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All content following this page was uploaded by Juan Pablo Bohorquez on 12 July 2017.
ABSTRACT
This paper makes a historical survey of popular Colombian peasant movement by placing it in the
development model that has been established in Colombia over the past decades. Thus, one can see the
correspondence between the model of development and structural factors that lead to violence in
Colombia and also specify, as stated in its end, matches in the minimum points that claim at present by
peasant social movements.
RESUMEN
Este trabajo hace un recorrido histórico del movimiento popular campesino colombiano ubicándolo en el
modelo de desarrollo que se ha venido estableciendo en Colombia a lo largo de los últimos decenios. De
este modo es posible evidenciar la correspondencia entre el modelo de desarrollo y los factores
estructurales que propician la violencia en Colombia y también, especificar, como figura en su parte final,
las coincidencias en los puntos mínimos que lo reivindican al presente.
1
Este trabajo es el producto de las experiencias directas en el trabajo organizativo campesino; igualmente, plasma la
visión que un sector campesino, del cual hacen parte los autores, tiene de su realidad y su proyecto de futuro.
2
Gustavo Alturo es Coordinador nacional de la Asociación Campesina Popular (Asocampo); Luis Peña es
coordinador de organización de la misma asociación y Juan Pablo Bohórquez es asesor organizativo y político,
profesor del Programa de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad de la Salle,
Bogotá, Colombia.
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INTRODUCCIÓN
La comprensión y explicación actual de las luchas campesinas sólo es posible si se indaga
históricamente en este movimiento, desde su propia perspectiva y lógica, y se lo ubica en el
contexto del modelo económico y social predominante. En virtud a este trasfondo, es posible
discernir tanto los elementos persistentes de inequidad y violencia estructural como la
persistencia y el sentido de aquellas en la Colombia contemporánea.
Estado con gobernantes que negaban a gran parte de la población sus elementales derechos y, por
el contrario, la violentaba y excluía, quienes integraban la CON lograron conformar con ingentes
esfuerzos el Partido Socialista Revolucionario en el año 1926, partido que contribuiría
decisivamente a orientar y conducir importantes luchas sociales de las organizaciones y
movimientos populares hasta la década de 1930.
con las organizaciones campesinas surgidas en la década anterior y despojarlas de sus tierras en
una guerra que los expertos en el tema han calificado sin ambages de “contrarreforma agraria”,
no tanto por las conquistas nimias que para el campesinado había conllevado la Ley 200 sino
porque la producción cafetera había logrado consolidad una capa media de pequeños y medianos
propietarios rurales. La guerra, con sus muertos y despojos rurales, logró redefinir la propiedad
rural a favor de una concentración de tierras favorable al incipiente desarrollo del capitalismo
agroindustrial, lo cual redundó en una expulsión de campesinos hacia las ciudades, en calidad de
mano de obra barata y de nuevos usuarios cuya demanda de servicios contribuiría a aumentar los
ingresos del Estado.
En el tránsito entre ésta y la década siguiente surgieron las guerrillas liberales y
conservadoras, es decir, grupos armados ilegales pero respaldados por los directorios de los
respectivos partidos a fin de defender la causa política en el campo. Con el tiempo, algunas de
estas agrupaciones degeneraron en bandolerismo y otras fueron amnistiadas durante el gobierno
militar (1953-1957) como medida concertada de pacificación, lo cual no evitó el asesinato de
varios de los dirigentes desmovilizados, como fue el caso de Guadalupe Salcedo, uno de los más
aguerridos y notables líderes de las guerrillas liberales de los Llanos Orientales. Por otra parte, la
migración horizontal de campesinos perseguidos contribuyó a ampliar, en condiciones de vida
menos que infrahumanas, la frontera agrícola, es decir, civilizó tierras en nuevas zonas de
colonización, tierras que posteriormente ingresarían al dominio terrateniente y agroindustrial.
1. Vocación de Colombia
2. Concentración de la tierra
Los suelos más productivos de Colombia se encuentran localizados en el altiplano cundi-
boyacense y en los valles, lugares donde la concentración de la tierra es muy alta.
Paradójicamente, se han venido sancionando leyes y más leyes que no sólo han dejado irresuelta
la situación de los campesinos sin tierra sino que expresan la falta de voluntad de acometer una
reforma agraria integral por la vía estatal. Las políticas capitalistas neoliberales de contrarreforma
agraria, como la Ley 1152 del 2007, han contribuido a estimular la ya de por sí alarmante
concentración alarmante en la medida que favorecen el fenómeno de la relatifundización en gran
parte ociosa del país. Además de la normatividad, la acción narco-paramilitar violenta y el
despojo constituyen el principal factor de concentración de la tierra y relatifundización. El 85 %
de la tierra productiva está concentrada en el 1% de los propietarios y el restante 15% está en
manos de pequeños productores que generan el 65% de la producción de alimentos que consume
el país. Son estos mismos campesinos los custodios de los recursos naturales, la cultura, la
identidad y el amor al trabajo (FAJARDO MONTAÑA, 2002).
