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: IGUALDAD-DIFERENCIA: MATIZACIONES Y SUTURAS 1 Marta Luise Fementas Ex . Nar & a Convey, Gorckiey Comp): (as Wis oa dirclidadges. | Pralal Oe) Berne’ ye Quaadea— sidad ae Pulor Oe. ‘A LECTURA ATENTA DE’LA MAYOR PARTE DE'LOS TRABAJOS recientes, tanto del feminismo de la igualdad como el de la diferencia, permite establecer, a nuestro juicio, una zona atin imprecisa de coincidencias. A la ctapa del firme enfrentamiento, en la década de los 80, parece sucederle, ya a finales de los 90, tin momento de récorisideracién y de revalorizacién de los mér tos de una y de otra posicién, a pasar de que Jas propias autoras ‘se resistan muchas veces a recorocetl6, En ese sentido, en las paginas que Siguen ievisaré esquemsticamente los aspectos, a mi juicio, m4s significativos de dichas posiciones, a fii de sub- rayar aquellos que tiendan @ la superacién de una disyuntiva que hace algunos afios parecfa irreconciliable. ALGUNOS CONCEPTOS CLAVE Como sabemos, los orfgenes del ferinismo se vinculan.a la no- cldn-de igualdad. Alora bien, “igualdad” no es un concepto equivoco. En efecto, jigualdad en qué?, podemos preguntarnos, or ejemplo, con Amartya Sent, Precisamente, la idea de igual- dad enfrenta dos tipos-diferentes de diversidad: por un lado, la heterogeneidad basica de todos los seres humanos y, por otro, la muiltiplicidad de variables desde las quie se puede juzgar la igual- dad, Como- sabernvs, hay concepciones materiales de igualdad na 72 LAS NUEVAS IDENTIDADES (la econémica en J. J. Rousseau 0 K, Marx, por ejemplo), y al mismo tiempo, hay definiciones formales (paradigmsticamente, 1. Kant o J, Rawls), estas ultimas entendidas, en general, como “igualdad ante la ley”. Por supuesto, hay también innumerables criticas a-una y'otra caracterizacién de la igualdad, lo que pone al menos de manifiesto las dificultades y matices del concepto. jaldad que ha enfrentado histéricamente el feminismo se vincula estrechamente al con- tractualismo y el universalismo; 0, cuando menos, pretende ha- cerlo, aunque son numerosos los trabajos recientes que sefialan las dificultades de esas éoncepciones para reconocer a las muje- res como su parte originaria y constitutiva®, Precisamente, la de- nuncia actual de la crisis y de los limites del universalismo es, sin duda, algo asf como la crénica de una crisis anunciada ya que desde el seno mismo de la Ilustracién (pensemos en la pro- pia Olympe de Gouges) se sefialé su impostura®. Las criticas ac: tuales remiten, pues a un viejo problema y se vinculan, entre otros, a lo que se ha dado en llamar las paradojas de la univer. salidad*. Sin embargo, si la propuesta decimonénica era “echar més luces a las luces”, en la cldsica formulacién de Mme. de Staél, y denunciar el lugar de “otro” que ocupaban las mujeres en la dialéctica de los sexos (como en S. De Beauvoir y sus segui- doras), aproximadamente desde la década de los 70, buena parte de la produccién feminista aboga por una critica radical que ins- taa abandonar el paradigma igualitarista, ahora desvalorizado. En efecto, los nuevos discursos (feminismo de la diferencia, postfeminismo, neofeminismo) ponen en crisis el concepto de igualdad. y con él el de la universalidad y el de la “representa- cién politica”. Justamente (haciendo propios algunos pasajes de Foucault), insisten en que el modelo igualitarista s6lo represen- ta aquello construido para sf representado, dejando fuera, en consecuencia, una amalgama “abyecta” (Kristeva) de margina- dos, que sin embargo son mayoritarios y definen el campo de la representatividad, porque los sistemas juridicos de poder pro- Sea como fuere, la nocién de i IGUALDAD/DIFERENGIA: MATIZRCIGWES ¥ SUTURAS 73 ducen los sujetos que consecuentemente vieiien representa’ Esta caracterizacién, tal-como'reconoce J. Butler, Sélo define la regulacién politica de los sujetos de modo negativo, donde el sujeto mujeres resulta decisivamente construido aunque natu- ralizado por el sistema politico. En consecuencia, sostienen que “igualdad”’o "representacién” son simplerente palabras