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Primera edición 2013

d.r. © Instituto Cultural de Aguascalientes


Venustiano Carranza 101
Centro, C.P. 20000
Aguascalientes, Ags.
editorial@aguascalientes.gob.mx

Portada: Detalle de Diagrama de Sísifo, variables


tintas sobre papel
Omar SM

ISBN impresión: 978-607-7585-67-1


ISBN digital: 978-607-9444-98-5

Impreso en México

COLECCIÓN LOS DE LETRAS


poesía
P R Ó L O G O
JOSÉ MARÍA ESPINASA
Otra vez el sueño quedará inconcluso
Alejandro Sandoval Ávila

El tiempo y el espacio sirven muchas veces a los críticos literarios


como coordenadas para orientarse en los laberintos conformados por
textos y autores muy diversos. Se entra en los libros como en un bos-
que, una “selva oscura” diría Dante, sin guía y sin camino, armado con
el deseo de conocer, de leer, y uno se construye una brújula con los
estilos y los temas, con los años y los lugares.  Así podemos hablar de
los poetas del modernismo y ceñirnos a las últimas décadas del siglo
xix y la primera del xx para circunscribir un periodo mientras que nos
conf iamos a la extensión del idioma español para su geografía. O bien
a la retícula del tiempo le combinamos el f iltro del lugar, y así pode-
mos hablar de, por ejemplo, los poetas modernistas de México.  Ambos
parámetros, el tiempo y la geografía, deben tener un cierto equilibrio:
no pueden ser tan extensos y amplios que constituyan una red que no
pesca contenido, ni tan meticulosos que en lugar de red sea o un muro
infranqueable o una red de agujeritos, para utilizar una expresión de
Gerardo Deniz.
Ramón López Velarde escribe El minutero y con ello sugiere un
tiempo de la poesía, un tiempo cotidiano que es el de los minutos (pa-
rece que la palabra viene o puede tener un eco de minutier, en francés,
que designa el archivo de minutas, y coloquialmente, también el aparato
que regula el tiempo que permanece la luz encendida cuando se pulsa
el botón entre un piso y otro de un edif icio). En todo caso la mane-
cilla que marca los segundos es un tiempo vertiginoso, no humano, y
las horas son la demora igual de inhumana, sólo el minuto es humano,
parece decirnos el poeta de Jerez. Y pensar que el poeta es el notario
del espíritu no nos alejará tampoco de su sentido.
Igual podríamos pensar lo que ocurre con los meses, las semanas,
los días en el año que la enmarca como la carátula del reloj al tiempo

5
del día. Pero para la historia el tiempo humano tiene otra forma de la
duración, otra demora para echar raíces en la conciencia. Por eso, por
ejemplo, podemos hablar de los siglos de oro, de cien años de literatura
latinoamericana o de medio siglo de la mexicana, o de una década… El
tiempo nos canta su melodía en escalas geográf icas.
En esas redes que el crítico utiliza en el mar proceloso del tiempo
están también determinadas muchas veces por espacios políticos o
por divisiones territoriales. En muchas crónicas escuchamos hablar de
los poetas de Chiapas, de los narradores de Veracruz o de Jalisco, los
escritores de la frontera o del istmo… Hace unos años incluso se hizo
una serie de antologías por estados de la república. Cuando decimos
los poetas de Aguascalientes expresamos algo muy concreto que, sin
embargo, sólo toma forma en los textos y autores que constituyen esa
idea. Los hechos comprobables –desde el lugar de nacimiento hasta los
temas– no bastan. Pedir el acta de nacimiento es apenas un primer paso,
y no demasiado estricto, esa patria chica también se puede elegir y un
“poema medieval” escrito por un autor que vive –y lo camina todos
los días– en el Jardín de San Marcos es, qué duda cabe, aguascalentense.
López Velarde, el poeta jerezano, es sin duda de Zacatecas, pero
¿no lo es también de San Luis y de Aguascalientes? ¿Cuánto debe La
suave patria a los cielos de una y otra región? Y son los poetas de Aguas-
calientes quienes lo vuelven su coterráneo, y –por poner un ejemplo
insigne– Fraguas es una manera de Víctor Sandoval de hacer suyo, es
decir, de Aguascalientes, a López Velarde. En muchos de los poetas que
el lector encontrará en las páginas de este libro resuena sin duda el
acento del zacatecano, pero en quién no, por af irmación o rechazo, de
los escritores mexicanos del siglo xx, posteriores a 1920. Sin embargo
toda geografía no se af irma ni se reconoce, en una u otra obra, sino en
su intercambio, en el juego de comparaciones entre acentos similares
y diferencias extremas, pues es la región quien dibuja en este caso el
retrato, el llano o la colina, la nube o el cielo azul sin una mancha, la
cantera o el barro del paisaje.

6 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Así la selección que el lector tiene en sus manos consta de dos
partes bien diferenciadas: la primera, que muestra apenas, como un
umbral, la obra de cuatro maestros: Desiderio Macías Silva (1922), Do-
lores Castro (1923),Víctor Sandoval (1929) y Salvador Gallardo Topete
(1933). En los once años que van del primero al último se escribe y se
inscribe un momento notable de la lírica del estado. Macías Silva es un
caso ejemplar: educado en la tradición religiosa del semidesierto hidro-
cálido, sale del seminario para estudiar medicina, y ya en la ciudad de
México, en donde colabora en revistas literarias de la época, forma su
alma, pero termina por regresar a su tierra natal donde juega un impor-
tante papel como hombre de letras y maestro, profesor universitario
y f igura cultural.
No es sin embargo su poesía una curiosidad de época, y muchos
de sus poemas escritos en un verso corto y rápido, musical y jugue-
tón, pref iguran una cierta modernidad que se mostrará claramente en
las siguientes generaciones. Por eso no es una sorpresa cuando gana,
en 1972, El Premio de Poesía Aguascalientes en su quinta convocato-
ria con su libro Ascuario. Ya antes había ganado los Juegos Florales de
Aguascalientes, antecedente del Premio Nacional de Poesía, similar a
los que por aquellos años abundaban en el país, pero a partir de 1968
el certamen, surge como el más prestigioso de los premios de poesía
en México. Fallece Desiderio Macías Silva en Aguascalientes en 1995.
Apenas un año más joven surge la f igura de Dolores Castro. Lla-
ma la atención su acento personal en los años cincuenta, cuando una
generación importante de poetas mujeres surge en el panorama nacio-
nal, entre quienes destacan su amiga y compañera de la universidad, la
chiapaneca Rosario Castellanos y la coahuilense Enriqueta Ochoa. Si
Macías Silva busca una poesía expansiva y chocarrera, Dolores Castro
escribe reconcentrada en sí misma y en su vida personal, casi con un
deliberado tono menor que con el tiempo mostrará una coherencia
asombrosa. Hoy la literatura mexicana tiene la suerte de contar con
ella a sus 90 años –y muy activa– en una juventud que podemos ca-
lif icar ya de permanente.

PRÓLOGO 7
Víctor Sandoval, poeta y promotor cultural, nace en Aguascalientes
en 1929. Hay quien lo considera el benjamín de la generación surgida
una década antes con Alí Chumacero, o el primero de la brillante pro-
moción que surgiría con los nacidos en los años treinta, a partir de
él y de su estricto contemporáneo Eduardo Lizalde. Es ampliamente
reconocido como uno de los mejores promotores culturales del siglo
xx, y a él se deben iniciativas como las casas de cultura, la revista Tierra
Adentro, y precisamente, el premio Aguascalientes. Su lugar en la histo-
ria de la poesía mexicana lo tiene asegurado con su poema Fraguas, uno
de los pocos textos que asimiló y renovó la visión de lo propio, de la
patria chica, de la novia con ojos de sulfato de cobre de Ramón López
Velarde. Fraguas es un poema no sólo notable en la poesía mexicana del
siglo xx sino un eslabón esencial, un poema puente, un poema puntal en
nuestra arquitectura lírica. Su muerte, el 24 de marzo de 2013, apenas
hace unos meses, nos entristeció a todos.
Cierra esta primera parte Salvador Gallardo Topete, poeta y na-
rrador de raigambre, escribe una literatura con claras resonancias pro-
vincianas, resonancias que sin embargo no le avergüenzan y que maneja
con humor y gracia. Su padre fue el poeta estridentista Salvador Ga-
llardo Dávalos, nacido en San Luis Potosí, pero quien vivió casi toda su
vida en Aguascalientes. Gallardo Topete, conocido por su obra narrati-
va, escribe poesía también notable. Con él se completa esta brújula o
rosa de los vientos que abre el libro a manera de umbral para dar paso
a los poetas más jóvenes, entre ellos su hijo Salvador Gallardo Cabrera.
La brevedad de esta primera parte la vuelve casi un epígrafe de lo que
lector encuentra continuación.
La segunda parte se abre con Eduardo López (1950) y dibuja el
panorama, común a toda la poesía mexicana de la segunda mitad del
siglo, en la que se vive una explosión demográf ica lírica, misma que
supo describir hace ya más de treinta años Gabriel Zaid en la Asam-
blea de poetas. La nómina, de treinta y un autores, no es, a pesar de su
extensión, exhaustiva. No está, por ejemplo, Alejandro Sandoval Ávila,
de quien tomo el epígrafe que precede este texto, pero las presencias

8 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
permiten reconocer el rostro de la aludida: la poesía de Aguascalientes
en los últimos años. En ella conviven los acentos tradicionales con las
búsquedas cosmopolitas, el trabajo de críticos e historiadores como
Benjamín Valdivia (1960), con ensayistas extremos como el ya men-
cionado Gallardo Cabrera, la personalidad ya consolidada de Ricardo
Esquer (1957) y poetas una década más jóvenes, como América de la
Torre (1965) y Rubén Chávez (1967); o dos décadas, como Arlette
Luévano (1976). Poetas de índole cosmopolita, desligados de esa idea
provinciana, pero aún vinculados a su región, pueden dar la temperatu-
ra que tiene actualmente la poesía de Aguascalientes, como ejemplos
Agustín Lascazas (1964) y Salvador Gallardo Cabrera (1963).
Toda selección se def ine tanto por los que están como por los que
quedan fuera, incluso cuando –como en este caso– la selección tiene
más que ver con un consenso colectivo que con un gusto propio y
personal. Lo indudable es que, en un contexto como el mexicano, geo-
grafía de geografías, el retrato de la lírica aguascalentense necesitaba un
retrato de familia que nos ubicara en su devenir más reciente.
Un dato que la radiografía revela de inmediato y ya como ele-
mento del presente, es el cada vez mayor protagonismo que toman
las voces femeninas: los últimos diez poetas incluidos son mujeres. Es
algo que sucede en todo el país, sin embargo en Aguascalientes se halla
un poco más acentuado. Es obvio que hay poetas posteriores al más
joven de los seleccionados –Ilse Díaz, 1985– que ya llaman la atención
de los lectores y los críticos, pero aún no adquieren personalidad y son
apuesta para el futuro.
Aguascalientes toma su nombre de los manantiales de aguas ter-
males de la región pero en contraste con (la mitad de) su nombre no
tiene salida al mar. Con todo su poesía, como podrá el lector de este
libro comprobar, busca mirar a la vez más allá y más adentro.

José María Espinasa


Julio, 2013

PRÓLOGO 9
D E S I D E R I O M A C Í A S S I LV A
Q u i z á

Quizá
no digo nada:
pero arde
el tintero,
y el papel,
y la pluma;

arde
la subsintaxis;
las subespecies
arden,

y es por eso
que escribo.

11
D O L O R E S CA ST R O
La tierra está sonando

La tierra está sonando


y yo estoy desolada,
hueca por dentro, triste.

Mi juventud se tiende como el ala


rígida y negra de una golondrina.
Se me estremecen muy espesos árboles
y me duelen las aguas más tranquilas.

La tierra está sonando.


Llora de amor y hiere
mientras ama.
Y mata y acaricia.

¡Quién nos encierra duro


como la f lor en su rojo silencio
de párpados ahogados
o de cerrados pétalos!

La tierra está sonando:


Aguas, espesos árboles:
¡Tierra sobre mi cuerpo!

13
V Í CT O R S A N D OV A L
Envío:

Vamos a trabajar
el pan de este poema.
Hay que traer un poco de alegría;
que cada quien tome su cesta.
La noche gira sobre la esperanza
y desgasta sus párpados la estrella.
Surgen las graves letanías del trigo
por los labios abiertos de la tierra.
La espiga se desnuda sobre el aire
y el agua suelta sus cadenas.
Con un poco de esfuerzo y de ternura
vamos a trabajar
el pan de este poema.

15
SALVADOR GALLARDO TOPETE,
EL HIJO
Sé mi hoguera

Sé mi hoguera, amor,
ardamos juntos.
Brasas sean
tu f ino fémur
y mi cráneo enjuto.
Lenguas de fuego
nuestras amorosas lenguas
en ceniza conviertan
nuestras manos
y el viento esparza
sus caricias por la tierra.

17
Y si el amor no fuera

Y si el amor no fuera
sino la sombra de una sombra.
La imagen de un espejo capturada
por los espejos del agua,
el ademán apenas insinuado
de un pájaro sin alas,
la ceniza de un fuego no iniciado…
Y si el amor sí fuera
no sombra de la imagen,
sino sustancia en sí
capaz de ref lejarse:
no ademán, sí pájaro con alas:
no ceniza, sino llameante fuego.

18 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Nadie evoca lo real

Nadie evoca lo real,


recuerda la apetencia del momento,
tira de la hebra sutil
y el fantasma del sueño
aparece en escena.
(La taza de té y la magdalena).
Oprimo el botón negro
del jacuzzi rojo
y el agua de otro tiempo lanza
su espumeante lujuria
contra el doble escollo de tus muslos.

S A LVA D O R G A L L A R D O TO P E T E , E L H I J O 19
E D UA R D O L Ó P E Z
Este mar de polvo

A veces la sangre se pone más dura


que los huesos
zumba como avispa
y por los ojos salen latigazos de sal
hasta alcanzar el humo de la otra orilla.
Es la fruta querida que se fuga
y se abren las puertas de un viento ajeno
como si fueran las furias de otra pestaña.

Una breve ráfaga de sombras


y ya estoy del otro lado
en donde un enf laquecido relámpago
o quizá una estrella en agonía
tocan las f lautas de alguna nostalgia.
Parecen muérdagos alucinados
o la modorra de una constelación,
pero es la sombra sin carne
otra vez, como cien veces
que bajo el hechizo de mi dura sangre
ya me abre su abrazo
y toma mi cuerpo por asalto.

21
¿En dónde estás?
Pero la palabra se hace vaho, aire
sangre de polvo
y ningún hilo la detiene.

Entonces, para decir del otro lado


¿en el otro lado de dónde?
Acaso haya algo más allá
que este estuario de soledades.

Lanzo mi latigazo lastimero


que brota desde el nido de estos huesos
y el estómago, o qué sé yo
naufraga en un mar ennegrecido
¿en dónde está la sangre de mi cuerpo?

Ah, el cielo que ciela sus malabares de azogue


cualquier cielo de los dos
sus sombras de humo.
Este cielo y su sangrienta catarata de luciérnagas.

Acaso sean las marismas de esta carne mustia


esa luz del otro lado.
Esperma atorado de ángeles

22 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
será esa sangre que pregunta
espina que viene a reventar las suturas
de esta agua roja que rezuma
entre los maravillosos gritos
de mis dolores que ya cicatrizaban.

La sombra sin domicilio


la sin carne, sí
del otro lado
recostada
sobre mis cuadernas de fuego
chorreando sus largas pastas de azufre.

La memoria perdida alza su divisa


y el pan parece que se duerme.

Hay un cuerpo vencido


que toma el espadín de aquella orilla
clavo de luz para otra resurrección
y la garganta de ese otro día
lanza su hueco eructo
como si fuera un fogonazo perfectamente seco
un f laco petardo sin luminiscencia
aunque parezca el mar.

EDUARDO LÓPEZ 23
¿En dónde estoy?
¿En el callejón de cuál olvido?

Luna de aire, sombra sin sangre:


¿en dónde está el rojo barlovento
que encalla en esta sangre sin fulguraciones?

Esta lejana caja de agua seca


colcha de la conmiseración.

La sal es hueca.
Ah, el espectro de una campana de cristal
f lor de aire llamando al silencio.
Tal vez el dios de los discóbolos
anda rompiendo todavía los harapos del cielo.
Ah, tiembla mi voz como hervidero de piedras
y se hunde
cuando esta catapulta de sangres sin cauce
que dije
hace tasajos mi corazón
mi mortaja de coágulos.

24 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Sí, mis ojos que giran de ardores
como si esa luna que ahora luna
fuera el péndulo af ilado
para romper las lágrimas
de tan brutales pedacerías.

¿Desde dónde se inf lan estos velámenes?


¿Desde cuáles oscuras señales?

Y se abre el mundo de allá


el mundo de las sombras sin sangre
dice el látigo de la desolación
el mundo verdadero
y mis ojos relumbran entre relámpagos de arena
y abren sus quillas
para detener el oleaje de aquella bruma
y me entra otra vez el deseo
de regresar con esa melancolía
hacia ese manso animal
que es el mundo de allá
el atracadero de las ensombrecidas
las f lácidas sirenas sin sangre, como yo
otra vez la sangre, la sangre siempre
el mar aquél sin brújula
en su confundido cielo que ciela
el que también se dice verdadero.

EDUARDO LÓPEZ 25
Lumbre sin luz
un breve inf ierno tal vez
un ingenuo descuido
tan sólo una soga f lotando
en el mar ese tan manso
un indefenso animal
sin la catadura del necesario arnés.

La mera reminiscencia
las oscuras señales de san Telmo
eso que se parece al apuro de no haber llorado
cuando el cadáver de un amigo
se encerrara en la def initiva ancla del sepulcro
¿en dónde estoy? ¿en el corazón de cuáles aguas?

Es que tal vez aquel mascarón sin musculatura


desde el otro lado
soy yo que se confunde con el llanto indeciso
del amigo muerto
sin ya poder bogar
se fuera a pique
hasta las oscuras profundidades de la vida
en las riberas de acá.

Si el muerto fuera yo.

26 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Pólvoras y ombligos
pardos atolones
aquellas y estas tolvaneras
los quejidos envueltos
en las raras lavandas de la angustia.
Oh, la muralla se retuerce
entre maravillosas anclas de cascabel.
Y entonces es la noche con sus ojos de f lor púrpura
no los míos.
Negro espectro de una rosa
estos coágulos que me embarran de terror.
El animal me ha visto.

La soga f lotando en el manso mar


el absurdo indefenso mar de allá
que aquí un simple mar de polvo
la máscara de ese oscuro ángel sin cuerpo
mundo vencido el verdadero
que más adentro de esa torpe mantarraya
es decir en el mar abierto aquél
regurgita la guirnalda de algún recuerdo
quizás el alma extraviada
de alguna golondrina.

EDUARDO LÓPEZ 27
JOSÉ DE JESÚS LARA HUERTA
El otro caso equivocado

es posible que más allá de la poesía


sólo haya muerte
relojes sonando
más allá del poema

más allá del poema la mujer


desnuda en penumbra, en los cuartos
los vestigios de un día
rodando por el calendario

es posible que más allá del poema sólo haya delirio


gritos que provienen del tiempo
más allá de la poesía un pájaro fornica
y un vegetal podrido nace de improviso

29
Carta a Emily Dikinson

poco antes de meterme al baño


me llegaron tus pasteles y tus semillas
creció de pronto en mí
esta habitación grande y blanca con tus ojos de loca
en mi jardín las f lores y los cerezos
hicieron su aparición con enormes petirrojos
me sentí feliz
y quise visitarte
dejé mis calcetines en la cacerola
mis vasos de noche recogiendo luna
soledades para llevarte
mas Emily, no me recibiste
y me volví a meter al baño
con infantiles deseos de llorar
me acerqué de nuevo a la ventana
sobre el nocturno
niños nuevos jugaban al amor
en sus cuencos verdes
dominaban el sueño eterno

30 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Intento número uno

tal vez un viento color naranja


llegue un día
con estruendo, a tu ventana
tal vez te encuentres de rodillas
esperando las huellas de los seres
antiguos que alguna vez te amaron
escribirás nombres de ciudades que conociste
y fumarás exóticos tabacos
con aroma de mar o de tierra recién mojada
tal vez un niño con voz de cabra te despierte
en una mañana de cualquier mes de cualquier año
y con un leve movimiento de tu cuerpo
expulsarás de tu piel morena
aquellos dioses que te amaron

J O S É D E J E S Ú S L A R A H U E R TA 31
ROSA LUZ DE LUNA
Borges el alquimista

Como metal que transforma su brillo


la palabra es alquimia en tu mano.
El lenguaje cifrado de tus obras
es legado de aquella ciencia temeraria
que aprendimos de ti.
Si mezclamos el ruido y el signo en un caldero
encontraremos una frase exquisita
como sueño de eterna juventud.
Si vaciamos un puñado de letras
en el crisol del tiempo
podremos encontrar ungüentos
para aliviar los males de los hombres.
Tal vez el espantoso anhelo de inmortalidad
quepa en una burbuja que revienta en el aire,
esparciendo el color evanescente
de un poema vestido con humilde arrogancia
dicho en voz baja
en esa noche que no tiene mañana.

33
Parábola del viejo

No se diga que es ciego


quien es así capaz de ver.
Saramago

Olvidamos el rostro en el espejo…


Así empieza esta blanca ceguera
rara como la ausencia del color,
como el consuelo que expira en la boca
y cae en la redoma
contaminada de palabras sibilinas.

