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“Amar a Jesús y a María y hacerlos Amar”

HERMANAS CATEQUISTAS GUADALUPANAS

ECLESIOLOGIA

SOY IGLESIA CUERPO DE CRISTO


“Amar a Jesús y a María y hacerlos Amar”

HERMANAS CATEQUISTAS GUADALUPANAS


CURSO DE ECLESIOLOGIA

TEMAS

INTRODUCCIÓN
I: ORIGEN Y FINALIDAD DE LA IGLESIA
Tema 1: La Iglesia y la Trinidad.
Tema 2: Iglesia fundada por Cristo e impulsada por el Espíritu Santo.
Tema 3: Estructura de la Iglesia
Tema 4: La Iglesia de Pentecostés

II: NATURALEZA DE LA IGLESIA


Tema 1: Imágenes de la Iglesia
Tema 2: Iglesia Pueblo de Dios.
Tema 3: Iglesia Cuerpo de Cristo.
Tema 4: Templo del Espíritu Santo.
Tema 5: Propiedades de la Iglesia
A. la Iglesia es Una
B. la Iglesia es Santa
C. la Iglesia es Católica
D. La Iglesia es Apostólica

III: MISIÓN DE LA IGLESIA


Tema 1: La misión exigencia de todos los católicos.
Tema 2: Misión de la iglesia “EVANGELIZACIÓN”
Tema 3: Una comunidad “EVANGELIZADA Y EVANGELIZADORA”

IV: LOS LAICOS EN EL CORAZÓN DE MUNDO Y DE LA IGLESIA


Tema 1: ¿Qué se entiende por laicos?
Tema 2: Misión específica del laico en el mundo actual
Tema 3: El apostolado laical

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INTRODUCCIÓN

Para muchos hombres de nuestro tiempo, la Iglesia puede aparecer, sin duda, como un cúmulo de
contradicciones: santa y llena de pecadores, mirando al cielo y ocupada en múltiples tareas humanas, abierta al
diálogo y cerrada en la Tradición, presuntamente inmutable y zarandeada, sin embargo, por las olas de cada
tiempo y lugar.

Pero sólo cuando se mira a la Iglesia con los ojos de la fe, aparece en su auténtica y profunda realidad. La
Iglesia, como el misterio mismo de Cristo, es divina y humana, en ella actúa el Espíritu que la mantiene fiel, sin
dejar de ser una realidad humana y próxima. Está en medio de los tiempos y se mantiene fiel a los orígenes por
la fuerza del Espíritu que la anima. Es universal y se realiza, en su plenitud, en cada Iglesia particular que se
encuentre en comunión con Roma. Es universal y católica y se ciñe a los límites de lo local y particular.

Jesucristo fue enviado al mundo con una misión específica. Durante su ministerio aquí en la tierra, Jesús dedicó
toda su vida al trabajo de transformar vidas. Él dijo que vino a buscar y salvar a todo aquél que se había
perdido.
Antes de retornar al cielo, Cristo capacitó y perfeccionó a un pequeño grupo de personas para continuar la
tarea que había iniciado. Para congregar a este grupo, creó y edificó la Iglesia, como un organismo vivo, que
sería Su Cuerpo aquí en la tierra.
Así que, después del retorno de Cristo al cielo, su obra continuaría aquí en la tierra, por medio de la Iglesia.
En este estudio introductorio sobre ECLESIOLOGÍA, estaremos estudiando la Iglesia como un organismo vivo,
capacitada por el Espíritu Santo y que posee las armas espirituales para vencer todas las batallas. La eclesiología
es el estudio de la Iglesia, en todo su conjunto, pertenece al apartado de la Teología sistemática en la que se
encuentra la teología dogmática.

I: ORIGEN Y FINALIDAD DE LA IGLESIA


En los evangelios hay dos acontecimientos que, de modo muy particular, expresan la convicción de que la
Iglesia ha sido fundada por Jesús de Nazaret. Por una parte, la atribución a san Pedro de su nombre (cf Mc 3,
16), a continuación de su profesión de fe mesiánica y con referencia a la fundación de la Iglesia (cf. Mt 16, 16ss).
Por otra, la institución de la Eucaristía (cf. Mc 14, 22ss; Mt 26, 26ss; Lc 22, 14ss; 1 Cor 11, 23ss).

Toda la acción y todo el destino de Jesús constituyen, en cierta manera, la raíz y el fundamento de la Iglesia. La
Iglesia es como el fruto de toda la vida de Jesús. La fundación de la Iglesia presupone el conjunto de la acción
salvífica de Jesús en su muerte y en su resurrección, así como la misión del Espíritu Santo. Por ello, es posible
reconocer en la acción de Jesús elementos preparatorios, progresos y etapas en dirección de una fundación de la
Iglesia. Esto es verdadero ya de la conducta de Jesús de Nazaret antes de Pascua. Muchos rasgos fundamentales
de la Iglesia, la cual no aparecerá plenamente más que después de Pascua, se adivinan ya en la vida terrestre de
Jesús y encuentran en ella su fundamento.

Contestamos

1 ¿Quién fundó tu Iglesia Católica?


2 Escribe tres citas bíblicas que lo fundamenten.
3 ¿Qué constituyen la raíz y el fundamento de la Iglesia?
4 ¿Qué presupone la fundación de la Iglesia?

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Tema 1 : LA IGLESIA Y LA TRINIDAD.
Desde que el Vaticano II, al abordar el tema de la Iglesia en Lumen Gentium, señala que su origen hemos de
buscarlo en la Trinidad. La Iglesia, en efecto procede de la Trinidad (Ecclesia de Trinitate), en cuanto que ha
nacido de la misma comunión personal del Dios Trino que ha querido extender su comunión a los hombres. La
Iglesia ha nacido del amor del Padre eterno, ha sido fundada en el tiempo por el Hijo y es vivificada
continuamente por el Espíritu.

Pero Ecclesia de Trinitate no expresa sólo el origen de la Iglesia a partir de la Trinidad, sino que indica también
la continua participación de la Iglesia en el misterio y la vida de la Trinidad.
 La Iglesia es icono de la Trinidad en el sentido que es una imagen que participa en la vida trinitaria que
de ella vive.
 La Iglesia es la presencia viviente de la Trinidad en el tiempo por la misión del Hijo y del Espíritu. Por
ello la unidad de las personas divinas es para la Iglesia el origen, el modelo y el fin de su existencia.
 La Iglesia vive de la Trinidad y en la Trinidad, y no la podemos entender simplemente como el mero
resultado de una decisión divina que pertenece al pasado.

Decía así Belarmino: «La Iglesia es una sola, no dos, y es única y verdadera comunidad de los hombres
congregados mediante la profesión de la verdadera fe, la comunión con los mismos sacramentos, bajo el
gobierno de los legítimos pastores y, principalmente, del vicario de Cristo en la tierra, el Romano Pontífice». Y
dice también a continuación; «Para que uno pueda ser declarado miembro de esta verdadera Iglesia, de la que
hablan las Escrituras, no creemos que haya de exigirse de él ninguna virtud interior. Basta la profesión exterior
de la fe y la comunión de los sacramentos, cosas que podemos constatar con los sentidos. En efecto, la Iglesia es
una comunidad tan visible y palpable como la comunidad del pueblo romano o del reino de Francia o de la
república de Venezuela».
Lo que, en realidad, intenta Belarmino es insistir en la inseparabilidad de lo humano y lo divino en el misterio
de la Iglesia.
La Iglesia es como un misterio de vida en el que participan los fieles por la fe y los sacramentos, en su dimensión
de vida que se nos comunica en Cristo por el don del Espíritu y nos hace así entrar en la comunidad de la Santa
Trinidad. El hombre de hoy, es un hombre despersonalizado, perdido y solitario que busca una sincera
comunión de vida. Y así se le quiere presentar la Iglesia como una humanidad en Cristo. Esta es la razón por la
que el hombre de hoy se interesa más que nunca por la idea de la gran familia de Dios sobre la tierra, en la cual
pueda sentirse como en su propia casa. Al hombre de hoy se le hace difícil, incluso, creer en el propio hombre
para formar la humanidad nueva y siente la necesidad de que Dios mismo extienda su calor y su ternura para
formarla. ESTO ES LA IGLESIA.
Por todo ello, se siente la necesidad de superar la condición puramente externa de la Iglesia en pro de la
comprensión de los elementos sobrenaturales y místicos de la misma, y es así como se siente la necesidad de
presentar la Iglesia en su calidad de misterio de salvación que nace del seno de la Trinidad, mediante la misión
del Hijo y del Espíritu. Hoy en día, se da claramente un descubrimiento del misterio de la interioridad de la
Iglesia. A ello ha contribuido el desarrollo de los estudios bíblicos y patrísticos, que nos han devuelto conceptos
tan profundos y ricos de contenido como los de misterio, sacramento o comunión. La Constitución Lumen
Gentium (LG 1) viene a decir claramente, en su primer párrafo, que la Iglesia es en Cristo como un sacramento o
señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano.

Contesta
1 ¿Por qué se dice que la Iglesia procede de la trinidad?
2 Completa: La Iglesia ha nacido_______________________________ha sido fundada_________________________es
vivificada_________________________________________.
3 Que expresa el documento Eclessia Trinitate:
4 Por que se dice que:
-La Iglesia es icono de la Trinidad:
-La Iglesia es la presencia viviente de la Trinidad:

5 Explica con tus palabras lo que dice san Belarmino de la Iglesia.


6 ¿Conociendo la realidad del ser humano, qué le dirías que es la IGLESIA?
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LA IGLESIA OBRA DEL PADRE

Para comprender la acción del Padre en el ser de la Iglesia acudimos a LG 2. Este número hace dos afirmaciones
fundamentales sobre el origen de la Iglesia: Es el mismo Dios Padre quien CONVOCA a los creyentes en Cristo a
la Iglesia. Nos da el proceso temporal de la convocación de nuestra Iglesia: prefigurada, preparada, constituida,
manifestada y perfeccionada al fin de los tiempos.

El catecismo de la Iglesia nos ayuda para comprender y profundizar cada una de estas etapas de nuestra Iglesia.
En estas etapas vemos la acción de las otras dos personas de la Santísima Trinidad, la del Hijo, sobre todo
cuando hablamos de la Iglesia constituida e instituida por Cristo; y la del Espíritu Santo cuando hablamos de la
Iglesia manifestada en Pentecostés.

TEMA 2: IGLESIA FUNDADA POR CRISTO E IMPULSADA POR EL ESPÍRITU SANTO.

-La Iglesia ha mantenido siempre, no sólo que Jesucristo es el fundamento de la Iglesia, sino que Jesucristo
mismo ha querido fundar una Iglesia y que la ha fundado de hecho.
-La Iglesia ha nacido de la libre decisión de Jesús.
-La Iglesia debe su existencia al don que él ha hecho de su vida sobre la cruz.

TEMA 3: ESTRUCTURA DE LA IGLESIA

1. Comunión, estructura y organización

Desde que aparece en la historia, el nuevo pueblo de Dios está estructurado en torno a los pastores que
Jesucristo mismo ha elegido haciendo de ellos sus Apóstoles (Mt 10,1-42) y poniendo a Pedro a su cabeza (Jn
21,15-17). «Aquella misión divina, confiada por Cristo a los Apóstoles, durará hasta el fin del mundo (cf. Mt
28,20), ya que el evangelio que ellos han de transmitir ha de ser en todo tiempo, para la Iglesia, principio de
toda vida. Por ello, los Apóstoles tuvieron cuidado de instituir sucesores en esta sociedad ordenada
jerárquicamente». No es, por ello, posible disociar el pueblo de Dios, que es la Iglesia, de los ministerios que la
estructuran, y especialmente del episcopado. Éste se hace, a la muerte de los Apóstoles, el verdadero «ministerio
de la comunidad» que los Obispos ejercen con la ayuda de los presbíteros y de los diáconos. Desde entonces, si
la Iglesia se presenta como un pueblo y una comunión de fe, de esperanza y de caridad, en el seno de la cual los
fieles de Cristo «todos [...] gozan de verdadera dignidad cristiana», este pueblo y esta comunión han sido
provistos de ministerios y de medios de crecimiento que aseguran el bien de todo el cuerpo. «El único mediador,
Cristo, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y caridad,
como un todo visible, mediante la cual difunde la verdad y la gracia.
La comunión que define al nuevo pueblo de Dios es, por tanto, una comunión social ordenada jerárquicamente.

