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La Argentina, en el marco del proceso agro-exportador (1880-1937),

evidenciaba ya un marcado carácter de desigualdad regional. La muestra


más elocuente era la preeminencia del puerto y la pampa húmeda sobre el
resto del país. Los contingentes migratorios europeos, que se radicaron
predominantemente en Buenos Aires y región pampeana, también
contribuyeron al incremento de la diferenciación regional.

2Posteriormente el proceso de sustitución de importaciones (1937-1976),


lejos de revertir esta situación, incrementó la concentración industrial en
las grandes ciudades de la región pampeana. Si bien los contingentes
migratorios externos no fueron tan significativos como en la etapa anterior,
las migraciones internas y limítrofes también contribuyeron al proceso de
concentración de población y actividades económicas en la región
pampeana.
3A partir de la presente etapa de fragmentación social iniciada desde la
dictadura militar (1976 hasta la actualidad) la Argentina, salvo coyunturas
particulares, ha disminuido su capacidad de atraer población y sufre en
forma creciente el éxodo de su propia población hacia destinos como Norte-
América, Europa, Australia e inclusive, países limítrofes como Brasil.
4Por otra parte las migraciones internas en la Argentina son de magnitud
considerable. La importancia de estos movimientos fue creciente hasta
1960-1970 para luego descender. Se calcula que desde 1895 cambiaron de
provincia unos 7 millones de personas, y estas migraciones tuvieron efectos
tanto en las áreas emisoras como en las receptoras.
5Evidentemente todos estos procesos migratorios están asociados no
solamente con factores económicos, sino también con otros más complejos,
vinculados con expectativas de mejor calidad de vida. También resulta
importante recordar que la dinámica migratoria no es un mero “efecto”,
sino que también genera nuevos resultados (que se retroalimentan) tanto
en las áreas receptoras como en las emisoras. En un trabajo anterior
(Liberali, Morina y Velázquez, 1989) señalamos algunos de estos procesos.
6En el caso de las áreas se pueden señalar resultados positivos y
negativos:

Mayor dinamismo del mercado de trabajo, aunque con mayor rigidez en las
relaciones laborales.

Problemas de vivienda y medio ambiente, necesidad de incremento de servicios


sanitarios y educativos.

Desarraigo, pérdida de relaciones personales, incremento de las conductas


delictivas.

7En las áreas emisoras los efectos son, en general, negativos; entre ellos:

Incremento del índice de dependencia (disminución de la población activa).


Desvalorización de propiedades, acompañada de un proceso de mayor
concentración.

Sub-utilización de recursos (viñedos abandonados, escuelas con capacidad ociosa,


estaciones de ferrocarril desmanteladas, etc).

