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López, Sinesio: Perú: Mapas de una Ciudadanía Inconclusa.

La
Condición Ciudadana. Lima, Ed. V-nómica, 1996, pp. 4-29.

I. LA CONDlCIÓN CIUDADANA.

1. Qué es la ciudadanía?

No hay un concepto de ciudadanía porque no existe una concepción única de la misma y porque
tampoco existe un solo tipo de ella en la historia del mundo moderno. En realidad, hay tantos
tipos de ciudadanía como tipos de comunidades políticas modernas. Existe el ciudadano liberal
en sus diversas variantes, el ciudadano socialdemócrata, el fascista, el comunista, etc. Las
teorizaciones que se han desarrollado sobre los tipos de ciudadanía y de comunidades políticas
han sido llamadas generalmente concepciones de la ciudadanía. Sin embargo, cada una de éstas se
refiere no tanto a las comunidades políticas que existen en la realidad como a aquellas que se
quiere construir. En este sentido convendría distinguir los tipos de ciudadanía de las concepciones
de ciudadanía. Los primeros aluden a una cierta catalogación de las ciudadanías realmente
existentes, mientras las segundas se refieren más bien a las ciudadanías imaginadas. Pese a los
diferentes tipos y concepciones de ciudadanía que, con frecuencia, divergen y entran en tensión, es
posible encontrar un denominador común, un concepto básico o a una especie de definición
mínima de la ciudadanía.

2. Una definición mínima de la ciudadanía

Más allá de las diversas concepciones de la ciudadanía moderna, ésta supone un conjunto de
elementos básicos que la definen. Esos elementos son los siguientes:

En primer lugar, el ciudadano es un individuo que no tiene relaciones de dependencia personal o


que ha roto con ellas y que, por eso mismo, es relativamente autónomo. No puede haber
ciudadanía en una sociedad de estamentos, de siervos y de esclavos. La ciudadanía sólo puede
desarrollarse en una sociedad de individuos.

En segundo lugar, el ciudadano es un individuo con derechos que son enfatizados frente a las
tradicionales responsabilidades que imponía los Estados pre-modernos. ¿Qué son entonces los
derechos que definen al individuo como ciudadano? Hay varias formas de definir los derechos.
Una de las más frecuentes es definir los derechos como atribuciones de ciertas capacidades a los
individuos. En la historia de la ciudadanía, éstas han sido: a) La capacidad de actuar libremente
sin impedimentos que bloquean la acción ni restricciones que obligan a actuar de una manera no
deseada. Esta es una libertad de la acción, llamada también libertad negativa. b) La capacidad de
decidir libremente y de participar activamente en los asuntos publicas. Esta es una libertad de la
voluntad, llamada también libertad positiva. c) La capacidad de participar en la riqueza y el
bienestar que produce una sociedad ha dado lugar a los derechos sociales.
A la primera capacidad, los filósofos la llaman, como ya hemos señalado, libertad negativa; los
juristas, derechos civiles; y los politólogos, liberalización. Esta es definida en la teoría política
como apertura al disenso, la oposición y la competencia (Dahl, 1989). A la segunda capacidad los
filósofos la han llamado libertad positiva; los juristas, derechos políticos; y los politólogos,
democratización o también inclusión o participación política. En la teoría política ésta es definida
como participación en la elección de los gobernantes yen la gestión de los asuntos públicos (Dahl,
1989).

Existe otra manera de conceptualizar los derechos. Los filósofos norteamericano Rawls. (1978))
y Walzer (1993) han definido los derechos como acceso a ciertos bienes primarios sin los cuales,
el individuo no podría existir. Rawls distingue los bienes sociales primarios que tienen que ver
con las libertades básicas que son absolutos y permanentes de los bienes sociales primarios que
tienen que ver con la riqueza y el poder que tienen un sentido relativo y variable. Sobre esta base
se afirma comúnmente que los liberales defienden la prioridad de los derechos sobre los bienes,
mientras los comunitaristas defenderían la prioridad de los bienes sobre los derechos. Algunos
filósofos sostienen que esta oposición se levanta sobre la confusión entre, la definición de los
intereses fundamentales de las personas con los principios de la distribución (Kymlicka, 1989).

En tercer lugar, el ciudadano con derechos implica una peculiar relación de la sociedad y de los
individuos con el Estado moderno que reconoce el claro predominio de los derechos sobre las
responsabilidades y ofrece una serie de garantías constitucionales, organizativas e institucionales
para concretarlos, a diferencia de la relación tradicional en la que se enfatizaban las
responsabilidades ante el Estado sobre los derechos de los individuos.

En cuarto lugar, la ciudadanía implica un sentido de pertenencia y de membresía a una


determinada comunidad política entre cuyos miembros se establecen relaciones de
interdependencia, responsabilidad, solidaridad y lealtad. En general, la comunidad política ha
surgido cuando las élites han sido capaces de integrar a las clases populares a la vida económica,
social y política de un determinado país.

En resumen, la definición mínima de la noción de ciudadano puede ser la siguiente: el ciudadano


es un individuo con derechos garantizados por el Estado y con responsabilidades hacia la
comunidad política de la que forma parte.

Esta breve definición de ciudadanía tiene la virtud de recoger la dimensión pasiva de la


ciudadanía-la ciudadanía como derechos- e integrarla con su dimensión activa: las
responsabilidades que los ciudadanos tienen con la comunidad política a la que pertenecen.

II. LA SOCIEDAD CERRADA DE SEÑORES Y DE SIERVOS

¿En qué consistió la sociedad de señores?. ¿Cuáles fueron sus características económicas, sociales,
culturales y políticas? ¿Por qué resistió durante mucho tiempo los impulsos modernizadores y
democratizadores que iniciaron su transformación en una sociedad de ciudadanos? Los
historiadores, los antropólogos, los economistas y los sociólogos han hecho vívidas descripciones
de sus características en las diversas dimensiones de la vida social. Pero la mayor atención se ha
concentrado especialmente en la naturaleza de sus élites y en las formas de su dominación.
El Perú oligárquico se caracterizó por un conjunto de rasgos que lo definían. En primer lugar, era
un país poco poblado. Se calcula que la población peruana llegaba a alrededor de cuatro millones
en los años 20, el censo de 1940 encontró 6 ' 906,746 de habitantes y el de 1961, 9' 906,746
habitantes. El crecimiento de la población se aceleró a partir de 1940. Mientras el incremento
poblacional entre 1920 y 1940 llegó al 35.5%, el del período 1940-1961 alcanzó el 59.6%. La
tasa de crecimiento de este último período fue de 2.19. Flores Galindo y Burga han señalado que
en el período de la República Aristocrática (1895- 1918) la población peruana transitaba desde
una demografía de tipo antiguo (alta mortalidad, curvas de movimientos febriles, tendencia en la
larga duración), hacia una demografía de tipo moderno, definida por un incremento demográfico
constante; «Entre 1895 y 1930 el Perú es un país en el que se moderniza su estructura
demográfica, pero donde apenas se inician. Las primeras migraciones del campo a la ciudad y la
urbanización es muy incipiente. Sigue siendo un país agrario» (Flores Galindo y Burga, 1980). En
efecto, sólo 9 de cada 100 peruanos estaba en un lugar distinto al que había nacido en 1940. En
1961 ese porcentaje sube vertiginosamente a 23

(Censos Nacionales, 1940,1961).

