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Sergio García
RESUMEN El presente artículo plantea aplicar el método hermenéutico para asegurar la validez y la
confiabilidad en el proceso de evaluar el aprendizaje, cuando éste se centra en el aprendiz. Los
enfoques cuantitativo y cualitativo orientan todo su esfuerzo, para evaluar el aprendizaje, hacia el
perfeccionamiento de técnicas e instrumentos de medición elaborados por el evaluador asegurando la
validez de los mismos en términos de precisar el rasgo del aprendizaje que se pretende medir (validez
de constructo) y controlar y posibilitar su generalización (validez interna y externa). Así mismo, la
confiabilidad se establece para garantizar la estabilidad o consistencia interna en estas técnicas e
instrumentos de medición y verificar el grado de similitud entre el contexto del evaluador y el contexto
del evaluado. Bajo el enfoque hermenéutico, la evaluación del aprendizaje es concebida como un
proceso social e investigativo centrado en el aprendiz, construido, compartido y desarrollado a través
de la experiencia intersubjetiva asociada a los procesos inteligentes, de pensamiento, conscientes,
afectivos y emocionales; y enmarcado por las interrelaciones existentes entre el conocimiento y el
aprendizaje. En este sentido, la validez adquiere otra dimensión, al documentar fehacientemente las
relaciones particulares existentes entre el aprendizaje y la evaluación (validez de contenido, cognitiva,
ecológica, de juicio y de interpretación) y, por su parte, la confiabilidad se sustenta en la intuición y el
entendimiento, enlazándose para desarrollar un proceso de construcción de la evaluación, sin
pretender inducir generalizaciones sino de explicar lo particular.
ABSTRACT This article proposes the application of a hermeneutical method to assure validity and
reliability in the process of evaluating learner-centered learning. Unlike the more traditional quantitative
and qualitative approaches, a hermeneutical approach views learning as a social and inquiring process
centered on learners. Learning is construed, shared and developed by means of an intersubjective
experience related to thinking and emotional processes and in which knowledge and learning are
intertwined. In this sense, validity means a different thing. It takes into account the specific relations
between learning and evaluation (content, cognitive, ecological, judgemental and interpretive validity).
Reliability is then based on intuition and comprehension. These factors are intertwined as they develop
a constructive process of evaluation, intending not to generalize but to explain particular instances.
I. Introducción
El rigor y la calidad para evaluar el aprendizaje dependen, fundamentalmente, de cómo se aborde la
validez y la confiabilidad, cualidades esenciales que deben estar presentes en el desarrollo del proceso
de recoger y analizar la información conducente a garantizar una mayor confianza sobre las
conclusiones emitidas, de manera individual y compartida, por el evaluador.
Tanto la validez como la confiabilidad se conjugan para coadyuvar al evaluador a ser objetivo en el
proceso de describir la realidad derivada de un aprendizaje específico, el cual está inmerso en un
discurso privado y que pretende ser público a través de la comunicación.
La concepción de validez está referida a la firmeza o seguridad de algún acto y las condiciones
necesarias para su permanencia, vigencia y autenticidad. En el caso de la evaluación del aprendizaje,
ella se asocia a cuán seguro está el evaluador al calificar o cualificar el aprendizaje que se alcanza
sobre determinado conocimiento y si se corresponde con la realidad en la cual se desarrolló ese
aprendizaje.
Este tipo de evaluación presenta diferentes interpretaciones de validez, referidas a pruebas o tests,
establecidas en los Estándares para Tests y Manuales para Educación y Psicología (American
Psychological Association –APA-, 1985):
a. Validez de contenido: juicio lógico sobre la correspondencia que existe entre el rasgo del aprendizaje
del evaluado y lo que se incluye en la prueba, recurriendo a expertos para valorar la adecuación de
cada ítem al rasgo a evaluar.
b. Validez de criterio: eficacia de la prueba para comparar un rasgo en cuestión con alguna o algunas
variables externas, midiéndola a través de análisis correlacional o de regresión entre las puntuaciones
obtenidas en la prueba y en otras basadas en el criterio.
Estas categorías, establecidas por la APA, fueron resumidas en 1985 a partir de cinco tipos de validez
señalados por esta misma Asociación en 1954 (validez de contenido, validez de criterio, validez
predictiva, validez concurrente y validez de constructo); apuntando hacia la concepción única de
validez, referida a la pertinencia, significado y utilidad de las inferencias específicas derivadas de las
pruebas o tests, coincidiendo, desde este punto vista, con Anastasi en 1982 y con Cronbach en 1984.