Busca en tu Biblia y escribe en tu cuaderno que dice cada una de estas citas bíblicas

(Mt 10,1-42) ,(Jn 21,15-17), ( Mt 28,20)

El jefe de la Iglesia es el Papa; el Obispo de Roma. A él le ha sido dado el regalo de la infalibilidad en asuntos de
moral y de doctrina cristiana; nosotros escuchamos su palabra. El es el Vicario de Cristo, el sucesor de Pedro el
Apóstol y los obispos sucesores de los apóstoles. Todos en perfecta unión y comunión dirigen nuestra amada
Iglesia Católica, con la seguridad dada por Jesús." Yo estaré con ustedes hasta el final de los tiempos"
 Veamos que nos dice Mt. 28,16- 20
El Papa ordena a los Obispos, quienes a su vez ordenan a los Sacerdotes. Esta unción divina que viene de Cristo
y de los Apóstoles, le da al Sacerdote el poder de perdonar los pecados y de consagrar el pan y el vino que se
convierte en la carne y la sangre de Cristo por autoridad divina: " Haced esto en conmemoración mía".
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El Sacerdote es nuestro primer contacto más cercano con la Jerarquía de la Iglesia, el representa la Iglesia en su
estructura y poder a través de los Sacramentos.
La estructura de la Iglesia es Jerárquica, porque representa el cuerpo de Cristo y nosotros somos sus miembros.
Por eso tiene que haber en orden un “jefe” (el Papa), y los miembros, algunos más significativos que otros, los
fieles son llamados, seglares. Y como miembros del cuerpo de Cristo, obedecemos las enseñanzas del Magisterio
de la Iglesia, igual las del Catecismo y aceptamos todos los dogmas Católicos con docilidad.

Obispo: del latín episcopus; en griego ἐπίσκοπος, 'vigilante', 'inspector', 'supervisor' o 'superintendente') es
un sacerdote que recibe el sacramento del orden sacerdotal en su máximo grado, que es el episcopado. Desde
un punto de vista etimológico, el obispo es aquella dignidad eclesiástica encargada del control y vigilancia del
cumplimiento de las leyes de la Iglesia o Derecho Canónico en el territorio de su jurisdicción o diócesis.
La Iglesia Católica, considera al obispo como el miembro de la Iglesia que ha recibido la plenitud del sacerdocio
ministerial, sucesor de los apóstoles y pastor encargado del gobierno de una diócesis; en virtud de la
colegialidad, comparte con el Papa y con los demás obispos la responsabilidad sobre la Iglesia entera. Usan
símbolos distintivos que muestran su dignidad: vestiduras de color, un anillo y una cruz. En las ceremonias
solemnes, llevan la mitra y el báculo.
Presbítero, Clérigo, Sacerdote
"Papa”: quiere decir en italiano Padre

2. Práctica de la sociedad ordenada jerárquicamente

1. En cuanto comunidad visible y organismo social, la Iglesia tiene necesidad de normas que expresen su
estructura fundamental y precisen, ciertas condiciones de vida comunitaria. Estas condiciones pueden cambiar,
de la misma manera que la fidelidad al Espíritu Santo puede exigir cambios.
2. El fin de las leyes de la Iglesia no puede ser sino el bien común de la Iglesia. Este comprende inseparablemente
la salvaguardia del depósito de la fe, recibido de Cristo, y el progreso espiritual de los hijos de Dios, hechos
miembros del Cuerpo de Cristo.
3. Si la Iglesia tiene necesidad de normas y de derecho, es preciso, en consecuencia, reconocer que goza de una
autoridad legislativa.

1. ¿Desde cuándo tenemos una estructura eclesial?


2. ¿A quién dejó Jesús como cabeza de la Iglesia?¿En qué cita bíblica nos lo indica?
3. ¿Por qué o para qué la Iglesia y el pueblo de Dios van unidos?
4. ¿Quién es el jefe de la iglesia y cuál es su misión?
5. ¿Quién es el obispo y cuál es su misión?
6. ¿Quién es el sacerdote y cuál es su misión?
7. ¿Por qué la Iglesia es Jerárquica?
8. ¿Qué lugar ocupamos en la jerarquía de nuestra Iglesia y cuál es nuestra misión?
9. ¿Por qué son importantes las normas que tiene la iglesia?

TEMA 4 LA IGLESIA DE PENTECOSTÉS

Dice san Juan que, durante la vida pública de Jesús, todavía no había Espíritu, pues todavía no había sido
glorificado (Jn 1, 39). El Espíritu Santo, en la Iglesia, es por antonomasia el fruto del misterio pascual de Cristo.
Cristo, que había venido a dar su vida por las ovejas (Jn 10, 10-15), la da en abundancia mediante el don de su
Espíritu. Esto es Pentecostés, de tal manera que la efusión del Espíritu es el tiempo de la Iglesia.

«El tiempo de la Iglesia representa un tiempo de cumplimiento: por una parte, la efusión del Espíritu en
Pentecostés es el acontecimiento escatológico anunciado por el profeta Joel; por otra, es igualmente el
cumplimiento de la promesa hecha por el Señor, en el momento de separarse de los suyos, de mandarles «la
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fuerza de lo alto» (cfr. Lc 24, 49; Hch 1, 8). Esta investidura de toda la comunidad por parte del Espíritu en el
tiempo después de Pentecostés tiene para Lucas un aspecto que podría compararse con la unción personal del
Mesías por el Espíritu para el tiempo de su actividad en la tierra (cfr. Lc 4, 14-18; Hch 10, 38), El tiempo de Jesús
prosigue en el tiempo de la Iglesia; más aún, este tiempo desarrolla todo lo que aquel prometía y precisamente
sobre la base de lo que sucedió entre el uno y el otro: la exaltación de Jesús y su asentamiento en poder (cfr.
Hch 1, 34-36), así como el don del Espíritu»'.

A la presencia física de Cristo sucede ahora una presencia suya invisible, pero real y mucho más eficaz que la que
tuvo en Palestina y que es obra del Espíritu Santo. Si el Espíritu estuvo ya presente en la encamación, en cuanto
artífice de la asunción de la carne de María por la persona del Verbo, lo está también ahora en cuanto artífice
de esta presencia invisible, pero continua y eficaz, de Cristo en el seno de la Iglesia.

Pentecostés es propiamente el momento en el que nace la Iglesia, Se opera así gracias al Espíritu una nueva
presencia de Cristo y una nueva pertenencia de los hombres a Cristo.

La misión del Espíritu tiene lugar el día de Pentecostés;

«Llegado el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.


De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa en la
que se encontraban.
Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que, dividiéndose,
se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos ellos llenos del Espíritu Santo
y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse» (Hch 2, 1-4).

Ésta es la efusión del Espíritu prometida en el Antiguo Testamento; Espíritu que es enviado por Cristo resucitado
y glorificado a su Iglesia, Es la donación permanente y comunitaria del Espíritu a la Iglesia que Cristo había
fundado, de modo que la Iglesia viene a ser el tiempo y el espacio del Espíritu.

«Con esto entendemos ya una razón de por qué no había venido antes el Espíritu Santo; él es el don
escatológico, y no pudo otorgarse hasta que hubo irrumpido la era escatológica. Pero, por su parte, la era
escatológica requiere 'la nueva alianza' perenne, y ésta se instituye 'en la sangre de Jesucristo', en la sangre con la
que él penetró en el santuario celestial, por su muerte y resurrección (cfr. 1 Co 13, 25; Hb 13, 20; 9, 12). Por lo
tanto, la presencia del Espíritu era imposible antes de ese momento. La inauguración de esta edad escatológica
había sido la finalidad de la venida del Hijo de Dios al mundo: 'Se ha cumplido el tiempo, y el reino de Dios ha
llegado; convertios y creed en el evangelio(Mc 1, 15). Cuando la predicación de Jesús, confirmada por toda su
vida y su muerte en la cruz, es refrendada por Dios en la resurrección, entonces la plenitud de los tiempos rebasa
y rebosa en los 'últimos tiempos'; el tiempo del Espíritu Santo y la Iglesia».

En el tiempo en el que Cristo estuvo en Palestina todavía no había Espíritu, puesto que Cristo, dice san Juan, no
había sido aún glorificado (1 Jn 7, 39). Ahora, Cristo resucitado es el que se hace presente en la Eucaristía y en la
Iglesia con la fuerza del Espíritu. Pentecostés, es la fiesta de la fecundidad del sacrificio de Cristo. Desde
Pentecostés, la presencia de Cristo en la Iglesia y, particularmente, su presencia en la Eucaristía, es más eficaz que
la que tuvo en Palestina, porque, glorificado, nos envía el don del Espíritu Santo en virtud de su intercesión
continua ante el Padre. Es el Espíritu el que nos trae ahora a Cristo al seno de la Iglesia, y es Cristo el que, desde
su intercesión ante el Padre, nos gana continuamente el don de su Espíritu, Esta acción recíproca de Cristo y del
Espíritu la podemos ver en la Eucaristía sobre todo.

En la Eucaristía pedimos que el Espíritu transforme las ofrendas del pan y del vino (epíclesis) en el cuerpo y la
sangre de Cristo; pero este Cristo, ya presente entre nosotros, será el que nos da abundantemente el Espíritu
como don. En los demás sacramentos hay también una invocación al Espíritu, para que dé al signo sagrado su
eficacia.
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Pero el Espíritu, en la medida en que nos hace presente a Cristo y nos une a él, nos abre en Cristo el acceso al
Padre. Él es el artífice de nuestra vida filial (Rm 8, 14ss); nos entronca en Cristo haciéndonos participar de su
filiación divina, de modo que, en Cristo, el Padre nos ama ya como hijos en el Hijo. Esto es la vida de la gracia:
ser hijos en el Hijo. Por ello podemos clamar «Abba» en un mismo Espíritu.

El Espíritu consolida a la jerarquía instituida por Cristo y la penetra de su fuerza para el ejercicio específico de la
misión recibida de Cristo. Lo dice así san Pablo: «Él mismo dio a unos ser apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelizadores; a otros, pastores y maestros, para el recto ordenamiento de los santos en orden a las funciones
del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo» (Ef 4, 11-12). Pero el Espíritu reparte sus dones a todo el
pueblo de Dios, de modo que los dones jerárquicos y carismáticos se unan en beneficio de la única Iglesia. Dice
así san Pablo:

«Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversidad de operaciones, pero Dios es el
mismo, el que obra todo en todos. A cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común. Y
así, a uno se le da, mediante el Espíritu, palabra de sabiduría; a otro, según el mismo Espíritu, palabra de
conocimiento. A éste se le da, en el mismo Espíritu, fe; y a aquél, en el mismo Espíritu, dones de oración.
A otro, poder de hacer milagros; a otro, el hablar en nombre de Dios; a otro, el discernimiento de
espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, el interpretarlas. Todos estos dones los produce el mismo
y único Espíritu, que los distribuye a cada uno en particular, según le place» (1 Co 12, 4-11).

Es así como el Espíritu, alma de la Iglesia, la renueva constantemente en la continua fidelidad a Cristo. Dice así
San Ireneo: «De la Iglesia recibimos la predicación de la fe que conservamos, bajo la acción del Espíritu, como un
licor precioso en un vaso de buena calidad, un licor que rejuvenece y hace también rejuvenecer el vaso que lo
contiene».

Así pues, Pentecostés constituye, sin duda, el último acto de fundación de la Iglesia, del mismo modo que Dios
modeló el cuerpo del hombre y, luego, le insufló el espíritu, Cristo formó el cuerpo de su Iglesia con la
estructura apostólica; y, luego, le infundió en Pentecostés el Espíritu Santo en persona. La efusión del Espíritu
Santo es el signo de la inauguración de la era mesiánica. ¿Dónde comenzó la Iglesia de Cristo?, se preguntaba
San Agustín. Y él; mismo se responde; «Allí donde el Espíritu Santo bajó del cielo y llenó a ciento veinte
residentes en un solo lugar».
Esta Iglesia, que nació del designio salvador del Padre, que Cristo inició en la tierra con su predicación y que
consumó en su muerte y resurrección, es constituida por el Espíritu en permanente fidelidad a Cristo y a la
espera de su venida gloriosa. El Espíritu no nos toma en sus manos para separarnos de Cristo, sino, justamente al
revés, para incorporamos a Cristo, a su palabra, a su ejemplo y a su vida. El Espíritu es la garantía de que
permanecemos fundamentados siempre en la verdad de Cristo. Lo había dicho así el mismo Cristo: «Cuando
venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que
hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo
comunicará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: 'recibirá de lo mío y os lo
comunicará a vosotros'» (Jn 16, 13-15).

