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y
CONCIENCIA DE CLASE
Georg Lukács
HISTORIA
y
CONCIENCIA DE CLASE
Estudios de dialéctica marxista
Introducción, edición
y notas a cargo de Eduardo Sartelli
Ediciones�
Lukács, Georg
Historia y conciencia de clase : estudios de dialéctica
marxista ... 2a ed... Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
RyR, 2013.
480 p. ; 14x20 cm.
l. Marxismo.
2. Filosofía. l. Manuel Sacristán, trad.
CDD 320.531
editorial@razonyrevolucion.org.ar
A Gertrud Bortstieber .
Nota del traductor
M. S.
Barcelona, noviembre de 1968.
E . S.
Buenos Aires, julio de 2009
El comienzo de una filosofía necesaria
Gyorgy Lukács, la historia y la conciencia
Eduardo Sartelli
Introducción
9
10
1Un testi monio d e esta polém ica permanente y del lu ga r del stal i nismo
en ella es la compi lación publicada por la editorial Jorge Álvarez en los
años '70, con textos de George Steiner, Kostas Axelos, Istvá n Més zá ros,
Lucien Goldma n n, Roco Musol i no, Jea n H yppolite, Víctor Zitta y Harold
Rosenberg. AA.VV.: Lukács, Editori a l Jorge Alvarez, Buenos Ai res, 1969.
11
2Todos los datos de est a pequeña b iog rafía fueron tomados de l as d i feren
tes referencias del propio Lukács así como de Lic htheim, George: Lukács,
Grijalbo, México, 1973; Kada rkay, Arpad: l.tThe demonic self: Max Weber
a nd Georg Lukács", en Hungarian Studies, nº 9, 1 994; Ara to, Andrew: "Georg
Lu kács: la b úsqueda de un sujeto para la revoluc ión", en A rato y otros: El
triunfo ruso y la revolución p roletaria, Paidós, B uenos A ires, 1974. Resu lta
.. y M ig uel
útil para g u ia rse, la cronología p reparada por A nto n i no l n fra nca
.
Vedda en I nfranca, A nto n i no y M ig uel Vedda: Gyorgy Lukács. Etica, estética
y ontología, Colihue, Bs. As., 2007.
12
s i m melia na va a partic ipar del "Círc u lo de los dom ingos ", en el que
se reúne con futuro s intelec tua les de renom b re, como Jozsef Révai,
Bela Fogar asi, Ka rl Mannhe im y Arnold l-fauser. Se vincula tam
b ién, como a lu m no, con R icker t y Wi ndelb a nd.
Su atracció n por el marxism o com ie nza tempran o. Ya en 1908
está leyendo El Capital, aunque con un i nterés merame nte acadé
mico, si se p uede decir, en tanto qu iere s implement e dar u n fun
damento socioló gico a su trabajo sobre el d ra ma moderno. Para el
futuro filósofo marxista, Marx era más que nada un sociólogo a fí n
en a lgún grado a s u s maestros. Lukács segui rá leyendo latera lmen
te a Marx, influido por Hegel y por el si nd ical ismo revoluciona rio,
en particular por la filosofía de Sorel y por la activ idad política de
Ervin Szabó, dirigente de la oposición de izqu ierda de la social
democracia húngara. A esa mezcola nza, que Lukács gra fica con la
i magen faustiana en la que dos a l mas moran en el mismo p echo, se
le p uede agregar su pasado k ierkegaardiano y el descubrimiento
de Rosa Luxemburgo. Así, el filósofo oscila dura nte toda l a Primera
Guerra Mundia l entre el marxismo y la polít ica, por un lado, y el
idea l ismo ético, por el otro.
La guerra lo encuentra casado con u na terrorista rusa y publi
cando otro l ibro i mportante de su etapa pre-ma rxista: Teoría de la
novela. Es por esta época que va a comenza r una reflex ión más seria
sobre la l iteratura marxista, actitud que se va a coincid i r con la de un
a m igo recientemente adqui r ido: Ernest B loch. La contienda bél ica
acelera su desarrollo polít ico e ideológico, proceso que term ina con
la Revolución rusa: en 1918 Lukács se a filia a l Par tido Comun ista
Hú ngaro, bajo la influencia política de Rosa Luxemburgo.
Es en este momento que comienza la redacción de varios de los
textos que culmina rán en HCC, que van a estar marcados por su
debut en la pol ít ica práct ica. M iembro importante del comu n ismo
hú ngaro, al punto de ser el redactor de la revista teórica del par tido,
Internationale, va a alcanza r el cargo de Ministro de Educación bajo
la Repúbl ica de los Consejos, creada en 1919. Será tamb ién com isa
r io político en el ejército, en la Quinta D ivisión Roja. Su fri rá perse
cus ión a la ca ída del gobierno de Bela Kun, de la que escapará gra
cias, entre otras cosas, a la i n fluencia de su padre y de u na ca mpaña
internacional que logra sacarlo de l a cárcel a fines del m is mo a ño.
Durante toda la década del '20 Lukács m i litará en la reorga n i
zación y en la lucha progra mática dentro del partido húnga ro y
13
político, en el que descree de las posibi l idades reform i stas del régi
men húngaro, aunque no de la reforma del sistema comu nista.4
Esta necesariamente brev ísi ma exp. o sición de la trayectoria pol í
tico-intelectua l de Lu kács nos permite, aún así, trazar u na s ilue
ta del personaje. La evolución de Lu kács muestra la capacidad de
atracción del proletariado revolucionar io p uesto que era ya un inte
lectual reconocido cuando se incorpora al marx ismo. La evo lución
de ese mismo proletariado también explica la natura leza de sus
opciones p olíticas. Dicho de otra manera, se p ueden arg ü i r motivos
sicológicos o de otro tipo para sus cambiantes actitudes5, p ero esas
opciones solo se comprenden en el marco del p roceso de lucha de
clases mundial y de las fuerzas políticas que se d isputan ese cam
p o. Es decir, no p uede comprenderse la evolución p olítica e i nte
lectual de Lukács sin examinar la exp eriencia que marcó a varias
generaciones incluyendo la suya, la Revolución Rusa.
además de a D avid Pike, Leszek Kolakowsky y Ala i n Bross at. Tal vez el
q ue representa mejo r esta línea, por l a forma extrema en que lo plantea es
Edison Salles , que simplemente descarta a Lukács por no haber sido t rots
kista (Salles , Edison: "Notas sobre Lukács y el stali nismo", en Estrategia
internacional, nº 25, diciembre de 2008). En po siciones decididani.ente
hag iográficas se pueden enlistar a L owy, M ichael: "El marxi smo de la sub
jetivid ad revolucionaria de Lukács", en Herramienta, nº 34, marzo de 1937, y
Tertulian, Nicolás: "Georg Lukács y el estal i nismo" (asequi ble en internct
en Archivo C hile). L a posición más ext rema la representan aqu í los com
pilador es de u no de los libros comentado por Ediso n Salles cuyo títu l o
habla p o r sí m ismo: Lukács, un Galileo en el siglo XX, de Ricar do A ntun cs
y Walquiria Leao Rego (Boitempo editorial, San Pablo, 1996). Tamb ién, en
ese exceso, Koh an, Néstor: "La filosofía y el fuego : Lukács ante Len in",
prólogo a Lukács, Georg: Lenin, la coherencia de su pensamiento. En p osicio
nes más mo deradas , aunque reivind ic ativas, Sacri stán, Manuel : ''Sobre el
'm arxismo orto doxo' de Gyorgy Lukács", en Realitat, n!J 24, 1972 (Sac r i stá n
será un estudios o traductor y t am bién respons able del conoc i m ie nto de
Lukács en lengua español a. Véase Lema Añón, Carlos: "Manu el Sacri stá n
y l a recepción españo l a de Gyorgy Lukács", en Universitas, n º 7, enero de
2008) e Infranca A ntonino: Trabajo, individuo, historia. El concepto de trabajo
en Lukács, Herramient a, B s. A s., 2005 (e ste ú ltirno resu lta e l trabajo ni.ás
i nteresante sobre l a fi l o sofía de Lu kács y su a utor un conocedor notabl e
de su obra).
17
D iga 1nos que los defensores de Lukács esp eraba n más que u n
esp e ci a l is t a en es tét ica. Más bien se esperaba de él que const ruye
ra las bases fi losóficas del marxismo, es dec i r, que fuera su Hegel .
Pero pa ra L ichtheim este es e l mayor elogio del que es capaz: el
"D i l t h ey de Marx". Podríamos seguir exa m i na ndo su texto pero
nos encontra ría mos con más ejemplos de este ti po: ju ic ios sup er
ficia les s i n m ayor a p oyo emp írico. Con10 m u c hos de l os c itados en
"Más t arde, en el período corres pond iente a los vei nt ita ntos años del
autor, el objetivismo emp ezó a do blega rs e, aunque no sin conflictos en un
principio, a la doctr i na comu nista oficial, y Lukács renegó, como se esti
l a en e l bloque oriental, d e aqu ellos escritos juveniles, uti l i zando d e u n
modo abusivo los argu mentos hegelianos para justific ar l a forma e n que
hizo propias las obj eciones de carácter más superficial y accesorio esgri
midas por l a jerarqu ía del Pa rtido y las volvió contra sí mismo, esforzán
do se despu és, du rantc d ecenios, en 1 i bros y conferencias, por r educir su
pens amiento al nivel d esmoral i zador del seudo pensan1i cnto sov i ético,
que había envi lecido la fi losofía, degradándola al o ficio de si mple instru
mento del poder."8
Y se responde:
9Tertu l ian, o p. cit. También Edison Sa l les (op. cit.) rema rca estas contradic
ciones de la defensa de Tertu l ia n .
20
"No es posib le tomar en serio la hipótesis p resentada como autoj usti fica
toria según la cu al el poder pol í t i co del Estado p ost-revoluciona rio so lo
se ma ntend ría -y aun se reforza r ía- asu m iendo una función inter nacio
nal, en el sentido e n que la rep resión ser ía necesaria en v irtud de l 'cerco';
21
"'Está claro que los fenómenos más opresivos del poder obrero -escasez de
bienes de consumo, precios elevados, del que cada proletario conoce per
fectame nte las consecuencias inmediatas- son la consecuencia directa de
un ami nora m iento en la discipli na del trabajo y de una baja importa nte
de la producción. Los remedios, y la mejora que de ellos se derivará pa ra
el nivel de vida del i ndividuo, podrán adm i nistrarse cuando se hayan eli
m inado las causas de esos fenómenos. Lo que puede hacerse segú n dos
modalidades. O los ind ividuos que constituyen el proletariado se dan
c u en ta que solo pueden ayudarse proced iendo a u n reforzamiento vol u n
tario de la d isciplina del trabajo, por lo tanto aumentando la producción;
o, si no son capaces de esto, crean instituciones capaces de dar nacimiento a ese
esta do de cosas. En este últi mo caso, crean u n s istema legal por medio del
cual el proletariado obliga a sus propios miembros i nd ividuales, los prole
tarios, a actuar de una manera que corresponde a los i ntereses de su clase:
el p role t aria do vuelve la dictadura contra sí mismo. Esta medida es necesaria
para la supervivencia del proletariado cuando el j usto reconocimiento de
los intereses de clase y la acción voluntaria e n su favor no existen. Pero
no d isimu len1os el hecho de que este método contiene en sí grandes peli
gros para el futuro. Cuando es el mismo proletariado el que crea la d isci
pl ina del t rabajo, cuando el sistema del t rabajo del Estado proletario se
reg u l a segú n u na base moral, la presión exterior que representa la ley cesa
automáticamente con la abol ición de la d ivisió n en clases -es decir, que el
10Mészáros, Itsvan: " La cuestión del poder p o lítico y l a teoría mar x ista",
en AA.VV.: Poder y oposición en las s o c ie dad es postrevolucionarias, Laia,
Ba rcelo n a, 1 980, p. 126.
22
11 Ibid.,p. 134. Las cursivas son de Mészá ros. Una mejor t raducción j unto
con e l texto completo ("El papel de la mora l en la producción comunista " ),
puede encont rarse en Lukács, Gyorgy: Táctica y ética, El cielo por asa lto, Bs.
As., 2005, p. 66-67.
23
"'Debajo de esta act itud si co lógic a , que estaba limitada a los gobernantes,
había u na corriente oculta mucho más amplia: el Partido y las clases tra
bajadoras se hab ía n cansado de esperar la revolución i nternacional que
hab ía sido el pan de cada d ía del bolchevismo. Esa expectativa se había
visto frustrada en 1917, 1918 y 1920. Volvió a a lentar en 1923, con motivo
de la agitación en Alemania. Esta vez el a pl a z a m ie nt o de la esperanza des
corazonó a l Par tido. 'La clase obrera europea nos está abandona ndo; le
pre sta oídos a sus d i rigentes socialdemócratas y t ie mbla sobre el puchero
del capita lismo': tal era, aproxi madamente, el comentario de m ás de u n
obrero politizado a l enterarse d e l o que s uced ía en e l Occidente. L a idea de
que, a pesar de todo esto, la s uer te del comu nismo ruso d ebí a considera r
se dependiente en ú lti mo término de la victoria o la derrota del comu n is
mo en el extra nj ero, era una idea i rritante, e i ns ep a ra ble de la 'revolución
permanente' de Tro tsky. (. . . ) El rasgo verdaderamente t rágico de la socie
dad rusa en la década de los vei ntes era su anhelo de estabilidad, muy
natu ral después de sus exper iencia s recientes. El futuro no pare cía depa
rarle mucha estab i l idad a n i ngún país, pero a Rus ia inenos que a cual
quier otro. Sin embargo, el deseo cuando menos de un p ro lo n g ado res
piro en l as empresas arriesgadas vino a ser la mot ivación dom ina nte de
la política rusa. El socialismo en u n solo país, tal como fue i nterpretado
12Véase Lowy, Michael: Rede nción y utop ía, E d i c io nes El cielo por asalto, Bs.
As., 1997.
24
14Véase sobre este p unto Trotsky, León: Stalin, el gran organizador de derrotas,
El y unque editora, Bs. As., 1974.
15Véase Holz, Hans, Leo Kofler y Wol fgang Abend roth: Conversaciones con
Lukács, Alia nza, Madrid, 1971 .
26
. Esa es la razón por la cua l el "'v iejo" Lu kács está todav ía vivo
a fines de los '60 como una fuerza cuestionadora del pasado y del
presente de los p rocesos revoluciona rios, a ú n cua ndo nunca deje
de ser u n sta l i n ista. A d i ferencia de un anti-sta linismo pasivo, que
se recluye en u na m ística espera, como Adorno, el Lukács de HCC
vuelve a resulta r u na renovada i nspi ración p a ra la nueva genera
ción revolucionar ia. Sin emba rgo, y a l mismo tiempo, como vee
mos en el p rólogo de 1967, Lu kács intenta recorda r a esta genera
ción que la necesidad ta mb ién existe en el mu ndo. No es extra ño,
16
A nderson, Perry: " Entrevista a Georg Lu kács", en New Left Review, 1 971 .
Asequ ible en i nternet en Arch ivo C hi le.
27
entonces, que para esa generación setenti sta el Lukács del nuevo
pró logo resulte decepcio na ntemente conservador. Sin e mbargo, lo
que está a l l í es una advertencia simple: esta nueva generación nece
sita su Lenin .
".1 8
Lukács es mencionado expl ícita mente en otro texto de Leni n,
que tiene el m ismo mot ivo polémico, publ icado en la revista de la
Intern ac ional Comu n ista e n ju nio de 1920, dedicado a comentar u n
17Po r supuesto, el debate en torno a HCC es casi infinito y los textos que
aquí mencionamos se limitan a los más asequibles. Puede encontrarse
una bibliografía más extensa y aba rcado ra en la compilación ya citada de
Vedda e I nfranca ("Bibliografía básica en castellano", en Vedda e Infranca,
Gyorgy Lukács . , op. cit.) y en J ay, Martin: Marxism & Totality, University of
. .
Cal i fornia Press, Los Á ngeles, 1984, cap. 2. Resulta también interesa nte la
d iscusión planteada por John Rees en The Algebra of Revolution ( Rout ledge,
Londres, 1998), en especial, el capítulo 5.
18Lenin, Vladimir: "El 'izquierd ismo', enfermedad i n fa ntil del comu
nismo", en Lenin, O b ras completas, Cartago, Bs. As., 1971, tomo XXXI II.
Una aproxi mación a l cli ma polít ico en el que se producen estas polémi
cas y surgen l as d i ferentes tendencias "ultra izquierdistas" p uede verse
en "Teor ía del derrumbe y capita l ismo organ izado en las d iscusiones del
'extremismo histórico"', de G iacomo Ma rramao (en Korsch, Pannekoek,
Matt ick: ¿Derrumbe del capitalismo o sujeto revolucionario ?, Pasado y Presente,
México, 1978).
28
Con este a natema detrás, no resu lta extraño que u n l ibro que iba
destinado a la defensa del bolchev ismo y la revolución rusa i ncluso
contra Ros a Luxembu rgo, fuera atacado como u na nueva mani fes
tación de idealismo aventurero.
E ntre sus primeros c r íticos figu ran fut uros u ltrastalin is tas, como
Laszlo Rudas.20 El ataque de Rudas va d ir igido sobre todo contra la
crítica a Engels y el rechazo de la dia léct ica de la naturaleza p or
parte de Lukács. Rudas va a cuestiona r la oposición entre el E ngels
del An ti-Düring y Marx (d igamos de p aso que la d iferencia entre
los fundadores del materia l is mo h istórico planteada por Lukács es
una estrategia que ha hecho h istoria, y que consiste en transform ar
a l primero en el más tempra no d e los t ra idores del segundo). Como
señal a Rudas, resu lta d ifíc i l creer que un texto engelsiano editado
en v ida de Marx no tuviera su conoci miento y acuerdo. E ngels, de
acuerdo a Rudas, no iguala la d ia léctica de la natu ra leza a la d ia
léctica socia l, sino que considera a ésta última un caso partic u la r.
Lukács, a l elim inar la d ia léctica de la naturaleza, hace del p roceso
h is tórico la consecuencia exclusiva de la determ inación que surge
de la interacción del sujeto y el objeto. E n resu men, " la teor ía hace
posible la revolución". En otra crítica, Rudas cuestiona la a firmación
lukacsiana según la cual el experimento científico y la indus tria no
son, como quería Engels, u na p ra x is material que revela el absu r
do de la cosa en sí kantiana, s ino ideal ismo puro. Rudas muestra
" [ . . ) cuando "el sentido de la situación h istó r ica de cl ase " "se vuelve cons
.
peor) de los casos, la co nciencia 'atr ibu ida' del compa ñero Lukács es una
conciencia hipostatizada --muy simi lar a u na concienc ia d ivina."
Es obv io que detrás de esta crít ica se puede cola r, fác i l mente,
una justi ficación lukacsiana del stal inismo. Pero lo que resul ta más
interesante, es l a existencia de coincidencias entre l a ú ltima auto
crítica de Lukács y las pri meras críticas de HCC. Sería demasiado
fáci l conclui r que u n v iejo Lukács stalinizado ten ía que ter m ina r
coincidiendo con la crít ica stal inista. Pero, como v i mos más a r riba,
la sustancia de esas críticas p ertenecía a l propio Lenin y Lukács
no l ibraba entonces ni nguna batalla contra u n Stal in todavía en
segundo p lano s i no contra la l ínea enca rnada por el jefe máximo
de la revolución de octubre. Cierta mente, el prob lema es complejo
y no es éste el luga r pa ra l legar hasta el fondo del asunto, pero está
claro que HCC está e n el centro de u n conjunto de p roblemas que
tanto el marxismo como el movi m iento revoluc ionario t ienen toda
v ía que resolver. El prop io Lukács ocupó el resto de s u v ida polít ica
y fi losófica en entenderlos .
31
2 1Tamb ién es cierto que se defendió de los ataq ues, en particu lar en
Chvostismus und Dialectik, algo así como 110 port un i s mo y d ia léctica", texto
que env ío a la rev i sta de la I nternaciona l y nu nca fue publ icado.
32
22G ramsci, Antonio: Quaderni del Carcere, Einaud i, Torino, 2007, Volume
primo, p. 469. Traducción rnía. Gra msci a lude a l manual de Bujarin Teoría
del materialismo histórico, cuya crítica por Lukács puede verse en la compi
lación Táctica y ética ya citada .
33
"' Nos hemos abstenido en este lib ro, y seg u iremos haciéndolo hasta el
final, de cualquier intento de j uzgar las concepciones políticas y estratégi
cas globales de Rosa Luxemburg<? med iante una compa ración sistemática
con las de Lenin. ( . . . ) Se la trata como si toda su v ida no hubiera sido más
que un largo d iálogo con Lenin, o simplemente un la rgo intento de igualar
cuanto él producía, de dar, punto por punto, algo equivalente si no es que
idéntico. Una de las peores vaiantes de este trata miento es aquel la que,
tomando a Lenin como verdadera medida de todas las cosas, aprecia en las
d i ferencias de Luxembu rgo con él solamente sus debil idades y errores." 23
cap ita l se encuentra en un período "norm a l", las leyes actú a n; son
es tas mismas leyes las que lo l levan a la c risis, momento en el cual
e l las mismas se cancelan y hace su aparición el momento "extrae
conóm ico", es dec i r, la v iolenc ia como for ma de reconstru i r el sis
tema, hecho posi ble si el proleta r iado no se tra nsforma de objeto
en sujeto.
40
24 A nderson, Per ry: Consideracio nes sobre el marxismo occidental, Siglo XXI,
Méx ico, 1987, cap. 2 .
41
4Lu kács, Gyorgy: Teo ría de la novela, Ed itora Nacio na l, Mad rid, 2002. ( N .
del E.)
5 Lukács, Gyorgy: "Táctica y ética", en Táctica y ética . , op. cit. ( N . del E.)
. .
47
6Se recordará que Lukács fue com isario del pueblo e n educac ión y cu ltu ra
en el gobierno de Béla Ku n. ( N . del T.).
7Aqu í Sacristán traduce "'fu nciona l" en lugar de "de función" y "Qué es . " . .
en lugar de "Qué es el. . . ". Hemos real izado la mod i ficación tani.bién en los
8Co nten ido en Histo ria y co ncie ncia de clase . ( N . del T.).
50
rad ica l de Hu ngr ía, aumentó, como era natu ra l, en m i pensa m ien
to la fuerza de las tendencias teorét icas d i manantes de ese hecho,
desde luego que s i n l legar todav ía a consegu i r, en ese p r i mer n ivel,
u na superior idad que determ ina ra el resto de m is ideas, p ese a lo
mucho que la crítica de Len i n resquebrajó m is opi n iones acerca de
la Acción de Marzo.
En esa época de tra ns ic ión y de crisis i nterna nació His toria y
conciencia de clase. La redacté en el a ño 1922. El texto consistía par
cia lmente en la reelaboración de otros anteriores; además de los
ya citados, que son de 1919, h ay que conta r entre éstos el a r t ícu
lo sobre "Conc iencia de clase", que es de 1920. Los dos a r t ícu los
sobre Rosa Lu xembu rgo y el a r t íc u lo "Lega l idad e i lega l idad" se
recogieron en el nuevo l ib ro sin mod i ficaciones esenc ia les. Y sólo
son completa mente nuevos los dos estud ios determ i nantes, c ierta
mente, del l ibro, " La cos i ficación y la concienc i a del pro leta r iado" y
"Observaciones de método acerca del problema de la organ ización".
(Estud io prev io para este ú lt i mo t rabajo fue el artícu lo publ ica
do en Die Internationale en 1 921, i n med iata mente des pu és de la
Acción de Ma rzo, O rganisatorische Fragen der revolutionii.ren lnitiative
[Cuestiones de orga n i zación de la i n iciat iva revoluciona r ia.10])
Historia y conciencia de clase es, pues, desde el p u nto de v ista l itera
r io, el res u men conclus ivo de m i período de evolución intelectua l
desde los ú lt i mos a ños d e la g u er ra. Conclusión, cierta mente, que
contenía ya, en pa rte a l menos, tendencias de un esta d io de t ransi
c ión haci a mayor c l a ridad, au nque esas tendencias no podía n des
plegarse aú n com p leta mente.
Esa i rresuelta lucha entre contrapuestas orientaciones del p en
sam iento, de las que no es s iempre fáci l deci r si son v ictoriosas o
derrotadas, no simpli fica, c ierta mente, la ca racterización y esti
mación globa l de este l ibro. Pero hay que i ntenta r aqu í destacar,
por lo menos, los motivos dom i na ntes del m ismo. Llam a a nte todo
la atención el que Histor ia y con cien cia de clase represente objetiva
mente -y contra las intenciones subjet ivas de su autor- u na tenden
cia que, dentro de la h istori a del marx ismo y s i n duda con g ra ndes
d i ferencias en la fu nda mentac ión fi losófica y en las consecuencias
po l ít icas, representa s ien1pre, volu nta ria o i nvo lu nta r ia mente, u na
Por todo eso la ex p osic ión de las contrad icc iones del cap ital ismo
y las de la constitución revoluciona r i a del proletariado cobran i nvo
lunta riamente acentos de subjet iv i s mo dom i nante.
Y eso destiñe ta 1nb ién sobre el concepto de práctica, centra l para
este l ibro, estrechá ndolo y defo r n1á ndolo. Ta n1b ién por lo que hace
a este p roblema me propon ía yo pa r t i r de Ma rx e i ntentaba depu
rar sus concep tos de toda p oster ior deformación burguesa, hacer
los adecuados para las necesidades del gra n sa lto revolucionario
del presente. Consideraba yo entonces como cosa firme a nte todo
11 Marx, Karl: Theo rie n über de n Mehrwe rt (Teorías acerca de la plusva l í a),
I I-1, Stuttgart, 1921, págs, 309 y ss. ( La edición a mano del lector es Marx,
Carlos: Teorías sobre la pl usvalía, Cartago, Bs. As., 1 974. ( N . del E.))
55
es, a l ig ual que el t rabajo m ismo, una p osic ión teleológica L4, aun
que de t ip o pa rticu lar y, por lo ta nto, p u ra práct ica en su esencia.
No menos fa lsa era la negación de la p ráct ica en la i ndustria y no
ver en ésta "en sentido histórico-d ia léctico más que el objeto, no
el sujeto de las leyes natura les socia les". Lo verdadero de esa fase
-pa rcia l, muy parcia l mente verdadero- se refiere sólo a la total idad
económ ica de la producción capita l ista. Pero no está en contradic
ción con eso el que cada acto i nd iv idua l de la producc ión industrial
sea n o sólo síntesis de actos teleológicos de trabajo, sino además, y
prec isa mente en esa síntes is, acto teleológico él m ismo, o sea, acto
de la práctica. Estas torpezas fi losóficas son el prec io pagado por el
hecho de que Historia y conciencia de clase parte, en su a ná l isis de los
fenómenos económ icos, no del trabajo, s i no de compl icadas estruc
tu ras de la econom ía merca nti l . Con el l o se i mposib i l i ta desde el
principio el acceso fi losófico a cuestiones decisivas, como la rela
ción de la teoría con la práctica, del sujeto con el objeto.
En ese y en otros pu ntos de partida a ná logos y su ma mente
p roblemát icos se manifiesta la i n fluencia de la herencia de Hegel,
no elaborada de un modo consecuentemente material ista y, por lo
ta nto, no superada, en el doble sentido de este térm i no. Volveré a
aduci r a este respecto un problema centra l. S i n duda es un gran
mér ito de Historia y conciencia de clase el haber tornado de nuevo la
categoría de tota l idad, su m ida en el olv ido por la "cienti ficidad" del
oportun ismo socia ldemócrata, pa ra atribu i rle otra vez la posición
metodológica central que siempre tuvo en la obra de Marx. No sabía
yo por entonces que en Leni n se encuentran tendencias a ná logas
(pues los fragmentos fi losóficos de Len i n se publ icaron nueve años
desp ués de Historia y conciencia de clase). Pero m ientras que Len in
renovó rea l mente el método de Marx también en este pu nto, yo
produje u na exagerac ión hegel iana, a l contraponer la posición
metodológica mente centra l de la tota l idad a lo económ ico: "'Lo
que d i ferencia decisivamente al marx ismo de la c iencia burguesa
no es la tesis de un predom i n io de los mot ivos económicos en la
exp l icación de la historia, si no el punto de v ista de la tota l idad".
Esta pa radoja metodológ ica se agu d i zaba au n por el hecho de que
la tota lidad se entend ía como portador categor ial del principio
sujeto -obj eto idéntico, La "i ntu ición i ntelectua l" de ScheJ ling, b us
ca ndo u na solución fi losófica raciona l del problema. Su sano sen
tido de la rea l id ad h izo que deja ra esa búsqueda en mera p ostu
lación; pues au nque sin dud a es verdad que su construcción más
general del mu ndo cu l m i na en la perspectiva de la rea li zación de
ese postu lado, sin emba rgo, Hegel no muestra nu nca concretamen
te, dentro de su s istema, cómo pod r ía cu mpl i rse lo postu lado. En
resolución, la idea del proleta r ia do como sujeto-objeto idéntico de
la real h istor ia hu ma na no es n i ng u na rea l ización material ista que
supera ra la construcc ión intelect ual idea l is ta, s i no más bien u na
pl uscuamhegel ización'q de Hegel, una construcc ión que tiende
objetiva mente a rebasa r, en elevación del pensa m iento por enci ma
de tod a rea l idad, a l maestro m ismo.
La cau tela de Hegel tiene su base i ntelectual en la ext ravagan
cia de su concep ción bás ica. Pues en el pensam iento de Hegel e l
problema d e la ext ra ñación apa rece p or vez p r i mera como cues
tión básica de la situación del hombre en el mundo y respecto
del mundo. Pero la ext rañac ión [Entfremdung], bajo el nom b re
de a lienación [Entiiusserung), es a l m ismo tiempo en el texto de
Hegel el poner, l a posición de toda objetividad . Por lo tanto, y s i se
p iensa hasta el fina l, La extrañación es idént ica con la posición de
objetividad. Consigu ientemente, el sujeto-objeto idéntico, al superar
la extra ñación, ha de supera r s imu ltáneamente la objetividad. Mas
como el objeto, la cosa, no ex iste seg ú n Hegel sino como a lienación
de la autoconcienc ia, ocu rre que la retrocapción de la a l ienación en
el suj eto sería el fina l de la rea l idad externa, o sea, de la rea l idad
en genera l. Historia y conciencia de clase sigue este pensam iento de
Hegel en la med ida en que identi fica extrañación con obj et i ficación
[ Vergegenstii.ndlichung) (por adoptar el léx ico de Marx en los
Man uscritos econó1nico-ftlosóficos)2º. Este error, fu ndamental y grosero,
19P l u scu am: más que. E x ag e ración del idea l ismo heg e l i a no, podría enten
derse como "más papista que el Papa". ( N . del E.)
20Las t raducciones de estos térmi nos técnicos hegelianos y marx ia nos se
ha n dado ya en otros volú menes de esta ed ición de las obras de Lukács. Se
reú nen aqu í pa ra que el l e c to r cont role fácil mente eJ conj u nto:
Entiiusse nmg: al ienación, enajenación.
En�fremdung: ext rañación.
Zurückname: retrocapción.
Vergegenstiindlichung: objeti ficación ("'objet ivación" q ueda así l ibre para
62
usos no técnico-marxianos) .
Verdinglichzmg : cos ificación.
Todos los términos aparecen, con d isti ntas frecuencias relativas, en los
escritos de He gel, Feuerbach, Marx y Lu k ács. ( N . del T.).
r
.
!
63
pugnando por hal lar exp res ión teorét ica. Cuando u na teoría, aun
si n exp resar la esencia obj etiva de la gra n crisis, formu laba al menos
u na actitud t íp ica respecto de sus p roblemas básicos, podía conse
g u i r c ierta importa nc ia h istórica. Yo creo que eso fue lo que ocu r r ió
con Historia y conciencia de clase.
Por lo demás, la exposición hecha hasta el momento no pretende
en modo a lg u no deci r que todas las ideas expresadas en este l ib ro
sean sin excep c ión fa lsas. Seguro que no es ésa la s ituac ión. Ya las
observac iones i nt roductor ias del pri mer artículo ofrecen u na deter
m inación de la ortodox ia en el marx ismo que, seg ú n m is p resentes
conv icc iones, no sólo es objetivamente verdadera, s i no que ta m
bién hoy, en la v íspera de un renaci miento del ma rxismo, pod ría
tener u na i mportanc ia considerable. Me refiero a las s igu ientes
consideraciones:
2-+Geschich te und Klnssenbewusstse in, pág. 1 75; aqu í pág. 283 -284 .
66
"' El que conozca la historia del movimiento comunista hú ngaro sabrá que
las Opiniones literarias defend idas por el camarada Lu kács desde 1945 has
ta 1 949 están relacionadas con las opiniones pol íticas, mucho más a nt ig uas,
70
Esta cues t ión tiene otro aspecto ta mbién, que es para m í más
i mportante y en el cual la i n flexión real izada en aque l la época
cobra u na fis ionornía p recisa. El lector de estos escritos verá c la
ramente qué motivos éticos me condujeron, muy esenc ia l me nte, a
entra r act iva mente en el mov i m iento comun ista. A l hacerlo, no sos
peché siqu iera que con eso iba a converti rm e en p o l ít ico por toda
u na década. Lo decidieron las circunstanc ias. Cua ndo en febrero
de 1919 fue deten ido el com ité centra l del partido, consideré deber
m ío acepta r el luga r que se me inv itó a ocup a r en el com ité suplen
te y semi-i lega l que se constituyó. Luego se s uced ieron en dra m á
tica continu idad el Com isar iado del Pueblo para la Instrucción en
la Repúbl ica de los consejos, el Com isariado Político del Pueblo e n
e l Ejército Rojo, e l trabajo i lega l e n Budapest, la lucha d e fraccio
nes en Viena, etc. Sólo ahora me veía de nuevo puesto a nte u na
a lternativa rea l. Mi autocr ítica -la autént ica, la que ine h ice p a ra
n1 í mis mo- era concluyente: si era tan evidente que ten ía razón y, a
pesa r de el lo, había tenido que encajar u na derrota ta n n1a n i fiesta,
entonces m i capacidad práct ico-política debía de ser su mame nte
problemát ica. Por eso me pude apa r ta r de la carrera política con
la conc iencia tranqui la, y concentra rme de nuevo en la activ idad
teorética. Nunca me he a rrepentido de aquel la decisión. ( El que en
1 956 volviera a aceptar un ca rgo de m inistro no era contrad ictorio
con lo d icho. A ntes de acepta rlo declaré que lo hacía sólo pa ra u n
período de tra nsic ión, para la fase n1ás ag uda de la crisis, y que en
cua nto se l legara a una consol idación d i m it i r ía.)
Por lo que hace a l aná l is i s de n1 i act ividad teór ica en sentido
propio después de Historia y conciencia de clase, me he sa ltado un lustro
con esas ú lt imas consideraciones . Vu elvo ahora más deten ida n1ente
sob re d ichos escritos. La desv iación cronológ ica se justifica por
el hecho de que el conten ido teórico de las tesis de 1929, aun s in
sospecharlo yo siqu iera, corno es nat u ra l, fue el secreto term inu s
a d quen126 d e n1 i evolución. M is años d e aprend izaje del m a rx is 1no
se p ueden considerar tenn i nados en el n1omento en que e1npecé
27Lu kács, Georg : Lenin, Neu w ied, Luc h terha nd, 1 967, págs. 87 y ss . [ Véase
ed ición caste l l a na en nota 2. ( N . del E .)]
72
.,. ; " t
74
29Pre fer i mos aqu í " lo mu nd a no" en l uga r de "cisn1 u ndaneidad", que s uena
red u nd a n te y no ex i s te en el Diccio nnrio de In Renl Acndem in E5pm1ola. La
versión i ng lesa t raduce "word l i ness", "mu n d anería" seg ú n el d icciona rio
Collins de Grija lbo; e l DRAE a c l a r a : mu ndano/a. O t ra p o si b l e es "in ma nen
cia", como e n la t raducción cuba n a, sobre todo para rema rcar la contra
dicción con su pa r u su a l en el leng uaje fi losófico, "t rascendencia" ( Véase
Diccionario Aknl de Filosofín, ítem "i n ma nencia" ). ( N . del E.)
