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Lo que entonces [en la juventud] intuía, y ahora creo, es que es poder se basa en el control de la comunicación
y la información, ya sea el macropoder del estado y de los grupos de comunicación, o el micropoder de todo
tipo de organizaciones. 2009, 23
Palabras más, palabras menos, donde hay comunicación, hay poder. Y viceversa, donde hay poder,
hay comunicación. Suficiente razón para investigar cómo se dan esas relaciones entre poder y comunicación,
y para elaborar este voluminoso informe que nos hemos propuesto leer; pero Castells no da espacio a
controvertir y argumenta rápidamente: “El poder de la comunicación está en el centro de la estructura y la
dinámica de la sociedad”. En otras palabras, a través de la comunicación el poder estructura y, a la vez,
moviliza las fuerzas de la sociedad.
Pero ¿qué significa exactamente esto? En primer lugar, que son procesos comunicativos los que
anclan la realidad del poder en la sociedad. Para mantener el poder, el Estado requiere que los actores sociales
acepten y sigan las normas de regulación social; para ello el Leviatán cuenta con la violencia como recurso
último de poder. Para su subsistencia en el tiempo, sin embargo, el Estado no puede basar su poder solamente
en la violencia, debe generar la aceptación e integración de los individuos a su poder, su sometimiento. Se
requiere del poder comunicativo que suspende la violencia como forma de control social. Si el poder es
comunicación, entonces, la comunicación atraviesa todo el espectro del sistema social: la esfera política, el
mundo de la vida social, el plano de la esfera privada. Donde hay poder, dirá más tarde el investigador social,
hay contra-poder; si hay aceptación y comodidad, debe haber resistencia y agitación. La dualidad de la relación
con el poder (dominación/sumisión) lleva inmanente la existencia de una fuerza que se opone, que moviliza,
que crea un contrapoder:
Éste es el tema de este libro: por qué, cómo y quién construye y ejerce las relaciones de poder mediante la
gestión de los procesos de comunicación y de qué forma los actores sociales que buscan el cambio social
pueden modificar estas relaciones influyendo en la mente colectiva.
Aparecen en esta declaración de punto de partida dos nuevos aspectos del problema: el cambio social
y la mente colectiva. El cambio social hace referencia a esa innata necesidad que tienen los actores sociales
de desafiar y contravenir al poder; en tiempos de lo pre-digital las acciones del cambio social podían rastrearse
en la comunicación pública a través de la prensa, la radio y la televisión. Con la emergencia y expansión de la
sociedad red, los tres medios se disolvieron en una sola dimensión: Internet. Uno a uno, fueron emigrando
del formato uno-todos al gran formato de la Internet, el de la comunicación todos-todos. Allí, no solo los
medios, también las audiencias, los actores mismos, se transformaron respecto a los medios y adquirieron
una nueva identidad como receptores/emisores. Hoy cada uno de nosotros está en capacidad de transmitir
en tiempo real sucesos que en la era pre-digital se conocerían horas más tarde, quizás días o semanas, o nunca
se conocerían. Se hizo real un nuevo espacio público, el de las redes de la comunicación de masas donde el
poder se extiende simultáneo a través de la comunicación. Pero, ¿cómo ocurre esto?
No obstante para explicar de qué forma se construye el poder en nuestra mente a través de los procesos de
comunicación, necesitamos ir más allá de cómo y quién origina los mensajes y cómo se transmiten o se forman
en las redes electrónicas de comunicación. También tenemos que entender cómo se procesan en las redes
cerebrales (p.25).
Así, la Obertura va delimitando los primeros tres capítulos dedicados al poder, la comunicación y las
redes de mente y poder. Para comprender los mecanismos de institución del poder es necesario por tanto
construir un enfoque conceptual que permita rastrear las relaciones de poder desde el plano político de la
obligación con la norma, pasando por esfera cultural de las comunicaciones públicas y los medios masivos de
comunicación, hasta la transformación del punto-usuario en receptor/emisor de informaciones y
comunicaciones. Castells muestra todas sus cartas:
En este libro combino mi experiencia y mis conocimientos del análisis sociopolítico y del estudio de las
tecnologías de comunicación con los trabajos de especialistas que investigan la interacción entre cerebro y
poder político para establecer una corriente de observación que pueda dar la medida de la importancia de
este enfoque interdisciplinar.
