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Tesina correspondiente a la carrera de Derecho.

Influencia de la política criminal


en el control del delito en Chile.
Autor: Karen Roxana Córdova Norambuena.

Profesor guía: Ana María Morales Peillard.

Santiago, enero de 2015.

1
Índice Págs.

I. Introducción…………………………………………………………………4

II. Aproximación conceptual de la política criminal……………………….. 5

III. Relaciones con la Criminología y el Derecho Penal: La Política


Criminal como puente………………………………………………………..7

IV. Principales características de la Política Criminal contemporánea…11

1. La aparición de nuevos riesgos…………………………………....12

2. La institucionalización de las inseguridades………………………13

3. El retorno de la víctima………………………………………………16

4. Politización del discurso político criminal…………………………..17

V. Política criminal en Chile durante el período 2010-2014……………...20

VI. Conclusiones…………………………………………………………43 - 44

VII. Bibliografía………………………………………………………………..45

2
Resumen: En la actualidad, la política criminal juega un rol relevante en la
Dogmática jurídico-penal. En virtud de ello, esta obra pretende delimitar
su ámbito de aplicación, límites y objeto, con el fin de establecer si existe
o no relación con otras disciplinas tales como el Derecho Penal y la
Criminología. A su vez, se analizarán una serie de características de la
política criminal contemporánea, con el fin de relacionarlas con nuestras
políticas legislativas y específicamente con el control del delito durante el
período 2010-2014 en nuestro país.

Palabras clave: Política criminal chilena- populismo punitivo- seguridad


ciudadana- control del delito.

3
I. Introducción

El propósito de esta investigación es realizar un estudio sobre la


disciplina que conocemos con el nombre de política criminal. En este
sentido, y a pesar de la relevancia que esta tiene en la dogmática,
tradicionalmente se ha considerado que casi no existen puntos de
acuerdo respecto de cuál es su función, límites y objeto, e incluso se ha
llegado a señalar que esta disciplina forma parte de otras ramas del
derecho o de las ciencias sociales tales como el Derecho Penal o la
Criminología, respectivamente. Sin embargo, este informe busca dejar a
un lado estas concepciones, para llenar de contenido a la política criminal,
a fin de dar cuenta de su carácter autónomo; pero sin obviar la relación
interdisciplinar o de “puente” que existe entre las disciplinas mencionadas
con anterioridad.

Seguidamente, esta obra expondrá las principales características de la


política criminal contemporánea, relacionadas con la aparición de nuevos
riesgos; inseguridades; politización del discurso político criminal, y el
nuevo rol de las víctimas en el sistema penal. Todo ello en el marco de un
derecho penal moderno, caracterizado por la ampliación del ámbito de
intervención penal como instrumento de protección de los ciudadanos; y
por una sociedad postindustrial en continua trasformación.

Finalmente, se analizará la forma en que se han manifestado esas


características en nuestra realidad nacional respecto al control del delito.
Para ello, se considerará el período 2010- 2014, a fin de dar cuenta de
diversas propuestas legislativas que marcaron dicho período, y cómo
estas operan socialmente en la resolución de conflictos; para así dejar
en evidencia que hoy en día son los políticos –y no los juristas- quienes
son los encargados de otorgar respuesta ante los problemas sociales, y
principalmente en el tema de la delincuencia. A su vez, se buscará
evidenciar que a partir de la aparición de una serie de riesgos e
inseguridades, se flexibilizaron las estructuras de imputación, adelantando
la punibilidad, y otorgando protección a nuevos bienes jurídicos de
carácter colectivo. Por último, se analizará el impacto que ha tenido en
nuestras políticas públicas, el resurgimiento de la víctima y la forma en
que los medios de comunicación han utilizado el discurso político criminal.

4
II. Aproximación conceptual de la política criminal

La política criminal ha sido considerada una institución básica y de gran


importancia para la dogmática. Sin embargo, casi no existen puntos de
acuerdo respecto de ella, ni en su función, límites y objeto. Desde esta
perspectiva, es de gran relevancia realizar una aproximación conceptual
de esta, considerando el rol fundamental que a ella se le ha asignado en
el sistema jurídico penal.

En este sentido, quien pretenda conceptuar lo que se entiende por política


criminal se enfrenta con una serie de dificultades que son insoslayables.
Quizás, como señala Délmas-Marty “¿Y si la política criminal no fuera más
que palabras vacías? ¿O, más bien, palabras demasiado llenas por la
pluralidad de significados que se les atribuye, y absolutamente distintas
por la multiplicidad de manifestaciones y matices que cada cultura les ha
aportado? ¿Un cuadro, quizá, demasiado laxo, del que las imágenes
continuamente huyen?”. 1

Ahora bien, la complejidad y problemática epistemológica de la política


criminal estaría determinada principalmente por sus elementos
esencialmente valorativos, ya que en razón de ellos es que no existe un
consenso para delimitar el fin general de la política criminal y mucho
menos un consenso de cuáles serían los instrumentos para llevarla a
cabo y de esta manera, fundamentar su entidad como saber autónomo. 2

“El estudio de la política criminal precisamente posee este obstáculo; sus


límites son difusos y tradicionalmente se ha entendido como una parte del
Derecho penal o de la criminología, condenándola a no tener materia
propia. La verdad sea dicha, pese a la importancia de la política criminal
en la vida social y para la política en general, sigue resultando una
materia de fronteras científicas borrosas”. 3

Sin embargo, es importante señalar que los instrumentos de la política


criminal no sólo son jurídicos sino que se enmarcan en la política social
de un Estado. Es a partir de estos dos ámbitos, que pretendemos
aproximarnos a su definición.

Para Zipf la política criminal “...es la política jurídica en el ámbito de


injusticia criminal. Por tanto la política criminal se refiere al ámbito de
1
Delmas-Marty, E., Modelos actuales de Política Criminal, Madrid, 1986, p.19.
2
Zúñiga, L., Política Criminal, Colex, Madrid, 2001.
3
De Sola, A., Política social y política criminal, en Bergallli/Bustos, El pensamiento Criminológico II,
Temis, Bogotá, 1983, p. 245.

5
determinación del cometido y función de Injusticia criminal, la consecución
de un determinado modelo de regulación en este campo y decisión sobre
el mismo, decisión esta fundamental de política criminal, su configuración
y realización práctica en virtud de su función y su constante revisión en
orden a las posibilidades de mejora. Debe concebirse la política como
mando de la colectividad sobre la base del poder. Con ello la política es
una forma de actuación, esta actuación está referida al Estado.”4 En
cambio, para Delmas-Marty, es el “conjunto de métodos con los que el
cuerpo social organiza las respuestas al fenómeno criminal”.5

A partir de estas dos definiciones, es posible desprender grandes


diferencias entre una u otra. Mientras que para Zipf, política criminal es el
conjunto de respuestas penales del Estado, estableciendo como ámbito
de aplicación, la justicia criminal; para Delmas-Marty, es un conjunto de
respuestas de la sociedad frente a la criminalidad, considerada como un
fenómeno social. Sin embargo, para comprender qué se entiende
realmente en la actualidad por política criminal, es necesario señalar que
la actuación política se basa en principios valorativos como los derechos
fundamentales, los cuales representan el límite de la política criminal. De
esta manera, su actuación está orientada a funciones sociales por encima
de cualquier interés general. 6

En suma, cuando se aluda al concepto de política-criminal, debe


entenderse por ésta tanto una práctica social, como un mecanismo de
control social que se despliega en dos momentos. En el primero de ellos,
es decir, la definición frente al fenómeno criminal, implica la emergencia y
consolidación de discursos que a su vez legitiman y permiten el segundo
momento de realización de la política-criminal; esto es, las prácticas
punitivas que se siguen de poner en marcha tales discursos. En este
sentido, podemos inferir que el fin general de toda política criminal es la
prevención de la criminalidad a través de un conjunto de instrumentos
idóneos para llevar a cabo la prevención de la delincuencia, los cuales no
son sólo jurídicos, sino que se enmarcan en la Política Social de un
Estado. 7

4
Zipf, H., Introducción a la Política Criminal, Traducción de Miguel Izquierdo Macías-Picavea,
Edersa, Madrid, 1979, p. 13.
5
Délmas-Marty, E., Op. cit., p.19.
6
Zúñiga, L., Op. cit.
7
Zúñiga, L., Op. cit.

6
III. Relaciones con la Criminología y el Derecho Penal: La Política
Criminal como puente

La política criminal ha sido considerada una disciplina vinculada a una


serie de ciencias tales como el Derecho penal, la criminología, entre otras.
Al respecto, es importante señalar que la política criminal no es una rama
subordinada al derecho penal o la criminología, sino más bien es una
integración de dichos sistemas, que se relacionan de manera
complementaria, en cuanto a su carácter interdisciplinario.

Para la política criminal, “esa pertenencia o dependencia de otras


disciplinas, hace que su sistematización y su estudio sean de una enorme
complejidad. Como en cualquier conocimiento que sea interdisciplinar, se
afronta la dificultad de las relaciones científicas con los distintos
conocimientos que le dan sustento”. 8 Sin embargo, la política criminal no
puede ser ajena a las aportaciones de las ciencias sociales ya que es
ineludible para una política criminal que, a la hora de decidir sobre la
reforma de las leyes, debe tenerse en cuenta los efectos reales del
sistema de Derecho penal sobre la realidad. En este contexto, la política
criminal, como ciencia valorativa, se enmarca dentro de la política social
general, por lo que ha de construirse sobre resultados investigados
criminológicamente y realizar las finalidades obtenidas en una forma
adecuada a la dogmática jurídico-penal. 9

Sin embargo, la política criminal se enmarca en un sistema social que va


más allá de la mera criminalización, en cuanto a las normas penales y su
aplicación por parte de los operadores del sistema. Así, partiendo de los
datos fácticos del fenómeno criminal que le da a la criminología, la política
criminal los valora de acuerdo a los principios generales
constitucionalmente establecidos, planteando un elenco de respuestas
para prevenir dicho fenómeno, entre los cuales está la sanción penal.
Pero recordemos que en la configuración de qué entendemos por
fenómeno criminal necesariamente tendrá que intervenir el Derecho
penal, pues este conocimiento es el encargado de establecer qué
comportamientos resultan insoportablemente dañosos para la sociedad, y
por tanto, merecedores de sanción penal, y a quiénes se imputa
responsabilidad penal. 10

8
Zúñiga, L., Op. cit., p. 21.
9
Ibídem.
10
Ibídem.

7
Pero ¿de qué manera se relacionan estas tres disciplinas? Al respecto, no
debemos olvidar que tanto la dogmática penal y la decisión
políticocriminal se nutren de las aportaciones de las ciencias sociales.

En primer lugar, nos vamos a ocupar de la criminología, disciplina no


jurídica relevante para este estudio en cuanto a su relación con la Política
Criminal. En principio hay que recordar que para Von Liszt, verdadero
creador de la Política Criminal, “la criminología es fundamental para la
Política Criminal”.11”La relación existente entre ambas disciplinas es que
la Criminología, al ser una ciencia empírica aporta datos sociales,
económicos, psicológicos acerca de la criminalidad, es decir, ayuda a
comprender el delito desde un punto de vista interdisciplinar, induciendo
de la observación de la realidad las diversas características que puede
presentar”.12 De esta forma, proporciona la materia prima a la Política
Criminal de manera que se pueda comprender el funcionamiento de la
criminalidad y así proceder a la estructuración de las estrategias para
evitar conductas socialmente dañosas. “Es mejor prevenir los delitos que
punirlos. Este es el fin principal de toda buena legislación, que es el arte
de conducir a los hombres al máximo de felicidad, o el mínimo de
infelicidad posible”. 13 A partir de lo señalado por Beccaria, se establecen
las bases de la política criminal ya que su fin es el bienestar social de los
ciudadanos y el fin específico, la prevención de la delincuencia.

“La necesidad de construir una política criminal sobre bases


criminológicas es obvia; porque si se quiere luchar eficazmente contra el
delito, hay que conocerlo. Ese fue el error del Derecho penal clásico: la
construcción de sistemas perfectos desde el punto de vista lógico y
estético, pero que no servían al fin de la prevención del delito, porque se
construían a espaldas de la realidad social y no investigaron las causas
de la criminalidad. Una política criminal moderna ha de conocer las
causas del crimen y estar en condiciones de obtener y formular
generalizaciones sobre la estructura, conexiones internas y causas del
fenómeno criminal”.14 Sin embargo, la política criminal se diferencia de la
Criminología en que valora y establece prioridades que no se derivan de
la sola evaluación de resultados empíricos sino donde la dogmática y las
coyunturas políticas tienen una fuerte influencia.

11
Von Lizst, F., Tratado de derecho penal, tomo I, Traducido de la 20° edición alemana, por Luis
Jiménez de Asúa, con adiciones de Quintiliano Saldaña. Segunda edición, Reus, Madrid, 1926.
12
Zúñiga, L., Op. cit., p. 140.
13
Beccaria, C., De los delitos y las penas, Urbis, Barcelona, 1984.
14
García- Pablos, A., Introducción al Derecho Penal, Cuarta edición, Universitaria Ramón Areces,
Madrid, 2006, p. 406.

