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LA HISTORIA DE UNA NACIÓN NO ES SOLO UN PROCESO BÉLICO, SINO, POLÍTICO,


SOCIAL Y CULTURAL
LA NACIÓN SOÑADA
POSADA CARBÓ EDUARDO
EDITORIAL NORMA
BOGOTÁ COLOMBIA 2006
N° PÁG 365.

El fin último de la historia dentro de una nación, es lograr que sus actores; directos e indirectos
vean a través de ella, todo un proceso constructivo, que desarrollaron para lograr adquirir la
constitución política, social, y cultural que son. Por ello, se analiza la importancia de la identidad
nacional y las tradiciones liberales en dicho proceso de construcción y reconocimiento,
necesarios para lograr una sociedad civil, que refleja la obra -la nación soñada-, del escritor,
abogado e historiador Eduardo Posada, valorando, de una manera crítica y analítica, su esfuerzo
por rescatar las instituciones desdeñadas y subvaloradas por los propios colombianos, y el
panorama general de país violento, que se ha formado alrededor de Colombia, subyacente de la
inclusión de este como fenómeno artístico, estético y literario.

La obra cuenta con 6 capítulos, que dividiremos en tres momentos así: Un primer momento lo
integran los capítulos 1(retratos de un país asesino) y 2 (exorcismo a la violencia); que
constituyen una develación de la realidad exterior colombiana, para contextualizar al lector de la
imagen que países exteriores y personajes artísticos tienen de Colombia, catalogándolo como un
país asesino, lleno de violencia o sociedad enferma, sustentándose en el hecho de los diferentes
escenarios bélicos que esta ha sufrido. Y en contraposición una renovación o pretensión de
cambiar esa imagen para brindar al lector la posibilidad de crearse una percepción libre; sin tener
prejuicios o ideas preconcebidas y discriminatorias de Colombia, respectivamente.

El segundo momento abarca los capítulos 3 (ni cesares, ni caudillos), 4 (el poder del voto) y 5
(intelectuales en tiempos de crisis); dan a conocer un proceso retrospectivo de la historia
colombiana, que contienen los escenarios o etapas políticas y sociales de transición por las que
paso el país y las visiones erradas que se constituyeron en derredor, en su tiempo así: División
política o ideológica (liberales y conservadores), la acción determinante del sufragio electoral
como proceso renovador en la construcción de una democracia liberal y por ultimo las ideologías
que revolucionaron cada momento histórico, y su influencia en la transformación de la
concepción del país y su historia. Con la intención de llamar a la valoración de las instituciones
sociales y quitar la subvaloración que se ha tenido.

El tercer momento, es decir el capítulo 6 (reflexiones finales), concluye y refleja las


justificaciones del autor, para proclamar la llamada nación soñada, y del porque redimir a
Colombia de los ultrajes a los que ha sido sometida y despertar un conocimiento de este de
manera generalizada.
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En primera instancia, el libro, critica las concepciones erróneas o equívocas que se han formado
de Colombia y en consecuencia de los colombianos, como el banderín impuesto de la llamada
sociedad enferma, al determinar que la violencia y la guerra es la esencia misma de una condición
natural y generalizada de la nación, en otras palabras, que más puede ofrecer un país asesino, sino
colombianos agresivos. No obstante alejándonos un poco de estigmas tan simplistas, cualquier
persona que haya estudiado las situaciones que conllevaron a la existencia de las llamadas
potencias mundiales o de los estados élites, tendría que reconocer sin dudarlo que dichas
situaciones estuvieron llenas de conflictos bélicos, generando desastres inconcebibles, y debería
reconocer que el autor tiene razón, ya que, la categorización de Colombia como país asesino o
sociedad enferma, es infundada, en este sentido, si bien Colombia a lo largo de su historia
desarrollo escenarios de guerra o de violencia esto no abarca a la nación en su totalidad, pero si
hace parte necesaria en la construcción de su identidad mas no suficiente para lo que él llama, la
nación obligada a sentir vergüenza. Por eso el autor manifiesta; que es triste como nacionales
(escritores, artistas y políticos), vociferen una nación conflictiva y sientan vergüenza por algo que
no solo le toco a Colombia, negándose a sentirse identificados con lo que esta nación ha llegado a
ser.

De allí, la importancia de lo que Eduardo Posada afirma en su libro, “nunca he podido


reconocerme en esos cuadros que nos retratan como un país asesino” haciendo referencia a
Colombia como la fuente de inspiración de artistas que pintan y describen la violencia; e
iniciando el camino para promover lo que él llama el “exorcismo a la violencia” desde esta
perspectiva dicha iniciativa, no solo es buena e importante, sino necesaria para reconocer a
Colombia, no como panorama violento, sino como una sociedad civil que como todas tuvo que
pasar por etapas para llegar a su constitución más humana. De esta manera si no existe en los
nacionales una transformación del pensamiento, no se generaría una asimilación diferente del
país y si no se les brinda la oportunidad de liberarse de los yugos discriminatorios, que son
determinantes en decir que, no se puede encontrar en Colombia nada más que intolerancia como
causa directa de la violencia, no se condujera a la creación de un sentido de pertenencia o amor
patriótico, que contribuyera a la formación de una valoración histórica-política y por ende a una
nación autónoma y dignificante, que es uno de sus objetivos.

