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TEORÍA-EJEMPLOS CRÓNICA

LIBRO: La Crónica en Colombia. Medio Siglo de Oro


AUTORA: Maryluz Vallejo Mejía
NOTA: si desean el libro lo pueden solicitar en la biblioteca pública German Arciniegas.

FRASES
 “para mí cada crónica debería ser un libro. La crónica que escribo cada día la concibo primero como
un tema para un libro entero” Luis Tejada.
 “un cronista es, en primer término, un animal que, como las focas del circo, tiene que salir
diariamente al redondel a hacer su número. Pero a diferencia de las focas que siempre hacen las
mismas payasadas, el cronista tiene que hacerlas cada día diferentes” Álvaro Cepeda Samudio
CLASES DE CRÓNICA
 Crónica Glosa: comenta un hecho sea o no de actualidad.
 Crónica Relato: narra una historia de ficción o con referentes en la realidad, y en la que se pueden
encontrar el relato puro o con impresiones del autor.
 Crónica Semblanza o Retrato: perfila un personaje vivo o muerto con un suculento anecdotario
(muy común como nota necrológica o tarjeta de despedida).
 Crónica Folletín: se presenta como una serie de lances y aventuras.
 Crónica Parodia: a partir de un relato en clave literaria y en tono guasón denuncia una situación
real.
 Crónica Crítica: convierte los productos de la creación en el pretexto ideal para definir unos valores
estéticos y recrear la experiencia sensible.
 Crónica especializada: sus modalidades más comunes: política, parlamentaria, judicial, social y
deportiva.
 Crónica autobiográfica: el cronista narra fragmentos de su vida y declara su credo personal, o se
vuelve personaje dramático de la historia.
 Crónica Comprimido: o en forma aforística, epigramática o de greguería.
 Crónica en Verso: generalmente en verso cómico, para denunciar situaciones paradójicas.
 Crónica Epístola: carta abierta y en tono íntimo en la que el cronista comparte con el lector sus
reflexiones y experiencias personales (propias del consultorio sentimental)
 Crónica Diccionario: especie de juguete filológico para definir las palabras con una lógica diferente
a la de los diccionarios y generalmente con intención satírica.
CRÓNICAS
.

EL HUMO
*Luis Tejada

Para vergüenza y confusión de algunos amigos míos, que sin razón o con razón han resuelto dejar de
fumar, voy a escribir este pequeño elogio del tabaco ¡Ojalá que mis palabras los aparten del peligroso
camino del ascetismo, que haría de ellos al fin esa cosa monstruosa y horripilante que llaman hombre
ejemplar!
Hay que desconfiar siempre un poco de toda persona que no fuma. Qué otros tremendos vicios tendrá!
Porque el tabaco es una delgada canal por donde salen y se dispersan en el infinito nuestros instintos
perversos. Fumando se torna el alma levemente cándida y azul como el humo ligero. ¿Andáis buscando
por todas partes con vuestra linterna al hombre bueno y feliz? Yo sé dónde lo encontraréis. Es aquél
que está sentado en su habitación, frente a la ventana, al atardecer. Tiene la cabeza echada sobre el
respaldo del ancho sillón frailuno. Las piernas estiradas y coloradas sobre un parapeto eminente. Mira
caer la lluvia al través de los cristales pálidos. Fuma. De su boca, como de un pebetero hierático,
asciende el humo en leves volutas, recto, grave, silencioso, adhiriéndose a las estrías del cielo raso,
buscando los menudos promontorios de la madera para rodearlos, hundiéndose en los huequecillos y
quedándose un instante prendido a los clavos solitarios, para difundirse al fin en la penumbra de los
rincones. Ah, os prometo que ese es el hombre bueno y feliz! Sus pensamientos serán puros y elevados,
y su alma se habrá abandonado al influjo de aquella columna inefable que surge de su pecho en ondas
tenues y aladas. Dios lo ve porque su humo sigue hacia lo alto, como en el holocausto de Abel.
El tabaco, tiene una santidad callada y emocionante. Es místico. Su alma será purificada por el fuego. La
brasa encendida y misteriosa consumirá su carne y limpiará su espíritu. Ay! esas filas de largos y
ascéticos cigarros que veis encerrados en sus cajas herméticas, son monjes severos que van a su
Tebaida! La hoja humilde, encierra, sin embargo, la esencia de las transformaciones supremas que
elevan y dignifican la materia; se convertirá en ceniza blanca, símbolo de la muerte y de la evolución de
la naturaleza hacia fines inconocibles, y se convertirá en humo azul, símbolo del espíritu alado, que
tiende hacia el espacio sin límites.
El tabaco es cordial, fraternal, sencillo. En las penosas horas de trabajo nocturno, nos acompaña y nos
conforta, porque posee una pequeña vida que Dios concedió a las otras cosas inertes que nos rodean:
los retratos mudos de los abuelos, las sillas tiesas sobre sus patas, los libros enfilados en el estante, el
lecho solitario y blanco que descansa en una esquina. Nada se mueve, nada habla. Sólo el cigarro,
colocado con la ceniza hacia arriba sobre el tintero, despide ligeras espirales móviles, inquietas, que nos
hacen guiños minúsculos, sabemos que algo palpita ahí, que una diminuta alma encendida se consume
junto a nosotros y pasará. Pero esos retratos no pasan nunca y esas sillas estarán siempre ahí! Este
medio cigarro que nace y se muere, y es efímero, está más cerca de nosotros que todo aquello eterno.
Es un resumen infinito de nuestra vida. Por eso nos consuela y nos acompaña.
No fuméis amigos míos. Pero, ¡oh! Cuán angustiosa y demasiado sola será vuestra soledad.