Le toca a ella la entrada al manicomio.


¿Ahí se cura la ceguera?
No hay salida
sólo ironías que llevan sueño adentro,
miedo adentro…
Estupor en un cuadro recreándose a sí mismo,
pintura humana de extrañas manías.

Una muchacha saca gusanos de sus ojos,


el hombre carga furias sobre los hombros
entre revuelos los monos saltarines
sueltos en la intemperie de la mente amarrada.

34 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
¿Cómo podemos ver con estos huecos?
Al despertar del sueño alucinante
iremos por el color del ave
a tientas
entre el follaje de su canto.

A través de los párpados se f iltrarán auroras,


velos resplandecientes
como los de este viejo de la venda negra
a un paso de la blancura sepulcral
que se sostiene con la fuerza del alma.

Contemplaremos otra vez el primer sol


el agua primigenia.
Clavaremos la mirada de la vida,
en el amor y su llanto de niño.

Entonces cumpliremos la enseñanza


comeremos el manjar con la vista
rebanadas de sol y trozos de alegría.

ROSA LUZ DE LUNA 35


FRANCISCO MARTÍNEZ FARFÁN
Así podría asumir lo que persevera
y no muere de tanto en sí, pero luego
he cerrado la puerta. De cara a la pared ciega
escucho como escapa la delgadez del tulipán
su raíz opuesta:
En ese tiempo era un niño
y temblaba.  Alguna vez estuve solo y en el patio
sembré un hueco, respiraba sin consideración
y miré la joroba de mi sombra en la tierra.

37
Deshabitar este sórdido,
esta desnudez tan débil,
el orden de la ruina
del que respira gastadamente
con el rencor del animal
al que le han quitado las branquias
y la ignorancia de los males mayores,
también el caparazón de la lentitud
y las rayas veloces y los árboles,
el sol que ahora deslumbra y quema,
el cielo que es una llama azul ahora,
la palabra que el silencio no deja callar.
lo que se va,
lo irrenunciablemente perdido.

38 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Uno palidece de tanto ver,
uno ve y se deja caer en el otro,
pierde su voz
y gana la constancia de su especie,
su íntima necesidad,
el silencio que nada ata
y comienza a hablar
perseguido por el redoble de un tambor ileso,
por el recorte venenoso de las higueras,
por una crujidera de dientes y cosas que caen
a tierra,
que atraviesa los campos sembrados
como una nube de hierro de vacilante resplandor,
por algo que llegará cuando hables más alto,
cuando no entiendas nada,
la palabra secreta.

FRANCISCO MARTÍNEZ FARFÁN 39


Sólo por no dejar, sólo por estar incluido
para estar en la marca y sobre todo caer,
desperderse a armar la letra,
destituir y continuar como el rabo en la rama
moviéndose a pesar,
formando redes en el aire semoviente,
respirando en forma gratuita,
manando en forma ingrata,
minando contra toda señal y todo ritmo
a pesar de todo.

40 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Parece difícil seguir
cuando ya no se puede parar:
siempre este camino ilegible, impasible,
esta memoria de olvido imaginario
que hunde sus naves, que oculta
el aire. Siempre al borde de la mentira
la palabra y su clima, lo falso
endureciendo el hueso, su f luir,
así como la persistencia del silencio
en ese punto ciego de lo que no puede
sino decirse. Cansa ser un delirio mudo que mana
entre palabras, un instante sin tregua
en el f ilo de los ojos abiertos.

FRANCISCO MARTÍNEZ FARFÁN 41


Habrá algo en este giro que se mantenga sin caer,
una constancia inhabitable, la ceguera de un acto.

Mi propenso a decir:
aún siguiéndome, lejos de ese que no soy,
las palabras no me fundarán,
al menos no éstas
que se generan en un desconocimiento
más grave que este insólito.

Falto de apariencia secreta, sin soporte y favor,


desnudo entre grandes atados de hierba,
construyendo desde la superf icie
y con el cuerpo sobrellevado continuamente
en el silencio de un animal de jaula,
escribo hacia adelante, escribo de miedo
en busca de esa palabra que encuentra,
esa palabra escrita bajo el exceso de un aliento interior.

Pero siempre escribo bajo un peso de árbol


de otras palabras que rechazo:
¿de dónde voy a sacar eso que no puedo tener,
ese dispendio para saber nombrar la historia de silencio
que no sea su sonido y su textura?

42 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Demostrado apenas sobre rasgos intransferibles,
nunca he sido más cierto sino invisible en el decir,
y solo en este lugar,
donde el engaño hacia el borde está en el nudo,
en algo que no termina de caer,
en este rastro que surge sin cesar de la palabra que falta.

FRANCISCO MARTÍNEZ FARFÁN 43


Dolor del día con un sitio perfecto
para caer desde ahí,
con una cierta sensación de pureza,
a la lengua sedimentaria y creer
–sin esa dureza terminal de la fe–
que hay una palabra que me busca,
que se mantiene al acecho para ser encontrada,
justo como una cavidad que desciende
desde el principio hasta el f inal del cuerpo,
donde el tiempo reclama su medida y su peso.

44 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
sólo las olas vuelven
Cintio Vitier

Entonces volverán las pérdidas:


la cena familiar bajo el foco desnudo, en un poso de ruinas,
el fulgor del árbol frondoso de la erosión
bajo la lenta oscuridad del caparazón de tortuga.
Regresarán todas las noches, es decir, esa noche
única y permanente con su lluvia lenticular, marcada,
plegadiza, y el mismo horario inextinguible
para el eco detenido de un silbato de tren, conciliado
a un programa de radio –con La Voz– como a una piedra
talismán contra el ojo sumergido del tiempo.
De la misma manera, todo el viento calcáreo de esa noche,
exhalado como una telaraña desde el pico ensordecido
de un gallo, regresará también, en esta memoria
artif icial que padezco, que es la mía, y con ella vendrán
irremediablemente las palabras
las olas,
aunque la verdadera memoria no vuelva
si no es acompañada del silencio

sólo que el silencio no existe.

FRANCISCO MARTÍNEZ FARFÁN 45


EUDORO FONSECA
Dulce Madre

Dulce madre, no te acerques,


no quiero tu negro remolino,
tus fauces abiertas,
la crecida de tu voz que viene amenazante
con sus lúpulos de miedo,
no quiero tu trono de cavernas
ni tu reino clausurado,
tu cerco de agujas,
tu ciega dentellada en todas partes,
los costales de tu ira
azotados contra las paredes de la niebla,
no quiero destemplar mi frente
al contacto de tus lagos congelados,
no quiero tu desolación boreal,
ni tus cuchilladas geométricas de hielo.
Dulce madre, no te acerques,
las f lores dormidas de tus manos
–tanto tiempo ha menesterosas–
no quieren alisar las hebras hirsutas
de mi pelo,
quieren inf ligirme un tirón rencoroso
que aligere tu jornada,
que te saque un poco el dardo
que llevas incrustado en las vísceras maltrechas,
andas buscando quién te la pague
y no quién te la hizo,
quién responda por tu leche agria,

47
por tu inocencia tempranamente derramada
como un archipiélago en la mesa,
no buscas la paz insondable de mis sueños
entre sábanas y rezos,
procuras la sordina que atempere
mi algaraza,
que tanta vitalidad te incordia,
que tanta alegría para tu corazón menguado
es desafío,
tú no quieres que yo encienda mi bengala,
mi mágico pedernal en los ijares de la noche,
lo que tú quieres, en verdad, es castigarme,
aunque no encuentres alivio ninguno
ni sosiego,
aunque sólo consigas
agrandar la púrpura de tus heridas,
hundir más tus arpones en ti misma
y que un berrendo burriciego
galope sin tregua en tus entrañas.

Dulce madre, no te acerques.

48 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
El destemplado

Cuando llega, sibilina, la ráfaga agorera,


la vida es un coso sin memoria,
un remolino gris petrif icado,
el torbellino de la ausencia y su gélido beso de tornillo;
vuelan los caballitos azules de la desolación,
el pergamino de la vida se humedece y amarilla,
se hastían los fervores de la tarde,
crujen las cosas más amadas en un arcón sombrío,
escancia la muerte sus espumas
en los vasos del viento envenenado.

Cuando el destemplado llega


y el viento incuba larvas ominosas,
se aposentan puntuales cobradores,
sepultureros y gandules,
los perseguidores sin rostro de las pesadillas,
suena entonces el clarín de las tragedias,
medra la zozobra, andan sueltos el miedo
y sus mastines,
deambulan las pérdidas irremediables,
falta mi esmeralda,
mi talismán,
mi onza en el bolsillo,
la unción luminosa del amor,
su ingrávido colibrí sobre mi mesa;
bufa el viento inhóspito,
blande en el aire cuchillos enemigos,

EUDORO FONSEC A 49
chorrea premoniciones rojas y babas amarillas,
viento de la hepatitis, viento sif ilítico,
viento de cámara negra, de canículas enloquecidas
y cabelleras erizadas en la noche.

Cuando llega el destemplado a nadie avisa,


toca a la puerta y nadie abre,
los aceros del alma suenan huecos,
la casa es un cuadrante sin música y sin luz,
un mausoleo,
la tarde se atavía con penachos cenicientos,
se tizna la casa,
pájaros teologales la inspeccionan
y se alejan,
el tiempo de la vida se ovilla y se detiene,
se vencen las techumbres,
vociferan los ecos,
se vienen oscuras vejaciones
y desdoros en cascada.

Cuando llega el viento intruso


el deshilado de la luz se ensucia,
mastico el sabor del abandono,
su ubicuo cemento, sus caricias arenosas;
soy un juez incompetente,
me levanto, me destoco,
me descoco,
saludo a mi sombra gentil y descocado,
triste sombrero soy y triste sombra,

50 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
tristeza sombreruda y sola,
agito una rosa de metal
y le brotan
doctas púas y pétalos negros
como labios osados de fantasma.

Cuando el destemplado llega,


pasa el tiempo,
pasan su lebreles babeantes,
sus espadas puntiagudas,
sus guitarras fétidas
y sus disparatadas cuerdas,
pasa todo;
sólo queda un silencio deshabitado y triste,
un morito extraviado en el albero…

EUDORO FONSEC A 51
Las catrinas

En tu noche saltan las catrinas,


danzan en el atrio de las ánimas penantes,
crean un alborozo de plumas en la niebla,
una algazara de fantasmas,
son un chillido de armadillos en la noche,
la bandola desquiciada del viejo de la danza,
mandolinas lúgubres sin cuerdas;
en tu noche dialogan las catrinas,
festinan sus encajes y se miran entre sí
a través de sus grandes oquedades,
se penetran fríamente y se tocan los huesos f luores-
centes,
se abisman en corredores sin término donde silba
un viento inmóvil,
se extravían (pobres locas) en laberintos de silencio,
en interminables galerías de espadas y de espejos,
son vanas y tienen los cráneos rellenos de confeti,
se contemplan tembeleques en un estanque de agua
oscura,
en parajes donde los signos de interrogación llueven
como herraduras oxidadas
y f lorecen margaritas de estupor entre la yerba,
fuman opio las catrinas, se arrojan fumarolas a la cara,
y no es que no se quieran,
en realidad, ni se aman ni se odian,

52 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
juegan, se divierten,
preñan el aire del bermellón de la tragedia,
de sangre clamorosa y cascabeles acechantes,
y ni siquiera se dan cuenta,
son virgencitas,
damiselas enlutadas de pudor f ingido,
una parvada de putas yermas y atorrantes,
musas ojerosas de porte oscuro y mal agüero:
¿quieres que te dé un beso, cariño?

EUDORO FONSEC A 53
Sellado con un beso (todo contigo)

Locomoción enloquecida del gitano aquel


al que llamaban “Venenillo”,
venenillo sí que lo tenía en la af ilada punta de la lengua,
lengua mendaz de Tartufo y de padrote,
coágulo sangrón, súcubo y catrín de piernas cortas,
homúnculo que baila y baila con bigotín bisiesto
y zapatos bicolores,
suerte de cebolla, Hilarión de verbena o don Susano,
patético galán de pacotilla,
baila tú, bailador, baila, al compás del boogie, woogie,
mueve tu carromato y tus nalgas ominosas,
remata tu brega embelesada
con un pasito tun tun apabullante;
“quiero todo contigo”, mamacita,
le dijiste a una sombra sensual en el tugurio
que olía a cocó chanel y tenía por mote “la enlutada”,
una viuda atorrante que f iguraba en la barra
de dama y vampiresa.

54 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
“La enlutada” te miró f ijamente
desde el agua zarca de sus ojos,
rodeó tu cuello con sus brazos carceleros,
contoneó sus caderas con ritmo sicalíptico,
relamió coquetamente sus labios de cereza,
y, recreándose en la suerte,
se tiró a matar con un ósculo helado y asesino;
ahí te cargó el payaso sin remedio,
caíste de cúbito dorsal sobre la pista,
el mismísimo escenario de tus triunfos.
Tuviste suerte, “Veneno”, pese a todo,
esa noche y en la barra,
“la enlutada” también quería “todo contigo”.

EUDORO FONSEC A 55
ROBERTO QUIROZ BENÍTEZ
Corre fuego negro
y blanco
por las diagonales
alf iles/atrás
las torres
se apoderan de las columnas
cruzan los caballos
en trotes de regios escarceos
escalonados y furtivos
los peones construyen murallas
inquieta
nerviosa
la terrible reina
prepara la ominosa red
del último jaque

no es la victoria
sino la muerte
lo que pone f in a la partida

La luna está rodeada por dos aros


el pequeño es violeta
gris o negro invisible
el más grande
es azul claro
además su frente calva

57
de azul fuerte
a veces
le he visto
un clavel de oro encendido
otras una mano de fuego
con una ofrenda indef inible
en la plasticidad
de su ref lejo
exhibe
su rostro accidentado

Las palabras nos inventan


nos cubren de signif icados
nos aceptan
nos descalif ican
hay palabras nuestras
hay palabras ajenas

los pensamientos van detrás de las palabras


los errores corren por nuestra cuenta
sobre advertencia sí hay engaño
la misma piedra sirve
para tropezar varias veces
la pregunta es a Dios
cuantas vidas
para ser perfectos

58 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Llovizna
el cielo
más oscuro
de la noche

la soledad
como una triste canción de agua

La mente es ya una habitación vacía


el cuerpo ha perdido la memoria
con el tiempo sin acontecimientos
sin cosas el espacio
el alma ligera más allá de todo
más allá de los miedos
frente a la inalterable belleza
de los ángeles
descubre que la muerte es un invento
de los hombres
que jamás hemos envejecido
y sólo nos mudamos en el tiempo

R O B E R TO Q U I R O Z B E N Í T E Z 59
RICARDO ESQUER
Mesa para lector

Comienza a usar las estampas coleccionables como separador


de sus lecturas. Otras imágenes, otras palabras. Lo mismo un
cigarro que un café.
En las mesas sin tiempo hay las dos cosas y la conversación enf ila
hacia las imágenes.
Esa mañana, buscando ser feliz en las contradicciones, se interna
en el bosque de la seducción. Comienza un libro nuevo, pero el
Árbol es único. Protagonista de su lectura, aparece a la misma
hora que ayer. No obstante sus af iciones, desconoce la imagen
que divide al lector del personaje. Imperturbable, ocupa una silla
a la derecha de alguien que pide dos cafés.
En el bosque de la seducción la luz celebra su arbitrariedad. En-
cienden un cigarro para abrir el tiempo, sin palabras para inter-
pelarse. El silencio de los libros no coincide con el de quien los
lee. El Árbol habla, el bosque calla.  Al dar el primer trago, levanta
la vista y se da cuenta de que está a la derecha de donde se sentó
ayer. Y, aunque no puede verlo, su cuerpo tiene presente el de la
muchacha, retratado en un cartel que cuelga al fondo.

61
Sin tiempo, los dos buscan el Árbol de la Unidad.  Al encontrarse,
caen en la cuenta de estar en dos lugares a la vez y, de pronto,
un tercer hombre se agrega a la mesa. Brota del suelo, como un
rayo, pero acepta venir del cielo. Viento, tierra y fuego por un
instante.
Pero la mesa sin tiempo necesita un hombre más. El silencio no
ha sido suf iciente. La colección de imágenes está incompleta. Los
tres ignoran a quién obsequiarla. Leen el mismo libro y en la
mesa hay cuatro tazas.
Quien se asome a aquel círculo acercará su silencio al de su lec-
tura. Su imagen de agua en la reunión, su follaje en el transcurso
del espejo. La mesa dejará de ser real.Y así sucede.

62 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Ciega servidumbre

A contracorriente, deslizo, preso en tu marea, un buscar calmas chi-


chas, empuño la e de la esperanza, último afán y círculo torcido,
antes de seguir adelante, la frente oscura lo que el sol te calla, la
clara un río subterráneo que te ocupa, porque quizá, en ese terreno
abierto por el deseo, cumbre invertida, para incitar al salmón, antes
y después son una exclamación y el arco trazado por tu mirada, algo
que escuchaste, pero quizá tu sombra se anula en su cumplimiento,
la razón de remontar un sudor ajeno, luego de nadie, ignora el por-
venir revelado en el pez, traza un gesto hacia donde, ocupando más
el cielo a medida que se eleva, el presente levanta el vuelo, inalcan-
zable, entonces ocurre, vergas castigadas, que reanudo la brega, ur-
gido por reunir el trayecto en una moneda y, con un impulso ajeno
a su verdadero valor, hacerla para siempre aérea, tocar sin lucha tu
intimidad, muy otro este colgar de las palabras, incompleto, f icticio.

RIC ARDO ESQUER 63


Envío

Quisiste hablar de mis defectos


y me inventaste errores, vicios
imperfecciones, mezquindades
con la seguridad de quien ha visto
caer al ebrio, mentir al perverso
engordar al goloso y fracasar al torpe.
Y con rabia ejemplar señalaste la paja
en mi ojo.
No niego
que alguna vez di malos pasos
que no quise perder placeres lejos de ti.
También es cierto
que tus palabras me enseñaron tanto
de lo que nos condena, que no puedo
dedicar estas páginas a otra
persona que no seas tú.

64 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Rutina para odiante

No hay odio en el cambio de color del tabachín.


En el telar donde las arañas se alimentan.
Ni en el paso de nubes frente al sol de septiembre.

Sí en el amarillento recuerdo que el burócrata


dedica a su jefe. En el abrazo sin regreso
del amante ocasional y aquí, sobre la página
que no dice su nombre sin morderse la lengua.

RIC ARDO ESQUER 65


Mantenimiento

Como cualquier camino la palabra


precisa mantenimiento.

Luces intermitentes, obras consagradas


reparan el silencio, calafatean sus naves.

Obras públicas para el lector común.


Disculpe las molestias que ocasiona esta lectura.

No faltará el vecino asomándose curioso al hueco


en el costillar del libro, en el arroyo de la página

para interrogar a la ruptura de adjetivos y pronombres.


No faltará quien deje el camino para venir aquí.

Donde las palabras no quieren decir pero dicen


algo para lo cual no fueron hechas.

Estamos trabajando para su benef icio.

66 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Me moriré de cáncer en la lengua
en el sexo
en donde quieras
bien por el uso
tabaco café mentiras alcohol te quiero
un desorden entregado a sus terminaciones nerviosas
por el puro gusto de implicar a los labios
bien por los pétalos de tu fecundidad
cuando cantas
ocupas el lugar de mi lengua
tumor benigno.
No lamento tal suerte
morir de cuanto te place.
Peor sería por lo que detestas
libérrima húmeda humeante
deshacerme en tu canto
también las manos
entregadas a tus gestos
todo mi cuerpo está comprometido.
Parecerá que morí de cáncer en la lengua
pero sólo habré comprendido tu silencio.

RIC ARDO ESQUER 67


Una canción

Todos los días pregunta


si habrá despertado primero
y después vuelto a dormirse.
Ya la aurora levanta sus dedos
manchados de nicotina.
Ojeroso el viento huye por las azoteas.
Insomne y célibe
ronda el cuerpo dormido en su costado
busca el alma de su vuelo
sobre la ciudad tendida.
Al despertar
preguntándose quién los sueña
cuando hacen el amor
y todo lo demás desaparece.
Quién puede ser tan importante
que nadie sepa cómo despertarlo.
Si es el mismo que pregunta
cada mañana si habrá vuelto a dormirse
y se sueña despierto preguntando
quién tiene dudas del amor.
O si despierto escribe
una canción para salir de dudas.

La luz llega con ruido de motores


hinca las uñas negras en los pliegues

68 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
labra un pezón con sus callosidades
soba labios y párpados cerrados.
Llega la luz amante y la ciudad
inmóvil sigue soñando canciones
que salen de la duda del amor
pero terminan y el amor perdura.
Llega la luz y pasa, preguntando
quién ama, quién escribe, quién despierta.

RIC ARDO ESQUER 69


Fuera del tiempo
(palabras limpias de sal y sombras)

Como el navegante que regresa al puerto


después de seis días bajo el horizonte
sin pisar tierra f irme, rodeado
por tiburones y otras bestias de sangre fría,
voy hacia ti, destino, atracadero, luz.

Oye cómo cruje la quilla al sentirte cerca,


el alivio del casco tendido en la playa
después de recibir golpes del mar inacabable:
reposa en la arena, lejos de las olas,
feto de embarcación en su placenta terrestre,
al revés de nosotros, que fuimos acuáticos
antes de respirar y proyectar sombra en la tierra.

Algún día la pequeña barca navegará de nuevo


escribiendo una historia en la página del agua,
una historia que desaparecerá al cumplirse
porque será verdadera –verdad es transformarse–.