1. ¿Qué es el Espíritu Santo en la Iglesia?


2. ¿Cuál es el acontecimiento escatológico anunciado por el profeta Joel?
3. ¿Cuál es la cita bíblica donde Jesús promete enviar el Espíritu santo a sus apóstoles?
4. Pentecostés es______________________________________________________________________________
5. ¿Por qué decimos que la misión del Espíritu tiene lugar el día de Pentecostés?
6. ¿Cómo logramos en entender la razón de por qué no había venido antes el Espíritu Santo?

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II: NATURALEZA DE LA IGLESIA
TEMA 1 IMÁGENES DE LA IGLESIA
La Iglesia que resplandece por la claridad de Cristo, manifiesta a todos los hombres «la disposición
absolutamente libre y misteriosa de la sabiduría y del amor» del eterno Padre, de salvar a todos los hombres por
el Hijo y en el Espíritu. Para subrayar, a la vez, la presencia en la Iglesia, de esta realidad divina transcendente, y
la expresión histórica que la manifiesta, el Concilio ha designado a la Iglesia con la palabra «misterio». Porque
sólo Dios conoce el nombre propio que expresaría toda la realidad de la Iglesia, el lenguaje de los hombres
experimenta su inadecuación radical para la expresión total del «misterio» de la Iglesia. Debe, por ello, recurrir a
múltiples imágenes, representaciones y analogías que, por lo demás, no podrán designar jamás más que aspectos
parciales de la realidad.

Si el empleo de estas formulaciones debe sugerir la transcendencia del «misterio» con respecto a toda reducción
conceptual o simbólica, la multiplicación de las expresiones permitirá además evitar los excesos que
inevitablemente engendraría la utilización de una formulación única. La Constitución Lumen gentium lo sugiere
en su n. 6: «De la misma manera que en el Antiguo Testamento la revelación del Reino se propone
frecuentemente bajo figuras, también ahora la naturaleza íntima de la Iglesia se nos muestra bajo diversas
imágenes». Se han señalado, en el Nuevo Testamento, hasta ochenta comparaciones para hablar de la Iglesia. La
pluralidad de imágenes a que recurre el Concilio es, por tanto, intencionada. Pretende subrayar el carácter
inagotable del «misterio» de la Iglesia. Ésta, en efecto, se presenta a quien la contempla como «una realidad que
esa impregnada por la presencia de Dios, y por ello es de tal naturaleza, que admite siempre exploraciones
nuevas y más profundas de sí misma».
Así, el Nuevo Testamento nos presenta «imágenes [que están] tomadas o de la vida pastoril o de la agricultura o
del trabajo de la construcción o también de la familia y de los esponsales», y que ya «están preparadas en los
libros de los profetas». Ciertamente no todas estas imágenes tienen la misma fuerza evocadora. Algunas, como la
del «cuerpo», revisten una importancia primordial.

Se estará fácilmente de acuerdo en que sin recurrir a la comparación de «cuerpo de Cristo» aplicada a la
comunidad de los discípulos de Jesús, la realidad «Iglesia» no puede ser abordada de ninguna manera.
En efecto, el conjunto de las cartas de san Pablo desarrolla esta comparación en muchas direcciones. Sin
embargo, aunque el Concilio da todo su lugar a la imagen de «cuerpo de Cristo», ha sido más bien la de «pueblo
de Dios» la que ha ocupado el primer plano, aunque sólo sea porque constituye el título mismo del capítulo II
de la Constitución. La expresión «pueblo de Dios» ha llegado incluso a designar la eclesiología del Concilio. De
hecho, se puede decir que «pueblo de Dios» ha sido retenido preferentemente con respecto a expresiones como
«cuerpo de Cristo» o «templo del Espíritu Santo».

2.1.1 IGLESIA PUEBLO DE DIOS.


La expresión «pueblo de Dios» tiene una significación que no se descubre con un primer examen. Como toda
expresión teológica, exige reflexión, profundización y clarificación para evitar las interpretaciones falsas.

Ahora bien, Lumen Gentium supone el sentido bíblico del término «pueblo» éste es retomado por la
Constitución con todas las connotaciones que le han conferido el Antiguo y el Nuevo Testamento. Esto tiene
como consecuencia que debe excluirse radicalmente una interpretación del término «pueblo» en un sentido
exclusivamente biológico, racial, cultural, político o ideológico. El «pueblo de Dios» procede «de arriba», del
designio de Dios, es decir, de la elección, de la alianza y de la misión. Lumen Gentium no se limita a mencionar
solo «pueblo de Dios», sino que la supera hablando del «nuevo pueblo de Dios». El nuevo pueblo de Dios está
constituido por los que creen en Jesucristo y han «renacido» porque han sido bautizados en el agua y en el
Espíritu Santo (Jn 3, 3-6). El Espíritu Santo «por la fuerza del Evangelio hace rejuvenecer y renueva
incesantemente a la Iglesia».

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Así la expresión «pueblo de Dios» recibe su sentido propio, de una referencia constitutiva al misterio trinitaria
revelado por Jesucristo en el Espíritu Santo. El nuevo pueblo de Dios se presenta como la «comunidad de fe, de
esperanza y de caridad», de la que la Eucaristía es la fuente: la unión íntima de cada creyente con su Salvador y
también la unidad de los fieles entre sí constituyen el fruto indivisible de la pertenencia activa a la Iglesia y
transforman toda la existencia del cristiano en «culto espiritual». La dimensión comunitaria es esencial en la
Iglesia para que en ella puedan ser vividas y compartidas la fe, la esperanza y la caridad, y para que esa
comunión, habiendo alcanzado el «corazón» de cada creyente, se extienda también a un plano de realización
comunitaria objetivo e institucional. La Iglesia está también llamada a vivir, en este plano social, en la memoria
y la espera de Jesucristo, y a anunciar la buena nueva a todos los hombres.
- Pueblo sacerdotal
- Tiene por cabeza a Cristo
- La ciudadanía se adquiere por nacimiento del Espíritu Santo y aporta la dignidad y la libertad de los hijos de
Dios
- Su ley = mandamiento del amor
- Su fin = dilatar más y más el Reino de Dios
- = Instrumento de Cristo para la redención de todos los hombres
- Peregrina en la tierra hasta la consumación del Reino de Dios al final de los tiempos.

EL NUEVO PUEBLO DE DIOS EN SU EXISTENCIA HISTÓRICA

Del Espíritu Santo el nuevo pueblo de Dios recibe su «consistencia» de pueblo. Según las palabras del apóstol
Pedro, «lo que no es un pueblo» no puede llegar a ser un «pueblo» (cf. 1 Pe 2, 10) más que por aquel que lo une
desde arriba y por dentro en orden a realizar la unión en Dios. El Espíritu Santo hace vivir al nuevo pueblo de
Dios en la memoria y la espera de Jesucristo y le confiere la misión de anunciar la buena nueva de esta memoria
y de esta espera a todos los hombres. A este respecto, los miembros del pueblo de Dios no constituyen un grupo
particular que se diferenciaría de otros grupos humanos en el plano de las actividades cotidianas. Las actividades
de los cristianos no son diferentes de las actividades por las que los hombres, sean los que sean, «humanizan» el
mundo. Para los miembros del pueblo de Dios, como para todos los demás hombres, no hay más que las
condiciones ordinarias y comunes de la vida humana que todos, según la diversidad de su vocación, están
llamados a compartir en solidaridad.

Sin embargo, el hecho de ser miembros del pueblo de Dios da a los cristianos una responsabilidad específica con
respecto al mundo: «¡Lo que el alma es en el cuerpo, sean los cristianos en el mundo!». Ya que al mismo Espíritu
Santo se le llama alma de la Iglesia, los cristianos reciben, en este mismo Espíritu, la misión de realizar en el
mundo algo tan vital como lo que él lleva a término en la Iglesia. Esta acción no es una acción técnica, artística
o social más, sino más bien la confrontación de la acción humana en todas sus formas, con la esperanza cristiana
o, para conservar nuestro vocabulario, con las exigencias de la memoria y de la espera de Jesucristo. En las
tareas humanas, los cristianos y entre ellos más particularmente los seglares,

«llevados por el espíritu evangélico, a modo de fermento, [trabajan] por la santificación del mundo, como
desde dentro, y así, ante todo por el testimonio de la vida, resplandecientes por la fe, la esperanza y la caridad,
[manifiestan] a Cristo a los otros»

El nuevo pueblo de Dios no está, por tanto, caracterizado por un modo de existencia o una misión que
sustituirían a una existencia y a proyectos humanos ya presentes. La memoria y la espera de Jesucristo deben,
por el contrarío, convertir o transformar, desde el interior, el modo de existencia y los proyectos humanos ya
vividos en un grupo de hombres. Se podría decir a este respecto que la memoria y la espera de Jesucristo, de las
que vive el nuevo pueblo de Dios, constituyen como el elemento «formal» que viene a estructurar la existencia
concreta de los hombres. Por el contrario, lo que estos diversos modos de vida tienen de común y de constante,
es expresar «en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, de las que está como tejida la existencia
[humana]», las exigencias y las alegrías del Evangelio de Cristo.

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TEMA 2 : PUEBLO DE DIOS E INCULTURACIÓN

1. NECESIDAD DE LA INCULTURACIÓN

A la vez como «misterio» y como «sujeto histórico», el nuevo pueblo de Dios «se compone de hombres que,
reunidos en Cristo, son conducidos por el Espíritu Santo en su peregrinación al Reino del Padre y han recibido
un mensaje de salvación que han de proponer a todos. Por esta razón, ella [la comunidad de los cristianos] se
siente real e íntimamente unida al género humano y a su historia». Siendo la misión de la Iglesia entre los
hombres hacer «que se introduzca este Reino [de Dios], el [nuevo] pueblo de Dios no sustrae nada al bien
temporal de cada pueblo, sino que, por el contrario, fomenta y asume los valores y las riquezas y las costumbres
de los pueblos en lo que tienen de bueno, pero, asumiéndolos, los purifica, fortalece y eleva». El término
general de «cultura» parece poder resumir, como lo propone la Constitución pastoral Gaudium et spes, este
conjunto de datos personales y sociales que marcan al hombre, permitiéndole asumir y dominar su condición y
su destino.

Se trata, por tanto, para la Iglesia en su misión de evangelizar, de «introducir la fuerza del Evangelio en lo más
íntimo de la cultura humana y de las formas de la misma cultura». Si esto faltara, el hombre no sería alcanzado
verdaderamente por el mensaje de salvación que la Iglesia le comunica. La reflexión sobre la evangelización
hace tomar una conciencia cada vez más viva de ello en la medida misma del progreso que realiza la humanidad
en el conocimiento que puede tener de sí misma. La evangelización no alcanza su objetivo más que cuando el
hombre, a la vez como persona única y como miembro de una comunidad que lo marca en profundidad,
acepta recibir la Palabra de Dios y hacerla fructificar en su vida. De manera que Pablo VI ha podido escribir en
Evangelii nuntiandi: «Decimos grupos del género humano que han de ser transformados: para la Iglesia no se
trata sólo de predicar el evangelio en zonas geográficas cada vez más amplias o a multitudes cada vez mayores,
sino de tocar y, por así decirlo, de revolucionar, por la fuerza del evangelio, los criterios de juicio, los valores
que tienen más importancia, los anhelos y modos de pensar, los movimientos impulsores y los modelos de vida
del género humano, que están en contraste con la palabra de Dios y el designio de salvación».

Para designar esta perspectiva y esta acción, por las que el evangelio pretende alcanzar el corazón de las
culturas, se recurre hoy al término «inculturación». Juan Pablo II subraya en Corea la dinámica de la
inculturación: «Es necesario que la Iglesia asuma todo en los pueblos. Tenemos delante de nosotros un largo e
importante proceso de inculturación para que el evangelio pueda penetrar en el fondo del alma de las culturas
vivas. Alentar este proceso es responder a las aspiraciones profundas de los pueblos y ayudarlos a venir a la
esfera de la misma fe»

2. EL FUNDAMENTO DE LA INCULTURACIÓN

El fundamento doctrinal de la inculturación se encuentra, en primer lugar, en la diversidad y multitud de los


seres creados que proviene de la intención de Dios Creador, deseoso de que esta multitud diversificada ilustre
más los innumerables aspectos de su bondad. Todavía más se encuentra en el misterio del mismo Cristo: su
encarnación, su vida, su muerte y su resurrección.

