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Enfoque de DDHH
En el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, leemos
que: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure,
así como a su familia, la salud y el bienestar.”
El derecho que tienen los usuarios de salud a recibir un trato digno debe ser
respetado y conocido por todos los equipos de salud. Con este fin revisaremos
el párrafo 2° de la ley N° 20.584, “Del derecho a un trato digno” y el párrafo 3°
de la misma ley, “La humanización del trato y acompañamiento en el duelo.”
Párrafo 2: Derecho al trato digno Esta ley asegura que todos los
pacientes reciban un trato digno al ser
atendidos. Para esto, la ley obliga que
los prestadores:
La humanización
La humanización es el reconocimiento de la dignidad humana en donde el
mundo de los sentimientos juega un papel muy importante tanto para quienes
dan asistencia en salud como para quienes la reciben. No sólo es importante
humanizar el trato hacia los pacientes, sino también es fundamental
comprender que los integrantes de los equipos de salud también somos
personas que sentimos, por lo tanto, también merecemos que en conjunto nos
tratemos bien. Es decir, nos tratemos humanamente.
Visión General
De acuerdo a la perspectiva de Bermejo CITA, humanizar vida significa
comprometerse por erradicar las injusticias, sus causas y sus consecuencias en
cualquiera de las dimensiones de cada persona. El concepto de
humanización no sólo tiene que ver con el mundo de la salud, ya que afecta a
todos los ámbitos en los que se desenvuelve el ser humano. El deseo de
humanizar es universal y afecta a la cultura, a la política, a la
educación, a la economía, etc. Aún más, afecta los ámbitos en los que el
ser humano se realiza y despliega su ser:
Imperativo de humanizar
La necesidad de humanizar la salud es producto del desarrollo de las
sociedades y del avance tecnológico que ha llevado a mirar las
personas como objetos a las cuales se les aplican procedimientos y
técnicas clínicas. Es decir, son objetos que se les “hace algo”.
Entonces, considerando lo anteriormente expuesto se instala la
necesidad de humanizar la salud como un imperativo moral a
desarrollar al interior de los equipos de salud.
Quizás ésta sea la tarea fundamental del hombre: tender hacia ser realmente
persona, persona en relación, capaz de encontrarse con los demás en la
vulnerabilidad y acompañarles a ser personas.
Se humaniza comprometiéndose.
Se humaniza preocupándose.
Tomando conciencia
Cuando el hombre se escindido
de la naturaleza y ha hecho de
ella su objeto- y ello pertenece a
la esencia misma del hombre y
es el acto mismo de su
humanización- se vuelve en
torno suyo estremeciéndose, por
decirlo así, y pregunta: “¿dónde
estoy yo mismo?”, “¿cual es mi
puesto?”
Max Scheler
Humanizar consiste en tomar conciencia de uno mismo, de la propia condición
que nos permite colocarnos fuera de la naturaleza y preguntarnos por ella y por
uno mismo en medio de ella.
Experimentando la vulnerabilidad
La experiencia del encuentro con la vulnerabilidad propia y ajena, se confronta
con la impotencia sentida y desencadena compasión y solidaridad. La
limitación del otro, la pesadumbre y el malestar experimentado
cuando no se sabe estar cerca, comunicar y ayudar, la pena que se
siente, todo ello humaniza. Se dice que la experiencia de luto humaniza,
nos derriba de nuestro pedestal narcisista, nos hace daño, nos humilla, nos
recuerda que no somos omnipotentes, que todo pasa, todo cambia, que no
siempre tendremos a nuestro lado a quienes amamos. Y ese dolor del duelo,
contra el que las personas se defienden por todos los medios posibles, acaba
abriendo en ello un espacio. Un espacio de pobreza y de fecundidad, en
definitiva, un espacio humanizador. En este aspecto, parece relevante
reflexionar en torno nuestras propias experiencias de vida como personas que
también somos atendidos por el sistema de salud.