Mientras tanto, desf igurado por la ausencia,


mis contornos –que la distancia oscureció– tornan
a def inir en la mañana limpia su dibujo
más f iel: este que me das al tocarme,
cuando la certeza construye mis manos
porque al f in te entregas en ellas.

70 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Nunca estamos más completos
que en el momento del amor,
ese tiempo distinto, luminoso, musical,
inf initamente más valioso que los días,
las noches de navegación solitaria,
los meses que esperas mi regreso,
fuera del tiempo, con estas palabras
limpias de sal y sombra, para ti.

RIC ARDO ESQUER 71


JORGE CASTILLO GUERRERO
Óleo sobre la tarde

Arde un jardín más que una espada de fuego


recorre los resquicios encendidos de la tarde
y es una fronda roja otro día quizás
del cuerpo asolado de una mujer incrustada
en el blanco-rojo que ondea sobre el lienzo
afortunado e ileso en la luz dispersa.

No sé del blanco tapiz ni de la paleta matinal


solo del rojizo atardecer sin advertir la consecuencia
del drama umbral amoroso dilapidado y tenue
de una desnudez adolescente total sobre la tierra.

Hoy bebemos el óleo de esta tarde


el aceite carmín que recorre un giro más del planeta
accidentados del alma en un jardín sin apagarse.

73
Espiga

La muerte f incada como una espiga


en el agua que va sobre la calle
un día de lluvia.

Entonces la humedad va hasta nosotros


con esa vaguedad siempre inconclusa.

Así vamos a la mitad de los árboles y las arterias


recorriendo parajes nebulosos
en la sombra misma del agua.

Siempre inaudita la ciudad nos extraña


como un vocablo en nuestra voz
que siempre va más allá que nosotros.

Por ello ante nuestros ojos se derrumba


el abrazo y el odio
como si fuéramos lagos de tierra.

Lejana tierra que seremos extranjeros


porque no existe algo más brillante
que un sol de lluvia inesperado siempre.

74 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Invierno

I
A veces la ciudad se vuelve polar
incendio blanco calle fuego del invierno
tren entre la nieve remontando
grises a lo lejos.

Ciudad apagada liberando el presente


durmientes frías escalando la existencia
puentes derribados sobre el camino de la vida
pájaros de niebla y hiedras de humo entre los muros.

Agua del norte reventando en los árboles


heridos en la bruma.

Puertos que helaron el pensamiento de un viajero


atravesando días gigantescos pastizales a estribor
vagón que va rompiendo hielo en la avenida del fuego.

II
Existen días paisajes opacos
mar ártico en el lindero de la tundra
furgón cargado de hielo sin el destino previsto
aunque en el andén alguien te espere
con el agua granizada en el pecho
y vidrios en las manos invadiendo la travesía
por ello en el corazón la nieve se acumula.

JORGE C ASTILLO GUERRERO 75


III
Existen horas como una tempestad
astilleros nevados navíos en picada
fuegos enraizados en el hielo
iceberg incrustados en la nave
balleneros haciendo llamas en el agua
quemando el mar entre las olas.

Entonces las sirenas aparecen en las barcas


azules y brillantes en la locura solitaria
partiendo el corazón de un marinero
que va en camino.

76 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Noche de sol

Llegar a la puerta de la noche


y tocar su madera oscura, beber el
humo antes de que salte hacia fuera
de las constelaciones, besar
de frente el agua que llega desde un
vaso transparente, estar aquí en este
bosque de láminas y vacíos de botellas
llamar desde el jardín donde el búho asoma
desde su noche interior con ojos de insomnio
asolado por la soledad de una cantiga
tocar tres veces en el mismo costado de
la puerta nocturna y no salir hasta que
los bares se vacíen , y se apaguen los
amantes que ruedan entre las sábanas dispares
hablar de la distancia de la muerte hasta
aturdir los témpanos de la vida que abre
los ojos en el asombro gris de la noche.
Es así su madera fría, un beso en la mano
que llega como respuesta inmediata, su
budín de fruta oscura, su necesaria
carrera entre los hombres y los árboles
quemarse en la calle del sol.

JORGE C ASTILLO GUERRERO 77


Que se vaya la última palabra poética
que se vaya su petrif icación instantánea
que se vuelva de entre la voz nueva
muérase entonces el día entre las palabras
el sudor con su golpe de sol entre ladrillos
con un muro húmedo de tinta.

Que se vaya el poema en una marcha funeral


que se vaya ahora que está abatido
entre la necesidad que apremia este tiempo
de dureza en el porvenir.

El río hace estanques que se ensucian


que manchan la claridad de su cara
de espejo inmaculado ¡que se vaya!

Nada dentro de la escritura sobre el limpio


amanecer dispuesto en la visión de la ventana
quién sabe si la poesía esté aquí
quién lo sabe?

Amanece de un rayo alto el día


y su secuencia de rayas envuelven el tiempo
paso a paso como un maremoto a lo lejos
de ti? quién sabe? usted?

78 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
JORGE C ASTILLO GUERRERO
ARMANDO QUIROZ BENÍTEZ
Segmentos del insomnio

I
Como ofrenda de incendios espirales
la incandescencia de la tarde
deja en su fuga una cauda momentánea.
Después
la ceguera de la sombra
oculta las cenizas del verso consumido

II
Una epístola cifrada
anuncia la víspera del miedo.
El insomnio asoma en su perverso laberinto
fustiga a sus lobeznos
en una confusión de fauces.
La noche es un túnel de sueños abiertos a cuchillo
un fragor de lágrimas
y violentas esferas de negrura

III
Han bajado ya
las navajas nocturnas del insomnio
como presagio repetido
abren su reino de máscaras telúricas.
El miedo se desboca
deja un reguero atribulado
un látigo de sombras en el rostro

81
IV
La noche es un aleteo persistente
un lóbrego abismo para mi barcaza de ceniza.
Es preciso amarrar
con más fuerza los cordajes
para no naufragar en la tiniebla
imperioso encadenarse al mundo
en este instante en que el cielo
es un inmenso talismán de sombra
un húmedo sudario
donde todas las insignias resucitan

V
La angustia ha comenzado
en el brillo núbil de la sangre
en los párpados solares del insomnio
donde el tiempo detiene la agonía
y deshace en la sombra sus órbitas secretas

VI
Las voces transitan
del espacio hacia la sombra
del miedo yacente a los laberintos de silencio.
Cada palabra es una larva.
Yo soy un dios cautivo
en esta noche sin cerrojos

82 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
VII
Y he aquí que vi
la estampida de la muerte
el estupor del hombre
colgando
del no ser
y sus misterios

VIII
El fragor del rayo
descubre la estructura oculta de la noche
su crispada refulgencia
quebranta la tiniebla
fractura por instantes la bóveda nocturna.
Ya vendrán órbitas de luz
a sanar las quemaduras
de la sombra

IX

El alba rompe el inmenso cántaro nocturno


y libera a la voz del cautiverio.
Ahora el verso
es una zarza ardiente que no quema

ARMANDO QUIROZ BENÍTEZ 83


BENJAMIN VALDIVIA
Entrada

Amamos la palabra y su hierro matizado


porque en ella se cumple la fuerza de la voz
y los ciclos del agua silenciosa.

La palabra trae luz


para nuestro animal introspectivo.

Quien levanta la voz


inaugura los diálogos del fuego.

Y así,
establece recintos por miradas,
produce atardeceres que no pesan
y de nuevo color.

Amamos la palabra
por el río de tiempo en que transita:
un río de manos escribe en mis manos.

85
Luna verde

Aquella luna verde de marzo maduraba.


Ella traía la indumentaria del calor
y vi en su boca el otro lado de la vida.

Múltiples fuegos ardieron entonces.


Y se quebró de sutileza el aire
y nos movimos en caprichos de agua.

Toqué en ella la muerte:


encontré sólo árboles de pluma,
aves de hoja.

Como un metal
las uñas imprimieron sus imágenes.

Era ella un recuerdo vegetal


creciendo entre la noche.

86 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Fragmento inédito de Sócrates

Yo sólo sé que nada sé del espejismo


llamado tu mirada.

Febril como la sed el pensamiento busca


saciedad,
la saciedad inalterable.

Pero la calma es imposible si tu mano


—cardumen de cinco peces,
rama de cinco pájaros— me toca.

Toda la geometría que urde la razón


se me desploma en la garganta, muda,
y como los lunáticos desvío
la cabeza hacia ti.

No pienso, sólo miro, palpo.


Y frente al templo tibio de tu cuerpo sólo sé
que no sé nada.

B E N J A M Í N VA L D I V I A 87
Muchachas

Pasan de largo las muchachas,


esbeltas como trozos de luz.

Como si con la tierra no tuviesen


un solo compromiso.

Pasan argumentando un calor:


la insomne verdad de su carne
en la que el tiempo, aún,
no echa raíces.

88 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Origen

Ella es
la primera mujer:
Su cabellera larga
le recubre la fúlgida cadera.

Es ella La Mujer.
Dios la forjó primero que a los hombres.

Fue su mejor idea, y la creó


porque por siempre la deseaba
(el deseo de un dios es un deseo eterno).

Horrorizado del confín de la belleza


producida,
decidió darle cuerpo al primer hombre
(porque paliara su divino sufrimiento).

Y aquí estoy pronunciando este poema.

B E N J A M Í N VA L D I V I A 89
Ahora

La felicidad
no existe en el tiempo:
sólo se es feliz en el instante.
Y por eso,
nadie ha sido feliz en el pasado
y nadie será feliz
en todo lo que resta de la vida.
Sólo se puede ser
feliz en este instante,
ahora que te miro,
ahora que lo pienso mejor.

90 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
B E N J A M Í N VA L D I V I A
JUAN PABLO DE ÁVILA
Ojo inconsciente

La historia es una y no la de los otros.  Al valle de los ojos de Agua, sólo
las ventanas de institución y of icialidad. Muchos los mitos de ojos cerrados,
muchos los muertos que siguen penando su historia...

Beso
la lluvia desatada para acrecentar la f iebre
único estado que ilumina.
Antes, pez nadando entre tus labios de valle
pulpo enredado en tu rostro... y es que entre tus piernas
abiertas está el pan de la historia.
Al pasado no lo espantan fácilmente. Ni empellones le arredran. Es
férreo y atorado. Persigue distancia y se enamora de la tradición,
de las bocas que la cuentan. Señora inconsciente que arremete en
nuestras pesadillas. Puedes caminar en puntas para no despertarla. Mas
en cualquier instante, aún el esquivo, cual montaña dormida o cerro
muerto
se levanta y lanza sus f lechas de dudas pétreas.

De poste a poste cuento sin resolver.


De palmo a palmo líneas de historia.
De carta a carta: palabras ensuciadas.
De herencia a herencia un puñado de espasmos.
Dicen que está corriendo el apocalipsis, que será la somnolencia
noche con dos noches amanecer desvelado
y la toma de la Bastilla mera arrogancia perdida.
Ginebra llora Daliada sufre.
¿Quién más vale, quién más sufre?

93
Porque esta señora inconsciente llora siempre con el Partenón
con Tebas y los troyanos qué, acaso
¿el Parián incendiado no causa cegueras?
el valle deshidratado ¿no provoca nubarrones de lágrimas?
¿y los batallones de ojos manantial no provocaron tristeza?
cuando regresaban hechos añicos de sus batallas en Texas.
¿Por qué la historia es una y no otra?
La globalización empaña las visiones.
La identidad esquirla el viento
clava los ojos al esqueleto de algún animal inmenso
de mandíbula portentosa y vértebra por donde ya nadie transita.
Cadáver con la piel pegada al hueso.
Zombie de la industrialización.Visión global con sinusitis.
El amor se derrite y fallece. Vuelve del pasado mediato
donde la imposición marca y escupe.
Somos arcanos de una epopeya de máscaras para volver, siempre re-
tornar al consciente mostrando los labios secos; correr de anhelos,
coraje de pensarte ausente.

94 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Contorno del poder

El guerrillero tiene armadura de carcajadas


cananas con municiones de sarcasmo.
Qué poco nos queda ya, los molinos se transforman en piñatas con la
cara del saqueador, el bufón es nuestro verdugo y el poeta nuestro mirón.

Avanzan los meses cual nieve fundiéndose en el asfalto.Tacones de tu paso,


para hacer presente la señal, pero la plaza está sola, y los trenes ya no bra-
man y nuestra salud pública es una prostituta buscando comprador para
su carne magullada y enferma. Minué, tonadilla que se f iltra por la tarde
nublada.Tu pisada no es paso, cuando mucho cincel golpeando añoranzas.

Alondra la canción dolor de ciudad congestionada


dolor de ozono.
Entonces, esta señora de la inconciencia vuelve y derrama los horrores
del Káiser, del dictador de los viaductos, gobernador con sus castillos de
sombra, generales del colmillo. Hay un guardián a cada trazo de la vida.
Padre en tus pisadas.
Maestro golpeándote los nudillos a cada error.
Sacerdote marcándote el camino
en ti sólo la expresión trastocada, angustia carcomiéndote en un rictus.
¿Y la historia?
Esa señora obesa, que nos golpea con su inmenso abdomen.
Y pensamos que todo transcurrió, que observar el amanecer no sería
censurado.
Entonces, un chasquido de la vieja y
Veo la bomba veo explotando.

J U A N PA B L O D E Á V I L A 95
No fue en el 45, sigue estallando
veo al niño
veo al mismo niño echa fuego
niño del que nos habló León Felipe
parado, frente a las puertas de Auschwitz
en una glorieta exigiendo el rayo
vuelo buscando tu plaza
vuelo viento hundiendo su espina
vuelo beso de tu llama
vuelo el panorama es de montañas
vuelo humanas
el viento sumerge mi rostro
me arrebata los lentes.
Incendio entre mis anteojos que caen
en la plaza.Y vino un ave violeta que canta f lores
hiedras llenando todo de vegetal.
Vuelo subo, me transluzco visión.
Vuelo mis alas hacen sombra
sobre el mapa de la historia en el que hay puntos luminosos
¿Fogatas en la selva?
Despertar con los puños tensos
y una epopeya nueva entre las sábanas llena de versos.

96 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Ojo salvaje

Es el tiempo primigenio, la unidad de todos los contrarios, el humano sin tonos


de crueldad, animal es la hermandad, la tierra nuestra amamantadora madre.

Vuelo
veo el valle y su presencia me talla las escamas.
Valle desierto en calma.
El venado corre, se transforma en humano sin vergüenza.
El tiempo no tiene más nombre que noche o lluvia.
Llano desnudo, cañones minerales; y por el horizonte maizales, huizaches
y mezquites; manos tiernas de lo natural. Montes de sangre, roca tepetate
y tezontle. Desierto de nuestra madre.
Las piedras lanzan canciones y los montes se yerguen para encaminarnos.
Mastodontes mamuts corren por nuestra sangre.
Mineral palpitante genes de tierra que nos da el pan
yunteros que nos alimentan con huesos de bestias.
Entonces una luz escarlata en lontananza se enciende
parece tangible, le salen llagas
brazos manos negras inmensas biznagas palmas...
Es el valle desértico que descansa
valle de los ojos de agua.
El indio camina desnudo esquivando espinas. Camina erguido, mirando el
rastro de vida, lleva su lanza af ilada en calor, habla por mi garganta:

Soy de tierra tengo aliento de huizache


mi voz de viento mueve las dunas soy de corazón amarillo
muerte y aridez.
Soy desnudo e invisible no tengo casa vivo en el viento

J U A N PA B L O D E Á V I L A 97
estoy en el movimiento eterno de las estrellas
en la planta mágica sangrando la mariposa de obsidiana.

Prende tu danza. Lanza los guijarros y corre atrás del ciervo.


No estás solo, te llevo en mí.
Eres mi osamenta, el jade inicial.
Lanza los guijarros y no temas del prófugo que fuiste y que seré.
Encontrarás los f ilos, no te perdones el mínimo intento en alcanzarte.

Toda sangre llegará al lugar de su quietud


a la lanza que espera sembrada en el desierto.
Perro soy, y oculto a contra luz seré guerrero.
La f lecha de agua está lanzada, el guijarro de tanto rodar
parece un mundo carcomido.
La sangre f luye por los cactus de peyote nopal y maguey.
Juega. No esperes al conejo juega.
La f lecha marca. Es el f ilo tu sentencia es la daga.
La pregunta cae en nuestra cara, su líquido palpita
tiene f iebre delira buscando su ojo de agua.

Desnúdate y corre tras tus cantos, tu corazón de soledades del que sólo
brotan cráneos viento enmohecido.
Lánzate a la montaña, al cerro muerto, a la calle de serpiente y tómale del
hombro cuando la encuentres.  Al verte no dejes ningún destello.  Absórbele
la rosa hirviente de su mirada.
Entonces sé desnudo y sin vergüenza con toda la luz.
De nuestros hermanos aprendimos
el tigre, el tlacuache se disfrazan de hombre.
El hombre de perro coyote y águila.

98 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Nadie se reconocía distante.
La mujer no tenía la muerte en su mirada.
Éramos limpios y salvajes, con todo el cuerpo de raíz
los brazos por arbusto.

En el centro de poder no nos observan, somos luz


para encender a los perdidos, somos tiempo que no engaña,
listos para llenar de marea la noche, la luna que inventó
el habla, el fuego diálogo. Limpios y salvajes:
sexo con alas crecido maizal con tan poca agua
tierra donde todos podían recolectar alimentarse de tuna
mezquite nopal.
Chichine/ papalotl.
Nuestro espejo enterrado.
Faltan quince lunas encrespadas para brotarte
y ya te temen, madre.
Cuatro liebres, tres venados para vestirnos
y ya te atacan, padre.
Nazco y amanezco
muero y despierto
vuelo y el valle me ve con sus ojos de agua.
Las huellas de Cazcanes, Tecuexes y Guachichiles se confunden
y mis ojos se han cegado, me dejan de hablar; ojo negado, encrespado...
el guerrero sabio deja de andar y
cuando alza sus brazos el valle grita cruje
la piedra se corta y las palabras inician la leyenda.

J U A N PA B L O D E Á V I L A 99
SALVADOR GALLARDO CABRERA
Escribir 5.44 a.m.

Escribir es aparecer en otra parte


Ahí donde apenas existe el agua ascendiendo, como el aire,
como el agua del aire
Desde el magnetismo terrestre, el aire líquido
Agua es llama mojada, aniquilación del aire, f lama que crece
vertical, vela, ¿la ves?, es vapor
Escribir signif ica abrir un cerrojo en la palabra abismo
Escritura nunca anota, abismo todo lo nota:
Llueve sobre el patio de los rombos
Un cubo naranja f lota sobre ese patio hundido
El método trágico de la lluvia: pronto será frágil rastro
Arena amarilla para los olvidos y las repeticiones
Veneno para experimentar, vapor encarnado: escritura
El cubo f lota no se crispa
Si no tiembla, si sólo es intermitencia en la luz
Hendidura en la cortina de oscurecimiento, polvo visual
F luctuación en las arenas medianas
Pliegue entre mis palabras y todas las palabras
O agua circulizada, mirada armada de quien escribe

101
Leer 3.15 a.m.

Un puño de esmalte, un frontón inundado


Las calles limitan los lados de la noche
Cada objeto, máquina o nuevo grial, es ligadura
en la tierra:
Un cuerpo trozado en la nieve, una esclusa en el domo
Estar aquí donde el amor sólo parece ser duración
La vista presente contra el yeso de ver todo, de no
olvidar nada
Amontonando libros en las ventanas para no estar a solas
O sosteniendo un guijarro roto para traer silencio

102 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Cinco cajas para una instalación

Caja # 1
Contiene 3 gubias sujetas con una liga de goma/ navaja de afeitar con
mango de carey, incrustaciones de plata o níquel, y una placa con este
monograma: DGS/ frasco gotero de 10 ml./ un casete; en la etiqueta
del lado A está escrito: Varios; en la del lado B: Music for amplif ied toy
pianos/ vainas de colorines en una lata de sardinas/ volante de pizzas
Hut/ cuaderno de bocetos marca Cachet con el lomo quebrado/ un
pedazo de lápiz/ fotografía de una estela de reactor en el cielo/veleta-
gallo oxidada con 4 orif icios de bala calibre 22/ botecito de yogurt
lleno de cáscaras de avellana/ tarjetas de palabras clasif icadas por
rimas/ libélula en un frasco de formol/ microchip en una cajita metálica
de vick-vaporub/ placa con huellas fósiles de helechos/ cinta métrica/
fotografía de una casa roja de madera en el barrio de los ferrocarrileros
de Aguascalientes/

Caja # 2
En la tapa de la caja está escrito a grandes trazos y con tinta color verde:
De la verif icación general de objetos antiguos y actuales.Verif icación general,
subrayado. Contiene miles y cientos de miles de listas, clasif icaciones,
morfologías y tablas de localización. También hay 54 disketes en una

S A LVA D O R G A L L A R D O C A B R E R A 103
bolsa de plástico con una etiqueta en blanco. Listas escritas a mano,
otras en máquina mecánica y otras más en computadora. Las hojas
tienen 3 columnas: un nombre en la primera, un dibujo-descripción
en la segunda y una cifra de localización geográf ica en la tercera.
Los dibujos no aspiran a la representación; parecen funcionar como
elementos de invocación: corazón en un hueco en la casilla que
corresponde a la magnolia, por ejemplo.  A partir de la página 13, es
posible notar la ruptura del sistema de comparaciones y analogías:
las coincidencias entre los nombres, los dibujos-descripciones y las
localizaciones se dislocan e iluminan ángulos difíciles de percibir. En
la entrada Estanque de metano, hay un dibujo de un satélite muy alto
sobre el océano y como cifra de localización las coordenadas de La
Haya. Desde ahí, aparece una taxonomía dislocada por clases impuras,
géneros escurridizos, f  isuras entre los parentescos y las especies,
evoluciones que no proceden por diferenciación, sino que saltan de
una línea a otra entre seres totalmente heterogéneos; genealogías
cruzadas y comunidades simbióticas. Cada página tiene muescas en las
comisuras, líneas marginales en color naranja y cortes como entradas
o perf iles. ¿Son marcas de un orden mayor; de un orden que daría
sentido total a esas miles de páginas?

