You are on page 1of 6

SURREALISMO

Giorgio de Cbirico, "Meditacior¿es de un pintor", 1912*

¿Cuál será el propósito de 1a futura pintura? El mismo que el de 1a poesía, de la


música y de la filosofía: el de crear sensaciones previamente desconocidas; des-
pojar al arte de todo lo rutinario y aceptado, de todo tema, en favo¡ de una sín-
tesis estética; suprimi¡ por completo al hombre como guía o como medio para
expresar el símbolo, la sensación o el pensamiento; liberarie de una vez por to-
das del antropomorfismo que siempre encadena 1a escultura; ver todo, incluso el
ser humano, en su calidad de cosa. Es el método nietzscheano. Aplicado a\a pin-
tura, puede producir resultados extraordinarios. Es 1o que he querido hacer en
mis cuadros.
Cuando Nietzsche habla del placer que siente alleer a Stendhal o al es-
cuchar la música de Carmen, si se es sensible se comprende lo que quiere decir;
1oprimero ya no es un libro; 1o segundo ya no es una obra musical: son cosds
con las que experimentamos una sensación. Sensación que ha de ser pesada,
medida y comparada con otras más familiares, con objeto de elegir la más origi-
nal.
Una obra de arte en verdad inmortal sólo puede nacer de la revelación.
Es quizá Schopenhauer quien mejor ha definido y también (por qué no) expli-
cado ese instante cuando eo st Parerga y Paralipomena dice: "Para tener ideas
originales, extraordinarias y qtizá incluso inmortales, hay que aislarse del mun-
do por unos momentos de modo tan total que 1as cosas más habltuales apxez-
can como nuevas y desconocidas, revelando de este modo su verdadera esen-
cia". Si envez de1 nacimiento de ideas originales, extraord.inarias, inmortales,
§ imaginamos ei nacimiento de una obra de arte (pintura o escultura) en la mente
de1 artista, tendremos el principio de la revelación en 1a pintura.
En relación con estos problemas permítaseme contar cómo tuve la ¡e-
velación de un cuadro que expondré este año en el Salon DtAtttomne, titulado
Enigma de una tarde cle otoño. E¡ una límpida tarde otoñal me encontraba
sentado en un banco dela Piazza Sar¿ta Croce de Florencia. No era la primera
vez, desde luego, que veía estaplaza. Acababa de salir de una largay penosa
enfermedad intestinal, y me encontraba en un estado de sensibilidad casi
morboso. Todo, hasta el má¡mol de los edificios y de las fuentes, me parecia
convaleciente. En el centro de \a plaza se a\za la estatua de un Dante cubierto con

* Manuscrito de la colecciónJean Paulham. Texto tomado de Giorgio de Cbirico, de


James Thrall Soby, 1955; MuseLtm of Modern Art (Nueva York), con su autorización. La traduc-
ción al ingiés es de Louise Bourgeois y Robert Goldwater.

425
DADA, SURREALISMO Y'SCUOLA METAFÍSICA"

un largo manto, sosteniendo sus obras contra su cuerpo; st cabeza, coronada de


iau¡el, se inclina pensativa hacia el sue1o. La estatua es de mármol blanco, pero
el tiempo le ha clado una pátina gris, muy agradable a la vista. El sol de otoño,
caliente y nada cariñoso, bañaba Ia estatua y la fachada de la iglesia. Tuve en-
tonces la extraña sensación de que estaba viendo todo aquello por vez primera,
y me vino a la mente la composición del cuadro. A1-rora, siempre que 1o miro,
veo de nuevo aquel instante. Sin embargo, ese instante es para mí un enigma,
pues es inexplicable. Y también me gusta llamar "enigma" ala obra que de é1
nació.
La música no puede expresar el rton. plLts ttln"a de la sensación. Después
de todo, no se sabe 1o que es la música. Tras haber escuchado una composición
musical, e1 oyente puede y debe preguntar qué significa. En un cuadro profundo,
por el contrario, eso es imposible: hay que hundirse en el silencio una vez que
se ha penetrado toda su profundidad. Entonces,laluz y Ia sombra, las líneas y
los ángulos y todo el miste¡io del volumen comienzan a hablar.
La revelación de una obra de arte (pintura o escultura) puede presen-
tarse de improviso, cuando menos se espera, y puede también ser estimulada
por la vista de algo. En el primer caso, pertenece a esa clase de taras y extrañas
sensaciones que yo he observado en sólo un hombre moderno: Nietzsche. Entre
los antiguos acaso (y digo acaso porque en ocasiones 1o dudo) tuvieron esa ex-
periencia Fidias, a1 concebir 1a forma plástica de Palas Atenea, y Rafael, al pintar
e1 templo y el cielo de Zos desposorios de la Virgen (en la Pinacoteca de Brera,
Milán). Cuando Nietzsche habia de cómo fue concebido su Zaratbustray dtce
"fiii sotprenclido por Zarathustra" , en este participio encier¡a
todo el enigma de la ¡evelación repentina. -sorprendid
Por otro lado, cuando una revelación brota arfiela vista de un sistema
de objetos organizados , \a obra que surge en nuestro pensamiento se halla ínti-
mamente unida a la circunstancia que ha provocado su nacimiento. Ambos tipos
de revelación se parecen, pero de ext¡año modo, como 1a semejanza que hay
entre dos hermanos, o mejor, entre la imagen de alguien que conocemos vista en
sueños y esa misma persona en la realidad; es como si se hubiese producido una
ligera transfiguración de sus rasgos. Yo creo que así como en cierto sentido el
ver a alguien en sueños es una prueba de su realidad metafísica, de igual manera
É la revelación de una obra de arte es la prueba de la rcalidad metafísica de ciertos
acontecimientos casuales que a veces experimentamos, de ta1 modo que algo
aparece ante nosotros y nos hace ver ia imagen de una obra de arte; una imagen
que en nuestro espíritu provoca a menudo sorpresa ocasiones nos hace
meditar-, y siempre el placer de 1a creación. -en