8
De esta manera, se reconoce que el propósito esencial de la política
criminal consiste en establecer estrategias integrales de prevención y
enfrentamiento del crimen. Sin embargo, esta función sería irrealizable
sin la intervención de la criminología, ya que ella juega un rol esencial en
la criminalidad, al aportar el resultado de sus investigaciones empíricas.

Ahora bien, en cuanto a la relación entre criminología y Derecho penal,


debemos señalar que a la criminología corresponde el análisis científico
del fenómeno criminal integrando y coordinando las informaciones
procedentes de las diversas disciplinas interesadas en los problemas de
conducta de los individuos en la sociedad,15 mientras que la tarea del
Derecho penal es la protección de los bienes jurídicos, derivada de los
fundamentos de la Constitución. En este sentido, ambas disciplinas tienen
como objeto la solución de conflictos sociales. Sin embargo, no hay que
olvidar en ningún momento que constituyen dos planos distintos, uno del
“ser” y otro del “deber ser”. El ser no deriva del deber ser, ni éste del ser,
así que la atribución de responsabilidad que es un criterio normativo no
puede fundamentarse sólo en los datos de la naturaleza. Los resultados
de las ciencias sociales operan entonces como datos del ser que sirven
de base, de límites a las valoraciones, pero sin descuidar que en el
Derecho Penal estamos ante juicios normativos. 16

Finalmente, en cuanto a la relación entre política criminal y Derecho


penal, es importante señalar que para Von Lizst, “El Derecho penal es la
infranqueable barrera de la política criminal”, esta frase pone de relieve
una tensión que todavía existe en nuestra ciencia. Ella caracteriza al
Derecho penal, por un lado, como ciencia social, y, por el otro, como
ciencia jurídica.17 En este doble carácter de la "ciencia universal del
Derecho penal", fundada ciertamente por él, se materializan para Liszt
tendencias contradictorias. “En la política criminal incluye los métodos
adecuados, en sentido social, para la lucha contra el delito, es decir, la
llamada misión social del Derecho penal; mientras que al Derecho penal,
en el sentido jurídico de la palabra, debe corresponder la función liberal
del Estado de Derecho, asegurar la igualdad en la aplicación del Derecho
y la libertad individual frente al ataque del "Leviatán”, del Estado”.18 De
esta forma, la Política criminal, que se enfrenta con los fines y contenidos
sociales del Derecho penal, está situada fuera de lo jurídico, ya que el

15
García- Pablos, A., Criminología: una Introducción a sus fundamentos teóricos., Lexis Nexis,
Santiago de Chile, 2008.
16
Zúñiga, L., Op. cit., p. 154.
17
Roxin, C., Política criminal y sistema del derecho penal, Traducción e introducción de Francisco
Muñoz Conde, Hammurabi, Buenos Aires, 2002.
18
Ibídem.

9
positivismo de Von Lizst, destierra de la esfera de lo jurídico las
dimensiones de lo social y de lo político.19

Al respecto, Roxin señala que “el camino acertado sólo puede consistir en
dejar penetrar las decisiones valorativas político-criminales en el sistema
del derecho penal, en que su fundamentación legal, su claridad y
legitimación, su combinación libre de contradicciones y sus efectos no
estén por debajo de las aportaciones del sistema positivista formal
proveniente de Von Lizst.” 20 Así, la dogmática penal se enriquece con los
aportes de la política criminal en cuanto a sus estrategias, tácticas y
medios de sanción para conseguir el control óptimo del delito.

En relación a lo anterior, el objetivo principal para Roxin, “es superar el


dualismo metódico de Von Liszt, introduciendo la política criminal en el
seno mismo de la elaboración dogmática. Si adherimos a la concepción
de Roxin, estaríamos postulando así una dogmática que constituya un
sistema abierto a los problemas que debe resolver, para lo cual tiene que
recibir las valoraciones políticocriminales”. 21 En este sentido, la
vinculación al Derecho y la utilidad político-criminal no pueden
contradecirse sino que tienen que compaginarse en una síntesis, del
mismo modo que el Estado de Derecho y el estado social no forman en
verdad contrastes irreconciliables, sino una unidad dialéctica.22 No hay
pues contradicción entre política criminal y dogmática, sino integración,
coordinación de conocimientos, diálogo científico.23

En consecuencia, “la disciplina que ejerce el papel de mediador entre los


conocimientos empíricos de la criminología y los normativos del Derecho
penal, es la política criminal. La política criminal es el puente ineludible
entre criminología y dogmática jurídico-penal, entre los conocimientos
empíricos y los conocimientos valorativos. Pero son las valoraciones
políticocriminales las que determinarán finalmente las valoraciones del
Derecho penal, pues le indicarán cómo y por qué intervenir en el
instrumento penal o utilizar otros instrumentos de control social menos
lesivos. A la política criminal le corresponde finalmente establecer el fin
último de prevención del delito que programa (prevención general y
prevención especial) los instrumentos para llevarlo a cabo: penales y no
penales, formales e informales. De ahí que sea la política criminal la
encargada de aportar al Estado qué conductas debe criminalizar y cuáles

19
Roxin, C., Op. cit.
20
Ibídem.
21
Zúñiga, L., Op. cit., p. 117.
22
Roxin, C., Op. cit.
23
Zúñiga, L., Op. cit.

10
debe descriminalizar, cuándo debe aumentar o disminuir las penas, cuál
es el sistema de sanciones más idóneo para determinada criminalidad,
cuándo debe privilegiar otros instrumentos de control social, cuándo debe
planificar una acción integrada de prevención. 24 De ahí que la política
criminal deba mostrar claramente sus propios conceptos de finalidad, pero
también debe estar dispuesta a coordinar sus intereses con la concepción
total de todas las funciones del Estado”.

“En este sentido, no es posible, entonces, hacer una separación tajante


entre política criminal y Derecho penal como sostienen algunos autores,
en el sentido de que la política criminal es una disciplina política sólo
dirigida al legislador, mientras que la dogmática penal es una ciencia
dirigida al juez. Tampoco se puede sostener que son disciplinas opuestas,
que la política criminal está regida por el fin de la utilidad y la prevención,
mientras que la Dogmática penal se fundamenta en las garantías. Desde
el momento en que las valoraciones políticocriminales ingresan en la
construcción dogmática, que la ciencia penal está abierta al conocimiento
de las ciencias sociales, que el fenómeno criminal es un problema social y
político, se produce la integración total de la política criminal en la
Dogmática Penal como un objeto más”. 25

IV. Principales características de la Política Criminal


contemporánea

Durante los últimos años, las agencias centrales de la justicia penal han
experimentado diversos cambios radicales tanto en sus prácticas como en
sus objetivos organizacionales, los cuales se han centrado en perseguir
nuevos objetivos y en encarnar nuevos intereses sociales. Lo anterior, se
enmarca dentro del contexto de un derecho penal moderno caracterizado
por la ampliación del ámbito de intervención penal como instrumento de
protección de los ciudadanos, que Silva Sánchez ha denominado "la
expansión del Derecho penal" o política criminal de la “seguridad
ciudadana” como lo denomina Diez Ripollés. De esta manera, en el plano
del Derecho positivo, se va construyendo un marco general en el que una
legislación puramente simbólica e impulsos de carácter punitivistas de
diversa proveniencia se potencian mutuamente cada vez con mayor
intensidad, desembocando en una expansión cuantitativa y cualitativa del
Derecho penal. Esta nueva tendencia ha originado la creación de nuevos
bienes jurídico-penales, la ampliación de la protección de aquellos que
existían con anterioridad y riesgos jurídico-penalmente relevantes. Sin

24
Zúñiga, L., Op. cit., p. 154.
25
Ibídem.

11
embargo, se ha señalado que esta intervención flexibiliza los criterios de
imputación penal, al dar preferencia a los intereses colectivos por sobre
los individuales y de esta manera socavar los principios de intervención
mínima del Derecho penal. 26

En este contexto, a continuación se analizarán las principales


características de la política criminal contemporánea recogidas
principalmente en las obras tanto de Garland como de Silva Sánchez. 27

1. La aparición de nuevos riesgos

El desarrollo de las instituciones sociales y su expansión mundial han


creado una enorme variedad de oportunidades para que los seres
humanos disfruten de una existencia más segura y recompensada que
cualquier tipo de sistema premoderno. Sin embargo, la modernidad tiene
también un lado sombrío que se ha puesto de manifiesto en el presente
siglo. Al respecto, podemos señalar que el fomento de fuerzas
productivas relacionadas con la destrucción del medio ambiente, el uso
consolidado del poder político y la globalización, entre otras, han
generado un típico modelo industrial y tecnológico que conduce a una
serie de cursos de acción, de efectos que provocan riesgos, contingencia
y peligros inesperados que rompen con los esquemas localistas y
reparten problemáticas que traspasan las fronteras físicas. En este
sentido, desde la difusión de la obra de Ulrich Beck, 28es un lugar común
caracterizar el modelo social postindustrial en que vivimos como
«sociedad del riesgos».

Ahora bien, siguiendo a Garland, podemos señalar que el riesgo “… es


una medida de exposición al peligro, de la probabilidad y la extensión de
un daño…” o, en palabras más sencillas, “los riesgos son estimaciones
de la posibilidad de impacto de los peligros.” No se trata de una predicción
del futuro, sino más bien de la toma de decisiones contingentes basadas
en la probabilidad de ocurrencia de determinados sucesos, normalmente
negativos.29 “En la arena particular del sistema penal, el "riesgo" se refiere

26
Diez, J.L., La política criminal en la encrucijada, B de F, Buenos Aires- Montevideo, 2007.
27
Véase: Garland, David., La cultura del control, Gedisa, Barcelona, 2005. Y Silva Sánchez, J.M.,
La expansión del Derecho penal, Civitas, Madrid, 2001.
28
En su obra“La sociedad del riesgo: Hacia una nueva modernidad”, el sociólogo Alemán elabora
una teoría del riesgo a raíz de una serie de factores que afectan la segunda modernidad o
modernidad tardía, en el contexto de la globalización. Para ello, Beck utiliza como punto de
referencia, el accidente nuclear de Chernóbil en 1986, y en virtud de este acontecimiento, plantea
que si bien la modernidad tardía ha permitido el desarrollo de nuevas técnicas productivas,
comerciales y económicas, también ha originado una involución en aspectos sociales, políticos y
culturales.
29
Garland, D., “The Rise of Risk”, en: Ericson, Richard V. y Doyle, Aaron, Risk

12
fundamentalmente a la "probabilidad de cometer un nuevo delito para
aquéllos que han sido condenados anteriormente"30”, y que busca generar
prácticas basadas en la evidencia, tendientes a asignar las probabilidades
a los distintos casos. De esta manera, la doctrina de la peligrosidad es
resultado de una observación objetiva que conceptúa la mayor o menor
probabilidad de que se repitan los actos criminales, basándose en
múltiples criterios que se han perfeccionado con el progreso de las
ciencias de la conducta en general, con el fin de lograr una defensa
social. En consecuencia, el riesgo opera directamente en la prevención
del delito, fundamentalmente en el origen de la criminalidad en el caso
concreto.

Por otra parte, es importante señalar que los diversos riesgos que afectan
a los ciudadanos también se han manifestado en el ámbito de la política
criminal en cuanto a su relación con el nuevo paradigma que la doctrina
ha denominado la “expansión del Derecho penal”, en cuanto a que éste
último otorga legitimidad a la actuación del Estado a la hora de intervenir
de manera represiva en el sistema jurídico penal. Sin embargo, esta
nueva estrategia del Estado como un método válido y eficaz a la hora de
otorgar una respuesta a la sociedad, actúa ya no como un ente encargado
de la prevención de un potencial peligro para la sociedad, sino como un
órgano efectivo y capaz de otorgar tranquilidad a los ciudadanos frente a
este fenómeno social.31

2. La institucionalización de las inseguridades

La sociedad postindustrial, además de ser considerada una sociedad de


riegos, es considerada una sociedad de inseguridades. En este sentido,
nuestra sociedad puede definirse todavía mejor como la sociedad de la
«inseguridad sentida» (o como la sociedad del miedo). En efecto, uno de
los rasgos más significativos de las sociedades de la era postindustrial es
la sensación general de inseguridad, esto es, la aparición de una forma
especialmente aguda de vivir el riesgo. Es cierto, desde luego, que los
«nuevos riesgos» —tecnológicos y no tecnológicos— existen. Pero
asimismo lo es que la propia diversidad y complejidad social, con su
enorme pluralidad de opciones, con la existencia de una sobreinformación
a la que se suma la falta de criterios para la decisión sobre lo que es

and Morality, Toronto, University of Toronto Press, 2003, pp. 50-52.


30
Morales, A. M., “La política criminal contemporánea: Influencia en Chile del discurso de la ley y
el orden”, en Revista Política criminal, vol. 7, Nº 13, julio 2012, p.115.
31
Diez, J.L., Op. cit.