30Lu kács, Geo rg: De r ;unge Hegel, \!Ve rk e [Obras), vo l . 8, Neu w ied, Luchter
hand, Obras de Geo rg Lukács, Ba rcelona- Méx ico, vol. 14. [ La ed ición a m a no
es Lu kács, Geo rg: E l jvven Hegel . Los problemas de la svcicdnd cap italis ta,
Grijal bo, Méx ico, 1 985. ( N . de l E . ) )
76
31 De Li fsch itz, teór ico ma rx ista del a rte, p uede consegu i rse La fi losofía del
a r te deKarl Marx, Era, México, 1 981 (también en la e di torial Sig lo X X I ) y
Literatura y marxismo. Una co ntrove rsia, Siglo XXI, Méx ico, 1981 . ( N . del E .)
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77
32En lnte rnationale Lite ratur, vol . 3, nv 2, Moscú 1933. págs . 95 -1 26.
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78
' Sacristán t raduce: " ha desarro l lado u lterio rmente la obra de La v ida de éste
tanto e n el sent ido eco11ómico - mnte rin l cu a n to e n el eco nóm ico -n1ctó d ico ".
Seg u i mos aq u í nlás de cerca La versión i n g lesa . ( N . del E .)
83
d ia léctico así entend ido, y sólo por él . Las concreta s res puestas a las
cuestio nes p rácticas s i ng u lares q u edan fuera del marco de estos
artícu l os. La ta rea de és tos consiste en m a n i festar concien temente
el méto do de Marx, en hacerlo conc iente para nosotros, en i lu m i na r
adecua damente su fec u nd i dad i l i mitada p a ra la solución de proble
mas que s i n él son i nsolu bles.
Esa mi sma fina l idad tienen las citas de las obras de Marx y
Engels, acaso demasiado abundantes para a lgu nos lectores. Per o
todo citar e s a l m ismo t iempo i nter preta r. Y e l autor opina que a lgu
nos aspectos -muy esenc i a les- del 1nétodo de Ma r x, y p recisamente
los que decisiva mente i mportan para la comprensión del método
en su conexión mate r ia l y s istemát ica, ha n ca ído i ndebidamente e n
e l olv ido, y q u e con eso se h a d i ficu l tado y hasta cas i i mposib i litado
la comprensión del nervio v ita l de ese método, la dialéctica.
E l t rata m iento del p roblema de la dia léctica concreta e h istórica
es, empero, i mposible s i n atender debida mente al furidador de ese
método, Hegel, y a su relac ión con Marx. La exhortación de Marx a
no t ratar a Hegel como a u n "p erro muerto" ha s ido en vano, i nc lu
so para muchos buenos marx istas. (Ta mbién ha n s ido demasiado
poco eficaces los es fuerzos de Engels y Plejá nov al respecto.) Y e l
hecho e s q ue Marx sub raya var ias veces enérg icamente ese pel igro.
Así escribe, por ejemplo, a p ropósito de D ietzgen: " Ma la pata s uya,
el que no haya estudiado p recisamente a Hegel" (car ta a E ngel s,
7-Xl-1868). Y en otra ca rta: "Estos caba l leros de A lemani a ... c reen
que la dialéctica de Hegel es un 'perro muerto'. Feuerbach debe de
tener la conciencia s ucia en esta cuestión" (11-1-1868). Y en otra car
ta (14-I-1 85�) destaca los "grandes serv icios" que le ha prestado el
ojear de nuevo la Lógica de Hegel para el método de e laboración de
la Crítica de la economía política. Pero lo que aqu í importa no es el
aspec to fi lológico de la relación entre Ma rx y Hegel; lo que i nteresa
no es la op inión de Ma rx acerca de la i mporta nc ia de la d ia léctica
hegeliana para su n1étodo, sino la i mportancia 111aterial de la d ia léc
t ica hegel iana p a ra el marxismo. La s a nteriores declaraciones, y se
p od r ía n acu mu la r aú n más a vol u ntad, se ha n aducido sólo p orque
el conocido paso del pró logo a El Cap ital en el q ue Marx ha habla
do p or ú lti ma vez y ex p l ícitamente de su relación con Hegel, ha
contribu ido en muchos casos a la subesti mación de la i n1porta n
c ia rea l de esa relación con Hegel i ncluso por pa r te de marxi stas.
No me estoy refi riendo al decir eso a l a caracterizac ión objet iva de
L
p. ;
85
la relac ión dada por Marx, con la que coi nc ido plena mente, y que
precisamente en estas pág inas he i ntentado concretar metódica111en
te. Me refiero exclus iva mente a la exp res ión que habla de 11coque
teo" con el "modo de hablar" de Hegel. Esto ha movido en muchos
casos a cons idera r la d ia léctica com o u n a ñad ido est i lístico sup erfi
cial a la obra de Marx, añad ido que,. en i nterés de la "cienti ficidad"
ten ía que el i m i narse lo más enérgica mente posib le del método del
materia l is mo h istór ico. De ta l modo que i ncluso i nvestigadores por
lo comú n concienzudos, como, por ejemplo, el profesor Vorla nder,
creyeron poder deter m ina r con exact itud que Ma rx no ha 11coque
teado" con concep tos hege l ia nos "'propiamente más que en dos
lugares", au nque luego les añada "u n tercer pasaje'', sin darse cuen
ta de que toda u na serie de las categorías decisivas del método, sie1n
pre aplicadas, p roceden directamente de la Lógica de Hegel. Si hasta e l
origen hegeliano y la s ign i ficación materia l y metodológica de u n a
disti nción t a n fu nda menta l pa ra Ma rx como la que med ia entre
la inmed iatez y la med iación ha pod ido pa sa r desapercibida, pod rá,
desgraciada mente, deci rse con funda mento que Hegel (pese a vol
ver a ser ya "un ivers ita ria mente presentab l e" y hasta cas i un fi lóso
fo de moda) sigue siendo t ratado como "perro muerto". Pues, ¿qué
di ría el profesor Vorlander de un h is toriador de la fi losofía que a
propósito de un cont i nuador del método kant iano, por origi na l y
crítico que fuera, no notara que la "u n idad si ntét ica de la apercep
ción", p o r ejemplo, procede d e la Crítica d e l a razón pura?
El autor de estas pági nas se p ropone romper con esa s concep
ciones. Cree que hoy tiene i mportancia i ncluso práctica volver a la
interpretación de Marx por Engels, el cua l ha v isto "el movi miento
obrero a lemán" "como heredero de la filosofía clásica a lema na", así
como a la de Plejá nov; y que todos los buenos ma rxistas -segú n las
palabras de Len in- debería n constitu i r "u na especie de asociación
de a m igos materia l i stas de la d ia léctica hegel iana".
Pero en el caso de Hegel la sit uación se presenta con exigenc ias
i nversas de las que sug iere l a ob ra de Marx. M ientras que en el caso
de éste se trata de entender el s i stema y el método en su conexa
u n idad -tal como ambos se nos presentan- y de preserva r esa u n idad,
en el caso de Hegel, por el contra r io, la ta rea consiste en ma ntener
dis t i ngu idas las tendencias ta n a 1nenudo ent recru zadas y en pa r
te contrad ictorias, con objeto de salvar lo metódicamente fecundo del
pensa m iento de f-Iege l como fuerza viva esp iritual para el presen te. Esa
86
fecund idad y esa fuerza son mayores que lo que muchos creen . Y
me parece que cua nto más enérg ica mente poda mos concretar esta
cuest ión -pa ra lo cua l, cierta mente (pues, au nque sea u na vergüen
za, no hay más ren"led io que dec i rlo), es i mp resci nd ible el conoci
miento de los esc ritos de Hegel-, ta nto n1ás clara n1ente destacará
esa fecund idad y esa fuerza . No en la forma de un s is tema cerra
do, por supuesto. El sistema de Hegel, ta l como se nos p resenta
hoy, es u n hecho h is tórico. En rea l idad,2 u na crít ica de verdad pene
tra nte se ver ía obl i gada, en mi opin ión, a conclu i r que no se t ra
ta de u n s istema verdadera mente u n i ta rio, si no de var ios sistemas
int r i ncados u nos e n otros. ( Las contrad icc iones de método e ntre
la Fenomenología y el s istema m ismo no son s i no u n ejemplo de esa
c i rcu nstanc ia.) Así pues, au nqu e Hegel no haya de t rata rse como
"perro muerto", h ay, de todos n1odos, que des tru i r la muer ta a rqu i
tectura de l sistema histór ica mente dado, con objeto de que las ten
dencias s u ma mente actua les de su pensa m iento vuelva n a ser e fi
caces y v ivas .
Es sab i do que el propio Ma rx pensó e n escribi r u na d ia léctica.
"Las correctas leyes de la d ía léc t ica", escr ibió a D ietzgen, "están ya
contenidas en la obra de Hegel, pero en u na forma m ís t ica. Se t rata
de arrebata rles esa forma". Las presentes pág i nas -cosa que espera
mos no sea neces a r io sub raya r- no pretenden en n i ngún momento
ofrecer u n esbozo de u na ta l dia léc t ica . Pero sí que es su i ntención
el suscita r u na discusión en ese sentido; volver a plantea r metód ica
mente la cues t ión. Por eso se ha aprovechado toda ocas ión de a lu
d i r a las i nd icadas conex iones metódicas, para conseg u i r m0st ra r
del modo más concreto posible los pu ntos e n los cua les las catego
rías del método hegelia no son decisivas pa ra el materia l is mo h is
tór ico y tamb ién los puntos en los cua les se separan rad ica l men
te los cam inos de Hegel y de Ma rx; y pa ra su m inistra r ta mbién
materi a l y, dentro de lo p osible, orientación pa ra la muy necesa ria
discusión del problema. Esta i ntención ha determinado parc ia lmente
la det a llada d iscusión de la fi losofí a clásica en l a segunda secc ión
del a r t ícu lo acerca de la cos i ficación. ( Pero sólo p a rcia l mente. Pues
también me ha pa recido necesa r io estud iar las contrad icciones del
87
3El t raducto r prefiere "l leg uen a superación". Suena mejor algo más pare
cido a la versión i n g lesa: "'a re later t rascended". ( N. del E.)
r�
.
�. .
r
88
Esta cuest ión, en rigor ba sta nte simp le, ha l legado a ser objeto
de muchas d iscusiones, tanto en círcu los burgueses cuanto en c ír
cu los proletarios. Pero pau latinamente empezó a incorporarse a l
buen tono ci ent í fico e l recibir con mera bu rla cualqu ier ad hesión
al marxismo ortodoxo. Dadas las gra ndes d iscrepancias que pa re
cían dom i nar, incluso en el campo "socia l ista", acerca de qué tesis
constituyen la qu intaesencia del ma rxis mo, y cuá les es " l ícito" cri
ticar o hasta recusa r sin perder por el lo el derecho de p resentar
se como ma rxista "ortodoxo", pareció cada vez más uacientí fico" el
exponer e interpreta r escolástica mente frases y p roposiciones de
viejas obras en parte ya "superadas" por la invest igación moderna,
como si fueran pa labras de la B iblia, y el no b uscar s i no en el las el
ma nantial de la verdad, en vez de entregarse "s i n p reju ic ios" a la
investigación de " hechos". Si la cuestión estuviera real mente p l an
teada así, es obv io que la ú n ica respuesta posible sería u na son risa
compasiva . P�ro el p la ntea m iento no es ta n senc i llo, ni lo fue nun
ca. Pues supon iendo -au nque no adm itiendo- que la i nvestigación
reciente hubiera probado indiscut iblemente la fa lsedad ni.ater ia l de
todas las proposiciones sueltas de Marx, todo ma rxista "ortodoxo"
serio pod r ía reconocer si n reservas todos estos nuevos resu ltados
y rechaza r sin excepciones todas las tesis sueltas de Marx s i n tener
en ca mbio que aba ndona r n i por u n m i nuto su ortodox ia n1a rx is
ta. Así pues, m a rxismo ortodoxo no s ig n i fica reconoci miento acr �
t ico de los resu l tados de la investigaci ón marxiana, n i "fe" en tal o
cua l tesis, n i i n terp retación de u na escrit u ra "sag rada". E n cuestio
nes del n1a rx ismo la ortodoxia se refiere exc lusivamente a l méto
do. Esa ortodoxia es la conv icc ión cient í fica de que en el marx ismo
89
r!�.-
'
'
90
-tlbíd., 398. Cfr. sobre esta cuest ión el a r t ícu lo "Concienciél de clase". [Ibid.
p. 15 ( N . del E.)]
r
f
92
del método d ia léct ico. Pues cualquiera que sea la actitud que se
tome ante la exposición -decisiva p a ra el desarro llo teórico u lterior
hecha p or Engel s en el Antidühring, ya se la considere críticamente,
como i ncom pleta, y hasta acaso i nad m isible, ya s e la cons idere c lá
sica, hay que reconocer en cua lqu ier caso que falta en e l la p recisa
mente ese momento. Esto es: Engels descr ib e la formación de con
cep tos propia del método d ialéctico pon iéndola en contraposic ión
con la "meta f ísica"; subraya con g ra n energía que en la d ia léctica se
d isue lve la r ig idez de los conceptos (y la de los objetos correspon
d ientes); que la d ia léctica es un consta nte proceso de fluyente tra n
sición de u na determinación a otra, u na i n i nter ru mpida superación
de las cont raposiciones, su mutación recíproca; y que, por lo tan to,
hay que sust itu ir la causa l idad unilatera l y r ígida por la i nterac
c ión: pero la relación dialéctica del sujeto y el objeto en el proceso histórico
no es a ludida siqu iera, y mucho menos, por tanto, s ituada en el
centro de la consideración metód ica, como le correspondería. Mas
sin esa determ inación el método d ia léct ico -a pesar de toda la con
servación, sólo apa rente, por supuesto, en ú lti ma insta nc ia- de los
conceptos "fluyentes", etc., deja de ser un método revoluciona r io.
La d i ferencia respecto de la "'metafísica" no se b usca ya en el hecho
de que todo exa men "'meta físico" del objeto lo deja i ntacto nece
sariamente, i nmutado, siendo, por lo ta nto, d icho exa men s iemp re
y sólo con templativo, no se hace práct ico, m ientras que p a ra el méto
do d ia léct ico el problema central es la transformación de la realidad. 5
Si no se tiene en cuenta esa función centra l de la teor ía, se hace del
todo p roblemática la excelencia de la for n1ac ión de conceptos "flu i
dos", y se conv ierte en u n asu nto p u ra mente "'científico". El método
podrá acepta rse o recusa rse, seg ú n el estad io de la c iencia en cada
momento, si n que se altere en nada la actit ud central respecto de la
rea l idad, la concepción de ésta como mutable o i nmutable. Aú n más:
la i mpenetrab i lidad, el carácter fata l ista e inmutable de l a rea l idad,
s u s " leyes" en el sent ido del materia l ismo b u rgués, contemplativo,
y de la econom ía clásica tan ínt ima mente relacionada con él, pu ede
L
93
incluso agud iza rse, como ha ocu rrido a los l la ma dos mac h istas6, en
el seno mismo de los par t ida r ios de Ma rx. En nada contradice a esta
afirmac ión el que e l machismo pueda d a r de sí también u n volun
tarismo no m enos burgués. E l fata l ismo y el volu ntar ismo sólo son
contrap uestos que se excluyen pa ra una consideración a d ia léct ica
y a histórica . Pa ra la cons ideración d ia léctica de la h istoria resu ltan
ser p olos necesa r ia mente coord i nados, reflejos menta les en los cua
les se expresa c la ra mente el a ntagonismo del orden socia l capita l is
ta, la i rresolubi l idad de sus p roblemas en su propio terreno.
Por eso todo intento de profu ndiza r "cr ít icamente" el método
dia léc t ico l leva necesa riamente a una triv ia l ización. Pues el p u n
to de p a rt ida metód ico de toda actitud "cr ítica" es precisa mente la
separac ión ent re e l método y la rea l idad, el p ensam iento y el ser.
Esa actitud c r ít ica contempl a precisa mente d icha separación como
el p rogreso que hay que reconocerle en el sentido de u n a auténtica
cienti ficidad y frente a l grosero mater ia l ismo acr ítico del método
de M a rx. Es perfectamente comprens ible que se qu iera prac t icar
esa operación . Pero hay que a ñadi r que entonces no nos moveremos
en el sentido que constituye la más ínt i ma nat u ra leza del 1nétodo
dia léctico. Marx y Engels se han expresado a l respecto de u n modo
d i fíci l de desv irtua r. "Con e l lo", d ice Engel s,7 " la dia léct ica se redu
ce a la cienc ia de las proposiciones genera les del mov i m iento, ta n
to las del mundo externo cuanto las del pensam iento humano, dos
series de leyes que, en cuanto a la cosa misma, son ... idénticas". O b ien,
como d ice mucho más p recisamente Marx:8 "Al ig u a l que en toda
de las categorías económ icas ... que las categorías expresan formas de
ser, condiciones de existencia. "
S i se oscu rece este s entido del método d ia léctico, entonces d icho
método tiene que apa recer inev itablemente como añadido inesen
cia l, como mero ornamento de la "sociología" o "econom ía" ma rxis
ta. Y hasta como un obstácu lo opuesto a la i nvestigación "sobria",
"si n preju icios", de los hechos, como construcc ión vacía por causa
de la cual el marxismo violenta esos hechos. Bernstein es el que más
cla ra y rotu ndamente ha for mu lado esta objeción contra el método
d ia léctico, en parte a causa de su "fa lta de p reju ic ios", reforzada por
su fa lta de conoci m ientos filosóficos . Pero las consecuencias rea
les, pol íticas y económ icas, que obtiene de esa act itud, de esa l ib e
ración del método de las "tra mpas d ia léc t icas" del hege l ian ismo,
muestra n c l a ra mente adónde l leva su ca m ino. Mues t ra n p recisa
mente que hay que el i m i na r del materia l is mo h istórico la d ia léct ica
cua ndo se quiere fu nda r u na teoría consecuente del oportu n i s mo,
del "desa r rol lo" s i n revoluc ión, del "crec i miento" sin lucha hasta el
soc ia l ismo.
lI
Pero en este pu nto tiene que susc itarse en seg u ida la cuestión de
la i mportancia metód ica de esos hechos con los cua les toda la l ite
ratu ra revisionista organ i za y p ractica su idolatr ía . ¿En qué med ida
es posible ver en el los factores determ ina ntes de la acc ión del p role
ta riado revoluciona r io? Es obvio que todo conoc i m iento de la rea l i
dad pa rte de los hechos. Pero lo que se p regu nta es: ¿qué dato de l a
v ida y e n qué conexión metódica merece considerac ión como hecho
releva nte pa ra el conoc i n1 iento? El l im ita do en1 p i r is mo n iega, por
supuesto, que los hechos l lega n a ser ta les sólo a través de u na ela
boración n1etód ica, d iversa según el objetivo del conoci m iento. Ese
en1 p i r is1no cree que cua lqu ier dato, cualqu ier nú mero estad ístico,
dia léctico también al conoci nüento de la natu raleza. Pero las determ i na
ciones decisivas de la d ia léct ica -i nteracción de sujeto y objeto, unidad de
teoría y práctica, transformación h istórica del sust rato de las categorías
como fu nd amento de su t ra ns formación en el pensam iento, etc.- no se dan
en el conoci miento de l a nat u raleza. Desg raciada rnentc ca rezco en estas
pági nas de la posib i l idad de discutir deta l l adamente t. stas c uest iones.
..
.,, . .
95
9Zur Kritik der politischen Ókono mie [Contr ibución a la crit ica de la econo
m ía pol ít ica), XL. [ Ma rx, Co ntrib ució n . . op. c it., p. 305 ( N . del E .)}
.
96
l.
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97
aconteci mientos ya man i fiestos, razón por la cual pueden mani festarse
el las mism as."
Así pues, para captar adecuadamente las cosas hay que empe
zar por captar clara y precisamente esa d i ferencia entre su ex isten
cia rea l y su estructura nuclear i nterna, entre las representaciones
formadas sobre ellas y sus conceptos. Esa d i ferenc iación es el pri
mer presupuesto de u na considerac ión rea l n1ente científica, la c u a l,
según las palabras de Ma rx,13 "sería superflua si la forma fenomé
nica y la esencia de las cosas coinc idiera n de modo i n med iato". Por
eso lo que impor ta es, por u na parte, desprender los fenómenos
de la forma i n mediata en que se dan, h al la r las mediaciones por
las cua les pueden referirse a su núcleo, a su esenc ia, y compren
derse en ese núcleo; y, por otra parte, conseg u i r comprensión de
su carácter fenomén ico, de su apariencia como forma necesaria de
manifesta rse. Esta forma es necesaria a consecuencia de la esenc ia
histórica de los fenómenos, a consecuencia de su génesis ocurrida
en el terreno de la sociedad capita l ista . Esta doble determ inación,
ese reconocimiento y esa superac ión s i mu ltá neos del ser i nmed ia
to, es p recisamente la relación d ia léct ica. La estructura conceptual
interna de El Capital opone precisa mente en este punto las m ayo
res dificu ltades pa ra los lectores superfici a les, presos en las formas
intelectuales del desarro l lo cap ita l ista de u n modo acrítico. Pues,
por una parte, la ex posic ión exacerba precisamente el ca rácter cap i
ta l ista de todas las formas económ icas, p roduce u n med io intelec
tua l en el cua l esas formas se mani fies ta n de modo p u ro, porque
la sociedad se describe del modo que "corresponde a la teor ía", es
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99
1-1 Zur Kritik derpolitisclun Oko no mie [Cont ribución a la crítica de la econo
mía pol ítica], XXXVI. [ Ma rx, Co ntrib ución . . . o p. cit., p. 301 . ( N. del E.)]
15lbíd., XIX. [Sacristán t raduce este pasaje de la sig u iente ma nera : " La g ro
sería y La fa lta de conceptos consisten p recisamente", d ice M arx, "en i nte
rreferir casu al mente lo que va orgánicamente ju nto, poniéndolo en u na
mera conex ión de la reflexión." Hemos preferido la traducción de jorge
r . ....,
.,
.
.
100
Ill
Tula et. a l. en la ed ición de Siglo XXI. Véase Ma rx, Co n trib ució n . op. cit., p.
. .
287. (N. del E .)] También la categoría de la conex ión de la reflex ión procede
de la lóg ica de Hegel.
16Ele nd de r Ph ilosoph ie [Miseria de la fi losofía, ed ición a lemana], 91 . [ Marx,
Carlos: Miseria de la fi losofía, Júcar, Mad rid, 1 974, p. 1 74. (N. del E .)]
101
"a cie ntí ficamente" constru ida, es verdadera mente el ú n ico método
que p erm ite rep roducir y capta r i ntelectual mente la real idad. La
to tal idad concreta es, p ues, la categoría propia m ente d icha de la
rea l ida d.17 La verdad de esta concepción no se m a n i fiesta, empero,
co n to da claridad más que situando en el centro de nuestra a ten
ción el sustrato rea l, materia l, de nuestro método, la sociedad capi
ta l is ta con sus internos antagonis mos entre las fuerzas de produc
ción y las relaciones de producción. El método de las ciencias de la
n atu ra l eza, idea l metódico de toda c iencia de la reflex ión y de todo
rev isionismo, no conoce en su materia l contradicciones ni a ntago
nis ni.o s. Pues cuando, a pesa r de todo, se produce a lg u na contra
dicción entre las d iversas teorías, ello se i nterpreta como s ig no de
que el estadio del conoci m iento consegu ido hasta el momento no
es satisfactorio. Las teorías que p arecen contradec i rse t ienen que
encontra r sus l ím ites precisamente en esas contradicciones, y, p or
tanto, tienen qu e mod ificarse, subsum i rse bajo teorías más genera
les en las que desapa rezcan defi nitivamente las contrad icciones. E n
camb io, esas contrad icciones no son, para l a rea l idad social, s ig no
de que la captación de la rea l idad es insu ficientemente cientí fica,
sino que pertenecen 1nás bien inseparablemente a la esencia de la realidad
misma, a la esencia de la sociedad capitalista. En e l conoci m iento del
todo no se superan de ta l modo que dejen de s er contrad icciones.
Al contrar io: se conciben como contrad icciones necesar ias, como
funda mento a ntagónico de ese orden de la producción. Cua ndo
la teor ía, como conoci miento de la rea l idad, muestra u na vía p a ra
la superación de esas contradicciones, lo hace mostra ndo las ten
dencias reales del p roceso de desa rrol lo social que están l lamadas
a superar esas contrad icciones en la rea l idad social, de un modo
real, en el curso u lterior del proceso social. La m isma pugna entre
el método d ia léctico y el método "crítico" (o m a ter ia l ista vu lgar, o
mach ista, etc.) es, desde este p u nto de vista, u n problema socia l.
entre los intereses propios del i nd ividuo y las formas socia les por
las cuales se encuentran constreñ idos".19 Con eso, en p rimer luga r,
el a ntagon ismo económ ico objetivo que se m a n i fiesta en las luchas
de clases se d is ipa en la forrpa de u n confl icto entre el individuo y la
sociedad, en base al cua l es i mposible entender en su necesidad el
origen, la p roblemática y la caducidad de la sociedad cap ita l ista,
con el resu ltado -ta mb ién s e qu iera o no se q u iera- de una vuelta a
la fi losofía ka nt iana de la h istoria. En segu ndo luga r, ta m bién se fija
así la est r uctura de la sociedad b u rguesa como forma u nivers a l de
la sociedad como ta l. Pues el p roblema central subrayado por Max
_Ad ler, el problema de la rea l u-d ia léctica o, por mejor decir, antago
n ismo", no es sino una de las formas t íp icas por las c u a les l lega a
exp resa rse ideológ ica mente el carácter a ntagonístico de la sociedad
capita lista. Mas, por lo que hace a la esencia de la cosa, es i nd i fe
rente que esa eternización del cap ita lismo se consiga a part i r de la
base económ ica o a pa rti r de formaciones ideológicas, con i ngenua
despreocu pación o con refinam iento cr ítico.
De este modo se pierde, con la recusación o la deb i litación del
método d ia léct ico, la cognosci bi l idad de la h istoria. Con esto no se
trata de a fi r mar la imposibi l idad de describir más o menos preci
samente y sin ayuda del método d ia léct ico personalidades, épocas,
etc., de la h istoria. Lo que ocu rre es que de ese modo es i mp osi
ble la captación de la historia como p roceso u n itario. ( En la cien
cia b u rguesa esa i n1 posibilidad se ma n i fiesta, por u na parte, en la
forma de construcciones h istóricas sociológicas abstractas, del tipo
Comte, Spencer, cuyas contra dicciones i nternas ha n s ido conv in
centemente ex puestas por la moderna teoría bu rguesa de la h is
toria, especia l mente por Rickert; y por otra pa rte, en la forma de
la exigencia de una "fi losofía de la historia" cuya relación con l a
real idad histórica vuelve a p resentarse como u n problema metó
d icamente irresoluble.) La contraposic ión entre la descripción de
u na parte de la h istor ia y la descripción de la h istoria como p roceso
un itario no es, por lo den1ás, u na d i ferencia de a lcance, como, por
ejemplo, la d i ferencia entre h istor ia es pecia l e h istoria u niversa l,
s i no u na cont rapos ición metód ica, u na cont rapos ición de p u ntos de
v ista. La cuestión de la captación u nita r ia del p roceso h istórico se
presenta necesa ria mente en el trata m iento de cada época, de cada
.
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104
22Zu r Kritik der politischen Ókonomie [Cont r ib ución a l a crit ica de la econo
mía pol ít ica], XXXIV. [ Ma rx, Cont ribución . op. cit., p. 299. ( N . del E.))
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in teracción entre los d iversos momentos. Así ocu rre en cualquier todo
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o rga n1co.
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de concebi r la realidad como acaecer social. Pues sólo en este momento
las formas fet ichistas de objetividad que produce necesar ia mente
el modo de producción capital ista se disuelven en u na apa riencia
de reconocida necesidad, pero apariencia a l fin. Sus conexiones de
la reflexión, su s " leyes", nacidas, por supuesto, necesa riamente de
ese suelo, pero encubridoras de las conex iones reales de los objetos,
se mani fiestan entonces como rep resentaciones necesarias de los
agentes del orden de p roducción capita l ista. Son, p ues, objetos del
conoci m iento, pero el objeto conocido en el las y p or el las no es el
orden mismo de producción capita l ista, sino la ideología de la c lase
domi na nte en él.
Sólo el desga rramiento de ese velo posibi l ita el conoci m iento
histórico. P ues las determ inaciones reflex iva s de las formas feti
chistas de objet iv idad t ienen precisa mente la func ión de p resenta r
los fenómenos de la sociedad capita l ista como esencias supra h is
tóricas. E l conocim iento de la objetiv idad rea l de un fenómeno, el
conoci miento de su carácter histórico y el de s u fu nción rea l en
el todo h istórico const ituyen así un acto indiv iso de conoci miento.
Esta u nidad se rompe por obra del pu nto de vista pseudocientí fico.
Así, por ejemplo, sólo el método d ia léctico ha posi b i litado el cono
ci miento -fu nda mental para la econom ía- de la d i ferencia entre el
capital consta nte y el capita l va riable; la econom ía clásica no con
siguió rebasa r la d istinción entre capita l fijo y capital circ ulante. Y
esa i ncapacidad no fue casual. P ues
Kapital [ El Capit a l] , Hamb urgo, 1 941, I, 530. [Marx, El Capital, op. cit.,
25 Das
Tomo I, vol. 2, p. 697. ( N. del E . )] �·
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el a rt ícu lo " La cos i ficación y la conc iencia del p roleta r i ado".
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IV
27Das Kap ital [ El Capita l], 1 , 541 . [ Ma rx, EL Cap ital, op. c it., Tomo I, vol . 2, p.
712 . (N. del E.)]
28Apéndice a § 270. P h i losophische Bibl iothek, 354.
1 09
Hegel hace pues, que "el esp íritu absoluto rea l ice la h istoria sólo
aparentemente ... Pu es como el esp íritu absoluto no l lega a concien
cia sino post festu111, en el filósofo, y en la forma de creador espíritu
del mu ndo, su fab ricación de la historia no ex iste s i no en la concien
cia, en la opi n ión y la rep resentación de los fi lósofos, sólo en la i ma
gen especu lativa". La act iv idad cr ít ica del joven Marx ha l iqu idado
defin itivamente esa hegeliana m itolog ía del concep to.
Pero no es cas u a l que la fi losofía frente a la c ua l avanza Marx
hacia su "autoentend i m iento" sea ya u n mov i m iento i nvolut ivo del
hegelianismo hacia Ka nt, u n mov i m iento que uti l iza las oscurida
des y las i nternas i nseg u ridades del m ismo Hegel para extirpar del
método los elementos revolucionarios, y a rmon izar sus contenidos
reaccionarios, la reaccionaria m itolog ía del concepto, los restos de
escisión contemp lativa de pensam iento y ser, con la homogénea
filosofía reacc iona ria de la Aleman ia de la época. A l recoger la par
te del método de Hegel que apunta a l futu ro, la d ia léctica, como
conoci m iento de la rea l idad, Ma rx no sólo se ha sepa rado tajante
mente de los sucesores de Hegel, s i no que ha esci nd ido a l propio
tiempo la fi losofía de Hegel n1 is1no. Ma rx ha l levado h asta el extre
mo, con s u ma consecuenc ia, la tendenc ia h istó r ica impl íc ita en la
filosofía de f-Iegel, ha tra nsformado ra d ica l mente todos los fenóme
nos de la soc iedad y del homb re soci a l i zado en p roblemas h istóri
cos, mostra ndo concreta mente y haciendo metód ica mente fecu ndo
el sustrato rea l del desa rrol lo h istórico. Con esa va ra de med ir que
29Nachlass [ Póstu mos], II, 187. [ Ma rx, Ca rlos y F e de r ico E ngels: u La sag rada
fa m i l ia", e n La sag rada fam ilia . , o p. c it ., p. 151 -152. ( N . del E .)]
. .
1 10
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30No p uede sorprender el que Cunow, p recisamente en este punto en que ,
Marx ha superado radical mente a Hegel, i ntente correg i r a Marx med iante '
no desde el punto de vista del sociólogo" ( loe. cit., 1, 308). Como se ve, �
toda la superación de la filosofía hegeliana es letra muerta para los opor
tunistas: cuando no recaen en el material ismo v u lgar o en el ka ntismo,
util izan los contenidos reaccionar ios de la fi losofía hegeliana del Estado
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pa ra el i m i na r del marxismo la dia léctica revoluc ionaria y eternizar i nte
lectualmente la sociedad burg uesa . I'
31Vol ksgeist ( N . del T.)
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i nd ivi dua l. La p rác tica se conv ierte en for ma de activ idad del i nd i
v iduo a islado: en ética. E l i ntento de Feuerbach de supera r a Hegel
f raca só pre cisamente en este p u nto: Feu erbach se ha deten ido a nte
el i ndi viduo a islado de la "sociedad civ i l", igua l que el idea l ismo
a lemán y mucho más que Hegel.
La exigen cia de Ma rx de entender la 11sens ibi l idad", el objeto, la
rea l id ad, como activ idad sens ible humana36 s ign i fica u na toma de
conciencia del hombre acerca de sí m i smo como ser social, acer
ca del hombre como sujeto y s i mu ltá nea mente objeto de acaecer
h istórico-social. El hombre de la sociedad feud a l no pod ía hacer
se conciente de sí mismo como ser socia l porque sus relac iones
sociales poseía n aún en muchos respectos un ca rácter cuasi natu
ral, porque la sociedad m isma en su tota lidad estaba demas iado
poco unitariamente organ i zada, y abarcaba en su unidad demasia
do escasa mente todas las relaciones entre los hombres para poder
presenta rse en la conciencia como la rea l i dad del hombre. ( La cues
tión de la estructu ra y la u n idad de la sociedad feuda l no t iene que
exa m i na rse aqu í.) La sociedad bu rguesa consu ma ese p roceso de
per-social ización37 de la sociedad. El cap ita l ismo derr iba todas las
bar reras que separa n espacio-tempora lmente los d iversos pa íses y
territorios, igua l que los tabiques ju r íd icos de la estrati ficación esta
mental . En su mundo de la igua ldad for m a l de todos los hombres
desaparecen aceleradamente las relaciones económ icas que han
regu lado i nmed iata mente el i nterca mbio entre el hombre y la natu
raleza. E l hombre se hace ser social en el más p leno senti do de la
palabra. Y la sociedad l lega a ser la real idad pa ra el hombre.
De este modo el conoci m iento de la soc ieda d como rea l idad no
es posible más que sobre la base del cap ita l i smo, de la sociedad
b u rguesa . Pero la c lase que se p resenta como portadora h istórica
de esa tra ns formación, la bu rguesía, consun1a esa su fu nción de
u n modo todav ía i nconc iente; las fuerza s soc iales que el la m isma
ha desencadenado, las fuerzas que, por su parte, la han l levado a
11Cua ndo los escritores socia listas atribuyen al proletariado esa función
histórico-universal, no lo hacen en modo a lg u no ... porq ue consideren d io
ses a los p roletarios. Al contra r io, el p roletariado puede y t iene que l ibe
ra rse a sí n"lismo porque en él, cuando está plenamente desa rrollado, se
consuma prácticamente la abstracción de toda humanid ad, i ncluso de la
apariencia de hu manidad; porque en l as cond iciones de vida del p role
tariado se concentra n en su más i n humana pu nta todas l as cond iciones
de vida de la sociedad act u a l; porque en el proletariado el hon"lbre se ha
1 15
pe rdido a sí m ismo, pero de tal modo que no sólo cobra conc ie n cia teóri
ca de esa pérd ida, sino que se ve además obli gado d irectamente a la cóle
ra contra esa i n hu manidad por la constricc ión imperiosa y absoluta, ya
i ne v i table e i mposibl e de d i s fra z a r, que es la ex presión práctica de la nece
sidad. Pero el proletar iado no puede l iberarse s i n sup r i m i r sus cond icio
nes de v ida. Y no puede supr i m i r s us cond icio n es de vida sin s uprimir a l
mismo tien1po todas las i n hu manas cond ic io nes d e vida d e l a sociedad
actual, las cuales se concen t ra n e n su situación."
42Das Kapital [ E l Capita l), I I I, l l, 408. [ Marx, El Ca p ital, op. cit, Tomo 1 1 1, vol.
8, p. 1 .106. ( N . del E.))
43Sacristán traduce "coni.o dación" ( N. del E.)