Cronbach (1988), con la idea de que el argumento debe unir la evidencia de los conceptos, las
consecuencias sociales y personales, y los valores, añade:
el fondo del asunto es que los que validan tienen la obligación de revisar cuándo una práctica tiene
consecuencias apropiadas para los individuos y las instituciones, y especialmente prevenir las
consecuencias adversas. Usted (….) pudiera excluir la reflexión sobre las consecuencias a partir de
los significados de la palabra validación, pero no puede negar la obligación de hacerlo (p. 6).
La validez de constructo, sin embargo, debe tomar en consideración el uso contextual de la prueba o
test y cómo se generan las puntuaciones de la misma. Cronbach (1988) señala que "los argumentos
para usar la prueba deben estar claros para extender, de manera persuasiva y posible, la construcción
de la realidad y el peso valorativo implícito, y sus aplicaciones" (p. 7). Para recoger información de la
validez de constructo, necesaria para justificar la interpretación de la prueba, los datos deben surgir,
inicialmente, de la administración y desarrollo de la prueba, para continuar con aquéllos obtenidos más
allá del análisis de las puntuaciones, estableciendo así un proceso de búsqueda amplia y minuciosa.
Por su parte, las puntuaciones de la prueba pudieran llevar a emitir juicios erróneos del evaluador
sobre el evaluado, al no considerar otros aspectos de tipo humano, social o cultural referidos al
evaluado y, además, la información susceptible de ser medida limita su existencia, dejando afuera
otros aspectos que pudieran ser de significativa importancia para validar el juicio. Al respecto Messick
(1989) señala lo siguiente:
…los tests no sólo son imprecisos o falibles en virtud de los errores muestrales de medida sino también
inevitablemente imperfectos como ideales del constructo que se proponen valorar. Los tests son
medidas imperfectas de constructos porque no consideran aspectos que pudieran incluir de acuerdo
a la teoría del constructo o incluyen aspectos que pudieran quedar fuera, o ambos. Esto último indica
que hay dos tipos de evidencias necesarias para validar el constructo, uno para valorar el grado con
el cual las implicaciones del constructo se evidencian con las relaciones empíricas de la puntuación y
el otro para argumentar que estas relaciones no son atribuidas a otros constructos diferentes y
alternos (p. 34).
Por su parte, Campbell y Stanley (1972) distinguen dos tipos de consideraciones para la validez
cuantitativa asociada a la evaluación del aprendizaje: la validez interna y la externa.
a. Validez interna: concebida como la mínima imprescindible sin la cual es imposible interpretar alguna
evaluación. Algunas variables externas que pueden generar efectos que se confundirían con el del
estímulo del aprendizaje son: (a) la historia (acontecimientos específicos ocurridos entre mediciones
sucesivas para evaluar el logro de un objetivo instruccional); (b) la maduración (procesos internos del
evaluado como cansancio, desmotivación, desinterés, etcétera); (c) la administración de tests (influjo
que la administración de una prueba o test ejerce sobre los resultados de otro posterior); (d) la
instrumentación (cambios en los instrumentos de medición o en los evaluadores que pueden producir
variaciones en las mediciones que se obtengan); (e) la mortalidad (diferencia en la pérdida de
evaluadores).
b. Validez externa: la cual plantea la interrogante sobre la posibilidad de generalización. Los factores
que amenazan esta validez son: (a) el efecto reactivo o de interacción de las pruebas o tests (aumento
o disminución de la sensibilidad o la calidad de la reacción del evaluado al estímulo de un aprendizaje);
(b) el efecto de interacción (sesgo de selección de técnicas e instrumentos de evaluación y el tipo
específico de aprendizaje); (c) efectos reactivos de la evaluación (impedimentos para hacer extensiva
las técnicas e instrumentos para evaluar un aprendizaje en otros aprendizajes); y (d) las interferencias
de las evaluaciones múltiples (efectos que se producen cuando al evaluado le aplican evaluaciones
múltiples y sucesivas, persistiendo aquéllos de procesos y resultados de evaluaciones anteriores).
La validez, bajo el enfoque cualitativo, concierne a la exactitud con que las conclusiones representen
efectivamente la realidad empírica y si los constructos diseñados representan categorías reales de la
experiencia humana (Hansen, citado en Pérez, 1994: 80).