Comprometiéndose
Esta relación de compromiso, de
expectativas o exigencias
constituye un responsabilidad
vinculada al dialogo en cuanto a
que “sólo se introduce en la
relación asistencial a la persona
que será cuidada mediante el
diálogo y la confianza mutua. Si
actuamos de este modo,
reconocemos y respetamos la
dignidad de la persona, ya que la
tratamos como persona, como
ser humano, y no como objeto al
que hay que cuidar”.
Victoria Camps
En el encuentro con la condición de vulnerables, las personas se sienten co-
rresponsables y comprometidas por el efecto que sus propias acciones tienen
en sus semejantes. Toda conducta humana tiene consecuencias, tanto para el
agente singular como para la sociedad, por eso, cuando el sujeto se siente
responsable, está obligado éticamente a obrar de tal manera que
procure su propia humanización y la humanización de la comunidad
humana.
Preocupándose
La preocupación por el otro vulnerable constituye la fuerza motora de la
humanización. Ya no solo es ocuparse del otro aquí y ahora, sino anticipar esta
ocupación, pensar en el otro, prever sus insuficiencias, en definitiva, ocuparse
con antelación y esto es, precisamente, preocuparse. Esta preocupación por
el otro puede articularse de una doble manera: el cuidado competente y el
cuidado personal.
Habrá que caminar hacia una armonización entre los valores procedentes del
conocimiento científico-técnico especializado y los valores del conocimiento
global y humanístico de la persona.
Habrá que caminar hacia una armonización entre los valores procedentes del
conocimiento científico-técnico especializado y los valores del conocimiento
global y humanístico de la persona. Ello no se podrá conseguir sin una seria
revisión de los programas de pregrado y de formación continua que potencien
el conocimiento global.
Definiciones de dignidad
“Actúa de tal modo que trates a la
humanidad, tanto en tu persona
como en la persona del otro, no
como un mero medio, sino
siempre y al mismo tiempo como
fin».
Immanuel Kant
Una de las expresiones más célebre, en este sentido, aparece en una de las
formulaciones del imperativo categórico kantiano: «actúa de tal modo que
trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona del otro, no
como un mero medio, sino siempre y al mismo tiempo como un fin».
Universalidad del respeto a la dignidad
Cabría pensar, inmediatamente, que el concepto de dignidad es universal,
valido para todos. Sin embargo, como dice Peces Barba, conviene tener en
cuenta la dificultad presente en la pluralidad de manifestaciones de la
dignidad, y la existencia de numerosas perspectivas desde las que se
manifiesta la necesidad del respeto a la misma: así, podrá tomarse en
consideración la dignidad individual, la del género humano, la del individuo
para consigo mismo, la que el individuo debe respetar y reconocer a los demás,
la que el Estado debe respetar y reconocer a sus ciudadanos como sujetos de
derecho entre otras.
En principio, como dice Diego Gracia, «parece natural pensar que es bueno
todo aquello que va a favor de la vida y malo todo lo que va en contra suya o la
pone en peligro. Pero la vida sin más no es un criterio de moralidad. El criterio
surge cuando se califica o cualifica esta vida de cierta manera».
La vida sin más no es un criterio de moralidad. El criterio surge cuando se
califica o cualifica esta vida de cierta manera.
Algunos despejan la incógnita diciendo que tiene tal valor para el hombre la
dignidad, que lo que se plantea es hasta qué punto vale la vida sin dignidad y
hasta qué punto merece la pena vivir si no se vive como hombre, como
persona humana. Pero en seguida argumentan que no puede existir la
vida humana sin dignidad, ya que en ningún momento de su vida, y en
ninguna circunstancia, la persona deja de ser persona: mientras hay
vida, hay personalidad (condición humana, condición de persona en
cuanto tal) y por tanto, hay dignidad.
Deshumanizacion y despersonalizacion
Los conceptos de dignidad y de calidad están íntimamente relacionados con la
necesidad experimentada por todos de humanizar la vida, particularmente
cuando esta se ve necesitada de acompañamiento en el afrontamiento de
dificultades personales, relacionales, etc. Nunca como hoy se ha hablado tanto
de deshumanización. Como si la vida pudiera presentarse, en cualquiera de sus
dimensiones, también con rostro inhumano o como si esto estuviera siendo una
lamentable realidad y fuera necesario luchar con ella.