En efecto, de la misma manera que el Verbo de Dios ha asumido en su propia persona una humanidad concreta
y ha vivido todas las particularidades de la condición humana en un lugar, en un tiempo y en el seno de un
pueblo, la Iglesia, a ejemplo de Cristo y por el don de su Espíritu, debe encarnarse en cada lugar, en cada
tiempo y en cada pueblo (cf. Hech 2, 5-11).

De la misma manera que Jesús ha anunciado el Evangelio sirviéndose de todas las realidades familiares que
constituían la cultura de su pueblo, la Iglesia no puede dejar de tomar, para la construcción del Reino,
elementos venidos de las culturas humanas.

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Jesús decía: «Convertíos y creed al evangelio» (Mc 1, 15). Él se ha enfrentado con el mundo pecador hasta la
muerte en la cruz, para hacer a los hombres capaces de esta conversión y de esta fe. Ahora bien, con las culturas
sucede como con las personas: no hay inculturación conseguida sin que se denuncien los límites, los errores y el
pecado que habitan en ellas. Toda cultura debe aceptar el juicio de la cruz sobre su vida y sobre su lenguaje.

Cristo ha resucitado revelando plenamente el hombre a sí mismo y comunicándole los frutos de una redención
perfecta. Igualmente, una cultura que se convierte al Evangelio encuentra en él su propia liberación y saca a la
luz riquezas nuevas que son, a la vez, dones y promesas de resurrección.

En la evangelización de las culturas y la inculturación del Evangelio se produce un misterioso intercambio: por
una parte, el evangelio revela a cada cultura y libera en ella la verdad última de los valores de que es portadora;
por otra, cada cultura expresa el Evangelio de manera original y manifiesta nuevos aspectos de él. La
inculturación es así un elemento de la recapitulación de todas las cosas en Cristo (Ef 1, 10) y de la catolicidad de
la Iglesia.

3. ASPECTOS DIVERSOS DE LA INCULTURACIÓN

La inculturación repercute profundamente en todos los aspectos de la existencia de la Iglesia. Retengamos aquí
lo que afecta a su vida y su lenguaje.

La inculturación no es solamente tomar en cuenta tradiciones culturales, es también una acción al servicio de
todo el hombre y de todos los hombres; penetra y transforma todas las relaciones; estando atenta a los valores
del pasado, mira también al futuro.

La inculturación consiste, en primer lugar, en el acto de apropiación del contenido de la fe en las palabras y las
categorías de pensamiento, los símbolos y los ritos de una cultura dada. Exige después la elaboración de una
respuesta doctrinal, a la vez, fiel y nueva, constructiva, pero postuladora de la conversión, frente a los
problemas nuevos de pensamiento y de ética, ligados a las aspiraciones y a los rechazos, a los valores y a las
desviaciones de esta cultura.

Si las culturas son diversas, la condición humana es una; por ello, la comunicación entre las culturas no sólo es
posible, sino necesaria. Así, el evangelio, que se dirige a lo más profundo del hombre, tiene un valor
transcultural y su identidad debe poder ser reconocida de cultura en cultura. Esto requiere la apertura de cada
cultura a las otras culturas. Baste recordar aquí estas palabras de la exhortación apostólica Catechesi tradendae:
«Podemos aseverar que tanto a la catequesis como a la evangelización en general se le propone introducir la
fuerza del evangelio en lo más íntimo de la cultura y de las formas de la misma cultura»

Por su presencia y su compromiso en la historia de los hombres, el nuevo pueblo de Dios es conducido siempre
hacia situaciones nuevas. Tiene, por tanto, que retomar sin cesar el esfuerzo de anunciar el evangelio en el
corazón de la cultura y de las culturas. Hay, sin embargo, situaciones y épocas que exigen un esfuerzo particular.
Así sucede hoy, especialmente, para la evangelización de los pueblos de Asia, de África, de Oceanía, de América
del Sur e del Norte.
El anuncio del evangelio debe asumir el reto tanto de las injusticias locales como de la injusticia planetaria. Es
verdad que en este campo se han manifestado ciertas desviaciones de naturaleza político-religiosa. Pero tales
desviaciones no deben llevar al recelo o al olvido de la tarea necesaria de la promoción de la justicia. Muestran
más bien la urgencia de un discernimiento teológico fundado en instrumentos de análisis tan científicos como sea
posible, sometidos siempre a la luz de la fe. Por otra parte, como las injusticias locales son muy frecuentemente
solidarias de la injusticia planetaria sobre la que llamó vigorosamente la atención el papa Pablo VI en
Populorum progressio, la promoción de la justicia concierne a la Iglesia católica extendida en el universo entero,
es decir, requiere la ayuda mutua de todas las Iglesias particulares y la ayuda de la Sede de Roma.

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Tú como pueblo de Dios y nacido en una cultura especifica que piensas sobre la misión que te corresponde
como pueblo de Dios y que podrías hacer para inculturar el evangelio en tu comunidad.

TEMA 3: IGLESIA CUERPO DE CRISTO


La Iglesia que Cristo fundó la formamos todos los que vivimos unidos a Él por medio del Bautismo. Cristo es la
cabeza y nosotros somos sus miembros.
 Tiene la función de extender el Reino de Dios en la tierra y fue fundada por Jesucristo, como consta en la
Biblia.
 Cada uno de los bautizados formamos parte de ese Cuerpo, de manera que todos dependemos de todos.
 Todos debemos servir a la Iglesia a través de nuestros hermanos y mediante nuestra santificación personal.

Comentamos lo siguiente:
¿Por qué los cristianos decimos que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo?
¿Por qué decimos que nosotros somos sus miembros?
¿En dónde habla la Biblia sobre la constitución de la Iglesia?
¿Cómo podemos expresar nuestro amor a la Iglesia?

¿Cuáles son las características de esta sociedad?


La Iglesia tiene características que la distinguen de cualquier grupo religioso, étnico, político o cultural:
• Es el Pueblo de Dios, la reunión de todos aquellos que viven en unión con Dios.
• Para inscribirse en esta sociedad no hay que llenar largos formatos, pagar cuotas ni entregar documento
alguno. Basta con volver a nacer de lo alto, por el agua y el Espíritu (cfr. Jn. 3, 3-5). Esto se realiza en el
bautismo, con el cual el hombre alejado de Dios vuelve a estar unido a Él y, por lo tanto, pasa a formar parte del
Pueblo de Dios.
• Esta sociedad tiene por jefe a Cristo, cabeza de todo el cuerpo formado por los hombres unidos a Dios.
• La credencial que distingue a los miembros de la Iglesia es el Espíritu Santo que habita en sus corazones y les da
la dignidad y la libertad de hijos de Dios.
• La ley que rige dentro de esta sociedad es el mandamiento nuevo: “amar a todos como el mismo Cristo nos
amó”.
• La misión de cada miembro de la Iglesia es ser sal de la tierra y luz del mundo. Cada miembro de la Iglesia es
una semilla de salvación para todo el género humano.
• El destino de la Iglesia es el Reino de Dios, que Cristo mismo empezó en este mundo pero que debe ser
anunciado y extendido por sus miembros hasta lograr que reine Dios para siempre en el corazón de todos los
hombres.

¿Quiénes formamos la Iglesia?


La Iglesia, más que una sociedad, podría compararse con una gran familia formada por miles de miembros
unidos entre sí, por estar cada uno de ellos unido a Dios.
En una familia cada miembro es diferente de los otros: tu hermana no es igual a tu hermano ni éste igual a tu
primo. Tu padre y tu madre son diferentes de tus abuelos y tíos.
Cada miembro de una familia tiene una tarea que cumplir y también una personalidad diferente: tu mamá,
encargada de la casa, cuida a los hijos; tu papá, responsable de trabajar para proveer lo necesario, los protege; tu
abuela consiente a los nietos; tu tía los regaña; tu hermano hace reír a todos; el pequeño llora todo el día y tu
hermana es maravillosa haciendo galletas. Cada uno es importante para el resto de la familia y su ausencia se
siente cuando por cualquier razón no está en la casa.
Dentro de la Iglesia sucede lo mismo: tiene muchos miembros diferentes y tú eres uno de ellos. En ella
encontramos sacerdotes, religiosos y laicos, cada uno con una misión diferente que cumplir y todos igual de
importantes y necesarios dentro de la vida de la Iglesia.
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Para explicar la importancia de cada miembro dentro de la Iglesia, podemos compararla con tu cuerpo, formado
por diferentes miembros: manos, pies, cabeza, dedos, corazón, pulmones, estómago...
Cada miembro de tu cuerpo desempeña una función específica y si falla, te afecta en toda tu persona. Si te duele
la cabeza, no dices: “mi cabeza se siente mal”, sino “yo me siento mal”. Si te hieres en el dedo, no dices “le duele
a mi dedo”, sino “me duele el dedo”.
La Iglesia es también un cuerpo: el Cuerpo místico de Cristo, y también está formado por miembros diversos
entre sí. Entonces, lo que hagas dentro de la Iglesia afecta a todo el cuerpo en general. Si haces obras buenas, la
Iglesia entera se fortalece. En cambio, si algún miembro pierde la vida de gracia, la Iglesia entera se debilita pues
es como si le amputaran un dedo, una mano o un pie.
En la Iglesia encontramos miembros sanos. Son aquellos que viven unidos a Dios por la vida de la gracia y hacen
crecer esa unión a través de los sacramentos. Cumplen con su función a través del testimonio y el apostolado.
Son ojos que ven, oídos que oyen, piernas que caminan y manos que escriben.

También encontramos miembros atrofiados. Son aquellos que están ahí porque no han perdido la vida de gracia,
pero que no sirven para nada, pues ni se preocupan por fortalecerse ni hacen algo para que la Iglesia crezca y se
fortalezca. Son todos aquellos cristianos que se conforman con “no pecar” y se olvidan de hacer el bien.
Existen también en la Iglesia miembros débiles por falta de ejercicio. Son aquellos llenos de buenos propósitos
que nunca llevan a cabo porque su fuerza de voluntad no les alcanza. Tienen grandes planes, son piernas que
quieren correr en un maratón pero que se niegan a entrenar todos los días. Por supuesto, cuando llegan a la
competencia, se quedan a mitad del camino por falta de fuerzas.

La Iglesia también tiene miembros enfermos, heridos y pisoteados. Son aquellos cristianos que conviven con los
pecados veniales todos los días. Su unión con Dios es muy débil; son incapaces de trabajar en las virtudes porque
están enfermos. Son como unos pulmones con cáncer, una rodilla con el menisco roto o una espalda con la
columna desviada. El dolor que causan estas enfermedades los incapacita para desarrollar su función: los
pulmones duelen al respirar, la rodilla duele al caminar y la espalda es incapaz de cargar peso.
Los miembros amputados son aquellos que han perdido la unión con Dios debido al pecado mortal. Así como
quien ha sufrido la amputación de una pierna o un brazo dice que sigue “sintiendo” su pierna o su brazo, de la
misma manera en la Iglesia se “siente” la ausencia de esos miembros que la han abandonado por el pecado
mortal.

Hay otros miembros a los que podríamos llamar miembros desertores o mutilados; son aquellos que, al ver
problemas o errores dentro de la Iglesia, deciden abandonarla y unirse a grupos sectarios. Son débiles; en vez de
defender y fortalecer el Cuerpo al que pertenecen, prefieren huir e irse a otro lugar donde se requiera menos
esfuerzo. Es como si un riñón decidiera por sí mismo donarse a otro cuerpo porque no le gusta la nariz del
cuerpo al que pertenece. Eso no sucede en el cuerpo humano, pero sí en la Iglesia, pues cada uno de sus
miembros es libre.

¿Qué debemos hacer los miembros de la Iglesia?


Conocer, cumplir, dar a conocer, lo primero que debes hacer como miembro de la Iglesia es saber en qué clase
de cuerpo estás y cuál es tu función dentro de él. Imagina que en una familia la madre quisiera cumplir las
funciones del hijo en vez de las suyas o el padre las de la abuela… ¡sería un desastre! También lo sería si los
miembros no supieran quién es quién en la familia y los bebés empezaran a dictar las reglas y los padres a
obedecerlas.