LA CANCIÓN DE LA ESTACIÓN DE FERROCARRIL

Pequeña estación, pequeña estación, a¡ánta felicidad te debo. Miras a tu alre-


dedor, a la derecha y a la izquierda, también tras de ti. Las banderas restallan dis-
426
DADA, SURREALISMO Y "SCUOLA METAFISICA'

traídamente, ¿por qué sufrir? Entremos, ¿no somos ya lo bastalxte numerosos? Con
tizablanca o con carbón negro escribamos felicidad y su enigma, el enigma y su
afirmación. Bajo 1os porches hay ventanas, en cada ventana un ojo nos mira, y
en sus profundidades, hay voces que nos llaman. La feliciclad de la estación nos
invade, y emerge de nosotros transfigurada. Pequeña estación, pequeña estación,
eres un juguete divino. ¿Qué Zeus distraído te olvidó en esta plaza
y amarJl.a-, a1 lado de esta límpida, inquietante fuente? Todas tus -geométrica
banderitas
restallan juntas bajo la embriaguez de1 luminoso cieio. Más allá de 1os muros la
vida sigue como una catástrofe. ¿Qué te importa a ti todo eso?
Pequeña estación, pequeña estación, cuánta felicidad te debo.

LA MUERTE MISTERIOSA

EI reloj del campanario señala las doce y media. El sol está alto en los cielos, y
quema. Ilumina casas, palacios, porches. En el suelo, sus sombras ftazafl rec-
tángulos, cuadrados y trapezoides de un negro tan suave que los ojos abrasados
gustan de refrescarse en e1las. Qué luz. Qué dulce sería vivir aquí abajo, cerca de
un porche consoiador o de una torre absurda cubierta de banderitas multicolo-
res, entre amables e inteligentes hombres. ¿Ha llegado ese momento alguna
vez? ¡Qué importa, pues lo vemos pasar!
Qué ausencia de tormentas, de gritos de lechuzas, de mares tempes-
tuosos. Homero no hubiera encontrado aqluí nada que cantar. Un ataúd ha esta-
do aguardando desde siempre. Es negro como 1a esperanza, y esfa mañana aI-
guien ha dicho que durante la noche sigue ahí. En algún lugar hay un cadáver
que no vemos. El reloj señala las doce y treinta y dos; el sol comienza a dechnar;
es hora de irnos.

UNA FIESTA

No eran muchos, pero 1a al,egría daba a sus rostros una extraña expresión. Toda la
ciudad estaba llena de banderas. Las había en 1a gran torre que se alza al fondo
dela plaza, cerca de la estatua de1 gran rey conquistado¡. Las banderas restallan
en el faro, en los mástiles de los barcos anclados en el puerto, en los porches, en
el museo de pinturas raras.
Hacia el rnediodía, ellosse han reunido enlaPlazaMayor, donde se ha
preparado un banquete. En e1 centro dela plaza había una larga mesa.
El sol tenía una terrible belleza.
Precisas, geométricas sombras.
§ Contra la profundidad de1 cielo, el viento desplegaba 1as banderas mul-
ticolores de la gran torre roia, de un rojo tan consolador. Pequeñas manchas ne-
gras se movían en lo alto. Eran tiradores, en espera de hace¡ la salva del me-
diodía.
427
DADA, SURREATISMO Y "SCUOLA METAFÍSICA"

