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EL MALTRATO INFANTIL: UN LADO TENEBROSO DE LA SOCIEDAD

Israel Villadiego Flórez


Carolina Castro Cobo

Dice la sabiduría popular: “no se puede tapar el sol con una mano”. Es decir, es imposible
negar la realidad y menos aun cuando es tan clara o evidente. Vivimos en una sociedad
marcada por la violencia y como afirma Torres (2001): “la violencia es multifacética y se
puede considerar que es un acto u omisión que ocasiona una lesión o daño a alguien”.

En este caso, los afectados son los niños que constituyen esa gran población de la cual
depende el futuro de los jóvenes y adultos. El maltrato infantil es una forma de violencia
que infortunadamente es más común de lo que creemos saber y lo más desapacible es que
es un tema crítico a nivel mundial, por lo tanto, debemos acercarnos a los conceptos que
nos permitirán entender en que consiste el maltrato infantil.

En primera instancia debemos saber ¿qué es la violencia? Esta puede ser definida
como el “uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra
uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas
probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos. Trastornos del desarrollo o
privaciones” (OPS, 2003)

Es común confundir la violencia con la agresividad, pero éstos no tienen parecido


alguno, ya que mientras que la agresividad es instintiva, la violencia es cultural y, por lo
tanto, se puede prevenir educativamente. Al respecto se puede decir que “la violencia se
produce cuando no se ha aprendido a controlar la propia agresividad. La violencia es una
manifestación posible del conflicto pero no una consecuencia inevitable del mismo”
(Torrego, 2006).

Por otra parte, es necesario que se empiece a definir el significado del maltrato
infantil. La UNICEF (2010) entiende como víctimas del maltrato infantil al segmento de la
población conformado por niños, niñas y jóvenes hasta los 18 años que sufren ocasional o
habitualmente actos de violencia física, sexual o emocional, sea en el grupo familiar o en
las instituciones sociales. Mientras que Corsi (1994) plantea que es: “cualquier acción u
omisión no accidental que provoque daños físicos o psicológicos a un niño por parte de sus
padres o cuidadores”.

Los niños que son maltratados, tienen una formación diferente a los demás, esto
puede ocasionar que en la edad adulta se comporten de la misma manera en cómo fueron
tratados, pues como suele decirse: los niños son unas esponjas, es decir, absorben todo
(costumbres, enseñanzas, entre otros). Ocasionalmente, se ha visto que los niños adquieren
el carácter y la personalidad que le inculcan sus padres, es por esto que al crecer éstos se
tornan agresivos con sus familiares y con el resto de las personas que lo rodean.

Complementario a lo anterior, existen tipos de maltrato hacia los niños y niñas, a


continuación se enuncian las más relevantes:

El primero es el físico-sexual: el cual ocasiona cualquier lesión interna o externa en el


cuerpo del niño o en su identidad sexual, producto de un castigo único o repetido, con
magnitudes y características variables. El emocional o psicológico: que destruye o lesiona
la autoestima del niño o niña, “las palabras hieren más que los golpes”. Por último, el
maltrato pedagógico-social: que la sociedad aprende como forma de conducta y lo aplica en
la familia, la escuela, las instituciones y en la vida cotidiana (no es lo mismo que el
maltrato escolar).

A adicional a lo anterior, la UNICEF (2010) precisa dos formas o tipos de maltratos:


La negligencia que se refiere a la falta de protección y cuidado mínimo por parte de quienes
tienen el deber de hacerlo y el abandono que es el grado extremo de la negligencia de parte
de los adultos.

Cabe aclarar que, a pesar que ha permanecido oculto en algún tiempo, éste fenómeno
existe desde siempre ya que procedemos de una cultura violenta en donde está el temor e
indefensión de los niños frente a sus mayores, quienes son sus principales agresores.
No obstante, el maltrato hacia los infantes no siempre proviene de sus padres, también
se han visto muchos casos en el que el agresor es una persona a cargo del niño/a que bien
puede o no hacer parte de la familia y las consecuencias en estos casos son aún más
traumáticas para el menor, ya que estos no solamente sufren de maltratos sino también de
amenaza, que los obliga a no comentar nada de lo sucedido y esto puede ocasionar un
trauma severo en la vida y la actitud psicosocial del menor por lo cual puede presentar
problemas como baja autoestima, depresión y agresividad causándole problemas para
asumir responsabilidad dentro de la familia o en la escuela, dejan de asearse, estudiar y de
ser respetuosos y se refugian en amistades que asumen conductas agresivas o
problemáticas. Además, se van convirtiendo en los futuros agresores de sus hijos.

Desde cualquier punto de vista, el abuso y maltrato infantil constituyen


acontecimientos traumáticos o negativos en la vida de los infantes que los deja marcados
para siempre y que instituyen de una u otra manera un obstáculo o limitante en el desarrollo
del individuo como persona. Incluso, no es exagerado afirmar que las alteraciones que
experimentan los niños y niñas maltratados pueden generar trastornos mentales, es decir:

Alteraciones de los procesos cognitivos y afectivos del desenvolvimiento


considerado como normal con respecto al grupo social de referencia del cual
proviene el individuo. Esta alteración se manifiesta en trastornos del razonamiento,
del comportamiento, de la facultad de reconocer la realidad y de adaptarse a las
condiciones de la vida. (Ley 1616, 2013).

En la actualidad, las cifras de violencia o maltrato contra los niños, niñas y


adolescentes menores de 18 años son impresionantes y alarmantes. El porcentaje de
maltrato infantil en el hogar es: el 39% de los niños, niñas y adolescentes no es maltratado;
mientras que el 25% sufre violencia física grave, 13% violencia física leve y 13% violencia
psicológica.

En América Latina y el Caribe, las investigaciones realizadas indican que, con una
población de más de 190 millones de niños, es una de las regiones que posee los mayores
índices de violencia, que afectan principalmente a mujeres, niños y niñas. Según el estudio
del Secretario General mencionado, en la región la violencia contra los menores de edad al
interior de las familias se manifiesta principalmente a través del castigo físico como una
forma de disciplina, el abuso sexual, el abandono y la explotación económica (UNICEF,
2010).

Como si lo anterior no fuera poco, según el Informe Mundial sobre la violencia contra
los Niños y Niñas (ONU, 2006), anualmente entre 133 millones y 275 millones de niñas y
niños son víctimas de violencia dentro de sus hogares. Este hecho constituye un problema
de gravedad absoluta y una contradicción enorme, dado que los hogares deben ser áreas de
protección, de afecto y de resguardo de los derechos de los infantes, niñas y niños, y no el
escenario de agresiones.

Cabe mencionar que nuestra sociedad va desarrollando factores que hacen que las
personas adultas atenten con la integridad de los niños. A continuación indicaré tres factores
que son los más vistos en los hogares que son: la pobreza, la falta de comunicación y el
consumo de sustancias como lo son el alcohol o las drogas.

En primer lugar, mencionamos la pobreza que es un factor que continuamente afecta a