hiper- densas que legitiman las instituctones politicas modernas, aun- que sean genéricamente sesgadas y excluyentes. A esto se le su- ma que categorias como “individu”, “sujeto”p “ciudadano”, que son intrinsecamente masculinas (S. Bodo); generan y son sub- sidiarias de verdaderos mecanismas de exclusién que obedecen a la Iégica del reconocimiento del individuo ‘abstracto, a la vez que masculino y universal. Por su parte, quienes adhieren.a la conceptualizacién derri deana de la diferencia y suscriben_un discurso falologocéntrico en el que sélo es posible que se inscriban. sujetos varones (L. Irigaray, R; Braidotti) también rechazan Ia viabilidad de la igualdad. Para illas, es necesario inventar no sélo una nueva légica sino un nuevo lenguaje, abrir temas y espacios nuevos, porque la igualdad es un concepto epocal que ya queda: corto. Los fundamentos de la ética y de la politica modernas quedan asf socavados. Consecuentemen- te, tambaledndose la igualdad, se reivindica la diferencia’ ‘Ahora bien, la “diferencia” tampoco es una nocién homogénea y hasta’ puede ser considerada’ ambigua’, Historicamente, “dife- rencia,ha connotado inferioridad, y asi ha sido tanto en el caso de las mujeres como en caso de los negros o de los indios. El varén blanco,-autoinstituide en norma, ha entendido toda desviacién comg-’arnormal", “diferente”, “inferior” 0 “negativa”, Las tedricas ‘que defienden la diferencia se distancian, por tanto, de conceptua- lizaciones que caracterizan a.Jas mujeres tomo el “continente oscuro” (Freud) 0 como lo “otro” (Beauvior), Las mujeres son algo diferente, con caracteristicas y rasgos propios que escapan a los dis- cursos patriarcales y, en ese. sentido, son a-l6gicas (Irigaray), pues 1nos son sujeto de semiosis (De Laurentis) 74 LAS NUEVASgPENFIDADES ‘Tomar estos principios como punto de partida, las leva a res- catar la diferencia como “positivamente otra", y a la mujer como lo “otro-ajeno”, que se afirma a sf mismo, sin intentar homologarse al Uno-mismo-varéh, quebrando la denominada I6gica de la identi- dad (Irigaray). Pero esta diferencia se afirma también en la dialéc- tica Uno-Ojro en el interior mismo de cada sujeto, que debe apren- der a convivir con sus propias diferencias intemas, no homologdn- dolas, sino reconociéndolas en tanto que tales. (Braidott)”. Porque Ja homogeneidad y la homologacién s6lo irapiden ia integracién de las diferencias tanto en el interior de caida cuerpo como en la socie- dad. Las diferencias estén, pot lo general, dispersas en una ret la que se confornia a partir de las relaciones de sexo/género/etnia/ religién y clase, entre sf y en el interiot mismo de cada individuo. El patriarcado, como entidad monolitica ahistérica y atemporal, ha muerto (L. Murero) y; en consecuencia,-no faltan quienes procla- man el advenimiento de la era del postfeminismot, Las dos posiciones que acabo de describir someramente, igualdad y diferencia (en sus miiltiples variedades), no dejan de polemizar entre s{, En prinepio, podemos provisoriamente al menos acordar corKant enq1e'si Hay polémica, hay, puntos de contacto: quienes polemizan comparten algo,.aunque no veamos ahora con claridad qué .campo politico-epistémico. tienen en comiin ni cudles son las dreas estratégicas que'lo vertebjan. Tal vez sa conveniente intentar ro quedar atrapadas en el dilema y situarse en él eriticamente. : ( ENFRENTAR EL PROBLEMA : En la mayorfa délos Estados ectuales, las mujeres'deben transi- tar dos caminos aparentemente incompatibles: en esto: consiste Precisamente el: denominado dilema Wollstonecraft. En efecto, Por un lado las mujeres aspiren a-una ciudadan{a homologada, y asf acceder a la esfera piiblica en.pie:de igualdad con los varo- nes. Por otro, insisten -con frecuencia simulténeamente, como IGUALDAD/DIFERENCIA: MATIZACIONES Y SUTURAS 75 Ic hizo la propia Mary Wollstonecraft en que las mujeres tienen cierta diferencia ‘que les es propia, que debe ser reconocida y valorada, aunque tradicionalmente las haya recluido en el émbi- to doméstico. Este es el modo tradicional en que ha sido plantea- da la disyuncién