13
bueno o malo, sobre en qué se puede confiar y en qué no, constituye un
germen de dudas, incertidumbres, ansiedad e inseguridad. 32

Ahora bien, este tipo de inseguridades también se ha originado en la


sociedad respecto al control del delito. En este sentido, existe una
creciente conciencia de que la estrategia de control del delito a través de
la justicia penal ha sido probada y ha fracasado. De esta manera, el
público ha perdido la confianza en la justicia penal, llegando a considerar
al delito como una amenaza. En virtud de lo anterior, es que el temor al
delito ha llegado a considerarse como un problema social fundamental y
una característica de la cultura contemporánea que debe ser evaluado y
gestionado.33En este ámbito, esa sensación de miedo ha dramatizado
todo lo penal y el nuevo discurso de política criminal se ha transformado,
fundamentalmente, porque de manera sistemática un público lleno de ira,
cansado de vivir atemorizado, exige medidas fuertes de castigo y
protección.

El miedo al delito está estrechamente ligado al miedo a los extraños. La


dinámica de las clases sociales de las décadas de 1980 y1990 (que
concentraba la pobreza y el desempleo de los jóvenes de los barrios
degradados y especialmente de varones negros, intensificando su
exclusión social y cultural y construyendo una imagen de ellos como una
nueva clase extraña y peligrosa) tendía a exacerbar esos miedos. Las
políticas sociales neoliberales que aumentaron la exclusión y empeoraron
la situación económica de ciertos grupos sociales, por lo tanto, crearon
nuevos problemas de orden y nuevos miedos acerca de su
mantenimiento. 34 A partir de entonces, se han creado una serie de
medidas a fin de disminuir la delincuencia, las cuales permiten una
participación activa por parte de la sociedad, a modo de prevención, y
otras, que están determinadas por las soluciones clásicas establecidas
por las autoridades, a modo de represión.

Sin embargo, estos no son los únicos factores relevantes en la generación


de inseguridades, ya que un rol importante en este ámbito está
constituido por los medios de comunicación, quienes ocupan una posición
preponderante tanto en la arena política como económica a la hora de
definir la percepción que la sociedad tiene frente a la delincuencia. Éstos,
como señala Silva Sánchez, por un lado, “desde la posición privilegiada
que ostentan en el seno de la «sociedad de la información » y en el marco

32
Silva Sánchez, J.M., La expansión del Derecho penal, Civitas, Madrid, 2001.
33
Garland, D., La cultura del control, Traducción de Máximo Sozzo, Gedisa, Barcelona, 2005.
34
Ibídem.

14
de una concepción del mundo como aldea global, transmiten una imagen
de la realidad en la que lo lejano y lo cercano tienen una presencia casi
idéntica en la representación del receptor del mensaje. Ello da lugar, en
unas ocasiones, directamente a percepciones inexactas; y en otras, en
todo caso, a una sensación de impotencia. A mayor abundamiento, por
otro lado, la reiteración y la propia actitud (dramatización, morbo) con la
que se examinan determinadas noticias actúa a modo de multiplicador de
los ilícitos y las catástrofes, generando una inseguridad subjetiva que no
se corresponde con el nivel de riesgo objetivo”. 35 En consecuencia,
detrás de la actitud punitiva hacia el castigo se encuentra,
fundamentalmente, un público con unas concepciones erróneas sobre la
magnitud de la delincuencia y sobre la eficacia del sistema penal, ya que
por lo general, los ciudadanos tienen una visión sobredimensionada de la
delincuencia, en la medida que piensan que es cuantitativa y
cualitativamente más importante de lo que es y consideran que el sistema
de justicia funciona mal, no es eficaz y es excesivamente benevolente con
el infractor. De esta manera, los medios de comunicación actuarían en
cierta medida como medio de control social.

Además, junto a los medios de comunicación, no cabe negar que, en


ocasiones, también las propias instituciones públicas de represión de la
criminalidad transmiten imágenes sesgadas de la realidad que
contribuyen a la difusión de la sensación de inseguridad. 36Sin embargo,
lo anterior no debería conducir a la ingenuidad de pensar que el miedo a
la criminalidad lo crean los medios de comunicación o las instituciones
públicas. Por el contrario, la hipótesis más razonable es que éstos, en
todo caso, refuerzan o estabilizan miedos ya existentes. 37

En consecuencia, la demanda social de más protección, por tanto,


efectivamente es real, pero no proviene ya desde la realidad de las tasas
objetivas de delincuencia, sino desde la realidad de la sensación de
riesgo al delito.

35
Silva Sánchez, J.M., Op. cit., pp. 37-38.
36
Ibídem.
37
Ibídem.

15
3. El retorno de la víctima

Durante muchos años, la política criminal, y por ende todo el sistema de


enjuiciamiento penal, estuvo girando en torno al imputado. Recién en las
últimas tres décadas, la víctima comenzó a ser considerada como un
sujeto al cual debía garantizarse una mayor participación y acceso en el
proceso penal.38Desde entonces, ha existido un claro regreso de la
víctima al centro de la escena en la política de la justicia penal. Esta
especie de redescubrimiento de la víctima, es un hecho social nuevo que
ha originado una serie de reformas legales a fin de establecer nuevas
obligaciones procesales orientadas a proteger los derechos de estas. Este
cambio de paradigma de una política criminal enfocada hacia el imputado
a una política cuyo objeto principal es la protección y asistencia de las
víctimas, es el producto, sea por accidente o por estrategia en las
decisiones políticas, de las decisiones políticas en el ámbito electoral. En
este sentido, los políticos observaron que las políticas pro víctimas
retribuían más que las de los imputados en términos electorales.

Actualmente, existe un nuevo tema cultural, un nuevo imperativo político


según el cual las victimas deben ser protegidas, se deben escuchar sus
voces, ofrecer asistencia en cuanto a la reparación del daño causado y
debe existir respuesta a sus temores, a fin de garantizar su seguridad en
el futuro. 39 De esta manera, la figura de la simbólica víctima abandona su
rol de sujeto pasivo, y adquiere vida propia jugando un rol relevante en
los debates políticos y políticas públicas. La víctima ya no es un
ciudadano desafortunado que soporta los efectos de un acto delictivo
dañino y cuyas preocupaciones están subsumidas en el «interés público»
que guía las decisiones de perseguir y sancionar penalmente del Estado.
Actualmente la víctima, en cierto sentido, es un personaje mucho más
representativo, cuya experiencia se considera como común y colectiva, en
lugar de individual y atípica. 40

A partir de entonces, “se plantea un verdadero dilema victimológico, en el


que la introducción de este factor oscila entre la retirada de la protección
del poder público que puede significar atribuirle responsabilidad y la
exacerbación de la desvaloración jurídico-penal de la conducta del autor
que puede implicar colocar en primera línea de un supuesto el sufrimiento
individual de la víctima.

38
Garland, D., Op. cit.
39
Ibídem.
40
Ibídem.

16
Conjuntamente con este nuevo rol activo de la víctima, dotado de una
serie de derechos y garantías, surge un prototipo de víctima que no
asume la posibilidad de que el hecho que ha sufrido sea debido a una
«culpa suya» o que, simplemente, responda al azar. Se parte del axioma
de que siempre ha de haber un tercero responsable, al que imputar el
hecho y sus consecuencias, patrimoniales y/o penales. La víctima
siempre se pregunta por un responsable, aunque lo cierto es que a veces
la respuesta correcta es que «nadie es responsable»”. 41

Por otra parte, durante los últimos años se ha experimentado en la


sociedad un fenómeno de identificación con la víctima, lo cual lleva a
entender la propia institución de la pena como mecanismo de ayuda a la
superación por parte de la víctima del trauma generado por el delito. El
razonamiento es el siguiente: ya que la sociedad no ha sido capaz de
evitarle a la víctima el trauma causado por el delito, tiene, al menos en
principio, una deuda frente a aquélla, consistente en el castigo del
autor. 42

En síntesis, hay un nuevo tema cultural, un nuevo significado colectivo de


ser víctima y una relación reelaborada entre la victima individual, la
victima simbólica y las instituciones públicas de la justicia penal y el
control del delito.

4. Politización del discurso político criminal

En su faceta adaptativa, el Estado opta por la gestión de riesgos y


recursos, apunta a la reducción del miedo y profundiza el apoyo a las
víctimas. Sin embargo, la implementación de estas estrategias
adaptativas ha originado una serie de objetivos relacionados con el uso
político-simbólico de la penalidad. A partir de entonces, el delito y el
pánico social se han instalado en la agenda política, estableciendo una
estrecha relación entre la eficacia de las penas y las demandas sociales,
lo cual se ha visto reflejado en una serie de políticas públicas.43

En palabras de Garland, este nuevo proceso ha sido definido como “aquel


que se utiliza para designar la manera como se abandona el
acompañamiento de los expertos en el control de la criminalidad y se

41
Silva Sánchez, J.M., Op. cit., p.47-48.
42
Ibídem.
43
Véase: Populismo punitivo, electoralización del delito y auge de las víctimas, en: XIV congreso
nacional Y IV latinoamericano de sociología jurídica, “Conflictos sociales y confrontaciones de
derechos en América Latina”, Sociedad Argentina de Sociología Jurídica (SASJu), Universidad
Nacional de Córdoba Ciudad de Córdoba, Argentina, 17-19 de octubre de 2013.

17
adopta, en cambio, un manejo completamente politizado de la cuestión
penal”. 44 A consecuencia de lo anterior, el proceso de generación de las
políticas públicas, se ha vuelto profundamente politizado y populista.45

Otros autores, como Bottoms, identifican estas nuevas manifestaciones


bajo el término de “populismo punitivo”, el cual se refiere a los diversas
concepciones que influyen en el discurso político criminal a la hora de
definir las políticas públicas, asociadas a la necesidad de aumentar las
penas como una forma de reducir las tasas delictuales; o el paradigma de
que las penas ayudan a reforzar el consenso moral existente en la
sociedad; y que se originan ganancias electorales producto de su uso. 46
Al proponer dicho concepto, Bottoms hace alusión a la utilización del
Derecho Penal por parte de políticos que buscan sacar réditos electorales
defendiendo tesis político-criminales, tales como la de que el incremento
en las penas conllevaría automáticamente a una reducción de las tasas
de delito o el postulado de que las penas refuerzan determinados
consensos morales esenciales para la vida en sociedad.

Por otro lado, Larrauri señala que se pasó de un prototipo de persecución


del orden social a través del Estado social, a uno que lo hace por medio
del control social, donde más que disminuir las problemáticas, las
incrementa. Así, “Las penas hoy deben ser “expresivas”, están
destinadas a mostrar cuan punitivo el legislador está dispuesto a ser aun
cuando luego no se apliquen; también el público puede mostrarse
punitivo sin temor a ser recriminado por estos sentimientos”. 47

Estas primeras aproximaciones sentenciaron que, efectivamente, los


ciudadanos tienen una actitud punitiva hacia el castigo y demandan
siempre respuestas contundentes y más severas de las vigentes contra
los infractores. De hecho sobre esta creencia se sostiene la existencia de
una instrumentalización del derecho penal por parte de los gobernantes
que se asienta precisamente en la asunción de que la ciudadanía exige
sanciones más severas hacia la delincuencia. Pero estas estrategias no
son unilaterales de parte del Estado, sino que van acompañadas por las
demandas de parte del público (ciudadanos y medios de comunicación).
Así, el Estado necesita actuar ante esas demandas para reconstruir o
reforzar el mito de la soberanía que se ve amenazado por los propios
límites estatales. Cualquier medida que se tome daría al público la
44
Garland, D., Op. cit.
45
Ibídem.
46
Bottoms, The Philosophy and Politics of Punishment and Sentencing, 1995, en Clarkson, Chris y
Morgan, Rod (Eds.) The Politics of Sentencing Reform, Oxford: Clarendon Press, 1995, p. 29.
47
Larrauri, E., “Populismo punitivo… y cómo resistirlo”, en Revista Jueces para la Democracia, Nº
55, Madrid, 2006, p.15.

18
sensación de que el Estado está haciendo algo, que está atendiendo sus
demandas; por eso el castigo aparece como la demostración del poder
soberano, del poder absoluto. 48

En este contexto, un rol principal juegan los actores políticos, quienes


buscan medidas efectivas que sean atractivas para las demandas
sociales del público en general. Así, "esta tarea ya ha dejado de ser un
asunto bipartidista que puede delegarse en expertos profesionales y se ha
convertido en un asunto medular en la competencia electoral".49 Las
medidas de política pública se construyen privilegiando la opinión pública
y no la visión de los expertos y de las élites profesionales de la justicia
penal. De esta manera, las políticas públicas durante las últimas décadas
se han construido sobre la base del beneficio político y la reacción de la
opinión pública. El brazo político –dice Garland- apela a las estrategias de
negación para tapar sus limitaciones. ¿Cómo lo hace? Por medio de más
punitividad: penas más duras, más prisionalización, asignación de nuevos
poderes para la agencia policial, etc.