Migraciones internas en el marco de la


diferenciacion regional argentina
8Como ya señalamos, la actual configuración espacial de la Argentina está
relacionada con una serie de procesos que han tenido lugar a través de sus
diferentes etapas de “desarrollo”.
9Desde antes de la etapa agroexportadora se fue produciendo un creciente
languidecimiento de la economía del Noroeste Argentino (NOA), antes
dinámica merced a su vinculación con Potosí, y un paulatino ascenso del
Litoral respecto del interior del país.
10Durante la etapa agroexportadora, el proceso de concentración de
inversiones y de población en la región pampeana, continuó incrementando
la clara diferenciación entre ésta y el resto del país. Este resto,
genéricamente denominado “economías regionales”, también fue afectado
en forma diferencial por el proceso agroexportador. Así hubo economías
que lograron una mejor inserción relativa (azucarera en Tucumán y
vitivinícola en Mendoza), y otras cuya participación habría de ser más
marginal y tardía.
11De este modo, una vez agotada la etapa agroexportadora, el proceso de
sustitución de importaciones habría de continuar con el esquema de
concentración demográfica en la región pampeana, aunque incorporando
tardíamente a las restantes economías regionales sobre la base de un
mercado interno en expansión.
12Durante todo este lapso los procesos migratorios internos fueron muy
importantes. Lattes (1975) muestra que hasta 1914 predominaron las
corrientes migratorias entre provincias contiguas; entre 1914 y 1947 se dio
un período de transición; y en el lapso comprendido entre los censos de
1947 y 1970 la mayoría de los flujos migratorios tuvo como lugar de
destino al Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), cualquiera sea la
distancia del lugar de origen. Hacia fines de la década de 1970 y,
especialmente durante las siguientes se produjo una disminución de las
migraciones internas, y un significativo cambio de tendencia en los
movimientos, que pasaron a dirigirse preferentemente hacia las ciudades
medias.
13Lattes y Sana (1992) estiman que la redistribución por migraciones
interprovinciales fue de 1.108.000 personas entre 1960-1970, 639.000
entre 1970-1980 y de 441.000 entre 1980-1991 y sacaban también un
peso creciente de la población femenina en estos movimientos. Así la tasa
migratoria de las mujeres superó a la de los varones en 2 provincias en
1960-1970, en 4 en 1970-1980 y en 9 en 1980-1991. Por otra parte las
migraciones internas tradicionalmente se han producido en etapas: de la
zona rural a pequeños centros urbanos; luego a centros mayores,
provinciales o regionales; siendo la última etapa la de las grandes ciudades
en el nivel nacional. Desde fines de la década de 1970 esta última etapa se
fue diluyendo, engrosándose las áreas periféricas de los centros
intermedios. Este fenómeno de concentración provincial resulta evidente en
el censo de 1980: el 79,4% de los catamarqueños se trasladó entre 1975-
1980 a la capital provincial; lo mismo ocurrió en las provincias de La Rioja
(73,9%) y San Juan (80,6%), entre otras (Liberali, Morina y Velázquez,
1989). Casualmente, en todos los casos se trata de jurisdicciones
favorecidas por los Regímenes de Promoción Industrial, implementados a
partir de 1978, y aún hoy vigentes.
14Según Cacopardo (1978) en términos generales, los saldos migratorios
presentan una estructura concentrada en las edades económicamente
activas más jóvenes, entre los 20 y 39 años. En el Gran Buenos Aires
(GBA), Gran Córdoba y Gran Mendoza alrededor del 35% de los saldos se
encuentran entre los 20 y 29 años.
15En cuanto a las causas de la emigración, indicadores de ocupación,
estratificación y condiciones de vida aparecen como determinantes del
fenómeno; entre 1947 y 1960 se destaca la importancia de los indicadores
de empleo, mientras que a partir de la década de 1960 parecen adquirir
mayor significación en este tipo de procesos migratorios, aspectos
vinculados con la calidad de vida.
• 1 El Producto Bruto Geográfico per cápita (PBG) toma en cuenta los bienes producidos y
servicios prest(...)
16De acuerdo con estos condicionamientos cabe preguntarse si estos
movimientos de población entre jurisdicciones provinciales revisten algún
efecto sobre el nivel de desigualdades regionales en la Argentina. Con el
objeto de definir la magnitud de la diferenciación regional en la Argentina, a
los efectos de una mayor comparabilidad se consideró el Producto Bruto
Geográfico (PBG) per cápital1, lo que restringe el período a analizar al
comprendido entre 1960-1991, pues los estudios de contabilidad social
regional son relativamente recientes y la primera estimación de PBG,
desagregado en el nivel provincial, data de 1953 (Argentina. CFI-Instituto
Torcuato Di Tella, 1962).
17Para observar las relaciones entre ambos fenómenos se consideraron los
datos de PBG per cápita -que se han hecho coincidir, en la medida de lo
posible, con los censos de población respectivos- y los saldos migratorios
intercensales en los períodos 60/70, 70/80 y 80/91, en ambos casos
desagregados según provincias, en 1960-1970-1980 y 1991.

Cuadro 1. Argentina. Producto Bruto Geográfico per cápita por


jurisdicciones años seleccionados (promedio nacional=100)
Fuente: elaboración personal sobre la base de: para 1959 Argentina. CFI-Instituto
Torcuato Di Tella, 1962; para 1970 y 1980 Argentina. CFI, 1983; para 1991
Argentina. SAREP, 1994 y 1995.