Caja # 3
Contiene 129 no objetos, objetos que se anulan a sí mismos, objetos
provenientes de almacenes secundarios, objetos sin propósito alguno,

104 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
objetos en ebullición, objetos desequilibrados, objetos de adaptación
instantánea (al tocarlos se funden con nosotros replegándose sobre
sí mismos), objetos en estado de hibernación, neo-objetos, objetos-
trampa, objetos armándose con una paciencia presta para lo inf inito,
objetos que tienen por estómago a un hombre, objetos desfondados,
objetos sin contorno, metaobjetos, objetos congelados en su
perfección, objetos obturados en las terrazas electrónicas, objetos en
mudanza incesante (no permiten hacerse una representación de ellos),
objetos de doble coyuntura, objetos imposibles, objetos-cardumen,
objetos desventrados, objetos de última generación rebasados por
la obsolescencia, objetos desestructurados, objetos textuales de
persecución, chupaobjetos, dispositivos u objetos de umbral. Son 129.
No describiré ninguno.

Caja # 4
Contiene un cuaderno con observaciones tomadas desde una ventana
que da al Parque Hundido. Tres muestras:
12:25 – 12:29 [ventana cerrada. lunes. nublado. lloviznó]
pájaro con el pecho naranja en la jacaranda/ un policía atraviesa el
audiorama lentamente. se detiene en el primer círculo de bancas. busca
algo; luego sale/ avión/ mujer con tenis color rosa haciendo jogging. lleva
dos perros; uno tiene tres patas, el otro es un dálmata/ gato jaspeado
en gris echado bajo un plátano/ hombre con tenis color rojo haciendo
jogging. usa audífonos/ la banderota nacional reluce por estar mojada

S A LVA D O R G A L L A R D O C A B R E R A 105
13:42 – 13:46 [ventana abierta. lunes. nublado con viento]
ardilla color café con gris salta de un eucalipto al muro de separación del
parque (hay unos pájaros que tienen la misma combinación de colores)/
sonidos: viento entre las ramas, viento entrando por la ventana, trinos
aislados, las cuatro estaciones de Vivaldi desde el audiorama, un claxon
distante/ nueva vuelta de la mujer con tenis rosa; el perro de tres patas
mantiene el paso/ pareja de ancianos acompañados por una sirvienta
que empuja una carreola. la vieja tira de un tanquecito de oxígeno
con llantas/ avión/ gorrión picoteando en el limonero/ olor a madera
quemada/ hombre con tenis color azul cielo y perro chihuahua al lado/
ondea la banderota nacional

5: 22 – 5:26 [ventana abierta. miércoles. frío.]


sonidos: trinos aislados, silbido del aspersor encendido, campanas/ luz
delgada aún no toca el suelo/ olor a eucalipto/ helicóptero cruzando de
norte a sur/un farol prende y apaga/ indistinguible la banderota nacional

Caja # 5
Contiene paquetes de tarjetas. Cada paquete, de grosor variable, abre
con un símbolo topográf ico dibujado a trazos gruesos como con un
pincel chino. En las tarjetas que le siguen se consignan diferentes tra-
yectos-historias por medio de frases cortas, palabras sueltas y dibujos
de otros símbolos topográf icos.
Bajo el signo topográf ico Canal de navegación:

106 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Interrumpo prosa del registro. Desvío no señalado en mapas. Cruzado
límite término provincial. Bruma. No encontramos la estación
meteorológica. No encontramos las lagunas con agua constante.
Viramos varias veces. No encontramos la vía doble de ferrocarril. Una
señal desconocida, como un bucle, pintada en muro color amarillo
ocre. Ruinas. Transformador oxidado. Zona no consignada en mapas.
Pozo seco al norte. Puente de hierro quebrado. Neblina. Torre vigía en
ruinas. Árboles desconocidos. Naturaleza extraña y hostil. Marismas.
Saltos de agua. Regresar. Imposible reconocer los trayectos. Ninguna vía
permanece. Mudanza de los canales de navegación.

S A LVA D O R G A L L A R D O C A B R E R A 107
AGUSTÍN LASCAZAS
Ni tu muerte terrestre ni la mía
R. Usigli

Un pez paraf inado una rareza


circulatorio sistema de colores
jugos rojos jugos negros de una muerte circulante
sangre negra
un odio que se arquea
un rencor que ondula y baila
un diocesito tenaz y efervescente.

Una traición de la memoria de miga un ojo


membraba inmóvil y terrible
teorema de maíz mirada amarillenta y marina
una ventana acuosa
pesadilla de cera que te muerde los pies.

Un dios pequeñito desdentado


una branquia que gime lamentos de agua
sales y cristales primitivos
deidad diminuta
animal antiguo étimo primero
del diablo con patas y brazos
sueño de tendones como cuerdas.

109
Y el mar metáfora opima de naufragios futuros
hastío de siglos líquidos
rumiar de aguas
y corrientes
y brillos de sulfuro de plata
y velámenes tristes
inf inita letanía de condenas.

He aquí una expulsión sancionadora


un gesto de otros dioses otros peces
una deidad acusada injustamente
sin manos para robarle el fuego al sol
sin cola para pincharle los ojos a la luna.

Un robo marino ardid de sanedrín coralino.

Ícaro necio que nunca alcanza al sol


que es un fruto ardoroso un delirio colgante
un adorno inf lamable que abrasa las espaldas
Ángel ceroso en picada un pedrusco
chamuco diminuto
guijarro expatriado de los fondos marinos.

Y la memoria que era una diosa engañadora


una silueta que paseaba junto al lago

110 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
susurraba canciones con su voz de sirena
canciones de bromuro miliciano y tintura de yodo
que cantaban recuerdos de un mar helado
mar de bálsamo en dos presentaciones
untable y comestible
con olas de pomadas analgésicas
con granitos de litio
un alivio empaquetado.

Y yo sentía bajo los rascacielos


escuchaba sedantes alivios mentolados
alivios del tanto arder de los cirios
del crepitar frente a altares vacíos
en catedrales señoritas
en el crujir musical tristón
de las ausencias.

Pero la luz fue maldecida por su brillo


y fui ave marina gracia plana
gallo militar
buitre que me picaba las entrañas
ojo de pez
plumaje hecho de f lamas
ave de fuego.

Canto volcánico para hacer arder las madrugadas


humo pirotécnico en las barandillas

AG U S T Í N L A S C A Z A S 111
fantasma de ceniza en los balcones
pajarraco diligente encendedor de nuevos días
fuego perpetuo que no apagaba de tu canto
las palabras de hielo.
Y desde ese balcón fumaba sueños
encendía los bordes de cada día
veía a las tahonas parir a los hombres de mañana.

Desterrado del mar conscripto del oleaje


reo de todos los odios todos los olvidos
soy ave demoniaca una condena bípeda
una veleta de hojalata
el olor de carne humeante brasa epitelial
odio que hace arder los ojos transeúntes.

Cantar crujiente de las llamaradas


ávida daga cirio de una palidez nocturna
solecito buscador y rastrero quemadura pedestre
pies ardorosos calzados de harina
zapatillas inglesas calcinadas
escudo de una aristocracia agonizante una muerte de bolsillo.

Música matutina y asesina mueca


ojo de reptil O
ojo de ave O
ojo de pez O
ojo terroríf ico inmóvil

112 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
ojo eterno.

Ardor redondo que consume a los paseantes


Aquiles encendido
la eterna búsqueda de Héctor
del GRITO.

Toma el plumaje calcinante entre tus dedos


con tu mano maternal de amianto prof iláctico
¿no eres acaso diosa solar?
¿No es terroríf ico el poderoso serpentario?
Medusa de alabastro
tírame al mar
arder por siglos es un ritual que fatiga
arroja al mar esta piedra de fuego
como arrojabas en la antigüedad lanzas de estaño
mírame dibujarte un arco amoroso mientras caigo
escucha sobre el rezo del mar
mi despedida humeante
ve la posdata de funerario humo
que va al cielo
sin riesgo sanitario.

Descansaré eternamente bajo el oleaje.

AG U S T Í N L A S C A Z A S 113
AMÉRICA DE LA TORRE
El caramujo

Imagina el instinto de los f ilos, el asomarse de su brillo omnisciente: ahí a los


lados, detrás, hacia todo horizonte plagado de poemas silvestres diciéndole
al territorio el conjuro soberano de lo que ha de iniciar; sus aromas,
sus sonidos animales –zigzagueantes y f ieles para siempre– imagínalos
dando el mayor sí, acompañar y crecer y asomarse el cinturón de atalayas
encendidas en la madrugada, y reconquistar el día, a sus hombres.
el retraerse del tiempo preciso, su recuperarse en cada
emanación y proveer, en la pérdida de cada caña segada, el lapso extenso
–demasiado largo– que le toma a la ausencia tumbar diente a diente, tem-
porada a temporada, la escritura benévola, su estado de latitudes diversas,
su rostro revolucionario.
Cabellera en las sienes de una historia sin fuentes, imagina demasiada
muerte aquí, –tan lejos ahí– endulzándote la gran despedida a salpicaduras,
con sus brillos en tus planes del mañana –para ellos –los más desprotegidos-
imagina avanzar y rasgar a cuchillas los sistemas, trazarte Cabrera
pedacerías y deshilar las cuerdas de un sólo principio anterior a ser lo ha de
ser, y sin despojo alguno –porque nada puede nunca –y
con tus movimientos segadores entre el envés de las caras hojarascas, léeme,
que te lo deja ahora: esta cuchilla que ha sido de tantos, f inalmente hermano,
develó deshechos y empalmaduras, y aún con ella en mano de la historia,–y
no en la de estos solitarios cuerpos– hay que imaginarse que no tiene más
f ilo, no más estrellas fulgurantes ni sus idas y regresos en la osamenta que
dibuja el universo.
que andas en la casa de calderas, pero en verdad no estás
ahí; que andas en el viaje de otros, en la recuperación de ti mismo y que
las cosas no tiene origen Cabrera, que humean los
verdes hatos, la casa allá lejos y desaparecen nuestros gritos, las f lamas, y

115
poco a poco, las palabras enormes que nos atan a la mujer, a la casa y los
hermanos: Ahí la f icción de lo que se fue a otro lado, los senderos que se
alimentan –no del reburujo de las llamas–, sí de la iteración que tienen los
af luentes marinos -sin decisiones-, el renacer que se arrastra sobre la arena
en una sola nota, y ahí, frente al borde de tu silueta acunada entre la espuma
del oleaje, serás testigo de cómo el tiempo soluciona la partitura del día, te
encontrarás con el silencio a ojos abiertos, con la impresión acaracolada y
majestuosa, la nueva memoria, su peregrinaje hacia un colocamiento, que
desde los múltiples ref lejos de un cristal que estalla, y que se incrusta en sus
propias sombras –y diluye en sus pupilas la textura de nuestro darnos-cuenta
de lo que hay aquí ahora–, si acaso en la longitud inacabable de esa especie
de escritura que cada año deviene menos inscripción, más arañazo en las
cáscaras rizadas de las cañas- vas a aullar con los frutos que hoy andan
ciegos, apaciblemente masticados, y exégeta –la cuadrícula de tu camisa
entre las rocas a medio hundir–, sien con sien, vas a déjales la incertidumbre
incalculable, poderosa, de volverte con el futuro una partícula, una múltiple
renuncia en la des-certeza de esta trama:
Hay una cámara sobre otra y otra; un tiempo que desciende y sube y cru-
za de un caramujo a otro mientras tu tórax henchido desciende, se ancla en
la profundidad y aún pulsa al ritmo del mar; van tus pensamientos ahí; ahí tu
vestido enredadera en una de las magníf icas vueltas que espiralean; va el ojo
izquierdo de tus huesosos días también, el que se ha reconocido a sí mismo
incrustado en el movimiento, y ahí en el avanzar, el derroche de lo que nunca
se detiene a su lado sigiloso y megapoblado de poemas. Sí, hablo de la mejor
donación: des-tiempo a Silvano, pre-tiempo a Santiago como cuando tu solo
te vas tras el misterio que dibuja un fragmento del ahora, en una máscara
divina que intenta desvelarse desde dentro a sí misma:
Imagínate el ojo soberano de los dioses ahí, un prisma inacabable que
lo ha absorbido todo, inhalado todo hueco detrás de las cavidades y aún

116 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
con ello, segregando espacio, agujera el axis mundi donde ahí Cabrera te
acuclillas y levantas suavemente un caracol anciano acunado entre la tierra:
el silencio se arrastra: el hoyo que queda impreso sobre la arena dibuja
nuestras boca y en ella lo que ha quedado inconcluso frente a la realidad en
el plantío, los restos que aún hablan como un único hombre que avanzara
hendiendo la caña y con las cuchillas dibujara una geometría que desde el
cielo es el pedacito que dios persigue desde siempre : nostimon emar.
Imagina que dios ya se ha hecho adulto y llega el día en que él sea
quien enciende la vela, en tanto los hombres compran hilazas de colores y
bordan ahí, sahúman y extienden hacia el futuro una manta donde ponen un
cuerpo inerte que lo cubre y separa para siempre de lo cotidiano; y luego que
queman con aquella f lama el imperio que el ingenio del tiempo ha generado
y lo purif ican, así, ahora imaginando que crean el espacio fuera del tiempo y
ya sin fronteras, libres, imagina tú, que me enseñas a navegar al costado de
un tiempo más de un espacio más, donde los ojos divinos ya no parpadean.
Ahí nuestros hijos poderosos insubordinándose a la historia, atando nues-
tra identidad en un nombre colectivo ahí, de frente, miramos al trapiche
esperando los frutos segados, las cañas ahí atadas, anudados los cuerpos,
lanzándonos al río la atadura de los años porque en ello va que debíamos
dejar ceder los cálculos; toda posibilidad se venga a ser su misterio:
Mira cómo se mece y regocija un cardume de torsos maduros –ya se
abraza Silvano, Cabrera y Santiago y tomados de la mano –como aquél día
lejano en el pequeño embarcadero que ensayaron cientos de veces su salto
al estero-, los cuerpos de la cañas se lanzan y se hunden, sólo un momentito,
cierran la distancia que hay entre los ciclos de aquí, de allá la vida del trapiche
que cumple caramujo tras caramujo, una huella dactilar enarenada, y así, ahí,
invencible ceniza del silencio de los dioses,
luego de la gran quema.

A M É R I C A D E L A TO R R E 117
RUBÉN CHÁVEZ RUIZ ESPARZA
Lluvias

¡Cómo me persigue! Su dulce encaje, sus hilos


que penden y nosotros hojas de té, escurriendo
la ventana, en una estampado de cera y perlas.
¡Cómo y con qué seguridad nos roba si estamos
muy adentro y ya corremos fuera! ¡Gotas azules

y gotas verdes! ¡Redondas lluvias! ¡Tallos nubes


y f lores que juegan a ser ligeras! ¡Vamos, música!
Me lo canta y ocurre ser la otra acera de la calle
y me lo dice y salta de la puerta lo que hablamos
y acaba de abrirse y nos besa y hasta cielo arriba

de los ojos de todos, nos cantan lluvias. Llueve


el haberte conocido, los dedos del niño son estas
borrascas, los dedos de las niñas están devueltos
a su condición de risas y júbilo. La casa llenada
de blandos dibujos es una bandeja que tambalea

119
entre las manos, entre el peine que peina la lluvia,
entre las sábanas blancas caídas de la mañana.
¡Cómo me parece hasta hechizado! ¡Cómo si es
estrecha la escalera donde solo pasa uno y mira
que subimos dos! ¿Vienes conmigo en mis brazos?

¿Vienes silenciosa, irresistible, apenas desprendida


de mis propios ojos? Adelantas, Corazón, rodeas
camino hacia la hora plena, donde puedas contar
con la mirada, los hilos de arriba y los hilos abajo
de estas velas, los hilos del vapor, los hilos aliento

de nuestra nave que es también la costa, el viaje


y el destino. ¡La casa mudada a lluvia! ¡Ésta casa!
¡Que cómo ha de perseguirnos! ¡Mira sus ventanas
qué abiertas y qué pulgares extendidos y qué son
largos sus dedos índices y cómo cabemos los dos

en estas anchas palmas! ¡Qué ventanas, Amor,


donde atraviesan pájaros y nos cantan y cantamos!
¡Aquí! Es la f lor que acaba de abrirse y entonces
coincidimos de un salto. F lores en esta f lor húmeda.
¡F lores y pájaros! ¡Pájaros y cantos! ¡Mira! Es cierto

120 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
que no llueve y sí llovemos.Y hay un tercero aquí
que justif ica la certeza. Un otro que es el primero
donde tú y donde yo somos un verso sobre aquello.
¡Cómo, si no, es más lustroso y me resbala y juega
a caer de los tejados de la espalda y se encharca
y toda la habitación es ya un cuadro de acuarela

donde una campana, un silbato de tren, y las risas,


nos cuentan sus secretos antes de que derrumbe,
que pase de pan a cuerpo, del vino a los besos,
esta noche sin lluvia y lluviosa por nosotros, noche
donde secamos los cabellos, de los ojos de todos.

Con quién, con qué. Es hora de soñar la lluvia,


llenar la jarras por f in, por bien nuestro, soltar
las tres lilas del vaso y dejarlas, sí, derramarse
en la mesa, dejar que sean las chispas alegres
y posen por turnos a la fotografía de tu sonrisa.

¡Qué viene! ¡Se ancla! Con una enorme L dobla


sus trazos y escribe a la luz de los relámpagos:
¡Llueve! ¡Nos llueve! ¿Y cuál sería la diferencia?
Si bien vista, más cerca o más lejos, viste igual
como hecha a la medida, como de no quejarse

R U B É N C H Á V E Z R U I Z E S PA R Z A 121
de haber nacido de ti misma, nube pronunciada
y nube que tiene pies sobre la tierra, es nube
al que se le aproxima un incendio de socorro,
es nube de otra manera en llamas, un susurro
de lobo a las ovejas, donde el amor se apuesta

mil a uno, y gana, gana siempre. ¡Y con qué!


Con decirle No te dignes contestar.Y mejora
esas manos por las ganas de levantar el vestido.
Y simplemente adivina bajo cuál letra y palabra
están huyendo a hurtadillas los malos deseos.

Con quién. Con una L reluciente, doble lluvia


vista una vez en la vida. Derramada a la luz
de los relámpagos. Chispas alegres de sonrisa.
Acometer la lluvia y llenarme. Por f in, por bien.

122 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
II

El Cielo destella sus hilachas.  Acampa gris


y violeta.  Anchas plumas labradas de luces
de todas las aves. Rompe su pecho. Dique
roto. Dique de ojos inclinados. Los llorosos
sienten su fortuna dilapidada. Nunca así. Es

el cuerpo extenuado por donde pasan mil


cosas rumbo del mar. Pasan vidas en vida.
Pasan mil y queda una. Refugio de jardines.
El Cielo se alimenta.  Alterna sus dos hileras
de dientes. Muele vientos.  Arremolina luz

y luz y luz.Y luz de nuevo devorada. Diente


cada nube. Diente los pechos. Diente falda
y diente medias. Diente el rostro y los cabellos.
Cielo es un tumulto de banderas desplegadas.
Cielo pierde sus pisadas suaves. Echa a correr

con la excitación quemándole la cara: ¡Lluvia!


¡Lluvia! El dique roto. El repique roto. Canta
el eco largamente guardado. Canta su fuga
sobre vías de violines. Sobre aves de rojizos
picos. Sobre el vendaval las miles al pasar

R U B É N C H Á V E Z R U I Z E S PA R Z A 123
se quedan una.Vida una.Vida el Cielo gris
todo estallado.Vaciado todo. De Cielo y gozo.
Siempre esta manera de traducir las inútiles
y blancas, las desnudas de sabor repentino,
las de Ustedes a Nuestras, las no marcadas

y las dolorosas de leerse bien, acomodadas


a medio camino entre vida y arte, a engaño
y apariencia de cuidado. Siempre las oscuras
del ombligo sin relieve, del ombligo pintado,
como si miniaturas locas de personas locas

quisieran, en un puro acto de voluntad, ser


de esta manera, acurrucadas entre los dedos
también blancos, y también un tanto inútiles.
Y a esos dedos.Y esas que no digo. Ocurren
a relevo de lilas y rosas, de unas presentidas

presencias con nombres esculpidos, centrados


en el centro de la boca.Ya no lilas ni rosas.
Ya no f lores ni dueñas de f lores.Ya suaves
a fuerza de caricias. Punteadas como lápices.
Puestas y sobrexpuestas. Blancas sin blanco.

124 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Las de Ustedes a Nuestras. Familiares de una
que fue como la primera palabra. Semejante
a una con sabor como a pera, como a lluvia
que llega con la cabeza baja, como lluvia sola
e imperdible e inadvertida e inmensa y sí, sola,

tanto así, aunque venga uniformada de navío,


será dicha con otra lengua, siempre traducida
a blanca, a desnuda, donde nadie está cubierto.

