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Con el fin de hacerle frente a los efectos de expansión capitalista, muchos países promulgaron
legislaciones que pretendían prevenir la pérdida del patrimonio arqueológico. Las empresas
responsables de esos proyectos fueron obligadas a pagar por evaluaciones profesionales que
indicarían si hay evidencias arqueológicas presentes en las áreas de intervención; si era así,
tendrían que ser investigadas tanto como fuera posible. Como consecuencia, hoy en día la
arqueología de contrato dominaría la práctica arqueológica en buena parte del mundo.
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En San Juan (Departamento Iglesia), centro-este de la cordillera argentina, operan 43 proyectos
mineros en distintas fases de trabajo. En la última década San Juan reorientó su plan de gobierno
hacia un modelo neoextractivista, plan que propuso una reconstrucción del Estado provincial,
la producción y el trabajo. Los procesos de patrimonialización arqueológica producidos en el
contexto megaminero de Argentina fueron configuradas por condiciones política-económica
como los beneficios otorgados por el Estado a empresas transnacionales y el concepto
“propagandístico empresarial minero” difundido como responsabilidad social empresarial
(Carina 2017:129). Estos nuevos escenarios, reordenaron el panorama administrativo
patrimonial de la gestión estatal y el rol de las universidades como generadores de conocimiento
científico y tecnológico.
Ivana Carina Jofré, arqueóloga argentina y doctora por la Universidad Nacional de Catamarca,
describe el escenario de San Juan de la siguiente manera:
a) En los últimos diez años se ha dado una notable reducción de proyectos de investigación
arqueológica independiente, con un concomitante estancamiento en la producción
científica arqueológica a escala local.
b) Al mismo tiempo, han aumentado los estudios de impacto arqueológico en proyectos
megamineros, compuestos por inventarios arqueológicos e informes técnicos de tareas
de rescate sin solución de continuidad. Las valoraciones de los informes están
construidas solo en función de los intereses de investigación de los arqueólogos; este es
el único parámetro de interpretación que se emplea en estos estudios, excluyendo de
plano las autonarraciones de las comunidades del área afectada, sus historias locales y
sus modos particulares de entender la historia y producir memoria.
c) Es notable la formación y el fortalecimiento de pequeños grupos corporativos de
investigadores arqueólogos (mayormente externos), favorecidos por políticas de Estado
y en razón de sus contrataciones con empresas privadas. Esta situación favorece las
rivalidades y competencias negativas en el campo del trabajo científico. En la provincia
de San Juan, la arqueología de contrato asociado a proyectos mineros suele emplear a
profesionales en arqueología que ideológicamente, se posicionan como “opositores a
los procesos de reemergencia indígena” y a los “movimientos sociales ecologistas
antimimeros”. Por otro lado, es más común, la contratación de profesionales
(arqueólogos y antropólogos) externos recomendados por la cartera de contactos de las
empresas consultoras o de las propias empresas mineras.
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d) Por lo antedicho, los estudios de impacto ambiental realizados para proyectos
megamineros de San Juan avalan y promueven teorías antropológica-arqueológica de
discontinuidad étnica y extinción aborigen. Hoy en día estas narrativas científicas son
espacios retóricos fundamentales para legitimar los nuevos modos de expropiación que
representa el modelo neoextractivista megaminero.
e) Las situaciones anteriores son efecto, sobre todo, de la autoexclusión del Estado de su
rol protector del patrimonio provincial (impuesto a través de su aparato jurídico), en su
defecto, el Estado Provincial delega en las empresas la responsabilidad sobre los costos
económicos de las actividades patrimoniales de lugares de memoria y de medidas de
conservación implicadas; de este modo, las empresas ocupan el lugar del Estado
metarregulador que controla y regula las intervenciones patrimoniales del sector privado
(Carina 2017:131).
San Pedro de Atacama es uno de los principales destinos turísticos de Chile, con cerca de 50.000
visitantes anuales provenientes de todas partes del mundo. El salar de Atacama es parte de la
provincia de Loa y Antofagasta, donde se produce el 60% del mineral de Chile. Este escenario
ha repercutido no solo en el nacimiento de las arqueologías patrimonial y de contrato, sino
también en un número creciente de inversiones. La arqueología de contrato, en particular, es
rechazada, cuestionada y confrontada por los lideres étnicos, pero también es negociada y
considerada una herramienta útil en contra del avance avasallador de la minería y el turismo.
