You are on page 1of 181

Fernando Martínez Heredia (Cuba, 1939). Doctor en Derecho.

Durante cuarenta años


ha investigado problemas históricos y contemporáneos de Cuba y de América.Latina.
Profesor (1963-1971) y Director (1966-1969) del Departamento de Filosofía de la
Universidad de La Habana. Director de la revista Pensamiento Crítico (1967-1971).
Investigador y Jefe de Áreas en los Centros de Estudios sobre Europa (1976-1979) y
sobre América (1985-1996), adscritos al Comité Central del Partido Comunista de
Cuba. Investigador Titular, Director General del Instituto Cubano de Investigación
Cultural Juan Marinello y Presidente de su Cátedra Antonio Gramsci. ProfesorTitular de
la Universidad de La Habana. Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba.
Autor de doce libros y coautor de otros quince. Premio Casa de las Américas de
Ensayo en 1989. Premio Nacional de Ciencias Sociales en 2006. Le ha sido dedicada
la Feria Internacional del Libro, Cuba, 2011.

o
EDITORIAL DE CIENCIAS SOCIALES, LA HABANA, 2010
Edición, corrección,
composición: Pilar M. Jiménez Castro
Diseño: Elvira Corzo Alonso
Foto de cubierta tomada por Kaloián Santos Cabrera en el acto por el Día de la Cultura
en el Pabellón Cuba
© Fernando Martínez Heredia, 2010 © Sobre la presente edición:
Editorial de Ciencias Sociales, 2010
ISBN 978-959-06-1287-9
Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por
escrito, acerca de este libro y de nuestras publicaciones.
INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO Editorial de Ciencias Sociales Calle 14 no. 4104,
entre 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba editorialmil@cubarte.cult.cu
ÍNDICE
Introducción 1
Cuba y el pensamiento crítico 5 NÉSTOR KOHAN
Cultura y revolución en los sesenta 30
MELY GONZÁLEZ ARÓSTEGUI
Conversación sobre los años sesenta 71 YOHANKA LEÓN DEL Río
Marxismo, pensamiento y ciencias sociales
en Cuba contemporánea 105
CYNTHIA BARRERA VALDÉS
"Estamos obligados a ser creativos" 135
HUGO MONTERO
Visitas 157
PENSAMIENTO CRÍTICO
Preguntas sobre Lenin en 1970 160
Cuestionario de EL CAIMÁN BARBUDO
Debatir sin gurúes ni recetas o palabras sagradas 163
Semanario NUESTRA PROPUESTA
Cinco preguntas sobre Bolivia, ante la victoria de Evo 169
JULIO CÉSAR GUANCHE
Tres preguntas sobre el siglo xx 176
ENRIQUE UBIETA
Conversación acerca de la filosofía en Cuba 180
Revista TEMAS
Vamos a hablar del socialismo 190
FERNANDO ROJAS
Identidad, conflictos raciales y discriminación en la República 213
Jueves de TEMAS
A propósito de El ejercicio de pensar 241 DIOSNARA ORTEGA
Nación y cultura en la Cuba actual 253
YELANYS HERNÁNDEZ KALOIAN SANTOS CABRERA
Desafíos actuales de la Revolución 263
ISHMAHIL
No hay dueños de las ideas 274 YAILÍN ORTA RIVERA
Diez cubanos disímiles avizoran el 2010 284
JOSÉ ALEJANDRO RODRÍGUEZ ALINA PERERA
Expresión viva de la herejía cubana 286
JESÚS ARENCIBIA LORENZO
Para el Che, la ética y la política eran inseparables 292
CATHY CEIBE
índice onomástico 301
INTRODUCCIÓN
Al enfrentar la selección de textos de la cual salió este libro pude comprobar lo que
intuía: me han hecho una multitud de entre-vistas. Su distribución tan irregular en el
tiempo da una idea de los avatares de mi vida. Las que di durante los años sesenta no
llegan a media docena, pese a los papeles que me tocó desempeñar en la segunda
mitad de esa década. Esto se debió a mi voluntad de no darlas; el estudioso podría
tomar ese rasgo como un ejemplo más de los extremos a los que puede llegar el
intelectual militante en medio de una gran revolución. En los quince años siguientes a
1970 nadie me entrevistó, por razones obvias. La gran mayoría de mis entrevistas se
realizaron en los últimos veintitrés años, y el grueso de ellas me las hicieron a lo largo
de la América Latina. La causa inicial está clara: en los últimos años ochenta se
consumaba la crisis final del llamado sistema socialista europeo, mientras en Cuba
sucedía el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas. El nuevo
dinamismo de la política cubana renovó el peso y el mensaje de la Revolución en
nuestro continente, cuando parecía que el socialismo podía ser relegado al pasado de
las experiencias y las ideas. La identificación que utilicé para el proceso en mi primer
libro publicado —Desafíos del socialismo cubano— demostró pronto que aquel apellido
no era un giro retórico, y lo hizo de manera más concluyente en el quinquenio
siguiente: Cuba no solo era muy diferente, sino que fue capaz de sobrevivir al desastre
tremendo que le generó el fin de la URSS y su campo, y también al desprestigio
mundial al que fue sometido el socialismo.
La otra causa de tantas entrevistas era más puntual: mi trabajo me llevaba una y otra
vez por los países del continente. Una parte
de mi labor era participar en la promoción de intercambios entre activistas sociales,
políticos e intelectuales que compartieran los afanes de salir de la dura derrota inferida
al campo popular por la gigantesca ola represiva de las últimas décadas y por la
conservatización política y cultural que acompañaba a la llamada democratización de la
América Latina. Pronto se sumaron a aquel cuadro tan negativo el fin del socialismo
europeo y el triun- falismo neoliberal. Frente a tantos retos había que apelar a lo más
revolucionario del pensamiento, y entre todos echamos mano al Che y al
anticapitalismo. Al llegar a un acto por el Che en la Casa Suiza de Buenos Aires, en
1986, Hebe de Bonafini dijo: "¿Dónde está el cubano?"y al presentarme, me abrazó.
Para aque-llos que sabían de los años sesenta cubanos, yo era un compañero
revolucionario intelectual. Comenzaban para mí giras intermi-nables que duraron
muchos años, y el Premio Casa de las Améri- cas de 1989 incrementó las invitaciones
a hablar del Che. He dado varios cientos de entrevistas a medios de prensa, radio e
incluso televisión, entre Tijuana y Neuquén.
Los temas fueron siendo más diversos y profundos según se fueron haciendo evidentes
dos certezas: que Cuba socialista con-tinuaría en pie, y que era imprescindible criticar a
fondo las ideas y las posiciones revolucionarias y socialistas del siglo xx, e ir más allá
de ellas, para lograr plantear bien las situaciones, las vías y los proyectos de liberación
que ahora tratan de englobarse en la denominación de socialismo del siglo xxi.
También se consolidó en nuestro continente un sector de pensamiento y ciencias
sociales fuera del dominio cultural e ideológico capitalista, minoritario pero sumamente
capaz, lo que ha influido en la calidad, los temas y la riqueza de matices de las
entrevistas.
Los entrevistadores cubanos se fijaron en mí desde finales de los ochenta, y nuestras
relaciones crecieron a un ritmo sostenido. Pero en los últimos años realmente se han
multiplicado. Podría pensarse que me prodigo en el campo de las entrevistas —y
también en el de las intervenciones orales en encuentros variados—, en detrimento del
tiempo necesario para empeños intelectuales de mayor alcance. Lo cierto es que
considero un deber cívico e intelectual participar con la opinión y la persuasión a favor
de
lo que considero vital para ei futuro de Cuba; en general, priorizo todo lo que pueda
servir a la formación de los jóvenes. La entrevista es un medio muy eficaz para
socializar ideas y actitudes, y también puede acercarlo a uno a los que no han leído las
argumentaciones extensas. Al mismo tiempo, me place mucho el despliegue de
comunicación que se establece entre los dos in-volucrados en la entrevista —que a
veces llega a ser complicidad—, la síntesis imprescindible, el orden lógico y las dosis
de ingenio, la necesidad de ser claro sin perder densidad, y la frase feliz. Admiro mucho
a los buenos preguntadores —que pueden decirme algo mejor que la respuesta que les
doy—, profesionales de gran rigor que no necesitan agredir al entrevistado. He tenido
la suerte de compartir entrevistas y mesas con numerosos intelectuales muy
destacados, o de ser entrevistado por algunos de ellos. También recibo sorpresas muy
gratas, como la muchacha recién graduada que había leído todo lo mío que encontró
antes de pedirme la entrevista, a la que le puso un título genial: "No hay dueños de las
ideas"
He tratado de escoger una representación atinada, pero no he podido evitar numerosas
ausencias que lamento mucho, de en-trevistas, —sobre todo de las latinoamericanas—
y de entrevis-tadores como Claudia Korol, Daniel Viglietti, EricToussaint,Michael Lówy o
Alonso Aguilar. Eso se debió a que carezco de copias de esas entrevistas y no he
apelado al actual acceso por internet a colecciones de publicaciones, falta agravada
por mi crónico olvido de las grabadoras. Entre las seleccionadas las hay muy extensas,
que pretenden ir a fondo acerca de un tema o de una etapa determinada; otras reflejan
en su brevedad el cumplimiento de los minutos de un programa o de las líneas a que
tenía derecho en su medio el entrevistador. Unas son hijas de una circunstancia
o un suceso, otras se planearon. Escogí una entre las que han respondido al
objetivo de contribuir a la formación de los que las lean. Como es natural, no son pocas
las que bucean en la vida del entrevistado. El conjunto quiere ser un balance de
asuntos, entrevistadores y publicaciones. Por último, he dejado fuera de este libro
entrevistas que han gozado de alguna fama o notoriedad, pero están en publicaciones
disponibles en la actualidad.
He revisado en alguna medida para este libro la mayor parte de las entrevistas. Las
que no tienen referencia de su publicación habían permanecido inéditas.
Sin mirarme al espejo con agrado, ofrezco estas entrevistas con el mismo propósito
que me animó a conceder cada una, a veces cayéndome de sueño o con un pie en el
estribo: compartir las ideas, las vivencias y los proyectos con los demás, aspirando a
recibir como premio las críticas o el interés en los asuntos, y el intercambio humano
que nos hará mejores.
CUBA Y EL PENSAMIENTO CRÍTICO
Néstor Kohan*
Vos fuiste el director de la revista Pensamiento Crítico. ¿En qué consistió este proyecto
intelectual cubano y qué balance haces de él hoyen día?
Pensamiento Crítico es el resultado de las necesidades que sen-tíamos a mediados de
los años sesenta muchos jóvenes cubanos (seguramente no solo jóvenes, hablo por mí
que era muy joven entonces) de conocer más el pensamiento que nosotros consi-
derábamos revolucionario. Pero no solo el pensamiento revolu-cionario, sino el
pensamiento social en su conjunto. Sobre todo latinoamericano, africano y asiático,
pero también del resto del mundo. Es decir, el pensamiento social del mundo, en una
coyun-tura que ahora es muy fácil de identificar con una expresión:"los sesenta"
Nosotros no la identificábamos tanto, porque la estába-mos viviendo. Entonces parecía
que la revolución, como en Cuba, podría estar a la vuelta de la esquina en otros
muchos lugares.
* Entrevista realizada en La Habana el 19 de enero de 1993 por el argentino
Néstor Kohan, estudiante de Filosofía. Con igual título la publicó Dia- léktica.
Producción intelectual estudiantil núm 3-4, Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires, octubre de 1993. Fue reproducida en América Libre núm.
5, Buenos Aires, junio de 2004, por iniciativa de su Director, Frei Betto, yen Debates
Americanos. Revista semestral de estudios históricos y socioculturales núm. 1,
Universidad de La Habana, enero-junio de 1995.
Parecía que el triunfo de los oprimidos del mundo estaba no al alcance de la mano,
pero sí después de una previsible larga lucha, al alcance histórico. Era una situación
muy diferente de la actual. Quienes constituíamos Pensamiento Crítico éramos un
pequeño grupo ligado a la docencia universitaria de filosofía en La Habana. Habíamos
sido seleccionados, después de pasar una escuela intensa y brevísima, para explicar la
filosofía del marxismo, que era nueva en nuestras universidades y en nuestro país en
escala masiva. El marxismo en Cuba tenía una historia relativamente larga, pero
masivamente era asumido desde hacía solo tres o cuatro años. Nos sentíamos sobre
todo revolucionarios en la práctica. Veníamos de una revolución muy joven y
compartía-mos la idea de que uno no es revolucionario por ser marxista, sino por
actuar y por sentir como tal. Entonces la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), que
comenzaba también en esa época, tenía un diario, Juventud Rebelde, en cuya página
cultural algunos de nosotros habíamos publicado. Ese empeño pronto se amplió con la
creación de un mensuario cultural llamado El Caimán Barbudo, que comenzó a salir a
inicios de 1966, dirigido por un compañero nuestro. En el verano de ese año nació la
idea de una revista. Nos costó muchísimo trabajo bautizarla.
¿Qué orientación iba a tener la revista?
La idea era hacer una revista que fuera capaz de expresar las po-siciones de jóvenes
revolucionarios cubanos y las de la Revolu-ción Cubana en su conjunto, sin ser un
vehículo oficial de ella. A nosotros no nos interesaba para nada, ni nos planteábamos la
idea de ser un vehículo oficial, aunque éramos absolutamente militantes. Y que sirviera
para dar elementos de información y de estudio —entonces estudiar se consideraba un
deber revolucio-nario— a todo el que quisiera, acerca de todo lo que tuviera interés en
el mundo de las luchas sociales y políticas, pero sobre todo del Tercer Mundo, y dentro
de él, de América Latina. A fines de ese año logramos constituirnos como un colectivo,
en el cual ninguno de nosotros era profesional, ni de la edición de revistas ni tampoco
porque cobráramos.Trabajábamos como profesores, inves
tigábamos. Hacíamos de todo y sin ningún respeto por los horarios de trabajo ni por los
días de asueto. Y así se logró sacar a la calle el primer número en febrero de 1967. El
editorial de ese número da una idea de lo que pretendíamos.
Éramos lo que hoy se llamaría "heterodoxos" entonces se los llamaba "herejes" ¡Pero
es que la Revolución Cubana era una herejía! Es decir, que no nos considerábamos
herejes, sino que nos era natural la posición que teníamos. De todos modos, no para
todo el que se llamara marxista éramos dignos de aplauso. Había opiniones diferentes
a las nuestras, incluso algunas virulentamente diferentes. Esas diferencias podían
abarcar los criterios más generales que se tenían acerca del desarrollo social y no solo
referirse a temas específicos o a la discusión de un texto u otro del marxismo.
Problemas acerca de cómo tendría que ser la revolución en el mundo. Estas eran para
nosotros las características de la revolución: anticapitalista, antimperialista y de
liberación nacional, basada en la coordinación internacional de los revolucionarios y el
interna-cionalismo primando sobre la razón de Estado; procesos de gran cambio
cultural continuado de las personas, de exaltación de las posibilidades de la acción
consciente y organizada cada vez más masiva para ser liberadora y creadora de
socialismo, en los que la actividad revolucionaria sistemática sería capaz de subvertir
las llamadas "condiciones objetivas" Decíamos que la revolución, como revolución
contra el capitalismo y de liberación nacional a la vez, era posible y era factible; que el
poder revolucionario como cambios sistemáticos de las personas, como sucesivas
revoluciones de la revolución, como creación cultural ajena y opuesta al capitalismo,
era posible. El triunfo de los vínculos de solidaridad, el fin de todas las relaciones de
dominio de unas personas sobre otras y no solo de la explotación del hombre por el
hombre, era el objetivo de la lucha y del poder socialistas. Esos eran los parámetros.
No eran privativos nuestros. Nosotros nos sentíamos representantes de la corriente
más profunda de la Revolución Cubana.
Eso tratamos de hacer en Pensamiento Crítico.
¿Pero cuál era su contenido principal?
Tenía una parte temática y una parte miscelánea. La parte temá-tica del primer número
fue sobre las luchas revolucionarias en América Latina; sobre ellas en África y en Asia
fueron las del segundo y el tercero. Eran como una carta de presentación.
En la parte temática del primer número, uno de los cuatro artículos era de un
compañero peruano con cuya posición nosotros estábamos en desacuerdo. Esto tenía
que ser distintivo, creíamos nosotros, de la revista. Que sin pretender "neutralidad" u
"ob-jetividad" lograra ser un vehículo para pensar. Y el ejercicio de pensar no podía
tener las mismas reglas que la acción militar o la unidad de acción para un
revolucionario. Para todos, también para un revolucionario armado, pensar es un
ejercicio indispensable, si se quiere subvertir el orden existente. Éramos hijos, y
actores, de un tiempo de desafío y de búsqueda, en que el capitalismo mundial y su
neocolonialismo adolescente fueron desnudados, acusados y combatidos, pero
también en el que el socialismo establecido fue sometido a juicio desde la revolución y
la cultura de protesta.
El orden existente era de dominación, elaborado y poderosísimo en los países donde el
capitalismo dominaba, que eran los más, pero también era de dominación y de
alejamiento del proyecto allí donde se había iniciado el grandioso intento de abatir el
capitalismo y crear bases para un mundo nuevo, comunista. Si se trataba de una lucha
tan difícil, lo que nos podía hacer invenci-bles junto a la actividad y la consecuencia
revolucionarias era la capacidad, la inventiva y la flexibilidad implicadas en el ejercicio
de pensar. De pensar como revolucionarios y, por lo tanto, de no eliminar a priori otros
criterios ni los conocimientos obtenidos por otros, de no viciar la política de principios
con la intolerancia, de no utilizar los calificativos como insultos. La revista se reconocía
a sí misma como un tipo de trabajo específico dentro de aquella línea general y de
estas necesidades del pensar. Creo que a pesar de sus manifiestas insuficiencias
consiguió desempeñar su papel.
¿Cuanto tiempo existió?
Unos cinco años, desde su incubación en 1966 hasta agosto de 1971. Si alguien
hiciera un estudio sistemático de la revista y clasificara los artículos, vería que aquellos
que se refieren a la situación económica, política y social de América latina y a las
luchas políticas, incluidas las revolucionarias en este continente, son el grupo mayor.1
También podría encontrar en cuanto a África y Asia un gran número de trabajos.
Pero encontraría también mucho de lo que en aquellos años considerábamos más
importante de Estados Unidos y Europa, la occidental sobre todo. Por ejemplo,
temáticas dedicadas al mayo de 1968 en Francia, al movimiento de los derechos civiles
y al movimiento negro en Estados Unidos, incluso al movimiento estudiantil en
Alemania, en Italia.
También podría encontrar un buen número de artículos de tipo teórico.2Seguíamos la
línea de tratar de que la gente que nos
1 Diecisiete años después, la situación es muy diferente. Se han realizado
numerosos estudios sobre la revista Pensamiento Crítico, de cubanos —la mayoría
jóvenes—y también de otras nacionalidades. Néstor Kohan publicó un ensayo de
extraordinaria calidad sobre el tema,"Pensamiento Críticoye\ debate por las ciencias
sociales en el seno de la Revolución Cubana"en Crítica y teoría en el pensamiento
social latinoamericano, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO,
Buenos Aires, 2006, pp. 389-437.
2 Entre otros trabajos teóricos, Pensamiento Critico publicó escritos de Perry
Anderson,Jean P.Sartre,AndréG.Frank,Karl Korsch,Gyórgy Lukács,James Petras,Paúl
Ricoeur,Eric Hobsbawm,Henry Lefebvre, Martín Nicolaus,Louis
Althusser,ErnestMandel,NicosPoulantzas, Luden Sebag,TheodorW. Adorno, Paul
Sweezy, Michael Lówy, Herbert Marcuse, Roland Barthes, Lucio Magri, Hamza Alavi,
Lucio Colletti,Maurice Godelier, André Gorz. Entre tantos autores latinoamericanos,
publicaron a Camilo Torres, Ernesto Guevara, Aníbal Quijano, Roque Dalton.León
Rozitchner,Theotonio Dos Santos,Fernando H. Cardoso, Eduardo Galeano,Gregorio
Selser,Sergio Bagú,DarcyRibeiro,Ruy M. Marini, José Nun, Gerard P. Charles,
Francisco Weffort, Juan Pérez de la Riva, Antonio García y Paulo Schilling.
leía pudiese encontrar elementos para profundizar su formación revolucionaria, en un
sentido teórico que a nuestro juicio tenía que ser profundamente diferente al
dogmatismo marxista, que se autodenominaba "marxismo-leninismo" y tenía mucha
fuerza entonces, y desde tiempo antes.
¿Cómo caracterizarías globalmente este dogmatismo al cual ustedes se oponían?
Ante todo, esa cosa imposible de poseer todas las preguntas per-mitidas y todas las
respuestas infalibles. De entrada, eso lo único que posibilitaba era acostarse a dormir.
Cuando uno recibe el impacto del dogmatismo en medio de una revolución que está
cambiando toda su vida, en la que uno está involucrado no solo intelectualmente sino
también sentimentalmente, incluso con todo su cuerpo, entonces es inadmisible.
Quizás sea posterior mi comprensión de que esa era una filosofía para obedecer. Para
obedecer y legitimar. Pero al menos, sin querer violentar en el tiempo la profundidad
que uno alcanza en sus apreciaciones, ya para entonces nosotros estábamos opuestos
al dogmatismo, también porque sentíamos que no explicaba para nada la Revolución
Cubana.
Recuerdo una discusión, un tiempo antes de que se fundara la revista, en la que uno
de nosotros dijo:"Tenemos que hacer que el marxismo-leninismo se ponga a la altura
de la Revolución Cubana" Esto podrá parecer de una gran pedantería. Lo que quería
sig-nificar, sin embargo, a mí.me parecía y me sigue pareciendo muy justo: que el
pensamiento de los que quieren cambiarlo todo tiene que estar a la altura de los
problemas que enfrentan los que quieren cambiarlo todo. Y el dogmatismo no
enfrentaba ni era capaz de ayudar a enfrentar ninguno de los problemas funda-
mentales que teníamos por delante.
Eso lo hacía inútil, y este es otro calificativo que le estoy agregando. Inútil también
frente a los problemas de cómo pensar y organizarse de una manera eficaz en los
países capitalistas de América Latina y en otros, para enfrentar las tareas de las
revoluciones. Inútil, en el mejor caso, ante el problema de si era factible
la revolución socialista de liberación o si solo eran factibles otros movimientos políticos
mucho menos ambiciosos.
Los cubanos necesitábamos un pensamiento capaz de permitirnos comprender
nuestras circunstancias y sobre todo de elevarnos por encima de ellas, de ayudarnos a
forjar y a cambiar una y otra vez las actuaciones y las actitudes, las relaciones y las
instituciones. Pensar cómo debían ser la economía, la política, la educación, la ética,
para lograr mantener, defender y desarrollar este régimen opuesto al capitalismo. Y
desarrollarlo, además, no solo en beneficio de los cubanos sino también de nuestra
participación en un movimiento revolucionario forzosamente internacional con
aspiración mundial, actitud que a nuestro juicio era indispensable para ser marxista. Me
refiero entonces a otra característica del dogmatismo: para nosotros esa teoría o, mejor
dicho, ese complejo ideológico que incluía al dogmatismo era algo muy diferente al
marxismo fundado por Carlos Marx.
¿Te estás refiriendo al DIAMATsoviético?
Me estoy refiriendo no solo al materialismo dialéctico e histórico soviético, sino a un
conjunto cultural subalterno o acompañante de él. El dogmatismo implicaba mucho más
que libros de texto o monografías: era la atribución de corrección o maldad a todo
pensamiento, previa a su ejercicio, que fijaba posiciones alrededor de lo que existe y de
lo que se debe estudiar y discutir, y ordenaba las opiniones generales que debían
sostenerse en la política, la economía, la educación, hasta en la apreciación de las
artes.
Al regresar a la filosofía especulativa de la naturaleza en nombre del marxismo y
postular la iluminación supuestamente cien-tífica de todo como obligación ideológica,
elaboraron un instru-mento coherente de dominación que cerraba el paso al desarrollo
del socialismo y aplastaba a las personas. Para ser más preciso con respecto a sus
características, era ajeno a lo esencial de la teoría marxiana y opuesto a los ideales
intelectuales y revolucionarios de Marx y Engels.Y es trágico cómo se le añadió la
calificación de "leninista" al complejo ideológico que cerraba el cauce de
profundización, eficacia, ampliación de su objeto y tendencia
a la universalización, el cauce abierto por Lenin al marxismo y a la revolución socialista
mundial. A nuestros ojos aparecía entonces claro que la distribución de premios y
castigos que sustituía al pensamiento no solo carecía de legitimidad y de moral para
juzgar, sino que era antisocialista por sus propósitos y resultados.
¿Qué actitud adoptaban ante el pensamiento social no marxista?
Nosotros éramos jóvenes ansiosos de conocer, no personas con una formación ya
hecha y en buena medida prejuiciados. Pensábamos que había muchísimo de lo
producido por el pensamiento humano que, sin ser marxista, era imprescindible para
los que pretendieran ser eficaces en esos propósitos de cambio social. Era
imprescindible conocer los modos en que habían profundizado en el conocimiento de la
sociedad, de las clases, de los grupos, de las personas, otros pensadores, otras
escuelas de pensamiento y otras prácticas, incluso profesionales del conocimiento de
las personas y de la sociedad, que no eran marxistas. Y sentíamos que el dogmatismo
negaba a ultranza todo esto, que se amparaba en una supuesta pureza, en una
supuesta ausencia de influencias para caracterizar contrario sensu las "deformaciones"
y las "influencias" perniciosas descubiertas en las personas a las cuales quería
combatir. Se decía: "Él se dice marxista, pero en realidad está influido por fulano o
mengano" o "está desviado, porque sigue a X en esto o lo otro" Y a nosotros nos
parecía que esto, además de ser una práctica infame desde el punto de vista del trato
entre compañeros, era también privarnos a nosotros mismos de aquello que se había
levantado —así era como lo entendíamos entonces y como lo sigo entendiendo hoy—
al amparo de una prosperidad conseguida por los países que desarrollaron el
capitalismo mediante la explotación y el aplastamiento de cientos de millones de
personas en el resto del mundo.
La Revolución Cubana continuaba su tarea liberadora expro-piando algo de aquellas
riquezas intelectuales y nosotros tuvimos oportunidad de participar en esa empresa que
en tiempo récord proporcionó a técnicos noveles y estudiantes, en grandes
ediciones, muchos de los libros de temas científicos y técnicos más avanzados del
mundo, por los cuales no pagábamos derecho alguno. En cada libro colocábamos una
tarjeta que decía: "Este libro tiene un gran valor, por eso se te entrega gratuitamente.
Vale por el trabajo acumulado que significan los conocimientos que encierra, por las
horas de esfuerzo invertidas en confeccio-narlo, porque sintetiza un paso de avance en
la lucha del hombre por ser tal. Su mayor valor estará dado, sin embargo, por el uso
que tú hagas de él. Porque estamos seguros de ese uso, y por su gran valor, se te
entrega gratuitamente" La convicción de que ha-bía que trascender las relaciones
fundamentales que habían exis-tido, las del interés, el lucro y el individualismo, nos
hacía a nosotros entender que este núcleo cultural —que he tratado de caracterizar
llamándolo convencionalmente "dogmatismo" pero al que habría que encontrarle un
nombre más genérico y más preciso—, era no solo inadecuado y perjudicial a la
liberación socialista, sino una expresión de algo infinitamente más pequeño y opuesto a
ella, pues expresaba la dominación de un grupo en el marco de la historia de las luchas
anticapitalistas. Y no más.
¿Este dogmatismo era "marxista"?
Yo pienso que Marx, Engels y también Lenin tenían un proyecto totalmente diferente,
sumamente ambicioso, al cual queríamos adscribirnos. El papel del pensamiento y de
las producciones intelectuales de la humanidad tiene que ser absolutamente diferente
de lo que ha sido para ayudarnos a volvernos capaces de crear socialismo, o nunca
saldremos adelante. La revolución en la que estábamos metidos nos permitió rechazar
el modelo en el que estaba inscrito el dogmatismo; tuvimos que luchar contra él para
cumplir, en la medida en que pudimos, nuestro cometido. Sin esa oposición es
imposible participar eficazmente en una lucha contra la hegemonía del capitalismo. Y
uso la palabra "hegemonía" intencionalmente. Advertíamos que el dogmatismo no solo
no tenía respuesta alguna frente a la hegemonía burguesa, sino que prefería negarla o
ignorarla.
Para esta manera de pensar y de formar a la gente, el capitalismo casi era un
accidente, un pequeño escollo, a pesar de que en el discurso del dogmatismo una
rigurosa lógica determinaba que después de cada régimen social viene otro. Nosotros
nos burlábamos de la sucesión forzada y abstracta de una sociedad primitiva, seguida
del esclavismo, del feudalismo, del capitalismo, entre otras cosas porque en Cuba
nunca predominó el feudalismo y en Estados Unidos tampoco. O sea que ni entre
nosotros ni en nuestro enemigo principal se daba esta serie tan cómoda. Pero a pesar
de que parecía ineluctable la presencia del capitalismo por las llamadas leyes objetivas,
la supervivencia del capitalismo parecía producto de la suerte. Pura suerte de los
burgueses, porque era tan dramáticamente clara la crisis histórica y creciente de su
sistema, la endeblez y la descomposición de su modo de vida y su ideología, la razón
que tenían los proletarios, sus organizaciones y sus ideólogos, y tan grande el número
de los oprimidos que debían seguirlos, que era casi un milagro que no se hubiera
producido ya el fin del capitalismo.
Nosotros nos dábamos cuenta, y por todas partes, de que esto no tenía nada que ver
con la realidad. Por eso considerábamos el dogmatismo un cuerpo de pensamiento
adormecedor frente a los principales problemas de la dominación burguesa, y por lo
tanto frente a los principales problemas de cómo acabar con ella.
¿Hoyen día predomina en Cuba el pensamiento crítico, retomando el nombre de la
revista, o eso que genéricamente llamaste "la cultu-ra del dogmatismo"?
Depende de los planos que observemos. En Cuba, en mi opinión, después de los
primeros años setenta predominó lo que he llamado aquí,
convencionalmente,"dogmatismo" en la preparación de las personas, en la educación
formal, en los medios masivos y, más estrictamente, en la preparación teórica marxista:
también en la forma como se divulgaba esta a través de todo tipo de medios. Pienso
que esto forma parte de una segunda etapa de la revolución, muy contradictoria en sí
mis
ma, de la que yo he dejado mi opinión por escrito en varios textos.3 En esa segunda
etapa, el proyecto original de la Revo-lución fue parcialmente abandonado o devaluado,
ante un cúmulo de circunstancias desfavorables. En lo esencial, la Revolución
continuó: se mantuvo el poder revolucionario de tipo socialista de liberación nacional,
antiimperialista e intemacionalista; se plasmó la redistribución sistemática de la riqueza
social, comenzada en la primera etapa anterior de los sesenta, y la universalización de
grandes avances sociales: el modelo comunista siguió siendo el referente principal. Yo
creo que tenía razón Fidel Castro cuando en 1972 reiteraba en Europa Oriental que el
internacionalismo es la piedra de toque del marxismo-leninismo, lo que permite
identificar a un marxis- ta-leninista. El internacionalismo se mantuvo, se sistematizó e
incluso realizó algunas epopeyas de participación popular masiva muy superiores a lo
que se había logrado antes, e involucró a una gran parte de la población4. La
gigantesca transformación educacional completó la eliminación de la antigua división
en clases de la sociedad cubana y disminuyó las diferencias de los grandes grupos
sociales entre sí al capacitar de una manera masiva, igualitaria y eficaz, no meramente
formal, a los niños y los adolescentes, de acuerdo con el esfuerzo de cada uno. Los
estudios y los esfuerzos laborales, junto con méritos políticos adquiridos en los hechos,
fueron las vías principales de ascenso social en esta segunda etapa en que la
movilidad social no era ya tan dinámica como en la primera.
3 Principalmente en "Rectificación y profundización del socialismo en Cuba"
y'Transición socialista y democracia: el caso cubano"reunidos en el libro Desafíos del
socialismo cubano, Centro de Estudios sobre América, La Habana, 1989.
4 El entrevistado se refiere, entre otras cosas, a la participación de los cubanos
intemacionalistas en África, sobre todo en Angola y Etiopía, hacia donde cientos de
miles partieron voluntariamente desde Cuba para combatir junto a los revolucionarios
de esos países. En Nicaragua, miles de cubanos intemacionalistas colaboraron con los
sandinistas.
En esos y en otros aspectos se expresa la continuidad de la revolución en esta
segunda etapa comenzada en los setenta. La discontinuidad se expresa también en
numerosos aspectos, varios de ellos verdaderas detenciones y en algunos retrocesos
del proceso socialista. Pero estamos hablando del pensamiento social. En este se
produjo un quiebre, una fractura y después una decadencia de cuyos efectos no nos
hemos recuperado todavía. Se impuso entre nosotros la ideología soviética que
llamaban "marxismo-leninismo" y su pretensión de ser filosofía, concepción del mundo
y de la vida, paradigma de los estudios sociales y orientador de las demás actividades
científicas, del sistema edu-cacional, de los medios masivos y de la reproducción
ideológica del sistema en general. Esta influencia, en mi opinión sumamente adversa,
se hizo sistemática, empobreció el pensamiento social, liquidó en parte y exigió el
olvido de lo alcanzado en ese campo en los primeros doce o trece anos de la
Revolución en el poder y del ambiente de libertad que había prevalecido desde 1959
hasta 1971-1972 aproximadamente. La formación de las generaciones sucesivas
quedó comprometida por ese empobrecimiento y esa dogmatización, precisamente
cuando el país lograba el gran salto educacional de los niveles secundario y superior.
La necesidad nos llevó al CAME, pero en este terreno la necesidad fue convertida en
virtud, se exaltó el dogmatismo y se condenó toda opinión diferente. Aclaro que en esta
etapa (desde 1971 -1972 hasta los ochenta) continuó vigente la exclusión de la
represión contra otros revolucionarios que ha caracterizado la historia de la Revolución
Cubana. No atribuyo la explicación de ese proceso a la maldad o la mala voluntad.
Cuando se analizan fenómenos socialmente extendidos es bueno recordar también a
Carlos Marx, que distinguía entre las conductas individuales y las relaciones de las que
ellas eran socialmente criaturas.
¿Culminó esa etapa del dogmatismo o continúa?
Pienso que el proceso iniciado en 1986, llamado en Cuba de "rec-tificación de errores y
tendencias negativas" —un poco impro-piamente, para mi gusto; me parece más
exacto llamarlo "proce
so de vuelta al proyecto original de la revolución socialista y de profundización del
socialismo cubano"— ha significado un golpe muy duro al dogmatismo, y sigo usando
esa convención. Golpe muy duro, no tanto porque se dieran discusiones intelectuales,
sino sobre todo porque se desnudó la ineficiencia, la corrupción, la doble moral, de
muchos de los aspectos de copia del "socialismo real" que habían sucedido entre
nosotros en los quince años anteriores a 1986. En la lucha por cambiar las realidades y
las concepciones que rigieron en la economía, en la for- malización de instituciones
políticas, en la reproducción ideológica, perdió todo su prestigio esto que estamos
llamando "dogmatismo"Y perdió también el asidero que tenía en la idea de que era
"conveniente para la Revolución" compartida por muchos que no lo amaban.
Sin embargo, los procesos de pensamiento, los procesos de reproducción ideológica,
ya es sabido desde hace mucho que tienen cierta autonomía y capacidad de
pervivencia. Tengo la impresión de que la cultura del dogmatismo ha sobrevivido en un
grado mucho mayor de que lo que socialmente le correspondía después del
desprestigio que le aportó la rectificación. Y sobre todo de que ha sobrevivido
demasiado después del final tan absoluto e ignominioso de los regímenes de Europa
Oriental, que al fin y al cabo eran como la prueba de que esta manera de ver el mundo
era exitosa o correcta o tenía una realidad detrás. Me parece que si se puede constatar
que sobrevive más que lo debido entre nosotros es precisamente por la capacidad de
lo ideológico de tener una relativa autonomía, por la creación de hábitos y por algunas
características del proceso de la Revolución que no es el caso tratar aquí.
¿Qué sucedió a partir de la caída del Muro de Berlín?
El desastre del llamado "socialismo real" ha sido tan grande que ha afectado al
socialismo en todo el mundo, incluso a la ¡dea de que es posible el socialismo en
cualquier lugar. Desde 1989, Cuba mostró al mundo su especificidad y la vitalidad de
su revo-lución, pero en nuestra circunstancia también nos han afectado
mucho los usos e ¡deas que condujeron a la caída del "socialismo real" y al desarme
interior del socialismo. Además, y esto se ha vuelto principal hoy [1993], una profunda
crisis económica se desató por la dramática contracción de los intercambios interna-
cionales a poco más de un tercio en dieciocho meses (julio de 1990 a diciembre de
1991), al desbaratarse el sistema del CAME, al que Cuba ligó su economía, confió su
estrategia de desarrollo económico y las ideas mismas de cómo iba a evolucionar el
país por décadas. Y a la vez, desapareció el enfrentamiento bipolar de grandes
potencias que había existido en los últimos cuarenta años. Cuba ha quedado,
entonces, sola frente al enemigo histórico de nuestro país, que ha sido enemigo de la
constitución de Cuba en nación más o menos desde el tiempo en que nació Carlos
Marx. Imagínate entonces cuán enemigo será de un régimen socialista de liberación
nacional como el que existe en Cuba desde hace cuatro décadas. Ese doble golpe de
disminución de la seguridad nacional y aguda crisis económica configura una situación
que nos deja en condiciones de debilidad y de lucha por la supervivencia, frente a algo
que a largo plazo es más importante. Esto es, que las ideas de la Revolución Cubana,
las ideas expresadas por su práctica y por el pensamiento del Che Guevara y de Fidel
Castro, por todo lo que sucedió en esa primera década de la revolución, eran mucho
más acertadas en cuanto a cómo hacer los cambios sociales frente al capitalismo de
los años sesenta, y también frente al capitalismo actual, que las ideas que
predominaron a partir de los años setenta. Resulta que tenía razón el Che cuando dijo
que con las armas melladas del capitalismo no se podía construir el socialismo; es muy
difícil sacar las cuentas de que sí tenía la razón, porque los que quedamos, y estoy
hablando en este caso de los cubanos, estamos involucrados en una durísima tarea de
sobrevivencia. Estamos tratando de acopiar toda nuestra fuerza unida —la fuerza de
todos, cualesquiera que sean las diferencias que tengamos entre nosotros— para esa
sobrevivencia. Esto también, en mi opinión, ha hecho que sea más débil, no solo de lo
deseable sino de lo que era lógico esperar, el proceso de fin de lo que he llamado
convencionalmente el dogmatismo en Cuba.