En otras palabras, ella es una forma de estimar el grado de correspondencia entre el aprendizaje
susceptible de ser evaluado y el proceso de evaluar ese aprendizaje atribuido al evaluado. Agregado
a esto, la credibilidad, asociada a la validez, está condicionada a la estrecha relación del evaluador
con el evaluado y con el contexto sociocultural donde se realiza la evaluación, tomando en
consideración sus características más relevantes.
La validez depende, a su vez, de una actitud de aproximación de igual a igual, entre el evaluador y el
evaluado, revisando permanentemente las conjeturas planteadas para que resulte en todos los casos,
y desarrollando conjuntamente un proceso de intersubjetividad progresiva sobre el propio proceso de
construcción.
Tomando en consideración el enfoque cualitativo, existen las siguientes estrategias para asegurar la
validez en materia de evaluación:
b. Saturación: Según Hopkins (1985), ella consiste en reunir las pruebas y evidencias suficientes para
garantizar la credibilidad de la evaluación; lo cual se logra repitiendo la evaluación o revisando el
proceso involucrado.
a. Validez interna: consiste en conocer si el evaluador observa realmente lo que cree observar. Las
variables que amenazan esta validez serían las mismas descritas por Campbell y Stanley (1979), sólo
que su tratamiento es diferente debido a que la evaluación se realiza en escenarios no sujetos a
mediciones cuantitativas ni a esquemas rígidos preestablecidos. En el caso de la historia y la
maduración, el evaluador debe determinar la información que se mantiene estable en el tiempo así
como la mutable. Para conocer los cambios, recurre a la replicación y comparación sistemática de la
evaluación. Sobre la influencia del evaluador, éste debe controlar los factores personales en el proceso
de recoger la información, la cual debe ser lo menos visible posible, sin prejuicios ni posturas
preestablecidas. La selección y regresión las controla el evaluador a través de un inventario de
subgrupos, acontecimientos y escenarios. La mortalidad, debida a la disminución en número de otros
evaluadores, es un proceso posible en estos escenarios, para lo cual el evaluador debe identificar sus
efectos.
b. Validez externa: está referida a constatar si los constructos y postulados abstractos creados,
perfeccionados o comprobados por el evaluador son aplicables a los del evaluado. Ella depende de la
identificación y descripción de las características más importantes del evaluador y de las evaluaciones,
de tal manera que puedan ser comparadas con otras posteriores de tipo similar, para lo cual quizás
sea necesario conocer exhaustivamente sus atributos. Para contrarrestar esto, es recomendable
desarrollar la evaluación, si es posible, en múltiples escenarios. El efecto de selección se minimiza
determinando el grado de ajuste entre las categorías diseñadas y la realidad del evaluador y la del
evaluado. El efecto de escenario y de la historia, como amenazas al efectuar interpretaciones
intergrupales de constructos, disminuyen en la medida que la dinámica interactiva y las experiencias
históricas se identifican con la mayor claridad.
La confiabilidad consiste en la esperanza firme que se tiene sobre algún acto, así como su presunción
en eventos futuros. En el caso de la evaluación del aprendizaje, esta confiabilidad refiere al esfuerzo
del evaluador para asegurar la pertinencia y permanencia tanto del procedimiento como de las
estrategias y métodos utilizados para evaluar el aprendizaje.
Existen tres tipos de confiabilidad en la evaluación cuantitativa: (a) la repetición de la prueba con
tiempo suficiente para que el evaluado olvide los ítemes, calculando el coeficiente de correlación que
permite conocer el grado de confiabilidad de dicha prueba; (b) las formas paralelas, técnica similar a
la anterior pero con pruebas no idénticas sino con ítemes equivalentes; y (c) división en mitades, con
el cual se calcula un coeficiente de consistencia interna, mediante la correlación entre las puntuaciones
de ambas mitades.
Según Goetz y LeCompte (1988), existen dos tipos de confiabilidad para la evaluación:
a. Confiabilidad interna: consiste en conocer la congruencia existente entre las inferencias relativas al
aprendizaje, derivadas éstas de los constructos elaborados por el evaluado sobre un aprendizaje, para
lo cual es fundamental la descripción y composición de los acontecimientos sin tomar en cuenta su
frecuencia. Usualmente se utilizan las siguientes técnicas e instrumentos: (a) descriptores de bajo nivel
inferencial (narraciones y relatos concretos, minuciosos y precisos, incluyendo datos discrepantes); (b)
varios evaluadores (equipos de evaluadores abocados a la evaluación de un mismo aprendizaje), (c)
revisión por otros evaluadores (corroboración de los hallazgos por parte de otros evaluadores); y (d)
datos registrados automáticamente (registros de video, audio, fotografías, etc.)
