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CUADERNO DE CÁTEDRA Nº 1
La memoria social o histórica, con especial
referencia a los desaparecidos
Heriberto Muraro
- 2001 -
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Mi más apreciado sociólogo, Alfred Schutz -el autor de la inconclusa obra sobre las
estructuras del mundo de la vida- se preguntó en alguna ocasión cuál era el proceso por
el cual cada individuo se reencuentra con su propia identidad y se “enchufa” en su
propia biografía todas las mañanas, a la hora de despertarse. Análogamente, resulta hoy
igualmente legítimo y “científico”, especialmente en el caso argentino, preguntarse de
qué manera, a través de qué mecanismos o dispositivos, una comunidad logra adaptarse
a los cambios y, a la vez, ratificar una y otra vez su identidad a pesar de que ella, por
definición, nunca es idéntica a sí misma.
En el caso de la memoria colectiva este proceso es aún más complejo debido a que
involucra una multiplicidad de individuos cuyas experiencias, intereses, conocimientos,
habilidades lingüísticas y predisposiciones sentimentales son heterogéneas. En este
caso, la creación de una representación del pasado en cada punto temporal es algo que
cada uno no puede llevar a cabo dialogando con su propia imagen en el espejo del baño;
ella requiere de la conversación con terceros, del concurso de procesos institucionales
más complejos que van desde los monumentos que duermen en las plazas públicas hasta
los ceremoniales del Estado para las fechas patrias, pasando por una nota en un
periódico o la película La Lista Schindler del director Steven Spielberg.
Esos recursos -que suponen tanto la prescripción del recuerdo de ciertas cosas como el
olvido de otras- pueden ser aplicados de arriba hacia abajo por los dueños del poder,
dando lugar así al nacimiento y difusión de una “historia oficial”. O bien, pueden ser
gestados en sentido inverso, de abajo hacia arriba, desde la sociedad hacia el Estado,
para dar lugar a una cultura “del pueblo”. Sin embargo, ambos movimientos -de arriba
hacia abajo y de abajo hacia arriba- rara vez evolucionaron en estado puro, con el
esquematismo con que pueden describirlos los cultores del elitismo y del populismo.
Por el contrario, lo "normal" es que esos intermundos terminen impregnándose
mutuamente hasta alcanzar una suerte de empate no exento de ambigüedades e
incoherencias lógicas, o mejor dicho, ideológicas. La sociedad (reificada aquí) no puede
soportar permanecer durante mucho tiempo en un disenso determinado, no sólo porque
de alguna manera debemos convivir los unos y los otros sino también porque a cada
paso aparecen sobre el horizonte nuevos conflictos que suponen barajar y volver a
repartir los naipes. Antes, burgueses contra proletarios, luego Norte contra Sur, ahora
feministas contra machistas, ecologistas contra indiferentes, mañana … ¿quién sabe?
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Pasemos ahora al tema que aquí fuera el foro central de la investigación, el de los
desaparecidos durante los años del autodenominado Proceso de Reorganización
Nacional o en el momento inmediatamente anterior. En primer lugar los datos
recopilados indican que para casi 4 por cada 10 residentes del Área Metropolitana,
ahora con 18 o más años de edad, la tortura y muerte de personas fue algo conocido y
que, la mayor parte de las veces, accedieron a esa siniestra revelación durante la
dictadura, es decir, en un momento en que los medios masivos eludían el tema y era
difícil el intercambio personal al respecto. Desde el punto de vista de las modernas
teorías de la psicología se puede inferir que ese “conocimiento” fue algo así como una
nube de malos sentimientos que flotó sobre las cabezas de todos. Que impuso a muchos
la pesada tarea de no pensar en lo que, de todas maneras, estaba pasando así como una
lesión fuerte a su fe ingenua (pero imprescindible) de que existe en el mundo una suerte
de justicia inmanente. Hoy en día, visto retrospectivamente, resulta difícil evaluar lo que
todo ello supuso en materia de costos humanos ya que, como dijera alguien cuyo
nombre no recuerdo, “de la desesperación no tenemos medida alguna”.
