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el islam político
por Thierry Meyssan
Hace una decena de años que Estados Unidos está atrapado en su propia contradicción ante
el islam. Por un lado, se presenta como el país de la libertad religiosa, mientras usa la
Hermandad Musulmana para desestabilizar el Medio Oriente ampliado, y al mismo tiempo
lucha contra el avance del terrorismo islámico fuera de esa región. Estados Unidos ha
prohibido toda la investigación que permitiría establecer la diferencia entre el islam
como religión y la manipulación de esa religión con fines políticos. Después haber roto con
el terrorismo de la Hermandad Musulmana, Donald Trump ha decidido reabrir ese dossier,
corriendo con ello el peligro de provocar actos de violencia en su propio país ya que, en
Estados Unidos, la libertad para practicar la religión musulmana no incluye la de meterse
en política.
Cuando Donald Trump declara «Yo pienso que el islam nos odia», ¿se refiere a la
religión musulmana o a la ideología política basada en ella?
Pero los británicos utilizaban los mismos términos con un sentido diferente: los
«moderados» son musulmanes «moderadamente antiimperialistas» –como el Hamas, que
no abriga objeción alguna de orden político hacia Israel y que sólo se niega a que los
musulmanes sean gobernados por judíos– mientras que los «extremistas» son «musulmanes
extremadamente antiimperialistas» –como el Hezbollah, que cuestiona la victoria del
Estado colonial israelí sobre los árabes.
Pero los documentos del FBI estaban concebidos para impartir cursos, donde los
instructores especificaban, poniendo en ello mucho énfasis, que no se refirían al islam
como religión sino como ideología política [3].
Poner a Barack Hussein Obama en la Casa Blanca debía ser suficiente para arreglar el
problema. Pero no fue así, principalmente porque, aunque una tercera parte de sus electores
creían que Obama era musulmán, él se apresuró a precisar que en realidad era cristiano,
aunque proveniente de una familia musulmana, lo cual parecía avalar el esquema identitario
de los inmigrantes llegados del norte de Europa, o sea que se puede ser estadounidense
siendo musulmán de cultura e incluso musulmán practicante de esa religión, pero
el presidente de Estados Unidos tiene que ser cristiano. De ahí la violenta reacción contra la
campaña financiada por el promotor inmobiliario Donald Trump para que se aclarara dónde
había nacido Barack Obama –¿en Hawái o en la Kenya británica? Por supuesto, la
respuesta a esa pregunta tenía que ver con el respeto de la Constitución estadounidense [4],
pero también implicaba aclarar si Obama había nacido cristiano o musulmán.
Antes de dar inicio a las “primaveras árabes”, Barack Obama y Hillary Clinton
llenaron su administración de partidarios del islam político.
Por consiguiente, el presidente Trump ha finalmente aclarado las cosas al aplicar a los
terroristas musulmanes la palabra «yihadista», aunque la «yihad» no sea originalmente la
lucha armada contra los infieles sino una forma de reflexión y de análisis interno que
realiza cada individuo sobre sus propios actos y sobre sí mismo.
Pero las decisiones de Donald Trump han sido hasta ahora objeto de las peores
tergiversaciones. Su decreto suspendiendo la inmigración desde países donde los
funcionarios estadounidenses no tiene medios de verificar la honestidad del solicitante fue
interpretada como una medida «islamófoba» por tratarse de países cuyas poblaciones son
mayoritariamente musulmanas.
Pero no era eso lo que se percibía desde el punto de vista de las poblaciones del Gran
Medio Oriente, o Medio Oriente ampliado. Dado el hecho que Estados Unidos estuvo
aplicando durante 15 años la estrategia del almirante Cebrowski [6] únicamente en la parte
del mundo mayoritariamente musulmana, era imposible que afganos, persas, turcos y
árabes entendieran los eslóganes estadounidenses. Fue por cierta esa la contradicción que
Barack Obama se encontró en el momento de su discurso del Cairo, en junio de 2009.
Sin embargo, Mahoma fue a la vez general y gobernante. Esa particular situación histórica
permitió, desde los inicios mismos del islam, que una corriente de pensamiento tratara
de manipular esa religión para hacerse del poder. La mayoría de los musulmanes se educó
con hadiz escritos mucho después de la muerte del Profeta, textos que le atribuyen hazañas
militares y un pensamiento político en particular. La Hermandad Musulmana se apoya en
importantes antecedentes.
En 1965, el líder estadounidense del islam político fue asesinado con la probable
complicidad del FBI.
En todo caso, Estados Unidos no logrará distinguir entre los dos sentidos de la palabra
islam mientras no haya resuelto la cuestión de su propia identidad. Donald Trump y sus
electores admiten sin dificultad que negros e hispanos sean ciudadanos de Estados Unidos,
pero no que ejerzan funciones politicas de primer plano.
Thierry Meyssan
[1] El lector hallará aquí [en inglés] los principales documentos citados en este artículo.
[2] “The wrong way to fight terrorism”, Salam Al-Marayati, Los Angeles Times, 19 de
octubre de 2011.
[3] Este video de un curso impartido en Quantico, el cuartel general del FBI, no deja duda
alguna al respecto.
[4] La Constitución estipula que el presidente de los Estados Unidos de América tiene que
ser nacido en suelo estadounidense. Nota de la Red Voltaire.
[5] «Plan d’action pour la prévention de l’extrémisme violent», por Ban Ki-moon, Réseau
Voltaire, 24 de diciembre de 2015.
[6] The Pentagon’s New Map, Thomas P. M. Barnett, Putnam Publishing Group, 2004. «El
proyecto militar de Estados Unidos para el mundo», por Thierry Meyssan, Haïti Liberté
(Haití) , Red Voltaire, 22 de agosto de 2017.
Thierry Meyssan
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