Esta reacción política se ha hecho más pronunciada a medida que las


condiciones del discurso político han ido cambiando a lo largo del tiempo.
En el curso de las décadas de 1980 y 1990 la toma de decisiones
políticas en esta área se volvió más intensamente politizada, más
expuesta al riesgo político y más sujeta al escrutinio público y de los
medios masivos de comunicación. A medida que el delito y el castigo se
transformaron en cuestiones electorales muy importantes, los partidos
políticos del gobierno y de la oposición comenzaron a competir para ser
reconocidos como «duros» con el delito, preocupados por la seguridad
pública y capaces de restablecer la moralidad, el orden y la disciplina
frente a los corrosivos cambios sociales de la modernidad tardía. 50

Así, se podrá entender por populista todo aquel acercamiento de los


políticos al pueblo (entiéndase electorado) con el fin de legitimar sus
decisiones en la acogida que tenga una propuesta determinada tanto a
nivel de captación de votos, como de insinuación de valores, temores o
consensos en la opinión pública a través de los medios de comunicación.
En este sentido, un político populista no tendría por qué preocuparse si
sus propuestas carecen de unos mínimos axiológicos que las respalden
desde un punto de vista normativo. Al político populista, lo que le importa
es que se generen consensos en torno a una decisión política que él
48
Véase: Valoración ciudadana de las penas en España, Centro de Investigación en Criminología,
Universidad de Castilla5, La Mancha.
49
Garland, D., Op. cit., p. 48-49.
50
Ibídem.

19
pretende que se adopte o que está por tomarse, o que ya fue tomada y
requiere respaldo popular.

En consecuencia, la politización del control del delito ha transformado la


estructura de relaciones que conecta el proceso político y las instituciones
de la justicia penal. Los legisladores intervienen más directamente,
imponen directivas, están más preocupados por someter la toma de
decisiones en materia penal a la disciplina de la política partidaria y al
cálculo político de corto plazo.51

V. Política criminal en Chile durante el período 2010-2014

En el ámbito nacional, durante el periodo 2010-2014, nuestra política


criminal ha dado un giro importante a la hora de asumir características
propias de la política criminal contemporánea. Así, nuestra sociedad se
encuentra inmersa en una serie de riesgos, inseguridades, nuevo rol de
las víctimas, y en una mayor intervención punitiva por parte del Estado.
En este contexto, a continuación se analizará una serie de proyectos de
ley presentados en dicho período con el objeto de comprender esta
nueva realidad nacional, y se utilizarán diversas fuentes secundarias
como recursos de prensa que permitan dar cuenta de este fenómeno.

Ahora bien, un primer aspecto a analizar dice relación con el populismo


punitivo por parte del Estado, y con la politización del discurso político
criminal presente tanto en el proyecto de ley que fortalece el resguardo
del orden público, como en el proyecto que establece un control de
identidad un control preventivo de identidad por parte de Carabineros de
Chile.

El primero de ellos, dice relación con el proyecto de ley que fortalece el


resguardo del orden público, conocido como “Ley Hinzpeter”, el cual fue
ingresado por el Ejecutivo a la Cámara de Diputados con fecha 04 de
octubre de 2011, con el objeto de fortalecer el rol del Estado en el
reguardo del orden público, y de esta manera, promover el bien común y
la paz social.52

Para tales efectos, la iniciativa contempla modificar el tipo penal de


desórdenes públicos, previsto y sancionado en el artículo 269 del Código

51
Garland, D., Op. cit.
52
Mensaje N° 196-359, Mensaje de S.E. el Presidente de la República, con el que Inicia un
Proyecto de Ley que fortalece el resguardo del orden público, 27 de septiembre de 2011,
disponible en: http://www.camara.cl/pley/pley_detalle.aspx?prmID=8371. [última consulta: 13 de
enero de 2015].

20
Penal; agravar las penas por delitos de desórdenes públicos cuando se
actúa encapuchado o con otro elemento que impida, dificulte o retarde la
identificación del hechor; y por último, fortalecer la protección de la
autoridad, incluyendo a las Fuerzas de Orden y Seguridad cuando actúan
en el ejercicio de su labor de resguardo del orden público.

Para el cumplimiento de esos fines, el proyecto de ley encuentra su


fundamento al señalar que la obligación central del Estado es promover
el bien común y la paz social, y otorgar una debida protección a la
población. Asimismo, establece que es propio de la labor estatal
garantizar y asegurar el normal desarrollo de las actividades de todos
quienes habitan el territorio nacional, de tal manera que la tranquilidad
social sea un continuo en el tiempo, y permita el desarrollo y crecimiento
del país y de sus habitantes.53

Ahora bien, en uno de sus objetivos se encuentra modificar el tipo penal


de desórdenes públicos establecido en el artículo 269, del Título VI, libro
segundo del Código Penal, relativo a “Los crímenes y simples delitos
contra el orden y la seguridad públicos cometidos por particulares”, ante la
falta de tipos penales que describan adecuadamente las conductas ilícitas
que buscan ser abordadas. Así, la iniciativa pretende modificar el artículo
269 del Código Penal por una nueva figura que sanciona con una pena de
presidio menor en su grado mínimo a medio, a los que participaren en
desórdenes o cualquier otro acto de fuerza o violencia que importe la
realización de alguno de los siguientes hechos: 1.- Paralizar o interrumpir
algún servicio público, tales como los hospitalarios, los de emergencia y
los de electricidad, combustibles, agua potable, comunicaciones o
transporte; 2.- Invadir, ocupar o saquear viviendas, oficinas,
establecimientos comerciales, industriales, educacionales, religiosos o
cualquiera otro, sean privados, fiscales o municipales; 3.- Impedir o alterar
la libre circulación de las personas o vehículos por puentes, calles,
caminos u otros bienes de uso público semejantes; 4.- Atentar en contra
de la autoridad o sus agentes en los términos del Código Penal, Código
de Justicia Militar, Decreto Ley N° 2.460 de 1979 y Decreto Ley N° 2.859
de 1979, según corresponda; 5.- Emplear armas de fuego, cortantes o
punzantes, artefactos o elementos explosivos, incendiarios o químicos u
otros capaces de producir daños a las personas o a la propiedad; ó, 6.-
Causar daños a la propiedad ajena, sea pública, municipal o particular.

Esta modificación pretende sancionar efectivamente a quienes no


permiten el normal desarrollo de las actividades de los ciudadanos tanto
53
Mensaje N° 196-359., Op. cit., p. 1.

21
en el ejercicio del derecho de reunión, consagrado en el artículo 19 N°13
de la Constitución Política; como en la vida cotidiana, describiendo las
conductas que vulneran el orden público. Asimismo, propone establecer
claramente una responsabilidad penal para quienes participen o hayan
incitado, promovido o fomentado, desórdenes o cualquier otro acto de
fuerza o violencia que importe la realización de determinados hechos
graves como paralizar o interrumpir algún servicio público, con el objeto
de promover el bien común y la paz social, y otorgar una debida
protección de la ciudadanía.

Al analizar el proyecto en comento, es posible observar que en nuestro


país se ha generado un nuevo modelo político criminal de la Seguridad
Ciudadana, formulado en torno a la prevención del delito y del pánico
social, ambos instalados en la agenda política con una estrecha relación
entre la eficacia de las penas y las demandas sociales.

La denominada “Ley Hinzpeter” reforma el Código Penal, Código


Procesal Penal y otras disposiciones con el fin de resguardar el orden
público en el contexto de las movilizaciones sociales, en una dinámica
populista y politizada que da cuenta que la política criminal chilena se ha
visto envuelta en una constante expansión, utilizando la herramienta
penal y la sanción de privación de libertad de manera desmedida,
generalmente por una sobrevaloración de las demandas de seguridad de
la ciudadanía. En ese contexto, y en la línea de lo planteado tanto por
Garland como por Silva, es posible observar que la politización del
discurso político criminal se encuentra presente en las propuestas de
este proyecto de ley, el cual entrega respuestas más enérgicas frente a la
criminalidad, con el fin de proponer medidas efectivas para controlar a la
población.

En este sentido, el proyecto de ley obedece a una nueva forma de


configurar y modelar el control social penal,54 criminalizando las
movilizaciones sociales de manera innecesaria y contraviniendo las
demandas de un derecho penal democrático y de última ratio, que permite
demostrar la influencia del expansionismo penal en Chile; con el objeto de
otorgar protección penal a nuevos bienes jurídicos, como es el caso del
orden público. Además, se flexibilizan las estructuras de imputación y
relativizando los principios del modelo penal garantista, como los
principios de última ratio, lesividad e intervención mínima; posiblemente,

54
Diez, J.L., “El nuevo modelo de seguridad ciudadana”, en Revista electrónica de ciencia penal y
criminología, 2004., disponible en: http://criminet.ugr.es/recpc/06/recpc06-03.pdf. [última consulta:
01 de diciembre de 2014].

22
por la concepción de que los problemas sociales o ciertos focos
conflictivos derivados de problemas políticos, pueden superarse mediante
la intervención del Derecho Penal. Sin embargo, la “Ley Hinzpeter”, lejos
de resolver esta clase de problemas, y de promover el bien común y la
paz social, lo que hace es afectar una serie de derechos
constitucionalmente reconocidos como son el derecho de reunión,
asociación y libertad de expresión, reforzando la herramienta punitiva del
Estado y criminalizando todo aquello que es peligroso para el
mantenimiento del poder, transcurriendo- en palabras de Larrauri- de una
persecución del orden social a un control social donde se incrementan las
problemáticas en vez de disminuirlas, donde el uso indebido del poder
punitivo conferido al Estado, termina afectando los derechos de
55
ciudadanos, y dejando atrás al derecho penal garantista.

En esta línea, las autoridades de la época se encargaron de remarcar el


supuesto carácter violento de las manifestaciones sociales, y otorgar una
visión crítica a éstas haciendo referencia a la supuesta afectación del
derecho de reunión, establecido en el artículo 19 n°13 de la Constitución
Política. Al respecto, se señaló en el mensaje del Ejecutivo, que “En
ocasiones, el legítimo ejercicio pacífico del derecho de reunión que
algunos realizan, es perturbado por otros que, sobrepasando el marco
constitucional, provocan desórdenes, agreden y lesionan a los
funcionarios policiales o a quienes se manifiestan tranquilamente, causan
daños a la propiedad, portan y utilizan armas cortantes, contundentes, de
fuego e incendiarias, y muchas veces ocultan su rostro para evadir la
acción policial y asegurar sus ataques a los legítimos participantes de la
reunión”.56 Sin embargo, en vez de proteger este derecho, lo que hace el
proyecto de ley es limitar el derecho de reunión, ya que dicha concepción
impacta directamente en el tipo de decisiones que adoptan el Intendente o
Gobernador respectivo ante una solicitud de permiso para reunirse
pacíficamente. En efecto, si las movilizaciones en lugares públicos no son
autorizadas por la Intendencia o Gobernación, según sea el caso, la
autoridad puede disolverlas por medio de la fuerza policial. Pero, ¿bajo
qué razones el Estado de Chile restringe las movilizaciones?, al respecto,
el Estado de Chile, alude a un concepto de orden público que es al mismo
tiempo restrictivo y vago: vago o genérico en el sentido de que lo define
más bien a su antojo, y restrictivo o estrecho por cuanto deja fuera ciertas
formas de participación legítimas. 57 El subsecretario de Interior, Rodrigo

55
Larrauri, E., Op. cit.
56
Mensaje N° 196-359., Op. cit., p.7.
57
Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile, 2011., Disponible en:
http://www.boletinderecho.udp.cl/docs/informe_dd_HH_2011/Protesta_social_y_derechos_Humano
s_cap2.pdf. [última consulta: 03 de diciembre de 2014].

23
Ubilla, por ejemplo, afirmó que “La mayoría de los chilenos quiere que se
respete el orden público”. ¿Pero cuál? El ministro Hinzpeter ha señalado
que “El gobierno tiene deberes para con el resto de los chilenos y tiene un
compromiso con el orden público (...). Sabemos que la gran mayoría de
nuestros compatriotas quiere vivir en una sociedad en que haya paz y
tranquilidad”.58 En este mismo sentido, el ex Presidente, Sebastián
Piñera, pidió al Congreso “que apruebe una ley absolutamente necesaria
para poder combatir con mayor eficacia la delincuencia, los saqueos, los
encapuchados y la violencia en todas sus expresiones. Pero también es
importante el rol que cumplen los fiscales y jueces en nuestro país, a ellos
le pedimos lo que todo ciudadano les pide en lo más profundo de sus
corazones: que apliquen todo el rigor de la ley contra los delincuentes y
protejan con toda sus dedicación el derecho de los ciudadanos a vivir en
paz y tranquilidad”. 59 Sin embargo, es común en todas las declaraciones,
que las autoridades no expliquen de qué forma las movilizaciones,
afectan al orden público, así como tampoco se refieran a un concepto
específico de éste; sino que sólo hagan referencia a un supuesto carácter
negativo de las manifestaciones sociales y como éstas afectan a la
ciudadanía en su conjunto. De esta manera, no es posible considerar el
derecho de reunión y manifestación como sinónimo de desorden público
para restringirlo, y tampoco se puede criminalizar ex ante una conducta,
por considerar que es probable que la manifestación vaya a poner en
peligro la paz, la seguridad o el orden público.

Lo anterior, da cuenta que la autoridad de aquel entonces, intentó


construir un discurso sobre la base de una crítica fuerte al sistema,
manipulando los riesgos e inseguridades que ello origina en la
ciudadanía, realizando afirmaciones sin sustento empírico, las que
tienden a instalar en la opinión pública distorsiones importantes sobre
cómo funciona el sistema en la realidad y producen una pérdida de
credibilidad y legitimidad.