Los efectos negativos de la concentración de la tierra se han visto reflejados en la
migración campesina a la ciudad y en la falta de producción campesina de alimentos sanos y
saludables para la población colombiana. Paralelamente, el campo y la ciudad son invadidos de
productos de las multinacionales, de importados y transgénicos insanos para la salud de la
población y la proliferación del monocultivo y la producción de alimentos industriales para la
fabricación de agrocombustibles se ha posicionado en contra de la sanidad y la seguridad
alimentaria de la nación.
estructuras administrativas del Estado y una separación tajante del campo y la ciudad que hoy en
día continúa vigente. Durante el siglo XVIII, se desarrolló y tuvo auge la economía de la
hacienda, pero entrado ya el siglo XX la estructura de la tenencia de la tierra adquiriría su rasgo
distintivo o el sistema bimodal, es decir la coexistencia del gran latifundio en las tierras planas
(grandes plantaciones comerciales y tecnificadas con productos comerciales como bananos, café,
flores y más recientemente palma africana) y el minifundio campesino en las laderas de las
cordilleras. Ambos, en alguna medida, surgieron del proceso de colonización de las tierras bajas
que tuvo sus antecedentes durante el siglo XIX en la colonización antioqueña (BERGQUIST,
1988; SUHNER, 2002). Dicho sistema determinó un sistema productivo con cuatro vertientes: las
zonas campesinas, la ganadería extensiva, la producción comercial y una de expansión de la
frontera agrícola. La Tabla 1 resume la estructura agraria colombiana y los grupos sociales que la
componen.
A riesgo de simplificar, puede afirmarse sin embargo que la Tabla precedente ilustra la
estructura agraria colombiana vigente. Al igual que en varios países latinoamericanos, parte del
desarrollo agrario e industrial colombiano se basó en la desposesión y expulsión de campesinos y
habitantes rurales hacia las grandes ciudades. 3 Este modelo fue apoyado desde principios del
siglo XX por las misiones de los organismos internacionales y, sobre todo, por las misiones del
Banco de Reconstrucción y Desarrollo de los años 50 y 70 lideradas por el economista
estadounidense Lauchlin Currie. La propuesta de desarrollo de Currie postulaba que era necesario
acelerar el desarrollo a través de procesos de migración del campo a la ciudad en algunas áreas
específicas. De otra parte, de acuerdo con James J. Brittain (2005, p. 37), un segundo elemento
fundamental era el traslado de las necesidades en demanda efectiva. Este elemento estaría en
concordancia con el periodo de expropiación de los pequeños campesinos cafeteros, la cual tuvo
lugar, como ya se mencionó, durante La Violencia (1948-1963), y sirvió para consolidar el
monopolio de la industria agroindustrial, no solamente cafetera. Adicionalmente, se propuso la
eliminación de los programas sociales, las tarifas de protección y la reducción de salarios, y se
sugirió restringir las formas de organización de los trabajadores (elemento fundamental para
comprender algunas de las demandas de los movimientos campesinos). Esto suponía la existencia
de un Estado fuerte que pudiese sofocar las resistencias campesinas a este proceso
(BERGQUIST, 1988; BRITTAIN, 2005).
Así, para la implementación de esta propuesta4, como ya lo dijimos, el Estado creó la
ANUC en 1967. En cierta forma, la pugna por la imposición de un modelo de desarrollo
dominante tuvo su punto de inflexión cuando en 1972, en virtud al “Pacto de Chicoral”, se dio
por concluida la etapa de reforma agraria asistida por el Estado y comenzaron a imponerse en el
país las políticas monetaristas. Por otra parte, el proceso de desposesión campesina e
industrialización del campo consolidó un sector de trabajadores agrícolas y campesinos que
3
José de Souza Martins (2002) señala que para la comprensión de los movimientos sociales brasileños,
especialmente el MST, se requiere entender el modelo de desarrollo agrario del Brasil, el cual es distinto al de la
mayoría de los países latinoamericanos en la medida que este país carecía de grandes masas de campesinos que
pudieran ser objeto de expropiación y proletarización y porque el desarrollo de los latifundios dedicados a los
cultivos para la exportación permitió el surgimiento de una burguesía y se sustentó en un proceso de inmigración y
asentamiento internacional de italianos y alemanes, entre otros.
4
La implementación de esta propuesta contradecía sin embargo uno de los presupuestos básicos del modelo
de industrialización de sustitución de importaciones impulsado por la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL), cual era la consideración de que la producción campesina era más eficiente que la de los latifundios. Por
lo tanto, lo que se requería era procesos de reforma agraria asistidos por el Estado y medidas de asistencia que
beneficiasen a los campesinos y productores agrícolas eficientes.
