
Los regimientos sublevados y los comandos civiles (ataviados con boinas blancas) se acantonaron
en la Plaza del Parque (actual Plaza Lavalle). Entre ellos reinó la indisciplina desde el primer
momento y el desacuerdo entre militares y civiles.
Pellegrini se hizo cargo de la presidencia para completar el período constitucional. Colocó a Roca
como ministro de Interior y a Vicente Fidel López al frente de Hacienda. Las turbulencias financieras
continuaron.
Antes de asumir, Pellegrini debió conseguir un préstamo de los banqueros locales para hacer frente
a pagos urgentes de la deuda externa. Luego, se recurrió al expediente de contraer deudas en el
exterior para pagar deudas. Las condiciones de la City londinense eran cada vez más gravosas y,
hasta se corrió el peligro de una intervención británica, impulsada por ciertas medidas nacionalistas
(impuestos a la importación de determinados productos, a las operaciones de bancos extranjeros y a
las empresas de seguros extranjeras) promovidas por el ministro López, decidido defensor de la
industria. El intento de anudar relaciones con EEUU terminó mal, por las condiciones inaceptables
con las que este país pretendía prestar su ayuda financiera. Después del cierre temporal de la banca
oficial, una serie de buenas cosechas volvieron favorable la balanza comercial. En 1891, se fundó el
Banco de la Nación Argentina, destinado a brindar crédito a las industrias locales, aunque no tardó
en ser desvirtuado y volcó su ayuda al campo y el comercio.
Punto 2.
Leandro Alem fue sacado por sus partidarios de la depresión en que había caído luego de la
capitulación de los revolucionarios, los que se dispusieron a festejar la caída de Juárez Cellman. En
la Plaza de Mayo, Alem expresó su credo político:
El renacimiento del espíritu nacionalista.
A partir de entonces, la Unión Cívica comenzó a organizarse a nivel nacional. En enero de 1891, una
convención nacional celebrada en Rosario proclamó la fórmula presidencial del partido: Bartolomé
Mitre-Bernardo de Irigoyen.
Poco después, la Unión Cívica triunfó en las elecciones legislativas de la Capital Federal,
demostrando a Roca y los suyos lo difícil que serían los comicios presidenciales.
El "Acuerdo" Roca-Mitre:
Por esos días retornó Mitre de Europa. Fue recibido en triunfo en el puerto de Buenos Aires. Desde
la azotea de su casa dijo a la multitud que: "era preciso pacificar los espíritus y unir a los argentinos".
Roca no dejó pasar aquellas palabras y poco después le manifestó que su partido apoyaría su
candidatura. Eso sí, le sugería el reemplazo de Irigoyen por un provinciano (José Evaristo Uriburu).
Mitre acordó.
La noticia del "Acuerdo" Roca-Mitre desorientó a los jóvenes de la Unión Cívica e indignó a Alem
quien, en un manifiesto, expresó que no se iban a aceptar compromisos que condujesen a la
continuación del régimen funesto.
Roca, en tanto, convertido en jefe del PAN, invitó a los cívicos para constituir una comisión destinada
a estudiar las bases del "Acuerdo". La negativa de Alem y los suyos a asistir a aquella reunión
significó la ruptura de la Unión Cívica, dividida en:
UNIÓN CÍVICA NACIONAL: "acuerdista". Liderada por Mitre y sostenedora de la fórmula Mitre-
Uriburu.
UNIÓN CÍVICA RADICAL: "intransigente". Liderada por Alem y sostenedora de la fórmula Bernardo
de Irigoyen-Juan M. Garro.
El sector liderado por Alem adoptó la denominación de "radical" pues pensaba cambiar de raíz el
régimen. Se basaba en 4 puntos:
Libertad política.
Honradez administrativa.
Impersonalidad de la coalición.
Sentimiento nacional.
Alem realizó entonces una gira por varias provincias, logrando la adhesión de vastos sectores de la
sociedad (antiguos federales, jóvenes, intelectuales, católicos y enemigos del mercantilismo
porteño).
Mientras tanto, el "Acuerdo" no parecía entusiasmar en el interior. Mitre, atribuyéndose el ser factor
de disociación, decidió renunciar a su candidatura. Roca, por su parte, dejó la jefatura del PAN.
Pellegrini realizó entonces una reunión de notables, a la que concurrió incluso Hipólito Yrigoyen por
los radicales. El objeto era evitar disturbios e inestabilidad. Sin embargo, no se llegó a ninguna
solución.
En ese momento, por iniciativa del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Julio Costa, surgió la
candidatura de Roque Sáenz Peña, bien recibida en varios lugares del país. Sus seguidores serían
llamados modernistas. Este hecho tuvo la virtud de hacer volver a la lucha política a Roca y a Mitre.
La manera de neutralizar el "alud modernista sin abrirle la puerta a los radicales" fue obra de Mitre,
indudablemente aconsejado por Roca. Consistió en proponer la candidatura de Luis Sáenz Peña.
Luis Sáenz Peña, un devoto católico, era un oscuro político que se desempeñaba como miembro de
la Corte Suprema de Justicia. Su resistencia a presentarse contra su hijo (Roque Sáenz Peña) y su
amigo (Bernardo de Irigoyen) fue vencida cuando se lo convenció que era el único capaz de mostrar-
se equidistante de todos los partidos. Roque Sáenz Peña retiró su candidatura y el modernismo dejó
de existir.
Sin embargo, al aproximarse el momento de las elecciones presidenciales la inquietud era real en
muchos puntos del país (los radicales se habían apoderado del gobierno de Mendoza). Una semana
antes de los comicios, el presi- dente Pellegrini declaró el estado de sitio en la capital y denunció un
plan de acción terrorista de los radicales, exhibiendo bombas secuestradas en varios locales
partidarios. Alem, Irigoyen y los principales jefes radicales fue- ron arrestados y trasladados a un
buque (se sostuvo, sin que nunca fuera desmentido, que Hipólito Yrigoyen delató a sus
correligionarios en una entrevista con Pellegrini).
Con el modernismo disuelto y la UCR descabezada, la fórmula Luis Sáenz Peña- José Evaristo
Uriburu no tuvo dificultades para imponerse.
La revolución de 1893:
La intranquilidad no cesó con la asunción del nuevo gobierno. En poco tiempo se registraron hechos
revolucionarios en varias provincias, en tanto los líderes radicales, vueltos del destierro, se
preparaban para iniciar un nuevo levantamiento, por considerar ilegítimo a un gobierno nacido del
fraude.
Luis Sáenz Peña manifestó desde el primer momento su intención de renunciar pero, convencido por
los notables (Mitre, Roca y Pellegrini), nombró a Aristóbulo del Valle ministro de Guerra. Éste,
decidido a restaurar la pureza de las instituciones, intentó poner en práctica una "revolución desde
arriba", propiciando la caída de todos los gobiernos provinciales, desarmándolos primero e
interviniéndolos luego.
A fines de julio y principios de agosto de 1893, estallan revoluciones en Buenos Aires, Santa Fé y
San Luis. Los radicales se apoderan del gobierno de las dos últimas. Sobre La Plata convergen dos
columnas revolucionarias: la de los radicales dirigida por Hipólito Yrigoyen (vía Temperley) y la de
los cívicos mitristas (vía Quilmes). Luego de la renuncia del gobernador Julio Costa, del Valle
reconoce al "gobernador revolucionario" Juan Carlos Belgrano (radical) y hace lo propio con los de
San Luis y Santa Fé.
Los líderes del régimen ya no pueden detenerlo y se esfuerzan en ponerle obstáculos. Del Valle
hubiera podido cumplir su objetivo restaurador del sufragio y de la legalidad si hubiera disuelto el
Congreso y destituido al presidente Sáenz Peña. Pero, su respeto por la Constitución le hizo perder
la oportunidad. Renunciará y con su retiro, terminará su proyecto de "revolución desde arriba".
Con Manuel Quintana como ministro del Interior, el gobierno intervino las tres provincias. Ello, hizo
renacer la revolución en Santa Fé, ahora con la participación de algunos oficiales militares y de
marina (setiembre de 1893). Sin embargo, las fuerzas represoras puestas bajo el mando del general
Julio Roca lograron, tras algunos enfrentamientos terrestres y navales, controlar la situación. En
enero de 1895, el presidente Sáenz Peña -que no quería amnistiar a los oficiales de alta graduación
comprometidos en la revolución- presentó su renuncia. El vicepresidente Uriburu se hizo cargo del
gobierno, lo que significaba el retorno de Roca al primer plano.
Punto 3.
Las condiciones de vida y trabajo de los obreros que sufrían las consecuencias de la
industrialización y el maquinismo fueron el sustento de diversas doctrinas.
LOS SOCIALISTAS MARXISTAS: proponían la lucha política para llegar a la dictadura del
proletariado (Bebel y Liebknecht).
LOS ANARQUISTAS: proponían la destrucción del Estado por la acción directa (terrorismo) (Bakunin
y Proudhon).
LOS SINDICALISTAS: fue un desprendimiento del anarquismo y proponía valerse de los sindicatos
para la lucha de clases y de la acción directa (Sorel).
Los inmigrantes llegados al país desde fines del siglo XIX trajeron aquella diversidad ideológica. Los
socialistas prosperaron entre los obreros de salarios más altos y entre los artesanos; los anarquistas,
entre los trabajadores sujetos a las peores condiciones.
Las primeras organizaciones obreras:
Si bien la orientación económica del país era básicamente agro-exportadora, en las últimas décadas
del siglo XIX existían algunos talleres y fábricas de producción subsidiaria, que hicieron posible el
nacimiento de las primeras organizaciones obreras:
En 1887 surgieron la "Unión de Panaderos" y "La Fraternidad". Esta última agrupaba a los
maquinistas y fogoneros de los ferrocarriles y tenía el carácter de una mutual destinada a hacer
frente a los accidentes de trabajo y enfermedades de sus afiliados.
En 1892, los "Círculos de Obreros", que agrupaban a los trabajadores católicos, fueron
reorganizados por el P. Gerardo Grotte. Habían sido fundados diez años antes por monseñor
Aneiros.
En 1889 se celebró en París la IIa. Internacional a la que concurrió un representante del "Club
Vorwaerts". Allí se dispuso conmemorar el 1º de mayo (aniversario de los "mártires de Chicago")
como "Día del Trabajo".
En la Argentina, ya vimos que se produjeron huelgas obreras ese mismo año como respuesta a la
crisis financiera. El acto del 1º de mayo de 1890 fue autorizado por las autoridades. La síntesis de
las reclamaciones obreras expuestas ese día fueron:
A principios de los años '90, se realizó el primer intento de crear una central de trabajadores.
Fracasó pronto como consecuencia de las disidencias internas. En 1901, finalmente, se creó la FOA
(Federación Obrera Argentina), integrada por socialistas y anarquistas. Sin embargo, la coexistencia
entre ambos grupos fue breve, ya que los socialistas discrepaban con la idea de emplear la huelga
general como medio para crear desorden y violencia. En 1903 se separaron organizando la UGT
(Unión General de Trabajadores). La FOA, dominada por los anarquistas, se transformó en 1904 en
FORA (Federación Obrera Regional Argentina).
Los socialistas: tenían las mayores adhesiones entre los ferroviarios (maquinistas y fogoneros), los
trabajadores de los frigoríficos y los artesanos. Su órgano de prensa era el periódico "La
Vanguardia".
Los sindicalistas: menos violentos que los anarquistas, recibían apoyo de los estibadores y los
obreros ferroviarios.
Por entonces, ya los socialistas se habían organizado como partido político. En efecto, entre 1894 y
1896, diversos grupos de socialistas argentinos, italianos, franceses y alemanes crearon el Partido
Socialista Obrero Internacional, convertido pronto en Partido Socialista Obrero Argentino, bajo la
conducción del médico Juan B. Justo. En su seno no tardaron en producirse divergencias
interpretativas.
En 1902, la huelga de los trabajadores del puerto de Buenos Aires fue respondida con allanamientos
a los locales socialistas y la detención de varios de sus dirigentes. Una constante fue el
establecimiento del estado de sitio. A partir de un pedido de la UIA (Unión Industrial Argentina) al
poder Ejecutivo, el senador Miguel Cané presentó ante el Congreso un proyecto de expulsión de
aquellos extranjeros "perturbadores del orden social". El proyecto se convirtió en la ley Nº4144,
conocida como Ley de Residencia. Fue completa- da con la llamada Ley de defensa social.
El siglo transcurrido desde la Revolución de Mayo había modificado sustancialmente las estructuras
heredadas de la Colonia y la Generación del '80, una vez lograda la inserción de nuestra economía
en la división internacional del trabajo de los finales del siglo XIX, disfrutaba de una opulencia similar
a la de las clases dirigentes europeas, de la que se hallaban sistemáticamente excluídas las
mayorías nacionales.
Pero esta gigantesca incorporación de mano de obra se realizó a través de leoninos contratos de
arrendamientos, quedando la propiedad en manos de la oligarquía terrateniente que la había
recibido de quienes habían gobernado el país desde la Independencia a la Conquista del Desierto,
más allá de algunos intentos válidos pero insuficientes de colonización expresados en la enfiteusis
de Rivadavia y en proyectos y leyes de Sarmiento y Avellaneda.
