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"Hay que reconocer que muchas de las ideas urbanísticas del Renacimiento, que no pasaron
de doctrina, utopía o ejercicio ideal del intelecto en los países de Europa donde se
originaron, tuvieron su campo de realización real en América en la ingente obra de
colonización española" (pp. 127)
CHUECA GOITIA, Fernando (1987) Breve historia del urbanismo. Madrid: Alianza (11ª edición).
Las cuatro calles principales conducen fuera de la plaza, cada una de ellas desde
el punto medio de cada lado, y dos desde cada uno de los ángulos. Estos deben
estar orientados hacia los cuatro puntos cardinales, porque así las calles que
salen de la plaza no estarán expuestas directamente a los cuatro vientos principa-
les. Toda la plaza y las cuatro calles principales que divergen de ella estarán
provistas de pórticos, porque son muy necesarios a las personas que en ellos se
congregan para comerciar...”
Ordenanzas sobre Descubrimientos nuevos y Poblaciones (1573)
La fundación de una ciudad implicaba toda una organización territorial, de allí que
la distancia mínima entre poblados estaba pautada en 5 leguas. La traza de la
ciudad era el fragmento, estrictamente urbano, en el cual estaban previstos los
solares a ser repartidos entre los pobladores. Las medidas conservaban
denominaciones medievales tales como peonía y caballería que en el ámbito
urbano representaban 28 por 14 metros ó 28 por 52 metros y en el ámbito rural 6
ó 30 hectáreas respectivamente. Se trataba de concesiones reales denominadas
mercedes que se entregaban gratuitamente, a cambio de ciertos compromisos
como edificar el solar, cultivar los predios y la prohibición de venderlos en un plazo
menor a 4 años. La ciudad se reservaba una zona para posible expansión y uso
común, denominada ejido, para esparcimiento de los vecinos y también utilizable
como tierra de pastoreo. También contaba con propios que eran terrenos y fincas
que el gobierno de la ciudad se reservaba para obtener recursos mediante su
alquiler. Los vecinos podían acceder a tierras destinadas a cultivo y labranza,
cercanas a la ciudad, que se denominaban chacras. Fuera del ámbito urbano
estaban las haciendas ganaderas o estancias privadas, que constituían las
asignaciones de mayor tamaño, destinadas a la cría y pastoreo de ganado. En
todos los casos la utilización de bosques (provisión de madera para la combustión)
y aguas, eran de libre uso.
"La ciudad, que es la sede del poder como una de sus principales razones de ser, domina
políticamente al campo, imponiéndole su autoridad y su ley . Su papel consistió
esencialmente en concentrar y de esta manera alentar la fuerza de persuasión y la fuerza de
coerción de la metrópoli en el cuerpo de la sociedad colonial"
SINGER, Paul I. (1976), "Campo y ciudad en el contexto histórico latinoaméricano", en: Luis Unikel
y Andrés Necochea (Comp.), Desarrollo urbano y regional en América Latina. Problemas y
políticas. México: Fondo de Cultura Económica.
Se trataba de un concepto de ciudad que superaba ampliamente la traza inicial (el
diseño) y su posterior consolidación como espacio urbano construido (el trazado),
lo que actualmente llamaríamos el núcleo urbano; lo cual equivale a decir que
cada ciudad abarcaba una gran marca o impronta territorial. Por ello el
fundamento urbano que asignamos al proceso de colonización castellana se basa
en el hecho que, en la estructura Iberoamericana, la ciudad organizó el territorio.
Este fenómeno, por ejemplo, se diferencia de la propuesta portuguesa en el actual
Brasil, que fue netamente rural con epicentro en plantaciones y haciendas, donde
las ciudades son un fenómeno posterior que se desarrolló como requisito para la
comercialización y exportación de las materias primas, como el azúcar.
En el área del Río de la Plata, con la Real Cédula del 16 de diciembre 1617, se
establecieron 2 Gobernaciones: la de Guayrá con capital en Asunción (integrada
además por Villa Rica, Ciudad Real y Jerez) y la de Buenos Aires o Río de la Plata
con capital en Buenos Aires (integrada por Santa Fe, Corrientes y Concepción del
Bermejo en el actual Litoral de nuestro territorio). Más allá de una más adecuada
organización territorial se inició un rebalanceo de la región, desplazándose la
primacia largamente detentada por Asunción, hacia la ciudad de Buenos Aires. Un
indicador claro del fenómeno puede advertirse con la creación del Obispado de
Buenos Aires en 1620, que hasta entonces era dependiente del Paraguay. Esta
rejerarquización de Buenos Aires inmediatamente tropezó con los intereses
limeños, que se manifestaron rápidamente ante la Corona, obteniendo el
establecimiento de la Aduana seca de Córdoba (7 de febrero de 1622).