R U B É N C H Á V E Z R U I Z E S PA R Z A 125
III

De mi boca tomaba tu boca. De la tarde eras


cada una de sus paseantes. Me oigo y no es
mi voz.Yo no hablo. Ésta, mi boca equivocada
con palabras tuyas, ensaya sumergirse, nadar
a escondidas de la gente.  A reír de mi defensa

que abandona todos los f lancos. Que me saca


como a un canario de su jaula. Dice: ¡A volar!
¿Pero cómo volar si no es tomado de tu boca?
Un acto exige ser recompensado. Concebido
párpados adentro, al ritmo denso de pupilas,

en chapoteo de aurora, horadada, hora dada


en inhalación como neblina. Las lluvias pasan
con el miedo y solo con el miedo permanece
su visita ¿Y a quién quejarse? ¿A qué se trepa
este aire de orgullo, a dónde colocar la vista?

¿A dónde vas, máscara tan estrecha al rostro?


Quédate. Quedan brazos en cruz. Queda cruz
para el reposo y brazos de regreso a la tarea
de los conjuros. Escribe. La ciudad concebida
se prepara, en el fondo tuyo el mío, ahogada

126 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
la gente que desf ila, ahogada en los ladrillos
y en la espuma asfaltada.Y aguas ahogadas
en párpados adentro.Vagan en lo más duro
del principio de jornada. Saben que escampa
afuera y cierran un poco ese escape. Lágrima

que pudo mantenerse es lágrima que pliega


las palabras. Dobla.Y doble lado de los gestos
concebido acto de lengua y pupila. Mira. Dice.
Al nombrarte su lluvia, no llueve menos.

R U B É N C H Á V E Z R U I Z E S PA R Z A 127
RODOLFO MEZA DE LA CRUZ
Fragmentos de El Gólem

A Aurora Artemisa Morales Rábago

(Y un agradecimiento enorme a Annie Smith)

I.
[“Ella y sus Demonios”, fragmentos]
Ella habla dormida con sus demonios, les cura las alas, les sutura su
desquebrajado destino; atraviesa los cuarzos para ponerse de pie,
mientras se irradia en un coro de silencios, mientras articula letras
antiguas con sus movimientos en la cama, ausente, junto a un cuerpo
que la sueña...Y se mira a sí misma desde un gato...

II.

Felina deambula por los tejados de una ciudad en ruinas, en ruinas


inversas, junto al agua que corre todavía por los acueductos, pese
a que las bases de sus arcos ya son pedazos de vientos, donde los
campanarios f lotan y las yerbas crecen bajo bustos que antes fueron
estatuas... Bajo el techo donde ella duerme tan sólo hay dunas,
sábanas de polvo que lentamente quito a caricias, hasta bruñir, las
tenues venas en su pecho que prodiga una luna roja que late sin sol,
sola...

129
III.
Ojalá duermas,
pese a los yermos muslos que imploran unas notas de lluvia,
o al menos lágrimas escritas en alguna lengua huérfana de sol;
que duermas junto a mí,
aunque ya no abra los ojos,
ni aun a voluntad de las navajas...

IV.
La mitad de ti es de llamas; la otra, de hondas sombras,
y me pierdo en las f iebres de ese suave limbo,
en esa cicatriz que junta el cielo 
que se viene abajo 
con las nubes de hielo...

V.
Tu cuerpo ondula solo como un blues
a la orilla del río que lo toma
por asalto, por Dios, o por amor o por piedad
o qué sé yo...
Es el río el que ondula con tu cuerpo...

130 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
VI.
... Pero eres mar, lo sé, porque me hundo
y te rompes y me tocas al oído
y no he tocado fondo.
Y yo soy tan desierto, condenado,
tan ebrio de mujer,
tan ebrio
de esa lluvia secreta en re menor...

VII.
Porque me haces romper mi palabra y se hace un grito,
el barullo de todos los que he sido,
me haces romper en costas y en costillas que me arrancan
y que siempre han de ser tú.
Y, en f in, me haces romper en lluvia y en botellas,
esa costumbre azul y a solas, y olas, de morirme...

RODOLFO MEZA DE LA CRUZ 131


FABÍAN MUÑOZ
1:47 a.m.

La penumbra de Tijuana
es una hiena herida
que sangra la frontera,

camino por la calle


Coahuila, entre charcos
que brillan a ratos,
y al andar
me topa un coyote que ofrece una línea de soda,
o crack, o unas niñas, todo en dólar,
mientras,
las paraditas en el quicio de la noche
son el hambre y frío
en espera de su cliente.

Doy un trago a mi cerveza y la calle es un antro


y cada puerta es un table
y a unos pasos
en el Hong Kong
disfruto un paraíso
de consumo mínimo.

133
Dentro, ellas bailan desnudas sobre la pista,
bañadas en crema batida
sus lenguas se exploran,
y el griterío de gringos que nunca faltan
incendian el lugar con las divisas,
Ahora una le lame el coño a la morena,
el turista se toma la foto instantánea para el recuerdo
besándole las tetas a una rubia,

Madonna canta algo que no recuerdo


y la gringa que bebe a mi lado con sus amigos
se desviste para iniciar el mejor trío sobre la pista,
doy otro trago
a otra cerveza,
y pienso, dios,
cómo pude perderme de esto antes.

134 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
15/25

En el volante se leía 15/25


y le pregunté qué vende,
es 15 bucal y 25 vaginal,
yo lo llevo con las minas, dijo.

La noche en Corrientes humeaba


de verano y
el viento moría de gaviotas negras,
no lo pensé mucho y asentí.
Sígame,
y caminamos dos o tres calles
y luego a la izquierda,
el Obelisco se perdió a lo lejos
sin cerveza alguna,
y el tipo andaba
como quien cree
que va a un lugar seguro.

Llegamos al f in,
el edif icio era un ruinoso
pasillo de hospital

y entramos.

FABIÁN MUÑOZ 135


Ahí estaba una puerta
en el noveno piso,
ahí una mujer de senos tristes.
Quince, preguntó ella,
pagué,
y sin más,
ya éramos la oscura habitación
con lucecitas rojas.

Abrió mi bragueta
y cerré los ojos,
mi pene navegaba su boca
mis manos en sus cabellos
las suyas en mis piernas
bajaban
y
subían
despacio
hasta trazar mis nalgas sobre el pantalón
hasta delinear
con su mano suave
mi billetera.

Abrí los ojos.

136 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Cerro F lorida

Bajo por el Cerro F lorida


con el mar en los ojos,
navego de infancia
enramada en callejones
que verdean sus murmullos.

Se escucha un trinar de tejados


teñidos de cobre por las lluvias.

A lo lejos,

un taller es estruendo de metales

y los niños suben el monte

sin prisa
de regreso a casa.

Ahí me veo
uniforme azul
y la inocencia
intacta

FABIÁN MUÑOZ 137


con mi tropa de hermanos
en la mesa del hogar
y una alegre soledad
de las cañadas.

Voy por callejones


que se mezclan
con el aroma feroz
de los trasatlánticos,
y mi voz ya no existe
sino un rumor de olas
que se rompen
sin f in
contra estos muros.

138 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
FABIÁN MUÑOZ
ÓSCAR SANTOS
Debajo del trapecio

Los demonios se mecen debajo del trapecio. En su madriguera de vien-


to se solazan con los giros del deseo:
Una mujer se balancea entre los mástiles del barco. Gravita en torno
a las llamas y a las velas como quien decide entre ser tormenta o
incendio.
La nave crepita sobre el mar.

141
Hijas

Hay un balanceo sutil en las palabras que las novicias dicen. Un deseo
no confesado por gritar dentro del templo. Una terrible ansiedad que
se encarna cada noche entre los mantos.

Estas mujeres no miran a los ojos.


Se descuelgan de los más altos éxtasis sagrados cuando un temblor
imperceptible las hace gemir cada mañana.

Las solitarias acróbatas de Dios alzan el vuelo.

142 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Navegación

Esta es la fascinación del equilibrio. La interminable escena de un


giróscopo que lleva a la nave entre los chubascos vespertinos.
Las fuerzas del mar concurren sobre el casco. Como el lugar geométrico
que atrae sobre sí mismo al peso del océano y sus criaturas.
Capitán reposa en el timón.

Ó S C A R S A N TO S 143
Amanece

Me escuchas con el dolor del polvo


que se arroja hacia los vientos errantes
mientras comenzamos a poblar
nosotros mismos
a las naciones del miedo.

Otros vienen a hacernos conocer su nombre.


A hacernos tomar su cuerpo
por los bordes
y ascender a la morada del incendio.

Asumimos nuestra extraña condición


de forasteros
mientras la mañana se desteje a solas.
Comienzan a caer de sus pedestales nocturnos
los últimos sueños de la aurora
y descienden las palabras
a beber de nuestros cuerpos.

Despacio se fundan
las primeras estaciones del día.

144 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
(Las fuerzas de defensa de Israel bombardean Líbano)

Una abeja se ahoga en mi vaso. En la radio el locutor anuncia que


han bombardeado nuevamente un edif icio lleno de civiles. La guerra
esparce su enjambre por el aire y otra vez los muertos son los más
pobres. Los más pequeños (dice que han encontrado los cadáveres de
45 niños). La abeja que se ahoga en mi vaso se agita levemente. Los ojos
azulados del insecto miran en todas direcciones. Derramo el agua en el
césped para que el sol seque sus alas.

Ó S C A R S A N TO S 145
(Criaturas imperfectas)

Ahora que recuerdo el árbol de la infancia tenía siempre algunas ramas


secas. No importaba que en marzo de cada año fuera azotado con varas
de membrillo o que al llegar la pascua un talador viniera a cortarle las
mismas ramas siempre.  Al árbol de la infancia [quizás un pino o tal vez
una acacia] le crecían de nuevo primero como tallos.
Después eran bastones cubiertos por un vello tenue casi un pelaje
y que morirían antes de junio.  Al jardín lo alfombraban siempre esas
vainas pequeñas y curvas que en la araucaria [ese era su nombre]
pretenden ser las hojas. Mi madre por las noches acerrojaba bien las
puertas. Quería dejar afuera el ruido de las vainas al quebrarse bajo el
peso invisible de un porvenir que [ahora lo sabemos] traería pronto la
muerte. En la mesa tres tazas vacías. Una silla apenas arrimada al borde
y ella de pie [siempre de pie] poniendo algo al fuego [cualquier cosa].
Esto que digo lo veo claramente [sin defecto] en la memoria.Tal vez es
el recuerdo que se han inventado los años. Una manera distinta para
atar las alas del pájaro cruel que anida en el ventrículo derecho [el del
rencor, el de la ira] o un sueño.

146 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
(Escape de Creta)

Regreso al principio.  Al primer día en el mundo. Y lo que veo es una


nube emanando de un pocillo. Y lo que huelo es el té de yerbabuena
para el cólico de mi madre. Hay, además, un sonido leve. Un tímido
arrullo que proviene de afuera. Yo no lo conozco y sin embargo sé
que es el ulular del sol cuando amanece y sólo los oídos más jóvenes
pueden escucharlo.Y lo recuerdo todo. No el parto. No la larga noche.
Más bien el otro sol y las otras nubes. El calor derritiendo la cera.Y las
plumas desprendiéndose.Y el alto oleaje alrededor del risco.

Ó S C A R S A N TO S 147
Escuché decir que los mismos vientos que mueven al

cosmos son los que me mant ienen f ija al mundo. Que existe

algo microscópico que me ha atravesado el cuerpo y me ha

dejado clavada para siempre en la infancia. No comprendo

eso que dicen. Lo único que sé es que este lugar no deja de

crecer y tengo miedo. Miedo de que algún día, al despertar,

me vea envuelta en una sábana enorme y mamá no pueda

ya encontrarme.

Ainagul Aksuatsky: 6 años, dejó de crecer desde los 3.

148 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Una aguja. Una hebra. Una mano invisible teje una costura

entre tus piernas. Hubo un hijo en tus sueños. Una

posibilidad. Una caricia en el rostro del futuro. Hoy crece en

ti algo distinto.  Algo que también lleva tu sangre pero que

habrá de devorarte. La serpiente hace nido en tu cuerpo.

Nastya Eremenko: 7 años, cáncer uterino desde los tres años.

Ó S C A R S A N TO S 149
JOSÉ LUIS JUSTES AMADOR
Poemas de San Rafael

I. Nunca juegues ajedrez con una chica que antes haya


besado a alguien que no te llega ni a la suela de los zapatos

Sigo a autores como Anscombre, Ducrot, Bajtín y Charaudeau.


(Adán Brand)

Y la sospecha al menos, de si acaso en el lecho de Proserpina habría


de dormirme bien.
(Fernando Pessoa)

mueves sin prudencia las piezas


apuestas por molestar a la dama
y cruzas de repente
con un alf il el tablero
jaque mate

como un puñetazo en el pecho


literalmente

151
II. Y la chica que tan apasionadamente te besaba anoche
en los bares al llegar a tu cama se acurruca hasta quedar
dormida como una niña pequeña

He luchado contra el alba.


El alba me ha repelido.
(Josep Palau i Fabre)

No culpéis a nadie del derrumbamiento del hombre.


La entrega estéril de la palabra, don
de los antros, cuando la noche.
(Pere Gimferrer)

buenos días dice el pájaro


el taxi también

hasta mañana, el deseo

III. Y la curva del sofá me recuerda el modo en que no


encajan las cucharas en la cocina o la tristeza del último
cigarro sin voltear

Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo


cual es cierto.
(Alejandra Pizarnik)

no quiero no quiero no quiero no quiero decías


y además es imposible

152 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
IV.  Ayer alguien puso en la rockola de la cantina “We
could have danced all night” y, en efecto, podríamos,
pero ya no me llamas

La kalokagathía, que únicamente se presenta entre los griegos, es un


concepto semimoral y semiestético que consiste en una fusión de la
belleza y el bien.
(Raymond Bayer)
«Dosis sola facit venenum»: sólo la dosis hace el veneno.
¿Por qué se ríe usted?
(Amélie Nothomb)

la noche es un idioma extranjero


una colección de dios sabe qué

la noche es un teléfono silenciado


una conversación siempre aplazada

bailan los planetas en su esfera


mientras canto como sin mañana
la noche esta noche es del color

del que pintarán tu reja


al producirse el milagro

JOSÉ LUIS JUSTES AMADOR 153


V. San Rafael es una muchacha que duerme vestida

Lunas, marf iles, instrumentos, rosas,


lámparas y la línea de Durero,
las nueve cifras y el cambiante cero,
debo f ingir que existen esas cosas.
(Jorge Luis Borges)

que sueña con serpientes y escaleras,


con juegos de palabras nuevas
y algunas recién aprendidas
tan diminuta
tan ajena
tan frágil
tan tú
sí, tú

154 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
VI. Este paisaje desolado y lunar solo recuerda que en
algún lugar que en cualquier otro lugar debe haber un
balcón abierto al valle al este

Como buena noticia sobre un corazón triste


(Luis Franco)
Como el gallo profetiza en las entrañas de la noche la
proximidad de la luz
(Luis Franco)
He envejecido dentro de tus ojos
(Antonio Gamoneda)

me enseñaste una sola fotografía


del lugar ese al que no iré

y ya lo echo de menos

JOSÉ LUIS JUSTES AMADOR 155


JUAN CARLOS QUIROZ
La hermosa

La hermosa ha venido a visitarme.


Se ha desabrochado el pantalón y se ha quitado la blusa.
Modula el timbre de su voz.
Me llama bruto, insolente, me ordena que me meta
entre sus piernas.
Es la tarde entre las nubes.
Es el río turbio.
Es la lluvia.
Entonces, entre el gemido universal de la carne
un ref lejo de esperma se desborda.
Es el poderoso vaivén mojando la pulpa deliciosa.
Después, una oscura embestida del silencio confabula con el tiempo.
El furtivo lenguaje del desprecio se ha apoderado del instante.
La bienaventuranza del amor se desvanece.
La hermosa me llama bruto, torpe.
Se viste, cierra la puerta
y se va.

157
El poeta de la casa

Escribo versos porque en mi casa no me dejan hablar.


Por ejemplo, cuando hablo de la rosa, del fuego,
o del profundo giro del vuelo de un pájaro,
mi sobrina Ana, que tiene el pelo largo y negro y los ojos hermosos,
me dice: “¡Tío, ya cállese!”
Después, cuando describo la misteriosa profecía de las aguas del mar,
mi madre me dice: “¡sh sh sh sh sh...! por favor,
mejor deja que hable tu hermano”.
O cuando menciono la intensa melodía que gira encima del universo,
mi hermano Martín, que le tiene un enorme pavor a los ratones,
dice: “¡Ah, ya va a empezar éste con sus tonterías!”
Es por eso que escribo versos, porque en mi casa no me dejan hablar.
Y aunque los publique,
casi nadie los lee.

158 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Cántica

El día que murió Pavarotti, las mujeres tiraron sus prendas al suelo.
Desnudaron sus cuerpos al compás del alba.
Temblando de rabia, con lágrimas limpias
lloraron a la orilla del mundo.
Mancillaron el día. Pisotearon la noche.
Elevaron plegarias de un viejo misal.
El día que murió Pavarotti, todas las mujeres
mostraron sus pechos al cielo.

JUAN C ARLOS QUIROZ 159


Isaac es bueno en matemáticas

Isaac y los numeritos se pelean por la tarde. Para María implica una
[tarea difícil.
Diez para llegar a cien, cien para llegar a mil. Cien y dos más treinta,
treinta menos dos. Dos y dos. El resultado parece sencillo.
Y así lo es. Mil para llegar a cien, es igual a Isaac comiendo un helado.
Cuatro para llegar a nueve, es igual a Isaac jugando con una pelota.
Tres para llegar a cinco, es igual a Isaac creciendo feliz.

160 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Simona

Y te preguntabas Simona cuál era la magia del amor,


del instante embravecido en medio de tus piernas.
De aquel húmedo silencio teñido en tus labios
por el roce de otra lengua.
En el Río San Isidro, Simona, sí, en el Río San Isidro buscabas y buscabas.
Hincada encima de las yerbas, inclinada con tu cuerpo boca abajo
sentías adentro la verdad. Moviéndose tu voz con las ráfagas del viento.
Oyéndose tu luz. En el fondo de la tarde, Simona, eras tú misma
la pregunta y la respuesta.

JUAN C ARLOS QUIROZ 161


Un mundo feliz

Esta es la felicidad del hombre.


Aldous Huxley

Juan calibre 22 murió a los diecinueve años con una bala incrustada
en la parte superior trasera del cráneo,
y otras diecisiete más esparcidas por todo el cuerpo.
Amó a Lucía madre de Perla, niña de tres años que ya no tiene papá.
Juan jamás comprendió por qué su madre murió cuando él era un niño,
o por qué su padre nunca lo llamó hijo.
Juan calibre 22 jamás entendió, así como tampoco entendió Rosa María
de quince años el por qué Juan la violaba.
Así como tampoco Doña Patricia comprendió
por qué su hijo Pedro moría por una bala de Juan.
Y yo me preguntó si en este poema el destino fue justo.

162 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
El relincho

Qué patas, qué escamas, qué desastre.


Rubén Bonifaz Nuño

Relincho como potro amarrado cuando miro tus piernas.


Bramo, gruño.
Golpeo la mesa,
arrojo la silla y los platos.
Camino de un lado hacia otro con una pierna temblando.
Brinco como chango sin hembra,
maúllo, grazno.
Despierto,
y aún no amanece.

JUAN C ARLOS QUIROZ 163


XIV

Aquí entró una mujer


jamás supo cómo salir

164 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Concédeme Señor
el miedo
y la discordia

haz de mi nombre
un salterio

purif ica
estos ojos

estas líneas
que arden en la tinta

Señor

déjame hundido
en esta imagen terrestre

que mi deseo por la ansiedad


sea una cuerda colgando

un ave
un trazo

que sea
el más incandescente
de todos los ref lejos

JUAN C ARLOS QUIROZ 165


SOFÍA RAMÍREZ
Ave y nada
(Nuestros últimos padres)

Pero ya aquí, donde aún cantan los grillos,


cuánto silencio bajo esta luna.
Umberto Saba

Ella
Sobre los huesos de los muertos Ella fue creciendo, sin ninguna rosa
que sentir, sin ningún recuerdo que contar. Caminó cultivando sus
lágrimas en el desierto y buscando la luz sin estrellas. Un día cayó sobre
el lodo y no pudo volver. Su cuerpo se inundó de mar, su rostro se
manchó de incienso y velas. En sus piernas hay un siglo de maldiciones
y su pecho abriga la traición del viento. La tierra le prestó un nombre,
y el fuego, sus ojos.

167
Cada amanecer
Como un pequeño ángel, Ella recoge la lluvia con su túnica y desenvaina
su espada destructora cada amanecer. Sigue el silencio de la luna y los
grillos anuncian que Él está cerca.

168 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Él
Cuando Él escuchó el canto de la alondra supo que Ella había llegado.
No la conocía, jamás la había visto, pero en los libros de sus ancestros
se dibujaba su rostro. La esperaba como el necio espera el crepúsculo,
sin moverse, sin tocar siquiera el agua. Sabía que se reconocerían como
en el espejo y se sentía cobarde con esas manos heridas y ese sabor a
tierra seca en la lengua.
Así la esperaba, como quien espera el río que no conoció la arena.

SOFÍA RAMÍREZ 169


Ella y Él
Ella parecía tener árboles plantados en los pies y lamentaba esa tonta
manera de ir creciendo. Él tenía dos alas enormes que no sabía utilizar.
Ella era una dulce alma de ojos azules y manos tibias. Él no creía, por
eso vivía acosado por el movimiento de los peces en su cuerpo. Ella
hubiera querido entregarle sus ojos y salvarlo.