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1 17
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objetivo del prolet ariado en un determi nado estad io de su evolu
ción es a l m ismo t iempo conocim iento del estad io a lcanzado en la �
evolución socia l . La extrañeza de los hechos entend i dos se d is ip a
1
d e este modo en l a conexión d e la rea l idad, e n la referencia de todos
los momentos parc ia les a sus ra íces i nternas, a ntes no aclaradas, en
el todo: entonces se hacen v isibles en esos hechos las tendencias
que aspi ra n a l centro de la rea l idad, a lo que suele l la ni.a rse objeti
vo fi na l . Pero como ese objet ivo final no se contrapone a l p roceso
como idea l abstracto, s i no como momento de la verdad y de la rea l i
dad, pues está dentro del momento concreto como concreto sentido
del estad io a lcanzado en cada ca so, su conocim iento es precisa mente
conocim iento de la d irección que toman (inconcienteni.ente) las ten
dencias orientadas al todo; conocim iento de la orientación que, p re
cisamente en el momento dado, ha de determina r concretamente la
ar-
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1
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1 19
"Los comunistas se d isti nguen de los demás partidos proletarios sólo por
el hecho de que, por u na parte, destaca n y da n val idez, dentro de las d iver
sas luch as naciona les de los proletarios, a los i ntereses del conjunto de
todo el proletariado, indepen dientes de la nacionalidad, y, por otra par
te, porque en los diversos estadios de desarrollo que atraviesa la lucha
entre el proletariado y la burguesía representa n el i nterés del movimiento
global. "
Ma rzo de 1919
Rosa Luxelll b urgo conto lll arxista
123
II
La obra princ ipa l d e Rosa Luxembu rgo, Die Akkum ulation des
Kapitals [La acumu lación del capita l], recoge el problema en ese
punto, luego de decenios de vu lga rización del marxismo. Esa t r i
v ia l ización del marxismo, s u deformac ión para d a r de él "cient i fi
cidad" bu rguesa, tuvo su expresión pri1nera, cla ra y abierta en e l
escrito de Bernstein Voraussetzungen des Sozialismus [ Presupuestos
del socia lismo] . No es de n i nguna manera casua l que el capítu lo de
ese l ibro que empieza con el ataque a l método d ia léct ico en nombre ..
2El mis n10 Bernstein lo reconoce, por lo demás. "Sólo que en la práct ica",
escribe, "y por consideración de las necesidades agitatorias del part ido, no
i n ferí s iempre las ú lt i mas consecuencias de mis proposiciones crít icas".
Vo rausse tzu nge n [ Presupuestos], IX ed ., 260.
1 25
que también había 9 ue tom � r una decisión teorét ica � ésta era del
siguiente tenor: o bien considerar de u n modo marxista la evolu
ción conj unta de la sociedad como una tota l idad, y entonces domi
na r teorética y prácticamente el fenón1eno del i mperia l is mo, o b ien
evitar ese dom i n io li mitá ndose a la i nvest igación cient ífico-espe
cial izada de momentos a is lados del fenómeno. El pu nto de vista
monográ fico es el que de ma nera más i n fa l ible c ierra el horizonte
p ropio del problema cuya vista aterrorizó a toda la socia ldemocra
cia ya oportu n ista. Descubriendo " leyes de va l idez atempora l" para
casos singu la res y obten iendo descripciones "exactas" de terrenos
aislados, la soc ia ldemocracia desd ibujó la d istinc ión entre el irnpe
ria l ismo y el período anterior. E l la se encontraba en el cap ita lismo
"en genera l", cuya ex istenc ia, correspond iendo cada vez más en su
opinión a la esencia de la razón humana, le pareció tan "natu ra l"
como a Rica rdo y a sus sucesores, los econom istas vu lga res.
Sería u n planteam iento no marx ista n i d ia léctico el pregu ntarse,
como p unto de partida de la investigación, s i el oportunismo prác
tico ha provocado esa reca ída en la metodología de los econom is
tas vu lgares o si se t iene la relación causa l i nversa. Para el t ipo de
considerac ión propio de l ma rxismo, a mbas tendencias van j u ntas y
constituyen e l a mb iente socia l de la situación de la soc ia ldemocra
cia antes de la guerra, el amb iente que exp lica las pugnas teoréticas
suscitadas por la Acumulación del capital de Rosa Luxemburgo.
P ues la d iscusión, dirig ida por Bauer, Eckstein, etc., no se centró
en torno a la cuestión de si la solución del p roblema de la acu mu la
ción del capita l propuesta por Rosa Lu xemburgo era materia l mente
verdadera o falsa. En vez de eso se d iscu t ió acerca de si el tema
constituía p ropia mente un problema, y el resu ltado fue la categóri
ca negat iva de que hubiera un problema rea l. Esto es perfecta men
te comprensible, e inc luso necesa rio, desde el p u nto de v ista de la
econom ía vu lga r. Pues si la cuest ión de la acu mu lación se t rata, por
una parte, como prob lema aislado de la econom ía y, por otra, desde
el punto de v ista del cap ita l ista indiv idual, entonces está claro que
la cuest ión no constituye de hecho problema a lg u no.3
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1 26
III
5Aspecto ca racteríst ico que presenta n genera l mente las facciones del
enfermo próx imo a la agonía. RAE ( N . del E.)
1 29
de sus concepc iones, a R ica rdo por un a parte y a Hegel por otra. El
aná l isis de dónde, cómo y, sobre todo, por qué Proud hon ten ía que
interp reta r ma l a R icardo y a Hegel es la fuente de la luz que no
sólo ac la ra lamentablemente las autocon tradicciones de Proudhon,
sino que penetra hasta los oscu ros funda mentos, pa ra él m ismo
desconoc idos, de los que brota n aquel los errores, hasta la situación
de clase cuya expresión teorética son las ideas de Proud hon. Pues
" las categorías económicas no son s ino las expres iones teoréticas,
las abstracciones de las relac iones socia les de producc ión", escribe
Marx.6 Y aunque su obra teór ica capita l, por su extensión y por la
abu ndancia de problemas particu lares tratados en el la, no perm itía
sino pa rcia l mente ese tipo de expos ición en base a la h istoria de los
problen-1as, e l lo no puede esconder la homogeneidad material del tra
tamiento de los problemas mismos. El Capital y las Teorías de la plusva
lía son esencialmente u na obra c uya estructura i nterna sign i fica la
real ización temática de la tarea esbozada y propuesta en la Miseria
de la filosofía de u n modo bri l la nte y hasta generosa mente expositi
vo en su esquemat icidad.
Esta forma i nterna de la con figu ración de los problemas v ue lve
a l leva rnos a l problema centra l del método dia léctico, a la posición
de dom in io, adecuadamente entend ida, de la categoría de tota l idad
y, con el lo, a la filosofía hegel iana . El método fi losófico de Hegel,
que fue siempre a l mismo t iempo -del modo más avasa l lador en
la Fenomenología del Espíritu- h istoria de la fi losofía y fi losofía de
la h istoria, no ha sido nunca abandonado en este pu nto por Ma rx.
Pues la u n i ficación d ialéctica hegeliana de p ensam iento y ser, la idea
de su un idad como u n idad y tota l idad de u n proceso, es ta mbién
la esencia de la filosofía de la historia del mater ia l ismo h istórico.
Incluso la polémica materia l ista contra la concepc ión "idea l ista" de
la historia se orienta más contra los ep ígonos de Hegel que contra
el maestro m ismo, el cua l estaba en este p u nto más cerca de Marx
de lo que éste m ismo habrá pensado a veces en el cu rso de su
lucha contra la cristalización "idea l ista" del método d ia léctico. El
idea l ismo "absoluto" de los ep ígonos de Hegel sig n i fica en efecto u na
disolución de la total idad orig ina r ia del s istema/ u na sepa ración
Luxemburgo, 8
"han triunfado sin duda sobre sus contrincantes los 'popu listas', pero han
triunfado demasiado completamente ... Se trataba de la cuestión de si el
capit a lismo en general, y particularmente en Rus i a, era capaz de desarro
l lo, y esos supuestos marxistas han a rgu mentado tan a fondo dicha capa
cidad que hasta p robaron teoréticamente la posibilidad de una duración
eterna del cap ital ismo. Está c laro que si se admite la acumulación ilimita
da del capital, se p uede proba r la i l i m itada vita l idad del capitalismo ... Si el
modo capitalista de producción es capaz de garantizar sin límites el creci
miento de las fuerzas de producción, el progreso económ ico, entonces ese
modo de producció n es insuperable".
En este p unto se inserta la cua rta ca mpaña, por así dec i rlo, a
propósito del problema de la acu n1u lación, la campa ña de O tto
Bauer contra Rosa Luxembu rgo. La cuest ión del op t i m ismo soc ial
ha cobrado, tras un cambio, u na nueva signi ficación fu nc iona l. La
duda respecto de la posib i l idad de la acu mu lación se desp rende de
su forma absoluta en la obra de Rosa Luxembu rgo. Se conv ierte en
la c uest ión his tórica de las condiciones de la acu mu lación, y, por tan
to, en l a certeza de que u na acu mu lación i l i m itada es imposible. La
acu mulación se h ace dia léct ica por el hecho de que se la t rata ya en
su a mb iente total. Y l lega a ser la d ia léctica del sistema capita l ista
entero. "En el momento", d ice Rosa Luxembu rgo,9
"en que el esquema marxiano de la reproducción ampli ada resu lta corres
ponder a la real idad, muestra sin más la salida o el fin a l, la l imitación
8Akkumulation. des Kap itals [Ac u mu l ación del capital], 1ª ed, 296.
[ Lu xemburgo, Rosa: La acumulació n del cap ital, Bs. As., p . 293, si n i n d icación
de editorial. ( N . del E.))
9lb íd ., 393. [Ibid., p. 384. (N. del E.)]
1 33
histó rica del movi miento de acumu lación, o sea, el fina l de la producción
capitalista. La i mposibilidad de la acu mulación sig n i fica desde el punto de
vista capita lista u na i mposibilidad del u lter ior despl iegue de las fuerzas
productivas y, con ello, la necesidad h istór ica objetiva del final del capi
talismo. De ello res ulta el contrad ictorio movimiento de la ú ltima fase,
la fas e imp erialista, como período conclusivo de la carrera h istórica del
cap ita l."
con a mp lias capas de la burg uesía, con objeto de 'f renar' el i mperial ismo ... ,
de 'quitarle la punta'. Del mismo modo que el liberalismo, en su período
de decadencia, contrapon ía a la monarquía ma l informada u na monarquía
bien i n formada a la que apelaba, así también el 'centro marxista' apela
contra la burguesía mal aconsejada a una ... b ien instruida".
IV
12A ntikritik [Anticrítica), 1 1 8. [ Luxemburgo, " La acu mu lación . . .", op. c it.
( N. del E .)]
135
proyección teorét ica del n1 ismo) t iene que presenta rse como un
desti no absu rc!o y bruta l, como a lgo que eterna y esencia lmente
le es extra ño. El no puede entender ese mundo más que aceptá n
dolo, en la teoría, de acuerdo con la forma de las " leyes eternas
de la natu ra leza", o sea, sólo si ese mu ndo cobra una rac ion a l idad
ajena a l hombre, i mpenetrable y no i n fl u ible por las posibi l idades
de acción del i nd iv iduo; sólo si el hom b re se comporta con el la de
un modo pu ra n1ente contemp lativo, fata l ista . La pos ibi l idad de la
actuación en u n mundo así se ofrece sólo por dos v ía s, las cua les
son ambas apa rentes desde el pu nto de v ista de la acción verdade
ra, de la tra ns formación del mundo. Una es el aprovecha m iento de
las " leyes" inmutables descubiertas del modo d icho, o sea, tomadas
de un modo fata lista, para determi nadas fina l idades hu manas (por
ejemplo, la técn ica). La otra es u na acción orientada hacia la i nter io
ridad, como un intento de rea l izar la tra nsformación del mu ndo en
el único punto que de éste queda, o sea, el i ndiv iduo m ismo (ét ica).
Pero corno la mecan ización del mu ndo mecan iza ta mbién, nece
sariamente, el sujeto del mundo, esa ética no pasa tam poco de ser
abstracta, mera mente normativa inc luso respec to de la tota l idad
del i nd iv iduo a islado del mu ndo, y no l lega a ser rea l mente activa,
productora de objet ividad. Queda en el mero deber-ser: t iene carác
ter de mero postu lado. La conex ión metód ica entre la Crítica de la
razón pura kantiana y la Crítica de la razón práctica es constructiva e
i nevitable. Y todo "marxista" que aba ndone el punto de v ista de l a
total idad en la consideración d e l a rea l idad económico-social del
proceso h istór ico, todo "marxista" que abandone el método Hegel
Marx para aproximarse de a lgún modo a las "leyes" a h istóricas
prop ias de la ciencia espec ia lizada buscadas por el método de la
consideración "crítica", t iene que volver, en cuanto que se p la ntea
el problema de la acción, a l a abstracta ét ica de los postu lados de la
escuela kantia na, a la ética de los i mperat ivos.
Pues la rotura del p u nto de vista de la tota l idad desga rra la
unidad de la teoría y la práctica. La acción, la práctica -cuya exigencia
ha puesto Marx en cabeza de sus tesis sob re Feuerbach- es por s u
esencia u na penet ración, u na transformac ión d e l a rea l idad. Mas la
real idad no puede capta rse y penet ra rse s i no como tota l idad, y sólo
es capa z de esa penetración u n s ujeto que sea él m ismo tota l idad .
l
136
137
"se tiene la diferencia principal entre los golpes de Estado blanquistas rea
lizados por una 'mi noría resuelta', que siempre son como p istoletazos i r re
flexivos y por eso caen siempre fuera de ocasión, y la conqu ista del poder
del Estado por la masa popu lar amplia y conciente desde el punto ele vista
de clase, la cual no puede ser s i no p roducto de u na i ncipiente descompo
sición de la sociedad bu rguesa, razón por la cual presenta la legit i mación
económico-política de su oportuna aparición."
" La tendencia objetiva de la evolución capital ista hacia esa meta basta
para provocar mucho a ntes una agudización social y pol ítica de las con
traposiciones sociales y una insoste n ibil idad de la situación tales que por
fuerza preparan el final del s istema dominante. Pero esas cont raposiciones
sociales y políticas no son en últ ima i nstancia s i no producto de la i nsos
tenibi l idad económica del sistema capital ista, y de esta fuente toman p re
cisamente su creciente agud ización, precisamente en la medida en que se
hace captable aquel la i nsostenibi lidad."
alemán, que s e oponía a la guerra y que term i nó orga n i zando e l Part ido
Comunista alemán. Fue escrito por Rosa Lu xemburgo en 1915, estando en
la cárcel. Su nombre deriva del seudón i mo con el que fue firmado, apa
rentemente en honor de Lucio Junio Bruto, cónsu l romano que expulsó
a los Ta rqu i nos y d io origen a la república en 509 a. c. En el folleto, cuyo
tít u lo es " La crisis de la socia ldemocracia alema na", Lu xembu rgo ex plica
las causa s de la g uerra y critica la posición del PSD. Asequ ible en internet,
en marx ist.org. ( N. del E.)]
21Sacristán traduce " llegada a conciencia". Preferimos aqu í la traducción
cub a na. ( N. del E.)
141
económ ica y pol ítica de la serv idu mbre materia l del capita l ismo
y por su l iberación ideológica de la serv idumbre intelectua l del
oportunismo. Como gran d i r igente i ntelectua l del proletariado, su
lucha p rincip a l se orientó contra este ú ltimo enem igo, que es el más
p eligroso, por más d i fíci l de supera r. Su muerte a manos de sus
enemigos más reales y sangu ina r ios, los Scheideman n y los Noske,
es, por lo tanto, la coronación consecuente de su pensamiento y de
su v ida. E l que se quedara con las masas y compar tiera su des t i no
cuando la derrota del levantamiento de enero -cl a ra mente p rev ista
por e l la misma hace a ños en el p la no teórico, y también clara men
te en el momento mismo de la acción-, es tan d i recta consecuencia
de la u n idad de la teoría y de la p rác tica en su conducta como el
merecido od io morta l de sus asesi nos, los oportun istas socia l de
mócratas.
Enero de 1921
.
f'' º ·
�
1
1
Conciencia de clas e
1 43
1 44
" las muchas voluntades ind ividua les que act úa n en la historia suelen pro
ducir resultados muy d istintos de los quer idos -y a menudo incluso con
t radictorios-, de modo que sus motivos no tienen sino una importancia subor
dinada para el resultado total. Por otra pa rte se plantea la cuestión de cuáles
son las fuerzas motoras que se encuentran detrás de aquellos motivos, cuá les las
causas h istóricas que se transforma n, en las cabezas de los hombres acti
vos, en tales motivaciones".
''
2 Das Kapital [ El Capital], I, 42. [Marx, El capit a l, op. cit ., p., Toni.o I, vol. 1, p.
,
ya la firmeza de formas natu rales de la v ida socia l a ntes de que los hom
b res intenten ponerse e n claro no ya acerca del carácter histórico de esas
for m as, q ue se le presentan más bien como i nmutables., sino ni s iqu iera
acerca de su con ten ido."
7Das Kapital [ E l Capital], l, 41 (cursiva m ía). C fr. Engels, Ursprung der Famlie,
etc. [ El origen de la fami l ia, de la propiedad privada y del Estado), 183 ss.
[Marx, El capital, op. cit., Tomo I, vol . 1, p. 91 . Engels, Feder ico: El origen de
la familia, la propiedad y el Estado, Cla ridad, Bs. As., 1 974. ( N . del E.)]
81bíd., [ , 731 . [Ma rx, El capital, op. cit., Tomo 1 , vol. 3, p. 957. ( N . del E.)] Cfr.
Lohnarbeit und Kapital [Trabajo asalariado y capital), 24-25; sobre las rnáq u i
nas: Elend der Philosophie [ M iser ia de La fi losofía, ed . alemana], 1 1 7; acerca
del di nero, ibíd., 58, cte. [ Marx, Trabajo asalariado . . , o p. cit., p. 16 y Ma rx,
.
marco del mundo h istórico que las produce y que, a su vez, qued a
determ inado por e l las.
Parece como si con esta superación del d i lema se a rrebatara a l a
conciencia toda eficacia decisiva en el proceso histórico. Sin duda
los reflejos conscientes de los d iversos estad ios de l a evolución eco
nómica de los hechos h istóricos siguen ten iendo gran i mp ortancia;
y, p or supuesto, e l materia l ismo d ia léctico así constitu ido no n iega
en absoluto que los hombres real izan el los m ismos sus actos h istó
ricos, y precisamente con conciencia. Pero, como d ice E ngels en u n a
carta a Mehr ing9, se trata de u na concienc ia fa lsa. De todos modos,
el método d ia léct ico no nos per m ite, ta mpoco en este caso, conten
ta rnos con esa simple comprobación de la "fa lsedad" de d icha con
ciencia, con u na rígida contrapos ición entre lo verdadero y lo fa lso.
Más bien exige que se inves t ig ue concreta mente esa "fa lsa concien
cia" como momento de la tota l idad h istórica a la que p ertenece,
como estadio del proceso h istórico en el c ua l es act iva.
Es obvio que ta n1bién la c ienc ia histórica b u rguesa asp i ra a
investigaciones concretas, y hasta el la m isma reprocha a l mate
ria l ismo h is tórico la v iolación del ca rácter concreto ú n ico de los
hechos históricos. Su error consiste en buscar lo concreto en el i ndi
v iduo histórico empírico (ya se trate de u n hombre, de u na c lase o
de u n pueblo) y en su conc iencia empír ica mente dada (psicológica
o de psicología de masas). Y así cuando cree haber h al lado lo más
concreto, ha errado del modo más pleno la concreción, la sociedad
como totalidad concreta: el orden de la producción en u na determ i na
da a ltura del desa rrol lo soci a l y la a rt icu lación, por él p rovocada,
de la sociedad de c lases. Al ignorar eso, la ciencia b u rg uesa toma
como concreto a lgo plenamente abstracto. /.( Estas relaciones", d ice
Marx10, "no son de indiv iduo a ind iv iduo, s ino de trabajador a capi
ta l ista, de a rrendata rio a propieta rio, etc. Si elim i ná is esas relacio
nes, habréis eli m i nado la sociedad entera : v uestro Prometeo será
ya u n simple fantasma sin brazos n i piernas ... "
149
1
drían los hombres en una determ i nada situac ión v ita l si fueran capa
ce� de captar completamente esa situación y los intereses resu lta ntes
de ella, tanto respecto de la acción inmed iata cua nto respecto de la
estructura de la entera sociedad, coherente con esos intereses; o sea:
las ideas, etc., adecuadas a su s ituación objetiva . E l nú mero de esas
situaciones v ita les no es i l i m itado en n ingu na sociedad. Au nque su
tipología pueda a finarse mucho med iante deta l l adas inves t igacio
nes part icu la res, s iempre resu ltan a lgunos t ipos básicos que se des
tacan claramente y cuya esencia está determ i nada por l a pos ición
de los hombres en el proceso de p roducción. Pues bien, la concien
cia de clase es la reacc ión raciona l mente adecuada que se atrib uye
de este modo a u na deter m i nada situación t ípica en el proceso de
la producc ión.1 1 Esa conciencia no es, pues, ni la suma ni la med ia
una determ i nada relac ión est ructu ra l, como una determ i nada rela
ción formal que pa rece dom i na r todos los objetos de la v ida. Por
eso la "fa lsedad", la "apa r iencia" conten ida en esa situación no es
nada a rbitra rio, sino precisa mente expresión menta l de la estructu
ra económ ica objetiva . Así por ejemplo1 5 "eJ va lor o el p recio de la
fuerza de trabajo toma el aspecto de precio o va lor del t rabajo m is
mo ...", y "se consigue la apa r iencia de que lo pagado sea la tota l id ad
del trabajo ... En camb io, e n el régi men de esclavitud hasta la pa r
te del trabajo que en rea l idad se paga pa rece no pagada". Es tarea
del aná l is is h istórico n1ás cu idadoso el precisar, con la ayuda de
la categoría de la posibil idad rea l, en qué estado de cosas es p os i
ble u na penetración rea l de la apa riencia, u na p enetración hasta la
conexión real con la tota l idad . Pues en el caso de que l a tota l idad de
Ja sociedad ex istente no sea percept ible desde el p unto de v ista de
una determ i nada situ ación de clase, en el caso de que el consecuen
te pensa m iento de su s prop i os i ntereses que se le puede atribu i r no
alcance la tota l idad de la sociedad, entonces la cl ase corresp ond ien
te no p uede tener más que u na fu nción de dom i nada, y no pu ede
interveni r n i conservadora ni progresiva mente en la ma rcha de la
h istoria. Esas clases está n en genera l predeterm i nadas a la pas i v i
dad, a la oscilación i nconsi s tente entre las clases dom i na ntes y las
clases por tadoras de l a revolución, y sus accidenta les explosiones
p resentan i nevitablemente el ca rácter de u na elementa l idad vacía,
de la falta de fines, y hasta en eJ caso de u na casua l victoria est á n
condenadas a l a derrota fi na l .
Pues que una clase está l l a mada a domi na r s ign i fica que desde
sus intereses de clase, desde su concienci a de clase, es pos ible orga
nizar la tota l idad de la socied ad de acuerdo con esos i ntereses . Y
la cuest ión que decide en ú lt i ma i nstanc ia acerca de toda lucha de
clases es: ¿qu é clase d ispone, en el momento dado, de esa capaci
dad, de esa concienc ia de c lase? No se trata en absoluto de que eso
excl uya de la h istoria la fu nc ión de la violencia, ni de que ga ranti
ce la i mposic ión automática de los i ntereses de clase destinados a l
11
1 8 Das Kapital
[ El Capital], l, 323. [ Marx, El capital, op. cit., Tomo l, vol. 2, p.
436. (N. del E.)]
156
19Das Kapital [El Cap ital], III, 2, 324 (cu rsiva m ía). [ Marx, El capital, op. c it.,
Tomo l I I, vol. 8, p. 1006. ( N. del E.)]
20
Das Kapital f El Capital], [, 324. A eso p uede p robablemente reconducirse
la función pol ítica reaccionaria del capital mercantil, a d i ferencia de la del
capital i ndustrial, en los comienzos del capital ismo. C fr. I I I, 1, 31 1 . [Ma rx,
E l capital, Tomo 1, vol . 2, p. 437 y Ton10 I I I, vol. 8, p. 996. (N. del E.)]
21
Das Kapital [El Capital], I, 99. [ Marx, El capital, op. c it., Tomo l, vol. 1, p.
165. ( N . del E.)]
. Ji
157
clases que const itu ían esa sociedad, ¿contaban con la posib i l idad
objetiva de l levar a conciencia la base económica de esa s luchas,
la problemática económica de la sociedad que era causa de sus
sufrimientos? Esas luchas y esos problemas, ¿no ten ía n que asu m i r
necesariamente para ellas -de acuerdo con las cond ic iones d e v id a
en las que exist ían- formas rel ig ioso-natu ra les22 o formas j u r íd ico
estata les? La articu lación de la sociedad en estamentos, castas, etc.,
significa precisa mente que la fijac ión concep tual y orga n i zativa de
esas posiciones "naturales" es i nconciente en cuanto a su natu rale
za económ ica, y que la tradiciona lidad del mero darse s iempre tie
ne que fund i rse de modo i nmed iato en formas j u r íd icas.23 Pues, en
concordancia con la laxitud mayor de la coherencia económ ica de
la sociedad, las formas jur íd ico-estata les que constituyen est rati fi
caciones esta menta les, priv i leg ios, etc., tienen subjetiva y objetiva
mente u na fu nc ión completa mente d iferente de la que les es pro p ia
en el cap ital ismo. En éste estas for mas representan mera mente u na
fijación de las conexiones funciona les p u ra mente económicas, de ta l
modo que las formas juríd icas -como acertadamente ha n"lostrado
Karner24- pueden a menudo dar razón del camb io de las estructu
ras económicas sin a lterarse ellas m ismas n i forma l mente n i mate
rialmente. En cambio, en las sociedades pre-cap ita l is tas las formas
jurídicas t ienen que penetra r constitutivamente en las relac iones eco
nómicas. En estas sociedades no hay categorías económ icas puras
-categor ías económ icas son según Marx25 "formas de ex istencia,
1
ción económica objetiva de todas las formas de sociedad . A l con
tra r io. La h istoria de las est rati ficaciones estamenta les muestra con
toda c laridad cómo este orden, que a l p r i nc ipio fu ndió en el mol
de de formas r íg idas una existencia económ ica "natu ra l", luego,
en el curso de la evolución económ ica que p rocede subterrá nea
mente, "i nconcientemente", se descompone poco a poco, es decir,
deja de ser u na u n idad real . Su contenido económ ico acaba por
desgarrar su u nidad ju ríd ica forma l . ( E l a n á l isis de las relaciones
de clase du ran te la época de la Reforma por Engels y el dedicado
por Cu now a la época de la Revolución francesa son docu menta
ciones su ficientes.) Pero, pese a esa pugna entre la forma juríd ica
y el contenido económico, la forma ju ríd ica (creadora de privi le
gios) conserva u na i mporta ncia a menudo rea l mente decisiva para
la conciencia de esos estamentos en descomposición. Pues la for
ma estamenta l d isimu la la conex ión ent re la ex istencia económ ica
-rea l, pero "i nconsciente"- del esta mento y la tota l idad económica
de l a sociedad. E l la fija la conciencia o b ien en la i n med iatez pura
de los priv i leg ios d isfrutados por el estamento ( los cabal leros de la
época de la Reforma), o bien en la partic u lar idad -no menos i n me
diata- de la pa rte de la sociedad a l a que se refieren los privi leg ios
(g rem ios). El esta mento puede haberse ya descompuesto tota l men
te desde el punto de v ista económ ico y sus componentes pueden
ya en rea l idad pertenecer económicmnente a clases distintas sin que el
esta mento m ismo pierda a pesar de el lo esa coherencia ideológica
(objetivamente i rrea l). Pues la relac ión a l todo consu mada por la
"conciencia estamenta l" se o rienta a u na tota l idad que no es la u ni
dad económica rea l, v iva, sino la caduca fijación de la sociedad que
constituyó en su t iempo los p r i v i leg ios esta m enta les. La conc iencia
1 59
e t iene
es ta m enta l encubre la nat u ra leza del factor histór ico rea l qu
la concie nci a de c lase, i mp ide que ésta l legue en genera l
a ma n i fes
ta rs e. Una cosa a ná loga puede comprobarse en la socied ad cap i
ta l i sta en todos los g rupos "priv i legiados" cuya s ituación de c la
se no es tá fu ndada de u n modo i nmed iata mente económi co. En la
m edi da en que u na capa así co nsigue "capita list iza rse", t rasforma r
sus " pr iv ilegios" en relaciones económ icas cap ita l istas de dom i n io,
au menta su capac idad de adaptac ión a l desa rro l lo econó m ico rea l
(ej e mplo: los terraten ientes).
De acuerdo con todo eso, l a relación de la concienc ia de c lase
con la h istoria es completamente d istinta en los tiempos pre -ca
pital istas de lo que es en el capita l ismo. Pues en aquél los las c la
ses no pueden ident i ficarse más que por m edio de la interpretación
de la historia por obra del materia l ismo h i s tór ico, partiendo de la
real idad h istórica i nmed iatamente dada, m ientras que en el cap i
tal ismo las c lases son la realidad h is tór ica m is ma in mediata men
te dada. Como ya i nd icó Engels, no es, pu es, una casua l idad que
este conoci m iento de la h is toria no fuera posible hasta la época del
capita l ismo. Y e l lo no sólo -como d ice Engels- a causa de la m ayor
sencil lez de esta estructu ra en compa ración con l as "compl icadas y
encubiertas conex iones" de tiempos a nter iores, sino ta mbién y a nte
todo porque el i nterés económ ico de clase como n1otor de la h isto
ria no aparece en toda su desnuda p ureza hasta el capita l is mo. Las
verdaderas "'fuerzas motoras" que "'se enc uentra n tras los motivos
de los hombres h istór ica mente activos" no pod ían, por el lo, l lega r
nu nca en for ma pura a la concienci a en los tiempos pre-cap ita l istas
(ni siquiera como conten ido atrib u ible). Verdaderamente queda ron
ocultas, como fuerzas ciegas del desarro l lo h istórico, por detrás de
los motivos. Los momentos i deológ icos no sólo "encubren" los i nte
reses económ icos, no son sólo banderas y consig nas en la lucha,
sino par tes y elementos de la lucha rea l m isma. Es cierto que cua n
do se bu sca, por med io del mater i a lismo h is tórico, el sentido socio
lógico de esas luchas, entonces es pos ible descubrir esos i ntereses
como los mo1nentos explicativos dec is i vos en ú lt i ma instanc ia. Pero,
respecto del cap i ta l is n10, se tiene la i nsa lvable d i ferenci a de que e n
éste los momentos económ icos n o es tán ya ocu l tos "tras" l a con
ciencia, s i no que es tán e n la conc i encia m isma (au nque sea rep ri
n1idos en lo i nconc ien te, etc.). Con el c a p ita l is mo, con la des t r uc
ción de l a es t r u ct u ra es t a m e n t a l y la cons t rucc ió n d e u na s oc i ed a d
1 60
[[I
"forman una masa i mponente cuyos m iemb ros viven la misma s it uación,
pero sin entrar en relaciones ricas entre ellos. Su modo de p roducción los
aísla los unos de los otros, en vez de ponerlos en i ntercambio rec íproco ...
Cada familia campesina se ga na así el material de su vida más en i nter
cambio con la naturaleza que en trá fico con la sociedad ... En la medida en
que millones de familias viven en cond iciones económicas de existencia
que dist i nguen s u manera de viv i r, sus i ntereses y su cu ltura de los de las
demás clases y las contraponen hostilmente a éstas, en esa misma medida
constituyen esas poblaciones una clase. Pero en la med ida en que la ú n ica
cohesión de los pequeños propieta rios ca mpesinos es local, en la medida
1 62
Por eso hacen falta con mociones externas, como la guer ra, l a
revolución en la c iudad, etc., p a ra poner esas masas en mov i mien
to u n itar io, y n i s iqu iera entonces son capaces de orga n izar el la s
m ismas ese mov i miento con cons ignas propias, dándole u na orien
tación positiva adecuada a sus propios intereses. Dependerá de la
s it uación de las demás clases en lucha, de la a ltura de conciencia
de los partidos que d ir ijan esa s otras clases, el que el mov im iento
de los campesi nos tenga u na s ig n i ficación progresiva (Revolución
francesa de 1789, Revolución rusa de 1917) o u na s ignificación reac
c ionaria (golpe de estado de Napoleón). Por eso la form a ideológica
que cobra la "conc iencia de clase" de los campesinos es mucho más
camb iante en cuanto a contenidos que la de las demás c lases; pues
es s iempre u na conciencia tomada en présta mo. Por eso los parti
dos que se basan total o parcialmente en esa "conc ienci a de c lase"
no p ueden nunca contar con u n fundamento firme y seg u ro en las
s ituaciones críticas ( los social-revolucionar ios de 1917 a 1918). Y por
eso es posible que las luchas campesinas se rea l icen baj o banderas
ideológicas contrapuestas. Es, por ejemplo, muy caracterís t ico del
a na rquismo como teoría y de la ºconciencia de clase" de los campe
s i nos el que a lgu nas rebeliones y a lgunas luchas campesinas con
t rarrevolucionarias rea l izadas por los ca mpesinos medios y r icos
de Rusia hayan encontrado apoyo y enlace ideológ icos en la con
cepción anarquista de la sociedad. Por lo tá nto, no se p uede propia
mente habla r de conciencia de clase cua ndo se trata de estas c lases,
y eso en el supuesto de que puedan l la ma rse ta les desde u n p unto
de vista marxista r iguroso: la plena conciencia de su s ituac ión les
revelaría la fa lta desesperada de perspectivas de sus par t ic u lares
esfuerzos a nte la necesidad del proceso social. La conciencia y el
i nterés se encuentra n aqu í en u na relación de contraposición contra
dictoria. Y, de acuerdo con la aclaración de la concienc ia de clase
como un problema de atrib ución y coherenc ia con los i ntereses de
clase, eso hace fi losóficamen te comprensible la imposib i l idad del
desa rrol lo de esa conciencia en la rea l idad h istórica i nmed iatamen
te dada.
;..p.
163
32Das Kapital [ El Capital], I II, 1, 1 15, 297-298, 307, etc. Es obvio que los - ;
[Al no ofrecer la cita concreta, no se pueden identi ficar los pasajes a ludi
-�
dos, que se encuentra n, seg u ramente, en el volumen 6 de la edición de
Siglo X X I que venimos u t i l iza ndo. ( N . del E.)]
1 65
36Das Kapital [ El Capital], 1 1 1, l, 231 y 24 2 . [Marx, El capital, op. cit., Tomo l lI,
vol. 6, p. 321 y 332. ( N . del E.)]
37Esto vale, por ejemplo, para l as formas primitivas de atesoram iento. Cfr.
Das Kapital, l, 94. Y también para ciertas for mas de man i festación del capi
tal comercia l, que son relativamente "precapitalistas". Cfr. El Capital, 1 1 1, I,
319. [Marx, El capital, op. cit., Tomo l, vol . 1, p. 159 y Tomo I I I, vol . 6, p. 408.
(N. del E.))
1 67
. .)
·.
';,l
r
169
39Sacr istán t raduce "idea o rga n izat iva", m ientras en la t raducc ión cubana
es " la idea de la orga n ización conciente" y en la i ng lesa "the i dea o f con
cious o rga n ization". ( N . del E.)
170
40 Das Kapital [ El C ap ital], I, 321 . [ Ma rx, E l ca p ital, op. cit., Tomo l, vol. 2, p.
434 . ( N . del E.)]
r
.
.
1 71
IV
-i 1 Sacr istán t raduce "redonda1ne nte e l a rn1a d e la decis ión". ( N. del E.)
1 72
42Sacristán traduce "de un modo central ". Seg u i mos aquí la versió n i nglesa.
(N. del E.)
173
43Elend der Philosphie [Miseria de la fi losofía, ed. a lemana], 164. B riefe und
A uszüge aus Briefen an F. A. Sorge und andere [Cartas y extractos de cartas a
F. A. Sorge y otros], 42 ss. [Ma rx, Miseria . . ., p. 259. ( N. del E .)]
1 75
"Todas las clases anteriores que conqu istaron para sí el dominio intenta
ron asegura r la posición que ya habían logrado en la vida sometiendo la socie
dad entera a las condiciones de su logro. Los proletarios no p ueden con
quistar para sí las fuerzas socia les de producción más que suprimiendo
su propio ante rior modo de apropiación y, con ello, todo modo de apropiación
existente hasta ahora".44 (Cursiva mía.)