exclusiva igualdad o diferencia Ahora hier, sdehemos aceptar el dilema igualdad- tal como acabamos de plantearlo someramente, en términos de disyuncién excluyente? Suele someterse que la comprensin’ pa- triareal del problema consiste, precisamente, en entender que ambas demandas son incompatitles entre s{, dando lugar, por tanto, a dos posiciones alternatives donde las mujeres o bien se homologan a los varones, convirtigndose en ciudadanos plenos, © bien reivindican su diferencia especifica (paradigméticamente la maternidad), sin valor salvo simblico de ciudadanfa, Nuestro desaffo es, pues, mantener una dindmica social participativa y propositiva para las mujeres, que eluda las “trampas de la inme- diatez”, que genere alternativas para la retroalimentacién de los canales teérico-précticos. Asimismo, que permita, por tanto, la gestacién de una agenda jerarquizada de prioridades y unas es- trategias que permitan, enplazos prudenciales, alcanzarlas?. Por es0, cada vez se sostiene menos dentro. del feminismo ~si es que en verdad alguna vez se ha sostenido~' una identidad femenina homologada. Tampoco parece una alternativa adecuada la politi- ca de la diferencia per se, si no se reconocen las desigualdades sisteméticas de las mujeres entre sf en el acceso al poder, al co- Hosimiento y a los recursos materiales, y si no se logra, final- mente abrirla al espacio ptiblico, Por tanto, hoy en dfa, s6lo ver el entrentamiento entre quiertes estdn a favor 0 en contra de la igualdad, como a menudo se des- cribe el problema, es dejar de lado aspectos centrales de la cues- én. Si las nociones de igualdad y universalidad implican que, ‘en algtin nivel, uno se preocupa por todas y cada una de las per- sonas, parece poco plausible que se consideren innecesarios es- tos rasgos: Pero defender la centralidad de la igualdad formal ferencia, 76 LAS NUEVAS:IDENTIDADES : puede implicar encubiertamente aceptar ciertas, desigualdades periféricas implicitas, vinculadas a las condiciones sociales de inicio de las diferentes personas o grupos. Sea como fuere, la diversidad real entre los seres humanos, sean mujeres 0 varones, es un hecho que no puede negarse. Por ello, aquellas investiga- ciones que parten de un suuesto de uniformidad originaria =como afirma Sen- pasan por alto un aspecto fundamental del problema: la diversidad humana no es una complicacién secun- daria, sino un aspecto fundamental de nuestro interés en la igualdad™. Este sencillo planteo abre, al menos, dos concepcio- nes de igualdad: a) de origen y de término (o de fin), donde la imposibilidad féctica de la primera opcién nos enfrenta al desa- ffo-de la segunda, a la par que habilita politicas de afirmacién positiva. Consecuentemente, la solucidn o las vias para aleanzar el reconocimiento de las mujeres no parecen poder prescindir de tuna y otfa alteriiativa, El desaffo es la integracién de la retfcula, la agenda de pridridades, los nodos de articulacién y distension del conflicto. Para:dogratloiconviene. reconsiderar, en primer lugar, las.no- ciones:mismas’de igualdad y de diferencia a.fin de.precisar sus usos y connotaciones: Es-necesario, pues, distinguir desigualda- des de diferencias e igualdades de identidades, pues buena parte de los debates que se’suscitan parecen basarse en faltas antfte: sis,.En efecto, como sefiala Joan Scott, la igualdad no se opone a la diferencia, sino la desigualdad, y.ésta ultimo, supondrfa un principio al que: pocos/as'se adherirfan". De. manera similar, #1 anténimo de diferencia no es igualdad sino identidad. Por tanto, «un feminismo basado en la diferencia que rechaza‘la I6gica de la identidad, que subsumiria a las mujeres dentro de/la tiorma defi- nida por el varén, no deberfa, en principio rechazar la igualdad formal en términos, al menos de igualdad politica. Esto significa.que la nocién de igualdad debe ir de la mano de justicia o que la igualdad en derechos ni supone la homologe~ cién de diferencias materiales, ni la identidad ni, por.cierto, des- IGUALDAD/DIFERENCIA: MATIRACIONES Y SUTURAS 77 conocer la debilidad implicita del propio