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LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y

SU PAPEL EN LA FORMACIÓN DEL


NACIONALISMO

Cambio Social I
Grado en Antropología Social y Cultural
UNED
INTRODUCCIÓN

Una de las principales preocupaciones de la sociología es entender la modernidad, ese nuevo mundo
social radicalmente alterado, cuyo principio organizador es el capitalismo (Sztompka, P. 2012:262).
Siguiendo a Paz Moreno Feliu (2011) podemos decir que el capitalismo surgió en la Inglaterra del
siglo XVIII a partir de una nueva forma de representar la sociedad y su modelo de hombre - el
individuo - que aparece ligada a la gran transformación no solo política, social y económica, sino
también cultural e ideológica que supuso el surgimiento tanto de la categoría económica, como del
credo liberal, cuyas aplicaciones acabarían por transformar los fundamentos con que hasta entonces
se había ejercido el poder, el dominio y el control de unas sociedades sobre otras, de unos grupos
sobre otros y del modo en que esas sociedades se apropiaban y explotaban los recursos de la
naturaleza (Moreno, P. 2011:12-13).
Moreno Feliu señala que no hay consenso para establecer las fechas y lugares a la hora de abordar
los orígenes y características propias del capitalismo. Sin embargo, a la hora de analizar sus
auténticas dimensiones planetarias hay que situarlo en el contexto de tres desarrollos políticos,
económicos y técnicos que reforzaron su expansión, sus formas de explotar los recursos -incluyendo
la naturaleza y el trabajo- y su tendencia a formar oligarquías, al tiempo en que estos desarrollos se
reforzaron con el capitalismo. Son el colonialismo, la industrialización y el nacionalismo (Moreno,
P. 2011:25-26). Es necesario tener en cuenta que el cambio social es una confluencia de múltiples
procesos con varios vectores que en parte se solapan, en parte son convergentes y en parte
divergentes, pero su secuencia produce un resultado acumulado que van ofreciendo nuevas
oportunidades y recursos a los agentes sociales que, en definitiva, son los que actúan moldeando y
siendo moldeados por su propia realidad (Sztompka, P. 2012:236).
El nacionalismo es el engranaje cultural de las sociedades imaginarias, surgidas con los Estado-
nación, entidad política en la que se enraízan las distintas variedades de la "gran transformación"
(Moreno, P. 2011:26). Y es en la creación de estas comunidades imaginarias donde los medios de
comunicación tienen un papel muy relevante. Siguiendo a Benedict Anderson (1993), la nación, la
nacionalidad, el nacionalismo, son términos que han resultado muy difíciles de definir y más difícil
aún de analizar (Anderson, B. 1993: 19) y los termina definiendo como artefactos culturales de una
clase particular (ib:21). Anderson sitúa su creación a finales del siglo XVIII, fruto de un "cruce"
complejo de fuerzas históricas concretas, que una vez creados se volvieron modulares de forma que
eran compatibles con una diversidad enorme de constelaciones políticas e ideológicas (ib:21).
Define la nación "como una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y
soberana". Imaginada, porque sus miembros no se conocen, ni llegarán a hacerlo, imaginadas como
redes infinitamente extensas de parentesco y clientela. Se imagina limitada por sus fronteras finitas
aunque elásticas que la separan de otras naciones. Se imagina soberana porque el concepto nació en
la época en que la Ilustración y la Revolución estaban socavando la legitimidad del reino dinástico
jerárquico, divinamente ordenado, las naciones sueñan con ser libres en el reinado de Dios y solo un
Estado soberano es garantía y emblema de esa libertad. Y se imagina como comunidad, porque se
concibe siempre acompañado de un compañerismo profundo, horizontal (ib:23-25).
Anderson defiende que la posibilidad de imaginar esta nación solo surgió en la historia cuando tres
concepciones culturales muy importantes perdieron el control axiomático sobre las mentes de la
gente. La primera era la idea de que una lengua escrita particular ofrecía un acceso privilegiado a la
verdad ontológica porque era una parte de esa verdad, esta idea ayudó en la creación de las grandes
hermandades religiosas como el cristianismo, el islam y todas las demás. La segunda era la creencia
de que la sociedad estaba naturalmente organizada alrededor y bajo centros elevados: monarcas que
eran personas diferentes de los demás seres humanos y gobernaban bajo alguna forma de dispensa
cosmológica (divina). Las lealtades humanas eran jerárquicas y centrípetas porque el gobernante,
como la escritura sagrada, era un nudo de acceso al ser (Dios) y algo inherente a él. La tercera era
una concepción de la temporalidad donde la cosmología y la historia eran indistinguibles mientras
que el origen del mundo y del hombre eran idénticos en esencia. Cambios económicos,
descubrimientos, científicos y sociales, y el desarrollo de las comunicaciones fueron haciendo
decaer estas certezas, de un modo lento y desigual. Los medios de comunicación permitieron que
un número rápidamente creciente de personas cambiasen su forma de verse a sí mismos y a
relacionarse con otros de formas radicalmente nuevas. (Anderson, B. 1993:62).

