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TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN EN OPINIÓN


PÚBLICA Y MERCADO
TITULAR: PROF. HERIBERTO MURARO
ADJUNTA: LIC. MÓNICA PETRACCI

CUADERNO DE CÁTEDRA Nº 1
La memoria social o histórica, con especial
referencia a los desaparecidos

Los atentados terroristas contra la Embajada


de Israel y la A.M.I.A.

Heriberto Muraro

ORGANIZADORAS DE ESTA PUBLICACIÓN:


MÓNICA PETRACCI
DALIA SZULIK

Esta serie de Cuadernos de Cátedra ha sido posible gracias


al apoyo económico que desde hace años nos brinda la
Universidad de Buenos Aires a través de los subsidios
Ubacyt y al aporte teórico-conceptual de las/os integrantes
del Grupo Opinión Pública y Salud Reproductiva (OP.y SR.)

- 2001 -
2

LA “MEMORIA SOCIAL” O “HISTÓRICA” DE LOS ARGENTINOS, CON


ESPECIAL REFERENCIA A LOS DESAPARECIDOS1
Heriberto Muraro

El presente artículo sintetiza los resultados de una encuesta realizada en el área de la


Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires durante la primera semana del mes de
octubre de 1994. Doscientas personas de dieciocho y más años de edad, distribuidas
según sexo y edad de acuerdo a los datos del Censo de Población de 1991, fueron
entrevistadas telefónicamente.

El grueso de las preguntas incluidas en el cuestionario fueron “espontáneas” o


“abiertas”, es decir, que los encuestados no fueron obligados a optar entre diversas
alternativas de respuesta prefijadas por el investigador.

Acerca de la memoria social y los desaparecidos

Esta investigación trata de la memoria social o histórica de los argentinos y por


supuesto, del reverso obligatorio de aquélla, del olvido o si se quiere, de la represión del
recuerdo. La memoria a la cual nos referimos en las páginas siguientes no es esa función
elemental, estrictamente individual que nos permite, por ejemplo, recordar el número de
teléfono o la dirección de nuestros domicilios. Se trata, por el contrario, de una
construcción colectiva cuya materia prima no son sólo las experiencias afectivas e
intelectuales de cada uno con los “hechos brutos” de nuestra historia -la desaparición de
militantes políticos hacia la década del ´70 o el lanzamiento de un slogan publicitario
durante los años ochenta- sino también los comentarios que ellos suscitaron en los
medios y dentro de los incontables grupos primarios y secundarios a los cuales
pertenece cada sector social. Pero también, como sucedieron con la represión durante la
última dictadura militar, con el “silencio elocuente”, con el “silencio compartido” de
muchos.

Mi más apreciado sociólogo, Alfred Schutz -el autor de la inconclusa obra sobre las
estructuras del mundo de la vida- se preguntó en alguna ocasión cuál era el proceso por
el cual cada individuo se reencuentra con su propia identidad y se “enchufa” en su
propia biografía todas las mañanas, a la hora de despertarse. Análogamente, resulta hoy
igualmente legítimo y “científico”, especialmente en el caso argentino, preguntarse de
qué manera, a través de qué mecanismos o dispositivos, una comunidad logra adaptarse
a los cambios y, a la vez, ratificar una y otra vez su identidad a pesar de que ella, por
definición, nunca es idéntica a sí misma.

Aunque pueda resultar un tanto difícil de interpretar conviene introducir aquí un


razonamiento seudogeométrico cuyo origen se puede remontar a los trabajos de Husserl
y Heidegger acerca del tiempo inmanente y su fenomenología. Imaginemos un
individuo ubicado en el instante temporal (físico) B a quien la vida arrastra (es una
manera de decir que envejece) hacia C. En B él tendrá una representación de su pasado
inmediato (que pertenece a ese presente) A y una expectativa con respecto al futuro
inmediato que es C (que también pertenece al presente B). Al llegar a B, nuestro
individuo imaginario -una suerte de mariposa atrapado en las líneas de clivaje de la
temporalidad- elaborará con una representación del pasado inmediato B y A y una
1
. Este artículo se terminó de escribir el 20 de octubre de 1994.
3

representación del futuro D y así sucesivamente. Ahora bien, aceptando que la


representación del futuro y del pasado no son “hechos”, lo que el “modelo” anterior nos
está diciendo es que cada uno de nosotros debe ingeniárselas para armar un pasado y un
futuro diferente, reestructurando todo lo anteriormente vivido y las expectativas sobre lo
que podría llegar a vivir, en cada punto temporal por el cual atraviesa.

En el caso de la memoria colectiva este proceso es aún más complejo debido a que
involucra una multiplicidad de individuos cuyas experiencias, intereses, conocimientos,
habilidades lingüísticas y predisposiciones sentimentales son heterogéneas. En este
caso, la creación de una representación del pasado en cada punto temporal es algo que
cada uno no puede llevar a cabo dialogando con su propia imagen en el espejo del baño;
ella requiere de la conversación con terceros, del concurso de procesos institucionales
más complejos que van desde los monumentos que duermen en las plazas públicas hasta
los ceremoniales del Estado para las fechas patrias, pasando por una nota en un
periódico o la película La Lista Schindler del director Steven Spielberg.

Esa memoria está condenada a renovarse inexorablemente debido a la sucesión de las


generaciones. Por ejemplo, si se da por supuesto que los individuos pisamos el umbral
del tiempo histórico hacia los ocho años -es decir, en el momento en el cual la maestra
de primer grado nos descubre que a cada día vivido corresponde una fecha que debe
anotarse en el cuaderno de clase-, los datos del Censo de Población (1991) demostrarán
que sólo un 22% de los argentinos podemos tener recuerdos personales del retorno de
Perón a la Argentina; 17% del triunfo del peronismo en 1945 y del término de la
Segunda Gran Guerra y menos de un 6% de la crisis de los años ´30 y de la caída del
gobierno de Yrigoyen.

No obstante lo anterior, las sociedades no están condenadas a resignarse al paso del


tiempo: existen procedimientos -a veces sumamente eficaces- para “nadar contra la
corriente” y evitar el olvido desorganizado, es decir, la fragmentación de la memoria
colectiva en una galaxia informe de memorias balcanizadas, o mutuamente
incompatibles entre sí. Se trata de dispositivos destinados a esquematizar, simplificar,
idealizar y generalizar el recuerdo cuyo resultado final a menudo suele adaptarse mejor
a las necesidades de integración de la comunidad que a la verdad histórica.