Imagina que en un cuerpo humano los miembros no supieran a qué clase de cuerpo pertenecen ni cuál es su
función dentro de él. Imagina a la mano queriendo cumplir las funciones del pie o a la boca tratando de cumplir
las del oído. Imagina que la boca, al no saber a qué clase de cuerpo pertenece, supusiera que es parte del cuerpo
de una vaca y empezara a emitir mugidos…

• Como miembro de la Iglesia, lo primero que debes hacer es conocerla: su origen, sus enseñanzas, sus reglas, su
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finalidad… ¡Suena muy lógico!, pero hay miles de católicos que no tienen idea de dónde están y por eso se dejan
engañar tan fácilmente por el primero que toca a su puerta y les promete pertenecer al grupo elegido de los
144,000 o les promete la piedra mágica que les dará la “energía” de Dios.

• El segundo paso es cumplir con tu misión específica dentro de la Iglesia. Una vez que sepas si eres ojo, mano,
riñón o arteria, ponte a trabajar para cumplir con tu función en el Cuerpo Místico de Cristo. De nada sirven los
miembros atrofiados o enfermos. Es más, muchas veces son un estorbo. Trabaja por fortalecer tu unión con la
cabeza, que es Cristo, a través de los sacramentos; trabaja por fortalecerte como miembro con el ejercicio diario
de las virtudes; cumple con tu función sabiendo que eres indispensable e insustituible: si eres arteria y no cumples
con tus funciones de arteria, habrá una parte del Cuerpo de Cristo que se quedará sin esa sangre que tú tenías
que llevar. Nadie va a cumplir tu misión dentro de la Iglesia, pues cada quien tiene una función distinta.

• El tercer paso es dar a conocer las enseñanzas de la Iglesia a los demás. Dar a conocer a todos los que
encuentres en tu camino la necesidad que la Iglesia tiene de ellos. Concientizar a todos los cristianos de que ellos
son la Iglesia y de que es necesario que conozcan sus enseñanzas y su doctrina.

Para compartir
• ¿Por qué si San Pablo perseguía a los cristianos, cuando fue derribado mientras viajaba a caballo, Jesús le
preguntó por qué razón lo perseguía a Él?
• ¿Qué clase de miembro de la Iglesia eres? ¿Sano, atrofiado, débil, enfermo, amputado o desertor? ¿Por qué?
• ¿Qué le responderías a alguien que llegara a tratar de convencerte de abandonar la Iglesia diciéndote que hay
muchos errores dentro de ella?
• ¿Conoces los documentos de la Iglesia que se han escrito en el último año?

IDEAS PARA RECORDAR


• La idea de la fundación de la Iglesia surgió desde la creación del mundo.
• La palabra Iglesia viene del griego “ekklesía”, que significa "asamblea".
• La Iglesia es la unión de todos los hombres que acuden a la convocatoria de Dios y se unen a Él por la vida de
gracia y los sacramentos.
• En la Iglesia hay muchos miembros con funciones diversas, pero cuando un miembro sufre, se ve afectada la
Iglesia entera.
• Como miembros de la Iglesia tenemos el deber de conocer, cumplir y dar a conocer sus enseñanzas.

Como tú sabes, no es suficiente saber lo que ocurre ni por qué... es necesario que todos hagamos un esfuerzo de
cambio para aplicar lo que vamos aprendiendo. Aquí te proponemos algunas líneas generales de compromiso:
¡la decisión es tuya!
• Me preocuparé por ser siempre un miembro sano de la Iglesia manteniendo mi unión con Dios mediante la
oración y la práctica de los sacramentos, evitando el pecado venial, desterrando el pecado mortal y trabajando
en el desarrollo de las virtudes.
• Me preocuparé por conocer siempre las enseñanzas de la Iglesia.
• Acudiré a las misiones que organice mi parroquia, grupo pastoral o escuela para acercar a la Iglesia a más
personas y recuperar a aquellos miembros que han sido amputados o mutilados.
• Si no encuentro un grupo organizado que lleve a cabo misiones, puedo organizarlas con mis amigos o
compañeros de grupo, yendo con nuestras propias familias a misionar el fin de semana a alguna colonia cercana.

TEMA 4 TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO.


MOTIVACIÓN INICIAL

Cuando nos impresiona una persona, nuestra primer pregunta suele ser: “quién es ?" y "¿Qué hace?" La persona que
responde puede decir: "Soy fulano de tal, trabajo en… vivo en… etc. Hoy queremos hacerle esa pregunta al Espíritu
Santo: "¿Quién eres?" ¿Cuál es su tarea principal del Espíritu Santo?

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ILUMINACIÓN: “Juan 16:13-14 "Pero cuando venga al espíritu de verdad, él os guiará a todos a la verdad; porque no
hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oye, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me
glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber"; y en Juan 15:26, el Señor declara: "él dará testimonio de mí".
PALABRA DE DIOS R.- TE ALABAMOS SEÑOR

REFLEXION SOBRE LA PALABRA DE DIOS

La obra del Espíritu Santo es, antes que nada, glorificar a Cristo. Es más, cuando la comprendemos correctamente,
todas las demás acciones que pueden ser mencionadas están incluidas en este propósito principal. Si se nos dice que el
Espíritu Santo no hablará de sí mismo sino de Jesús, entonces podemos concluir que cualquier cosa sobre la persona y la
obra del Espíritu que nos aleje de la persona y la obra de Jesucristo no es una actividad del Espíritu. En realidad, se
tratará de la obra de otro espíritu, el espíritu del anticristo, cuya tarea es minimizar la persona de Cristo (1 Jn. 4:2-3)..
Por otro lado, siempre que el Señor Jesucristo es exaltado —de cualquier manera— allí la tercera persona de la Trinidad
está obrando. Podemos reconocer su presencia y estar agradecidos. Le debemos atribuir al Espíritu Santo como el
continuador de la obra de Cristo en la cual la iglesia nace, se desarrolla, tiene vigor y un testimonio eficaz. El
protagonista en la Iglesia es Dios mismo.

ACTIVIDAD: Podemos consultar otras citas bíblicas I Pe 2,9;” Lc 22,29 _30“; Ef.1,13-14

COMPROMISO: Tener más acercamiento al Evangelio, dejando que el Espíritu Santo nos ilumine, y Dejarlo
actuar.

1.- ¿Quién es el Espíritu Santo?


2.- ¿Qué hace el Espíritu Santo en la Iglesia?

TEMA 5 PROPIEDADES DE LA IGLESIA

A) LA IGLESIA ES UNA

1.- La Iglesia es Una


La Iglesia es Una debido a su origen. "El modelo y principio supremo de este misterio es la unidad de un solo
Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo, en la Trinidad de personas".
La Iglesia es Una debido a su fundador. "Pues el mismo Hijo encarnado por su cruz reconcilió a todos los
hombres con Dios, restituyendo la unidad de todos en un solo pueblo y en un solo cuerpo"
La Iglesia es Una debido a su "alma": "El Espíritu Santo que habita en los creyentes y llena y gobierna a
toda la Iglesia, realiza esa admirable comunión de fieles y une a todos en Cristo tan íntimamente que es
el Principio de la unidad de la Iglesia". Por tanto, pertenece a la esencia misma de la Iglesia ser una. (CIC,
813)
La Iglesia es Una. Cristo no fundó muchas, sino UNA Iglesia, dijo que quería formar un solo rebaño bajo
la guía de un solo pastor (Cfr.Jn. 10) La única Iglesia de Cristo, Nuestro Salvador, después de su
resurrección, la entregó a Pedro para que la pastoreara. Le encargó a él y a los demás Apóstoles que la
extendieran la gobernaran. Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad,
subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él.

La unidad de la Iglesia consiste en una unidad en la fe, en la caridad y en la liturgia, bajo el gobierno de los
apóstoles y sus sucesores. Algo que aparece expresado en los Hechos de los Apóstoles: "Eran constantes en
escuchar la enseñanza de los apóstoles y en la comunidad de vida, en el partir el pan y en las oraciones" (Hch
2,42).

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En este sentido, el Concilio Vaticano II ha hablado del triple vínculo de la unidad:
La profesión de fe, los sacramentos y el gobierno y comunión eclesial.

Esta unidad no debe ser confundida con uniformidad, ya que la Iglesia no podría unir a hombres de todos los
pueblos, razas y culturas, con muy diferentes mentalidades y costumbres, si no se diera en su seno una
diversidad que enriquece la unidad.
Sin embargo, esta diversidad tiene unas fronteras que, si se traspasan anulan la unidad. Así aparecen los cismas y
las herejías. Cuando se rompe la comunión vital, especialmente en la comunión en el culto, estamos hablando
de un cisma. Si la ruptura se produce en el ámbito de la unidad de la fe, que a su vez provoca una separación en
el culto, nos encontramos ante una herejía.

Estamos buscando la unidad


Así como notamos la diversidad de comunidades cristianas, también constatamos que la mayor parte de lo que
somos y de lo que anunciamos es lo mismo. Más son los aspectos que nos unen que los puntos diversos. Y la
Iglesia busca la unidad, porque siempre le han dolido las divisiones por ser contrarias al pensamiento del
fundador.
Un esfuerzo muy notable por encontrar la unidad de los cristianos comenzó con el Concilio Vaticano II. La
Iglesia quiere la unidad, la busca y se revisa a sí misma para quitar todo lo que por culpa humana impide llegar a
esa unidad. En las denominaciones no católicas también se ha emprendido esta búsqueda.
Los cristianos de las diferentes Iglesias y comunidades eclesiales, sienten la necesidad de la unidad que Jesús
expresa en su oración al Padre. "Que sean todos uno, como tú, Padre, estás conmigo y yo contigo que también
ellos estén con nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste".

Este movimiento por la unidad de todas las Iglesias se llama "ECUMENISMO", antes a los no católicos los
solíamos llamar protestantes, calvinistas, anglicanos.... Hoy ya se ha hecho común llamarlos mejor "hermanos
separados", porque en verdad son hermanos nuestros y están separados de nuestra fe católica.
El deseo de volver a encontrar la unidad de todos los cristianos es un don de Cristo y un llamamiento del
Espíritu Santo. Para responder adecuadamente a este llamamiento se exige:
1. Una renovación permanente de la Iglesia en una fidelidad mayor a su vocación. Esta renovación es el
alma del movimiento hacia la unidad.
2. La conversión del corazón para llevar una vida más pura según el Evangelio. Porque la infidelidad de los
miembros al don de Cristo, es la causa de las divisiones.
3. La oración en común, porque esta conversión del corazón y santidad de vida, junto con las oraciones
privadas y públicas por la unidad de los cristianos, deben considerarse como el alma de todo el
movimiento ecuménico, y pueden llamarse con razón ecumenismo espiritual.
4. El fraterno conocimiento recíproco.
5. La formación ecuménica de los fieles y especialmente de los sacerdotes.
6. El diálogo entre los teólogos y los encuentros entre los cristianos de diferentes Iglesias y comunidades.
7. La colaboración entre cristianos en los diferentes campos de servicio a los hombres.

Es muy difícil lograr en un futuro próximo la unidad de todos los cristianos, tener una sola Iglesia, porque las
divisiones han perdurado siglos. Pero la tarea no es imposible. Si somos de veras cristianos que deseamos
permanecer fieles al Evangelio, debemos poner de nuestra parte lo que podamos, poner toda la esperanza "en la
oración de Cristo por la Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros, y en el poder del Espíritu Santo."