DESARROLLO

Peter Burke nos dice que a menudo se defiende que la invención de la imprenta no alteró la
naturaleza fundamentalmente oral de la cultura europea, y aunque considera que es una afirmación
exagerada, cree interesante abordar la posición del medio oral y su relación con los cambios en la
cultura visual. Los impresores crearon un gremio nuevo de artesanos para los que era indispensable
saber leer y escribir (Burke, P. Briggs, A. 2003:31) . Henri-Jean Martin señala que hacia el siglo X y
durante el XI, el comercio experimentó un nuevo desarrollo que hizo crecer las ciudades, unido a
que las distintas peregrinaciones acercaban proporciones de la migración temporal, Europa fue
adquiriendo nuevos recursos de capital intelectual y se fundaron universidades (Henri-Jean Martin,
citado en Williams,1981:15). La enseñanza universitaria se hacía mediante conferencias, debates o
disputas, así como discursos o declaraciones formales, los retóricos pensaban que el arte de hablar
era tan importante como el de escribir, de hecho, los exámenes y ensayos escritos prácticamente no
existían (Buker, P. Briggs, A. 2003:41). La escritura era considerada como un medio de fijar la
palabra hablada (Henri-Jean Martin, citado en Williams,1981:15).
En la Edad Media, el centro de las iglesias cristianas era más el altar que el púlpito, sin embargo era
deber de los sacerdotes predicar, tanto los domingos como los días festivos, tanto en las iglesias
como en las calles, adaptando sus discursos al público asistente (Buker, P. Briggs, A. 2003:40). La
representación de la realidad imaginada era predominantemente visual y auditiva y el clero, que leía
el latín, era un elemento esencial en la estructuración de la imaginación cristiana. (Anderson, B.
1993: 44).
En este período se desarrollaron instituciones que estructuraron la comunicación oral, grupos de
discusión, más o menos formales, como las academias, las sociedades científicas, los salones, los
clubes y los cafés; donde se cultivaba sobre todo la conversación; las librerías eran también centros
sociales. El desarrollo del comercio tuvo importantes consecuencias para la comunicación oral, así
como las tabernas, los baños públicos y los cafés que aparecieron en el siglo XVI. Clubes y cafés
inspiraron la creación de comunidades imaginarias de comunicación oral. La variedad de locales
acogía a diferentes clientes con distintos temas de conversación que llegaron a desempeñar papeles
importantes en la Ilustración (Buker, P. Briggs, A. 2003:43). Sin embargo, no debemos olvidar que
las mujeres y los hombres ordinarios estaban excluidos de estos grupos de discusión.
Anderson señala que si observamos las representaciones visuales de las comunidades religiosas
medievales veremos que son una mezcla constante del pasado con el presente, ya que resultaba
inimaginable una representación de la virgen con rasgos semíticos o ropajes del siglo I, porque el
pensamiento cristiano medieval no tenía una concepción de la historia de separaciones radicales del
pasado y el presente (Anderson, B, 1993:44-45). Esta falta de concepción de la historia es
incompatible, dice, con la idea de un organismo sociológico que se mueve periódicamente a través
del tiempo homogéneo, vacío, que es precisamente la idea de nación que se concibe como una
comunidad sólida que avanza de un lado a otro de la historia (ib:48).
La invención de la imprenta marcó el fin de un largo proceso de aprendizaje de la escritura en
Occidente (Henri-Jean Martin, citado en Williams,1981:13). El papel se había introducido en
Europa por parte de los árabes a través de España e Italia, justo cuando la cultura escrita estaba
creciendo y la distribución del pergamino era muy limitada. A finales del siglo XIV aparecieron los
primeros grabados en madera y el papel también fue muy utilizado para la reproducción de
imágenes, no mucho más tarde llegó la reproducción de un texto. La nueva técnica se expandió
rápidamente, hasta el punto que entre finales del siglo XV y principios del XVI , como señala
Henri-Jean Martin, dejó a Europa cubierta con una red y el primer "medio" moderno se estableció
(Henri-Jean Martin, citado en Williams,1981:13).
Anderson considera que la imprenta fue también el primer mercado capitalista. Y es que, una
consecuencia importante de la invención de la imprenta fue la implicación de los empresarios en la
difusión del conocimiento. Los bestsellers se remontan a los primeros días de la imprenta, entre los
que se pueden considerar los libros escritos por Lutero, lo que significa que las ganancias
capitalistas fueron, en gran medida, la fuerza impulsora de la cultura, y nos dicen que han
sobrevivido unos 45.000 títulos publicados antes del 1 de enero de 1501, con lo que se puede
calcular que se editaron más de veinte millones de libros antes del año 1501 y durante el siglo XVI
más de doscientos millones, que se duplicó o triplicó en la primera mitad del siglo XVII (Henri-
Jean Martin, citado en Williams, R. 1981:28).
