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Feld, Claudia

ESMA, hora cero: las


noticias sobre la Escuela de
Mecánica de la Armada en la
prensa de la transición

Sociohistórica: Cuadernos del CISH


2008, no. 23-24, p. 81-103.

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Cita sugerida
Feld, C. (2008) ESMA, hora cero: las noticias sobre la Escuela de
Mecánica de la Armada en la prensa de la transición [En línea].
Sociohistórica: Cuadernos del CISH, 23-24. Disponible en: http://
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ESMA, hora cero: las noticias
sobre la Escuela de Mecánica
de la Armada en la prensa
de la transición1

W Claudia Feld

Entre los múltiples canales que sirven para transmitir la memoria social, los
lugares y las marcas territoriales cumplen un rol fundamental. No sólo tienen
la función de evocar pasados y anudar sentidos, sino también de representar
historias y activar luchas memoriales y políticas (Jelin y Langland, 2003). En la
Argentina, los predios y edificios que funcionaron como centros clandestinos
de detención durante la última dictadura militar (1976-1983) se han investido,
con el tiempo, de un valor simbólico singular, que proviene tanto de acciones
concretas (instalación de marcas, creación de museos, luchas en torno a su
construcción) emprendidas por grupos específicos y por diversos organismos
del Estado, como de relatos y testimonios que buscan narrar lo que allí ocurrió.
Esta carga simbólica procede también del sitio mismo, de su contundente ma-
terialidad que parece desafiar la voluntad represiva de borrar las huellas y
hacer desaparecer los cuerpos. Aun cuando en muchos de ellos se han suprimi-
do las marcas que los comprometen con su pasado, los ex centros clandestinos
1
Agradezco a los integrantes del grupo «Espacios, lugares, marcas territoriales de la violencia política
y la represión estatal» del Núcleo de Estudios sobre Memoria del IDES por la discusión de una
primera versión de este artículo. Agradezco a Antonia García Castro y a Federico Lorenz por
comentarios puntuales a los borradores de este texto.

W CONICET - IDES

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son la cara material y visible de un crimen que se quiso mantener invisible. De


allí su importancia como prueba. De allí su capacidad para transformarse en
símbolos del horror.
Entre esos sitios con alta carga simbólica, la Escuela de Mecánica de la
Armada (ESMA) tiene en la actualidad un lugar fundamental. Erigida en la
ciudad de Buenos Aires sobre la Avenida del Libertador -en una zona de gran
circulación y, por lo tanto, de importante visibilidad-, la ESMA comprende
varios edificios en un terreno de 16 hectáreas. En esta escuela de formación
de oficiales de la Marina –cuyas actividades continuaron hasta el año 2004–,
funcionó durante la dictadura militar uno de los centros clandestinos de deten-
ción más activos del período: se calcula que por allí pasaron cerca de 5.000
detenidos-desaparecidos de los cuales sobrevivieron menos de 2002. Una vez
finalizada la dictadura, la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Perso-
nas (CONADEP)3 determinó que el predio de la ESMA, y en particular el
edificio denominado «Casino de Oficiales», había sido utilizado como centro
de reclusión clandestina, tortura y asesinato, a lo largo del período dictatorial4.
Muchos sobrevivientes de la ESMA presentaron sus testimonios en el juicio a
los ex comandantes en 1985 y, por ellos, la sociedad argentina pudo conocer el
funcionamiento pormenorizado de ese centro clandestino5.
Con los años, la ESMA fue evocada y representada en múltiples produc-
ciones memoriales: libros, testimonios, conmemoraciones, films, programas de

2
El problema de la indeterminación de los daños provocados por la represión clandestina no se reduce
a la cuestión del número exacto de desaparecidos, aunque las oscilaciones de las cifras subrayan la
importancia simbólica de esta indeterminación. Entre otras razones, la indeterminación de la cifra es
producto del sistema de «hacer desaparecer» personas y borrar las huellas de la actividad represiva. El
cálculo de la cantidad de desaparecidos de la ESMA no surge, por lo tanto, de una fuente «oficial», sino
de los testimonios de personas que estuvieron cautivas allí y que sobrevivieron. La cantidad de sobrevi-
vientes tampoco es fácil de calcular, porque no todos han prestado testimonio y algunos de los que sí
testimoniaron no pueden asegurar en qué lugar preciso estuvieron cautivos. Uno de los primeros
testimonios, el de Ana María Martí, Alicia Milia de Pirles y Sara Solarz de Osatinsky ante la Asamblea
Nacional de Francia el 12 de octubre de 1979, dice: «Por allí [la ESMA] han pasado desde el 24 de marzo
de 1976 hasta marzo de 1978, 4.726 personas. De todas ellas sólo hemos quedado con vida menos de un
centenar» (CADHU, 1979: 6). Diversas fuentes ligadas a los organismos de derechos humanos en Argen-
tina repiten aproximadamente esas cifras.
3
La CONADEP fue una comisión de notables, creada en 1984 por el presidente Raúl Alfonsín, con la
misión de esclarecer los casos de desaparición ocurridos durante la dictadura. Para una historia crítica de
esta Comisión y detalles sobre el informe que elaboró, ver Crenzel, 2008.
4
Ver CONADEP, 1984: 81-84. Para una presentación detallada del funcionamiento del centro clandestino
de la ESMA, consultar http://www.institutomemoria.org.ar/exccd/esma.html
5
Para las sesiones del juicio a los ex comandantes vinculados con la ESMA, ver El Diario del Juicio, n° 9 y
n° 10, Buenos Aires, Perfil, julio de 1985.

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televisión, etcétera. Su imagen llegó a convertirse en un símbolo de la repre-


sión, y a ser presentada –a partir de la década de 1990– como un «icono
emblemático» que, por sí solo, hacía referencia al conjunto de los actos crimi-
nales ejecutados por la dictadura, hubieran sido o no cometidos en ese lugar6.
En 2004, el predio de la ESMA fue restituido a la Ciudad de Buenos Aires
con el objetivo de crear allí un «museo de la memoria» que recuerde el terro-
rismo de Estado de los años ’70 y ‘80, sus antecedentes y sus consecuencias
hasta la actualidad7. Este museo todavía se encuentra en proceso de construc-
ción, y su realización ha desatado una serie de conflictos ligados a diversos
desafíos memoriales: ¿qué historia debería contarse?, ¿cómo relatarla y mos-
trarla?, ¿a quiénes dirigir esa historia?, ¿cuáles son los actores legítimos para
decidir y producir su «contenido»?, entre otras cuestiones.
Más allá de estas controversias en torno a la construcción del museo, lo
cierto es que la ESMA ocupa en la actualidad un lugar central en las represen-
taciones y relatos sobre la dictadura y la desaparición de personas. No sólo es
un lugar físico que convoca marchas, actos y conmemoraciones; no sólo es el
sitio elegido para instalar –a través del museo– un relato global sobre el terro-
rismo de estado; no sólo es el lugar institucional alrededor del cual se anudan
fuertes conflictos (políticos y memoriales) acerca de qué recordar y de quiénes
tienen legitimidad para decidir sobre esto. También se ha convertido –y es lo
que nos interesa subrayar– en un tópico central de las representaciones y dis-
cursos mediáticos que se refieren a la desaparición de personas y a la represión
dictatorial. En los medios de comunicación, opera como metonimia para ha-
blar del sistema de cautiverio clandestino, tortura y desaparición. Sirve como
advertencia para que «nunca más» vuelvan a cometerse crímenes como los
perpetrados por la dictadura. Se ha convertido en «nombre propio» del horror
y en referencia obligada para apelar al deber de memoria.