Una sucesión de malas cosechas, había dejado a los agricultores en una situación muy sensible,
pero fue la formidable cosecha de 1912 la que motivó el repentino salto de conciencia, al
comprobarse que, a pesar de ella, luego de pagar las ingentes deudas, nada quedaba en los
bolsillos de los chacareros.
Cuando la huelga estalló, en la Sociedad Italiana de Alcorta (pcia. de Santa Fé), el 25 de junio, y
rápidamente se propagó en toda la región, paralizando a más de 100.000 agricultores. Perseguía la
modificación de los contratos de arrendamientos, hecho que después de una larga lucha se
consiguió. El doctor Francisco Netri pagó con su vida este logro, al caer ante las balas de la
oligarquía asesina. El "Grito de Alcorta" llevaba el germen del reclamo de los agricultores por un
lugar en la sociedad que los había convocado y que ahora les cerraba las puertas al progreso y al
desarrollo.
Punto 4.
Después del tormentoso año 1893, la presidencia de José Evaristo Uriburu se caracterizó por la
calma política. Una Ley de olvido propuesta por el presidente, contribuyó a ello. En ese período se
registraron:
En 1896, el suicidio de Leandro Alem, amargado y abatido por el fracaso de 1893 ("que se rompa
pero que no se doble", expresó en su testamento).
El Censo Nacional de 1895 (poco más de 4 millones de habitantes, con algo más de 1 millón de
extranjeros).
El malestar con Chile, alentado por sectores belicistas de uno y otro lado, que condujo a una carrera
armamentista, a partir de una distinta interpretación de la norma "las altas cumbres que dividan
aguas".
Frente al tema de la sucesión presidencial, se pensó desde el primer momento que el PAN debería
optar entre Julio Roca y Carlos Pellegrini. El primero (seguía dominando las situaciones provinciales)
era casi universalmente rechazado por todas las fuerzas políticas, incluso dentro de su propio
partido. Mucho más potable aparecía el nombre de Pellegrini. Pero no hubo lucha. El propio
Pellegrini rehusó su candidatura, argumentando que Roca era la figura apropiada para gobernar el
país frente al agravamiento de las controversias con Chile. De este modo, nada se opuso a la
consagración de la fórmula Julio Roca- Norberto Quirno Costa.
Un intento de neutralizar a Roca fue realizado por los cívicos mitristas. Se le llamó "de las paralelas".
Cívicos y radicales actuarían paralelamente en la provincia de Buenos Aires (imponiendo un mitrista)
y en las elecciones nacionales (imponiendo a Bernardo de Irigoyen). El comité nacional de la UCR
aprobó la "acción paralela"; pero el comité de la provincia de Buenos Aires, liderado por Hipólito
Yrigoyen, se opuso, argumentando que la alianza con el mitrismo era contraria a los principios del
partido. Lisandro de la Torre, enemistado con Yrigoyen, se alejó de la UCR. No hubo, en
consecuencia, "acción paralela" y nada pudo oponerse a la elección de Roca en los comicios de
1898.
Reforma constitucional de 1898:
Se modificó el artículo 87º, elevando de 5 a 8 la cantidad de ministerios. Una ley especial deslindaría
los ramos del respectivo despacho de los ministros.
No se hizo lugar a la reforma del inciso 1º del artículo 67º, que proponía una reforma aduanera.
Durante la segunda presidencia de Roca (1898-1904) se produjeron, entre otros, los siguientes
hechos:
1. La sanción en 1901 de la Ley Orgánica del Ejército, que establecía el servicio militar
obligatorio.
2. Se puso fin al peligro de una guerra con Chile (en un momento pareció que Argentina se
uniría a Perú y Bolivia para ayudarlas a recuperar Antofagasta, Tacna y Arica) con la firma de
los Pactos de Mayo (1902), que disponían:
a. El compromiso de ambas naciones de someter a arbitraje todas las controversias que
surgieran.
La formulación, por parte del canciller argentino Luis María Drago de la doctrina que condenaba el
cobro compulsivo de las deudas internacionales (se refería a las agresiones que sufría Venezuela
por parte de sus acreedores europeos), conocida como "Doctrina Drago".
La sanción, en 1899, de la Ley de Conversión, según la cual podrían cambiarse los pesos moneda
nacional a 0,44 de oro sellado.
La UCR, en tanto, conducida ahora por Hipólito Yrigoyen, mantenía una actitud que se definía como
"abstencionismo revolucionario", es decir, no participaba de las compulsas electorales con el objeto
de deslegitimar al régimen fundado en el fraude. También mantenía la postura anti-pactista, que le
había imprimido Alem, para no corromper la pureza de su doctrina. Después de otorgar una tregua al
régimen, durante el peligro de guerra con Chile, los radicales se reorganizaron, dando pruebas en
los actos y mitines de su popularidad.
De cara a las elecciones de 1904, se hizo patente la pérdida de influencia y poder de Roca y la
dispersión en que había caído el PAN. Sin embargo, contra todas las previsiones que aseguraban la
futura presidencia de Carlos Pellegrini (distanciado de Roca), el "Zorro" logró una vez más imponer a
sus candidatos. En medio de conciliábulos, componendas, "reuniones de notables", idas y venidas,
tal como sucedía en una república sin participación popular, terminaron por ser consagrados Manuel
Quintana y José Figueroa Alcorta.
Solitario, silencioso y poco conocido, el jefe de la UCR preparaba la revolución desde 1903, ganando
con el poder de convicción de sus razonamientos a muchos jóvenes militares. No pudo ser en 1904,
pero estalló el 4 de febrero de 1905, simultáneamente en varios puntos del país. El movimiento
quedó triunfante en Córdoba, Rosario, Mendoza y Bahía Blanca, sin embargo, fracasó en la Capital,
donde se había previsto convertir el Arsenal en el centro de las operaciones. A último momento, el
plan tuvo filtraciones, por lo que las fuerzas leales al gobierno arrestaron a los militares
comprometidos que se hallaban en el Arsenal y fueron tomando uno a uno a los civiles que llegaban
hasta allí. Los demás focos revolucionarios terminaron por rendirse. Hipólito Yrigoyen logró
mantenerse oculto.
Aquel año, murieron Bartolomé Mitre, el presidente Manuel Quintana, Carlos Pellegrini y Bernardo
de Irigoyen.
Punto 5.
Al hacerse cargo de la presidencia, José Figueroa Alcorta demostró rápidamente que no permitiría
que lo manejaran. Cordobés partidario de Juárez Cellman y sin capital político propio, reveló dotes
de energía y astucia. Cuan- do el Congreso comenzó a presionarlo, lo cerró, hasta que la renovación
legislativa permitió modificar su composición.
Sin embargo, al aproximarse las fiestas del Centenario (1910), la situación de los sectores populares
era crítica. Una nueva crisis internacional, producto del abarrotamiento de lana en los mercados y el
aumento de las tasas de interés, repercutió con dureza en una economía dependiente como la
Argentina. El gobierno respondió con las clásicas medidas de ajuste: cesantía de empleados,
disminución del presupuesto, suspensión de subvenciones, todo ello acompañado de medidas
represivas frente a la protesta.
La conmemoración del Centenario debió realizarse con estado de sitio, ya que a la represión policial,
el anarquismo respondió con atentados (el jefe de Policía, coronel Ramón Falcón murió en un
atentado y una bomba estalló en el teatro Colón). La celebración del Día del Trabajo, en 1909 y
1910, dejó un saldo de numerosos muertos y heridos. Atribuyendo a los inmigrantes extranjeros la
causa de aquella agitación, el Congreso sancionó la Ley de Defensa Social, que penaba las ideas
"extremistas" y establecía la pena de muerte.
Al iniciarse los trabajos para la renovación presidencial de 1910, un grupo de amigos lanzó el
nombre de Roque Sáenz Peña, héroe del Perú por su participación en la Guerra del Pacífico y
embajador en Italia. El presidente Figueroa Alcorta no disimuló su agrado por aquella candidatura.
Llegado al país Sáenz Peña, se creó un partido para apoyarlo: la Unión Nacional. Frente a él, el
mitrismo propuso el nombre de Guillermo Udaondo, en tanto la UCR reiteraba su actitud
abstencionista al no obtener seguridades de Figueroa Alcorta acerca de una reforma electoral.
Al final, el mitrismo también se abstuvo, disgustado por considerar fraudulentas las elecciones
legislativas de la Capital. De ese modo, nada se opuso a la consagración del binomio Roque Sáenz
Peña-Victorino de la Plaza
A pesar del triunfo rotundo, persistió por algún tiempo el temor de que la UCR intentase un nuevo
movimiento revolucionario, quizá apoyado por el mitrismo (la Policía no podía dar con el paradero de
Hipólito Yrigoyen). Aquel peligro se aventó luego de dos encuentros entre Sáenz Peña e Yrigoyen.
Padrón militar.
Representación de la minoría.
Yrigoyen pidió garantías y sugirió la intervención de todas las provincias (lo que no fue considerado
necesario por el presidente electo), pero rechazó los dos ministerios que le ofreció Sáenz Peña.
Un manifiesto de la UCR, en el que se daba cuenta del contenido de ambos encuentros, permitió
que la asunción presidencial pudiera realizarse en paz y orden.
La reforma electoral:
Enfermo de cáncer, Sáenz Peña debió delegar varias veces el mando en su vicepresidente. No
obstante, desde el comienzo de su mandato, dedicó todos sus esfuerzos al objetivo de "crear la
ciudadanía" reformando el sistema electoral. Ya, al jurar como presidente, había expresado: "Yo me
obligo ante vosotros, ante mis conciudadanos y ante los partidos, a promover el ejercicio del voto por
los medios que me acuerda la Constitución". Contó para ello con la colaboración del ministro del
Interior, Indalecio Gómez.
El objetivo pudo alcanzarse a través de la sanción de tres leyes: la Ley de enrolamiento, la Ley de
padrón y la Ley electoral. Sáenz Peña debió enfrentar la resistencia de los defensores del régimen
que, en el Congreso, intentaron poner obstáculos a los proyectos.
Cada ciudadano tendría que identificarse por medio de la libreta de enrolamiento antes de emitir su
voto.
La obligatoriedad de sufragar comprendía a los ciudadanos desde los 18 hasta los 70 años.
Todos los ciudadanos habilitados para votar (varones nativos o extranjeros naturalizados que no
tuviesen incapacidades legales) serían inscriptos en un padrón militar (confeccionado por las
autoridades militares).
La ley establecía el sistema de lista incompleta, mediante el que se le otorgaba un tercio de las
bancas a la minoría, siempre que hubiera obtenido, al menos, un 25% de los votos.
Uno de los aspectos que generó mayor oposición fue el carácter obligatorio del voto. Pero el
gobierno entendía que era preciso crear al sufragante, ya que el pueblo acostumbrado a que su
voluntad no era decisoria, no concurría a votar. El voto voluntario u optativo era el que favorecía a
las oligarquías.
En un manifiesto, Sáenz Peña sintetizó la historia política argentina a partir de la desaparición del
caudillismo y su reemplazo por la violencia electoral. Expresó que "la ausencia de las armas marcó
un progreso", pero se hizo necesario "destruir a los agentes sucedáneos de la fuerza, a las artes
hábiles que hacen ilusorio el voto y el efectivo imperio de la mayoría". Manifestó que la nueva ley
aportaba dos innovaciones: la lista incompleta y el voto obligatorio, aclarando que ni la ley ni el
sistema eran una finalidad, sino un medio. Finalizó diciendo: "He dicho a mi país todo mi
pensamiento, mis convicciones y mis esperanzas. Quiera mi país escuchar la palabra y el consejo
de su primer mandatario. Quiera votar".
La provincia de Santa Fé había sido intervenida por el gobierno nacional y era preciso normalizarla
llamando a elecciones. Frente a las actitudes de Sáenz Peña, que parecía dispuesto a cumplir con
sus compromisos (la ley electoral todavía no había sido sancionada), la mayoría de la conducción de
la UCR se manifestaba decidida a levantar la abstención. Sólo Yrigoyen ponía reparos.
El presidente prometió entonces sustituir el padrón provincial de "papeletas cívicas" en poder de los
caudillejos locales, por el padrón militar. Yrigoyen debió ceder a la presión de sus correligionarios.
Las elecciones santafesinas de marzo de 1912 dieron el triunfo a los radicales. Para desconcierto de
todos, Yrigoyen se mostró amargado y expresó que el triunfo no había tenido "el alto carácter moral
que le imponía el honor nacional" (habían sido muchas las denuncias de Lisandro de la Torre, jefe
de la Coalición del Sur, acusando al interventor federal de favorecer a los radicales).
Entusiasmados por el triunfo en Santa Fé, los radicales se presentaron en las legislativas de la
Capital Federal (donde obtuvieron la mayoría de las bancas) y en las elecciones para gobernador en
cinco provincias (donde fueron derrotados por las maniobras fraudulentas que el gobierno nacional
no impidió). En la provincia de Buenos Aires volvieron a abstenerse.
Mientras tanto, la salud del presidente se deterioraba, por lo que solicitó varias veces licencia. El 1º
de agosto de 1914 empezó la Primera Guerra Mundial y, poco después, murió Roque Sáenz Peña.
Antes de comenzar los trabajos para las presidenciales de 1916, los conservadores (los restos del
antiguo PAN) y radicales vieron con preocupación el triunfo socialista en la Capital en las legislativas
complementarias. Sin embargo, la unidad del socialismo se rompería pronto con la separación de
Alfredo Palacios.
