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El Monoteismo Hebreo
(La existencia de un único Dios)
Con relación a la Doctrina de Dios se exponen en esta unidad, evidencias bíblicas e
históricas, junto a comentarios de investigadores y estudiosos que confirman que la creencia
en el monoteísmo puro fue el fundamento doctrinal del pueblo de Israel, proclamado como
ya es sabido, por el Señor Jesús y posteriormente predicado y enseñado a los apóstoles.
De igual manera se referirán algunas pruebas del origen helenístico del dogma de la
trinidad, que históricamente aparece tiempo después de la llamada época apostólica.
Será claro ver, cómo en la historia de la Iglesia cristiana, siempre hubo creyentes de la
doctrina apostólica a través de todas las épocas hasta hoy; pues el monoteísmo puro fue
una creencia incesante aún en los momentos de mayor persecución y de gestación de los
más fuertes y opositores movimientos herejes. Todo esto permitirá que el lector tenga un
conocimiento más objetivo de la doctrina de la iglesia de Jesucristo. Doctrina que en los
tiempos modernos se le ha denominado uni-pentecostal.
No se pretende realizar un estudio exhaustivo; este capítulo se limita a una modesta revisión
bibliográfica, con el único objetivo de proporcionar al lector una síntesis que le permitirá,
desde una perspectiva seria, tener un panorama general del tema.
La unicidad como doctrina revelada, tiene sus orígenes en lo que históricamente se conoce
como época veterotestamentaria. Esta época se refiere a la historia de la humanidad que
se conoce a través del antiguo testamento y que en gran parte se relaciona con el pueblo
de Israel. Se observa en esos escritos el deseo de Dios de darse a conocer al hombre,
primeramente a través de una pareja, luego a una familia, a un pueblo y finalmente a la
humanidad entera.
“A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él”.
Las evidencias del Antiguo Testamento son contundentes; declaraciones como las de
Moisés escritor del Pentateuco; David y Salomón autores de una gran parte de los Salmos;
y de algunos profetas como Isaías, Jeremías, Zacarías y Malaquías; representan el sentir
radicalmente monoteísta de todo el Antiguo Testamento y del pueblo de Israel respecto a su
fe.
Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. (Dt 6.4). Es sabido que los judíos
piadosos la recitaban en la mañana y en la tarde, demostrando lo sagrado de esta
declaración.
El monoteísmo puro profesado por el pueblo judío, tenía dentro de sus creencias, una que
se constituía en el pilar de las mismas; la promesa de un Mesías salvador. Esta creencia, a
diferencia de lo que muchos piensan, nunca estuvo en oposición ni contradijo la enseñanza
monoteísta, pues al estudiar detenidamente la cristología del Antiguo Testamento en
referencia a la identidad del Mesías se hace evidente que era Jehová mismo quien vendría
como Mesías a salvar a Israel su pueblo escogido. El se haría miembro de la raza humana
y manifestaría su Nombre redentor. Una vez manifestado Jesucristo y al inicio de su
ministerio, él se identifica y se apropia de todas las profecías que respecto al Mesías se
habían señalado; declarando que es el rey, profeta, salvador y libertador esperado.
Vino [Jesús] a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga,
conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo
abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a
los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a
los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a predicar el año
agradable del Señor.
Y comenzando [Jesús] desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en
todas las Escrituras lo que de él decían…
Los apóstoles de primer siglo y seguidores de Jesús, de forma natural, hicieron una
interpretación cristológica del Antiguo Testamento y de modo incuestionables presentan a
Jesús como el Mesías:
Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido
es, el Cristo). Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú
serás llamado Cefas (que quiere decir Pedro).
Y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos
oído, y sabemos que verdaderamente éste [Jesús] es el Salvador del mundo, el Cristo.
Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuánto los judíos ya habían
acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.
Por eso es que no se refiere a ella con ningún otro apelativo, exceptuando el lugar donde la
congregación se encontraba establecida. En obediencia al mandato de Jesús, los apóstoles
y seguidores centran su actividad evangelística en Jerusalén, donde se destacan Jacobo,
Pedro y Juan como líderes.
Época Apostólica
Tiempo después acontece la muerte de Pedro y Pablo, y según datos históricos, seis años
después acontece la destrucción de Jerusalén. Es sabido según la tradición, que los
cristianos, atendiendo a las profecías dadas por Jesús respecto a este suceso, huyeron con
anterioridad de la ciudad y se refugiaron en Pella (zona montañosa en Transjordania), donde
se estableció una iglesia judeocristiana.
A medida que la iglesia crece, los apóstoles escriben a las nacientes congragaciones y a
algunos de sus discípulos unas cartas (epístolas), con el fin de fortalecer su fe y solucionar
algunos problemas que se iban presentando en las iglesias. En estas cartas los apóstoles
enseñan enfáticamente que Jesús es el mismo Dios del Antiguo Testamento, quien se
manifestó en carne.
Por lo que desarrolló una cristología del nombre que buscaba expresar no sólo la
humanidad de Cristo sino también la naturaleza de la presencia divina en él, usando
expresiones propias de su tradición; pues la idea de la habitación de Dios en Cristo es la
más adecuada para expresar su manifestación en carne.
En ningún momento los apóstoles tuvieron problemas con los términos Padre, Hijo y Espíritu
Santo, pues eran entendidos por ellos como manifestaciones, modos, oficios, o relaciones
que el único Dios ha demostrado al hombre, y que la única “persona” existente en relación
con la Deidad es Jesucristo Hombre. No se conoce en este período enseñanzas impartidas
por los apóstoles acerca de una pluralidad de personas en la Divinidad, ni de una trinidad en
Dios.
La Enciclopedia Británica, dice al respecto:
Hasta aquí vale destacar que el monoteísmo puro, base y pilar del judaísmo, fue mantenido
en la iglesia primitiva (30-100 d.C.), ya que las enseñanzas de Jesús y consecuentemente
de sus discípulos, estaban en total armonía con él.