B) LA IGLESIA ES SANTA
La Iglesia es Santa, porque Cristo "la amó y dio su vida por ella". Esto lo hizo para consagrarla. En Ella dejó el
Señor todo el tesoro de su santidad adquirido por su muerte y resurrección y así la Iglesia es dispensadora de
santidad y santifica a todos sus miembros desde el bautismo hasta la última despedida, luchando siempre por
purificarla del pecado
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Esta propiedad de la Iglesia parece contradecir la experiencia concreta, que nos manifiesta una comunidad con
deficiencias en las actuaciones de sus miembros, y en sus propias acciones comunitarias. Sin embargo, podemos
afirmar su santidad desde el misterio de su ser.
Cuando la Sagrada Escritura habla de santidad, está haciendo mención a algo que es propiedad y pertenece a
Dios, al solo Santo. Por tanto, la santidad no expresa en la Biblia una actitud ética primordialmente, sino una
apropiación por parte de Dios que santifica una realidad profana. De ahí que podamos afirmar que la Iglesia es
santa porque:
 Es de Dios y para Dios. Él la elige y crea un pueblo santo, al que es incondicionalmente fiel y no
abandona a los poderes de la muerte y de la contingencia del mundo (Mt 16,18)
 Jesucristo, el Hijo amado de Dios, se entregó por la Iglesia para hacerla santa e inmaculada (Cfr. Ef
5,27), uniéndose con ella de forma indisoluble (Cfr. Mt 28,20)
 El Espíritu Santo, prometido por Jesucristo (Jn 14,26; 16,7-9), está presente en ella, actuando con poder
y haciéndola depositaria de los bienes de la salvación que debe transmitir; la verdad de la fe, los
sacramentos de la nueva vida, los ministerios.

Sin embargo, al acoger a hombres y mujeres pecadores, la propia Iglesia es pecadora, necesitando convertirse al
Evangelio para manifestar con su vida lo que es su ser más profundo. El Apóstol Pablo nos recuerda a los
cristianos que, por el Bautismo, hemos nacido a una nueva vida que transforma nuestro modo de obrar y que
hace de nuestra existencia cotidiana un servicio a Dios. Esta conversión de actitudes, valores y comportamientos
no es fruto de un empeño personal, sino efecto del Espíritu Santo que actúa en nosotros si somos capaces de
dejarnos transformar por Él.

Por todo lo anterior, podemos concluir que la Iglesia es Santa en su ser más profundo, pero pecadora y en
constante conversión en su visibilización en el mundo.
Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han practicado heroicamente las
virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de Santidad,
que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores. Los
santos y las santas han sido siempre fuente y origen de la renovación en las circunstancias más difíciles de la
historia de la Iglesia. En efecto, "La santidad de la Iglesia es el secreto manantial y la medida infalible de su
laboriosidad apostólica y de su ímpetu misionero" (CIC, 828)

La Iglesia en la Santísima Virgen llegó ya a la perfección, sin mancha ni arruga. En cambio, los fieles cristianos se
esfuerzan todavía en vencer el pecado para crecer en la santidad. Por eso dirigen sus ojos a María. En ella, la
Iglesia es ya enteramente santa.

C) LA IGLESIA ES CATÓLICA

Porque la salvación que Cristo nos trajo se dirige a todos los hombres sin excepción. Es Universal. Por esto la
Iglesia es Católica. A partir de la Ascensión del Señor, se rompieron las fronteras de Israel para "ir por todo el
mundo y anunciar el Evangelio a todas las gentes" Y en orden histórico los apóstoles serían los testigos de Jesús
en Jerusalén en Judea y Samaria y hasta las regiones más lejanas de la tierra" (Hch 1,8)
La palabra "Católico" no se encuentra en el Nuevo Testamento. Será Ignacio de Antioquia quien, hacia el año
110, aplique por vez primera este calificativo a la Iglesia (Carta a los de Esmirna 8,2). Originalmente significaba
"la que expresa todo", "la plenitud de la fe", pero con el tiempo ha pasado también a denominar su extensión
por todo el mundo.
Consecuentemente, al reconocerse la Iglesia como católica, dice de sí misma que predica la Fe en su integridad a
todo hombre, cualquiera que sea su raza, nación o clase social. La catolicidad de la Iglesia se realiza de forma
concreta por:
1. La misión que ha recibido del Señor para anunciar la Buena Noticia a todos los hombres (Mc 16,15; Mt
28, 19-20); esta tarea la realiza enriqueciendo las diversas culturas, llevándolas a su plena humanización,
al tiempo que ella misma se enriquece con las riquezas de todos.

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2. Su enraizamiento en un pueblo, localidad o ambiente, donde hace presente la plenitud de la Iglesia de
Jesús que es al mismo tiempo Iglesia Universal, extendida por todo el mundo.
3. La abundancia de grupos que realizan la existencia cristiana de un modo diferente, ya sea como
religiosos, laicos, célibes, casados o clérigos.

La catolicidad de la Iglesia es un don de Dios, pero al mismo tiempo es una labor permanente, no exenta de
tensiones y dificultades, debido a la diversidad de culturas, costumbres, formas de vida y vocaciones.
El Concilio Vaticano II en la Lumen Gentium 13 dice: "Todos los hombres están invitados al nuevo Pueblo de
Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para
que así cumpla el designio de Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió reunir a sus
hijos dispersos...Este carácter de universalidad, que distingue al pueblo de Dios, es un don del mismo Señor.
Gracias a este carácter, la Iglesia Católica tiende siempre y eficazmente a reunir a la humanidad entera con todos
sus valores bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu"

D) LA IGLESIA ES APOSTÓLICA

Apóstol quiere decir enviado. Los cuatro evangelios señalan que Dios, el Padre, ha enviado a Jesús, su hijo como
Salvador del mundo. A su vez, Jesucristo confió a los apóstoles la misión que había recibido del Padre,
encadoles predicar en su lugar el Evangelio a todos los pueblos, con el poder del Espíritu Santo, hasta la
consumación del mundo: “Se me ha dado plena autoridad en el cielo y en la tierra, Id y haced discípulos de
todas las naciones, bautizadlos y consagrárselos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñadles a guardar
todo lo que os he mandado, mirad que yo estoy con vosotros cada día hasta el fin del mundo" ( Mt 28, 18-20;
Mc 16, 15-20; Lc. 24, 47-48; Hch 1,8).

Su función apostólica intransferible, consistió precisamente en ser:


 Testigos inmediatos de la Resurrección del Señor
 Fundamentos de la Iglesia

Hoy como ayer y siempre, el Espíritu Santo mantiene a la Iglesia en comunión con los Apóstoles y, gracias a esta
comunión, en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo. El Espíritu Santo es el principio de la comunión
de todos los miembros de la Iglesia en la fe y en el testimonio de vida de los Apóstoles. En este sentido toda la
Iglesia es apostólica, manteniéndose en ella la vitalidad del Evangelio.
Al servicio de la apostolicidad de todos los miembros de la Iglesia está la sucesión apostólica de los Obispos que
garantiza en cada momento que esta Iglesia nuestra es la Iglesia misma de los apóstoles. La verdadera Iglesia de
Jesucristo está allí donde los creyentes son fieles a la fe de los apóstoles, al mismo tiempo que se adhieren a la
sucesión apostólica de los obispos.

En el Nuevo Testamento hay indicios claros de cómo la misión apostólica, en los tiempos inmediatamente
posteriores a los Apóstoles, se transmitió a otros discípulos. En efecto: Los Apóstoles no sólo tuvieron en vida
diversos colaboradores en su ministerio, sino que:
 Confiaron a algunos el encargo de continuar, llevar a término y consolidar la obra que ellos habían
comenzado.
 Establecieron colaboradores al frente de las comunidades cristianas y les encomendaron que proveyesen
para que otros hombres probados se hiciesen cargo, más tarde, del ministerio apostólico.

La misión de los apóstoles se ha transmitido hasta nuestros días a través de los obispos y del Papa, sucesor del
apóstol Pedro. Los obispos son sucesores de los Apóstoles no en lo que a éstos les fue propio y exclusivo: ser
testigos de Cristo Resucitado y ser fundamentos de la Iglesia. Los obispos suceden a los Apóstoles en su función
de Pastores de la Iglesia; a través de ellos se manifiesta y se conserva en el mundo entero la Tradición
Apostólica.

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No es necesario que cada obispo, en particular, sea sucesor de un determinado Apóstol. Para garantizar la
sucesión apostólica, basta con que el Colegio (o conjunto) de los obispos suceda al Colegio (o conjunto) de los
Apóstoles. Cada obispo, como miembro de todo el Colegio Episcopal, ocupa un puesto en la sucesión
apostólica. Esto es lo que quiere decir el hecho de que, para ordenar a un presbítero como obispo, está
establecido que le ordenen, por lo menos, tres obispos, como señal de que se admite al candidato en el Colegio
de los obispos.

Desde los orígenes de la Iglesia hasta hoy, y así sucederá hasta siempre, la Fe y la misión de los Apóstoles se han
mantenido íntegras y vivas mediante la sucesión apostólica de los obispos, asistida por el Espíritu Santo. Un
antiguo texto de la Tradición de la Iglesia resume esta realidad diciendo: “Los apóstoles salieron al orbe entero a
predicar la misma doctrina de la misma fe a todas las naciones. En cada ciudad fundaron Iglesias, que vinieron a
ser como retoños o semillas de la fe y de la doctrina para las demás iglesias de entonces y ahora. Por eso,
nuestras Iglesias deben ser consideradas como brotes de las Iglesias apostólicas. Aun siendo tantas Iglesias, no
forman más que una sola". Tertuliano, siglo III
Datos importantes…veamos
¿Por qué se decía que la Iglesia es Romana?
Un hecho histórico vino a poner esta nota en la Iglesia de Cristo: San Pedro, el primero entre los Apóstoles, fue
a Roma y ahí murió. En los Evangelios aparece San Pedro con un lugar muy importante entre sus compañeros
apóstoles, esta primacía es confirmada por Cristo resucitado. En los Hechos es quien tiene la dirección principal
de la Iglesia naciente. Así se le consideró como signo de ser la Iglesia de Cristo el estar en comunión con Pedro.
San Pablo mismo que tiene una parte tan importante en la propagación del cristianismo primitivo, confiesa que
después de su conversión fue a estar unos 15 días con Pedro, no fuera a suceder que su mensaje no estuviera de
acuerdo con él.Este puesto importante de Pedro en toda la Iglesia lo sigue teniendo el sucesor de Él en Roma,
porque ahí murió en el año 67 dando su vida por Cristo como testimonio final de su amor al Maestro.
Conocemos los nombres de todos los sucesores de Pedro hasta el presente. Hoy también los cristianos
conservamos la comunión con la Iglesia de Roma. Por eso decimos que la Iglesia es Romana.

2.- ¿“Fuera de la Iglesia no hay salvación”?


¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia? Formulada de modo positivo
significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su cuerpo:
El Concilio Vaticano II Sínodo "basado en la sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia peregrina
es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el Único Mediador y Camino de Salvación que se nos hace
presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al inculcar con palabras bien explícitas, la necesidad de la fe y del
Bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por el Bautismo
como por una puerta. Por eso, no podrían salvarse los que, sabiendo que Dios fundó por medio de Jesucristo la
Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella".
(Conc. Vat. II Lumen Gentium 14)
Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia: "Los que sin culpa suya
no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida,
con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden
conseguir la salvación eterna" (L.G. 16)

Actividad
Contesta las preguntas
1. ¿Por qué la iglesia es una?
2. ¿Por qué la iglesia es santa?
3. ¿Por qué la iglesia es católica?
4. ¿Por qué la iglesia es apostólica?
5. ¿Por qué se decía que era Romana?
6. ¿Por qué se pensaba que fuera de la iglesia no había salvación?

20
III MISIÓN DE LA IGLESIA
TEMA 1 LA MISIÓN, EXIGENCIA DE LA CATOLICIDAD DE LA IGLESIA

"Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia (evangelio) a toda criatura" (Mc 16,15)

La Misión: Surge del envío que Jesús hace a sus discípulos para anunciar y significar la Buena Nueva (Mt 10,5-8)
Tiene una importancia decisiva para los discípulos. Esta importancia queda confirmada por la abundancia de
textos misioneros que aparecen en los Evangelios (Mt5,13; 13,31.33.47; Mc 3,14; Mt 28,19).
Tiene como contenido fundamental a Jesucristo como Salvador (Hch 5,31) Por medio de Él, Dios ofrece a todos
los hombres una vida nueva.
Se acompaña de gestos significativos y reales que hacen visible y creíble la verdad de su mensaje (Hch 2,14-16.
3,12-26; 5,12-16)
En breve recorrido que hemos hecho por la vida de las primeras comunidades cristianas, nos permite afirmar:
-La misión de la Iglesia se fundamenta en la misión de Jesús como enviado del Padre para la liberación de la
humanidad.
-La razón histórica del ser de la Iglesia es prolongar la misión de Cristo y hacerla visible en la historia de los
hombres.
-La misión es la verdadera y única tarea de la Iglesia.