170 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Los pájaros
Ningún pájaro encontró refugio en sus entrañas y Ella maldijo una y mil
veces al dios que moría en los inviernos.
Algún día el cielo negaría el secreto.

SOFÍA RAMÍREZ 171


Él y Ella
Él sembraba rosas y Ella paría una tormenta en sus cabellos. Él dibujaba
lunas cada noche en su cuerpo y Ella borraba el día con esas lunas
y sueños. Nunca hubo más tristeza en noches tibias y días soleados.
Había muertos en el fondo de la tierra que pedían ser arrojados al mar.
Entonces Ella era agua y Él se confundía con las piedras.

172 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Los niños del atardecer
Llovía y los niños del atardecer se refugiaban en el hueco de sus faldas.
Ella los dejaba buscar secretos en su cintura mientras lloraba el olvido
de sus padres. Entonces cada niño gritaba “Muerte” y Ella bailaba y
bailaba pidiendo un perdón inmerecido. Él resurgía de entre las piedras
ahuyentando la f iesta y Ella caía herida de gozo.
Estaba rodeada de grillos.

SOFÍA RAMÍREZ 173


Los niños y los muertos
Hay un espejo entre las sábanas que recupera los sueños de los niños.
Ella descubrió que podía morir cada otoño y esconderse entre el
cementerio y el bosque. Él le prohibió jugar y los niños huyeron una
vez más dejando atrapados cientos de grillos.
El viento encontró una mujer arrodillada, lejos de su casa y del
bosque.

174 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
El f in
Ella creyó que su casa estaba entre los muertos. Ella sabía que era
hermosa y dejó que sus manos la tocaran. Y los muertos saborearon
sus manzanas secas y bañaron su musgo que f lorecía.
El rocío refrescó su azul desnudez y Él adivinó que no fue
suf iciente la leña y el fuego.

SOFÍA RAMÍREZ 175


PATRICIA ORTIZ LOZANO
Poema del libro Sitio de sombra (1997)

Esta es mi casa.
Ahora llueve.
Llegan a mí los sonidos distantes,
el olor a viento que es difícil de encontrar.

Afuera llueve,
veo pasar mil pájaros
con un rostro de lejanas rutas,
al pasto teñirse de luces
y a mi imagen corriendo y ocultándose.

El cuaderno es agua.

No intento escribir sobre la lluvia,


es sólo que la lluvia me conmueve,
que miro desde arriba
y siento que caigo desde mi propio cuerpo.

Nadie escucha.

Adentro me esperan mis historias,


a través del cristal el cielo ríe.

177
Un río corre hasta volverse eco,
mis ojos parecen contemplar el mismo punto,
desparezco mientras la noche es un grito en el oído.

El cielo palidece,
se deja ver la lluvia.

Estoy suspendida,
mirando,
durmiendo,
un ave me asusta,
escribía algo que ahora no recuerdo,
algo incierto sobre la lluvia
y su manto de arena
y sus doce ojos
y la ciudad que la atormenta,
conversaba de la lluvia y de su cementerio pálido,
de la lluvia que ahora no recuerdo,
que sólo fue un solo presagio,
de la lluvia.

178 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Poema del libro El otro mar (1998)

Entonces el fuego se proclamó vencido.


En su lengua ref lejó
los secretos de los peces
que en el tiempo de las aguas se volvieron uno.

Proyecta tu rostro,
sumérgete en la piel del mundo, toma cada parte,
olvida, olvídame,
tú sabes los secretos de mi nombre,
vuelve a mí tus ojos de fuego, tu lengua de sal
que fue mi cuerpo.
No seas la herida. No la sangre que ahora tengo.

Entonces el pez abrió mis ojos


y proclamó su primera victoria sobre el fuego.

PAT R I C I A O R T I Z L O Z A N O 179
Poema del libro Casa de lluvia (1998)

Hay una casa que siempre está vacía.


Tiene un silencio que cae por sus ventanas
y es el dolor quien lo descubre en los rincones
y pinta los muros con su lengua de miedo.
Por eso quienes caminamos por las noches
encontramos bocas en jarrones y en lámparas.
Dejamos nuestra piel en los espejos,
comemos luz, siempre en busca de puertas.
Sin despedida colgamos la retina en la escalera,
para volver al silencio que fue nuestro
antes de habitar en esta casa.

180 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Poema del libro Memoria de la huida (2009)

A los cobardes que no tienen ojos


a los que esperan una vida para sentir un cuerpo
a los que nunca han probado la savia del amor
y su región oculta.

A los que tienen la sangre erosionada


y sobre lechos apagados
escupen su manif iesto último.

A esos que no han visto por mis córneas


y que tal vez no saben
de la sed y de los ríos que me colman
cuando mi silueta oculta los destinos
de aquellos que levitan y que lloran
en el delirio primero de su origen.

PAT R I C I A O R T I Z L O Z A N O 181
Poema del libro Memoria de la huida (2009)

Desde que la quietud lanza sus redes de arena,


desde la densidad que nos hace sordos,
tiramos al abismo nuestras ropas falsas,
para quedar así,
para tocar de nuevo y devolver la piel.

Ahora ya no queda de nosotros sino la carne envuelta,


sino las aguas mansas y su legión de espectros,
sino la sangre que se derrama sola
y se disuelve
entre los labios.

182 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Estratega del olvido (2009)

Esperar sentada las señales


y saber que de nada se tuvo la esperanza
que nunca surgió lo que se fue gestando,
sin posibilidad de ponerse de lado frente al viento
para sentir su bofetada mortal
y soltar el rumor que inunde cada esquina
y de nuevo la bofetada sorda que no duele
pero lanza la pizca de fe que nos conmueve
y nos vuelve estrategas del olvido.

PAT R I C I A O R T I Z L O Z A N O 183
Árbol de sangre (2012)

Yo buscaba un árbol
con la silueta de tu sombra
que pudiera ver desde mi ventana
y alojara a los pájaros del sueño.

Hay un árbol de sangre que custodia mi casa.


Esta mañana llegó un viento fuerte
sin forma ni medida
un viento inesperado que destrozó el árbol
partió sus ramas y penetró sus hojas.
Fue una ráfaga violenta
que trajo a casa tu aliento destructor.

Nunca quisiste al árbol


no cuidaste de él ni de la casa
fuiste un soplo brutal que dejaba todo en
ruinas.

De furia era tu paso


pero luego
un día cualquiera
dejaste todo
y te marchaste

184 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
feroz, como ese viento
partiendo todo
rompiendo cada cosa
trozándome
en medio del jardín
como al árbol de sangre.

PAT R I C I A O R T I Z L O Z A N O 185
LILIANA RAMÍREZ
Tonanzi Tlali

Haz brotar
en el páramo yermo
de mi alma
las rosas
del
milagro.

187
Lilith

Debe haber otro modo…


Otro modo de ser humano y libre.
Rosario Castellanos

Escucho
tu llamado tenaz
en la boca del viento.
Romperé la envoltura
que me asf ixia
y me revelaré
luna de fuego
redonda
que f lorece
en la entraña
materna
de la noche.

188 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Un abrazo

Acudo puntual
a sentir en tu pecho
un latido de agua,
un tambor subterráneo
que ilumina la tarde.
Te rodeo con mis brazos
como a un árbol sereno.
Y sé bien que
si cierro los ojos
un azul inf inito
me envolverá despacio
y me disolveré en tu cielo
como nube gozosa.

LILIANA RAMÍREZ 189


CLAUDIA SANTA-ANA
Hallamos la sed del verano al f inal de su nombre.
Un desierto atado a los hombros
como un fajo de caminos desenraizados.
La tarde nos otorga una moneda que frota en su mano
y recogemos la ración de una ruta nueva.
Sólo el mástil más humeante nos dirige
sobre el equilibrio imposible de una cuerda
sostenida entre las horas.
Los vientos dominantes, eso somos.

191
I: El muelle

La noche corre cubierta de hojas.


Tengo en los párpados el oleaje
pálido de una barca oscilante.
La lluvia punza en la luz
fría en que he nacido. De ella he hablado antes:
de las sustancias que el dolor anima
entre bestias apacibles a merced de la niebla.

Niños dejan la embarcación


con ojos devorados. Caminan sobre la arena.
He tenido que ocultarme.
Oler mi propio acíbar bajo la madera.
Encorvarme como una rama cubierta de hojas agitadas.

192 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
La alfarera

Ha venido la infancia a sentarse a la mesa.


La he visto comer pan
y deshacer un terrón de azúcar.
Sus ojos brillan donde el vino ennegrece.

En las manos sobre la madera se oscurece el barro:


su rostro pequeño gira en la primera esfera.
Me observa tras una lluvia cóncava y breve.

C L A U D I A S A N TA - A N A 193
Geología

Poco sé de la niña que salta


de charco en charco
y levanta la lluvia sin romper su imagen.

Su luz como un grano de sal


en la tierra oscurecida queda.

194 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
La fronda

He sido nativa de la noche,


fuego oscuro gravitante.

En cavado en mi propia sombra:


al amanecer
se arrojarán en ella los pájaros.

C L A U D I A S A N TA - A N A 195
N

Dice el más anciano de aquellos


que ha estado
en las constelaciones del Norte,
que los rostros de los niños
son cisnes en un lago
varios grados bajo el cero.

Una marcha se escucha bajo la estación


inerte, de cada hombro pende la tarde
como horqueta de hierro.

Los territorios están sitiados:


la noche es la raíz más antigua del invierno.

196 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
C L A U D I A S A N TA - A N A
ARLETTE LUÉVANO
Postales

I
La alegría es una cosa pequeña:
una f lor en el cabello,
la posesión de una llave,
una roja línea dibujada en el rostro.

Y más pequeña y refulgente


cuando sucede a pesar
de las ramas secas de los árboles
inclinadas por el fuego del poniente,
de las aves azules
que no encuentran dónde descansar
en los invernales cuencos de la noche.

II
Porque mis piernas son de espuma
puedo descansar sobre el mar.

Sueño con las caricias del gigante triste


y sucede que mi cuerpo se balancea y se humedece.
Sueño con el vuelo de gaviotas envejecidas
y mis brazos se dejan guiar por el viento
en un viaje donde podría cantar
una canción dulce que aprendí en la infancia.

199
III
Tiene debilidad la belleza
por esconderse en los surcos de las manos.

Se acurruca ahí, se pone de cabeza,


desciende, se concentra,
parece un pequeño animal rosado.

Quien no mira a la belleza,


quien no la siente, quien no quiere conocerla,
corre el riego de estrujarla como se estruja una hoja
y perderla para siempre sin haberla liberado, hecho crecer,
ver cómo con el agua se agiganta y te envuelve, cariñosa,
cómo te besa con su lengua suave.

Pero puede, sí, descubrir un día cualquiera


que entre los pliegues de su mano está el rastro de una estrella
y se quedará la noche entera contemplándolo.
Es una luz cruel que le dirá
que jamás podrá conocer lo que no sabe que perdió.

IV
Yo dormía con mi hermana.
Atravesamos la oscuridad tomadas de la mano.
Escuché muchas veces su llanto y ella el mío.
La cobijé muchas veces y me quedé en vela
para que los monstruos no la alcanzaran.

200 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Ella me miró abrir los ojos a mitad del sueño
y, sin embargo, seguir soñando.
Me escuchó hablar de viajes y abalorios
sin que yo misma supiera cuáles eran mis palabras.
Nos acompañamos, en f in, y conocimos
a esa otra que cada una es y una misma no conoce.

Pero yo me quedé en la noche, sola y con insomnio,


mientras ella se elevó como un ángel hacia la luz.

A R L E T T E L U É VA N O 201
Composición para cuerpo inmóvil
(fragmentos)

I
Los ojos son la celda de mi voz
confusa asf ixia

la luz un recuerdo que hiere


un accidente
una provocación

Es en la batalla
contra mis párpados impedidos
donde logro ver que aún tengo rostro
manos
raíces

la inútil razón de la existencia

II
Mi boca es un tajo impreciso
un sendero yermo
la eternidad medida por segundos

Nada entra ni sale ya de mi boca


sólo pueden contemplarse en ella
fantasmas pétreos y ensombrecidos
doliéndose en silencio

202 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
III
Mi cabello es el cadáver de la infancia que no tuve
breve dorado
juega libre siempre
con una sonrisa dibujada apenas

lejana al regocijo

IV
Mi espalda es la oscilación del invierno
estalactitas unen cada espacio de la vértebra
cuando se consolidan

soy columna sin equilibrio

al centro un negro sol congelado


me inclina agudamente

visto desde la obsesión


es la mano de un muerto
apoyada contra mí

no la consolación sino el mandato


de ir en busca de la tumba

V
Tengo verde el corazón
una herida anciana
resignada a no sanar

A R L E T T E L U É VA N O 203
VI
Mis manos forman huecos
donde efímeros jardines
provocan temor a la belleza

VII
Hay niebla en mis rodillas
un cansancio elemental
de ave migratoria
obligada al sedentarismo

VIII
Quería decir que mi voz
es la misma yedra
que colma tu casa de calor

la que da movimientos
a las fotografías del álbum de la abuela

quería decir que mi voz

y ella se volcó
líquida precipitada
hacia la contracción
de mi sexo

en una incertidumbre solitaria

204 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
IX
Suelo ser un hombre apagado
cuando no una mujer leve
en implosión

Tengo la marca de haber conocido el amor


un lunar azul

y bajo el resguardo de las entretelas


una víscera oscura palpitante
reposa con el ritmo escalonado
y la voz aguda
de quienes extrañan al mar

La ausencia de las olas rompe en mi frente

X
No se llora jamás en este cuerpo
hay rumores y quejidos
vidrieras en la piel
espasmos

pero no se llora jamás


aunque en ocasiones
los huesos se estremecen
en concordancia con la escala menor
de un saxo triste

A R L E T T E L U É VA N O 205
XI
El abandono nace
en las hojas desprendidas que nadie derrota
en el círculo que no se estremece cuando avanza
en el lamento sin sentido
en la palabra que se escupe después de la lluvia
en la locura contenida

el abandono es un animal doméstico


que duerme siempre bajo nuestro brazo
y ronronea feroz ante el espejo
donde encuentra su imagen con colmillos

canta el abandono cuando nadie escucha


y un pequeño derrumbe ocurre y no se nota
sino al tropezar por ir de prisa
para atender la puerta a la que el visitante llama

ay de aquél
que se resigna a su abandono
porque entonces
dignamente
se marcha
dejando sus apariciones vacías
incrustadas
en la niebla
del camino

206 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
XII
Un resplandor mi casa
el dolor aséptico que resiste al huracán
la plegaria atendida
el nido en el que quisiera morir

XIII
De preguntas se forma el puente hacia el espejo
quién
dónde
un porqué mil veces repetido

dolorosamente viciado

A R L E T T E L U É VA N O 207
PALOMA MORA
Última canción del ciego

I
Él es polvo para nosotros.
Es hojarasca.

Es casi nada.
Sus pies apenas imaginan el suelo.
Es sólo aroma.

Su boca erosionada se af ina,


no es aire sino luz lo que se anida en su cuerpo,
–piedra viva, ojos muertos, manos propias del calvario–
y por unos segundos hubo canto.

Un poco de esa luz llega a mis ojos,


–que no al oído sordo para la muerte–
lo veo tomado de un árbol que piadoso lo arrulla.

Se va la voz entre sus hojas.

209
II
Los ciegos conocen el destino,
han tocado las calles que nosotros sólo imaginamos.
No los veo,
su piel de piedra se confunde con los muros
mientras camino sobre ellos.
Huelen mi prisa,
mis pasos en el camino confuso
que huyen del laberinto,
puedo sentir su aliento
cuando me encuentro con la sombra
que escapa de sus cuerpos.

210 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
III
Es polvo para nosotros,
un grano más de polvo depositado,
como si nada, en la piedra de un edif icio antiguo.
Hojarasca de los árboles viejos
aferrada a la humedad del suelo y sus insectos.
Es apenas un gesto, una mano que no alcanza a llegar,
un pozo seco de voz
donde se ocultan las polillas de la luz
temerosas al sol.

PA L O M A M O R A 211
Espejos

1.

El dolor aparta las caricias por la tarde,


ignoras al sudor que me llama ansioso,
moribundo.
Todo nos cubre:
los zapatos, las sábanas, el agua, la risa.

Intento no mirar en el abismo, me disfrazo, soy otra.


Soy la que va junto a ti en las avenidas
sonriente mirando por los cristales,
silencio tu voz, pero busco el refugio de tu brazo.

212 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
2.

La casa tiene dos lados y una puerta que nos conduce a ellos.  Afuera
somos la imagen, la proyección de quince minutos pensando en el tacón
delgado o las botas de piel; de las tardes del domingo que dedicamos
a doblar camisas como regalos; de las mañanas de cuchillos y fuego
replicando la receta gourmet de moda en el club. Y después de todas
esas tareas, dormir para que al día siguiente no se delaten las noches en
cama, que no se sepan el secreto, la oscuridad y el silencio.
La casa tiene dos lados y una puerta que nos conduce a ellos.
Dentro somos un cuerpo, la obra maestra tallada por años con el ir
y venir de la luna; suavizadas sus curvas con caricias hasta obtener el
calor y la textura justos para entregarnos a otro cuerpo; al que desde
niñas soñamos abordar, como si se tratara de un lugar nuevo, de una
casa para mudar nuestros deseos.

PA L O M A M O R A 213
3.

Cielo azul, tercer piso, 6:30 am


aparece mi imagen en el espejo
es la primera, no del día, de todos los días
me sorprendí así, mirándome a los ojos
y estaba sorprendida
como si acabara de escuchar algo terrible
el secreto salido de mi voz
No tendría que despertar,
y desde entonces mi imagen me vigila
me sigue a todas partes.
A veces la encuentro mirándome de reojo en las vitrinas
quiere asegurarse de mi discreción
y en las noches siento su cabeza reposar
debajo de mi almohada, su ritmo contrario al mío,
su respiración pequeña, la humedad de su boca.
Otros días estamos tan cercanas
oliendo al mismo perfume
con los gestos imitados, al compás
nadie puede notar que somos dos,
nadie nota la inversión de los gestos,
de las virtudes.

214 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
PA L O M A M O R A
ÍA NAVARRO
Paseo en bicicleta

Te había encontrado en no sé dónde


en la boca tibia de gente reunida
con la sangre hervida, un poco el frío
un poco la puta vida puta, como siempre
con el hambre de ganas a todos ratos.
Ese rato estabas tú y no conversamos
rodamos en tu bicicleta porque era de noche
porque yo seguía el rumor caliente, por aquello.
Tú tenías veintitantos: dos bocas emparadas a callejón cerrado
una era la mía.
Yo quería retozar con alguien
andar sola muy acompañada
por mi pálida vaina, la pobre.
Me mojaste sobre ruedas y me pudiste llevar a dónde sea.
Así que lo hiciste.
Me metiste del camino a rieles con oliva en la piel
untaste tus puntas y tus huesos
mis dientes, mi mala úlcera, mis nalgas,
te abriste despacio, caíste, dormiste,
busqué bajo tu cama una excusa de huida
y me quedé
porque encontré más untos desvalijados como el mío
muy solo, muy yo para no despabilarme.

Te quise querer, te quise despertar con otro rato


y esperé la mañana.
Nos mal viciamos la congoja girando
luego, no supe tu nombre.
217
Quid

Se vacía el sol en el lomo de la sábana


sobre la cueva f laca
del hueco oreado que hacen las bocas.
Tú miras las arañas.
La silla se arruga tras la puerta y el patio rellena la tarde
con sus ecos de avenida
que nos patinan por el techo.
Yo veo tu codo apuntalado recogiéndote la nuca.
Mis zapatos se han quedado tiesos
bajo la cama.
No consigo saber la hora,
sólo sé el parpadeo de las doce
cada segundo.
Y de todos modos
y aunque me dilate entre tanto espacio detenido
estiro la piel sobre tu ovillo y el manojo de entrañas mordidas
aunque sea así
y me dé miedo quedarme recluida en tu delirio de cosas parcas,
te abrazo tupido de ti mismo
Yo, bebida en gente
a portón abierto
de ropa limpia
con piernas justas.

218 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Poema de amor

Amor, que no dueles amor.


Que llegas de primavera en verano
y oscureces al sol cuando asalta con rabia sobre los besos.
Del día desatas las horas en cáñamo fértil
y nos tejes a zamarras juntas.
Del sudor urdido a pausas
salivas perlas que resbalan hasta el desvelo.
Entonces, quédate.
Si no la piel se curte
si no los nudos se pudren juntos
y la hiel yerma.

Í A N AVA R R O 219
La piel

Antes era así,


cuando tu olvido o tu regreso se lavaban de agua y a galope
y la piel bien valía la pena,
aguazar los cuerpos tendidos a media cama, con media vida.
Te lustraba las rodillas en los cantos de mis piernas
y seguía creyendo.
Después viniste para siempre
en sentencia de amasijo de brazos por la noche
que despiertan juntos todavía en la mañana
y siguen con el día en cada uno a cada rato.
Y la vida se me hizo ombligo junto a tus poquitos años.
Muchos
que sólo estoy esperando
que la piel no amasa tan temprano.

220 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Poema

Lamer,
lamer como lagarto seco alrededor de su cintura.
Cogerla de los tobillos
y alzar manijas blandas,
hacerla péndulo diminuto,
dibujar sus gestos con vaivenes,
gozar sus ruidos.
Sentir sus nalgas redondas abrazando los testículos.
Ella pequeña,
batida en esta cama
que nunca tiene sentido.

