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GapiTULO I ANTECEDENTES HISTORICOS DE LA VIOLENCIA Colombia ha venido sufriendo el impacto de una dura prueba desde 1930, agudizada desde 1948, ala que, por sus caracteris- ticas siniestras, se ha denominado «la violencia». Mucho se ha es- crito sobre ella, pero no hay acuerdo en cuanto a su sentido. Se acentiia, en cambio, el peligro de habituarse a la situacién pato- légica que conlleva. afia sobre la violencia aha echado por el atajo de la escueta enu- meracion de crimenes nefandos con inculpaciones partidistas 0 de la facil casuistica lugarena vertida en novelas que no han lo- grado todavia la total dimension interpretativa del fendmeno. Quizas estén inmaduros los aportes para la obra definitiva. De todos modos, a través del inmenso acervo de datos que fue- ron confrontados para la presente obra —primer ensayo de re- lato e interpretaci6n—, puede evidenciarse que no se entenderia la violencia sin adentrarse en los detalles de algunos anteceden- 37 tes hist6ricos inmediatos (los mediatos se pierden en la historia de los partidos politicos y otras instituciones colombianas), cuyas fechas claves son: 1930 y la etapa conflictiva que inicio; el 7 de agosto de 1946 con el cambio de Gobierno; y el 9 de abril de 1948 con la muerte de Jorge Eliécer Gaitan. LA ETAPA CONFLICTIVA DE 1930 Los acontecimientos cruentos del ano de 1930 se circunscriben geograficamente a la zona de los Santanderes y Boyaca, con reso- nancias en Cundinamarca, Antioquia y algunos lugares del occi- dente de Caldas. «En Belén de Umbria —afirm6 ante la Comision Investiga- dora de las Causas Actuales de la Violencia un campesino— tuvi- mos la barbarie desde el ano 30. Hubo abaleos, la policia actuo fuertemente». Otro subray6: «En el 30 sembramos. Hoy recoge- mos, pero con caracteristicas diferentes». El conflicto surge so pretexto del cambio de Gobierno 0 quizas como tiltimo gesto de nuestro quijotismo pendenciero de los Mil Dias. Asi lo interpreta uno de los antiguos ministros conservado- | res de Enrique Olaya Herrera, cuando éste acababa de posesio- 1 narse de la Presidencia de la Republica: «La eleccién de Olaya mud6 totalmente el horizonte. Hombre de fuerte personalidad, de ideologia individualista, con acentua- “do don de mando, con grandes capacidades de gobernante y nota- "ble ascendiente populai - ral, realiz6 una administracion de centro, s6lida y ordenada. No obstante todas estas circunstancias favorables, se produjeron brotes de violencia en varios departamentos, y cuando se espe- raba que se consolidara mas que nunca la convivencia de los dos _ partidos y su colaboracién en beneficio del pais dentro de un régi- men democratico y espiritualista, empez6 a asomar de nuevo la — pasion sectaria y a renacer el odio, que parecia haberse extinguido — definitivamente. El fenémeno en si mismo y tal como se produjo parecia inexplicable. En la eleccion del ano 30 el liberalismo obtu- vo un triunfo a que él mismo no habia aspirado y conquist6 gran- 38 specialmente dentro del Partido Libe- — a des posiciones con que no contaba. El conseryatismo, a su turno, entregé el poder y todos sus gajes sin resistencia alguna, en for- ma que no tenia precedentes en nuestra historia; no se veia, por tanto, raz6n para que el triunfo del ano 30 exaltara el sectarismo liberal ni para que se enardecieran los animos en contra de su an- tiguo contrincante. »El Gobierno y Olaya Herrera personalmente hicieron todos los esfuerzos imaginables para estancar la sangria y las directivas liberales cooperaron con el ejecutivo en el mismo sentido; pero el hecho continué y empezé a reabrirse el abismo entre los dos partidos y a germinar el animo vengativo que habria de traer, en futuro cercano, dias aciagos para la nacion. Producido el primer ataque sangriento de liberales contra conservadores 0 viceversa, el proceso se desarrollaria automaticamente; vendria entonces el deseo de venganza y quedaria urdida la cadena de la violen- cia, que después seria imposible de romper>!, Otro miembro del partido conservador, desvinculado del Go- bierno, analiza la situacion de la siguiente manera: ' Roberto Urdaneta Arbelaez, El materialismo contra la dignidad del hombre (Bogota, 1960), p. 286. 