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La ANUC-UR y la Fensuagro-Cut son las dos organizaciones que han propiciado la constitución de la Vía
Campesina en Colombia.
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En el desenvolvimiento de la Asamblea Nacional Constituyente y en la consagración de las normas
constitucionales las demandas campesinas quedaron subsumidas en las de otros sectores sociales mientras que las
reivindicaciones de las comunidades indígenas y afrocolombianas se trataron como temas separados.
7
Si bien en la década del 90 se sintió con especial intensidad la aplicación del modelo neoliberal en
Colombia, este modelo tiene sus antecedentes en los años 20 y 60 en las misiones Kemmerer y en las misiones
Currie de los años 50 y 70 (BRITTAIN, 2005; KALMANOVITZ, 1986).
8
Igualmente estuvieron ausentes los dos principales grupos insurgentes: las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
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Muchos de estos grupos sociales excluidos han creado una serie de organizaciones en aras
de la defensa de sus intereses. Los movimientos sociales campesinos lo hicieron principalmente
en las décadas del 60 y 70 y algunas de sus organizaciones forman parte o de ellas surgieron los
miembros de la Vía Campesina Colombia, organización que, cual sus predecesoras, han luchado
a lo largo de la historia colombiana por lograr las transformaciones sociales y económicas que
han alterado “tanto la evolución política como el desarrollo económico [colombiano]”
(BERGQUIST, 1988:19).
En síntesis, es posible aseverar que el espacio político nacional no sufrió, ni mucho menos, una
transformación radical con la reforma constitucional de 1991 sino que, por el contrario, los
factores que propiciaban su cierre se han agudizado desde entonces. Un mayor constreñimiento
del espacio político y social se ha visto recientemente favorecido, no sólo por las reformas
neoliberales y la globalización sino por el surgimiento y la consolidación de un proceso de
contrarreforma agraria, paramilitar y del narcotráfico,9 que se sustenta en lo que William Stanley
(1996) ha denominado “the protection racket State” [el Estado de protección ilegal] 10. Este
Estado se caracteriza por el uso desproporcionado, pero discriminado, de la violencia contra los
sectores sociales opuestos a él, o a sus proyectos, con el objetivo de lograr no solamente la
contención de estos sectores, sino la meta de obtener concesiones políticas y económicas de las
elites.
Si bien el cierre relativo del espacio político ha contenido relativamente parte de las
acciones colectivas de los movimientos campesinos y agrarios colombianos (PRADA, 2002), esto
mismo, aparentemente, ha propiciado que los movimientos sociales busquen la acción
transnacional como palanca para plasmar, en parte, sus objetivos internos en la medida que se los
9
En 1972, con la firma del “Pacto del Chicoral” (Tolima), se puso fin a los intentos previos de reforma agraria
“confiscatoria” y se dio paso a procesos de contrarreforma. En las siguientes dos décadas se impulsó desde los
organismos internacionales una reforma agraria basada en adquisiciones de la tierra a precios de mercado que llevó a
una contrarreforma por parte de los bancos e instituciones crediticias porque comenzaron a confiscar las tierras de los
campesinos que no podían pagar los distintos créditos (e intereses) obtenidos para el ejercicio de sus actividades
agropecuarias. Desde los años 80 se viene impulsando también una contrarreforma agraria paramilitar que busca la
acumulación de tierras no solamente para la producción, sino como activo autovalorizador, fuente de estatus social y,
generalmente, terrenos de “recreo” de los nuevos poseedores y propietarios (BOHÓRQUEZ MONTOYA, 2007, 8).
10
El sentido de la palabra racket (del inglés) usada por Stanley, es difícilmente colmado por el equivalente español:
ilegal. Quizás se presta para mayor confusión. Una interpretación de los procesos de seguridad y de la
transformación del Estado colombiano, sustentado en parte el en el trabajo de Stanley, puede encontrarse en el
trabajo de Jairo Bedoya (2007).
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de Colombia (Anmucic), entre otras. Todas estas organizaciones, cabe alertar, han venido siendo
estigmatizadas, sindicadas, perseguidas y judicializadas por sus oponentes y el Estado.
11
La mayor parte de estas propuestas la ha ido construyendo en articulación con la Vía Campesina y la CLOC;
confróntese: COORDINADORA LATINOAMERICANA DE ORGANIZACIONES DEL CAMPO - CLOC, 1996,
1997, 2005; COORDINADORA LATINOAMERICANA DE ORGANIZACIONES DEL CAMPO - CLOC & VÍA
CAMPESINA, 1997; VÍA CAMPESINA, 2000, 2001a, 2001b, 2007.
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