Esos traumas han dejado en la población local una marca tan fuerte que la más frecuente
asociación de nuestros encuestados con respecto a la frase “Proceso…” ha sido
“desaparecidos” y la casi totalidad de los recuerdos al respecto tienen que ver con la
represión, los “Falcon Verde”, la persecución y la opresión. Apenas un 5% del total de
casos asoció este período con el orden y la tranquilidad. Es necesario entender bien la
índole de esa asociación: cuando se preguntó sobre los hechos históricos que más habían
conmovido a los encuestados muy pocos de ellos se refirieron directamente a los
desaparecidos prefiriendo apuntar de manera genérica al período 1976-1983, pero el
meollo del “Proceso…” son los desaparecidos y la Guerra de las Malvinas; ambos
estrechamente vinculados entre sí por una misma aureola de muerte e impotencia.
Otro aspecto que merece ser interpretado aquí es que, a despecho de todas las
previsiones, los entrevistados hablaron, y mucho, y muy directamente, de los
desaparecidos, afrontando así una tarea compleja y difícil. A mi parecer, ello indica que
el grueso de la sociedad argentina está hoy compensando sus años de silencio, de
complicidad involuntaria (o voluntaria) frente a la dictadura, con la autoimposición de
una norma moral de no olvidar. Nos hemos juramentado para no expulsarlos de nuestra
memoria colectiva.
Pero ese proceso de asunción del drama y de la culpa, de que en el mundo no existe una
justicia inmanente aunque cada uno haga como si existiera, ha supuesto una tarea
paralela por la cual esas muertes y torturas han sido despojadas de contenido político y
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Una última acotación: no existe cosa tal como una teoría de los dos demonios y, en
cierta medida, sí existe. Cuando el dilema es entre Mario Eduardo Firmenich y los
integrantes de las Juntas Militares ambos son rechazados y se considera que deberían
estar aún entre rejas. Pero, en otro plano, cuando el dilema se plantea entre los
desaparecidos -tal como ellos han sido reelaborados por la memoria colectiva a partir
del discurso de los derechos humanos- existe una sola fuente del mal, la dictadura, y una
sola fuente del bien posible, la democracia.
Análisis de datos
a 60, el “Proceso…” y la muerte de Perón en tanto que para los de 61 y más fue el
retorno de Perón hacia 1973.
Se preguntó: ¿Hubo algún momento en el cual Ud. sintió que este país había
encontrado el rumbo correcto y tenía grandes posibilidades de resolver sus problemas
más importantes?
La pregunta formulada fue la siguiente: ¿Hubo algún momento en el cual sintió que el
país se encontraba al borde del caos?
Tomando como base al total de casos se observa que el hecho más frecuentemente
mencionado en forma espontánea fue la hiperinflación del año ´89 (38%). Le siguen, a
distancia, el “Proceso…” (19%); ahora, “la actualidad”, (13%); el gobierno de Alfonsín
en general (8%); el gobierno de Isabel Perón y de López Rega (7%); la guerra de
Malvinas (5%); la asunción de Menem a la primera magistratura (2%) y el gobierno,
muerte o retorno de Perón (1%). Un 3% mencionó períodos o acontecimientos no
destacables; 6% dijo que el país “nunca” estuvo al borde del caos; 4% estimó que
“siempre” se encontró en esa situación y el 3% residual no opinó al respecto.
A fin de explorar con mayor detalle la memoria afectiva de los encuestados se les
presentó una serie de acontecimientos ocurridos entre el regreso de Perón en 1972 y el
mes de julio de 1994 para que calificaran la impresión que les produjo cada uno de ellos
según una escala que iba de “muy fuerte” a “muy débil”.
que al momento de ocurrir todavía no habían nacido o no tenían la edad mínima para
interesarse en los acontecimientos históricos. Los datos al respecto son los siguientes:
Nótese que, si bien los acontecimientos ocurridos antes del golpe militar del ´76 tienen
una tasa de recordación algo menor que los registrados posteriormente, lo que más
determina el “recuerdo social” es su dramatismo, el estar asociados a hechos de
violencia como sucediera con la masacre de Ezeiza, la guerra de Malvinas, el asalto a La
Tablada o los ataques terroristas contra la embajada de Israel y el local de la AMIA. En
cambio, los acontecimientos “ceremoniales” -como la asunción de un presidente- y los
económicos -como el inicio del Plan Cavallo- tienen tasas de recordación más bajas
debido a que suscitan menor interés entre los individuos más jóvenes.