Tecnificación de la atención
Al hablar de la deshumanización de la medicina, uno de los aspectos asociados
suele ser el del desarrollo de la técnica y la tecnología. Una afirmación
frecuente es que junto al desarrollo de la técnica, se ha ido produciendo un
proceso de deshumanización. A veces, el discurso cobra tonos nostálgicos, en
el recuerdo de aquella medicina pretérita que era pobre en medios
(conocimientos, métodos diagnósticos y terapéuticos), pero que hacía
abundante el uso de la relación humana al servicio del enfermo.
Burocratización
La burocratización exagerada que se puede ver en la organización de los
programas y servicios de salud conlleva una despersonalización lamentable.
Como afirma Marchesi, «la persona se convierte en objeto de experimentación
y el hospital en una factoría, en la cual pacientes son atendidos "en
cadena", como en un montaje de automóviles. La deshumanización en el
servicio aumenta el malestar del enfermo y, con frecuencia, es causa y origen
de nuevas enfermedades.»
Cosificación del paciente
Quizá el problema más importante de la «colonización tecnológica del mundo
sanitario» sea la posible reducción del ser humano a objeto. Este proceso de
conversión de lo subjetivo en objetivo, de lo singular en lo seriado, se
denomina cosificación y a través de él, se produce una grave pérdida de
identidad personal.
Relaciones funcionales
Esto ha favorecido la aparición de otro elemento deshumanizador: el
incremento de relaciones funcionales, más que personales. Baste pensar en los
paternalismos manifiestos o escondidos; en la tendencia de los profesionales
de la salud a privilegiar la enfermedad y no a la persona enferma; en la
costumbre recurrente de referirse a «un caso interesante». Más alarmante aún
es el riesgo de que los enfermos tengan contacto casi exclusivamente con los
aparatos sanitarios, y en cambio muy escaso con las personas que los
atienden.
Medicalización de la vida
En la cultura occidental el médico es considerado como el guardián de la
salud. A él se recurre en numerosos actos cotidianos: certificado para el carnet
de conducir, certificado para salir al extranjero, certificado para cobrar la
pensión de invalidez, certificado de defunción, etc. Incluso, ante las más
pequeñas molestias se consulta al médico (fiebre, dolor de muelas, gripe, etc.).
No se está ante otra cosa que un imparable proceso de medicalización de
la vida. Esta supervaloración de los profesionales de la salud (sobre
todo del médico) impulsa al inconsciente colectivo a proyectar sobre
ellos una serie de exigencias, en el fondo irracionales. Y es
posiblemente este hecho, uno de los motivos que provoca el alejamiento entre
el médico y el enfermo, y en definitiva, la deshumanización de la relación. Por
lo tanto, la supervaloración del significado de la medicina lleva
también a la deshumanización.
Relación de ayuda
El abordaje de las relaciones interpersonales en el sector de la salud ha estado
marcado por una tendencia paternalista en la relación clínica. Diego
Gracia ha reflexionado acerca del modelo de relación usuario-sanitario, en el
que el camino tiende hacia una relación más horizontal entre agentes de salud
y personas usuarias del sistema. Por otro lado, tanto la reforma sanitaria como
la ley N⁰ 20.584 sobre “los derechos y deberes que tienen las personas en
relación con la acciones vinculadas a la atención de salud” representan un
avance hacia relaciones más horizontales entre el equipo de salud y los
pacientes. En este módulo, revisaremos un modelo de relación interpersonal
que te permitirá mejorar la forma en que enfrentas la relación con tus
pacientes.
