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El Estado tiene la obligación legal de controlar todas las actividades que puedan
causar daño al ambiente. A tal punto que, con carácter previo a su desarrollo, debe
exigir la “DECLARACIÓN DE IMPACTO AMBIENTAL”, conforme lo establece la
Ley General del Ambiente (ley 25.675) en sus los arts. 11 (1), 12, 13.
La “DECLARACIÓN DE IMPACTO AMBIENTAL”, es el acto administrativo
final de un procedimiento administrativo, llamado “EVALUACIÓN DE IMPACTO
AMBIENTAL” que tiene por finalidad verificar y asegurar –por parte de la autoridad
de contralor- que la actividad a realizarse no genere daños al ambiente, y por ende a la
salud.
Dicho procedimiento administrativo previo a cualquier actividad que pueda
causar un daño al ambiente, nunca se realiza en materia de agroquímicos.
Permitir la aplicación de agroquímicos en las proximidades de las zonas pobladas,
cerca de cursos de aguas, pozos o zonas de recarga, sin control ni evaluación de impacto
ambiental, implica una negligencia por parte del Estado que restringe manifiestamente
derechos humanos de jerarquía constitucional, tales como el Derecho a la Protección de
la Salud y el Derecho de los habitantes de la Nación a gozar de un ambiente sano,
conforme lo establecen los arts. 41 2 y 42 3.
1
Ley 25.675 -Evaluación de impacto ambiental – Art. 11. — “Toda obra o
actividad que, en el territorio de la Nación, sea susceptible de degradar el
ambiente, alguno de sus componentes, o afectar la calidad de vida de la
población, en forma significativa, estará sujeta a un procedimiento de evaluación
de impacto ambiental, previo a su ejecución”.
2
“Artículo 41: Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano,
equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades
productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las
generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo. (…)
Pero estas y otras obligaciones del Estado también fueron receptadas por la
Constitución Provincial, en ocasión de su reforma, lo que puede leerse en los artículos
83, 84 y 85 4
Así mismo, existen lineamientos de Política Ambiental en la Ley General del
Ambiente, 25.675, que establecen presupuestos mínimos y principios de jerarquía legal
que toda legislación nacional, provincial o local debe receptar, explícita o tácitamente.
Y en este tema, adquieren relevancia los siguientes principios del artículo 4°:
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“Artículo 42: Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho,
en la relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses
económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección, y a
condiciones de trato equitativo y digno.
Las autoridades proveerán a la protección de esos derechos, a la educación
para el consumo, a la defensa de la competencia contra toda forma de distorsión
de los mercados, al control de los monopolios naturales y legales, al de la calidad
y eficiencia de los servicios públicos, y a la constitución de asociaciones de
consumidores y de usuarios.
La legislación establecerá procedimientos eficaces para la prevención y
solución de conflictos, y los marcos regulatorios de los servicios públicos de
competencia nacional, previendo la necesaria participación de las asociaciones
de consumidores y usuarios y de las provincias interesadas, en los organismos
de control.
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“Artículo 83: El Estado fija la política ambiental y garantiza la aplicación de los
principios de sustentabilidad, precaución, equidad intergeneracional,
prevención, utilización racional, progresividad y responsabilidad. (…) Asegura la
preservación, recuperación, mejoramiento de los ecosistemas y sus corredores
biológicos y la conservación de la diversidad biológica. (…) Establece medidas
preventivas y precautorias del daño ambiental.
ambiental y económica.”
“deriva” de un lugar a otro distinto de donde se quiso aplicar el plaguicida es una
consecuencia altamente posible, dado que influyen las condiciones climáticas como el
viento, y la humedad. Un viento superior a los 6 km puede provocar que los plaguicidas
que se apliquen en esas condiciones deriven en predios contiguos de adonde se aplicó.
Una mayor humedad, puede importar la creación de una suerte de nube de agroquímicos
que puede ir mudándose en el aire a los lugares adyacentes (Conforme estudios de
deriva, elaborados por el Ingeniero Químico Marcos TOMASSONI, 2013, disponible en
Web).
