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¿Puedes Ver Algo?

Ed. Ramírez Suaza, P.Th

El año pasado me enteré de una noticia muy extraña, por lo menos para mí. Se trata de
una señora anciana -80 años de edad- que dice tener poderes curativos en su lengua.
Su especialidad es lamer ojos. “Hava Celebic, conocida como Nana Hava, vivió en
Bosnia, Europa y según ella recibió personas en su casa que buscaron limpiar sus
ojos… La mujer se esteriliza la boca con alcohol y mientras el ‘paciente’ está
sentado, ella le levanta el párpado e introduce su lengua en el ojo limpiando
cualquier residuo que pueda encontrar en él. Según Nana Hava, con esta técnica
que aprendió de otra mujer que tenía el mismo nombre, puede limpiar plomo,
hierro, aserrín y vidrio, aseguró un medio de noticias británico.”1

Nana Hava, si eso es cierto, tiene un don muy bonito pero muy asqueroso a la vez.
Es muy probable que muchas fueron las personas que encontraron alivio en sus
ojos cuando ella les lamió todo el órgano visual. Muchos siglos antes de Nana Hava,
en Palestina caminó por los polvorientos senderos de Galilea uno que curó vistas
arrojando saliva sobre los ojos enfermos para que fuese sanados. O por lo menos
conocemos de un testimonio así de particular.
Abramos las Escrituras en el evangelio según S. Marcos 8.22-26

Jesús, el Hijo de Dios, ha venido para sanar la vista y la comprensión del ser
humano.

¿Puedes Ver Algo?

Este es uno de los relatos de sanación más complejos en el evangelio según S.


Marcos. Su ubicación literaria es magistral y creo que comunica algo del Mesías que
necesitamos ver. Cuando leí unas tres veces este pasaje, sentí la pregunta del
Maestro que me inundaba: ¿Puedes ver algo? Es decir, ¿Puedes ver algo en este
pasaje? Tuve que orar y decir: -Señor Jesús, no veo este pasaje con claridad.
Sáname. Abre mis ojos para ver tu gloria en este relato.-

Este acontecimiento de sanidad es la antesala de un momento clave, excepcional en


el evangelio de Marcos: el acontecimiento cuando Pedro discierne que Jesús es el
Cristo, el Hijo del Dios viviente, y lo confiesa. Inmediatamente después de esta
confesión pública de Pedro, Jesús empieza a anunciar su muerte. Es como si la
confesión del afamado pescador abriera el calendario que indica que ya es hora de
ir a la cruz.

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http://www.pulzo.com/vivir-bien/mujer-lame-ojos-curarlos/PP199784
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¿Puedes Ver Algo?
Ed. Ramírez Suaza, P.Th

Antes de la sanidad del invidente de Betsaida, Jesús realizó un milagro de


multiplicación de alimentos para unas 4 mil personas. Paso seguido a este milagro,
el Maestro advierte a sus discípulos sobre lo peligrosa que es la “levadura” de los
fariseos. Estas palabras de Jesús sobre la levadura de los fariseos se pronuncian
justo cuando a los discípulos se les olvidó empacar comida para una travesía en
barca, lo más seguro que al mar de Galilea. Los apóstoles del Señor se incomodaron
al pensar que era una ironía del Señor por su descuido con la comida. Cuando Jesús
discierne que sus discípulos no comprenden su advertencia y se que se sintieron
aludidos por empacar comida para el viaje, de manera cortante les cita Jeremías
5.21 que dice: “Ahora escucha esto, pueblo necio y sin corazón, que tiene ojos y no ve,
que tiene oídos y no oye...” En Marcos 8.21 la frustración del Señor es muy evidente:
«¿Y cómo es que todavía no entienden?»

Al parecer, la sanidad del invidente de Betsaida es un recurso pedagógico que debe


concientizar a los discípulos de su propia invidencia: ven pero no entienden.

En los relatos de Marcos es muy común ver la sanidad en los creyentes con sólo tocar a
Jesús o con sólo ser tocado por él. A la luz de estas experiencias, algunos amigos de un
invidente traen al Señor a esta persona discapacitada para que él, como Mesías
sanador, lo toque y le de sanidad. Efectivamente el Señor lo toca, no para sanarlo esta
vez, para tomarlo de la mano y caminar con él hasta afuera de la aldea.
Esto me encanta.

¿Alguna vez ha participado del ejercicio de vendarse los ojos para caminar con una
persona que le guía? Bueno, algo parecido le pasó a este invidente, sólo que con una
enorme y fascinante diferencia: quien le toma la mano para caminar es Jesús. Como
quien dice, con Jesús se camina, no por vista, sino por fe.

Muchas han sido las veces que no he podido ver y necesito que Jesús me de su mano
para caminar. Yo sin ver, pero si Jesús está viendo, con eso basta y sobra para mí.
Sé que algunos han iniciado caminos por donde no pueden ver. Dan pasos a tientas,
tropezando con vergonzosa torpeza por la vida porque el orgullo, la egolatría y la
autosuficiencia no les permite abrazar la mano de quien nos creó.
Un discípulo de Jesús no lo piensa dos veces: toma la mano de su Señor para caminar,
no por vista, por fe.