TEMA 2. LA MISIÓN DE LA IGLESIA "EVANGELIZACIÓN"


La palabra evangelizar significa literalmente "buen mensaje", "buena noticia". Jesús designa como "Evangelio" la
llegada del Reino de Dios, que provocará la liberación de los oprimidos y la justicia para los pobres. Este es el
anuncio que manda proclamar a sus discípulos tras la Resurrección: "Id por todo el mundo y proclamad la buena
noticia (evangelio) a toda criatura" (Mc 16,15)
El Concilio Vaticano II recordó que "la universalidad de la misión de la Iglesia, la cual se esfuerza en anunciar el
Evangelio a todos los hombres, se basa en el mandato explícito de Cristo y las exigencias radicales de la
catolicidad de la Iglesia" (Ad gentes 1)
Jesús da una orden precisa a los apóstoles "Proclamad la Buena Nueva a toda la creación" (Mc 16,15), "Haced
discípulos a todas las gentes" (Mt 28,19), con una predicación suscitada a la conversión para el perdón de los
pecados (Lc. 24,47).

En el momento de la Ascensión, los discípulos limitan aún su esperanza al Reino de Israel, pues le preguntan a su
Maestro: "Señor ¿Es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?" (Hch. 1,6). En su respuesta, el
Salvador les muestra claramente que deben superar el horizonte, y que ellos mismos deben convertirse en
testigos no solo en Jerusalén, sino también en toda Judea y Samaria "y hasta los confines de la tierra" (Hch 1,8)
El Redentor no cuenta únicamente con la docilidad de los discípulos a su palabra, sino también con el poder
superior del Espíritu Santo que les promete "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros"
(Hch 1,8)
Tras el Sínodo que los obispos dedicaron en 1974 al tema de la evangelización en el mundo contemporáneo,
Pablo VI utilizó sus resultados para elaborar su exhortación apostólica "Evangelii Nuntiandi" (1975). En este
documento se concibe la evangelización como la "dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más
profunda" (EN, 14).

La evangelización es el proceso total mediante el cual la Iglesia, movida por el Espíritu:


1. Anuncia al mundo el Evangelio del Reino de Dios
2. Da testimonio entre los hombres de la nueva manera de ser y de vivir que él inaugura
3. Educa en la fe a los que se convierten al Evangelio del Reino
4. Celebra, mediante los sacramentos, la presencia del Señor Jesús y el don del Espíritu
5. Impregna y transforma con su fuerza todo el orden temporal

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3.- LLAMADA A UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN
La llamada a una Nueva Evangelización ha sido propuesta por Juan Pablo II en Haití (1983), con ocasión del
encuentro con los obispos de CELAM para: "Dar a la acción pastoral un impulso nuevo, capaz de crear tiempos
nuevos de evangelización, en una Iglesia todavía más arraigada en la fuerza y en el poder de Pentecostés" (EN
2).
La novedad de la acción evangelizadora afecta a la actitud, al estilo, al esfuerzo y a la programación o como se
propuso en Haití, al ardor, a los métodos y a la expresión. Una evangelización nueva en su ardor supone una fe
sólida, una caridad pastoral intensa y una recia fidelidad que, bajo la acción del Espíritu Santo generen una
mística, un incontenible entusiasmo en la tarea de anunciar el Evangelio.

La Nueva Evangelización tiene como finalidad formar hombres y comunidades maduras en la fe y dar respuesta
a la nueva situación que vivimos, provocada por los cambios sociales y culturales de la modernidad.
"Evangelizar consiste en anunciar la Buena Nueva del Evangelio, por medio del testimonio cristiano, a los
hombres situados históricamente, para que se que conviertan y sean liberados"

Desarrollamos brevemente cada una de estas afirmaciones:


Anunciar la Buena Noticia del Evangelio
San Pablo nos expresa muy bien en qué consiste esta buena noticia, cuando afirma:
" Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para que se salve todo el que cree, tanto si es
judío como si no lo es. Porque en él se manifiesta la fuerza salvadora de Dios a través de una fe en continuo
crecimiento, como dice la Escritura -quien alcance la salvación por la fe, ese vivirá (Rom 1,16-17).
La Buena Noticia no consiste puramente en un mensaje intelectual, sino que es un acontecimiento salvífico;
fuerza de Dios para salvar a todo el que cree. Esta fuerza de Dios se manifiesta en Jesús de Nazaret, en sus
palabras en sus signos, en su muerte y resurrección. El Evangelio, es la persona misma de Jesucristo. La persona
de Jesús se identifica con el Reino.
Por tanto, evangelizar es:
 El anuncio de Jesucristo, de su vida de su muerte y de su resurrección
 El anuncio del Evangelio que es gracia y salvación de Dios para todos los hombres, y buena noticia
porque libera de todas las esclavitudes humanas.
 El anuncio del Evangelio hecho con palabras y signos. Las palabras anuncian lo que los signos realizan.
Por medio del testimonio cristiano
El testimonio cristiano es el medio fundamental para proclamar el Evangelio. La evangelización exige la
existencia de verdaderos testigos. Jesús no formó sabios, sino discípulos testigos. Sin el testimonio cristiano,
puede haber "propaganda religiosa", pero no una verdadera evangelización.
 El testimonio cristiano tiene las características siguientes:
 El testigo se reconoce enviado de Dios para testimoniar algo
 El testimonio incluye la proclamación de lo que se ha visto y oído: la acción de Dios manifestada en
Cristo.
 El testigo se compromete en su testimonio: la vida del testigo es la mejor prueba de lo se que quiere
comunicar.
A los hombres situados históricamente
Cada persona, además de estar inserta en una u otra cultura, viviendo en un ámbito rural o urbano,
desarrollando un trabajo manual o intelectual, está rodeada de unas circunstancias diferentes que la configuran
como ser único e irrepetible.De ahí que la evangelización deba tener presente a las personas concretas a las que
se dirige, sus necesidades y aspiraciones. Por tanto, al evangelizar se debe tener presente que el destinatario de la
evangelización, es un hombre concreto.
Para que se conviertan y sean liberados
Los objetivos básicos de la evangelización son dos: La conversión y la liberación
La conversión: se refiera a la respuesta que debe suscitar la acción evangelizadora en la persona.
La liberación: expresa la transformación que esta respuesta ha operado en su vida.

22
La conversión
Esta es el centro de toda la actividad misionera de la Iglesia. Consiste fundamentalmente en:
 Descubrir al Dios de Jesucristo y creer en Él, rechazando los falsos ídolos esclavizadores
 Adherirse a su proyecto de salvación, aceptando las exigencias radicales del Reino y los valores
evangélicos como norma de vida.
La conversión suscitada por la evangelización supone un cambio de sentido y dirección a la totalidad de la
existencia humana. Por tanto, la conversión no es un mero cambio de mentalidad, sino algo que afecta al
hombre entero, al sentido de su vida personal y social, a los valores que la orientan y a las condiciones sociales
que la hacen posible.
La conversión es real cuando la acción evangelizadora alcanza y transforma con la fuerza del Evangelio:
 Los criterios de juicio
 Los valores determinantes
 Los centros de interés
 Las líneas de pensamiento
 Las fuentes de inspiración
 Las estructuras sociales
La conversión cristiana es un largo proceso, para que el cambio sea verdadero, es necesario que surja de una
decisión personal, con un cierto grado de reflexión, sea gradual y progresiva y se vaya verificando en
compromisos y estilos de vida concretos y reales..

La liberación
"El hombre evangelizado se reconoce hijo de Dios y, como resultado de esta filiación, acoge y se relaciona con
los otros hombres como hermano. La relación con Dios y con los hermanos ha de llevarse a cabo en las
condiciones de esta vida, en el mundo y en la historia; esto quiere decir que todas estas realidades quedan
incluidas en el proceso salvífico"
Por lo tanto, la evangelización es inseparable de la liberación integral del hombre, de su mundo y de su historia,
e incluye la liberación total y real de todas las dimensiones de la vida humana, incluso la política. La liberación
cristiana, es la misma liberación humana llevada a su plenitud por el don gratuito de Dios que se acoge por la fe.

4.- LOS MEDIOS DE LA EVANGELIZACIÓN


El anuncio, los sacramentos y el testimonio "La Buena Nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el
testimonio". "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que
enseñan...Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es
decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y despego de los bienes materiales, de
libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra: de santidad" (Evangelii nuntiandi, 21)
Los Sujetos
Los sujetos de la obra evangelizadora de la Iglesia se encuentran en una doble dirección: Hacia el exterior la
Iglesia tiene como destinatarios a todas aquellas personas que nunca han recibido la Buena Nueva de Jesucristo.
Aquí el mandato del Señor Jesús es categórico: "Id y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mt 16,15). Esta es la
razón por la que la Iglesia se siente llamada: " A no encadenar el anuncio evangélico limitándolo a un sector de
la humanidad o a una clase de hombres o a un solo tipo de cultura" ( E.N. 50 ).

"La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la iglesia....Evangelizar
constituye, en efecto, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para
evangelizar" ( E.N. 14).
La segunda dirección de la obra evangelizadora es hacia el interior, y aquí la iglesia percibe una tarea doble:
1. Un primer grupo de destinatarios de la evangelización son aquellos que han recibido la fe y que
permanecen en contacto con el Evangelio. La Iglesia debe profundizar, consolidar, alimentar y hacer cada
vez más madura la fe de aquellos que se llaman ya fieles o creyentes.
2. Un segundo grupo de destinatarios hacia el interior lo conforman todos aquellos cristianos que no son
practicantes de la vida cristiana."Toda una muchedumbre, hoy día numerosa, de bautizados que, en gran
23
medida, no han renegado formalmente de su bautismo, pero están totalmente al margen del mismo y no lo
viven. La ausencia de práctica religiosa se encuentra en los adultos y en los jóvenes, en la elite y en la masa,
en las antiguas y en las jóvenes Iglesias... La acción evangelizadora de la Iglesia no puede ignorarlos ni
desentenderse de ellos; debe buscar constantemente los medios y el lenguaje adecuado para proponerles la
revelación de Dios y la fe en Jesucristo".

Escribe un proyecto de como evangelizarías a tu comunidad con una nueva evangelización.


Toma en cuenta; la lengua, la cultura, los usos y costumbres, el evangelio…etc

TEMA 3 UNA COMUNIDAD EVANGELIZADA Y EVANGELIZADORA

La Iglesia podrá llevar a cabo su misión evangelizadora siempre que transparente y comunique con su vida lo
que proclama en su mensaje. Jesús al anunciar a sus discípulos que eran la sal de la tierra y la luz del mundo, les
advirtió del peligro que constituía el que la sal perdiera su sabor o el que una lámpara fuera tapada con una olla
(Cfr. Mt 5,13-15)
Las situaciones cambiantes, los continuos avances de la ciencia, las modernas formas de relación entre las
personas, obligan a la Iglesia a perpetuar en sí misma la novedad del Evangelio; la actuación del Espíritu Santo la
capacita para responder con su vida y su palabra a los retos que constantemente le presenta nuestra civilización.
Esta actuación del Espíritu, que la conduce a la verdad plena (Cfr.Jn 15,12-14), se realiza a través de diversas
mediaciones como:
 La acogida valiente de la Palabra de Dios, que al penetrar en los corazones cuestiona las estructuras,
actuaciones y comportamientos.
 Los signos de los tiempos, es decir, los deseos y aspiraciones profundas de las personas de la sociedad
actual, que se ven plasmados en el esfuerzo a favor de la paz, la justicia, los derechos humanos, la
ecología...
Las voces que se elevan desde la opresión, la marginación la pobreza extrema "el clamor de los sin voz"

DESCRIBE COMO ESTA TU COMUNIDAD ACTUALMENTE


AHORA DESCRIBE COMO SERIA TU COMUNIDAD EVANGELIZADA Y EVANGELIZADORA.

24
IV LOS LAICOS EN EL CORAZÓN DE MUNDO Y DE LA IGLESIA

TEMA 1 ¿QUÉ SE ENTIENDE POR LAICOS?


¿Quiénes son los laicos, los seglares de la Iglesia?
Se oye tanto hablar de esa palabra que muchas veces nos perdemos en el vocabulario y no sabemos a quiénes se
refieren cuando oímos expresiones como “Ha llegado la hora de los laicos”. “Los seglares deben colaborar con
la Iglesia”. La respuesta podría ser muy fácil: Los laicos son todas las personas que pertenecen a la Iglesia
católica, a través del Bautismo pero que no son obispos, sacerdotes, o pertenecen a algún grupo de vida
consagrada. De esta forma, los laicos son todos los fieles que han sido bautizados dentro de la Iglesia.

