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Universidad Santo Tomás.

Facultad de Teología.
V Semestre de Teología
Docente: Fray Iván Mejías, OP.
Estudiante: Juan Gabriel Arrieta Zambrano, O.Carm.
19 de Febrero de 2018
Informe de lectura de:
Hilberath, B. J. (1994). Pneumatología. Barcelona: HERDER.

I. INTRODUCCIÓN. ¿DE QUÉ TRATA LA PNEUMATOLOGÍA?


Ciertamente, la pneumatología es el discurso o la enseñanza acerca del Espíritu Santo.
Sobre la situación de la manera tradicional de hablar acerca del Espíritu Santo, Bernd Joche
expresa que se considera el mencionado olvido del espíritu como un antecedente para el
redescubrimiento del Espíritu Santo, que entretanto está produciendo sus primeros frutos.
Ahora bien, es importante destacar algunas razones por las cuales algunos teólogos
se preocupaban en el ejercicio de dirigir las comunidades con respecto a la unidad y el orden.
Entre ellas se destacan las Dificultades con los movimientos que apelaban al Espíritu: como por
ejemplo, los montañistas, los seguidores de Joaquín de Fiore, los movimientos baptistas, los
cuáqueros, las iglesias pentecostales. Y, Ante las supuestas alternativas del orden o desorden,
carisma o ministerio, se llegó en buena medida a una canalización, más aún, a una fijación
de la acción del espíritu.
Otra razón, es el desplazamiento del interés teológico. Cabe decir que tan sólo
cuando, en tiempos de crisis de la Iglesia, hubo eclosiones carismáticas y movimientos de
reforma motivados por experiencias del Espíritu, la teología del Espíritu ocupó el centro del
interés y se convirtió en tema. Esto se aplica también a la elaboración del tercer artículo de
la confesión de fe en el Concilio de Constantinopla del año 381. Las formulaciones de este
credo, que hasta el día de hoy es el único realmente ecuménico, o de sus adiciones
pneumatológicas, son el fruto de la experiencia espiritual de monjes teólogos y de la crítica,
fundamentada en consideraciones pneumatológicas, contra la fisonomía del cristianismo, que
se había convertido en una especie de Iglesia del Imperio.
Así, pues, hacia fines del siglo IV se dedujeron las consecuencias pneumatológicas
de la experiencia bíblico-cristiana de Dios y, con ello, se dotó de perfiles a la peculiaridad
del concepto de Dios, que intentaba representarse la unidad en diferenciación viva del
“Padre”, del “Hijo” y del “Espíritu”.
Una tercera razón, es el Cristomonismo de la teología occidental: Sin menoscabar la
igualdad de las personas y la unidad de la esencia, los teólogos orientales pudieron conservar
el perfil peculiar de las personas trinitarias contemplando al Padre como fuente de la Deidad
y razón de la unidad, de quien proceden independientemente el Hijo y a su manera el Espíritu.
Además, en la cuarta razón donde se presencia la Déficit incluso en la doctrina de la gracia:
la teología occidental tuvo en perspectiva, al menos en la doctrina de la gracia, la función
histórico-salvífica que desempeña el Espíritu santo-santificador-sanador. Pero el espectro sé
restringió a la doctrina de la inhabitación del Espíritu Santo en cada uno de los cristianos.
Por otra parte, es importante resaltar que la experiencia de Dios que tienen nuestras
jóvenes comunidades cristianas en América Latina, es propiamente una experiencia del
Espíritu Santo. Los teólogos advierten como señal de la acción del Espíritu el nuevo interés
por la Biblia, la recuperada capacidad para la oración espontánea y personal así como para la
fiesta y la celebración; se entienden como obra del Espíritu las experiencias de que cada
persona es el sujeto auténtico de sus acciones, como individuo y como miembro de una
comunidad; las experiencias de estar capacitado para liberarse a sí mismo, la autoridad de
que uno se ve poseído para tomar la palabra y dar testimonio de la fe, para considerar a la
comunidad como el centro de la vida.
Asimismo, según las esperanzas de Juan XXIII, con el Concilio Vaticano II debía
iniciarse en la Iglesia Católica Romana un segundo Pentecostés. Y en realidad, el
acontecimiento del Concilio mismo, las experiencias que los padres conciliares tuvieron e
intercambiaron entre sí, se percibieron, precisamente en su carácter de conversión como
experiencias del Espíritu Santo. También la Asamblea Consejo Mundial de las Iglesias
celebrada en Upsala (1968), con la ampliación trinitaria de la fórmula de base, que
originalmente había sido cristocéntrica, fijó al mismo tiempo un acento pneumatológico. De
igual forma, para la séptima Asamblea, celebrada en Canberra en 1991, el tema se expresó
en forma de oración: ¡Ven, Espíritu Santo, renueva toda la creación!.
Por otro lado, de acuerdo al sentido lexicográfico, precisamente en contextos
filosóficos y teológicos puede tener efectos unilaterales el hecho de que en alemán, para
expresar “espíritu” (Geist), se disponga sólo de una palabra, mientras que en griego puede
operarse con pneuma, nous y posiblemente logos, y el latín dispone de spiritus, mens,
intellectus, animus y ratio. En inglés se emplea mind para designar realidades antropológicas,
y spiritse usa exclusivamente en sentido religioso.
De la misma forma, partiendo de la historia del concepto, a la pneumatología bíblico-
cristiana se le plantean principalmente dos tareas. En primer lugar, en medio de la confusión
de voces que hablan del Espíritu y de lo que el Espíritu dice, habrá que instar a que se haga
una diferenciación entre el espíritu humano y el Espíritu divino. Es necesario para la
salvación saber discernir entre lo que es invención e imaginación, alucinación y trance,
explotación y charlatanería, por un lado, y lo que es encuentro y descubrimiento, experiencia
y aprehendimiento, ser agraciado con dones y poder llegar hasta sí mismo, por el otro lado.
En segundo lugar, hay que plantearse radicalmente, es decir, llegando hasta las mismas
raíces, la cuestión acerca de la relación íntima entre el espíritu y la vida. El espíritu al que yo
apelo, que me habla y que nos dirige…
Finalmente, hay que destacar que la tarea de la pneumatología, es una reflexión sobre
la realidad del Espíritu Santo, según se experimenta en sus acciones. Esta tarea, en el sentido
de una orientación fundamental y de una normalización crítica, debe realizarse ante todo
adentrándose en los testimonios bíblicos acerca del espíritu. Después, hay que tener en cuenta
las experiencias y esclarecimientos de la “historia del espíritu”, en cuanto son relevantes hoy
día para nosotros. De este modo, habrá que confrontar, contrastar o asociarlas experiencias
trasmitidas con las experiencias actuales, de tal manera que se pueda trazar sistemáticamente
las líneas fundamentales de una manera justificada de hablar acerca del significado del
Espíritu Santo para nuestro tiempo.

II. Bibliografía
Hilberath, B. J. (1994). Pneumatología. Barcelona: HERDER.

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