La imprenta también se asocia con el surgimiento de las lenguas nacionales europeas, aunque
durante un largo período se utilizaba el latín como lengua vehicular del conocimiento, que con los
Habsburgo llegó hasta el siglo XIX, pero las fuerzas del mercado impulsaron la edición de libros
pequeños y baratos en lenguas vernáculas que se fue desarrollando a medida que se iba
fortaleciendo las literaturas nacionales. En este sentido, y volviendo a la argumentación de
Anderson, que decía que para que surgiera el nacionalismo era necesario modificar la idea de que
una lengua escrita particular ofrecía un acceso privilegiado a la verdad ontológica porque era una
parte de esa verdad, el latín eclesiástico, y teniendo en cuenta que el porcentaje de personas que
sabía leer en aquel momento era muy pequeño, es necesario entender que los letrados eran un
estrato estratégico de una jerarquía cosmológica cuya cúspide era divina, así que estos letrados
bilingües mediaban entre la lengua vernácula y el latín al mismo tiempo que entre los asuntos
terrenales y el cielo. La coherencia de esta comunidad religiosa empezó a declinar con los
descubrimientos geográficos y con la degradación progresiva de la propia lengua sagrada. Todas las
comunidades religiosas clásicas se concebían a sí mismas como cósmicamente centrales, por medio
de una lengua sagrada ligada a un poder sobrenatural. En la Edad Media, la única lengua que se
enseñaba era el latín, cosa que comenzó a cambiar en el siglo XVI. La caída del latín era ejemplo de
un proceso más amplio por el que la comunidad sagrada gradualmente se fragmentaba, pluralizaba
y territorializaba. Siendo un factor importante en la desintegración y en la formación de los Estado-
nación el desarrollo de la literatura nacional, así como la elevación de lenguas vernáculas a enguas
del poder (el francés en París, el inglés -antiguo- en Londres) (Anderson, B. 1993:39/70).
El mercado inicial de la imprenta fue la Europa alfabetizada, bilingüe que leía y escribía en latín, la
inmensa mayoría era monolingüe, lo que representaba un mercado potencialmente enorme, y los
impresores querían abordarlo, sin embargo existía el enorme problema de la diversidad lingüística
que, en aquel entonces era inmensa. Pero estos idiolectos eran capaces de reunirse, dentro de límites
definidos, en lenguas impresas de número mucho menor. Capacidad que Anderson atribuye al
capitalismo y al mercado. Estas lenguas impresas echaron las bases de la conciencia nacional
creando campos unificados de intercambio y comunicaciones, por debajo del latín, pero por encima
de las lenguas vernáculas habladas, así podían entenderse a través de la imprenta y el papel, al
tiempo que se iban haciendo conscientes de la cantidad de personas de su campo lingüístico
particular y, que además, solo esas personas pertenecían a ese campo concreto, formando en su
invisibilidad visible, secular, particular, el embrión de la comunidad nacionalmente imaginada.
Además, el capitalismo impreso dio una fijeza al lenguaje ayudando a crear la idea de antigüedad,
fundamental en la idea subjetiva de nación. Al mismo tiempo se creó un lenguaje de poder ya que
ciertos dialectos estaban más cerca de las lenguas impresas y dominaban sus formas finales,
convirtiéndose muchas veces en modelos formales a los que imitar. (Anderson, B. 1993:72-75)
El primer conflicto en el que el material impreso jugó un importante papel fue en La Reforma. Las
discusiones y debates que se produjeron, primero en Alemania y luego en toda Europa,
contribuyeron no poco al desarrollo del pensamiento crítico y de la opinión pública. En 1517,
Martín Lutero clavó sus tesis en las puertas de la Catedral de Wittenberg, tales tesis estaban escritas
en alemán, y en el transcurso de quince días fueron vistas en toda Alemania. En sus debates, las
élites, a menudo necesitaban apelar al "pueblo" para defender sus posturas, pero no podían hacerlo
cara a cara así que recurrían a la publicación de folletos y a la celebración de debates públicos,
siendo muchas veces su éxito muy superior al esperado. La implicación del pueblo en la Reforma
fue al mismo tiempo causa y efecto de la implicación de los medios (Burke, P. Briggs, A. 2003:.92-
93)
Una vez establecidas, las iglesias protestantes transmitieron sus tradiciones a través de la educación
de los niños. Se despreciaban piezas teatrales, pinturas y grabados en favor de la palabra escrita o
hablada, biblia o sermón. En su primera generación utilizaron la "ofensiva de los medios" no solo
para transmitir sus doctrinas, sino para debilitar a la iglesia católica a través de la sátira. Algunos
dicen que la imprenta convirtió La Reforma en una revolución permanente, sin embargo eran
también muy importantes la comunicación visual y oral, de hecho la mayoría de sus seguidores eran
