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Gabriela Mistral
“Tierras blancas de sed”
II SABORES NORTINOS 25
Las piedras arrodilladas,
las piedras que cabalgan
y las que no quieren voltearse nunca,
como un corazón demasiado rendido.
Las piedras amodorradas,
ricas de sueños como la pimienta de esencia,
graves de sueños como la piña de fragancia.
Gabriela Mistral
“Elogio a las piedras”14
1. La Calapurca
En los Andes hay datos que sugieren el uso de lajas calientes para cocinar, como lo evidencian las
fisuras que presentan las piedras encontradas en Telarmachay, Junín, Guañape y Virú, las que se pro-
ducen cuando éstas se sumergen calientes en un líquido más frío. Todos estos antecedentes hacen
pensar que este procedimiento pudo ser utilizado para cocer pescados, carnes, mariscos y tubércu-
los. Como en los tempranos períodos en que aparecen estas evidencias aún no había cerámica, de-
bieron utilizarse recipientes de cuero, calabaza o corteza de árbol.19 También los cuyes se cocinaron
con piedras calientes en su interior20 o bien apretándolos entre dos piedras candentes.
Lydia Flores21, migrante aymara en Arica, describe así la variedad de calapurcas que se preparan actual-
mente en el norte de Chile:
“…a la gente le gusta comer la calapurca en diferentes ocasiones, pero sobre todo a los curaditos en
la mañana, cuando han trasnochado después de las fiestas. Es un plato contundente y llenador. La
calapurca que yo conozco es la que viene con el mote pelado y con carne, que es lomo de alpaca.
Tiene que ser alpaca, porque le da un sabor rico. Nosotros consumimos pura alpaca. A veces le echan
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pollo, si es para 20 personas se echa el pollo ente-
ro. Pero no puede faltar la carne de alpaca porque
eso le da el sabor, la parte del lomo. Después se
le tira papa; como cuando se prepara el picante,
tiene que ser la papa molida; a eso se le echa ajo,
cebolla, sal y cilantro. Después la gente le echa
el ají a su gusto, un ají seco, rocoto (variedad de
ají costero), que venden en el terminal. La gente
aymara consume el puro rocoto. A la calapurca
le ponemos también un condimento que se llama
Sibarita22, que es rojito y tiene un poco de ají...”
En muchos casos, sobre todo en el universo mestizo, la calapurca se prepara sin utilizar para su cocción
las piedras calientes, así por ejemplo, una receta recientemente publicada24 entrega esta versión (ver en
la página 30):
Aproximémosnos a qué se come cuando se consume la calapurca. Antes que nada, debemos hacer
notar que es un “plato de la tierra”, en el sentido de que no hay en él productos del mar. Los vegetales
más importantes en casi todas las recetas de la calapurca son el mote de maíz y la papa, que confor-
man la díada alimenticia primordial del universo andino.25 Ambos productos cultivados fueron básicos
en la dieta precolombina. Aunque algunos antropólogos acuñaron el término “cultura del maíz” para
hablar de las sociedades americanas más desarrolladas, otros sostienen que el maíz junto con la papa,
en términos simbólicos, funcionan como opuestos complementarios.26 El maíz tiene más prestigio social
y ritual y está asociado a “lo alto”, en tanto que la papa se relaciona con “lo bajo”. Los ciclos reproduc-
tivos del maíz marcan el calendario religioso y no así los del tubérculo. Según Ossio27, la preeminencia
que tuvo y sigue teniendo el maíz en el mundo andino no la tuvo ninguna otra planta domesticada
salvo, quizás, la coca. La mujer laboriosa seca el maíz
que convertirá en mote.
El consumo del maíz en forma de mote –palabra
de origen quechua y aymara-28 llamado pataska en
el norte, es muy antiguo y supone desgranar el
maíz y cocerlo en una lejía de ceniza hasta que
esté sancochado y suelte el hollejo. Con este pro-
cedimiento, utilizado en muchas partes de Améri-
ca, se obtienen granos de maíz blancos y pelados
que se pueden consumir frescos o ser guardados
secos para usarlos en sopas o guisos.
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