44Marx, Carlos y Feder ico Engels: Manifiesto del Partido Comunista, A nteo,
1 76
"Al mismo t iempo, los t rabajadores ... no t ienen que exagera rse el resultado
fina l de esas luchas. No deben olvidar que luchan contra consecuencias, y
no contra las causas de esas consecuencias ..., que están aplicando paliat i
vos, sin sanar la enfermedad. Por eso no deberían limitarse exclusivamen
te a esas guerras de guerrillas, por otra p arte inevitables ..., sino esforzar
se al mismo t iempo por la trasformación y util izar su fuerza o rganizad a
como u na palanca para la enajenación definitiva del sistema asalariado."
48Lohn, Preis und Profit [Sala rio, precio y beneficio], 46- 47. [ Marx, "Sa lario . . . ",
op. cit., p. 510. ( N. del E.)]
490e compacto, sin fi su ras. DRAE ( N . del E.)
1 79
,)
18 1
sino también "pa ra sí misma"; esto es: tiene que levanta r La necesi
dad económica de su lucha de clase hasta una voluntad conciente,
hasta una conciencia de clase eficaz. Los humanitaristas y paci fis
tas de clase que, quer iéndolo o no, trabajan por desacelera r ese pro
ceso ya por sí mismo lento, doloroso y l leno de crisis, se aterrar ían
si comprend ieran los su frim ientos que cargan al proleta riado con
la prolongación de ese aprendizaje. Pues el proleta riado no puede
sustraerse a su misión. El problema consiste sólo en saber cuánto
tiene que su frir aú n hasta llegar a la madurez ideológica, a l cono
cimiento adecuado de su situación de clase, hasta su conciencia de
clas e.
Cierto que esa vaci lación, esa oscu ridad misma, es u n síntoma
de c risis de la sociedad burguesa. El proletariado, como produc
to del cap ita l ismo, tiene que esta r necesariamente somet ido a las
formas de ex istencia del que lo ha engendrado. Esa forma de exis
tencia es la inhuma nidad, la cosi ficación. Sin duda: el proleta riado
es, por su mera existencia, la crítica, la negación de esas formas de
vida. Pero, a ntes de que se consu me la crisis objetiva cap ita l ismo,
antes de que el proletariado mismo consiga la plena comprensión
de esas crisis, la verdadera conciencia de clase, el proleta riado es
mera crítica de la cosi ficación y no se levanta, como ta l, por enc i ma
de lo negado más que negativamente. Aún más: si la crítica no con
sigue ir más a l lá de la mera negación de una pa rte, si no apu nta, al
menos, a la tota l idad, entonces ni s iqu iera rebasa en ningú n sentido
lo negado, como se ve en la mezqu indad pequeño-bu rguesa de la
mayoría de los sind ica l istas. Esta crítica sin importancia, esta críti
ca desde el pu nto de vista del cap ita l ismo, se revela del modo más
llamativo en la sepa rac ión de los d iversos campos de lucha. Ya el
n1ero hecho de la sepa ración indica que la conciencia del proleta ria
do está aú n sometida a la cosificación. Aunque, natura lmente, le es
más fáci l da rse cuenta de la i n hu manidad de su situación de clase
en el terreno económ ico que en el pol ítico, y en el pol ítico, a su vez,
más fácil que en el cu ltu ral, sin emba rgo, todas esas sepa raciones
muestran precisamente el poder no superado de las formas de vida
capita listas en el proletar iado.
La conciencia cosi ficada se queda forzosa mente presa en los
dos extremos del emp i rismo grosero y de la utop ía abstracta,
52Sacristán t raduce "a su objetiva volu ntad" donde las t raducciones cubana
e inglesa coinciden en traducir otra cosa: "someter a su voluntad -subje
tividad- el movimiento de las cosas" y "its owen -subject ive- volit ion to
rnaster . ( N . del E.)
. ."
53 Nach lass [ Póstun1os], l, 382. [ Ma rx, Carta a Ruge, op. cit. ( N . del E.)J
5-ic fr. el artículo "¿Qué es marxismo ortodoxo? ".
183
L
1 84
Marzo de 1920
La cosificación y la
conciencia del proletariado
El fenómeno de la cosificación
1
"El tráfico por trueque inmediato, la forma natura l del proceso de inter
cambio, representa mucho más la transformación i ncipiente del valor de
uso en mercancía que la de las mercancías en d i nero. El valo r de cambio
no cobra todavía forma independ iente, sino que está aún inmediatamente
vinculado a l valor de uso. Esto se aprecia de dos maneras. La producción
misma, en su construcción global, se orienta al valor de uso, no al valor
de cambio, razón por la cual los va lores de uso sólo dejan de ser valores
de uso y se transforman en medios de intercambio, en mercancías, por su
exceso respecto de la medida en la cual se requieren para el consu mo. Por
otra parte, cuando se convierten en mercancías lo hacen sólo dentro de los
l ímites del valor de uso inmediato, au nque en el esquema de u na distribu
ción polar, de modo que las mercancías que intercambian los poseedores
de ellas han de ser valores de uso para a mbos sujetos, precisamente, empe
ro, valor de uso para el que no la posee antes del acto. En realidad, el pro
ceso de intercambio de mercancías no aparece orig i nariamente en el seno
de la comunidad espontánea, sino en las zonas terminales de esas comu
nidades, en sus fronteras, en los pocos puntos en que entran en contacto
con otras comunidades. Aquí empieza el tráfico, desde esa zona repercute
hacia el interior de la comu nidad, en la que t iene u n efecto d isolutorio."
2 Das Kapital [El Capital], I I I, I, 314. [Marx, El capital . . ., o p. cit., Tomo III, vol.
6, p. 422. (N. del E.))
3Das Kapital [El Capital], 1 1, 11, 367. [ Ma rx, El capital . . , op. cit., Tomo I I I, vol.
.
5Das Kapital [El Capital], I, 133 . [ Marx, El capital . , op. cit., Tomo I, vol.
. . l, p.
207, nota 41. ( N. del E.)]
1 93
6Cfr. Das Kapital [El Capital], I, 286-287, etc. [Marx, El capital . . ., op. cit.,
Tomo l, vol. 1. ( N. del E.)]
7Todo este p roceso se expone histórica y sistemáticamente en el primer
volumen de El Capital. Los hechos mismos -aunque, por supuesto, sin refe
rencia al problema de la cosificació n- se encuentran tamb ién en obras de
economistas bu rgueses, como Bücher, Sombart, A. Weber, Gottl, etc.
194
8Das Kapital [El Capital], I, 451. [ Marx, El capital. , op. cit., Tomo l, vol. 2, p.
. .
"de que los hombres se disipan a nte el trabajo y el péndulo del reloj se
convierte en metro exacto de la pro porción entre los rendimientos de dos
trabajadores, igual que lo es de la velocidad de dos locomotoras. Y así
habrá que decir no ya que una hora (de trabajo) de un hombre equivale a
una hora de otro hombre, sino que un hombre durante una hora vale tanto
14 Das Kapital [ El Capital], I, 309. [ Ma rx, El capital . . ., op. cit., Tomo I, vol. 2,
p. 381 . ( N . del E.)]
1 97
. · ··
ca nal es en Egipto y el Próximo Oriente, las m inas de Roma, etc.15
Pero el tra bajo masivo, sin embargo, no pudo en esos casos conver
ti rse en trabajo racionalmente mecanizado y, además, esas empresas
multit ud in a r ias fueron fenómenos a islados dentro de u na comun i
da d q u e pro ducía en lo esencial de otro modo (espontáneo) y viv ía
de acuerdo con él. Por eso los esclavos explotados en masa estaban
en rea l id ad fuera de la sociedad "humana" de cada caso, y su des
tino no p o día presentarse a sus contemporáneos, ni siqu iera a los
p ensa dores más grandes y más nobles, como u n destino humano,
n i m enos com o el destino del hombre. La situación cambia radical y
cu a litativamente a l u niversa l izarse la categoría mercancía. El des
tino del t rabajador se convierte entonces en destino u niversal de
la sociedad entera; p ues la universalidad de ese destino es el pre
supuesto de que el proceso del trabajo se organice en las empresas
según esa orientación. La mecanización racional del proceso del
trabajo no es, en efecto, posible más que cuando n ace el trabajador
"libre" capaz de vender l ibremente en el mercado su fuerza de tra
bajo como mercancía "suya", como cosa p or él "poseída". M ientras
este proceso se encuentre sólo incoado, los p rocedimientos de apro
piación del plus-trabajo serán sin duda más abiertos y brutales que
en los estadios posteriores y más evolucionados, pero el proceso de
cosificación del trabajo, y también la cosificación de la conciencia
del trabajador, habrán progresado mucho menos. Condición nece
saria del proceso de cosificación es que toda la satisfacción de las
necesidades se cumpla en la sociedad en la forma del tráfico de
mercancías. La separación entre los productores y sus medios de
producción, la d isolución y la fragmentación de todas las unidades
productivas esp ontáneas, etc., todos los presupuestos económico
sociales de la génesis del capital ismo moderno actúan en ese senti
do: en el sentido de poner relaciones raciona lmente cosificadas en
el lugar de las situaciones espontáneas que muestran sin rebozo las
verdaderas relaciones humanas. "Las relaciones sociales entre las
personas en sus trabajos", escribe Marx16 acerca de las sociedades
pre-capital istas, "aparecen en todo caso como ta les relaciones per
sonales, y no disfrazadas de rel aciones sociales entre cosas, entre
>.·
198
los productos del trabajo". Pero eso signi fica que el principio d e la
mecaniza ción raciona l y la calculabi lidad tienen que abarcar toda s
las formas de manifestación de la v ida. Los objetos destinado s a l a
satisfacción de las necesidades no aparecen ya como producto s de l
orgánico proceso vital de una comunidad (como ocurre, por ej em
plo, en una comunidad aldeana), sino, por u na parte, como ab s
tractos ejemplares de una especie, nada d iversos en principio de
otros ejemplares de la m isma; y, por otra parte, como objetos aisla
dos, cuya posesión o carencia depende de cálcu los racionales. Sólo
cuando la entera vida de la sociedad se pulveriza de ese modo en
una serie de aislados actos de intercambio de mercancías puede
nacer el trabajador "libre"; y, al m ismo tiempo, su destino tiene que
convertirse en destino típico de la sociedad entera.
Es cierto que la atomización y el aislamiento así producidos son
mera apariencia. El movim iento de las mercancías en el mercado,
el origen de su valor, o, en una palabra, el á mbito de juego real de
cada cálculo racional, no sólo está sometido a leyes rígidas, sino
que presupone además como fundamento del cálcu lo una riguro
sa lega lidad de todo el acaecer. Esta atomización del indiv iduo no
es, pues, más que un reflejo consciente de que las " leyes naturales"
de la producción capital ista han abarcado todas las manifestacio
nes vitales de la sociedad, de que, por vez primera en la historia, la
sociedad entera está sometida, tendencial mente al menos, a un pro
ceso económ ico unitario, de que el destino de todos los m iembros
de la sociedad está regido por leyes unita r ias. (Mientras que las
unidades orgán icas de las sociedades pre-capita l istas realizaban
su intercambio con amplia independencia recíproca.) Pero esa apa
riencia es una apariencia necesaria; esto es: la comprensión inme
diata, práctica y mental, que el indiv iduo consiga de la sociedad, la
producción y la reproducción inmediatas de la vida -en las cuales
el individuo encuentra como ineliminablemente dadas la estructu
ra mercantil de todas las "cosas" y las "leyes natu ra les"- no podrá
real i zarse sino en esa forma de actos de intercambios raciona les y
aislados entre poseedores, también a islados, de mercancías. Como
ya se ha dicho, el trabajador tiene que representa rse a sí m ismo
como "poseedor" de su fuerza de trabajo com o mercancía. Su posi
ción específica estriba en que esa fuerza de trabajo es lo único que
posee. Y lo típico de su destino para la estructu ra de toda la socie
dad es que esa auto-objetivación, esa conversión de una fu nción
1 99
17Se trata ante todo de la propiedad privada capitalista. San Max. Documente
des Sozialismus, 111, 363. A continuación de esa observación se encuentran
hermosas i nd icaciones acerca de la penetración de la est ructura de la cosi
ficación en el lenguaje. Una i nvestigación fi lológica histórico-material ista
podría obtener en este pu nto i nteresantes resu ltados.
18" Extrañación", "extrañar", traducen Entfremdung, en�fremden. "Alienación",
"alienar", traducen Entiiusserung, entiiussern; a ná logamente para las (fre
cuentes) formas reflexivas. ( N. del T.)
200
:,
toda la sociedad. (Capital mercantil, función del dinero en el ate
.
" E n el capital apartador de i ntereses se con figura por lo tanto con toda
.
pureza ese fet iche automático, el valor que s e autovaloriza, el d inero
que incuba d inero; y en esta forma no presenta ya cicatriz alguna de su
nacimiento.
20 1
20Ibíd, I I I, I I, 366. [Marx, El capital . , o p. cit., Tomo III, vol. 8, p. 1056. (N.
. .
del E.)]
2 1 Gesammelte politische Schriften [ Escritos políticos], Mu n ich, 1921, 140-142.
La a lusión de Weber a l desarrollo del derecho i ng lés no se refiere a nues
t ro problema. Acerca de la lenta penetración e i mposición del principio
eco nómico-calculístico, cfr. también A. Weber, Standort der Industrien [La
posición de l as i ndustrias], especial me nte p ág. 216. [Sacristán traduce de
la sig u iente manera el comienzo de la seg u nda oración: " Una 'empresa' es
exacta mente igual el estado moderno, considerado desde el punto de vista
de la ciencia de la sociedad, que u na fáb rica." ( N. del E .)]
203
la fáb rica, ya en el Estado. Así como la relat iva i ndependencia del a rtesano
0 e l i nd ustr
ial doméstico, del campesino d ueño de su tierra, del coman
d it a r io, del cabal lero y del vasal lo se basaba en hecho de que todos ellos
eran propietarios de los i nstrumentos, las reservas, el d inero, las a rmas,
etc., co n cuya ayuda cump l ían su función económ ica, pol ítica o m i litar,
res pectivam ente, y de cuyo ejercicio viv ían, así ta mbién la dependencia
je rá rqu ica del obrero, el dependiente, el empresario técn ico, el ayudante
u nivers itario y también el funcionario estata l y el m i l itar, se debe unifor
me mente a que los instrumentos, las reservas y el d inero imprescind ibles
para la empresa y para la ex istencia económ ica se encuentran en poder del
empr esa rio en u n caso y de los dueños pol íticos en el otro.''
sacrosantamente ríg ida en lo demás, pero que procede seg ú n una tradi
ción irracional... Lo específico del capital is mo moderno frente a las formas
arcaicas de negocio capital ista es la organización rígidamente racional del
trabajo sobre la base de la técnica racional; esa especificidad no ha nacido
nu nca en el terreno de aquellas entidades estata les irracionalmente cons
truidas, ni podía tampoco brotar en él. Pues estas modernas for mas de l a
empresa, con su capital fijo y su cálculo exacto, son para ello demasiado
sensibles a la irraciona l idad del derecho y de la ad m i nistración. Por eso no
han pod ido b rotar más que donde... el juez es, como en el Estado bu rocrá
tico con sus leyes racionales, en mayor o menor medida, u n autómata de
apl icación de a rtícu los; autómata en el que se i ntrod ucen los exped ientes
con las costas y las tasas para que entregue la sentencia j u nto con u nos
fundamentos más o menos sólidos y concluyentes; un autómata, pues,
cuyo fu ncionamiento es en todo caso calculable en l íneas generales."
l
204
24El que en este contexto no se acentúe el carácter de clase del Estado, etc.,
se debe a la intención de entender la cosi ficación como fenómeno básico
general, est ructura l, de la entera sociedad burg uesa. De no ser así, el punto
de v ista de clase debería int roducirse ya a l habla r de la máquina. C fr. ter
cera sección .
207
ra cion alización de los elementos aislados de la vida y las resu lta ntes
l eyes for males se articu lan inmediatamente, para la m i rada s uper
fici a l, en u n sistema de " leyes" genera les, pero el desprecio de la
concr eción de l a mater ia de las leyes, desprecio en que se basa su
l ega l idad, se refleja en la real i ncoherencia del sistema lega l m is
mo, en la casualidad de la relación entre los sistemas parciales, en
la indepe ndenci a relativamente gra nde que poseen esa s partes las
un a s resp ecto de las otras. Esa incoherencia se revela del modo más
cras o en t iempo de crisis, c uya esencia -vista desde la perspectiva
de estas consideraciones- estriba precisamente en que se rompe la
continu idad inmediata de la transición de un sistema parcial a otro,
co n lo que la independencia recíproca de todos, el carácter casua l
de s u referencial idad recíproca, se impone repenti namente a l a con
ciencia de todos los hombres. Por eso puede Engels29 describir las
"leyes natu rales" de la econom ía capita lista como leyes del azar.
Mas la estructu ra de la crisis resu lta ser, si se la considera más
detenidamente, u na rnera intensi ficación de la cantidad y la inten
sid ad de la v ida cotidiana de la sociedad burguesa. El que la cohe
sión aparentemente firme -firme sólo en la inmediatez de la coti
dianidad irreflexiva- de las " leyes cotidianas" de esa vida pueda
desquiciarse repentina mente no es posible sino porque la referen
cialidad de sus elementos, de sus sistemas parcia les, los u nos a los
otros es casual ya en el c u rso de su funcionam iento normal. De
modo que la apa riencia de que la entera vida social está sometida
a una legal idad "eterna, de bronce", d i ferenciada, ciertamente, en
diversas leyes especiales para las d iversas regiones, tiene al final
que desenmascararse como ta l apariencia. La verdadera estructura
de la sociedad se manifiesta más bien en las leyes independientes,
racionalizadas, formales, de las pa rtes, las cuales sólo se coordinan
forma lmente (o sea, que sus conexiones forma les no pueden sis
tematizarse como necesarias más que formal mente), n1 ientras que
material y concreta mente no a rrojan más que conexiones casua
les. Ya los fenómenos pura mente económicos muestran, si se ana
lizan atentamente, esa conex ión meramente formal o casua l. Así,
por ejemplo, s u braya Marx -y los casos aducidos son si mples i lus
traciones metódicas de la s ituación, sin pretender representa r n i
30Das Kapital [El Capital], I II, I, 225. [Marx, El capital . , o p. cit., Tomo I I I, vol.
. .
21 1
Engels33 describe del modo siguiente ese proceso por lo que hace a
la relación entre el derecho y la economía:
"Cosa aná loga ocurre con el derecho: en cuanto se hace necesaria la nue
va d ivisión del trabajo que produce juristas profesionales, se abre un nuevo
terreno autónomo que, pese a toda su dependencia general respecto de
la producción y del t ráfico, t iene, de todos modos, una cierta capacidad
de reacción sobre esos campos. En un Estado moderno el derecho no sólo
tiene que cor responder a la situación económica general, no sólo t iene que
ser su expresión, sino, además, una expresión coherente en sí misma que no se
destruya por sus contradicciones internas. Para consegu i r eso se ab and o
na crecientemente la fidelidad del reflejo de la situación económica ..."
Por la especia lización del rendim iento del trabajo se p ierde todo
cuadro del conjunto. Y como a pesar de ello es imposib le que se
extinga la necesidad de una captación, gnoseológ ica a l menos, del
todo, se producen la impresión y el reproche de que sea la ciencia
misma, que trabaja del modo descrito para la producción, o sea, . .
36Sacristán t raduce 11u n sistema forma l abst racto y máx i mamente matema
tizado de l eyes". ( N . del E .)
2 15
39Akkumulation des Kapitals [La acu mulación del capita l], lªed., 78-79. Sería
un ejercicio muy atract ivo el precisar las relaciones metódicas ent re ese
desa rrollo y los g ra ndes sistemas fi losó ficos racionalistas. [ Lu xemburgo,
La acumulación , op. cit., p. 81 . ( N. del E.) )
. . .
42Ibíd., 375.
13Preuss, "Zur Metho de der juristischen Begriffsbi ldu ng" [Acerca del
método de formación j u r íd ica de conceptos], Schmollers /ahrbuch, 1900,
370.
44Lehrbuch des Naturrechts [Tratado de derecho natural), Berlín 1799, § 141 .
La polémica de Marx cont ra Hugo (Nachlass [Póst umos), 1, 268 ss.) parte
aú n de un punto de vista hegeliano.
45 Haup tprobleme der Statsrechtslehre [Problemas capitales de la teoría del
derecho p úblico], 411 (cu rsiva m ía).
2 19
problema del conoci miento: "Se supuso hasta ahora que todo n ues
tro conoci miento tiene que regirse por los objetos ... Inténtese ahora
ver si no saldremos mejor adelante con las tareas de la meta física
suponiendo que los objetos tienen que regirse por nuestro cono
cimiento ..." Dicho de otro modo, la filosofía moderna se pla ntea el
problema de no aceptar el mundo como algo que ha nacido con
independencia del sujeto conocedor (por ejemplo, como a lgo crea
do por Dios), sino entenderlo como p roducto propio. Pues este cambio
que consiste en entender el conoci miento raciona l como producto
del espíritu no se debe a Kant, el cua l se ha l im itado a explicitar
sus consecuencias de un modo más rad ical que sus predecesores.
Marx49 ha a ludido en otro contexto a la sentencia de Vico según la
cual "la historia de los hombres se d i ferencia de la historia natural
porque hemos hecho la una y no la otra". Pero la filosofía moderna
se ha planteado este problema principalmente por cam inos distin
tos del de Vico, que no fue conocido ni entendido hasta más tarde.
Partiendo de la duda metódica, del cogito ergo sum de Descartes,
pasando por Hobbes, Spinoza, Leibniz, hay aquí un camino de
desarrollo rectil íneo cuyo motivo decisivo, presente en múltiples
variaciones, es la idea de que el objeto del conocimiento puede ser
conocido por nosotros porque y en la medida en que ha sido pro
ducido por nosotros m ismos50• Y los métodos de la matemática y ._.¡
.-
49 Das Kapital [El Cap ita l], l, 336 . [Marx, El capital . , op. cit., Tomo 1, vol. 2,
. . .
51 Sacristán traduce "skepsis", del griego, dud a, investigación. (N. del E.)
224
Bacon). También puede darse por sabido que todo ese desarrollo
filosófico procedió en constante interacción con el desarrollo de l a s
ciencias exactas, cuya evolución, a su vez, se encontraba en interac
ción fecunda con u na técnica en creciente raciona lización, y con la
exper iencia del trabajo en la producción52•
Esas relaciones son de importancia decisiva para nuestra cues
tión. Pues "racional ismo", es decir, u n sistema formal cuya cohesión
se orienta a los aspectos de los fenómenos que son intelectualmente
captables, producibles por el entendimiento y, p or lo tanto, domi
nables, previsibles y calculables por el entendimiento, lo ha habi
do en las más diversas épocas y según las formas más var ias. Pero
ensegu ida se tienen diferencias básicas según el material a l que s e
aplique ese raciona lismo y según la función que se le atribuya en
el sistema global de los conocimientos y las finalidades humanas.
Lo nuevo del racional ismo moderno consiste en que se presenta -y
cada vez más a lo largo de su evolución- con la pretensión de haber
descubierto el principio de la conexión de todos los fenómenos con
que se enfrenta la v ida del hombre en la nat u raleza y en la sociedad.
En cambio, todo racionalismo a nterior fue u n sistema parcial. Los
problemas "ú ltimos" de la existencia humana se mantenían en una
irracionalidad inaccesible al entendimiento humano. Cua nto más
.·:�
cerca de estas cuestiones "ú ltimas" de la existencia se encuentra
uno de esos sistemas raciona les parciales, tanto más abruptamente
revela su carácter meramente parcial, meramente ancilar, incapaz
de captar la uesencia". Así ocu rre, por ejemplo, en el método muy
racionalizado del ascetismo hindú, que calcula y prevé cuidado
samente todos los efectos53, pero cuya "racional idad" se encuentra
52Das Kapital [El Capital] 1, 451, Cfr. también Gottl, especia lmente por lo
que hace a la contraposición con la Antigüedad, op. cit., 238-245. Por eso
el concepto de raciona l ismo no debe ampliarse abstracta y a nt i histórica
mente, sino que hay que determinar siempre con precisión el objeto (el
campo vital) al que se refiere y, a nte todo, los objetos a los que no se le
refiere en cada caso. [Marx, El capital . . , op. cit., Tomo l, vol. 2, p. 475, nota
.
n
conex ió n directa e i nmediata -en la conexión del medio con el
� n- con la vivencia ú ltima de la esencia del mundo, completamente
aJ·ena al enten dim iento.
Ta mbién aqu í, pues, se aprecia que no conviene tomar el
''raciona lismo" de un modo abstracto forma l para hacer de él de
es te mo do u n pri ncip io suprahistórica presente en la esencia del
p ensa m iento humano. Queda, por el contrario, c laro que la d i fe
rencia entre que u na forma figu re como categoría u niversal o se
uti lice s ólo para organ izar sistemas parciales precisamente deli
m itado s es u na d i ferencia cualitativa. Pero ya la delimitación for
ma l de ese tipo de pensamiento i lu m i na la correlación necesaria
entr e ra cio nalidad e irracional idad, la necesidad incondicionada de
qu e to do sistema formal racional tropiece con u na l i m itación o u na
barrera de irracional idad. Pero cuando -como en el ejemplo recién
aducido del ascetismo hindú- el sistema raciona l se piensa desde el
principio y esencialmente como sistema parcia l, cuando el mundo
de la irracional idad que lo rodea y lo delim ita (o sea, en este caso,
el mundo de la existencia humana empír ica y terrenal, indigno de
racionalización y el más a l lá inalcanzable para los conceptos huma
nos racionales, el mundo de la salvación) se entiende como i nde
pendiente de él, como absolutamente subordinado o supraordina
do al sistema racional, no se produce por el lo problema metódico
alguno para el sistema racional mismo. El sistema es simplemente
un medio para alcanzar un fin no raciona l. La cuestión se plantea
de modo completamente diverso cuando el racional ismo se presen
ta con la pretensión de ser el método u niversal para el conoci mien
to de todo el ser. En este caso la cuestión de la correlación necesaria
del principio irracional cobra una importancia decisiva, que des
compone y disuelve el entero sistema. É ste es el caso del racional is
mo moderno (burgués).
La problemática se manifiesta del modo más claro en la curiosa,
ambigua y equívoca significación que tiene en la obra de Kant un
concepto por otra parte i mprescindib le para el sistema: el concepto
54Kant consuma así la filosofía del siglo XV III. Tanto la evolución Locke
Berkeley-Hume como la del materialismo francés se mueven en esa direc
ción. Las va rias etapas y las desviaciones más decisivas ent re las diversas
tendencias no son objetos cuya descripción caiga dentro del ca mpo del
presente trabajo.
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J{
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p ro b l e mas del segundo complejo. Sobre todo en la versión
. ��e n J(a t lo presenta a veces, según la cual
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o, mucho más abarcante que el de la sensib ilidad, aunque
co p ueda n :�arse (co �o � uel �n hacerlo algunos kantianos
, �.-��:f.;:{/� ,; p o rnente ,,cnhcos"
al y distinguidos) que haya entre ambos
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h a re l ac1 �n. P ues l a irrac1ona l iºd a d, l a ir �eso lu b 1· 1 1·d ad
·: ·:):"¡.�éiona l
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¡r�-.· .. :- rXi.a ni fes tá ndo se entonces del modo más craso. Mientras que
.
ssKritik der reinen Vernunft [Crítica de la razón pu ra], 403-404. C fr. también
330 ss.
S6Feue rba ch ha enlazado el problema de la trascendencia absoluta de la
sensibilid ad al entend imiento �on la contradicción de la existencia de D ios:
"L a demostración de la ex istencia de Dios rebasa los límites de la razón;
muy b ien: pero en el m ismo sentido en el cual la vista, el oído, el ol fato
rebasan los l ím ites de la razón". Das Wesen des Christentum [ La esencia de
cristianismo], ed. Recla m, 303 . Acerca de reflexiones a ná logas de Hume y
Kant c fr. C assirer, o p. cit., I l, 608.
228
57 Lask ha formu lado este problema del modo más claro: u Pa ra la s ubjetivi
dad" (o sea, para la subjetiv idad lóg ica del j u icio) "no es una cosa evidente,
s i no, por el contrario, verdadero objetivo de su i nvest igación, la c uestión
de cuál es la categoría en la que se d i ferenc ia la forma lóg ica cuando se
trata de captar con exactitud categorial un determ inado material s ingular,
o, d icho de otra manera, la c uest ión de qué material sing ula r constituye
la extensión material de las d iversas categorías", Die Lehre vom Urteil [La
doctrina del j uicio], 162.
580 p. cit., 564.
229
59No es éste el lugar adecuado para p robar que ni la fi losofía griega (acaso
con la excepción de pensadores muy tardíos, como P roclo) ni la filosofía
medieval han conocido sistemas en nuestro sentido; es la i nterpretación
moderna la que se los atribuye, El problema del sistema nace con la Edad
Moderna, con Descartes, por ejemplo, y con Spi noza, y luego se convierte
progresiva mente en ex igencia consciente metodo lóg ica con Leibniz y
Kant.
60La idea del "entend im iento infinito", de la i ntuición intelectual, etc.,
sirve parcialmente para la resolución epistemológica de esa d i ficu ltad. Pero
ya Kant ha visto claramente que este p roblema remite a l que se trata de
resolver.
230
61 Del verbo udar": dar forma. Pod ría traducirse como "transmisión", pero
el contexto ind ica a lgo más que "pasa r de a". La forma más coloquial
sería "formación", pero la expresión "dación" exp resa claramente que no
se t rata de una "autoformación", opción que está i mpl ícita en la primera
alternat iva. ( N. del E .)
62El pu nto se encuentra tamb ién del modo más crudo y claro en la obra de
Lask. C fr. Logik der Philosophie [Lóg ica de la fi losofía], 60-62. Pero ni siquiera
él expl icita todas las consecuencias de s us a fi rmaciones, especialmente la
consecuencia de la i mposib i l idad de p r i ncip io del s istema racio na l .
23 1
estr uct ura de las formas, en la relación entre las formas, o sea, en la
es tru ctu ra del sis tema mismo, de uná manera determinante: y entonces
el sistema tiene que abandonarse como tal sistema; el sistema pasa
en tonces a ser un mero reg istro, lo más cómodo posible, una des
cripción, lo más ordenada posible, de hechos cuya conexión, empe
ro, no es ya racional, o sea, no es ya sistematizable, aunque las for
m as de sus elementos sean racionales en el sentido de adecuadas al
entendim iento63•
Pero sería superficial detenerse ante este dilema abstracto, y la
filosofía clásica no ha pensado siquiera en detenerse ante él. En la
medida en que exacerbó la contraposición lógica entre la forma y el
contenido, contraposición en la que se encuentran y cruzan todas
las demás contraposiciones básicas de la filosofía, en la med ida en
que se aferró a esa contraposición y, sin embargo, intentó al m is
mo tiempo dominarla sistemáticamente, la filosofía clásica pudo ir
m ás allá de sus precursores y sentar los fundamentos metodoló
gicos del método dialéctico. Su insistencia en levantar un sistema
racional a pesar de la irraciona lidad del contenido del concepto (de
lo dado), por ella reconocida y preservada, tuvo que influi r metó
dicamente en el sentido de una relativización dinámica de los ele
mentos contrapuestos. También en esto le precedió como modelo
la matemática moderna. Los sistemas influidos por ella (especia l
mente el de Leibniz) conciben la irracionalidad de lo dado como
problema en sentido matemático. Y, efectivamente, para el método
de la matemática toda irracional idad del conten ido hallado en cada
caso es exclusivamente estímulo para reordenar el sistema de for
mas con el cual se consiguió la anterior conexión, de tal modo que
con la nueva interpretación el contenido que en el primer encuen
tro con él pareció "dado" a hora aparezca como "producido", o sea,
de tal modo que la facticidad se resuelva en necesidad. Por grande
que sea el progreso representado por esa concepción de la real idad
frente a la del período dogmático (el de la "matemática sagrada"),
no debe, de todos modos, ignorarse que el método matemático tra
baja con u n concepto de i rraciona l idad ya adecuado a sus exigencias
b. .
234
"Hemos visto como necesario todo el saber fáct ico, excepto el es en su for
ma, con la cond ición de que ello es un fenómeno que p uede ser, cierta
mente, para el pensa m iento el presupuesto absoluto, y la duda sobre el :f� .
cual no p uede resolverse si no es por l a intu ició n fáctica misma. Con la
sola d iferencia de que para la primera parte del factum, la yoidad, com
p rendemos la ley determinada y cua l itativa en su contenido, mientras que
para el contenido fáctico de esa autoint uición lo único que comprendemos
es que t iene que ser alg ú n contenido, m ientras que no tenemos ley algun a
que explique por qué es p recisamente ese contenido; mas al mismo t iem
po vemos también claramente que no p uede haber una ley así, y que, por
lo tanto, la ley cual itativa de esta determinación es precisamente la fa lta
de ley. Si lo necesa r io se l lama apriórico, tenemos entonces comprendida
aprióricamente en este sentido toda la facticidad, incluso la empiria, al
deduci rla como i ndeducible."
69Transzendentale Logik [ Lóg ica trascendenta l], XXI I I, Vortrag ( Discurso 23],
Obras, VI, 335. Los lecto res que no estén familiarizados con la termino
log ía de la fi losofía clás ica deben tener muy en cuenta que el concepto
fichteano de yo no tiene nad a que ver con el de yo empírico.
237
"no es tan poco importante como parece a a lg u nos el que la filosofía parte
de un hecho o de una acción (esto es, de u na actividad pura, que no p re
supone ning ú n objeto, sino que lo p roduce ella m isma, con lo que el obrar
es de modo inmed iato hecho). Si, en cambio, parte del hecho, se � it úa en el
mundo del ser y de la fi nit ud, y le será d i fícil encontrar un cami no que l le
ve de éste a lo infinito y lo suprasensible; partiendo de la acción, se s itúa
precisamente en el p u nto que enlaza a mbos mundos, y a parti r del cual es
posible dominar ambos con la mirada."
_-.;
74Acerca del t rata miento cient í fico del derecho natural en Werke [Ob ras], 1,
352-353. C fr. ibíd, 351 . "Pues es la abstracción absoluta de toda la materia
de la voluntad; med ia nte un contenido se pone una heteronomía de la
arbitra r iedad ." O, aú n más c la ramente, en la Fenomenolog ía; "Pues el puro
deber... es pu ramente i nd i ferente respecto de todo contenido y se compa
dece con cualquiera". Werke f Ob ra s ] , l l, 485.
240
� :� .
�..:
76Esto está muy claro entre los g riegos. Pero tamb ién los g randes sistemas
de comienzos de la Edad Moderna, a nte todo el de Spinoza, muest ra n esta
estructu ra.
77Krit-ik der reinen Ve rnw�ft [Cr ít ica de la razón pura], 472-473 .
' '
242
aislado, es, en verdad, ind iferente el ser o no ser; no hay en él nin -��;
=�·>
.
guna diferencia del Ser ni del No-ser; esta diferencia no le afec
::-
78 0bras, I I I, 78 ss.
79Nachlass [Póstumos]. I, 117.
243
tb
***
!B��-
t.., ;�
�
Ja me ida e_n 9-u.e se :p o �e �'fine� "- no _es, en el sent �do decisivo, en
·���r ·el sentido histonco-dialechco, sino objeto, nunca sujeto de las leyes
�t:��. f�::; ·naturales sociales. Marx ha caracterizado repetida e insistenteme
��:.�lti. �
-'f1te a los capital stas (y � ólo de los capitalistas puede tratarse cuan-
1��si�1\ ·do se habla de 1ndustna por lo que hace al pasado o al presente)
;¡,·\�%1:!� '.como meras máscaras o personajes típicos teatrales . Y cuando, por
:;iK[f:. ·.
·
�;1: 92Kritik der reinen Vernunft [Critica de la razón pura], 208 ss.
93Nachlass [Póstumos], 1, 449.
94Das Kapital [El Capital], I, 555 ss. Cfr. además sobre la "'falsa conciencia"
de la burguesía, el artículo "'Conciencia de clase". . [Marx, El capital ., op.
. .