El Espectador, Medellín, 1° abril de 1914

*LUIS TEJADA
Este periodista antioqueño (1898-1924) es considerado el padre de la crónica en Colombia. Algún
colega lo llamó “El Azorín redivivo”, y el catalán Ramón Vinyes lo bautizó “El príncipe de los cronistas”.
En abril de 1920 irrumpió en la página editorial del El Espectador de Medellín con una columna titulada
Gotas de tinta, en forma de comprimidos que expresaban la dualidad de su espíritu desencantado y
jocoso. Luego comenzó a publicar la columna Mesa de Redacción y a ocupar la sección de Cronistas
propios del mismo diario.
Tejada mantenía en sus crónicas un delicado equilibrio entre narración y el comentario, la descripción y
el juicio. Con claridad, riqueza de matices y poder de penetración, escribió sobre todo lo que giraba en
su órbita, desentrañando el alma de las cosas, las personas, los instantes y los sucesos. Prefería los
motivos pequeños: el sombrero, la corbata, la butaca o las ceremonias domésticas, que le inspiraron
sencillos y sesudos razonamientos prácticos. Pero también se ocupó de temas complejos de la vida
política, fiel a su temprano credo revolucionario. Atacó los privilegios de la clase y el inmovilismo de las
instituciones patrias; en esa línea sus crónicas rompían lanzas y denunciaban las corrupciones e
injusticias sociales. Hacía referencia a la explotación de los obreros, a la inoperancia del Congreso de la
República, a la política imperialista de los Estados Unidos, a las oligarquías aliadas con el poder.
Sus escritos fueron recogidos en Mesa de redacción y Gotas de tinta, y han sido reeditados en varias
ocasiones. La mayoría de su obra la publicó en El Espectador; pero también colaboró en El Gráfico,
Cromos, El Correo Liberal, Sábado, Universidad y El Sol de Medellín, y tuvo una breve experiencia
periodística en el Rigoletto y La Nación de Barranquilla.
Hernando Téllez, al reseñar el Libro de Crónicas de Tejada dijo: “Luis Tejada fue un prestigioso
columnista de periódicos y como tal tuvo, seguramente, más lectores en un día que Platón en un año.
Claro está que Platón, por razones conocidas, no escribió en los periódicos. A los 27 años dejó de
escribir para periódicos y dejó de vivir”. Pero Tejada sobrevivió, y sigue vigente, porque supo mezclar la
actualidad con lo intemporal.
En un bello homenaje que le rindió, José Gers afirma que este “ filósofo de lo pequeño”, escribió sus
mejores crónicas en el lecho o en una muelle butaca, porque su pereza era algo connatural, y no soltaba
la categórica pipa de la boca. “ No andaba colgado de las vanidades y reposó en la almohada de una
deliciosa independencia. Tejada era un poeta del goce adorado de lo pequeño en su sentido literal”.
VEGETARIANOS DE CAMAMA
*José Velásquez García