Objetivos
Al finalizar este módulo, serás capaz de:
El término ayudar deriva del latín adiuvare, que significa «provocar alivio». Una
persona intenta aliviar, hacer más ligero el peso y disminuir el malestar de
quien, a causa de diferentes motivos, sufre. Ayudar, por lo tanto, es ofrecer
recursos a una persona para que pueda superar una situación difícil o
para afrontarla y vivirla lo más sanamente posible. Estos recursos
pueden ser materiales, técnicos o relacionales. Cuando los recursos que
ofrecemos son relacionales, es decir la misma persona del ayudante se ofrece
como recurso para acompañar en el proceso de afrontamiento de la dificultad
del ayudado (incluso si se hace de manera simultánea al ofrecimiento de los
otros tipos de recursos), entonces hablamos de relación de ayuda.
ayuda
«cualquier acto de asistencia a una persona».
Del lat. adiuvare, provocar alivio
Entendemos la relación de ayuda como aquella que intenta hacer surgir una
mejor apreciación y expresión de los recursos latentes del individuo y un uso
más funcional de éstos. Hablamos de relación de ayuda, normalmente, desde
una perspectiva centrada en la persona del ayudado, considerada en sentido
holístico, y no directiva. Aplicada al mundo de la salud, nos referimos al
conjunto de actitudes y habilidades que el profesional conoce,
interioriza y despliega en la relación terapéutica, dotándola de
competencia relacional y emocional.
Counseli Relación
ng de ayuda
Modelo Rogeriano
Carl Rogers (1902-1987), psicólogo humanista caracterizado por una
orientación comprensiva de las diferentes dimensiones de la persona, acuñó la
expresión de relación de ayuda centrada en la persona. Bautizó su propuesta
de psicoterapia como «no directiva» y más tarde «centrada en el cliente».
4. Aceptación incondicional.
5. Empatía.
6. Autenticidad.
Carl Rogers
Protagonismo El reconocimiento
del ayudado de que el
protagonismo en el
proceso de relación
de ayuda está
centrado en la
persona del
ayudado. Él es el
que ha de conducir
su vida con
autonomía;
valorando, sí;
dejándose
confrontar, sí; pero,
en el fondo, la
persona tiene
posibilidad de
tender hacia el
bien, crecer y
decidir en sintonía
con su propia
escala de valores.
Empatía
Quizás la palabra más utilizada en el ámbito de la reflexión
sobre la relación de ayuda sea precisamente ésta. Pero quizás sea
también una de las palabras utilizadas con menos precisión, e incluso
se pueda decir de ella que está sobredimensionada.
Empatía
Autenticidad
La tercera actitud propia de la relación de ayuda según el modelo humanista
inspirado en Carl Rogers es la autenticidad. Una persona es auténtica
cuando es ella misma en la relación, cuando entre su mundo interior, su
consciencia y su comunicación externa hay sintonía.
1. La escucha activa.
2. La respuesta empática.
3. La personalización.
4. La confrontación.
5. La inmediatez.
6. La iniciación.
7. El autoconocimiento del ayudante.
8. El autocontrol emocional.
La escucha activa
En las relaciones de ayuda, la escucha activa representa la herramienta
fundamental de la interacción. La escucha activa representa el modo práctico
de promover el protagonismo del ayudado en el proceso de
reconocimiento y afrontamiento de la dificultad. Representa, además, el
camino que permite al ayudado liberarse del sufrimiento provocado por la
soledad o por la necesidad de vaciarse emocionalmente.
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La respuesta empática
Hemos dicho que no se produce realmente empatía si el ayudado no
experimenta que está siendo comprendido. La respuesta, pues, adquiere
una particular relevancia en el diálogo de ayuda. No sólo la respuesta verbal,
sino también la no verbal. Uno de los peligros que existen es que la empatía se
reduzca a una mera intención de comprensión, sin que se traduzca en la
comunicación efectiva de la misma.
Los diferentes tipos de reformulación son un modo práctico de hacer que una
respuesta sea empática en el diálogo. Reformular consiste en devolver al
ayudado, con las palabras del ayudante (o el lenguaje no verbal), lo
que al ayudante ha comprendido de cuanto el ayudado está viviendo y
ha comunicado o el ayudante capta que vive. En el fondo, la reiteración
de las últimas palabras, la dilucidación temática de lo comprendido o la
reformulación del sentimiento captado son modos distintos de hacer que el
ayudado experimente que está siendo seguido en la presentación de sus
dificultades.