Ahora bien, este manejo completamente politizado de la cuestión penal,


se presenta principalmente porque los agentes sociales encargados de la
adopción y contenido de las decisiones legislativas penales han sufrido

58
Terra.cl, “Ubilla a estudiantes: ‘Mayoría quiere que se respete el orden público”, 15 de junio de
2011.,disponible en: http://m.terra.cl/noticia?n=1671773&a=&s=1&c=capacl&e=especiais_capa_cl.
[última consulta: 13 de enero de 2015]. Y Diario La Tercera: “Hinzpeter defiende control de orden
público ante críticas opositoras”, 6 de agosto de 2011. Disponible en: http://diario.latercera.com
/2011/08/06/01/contenido/pais/31-79128-9-hinzpeter-defiende-control-de-orden-publico-ante-
criticas-opositoras.shtml. [última consulta: 13 de enero de 2015].
59
Terra.cl, “Piñera pide “a todos los sectores resguardar orden público”, 24 de octubre de 2011.,
disponible en: http://noticias.terra.cl/chile/pinera-pide-a-todos-los-sectores-resguardar-orden-
publico,c72d0eb01a633310VgnVCM20000099f154d0RCRD.html. [última consulta: 09 de enero de
2015].

24
grandes modificaciones en el tiempo. En la actualidad, los conocimientos
y opiniones de los expertos se han desacreditado y en contrapartida, la
experiencia cotidiana del pueblo, su percepción inmediata de la realidad y
los conflictos sociales han pasado a ser un factor de primera importancia
a la hora de configurar las leyes penales y pugna por serlo también en la
aplicación legal. Ello permite a las fuerzas políticas establecer una
relación inmediata entre las demandas populares y la configuración del
derecho penal, y recolectar, ello mediante, los importantes créditos
políticos que esta pretendida democracia suministra.60 En virtud de lo
anterior, es que los gobernantes han tendido a instrumentalizar el derecho
penal, basándose en las demandas de la ciudadanía y señalando que
esta última quien exige sanciones más severas a la delincuencia clásica.
Sin embargo, no debemos olvidar que este tipo de estrategias también
van acompañadas de un respaldo por parte de los medios de
comunicación, con el fin de comunicar a los ciudadanos la sensación de
que ellos no son indiferentes a sus demandas, sino que por el contrario,
ellas representan el grupo de demandas de la agenda política.

En este sentido, no podemos dejar de analizar la postura que los medios


de comunicación adoptaron frente a este tipo de movilizaciones sociales,
y al respecto, el ministro Hinzpeter afirmó que “la ciudadanía es muy dura
para juzgar a los gobiernos, algo tiene que ver la influencia de la
televisión, y la verdad es que la cantidad de delincuencia que transmiten
los noticiarios es realmente impresionante”.61 El ministro alude a un tema
que ha sido especialmente sensible para los organizadores de las
movilizaciones: la forma en que los canales de televisión encaran la
protesta social. Los medios tradicionales de comunicación han puesto
énfasis en los hechos de violencia, antes que en las movilizaciones
mismas y las demandas que se canalizan a través de ellas,
probablemente por el eco que tal información suscita en la ciudadanía. No
importa a tales efectos, que la imagen social que se transmita de la
delincuencia y de su persecución se asiente sobre anécdotas y sucesos
aislados descontextualizados, que se incremente sin fundamento real la
preocupación y miedo por el delito y las consecuentes demandas sociales
de intervención 62, es decir, se trata de abandonar el planteamiento
etiológico positivista manipulativo y de considerar los medios de

60
Diez, J.L., Op. cit.
61
El Mostrador, “Hinzpeter responsabiliza a noticiarios de televisión por aumento de victimización
de la delincuencia” 3 de agosto de 2011., disponible en: http://www.elmostrador.cl/pais/2011/08/03
hinzpeter-responsabiliza-a-noticiarios-de-television-por-aumento-de-victimizacion-de-la-
delincuencia/. [última consulta: 09 de enero de 2015]
62
Diez, J.L., Op. cit.

25
comunicación como vehículo de una ideología de control, dentro de las
característica propias de un sistema de mercado y de consumo. 63

En razón de lo anterior, es que se ha provocado una extendida


sensación en la sociedad de que las cosas van cada vez peor en temas
de prevención de la delincuencia, sensación que se proyecta en una
escaza confianza en la capacidad de los poderes públicos para afrontar el
problema. Lo anterior, ha originado que desaparezca la actitud de
comprensión hacia la criminalidad tradicional, en especial hacia la
pequeña delincuencia, actitud muy difundida en los años 70 y 80, y que se
fundaba en una comprensión del delincuente como un ser socialmente
desfavorecido y marginado al que la sociedad estaba obligada a prestar
ayuda. Ahora los delincuentes son vistos, sin que procedan distinciones
según la gravedad o frecuencia de su comportamiento delictivo, como
seres que persiguen sin escrúpulos y en pleno uno de su libre arbitrio
intereses egoístas e inmorales, a costa de los legítimos intereses de los
demás. 64 Por último, las críticas a este proyecto de ley que criminaliza la
protesta social, han surgido desde los más diversos sectores políticos y
sociales, nacionales e internacionales, tanto así que ha sido criticado por
de uno de los poderes del mismo Estado, como lo es de la Corte Suprema
de Chile 65 y asimismo desde la Organización de Naciones Unidas.66

63
Bustos, J., “Los medios de comunicación de masas”, en Bergalli/Bustos, El pensamiento
criminológico II, Temis, Bogotá, 1983.
64
Diez, J.L., Op. cit.
65
Los supremos Milton Juica, Juan Araya, Carlos Künsemüller y el ministro suplente Juan Escobar
consideran que las reformas que se proponen al Código Procesal Penal constituyen una seria
afectación a los principios de igualdad y de inocencia. Los ministros Hugo Dolmestch, Haroldo Brito
y Carlos Cerda estiman que cuando la proposición legislativa “afecta los basamentos del
ordenamiento jurídico chileno, es deber del máximo tribunal manifestar su parecer, razón por la
cual son de la opinión de informarlo desfavorablemente”. Sustentan esta posición pues, a su juicio,
las modificaciones pretendidas al Código Penal atentan contra el basamento del artículo 19 de la
Constitución Política de la República, que consagra el principio de legalidad en materia penal, en
tanto el artículo 269 viene a establecer nuevas figuras penales que constituyen verdaderos tipos en
blanco. En este sentido, consideran también que hacer punible la participación en desórdenes por
el sólo hecho que de ellos se produzcan estos resultados, supone consagrar un tipo penal en
blanco que contraviene el N° 3 del citado artículo 19, y lo mismo cabe señalar respecto de la
agravante del artículo 269 B. Otro tanto puede afirmarse respecto del nuevo inciso final del artículo
261, que vulnera el principio del non bis in ídem, y de la reforma a la letra f) del artículo 83 del
Código Procesal Penal, que al permitir a las policías hacerse de fotografías, filmaciones,
grabaciones y, en general, toda reproducción de imágenes, voces o sonidos que se hayan tomado,
captado o registrado en manifestaciones, prácticamente pone en tela de juicio la real eficacia y
operatividad de la libertad de información. Estiman del caso, además, manifestar que la reforma al
artículo 132 bis del Código Procesal Penal importa permitir la privación de libertad de personas con
el sólo mérito de la imputación policial, lo que evidentemente no se condice con los principios y
normas que deben inspirar el racional y justo procedimiento a que se refiere la Carta Fundamental.
Disponible en: boletín 7975-25, de 27 de julio de 2012, p.8. Oficio de la Excma. Corte Suprema
por el cual remite opinión respecto del proyecto, iniciado en mensaje, que “Fortalece el resguardo
del orden público”.
66
Con fecha 23 de enero de 2012, tres relatores especiales de Naciones Unidas, hicieron llegar
una carta al Gobierno en la que evidenciaban la preocupación del organismo por el contenido de la
normativa puesta en trámite el año pasado por el ministro del Interior a la luz de las masivas
marchas convocadas por los movimientos sociales. El texto, firmado por Frank La Rue, Relator
Especial sobre la promoción y la protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión;

26
Por otra parte, con esta modificación, queda de manifiesto que la política
criminal del Estado chileno de las últimas décadas ha apuntado, en
general, al endurecimiento del sistema penal; aumentando las penas de
manera injustificada para ciertos delitos, vulnerando el principio de
proporcionalidad de las penas- límite trascendente en el modelo penal
garantista. Este sin duda es el caso del proyecto legislativo que pretende
modificar el artículo 269 del Código Penal, estableciendo en su inciso
final, que se castigarán con la pena de presidio menor en su grado medio
a quienes participen en desórdenes o cualquier otro acto de fuerza o
violencia que importen la realización de determinados hechos graves
como paralizar o interrumpir algún servicio público, ya que la gravedad de
esta pena no es proporcional con la gravedad del delito ni con el bien
jurídico protegido, como sí lo es la actual disposición que contempla la
sanción de presidio menor en su grado mínimo para aquellos que
“turbaren gravemente la tranquilidad pública para causar injuria u otro
mal a alguna persona particular o con cualquier otro fin reprobado”. En
consecuencia, la “Ley Hinzpeter”, al establecer penas desproporcionadas
que no se condicen sustancialmente con la pena del comportamiento
delictivo, infringe la prohibición de exceso, consagrada en los tratados
internacionales sobre derechos humanos, que establecen que las
limitaciones a estos deben ser solo las necesarias en una sociedad
democrática.

Ahora bien, este proyecto de ley también presenta modificaciones


respecto de la agravación de las penas por delitos de desórdenes
públicos cuando se actúa encapuchado o con otro elemento que impida,
dificulte o retarde la identificación del hechor. Es importante señalar que
esta situación se centra en quienes pretenden aprovecharse de alguna
situación para ocasionar daños a personas o bienes ajenos o contravenir
el orden público, lo hacen ocultando su identidad de manera de evitar las
ulteriores consecuencias de sus actos. De esta manera, el proyecto de
ley no sólo tipifica y sanciona los delitos contra el orden público, sino que
también contempla circunstancias agravantes, al señalar en el artículo

Maina Kiai, Relator Especial sobre el derecho a la libertad de reunión y de asociación pacífica y
Margaret Sekkagya, Relatora Especial sobre los defensores de Derechos Humanos, “expresa
preocupación porque el Proyecto de Ley pudiera resultar en restricciones excesivas de los
derechos a la libertad de expresión y de reunión pacífica y en la criminalización de las personas
que ejerzan estos derechos. Asimismo, se expresa preocupación que dichas medidas pudieran
afectar el trabajo de los defensores de derechos humanos y periodistas”. La carta además cita el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, de la Resolución 15/21 del Consejo de
Derechos Humanos, y hace un “llamamiento urgente al Gobierno” para que “adopte las medidas
necesarias para asegurar que el derecho a la libertad de opinión y de expresión sea respetado”.
Disponible en: http://eldinamo.wpengine.netdna-cdn.com/wp-content/uploads/2012/07/ONU-Ley-
Hinzpeter.pdf. [Última consulta: 09 de enero de 2015].

27
269-B, que “Se impondrá el máximum de la pena, si ésta constare de un
grado de una divisible, o no se aplicará el grado mínimo, si constare de
dos o más grados, a los responsables que actuaren con el rostro cubierto
o utilizando cualquier otro elemento que impida, dificulte o retarde la
identificación del hechor”. En este sentido, lo que busca esta disposición
es castigar de manera excesiva cualquier modo de encubrir el rostro, de
manera de intimidar a las personas para que estas no cometan delitos, de
acuerdo a un fin preventivo general. Sin embargo, esta norma infringe el
principio de legalidad, ya que no es punible castigar el auto
encubrimiento.

Por último, en cuanto al fortalecimiento de la protección de la autoridad,


incluyendo a las Fuerzas de Orden y Seguridad cuando actúan en el
ejercicio de su labor de resguardo del orden público, el proyecto de ley
señala que cuando el personal de las Fuerzas de Carabineros y la Policía
de Investigaciones son agredidos con ocasión del cumplimiento de su
deber, ello debe entenderse como un atentado contra la autoridad y debe
ser sancionado consecuentemente. Así, la propuesta de reforma del
artículo 261 del Código Penal dispone: “Se entenderán comprendidos
dentro del presente artículo los integrantes de las Fuerzas de Orden y
Seguridad Pública y los funcionarios de Gendarmería de Chile, que se
encontraren en el ejercicio de sus funciones.” Mientras la modificación del
artículo 262 de dicho texto legal, contempla que “Los atentados a que se
refiere el artículo anterior serán castigados con la pena de presidio menor
en su grado medio, siempre que concurra alguna de las circunstancias
siguientes: 1a. Si la agresión se verifica a mano armada. 2a. Si por
consecuencia de la coacción la autoridad hubiere accedido a las
exigencias de los delincuentes. Si los atentados se cometieren poniendo
manos en la autoridad o en las personas que acudieren a su auxilio, la
pena será de presidio menor en su grado mínimo a medio. Sin estas
circunstancias la pena será presidio menor en su grado mínimo.”.