% % % % % % %
Regreso de Perón en 1972 18 30 14 7 7 25 100
Masacre de Ezeiza 43 32 5 - 2 19 100
Muerte de Perón en 1974 19 21 23 11 6 22 100
Violencia armada durante el 38 35 8 2 3 15 100
gobierno de Isabel Perón
Golpe militar de 1976 52 22 10 2 1 13 100
Guerra de las Malvinas 78 18 3 1 - 2 100
Triunfo de Raúl Alfonsín en 1983 21 42 28 7 1 2 100
Semana Santa 1987 24 45 23 4 1 5 100
Asalto al cuartel de La Tablada 32 47 18 3 - 1 100
Hiperinflación 1989 54 31 10 3 - 4 100
Triunfo de Menem 1989 16 29 42 9 2 4 100
Atentado a la embajada de Israel 68 25 7 2 - - 100
Lanzamiento del Plan de 7 22 47 15 4 6 100
Convertibilidad
Santiagazo en 1991 17 26 27 17 4 11 100
Atentado contra la AMIA 71 26 2 1 - 1 100
Nota: Datos para el total de la muestra
Teniendo en cuenta que el paso del tiempo tiende a atenuar la impresión causada por los
acontecimientos históricos, se observa que la tasa de quienes dijeron que su impresión
había sido “muy fuerte” es máxima para la Guerra de las Malvinas (78%), el atentado
contra la AMIA (71%) y contra la embajada de Israel (68%). En una ubicación menos
destacable que los hechos anteriores figuran la hiperinflación del ´89 (54%), el golpe
militar del ´76 (52%) y la masacre de Ezeiza (43%). Con menos del 40% y más del 20%
de entrevistados que los evaluaron como “muy fuertes” aparecen la violencia armada
durante el período de Isabel Perón (38%); el asalto al cuartel de La Tablada (32%); los
acontecimientos de Semana Santa (24%) y la asunción del Dr. Raúl Alfonsín a la
primera magistratura en 1983 (21%). En los últimos peldaños de esta escala aparecen la
muerte de Perón en el ´74 (19%), el regreso de Perón (18%); el “Santiagazo” o
“Santiagueñazo” (17%); el triunfo de Carlos Menem en el ´89 (16%) y, por último, el
lanzamiento del plan Menem-Cavallo (7%).
La pregunta formulada fue la siguiente: ¿Qué es lo que ud. más recuerda en este
momento del gobierno militar del ´76, es decir, del “Proceso…”?. Tomando en cuenta
al total de casos se observa que el 42% mencionó de manera espontánea a los
“desaparecidos”; 18% se refirió a las “persecuciones” y la “opresión” (sin mencionar
explícitamente a los desaparecidos); 5% lo asoció con la sensación de mayor seguridad,
orden y protección; 3%, con la Guerra de Malvinas; 2% con el Mundial de Fútbol de
1978; 1% con el operativo Independencia y 1% con la “plata dulce”. El 11% de los
entrevistados se refirió a otros temas y 19% no abrió juicio al respecto.
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De lo anterior resulta que, si bien el hecho puntual más destacado durante el “Proceso”
fue la Guerra de Malvinas, ese régimen está hoy indisolublemente vinculado a los
desaparecidos, las masacres, la muerte y los famosos “Falcon Verde”. No obstante lo
anterior, un 5% asoció a ese período con el orden y la protección, es decir con una
imagen relativamente positiva de la dictadura (seguramente por contraste con la
violencia desatada en el país en la época de Isabel Perón- López Rega).
Un dato de interés es que los desaparecidos son más frecuentemente mencionados por
las mujeres (47%) que por los hombres (37%). Otro dato relevante es que el 64% de los
encuestados de 18 a 20 años no logró asociar al “Proceso…” con nada en particular.
La imagen de ese período es dual. Por un lado, el 46% (mención mayoritaria) se refirió
al período caótico inmediatamente anterior a la renuncia de Alfonsín y a la
hiperinflación y un 3% a los saqueos y el “estallido social”. Por el otro lado, 17% lo
asoció con el retorno de la democracia; 10%, con términos tales como “paz”, “libertad”
y “trabajo”; 6%, lo relacionó con la primera etapa -positiva- de ese período; 6%, con el
Plan Austral y el Plan Primavera; 4%, con el Juicio a las Juntas Militares y 2%, con el
recitado del Preámbulo de la Constitución Nacional que efectuara ese dirigente durante
su campaña preelectoral. Un 9% mencionó a otros temas diferentes de los anteriores y
6% no contestó.