Cuadro 2.Argentina. Tasa de crecimiento migratorio medio anual


intercensal por jurisdicciones 1960-1991 (por mil habitantes).
Fuente: elaboración personal sobre la base de: para 1960-1970 y 1970-1980
Argentina. INDEC 1981, 1984 y 1989; para 1980-1991 Argentina. CFI, 1991.

18De la comparación de las cifras de los cuadros 1 y 2, surge que existe


una asociación entre las jurisdicciones que absorben población y aquellas
que tienden a mejorar su situación relativa, especialmente a partir de
1970. Esto debe vincularse con el carácter necesariamente selectivo de los
procesos migratorios que se convierten en una suerte de “economía
externa” para estos centros de recepción localizados básicamente en las
regiones pampeana y patagónica.
19No resulta tan evidente, sin embargo, el resultado de la emisión de
población, ya que durante los diferentes intervalos del período considerado,
las provincias expulsoras en algunos casos mejoraron su situación relativa,
yen otros, la empeoraron.
• 2 La segmentación política (y estadística) del Gran Buenos Aires entre Capital y Partidos
del Conurban(...)
20Si consideramos el PBG de 1991 en relación con el crecimiento
migratorio medio de todo el período 1960-1991 podemos concluir que, con
excepción de San Luis, que cambió bruscamente su comportamiento
migratorio después de 1980, todas las provincias que expulsaron población
durante las tres décadas, habrían de quedar mal ubicadas con respecto al
promedio nacional de PBG y que, por el contrario, todas las jurisdicciones
que recibieron población quedaron situadas claramente por encima del
promedio nacional. Los saldos migratorios negativos de la Capital son en
realidad positivos contabilizando al GBA y el PBG de la provincia de Buenos
Aires sería mayor si lo englobáramos en el de la Capital.2
21El grupo de provincias expulsoras-pobres está comprendido por las del
NOA y NEA y, en menor medida, por las de Cuyo. El conjunto de las
receptoras-ricas abarca a las de las regiones pampeana y patagónica. En
este último caso se debe hacer la salvedad de que por su estructura
económica, muchas de las actividades pueden considerarse como enclaves,
es decir que un incremento del PBG no supone necesariamente un aumento
del ingreso promedio de sus habitantes.
22Es decir que existe una circularidad entre la dinámica migratoria de las
jurisdicciones y su situación relativa. Esta circularidad se aleja más de los
planteos neoclásicos -por medio de los cuales la libre movilidad de factores
o, en otros términos, la fuerza del “mercado”, igualaría las diferencias
regionales- que de otras posturas alternativas, basadas en las relaciones
económico-sociales vigentes a escala del sistema nacional y en
laselectividad de los movimientos de la población. Si bien la corriente
migratoria se comporta en el sentido esperado por los neoclásicos, su
resultado no es “igualador” de las diferencias regionales; la expulsión de
población, más que corregir una situación de desigualdad, la denuncia.