Esos recursos -que suponen tanto la prescripción del recuerdo de ciertas cosas como el
olvido de otras- pueden ser aplicados de arriba hacia abajo por los dueños del poder,
dando lugar así al nacimiento y difusión de una “historia oficial”. O bien, pueden ser
gestados en sentido inverso, de abajo hacia arriba, desde la sociedad hacia el Estado,
para dar lugar a una cultura “del pueblo”. Sin embargo, ambos movimientos -de arriba
hacia abajo y de abajo hacia arriba- rara vez evolucionaron en estado puro, con el
esquematismo con que pueden describirlos los cultores del elitismo y del populismo.
Por el contrario, lo "normal" es que esos intermundos terminen impregnándose
mutuamente hasta alcanzar una suerte de empate no exento de ambigüedades e
incoherencias lógicas, o mejor dicho, ideológicas. La sociedad (reificada aquí) no puede
soportar permanecer durante mucho tiempo en un disenso determinado, no sólo porque
de alguna manera debemos convivir los unos y los otros sino también porque a cada
paso aparecen sobre el horizonte nuevos conflictos que suponen barajar y volver a
repartir los naipes. Antes, burgueses contra proletarios, luego Norte contra Sur, ahora
feministas contra machistas, ecologistas contra indiferentes, mañana … ¿quién sabe?
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Otro aspecto de interés de esas prácticas sociales de recreación de la memoria colectiva


es que siempre son de doble filo, que su éxito nunca puede estar garantizado sine die. La
obstinación en que se recuerde algo, cualquier cosa, puede dar lugar al recuerdo
estereotipado o “muerto” cuando no a una secreta hostilidad en contra del “objeto” que
se impone tener presente. La presión para que algo se olvide -ya sea la que un sujeto
puede imponerse a sí mismo o que decreta una autoridad-, las conspiraciones del
silencio o la censura sistematizada derivan con frecuencia en el recuerdo recurrente de
lo que se busca olvidar. Nada más ilustrativo de estos fenómenos que los procesos
político-culturales que se registran en la Europa oriental, desde la orgía de monumentos
de Lenin derribados hasta el renacimiento de símbolos monárquicos y étnicos que
muchos consideran totalmente extinguidos (no sólo la burocracia de la nomenklatura).

Pasemos ahora al tema que aquí fuera el foro central de la investigación, el de los
desaparecidos durante los años del autodenominado Proceso de Reorganización
Nacional o en el momento inmediatamente anterior. En primer lugar los datos
recopilados indican que para casi 4 por cada 10 residentes del Área Metropolitana,
ahora con 18 o más años de edad, la tortura y muerte de personas fue algo conocido y
que, la mayor parte de las veces, accedieron a esa siniestra revelación durante la
dictadura, es decir, en un momento en que los medios masivos eludían el tema y era
difícil el intercambio personal al respecto. Desde el punto de vista de las modernas
teorías de la psicología se puede inferir que ese “conocimiento” fue algo así como una
nube de malos sentimientos que flotó sobre las cabezas de todos. Que impuso a muchos
la pesada tarea de no pensar en lo que, de todas maneras, estaba pasando así como una
lesión fuerte a su fe ingenua (pero imprescindible) de que existe en el mundo una suerte
de justicia inmanente. Hoy en día, visto retrospectivamente, resulta difícil evaluar lo que
todo ello supuso en materia de costos humanos ya que, como dijera alguien cuyo
nombre no recuerdo, “de la desesperación no tenemos medida alguna”.

Esos traumas han dejado en la población local una marca tan fuerte que la más frecuente
asociación de nuestros encuestados con respecto a la frase “Proceso…” ha sido
“desaparecidos” y la casi totalidad de los recuerdos al respecto tienen que ver con la
represión, los “Falcon Verde”, la persecución y la opresión. Apenas un 5% del total de
casos asoció este período con el orden y la tranquilidad. Es necesario entender bien la
índole de esa asociación: cuando se preguntó sobre los hechos históricos que más habían
conmovido a los encuestados muy pocos de ellos se refirieron directamente a los
desaparecidos prefiriendo apuntar de manera genérica al período 1976-1983, pero el
meollo del “Proceso…” son los desaparecidos y la Guerra de las Malvinas; ambos
estrechamente vinculados entre sí por una misma aureola de muerte e impotencia.

Otro aspecto que merece ser interpretado aquí es que, a despecho de todas las
previsiones, los entrevistados hablaron, y mucho, y muy directamente, de los
desaparecidos, afrontando así una tarea compleja y difícil. A mi parecer, ello indica que
el grueso de la sociedad argentina está hoy compensando sus años de silencio, de
complicidad involuntaria (o voluntaria) frente a la dictadura, con la autoimposición de
una norma moral de no olvidar. Nos hemos juramentado para no expulsarlos de nuestra
memoria colectiva.

Pero ese proceso de asunción del drama y de la culpa, de que en el mundo no existe una
justicia inmanente aunque cada uno haga como si existiera, ha supuesto una tarea
paralela por la cual esas muertes y torturas han sido despojadas de contenido político y
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sus víctimas metamorfoseadas en inocentes o en personas sin identidad partidaria que se


atrevieron a protestar contra la dictadura militar. Es decir, los desaparecidos han sido
rescatados desde el discurso de los derechos humanos a expensas del discurso
revolucionario en vigencia hacia la década del ´70. Allí donde supuestamente hubo sólo
militantes conscientes de sus sacrificios, hoy restan víctimas injustamente perseguidas
por la dictadura o héroes de la democracia. Por esa causa es que, salvo excepciones,
nadie nombra ya a Montoneros o ERP, las organizaciones por las cuales algunos de los
desaparecidos, nadie sabe qué proporción “dieron” sus vidas.

Una última acotación: no existe cosa tal como una teoría de los dos demonios y, en
cierta medida, sí existe. Cuando el dilema es entre Mario Eduardo Firmenich y los
integrantes de las Juntas Militares ambos son rechazados y se considera que deberían
estar aún entre rejas. Pero, en otro plano, cuando el dilema se plantea entre los
desaparecidos -tal como ellos han sido reelaborados por la memoria colectiva a partir
del discurso de los derechos humanos- existe una sola fuente del mal, la dictadura, y una
sola fuente del bien posible, la democracia.

Análisis de datos

Acontecimientos históricos más conmovedores

La primera pregunta formulada a los entrevistados fue la siguiente: De los últimos 20


años de historia argentina, ¿cuál fue para Ud. el hecho más conmovedor, que le dejó un
recuerdo que considera imborrable?

Las respuestas espontáneas y “abiertas” de los entrevistados fueron codificadas tomando


en cuenta, en primer término, qué hechos puntuales eran mencionados por los
encuestados. De acuerdo a esos datos, el total de los encuestados mencionó en orden
descendente: la dictadura militar que se iniciara con el golpe del año 1976 sin mayor
aclaración de qué aspectos lo habían conmovido de manera notable de ese período
(23%); la guerra de Malvinas (18%); el atentado contra la Asociación Mutul Israelita
Argentina (AMIA) y/o contra la Embajada de Israel (16%); la transición democrática
del ´83 (9%); los desaparecidos y otros acontecimientos involucrados a la “guerra sucia”
(4%) y el retorno de Perón en 1973 (3%). Un 10% indicó otros hechos diferentes a los
anteriores en tanto un 6% residual no opinó al respecto.