De esta manera, el proyecto suprime la pena de multa de once a quince


unidades tributarias mensuales contemplada en la actualidad,
estableciendo una pena de presidio menor en su grado medio para
quienes atenten contra la acción de las autoridades, particularmente, de
Carabineros de Chile y la Policía de Investigaciones; por lo que
nuevamente se están criminalizando conductas de manera
desproporcionada con el fin de resguardar el orden público y la seguridad.
Así, la resocialización del delincuente ha dejado de tener los apoyos
sociales suficientes para convertirse en un objetivo destacado de la
ejecución penal.

28
Ahora bien, en esta línea argumentativa relacionada con el populismo
punitivo y la politización del discurso políticocriminal, corresponde analizar
el proyecto de ley que establece un control preventivo de identidad por
parte de Carabineros de Chile; presentado por el Ejecutivo el día 10 de
julio de 2013, con el objeto de establecer una facultad de control
preventivo de identidad en favor de Carabineros, estableciendo como
fundamento el resguardo del Orden Público y la función de Carabineros
de Chile en el control de identidad.

En los objetivos de este proyecto, al igual que el proyecto de ley


analizado con anterioridad, se encuentra el resguardo del orden público.
Al respecto, la iniciativa relaciona directamente el resguardo del orden
público con la prevención de la delincuencia, señalando que esta es una
“tarea de largo aliento, ardua, permanente”.67 En este contexto, el
proyecto contempla la necesidad de aumentar las facultades de
Carabineros de Chile, quienes cumplen una labor preventiva fundamental
que tiene por objeto garantizar el orden y seguridad pública.

De esta manera, la iniciativa busca proveer a dicha Institución de


facultades que permitan otorgar una protección real y efectiva a la
ciudadanía, las cuales se encuentran directamente relacionadas con el
control de identidad, establecido en el artículo 85 del Código Procesal
Penal, que en su inciso primero señala que “los funcionarios policiales
señalados en el artículo 83 deberán, además, sin orden previa de los
fiscales, solicitar la identificación de cualquier persona en los casos
fundados, en que, según las circunstancias, estimaren que existen
indicios de que ella hubiere cometido o intentado cometer un crimen,
simple delito o falta; de que se dispusiere a cometerlo; o en el caso de la
persona que se encapuche o emboce para ocultar, dificultar o disimular su
identidad.” A continuación, el artículo establece la manera en que debe
llevarse a cabo este procedimiento, especificando, entre otras
consideraciones, las situaciones en que los funcionarios policiales se
encuentran autorizados para proceder a la detención, así como la manera
en que deben proceder ante situaciones de negativa o imposibilidad de
acreditar la identidad. La naturaleza del control de identidad, así expuesto,
es plenamente concordante con la naturaleza de las funciones que
cumple Carabineros de Chile, de acuerdo a su propia ley orgánica y el
Código Procesal Penal: preventiva e investigativa.
67
Mensaje N° 137-361, Mensaje de S.E. el Presidente de la República, con el que Inicia un
Proyecto de Ley que establece un control preventivo de identidad por parte de Carabineros de
Chile, 10 de julio de 2013., disponible en: http://www.camara.cl/pley/pley_detalle.aspx
prmID=9441&prmBL=9036-07. [última consulta: 13 de enero de 2015].

29
Sin embargo, el proyecto pretende realizar modificaciones sólo respecto
de la función preventiva, argumentando que la indeterminación de los
elementos contenidos en la frase “los casos fundados, en que, según las
circunstancias, estimaren que existen indicios”, requisito esencial para la
procedencia del control de identidad, ha llevado a problemas fácticos de
interpretación en sede judicial. En tal sentido, en el proyecto se
argumenta que no es inusual que los juzgados de garantía que conocen
de los controles de detención de individuos cuya identidad ha sido
controlada, en virtud de lo establecido en el artículo 85 del Código
Procesal Penal, y que, en el marco de dicho procedimiento, se ha
determinado que se encuentran en una situación de flagrancia,
determinen que la detención ha sido ilegal, toda vez que no han llegado a
la convicción de que los indicios que dieron lugar al control de identidad
serían, en base a un juicio ex post, suficientes para haber procedido al
mismo 68. Esta situación de indeterminación, – de acuerdo al mensaje del
Ejecutivo- es lo que ha permitido que Carabineros de Chile se encuentre
imposibilitado de cumplir con su deber legal y constitucional, de prevenir
la ocurrencia de hechos que pongan en riesgo la seguridad y el orden
público, pilar fundamental para el desarrollo y protección del Estado de
Derecho.69

Lo anterior, da cuenta que el debate social y jurídico sobre la política


criminal Chilena no oscila entre los polos de más o menos garantismo,
sino sobre los modelos más eficaces de la prevención de la
delincuencia70, abandonando una serie de concepciones del modelo
penal garantista relacionadas con la desconfianza del ejercicio del poder
sancionatorio por parte del Estado punitivo, con el objeto de disminuir las
inquietudes sociales sobre la delincuencia y no necesariamente
reduciendo de manera efectiva el delito.

El derecho penal resultante de esa política criminal corresponde al


incremento de la criminalización de comportamientos mediante la
proliferación de nuevos bienes jurídicos de naturaleza colectiva; los
componentes materiales de esos bienes jurídicos marcarían diferencias
respecto a buena parte de los bienes jurídicos tradicionales, producto de
su configuración a tenor de las funciones sociales que habrían de
satisfacer y de la pérdida de referentes individuales.71 Es así como en la

68
Mensaje N° 137-361, Op. cit.
69
Ibídem.
70
Diez, J.L., Op. cit.
71
Diez, J. L., “De la sociedad del riesgo a la seguridad ciudadana: un debate desenfocado”, en
Revista electrónica de ciencia penal y criminología, 2005, p.5., disponible en:<http://criminet.ugr.

30
arena política ha surgido la necesidad de otorgar protección a nuevos
bienes jurídicos de carácter colectivo, como es el caso del orden público.
De esta manera, el proyecto de ley establece como necesario el aumento
de facultades especiales de Carabineros de Chile, para realizar controles
de identidad, incorporando el artículo 3 bis a Ley N°18.961, Orgánica
Constitucional de Carabineros de Chile, que principalmente señala que
“En el ejercicio de su rol de policía preventiva, Carabineros de Chile, a
través de su personal en servicio, podrá solicitar la identificación de
cualquier persona que se encuentre en, o en las inmediaciones de,
lugares u objetos especialmente expuestos a peligro, tales como edificios
públicos; establecimientos de salud; instalaciones de abastecimiento y
generación de energía eléctrica, agua potable o gas, etc.” En general, el
sentido de la norma es bastante amplio, por lo que otorga protección a
cualquier tipo de servicio con el fin de resguardar la seguridad y el orden
público.

El proyecto permite realizar controles de identidad sin sospecha alguna,


basándose en el hecho que una persona esté en o en la cercanía de un
lugar como un edificio público o un establecimiento de salud, por lo que
otorga absoluta discrecionalidad a Carabineros para pedir la identificación
de cualquier persona por el simple hecho de estar cerca de un lugar por lo
vago del concepto “en las inmediaciones de”, con el fundamento de que
históricamente, se ha considerado como un elemento definitorio de la
función estatal la mantención del orden público y la seguridad interna.

Por otra parte, en su inciso 3, la propuesta señala que “Durante el


procedimiento, el funcionario policial podrá proceder al registro de las
vestimentas, equipaje o vehículo de la persona sometida a control, y
cotejar la existencia de las órdenes de detención que pudieren afectarle.
El funcionario a cargo del procedimiento procederá a la detención, sin
necesidad de orden judicial y en conformidad a lo dispuesto en el artículo
129 del Código Procesal Penal, de quienes se sorprenda, a propósito del
registro, en alguna de las hipótesis del artículo 130 del mismo Código, así
como de quienes al momento del cotejo registren orden de detención
pendiente.” Por lo que la norma además de permitir a Carabineros
solicitar la identificación de una persona, otorga facultades para registrar
vestimentas, equipajes y vehículos de las personas controladas. Ahora
bien, el problema mayor se presenta cuando la persona no porta algún
documento de identificación expedido Carabineros, porque la norma
permite que esa persona sea conducida y retenida en un cuartel policial
hasta por ocho horas para efectos de poder identificarse, por el solo

es/recpc/07/recpc07-01.pdf> [última consulta: 01 de diciembre de 2014].

31
hecho de encontrarse en un lugar o en las inmediaciones de él, y sin
existir indicios que permitan establecer que ella hubiere cometido o
intentado cometer un crimen, simple delito o falta; o que se dispusiere a
cometerlo. Esta situación, parece a lo menos paradójica, si consideramos
que uno de los objetivos de este proyecto fue resguardar la seguridad de
la ciudadanía y realizar todos los esfuerzos necesarios para lograr
satisfacer las necesidades presentes y futuras de las personas72, ya que
con esta disposición, se afectan una serie de derechos individuales
constitucionalmente consagrados, con el solo objeto de fortalecer las
herramientas de Carabineros de Chile, para el cumplimiento de sus fines.

Lo anterior da cuenta que en el marco de sociedades democráticas, con


un amplio elenco de libertades individuales legalmente reconocidas y
efectivamente ejercidas, se está generalizando la idea de que hay que
renunciar a las cautelas existentes encargadas de prevenir los abusos de
los poderes públicos contra los derechos individuales, a cambio de una
mayor efectividad en la persecución del delito. Y esa disponibilidad no se
confina a ámbitos criminales bien delimitados, sino que se extiende al
control de la delincuencia en su totalidad.73 Así, el objeto de la seguridad
ya no se encuentra concentrado en el Estado, sino que en la persona
humana concebida de manera integral, con el fin de ampliar e incorporar
a la agenda de seguridad otras temáticas además de la tradicional noción
vinculada a la defensa del Estado-Nación, producto de una ampliación de
la noción de riesgo y amenaza, provocada por la delincuencia clásica.

Por otra parte, en este proyecto de ley, al igual que en el proyecto de ley
que fortalece el resguardo del orden público, es posible dar cuenta que la
experiencia cotidiana del pueblo, su percepción inmediata de la realidad y
los conflictos sociales, han pasado a ser un factor de primera importancia
a la hora de configurar las leyes penales. En este sentido, el ex
Presidente de la República Sebastián Piñera señaló que “Lo que pretende
es resguardar y proteger mejor la libertad de todas las personas, esa
inmensa mayoría de chilenos inocentes que quiere vivir en paz y quiere
ejercer su libertad". En tanto, el ministro del Interior, Andrés Chadwick,
sostuvo que con esta iniciativa, que fue anunciada el 26 de junio de 2013
por el Mandatario tras la violencia ocurrida en la última marcha estudiantil,
"estamos dando un paso muy importante, para poder decir a la
ciudadanía que estamos entregando herramientas que Carabineros

72
Mensaje N° 137-361, Op. cit.
73
Diez, J. L., Op. cit.

32
necesita para ser más eficientes en el control de la delincuencia. Este
proyecto a los delincuentes les va a generar muchos problemas". 74

En consecuencia, en este proyecto de ley es posible observar que la


corriente de la seguridad ciudadana ha tenido un serio impacto en los
encargados de resolver los problemas sociales, al entregar los
lineamientos de las políticas públicas de nuestro país, manifestándose de
manera particularmente intensa en la normativa penal, promoviendo
modificaciones legales como respuesta a situaciones coyunturales
generadas por el impacto mediático que producen en la opinión pública el
fenómeno de la delincuencia, y su necesidad de prevenirla.

Ahora bien, apartándonos del análisis del populismo punitivo y de la


politización del discurso político criminal, corresponde analizar el proyecto
de ley iniciado por mensaje Presidencial, presentado al Senado el día 29
de enero de 2013; el cual dice relación con el perfeccionamiento del
sistema de justicia penal, y al que el propio Presidente de la República
denominó “Reforma a la Reforma Procesal Penal”, con el objeto de
introducir una serie de modificaciones al sistema procesal penal
75
vigente.

Para este análisis, lo relevante del proyecto de reforma, es lo relativo a


una serie de medidas de protección y participación que se otorgan a las
víctimas. Por una parte, la propuesta aumenta el control de la víctima
respecto de las actuaciones del Ministerio Público, incorporando una serie
de mecanismos relativos a derechos de información y reclamación. Por
otra, el proyecto contempla el establecimiento de estándares legales para
el reconocimiento de imputados, estableciendo una serie de condiciones
que aseguren que no se induzca indebidamente a la víctima a reconocer
mediante fotografías o de manera presencial al imputado.

En relación al control de la víctima respecto de las actuaciones del


Ministerio Público, el proyecto señala que actualmente existe alrededor de
un 19% de archivos provisionales en que la víctima identifica en su
denuncia al imputado. Sin embargo, se ignoran las razones por las que no

74
Véase: EMOL, “Presidente Piñera firma proyecto de ley que permite control preventivo de
identidad”,10 de julio de 2013, disponible en: http://www.emol.com/noticias/nacional/2013/07/10
/608364/presidente-pinera-firma-proyecto-de-ley-que-permite-control-preventivo-de-identidad.html
[última consulta: 05 de enero de 2015].
75
Véase: La Tercera, “Piñera anuncia reforma al sistema procesal tras libertad del imputado”, 4 de
octubre de 2012, p. 2.; EMOL, “Piñera anuncia reformas en sistema procesal penal tras libertad de
hincha que mató a barrista”, 03 de octubre de 2012, disponible en: http://www.emol.com/noticias/
nacional/2012/10/03/562943/pinera-anunciareformas-en-sistema-procesal-tras-libertad-de-hincha-
que-mato-a-barrista.html. [última consulta: 01 de diciembre de 2014].