39 muerte. Muchas iglesias e imprentas catélicas fueron incendia- das y destruidas, innumerables centros politicos de derecha alla- nados y destacados jefes conservadores asesinados en embosca- das 0 en sus propios hogares. »A la Policia Nacional ya las guardias departamentales ingre- _ saron delincuentes y maleantes reconocidos y a multitud de poblaciones, caracterizadas por su fervor tradicionalista, se lle- varon malhechores a sueldo, debidamente armados, verdaderas turbas amaestradas en el crimen, cuya misién consistia en ata- car, perseguir y ultimar, si era preciso, a todas aquellas personas. que no comulgaban con su pasion politica. La vida se hizo extre- madamente dificil y hasta lleg6 a ser un acto heroico conservarla en muchos sitios de Colombia. El pais no conocia un periodo semejante de crueldad y barbarie, desde la época lugenda de la reconquista espaiiola»2. Desde la barricada opuesta, Max Grillo, destacado politico liberal, describe asi el panorama del pais en mayo de 1934: «Apenas transcurre dia sin que los periédicos den cuenta de un crimen horrendo. Lo mas doloroso es que la sociedad parece haberse familiarizado con la producci6n en serie del crimen. Na- die se impresiona ante el atentado criminal. Asesinatos en que los bandidos ultiman a familias enteras, ancianos y ninos; vengan- zas que recuerdan la vendetta corsa; actos de crueldad estupida como desollar.a las victimas y mutilarlas en forma salvaje; asesina- j tos de sacerdotes octogenarios, para robarlos; el punal y el rev6l- ver usados en reyertas por centavos; el atraco en pleno dia en las calles de la capital; la inseguridad en las ciudades y en los cam- pos. Tal es el cuadro»3, Antioquia recuerda con pavor las asonadas policivas: en Ta: mesis se abalea al pueblo un domingo después de obstruir las en- tradas de la plaza; en Pueblo Rico, «Bunuelo» —un superexalta- do— deja rastros de maxima barbarie; en la plaza de Jericé cae gente asesinada con vileza; en Caramanta se registran numero- sas victimas. + ? Rafael Azula Barrera, De la revolucién al orden nuevo (Bogota, 1956), p. 30 3 José M. Nieto R., La batalla contra el comunismo en Colombia (Bogota, 19 40 Es barbaro el momento: hay asesinatos, casas quemadas, gen- tes incineradas, exilados en Venezuela, inculpaciones detonantes, rachas huracanadas, debates en el Congreso. Sin embargo no se incendia toda la nacién. Se habla abiertamente de cuerpos policivos seleccionados con discriminaci6n politica y favoritismo caciquero... Pero, ¢quién torna a recontar victimas? ¢Quién hace justicia? éQuién se acuerda, después, de los campesinos santanderea- nos y boyacenses? ¢Quién se preocupa de los huérfanos parvulos y de los ado- lescentes que recibieron lecciones de crimen e insurgencia? No perdura el climax de horror. Sin embargo, «algo quedo sem- brado el aio 30». Desconocerlo es miopia de mala ley. Nadie vuel- ve a pensar en ello porque a la postre el fendmeno se diluye en odio entre familias que se extinguen con precisién fatal. EL CAMBIO DE GOBIERNO EN 1946 En el ano de 1946 el pais registra un nuevo cambio politico al asu- mir la presidencia el doctor Mariano Ospina Pérez, candidato del Partido Conservador. Al conocer su triunfo dice a uno de sus amigos: «Quiero expresar esta misma noche mi ratificacion a los puntos del programa de Unién Nacional y mi cordial invitacion a todos los partidos para que depongan sus odios. Aspiro a ser, tinicamente, el Presidente de Colombia para todos los colombia- nos»4, En el Senado de la Reptiblica, el debate sobre responsabilidad por la caida del Partido Liberal queda sellado con una proposi- cién hist6rica, aprobada el 24 de octubre de 1946 por 30 votos contra 3: «El Senado de la Reptiblica reconoce que el Gobierno que presidi6 el doctor Alberto Lleras Camargo, respeté la Cons- titucion y las leyes de la Republica, garantiz6 los derechos civiles " Azula Barrera, op. cit., p. 194. 