principio de igualdad que vacio de todg contenido no explicita su aleance'?. Ademés, el reconocimiento dé las diferencias no debe ocultar la necesidad ded lucha por la igualdad jurtdica ~aunque debamos- afirmar que esta lucha no es suficiente part producir la eliminacién de ta subordinacién'."En otras palabras, los ideales ilustrados de la , igualdad no pueden simplemente contrastarse a~un principio inconmensurable de * " Bs necesario saber en qué (no 2 qué) somos iguales,'en qué (no de qué) somos diferentes, por- que cualquier defensa de la‘diferencia y de la especificidad des- cansa, de-manera necesaria, sobre una ‘maxima que trasciende los particulares, a Otro problema es ponderar-queé diferengeias deben ser tenidas en cuenta, cudles son significativas, cudles'entran en colisién con los derechos (i. ¢., el de la integridad de la propia persona y la de- terminacién del propio cuerpo)". Por ejemplo, ¢qué diferencias culturales merecen respeto? ;Son todas las diferencias igualmen- te valiosas? ;Todas? jLas que implican mutilaciones fisicas tam- bién? ;Podemos evitar el juicio normativo o la apelacién a una teoria de la justicia ‘basandonos en un principio humeniano de benevolencia:extendida? (yCémo?) Las diferencias de género, de salud, de clase, de edad, de educacién, de preferencia sexital, de origen étnico, de habilidad para centar, de cultura, necesariamen- te implican la apelacién criterios, al menos, intersubjetivos, atin débiles 0 escasamente desarrollados'®. Las apelaciones del feminismo contemporéneo a la diferencia pueden dividirse, pues, en dos grandes grupos que denominaré a) esencialista biologicista y b) esencialista narrativista. En el primero incluiré ~paradigméticamente- a Liice Ingaray y a Luisa ‘Muraro y, en el segundo, a Judith Butler'*, En principio, ambos ‘grupos presuponen, con curiosa ingenuidad, que é) todas las diferencias son necesariamente positivas y ii) significativas y, por lo tanto, iti) merecen igual raconocimiento, sea’en el orden simbélico de la madre, y gracias aa relacién de affidamento que 78 LAS NUEVASADENTIDADES superard las dificultades propias de los modelos normatives for- males, sea gracias a Ja deconstruccién de-la nocién de represen- tacién. Por tanto,'sif negar el significado y la influencia de estas corrientes, me ihteresa, subrayar que ~aunque de manera difer- ente~ proceden a cntologizaf:Jla diferencia, aunque dentro del primer grupo las francesas lo consideran un término relacional y las italianas atloptan una ciferencia definible por s{ misma” Respecto de lo que al primer grupo concierne, si toda diferen- cia supone un proceso dindmico, cuyos limites son imprecisos y flexibles, se corre el riego de tener que admitir una lista infinita de diferencias. En este sentido amplio, ;c6mo identificar las dife- rencias “pertinentes” sin el establecimiento de criterios y de rela- ciones que cambian hist6ricamente en virtud de estructuras so- ciales y discursivas mas amplias? yCémo definir una diferencia significativa o positivamente si no se la vinculaba a criterios re- lacionales? sPodemos describir y solucionar no relacionalmente ésta o cualquier otra cuestién que implique “diferencias”? Posiciones como la de L. Irigaray, por.ejemplo, clausuran esta amenaza, apelando a la base biol6gica del diformismo sexual. Probablemente, el-concepto~de-difetencia sexual fue tomado de la Enciclopedia de Hegel, y tene la.ventaja de dejar cuestiones aparentemente desordenadas de la tradicién filoséfica bien plan- teadas y abiertas. En este sentido, la “diferencia sexual” es un preconcepto, una afirmacién filoséfica, ontol6gica 0 psicolégica de una diferencia recfproca y'siméttica que es él punto de parti- da explicito de la filosoffa de lo femenino. Para estas autoras, es s6lo un punto dedpoyo que no ée basa en la empiricidad (como el género) sino que es el principio misnid del pensamiento y de la condicién dé-posibilidad de su elaboracién, Por tanto, puede entenderse la diferencia coma la condicién de posibilidad de la inteligibilidad Occidental y la base misma de la subjetividad. Sin embargo, la