6
Esta constatación surge de nuestra investigación sobre las representaciones televisivas del período 1995-
2000. Ver Feld, 2004. Para un desarrollo de la noción de «icono emblemático», ver Matard-Bonucci, 1995: 87.
7
Es necesario aclarar que no todo el predio estará destinado al Museo, sino solamente algunos edificios
como el «Casino de Oficiales», el llamado «Cuatro Columnas», y otros que fueron designados por los
testimonios como parte integrante del centro clandestino. El resto de los edificios se destinará a otras
iniciativas vinculadas con la memoria y los derechos humanos, como por ejemplo el «Centro Cultural
Haroldo Conti» (hoy en funcionamiento) y el Archivo de la Memoria, ambos dependientes de la Secretaría
de Derechos Humanos de la Nación. Por otra parte, es necesario decir que el predio fue cedido en parte en
el año 2004. La restitución completa se concretó en noviembre de 2007.

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Su historia –aunque poco investigada hasta ahora8– ha pasado a tener una


carga moral que resulta tanto universalizable (lo que se dice de la ESMA parecie-
ra extenderse a cualquier otro centro clandestino del país) como carente de
fisuras: si bien los detalles de lo ocurrido allí se multiplican a través del relato de
testigos, cuando los medios se refieren a esta historia la simplifican, omiten sus
complejidades, sus tensiones y sus matices. De algún modo, se confirma para
este caso lo que se advierte en relación a otros campos de concentración y
exterminio erigidos en diferentes contextos geográficos e históricos: en la medi-
da en que un sitio se transforma en símbolo del horror, muchos aspectos de su
historia quedan simplificados9.

La investigación que estamos desarrollando se propone interrogar esa centralidad


adquirida por la ESMA y desnaturalizar su condición de símbolo (especialmente
en lo que concierne a las representaciones mediáticas), tratando de reconstruir el
proceso –necesariamente complejo, plural y abierto– de «emblematización», pri-
mero, y de «museificación», después, de la ESMA. Como una instancia inicial para
abordar esta problemática, hemos emprendido la tarea de realizar una historia de
las representaciones mediáticas de la ESMA –específicamente, prensa, cine y tele-
visión–, desde la dictadura militar hasta la actualidad.
Este artículo presenta un primer paso en este abordaje, que consiste en ana-
lizar un momento específico de la historia de las representaciones mediáticas
sobre la ESMA: el que se sitúa en los primeros meses de la apertura democráti-
ca, entre enero y mayo de 1984. Este fue el momento en que los medios masivos
de comunicación empezaron a difundir noticias acerca de los crímenes cometi-
dos por los militares. Las desapariciones, denunciadas durante muchos años por
los familiares de desaparecidos y por los organismos de derechos humanos, pero
negadas de manera categórica por el poder militar, se volvían entonces objeto de
la información mediática.
Como otros «íconos emblemáticos» de la dictadura, la ESMA en tanto sím-
bolo se fue construyendo y configurando a través de una superposición de dis-
8
A pesar de los numerosos trabajos que dan cuenta de las polémicas suscitadas por la construcción
de un Museo de la Memoria en la ESMA (por ejemplo, Carnovale, 2006; Lorenz, 2006; Guglielmucci,
2007), hasta el momento no se ha publicado ninguna investigación histórica exhaustiva que recons-
truya lo ocurrido en ese centro clandestino. De una manera más general, casi no se registran, hasta
la fecha, trabajos históricos que reconstruyan el sistema represivo o los centros clandestinos que
funcionaron durante la dictadura.
9
Para un lúcido análisis sobre el modo en que se ponen en tensión la carga moral y la carga histórica
en el caso del Museo de Auschwitz - Birkenau, ver Wieviorka, 2006.

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tintas capas: relatos y representaciones, conflictos y luchas memoriales que se


sucedieron a lo largo de los años, cambiando en parte, y en parte permanecien-
do. Nuestra preocupación se centra, por ahora, en examinar esa primera capa
memorial conformada por los relatos iniciales de la prensa. Sin ignorar los ele-
mentos complejos que intervienen en la estructuración misma de cualquier rela-
to sobre el pasado dictatorial, y sin ignorar tampoco las singularidades propias de
los ámbitos en los cuales esos relatos se elaboran, nos limitamos a observar un
material preciso: los diarios de 1984. ¿Qué decían esos diarios acerca de la ESMA?,
¿qué características le asignaban a ese centro clandestino?, ¿cuánta importancia
se le daba en comparación con otros temas vinculados a la represión?

La ESMA durante la dictadura: entre el silencio y la visibilidad

Los centros clandestinos de detención fueron concebidos, por el poder militar,


como lugares apartados de la visibilidad pública. Esto ocurría aun cuando algunos
de ellos estaban ubicados en zonas muy transitadas de las grandes ciudades. En
todos los casos, los detenidos no aparecían en los registros oficiales; se aplicaban
tormentos y apremios ilegales que no eran reconocidos por las Fuerzas Armadas y
de seguridad; se encubría la identidad de los verdugos, que operaban con alias y
nombres falsos; se ocultaban los cuerpos de las personas asesinadas.
Sin embargo, no todas las acciones de la represión clandestina eran invisibles
para la sociedad. Justamente, el terror se diseminaba a través de un sistema que
combinaba ocultación y visibilidad. Si los secuestros eran «visibles» (muchas ve-
ces se hacían en lugares públicos y en presencia de testigos), se ocultaba lo que
sucedía después con las víctimas. La aparición de algunos cadáveres sin identifi-
cación y con signos de haber sido brutalmente torturados permitía suponer que
los secuestrados eran sometidos a algo verdaderamente horroroso. El poder
militar buscaba que la sociedad viera esa invisibilización10.
En ese contexto, el papel que tuvieron la mayor parte de los medios masivos
de comunicación argentinos fue funcional a la dictadura. Cuando los diarios
informaban sobre el hallazgo de cuerpos sin identificación explicaban estas «apa-
10
Es por esta combinación de ocultación y visibilidad que puede hablarse de la desaparición forzada
como un sistema «discreto», y no secreto, de diseminación del terror (García Castro, 2002). La «discre-
ción» (es decir, una combinación compleja entre información y secreto), hizo que las desapariciones
fueran eficaces para generar terror y romper los lazos sociales. Didier Bigo (1994) y Antonia García Castro
(2002) analizan en detalle esta problemática.