La configuración del salar de Atacama como una región “indígena, minera y turística” no puede
ser comprendida sin considerar el rol de la arqueología. El poblado de San Pedro de Atacama
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es publicitado como “capital arqueológica de Chile” y es el lugar donde la arqueología de
contrato se vincula al incremento de las industrias minera y turística.
Desde la Guerra del Pacífico (1879-1883) la puna de Atacama fue anexada al norte de Chile,
que había comenzado a sufrir cambios profundos producto de la expansión de la industria
minera y salitrera y la creciente inversión de capitales privados nacionales y transnacionales.
El inicio del siglo XX se caracterizó por la intensa política indígena y patrimonial desplegada
por el Estado chileno, así como por la incorporación de agentes globales provenientes de la
minería transnacional y el turismo en el salar de Atacama. La promulgación de la Ley Indígena
y la Ley del Medio Ambiente visibilizó conflictos históricos entre empresas mineras y
poblaciones indígenas por derechos del agua y territorio. Con respecto a los cuestionamientos
indígenas, la respuesta de los arqueólogos ha sido diversa. Mientras algunos se refugian en el
silencio y la distancia, otros justifican su participación en los proyectos ambientales; sin
embargo, a mediados del año 2000 la Dirección del Museo Arqueológico de San Pedro de
Atacama determinó que los arqueólogos de esta institución no deberían en proyectos de impacto
ambiental. Los líderes indígenas interpelaron al Estado y a la empresa privada por la destrucción
de sitios arqueológicos y exigieron medidas de compensación y mitigación, además de la
participación atacameña en las diferentes etapas de ejecución. Paralelamente la población
atacameña comenzó a insertarse en proyectos de etnodesarrollo turístico y patrimonial
promovidos por agencias gubernamentales y extranjeras (Ayala 2017:154).
En este contexto la arqueología atacameña trabajo en conjunto con agentes estatales e indígenas
en la incorporación de sitios arqueológicos al mercado turístico. La participación de la
arqueología, llamada a evaluar la viabilidad de estas iniciativas desde su autoridad
tecnocientífica, ayudo a despolitizar y desviar la atención de problemas aun no resueltos entre
el Estado y los pueblos indígenas, de los cuales el patrimonio es solo una parte. La legitimación
del discurso estatal a través de los arqueólogos ha sido funcional al sistema de poder imperante.
La arqueología de contrato, criticada por algunos líderes atacameños, es una fuente de trabajo
asociada al mercado turístico y patrimonial, aunque más esporádica e inestable que otros
sectores (hotelería y minería) (Ayala 2017:155). La participación de la arqueología en este tipo
de proyectos la ha puesto en el centro del debate comunitario, ya que algunos líderes
atacameños critican a los arqueólogos de contrato: “Debieran reconocer el sentimiento de la
comunidad en que están insertos y con la se supone debería de haber un mayor acercamiento
[…] Debería de tenerse el compromiso de por ética los arqueólogos de este museo deberían
apoyar a la comunidad y no prestar servicios a particulares que quieran atentar contra lo que
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quiera la comunidad” (Tercera Mesa de Dialogo del Museo Arqueológico de San Pedro de
Atacama, 2005, en Ayala 2017:154) (El énfasis es nuestro).
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La base del licenciamiento ambiental son los estudios de impacto ambiental (EIA) y los
informes de impacto ambiental (IIA) posteriores. Ambos son resultados de diversas
evaluaciones (ecológicas, antropológicas, arqueológicas) llevadas a cabo por personal
contratado por empresas de desarrollo. De acuerdo a la lógica de mercado, los EIA/IIA son
mercancías compradas por las empresas con el fin de que los organismos públicos aprueben sus
planes. Dentro de esta lógica los consultores externos tienden a elaborar informes que facilitan
e impulsan los proyectos de desarrollo. Una posible “conciliación de intereses” es, en realidad,
la adecuación de las dimensiones ecológicas y sociales a los intereses económicos (Ribeiro
2017:230).