33
fue posible obtener los antecedentes que permitieran desarrollar la
investigación penal tendiente a identificar al presunto autor del delito, lo
que constituye un dato relevante de cara a lograr una persecución penal
eficiente. Por ello, se estima necesario establecer la obligación para el
Ministerio Público de especificar los fundamentos que lo lleven a concluir
que el archivo provisional es la mejor respuesta que el sistema otorga a
un caso concreto, debiendo señalar qué diligencias de investigación
desarrolló y cómo, a pesar de ello, no fue posible esclarecer los
hechos.76Por otra parte, respecto del derecho de reclamación que se
otorga a la víctima, el mensaje del proyecto establece autorizar a la
víctima para reclamar administrativamente ante las autoridades del
Ministerio Público, en los casos que el fiscal, arbitrariamente, no formalice
una investigación.

Ahora bien, en cuanto al reconocimiento de imputados, el mensaje es


claro a la hora de señalar que actualmente el Código Procesal Penal no
cuenta con normas en este sentido, a diferencia del Código de
Procedimiento Penal, lo que ha traído complicaciones a la hora de
determinar la legitimidad del proceso que lleva a víctimas y testigos a
reconocer mediante fotografías o de manera presencial al imputado. 77 De
esta manera, la propuesta establece una serie de reglas claras y precisas
en el artículo 196 bis, señalando que el reconocimiento del imputado debe
cumplir con diversas exigencias. Así, dentro de las reglas más
importantes relativas a la protección de las víctimas, se encuentran la
letra i) y j), que establecen que “i.- Quien fuere citado para reconocer
deberá ser ubicado en un lugar desde el cual no sea visto por las
personas susceptibles de ser reconocidas. j.- Si el reconocimiento lo
realizaren personas menores de edad o si se tratare de víctimas de
delitos sexuales, el ministerio público dispondrá de medidas especiales
para su participación en tales diligencias, con el propósito de salvaguardar
su identidad e integridad emocional”.

A partir de lo anterior, es posible constatar que a pesar de que durante


mucho tiempo, los intereses de las víctimas estuvieron subsumidos en los
intereses públicos,- ya que su tutela se obtenía en la medida en que la
incidencia del delito sobre determinados ciudadanos suponía un perjuicio
a los intereses de la sociedad en su conjunto- en la actualidad se ha
producido una inversión de papeles: es ahora la víctima la que subsume,

76
Mensaje N° 502-360, Mensaje de S.E. el Presidente de la República, con el que Inicia un
Proyecto de Ley que Perfecciona el Sistema de Justicia Penal, 29 de enero de 2013, p. 4.,
disponible en: http://www.camara.cl/pley/pley_detalle.aspx?prmID=9216&prmBL=8810-07. [última
consulta: 13 de enero de 2015].
77
Ibídem.

34
dentro de sus propios intereses, los intereses de la sociedad; son sus
sentimientos, sus experiencias traumáticas, sus exigencias particulares
los que asumen la representación de los intereses públicos; éstos deben
personalizarse, individualizarse, en demandas concretas de víctimas,
grupos de víctimas, afectados o simpatizantes. 78

En consecuencia, el proyecto de reforma prevalece el interés de la víctima


por sobre el interés público, confiriéndole, así, un estatus de ciudadano
privilegiado, garantizando su acceso a la justicia y otorgando una serie de
derechos en el proceso penal, que permiten reconocer un status de sujeto
de protección. Es decir, se promueve el fortalecimiento de sus derechos
en tanto interviniente como por la ampliación de sus facultades activas.

Lo anterior, da cuenta de un rasgo propio de la politización del discurso


político criminal; esto es, el resurgimiento de la víctima, ya que si bien el
período 2010- 2014 estuvo marcado por propuestas tendientes a reforzar
políticas públicas de corte punitivo, existe un interés por parte de las
autoridades por realizar una serie de modificaciones que pretenden
aumentar la protección y participación de las víctimas en el proceso penal,
generando un nuevo proceso de redescubrimiento de esta, abandonado
su rol de sujeto pasivo, y otorgando un rol central en los debates y
políticas públicas.

Finalmente, corresponde analizar el último proyecto de ley iniciado por


mensaje presidencial relevante para nuestro estudio, relativo a la iniciativa
que crea inhabilidades para condenados por delitos sexuales contra
menores y establece registro de dichas inhabilidades, presentado por el
ejecutivo el 19 de mayo de 2010 y que se funda en la gravedad del daño
que los delitos sexuales causan a la víctima y el temor que generan en la
sociedad, particularmente en los casos en que son cometidos contra
niños, niñas o adolescentes. En virtud de ello, se plantea la necesidad de
mejorar el sistema de penas con el que actualmente se sanciona estas
conductas, como asimismo, la habilidad de éstas no sólo para lograr la
reinserción del condenado, sino también, de minimizar el temor de la
ciudadanía, los riesgos de reincidencia y perfeccionar los resguardos y
mecanismos de protección de la población.79

78
Diez, J.L., Op. cit.
79
Mensaje N° 117- 358, Mensaje de S.E. el Presidente de la República, con el que Inicia un
Proyecto de Ley que crea inhabilidades para condenados por delitos sexuales contra menores y
establece registro de dichas inhabilidades, 19 de mayo de 2010., disponible en:
http://www.camara.cl/pley/pley_detalle.aspx?prmID=7352&prmBL=6952-07. [última consulta: 13 de
enero de 2015].

35
La iniciativa, que introduce modificaciones al Código Penal y al Decreto
Ley N° 645 sobre Registro Nacional de Condenas, en primer lugar,
establece la "Inhabilitación absoluta perpetua para cargos, empleos,
oficios o profesiones ejercidos en ámbitos educacionales o que involucren
una relación directa y habitual cuando la víctima es menor de 14 años. En
los demás delitos, en los que las víctimas sean menores de 18 años, pero
hayan cumplido 14 años o sean mayores de 14, se mantiene la
inhabilidad temporal.

Además, reemplaza el inciso segundo del artículo 372 por el siguiente: “El
que cometiere cualquiera de los delitos previstos en los artículos 362, 365
bis, 366 bis, 366 quáter, 366 quinquies y 372 bis, en contra de un menor
de catorce años de edad, será condenado además a la pena de
inhabilitación absoluta perpetua para cargos, empleos, oficios o
profesiones ejercidos en ámbitos educacionales o que involucren una
relación directa y habitual con personas menores de edad. La misma
pena se aplicará a quien cometiere alguno de los delitos señalados en los
artículos 142 inciso final, 372 bis y 433 Nº 1 si la víctima hubiere sufrido
violación y fuere un menor de catorce años, y al que perpetrare el delito
previsto en el inciso primero del artículo 374 bis, si se tratara de material
pornográfico en cuya elaboración hayan sido utilizados menores de esa
edad”. A su vez, agrega un tercer inciso a dicha norma: “Si alguno de los
delitos referidos en el inciso precedente se cometiere en la persona de un
menor de edad pero mayor de catorce años, el culpable será condenado
a la pena de inhabilitación absoluta temporal para cargos, oficios o
profesiones ejercidos en ámbitos educacionales o que involucren una
relación directa y habitual con personas menores de edad, en cualquiera
de sus grados. Con todo, tratándose de los delitos previstos en los
artículos 365 y 367 ter, la pena de inhabilitación sólo se impondrá si se
tratare de alguna de las personas comprendidas en el artículo 371”.

Por otra parte, realiza una serie de modificaciones al Decreto Ley N° 645,
de 1925, sobre el Registro General de Condenas, estableciendo una
“sección especial, accesible por vías telemáticas […], denominada
‘Inhabilitaciones para ejercer funciones en ámbitos educacionales o con
menores de edad […]”.Se trata de un registro público al que cualquier
persona natural o jurídica podrá solicitar que se le informe por la autoridad
encargada de llevar el Registro o informarse por sí misma, siempre que
se identifique, si una persona se encuentra afecta a la inhabilitación
establecida en el artículo 39 bis del Código Penal.

36
Finalmente, con fecha 16 de mayo de 2012, en forma unánime la Sala del
Senado aprobó el boletín N°6952-07 y despachó a cumplir el tercer
trámite de este proyecto de ley a la Cámara de Diputados, para
posteriormente ser promulgado como Ley 20.594, con fecha 13 de junio
de 2012.

De esta manera, es posible constatar que la aprobación de la ley 20.594


que crea inhabilidades para condenados por delitos sexuales contra
menores y establece registro de dichas inhabilidades, constituye una
evidencia clara de que nuestra sociedad forma parte de las denominadas
“sociedades de riesgo”, propias de la era postindustrial. En este sentido,
nuestra política criminal contemporánea ha girado en torno a los diversos
tipos de riesgos que operan en la prevención del delito, a raíz de la
expansión del derecho penal; lo que ha permitido asignar legitimidad al
Estado para que éste no solo ejerza sus labores de prevención del delito,
sino que también actúe como un órgano capaz de otorgar seguridad y
tranquilidad a la población. Sin embargo, esta ley no solo permite dar
cuenta de la prevención de la delincuencia por parte del Estado, sino que
también otorga a la ciudadanía una serie de medidas como es el acceso
al registro de las inhabilidades que se encuentran afectos los condenados
por delitos sexuales contra menores, lo cual permite una participación
activa en la prevención de la delincuencia más tradicional por parte de las
personas que necesiten contratar empleados que tengan relación directa
con menores de edad, tanto por instituciones públicas como privadas.

Lo anterior fue confirmado por parte de diversos senadores, como por


ejemplo la senadora Alvear, quien señaló que “el proyecto es de la
máxima relevancia, pues los abusos sexuales cometidos contra menores
son los más graves que puedan existir y por lo mismo, la creación de este
registro es importante para impedir que quienes han sido condenados por
ese tipo de delitos puedan tener contacto con niños”. A su vez, el senador
Letelier dijo que “la iniciativa apunta en la dirección correcta y le da
certezas a la comunidad, en particular respecto de personas que han sido
condenados por delitos sexuales. Señaló que los estudios siquiátricos
sostienen que a las personas que cometen este tipo de delitos es muy
duro rehabilitarlas, por lo que es una iniciativa positiva. No obstante,
añadió que Chile está en deuda con una ley de protección de los niños y
niñas, y avanzar en una nueva institucionalidad de la infancia, separando
el Sename para ver a los niños en situación de abandono y otra para los
infractores de ley”.80

80
Véase: EMOL,“Establecen inhabilidades para quienes cometan delitos sexuales contra menores”,
16 de mayo de 2012, disponible en: http://www.emol.com/noticias/nacional/2012/05/16/540915/

37
Así, se trata de visibilizar en nuestro país, un nuevo riesgo ya existente
con anterioridad; siguiendo la tendencia internacional asociada al
endurecimiento y creación de registros para estos casos. Esta tendencia
se ha concentrado en varios de los estados de Estados Unidos,
focalizando su aplicación en el caso de ofensores que hayan cumplido
condena por la comisión de ciertos delitos sexuales. Uno de los casos de
utilización más extenso, lo encontramos en el estado de Florida, que a
partir de la dictación de la denominada “Ley de Jessica” (Jessica
Lundsford Act) 81en 2005, introdujo una serie de enmiendas a la
legislación existente, tendientes a endurecer las penas en el caso de
infractores que hayan cometidos estos delitos, establecer la obligación
periódica de registro en las “listas de ofensores sexuales” (sex offenders
list), y regular severas sanciones en caso de incumplimiento del deber de
registro. Además, se aprovisionó al estado, con los fondos necesarios
para la introducción del monitoreo telemático en la supervisión de estos
infractores 82

Por otra parte, la aprobación de esta ley deja en evidencia que en


nuestra sociedad se ha generalizado el sentimiento colectivo de
inseguridad ciudadana, extendiendo la sensación en la sociedad de que
las cosas van cada vez peor en temas de prevención de la delincuencia, y
donde ha desaparecido la comprensión hacia la criminalidad tradicional,
generando una sociedad de la inseguridad sentida, directamente
relacionada con el miedo a los delitos de carácter sexual.

Por último, y para lograr cerrar el análisis de la política criminal


contemporánea en el período 2010-2014, es preciso hacer referencia a
uno de los proyectos de ley más emblemáticos de este periodo iniciado
por moción parlamentaria, que modifica los estatutos de la prisión
preventiva y de la suspensión de la ejecución de la pena en el caso de la
conducción en estado de ebriedad o bajo la influencia de sustancias
sicotrópicas con resultado de lesión o muerte.

Este proyecto, ingresado con fecha 05 de marzo de 2013 en moción de


los Senadores señores Francisco Chahuán, Guido Girardi, Juan Pablo

establecen-inhabilidades-para-quienes-cometan-delitos-sexuales-contra-menores.html [última
consulta: 05 de enero de 2015].
81
Esta legislación se centra en el caso de una menor de nueve años que fue violada y asesinada,
por un sujeto que se encontraba registrado en la lista de ofensores sexuales, pero que se mudó sin
notificar a las autoridades, tras lo cual cometió delito.
82
Morales, A. M., “Vigilancia en la modernidad tardía: El monitoreo telemático de infractores”, en
Revista Política criminal, Vol. 8, Nº 16, p. 428.