Dinámica migratoria externa


23Especialmente durante la etapa agroexportadora la Argentina fue uno de
los principales puntos de atracción para los inmigrantes europeos. Las
oportunidades que ofrecía para la castigada Europa de ese entonces eran
muy grandes. Nuestro país, era un territorio con escasa población y en
pleno proceso de expansión económica. En términos absolutos, la Argentina
fue el segundo destino después de EEUU y en términos relativos, fue el país
más receptor. Esto queda reflejado en el Tercer Censo Nacional (1914)
cuando un tercio de la población era extranjera, mientras que en los
estratos de edad activa, la proporción de extranjeros superaba a la de
nativos. La radicación de extranjeros fue mucho más notoria en los grandes
centros urbanos y en la región pampeana, constituyéndose junto con las
inversiones y la localización de la infraestructura en una de las razones
para la hegemonía de la citada región. Incluso el nivel de cualificación de
los migrantes se diferenciaba regionalmente: los campesinos provenientes
de Europa del sur y del este, con bajo grado de educación formal, se
insertaron en las actividades rurales del interior del país, mientras que la
fuerza de trabajo originaria de países que ya habían realizado su revolución
industrial, -la cual contaba con un considerable acervo de experiencia
manufacturera y un saber productivo incorporado y acumulado, amén de
una mayor escolaridad formal-, se insertó sin dificultades en el incipiente
mercado de trabajo de los principales centros urbanos del territorio
nacional (Neffa, 1998).
24La sustitución de importaciones implicó una economía más autárquica y
diversificada, que si bien continuaba ofreciendo oportunidades, coexistía
con la Europa de postguerra y el Plan Marshall, dinamizando la economía
del viejo continente en algunas regiones y sectores, y reorientando los
movimientos migratorios europeos. Así, entre otros, los “gallegos” y los
“tano” reemplazarían en sus preferencias a la Argentina y otros países
Americanos por destinos europeos más cercanos.
25El arribo a nuestro país de inmigrantes limítrofes fue siempre más
constante, y comenzó a ser más notorio a partir de la disminución y,
posteriormente, el virtual cese de la llegada de europeos durante la década
del cincuenta.Si bien el saldo migratorio absoluto acumulado entre
el crackbursátil de 1929 y los primeros años de la “posguerra” superó
ampliamente las 80.000 personas, el saldo migratorio de pasajeros de
ultramar resultó ampliamente deficitario durante gran parte de la década
del cuarenta; hacia el final de dicho decenio la tendencia pareció revertirse,
pero sólo por un corto lapso de tiempo: mientras que en 1949 ingresaron al
país 63.389 migrantes no limítrofes, en 1954 sólo lo hicieron 3.332, cifras
que implican una tasa decreciente situada en el orden del –38% anual. Así,
la mayor evidencia empírica del proceso de cambio es brindada por la
drástica reducción de los contingentes migratorios provenientes de
ultramar. Los inmigrantes limítrofes tuvieron mayor peso en las llamadas
“economías regionales”, por los que resultaba habitual la presencia de
chilenos en la Patagonia, bolivianos en el NOA o paraguayos en el NEA.
Estas economías regionales, altamente utilizadoras de mano de obra no
calificada, crecieron al impulso del desarrollo del mercado interno, que tuvo
durante este lapso una coyuntura favorable en el marco de un proceso de
alta participación de los asalariados en el ingreso nacional.
26A partir de los años sesenta y setenta el peso de los limítrofes fue
aumentando y, del mismo modo que los nativos del NOA y NEA, con la
agudización de las crisis regionales, incrementaron su desplazamiento, en
una primera etapa, hacia las grandes ciudades, fundamentalmente Gran
Buenos Aires, Rosario y Córdoba. Durante estas décadas el mercado de
trabajo de los grandes centros urbanos se mostró más dinámico, no sólo
por el mantenimiento de la estructura productiva, sino por la expansión de
los servicios. La radicación de nativos del NOA y NEA y de extranjeros
limítrofes en las ciudades contribuyó al crecimiento de la periferia urbana,
particularmente de las llamadas “villas miseria”.
27Hacia fines de los setenta y principios de los ochenta, con el agotamiento
de la sustitución de importaciones y el creciente desmantelamiento del
aparato productivo se desata una crisis económica que afectó en mayor
medida a las grandes ciudades. Por esta razón estos flujos migratorios
internos y limítrofes cambian su orientación hacia ciudades medias. El
tradicional modelo de “migración por etapas” se interrumpe antes del
último eslabón, también existen procesos de retorno, trasladándose así el
incremento de las periferias e, incluso de la marginalidad, hacia las
ciudades intermedias.
28Todos estos movimientos de población se vinculan con factores
estructurales y coyunturales. El signo más característico de la crisis propia
de la actual etapa de fragmentación social es el fenómeno de expulsión de
argentinos hacia regiones y países que parecen ofrecer mejores
alternativas, principalmente Norteamérica, Europa, Australia e, inclusive,
países limítrofes como Brasil.
29Como esta fragmentación social no es un fenómeno exclusivo de la
Argentina, también se vivió con diferentes peculiaridades en toda la región.
Es por eso, que tanto por razones estructurales como coyunturales,
continuó la recepción de inmigrantes de países limítrofes, principalmente:
Bolivia, Perú y Paraguay.
30Con respecto a la expulsión de argentinos el Censo Nacional de
noviembre de 2001 aportó una verdadera sorpresa. Contradiciendo las
expectativas de una Argentina con 38 o 39 millones de habitantes, las
cifras preliminares (sujetas a cierto subregistro) superaron apenas los 36
millones.
31Si bien durante la década del noventa continuó el proceso de transición