Posteriormente se agruparon todas las menciones según el período político al cual


corresponden (por ejemplo, el atentado de la AMIA fue adjudicado al período de
Menem y así sucesivamente). De tal forma se observó que el 43% de los recuerdos
corresponden al “Proceso…”; 17% al gobierno de Menem (los atentados); 12%, al
tercer gobierno peronista (su retorno); 11%, al gobierno de Alfonsín (la transición) y
1%, a períodos anteriores a 1973. Un 4% mencionó acontecimientos no destacables (sin
fecha precisa) y 13% formuló respuestas no categorizables por período (la mayor parte
de ellas del tipo “no sabe- no contesta”).

Como era previsible, los hechos conmovedores mencionados varían significativamente


según la edad de los encuestados. Para las personas de 18 a 20, el recuerdo más a
menudo citado es el de los atentados (a la AMIA y/o a la Embajada de Israel); para los
de 21 a 50 años, fue la Guerra de Malvinas y la dictadura militar del ´76; para los de 51
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a 60, el “Proceso…” y la muerte de Perón en tanto que para los de 61 y más fue el
retorno de Perón hacia 1973.

El momento en el cual el país encontró el rumbo correcto

Se preguntó: ¿Hubo algún momento en el cual Ud. sintió que este país había
encontrado el rumbo correcto y tenía grandes posibilidades de resolver sus problemas
más importantes?

Un 21% del total de casos eligió de manera espontánea la actualidad (haciendo


referencia al período que se atravesaba) y, en especial, el Plan Cavallo; 13%, a los años
de retorno a la democracia; 9%, al gobierno de Raúl Alfonsín; 8%, a los primeros
momentos del gobierno de Menem; 4%, al gobierno peronista del ´73; 2%, al
“Proceso…”; 1%, al retorno de Perón y 1%, a algún momento anterior al retorno de
Perón. Un 6% hizo referencia a otros períodos, 30% (!) dijo que el país “nunca” se
encontró con su rumbo correcto y 7% no contestó.

El momento en el cual el país se encontró al borde del caos

La pregunta formulada fue la siguiente: ¿Hubo algún momento en el cual sintió que el
país se encontraba al borde del caos?

Tomando como base al total de casos se observa que el hecho más frecuentemente
mencionado en forma espontánea fue la hiperinflación del año ´89 (38%). Le siguen, a
distancia, el “Proceso…” (19%); ahora, “la actualidad”, (13%); el gobierno de Alfonsín
en general (8%); el gobierno de Isabel Perón y de López Rega (7%); la guerra de
Malvinas (5%); la asunción de Menem a la primera magistratura (2%) y el gobierno,
muerte o retorno de Perón (1%). Un 3% mencionó períodos o acontecimientos no
destacables; 6% dijo que el país “nunca” estuvo al borde del caos; 4% estimó que
“siempre” se encontró en esa situación y el 3% residual no opinó al respecto.

El lugar destacado asignado a la hiperinflación es particularmente notable si se tiene en


cuenta que, en general, los procesos económicos suelen ser menos dramáticos para el
público que acontecimientos tales como un atentado guerrillero o una guerra (perdida,
por añadidura).

Ese emergente explica, en buena medida, la extraordinaria popularidad de la cual gozara


el Plan de Estabilidad -o Plan Cavallo- en los últimos tres años. La hiperinflación ha
sido, por así decirlo, el sufrimiento más parejamente distribuido entre todos los
habitantes de este país.

Impresión (afectiva) provocada por los acontecimientos escogidos

A fin de explorar con mayor detalle la memoria afectiva de los encuestados se les
presentó una serie de acontecimientos ocurridos entre el regreso de Perón en 1972 y el
mes de julio de 1994 para que calificaran la impresión que les produjo cada uno de ellos
según una escala que iba de “muy fuerte” a “muy débil”.

El primer aspecto que interesa analizar de estos datos es la proporción de individuos -


para el total de casos- que dijo no saber o no recordar qué impresión le había causado o
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que al momento de ocurrir todavía no habían nacido o no tenían la edad mínima para
interesarse en los acontecimientos históricos. Los datos al respecto son los siguientes:

Cuadro 1. Proporción de entrevistados que evaluaron y no evaluaron cada


acontecimiento escogido
Ítem Evaluaron No Total
evaluaron
% % %
Atentado a la embajada de Israel 100 - 100
Asalto al cuartel de La Tablada 99 1 100
Atentado contra la AMIA 99 1 100
Guerra de las Malvinas 98 2 100
Triunfo de Raúl Alfonsín en 1983 98 2 100
Hiperinflación 1989 96 4 100
Triunfo de Menem 1989 96 4 100
Semana Santa 1987 95 5 100
Lanzamiento del Plan de Convertibilidad 94 6 100
Santiagazo en 1991 89 11 100
Golpe militar de 1976 87 13 100
Violencia armada durante el gobierno de Isabel 85 15 100
Perón
Masacre de Ezeiza 81 19 100
Muerte de Perón en 1974 78 22 100
Regreso de Perón en 1972 75 25 100
Nota: Datos para el total de la muestra

Nótese que, si bien los acontecimientos ocurridos antes del golpe militar del ´76 tienen
una tasa de recordación algo menor que los registrados posteriormente, lo que más
determina el “recuerdo social” es su dramatismo, el estar asociados a hechos de
violencia como sucediera con la masacre de Ezeiza, la guerra de Malvinas, el asalto a La
Tablada o los ataques terroristas contra la embajada de Israel y el local de la AMIA. En
cambio, los acontecimientos “ceremoniales” -como la asunción de un presidente- y los
económicos -como el inicio del Plan Cavallo- tienen tasas de recordación más bajas
debido a que suscitan menor interés entre los individuos más jóvenes.

Sin embargo, el efecto “tiempo” -es decir, la paulatina modificación de la “memoria


social” provocada por el recambio generacional- se torna muy notable cuando se
discriminan los datos según edades de los entrevistados. En tanto los recuerdos de los
sujetos de 31 y más años cubren todo el período abarcado por los acontecimientos
medidos (1972-1994), para los sujetos que ahora tienen hasta 30 años entre el 60% y el
70% no opinaron acerca de lo sucedido durante los años comprendidos entre el retorno
y la muerte de Perón y entre un 40% y un 50% no abrió juicio acerca de la violencia en
la época de López Rega y el golpe del ´76. En cambio, los acontecimientos
comprendidos entre la Guerra de las Malvinas y el presente pertenecen al acerbo común,
es decir, son compartidos por el grueso de los individuos de más de 18 años.