Prestigiosos doctrinarios del derecho han advertido que, encontrándose en riesgo
la salud pública, tanto la propiedad como el ejercicio de una industria lícita están sujetos
a las leyes que reglamenten su ejercicio y que "la propiedad está sujeta a las
restricciones y limitaciones exigidas por el interés público o privado" (Fallos 31:273)
sin que pueda permitirse que exista "libertad para dañar el ambiente ajeno ni para
restringir la libertad que tiene todo individuo de usar y gozar del ambiente" (Valls,
Mario F, "Instrumentos Jurídicos para una política ambiental", en J.A., 1996-IV-955).
En ese orden de ideas, el Principio precautorio, incorporado a nuestro cuerpo
jurídico a través de la Ley General del Ambiente, resulta de aplicación restrictiva. Por
otra parte, este principio se encuentra consagrado en numerosos documentos
internacionales de derecho ambiental.
La esencia del principio de precaución es que la sociedad no puede esperar hasta
que se conozcan todas las respuestas, antes de tomar medidas que protejan la salud
humana o el medio ambiente de un daño potencial y la precaución es necesaria cuando
dos circunstancias se presentan a la vez: a) falta de certidumbre científica y b) amenaza
de daño al ambiente o a la salud humana.
Señala la Dra. Aída Kemelmajer de Carlucci: “El principio precautorio se aplica
en todo aquello que supone resguardar derechos humanos y privilegio ante la hipótesis
de que suceda lo peor, un daño irreversible aún en un plazo muy largo”.
El daño ambiental puede ser directo o indirecto. Es daño directo la contaminación
del suelo por absorción, contaminación por ingreso en ecosistemas acuáticos,
contaminación de ecosistemas por “deriva”, efectos negativos de diversa índole en
animales y plantas que forman parte de los ecosistemas en que se utilizan agroquímicos
-Pérdida de biodiversidad y pérdida de otras culturas agrícolas-. El daño ambiental
indirecto, afecta la salud humana, se traduce en toxicidad, citotoxicidad, genotoxicidad,
neurotoxicidad, consecuencias sobre el sistema reproductivo, posible acción
carcinogénica, posible mutación del ADN y efectos sobre la transmisión genética.
Fundamentalmente, cabe destacar que el “ambiente”, como bien de incidencia
colectiva “por su naturaleza jurídica, es de uso común, indivisible y está tutelado de una
manera no disponible por las partes…” (Cfr. CSJN causa” Mendoza”, Resolución de
fecha 20/6/2006).
El orden público ambiental debe prevalecer sobre los intereses económicos
individuales.
En diciembre de 2016, la FUNDACION DE AMBIENTE Y RECURSOS
NATURALES (FARN), habiendo tomado conocimiento de distintas denuncias
efectuadas en Entre Ríos, respecto de fumigaciones con pesticidas usados en la
producción agraria sobre zonas pobladas, entre ellas, la ocurrida en la localidad de Santa
Anita, departamento Uruguay, presentó sendos pedidos de información pública a los
Ministerios de Salud y de la Producción de la Provincia de Entre Ríos.
Días pasados, ambos informes fueron evacuados y cabe aquí tener en cuenta sus
manifestaciones.
El Ministerio de Salud, respondiendo sobre su participación en los dictámenes
previos a los permisos de uso de agroquímicos otorgados por el Ministerio de la
Producción, responde que las denuncias por uso indebido de agroquímicos recibidas se
remitieron al Ministerio de la Producción, en su carácter de órgano de aplicación de la
ley 6599.
A su tiempo, el Ministerio de la Producción, respondiendo si han otorgado
permisos de productos que contengan en sus formulados algunos de los componentes
químicos, insecticidas organofosforados y herbicidas, reclasificados como posibles
cancerígenos por la Organización Mundial de la Salud, brinda una respuesta
preocupante. No solo admite su falta de intervención en las habilitaciones de los
agrotóxicos en la provincia, remitiendo al listado del SENASA, sino que reconoce que
la lista de productos habilitados y prohibidos o restringidos actualizada fue solicitada
oportunamente al Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria,
encontrándose en este momento a la espera de su remisión para ser publicada. Es decir
que la población desconoce lo que se aplica en el territorio provincial y el órgano de
control tampoco tiene esa información actualizada, por lo que poco podría supervisar y
cuidar a los habitantes.
