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Aproximación estética de la urgencia

Cuenta Joao Moreira Salles en su película “Santiago” que, cierto día, escuchó en su casa que
alguien tocaba el piano. El pequeño Joao se acercó a la puerta y comprobó que era Santiago, el
mayordomo, quien lucía un impecable frac. Cuando el niño le preguntó por qué vestía de esa
forma, Santiago le respondió: Porque es Beethoven.
Heráclito de Éfeso observó, hace dosmil quinientos años, que nunca nos bañamos dos veces en el
mismo río. Y de así hacerlo, difícilmente seríamos las dos veces la misma persona. La vida es
una sucesión infinita de instantes; únicos e irrepetibles. Tomemos por ejemplo la transmisión en
vivo que suena en este momento en la radio: un cuarteto de músicos se han reunido a interpretar,
casualmente, de nuevo, a Beethoven. O uno de los tantos partidos de fútbol que, seguramente,
mucho más gente que al concierto, está siguiendo en este momento por televisión. Veintidós
futbolistas, más una cantidad importante de otras personas se han encontrado, por única vez en la
historia, por 90 minutos, a dar forma a eso que llamamos partido de fútbol. Sin duda, un gran
acontecimiento. Y así podríamos seguir apreciando cada instante y cada acción o inacción
eternamente. Tal aproximación a los hechos, la vida y la historia es la que toma el documental de
creación: la aproximación estética. Si el documentalista, como se dice, es un testigo de su
tiempo, ese testimonio lo vuelca desde el estrado de lo estético. El documental, obra del
documentalista, está más allá de análisis, conjeturas, enjuiciamientos, o declaraciones de la
verdad. Por supuesto puede contener todos estos elementos, pero solamante serán eso: elementos
integrantes de ese “más allá”, que es la experiencia estética. Algo así como los colores con los
que el pintor compone su cuadro; el cuadro es el cuadro, no sus colores. En todo caso,
inevitablemente, el documentalista-cineasta, actúa como testigo, siempre, del acto de creación.
Al leer un verso, una frase, una palabra, de nuestro poeta favorito, debemos ser conscientes que
ese verso, esa frase, esa palabra, fue escrita sólo una vez. La tinta corrió en un instante, y quedó
plasmada para siempre. Pensemos solamente entrar al archivo de una biblioteca y ver un
manuscrito del autor que nos hace soñar. Imaginemos los trazos de tinta, un borrón, un doblez en
el papel... La realidad que vemos a diario no es para nada diferente. No existen hechos
memorables, o más memorables que otros. Quien se encarga que construir la memoria somos
nosotros, los hombres. Nosotros seleccionamos que recordar y qué no. La memoria y la
interpretación de la historia, es siempre subjetiva. La realidad es subjetiva. El hombre-
documentalista, construye memoria desde lo estético. Lo estético poco tiene que ver con lo bello,
lo bueno, lo que me gusta. Lo estético está relacionado con la capacidad de armonizarse con la
creación. Así como debemos ser sensibles al hecho irrepetible de que Beethoven haya escrito ésa
corchea, en ése momento, por única vez en la historia del universo; o ésa pelota que infla la red
en cierto ángulo, ante ése público, y nunca más lo hará de ésa forma específica; así nos
enfrentamos a cada hecho de la vida. Vaivenes de los pueblos, urgencias que se diluyen en el
pasado, protagonismos de cartón, tintas y sangres derramadas en un río que continúa fluyendo...
La creación es la vida. Y la vida anda de frac. Siempre. No tenemos que entenderlo. Ni estar de
acuerdo. Solo damos testimonio.

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