Examinaremos ahora las calificaciones atribuidas a dichos acontecimientos (incluyendo


a quienes no abran juicio al respecto dado que ese dato refleja variaciones de la
estructura de la memoria social debido al recambio generacional). Los datos para el total
de la muestra son los siguientes:
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Cuadro 2. Evaluación de la impresión provocada por acontecimientos históricos


escogidos
Ítem Muy Fuerte Inter Débil Muy Ns Total
fuerte Medio débil Nc

% % % % % % %
Regreso de Perón en 1972 18 30 14 7 7 25 100
Masacre de Ezeiza 43 32 5 - 2 19 100
Muerte de Perón en 1974 19 21 23 11 6 22 100
Violencia armada durante el 38 35 8 2 3 15 100
gobierno de Isabel Perón
Golpe militar de 1976 52 22 10 2 1 13 100
Guerra de las Malvinas 78 18 3 1 - 2 100
Triunfo de Raúl Alfonsín en 1983 21 42 28 7 1 2 100
Semana Santa 1987 24 45 23 4 1 5 100
Asalto al cuartel de La Tablada 32 47 18 3 - 1 100
Hiperinflación 1989 54 31 10 3 - 4 100
Triunfo de Menem 1989 16 29 42 9 2 4 100
Atentado a la embajada de Israel 68 25 7 2 - - 100
Lanzamiento del Plan de 7 22 47 15 4 6 100
Convertibilidad
Santiagazo en 1991 17 26 27 17 4 11 100
Atentado contra la AMIA 71 26 2 1 - 1 100
Nota: Datos para el total de la muestra

Teniendo en cuenta que el paso del tiempo tiende a atenuar la impresión causada por los
acontecimientos históricos, se observa que la tasa de quienes dijeron que su impresión
había sido “muy fuerte” es máxima para la Guerra de las Malvinas (78%), el atentado
contra la AMIA (71%) y contra la embajada de Israel (68%). En una ubicación menos
destacable que los hechos anteriores figuran la hiperinflación del ´89 (54%), el golpe
militar del ´76 (52%) y la masacre de Ezeiza (43%). Con menos del 40% y más del 20%
de entrevistados que los evaluaron como “muy fuertes” aparecen la violencia armada
durante el período de Isabel Perón (38%); el asalto al cuartel de La Tablada (32%); los
acontecimientos de Semana Santa (24%) y la asunción del Dr. Raúl Alfonsín a la
primera magistratura en 1983 (21%). En los últimos peldaños de esta escala aparecen la
muerte de Perón en el ´74 (19%), el regreso de Perón (18%); el “Santiagazo” o
“Santiagueñazo” (17%); el triunfo de Carlos Menem en el ´89 (16%) y, por último, el
lanzamiento del plan Menem-Cavallo (7%).

Recuerdos más destacados del “Proceso” (1976-1983)

La pregunta formulada fue la siguiente: ¿Qué es lo que ud. más recuerda en este
momento del gobierno militar del ´76, es decir, del “Proceso…”?. Tomando en cuenta
al total de casos se observa que el 42% mencionó de manera espontánea a los
“desaparecidos”; 18% se refirió a las “persecuciones” y la “opresión” (sin mencionar
explícitamente a los desaparecidos); 5% lo asoció con la sensación de mayor seguridad,
orden y protección; 3%, con la Guerra de Malvinas; 2% con el Mundial de Fútbol de
1978; 1% con el operativo Independencia y 1% con la “plata dulce”. El 11% de los
entrevistados se refirió a otros temas y 19% no abrió juicio al respecto.
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De lo anterior resulta que, si bien el hecho puntual más destacado durante el “Proceso”
fue la Guerra de Malvinas, ese régimen está hoy indisolublemente vinculado a los
desaparecidos, las masacres, la muerte y los famosos “Falcon Verde”. No obstante lo
anterior, un 5% asoció a ese período con el orden y la protección, es decir con una
imagen relativamente positiva de la dictadura (seguramente por contraste con la
violencia desatada en el país en la época de Isabel Perón- López Rega).

Un dato de interés es que los desaparecidos son más frecuentemente mencionados por
las mujeres (47%) que por los hombres (37%). Otro dato relevante es que el 64% de los
encuestados de 18 a 20 años no logró asociar al “Proceso…” con nada en particular.

Recuerdos más destacados del período de gobierno de Raúl Alfonsín

La imagen de ese período es dual. Por un lado, el 46% (mención mayoritaria) se refirió
al período caótico inmediatamente anterior a la renuncia de Alfonsín y a la
hiperinflación y un 3% a los saqueos y el “estallido social”. Por el otro lado, 17% lo
asoció con el retorno de la democracia; 10%, con términos tales como “paz”, “libertad”
y “trabajo”; 6%, lo relacionó con la primera etapa -positiva- de ese período; 6%, con el
Plan Austral y el Plan Primavera; 4%, con el Juicio a las Juntas Militares y 2%, con el
recitado del Preámbulo de la Constitución Nacional que efectuara ese dirigente durante
su campaña preelectoral. Un 9% mencionó a otros temas diferentes de los anteriores y
6% no contestó.

Recuerdo más probable que quedará del gobierno de Carlos Menem

La pregunta formulada al respecto fue la siguiente: A su juicio, dentro de una década,


¿qué es lo que más recordará la gente del gobierno de Carlos Menem? El 51% del total
de casos lo asoció a la estabilidad y/o al Plan Cavallo; 13%, a la “corrupción” o
“negociados”; 11%, a temas tales como la pobreza, salud o jubilados; 6%, a la frivolidad
e ignorancia del Presidente o de otros altos dirigentes; 5%, lo asoció con la “traición al
pueblo” que representara el cambio de orientación política y económica de Menem; 2%,
con las privatizaciones; 2%, con las huelgas y otras formas de “estallido social”; 5%
mencionaron otros aspectos y un 13% final no contestó.

Evaluación de la sociedad argentina con respecto a la existente hace 20 años

Se formuló la siguiente pregunta: Pensando en los últimos 20 años de historia


argentina, ¿le parece a ud. que esta sociedad mejoró, está tan bien como en el pasado,
está tan mal como en el pasado o bien, ha empeorado?.

