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Lectura 5 la sociología de la educación en los años ochentas

La nueva sociología de la educación más que construir una escuela de pensamiento


definido, reunió los posiciones críticas con la visión funcionalista de la educación lo que
hasta entonces había constituido el objetivo de la sociología de la educación, es decir, la
influencia de la privación cultural familiar en el fracaso escolar y la contribución de la
educación a la igualdad de oportunidades de las distintas clases sociales, este es sustituido
por el análisis del proceso educativo, objetivamente por el análisis de la gestión y
transmisión del conocimiento. El problema se traspasa de las características sociales y
culturales del alumnado a la propia escuela provocando así el fracaso educativo de los
grupos de clase media.

El impulso que recibieron las investigaciones sobre educación e igualdad de


oportunidades fue motivado tanto por la ideología igualitarista del momento como por la
propia tradición académica anglosajona de las ciencias sociales, con una clara preferencia
por la metodología positivista. En Gran Bretaña, especialmente, la influencia
socialdemócrata de la posguerra dio lugar a una línea de investigación de aritmética
política, preocupada básicamente por el análisis dinámico de la relación entre educación y
movilidad social, que se mantuvo a lo largo de los años setenta .

El empirismo metodológico, en cualquier caso, sea por su función de legitimación política


como por su necesidad de conseguir estatus científico, acotó el tipo de variables
manejables en la investigación, e, inicialmente, ignoró que la elevada correlación positiva
entre origen social y éxito escolar pueda deberse a algo distinto a las aspiraciones
personales o al coeficiente de inteligencia. Se trata, en definitiva, de una sociología que
«tiende a confundir lo empírico con lo estadístico, y frecuentemente prescinde de
aquellos problemas que no pueden ser cuantificableso

En plena expansión educativa, aumenta el interés público por contrastar el impacto de la


educación en la movilidad intergeneracional (que ya se sospecha débil a partir de la
segunda mitad de los sesenta) y por evitar el conflicto social potencial producto de las
desigualdades educativas.

La presión de los movimientos sociales y la falta de igualdad real de oportunidades


educativas condujo al encargar este informe, el cual se esperaba que mostrase las
carencias de recursos en determinadas escuelas como principal factor explicativo de las
diferencias de rendimiento educativo en función de la raza o del origen social de los
individuos.

La sociología de la educación entre 1950 y 1980 se I consolidó como especialidad de la


sociología. La necesidad en el período de reestructuración económica y social de las
sociedades industriales explica además que se trate de una sociología de la educación más
estrechamente vinculada a los problemas sociales definidos oficialmente por los estados-
que a los sociológicos.

explicar y comprender por qué el objeto de estudio de la sociología de la educación


funcionalista es el de la relación entre educación y empleo, tanto en su dimensión técnico-
económica como en su dimensión social, o lo que es lo mismo, tanto por lo que se refiere
a la educación como variable independiente en la explicación del crecimiento de la renta
nacional como por lo que respecta a su capacidad estratificadora.

Las críticas evaluadas y la nueva sociología de la educación de comienzos de los setenta


modificaron el panorama de la investigación educativa, tanto desde el punto de vista de la
definición de los objetos de estudio relevantes como desde el punto de vista
metodológico. Sin embargo, la crisis del paradigma funcionalista de la educación, aunque
lógica y justificada, no debe hacernos infravalorar las aportaciones fundamentales que nos
ha dejado esta orientación de la investigación educativa. Entre estas aportaciones, y más
allá de un avance notable en el uso de las técnicas de investigación social aplicadas a la
educación, creo que conviene destacar un as- pecto fundamental que persistirá, de forma
explícita o latente, en la sociología de la educación posterior a 1970.

Se trata de la idea de la educación como inversión, que revolucionó tanto el


comportamiento social y priva- do ante la educación como la propia orientación de la
investigación educativa, dando pleno sentido al estudio de la educación desde las ciencias
sociales y no solamente desde las ciencias denominadas de la educación

. Si la educación es inversión privada y social, la existencia de rendimiento de la misma


convierte al estudio económico de la educación en fundamental, por cuanto los costes y
beneficios sociales y privados de la educación pueden ser explicativos de los cambios en
los niveles y distribución de la renta nacional y privada.

Desde un punto de vista sociológico, la educación como inversión tiene un enorme interés
no solamente porque da lugar al estudio de la relación entre movilidad educativa y
movilidad social o al análisis de las probabilidades de acceso a la educación de los distintos
grupos sociales, sino porque, desde la sociología crítica, se pasa a conceptualizar la
educación como espacio de relaciones de poder y de conflicto.

En el capitalismo tardío la educación es fundamental para comprender la estructura social


y los cambios en las posiciones sociales, y no solamente desde el punto de vista
económico sino también simbólico.
En la terminología de Bourdieu, la educación es constitutiva del habitus y, por lo tanto,
del capital cultural de los individuos.

Y esto, si se quiere, hace más intangibles los beneficios de la in- versión educativa, pero en
ningún caso anula la importancia del concepto, sino todo lo contrario. En la sociología
funcionalista, no hay, por lo tanto, una teoría de la reproducción social, mientras que la
teoría de la producción se reduce a relaciones técnicas, pero no sociales.