Los conservadores no presentaron fórmula presidencial (en el Colegio Electoral pre- sentaron el
nombre de Ángel Rojas).
Como la fórmula de la UCR reunió 141 electores (necesitaba 151), se hicieron todas las maniobras
posibles para cerrarle el camino a la presidencia. Sin embargo, al fin logró 152 votos en el Colegio
Electoral y quedó triunfante.
Punto 6.
Esta descalificación de la magnitud y duración de los cambios, impidió efectuar las adecuaciones
urgentes que el nuevo orden de cosas requería. Costaba aceptar el cambio. Las tensiones de una
sociedad que tenía diferentes lecturas de esa realidad llevaron a agudas polarizaciones y, en
amplios sectores, a una acentuación del paternalismo: "Que venga quien imponga orden y nos dé la
solución que todos juntos, con reglas establecidas, no podemos encarar".
Un sector volvió la vista hacia el interior y hacia América, redescubriendo la inserción continental de
la Argentina. Otro, siguió mirando hacia Europa, sólo que sus simpatías estaban divididas entre los
que admiraban a Gran Bretaña y Francia y los que se sentían más identificados con Alemania, Italia
y las nuevas corrientes nacionalistas. También los Estados Unidos irrumpieron provocando cierto
recelo. El mundo estaba en plena efervescencia.
El eje de la cultura, que en el período anterior pasaba por la elite se desplazó hacia el "hombre
medio". Aparecieron nuevos enfoques, intereses y autores que expresaron lo popular y lo nacional.
El radicalismo representó a ese "hombre medio" y difundió las expresiones de su cultura, sin
suprimir, por supuesto, las de la elite.
El pensamiento positivista fue replanteado por el krausismo, que proponía una concepción teísta del
universo y representaba una síntesis de la razón humana y la naturaleza, con un fuerte acento en la
ética personal y pública.
El krausismo fue formulado por el filósofo alemán Karl Christian Krause (1781-1832). Influyó
poderosamente en Hipólito Yrigoyen y en la UCR, destacándose por:
Alejandro Korn, representante del idealismo, se opuso al positivismo cientificista. Expuso las bases
de su filosofía en "La libertad creadora" y "Las influencias filosóficas en la evolución nacional".
El nacionalismo:
Entre quienes sostenían postulados nacionalistas estaban quienes atacaban la "dependencia del
extranjero" como Ricardo Rojas, que rechazaba "el abyecto vasallaje de nuestras clases
intelectuales". También Manuel Gálvez empezó a sentir que "gobernar es argentinizar". Fueron
dando los pasos iniciales del nacionalismo de derecha que haría eclosión después, al tocar temas
como tradición, hispanidad, espiritualidad y orden.
Hacia 1910 nace la denominada "generación del Centenario". Un componente importante dentro del
clima ideológico de ese momento es el hispanismo: el espíritu de conciliación hacia España y la
herencia española que tomó auge particularmente después de la guerra hispano-norteamericana,
abre paso a una nueva visión del pasado y alimenta el mito de la raza. Esta nueva actitud aparece
tanto en "La restauración nacionalista" (1922), de Ricardo Rojas, como en "El solar de la raza"
(1913), de Manuel Gálvez, donde señala que: "Ha llegado ya el momento de sentirnos argentinos, de
sentirnos americanos y sentirnos en último término españoles, puesto que a la raza pertenecemos".
- Su exaltación de la nacionalidad.
- Su adhesión al catolicismo.
Elitistas y despectivos hacia las clases obreras, muchos identificaron "democracia de masas" con
"demagogia", y consideraron al radicalismo como una administración de "plebeyos", por lo que
apoyaron o participaron en el golpe que derrocaría a Yrigoyen.
La Reforma Universitaria.
Cogobierno estudiantil.
Autonomía universitaria.
Libertad de cátedra.
Para cumplir aquel programa, los estudiantes debían tomar la dirección del movimiento. De allí, la
"injerencia estudiantil" en el manejo universitario. Triunfante en Córdoba, el movimiento se extendió
a La Plata y Buenos Aires, creándose además la Universidad del Litoral, con casa de estudios en
Rosario, Santa Fé, Paraná y Corrientes.
Esta gran esperanza no alcanzó a concretarse plenamente, pues fracasó en sus propósitos
americanistas y sociales. A la enseñanza conservadora le siguió una burocracia con escasa
jerarquía intelectual, sólo interesada en halagar a los estudiantes. A la tiranía conservadora en las
cátedras sucedió la tiranía liberal.
Bolilla XIV.
Punto 1 y 2.
El objetivo de Hipólito Yrigoyen nunca había sido el de gobernar, sino la reparación moral de la
política argentina, vale decir, hacer respetar la voluntad del pueblo. La evolución de los
acontecimientos y el entusiasmo de sus correligionarios lo condujo a la situación de tener que
aceptar la presidencia.
Para ello se valió de la intervención federal, pero nunca tuvo mayoría en el Senado y sólo a partir de
1918 la alcanzó en Diputados. Por eso, sus intervenciones a las provincias se dividieron en:
Sus miras "reparadoras" iban más allá de lo estrictamente partidista. Con pocas excepciones, los
interventores federales era hombres que no pertenecían a la UCR. Magistrados y políticos de
probada honestidad que, asegura- das las condiciones electorales, debían entregar el gobierno a los
vencedores, fuera cual fuese su signo político.
Hemos expuesto en la bolilla anterior el pensamiento de Karl Krause, un filósofo alemán que había
sido muy difundido en España, pero que Yrigoyen conoció a través del belga Tiber- ghien. Krause
había hecho de la ética la esencia de la filosofía: ética en el obrar humano, ética en la conducta de
las naciones, ética en las relaciones internacionales.
Esta concepción ética de la política fue la base de la idea de la Restauración Nacional y constituyó
"la Causa" a la que dedicó todos sus esfuerzos.
Sin embargo, el obstáculo más grave lo encontró en el seno mismo de la UCR. Se ha hablado de la
existencia de dos radicalismos:
El pueblo, formado por antiguas familias criollas de origen federal, llamadas a extinguirse frente al
aluvión inmigratorio, y también las primeras generaciones de hijos de inmigrantes, que se sentían
argentinos y constituirían una incipiente clase media.
Este pueblo, llamado despectivamente "la chusma", sería fiel a su caudillo y conformaría el llamado
radicalismo sentimental.
Los "doctores", para quienes algunos de los principios (libertad y pureza electoral, anti-personalismo,
honestidad administrativa) enunciados desde los tiempos de Alem, adquirían valor filosófico y que
constituyeron el radicalismo doctrinario.
A este sector de la UCR, que terminaría oponiéndose a Yrigoyen, debían agregarse figuras
independientes sumadas a último momento al gobierno y algunos caudillos locales que resistirían la
conducción del "Peludo", como Crotto (en Buenos Aires), Lencinas (en Mendoza), Cantoni (en San
Juan Juan) o Laurencena (en Entre Ríos).
La política internacional:
En cambio, el pueblo anónimo era instintivamente neutral frente a ese conflicto en el que percibía
que la Argentina no tenía nada por lo cual tuviera que interesarse. Aquella, era también la postura de
Hipólito Yrigoyen. (1)
A lo largo de toda la guerra, el presidente logró mantener su postura, no obstante las presiones a
que fue sometido:
Las palabras y acciones del canciller Honorio Pueyrredón y del embajador en Francia, Marcelo T. de
Alvear, decididamente inclinados a romper relaciones con Alemania.
Las actitudes del gobierno de los EEUU y de su embajador en Buenos Aires, a partir de la entrada
de aquel país en la guerra, en 1917 (Este hecho se produjo cuando Alemania declaró el bloqueo
submarino y comenzó a hundir buques neutrales que transportaban provisiones a los aliados). El
gobierno del presidente Woodrow Wilson llegó a enviar una flota a Buenos Aires como elemento de
presión, ya que le resultaba intolerable que la Argentina no adoptase una posición de solidaridad
panamericana.
El hundimiento de buques mercantes argentinos por parte de submarinos alemanes, que pudo
solucionar Yrigoyen entendiéndose directamente con el embajador von Luxburg, de quien obtuvo
disculpas, promesa de indemnizaciones y un trato preferencial hacia los buques de bandera
Argentina (Cuando los aliados lograron descifrar los cables enviados por von Luxburg a su gobierno,
ya no pudo sostenerse como embajador en Buenos Aires, pues llamaba "asno aliadófilo a
Pueyrredón" y aconsejaba hundir a los buques argentinos sin dejar rastros ni sobrevivientes. No
obstante, Yrigoyen continuó negándose a romper con Alemania).
Otro hecho revelador del pensamiento de Yrigoyen fue el caso de la Sociedad de las Naciones,
creada en 1920 por sugerencia del presidente Wilson, con el objeto de preservar la soberanía e
integridad territorial de todos los estados, grandes o pequeños.
Yrigoyen comenzó manifestando su oposición al criterio de dar a las naciones neutrales un trato
diferente (no podrían ejercer el derecho de veto, reservado a los vencedores de la guerra). Sin
embargo, Marcelo de Alvear, a cargo de la representación del gobierno argentino, adhirió "sin
reservas" a la Sociedad, sin plantear las objeciones del presidente. Cuando se materializó la
creación del organismo en Ginebra, la delegación argentina se retiró, por orden de Yrigoyen, al
establecerse que quedarían excluídas de ella las naciones vencidas. El Senado argentino, principal
centro de oposición al presi- dente, siguió, no obstante pagando las cuotas a la entidad.
Tampoco permaneció en la Sociedad de las Naciones EEUU, pero sus razones fueron distintas
(preeminencia de los sectores norteamericanos afectos al aislacionismo (2)) de las argentinas,
basadas en la fidelidad al principio de igualdad de todas las naciones.
La neutralidad argentina ya había sido declarada por el gobierno de Victorino de la Plaza apenas
estallada la guerra.
A comienzos del siglo XX, Rusia constituía una sociedad jerarquizada, dominada por la nobleza
terrateniente, con un gobierno absolutista, encarnado en la figura de los zares, que coartaron las
libertades individuales y ejercieron la censura.
La economía era fundamentalmente agrícola, aunque la industria había cobrado desarrollo sobre
todo en Moscú y San Petersburgo, por las inversiones en hierro, carbón, acero y ferrocarriles que
realizaron fundamentalmente Gran Bretaña y Francia.
En 1905, durante el gobierno de Nicolás II, se produjo un movimiento revolucionario encabezado por
los obreros, que reclamaron un cambio político y derechos laborales. Si bien el movimiento fue
sofocado, obligó al gobierno a compartir su poder con un Poder Legislativo o Parlamento,
representado por la Duma, integrada por todas sociales, que transformó la monarquía autocrática en
una monarquía parlamentaria, aunque en la práctica, el zar siguió gobernando con poderes
ilimitados.
La mayoría de la población rusa estaba representada por campesinos y obreros que vivían en
condiciones deplorables. Su situación empeoró con el estallido de la Primera Guerra, que obligó a
más de 15 millones de hombres a integrarse a las filas del ejército, dejando a la producción agrícola
y a la industria sin mano de obra.
La situación se agravó ante las derrotas de los rusos frente a los alemanes, lo que condujo a la
creación de soviets (comités formados por campesinos, obreros y soldados) que se levantaron
contra el Estado y originaron huelgas.
El imperio ruso llegó a su fin (febrero de 1917), tras fracasar el gobierno provisional a cargo de
Alejandro Kerenski, de ideas democráticas liberales, ungido luego de la abdicación del zar.
Paralelamente, los soviets iban incrementando su poder, junto con la consolidación de las ideas
marxistas expuestas por el Partido Obrero Social Demócrata, que se había dividido entre los
moderados o mencheviques y los más extremistas que proponían transforma- ciones radicales,
llamados bolcheviques, liderados por Lenin, nombre de combate de Vladimir Ilich Ulianov.
Esta última fracción se hizo del poder en octubre de 1917, instaurando la dictadura del proletariado y
la creación de la República Federal Socialista Soviética Rusa. El nuevo Estado puso fin a la
participación en la guerra, firmando con Alemania el Tratado de Brest-Litovsk (marzo de 1918), por
el que Rusia perdía los estados Bálticos (Estonia, Lituania y Letonia) y Polonia y reconocía a
Finlandia y Ucrania como estados independientes.
Siguiendo las ideas marxistas, el régimen bolquevique expropió las tierras de los terratenientes y las
repartió entre los campesinos. Los obreros obtuvieron el control de las empresas, que pasaron a ser
propiedad del Estado. La mujer equiparó sus derechos a los del hombre y la Iglesia fue separada del
Estado. No tardó en estallar la guerra civil.
Poco después, un Congreso celebrado en Bahía Blanca dispuso la salida del socialismo argentino
de la IIa. Internacional, pero no quiso adherir a la IIIa. Internacional, que apoyaba a la Rusia
soviética. Los partidarios de esta última alternativa, junto con los internacionalistas, fundaron en
1921 el Partido Comunista.
Las condiciones de la clase obrera argentina experimentaron diversos vaivenes como consecuencia
del impacto de la guerra en la economía. Hubo momentos de desempleo e inflación y luego, al tener
que sustituirse algunas importaciones, un crecimiento de talleres y fábricas. Pero, para el esquema
agro-exportador predominante, los salarios no debían aumentarse ni sancionarse leyes protectoras
del trabajo. La oligarquía, atrincherada en el Congreso, habría de impedir u obstaculizar cualquier
proyecto en ese sentido.