Tomando en cuenta esas condiciones que mencionaste, ¿te parece que no tiene futuro
la Revolución Cubana?
Yo creo que tiene futuro. No voy a argumentarlo repitiéndote los datos y los análisis de
los trabajos sobre este tema que he publicado en los últimos años. Ante todo creo que
sí porque sien-to que es posible. Quiero reivindicar aquí el papel de los senti-mientos y
de la voluntad, y su potencia cuando logran unirse y dedicarse a la acción masiva
organizada identificada por ideales y valores determinados. Creo que son componentes
importantes para explicar el cambio social, que hoy ya está claro que no puede
explicarse ni a partir de la idea de "progreso" ni de la de "ineluctabilidad" de los
regímenes sociales.
Si renunciamos a esas creencias —yo las he abandonado hace demasiados años—,
tenemos que tratar de ser consecuentes con ese abandono en nuestras prácticas de
conocimiento social. Esto me recuerda lo que el Che le planteaba a Charles
Bettelheim:5"S¡ se produce el hecho concreto del nacimiento del socialismo en estas
nuevas condiciones, es que el desarrollo de las fuerzas pro-ductivas ha chocado con
las relaciones de producción antes de lo racionalmente esperado para un país
capitalista aislado. ¿Qué sucede? Que la vanguardia de los movimientos
revolucionarios, influidos cada vez más por la ideología marxista-leninista, es capaz de
prever en su conciencia toda una serie de pasos a realizar y forzar la marcha de los
acontecimientos, pero forzarlos dentro de lo que objetivamente es posible" ("La
planificación socialista, su significado" 1964). El Che postula la capacidad de crear
realidades sociales que tienen ciertas prácticas a las que califica expresamente, en
condiciones históricas dadas, y alude, no muy estrictamente, a los límites de esa
capacidad en las palabras finales citadas.
5 Charles Bettelheim, economista marxista y director de estudios en la década del
sesenta de la École Pratique des Hautes Etudes de París, quien intervino en el debate
económico en Cuba. En ese debate, Bettelheim sostuvo opiniones opuestas a las del
Che.
Creo que aporta mucho en su obra sobre esta tesis suya. La definición y aun la
medición de lo posible se torna principal para una teoría de la transición socialista, si
esta se ocupa realmente de los graves problemas que han sentido como interrogación
y como angustia tantos revolucionarios activos enfrentados a las decisiones y a sus
consecuencias.
En otro momento de la famosa polémica económica6 decía el Che: "¿Por qué pensar
que lo que es en el período de transición, necesariamente debe ser?"Llamo la atención
sobre este problema, que a mi juicio es fundamental. El marxismo dogmatizado,
instrumento de la posrevolución, ha mezclado determinismo y voluntarismo con los
mismos fines o funciones de dominación. La teoría revolucionaria tiene que avanzar en
el conocimiento de los condicionamientos y del contenido y las reglas de la actuación
creadora de socialismo, ser capaz de aportar a la acción y a la previsión. Y tiene que
comprender, conocer y trabajar con los valores, las prefiguraciones y las
representaciones favorables y desfavorables al avance del socialismo.
¿Pero qué sucederá con Cuba en el futuro?
A partir de los datos de la actualidad y sus implicaciones, la Revolución socialista
cubana puede continuar o puede desaparecer. Yo entiendo que es factible seguir un
curso de acción por el cual se salve efectivamente el socialismo y continúe el proceso
revo-lucionario. Si se profundiza en todos los sentidos la participación popular a la vez
que se mantiene un fuerte poder revolucionario, ambos rasgos se equilibrarían entre sí
y lucharían juntos contra
6 La polémica se sostuvo en diversas revistas cubanas durante 1963 y 1964, entre
dirigentes de instituciones económicas que tenían ideas divergentes acerca de la teoría
y la práctica económicas en la construcción socialista, y en realidad también acerca de
cuestiones más generales de la transición socialista y el marxismo. Además del Che
participaron en ella los ministros Alberto Mora, Marcelo Fernández Font y Luis Álvarez
Rom, Juan Infante, Alexis Codina y los intelectuales marxistas europeos Charles
Bettelheim y Ernest Mandel.
las características de la situación económica y de su evolución futura, con grandes
probabilidades de triunfo. Si se espera a que la evolución económica ofrezca finalmente
sus lados favorables al socialismo, no nos salvaremos. Creo que es posible continuar
siendo la utopía de los que luchan y de los que tienen esperanzas, un país donde se
vive de otra manera, donde predominan los vínculos de solidaridad y se comparten
ideales y objetivos trascendentes. Cuba puede seguir siendo la realidad-utopía que es
hoy, a pesar, repito, de las innumerables deficiencias que tiene como utopía.
Creo que todo lo que Cuba es y sus posibilidades de seguirlo siendo vienen de su
prolongada aventura anticapitalista, de su liberación nacional, de su elevación
continuada y sin exclusiones de las personas, de su internacionalismo, de su lucha
comunista.Y a la vez no me llamo a engaño sobre las inmensas dificultades que
tenemos ante nosotros, no solo inmediatas, sino también mediatas. Entre ellas está
también la imposibilidad de desarrollar indefinidamente nuestro régimen socialista si no
sucede una nueva etapa de auge de las luchas de liberación de los pueblos frente al
capitalismo.
En el curso de esta entrevista nombraste numerosas veces al Che. Has escrito varios
artículos y un libro sobre él. ¿Cuales son en tu opinión sus principales aportes
originales al pensamiento marxista?
Me parece necesario llamar la atención sobre algunas cuestiones previas. El Che
nunca pretendió hacer aportes originales. No solo porque no era filósofo profesional, ni
sociólogo ni economista profesional: tampoco se sentía llamado a ser un intelectual que
pusiera otro peldaño más. Era militante de una organización determinada, el
movimiento que hizo la Revolución Cubana, y miembro del gobierno y el partido en el
poder en esa revolución; entonces se consideraba parte de una experiencia histórica.
Un elemento, aunque tuviera conciencia de su papel, de un colectivo y de un proyecto
—él tiene palabras fuertes y precisas en cuanto a esto—.Y también se sabía actor de
una lucha mundial
en la que los participantes eran sumamente heterogéneos. El Che entendía que Europa
Oriental formaba parte de esa lucha mundial, pero se dio cuenta cada vez más de la
inadecuación del pensamiento y de los regímenes de Europa Oriental para conseguir
que esa lucha mundial llegara a buen término. Esto hace más complicado su
pensamiento, pero también lo hace más interesante. Pues no es un filósofo que está en
su gabinete —con todo el respeto que a mí eso me merece—, ni un economista o un
sociólogo, no es un francotirador o un marxista independiente que quizá hubiera
dedicado todo a una revolución, pero no ha tenido una revolución en su camino ni en
su país y vive, entonces, crítico del marxismo existente pero en unas condiciones muy
especiales de no complicidad con el capitalismo en su país, y al mismo tiempo, de no
involucramiento militante en esa cosa tan maravillosa, tormentosa y angustiosa que es
una revolución.
No fue ese su caso tampoco. Y por último, es también dirigente en un país que sostiene
relaciones fraternales, de mutua con-veniencia, pero donde hay una ideología
identificante en aquellos años también con la Unión Soviética y demás países de lo que
llamaban por ese tiempo el "campo socialista"
Colocado en esas coordenadas, y también por estar en ellas, el Che es el máximo
representante de la "herejía" de los sesenta. Él fue identificado mundialmente, sobre
todo inmediatamente después de su muerte, como el pináculo de lo que aquella época
produjo. Esa apoteosis no duró mucho tiempo; no es ocioso señalar que después fue
bastante olvidado. El capitalismo y el socialismo real quisieron enterrar aquel desafío
que tan justamente el Che simbolizó. Pienso que él es muy expresivo del desarrollo de
las revoluciones de liberación nacional anticapitalistas como forma de universalización
del marxismo y el socialismo, en una nueva época respecto de aquella en que la III
Internacional, el fascis-mo y la Segunda Guerra Mundial habían sido decisivos. En un
tiempo en el que el liderazgo internacional soviético se deterio-ra, por las divisiones en
su campo y por la diversificación de ideas del socialismo ligadas a experiencias
prácticas revolucionarias. También cuando el colonialismo europeo es sustituido por el
desarrollo del neocolonialismo como forma madura de universa
lización del capitalismo, pero las ideas y la condición colonial son combatidos por las
autoidentificaciones nacionales, por los proyectos y las luchas por la independencia o
por la liberación, por las coordinaciones de países ex colonizados, por el reexamen del
mundo y de mucho de la cultura de Occidente desde las pers-pectivas del llamado
Tercer Mundo. Creo que el Che resulta, ade-más, muy expresivo de la reasunción y la
reelaboración del mar-xismo —teoría europea y occidental desde su origen—a partir de
los desarrollos del pensamiento ligado a la acción de vanguardias políticas
anticapitalistas que luchan por la liberación nacional, un verdadero paso determinante
hacia la universalización del socialismo. O, si se prefiere, desde vanguardias
nacionales que en su lucha de liberación comprenden que es imprescindible ser
anticapitalistas.
Por el conjunto de su actividad, de los teatros en los que se movió y por su obra
intelectual, el Che resulta la persona más expresiva de los años sesenta. Como
pensador dejó una obra trun-ca, pero muy coherente, que fía su organicidad a una
determinada concepción de las relaciones entre teoría y práctica en el tra-bajo
intelectual y a una posición filosófica marxista que privilegia la praxis. Alargaría
demasiado esta respuesta hablar sobre su pensamiento y he dejado escritas mis
opiniones en otros lugares. Quiero recordar al menos al nuevo lector latinoamericano
de hoy El socialismo y el hombre en Cuba, su "manifiesto comunista" Fue un gran
estudioso de los autores clásicos del marxismo, comprendió el instrumento histórico
imprescindible para entender y para asumir esa teoría y su relación con los medios
históricos sucesivos que la condicionan y sobre los que actúan precisamente los
revolucionarios marxistas para abatir la dominación y cambiarlos radicalmente.
Persiguiendo ese último fin tuvo una sed inigualada de saber y de aprovechar toda
creación humana. Comprendió la necesidad de que la nueva sociedad se levante sobre
el crecimiento de la complejidad interior y del poder real de las personas y de las
instituciones que la sociedad se da a sí misma, y la imposibilidad de que ese proceso
se reproduzca y culmine si la participación popular en el conocimiento y la dirección de
los procesos sociales no crece sistemáticamente.
¿Y en cuanto a sus planteos económicos?
Lo primero y más importante —solo apuntaré algunos de sus temas principales—es
que para el Che la economía de la transición socialista forma parte de y existe solo
para la creación del socialismo. No existe una economía independiente u "objetiva" que
es "esencia" de la formación social durante la "construcción" del socialismo. En la
ideología determinista de la "construcción" las etapas están marcadas y,
supuestamente, a través del tiempo se irá construyendo el socialismo y después el
comunismo; se pasará de la construcción económica del socialismo a su construcción
superestructura!. El Che les aclara a sus colaboradores cercanos que el sistema
presupuestario forma parte de una concepción general del desarrollo del socialismo.
Para el Che,"debemos salir hacia el comunismo desde el primer día, aunque gastemos
toda nuestra vida tratando de construir el socialismo"Esto no es un juego de palabras:
es una diferencia esencial entre el pen-samiento del Che —y el proyecto original de la
Revolución Cubana que él expresa— y el "socialismo real'Todas sus formulaciones
centrales están relacionadas con la idea de que el socialismo es el logro de una
sucesión de cambios culturales totalizantes. No puede, por tanto, construirse "con las
armas melladas del ca-pitalismo" la sociedad debe convertirse "en una gigantesca es-
cuela" no es posible el socialismo "sin una moral comunista" la economía socialista
debe ser dirigida conscientemente, la ley del valor no opera a través del plan, etcétera.
¿Cómo concibe la lucha por la emancipación?
El Che pretende un entrelazamiento entre las luchas por la libe-ración y el socialismo
de los pueblos y la actividad de los poderes socialistas, que abarca de manera
compleja la política, incluso militar, las ideas y la economía igualmente. Creo que
desarrolla así las ideas sobre la revolución mundial proletaria que tenía Carlos Marx, en
las condiciones concretas de la segunda mitad del siglo xx. Su discurso en el Seminario
Afroasiático de Argel, de febrero de 1965, es un ejemplo importante de esto. La
estrategia
económica, como la estrategia revolucionaria socialista en gene-ral, es solo en cierta
medida nacional.
El Che se da cuenta de que el mundo cubano y latinoamericano en el que está inmerso
es el mundo del desarrollo del impe-rialismo norteamericano, el más audazmente
neocolonialista de todos los poderes capitalistas. Un imperialismo desembarazado de
tradición y de componendas entre feudales y capitalistas, de viejos acuerdos entre la
revolución burguesa de masas y una parte de las clases que la han apoyado, donde las
revoluciones técnicas tienen las manos (burguesas) más libres con respecto a la
sociedad, un país nuevo que fue haciendo su nación revolviendo inmigrantes y
acontecimientos en el mortero de una expansión capitalista continuada. Esto es, el país
que ha puesto en práctica la manera más madura, y a la vez más salvaje, del desarrollo
del capitalismo en nuestro tiempo, Estados Unidos. El Che encuentra en él un
paradigma de vida y de imperio rapaz al que oponerse a muerte, pero también un
grado de socialización de la producción y de avances de las prácticas económicas que
le resultan importantes para incorporar a su idea del socialismo o, mejor dicho, de la
transición socialista (como prefiero llamarla yo, pero eso sería otro asunto).
Las ideas económicas del Che no se pueden entender si no se advierte cómo él
apreció y aprovechó experiencias de la domi-nación del capital monopolista
norteamericano sobre Cuba. El Che generaliza: el sistema presupuestario de
financiamiento puesto en práctica en Cuba guarda, con relación al cálculo soviético,
una relación análoga a la del capital monopolista con el pre- monopolista.7
El Che estudió y valoró mucho a Lenin y la práctica y los debates bolcheviques de los
primeros años soviéticos, pero supo
7 El "sistema presupuestario de financiamiento"implementado y sostenido por el
Che en Cuba, y el "cálculo económico','desarrollado y defendido por los soviéticos,
constituyen dos modos alternativos y excluyentes de gestión económica (basados en la
planificación o en el mercado, respectivamente) en el período de transición al
socialismo.
aprovechar al máximo las circunstancias de su tiempo. Ante todo, para relacionar
eficazmente el marxismo-leninismo con una tran-sición socialista, revolucionaria, en un
país latinoamericano: para hacer, por tanto, la crítica indispensable al seguidismo y a la
llamada "economía política del socialismo',' y a la ideología que la sostenía en nombre
del "marxismo leninismo',' con su rígido ordenamiento y sus exigencias de acatamiento.
¿Cómo pensaba la transición al socialismo?
1
La obra práctica y mucha de la obra escrita o grabada del Che en los años de Cuba es,
y este es otro de sus aportes extraordinarios, una búsqueda de cómo realizar la
transición, cómo crear realidades nuevas socialistas desde las realidades de que se
parte. Sus proposiciones más teóricas solo se entienden a esa luz, como es el caso del
concepto de plan, y su oposición dialéctica con la ley del valor, sustentada en el
predominio del factor subjetivo para toda la época de transición socialista. El Che no se
conforma con planteos generales; gran parte de su obra intelectual se dedica a tratar
de dilucidar los factores de esa transición y definirlos, de prefigurar situaciones y
actuaciones, de organizar y planear los actos concretos que harán avanzar las tareas y
los proyectos, de adelantar hipótesis y ponerlas a prueba, de introducir en el
pensamiento las corroboraciones y los cambios obtenidos de la experiencia o sugeridos
por ella.
El Che no es un idealista que creyó que los demás eran tan altruistas y abnegados
como él, un hombre maravilloso e ingenuo que "se adelantó a su tiempo" y formuló un
proyecto hermoso pero irrealizable. El combina la lucidez extrema acerca de las
insuficiencias que tienen los individuos, las instituciones y las relaciones del nuevo
poder con un riquísimo complejo de pensa-miento y de experimentos acerca de la
utilización de todas las fuerzas y potencialidades de las personas y de la sociedad en
revolución para lograr los objetivos socialistas, que articula conceptos más o menos
particulares, relaciones entre ellos, política económica, normas, procedimientos, y todo
engranado en el proyecto más ambicioso de cambio social que se ha formulado en
América. Este es uno de sus aportes mayores a lo que sería una teoría de la transición
socialista. También por eso el Che sigue siendo tan subversivo.
En tu opinión, ¿en qué consiste ser revolucionario en el mundo de hoyen día?
Eso es bastante difícil de contestar. Yo creo que es honesto el que, en las condiciones
en que se encuentre, resulta capaz de plantearse cómo actuar sin aplastar o explotar a
nadie y sin traicionar sus convicciones generales. Si se trata de una persona que cree,
como es mi caso, que el mundo del lucro, el egoísmo y el individualismo debe ser
acabado, y se da cuenta de que no puede ser acabado solo mediante acciones
bruscas, momentáneas, que no se acabará nunca si no se trabaja diariamente por
cambiarlo y de tal manera que ese cambio tienda a ser eficaz y permanente, entonces
creo que es revolucionario aquel que se mantiene en los principios de cambiar
profundamente el mundo eliminando el capitalismo y creando un mundo socialista, y
trabaja diariamente en ese sentido. Se puede pretender menos, o pretender lo mismo
de otro modo, naturalmente; yo aprecio mucho a toda persona honesta que está a favor
de cambios sociales que favorezcan a las mayorías expoliadas, marginadas y
oprimidas. Lo aprecio más aún si lucha y consigue que su actuación tienda a maneras
prácticas de aportar algo, y esto quiere decir también no solo aportar algo
individualmente sino como miembro de cuerpos sociales mayores, que agrupan a
muchas personas.
Para los que participamos en la experiencia cubana, ser re-volucionario hoy presenta
cuestiones claras y otras muy com-plejas. Mantener en pie esta sociedad libre y
socialista es un claro deber con nosotros mismos y con los que tienen esperanza y los
que luchan; toda otra opción es suicida para el país. Cómo lograrlo, cómo no perder el
rumbo por el camino, cómo renovar y profundizar el socialismo para evitar que perezca,
son cuestiones muy complejas.
¿Cómo deberían resolver los revolucionarios el conflicto entre el realismo y la utopía
socialista, entre la necesidad del poder y la lucha por un proyecto a largo plazo de
sociedad libre?
Ante todos los que pretenden contribuir al cambio continuado de las sociedades y las
personas, que es el camino hacia la libera-ción socialista, se levanta la tensión
permanente entre el poder y el proyecto. Ese es probablemente el problema más
dramático del socialismo, pero aparece desde que los revolucionarios orga-nizados
tienen probabilidades visibles de triunfo. El que sabe la importancia del poder y el
proyecto quizá se enfrente a tantos problemas como el cristiano que sabe la diferencia
que hay entre el reino y la iglesia, lo necesaria que es la iglesia y la primacía que tiene
que tener el reino.
Creo que el proyecto solidario socialista tiene que tener la primacía: se parecería al
reino de los cristianos. Y yo creo que la Iglesia, que en nuestro caso sería el poder, es
indispensable. No es indispensable el poder por ser fruto de la "naturaleza humana"
sea esta "malvada" o "buena" Con la ayuda de Marx me sitúo ante el problema de que
solo allegando fuerzas propias crecientes, la de la gente cada vez más organizada y
cada vez más liberada, podrá vencerse el capitalismo y crearse el mundo nuevo. Esto
significa poder para luchar y poder para el proyecto, y significa libertad como control del
poder y cada vez más como contenido mismo del poder, esto es, la primacía del
proyecto.
El riesgo mayor, comprobado históricamente, es que el poder de un grupo sustituya y
expropie el poder de todos. El revolucio-nario va a tener que vivir de modo realista con
su circunstancia sin plegarse a ella, y tiene que luchar por el proyecto, por la utopía
socialista, sin que el apego a esta le impida ser eficaz. Como se ve, es sumamente
difícil ser revolucionario. No quiero ocultar que es casi más difícil ser revolucionario que
cualquier otra cosa. Creo, sin embargo, que el ser humano ha tenido éxitos y no solo
fracaso*:- al plantearse cosas que parecían extraordinariamente superiores a sus
posibilidades.
Esto, a mi juicio, vale más que los testimonios de que "las cosas van como no queda
más remedio que vayan','de que"solo
lo posible es posible" de que "ya no hay más historia" o cualquiera de las formas en
que se trata de hacer que nos acostumbremos a la dominación en estos años noventa.
Lo que indican los retos que tiene ante sí ser revolucionario hoy es precisamente la
necesidad de alcanzar desarrollos mayores de los seres humanos y objetivos más altos
para su actuación. Es lo que estamos obligados a pedirnos a nosotros mismos. Por eso
yo pienso que a estas alturas de la historia mundial —y perdonen la expresión "historia
mundial"— no puede uno proponerse menos que ser revolucionario.
CULTURA Y REVOLUCIÓN EN LOS SESENTA
Mely González Arósteguf
La entrada de la intelectualidad cubana al ambiente ideológico que imponía la
Revolución fue conflictiva, y existe una opinión de que esto se debió sobre todo al
arraigado prejuicio antico-munista presente en la cultura heredada de la época anterior.
¿Cuál es su apreciación de este proceso entre 1959 y 1961?
La intelectualidad recibió el triunfo revolucionario con una in-mensa alegría, como el
país entero. Lo predominante fue el entu-siasmo, el deseo de hacer lo que se esperaba
de ella, el apoyo a las medidas y campañas revolucionarias, pero también aparecieron
dificultades y contradicciones. En los primeros tiempos, a mi juicio, se debían más bien
a las características del propio medio intelectual. Según la Revolución se fue
profundizando, entre intelectuales y artistas también aparecieron actitudes, motiva-
ciones, intereses e ideales en conflicto, pero no muy diferentes a lo que sucedía en el
resto de la sociedad. En Cuba existía el prejuicio anticomunista, exacerbado por la
ideología de "guerra fría" pero su importancia se ha exagerado bastante. En 1959-1960
no era real la alternativa política de un comunismo de tipo soviético, porque este no
había tenido influencia en la lucha ni en el triunfo. Fue en 1961 que esa opción ganó
fuerza. Los grandes intereses perjudicados o en peligro, y la necesidad de ideología
que
* Entrevista realizada en abril de 2009 por Mely González Aróstegui, decana de la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central de Las Villas, en La Habana.
tenía la contrarrevolución naciente, fueron los que echaron mano al calificativo de
comunista. Como es natural, Estados Unidos se erigió pronto en el juez de si lo éramos
o no. Por otra parte, cierto número de revolucionarios tenían ideas socialistas ajenas al
comunismo tipo soviético. La importancia excesiva concedida al prejuicio anticomunista
de 1959-1960 es producto de una re-construcción ideologizada del pasado.
Prefiero buscar la conflictividad a partir de la relación que a mi juicio tenía el
pensamiento con la revolución triunfante. Me baso en dos cuestiones:
1 La ineficacia prácticamente de todo el pensamiento cubano activo en aquel
momento para enfrentar las nuevas necesidades del proceso social que se
desencadenó de 1959 en adelante. Era completamente inadecuado.
2 El gran desarrollo que tenía ese pensamiento. Es decir, resultó inadecuado, pero
al mismo tiempo era muy abarcador e influyente.
He tratado de explicarme mejor en varios textos, desde que comencé a tratar de
comprender el proceso histórico de las ideas cubanas. Entre los más recientes está la
conferencia que leí en el Instituto Superior de Arte (ISA) el 3 de julio de
2007,"Pensamiento social y política de la Revolución" publicada en mi libro El ejercido
de pensar.’
Preciso allí cinco modalidades del pensamiento cubano de los años cuarenta-
cincuenta; una de ellas se refería al liberalismo, que ha tenido en Cuba una historia
rica, prolongada y compleja. Las imposiciones ideológicas de la URSS a los que
militaban en su campo a partir de los años treinta —y su influencia en ámbitos más
amplios— incluyeron la formadón de un formidable malentendido respecto al
liberalismo en América Latina, a mi juicio hijo de las necesidades que siguieron a la
línea aprobada en el 7o Congreso
1 Ruth Casa Editorial / Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, La
Habana, 2008.
de la Internacional Comunista, en 1935. Abierta la política al oportunismo y la ideología
al reformismo, la teoría marxista fue manipulada. Se practicaban y fomentaban
creencias ambiguas: detestar al liberalismo, por burgués, y al mismo tiempo
considerarlo positivo como parte de la evolución que nos tocaba recorrer a los
"atrasados"—después nos llamaron"subdesarrollados"etc.— para "completar" el
capitalismo. Una etapa liberal formaría así parte de la preparación para el socialismo.
Las ideas, la historia, el presente y el futuro buscaban sus normas en Europa, y se
desarrollaba un nuevo colonialismo mental, el "de izquierda"
Las actitudes colonizadas han perjudicado profundamente al pensamiento en Cuba. Es
realmente notable la producción de pensamiento liberal en el país durante el siglo xix,
antes que comenzaran las revoluciones contra el colonialismo español, pero era un
liberalismo que no inspiraba a una clase a ser nacional, que no aspiraba a crear un
Estado independiente y soberano, y negaba a una masa enorme de personas —que
tenían papeles centrales en el modo de producción y los servicios— su libertad
personal y el derecho a ser ciudadanos. Este liberalismo, esclavista y que se sometía a
la condición colonial, era más bien extranjero en la isla, no tanto por la procedencia de
sus doctrinas, debates e imágenes intelectuales como por su resistencia a involucrarse
a fondo con los problemas fundamentales del país en que vivían sus pensadores. Las
revoluciones que pelearon por la libertad, ensayaron construir una república, forjaron la
nación, combatieron la esclavitud y crearon al cubano, tuvieron por consiguiente que
ser ajenas al liberalismo de Cuba, aunque no dejaran de pensar con ayuda de sus
ideas.
Después de 1880, la corriente principal del liberalismo en Cuba trató de sustentar una
modernización política anturevolu-cionaria del país, que lo mantuviera dentro del
Estado español, y una modernización social conservadora que facilitara el imperio del
dinero y las relaciones capitalistas y considerara personas inferiores a los no blancos.
Tuvo que ser la Revolución del 95 la creadora de Cuba y de los cubanos. Ella
aprovechó la ampliación de las prácticas políticas y la difusión de ciertas libertades
individuales e ideas liberales del período previo, pero solo pudo arras
trar y conducir al país porque negó la esencia de ese período previo, y su mundo
espiritual y de ¡deas se basó en la tradición de insurrección, república democrática e
igualdad aportada por la Revolución entre 1868 y 1880, y en sus nuevas ideas
revolucio-narias, que eran más inclusivas de los componentes sociales del país y
mucho más democráticas en lo político.
Al pensamiento de José Martí, el más avanzado de un cubano en aquella época, ha
sido prácticamente imposible ponerle un apellido desde el punto de vista de las
clasificaciones al uso de la historia de las ideas. Se ha dicho que Martí era un liberal,
pero no veo cómo.Tendría que ser un liberal sumamente avanzado, tanto que no cabría
en esa posición. Sin duda era un radical, pero esta es una calificación insuficiente para
conocer su concepción, su posición política y su propuesta. Martí era inaceptable para
el orden posrevolucionario de la primera república, en ese tiempo no se sabía qué
hacer con él. Pero el desgaste manifiesto del sistema en la tercera década del siglo, la
Revolución del 30 y la segunda república pusieron la conciencia social en un nuevo
plano más desarrollado, y eso hizo factible la asunción política e ideológica de Martí.
Estudiar la diversidad y los logros y dificultades de las apropiaciones de Martí entre los
años veinte y los cincuenta podría ayudarnos mucho a la comprensión general de la
época.
Esgrimido como inspiración por la nueva insurrección, durante la primera etapa de la
revolución en el poder —de 1959 al inicio de los años 70—, Martí fue asumido sin
clasificarlo, como el padre del proyecto liberador. Estaba, al fin, en su casa. En la etapa
siguiente, el predominio en la ideología del socialismo de origen soviético dificultó la
comprensión de Martí, por el carácter tan subversivo de su concepción anticolonial y
antineocolonial y su crítica de la modernidad, y por el alcance excepcional de su
propuesta de liberación. Algunos creyeron resolver el problema presentándolo
prácticamente como un marxista, quizás inconsciente de serlo. Ese dictamen
teleológico pretendía legitimar al procer cubano midiéndolo por los cánones de la
Europa moderna: un marxismo deformado y dogmático decretaba que Martí fue tan
avanzado que atravesó el dintel del futuro que ellos decían
representar. Otros —siempre la ambigüedad— intentaron colocarlo en una casilla de la
clasificación de los pensadores rusos: Martí sería un "demócrata revolucionario" Ese
"premio de consolación" lo equiparaba con Herzen, Chernichevski y Bielinski, aquellos
buenos compañeros absueltos por la Historia, pero no comparables a Lenin. Imagínate,
si Martí, que es el centro espiritual, moral y de pensamiento para los cubanos,
confrontó tantos problemas, ¿cómo no los iban a confrontar los demás?
De paso insisto en el daño profundo que nos ha hecho, hasta hoy, la incapacidad de
salir de las prisiones mentales del colonizado. La colonización mental sirve sobre todo
a la dominación mundial del capitalismo, pero dada la importancia del socialismo en
Cuba y su primacía en el último medio siglo, la colonización mental "de izquierda" ha
sido y es muy perjudicial, porque disfraza las subordinaciones, impide o dificulta las
creaciones indispensables para la vida del socialismo cubano y facilita las actitudes
ideológicas y culturales de retorno a la dominación capitalista.
El liberalismo fue funcional a las necesidades ideológicas de la primera república
burguesa neocolonial, pero después de la Revolución del 30 resultó insuficiente para la
reformulación de la hegemonía de la dominación. Los restablecimientos del orden
después de las revoluciones exigen bases nuevas o renovadas. El primer orden
republicano registró una incongruencia crónica entre la economía y las dimensiones
política e ideológica de la formación social. La segunda república vivió esa
incongruencia a un grado que, a mi juicio, es imprescindible tener muy cuenta para
explicarnos la revolución que triunfó en 1959. El liberalismo continuó, incluso registró
algunos nuevos logros, pero perdió mucho terreno frente a ¡deas y prácticas avanzadas
de democracia, a las que he llamado democratismo.
La segunda república se basó en una institucionalidad real-mente muy avanzada
dentro del dominio del capitalismo neoco-lonial, un sistema político electoral muy
dinámico, organizado y democrático, organizaciones sindicales y sociales muy
extendidas y muy activas, una libertad de expresión notable y un Estado con mayor
presencia y funciones respecto a las relaciones y los
conflictos sociales, y respecto al funcionamiento de la economía. Ordenamiento legal,
decretos, instituciones para el control de producción y de comercialización, laudos e
instancias políticas para dirimir conflictos entre patronos y trabajadores, entre otros,
eran los instrumentos de este nuevo orden republicano que llevó a las mayorías a creer
posible la solución de los grandes males de la nación mediante la movilización y la
actuación cívicas dentro de los cauces legales y las instituciones vigentes.
Como ideología política, el democratismo desempeñó un papel mucho más importante
que el liberalismo. Este intentó recuperar terreno electoral con la candidatura de
Ricardo Núñez Portuondo en 1948 y con Fulgencio Batista, ahora senador y jefe de
partido. La coalición que respaldó a Núñez era francamente un residuo del pasado.
Batista había sido el primer joven que ejerció poder a partir de 1934, pero como jefe de
la contrarrevolución, y después consolidó una gran fama como dictador, ladrón y
asesino. Su origen tan popular, que le había valido rechazos al inicio, resultaba
totalmente aceptable en la segunda república, pero Batista era insalvable como líder
político en aquel medio demo-crático en que los gobiernos auténticos y la ortodoxia
competían por el perfeccionamiento del orden institucional. Por eso la úni-ca acción
política efectiva que pudo llevar a cabo Batista fue dar un golpe de estado y apropiarse
del poder, es decir, la negación completa del sistema político vigente.
¿Qué opinas acerca de la renovación del pensamiento revolucio-nario cubano en las
décadas anteriores a 1959?
Durante la Revolución del 30 y la segunda república se desarrolló mucho el
pensamiento revolucionario, que abordó la crítica de la república, los problemas de
revolución y contrarrevolución en el siglo xx, las luchas de clases, la justicia social y el
socialismo, el antimperialismo contra el neocolonialismo norteamericano, las
comprensiones generales de la formación social y sus aspectos económicos, políticos e
ideológicos, la construcción democrática de un nuevo orden republicano, el nuevo
carácter del Estado, cómo cambiar el país desde el nuevo sistema, para referirme
solo a las cuestiones principales. Por razones que harían aún más larga mi respuesta,
no se le ha dado la importancia que tiene a esta gran acumulación cultural, ligada a las
prácticas de un medio político de extraordinario dinamismo, hija de la urgencia o la
meditación, de las victorias y las derrotas, de los prejuicios y la creatividad. Cuando el
nuevo orden se rehizo y se consensuó, aquel pensamiento revolucionario se había
arraigado en Cuba y no se sintió olvidado ni derrotado definitivamente. Se debería
analizar e historiar su presencia entre la Revolución del 30 y 1959-1960.
El antimperialismo es un buen ejemplo. El cultural americano, más ligado a la lengua
española y no exento dé cierto aire antimoderno, estaba siendo superado desde los
años veinte por las denuncias del imperialismo económico y agresivo de Estados
Unidos emprendida por una pléyade de activistas sociales y políticos, y por
investigadores, de los cuales quiero recordar a Scott Nearing, con su Nuestra colonia
de Cuba. El "gran garrote" norte-americano golpeaba por todo el Gran Caribe y
Centroamérica desde 1898, mediante agresiones y ocupaciones militares, miles de
asesinatos, atropello de soberanías, imposición de gobiernos títeres, todo al servicio de
la explotación económica y el saqueo de los recursos naturales. El repudio al
imperialismo asumió muchas veces formas de resistencia armada, como en el caso de
Charlemagne Peralte en Haití, y llegó a la dimensión de una gran guerra popular en la
Nicaragua de 1927-1933, bajo la dirección de Sandino. Pero en Cuba, donde la
concepción martiana había explicado el imperialismo y había puesto la lucha contra él
como una parte esencial de la proyección de la más grande revolución de su época en
la región, Estados Unidos ejercía el neocolonialis- mo de una manera más compleja y
avanzada, y durante tres décadas no hubo base para desarrollar el antimperialismo.
Cuba entró por tercera vez en revolución. Cuando sobrevino la crisis de la tiranía
machadista, Estados Unidos intervino abier-tamente para impedir que triunfara la
revolución, pero sin utilizar su fuerza militar. En el verano de 1933, el antijerencismo fue
el parteaguas de la oposición al Machadato: los revolucionarios se enfrentaron al
imperialismo, los otros se plegaron a él. Un rasgo principal de la coyuntura de crisis
revolucionaria profunda —de
agosto de 1933 a enero de 1934— fue el carácter masivo del antimperialismo. Algún
día empezaremos a conmemorar aquel mes de septiembre en que cientos de miles de
cubanos se manifestaron en las calles contra el imperialismo yanqui.
La revolución terminó en 1935. Poco tiempo después, el antim-perialismo retrocedió;
todos los factores políticos convinieron en eso, aunque unos lo hicieran con agrado y
otros se vieran forzados a hacerlo. El régimen del coronel Batista continuó subordinado
al imperialismo, pero en los términos menos ofensivos del "Nuevo Trato" Su mayor
enemigo en 1934-1935, el guiterismo, se desintegró. El Partido Comunista se sometió a
los nuevos dictados de la Internacional, la línea llamada de frentes populares
antifascistas. Para esa nueva orientación, el frente popular en Cuba no debía ser
necesariamente contra el imperialismo y contra Batista, sino"contra el fascismo" Si
Roosevelt y su esposa resultaban democráticos y antifascistas, y el mundo se
encaminaba a una guerra gigantesca, no había porque ser antimperialista, sino
antifascista. Y se podía establecer un "frente" con Batista. El joven dictador supo
beneficiarse: pasó de la represión abierta a la política electoral, se mantuvo al frente del
poder durante la elaboración del régimen posrevolucionario y jugó un poco con los
símbolos del progreso social. Por su grave error, el Partido Comunista, que era la única
organización revolucionaria sobreviviente, se privó a sí mismo de ser el heredero de la
Revolución del 30 y de todos sus luchadores, desde Trejo hasta Guiteras.
La Guerra de España fue el último baluarte del espíritu revolucionario del 30. No puedo
hablar aquí de sus variadas aristas y significaciones para Cuba. Sólo hago entonces
una pregunta: ¿por qué más de mil cubanos fueron a pelear a España? Pero cuando
terminó, en 1939, Cuba se había alejado de su situación de 1936, año del inicio de esa
contienda.Y enseguida comenzó la Segunda Guerra Mundial, que pronto puso las
cosas en otro terreno para todo el planeta. El gran enfrentamiento era entre los poderes
fascistas y el resto del mundo, es decir, la URSS, los revolucionarios, todos los que
defendían sus patrias y los Estados burgueses que no eran fascistas. Cuba militó en el
campo de los Aliados, como los demás países latinoamericanos. La ideología fascista
careció de importancia en Cuba. El antimperialismo prácticamente no tuvo espac¡o.en
esos años.
El mundo ideológico cubano entre 1945-1955 solo puede comprenderse a partir de las
realidades nacionales de hechos e ideas, por muy importantes que sean los
condicionamientos internacionales. Así sucede en todas las sociedades que han
desarrollado su vida propia. El neocolonialismo seguía plenamente vigente, y la
conciencia social había ganado cuatro grandes batallas: autoconfianza del cubano en
su total capacidad para go-bernarse, sin tutela alguna; generalización de la
identificación del dominio norteamericano sobre Cuba; muy ricas prácticas recientes de
resistencia y de lucha; e integración de la liberación nacional del yugo neocolonial
como parte de proyectos cubanos y de estrategias políticas. La dominación se vio
obligada a tener muy en cuenta esas realidades para lograr plasmar su nueva
hegemonía. El antimperialismo, junto a otros logros de la Revolución del 30,
permaneció latente en la sociedad cubana. Esa acumulación cultural, neutralizada,
manipulada, silenciada o postergada por la dominación, fue una función de su
hegemonía extraordinariamente compleja, una garantía de su eficiencia, pero al mismo
tiempo un punto de partida sumamente peligroso para el capitalismo neocolonial
cubano si estallaba una nueva revolución.