Las evaluaciones arqueológicas para proyectos de desarrollo tratan los sitios arqueológicos
como realidades ajenas a los grupos sociales existentes, como algo que solo se refiere al pasado
del territorio destinado al desarrollo. En Sobradinho la arqueología de contrato produjo síntesis
regionales útiles, se registraron decenas de sitios y miles de objetos fueron recuperados,
inventariados y salvaguardados. Sin embargo, un legado positivista, expresado en la
descripción de artefactos y en las tipologías y cronologías, resuena en los informes técnicos
elaborados por las empresas consultoras. La investigación arqueológica para licenciamiento
ambiental está comprometida con sitios y materiales, con su estudio y registro, pero los intereses
y expectativas de los pueblos locales se ignoran de forma rutinaria.
En el 2011 el Consejo para la Defensa de los Derechos Humanos, organismo público asociado
al Gobierno Federal, emitió el informe de una comisión especial creada para evaluar denuncias
de violaciones de derechos humanos durante la construcción de Sobradinho, varias de las cuales
se refieren a las actividades arqueológicas directamente: derechos de información y
participación; derechos de las prácticas tradicionales y formas de vida; derechos de acceso y
preservación de los recursos culturales, materiales e inmateriales; derechos de los indígenas,
comunidades cimarronas y poblaciones tradicionales. Sin embargo, la arqueología puede
adoptar diferentes posiciones en las políticas ambientales, políticas en las cuales nuestros
informes de investigación no son mercancías, sino herramientas para el empoderamiento de los
grupos sociales afectados por los proyectos de desarrollo. Mientras los arqueólogos eviten
discutir el papel que los sitios arqueológicos desempeñan en la producción y reproducción de
la vida social “en el presente”, mientras no discutan las relaciones “actuales” entre las personas
y el mundo material, la arqueología perderá la oportunidad de poner de relieve las concepciones
locales y tradicionales sobre el territorio y la vida alternativa (Ribeiro 2017:233).
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Arqueología de contrato: Caso Ecuador
En 1945 Ecuador dispuso de una legislación de defensa y protección del patrimonio cultural,
cuando la Asamblea Constituyente dictó la Ley del Patrimonio Artístico; en 1979 promulgó la
“Ley y Reglamento del Patrimonio cultural”, expedita por el Consejo Supremo de Gobierno;
en 1984 publicó el “Reglamento General de la Ley del Patrimonio Cultural”, establece que el
arqueólogo responsable de un proyecto debe presentar al INSTITUTO DEL PATRIMONIO
CULTURAL (INPC) un plan de trabajo. La autorización del INPC es un documento
indispensable para iniciar el proyecto. Sin embargo, no ha existido una “rendición de cuentas”
del INPC. Finalmente, en el 2007 se realizó el inventario del patrimonio cultural a nivel
nacional, a través de un “decreto de emergencia”.
En los últimos años, las empresas se han limitado simplemente a cumplir la ley, sin importar la
calidad del trabajo arqueológico o quién lo realice. Por exigencias de licitación y por seleccionar
la propuesta “más barata”, las diversas etapas de la investigación fueron realizadas por
diferentes arqueólogos, lo que influyó en la aplicación de diversos enfoques teóricos y
metodológicos. Además, varias empresas decidieron pagar los servicios profesionales
contabilizando los metros cúbicos de excavación, por lo que, muchas veces se excavó en exceso
(Echevarría 2009).
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La falta de organización y funcionamiento de un colegio de arqueólogos ha limitado la
posibilidad de hablar un mismo idioma en propuestas técnicas y propuestas económica, por lo
que en algunos casos ha existido una competencia desleal, y se ha perdido oportunidades de
contar con una investigación interdisciplinaria que incluya análisis sofisticados de materiales
culturales.
Por todo lo mencionado, Echeverría propone las siguientes recomendaciones a sus colegas
arqueólogos ecuatorianos:
1. Es necesario que el colegio de arqueólogos fije las reglas del juego, para regular el
proceso de la arqueología de contrato y evitar la competencia desleal.
3. Los resultados de dichos trabajos serán revisados por dicha comisión interdisciplinaria.
5. Todo proyecto de construcción que requiera realizar movimiento de tierra debe incluir
gastos por investigación arqueológica.
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BIBLIOGRAFÍA: