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¿Es simplemente lo mismo como una doctrina enseñada por Cristo? algo que apela al
intelecto? algo impersonal, universal, igual para todos y en toda circunstancia?
Si fuera así, tendríamos un concepto pobre e limitado de palabra de Dios; no es falso pero
ciertamente incompleto; pensar así conduce a teorías abstractas, ahistóricas, atemporales;
desencarnadas. Existe el peligro de convertir el Evangelio en una ideología y de adherirnos a
una verdad abstracta y no a una persona.
3) en lo personal: la Palabra de Dios depende de Él; nadie puede adueñarse de ella para obrar
sobre Dios.
Evangelizar es sobre todo esto: provocar una respuesta personal hacia Dios y no solamente es
una enseñanza de doctrina.
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No hay diferencia entre predicar el Evangelio y predicar a Cristo (Hechos 5, 42; 1 Cor. 1, 23)
Anunciar la palabra de Dios no es solamente hablar de Dios o decir algo sobre Él o explicar lo
que Dios dijo en el pasado;
más bien la palabra de Dios es Dios mismo quien se pronuncia a si mismo en el momento que
se la anuncie (1 Tes. 2,13; 2 Cor. 2, 17)
El meollo de toda la predicación de Jesús - la Carta Magna del Reino que el anunció y que
nosotros anunciamos: Las Bienaventuranzas. Son la Ley Fundamental de nuestra vida
espiritual, la norma de la existencia cristiana.
Si el Evangelio es la palabra de Dios por excelencia (Rom. 1, 16), Las Bienaventuranzas son
la quintaesencia de él.
La sobre familiarización con los textos que anuncian las Bienaventuranzas ha hecho que ya no
nos cuestionan, no nos interpelan; es necesario volver a estudiarlas, ahora, en el contexto de
nuestros tiempos. Escucharlas y dejar que nos penetren como si fuera la primera vez.
Mateo/Lucas: dos maneras de anunciar las Bienaventuranzas; cada uno captó la esencia de lo
que dijo Jesús; cada uno lo ha anunciado en circunstancias distintas según las exigencias de
las circunstancias.
Jesús vivió plenamente las bienaventuranzas antes de anunciarlas; su palabra fue iluminada
por el ejemplo; coherencia entre fe y vida.
Las Bienaventuranzas son promesas hechas a los hombres por Dios que los ama; son la misma
vida de Jesús; el camino real del cristianismo en cada época. Tiene a Jesús como centro y
autor. Son una aventura arriesgada y sólo tienen sentido a base de una gran amistad e
identificación con el Señor.