Para el 40% del total de casos la sociedad argentina “mejoró”; 4%, dijo que estaba “tan
bien como en el pasado”; 13%, “tan mal como en el pasado”; 28%, que “empeoró” en
tanto que 6% formuló otras respuestas y 10% no contestó. Obsérvese que un 44% eligió
alguna respuesta “optimista” en tanto que el 41% se inclinó por alguna de las dos
respuestas “pesimistas”. Los más pesimistas son los encuestados de 41 y más años y los
menos pesimistas son los de 21 a 40. Entre los más jóvenes, de 21 a 30, cerca de 1 por
cada 4 no opinó acerca de este tema.
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Palabras asociadas con los sentimientos hacia la historia del país

La pregunta formulada fue: Ahora voy a leerle una serie de adjetivos, quiero que vaya
diciéndome para cada uno de ellos si corresponden o no a lo que ud. siente acerca de la
evolución del país. Los adjetivos de la lista elegidos por los encuestados fueron los
siguientes:

Cuadro 3. Adjetivos que corresponden a los sentimientos sobre la evolución del país
Ítem Casos
%
Esperanzado 73
Entusiasmado 52
Desilusionado 45
Atemorizado 39
Humillado 38
Apasionado 30
Satisfecho 29
Orgulloso 27
Retraído 19
Indiferente 100
Total (A)
Bases (200)

No obstante el sesgo un tanto lúgubre de las respuestas elegidas por algo más del 40%
de los encuestados para la pregunta anterior, el adjetivo más frecuentemente asociado a
la evolución del país es “esperanzado” (73%) -lo último que se pierde según el
proverbio-. Le siguen “entusiasmado” (52%), otro valor positivo, y “desilusionado”
(45%), un adjetivo que indica un grado de frustración algo menor que otros que siguen.
Con tasas de mención del orden del 25% al 40% aparecen: “atemorizado” (39%);
“humillado” (38%); “apasionado”(30%); “satisfecho” (29%) y “orgulloso” (27%). En
último término figura “retraído” e “indiferente” (19% y 10% respectivamente).

En síntesis, la evolución argentina, la historia del país en que nacieron, interesa,


entusiasma y por momentos apasiona a cerca del 80% de los entrevistados. Sus
sentimientos al respecto están cargados de esperanzas pero una minoría (1/3) se siente al
presente orgulloso o satisfecho de aquélla muchos la viven como una desilusión
asociada, a menudo, a sentimientos de temor al futuro o humillación por los fracasos
colectivos, las derrotas sufridas y un destino de grandeza para muchos incumplido.

¿Quiénes fueron los desaparecidos?

La pregunta abierta formulada fue la siguiente: Durante años se habló entre nosotros
del tema de los desaparecidos. Mirando ahora retrospectivamente, ¿quiénes fueron los
desaparecidos? Díganos todo lo que se le ocurra al respecto.

Las respuestas espontáneas más frecuentes fueron las siguientes: “inocentes”, es decir
personas injustamente perseguidas por la dictadura militar (14%); personas que se
opusieron al régimen militar (13%); y “gente común”, “de pueblo” (8%). Sigue a las
menciones anteriores con más de un 5% de casos: “terroristas o subversivos” (7%);
“inocentes y culpables de subversión o terrorismo” (6%); “activistas políticos” o
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“vinculados a la política” (5%) y “soñadores”, “gente engañada” (5%). Con menos del
5% de casos se registran las siguientes referencias: “guerrilleros revolucionarios”,
“estudiantes, jóvenes”, “luchadores por la libertad”, “izquierdistas o ultraizquierdistas”,
“montoneros”, tanto “militares como civiles”, gente que “en algo andaba”, “civiles”,
“progresistas”, “argentinos”, “gente que participó de un levantamiento popular” y
“peronistas”. Un 15% formuló otras respuestas diferentes de las anteriores y 18% no
contestó esas preguntas o dijo no saber quiénes eran.

El conjunto de respuestas espontáneas demuestra que, a despecho de la difusión que


tuviera en algún momento la “teoría de los dos demonios”, los desaparecidos están en
este momento pasando a la memoria social, a la historia, como individuos cuyo mayor
pecado fue oponerse a las autoridades militares. Nótese, asimismo, que en este proceso
de metamorfosis de la memoria las “marcas políticas” asociadas a los movimientos
guerrilleros están desvaneciéndose: apenas un 3% los definió como “montoneros” y otro
tanto como “izquierdistas o ultraizquierdistas” y sólo un 1% dijo que eran peronistas.
Nadie mencionó al ERP o a otras agrupaciones de esa índole existentes en el país a fines
del ´60 y comienzos del ´70.

Cantidad de personas desaparecidas durante el régimen militar

La pregunta formulada fue también espontánea; es decir, no se forzó a los entrevistados


a optar con respecto a una escala numérica fija. La respuesta más frecuente (18%) fue
que ellos sumaban entre 20 y 30 mil personas, un 13% habló vagamente de “muchos” o
de “varios miles” pero no quiso aventurar una cifra exacta. El 5% aludió a 5 a 10 mil
desaparecidos y otro 5% a 10 a 20 mil. Además, 4% se refirió a cifras superiores a los
50 mil y sólo un 1% a menos de 5 mil personas. Por último, un 2% dijo que “no se sabía
cuántos habían sido” y 54% dijo no saber (el entrevistado, a título personal) qué decir o
se negó a contestar.

Información sobre los desaparecidos en los medios de comunicación durante el


período de transición democrática

Se formuló la siguiente pregunta cerrada: ¿Considera ud. que los medios de


comunicación durante los años de transición del gobierno militar a la democracia
exageraron acerca del tema de los desaparecidos, dijeron lo que correspondía decir del
tema o dijeron menos de lo que correspondía decir? Tomando al total de casos se
verifica que un 8% estimó que los medios “exageraron” el tema; 15% que dijeron lo que
correspondía; 58% que “dijeron menos de lo que correspondía decir”; 4% formuló otras
respuestas diferentes de las anteriores y 15% no supo opinar o se negó a contestar. En
otras palabras: para cerca de 6 por cada 10 habitantes del área metropolitana el tema de
los desaparecidos fue más grave (de mayor magnitud o más horroroso) que lo dicho por
los medios al término de la dictadura militar.

Conocimientos y referencias personales sobre personas desaparecidas

La pregunta fue: ¿Conoció ud. o tuvo referencias personales de alguna persona


desaparecida a través de su familia, vecinos o en el trabajo?. El 37% (cuatro de cada
diez entrevistados!) dijo que “conoció… o tuvo referencias personales de alguna
persona desaparecida a través de su familia, vecinos o en el trabajo”. Un 61% dijo que
12

no y 3% no contestó. Estos datos indican, a mi juicio, la gran difusión y el carácter


público del “fenómeno” de los desaparecidos.