La personalización
Personalizar es lo contrario de generalizar. Con frecuencia, las
intervenciones que quieren ser de ayuda se sitúan en el plano de la
generalización, de la apelación a la reacción común de la gente ante
situaciones semejantes, o al consuelo fácil o procedente de la razón
lógica que poca conexión tiene en muchas situaciones con la experiencia
afectiva y emocional que la persona hace de sus dificultades.
La confrontación
Si la personalización ya es un modo de acompañar a apropiarse del problema
de manera responsable, la confrontación constituye un paso más en el
intento de acompañar a ser conscientes y responder de las posibles
contradicciones que el ayudante percibe en lo que el ayudado vive,
entre sus pensamientos, sus sentimientos, sus necesidades, sus valores, etc.
La inmediatez
Una habilidad más de la relación de ayuda es la inmediatez. Esta adquiere
diferentes connotaciones en función de la situación y el problema del ayudado.
Su significado más común consiste en la destreza del ayudante de captar
el aquí y ahora de cuanto está viviendo el ayudado, aunque no lo diga,
así como verificarlo con la confirmación del ayudado. Es común que el ayudado
transmita mensajes ocultos, indirectos o distorsionados, a través de sus
diferentes manifestaciones. Mediante la inmediatez, el ayudante provoca que
el ayudado tome conciencia de cuanto está viviendo en la relación en
el aquí y ahora. Se vendría así a responder a la pregunta implícita: «¿qué
está pasando entre tú y yo aquí y ahora?»
transferencia
La iniciación
El proceso de la relación va desde la escucha y la comprensión del
problema a la personalización y apropiación de este por el ayudado.
Para que esto ocurra, se requiere de la destreza de iniciar. Iniciar consiste en
incitar a la acción, en provocar que el ayudado defina lo que va a hacer y
adopte una actitud activa ante las dificultades, contemplando incluso
alternativas a considerar en caso de que las primeras decisiones que expresa
no den buen resultado.
sombra
aquello que hemos arrojado al inconsciente por
miedo a no ser aceptados
La introspección constituye uno de los caminos para el
conocimiento de uno mismo y el mejor manejo de las propias
dinámicas. El autoconocimiento tiene como objetivo también la «integración
de la propia sombra» en términos de Carl Jung. La sombra es aquello que
hemos arrojado al inconsciente por miedo a no ser aceptados. Constituye «un
oscuro tesoro compuesto por los elementos infantiles del ser, los apegos, los
síntomas neuróticos, los talentos y los dones no desarrollados». La aceptación
e integración de la propia sombra no comporta su eliminación, sino su
utilización para fines positivos. Llegar a ser consciente de la propia sombra
implica reconocer como presentes y actuales los lados sombríos de la persona
y su influjo en la conducta y en la vida moral.
El autocontrol emocional
Uno de los ámbitos donde resulta importante el autoconocimiento es en el
mundo emocional. Conocer los sentimientos que nos habitan cuando
adoptamos el rol de ayudantes constituye un paso para poder controlarlos,
manejarlos, encauzarlos y no ser víctima de su energía. La falta de
conciencia de un sentimiento hace que éste actúe en una persona de
manera incontrolable, manifestándose de manera salvaje, ciega, es decir,
sin la participación o con una mínima participación de la inteligencia y de la
voluntad.
John Brantner
pérdida
Tipos de pérdida
Entre los tipos de pérdida consideramos las pérdidas relacionales,
intrapersonales, materiales y evolutivas (Tizón, 2004); de tipo físico o
psicológico (Rando, 1993). Pangrazzi las divide en las siguientes categorías: las
que afectan a la propia vida, las que conllevan el mismo crecimiento, la pérdida
de la propia cultura, la pérdida de bienes materiales, la pérdida de vínculos
afectivos, la pérdida de la identidad, la pérdida de bienes humanos, la pérdida
de la salud, la pérdida de aquello que nunca se ha tenido pero se ha soñado y
deseado, y la muerte, como pérdida más temida (Pangrazzi, 2004).
sufrimiento evitable
Proceso de prevención
prevención
Las personas en duelo, suelen necesitar mirar desde los dos momentos. Por un
lado necesitan no agravar su sufrimiento por la pérdida actual. Por otro lado,
miran de reojo al futuro y se preguntan si podrán con otras pérdidas que
vienen. Por eso, la tarea de acompañar mirará al presente sobre todo, pero
tenderá un camino de futuro.
