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El hermano de este Emperador, Constantino XI, también intentó limar asperezas con sus
aliados naturales de Roma, pero el clero bizantino seguía boicoteando la idea. Esto,
obviamente, interesaba al Sultán otomano, en esa época Murad II.
Los primeros preparativos para el ataque vinieron precedidos por un ataque de confianza
de Constantino. Ante la muerte de Murad II, su hijo Mehmed prometió dejar tranquila la
ciudad y el resto de territorios controlados por ella. Esto hizo pensar al Emperador que los
otomanos estaban en una posición de inferioridad y exigió un pago anual, que debía servir
para mantener con vida a un familiar del Sultán, retenido en Constantinopla como rehén.
Este hecho, soliviantó a Mehmed que, de inmediato, empezó a preparar el ataque. Corría
el año 1452.
Los preparativos fueron largos. Ambos bandos procuraron agrupar el mayor número
posible de aliados y soldados. Por parte bizantina, sus peticiones de ayuda a occidente
fueron correspondidas por el Papa, que envió barcos y soldados, casi todos genoveses y
venecianos. Sus convecinos de Pera, hoy en día dentro de Estambul, también accedieron a
participar en la defensa. Sin embargo, para decepción del Emperador, Constantinopla ya
no era lo que había sido: solo contaba con 50000 habitantes y, de entre ellos, solo unos
7000 soldados.
Por su parte, los otomanos pasaron rápidamente a la acción. Levantaron una muralla a 10
kilómetros de la ciudad y trataron de bloquear las vías marítimas de suministros. Su
ejército llegaba a los 100000 soldados y se hizo construir un moderno cañón de cerca de
nueve metros de longitud.
Lo cierto es que los asediados tuvieron pronto buenas noticias. Dos victorias, una de ellas
al mismo Sultán, dieron moral a los sitiados.
A finales del mes de abril, los barcos del Papa comenzaron a llegar a la zona, consiguiendo
burlar el bloqueo establecido a la entrada de los Dardanelos, consiguiendo llegar a la
ciudad.
Distraídos por lo que sucedía en esa zona, los bizantinos dejaron una de las puertas de la
murallas abierta. Por allí entró un destacamento de jenízaros, que logró penetrar las
primeras murallas. A su vez, el valeroso capitán genovés Giustiniani, que dirigía la defensa,
fue herido y sus soldados, desmoralizados, desertaron de sus puestos.
Cuentan que Constantino luchó en persona en las murallas, sin rendirse hasta que cayó en
combate.
Esa misma tarde, Mehmed entró por fin en la ciudad. En un primer momento la ocupación
fue bastante tolerante (de hecho más que la que protagonizó los cruzados). Santa Sofía y
el resto de los edificios, aunque pasaron a ser mezquitas, fueron respetados e invitó a los
habitantes a quedarse en sus hogares, respetando sus bienes. Incluso designó a un
patriarca ortodoxo, permaneciendo en la ciudad un gran número de cristianos, aunque un
gran grupo de sabios griegos marchó a occidente, colaborando de manera activa en el
Renacimiento
Fue, en cualquier caso, el fin de la presencia del antiguo Imperio Romano en oriente. La
ciudad cambió de nombre, pasándose a llamar Estambul y dio comienzo a la expansión del
Imperio Otomano hasta la misma Viena.