En segundo lugar, era una sociedad predominantemente rural. En 19.4.0, 73 de cada 100
peruanos vivía en el campo y en 1961, todavía la mayoría de peruanos (60) seguía residiendo en
el mundo rural. Pero las deferentes tasas de crecimiento de las ciudades y del campo anunciaban
ya una inversión de las tendencias residenciales de la población. En efecto, mientras la población
rural crecía a una tasa de 1.3 entre 1940-1961, la población urbana crecía a una tasa de 4.1 en el
mismo periodo.

En tercer lugar, la mayoría de los peruanos vivía en la sierra: el 61.9% en 1940 y el 52.2% en
1961. El predominio poblacional de la sierra expresaba el predominio, al menos en términos de la
mano de obra, de la agricultura tradicional en la época oligárquica con respecto a otras actividades
económicas.

La tendencia era, sin embargo, al despoblamiento de la sierra y al repoblamiento de la selva y


sobre todo de la costa y, dentro de ésta, de Lima Metropolitana, como efectivamente sucedió a
partir de la década del 60, traduciendo el desplazamiento de las actividades agrarias a las urbano-
industriales.

En cuarto lugar, era un país internamente incomunicado, pero abierto al exterior. Las carreteras y
los ferrocarriles, no articulaban internamente el territorio nacional, sino que vinculaban
directamente los centros de producción para la exportación con los puertos. Hasta 1945, año en
que se inauguró la Carretera Panamericana, no existían carreteras longitudinales ni de penetración.
La incomunicación interna del territorio peruano y los débiles intercambios económicos y sociales
expresaban la desarticulación económica del país Y la inexistencia de un mercado interno en esta
etapa oligárquica. Un testimonio elocuente de la incomunicación del territorio, de las dificultades
y los riesgos de viajar por el territorio es el famoso viaje de José de la Riva Agüero a la sierra sur y
central en 1912.

En quinto lugar, era una sociedad multicultural no aceptada ciertamente por la élite oligárquica-
con una vigorosa presencia de la población andina. No disponemos de datos para la tres primeras
décadas de este siglo pero los censos de 1940 y 1961, si bien muestran un predominio de la
lengua castellana, aún señalan porcentajes significativos del monolingüismo quechua y aymará:
31.1 % Y 3.5% respectivamente en 1940 y 16.8% y 1.9% para 1961. El bilingüismo quechua-
castellano se mantuvo alrededor del l15.6% en ambos censos, mientras el bilingüismo aymará-
castellano creció ligeramente de 0.9% a 1.5% entre 1940 y 1961.

En sexto lugar, era un país agrario y minero, lo que puede percibiese a través de la PEA y del PBI.
Según el censo de 1961, el 51.9% de la PEA trabajaba en la agricultura y el 2.2% .en la minería.
Hasta 1950, la agricultura (20%), junto con el sector Servicios (22%), era una de las ramas que
más contribuía a la conformación del PBI. La minería contribuía con el 6.8% en 1950 y con el
10,4% en 1960. Sólo en este año, la manufactura (20%) desplaza a la agricultura (18.5%) en la
contribución al PBI.

En séptimo lugar, su economía primaria poseía un sector predominante abierto al mercado


internacional y otro tradicional feudal y semifeudal, pero vinculado al primero sea a través de los
bienes de consumo o de la fuerza de trabajo o de las alianzas políticas. En efecto, luego del
agotamiento de la era del guano, el Perú volvió a ser un engranaje de la economía mundial
capitalista a fines del siglo XIX a través de la producción y exportación del azúcar, el algodón, la
minería y el petróleo cuyos volúmenes y valor de exportación variaron según la coyuntura
económica internacional (Thorp y Bertram, 1985). Estos sectores se convirtieron mal que bien en
una especie de locomotora que arrastró a un sector importante de la economía tradicional que
contribuyó con mano de obra (enganche, yanaconaje, etc.) o con bienes agropecuarios a la marcha
del sector exportador. Pese a las vinculaciones entre el sector moderno y el tradicional, sus lógicas
.de organización económica son diferentes, configurando lo que se ha llamado un dualismo
estructural (Fitzgerald, 1981). A través del sector exportador el Perú oligárquico se engarzó al
mundo moderno, al que entregó materias primas y alimentos y recogió de él, no la modernidad,
sino la modernización, esto es, su utillaje material (tecnología, empresa, etc.) pero no su espíritu
ni sus valores culturales y políticos. En esta etapa se consolidaron algunos rasgos básicos de la
economía peruana: su carácter primario-exportador, la dependencia y el dualismo estructural.

En octavo lugar, su sociedad era señorial y cerrada con un vértice ocupado por una élite criolla y
blanca y con una base constituida por los campesinos, predominantemente indígenas y serviles a
los que discriminaba por su raza. Era una sociedad rígida con muy poca movilidad geográfica y
social. La mayoría de los habitantes moría en el lugar geográfico y social en donde había nacido.
Era una sociedad de castas, de estamentos y de corporaciones organizada en torno a privilegios
heredados de la colonia. Pese a que se asentaba en una economía abierta, la sociedad tenía un
carácter férreamente cerrado que se expresaba en la endogamia de sus élites y en el inmovilismo de
sus habitantes.