41 y politicos de todos los colombianos y observo una austera con- ducta republicana que el actual Gobierno y los venideros deben imitar como la mejor garantia para la paz publica y el progreso de Ja nacion». A pesar de todo, al hombre asi exonerado de la mas leve som- bra en su proceder, se le moteja en el recinto de sesiones de «cada- ver politico» y las turbas al salir gritan «traidor y tisicor>. Con motivo de la campaiia electoral de 1946 para senadores y representantes, ¢l Congreso y el pais ofrecen un panorama de agi- tacion subestimado por los dirigentes. Transcribimos un comen- tario que enfoca, por lo visto, exactamente la situaci6n: «¢Hay, como parece desprenderse de las informaciones de los diarios, una ola de violencia? :Alguien ha comprobado qué rela- cion guardan los hechos de sangre y actos criminales de esta €po- ca con los de tiempos normales? No. Pero, sin duda, un extranje- ro que quisiera informarse sobre la situaci6n actual de Colombia, al pasar una revista sobre la prensa del pais, la creeria al borde de una catastrofe o en el filo de una revolucién. Los colombianos, en cambio, no nos alarmamos. ;Por qué? :Nos es indiferente que cada 24 horas se registre un nuevo hecho de sangre, atribuido a luchas politicas? No. No podemos haber llegado a ese grado de insensibilidad. Algo debe ocurrir, sin embargo, para que, cristia- nos viejos, no demos la importancia que se merece a una situa- cion semejante. Y es que no aceptamos esas versiones Como se pre- sentan. Ni los conservadores asesinados por los liberales, ni los liberales asesinados por los conservadores provocan nuestra alar- ma o nuestra indignaci6n, porque todos esos informes son recibi- — dos con un considerable descuento inicial. Esperemos, dicen las gentes, a ver como pasaron las cosas. Y eso —cémo pasaron las cosas— no se sabe jamas. Lo tinico cierto es que hay algunos co- lombianos muertos, heridos, asaltados, victimas de la violencia y la inseguridad. Los partidos que coléricamente se disputan la palma del martirio contribuyen decisivamente a que los hechos Semana, Vol. 1, N° 2 (noviembre 4, 1956), pp. 5 yuelvan a provocarse, a que haya impunidad, a que la criminali- dad ocasional se tape con sus banderas y levante testigos para am- parara los ofensores 0 derivar la responsabilidad hacia personas 6 jnocentes» Los dias discurren bajo una gran tensi6n politica y social con marcada tendencia a la anarquia, reflejada en una creciente ola de huelgas y paros solidarios que se extienden por todo el pais des- de el mes de septiembre de 1946. El Ministerio de Trabajo debe conocer de mas de 500 conflictos colectivos. «Los principales se producen en las companias de navegacién del rio Magdalena y en las carreteras y ferrocarriles. Lo cual, agregado al conflicto de los petréleos y al constante anuncio de paro ilegal en el ramo de comunicaciones, contribuye a mantener tensa y dificil una situa- cion que amenaza producir el derrumbe estrepitoso de nuestra estructura social, ante la mirada angustiosa de los patriotas cons- ternados. Es una pequena y sombria conjura contra el orden insti- tucional del pais, destinada a crear artificialmente un clima de incertidumbre y de zozobra, propicio al estallido de los mas fero- ces instintos»?, En noviembre de 1946 acontecen tan serios disturbios que el Gobierno piensa declarar turbado el orden publico en la zona de Bogota. Entre tanto estalla el paro de choferes de Cali por acci6n de la Confederacion de Trabajadores Colombianos (crc), domi- nada por los comunistas. Mientras realizaba un acto de sabotaje contra un vehiculo oficial muere el agitador Hermes Mayo (el «Bimbo») y la situacion se torna peligrosamente conflictiva. El 8 de noviembre el Ejecutivo firma el decreto N° 3227 declarando en estado de sitio todo el departamento del Valle. El jefe del liberalismo, doctor Jorge Eliécer Gaitan, después de publicar el editorial titulado «No mas sangre» en Tribuna Liberal, diario que sirve de 6rgano a su movimiento, presenta al Presiden- te de la Republica un memorial, pidiendo la intervenci6n inme- diata de la autoridad ejecutiva y el concurso de los jefes politi- © Semana, Vol. 1, N° 18 (enero, 1947), pp. 45. 