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PROFESOR:
ÓSCAR GIOVANNY FLANTRMSKY
Las palabras, con el paso del tiempo y con los cambios abruptos en las
circunstancias históricas, pasan por procesos de resignificación en los cuales
cambian sus redes semánticas. Así, enfocándonos en la dialéctica, este trabajo
investigativo pretende, de forma muy breve, poder dar luces al respecto de las
características que definían esta primera dialéctica, su connotación y la serie de
condiciones que la restringían. Para ello, este estudio se concentrará en quienes
recae el título de padres de la dialéctica: Heráclito de Éfeso y Zenón de Elea.
Sin afanes pretenciosos, se hace necesario en este punto una comparación o, por
lo menos, una exposición de la concepción de dialéctica en estos dos filósofos,
buscando comprender bajo qué lógicas se les cataloga como pioneros, o si por el
contrario, ni siquiera pensaban en esos términos.
Antes de dar pie al desarrollo, es justo traer acá la cita de Georgio Colli, el cual se
cuestiona sobre el origen de la dialéctica en la antigua Grecia ante el pensamiento
generalizado de comprender a Zenón de Elea como su fundador:
“No soy partidario de atribuir –ni aunque sea provisionalmente- el
descubrimiento de la dialéctica a la obra de un solo hombre, es una
conciencia que debería derivar de toda una civilidad. La noticia de Aristóteles
puede interpretarse en el sentido de que con Zenón un método de discurso
que ya estaba presente en la cultura griega se precisa y se perfecciona, para
entrar de este modo en la tradición.” (Colli, 2006, p. 22)
El concepto de dialéctica, sin embargo, no fue acuñado por ninguno de los dos.
Serán los sofistas los que incursionarán con dicho término, derivado del verbo
dialégomai, que traducía debatir y del cual viene dialectiké téchne (El arte de
debatir). Así, “dialectiké téchne” como su mismo nombre lo dice, está ligado a la
técnica, a la acción; lo cual conduce
Heráclito de Éfeso fue un filósofo griego, conocido como el Obscuro por la forma
aforística de su escritura. En su filosofía se señala que la naturaleza está compuesta
por una serie de contrarios. La interpretación de la verdad está sesgada por los
sentidos cuando estos se ponen en marcha sin la razón. El mundo no se encuentra
en un estado estático, como lo señalaran autores posteriores, la lucha entre estos
contrarios, la cual provoca una tensión permite la armonía del mundo. Gracias a
esta lucha y al cambio en la tensión la realidad está expuesta al cambio perenne,
sin embargo está se oculta a los sentidos
Fr. 9 (54) “Ensamble invisible, más fuete que la visible” (Bernabé, 2008).
Sin embargo, no cree Heráclito que haya una determinación natural acerca de lo
que representa directamente un contrario, así, por ejemplo, no se puede decir que
algo es completamente bueno o algo es completamente malo, estas
determinaciones son relativas.
Fr. 33 (60) “Camino arriba, camino abajo, uno y el mismo” (Bernabé, 2008).
Para Heráclito el logos es lo que siempre es, el principio del orden, la ley universal
que es común a todos los hombres y qué está ahí para todo aquel que la quiera
escuchar. Al tener capacidad de raciocinio, todos los hombres estamos inmersos en
logos, ya que este es pensamiento. (Guthrie, 1999). La representación material de
este logos es el fuego, ya que simboliza el movimiento siempre vivo. Este fuego es
el que permite precisamente el cambio y la lucha como lo mostrará Heráclito en el
siguiente fragmento:
Fr. 77 (67) “Dios: día-noche, invierno-verano, guerra-paz, hartura-hambre.
Pero se torna otro cada vez, igual que el fuego, cuando se mezcla con los
inciensos se llama según el gusto de cada uno.” (Bernabé, 2008).
Esta teoría del cambio, sostenida por sus dos pilares, la eterna trasformación
gracias al logos (materializado en el fuego) y la realidad como lucha de contrarios
serán los puntos a los que se apegan los filósofos posteriores para ver en Heráclito
el comienzo de la dialéctica. Otros filósofos previos a Heráclito ya habían trabajado
el tema de los contrarios, siendo el caso de los jónicos, haciendo mención especial
de Anaximandro. Sin embargo, en éste último, los contrarios surgen del Ápeiron, el
cual contiene todos los contrarios, los cuales actúan sustituyendo el uno al otro
eternamente, no existe cambio alguno, debido a lo cual no se considera un
planteamiento dialéctico al tener tan solo una relación bilateral.
CONCLUSIÓN
Las distinciones “dialécticas” entre Heráclito y Zenón son tan marcadas debido a
diversos motivos. En primera medida, ya que ninguno estaba pensando, al construir
sus postulados, en construir un modelo dialéctico. Ambas posturas distan de un
punto en común, es decir, aquellos planteamientos que le valieron el nombre de
“padres de la dialéctica” no van referidos a los mismos tópicos. Una comparación
entre ambas posturas sería, desde mi parecer, innecesario, ya que ambas no
referencian lo mismo. Sin embargo, sí se puede decir que mientras las posturas
“dialécticas” de Heráclito son usadas por él mismo para tener un sustento tanto
cosmogónico, como ontológico (teniendo en cuenta que la tensión entre contrarios
fundamenta la existencia móvil), la postura de Zenón es más metódica y usada
como medio retórico en el debate y en la defensa argumentativa.
Me aventuro a concluir que lo señalado anteriormente tiene mucho que ver con la
época y con quién los designó como padres o pioneros de la dialéctica. Es decir,
habrá que remontarse a Aristóteles y Hegel, para comprender qué era la dialéctica
en su tiempo y en su pensar, para así, entender la imposición que se hace a los dos
presocráticos.
En la antigua Grecia, la dialéctica, entendida tanto por los sofistas como por Platón
(primeros en identificarse plenamente con dicho concepto) cómo un referente a la
técnica del debate, ligada más a los ejercicios retóricos que a los filosóficos.
Aristóteles, heredero de este pensamiento, no dudo en encasillar a Zenón dentro de
esta tradición, gracias los argumentos que se dejaron en claro en explicaciones
previas. Por ende, el carácter dialéctico de Zenón lo vemos reflejado en su método
y su retórica.
BIBLIOGRAFÍA
Adorno, Theodore. (2005). Dialéctica negativa. Madrid: AKAL
Barnes, Jonathan. (1979). The presocratics philosophers. New York: Routledge.
Bernabé, Alberto (2008). Fragmentos presocráticos. Madrid: Alianza Editorial S.A.