El punto más alto de conciencia y movilización políticas po-pulares de ese período fue
la llamada Ortodoxia, impulsadas por su líder Eduardo Chibás y el partido político que
fundó. La Orto-doxia promovió el democratismo a un alto grado, apeló a las fuen-tes
radicales de pensamiento de la Revolución del 30 y se pre-sentó como el vehículo
cívico idóneo para adecentar la vida pública y realizar transformaciones que
beneficiaran al pueblo. El grito final de Chibás en agosto de 1951, antes de hacerse el
disparo que resultó fatal, sintetiza esa posición y queda como un símbolo: "Pueblo de
Cuba, por la independencia económica, la libertad política y la justicia social, este es mi
último aldabonazo" Cuatro años después, el Manifiesto número uno del Movimiento 26
de Julio dice:"¿Qué es el 26 de Julio? es la ortodoxia sin latifundistas, sin politiqueros,
es la ortodoxia sin especuladores, es decir, es la revolución de los humildes, por los
humildes y para los hu
mildes"EI proyecto revolucionario de los moncadistas de 1955 y 1956 parece ser
completar la Revolución del 30, y su apelación a la violencia pudiera deberse a que el
golpe militar y la dictadura batistiana habían cerrado la posibilidad de lograr los
cambios necesarios mediante la movilización cívica y los procesos electorales. Sólo las
prácticas demostraron que la revolución necesaria no cabía dentro del sistema del
capitalismo neocolonial y estaría obligada a barrerlo.
Lo fundamental, a mi juicio, es que después de 1936 todas las fuerzas políticas
abandonaron la idea de la revolución. La pro-puesta del movimiento que inició sus
acciones con el asalto al Moneada parecía alocada e inaceptable. Su impacto real
inmediato fue muy pequeño. Tres meses después, Fidel escribe una dramática
comunicación desde su celda, que empieza así:"Con la sangre de mis hermanos
muertos escribo esta carta"Todas las fuerzas políticas cubanas le han dado la espalda,
pero él escribe: "Las masas están listas, solo necesitan que se les muestre el camino
verdadero" Si esa carta se hubiera hecho pública entonces, lo normal habría sido
pensar: lo que dice este hombre es falso, es una ilusión. ¿Y por qué se volvió una
realidad en sólo cinco años? Parecía falso y se volvió real en cinco años. No se puede
comentar simplemente que Fidel tenía razón. No debemos ocultar más la falta de
análisis de aquellas realidades con marbetes como el del anticomunismo reinante, o la
guerra fría, que supuestamente influía tanto al pueblo de Cuba que lo había vuelto
infantil frente al imperialismo. Es necesario estudiar las realidades y establecer las
verdades.
El verdadero problema de 1959 es que el pensamiento vigente en aquel momento no
estaba a la altura de lo que sucedió. Pero los triunfadores del 59 no eran un grupo de
marcianos, todos habían consumido o habían sido influidos por aquel pensamiento, y
tuvieron que aprender a actuar y pensar como revolucionarios. Al contarme la primera
parte de su vida uno de ellos, Manuel Piñeiro Losada, me explicaba que él se
consideraba miembro de la Juventud Ortodoxa, aunque nunca fue a inscribirse, y
pensaba que todo joven que fuera como él también pertenecía a esa Juventud. Sus
padres tenían buena posición económica, y por
temor a que fuera a correr peligro lo mandaron a estudiar a la Universidad de
Columbia. Allá se hizo amigo de un hindú comunista que era traductor en la ONU. Él lo
integró a un círculo de estudio que hacía sobre el Manifiesto Comunista."Me encantó el
Manifiesto", me comentó. Lorna Burdsall me contó que Manuel escribió dos trabajos de
curso sobre temas que él escogió: uno era sobre el uso de la violencia en los
programas de televisión y el otro era sobre la idea de socialismo. De regreso a Cuba,
Piñeiro se unió de inmediato al Movimiento 26 de Julio, fue rebelde en la Sierra
Maestra, fundador del Segundo Frente Oriental y comandante del Ejército Rebelde.
Los revolucionarios que hicieron la insurrección pensaron mucho, tuvieron que pensar
las cosas complejas y ser originales. Recuerda que los hermanos Sergio y Luis Saíz
Montes de Oca, dos jovencitos combatientes de un pequeño pueblo "del interior"
escribieron en julio de 1957 un programa de gobierno para la revolución muy bien
pensado y detallado, basado en un socialismo democrático, opuesto al capitalismo y
ajeno al estalinismo. O revisa el número especial de Lunes de Revolución por el primer
aniversario del Moneada después del triunfo. Allí aparece un ar-tículo de Euclides
Vázquez Candela, el subdirector de Revolución, que se llama "El Movimiento 26 de
Julio" Es un texto socialista desde el principio hasta el final, escrito por el subdirector
del diario Revolución, el órgano del 26 de Julio, que ha sido, por cierto, sometido al
olvido.
En 1960 Jean Paul Sartre se pregunta:"¿Una revolución sin ideología?" Por lo que dice
en Huracán sobre el azúcar, creo que él tenía su respuesta: "Estos muchachos
maravillosos van a encon-trar que la única ideología idónea es el socialismo" De
regreso en Francia, unos jóvenes le preguntan cómo darle sentido a sus vidas, y el
líder moral les responde: "Sean cubanos" Es decir, compórtense como los
cubanos.Tres semanas después de la partida de Sartre y Simone de Beauvoir, el Che
le escribe a Ernesto Sába- to:"...esta revolución es así porque caminó mucho más
rápido que su ideología anterior (...) estamos ahora hablando un lenguaje que es
también nuevo, porque seguimos caminando mucho más rápido que lo que podemos
pensar y estructurar nuestro
pensamiento..." No hay que confundirse con la forma que utiliza el Che para dirigirse a
un escritor tan famoso, y que por cierto le explícita al final de la carta, con humildad
ejemplar. Porque el Comandante Guevara es el Director de Cultura del Ejército Re-
belde y tiene formación intelectual. En marzo de 1959 publica una cartilla de cuestiones
ideológicas para los combatientes, y en septiembre el Manual de capacitación cívica,
un libro grueso escrito por diecisiete autores destinado a la formación ideológi-ca de los
revolucionarios, a ofrecerles herramientas para pensar la revolución que están
haciendo. La CTC-R sacó una segunda edición en 1960; después, este libro ha sido
totalmente olvidado.
Frente al nuevo mundo que levantaban en Cuba los hechos y las ideas de la
revolución, el pensamiento también tenía que re-volucionarse.
El antimperialismo insurgió por todas partes desde 1959, en-seguida se volvió masivo y
ocupó un lugar central en los senti-mientos, las motivaciones, la decisión de luchar y la
explicación de lo político. Fue el núcleo básico de la ideología revolucionaria durante
las jornadas colosales de aquellos primeros años del poder popular revolucionario, pero
ahora la reivindicación y la defensa de Cuba frente a Estados Unidos estuvo ligada a
muerte con la justicia social: era un antimperialismo anticapitalista y socialista. ¿Cómo
explicar que un pueblo "anticomunista" y totalmente embaucado por la "guerra fría"
cambiara tanto de la noche a la mañana? Es cierto que la revolución fue una
conmoción excepcional, pero el pueblo que la protagonizó no era un recipiente vacío.
En enero de 1960 se celebró el 13° Congreso anual de histo-riadores. Se hacían desde
1943, organizados por Emilio Roig de Leuchsenring, Historiador de la ciudad de La
Habana desde 1935, antimperialista de toda la vida y autor de una vasta obra de
investigación y denuncia. En su primer Congreso, los historiadores acordaron una
Resolución, Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos.\Jeinte años
después todos leimos aquel folleto, pero piensa que lo emitieron en 1943, en plena
guerra, cuando la consigna central era "Las Américas unidas, unidas vencerán" y los
niños cantaban América inmortal en las escuelas. Si no manejamos
las verdades, habría que preguntarse: ¿esos historiadores cubanos serían pro nazis?
El Congreso de 1960 fue en Matanzas, en medio de un gran entusiasmo revolucionario
y de figuras en verde olivo, con el coauspicio del INRA. Por cierto, fue el último. Emilio
Roig murió pocos años después. La Oficina del Historiador de la Ciudad —y la memoria
de Roig— han sido rescatadas en las últimas décadas por Eusebio Leal, animador y
máximo ejecutor de una obra formidable a favor de La Habana que todo nuestro pueblo
conoce.
Femando, ¿qué opinión te merece la política cultural que la Revolución acuñó con
“Palabras a los intelectuales"?
Me preocupa mucho que la circunstancia de la cual es hija "Palabras a los
intelectuales" ha sido olvidada. Fue en el verano de 1961, cuando se estaban yendo
legalmente por el aeropuerto hacia Estados Unidos casi veinte mil personas por mes,
57 000 personas en tres meses. Es decir, un sector que podía viajar en avión se
marchaba, horrorizado ante la victoria de los revolucionarios en Girón. El 1o de Mayo
desfilaron milicianos desde el amanecer hasta la noche, catorce horas. Una semana
después, fue nacionalizada toda la educación. La administración de las grandes
rotativas había pasado a la Imprenta Nacional de Cuba desde marzo de 1960; entre
mayo y los inicios de 1961 desapareció o fue nacionalizada la mayoría de los medios
de comunicación de propiedad privada. La prensa de la ciudad de La Habana, por
ejemplo, era de una riqueza y una diversidad extraordi- narias.Tenía más de una
docena de diarios nacionales, varios de ellos con decenas de páginas y secciones en
rotograbado, otros pequeños pero muy ágiles. Estaban llenos de informaciones,
reportajes, crónicas, secciones, comics. La revista semanal Bohemia era la más leída e
influyente, y se había destacado como opositora a la dictadura. Era la más importante
de su tipo en toda la región que está entre México, el Caribe y el norte de Sudamérica,
y me han dicho que todas las semanas enviaba setecientos ejemplares por avión a
Buenos Aires. ¿Cómo olvidar esto, si el consumo de esos medios era la actividad
intelectual más extendida e importante de las mayorías?
Aquel mundo de enorme amplitud y alcance tenía a su cargo tareas principales de
socialización de la palabra, escrita y hablada, esta última a través de un formidable
conjunto de emisoras radiales, nacionales y regionales, que gozaba de una audiencia y
una influencia descomunales. La novedosa televisión era la pionera de América Latina,
se había implantado para todo el país y avanzaba en numerosos terrenos a una
velocidad impresionante. Los medios cumplían funciones de la mayor importancia en el
equilibrio tan complejo que mantenía la hegemonía de la dominación. Una libertad de
expresión muy amplia había sido, al mismo tiempo, una gran conquista de la segunda
república y un instrumento delicado de manipulación de la opinión y de desmontaje de
las rebeldías. Pero desde enero de 1959 estaban cambiando las ideas y los
sentimientos, las motivaciones y los actos, en todas las esferas públicas, cada vez con
más fuerza, extensión y profundidad, y este sistema social de su reproducción —el
universo de los medios, como diríamos ahora-— tenía que transformarse a fondo,
como tantos otros campos de la sociedad. Durante ese vertiginoso proceso de eventos
y cambios la Revolución había trabajado con los medios que existían y con los que ella
fue creando, en medio de conflictos crecientes. La intensificación de los
enfrentamientos marcó la crisis y el final de aquel sistema, mediante la expropiación de
casi todas las empresas privadas de medios de comunicación. El Estado cubano se
hizo cargo de ellas.
¿Cómo puedo ilustrar la trascendencia de esos hechos? En los días de "Palabras a los
intelectuales" habían desaparecido el mundo empresarial en una actividad
especializada que en Cuba con-taba con más de siglo y medio de existencia, y un
proceso de libertades de expresión burguesas comenzado ochenta años antes, bajo el
régimen colonial. El periodismo de las dos últimas décadas del siglo xix contó con un
mar de publicaciones, que cre-ció mucho en la primera república, e incorporó la radio
desde los años veinte. En 1890 el negro Juan Gualberto Gómez había pu-blicado en su
periódico La fraternidad el artículo "¿Por qué so-mos independentistas?" Pasó ocho
meses preso, pero recurrió al Tribunal Supremo de España, que lo absolvió, fundado
en que
escribir que él era independentista no configuraba ningún delito, como sí lo sería
cualquier acto ilegal dirigido a poner en prác-tica esa preferencia personal. Claro, el
investigador social siempre está obligado a buscar los condicionamientos, a
preguntarse por qué la República española fue capaz de llegar hasta la orden de matar
a los maestros del campo mambí que se capturaran, por qué la monarquía española
llevó a cabo fríamente el genocidio de 1896-1897 con tal de no perder su colonia de
Cuba, y sin embargo, en el período entre ambas revoluciones cubanas se permitieron
cierto grado de libertad de prensa y otras instituciones o medidas reformistas.
Esa época terminó en 1960-1961. No hay que confundirse: la mayor parte de los
medios siguió existiendo, y continuó allí una buena parte de los que trabajaban en
ellos. El buen investigador no tiene manera de desentenderse de las personas, sus
oficios, sus relaciones sociales y sus creencias. La nacionalización de los medios es un
hecho histórico decisivo; la vida, el contenido y otras muchas cuestiones de los medios
en los años sesenta es otro hecho histórico. Te doy dos simples ejemplos. La emisora
COCO, "el periódico del Aire" de Guido García Inclán, un periodista que tenía un gran
prestigio cívico, continuó diciendo más o menos lo que le daba la gana durante varios
años más. La Revolución mantuvo el diario El Mundo, una empresa moderna nacida
con el siglo, en manos de antiguos activistas católicos, patriotas revolucionarios, hasta
su desaparición a fines de la década. Allí tenía una sección Monseñor Carlos Manuel
de Céspedes, y recuerdo una polémica fraternal que sostuvo Carlos Manuel con el
joven profesor de marxismo Aurelio Alonso, acerca del origen de la vida.
Es imprescindible estudiar en detalle estos tres años del 59 al 61, para tratar de
comprender el proceso. Yo solamente estoy aludiendo a algunas de las cuestiones
principales. La gente se estaba apoderando de su país: empresas, escuelas, tierras,
ban-cos. Y de su condición humana, su dignidad, su ciudadanía, su es-peranza. La
riqueza social comenzaba a ser repartida entre los miembros de la sociedad. Pero todo
era complicadísimo y difici-lísimo; piensa, por ejemplo, que en un momento dado
amenazaron romperse las relaciones entre la ciudad y el campo, algo im
prescindible para que se pueda vivir en ciudades. Se rompió para siempre la
subordinación que existía de la gente de abajo, los jornaleros, los obreros, los
desempleados, las mujeres, los negros; no hay manera de describir bien cuántos
significados tuvo eso. Un orden social es una maquinaria muy compleja, gigantesca,
pero con mecanismos delicadísimos en los que basa su funcio-namiento y
reproducción, y el consenso de las mayorías a ser dominadas y vivir del modo en que
vive cada clase y sector. Aquel orden se fue desbaratando, y en 1961 fue aplastado,
identificado y despreciado. Por eso la Revolución tenía al mismo tiempo vic-torias
inigualables, necesidades sin cuento, urgencias graves, desórdenes y disciplina,
desafíos mortales, un descomunal sentido histórico y un hambre insaciable de
personas capaces.
Girón fue el gran triunfo del pueblo entero, armado. A veces el artista es más sintético
—y más acertado— que el científico social, como cuando Sara González
canta:"¡nuestra primera victoria, nuestra primera victoria!'.'Para la clase alta y amplios
sectores de clase media fue, tenía que ser, el certificado de su derrota. Su respuesta
más socorrida fue con los pies. Entre ellos se marcharon la mitad de los médicos y un
gran número de profesionales y de técnicos. Se vivía en eterna tensión, cambiaban las
relaciones y las ¡deas que se tenían sobre ellas, y sucedían extraordinarias
desgarraduras. Desde 1960 eran una realidad las bandas contrarrevolucionarias en el
Escambray y otros lugares del país; en su mayoría era gente de pueblo, que peleaba
contra la revolución que pudo haber sido su revolución. Algunos ponían bombas en La
Habana, provocaban incendios, asesinaban milicianos de posta. Es decir, se
desplegaba ante todos el correlato inevitable del poder popular: la virulencia de la lucha
de clases.
Como todos saben, el imperialismo norteamericano ha sido el protagonista principal de
la contrarrevolución, desde el inicio de este medio siglo, con saña criminal y con
método al mismo tiempo; lo ha hecho contra la más elemental decencia, y también
contra su propia eficiencia. Pero ha sido y es el pueblo de Cuba el que ha vivido y
sufrido todo este proceso. En 1961 y 1962 una cantidad enorme de jóvenes pasó a
dedicarse a la defensa del país, se multiplicaron las escuelas militares y los batallones
de
milicias, convertidos en unidades militares, y se crearon los tres ejércitos. Lo
fundamental para la revolución durante esta primera mitad de los años sesenta fue la
defensa, aunque al mismo tiempo se realizaron las tareas más asombrosas. ¿Te fijas
que la declaración de que la revolución es socialista y democrática, de los humildes,
con los humildes y para los humildes, se la hace Fidel en la calle a una multitud
armada? Todos cantan a continua-ción el Himno Nacional y se da la orden a todos de
regresar a sus unidades militares. La primera orden del socialismo cubano fue:
"marchemos a nuestros respectivos batallones" Más de una vez he recordado que en
esos días de 1961 las ¡deas socialistas y de pertenencia a un campo no se leyeron en
los textos del llamado marxismo-leninismo, sino en las novelas de guerra soviéticas Los
hombres de Panfilovy La carretera de Volokolansk, que el pueblo armado consumía.
Te estoy hablando del centro de la vida intelectual del país, ahí era donde estaba en
1961. Ya la Revolución controlaba directamente todo el sistema escolar y todos los
medios de comunicación, ya se planteaba la necesidad de transformar la Universidad;
dentro de unos meses se promulgará la ley de reforma universitaria. La mayor
revolución intelectual de 1961 es, con mucho, la Campaña de Alfabetización, un
acontecimiento intelectual incomparable por su contenido, su alcance y su
trascendencia. La gran invasión no es la de Girón, es la de los alfabetizadores por toda
Cuba. Los héroes intelectuales del año 61 se llaman Conrado Benítez y Manuel
Ascunce, y la canción de tema intelectual más importante com¡enza:"Somos -la
Brigada Conrado Benítez.
Este es el país y esta es la circunstancia en que se celebran las reuniones de los
intelectuales en la Biblioteca Nacional. Me extendí tanto porque es necesario. Las artes
tienen una importan-cia excepcional en las sociedades, por su naturaleza, sus
significados y sus funciones sociales, pero es imposible entender nada de las artes si
no se sitúan en sus condicionamientos, en cada caso históricamente determinado. En
aquel verano de 1961 en que sucedían tantas cosas, la Revolución pretendía crear y
de-sarrollar sus instituciones políticas, estatales y sociales. Cuba socialista necesitaba
una unión de escritores y artistas, un partido
político de la revolución, un aparato estatal apropiado, una aso-ciación de agricultores,
y otras muchas instituciones. Por eso me falta todavía un condicionamiento que debo
mencionar.
La unidad política estaba en el centro de la estrategia de la dirección, en dos planos: la
unidad del pueblo y la de los revolucionarios. La primera tuvo como base original la
identificación masiva con el Ejército Rebelde, Fidel y el movimiento revolucionario.
Entre 1959 y 1961, esa base se amplió una y otra vez, al mismo tiempo que se definía
y cambiaban aspectos de su contenido y su composición, según se iba desplegando la
revolución socialista de liberación nacional iniciada el 1o de enero. El pueblo del 61 no
es igual al pueblo del 59. El segundo plano de la unidad se había iniciado en los meses
finales de la guerra, alrededor del polo que estaba próximo a obtener la victoria. En el
curso de 1960 fue definida como unidad entre el Movimiento 26 de Julio, el Directorio
Revolucionario 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular. Fidel era el eje, el símbolo,
el principal impulsor y el jefe de ambas instancias de la unidad. En medio de la
coyuntura a la que me estoy refiriendo, ganó mucha fuerza la idea de que era
necesario tener un partido político de la Revolución que, además de expresar la unidad,
tuviera una estructura muy definida y unas funciones importantes. Ese partido sería las
Organizaciones Re-volucionarias Integradas, que la gente llamó "la ORI" Pero la ORI
de 1961-1962 no expresó la vocación y los logros de unidad entre los revolucionarios,
porque se convirtió en el instrumento de un grupo sectario y ambicioso que pretendió,
en pleno Caribe, expropiar la revolución popular y convertir al país en una "demo-cracia
popular" como las que dirigía la URSS en Europa. La desviación del rumbo
revolucionario, y los malestares, contradicciones y conflictos que esto generó eran una
realidad dentro de otra en el proceso que se vivía en el verano de 1961.
Las reuniones de intelectuales en la Biblioteca Nacional esta-ban muy relacionadas con
el objetivo de la Revolución de crear una asociación nacional de los intelectuales y
artistas, pero estaban condicionadas por todo lo que te vengo diciendo. Por tanto,
expresaban también esos condicionamientos, o eran un teatro de ellos, aunque está
claro que lo principal era la actividad mis
ma a la que se dedicaban los participantes, y las cuestiones específicas que estaban
viviendo y dirimiendo. Ahora tienes ante ti un problema de método que es central para
todo investigador.Todos los que actuaron allí lo hicieron de acuerdo con sus
conciencias de lo que hacían y lo que querían, sus ideologías y sus motivaciones e
intereses inmediatos, sus ideales trascendentes y sus prejuicios y creencias del día.
Esto es lo que sucede en todos los eventos que después se considerarán históricos. Si
analizamos con cuidado todo el material de aquellos meses referido a este campo, por
lo menos hasta el Congreso de fundación de la Unión Nacional de Escritores y Artistas
de Cuba (UNEAC), en agosto, podremos tratar de establecer el significado que tuvieron
entonces los acontecimien-tos y las declaraciones. Casi siempre existe una historia de
selecciones, olvidos y utilizaciones de cada evento histórico, que configura ella misma
realidades discernióles respecto al hecho original. Ellas tienen sus sentidos y sus
funciones, pero no hay que confundirlas con lo que sucedió originalmente.
Los intelectuales y artistas están sometidos a tensiones ex-traordinarias en aquel
verano del 61. Desde el triunfo unos ha-bían participado, otros apoyado o aplaudido, a
una revolución hecha de expansiones sucesivas, de desafíos a Goliat, de alegrías de
pueblo y de justicia evidente. Pero además de su inmensa rectoría moral, sus hechos
excepcionales y su inagotable capaci-dad movilizadora, ahora la Revolución parecía
haber comenzado a encargarse de todo. Prácticamente todos los medios para co-
municarse están sus manos, la mayor parte del trabajo intelectual y artístico deberá
transcurrir dentro de sus instituciones o de su orden, y el medio en su conjunto recibirá
sus orientaciones. Y todo sucede mientras la extrema agudización de la lucha de clases
lleva a muchas personas a decisiones que afectan totalmente a sus vidas, convierte en
hostilidad los desacuerdos y a los juicios en definiciones de amigos o enemigos. Por si
fuera poco, el socia-lismo según los usufructuarios de las ORI incluye un control político
del contenido de las artes y unas valoraciones sobre ellas que gozan de una muy bien
ganada mala fama. La historia de la URSS incluye represiones criminales contra
artistas e intelectuales, y en aquel momento sus adeptos tienen todavía por artículos
de fe dogmas como el del llamado realismo socialista. La Revolución cuenta con varias
instituciones culturales propias que ya tienen obra y prestigio, pero no con una
elaboración ideológica en ese campo que pueda funcionar como norma. No existe
unidad entre sus personalidades, ni la dirección del país les encarga —al conjunto o a
algunos de ellos— la conducción del sector. El sectarismo y el dogmatismo llegan,
entonces, en nombre de la unidad y de lo que es, supuestamente, el legítimo
socialismo.
Muchos intelectuales sentían zozobra ante aspectos de la si-tuación y de lo que podía
depararles el futuro cercano. Tenían razones, porque en el campo cultural hubo
funcionarios autorita-rios, maniobras sectarias y dogmáticas, abusos e injusticias; esos
hechos formaron parte del problema mayor. Me imagino que cuando Virgilio Piñera dijo
que él debía hablar primero, por ser el que más miedo tenía, Fidel quizás debe haberse
sonreído para sí y pensado:"y yo soy el que más dolores de cabeza tengo" Piñera
expresaba el temor de un intelectual acostumbrado a trabajar solo y defender su
dignidad en un mundo hostil, pero me niego a creer que era un intelectual que vivía
sobre una nube, ciudadano únicamente de la república de las letras. Invito a releer su
carta a Jorge Mañach de 1942, en la que el joven Virgilio le expone lo que piensa sobre
los deberes sociales del intelectual, la cultura cubana en aquel tiempo
posrevolucionario y el sentido cívico que tiene su revista Poeta; le enrostra a Mañach el
significado de su actuación pública —"no hay cosa más difícil para una nueva
generación que toparse con que la precedente ha capitulado" le dice-— y le devuelve el
dinero que ha pretendido aportar al novel editor.3 O podemos volver a ver cómo
presenta Piñera a la sociedad burguesa neocolonial en su pieza Aire frío, un hito
trascendente en el teatro cubano del siglo xx.
Los intelectuales reunidos en la Biblioteca Nacional no cons-tituían un areópago de
tontos cultísimos a los cuales Fidel ofre-ció, en dos frases rotundas y brillantes, la
orientación de la políti
3 La carta se publicó en La Gaceta de Cuba no. 5, La Habana, sept/oct2001,
pp. 3-4.
ca cultural, también desde la no historia, de una vez y para siempre, que es lo mismo
que decir de una vez y para nunca. Fidel ha sido tan grande, entre otras causas,
porque sus interlocutores no eran tontos, y porque él supo cabalgar sobre sus
circunstancias históricas, obligarlas a andar en una dirección determinada y darle
trascendencia a lo que pudo haber quedado en unos intentos y un conjunto de
anécdotas para ser contadas. Opino que el sentido de sus palabras en la Biblioteca era
mantener abierto el diálogo revolucionario con los intelectuales y artistas, defender
abiertamente la libertad de creación, respaldar a todo el que echara su suerte con la
Revolución y evitar que el sectarismo-dogmatismo consumara un desastre en ese
campo, al mismo tiempo que sostener la primacía de la revolución frente a cualquier
problema específico, y por tanto su derecho a controlar la actividad intelectual y la
libertad de expresión en todo lo que resultara necesario, reclamar a los intelectuales
tener fe o confianza en la revolución, respaldar al Consejo Nacional de Cultura sin dejar
a su pleno arbitrio el campo cultural y fortalecer la política de instituciona- lización
estatal y de organizaciones sociales, que llevaba hacia la constitución de una Unión de
Escritores y Artistas.
Fidel habla allí como el máximo dirigente revolucionario, y logra mantener una relación
íntima entre los principios, la estrategia y la táctica, en medio de una situación política e
ideológica muy compleja. Su largo discurso es siempre en tono persuasivo, maneja
argumentos y trata de influir y convencer. No ordena ni comunica decretos, no condena
al documental PM y es muy cuidadoso en cuanto a no pretender que unos u otros
tengan la razón, reconoce que se han expresado pasiones, grupos, corrientes,
querellas, ataques, incluso víctimas de injusticias. No utiliza nunca expresiones como
"problemas ideológicos" o "servir consciente o inconscientemente al enemigo"que han
sido tan funestas para la cultura en la revolución. Al contrario, su discurso contiene gran
cantidad de giros como estos: "la Revolución no puede ser, por esencia, enemiga de
las libertades";"la Revolución no le debe dar armas a unos contra otros":"cabemos
todos: tanto los barbudos como los lampiños..."¡"tenemos que seguir discutiendo estos
problemas (...) en asambleas amplias, todas las cuestiones" Lo
que reivindica es el derecho del Gobierno Revolucionario a fisca-lizar lo que se divulga
por el cine y la televisión en medio de una lucha revolucionaria, por su influencia en el
pueblo. Pero también matiza su exigencia: "lo puede hacer equivocadamente, no
pretendemos que el Gobierno sea infalible" Y hace entrar toda la discusión en el marco
de los hechos portentosos que está viviendo el país en el campo cultural.
Todos recordamos las frases famosas:"...dentro de la Revolu-ción, todo; contra la
Revolución, nada (...) ¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas,
revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la revolución: todo; contra la
revolución, ningún derecho." Las frases repetidas hasta el cansancio y sin atender a su
significado, como rezos, pierden su valor, cualquiera sea su autor. Si recuperamos
estas, contienen, a mi juicio, la defensa de la posición revolucionaria cubana, de un
poder muy reciente e inexperto en medio de una lucha tremenda, frente a la política
elitista y la pretendida "pureza ideológica" predominante en las ORI. La idea del
intelectual honesto, valioso en sí mismo, que no milita en la revolución, le permite a
Fidel hacer planteamientos fundamentales respecto a los problemas reales de la
transición socialista. "La Revolución, debe tener la aspiración de que no solo marchen
junto a ella todos los revolucionarios (...) la Revolución debe aspirar a que todo el que
tenga dudas se convierta en revolucionario (...) la Revolución nunca debe renunciar a
contar con la mayoría del pueblo"
Yo veo la trascendencia de Palabras a los intelectuales en el conjunto de la
intervención de Fidel y en sus objetivos, más que en la frase famosa, que a mi juicio
atendía a lo esencial de aquella coyuntura, y no al propósito imposible de enunciar un
principio general permanente de política cultural. Opino que fue trascendente porque
supo poner muy bien en relación la actividad intelectual y artística con la revolución que
estaba sucediendo en Cuba, y porque estableció una forma honesta y clara —revolu-
cionaria— de relación entre el poder y los intelectuales, que ha sido transgredida
innumerables veces, pero sigue ahí en su pres-tigio y su alcance, como una meta a
alcanzar.
Los que al inicio de los años sesenta éramos apenas jóvenes revolucionarios
estudiosos, utilizamos con entusiasmo a nuestro favor la frase famosa de Palabras...
"Dentro de la revolución todo" en nuestra interpretación quería decir: todos los que
somos revolucionarios activos tenemos derecho a pensar, a expresar nuestros criterios
y a leer lo que nos dé la gana.
Quien desee profundizar en este tema tiene a su favor la multiplicación en la etapa
reciente de la información pública acerca del proceso de la cultura en los primeros años
del poder revolucionario, a través de documentos personales, testimonios, reediciones
de trabajos polémicos de entonces y algunos textos de análisis. Eso, y la delicada
situación de la lucha cultural actual, permite y exige a la vez desterrar la extrema
simplificación desarmante que suele hacerse de Palabras a los Intelectuales.
Según tu opinión, ¿fue favorable o no la etapa de los sesenta, sobre todo esos
primeros años, para la producción teórica?
Sí, fue favorable, y no hay parcialidad en mi respuesta. Ante todo, porque forzosamente
debía desarrollarse el pensamiento. Con la Revolución, había cambiado incluso el
sentido de los tiempos. El presente se llenó de sentido y se convirtió en
acontecimientos. Cada mañana todo el mundo corría a leer el diario, porque venía una
ley o había pasado algo muy importante. Era necesario conocer el pasado o volver a
entenderlo, traer hechos, voces y personalidades olvidados o nunca apreciados, y
poner a otros en su lugar histórico. El futuro dejó de ser a unos días vista, de estar
acotado por los avatares y proyectos de la economía y la vida familiares, de ceñirse a
la próxima zafra o las próximas elecciones presidenciales. El futuro se extendió en el
tiempo y se volvió trascendente, y se convirtió en un proyecto que era necesario
dilucidar. Esos cambios en el sentido de los tiempos exigían pensar, y eran solo uno de
los asuntos que exigían pensar. Cuando todos pasamos de percibir a la revolución solo
como acontecimientos a percibirla como un proceso, tenían que florecer las
elaboraciones intelectuales. Otra motivación principal fue que
en el capitalismo lo decisivo es la reproducción del sistema y su tipo de relaciones, por
muy diversos que sean los productos inte-lectuales, mientras que para nosotros lo
decisivo era la intencionalidad y la creación.
Sin embargo, no hay que confundir la necesidad con su satis-facción. Por una parte,
como te dije, el pensamiento cubano exis-tente no era adecuado para plantear bien los
nuevos problemas. Desde 1961 fue prácticamente echado a un lado, abandonado más
bien que criticado, y eso tuvo aspectos negativos. Por otra parte, con el socialismo
asumimos la teoría marxista, con gran entusiasmo y fervor, pero sin ningún examen
crítico serio, y eso también tuvo aspectos negativos. Cuba hacía la primera revolución
socialista autóctona de Occidente y estaba en la vanguardia del movimiento
revolucionario antineocolonial mundial, pero recibía una teoría filosófica como guía de
la ideología y de las actividades intelectuales, en plena segunda mitad del siglo xx. Era
como un "sésamo ábrete" especulativo que debía alumbrar las situaciones y los
problemas, y guiar las actuaciones. En su forma más estructurada era un sistema que
lo regía todo —"la natu-raleza, la sociedad y el pensamiento"—, una ciencia de las
cien-cias, y la ciencia era el producto humano más notable. Es decir, la especulación
filosófica moderna europea más el ideal científico de la segunda mitad del xix, con una
curiosa mezcla de evolucionismo y positivismo, más la ideología del progreso.Todos
debíamos creer, o aceptar, que así se "demostraba" la cientificidad y el carácter
superior del socialismo, y su inevitabilidad.
No te repetiré mis valoraciones críticas sobre el llamado marxismo-leninismo, la
necesidad de ubicarlo históricamente en la historia de la URSS y su campo político, y
su historia y funciones en Cuba después de 1959, que ya he publicado bastante. Aquí
me limito a señalar dos cuestiones. Una, el intento de legitimar con esa ideología al
grupo sectario y ambicioso al que me referí, primero; pero después también esa
ideología como legitimación de una comprensión del socialismo para Cuba regida por
la vigente en la URSS, con las usuales salvedades de "adecuado a las condiciones
de','o de"las particularidades"que no afectaba lo esencial del seguidismo. Pero al
mismo tiempo, el conjunto de los
revolucionarios asumía las ideas de Marx, Engels, Lenin y otros marxistas, como
fundamentos de la posición revolucionaria. Esto era muy positivo y natural, pero hacía
inevitables las confusiones y ambigüedades. Dos, la inadecuación general de aquella
ideología para plantearse bien, y aún más para intentar resolver, los problemas y las
necesidades del pensamiento revolucionario en medio de tantas luchas y urgencias.
Comprenderás que esto resultaba desconcertante.
La situación de la teoría era muy difícil, los medios con que contaba el pensamiento
eran insuficientes y los escollos eran enormes, pero la acumulación cultural cubana
previa y la fuerza de la necesidad de la Revolución se reunieron y se impusieron. Fidel,
el Che, Dorticós y algunos otros líderes plantearon las cuestiones esenciales y los
rumbos posibles, y comenzaron a expresar ideas básicas para la elaboración de un
pensamiento de la Revolución. Como era esperable, ese proceso resultó sumamente
polémico. Con una mezcla de audacia intelectual muy notable, apego férreo a los
principios de la Revolución Cubana y a los saberes que iban dimanando de sus
prácticas, búsqueda y estudio del pensamiento de Marx, Engels y Lenin y cierta dosis
de antintelectualismo, comenzó a desarrollarse el pensamiento de la nueva Revolución
Cubana.
El rechazo al marxismo soviético tuvo que ver con la mala reputa-ción que tenía el
sistema soviético en su relación con los intelectuales. ¿Qué significación tuvo esta
postura de rechazo por parte de la intelectualidad?
En el caso del grupo al que yo pertenecí, el Departamento de Filosofía de la
Universidad de La Habana, llamado también grupo de la calle K —los que después
hicimos Pensamiento Crítico—, el rechazo fue primero a posiciones de la URSS, y
nació por razones políticas y no intelectuales. Pienso que lo mismo debe haberle
sucedido a muchos otros cubanos en esos años. La Revolución Cubana era socialista
de liberación nacional, antimperialista sin concesiones, intemacionalista, partidaria de la
vía armada para tomar el poder —de lo cual era un ejemplo brillante que entu
siasmaba a muchos pueblos—, radical expropiadora de los ex-plotadores y repartidora
de la riqueza social y las oportunidades. No procedía del movimiento internacional
comunista, pero realizaba lo que este tenía como objetivo a largo plazo, y desde abril
de 1961 se declaraba abiertamente socialista, anticapitalista y comunista. Todas esas
características tenían que resultar conflictivas respecto a la URSS y su campo, pero al
mismo tiempo desde 1960 crecían los nexos entre Cuba y la URSS, que pronto se
volvieron de una importancia principal para nosotros, y era natural que militantes y
simpatizantes del comunismo en América Latina y otras regiones fueran solidarios con
Cuba y partidarios de su revolución.
Las Declaraciones de los Partidos Comunistas de 1957 y 1960, que aparecieron
enseguida entre los materiales de estudio, sostenían la política de coexistencia pacífica
entre el capitalismo y el socialismo orientada por la URSS, que combinaba oposición y
conversaciones con Estados Unidos, y se regía por sus intereses estatales. Mientras, la
Revolución Cubana era condenada a muerte por el imperialismo, sometida al bloqueo y
las agresiones, y se veía obligada a poner toda su fuerza y su vida en aquel
enfrentamiento. A su vez, Cuba era realmente intemacionalista, desde el inicio del
poder revolucionario, con los revolucionarios latinoamericanos, con los argelinos, con
otros africanos, pronto lo sería con los vietnamitas, y proclamaba abiertamente que esa
era la actitud que debían tener todos los revolucionarios. Las grandes relaciones
económicas y la ayuda militar podían establecerse aunque ambos países tuvieran
tantas diferencias, pero la supuesta identidad ideológica y de ideales y objetivos a largo
plazo tenían que generar contradicciones, forzosamente.
La victoria de Girón constituyó una gran alegría para todos los soviéticos y comunistas,
pero los geopolíticos preferían llamarle a Cuba socialista "la Isla de la libertad" La
Segunda Declaración de La Habana, de febrero de 1962, era inaceptable para la línea
reformista; en varios países latinoamericanos los partidos comunistas no la divulgaron.