Ahora bien, las pérdidas tienen otros efectos a medio y largo plazo, no de modo
inmediato, que suelen ser descritos de otra manera. En el camino del duelo,
hay etapas en las que se empieza a vislumbrar tierras nuevas y paisajes
diferentes. Sin perder de vista que, para llegar estas tierras, se ha pasado por
el sufrimiento: hay signos de crecimiento (Pangrazzi), de aprendizaje
(Neimeyer) o de progresión de la conciencia personal (De la Herrán), de la
formación de la identidad (Erikson) o del sentido que subyace en ellas (Frankl),
entre otros.
autopoiesis
Expresa que es el mismo dinamismo del ser humano lo que hace que la
vivencia de la pérdida sea precisamente lo que origina un orden nuevo.
Mirando las cosas que tuvimos que perder para crecer comprendemos que es
posible crecer desde una nueva pérdida.
Mirando las cosas que tuvimos que perder para crecer comprendemos que es
posible crecer desde una nueva pérdida. Desde un enfoque de desarrollo
evolutivo en que la identidad se fragua en la dinámica de crisis, las pérdidas
amenazan el sentido de identidad, pero no lo rompen. El que se rompa es
quizá uno de los miedos más comunes en el tiempo del duelo. Miedo
que se expresa de modo sencillo con preguntas como ¿Qué voy a hacer ahora?
o ¿qué va a ser de mí?. Se presenta además, con la sensación de no poder
superar el duelo o de que este va a ser demasiado para uno mismo.
Las pérdidas son parte de la vida, del ciclo vital. Esta afirmación es
fenoménica, tiende a considerar el hecho como algo que hay que aceptar del
mismo modo como se aceptan los bienes pero, como Neimeyer señala, son
parte de nuestra identidad las que hemos vivido y nos hacen ser quienes
somos.
La teoría de los estados de identidad de Marcia deja caer que se puede vivir la
conexión con la propia identidad de varias maneras sin necesidad de
contemplar la pérdida.
Estas cuatros formas dan lugar a cuatro estados de identidad. Estos diferentes
modos de construirse son modos diversos de afrontar ese tipo de crisis de
crecimiento que viene con el duelo. Cuatro formas diferentes de vivir el duelo
por tanto.
El acompañamiento en duelo
El duelo es tan natural como llorar cuando te lastimas, dormir cuando estas
cansado, comer cuando tienes hambre, estornudar cuando te pica la nariz. Es
la manera en que la naturaleza sana un corazón roto.”
duelo
Búsqueda del equilibrio que se rompe tras la ruptura/muerte de un ser
querido.
Duelo Luto
Una experiencia psicoemocional. Manifestaciones externas de esa
vivencia que me ha provocado la
pérdida: ritos, costumbres, ropa negra.
Manifestación pública del duelo o la
expresión social del comportamiento y
las practicas posteriores de la pérdida
Características: no se es consciente de
la realidad de la muerte no se reacciona
emocionalmente a la pérdida. Sensación
de caos, falta de manejo de su vida y
decisiones. Desconsuelo y llanto
continuado. Es la fase temprana de
intensa desesperación, caracterizada por
el aturdimiento, la negación, la rabia y la
no aceptación.
William Worden
Se deberá buscar ayuda profesional cuando nos encontremos con alguna de las
siguientes situaciones:
Señales de recuperación:
ARRANZ, P., BARBERO, J. J., BARRETO, P., & BAYES, R. (2003). Intervención
emocional en cuidados paliativos: Modelo y protocolos. Ariel.
Sígueme.
Española, Madrid.