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¿Qué creían nuestros pioneros

acerca de la naturaleza humana de


Cristo?
Eric Richter December 24, 2016

Introducción
En la Iglesia Adventista del Séptimo Día existen varios temas teológicos
en los cuales no hay un consenso definido. Esto ha provocado que se
desarrollen extensos debates en los campos de la teología, filosofía,
historia y otras áreas. Uno de esos temas debatidos actualmente se
relaciona con la naturaleza humana de Cristo.

Actualmente existen dos grandes posturas respecto de la naturaleza


humana de Cristo:

1. Naturaleza prelapsiana: según esta postura la naturaleza humana de


Jesús, en su aspecto físico, había sufrido las consecuencias del
pecado. Es decir, era vulnerable a la enfermedad, el hambre, el
cansancio, etc. Pero su naturaleza moral era igual a la de Adán. Es
decir, Él era moralmente inmaculado y no tenía tendencias ni
propensiones hacia el mal, ni hacia el pecado.

El nombre de esta postura viene del latín “pre” que significa “antes y
“lapsis” que significa “caída”. Es decir, la naturaleza moral de Jesús
era igual a la que tenía la humanidad “antes de la caída”.
2. Naturaleza postlapsiana: El nombre de esta postura significa “después de la caída”.
Según esta posición, la naturaleza moral de Jesús fue la misma que tenemos todos los
seres humanos después de la caída de Adán y Eva. Es decir, Jesús tenía
predisposiciones y tendencias hacia el mal y el pecado.
Evidencia bíblica
Si bien el objetivo de este artículo no es analizar lo que la Biblia dice al
respecto, será útil que veamos rápidamente lo que la Escritura nos dice.

En la Palabra de Dios nos encontramos que para hablar de la naturaleza


divina y humana de Jesús se usan palabras diferentes:

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual (isos) a Dios como
cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de
siervo, hecho semejante (homoioma) a los hombres; y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta
la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:5-6)1

La Biblia nos dice que Jesús era igual a Dios. Aquí se usa la palabra
griega isos que significa “igual” o “lo mismo”2 . Pero cuando se habla de
la naturaleza humana de Jesús se nos dice que Él era “semejante” a los
hombres. La palabra griega que se usa aquí no es isos (“igual”), sino
homoioma. Esta palabra significa “semejanza”, o “algo hecho para
parecerse a una cosa”.3

Tambien en Romanos 8:3 se usa la misma palabra para referirse a Jesús:

Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne,
Dios, enviando a su Hijo en semejanza (homoioma) de carne de
pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne

Es claro que Jesús tomó realmente la naturaleza humana, pero también es


claro que “el uso del término [homoioma] implica alguna clase de
reserva acerca de identificar a Cristo con la ‘carne de pecado’”.4 Es decir,
aunque Jesús era completa y plenamente humano, no estaba relacionado
ni conectado a la pecaminosidad del hombre. Podemos decir que la
“humanidad de Jesús es absolutamente santa… [y] esa es la causa por la
que el apóstol enfatiza que Jesús fue hecho semejante a los hombres o,
como se dice aquí en un sentido textual, ‘en semejanza de nuestra carne
pecaminosa’”.5

Los términos que se usan para hablar de su naturaleza nos muestran que
Jesús no era exactamente igual a nosotros en todo sentido.

La opinión de los pioneros adventistas


A pesar de que no hay evidencia bíblica clara que apoye la naturaleza
postlapsiana de Jesús, los teólogos y escritos que favorecen esta postura
suelen afirmar que todos los pioneros adventistas creían que la naturaleza
de Cristo tenía tendencias hacia el mal.6 Sin embargo, investigaciones
recientes han encontrado que esto no es realmente cierto.

El Dr. Aecio Cayrus, reconocido teólogo adventista actualmente


jubilado, realizó un análisis minucioso de los artículos publicados en la
Review and Herald (actualmente llamada Adventist Review o Revista
Adventista en español) desde los años 1850 hasta 1895.7 En dicho
estudio el Dr. Cairus encontró que las primeras publicaciones adventistas
rechazaban la naturaleza pecaminosa de Cristo.

En 1856, por ejemplo, James White publicó una sección de un libro


escrito contra los universalistas. Estos decían que el Diablo no era una
persona real, sino una metáfora de la pecaminosidad que cada persona
tenía. Si bien James White no escribió el artículo, sino que solo lo copió,
es claro que no la hubiera publicado si no hubiera estado de acuerdo con
lo que decía:

[Los universalistas dicen:] “Nuevamente, los deseos de la carne lo


llevaron a una montaña muy alta, y le mostraron todos los reinos del
mundo y la gloria de ellos, y le dijeron: ‘Todas estas cosas te daremos si
te postras y nos adoras’. Pero Jesús les dijo: ‘aléjense de mi, deseos de la
carne, porque escrito está: “adorarás al Señor tu Dios y solo a Él
servirás”’ Luego los deseos de la carne lo dejaron y los ángeles venían y
le servían.” Mat. 5:1-11. ¿Acaso Cristo no tenía deseos de la carne antes
de que el Diablo viniera a él? ¿Y después de que el Diablo lo dejó no
tuvo más deseos de la carne? Si el Diablo que lo tentaba [en realidad]
eran sus propios deseos, o su propia mente carnal, ¿acaso él no sería
pecaminoso? Él ciertamente lo sería; “Porque la mente carnal es
enemistad contra Dios” Rom. 8:7 Si sus deseos eran el Diablo que lo
tentó, entonces estos eran incuestionablemente pecaminosos; ¡porque lo
que es santo no intentará tentar a alguien a caer en la iniquidad!8

El objetivo del autor es refutar las ideas de los universalistas. Si el Diablo


no existía, sino que consistía en las propias tendencias pecaminosas
(“deseos de la carne”) entonces Jesús debe haber tenido una naturaleza
pecaminosa. Para el autor, así como para James White, esto era algo
inadmisible. Aquí tenemos un rechazo implícito, pero claro, de la
naturaleza postlapsiana de Cristo.