Í A N AVA R R O 221
Te recupero en dos momentos

i. La ciudad no es fácil
estás tú, de nuevo y viejo al canto de una mordida.
Estás bajo las suelas
o en los dobladillos de bares y casas poco ilustres.
Atiendes ahí a la f laqueza de los huesos
al otoño que llega
a la noche que jode a tiro de asfalto seco
y aburre tanto con su planicie sin amor
que casi me dan ganas de quererte.

ii. Recuerdo el desvarío


pero tu mano hurgando es nueva
o la había olvidado.

222 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Í A N AVA R R O
YADIRA CUÉLLAR MIRANDA
Donde no hay mar

Un día cercano a las aguas navegantes,


la blancura del algodón es bendecida por el monzón de verano,
pero, desde el otro lado de las aguas, aquí donde no hay mar,
las acequias sepultadas un día.

Ciudad f laca sin caminos ni navíos, ni algodón bendecido,


ciudad sin monzón, ni vahos animales que anuncien el alba.
Ésta, ciudad sin ecuador, un espejismo trazado.
Ésta, ciudad donde no hay mar para morir.

225
Gorriones

Mi vientre sabe más que mi corazón,


mi corazón detenido aún.
Vientre que sabe ya del olvido,
y tiembla, y cruje mientras el corazón sigue mudo,
ensanchándose.
Vientre fracturado.

Entonces la ciudad amanece punteada de gorriones


para los paseantes, los que miran a veces, pocas veces
desde las ventanas, y sonríen.
Las piedras claveteadas de plumas desechadas, negras, erguidas,
recuerdan este vientre amanecido a solas.

La ciudad amanece punteada de gorriones,


el vientre, abandonado.

226 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Exilio

Para este viento de la mañana,


a unas cuantas horas
del recuerdo precipitado,
me ofrezco tibia y melancólica.

Me ofrezco
acompañada de la sombra diluida,
de la jacaranda y sus bocas,
del remolino de voces que
camina a mi costado.

Para este viento de la mañana,


las aguas añejas de la casa
perdida –aquella de caminos olorosos,
de costra infantil y ese murmullo paternal
repartido en las memorias–
reconocen el palmo arenoso,
la caída, el f ilo de la lengua,
la esquirla de este viento
que regresa, siempre,
memorioso.

YA D I R A C U É L L A R M I R A N D A 227
NANCY GARCÍA GALLEGOS
El loco

Nosotros
los prometidos a la verdad
abrimos la boca para tragar abismos.

Él, el loco, el suelto, 


el de los ojos color de lirio
nos mira con ternura selvática
teje distancia muda.

En algún sitio de sí mismo 


alguien canta fuera del abismo.

ínf ima

y yo ansiaba convertirme en un punto cualquiera del universo


ser nombrada desde el borde de la sutil discreción de lo efímero
reducir la existencia a un puñado de inútiles enmiendas del mismo
error

caía de mis miembros como prenda demasiado crecida para el cuerpo

me daba la gana escupir los f ilamentos de la angustia hasta dejar la boca


[seca

229
male volus
mirada contingente
ensaya
blando rasguño
sobre la carne tacta
que vocifera de animal memoria

olvidante
enraizado a un costillar de arena

el paladar seco olvida


pronunciar la carencia

insomne
avanza los párpados
esos desiertos mutilados

230 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
sospecha:

sólo las palabras dan fe


y no son mías

NANCY GARCÍA GALLEGOS 231


ILSE DÍAZ MÁRQUEZ
La cruzada de los niños

En altamar, se reventaban las venas


gruesas de los marineros
cuando los barcos ya no eran sino aviones
de Barcelona a Perú.

“¡Ya no queremos volver!”,


gritaban los niños por las esquinas
mientras llevaban en los tobillos las lágrimas de los conejos.
“¡No volveremos jamás!”

Y la virgen no se parecía a la de otra Edad


aunque la cruzada era la misma
y los niños caminaban siguiendo el rastro de las palomas.

Uno se detuvo fuera de una casa:


gritó a ver si la mujer asomaba la cabeza
pero se oyó solamente el crujido profundo
de la soledad de los cuartos.

Era que ya todos se habían marchado


y caminaban en sentido contrario
con los zapatos puestos;
no como los niños y su desnudez descalza
en las túnicas blancas
y en los cabellos largos.

233
Sólo si alcanzaba a ver las puertas de la ciudad
–gran paraíso–
terminaría el viaje y podrían entonces arrojarse al mar
desde un avión
para ver a los marineros desangrarse.
Era nada más que el camino se hacía más largo
y los soles sonreían más
y las estrellas menos.
Por eso nunca llegaban
gritando
que ya jamás iban a volver.

Los padres dejaban de levantarse por las noches


como lo hacían al principio
a llamar Juan, Ana, Santiago.

Era que ya los habían olvidado


como se olvida a los canarios
cuando no tienen nombre o siempre,
aunque lo tengan.

A una niña
el viento arrancó la uña del dedo pequeño
de la mano izquierda.
Ahí fue cuando todos supieron
que no existía nunca el llegar
y se acostaron sobre la tierra.

234 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Escucharon pasar a su lado los tanques
por el camino,
escucharon estallar las bombas
y sintieron su resplandor en las mejillas.

Aun así nadie se levantó,


nadie quiso llamar una vez más al hermanito menor
que se quedaba atrás
escupiendo lagartijas amarillas.

“Oh, miedo, miedo alegre de los huesos,


de los cementerios y de las canciones”,
cantó entonces el mayor,
“acompáñanos ahora
antes de que las piernas
se queden pegadas
a las caderas
y no podamos seguir”.

Los marineros se desangraron


y el miedo no llegó nunca.
No habló ningún otro niño:
la santidad se les había metido
en las gargantas.
La cruzada terminó;
ahora duermen,
hacen el amor de vez en cuando
y después duermen.

ÍLSE DÍAZ MÁRQUEZ 235


Sueñan que son marineros
que vuelan o que fabrican esferas,
que juegan,
que nunca llegan,
que siempre,
y casi nadie los ve.

“¡Mírenos!
llevamos siglos aquí,
esperando una guerra santa
en que los estandartes rían con los puños abiertos”.

“¡Mírenos!
ya podemos ir también en avión
o tirar bolsas de papel a los tiburones en las peceras”.

Acuario maple,
limón marítimo de los niños,
león corto de las estampas:
nunca desampares
a los inocentes,
a los que recorren los caminos buscándote.
No los dejes solos.
Búscalos,
hállalos.
La noche tierna del bosque
a veces les da miedo.

236 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Pequeña muerte

I
Porque concebí la idea de mi muerte bajo mis muslos
y soy siempre la misma.
No bailaré otra cosa que no sea el sonido
del instante primero en que brotaron la sangre
y los torrentes.

Ya solamente puedo andar descalza,


ahí donde las Furias me enseñaron que existe el círculo,
y los ruidos quedan sepultados bajos los ecos del árbol,
donde mis huesos serán arrojados cuando deje de estar
única
y múltiple
para disolverme en el éter.

No asustarán ya a nadie mis plantas sangrantes,


mis dedos largos
ni las rodillas de sal peladas por el paso de los vientos.
A nadie podré llamar por su nombre
y el abrazo último permanecerá inmóvil,
sujeto por los hilos doblemente vivos de la araña
que teje siempre lo que viene.

ILSE DÍAZ MÁRQUEZ 237


II
Viernes: conversa, f iesta hasta el amanecer.
Tengo sólo las palabras que pones sobre mis pechos.

A veces bebemos tanto


y entonces recordamos en instantes luminosos
que nuestras venas están hechas de un tejido frágil,
que tomamos la pluma justamente,
imperativamente,
para cubrir los huecos de los muertos.

A veces, cuando camino por la ciudad


se me olvida que eres uno
y yo soy otra,
que estamos aquí
al azar
avanzando a caricias
como los ciegos
por entre los días,
las circunstancias,
y los cuerpos.

238 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Sitio

Todo sucede en la hondura,


los humores se alteran,
se pudren los órganos
y lo vital se vuelve las piedras,
los cueros hervidos,
las puertas de madera
y el árbol en medio de la plaza:

arbol infértil.

Las lagañas de las mujeres


se acumulan
en los establos.

Todos gritan.

Yo también estoy allí,


como ellos, amo

amamos escuchar las voces


de los muertos
porque quisiéramos volver a verlos.

Todo es común,
pues no hay nada
y la peste es nueva
cada día;

ÍLSE DÍAZ MÁRQUEZ 239


tiene cara de hombre
o de niño.
Los locos caminan en triángulos,
son sólo ellos
los que gritan,
los que de verdad siguen buscando
materia, tejido,
pústulas y pus.

Los otros somos casi transparentes


de las manos hacia adentro.

Hemos abandonado el deseo,


los sacrif icios de carne
y nos mantenemos mudos

mudos ya siempre,
en la hondura.

240 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
ÍLSE DÍAZ MÁRQUEZ
FICHAS DE AUTOR
Desiderio Macías Silva (Aguascalientes, 1922). Poeta. Estudió Medicina
en la unam y durante su estancia en la Ciudad de México, participó en aso-
ciaciones culturales y publicó poesía en diversas revistas. En Aguascalientes
participó con el grupo "Paralelo" y llegó a recibir el primer lugar de los Juegos
Florales de su ciudad, premio que recibió nuevamente en 1972, cuando éste
ya se había convertido en el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, por el
libro Ascuario. El poema que aparece en esta antología es del libro Pentagrazul,
del poemario “Ascuario”, (uaa, 1989).

Dolores Castro (Aguascalientes, 1923). Poeta. Licenciada en Derecho y


maestra en Literatura Española. Se ha desempeñado como profesora en la
Universidad Iberoamericana y la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Fue
fundadora de Radio unam y fungió como jefa de redacción de las revistas
Barcos de papel y Poesía de América. Entre sus libros se encuentran: El corazón
transf igurado (1949); Cantares de vela (1960); Qué es lo vivido (1980), con el que
obtuvo el Premio de Poesía de Sinaloa, entre otros. El poema de esta antología
aparece en “Cantares de vela”, recopilado en Dolores Castro, Obras completas
(ica, 1996).

Víctor Sandoval (Aguascalientes, 1929). Poeta, promotor cultural. Tuvo


una incansable labor en el ámbito cultural como funcionario de instancias de
orden municipal, estatal y federal, como inba, ica e imac. Fue Miembro Corres-
pondiente de la Academia Mexicana de la Lengua y Miembro del Seminario
de Cultura Mexicana. Entre los reconocimientos que recibió se encuentran el
Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde por el conjunto de su
obra poética y la Medalla “Xavier Villaurrutia”.  Algunos de sus poemarios son
El viento norte (1959), El veterano de guerra (1967), Para empezar el día (1974),
Fraguas (1991), Poesía reunida (2008). El poema aquí presentado es del libro
Para empezar el día (Joaquín Mortiz, 1974).

Salvador Gallardo Topete, el hijo (Aguascalientes, 1933). Poeta, narra-


dor. licenciado en Derecho por la unam. Fundó el periódico literario El hombre
búho. Fue miembro fundador de la Asociación Cultural de Aguascalientes y
colaborador permanente de la Revista Cultural aca; así como del grupo “Pa-
ralelo”, y de la publicación del mismo nombre. Entre sus libros de poesía se
encuentran: Caín y Abel (Paralelo, 1960) Raíces (Paralelo, 1963); de prosa, sus

243
cuentos Un día de estos, (ica, 2001); la novela El investigador córvido (Seminario
de Cultura Mexicana, 2003), el libro de relatos Estancias del sueño (uaa- Edi-
ciones sin nombre, 2010). En la actualidad es profesor investigador de la uaa,
y miembro del Consejo Editorial de la revista Tierra baldía de esa institución.

Eduardo López Hernández (Aguascalientes, 1950). Poeta y narrador. Es


Lic. en Letras Hispánicas por la unam.Tiene Maestría en Investigación en Cien-
cias Sociales y Humanísticas por la uaa, con especialidad en Hermenéutica de
la poesía. En 1987 obtuvo el Premio Nacional de Literatura Joven “Salvador
Gallardo Dávalos” en el género narrativa por el libro Horizontes elípticos. Ha
publicado, entre otros: en dramaturgia Numa y otros ensueños (ica, 1998); la
novela Camila, la rescatada (uaa-Plaza y Valdés, 2000); los cuentos Nostalgias del
Vellocino, (ica, 1999); y el poemario Lujurias y constelaciones (Azafrán y Cinabrio,
2007). Es editor de la revista de literatura Tierra baldía de la uaa.

José de Jesús Lara Huerta (Aguascalientes, 1954). Poeta. Licenciado en


Salud Pública por la uaa. Fue un activo participante del taller literario del
Mtro. Miguel Donoso Pareja. Obtuvo el segundo lugar en Los Juegos Florales
Nacionales de Lagos de Moreno en 1976. Sus poemas han aparecido en diver-
sas publicaciones y antología como las revistas Tierra Adentro,Talleres, Aguacero.
Entre las antologías en las que ha participado se encuentran: Poesía Joven de
México, premio Lagos de Moreno (unam-inba, 1981); Tarea poética (Ediciones Tie-
rra Adentro, 1980); Escándalo de agua (Congreso del Estado de Aguascalientes,
1985). Entre sus libros se encuentran: Words…para celebrar la realidad (ica-fe-
ca, 1995) y La siesta de un dios tatuado (ica-pacmyc-F ilo de Agua, 2008). De este
libro están seleccionados los poemas que aparecen en esta antología.

Rosa Luz de Luna (Aguascalientes, 1955). Ha publicado poesía, teatro, na-


rrativa en forma individual y colectiva. Entre sus obras destacan Ellas bajo la
piel (ica, 1997), Poemas (unam-Ala del tigre, 2000) y Las alucinaciones (ica-Ver-
dehalago-Seminario de Cultura de México, 2004). Se ha desempeñado como
promotora de lectura a través de la docencia en Radio uaa, extensión univer-
sitaria y en el Instituto Cultural de Aguascalientes. Los poemas que aparecen
en esta antología son del libro Gentilicio de Agua y Por la nocturna órbita (Díptico),
editado por el ica en 2010.

244 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
Francisco Martínez Farfán (Aguascalientes, 1955). Poeta. Ha colaborado
como profesor tallerista de proea, actualmente proarte, en diversas primarias
públicas del Estado. Ha coordinado talleres de Creación literaria, tanto en
ciela “Fraguas”, como en la Biblioteca Central del Estado “Centenario-Bicen-
tenario”. Se ha desempeñado como tutor de los becarios del Fondo Estatal
para la Cultura y las Artes de Aguascalientes. Entre sus libros se encuentran: La
memoria verdadera (ica, 2009) y Acto fósil (ica-pacmyc, 2010). Los poemas que
aparecen en este libro pertenecen al primer poemario mencionado.

Eudoro Fonseca Yerena (Aguascalientes, 1956). Poeta. En 1989 obtuvo


el Premio de Poesía “Manuel José Othón”, otorgado por el Gobierno del Es-
tado de San Luis Potosí; en 1990, el Gobierno del Estado de Zacatecas y la
uaz le otorgaron el Premio de Poesía “Ramón López Velarde”; en 1992 ganó
el “Certamen de Ensayo y Poesía Hispánicos” convocado por la Universidad
Complutense de Madrid y El Corte Inglés, Madrid, España. Ha publicado Volver
sobre los pasos, (Joan Boldó i Climent Editores, 1989); El vendaval y la hojarasca,
(Joan Boldó i Climent Editores, 1992); San Luis Blues, (Dosf ilos editores, 1995);
La hoguera vencida, (conaculta, 2000); Milagro en la estación Desierto, (Verde-
halago, 2005); Postal de mar y cielo con muchacha, 2013 (en prensa). “Dulce
Madre”, poema que aparece en esta antología, se publicó en Milagro en la
estación Desierto.

Roberto Quiroz Benítez (Aguascalientes, 1956). Poeta. Estudió en el itra


Ingeniería Industrial. En 1980 colaboró para el periódico El Hidrocálido; de
1985 a 1987 publicó en el suplemento cultural “El Unicornio” del Sol del Cen-
tro. En 1985 participó en la antología de cuento y poesía Escándalo de agua
editada por el Congreso del Estado de Aguascalientes. F igura en el Anuario de
Poesía editado por el inba en 1995. Está incluido en el libro colectivo de poesía
Cien años de poesía en Aguascalientes, publicado en 1999. Obtuvo el segundo lu-
gar en el Premio Nacional de Literatura Joven “Salvador Gallardo Dávalos” en
1981, en el género de narrativa. En 2007, fue seleccionado en la convocatoria
“Primera obra”, para participar en la colección “Primer libro” con el poemario
Corre fuego negro, editado por el ica el mismo año, los textos aquí puvlicados
pertenecen a este libro.

F I C H A S D E A U TO R 245
Ricardo Esquer (Sonora, 1957). Poeta y ensayista. Obtuvo el Premio Nacio-
nal de Literatura Joven “Salvador Gallardo Dávalos” en 1985 por el poemario
Ir es nunca llegar. Becario del feca de Aguascalientes en 1997-1998 y en 2011-
2012. Ha publicado varios títulos de poesía, entre los que destacan: Tejidos
(1991), Marchar (1997); Desatino (2001) y Estación (2012). Entre sus ensayos se
encuentran: La cultura arquitectónica en Aguascalientes (1987) y “Regularidades y
anomalías de la ciudad”, en: Dispositivos de las sociedades de control, con Arturo
Villalobos y otros (2004). Imparte un taller de ensayo en el Centro de Inves-
tigación y Estudios Literarios de Aguascalientes. Los poemas que aparecen en
esta antología pertenecen a los libros Marchar y Desatino.

Jorge Castillo (Aguascalientes 1958-2004). Poeta. Se formó en el taller li-


terario de la Casa de la Cultura de Aguascalientes, coordinado por Miguel
Donoso Pareja. Poeta con breve producción. Fue promotor cultural y se des-
empeñó como animador y coordinador de talleres literarios de creación y
de lectura. Los textos que aparecen en esta antología fueron publicados post
mortem en el libro Mapa nocturno, editado por Instituto Cultural de Aguasca-
lientes y pacmyc en 2006.

Armando Quiroz Benítez (Aguascalientes, 1958). Profesor normalista y


actualmente imparte clases de Literatura y F ilosofía. Ha colaborado en revis-
tas como Parteaguas, Ventana interior y Tierra Adentro. Obtuvo el primer lugar
en el concurso de poesía de la revista Punto de Partida de la unam (1989); y
mención honoríf ica en el premio de poesía “Alí Chumacero” (1999). Ha sido
incluido en libros colectivos como Escándalo de agua (Congreso del Estado de
Aguascalientes, 1985) y Cuentistas de Tierra Adentro (Ediciones de Tierra Aden-
tro, 1995). Es autor del poemario Alegorías del desdén (1998) y del libro de
cuentos La noche circular (1999).

Benjamín Valdivia (Aguascalientes, 1960). Ha recibido distinciones en


Francia, Italia, España,  Argentina, Cuba y República Checa. En México obtuvo
los premios Punto de Partida, Elías Nandino, Alfonso Reyes,  Amado Nervo,
Salvador Gallardo Dávalos y Clemente López Trujillo. Se publicó la compila-
ción de su poesía Interpretar la luz. Poesía reunida 1983-2005 (ica, 2010). Pos-
teriormente aparecieron Horaciones (Azafrán y Cinabrio, 2011), Ojos ceremo-
niales (Calygramma, 2011), Nuevos Himnos a la Noche (Mantis, 2011), Todas las

246 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
cosas (Monte Carmelo, 2012) y Unas fotografías (Caletita, 2013). Parte de su
obra poética ha sido traducida al alemán, árabe, francés, hebreo, inglés, italiano,
neerlandés, portugués y ruso. Los poemas que aparecen en esta antología son
de los libros El juego del tiempo (1985); Demasiada tarde (1987); Otro espejo en
la noche (1988); Paseante solitario (1997); Temporadas perdidas (1998) y Llegar
desde la Tierra (2000).

Juan Pablo de Ávila Amador (1963-2012). Poeta y maestro. licenciado


en Investigación Educativa por la uaa. Incansable luchador social y miembro
activo del ámbito cultural de Aguascalientes. Recibió el Premio Nacional de
Poesía “Ramón López Velarde” en 1997. Entre sus libros se encuentran: Estos
ojos que maúllan debajo de la cama, Ciudad en los ojos, Corazón en el ojo, Ojos para
las hadas. Formó parte del grupo fundador del ciela “Fraguas”. Participó en
consejos editoriales de distintas revistas, entre las que destacan Tierra Baldía
(uaa), y Talleres (ica); así como de los suplementos “Bien mucho” de la Jornada
Aguascalientes y “Caja de arena” de Página 24. En octubre de 2012 se publicó
su novela póstuma, Golpes de recuerdo (ica-feca). Los poemas de esta antología
son fragmentos del libro Ojos de Agua, (Editorial F ilo de Agua, 2004). Descanse
en rebeldía.