Finalmente, su estado era excluyente o lo que ha llamado Robert Dahl una hegemonía cerrada
organizada por la oligarquía, el gamonalismo y el capital extranjero que privatizaban el poder
público. Lo que caracteriza al Estado Oligárquico es el carácter total de su exclusión (económica,
social, cultural, regional, etc.) frente a las exclusiones parciales que han mantenido los estados
postoligárquicos. La oligarquía, como veremos más adelante, se abrió tímidamente a un proceso
de liberalización sin democratización entre 1895 y 1930, esto es, al disenso, la oposición y la
competencia entre las élites organizadas en pequeños partidos de señores, pero mantuvo excluidas
a las clases medias y a las clases populares urbanas y rurales. Esa apertura liberal se cerró en 1931
cuando la oligarquía percibió que no podía ganar en una competencia electoral a la nueva fuerza
política emergente en los años 30, el APRA. Desde entonces apostó a la dictadura para volver al
juego electoral haciendo una tímida apertura democrática gracias a su alianza con el APRA en
1956. Las demandas sociales no fueron canalizadas ni procesadas por las élites. Ni a éstas ni al
Estado Oligárquico les interesó formar una comunidad política nacional

III. MODERNIZACION SIN MODERNIDAD

¿Qué factores y procesos abrieron la sociedad cerrada de señores? ¿Estos factores y procesos
cambiaron los rasgos básicos de la sociedad de señores? ¿Cómo se produjo la transición y que
forma asumió? ¿Fue ella una ruptura o una evolución? ¿Qué tipo de sociedad y de ciudadanos
emergieron de esa apertura? ¿Ha concluido o es todavía un proceso abierto el transito de una
sociedad de señores a una sociedad de ciudadanos?

La hipótesis general que orienta el presente trabajo es que las demandas de las clases medias y de
las clases populares produjeron gradualmente la crisis de la modernización tradicionalista de la
sociedad de señores en la que ellas habían nacido, buscaron redefinir el tipo de modernización
hacia otra más inclusiva de carácter populista y desarrollista, impulsaron un vasto proceso de
democratización social y pretendieron crear un nuevo tipo de relaciones de autoridad entre el
estado y los individuos, ensanchando crecientemente la ciudadanía a las clases populares excluidas
por el Estado Oligárquico; pero, la capacidad de resistencia de la sociedad de señores y la relativa
debilidad de las clases medias y populares frustraron en gran medida tales propósitos, dando lugar
a una serie de aperturas parciales en la economía, la sociedad, la política, la cultura y el Estado en
las que participaron diversos actores -incluidos la oligarquía, el capital extranjero y las fuerzas
armadas- haciendo que dichas aperturas asumieran el carácter de un proceso gradual, evolutivo,
limitado e inconcluso, salpicado de irrupciones violentas y de golpes de estado de diverso signo.

Algunos de estos cambios, tales como los que se produjeron en la economía y en el Estado, no
crearon las condiciones adecuadas para que la ciudadanía pudiera desarrollarse con amplitud. En
lo que se refiere a la modernización, ella asumió una serie de características que no permitieron
cambiar significativamente los rasgos básicos de la economía de exportación como soñaron las
clases medias desde la década del 30. La tarea modernizadora a través del desarrollo de la
industria que ellas pretendieron asumir fue tempranamente bloqueada por la oligarquía y e
capital extranjero y fue asumida tardía y distorsionadamente por estas élites, logrando la
divasificaci6n económica, pero acentuando la dependencia y manteniendo el dualismo estructural.
Esta apropiación de la tarea modernizadora a través del desarrollo de la industria por las élites
tradicionales imprimió al proceso de industrialización el carácter de una modernización sin
modernidad. La oligarquía, juntamente con el capital extranjero, intervino en dicho proceso, no
como búsqueda de un modelo alternativo de desarrollo, sino como una estrategia de
diversificación de sus intereses. De ese modo la oligarquía además de plantaciones, poseía
industrias y las manejaba con un sentido tradicional.

Las industrias y las fábricas fueron las pequeñas haciendas urbanas de los señores oligarcas. El
velasquismo buscó romper estas distorsiones, logrando una cierta autonomía -que luego se
frustró- a través de las nacionalizaciones de las empresas extranjeras y de cambios en la estructura
de la propiedad, principalmente en el sector moderno, sin lograr la eliminación o al menos la
reducción del dualismo estructural.

En el Perú este proceso comenzó en los años 30 y se estancó en los años. 70, luego de mostrar
una serie de contradicciones y tensiones y de experimentar sucesivas crisis de intensidad creciente,
especialmente en el tipo de modernización basada en la industria sustitutiva de importaciones
sometida a frecuentes extrangulamientos externos.

En la década del 80, el Perú experimentó profundos cambios debido a la crisis económica y a la
violencia política y en la década del 90 debido a las políticas de estabilización y a las reformas
estructurales. En la década del 80 los cambios sociales más importantes son la pauperización de
las clases medias, la descampesinación sin proletarización, las desproletarización y la
informalización de las clases populares. Junto a estos procesos sociales, el cambio económico más
importante de esa década fue el agotamiento de la industria sustitutiva de importaciones como
modelo de desarrollo.

La década del 80 fue el escenario en el que se desarrolló una aguda contradicción entre las
presiones internas de la sociedad que, culminada la transición democrática, exigía distribución y
consolidación de la democracia y las presiones externas de los organismos financieros
internacionales que demandaban el pago de la deuda y el cambio de modelo de desarrollo en un
contexto de democracia política y de estancamiento económico (Paramio, 1991; Cavarozzi,
1992,1993). Estas presiones contradictorias produjeron, en el caso peruano, pendulaciones en las
políticas económicas de los 80. Para atender las exigencias de los organismos internacionales, el
presidente Belaúnde desarrolló en 1980 un tibio liberalismo y aplicó políticas ortodoxas que
produjeron una fuerte recesión de la economía y un acelerado proceso de deslegitimación del
gobierno a partir de 1983. Para atender las exigencias democratizadoras y distribucionistas de la
población, Alan García limitó en 1985 el pago de la deuda externa al 10% de las exportaciones y
reactivó la industria a través del gasto público expansivo y de la aplicación de políticas
heterodoxas que generaron una inflación desbocada y la deslegitimación acelerada de su gobierno
y de su partido (Ceder, 1994).