Así mismo, se solicita al Ministerio de la Producción que informe si requiere
periódicamente de la Dirección de Hidráulica y Dirección de Obras Sanitarias
provinciales la información actualizada, mapeo y zonificación respecto de los cursos de
aguas permanentes y semipermanentes, áreas de recarga y los pozos de agua potable, a
lo cual responde que no lo realiza. Esto implica que el Estado no protege nuestras
fuentes de agua potable, no cuida la biótica que garantiza la vida de los ecosistemas e
ignora su obligación constitucional, establecida en el artículo 85 de la Carta Magna, que
reconoce al agua como un recurso natural, colectivo y esencial para el desarrollo
integral de las personas y la perdurabilidad de los ecosistemas, así como el acceso al
agua saludable, potable y su saneamiento, como un derecho humano fundamental. Y
estamos hablando de la autoridad de aplicación de la ley 6599, esto es, el Ministerio de
la Producción.
Resulta también preocupante que aquel Ministerio admita también que no realiza
controles permanentes y periódicos de los niveles de contaminación que puedan
ocasionar los productos químicos autorizados en las áreas que puedan considerarse
críticas por su utilización intensiva. Dicho de otra forma, el Estado ignora los niveles de
contaminación por efecto acumulativo de los agrotóxicos. Recordemos que, el glifosato,
entre otros tóxicos, puede lixiviarse hacia aguas superficiales y subterráneas, donde
puede dañar la vida silvestre y posiblemente terminar con el agua potable.
Las poblaciones de Entre Ríos se nutren del agua que consumen, ya sea de los
ríos Paraná y Uruguay como de las napas subterráneas. Ambas fuentes se encuentran
hoy contaminadas. Téngase en cuenta que el proceso de potabilización no implica la
separación de moléculas químicas presentes en la formulación de los agrotóxicos.
Los controles respecto del cumplimiento de la normativa vigente, explica el
Ministerio de Producción, los realiza el Área de Sanidad Vegetal, que solo dispone para
esta tarea de dos ingenieros agrónomos y dos vehículos afectados. Tampoco existe
equipamiento técnico específico, tales como controles y rastreadores satelitales de las
maquinarias y aviones destinados a la aplicación.
Por último, las denuncias, contesta este Ministerio en otro punto, son derivadas a
la Dirección General de Agricultura, quien realiza un procedimiento administrativo para
constatar la “infracción”. Aquí nos encontramos ante un flagrante incumplimiento de los
deberes de funcionario público. La posible comisión de un delito de contaminación
ambiental conlleva necesariamente la presentación de los hechos y sus pruebas ante la
Fiscalía en turno, independientemente de las actuaciones administrativas. El Estado
sigue ausente y es cómplice por omisión.
Párrafo aparte merecen las conclusiones del Tribunal de opinión en el juicio
simulado contra la empresa MONSANTO, en el cual participaron más de mil
organizaciones ambientales de todo el mundo, aportando pruebas científicas y testigos.
La multinacional fue acusada de “ecocidio” y se aconseja la incorporación de esa figura
técnica al Estatuto de Roma para que sea tenida como un delito a juzgar por la Corte
Penal Internacional de La Haya, al igual que la atribución de responsabilidad de las
personas jurídicas.
Desde este Programa de extensión de cátedra “Por una nueva economía, humana
y sustentable” de la UNER, en el cual confluimos diversos profesionales universitarios,
queremos manifestar que compartimos los contenidos del proyecto de ley, con media
sanción del Senado desde diciembre de 2015, que refiere al marco legal de los
productos químicos y biológicos, y que se encuentra en tratamiento en la Cámara de
Diputados, bajo el n° de Expte. 21023. Consideramos que dicho proyecto resguarda el
derecho humano a la salud, la protección del ambiente y los recursos naturales,
permitiendo un desarrollo económico sustentable y fomentando la agricultura ecológica,
lo que no queda garantizado en el ante - proyecto de ley de fitosanitarios que motiva
esta consulta.
EXISTEN EVIDENCIAS CIENTIFICAS SUFICIENTES QUE ACREDITAN
DAÑOS AL AMBIENTE Y SALUD POR EL USO MASIVO Y DESCONTROLADO
DE AGROTÓXICOS. LA LEGISLACION QUE SE SANCIONE DEBERÁ
PROTEGER A LA POBLACIÓN, A LOS DEMÁS SERES VIVOS Y PRESERVAR
LOS RECURSOS NATURALES PARA LAS GENERACIONES FUTURAS.