7 Azula Barrera, op. cit., p. 223. 43 cos para poner término a la barbarie. El documento contiene el relato, tal como le ha sido hecho al senor Gaitan, de sucesos de sangre en los sitios siguientes: En Nariiio, municipios de Samaniego, Sandon, Linares, Gual- matan, Tiquerres, Cudspud, Tambo y Cordoba. En Boyaca, Chita, Moniquira, Raquira, Jeric6, Soata, Belén, Pauna, Zetaquira, Sa- boya, Chiquinquira, Tota, Guateque, Sutamarchan, Chiscas y Ra- miriqui. En el Tolima, Guamo, Roncesvalles, Natagaima e Ico- nonzo. En Norte de Santander, Pamplona, Arboledas, Villa del Rosario, Sardinata, Cicuta, Concepcién, Durania y Teorama. En Santander, Molagavita, Cite y Charala. En Bolivar, Sahaguin, Sin- celejo y Ovejas. En Caldas, Anserma. En el Valle, Ginebra. En An- tioquia, Ebéjico, Abejorral, Maceo, Santo Domingo y El Pefol. En el Magdalena, El Banco. En el Chocé, Quibds. Y en Cundina- marca, Yacopi, Macheta, El Penon, Pasca, Sesquilé y Junin. «El memorial del senior Gaitan es sereno, sobrio y destinado a provocar una eficaz represiOn de la delincuencia y a no hacer un escandalo politico. El Presidente y el ministro de Gobierno co- mienzan a estudiarlo y a tomar las medidas que el senor Gaitan solicita. Al mismo tiempo los conservadores hablan constante- mente de atropellos en otros municipios 0 en los mismos a que se refiere el sefior Gaitan, pero como sufridos por sus copartida- rios. La tinica consecuencia que puede sacar el Gobierno es la de que hay una situacion peligrosa y una inseguridad creciente, cuyas causas esenciales tienen que ser removidas con toda energia, an- tes de que el pais se vea precipitado a mas graves sucesos, 0 a que, formada la cadena de las retaliaciones, no sea posible contener la ola de sangre»®. En mayo de 1947 estalla el paro general de transportes con destrucci6n de algunos puentes y actos de sabotaje en las carrete- ras. El Gobierno lo declara ilegal y suspende la personeria juridi- ca a la Confederacién de Trabajadores Colombianos. 2Qué fue en realidad el 13 de mayo de 1947? Una respuesta la — da Azula Barrera en su obra ya citada: 8 Semana, Vol. 11, N° 26 (abril 19, 1947). 44 «. En efecto, tal como anunci6, al dia siguiente apareci6 en la pren- sa la declaraci6n terminante del prestigioso jefe!7. Casi todos los colombianos condenaron el crimen abomina- ble que segé la vida de Gaitan, pero nadie previé sus tremendas consecuencias. Asi como en las ciudades, Gaitan contaba con inmenso caudal de irrestricta adhesion dentro de la masa campesina. El abande- raba la esperanza de solucién de toda una problematic secular. Su voz era el grito de la ruralia que, cuando lo supo extinguido, record6 su consigna hist6rica: Si avanzo, seguidme; si retrocedo, empujadme; si os traiciono, matadme; si muero, vengadme!®. A partir de este momento, el proceso de la violencia puede re- ducirse a las cinco etapas siguientes: 17 FL Tiempo (Bogota), marzo 24, 1948. 18 Mucho se ha cavilado sobre el asesinato de Gaitan dandose muy diversas descripcio- nes ¢ interpretaciones. Entre otras, constiltense las siguientes obras sobre el asunto: Azula Barrera, op. cit; Luis A. Toro, Almanaque politico (Bogota, s. f.); Joaquin Estrada Monsalve, Asi fue la revolucién (Bogota, 1950); Abraham Osorio T., :Por qué mataron a Gaitén? (Bogota, 1948); Gonzalo Canal Ramirez, 9 de abril de 1948 (Bogota, s. f.) 51 1. Creacién de la tensién popular, de 1948 a 1949. 2. La primera ola de violencia, de 1949 a 1953. 3. La primera tregua, de 1953 a 1954. 4. La segunda ola de violencia, de 1954 a 1958. 5. La segunda tregua, en 1958. Aunque el proceso ha sufrido tiltimamente algtin recrudeci- miento, el presente estudio no va mas alla de 1958, sino en pocas f ocasiones, cuando el relato o el andlisis lo exigen.

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