los hogares de estratos bajos de la sociedad, en los cuales por el poco nivel de educación
que presentan los integrantes de estas familias, conlleva a que los padres piensen que la
mejor alternativa de enseñanza sea el maltrato. En segundo lugar, se observa como las
situaciones de crisis y conflictos en el hogar que es generado por la falta de comunicación
puesto que no les permiten expresar todo lo que sienten y hablar sobre las cosas que les
causa inconformidad, ya que al no haber una relación estable con los hijos se presentan
poca claridad en los pensamientos y problemas de la familia. Por último, el consumo de
sustancias como lo son el alcohol y las drogas, estas provocan situaciones de violencia que
se descargan contra los más débiles, que en este caso son los pequeños, pues quien abusa de
estas sustancias pierde el autocontrol de sus funciones neuronales ya que estas sustancias
pueden causar alucinaciones o alteraciones en los nervios neurotransmisores lo que hace
más probable que pueda maltratar al niño.
Como consideraciones finales y a manera re recapitulación, el panorama que nos
ofrecen las cifras sobre el maltrato infantil es atemorizador. Los niños y niñas constituyen
el futuro de toda sociedad, es decir, son ellos y ellas quienes mañana serán el ciudadano que
lleva a cabo el sufragio y elige representantes o es elegido como representante dentro del
sistema de democracia representativa (donde unos cuantos deciden en nombre de todos);
serán el médico, el psicólogo, el deportista, el contador, el estudiante, el profesor, el albañil,
etc.; por lo tanto su salud mental debe ser óptima con el objetivo que se desempeñen de
manera correcta en los ámbitos laborales, sociales, culturales, personales, políticos,
económicos, etc.

Según todos los estudios realizados por la UNICEF, que es la entidad cuya misión es
proteger los derechos de los niños y las niñas para contribuir a resolver sus necesidades
básicas y ampliar sus oportunidades a fin de que alcancen su pleno potencial, se ha podido
observar que la violencia a los niños, a pesar de las campañas por las diferentes entidades,
cuyos objetos sociales varían, pero que el único propósito es acabar con la violencia contra
los niños, esta problemática no disminuye, por el contrario, hay periodos en el cual los
casos de maltrato contra el menor son alarmantes y esto no sólo se da en la Republica
Colombiana, sino a nivel mundial.

Indudablemente, el maltrato infantil es un problema social que aún no ha sido resuelto,


de hecho, debido a su complejidad es muy difícil de resolver de manera absoluta. Desde la
antigüedad padres, madres y adultos responsables de la crianza han utilizado diferentes
formas de maltrato, las cuales han sido considerados como modalidades de enseñanza o
medidas correctivas para lograr que niños y niñas tuvieran “una buena educación”. No
obstante, el cambio de mentalidad de las personas y el apoyo que brinde el Estado a través
de sus instituciones y leyes de ayuda al menor, posibilitarán la reducción de actos que
atenten contra el bienestar de los niños.

Como se ha planteado a lo largo del presente escrito, los menores están siendo
maltratados física y psicológicamente, lo cual se convierte en un factor que posibilita que el
menor se vuelva agresivo y quizá repita el comportamiento con sus descendentes.
Paradójicamente, somos responsables de la creación de infinidad de inventos
maravillosos e inimaginables, pero ¿también queremos crear o formar monstruos, que serán
las personas a cargo de administrar los tributos del país, de dirigir el país y de presentar
nuevos proyectos para la continua mejora del país? ¿Acaso no somos conscientes que
nuestros actos de hoy, automáticamente, dejan marcados el futuro de nuestros hijos?

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 Congreso de la república. (2013). Ley 1616, por medio de la cual se expide la ley
Salud Mental y se dictan otras disposiciones. Disponible en línea:
http://www.minsalud.gov.co/sites/rid/Lists/BibliotecaDigital/RIDE/DE/DIJ/ley-
1616-del-21-de-enero-2013.pdf

 Corsi, J., (1994). Violencia intrafamiliar. Una mirada interdisciplinaria sobre un


grave problema social. Buenos Aires, Argentina.

 Torrego, A., citado por Alejandra Salgado. (2013). Educación con valores.
Disponible en línea: http://www.diario21.com/?
cmd=displaystory&story_id=59970&format=html

 Torres, M. (2002). Violencia y modelo patriarcal. Madrid. Ediciones Díaz de Santos


S.A., p. 41.

 Organización Panamericana de la Salud, OPS. (2002). Informe mundial sobre la


violencia y la salud. Washington. Edición OMS.

 UNIFEC. (2010). Estudio sobre maltrato infantil en el ámbito familiar. Asunción,


Paraguay. Ediciones Ade Comunicaciones.

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