Salvador Gallardo Cabrera (Aguascalientes, 1963). Poeta y ensayista. Es-


tudió F ilosofía en la unam donde es profesor en la Facultad de F ilosofía y Le-
tras. En 1983 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven. Ha publicado los si-
guientes libros de poesía: Cadencia y desprendimiento (inba, 1983), Sublunar ( jgh
editores, 1997), Estado de sobrevuelo (Bonobos, 2009); de ensayo Las máximas
políticas del mar (Colegio Nacional de Ciencias Políticas, 1998), Sobre la tierra
no hay medida –una morfología de los espacios- (Libros del Umbral, 2008), y La
mudanza de los poderes -de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control- (Al-
dus, 2011). Estado de sobrevuelo fue señalado por el periódico Reforma como
el mejor libro del año (2010). Sus poemas han sido traducidos en antologías,
revistas y suplementos literarios de Francia, Brasil, España, Canadá, Rumania y
Estados Unidos. Es editor de iceberg www.plataformaiceberg.com. Los poemas
de esta antología aparecieron originalmente en Sublunar y Estado de sobrevuelo.

Agustín Lascazas (Aguascalientes, 1964). Poeta y periodista, ha desarro-


llado su obra y su trabajo en Aguascalientes, Guadalajara, Santiago de Chile y

F I C H A S D E A U TO R 247
Barcelona. Es licenciado en Comunicaciones por la uag y doctor en F ilología
por la Universitat de Barcelona. Ha publicado: Grano de Ausencia, (Colección
Tiempo Letras-iea,1996), La República de los lagartos, (Colección Tiempo Le-
tras-ica,1998), El pudoroso dios, en la Colección Ala del tigre, (unam, 2000);
Las sombras dóciles/ Los versos reos, carpeta litográf ica, en colaboración con
el pintor Andrés Vázquez Gloria, (Centro El Obraje-ica, 2003), La Olímpica
(uvm-Editorial Garúa, 2005); Anochece el mundo, (Ediciones sin nombre, 2009).
Fue incluido en la antología 100 años de poesía en Aguascalientes, (uaa, 1999).
En breve aparecerá su más reciente libro de poesía, Odoméstico, en Ediciones
sin nombre.

América de la Torre (Chihuahua, 1965). Maestra en Literatura Mexica-


na por la uaa. Escribe mayormente poesía, relato poético, así como ensayos
de tema literarios. Ha publicado en las revistas Tierra Adentro, Tierra Baldía y
Vertiente, éstas últimas de la uaa, así como Talleres del ica. Obtuvo el primer
lugar en el Certamen Histórico Literario de Aguascalientes, en la categoría de
poesía en el año 2000, cuya obra fue publicada por la institución convocante.
Fue benef iciaria de la beca que otorga el feca en la disciplina de novela. Ha
coordinado talleres literarios, y se ha desempeñado como profesora de Aná-
lisis Literario y de Lectura y Redacción en varias instituciones de educación
media y superior. También se dedica a la traducción. Su libro Orioles Palabras
fue publicado en 2012 por el ica-feca.

Rubén Chávez Ruiz Esparza (Aguascalientes, 1967). Ha publicado los


libros de poesía: El brezal y la noria (ica, 1992), Versus alia (ica, 1997), Los sagra-
dos afectos (Ed. Tiempo de Aguascalientes, 1998), Patios interiores (Ed. Desierto,
2001) y Un naipe de picas (Ed. Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, 2011).
Ha sido merecedor del Premio Nacional de Literatura “Salvador Gallardo
Dávalos” en 1987 y 1996. En 2010 obtuvo el tercer lugar en la disciplina de
poesía, del Certamen Internacional Letras del Bicentenario, “Sor Juana Inés de
la Cruz”.

Rodolfo Meza de la Cruz (Aguascalientes, 1967). Estudio la Licenciatura


en Letras Españolas en las universidades Autónoma de Aguascalientes y de
Guanajuato. Fue acreedor de la beca del Fondo Estatal para la Cultura y las
Artes de Aguascalientes, por su proyecto “Lo violeta del ojo y la neblina”, en

248 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
1996. Ha publicado en diversas revistas, entre las que se cuentan Talleres y
Tierra Baldía. Ha sido publicado en varias antologías, entre las que destacan
El surco y la palabra. Literatura emergente de Aguascalientes (1998) y Del silencio
hacia la luz: Mapa poético de México. Poetas nacidos en el período 1960 – 1989.
En 1996 publicó la novela experimental La inocencia del escorpión.  Actualmente
se encuentra preparando su novela Bestiario, y un libro de poemas. Sesiona en
su taller solitario en el Bar Gólem, en la ciudad de Guanajuato.

Fabián Muñoz (Guanajuato, 1968). Ha publicado en revistas y suplementos


culturales en México, España, Chile y Colombia. Entre los premios y recono-
cimientos recibidos destacan las becas de Residencia Artística del Fonca en
Chile (2006) y Colombia (2010). Se han editado sus poemarios Esperando abril,
En la niebla de los parques, Nimbus, Navegación de Medusa, Segundo laberinto y
Dogal de Sombras, Sur de la noche, El agua gime nebulosa y Cementerio general.
Está incluido en diversas antologías en México y Chile. Publicó la antología
El árbol de los libres: Poetas de la Generación NN en Chile. Los poemas de esta
antología han aparecido en Sur de la noche (Ed. La Zonámbula, 2008), revista
Tirof ijo (2008) y Cementerio General (Ed. ceca, 2011).

Óscar Santos (Aguascalientes, 1968). Ingeniero Civil. Libros de poesía: Pala-


bras Largas (ica, 1992); Afuera, la ciudad (ica, 1992); Dos habitaciones (Tiempo de
Aguascalientes, 1996); Geometría de acróbatas (Fondo editorial Tierra Adentro,
1996); Debajo del trapecio (Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato, 1998);
Bajo los anillos del invierno (Tiempo de Aguascalientes, 2000); Libro del Enten-
dimiento (Separata de la revista "La Colmena" de la uaem, 2009) y Chernóbil
(Mantis Editores/uanl, 2011). Premio Nacional de Literatura “Salvador Gallar-
do Dávalos” 1992, Premio Nacional de Literatura “Efraín Huerta” 1995 y Pre-
mio Nacional de Poesía “Gilberto Owen” 1996. Dirige Ediciones del Viernes
Santo. Los poemas que aparecen en esta antología son de los libros Geometría
de acróbatas, Bajo los anillos del invierno, Libro del entendimiento y Chernóbil.

José Luis Justes Amador (España, 1969). Licenciado en F ilología Inglesa


por la Universidad de Zaragoza con un posgrado en Poesía Inglesa Contempo-
ránea por la Universidad de Cambridge. Ganador en dos ocasiones del Premio
Nacional de Literatura Joven “Salvador Gallardo Dávalos”, en 1999 por el libro
de cuentos Historias que pudieron ocurrir; en 2000 por el libro de poesía Pano-

F I C H A S D E A U TO R 249
rama de la isla, ambos editados por el ica. Su obra ha sido publicada en revistas
locales y nacionales. Ha pertenecido a los consejos de redacción de Talleres,
Tierra Baldía y Hermanocerdo. Su libro más reciente es De nadie (Ediciones de
Pasto Verde).

Juan Carlos Quiroz (Aguascalientes, 1969). Ha publicado en diversas re-


vistas y suplementos; entre los poemarios que ha publicado se encuentran:
Crónica de navegación (los demonios), con el que obtuvo el Premio Nacional
de Literatura Joven “Salvador Gallardo Dávalos” en 1994 (ica, 1995), Versos
para morir despacio (Tierra Adentro, cnca, 1998), Tótem en coautoría con Juan
Gelman,Víctor Sandoval y Gustavo Monroy (uam/ fonca/ Von Gunten Taller de
Grabado, 2004), Adán y Eva (Fernández Editores/ Los Amigos de la Caja Chica,
2007). Ha colaborado en diversos proyectos de grabado y poesía con José Luis
Cuevas, Leonel Maciel, Octavio Bajonero y Gustavo Monroy. Ha sido becario
del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en las categorías Jóvenes Crea-
dores (1998-1999) y Creadores con Trayectoria (2002-2003). Los poemas de
esta antología pertenecen al Poeta de la casa, (Cecilia Cartonera, 2013), Versos
para morir despacio y de Tótem.   Algunos de sus poemas han sido traducidos al
italiano, al inglés y al francés.

Sofía Ramírez (Aguascalientes, 1971). Licenciada en Letras Hispánicas y


Maestra en Literatura Mexicana. Ha publicado los libros No había mar en coau-
toría con Juan Carlos Quiroz (ica, 1996), La sonrisa de un condenado a muerte
(Tierra Adentro, 1997, y reeditado por La Página Ediciones, 1999, Santa Cruz
de Tenerife, España), Dios y el silencio de los pájaros, de la antología Creció el
mediodía (unam, 1999) y La casa callada (Verdehalago/ Seminario de Cultura
Mexicana, 2003). Colaboró en el libro de ensayos Ramón López Velarde: El inteli-
gente ejercicio de la pasión (Tierra Adentro, 2001) y es autora del libro La edad
vulnerable. Ramón López Velarde en Aguascalientes (Instituto Zacatecano de Cul-
tura, 2010). En 2012 participó en la antología de cuentos Así se acaba el mundo
(Ediciones SM) con el relato “Cuatro formas de amanecer”. Los poemas de
esta antología son del libro Dios y el silencio de los pájaros.

Patricia Ortiz Lozano (Aguascalientes, 1972). Licenciada en Derecho y


Maestra en Arte Contemporáneo. Fue becaria de los Fondos para la Cultura y

250 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
las Artes de Aguascalientes y del Estado de México. En 2013 realizará una resi-
dencia artística en Argentina con apoyo del fonca. Recibió mención honoríf ica
en el Premio Nacional de Literatura “Salvador Gallardo Dávalos” en 1996, y
en el Premio de Literatura “Alejandro Céssar” en 2007, convocado por la so-
gem. Ha publicado: Sitio de sombra (ica, 1997), Casa de lluvia (uam y Verdehalago,
1998), El otro mar (Tiempo, 1998) y Memoria de la huida (Instituto Mexiquense
de Cultura, 2009). Ha sido incluida en diversas antologías.

Liliana Ramírez Flores (Aguascalientes, 1972). Cursó la Licenciatura en


Letras Hispánicas en la unam. Se ha desempeñado como maestra de Lengua
y Literatura a nivel bachillerato desde hace más de una década. Ha colabo-
rado esporádicamente en revistas y periódicos locales. Tiene publicados dos
poemarios: Corazón de Eva y Lotería.  Algunos poemas y cuentos de su autoría
aparecieron publicados en los libros colectivos de Editorial Garúa: Alcancía de
sueños (1996), Escarceo (1998) y Libro I (2006).  Actualmente colabora en la
estación de radio cultural Estero Mendel en la presentación de un programa
de cápsulas literarias y en la conducción de un espacio de entrevistas titulado:
“Genio y f igura”. Obtuvo el Premio Dolores Castro 2012, convocado por el
imac, con el poemario: Lilith y sus hermanas. Los textos aquí presentados son
de este libro que será publicado próximamente.

Claudia Santa-Ana (Ciudad de México, 1974).  Arquitecta y promotora


cultural. Premio Nacional de Literatura “Salvador Gallardo Dávalos” 2000. Li-
bros: Quinta Estación (ica, 2000), Un sable en la memoria (ica, 2000) y Oratorio
del agua (Alforja/scm, 2008). Fue becaria del feca y del fonca en poesía. Está
incluida en la antología Cinco siglos de poesía femenina en México (Consejo
Editorial Mexiquense para el Bicentenario, 2011) y en el Anuario de poesía
mexicana (fce, 2007). Fundó y dirigió el ciela “Fraguas”. Ha colaborado en los
consejos de las revistas La Otra, Tierra Baldía, +arquitectura y Literatura Mexicana
Contemporánea. Dirige Ediciones del Viernes Santo. Los textos aquí publicados
pertenecen a los libros Un sable en la memoria y Oratorio del agua.

Arlette Luévano Díaz (Aguascalientes, 1976). Maestra en Derecho Cons-


titucional y Amparo por la Universidad Iberoamericana. Ha publicado los li-
bros de poesía Casi verde, Apostillas negras, Casa en ruinas, con el cual recibió

F I C H A S D E A U TO R 251
el Premio “Efraín Huerta” en 2006, y No basta con nombrar al llanto llanto.
También, en ediciones colectivas, han aparecido los poemarios Rituales, Informe
sobre trenes que llegan y desaparecen y Tercera persona.

Paloma Mora (Ciudad de México, 1977). Licenciada en Letras Hispánicas


por la uaa, donde se desempeña como maestra en el área de Lingüística. Cursó
la Maestría en Lingüística aplicada en la unam. Ha sido becaria del feca, y ha
publicado en las revistas Tierra Baldía y Parteaguas. Se han incluido textos suyos
en la compilación de poesía El surco y la palabra: Literatura emergente de Aguas-
calientes (Ediciones del Ermitaño y Seminario de Cultura Mexicana, 1998); y se
ha traducido una selección de sus poemas al francés en la revista, del Consejo
de Cultura de Canadá/Montreal/Quebec. Ha colaborado en la revista del ica,
con la columna“Il dolce fare niente”, y en el blog México Kaf kiano con Littlesi-
de. Ha sido lectora en el Encuentro de Poetas del Mundo Latino (2011-2012),
en el Encuentro Tiempo de Literatura organizado por la Universidad Autó-
noma de Baja California, y en las Jornadas del Premio Bellas Artes de Poesía
Aguascalientes (2010-2012).

Ía Navarro (Aguascalientes, 1979). Poeta y Lingüista. Es Doctora en Ciencia


Cognitiva y Lenguaje por la Universidad Autónoma de Barcelona y profesora
e investigadora sni en la Maestría en Lenguas Indígenas de la Universidad de
Sonora. Como poeta, dibuja una temática centrada en la voluptuosidad y lo
cotidiano. Cuenta con dos libros de su autoría: De la noche lo siguiente (ica,
2004) y La brasa húmeda (ica, 2000).  Además, ha colaborado en las antologías:
Antología mínima del orgasmos (Ediciones Intempestivas, 2009), Navegar por la
piel (ica 2002) y El surco y la palabra: Literatura emergente en Aguascalientes
(Ediciones del Ermitaño y Seminario de Cultura Mexicana 1998). Los poemas
aquí presentados son del poemario inédito Cambio de continente.

Yadira María Teresa Cuéllar Miranda (Aguascalientes, Ags. 1981).


Egresada de Letras Hispánicas de la uaa en el 2005. Integró, junto con tres
amigas de la universidad, el Círculo Poético Finisterra. En el 2009, obtuvo el
apoyo del feca por el proyecto Las presentes ausencias, mismo que fue publica-
do en el 2011 por el ica. Cuenta con otras publicaciones tanto en periódicos
como en revistas locales. Actualmente se desempeña en el ámbito editorial

252 C O N TO R N O D E L F U E G O, p o e s í a
como correctora de estilo. No duda de las sobremesas, ni del silencio. El
poema “Exilio” aquí publicado pertenece al poemario Las presentes ausencias,
publicado dentro de Poemas. Jóvenes Creadores, por el Instituto Cultural de
Aguascalientes, en el año 2011.

Nancy García Gallegos (Aguascalientes, 1983). Antes del inicio de su es-


critura están los ojos de la habitante que la ocupa; la que la lleva a los sitios
más blandos, al enf laquecimiento para traspasar grietas y llegar al lenguaje, a
la palabra que hila la voz con el cuerpo. También el peso de la búsqueda, el sín-
toma de otra ausencia que crea en ella un vacío renovado, siempre más íntimo,
cercano y corporal, hacia el rastro de la voz de infancia, a la intuición def initiva.

Ilse Díaz Márquez (Aguascalientes, 1985). Estudió Letras Hispánicas en la


uaa y en la Universidad de Almería, España. Tiene Maestría en F ilosofía e His-
toria de las Ideas por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Se desempeña
como profesora en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Fue ganado-
ra del premio universitario de poesía “Desiderio Macías Silva” y del premio
universitario de narrativa “Elena Poniatowska” en el 2006. Ha sido becaria
del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en dos ocasiones. Ha publicado
cuento, poesía y ensayo en revistas locales, y el libro De Minotauros y mujeres
que duermen (ica, 2010). Los textos de esta antología han aparecido en las
siguientes publicaciones: Premios Universitarios de Literartura. Poesía, cuento y
novela (uaa, 2007) y en la revista Parteaguas (ica, no. 19, 2010).

F I C H A S D E A U TO R 253
ÍNDICE
PRÓLOGO
José María Espinasa 5

Desiderio Macías Silva


Quizá 11

Dolores Castro
La tierra está sonando 13

Víctor Sandoval
Envío: 15

Salvador Gallardo Topete, el hijo


Sé mi hoguera 17
Y si el amor no fuera 18
Nadie evoca lo real 19

Eduardo López
Este mar de polvo 21

José de Jesús Lara Huerta


El otro caso equivocado 29
Carta a Emily Dikinson 30
Intento número uno 31

Rosa Luz de Luna


Borges el alquimista 33
Parábola del viejo 34

ÍNDICE
Francisco Martínez Farfán
Así podría asumir lo que persevera... 37
Deshabitar este sórdido... 38
Uno palidece de tanto ver... 39
Sólo por no dejar, sólo por estar incluido... 40
Parece difícil seguir... 41
Habrá algo en este giro que se mantenga sin caer... 42
Demostrando apenas sobre rasgos intransferibles... 43
Dolor del día con un sitio perfecto... 44
Entonces volverán las pérdidas:... 45

Eudoro Fonseca
Dulce Madre 47
El destemplado 49
Las catrinas 52
Sellado con un beso (todo contigo) 54

Roberto Quiroz Benítez


Corre fuego negro... 57
La luna esta rodeada por dos aros... 57
Las palabras nos inventan... 58
Llovizna... 59
La mente es ya una habitación vacía... 59

Ricardo Esquer
Mesa para lector 61
Ciega servidumbre 63
Envío 64
Rutina para odiante 65
Mantenimiento 66
Me moriré de cáncer en la lengua... 67
Una canción 68
Fuera del tiempo (palabras limpias de sal y sombras) 70

ÍNDICE
Jorge Castillo Guerrero
Óleo sobre la tarde 73
Espiga 74
Invierno 75
Noche de sol 77

Armando Quiroz Benítez


Segmentos del insomnio 81

Benjamín Valdivia
Entrada 85
Luna verde 86
Fragmento inédito de Sócrates 87
Muchachas 88
Origen 89
Ahora 90

Juan Pablo de Ávila


Ojo inconsciente
Beso 93
Contorno del poder 95
Ojo salvaje
Vuelo 97

Salvador Gallardo Cabrera


Escribir 5.44 a.m. 101
Leer 3.15 a.m. 102
Cinco cajas para una instalación 103

Agustín Lascazas
Un pez paraf inado una rareza... 109

ÍNDICE
América de la Torre
El caramujo 115

Rubén Chávez Ruiz Esparza


Lluvias 119

Rodolfo Meza de la Cruz


Fragmentos de El Gólem 129

Fabián Muñoz
1:47 a.m. 133
15/25 135
Cerro Florida 137

Óscar Santos
Debajo del trapecio 141
Hijas 142
Navegación 143
Amanece 144
(Las fuerzas de defensa de Israel bombardean Líbano) 145
(Criaturas imperfectas) 146
(Escape de Creta) 147
Escuché decir... 148
Una aguja... 149

José Luis Justes Amador


Poemas de San Rafael 151

Juan Carlos Quiroz


La hermosa 157
El poeta de la casa 158
Cántica 159

ÍNDICE
Isaac es bueno en matemáticas 160
Simona 161
Un mundo feliz 162
El relincho 163
XIV 164
Concédeme Señor 165

Sofía Ramírez
Ave y nada (Nuestros últimos padres)
Ella 167
Cada amanecer 168
Él 169
Ella y Él 170
Los pájaros 171
Él y Ella 172
Los niños del atardecer 173
Los niños y los muertos 174
El f  in 175

Patricia Ortiz Lozano


Esta es mi casa... 177
Entonces el fuego se proclamó vencido... 179
Hay una casa que siempre está vacía... 180
A los cobardes que no tienen ojos... 181
Desde que la quietud lanza sus redes de arena... 182
Esperar sentada las señales... 183
Árbol de sangre 184

Liliana Ramírez
Tonanzi Tlali 187
Lilith 188
Un abrazo 189

ÍNDICE
Claudia Santa-Ana
Hallamos la sed del verano... 191
I: El muelle 192
La alfarera 193
Geología 194
La fronda 195
N 196

Arlette Luévano
Postales 199
Composición para cuerpo inmóvil (fragmentos) 202

Paloma Mora
I. Él es polvo para nosotros... 209
Espejos 212

Ía Navarro
Paseo en bicicleta 217
Quid 218
Poema de amor 219
La piel 220
Poema 221
Te recupero en dos momentos 222

Yadira Cuéllar Miranda


Donde no hay mar 225
Gorriones 226
Exilio 227

Nancy García Gallegos


El loco 229
ínf 
ima 229

ÍNDICE
male vous 230
olvidante 230
insomne 230
sospecha... 231

Ilse Díaz Márquez


La cruzada de los niños 233
Pequeña muerte 237
Sitio 239

FICHAS DE AUTOR 243

ÍNDICE
Toda selección se def ine tanto por los que
están como por los que quedan fuera, incluso
cuando –como en este caso– la selección tie-
ne más que ver con un consenso colectivo que
con un gusto propio y personal. Lo indudable es
que, en un contexto como el mexicano, geogra-
fía de geografías, el retrato de la lírica aguasca-
lentense necesitaba un retrato de familia que
nos ubicara en su devenir más reciente.

Aguascalientes toma su nombre de los ma-


nantiales de aguas termales de la región pero
en contraste con (la mitad de) su nombre no
tiene salida al mar. Con todo, su poesía, como
podrá el lector de este libro comprobar, busca
mirar a la vez más allá y más adentro.

José María Espinasa

COLECCIÓN LOS DE LETRAS

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