Professional Documents
Culture Documents
EN LA NARRATIVA ESTRIDENTISTA*
Elissa Rashkin
*
UniDiversidades (BUAP), año 4, núm. 15, octubre-diciembre 2014, pp. 40-50. (ISSN 2007-
2813)
Ricardo AB Pereira, Bete, 2013, Brasil.
Las descripciones son humorísticas, pero atrás del humor yace la necesidad
de afirmar tanto la masculinidad de sus protagonistas como la admiración
que reciben por parte del público femenino, sin embargo, no como lectoras
(ya que desde Actual No. 1 es claro que los estridentistas comparten el
desprecio que la nueva cultura “viril” manifiesta hacia la “literatura para
señoritas”), sino en el sentido de que, citando el segundo manifiesto, “ser
estridentista es ser galán. Sólo los fracasados sexuales no están con nosotros”
(List et al).
Mary Kay Vaughan, en Sex in Revolution: Gender, Politics and Power in Modern
Mexico, señala algunos de los cambios en la economía latinoamericana del
temprano siglo xx: la urbanización, el creciente uso de tecnología industrial,
la sindicalización del sector obrero, y la racionalización del espacio
doméstico como lugar de la reproducción del ciudadano. Al mismo tiempo,
dice Vaughan, “aunque gran parte del consumo emergente era dirigido al
hogar, la cultura del consumo era sobre todo una cultura del espectáculo
público, construido en torno al disfrute de placeres baratos encontrados en
los nuevos espacios urbanos” (23). En estos espacios se movían tanto
mujeres como hombres y, para ellas, la nueva cultura urbana significaba
movilidad, visibilidad y cierta medida de libertad respecto a la ideología
tradicional, que había valorado a la mujer casi exclusivamente en su papel
doméstico.
Por otra parte, como ha escrito John Fiske en otro contexto, el poder
consumidor otorgado a la mujer, no obstante su asociación con lo
supuestamente frívolo del sexo femenino, también tenía su lado subversivo
en el sentido de que manejar el dinero en relación a sus propios gustos y
placeres la liberaba, aunque de modo relativo y temporal, del papel servicial
y abnegado al cual estaba sujeta tanto en el hogar como en la mayoría de los
lugares de trabajo. En este sentido el “yo” consumidora se manifiesta como
aspecto identitario nuevo que coexiste o compite con otros aspectos del
papel representado por las mujeres urbanas de los años veinte.
yo creo firmemente
(y conmigo así piensa mucha gente
sin que sea subterfugio)
que el feminismo ha sido y es refugio
de feas y quedadas
y si es verdad que entre las delegadas
ahora hay mujercitas
en realidad bonitas
han de ser cuando menos despechadas…
El amor y la vida
son hoy sindicalistas,
y todo se dilata en círculos concéntricos.
Obra citada