Para el 40% del total de casos la sociedad argentina “mejoró”; 4%, dijo que estaba “tan
bien como en el pasado”; 13%, “tan mal como en el pasado”; 28%, que “empeoró” en
tanto que 6% formuló otras respuestas y 10% no contestó. Obsérvese que un 44% eligió
alguna respuesta “optimista” en tanto que el 41% se inclinó por alguna de las dos
respuestas “pesimistas”. Los más pesimistas son los encuestados de 41 y más años y los
menos pesimistas son los de 21 a 40. Entre los más jóvenes, de 21 a 30, cerca de 1 por
cada 4 no opinó acerca de este tema.
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La pregunta formulada fue: Ahora voy a leerle una serie de adjetivos, quiero que vaya
diciéndome para cada uno de ellos si corresponden o no a lo que ud. siente acerca de la
evolución del país. Los adjetivos de la lista elegidos por los encuestados fueron los
siguientes:
Cuadro 3. Adjetivos que corresponden a los sentimientos sobre la evolución del país
Ítem Casos
%
Esperanzado 73
Entusiasmado 52
Desilusionado 45
Atemorizado 39
Humillado 38
Apasionado 30
Satisfecho 29
Orgulloso 27
Retraído 19
Indiferente 100
Total (A)
Bases (200)
No obstante el sesgo un tanto lúgubre de las respuestas elegidas por algo más del 40%
de los encuestados para la pregunta anterior, el adjetivo más frecuentemente asociado a
la evolución del país es “esperanzado” (73%) -lo último que se pierde según el
proverbio-. Le siguen “entusiasmado” (52%), otro valor positivo, y “desilusionado”
(45%), un adjetivo que indica un grado de frustración algo menor que otros que siguen.
Con tasas de mención del orden del 25% al 40% aparecen: “atemorizado” (39%);
“humillado” (38%); “apasionado”(30%); “satisfecho” (29%) y “orgulloso” (27%). En
último término figura “retraído” e “indiferente” (19% y 10% respectivamente).
La pregunta abierta formulada fue la siguiente: Durante años se habló entre nosotros
del tema de los desaparecidos. Mirando ahora retrospectivamente, ¿quiénes fueron los
desaparecidos? Díganos todo lo que se le ocurra al respecto.
Las respuestas espontáneas más frecuentes fueron las siguientes: “inocentes”, es decir
personas injustamente perseguidas por la dictadura militar (14%); personas que se
opusieron al régimen militar (13%); y “gente común”, “de pueblo” (8%). Sigue a las
menciones anteriores con más de un 5% de casos: “terroristas o subversivos” (7%);
“inocentes y culpables de subversión o terrorismo” (6%); “activistas políticos” o
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“vinculados a la política” (5%) y “soñadores”, “gente engañada” (5%). Con menos del
5% de casos se registran las siguientes referencias: “guerrilleros revolucionarios”,
“estudiantes, jóvenes”, “luchadores por la libertad”, “izquierdistas o ultraizquierdistas”,
“montoneros”, tanto “militares como civiles”, gente que “en algo andaba”, “civiles”,
“progresistas”, “argentinos”, “gente que participó de un levantamiento popular” y
“peronistas”. Un 15% formuló otras respuestas diferentes de las anteriores y 18% no
contestó esas preguntas o dijo no saber quiénes eran.
La tasa de quienes dijeron haber tomado contacto con ese tema es algo mayor entre los
encuestados de sexo masculino que femenino, entre quienes tienen educación
secundaria incompleta y más que primaria. Las variaciones según edad son las
siguientes:
Los datos anteriores indican que, en todos los segmentos de edades inferiores a los 61
años, la tasa de personas que tuvieron conocimiento o referencias directas sobre algún
desaparecido varía entre un mínimo del 35% y un máximo del 42%. De lo anterior
resulta que durante largos años la sociedad argentina estará “marcada” por el recuerdo
de los desaparecidos: aún entre los más jóvenes (los de 18 a 30 años), el 41% de ellos
mencionó haber tenido contacto con este hecho.
Tomando como base a los individuos que dijeron haber tenido conocimiento directo o
referencias personales sobre casos de desaparecidos, un 74% dijo que accedieron a ese
tema antes de la asunción de Raúl Alfonsín; 23%, después y 3% formuló otras
respuestas diferentes de las anteriores. Los datos anteriores demuestran que, por lo
menos, el 27% de los individuos que ahora tienen 18 o más años supo, durante el
Proceso, de una manera u otra de los desaparecidos y, por ende, padeció los temores,
sentimientos de culpa y depresión asociado a un “descubrimiento” particularmente
siniestro.