diferencia de los sexos né es susceptible de univer- salizacién (gua quate), trata de mujeres y de varones y constitu: ye, en palabras de F. Héritiéte, lo que el cuerpo humano tiene de IGUALDAD/DIFERENCIA: MATIZACIONES Y SUTURAS 79 mds irreductible, la primera diferencia que condiciona la expre- sin de todas las demés. “Irreductibilidad originaria” es otra ma- nera de denominar la diferencia de-los sexos,.el hecho biolégico que remite a'lo impensable de la empiricidad: Es un tope, no un rezago del pensamiento, un anclaje en lo irreductible, en lo irre- usable, 1th jrego de tensién, un eara a cara de lo idéntico y de Jo diferente, un principio de inteligibilidad. Ahora bien, yc6mo definir la “diferencia sexual” si no es en relacién con “el” otro sexo (0 para quienes asf lo prefieren, con “los” otros sexos)? In- tentar definir la “diferencia sexual” en términos'no relacionales, 8 decir, absolutos, es un desaffo que Muraro recoge claramente, ero que la lleva a la ontologizacién de la “diferencia” en térmi- nos de fijeza, unidad y simplicidad, que intenta fundar en la ma- ternidad. Esta ontologizacién de la “diferencia” en clave biologi cista deberfa reconocerse como un mito de la diferencia, Los limites’ y matices son ciertamente més complejos en el planteo de Judith Butler, quien rechaza la diferencia sexual co- mo prificipio de inteligibilidad de la cultura Occidental (y de to- das las'conocidas); a la vez que figura la sexualidad a la manera de un continuo narrativo apto para recibir una multiplicidad in- finita de diferencias o funciones de la sexualidad: las formas pa- rédicas de género-sexo, en el marco de su concepcién de una no sustantiva, Ja nueva propuésta de inteligibilidad cultural parece poder aleanzarse gracias al simple rechazo voluntaristico de su inteligi- bilidad histérica, y substituirlo por la parodia de los géneros-sexos, sobre la base de'Tis leyes de la citacién y de la resignificacién, Como en caso anterior, en este esencialismo narrativista tampoco se ve con claridad cémo funcionarfa en el plano politico de fa pro- fusién parédica de’ diferencias, que de hecho homologaria cual: Quier diferencia en tanto tal, en la ilusién de que asf se ocultarfan los parémetros de la subordinacién (diser Por sit parte, algunas estudiosas vent ~en la linea del reciente- mente denominado “feminismo postcdlonial"~ el origen de la 80 LAS NUEVAS IDENTIDADES desvalorizacién de las “diferencias”, tomando en general como patron de medida la diferencia étnica'*, Ahora bien, si por un lado-el feminismo postcolonial supone que la visién negativa de la diferencia obedece a preconceptos Occidentales colonialistas, que se han desarrollado a lo largo de mas de $00 afios, por-otro sostiene que sélo a partir del examen cuidadoso de la ldgica det dominio (que comparten con las ecoferiinistas) pueden desar~ ticularse las intrincadas ‘vinculaciones entre, diferencia, jerar- quia, lo Uno-mismo y la norma. Con todo, muchas erfticas con- sideran que la teoria feminista postcolonial se caracteriza por negarse a aislar el género de otros determinantes como la raza y la clase, y a enfatizar los aspectos materiales e institucionales del poder, como si sélo fueran inherentes al modelo Occidental, desconociendo las propias jerarquizaciones y discriminaciones en el interior de culturas autSctonas, por lo general idealizadas. Por otro lado, eh contra de los modelos de la autoctonia racial y cultural pero en‘alianza con los multiculturalismos, muchas ted- rica postcoloniales se inclinan a sostener que en una era de cons- tantes migraciones, de globalizacién de los mass media y de con- tinuo flujo transnacional de informacién, tales definiciones no son posibles porque la cultura de los colonizadores bien sabe- mos- irrevocablemente se al:era en el contacto con la de los na~ tivos y viceversa, Si efectivamente, como afirman los tedricos postcoloniales, surge en los colonizados un fenémeno inevitable que denominan contra-identidad, que se moldea en la experien- cia de la colonizacién, nada permite inferir que esta contra-iden- tidad no se construya