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riciones» con la versión oficial de los hechos, diciendo que se trataba de «muer-
tos en enfrentamientos»11. El poder militar fraguaba estos «enfrentamientos»
para dar muestras palpables de lo que la dictadura denominaba «lucha contra la
subversión».
En este marco de desinformación y «discreción», la ESMA cobró una visibi-
lidad particular. A través de los rumores que corrían entre las personas que
habían sido secuestradas y luego liberadas, los militantes perseguidos por la dic-
tadura obtuvieron informaciones acerca de torturas de un «sadismo sin límites»
y de asesinatos que se cometían en la ESMA: «entre los militantes políticos el
papel jugado por la ESMA en la represión fue conocido, aunque fuera de modo
fragmentario, desde el primer año del gobierno militar» (Lorenz, 2006)12.
Sin embargo, la información que generó la mayor visibilidad de la ESMA du-
rante la dictadura se produjo fuera de la Argentina y circuló públicamente en
medios internacionales. Provenía de sobrevivientes que habían partido al exilio y
daban su testimonio ante organizaciones de derechos humanos. Entre los testimo-
nios más importantes figuran el de Horacio Domingo Maggio (fugado de la ESMA
en marzo de 1978), que testimonió ante la CADHU de Madrid en abril de 1978;
el de Jaime Dri (fugado de la ESMA en julio de 1978), que dio su testimonio en
una conferencia de prensa realizada en Francia, en la sede del partido socialista, en
septiembre de 1978; y el de las prisioneras liberadas Sara Solarz de Osatinsky, Ana
María Martí y Alicia Milia de Pirles, que testimoniaron ante la Asamblea Nacional
de Francia en octubre de 197913. Este último episodio fue el que le dio más «publi-
cidad», en un nivel internacional, a la existencia del centro clandestino de la ESMA.
El testimonio dio a conocer «la magnitud del asesinato de los desaparecidos, ya que
las testigos afirmaban que por la ESMA habían pasado 4.726 personas de las que
quedaban vivas menos de cien» (Crenzel, 2006). Las testimoniantes no sólo deta-
llaban las torturas y los asesinatos, sino que también mencionaban casos de desapa-

11
«Las noticias sobre desaparecidos se publican a menudo bajo titulares que se refieren a ‘guerrilleros
abatidos’, ‘extremistas’ que ‘mueren’ o ‘terroristas’ que ‘caen’, como víctimas de ‘enfrentamientos’. Son
nombrados como ‘individuos sediciosos’ o ‘elementos’, ‘delincuentes’ o ‘criminales’ ‘subversivos’ y ocasio-
nalmente pude mencionarse un supuesto ‘alias’ pero casi nunca sus nombres» (Schindel, 2000: 24)
12
Lorenz señala también que la ESMA fue mencionada por Rodolfo Walsh en su «Carta Abierta de un
escritor a la Junta Militar», escrita poco antes de su desaparición (Walsh, 1995: 419).
13
La historia de Jaime Dri, de su cautiverio en la ESMA y de su fuga fue relatada por Miguel Bonasso en la
novela «Recuerdo de la muerte» (Bonasso, 1984). Martí, Pirles y Osatinsky testimoniaron ante la CADHU de
Madrid y ante la Asamblea Nacional de Francia en octubre de 1979. Posteriormente, repitieron su relato en
otros países, incluyendo la sede de Londres de Amnesty International. Sus declaraciones se publicaron en
CADHU, 1979. Agradezco a Marina Franco las precisiones sobre la conferencia de prensa de Dri y sobre las
declaraciones de estas sobrevivientes.

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riciones que habían adquirido repercusión internacional e involucraban a oficiales


de la ESMA como Alfredo Astiz14; en particular, la desaparición de las monjas
francesas Alice Domon y Léonie Duquet, y la desaparición de la joven sueca
Dagmar Hagelin. Otra sobreviviente de la ESMA, Susana Burgos, testimonió en
Suecia sobre este último caso en diciembre de 197915.
Si bien los medios de comunicación argentinos no publicaban estas informa-
ciones, la presión internacional era lo suficientemente fuerte como para que los
militares crearan permanentemente campañas de desmentida. Por ejemplo, en la
revista Gente del 12 de octubre de 1978 (p. 4 y 5), la conferencia de Dri fue
difundida a través de una carta de un lector argentino titulada «Carta abierta a
François Miterrand». El texto ocupaba dos páginas y mostraba las fotos de todos
los participantes en la conferencia, con el escudo socialista atrás. El copete mar-
caba claramente el tenor de la información que se incluía: «A raíz de la presencia
de dos terroristas de la banda montoneros en una conferencia de prensa en el
partido socialista francés». En la nota no se menciona el centro clandestino de
detención de la ESMA ni ninguna de las informaciones dadas en la conferencia
de prensa, solamente se habla de la «trayectoria» de los testigos presentándolos
como terroristas16.
Por todo esto, de un modo fragmentario, a través de rumores, de contra-cam-
pañas, de informaciones «subterráneas» (Pollak, 1993), al finalizar la dictadura la
sociedad podía saber, a grandes rasgos, que la ESMA había funcionado como
centro clandestino de detención.

El «show del horror»

Durante los primeros meses de 1984 los diarios argentinos publicaron una
gran cantidad de noticias cuyos títulos incluían las letras «NN», que abreviaban

14
Alfredo Astiz fue teniente de fragata durante la dictadura militar y participó en los operativos de
secuestro comandados desde la ESMA. En 1977, se infiltró entre el primer grupo de Madres de Plaza
de Mayo y causó la desaparición de varias de ellas. También fue responsable del secuestro de las dos
monjas francesas y de Dagmar Hagelin. Para una información más completa sobre Astiz, ver Goñi,
1996. El modo en que la figura de Astiz fue tratada por la prensa a lo largo del tiempo excede los
alcances de este artículo, aunque es necesario aclarar que esa figura se ha transformado también en
un símbolo de la represión.
15
La declaración de Susana Burgos puede leerse en Internet:
http://www.nuncamas.org/testimon/burgos.htm
16
Agradezco a Marina Franco esta información.

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la expresión latina nomen nescio (sin nombre) y se utilizaban para referirse a


cadáveres hallados en fosas comunes o en tumbas sin identificación. En 1983,
en pleno derrumbe del gobierno militar, algunos juzgados hicieron lugar a pe-
didos de familiares de desaparecidos para exhumar cadáveres «NN» e identifi-
carlos, en la presunción de que pertenecían a personas desaparecidas. Fue así
como, después de la asunción del presidente constitucional Raúl Alfonsín en
diciembre de 1983, estas denuncias y trámites de identificación empezaron a
ocupar espacio en los medios masivos de comunicación. De esta manera, du-
rante los primeros meses de la apertura democrática y en el marco del «desta-
pe» mediático17 desatado en la prensa sin censuras, la desaparición de personas
irrumpió en la escena mediática a través de la figura de los «cadáveres NN».
Algunos intelectuales denominaron a estas presentaciones mediáticas «show
del horror». Lo consideraban un «fenómeno de ribetes desinformantes» basa-
do en información «redundante, macabra e hiperrealista de los descubrimien-
tos de fosas anónimas» que producía en el público «la saturación y el horror
sostenido» (Landi y González Bombal, 1995: 156).
Más allá del tenor macabro y sensacionalista de estas noticias, importa
señalar que el denominado «show del horror» fue la primera presentación
mediática de envergadura que se produjo inmediatamente después de finaliza-
da la dictadura. Este tipo de presentación no duraría mucho: las acciones
institucionales de investigar los crímenes y juzgar a los responsables recurrirían
a otro tipo de relato para los hechos, y a otros formatos más austeros para
presentar la información18. En este contexto, nos interesa precisar cómo se
hablaba de la ESMA durante el «show del horror» y qué referencias se hicieron
a lo ocurrido allí.19

17
El llamado «destape» se produce cuando los medios, en el nuevo clima político del final de la dictadura,
comienzan a hablar de aquellos temas que estaban censurados (Avellaneda, 1986). Entre ellos, no sólo la
política sino todo lo que era percibido como «amoral» por los militares (el sexo, las malas palabras, lo que
atacaba a la «Iglesia y la moral cristiana») empezó ser abordado por los medios de comunicación. En
muchos casos, la forma de tratar estos diversos temas tuvo un mismo tono escandaloso y sensacionalista.
18
Sobre las distintas etapas de la presentación mediática, en particular en la televisión, ver Feld, 2004.
Sobre la presentación televisiva del juicio a los ex comandantes, ver Feld, 2002.
19
Para esta parte de la investigación hemos definido un corpus que incluye las noticias publicadas
en cuatro diarios nacionales (Clarín, La Nación, Crónica y La Razón) y en una revista de actualidad (La
Semana), entre diciembre de 1983 y mayo de 1984.