Por fin sonaron las doce. Solemnes, melancólicas. Cuando el sol alcanzó
el centro del arco del cielo, un nuevo reloj fue inaugurado en la estación de la
ciudad. Todos lloraron. Pasó un tren, silbando frenéticamente. Tronó el cañón.
Ah, fue tan hermoso.
Después, sentados a la mesa, cornieron cordero asado, setas y plátanos,
y bebieron agtta c\ara y fresca.
Du¡ante toda \a tarde, en pequeños grupos, pasearon ba)o las arcadas,
en espera del anochecer para irse a descansar.
Eso fue todo.
Sentimiento africano. La arcada está aquí para siempre. Sombra de de-
recha a izquierda, fresca brisa que provoca el olvido, cae como una enorme hoja.
Pero es belleza 1o que hay en su línea: enigma defatalidad, símbolo del deseo
intransigente.
Tiempos antiguos, dudosas luces y sombras. Todos los dioses han mue¡-
to. La trompa dei caballero . La llamada del atardecer en el confín de los bosques:
una ciudad, tna plaza, un puerto, arcadas, jardines, una reunión al anochecer;
tristeza. Nada.
Pueden contarse las líneas. El espíritu las sigue y crece con ellas. La es-
tattta,la estatua sin sentido, ha de ser erigida. El muro rojo oculta todo lo mortal
del infinito. Un caracol, barco delicado de suaves costados; pequeño, amoroso
perro. Trenes que pasan. Enigma. La felicidad de1 banano: lujo de fruta madura,
dorada y dulce.
No hay batallas. Los gigantes se han escondido tras las rocas. Horribles
espadas cuelgan en las paredes de habitaciones oscuras y silenciosas. Allí está 1a
muerte, llen¿ de promesas. Medusa con ojos que no ven.
El viento tras el mu¡o. Palmeras. Pájaros que nunca vienen.

EL HOMBRE CON ASPECTO ANGUSTIADO

Por la ruidosa calle avaflza la catástrofe. Ha llegado con su aspecto angustiado.


Come con lentitud un bollo tan tierno y dulce que parecía esta¡ comiendo su
propio coraz6n. Su mirada estaba muy lejos.
¿Qué escucho? E1 trueno retumba a lo lejos, y todo se estremece en el
cielo de cristal; es una batal\a. La lluvia habarotzado el pavimento: alegría de ve-
faflo.
Una extraña ternura me invade: oh, hombre, hombre, quiero hacerte fe-
E 1iz. Y si aiguien te alaca, te defenderé con el coraje de un león y la crueldad de
un tigre. Dónde quieres ir: habla. Ya no truena. Mira qué puro está e1 cielo y qué
¡adiantes 1os árboles.
Las cuatros paredes de la habitación se le han deshecho y 1e han ce-
gado. Su helado coÍazófi se funde lentamente: rnoría de amor. Humilde escla-
vo, eres tan tierno como un cordero sacrificado. Tu sangre corre por tu suave
barba. Hombre, te cubriré si tienes frío. Vamos. La felicidad rodará a tus pies
428
DADA, SURREALISMO Y "SCUOLA METAFÍSICA"

como una bola de cristal. Y elogiaremos juntos todas las construcciotxes de tu


mente. Ese día yo también te sentado en el centfo de la plaza llena de
^labaré,
piedra y estanque vacío. Y hacta el atardecer,
sol, cefca del guerrero de de1
cuan<|o la sombra de1 faro se alarga sobre el malecón, cuando se oye e1 resta-
llar de las banderas y las blancas velas son tan duras y redondas como pechos
henchidos de amor y de deseo, caeremos uno en brazos del otro y lloraremos
juntos.

EL DESEO DE LA ESTATUA

,,Deseo a cualquier precio estal so1a", dijo la estatua de eterno aspecto. Viento,
viento que refresque mis mejillas ardientes. Y comenzó la terrible batalla' Caye-
to¡cabezas rotas, y las calaveras brillaron como si fueran de marfil.
Huye, huye ]hacia la plaza y la radiante ciudad. Tras de mí, me azot^rr
demonios con toda su fuerza. Mis piernas sangran horriblemente. Oh, la trrstez
de la estatua solitaria aIlá abaio Beatitud.
Y nunca sol alguno: nunca el sol. Nunca el consuelo amafillo de la tierra
iluminada.
Desea.
Silencio.
Ama su extraño espíritu. Ha conquistado.
y ahora e1 sol se ha detenido a\lá a*iba, en medio del cieio. Y con una
felicidad imperecedera,la estafúa sumefge Su espífitu en Ia contemplación de su
propia sombra.