a partir de pardmetros patriarcales aggior- nados y modelizados segiin las coordenadas del caso”. ‘Ahora bien, algunas de les propuestas posicojoniales funcio- nan més bien como modos de autoafirmacién y autoidentidad nacional y/o politica. Sin embargo, sostienen discursos recurren- tes cobre la inconmensurabilidad (distintiva histéricamente en los Estudios Culturales) para describir las relaciones entre las, mujeres (0 los varones) de las distintas razas, posicién que, no IGUALDAD/DIFERENCIA: M/ deja de tener artistas indeseables, do, ni la eritiea, ni la persuasion, ni el |ATIZACIONES'Y SUTURAS 81 we puesto que ni cabe el desacuer- || enriquecimiento mutuo seins nociones y de los conceptos porque no hay términos <0: ‘munes ni criterios que permitan que un 2 sobre otro. En este sentido, no sélo se gumento prevalezca legitima el rechazé de las mujeres de un cierto color, cultura, etnia, ete, @ que S06 intere- ses politicos sean incluidos en categer! nentes, ‘as consideradas no perti- sino que al mismo empo se poetula coma imposible el ee, a las demés mujeres a tal preocupacién,-problema 0, de- nuncia de injusticia, Jo que a la par ibera de cualquier compro- vaigo o responsabilidad solidaria respecto del otto: Las apelacio- ros ala inconmensurabilidad entre las posiciones de las mujest {o de Jos varones) socava, en realidad, cualquiet apuesta a a convivencia solidaria, cualquier apuesta a politicas piiblicas orientadlas a remover.las condiciones sumision® IDEAS PROVISORIAS PARA UNA SUTU! inconmesurabilidad de'las diferencias, que resulta a vecc® teéri- \ticameate abil, cuando no contra camente atractivo pero pol producente. La igualdad no funciona copto “falogocéntrico” © imperialista”, sino mas bien como un de la dependencia y de la RA siel modelo de “un uno idealizado’ no es capaz de proporeionar pases firmes para el feminismo, tampoco lo hace el giro hacia Ja simplemente como un con- ad, los reconocimientos legales, que no fueron'pocos, surgieron gracias al feminismo politico igualitarista de la déeada.de los 60 y70. ‘Sin embargo, si aceptamos con Honneth instancias de recono- cimiento que posibiliten 1a autosionfianza, el autorrespeto y la autoestima, es decir, los modos de relacién préctica del yo con- sigo mismo, y que constituyan la trama de las relaciones con los otros, la segunda. (el autorrespeto) se conecta directamente con el sistema legal que distribuye iguales deberes y derechos bési- 0s a los todos miembros de la comunidad, varones y mujeres”. Sélo la ley moderna, en términos de igualdad,:constituye, por tanto, e] medium para el reconocimiento de la persona moral y la base sobre la que pueden tejerse las otras instancias de reco- nocimiento. La experiencia histérica, las luchas sociales mot vadas en buena medida por el sufrimiento, la negacién de las formas de reconocimiento y de autonomia moral de grupos y.de personas, la violacién de expectativas y de derechos (atin respec- to de la integridad del propio cuero), han destruido por aiios las relaciones més elementales de los individuos consigo mismos-y entre sf, afectando precisamente la autoconfianza, el autorespeto y la autoestima®, Ahora bien, la construccién de la igualdad y de la diferencia responde a un conjunto de actos :eéricos y politicos, es decir, de gestos de afiliacién que enfatizan algunas propiedades y oscure- cen. otras. Es necesario reconocer que igualdad.y, diferencia.se implican mutuamente, pues somos simulténeamente iguales y diferentes, pero esto no conlleva a la paradoja que nos han pre- sentado sino una obviedad, donde sélo el entrecruzamiento in- debido de categorias formales y materiales da lugar a la confu- sin més que a la pretendida paredoja. Por tanto, ni igualdad ni Dy» \ Ge \\s5,ISUAIDAD/DIFERENCIA: MaTI2ACIONES Y SUTURAS_ 83 mass diferencia, tal como se las plantea habitualmente, sino ambas, | Consecuentemente, como tanto la igualdad como la diferencia se construyen (es dectr, se significari), hemos de volver al Ambito de la politica. ‘ Llegados a este punto, nos hacemos eco de las palabras de Naney Trase, quieit reconoce