Para cerrar este capítulo sobre los desaparecidos se interrogó a los entrevistados acerca
de su grado de acuerdo, o desacuerdo, con la decisión del actual gobierno de indultar al
líder de Montoneros, “Pepe” Firmenich, y a los integrantes de las Juntas Militares. Las
preguntas formuladas al respecto fueron las siguientes:
Pensando en todo lo que ocurrió en este país en los últimos años, ¿considera muy
correcta, más bien correcta, más bien incorrecta o muy incorrecta la decisión del
presidente Menem de indultar al líder de Montoneros, “Pepe” Firmenich?
¿Y le parece muy correcta, más bien correcta, más bien incorrecta o muy incorrecta su
decisión de indultar a los integrantes de las Juntas Militares?.
y 62% como “muy incorrecto”; 2% formuló otras respuestas diferentes de las anteriores
y 13% no opinó al respecto.
Con respecto a las Juntas Militares, el 1% consideró al indulto “muy correcto”; 4%,
“más bien correcto”; 9%, “más bien incorrecto” y 75% “muy incorrecto”. Un 2%
formuló otras respuestas y 11% no contestó al respecto.
Nótese que la tasa de quienes rechazan al indulto de Firmenich alcanza al 82% y de las
Juntas Militares al 84%. De lo cual resulta que, si bien los entrevistados consideran al
conjunto de los desaparecidos como personas rescatables, y por ende a la represión del
“Proceso…” como ilegítima, estimaron a los dirigentes de los movimientos subversivos
del pasado tan culpables como a los militares.
El hecho de que las tasas de quienes condenaron al indulto del líder de Montoneros y de
los integrantes de la Junta sobrepase al 80% de los casos indica que los argentinos no se
han olvidado y tampoco están dispuestos a perdonar las tragedias de la década del ´70
aunque los indultos -como es sabido- no hayan dado lugar a movimientos masivos de
protesta. En este sentido, el juicio a las Juntas y a los “subversivos” del pasado es algo
que resta aún por hacerse para y en la opinión pública.
Este artículo está dedicado a reseñar y analizar dichos sondeos. Todas las mediciones
citadas en el trabajo fueron realizadas en el área de la Capital Federal y el Gran Buenos
Aires y comprendieron doscientas entrevistas a adultos de 18 y más años de edad de
todos los niveles socioeconómicos y educacionales.
En primer lugar, no existen dudas de que ese luctuoso acontecimiento fue el más
destacado del año 1992, aún más notable que el primer brote de la epidemia de cólera
ocurrido hacia el verano del año anterior. En la semana inmediatamente posterior, nada
menos que un 92% de los encuestados mencionó, de manera espontánea, al atentado
contra la Embajada de Israel como la noticia más importante de ese momento.
Posteriormente, el tema volvió a ser mencionado por un 79% en la segunda y tercera
semana de marzo; por el 72% en la primera de abril; 38% en la segunda semana de
abril, para extinguirse recién hacia la tercera semana de ese mes con un 8% de
recordación residual.
Para tener una idea aproximada de la magnitud de esos índices bastará con señalar que
las manifestaciones de protesta y quema de la Legislatura provincial y de domicilios de
diversos dirigentes políticos en la provincia de Santiago del Estero -el acontecimiento
más importante del año siguiente (1993)- logró una tasa de mención espontánea del
orden del 76% en la semana inmediatamente posterior al momento de su ocurrencia.
1
. Este artículo se terminó de escribir el 8 de diciembre de 1994. Una primera versión ha sido publicada en
ÍNDICE para el análisis de nuestro tiempo, 1995. Número especial con motivo del sexagésimo
aniversario de la fundación de la Delegación de Asociaciones Israelitas de la Argentina (DAIA) 1935-
1995, Número 7 - Segunda Época, páginas 159-166, Buenos Aires: Delegación de Asociaciones Israelitas
Argentinas, Centro de Estudios Sociales.
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Una medición específicamente dedicada a explorar las reacciones del público acerca de
ese atentado, realizada entre el 22 y el 28 de marzo del ´92 arrojó los resultados que se
detallan a continuación.
Se registraron opiniones divididas acerca de una posible conexión entre dicho atentado
y la participación activa de la Argentina durante la Guerra del Golfo. En tanto un 45%
dijo que era “probable que […] se produjera en Buenos Aires porque la Argentina envió
tropas a Irak”, el 33% estimó que ello era “improbable” y el 22% restante no opinó al
respecto.