El gobierno de Yrigoyen, por su parte, procuró asumir una actitud paternalista, buscando arbitrar los
conflictos entre el capital y el trabajo. Eso lo condujo a adoptar criterios diferentes en cada caso,
evitando malquistarse con el stablishment (la UIA, la Sociedad Rural y la Bolsa de Comercio) y, al
mismo tiempo, intentando mostrarse comprensivo con las aspiraciones obreras, atento a que las
masas trabajadoras estaban inclinándose gradualmente a favor del Partido Socialista.
Rechazando la represión policial, a veces, y oponiéndose a las huelgas contra empresas de capital
extranjero o estatales otras, fue ganándose -a los ojos de la prensa opositora- una imagen de
incapacidad frente al conflicto social.
Entre 1917 y 1919, las huelgas y reclamos por mejoras de salarios, el impacto causado por la
Revolución Rusa y los temores de los sectores conservadores ante el peligro de una revolución
maximalista (así se conocía a los bolcheviques), fueron abonando el terreno para lo que se llamaría
la "Semana trágica".
En enero de 1919, una huelga realizada por los obreros de los Talleres Metalúrgicos Vasena en
demanda de una jornada laboral de 8 horas y el pago de horas extras, se extendió a otras fábricas
de la Capital Federal.
Presionado por los empresarios metalúrgicos, el gobierno decidió imponer el orden enviando primero
a la policía y después al Ejército, que reprimieron a los trabajadores.
El sepelio de los obreros muertos por la represión, desembocó en un terrible desorden que generó
nuevas víctimas. Fueron incendiadas iglesias, los comercios cerraron sus puertas y dejaron de salir
los diarios. La falta de noticias permitió circular las versiones de que se estaba frente a una
revolución maximalista, por lo que la Liga Patriótica Argentina lanzó a la calle jóvenes armados (las
"guardias blancas") que se dedicaron a masacrar trabajadores.
Los enfrentamientos se sucedieron durante varios días. Para los conservadores y nacionalistas, los
maximalistas eran rusos y, por entonces, se les llamaba "rusos" a los judíos, lo que desembocó en
ataques a los barrios donde se agrupaba la colectividad hebrea. A esa altura de los acontecimientos,
las dos centrales obreras: la FORA (anarquista) y la UGT (socialista) habían declarado el paro
general.
El gobierno declaró el estado de sitio y Buenos Aires fue puesta bajo las órdenes del coronel Luis
Dellepiane. Pero el Senado se negó a considerar el estado de sitio al trascender las exageraciones
que se habían difundido acerca de los objetivos del movimiento. Según datos del diario "La
Vanguardia", se registraron más de 700 muertos y 4000 heridos.
Finalmente, la mediación del gobierno determinó que se acordaran aumentos de entre el 20 y el 40%
a los trabajadores y fueran liberados muchos dirigentes presos.
El otro episodio que puso en tela de juicio las relaciones del gobierno de Yrigoyen con el movimiento
obrero se conoce con el nombre de "La Patagonia rebelde".
La "Patagonia rebelde" es el título de una película realizada en 1973, basada en la obra del
investigador Osvaldo Bayer. Narra los hechos que tuvieron lugar en la Patagonia entre noviembre de
1920 y enero de 1922, cuando se produjeron huelgas obreras en reclamo de un mejoramiento en las
condiciones de trabajo y aumento de salarios.
De acuerdo con Bayer, la falta de compradores para la lana acumulada durante la guerra, originó
una crisis que afectó a los estancieros, comerciantes y peones. Los trabajadores, que vivían y
trabajaban en condiciones inhumanas ante la falta de pago y de trabajo, ocuparon estancias y
tomaron rehenes. Las presiones de los terratenientes decidieron al gobierno a enviar al teniente
coronel Benigno Varela, al frente del 10º Regimiento de Caballería, con escasas instrucciones
("Cumpla con su deber", "Ponga orden").
Después de una etapa de negociaciones, en la que se logró satisfacer las aspiraciones de los
trabajadores, el incumplimiento de los compromisos por parte de los propietarios, determinó el
reinicio de la lucha, ahora con violencias y crímenes por ambas partes. La represión indiscriminada
por parte del Ejército arrojó alrededor de 1500 muertos.
Según José María Rosa, muchas causas intervinieron en la tragedia de Santa Cruz:
El despertar de una conciencia sindicalista, orientada por dirigentes anarquistas. El español Antonio
Soto era el secretario general de la Sociedad Obrera de Río Gallegos, que aglutinaba a estibadores,
mozos de hotel, mecónicos, dependientes de comercio, obreros de los frigoríficos y peones rurales.
Que el anarquismo de los dirigentes obreros permitió a los patrones defender sus intereses con el
pretexto de estar defendiendo "la patria". Otro tanto aconteció con los militares, acuciados además
por las versiones de que Chile se hallaba detrás del conflicto.
La principal de todas: la carencia de una política obrerista definida en el gobierno de Yrigoyen, que
transcurrió de un paternalismo excesivamente complaciente a una represión sin misericordia.
También presentó el Poder Ejecutivo otros proyectos: Ley de conciliación y arbitraje en los conflictos
sociales, Ley de asociaciones profesionales y contratos colectivos, Ley de creación de las juntas
arbitrales de trabajo agrícola, Ley de defensa de la población obrera en los territorios nacionales y un
Código de Trabajo. Sin embargo, ninguna logró vencer la oposición parlamentaria.
Punto 3.
Superada la crisis de popularidad que le acarrearon hechos como la "Semana trágica", la UCR llegó
fortalecida a las elecciones presidenciales de 1922.
Los diversos partidos conservadores (restos del antiguo PAN), bajo el nombre de Concentración
Nacional, proclamaron la fórmula: Norberto Piñero-Rafael Núñez.
Los socialistas, que acababan de sufrir la escisión que dio origen al Partido Comunista, llevaron a:
Nicolás Repetto-Antonio de Tomaso.
Los demócratas progresistas, que no quisieron unirse a los conservadores como venían haciéndolo
últimamente, presentaron a: Carlos Ibarguren-Francisco Correa.
Durante un período prolongado, los radicales -y la opinión pública en general- aguardaron la media
palabra de Hipólito Yrigoyen respecto de las candidaturas de la UCR. Finalmente, poco antes de la
reunión de la convención nacional partidaria, el presidente recibió uno por uno a los convencionales,
dándoles la palabra entera: "voten a Marcelo y Elpidio".
Así, quedó consagrada la fórmula Marcelo Torcuato de Alvear-Elpidio González, que triunfaría
claramente en los comicios de abril de 1922. Alvear era un radical de la primera hora, nieto del
general Carlos María de Alvear e hijo de Torcuato de Alvear, primer intendente de Buenos Aires. En
el momento de triunfar en las elecciones, Alvear se hallaba en París.
No obstante, comenzaban a dibujarse los signos de una próxima ruptura de la UCR. Miguel
Laurencena, caudillo radical de Entre Ríos, opuesto a lo que comenzaba a llamarse "personalismo"
de Yrigoyen, fundó la UCR Principista, presentándose separado a las elecciones.
La bonanza económica:
La gestión de Alvear se vio beneficiada por la terminación de la crisis inter- nacional de pos-guerra,
lo que derivó en grandes ganancias a partir de la venta de productos agropecuarios. Por entonces,
se tuvo la visión falsa de que aquella prosperidad sería indefinida, al considerarse a la Argentina "el
granero del mundo".
Aunque la moneda fue saneada y el país gozó de crédito ilimitado, la falta de conciencia de la
dirigencia y la resistencia interpuesta por el agro y el comercio de importación hicieron perder la
oportunidad ofrecida por la guerra para impulsar el desarrollo industrial del país. Esa época arrojó
también uno de los mejores saldos en materia de inmigración.
Se organizaron las cajas de jubilación (maestros y bancarios) y previsión social; fue reglamentado el
trabajo de mujeres y menores y se impuso el pago de los salarios en moneda nacional y no en vales.
Se creó la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), puesta bajo la dirección del
general Enrique Mosconi.
Fueron modernizadas algunas unidades de la armada y se creó la base de submarinos de Mar del
Plata.
A partir de ese momento, sin producirse una ruptura clara, se registraron hechos y actitudes que
ponían de manifiesto el distanciamiento entre ambas figuras. Alvear, dejando en claro sus
diferencias de estilo (inaugurando con un discurso el período de sesiones del Congreso o
presentándose ante él con todo su gabinete a propósito de una interpelación al ministro de
Hacienda). Yrigoyen, o mejor el "yrigoyenismo", criticando a través de la prensa partidaria los
intentos del presidente de mejorar sus relaciones con los conservadores o la presencia en el entorno
presidencial y el gabinete de muchos radicales "azules" (radicales de ideas conservadoras,
generalmente pertenecientes a la aristocracia o la alta clase media, fuertes en la Capital Federal).
Se ha conjeturado que Yrigoyen confiaba en que la escasa voluntad de Alvear frente a las
dificultades y su inclinación por la vida descansada lo llevarían a dejar el gobierno. Para eso, el líder
radical había señalado a Elpidio González, hombre de su mayor confianza, como vice-presidente.
Alvear respondería no delegando nunca el gobierno en González que, por su parte, dejó de ejercer
la presidencia del Senado. Los manejos de algunos hombres de Alvear con los conservadores, para
neutralizar a González, pusieron en boga la expresión "contubernio".
Para 1924, la fractura de la UCR era un hecho. No era una cuestión de ideas o de políticas. La
división se estableció a partir de reconocer o no el liderazgo de Hipólito Yrigoyen.
UCR "personalista": reconocía el liderazgo indiscutido del caudillo. Su fuerza estaba en la provincia
de Buenos Aires y la integraban unos pocos de los viejos dirigentes radicales, algunos jóvenes y la
mayoría del pueblo. Se los llamaba "peludos".
UCR "anti-personalista": constituía la estructura del partido, integrada por la mayoría de los viejos
dirigentes, los radicales "azules" y algunos caudillos provinciales, como Laurencena en Entre Ríos,
Lencinas en Mendoza y Cantoni en San Juan. Decían basarse en la "impersonalidad" sostenida por
Alem. Se los llamaba "galeritas".
Durante el transcurso del año 1925 se produjo un apaciguamiento entre ambas fracciones,
preocupadas porque la división radical había facilitado la victoria de los conservadores en Córdoba.
Pero el intento de acercamiento se enfrió y un manifiesto de los antipersonalistas ("personalismo" es
traición) selló definitivamente la ruptura.
Para los antipersonalistas resultaba vital dominar la provincia de Buenos Aires -bastión yrigoyenista-;
pero Alvear no se atrevió a intervenirla con el pre- texto (ofrecido por los socialistas) de un irregular
manejo del tema de los casinos. Finalmente, no les quedó otra alternativa que oficializar el
contubernio con los conservadores que, unidos en un Frente Ùnico, decidieron apoyar la fórmula de
la UCR antipersonalista: Leopoldo Melo-Vicente Gallo.
Por entonces, comenzaron a manejarse versiones sobre un eventual golpe militar a cargo del
ministro de Guerra, Agutín P. Justo. No obstante, el golpe no encontró ambiente favorable entre los
militares
Cuando llegaron las elecciones presidenciales, la fórmula Hipólito Yrigoyen- Francisco Beiró triunfó
sobre Melo-Gallo por 400 mil votos. Habiendo fallecido Beiró, los colegios electorales eligieron a
Enrique Martínez como segundo de Yrigoyen.
Punto 4.
Entre 1871 (Guerra franco-prusiana) y 1914 (Primera Guerra Mundial) se desarrolló una
desenfrenada carrera de las grandes potencias por construir imperios, como método de dominación
de los recursos destinados a satisfacer las necesidades de un capitalismo en progresiva expansión.
Hacia 1914, el reparto y la ocupación de África habían concluido y también estaba bajo el control
político o económico de las potencias la mayor parte de Asia. Sin embargo, la Primera Guerra
Mundial -originada entre otros factores por la lucha interimperialista- provocó algunos
reacomodamientos en el mundo colonial.
La firma del Tratado de Versalles (1919) obligó a la derrotada Alemania a entregar sus colonias a
Gran Bretaña y Francia; otro tanto aconteció con los países árabes que habían integrado el
desmembrado Imperio Otomano.
A partir de fines del siglo XIX, el imperialismo se caracterizó sobre todo por la dominación económica
impuesta por las grandes potencias sobre naciones más pobres, ya que la dominación política cada
vez originó mayores resistencias. Especialmente durante la posguerra, en los países subordinados,
surgieron algunos movimientos nacionalistas, acicateados por el empobrecimiento de los pueblos, la
explotación de sus trabajadores y la presión de los impuestos para sostener las administraciones
coloniales.
En 1900 había estallado la rebelión de los "boxers" en China contra la presencia extranjera y
Holanda ya había tenido que afrontar rebeliones en las Indias Orientales a fines del siglo XIX. A
consecuencia de la crisis mundial de 1930, aquella resistencia se extendió a la India y Birmania (bajo
dominio británico), a Indochina (bajo dominio francés) y Filipinas (bajo dominio estadounidense).
