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MEDITACIÓN ACERCA DE LA PASIÓN

PARTE II

Habiendo examinado lo expuesto en la discusión anterior, hemos visto que el plan de Dios era,
precisamente, «el que Jesús viniera a vivir en la tierra junto con sus hermanos para llevarlos a la perfecta
semejanza con Él, alcanzando por eso, no sólo la unión, sino la "fusión", donde Dios nos quiere dotar con
su misma "naturaleza"» y cómo el pecado original quitó la posibilidad de que se realizara, forzando a que la
venida de Jesús cambiara de modo, en vez de glorioso, penante. Ahora, una de las primeras
consideraciones que debemos hacer es la siguiente:

1. Dios nos ama infinitamente, cierto. Su misericordia es infinita, cierto. Nos quiere a todos salvados, cierto.
Tiene la potencia para hacerlo, cierto.

2. Pero debemos considerar también que todos sus atributos son infinitos, y que ningún atributo es menor o
mayor que otro, tan infinito es el Amor, como infinita es la Justicia, tan grande la Misericordia, como grande
la Bondad, y así de todos los demás, todos son iguales, por lo que forzosamente deben estar en pleno
equilibrio para que se manifieste uno de sus atributos primarios, «el orden».

¿A qué viene esto? Expliquémonos: Se ha pensado, juzgado y enseñado, que la Pasión de Jesús fue la
que narran los evangelios, que empieza el jueves por la tarde con la última cena, y concluye el domingo por
la mañana con la Resurrección, y que en esto se encierra toda la obra de la Redención. Ciertamente los
méritos de Jesús son infinitos por estar unida en Él la naturaleza Divina (Verbo Eterno), a la naturaleza
humana, y hubiera sido más que suficiente para lograr que el Padre perdonara a su criatura, y que ésta
pudiese aspirar a entrar nuevamente a su presencia después de la muerte, alcanzando así la
bienaventuranza eterna. Por supuesto que hubiera sido suficiente si el pecado original solamente hubiera
sido una desobediencia, una simple ofensa; pero no, el pecado original destruyó todo el bien que la criatura
hubiera podido recibir, y dio muerte, en él, a todas las Vidas Divinas que Dios había determinado multiplicar
por medio de cada acto realizado en la Divina Voluntad. Este pecado original convirtió en «pecado» al
querer humano, de tal manera que todo lo que el hombre hace es pecado, porque no tiene ya acceso a la
Divina Voluntad que es la que multiplicaría la Vida Divina en cada acto de la criatura, y era esta la finalidad
de nuestra creación, por lo que sin importar qué haga el hombre, si su acto es bueno o malo, material o
espiritual, simplemente ya no pone en ello la Vida Divina que Dios había pensado multiplicar en aquél acto.

Esto lo manifiesta el propio Jesús en Abril 22, 1928:

..."Hija mía, el mal es grande, mi Voluntad es Luz y la humana es tinieblas; la mía es Santidad, y «el
querer humano es pecado»; la mía es Belleza y contiene todo bien, la humana es fealdad y contiene
todo mal, así que el alma con no hacer mi Voluntad hace morir la Luz, da muerte a la Santidad, a la
Belleza y a todos los bienes, y con hacer la suya hace nacer las tinieblas, da la vida al pecado, a la
fealdad y a todos los males."

Así las cosas, el hombre debía pagar tantas muertes por cuantas muertes dio en él a la Vida Divina, debía
al mismo tiempo pagar una pena porcada pecado, lo cual le era imposible hacer, no tenía la capacidad de
multiplicar cada pena por cuantas se requerían, mucho menos el sufrir tantas muertes por cuantas debía;
fue por eso que se requería un Hombre y Dios que satisficiera por todos, como dice en el Vol. 12: «Para
recibir una plena satisfacción se necesitaba un hombre y un Dios que satisficiera» pues solamente
Él tenía en Sí mismo la capacidad, no sólo de multiplicar las penas, sino de infligir y sufrir todas las penas y
muertes requeridas por su Justicia. Es verdaderamente importante el reconocer que fue Él mismo, su
Divinidad, la que dio todas las penas, pues ¿quién sabría decir cuántas se necesitaban? ¿Cuántas muertes
debía sufrir? Y no sólo eso, sino ¿quién habría tenido la capacidad de dar tantísimas penas y muertes sin
sentir cansancio y hastío? Oigamos esto mismo pero de labios de Él:

Febrero 4, 1919

..."Mira hija mía con qué exceso de amor amé a la criatura, mi Divinidad fue celosa y no confió a las
criaturas el trabajo de la Redención haciéndome sufrir la Pasión. La criatura era impotente para
hacerme morir tantas veces por cuantas criaturas habían salido y deberían salir a la luz de lo
creado, y por cuantos pecados mortales habrían tenido la desgracia de cometer. La Divinidad quería
vida por cada vida de criatura, y vida por cada muerte que con el pecado mortal se daba. ¿Quién
podría ser tan potente sobre Mí para darme tantas muertes, sino mi Divinidad? ¿Quién habría tenido
la fuerza, el amor, la constancia de verme morir tantas veces sino mi Divinidad? La criatura se
habría cansado y habría desfallecido. Y no creas que este trabajo de mi Divinidad empezó tarde, por
el contrario, empezó en cuanto fue cumplida mi concepción, desde el seno de mi Mamá, la cual
muchas veces tenía conocimiento de mis penas y quedaba martirizada y sentía la muerte junto
conmigo. Así que desde el seno materno mi Divinidad tomó el empeño de sacrificador amoroso,
pero precisamente por amoroso más exigente e inflexible, tanto, que ni siquiera una espina fue
dispensada a mi gimiente Humanidad, ni un clavo, pero no como las espinas, los clavos, los
flagelos que sufrí en la Pasión que me dieron las criaturas, que no se multiplicaban, cuantos me
ponían, tantos quedaban, en cambio los de mi Divinidad se multiplicaban por cada ofensa, así que
tantas espinas por cuantos pensamientos malos, tantos clavos por cuantas obras indignas, tantos
golpes por cuantos placeres, tantas penas por cuantas fueron las ofensas, por eso eran mares de
penas, de espinas, de clavos, de golpes innumerables. Delante a la Pasión que me dio la Divinidad,
la Pasión que me dieron las criaturas el último de mis días no fue otra cosa que sombra, imagen de
lo que me hizo sufrir mi Divinidad en el curso de mi Vida; por eso amo tanto a las almas, son Vidas
que me cuestan, son penas inconcebibles a mente creada, por eso entra dentro de mi Divinidad y
mira y toca con la mano lo que sufrí."

Se podría preguntar, ¿Si la Divinidad tomó la iniciativa en dar los sufrimientos, qué papel jugaron entonces
las criaturas? Oigamos la respuesta:

Junio 4,1919

..."Hija mía, las penas que me dio la Divinidad superan por mucho las penas que me dieron las
criaturas, tanto en la potencia como en la intensidad y multiplicidad y en la duración, pero no hubo
ni injusticia ni odio, sino sumo amor, acuerdo de las Tres Divinas Personas, empeño que Yo había
tomado sobre de Mí de salvar a las almas a costa de sufrir tantas muertes por cuantas criaturas
salían a la luz de la Creación, y que el Padre con sumo amor me había otorgado. En la Divinidad no
existe ni puede existir ni la injusticia ni el odio, por tanto era incapaz de hacerme sufrir estas penas,
pero el hombre con el pecado había cometido suma injusticia, odio, etc., y Yo para glorificar al
Padre completamente debía sufrir la injusticia, el odio, las burlas, etc., he aquí por qué el último de
mis días mortales sufrí la Pasión por parte de las criaturas, donde fueron tantas las injusticias, los
odios, las burlas, las venganzas, las humillaciones que me hicieron, que a mi pobre Humanidad la
convirtieron en el oprobio de todos, hasta tal punto que no parecía que fuera hombre, me
desfiguraron tanto que ellos mismos tenían horror de mirarme, era la abyección y el desecho de
todos, así que podría llamarlas dos Pasiones distintas. Las criaturas no me podían dar tantas
muertes ni tantas penas por cuantas criaturas y pecados habrían ellas de cometer, eran incapaces,
y por eso la Divinidad tomo el empeño, pero con sumo amor y de acuerdo entre Nosotros. Por otro
lado, la Divinidad era incapaz de injusticia, etc., y ahí entraron las criaturas y completé en todo la
obra de la Redención."
Creo que ha quedado claro el que Dios pedía, exigía una compensación exacta a todas las culpas del
hombre, no pudiendo evitar algunas de ellas; aunque su Amor lo impulsaba irremediablemente hacia la
criatura, su Justicia pedía el pago preciso; entonces, ¿qué hace el Amor? Éste se interpone entre la Justicia
y la criatura, queriendo recibir Él mismo el castigo merecido por ella, y al mismo tiempo es Él quien quiere
pagar lo que debemos, pues nosotros, habiendo perdido la Divina Voluntad y la Vida Divina, ya no
teníamos capacidad para hacerlo, pues Dios quería una Vida Divina en cada acto. Este es el trabajo del
Amor, quedando así satisfechas las exigencias de los dos atributos en juego, la Justicia va a castigar hasta
el último delito cometido por toda la familia humana en la Humanidad de la misma Divinidad, y a recibir lo
que se le debe, o sea una Vida Divina por cada acto de criatura; donde ella había dado muerte a dicha
Vida, Jesús tiene que dar una Vida como pago a la Divinidad, dejándola al mismo tiempo a disposición de
la criatura para que ésta la pudiera tomar en ella, apropiándose tanto de Ella como de los méritos; y esto lo
hace sufriendo una muerte a manos de la Divinidad, da muerte por vida. El Amor se expone a todo lo
anterior, no sólo para salvar a la criatura, sino para restablecerla a su punto de origen. Ahora sí, ya
tenemos una visión más clara del por qué de las penas de Jesús, y sobre todo, empezamos a visualizar el
tipo de penas y la duración de éstas; no fue solamente un día, no fueron unos cuantos azotes, una corona
de espinas, unos cuantos golpes, etc., no fue solamente una muerte la que sufrió, sino que fueron
incontables, infinitos los sufrimientos y las muertes.

Ahora iniciamos un viaje hacia la verdadera Pasión de Nuestro amado Jesús, un viaje que nos revelará
cuánto nos ama, cuánto le costamos, pero sobre todo, qué es lo que quiere conseguir con todo ello.

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