95A eso se refiere la repetida y aguda crítica de Hegel. Pero también la recu
sación de la ética kantiana por Goethe apunta a ese problema, aunque con
otros motivos, por supuesto, y, consiguientemente, con otra terminología.
El hecho de que la ética de Kant se propone resolver el problema de la
cosa-en-sí queda claro en varios pasajes, como, por ejemplo, Grundlegung
der Metaphysik der Sitten [ Fundamentación de la metafísica de las costum
bres], ed. Phil. Bibl., 87, y Kritik der praktischen Vernunft [Crítica de la Razón
práctica], 123.
96Kritik der reinen Vernunft [Crítica de la Razón pura], 77.
251
�¡.':¡;-':�lf::�. concepción del mundo con que tropezó el materialismo burgués del
. ' ¡;; ..
· -:i.f\r,.
� 'J��
r"
permiten una visión más clara del fundamento vital que constituye
la base real de esa antinomia. Así se aprecia, por de pronto, que a
consecuencia del desarrollo de la sociedad burguesa todos los pro
blemas del ser social pierden su trascendencia respecto del hombre,
aparecen ya como productos de la actividad humana, a diferencia;
de lo que ocurría en la concepción medieval de la sociedad y en
la concepción aún vigente a principios de la Edad Moderna (por
ejemplo, con Lutero). En segundo lugar, puede apreciarse que este
hombre artificialmente aislado por el capitalismo tiene que ser el
burgués individual aislado, y que, por lo tanto, la conciencia como
consecuencias de la cual aparecen la actividad y el conocimiento
tiene que ser una conciencia individual aislada y robinsoniana99•
Pero precisamente por eso se tiene, en tercer lugar, suprimido el
carácter activo de la acción social. Lo que a primera vista se presen
ta como eco de la epistemología sensista de los materialistas fran
ceses (Locke, etc.) -el hecho, por una parte, de que "su cerebro no es
más que una cera adecuada para recibir todas las impresiones que
se le quieran aplicar" (Plejánov sobre Holbach en el lugar citado)
y, por otra, que como actividad no puede entenderse más que su .
99Tampoco aquí podemos ofrecer una historia de las ideas y los problemas
por lo que hace a las robinsonadas. Me remito meramente a las observacio
nes de Marx (Zur Kritik der politischen Ó konomie [Contribución a la crítica
de la economía política], XIII ss.) y a una aguda indicación de Cassirer
acerca de la función de este planteamiento problemático en la epistemo
logía de Hume. Op. cit., U, 61 ss. [Marx, Contribución . , op. cit., p. 282 y ss.
. .
'·
·� í.-
>��Kritik der Urteilskraft [Crítica de la Facultad de Juzgar], §
' . !f, ·.. ••
77. .
� 1�5Uber die iisthetische Erziehung des Menschen (Cartas sobre la educación
;
·i,:; � : estética del hombre], Carta XV.
, ..
,..�,T"¿�
�ik·��
�
�\f�'!i�ti
258
En el momento en q\léF
fragmentado, dividido entre sistemas parciales.
percibimos cla�amente así el problema básico de la filosofía clásiea -;;
sorprendemos también la magnificencia de su empresa y la per�:\-.
pectiva de futuro de su método, y ambas cosas juntas nos reve,:. .�
lan la necesidad de su fracaso. Pues mientras que los pens adores "�.
anteriores habían permanecido ingenuamente en las for mas me:ni.. :�
tales de la cosificación, o se vieron a lo sumo llevados a contra- fil,
dicciones objetivas (como en los casos aducidos por Plejánov), eá ·�,
estos otros, en los pensadores clásicos alemanes, la problemátiea : .
del ser social del hombre capitalista se impone con toda su fuerza .:
a la conciencia. .
"La necesidad de filosofía", dice Hegel1°6, "surge cuando el .'._'
poder de la unificación ha desaparecido de la vida de los hombres ·:; ,
y cuando las contraposiciones han perdido su relación y su interac- l
ción vivas, cobrando los contrapuestos sustantividad autónoma". t
Pero al mismo tiempo se percibe también la limitación pue sta a �:�·
ese intento. Puesta objetivamente porque el planteamiento y la res- f
puesta están desde el principio limitados al campo puramente inte
lectual. Esta limitación es objetiva porque contiene el dogmatismo
de la filosofía crítica; pues aunque ésta rebase metódicamente los :.:� :
límites del entendimiento discursivo formalmente racional y sea ,� '
.
no hay más camino que el que consiste en derivar esa es cisión, e�; t
...
� '�i��·
·
- :·
-
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��
4
�{�-
Con eso el planteamiento rebasa la pura teoría del conocimiento; '.
la cual no ha pretendido buscar más que las "condiciones de la posi� _--1J'.
bilidad", o sea, de las formas del pensamiento y de la acción dadas .���
en "'nuestra" realidad. Su tendencia histórico-cultural, la aspiración -�� _
pado por el problema del arte-, es imposible que sigan ocultas por_
mucho tiempo las diversas significaciones que posee el "'nosotros"
109D ichtung und Wahrheit [Poesía y verdad], XII Buch [Libro XII]. La
oculta influencia de Hamann es mucho mayor de lo que comúnmente se
supone.
261
r�_
,.»� del suj eto en sus varios niveles. La situación es todavía más difícil
:�:�:�' � po
m
r el hecho de que en est� ca �po la problemática ha p �net �a,d�
en la conc1enc1a, de modo que resulta mas d1f1ctl
ás agudamente
�: que a propósito del concepto de naturaleza cometer las mismas con-
,-,�� fusiones semi-inconcientes de problemas, los mismos equívocos. El
\) testablecimiento de la unidad del sujeto, la salvación mental del
l
hombre, procede concientemente por el camino del desgarramien
-�- to y la fragmentación. Las figuras de esa fragmentación se retienen
. }. como etapas necesarias en el camino que lleva al h ombre restaura-
�'"�:: do, y se resuelven al mismo tiempo en la nada de la inesencialidad
-
J:
-
�:
"'"·-�. .
t.� �
racionalis ta) cobra con ese planteamiento forma clara, obj etiva f;
· '=;i.
-;{,
científica. . ll
d.'
.\.
113Cfr. Plejánov, loe. cit., 9, 51, etc. Pero en este punto hay para el raciona
lismo formalista un problema irresoluble también desde el punto de vista
del método. Cualquiera que sea la estimació n en que se tenga el valor
científi�o objetivo de las soluciones medievales a este problema, está fuera
de duda que la Edad Media no tropezaba aquí con problema alguno ni,
por lo tanto, con ningún problema irresoluble. Compárese la formulación
de Holbach, aducida por Plej á nov, según la cual es imposible saber "si
el huevo fue antes que el animal o el animal antes que el huevo" con la
siguiente sentencia, por ejemplo, del Maestro Eckhart: "La naturaleza hace
al hombre del niño, y la gallina del huevo; D ios hace al hombre antes que
al niño, y la gallina antes que el huevo" (Der Sermon vom edleri Menscben
[Sermó n del hombre noble]). De eso só lo nos interesa, por supuesto, el con
traste entre las actitudes metódicas. Basándose en esa limitación metódica,
que presenta precisamente la historia como cosa-en-sí, Plejánov ha lla
mado con razó n idealistas ingenuos a estos materialistas por lo que hace
al problema de la historia. "Zu Hegels 60. Todestag" [En el 602 aniversario
de la muerte de Hegel], Neue Zeit, XI, 273.
265
toda otra, que se supone s ólo dada en su recíproco no ser, en sus poros; al ' �i:
modo como Epicuro ha entendido los poros como estancia de los dioses, · <
con lo cual, consecuentemente, les ha eximido de toda comunid ad con el ' ���
.. ·
mundo".
-
Pero el devenir histórico supera esa autonomía de los momen- .
tos. Al obligar al conocimiento que pretende adecuarse a ellos a
construir la conceptuación en basé al contenido, en base a la un ici- ·
dad y novedad cualitativas de los fenómenos, les obliga al mismo
tiempo a no permitir la cristalización de ninguno de esos elemen
tos en su mera y concreta unicidad, y señala como lugar metódico
de la conceptualidad la totalidad concreta del mundo histórico, el
mismo proceso concreto y total de la historia.
Con esta actitud en la que aparecen ya, con inversión positiva,
en su unidad los dos momentos principales de la irracionalidad de
la cosa-en-sí, la concreción del contenido singular y la totalidad, se
altera al mismo tiempo la relación entre la teoría y la práctica y, con
ella, la relación entre la libertad y la necesidad. El elemento de la
realidad que está producido por nosotros pierde ahora su carácter
de ficción que tiene más o menos acusadamente en otro caso: hemos
hecho nosotros mismos nuestra historia -según las proféticas pala
bras de Vico antes aducidas-, y si somos capaces de considerar la
realidad entera como historia (o sea, como nuestra historia, pues no
hay ninguna otra), nos habremos realmente erguido hasta el pun
to de vista en el cual la realidad puede ser concebida como nues
tra "acción". El dilema de los materialistas pierde entonces su sen
tido, pues revela ser sólo limitación racionalista, dogmatismo del
entendimiento formal, que no reconoce más actos nuestros que los
concientes, y así entiende el mundo circundante de la historia, por
nosotros producido, el producto del proceso histórico, como una
realidad que nos influencia por obra de leyes ajenas a nosotros.
Ahora bien; en este momento en que el conocimiento recién con
quistado, "lo verdadero", como escribe Hegel en la Fenomenología,
se ha convertido en aquel "torbellino báquico'', en el cual no hay ni
g iento del enigma, vuelve a presentarse, pero ahora con toda con-
reción, el problema decisivo de este pensamiento: el problema del
;
·
116Sais era una ciudad del Egipto antiguo, en el delta del Nilo. Allí "vivía"
Neith, la diosa de la sabiduría. En la entrada el santuario estaría escrita
-�
una frase en la que se señala que "nadie ha levantado su velo'� en alusió n
a una verdad oculta. Hegel menciona a esta diosa y utiliza la imagen del
velo y la verdad en Lecciones sobre la filosofía de la historia. Novalis, poeta
alemán del primer romanticismo (1772-1801), muy influido por la filosofía
de Fichte, desarrolló una posició n mística y religiosa donde el arte ocupa
un lugar central como forma intuitiva de conocimiento. Escribió una
novela inconclusa, Los discípulos de Sais, que es a la que alude Lukács en
este pasaje. (N. de. E.)
117Volksgeister (1). (N. del T.)
268
historia y apu nta a más allá de la fi losofía: "' El que las determinaciones del
pensamiento t uvieran esta importancia es un u lterior conocimiento que
no pertenece a la h istoria de la filosofía. Estos conceptos son la revelación
más simple del Espíritu del Mu ndo: son la h istoria de su forma más con
creta". Werke [Obras), XV, 618 .
1 21 Werke [Obras], 1, 174. Esta cas ua l idad se acentúa, como es natu ral, más
crudamente en la obra de Fichte.
270
1
la dual idad contemplativa de sujeto y objeto1 23•
La filosofía clásica ha l levado, ciertamente, todas las antinomias
de su fundamento vita l hasta la más extremada consecuencia que
le era intelectual mente accesible, y así les ha dado la más a lta expre
sión intelectual posible. Pero, pa ra ese pensa m iento, siguen siendo
1
1
1
anti nomias i rresueltas e i rresolubles. Por eso la fi losofía c lásica se
encuentra en la situación, h istórica mente pa radój ica, que consiste
III
:?g ·:
/� .,,. •.
-=·::�-�.
· i-..'·�·'·: .'.:�, · · .
272
..
l
!
1 24Cfr. los artíc u los "¿Qué es ma rxismo o rtodoxo? ", "Conciencia de c lase" y
" El cambio de función del materialismo h i stór ico". No ha sido posible evi
ta r el q ue en estos a rtículos, que tcn1át ican\ente está n muy en1parentados,
se repit iera n de vez en cua ndo concep tos y a rg u 1nentos.
125Nachlass [ Póst umos], l l, 132.
273
m e ra mente i n med iata se hace para ambas rea l idad prop ia n1ente
obj eti va. La d ivers idad se debe a la d iversa s ituac ión de a mbas cla
ses en "'el rn is mo" p roceso económ ico. Está cla ro que con este plan
tea m iento tropeza mos de nuevo, y desde otro lado, con la cuestión
b á sica del pensa m iento bu rgués, el problema de la cosa-en-s í. Pues
el s upuesto de que la tra ns formación de lo i n med iata mente dado
en rea l idad rea lmente re-conocida (no sólo i n med iatamen te conoci
da) y, por lo tanto, en rea lidad rea l mente objetiva, o sea, el efecto de
la categoría med iadora en la i magen del mu ndo, es a lgo mera mente
"subjetivo", sólo un a "va loración" de u na rea lidad que per ma nece
ría "idéntica", ese supuesto equ i va le a atribu i r a la rea l idad objeti
va el carácter de cosa-en-sí. Todo t ipo de conoci m iento que concibe
esa "va loración" como a lgo pu ra mente "subjeti vo" que no capta la
esencia de las cosas, pretende, por su pues to, penetra r precisa mente
hasta la facticidad rea l . Su au toengaño consiste en que se compor
ta acrít ica mente res pecto del cond iciona m iento de su propio punto
de vista (y par t icu l a r mente res pecto de su cond ic iona m iento por el
ser social que le subyace). Así d ice, por ejemplo, Rickert126 -a l que
apela remos pa ra n1ost ra r esta concepción de la h i storia en su for ma
más desa rrol lada y más elaborada i ntelec tu a l mente- habla ndo del
h istoriador que pertenece "a l m ismo círcu lo cu ltu ra l":
Con esos "va lores cu ltu ra les" mater i a hnente ignotos y sólo for
mal mente v igentes, tomados con10 fu ndamentos de la objet i v i
dad "a xiológica mente referida" de la h is toria, pa rece el i mi na rse
la subjetiv idad del h istoriador que ju zga, p ero sólo para i mponer
le en rea l idad, como criterio de la objet iv idad, como g u ía hacia la
objetiv idad, la facticidad de " los va lores c u ltura les v igentes para su
comu n idad", o sea, para su c lase. La a rbitra riedad y la subjet iv idad
se traspasan del materia l de los hechos a islados y del ju icio sobre
el los a l criterio m ismo, a los "va lores cu ltu ra les v igentes", u n ju icio
sobre los cua les, o i nc lu so la invest igación de su vigencia, se hacen
imposibles sobre esa base: los "va lores c u ltu ra l es" se conv ierten en
cosas en sí para el h istoriador; es éste u n proceso estructura l cu yas
ana log ías económ icas y ju r íd icas vi mos ya en la primera sec ci ón.
Pero aún es más in1porta nte el otro aspecto de la c uestión, a sab er,
que el ca rácter de cosa en-sí de la relación forma-contenido desp l ie
ga i nev itablemente el proble111a de la totalidad. Ric kert127 habla t am
bién a este respecto con clar idad muy de ag radecer. Tras subrayar
la necesidad metód ica de una a x iolog ía m aterial pa ra la filosofía de
la h istoria, expone:
"Aú n más: n i siqu iera u na historia u niversal o del mu ndo se puede escri
bi r unitariame nte si no es con la ayuda de u n sistema de valores cu ltura
les y, por lo tanto, presupone u na fi losofía n1aterial de la h is to ria. Por lo
demás, el conoc imiento de u n sistema de va lores es, empero, i r r elevan
te para la cuest ión de la objet ividad cient í fica de expos icio nes h istóricas
pu ramcnte empíricas.''
1 27 Ibíd., 606-607.
1 2xcfr. el artícu lo "'¿Qué es m a rx i s mo ortodoxo? "
275
538. ( N. del E .) )
276
1.13Prefcr i n1os seg u i r aqu í la t r adu cc i ón c uba na, reen1pla zando "i nco ncebi
l i d ad " po r "ca rácter i ncorrl p rensib le". ( N . de l E .)
279
135lbíd ., 275.
UbPo r ejem p lo, Das Kap ital r E I Ca p i ta l ), l l r, 1 , 326 -327, 340-341, 364-365, 368
-369, 377-378, etc.
u'""Acc ión y act o de ev i t a r ", seg ú n e l D R A E . ( N . del E.)
ux p/ú lo�opli ie d e s Geldes ( Fi losofía del d i nero), 531 .
28 1
hacers e ta nto más perso nal, para co nve rt i rse en propiedad i nd iscu t ible
de l Yo."
l
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2 83
14ºMe remito de nuevo a l dilcm.a del v iejo materi a l ismo tal como lo ex pone
Plejánov. Marx (Nachlass f Póstu n1os], T I, 1 78 ss.) ha most rado respecto de
Bru no Bauer que la actitud lóg ica de toda concepción burguesa de la h is
toria tiende a la nlcca n ización de l a "masa" y a la i rracional i zación de los
héroes. Pero la nl isma dupl icid ad de pu ntos de v ista p uede encontra rse,
por ejemplo, en Ca rlyle o en Nietzsche. H asta u n pensador ta n cauto com.o
Rickert t iene (pese a a lg u nas reservas, por e j e mpl o op. cit, 380) la tenden
,
cia a considerar el "med io" y los "mov im ientos de las masas" como deter
minados por leyes nat u ra les, y sólo la personal idad s i ng u la r con10 i nd iv i
dua l idad h istórica. Op. cit., 444, 460-461 . [ Ma rx y Engels, La sagrada , op.
. . .
"de por qué este pri ncipio se ha real izado precisamente en el siglo XI o
en el XVI I I, y no en cualquier otro, se ve u no necesariame nte obl igado
a estudiar con deta lle qué era n los hombres del s iglo XI o los del XVIII,
c uáles sus necesidades en cada caso, sus fuerzas productivas, s us modos
de producción, las n1aterias p r i n1as de su producción, y cuáles, por ú ltimo,
las relacio nes ent re hon1bres que nacían de todas esas cond iciones de
ex iste ncia. Resolver todas esas cuestio nes es estudiar la h isto r ia profana
rea l de los hon1bres de cada siglo, p resenta r a esos hombres tal como
fueron, en u n a sola pieza, au tores y espectadores de su propio d ra ma. Pero
e n cua nto se concibe a los hombres como es pectadores y autores de s u
.. �r
285
143 Kritik der p rak t iscbe n Vernunft [C rít ica de la razón práct ica], 38 -39. C fr.
ibíd, 24, 1 23, etc. G rwzdlegu ng der Metaphysik der Sitien [ F u nda mentac ión de
la meta fís ica de las costu mbres], 4, 38, etc. Cfr. la c r ít ica de Hege l, Obras,
I I I, 133 SS .
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1-t�Obras, l l l, 1 47.
1 �5 I b íd ., 262 .
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147C fr. sobre el as pecto metód ico de esta cues t ió n a nte todo l a p r i mera
pa r te de l a Filosofía de In rel igió n de Hegel, es pec ia l rnente X I, 1 58 -1 59. " No
h ay saber i n med iato . Se l la ma i n med i ato a l saber res pecto del c u a l no
te nemos conciencia de la med i ac i ó n, pero el saber m ismo es med iado."
A n á logamente en el D i scu rso p rev io de la Fe 11o m e 11 olog ía : " Lo verdadero
es s ó lo esta ig ualdad q ue se restab lece, o sea, la re flex ión en s í m ismo e n
diferencia ent re esas dos posiciones teorét icas se expresa p rec isa�
m ente la d iversidad del ser soc i a l de a mbas c lases. E l conoc i miento
acce s ibl e desde el p u nto de vista del p roleta r iado es, por supues to,
el más ele vado en el sentido científico objet ivo; p ues en ese conoci
mien to se tiene metód icamente la d isolución de los problemas en
tor no de los cua les se han esforzado i nút i l mente los más g randes
p en s ado res de la época bu rguesa; mater ia l mente se tiene en aquel
co no ci 1niento el conoci m iento h i stór ico adecuado del cap ita l is
mo, n e ce sa r ia mente inaccesible al pensa m iento b u rgués. Pero esa
es t i ma c ió n objetiva del va lor g noseológ ico de los métodos res u lta
de n uevo ser u n p roblema h istórico-soc ia l, consecuencia necesa
ria de los t ipos de soc iedad representados por a mbas clases y de
sus resu ltados h i stór icos, de modo que, según eso, la /.(fa lsedad"
y la "u n i latera lid ad" de la concepc ión b u rguesa de la h istor ia es
u n mon1ento necesa rio de la estructu ra metód ica del conoci m iento
so c ia l .1-ts Por otra pa rte, queda claro que todo método está necesa
riamente v i nc u lado a l ser de la clase de que se tra te. Para la bu rgue
sía, el método p ropio nace de su ser socia l de un modo i n n1ed iato,
p or eso s u pensa m iento presenta la n1era i nmed iatez como l i m ita
ción a la vez externa y por e l lo m ismo i nsuperable. En ca mb io, pa ra
el p roleta r iado se t rata de rebasar la l i m itación de la i n n1ed ia tez e n
e l p u n to d e partida, en el momento de asu m ir su pos ición o pu nto de
v ista. Y con10 el método d ia léct ico reproduce constantemente sus
propios momentos esenciales, como su esencia es la negac ión de un
desa r ro l lo l iso y rec t il í neo del pensa m iento, este p roblema del p u n
to de pa r t ida del proletar iado se p la n tea de n uevo a cada paso de la
comp rensión de la rea l idad y a cada paso práctico h istór ico-soc ia l .
Pa ra el p roleta riado l a l im itac ión de la in med iatez es ya u na l im i ta
ción i nterna. Con eso se pla ntea c la ra mente el p roblema; pero con
la clase decade nte merecen otro t i po com.pleta me nte d is t i nto de cons ide ra
ción. [ E n gc l s , " Lud w ig Feuerbach . . . ", op. c it., p. 40 y ss . ( N . del E.)]
290
151 Das Kapital [ El Capit a l], 1, 535. [ M a rx, El capital. . ., op. cit., Tomo I I I, vo l .
2, p. 704. ( N. d e l E .)]
152En esto se basa n catego r i a l mente las teorías l l a n1adas de la abs t i ne nc i a .
A n te todo la s ig n i ficació n t a n s u b rayada p o r Max Weber, de l a "as cé t ica
,
mu nda n a l " p a ra la génes is del "'es p í r i t u " del ca pital isn10. Ta n1bién Ma rx
a fi rma ese hecho a l subra ya r que pa ra e l capita l isrno "s u propio co nsun10
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p u ntos de t ransición. Pero desde ese pu nto de v ista se pasa por a lto
q ue ta mbié n las tra nsiciones que aqu í aparecen como p u ra men
te cuant itativas tienen i n med iatamente u n ca rácter cua l itativo en
cuanto que se a l tera e l p u nto de vista. ( Pa ra aduci r un ejemp lo muy
triv ia l : p ié nsese en l a potabi l idad del agu a, caso en e l cua l también
a lteraciones ªcu a ntitativas" asumen en u n determ i n ado momento
ca rá cter cua l itat ivo, etc.) Esta situación se ac la ra más exa m in an do
metód ica men te el ejemplo tomado de El Capital que aduce e l m is mo
En gels. Se t rata de la magn itud cua nt itativa que es necesa r ia en u n
estad io determ inado de la producc ión para que u na su ma de va lo
res pueda converti rse en cap ita l; en esa frontera, d ice Ma rx,155 la
cantidad muta en cua l idad . Si compa ra mos esas dos series de p osi
bles a lteraciones cuantitat ivas y n1u taciones en cua l idad (el a umen
to o la d ismi nución de aquel l a su ma de va lores y el au mento o la
d isminuc ión de la jornada de t rabajo), queda rá c l a ro que en el p r i
mer caso se trata 1neramente -seg ú n l a exposic ión de Hegel- de u na
" l ínea noda l de las rel aciones de med ida", m ientras que en e l segu n
do caso toda a lteración será por su esencia c u a l itat iva, pues a unque
su for n1a cuantitat iva de ma n i festac ión sea impuesta a l trabajador
p or su inu ndo circu nd ante socia l, si n emba rgo, su esencia est r iba
para é l p rec isa mente en su estructu ra cua l itativa. La forma dúp l ice
de ma n i festación se debe ev identen1ente a que para el trabajador
ia jornada o el tiempo de t rabajo no es sólo la forma objet iva de su
merca ncía vend ida, la fuerza de trabajo (en este aspecto e l p roble
ma es ta mbién pa ra é l el de u n interca mb io de equ ival entes, o sea,
u na rel ación cua ntitativa), si no qu e, a l m ismo tiempo, es la forma
existe nc ia l determi nante de su ser como sujeto, como hombre.
Pero con eso no queda n completa mente superadas la i nme
d iatez y su consecuencia metód ica, la r ígida cont raposic ión de suje
to y objeto. E l problema de la jornada de trabajo tiende s i n duda
-precisa mente porque en este contexto la cosi ficac ión a lca n za su
pu nto cu l m i na nte- a i mpu lsa r necesa ria mente el pensa m iento p ro
leta r io n1 ás a l l á de esa i n med iatez. Pues, por u na pa rte, el trabaja
dor se e ncuentra de n1odo i n med iato, en su ser soc ia l, totalnzente del
lado del objeto, se aparece a sí m is m o en lo i n med iato co1no objeto
y no como actor del proceso socia l del trabajo. Pero, por otra pa r te,
1 55Das Knpital [ E l Capita l], I, 272-273. [ M a rx, El capital. . , op. cit., To mo l, vol .
.
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c ías, s i n o sólo como d�fe re ncin resp e cto d e e l l a s, y se ex p resa, por lo tanto,
en su propia forma natu ra l, contiene ya todo el secreto de la fo rma d i nera ria,
y, con e l lo e 'in nuce', todas las fonnas burg uesas del producto del trabajo",
B riefwechsel [ Ep isto l a r io], I l l, 383. C fr. a l res pecto e l m ag ist ra l a ná l isis de
la d i ferencia entre v a lor d e ca mbio y p recio e n Zur Kritik de r politischen
Óko nomie [Cont ribución a la c r it ica de l a econo m í a po l ítica ), en la que
se ex pone q ue en esa d i fe re n c ia "se co nce n t ra n todas l a s tor me ntas que
a me n a z a n a l a merca nc ía en el p roceso rea l de c i rc u lación'', 5 2 ss. [ Marx,
Contribució n . . . , o p. c it., p. 54. ( N. del E.)J
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1 5� 0bras, 1 1, 27.
1 59 Zu.r Kritik de r politischen Ókonomie [Co nt r ib u c i ó n a la c r í t ica de la eco no
m ía pol ít ica ) , X L -X L I . { t\.1 a r x, Con tribució n . . . , o p. ci t., p . 305. ( N . de l F. .) )
300
co mo dem iu rgo del mov i rn iento. 160 Por otra pa rte, la conc iencia
d e cl ase que nace y crece a pa r t i r del conoc i m iento de la s ituac ión
comú n y de los comu nes i nte reses no es ta mpoco, abstrac ta mente
to m ada, cosa específica del proleta riado. Lo pecu l ia r y ú n ico de su
situación consiste en que el rebasa m iento de la i n med iatez tiene
en su caso u na intención de totalidad soc ia l, con independencia de
q u e el lo ocu r ra con concienc ia p s icológ ica o, al p r i ncip io, sin el la;
y con siste también, consigu iente mente y por su sentido, en que no
se v e const reñida a detenerse a a lg ú n n ivel relat iva mente a lto de
nueva i n med iatez, sino que se e ncuent ra en u n i n i nterr u mp i do
mov i m iento hacia esa tota l idad, o sea, en u n p roceso d ia léctico de
in me d iateces consta ntemente s u p e radas. Ma rx ha identi ficado muy
te mpra na mente este aspecto de la conc iencia de c lase pro leta ria. E n
su s obs ervaciones acerca d e l a rebel ión de los tejedores s i l es ios161
destaca como rasgo esenc ia l de aquel n1ov i m iento su "ca rácter
teorético y conciente". En la ca nc ión de los tejedores ve "u na audaz
consigna de lucha que ni siqu iera habla del hoga r, la fábr ica o el
d ist rito, s i no que grita la cont raposición del p roleta riado contra la
soc iedad de la p rop iedad p rivada de u n modo ca tegór ico, tajante,
v iolento y s i n reservas". Y la acc ión m is ma muestra su "su p e r ior
carácter" en el hecho de que "m ient ras todos los den1ás mov i n1 ientos
se d i rig ieron pri mero contra los a mos de la i ndustria, contra el
16ºAs í d ice Marx, a p ropósito de l a "es pecie" de Feue rbach -y toda conce p
ció n de este tipo se queda í n teg ra me nte al n ivel de Feuerbach, y hasta
a menudo por debajo de él- que ese co nce pto no puede entende rse más
que "como mera genera l idad i nter n a y n1uda, q ue v i ncu la la mu l t ipl ici
dad de i nd iv iduos de un n'lodo me ra mente n a t u ra l ". 6ª tes i s . [ Ma r x, "Tes is
sobre . . . ", e n Engels y Pleja nov, Ludwig Fe ue rbncli . . . , o p. cit., p. 72 . ( N . del
E .) )
161 Nachlass [ Póst u mos), I I, 54. Lo ú n ico i mp o r t a nte pa ra nosot ros aq u í es el
aspecto metód ico. La cues t ió n, p l a nteada por Mch r i ng (ibíd., 30), de h asta
qué p u nto M a rx h a sob rest i mado la conc ienci a del leva ntam iento de los
tejedores no nos i nte resa aqu í. Des de el p u nto de v ista del método, M a r x
ha ca racte r i zado, también e n este caso, p le n a n1ente la esencia del desa
rro l l o de l a conciencia de c l ase revo l uc i o n a r i a e n e l pro let a r i ado, y sus
poster io res ideas (Manifiesto, 1 8 Brwnario, etc.) ace rca de la d i ferencia ent re
revol uc ió n bu rg ues a y revo l u c ión p ro leta r i a se mueve n to tal mente en la
d i recció n as í i n ic i ad a .
302
esta mpas tan i mp res iona ntes y veraces de las transfor m a cion es
socia les de s u época que sólo ahora, con la ayuda del ma te r i a l is mo
h is tór ico, nos es pos ible acerca rnos teórica mente a sus int u i ci ones .
La situación socia l del p roleta riado y, de acuerdo co n ell a, s u
pu nto de v ista, rebasa n el ejemplo aqu í, aducido de u n mo do cua
l itativa y decis iva mente d is t i nto. La pecu l ia ridad del ca pit a l i s n10
consiste preci sa mente en que supri me todas las " ba r reras na t u ra
les" y t ra ns forma la tota l idad de las relaciones entre los ho mb re s en
relaciones pu ra mente soc ia les.163 El pensa m iento b u rg ués, p ues to
que, p reso en las categor ías fetich istas, hace crista l iza r en cos ei dad
ríg ida los efectos de esas rel aciones entre los homb res, t ie ne por
fu erza que retrasa rse menta l mente respecto del desa r rol lo obj et ivo
del p roceso de superación de las " barreras nat u ra les". Las ca tego
r ías de la reflexión abstracta mente raciona les, que son exp res ión
objet iva i n med iata de esta primera soc ia l ización rea l de to da la
sociedad hu m a na, se presentan a l pensam iento b u rgués como algo
ú ltimo e i ns uperab le. ( Por eso el pensa m iento bu rg ués se encuentra
siempre respecto de el las en u na actitud i n med ia ta .) Pero el prole
ta r iado se encuentra puesto en el foco de ese proceso de socia l i
zación. La tra nsformación del t rabajo en merca nc ía el i m i na todo
lo " hu ma no" de la ex i stenc ia i n med iata del t rabajador, pero, por
otra pa rte, ese m ismo des a rro l lo ext i rpa crec ientemente todo lo
"natu ral", toda relación d i recta con la natu ra leza, etc., de las formas
socia les, de modo que e l hombre social izado puede descu b rirse a sí
m is mo como núcleo de su objetiv idad extra hu mana e i ncluso anti
hu ma na. Precisa mente en esa objet iv idad, en esa raciona l ización y
cosi ficación de todas las for mas socia les se revela cla ra mente por
vez primera la estructu ra de la sociedad, hecha de relaciones entre
los hombres.
Pero se mu estra sólo si se t iene fi rn1emente en cuenta que esas
rel aciones, seg ú n las pa lab ras de Engels, está n "v i ncu ladas a cosas"
y "apa recen como cosas"; sólo s i no se olv ida en n i ngún rno mento que
esas rel aciones hu n1a nas no son relac iones i n med i atas d e hom b re
a hombre, s i no situ ac iones t íp icas en las cua l es l as leyes objet ivas
1 64 Encyclopéidie, § 81 .
306
"Como se ve, presci nd iendo de l í mites muy elást icos, la natu raleza del
tráfico merca nti l, del i nterca mbio de merca ncías, no a rroja por sí misma
ningu na l i m itació n de la jornada de trabajo, o sea, ning u na l i rn itac ión del
plustrabajo. El capital ista sostiene su derecho de comp rador cuando i nten
ta mantener la jornada de trabajo todo lo larga que sea posible, y hasta, si
lo fuera, hacer de u na jorn ada dos. Por otra parte, la natura leza es pec í fica
de la merca ncía comprada i rnpl ica u na l im itación de su consumo por el
comprador, y el trabajador a firma su derecho de vendedor cuando i ntenta
limitar la jornada de t rabajo a u na determ i nada magn itud norma l . Aqu í
se produce, p ues, u na anti nornia, choque de derechos, an"'tbos ig ual rnen
te sa ncionados por la ley del i ntercambio de merca ncías. Y lo que decide
entre dos derechos igua les es la fuerza. De este modo la regu lació n de la
jornada de t rabajo se plantea en la historia de la producción capita l ista
como lucha por la l im itación de esa jornada, como lucha entre el capita
l ista tota l, o sea, la c lase de los ca pita listas, y e l obrero tota l, o sea, la clase
obr era."
Pero ta mbién en este p u nto hay que subraya r que el poder que
aparece aqu í como forma concreta de la l i m itac ión i rraciona l del
raciona l ismo capi ta l ista, del pu nto de i nterm itencia de su s leyes,
es pa ra l a bu rg uesía cosa completa mente d ist i nta que p a ra el pro
letar iado. Pa ra la bu rgues ía, el poder y la fuerza no son más que la
conti nuac ión i n med iata de su v i da cot idiana: no sign i fica n n i ngún
p roblem a nuevo, pero p recisa n1ente por eso no es ca paz la bu rgue
sía de resolver n i u na sola de las contrad icciones socia les que el la
m isma p rodu ce. Pa ra el prol eta r iado, en ca mb io, l a actuación, la
eficacia, la posibi l id ad y el a lca nce de la fuerza dependen del g ra
do en el cua l se haya s uperado la i n med iatez de la ex iste ncia dada.
Es cierto que la pos ibi l idad de ese rebasam iento, o sea la a nchu
ra y la profu nd idad de l a concienc i a m is ma, es un p roducto de la
165Das Kapital [ El Cap ital), 1, 1 96. C fr. Loh n, Preis und Profit [Sa l a r io, p recio y
benefic io ), 44 . [ Ma rx, El capital , o p . c i t ., To mo I, vol. 1 , p. 281 . ( N . de l E .)]
. . .
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309
310
Pero con esto e l prob lema de la rea l i dad apa rece bajo u na luz
completa n1ente nueva . Cua ndo -d icho hege l i a na mente- el devenir
se n1a n i fiesta como la verdad del ser, el proceso como la verdad de las
cosas, eso sig n i fica que las tenden cias de desarrollo de la historia tienen
una realidad superior que los ºhechos " de la mera empiria. Es verdad,
como ya se mostró en otro luga r, 1 70 que en la sociedad capita l ista
el pasado i mpera sobre el p resente. Pero esto sign i fica sólo que el
proceso an tagón ico, no d i r ig ido por n i ng u na conc iencia, mov ido
sirnplemente por su propia d i ná n1 ica i nm a nente y ciega, se revela
17°C fr. e l a r t íc u lo " E l ca mbio d e f u nció n del mate r i a l i s n10 h is t ó r ico" y, por
lo q u e h a ce a hec ho y rea l i d ad, e l a r t í c u l o "¿Q ué e s ma r x i s mo o rtodoxo? "
311
.
-
.
1
314 ¡f
l 7.;C fr .
e l a rt íc u lo "¿Qué es ma rx ismo ortodoxo? "
1 75 Ursp r u ng de r Fnmilie [ E ngels, El o r igen de la fa m i l ia, de la p ro p iedad pri
vad a y del es tado), 183 [ Engel s, El o rige n , op. c i t ., p. 203. ( N . d e l E.) )
. . . . .