La tasa de quienes dijeron haber tomado contacto con ese tema es algo mayor entre los
encuestados de sexo masculino que femenino, entre quienes tienen educación
secundaria incompleta y más que primaria. Las variaciones según edad son las
siguientes:

Cuadro 4. Conocimiento o referencias personales sobre desaparecidos según edad


Ítem 18 a 30 31 a 40 41 a 50 51 a 60 61 años y
años años años años más
% % % % %
Sí 41 37 35 42 25
No 57 59 63 58 68
Ns/Nc 2 4 2 - -
Total 100 100 100 100 100
Base (54) (49) (43) (26) (28)

Los datos anteriores indican que, en todos los segmentos de edades inferiores a los 61
años, la tasa de personas que tuvieron conocimiento o referencias directas sobre algún
desaparecido varía entre un mínimo del 35% y un máximo del 42%. De lo anterior
resulta que durante largos años la sociedad argentina estará “marcada” por el recuerdo
de los desaparecidos: aún entre los más jóvenes (los de 18 a 30 años), el 41% de ellos
mencionó haber tenido contacto con este hecho.

Tomando como base a los individuos que dijeron haber tenido conocimiento directo o
referencias personales sobre casos de desaparecidos, un 74% dijo que accedieron a ese
tema antes de la asunción de Raúl Alfonsín; 23%, después y 3% formuló otras
respuestas diferentes de las anteriores. Los datos anteriores demuestran que, por lo
menos, el 27% de los individuos que ahora tienen 18 o más años supo, durante el
Proceso, de una manera u otra de los desaparecidos y, por ende, padeció los temores,
sentimientos de culpa y depresión asociado a un “descubrimiento” particularmente
siniestro.

Opinión sobre el indulto a Firmenich y a los integrantes de las Juntas Militares

Para cerrar este capítulo sobre los desaparecidos se interrogó a los entrevistados acerca
de su grado de acuerdo, o desacuerdo, con la decisión del actual gobierno de indultar al
líder de Montoneros, “Pepe” Firmenich, y a los integrantes de las Juntas Militares. Las
preguntas formuladas al respecto fueron las siguientes:

Pensando en todo lo que ocurrió en este país en los últimos años, ¿considera muy
correcta, más bien correcta, más bien incorrecta o muy incorrecta la decisión del
presidente Menem de indultar al líder de Montoneros, “Pepe” Firmenich?
¿Y le parece muy correcta, más bien correcta, más bien incorrecta o muy incorrecta su
decisión de indultar a los integrantes de las Juntas Militares?.

Para el total de la muestra se observa que sólo un 2% consideró “muy correcto” y 2%


“más bien correcto” el indulto a Firmenich; 20% la evaluó como “más bien incorrecto”
13

y 62% como “muy incorrecto”; 2% formuló otras respuestas diferentes de las anteriores
y 13% no opinó al respecto.

Con respecto a las Juntas Militares, el 1% consideró al indulto “muy correcto”; 4%,
“más bien correcto”; 9%, “más bien incorrecto” y 75% “muy incorrecto”. Un 2%
formuló otras respuestas y 11% no contestó al respecto.

Nótese que la tasa de quienes rechazan al indulto de Firmenich alcanza al 82% y de las
Juntas Militares al 84%. De lo cual resulta que, si bien los entrevistados consideran al
conjunto de los desaparecidos como personas rescatables, y por ende a la represión del
“Proceso…” como ilegítima, estimaron a los dirigentes de los movimientos subversivos
del pasado tan culpables como a los militares.

El hecho de que las tasas de quienes condenaron al indulto del líder de Montoneros y de
los integrantes de la Junta sobrepase al 80% de los casos indica que los argentinos no se
han olvidado y tampoco están dispuestos a perdonar las tragedias de la década del ´70
aunque los indultos -como es sabido- no hayan dado lugar a movimientos masivos de
protesta. En este sentido, el juicio a las Juntas y a los “subversivos” del pasado es algo
que resta aún por hacerse para y en la opinión pública.

La máquina del tiempo y los períodos elegidos

La última pregunta incluida en el cuestionario, deliberadamente insólita, fue la


siguiente: Suponga que existe una máquina del tiempo que nos permite viajar a
cualquier momento de la historia argentina. ¿Qué momento elegiría ud. para visitar?

Un 20% -los “patriotas”- eligió la Semana de Mayo de 1810 o algún momento


correspondiente a las Guerras de la Independencia. Un 13% seleccionó al primero o
segundo gobierno del General Perón, muchos de ellos por entender que hacia el término
de la Segunda Guerra Mundial el país atravesó un período de prosperidad que nunca se
repitió. El 7% eligió el período de Rosas; 6% los años de la república oligárquica, antes
del gobierno de Yrigoyen; 4%, a la colonización española; 3% al período posterior a la
caída de Perón y 3% a otros momentos. Un 4% dijo que prefería quedarse en el
presente; 16% dio otras respuestas diferentes de las anteriores en tanto que el 28%
restante no abrió juicio al respecto.
14

LOS ATENTADOS TERRORISTAS CONTRA LA EMBAJADA DE ISRAEL Y


LA ASOCIACIÓN MUTUAL ISRAELITA ARGENTINA (AMIA) SEGÚN LA
OPINIÓN PÚBLICA DEL ÁREA METROPOLITANA DE BUENOS AIRES1
Heriberto Muraro

La Argentina toda y la comunidad judía de este país en particular tuvieron la


extraordinaria desgracia de ser objeto de dos sangrientos atentados terroristas en poco
más de dos años. El primero de ellos fue la voladura contra la Embajada de Israel
ocurrido el 17 de marzo del año 1992 y el segundo fue el atentado contra el local de la
Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) ocurrido el 18 de julio del año 1994.
Ambos hechos provocaron, como era previsible, una fuerte conmoción en la opinión
pública cuya evolución y matices subjetivos fueron registrados, aunque en forma
fragmentaria, por diversas encuestas.

Este artículo está dedicado a reseñar y analizar dichos sondeos. Todas las mediciones
citadas en el trabajo fueron realizadas en el área de la Capital Federal y el Gran Buenos
Aires y comprendieron doscientas entrevistas a adultos de 18 y más años de edad de
todos los niveles socioeconómicos y educacionales.

El atentado contra la Embajada de Israel en la ciudad de Buenos Aires

La evolución de la mención espontánea del tema

En primer lugar, no existen dudas de que ese luctuoso acontecimiento fue el más
destacado del año 1992, aún más notable que el primer brote de la epidemia de cólera
ocurrido hacia el verano del año anterior. En la semana inmediatamente posterior, nada
menos que un 92% de los encuestados mencionó, de manera espontánea, al atentado
contra la Embajada de Israel como la noticia más importante de ese momento.
Posteriormente, el tema volvió a ser mencionado por un 79% en la segunda y tercera
semana de marzo; por el 72% en la primera de abril; 38% en la segunda semana de
abril, para extinguirse recién hacia la tercera semana de ese mes con un 8% de
recordación residual.