IV. La Hermenéutica
La época moderna impone al hombre una mentalidad alienada a una realidad constituida por él mismo
y que se reduce a él, un mundo tecnificado producto del hombre. La verdad es absoluta, es única, y
se deriva de una ciencia que reduce el ser a la objetividad a través del laboratorio. La modernidad se
caracteriza por la formalización lógico-matemática y la matematización del conocimiento natural. El
objetivismo revela al mundo como matemática aplicada y la conciencia objetiva se apropia de lo
subjetivo. Con la modernidad se disuelve el lazo social y el paso de las colectividades sociales al
estado de una masa compuesta de átomos individuales, cada uno se ve remitido a sí mismo; un mundo
en el cual los acontecimientos vividos se han vuelto independientes del hombre (Lyotard, 1989).
Estas exigencias, provenientes de las ciencias de nuestro tiempo, tuvieron un oponente: Martin
Heidegger (1889-1976), quien escribió en 1942 La doctrina platónica de la verdad, donde afirmaba:
sólo en la subjetividad se puede conocer la existencia del hombre, no en la objetividad. Este gran
filósofo alemán partía de la tradición metafísica para definir la verdad como conformidad de la
proposición con la cosa, el hombre se abre a la cosa en un acto libre tratando de adecuarse a ella: "la
esencia de la verdad es la libertad" (Heidegger en De la esencia de la verdad, citado en Vattimo, 1987:
71).
Nietzche (citado en Smith, 1996: 6) afirma, en todo caso, que la filosofía genuina siempre perdura en
el tiempo, es crítica y se proyecta por encima del presente concreto, las ideas se manifiestan
lentamente, de manera impredictiva y en diferentes formas; y no existe relación biyectiva entre el
pensamiento y la configuración que envuelve al mundo concreto.
Antiguamente existían una hermenéutica teológica y una hermenéutica jurídica como ciencias que se
ponían al servicio de sacerdotes y jueces para comprender e interpretar textos; con lo cual se
transmitían los conocimientos y sus verdades. Sin embargo, Gadamer (1977) señala que "el fenómeno
de la comprensión no sólo atraviesa todas las referencias humanas al mundo, sino que también tiene
validez propia dentro de la ciencia, y se resiste a cualquier intento de transformarlo en un método
científico" (p. 23).
La comprensión es un acuerdo hablado o escrito entre el aprendiz y el profesor que se logra a través
del entendimiento; y un malentendido u opinión incomprensible se convierte en dato fijo como opinión.
El fenómeno hermenéutico legitima la verdad a través de la comprensión como experiencia superior
en el desarrollo del método. La interpretación gramática y psicológica, como situación pedagógica,
ayuda a la comprensión del aprendiz.
Lyotard (1989) señala que el saber, por su parte, conjuga "competencias que exceden la determinación
y la aplicación del único criterio de verdad, y que comprenden a los criterios de eficiencia (cualificación
técnica), de justicia y/o de dicha (sabiduría ética), de belleza sonora, cromática (sensibilidad auditiva,
visual), etc." (p. 44).
El pensamiento hermenéutico "ya no será un ir a las cosas mediante el lenguaje entendido como
instrumento; a las cosas mismas se llegará, según el lema fenomenológico, sólo en el lenguaje y
reflexionando sobre el lenguaje" (Vattimo, 1987: 117). El pensamiento coloca al lenguaje en el centro
de su atención, sumergiéndose en una experiencia de la realidad misma y permitiendo al hombre
abrirse al mundo, interpretando las cosas con palabras y haciéndolas accesibles hasta en la presencia
temporoespacial. Vattimo, añade:
La experiencia a la que la filosofía en toda su historia siempre quiso remitirse como a su fundamento
y a su legitimación no puede pues entenderse de ninguna manera como un encontrar las cosas en el
tiempo y el espacio, o por lo menos no primordialmente así, sino como un escuchar el lenguaje. El
pensamiento es fundamentalmente una escucha del lenguaje en su originaria condición poética, esto
es, en su fuerza de fundación y de creación: por eso, el elemento en el cual se desarrolla nuestra
existencia es la proximidad de pensar y poetizar (p. 120).