tambiéh las. dos’ tendencias ex- tremas que acabainos de esquematizar, y que Sintetiza de la si- guiente manera: la primera tendencia implica adoptar una, forma indiscriminada de antiesencialismo que trata’ a todas las ‘identi- dades y diferencias como ficciones represivas (contrariariente a Jo que sanamente Celia Amorés denomina un nominalismo mo- derado). La segunda es la tendencia inversa a adoptar versiones indiscriminadas de multiculturalismo, dando’ por sentado que toda diferencia, e identidad es digna per se de reconocimiento. Por tanto, es necesario vincular ‘a politica ‘dé ta identidad cul: tural y de la diferencia con‘la polffei social dela justicia y de la igualdad*, Disociar la politica del'reconocimiento dé la dis- tribucién obstaculiza los esfuerzos feministas por desarrollar tuna concepcién de Ja democracia radical que inspiré eredibilidad ¥ sea factible, porque las diferencias culturales sélo pueden, en verdad, elaborarse’libre y democrdticamente sobre la basé de a igualdad social y juridica, que las enmarque. : Notas : ‘Sen, A. Nuevo examen de ta desigualdad, Madrid, Alianza, 1998, p. 2. Del ‘mismo autor of. "Desigualdad de género y Teoiias dela Justlel", Mora, &, 1999, iménes Perona, A, “Igual ‘6, C. 10 pataoras clave sobre ta Miser, Navarra, EVD. 1995. Rubfo Castro, A. Feminismo y eludadanda, Sevilla Mslaga, 1997, cap. tl. De Ia misma autora, “El feminismo de la diferencia: argumentos ‘para una igualdad compleja” (Separata), Madrid, Centro de Estudios Constitu lonales, 1990. Santa Cruz, M. 1. "Sobre el concepta de igualdad: algunas obser. vaciones",Isegoria, 6, 1992. Jaggar, A Young, l. M. Companion to'feminist phi- losophy, London-New York, Blackwell, 1998; ch 39, 49, 50, 51, 2 Pateman, C: El contrato sexual, Barcelona, Artrhropos, 1954, "Impostura”, en palabras de Célla Amorés; “fsura", para C. Rotdsn. yon s 84 LAS NUEVAS IDENTIDADES 4 Marramao, G. "Paradojas del unlversalismo", en Revista Internacional de Filosofia Politica, 1, 1993, pp. 7-20. 5 Butler J, Gender Trouble, New York, Routledge, 1990. p. 3. 4 tigaray, Ley Etigue de la difference fexuell, Pars, Editions de Minti, 1984, speculum de K’autre femme, Paris, Ed, De Minuit, 1974; Laurentis T. Alici, Ya rho, Madrid, Cétedra, 1964; Pérez Cavana, M. L."Diferencia”, en Amorés, 0p. cts Braiditt, Ro "Sexual difference theory", en Jaggar, A Young, |. M. op.cit: ch. 305 de la misma autora, "Diferencia sexval, incardinamiento y devenit", Mora 5. 1999, 7 Figaray, L. Ethique dé la Difference sexuélle, Paris; Bd. De Minuit, 1984; Brai- doit, R. Nomalie subjects, New York; Columbia, 1994 © Muraro, £l final del patriarcado, Barcelona, Libreria de los Dones, 1997. + Amorés, C, Tiempo de ferinismno, Madrid, Catedra, 1997, p, 70, ® ‘Sen, op. cit, p. 9. 1 Scott Ji, Feminist Studies, 14, 1, 1998 9. Rubio Castro, Au. op. cts p. AVY 8. © fdem. p. 38. No desconocemos las complejas diticultades det problema ni del conjunto de controverslas que se agitan en su entorno. 1 Fraser, N.Institia. Interrapia, Colombia, Universidad de los Arides, 1997. \ Ambos grupos objetarfan la clasiieacién de "esencialistas", pero Ia tectura ‘atenta de sus obras no nos dejan opcién. Wr Héléne Cixous, Irigaray, Fralsse y Hértiie, por ejemplo, reconocen la rect procidad We la diferencia, Muraro, en cambio, analiza la diferencia en sf mismo, cf, Muraro, L, Et final det patriarcado, 1996. 1 Hypatia vol. Xi, 2, 1998 y xi, 3, 1998 estén dedicadas a tema 18’ Watrem, K., "The power and the promise of Ecological feiminism”, en Warren. K., Ecological Feminist Philosophies; Indiana University Press, 1996. Lo que im plicarla poner al descubierto la Logica de la industria armamentista y la destruc eign del ecosistema. 4© Salvatore, R, "Debates post colonials", en Enérepasados, yl, 15, 1988; Fels R., "La doxa de la diferencia”, en Mora, 5, 1999. 21 Yidiella, G., “Sujetolmoral, autonémia y reconocimiento", Primer Congreso Iheramericano de Filosotla, Madrid-Ciceres, cic, septiembre de 1996. 2 Ibidem. 28 Ibidem, 4 rage, op. cit. pp 231-231, 248, by

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