demográfica con la subsiguiente reducción de la fecundidad, la
responsabilidad de la dinámica migratoria externa (expulsión de
argentinos) tuvo que ser significativa para la explicación de este escaso
incremento de población durante el último período intercensal (1991-2001).
Se parte de la población censal de 1991 y se añade el crecimiento
vegetativo registrado entre mayo de 1991 y noviembre de 2001, se puede
despejar de la ecuación demográfica básica el saldo migratorio.
32Entre 1991 y 2001 el saldo migratorio (diferencia entre ingresos y
egresos de población) fue negativo. Al hablar de saldo se asume que la
expulsión de argentinos fue superior a las 870.468 personas ya que
durante este lapso también hubo recepción de inmigrantes, básicamente
limítrofes. Aparece así una flagrante contradicción: mientras que las
reformas estructurales de los noventa fomentaron la creación de una
superpoblación relativa de fuerza de trabajo, promoviendo el ingreso al
territorio nacional de mano de obra migrante y estableciendo una
discriminación salarial contra ella, el desempleo estructural, la precarización
del mercado de trabajo y la caída de los salarios reales -en suma, la falta
de oportunidades para la mayor parte de la población- se configuraron en
los detonantes por excelencia del proceso de sangría demográfica hacia los
países industrializados. Por otra parte, el denominado brain-drain no ha
resultado ajeno al proceso general de expulsión demográfica, pues
estimaciones recientes han dado cuenta que la Argentina es el país
latinoamericano más afectado por la radicación definitiva de científicos en
el exterior, seguido a una considerable distancia por México.
33Entre las razones estructurales se debe señalar que durante los noventa
persistía aún una diferencia de desarrollo relativo entre Argentina y Bolivia,
Paraguay o Perú, principales centros de expulsión de población. La principal
razón coyuntural que incrementó este proceso durante esta década fue la
vigencia del plan de Convertibilidad que implicó la apreciación del signo
monetario argentino. En este contexto la posibilidad de remisión de “Argen-
dólares” al exterior se constituyó en un fuerte incentivo coyuntural para
muchos inmigrantes limítrofes.
34El fantasma de la expulsión de población joven, con cierto nivel de
instrucción y desilusionada con la falta de horizontes que ofrece la
Argentina resultan cruelmente visible en nuestra realidad cotidiana.
Internamente se observa que las aglomeraciones de público se multiplican
en los consulados; mientras que desde el exterior las señales también
resultan claras, aumentando las restricciones a la recepción de población
argentina.
35Tras una efímera primavera, vinculada con las “relaciones carnales” de
Menem con EEUU, con la crisis desatada a partir de la devaluación del signo
monetario argentino en enero de 2001 se volvió a establecer la necesidad
de contar con visado para viajar al país del norte. En el caso europeo, la
tradicional estigmatización hacia los “sudacas” se ha hecho extensiva
también hacia los argentinos. Esto nos priva del status “ligeramente
superior” que pudo haber gozado un argentino por sobre nuestros “pobres”
vecinos latinoamericanos hasta la década del noventa.
36En los eventos deportivos, programas radiales y televisivos y otras
manifestaciones que llegan desde el exterior, la presencia de argentinos es
un hecho cotidiano y creciente. Parte de esta sangría se vincula con la
persecución política desatada durante la Revolución Argentina (1966-1973)
y, sobre todo, a partir del Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983)
pero desde entonces, a pesar de la democracia formal, han persistido
sucesivos planes de ajuste instaurados por sectores minoritarios. Esto,
además de implicar una creciente fragmentación de la Argentina, trae
consigo la expulsión de población.
37Resulta difícil estimar cifras aproximadas de la acumulación de esta
verdadera sangría demográfica. En general los censos de los principales
países receptores de argentinos no brindan cifras desagregadas por
nacionalidad y, a pesar de las recomendaciones de los organismos
internacionales, no son sincrónicos. Por otro lado los registros de entradas
y salidas (único indicio estadístico “oficial” de este fenómeno) adolecen de
serias deficiencias de sub-registro, particularmente para ciertos períodos,
llegando al extremo de carecerse por completo de información del
quinquenio 1977-1981 (Velázquez, 1986).
38Otra cuestión que produce confusión es que, en muchos casos, cuando
se hace referencia al fenómeno, se habla de “argentinos en el exterior”
refiriéndose no sólo a los emigrados, sino a la colonia de argentinos, es
decir incluyendo a sus familiares (cónyuges e hijos nacidos en el
extranjero). Obviamente la colonia de argentinos es mayor que los
argentinos emigrados, ya que, por tratarse de un proceso relativamente
reciente que involucra población relativamente joven, la mortalidad de los
argentinos emigrados es menos significativa que su descendencia.
39Con respecto a la recepción de inmigrantes limítrofes, según muestra
Benencia (1997) estos inmigrantes han sido fruto de un proceso más
espontáneo, pero más constante a lo largo del tiempo. Tradicionalmente el
proceso obedeció a diferencias estructurales de desarrollo entre los
respectivos países. Desde el Primer Censo Nacional (1869) hasta el de
1991 su proporción osciló siempre entre un 2 y 3% de la población total.
Sin embargo estos extranjeros comienzan a ser más visibles a partir de la
década del sesenta cuando, por el envejecimiento y el virtual cese de
arribos, comienza a disminuir drásticamente la población europea.
Históricamente los inmigrantes limítrofes están asociados con la provisión
de mano de obra para el trabajo agrícola:

Paraguayos con las cosechas de algodón y yerba mate en el Nordeste Argentino.

Bolivianos con el tabaco rubio en Salta y Jujuy, con la caña de azúcar en las
mismas provincias y Tucumán, con la horticultura en Mendoza y provincia de
Buenos Aires.

Chilenos en la Patagonia, relacionados con tareas de esquila, en el Valle del Río


Negro con la recolección de frutas, en la Patagonia austral con la explotación del
petróleo y la construcción.
La excepción la constituyeron los uruguayos, que se concentraron en grandes
ciudades, en tareas relacionadas con los servicios.

40Es decir que en el proceso hay áreas que tradicionalmente tenían mayor
peso relativo de población limítrofe. Dentro de los empobrecidos NOA y
NEA, la presencia de bolivianos y paraguayos, era y continúa siendo, un
fenómeno muy habitual. Lo mismo ocurre, aunque en menor medida, con la
Patagonia respecto de los chilenos.
41Tras una primera radicación “regional”, muchos de estos inmigrantes
limítrofes se desplazaban internamente hacia el Gran Buenos Aires o
grandes ciudades de la región pampeana (Rosario, Córdoba, Mar del Plata).
Las crisis que comienzan a experimentar las economías regionales a partir
de la década del sesenta (crack algodonero en Chaco, crisis del azúcar en
Tucumán, cupificación de la yerba y crisis tabacalera en el NEA) aceleran
este proceso, haciendo que los extranjeros limítrofes adopten los mismos
patrones migratorios de los nativos del NOA y NEA. Esto incrementa el
impacto de los inmigrantes limítrofes en las mayores áreas urbanas de la
región pampeana.
42Coincidimos con Benencia (1997) en que esta migración espontánea o
voluntaria no es sinónimo de “migración anárquica”. Se trata de una
migración planeada en el seno de las familias, desde la racionalidad de los
pobres y dentro del esquema de estrategias de supervivencia. En ella, por
lo general, una parte de la familia emigra y otra permanece en el país
expulsor. Los que migran envían remesas de dinero y contribuyen a
sostener a sus familias en el lugar de origen, De este modo las familias
intentan resolver el problema del desempleo desde su ángulo más costoso:
la emigración.
43El tradicional mecanismo de las cadenas y senderos migratorios los lleva
a radicarse en la periferia urbana y a ocupar nichos del mercado laboral
habitualmente desechados por los argentinos nativos.
44Existen, sin embargo, diferencias apreciables según el país de origen en
lo que respecta al nivel educativo, tipo de ocupación, rama de actividad y
magnitud. Por ejemplo:
Los uruguayos tienen mayor nivel educativo que los restantes inmigrantes
limítrofes; sus ocupaciones revelan mayor presencia en actividades terciarias, de
tipo administrativo y en el comercio.
Los paraguayos se distribuyen, según sexo, entre el servicio doméstico para las
mujeres y la construcción particular, en pequeñas obras, entre los varones.
Los bolivianos varones trabajan fundamentalmente en la construcción, pero en
obras grandes, y las mujeres se reparten entre servicio doméstico, costura (con
características de trabajo familiar a destajo) y comercio, fundamentalmente en las
ferias y mercados de frutas y hortalizas.
Los chilenos son escasos en los grandes aglomerados urbanos y su presencia en la
economía regional de la Patagonia está en retroceso.
45En 1991 las provincias con mayor proporción de población limítrofe eran
las patagónicas y Formosa (ver mapa 3). En el escalón siguiente se situaba
otra provincia del NEA (Misiones), dos del NOA (Salta y Jujuy), la cabecera
de Cuyo (Mendoza) y la provincia y ciudad de Buenos Aires. La proporción
de limítrofes en el resto del país era menor al 1%.
46En los casos de la Patagonia y Buenos Aires esta radicación se vincula
con condiciones favorables en lo que respecta a la riqueza teóricamente
disponible. Sin embargo considerando la presencia de extranjeros limítrofes
en el NOA y NEA, ambas regiones con bajos índices de PBG per cápita,
podemos confirmar el carácter “regional” de parte de estos movimientos y
la inserción marginal de gran parte de estos inmigrantes en la sociedad
argentina.
47Por lo anteriormente expuesto consideramos que históricamente la
radicación de inmigrantes limítrofes en la Argentina obedeció a
factoresestructurales (diferencias de desarrollo entre los países), pero,
durante la década del noventa, también se agregaron
razones coyunturales.
48La sobrevaluación del signo monetario argentino durante el período de