analfabetos por eso su propaganda adquirió muchas formas, desde la escrita hasta los sermones y
lecturas en las iglesias, rumores y chismorreos en mercados y tabernas, y la predicación
acompañada de himnos en lengua vernácula que fueron muy importantes en sus comienzos porque
permitían una participación más activa de los fieles. La traducción que Lutero realizó de la Biblia
fue más importante para el desarrollo del protestantismo que sus folletos, sobre todo teniendo en
cuenta que en esa época (1534-1574) el alemán no estaba normalizado, así esta traducción
contribuyó a estandarizarlo. (Burke, P. Briggs, A. 2003:94)
Los católicos no respondieron al protestantismo con los mismos medios, no tradujeron la biblia
porque lo consideraban peligroso, las piezas teatrales religiosas se destinaban solo a la élite. Este
modo de comunicación se puede llamar "dilema conservador" propio de sistemas autoritarios. Si no
contestaban, la gente podía llegar a pensar que los herejes tenían razón, pero si contestaban podían
estimular al laicado al comparar a uno y otro bando, pensar por sí mismo en lugar de hacer lo que se
le decía. Siguieron esforzándose en la producción de imágenes religiosas, prestando mucha atención
a su retórica. Lo que les distanciaba más de Lutero que buscaba una implicación mayor del laicado
en las actividades religiosas al creer en que no era necesaria la intermediación clerical para la
relación con Dios, además del cambio fundamental al dirigirse para su reforma no a las élites sino a
la gente común. (Burke, P. Briggs, A. 2003:94)
Una vez que los luteranos fundaron su propia iglesia, limitaron o eliminaron el debate popular, por
lo que la discusión pública decae con posterioridad a 1520. En el siglo XVI los calvinistas alentaron
una oleada de iconoclastia que se extendió por Europa, dirigida principalmente contra estatuas,
aunque no se salvaban las vidrieras. La comunicación por medio de imágenes estaba prohibida por
los calvinistas. En Francia, la guerra de religión se libró tanto en el campo de batalla como en la
destrucción de imágenes, la impresión de panfletos y la comunicación oral, tanto por parte de los
protestantes como de la Liga Católica que opuso resistencia con la ayuda de España. Ese siglo fue
en Francia, época de panfletos que terminó cambiando religión por política. En 1572 la propaganda
moderna alcanza su madurez, cuyo apogeo estuvo en 1588-1594 para luego decaer hasta 1614-1617
que reaparece por la crisis política en la que un grupo de nobles se rebela contra el rey. El cardenal
Richelieu que gobernaba Francia junto a Luis XIII (1630-1643) conocía la importancia de la
comunicación y estimuló la creación de un periódico oficial en 1631 al que enviaba noticias para
que fuesen publicadas. Fueron conscientes de que la creación de una imagen favorable del rey era
muy importante, por lo que destinaron a este fin a un grupo de artistas.(Burke, P. Briggs, A.
2003:102)
El papel público de los medios fue mayor aún en Holanda, empezando por la revuelta contra Felipe
II, ya que por medio de panfletos distribuían la llamada "leyenda negra" del despotismo,
oscurantismo y fanatismo español. Los escritores al servicio del líder rebelde Guillermo el
Silencioso (1533-1584) presentaban a Felipe II como un tirano que no había respetado las libertades
y los privilegios tradicionales de las ciudades en los Países Bajos, al mismo tiempo que circulaban
versos que glorificaban a los rebeldes. Las imágenes también jugaron un gran papel en la campaña
de apoyo a los rebeldes. Esta producción de panfletos se concentraba en respuesta a distintos
acontecimientos históricos, de tal forma que el panfleto se fue convirtiendo en parte de la vida
política holandesa. Surgió el debate de si todo el mundo podía opinar acerca de los asuntos de
Estado. No es casualidad que en los Países Bajos, especialmente en Amsterdam, el periódico (cuya
primera aparición fue en Alemania en 1609), se convirtiera en una institución popular, ya que a
diferencia del panfleto, su aparición era regular. En la escasa población urbana alfabetizada de la
Holanda del siglo XVII la esfera pública estaba siempre presente.(Burke, P. Briggs, A. 2003:92)
En los años cuarenta del siglo XVII, la crisis y las guerras hicieron muy populares a los periódicos.
En Portugal, la guerra de independencia de España estimuló las noticias de guerra entre 1641 y
1647. En Francia, los panfletos volvieron a revestir un papel político fundamental, muy utilizados
para atacar al gobierno y al primer ministro Jules Mazarin en la Guerra Civil (1648-1652),
movimiento conocido como "La Fronda", los periódicos oficiales entre 1648 y 1650 eran más
extensos de lo habitual y además, circulaban periódicos no oficiales. Después de 1650, la esfera
pública francesa volvió a contraerse (Burke, P. Briggs, A. 2003:106).