Los cambios socio-económicos más significativos de la década del 90 son la instalación de una
economía de mercado asentada en las ventajas comparativas, la autonomización de la sociedad
civil con respecto a los partidos y al Estado, la expansión de una sociedad de individuos junto con
procesos de fragmentación y de incremento de la pobreza. En los 90, el gobierno y la coalición
dominante que está tras él, aplicaron dos tipos de medidas para sentar las bases de un nuevo tipo
de modernización: la neoliberal. Esas medidas fueron la estabilización y las reformas estructurales.
A través de la primera buscaban controlar la inflación y mejorar la situación financiera del Estado
y a través de las segundas querían aumentar la eficiencia en la asignación de los recursos y
organizar un nuevo modelo de desarrollo en el que el Estado desempeñara un rol muy secundario.
La peculiaridad del caso peruano con respecto a otros de América Latina es que aquí las dos
medidas se han aplicado casi simultáneamente, haciendo más doloroso el ajuste estructural.

No hay duda que la estabilización ha tenido un innegable éxito, claro está con los resultados
negativos conocidos en el corto plazo: la reducción de la demanda debido a la reducción del gasto
publico al aumento de los impuestos y las altas tasas de interés; del consumo y el incremento
drástico de la pobreza. El éxito de las reformas estructurales es más discutible, pues pareciera que
el crecimiento de los dos últimos años tiene que ver con factores que no son propiamente del
modelo neoliberal.

Las principales reformas estructurales impulsadas por la coalición dominante han sido la apertura
del comercio exterior, la desregulación de los mercados y las privatizaciones. La medida de más
impacto en el Estado ha sido, sin embargo, la política de las privatizaciones que le han arrebatado
la calidad de mayor empresario del país para trasladada al capital extranjero. En efecto, hacia fines
de la década del 80, el Estado, pese a la crisis económica y fiscal, tenía en sus manos 186
empresas estatales -135 no financieras y el resto financieras- cuyas actividades generaban
alrededor del 20% del PBI. En 1989 los cinco grupos empresariales más importantes del país
eran propiedad del Estado, así como siete de las diez más grandes empresas. El Estado peruano
monopolizaba la generación de electricidad, agua potable, comunicaciones, la producción de
petróleo y gas, controlaba el 35% de la producción minera y e133% de los servicios de
transporte, canalizaba el 28% de las exportaciones y el 26% de las importaciones, respondía por
un tercio de la inversión pública que equivalía a 1.5% del PBI Y daba empleo en las empresas
públicas a 200 mil personas equivalente al 2.6% de la PEA (Alvarez Rodrich, 1991). Las
privatizaciones han eliminado al Estado empresario, han achicado al Estado empleador y han
dado lugar a un nuevo cuadro de las correlaciones entre las fuerza empresariales. El liderazgo
indiscutido lo tiene hoy el capital extranjero.

IV DEMOCRATIZACION SOCIAL SIN DEMOCRACIA

Las plantaciones, los enclaves y las industrias que surgieron en Lima a comienzos del siglo XX
dieron a luz a nuevos grupos sociales que inauguraron nuevas formas de protesta social. Algunas
de estas protestas -la jornada de las ocho horas y la reforma universitaria- se impusieron a la élite
aristocrática y al Estado que terminó reconociéndolas como derechos de los nuevos grupos
sociales. Otras (las demandas de alza de salarios y de mejores condiciones de trabajo), que habían
sido estimuladas por un sector de la élite gobernante, fueron reprimidas y el Presidente
Billinghurst fue defenestrado por un golpe de Estado. En las haciendas y en la comunidades, en
cambio, e clima social fue más tranquilo y cuando surgieron las protestas y las sublevaciones
indígenas contra los terratenientes y contra el Estado, ellas fueron violentamente reprimidas sin
contemplaciones ni concesiones.

1. La democratización social desde abajo

Las lecciones aparecen relativamente claras. En primer lugar, la sociedad de señores no se abrió
por sí misma a la democratización. Ninguno de sus componentes tuvo e interés ni la fuerza
suficiente para producir cambios desde dentro. Los grupos que la abrieron, al menos
parcialmente, fueron los nuevos grupos sociales subalternos -los obreros y las clases medias- que
surgieron en los sectores modernizados de la economía y que obligaron a las élites y al, Estado a
reconocerles ciertos derechos. En segundo lugar, las demandas populares no fueron recogidas
volu1tariamente por las élites ni , fueron reconocidas de buena gana por el Estado para formar
una comunidad política sino que les fueron impuestas, dando lugar a. una sociedad políticamente
polarizada.. En tercer lugar, la élite oligárquica se mostró dispuesta a desplegar todo tipo de
represión, incluso a dar un golpe de Estado, con la finalidad de rechazar las demandas de los
nuevos grupos sociales que ellos consideraban ilegítimas. En cuarto lugar, las élites y el Estado
rechazaron y reprimieron violentamente las demandas que surgieron dentro del mundo rural
tradicional. En quinto lugar, la apertura democratizante no provino de las élites modernizantes
contra las élites tradicionales sino que surgió desde abajo, de las clases medias y sobre todo de los
sectores obreros rurales y urbanos.

Esta lógica, que podemos llamar democratización social restringida, se mantuvo durante el largo
período de predominio de los enclaves y las plantaciones y del Estado Oligárquico. Ella comenzó
a cambiar cuando la economía de exportación se diversificó hacia la industria, especialmente
cuando ésta se hizo cada vez más importante a partir de los años 60. La creciente importancia de
la industria no implicó tanto una distinta relación con el sector exportador, en la medida que ella
expresó la diversificación de los intereses de los oligarcas y del capital extranjero, como una
distinta relación con el campo y los sectores rurales tradicionales. La industria no logró la
autonomía económica ni la eliminación del dualismo estructural, pero supuso una mayor
comunicación con la sociedad rural tradicional a través de diversos mecanismos: el incremento de
las relaciones de intercambio sobre todo en las regiones norte y central del país, la presencia de los
medios de comunicación de masas y a través de ellos de la cultura urbana, el ingreso de la
educación en el campo, la presencia y el activismo de los partidos políticos y la intensificación de
las migraciones del campo a las ciudades.