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ESMA, hora cero: las noticias sobre la Escuela de Mecánica de la Armada...

Noticias sobre cadáveres NN

Entre diciembre de 1983 y mayo de 1984, los diarios argentinos hablan de


denuncias y exhumaciones en más de 40 cementerios de todo el país, ubicados
tanto en grandes ciudades como en localidades pequeñas20. Si bien cada medio
puso en juego su propio estilo, su ideología y sus lenguajes, una revisión de los
diarios y revistas de circulación nacional de ese período nos permite observar
algunas constantes. Una es la figura del «cadáver NN» como foco de la informa-
ción y la otra es la configuración de un relato relativo a estas exhumaciones
producido en clave de «hallazgo» y «descubrimiento»21.
Como todavía no se había realizado una investigación exhaustiva ni se habían
hecho públicos los resultados obtenidos por la CONADEP, la información era frag-
mentaria y vaga. En las páginas de la prensa, se presentan estos fragmentos a través
de un mecanismo de adición: los diarios no informan sobre el sistema represivo sino que
añaden unas informaciones a otras, formando un mosaico difícil de interpretar y
organizar pero que da una idea aproximada de la magnitud de la masacre. Los
cementerios, la cantidad de cadáveres, las denuncias se multiplican en los diarios sin
que se vea realmente cuál es la conexión entre estas informaciones ni de qué modo
se correspondían con una acción represiva sistemática y organizada.
En el marco de esta información fragmentaria, el crimen de la desaparición se
presenta principalmente a través de dos momentos específicos, sobre los cuales se
focalizan las noticias: el secuestro y el posible destino que tuvieron los desaparecidos22.

20
Las provincias mencionadas son: Buenos Aires, Santa Fe, Chaco, Córdoba, Santiago del Estero, Chubut,
Mendoza, La Pampa, Corrientes, Tucumán, Salta, Jujuy y Entre Ríos.
21
Algunos de los titulares de esos meses (enfatizados por nosotros) son: «Hallaron 30 NN en el cementerio
de Campana» (Clarín, 3/1/84), «Gigantesca fosa común fue descubierta en el Cementerio de Morón» (Crónica,
5/1/84), «Encontraron 200 tumbas NN en una localidad del Chaco» (La Nación, 14/1/84), «Hallaron dos
nuevos centros clandestinos» (Clarín, 22/2/84), «En Boulogne hallan restos de cadáveres» (La Razón, 9/1/
84). Para un análisis de estas noticias y del denominado «show del horror», ver Feld, 2004.
22
La pregunta por el «destino de los desaparecidos» cobra contenidos diferentes en los diversos
momentos que recorre esta historia y en distintos escenarios. A su vez, se articula de distintos modos con
consignas fuertemente ancladas en el movimiento de derechos humanos como la de «aparición con
vida». Durante la dictadura, esta pregunta se manifestó principalmente como un reclamo de los familiares
y los organismos de derechos humanos orientado a pedir la liberación y el reconocimiento legal de
personas que se suponía que permanecían cautivas y podían estar vivas en ese momento (de hecho, en
muchos casos lo estaban). En la etapa que aquí analizamos, esa pregunta parece querer decir dos cosas
sensiblemente distintas: primero, si todavía hay desaparecidos con vida; segundo, dónde pueden encon-
trarse los cuerpos de aquellos que fueron asesinados. En etapas ulteriores y en otros escenarios (por
ejemplo, en el juicio a los ex comandantes), se tratará de conocer, además, qué les sucedió a los
desaparecidos entre el momento de su secuestro y el momento de su muerte. Esto es: qué sucedió
durante el cautiverio y de qué forma fueron asesinados.

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La información sobre el secuestro es la que proveen los familiares de los desapa-


recidos: dan testimonio de la última vez que vieron a sus seres queridos, cómo
supieron que se los habían llevado, cómo los buscaron durante años. El segundo
momento fuerte de la representación es el del hallazgo de cadáveres sin nombre
que podrían ser identificados como pertenecientes a desaparecidos. En ese mar-
co, la interrogación principal que se intenta desentrañar en la prensa es qué
ocurrió con los desaparecidos: la pregunta «¿dónde están?», central en la búsque-
da de los familiares y los organismos de derechos humanos, parecía a punto de
encontrar una respuesta. Por lo tanto, las noticias de los diarios informan detalla-
damente sobre esos hallazgos. Sin embargo, en esos meses, la respuesta no se
produce: los hallazgos de cuerpos son masivos, pero las identificaciones se reali-
zan sólo de manera aislada23.
Entre esos dos momentos fuertes de la información (el secuestro y la exhu-
mación de los cuerpos), un enigma persiste: el momento del cautiverio clandes-
tino, cuyo escenario específico habían sido los centros clandestinos de detención.
La información se refiere a un solo espacio físico: los cementerios. Sin embargo,
las noticias no dan ningún indicio para conectar la actividad de los centros clan-
destinos, ya denunciados por los testigos y las organizaciones de derechos huma-
nos, con las tumbas anónimas encontradas en esos cementerios. La prensa señala
cuáles son los cementerios investigados, pero no dice de dónde podrían provenir
los cuerpos encontrados. Como mucho, si se marca algún origen, es el que remite
a lo que durante la dictadura decían los militares: se habla de cadáveres «acribi-
llados en la vía pública» (Clarín, 27/12/1983) o de personas «abatidas en
enfrentamientos con fuerzas de seguridad» (Clarín, 29/12/1983).
En ese momento preciso, no sólo la ESMA tiene poco lugar en las noticias,
sino que –por lo general– ningún otro centro clandestino aparece conectado con
lo hallado en las tumbas «NN». Aunque, unos meses después, la CONADEP
establecería que la principal escena del crimen no había sido el cementerio sino
los centros clandestinos de detención –sitios que, en adelante, se tornarían fun-

23
Por motivos técnicos y políticos, las primeras identificaciones, dejadas en manos de los médicos
forenses que solían colaborar con la justicia argentina, no produjeron los resultados esperados por los
familiares: «El trabajo pericial arrojaba pobres resultados y se perdía la mayor parte de la evidencia que
podía obtenerse de cada caso. Además, las técnicas de identificación en uso no incluían la recolección de
datos con los cuales comparar la información obtenida de los restos óseos. En consecuencia, como
resultado de las exhumaciones de gran cantidad de esqueletos, los jueces obtenían una colección de
descripciones muy generales que carecían de interés para las investigaciones en curso.» (Cohen Salama,
1992: 88). El Equipo Argentino de Antropología Forense califica hoy aquellas exhumaciones como
«acientíficas». Ver: http://eaaf.typepad.com/founding_sp/

90
ESMA, hora cero: las noticias sobre la Escuela de Mecánica de la Armada...

damentales para la representación de la desaparición–, en aquel momento, lo que


se manifestaba como escena, como sitio material vinculado con la desaparición,
era el cementerio y la tumba anónima.