Pero lo decisivo fue la
actitud del gobierno de la URSS durante la Crisis de Octubre, que todos conocen.
La literatura marxista al alcance de los que iban en busca de ella, entusiastas y
fervorosos, pertenecía en su mayoría a la corriente de la URSS. Desde 1961 hasta
1967 la organización política de la Revolución mantuvo un sistema de escuelas de
instrucción política que priorizaba los materiales de esa co-rriente y seguía la
concepción teórica del Materialismo Dialé-ctico e Histórico."Las Escuelas"el Consejo
Nacional de Cultura y otros medios divulgaban esas posiciones y trataban de que se
instituyeran como el canon para todos. Eso recibimos los jóvenes de mi grupo en
nuestra formación básica, y esa corriente fue lo que comenzamos a enseñar como
docentes en las Universidades, cuando la Ley de Reforma implantó la asignatura de
Filosofía Marxista en todas las carreras.Tuvimos que romper con la corriente de la
URSS para lograr cumplir nuestra función intelectual en la Revolución.
El campo de la literatura y el arte se vio afectado por la situación general a la que me
he venido refiriendo, y por problemas específicos como los que traté al responder sobre
Palabras a los Intelectuales. Quisiera agregar algunas cuestiones. Está claro que podía
ser ominosa la combinación entre el poder y la sociedad vueltos hacia el
enfrentamiento directo a la contrarrevolución y el imperialismo, desgarrados y urgidos
por la dura lucha de clases y exigiendo a todos las conductas correspondientes, por un
lado, y por otro la adopción de un socialismo que fuera a seguir el modelo del sistema
de dominación de la URSS y su campo, que era con mucho la principal experiencia del
socialismo en el mundo. Los funcionarios del grupo referido de las ORI más aquellos
que se sintieran prosoviéticos eran sin duda promotores de esa adopción, pero hay que
sumar los atractivos que portaba la URSS ante los cubanos de los primeros años
sesenta. La gesta de la Revolución bolchevique y de Lenin era un maravilloso
antecedente, con objetivos liberadores socialistas como los nuestros, la obra social que
cambió la vida en el antiguo imperio zarista, el heroísmo incomparable durante la
Segunda Guerra Mundial, las obras literarias y artísticas soviéticas, las armas que
llegaban, los
adelantos tecnológicos y de producción, un cine diferente, todo eso tenía que influir a
favor de la URSS. Además, podía ayudar a salir del inmenso peso cultural que tenían
en Cuba los Estados Unidos, sin correr el riesgo de que la URSS pudiese ocupar ese
lugar cultural.
Por suerte no tengo que alargar mi respuesta hablando de la historia cultural ulterior de
esas relaciones entre Cuba y la URSS, y de sus consecuencias hasta hoy. Pero es un
tema que sin duda tiene gran interés.
La historia negra de las represiones en la URSS y del autori-tarismo sistemático del
poder sobre el campo literario y artís-tico era muy conocida en Cuba, y despertaba un
temor que se agrandaba con razón, por las actitudes soberbias de funcionarios con
rango en el campo cultural, que pretendían imponer el realismo socialista, clasificar
ideológicamente a obras y ar-tistas, controlarlo todo en el sector y repartir premios y
casti-gos. Se puso en circulación una literatura a favor de ese dominio y del
dogmatismo, con artículos y folletos de producción nacional y libros importados.
Recuerdo un poco un Manual de Estética Marxista Leninista —insisto en la gran ofensa
a Lenin que significó este uso de su nombre— que afirmaba que las obras de Proust,
Joyce y Kafka eran una clara expresión de la degeneración y putrefacción del
capitalismo. Imagínate la respuesta de los muchachos como yo: buscar sin descanso a
esos tres autores para leerlos. Pero piensa sobre todo en los artistas y literatos
profesionales: para ellos se trataba de una agresión a sus vidas y sus obras.
Como era de esperar, hubo mucha polémica alrededor de esas ideas y esos
problemas, como la hubo en Cuba en esos años acerca de los problemas principales
de la sociedad, de cómo actuar, de la conciencia, la economía, el poder, la Revolución,
su esencia y su proyecto, del mundo de entonces. En aquellos tiempos eso era lo más
natural del mundo, una historia posterior de retrocesos relegó todas las polémicas al
olvido —con el designio de que la idea misma de debate fuera olvidada—, pero desde
hace años ha vuelto la historia de las polémicas y una parte de ellas. Yo con-fío en que
las generaciones jóvenes, que serán las decisivas en
todo para el futuro de nuestro país, las estudiarán y se lanzarán a conocer toda esta
historia de la Revolución, que les pertenece, sin omisiones, temores ni remilgos.
Sugiero, por ejemplo, hacer un repertorio de los asuntos que se discutieron, ver en qué
medi-da y cómo se ocupaban de la vida y las cuestiones principales, y pensar cómo
puede esto servir para promover la ampliación, la profundización y la eficacia de los
debates en la actualidad.
Las polémicas culturales constituyeron en su conjunto un avan-ce notable de las ideas
de la Revolución socialista cubana y del pensamiento nacional. En cada campo en que
fue necesario ir mucho más allá de lo que parecía posible, la Revolución tuvo que ser
audaz y creativa de maneras específicas, para lograr ser eficaz y poner las cosas en un
terreno nuevo y suyo. En el cultural, las polémicas permitieron romper las prisiones del
pensamiento anterior, de la amenaza de la militarización de la cultura y de la imposición
del dogmatismo y el sectarismo. Los cambios cultu-rales colosales que en la práctica
conseguía la Revolución tuvie-ron un parangón intelectual en las polémicas, que
planteaban los nuevos problemas y aportaban ideas nuevas, no temían oponerse a lo
establecido o a las creencias y prejuicios, y trataban sus temas con lenguaje claro y
llano Ellas nos ayudaron a romper la funesta "correspondencia" que exigía el
dogmatismo-reformis- mo, violentar los datos de la realidad e ir más allá de la reproduc-
ción de la vida vigente, requisitos sin cuales no se logra ser revolucionario. Recuerdo
que el Presidente Osvaldo Dorticós, reunido con nuestro grupo en una fecha temprana
de 1964, nos dijo que los manuales soviéticos no servían para estudiar marxismo en
Cuba, y que nosotros estábamos obligados a incendiar el océano, aunque agregó que
él no sabía cómo lo haríamos. Nos emocionó, porque el compañero Dorticós tenía una
gran autoridad política y moral, y nos hizo ver claro que la tarea sería difícil, pero
tendría que hacerse.
La utilización revolucionaria del desarrollo previo a 1959 en cultura política, desarrollo
de la literatura y el arte y conocimientos sobre ellos, comunicación, libertad de
expresión y otros factores, facilitó la riqueza y el alcance de las polémicas de estos
años. Los intelectuales cubanos fueron capaces de no aceptar o
rechazar en bloque al socialismo europeo y sus productos. Se comenzó a asumir la
maravillosa experiencia cultural proveniente de la Revolución bolchevique y del campo
del comunismo y el marxismo, o que fue influido por ellos. Se buscaban las obras y las
polémicas de los políticos y los intelectuales revolucionarios, como Lenin, Trotski,
Gramsci, Lunacharski, de artistas como Maiakovsky,Tatlin, Gabo y Pevsner, Brecht,
Gorki, del proceso de la cultura y la revolución, del Proletcult al Congreso de la Unión
de escritores soviéticos de 1934, las relaciones entre las creaciones artísticas y el
compromiso político, la militancia de los artistas y escritores. El estupendo cine
bolchevique conmovía a los cubanos. Los lectores recientes y los que ahora leían libros
entraban a saco en la literatura que venía de allá, junto a los libros cubanos y
latinoamericanos que se multiplicaban.
El rechazo fue muy localizado y consciente, y no tenía ni una pizca de lo que llamaban
anticomunismo. Recuerdo con orgullo que Alejo Carpentier publicó La caballería roja,
de Isaac Babel, del que Hemingway dijo una vez que había sido su maestro, y que
veíamos todo el cine que podíamos, de Eisenstein, Dovshenko, Vertov. Pero también
conocíamos las historias que después fueron silenciadas en Cuba. A Babel lo fusilaron
en un campo de concentración, al autor de El maestro y Margarita, Mijail Bulgakov, le
prohibieron volver a publicar, y Alexander Fadeiev, el autor de La joven guardia, se
suicidó en 1956, al parecer avergonzado de su actuación en la Unión de Escritores. A
pesar de ser nosotros tan jóvenes e ignorantes, del trabajo sin fin y el insomnio de
participar en la Revolución Cubana, nos apoderamos de la historia de la Revolución
bolchevique, su literatura y su arte, hasta donde pudimos. No sentíamos ningún
desprecio, al contrario, una gran admiración hacia aquella Revolución y sus productos,
y aspirábamos, igual que ellos, a asaltar el cielo.
¿Cómo afrontar desde la realidad de los sesenta el dilema ético de las contradictorias
relaciones entre los intelectuales y la Revolución?
¿Cómo hacer coincidir la libertad de pensamiento tan necesaria para el intelectual con
el compromiso político dentro de la Revo-lución?
Son dos preguntas.... ¿Te refieres a cómo sucedió, o a cómo lo veo hoy?
Quiero que me hables de cómo sucedió, pero también, desde tu perspectiva y tu visión
de intelectual revolucionario, de cómo se pueden hacer coincidir estas dos
dimensiones, porque allí es donde está el dilema ético de todo intelectual en la
Revolución. Son dos preguntas, pero te doy la oportunidad de responderlas como una
sola.
Los miembros de mi grupo éramos muy jóvenes en los primeros años sesenta,
carecíamos de trayectoria intelectual. En mi caso, me hice militante revolucionario en la
adolescencia y como tal acostumbraba a tomar mis decisiones. Hice la carrera
universita-ria entre 1959 y 1964, pero hasta 1963 no le daba entidad a las cuestiones
intelectuales respecto a mis actividades en la Revo-lución, aunque desde niño me
apasionaban la lectura y la música, y me gustaron mucho mis estudios. Solo después
comprendí que desde 1959 estaba participando en conflictos ideológicos en los cuales
ejercía mi libertad de pensamiento y actuaba consecuen-temente, dentro de la
pertenencia a la Revolución. Por ejemplo, en cuanto a la necesidad de una profunda
revolución agraria, al creer firmemente que la revolución tenía que ser contra los ricos
de Cuba y contra el imperialismo, al compartir las ideas socialistas que existían dentro
del 26 de Julio y apoyar siempre las posiciones radicales en los diferentes medios
sociales y políticos, o al no aceptar ser miembro de las ORI en 1961. Durante el
predominio del llamado sectarismo estaba opuesto a esa línea, pero no disminuían mi
fidelidad a la Revolución ni mis actividades.
Cuando comencé a entender conceptualmente el problema que me preguntas, y a
sentirme parte de él como intelectual, me dije: "si uno es revolucionario debe
comportarse siempre como un revolucionario. Frente a eso, todas las demás
cuestiones son secundarias"Toda la vida he mantenido esa posición, pero en cuan-to
pasas de enunciarla en general a practicarla en las situaciones concretas, verás que
casi nunca es simple, que muchas veces exi
ge elecciones y decisiones muy difíciles, conflictivas, y algunas veces dudosas y
angustiosas.
El revolucionario no está obligado a estar de acuerdo con todo lo que se diga o se haga
en nombre de la Revolución. Eso no es ser revolucionario. Nadie lo es porque porte un
carné de una organización, ni porque obedezca todo lo que le digan. Todos abrazamos
la revolución socialista al inicio de los sesenta, y eso estuvo muy bien, porque para
hacer las revoluciones verdaderas hay que abrazarlas primero y entregarse a ellas, no
se comienza por estudiar o debatir. Pero la misma práctica demostró pronto que aquel
era el objetivo más ambicioso que ha existido nunca, que implicaba una subversión a
fondo de la manera de vivir y de pensar, de las relaciones usuales, del sentido común,
y sobre todo que sería hijo de un sin fin de creaciones, que consistiría en un proceso
sumamente prolongado de liberaciones de las personas, de las relaciones
interpersonales y humanas en general y de las relaciones sociales. Y una sustitución
progresiva de las instituciones existentes por otras, incluidas las que el mismo poder
socialista fuera creando, hasta llegar a la extinción de todos los aparatos de
dominación. Pero la época de transición socialista exige crear y mantener un poder
muy fuerte, capaz de cumplir sus papeles en el enfrentamiento con éxito a todos los
enemigos, las insuficiencias, las desviaciones del rumbo y los retrocesos, y en las
transformaciones tan ra-dicales y nunca antes vistas a las que me referí. Por eso el
Che tuvo que decir:"hemos sustituido la lucha viva de las clases por el poder del Estado
en nombre del pueblo!
El reto es tan difícil que, con los descalabros y el paso del tiempo, pueden desgastarse
los impulsos y las ideas liberadoras, hasta llegar a parecer natural conformarse con
mucho menos que los objetivos iniciales. Mucho más grave que eso es la formación de
grupos de poder que se deterioran, dejan de ser revolucionarios, establecen formas de
dominación en nombre del socialismo y tratan de hacerlas permanentes y legitimarlas,
o por lo menos expropian una parte de los medios y el poder en beneficio de sus
intereses. Se forman así
situaciones híbridas, ocultadas por la ausencia de una crítica abierta y profunda a las
insuficiencias del país en que sucede la transición socialista y sus consecuencias —
como son el burocra-tismo, el mercantilismo y las combinaciones de ambos—, y a las
acciones y actitudes de los que han abandonado la revolución sin renunciar a sacarle
provecho. Está claro que el complejo de relaciones sociales y actitudes y
comportamientos personales existentes está lejos del ideal socialista enunciado como
pro-yecto, por eso en la transición socialista son fundamentales los procesos
educativos, la coerción social, los órganos revoluciona-rios, la movilización y el poder
popular.
Este marco general del que te hablo no puede ser jamás olvi-dado al tratar de
responder a tu pregunta, pero cada tipo de actividad tiene sus características, sus
condicionamientos y sus deberes. No repetiré nada de lo hablado hasta aquí, pero es
obvio que los problemas de lo que se llamaba entonces el compromiso del intelectual,
las relaciones entre las libertades y los deberes, entre las actividades artísticas y
literarias y el poder revolu-cionario, eran objeto de una atención muy grande y
permanente en los años sesenta. En el grupo del Departamento de Filosofía los
estuvimos viviendo desde el inicio. En diciembre de 1966 escribí un artículo sobre estas
cuestiones, llamado "El ejercicio de pensar','que apareció en El Caimán Barbudo de
febrero de 1967. Cuarenta años después lo he rescatado, porque no me parece
desatinado, y lo publiqué dentro de un libro mío reciente, que titulé, precisamente, El
ejercicio de pensar.
Entre tantos otros temas que no te he mencionado está el de la diferencia manejada en
los años sesenta entre las relaciones de los intelectuales ya formados con la
Revolución y la esperada aparición de los intelectuales de la Revolución. Es obvio que
ha-bría enormes diferencias entre los jóvenes cuya biografía inte-lectual fuera posterior
a 1958 y los "viejos" pero hoy me sonrío al pensar en la ilusión de que serían una
especie de anuncio precoz del comunismo para la literatura y el arte. Es natural que
fuéramos irreverentes, osados y apresurados, pero con honestidad te digo que, entre
aquellos jóvenes, solo los oportunistas y algún que otro tonto se creyeron superiores.
En cuanto a mi persona,
viví con gran pasión y una dedicación sin límites aquella aventura intelectual dentro de
la herejía cubana de los sesenta, y me atuve a las consecuencias de mis actos cuando
esa etapa terminó. En estas dos últimas décadas he ido volviendo sobre aquellos
hechos e ideas, guiado ante todo por la convicción de que los jóvenes cubanos de hoy
necesitan apoderarse del proceso completo de la Revolución, para enfrentar con
probabilidades de acierto y de triunfo los tiempos que comienzan. Tampoco viene al
caso repetir aquí lo que he ido publicando.
Pero sí quisiera llamar la atención sobre algunos puntos, ati-nentes a tu pregunta
doble. Sentirse parte de una causa muy gran-de y articulada, que lo trasciende a uno
aunque existe porque cada uno se entrega a ella, compartirlo todo y ser hermano de
las compañeras y los compañeros, brinda una seguridad y una tran-quilidad de espíritu
extraordinarias. Sin embargo, pueden ser engañosas para el trabajador intelectual, si
falta a sus obligaciones y se refugia en ellas cuando no debe hacerlo. No se puede
entender la revolución y la transición socialistas como las vengo planteando aquí y
creer que ellas transcurren sin conflictos y choques internos, e incluso
desgarramientos, y que la vida de cada participante, cobijado bajo el techo de la causa,
será placentera y tranquila. Cada uno tiene deberes relativos a sus capacidades y
dedicaciones, y el intelectual está obligado a pensar y a crear en los territorios de lo no
predecible, lo bello, lo conflictivo, lo que vendrá mañana, lo que molesta, lo que debe
ser, los sueños. Si es revolucionario socialista, su oficio es trabajar directamente con la
primacía de lo subjetivo y de la intencionalidad, dos rasgos básicos de esa revolución.
Entonces tiene que ser militante con rasgos particulares, que respondan a ese oficio, y
no dejarse llevar por la obediencia en vez de la disciplina, ni ser un adorno o un bufón
en vez de un intelectual, ni temer a equivocarse en su trabajo, ni incurrir en cobardía
política.
Está claro que es difícil, muy difícil. Nada importante es fácil, y todos los oficios tienen
sus riesgos. Puede exigir quedarse alguna vez solo, a la intemperie, rechazado y como
despojado de la pertenencia a su causa, y no saber si alguna vez volverá a ser
entendido y admitido. Puede doler, pero nunca se compararía al dolor de comprender
un día que uno no supo ser fiel ni a su causa ni a su oficio. La libertad de pensamiento
no se entiende bien cuando se la invoca en general, porque no existe en general. La
disciplina de cada uno y las necesidades de la causa pueden po-nerse de acuerdo para
impedir que un pensamiento o una obra valiosos lleguen a los demás, pero eso
siempre debe ser muy concreto y muy sujeto a una circunstancia, es decir, debe ser
una excepción, no una regla. Más duro es cuando uno piensa que no ha habido tal
necesidad, que es un error o un conservatismo. En-tonces hay que pesar bien todos los
factores, lo que se quiere salvar, defender o impulsar, la táctica y la estrategia, el
obstáculo que hay que evitar, la espera necesaria o, por el contrario, el principio al que
hay que sacrificarse para que viva y perdure. El intelectual y el artista tienen deberes
difíciles en la revolución socialista.
El trabajo intelectual está obligado a ser muy superior a las condiciones de
reproducción de la vida social en que se realiza. Si se resigna a ser limitado por ellas,
no vale la pena. El trabajo intelectual no debe llevarse por la escasez, ni de recursos ni
de miras, ni por los límites reales o establecidos. Debe tenerlos a todos en cuenta,
siempre, pero no guiarse por ellos, sino por su deber de ser capaz de ir mucho más
lejos, en su campo, de lo que se espera. Su lógica es diferente a la de otras
instituciones y labores de la sociedad. El que, por ejemplo, no expresa su criterio o no
lo plasma en su obra para no resultar conflictivo y no correr riesgos —por razones que
siempre son mezquinas, aun si no responden a intereses egoístas—, no está
cumpliendo su función como intelectual ni su deber con la revolución. Tenemos que
ayudar a cuestionar lo que parece seguro, mostrar otras aristas de lo que parece
conocido, abrir caminos nuevos.
El poder en la transición socialista cubana también tiene de-beres muy difíciles que
cumplir. Ante todo, está obligado a ser de naturaleza diferente al poder que ejerce el
capitalismo sobre los intelectuales y artistas. Es cierto que los medios, las normas, los
incentivos y otros factores son muy disímiles en uno u otro sistema, pero eso no basta.
En los primeros años sesenta, el armamen
to general del pueblo suplió la falta de un antagonismo entre el proletariado consciente
y la burguesía que Marx había considerado indispensable para la revolución socialista,
y la movilización permanente del pueblo para lograr bienestar material y desarrollo
económico, actuando dentro de un poder que era al mismo tiempo suyo y dueño de la
economía nacional, suplió el requisito clásico de haber alcanzado un grado de
desarrollo económico suficiente para pretender alcanzar el socialismo. Ambos logros
pusieron bases prácticas para que se pensaran y lograran grandes avances teóricos.
Desde entonces a hoy habría que analizar e historiar cómo y en qué grado los factores
subjetivos han sido decisivos en el proceso del último medio siglo, y cuándo y cómo se
han visto relegados. Los formidables desajustes que registran hoy nuestra vida social y
el mundo de las ¡deas y sentimientos están siendo paliados, y en cierta medida
contrastados, por el alto nivel cultural de la población y su gusto por los productos
culturales. Se trata entonces de un terreno de la mayor importancia política.
Los términos acertados de la relación deberían tener a la cul-tura, en su sentido más
abarcador, como el ámbito en el que se inscribe lo político, y no concebirla como un
objeto y dividirla en "sectores" a los que los políticos "atienden" entre ellos el de los
literatos y artistas. Pero en las condiciones actuales lo acertado es al menos que el
poder político y las estructuras defiendan la entidad específica de las diferentes
actividades culturales, su autonomía relativa y sus desarrollos como parte del
desarrollo de la transición socialista. Literatos, artistas y pueblo han alcanzado un nivel
cultural extraordinario, su conjunción constituye un potencial tremendo de la
Revolución. Por eso no se pueden tratar burocráticamente, no se les puede hacer
víctimas del autoritarismo y la arbitrariedad, o del miedo a que resulten díscolos,
molestos o irresponsables, o la absurda creencia de que su actividad puede debilitar la
defensa de la Revolución, cuando es una de sus fuerzas mayores. Ni es suficiente
tratarlos con una condescendencia benévola, como a muchachos que si siguen bien
llegarán a ser buenos adultos. Vuelvo a recordar lo que considero esencial de la
comunicación de Fidel en la Biblioteca Nacional en junio de 1961: escuchar, dialogar,
argumentar, no pretender tener toda la razón o
estar obligado a dar lecciones siempre, aprender entre todos, convencer, conducir,
ganarse una y otra vez el derecho a dirigir.
En tu pregunta doble es muy acertado, a mi juicio, el uso de las expresiones dilema
ético y compromiso político. Cada persona suele aprender a guiar y juzgar sus actos a
partir de una ética determinada, que combina educación recibida y decisiones indi-
viduales. Dentro de la Revolución hemos asumido y desarrollado posiciones éticas con
un denominador común muy fuerte, que tienen sin embargo sus contenidos
diferenciados y una historia discernible y ligada a las formas sociales de dominación y
de lu-chas contra ella. Una vez publiqué unas notas parciales sobre ese tema. Pero
defiendo la noción de que la ética y la política son dos cosas diferentes. La política
revolucionaria tiene que elaborar sus reglas propias, y está obligada a regir el proceso
de transición socialista. La ética debe ser el juez y la brújula de esa política y, cuando
sea necesario, deberá ser como un perro con rabia que muerda a la política. Porque la
política es realmente revolucionaria si posee una dignidad propia y tiene como fin servir
al pueblo y al proyecto liberador. Recuerdo cuando yo era un joven- cito y una tía,
antigua obrera despalilladora de tabaco que se tuberculizó en el trabajo, me decía:"no
te metas en eso, a ustedes los van a matar y los políticos viven de ustedes, la política
es una cosa muy sucia! Si la política volviera a ser una cosa muy sucia, la Revolución
estaría perdida.
La política debe ser capaz de conducir al intelectual, ayu-darlo a cumplir como
intelectual, a ser cada vez más libre, a hacer política como ciudadano y a exigir como
intelectual. Más allá de las insuficiencias, y peleando contra ellas, es impres-cindible
que todos los participantes, sean cocineros, funcio-narios o intelectuales, tengan
posiciones éticas revolucionarias. Me gusta mucho recordar lo que el joven Raúl Roa,
preso en 1931, le escribió a Jorge Mañach:"EI intelectual, como ve más profundamente
y mucho más lejos que los demás, está obligado a hacer política" Aunque su
circunstancia era tan diferente a la nuestra, creo que su proposición tiene valor
permanente. En los años sesenta los jóvenes como yo no nos planteábamos estar con
el poder o contra el poder: formábamos
parte de un poder popular. Admirábamos y seguíamos a nuestros líderes, sin añadir
ningún título o cargo a sus nombres y sin sombra de adulación. La entrega a la causa,
el desinterés perso-nal, la laboriosidad extrema, eran virtudes que se consideraban
naturales en los revolucionarios —cualquiera fuese su dedicación particular—, y tener
criterios propios no era un defecto. Podría hacerte un listado descomunal con la falta de
capacidades, los errores garrafales, las conductas primitivas o inadmisibles respecto a
la sociedad que queríamos crear, Un trovador al que todos queríamos le decía a su
amada:"afuera los lobos son lobos aún" Pero la política, los esfuerzos, el proyecto, los
sueños, eran de todos y los compartíamos entre todos los compañeros.
La segunda etapa de la Revolución en el poder, desde el inicio de los años setenta,
implicó un recorte del proyecto y del alcance de la Revolución. He escrito mucho sobre
los rasgos y el carácter contradictorio de esa etapa, y sobre sus consecuencias.
Aceptar que fue así sólo será útil si le sacamos provecho a conocer sus hechos y
comprender en qué consistió, por qué sucedió, cómo y en qué la hemos superado,
hasta dónde, qué secuelas que nos ha dejado se han vuelto crónicas. En julio de 2007,
en el Instituto Superior de Arte, me referí a lo que algunos de los presentes llamaron "el
decálogo del dogmatismo',' una síntesis de las características de ese flagelo que ha
sobrevivido a lo que en aquella época era su condicionamiento social y sigue vigente.
El conocimiento es un buen paso hacia adelante, le permite a un pueblo culto ejercer
su juicio, fundamenta la denuncia de una lacra y contribuye a su descrédito, y tiene que
servir para lo decisivo, que es actuar y erradicar el dogmatismo. La recuperación
analítica de los hechos del proceso revolucionario está muy lejos todavía de ser fuerte,
por eso también es tan valiosa la contribución que han hecho y siguen haciendo
ustedes en la Universidad Central de Las Villas.
¿Cómo puedes resumir tu legado como intelectual al pensamiento cubano actual, como
artífice del período estudiado?
Afortunadamente, yo no puedo definir mi legado. Creo que el que sea capaz de definir
su legado es bastante vano y bastante vanidoso. Sí puedo dar algunas pistas a los que
se vean frente a esa misión tan ímproba en un momento posterior. Me fui dando cuenta
de lo que debía hacer en momentos sucesivos de mi vida, desde que era un
adolescente. Uno de los momentos, si me atengo a la época que interesa a tu
entrevista, fue aquella tarde tremenda en que un compañero que dejaba de ser
compañero me emplazó a decidir de parte de quién pelear. Traté de convencerlo de
que la Revolución era una sola, que no era Fidel por un lado y los comunistas por otro,
como él creía. Cuando se fue, me quedé pensando,y me dije:"pero, Fidel es
comunista.Y si Fidel es comunista,yo tendré que ser comunista también" Desde aquella
reflexión tan primitiva hasta hoy, he tratado y logrado ser consecuente. Me gustaría que
me sacaran la cuenta, y que no lo olvidaran: he sido consecuente. Me he visto, por
consiguiente, en la necesidad de ser empecinado y de ser creativo. Prefiero no hablar
de eso, pero llevaba ya más de veinte años haciéndolo cuando leí el lema que asumía
un señor en la Italia del siglo xv,y me gustó para sintetizar mi posición. En español
sería: "mantener lo que pienso,y no enmendar" He mantenido lo que pienso y no me he
enmendado.
No es fácil ser capaz de tener en cuenta la complejidad de las cosas cuando lo que se
está exigiendo es una decisión que forzosamente es sí o no, muy simple. Ser capaz de
ver que es preferible no intentar obtener ahora lo que está claro que no se puede
obtener ahora, y que quizás mañana se podrá obtener. Entender que, además de ser lo
justo, es conveniente mantener una posición de principios pase lo que pase, porque así
dejamos un ejemplo y una pequeña puerta abierta, para los que vendrán mañana. Ser
consecuente no es igual a ser terco; hay que saber ser flexible, sopesar, dialogar, partir
de las diferencias, no limitarse a admitirlas, aprender de los demás. Conseguir
socializar la razón y tejer la unión de voluntades. Sumar solo es sencillo en
matemáticas. Pero ser consecuente también implica ser intransigente, no rehuir la
contradicción ni el conflicto que sean inevitables, no contemporizar ni hacerse el ciego
frente a las iniquidades.
El intelectual está expuesto siempre a dos enfermedades profesionales graves: una es
la vanidad personal, la necesidad de ser reconocido públicamente; la otra es la
tendencia al in-dividualismo y la soledad. Evitar la primera me ha resultado muy fácil,
por la educación que he recibido en la vida. Primero, se la debo a mis padres; después,
a la Revolución y las prácticas en que he estado metido desde hace más de medio
siglo, a las personas que conocí y que no pudieron ver realizados sus ideales, los que
lo dieron todo para que exista lo que tenemos y lo que soñamos. Y en lo intelectual y
moral, a José Martí, padre y compañero desde que era casi un muchacho. La segunda
enfermedad profesional es más difícil de evitar, porque la misma tarea de uno le exige
la soledad y le pide ser solitario, y eso puede llevar a un orgullo que fomente el
individualismo. Si sigo el método de las respuestas anteriores, debo afirmar que ambas
enfermedades tienen también sus condicionamientos sociales, y que sin ellos no
pueden entenderse, ni deben valorarse. La falta de respeto a los intelectuales y artistas
por parte de los que ejercen poderes se manifiesta en el desprecio que les tienen, pero
también cuando los exhiben o utilizan como adorno. Esa falta de respeto puede
historiarse, y analizarse en la complejidad de sus motivaciones, pero no debo seguir
extendiendo tanto mis respuestas.
Creo que me he batido bastante bien contra esas enfermedades. El condicionamiento
al que me referí suele invitar a los intelectuales y artistas a abroquelarse en su
profesión y sus gremios, ponerse una coraza para no parecer adulador ni buscador de
sonrisas y aplausos, y también pretender ser apolítico, logro muy improbable en
cualquier país y prácticamente imposible en Cuba. No creo que haya que sufrir por esto
último. Mi opción como cubano intelectual —en ese orden— ha sido y es tener siempre
prácticas políticas y criterios políticos, y expresarlos en mi obra intelectual, pero
rigiendo a la obra intelectual por sus reglas y no por las conveniencias políticas. Opino
categóricamente que la política en la revolución de transición socialista forma parte de
la cultura, lo que implica res-ponsabilidades tremendas para los intelectuales y artistas,
y
para los políticos. Creo que debemos crear obras y cumplir nuestro papel social en el
mismo acto, y no hacer más difíciles esas tareas con la ignorancia de las materias
cívicas ni con la cobardía política. En mi caso —y no lo predico como una conducta a
seguir por todos—, he debido priorizar ciertos deberes sociales respecto a mi obra
escrita. Eso me apartó durante un largo período de la dedicación intelectual, y muchas
veces no me dio tiempo a escribir lo que quería, con la angustia y la frustración
consiguientes. Ahora que tengo más tiempo para escribir, no me olvido nunca de
dedicar una parte del tiempo a esos deberes, sobre todo en lo que toca a la formación
de los jóvenes. Y sigo guiándome por lo que te planteé al inicio de mi respuesta: ser
consecuente.
Muchas gradas Fernando.
CONVERSACIÓN SOBRE LOS AÑOS SESENTA
Yohanka León del Río*
Esta fue una conversación casi casual pero no por ello menos necesaria. Recuerdo que
estaba muy ocupada hace unos años con la tarea de una investigación acerca de un
estudio bibliográfico del pensamiento marxista en los años posteriores al 1959 y que
recurrí, como siempre hacemos los iniciados, al rescate de un testimonio valioso. Así
fue como en un evento que se celebraba en la Fundación Fernando Ortiz, al que yo no
se por qué fortuito motivo fui invitada, me encontré con Fernando Martínez Heredia, el
buscado protagonista de la historia en la que me adentraba. Fernando, con esa
humildad y sencillez que siempre agradecemos todos los más jóvenes —y los que ya
no lo son tanto— aceptó la invitación, y así, en una terraza frente al mar conversamos
unas largas horas vespertinas de un día del siglo pasado.
La conversación que ahora ve la luz lo hace acompañando este primer empeño de
hacer un boceto de la historia del pensamiento cubano marxista en la fragua de la
década prodigiosa de los sesenta.
Agradecemos infinitamente a Fernando el habernos hecho realidad este sueño y de
incorporarle aliento y esperanza.
Podría afirmar sin temor a equivocarme que estoy conversando con alguien cuya vida
es testimonio del bregar difícil, heroico y
* Investigadora en el Instituto de Filosofía, CUMA, La Habana. La entrevista realizada
en 1999 fue publicada en Marxismo y Revolución, Editorial Ciencias Sociales, La
Habana, 2006, pp. 183-212.
romántico de la intelectualidad cubana por la rebelde década de los sesenta. Es por
eso que quisiera empezar por conocer cómo Fernando Martínez Heredia, joven de
Yaguajay, vivió esa tremenda efervescencia política revolucionaria.
Es imposible pintar en unas líneas el ambiente y las vivencias de aquella condensación
del tiempo y aquella conmoción continuada de las vidas y las realidades que fueron los
primeros años de la Revolución. Los nombres mismos mostraban su insuficiencia, y
calificaban mal, o con retraso, lo que querían denominar. El horizonte de la Revolución
era ella misma, que no se asombraba de su audacia, ni temía a sus enemigos ni a sus
límites, ni se detenía ante nada. En el verano de 1960, por ejemplo, los contragolpes
acababan con la relación externa principal —la neocolonial con Estados Unidos—,
comenzaba la veloz formación de una fuerza armada popular y se buscaban armas en
Europa Oriental, se trataba de organizar una nueva economía en el campo y en el
azúcar, se escribía la Primera Declaración de La Habana y Fidel definía la democracia
cubana como aquel régimen que le entrega un fusil a un obrero, a un campesino, a una
mujer y a un negro. Los cubanos estábamos apoderándonos de nuestro país y de
nuestras vidas, y comenzando a ver el futuro como un proyecto.
En los meses siguientes —en medio de tareas y hechos decisi-vos— también se
organizó por primera vez una dirección política institucionalizada. Se crearon las ORI
(Organizaciones Revolucionarias Integradas), órgano que debía fundir al Movimiento
26 de Julio (M-26-7), el Directorio Revolucionario 13 de Marzo (DR) y el Partido
Socialista Popular (PSP). El M-26-7 y el DR —organización más pequeña, creada para
la lucha armada y con ideales muy avanzados— habían dejado atrás sus diferencias
del inicio de 1959. El PSP se había autocriticado su errónea línea política anterior y
participaba plenamente en las tareas revolucionarias. Para que fuera real un órgano
político unificado, era necesaria la disolución del Movimiento 26 de Julio, y así sucedió
en la práctica.
¿Porqué consideras que la disolución del movimiento era necesaria?
El M-26-7 era un organismo político grande y experimentado, fundado desde 1955,
cuyos cuadros y miembros se habían formado siguiendo una línea política e ideológica
correcta, con gran unidad de ideales y disciplina interna muy rigurosa. Habían pe-leado
una guerra revolucionaria dura pero victoriosa, que echó las bases de una nueva
cultura política, y habían seguido participando en masa en el proceso revolucionario. El
avance y las necesidades de la Revolución exigían un gran salto político, y se entendió
que este debía tener un nuevo punto de partida. Pero ese quizás sea tema para uno de
tus estudios futuros.
¿Cuándo se empezó a hablar del Partido? ¿Eso fue en el año 61 ?
1960 y 1961. Pero en realidad sucedía entre pequeñas minorías. Recuerdo que la
primera vez que oí hablar de la organización política nadie sabía lo que era, porque las
células de las ORI eran medio secretas. Se formaban en centros de trabajo, con
núcleos seleccionados prácticamente*"de dedo"
¿Porqué, Fernando?
/
Porque se le encomendó la dirección a un antiguo miembro de la dirección del PSP,
que era Aníbal Escalante, y aquello se organizó en realidad como una conspiración. De
ahí vino un problema político y un problema ideológico. El problema político era: ¿para
qué es la organización? ¿Es para crear un canal político para la masa enorme,
inmensa, de los revolucionarios? ¿O es para que haya un instrumento pequeño, muy
confiable, que sirva para controlar? Se siguió la segunda opción, pero además, el
instrumento de control, pequeño y muy confiable, fue completamente sesgado por un
fenómeno de sectarismo. Las decisiones, las normas, gran parte de la membre- sía, fue
formada por una parte de los antiguos compañeros del PSP, y a partir de relaciones
personales y cooptados por la dirección, en detrimento de un sector enorme de
participantes de la Revolución. El problema ideológico era: ¿qué socialismo, qué
régimen y qué sociedad se aspiraba a crear?
¿Esfa pregunta te la formulas porque en aquel momento no se tenía esta legitimidad
ideológica ?¿Desde donde se comienza a construir esta legitimidad?
Para los sectarios, la legitimidad estaba en un concepto abstrac-to de socialismo, una
etapa a la que Cuba habría llegado después de la"democrático-burguesa',' en la cual el
proletariado (abstracto también) sería la clase que guía el proceso,"el partido" su
expresión política —y el rector del país en su nombre—, y el llamado marxismo-
leninismo la ideología. Cuba se convertiría en una "democracia popular" y el socialismo
se "construiría" según las "experiencias históricas"
Si ya habíamos declarado en el año 61 que éramos socialistas, ¿no podía discutirse en
un sentido más masivo el argumento ideológico del marxismo-leninismo?
Entonces entró en el pueblo el marxismo-leninismo, con una acep-tación y una
popularidad inmensas, porque eran las ideas que pertenecían al socialismo. Para la
masa de la población y de los revolucionarios, el socialismo fue el socialismo de la
batalla de Playa Girón, donde el pueblo firmó con sangre la libertad, las
nacionalizaciones, la liberación nacional y todos los cambios. La gran cuestión
ideológica era: "¿Qué vamos a hacer con Cuba?" Y la respuesta era: "Somos
socialistas, seremos comunistas." ¿Por qué? Pues porque derrotamos a nuestros
enemigos, que son los burgueses y los imperialistas, nos apoderamos del país y lo
repartimos todo, reinarán la igualdad, la honestidad y las oportunidades para todos.