La industria no produjo una vigorosa burguesía industrial pero sí a una pujante clase obrera y a
nuevas clases medias. Los obreros se organizaron en sindicatos y federaciones y reflotaron la
Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), dando lugar al clasismo de los 60 los
70, uno de los movimientos sociales igualitaristas más importantes de este siglo cuyas demandas,
muchas de ellas reconocidas por el Estado, desbordaron las fábricas y al populismo del gobierno
militar mismo. Las clases medias organizaron los nuevos partidos reformistas de los 50 y los 60:
Acción Popular, la Democracia Cristiana y el Socialprogresismo que jugaron un papel importante
en la transición democrática de la dictadura odriista al régimen mas o menos democrático de
1956 y en la transición del Estado Oligárquico a otras formas post-oligárquicas del Estado. Las
nuevas relaciones entre la ciudad y el campo tradicional -las relaciones de intercambio desigual,
los medios de comunicación social, la educación, la influencia de la cultura urbana en el campo,
las campañas de organización partidaria en el campo- despertaron a las diversas capas del
campesinado que comenzó a moverse, tanto a través de las migraciones como a través de los
movimientos campesinos, y a quebrar la autoridad de los gamonales. Esta quiebra dio lugar a la
recomposición de la coalición dominante de la que salieron los gamonales e ingresaron algunos
sectores de las clase medias y de los sectores empresariales, recomposición que recogió
parcialmente, a través del reconocimiento de la necesidad de realizar la reforma agraria en las
tierras improductivas primero y en todos los latifundios después, la demanda campesina de tierra
para quien la trabaja. Las migraciones internas a las grandes ciudades y el carácter segregacionista
de éstas, dieron lugar a las invasiones urbanas y al crecimiento masivo y desordenado de las
ciudades y a la formulación de nuevas demandas al Estado que las rechazó durante largo tiempo
hasta que reconoció finalmente algunas de sus demandas en 1961. .
Esta nueva lógica, que podemos llamar democratización social ampliada rural tradicional no se
abrió por iniciativa propia ni por iniciativa de alguno de sus componentes sino debido a los
cambios que se produjeron en la relación entre la ciudad y el campo como resultado del proceso
de industrialización y del desarrollo del mercado interno. En segundo lugar, estos cambios en la
relación de las ciudades con el campo tradicional impulsaron nuevas formas de protesta social
campesina -las migraciones y los movimientos campesinos cuyas denuncias fueron parcialmente
acogidas, luego del despliegue de una fuerte represión, por la Ley de Bases de la Reforma Agraria
de 1962 y por la radica) Reforma Agraria de 1969. En tercer lugar, estos nuevos movimientos
campesinos quebraron la autoridad de los gamonales y, asociados a las presión de las clases
medias, permitieron la recomposición de la coalición dominante en el poder En cuarto lugar, la
democratización no fue conducida por las élites industriales contra la élites exportadoras -los
gamonales y el, Estado Oligárquico- puesto que, en gran medida, los exportadores y los
industriales fueron la misma cosa, sino por las clases populares y las clases medias; lo que
significó que la democratización se redujera prácticamente a lo que Tocqueville llamó la
igualación de las condiciones sociales -eliminación de los privilegios y de los rangos sociales-
manteniendo ciertos rasgos oligárquicos de la cultura y de la política. En quinto lugar, la
preeminencia de los nuevos movimientos obreros industriales que lideraron el conjunto de los
movimientos sociales en la década del 70 Y cuyas demandas igualitaristas fueron recogidas
parcialmente por las clases medias y por el Estado. En sexto lugar, el proceso de urbanización que
se desató como producto de las masivas migraciones del campo a las ciudades fue el escenario de
la democratización de las ciudades criollas segregacionistas y las demandas que dicho proceso
canalizó fueron reconocidas a regañadientes por la élite oligárquica a través de Ley de los Barrios
Marginales en 1961 y luego aceptadas parcialmente por las clases medias y el Estado. En séptimo
lugar, todos estos movimientos sociales de los '50 en adelante formularon un conjunto de
demandas socialmente democratizadoras que las clases medias y el Estado reconocieron
parcialmente dando lugar a un conjunto de derechos y a un avance importante en la configuración
de una comunidad política. En octavo lugar, la democratización social desde abajo no se tradujo
en una democracia política debido a que ni el Estado ni las clases medias ni las clases populares
tuvieron la capacidad de construir reglas de juego e instituciones estables aceptadas por todos
porque la condiciones en las que se desarrolló la industria no permitieron superar el dualismo
estructural ni ofrecer nuevas formas de integración social y política.

En ambas lógicas, tanto en la democratización social restringida como en la democratización


social ampliada desde abajo, las clases medias jugaron un rol de dirección y de articulación de los
diversos y dispersos movimientos sociales. Ellas ofrecieron un sentido político e histórico a las
diversas luchas de los obreros, los pobladores y los campesinos, les dieron una forma
programática, contribuyeron a su organización gremial y política y buscaron mal que bien formar
una comunidad política nacional.

2. Los indígenas: el reconocimiento social a costa de la identidad étnica.

La opresión indígena, establecida en la colonia y mantenida durante la república constituye una


de las barreras objetivas que ha impedido la integración del Perú como sociedad pluricultural y ha
sido y es uno de los obstáculos más férreos en la formación de la ciudadanía. Salvo esporádicas
excepciones, el Estado criollo nunca reconoció al Perú como sociedad
pluricultural estableciéndose un abismo entre, ellos. El Estado impuso más bien una
homogeneización forzada de las diferencias para obtener la condición ciudadana. De ese modo,
los indígenas han accedido a la ciudadanía al alto costo de su identidad étnica. La relación entre el
Estado criollo y la sociedad pluricultural ha sido y es, en realidad, compleja. El Estado criollo
impuso un sistema de dominación cultural y social sobre el mundo indígena a través de la
castellanización forzada, pero el mundo indígena apeló a la resistencia cultural y utilizó la misma
castellanización y otros mecanismos criollos de opresión para expandir su propia cultura. La
resistencia cultural del mundo indígena parece ser una estrategia más general que se puede
encontrar en otros campos de la cultura. Pablo Macera ha encontrado que los pintores populares
andinos utilizaron los cuadros coloniales y los redefinieron apelando a una iconografía más
vinculada a su vida cotidiana mediante la pintura de San Isidros y vírgenes cholas, a los colores
más vivos ya los planos más amplios con motivaciones andinas para afirmar su propia identidad
(Macera) 1979).

Examinado las cifras estadísticas que se refieren a las características. étnico-lingüísticas se puede
percibir un acelerado proceso de castellanización, una caída vertical de las lenguas indígenas y un
estancamiento relativo del bilingüismo. Los monolingües quechuas mayores de 5 años han
disminuído de 31.1 % de la población de esa edad en 1940 a 16.8% en 1961, a 11.1 % en
1972 y a 3% en 1993. Los monolingües aymarás -numéricamente poco significativos si los
comparamos con los quechua hablantes- han seguido el mismo curso, pero en forma más lenta.
En efecto) ellos descendieron del 3.5% de la población de 5 años y más en 1940 a 1.9% en 1961
y 1.3% en 1972. Estos retrocesos de los monolingües indígenas se han producido, no en favor
del bilingüismo, sino de la castellanización. En efecto) el bilingüismo castellano-quechua de la
población mayor de 5 años se mantiene más o menos en los mismos niveles: 15.6 en 1940) 15.7
en 1961) 14.5 en 1973. El bilingüismo aymará-español) en cambio) se ha duplicado
prácticamente en los últimos años) aunque su significación es escasa: De 0.9% en 1940 pasa a
1.5% en 1972.