La deficiencia fundamental es que esta omisión de la dimensión social reduce la función


social de la educación a la producción de recursos humanos útiles para el crecimiento
económico y para el cambio de esta- tus, e ignora tanto el posible papel de legitimación
de la educación de las desigualdades económicas como el conflicto entre grupos para
acceder a posiciones sociales privilegiadas. Si se introduce la consideración de que la
educación I puede cumplir una función social diferente a la asignada social y
políticamente, entonces el análisis sociológico de la educación debe cambiar totalmente:
en su aproximación teórica, en la definición del objeto y en las propias metodologías de
investigación

La oferta y la demanda de educación pasan a ser consideradas críticamente, es decir, no


como cálculos racionales individuales o colectivos, sino como estrategias o trayectorias de
clase. En efecto, tanto desde un punto de vista material como simbólico pueden existir
comportamientos de clase que expliquen tanto la cantidad y tipo de oferta educativa
como las trayectorias de formación de los individuos. Se parte, en consecuencia, de una
concepción del Estado completamente diferente. De la «bondad» de la concepción del
Estado liberal latente en la aproximación funcionalista se pasa a una visión del Estado
como aparato instrumentalizado por la clase dominante o como espacio donde se
proyecta el conflicto de clases.

La educación puede pasar a entenderse como institución donde se proyectan intereses


sociales, sean éstos los de la reproducción de la propia institución o los de la producción
de la clase capitalista. En consecuencia, tanto el estudio de qué enseñan las escuelas como
de a quién enseñan debe ser fundamental, puesto que a través de ellos pueden llegar a
dilucidarse los intereses de clase.

otra parte, la demanda de educación ya no puede ser en- tendida homogéneamente


como espuesta a las motivaciones, capacidades, aspiraciones y cálculos racionales
individuales, sino que en su definición intervienen las estrategias de clase, cuestión
especialmente importante en aquellas clases cuya posición y reproducción social depende
fundamentalmente de la educación, tanto por lo que se refiere a la posición económica
como a los estilos de vida.
Desde la nueva aproximación al estudio sociológico de la educación el alejamiento del
paradigma funciona- lista es completo, puesto que no sólo se abandona la bondad de la
relación entre educación e igualdad social, sino que se identifica a la educación como
institución que contribuye a la reproducción de las posiciones de clase y, por lo tanto, al
mantenimiento de las desigualdades sociales.

Teorías de la resistencia

Resistencia ponen énfasis en el factor humano y la experiencia en el análisis de la relación


entre la escuela y la sociedad dominante.

Estos han intentado demostrar que los mecanismos de la reproducción social y cultural
encuentran siempre elementos de oposición, donde las escuelas representan el lugar
donde las culturas dominantes y dominada se enfrentan y sus ideologías entran en
contradicción y se enfrentan, dado la desigualdad de poder las clases dominantes siempre
resultan favorecidas, pero sin embargo los campos de resistencia existen y rechazan la
imposición social y cultural.

Desde este punto de vista las escuelas no siempre son funcionales para el sistema
imperante y sus intereses.
La teoría de la resistencia reivindica un grado de creatividad e inventiva en las clases
subordinadas, donde la cultura se constituye tanto por la clase dominante como la
dominada, participando ambas en momentos de autoproducción como de reproducción.

Las dimensiones de Género y Etnia en la sociología de la educación.

Las dimensiones de género y etnia han tenido un importante protagonismo desde finales
de los ochenta, no quedando de lado el aspecto educacional de ambos tópicos, ya que se
ha buscado encontrar las deficiencias que podrían estarse creando a partir de sistemas
educativos que no toman en cuenta estos fenómenos en sus procesos de enseñanza. “La
cuestión de la diversidad étnica a causa de los problemas que plantea desde el punto de
vista de la integración educativa la masiva llegada de minorías raciales, y el análisis de la
escolarización de las niñas gracias a los avances conseguidos en la igualdad de
oportunidades entre hombres y mujeres”.

1. La dimensión de género.

Desde el punto de género, la investigación se ha centrado en las formas en que la


institución escolar reproduce unas determinadas relaciones sociales entre hombre y
mujeres”. Bonal muestra que las investigaciones de género en la escuela han tendido a
utilizar como marcos teóricos, mucho de las teorías sociológicas de la educación que ya
antes habían sido utilizadas para evaluar la educación en general, como las teorías de la
legitimación y reproducción del orden social capitalista, sólo que aquí ha sido usada para
probar la legitimación y reproducción de un orden social machista.

A éstos se le suman estudios sobre la resistencia de género los que coinciden en señalar
que las resistencias de las chicas a la imposición de estereotipos de género pueden
adoptar formas muy diversas, los que, curiosamente, pueden incluir los intentos
exagerados de adaptación, concluyendo que “Los problemas de interpretación de las
resistencias femeninas son, por lo tanto, mayores que el de las resistencias de clase.”

El estudio de la transmisión del sexismo en la sala de clases incluye varios aspectos del
proceso de enseñanza, incluso el análisis del currículum oculto en la transmisión de
estereotipos de género, donde la escuela cumple un papel complementario, respecto de
otras instancias de socialización. Se incluyen también en esta corriente el estudio de la
interacción entre docente y alumnado y la posición y situación de las mujeres en el
sistema educativo como docentes.

Por desgracia, la escuela a menudo fomenta el sesgo por género de varias maneras.
Críticos sugieren que los niños necesitan cambios, como grupos de discusión, programas
de mentorias y más hombres en sus escuelas, ya que el 90 por ciento de los profesores de
primaria, son mujeres. De uno u otra manera se da el sesgo en los libros de texto y en la
enseñanza.

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