Tareas de reconocimiento de la CONADEP

La CONADEP entró en funciones el 4 de enero de 1984 y empezó a


inspeccionar los lugares que habían sido centros de tortura y exterminio, si-
guiendo los testimonios que daban los sobrevivientes. Los diarios informan en
diversas ocasiones sobre las tareas de reconocimiento, en las que algunos miem-
bros de la Comisión ingresaban a esos lugares junto con los testigos.
Aunque ocupan un lugar menor en la prensa, estas noticias también están
redactadas en clave de «hallazgo» y «descubrimiento», del mismo modo que las
informaciones vinculadas con los cuerpos «NN». El foco está puesto en los
centros clandestinos hasta entonces desconocidos o poco conocidos, en los
lugares «ocultos» del horror. Estos son algunos titulares:

«Santa Fe: hallan una cárcel clandestina» (Clarín 6/1/1984)


«Revelan los detalles de un campo clandestino en Salta» (Clarín, 31/1/
84)
«Ubican otro centro clandestino» [en referencia a Puesto Vasco] (Clarín,
8/2/1984)
«Reconocimientos en un centro de detención» [en referencia a El Olim-
po] (La Nación, 21/2/84)
«Hallaron dos nuevos centros clandestinos» [en Banfield y Quilmes]
(Clarín, 22/2/84)
«Ubicaron en Banfield y Quilmes otros dos centros ilegales de deten-
ción» (La Razón, 22/2/84)
«Inspección en un campo de detención» [en referencia a La Perla, en
Córdoba] (Clarín, 2/3/84)

Como puede observarse, los diarios todavía no tienen un vocabulario «nor-


malizado» para referirse a estos lugares: hablan de cárceles secretas, de cam-
pos de detención, de centros ilegales, etcétera. Recién a fines de 1984, el Infor-
me de la CONADEP establecería una nomenclatura fija para hablar de estos

91
Sociohistórica 23/24
primer y segundo semestre 2008

sitios llamándolos –en todos los casos– «centros clandestinos de detención» o


CCD24.
Estos artículos no se preocupan por establecer una jerarquía que otorgue
mayor o menor importancia a alguno de esos centros clandestinos (en relación
con el tipo de crímenes que allí se cometieron o con la cantidad de detenidos que
alojaron), ni por hallar alguno que resumiría el accionar de todos (como sucedió
en los años posteriores con la ESMA). El foco está puesto en describir la magni-
tud de las desapariciones: así como se hallaban cadáveres «NN» en cementerios
de toda la Argentina, a veces alejados entre sí por miles de kilómetros, los cen-
tros clandestinos también se distribuyen en todo el país. La información opera,
de nuevo, fragmentariamente y por adición; sin embargo, ofrece pistas para se-
ñalar algo más: que las desapariciones se produjeron de la misma manera en
todo el país y para todos los casos; o sea, que no podían deberse a «excesos de
subordinados» como sostenían los altos mandos militares. Este carácter sistemá-
tico de la represión es lo que demostraría, meses después, la CONADEP en el
informe «Nunca Más»25.
En este contexto, la inspección que la CONADEP hizo de la ESMA el 9 de
marzo de 198426 no es presentada en clave de «descubrimiento». Las noticias no
dan precisiones sobre lo que ocurrió en la ESMA, pero anuncian esta inspección
como un «importante procedimiento» en un lugar que se califica como «uno de
los mayores centros operativos de la lucha antisubversiva que se realizó en el
país» (La Nación, 10/3/84).

24
Nos referimos a los primeros momentos de la apertura democrática. En la actualidad, existen debates
acerca de cómo denominar a estos lugares y cuáles son los criterios para que un lugar sea calificado como
«centro clandestino de detención». En la página web del Instituto Espacio por la Memoria, por ejemplo,
la ESMA es calificada como «Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio», expresión que se
abrevia con la sigla CCDTyE. Ver: http://www.institutomemoria.org.ar/exccd/esma.html
25
Tanto la CONADEP como el juicio a los ex comandantes demostraron que en la Argentina no
hubo «excesos» con respecto a las órdenes dadas por los mandos superiores, sino que las desapari-
ciones respondieron a un sistema planificado desde la cúpula del Estado: «De la enorme documen-
tación recogida por nosotros se infiere que los derechos humanos fueron violados en forma
orgánica y estatal por la represión de las Fuerzas Armadas. Y no violados de manera esporádica sino
sistemática, de manera siempre la misma, con similares secuestros e idénticos tormentos en toda la
extensión del territorio» (CONADEP, 1984: 8).
26
Los detalles de esta inspección se hallan en CONADEP, 1984: 126. Los diarios del día siguiente dan
las informaciones sobre este procedimiento basándose un comunicado de prensa emitido por la
CONADEP. La noticia se centra en el reconocimiento del lugar, más que en la descripción de lo que
allí ocurrió durante la dictadura: «Un comunicado difundido por la tarde por la comisión dio
cuenta que las mencionadas personas ratificaron sus anteriores denuncias, reconociendo el lugar»
(La Razón, 5ª edición, 10/03/84).

92
ESMA, hora cero: las noticias sobre la Escuela de Mecánica de la Armada...

Juicios a los responsables

Como puede verse, en ese momento específico, los centros clandestinos no


son el eje principal de la información. Tampoco lo son cuando los diarios infor-
man sobre los procesos judiciales iniciados a los responsables de las desaparicio-
nes27. En el marco de los juicios abiertos contra altos mandos de las Fuerzas
Armadas, los militares citados a declarar se defienden de las acusaciones y nie-
gan los hechos. Por ejemplo, la nota titulada «El general Menéndez negó hoy
acusaciones formuladas por dos exiliadas en Ginebra» (La Razón, 13/2/84) di-
funde una declaración en la que Menéndez refuta los testimonios de dos sobre-
vivientes del centro clandestino La Perla. El diario cita textualmente estas pala-
bras, sin agregar ninguna opinión a favor o en contra:

«Yo no voy a contestar públicamente estos infundios, y menos cuando se


hacen desde afuera del país, con el propósito definido de cumplir una tarea
de desprestigio que está pagada por la subversión internacional» (La Razón,
13/2/84).