315
a los h echos la rea l idad autént ica y su perior. Por supuesto que con
es o se ent iende tamb i én por qué el cosi ficado pensa m iento bu rgués
ti en e que hacer de aquel los "hechos" su supremo fetiche teorét ico
y p rá ctico. Esta fosi l i zada factua l idad, en la cua l todo crista l iza en
"magn itud fija" 1 76 y la rea l idad i n mediatamente da da encuentra en
p l ena y absu rda i n mutab i l idad, hace de la comprensión de la m is
ma rea li dad i n mediata una i mposibi l idad de método.
En esas formas, p ues, la cos ificación a lcan za su rnayor agudi
za ción; l legada a este pu nto ya no rem ite s iqu iera a más a l lá de sí
m isma; su d ia léctica no es ya med iada más que por las formas de
p roducción i nmed iatas. Pero con eso se agud i za ta mbién la contra
dicción ante el ser i n med iato, el pensa m iento por categorías de la
reflex ión qu e corresponde a ese ser i n med iato y la rea l idad socia l
viva. Pues, por u na pa rte, esa s for mas (el interés, etc.) se presentan
al pensa m iento capita l ista como las p ropiamente orig ina r i as, como
las que determ i na n las demás formas de la p roducción y son mode
los de éstas, m ientras que, por otra parte, toda i mportante i n flex ión
del p roceso de producc ión t iene por fuerza que revela r p ráct ica
mente que esa i nterp retación i nv ierte tota l mente la a rquitectu ra 177
verdadera, categor ia l, de la estructu ra económ ica del cap ita l ismo.
El pensa m iento bu rgués se queda a nte esas formas i n med i atas
tomadas como origi n a ri as, e i ntenta, prec isamente a pa rti r de e l las,
abr i rse ca m i no hacia la comprens ión de la econom ía, ig nora ndo
que con el lo no hace más que dar expresión intelectu a l a su i ncapa
cidad de entender sus prop ios fu nda mentos socia les. En cambio, en
este pu nto se le abre al p roleta riado la perspect iva de u na penetra
ción i ntelectu a l comp leta en las formas de la cosi ficación, porque,
pa rtiendo de la for ma dia léct ica mente más clara (la relación i n n1e
diata entre trabajo y capita l), puede referi r a el la las formas más
a lejadas del proceso de producc ión e i ncluirlas así y en tenderlas en
la tota l idad d ia léc tica .178
176C fr. las obse rvaciones de Ma rx acerca de B e ntham. Das Kapital ( E l Capi
ta l ), 1 , 573 -574. [ Ma rx, El capital . . . , op. cit., Tomo I, vo l. 2, p. 755. ( N. del E.))
1 77Sacr istá n p refiere "arq u itec t u ra". (N. del E.)
17t<En El Capital, l l l, I I, 3 6 2 ss., se e ncue n t ra u n hern1oso desa rrol lo de esa
s uces i ó n _
31 6
con figu ra n el mundo circu nda nte y e l m undo interno del hombre,
el mundo que él se esfuerza por dom i na r i ntelec t u a l mente, p rácti
camente, a r t ística mente, etc. (M ient ras que el relativi smo t rabaja
siempre con formas de objet iv idad r ígidas e in mutables.) La verda d
-que en el período de la "preh istor ia de la hu ma n idad", de la lucha
de las c lases, no puede tener más fu nción que la de fija r, de acuerdo
con las ex igencias del dom i n io del n1u ndo c i rc u nda nte y l as exigen
cias de la lucha, las var ias posiciones p osib les respecto de u n mun
do que en lo esencia l no es comp rend ido-, la verdad, p ues, que en
esta situación no puede tener s i no u na "objet iv idad" respec to del
p unto de v ista de las d iversas clases y de las for mas de objetiv idad
coord i nadas con él, consigue en ca mbio u n aspecto co1np leta mente
nuevo en cua nto que la human idad percibe c la ra mente su fu nda
mento v ita l y lo transforma coherentemente. Cua ndo se con sigue la
u n i ficac ión de teor ía y práct ica, la pos ib i l idad de t ra ns for mación
de la soc iedad, lo absoluto y su contrapolo "re lativ ista" han agota
do su fu nc ión histór ica a l m ismo t iemp o. Pues, a consecuencia de
la p enetrac ión práct ica y de la tra nsfor mac ión rea l de aquel fu nda
mento v ita l, desa parece a l m ismo tiempo la rea l idad cuya expre
sión intelectua l ha n sido a ná loga mente lo a bsolu to y lo relativo.
Este p roceso emp ieza con la l legada a conc iencia del p u n to de
v ista proleta r io de clase. Por eso la deno m i nac ión de "rel a t iv ismo"
es mu y con fusa cuando se apl ica a l materia l ismo h istórico. Pues
prec isa mente el pu nto de part ida a pa rentemente comú n a l
rel at iv ismo y a l materia l ismo h istór ico -el hombre como med ida
de todas las cosas- signi fica pa ra u no y otro cosas cua l itat iva mente
d is ti ntas y hasta contrapuestas. Y el com ienzo de u na "a nt ropolog ía
materia l ista" en el pensam iento de Feuerbach no es p recisa mente
más que u n comienzo, que ha per n1it ido u lter iores elaborac iones
en sí p lena mente diversas. Marx ha l levado hasta el fi nal,
radica l mente, la in flex ión de Feuerbach. En este p u nto se orienta
1nuy enérg ica mente contra f-Iegel:180 " Hegel hace del ho m bre el
homb re de la autoconciencia, en vez de hacer de la au toconc iencia
la au toconciencia del hombre, del ho1n b re rea l que, por tanto, v ive
en u n n1u ndo rea l objet ivo y está cond ic ionado por él". Pero, al
m ismo tien1po -y e l lo aú n en el per íodo en que más intensa mente
estaba i n flu ido por Feuerbach-, Ma rx ent iende el hornbre h istór ica
1�1
Nachln�s ( Pós t u n1os ) , [, 384 . (Cu r� i v a rn í a .)
322
veces también por otros pensadores . Me l im ito a rem iti r a Past and
Present de Ca rlyle, comentado por el joven E ngels ap robatorian1en
te por lo que hace a sus pa rtes descriptivas, y hasta ent u siás t ica
mente por lo que hace a a lgu nas pági nas. Pero cua ndo -c o1n o en
el caso de Ca rlyle- se expone, por u na parte, la imposibi l id a d del
se �-homb re en la soc iedad bu rg uesa como mero hecho ate m pora l,
m ientras que, por otra, se contrapone a ese no-ser del ho mb re, de
modo i nmed iato o, lo que es lo m is mo, med iado meta físic o-m ito
lógica mente, u n hombre ex i stente -en el pasado, en e l futu r o o en
la forma del deber-ser, que todo es aqu í lo m is mo-, se l lega sólo a
u n pla ntea miento oscu ro, y no, en modo a lg u no, a i nd ica r la vía de
la solución. É sta no p uede encont ra rse más que si los dos momen
tos se cap ta n en su ind isoluble v i nc u lac ión d ia léct ica, ta l como se
p resen ta n en el p roceso rea l y concreto de desa rro l lo del capita
l ismo; o sea, sólo si la adecuada apl icac ión de las categor ías d ialéc
ticas a l hombre como med ida de todas las cosas es a l m ismo t iempo
la descripción com p le ta de la estruct u ra económ ica de la sociedad
bu rguesa, el conoc i m iento recto del presente. De no ser así, la des
c ripción -por acertada que p ueda ser en los deta l les- sucu mb irá a l
di lema del empi rismo y el utopismo, del volu nta ris mo y el fatal is
mo, etc. E n el mejor de los casos se detend rá en u na cruda factici
dad, o d i rig irá en otro caso a l des a r ro l lo h istór ico ex igencias ajenas
a la ma rcha i n ma nente de éste y, por lo ta nto, mera mente s ubjetivas
y a rbitra rias.
É se es el destino de todos aquel los p la ntea m ientos, s i n excep
c ión, que, partiendo concientemente del hon1b re, han aspirado a
u na solución teorética de sus p roblemas ex istencia les y, prácti
camente, a u na sa lvación res pecto de esos p rob lemas. E n todos los
intentos del t ipo del cristia n ismo eva ngél ico puede observarse esa
du plic idad. La rea l idad emp í r ica q ueda i ntacta en su ex isti r y su
ser socia les. Ya ocu r ra esto en la for ma del "dad a l Césa r lo que es
del César", o en la de la lutera na sa nt i ficac ión de lo exis tente, o en
el tol sto i a no 11110 resist i rse al n"'la l", el res u l tado es s iemp re estruc
tura l n1ente el m is mo. Pues desde este p u nto de v ista es del todo
i nd i ferente el acento emoc iona l o la va lorac ión meta físico-rel igiosa
con los cua les apa rezca n i nsu perables la ex istenc ia y el ser socia les
de l hombre. Lo i mporta nte es que la for m a feno1nén ica de ese ser y
esa ex i stencia apa rece en cua lq u ie r caso c o n1 0 i n tang i b le1nente fija
da pa ra y por el hom b re, y que esa i n ta ng i b i l id a d se for m u la como
323
1
1
ca l v i n i s t a dt� la ga na nc i a a l es t i lo de f ra n k l i n . El a n á l is i s de la p ro fu n d i
dad de es te pa re ntesco nos a l e j a r ía de n1asiado d e n uest rn ten1 a .
u·�·'Tlw mns M ii nze t� 73 s s .
1
_l_
í
325
1
!
L
326
" No hay n i ng u na sal ida de esa s i t uación so ci a l por vías sociales . Los vanos
i ntentos que hace La cosa de p resenta rse coni.o horn/1re son las huelgas i ngle
sas, c uyo t r iste res u l t a d o es co noc ido. La ú n ica salida para
e l t rabajador tie
ne que d iscu r r i r, p ues po r la esfera de n tro de la cual los trabajado res sig uen
32 9
como idea l, como deber-ser, etc. -au nque, a l mismo tie mp o, con una
creciente "comprens ión" de l a necesid ad y l a le g a lidad del p roceso
económico fáctico- no es más que u n sí ntoma de esa reca ída en la
i n mediatez burgue s a cosificada. Pues las leyes natu ra les y el deber
ser son, p recisa mente en su i nmed iata yu x taposici ó n, l a expresió n
menta l más conse c uente del ser soc ia l i n med iato de l a soc iedad
burguesa.
6
tiende la d ia léct ica del desa rrol lo h istórico (si n ser capa z de da rlo
por su propia d i ná m ica), sóJo en este caso la conc iencia del p role
ta r ia do l lega a ser conc ienc i a del p roceso m ismo, y el proleta riado
se yergue como su_j eto-objeto idéntico de la historia, y su práctica
es tra nsformación de la rea l idad Si el pro letariado no consig ue da r
ese paso, la contrad icción qued a i r resuelta y es rep roduc ida a más
alta potenc ia, en forma renovada y con creciente i ntensida d por la
mecá n ica d ia léct ica del proceso. En esto consiste la necesidad obje
t iva del proceso del desa r rol lo h i stór ico. La acción del p roleta r iado
no puede, pues, ser nu nca más que la rea l i zac ión práct ica del paso
sigu ien te 188 del desa rrol lo. E J que ese paso sea "'dec isivo" o "'ep isód i
co" depende de la s c i rcu nsta ncias conc retas, pero la cuestión no es
de i mporta nc ia cua ndo el tema, con10 en este p u nto, es el conoc i
m iento de la es tructura, p ues desde ese pu nto de v ista lo que hay
que considera r es el i n inter ru mpido proceso de esos momentos de
ruptu ra.
En segu ndo luga r: en i nd isoluble v i ncu lación con lo v isto está
el hecho de que la relación de tota l idad no tiene por qué exp re
sa rse med ia nte l a inserc ión conc iente de su riqueza ex tensi va de
contenido en los mot i vos y los objetos de l a acc ión. Lo que i mpor ta
es la intenc ión de total idad, o sea, que la acc ión cu mpla l a fu nción
antes i nd icada en la tota l idad del p roceso. Es verdad que con la
creciente socia l i zación 189 capita l ista de la sociedad a u menta n la
pos ib i l idad y -con el la- la neces idad de i nsertar to do acaec i m iento
singu lar en la tota l idad del conten ido.190 ( La pol ítica mu nd i a l y
18�Es mér ito de Len i n el h aber redesc ub ie r to este as pecto del ma r x ismo
que muest ra el ca m i no hacia l a torna de co nc i e n ci a de su n ú c l e o p ráctico.
Su inv itación, siempre r e p eti d a, a a fe r ra r co n toda ene rg í a el "eslabón
inmed iato" de la cadena h istórica del q ue depende en el m.orncnto d ado
el destino de l a tota 1 id ad, su des p recio de todas las ex igencias utó p icas,
o sea, su "relativ ismo", su "rea l isn10 pol ít ico" s ig n i fica n p recisamente la
actua l ización p ráct ica de las tesis del joven �v1a r x sob re Feuerbach.
L89Sacr istá n traduce "per-sociac ión". H e n1os s i rn p l i ca d o aqu í la ex presión,
au nque va le lo dicho en nota 37 del c a p í t u lo "¿Q u é e s el marx ismo orto
doxo?" ( N. d e l E .)
1"'ºSe ent iende a ho ra sin más que la tot a l id ad es u n p r o b le m a catego r i a l, y
precisa mente de l cambio revoluciona r io. Po r eso es o b v io q u e no p o d e n1 os
reconocer como consideración de la to ta l id a d u n t i po de e x a n1c n q ue.. a u n
q u e t rate "todos l o s p ro b l emasº ( lo c u a l e s t mpos i b le ya rn a te r i a l n"1<.� n te), s e
332
n1a ntcnga en lo con ten1plat i vo. Esto s e refiere pri nc i pa l n1ente a la co nce p
c ió n soc i a lden1óc rata d e l a h i s to r i a, c uya º r i q ueza de� co nte n ido" t ie nde
s ie1np re a desv ia r de la acc ión so c i a l .
333
191C fr. el a r t ícu lo "Ob5e r v ac i oncs de tné todo a p ro pós i to del p rob l e m a de
l a orga n i zació n".
¡�2Feuerlmch ( Lud w ig Fc u c rh a c h y el fi na l d e l é1 filoso fía c l á s i ca a lern a n a J ,
38 -39. [ E nge l s, "' Lu d w i g Fe ul' rbac h . . . '', op. cit ., p. 49. ( N . ti l� I E .) )
334
p or las for mas del pensa m iento. Eso no resuelve el prob lema del
ser, y a l el i m i na r Ka n t ese p roblen1a de la teoría del conoc i m iento�
se plantea pa ra él la sigu iente s ituac ión fi losófica: ta mb ién sus
objetos pensados t ienen que concord a r con a lg u na "rea l idad". Pero
esta rea l idad se sit úa, como cosa en-s í, fu era de lo "cr ít ica mente"
cognoscible. Res pecto de esta rea l idad (q ue i nc luso para Kan t,
con10 lo pr ueba su ét ica, es la rea l i dad prop ia mente d icha, la
rea l idad meta fís ica) su acti tud es al fina l la del escepticismo o el
agnost icismo, por poco escépt ica que haya s ido la sol uc ión dada
al p roblema de la objet i v i dad epistemológ ica, a la doctri na de la
verdad i n ma nente al pensa 1n iento.
Por eso no es p u ra n1en te casua l que las corrientes agnóst ica s n1ás
d iversas haya n pod i do en laza r con Ka nt (p iénsese en Ma i món ides
o en Schopen hau er). Pero todav ía lo es n1enos el que fuera Kan t
p recisa mente e l p r i n1ero en reintroduci r en l a fi losofía u n p r i nc i
p io que se encuentra en la n1ás taja nte contraposición con su prop io
pri ncip io sintético de la producc ión, a saber, la doctr i na platón ica de
las i deas. Pues esta doctr i na es el extremo i ntento de salva r la obje
tividad del pensa m ien to, su concord a ncia con su objeto, s i n tener
que b usca r el c riter io de l a concorda nc ia en el ser emp ír ico n1ater i a l
d e los objetos. Pero esta rá cla ro que e n toda elaboración consecuen
te de la doc t r i na p latón ica de las ideas hay que i nd ica r u n p r i ncip io
qu e enlace, por una pa rte, el pensa m iento con los objetos del mu n
do idea l y, por otra, este n1u ndo idea l con los objetos de la existen
cia emp í r ica (an á ni. nesis, i ntu ic ión i ntelec t u a l, etc.). Mas con eso la
teoría del pensa m iento se ernpuja hasta más a l lá del pensa nl iento
mismo, y se conv ierte en u na doct r i na del al ma, en meta física, en
fi losofía de la h i storia. As í se tiene, en vez de la soluc ión, u na du p l i
cación o u na tripl icac ión del prob lema. Y el prob lema m i s mo que
da, a pesar de todo, s i n resolver. Pues p recisa mente la comprensión
de que la coi ncidenc ia, la relación de "reproducción" ent re forrn as
objet ivas por p r i ncip io heterog éneas es u na i mposib i l idad de p r i n
c ip io, esa cotnp rensión resu lta ser precisa mente el mot ivo motor de
toda concepc ión a ná loga a la doctri na pla tón i ca de las ideas . Toda
doct r i na así intenta mostrar que en los objetos del pensa m iento y
en el pensa 1n iento m is 1no se t iene como núcleo la n1 i sma esencia
l idad ú ltima. Así ca racteriza Hegel, '93 inuy rectani.ente desde este
196Las i nvest igacio nes p u ra men te lóg icas, pu ra rnen te m.etó d icas, i nd ica n,
pues, rne ra 1nente, e l pu nto h is tórico e n el q ue nos encont ra mos, nuest ra
pro v is iona l i ncapac idad de cap ta r y re p resent a r todos los p roble1nas cate
go ria les como p rob lemas de la rea l id ad h istó r i ca e n t ra nsfo r rnac ió n .
r
!
339
pasado conc reto, esto es, h i stór ico, y un futu ro no 1nenos concreto,
o sea, igua l mente h i stórico. El concreto aqu í y a hora en el cu a l el
p ensa m iento se d isuelve en proceso no es ya u n i nsta nte hu i d i zo
e i n ap rehens ible, no es la fuga z i n n1ed ia tez,197 s i no el rnomento d e
me d iación n1á s profu nda y ra m i ficada, e l rnomento d e l a decisión,
el momento del naci m iento de lo nuevo. M ientras el hon1bre orien
ta s u i nterés -de un modo contemplat i vo y receptivo- a l pasado o
al futu ro, a mbos crista liza n en u n ser ajeno a él, y entre el sujeto y
e l objeto se ex t iende el "espacio pertu rbador" e i nsa lvable del p re
sente. Sólo cua ndo el hornbre consig ue perc i b i r el presente com o
deven i r y reconoce en él las tendencias con c uya contraposic ión
d ia léct ica él n1 is mo es ca paz de producir el fu t u ro, sólo entonces el
presente, el p resente como deven i r, s e conv ierte en el p resente s uyo.
Sólo el q ue es tá l la rnado a produc i r el futu ro y qu iere hacerlo p uede
ver la verdad conc reta del presente. "Pues la verdad", d ice H egel, 1 98
"consiste en no comporta rse en lo objet ivo como respec to de a lgo
ext ra ño". Ma s si el futu ro que hay que p roduci r y que aú n no ha
nac ido, si lo nu evo e s en las tendencias de la verdad del deven i r,
que hay que rea l i zar con nuestra i ntervención conciente, entonces
la cuest ión de la reprodu c i b i l idad de y por el pensa n1 iento resu lta
ca recer completa mente de sent ido. El c r i terio d e la cor recc ión de l
pensa n1 iento, es, por su puesto, la rea l i dad. Pero ésta no es, s i no que
dev i ene, y no sin la i ntervenc ión del pensa m iento. En este p u nto se
rea l iza, p u es, el p rog ra ma de la fi losofía clásica : e l pri nc i p io d e la
génes i s es efectiva mente la su perac ión del dogmatismo (pa rticu lar
mente en su más grande forma h istórica, en la doctr i na p latón ica
de la n1 i 1nesis). Pero sólo el deven i r conc reto (h istórico) es capa z d e
cu mpl i r u na ta l función d e gén es is. Y e n ese deven i r l a conc ienc ia
( la conc ienc ia de c lase del proleta riado, p ráct ica mente cons t i t u i
da) es un elemento const i t u t ivo i m presci nd i b le. As í pues, el pensa
n1 iento y el ser no son idént icos en e l senti do de que se "cor respon
dan", se "reflejen " o "rep rod u zca n" e l u no aJ otro, de q ue d i sc u r ra n
"para l e la n1ente" o "coincidan" (todas esas ex pres iones n o son m á s
que fonnas d is i n1 u l adas d e una dua l idad crista l izada), s i no que
propio ser p ráct ico ha apa recido ya rea l mente, acerca del n ivel o g ra
do de lo verdadera mente p ráctico que es objet iva men te pos i b l e en
ca da caso, y acerca de las partes de lo objet i va rnente pos ib l e que se
h a n rea l i zado ya en la práct i ca . Pues está c l a ro q u e n i l a con1pre n
sión n1á s acertada d e l ca rác ter p rocesua l de los fenón1enos socia les
n i e l descu b ri rn iento rnás exac to de l a a pa r ienc i a de su r íg ida cosei
dad p ueden supera r p rácticamen te la ºrea l id a d" de esa apa r iencia en
l a soc ied a d ca p i ta l i s ta . Los momentos en los cua les Psa con1prensión
puede rea l n1ente rn u ta r en p ráct ica está n precisa mente detenn i na
dos p o r el p roceso d e l desa r rol lo socia l . De modo q ue el pensa rn ie
nto p roleta rio no es, por de p ronto, n1ás q u e u n a teoría de La p ráctica, y
só lo luego y poco a poco (au nque, por su pues to, de u n modo rr1uchas
veces repen t i no) se t ra ns forn1 a en u na teoría práctica tra ns fo nn adora
de l a rea l idad. La s va rias etapas de ese p roceso -qu e es i mpos i b l e n i
s iqu iera esboza r aq u í- pod ría n rnost ra r, e n s u conj u nto, con toda c l a
r idad el ca n1 i no d ia léc tico de desar rol lo de la concienc ia p roleta r i a
d e c lase (de l a constitución d e l proletariado e n cla se). Sólo así se acl a
ra r ía n l a s í nt i rnas i nteracciones d ia l éc t ica s entre l a s i t u ac ión objetiva
h istór ico-soc ia l y la conc iencia de c l ase del p rol eta r i ado; sólo aqu í se
concreta ría rea l n1ente la a fi nn ac ión seg ú n la c u a l el proleta r iado es
el sujeto-objeto idént ico del p roceso del <lesa r rol lo socia l . 1 99
Pues n i siqu iera el proleta riado, en cua nto a su con1po rta n1 iento
rea l mente p ráct ico, es capaz de u na ta l sup eración de la cos i ficac ión.
Y es p rop io de la esencia de ese p roceso el no poder ser un acto ú n ico
e i rrepet ible de su peración de todas las fonnas de cosi ficac ión, s i no
qu e, por el contra r io, hay toda u na seri e de objetos que no pa recen
a fectados por ese p roceso. Esto se refiere a n tes que nada a la n a t u ra
leza . Pero ta n1b ién a toda u na serie de fenón1 enos socia les, respecto
de los c u a les pa rece cla ro que su d ia lect ización p rocede por ca m i nos
d is t i ntos de aquel los ni ed i a n te los cua les hernos i n tentado observa r
y ex poner l a esenc ia de l a d ia léct ica h i stó r i ca, el proceso de ru p t u ra
de la ba rrera de lo cos í ficación.
Hemos v i sto, por ejen1plo, que a lgu nos fenórnenos del a r te h a n
n1ost ra do u na ex t raord i na r i a sens i b i l i dad respecto d e l a esencia
cu a l itat iva de l a s t ra n sformaciones d ia léct ica s, s i n que por el lo h aya
trabajo.
Más i mportante aú n que esas d ist i nc iones metód icas es el hecho
de qu e i ncluso los objetos que man i fiesta mente se encuentran en el
centro del proceso d ia léctico no pueden deponer su forma cosi fica
da s i no en el cu rso de un proceso la rgo y laborioso. En el cu rso de
un p roceso en el cua l la l legada del proleta r iado al poder, y hasta
la orga n ización socia l ista del Estado y la econom ía no son n1ás que
etapas, etapas si n duda 1nuy i mportantes, pero en modo a lg u no el
pu nto de l legada. Y pa rece con10 si e l período de c r isis decisiva del
2t 1 1
I bíd ., §247.
zu2 o b ras, X I I I, 299 ss.
344
Ma rx:
º El v iejo Hegel so l ía dec i r: i n mcd i ata n"lc nte a ntes d e q ue a pa rezca a lgo cua
l i ta t iv a me n te nuevo, el v iejo estad io cua l i t at i vo se co ncl�nt ra de nucv�1 en su
ese n ci a orig i n a r i a p u ra y genera l, en su s i m ple tota l i dad, s u pera ndo y rea
s u rn ie ndo de nuevo todas l as rna rca d as d i ferenc ias y part icu la r id ades que
p uso en el ser m ient ras e ra capa z de v i d a ."
- - - - - -·---
3�5
346
J
347
el l a sin t ra ns ición a la a cc i ón .
348
_l
349
ló g ic o no es s i n o e x p re s i ó n i n te l ec t u a l de la s i t u a c i ó n eco n órn i c a
o bj et i v a En este sen t i do se l leva a concep to e l resu l ta do de c i s i vo
.
---------- -----
j
353
l_
355
L
�r·· ·.'Cf •
�.
356
civ i l izac ión y las a nteriores. E n este p u nto subraya E ngels en érg i
ca mente5 que "mientras la producc ión se desa r ro l l a sobre esa b as e
no puede colocarse por enc i ma del p roductor, no p uede crear fre nte
a él extra ñas fuerzas fantasma les, com o ocu rre regu la r e inev ita
b lemente en la civ i l ización". Pues en este caso " los productor es ha n
perd ido el dom i n io de la p roducc ión tota l de s u á n1 bi to v ita l... Lo s
p roductos y la p roducción queda n someti dos a l a za r. Pero el azar
no es s i no u no de los polos de u na conexión c uyo o t ro polo se l lama
necesidad". Y luego Engels muestra cómo s e s igue de la est r uctu
ra socia l así producida la conc ienci a correspond iente en forma de
" leyes natu ra les". Esta interacc ión d ia léct ica de casua l idad y nece
sidad, la for ma ideológica c lás ica del p redom i n io de lo económ ico,
se agud i za en la med ida en que los procesos socia les se escapa n del
control hu rr1ano y se i ndepend i za n .
L a forma más pu ra -puede i nc luso dec irse q u e l a ú n ica forma
p u ra- de este dom in io de la s leyes natu ra les soc ia les sobre la sociedad
es la p roducción capita l ista. Pues la m i s ió n h i s tór ico-u niversa l del
p roceso civ i l izatorio que c u l m i na en el cap i ta l is mo es la consecución
del domi n io hu mano sobre la naturaleza. Estas " leyes nat u ra les" de
la sociedad, que dom i na n la ex istencia del homb re como f uerzas
"ciegas" ( inc luso cuando se reconoce s u "rac ion a l idad", y hasta más
intensa mente en este caso), t ienen la función de someter la natu ra leza
bajo las categorías de la per-soc ia l ización6, y la ha n rea l i zado en el
c urso de la h i stor ia. Pero fue u n p roceso l a rgo y r ico en reca ídas y
retrocesos. M ientras du ró, c ua ndo estas fuerzas natu ra les sociales
no se habían impuesto todavía, las rel ac iones natu ra les -igu a l en el
"metabol i s mo" entre el hombre y la natu ra leza que en las relaciones
socia les ent re los hombres- fueron, natu ra l mente, las dom ina ntes,
las que determ inaron el ser del hombre y, con el lo, las formas en
las cua les ese ser se exp resa i n telec t ua lmente, emoc iona l mente, etc.
(rel ig ión, a r te, fi losofía, etc.) " En toda s las formas don1 i nadas por la
p ropiedad de la t ierra", d ice M a rx7, "p redo m i na la rel ac ión nat u ral.
En las dom i nadas por el cap ita l is1no p redom i na el elemento social,
h istórica mente produc ido". Y Engel s formu la la 1n isma idea, en u na
5 Ursprung der Familie, 183 -1 84. [ Engels, El o rige n . . ., op. cit., p. 203. ( N. del
E.)]
6Véase nota 37 en ""Qué es el n1arx ismo ortodoxo" ( N . del E.).
7Zur Kritik der politische n Ókononúe [Co n t r ib uc ió n a la c r ít ica de la econo
m ía pol ít ica] , XLIV. [ Marx, Co 1 1 t rib ució11 . , op. c it., p. 308 . ( N . del E.))
. .
-
�
f!.;..'l'-'
'
357
ca rta a Ma rx8, de modo más taja nte: " Eso p rueba p recisa mente que
en es te estad io el modo de p roducción es menos decisivo que el
gra do de d isolución de los v iejos v íncu los de sa ngre y de la v iej a
co m u n idad recíproca d e los s exos en la t r i b u ." D e n1odo que, e n su
op i nión9, l a monoga m ia, por ejemplo, es la pri mera forma de fa m i l ia
"que no se ,,fu ndó en cond iciones natura les, si no en condiciones
.
,
econom 1cas .
Se t ra ta, desde luego, de u n p roceso la rgo en el cu a l no es en
modo a lg u no pos ible del i m ita r mecá n ica mente las va r ias etapas,
pues éstas t ienen u na transición flu ida. Pero la d i rección del pro
ceso es cla ra : "El retroceso de la ba rrera natu ra l" 'º en todos los
ter renos, de lo que se sigue -a con tra rio y por lo que hace a nues
tro p resente p rob lema- que la ba rrera nat u ra l h a ex istido en todas
las formas p recap ita l istas de sociedad y que ha i n flu ido decisiva
mente en todas las man i festac iones socia les de los hombres. Marx
y Engels lo han exp uesto ta ntas veces y ta n conv i ncentemente a
propós ito de las categorías p rop ia mente económ icas que podemos
conten ta rnos con u na s i mp le rem i s ión a su obra . ( P iénsese, p or
ejemplo, en el desarrol lo de la d iv i s ión del t rabajo, en l a s formas del
plustrabajo, las de la renta de la t ierra, e tc.) Engel s a ña de a eso en
va r ios lugares1 1 que cua ndo se trata de estad ios soci a les p r i m itivos
es un error hablar de derecho en nues t ro sentido.
Pero la d i ferencia estructu ra l i nd icada a parece a ú n más resuel
tamente en el terreno que Hegel ha l la mado esp í r itu absoluto1 2, en
l
358
opos1c 1on a las fonnas del esp ír it u o bjetivo (econom ía, derec ho,
Estado), con figu radoras de relaciones soc ia les, p u ramente i nte rhu
manas. Pues las formas del esp íritu absolu to (ar te, rel igión, filo s o fí a)
son a l m ismo t iempo, en pu ntos muy esenc ia les, aunque va ria b les,
enfrentam ientos del homb re con la natu ra leza, con la externa y con
la que encuentra en sí m is mo. Esa d is t i nc ión no debe entenderse de
u n modo mecán ico, como es natu ra 1 . La natu ra leza es u na cat ego
r ía socia l, esto es: s iempre está socia ln1ente cond icionado lo qu e en
u n determ inado estad io del desa r rol lo soc i a l v a le como natu ra le z a 1
así como la relac ión de esa natu ra leza con el hombre y la for n1 a en
la cua l éste se enfrenta con el la, o, en resolución, la s i gn ificación de
la natu ra leza en cua nto a su forma y s u conten ido, s u a lca nce y su
objetividad. De ello se sigue, por u na p a rte, que la cuestión de si en
u na determ i nada forma socia l es posible u n enfrenta m iento in me
d iato con la natu ra leza no pu ede resolverse 1ná s que desde el pun
to de v ista del materia l i smo h is tór ico, porque la posib i l idad de esa
relac ión d irecta depende de la ºes t ruct u ra econón1 ica de sociedad".
Pero, por otra pa r te, u na vez dadas, y prec isa mente del modo con
d icionado por l a sociedad de q u e s e t rate, esa s conex iones actúan
seg ú n su p rop ia lega l idad inte r na y consigu en u na independen
c ia respecto del fu nda mento v ita l socia l, del q ue (neces a r i a men
te) nacen, mucho mayor que las formaciones del "esp í r i t u objeti
vo". É stas también, por s upues to, p u eden a n1e nudo mantenerse en
p ie mucho tiempo después de desapa rec ido el fu n da n1ento social
al que deben su ex istencia . Pero p erdu ra n entonces como obstácu
los a l desar rol lo que es necesa rio el i m i na r v iolentamente, o b ien se
ada p ta n con ca m b ios fu nciona les a la nu eva situ ación económ ica
(la h i stori a del derecho m uest ra ejemplos de a mbas cosas). En ca m
b io, la persi stencia de las for macio nes del esp ír itu absoluto p uede
acentua rse con u na va loración pos it i va, act u a l y ejempla r, cos a que
ju st i fica hasta c ierto p u nto la te r n1 i nolog ía hegel i a na. Eso qu iere
dec i r que las rel ac iones entre génes i s y v igenc ia son e n este caso
n1ucho rnás con1 p l icadas. Así, por eje 1nplo, ha escrito Ma rx, perci
b iendo clara n1ente este p roblema 13: " Pe ro la d i fic u ltad no est r i ba en
É ste noes el l ugar adecuado para d iscu ti r la d�ferencia, que no pretendo ig
nora r, pero que se encuentra en un p u n to con1 p letamente d isti n to de aquel
en el cual genera lmente se la b usca.
13Zur Kritik fCont ribución a la crítica de la econo m ía pol ít ica], X L I X . [ Ma rx,
Co ntrilJ ució n , op. c it ., p. 31 1 -1 2. ( N . d e l E.)]
. . .
..L.
359
•4C f r. Ka rl Marx, a p ro pósito del t rabajo co n10 mode lado r de va lo res de uso,
en El Capital, I, 9.
360
soc ia les r igen leyes d ist i ntas, p ues la v igencia de u n deter m i nado
tipo de ley está l igada a presupuestos socia les p recisos . Ba sta co n
compa ra r los presupuestos del i ntercam b io de mercanc ías p or su
va lor con los del i ntercamb io seg ú n sus p recios de p roducción p ara
aclara rse esa tra nsformación de las leyes i nc lu so en sent id o p u ra
mente económ ico15• A este respec to hay que tener p resente que u na
sociedad de trá fico merca nt i l s i mple es ya, por u na pa rte, u na fo r
m a cerca na a l tipo capita l ista, pero, por ot ra, u na est ructura cua l i
ta tivamente d ist i nta de ésta. Estas d i ferencias c u a l itativas se inten
s i fica n en la med ida en q u e, seg ú n el t ipo de la sociedad de qu e
se trate (o, dentro de u na soc iedad determ i nada, seg ú n el tipo de
for ma de que se trate, a rte, por ejemplo, o fi losofía), la relació n co n
la nat u ra leza tenga u na i n fluenc ia predo m i na nte. Así, por ejemplo,
m ient ras la relación entre l a a rtesanía (producc ión de b ienes de uso
de la v ida cotid iana, como mueb les, ves t idos, pero también edi fica
ción, etc.) y el arte s ea muy estrecha -en la más ínt i n1a conex ió n co n
el t i po de d iv isión del trabajo i mp erante-, y m ientras no sea posible
traza r cla ra mente entre el las u na del im itac ión estét ica n i s iquiera
conceptua l (como ocu r re, por ejemplo, con lo que suele l la marse
popu la r), las tendenc ias evolutiva s de la a rtesa n ía, a menudo i n 1nó
v i l técn ica y orga n izativa mente du rante s ig los, en el sentido de un
a rte que se desa r rol le seg ú n leyes propias, son cua lita tiva mente
d iversas de las que p resenta bajo el cap ita l is mo, situac ión en la cua l
la producción de b ienes se encuentra "natu ra l mente", ya desde el
p u nto de v ista p u ra mente económ ico, en u n desa rrol lo revolucio
na r io constante. Esta rá claro que en el p r i mer caso la i n fluencia
pos it iva del a rte en la artesa n ía, en la p roducción a r tesana, t iene
que ser dec is iva . (Tran s ición de la a rqu itec t u ra romá n ica a l gótico.)
M ientras que en el seg u ndo caso el á mb ito de juego del desa rrol lo
del arte es mucho n1ás estrecho; el arte no p uede ejercer n i ng u na
i n fluencia dec isiva en la p roducc ión de b ienes de u so, s i no que, por
el contra r io, hasta la pos i b i l idad y l a i mpos ib i l idad de la subs isten
c ia del a rte dependen de mot ivos p u ra mente económ icos y de los
mot ivos de la técn ica de la p roducc ión dete r m i nados por los econó
m icos . (A rqu itec t u ra moderna .)