Jesús le lleva fuera de la aldea. Hay momentos en los que Jesús nos prefiere íntimos.
Muy rico recibir bendiciones del cielo ante muchos testigos. Muy bueno cuando Dios

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sana, libera, restaura ante los ojos de quienes nos han visto sufrir; pero a veces es
mejor la belleza de lo íntimo.
Llevar a fuera de la mano, es una experiencia que trae a colación el momento en que
Dios tomó de la mano a Israel y la sacó de Egipto hacia el desierto para que le sirviera.
Esa imagen la elaboró el profeta Jeremías de una manera muy bella. Dice así el cap.
31.32: “No será un pacto como el que hice con sus padres cuando los tomé de la mano y
los saqué de la tierra de Egipto. Porque yo fui para ellos como un marido, pero ellos
quebrantaron mi pacto.”
Pienso en las ocasiones en las que anhelamos reconocimiento, público, espectadores,
gente mirando y Jesús queriendo tomar nuestra mano para huir de todo ello.
Es que cuando el Señor abra nuestros ojos, debemos verlo sólo a él, no las gentes, no la
popularidad, no otra cosa. Si él nos sana la invidencia es para que nos maravillemos en
contemplación absoluta y exclusiva en él.
Que cuando nuestros ojos sean abierto lo veamos a él y lo comprendamos.

Jesús hace algo extraño, escupe en los ojos del invidente, luego le puso las manos
encima. Y eso, ¿qué fue? En el Edén sopló sobre el rostro del proyecto humano en
barro para darle vida, ¿pero escupirlo? Yo hubiese preferido que Nana Hava me
lamiera los ojos. Indiscutiblemente la saliva tiene muchas propiedades curativas. Es
más, en el mundo rabínico se creía que la saliva tenía poder para sanar y para expulsar
demonios. Jesús, en concordancia con la labor médica de aquel entonces, escupe sobre
los ojos del invidente. Quienes practicaron este medio curativo, hacían algunos rezos,
digamos extraños, pero Jesús en lugar de ello lo toca.
Esto me hace pensar en el rechazo de algunos hermanos a los medios curativos y que
piensan que sólo con fe serán sanos. No tengo la menor duda que el Señor nos sana sin
necesidad de medicamento alguno o sin necesidad de algún recurso curativo, de
aquellos que llamamos ancestrales. Yo creo que Dios puede sanar mis dolores
estomacales, pero no tengo la menor duda en tomarme una aromática de yerbabuena.
Creo que Dios me puede sanar un resfriado, pero oro luego de echarme mentolín en el
pecho y en la nariz. ¿Qué necesidad había de escupirlo? Yo creería que ninguna, pero
Dios es experto en enseñarnos a proceder legítimamente con la fe. Yo puedo usar
medicamentos con la fe puesta en el Señor.
¿Puedes ver algo? Le pregunta el Señor. La verdad es que él ve pero no comprende.
Este es un drama para ayudar a los discípulos de Jesús a ser conscientes de su
invidencia: ven pero no entienden. El invidente le responde al Señor: veo, pero las
gentes parecen árboles. Es decir, ve, pero no interpreta bien lo que ve.

Eso es lo que ha venido aconteciendo en las mentes y corazones de los discípulos: ven
pero no interpretan bien lo que ven. Jesús les reclama eso: ¿Cómo es que teniendo ojos
no ven? ¿Cómo es que todavía no entienden?
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Esta pregunta tiene mucha relación con el episodio inmediatamente después. Jesús
camina, después de haber sanado a este ciego, hacia Cesarea y en el trayecto hace la
siguiente pregunta: ¿Quién dice la gente que soy? Es decir, ¿los humanos han podido
ver e interpretar bien el misterio de Dios en Jesús? Y la respuesta es obvia: han visto a
Jesús pero no ven que es el Hijo de Dios. Los discípulos tampoco han podido ver a
Jesús como el Hijo de Dios. No lo entienden.

Creo que la Iglesia actual, por lo menos una parte muy significativa, ve pero no
entiende. Necesitamos que Jesús ponga de nuevo sus manos sobre nosotros para ver
con claridad.

Finalmente, con la sanidad completa el Señor le dice al hombre sanado que no regrese
a la aldea. Es decir, no regrese al lugar de donde Dios te sacó.
Dios nos sana, y esa sanidad también nos reubica.
Si Dios sana tu casa, no regreses al lugar de los adulterios ni infidelidades.
Si Dios sana tus hijos, no regreses al maltrato ni al abuso ni a la alcahuetería.
Si Dios sana tu corazón, no lo expongas a nuevas desiluciones.
Si Dios sana tu cuerpo, no regreses al lugar o vicios o conductas que lo enfermaron.
Si Dios sanó tu alma, no regreses al pecado.

Porque si regresas al lugar de donde Dios te sacó, ya no escupirá sobre la parte


enferma para sanar, lo vomitará por una eternidad.

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