V. EL ESTADO OLIGÁRQUICO AL ESTADO NEOLIBERAL: CAMBIOS y


CONTINUIDADES.

El Estado Oligárquico ha experimentado cambios importantes desde los años 50 en adelante. En


una primera etapa (1950-1968), los cambios fueron evolutivos, como producto de la lenta
constitución de diferentes coaliciones dominantes que establecieron diversos compromisos y
transacciones que impedían una ruptura brusca del orden señorial. En una segunda etapa (1968-
1976), los cambios fueron una ruptura con el Estado Oligárquico por imposición del
velasquismo y de la nueva coalición populista que acabó con la élite señorial a través de reformas
nacionalistas y democrátizantes, especialmente la Reforma Agraria. En la tercera etapa, la actual,
la nueva coalición dominante desmonta el Estado Velasquista que fue la forma de Estado que
más se aproximó a lo que en América Latina se ha llan1ado el Estado Populista y organiza el
Estado Neoliberal, cuya primera configuración ha sido el resultado de las reformas estructurales,
impulsadas por los organismos financieros internacionales.

Junto a estos cambios, el Estado mantiene, sin embargo, importantes elementos de continuidad.
En primer lugar, el patrimonialismo que ha asumido formas diversas a 10 largo de este siglo. El
actual por ejemplo, llamado por Julio Cotler neopatrimonialismo, se caracteriza porque el
Presidente monopoliza el derecho de la privatizaci6n del poder público y lo hace principalmente
a través del Ministerio de la Presidencia y de formas autoritarias en el ejercicio del poder. En
según lugar, el carácter excluyente. En este caso, se ha pasado de la exclusi6n total del Estado
Oligárquico a las exclusiones parciales, económicas y/o políticas, cuyo contenido concreto ha ido
variando según los tipos de régimen político. En tercer lugar, la ausencia de comunidad política
que ha ido dando lugar a una forma débil y menguada de la misma debido al divorcio existente
entre las élites y la ciudadanía y a la renuencia de aquellas a reconocer y garantizar los derechos de
ésta.. En cuarto lugar, la debilidad de las instituciones estatales y el predominio de las funciones e
instituciones coercitivas, discrecionalmente ejercidas. Es cierto que, el monopolio de la coerción
es una característica compartida por todos los Estados modernos; la peculiaridad del Estado
peruano es la discrecionalidad de su ejercicio, como rezago del viejo pretorianismo.

VI. ACTORES Y ESTRATEGIAS EN LA CONSTRUCCION DE IA CIUDADANIA

Basadre (1931) ha dicho que los liberales del siglo XIX instauraron las instituciones políticas,
modernas en el Perú, no, como procesos orgánicos, de modernización económica, social y
política, sino como copia e imitación siguiendo esa pauta fundaron la República y sus
instituciones modernas -la división de poderes, el parlamento representativo, la ciudadanía- sin
haber logrado organizar una autoridad pública nacional ni un proceso de modernización
económica. Dichas instituciones modernas coexistieron con una estructura patrimonial e incluso
sultanista del poder, con una sociedad de señores, siervos y esclavos, con una economía agraria
pre-capitalista. Los liberales no fueron capaces de eliminar los privilegios coloniales (latifundios,
privilegios eclesiásticos, diezmos y primicias, fueros, mayorazgos, vinculaciones) que impedían el
desarrollo de una sociedad y de una autoridad modernas.

Las élites tradicionales no sólo coexistieron con las instituciones políticas modernas sino que las
instrumentaron en su propio beneficio. Las débiles y fragmentadas élites señoriales interpretaron
las instituciones modernas, los productos culturales, los estilos de vida modernos con códigos
tradicionales y las utilizaron para reforzar su dominación tradicional. Fernando de Trazegnies
(1980) ha llamado con acierto modernización tradicionalista a esa peculiar simbiosis y Guillermo
Nugent, Contramodernidad (1992).

Aquí se sugiere los actores y las estrategias que se utilizaron para abrir la cerrada sociedad señorial
y para construir la ciudadanía en el caso peruano. Desde la perspectiva de los actores se toma en
cuenta si son élites o masas y desde el punto de vista de las estrategias se considera si dichos
actores apelaron a la liberalización o a la democratización o ambas a la vez. Cualquiera sea el
camino emprendido, la construcción de la ciudadanía se inicia desde una hegemonía cerrada que
puede ser de carácter señorial o simplemente dictatorial. No es difícil percibir la notoria
influencia de Robert Dah1 y sus estudios sobre las poliarquías en este análisis de la formación de
la ciudadanía en el Perú. Las categorías teóricas de liberalización y democratización utilizadas por
Dahl para señalar las aperturas de una hegemonía cerrada -señorial o dictatorial- al disenso, la
oposición y competición, por un lado, y a la inclusión de las clases bajas a la vida política a través
del sufragio universal, por otro, se corresponden respectivamente con la formulación jurídica de
los derechos civiles y los derechos políticos de Marshall y con la formalicen filosófica de libertad
negativa y libertad positiva de Constant, Berlín y Bobbio.

La Figura 1 muestra la existencia de tres grandes estrategias en la formación de la ciudadanía en el


Perú: la estrategia de la liberación sin democratización emprendida por la oligarquía entre 1895 y
1930) la estrategia de la democratizaci6.n emprendida por las clases medias y populares que tiene
tres variantes y la estrategia de liberalización con democratización de las clases medias de los años
50. La primera estuvo restringida a las élites y desembocó en un régimen oligárquico competitivo)
la segunda abrió la participación a las masas en distintos grados y formas) según los actores de la
apertura democrática, y desembocó en una hegemonía incluyente y la tercera abrió
simultáneamente la participación a las masas y la competencia a todas las fuerzas políticas y se
diripi6 a una democracia de masas, pero a nivel urbano, manteniendo la exclusión de los
campesinos. La liberalización oligárquica tuvo una apertura democrática tardía y la
democratización tuvo también liberalizaciones tardías.