Ese hecho provocó, según dicha encuesta, algún deterioro de la imagen del presidente
Carlos Menem y del entonces Ministro del Interior José Luis Manzano. Al juzgar “cuál
había sido el desempeño del Presidente en esa emergencia” un 25% lo consideró
“bueno”; 34%, “regular” y 26%, “malo” en tanto que un 16% no abrió juicio al
respecto.
Por último, también se observó que los habitantes de Buenos Aires consideraron
desfavorablemente el comportamiento de los periodistas de TV que cubrieron ese
hecho. Para el 27% su desempeño fue “bueno”, 25% lo calificó de “regular” y 37% de
“malo”. Un 3% formuló otras respuestas y el 8% restante no formuló evaluación alguna.
El material disponible con respecto a este segundo ataque terrorista es más detallado. En
primer lugar, se observa que las tasas de quienes mencionaron, a título de noticias
destacadas del momento, el atentado sufrido por la AMIA y los rumores posteriores -
“oficiosos” u oficiales, según las interpretaciones- acerca de una posible reiteración de
hechos terroristas fueron las siguientes:
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De acuerdo a los datos anteriores resulta que ese acontecimiento llamó la atención de la
opinión pública local -casi a la totalidad de los entrevistados- en el momento
inmediatamente posterior a su ocurrencia. Además, ese tema demoró ocho semanas en
extinguirse, es decir, que en comparación con otros issues evaluados a lo largo de los
años ´91 al ´95 logró marcar un verdadero récord en cuanto a su permanencia en la
agenda pública. También se advierte que cuando su tasa de recordación empezaba a
decaer, hacia la primera semana de agosto, los rumores sobre un posible tercer atentado
contribuyeron brevemente a refrescar la memoria del público.
Cuando se interrogó a los entrevistados acerca de cuáles podían ser los principales
responsables directos de la voladura de la AMIA, el 25% se refirió al “terrorismo
internacional”; 10%, al “fundamentalismo árabe”; 6%, a “grupos nazis”; 5%, a “agentes
iraníes”; 4%, a los “guerrilleros de Dios”; 2%, a “agentes palestinos” y un 1%, al grupo
“Hezbollah”. Un 12% formuló otras respuestas diferentes a las anteriores -normalmente
muy vagas, que no permitían una identificación del agente, del tipo “asesino”- en tanto
que un 38% dijo no poder opinar al respecto.
No obstante la frecuencia con que los entrevistados identificaban a los terroristas con
agentes iraníes, la mayoría absoluta de los encuestados (67%) dijo no saber si la
República de Irán estaba o no involucrada en su preparación contra un 32% que
consideró a esto “probable” y un 2% que lo calificó de “improbable”. La mitad (48%)
de los entrevistados que afirmaron que era posible que el gobierno de Irán estuviera
involucrado sostuvo que la Argentina debía romper relaciones diplomáticas con ese país
en tanto que el resto (52%) se abstuvo de opinar al respecto.
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En cuanto a las motivaciones de los terroristas, para el 42% serían “religiosos” o, mejor
dicho, “étnicas” -lucha entre pueblos, países o individuos de la religión islámica y del
judaísmo-; 14% las consideró “políticas”; 29%, consideró que se trataba de una
“venganza por la muerte de un líder palestino”; 3% lo asoció a una “lucha territorial
entre el Estado de Israel y sus vecinos árabes” en tanto que sólo un 6% hizo referencia
al “antisemitismo” como una motivación posible. Además, 7% formuló otras respuestas
y el 15% residual no opinó al respecto.
Para la mayoría simple de los encuestados (41%) se había elegido a la Argentina para
perpetrar un segundo atentado terrorista debido a que en este país “no hay seguridad” en
tanto que un 10% adicional -seguramente recordando el ataque a la embajada de Israel-
dijo que “hay impunidad (para los agresores) porque no se investiga”. Un 13% dijo que
el motivo era “el gran tamaño de la comunidad judía local” y 7%, “las facilidades que
ofrece el país a quién quiera entrar o salir ilegalmente de él”. El 2% restante formuló
otras respuestas y 30% no contestó.
