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Leni, el Mito
La compositora Leni Alexander, madre del actor Bastián Bodenhfer, es por sí sola una
leyenda en Europa. Protagonista de primera línea de la música contemporánea, amiga
de Pierre Boulez, alumna de Oliver Messiaen, discípula apartada de René Leibowitz y
continuadora de Bruno Maderna, Leni ha desarrollado una obra que no pretende
concluir. Parte de ella ahora está disponible en Jezira, un CD antológico que ahora
sale a la venta en Santiago. por Pedro Galindo.
El timbre suena, la puerta se abre y arriba, en el último peldaño de una escalera que
da directamente al segundo piso, Leni Alexander sujeta la cuerda con que jaló el
pestillo de la entrada. Dos viejos picaportes acompañan la cerradura. No, no los
ciegre, por favor, ordena desde la altura con una voz tranquila de setenta y seis años,
de entonación alemana y erres francesas.
Judía nacida en Breslau, Alemania, llegó a Chile en 1939, en el último barco que los
nazis dejaron zarpar con emigrados hebreos de Europa. Tuvimos suerte porque en el
siguiente viaje ese barco fue bombardeado por los nazis y se hundió.
Tamaño currículo, sin embargo, está lejos de ser historia. Leni Alexander sigue activa,
lúcida y alerta. Tanto así que pide prudencia con el tiempo. En dos semanas debe
tener listo un encargo, una pieza para guitarra y violonchelo que se estrenará en
Stuttgart. Y aún ni me he peinado, añade, porque en pocos minutos llegará el
fotógrafo.
Salimos por Amsterdam el 39 y llegamos a Chile así no más, con diez marcos cada
uno. Sólo se nos permitía traer eso, ropa y algunos libros, pero ninguna cosa de valor.
Yo tenía quince años y, aunque fue época muy difícil, me sentía feliz de haber salido.
Estuve un tiempo en Buenos Aires, donde vivía mi papá. Allá me encontré algunas
veces con Claudio Arrau y él me recomendó un profesor para seguir mis clases de
piano en Santiago: Rudy Lehmann. Sí, también él era judío. Por Lehmann y Arrau
conocí a Lucila Céspedes, una mujer formidable, inteligentisima. Fue ella la que me
motivó a componer. Me mandó donde el holandés Fré Focke, mi primer maestro de
composición.
Por esos años vino a Chile Pierre Boulez. Lo conocí la primera vez que él estuvo acá.
Fui a saludarlo y nos entendimos muy bien. Vino cada mañana a tomar desayuno a mi
casa. Ahí él me dijo que debía irme a estudiar a Francia, que postulara a alguna beca
para financiarme. Eso hice. Obtuve una beca del gobierno francés y partí a París. Allá,
nos veíamos casi todos los días. Eramos vecinos. Por esa beca estudié folclor hindú un
año con Oliver Messiaen y composición con René Leibowitz. ¿No le hablé de él?
Leibowitz fue tan buen profesor en un lugar donde yo estaba tan infeliz. Era una
persona super inteligente y bondadosa, pero no me convenció nada su escuela,
continuadora de Schoenberg. No me gustó nada el sistema dodecafónico. Fuimos muy
amigos con Leibowitz. Me ayudó cuando estuve enferma, me iba a ver al hospital,
tenía una mujer encantadora y me hizo conocer muchas cosas. Pero su exigencia de
que yo compusiera así o asá no me convencía, me hacía infeliz. Pierre Boulez me
aconsejó dejarlo. No se quede ahí, me dijo Boulez. También él se había apartado. Fui a
verlo un día y le dije No puedo seguir con usted.
Un gato negro aparece de pronto y comienza a maullar. No, por favor, saca a Katunga
que me desconcentra, pide Leni a la amiga que la ha acompañado durante toda la
conversación, la pintora Mariana Kuppenheim.
Leni regresa al tema del gato. Explica que le puso Katunga porque así se nombró el
último planeta descubierto y a ella el nombre le gustó. Dice que en alemán a los gatos,
macho o hembra, se les llama siempre gatas. ¿Me he explicado bien?, vuelve a inquirir
con curiosidad de niña.
A veces no me expreso bien y uno no sabe. No va a escribir que soy una pobre
compositora judía perdida en Aysén...
http://diario.elmercurio.com/detalle/index.asp?id={6e862c17-47f1-4c05-8f8a-
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