La Guerra Civil inglesa, conocida como Revolución Inglesa, también se libró en los medios: en
discursos y sermones, en textos e imágenes y en acciones ritualizadas tales como procesiones y
destrucción de imágenes. En Londres fue una época de política por medio de carteles, peticiones y
manifestaciones. La implicación política de artesanos y aprendices hacen que muchos la consideren
la primera manifestación de la política de masas. Los años centrales del siglo XVII fueron años de
números extraordinarios de panfletos y periódicos donde los realistas y los partidarios del
Parlamento daban publicidad a sus respectivas opiniones. El estallido de la Guerra Civil coincidió
con lo que se llamó el "estallido del periodismo inglés" (1641). Surge el debate acerca de la libertad
de prensa. Sin embargo, los mensajes no se limitaban a panfletos y periódicos. El graffiti político de
los muros de Londres y otros lugares daba cuenta de la expansión de la esfera pública. La
propaganda pictórica también era eminente, así como el teatro callejero que florecía por entonces en
Londres. La prensa fue muy importante en la atracción del pueblo y la consecuente extensión de la
esfera pública. En 1641 circularon 20.000 ejemplares de la Gran Protesta del Parlamento contra el
régimen de Carlos I. ¿Hasta qué punto los medios y sus mensajes alteraron actitudes y
mentalidades? Por una parte, nos enfrentamos a la trivialización de los problemas políticos, y por
otra parte, al ingreso de la política nacional en la vida cotidiana (Burke, P. Briggs, A. 2003:108). El
efecto preciso de esta explosión de noticias y comentarios mantiene vivo un debate hoy en día.
Anderson (1993) señala que estas parodias e informaciones son síntoma de la pérdida de la
legitimidad automática de la que gozaba la monarquía sagrada y, aunque hasta ese entonces Ana
Estuardo, Luis XIV y XV curaban con la imposición de sus manos, a partir de 1789 su legitimidad
había que defenderla de forma agresiva y consciente, lo que llevó a la monarquía a una
estandarización y a la búsqueda de credenciales "nacionales" (Anderson, B. 1993: 43).
Otro debate abierto es, si en esa época, la cultura política era local o nacional. Los periódicos
informaban a las provincias de los acontecimientos nacionales, al tiempo que alentaban la discusión
y redacción de peticiones locales con el fin de influir en la política de Londres. Se estaba
contribuyendo al forjado de una cultura política nacional. Anderson llama la atención sobre la
fórmula que se emplea para la inclusión de noticias en los periódicos, cuya arbitrariedad y
yuxtaposición revela que su conexión es imaginada. Esa conexión imaginada deriva,
fundamentalmente, de dos fuentes: la primera es la coincidencia en el calendario y, la segunda, es la
relación existente entre el periódico, como una forma de libro, y el mercado. Así, el periódico es
una forma extrema de libro, un libro vendido en escala colosal, pero de popularidad efímera, que
justo por eso genera una ceremonia masiva extraordinaria: el consumo casi precisamente simultáneo
("imaginario") del periódico como ficción. Y, aunque la ceremonia se realiza en una intimidad
silenciosa, cada lector es consciente de que la ceremonia está siendo repetida simultáneamente por
miles de otras personas en cuya existencia confía, aunque no tenga noción de su identidad, esta
ceremonia se repite incesantemente. Además, el lector observa réplicas exactas del suyo consumido
por sus vecinos lo que le confirma que el mundo imaginado está visiblemente arraigado en la vida
diaria. (Anderson, B. 1993: 59-61)
Entre 1641 y 1660, en Inglaterra cobró existencia una esfera pública, pero la restauración de Carlos
II en 1660 supuso el regreso a un sistema cerrado, así la proliferación de gacetillas informativas fue
sustituida por el monopolio de un periódico y se restauró la censura de libros. Sin embargo, los
gobiernos se veían obligados, a través del periodismo, de influir en la creación de una conciencia
política popular, cosa que las élites lamentaban. Los periodistas fueron alcanzando influencia hasta
convertirse en el llamado "cuarto poder". En 1678, el "complot papista" para asesinar a Carlos II
puso en evidencia la influencia política de los medios, en el que los estereotipos desempeñaron un
papel importante. El periódico oficial no mencionó en absoluto ese complot, así que las noticias
corrían por medio de rumores, poniendo de manifiesto que el rumor florece cuando la oferta de
información es inadecuada a la demanda. Estos rumores se fueron acrecentando con la difusión de
imágenes hasta el punto de que incluso una vez demostrada la falsedad de dicho complot, siguió
explotándose el tema como arma política. En 1685, Jacobo sucedió a Carlos II en el trono, aunque
fue derrocado tres años después por Guillermo, quien utilizó los medios a su favor, hasta el punto de
que hoy se conoce su invasión como la "Revolución Gloriosa" (Burke, P. Briggs, A. 2003:112).
En 1695 se acabó con el control de la censura y con el control de la impresión. La Ley de Timbres
de 1712 intentó, a través de la recaudación, doblegar el poder de la prensa diaria porque la
encarecía. Lo más significativo fue el auge de una prensa periódica no oficial que convirtieron la
política en parte de la vida cotidiana, sobre todo en Londres, haciendo de la primitiva esfera pública
temporal una institución permanente. Al mismo tiempo, otro tipo de información se iba haciendo
más pública, se difundía información económica y científica. Aparecieron políticos cuyo apoyo
popular se movilizaba a través de los medios, no solo en periódicos, sino en octavillas, panfletos y
procesiones políticas, al tiempo que en imágenes que se plasmaban en objetos de la vida cotidiana
(teteras, cajas de rapé...). En esta época surgen las manifestaciones como acontecimientos festivos
en apoyo de una política determinada. Se institucionaliza la prensa política que ahora es regular y
no solo como reacción a determinadas situaciones, esto ayuda a desarrollar el espíritu crítico, sobre
todo mediante la sátira de ambos lados (Burke, P. Briggs, A. 2003:114).