Lo d icho acerca del a r te p u ede apl ica rse ta mbién a la rel ig ión,
au nque s i n duda con i mporta ntes mod i ficac iones . Ta m b ién a este
i
l
362
" Una formación socia l no perece n u nca antes d e que s e hayan desplegado
todas las fuerzas productivas para las cuales o frece ma rco suficiente, y las
nuevas rel aciones de producción no se presentan nunca antes de que en
20Sacr istán traduce "Al el i nl i nar e l ma rxismo v u lgar se plantea del modo
más claro la cuestión de la violencia; la fu nción de la violencia en la lucha
por con seg ui r y preserva r la v ictoria de la revolución proletaria." Hemos
reemplazado esta oración por l a trad ucción cuba na. ( N. del E .)
21
C fr. Zur Kritik der politische Ókono mie [Cont ribución a la crít ica de la eco
nom ía política), LV I. [ Ma rx, Co n t rib ución , op. cit., p. 5 . ( N. del E.)]
. . .
�
,
.
365
2�Tantae molis e rat ( V i r g i l io: Tantac mol is erat rom a n a m conde re gentcm) =
6, p. 316. ( N . de l E .))
370
37E n esta contrapos ición e l nl ismo cap i ta ] i smo i m p eria l i sta se p resenta
neces a r i a mente como a n a rq u ista.
374
3�Ca r t a a H . Sta rkcnb e rg, en Docwne n te des Sozialism us, U, 74. (Cu rs iva
m ía.)
:w ons Kapital [ E l Capita l ], l l, 287-288 . [ M a rx, E L capita l . . . , o p. cit., Tomo ll,
vo l . 4, p. 385. ( N . del E.)]
375
-t l
Das Kapital [ El Capita l ), I, 541 . (Cu rsiva n1 ía.) ( Ma rx, El capital . . ., o p . c it.,
Tomo I, vo l 2, p . 7 1 2 . ( N. del E .)]
.
!
377
cu a l idad, mutación en la cual las " leyes eternas" del desa rrol lo eco
n ómico d ieran de s í el las m. ismas el producto del ca mbio por enci
ma de las cabezas de los hombres, por u na esp ecie de ºastucia de
la razón": en esa hipótesis el sa lto no s ig n i fica s i no que la hu ma n i
dad (post festum) toma conciencia, acaso repent ina mente, d e la nue
va situación ya a lca nzada. El sa lto es más b ien u n p roceso largo
y duro. Pero su ca rácter de sa lto se ma n i fiesta en el hecho de que
cada vez representa una reorientación hacia algo cualitativmnente n uevo;
que en él se ex presa la intención conciente que se or ienta a l todo de
la sociedad; que el sa lto m is mo, p ues, por lo que hace a su intenc ión
y a su fu nda mento, t iene ya su patr ia en el rei no de la l ibertad. En lo
demás, se adapta, en cua nto a forma y a conten ido, al lento proceso
de t ra nsfo rmación de la sociedad; es más: sólo p uede p reserva r s u
carácter de sa lto de u n modo auténtico s i se asu me tota l mente en
ese p roceso, si no es más qu e e l sentido conciente de cada momen
to, su relación ya conciente con el todo, la aceleración conciente en
el sent ido necesa rio del proceso. Una aceleración que se anticipa a l
proceso en u n paso; que no p retende imponerle metas aje nas n i u to
p ías a rtesa na les, s i no que i nterv iene sólo para revela r la n1eta que
late en él cua ndo es necesa r io porque la revolución, asustada "por
la indeterm i nada or igi na lidad de sus p ropias metas", a menace con
vacilar y caer en tib iezas.
El salto, pues, pa rece s u m i rse sin restos en el p roceso. Pero el
"reino de la l ibertad" no es n i ng ú n rega lo que la hu ma n idad que
su fre bajo el signo de la neces idad vaya a recibir como don del desti
no, como p rem io por su fi rme su fr i r. No es sólo meta, s i no ta mbién
med io y a rma de la lucha. Y en ese p u nto apa rece la novedad de
princ ip io y cua l ita t iva de la s ituación: es la primera vez en la histo
r ia que la hu man idad toma concienternente en sus ma nos su propia
histor ia, a t ravés de la concienc ia de clase del proleta r iado l la mado
a dom i na r. Con esto no queda supri mida la "necesi dad" del p roce
so económ ico objet ivo, pero sí que rec ibe ahora u na func ión nueva
y disti nta. M ient ras que ha sta entonces se t rataba de observa r el
decu rso objet ivo del p roceso, lo que en cua lqu ier caso i ba a ocu r r i r,
con objeto de u ti l i za rlo en beneficio del proletariado, m ient ras que
la "neces idad" era hasta entonces el elemento pos it i va mente orien
tador del proceso, el la m isma se conv ierte a hora en un obstácu lo
que hay que combat ir. Paso a paso va siendo rep r i m ida en el cu rso
del p roceso de trasformac ión y, tras largas y d i fíci les l uchas, puede
378
.l
379
Ju n io de 1919
r
-
!
:
¿Cómo debe entender el pensa m iento marx ista los conce ptos de
lega l idad e i lega l idad? La p reg u nta nos conduce i nev ita b lem e nte a l
p roblema general de la v iolencia orga nizada, a l problema del de re
cho y el Estado y, en ú lt ima insta ncia, a l problema de las ideolo
g ía s . En su polém ica contra Dü h ri ng, Engels ha refutado b r i l lan
temente la teor ía abstracta del poder. Pero su a rgu mentación de
que el poder (E l Estado y el derecho) "desca nsa orig ina ria mente
en una fu nción económ ica, soc ia l " 1 tiene que i nterpreta rse -en ple
na con form idad con la doctri na de Marx y Engels- en el sentido
de que esa conexión tiene su correspond iente rep roducc ión ideo
lógica en el pensa m iento y en el sent i m iento de los hon1 bres situa
dos en el á mb ito de dom i n io de esa v iolenc ia. Esto s ig n i fica que las
organ i zaciones del poder o v iolencia a r moniza n ta n plenamente
con las cond iciones de v ida (económ icas) de los homb res, o repre
sentan u na ta l s uperioridad, apa rentemente i ns uperable, respecto
de el las, que los hombres sienten d ichas cond iciones como mu ndo
circ u ndante necesa rio de su ex istencia, como fuerzas de la natu
ra leza, y se son1eten así voluntarianzente a el las. ( Lo c u a l no qu iere
deci r, ni mucho menos, que estén de acuerdo con el las.) Pues aun
que u n poder, u na orga n i zac ión de la v iolencia, no p uede subs istir
más que si consig ue i n1ponerse por la fuerza, cada vez q ue es nece
s a r io, a la res istente volu ntad de ind iv iduos o grupos, ta mbién es
c ierto que no consegu ir ía ex istir si tuv iera que a p l ica r l a v iolencia
i ndefectib lemente en todos los mon1entos de su fu ncion a miento. Si
se p resenta esta necesidad, queda dada la situación revoluc iona
r ia; l a organ ización de la v iolenci a, el poder, se encuentra en con
trad icción con los fu nda mentos económ icos de la soc iedad, y esa
contradicción se refleja de ta l modo en l as cabezas de los hornbres
que és tos no considera n ya el orden de cosa s ex istente con10 necesi
dad natu ra l y contraponen a l a v io lenc ia orga n izada otra v iolencia.
Sin nega r la base económ ica de esa situación, hay que a ñad i r, sin
emb argo, que la tra nsforn1ación de u na forma orga n i zada de la v io
lenc ia2 no es posible n1ás que s i se ha resqueb rajado ya la fe de las
1 A nti-Diihring, 191 .
2Sacr istá n t raduce: "Si n neg a r l a base eco nó m ica de esa s i t u ació n, hay que
a fiad i r, s i n en1ba rgo, que la t ra nsfo r mación de u na o rga n i zació n de la v io
lencia . . . " Hemos p re ferido la t raducc ió n cubana en este p u n to. ( N . del E.)
385
387
contexto5 hemos a lud ido a ese proceso, subraya ndo que el proleta
r i a do p uede ya tener conciencia de la necesidad de su lucha eco
nó m ica cont ra el ca p i ta l ismo y segu i r a ú n pol ítica mente someti do
a l E stado capita l ista . L.a verdad de esa observación qu eda probada
p or el hec ho de que toda la crít ica del Estado rea l i zada por Ma rx
y Engels cayera en comp leto olv ido, m i entras los princ ipa les teór i
cos de la I I Intern aciona l aceptaba n s i n más el Estado cap i ta l is ta
corno Estado en genera l y entend ía n su act iv idad, su lucha con
t ra él, como 11opos ición". (El hecho es es pecia l n1ente n1a n i fiesto en
la polém ica Pa nnekoek-Kautsky de 191 2). Pues la actitud de "opo
s ic ió n" s ig n i fica que se acepta lo ex i s ten te con10 funda mento en
lo esenc ia l i n mutable, y los esfuerzos de la "oposición" tenderá n
exc l u s iva m e nte a consegu i r pa ra la clase obrera todo lo que sea
p o s i b le logra r dentro del ámbito de v i gencia de lo ex i stente. Es ver
dad que sólo u nos locos sit u ados fuera del mu ndo habrían pod i
do p oner en duda la rea l idad del Estado bu rgués como factor de
fuerza. La g ra n d i ferencia entre los ma rx i stas revoluciona r ios y los
opor tu n i stas pseudo-n1a rx i stas con siste en que pa ra los p r i meros
el E stado cap ita li sta cu enta sólo como factor de fuerza contra el cual
hay que mov i l i za r la fu erza del proleta r ia do o rga n i zado, n1 ien tras
que p a ra los ot ros el Es ta d o es la in stit ución su.perclasisfab por cuyo
dom i n io l ucha n el proleta r ia do y La bu rgu esía . Pero a l entender el
Esta do como objeto de la lucha y n o como enem igo, se s i t ú a n i nte
lectu a l mente en el terreno de l a bu rg ues ía y t ienen la bata l la med io
perd ida antes de empeza rla. Pues todo orden estat a l y ju r íd ico -y
el capita l ista en pri mer luga r- desca nsa en ú l t i ma insta nc ia en qu e
no se problematice nu nca su ex iste ncia, l a va l idez de su estructu ra;
si no que se acepte s i mp lemente. La v iolac ión de sus leyes en cas os
particulares no sig n i fica ni ngú n pel igro pa rt icu la r pa ra la sub si s
tenci a de u n Estado, s i empre que esas v iolaciones apa rezca n en la
conc iencia genera l como casos pa rticu la res. En sus recuerdos de
Siber ia, Dostoievsk i ha ind icado aguda mente que todo del i ncue nte
(s i n que por e l lo s ienta a rrepent i m iento) se cons idera cu l pab l e, ve
cla ra n1ente que ha concu lcado leyes que va l ía n ta mbién pa ra él.
Por lo ta nto, las leyes siguen siendo vá l ida s pa ra él au nque moti
vos persona les o la fuerza de las c i rc u nsta ncias le n1ov ieron a con
cu lca rlas. El Estado dom i na rá fáci l tnente esas v iolaciones en casos
pa r t icu la res, prec isa mente porque en e l las su s fu nda mentos no se
ponen en duda n i por un insta nte.
Pues bien: el comporta n1 iento de "opos ición" signi fica u na acti
tud aná loga respecto del Estado, u n reconoc i m iento de qu e, por su
esenc ia, se encuent ra fuera de las l uchas de c lases, de que la va l idez
de sus leyes no queda directamen te a fectada por la lucha de clases.
Así pues, o b ien la "opos ic ión" i ntenta a ltera r lega l n1 ente las leyes,
con lo cua l las v ieja s leyes siguen v igentes hasta que entren en
v igor las nuevas, o b ien se producen a i sladas e i nd iv idua les v iola
c iones de la lega l idad. Por eso los oport u n istas caen en una vu lgar
demagog ia cua ndo relac iona n la c r ít ica marx ista del Estado con el
a na rqu isn10. No se trata en inodo a lg u no de a lus iones o utopías
a na rqu istas, s i no exclusiva mente de que e l Estado de l a soc iedad
ca p i ta l ista tiene que en tenderse y es timarse como fenóm e n o histórico ya
duran te s u existencia. Se trata de ver en él, por lo tanto, u na n1era for
mación de fuerza que hay que tener en c uenta en la n1ed ida, y sólo
en la med ida, de lo que a lca nza s u fuerza rea l, pero exa m i na ndo a l
n1 i s mo t iempo con toda exactitud y fa lta d e preju ic ios l a s fuen tes
de su fuerza, con objeto de ident i fica r los pu ntos en los cua les es
pos i b le deb i l i ta r y m i na r esa fu erza . Y el p u nto de fuerza o de debi
lidad del Es tado es precisamente el m odo como se refl eja C l l l a conciencia
de los hombres. La ideolog ía no es en este ca so mera consec u enc ia de
la estruct u ra econó1n ica de la sociedad, s i no ta n1b ién p res up uesto
de su t ra nq u i lo fu nciona n1 iento.
389
390
tiene que t ra ta rse como u n dato n1era mente emp í rico. Del m is mo
modo, por ejemplo, que u n navegan te a vela ha de atender cu ida-·
dosa mente a la d i recc ión del v iento, s i n deja r que éste determ i ne s u
ruta, por el contra rio, n1 a nten iendo la d i rección fijada a pesa r de l
viento y ap rovecha ndo el v iento. Pero esa fa lta de p reju icios q ue el
hombre ha conqu istado frente a las fuerzas contrar ias de la natu
ra l eza a lo l a rgo de u n prolongado desa rrol lo hi s tórico fa l ta toda
vía en muchos casos a l p roletar iado a nte los fenómenos de la v ida
social. Y se comp rende. Pues por robusta y bruta l mente mater i al es
que sea n las medidas constr ict ivas de la sociedad en casos p a rt i
cu l a res, de todos n1odos, el poder de toda sociedad es esencialn1e11 te un
poder espiritual del que sólo el conoci m iento puede l ibera rnos. Y no
u n conoc i m iento mera mente abs t racto, que qu ede en la conc iencia
(muchos "'socia l istas" han ten ido es te conoc im iento), si no u no que
se haga ca rne y sa ngre, u n conoc i 1n iento que sea, segú n las pa la
bras de Ma rx, "activ i dad práct ica".
La actu a l idad de la crisis del ca p ita l ismo hace que ese conoci
m iento sea pos ible y necesario. Se hace pos i b le porque, a consecuen
cia de la crisis, la v ida m i sma p resenta a la v isión y a la ex per iencia
el entorno soc i a l ha bitua l ya con10 problemát ico. Y se hace dec is ivo
y, por lo tanto, necesa rio pa ra la revolución porque la fuerza efec
t iva de l a soc ieda d cap ita l is ta está tan resquebrajada que en n1odo
a lg u no ser ía capa z de i n1ponerse por la v iolencia s i el p roleta ri ado
contrapus iera a esa fuerza, conci ente y resuelta mente, la suya pro
p ia. El obs tác u lo que i mp ide esa acción es de na tu raleza pu ra mente
ideológica . En plena crisis morta l del ca pi ta l i smo, a mpl ias n1asas
del p roleta r iado sienten el Estado, el derecho y la econon1 ía de la
clase bu rg uesa con10 el ú n ico entorno posible de su ex i stenc ia, el
cua l, sin duda, puede perfecc iona rse de muchos modos ("res table
c i n1 iento de l a producc ión" ), pero qu e const i t uye siemp re la base
"natural" de º la" sociedad.
É se es el fondo ideológi co de la lega l idad. No es s i ern p re t ra i
c ión conc ien te, n i siqu i era conc iente com prom i so. Es más b ien la
orientación na tu ra l e insti nt i va por el Esta do, o sea, por la ú n ica
formación q u e les pa rece a los ho1nbres que actúan u n p u n to fijo
e n el caos de los fenómenos. H ay que supera r esa concepción s i es
que el pa r t i do com u nista qu iere crea r u n fu nda men to sa no pa ra su
act i v idad l ega l y pa ra su act iv idad i lega l . Pues el roma n t i c i sn10 de
la i lega l i dad, con el que eni.p ieza todo mov i m iento revo l u c io n a r io,
39 1
394
llf
Pero, con toda segu ridad, l a lucha por el poder no podrá sino
empeza r esa educación del proleta r iado, no cons u ma rla . La "pre
m a t u r idad" inev i table de la toma del poder, descub ierta hace ya
muchos a ños por Rosa Lu xembu rgo, se man i fiesta a nte todo en el
terreno ideológico. Mu chos fenómenos de la pri mera fase de toda
d ictadu ra del proletariado se ex pl ica n precisamente porque el pro
letariado se ve obligado a t01nar el poder en un nz01nento y en un estado
de conciencia en los cuales aún sie11 te íntimamente el orden social bur
g ués c01no el propianzente legal. A l igu a l que en todo orden ju r ídico,
también el gobierno de los consejos se basa en que le reconozcan
como lega l masas tan a m pl ias de la población que sólo en casos
par ticu lares tenga que p roceder a apl ica r la v iolencia (el poder).
Pero es d a ro desde el p r i mer momento qu e la bu rguesía no presta
rá en modo a lg u no ese reconoci n1 iento desde el p r i ncip io. Una cla
se acostumbrada por la t rad ición de muchas generaciones al poder
y a l disfrute de los privi legios no p uede nu nca acepta r fác i l mente
el mero hecho de u na der rota y deja r sin más que el n uevo orden
de cosas pase por enc i ma de e l l a . Hay que r01nperla antes ideológi
cam ente para que lu ego se ponga volu ntaria mente a l servicio de la
nueva sociedad y reconozca las normas de ésta como lega les, como
orden juríd ico, no como meros hechos en bru to de una n1on1entá
nea cor relación de fuerzas que ma ña na pod r ía inverti rse. Es u na
i ngenua i lusión c reer que esa resis tencia -igu a l si se m a n ifies ta en
contra rrevolución abierta que s i l o hace en ocu l to sabotaje- vaya a
poder desarma rse por conces iones de un tipo u otro. A l contra rio.
El ejemplo de la d ictadu ra de los consejos en Hu ngría mues t ra q ue
toda s esas conces iones -que a l l í fuero n todas, por supuesto, conce
siones a la soc i a ldemocracia- se l i nl ita ron a robustecer la conciencia
395
descri ta. As í ocu rría con l a n1enta 1 idad de muchos fu nc ion a rios de
los sovi ets, que ínt i ma mente estaba n espera ndo la vuelta del cap i
ta l isn10 " legíti mo" y, por lo ta nto, s iemp re pensa ba n e n cómo j u s
t i fica r sus actos l lega do aquel mon1ento. Y cosa pa rec ida ocu r r ía a
muchas persona s que ha bía n i nterven i do en e l necesa r io tra bajo
"i lega l" (introducc ión c la ndestina de merca nc ías y de propaga n
da en el ex tra njero) y no consegu ían entender n i, sobre todo, ver
rnora l mente que su act iv i dad, desde el pu nto de vista del Estado
proleta r io, hab ía s ido ta n "lega l" con10 c ua l_q u ier otra . En homb res
de const itución n1ora l déb i l, esa con fu s ión se ma n i festó p u ra y l la -·
na mente en corru pc ión . E n a lgunos revoluc iona r ios hon rados, se
ma n i festó más bi en en u na exagerac ión romá nt ica de la " i lega l i
dad", en u na inú t i l provocac ión de las pos ibi l idades " i l ega les", en
una fa l ta de sens ib ilidad respecto de La legitim idad de la Revolu ció n y su
derecho a c rea r un orden lega l prop io.
Pero en la época de la d ictadu ra del p rol eta r i ado u n nuevo sen
t i m iento y u na nu eva conc ienc ia de la leg i t i m idad de la revolución
tienen que oc u p a r el luga r de la fa lta de prej u ic ios respecto del
derecho bu rg u és, que es lo ex ig ido en la fa se a n ter ior de la revolu
c ión. Si n emba rgo, y pese a l ca mbio, e l desarrollo s ig u e s iendo u 1 1 ita
rio y rectil ín eo e n c u a n to es desa rrollo de L a co 1 1 cicncia de clase p roleta ria .
Esto se ve del rnodo m á s c la ro en la pol ít ica i nter naciona l d e los
Estados p roleta r ios, los c u a les, cua ndo se en frenta n con los pode
res del cap ita l i sn10, t ienen que l leva r adela nte u na l uc h a contra el
Estado de la bu rguesía exacta mente ig ua l (au nque pa rc i a l mente -y
sólo p arc i a l n1ente- con ot ros med ios) que en la época de la lucha
por a lca nza r el poder en su prop io Estado. La a l t u ra y l a nat u ra le
za de la conc ienc i a de C lase del proleta riado r u so se ma n i festa ron
ya esplénd ida n1en te en las negoci ac iones de paz de Brest-Litowsk .
Aunq ue negoc iaba n con e l i mper ia l i sn10 a len1án, los representa n
tes del proleta r iado ruso reconoc ieron como pa r te leg ít i ma en la
rnesa de negoc iac iones a sus her ma nos opr i 1n i dos del m u ndo ente
ro. Y a u nque Len i n, con su per ior pr udenc ia y con la sob r iedad más
rea l ista, reconoc ió la efect iva correlación de fuerzas, h i zo que su s
negoc i adores se d i rig iera n siempre a l p rol eta riado rnu nd i a l, y en
p r i mer tér n1 i no a l p roleta r iado de las potenc ias cent ra les. Su pol ít i
ca ex ter ior era rnenos u na negoc iación entre Rus i a y A lem a n i a que
una p romoción de la revoluc ión proleta r i a, de l a conc i encia p role
ta r ia en todos los pa íses de la Eu ropa Centra l. Y por g ra ndes q u e
398
haya n s ido los ca mbios de la pol ít ica interior y exterior del gob ier no
de los consejos, por mucho que se haya n adecuado s iemp re a la r ea l
correlac ión de fuerzas, este p r inc ipio básico, el p r i ncipio de la leg i
t i m idad del prop io poder, que es a l m is mo tiernpo p romoción de la
conciencia revoluciona ria de clase del proleta riado 1nu nd ia l, quedó
siempre como pu nto incon mov ible del desa rrol lo. Por lo ta nto, la
entera p roblemática del reconoc i m iento de la Rusia sov iét ica p or
los Estados b u rgueses t iene que entenderse no sólo como un asu nto
de ventajas p a ra Ru s ia, s i no como el p roblema del reconoc i m iento
de la leg it i m idad de la Revolución proleta ria por parte de la bur
g uesía. La s ig n i ficación de ese reconoc i m iento va r ía seg ú n las cir
cu nsta ncia s concretas en que se produce. Pero su efecto en los vaci
la ntes elementos de las clases pequeño-b u rguesas de Rusia es en
todo caso esencia l mente el mismo, a saber, una sa nc ión de la legi
ti m idad de la Revoluc ión, sa nc ión q ue el las necesita n p a ra p oder
sent i r la lega l idad de los ex ponentes estata les de la Revolución, la
rep úbl ica de los consejos. Los d iversos p roced i m ientos ut i l izados
por la pol ítica rusa -el aplasta m iento s i n contemp laciones de la con
tra rrevolución interna, el enfrenta 1n i ento va l iente con las potencias
v ictoriosas en la guerra, frente a las cu a les Rusia (a d i ferenc ia de
la A lema n ia bu rg uesa) no ha adop tado nu nca la act i t ud del ven
cido, el apoyo abier to a los mov i m ientos revolucionar ios, etc.- s i r
ven todos a esa m isma fi na l idad. Cons iguen que pa r tes del frente
cont ra rrevo luciona r io interior se resqueb rajen y desprendan y se
incl i nen a n te la leg i t i m idad de l a revolución. Ay udan a la autocon
ciencia revoluciona ria a consol ida r el conoc im iento de la fuerza y
la d ig n idad del p role ta r iado.
Así, p ues, precisa mente en l os aspectos8 que los oportu n istas
occ identa les y sus adoradores cent roeu ropeos cons idera n sintomá
ticos del a t raso del proleta riado ru so -la cla ra e i nequ ívoca derro
ta de la contra rrevol ución i nter ior, la lucha s i n p reju icios, i lega l y
"d iplomát ica" a l a vez, por la revoluc ión mu nd ia l- se ma n i fiesta
cla ra mente l a madu rez ideológ ica del proleta riado ruso. É s te ha
rea l i zado v ictoriosa men te su revo lución no porque c ircu nsta ncias
a fortu nadas le haya n puesto el poder en las ma nos (es ta m isma
sit uación se produjo prec isa mente pa ra el p rol eta r iado a lemá n en
nov iemb re de 1918, y en el m ismo momento y en ma rzo de 191 9 pa ra
Ju l io de 1920
Ob servacione s críticas acerca de la
Crítica de la Re volu ción rusa
d e Ro sa Luxerrtbur g o
Pau l Lev i1 ha creído oportuno publ ica r u n fol leto de la cam a ra
da Rosa Lu xembu rgo esbozado en la cá rce l de B reslau y que ha
quedado en frag 1nento2• La ed ición ha apa rec id o en ined ia de las
más v iolentas luchas contra el Pa rt ido Con1u n ista de A len1 a n ia
( KPD) y contra l a I I I I nter naciona l; es u n episod io inás de esa lucha,
exactamente ig ua l que las revelaciones del Vonvii.rts3 y que e l fol leto
de Fri es la nd, con la ú n ica d i ferenc ia de que si rve a otros fi nes más
profundos. Lo que se trata en este caso de dest r u i r no es el pres
tig io del KPD ni la confi a nza en la pol ít ica de l a 1 1 1 Internac iona l,
si no los fu nda n1entos teoréticos de l a orga n i zac ión y la táct ica bol
chev iques. Se tra ta de poner al serv icio de esa empresa la autori
dad venerable de Rosa Lu xe1nburgo. Sus esc ritos póstu 1nos han de
su m i ni stra r así l a teoría de la l iqu idación de l a IIJ I nternac iona l y de
sus acciones. Por eso no nos basta a hora con recorda r, s i mplen1en te,
que más ta rde Rosa Luxemburgo ca n1 b ió de ideas a l respecto. Lo
que i mporta es ver hasta qué punto t iene ra zón o no la tie ne. P ues,
d icho abstracta n1ente, sería per fecta mente posible que su desarro
l lo teórico hubiera segu ido u na d irección fa lsa, o sea, q ue su ca m
b io de opi n iones, testi mon iado por los ca m a radas Warsk i y Zetk i n-+,
hub iera sido u na tendenci a errónea. Por lo tanto, la d i sc u s ión t ie ne
que referi rse ante todo a esas ideas del borrador frag n1entari o, co n
i ndependenc ia de l as poster iores actitudes de Rosa Lu xembu rgo
res pecto de las concepciones expresadas en él . Sobre todo porque
algunas de las contraposiciones ent re Rosa Lu xem bu rgo y los bol
chev iques p resentes en este t rabajo apa recieron ya en el fol leto de
J u n ius5 y en la crít ica de éste por Leni n, e i nc luso en la crít ica de
Rosa Luxembu rgo al trabajo de Lenin Un paso adelan te, dos pasos
atrás, publ icada en 1 904 en la Neue Zeit; y aú n asoman en pa rte en la
redacción del p rogra ma esp a rtaqu i sta.
Lo que i mporta es, pues, el conten ido n1ateria f del fol leto. Pero
ta n1bién desde este punto de v ista el p r i ncipio, el método, el funda
mento teorético, la estimación general del ca rác ter de la Revolución,
que detenn i na la actitud respecto de las d iversas cuest iones, es
nlás importante que l as actitudes m ismas pa r ticu la res respecto de
los d iversos problemas concretos de la revolución rusa. Pues éstos
han quedado en su mayor parte l iqu idados por el paso del t iempo.
E l m ismo Lev i lo reconoce así a propósi to del problema agrario.
Por lo ta nto, en estos p untos no es ya hoy necesaria polén1 ica a lg u
na. Importa sólo mostrar el punto metódico que nos acercará un
paso más a l p roblema centra l de estas consideraciones, a la errónea
estilnación del carácter de la Revolución proletaria. Rosa Lu xemburgo
escribe i ns istente1nente: " Un gobierno soci a l ista llegado al poder
tiene qu e hacer en todo caso u na cosa : ton1 a r med idas orientad as
a consegu i r los p resupuestos básicos de u na posterior reforma
socia l ista de la agricu ltura; y, p or lo menos, tiene que ev ita r todo
lo que pueda obstr u i rle el ca m i no hacia esas med idas'' (pág. 84). Y
entonces reprocha a Len. i n y a los bolchev iques el no hab er hecho
·�
403
eso, s ino prec isamente todo lo contra río. Si esa tes is fu era u n ele
mento a islado en el tex to, basta r ía con recordar que l a ca ma rada
Rosa Lu xembu rgo -como cas i todo el mu ndo el afto 1 918- esta ba
i nsu ficientemente i n formada de los a conteci m ientos ru sos. Pero s i
considera mos esa crítica en e l contex to cornpleto d e su ex pos ición,
vemos ensegu i da que la autora sob res ti maba considera b lemente el
p oder rea l de que d ispon ían los bolchev iques pa ra ordena r la regu
lación de la cuestión agra r ia. La revolución agra ri a era un hecho
dado con con1pleta independenc ia de la voluntad de los bo lc hevi
ques y hasta del proleta riado entero. Los campes i nos se hab ía n d i s
tr ibu ido la tierra sobre la ba se de u na ma n i festac ión elen1enta l de
sus intereses de c lase. Y este mov i m iento elementa l ha bría ba r r i
do a los bolcheviques si éstos se hub i era n opuesto a él, ig ua l que
ha bía ba rrido a los menchev iques y a los socia 1-revo luc ionarios. El
p la ntea m ien to correcto de la cues tión ag ra ria no cons iste, pues, en
p reg u nta rse si la refonna ag ra r ia de los bolchev iques fue socia lista
o se encontraba a l menos en el ca m i no de med idas conducentes a l
soc ia l is mo; s i no en preg u n ta rse s i e n l a situación de l a época, e n el
momento en qu e el ascendente mov i m iento revoluc iona r io tend ía a
un p u nto de decisión, se t rataba o no se trataba de reun i r toda s las
fuerzas de la sociedad bu rg uesa en descomposición pa ra la nza rlas
contra la contrarrevolución de la burguesía que se orga n izaba. (Y
e l lo con independenc ia de si esas fuerzas d i solutivas del orden bu r
g ués era n "pu ra mente" p roleta r ias o pequeño-b u rguesas, y de s i
se movía n o no e n el sent ido d el soc ia l ismo.) Pues por fuerza hab ía
que toma r posición respecto del elen1ental mov i rn iento can1pesi no
que asp i raba a la d istribución de la tierra . Y esa ton1a de pos ición
no podía ser s i no un cla ro Sí o u n claro No i neq u ívocos. O b ien
había que s ituarse a la ca beza de aquel n1ov i m iento, o b ien hab ía
que aplasta rlo con las armas . Y en es te ú l t i 1no caso se convertía
u no i nev itablen1ente en pri s ionero de la bu rg uesía que era u n a l ia
do i rn presc indible pa ra ese a plasta n1 ie nto, con10 efect iva n1ente les
ocu rrió a los menchev iqu es y a los soc ia l-revo luciona r ios. En aq uel
1no1nento no se pod ía s iqu iera pensa r en u na prog res iva "desv ia
c ión" del n1ov i 1n iento ca mpes i no elernenta l "e n d i rección a l soc ia-
1. ismo". Esto se pod ía y se ten ía que i ntenta r má s ta rde. No es cosa
de este luga r el d i scu tir hasta qué pu nto ha n fracasado rea l mente
hasta ahora estos i nten tos (pues sob re este pu n to e l ex ped iente no
está en m i op i n ión conc lu so, ya que hay ui ntentos fraca s a dos" que
�
·- --�'l'"'"'l' '.
!
404
II
Ill
"no puede n i debe ser más que un producto h istórico, nacido de la escuela
misma de la experiencia que -exactamente ig ual que la natu raleza orgáni
ca, u na parte de la cual es en ú ltima instancia- tiene l a he rmosa cost umbre
de producir s iempre, junto con u na rea l necesidad socia l, los medios para
sat isfacerla, y la solución j u nto con el problema".
_L_
409
1.1soziale Reform oder Revolution [¿Refo r m a soc ial o Revo l ución? ], 47.
( Luxembu rgo, Rosa: ¿Refo rma o . . . , op. cit., p. 88. ( N . del E .) )
410
IV
w ookumente des Sozialismus, l l , 67-68. [ Engels, "Ca rta a Con rad Schmidt . . . ,
"
. 't:·:..: .
412
que como "su perestructu ra" 1 1 ideológica desp ués de y a consecu en cia
de la tra nsformación económ ico-socia l ya realizada.
Pero la situación se presenta de modo muy d istinto s i vemos
la fu nción del estado p roleta rio en la cons trucción de los fu nda
mentos de una organ ización soc i a l ista, es decir, conciente, de la
economía. No se trata de que nad ie (y menos que nadie el Partido
Comu n ista ruso) creyera pos ible "decreta r" el socia l i s mo. Ni el
hecho de la toma del poder por el p roleta r iado n i s iqu iera la i mpo
sic ión i nstitucional de u na a mp l i a socia l ización de los medios de
producción basta n pa ra suprim i r los funda mentos del modo de
producción capita l ista y, con el los, su inev ita ble "necesidad natu
ra l". Pero su el i m inación, su sust it ución por el s istema económico
socia l is ta, conciente y orga ni zado, no t iene que entenderse mera
mente como un proceso lento, si no ta mbién y más b ien como una
tenaz lucha concientemente d i r ig ida. Paso a paso hay que conquistar
terreno a aquel la "necesidad". Toda sob res t i mación de la madurez
de la s ituación, de la fuerza del pro letariado, y toda subesti maci ón
del p oder de las fuerzas contra rias s e paga a ma rga mente en forma
de crisis, recaídas, retrocesos, des a r rol los económ icos que recon
ducen i nevitablemente detrás del p unto de pa rtida . Pero no menos
erróneo sería entender el hecho de que el poder del proletariado, la
pos ibi l idad de regu l a r concientemente el orden económico, tiene a
menudo l ímites muy estrechos, en el sent ido de qu e la "econom ic i
dad" del socia lismo vaya a i mponerse en cierto modo por s í misma,
como en el capita l ismo, por las " leyes ciegas" de sus fuerzas moto
ras. "'Engels no piensa en modo a lg u no", d ice Lenin comentando
la ca rta de aquél a Ka utsky de 1 2 de sept iembre de 1891, 1 2 "que lo
'económ ico' vaya a el iminar por s í m ismo todos los obstácu los ...
La adap tación de la polít ica a la econo m ía se produci rá inevitable
mente, pero no de una vez, ni ta n1 poco de un modo senc i l lo, l iso
e in med iato", La regu lación conciente y organ i zada del orden eco
nóm ico no puede consegu i rse s i no concientemente, y el órgano de
su i mp os ición es precisa mente el estado p roleta r io, el sistema de
los soviets. Los sov iets son, pu es, efectivamente, "u na anticipación
de la situación ju ríd ica" de u na fase posterior de la est rat ificación
de las clases, pero a pesa r de el lo s ig n i fica n al m ismo t iempo no
que el i m i na r los obstácu los juríd icos pues tos a su l ibre desp l ieg u e
En cambio, la concentración del cap i ta l en cá rteles, tru sts, etc., au n
qu e es sin duda u n presupuesto inel i m i nable de la tra nsfor m a ci ón
del modo de producción cap ita l i s ta en u no soci a li sta, s in e mb argo ,
i ncluso en la forma de concentración cap ita l ista más desa rro l la da,
será s iemp re cua li tativa mente d is t i nta, hasta en lo econó m ico, de
u na organ ización socia l ista, y no pod rá mu ta r "'por sí m i s ma" ni s e
dejará transformar "ju ríd ica mente" en orga n i zación soci alis ta en
el marco de la sociedad capita l ista . E l fracaso tragicóm ico de todos
los i ntentos de "socia l ización" en Aleman ia y en Austria es pr ueb a
s i n duda s u ficiente.