Esta fue una nueva interpretación, con más alcance que las de los dos años anteriores,
porque incluía un proyecto trascendental, a la altura de los sentimientos y de los acon-
tecimientos. El "humanismo" de la Revolución del 59 no definía un proyecto ni una
adscripción: aludía a la originalidad y las in-tenciones del proceso y del nuevo régimen,
y más bien aclaraba qué cosa no era. Enseguida se desencadenaron vertiginosas
trans-formaciones de la sociedad, la vida y las conciencias, y algunos llegaron a decir
que la Revolución Cubana no tenía ideología.
¿Por qué calificas este proyecto de trascendental?
Ese proyecto que al fin es formulado es el socialismo y el comunismo populares, el de
los milicianos, el de las mujeres que salen para el trabajo, la guardia y la calle, el de la
gente de abajo organizada y armada que ha tomado posesión de su país y le ha
perdido el respeto a la propiedad privada, el de la alfabetización como una campaña
revolucionaria, el de expresiones intelectuales que van desde una multitud de himnos
hasta un libro como La formación de la cultura nacional, de Walterio Carbonell. La
masa de la gente se lanzó a asaltar el cielo. Los clichés, el dogma, las consignas
pareadas y gritadas del sectarismo solo fueron la caricatura grotesca de aquel
proyecto. Aquel aparato para intervenir y confiscar la Revolución en que se convirtieron
las ORI estaba en realidad comprometido con otra concepción del poder y la ideología,
y con la posición soviética.
¿Cuáles son tus valoraciones acerca del momento del sectarismo en la historia política
de la década?
En el fondo, ideológicamente tenían que acusar a Fidel y a los líderes de la Sierra
Maestra de pequeños burgueses, porque si no, ¿cómo quitarlos del medio? La
experiencia reciente era la "liqui-dación" de muchos militantes que lucharon en los
países de Europa que habían pasado a ser "democracias populares" donde el prota-
gonista de la liberación había sido el Ejército Soviético; esa fue una trágica experiencia
de la historia del socialismo. El gran problema que confrontaron los sectarios fue que
no era lo mismo quitar del medio a personas inermes que apartar a los que habían
creado los órganos revolucionarios, conducido al pueblo a la lucha y la victoria, ejercían
el poder revolucionario y eran los líderes amados por el pueblo.
El socialismo y el marxismo-leninismo de aquel momento his-tórico cubano tienen, en
realidad, dos procedencias, que ensayan a coincidir por primera vez en 1961. Esta es
una de esas realida-des que no han podido pasar al conocimiento común, y se suele
creer que tenían una sola procedencia. Ya desde aquella época se intentó convertirla
en una sola.
Pero no es lo mismo...
Sin embargo, el hecho es que se intentó. Por ejemplo, la Revolu-ción creó las escuelas
del Partido, para enseñarles marxismo-le-ninismo a sus militantes. Era tal el ansia de
saber marxismo-leninismo, que al principio en los batallones y las baterías leer novelas
soviéticas era "marxismo-leninismo" Recuerdo que leíamos Los hombres de Panfílovy
La carretera de Volokolansk.
Sí, pero también se publicó otro tipo de novelas... Un día en la vida de Iván Denísovich.
¿O eso fue en la década del setenta?
No, fue por 1963. Pero ya eso era otra cosa... Las que te digo eran dos novelas de
combate: un batallón de mongoles, es decir, de Kazajstán, que vienen a luchar, a
defender a Moscú en 1941. Lo que se aprende en la novela es cómo deben
comportarse los soldados, y eso es lo que quería saber la gente. En las unidades
militares leían el "marxismo-leninismo" en Los hombres de Panfílovy La carretera de
Volokolansk, en forma de narración muy directa y atractiva. No olvides que la mayoría
de los cubanos no había leído libros. Estas obras narraban una gesta de gente humilde
que luchó al otro lado del mundo contra los mismos enemigos. Se trataba de buenos y
malos, es verdad, pero los buenos eran seres humanos, con todos sus defectos, y
hasta debían aprender a renunciar a alguna de sus virtudes, para ser soldados
eficaces.
En las escuelas del Partido, por su parte, comienzan a explicar Materialismo Dialéctico
y Materialismo Histórico.
¿En qué año sucede lo que me estás diciendo?
En 1961 y 1962.
En el 62 se proclama la Reforma Universitaria. Yo revisé el texto de la Reforma y de
todos los programas de las diferentes carreras que en aquella época se desarrollaban
en la Universidad; en el currículum de cada una de ellas están incluidas las asignaturas
"Materialismo Dialéctico e Histórico Iy II"
A partir de enero del 62.
En el texto no lo dice expresamente, pero cuando uno revisa la documentación sí están
las asignaturas curriculares.
Pero además, todo el mundo decía:"en las universidades hay que estudiar marxismo,
porque lo dice la Ley de Reforma Universita-ria. La Ley de Reforma dice que hay que
hacerlo'.'
Pero, Fernando, exactamente así no lo dice.
Si no lo dice, ¿qué importa? Las leyes de las revoluciones son así... En realidad, había
un consenso general en que se estudiara marxismo como parte de las carreras
universitarias. "Marxismo- leninismo" es decir, tres materias: Filosofía, Economía
Política y Comunismo Científico. En 1962 aparecieron en todos los progra-mas de
estudio. En la Universidad de La Habana comenzaron a dar Filosofía con solo cinco
profesores. No había más.
Es por esta fecha el análisis del sectarismo de Aníbal Escalante, ¿no es así?
En marzo de 1962. Eso fue una gran conmoción. Fidel hizo la pri-mera denuncia en la
escalinata universitaria el 13 de marzo, cuando eliminaron la mención de Dios en el
texto del testamento político de José Antonio Echeverría. El 26 de marzo, en Matanzas,
ya Fidel hizo una denuncia a fondo del sectarismo. Es depuesto Aníbal Escalante y sale
de inmediato para Moscú. Suceden fuertes cambios políticos y se abre paso una
convicción: hemos tenido sectarismo y dogmatismo y no queremos tenerlos más;
vamos a hacer un nuevo partido, un partido de masas de verdad, que nazca y venga
desde la base, un partido comunista, de selección. Para pertenecer a él, primero hay
que ser electo trabajador o trabaja-dora ejemplar en una asamblea abierta, y que sean
los trabajado-res y no el partido quienes digan quién es trabajador ejemplar y quién no
lo es. El papel y el derecho del partido es analizar profundamente al que "sale
ejemplar" en una asamblea pública, por
votación, después de ser discutido. El trabajador ejemplar es la cantera del partido. Si
ocultó que participó o colaboró con la Tiranía, o actitudes muy negativas de su pasado,
si hay razones de peso en su contra, el partido ejercerá el derecho a criticarlo
duramente, o a no ingresarlo, pero deberá explicarle a la masa en asamblea por qué no
lo ingresó. Quien no sea propuesto y elegido por la masa, no puede ser trabajador
ejemplar. La organización se llamará Partido Unido de la Revolución Socialista de
Cuba.
Y así fue hasta octubre de 1965, cuando se crearon el Comité Central y el Partido
Comunista de Cuba.
En lo que toca a la ideología teorizada, y al marxismo, se fueron acumulando cambios y
permanencias; se creó una complejidad. Las escuelas del Partido fueron teatro también
de las diferencias políticas, y conocieron la crítica al sectarismo, pero a mi juicio no
avanzaron decididamente hacia una correspondencia plena con la entraña ideológica
de la Revolución Cubana. Las escuelas siguieron apegadas a la fe filosófica del
Materialismo Dialéctico e Histórico, la Economía Política y el Comunismo Científico
soviéticos. Fíjate cómo se fueron moviendo las cosas. Ahora todo el mundo es
socialista, y quiere ser marxista-leninista, y ha sido condenado políticamente el
sectarismo, pero coexisten en el marxismo corrientes muy diferentes.
Pero en esta coexistencia de corrientes diferentes se expresa aún cierto dogmatismo
en la enseñanza de la Filosofía a partir de los manuales soviéticos. ¿Qué
circunstancias consideras tú que lo de-terminaron?
No olvidemos las líneas fundamentales. El esfuerzo educacional principal es con
mucho el de la alfabetización, y el del "seguimiento" (escolarización primaria). La
mayoría de la gente que ha sido analfabeta, o casi iletrada, está metida de lleno en las
tareas inabarcables de la Revolución. Muchos están estudiando materias militares.
Durante 1961 y 1962 se multiplican las Fuerzas Armadas y nacen los tres ejércitos, a
los cuales pasan miles de milicianos, y batallones de milicias se convierten en unidades
de tropas, porque se espera que los Estados Unidos terminarán invadiendo a Cuba. Al
fracasar la inva
sión con cubanos, tenía que venir la norteamericana. A la vez que el inmenso esfuerzo
militar, la Revolución hace otro tanto en los campos económico, político y social. Hay
que desarrollar la Reforma Agraria, organizar la agricultura —llegó a romperse la
relación entre la ciudad y el campo, no se encontraba qué comer en la ciudad—; hay
que volver a lograr que las empresas urbanas produzcan, hacer una gigantesca
reorganización del comercio exterior, y lograr una comunicación entre producción y
consumo. Al mismo tiempo que la gente aprende a manejar armas y cañones en gran
escala, se debe lograr administrar las empresas, que ahora son todas nuestras, pero su
tecnología es norteamericana, muchas no tienen materias primas, y no hay cuadros
para operarlas. Multitud de antiguos administradores y técnicos se fueron. Imagínate
que había seis mil quinientos médicos, y la mitad se fueron.
Y en el área académica también se produce un amplio éxodo de profesores.
Muchos profesores se estaban yendo de todas partes, entre ellos profesores de áreas
sociales.
Este es el momento en que se disuelve la Escuela de Filosofía y Letras, que no se
vuelve a crear.
Pero ese hecho no tiene nada que ver con la aparición de la Filo-sofía marxista.
¿No? ¿No tiene nada que ver que no se haya vuelto a abrirla Escuela de Filosofía? Se
abrieron las otras, pero esta no. Se plantea que se reabría, pero después no sucedió
así.
No, no se dijo que se iba a abrir. La Reforma Universitaria cambió la estructura de las
escuelas, y ya no existió más Filosofía y Letras. Hace un siglo, después de la
Revolución del 95, hubo una reforma que dirigió Enrique José Varona, que cambió la
estructura universitaria. Y hubo otras reformas después de muerto Varona, en la
segunda república, que cambiaron también la estructura.
O sea, el cambio de 1962 no tiene nada que ver con este proceso.
En Filosofía y Letras se estudiaban materias de Historia, Geogra-fía, Psicología,
Literatura y Filosofía. Lo que se hizo fue uno de aquellos planes de liquidación para
graduar los alumnos existentes, y crear escuelas diferentes para cada disciplina. Dos
de ellas, Geografía y Psicología, se asignaron a la Facultad de Ciencias —Facultad era
la nueva unidad intermedia universitaria—, y las otras tres a la Facultad de
Humanidades. La Escuela de Letras se formó con las áreas básicas y las
especialidades correspondientes, y se quedó en el edificio Dihigo. Pronto crearon una
Escuela de Historia, que residió en el mismo edificio. Y como decías, desde inicios de
1962 se había orientado dar marxismo en todas las escuelas universitarias, y se fue
formando un área de Filosofía, adscrita a Humanidades.
Bueno, eran solo tres universidades las que había.
Pero, además, había menos alumnos que en 1956. Hasta 1967 no se alcanzó el
número de alumnos que había en 1956.
Había que formar profesores para un Departamento de Filosofía en cada universidad, y
también Departamentos de Economía Política y de Comunismo Científico. Eran
entidades totalmente separadas entre sí. Entonces, nos sacan de donde estábamos...
¿En ese entonces cursabas la carrera de Derecho?
Yo estaba en Derecho.
Eras muy joven, Fernando...
Yo tenía veintitrés años cuando sucedió. Cuando me escogieron estaba en las
Escaleras de Jaruco, pasando una escuela en mi Unidad Militar 2254. Era estudiante
de cuarto año de Derecho. Y fui a dar, con ciento tres más, entre compañeras y
compañeros, a una escuela de Filosofía sin nombre, organizada para formar ace-
leradamente instructores de Filosofía para las universidades. La
escuela era una EIR, organizada por las escuelas del Partido, pero completamente
especial, por su objetivo, por los que al parecer fueron los responsables, y por el
profesorado. Los modos de seleccionar los alumnos deben haber sido complejos.
¿Cómo fue seleccionado el estudiante Femando para formarse como profesor
emergente de marxismo?
A mí me seleccionaron el secretario general de la FEU de Derecho y un compañero
que era viceministro del MINREX y profesor de la Universidad. Yo no los conocía
personalmente a ninguno de los dos. A lo mejor dijeron: "ese que viene vestido de
verde olivo, escógelo también" Pocos iban vestidos de verde olivo. El caso es que se
hizo bajo el sistema de las Escuelas de Instrucción Revolucionarias (EIR), pero para la
Universidad. Y los profesores eran...
¿Esa era la Raúl Cepero Bonilla?
Es que durante el curso de la escuela, que duró cinco meses, con régimen interno
riguroso, sucedió el trágico accidente en el que se mató Cepero Bonilla, y entonces le
pusieron su nombre a la escuela. Pero cuando comenzó no tenía nombre. Los
profesores eran los hispano-soviéticos Luis Arana Larrea, María Cristina Miranda y
Anastasio Mansilla, y los cubanos Sergio Aguirre, Pelegrín Torras de la Luz e Isabel
Monal. Felipe Sánchez, de las EIR, era el director de la escuela, y Pedro Rodríguez, un
antiguo compañero del M-26-7, el subdirector.
¿Dónde ubicarías a esa naciente escuela dentro de la coexistencia compleja de
corrientes teóricas que describías hace un momento?
La escuela tenía una pertenencia absoluta a la corriente teórica soviética. Estudiamos
al detalle las 630 páginas del Manual de Konstantinov —315 de Dialéctico y 315 de
Histórico, diez capítu-los de cada uno—; prácticamente lo aprendimos de memoria, y
utilizamos ese texto como básico para el ejercicio de docencia que debía realizar cada
alumno.
¿Cómo era Femando Martínez, estudiante de la Raúl Cepero Bonilla?
Tenía una formación relativamente buena en general —para aquellos tiempos—, que
me ciaban la carrera de Derecho y un empecinamiento notable en cuanto a estudiar
libros y discutir sus contenidos y otras muchas cuestiones. Pero tenía también una
dificultad an-terior, que me estaba casi impidiendo expresarme en público. Y era
realmente flaco. Lo cierto es que me gustó la posibilidad inesperada de estudiar como
un demente con buena iluminación y a todas horas (violábamos el horario de
"silencio"), discutir en los grupos, estar haciendo al fin lo mismo todo el tiempo y dormir
incluso en el mismo lugar, y si la comida era pésima, eso no era nada original en Cuba
de ese momento. Pero en realidad me fugué de la escuela cuando estalló la Crisis de
Octubre. Kennedy habló a las 7 de la noche, y de inmediato se leyó la orientación del
Director Nacional de las EIR, que los alumnos debían permanecer en la escuela,
estudiando. Me fui a mi albergue —yo dormía encima o debajo del compañero José
Cantón Navarro—, recogí mis ínfimas y más bien militares pertenencias, y me marché
de la Escuela. A las once de la noche ya estaba, con mis compañeros de la 2254,
camino a la División Antidesembarco de Occidente, que dirigía el comandante Samuel
Rodiles, desplegada en lo que llamaban "la dirección del golpe principal": el golpe que
nos darían los otros, naturalmente.Treinta y un días después me des-movilizaron y
regresé directamente a la Escuela. Otros cuatro compañeros de la "Cepero" se
movilizaron también.
Tuve dos discusiones muy fuertes en las clases que se hacían con el pleno de los
alumnos de la Escuela, por motivos ideológi-cos, aunque envueltos en sus expresiones
teóricas. La primera fue cuando me opuse a la afirmación de que en Cuba se había
producido un paso violento a la revolución democrática, agraria y antimperialista, y un
paso pacífico al socialismo. Eso estaba bien en la prosa de Jruschov, pero en Cuba
había sucedido un solo proceso revolucionario, que utilizó la vía de la violencia, y que
había implantado el régimen socialista y la liberación nacional. La otra fue porque me
había ¡do quedando para los últimos alumnos en exponer su clase, y
desgraciadamente para mí, me tocó
"La dictadura del proletariado" que está por el capítulo 18, más o menos.
¿Del Konstantlnov?
Sí, porque para el ejercicio docente se tomaba, epígrafe a epígrafe^ a cada alumno le
tocaba uno.Tú dabas esa vez la clase a todos los alumnos, delante del profesor Arana.
Tenías que mostrarte pedagógico, con tu plan de clase, y a la vez saber de todo del
tema, y responder a las preguntas del profesor.
¿Yno había otra bibliografía?
Claro que sí. En la Escuela estudiamos a fondo textos como el Anti-Dühringy e\
Materialismo y empiriocriticismo. Se estudiaban fragmentos o textos de los clásicos del
marxismo, y monografías de los filósofos soviéticos. Recuerdo, entre otros, El espacio y
el tiempo, de Svidierski, o Las categorías del Materialismo Dialéctico, de Rosenthal y
Straaks; se utilizaba mucho el Dicciohario filosófico abreviado, de Rosenthal y ludin.
Había algunos materiales franceses, como el libro La libertad, de Roger Garaudy.Y en
otras asignaturas se estudiaba mucho a diferentes autores. Pero el esqueleto básico de
Filosofía era el Konstantinov.
En aquella clase yo expliqué lo que decía el libro respecto a la dictadura del
proletariado, que era entonces un concepto político considerado fundamental. Pero a
continuación dije algo así como:"Bueno, esto es lo que debía ser la dictadura del
proletariado, pero en la Unión Soviética, desde que mataron a Kírov en Le- ningrado,
se desencadenó un gran problema, por el cual fueron matados una gran parte de los
revolucionarios, y Stalin fue el culpable de todo eso, los mandó a matar" Se formó un
lío. El profesor me interrumpió, y me dijo:"¿A Kírov quién lo mató? Eso no se sabe
todavía" Yo le contesté: "Sí, pero a todos los demás los mató Stalin"
Te repito aquí lo que he dicho siempre. Luis Arana fue un compañero que tuvo aquí una
actitud magnífica con nosotros y en el cumplimiento de su deber, que era muy difícil.
Con
muy buena formación de psicólogo experimental, alumno de Luria, le encomendaron
partidistamente ser el que nos enseñara el dogmatismo filosófico, y él muy
honestamente acercaba el Materialismo Dialéctico a las ciencias, y se comportaba con
un inmenso respeto por la Revolución y los revolucionarios de Cuba. Durante la
Escuela que pasamos, nunca estuve cerca de su entorno, y sin embargo, no tuvo a mal
que yo siguiera la línea de nuestra Revolución de manera abierta. Y cuando tuvo la
posibilidad, ya en el Departamento de Filosofía, de seleccionar a siete compañeros
para que fueran a especializarse en cada una de las ramas del sistema filosófico
soviético, me llamó y me propuso que yo fuera el que se preparara en Materialismo
Histórico.
Mucho tiempo después del final del curso de la Escuela Raúl Cepero Bonilla me
contaron, sin que pueda afirmar que es cierto, que en una reunión en que varias
personas escogieron a los veintiún alumnos que serían instructores universitarios, se
me eliminó. Pero Pedro, el subdirector, había exigido que me escogieran, y me
agregaron en la lista. En realidad yo nunca tuve relaciones con Pedro en la Escuela, ni
lo vi nunca más. De todos modos, fui seleccionado y me convertí en un flamante
profesor sin haber terminado mi carrera universitaria, como otros muchos cubanos de
entonces ante sus respectivas tareas. Aunque formalmente nos nombraron
instructores, y eso fuimos alrededor de un año.
¿Cuándo comienzas esta nueva tarea de profesor?
El Io de febrero de 1963 veintiún compañeras y compañeros comenzamos a trabajar en
el Departamento de Filosofía, que ya estaba creado pero tenía cinco profesores nada
más. No es exagerado decir que fue el salto que permitió a esa institución emprender el
servicio docente a escala universitaria. Y por lo que sucedió después, puede decirse
que aquel día se constituyó la base de la institución que después se haría conocida.
¿Quiénes eran los cinco primeros profesores?
Eran Juan Guevara Valdés, un psicólogo notable y hombre muy culto, que había sido
viceministro del MINCIN; Isabel Monal, di-rectora del Teatro Nacional en 1959 y 1960;
Jesús Díaz, que era el más joven; el argentino Bolney Ortega Montenegro (que regresó
años después a su país); y un quinto compañero, de apellido Davidson, que estaba
saliendo del Departamento cuando nosotros entramos. Guevara compartió nuestras
tareas hasta el inicio de 1966, cuando el rector lo nombró director de la Escuela de
Psicología, e Isabel Monal hasta 1967, en que pasó a la Escuela de Letras.
De la Universidad se fueron muchos profesores en esos años. ¿Vi-nieron profesores de
otros países a colaborar con nosotros en la educación superior? No solo los soviéticos,
sino, por ejemplo, de América Latina.
Cómo no, argentinos, uruguayos, chilenos. Quiero recordar a Juan Noyola, notable
economista mexicano que vino con la CEPAL, se enamoró de la Revolución Cubana y
se quedó aquí para siempre. El edificio de Economía lleva su nombre. Un día se
publicará aquí el libro que escribió sobre la economía cubana. Y a Plinio Castillo
Padilla, joven guatemalteco que pasó un segundo Curso quetuvo la Cepero Bonilla en
1963, y fue profesor de Economía Política en la Universidad. Plinio murió combatiendo
como guerrillero de las FAR en Guatemala.
Femando, ¿coincidían en un mismo departamento Economía Política y Filosofía?
En febrero de 1963 se organizan nuestro Departamento y el de Economía Política, que
nunca tuvieron ninguna relación orgánica entre sí, para dar servicio docente a todas las
carreras universitarias. En Economía estaban Osvaldo Martínez, Joaquín Fernández y
otros compañeros muy valiosos.
Cuándo comienzas como profesor, ¿ocupas inmediatamente la res-ponsabilidad de jefe
de Departamento?
No. Enseguida tuve mi primera responsabilidad, que fue la de administrador, pero esas
eran actividades voluntarias, suplemen-tarias a las de docencia y superación que
hacíamos todos.
¿Quién fue el primer jefe del Departamento de Filosofía?
El primero fue Luis Arana Larrea, el hispano-soviético. Se lo llevaron de Bilbao, siendo
un niño, antes de que la ciudad cayera en manos de los franquistas. Un hombre
íntegro, del que algo te hablé ya. Creía firmemente en sus valores, pero no trató nunca
de imponernos la línea que debió representar. Era un hombre muy cascarrabias y muy
amigo de la disciplina, que trató de inculcar-nos a todos esa buena costumbre,
imprescindible en el que tra-baja, y en los estudios la honestidad y la crítica fraternal
entre todos. Y lo logró. Si me permites la expresión, era un comunista. Ya te dije algo
de mis relaciones con Arana, y como a pesar de que yo exageraba en cuanto a no
hacer nada que pareciera lisonja o halago con él, me seleccionó para ir a
especializarme a la URSS, lo cual decliné por razones personales. Aquel fue un
pequeño grupo enviado a la URSS cuando este compañero era el director, pero no tuvo
peso en nuestra formación.Tres años después los compañeros estaban de vuelta.
Pero ahora recuerdo que al noveno mes de trabajar en el Departamento hubo una
misión a la URSS, de recolección de información en las cuatro universidades soviéticas
que tenían Facultad de Filosofía, para el desarrollo de nuestra disciplina y del
Departamento; la misión incluía también breves visitas a la Universidad Humboldt de
Berlin y la Carolina de Praga. Una misión que duró casi dos meses. Para integrarla,
Arana nos seleccionó a Juan Guevara y a mí. Y allá fuimos los tres. Para Guevara y
para mí, ansiosos de conocerlo todo, fue una gran experiencia, cada uno desde su
edad y sus vivencias. Conocimos la estructura, el contenido de las materias, las ideas y
algunas verdades de aquellas facultades, y de los departamentos que brindaban
servicios docentes de Filosofía a las demás carreras. Arana nos servía de intérprete, y
nos añadía informaciones o aclaraciones a lo que se nos decía, no solo de Filosofía. Yo
llené varias libretas escolares para el Departamento, con datos e impresiones. Fue un
tremendo paso de avance para mí, acerca del país en que se hizo la primera y
grandiosa revolución contra el capitalismo, acerca de su historia posterior, heroica y
trágica, y de su actualidad todavía jruschoviana. Lo que más me gustó fue el pueblo, y
el recuerdo más impresionante, el cementerio de Leningrado. Fíjate qué importante fue
ese viaje para mí. Por Arana conocí la URSS, y un poco de la RDA y Checoslovaquia,
porque ya nunca me volvieron a enviara aquella región. Arana no pudo actuar mejor en
la misión, aunque los pulmones se vengaron de él, y Guevara y yo anudamos una
fuerte amistad.
¿En qué lugar residió ese primer Departamento de Filosofía?
Nosotros nos formamos en la Calle K número 507, entre 25 y 27, en El Vedado. Era
una casa de familia acomodada, más bien pequeña para nuestro uso, pero en muy
buen estado, que había pertenecido a un cómplice de la Tiranía. Se la dieron a la
Universidad seguramente por la proximidad, y nos pusieron allí. Llegó a tener cierta
fama esa dirección frente al teatro El Sótano, muy céntrica y próxima a la Colina, pero
en una calle tranquila y breve, cortada por una furnia en 25. Nosotros la llamábamos
simplemente "la calle K" y era nuestro segundo hogar (a veces hasta el primero).
En la primera etapa todo era difícil y complejo. Debíamos impartir docencia
universitaria, por primera vez, y gran parte del grupo no tenía ninguna experiencia
docente. La materia era muy ambiciosa en sus contenidos, y se esperaba muchísimo
de ella. A la vez, había que hacer seminarios y debates de superación pe-dagógica, y
organización del material para la docencia, No había experiencias previas de esta
asignatura. Las facultades eran lo más diferente del mundo entre ellas, recuerda que
hoy son las universidades de esta ciudad: de Medicina, Tecnología, Agrope-cuaria,
Pedagógica, Ciencias y Humanidades, que están en la ac-tual Universidad de La
Habana.Teníamos una inmensa vocación de superación, inconformes con lo logrado en
los cinco meses
encerrados estudiando, de manera que de inmediato comenzó la línea, obligatoria, de
actividades de superación.
¿Como Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana tenían la
responsabilidad de orientar centralmente la enseñanza de esta disciplina para el resto
de las universidades del país?
No, nada formal indicaba eso. Pero en la práctica hicimos un Pri-mer Encuentro
Nacional de Profesores de Filosofía Marxista en 1964, por iniciativa nuestra, en la calle
K, con compañeros de las tres universidades. Y un Segundo Encuentro Nacional, en
1966. Siempre hubo relaciones fraternales con Oriente, y también con Las Villas, y si
no recuerdo mal, en el verano de ese año 66 asistieron algunos compañeros de las dos
universidades a nuestro Curso de Formación de docentes para el Departamento
habanero. Mantuvimos relaciones sistemáticas hasta nuestro cierre en 1971.
¿Cuál era el contenido de los programas que ustedes impartían, y cuál era su
contenido? ¿Cuál era el nombre de la asignatura que se impartía?
Se llamaba Materialismo Dialéctico e Histórico, se daba en dos semestres. El texto
base en 1963-1964 era el Manual de Konstan- tinov. ¡Empezamos dando el
Konstantinov! Al inicio teníamos muy poco a nuestro favor. Yo terminé mi carrera
universitaria siendo ya profesor; examiné todas las asignaturas que me faltaban, en
medio de todo aquello —y de un curso de Jefe de Pelotón de Artillería Divisionaria—, y
al fin me gradué de Derecho en 1964, creo. Cada uno de nosotros tenía su punto de
partida y su prepa-ración diferente, y pensábamos que debíamos homogeneizarla y
consolidarla.
Para el curso 1964-1965 ya eliminamos el carácter de texto base del Konstantinov, y
comenzamos una experiencia de programas de la asignatura y cursos "experimentales"
que debía discutir rigurosamente cada compañero en los seminarios "docentes','que
dábamos cada semana, divididos en tres grupos.Tú podías inscribir tu programa
experimental, pero tenías que sustanciarlo
por escrito y someterte semanalmente a explicar lo que habías dado, y asumir los
términos del debate y el control del grupo. La idea, que funcionó, era ir logrando un
nuevo programa cubano, que sirviera para lo que se quería, que naciera de las
iniciativas de los compañeros, mediante un trabajo organizado y riguroso, de-batido por
el colectivo. El proceso no fue espontáneo, ni anárquico, ni descontrolado. Lo que te
cuento es lo que sucedió realmente, en ese curso y en el curso 1965-1966.
¿Esta superación interna la organizaban ustedes mismos?
Nuestra lucha por la superación es fundamental para el que quiera entender lo que
sucedió. Creamos un sistema de superación interna obligatoria, mediante materias a
estudiar, cursos y seminarios por lo general semanales, que clasificábamos en
generales y especializados. Los primeros eran para todos, los segundos para grupos
específicos, permanentes o creados para el caso. Existía la superación individual en
todos los casos, que pretendía darle nivel suficiente a cada uno y responder a sus
inclinaciones, a la vez que cumplir los objetivos generales. Era un sistema muy
organizado y muy controlado, que cumplía las tareas que progra-maba, y que se
mantuvo siempre, hasta el cierre del Departamento en 1971. Sus materiales los
elaboramos nosotros mismos —al inicio fueron decisivos los aportes culturales de Justo
Nicola y Juan Guevara—, y los métodos de evaluación también. Además, le pedimos
permiso a Juan Mier, rector de la Universidad, para matricular, cursar y evaluar
asignaturas sueltas de cualquier carrera universitaria, tener ese derecho, pero sin
aspirar por aprobarlas a obtener el título de la carrera en que se hiciera. Y nos lo dio.
Por ejemplo, yo fui alumno de Alejo Carpentier en Historia de la Literatura Moderna, de
Rosario Novoa en Historia de las Artes Plásticas Modernas, de Max Zeuske, un
magnífico historiador alemán de la RDA, en Historia Universal Moderna, y de algunas
otras asignaturas de la Escuela de Historia. Cristina Baeza estu-dió un conjunto de
materias en Psicología, Niurka Pérez Rojas en Matemáticas, Luisa Noa Silverio en
Física, y otros compañeros también. No olvides que en esta primera etapa incluíamos
en la disciplina lo que llamaban "problemas filosóficos de las ciencias"
Por el camino que tomamos, pronto comenzamos a sentirnos insatisfechos con el
material soviético. En Filosofía marxista, nuestro primer seminario fue"Volver sobre
Materialismo y empiriocriticismo". Es que habíamos tenido uno sobre esa obra en la
Escuela...
Perdón que te interrumpa, Fernando pero, ¿cómo canalizó este gru-po de jóvenes
profesores esa insatisfacción de la que hablas?
Volvimos sobre Materialismo y empiriocriticismo, a la luz de las ciencias naturales de
nuestro tiempo, y con un poco de reflexión propia. Pronto comenzamos a exigirnos el
estudio de Marx, En- gels y Lenin en sus propias obras, y a tratar de entender sus vidas
y las relaciones que ellas tuvieron con su pensamiento. Hicimos un seminario de
Historia de la Filosofía, otros que no recuerdo ahora, y sobre todo mucho estudio
individual. Pequeños grupos hacían seminarios especiales. De mi caso, recuerdo que
un grupo de cinco cursamos los tres tomos de El Capital, página a página, y nos
examinamos de cada tomo, con un grupo de muy buenos profesores, compañeros de
Economía: Osvaldo Martínez, Joaquín Fernández Núñez, Plinio Castillo, Hermes
Herrera. En otro grupo de cuatro o cinco pasamos un curso sobre la Teoría del Conoci-
miento en Renato Descartes, con una buena profesora francesa, que se había casado
con un guerrillero venezolano; él estaba herido o enfermo, lo trajeron para acá y vino
ella con él.
Nuestro centro se llamó siempre Departamento de Filosofía, pero nunca se
circunscribió a lo que llaman vida académica. (Nun-ca utilizamos esa expresión). Desde
1964 realizamos actividades sistemáticas de participación social, mediante
investigaciones sociales y acompañamiento de experiencias. No éramos originales,
porque entonces se consideraba que los núcleos universitarios debían participar
prácticamente en la "vida nacional',' desde sus calificaciones, y no solo como
trabajadores voluntarios. Recuerdo en los inicios el trabajo de investigación en la
rehabilitación de prostitutas en Camagüey, en los efectos del cambio de horarios de
trabajadores al introducirse maquinaria en el campo
en el norte de Oriente, y en otras investigaciones en colabora-ción con otras áreas
universitarias. Este tipo de trabajo tendió siempre a crecer.
Y así teníamos una actividad febril, puede decirse, aunque a la vez tuvimos
amores, tuvimos hijos, bailábamos, leíamos literatura, íbamos al cine y al teatro, y
éramos fanáticos de la incipiente Nueva Trova. Hicimos lo que hacen todos los jóvenes.
La estructura básica eran los tres grupos, que se correspon-dían con los tipos de área
universitaria en que trabajábamos, con su seminario docente semanal. En el área de
superación, la gene-ral era obligatoria, y había que pertenecer por lo menos a un grupo
de superación particulado a varios,si te sentías capaz.Hubo un largo seminario sobre la
obra del joven Marx (todo lo anterior a La ideología alemana), y otros.
La crisis de la Filosofía soviética sobrevino no solamente por ser incompatible con el
mundo intelectual en el que nos sumer-gimos. Fue sobredeterminada porque
seguíamos de manera militante la política y la ideología de la Revolución Cubana, y
nos propusimos que esa posición sería la rectora de nuestra actividad intelectual, y no
dos cosas ajenas entre sí en las mismas per-sonas, esquizofrenia que.suele suceder.
Si atendemos solo a los textos de Materialismo Histórico, lo que decían era ajeno —y a
veces opuesto— a lo que tuvieron que pensar los que abrieron el camino de la
revolución en Cuba, era ajeno al transcurso de nues-tro proceso de poder y cambios
revolucionarios, a nuestro pro-yecto, y a las realidades y caminos de la revolución en
América Latina y el Tercer Mundo. Por lo menos. Los principios políticos que
proclamaban eran, a mi juicio, insostenibles. Pero la concep-ción teórica misma que
explicaba y defendía el DIAMAT soviético —y sus variantes occidentales— era ajena al
marxismo de Marx y a sus desarrollos ulteriores revolucionarios, y en mi opinión, sigo
pensando lo mismo, era completamente desacertada.
Me tocó a mí decir en 1966, como le pudo haber tocado a cualquier otro de
nosotros:"Hay que hacer que el marxismo-leni-nismo se ponga a la altura de la
Revolución Cubana" En todos los colectivos hay personas que se van destacando más,
y se convier-ten en líderes —como hay algunos que no cumplen con lo que es
necesario, y deben salir—, pero lo realmente fundamental fue que el colectivo asumió
la posición de conjunto y el enorme complejo de tareas con gran profundidad,
laboriosidad y entrega, tanto en lo intelectual como en lo ideológico-político, con
honestidad y con una gran unidad y espíritu de grupo que nos marcaban y
multiplicaban nuestra fuerza.Tantas personas diferentes le dieron a aquella obra común
todo lo que pudieron, con una actitud ejemplar. Ese fue un rasgo decisivo en el
Departamento de la calle K.
¿Esta era la primera vez que se acercaban de manera crítica y revolucionaria a los
programas de Filosofía establecidos?
Sí, pero no le habríamos llamado así en aquel momento. Nos hu-biera parecido
altisonante. No es que fuéramos especialmente tímidos, o demasiado modestos. Es
que lo estábamos haciendo. Alrededor de 1990 conocí un grupo de profesoras y
profesores del IPSJAE (Instituto Politécnico Superior José Antonio Echeverría) que me
gustó mucho; ellos estaban haciendo su programa expe-rimental. Me dijeron:"Tenemos
el programa de Albert..."
Sí, recuerdo que a mediados de los ochenta empezó también un grupo de compañeros
de la Universidad de las Villas a elaborar un programa, siguiendo una iniciativa que
habían tomado algunos compañeros del ISPJAE. Realmente fue algo que inspiró
mucho, y reconforta saber que hay continuidad de una tradición ya iniciada por ustedes
en los sesenta.
En 1965 nosotros hicimos un programa básico de la asignatura, que empezaba por el
problema del hombre, y no por la ontolo- gía."EI hombre, la naturaleza y la
sociedad','se llamaba la primera parte.
¿Ustedes tienen esos programas todavía?
Yo los conservo en alguna parte todavía. Voy a escribir un libro sobre eso...
Deberías hacerlo, porque ninguna investigación ni ningún investi-gador pueden recoger
esa experiencia como el propio protagonista.
A mí me lo han estado exigiendo compañeros y compañeras de aquellos tiempos,
gente más joven, muchachos más nuevos. Varias veces he dicho: voy a escribir.
Recuerdo bastante y tengo muchos materiales, sé que lo voy a escribir.
Bueno, volviendo a los programas experimentales. Hicimos crisis con compañeros que
pensaban de otra manera, y empezamos a ser atacados...
Sí, con los de las EIRyla revista Teoría y Práctica. Eso lo conocemos por las páginas de
Lecturas de Filosofía, que recogió la polémica de los manuales.
Nos acusaron de "clasicistas" por rechazar los manuales y explicar el marxismo a partir
de Marx, Engels y Lenin.
¿Crees que de alguna manera también se reproduce en el seno de lo académico
docente la dicotomía humanismo-comunismo que se dio en los dos primeros años de la
década?
Lo que pasa es que ahora la ruptura fue mayor. En 1961 -1962 potencialmente pudo
llegar a ser trágica. Después de 1962 esa posibilidad quedó conjurada, pero a
mediados de los años sesenta la ruptura tenía que ser más profunda, porque la
Revolución estaba produciendo sus consecuencias más hondas, pretendiendo cambiar
a fondo las vidas y el país, y participaba a escala latinoamericana y mundial en un
intento de revolución de liberación verdadera. Se necesitaba una nueva concepción del
mundo y de la vida, y no retazos y renovaciones. Optamos por una concepción
determinada, ya sabíamos que dentro del proceso nuestro había más de una. Nunca
pretendimos encarnar la línea oficial de la Revolución, creo que ese fue un gran acierto
nuestro. En realidad no reconocíamos que hubiera ninguna línea oficial. Pero la
Dirección de las Escuelas, al ser las escuelas del Partido, parece que sí creía encarnar
una línea oficial y portar un marxismo-leninismo oficial.