VII. MAPAS, BRECHAS Y TIPOLOGIAS DE LA CIUDADANIA EN EL PERU


¿Cómo es la ciudadanía en el Perú? ¿Cuáles son sus características principales? ¿Qué niveles
alcanza en cada uno de los distritos del país? ¿Cómo se relacionan la ciudadanía civil con la
ciudadanía política y con la social? ¿Existe equilibrio o desequilibrio entre ellas? ¿Hay diferencias
entre los diferentes grupos y clases sociales, los hombres y las mujeres, las regiones, el campo y la
ciudad, las diferentes culturas en la constitución de la ciudadanía?

Este capítulo busca responder estas preguntas. Para hacerlo asume una mirada estructural, esto es,
una perspectiva que permita mostrar los diversos elementos que componen la ciudadanía, la
manera como se relacionan, las distancias que existen entre ellos y las tensiones y contradicciones
subyacentes. Se trata de hacer una especie de radiografía de la ciudadanía en el Perú para señalar
los diversos rasgos que la caracterizan. Ella es, sin embargo, una radiografía de lo que podríamos
llamar un cuerpo de la ciudadanía que se percibe con los datos censales y con las estadísticas
electorales. Ese cuerpo ciudadano está hecho de cifras estadísticas que aluden al grado de
autonomía y libertad de las personas (ciudadanía civil), a los porcentajes de participación política
en los .actos electorales (ciudadanía política) y a los niveles de acceso al bienestar que produce la
colectividad (ciudadanía social). Esta es la dimensión objetiva de la ciudadanía. La dimensión
subjetiva -los niveles de conocimiento que los ciudadanos tienen de sus derechos,
responsabilidades y fundamentos, las actitudes que desarrollan frente a esos derechos, la
evaluación de los mismos y el tipo de ciudadanos que ellos quisieran ser- será rescatada a través de
entrevistas, encuestas, trabajo de campo y grupos focalizados en otro trabajo. Un elemento
importante de la dimensión subjetiva de la ciudadanía está constituida por los traumas, los
temores y los complejos de inferioridad y de superioridad que impiden a las personas considerarse
y tratarse como iguales. Este elemento es especialmente importante en agudas situaciones de
discriminación como producto de una historia y de una herencia coloniales. Mientras existan
peruanos que hablan llorando, sin mirarse a la cara en evidente muestra de inferioridad, la
ciudadanía en el Perú no será una realidad acabada, aunque todos los derechos sean reconocidos y
garantizados.

Para analizar la dimensión objetiva de la ciudadanía hemos seguido el método cuantitativo que,
asumiendo algunas variables en cada una de las dimensiones de la ciudadanía, nos ha permitido
elaborar cuadros estadísticos, gráficos y mapas de ciudadanía. El análisis de los mapas de la
ciudadanía en el Perú permite analizar, en primer lugar, los niveles alcanzados por la ciudadanía
en alrededor de 1800 distritos del Perú, en segundo lugar, la estructura ciudadana que, indica el
grado de consistencia de la ciudadanía o las condiciones en las ella se logra en sus diversas
dimensiones (civil, política y social), en tercer lugar, las brechas que presenta en los rubras de
género, de etnia, de región ) en la relación campo-ciudad y, en cuarto lugar, la relación que existe
entre la ciudadanía y la pobreza. A partir de la relación de la ciudadanía con la pobreza se ha
elaborada una tipología de la ciudadanía en el Perú.

El estudio cuantitativo de la ciudadanía permite no sólo observar y comprender mejor los mapas
objetivos de la ciudadanía, los elementos que la componen, sus relaciones'.estructurales y sus
diversas brechas, sino que también contribuye a definir mejor una política de intervención
ciudadana así como las metas que ella puede proponerse. La cuantificación que aquí presentamos
es un avance en esa dirección. En efecto, los diversos índices de este estudio constituyen la
primera parte de un Índice General de Desarrollo Ciudadano que comprenderá los resultados de
los mapas subjetivos de la ciudadanía cuya elaboración está actualmente en curso. Dicho índice
busca constituirse en un instrumento de la participación ciudadana con miras a la fiscalización y a
la evaluación de las políticas públicas, con la finalidad de superar el frecuente divorcio que
presenta la marcha de la economía, de la sociedad y del Estado con la vida concreta de los
ciudadanos de carne y hueso. Los gobernantes suelen elogiar la salud de la economía y el vigor de
la democracia; sin embargo, los ciudadanos suelen sentirse económicamente mal y políticamente
inseguros.

1. Los niveles de ciudadanía

El mapa de los niveles de ciudadanía muestra que no todos los peruanos gozamos del mismo
nivel de ciudadanía y que, por tanto, no tenemos los mismos derechos. Unos peruanos son más
ciudadanos que otros. Los niveles de desigualdad son muy acentuados. Ellos varían según la
región geográfica, los niveles de modernización y de democratización y los niveles de pobreza.

La mayoría de los distritos del país alcanzan un nivel medio de la ciudadanía, pero la mayoría de
los peruanos viven en los distritos que tienen altos niveles de ciudadanía. Estos se ubican
principalmente en la costa y más específicamente en los departamentos que! tienen los más altos
niveles de modernización de democratización. Los distritos que tienen niveles medios de
ciudadanía, en cambio, se encuentran en la sierra y en la selva y los que tienen bajos y muy bajos
niveles de ciudadanía se concentran, como era de esperarse, en el sur andino.

Esta desigualdad abarca tanto a la ciudadanía global como a las dimensiones que la integran: la
ciudadanía civil que se organiza en torno a la libertad, la ciudadanía política que se organiza en
torno a la participación y la ciudadanía social que tiene que ver con el nivel y la calidad de vida.
Sin presentar un mayor número de distritos y un mayor volumen de población con niveles bajos y
muy bajos de ciudadanía.

2. La estructura de la ciudadanía.

Los peruanos tampoco gozamos de todos los derechos por igual. Menos de un tercio de los
peruanos accede a todos los derechos: civiles, políticos y sociales. Son aquellos que viven en los
distritos que tienen los más altos niveles de ciudadanía. La mayoría, en cambio, goza de unos
derechos más que de otros. Son los derechos civiles los más accesibles a la mayoría seguidos de los
derechos políticos que presentan, sin embargo, muchas irregularidades, sobre todo en las zonas
que estuvieron en estamos de emergencia. Son los derechos sociales que tienen que ver con el nivel
y calidad de vida los más esquivos a, por lo menos, un tercio de los peruanos.