Hay una habitación cuyas persianas están siemPre cerfadas. En un rin-


cón hay un libro que nadie ha leído. Y en 1a pafed, un cuadfo que no puede mi-
rarse sin llorar.

]Hay arcadas en 1a habitación en que duefme. A1 atardecer, se reúne alií


1a multitud que habla entle dientes. Si el calor ha sido tÓrrido a mediodía, vienen
aquí jadeantes, buscando el fresco. Pero é1 duerme, duerme'

¿Qué ha ocurrido? La playa vacia, y ahora veo que alguien está


^parecía
sentado allí, en una roca. lJo dios está sentado alli,y mtra en silencio el mar. Y
eso es todo.
É
Profunda es la noche. Me agito en mi ardiente 1echo. Morfeo me odia.
oigo un carntaje que se acerca. Los cascos del caballo, un galoPe, y el ruido 11e-
g" y r. aleja en la noche. A lo lejos, una locomotora silba. P¡ofunda es la noche'

La estatua de1 conquistador en laplaza, su cabeza desnuda y calva. El


sol 1o <lomina todo. Las sombras 1o consuelan todo.
429
DADA, SURREALISMO Y'SCUOLA METAFÍSICA"

Amigo, con mirada de buitre y boca sonriente, la puerta de un jardín te


hace sufrir. Leopardo aprisionado, vé de un lado a otro de tu jaula, y ahora, so-
bre tu pedestal, con gesto de rey conquistacior, proclama tu victoria.

Giorgio de Cbirico, "Misterio y creaciótz',, 1913*

Para que llegue a ser ve¡daderamente inmortal, una obra de arte debe sobrepa-
sar todos los límites humanos: la lógica y e1 sentido común sólo servirán de obs-
táculos. Pero una vez rotas las barreras, entrare en las regiones de la visión y el
sueño de la infancia.
Profundas declaraciones deben ser hechas por el artista desde lo más
oculto de su ser; ningún arroyo mu¡murador, ningún canto de pájaro, ningún
roce de hojas puede distraerle.
Lo que escucho no tiene valor alguno; só1o lo que veo está vivo, y clran-
do cierro los ojos, mi visión es todavía más penetrante.
Es importantísimo que liberemos el arte de todo lo que hasta ahora renía
de material reconocible; todo tema familiar, toda idea t¡aclicional, todo símbolo
conocido deben ser prohibidos de inmediato. y más importante todavía, debe-
mos tene¡ una enorme fe en nosotros mismos. Es esencial que la revelación que
se nos hace presente, la concepción de una imagen que tiene aigo sin senticlo en
sí mismo, que no tiene tema, que no quiere d,ecir absolutamente nada desde w
punto de vista lógico, es esencial, repito, que esa revelación o esa concepción
hable tan fuertemente dentro de nosotros, provoque tal tormento o placer, que
nos sintamos compelidos a pintarla, compelidos por un impulso más fuerte to-
davía que el del hambre desesperada que lleva a una persona a d.evc>rar un pe-
dazo de pan como una bestia salvaje.
Recuerdo un resplandeciente día de invierno en versalles. El silencio y
l,a calma reinaban por compieto. Todo me miraba con misteriosos, interrogantes
ojos. Y de pronto comprendí que cada rincón del palacio, cada columna, cada
ventana, poseía un espíritu, un alma impenetrable. Miré los héroes de má¡mol
que me rodeaban, inmóviles en el luminoso aire, bajo los helados rayos del sol
de invierno que llegaban hasta nosotros sin amor, como una canción perfecta.
En una ventana, tn pájaro gorleaba en su jaula. En ese momento fui consciente
del misterio que 1leva a los hombres a crear ciertas fo¡mas extrañas. Y la creación
me pareció más extraordinaria que los creadores.
Acaso la sensación más maravillosa que hemos heredado del homb¡e
prehistórico sea la del presentimiento. Existirá siempre. Podemos considerarla como
eterna prueba de la irracionalidad del universo. El primer hombre debió haber va-
gado por un mundo lleno de misteriosas señales. Debió tembla r a cada paso.
E
* Publicado originalmente
en André Breton, Le slffréalisme et la peinture (paris: Ga-
llimard, 1928), pp.38-39. La traducción al inglés, de Lonclon Bulletin, núm. 6 (octubre de
1928), p. 1.4.

430

You might also like