Por su parte, Habermas (1973) aporta un interesante concepto referido a la constitución del
conocimiento, como es el interés cognitivo, definido por él como una categoría peculiar que configura
y determina lo que cuenta como objetos y tipos de conocimiento, donde Habermas distingue tres
intereses básicos: el técnico, el práctico y el emancipador, incorporados respectivamente al enfoque
de las ciencias empírico-analíticas, las ciencias histórico-hermenéuticas y las ciencias orientadas hacia
la crítica. Además, añade, el trabajo corresponde al interés técnico que guía las ciencias empírico-
analíticas, la interacción corresponde al interés práctico que guía las disciplinas histórico-
hermenéuticas, y el poder corresponde al interés emancipador que guía las disciplinas críticas: las
ciencias sociales críticas.
Bajo la óptica hermeneuta, la evaluación del aprendizaje es concebida como un proceso social e
investigativo centrado en el aprendiz, construido, compartido y desarrollado a través de la experiencia
intersubjetiva asociada a los procesos inteligentes, de pensamiento, conscientes, afectivos y
emocionales; y enmarcado por las interrelaciones existentes entre el conocimiento (declarativo,
procedimental, estratégico y metacognitivo) y el aprendizaje (sensibilización, atención, adquisición,
personalización, recuperación, transferencia y evaluación).
Un evaluador que se realiza hacia lo humano, con posiciones flexibles, creativo y solidario,
construyendo su propia realidad en la experiencia estética y la subjetividad (Flórez, 1994). Los
procesos de pensamiento hermenéutico del hombre estimulan una evaluación práctica, que le permite
relacionar estructuras o conceptos, establecer categorías y generalizaciones teóricas modificables en
lo particular, para adquirir experiencia progresiva en la evaluación.
En este sentido, la evaluación del aprendizaje centrado en el aprendiz debe dirigirse hacia la reflexión
y la autocrítica al verse a sí mismo como evaluado, surgiendo de manera natural la autoevaluación,
para posteriormente someterse a la evaluación de otros, la coevaluación, como son la del profesor de
determinada asignatura, la de los condiscípulos, la de otros profesores, la de los padres y demás
personas que considere importante el aprendiz para compartir la evaluación de su aprendizaje
5.1. Validez Hermenéutica
Los argumentos esgrimidos por el aprendiz, al evaluarse, deben ser confrontados e interpretados hasta
lograr un entendimiento y consenso, respetando los diferentes puntos de vista y teorías.
Particularmente, y con el fin de garantizar la validez en la evaluación del aprendizaje, la información
construida debe documentar fehacientemente las relaciones particulares existentes entre el
aprendizaje y la evaluación, cuando se aborda desde una perspectiva diferente a las cuantitativa y
cualitativa, en las cuales el evaluador es simplemente un administrador de técnicas e instrumentos de
medición, responsabilidad asumida eminentemente por el docente.
Por tal razón, la auto y coevaluación del aprendizaje se revisten de validez y confiabilidad a través del
método hermenéutico de investigación, en los siguientes términos:
a. Validez de contenido: toda estrategia o acción emprendida para auto y coevaluar el aprendizaje se
produce como respuesta a una pregunta pertinente, precisa y oportuna, que permite la reflexión, el
pensamiento profundo y la toma de conciencia. La conversación y el entendimiento del discurso
conducen a construir e interpretar mancomunadamente la evaluación del aprendizaje, compartida a
través del diálogo. De esta manera surgen argumentos y acuerdos para la comprensión plena de la
evaluación y un consenso del verdadero sentido alcanzado por el evaluador y los coevaluadores.
b. Validez cognitiva: consistente en la viabilidad para evidenciar el esfuerzo del evaluador para
desarrollar la capacidad creadora y los procesos subjetivos inteligentes, de pensamiento y reflexión,
ajustados a las condiciones y características específicas que se requieren en cuanto a las modalidades
de auto y coevaluación, tiempo, plazos y ponderación de jerarquías sobre los modelos explicativos;
acordados y convenidos entre el evaluador y los coevaluadores.