Ese enfoque interdisciplinar quiere demostrar la hipótesis del trabajo: “la forma esencial de poder
está en la capacidad para modelar la mente” (24). Si el poder en efecto modela la mente, y lo hace a través de
la comunicación, entonces, las relaciones de poder se construyen de múltiples maneras en las mentes de los
ciudadanos enredados del presente: a través de la coacción legal representada por el Estado, en las
concepciones heredadas sobre la realidad física y natural, en las formas de vida pluralistas, en las
autoimágenes de los sujetos, en los flujos de comunicaciones e informaciones en red; en síntesis, en un nuevo
entorno de interacción social que constituye el tinglado de fondo de la estrategia conceptual:
Sostengo que el proceso de formación y ejercicio de las relaciones de poder se transforma radicalmente en el
nuevo contexto organizativo y tecnológico derivado del auge de las redes digitales de comunicación globales
y se erige en el sistema de procesamiento de símbolos fundamental de nuestra época. (2009, 25)
El estado concentra fuerza mediante sus ejércitos, concentra recursos mediante el tesoro público y concentra
poder para modelar las mentes, en los últimos tiempos mediante los sistemas de educación y comunicación
que son los aglutinantes de los modernos estados-nación (…) De las tres fuentes de poder, la más importante
para la soberanía es el poder sobre las ideas que dan lugar a la confianza (p.41).
Y es precisamente esta idea de estado-nación, como contexto de la reproducción estructural y
funcional del Estado moderno, la que se hace estrecha para comprender los límites de la reproducción del
poder que se amplían con la emergencia de las tecnologías de comunicación. Puesto que el contexto de
reproducción se globaliza con la articulación a redes globales de comunicación, el “nacionalismo
metodológico” pre-digital cede su lugar a un “cosmopolitismo metodológico” que ya no parte de la dialéctica
local-nacional sino de la estructura abierta local-global. En esa estructura, las instituciones otrora claramente
definidas en el modelo del estado-nación se anclan en redes interactivas de otro carácter: “Bajo las
condiciones de la globalización multinivel, el Estado se convierte en un nodo más (si bien importante) de una
red determinada, la red política, institucional y militar, que se solapa con otros redes significativas en la
construcción de las prácticas sociales” (44).
Pero, ¿qué es una red? Las redes son conjuntos de nodos interconectados. Los nodos son importantes
por la eficacia que proporcionan a la red en la consecución de sus objetivos (valores e intereses). La función y
significado de un nodo está en el programa de la red. Los nodos más importantes son llamados centros.
Algunos nodos son más importantes que otros porque procesan mayor información y la procesan con eficacia.
Los nodos se conectan enviando información y comunicación que fluye a través de los canales de las redes:
“Los flujos son corrientes de información entre nodos que circulan por los canales que conectan los nodos”.
Las redes sociales han existido desde tiempos inmemoriales, limitadas por los avances de las
tecnologías de comunicación. En distintos tiempos las redes de cooperación han entrado en conflicto con las
redes verticales de dominación y control. La superioridad de las redes de mando y control sobre las redes de
solidaridad en la historia humana se debe al grado de desarrollo de las tecnologías de comunicación. A medida
que las tecnologías se han desplazado al dominio masivo de la información y la comunicación, las actividades
individuales auto-gestionadas han ganado mayor espacio en el entorno social, y las relaciones de poder con
el estado han perdido predominancia en los flujos de comunicación social. Como bien argumenta Castells:
Pero resulta esencial, precisamente por el propio análisis, hacer hincapié en el papel fundamental de la
tecnología dentro del proceso de transformación social, especialmente cuando consideramos la principal
tecnología de nuestro tiempo, la tecnología de la comunicación, que se relaciona con la esencia de la
especificidad de la especie humana: la comunicación consciente y significativa (p.50).
Referencias bibliográficas
Castells, M. (2012). Comunicación y poder. México: Siglo XXI Editores.