La crisis de 1929:
La prosperidad material que alcanzaría EEUU durante los años '20 escondía una injusta distribución
de la riqueza, que llevaría en breve a una tremenda crisis de superproducción. Efectivamente, para
una utilidad general de 10 mil millones de dólares, entre 1918 y 1929, sólo 600 millones revirtieron
en los sectores populares, reduciendo la capacidad de consumo y llevando aceleradamente a la
industria norteamericana por el camino de la superproducción. Esta desequilibrada distribución de
los ingresos afirmó la tendencia a la consolidación de los monopolios en las diversas ramas de la
industria: la Standard Oil en el petróleo, la Ford y la General Motors en los automotores, la RCA en
la radiotelefonía y, fuera de los EEUU, la Royal Dutch-Shell y Imperial Chemical Limitada.
La standarización de la producción industrial se generalizó aún más, lo que permitió una continua
multiplicación de los productos, y la división internacional del trabajo se afirmó en condiciones más
duras y extremas, llevando a las economías dependientes por el duro camino del monocultivo.
El notable crecimiento económico hizo pensar a economistas y políticos que se había iniciado una
nueva era para el capitalismo, sin las bruscas crisis cíclicas, con sus períodos de alzas y bajas. Esta
confianza se tradujo en la compra, por parte de un gran número de personas, de acciones de las
empresas industriales. Hacia la Bolsa de Valores de Nueva York (Wall Street) -el nuevo centro de la
economía mundial- afluían capitales de todo el mundo. La compra casi desenfrenada de acciones
entre 1927 y 1929 creció un 89%.
Sin embargo, la producción industrial en esos años sólo había crecido un 13%. Aunque la
especulación financiera permitía ganar mucho dinero en poco tiempo, el precio de las acciones
estaba muy por encima del crecimiento real de las empresas. Este desfase fue uno de los factores
que preanunciaron la crisis.
El 29 de octubre de 1929 -el jueves negro- se desató una ola de pánico en la Bolsa de Nueva York.
En pocas horas fueron vendidos 13 millones de acciones y se evaporaron las ganancias obtenidas
por las empresas en los años de crecimiento.
Este hecho desató una crisis en el sistema capitalista internacional, de una gravedad hasta entonces
desconocida. Entre 1930 y 1932 se extendió un período que fue conocido como la Gran Depresión.
Las consecuencias de la crisis en los EEUU fueron:
La caída del consumo, originada por el descenso abrupto del poder adquisitivo de la mayor
parte de la población.
El aumento de la desocupación.
Naturalmente, la crisis en la primera potencia industrial repercutió en todo el mundo. EEUU dejó de
importar y con ello, transfirió la crisis a las demás naciones. En 1936, el economista británico John
Maynard Keynes expuso en su obra "Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero" una
nueva visión del capitalismo. Según el "keynesianismo", la economía ya no funcionaba según los
principios clásicos y, por lo tanto, no se podía salir de la crisis a partir de la acción automática de las
fuerzas del mercado. Sólo la acción del Estado corregiría la situación, haciendo retornar a la
economía al pleno empleo.
Repercusión en la economía argentina:
La extrema lentitud en la resolución de los problemas que planteaba la administración del país había
sido una de las notas distintivas de la gestión de Hipólito Yrigoyen durante su primera presidencia.
En la segunda, esa característica adquirió un nivel casi patológico. Todo debía ser resuelto y
decidido por el presidente, que dedicaba al estudio de cada caso un tiempo interminable. Así, los
expedientes se amontonaban, las vacantes no se cubrían y la parálisis ganaba vastos sectores de la
administración general. Para peor, la salud del presidente no era buena y se fatigaba, lo que
intentaba remediar concediendo innumerables audiencias, que sólo servían para postergar
decisiones.
La nacionalización del petróleo había sido uno de los slogans de la campaña electoral del
Yrigoyenismo. En realidad, la Ley de nacionalización del petróleo, promovida por los legisladores del
"personalismo", había sido aprobada dificultosamente en 1927 en Diputados, aunque el Senado no
la había tratado. Ahora, con Yrigoyen otra vez en el poder, los seguidores del caudillo volvieron a la
carga, procurando completar aquella ley con la expropiación, con indemnización, a los particulares y
sin indemnización a los permisos de cateo no cumplidos. Volvió a ser aprobada en Diputados y,
nuevamente, el Senado -donde Yrigoyen no tenía mayoría- no la trató.
En 1929, se supo que una empresa soviética -la Yuyamtorg- ofrecía la posibilidad de un acuerdo con
la Argentina, para vender nafta a bajo precio a cambio de toros de pedigree y tanino. Aquel acuerdo
liberaría al país de su dependencia de Standard Oil y Royal Dutch para abastecer al consumo
interno y de la posibilidad de represalias ante la ley de nacionalización y expropiación. La habitual
demora en las decisiones, retardó la firma del acuerdo, que quedó sin efecto a partir del golpe del 6
de setiembre de 19 30, del que alguien dijo "tenía olor a petróleo".
La crisis económica mundial tuvo rápidas repercusiones en la Argentina. Los ingresos de Aduana
disminuyeron debido a la contracción del comercio internacional. Se sucedieron numerosas quiebras
de empresas y comercios. El peso moneda nacional perdió valor, disminuyeron las exportaciones y
las importaciones, y esto fue acompañado por una disminución de los salarios y por una elevada
desocupación.
Los problemas económicos y financieros que originó la crisis y la política de endeudamiento externo,
que inició el gobierno para asegurar su posición, terminaron por enfrentarlo con todos los grupos
sociales que lo habían apoyado. El derrumbe de la adhesión de las clases medias fue consecuencia
de la disminución del gasto público, el atraso en el pago de salarios y el despido de algunos agentes
de la administración.
Las principales entidades que agrupaban a los terratenientes y a los exportadores se aliaron contra
Yrigoyen y buscaron el apoyo de los grupos descontentos del Ejército.
La ineficacia del gobierno, unida a los efectos de la crisis, desataron a un año del arrollador triunfo
del Yrigoyenismo un alud de críticas opositoras, al que iban agregándose cada día nuevos actores.
A los editoriales de "La Prensa", "La Nación" y "Crítica", se unió la prédica destructiva de
conservadores, antipersonalistas y socialistas (el socialismo había sufrido una nueva escisión y los
separados -socialistas independientes- fueron los mayores sostenedores del anti-Yrigoyenismo),
denunciando corruptelas, sobornos y coimas, que nadie probaba.
La primera medida del segundo gobierno de Yrigoyen había sido la intervención a las provincias de
Mendoza y San Juan, controladas por caudillos hostiles al "Peludo" (Carlos Washington Lencinas y
Federico Cantoni, respectivamente). Pero el accionar de las intervenciones sólo había servido para
re- cordar los procederes del "régimen", incluído el fraude electoral. Para colmo, Lencinas fue
asesinado y toda la oposición atribuyó el crimen a una orden de Yrigoyen.
Manuel Carlés volvió a reorganizar la "Liga Patriótica", ahora con el objetivo de "defender el orden
constitucional".
Los anti-yrigoyenistas formaron la Logia General San Martín para canalizar sus presiones;
teóricamente, tenían como objetivo mantener a los militares apartados de la política, pero en realidad
su acción evidenciaba el creciente poder del sector. Finalmente, el general Uriburu organizó la
Legión de Mayo, una sociedad paramilitar, sin definición ideológica, pero también contraria a
Yrigoyen.
Con el transcurrir de los meses, la oposición se vio incrementada con el aporte de los estudiantes
universitarios, liderados por el decano de la Facul- tad de Derecho, Alfredo Palacios y otra figura del
socialismo, Carlos Sánchez Viamonte, autor del libro "El Ùltimo Caudillo", donde se auguraba que
con la caída de Yrigoyen el país entraría definitivamente en la adultez.
Entre las acusaciones nunca probadas contra el Yrigoyenismo figuró la de haber organizado un
grupo de choque destinado a defender al gobierno: el Klan Radical (denominación tomada del Ku-
Klux- Klan de los EEUU). A este supuesto grupo se le atribuyeron todos los hechos de violencia
perpetrados por entonces, llamándoselo la "mazorca" del "tirano".
Desde tiempo atrás, los generales retirados Uriburu y Justo preparaban el golpe para derrocar al
gobierno, sin poder asegurarse suficientes adhesioones. Pero, el clima de la opinión pública y los
desórdenes callejeros los favorecían. Entre el 1 y el 6 de setiembre de 1930 la tensión creció, pero el
presidente se negó sistemáticamente a reprimir o hacer detener a los más comprometidos, lo que
llevó a la renuncia del ministro de Guerra, general Dellepiane. Yrigoyen, enfermo, no sólo se negaba
a renunciar, tampoco quería delegar el mando. Finalmente, convencido por sus médicos, delegó el
mando en el vicepresidente Enrique Martínez, que declaró el estado de sitio.
El 6, Uriburu y Justo, al frente del Colegio Militar y pocos soldados más, iniciaron la marcha desde
San Martín hasta la Capital Federal. Sólo respondió la base aérea del Palomar, cuyo aviones
arrojaron proclamas revolucionarias sobre Buenos Aires. Aunque formada por pocos militares, la
columna revolucionaria se agrandaba continuamente por la incorporación de civiles.
Salvo un sorpresivo tiroteo en la plaza del Congreso, las tropas llegaron sin inconvenientes a la
Casa de Gobierno, en medio de una multitud. Allí, Uriburu exigió y obtuvo la renuncia de Enrique
Martínez, que aún permanecía en su despacho.
Mientras tanto, Yrigoyen accedió a los requerimientos de sus amigos y se dirigió a La Plata, poco
antes de que el populacho asaltara su casa. En el Regimiento 7º de Infantería firmó su renuncia.
Poco después sería trasladado a la isla Martín García, donde permaneció hasta febrero de 1932,
cuando el gobierno revolucionario dispuso su indulto. Falleció en Buenos Aires en julio de 1933.
Punto 5.
Desde el despacho presidencial, Uriburu telegrafió a los jefes de las distintas guarniciones militares,
obteniendo la adhesión de todos ellos. La declaración del estado de sitio para la Capital Federal,
hecha por Enrique Martínez el día 5 y ampliada a todo el país el día 6, fue complementada por
Uriburu con el establecimiento de la ley marcial.
José Félix Uriburu no se preocupaba excesivamente por la Constitución, ya que su intención era
modificar el sistema parlamentario representativo por uno corporativista: quienes estuvieran en el
Congreso deberían ser delegados de las "fuerzas vivas de la Nación" (es decir, ya no surgiría su
nominación de los partidos políticos, sino que debían ser propuestos por los grupos de poder que el
gobierno considerase importantes -Ejército, Iglesia, empresas, sindicatos-. Es decir, quería
reemplazar el demoliberalismo por el fascismo; sin embargo no tuvo apoyo suficiente para
imponerlo.
Agustín P. Justo se inclinaba -como los sectores oligárquicos y los antiguos partidos políticos- por
retornar a la tradicional organización política republicana, basada en los principios del liberalismo
conservador. Tenía gran influencia entre los altos mandos de la oficialidad.
Cuando Uriburu pensó que el radicalismo ya no tenía suficientes adeptos, convocó a elecciones
libres para elegir gobernadores, en abril de 1931. Se equivocó, pues triunfó la UCR.
Uriburu anuló los comicios, pues consideró que no había liderado el golpe contra Yrigoyen para
admitir nuevamente a los radicales en el gobierno, aunque fuera en el provincial. Es por ello que, al
convocar más tarde a nuevas elecciones -esta vez presidenciales-, vetó el nombre de Marcelo T. de
Alvear y se preocupó de asegurar los resultados por medio del fraude.
Durante su gobierno:
El estado de sitio se extendió por un año y medio; se implantó la ley marcial, reinstalándose la
pena de muerte (se fusiló a los anarquistas Di Giovanni y Scarfó).
Fueron clausurados diarios y se puso en prisión al director del periódico "Crítica", Natalio
Botana.
A los opositores se los castigó con la cárcel, que muchas veces incluía torturas. Se
deportaron ciudadanos (Se volvió célebre la Sección Especial de la Policía, a cargo de
Leopoldo Lugones, hijo).
Se intervinieron casi todas las provincias, caducando los tres poderes en las mismas.
No hallaron eco en Uriburu, que hubiera preferido a su amigo Lisandro de la Torre. Pero el jefe de
los demócratas progresistas le volvió la espalda. Por otra parte, Uriburu repitió varias veces que la
revolución no se había hecho para los partidos políticos y postergaba el anuncio de las elecciones
presidenciales.
Pero, después de la derrota electoral de 1931, Uriburu perdió su optimismo y su seguridad y enfermó
de gravedad. Es posible que también fuera presiona- do por sectores militares que respondían a
Justo.
Éste, moviéndose con gran habilidad, ganaba adeptos en el Ejército y, además, era señalado por los
partidos que integrarían la Concordancia, como el candidato natural a la presidencia. Pero Justo, no
obstante las muestras de amistad mutuas, sabía que Alvear era un enemigo potencial a sus
aspiraciones presidenciales. Por eso, no es aventurado suponer que estuvo detrás del intento
revolucionario del coronel Pomar (yrigoyenista) en Corrientes, en ju- lio de 1931.