convertibilidad instaurado por Menem-Cavallo fue un incentivo importante
para la radicación de inmigrantes limítrofes. El mecanismo migratorio se
basa, en gran medida, en cadenas preexistentes desde las décadas de
1960 y 1970 que fueron re-dinamizadas.
49En general se instalan al principio los jefes de hogar, en algunos casos
con la idea de formar un pequeño capital y retornar a sus países de origen
o, en otros, para efectuar remesas periódicas a sus familiares en Bolivia,
Perú o Paraguay, principalmente.
50Tradicionalmente estas migraciones “golondrina” terminaban
convirtiéndose en definitivas cuando se establecían lazos afectivos, mayor
vinculación con la sociedad receptora y se lograba la instalación de familias
y colonias completas.
51El incremento coyuntural de población limítrofe durante los noventa ha
sido utilizado para estigmatizarlos, adjudicándoles responsabilidad en los
crecientes problemas de la desocupación e inseguridad en la Argentina. Sin
embargo esta utilización política del tema no se corresponde con la
realidad, ya que diversos estudios han demostrado que el problema del
desempleo en los noventa está vinculado con la privatización de empresas,
el achicamiento del Estado y el perpetuo proceso de ajuste que llevaron a
una virtual implosión de la economía argentina. (Lindemboim, 1995;
Marshall, 1995; Palomino y Schvarzer, 1996). Se ha comprobado que la
influencia de los inmigrantes limítrofes sobre la desocupación es
irrelevante (Maguid, 1995). Con respecto a la inseguridad, más allá de la
impresión que pueda brindarse por parte de los partidarios de la “mano
dura” y la prensa amarillista, la tasa de hechos delictivos es sensiblemente
menor en los inmigrantes que entre los argentinos nativos.
52La brusca devaluación practicada en el primer trimestre de 2002 implicó
el retorno de parte de estos inmigrantes limítrofes “coyunturales” que,
durante la década del noventa y mediante un fuerte subconsumo, lograban
un pequeño excedente en divisas.
53Es probable que si el Censo de noviembre de 2001 se hubiera realizado
tan sólo dos meses después (luego de la caída de De la Rua y la fuerte
devaluación del signo monetario argentino), los guarismos de población
total hubieran sido menores aún.
54Si bien hoy todavía persisten diferencias estructurales de desarrollo entre
Argentina y países como Bolivia, Perú o Paraguay, no es extraño encontrar
una incipiente colonia de argentinos en Brasil e, inclusive en países como
Uruguay o Chile.
55El telón de fondo es que los gobiernos de estos países tratan de
“diferenciarse” de la estrepitosa caída Argentina para intentar obtener un
trato diferente por parte del Fondo Monetario Internacional o el ingreso a
un bloque económico más cercano al “primer mundo” como el ALCA,
poniendo en serio peligro la continuidad del MERCOSUR.
56Las nuevas condiciones generadas por el abandono del “Plan de
Convertibilidad” abren nuevos interrogantes respecto de la futura dinámica
económica y demográfica de la Argentina.
57Existe un incipiente proceso de migración de retorno. Esto es producto
de la combinación de la acumulación de experiencias negativas por parte de
argentinos que han intentado residir en el exterior, como por la posibilidad
de recuperación parcial de la economía argentina que, tras la brusca
devaluación, se ve obligada a sustituir importaciones, aumentando su
competitividad en ciertos sectores (particularmente el turismo).
58También parece haber una atenuación de los flujos limítrofes (tanto de
ingreso como de egreso). Por un lado los “consolidados” no se arriesgan a
regresar a sus países de origen, por el otro los que tendrían expectativas
de venir postergan su decisión a menos que cuenten con nexos claros para
mejorar sus posibilidades de inserción.
59Con respecto a los movimientos internos, la dinámica nacional con tasa
de crecimiento migratorio negativo (–2,5 por mil durante el último período
intercensal 1991-2001) se trasladó, en gran medida, al conjunto de las
regiones y provincias.
60Aplicando la misma ecuación demográfica para el período intercensal
1991-2001 se observa que solamente 8 provincias tuvieron saldo
migratorio positivo, en tanto las 16 restantes expulsaron población. De
estas 16 provincias expulsoras, entre las cuales se encuentran provincias
patagónicas tradicionalmente receptoras, 9 lo hicieron con una tasa
superior al promedio nacional (2,5 por mil).