En la Europa Continental, salvo en los Países Bajos, el desarrollo de una esfera pública quedó
rezagada. En Francia, el reinado de Luis XIV (1660-1715) sometió a su control los medios y la
crítica pública al régimen fue mínima. La situación cambió en el curso del siglo XVIII con la
Ilustración francesa como cabeza de un movimiento de educación, crítica y reforma que tuvo eco en
Escocia y Suiza, así como en América del Norte y América del Sur. Los ilustrados se tomaron en
serio la metáfora de las "luces" donde la luz era la razón como opuesta a la fe, la tradición, el
prejuicio y la superstición; insistían en la importancia del pensamiento racional y crítico, así como
en la idea de lo "público". Insistían en la reforma más que en la revolución y creían que su papel era
educativo, en el sentido más amplio de la palabra educación, por lo que los medios para ellos
resultaban fundamentales. Los ilustrados franceses son presentados como los primeros intelectuales
independientes de patrones que realizaban críticas sistemáticas del régimen bajo el que vivían y
trataban de dar amplia difusión a sus mensajes, dentro y fuera de Francia y tanto a hombres como a
mujeres, pero no trataron de llegar al "pueblo" al que consideraban como "la canalla". En ese
sistema todavía estaba instaurada la censura lo que provocó el auge de la cultura oral de los cafés,
salones, así como la correspondencia privada como vías de difusión; también se utilizaba la
literatura, la pintura y el teatro para difundir mensajes políticos. La famosa Enciclopedia (1751-
1765) se convirtió en un medio para despertar la conciencia política al tiempo que transmitía
información. Esta enciclopedia estaba solo al alcance de las clases altas, aunque se fueron haciendo
ediciones más económicas y también se podían consultar en bibliotecas públicas. Otra forma de
eludir la censura fue la organización de la comunicación clandestina, impresa o manuscrita, dentro o
fuera de Francia, con libros clandestinos del extranjero o publicados secretamente en Francia. Los
libreros clasificaban a estas obras clandestinas como "libros filosóficos" categoría que incluía tanto
a la pornografía como a los libros heréticos o políticamente subversivos. La pornografía estaba
ligada a la Ilustración y a la Reforma a través de la desacralización y quizás el ataque a la vida
sexual de la mujer de Luis XVI, María Antonieta, haya estimulado no solo la reforma sino la
revolución, ya que la manera de presentar a las familias reales en los medios puede tener
consecuencias políticas de gran alcance (Burke, P. Briggs, A. 2003:118).
La implicación del pueblo en la revolución francesa de 1789 fue al mismo tiempo causa y
consecuencia de la implicación de los medios. Lo mismo que se puede decir de la revolución
norteamericana de 1776. La causa de la independencia norteamericana que se inspiró en el
precedente británico - la Gran Protesta Inglesa del siglo XVII fue una de las fuentes de la
Declaración de Independencia norteamericana - se adelantó no solo en panfletos, sino también en
los periódicos. En 1775 había en las colonias americanas 42 periódicos diferentes y algunos de ellos
alimentaron la causa revolucionaria con la descripción de las atrocidades cometidas por el ejército
británico. A largo plazo, al igual que en Inglaterra, crearon una cultura política nacional, por medio
de las noticias que daban y crearon la idea de una comunidad imaginaria que se definió por
oposición a la británica. Hacia 1800 había 178 semanarios y 24 diarios. Algunos afirman que sin
periódicos no habría habido revolución en Norteamérica (Burke, P. Briggs, A. 2003:113).
A finales del siglo XVIII, el gobierno francés reconoció a la opinión pública como una entidad a la
que era menester dirigirse con lo que contribuyó a que la oposición derrotase al Antiguo Régimen,
de modo que se puede considerar la Revolución como la continuación de la Ilustración por otros
medios, de hecho, el atractivo de la "razón" y los "derechos del hombre" derivaban directamente de
ella. Sin embargo, el programa revolucionario era más radical, no quería reformar el sistema, sino
cambiar de sistema (Burke, P. Briggs, A. 2003:93).
Los historiadores acostumbraban ver la Revolución Francesa como una respuesta a los problemas
económicos y sociales de 1780. Hoy se acentúa más el énfasis en la invención de una nueva cultura
política y la construcción de una nueva comunidad de ciudadanos que dio lugar al "tercer estado"
(abogados, mercaderes, campesinos y artesanos) en la que los medios jugaron un importante papel.
El material impreso desempeñó un importante papel en la Revolución, que empezó con
llamamientos a favor de la prensa libre. Hubo una explosión de nuevas publicaciones con la
fundación de no menos de 250 periódicos en los últimos meses de 1789, dirigidos a distintos
públicos, incluidos los campesinos. La Revolución era buena para la prensa porque la dotaba de
contenidos, al mismo tiempo, la prensa era buena para la Revolución porque legitimaba la nueva
producción de derecho al hacerlo público. Hay que tener presente, no obstante, que en aquella época
la mayor parte del pueblo francés era analfabeto, por lo que fue imprescindible la concurrencia de
todos los tipos de comunicación existente, sobre todo la comunicación oral, pues aquella fue una
época de intensos debates públicos, de discursos en la Asamblea Nacional y en los clubes políticos.