Lo del vegetarianismo me parece una filfa, una guasa, una tomadura de pelo. No hagan ustedes caso de
los apóstoles del vegetarianismo, o como se llame el hecho de alimentarse uno con yerba y cogollo, que
es, en suma, la teoría vegetariana. Esos propagandistas llegan al comedor de un hotel y piden vegetales
á grito pelado, no se los comen, sino que a furto, se los echan al bolsillo, y luego van a sus casas y se
ponen redondos como cuarteleros, a fuerza de bisteques. Todas estas sapientísimas reflexiones me las
sugiere la lectura de este suelto, que copio de una revista madrileña: “Para conmemorar el sexto
aniversario de su fundación, celebró un banquete la Sociedad Vegetariana Española. Sólo se comieron
vegetales. Hubo elocuentes brindis”. Hasta aquí, lindo detalle aquello; pero como el vino viene de las
uvas, y las uvas, estén o no verdes, son vegetales, el alzón que los socios se arrimarían debió de ser
digno de Alejando Magno, quien, aunque no vegetarianizó, se amarraba cada magna que temblaba
Macedonia.
Para cuando funden aquí una sociedad vegetariana, ya me imagino el menú del primer banquete:
Sopa de plátanos-Caldo de yucas--Arracachas en sopa-Caldo de papas-Plátanos en caldo-Sopa de yucas-
Caldo de arracacha-Sopa de papas etc.etc.
Así, variadito, para que los socios no se aburran, y el que se aburra es por desigente.
No se tocará piano, porque las teclas son de marfil, y el marfil es animal, sin perjuicio de que pueda
serlo el pianista.
Todo con mucha escrupolosidad, porque, o es uno vegetariano o no lo es.
¡Los discursos!
Aquello será de alquilar balcones:
“señores-dirá el Presidente cuanto vegetariano,-nos hemos reunido como los granos de una mazorca,
en torno de esta mesa de pintado fino, para comernos sobre limpio mantel de algodón, este suculento
banquete preparado por una cocinera que, magüer animal, por lo flaca puede asimilarse a una caña
mecida por el viento.
¡Ah, queridos cuanto vegetarianos colegas! Ved aquí la papa, cuyo redondo vientre semeja uno de esos
astros que en las noches alumbran los cereales; contemplad esos plátanos, que, como el caudoso
huésped de Halley, son cometas del cielo vegetariano; admirad esas yucas, pituita castísima de las
gripas de Ceres; extasiáos ante ese arroz, vía láctea de la frugalidad!...
¿ Y qué es vegetariano, señores? ¡ Ah! Un hombre que, después de maduras papayas, digo, de maduras
reflexiones, torna a la senda florecida en donde el verde de la yerba, el amarillo del plátano y el morado
de la arracacha, forman como los colores de la bandera vegetariana, y…y”.
Aquí el orador se le atraviesa en el gargüero un palo de yuca, y tose en medio de repetidos aplausos.
¿Los vegetarianos? ¡Bah!
Por ahí anda don Ciriaco, un Tolstoy del vegetarianismo, quien siempre que me ve, me da la gran lata
catequizándome.
El otro día tópeme con él, de manos a boca, sin que pudiera yo sacarle dos lances y salir por los pies.
-¿Qué hay? Me grito. ¿Siempre carnívoro?
- Se hace lo que se puede, contéstele.
- Hombre, deje la carne.
-Más bien dejo el demonio.
-Nó. Le digo que deje de alimentarse de carne. No hay como el método vegetariano. Vea cómo estoy yo.
Efectivamente, don Ciriaco usa unas sotabarbas nerónicas.
Le pregunté:
-¿ Comerá usted chicharrones, mantequilla, huevos, pescados, beberá leche, en reemplazo de la carne?
-Nada. Vegetales y sólo vegetales, como decía no recuerdo si Balaán o Hamlet.
-Debió ser la burra, que fue vegetariana por parte de madre…¿De modo que usted se hubiera muerto
de hambre, siendo Noé?
-No, eh.-Porque me supongo que habría vegetales en el Arca.
Sí, ya había yerba para los animales vegetarianos.
Don Ciriaco me lanzó una mirada tan olímpica, como desde la cumbre de un saco de maíz, y se alejó,
cuan vegetariano es.
Anoche le vi llegar al Hotel América.
-Sírvame una comida, gritó, en la cual no entra ningún animal.
-Don Ciriaco, le dijo el mozo humildemente, es que tengo que servirla yo.
-Por supuesto, y andando.
-Es que como usted dice que no entre ningún animal…
Traé la comida vegetariana, pronto.
El mozo, que no había oído en jamás de los jamases esa palabreja, sirvió la comida de costumbre. Don
Ciriaco se hizo el distraído, y chuletas van, morcillas viene, gallinas corren y pollos vuelan.
-¿Y eso es vegetarianismo? Le pregunté a D. Ciriaco, entrando de repente.
Me miró, se puso rojo de la tupa, tosió, empuño un galápago de gallina y respondió con voz unciosa.
-Fue que…fue que…¿ Pero no se acuerda que estamos en cuaresma? Hoy es viernes y…
-¿ Y qué?
-Pues que ustedes ayunan con carne, y nosotros los vegetarianos ayunamos los vegetales.
Aquello era tan lógico, que me dejó perfectamente edificado.
Fíense ustedes de los vegetarianos.
A lo mejor son capaces de comerse una oreja.
*Tomado de Volanderas y Tal, 1911.

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