El fraude electoral:
En 1931, la oligarquía impulsó la convocatoria a elecciones generales en todo el país, pero para
asegurarse el control de la situación, y evitar que el radicalismo volviera a triunfar, impusieron hasta
1943 la práctica sistemática del fraude electoral y la persecución a los opositores. Los demócratas o
con- servadores lo llamaron "fraude patriótico", porque entendían que el objetivo de "salvar a la
Patria" justificaba el uso de métodos ilegales. El secuestro de libretas de enrolamiento, la expulsión
de veedores de la oposición en los comicios, el voto ilegítimo -utilizando los documentos de
personas fallecidas- y la intimidación fueron algunos de los recursos que utilizaron los gobiernos
conservadores durante la llamada década infame. El socialista independiente Federico Pinedo, luego
ministro de Hacienda de Justo, aseguraba que "fue tal la violación del sufragio en 1932 que más que
de fraude corresponde calificarla de negación del sufragio".
La postura de la UCR:
a. Los que seguían a Alvear, inclinado a participar en las elecciones, por considerar que al
abstenerse un partido político perdía su razón de ser.
En enero de 1935, finalmente, la UCR decidió abandonar la postura abstencionista. Se sostiene que
no fueron ajenos a esa decisión los intereses británicos. Por entonces, el gobierno de Justo estaba
listo para sancionar una serie de leyes bancarias que consolidaban el dominio británico sobre la
economía argentina y era preciso que todo el espectro político convalidara al régimen. De este
modo, la UCR, conducida por Alvear, legitimaba al gobierno del "fraude", convirtiéndose en una
oposición discreta y cómplice.
FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina): integrada por jóvenes radicales que
sostenían: "Somos una Argentina colonial: queremos ser una Argentina libre". Se manifestaban
nacionalistas, anti-imperialistas y neutralistas frente a los conflictos entre las grandes potencias. La
integraban figuras como Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Atilio García Mellid, Homero
Manzione (Manzi).
Lisandro de la Torre, radical disidente, creó la Liga del Sur, un movimiento santafesino que apoyaba
los reclamos de los arrendatarios y pequeños propietarios del sur de Santa Fé. Proponían reformas
importantes a las instituciones, como el régimen comunal autónomo y el voto de los extranjeros.
Sobre la base de la Liga, de la Torre creó el Partido Demócrata Progresista, que incluía en su
plataforma la protección de la industria nacional, el desarrollo de la marina mercante y la
organización del comercio de exportación bajo control del Estado.
Con apreciable caudal electoral en Santa Fé y la Capital Federal, el Partido Demócrata Progresista,
unido al Partido Socialista, conformó la Alianza Civil, que constituyó la oposición al gobierno de
Justo.
El movimiento obrero:
• Por un lado, el sector apolítico que se apoyaba en los sindicatos y que no creía en la eficacia
de los partidos obreros, representado por la USA (sindicalista) y la FORA (anarquista).
• Por el otro, el sector político que sostenía la necesidad de organizar partidos obreros para
luchar por la defensa de los intereses de los trabajadores. En esta línea estaban la COA
(socialista) y la CUSA (comunista).
Así, al producirse el golpe del 6 de setiembre, la CGT se mantuvo prescindente, pero días después,
el secretario general mandó en nombre del comité central una nota de apoyo al general Uriburu.
Punto 5.
La gran expansión de la economía argentina, desde mediados del siglo XIX hasta 1930, fue
principalmente producto de su carácter complementario con la economía británica. Esta
complementariedad fue la causa del comercio y de las cuantiosas inversiones de capital realizadas
por los británicos en el país. Durante la década de 1920, Los saldos del comercio con Gran Bretaña
eran favorables para la Argentina, al contrario de lo que sucedía con Estados Unidos.
Si bien la Primera Guerra Mundial había permitido cierta sustitución de industrias y había promovido
el debate sobre la necesidad del control nacional de los pozos de petróleo, de la creación de una
marina mercante, del establecimiento de tarifas para promover la industrialización y del control de las
exportaciones más importantes, la prosperidad de los años '20 provocó que fueran pocos los que se
manifestaran en contra de la dependencia del mercado británico.
Consecuentemente, para la política argentina, la relación más importante era la que se mantenía con
Gran Bretaña y la labor de la cancillería estaba dirigida a evitar interferencias en la misma. Esto se
tradujo, incluso, en la oposición a cualquier organización hemisférica que pudiera colocar a la
Argentina en situación de subordinación a otra nación o conjunto de naciones, lesionando de esa
manera la relación con Gran Bretaña. Dicha oposición llevó al gobierno argentino a impugnar las
iniciativas de EEUU en las cuestiones panamericanas.
Los Dominios británicos trataron de manejarse en forma autónoma para defender sus economías
afectadas por la crisis de la metrópoli. Para salvar las apariencias del Imperio, el Parlamento aprobó
en 1931 el Estatuto de West- minster, que creaba la "Comunidad Británica de Naciones" (British
Common- wealth of Nations): un conjunto de comunidades autónomas, unidas por su común
fidelidad a la Corona (Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Irlanda y
Terranova).
En 1930 había manifestado sir Malcolm Robertson, ex-embajador en la Argentina: "Un país que no
pertenece al Imperio debe considerarse parte de él. Este país es la Argentina... donde hay entre 500
y 600 millones de libras in- vertidas, 25.000 km. de ferrocarriles, líneas de tranvías, empresas
hidráulicas, gasómetros, frigoríficos, estancias, puertos..."
Por iniciativa del primer ministro de Australia, se reunió en Ottawa un congreso imperial, en 1932. El
lema de la reunión fue: "primero la producción lo- cal, después la del Imperio y último los
extranjeros". El resumen de los acuerdos alcanzados fue:
Los Dominios protegerían sus industrias con trabas "razonables" a la competencia de la metrópoli.
Los acuerdos de Ottawa generaron una gran inquietud en la oligarquía a- gro-exportadora argentina.
Sin embargo, no eran más que un instrumento de presión de los británicos (la exportación de carne
enfriada (chilled beef) a Gran Bretaña no era posible desde Australia y Nva. Zelanda y Canadá y
Sudáfrica carecían de ganado de calidad), destinado a conseguir ventajas de todo tipo en la
Argentina.
El Pacto Roca-Runciman:
En mayo de 1933, el vicepresidente argentino, Julio Roca, suscribió en Londres con el ministro de
Comercio británico, Walter Runciman, un acuerdo que el Parlamento británico aprobaría sin debate.
PACTO ROCA-RUNCIMAN
Argentina se aseguraba una cuota de importación no inferior a 390.000 toneladas anuales de chilled
beef, aunque Gran Bretaña se reservaba el derecho de restringir sus compras cuando lo creyere
conveniente.
El pago de dichas importaciones británicas no estaría sujeto al control de cambios, des- contados 12
millones de pesos que irían a EEUU para servicios de empréstitos serían considerados "remesas
corrientes".
El gobierno argentino se comprometía a no reducir las tarifas de los ferrocarriles y brin- dar a las
empresas británicas de servicios públicos un tratamiento benévolo.
CLÁUSULAS SECRETAS:
Argentina se comprometía a la creación del Banco Central (empresa mixta integrada por oficiales y
capitales extranjeros) y la Corporación de Transportes (empresas de capital británico que tendría el
monopolio del transporte urbano de la Capital Federal por 56 años).
Expresó Julio Roca: "por su importancia económica, Argentina se parece a un gran do- minio
británico".
El pacto generó apoyos y críticas. Lo apoyó "La Nación" y lo justificaron funcionarios del gobierno.
Los socialistas manifestaron que el gobierno se preocupaba por la alimentación de los ingleses y no
pensaba en el hambre de muchos argentinos. Lisandro de la Torre hizo notar que Argentina recibía
un trato menos favorable que cualquier Dominio Británico.
Fue de la Torre el protagonista de un famoso debate en el Senado, a partir del hecho de que los
frigoríficos británicos podían digitar a los productores a quienes comprarían y fijar los precios. Para
investigar el accionar de los frigoríficos y sus ganancias, el Senado formó una comisión de tres
miembros, uno de los cuales fue el líder demoprogresista.
La investigación tropezó con innumerables obstáculos interpuestos por el pool figorífico, pero
demostró que las irregularidades y preferencias existían. Según José María Rosa, de la Torre no
atacó el fondo del problema (la brutal dependencia económica argentina), limitándose a probar que
el ministro de Agricultura, Duhau, era uno de los productores beneficiados. Al hacerlo minimizó el
debate, no adhiriendo al despacho de los otros dos investigadores que probaron:
iv. Que el pool hacía manejos contables que eran un delito contra el Estado.
Por efectos de la crisis mundial, el sistema bancario argentino se hallaba al borde del colapso.
Conforme a lo dispuesto en el pacto Roca-Runciman, acerca de la creación de un Banco Central,
llegó a Buenos Aires, en 1934, sir Otto Niemeyer, vicepresidente del Banco de Inglaterra.
El ordenamiento financiero impuesto por Gran Bretaña, se tradujo en una serie de leyes (de la Nº
12.155 a la Nº 12.160) sancionadas en marzo de 1935. La primera se refería a la creación del Banco
Central.
Sería una sociedad mixta, formada por el Estado y los bancos particulares.
Los dos primeros debían ser argentinos y los nombraría el gobierno con acuerdo del Senado, de una
terna presentada por la asamblea de los bancos accionistas.
Los otros directores no debían ser necesariamente argentinos; representaban al Banco Nación, al
Banco de la Provincia, a los bancos argentinos y a los bancos extranjeros. Los 4 restantes, serían
representantes del comercio, la industria, el agro y la ganadería, elegidos por la asamblea de bancos
accionistas.
La ley Nº 12.157 creó el Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias, en- cargado de financiar la
liquidación de los bancos afectados por la crisis.
La Coordinación de Transportes:
Los planes viales de Uriburu representaban una amenaza para el monopolio ejercido por los
ferrocarriles ingleses. No pudieron concretarse, pero Justo logró llevar adelante una importante serie
de obras de ese tipo, construyen- do rutas pavimentadas a Rosario, Mar del Plata y Córdoba. Los
caminos que correrían paralelamente a las vías férreas se dejaron para más adelante.
En la ciudad de Buenos Aires, por su parte, los británicos tenían el monopolio del transporte público.
Habían comenzado con los tranvías, para seguir más tarde con los ómnibus y subterráneos. Pero,
los primeros efectos de la crisis de 1929, paralizaron la actividad de los taxímetros y entonces, sus
propietarios idearon el "colectivo", un medio cómodo y veloz, con horario regular, que se desplazaba
a lo largo de un itinerario determinado. El nuevo me- dio alcanzó gran éxito entre el público.
Para ello nombró una comisión que proyectó una Coordinación de Transportes, donde tranvías y
colectivos dependerían de una empresa común, cuyo capital se integraría por el valor del material
que cada uno aportase (el 95% por los tranvías y el 5% por los colectivos).
El proyecto de ley que creaba una Corporación que manejaría todos los medios de transporte
urbano fue aprobada por ambas cámaras en 1935. De nada sirvió la oposición de socialistas,
demócratas progresistas y algunos radicales, así como tampoco la campaña iniciada contra el
proyecto por FOR JA y algunas organizaciones nacionalistas.
Hacia 1932, el abastecimiento eléctrico de la ciudad de Buenos Aires lo compartían dos empresas
que no competían, sino que actuaban de acuerdo para mantener los precios de las tarifas en los
límites máximos:
La CIADE, aparentemente italiana, pero en realidad, perteneciente a un holding con sede en Baden,
Suiza.
Los malos servicios y abusos de la CHADE, condujeron al Consejo Deliberante de Bs.As. a prestar
atención a las quejas, formando una comisión investigadora, formada por una mayoría de hombres
políticamente adictos al gobierno de Justo. Las conclusiones demostraron la existencia de abusos y
aún, de delitos. Sin embargo, sorpresivamente, el informe fue retirado. La razón: el hecho de que el
gobierno nacional debía favores financieros a la empresa.
A partir de ese momento se inició un proceso demostrativo del accionar del capitalismo corruptor y
de la venalidad de la clase política argentina. La CH ADE, convertida en CADE, a partir del estallido
de la guerra civil española, así como la CIADE, fueron beneficiadas por prórrogas en las
concesiones, extendidas hasta entrado el siglo XXI. Aquel asunto no sólo afectó el honor de los
concejales de la Concordancia y a miembros del gobierno nacional, sino principalmente a la UCR y a
su jefe (Alvear), que habían levantado la abstención y tenían mayoría en el Consejo Deliberante
porteño.
Durante toda esta época, el gobierno tomó medidas para combatir la recesión y reactivar la
economía. Así, encaró un ambicioso programa de obras públicas y la ampliación de la infraestructura
necesaria para el transporte y comercialización de los productos agropecuarios: rutas para el tráfico
automotor y elevadores de granos.
El Estado comenzó a intervenir en el terreno de las relaciones laborales a través del Departamento
Nacional del Trabajo, que mediaba en los conflictos entre obreros y patrones.
La crisis económica internacional hizo que los primeros años de la década del '30 estuvieran
marcados por el desempleo y la miseria, reducción de salarios, disminución del consumo familiar y
empobrecimiento de los pequeños productores y trabajadores rurales. A partir de 1933, con la
recuperación económica, se produjo un descenso del desempleo y un aumento de las migraciones
internas.
La década de 1930 redujo las posibilidades de importar productos industria- les, lo que estimuló la
producción industrial local. También se radicaron numerosas empresas extranjeras (Nestlé, Phillips,
Osram, Duperial, Olivetti, Hierromat).