Se desprende entonces, del hecho de reconocer a Colombia como una nación autónoma y
dignificante, la valoración que se da a la interacción política colombiana, el libro es claro en
reconocer la existencia de desigualdades, sujeta a un bipartidismo que dividió a la sociedad bajo
ideologías clientelistas o ingenuas, pero igualmente ratifica que esto inició un proceso para la
constitución de una democracia liberal que llevaría a Colombia hacia un rumbo excepcional que
muchas naciones lograron después de largas dictaduras, alcanzando una mediatización del poder,
un reflejo claro de los consensos alcanzados y que muchos historiadores dejaron de lado como
dice Posada “en medio de aquella tragedia nacional, hubo también importantes espacios de
convivencia civilizada que deberían recibir mayor atención”.
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En este sentido el libro en el capítulo, ni cesares ni caudillos, pretende llamar al reconocimiento


de la existencia de factores políticos, que, si bien justifican guerras, conllevaron y permitieron
definir aranceles para esta sociedad civil, que tuvo fe en los principios de la república, tales
factores como: (bipartidismo, constituciones, libertad de prensa, procesos electorales) y que
construían las vías propicias para lo que esta nación es hoy. Por ejemplo, Posada da a entender
que la libertad de prensa, aun cuando fisuró los gobiernos esto fue imprescindible para generar un
control administrativo y del poder, introduciéndose en ellos para informar a los habitantes y
evitar caer en engaño, mientras que otras naciones que no tenían dicha ley, sufrían barbaries en
manos de dictadores. Así también el sufragio electoral, se convirtió en el paso principal para
llegar a la constitución de la república y a la formación de una cultura electoral, que generó la
inclusión de la mujer, o el surgimiento de las constituciones que, aunque inconstantes y en casos
disfuncionales contribuyeron también a dicho fin. Por tal motivo hay que tener en cuenta como
manifiesta el autor, que “la reivindicación de una tradición liberal cumple con el propósito de
revalorar aspectos centrales de nuestra cultura política, que no obstantes, sus evidentes
manifestaciones, han sido ignoradas o despreciados en décadas recientes, mientras se
identificaba la nación de manera prioritaria y casi exclusiva con la violencia” es por ello de vital
importancia lo que se denomina el reconcilio de la comunidad intelectual colombianas, es decir
escritores, artistas, políticos, científicos, con dicha tradición, fundamental en nuestra historia.

En fin -la nación soñada-, refleja los graves conflictos introducidos y conllevados al definir a
Colombia en términos de la violencia, la intolerancia, la corrupción, la inestabilidad, pero
manifiesta que dichas visiones están distorsionadas, encerrando a Colombia en una ideología
hermética llamada “violencia”, es por eso que surge el valor de la apreciación de este libro,
como un intento, no de negar lo que paso o pasa, sino de llamar a un conocimiento y aceptación
de lo que somos, porque al fin y acabo no es malo, de vivir con nuestra historia en su esplendor y
no enmarcada bajo la característica violenta. Ya que “ese reconocimiento en sí mismo,
(violencia), no nos dice nada sobre la naturaleza de la violencia ni mucho menos sobre la
nacionalidad”. Y más aún de valorar todas las instituciones sociales, y sus esfuerzos por
construir una sociedad civil, dentro de las cuales se desarrollan las tradiciones liberales y
democráticas, que generaron los valores fundamentales en nuestra nación. De tal manera que
lleguemos a un análisis necesario para desprendernos de tal aseveración discriminante, y sigamos
adelante confiando en que Colombia puede y llegará ser mejor, siempre y cuando constituyamos
una identidad nacional no efímera sino real, acorde a los procesos históricos, políticos, culturales,
sociales y económicos.

La nación soñada alienta a “la necesidad de seguir soñando en el país que tenemos, de creer que
a pesar de los obstáculos y problemas internos que aún nos interpelan, tenemos el derecho a
algo mejor. Que la violencia es un sofisma que no ha permitido apreciar los valores de nuestra
cultura nacional. Es en definitiva una invitación para que los intelectuales, líderes de opinión,
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políticos y académicos vuelvan a la defensa de la tradición liberal que históricamente ha


defendido nuestra cultura nacional. Una invitación para que los investigadores abandonen el
lenguaje “maximalista llenos de juicios absolutos que alimentan el derrotismo y la desesperanza,
al tiempo de tener efectos retardatarios en cualquier intento de reforma”. Es una invitación para
poder recuperar nuestro orgullo nacional”1.

Así también, la nación soñada, nos conduce a cuestionarnos y reflexionar , acerca de las
implicaciones políticas que plantea el autor, y a reestructurar nuestra visión de su intervención en
la historia colombiana, pero siendo honestos con las crisis políticas, sociales y culturales vividas,
es decir, no se trata de establecer en Colombia, una historia política idealista, sino de entender el
compromiso y la influencia de las ideologías, materializadas dentro de la instituciones, en la
construcción de un esquema nacional, más noble e igualitario, aun cuando, debe considerarse
como un proceso largo y complejo, en el cual todos intervenimos y no arrebatarnos la ilusión,
bajo argumentos mediáticos y erróneos.

1
El Taller de la Historia, vol. III, Nº 3, 2011, pág. 253-280. Issn: 1657-3633
Programa de Historia, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad de Cartagena de Indias, Colombia

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