d. Validez de juicio: que considere aspectos de tipo afectivo, social y cultural referido al evaluador y
los coevaluadores, que pudieran ser de significativa importancia para validar dicho juicio. La
descripción de estos aspectos coadyuvan a darle validez a las opiniones emitidas por los evaluadores,
cuando ellas son producto de la reflexión compartida desarrollada a través del diálogo cordial, sincero
y transparente.
e. Validez de interpretación: con la cual se hacen evidentes los acuerdos establecidos entre el
evaluador y los coevaluadores al compartir los resultados de la evaluación del aprendizaje. Esta validez
es de suma importancia cuando se adopta un enfoque hermenéutico, ya que el mismo hace énfasis
en el método para alcanzar acuerdos y convenimientos, cual es el de la hermenéutica, donde
recordemos se abandona el objetivismo y la concepción de apropiarse solamente de opiniones
transmitidas.
La comprensión e interpretación tienen validez propia dentro del proceso intersubjetivo resistiendo,
como acotó Gadamer (1977), cualquier intento para transformarlo en un método científico.
Lo observable nunca se alcanza en su totalidad, es insuficiente concebirlo sólo por sus características
perceptivas. Piaget (1990) propone "que hay que definirlo, pues, por medio de lo que el sujeto cree
comprobar y no simplemente de lo que es comprobable", lo que equivale a decir:
...que una comprobación nunca es independiente de los instrumentos de registro (y por tanto de
asimilación) de lo que dispone el sujeto y que estos instrumentos no son puramente perceptivos, sino
que consisten en esquemas preoperatorios u operatorios aplicados a la percepción actual, los cuales
pueden modificar los datos en un sentido de precisión suplementaria o de deformación (p. 50).
La construcción de la autoevaluación debe considerar no sólo los aspectos variables del aprendizaje,
sino también la acción del aprendiz conducida por la relación y la interacción. Las relaciones lógicas
derivadas sólo se asimilan, acomodan y reacomodan a través de la identificación de la abstracción
reflexiva y la equilibración de las estructuras cognoscitivas.
Por otro lado, explicar la evaluación supone emplear la investigación de la causalidad, superando lo
observable y recurriendo a enlaces inferidos y operatorios. No significa esto considerar que las
evaluaciones existen exteriormente al evaluador y que actúan unas sobre otras independientemente
de ese evaluador, hay que agregar las respuestas de la evaluación alcanzadas por procesos de
inferencia.
Por tal razón se impone, para asegurar la confiabilidad hermenéutica, el describir cómo se alcanzaron
la comprensión, la interpretación, los acuerdos y convenimientos, señalando el espacio, tiempo,
estrategias para desarrollar el diálogo y la conversación, mecanismos de concertación y cualquier otro
elemento que permita tener una visión clara y diáfana del proceso de discusión y conclusión sobre la
evaluación del aprendizaje.
VI. Conclusión
El presente trabajo plantea, en definitiva, adoptar una aproximación hermeneuta a la validez y
confiabilidad en la evaluación del aprendizaje cuando ella se centra en el aprendiz, utilizando
convenientemente la creatividad y la innovación, aunando a la experimentalidad con la intuición. Esto,
por supuesto, tomando en consideración las características biopsicológicas de evaluador y
coevaluadores, así como las específicas del conocimiento, del proceso de aprendizaje y del contexto
sociocultural e institucional. Recordando además que la evaluación resulta ser un aprendizaje más.
En todo caso, tanto la validez cuantitativa como la cualitativa refieren a la estrecha correspondencia
entre las técnicas e instrumentos elaborados por el evaluador y el supuesto aprendizaje del alumno,
lo cual no tiene sentido cuando la evaluación se centra en quien aprende, en donde más bien es
pertinente y conveniente asumir una aproximación hermenéutica.
Por su parte, la confiabilidad bajo la perspectiva hermenéutica no tiene nada que ver con la
replicabilidad de la evaluación y la comparación estadística de las supuestas pruebas paralelas.
Tampoco significa verificar la congruencia entre los constructos, inferencias y contextos del evaluador
y los del evaluado, debido a la misma consideración anteriormente señalada.
Es prácticamente imposible plantearse repetir los procesos de auto y coevaluación buscando asegurar
la confiabilidad de la evaluación, debido fundamentalmente a las características particulares y
cambiantes de aprendiz, de sus condiscípulos y profesores, cuando construyen conocimientos y
desarrollan aprendizajes de manera compartida, además de las circunstancias de un contexto
sociocultural e institucional que cambian permanentemente.