38
Letelier, Gonzalo Uriarte e Ignacio Walker, conocido como “Ley Emilia”83,
busca modificar la Ley del Tránsito en lo que se refiere al delito en estado
de ebriedad contra quienes manejen bajo los efectos del alcohol o bajo la
influencia de sustancias sicotrópicas causando algunas de las lesiones
indicadas en el artículo 397 N° 1 del Código Penal o la muerte de una o
más personas.

En cuanto a los fundamentos del proyecto, los senadores aluden a que


resulta indudable que la persona que se apresta a conducir u operar un
vehículo motorizado después de haber ingerido bebidas alcohólicas o
consumido sustancias estupefacientes o sicotrópicas, incurre en una
conducta dolosa, que además de infringir la ley, revela de su parte una
actitud displicente y de desprecio por sus semejantes y que obviamente lo
transforma en un peligro para la seguridad de la sociedad, dados los
efectos que tal condición provoca en su capacidad psicomotora, con todas
las consecuencias colaterales que tal situación conlleva. 84

La iniciativa propuso modificar el inciso tercero del artículo 140 del Código
Procesal Penal, que establece los requisitos para ordenar la prisión
preventiva, con la finalidad de establecer que para estimar que la libertad
del imputado resulta o no peligrosa para la seguridad de la sociedad, el
tribunal deberá considerar además dentro de las circunstancias si el delito
imputado es el de conducción en estado de ebriedad o bajo la influencia
de sustancias sicotrópicas, causando algunas de las lesiones indicadas
en el artículo 397 Nº 1 del Código Penal o la muerta de una o más
personas. Por otra parte, y en lo que respecta al cumplimiento efectivo de
la pena que se imponga a los autores de este tipo de ilícitos, el proyecto
busca modificar el artículo 1 de la ley 18.216, agregando un inciso final en
que impida al tribunal otorgar alguna de las medidas alternativas a las
penas privativas o privativas de libertad.

A pesar de todo, este proyecto no logró convertirse en ley al rechazarse


el informe de la Comisión Mixta por la Cámara de Diputados y el Senado,
al no coincidir en las normas propuestas. Sin embargo, el 21 de Enero del
2014, al cumplirse un año desde la muerte de Emilia Silva Figueroa, se

83
Esta iniciativa se origina tras la muerte de la menor Emilia Silva Figueroa, de sólo nueve meses
de edad, con fecha 21 de enero de 2013, ocasionada por un accidente de tránsito causado por un
conductor ebrio.
84
Boletín N° 8.809-07 de Proyecto de ley, iniciado en moción de los Honorables Senadores
señores Chahuán, Girardi, Letelier, Uriarte y Walker, don Ignacio que modifica los estatutos de la
prisión preventiva y de la suspensión de la ejecución de la pena en el caso de la conducción en
estado de ebriedad o bajo la influencia de sustancias sicotrópicas con resultado de lesión o
muerte, 04 de marzo de 2013.,disponible en: http://www.camara.cl/pley/pley_detalle.aspx?
prmID=9214&prmBL=8809-07. [última consulta: 13 de enero de 2015].

39
presentó una segunda moción parlamentaria.85 Posteriormente el Senador
Alberto Espina presentó en el Senado una nueva moción en el mismo
sentido de la idea matriz señalada anteriormente, patrocinada por los H.
Senadores Felipe Harboe, Hernán Larraín, Patricio Walker y Andrés
Zaldívar, que se encuentra en el Boletín N° 9.305-07.

En virtud de lo anterior, y debido a las diferencias existentes entre la


Cámara de Diputados y el Senado, el Gobierno de la Presidenta Michelle
Bachelet, encabezó los esfuerzos destinados a consensuar un proyecto
único. Esta iniciativa, tiene por fin principal hacerse cargo de la sensación
de impunidad ante este tipo de delito, ya que la baja extensión de la pena
y la existencia de penas sustitutivas finalmente llevan a que los autores de
este delito cumplan las penas en libertad. Así ocurrió con el responsable
de la muerte de la pequeña Emilia quien, a pesar de la gravedad del
delito, fue condenado a dos años de pena remitida, cumpliendo dicha
condena en libertad. 86

De esta manera, la iniciativa introduce las siguientes modificaciones a la


Ley del Tránsito: 1. Aumenta las penas, que van desde presidio menor en
su grado máximo a presidio mayor en su grado mínimo y multa de ocho a
veinte unidades tributarias mensuales, además de la pena de inhabilidad
perpetua para conducir vehículos de tracción mecánica, para el caso que
la conducción en estado de ebriedad ocasione lesiones graves gravísimas
o la muerte de terceros. 2. Crea un tipo calificado del delito, para aquellos
casos de huida del lugar del accidente, reincidencia o del conductor
profesional en el ejercicio de sus funciones. 3. Introduce reglas especiales
para la determinación de la pena. 4.- Introduce reglas especiales para la
aplicación de la ley N° 18.216. b) Modifica el Artículo 149 del Código
Procesal Penal permitiendo al Ministerio Público apelar verbalmente de la
resolución que niega la prisión preventiva, manteniendo al imputado
privado de libertad mientras la Corte de Apelaciones respectiva resuelve
sobre su imposición. c) Modifica el artículo 3° del D.L N° 321
estableciendo que sólo podrá concederse el beneficio de la libertad
condicional una vez que el condenado haya cumplido a lo menos dos
tercios de la pena impuesta, en lugar de la mitad de la pena que
corresponde a la regla general.
85
Conformada por los Diputados Hugo Gutiérrez, Sergio Aguiló, Lautaro Carmona y Guillermo
Teillier, siendo respaldada esta vez por los H. Diputados Gustavo Hasbún, Carlos Montes, Pedro
Browne, Carlos Abel Jarpa y Víctor Torres y las H. Diputadas Adriana Muñoz y Alejandra
Sepúlveda, moción que fue contenida en el Boletín N° 9.244-15.
86
Mensaje N° 137-362, Mensaje de S.E la Presidenta de la República, con el que se inicia un
Proyecto de Ley que modifica la ley de tránsito, en lo que se refiere al delito de manejo en estado
de ebriedad, causando lesiones graves gravísimas o con resultado de muerte, 28 de mayo de
2014., disponible en: http://www.camara.cl/pley/pley_detalle.aspx?prmID=9214&prmBL=8809-
07.[última consulta: 13 de enero de 2015].

40
Finalmente, este proyecto despachado por la Cámara de Diputados, fue
aprobado por unanimidad el pasado 11 de septiembre de 2014, en su
último trámite constitucional en la Cámara de Diputados y promulgado con
fecha 15 de septiembre de ese mismo año. En su discurso, la Presidenta
Michelle Bachelet destacó que "aunque sabemos muy bien que el
endurecimiento de una ley no borrará el daño a las víctimas ni el dolor de
esas familias, al menos contribuirá a que el sufrimiento de un ser querido
no se sume además el sentimiento de injusticia y de impunidad frente a
los responsables". A su vez, enfatizó que "Queremos que esta ley ayude a
demostrar que en Chile no se toleran las irresponsabilidades, que tienen
consecuencias tan trágicas para las personas y que así podamos también
evitar estos hechos". Asimismo, subrayó que "promulgamos esta ley
cuando comenzamos la semana de la celebración de nuestras Fiestas
Patrias, porque desde ya debe quedar claro que haremos todo lo posible
para evitar nuevas víctimas en el futuro".87

En virtud de lo anterior, es posible constatar las repercusiones de la


sociedad de riesgo planteada en las obras de Beck y Giddens en la
política criminal chilena, en cuanto esta recoge rasgos propios de este
nuevo tipo de sociedad postindustrializada. De esta manera, “la Ley
Emilia” busca reducir las cifras de accidentes de tránsito y las tragedias
que estos provocan, anticipando la tutela penal a la conducta riesgosa de
conducir en estado de ebriedad, flexibilizando las estructuras de
imputación, propias de la expansión del derecho penal en el cual
predominan los delitos de peligro del bien jurídico protegido en detrimento
de los delitos de resultado.

Ello explica que la actual configuración de los tipos de los tipos penales
sea predominantemente de delitos de <<peligro>>, incluso de delitos de
peligro abstracto, pues en el dominio del peligro, en la capacidad del
actuar humano de contener el riesgo de su conducta, viene a centrarse lo
injusto. Se entiende así, que dada la cantidad de conductas riesgosas
para bienes jurídicos importantes en la sociedad, que pueden desplegarse
con un actuar humano que no contenga los riesgos de su conducta, e
incluso, dada que la lesión depende de otros muchos factores
imponderables (<<lo desconocido>>), el Derecho Penal no debiera
esperar a que se produzca la lesión de los bienes jurídicos, sino que es
necesario centrar la prevención de las conductas en a contención del

87
Véase: EMOL, “Presidenta Bachelet promulga Ley Emilia y entrará en vigencia durante Fiestas
Patrias”, 15 de septiembre de 2014, disponible en: http://www.emol.com/noticias/nacional/2014
/09/15/680330/bachelet-ley-emilia.html [última consulta: 05 de enero de 2015].

41
riesgo. Quedan así justificadas todas las incriminaciones modernas que
suponen un adelantamiento de la intervención penal a la lesión de bienes
jurídicos, incluso a partir de esta concepción se podrían legitimar también
las posturas prevencionistas ex – ante que prescinden de la lesión de
bienes jurídicos, centrando el injusto en el desvalor de acción. 88

88
Zúñiga, L., Op. cit.

42
VI. Conclusiones

A lo largo de esta investigación, se ha buscado analizar el concepto de


política criminal como una disciplina autónoma fundamental para la
prevención de la delincuencia y para la construcción de las leyes penales.
Sin embargo, a pesar de esta autonomía, no se puede negar el carácter
interdisciplinario que juega junto a otras disciplinas tales como el Derecho
Penal y la Criminología, debido a su estrecho vínculo con el estudio del
control social y la prevención de la criminalidad. En este contexto, se
origina una especie de comunicación entre estos saberes, donde la
política criminal valora las aportaciones empíricas que otorga la
Criminología, con el fin de otorgar una respuesta a la prevención del
delito; y al mismo tiempo, valora las aportaciones dogmáticas del Derecho
Penal, para determinar a quienes se les debe imputar responsabilidad
penal por un comportamiento que ha ocasionado un daño a la sociedad
en su conjunto

Por otro lado, fueron analizados una serie de indicadores de cambio


recogidos en la literatura criminológica y se buscó analizar su pertenencia
para explicar la realidad nacional. En relación a estos, es posible apreciar
cómo en diversas modificaciones legales, tales como el proyecto de ley
que fortalece el resguardo del orden público, y el proyecto de ley que
establece un control preventivo de identidad por parte de Carabineros de
Chile, la criminalidad se ha constituido en un problema complejo tanto en
el ámbito político como social, dando origen a la crisis del ideal
resocializador. Lo anterior, ha permitido el resurgimiento de las sanciones
punitivas asociadas a la politización del discurso político criminal, donde
ya no son los juristas los encargados de establecer las propuestas
legislativas, sino que por el contrario, son los políticos los que
actualmente tienen la capacidad de dar respuesta ante los problemas
sociales. A raíz de este complejo escenario, se origina el endurecimiento
de las penas y la flexibilización de las estructuras de imputación mediante
la creación de nuevos tipos penales asociados a bienes jurídicos
indeterminados y de carácter colectivo, propios de un modelo de
seguridad ciudadana.

También se pudo evidenciar el aumento de un clima punitivo durante este


período, en cierta forma por el trato que los medios de comunicación
otorgan a la delincuencia. Lo anterior, ha originado una serie de riesgos e
inseguridades en la sociedad asociadas al delito, propios de la era
postindustrial; lo que ha permitido asignar legitimidad al Estado para que
éste no solo ejerza sus labores de prevención del delito, sino que también

43
actúe como un órgano capaz de otorgar seguridad y tranquilidad a la
población. Lo anterior ha originado un predominio de las estructuras de
imputación de mera actividad, asociadas a los delitos de peligro, por
sobre los delitos de resultado lesivo, como es caso del proyecto de ley
que modifica los estatutos de la prisión preventiva y de la suspensión de
la ejecución de la pena en el caso de la conducción en estado de
ebriedad o bajo la influencia de sustancias sicotrópicas con resultado de
lesión o muerte; y el proyecto de ley que crea inhabilidades para
condenados por delitos sexuales contra menores y establece registro de
dichas inhabilidades.

Finalmente, no es posible concluir este informe, sin antes hacer referencia


al retorno de las víctimas en el sistema penal. Al respecto, durante las
últimas décadas ha surgido una preocupación por los intereses de estas,
entendiéndolas como sujetos de protección y titular de derechos, y a su
vez, como sujetos activos dentro de la arena penal. Esta situación ha
originado que la población pierda su posibilidad de desarrollar alguna
empatía o de identificarse con el delincuente, en un juego de suma cero.

44
VII. Bibliografía

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1986.

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electrónica de ciencia penal y criminología, 2004.

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Silva Sánchez, J.M., La expansión del Derecho penal, Civitas, Madrid,


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