Los debates se desarrollaban con una nueva retórica revolucionaria que apelaba a los sentimientos
más que a la razón y se apoyaba en la magia de las palabras como libertad, igualdad, fraternidad,
patria, pueblo y ciudadano. El rumor también fue muy importante, sobre todo debido a la sucesión
constante de dramáticos acontecimientos. También fue muy importante la comunicación visual,
incluso la iconoclastia que hacía relacionar la iglesia con el antiguo régimen, aunque también hubo
la llamada iconoclastia secular o vandalismo. El nuevo régimen a su vez impulsó un nuevo lenguaje
de imágenes de forma que se reprodujeron más de 6.000 grabados con el fin de extender el debate
político a los analfabetos, y estas figuras se imprimían en objetos de la vida cotidiana: abanicos,
naipes, platos... Se podría describir la Revolución como un teatro político con gran éxito, sus
momentos más dramáticos fueron las ejecuciones públicas de Luis XVI, María Antonieta y,
posteriormente de los revolucionarios como Danton y Robespierre. Hubo festivales públicos tanto
en París como en las provincias que marcaban los nuevos valores democráticos de la época al
permitir participar en ellos a miles de personas. Hubo expresiones de un proceso de secularización,
o como señala el historiador francés Mona Ozouf, una transferencia de sacralidad de la iglesia al
estado (Burke, P. Briggs, A. 2003:118)
Puede describirse como propaganda, la conciencia de movilización de los medios a fin de cambiar
actitudes. El término "propaganda" que se acuñó para referirse a la propagación del cristianismo,
adquirió un sentido peyorativo en varios idiomas a finales del siglo XVIII cuando lo utilizaron los
protestantes para referirse a las técnicas de la iglesia católica. En la Revolución Francesa, se adaptó
el término a la política, llegando a comparar la propagación del patriotismo con la del cristianismo,
mientras que los partidarios de la monarquía criticaban el uso de la propaganda por parte de los
revolucionarios. Esta nueva palabra se refiere a un nuevo fenómeno, ya que la conciencia y la escala
que animaban la campaña revolucionaria era, en cierto modo, una novedad. Dice Habermas que la
Revolución Francesa creó en muy poco tiempo lo que en Gran Bretaña había llevado más de un
siglo en constante evolución: las instituciones para el debate público crítico de cuestiones políticas.
Poco a poco, se fueron observando sus limitaciones, como la exclusión de las mujeres. Los medios
franceses desempeñaron un papel importante tanto en la destrucción de las tradiciones, como en la
creación de unas nuevas en el intento de crear una cultura política al margen de la iglesia y del rey.
Las frases "opinión pública" y "propaganda" pasaron a formar parte del léxico común, así como el
término "guillotina" para dar por zanjado un asunto o como el nombre de una máquina utilizada por
los impresores para cortar papel (Burke, P. Briggs, A. 2003:119)
Bajo Napoleón (1799-1815), Francia experimentó una suerte de retorno a una situación
prerrevolucionaria, sin embargo, el recuerdo de lo sucedido impedía que las cosas volviesen a ser
como antes. El poder de los medios residió en su capacidad de activar esos recuerdos, por lo que
Napoleón sentenció que "Cuatro periódicos hostiles son más temibles que cien mil bayonetas",
resucitando la antigua analogía entre prensa y ejército (Burke, P. Briggs, A. 2003:122). En este
sentido, Anderson señala, citando a Hobsbawm, que la revolución una vez ocurrida, aprovechó la
memoria de los textos impresos, convirtiéndose en una cosa dotada de nombre propio: la
Revolución Francesa, hasta convertirse en un concepto, y con el tiempo en un modelo (Anderson,
B. 1993:120).
La Revolución, y luego el Imperio, también supuso un estímulo para la ciencia, incluida la ciencia
de la comunicación, empezando por los caminos. Se honró a los ingenieros y se promovió su
educación. Entre 1792 y 1798 se propuso un nuevo proyecto de invención por año. El pionero del
telégrafo fue Claude Chappe (1763-1805) que en 1792 presentó un memorando ante la Asamblea
para instar a la instalación de un sistema de semáforos para transmitir de torre a torre mensajes que
recibirían una rápida respuesta, unificando la nación. Su utilidad se vio plasmada cuando al año
siguiente al entrar en guerra Francia con el imperio Habsburgo el sistema fue utilizado por los
militares para comunicarse. Este sistema recibió el apoyo de Napoleón y se siguió utilizando,
incluso tras la aparición del telégrafo eléctrico y cuando su tecnología ya estaba obsoleta.(Burke, P.