Conclusiones
61La Argentina es un país contradictorio. Una tradición de recepción de
población, asimilación y apertura cultural puede ser reemplazada bastante
rápidamente por otra de expulsión de población e incipiente xenofobia
cuando la coyuntura (¿o la estructura?) socio-económica llega a cierto nivel
de deterioro.
62La fragmentación social que sufre nuestro país desde fines de la década
del setenta tiene carácter estructural por la aplicación acrítica de sucesivos
planes de ajuste en el marco del denominado “Consenso de Washington”.
El Plan de Convertibilidad aplicado durante los noventa implicó una
coyuntura inédita por constituir una “isla” de modernidad en la deprimida
región latinoamericana. La burbuja, sin embargo, terminó explotando y,
tras una fuerte crisis inicial durante el 2002, se presenta un escenario que
podría permitir otras posibilidades.
63Como la dinámica demográfica no sólo tiene que ver con condiciones
objetivas, sino también con expectativas, las definiciones que puedan
tomarse en la Argentina a partir de mayo de 2003 pueden resultar cruciales
para que nuestro país brinde posibilidades que le permitan recuperar parte
de sus exiliados económicos y pueda retomar su tradición de “puertas
abiertas” para una efectiva inserción, más digna que la actual, en el
contexto del MERCOSUR y de un nuevo orden que no asuma (o nos quiera
hacer asumir) que la actual “globalización” es la única vía posible.

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