¿Cuándo es que se separan ustedes totalmente del marxismo soviético?
En Teoría y Práctica de agosto-septiembre de 1966 se nos llama "pompas de jabón
pequeño-burguesas que se desvanecen al contacto con el proletariado'.' Nosotros
seguimos ya por nuestra cuenta. Entre 1964 y 1966 se había producido un proceso que
de inicio nos alejó del programa y los contenidos del marxismo soviético, pero que
culminó en una ruptura completa con él. A la vez, recuperamos a los bolcheviques.
Entonces comenzamos un seminario semanal, que duró más de dos años, sobre el
desarrollo del pensamiento de Lenin y sobre las revoluciones rusas de 1905 y de 1917.
Ustedes se volcaron al estudio del pensamiento bolchevique y con-tinuaron con su
práctica de superación interna.
Bueno, pues en el tiempo en que éramos unos herejes completos nos pusimos a
estudiar a los bolcheviques. ¡Los bolcheviques sí eran de nosotros, nosotros éramos de
los bolcheviques! Los que no eran, eran los que vinieron después, los que acabaron
con la Revolución soviética. Estábamos estudiando a Carlos Marx, cuando se producía
la famosa "vuelta a Marx" en Europa. Yo escribí sobre eso en 1966, y dije que nosotros
no "volvíamos" a Marx, porque estábamos entrando a Marx por primera vez. En
septiembre de1966 fue el III Encuentro de Profesores Universitarios de Marxismo, que
fue el II Nacional. (Leí en Granma hace unos quince años que el MES celebraba un
llamado"! Encuentro Nacional" Eso fue un error de los compañeros, por
desconocimiento de aquella experiencia). El Primer Encuentro, el de 1964, lo inauguró
José Antonio Portuondo, con la presencia de Lionel Soto en la mesa. El Segundo, el de
1966, lo presidí yo, que era el director del Departamento de Filosofía.
Yo fui pasando por todos los cargos: administrador, responsa-ble de Grupo,
responsable de Dialéctica de la Sociedad (una de las tres áreas en 1965), miembro del
Consejo de Dirección desde 1964, subdirector del Departamento. Desde el Encuentro
de 1966
rompimos formalmente con toda la concepción soviética, e incluso con el nombre.
Llamamos a la disciplina y a la asignatura básica "Historia del pensamiento marxista" y
asumimos un programa absolutamente diferente, que se dio durante cinco años a
decenas de miles de estudiantes universitarios. Después se ha supuesto que estos
hechos nunca existieron. Es algo increíble, pero así es. Como te dije, en 1964-1965
hicimos los experimentales, y para el curso 1965-1966 preparamos y editamos un libro.
¿Aún guardas todos esos documentos, Fernando?
Algunos sí, otros tendría que buscarlos con otros compañeros...
Creo que revisar las cosas que en aquella época se publicaron nos permitirá historiar
toda una etapa tan fecunda del pensamiento marxista cubano. Esto es lo que el equipo
de investigación de la Universidad Central de Las Villas de alguna manera realizó con
las publicaciones periódicas del período.
El "libro amarillo" se editó en la imprenta universitaria, en enero del 966, se llama
Lecturas de Filosofía, reunía más de veinte autores. Tiene la organización que nosotros
le dimos a aquel curso: empieza por "El hombre, la naturaleza y la sociedad" y termina
con "La teoría del conocimiento" Ahí están desde Leontiev con la actividad, hasta
Amílcar Cabral, con cómo debe ser la revolución africana; desde el Che Guevara ("El
socialismo y el hombre en Cuba") hasta sesenta páginas de textos de Antonio Gramsci;
desde una crítica a la definición leninista de "materia" de dos compañeras nuestras,
hasta Manuel Sacristán, Luis Althusser, Fidel Castro. Cuando en septiembre pasamos a
la nueva fase, que era más radical, los Departamentos de Filosofía de las
Universidades de Las Villas y de Oriente decidieron pasar a la línea nuestra, mandaron
compañeros a pasar cursos con nosotros, se llegó a poner el programa nuestro allá; en
Oriente, más que en Santa Clara. Nuestro Departamento llegó a tener más de sesenta
profesores, y realizábamos una masa enorme de actividades, de diferentes tipos.
Entonces editamos el nuevo libro Lecturas de Filosofía, en dos
tomos, el "libro verde',' con otros textos, mucho más original y orgánico, más amplio,
con muchos más trabajos nuestros. De este se editaron 24 000 ejemplares, se usó
hasta en las escuelas mili-tares, como la Osvaldo Sánchez. Nuestra actividad y
nuestros pro-ductos eran sumamente influyentes.
¿Colaboraban ustedes con otras publicaciones, como por ejemplo con Jesús Díaz en
El Caimán Barbudo?
En 1965 colaboramos, con Jesús Díaz, que era uno de los más destacados
compañeros nuestros, en la página ideológica del diario Juventud Rebelde. A inicios de
1966 fui uno de los funda-dores de El Caimán Barbudo, con Guillermo Rodríguez
Rivera, Víctor Casaus, Ricardo Jorge Machado y otros compañeros; el director era
Jesús. Yo solamente colaboraba allí, porque era el segundo en el Departamento y en
Edición Revolucionaria, y tenía otras tareas diversas. A fines de ese año fundamos la
revista Pensamiento Crítico, nuestro órgano editorial de más alcance, del cual fui el
director todo el tiempo que se publicó. Esta aventura terminó en 1971: se cerró
Pensamiento Crítico, se cerró el Departamento de Filosofía.
¿A qué nivel estuvo sujeto el proceso de cierre, tanto de la revista como del
Departamento?
Primero tuvimos diversas reuniones. Después el Buró Político del PCC le encomendó
al compañero Presidente de la República, Osvaldo Dorticós Torrado, la celebración de
varias reuniones con todos los militantes. El cierre de Pensamiento Crítico fue en
agosto de 1971; el de Filosofía fue en noviembre. Disolvieron el núcleo del Partido,
aunque sin sancionar a ninguno de sus miembros.
Siempre recordaré la altura de las discusiones y la gentileza revolucionaria del
presidente Dorticós. Y la actitud fraternal del compañero Jesús Montané.
Después se crea el Departamento para la Enseñanza del Marxismo-Leninismo.
Creo que la persona que estaba al frente de ese Departamento y otra más van a la
Unión Soviética, y comienza el proceso de formación de profesores en la Unión
Soviética y en otros países del entonces campo socialista.
Primero vinieron asesores de allá para acá. Después se empezó a enviar a jóvenes a la
URSS, a formarlos como docentes para Filosofía.
Desde tu perspectiva, ¿cómo valoras toda esta historia, su diná-mica en el contexto de
estos años?
Esta historia tuvo su propia realidad y su propia dinámica, pero está íntimamente
relacionada con la historia general de la Revo-lución y solo es explicable si se inscribe
en ella.
En el plano ideológico, después de la crítica al sectarismo, la Revolución siguió
teniendo un conjunto de instituciones di-ferenciadas, aunque el denominador común a
todos era la fidelidad a la Revolución. Por ejemplo, el Consejo Nacional de Cultura
tenía una ideología más cercana o cercana del todo a los soviéticos. La revista
mensual Cuba Socialista, que salió de
1961 hasta 1967, era la revista oficial del Partido; era muy oficial, pero no era
homogénea y permitía la polémica. Ahí publicaba el Che Guevara, y había de todo.
Salían muchos textos informativos, ofreciendo elementos de la economía del país, las
posiciones políticas del país, discursos de Fidel; no tenía tanto peso teórico, pero
incluía temas teóricos también. Las EIR seguían ofreciendo una formación básica, en
las EBIR, para activistas revolucionarios de todo el país, y tenían sus escuelas de nivel
superior y su revista Teoría y Práctica; en estas man-tenían la línea teórica del
marxismo de tipo soviético. La Edi-tora Política del Estado era dirigida por compañeros
del antiguo Partido Socialista Popular, editaba a los clásicos del marxismo, y a autores
soviéticos y comunistas franceses que trataban de ofrecernos una versión
más"ilustrada"del materialismo de tipo soviético; incluso se publicó Lecturas de
Marxismo-leninismo, en dos tomos, con trabajos de ellos destinados a la divulgación
y el estudio. Vistas en su conjunto, en las tres universidades había una gama de
posiciones respecto a las cuestiones inte-lectuales y teóricas. Por otra parte, todo el
que podía abría una escuela para capacitar en marxismo y en política, en su minis-terio
o su institución; y también imprimían textos usuales o inesperados. Por ejemplo, yo
conservo impreso en mimeó- grafo las Cuestiones económicas de la construcción del
socialismo en la URSS, de Stalin, editado por el Ministerio de Comercio Exterior.
El caso ejemplar fue el del Che. Desde 1959 inició su batalla ideológica, con el Manual
de capacitación cívica, que tuvo dos ediciones por la CTC-R. Además del gran número
de escritos y dis-cursos que produjo, con una concepción marxista dialéctica, ra-dical y
creadora, y unos propósitos sistemáticos de influir en la profundización del proceso,
organizó en el Ministerio de Indus-trias una trinchera de ideas. La revista Nuestra
Industria Económica es la publicación más conocida, al menos de nombre, pero no fue
la única. Y las Reuniones Bimestrales de análisis del trabajo del MININD fueron hasta
diciembre de 1964 el teatro de comentarios teóricos muy profundos, en un campo
amplio de temas. Bajo su orientación se efectuaba el Seminario de El Capital, de
profundización, que continuó un buen tiempo después de su partida. En la imprenta del
MINAZ publicó Orlando Borrego en 1966 la obra El Che en la Revolución Cubana, que
sigue siendo hasta hoy la más voluminosa edición de textos y grabaciones del Che:
siete tomos, más de cuatro mil páginas. Solo tuvo papel para 400 ejemplares. Gran
parte de su contenido nunca ha sido publicado, ahí espera su reedición.
En un mimeógrafo que teníamos, nosotros tirábamos, tirábamos y tirábamos... Por
ejemplo, El primer combate de Fidel Castro, de Robert Merle, el libro de un francés que
les hizo entrevistas a todos y cada uno de los sobrevivientes del asalto al Moneada;
creo que la única edición que tuvo en Cuba fue la que le hicimos en mimeógrafo.
Imprimíamos los programas, textos para discutir; los textos que nos hacían falta para la
docencia, en mayor nú-mero, para los alumnos. Recuerdo que tiramos de inmediato el
discurso del Che Guevara en Argel, del 24 de febrero de 1965, por
lo cual algunos nos llamaron"revisionistas de izquierda"Para alumnos tiramos muchos
fragmentos de los Cuadernos de la cárcel, de Antonio Gramsci, hasta que contamos
con el Lecturas de Filosofía amarillo que te conté.
Para 1965 y 1966 cayó en crisis la posición más cercana al socialismo de tipo soviético,
porque el Che y Fidel predicaban y ponían en práctica la específica posición cubana,
en toda la vida política, económica, social e ideológica del país, y en la actividad
exterior, que ya se enfrentó abiertamente en muchos aspectos a la URSS y su campo,
en la participación armada cubana en varios lugares (el caso más famoso fue el de
Bolivia). En el campo ideológico se había registrado una riquísima historia de polémicas
desde los primeros años sesenta, que si me refiero a ellas no terminaríamos nunca.
Durante los años 1966 y 1967 se fue consumando un predominio de las posiciones
ideológicas representadas por Fidel y el Che. El último acto político-ideológico de esa
etapa fue la llamada "microfracción" a fines de 1967. El Che había muerto en Bolivia,
en octubre. Después el país se sumió en sus gigantescos esfuerzos por conseguir lo
que se llamó "desarrollo económico socialista acelerado" sin dejar de practicar un
internacionalismo ejemplar. Las ¡deas cubanas de un socialismo más cercano a la
URSS, y más restringido en su contenido, nunca desaparecieron, pero estuvieron fuera
de la escena hasta después de 1970.
Desde el segundo semestre de 1965 nuestras participaciones en la "vida nacional" se
multiplicaron mucho. Un buen número de esas actividades no eran propiamente de
educación superior; una parte de ellas no eran públicas, la mayoría sí. Por ejemplo,
desde fines de 1965 tuvimos un papel protagónico en todo el trabajo de creación de
Edición Revolucionaria y del Instituto Cubano del Libro, que significaron una
transformación muy profunda y una fuerte ampliación del ámbito del sistema editorial
cubano. En el área de publicaciones sociales elaboramos los primeros planes y los
llevamos a cabo, y mantuvimos una presencia muy fuerte hasta nuestra desaparición.
5/, realmente fue una etapa muy fructífera en publicaciones.
Hay que ver los catálogos de los primeros años de Ciencias Socia-les, del Instituto. Se
hizo un serio esfuerzo de publicación de autores clásicos del marxismo, y también de
otros marxistas de tendencias y temas diversos. Se publicó el Stalin de Isaac
Deustcher, en miles de ejemplares, como era usual. También se publicó un buen
número de teóricos no marxistas. Economía y sociedad, de Max Weber, en dos
gruesos tomos, fue publicado en una edición que en número de ejemplares quizás sea
la mayor que se ha hecho en el mundo. Llevaba un estudio introductorio de Germán
Sánchez —uno de los más jóvenes compañeros nuestros—, de más de treinta páginas
y gran calidad.Todavía lo lees hoy y dices: "¿y esto qué es?"La Antropología
estructural,de Claude Lévi-Strauss; El hombre unidimensional, de Herbert Marcuse;
Historia y conciencia de clase, de Gyórgy Lukács; las Cuestiones de método, de Jean
Paul Sartre. Por varias vías publicamos a Karl Korsch, Populo- rum Progresio, una
Historia de África, un montón de cosas muy diversas. Referencias, del PCC de la
Universidad, una revista monográfica muy voluminosa que salió unas catorce veces, en
realidad se planeaba y sus materiales provenían de los fondos de Pensamiento Crítico,
y la preparaba un compañero nuestro. Publicamos o divulgamos todas las obras
contemporáneas que estuvieron a nuestro alcance y nos parecieron de interés. Fue
una verdadera fiesta intelectual. Esa coyuntura favorable desapareció al inicio de los
años setenta, aunque no sucedió de un día para otro.
Fernando, para ir terminando —pues esta es una conversación que aún podemos
prolongar, pero ya sería otra entrevista—, una última pregunta, ¿Por qué crees que se
dieron las divergencias en el pensamiento marxista cubano de esos años?
Creo que te he contestado parcialmente esa pregunta a lo largo de la entrevista, y
además, después de veinte años de silencio, he ido escribiendo sobre estas cuestiones
en textos de estos años noventa, y hablando en conferencias o entrevistas. Quedan,
sin duda, muchas cosas por decir, pero yo sigo muy activo y pienso seguirlo siendo, y
formamos parte de un proceso, la Revolución
Cubana, muy difícil en sus condicionamientos y en la propia his-toria que ha debido ir
tejiendo en casi medio siglo. Hay temas y datos que no se han publicado nunca y no
me pertenece a mí divulgar, al parecer mientras no culmine esta larga lucha en que
estamos todos. Por otra parte, estoy totalmente opuesto a que se escamotee u oculte
la historia de nuestro proceso revolucionario a las generaciones más jóvenes, porque
eso es desconfiar de sus capacidades y su cultura política revolucionaria, y es
quitarnos fuerzas que son vitales para la guerra cultural a la que sin remedio nos
obligan tres realidades: la agresividad sistemática del imperialismo; la capacidad del
modo de vivir capitalista de recuperar terrenos y reabsorber formas de vida que se han
formado ajenas a él y aun negándolo; y la dimensión descomunal de nuestro proyecto
de cambios de las personas, las relaciones y las instituciones, esto que debemos
seguir llamando socialismo.
De todos modos, te diré algo más, aunque sea por recapitular lo que he escrito o dicho,
y añadir algo. Pero no olvides que es muy diferente lo que los actores de un proceso
determinado sin-tieron y pensaron cuando estaban actuando, y lo que décadas
después han reflexionado y manifiestan sobre aquel proceso.
Hoy entiendo que el marxismo sufrió sus más duros golpes en los años treinta del siglo
xx, cuando la teoría fue desnaturalizada a fondo en sus contenidos y en sus funciones,
los pensadores fueron reprimidos brutalmente y-un cuerpo dogmático fue codificado e
impuesto rigurosamente. Esto no fue más que parte de una operación gigantesca y
fratricida, que liquidó la revolución bolchevique. Pero el Estado soviético siguió
existiendo y fortaleciéndose, y resistió y venció la amenaza mortal que fue la criminal
agresión nazi, con la participación heroica y decisiva de los pueblos de la URSS. El
poder, el prestigio y la influencia de la URSS en el mundo crecieron mucho después de
1945, y se formó un "campo socialista" en Europa. Pero la situación del marxismo no
cambió. Mientras, en el llamado Tercer Mundo sucedieron revoluciones anticapitalistas
y de liberación nacional, desde China hasta Cuba, y hubo un enorme proceso de
descolonización y luchas por la soberanía efectiva y el desarrollo. La bancarrota del
colonialismo y las victorias revolucionarias le plantearon retos
formidables a la universalización del marxismo, porque se necesitaban ¡deas radicales
y eficaces. Una generación antes, el naciente comunismo tercermundista había sufrido
la bolchevi- zación y los embates del estalinismo. Ahora, los sucesores de Stalin no
lograban hacer realidad el giro anunciado en el XX Congreso del PCUS (1956), y la
política internacional de la URSS se regía ante todo por la razón de Estado. El
marxismo del campo soviético ganó con la nueva tolerancia, pero no dio ningún salto
de desarrollo, por lo que siguió siendo una ideología de legitimar, obedecer y clasificar,
y no pudo ofrecer nada importante a la nueva época que se abría.
Por segunda vez en el siglo xx el comunismo y el marxismo se encontraban ante una
coyuntura favorable para atraer hacia sus posiciones a los que pensaban y los que
actuaban contra las opre-siones y el sistema de dominación, en el Tercer Mundo y en el
Primero, y el desafío resultaba demasiado grande. Entonces vi-nieron "los años
sesenta" En tres continentes se desencadenaron o se hicieron más visibles las
rebeldías, las identidades propias, las luchas por la autonomía real, el desarrollo
económico y social, las coordinaciones "del Sur" en un conjunto promisorio para
cambios radicales antimperialistas y contra la explotación, es decir, de,tendencia
anticapitalista y de liberación nacional y social. Y en Europa y Estados Unidos,
determinados sectores sociales y una generación de jóvenes abominaron el orden
vigente, retaron a sus instituciones y a sus relaciones cívicas y cotidianas, exigieron
una nueva cultura y desearon cambiar las vidas y las sociedades. La segunda gran ola
de revoluciones del siglo tuvo su centro en el Tercer Mundo —a diferencia de la primera
—, pero con mucha más cultura política y en mejores condiciones para avanzar en
cuanto a coordinaciones mundiales.
En el terreno del pensamiento social se hicieron extraordina-rios esfuerzos y
creaciones intelectuales —por parte de militan-tes y de especialistas—, que permitieron
pensar las prácticas, proponer estrategias, revivir la teoría política y postular ideas. Se
avanzó en la recuperación del pensamiento marxista, y en su reconocimiento como
guía para el análisis y la acción por parte de numerosos movimientos revolucionarios.
Se echaron las bases
de un nuevo campo intelectual, el de género, y también las de la ecología. La posición
marxista que venía de China llegó a tener una gran influencia en numerosos lugares. El
marxismo indepen-diente de países capitalistas desarrollados —me niego a llamarle
"marxismo occidental"— brindó sus aportes notables. Pero no se pudo alcanzar una
nueva cota que era necesaria: elaborar las nuevas interpretaciones de conjunto, las
síntesis teóricas que renovaran la concepción, la integración de los avances del
conocimiento y el pensamiento ajenos al marxismo que fueran pertinentes, y las
propuestas generales.
La Revolución Cubana, en el centro mismo del Occidente bur-gués, realizó enormes
esfuerzos en el campo del pensamiento, e hizo aportes muy notables al desarrollo del
marxismo. Fidel y el Che pusieron al marxismo en español, inspiraron la formación de
una vertiente marxista latinoamericana, y se dirigieron al mundo entero desde un
comunismo de liberación nacional, occidental, igualitarista, insurreccional y realmente
intemacionalista. Si tuviera que calificar al marxismo necesario para ayudar a de-
sarrollar esa revolución, le llamaría ortodoxo, rebelde, creador y hereje. Todo esto lo
entendíamos así en aquel tiempo los que formamos el grupo de la calle K e hicimos la
revista Pensamiento Crítico. Con nuestros aciertos, errores e insuficiencias, fuimos en
esa dirección hasta donde pudimos.
Si recordamos todo lo que he dicho hasta aquí, fue natural que entre los
revolucionarios cubanos tuviéramos diferencias y di-vergencias en cuanto a los
caminos del socialismo, y al marxismo. Lo que quiero resaltar ante todo, porque fue
extraordinario, es que el poder revolucionario no se manchó con la violencia ejer-cida
contra sus hermanos, un hecho desgraciado que sucedió en tantas otras experiencias.
Fidel había dicho en un momento muy delicado que la Revolución no sería como
Saturno, que se comió a sus propios hijos. Es muy cierto también que existió un deno-
minador común que guió las conciencias y las voluntades de los que mantuvieron las
ideas y posiciones más disímiles: la Revolu-ción Cubana, con su justicia socialista y su
liberación nacional, como la brújula de los criterios y de la disciplina, de la diversidad de
cada uno y de la unidad política, de las diferencias ideológicas
y la lucha compartida. Que ese denominador común predominara siempre es un gran
ejemplo de lo que es posible conseguir cuando se desatan las fuerzas de las personas
en una sociedad que sea a la vez organizada, consciente y libertaria.
Vamos terminando.Te agradezco muchísimo que me hayas pedido de inicio que
opinara aquí desde mis perspectivas y mis vivencias. Me formé desde jovencito en una
tradición en la que hablar de uno mismo se consideraba una debilidad gravísima, y lo
que he vivido después refuerza mis convicciones martianas acerca del individuo, el
deber y el verdadero carácter de las satisfacciones. Sin em-bargo, fue una convocatoria
muy sagaz la tuya, por dos razones: me permitió enfrentar un trecho de mi vida
demasiado cargado de aristas, desde una aproximación factible; y hoy cada vez más
se exige mostrar la dimensión humana de los eventos y las ideas, como parte de una
exigencia de prioridad para las subjetividades que no alcanza a formular con claridad a
lo que aspira, pero que tiene toda la razón y está indicando en qué dirección deben ir
las luchas y las aspiraciones del siglo xxi. Quizás haya también una tercera razón:
siempre reconocí en privado la verdad que encierra el desparpajo magnífico del título
de un cuento de serie negra norteamericano de los años cin- cuenta:"Hasta los
gángsters tienen su corazoncito" Pero lo principal de toda esta historia, y lo que más
me motiva, es el servicio que puede prestar. Si bien es cierto que"los sesenta" no
lograron sus fines y sus sueños más ambiciosos, pusieron los proyectos de
humanización en un grado sumamente más alto que lo existente hasta entonces, y sus
logros y sus intuiciones constituyen hoy una acumulación cultural maravillosa a nuestra
disposición, que puede concurrir a la formación de proyectos muy superiores a los que
ha habido, si se ponen en marcha los movimientos liberadores del siglo xxi.
Tus palabras me hacen recordar que a ti y a toda la generación de aquellos jóvenes
que ingresaron a la vida intelectual en estos años sesenta aún los anima lo que en sus
versos cantara Brecht: "hay quienes luchan toda una vida, esos son los
imprescindibles" Muchas gracias Fernando.
MARXISMO, PENSAMIENTO Y CIENCIAS SOCIALES EN CUBA CONTEMPORÁNEA
Cynthia Barrera Valdés'
Mi objetivo es indagar qué piensas de la situación actual de las ciencias sociales en
nuestro país. Pero quizás sea mejor comenzar por conocer tus opiniones acerca de la
situación actual de la concepción marxista en Cuba, si es legitimada o, por el contrario,
rechazada. Y me gustaría que dejaras claro, naturalmente, lo que entiendes por
marxismo.
Me alegro de que reúnas varias preguntas, pues ellas son necesa-rias. En Cuba el
marxismo ha sido el paradigma de ciencias socia-les predominante en las últimas
décadas —y el exigido oficial-mente—, y si tuviera que responder solo a la primera
pregunta tendría que afirmar que hoy lo que avanza es el rechazo o el abandono del
marxismo. Ya hablemos de marxismo o de cualquier otra actividad intelectual, siempre
existe, en general, un complejo de relaciones entre ellas y el conjunto de la sociedad
específica en la que en cada caso se producen. Si toda actividad intelectual está
condicionada por la sociedad en la que se desarrolla, las ciencias sociales lo están
mucho más que las naturales y exactas, y presentan diferentes situaciones más
singulares. Los llamados paradigmas de ciencias sociales —como serían los de Emilio
Durkheim, Max Weber o Carlos Marx— no son ajenos a las reali-
* Investigadora en el Instituto de Filosofía, CUMA, La Habana. La entrevista
realizada en 1999 fue publicada en Marxismo y Revolución, Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 2006, pp. 183-212.
dades sociales. Ellos guardan órdenes diversos de relaciones: con las clases sociales,
sus diferencias, contradicciones y luchas; con los modos de dominación; con las
culturas nacionales, de et- nias y otros tipos de comunidades y especificidades; con los
me-dios en que se produce la formación y la actuación intelectuales de sus creadores y
divulgadores. Además de existir en una época y una coyuntura determinadas, la
dimensión temporal de sus condi-cionamientos registra también acumulaciones "del
pasado"
Absolutizar esas relaciones es tan grave como olvidarlas: los cuerpos de pensamiento
social que lo son realmente tienen sus especificidades, su autonomía de producción y
de influencia, sus sucesiones y contraposiciones intelectuales, su entidad propia. Son
realidades ellos mismos, no "reflejo de la realidad" De mane-ra que no basta con
reconocer que hay "mediaciones" entre "la realidad" y "el pensamiento" sociales, ni
siquiera cuando se enumeran con habilidad y elegancia, como hacía, por ejemplo, el
ruso Plejanov a principios del siglo.
En el caso del marxismo, los condicionamientos tienen una carga muy grande, porque
desde su origen no es solamente una posición de ciencias sociales. Es, ante todo, una
teoría social de los que quieren eliminar al capitalismo, se presenta como la teoría
social de los que quieren producir el más profundo cambio social. El marxismo es una
ideología relacionada con la idea de derribar la dominación de tipo capitalista, que
surgió en la Europa del siglo pasado, cuando el capitalismo era, por cierto, bastante
joven en Europa misma. Los revolucionarios anarquistas, los de tipo comunista y los
reformistas eran entonces los contradictores del capitalismo y los productores de
ideales y cuerpos de ideas acerca de la acción proletaria y del socialismo como tipo de
sociedad.
El marxismo ha sido la teoría anticapitalista que más éxito ha tenido, como tal y como
ideología, y la que más pervivencia ha gozado durante el último siglo y medio. En el
primer tercio de ese tiempo no estaba tan extendido ni tenía tanta fuerza social, pero
durante el siglo xx se expandió —con altibajos— por todo el mundo y en numerosos
ámbitos culturales llegó a desempeñar papeles de la mayor importancia. En lo concer
niente a su entidad, las realidades diversas en que ha participado —y las
acumulaciones culturales que registra— han formado tal complejidad que no ha habido
acuerdo en la literatura marxista o sobre el marxismo, si es una ideología o una teoría
científica, o cómo llamarle mejor. Se pueden'encontrar muchas formulaciones tajantes,
ambiguas o imprecisas:"el marxismo es la ciencia','o "la ciencia de las ciencias" "una
filosofía científica','"una ideología""la única ideología científica" y así sucesivamente. Se
le ha llamado "concepción materialista de la historia',"'materialismo dialéctico e
histórico""marxismo-leninismo" y se le han puesto numerosos apellidos.
Ahora, en 1994, el marxismo vive una crisis que tiene raíces muy hondas y que se fue
gestando durante décadas. La liquidación de los regímenes que se llamaban a sí
mismos socialistas, en 1989-1991, y el final aparente del supuesto enfrentamiento entre
el capitalismo y el socialismo a escala mundial con el triunfo del primero, no debe
dispensarnos del deber de conocer y valorar el proceso histórico implicado, ni el
proceso histórico del marxismo. Para los intelectuales cubanos la cuestión es inexcu-
sable. Siempre estamos obligados a partir de lo existente, por muy lejos que
pretendamos llegar. Para ejercitar ese deber de conocer y valorar al que me refiero,
todos en Cuba estamos en una situación difícil, con los gravámenesa y remanentes de
una etapa muy nefasta que duró muchos años, en la que reinó el dogmatismo de tipo
soviético.
¿Pudieras abundaren tus criterios acerca del marxismo?
Sí, pero permíteme primero apuntar una cuestión de método que a mi juicio es
fundamental para todo aquel que hace ciencias sociales. Cuando estamos analizando
algún problema de conoci-miento social, es necesario distinguir tres tipos de realidades
diferentes. Uno es el de los eventos y procesos que se dan por seguros o se expresan
mediante datos, que en realidad son tópicos seleccionados por el sujeto cognoscente, y
que algunos confunden con lo que llaman "la realidad" Son un tipo de realidades.
Digamos, por ejemplo, que el dictador cubano Gerardo Machado
fue derrocado el 12 de agosto de 1933, o que una crisis financiera en 1929 se convirtió
en una crisis económica mundial.
Un segundo tipo de realidades está constituido por lo que los actores de los hechos
sociales que nos interesan —sean eventos o procesos de más larga duración—
creyeron, sintieron, pensaron; la manera como asumieron las cuestiones que les
atañían, y a partir de esas realidades actuaron. Este segundo tipo de realidades —les
llaman de varias maneras— forman un conjunto espiritual que no se integra solamente
con las percepciones y demás actividades proce-dentes del material inmediato que
tienen ante sí los actores. Ellas incluyen otras determinaciones de la actuación de esos
seres humanos específicos: los afectos, las animadversiones, los prejuicios, las
pasiones, los frutos de su educación, las creencias y los valores adquiridos en las
familias, en las escuelas, a través de los medios masivos de comunicación y de otras
agencias sociales. Les influyen también ideologías más o menos estructuradas —entre
ellas las políticas son muy importantes, pero de ningún modo las únicas— y, de modos
indirectos o directos, teorías sociales y exposiciones de investigaciones. Agrego algo
que es, sin embargo, fundamental: los sujetos que actúan —aunque determinados por
sistemas sociales—reela- boran, adecúan y modifican en alguna medida todo ese
conjunto espiritual, usualmente sin romper sus marcos en cuanto a las estructuras
sociales que estamos analizando. Pero a veces rompen esos marcos, y si lo hacen de
manera masiva, decidida y con tendencia a la irreversibilidad, estaremos ante eventos
muy trascendentes para ellos y las sociedades.
Los dos tipos de realidades descritos forman una unidad ante una tercera realidad, que
es la del investigador. Los problemas emergentes son siempre complejos para este
sujeto que quiere conocer, y difieren respecto a la relación en que se encuentre con el
tiempo transcurrido (simultáneo, reciente, o más o menos remoto), con los espacios
significativos (geográficos, de nivel de comunicaciones), y con otras variables diversas.
Al tratar de conocer hechos y procesos sociales, el investigador deberá distinguir entre
ambos tipos de realidades, disecarlas para el análisis, aprehender sus modos de
relacionarse entre sí, producir conocimientos sobre cada una de ellas y sobre la unidad
que de hecho for
man o formaron en su integración. Es difícil, pero imprescindible, establecer las
creencias, las representaciones, las motivaciones, los valores de los sujetos implicados
en lo que se investiga, con la misma pericia y tenacidad con las que se establecen
datos económicos, eventos políticos y militares, clasificaciones, coeficientes y
distribuciones de hechos habitualmente mensurables.
A los conocimientos sociales acumulados, a las teorías y los métodos de investigación
social, es necesario tratarlos también como realidades específicas que son,
condicionados históricamente en su producción y por las apropiaciones sucesivas y
diferentes que se han hecho de ellos. Son —o parecen ser— nuestros instrumentos,
pero portan sus atributos y matices propios, tanto en lo que dicen como en lo que
callan, en los problemas que escogen y plantean como en los que ignoran o consideran
irrelevantes o falsos, en sus modos de operar al tratar de conocer y en los prejuicios
que tienen ante otras ideas y cuerpos de conocimiento.
Para enfrentar todo este complejo de exigencias, el investiga-dor social no tiene más
remedio que preguntarse a sí mismo con qué instrumentos y datos cuenta, por qué los
ha elegido (si ha tenido realmente oportunidad de elegir), y cómo ha sido su asun-ción
de instrumentos y datos; qué prejuicios tiene frente a todo este trabajo y a sus
resultados probables, y qué espera de él el medio en que trabaja y vive. Esta
autoinspección puede ser a veces dolorosa —cuando lleva a abandonar la dulce
morada de la inocencia—, pero significa, a la altura de las experiencias que ya hemos
logrado, la probabilidad de alcanzar mayores y más profundos niveles en el trabajo de
conocimiento social. Y la de hacer eficaz y mejor fundada la relación entre la conciencia
del investigador y la actividad científica que realiza, una relación ineludible que ninguna
"neutralidad científica" puede ocultar, y que más vale entonces tender a gobernar en
vez de ser juguete en ella.
Volvamos al marxismo. La motivación central del europeo Carlos Marx era que su
teoría fuera la fundamentación de la revolución proletaria mundial —no una
regeneración de la Humanidad ni una evolución de la especie humana—, esto es, que
fuera el basamento de una acción social futura violentadora de todo el orden social, en
vez de ser vocero o intérprete de dos destinos
posibles: un acto o clonación desde arriba, referido a recuperar un pasado ideal; o el
resultado del proceso natural presente (del siglo xix europeo), que sucedería como
remate del progreso civi- lizatorio. Marx creía en y postulaba como indispensable la
lucha social decidida y radical para obtener la libertad para todos, como los
anarquistas; pero, a diferencia de ellos, planteó la centralidad de lo político y la
necesidad de crear órganos políticos proletarios, de hacer política proletaria y
conquistar un largo ejercicio de poder proletario, para que las personas se tornaran
capaces de cambiarse a sí mismas y a unas sociedades clasistas que ya estaban
basadas nada menos que en el capitalismo. La revolución proletaria a escala mundial
debe conducir a la obtención de cambios tan profundos que conduzcan a todos a una
vida sin ena-' jenaciones —o en términos más actuales, sin dominaciones—, a una
asociación de productores libres, abierta al desarrollo pleno de los individuos.
Me saldría de nuestro tema si desarrollo aquí los rasgos esen-ciales y distintivos, a mi
juicio, de la teoría de Marx. Pero la concepción marxiana es tan diferente de la corriente
que con el apelativo de marxista-leninista ha sido dominante en Cuba después de
1971, que les pediría que recuperen a Marx mismo como parte indispensable de su
ejercicio intelectual. Lo que pienso de la teoría de Marx, y de la historia intelectual del
marxismo, lo he expuesto por los medios a mi alcance desde hace treinta años hasta
hoy. Una muestra reciente está en Historia y marxismo, con-ferencia que di en enero
del año pasado en la Universidad. Aquí me limito a apuntar, al menos, algunas
cuestiones del marxismo originario.
Marx considera que las relaciones entre su posición y sus valores comunistas por una
parte, y su actividad intelectual y sus productos por otra, incluyen aspectos que son
internos a la teoría misma. Para él, que debe haber sentido gran estima por sus
posibilidades como teórico, la teoría del marxismo es posible porque se ha alcanzado
en Europa un determinado estadio social y del pensamiento. Posible no es igual a
hecho consumado o predeterminado —ya los griegos conocían la distancia entre la
potencia y el acto—, y el marxismo tenía, por lo mismo, que ser
fruto de un trabajo. Pero la cuestión está llena de consecuencias y problemas. Las
formulaciones marxianas de los fundamentos de la ciencia social, o de aspectos de
ella, relacionan la producción de conocimientos sociales con sus condicionamientos
sociales, lo que implica un juicio acerca de la historia de los conocimientos sociales y
otro juicio acerca de las relaciones existentes entre los valores y los conocimientos.
Las teorías relativas a lo social, y el desarrollo mismo de la ciencia social, son
relacionados por Marx con la época de ascenso y desarrollo del capitalismo, esto es,
con el tiempo histórico en que se habían producido. En sus obras fundamentales
referidas al modo de producción capitalista y a las teorías de los economistas hay una
multitud de reflexiones y de comentarios acerca de las relaciones entre la producción
de conocimientos sociales y sus condicionamientos, y acerca de los valores de los
autores. A mi juicio, Marx colocó las bases de la sociología del conocimiento.
Por otra parte, Marx desarrolla toda una teoría del conocimiento social, formidable
instrumento al que no me puedo referir aquí, pero que nada tiene que ver con el
batiburrillo de retazos de variadísima calaña que aparecen en los manuales al uso de
"filosofía materialista dialéctica e histórica" A través del conjunto de su producción
teórica y su posición, Marx ofrece un fundamento determinado al pensamiento y a las
prácticas científico sociales.
Al relacionar su propia teoría con la situación histórica en que se produce y con las
luchas de clases, aparece de inmediato un problema para el marxismo. En La ideología
alemana, en fecha tan temprana como 1846, Marx asevera que "las ideas de la clase
dominante son las ideas dominantes en cada época" una posición acerca de la
funcionalidad de las ideas en un sistema de dominación que parte de su teoría de las
luchas de clases. Pero si esto es así, ¿qué posibilidad habría de que se formara un
pensamiento proletario anticapitalista, capaz de inspirar una acción anticapitalista
eficiente, en el seno de la sociedad hegemonizada por la burguesía? Marx atenderá
siempre a ese problema central, y a las formas concretas que asume cuando sectores
organizados del proletariado e ¡deas socialistas se convierten en realidades en cierto
número de países. Hasta el fin de su vida, en trabajos
teóricos o aconsejando a sus partidarios, examina los problemas de la defensa y el
desarrollo del carácter revolucionario del pensamiento, de la posibilidad de la
revolución proletaria, de su ejecución exitosa, e incluso de la viabilidad de una
transición comunista.