La expansión del sector industrial fue acompañada por el crecimiento de la clase obrera. Muchos de
sus integrantes eran migrantes internos que pro- venían de las zonas cerealeras afectadas por la
crisis. El centro de atracción era el Gran Buenos Aires. Pero el área no estaba preparada para
absorber semejante aumento de población. Las condiciones de vida de los recién llegados en
materia de viviendas y de servicios públicos, como agua, luz y transporte eran muy deficientes.
Bolilla XV.
Punto 1.
Los movimientos ideológicos Europeos: Con la caída del Zar en Rusia y el ascenso del fascismo
en Italia, el mundo se dividió en tres ideologías, el comunismo (izquierda), liderado por la URSS, el
capitalismo (derecha), liderado por EEUU y el nacionalismo (centro), independientes entre sí pero
teniendo como inicio a Italia.
Comunismo: En 1917 los bolcheviques derrocaron al Zar en Rusia y tomaron el poder, estableciendo
un gobierno de línea comunista dirigida por el revolucionario Lenin, luego en 1919 crearon la Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). A partir de ese momento, el comunismo comenzó a
extenderse por todo el mundo basándose en las ideas de Marx y Trotsky, llegaron a tener los
gobiernos de Rusia, China, Vietnam, Cuba, entre otros. Además de formar partidos políticos en casi
todos los países del mundo En 1991 la URSS se disolvió por la inoperancia de sus gobernantes
luego de la muerte de su líder Stalin, esto significo el fin del poder comunista en el mundo, quedando
actualmente solo China y Cuba de una forma moderada y fielmente solo en Corea del Norte.
En la práctica, todos los comunismos se caracterizaron por ser regímenes autoritarios, sin estado de
derecho real, en donde se consiguió el pleno empleo y un fortalecimiento institucional basado en el
centralismo del poder en un orden totalmente verticalista. Debido a las necesidades de la guerra,
todos estos países se vieron obligados a destinar una enorme cantidad de recursos a las milicias.
Una característica genérica fue la industrialización no alcanzada por ningún país capitalista, en muy
poco tiempo lograron formar industrias inmensas y salir de regímenes de pobreza (a los cuales luego
volvieron a entrar por los grandes gastos bélicos). El aumento industrial no fue acompañado nunca
por un desarrollo similar en el sector primario (agropecuario), con lo que el hambre fue un problema
con el que todos los comunismos debieron encontrarse.
Sus principales figuras fueron genéricamente Carl Marx y Trotsky, luego, de forma más centralizada
en Rusia estuvo Lenin y Stalin, en China Mao Zedong, en Cuba Fidel Castro, en Latinoamérica el
Che Guevara, en Vietnam Ho Chi Minh, por citar los más conocidos en occidente.
Fascismo: Aparece en Italia en 1921 como una tercera posición ideológica de orientación
nacionalista que no aceptaba el liberalismo capitalista ni la eliminación del estado de derecho y de la
religión que ostentaba el comunismo.
En 1924 el partido fascista teniendo como candidato a Benito Mussolini gano las elecciones y
estableció un régimen nacionalista basado en el fanatismo por parte de sus seguidores y el
autoritarismo para los opositores, disminuyeron drásticamente los índices de pobreza, aumentando
así los de ocupación laboral, esto se debió a la gran inversión industrial y militar.
Su gobierno fue intimidante para el resto del mundo, no por su poder, sino por su atractivo ideológico
que no aceptaba ninguno de los dos regímenes mayoritarios, justamente sus ideas se expandieron
por todo el mundo y pese a la gran contra campaña de los bandos ideológicos enemigos, el fascismo
con distintas matices llego a muchos países del mundo y en alguno alcanzo el gobierno, ya sea por
medio de golpes (como España y Chile) o por elecciones democráticas (como en Alemania)
Nacionalsocialismo: El más fuerte en Europa fue el de Alemania, creado por Adolf Hitler, el partido
resulto ser tan grande que durante el gobierno, la propia Alemania se identificaba directamente con
el partido, las fuerzas opositoras eran los comunistas (un partido mediano) y los capitalistas que
seguían al gobierno de Weimar (el oficialismo hasta el ascenso de Hitler), no solo eran pocos, sino
que no se les daba vos ni voto públicamente, solo en las cámaras en donde aún unidos eran minoría
en comparación con el nacionalsocialismo.
El gran poder del partido se debió al contexto, luego de la primera guerra mundial, Alemania había
caído en una pobreza extrema, su industria se había desplomado, las deudas internacionales eran
impagables, su moneda no valía nada en el mercado y las naciones vencedoras de la primera guerra
despedazaban lo que quedaba del poder por medio de los bancos, los cuales eran liderados por los
judíos, con lo que era el contexto ideal como para que una nación se fanatizara íntegramente con un
partido nacionalista, dando así un poder y un apoyo que (junto con estrategias económicas) llevo a
la Alemania en convertirse en una potencia mundial en muy poco tiempo y formar un ejército casi
invencible.
En 1933 el partido de Hitler gano las elecciones, pero no obtuvo la presidencia, con el fin de evitar
un conflicto civil y tras ver el poder que estaba teniendo un partido opositor, el oficialismo opto por
nombrar a Hitler canciller de Alemania, cargo que lo hacía segundo en la presidencia, es así como
en 1934 muere el presidente Hindenburg y asume Hitler.
En 1938 con una Alemania increíblemente fortalecida, invadió Polonia, un terreno Alemán que
estaba siendo ocupado por potencias extranjeras luego de la guerra, y así dio inicio a la segunda
guerra mundial.
NOTA: Durante la segunda guerra mundial se enfrentaron los nacionalismos a los comunistas
y los capitalistas, con la derrota de Alemania en Rusia, el nacionalismo perdió la guerra, Mussolini en
Italia fue asesinado, Hitler en Alemania se suicidó (aunque se cree que escapo), Franco en cuestión
de tiempo también fue depuesto, Japón se enfrentó a dos bombas nucleares, y así es como el
nacionalismo dejo de tener influencia ideológica real, dejando al mundo con las dos ideas opuestas
de comunismo y capitalismo y dando origen a la guerra fría.
Su influencia en la Argentina:
El comunismo apareció fuertemente durante las primeras décadas del siglo XX, junto a los
anarquistas intentaron sabotear los gobiernos de Yrigoyen y Alvear, aunque sin resultados, apoyaron
el golpe del 30 aunque luego tuvieron problemas con estos, luego, se dividieron con la aparición del
peronismo, una gran parte se unió al peronismo y la otra se limitó a presentar candidatos en las
elecciones.
El fascismo Italiano tuvo una fuerte influencia, en 1923 se creó la filial porteña del partido, la
influencia se vio en ciertos partidos democráticos, los que tomaron medidas idénticas a las de Italia
(darles un gran poder político a los sindicatos, intervenir los planes de estudio de las escuelas
primarias con propaganda política, etc.).
El nacionalsocialismo también tuvo mucho influencia, en 1931 se creó el departamento de ultramar
del partido nazi, en 1938 durante el gobierno de Ortiz se llevó a cabo un acto de unión en el Luna
Park y luego sucedió “la noche de los cristales rotos”, que fue un ataque a los locales judíos (en
sintonía a lo mismo sucedido en Alemania). Debido a las presiones Estadounidenses en 1939 el
gobierno tuvo que disolver el partido nazi.
Raúl Scalabrini Ortiz: De espíritu democrático, fue un radical Yrigoyenista que milito en el FORJA
(Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), participo en la revolución Yrigoyenista fallida
de 1933 y luego paso a ser parte del GOU (Grupo de Oficiales Unidos), y sin ser parte del gobierno
fue afín al peronismo, se opuso a todas las dictaduras y defendía la soberanía nacionalista (no
fascista, nacionalista).
FORJA: Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, era de orientación nacionalista (no
fascista, nacionalista) que se oponía al colonialismo y defendía la soberanía. Se formó en 1935, dos
años después de la muerte de Yrigoyen, no era parte de la cúpula de la UCR, pero trabajaba para el
mismo por medio de investigaciones y propuestas. En 1945, con la asunción de Perón, se dividió,
una parte considero que el fin había sido alcanzado y se unió al peronismo, la otra tomo una
participación políticamente más activa dentro de la UCR.
Punto 2.
Punto 4.
La preponderancia de Perón en el gobierno: Debido a ser miembro del GOU (Grupo de Oficiales
Unidos), el cual era un elitista grupo militar que organizo el golpe de estado y estuvo dirigiendo el
poder durante los años posteriores. Perón poseía una fuerte influencia por sobre toda la política, y
en lo que respecta al GOU, con el tiempo cada vez tuvo más, sinónimo de más poder, lo que le
permitía tomar medidas preponderantes como la toma del espacio físico del Consejo Deliberante
que necesitaba y que le habían negado.
Punto 5.
El pensamiento de Perón: Con una fuerte postura nacionalista inspirada en el gobierno Italiano
(abiertamente afín al mismo), era anti-capitalista y anti-comunista, veía en los trabajadores la fuerza
motriz de las naciones y la industria como el método de permanencia de una independencia política
y económica, estas ideas en aquel contexto fueron las que llevaron a la Argentina a poder ser neutral
durante la segunda guerra.
El plan Quinquenal: Fue un plan que aplico Perón durante su primer gobierno. Un plan quinquenal
es básicamente un proyecto económico que dura cinco años y tiene un fin particular. En este caso el
plan duro desde 1947 hasta 1952 en donde se ponía orden en las cuentas nacionales, el periodo de
inestabilidad gobernativa originado en 1930 necesitaba ser organizado, y por medio de este plan se
pudo saber verdaderamente cuanto y que teníamos, centralizando todo el material en manos del
estado.
Política exterior: No hizo alianza incondicional con nadie, se mantuvo neutral en la guerra, comercio
con los comunistas y los capitalistas, amparo nacionalistas luego de la guerra y se ocupó de no
hacerse ningún enemigo, tuvo fuertes presiones norteamericanas para no comerciar con los
comunistas aunque mucho no consiguieron y también tuvo presiones por parte de Stalin que lo
acusaba de albergar lideres nazis, por medios diplomáticos hizo que esto último no sea más que una
mera acusación.
Fin de la guerra: En 1945, la Argentina se encontraba con los beneficios económicos de la guerra, se
encontraba con una cantidad de dinero nunca antes acumulada, el cual se volcó al gasto público e
industrial, en lo diplomático internacional logro quedar con buen trato con ambas fuerzas
vencedoras.
Etapa posterior a los 50’: Hasta el 55’ el peronismo se mantuvo en el poder, aunque su segundo
gobierno fue muy distinto, el exceso en el gasto publico llevo a un vacío económico que forzó la
congelación de salarios, se disparó la inflación y el descontento se generalizo, a esto se le suma la
pelea con la iglesia católica en la que se quemaron varias iglesias, y en 1954 decreto la legalidad de
los prostíbulos.
Es así como en 1955 fue derrocado y se bombardeó la plaza de mayo, luego de años, en estas
circunstancias, Perón le dio lugar a los opositores en los medios estatales, aunque ya era tarde,
estos lejos de defenderlo, denunciaron la corrupción, aumentando la llama social.
Luego comenzó la autodenominada “Revolución libertadora”, que se basó en echar a Perón del país,
proscribir su partido y vetar la constitución del 49’, intentaron enfrentar los problemas económicos
que se habían producido, pero no pudieron solucionar los problemas de la sustitución de
importaciones ni apaciguar la inflación, así que a los dos años y medio aproximadamente,
convocaron a elecciones y en 1958 asume Arturo Frondizi, quien implementa un plan desarrollista
industrial, principalmente orientado al petróleo, en donde logro comenzar a solucionar los problemas
económicos, a diferencia de otras industrializaciones, en este periodo también se trabajó en aras del
progreso rural, y en lo social trabajo por la unión nacional, intentando terminar con los periodos de
violencia, motivo por el cual fue depuesto en 1962.
Punto 6.
Reforma Constitucional de 1949: Durante el primer gobierno de Perón, se aprobó una nueva
constitución, mostraba grandes cambios, en lo político permitía la reelección indefinida (motivo por el
cual pudo ser reelecto, antes solo se podía estar un periodo), en lo económico nacionalizaba los
servicios públicos y en lo social veía a los bienes capitales como un servicio a disposición social,
entre muchas otras medidas altamente debatidas. Fue vetada por la “revolución libertadora”.
Interpretación del art.30: La constitución vigente hasta ese momento contemplaba en dicho artículo
la modalidad para modificar la constitución, decía que se necesitaba el voto de dos terceras partes
de las cámaras para ser modificada, la problemática radicaba en la interpretación, los peronistas
decían que debían ser dos terceras partes de los miembros presentes, mientras que los radicales
decían que debían ser de los miembros totales, ya que el hecho de que un miembro este enfermo no
era motivo para dejarlo sin voto, porcentualmente esta era la problemática, si votaban todos, el
peronismo perdía, si votaban solo los que habían asistido, entonces conseguiría en porcentaje la
cantidad necesaria. Jamás se solucionó el conflicto, el peronismo opto por continuar pese a todo…
ganándose cada vez más opositores.
• Derechos y Garantías: Prohíbe la diferencia racial, incluyen los habeas corpus, regula
la inmigración y el derecho de nacionalización, crea la facultad de “estado de
prevención y alarma”, herramienta que le permite a la justicia arrestar ciudadanos por
treinta días sin motivo declarado.