La mayoría de las veces, cuando se mencionan estos juicios y a los militares


procesados se hace referencia a los desaparecidos: se nombra puntualmente a
los secuestrados, pero en poquísimas situaciones se hace referencia a los centros
clandestinos. Así, cuando se habla de militares procesados que tuvieron que ver
con la ESMA, como Emilio Massera o Alfredo Astiz, se los vincula con casos
específicos de desaparecidos (por ejemplo, el caso de las monjas francesas), rela-
tando su secuestro y búsqueda, y la responsabilidad que les cabría a los imputa-
dos. De manera general, no se hace una mención precisa de la ESMA. La pre-
ocupación, en estas noticias, es asignar una responsabilidad específica a la Arma-
da. En este caso, la ESMA aparece como parte de un «todo»: el conjunto de los
27
En diciembre de 1983, pocos días después de iniciado el gobierno de Raúl Alfonsín, el Congreso
electo anuló por inconstitucional la ley de «autoamnistía» de los militares. Esto, junto con otras medidas
como la reforma del Código Militar, promovió una serie de juicios llevados a cabo contra los principales
responsables de las violaciones a los derechos humanos. Algunos de los procesados fueron: los nueve
comandantes que integraron las tres primeras juntas militares que gobernaron el país entre 1976 y 1982
(entre ellos el ex almirante Emilio Massera, que –como jefe principal de la Armada– tenía responsabilidad
por los crímenes cometidos en la ESMA); el general Ramón Camps, ex-Jefe de la Policía de la Provincia
de Buenos Aires; el general Carlos Suárez Mason, ex-Jefe del Primer Cuerpo del Ejército; el General
Luciano Benjamín Menéndez, Comandante del Tercer Cuerpo del Ejército en Córdoba. En una primera
instancia, que corresponde al período que estamos analizando, los juicios estaban a cargo de un tribunal
militar, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. Ver al respecto Nino, 1997.

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Sociohistórica 23/24
primer y segundo semestre 2008

crímenes cometidos por la Marina. Por ejemplo, según el diario Clarín, en las
indagatorias a Massera se le pregunta con respecto «al papel de la Armada en la
lucha antisubversiva y las responsabilidades del arma ante las numerosas acusa-
ciones y testimonios que se presentan respecto de los hechos ocurridos dentro
de la Escuela de Mecánica de la Armada, cuando era su director el contralmirante
Rubén Chamorro» (Clarín, 2/3/84).
La excepción a este cuadro de situación es la que concierne al proceso contra
Rubén Chamorro. En febrero de 1984, el contralmirante Chamorro queda dete-
nido en su calidad de ex-director de la ESMA. En el contexto que estamos analizan-
do, es el único procesado en vinculación con crímenes cometidos en un centro
clandestino en particular. Sin embargo, en ninguno de los titulares que hacen
referencia a la detención de Chamorro se nombra a la ESMA. La causa citada
no se designa con el nombre de ese centro clandestino, sino con los nombres de
detenidos y desaparecidos que, según las denuncias, estuvieron allí28. Lo sucedi-
do en la ESMA sigue presentándose en el terreno de la vaguedad y de las conje-
turas, con un discurso que no termina de darle crédito a la palabra de los sobre-
vivientes: se habla de «distintas causas por desapariciones de personas, presunta-
mente alojadas en la ESMA, cuando el ex jefe naval era su director» (Clarín, 22/
3/84. Enfatizado nuestro), o de «la causa donde se investigan los excesos en la lucha
antisubversiva, cometidos cuando [Chamorro] se encontraba al frente de ese esta-
blecimiento» (Clarín, 14/3/84. Enfatizado nuestro).
En este punto, la ESMA sólo es mencionada en la prensa porque permite
designar un responsable. Esta responsabilidad o los nombres asociados a ella son
prioritarios en este discurso. Los diarios se refieren a las acusaciones hechas
contra Chamorro, principalmente provenientes de organismos de derechos hu-
manos y de un oficial de la Armada que participó en las operaciones de la
ESMA29. Pero también se publican las desmentidas de otros oficiales, sin que el
diario asuma una posición en contrario ni descalifique tales declaraciones:

«El ex comandante de operaciones navales, vicealmirante Jorge Mendía, calificó


de ‘irreales y tendenciosas’ las denuncias sobre detenciones ilegales y torturas que
se habrían realizado en la Escuela de Mecánica de la Armada» (Clarín, 23/3/84).

28
Esta observación tiene en cuenta que, actualmente, la causa seguida contra varios ex represores de la
ESMA (que se habían beneficiado de la ley de Obediencia Debida, hoy anulada) suele denominarse
«Mega causa ESMA». En cambio, las causas abiertas en 1984 tenían otras denominaciones.
29
Nos referimos al ex cabo Raúl Vilariño. Ver más abajo.

94
ESMA, hora cero: las noticias sobre la Escuela de Mecánica de la Armada...

Es claro que en esos momentos no había aún una «verdad oficial» establecida
a la que pudieran referirse los medios de comunicación (recordemos que todavía
no se había publicado el «Nunca Más» y que el juicio a los ex comandantes no se
había realizado). Pero este tipo de cobertura también indica que la palabra de los
sobrevivientes no había adquirido –como lo tendrá años después en las noticias
de los mismos diarios– un peso y una legitimidad irrefutables30.

Habla un represor

Sin duda, en esta etapa, las mayores precisiones y especificaciones que difunde
la prensa con respecto a lo sucedido en la ESMA provienen de la palabra de un
represor. No hay –ni para la ESMA ni para ningún otro centro clandestino– una
cobertura importante de lo que cuentan los sobrevivientes acerca de su cautiverio.
Esa palabra del «testigo ocular»31, que tendría un rol fundamental en el informe de
la CONADEP y en el juicio a los ex comandantes, es –en el momento que estamos
analizando– reducida al mínimo. Sólo se la refiere en la prensa cuando se habla de
las inspecciones de la CONADEP, pero dándole muy poco espacio32.
En cambio, se publican las declaraciones de un oficial de menor rango que
decide romper el silencio y detallar su experiencia como partícipe de la represión.
Se trata de un ex cabo de la marina que actuó en la ESMA, Raúl Vilariño. Un
largo reportaje a Vilariño aparece en el número 370 de La Semana, una revista de
actualidad de gran tirada, el 5 de enero de 1984. Es seguido por otros tres
reportajes posteriores que aparecen el 12 y 19 de enero, y el 2 de febrero de
1984 (números 371, 372 y 374 respectivamente)33. El primer reportaje ocupa 20
páginas de la revista, con varias fotos a página completa.

30
Los modos en que fue cambiando con los años la figura del sobreviviente y su legitimidad en tanto
testigo merecerían una investigación aparte. Sólo queremos señalar que, en esos primeros momentos, la
palabra de los sobrevivientes estaba –en ciertos ámbitos– cubierta por un manto de sospechas que se
referían a las causas de su supervivencia.
31
Con la noción de «testigo ocular» nos referimos, de una manera general, a los relatos de las personas que
han tenido una visión directa de los hechos. «En la tradición jurídica, filosófica y epistemológica del
mundo occidental, la visión directa funda y define formalmente el testimonio» (Felman, 1990: 58).
32
Aunque la prensa casi no reproduce las declaraciones de los sobrevivientes, en los primeros momentos
de la transición democrática dos libros basados en testimonios de ex detenidos de la ESMA colaboraron
para darle visibilidad a este centro clandestino y para narrar los crímenes cometidos allí. Nos referimos
al ya citado libro de Bonasso (1984) y al libro de Eugenio Méndez (1985).
33
Posteriormente, las declaraciones de Vilariño fueron publicadas en forma de libro. Vilariño, Raúl (1984)
Yo secuestré, maté y vi torturar en la Escuela de Mecánica de la Armada, Ed. Perfil, Buenos Aires.