En 1883, en un artículo escrito por G. S. Barret, se nos dice lo siguiente:

Los milagros realizados por Cristo no son los únicos, ni los más
asombrosos milagros del evangelio. Cristo mismo es en sí mismo el
milagro más grande. Su impecabilidad (“sinlessness”) absoluta, su
libertad de la menor mancha de imperfección o debilidad humana, su
vida pura y perfecta, es una excepción mucho más maravillosa de las
llamadas “leyes de la naturaleza” que la curación de un enfermo, el
detenimiento de una tormenta o la resurrección de un muerto;
porque Jesús no solo era “sin pecado” en los actos externos de su
vida, sino que era libre de la consciencia de una naturaleza
pecaminosa, o de una predisposición heredada hacia el mal, lo cual
hace su aparición con el primer despertar de la consciencia en todas las
demás vidas humanas.9

Lo más interesante es que Barret no era un autor adventista, sino


anglicano. Su artículo fue escogido deliberadamente por el editor de la
Review and Herald, Uriah Smith, para formar parte de la publicación. Es
claro que Uriah Smith no hubiera escogido un artículo que contradijera
sus creencias.

Además de este artículo, tenemos otra publicación que sugiere que Uriah
Smith creía que la naturaleza moral de Cristo era prelapsiana, es decir,
sin tendencia al mal.

Muchas personas leen el texto “La sangre de Jesucristo limpia de todo


pecado” con la idea de que esto significa que limpia al otorgar remisión
de todos los pecados del pasado, y quita el castigo del pecado. Hace todo
esto y más. Limpia del pecado al quitar la naturaleza pecaminosa e
implantar en el creyente la naturaleza de Cristo.10

Si bien el texto citado no trata explícitamente el tema de la naturaleza de


Cristo, si implica que la naturaleza de Jesús y la naturaleza pecaminosa
humana son opuestos. Sin embargo, aunque Uriah Smith no creía en la
naturaleza pecaminosa de Jesús en un principio, cerca del final de su vida
cambió de opinión.11

Otro autor adventista que habló en contra de la naturaleza pecaminosa de


Cristo fue J. N. Andrews. Este importante pionero (teólogo, escritor,
misionero en el extranjero y presidente de la Asociación General entre
otros logros) escribió lo siguiente en 1864:

“¿Qué hizo el Dador de la Ley para aliviar la condición indefensa del


hombre? Él envió a su propio Hijo en la semejanza de carne pecaminosa,
y mediante un sacrificio por el pecado condenó el pecado en la carne.
Jesús vino en la semejanza de carne pecaminosa, pero no tenía ninguna
disposición pecaminosa dentro de él.”12

Conclusión
Quienes apoyan la postura de que Jesús tuvo una naturaleza postlapsiana,
es decir, con tendencias hacia el mal, suelen decir que todos los pioneros
adventistas creían eso. Sin embargo, eso no es verdadero. Es recién en la
década de 1890 que algunos pioneros comenzaron a apoyar esta
postura.13 Previamente los escritores y editores de la Review and Herald
sostenían que Jesús no tuvo tendencias hacia el mal.

Referencias

1. A menos que se indique algo diferente, todas las citas bíblicas se han
tomado de la versión Reina-Valera 1960. El énfasis es añadido. ↩
2. Barclay M. Newman Jr., A Concise Greek-English Dictionary of the
New Testament (Peabody, MS: Hendrickson, 1993), 87. ↩

3. Newman Jr., 125. ↩

4. Douglass Moo, The Epistle to the Romans, The New International


Commentary on the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans,
1996), 479. ↩

5. Samuel Pérez Millos, Romanos, Comentario Exegético al Texto


Griego del Nuevo Testamento. (Barcelona: CLIE, 2011), 586. ↩

6. Cf. Herbert Douglass, A Fork in the Road, Questions on Doctrine:


The Historic Adventist Divide of 1957 (Coldwater, MI: Remnant
Publications, 2008.), 50; J. R. Zurcher, Touched with our Feelings: A
Historical Survey of Adventist Thought on the Human Nature of
Christ (Hagerstown, MD: Review and Herald, 1999), 45-49; y Ralph
Larson, The Word was Made Flesh: One hundred years of Seventh-
day Adventist Christology 1852-1952 (Cherry Walley, CO: The
Cherrystone Press, 1986), 220. ↩

7. Aecio Cairus, “Christ’s Nature as Sinful or Sinless in the Early


Review (1850-1895)”, Journal of Asia Adventist Seminary 11, n.º 2,
(2008):175-183. La mayor parte de este artículo está basado en la
investigación realizada por el Dr. Cairus. ↩

8. “Personality of the Devil”, Review and Herald, 26 de junio de 1856,


p. 66. El énfasis está en el original. Las palabras dentro de corchetes
han sido añadidas para mantener la claridad del texto. ↩
9. G. S. Barret, “The Greatest Miracle”, Review and Herald, 11 de
diciembre de 1883, p. 778. Énfasis añadido. ↩

10. Uriah Smith, “Editorial Note”, Review and Herald, 22 de mayo de


1894, p. 336. Énfasis añadido. ↩

11. Cairus, 181. ↩

12. J . N. Andrews, “The Righteousness of the Law - the Purpose of


the Gospel” Review and Herald, 9 de febrero de 1869, p. 49. Énfasis
añadido. ↩

13. Cairus, 182-183. ↩

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