Cuando una persona o un grupo social goza de todos los derechos por igual, decimos que tiene
una estructura ciudadana consistente. Por el contrario, cuando ellos no gozan de todos los
derechos en el mismo nivel, decimos que tiene una estructura ciudadana inconsistente. El mapa de
la estructura de la ciudadanía muestra que muy pocos distritos presentan altos y muy altos niveles
de consistencia. Ellos están dispersos en algunos lugares de la costa. Los restantes distritos de la
costa muestran un nivel medio de consistencia. La mayoría de los distritos presenta baja o muy
baja consistencia en su estructura ciudadana. Estos distritos se ubican en la sierra y en la selva.
En general, existe una relación directa entre el nivel de consistencia o equilibrio de la estructura
ciudadana con el nivel de ciudadanía. Los distritos que tienen más altos niveles de ciudadanía
presentan igualmente más altos niveles de consistencia en su estructura ciudadana y los distritos
que tienen bajos niveles de ciudadanía exhiben igualmente una baja consistencia ciudadana.

3. Las brechas ciudadanas

Unos peruanos son más ciudadanos que otros en virtud de alguna característica peculiar: son
hombres, viven en Lima o en otras ciudades) son blancos, criollos o mestizos o son ricos.

a. La brecha rural-urbana

Como es obvio, hay más ciudadanos en la ciudad que en el campo. La relación ciudad-campo
establece una brecha entre los ciudadanos. En los distritos más rurales hay menos ciudadanía. De
los 249 distritos que ocupan el débil más alto de población rural, 135 tienen un nivel medio de
ciudadanía) 98, un nivel bajo y sólo 16 un nivel alto de ciudadanía. En cambio, de los distritos
que ocupan el décil más bajo de población rural, 179 tienen alto nivel de ciudadanía, 29, un nivel
medio y 8, un nivel bajo.

Por el contrario, los distritos más urbanos tienen más altos niveles de ciudadanía y los menos
urbanos presentan niveles más bajos de ciudadanía. De los 185 distritos que ocupan el décil más
alto de población urbana (más de 11 millones de peruanos), 151 tienen un nivel alto de
ciudadanía, 27, un nivel medio y 7, un nivel bajo. De los 318 distritos que ocupan el décil más
bajo de población urbana, 118 tienen un nivel bajo de ciudadanía, 179, un nivel medio y sólo 21,
un nivel alto.

b. La brecha de género

Los hombres y las mujeres no acceden por igual a .los derechos ciudadanos. Los hombres son más
ciudadanos que las mujeres. En efecto, ellos tienen más altas tasas de alfabetismo, más niveles de
educación y mayores tasas de actividad económica, según los datos del censales de 1993 a nivel
distrital.

La mayoría de los distritos presenta amplias brechas de género, principalmente en la sierra y en


parte de la selva y de la costa. Es también significativo el número de distritos que presenta niveles
medios de brecha de género. Quizá el dato más significativo es que la brecha de género más
reducida en muchos distritos de Puno, especialmente de la zona aymará.

Existe una relación inversa entre los niveles de ciudadanía y la brecha de género. Las mayores
brechas de género se presentan en los niveles más bajos de ciudadanía y las mas bajas en los
niveles mas altos de ciudadanía, aunque la relación inversa no es muy alta (r= -377).

c. La brecha étnica

Los blancos, los criollos, los mestizos y los .cholos son más ciudadanos que los indígenas. La
condición indígena les impide acceder en igualdad de condiciones a la ley y a la justicia, a la
educación, al mercado y a otros derechos ciudadanos. Esta diferencia constituye la brecha étnica.
Esta se elaboró en base a las diferencias entre los que hablan castellano y los que hablan algún
idioma nativo no oficial.

Convirtiendo luego esas diferencias en deciles, El 18.0% de los distritos con el 6.8% de la
población ocupa el décil más alto de la brecha étnica, mientras el 36.3% de los distritos y de la
población ocupa el décil más bajo de dicha brecha. En realidad, la mayor parte de los distritos y
de la población ocupan los niveles más bajos de la brecha étnica, lo que concuerda con las
características culturales y lingüísticas del Perú actual que es mayoritariamente un país de
mestizos y cholos.

Existe una alta relación inversa entre la brecha étnica y los niveles de ciudadanía. Los distritos que
presentan una alta brecha étnica tienen bajos niveles de ciudadanía y los que tienen una baja
brecha étnica presentan, por el contrario) altos niveles de ciudadanía.

d. La brecha regional

Los peruanos de la costa son más ciudadanos que los que habitan en la sierra y en la selva. En
efecto) los más altos niveles de ciudadanía se concentran en la costa y los niveles medios y bajos
se distribuyen en la sierra y en la selva. Comparando los mapas de ciudadanía con los mapas de
modernización y de democratización del tercer y cuarto capítulo respectivamente, se encuentra
una alta relación directa entre los tres procesos. Los distritos que tienen más altos niveles de
ciudadanía se ubican en los departamentos con más alta modernización y democratización.

4. Pobreza y ciudadanía.

La pobreza establece la más amplia brecha entre los ciudadanos y las ciudadanas en el Perú. Los
pobres tienen menos derechos ciudadanos que los ricos. En efecto, existe una relación inversa muy
significativa entre la pobreza y la ciudadanía (r = -0.730). Los distritos con menos niveles de
pobreza tienen más altos niveles de ciudadanía y los distritos con más niveles de pobreza tienen
niveles bajos de ciudadanía. .

Sin embargo, la ciudadanía no se deja atrapar por la pobreza. El mapa de la pobreza muestra que
la mayoría de los distritos se ubican en el décil más bajo (688 distritos) pero el mapa de la
ciudadanía muestra que la mayoría de los distritos se encuentra en un nivel medio. Esto significa
que en el Perú hay más ciudadanos que pobres aunque su ciudadanía sea muchas veces
inconsistente. Ello se debe al relativo avance de los derechos civiles y políticos, puesto que los
derechos sociales acompañan el mapa de la pobreza. El cruce de los mapas de la pobreza y la
ciudadanía da lugar a una interesante tipología ciudadana que muestra los diversos grados que
presenta la brecha social de la ciudadanía en el Perú.

*López, Sinesio: Perú: Mapas de una Ciudadanía Inconclusa. La Condición


Ciudadana. Lima, Ed. V-nómica, 1996, pp. 4-29.

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