La mayoría simple de los entrevistados (41%) afirmó que “era posible evitar la
repetición de atentados como el de la AMIA” contra un 25% que opinó lo contrario y un
55% que no abrió juicio al respecto. Entre aquellos que consideraron inevitable a la
reiteración de los ataques terroristas -una porción nada desdeñable de la población- un
35% opinó que el país no cuenta con controles migratorios eficaces o un servicio de
seguridad capacitado en tanto que un 25% consideró que acontecimientos similares
habían ocurrido “en todo el mundo”, incluyendo países avanzados como Inglaterra y los
Estados Unidos. Para aquellos que consideraron a esos hechos como “evitables”, un
69% se refirió a la ausencia de seguridad; 12%, a la falta de capacitación de los
servicios de inteligencia locales y un 4% consideró que la solución sería la adopción por
parte de la Argentina de una política internacional independiente con respecto a los
conflictos de los Estados Unidos o Israel con el mundo árabe. Como puede notarse, las
opiniones de quienes evaluaron “evitable” o “inevitable” a los actos terroristas no
difieren sensiblemente entre sí: ambas partes pusieron el acento en la necesidad de
multiplicar los controles migratorios, la seguridad en las calles y en la mayor
capacitación de los agentes de inteligencia. En cierta medida esas demandas se
corresponden con otros datos de diversas encuestas locales que prueban la creciente
importancia que la población metropolitana viene atribuyendo al problema del crimen y
a la delincuencia. Pero, por otra parte, la demanda de mayor capacitación de los
servicios de inteligencia rompen con una tendencia sistemática del conjunto de los
argentinos a desaprobar toda medida que pudiera suponer un incremento de los gastos
en defensa.
Poco tiempo después, hacia la primera semana de agosto, cuando empezaron a circular
versiones de algunas detenciones y se fortaleció la hipótesis de la “conexión iraní” el
57% dijo que el gobierno se estaba esforzando “mucho” o “bastante” para esclarecer el
atentado contra un 23% que consideró que se empeñaba “poco” o “nada” y un 21% que
no abrió juicio. Es decir, en ese momento una alta proporción de residentes del área
metropolitana confiaba en que las detenciones llevadas a cabo y las gestiones del Juez
Galeano -a cargo de esa investigación- así como la información de un supuesto
“arrepentido” iraní iban a lograr una pronta identificación de sus responsables.
Hacia la tercera semana de octubre del corriente año -cuando el tema vuelve a ser
evaluado debido a los anuncios de un posible tercer atentado- el panorama registrado es
totalmente diferente al anterior. El 73% de los encuestados considera entonces
“improbable” que se logre identificar y apresar a los culpables de la voladura de la
AMIA contra sólo un 11% que opina lo contrario y un 17% que no contestó la pregunta
respectiva. Paralelamente, se observa que la tasa de quienes estimaron que el gobierno
se estaba esforzando “mucho” o “bastante” en la investigación fue del 35% (contra 57%
hacia comienzos de agosto) en tanto que los que estimaron que se esforzaba “poco” o
“nada” ascendía al 49% (versus 23% en la medición anterior). Ese escepticismo alcanzó
también al Juez: 26% opinó que se estaba esforzando “mucho” o “bastante” en tanto que
un 36% opinaba que se empeñaba “poco” o “nada” en esclarecer el caso y un 40% no
opinó al respecto. En síntesis: las fuertes expectativas iniciales con respecto a la
investigación dejaron paso a una fuerte decepción que, sin duda, contribuyó a
incrementar la sensación de carencia de seguridad del país, por lo menos, con respecto
al terrorismo internacional.
Una consecuencia directa de esa decepción fue que el público adoptó al contestar dicha
encuesta una actitud más resignada -o más desesperanzada, si se quiere- hacia las
actividades del terrorismo internacional en el país. Para el 62% resultaba entonces
“probable” que atentados como los de la Embajada de Israel o de la AMIA se repitieran
en el futuro (un 11% afirmó lo contrario y el resto no opinó) en tanto que un 74% se
declaró en desacuerdo en que se eliminaran las medidas de seguridad especiales que se
adoptara con respecto a colegios y otros edificios de la comunidad judía (13% de
acuerdo y el resto no opinó).
De una manera oscura y no exenta de zigzagueos, los habitantes de esta ciudad parecen
haber transformado su desazón con respecto a las investigaciones de esos hechos
sangrientos en una suerte de escepticismo masivo y, a la vez, haber asumido al
terrorismo internacional como una cuestión de hecho, tal vez inexplicable, pero no por
ello menos obstinada y repetible.