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La micropolítica tropical
Guattari visitó Brasil en siete oportunidades durante los últimos catorce años
de su vida. La primera vez fue en 1979, motivado por las insistentes
invitaciones de una antigua colaboradora brasilera: Suely Rolnik. Se
conocieron cuando ella se exilió en Europa en los tiempos en que las
dictaduras militares desangraban Latinoamérica. Había sido detenida en
1970 mientras estudiaba ciencias sociales y al recobrar su libertad escapó
inmediatamente del país. Al llegar a Paris, se inscribió en la carrera de
sociología de la Universidad de Vincennes, asistió a las clases de filosofía de
Gilles Deleuze y a los cursos del antropólogo anarquista Pierre Clastres.
Felix Guattari se ligó desde temprana edad al ala más radical del comunismo
francés, participó de experiencias alternativas en salud mental como la
clínica La Borde, donde desarrolló importantes aportes a la psicoterapia y al
análisis institucional, que quedaron plasmados en el libro Psicoanálisis y
Transversalidad. En sociedad con el filósofo Gilles Deleuze escribieron obras
como El Anti Edipo, Mil Mesetas y ¿Qué es la filosofía?, entre otras, que se
ubicaron entre las más originales del pensamiento contemporáneo. Pero fue
la revuelta del Mayo Francés el hecho que terminó transformando su
escritura, su militancia y su vida para siempre. Durante esos días de furia
presenció la irrupción de lo que conceptualizó como la “micropolitica”; la
capacidad de resistir cotidianamente el poder y sus instituciones, no sólo
para cambiar la sociedad sino la vida misma. Era el fin de las creencias en el
paradigma bolchevique. El fantasma de la revolución molecular recorría
Europa.
El encuentro
-Si tuviera que contestar en dos palabras, yo diría que las cosas se
orientarían más bien hacia un sistema de estatalización. Pero hay que ser
realistas y saber que los procesos de transformación no se realizan porque
nosotros lo deseemos, sino en virtud de las fuerzas políticas sobre las cuales
se apoyan. Si, en una primera etapa, pudiéramos hacer una nacionalización,
ya sería muy importante, pero el objetivo final sigue siendo la estatalización.
Pero es preciso que las cosas estén claras: esa estatalización sólo tiene
sentido en el marco de un Estado democrático, en el que el pueblo puede
gestionar y administrar sus industrias y sus bancos en beneficio de la
colectividad, y no en provecho de las burocracias del Estado. Tenemos que
ser realistas, las propuestas del PT no pueden ser utópicas; hoy no tenemos
siquiera delegados sindicales, ni comisiones de fábrica. Si pudiéramos
obtenerlos sería ya un paso decisivo, que podría ser continuado con otras
medidas y acercarnos a alguna forma de cogestión, con acceso a la
contabilidad de la empresa, con poder de decisión para discutir los proyectos
y las inversiones. Luego llegaríamos a una etapa de nacionalización y
acumularíamos fuerzas para pasar por fin a la de estatalización. Es como si
tuviéramos que subir una escalera de 16 escalones: si no los subimos de uno
en uno corremos peligro de caernos y rompernos una pierna. No queremos
que la sed nos precipite. ¡Queremos matar nuestra sed! Y por eso hay que
tener cuidado.
-En un país dirigido por militares siempre existe el riesgo de que la represión
militar se acentúe. Y el riesgo subsistirá hasta que el pueblo no se organice y
tenga conciencia política. Por eso en el PT decimos que lo más importante es
organizar a la clase trabajadora. Luego tendrá que decidir por sí misma su
destino.