Briggs, A. 2003:120). La tecnología es inseparable de la economía, y el término Revolución
Industrial precedió a una larga, continúa e inacabada, revolución en las comunicaciones, que
comenzó a tomar forma en el siglo XIX: de acuerdo con lo que Charles Knight (1791-1873) pionero
de prensa popular, llamó "victoria sobre el tiempo y el espacio": el tiempo, y la distancia, se
redefinieron bajo la influencia primero del ferrocarril y el buque de vapor, y luego de una serie de
nuevos medios: telégrafo, radio, fotografía y cinematógrafo. (Burke, P. Briggs, A. 2003:120)
En Gran Bretaña, la secuencia industrial empezó con los oficios y terminó con la tecnología basada
en la ciencia, al tiempo, el comercio imponía sus términos. Los mercaderes precedieron a los
empresarios industriales en la búsqueda de nuevos mercados más allá de las fronteras, creando con
ello una gran dependencia de la comunicación de la información. El proceso de invención fue el
centro de lo que la mayoría de los contemporáneos consideran progreso. En este contexto, en todos
los países era motivo de orgullo ser el primero en asegurar un invento. Muchas veces era difícil
demostrar la autoría, ya que muchos se producían de manera independiente en distintos lugares por
procesos que cruzaban las fronteras estatales, de donde que las disputas legales, que eran luchas por
poder y por dinero, fuesen frecuentes, aunque las legislaciones en los distintos países eran
diferentes. Se hablaba constantemente de la "conquista de la Naturaleza" llegando a pensar que una
patente nos daría la llave para controlarla. Ese futuro preocupaba tanto a los inventores y hombres
de negocios británicos, como a los revolucionarios franceses. De hecho, el término "Revolución
Industrial" se acuñó en Francia (1827), siendo el transporte la llave principal al mundo del futuro.
Entre 1750 y 1790 la cantidad de millas de carreteras de peaje se quintuplicaron, sin embargo la
forma práctica de transporte que más interesaba no era la carretera, sino la navegación en canal que
estaba cambiando la vida económica de las Midland. Por aquel entonces, la ciencia y la tecnología
eran una y la misma cosa. Sin embargo, su relación era complicada. Hasta 1840 no existió el
término "científico", mientras que el término "tecnología" aparecía en la enciclopedia, pero no era
utilizado en Gran Bretaña. Al contrario, las palabras "inventos", "descubrimiento" y "progreso"
formaban parte del vocabulario habitual.
En esta época, siglo XIX, comienza la época del nacionalismo en Europa, una vez acabados los
movimientos de liberación americanos, que paradójicamente se habían inspirado en los
movimientos europeos, con dos grandes diferencias: las lenguas nacionales impresas en Europa
tenían una importancia ideológica y política fundamental, y, en segundo lugar, los europeos
pudieron funcionar con base a los modelos procedentes de América. En Europa, la nacionalidad
estaba ligada a una lengua de propiedad exclusiva; la lengua había dejado de ser sagrada para
convertirse en un campo interno, creado y consumado por los usuarios de las lenguas entre sí
mismos (Hobsbawn, citado en Anderson, B. 1993: 106). Todavía en 1840, incluso en Gran Bretaña
y Francia, casi la mitad de la población seguía siendo analfabeta, por lo que las clases lectoras eran
gente de cierto poder, pero a las antiguas clases gobernantes: nobles, grandes terratenientes,
cortesanos y eclesiásticos, se le sumaron estratos medios de funcionarios plebeyos, profesionales y
burguesías comerciales e industriales. A mediados del siglo XIX se incrementaron los gastos
públicos y la magnitud de las burocracias estatales, lo que abrió la puerta de la función pública a un
número mayor de personas de orígenes sociales más variados. La ampliación de la alfabetización
contribuyó a la unificación de las lenguas vernáculas dentro de cada reino, que así iban adquiriendo
más poder y categoría, y se organiza el Estado en torno a la comunidad de hablantes y lectores.

CONCLUSIONES

Apoyándome en las reflexiones de Benedict Anderson, en los datos históricos de Peter Burke, en los
análisis de Piotr Sztompa y las observaciones de Paz Moreno Feliu, sobre el gran cambio que
supuso el surgimiento del capitalismo en una sociedad tradicional, y cómo fue necesario que se
produjesen previamente desarrollos que facilitasen el camino al cambio, me centré en el desarrollo
de la conciencia nacional mediada por los medios de comunicación que también tuvieron su propio
desarrollo y al tiempo que iban generando y reforzando, primero la opinión pública y después la
conciencia nacional, se iban desarrollando los medios de comunicación, entendiendo como tales
todos los medios que comunican: visuales, orales y textuales.

BIBLIOGRAFÍA

ANDERSON, BENEDICT. 1993 "Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del
nacionalismo". Cultura Libre. México.
BRIGGS, ASA; BURKE, PETER, 2003 "De Gutemberg a Internet. Una historia social de los medios de comunicación".
Madrid. Aguilar
MORENO FELIU, PAZ. 2011“El bosque de las Gracias y sus pasatiempos”. Madrid: Trotta.
SZTOMPKA, PIOTR. 2012 "Sociología del cambio social". Madrid. Alianza Universidad.
WILLIAMS, RAYMOND, 1981 "Historia de la comunicación". Barcelona. Bosch Casa Editorial.

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