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primer y segundo semestre 2008

El título de la nota, «Yo secuestré, maté y vi torturar en la Escuela de Mecá-


nica de la Armada», es elocuente con respecto al modo en que es tratada la
información: un capítulo más del «show del horror» en el que el acento está
puesto en lo macabro y horroroso, relatado con minucia por el represor entrevis-
tado, especialmente en sus detalles más siniestros. El copete del reportaje da otra
indicación: lo que prevalece en la nota es el relato de las actividades del grupo de
tareas 3.3.2, es decir, aquellos oficiales y suboficiales de la marina que eran el
brazo ejecutor de la represión en la ESMA. Dice el copete de la entrevista: «Por
primera vez habla un integrante de los llamados Grupos de Tareas, los que
secuestraban, torturaban y asesinaban en la guerra sucia contra la subversión».
Lo que se ve en la entrevista es un esfuerzo del periodista por averiguar quiénes
formaron parte de este grupo de tareas y a qué se dedicaban específicamente.
Dado que las acciones de los represores y sus identidades se habían ocultado
según las lógicas del esquema represivo34, las informaciones que daba Vilariño
también se presentaban en clave de «hallazgos» y «descubrimientos».
Al mismo tiempo, a lo largo del reportaje, Vilariño va exponiendo todas las
características de la ESMA que detallarían después tanto el informe de la
CONADEP35 como los testimonios vertidos en el juicio: además de las torturas
y los asesinatos, se refiere al nacimiento de niños en cautiverio, a las tareas de
«colaboración» de los detenidos, a la perversa convivencia entre verdugos y
cautivos, a los «vuelos de la muerte»36, entre otros aspectos. Es evidente que las
declaraciones de Vilariño colaboraron, en ese momento, para darle una visibili-
dad singular a la ESMA y para dejar en claro que ése había sido uno de los
epicentros del horror. En la prensa, estas informaciones sobre el centro clandes-
tino se exponen a la manera de un inventario, de un catálogo de atrocidades.
Tampoco aquí se halla un relato que logre explicar el sistema de cautiverio y
asesinato instaurado en la ESMA.

34
Este ocultamiento formaba parte del modo en que se configuró la actividad de los grupos de tareas. Por
ejemplo, para el sector denominado de «operaciones» del Grupo de Tareas 3.3.2 que actuó en la ESMA
(al que pertenecía Vilariño), la CONADEP dio en su informe la siguiente descripción: «Se desplazaban en
automóviles no identificados como del Arma y algunos camuflados como pertenecientes a entidades
estatales o privadas. Todos estos vehículos habían sido previamente robados y cambiadas sus chapas-
patentes» (CONADEP, 1984: 129).
35
Ver CONADEP, 1984: 126-143.
36
Los «vuelos de la muerte» fueron los operativos de eliminación de detenidos que eran sedados y
arrojados al mar desde aviones. Esa denominación fue difundida después de 1995, a partir de las
declaraciones de Scilingo (ver infra, nota 38). Vilariño se refiere a estos operativos denominándolos
«vuelos sin puerta» (La Semana, número 370, p. 37, 5/1/84).

96
ESMA, hora cero: las noticias sobre la Escuela de Mecánica de la Armada...

Hay tres elementos que se privilegian en estas declaraciones, tanto por las
preguntas que formula el periodista, como por el espacio que se les da en la nota.
Se le dedica un mayor espacio a lo más horroroso (en particular, a las descripcio-
nes de torturas37), a lo relacionado con el destino de los desaparecidos (si se los
liberaba o se los asesinaba, qué se hacía con los cuerpos, dónde estaban enterra-
dos), y a lo relacionado con los militares inculpados (Vilariño da nombres de
oficiales responsables y precisa sus tareas en la ESMA).
En las semanas siguientes, este último tema es el que se va imponiendo en las
noticias de los diarios que retoman las declaraciones de Vilariño. Sobre todo, en
aquellas que hablan de los ex jefes de la Armada indagados por la Justicia. Es
necesario subrayar que, aunque Vilariño evoca la ESMA de manera detallada,
cuando los diarios retoman sus declaraciones no dan demasiadas informaciones
sobre ese centro clandestino. Más precisamente, la mención a la ESMA es inclui-
da en la prensa en la medida en que permite destacar la responsabilidad de la
Marina. Por ejemplo: «…volvió a declarar ante letrados del ministerio de Defen-
sa el ex cabo de la Armada, Raúl Vilariño, quien aportó testimonios y pruebas
sobre las acciones ilegales cometidas por la Fuerza naval durante la lucha contra
la subversión» (La Razón, 26/01/84). De hecho, en el reportaje de La Semana
hay una preocupación del periodista por llevarlo a hablar de los otros crímenes
de la Armada que no ocurrieron en la ESMA; como si el relato sobre la ESMA
no bastara para incriminar a los responsables, como si necesitara ser completado
o complementado por otros relatos.

Periodista: «Hasta ahora me ha contado sólo lo que sucedió en la Escuela


de Mecánica».
Vilariño: «Entonces hablemos de muertos que no sean de la Escuela de
Mecánica. Había lugares de detención en Mar del Plata, en el Apostadero
Naval de Mar del Plata. Lo de Marina no todo ocurría en la Escuela de
Mecánica» (La Semana, número 370, p. 38)

Una última característica a mencionar, con respecto a los diarios que repro-
ducen partes del reportaje a Vilariño, es que este testimonio no se presenta como
sinónimo de una verdad indiscutible, como sucederá muchos años después con

37
En la lectura que uno puede hacer ahora de este reportaje, esto causa un especial rechazo por el
lenguaje despectivo e injurioso con que Vilariño se refiere a las víctimas.

97
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primer y segundo semestre 2008

las declaraciones de otros represores que actuaron en la ESMA38. La palabra de


Vilariño es presentada como una «versión» más de los hechos. Aparentemente,
en el marco del «show del horror», los medios de prensa le prestan atención más
por las crueldades que describe que por considerarla una prueba irrefutable de
lo que sucedió.

Para concluir: el lento proceso de construcción de un símbolo

El período examinado aquí nos permite señalar una suerte de «prehistoria»


de la representación mediática de la ESMA, un momento en el que todavía no se
había transformado en un símbolo capaz de dar cuenta de una manera global del
terrorismo de Estado. Pero si bien las informaciones sobre los centros clandesti-
nos no ocupaban un gran espacio en la prensa de ese momento, en la cobertura
periodística se prestaba una mayor atención a la ESMA que a los otros lugares
de detención (sobre todo, debido a las declaraciones de Vilariño). Se iniciaba un
primer proceso de «calificación» del lugar consistente en hablar de la importancia
de la ESMA (una importancia todavía señalada de una manera vaga y fragmen-
taria), de la responsabilidad de la Marina y de los horrores que allí ocurrieron
(horrores relatados, entre otras razones, a causa de la lógica predominante en el
«show del horror»). Al mismo tiempo, las declaraciones negacionistas de los altos
mandos de la Marina tendían a «descalificar» este sitio, tratando nuevamente de
invisibilizarlo. Estas declaraciones, sin embargo, no ocuparán un lugar importan-
te en la prensa después del juicio de 198539.
Aun así, en el momento estudiado, esas informaciones no parecían bastar
para condensar, en un solo lugar, todas las atrocidades de la represión ocurrida
en la Argentina. Todavía no se hablaba –como se haría en la prensa de 2004, por
ejemplo– de la ESMA como el centro clandestino «más importante» instaurado
por la dictadura. La información disponible no era suficiente para establecer esa
jerarquía. Más allá de este hecho, la prensa parecía fundamentalmente preocupa-
da por la posibilidad de mostrar la amplitud de la represión: hallar, descubrir,

38
Nos referimos en particular a las declaraciones del ex capitán de la Armada Adolfo Francisco Scilingo.
Ver Verbitsky, 1995. Para un análisis de la presentación mediática de estas declaraciones, ver Feld, 2001.
39
Este proceso de «calificación» y «descalificación» se desarrolla en el marco de una «lucha por la
memoria» más amplia que comprende discursos, actores y acciones que exceden el problema
tratado aquí. Para profundizar en las dinámicas y procesos sociales que implica la noción de «lucha
por la memoria», ver Jelin, 2002.