En La ideología alemana postula como una de las dos premisas del comunismo "la
formación de una masa revolucionaria que se levante" no solo contra aspectos de la
sociedad, sino "en contra de la misma producción de la vida vigente hasta ahora"
Y,añade que la única forma de cambio factible del capitalismo al comu-nismo será la
revolución, porque las clases dominantes no cederán graciosamente su poder, pero
también porque solo mediante una revolución podrá la clase de los proletarios salir del
fango en que vive y volverse capaz de fundar el mundo sobre nuevas bases. Marx
habló claro: no es que los proletarios sean una clase maravillosa que está lista para
crear un nuevo mundo en cuanto los burgueses se descuiden. Están en una situación
tan desvalida y son tan ineptos en "el fango en que viven metidos" que solo la
revolución les dará fuerzas, medios, ideas y sentimientos para cambiarse a sí mismos y
a todo el orden social. Y todavía saca más consecuencias de la concepción que
enuncia: el comunismo tie-ne que ser mundial; la suerte de un comunismo local será la
de ser reabsorbido por las potencias del intercambio.
Marx se dedicó a producir un campo teórico nuevo, algo que ni los genios pueden
conseguir sino hasta cierto punto. Nadie saca su teoría del aire, y la mayoría de las
palabras se piden pres-tadas, o muestran el sello del lenguaje de su tiempo. Me he ex-
tendido acerca del marxismo de Marx para llamarles la atención sobre la necesidad de
volver a estudiar —y en muchos casos co-menzar a estudiar bien— su obra, y repensar
sus aportes, su teo-ría, sus errores e insuficiencias, su manera de pensar. Ese no es el
marxismo que les han "enseñado'.'Afortunadamente ustedes son tan jóvenes que solo
han tenido que soportar la fase final de la etapa que mencioné antes.
Es urgente e imprescindible recuperar y comprender toda una larga y compleja historia:
la del marxismo de todo el siglo xx. Sus procesos intelectuales de aparición de nuevos
temas y ampliación de su objeto, de asunción de otras teorías y métodos, de nuevos
apor
tes, de contracciones de su contenido y su eficiencia, de contraposiciones con otros
cuerpos de pensamiento, de divulgación para grupos y para millones, de formación y
existencia de grupos profesionales dedicados al marxismo, entre otros. La historia de
sus relaciones con las luchas de clases y con las luchas por la independencia o por la
liberación nacionales, con las esperanzas y las luchas de las mujeres, de etnias, de
creyentes religiosos y de otras comunidades, en todo el mundo de este siglo. La
historia de sus relaciones tan diversas con la universalización —tantas veces colonial y
neocolonial, hoy transnacional — del capitalismo imperialista y de los campos
culturales ligados a él o sujetos a su influencia. Sus nexos con las grandes
revoluciones del siglo, de Rusia, China, Cuba, Vietnam. Con los poderes y Estados que
lo han invocado como ideología y teoría oficiales, y con las instituciones que lo han
reconocido como su guía. La historia trágica del fin de la revolución bolchevique y la
imposición de regímenes de dominación en nombre del socialismo. Todo ese mundo,
esos procesos y eventos se interrelacionaron con la teoría marxista y la pusieron a
prueba, a ella y a las prácticas anticapitalistas. Recuperar y comprender todo esto,
conocerlo, me parece imprescindible para la formación de nuestros estudiosos de
ciencias sociales, y me temo que es un camino en el que falta mucho por andar.
Para los más jóvenes el marxismo como fundamento de la ciencia ha sido lo único
visible, lo natural. Todo lo anterior es historia conocida o por conocer. ¿Cómo y con qué
llegó Cuba a ese en-cuentro con el marxismo?
Cuba no formó parte de los centros de desarrollo del capitalismo mundial, y ha tenido
una historia sumamente marcada por lo co-lonial y lo neocolonial. Por tanto, han estado
en el centro de su proceso histórico los problemas de su constitución como nación, esto
es, una comunidad específica que se reconoce a sí misma como tal y diferente a las
demás, un sentimiento y unas repre-sentaciones generalizados, un Estado propio, y el
reconocimiento de todo lo anterior por parte del resto del mundo.
Dado el papel siempre importante de Cuba en el sistema colonial español, y sobre todo
la fortísima dinámica económica que
caracterizó a sus vinculaciones con los centros del capitalismo mundial, la cultura
material y espiritual de Cuba recibió los más profundos y contradictorios impactos de
sus correspondientes europeas. La vinculación íntima al capitalismo mundial mediante
la gran exportación de azúcar crudo con importación de casi un millón de africanos en
un siglo hizo la primera "modernización" de Cuba y dejó huellas muy profundas que en
parte persisten hasta hoy. El hábito de depender del extranjero, por ejemplo, arraigó
desde entonces en la mayoría de los cubanos poderosos. Las guerras de
independencia, la decisiva participación popular en ellas —el pueblo de Cuba se
sacrificó, literalmente, en la Guerra del 95— y los proyectos revolucionarios producidos
a su calor, constituyen un segundo impulso, que fue el que integró a Cuba como nación
y creó representaciones muy avanzadas de país y de sociedad democrática con
igualdad. Aunque Cuba fue invadida por Estados Unidos y neocolonizada a partir del
bloque formado por el imperialismo, los burgueses cubanos y muchos no
revolucionarios del campo independentista, aquel impulso logró el Estado
independiente, la primacía de la conciencia política en la identidad cubana, la
legitimación del radicalismo político, una república posrevolucionaria y la identificación
de Cuba como futuro, como proyecto a realizar.
Hablar de la primera y la segunda repúblicas burguesas neoco- loniales, de la tercera
revolución cubana —la "del 30"—, que lo-gró ligar los problemas de la justicia social
antiburguesa y del antimperialismo, y que dio origen a la segunda república, hablar de
las complejidades del orden previo a la revolución que logró triunfar en 1959, harían
todavía más extensos estos comentarios míos. Pero es inexcusable su conocimiento:
no se puede llamar científico social en un país quien no comprenda los procesos de
constitución y desarrollo histórico de su país, su sociedad y los elementos que la
componen, sus instituciones, los modos de re-lacionarse y contraponerse que han
tenido todos, las acumula-ciones culturales que han plasmado su ser actual.
El proceso histórico del pensamiento social, y de aparición y desarrollo de ciencias
sociales en Cuba, tiene que ser materia de la formación y de la cultura de los
estudiantes y científicos sociales
cubanos. Rehúso tocarlo superficialmente aquí, y me limito en esta circunstancia a
hacer solo algunos comentarios desde la actualidad.
En fechas recientes reaparecen algunos autores —Mañach es un ejemplo— y se
ensayan revaloraciones de términos, de ads-cripciones teóricas, o de posiciones
acerca del decursar histórico o el destino de Cuba. El denominador común de estos
temas es haber sido abandonados, poco tratados o maltratados por lo menos durante
veinticinco años. Me parece muy positivo lo que sucede: de alguna manera ha de
ponerse en movimiento otra vez el pensamiento cubano. Solo llamo la atención acerca
de tres puntos: a) cualquiera que sea la opinión sobre el tiempo transcurrido, ahora
estamos en un momento de obligada reasunción y revaloración de Cuba: la nación
cubana, la historia, las ideas, lo valores, los proyectos de futuro. Y no ha sido por
decisión de los intelectuales: lo están exigiendo las necesidades de la sociedad,
aunque ellas no fueran expresadas; b) nunca han sido neutrales esas periódicas
reasunciones y revaloraciones. Con todas las me-diaciones, debidas precisamente a su
entidad y autonomía inte-lectuales, ellas expresan también su condicionamiento por los
distintos intereses y visiones sociales que existen, y por tanto implican posiciones
diferentes y discordes; y c) el gran desnivel que se creó en la cultura adquirida por la
población en los últi-mos veinte años y los lamentables atributos que han tenido los
fundamentos del conocimiento social, a su vez confundidos con la ideología oficial. Un
resultado grave es el descrédito del marxismo como teoría y como ideología, que está
creando un prejuicio contra su examen y su utilización.
Lo anterior me lleva a preguntarme, desde mi posición de in-telectual socialista que se
opone al control burocrático del tra-bajo intelectual, que tanto nos ha perjudicado: ¿qué
funciones cumplirán las ideas, los pensadores y los proyectos de país reva- lorizados
en los años noventa, respecto a las necesidades, esta-dos de ánimo, expectativas y
proyectos actuales? ¿En las condi-ciones que atravesamos habrá suficiente
independencia de criterio, formación teórica y presupuestos ideológicos socialis-tas al
realizar estas actividades intelectuales?
. Claro está que al triunfo revolucionario de 1959 existía un mundo espiritual inmenso
en el país, y dentro de él un acumulado de ideas sociales, de prácticas y teorías de
ciencias sociales, de ejercicios profesionales, de historia de todo esto, y que el conjunto
constituía un enorme caudal, de una fértil complejidad y diversidad. La revolución fue
un acontecimiento social tan tremendo, y realizó cambios tan profundos, que a veces
no nos damos cuenta de que ninguna revolución es solo cambio, sino también
continuidades, que expresa permanencias además de cambios.
En verdad, los cambios fueron descomunales. La vida cotidiana se transformó
radicalmente en unos aspectos y paulatinamente en otros, pero siempre en un grado
extraordinario. Cambiaron acti-tudes de las personas hasta en las esferas más
primarias, en las relaciones interpersonales, entre los sexos y en las conductas
sexuales, en las relaciones familiares. Cambió la dieta al acceder los humildes a la
comida, y hasta en algunos platos; pizzas y espa- guetis, desconocidos por el cubano,
se universalizaron en menos de un año y para siempre, cuando coincidieron el acopio
de leche, la falta de medios de refrigeración y una plétora de harina de trigo importada,
mostrando el inmenso poder del proceso frente a rasgos tan fijos en toda comunidad
como es la dieta. Aumentó la salud a lo largo de la vida, la vida útil y la esperanza de
vida. El fin del terrorismo oficial, la reducción de la violencia común, el pleno empleo, la
universalización de los servicios básicos y de la seguridad social, el gran aumento de la
solidaridad en las relaciones sociales provocaron una notable pacificación de la
existencia individual, familiar y de las comunidades, un logro fundamental de la
Revolución.
En Cuba no solo se abatió la propiedad privada, también se le perdió el respeto a la
propiedad privada, dos logros maravillosos en el camino de la emancipación de las
personas. La economía adquirió sentido para las mayorías, porque la economía se
puso al servicio de las mayorías. Y esto no es retórica: junto al esfuerzo económico
masivo sostenido y el cambio generalizado en la actitud ante el consumo, se tomó
posesión física del país, se duplicó la tierra laborada, se practicaron ampliaciones,
modernizaciones y racionalizaciones de la producción —con tasas de inversión
altas, pero no excesivas—, se produjo un proceso de industriali-zación, se aplicaron
inmensos e ingentes recursos a la política social, se volvió normal la honestidad
administrativa. Sucedieron cambios profundos en la forma de gobierno, en la estructura
po-lítica de la sociedad, en las relaciones entre la política y la moral, entre ellas y la
economía; la educación quiso ser un servicio de la igualdad, del desarrollo nacional y
de la liberación. El proceso condensó en sí la representación de la nación, de la
historia, de los valores considerados válidos y de nuevos valores creados por la
Revolución, y lanzó una idea de futuro, el proyecto original de la Revolución Cubana:
un proyecto comunista de liberación nacional, de predominio de los vínculos solidarios
sobre el egoísmo, el lucro y el individualismo, y de participación de Cuba y los cubanos
en las luchas internacionales de liberación.
¿Podía el complejo cultural preexistente expresar las nuevas realidades cubanas, y su
pensamiento y sus ciencias sociales plantear bien los problemas? Claro que parece
imposible, pero si en la práctica las personas y las relaciones preexistentes fueron la
base de la acción revolucionaria, que las violentó en toda la medida que pudo hasta
obtener relaciones y personas parcialmente nuevas, lo mismo debía suceder en el
mundo espiritual pre-existente, que expresaría al mundo nuevo que se iniciaba
violentándose en la medida que pudiera. La naturaleza de ambos procesos es, sin
embargo, diferente.
Durante los sesenta años que van de 1898 a 1959, prácticamente todas las
orientaciones ideológicas y la mayoría de las ideas manejadas en Occidente fueron
conocidas en Cuba, y tuvieron practicantes y seguidores. Ellas sostenían relaciones
complicadas —y a veces angustiosas— con la sociedad a la que pertenecían,
complejidad y angustia que han estado presentes en todos los medios que, como el
cubano, recibieron los impactos de la universalización de la modernidad y el
capitalismo. De la pugna magnífica contra la dominación quedaron testimonios
intelectuales descollantes, y otros no tan destacados, pero también valiosos. Y también
quedaron cierto número de trabajos valiosísimos —y otros que no lo eran tanto— del
pensamiento cubano adecuado en última instancia al sistema, y a veces incluso de
servidores directos de la dominación.
La acumulación de cultura política radical fue el potencial que, detonado por la
vanguardia insurreccional, y asumido por el pueblo desatado, transformó la política
antidictatorial en una revolución socialista de liberación nacional. Entonces todo se
politizó. Como afortunadamente el saldo del proceso histórico de las ideas de Cuba era
de tendencia avanzada en cuanto a la liberación nacional y la justicia social, la
Revolución reivindicó ser su heredera y continuadora. Pero asumirlo realmente, y
utilizar sus productos, no fue nada fácil. Este es uno de la multitud de temas que
esperan por estudios serios. Apunto al menos que el viejo apotegma de Marx de 1846
que cité arriba puede servir al inicio de ese estudio. Y que las ideas existentes al triunfo
de la Revolución, incluidas las marxistas, padecían de las insuficiencias,
malformaciones y debilidades a las que la condición neocolonial y de mando burgués
mezquino sometieron a toda la sociedad cubana durante aquellos sesenta años.
El poder revolucionario unido a la soberanía popular impu-sieron el nuevo orden. La
ideología sobredeterminó a las teorías y a las prácticas profesionales e intelectuales en
general. En poco tiempo quedaron fuera del juego las posiciones ideológicas y teóricas
opuestas al nuevo poder, o consideradas no aceptables por el ambiente reinante.
Aunque el entusiasmo de unos y el dogmatismo de otros llevó a creer que el proceso
en su totalidad se inspiraba en el marxismo, eso era inexacto. Es un error creer que
porque nos hicimos marxistas sucedió todo, cuando la verdad es que nos hicimos
marxistas por todo lo que sucedió. Hubo una increíble multiplicación de la actividad
social y política en todo el país, y en muchas esferas de la vida. El marxismo solo
comenzó a adquirir peso entre los cubanos en 1961, después de la victoria de Girón y
de la declaración de que la Revolución era socialista, cuando cien mil adolescentes
enseñaban a leer y a escribir a todos los analfabetos y aprendían a conocer su país y a
sus paisanos, y cientos de miles se organizaban en las milicias para defender la
Revolución; cuando administradores improvisados dirigían todos los centros
económicos nacionalizados, puestos en manos de aquellos que no tenían nada, y los
sindicatos eran verdaderas agencias de la sociedad en revolución, como lo eran los
comités de Defensa de la Revolu
ción (CDR) y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP).Ya se perfilaba
el nuevo Estado, nacido del Ejército Rebelde y del Instituto Nacional de Reforma
Agraria (INRA), se creaban sus instituciones y se dictaban mil leyes en los tres
primeros años de la Revolución.
En 1961 se decía:"si somos socialistas, tenemos que ser marxistas, y si somos amigos
de los soviéticos, entonces somos marxis- tas-leninistas" aunque la mayoría no
conociera nada de marxismo. Este comienza a formar parte de la instrucción
sistemática de las personas, se le considera la manera acertada de ver el mundo y la
guía de la política, y también un buen paradigma para historiadores, para economistas.
Se crean instituciones especializadas para enseñar marxismo. Pero lo característico de
esa etapa fue la fiesta de alfabetización general que se vivía, y el asalto de las clases
humildes a la cultura. Ser revolucionario incluía lavarse las manos antes de comer,
hervir el agua, enseñar al que no sabe, usar tractores y máquinas, etc. Hasta 1967 las
universidades tuvieron menos alumnos que en 1959. En 1970, solo el 10% de los que
matricularon el primer año en ellas tenía dieciocho años o menos, y el 43% tenía de
veintidós años en adelante.
Como ves, el marxismo como fundamento teórico general estuvo asociado de inicio a
una inmensa revolución social, y a su legitimación ideológica por parte de ella.También
a la voracidad de asumir la cultura mundial desde Cuba. Ya en la primera etapa del
proceso, —la que llega hasta inicios de los setenta— el marxismo fue campo de
debates y pugnas, que guardan relación —aunque no inmediata ni simplificable—con la
diferencia de visiones que existía dentro del campo revolucionario acerca del alcance
del proceso, los modos de actuar y sus fundamentos. Como es usual, el marxismo en
Cuba había tenido antes diversidad e historia, ligada durante décadas a movimientos
sociales y políti-cos, y a actividades intelectuales; en modo alguno estaban deli-mitadas
fronteras entre ambos campos. En el primero, la presencia más importante y
organizada en los años cuarenta-cincuenta —hasta que ganó fuerza el movimiento
fidelista—fue la del Partido Socialista Popular, pero no fue la única. En el campo
intelectual era mucho más compleja y rica la situación, muy influida por
las consecuencias de la Revolución del 30, y había más presencia del marxismo de lo
que se ha creído después.
¿Qué sucedió después con el marxismo, y qué distinciones esta-bleces entre la teoría
marxista y el modelo heredado de la tradi-ción soviética?
Desde 1961, como te decía, el marxismo disfrutó de un gran pres-tigio. Los estudiantes
universitarios gritábamos: "¿Quién vive?" "¡Caribe!""¿Quién va?""¡Universidad!""¿Qué
somos?""¡Soc¡al¡stas!", "¿Qué seremos?'"'¡Comunistas!'.'Esa fue una etapa de
expansión y florecimiento del marxismo. La herejía cubana le dio alas, contra la visión
dogmática y sectaria que también trató de imponerse desde entonces. Te vuelvo a
recordar la sociología del conocimiento social de Marx y sus problemas. El medio en
revolución liberadora exigía instrumentos intelectuales capaces. He tratado de esbozar
el cuadro conformado por los elementos existentes y por el impulso que recibieron. Lo
que efectivamente sucedió en el campo de las ciencias y el pensamiento social en esa
larga década, la historia específica, espera por estudiosos llenos de rigor analítico,
amor por la verdad y pasión.
Al inicio de los años setenta se vio claro que fallaban dos premisas básicas del
proyecto revolucionario cubano: el triunfo de revoluciones en América Latina,
imprescindible para formar una nueva alianza en el campo económico, político, militar y
cultural que permitiera la expansión y, por tanto, la sobrevivencia del proyecto; y el
logro de lo que se llamó desarrollo económico socialista acelerado, esto es, un grado
suficiente de independencia económica.Terminó entonces la primera etapa del proceso
abierto con el triunfo revolucionario de enero de 1959.
Aunque el proyecto cubano aunque no fue abandonado en la práctica, sí se proclamó
bastante su abandono;es decir,en la práctica se abandonó menos de lo que se
proclamó. Se difundió que habíamos sido idealistas, que habíamos querido ser
demasiados originales, que no habíamos aprendido humildemente a ver las
experiencias de los países hermanos que habían hecho el socia-lismo antes. Cuba se
sujetó ideológicamente a la URSS, y consi-
deró antisovietismo y diversionismo ideológico lo que se dife-renciara de esa sujeción.
El pensamiento social recibió un golpe abrumador. Se cerró de tal manera el espacio
que las corrientes no marxistas se maldijeron y se trató de erradicarlas, se consideró
incorrecto conocerlas y aún más tratar de utilizarlas. Dentro de las corrientes marxistas,
se afirmó que solo la soviética era la aceptada y la correcta —esa unión perversa de la
verdad y la virtud—, por lo que se redujo el marxismo al llamado materialismo dialéctico
histórico, o filosofía marxista-leninista, o al llamado marxismo-leninismo, compuesto por
la filosofía, la economía y el comunismo científico.
El mundo de esa segunda etapa del proceso también tiene su historia, que es
imprescindible recuperar y comprender para en-frentar con más posibilidades de éxito
la etapa en la que estamos adentrándonos. No es fácil, no solo por ser un pasado
inmediato, sino porque siguen presentes muchos de sus resultados. En lo que a mí
toca, he escrito sobre algunos aspectos y hechos de esa etapa, que he calificado de
contradictoria. A los efectos de esta conversación, me limito a recordar que durante
quince años se registraron notables avances en la economía, en la política social, en
los servicios de salud y educación, en el bienestar material, en el tipo de ordenamiento
institucional que se adoptó, como resultado del trabajo realizado en esos años, de los
frutos de los esfuerzos de la primera etapa, y de la parte positiva de las relaciones
económicas anudadas con la URSS y el bloque que ella dirigía, relaciones que obtuvo
Cuba por el valor que había logrado darse a sí misma y por el papel geopolítico que
tenía. Pero también se hicieron fuertes la burocratización generalizada, la formalización
y la ritualización, el autoritarismo, el seguidismo, la supresión de todo criterio diferente
al considerado oficial, el reino de la autocensura, la formación de grupos privilegiados,
la simulación, el unanimismo y otros males. Aquel "marxismo-leninismo" dogmático,
empobrece- dor, dominante, autoritario, fue impuesto y difundido sistemáticamente,
cuando crecía tan bruscamente el nivel de preparación de los niños y jóvenes cubanos
que es difícil encontrar un ejemplo igual obtenido en el plazo de una generación. Las
maneras soberbias y la aparente ocupación absoluta del lugar de la ideología de aquel
tipo de marxismo fueron engañosas;
entonces se echaron las bases de la futura indiferencia o aversión que tenía que
provocar.
En 1986 se hizo público el llamado proceso de rectificación de errores y tendencias
negativas, precoz toma de distancia cubana del "socialismo real',' y comenzaron a
cuestionarse los fun-damentos de aquella segunda etapa. Las tensiones y dificultades
que confrontó el proceso de rectificación son sumamente im-portantes para quien
desee comprender el proceso histórico 1986-1991, y, por ende, cada uno de sus
aspectos, incluido el del marxismo. En cuanto al necesario abandono de la ideología
soviética del "marxismo-leninismo" se produjo una situación que, quizás por evitar ser
dramática, resultó totalmente ineficaz. Como resultado de ella no hubo un debate
abierto nacional que motivara una renovación del interés sobre bases nuevas —y de
recuperación del marxismo— y franqueara un período de transición eficaz para un
nuevo florecimiento ideológico.
Faltó un campo alternativo de publicación de criterios diver-sos, de educación, de
debates, en el cual otros temas, otros procedimientos y otras posiciones marxistas
pudieran abrirse paso. Además, el funcionariado encargado en las áreas ideológica y
de educación del marxismo-leninismo había sido formado intelec-tualmente, en
general, en el sistema de la ideología soviética, y estaba habituado a sus modos de
actuar y a los rasgos negativos nuestros también. Una multitud de profesores y de otros
técnicos quedaron en medio de una situación profundamente desventajosa y
desconcertante para ellos. No hubo entonces una ruptura, sino solo coexistencia, y la
confusión y el desaliento fueron creciendo.
Cuando estalló el gran desprestigio del socialismo, y el final tan bochornoso del bloque
de Europa Oriental se tornó un sinies-tro Midas de fango, la situación de Cuba se volvió
crítica en la economía y peligrosa en la seguridad nacional. Una nueva etapa ha
comenzado con la reinserción en la economía mundial y con las transformaciones
económicas y sociales en curso. En medio de problemas enormes y acuciantes, el que
analizamos no me parece que sea objeto de mayor interés a altos niveles
institucionales. Pero sigue ahí, ahora acumulando sobre sí viejas y nuevas
complejidades. No es mi campo de trabajo y no tengo datos sufi-cientes, pero mi
impresión es que aquel "marxismo-leninismo" sigue funcionando como una rueda cada
vez más suelta, ligeramente remozado y ahora mezclado con otros ingredientes
"occidentales" En los planteles educacionales se ha atemperado su imperio y recortado
su alcance. Por otra parte, en los instrumentos de reproducción ideológica son cada
vez más escasas las referencias al socialismo, y el marxismo como un requerimiento
ideológico ha ¡do desapareciendo; las referencias a ambos por los medios de
comunicación son prácticamente inexistentes, no sé si se consideran de mal gusto. No
subestimo la esterilidad vigente de sectores ideológicos burocratizados que siguen
funcionando e imponiendo su arbitrio o su inacción. Pero lo más visible es una suerte
de vacío ideológico aparente. Me preocupan mucho el desaliento, la confusión, la
agonía vergonzante del "marxismo-leninismo" que durante casi veinte años fue
confundido con todo el marxismo. Hay que evitar que arrastre en su caída a todo
marxismo posible.
¿Y qué alternativa asumes ante esta situación?
En la medida en que mis circunstancias me lo permiten, no me limito a declarar "soy
marxista',' pues no soy una pieza de museo ni quiero serlo. Mi convicción es que lo
mejor es ser marxista y tener una buena brújula para encontrar el camino en una
situación tan complicada como la cubana actual. Pero ser marxista como una profesión
de fe me parece estúpido: el marxismo no es un talismán, ni da buena suerte. No
quiero olvidar una realidad muy negativa: el marxismo se conoce muy mal y muy poco,
se conoce lo que no es marxismo en nombre del marxismo, se desprecia mucho al
marxismo- leninismo y se le asocia al autoritarismo, a la ineficacia y a muchos males
atribuidos al socialismo, unos con razón y otros sin ella. Y el punto de partida de ese
desprecio es peligrosísimo, forma parte de una ola conservadora que se extiende por el
país, que afecta también a sectores de la gente culta, una ola que gana adeptos y de la
cual forma parte el rechazo y el abandono del marxismo.
Es necesario que haya una alternativa, y que ella incluya una recuperación y una
utilización del marxismo, pero, ¿qué marxismo recuperaremos? ¿En qué consiste
realmente "recuperarlo"? Además, eso está ligado íntimamente a la recreación del
concepto de socialismo, porque si no lo recreamos seríamos tan débiles que la tarea
resultaría imposible. Si el socialismo va a ser una referencia del pasado entre nosotros,
está perdido. Solo avanzaremos si es una referencia desde el presente hacia el futuro
que tratamos de elaborar entre todos. Como ves, yo sigo siendo marxista, y reivindico a
Marx, que planteaba el condicionamiento del pensamiento social por las circunstancias
sociales y reclamaba, a su vez, que el pensamiento fuera una palanca eficaz para el
cambio de las circunstancias sociales.
¿Es este pensamiento marxista tu paradigma?
Soy marxista. No creo que la cuestión en la actualidad sea de modelo o ejemplo, de
autoridad de clásicos o de existencia de consensos. Sé que es muy difícil no
representarse como un poder aquello a que se pertenece, o al menos como una
parcela, cierta cantidad de poder. Pero es necesario hacer ese esfuerzo. Si el
marxismo en un país en transición socialista se reduce a usar esa teoría desde el
poder, entonces el poder vence al proyecto y una vez más se pierde la batalla del
socialismo. En todo caso, a escala mundial ni siquiera es pensable esa actitud. Para
mí, ser marxista hoy no es asumir y encuadrarse. Es tomar parte en la creación de un
rumbo, de un proyecto de vida y actuación ajenos y enfrentados al capitalismo, que
incluya una práctica de ciencia social relacionada profundamente con unas posiciones
ideológicas determinadas y con una participación en la formación del campo cultural y,
por tanto, en la contienda cultural en curso.
El capitalismo trata de ganar la guerra cultural de la vida cotidiana. Esto es, usted
puede decir lo que le parezca y le pueden gustar o no Lezama Lima, el anarquismo, la
ecología, las telenovelas, la posmodernidad o los comunistas, pero aténgase a que la
única cultura posible de la vida cotidiana es la del capitalismo. La reproducción cultural
de su dominación es básica para los cen-tros fundamentales del capitalismo mundial,
porque ella es unl-versalizante; su reproducción económica solo necesita y abarca a
una parte de la población mundial. Si los sectores mayoritarios del mundo, oprimidos,
explotados o supeditados al capitalismo mundial, no elaboran su alternativa diferente y
opuesta a él, tendremos un consenso suicida, porque para nosotros no hay lugar en el
futuro. Y en vez de proyectos y esperanzas solo quedaría el recurso de apreciar el
sosiego de nuestra resignación.
Y, a la vez, ser marxista sería estar dentro de los constructores de un desarrollo de las
ciencias sociales cubanas y de las recuperaciones de los procesos históricos de Cuba,
de los saberes acumulados en su sociedad, y del conocimiento de su circunstancia
actual y sus opciones de futuro. Sería emprender una asimilación crítica, no solo del
marxismo, sino de todos los campos de conocimiento estructurados como teorías y
como profesiones, como conjunto técnico y como resultado de investigaciones en las
ciencias sociales en Cuba y en todo el mundo de hoy. Y todo este trabajo,
naturalmente, no para convertirnos en bellos almacenes de erudición, sino para realizar
trabajos intelectuales concretos sobre los temas necesarios y con los medios
apropiados.
Aclaro entonces que mi posición como marxista no me haría decir nunca que mi
paradigma es el marxismo. Se trata de un asunto más bien de lucha y angustia, de
estudio y creación.
¿Que apreciación tienes del proceso de las diferentes ciencias sociales en los últimos
treinta y cinco años?
Para ser sincero, la situación en las ciencias sociales registra un conjunto de logros y
una acumulación de debilidades. Cuando triunfó la Revolución, la psicología clínica y
pedagógica, la historiografía, la economía, tenían un desarrollo fuerte como
profesiones; era menor en sociología, antropología y ciencias políticas. En la educación
formal, la reforma universitaria creó espacios para que la psicología, la historia y
después la sociología se constituyeran como profesiones independientes. La filosofía
tuvo también una
existencia autónoma, y ella y el pensamiento social florecieron en el ambiente creado
por la Revolución. Se incorporaron con-tingentes de jóvenes al estudio y la práctica de
las disciplinas sociales. El entusiasmo general y las necesidades de la sociedad
promovieron notables resultados, algunos de ellos muy impor-tantes. Investigar
problemas se volvió una fiebre nacional en los años sesenta. Con el auspicio de
muchos organismos del Estado y el Partido, y la dirección del país, se desarrolló mucho
la investigación concreta y la utilización de numerosos medios auxiliares.
Esa proliferación de las investigaciones estuvo relacionada con los intentos de hacer
teoría, e incluso de que investigacio-nes y teorías marcharan juntas y se relacionaran
de manera más general con el marxismo. Después vino el quebranto referido de los
años setenta; sin embargo, las investigaciones de tipo concreto continuaron, solicitadas
por organismos, y se han ampliado con el crecimiento de las estructuras y de los
niveles técnicos generales. Pero se excluyeron temas de investigación imprescindibles,
se perjudicó la asunción de otros métodos e ¡deas, se presionó en cuanto a resultados
de investigación que se estimaran convenientes, se creó una absurda cultura del
secreto y de la sospecha, y se rompió la relación entre las investigaciones de ciencias
sociales concretas y el campo teórico de esas ciencias. El predominio del marxismo
soviético ejerció un efecto funesto. En realidad hubo diversidad de situaciones en cada
caso. A la historiografía me referí en Historia y marxismo; pienso, por ejemplo, que la
psicología fue menos perjudicada que otras. La carrera universitaria de sociología fue
simple y torpemente eliminada.
Por otra parte, muchas veces no había una relación fuerte entre las teorías y las
prácticas profesionales, o las prácticas encontraban su asidero más inmediato en
métodos implícitamente relacionados con teorías diversas, pero en general se
declaraban marxistas-leninistas.
Los sistemas de enseñanza han creado numerosos contingentes de graduados de
filosofía y algunas ciencias sociales, y la docencia ha sido uno de las más socorridas
fuentes de empleo. Aunque lo usual ha resultado que los organismos se interesen por
las
investigaciones de corte empírico, a la vez que se desarrolló un enorme campo de
instituciones, eventos, actividades públicas en nuestra sociedad, en el cual lo teórico ha
encontrado espacios y dedicaciones permanentes. También es cierto que se ha
denominado investigaciones teóricas a actividades que distan mucho de serlo.
Desgraciadamente, las investigaciones teóricas se sub- desarrollaron en términos
generales. Durante una etapa bastante larga se utilizó una fraseología completamente
vacía que se convirtió en el campo supuesto de la investigación teórica; ella fue
impuesta e incluso reclamada en muchos medios académicos y de científicos sociales,
y nunca faltaba en los eventos que estos daban. Ese mundo está hoy completamente
desgastado, pero ocupó una vida de formación y de prácticas de gran parte de los
profesionales existentes. Por suerte, a las personas de tu edad les tocó solo esta fase
postrera.
Yo diría que hoy, aunque tenemos numerosos profesionales pre-parados y con práctica,
subsisten deficiencias muy grandes de formación teórica, de información,
desorientación y un reciente desprecio hacia la teoría marxista. Temo que ese cuadro
pueda afectar también a la consideración que se tenga de la parte teórica de las
ciencias sociales, pero de lo que sí estoy seguro es de que, lamentablemente, las
consecuencias de la etapa transcurrida afectarán mucho las posibilidades de desarrollo
de los campos teóricos de las ciencias sociales en Cuba. Esto también debe
relativizarse en las diferentes situaciones de disciplinas e individualidades. La burocra-
tización también afectó duramente a la administración de las ciencias, y no creo que en
el caso de las ciencias sociales los llamados polos científicos resuelvan mucho. En
Cuba hay un gran desarrollo de algunas ciencias, y allí sí son válidos los instrumentos
de coordinación y de racionalización de esfuerzos y recursos. Pero lo que necesitan las
ciencias sociales son estímulos a las iniciativas, la diversidad, la información y el
intercambio, y no "esquemas administrativos de las ciencias" que pueden tornarse
camisas de fuerza.
¿Crees que los trabajos investigativos —tanto teóricos como em-píricos— de los
investigadores sociales cubanos pueden jugar un papel importante en las decisiones
políticas?
Las ciencias sociales tendrían que ser importantísimas en Cuba, como en el resto del
mundo actual. El análisis calificado de los datos, de los condicionamientos, es cada vez
es más importante para las acciones que se emprendan, puede incluso llegar a ser
decisivo. Sin embargo, la realidad cubana no es así. Los hábitos dominantes conspiran
contra eso y las realidades de esas cien-cias; en la coyuntura tan compleja que
estamos viviendo, se hacen esfuerzos meritorios por utilizarlas. Me preocupa, eso sí,
que se produzcan sean manipulaciones del tipo: "necesito una inves-tigación que
legitime lo que pienso hacer" y no "necesitamos investigar bien, como ayuda para
determinar lo que debemos hacer" Opino que existe un acumulado cultural favorable
para dar un salto positivo en esa dirección, si las fuerzas sociales se desatan.
¿Qué función tienen las ciencias sociales para ti: investigar la realidad empírica, hacer
investigación teórica o cumplir funcio-nes ideológicas? ¿Considerarías que su función
es ser aglutinado-ras de conciencias?
Para mí es obvio que tienen las tres funciones. Es un destino de las ciencias sociales,
fatal, si no nos gusta. Las ciencias sociales deberían tener una participación cada vez
mayor en la formación de conciencia, como forma de ideología teorizada estructurada
intelectualmente, más en una población como la cubana, que es capaz de admitir y
consumir ese tipo de producto intelectual. El pensamiento social está obligado a hacer
formulaciones de amplio espectro y a replantearse el mundo, y las investigaciones
concretas son fundamentales en el conjunto de la actividad científica, y sus relaciones
con la teoría son la base de un enriquecimiento mutuo. Hay que combatir el
especialismo que parcela las ciencias sociales, forma estrechos pedantes y habitúa a
mirar al mundo con orejeras.
Te repito que las ciencias sociales están pasando por una eta-pa muy dura y compleja.
Son realmente muy necesarias en Cuba, pero sus circunstancias actuales dificultan
mucho el cumplimiento de sus funciones, entre ellas la posibilidad de ser aglutinadoras
Marxismo, pensamiento y ciencias sociales en Cuba contemporánea 1 29
de conciencias. Del mismo modo que te manifesté mi preocupación de que no sean
manipuladas por órganos institucionales, quiero expresar mi total discrepancia con la
idea de que es posible y deseable una "neutralidad" de la ciencia y los científicos
sociales, sea por rechazo a la excesiva interferencia o dominio de instancias de poder
que hemos padecido (no le llamo excesiva ideologización, entiendo que eso es un
despropósito), o por ar-gumentos más teóricos en defensa de la "pureza" de la práctica
científica. Es mejor estar conscientes de que el aspecto ideológico es inevitable y tratar
de ser sujetos influyentes respecto a él. La "neutralidad" en las condiciones cubanas
actuales tiende a favorecer el debilitamiento del socialismo.
¿Que satisfacciones te proporciona ser científico social? ¿Espirituales o materiales?
Sobre todo espirituales, y en eso no me diferencio de la mayoría de los trabajadores
cubanos. Satisfacciones materiales hay pocas.
¿Has tenido alguna vez crisis motivacionales por incomprensión o no reconocimiento
en tu trabajo?
Si soy muy sincero, te diré que nunca he tenido crisis motivacio-nales. Incomprensión
sí he tenido, y en ocasiones algo más que eso: rechazo hacia lo que pienso. Incluso me
ha sucedido algo peor para un militante revolucionario, y es que me he preguntado a
veces si lo que pienso no será perjudicial para la causa de todos. Sin embargo, no he
tenido crisis motivacionales.
¿Te puedes referir a los mecanismos de ascenso que posibilitan ocupar cargos
directivos, obtener categorías docentes o grados científicos?
Casi no tengo vivencias, pues desde 1971 salí del sistema, y cuando regresé en 1985
encontré que todo había cambiado y existían las categorías y los grados. Por gentileza
de una perso-na dirigente me categorizaron, y soy investigador titular. Sospe
cho que la administración de la actividad científico social no haya estado exenta de las
deficiencias y deformaciones que en general señalé arriba. Y que su situación se haya
agravado por el control desmedido y la intervención de guardianes ideológicos con
poder, con las secuelas tan perjudiciales que todo eso trae.Tengo una prevención muy
fuerte acerca del sistema: se le dio una aten-ción desmedida a los grados científicos y
a los títulos de ese tipo, y esa enorme formalización de la vida ha resultado bastante
perjudicial. Mi mejor deseo es que ahora les toque el turno a los grandes problemas de
contenido que tenemos.
¿Que importancia le atribuyes a ser doctor? ¿Qué papel juegan las ventajas materiales
y espirituales en los grados y categorías científicas?