Derrocamiento de Perón:
El 16 de Junio de 1955 luego de un proceso de desgaste por parte del justicialismo, que tenía un
congelamiento en los salarios y una inflación creciente, en conjunto con los partidos opositores que
llevaban años de abusos como la aprobación de la constitución, la cual se había hecho
ilegítimamente, la manipulación de los medios de comunicación por parte del gobierno evitando que
cualquier postura diferida tenga voz hacia la población por los medios estatales, la corrupción, el
ataque a la iglesia, el exilio de todo intelectual opositor, y la soberbia llegaron a que el sistema social
colapse en el 55’, en donde se llevó a cabo un golpe cívico militar, el país se encontraba dividido en
dos, y el sector del ejercito opositor al gobierno bombardeo la plaza de mayo en donde se
encontraba una manifestación de apoyo al gobierno, en respuesta el oficialismo prendió fuego las
iglesias del centro, intentando evitar el golpe, Perón luego de años cedió espacio en los medios
oficiales para la oposición, la idea era que calmen a la población civil, pero sin intenciones de ser
manipulados, los opositores aprovecharon el espacio para denunciar al gobierno por su corrupción,
para el final del día, Perón había caído y se exilió en España.
Derogación de la constitución de 1949: Eduardo Lonari, quien había llevado a cabo el golpe de
estado, fue depuesto por otro gobierno militar de Aramburu, el primero había mantenido la
constitución del 49’. Pero Aramburu no estaba dispuesto a mantenerla, con lo que quiso invalidarla y
retornar a la constitución de 1853, el motivo era que ellos suponían que la nueva constitución solo
tenía por fin la reelección indefinida de Perón, pero dicho argumento molesto a todos los sectores ya
que el modificar toda una constitución por un artículo carecía de sentido, con lo que el gobierno de
facto convoco una convención constituyente, para la misma se llevó a cabo un plebiscito.
Elecciones de 1957: Dicho plebiscito determinaría la cantidad porcentual de miembros de la
comisión en correspondencia a los partidos, o sea, el porcentaje de votos seria el porcentaje de
miembros.
Proscripción y voto en blanco: El voto rechazo fue el que gano, los peronistas y aquellos que no
consideraban necesario cambiar la constitución votaron en blanco y ganaron las
elecciones(21,93%), hecho que solo sirvió para demostrar el descontento, porque el porcentaje se
sacó de los votos destinados a los partidos, es así como los dos primeros lugares quedaron en mano
de los radicales, que en ese momento se encontraban divididos, por un lado estaba la UCRP (UCR
del Pueblo), dirigida por Balbín y afín a la reforma(21,91%), y la UCRI (UCR Intransigente), dirigida
por Frondizi, en contra de la reforma(18,85%). En tercer lugar quedo el partido Socialista (5,44%) y
luego las minorías (en total aproximadamente 16%), en total hubieron 120 miembros afines a la
reforma y 85 en oposición.
Incorporación del artículo 14 bis: El mismo se compone por tres partes, la primera era sobre los
derechos individuales de trabajo (condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada,
descanso y vacaciones pagados, retribución justa, salario mínimo vital móvil, etc.), la segunda
correspondía a los derechos colectivos de trabajo (contratos colectivos, conciliaciones, arbitraje, etc.)
y la tercera a la seguridad social (seguro obligatorio, jubilaciones, pensiones, etc.)
Punto 2.
La tutoría militar sobre la sociedad: Has 1973, el país se encontró en un periodo caótico en donde
ningún gobierno constitucional pudo terminar una sola gestión, y los gobiernos militares solo
ocasionaban más problemas de los que intentaban resolver, llegaron al punto de hacer un golpe de
estado que duro tres meses en 1963, los militares, considerándose adecuados para juzgar a los
gobiernos constitucionales, y es con esta excusa que los deponían sin inconveniente alguno.
Objeto de la misma: La excusa siempre puesta por los gobiernos militares era que veían como una
amenaza a la patria la participación del peronismo en la política, por eso en las dos oportunidades de
los gobiernos constitucionales eliminaron la proscripción del peronismo, además de intentar unificar
a la sociedad, fueron depuestos.
Doctrina de seguridad: Era una modalidad adoptada por los militares Estadounidense en la que
intentaban controlar Latinoamérica durante el periodo de la guerra fría (la competencia llevada a
cabo entre Rusia y Estados Unidos luego de la segunda guerra por el predominio político de alguna
de sus posturas), la modalidad era por medio de incentivos económicos a distintos sectores civiles y
la manipulación a cambio de beneficios y dinero de las fuerzas militares. El fin último era impedir que
el comunismo pueda gestarse en Latinoamérica, además de manipular las relaciones comerciales
internacionales en perjuicio de la URSS. Pese a que nunca se aceptó oficialmente, las acciones
llevadas a cabo en todos los golpes de estado ocurridos en Latinoamérica, sumado a los archivos de
la CIA que se fueron decodificando, llevan a demostrar esta actitud.
Las ficciones democráticas: Hubieron cuatro elecciones presidenciales, en 1957 asumió el radical
Frondizi, quien llevo a cabo una política de industrialización que en poco tiempo mostro grandes
resultados, fue depuesto en 1963 por quitarle la proscripción al peronismo y trabajar en aras de la
unión nacional, en 1963 (tres meses más tarde) asumió Arturo Illia, quien trabajo por la paz social, le
volvió a quitar la proscripción al peronismo y comenzó a forjar una política social de respeto a la
constitución y las instituciones, se peleó con los grandes empresarios Argentinos y con Estados
Unidos por modificar los contratos extranjeros petroleros, lo que ocasionó que lo derroquen en 1963.
Los militares alternándose mantuvieron el poder hasta 1973, en donde volvieron a convocar a
elecciones, aunque en esta oportunidad el peronismo no estaba proscripto y las elecciones las gano
Héctor Campora(julio), quien a los 49 días renuncio porque en ese periodo había quitado la
proscripción de Perón, que había sido su único objetivo según lo propuesto durante la campaña, ese
mismo año se llevaron elecciones y asumió Perón (septiembre), poco hizo por el cambio social, lo
único que se destaca es que el país se encontraba lleno de partidos que decían ser peronistas pero
que eran opositores entre ellos, lejos de unificar a todos los partidos, Perón los echó de la plaza de
mayo y los puso a pelear entre sí, estos movimientos fueron el ERP y Montoneros, quienes pasaron
al exilio y pasaron a ser terroristas, ya que atacaban al gobierno constitucional de Perón y de su
predecesora, fueron la excusa por la cual se llevó a cabo la última dictadura militar. Perón murió en
1974 y el gobierno lo asumió la vicepresidente Isabel de Perón, quien fue depuesta en 1976.
Punto 3.
La frustración ideológica de Europa: Luego de la caída de los nacionalismos, Europa se volcó por
la economía liberal modificada, mas precisamente el keynesianismo, ya que la gran depresión del 30
había demostrado que el liberalismo en su máximo apogeo era un suicidio, con lo que la posterior
caída del comunismo solo sirvieron para reafirmar la economía keynesianista, sin importar la
inclinación ideológica de los gobiernos, el vacío de contenido filosófico en la economía era
generalizado, se terminaron las grandes luchas por cambios sociales, el nacionalismo ya no existía,
el comunismo quedaba relegado a sectores minoritarios, el poder se centralizo en los gobiernos y la
globalización se encargó de desincentivar las ideas comunistas o socialistas, creado así socialismos
moderados, Europa paso a ser en lo económico una sola idea con diferentes matices, la adaptación
de casi todos los países occidentales al keynesianismo obligo a que aquellos que no eran afines
también deban hacerlo para no quedar relegados de la globalización.
El foquismo revolucionario: Esta es una teoría desarrollada por Debray que tomo relevancia en
Latinoamérica cuando el Che Guevara comenzó a utilizarla, dicha teoría decía que ninguna
revolución se va a dar en las situaciones ideales, porque estas no existían, en cuanto una revolución
aparezca, las demás naciones comenzaran a gestar las propias, y con el éxito de una revolución,
entonces las demás se verán fortalecidas, con esta teoría viajo por Latinoamérica incentivando y
participando en distintas revoluciones, consiguiendo así la revolución Cubana y encontrando su
muerte en Bolivia. En Argentina no tuvo una gran influencia, fueron simples movimientos
mayoritariamente juveniles.
Punto 4.
A principios de la década del 70’, los dos partidos mayoritarios de la Argentina (que en su conjunto
reunión casi el 90% del electorado), consideraron que era necesario terminar con la inestabilidad
política y los continuos golpes de estados, los cuales habían sido siempre consentidos por un
porcentaje de la sociedad civil. Para intentar terminar con este periodo, la idea fue unificarse, se
habló de un gobierno de dos “presidente”, Perón y Balbín, pero esta idea no prospero, se pasó a
optar por una alianza diplomática de oposición a los militares, la cual se logró y se denominó “la hora
del pueblo”, en esta se hizo un comunicado llamado GAN (Gran Acuerdo Nacional), el cual obligaba
al gobierno militar a convocar a elecciones, dicho comunicado no tuvo el efecto especifico que
buscaba, pero si consiguió que se inicie un complejo proceso que derivó en las elecciones del 73’,
esta fue la primera vez que los radicales y los peronistas trabajaba en conjunto.
La multipartidaria: poco más de diez años después del GAN, ambos partidos vieron la necesidad de
volver a unirse junto con todos los demás partidos democráticos del país para conformar la
multipartidaria, la cual se formó en 1981 y le exigía a los militares el retorno a la democracia, en esta
oportunidad tuvieron un éxito más claro que en la vez anterior y se disolvieron el día de la asunción
del gobierno democrático de Raúl Alfonsín el diez de diciembre de 1983.
Punto 5.
Pacto de Olivos: Esta fue la denominación que tuvo la reunión en la que se juntaron los dirigentes
de los dos partidos más grandes del país, Raúl Alfonsín de la UCR y Carlos Menen del PJ (y
presidente en ese momento), en dicha reunión se delimitaron los principios básicos de la nueva
constitución, se descentralizaba un poco el poder, se modificaba el periodo de gestión, además de la
designación de los jueces, etc. A partir de esta reunión se llevó a cabo la Convención Constituyente.
Núcleo de Coincidencias Básicas: Estos eran los puntos en donde ambos partidos estaban
coincidencia indiscutida, esto eran: creación del cargo de jefe de gabinete, se modificaba el periodo
de gestión, se eliminaba el requisito confesional, se crea la ciudad autónoma de Buenos Aires, se
extienden las fechas de sesiones del senado y se crea el consejo de la magistratura.
La nueva Constitución Nacional: Sus principales reformas además del asegurarse la ilegitimidad
de los golpes de estado eran el derecho internacional en materia de derechos humanos, y sistemas
de atenuación de presidencialismo, como el Consejo de la Magistratura, el Jefe de Gabinete, y las
reglas para decretos-leyes, los derechos ambientales, del consumidor, a la información, y la acción
colectiva y el amparo, el voto directo, el ballotage, la posibilidad de traslado de la Capital de la
República, la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires.
Punto 6.
La Argentina del fin de siglo: La última década del siglo estuvo ocupada por el liberalismo, bajo el
gobierno de Carlos Saúl Menem se llevó a cabo la convertibilidad del uno a uno, o sea que por ley
teníamos una moneda equivalente al dólar, esto ocasionó que todo resulte ser sorprendentemente
económico para los Argentinos, fue una época de muchos viajes al exterior y de despilfarro
financiero, el problema era que el mundo no nos compraba productos en el mercado porque
nuestros precios eran a valor de dólar y eso nos convertía en el país más caro del mundo, en
sintonía con Estados Unidos, fue así como al no ingresar capitales, la situación interna se hacía
insostenible porque no había dinero para pagar sueldos ni mantener subsidios, con lo que el
gobierno Argentino debía pedir préstamos al extranjero que le permitiesen rellenar estos espacios, a
fin de siglo los bancos extranjeros al ver que no podíamos pagar las deudas dejaron de prestarnos
dinero y nos vimos obligados a eliminar el uno a uno, cayendo en la devaluación y en la posterior
crisis.
Los derechos humanos: abreviados como DD.HH eran los derechos de estándar internacional que
tenían todos los seres humanos por el simple hecho de ser seres humanos, estos eran el derecho a
la vida, a la libertad, a la libertad de prensa, a la educación, a un trabajo digno, a la vivienda, entre
otros de igual importancia. Con la constitución de 1994 estos derechos fueron integrados como
Constitucionales (o sea obligatorios para los gobiernos)
La defensa del medio ambiente: En la nueva constitución, el articulo más importante en aras del
medio ambiente fue el artículo 43, CITO: “Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente
sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan
las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de
preservarlo. El daño ambiental generará prioritariamente la obligación de recomponer, según lo
establezca la ley. Las autoridades proveerán a la protección de este derecho, a la utilización racional
de los recursos naturales, a la preservación del patrimonio natural y cultural y de la diversidad
biológica, y a la información y educación ambientales. Corresponde a la Nación dictar las normas
que contengan los presupuestos mínimos de protección, y a las provincias, las necesarias para
complementarlas, sin que aquéllas alteren las jurisdicciones locales. Se prohíbe el ingreso al
territorio nacional de residuos actual o potencialmente peligrosos, y de los radiactivos.”