Para tener una idea aproximada de la magnitud de esos índices bastará con señalar que
las manifestaciones de protesta y quema de la Legislatura provincial y de domicilios de
diversos dirigentes políticos en la provincia de Santiago del Estero -el acontecimiento
más importante del año siguiente (1993)- logró una tasa de mención espontánea del
orden del 76% en la semana inmediatamente posterior al momento de su ocurrencia.

1
. Este artículo se terminó de escribir el 8 de diciembre de 1994. Una primera versión ha sido publicada en
ÍNDICE para el análisis de nuestro tiempo, 1995. Número especial con motivo del sexagésimo
aniversario de la fundación de la Delegación de Asociaciones Israelitas de la Argentina (DAIA) 1935-
1995, Número 7 - Segunda Época, páginas 159-166, Buenos Aires: Delegación de Asociaciones Israelitas
Argentinas, Centro de Estudios Sociales.
15

Las reacciones frente al atentado

Una medición específicamente dedicada a explorar las reacciones del público acerca de
ese atentado, realizada entre el 22 y el 28 de marzo del ´92 arrojó los resultados que se
detallan a continuación.

Desde un comienzo, el atentado contra la Embajada de Israel fue considerado por la


mayoría como inducido o programado por el terrorismo internacional pero,
paralelamente, también supuso que éste había contado con algún tipo de apoyo local. La
mayoría absoluta de entrevistados (53%) consideró que éste había sido realizado por
“terroristas extranjeros con apoyo de (elementos) argentinos”; un 23% estimó que era
obra “sólo de terroristas extranjeros” en tanto que apenas un 5% dijo que “fue realizado
sólo por terroristas argentinos”. El 1% formuló respuestas diferentes de las anteriores y
18% no abrió juicio al respecto.

Se registraron opiniones divididas acerca de una posible conexión entre dicho atentado
y la participación activa de la Argentina durante la Guerra del Golfo. En tanto un 45%
dijo que era “probable que […] se produjera en Buenos Aires porque la Argentina envió
tropas a Irak”, el 33% estimó que ello era “improbable” y el 22% restante no opinó al
respecto.

Ese hecho provocó, según dicha encuesta, algún deterioro de la imagen del presidente
Carlos Menem y del entonces Ministro del Interior José Luis Manzano. Al juzgar “cuál
había sido el desempeño del Presidente en esa emergencia” un 25% lo consideró
“bueno”; 34%, “regular” y 26%, “malo” en tanto que un 16% no abrió juicio al
respecto.

Por último, también se observó que los habitantes de Buenos Aires consideraron
desfavorablemente el comportamiento de los periodistas de TV que cubrieron ese
hecho. Para el 27% su desempeño fue “bueno”, 25% lo calificó de “regular” y 37% de
“malo”. Un 3% formuló otras respuestas y el 8% restante no formuló evaluación alguna.

El atentado contra el edificio de la AMIA

La evolución de la mención espontánea del tema

El material disponible con respecto a este segundo ataque terrorista es más detallado. En
primer lugar, se observa que las tasas de quienes mencionaron, a título de noticias
destacadas del momento, el atentado sufrido por la AMIA y los rumores posteriores -
“oficiosos” u oficiales, según las interpretaciones- acerca de una posible reiteración de
hechos terroristas fueron las siguientes:
16

Cuadro 1. Mediciones según período del trabajo de campo


Período del trabajo Mediciones sobre…
de campo
Desde Hasta Atentado a la AMIA Versiones sobre un segundo Total
atentado
(1) (2) (1) + (2)
% % %
23-7 24-7 97 - 97
30-7 31-7 73 - 73
06-8 07-8 54 - 54
13-8 14-8 47 - 47
15-8 17-8 32 18 50
20-8 21-8 25 9 34
27-8 28-8 3 - 3
03-9 04-9 3 - 3

De acuerdo a los datos anteriores resulta que ese acontecimiento llamó la atención de la
opinión pública local -casi a la totalidad de los entrevistados- en el momento
inmediatamente posterior a su ocurrencia. Además, ese tema demoró ocho semanas en
extinguirse, es decir, que en comparación con otros issues evaluados a lo largo de los
años ´91 al ´95 logró marcar un verdadero récord en cuanto a su permanencia en la
agenda pública. También se advierte que cuando su tasa de recordación empezaba a
decaer, hacia la primera semana de agosto, los rumores sobre un posible tercer atentado
contribuyeron brevemente a refrescar la memoria del público.

Las reacciones frente al atentado

Pasemos ahora a examinar las encuestas realizadas en la semana inmediatamente


posterior a ese hecho luctuoso, es decir, las correspondientes a la cuarta semana de julio
del ´94. Los datos básicos al respecto son los siguientes.

Cuando se interrogó a los entrevistados acerca de cuáles podían ser los principales
responsables directos de la voladura de la AMIA, el 25% se refirió al “terrorismo
internacional”; 10%, al “fundamentalismo árabe”; 6%, a “grupos nazis”; 5%, a “agentes
iraníes”; 4%, a los “guerrilleros de Dios”; 2%, a “agentes palestinos” y un 1%, al grupo
“Hezbollah”. Un 12% formuló otras respuestas diferentes a las anteriores -normalmente
muy vagas, que no permitían una identificación del agente, del tipo “asesino”- en tanto
que un 38% dijo no poder opinar al respecto.

Posteriormente, cuando se preguntó de manera directa cuál podía ser la nacionalidad de


los terroristas, un 47% los ubicó como “iraníes” (siguiendo la versión “semioficial” del
hecho por entonces en vigencia); 7% dijo que serían “palestinos” en tanto que un 4% los
calificó genéricamente de “islámicos” y 2% de “musulmanes”. El 3% residual formuló
otras respuestas y 38% no contestó a dicha pregunta.

No obstante la frecuencia con que los entrevistados identificaban a los terroristas con
agentes iraníes, la mayoría absoluta de los encuestados (67%) dijo no saber si la
República de Irán estaba o no involucrada en su preparación contra un 32% que
consideró a esto “probable” y un 2% que lo calificó de “improbable”. La mitad (48%)
de los entrevistados que afirmaron que era posible que el gobierno de Irán estuviera
involucrado sostuvo que la Argentina debía romper relaciones diplomáticas con ese país
en tanto que el resto (52%) se abstuvo de opinar al respecto.
17

En cuanto a las motivaciones de los terroristas, para el 42% serían “religiosos” o, mejor
dicho, “étnicas” -lucha entre pueblos, países o individuos de la religión islámica y del
judaísmo-; 14% las consideró “políticas”; 29%, consideró que se trataba de una
“venganza por la muerte de un líder palestino”; 3% lo asoció a una “lucha territorial
entre el Estado de Israel y sus vecinos árabes” en tanto que sólo un 6% hizo referencia
al “antisemitismo” como una motivación posible. Además, 7% formuló otras respuestas
y el 15% residual no opinó al respecto.