Para ser más precisos, escuchemos lo que dice el Concilio Vaticano II en el documento Lumen Gentium, número
31 y que recoge el Catecismo de la Iglesia católica en el número 897:
“Por laicos se entiende aquí a todos los cristianos, excepto los miembros del orden sagrado y del
estado religioso reconocido en la Iglesia. Son, pues, los cristianos que están incorporados por el
bautismo, que forman el Pueblo de Dios y que participan de las funciones de Cristo, Sacerdote,
Profeta y Rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia
y en el mundo”.

Elemento muy importante para distinguir a los laicos es el de su bautismo. Por este sacramento, los laicos o fieles
del pueblo de Dios se hacen acreedores al derecho de llamarse y de ser Hijos de Dios y participar de esa filiación
divina. Pero también comparten la obligación de trabajar para que el mensaje de salvación sea conocido y
recibido por todos los hombres y en toda la tierra. Esta obligación es más apremiante cuando sólo por medio de
ellos los demás hombres pueden oír el Evangelio y conocer a Cristo.

La acción que realizan los laicos dentro de la Iglesia no es indiferente. Su participación no es indiferente ni debe
reducirse a la recepción de los sacramentos, antes bien, debe ser muy activa de forma que ayuden a que todas
las realidades en las que ellos trabajan sean invadidas por el espíritu del evangelio. Por lo tanto, la familia, la
profesión y el trabajo que desempeñan, sus actividades sociales, deportivas y de descanso, todo, absolutamente
todo lo que conforma su vida, debe quedar informado por el espíritu del evangelio. En pocas palabras, los
laicos son los encargados de que el Reino de Dios se haga una realidad en los diversos campos que forman su
vida. Por lo tanto, ahí donde el sacerdote, el religioso, el obispo no puede llegar, ahí es donde el laico debe
comprometerse para hacer llegar el mensaje de Cristo.

Juan Pablo II ha dicho de los laicos: “El Reino de Dios, presente en el mundo sin ser del mundo, ilumina el
orden de la sociedad humana, mientras que las energías de la gracia lo penetran y vivifican. Así se perciben
mejor las exigencias de una sociedad digna del hombre; se corrigen las desviaciones y se corrobora el ánimo
para obrar el bien. A esta labor de animación evangélica están llamados, junto con todos los hombres de buena
voluntad, todos los cristianos y de manera especial los laicos”. (Cfr. Centesimus annus, número 25).

El apostolado que deben llevar a cabo los laicos no se reduce solamente al testimonio de su vida, lo cual ya es
una labor fundamental para construir el Reino de Dios en la sociedad. Deben ser “sanamente agresivos” con el
fin de buscar todas aquellas oportunidades para hacer real en todos los ámbitos dela sociedad, el mensaje de
Cristo. Esta iniciativa es un elemento normal de la vida de la Iglesia, como apuntaba el Papa Pío XII en su
discurso del 20 de febrero de 1946 y que fue citado por Juan Pablo II en su documento Christifideles laici,
número 9: “Los fieles laicos se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es
el principio vital de la sociedad. Por tanto ellos, especialmente, deben tener conciencia, cada vez más clara, no
sólo de pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia; es decir, la comunidad de los fieles sobre la tierra bajo la
guía del jefe común, el Papa, y de los obispos en comunión con él. Ellos son la Iglesia.”

25
TEMA 2 MISIÓN ESPECÍFICA DEL LAICO EN EL MUNDO ACTUAL

CUÁL ES SU MISIÓN (DEL LAICO)

Definamos las siguientes palabras:


LAICO: ___________________________________________________________________________________________
MISIÓN: _________________________________________________________________________________________
EVANGELIZACIÓN: ________________________________________________________________________________
VOCACIÓN: ______________________________________________________________________________________

Su misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad,
contribuyan a la transformación de las realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del
Evangelio.
“El ámbito propio de su actividad evangelizadora es el mismo mundo vasto y complejo de la política, de
realidad social y de la economía, como también el de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida
internacional, de los ‘mass media’, y otras realidades abiertas a la evangelización, como son el amor, la familia,
la educación de los niños y adolescentes, el trabajo profesional y el sufrimiento” (EN 70).

Además, tienen el deber de hacer creíble la fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su
conducta.
Los laicos también están llamados a participar en la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de su
vida y, en segundo lugar, con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica y otras formas de
apostolado, según las necesidades locales bajo la guía de sus pastores. Ellos estarán dispuestos a abrirles espacios
de participación y a confiarles ministerios y responsabilidades en una Iglesia donde todos vivan de manera
responsable su compromiso cristiano. A los catequistas, delegados de la Palabra y animadores de comunidades,
que cumplen una magnífica labor dentro de la Iglesia (Cf. LG 31.33; GS 43; AA 2), les reconocemos y animamos
a continuar el compromiso que adquirieron en el bautismo y en la confirmación.

LA VOCACIÓN PROPIA DE LOS LAICOS

La reflexión que hemos hecho hasta ahora se muestra útil para explicar ciertas disposiciones del nuevo Código
de Derecho Canónico, que se refieren al sacerdocio común de los fieles. El canon 204, § 1, siguiendo al número
31 de la constitución dogmática Lumen gentium, pone la participación de los cristianos en el oficio sacerdotal,
profético y real de Cristo, en conexión con el bautismo. «Los fieles cristianos que, en cuanto incorporados a
Cristo por el bautismo, están constituidos como pueblo de Dios y que, por esta razón, son hechos partícipes, a
su manera, del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, son llamados, según la condición propia de cada
uno, a ejercitar la misión que Dios confió a la Iglesia para que la cumpliera en el mundo»

En el espíritu de la misión que los laicos ejercen en la Iglesia y en el mundo, misión que es la de todo el pueblo
de Dios, los cánones, contemplan la admisión de laicos a oficios y cargos eclesiásticos, por ejemplo, a los
ministerios de lector, acólito y otros. Sin embargo, sólo abusivamente se podría considerar que estas concesiones
establecen una igualdad entre los oficios respectivos de los Obispos, presbíteros, diáconos y los de los laicos. La
función del laico en los oficios y cargos eclesiásticos que se consideran en los cánones citados más arriba
ciertamente es plenamente legítima y, por lo demás, aparece absolutamente necesaria en ciertas circunstancias;
sin embargo, no puede tener la plenitud y la amplitud del signo eclesial que reside en los ministros ordenados,
en virtud de su cualidad propia de representantes sacramentales de Cristo. La apertura de oficios y cargos
eclesiásticos a los laicos no debería tener como efecto oscurecer el signo visible de la Iglesia, pueblo de Dios
jerárquicamente ordenado a partir de Cristo-Cabeza.

Por otra parte, esta misma apertura tampoco debería conducir al olvido de la vocación propia de los laicos en el
conjunto de la misión de la Iglesia que ellos comparten con todos los otros fieles, como también los Obispos, los
presbíteros, los diáconos o, en otro plano, los religiosos y religiosas tienen también una vocación propia. Como
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el Concilio en el número 31 de la constitución dogmática Lumen gentium lo ha establecido: «Es propio de los
laicos, por vocación propia, buscar el reino de Dios gestionando las cosas temporales y ordenándolas según
Dios.

Viven en el mundo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y trabajos del mundo y en las condiciones
ordinarias de la vida familiar y social, por las que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por
Dios para que, ejercitando su oficio propio, llevados por el espíritu evangélico, a manera de fermento, trabajen
por la santificación del mundo, como desde dentro, y así, ante todo por el testimonio de la vida,
resplandecientes por la fe, la esperanza y la caridad, manifiesten a Cristo a los otros».

ESCRIBE UN PROPOSITO QUE HARAS POR TU COMUNIDAD, ESCRIBE QUE HARAS, DONDE Y COMO LO
LOGRARAS.

TEMA 3 EL APOSTOLADO LAICAL


Los laicos tienen como vocación propia el buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y
ordenándolas según Dios

Todas las mujeres y hombres laicos –fieles cristianos- están comprometidos.


Ya en los primeros siglos de esta era, bajo el imperio pagano de Roma, los cristianos cambiaron todo desde
dentro, tal y como describe el escritor Tertuliano, que era abogado de profesión, fue ordenado sacerdote,
después de su conversión al cristianismo, en un fragmento de su “Apologético”: "Nosotros somos de ayer, sin
embargo, llenamos vuestras ciudades, islas, fuertes, pueblos, concejos, así como los campos, tribus, decurias, el
palacio, el senado, el foro, solamente os hemos dejado vuestros templos. Nosotros podríamos migrar y dejaros
en vergüenza y desolación. Nosotros debemos de ser al menos tolerados, porque somos un cuerpo unido por la
comunidad de religión, de disciplina y de esperanza. Nosotros nos reunimos para orar, aun por los emperadores
y las autoridades, para escuchar las lecturas de los libros sagrados y las exhortaciones. Nosotros juzgamos y
separamos a los que cometen crímenes. Tenemos ancianos de probada virtud que nos presiden…”

Actualmente, cuando escuchamos la expresión “laicos comprometidos”, suele entenderse en un contexto que
significa un fiel que ayuda a la Iglesia, a la parroquia, en alguna de sus muchas necesidades: catequesis, cursos de
formación, cuestiones administrativas u organizativas de actividades, lectura de la palabra,…

Ya nos damos cuenta que es una forma de reducir la función, la misión y la vocación del fiel laico dentro de la
Iglesia. El papa Francisco habla de ese tipo de “clericalismo” que supone el intento de “clericalizar” al laico.

Todos los hijos de Dios en la Iglesia tenemos la vocación de ser cristianos y cristianizar; los sacerdotes, a través
de su ministerio, los religiosos por su camino propio y, la gran mayoría de los cristianos, mujeres y hombres, en
su importante e imprescindible papel específico.

Jesucristo nos dice: “Vosotros sois la sal de la tierra… vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,13.14). Lo dice a
todos sus seguidores, no sólo a los clérigos.
El Catecismo de la Iglesia Católica dedica 16 puntos a recordarnos que todos los fieles estamos llamados a la
santidad porque tenemos una vocación cristiana. En el n. 898: "Los laicos tienen como vocación propia el buscar
el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios [...] A ellos de manera
especial corresponde iluminar y ordenar todas las realidades temporales, a las que están estrechamente unidos,
de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y Redentor".
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CONTESTAR
¿Cuáles son esas realidades temporales que los laicos tienen que iluminar y en las que deben ser sal? ¿Qué
realidades hay que cristianizar? Son todas las realidades revitalizadoras de la sociedad:
El matrimonio
La familia
El trabajo
La amistad
La enfermedad
La pobreza
La empresa
Los entes nacionales e internacionales
El arte
La música
Las nuevas tecnologías…

Es maravilloso el protagonismo de los laicos: ser hijo/a cristiano, ser padre/madre cristiano, ser esposo/a
cristiano, pariente cristiano, amigo cristiano, trabajador cristiano, político cristiano, músico, artista, médico,
deportista, conductor, vecino,…

Los cristianos son “sal y luz de la tierra” cuando están alegres en medio de las adversidades, cuando son leales
con sus amigos, cuando no critican a los vecinos, cuando son fieles a sus esposas, cuando dedican tiempo a sus
hijos, cuando cumplen sus obligaciones profesionales y de ciudadanos, cuando emplean y promueven la parte
positiva de la vida, cuando participan con iniciativa y libertad en las actividades sociales y políticas, cuando
difunden sus ideas respetando las ajenas, cuando denuncian la desigualdad y la corrupción, cuando defienden la
libertad religiosa y de expresión, cuando combate contra sus propias debilidades, cuando siembran a su
alrededor amabilidad y cordialidad,… Es interminable.

Vivir las virtudes cristianas en el día a día es todo un panorama lleno de retos, de pequeñas victorias y derrotas,
es el gran compromiso de los fieles laicos. Ese es el panorama que la parroquia debe abrir ante los ojos de las
mujeres y hombres laicos que desean ser “comprometidos”.
Estos que define Tertuliano, fueron los cristianos “comprometidos” que, metidos de lleno en el tejido de la
sociedad romana, transformaron por completo, desde dentro, la cultura pagana y la cristianizaron. Esos son los
fieles “laicos comprometidos” que necesita, también, la sociedad actual.

GLOSARIO

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