Comienza el año escolar y en la mayoría de las parroquias la catequesis, bien sea de
primer nivel (paso de la luz), de segundo nivel (primera comunión) y de tercer nivel (confirmación). Nuestros salones parroquiales y templos se comienzan a llenar de niños y jóvenes los fines de semana para recibir la instrucción prevista según el itinerario catequístico vigente. Cabe preguntarse si los encargados de la catequesis de cada parroquia se han esforzado en renovar y/o reforzar la presencia de catequistas. Podemos caer en la tentación de la rutina de cada año y no preocuparse por la formación y preparación de los que llevarán el mensaje a los catequizandos. Es frecuente escuchar frases como: “Es que yo tengo veinte años danto catecismo!, a mi no me hace falta esos talleres, yo lo doy a mi manera…”, “A no Padre, no hay como el catecismo que yo estudié cuando niña” o “Pa` que tanta cosa, con que se aprendan las oraciones es suficiente”. Pero no olvidemos que los catequistas deben ser… PROFETAS… Y como profetas deben ponerse a la escucha de la Palabra de Dios. En su formación, la Palabra de Dios debe ocupa un lugar central. El catequista esta llamado a conocer cada vez mas profundamente y vitalmente la Palabra de Dios y a caminar siguiendo a Jesucristo por un camino de conversión permanente junto a toda la comunidad eclesial. También debe anunciar la Palabra de Dios presente en la Biblia, en la experiencia de fe de la Iglesia y en los acontecimientos de la historia. EDUCADORES… El servicio profético del catequista va dirigido a promover un cambio de postura y de conducta, o sea, renunciar a los proyectos humanos personales y dejarse guiar por la sabiduría de Dios para encarnar el estilo de vida de Jesús. Por eso el catequista debe primero crecer humana y cristianamente para hacer creíble y eficaz su compromiso educativo. Será un educador eficaz mientras más maduro esté humana y cristianamente. Como educador, el catequista debe hacer brotar la vida de oración y el compromiso de las demás virtudes: la justicia, el valor, la verdad, el dominio de sí, el servicio a los demás, la fidelidad, la alegría. El catequista debe estimular el crecimiento de la comunidad, promover una nueva vitalidad en toda la comunidad: en lo litúrgico, en el servicio, en la promoción humana. TESTIGOS… El catequista está llamado a ser un signo visible, a ser un modelo creíble y significativo de vida cristiana. Para ello hace falta que el catequista acepte a Cristo como criterio último de juicio y que por lo mismo desempeñe su ministerio profético con coherencia y disponibilidad. Es necesario que el catequista tenga el valor de testimoniar con su vida ser ejemplo de vida. El ministerio del catequista es muy importante en la vida de la Iglesia, como enseña el Concilio Vaticano II. Su tarea es antiquísima y además está mandada por el Señor, por eso debe sentirse dichoso de serlo, y no pensar que es solamente dar catequesis. Los tiempos cambian y los niños y jóvenes también, es por ello que es necesario que nos preparemos para todo lo que en el futuro se nos viene, recordando que ser catequista es poseer estas tres características.