Para la mayoría simple de los encuestados (41%) se había elegido a la Argentina para
perpetrar un segundo atentado terrorista debido a que en este país “no hay seguridad” en
tanto que un 10% adicional -seguramente recordando el ataque a la embajada de Israel-
dijo que “hay impunidad (para los agresores) porque no se investiga”. Un 13% dijo que
el motivo era “el gran tamaño de la comunidad judía local” y 7%, “las facilidades que
ofrece el país a quién quiera entrar o salir ilegalmente de él”. El 2% restante formuló
otras respuestas y 30% no contestó.

La mayoría simple de los entrevistados (41%) afirmó que “era posible evitar la
repetición de atentados como el de la AMIA” contra un 25% que opinó lo contrario y un
55% que no abrió juicio al respecto. Entre aquellos que consideraron inevitable a la
reiteración de los ataques terroristas -una porción nada desdeñable de la población- un
35% opinó que el país no cuenta con controles migratorios eficaces o un servicio de
seguridad capacitado en tanto que un 25% consideró que acontecimientos similares
habían ocurrido “en todo el mundo”, incluyendo países avanzados como Inglaterra y los
Estados Unidos. Para aquellos que consideraron a esos hechos como “evitables”, un
69% se refirió a la ausencia de seguridad; 12%, a la falta de capacitación de los
servicios de inteligencia locales y un 4% consideró que la solución sería la adopción por
parte de la Argentina de una política internacional independiente con respecto a los
conflictos de los Estados Unidos o Israel con el mundo árabe. Como puede notarse, las
opiniones de quienes evaluaron “evitable” o “inevitable” a los actos terroristas no
difieren sensiblemente entre sí: ambas partes pusieron el acento en la necesidad de
multiplicar los controles migratorios, la seguridad en las calles y en la mayor
capacitación de los agentes de inteligencia. En cierta medida esas demandas se
corresponden con otros datos de diversas encuestas locales que prueban la creciente
importancia que la población metropolitana viene atribuyendo al problema del crimen y
a la delincuencia. Pero, por otra parte, la demanda de mayor capacitación de los
servicios de inteligencia rompen con una tendencia sistemática del conjunto de los
argentinos a desaprobar toda medida que pudiera suponer un incremento de los gastos
en defensa.

Se registraron opiniones divididas cuando se interrogó a qué sectores estaba dirigido el


atentado. La mitad de los casos (49%) consideró que su principal objetivo era
específicamente la “colectividad judía argentina” y otro tanto (49%) estimó que había
sido dirigido a la “población total”. Un 2% restante no opinó al respecto.

En el momento inmediatamente posterior al ataque a la AMIA las opiniones del público


acerca del desempeño del gobierno con respecto a aquél estaban divididas: 26% lo
evaluó como “bueno”; 9%, “regular”; 33% de “malo” en tanto que el resto (33%) no
opinó. Los que opinaron favorablemente estimaron que el gobierno había desarrollado
una acción “rápida” para esclarecer esos hechos en tanto que los críticos pusieron el
18

acento en el carácter desorganizado del proceso de remoción de escombros y cadáveres,


en que no se estaba investigando cómo correspondía o volvía a repetir sus opiniones
acerca de la carencia de seguridad.

Poco tiempo después, hacia la primera semana de agosto, cuando empezaron a circular
versiones de algunas detenciones y se fortaleció la hipótesis de la “conexión iraní” el
57% dijo que el gobierno se estaba esforzando “mucho” o “bastante” para esclarecer el
atentado contra un 23% que consideró que se empeñaba “poco” o “nada” y un 21% que
no abrió juicio. Es decir, en ese momento una alta proporción de residentes del área
metropolitana confiaba en que las detenciones llevadas a cabo y las gestiones del Juez
Galeano -a cargo de esa investigación- así como la información de un supuesto
“arrepentido” iraní iban a lograr una pronta identificación de sus responsables.

Hacia la tercera semana de octubre del corriente año -cuando el tema vuelve a ser
evaluado debido a los anuncios de un posible tercer atentado- el panorama registrado es
totalmente diferente al anterior. El 73% de los encuestados considera entonces
“improbable” que se logre identificar y apresar a los culpables de la voladura de la
AMIA contra sólo un 11% que opina lo contrario y un 17% que no contestó la pregunta
respectiva. Paralelamente, se observa que la tasa de quienes estimaron que el gobierno
se estaba esforzando “mucho” o “bastante” en la investigación fue del 35% (contra 57%
hacia comienzos de agosto) en tanto que los que estimaron que se esforzaba “poco” o
“nada” ascendía al 49% (versus 23% en la medición anterior). Ese escepticismo alcanzó
también al Juez: 26% opinó que se estaba esforzando “mucho” o “bastante” en tanto que
un 36% opinaba que se empeñaba “poco” o “nada” en esclarecer el caso y un 40% no
opinó al respecto. En síntesis: las fuertes expectativas iniciales con respecto a la
investigación dejaron paso a una fuerte decepción que, sin duda, contribuyó a
incrementar la sensación de carencia de seguridad del país, por lo menos, con respecto
al terrorismo internacional.

Una consecuencia directa de esa decepción fue que el público adoptó al contestar dicha
encuesta una actitud más resignada -o más desesperanzada, si se quiere- hacia las
actividades del terrorismo internacional en el país. Para el 62% resultaba entonces
“probable” que atentados como los de la Embajada de Israel o de la AMIA se repitieran
en el futuro (un 11% afirmó lo contrario y el resto no opinó) en tanto que un 74% se
declaró en desacuerdo en que se eliminaran las medidas de seguridad especiales que se
adoptara con respecto a colegios y otros edificios de la comunidad judía (13% de
acuerdo y el resto no opinó).

Ese fatalismo tuvo, además, el curioso efecto residual de contribuir a disculpar en


alguna medida a las fuerzas de seguridad. Al término del período investigado -agosto-
aún cuando los entrevistados continuaban reclamando mayores controles, un 53%
estimaba que los ataques terroristas eran “imprevisibles e inevitables” (contra 25% en
julio) en tanto que un 31% afirmaba lo contrario y un 15% no abría juicio al respecto.

De una manera oscura y no exenta de zigzagueos, los habitantes de esta ciudad parecen
haber transformado su desazón con respecto a las investigaciones de esos hechos
sangrientos en una suerte de escepticismo masivo y, a la vez, haber asumido al
terrorismo internacional como una cuestión de hecho, tal vez inexplicable, pero no por
ello menos obstinada y repetible.

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