98
ESMA, hora cero: las noticias sobre la Escuela de Mecánica de la Armada...

visibilizar lo que todavía se percibía como oculto. Una vez conocidas las caracte-
rísticas de la ESMA, la atención empezó a dirigirse a otros centros clandestinos
que podían haber albergado horrores similares o mayores y que permitieran
demostrar la sistematicidad de la acción represiva. Esto es lo que se advierte en
los relatos inmediatamente posteriores a este período, como los producidos por
la CONADEP y por el juicio a los ex comandantes.
Estas observaciones nos llevan a proponer una serie de interrogantes para
profundizar la indagación sobre el proceso de construcción de la ESMA como
símbolo. El primero tiene que ver con las temporalidades de la memoria. En el
complejo proceso de construcción de emblemas y símbolos que sirven para
recordar catástrofes históricas como la ocurrida en Argentina, podemos pregun-
tarnos si hay una etapa en que la preocupación por conocer la verdad se impone
por sobre la preocupación por recordar y hacer evocar a los otros lo ocurrido. Y
si esa búsqueda de la verdad necesita desechar, en un primer momento, simplifi-
caciones y condensaciones que serán después muy útiles a la hora de construir el
recuerdo. Otra manera de formular este interrogante, en los términos de Todorov
(1998), sería: ¿cuánto tiempo se necesita para que una sociedad construya una
«memoria ejemplar»?40 Y ¿cuáles son las etapas que involucra ese proceso de
construcción?
Un segundo interrogante tiene que ver con los elementos que permiten que
un lugar donde se cometieron crímenes de lesa humanidad pueda transformarse
en símbolo. De los cientos de clandestinos que funcionaron durante la dictadura
en la Argentina, ¿por qué la ESMA? Hay características del propio centro clan-
destino que hacen de él una referencia ineludible a la hora de recordar y lo dotan
de una gran visibilidad: el hecho de que está ubicado en la ciudad de Buenos
Aires, la complejidad que alcanzó allí el sistema represivo, el llamado sistema de
«recuperación de detenidos», la cantidad de sobrevivientes que dieron testimo-
nio, la magnitud de la masacre que supera en términos cuantitativos a la de
muchos otros lugares, el paso por ese sitio de desaparecidos emblemáticos o
muy conocidos como Rodolfo Walsh, Norma Arrostito o Azucena Villaflor. Sin
embargo, esos elementos no eran los que hacían visible a la ESMA en 1984. Es
claro que, para comprender el proceso por el cual un lugar se transforma en

40
En la clasificación que realiza Tzvetan Todorov, la «memoria ejemplar» se opone a la «memoria literal».
La memoria ejemplar abre el recuerdo a la analogía y la generalización, permite transformar el aconteci-
miento que se rememora en «modelo» para comprender nuevas situaciones, hace de él un ejemplo y saca
una lección. El pasado se convierte, así, en «principio de acción para el presente» (Todorov, 1998: 31).

99
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primer y segundo semestre 2008

símbolo, es necesario indagar en la compleja relación entre la historia del sitio y


las expectativas y necesidades que la sociedad argentina puso en juego, en cada
momento, para forjar sus representaciones sobre ese período del pasado41.
Un tercer interrogante se refiere al vínculo entre el símbolo y el punto de
vista elegido para narrar la historia. En la etapa que examinamos, la narración
mediática sobre la ESMA no asume totalmente ni el punto de vista de los
represores, ni el punto de vista de los sobrevivientes. En realidad, navega a dos
aguas de tal manera que se generan ciertas incongruencias en una lectura hecha
desde la actualidad: en las noticias, una naturalización del lenguaje de los represores
(los diarios hablan de «lucha contra la subversión» o de «guerra sucia» en lugar de
hablar de «represión» o de «terrorismo de estado»), convive con una visión ma-
yormente condenatoria hacia los crímenes dictatoriales. Por el contrario, en gran
parte del discurso periodístico de hoy observamos que, en general, se asume y se
naturaliza el punto de vista de las víctimas. Tal vez, este hecho haya sido una
condición necesaria para la construcción de la ESMA como símbolo. Los
interrogantes que se nos presentan en este punto son: a través de qué procesos,
con la participación de qué actores y en qué contextos históricos se consigue
instalar en los medios el punto de vista de las víctimas. Y de qué modos opera en
los diversos relatos ese punto de vista, que no es único sino múltiple, plural,
colmado de diferentes sentidos y sujeto a reinterpetaciones.

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41
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101
Sociohistórica 23/24
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102
ESMA, hora cero: las noticias sobre la Escuela de Mecánica de la Armada...

Resumen Abstract

La ESMA (Escuela de Mecánica de The Escuela de Mecánica de la Armada


la Armada) fue uno de los centros clan- (Navy School of Mechanics) was one
destinos de tortura y desaparición más of the most active clandestine centers
activos de la última dictadura militar of torture and disappearance during the
argentina (1976-1983): se estima que last military dictatorship in Argentina
unos 5.000 desaparecidos fueron dete- (1976-1983). It is estimated that 5,000
nidos allí. A partir de la década de 1990, people were detained at the ESMA.
la ESMA se transformó en un lugar Since the 1990s, the ESMA has become
«emblemático» del recuerdo y su ima- an «emblematic» site of memory and
gen suele ser presentada como conden- its image usually represents all the
sación de todas las atrocidades del te- atrocities caused by state terrorism. The
rrorismo de Estado. Este trabajo se pro- aim of this work is to analyze the
pone interrogar esta centralidad de la centrality achieved by the ESMA and
ESMA y reconstruir el proceso de su to reconstruct the process of its
«emblematización». El artículo analiza «emblematization». The article follows
las representaciones de la ESMA en la the representations of the ESMA
prensa argentina durante los primeros constructed by the Argentine press
meses de la apertura democrática (en- during the first months of the
tre enero y mayo de 1984). Estas re- democratic restoration (January to May,
presentaciones, conocidas como «show 1984). Such representations, known as
del horror» por su lenguaje macabro y «the show of horror» due to its
sensacionalista, ofrecen pistas claras para gruesome and sensationalist language,
emprender una reflexión sobre el pri- provide useful clues to think on the
mer proceso de calificación operado initial process of «qualification» of the
sobre ese lugar antes del advenimiento ESMA before the consolidation of the
de los principales relatos «fundadores» main foundational narratives of the
de la transición democrática: el infor- Argentine democratic transition –the
me de la comisión de la CONADEP y CONADEP report and the trial of the
el juicio a los ex comandantes. military Junta.

Palabras clave: Argentina, desapa- Key Words: Argentina, desaparecidos,


recidos, memoria, lugares, representa- memory, places, representations, press,
ciones, prensa, medios de comunicación media

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