La competencia entre Buenos Aires [Fig. 6] y Lima [Fig. 7] fue dura y lógicamente
la capital virreinal siempre contó con mayor respaldo por parte de la Corona. De
allí que varios emprendimientos rápidamente fracasaron como el del gobernador
de Buenos Aires, José Martínez Salazar quien fundó el tribunal de la Audiencia en
1661, pero que fue suprimido diez años después. Un aliciente, al menos para el
orgullo local, fue cuando el Rey distinguió a Buenos Aires con el título de “Muy
noble y muy leal” por la acción del coronel Baltasar García Ros al hacer rendir el
bastión portugués instalado en Colonia de Sacramento (1705).
"El crecimiento de Buenos Aires en su primer siglo de vida fue lento pero continuo. Si
consideramos el número de almas que encerraba la población en la época que nos ocupa -
unas dos mil, más o menos-, la cantidad parece insignificante comparada con el aumento
rápido de otras ciudades por aquel tiempo; mas si tenemos en cuenta las condiciones en que
se desarrolló su vida durante cien años, hemos de admitir que el solo hecho que existiera
fue casi un milagro y que su pequeño adelanto resultó en verdad notable. En efecto: las
prohibiciones comerciales que pesaban sobre ella, su aislamiento geográfico y su pobreza
habrían malogrado cualquier otra población" (pp.393)
ZABALA, Rómulo (y) Enrique de Gandía, Historia de la Ciudad de Buenos Aires 1536-1800.
Buenos Aires: Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1980.
Recién a mediados del siglo XVIII se pueden advertir claros signos de
refuncionalización territorial, en plena etapa Borbónica, tanto con la creación de
dos unidades territoriales con gobernadores propios, pero subordinados a Buenos
Aires: Montevideo (luego casi toda la Banda Oriental) y Misiones (para las
comunidades guaraníes tras la expulsión de los jesuitas), como con la mayor
intervención registrada: la creación del Virreinato del Río de la Plata con capital en
Buenos Aires (1776) [Fig. 8] .
Por Real Orden del 5 de junio de 1784 se creó una novena Intendencia con capital
en Puno (en lo que eran las provincias del Callao abarcando los distritos de Puno,
Lampa, Chucuito, Azangaro y Carabaya) por ser demasiado extenso el territorio
incluido en la Intendencia de La Paz. Posteriormente (1796) dicha Intendencia se
transfirió al virreinato del Perú.
Buenos Aires carece de un “casco histórico” que refleje su período colonial; lo más
“tradicional” que podemos mostrar a nuestros visitantes está en el Barrio de San
Telmo, pero es del siglo XIX. La Arqueología urbana seguramente nos proveerá
de respuestas precisas, en tanto la ausencia de improntas materiales llevó al
armado de conjeturas y especulaciones que desvirtuaron más de lo que ayudaron
a recuperar plenamente nuestra memoria urbana.
Sin duda es mucho lo que desconocemos todavía de nuestra ciudad, pero vale la
pena seguir preguntándose sobre la etimología de nuestras “manzanas” (3), como
también por la caprichosa orientación de nuestra cartografía que presentó la
ciudad vista desde el Río de la Plata (reemplazando la convención del “Norte” por
la del “Oeste”) o incluso acerca de su esencia como “ciudad-puerto” sin contar con
la correspondiente infraestructura durante 3 siglos, etc.
Al caminar por Buenos Aires, sus calles cargan con la densidad cultural de un
patrimonio intangible que ha ido formando diversas capas donde en las más
profundas se hallan los ideales de Hipódamo, de Vitrubio o de Moro; luego se
formaron capas que se propagaron por los barrios cargadas de sainetes y tangos,
y asi podríamos seguir desglosando su espesor cultural. Pero para poder hacer
estas operaciones simbólicas es importante que no perdamos de vista que todo
empezó con la “manzana” y llegados a este punto volvernos a preguntar ¿Porqué
se les habrá llamado “manzana”?
Notas:
(1) Cf. GUTMAN, Margarita (y) Jorge Enrique HARDOY (1992) Buenos Aires.
Madrid: Editorial MAPFRE. El Capítulo III “La Ciudad Republicana, 1810-1880”
comienza con la formación de la “Gran Aldea”.
(3) Una colega, la Lic. María Inés Alonso, me comentó que en el dialecto bable se
denomina “pomarada” [que viene de la palabra francesa pomme (manzana)] la
delimitación de la propiedad privada rural mediante hileras de manzanos.
Bibliografía:
AGUILERA ROJAS, Javier (1994) Fundación de Ciudades Hispanoamericanas.
Madrid: MAPFRE.
HARDOY, Jorge Enrique (1972) Las ciudades en América Latina. Seis ensayos
sobre la urbanización contemporánea. Buenos Aires: PAIDOS.
HARDOY, Jorge Enrique (y) Margarita Gutman (1992) Buenos Aires. Madrid:
MAPFRE
ROMERO, José Luis. (1976) Latinoámerica: las ciudades y las ideas. Buenos
Aires: Siglo XXI Editores.
ROMERO, José Luis (y) Luis Alberto Romero (Dirs.).(1983). Buenos Aires.
Historia de cuatro siglos. Buenos Aires: Editorial ABRIL