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Marco Denevi
Rumbo a la tienda donde trabajaba como vendedor, un joven pasaba todos los
días por delante de una casa en cuyo balcón una mujer bellísima leía un libro. La
mujer jamás le dedicó una mirada. Cierta vez el joven oyó en la tienda a dos
clientes que hablaban de aquella mujer. Decían que vivía sola, que era muy rica y
que guardaba grandes sumas de dinero en su casa, aparte de las joyas y de la
platería. Una noche el joven, armado de ganzúa y de una linterna sorda, se
introdujo sigilosamente en la casa de la mujer. La mujer despertó, empezó a gritar
y el joven se vio en la penosa necesidad de matarla. Huyó sin haber podido robar
ni un alfiler, pero con el consuelo de que la policía no descubriría al autor del
crimen. A la mañana siguiente, al entrar en la tienda, la policía lo detuvo. Azorado
por la increíble sagacidad policial, confesó todo. Después se enteraría de que la
mujer llevaba un diario íntimo en el que había escrito que el joven vendedor de la
tienda de la esquina, buen mozo y de ojos verdes, era su amante y que esa noche
la visitaría.
Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el
amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre: “el amigo se murió. Niño, no
pienses más en él y busca otros para jugar”. El niño se sentó en el quicio de la
puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas. “Él volverá”, pensó.
Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión y la pistola de
hoja-lata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no vi-niese a buscarlos.
Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar.
“Entra, niño, que llega el frío”, dijo la madre. Pero, en lugar de entrar, el niño se
levantó del quicio y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la
pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo
no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y
fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos.
Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos, y pensó:
“qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para
nada”. Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le
abrió la puerta, y le dijo: “cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha
crecido”. Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy
corto.
La princesa y el enano
Oscar Wilde
Había una vez una princesa que vivía en un palacio muy grande. El día en que
cumplía trece años hubo una gran fiesta, con trapecistas, magos, payasos… Pero
la princesa se aburría. Entonces, apareció un enano, un enano muy feo que daba
brincos y hacía piruetas en el aire. El enano fue todo un acontecimiento.
“Ah estas aquí, qué bien, baila otra vez para mí, por favor”. Pero el enano estaba
tirado en el suelo y no se movía. El médico de la corte se acercó a él y le tomó el
pulso. “Ya no bailará más para vos, princesa” le dijo. “¿Por qué?” preguntó la
princesa. “Porque se le ha roto el corazón”. Y la princesa contestó: “De ahora en
adelante, que todos los que vengan a palacio no tengan corazón”.
Año 3017 – Un mundo En agonía
Tomado de: https://cuentosdecienciaficcion.com.mx/ano-3017/
De donde vengo los viejos salen a pasear con sus mascotas y juegan ajedrez con
sus pares ahora que sí tienen tiempo de leer y de aprender a jugar ese interesante
juego de guerra que tantas generaciones ha durado entre nosotros, la gente dice
que el emperador juega una partida una vez va a comenzar una batalla para saber
cómo, cuándo y dónde actuar, vaya que quisiera aprender.
Mientras más veo más me intriga lo que están contando: lo que ahora llamo obra
nos da cuenta de que no podemos seguir usando los planetas que encontramos
sólo como objetos o lugares utilizables a nuestro antojo, si usamos unos verdes
pastos para abarrotarlos todos de ganado, pronto se convertirán en tierras áridas y
un planeta de por sí inevitable, obviamente están describiendo lo que le pasó a los
planetas Gnzu I, Gnzu III y Anzy VI.
Ver todo esto me provocó levantarme y hablar con mis hijos de no seguir haciendo
esto, que nos demos cuenta de lo que estamos haciendo con lo que ya tenemos y
además indicarles que nadie tuvo quien lo dijera antes para así advertirnos de que
si seguíamos por este camino terminaríamos mal.
Mis hijos me vieron como a un tonto y yo no entendí hasta que vi de nuevo la tapa
partida del documental. Decía 2017, es decir más de 1000 años atrás.
El cerdito verde
Era un lugar muy agradable. Todo allí era feliz: las plantas crecían, las flores reían.
Mirando el cielo azul, llegó a mi memoria una historia que me contó mi abuelo.
Al pasar el tiempo, fue creciendo lentamente y comprendió que no tenía con quien
jugar. Se sintió tan solo y triste, que partió de viaje al bosque. No lejos de allí, se
hallaban un ciervo y una cierva en medio de una gran soledad. Llevaban viviendo
juntos varios años y querían dar su amor. Pero ¿a quién? Si ese lugar era tan
aburrido y solo… pensaban para sí. Pero…algo se movió e hizo un ruido entre las
malezas.
Tú no eres igual que nosotros-dijeron los ciervos- pero aun así te daremos pan y
abrigo. Entra, entra amigo cerdito. Juntos compartiremos nuestra humilde mesa y
nuestro hogar.
Así, cerdito y ciervos lograron vivir en familia, tuvieron lo que deseaban para su
felicidad. Finalmente, me dijo mi abuelo, que alguna vez vieron un par de ciervos
jugando en el barro con un cerdito verde.
El fantasma de la habitación
Al día siguiente Martín ya no era el mismo, algo en él evitaba que fuera feliz y que
pudiera estar tranquilo, todo el tiempo se la pasaba asustado y con su cara pálida
como un enfermo. Sus padres muy asustados por lo que pasaba decidieron llevar
a un padre para que hiciera oración en la habitación de Martín, esto funcionó
durante algunas semanas pero después lo siguió atormentando como de
costumbre.
Un día Martín soñó que una joven muy hermosa le pedía ayuda y le decía que la
salvara, en el sueña ella le dijo que su cuerpo se encontraba bajo el piso de la
habitación y que necesitaba ser liberado para ella poder descansar en paz. Al día
siguiente Martín le contó el sueño a sus padres y de inmediato levantaron el piso
de la habitación para ver si en algo podía ayudar, allí mismo se aterraron cuando
vieron los restos de un cuerpo humano que parecía sepultado desde hace mucho.
Ese día sacaron los restos y le dieron cristiana sepultura, desde ese entonces
Martín no volvió a tener pesadillas y la habitación se liberó de los fantasmas.