No contrad ice a la contra posición a fi r mada el que t ras la caída
del capita l ismo empiece un proceso largo y doloroso en la di rección
d icha . A l contrar io. Ser ía pensa r de u n modo completa mente ad ia
léct ico y a h istórico el basa rse en el hecho de que el socia l ismo sólo
pu ede rea l i zarse como transfonnación conciente de toda la sociedad
pa ra a fir n-ia r que ello tenga que ocu r r i r de golpe, no procesua l men
te. Pero el proceso d i fiere cua l itat iva mente del que transformó la
sociedad feudal en bu rg u esa. Y p recisa n1ente esa d i ferencia cua l i
tat i va se expresa en la fu nc ión, ta m bién cua l itativa mente d iversa,
que t iene en la revolución el estado, el cual, como d ice Engels, "'ya
no es u n estado en sentido estricto"; del inodo más claro se apre
cia esa d iversidad en la relación entre la pol ítica y la econom ía. Ya
la conciencia acerca del esta do en la revolución proleta r ia -a d i fe
rencia de su tra ns figu ración ideológ ica en las revoluciones bu rgue
sas- y la anticipatoria y tra ns for madora conciencia del p roleta riado
-a d i ferencia del conoc i m iento, inev itablemente post festum, propio
de la bu rguesía- i lu mi nan v iolenta mente la contraposición. Esto es
lo qu e ignora Rosa Luxembu rgo en su crítica a la sustitución de la
Consti tuyente por los sov iets, y se imagina entonces la revolución pro
letaria según las formas estructurales de las revoluciones burguesas.
Ese texto perm ite ver que p a ra Rosa Luxembu rgo los frentes de
la revolución y la contra rrevolución nacen pau latina, "orgá nica
mente" (antes de que se actua l ice la revoluc ión m isma), y que el
partido se convierte en el p unto organizativo de reunión de todas las capas
puestas en movimien to contra La burg uesía en el curso del proceso. Lo
ú n ico i mportante en este punto es que no quede aguada en forma
pequeño-bu rg uesa la idea de la lucha de clases. Y en este punto la
central ización orga n izativa puede ser út i l y lo es de hecho. Pero
sólo en el sentido de ser "u n mero elemento externo de poder pa ra
real izar la i n fluencia decisiva de l a mayoría p roleta ria revoluciona
r ia efectiva mente p resente en el p a rtido".16
Así pues, Rosa Lu xembu rgo pa rte, por u n lado, del supuesto de
que la c lase obrera entra rá en la revolución en bloque, revoluciona ria
y u nitar ia, sin que las i lus iones democráticas de la sociedad bur
guesa la hayan contag iado y desv iado por ca l lejones s i n sa l ida;17 y,
_.L
417
418
1
J_
419
polém ico contra Leni n con las s igu ientes palabras:18 " Y, por ú lt imo,
d igámoslo francamente entre nosotros: los errores cometidos por
un mov i miento obrero rea lmente revolucionar io son desde el pu n
to de v ista h istórico in mensamente más fecundos y más valiosos
que la i n fa l ib i l idad del mejor 'com ité centra l'."
VI
422
VII
423
·'e n q ue aquí, por vez primera en la h istoria, las masas populares mismas
i m p o nen su voluntad contra todas las clases dom i nantes, pero t ienen que
h ace rlo en el más allá de la actual sociedad, por enc i ma de ella. Por otra
p a rte, las masas no pueden formarse esa voluntad sino en la lucha cot id ia
n a co ntra el o rden existente, o sea, sólo en el marco de éste. La contradicción
dia léc t ica del movi miento socia ldemócrata consiste en la unión de las g ra n
des m asas populares con u n objet ivo que rebasa todo el orden existente, la
un ió n de la lucha cotid iana con la t rasformación revo luc iona r ia . . . "
--:?�··
¡ :·.i:.; .
��.
424
Enero de 1 922
21
l b íd ., 57.
Ob s ervaciones de tnétodo acerca
del probletna de la organización
2 Frente único con las demás fuerzas obreras, seña lada1nentc la s o cia ldemo
c racia . Pol ít ica decid ida por e l l l l Cong reso de la I .C . ( 1 921 ) . ( N . del T.)
3Elend der Philosophie [ Miseria de la fi loso fía, ed. a len1a n a ) , 109. [ Ma rx,
Miseria . . , o p. c it . , p. 1 95. ( N . del E .) )
. .
429
Pues ser ía utóp ico c reer que la s up eración de la u top ía haya sido ya
consu mada pa ra el mov i m iento obrero revoluc iona rio por la s upe
rac ión i ntel ectua l de su pri mera forma de ma n i festación p r i m i tiva
rea l i zada por Ma rx. Esta cuest ión -qu e es en ú l t i ma i ns ta ncia el pro
blema de la relación d ia léct ica entre el "objet ivo fi na l" y el "movi-
0 1 iento", el problema de la relación entre la teoría y la p ráct ica- se
rep roduce s iemp re en formas cada vez rn ás desa rrol ladas -y, por
sup uesto, con conten idos siempre ca mbia ntes- a cada n ivel decisivo
del desa r rol lo revolucion a r io. Pues toda ta rea se hace siempre v is i
ble en su posibi l idad abstracta antes que las formas concretas de su
rea l ización. Y l a verdad o fa lsedad de los p la n tea m ientos no resu l ta
rea l mente d iscut i b le n1ás que cuando se a lca n za ese segu ndo esta
dio, cua ndo se hace reconoc ible la total idad concreta desti nada a
ser el mu ndo c i rcu nda nte de su solución y el ca m i no hacia ella. Así
fue el tema de la huelga genera l en l as p r i meras d iscus iones de la
1 1 Inter naciona l u na utopía pura mente abstrac ta que no cobró for
ma concreta si no por obra de la p r i m era revo l uc ión rusa, la huelga
genera l belga, etc. Y así ta mbién tuv ieron que pasa r a ños de agu da
lucha revol uciona ria a ntes de que el consejo ob rero se l ibera ra de la
concepc ión de ca rácter utóp ico-m i tológico que tend ía a converti rlo
en el cúra lotodo de los problema s de la revolución y se h ic iera v is i
ble en su rea l idad pa ra el proleta r ia do no ruso.4 (Con lo que no p re
tendo en modo a lgu no a firmar que ese p roceso de cla r i ficación se
haya completado ya; por el contra r io, yo lo pond ría muy en du da;
pero como el consejo ob rero no se ha aducido aqu í s i no a títu lo de
ejemplo, no es necesa rio d iscut i r la cuesti ón .)
Las cuestiones de la orga nización son p recisa mente de las qu e
por más t iempo h a n permanec ido en ese c la roscu ro utópico. E l lo no
es casu al. P ues el desa rrol lo de los g ra ndes part idos obreros se con
s u mó por lo genera l en épocas en las cua les la cuest ión de la revo
l ución no pod ía ser sino u n elemento i n fluyente en el p rogra ma,
pero en modo a lg u no un problema que determ i na ra d i rec ta mente
todas las acc iones de la v id a cot id iana . No pa recía, pues, necesa r io
for mu larse con claridad teórica la esenc ia y el dec u rso p rev i sible
de la revolución, con objeto de ob tener luego consecuencias acerca
"'Sacrist á n t raduce "d el ca rácter utóp ico -m i to lóg ico de su c u ra lo todo de los
p rob lemas de la revolución y se h iciera v i s ible en su rea l idad p a ra el p ro -
leta r iado no ruso.'' Hen1os prefer ido seg u i r u na v ía pa rec ida a l as trad uc
c iones i ng lesa y c u ba n a . ( N . del E .)
-,
l
430
5Massenst reik [La huelga genera l], 4 7. [ Luxembu rgo, Rosa: Huelga de masas . . . ,
43 1
masa proleta ria sin organ izar y de su madurez p o lítica". Así pues,
sus conclusiones se orienta n, por una pa rte, a la polém ica contra la
sobrestimación de la organ i zación y, por otra, a la determ i nación
de la fu nción del pa rtido, que no debe ºconsistir en la p reparación
y la d irección técnicas de la huelga de masas, sino, a nte todo, en la
dirección política de todo el mov im iento".6
Con esto se daba u n gra n paso hacia el claro reconoci miento del
problema de la organización. A l a rra nca r este problema del abstrac
to a islamiento en que estaba (terminado con la "sobresti mación" de
la organ ización) se emprende el cam i no por el que se le podría atri
bu ir su adecuada función en el proceso revoluciona rio. Pero pa ra
recorrer ese cam ino habría hecho fa lta que Rosa Luxemburgo plan
teara, a su vez, orga nizativa mente la cuest ión de la d irección pol í
tica, que descubriera los momentos organizativos que capacita n a l
par tido del p roleta riado pa ra l a d irecc ión política . E n otro lugar se
estudia detal lada mente qué es lo que le i mpid ió da r ese otro paso.
Aqu í basta con indicar que el paso en cuest ión se había dado ya
a lgunos a ños antes, a saber, en el cu rso de la pugna por cuestiones
de organ ización en la socia ldemocracia rusa. Rosa Luxembu rgo
conoció esa d isputa, pero se colocó en el la precisamente a l lado de
la tendencia atrasada que obstacu l izaba el desarrollo (la menche
v ique). No es en modo a lguno casua l que los pu ntos que ocasiona
ron la escisión de la socialdemocracia rusa fueran la concepción del
ca rácter de la revolución que se aproxi maba y de las consigu ientes
ta reas (coa l ición con la burguesía "progres iva" o lucha a l lado de
la revolución ca mpesina) y, por otra parte, las cuestiones de orga
n ización. Fue catastrófico para el movim iento no ruso el que nadie
(ni Rosa Luxembu rgo) comprend iera entonces la indestructible
u n idad dia léctica de ambas cuestiones. Pues a causa de esa i ncom
prensión no sólo se dejó de d ifundi r, a l menos, p ropagand íst ica
mente en el proletariado las cuest iones de la organización revolu
c iona ria, pa ra prepa ra rle, en la más modesta de las h ipótes i s, a lo
q ue iba a producirse (y poco n1ás era posible hacer por entonces),
sino que, por otra par te, las acer tadas v 1s1ones pol íticas de Rosa
Luxembu rgo, Pannekoek y otros no pud ieron concretarse su ficien
temente, ni s iqu iera en cua nto tendencias pol íticas; segú n las pa la
bras de Rosa Luxembu rgo, q ueda ron en estado l atente, meram.en
te teórico, mientras su relac ión con el mov i m iento concreto segu ía
siendo de carácter utópico.7
Pues la organi zación es la for m a de n1ed iación ent re l a teor ía
y la p ráctica. Y, al igual que en toda relac ión d ia léct ica, los m iem
bros no cobran tampoco en este caso concreción y rea l idad s ino por
su med iación. Este ca rácter de la organ ización, med iadora entre la
teoría y la práct ica, se ma n i fiesta del modo más cla ro en el hecho
de que para la organizac ión las tendencias d iscrepantes t ienen una
sensibi l idad mucho mayor, más fi na y más seg u ra que pa ra cual
qu ier ot ro terreno del pensa m iento y la acción pol íticos. M ientras
que en la mera teoría pueden conv ivi r pací fica mente las concep
ciones y las tendencias más d is pa res y sus contrastes toman si m
p lemente l a for n1a d e d i scus iones que pueden desa rrol la rse e n el
marco de u na m isma organización s i n que necesar ia mente rompan
ésta, cua ndo esas m ismas c uest iones se presentan desde el p u n
to de vista orga n i zativo i rru mpen co1no orientaciones c r u da mente
contrapuestas e i rreconcil iables.
Pero toda tendencia "teorética", toda d ivergencia de opin iones
tiene que mu ta r de un momento a otro en d i sc repa nc ia orga n izat iva
si no qu iere queda r en mera teoría, en op in ión abs t racta, s ino que
tiene rea lmente la i ntención de most ra r el cam i no de su rea l i zación.
Sería, s i n emba rgo, tamb ién erróneo creer que la rnera acción, el
mero ac tuar sea capaz de a r roja r u n cr iter io rea l y seg u ro pa ra est i
ma r la corrección de las concepc iones en pugna, o n i s iqu iera para
est i ma r su compat ibi l idad o incon1pat ibi l idad. Toda acción es, en s í
y p o r s í, u na madeja de actos s i ng u la res d e hon1b res i nd i v id ua les
y de g rupos concretos, y puede entenderse con la m is n1a fa lsedad
como acon tecim iento "'necesa rio", tota l mente mot i vado por ca u sas
7Sob re las consecuencias de esta situación cfr. la crít ica de Len i n al fo l leto
de J u n ius, así como la crítica a la act i t ud de la izq u ierda a lema na, po laca y
holandesa d u ra nte la g uerra mu nd ia l (en Co ntra la co rrie n te). Pero todavía
el progran1a espa rtaqu i sta t rata en s u esbozo del decu rso de la revolu ción
las ta reas del proleta riado de u n n1odo rnuy u tópico y s i n med ia r. Be richt
übe r den G rii ndwzgsparte itng der K . P. D. f I n forme a cerca del C o n g r e s o fu n
dacional del Pa r t ido Cornun ista de A lerna n ia], 5 1 .
433
9Puede tomarse como ejemplo de una critica metód ica mente acertada,
orientada. a cues t iones de organización, la i ntervenció n de Lenin en el U
Cong reso del Part ido Comun ista de Rusia, en e l que concibe centra l mente
la i ncapacidad de comu nistas bien probados i ncluso en luchas anteriores
a p ropósito de las cuestiones econón1 icas, y concibe los errores concretos
como meros s íntomas. Es obvio que eso no d isrn inuye en nada la energía
de la crítica a los i nd iv i d uos.
435
en este p u n to tienen s iempre que ser ambig uas y per m itir las i nter
p retac iones rnás d iversas. De este modo l_a ll Internaciona l -pre
cisa mente porque en sus resoluc iones ignoraba cu idadosa mente
toda s l as consecuencias orga niza t ivas- p udo perm itirse teorética
mente mucho s i n comprometerse n i obliga rse práctica rnente a nada
determ ina do. Así, pudo, por ejemp lo, votar la ta n radica l resolución
de Stuttga r t acerca de la g uerra, porque no contenía n i ng u na obl i
gac ión orga n izativa de rea l i zar acciones concretas y deterrn inadas,
n ingu na orientación acerca de cómo actu a r, n ing u na gara ntía orga
n izativa de la efectiva rea l ización de la resolución. La m i noría o por
t u n is ta no sacó ninguna consecuenc ia organ i zat iva de su derrota
p orque se d io cuenta de que la resoluc ión m isma no iba a tener con
secuencia organizativa a lguna. Por eso tras la descomposic ión de la
I nternaciona l todas las tendencias pud ieron apel a r a el la.
E l p unto déb i l de todas las tendencias rad ica les no rusas de
la I n ternaciona l consistió, pues, en no poder o no querer conc re
tar o rgan izativa mente sus actitudes revolucionar ias, d iscrepa ntes
del oport unismo de los rev ision istas declarados y del centro. Con
el lo posibi l itaron a sus contri nca ntes, y pa rticu l a r mente a l centro,
d is i mu la r sus desv iaciones a nte el p roleta riado revoluc iona r io; su
oposición no i mpidió en absoluto al centro presenta rse a los secto
res revolucionar ios del p roleta r iado como g ua rd ián del verdade
ro m a rx ismo. No puede ser ta rea de estas l íneas el dar u na exp l i
cación teór ica e h istórica del dom i n io del centro en la pre-guerra .
Basta rá con i nd ica r de nuevo que la inactua l idad de la revolución
y de la toma de posición a nte sus p roblemas en e l mov i m iento coti
d ia no de la época posib i l itó la actitud del centro, que era u na p olé
m ica s imu ltá nea contra el rev ision ismo declarado y contra la exi
gencia de u na acción revoluciona r ia, u na defensa teórica frente
al p r i mero, pero s i n i ntenta r ser ia n1ente el i m i na rl e de la práctica
del partido, y una a fi rmación teór ica de la ú lt i ma tendencia, pero
negándole actua l idad por entorl es. En esa polén1 ica era pos i ble,
como h ic ieron, por ejemplo, Kautsky y f-l i l ferd ing, adm i t i r e l ca rác
ter revoluciona r io genera l de la época, la actualidad histórica de la
revolución, s i n verse obl igados a apl ica r ese reconoci rn iento a las
decisiones del día. Por eso el p roleta r iado entend ió aquel las d i feren
c ias como meros matices de opi n ión dentro de n1ov i m ientos obre
ros en susta ncia revoluc ionar ios; y con eso se h izo i mpos i b le u na
d is t i nción cla ra entre l as tendenc ias. Pero esa oscu r idad reperc u t ió
•
"1.
436
también en las concepc iones de la izqu ierda . Como las concep c io
nes i mpera ntes i mposib i l ita ban el contacto con la acción, tam poco
la i zqu ierda pudo desa rrol larse, concreta rse med ia nte la autoc r ít i
ca p roductiva que es e l paso a la acción. Por eso l a izqu ierda, p ese a
lo mucho que objetivamente se acercó a la verd ad, s ig u ió teniendo
u n ca rácter abstracto y utóp ico. Piénsese, por ejemplo, en la polé
m ica de Pan nekoek con Kau tsky acerca de las acciones de masas.
Pero ta mpoco Rosa Luxemb u rgo fue capa z -y por la m i s ma razón
de desar rol la r, como dirigente política del mov im iento, sus acertadas
ideas acerca de la orga n i zac ión del p roleta r iado revoluciona r io. Su
correcta polém ica contra las for rnas de orga n ización mecán icas del
mov i m iento obrero -por ejemplo, en la c uest ión de las relac iones
entre el pa rtido y el sind icato, ent re las masas o rga n izadas y las
sin organ iza r- condujo, por u na pa r te, a u na sobrestimación de los
mov i m ientos espontá neos de las masas, y, por otra pa r te, i mp i d ió
que s u concepción de la d irecc ión pol ít ica se desp rend iera comple
tamente de su regusto meramente teórico o p ropagand íst ico.
ll
n i s iqu iera en teoría, de n i ngú n momento del p roceso, por más que
su i n fluencia en las d iversas etapas del estadio inic ia l haya ten ido
que ser escasa . Pero no puede olvida rse que el período de las luchas
decisivas se d i ferencia de los a nter iores no sólo por la d imensión
y la intens idad de las luchas m is mas: esas i ntensi ficaciones cuan
tita t ivas no son más que síntomas de las d i ferencias cua l itativas,
mucho más p rofu ndas, que hay entre estas luchas y las a nteriores.
M ientras que en niveles a nter iores, segú n las palabras del Manifiesto
C01nunista, hasta " la sol ida ridad mas iva de los t rabajadores era aún
no consecuencia de su p ropia u n ión� sino consecuencia de la u n ión
de la burguesía", la autonom ía o s ustantiv idad del proletariado, ºsu
organización en c lase", va reproduc iéndose a niveles cada vez más
a l tos hasta que l lega el momento, el per íodo de la crisis defi n it iva
del capita l ismo, la época en la cu a l la decisión está cada vez más
íntegramente en las ma nos del p ro leta riado.
Esa situación no s ig n i fica en n1odo a lg u no que haya n dejado
de fu ncionar las " leyes" económ icas objetivas. Al contra rio. Esas
" leyes" segu irá n vigentes n1ucho tiempo después de la victoria del
pro letariado, y no se agota rá n si no con e l nacim iento de la soc iedad
si n c lases, tota l mente sometida a l cont rol huma no; igua l que el esta
do. La novedad de la situación actua l cons iste sólo -sólo - en que las
c iegas fuerzas del desarrollo econó1n ico cap ita l ista l levan l a socie
dad al abismo, en que la b u rgues ía no puede ya sa lvar a la soc ie
dad, tras cortas osci laciones, pa ra hacerle pasa r el upunto muerto"
de sus leyes económ icas, y en que el p ro letariado, por el contra rio,
tiene la posibilidad de ut i l i za r conciente1nente las tendencias existen
tes del desa rrol lo pa ra dar a l desa rro l lo m ismo otra dirección . Esta
otra d irecc ión es la reg u lac ión conc iente de las fuerzas product ivas
de la sociedad. Y a l querer esto conciente1ne11 te se quiere el "reino de la
l ibertad", se da el pri111er paso concien te hacia su rea lización.
Ese paso, desde luego, se s igue "n ecesa ria mente" de la situación
de clase del p roletar iado. Pero esta m isn1a necesidad t iene ca rácter
de sa l to.1 8 La relación práctica con el todo, la u n idad rea l de la teo
ría y la p rác tica que, por así deci rlo, era en las a nteriores acciones
del proleta riado i nconcientemente i nt r ínseca, aparece en el l a cla ra
y concientemente. Ta mb ién en estad ios a nteriores del desar rol lo la
acción del p ro leta r iado se encontró frecuentemente l levada a u na
III
M ient ras que los parti dos menchev iques son la expres ión orga
n i zativa de esa cris is ideológ ica del proletar iado, el part ido comu
n ista es, por su parte, la for ma organizativa de la prepa ración
450
conc iente del sa lto y, por lo tanto, del primer paso conciente hacia
el reino de la l ibertad. Pero del m ismo modo que a ntes, a p ropósi
to del concepto genera l de reino de la l ib ertad, se mostró y aclaró
que s u aproximación no tiene por qué ser u na cesación repenti
na de las necesidades objetivas del p roceso económ ico, así también
hay que exam ina r a hora más atenta mente la i nd icada relación del
partido comu nista con el futu ro rei no de la l ibertad . Y ante todo
hay que ind icar que l ibertad no sig n i fica en este pu nto l iber tad del
ind iv iduo. No se trata de que la sociedad comun ista desa rrollada
no vaya a conocer la libertad del i ndividuo. Al contra r io. Ella será
la p rimera sociedad de la historia hu mana que se tome rea lmente
en serio y rea l ice de hecho la l ibertad del i ndiv iduo. Pero esta liber
tad no será en modo a lg u no la que piensan hoy los ideólogos de
la c lase bu rguesa. Para conqu ista r los p resupuestos socia les de la
libertad rea l hay que lib ra r bata l las en las cua les perecerá no sólo la
sociedad actual, sino ta mbién el t ipo de hombre producido por ella.
11E l actua l l i naje hu mano", escribe Marx,20 "se pa rece a los judíos
que Moisés condujo por el desierto. No sólo tiene que conqu ista r
u n mundo nuevo, s i no que, además, tiene que sucumbir é l m ismo
para deja r sitio a los hombres d ig nos de un mundo nuevo". Pues
la 11l ibertad" del hombre actua l es la libertad del ind iv iduo a islado
por la propiedad cosi ficada y cosi ficadora, u na libertad frente a los
demás indiv iduos (no menos aislados), una libertad del egoísmo y
de la autocerrazón; u na l ibertad en cuyo contexto la sol idaridad y
la u n ión no pueden tenerse en cuenta, sino, a lo s u mo, como "ideas
reguladoras" sin eficacia.21 La p retensión de proclamar hoy d i rec
ta mente esa l ibertad equ iva le a la renuncia a rea l izar de hecho la
l ibertad rea l. Gozar, sin p reocuparse por los demás hombres, de esa
( N . del E .)]
21C fr. La metodología de la ética en Ka nt y Fichte; la metodología sólo, por
que en la construcción práctica de esa ética se debi lita esencialmente dicho
i nd iv idua l ismo. Fichte, sin embargo, subraya que la fórmu la " l imita tu
libertad de tal modo que el semejante que está ju nto a ti pueda tamb ién ser
l ib re" -ta n emparentada con la de Ka nt- no tiene (en el sistema de Fichte)
va lidez absoluta, si no sólo "validez h ipotét ica". Grundlage des Naturrechts
[ Funda mento del derecho natura l], § 7, IV, We rke [Obras] (nueva edición),
I I, 93.
45 1
estas organ izaciones se basan en la div isión del t rabaj o más exac
ta y meca n izada, en el bu rocratismo, en la deta l lada estimación y
d isti nción de derechos y deberes. Los m iembros no tienen que ver
con la organ ización más que con la pa rte abstracta de su existenci a,
y ellos mismos objet iva n esa abstracta vincu lac ión en la for ma de
derechos y deberes bien di stingu idos.25
Sólo med iante la intervención de la persona l idad entera pue
de consegu i rse la pa rticipación rea l mente activa en todos los acon
teci m ientos, el comporta m iento rea lmente p ráctico de todos los
m iembros de una orga n ización. Sólo cuando la actuación en u na
comun idad se conv ierte en asunto personal centra l de todos los
pa rtic ipantes p uede superarse la dist inc ión ent re derecho y deber,
la forma orga n izativa de man ifestarse la rotu ra entre el hombre y
su per-socia lización26, la fragmentación del hombre por las fu er
zas socia les que lo dom i nan. A l describ i r la sociedad genti l icia ha
subrayado Engels27 esta d i ferencia: u No hay todav ía n i nguna d i fe
rencia entre derechos y deberes." Y según Ma rx28 la característica
pa r ticu lar de la relación j u ríd ica consiste en que el derecho no pue
de uconsistir por su natu ra leza más que en la apl icación de una m is
ma med ida"; pero los i nd ividuos, necesariamente desiguales, "no
pueden med i rse con u na sola med ida más que si se les sitúa bajo
el do1n in io de u n m is mo punto de v ista ... y no se tiene en cuenta
nada más de el los, sino que se prescinde de todo lo demás". Por eso
toda relación hu m a na que rompa con esa estructu ra, con la abstrac
ción que ignora la persona l idad total del hombre, con su subs u n
ción bajo u n punto de vista abstracto, será u n paso hacia la rotu ra
de esa cosi ficación de la conciencia hu mana. Pero u n paso así pre
supone la intervención activa de la entera personalidad. Con eso q ueda
cla ro que las formas de la l ibertad en las organizaciones bu rguesas
no son más que u na "fa lsa conciencia" de la efect iva l ibertad, o sea,
25En las tesis orga n i zativas del III Cong reso (II, 6) se encuentra u na buena
descripción de estas for mas de orga n ización. E n el las se las compara muy
acertadamente con la organ ización del estado burg ués.
26 Recuérdese nota 37 del capítu lo "'¿Qué es el marxismo ortodoxo?" ( N.
del E.)
27Ursprung [ El origen de la fam i l ia, de la propiedad privada y del estado],
1 64.
2t< Kritik des Gothaer Prog rammes [Crít ica del progra ma de Gotha de la
socialdemocracia a lemana), ed. d e Ka rl Korsch, 26 -27.
456
IV
24 0e r"' Rndikalismus " die Kinde rkrankheit des Kommunismus [ El izqu ierd ismo,
en fermedad i n fa nt i l del comu n ismo], 6 -7. [Len i n, " El izquierd ism.o . . . ", en
Len i n, Obras cornpletas, op. cit., tomo XXXIII, p. 1 21 -225 . ( N . del E .)l
·�
458
orga nizativa entre el partido y la c lase. Por eso Buja r i n30 destaca
acertadamente que la form ación del partido ser ía superflua pa ra
u na c lase que fuera íntimamente u n ita ria. El problema consiste en
saber si a la sustantiv idad orga n izat iva del pa r tido, a l des taca rse
de esa pa rte de la tota l idad de la clas e, corresponden d i ferencias
objetivas en la estrati ficación de la clase nl isma, o si, por el cont ra r io,
el partido no está separado de la clase más que a consecuenc ia de
su desa rrol lo conciente, de su cond iciona m iento por el desa rrol lo
de la concienc ia de sus m iemb ros y de su retroacción sobre él.
Ser ía, por s upuesto, insensato pasa r completamente por a lto las
est rat i ficac iones económ icas objet ivas en el seno del p roleta riado.
Pero no hay que olv idar ta mpoco que esas estrati ficaciones no
se basa n en modo a lgu no en d i ferencias del misrno g rado de
objetividad de las que deter m i na n la sepa ración en clases. Pueden
no ser siqu iera s ubordi nadas a esas l íneas d ivisorias capita les. Así,
por ejemplo, como d ice Bujarin, "un ca mpesino que acaba de entrar
en u na fábrica es u n hombre disti nto de un obrero que t rabaja en
el la desde n i ño", y ésa es si n d uda u na d iferencia "entitativa", pero
se encuentra en u n plano completa mente d istinto del que es p ropio
de la d i ferenc ia, tamb ién aducida por Bujarin, entre el trabajador
de la moderna gra n i ndustria y el del pequeño ta l ler. Pues en el
segu ndo caso se trata de u na situación objetivamente d istinta en el
proceso de producción, m ientras que en el pri mer caso lo disti nto
es sólo la situ ación indiv idu a l (por t í pica que sea) en ese p roceso.
Por eso en este caso se trata de saber la velocidad con la cua l el
ind i v iduo (o la capa) va a ser capaz de adapta r su concienc ia a su
nueva situación en el p roceso productivo, el tiempo du rante el cual
los restos ps icológ icos de su anterior y perdida situación de clase
va n a inhib i r la for m ación de su conc iencia de clase. M ientras que en
el segu ndo ca so hay que pla ntea rse la cuestión de si los intereses de
clase resu l ta ntes de u n modo económ ico objetivo de esa s d i ferentes
situaciones dent ro del proleta r iado son lo s u ficien temente d isti ntos
como pa ra p roduci r d i ferenciaciones dentro de los i n tereses
objet ivos de clase del proletar iado entero. Se t rata pues aqu í de
saber si hay q ue concebi r la conci encia de clase objetiva, atribu ida o
3ci " K lasse, Pa rtei, Fü h re r" [Clase, part ido,. d i rigentes] , Die Inte rna tio nnle,.
Berl í n 1922,. I V, 2 2 .
460
464
ser el partido el que rea l mente dir ija éstos, y porque la conexión
orga n izativa es esencia lmente una jerarqu ía de d i rigentes y fu n
c iona rios fijada por una d iv isión del tra bajo mecá n ica y fija. (De
todos modos, la constante apl icación errónea de fa lsas teorías tiene
qu e acar rea r a la larga el hu ndimiento del par t ido; pero ésta es otra
cu estión.) El carácter eminentemente práctico de la organización
comun ista, p recisamente su esencia de pa rtido de lucha, p resu po
ne, por una parte, la teor ía verdadera, porque en otro caso sucu mbi
r ía muy fáci l mente ante las consecuencias de u n a teoría fa lsa; y,
por otra pa rte, esta forma de orga nización p rod uce y reproduce la
adecuada con1prensión teórica, porque a u menta la sensibi l idad de
la for ma organizativa respecto de las consecuenc ias de u na acti
tud teorét ica fa lsa. Así, pues, capacidad de acción y capacidad de
autocr ít ica, de autocorrecc ión, de desarrol lo teór ico, se encuentran
en interacción i ndisoluble. Tampoco en el ter reno de la teoría obra
el partido como representante del p roleta riado. S i la conc iencia de
c lase es cosa p rocesua l y flu ida en relación con el pensam iento y la
acción de la clase entera, el lo t iene que refleja rse en la for ma orga
n i zativa de esa conciencia de c lase, en el pa rtido comu n ista. Pero
con la d i ferencia de que en él se ha objet ivado orga n izativa mente
u n estadio de conciencia superior: frente a las osc i laciones más o
menos caóticas del desa rrol lo de la conciencia en la clase m isn1a,
frente a la a lternancia de esta l l idos, en los cua les se ma n i fiesta u na
madurez de la conciencia de clase mucho mayor que la que pod ía
p reverse en teoría, y estad ios sem i-letárgicos de inmov i l idad, de
pasivo su fr i m iento, de desarrol lo meramente su b ter rá neo, el pa r
tido comun ista sig n i fica u na acentuac ión conc iente de la relación
entre el uobjetivo fi na l" y la acción presentemente actua l y necesa
r ia.33 Lo procesual, el elemento dia léct ico de la conciencia de clase,
se conv ierte así en d ia l éct ica concientemente ma nejada en la teoría
del partido.
Esta i nteracción d ialéct ica i n interru m pida entre la teoría, el pa r
t ido y la clase, esa or ientación de la teoría a las necesidades in me
d iatas de la clase, no sign i fica, pues, en modo a lg u no, la d isolu
c ión del partido en la masa del proleta r iado. Las di scusiones acerca
del Frente Ú n ico h a n most rado en cas i todos los enem igos de esta
m ismos y hasta fi nes más lejanos, o que s e crea que l a mejor acc ión
467
36lbíd., 80.
37Ya las d iscusiones acerca del p roblema de la acumu lación g i ran en torno
de este pu nto. Aún más les ocu rre eso a las d iscusiones acerca de la g uerra
y el I mperialismo. Cfr. Zi noviev contra Kautsky en Co ntra la corriente, ed.
a lema na, 321 . Y de modo especial mente claro en la i ntervención de Len in
en el I I Congreso del Pa rtido Comu n ista de Rusia a propósito del capita
lismo de estado: " Un capitalismo estatal de la for ma del que hoy tenemos
entre nosotros no aparece a na l i zado por ninguna teoría ni en n i ng u na
bibliografía por la sencil la razón de que todas las representaciones aso
ciadas con esas pa labras se adapta n a l gobierno bu rg ués y al orden socia l
capitalista. Nosotros, en cambio, tenemos un orden socia l que ha abando
nado ya los raíles del cap italismo, pero no ha l legado aún a n i ng una v ía
nueva, pues este estado no está d i rigido por l a bu rg uesía, sino por el p role
tar iado. Y de no so t ro s del pa rtido comu n ista y de la cl ase obrera, depende
,
472
toda organ ización comun ista tiene que esta r dispuesta a i ntensi fi
ca r todo lo posible su p ropia sensibi lidad pa ra con cua lqu ier forma
nueva del p roceso, su capacidad de aprender de todos los momentos
del desarrol lo. Y t iene que evitar que las a rmas con las que ayer se
consig u ió u na vic toria se conv iertan hoy, por su crista l ización, en
un obstácu lo para la lucha subsigu iente. "Tenen1os que aprender de
los v iajantes de comercio", dice Len i n, en el d iscu rso que acabamos
de cita r, acerca de l as ta rea s de los comu n i stas en la Nueva Pol ít ica
Económ ica .
F lex ibi l idad, capac idad de ca mbio y de adaptación de la tác
tica, y fi rme y concentrada orga n izac ión son, pues, s implemente,
dos ca ras de u na sola cosa . Pero pocas veces se capta s eg ú n todo
su a lca nce -n i s iqu iera en a mbientes comun is tas- este sentido, el
más p rofu n do, de la forma orga n izativa comu nista . Y ello a pesar
de que de su recta apl icación dependen no sólo la posibi l idad de
la acción correcta, si no también la ca pacidad interna de desa rro
l lo del partido comu n ista. Lenin rep ite tenazmente la recusación
de todo utopismo referente a l materia l hu mano con el que hay que
hacer la revolución y l leva rla a la v ic tor ia: se trata necesar iam ente
de homb res educados en y corrompidos por la soc iedad capita l is
ta. Pero la recusación de espera nzas o ilusiones utópicas no s ig
n i fica en modo a lgu no el derecho a detenerse y contentarse con
fata l is mo con el reconoc i m iento del hecho. Sign ifica que, puesto
que toda esp era nza en la t ra nsformación i nterna de los hombres
es u na ilusión utóp ica m ient ras subsista el cap ita l ismo, hay que
busca r y encontra r medidas y garantías organizativas adecuadas para
oponerse a las consecuenci as corruptoras de esta situación, p a ra
correg i r inmediata men te su i nev i table aparición y para eli m ina r
las degeneraciones q u e así se produzca n. El dog matis mo teoréti
co no es n1ás que un caso pa r ticu lar de los fenómenos de crista l i
zación a que está n constantemente expues tos todos los hombres y
todas las orga nizaciones que v iven en un an1biente capita l ista. La
cosificación38 capita l i sta de la concienc ia aca r rea a l m ismo tiempo
u na u lt ra i nd iv idua l i zac ión y una cos i ficac ión mecá n ica del hom
bre. La d iv i s ión del t rabajo, no basada en la pecu l iaridad hu ma na,
39Segú n el DRAE, "persona d iest ra en una facu ltad, más por haberla prac
t icado mucho que por ser muy docta en ella". ( N . del E .)
40Léase sobre esto la i nteresantísima sección acerca de la prensa del pa r
tido de las Tesis sobre organización del I I I Congreso. En el p u nto 48 se
formula con toda cla ridad esa exigencia. Pero toda la técnica de la organi
zación -por ejemplo, la relación de la fracción pa rla mentaria con el Comité
Central, la a lternativa de t rabajo lega l y trabajo i lega l, etc.- está basada en
este p rincipio.
474
42C fr. artícu lo de Leni n en Pravda, 21-IX-1 921 . Es obvio sin más que esta
med ida orga n izativa ha sido al mismo t iempo u na med ida táct ica esplén
d ida para eleva r la autoridad del par t ido comun ista, para conso l idar sus
re) aciones con las masas trabajadoras.
477
Observaciones de método
acerca del problema de la orga n izac ión 427