No le atribuyo ninguna importancia a ser doctor. Pero respeto mucho a las compañeras
y los compañeros que se sienten espiri-tualmente realizados al obtener un grado o una
categoría debidos a sus estudios e investigaciones.
¿Percibes que eres reconocido profesionalmente por la sociedad?
Sí, percibo que sí. Eso me resulta muy curioso, pues me tuve que acostumbrar a no
serlo durante un gran número de años.
¿Como repercute o puede repercutirla casi ausencia de publicacio-nes en la
comunicación entre los científicos sociales?
De una manera absolutamente perjudicial. Es algo bochornoso. En Cuba se llegó
prácticamente a liquidar las revistas de ciencias sociales; si bien una que otra
sobrevivió, lo hicieron como fantasmas. Al suprimirse el debate se acaba la razón de
ser de las publicaciones; al dogmatizarse el pensamiento social, pierden la posibilidad
de expresar sus problemas y sus logros, e insultan al decoro al establecerse la práctica
tan vergonzosa de la censura, y volverse tan crónica que se convierte en autocensura,
muchísimo más castradora y de efectos perniciosos más prolongados en
Marxismo, pensamiento y ciencias sociales en Cuba contemporánea 1 31
el tiempo. No existe un espectro de publicaciones de ciencias sociales cubanas.
Celebro mucho los esfuerzos que se han hecho por superar esa situación. En las
condiciones materiales actuales ya es un he-roísmo existir. Tenemos que superar las
insuficiencias y los las-tres. Me parece absolutamente imprescindible el desarrollo de
las publicaciones, pero sin repetir aquellas vergüenzas ni asegurar con mil escollos ni
tamices "que no pase nada" Si no florecen los pensamientos, no habrá desarrollo. Que
se utilice la radio, que se edite en hojas sueltas, en mimeógrafos, en lo que sea, y si es
posible en libros, lo que producen los cubanos en ciencias sociales, y que haya
polémica y debate de criterios opuestos o diferentes.
¿Consideras que existe un debate en las ciencias sociales cubanas actualmente?
No, no existe un debate. Lo que existe es mucha desorientación. Falta la información,
la lectura, el conocimiento de temas, corrientes y autores. Muchos no ven por qué
camino andar. Abunda la desesperanza ante la realidad de no conocer lo
imprescindible para que pueda haber avances y debates que tengan alguna seriedad.
¿Crees que están en crisis las instituciones cubanas de ciencias sociales?
Quizás la palabra crisis no sea la más acertada, y además, existen las situaciones más
disímiles. Lo que te digo de la situación se aplica, naturalmente, a lo que creo de las
instituciones, ya que en ellas o ligadas a ellas se da la mayor parte del trabajo
intelectual.
¿Que imagen se tiene de las ciencias sociales cubanas en el exterior?
Mi experiencia personal es complicada. He encontrado mucho respeto y atención
cuando uno habla de Cuba; he tenido la oportunidad de hacerlo por lo menos en diez o
doce países. Ahora bien, tengo la impresión de que fuera del tema cubano
en general, las ciencias sociales cubanas no gozan de un fuerte prestigio. Nuestra
bibliografía no es buscada, los autores nues-tros muchas veces no son conocidos. Eso
es injusto, está influido por el chovinismo de muchos medios intelectuales de otros
países y por los prejuicios sobre Cuba, y no solamente por nuestras graves deficiencias
reales. Y aunque esto no debe consolarnos, he visto situaciones mucho peores que la
nuestra en otros países.
¿Las temáticas de las investigaciones que se realizan con instituciones de distintos
países obedecen a las demandas cubanas?
Es muy procedente tu pregunta. Ya nos estamos insertando también en los circuitos
internacionales de la colaboración para investigaciones. Es tan difícil la situación
económica que muchos consideran bueno todo lo que se consiga en cuanto a
financiamiento y otras facilidades. Ser ingenuo o incauto en este campo sería tan
peligroso como serlo en cualquier rama de la economía, pero, además, debemos ver
las especificidades del campo de la investigación social implicada, y sus consecuencias
diversas para el país. Lo esencial es que saquemos provecho real en una colaboración
en que la otra parte también espera, con toda razón, sacar provecho. Pero que no
seamos manipulados, ni cooptados para un mundo intelectual que nos es ajeno en sus
intereses y fines, y que a veces es hostil. Este problema no es solamente cubano,
afecta hoy a todos los países del llamado Tercer Mundo.
Negarnos a esa forma de colaboración sería, sin embargo, sen-cillamente suicida.
Debemos excluir de este campo las tendencias burocráticas, defensistas y de
autoencierro, y las torpezas e injusticias asociadas a ellas. Entonces, el acierto
dependerá de nuestras capacidades, y ya sabes lo que incluyo dentro de ellas. Por otra
parte, la solidaridad y la simpatía con Cuba desempeñan papeles positivos en muchas
colaboraciones. Conozco casos su-mamente positivos, en que los intereses mutuos
son satisfechos, o se avanza en esa dirección.
¿Crees que nuestros científicos son originales y creativos?
Marxismo, pensamiento y ciencias sociales en Cuba contemporánea 1 33
Los hay, pienso que hay algunos originales, lo cual es siempre muy difícil. Otros no lo
son tanto, pero yo los respeto tanto como a los originales, cuando son honestos y
laboriosos hasta la abnegación.
¿Cuáles son tus preferencias intelectuales actualmente?
El trabajo más personal —aunque no el único— que estoy realizando es el estudio de
algunos aspectos importantes del proceso de la nación cubana, a través del cual
pretendo obtener, por un lado, resultados concretos de investigación, y por otro lado,
hacer algunos planteos de tipo teórico más general de conocimiento social, en este
caso de los problemas de la nación, de la libera-ción nacional, de las clases, las etnias,
la revolución.
¿Los científicos se ocupan de las temáticas que verdaderamente necesita la sociedad
cubana actual?
No me siento pesimista al ver cierto número de compañeros realizando trabajos que
verdaderamente hacen falta. Hay búsquedas muy atinadas, y se trata de avanzar en
situaciones muy adversas. Para serte franco, la situación actual es mucho mejor que la
de hace seis o siete años.
¿Cuáles son, a tu juicio, los principales obstáculos que deben vencer las ciencias
sociales cubanas para poder desarrollarse?
En realidad te he respondido bastante acerca de eso a lo largo de la entrevista.
Añadiría para terminar que como país estamos re-sistiendo y enfrentando la necesidad
de reinserción económica en un sistema internacional que es capitalista. Si logramos
promover nuestra propia libertad, vamos a ser capaces de llevar a un feliz término la
resistencia. En esa lucha, las ciencias sociales deben ocupar un lugar cada vez más
importante, pero para eso es necesario que se desplomen costumbres autoritarias, la
costumbre de negarles a los demás el criterio, costumbres burocráticas; que se
derrumben las sospechas ante lo que no le gusta a uno, o ante lo que no sea una mera
repetición. Y es
necesario que se renueve o se ponga a la orden del día el pro-blema del compromiso
del intelectual de ciencias sociales, para llegar a ideas claras y no aferramos a unas
ideas que no sirven para nada, mientras muchos ya no tienen o no creen tener
ninguna.
ESTAMOS OBLIGADOS A SER CREATIVOS"
Hugo Montero*
Más allá de la propaganda imperialista y de los lugares comunes que invaden cualquier
análisis sobre Cuba en estas tierras, hay un proceso en marcha que debate, que
analiza, que critica y que avanza. Fernando Martínez Heredia no solo es uno de los
intelec-tuales que nos permiten asomarnos al pasado cubano con su vasta obra, sino
que hoy asume su rol como activista del pensamiento en acción, que procura luchar
contra el dogmatismo y asumir las reales complejidades del presente de la Revolución.
"Hay que afilar las armas del socialismo, incluso buscar otras nuevas" asegura un
pensador insoslayable para comprender los desafíos del presente cubano, tan cercano
y tan distinto al del resto de los países de la región. Filósofo y ensayista singular,
Fernando Martínez Heredia, de paso por Buenos Aires para presen-tar su libro El
ejercicio de pensar, analiza en esta charla con Sudestada los problemas medulares de
la Revolución, comparte sus preocupaciones y certidumbres, y propone romper con las
* En uno de esos míticos cafés de Buenos Aires me hizo la revista Sudestada esta
larguísima entrevista, que publicó en sus números 59 y 60, de junio y julio de 2010.
Agradezco mucho a la gentileza de Hugo y de Martín tener a mano el texto completo de
la entrevista más reciente que he incorporado a este libro. Por ser de actualidad, como
se dice, decidí completar informaciones y mis ideas en varios lugares de mis
respuestas, sin alterar nada de las preguntas ni de la estructura de la entrevista.
Buenos Aires, 4 de mayo de 2010, La Habana, 25 de julio de 2010.
fórmulas mecanicistas del dogma para intentar debatir con inteligencia el futuro de un
proceso de transición hacia el socialismo como el que se desarrolla en Cuba desde
hace más de medio siglo.
Usted escribió hace un tiempo atrás que en la Isla "se libra una sorda y gigantesca
guerra cultural entre los valores del socialismo y los que solo encontrarían satisfacción
en un regreso al capitalismo". ¿Cómo se manifiesta esa guerra cultural en la vida
cotidiana?
Sí, decía y sostengo que hay una pugna entre el capitalismo y el socialismo, no
personificada. Es decir, no es que hay un sector identificable como personas o como
grupos, pero sí existen rela-ciones sociales, representaciones de grupos sociales y
valores que están a favor del capitalismo en Cuba y otros que están a favor del
socialismo. A mí lo que más me preocupa es que hay personas que creen ser
socialistas y colaboran con el paso al ca-pitalismo. Esto tiene que ver con el hecho de
que el socialismo debe crear una nueva cultura. El socialismo no es meramente una
oposición del capitalismo: debe ser diferente. La dominación capitalista puede ser
brutal, y lo demuestra fácilmente; puede ser sutil, y lo demuestra fácilmente también;
pero la dominación entre nosotros no desaparece porque el poder sea popular. Solo en
una sociedad sin clases, sin intereses contrapuestos, sin Estado, y por lo tanto a nivel
mundial, podría existir una situación así, y no estamos en esa situación. Por esto es
que Carlos Marx planteaba: "Nosotros podemos derrotar al capitalismo de modo
conceptual fácilmente, pero el triunfo práctico del comunismo va a necesitar una época
histórica muy prolongada y an- gustiosa'.'Me interesa sobre todo eso de "angustiosa"
porque yo lo he vivido y es angustiosa, y se nota que es muy prolongada.
Nosotros somos un caso singular. Hace veinte años nos con-vertimos, aparentemente,
en el único caso en Occidente de lo que yo llamo transición socialista, porque el poder
es socialista pero la sociedad vive en transición, y la economía está en un grado y la
gente en otro. Puede ser encantador como los teóricos dogmáticos no tienen
absolutamente nada que ver con la reali
dad. Por ejemplo, alguno afirma: "En esta fase del socialismo el hombre debe ganar de
acuerdo con su trabajo, a cada cual según su trabajo'.'Y en Cuba todo el mundo recibe
porque es un ciudadano, y todos los niños van a la escuela, y todas las personas tienen
la atención médica gratuita porque son personas, no porque sean trabajadores y lo
paguen con nada. Esa forma podría llamarse comunista, y sin embargo el modo de
producción es débil. La propiedad es mayormente social, a través del Estado, pero la
fuerza de la economía es poca, la fuerza de la sociedad es muy superior a la de la
economía, y la de las ideas y las costumbres, también: lo que fueron leyes de
nacionalización de hace casi medio siglo, hoy son costumbres. Es decir, hay personas
que pueden hablar muy mal del gobierno, pero quieren que el dentista no le cueste
nada, y sus niños vayan a la escuela hasta donde llega la educación, todo gratuito y
con los libros subsidiados, etcétera.
Es una sociedad muy compleja, con una transición que se ha logrado sostener
basándose en la soberanía nacional, en la sobe-ranía popular, la justicia social, pero en
concreto es una historia de cincuenta años, de mantener cosas, de retrocesos.
Predominan, a mi juicio, tres saberes populares: uno, si nosotros nos debilitamos y
cambiamos de régimen, perdemos la soberanía nacional, un componente de la vida
espiritual de los cubanos —no solo de la política— que tiene más de un siglo. Por eso
los llamados "disidentes" están perdidos. Dos, si vuelve el capitalismo en Cuba, la
mayoría de la población sufrirá enormemente. Mira, la mayoría de la población de
muchos países sufre enormemente, pero no sabe las causas de ese sufrimiento, así ha
sido siempre. En Cuba no, y ahí está el principal elemento positivo que tiene Cuba, que
es el nivel de conciencia política de su pueblo, probablemente el más alto del mundo.
La gente entiende todo: si vuelve el capitalismo, la mayoría de nosotros va a salir
perdiendo y mucho, materialmente, moralmente, espiritualmente; porque además,
cuando yo sé que entre todos hemos logrado tener tanto, sé que los que me lo quiten
serán una minoría explotadora y dominadora, y eso es insoportable. El tercer saber es
que el régimen que tenemos es capaz de impedir la pérdida de la soberanía
y es capaz de mantener las conquistas de la Revolución: por eso lo sostenemos.
Como intelectual que soy, puedo explicarte cosas más com-plicadas, pero si hablas con
cualquier hijo de vecino te dice lo mismo. Por eso hace cuatro días, el Io de Mayo,
millones de per-sonas se manifestaron masivamente en las calles en todas las
ciudades de Cuba, apoyando a su Revolución. Fíjate cómo la prensa internacional
resolvió el problema: no publicó nada de la cele-bración cubana. Ellos se
preguntan:"¿Cómo, no estaba creciendo la oposición, ahora que sufren tanto y tienen
problemas con todo el mundo? ¿Cómo es que salieron tantos millones de personas a la
calle a defender la Revolución? ¿Fueron obligados?" Además, como nosotros somos
muy escandalosos, en las imágenes aparece la gente gritando, sonriendo, incluso
algunos pintan sus propios carteles que pueden decir cualquier cosa, que no son de
fábrica.
Es un lío, porque esa es la fuerza fundamental socialista, pero hay un conjunto enorme
de cosas en contra. Está la crisis económica de los años noventa, que destruyó una
parte de nuestras capacidades productivas y de la calidad de la vida, que ha habido
que recuperar con un gran trabajo y cambiando mucho las ramas de la economía.
Durante un número de años vivimos sobre todo de los servicios del turismo. Hoy
conseguimos —en un intercambio político, porque no es económico—, cuatro millones
de toneladas de productos energéticos de Venezuela, mientras que más de treinta mil
personas, que tienen una calificación altísima y al mismo tiempo una conciencia política
muy alta, hacen posible que veinte millones de venezolanos tengan servicios sociales
de salud. El cubano sabe, porque lo ha vivido y lo vive, que se pueden producir
cambios muy profundos en que uno pensaba que era la economía". ¿Por qué quiere un
pequeño país como Cuba tener cien mil médicos? Porque es socialista"
En estos últimos veinte años la comunidad cubana ha sufrido o ha emprendido
transformaciones impensadas. Hoy trata de mejorar y aumentar su planta productiva, y
superar el hecho de que no producimos alimentos en una cantidad que valga la pena.
Importamos cinco sextas partes de los alimentos que consumi-
mos, el Estado los compra y subsidia el precio al consumidor, porque los precios
internacionales de los alimentos aumentan. ¿Recuerdan que hace tres años se desató
un hambre terrible en buena parte del mundo? Se decía que la causa era la elevación
de los precios de los alimentos. Nosotros sabemos que eso es verdad, y cómo
desangra a la economía cubana. Es inadmisible que Cuba no produzca por lo menos
una gran parte de los alimentos que consume. Las causas son variadas, desde la
ineficien- cia más profunda hasta la ausencia de una cultura agrícola por el tipo de
agroexportación que dominó durante siglo y medio. Añado otro factor. Cuba tuvo que
producir cuatro millones de toneladas de azúcar para venderlas al exterior en los años
setenta- ochenta, y el que produce azúcar así no aprende a cultivar nada: lo que
aprende es a vender un solo producto. Claro que hay que comerciar con el mundo, es
imposible no hacerlo y puede ser ventajoso, pero es imperioso alcanzar algún grado de
autosuficiencia.
Tenemos un poder socialista que controla la economía, mu-chísimos profesionales, otra
conciencia, ¿cómo es que no logramos producir alimentos? Max Weber, que fue un
gran sociólogo, explicó ya hace un siglo lo que es la burocracia. Editoriales del diario
Granma de La Habana explicaban hace cuarenta y tres años que la burocracia en el
capitalismo asume unas funciones, y en el socialismo tiene otras. El título de los
editoriales era: "La lucha contra el burocratismo, tarea decisiva" y el subtítulo era
inquie- tante:"Se puede salir hacia el socialismo, y no llegar" Eso en 1967, no en 2010.
Tener mucha conciencia también produce dolor.Tenemos grupos que perjudican a la
sociedad, que están insertos en nuestro sistema. No me gusta llamarlos burocracia, es
como un insulto, y prefiero buscar el conocimiento social para tratar de entender mejor,
para eliminarlos, no físicamente, sino socialmente, para quitarles el poder que tienen.
Puede ignorarse que se desempeña un papel contrario al que se debía, o confundirse
los intereses de un grupo privilegiado con el interés nacional. Entre, nosotros, todas las
contradicciones se resuelven o se mantienen pacíficamente; en muchos regímenes que
surgieron de revoluciones, los compañeros se asesinaron unos a otros. Por eso es que
hablo de una pugna cultural entre el capitalismo y el socialismo, que no se vuelve una
pugna política. Esto tiene un aspecto posi-tivo: no nos lleva a la división interna, y
mucho menos a la violencia de unos contra otros. Pero también impide avanzar, impide
soluciones radicales.
El presidente Raúl Castro goza de una enorme popularidad, porque la gente tiene la
esperanza de que logre llevar al país a puerto, pero él nos repite:"Esperen un poco
más, esto no puede ser rápido"Y la gente se impacienta. Cuando una sociedad ha sido
cohesionada del modo que lo ha sido en Cuba, siempre con un coloso agresivo
enfrente, tiene una percepción muy clara de los riesgos, pero no tanto de cómo salir
adelante en este tipo de lucha, que es cultural. En sus tres primeros años la Revolución
promulgó mil leyes, prácticamente una al día. Hoy tenemos un sistema constitucional y
legal muy elaborado, complicado y enor-me. Pero estamos muy lejos de la conversión
de las formas de organización social, política, legal, económica, en un todo cohe-rente
que marche hacia la profundización del socialismo y avance hacia la eficiencia
económica y el bienestar material genera-lizado.
Lo extraordinario, en todo caso, es que Cuba no cuenta ahora con una referencia
histórica, ideológica, que sirva de modelo válido. Por ejemplo, los procesos llamados
socialistas en Europa del Este, todo eso ya se acabó...
Cuando yo era joven, tratábamos de conocer lo que habían hecho y pensado los
bolcheviques en los primeros años del poder so-viético, porque sentíamos que era lo
único que podía servirnos de la experiencia de la URSS. Estamos obligados a ser
creativos, pero eso les ha pasado a todos los revolucionarios. Carlos Fonse- ca
Amador, que fue un teórico muy notable, en su última etapa de combate, poco antes de
que lo mataran, estaba en una zona mon-tañosa muy húmeda y tenía una libreta
escolar, metida dentro de un nylon, en la que escribía sus reflexiones. Me encanta
recordar una de ellas, que comienza: "La Revolución de Nicaragua, para triunfar, no
podrá parecerse a la Plaza Roja de Moscú, ni a la cueva
deYenan de Mao, ni a la Plaza de la Revolución de la Habana...".Yo te puedo agregar
que nosotros, para seguir triunfando, tampoco nos podemos parecer a la Plaza de la
Revolución de La Habana. Permíteme utilizar las palabras de una persona a quien amo
mucho, no solo por lo que significó, por su acción, por su ejemplo —incluso por su
imagen—, sino también por su pensamiento, que es tan poco conocido. El Che escribió
una vez, polemizando acerca de los problemas nuestros: "Con las armas melladas del
capitalismo nunca podremos construir el socialismo" Para ser mas cheísta, yo le
agregaría hoy:"Y con las armas melladas del socialismo jamás lograremos construir la
liberación de las personas en la sociedad" Hay que sacarles más filo a las armas del
socialismo, incluso buscarnos otras nuevas. Pero bueno, por eso es que este tipo de
actividad social es tan difícil.
Y en ese sentido, al mismo tiempo que se asumen los conflictos, las contradicciones,
está el combate contra el dogmatismo o la idea mecanicista...
Sí, es impresionante cómo unas ¡deas pueden sobrevivir a su cir-cunstancia social. Por
ejemplo, se supone que el que sea marxista debe creer que la economía es la que
decide todos los procesos sociales, y eso es un dramático error: lo que decide la
economía es el funcionamiento de todos los regímenes de dominación. Pero el cambio
tiene que ser casi contra la economía, y la experiencia revolucionaria cubana ha sido
prácticamente contra la economía. Es decir, en la realidad nosotros nunca nos
encontramos con aquello que decían los libritos que llamábamos manuales, que
vulgarizaban a Marx y afirmaban:"Cuando las fuerzas productivas han crecido tanto
que ya no caben dentro de las relaciones de producción, entonces viene la revolución
socialista" Cuando yo era muy joven, nosotros llegamos a burlarnos de esto, porque un
teórico francés muy conocido le explicó al Che Guevara que en Cuba las fuerzas
productivas todavía no eran muchas y que, por lo tanto, no había base para que Cuba
fuera socialista. Irónicamente comentábamos: "entonces debemos devolverle todo a los
burgueses y a los norteamericanos" Es
dramático que todavía hoy, en 2010, junto a la cultura burguesa, que se ha
democratizado completamente para ser más eficaz, exista una cultura dogmática que
sigue diciendo cada vez que puede las mismas cosas equivocadas, pero con una gran
convicción. La situación y los problemas de la economía cubana son muy
preocupantes, y hasta pueden angustiarnos, pero sería un error gravísimo creer que la
economía debe ser decisiva y orientar la política, las ideas y la vida colectiva cubana,
porque así ni siquiera se lograría una salida positiva y eficaz para la economía, para
una economía socialista.
El pueblo cubano logró un cambio educacional muy profundo en el curso de una sola
generación. Hoy tenemos una cantidad inmensa de personas preparadas técnica e
incluso científicamente. Pero existe una contradicción muy honda entre el nivel
alcanzado en la preparación de las personas y el nivel alcanzado por la producción
material. Un ejemplo: Cuba fue el primer país de Amé-rica Latina que hizo una
computadora, en 1969, hace cuarenta y un años, y no fabrica computadoras, porque no
tenemos cómo. Esas personas preparadas desarrollan expectativas también. Cuando
yo era jovencito, la gente quería que por lo menos a los niños los atendiera un médico
si se enfermaban. Cuando se dieron cuenta de que tenían un poder popular, querían
también que hubiera aulas para que los niños pudieran ir a la escuela y hacer al menos
los primeros grados. Pero claro, fueron queriendo más, y entonces las expectativas de
la población cubana en los años noventa ya eran muy parecidas a las que pudieran
existir en cualquier país avanzado del mundo materialmente, lo que pasa es que en ese
momento hubo una terrible crisis económica.
El contenido y las modificaciones de la conciencia política de los cubanos pueden
apreciarse, por ejemplo, en las grandes dife-rencias entre las emigraciones masivas a
Estados Unidos en 1980 y en 1994. En 1980 se estaba viviendo una etapa de bienestar
material que parecía permanente; en 1994 el desastre económico y de calidad de la
vida parecía insondable. Mariel fue como un saldo de la salida de los que no querían
aceptar la nueva sociedad —retrasado por las trabas puestas por Estados Unidos—
más un contingente de emigrantes que buscaban a su familia, fortuna u
otras oportunidades. En los balseros predominó una nueva gene-ración que no sentía
necesidad de relacionar su deseo de emigrar con un rechazo político al socialismo. Sin
que pueda ser conclu-yente, por no tener estudios suficientes sobre este tema, pienso
que en la emigración de estas dos últimas décadas pueden dis-tinguirse contingentes
menos capacitados que apelan más a la reunificación familiar y otros —que incluyen a
decenas de miles de jóvenes muy calificados— que no tienen interés en emigrar a
Estados Unidos y andan por todos los continentes, desde Suecia hasta la India. En
Europa se desviven por traer biólogos, químicos, físicos, que se sienten bien pagados.
¿Por qué se van? Sus expectativas no pueden ser satisfechas al nivel actual de
recursos que tienen la ciencia, la técnica o las empresas económicas. La mayor parte
de la emigración reciente no tiene opiniones políticas contra la Revolución, suele
inscribirse en los consulados cubanos y reúne dinero para enviar a sus familias y volver
de vacaciones cuando puede. A pesar de esa normalización política, es una sangría
dolorosa la emigración de jóvenes capacitados que escogen salir de su patria para
buscar la vida que quisieran tener.
Ninguna de las cuestiones que les apuntaba, ni otras muchas que son de importancia
crucial para el presente cubano, podría abordarse con el instrumental del dogmatismo y
de las simplifi-caciones, ni con los lugares comunes de un lenguaje ideológico
envejecido, o que nunca fue joven.
¿Cuáles son las herramientas básicas para interceder en medio de esta batalla cultural,
que es cotidiana y que depende de tantos factores?
Esa pregunta es muy difícil, y yo he dedicado buena parte de mis respuestas a
complicar las cosas. No te puedo responder con sim-plezas, por lo que prefiero
limitarme entonces a hacer comenta-rios parciales, excepto una afirmación más
general: igual que es necesario expulsar el control burocrático y los viejos dogmas del
campo de la economía, es imprescindible hacerlo en los demás terrenos de la vida
social. Mantenerlos es lo peor que puede hacerse en defensa del socialismo, y es
cerrarle el paso a la
satisfacción de las necesidades básicas e ideales del pueblo, y al desarrollo de su
actividad y su creatividad para enfrentar tantos problemas que tenemos.
Me refiero a la educación' la información, la ideología, la política. No creas que es fácil.
Por ejemplo, un asunto muy visible. Para mantener la televisión funcionando pasan
muchísimas películas norteamericanas, y esas películas han invadido a todos con su
modo de vida, sus héroes, su mensaje imperialista, hasta con esas relaciones
amorosas tan norteamericanas. Está claro que no tenemos recursos suficientes para
materiales propios, ni pode-mos tener siempre los extranjeros que querríamos. Pero sin
gastar un centavo más se podría ofrecer mejores productos y menos veneno y
degradación del gusto. Debe haber filmes norteamericanos menos malos, y aunque el
ritmo de las películas de muchos países sea más lento que el de ellos, hay que
persuadir con la calidad y la buena divulgación, y librar una lucha cultural en ese
terreno.
La información en nuestros medios repite hasta el cansancio algunos asuntos, llegando
a inducir rechazo hacia temas que de-biéramos cuidar más, mientras muchos hechos
no se informan, o se espera demasiado tiempo para hacerlo. Es absurdo esperar a que
lo hagan medios extranjeros que suelen servir a los enemigos de la Revolución, para
entonces indignarnos por lo que dicen.
El que se conforma con frases vacías, o cree que la formación de valores es una
asignatura que se les enseña a los muchachos, resulta mucho menos desarrollado que
la conciencia política del pueblo. Los valores se forman realmente en la casa, con la
familia, en la escuela, viendo televisión, jugando, en las relaciones interpersonales de
los niños. Si les das oportunidad a los niños de ser más dinámicos y ser dueños de
muchos de sus escenarios, como la escuela misma, como medios de comunicación,
entonces la formación y la escolarización de ellos puede ser un proceso más liberador.
Nosotros estamos obligados a desarrollar procesos sociales y espirituales muy
superiores a nuestra economía. Es una obligación, no queda más remedio para
sobrevivir y, al mismo tiempo, formar seres humanos más avanzados, más capaces y
plenos. Solo así podrán decidir si lo más valioso es lo que se com
pra con dinero o son otras cosas, por sí y sin la imposición o la seducción de nadie.
Claro, estoy hablando de reformas profundas de la educación, de los medios de
comunicación, del trabajo con la ideología, o mejor, de revoluciones en esos campos,
porque tenemos muchas batallas que ganar.
Debemos lograr la socialización de la economía, para sumarles las fuerzas del interés,
la motivación, la laboriosidad, la participación, las capacidades de las mayorías, y que
con tantas fuerzas pueda triunfar, al mismo tiempo que cumple su papel como
educadora de socialistas. Un número creciente de compañeros expresa opiniones
acerca de la diversificación del régimen de propiedad, del salario, de la producción y la
comercialización agropecuaria, de una parte de los servicios, de los impuestos, de las
monedas. Se proponen socializaciones sin que el Estado pierda sus funciones
esenciales, dejando una parte de las actividades efectivamente en manos de individuos
o de grupos organizados, que paguen impuestos; o que los poderes locales y
comunidades de productores tengan muchas más atribuciones y manejo de recursos
en materia económica. El proceso de entregar el usufructo de tierras en gran escala a
quienes la pidan para trabajarlas es un paso positivo muy importante, que avanza
desde hace pocos años, pero no es rápido; muchas veces se le ponen obstáculos, lo
cual es suicida, pero sucede. Se ha tenido éxito en acercar el consumo y la producción
locales en una parte del país, y un poco en municipalizar la agricultura, pasan los
barberos, y otros que prestan servicios, a manejar directamente sus locales y enseres,
y pagar impuestos.
En medio de una situación financiera sumamente adversa, y como en puntillas,
suceden algunas cosas y se esperan otras mayores, pero no existe una información
abierta ni se ventila en debate organizado y general la política económica y sus
relaciones con la transición socialista en su conjunto y con el proyecto socialista de la
Revolución.Te menciono solamente una cuestión, para dar una idea. Reducir el
socialismo al poder del Estado simplemente no es socialismo, y tiene una historia negra
como ¡instrumento del poder de grupos. Pero el poder revolucionario ha utilizado y
debe seguir utilizando el Estado
como un medio fundamental en la acción y en la defensa del país, del bienestar de la
ciudadanía —y no de una minoría— y del carácter socialista del proceso. El carácter
indirecto de las relaciones entre el trabajo de cada uno y la mayor parte de los servicios
que se utilizan y consumen, el control central de los recursos principales, son dos de
sus tareas principales. Un poder político socialista y una participación y un control
popular real en el gobierno son los dos elementos básicos que garantizan esto. Sería
un avance tremendo que los criterios diversos sobre esta cuestión alumbren la
concientización, las movilizaciones y las decisiones, porque eso multiplicaría la fuerza
nuestra socialista y haría factible sus éxitos y su victoria en la guerra cultural.
En vez de convivir con el apoliticismo, y favorecerlo en la práctica por no presentación
del adversario, necesitamos más política: socialista, compleja, pública, entre todos o, al
menos, entre muchos. Está a la mano la riqueza inmensa de la conciencia política de
los cubanos, están sus ideales y sus convicciones, su inmenso deseo de que la manera
de vivir que conquistamos no se hunda lentamente en un abismo. La gran mayoría no
niega la legitimidad de la autoridad que se ha ejercido durante medio siglo, y espera
que ella sea el vehículo para un futuro bueno y nuestro. Soy uno entre los tantísimos
que desprecian y se oponen al dominio del capitalismo sobre la vida cotidiana y sobre
la vida pública, cuyos frutos monstruosos están a la vista en el mundo entero. Pero la
política cubana tiene un potencial suficiente para emprender tareas y pretender
objetivos de liberación extraordinarios, que no solo nos salven del capitalismo y del
dominio extranjero, sino que sean creadores, entre todos y para todos, de cada vez
más convivencia solidaria, bienestar material y moral, poder popular y fraternidad
solidaria con los demás pueblos.
¿Cómo se dialoga con una generación de jóvenes que creció en tiempos de crisis, de
ataques constantes, que está tan lejana al pasado de los hombres que fundaron la
Revolución ?
Hace un rato te hablaba de un aspecto muy doloroso —cuando se van los jóvenes en
busca de algo en otros países—, pero que no es lo fundamental. Cuba no es uno de los
países con mayor emigración de América Latina. Las formas de comunicación entre las
generaciones se han ido tejiendo y han tenido sus conflictos a lo largo de todo el
proceso. Estoy entre los miembros más jóvenes de una generación muy extendida en
el tiempo, la que la Revolución unificó. Muy unida a nosotros se formó otra generación,
que nació a partir de los primeros años cuarenta. El boom de los años sesenta —nació
un millón de niños en solo cuatro años— es el esqueleto de la primera generación
nacida dentro de la Revolución en el poder, muy impactada por sus logros, sus
sistematizaciones y sus desvíos y retrocesos, muy influida por la vida de
revolucionarios de sus padres y golpeada en plena juventud por la crisis del bienestar,
el desastre económico y la pérdida de prestigio del socialismo.
La mayor parte de los mencionados estamos aquí. Nuestra pobla-ción envejece a ojos
vista, porque la esperanza de vida al nacimiento es altísima, la posibilidad de
enfermarse es bajísima, la atención de salud es gratuita, la escolaridad es muy alta,
etc. Ahí tienes otra tensión entre realidades y expectativas. Desde hace treinta y ocho
años, todos los niños de doce años han completado su enseñanza primaria, y
enseguida vino el gigantesco salto educacional del que te hablé. Cuba y Argentina
fueron los dos primeros países latinoamericanos que tuvieron lo que los especialistas
llaman "revolución demográfica": bajó el número de hijos por pareja. Pero la educación
y el ascenso social masivos, los formidables avances de las mujeres en cuanto a
capacidades, empleos, dominio sobre sus cuerpos y lugar social, las grandes
transformaciones de la sociedad, concurrieron en el caso cubano con una caída tan
grande de la tasa de natalidad que en los últimos años el crecimiento poblacional se
desplomó, y el total de población no crece. Casi el 16% de los cubanos tiene sesenta
años o más. Hoy es normal el tema de la vida útil y placentera en edades avanzadas, y
los clubes de abuelos, iniciados hace más de treinta años, tienen una gran cantidad de
actividades.
No me atrevo a caracterizar a los que nacieron después de las generaciones que te he
mencionado, ubicándolos dentro de una
o dos generaciones más recientes. Sí puedo distinguir entre ellos, con bastante
claridad, grupos de edad. Por otra parte, es erróneo decir "la juventud": son "las
juventudes','porque hay sectores. Además, debemos recordar los cambios tan fuertes
en la composición por edades de la población en la última década, y los enormes
efectos sobre la idea de juventud que han tenido en Cuba las transformaciones
registradas en la época contemporánea.
Pero vuelvo a tu pregunta, sumándole otra: ¿cómo hacer para que los jóvenes de hoy
sean los que dentro de diez o quince años lleven las riendas del país? A mi juicio, la
falta de interés de una parte de esos jóvenes en la materia política es un grave
obstáculo, pero no lo confundo con falta de conciencia patriótica en ellos. Si la política
revolucionaria es capaz de crecer en los sentidos que te decía arriba, y de volverse
abarcadora y atractiva, será factible encontrar modos de comunicación entre los
diferentes sectores componentes del país, de motivación y movilización en los que los
más jóvenes encuentren sus lugares y sus vías de ascenso social y político. El
promedio de edad de los máximos dirigentes del país es altísimo, el propio presidente
Raúl Castro lo ha reconocido públicamente, pero no creo que eso sea un factor
negativo insuperable en cuanto a tu pregunta, porque la dirección máxima es una
prenda de autoridad legítima que garantiza una transición que apenas comienza. La
cuestión está en el contenido y en el rumbo que asuma esa transición. Como era de
esperar, en numerosos niveles intermedios y altos de las organizaciones e instituciones
están dirigiendo individuos mucho más jóvenes. Cientos de miles de personas tienen
capacidad y cualidades para desempeñar funciones directivas o de liderazgos. El
verdadero problema mayor es cómo hacer que cada vez más la población en su
conjunto tenga más control sobre los procesos sociales, cómo distribuir el poder cada
vez más. Y eso no es fácil, porque un país que ha estado obligado a resistir tanto y de
manera permanente a la mayor potencia imperialista y a la cultura del capitalismo, está
tentado siempre a ser muy férreo en su unidad, no hacerle caso a las diversidades y
mantener hábitos dé mando.
En Cuba hemos alcanzado grandestriunfos en los últimos veinte años en cuanto a las
diversidades. Cuando tú empiezas a tole
rarlas has avanzado, pero realmente poco. Porque la tolerancia siempre es: "yo te
permito a ti ser mujer, ser negro, ser homo-sexual, ser creyente'.' El logro grande es
cuando todo eso se integra como una riqueza y no como un problema. Y aunque
hemos avanzado, tenemos que lograr avanzar aún más en muchos de estos terrenos.
Esas reformas o pequeñas revoluciones que hay que llevar adelante en la Isla,
¿pueden hacerse en Cuba en este presente o dependen de un contexto continental?
En alguna medida siempre se depende de los contextos, pero hacer lo que es
necesario en Cuba depende sobre todo de nosotros mismos, de lo que nosotros
mismos seamos capaces y nos propongamos hacer. Hasta la política exterior de los
países de-pende sobre todo de lo que pasa adentro, y no de lo que hacen afuera.
A escala estratégica, las revoluciones socialistas de liberación contemporáneas
necesitan solidaridades, coordinaciones, alianzas con quienes tengan intereses afines,
para garantizar la resistencia frente al capitalismo actual, y para avanzar en la creación
de nuevas sociedades y la formación de personas nuevas. El internacionalismo es un
componente fundamental de la actitud y la actuación revolucionarias, no es una
graciosa elección de filántropos. El teatro principal de los trabajos y las luchas de la
revolución es el nacional, pero la victoria perdurable o definitiva será la internacional.
Es chocante escuchar "Cuba y América Latina',' porque Cuba forma parte de la América
Latina. Si Estados Unidos es enemigo a muerte de Cuba es también porque somos el
mal ejemplo de este continente.
Después de medio siglo de vivir pendientes de la América Latina, los cubanos
seguimos envueltos en su actualidad de luchas y movimientos populares, nuevos
poderes populares que avanzan en procesos liberadores, el establecimiento de
gobiernos autónomos que tienen políticas sociales, de formas de colaboración e
intercambios que avanzan en dirección a una integración verdaderamente
latinoamericana. Son realidades y proyectos
diferentes entre sí, pero todos son de la mayor importancia. No-sotros no esperábamos
que en Venezuela pudiera consolidarse un poder revolucionario al cabo de un proceso
marcado por la matanza de 1989 en Caracas, la crisis de los dos partidos hege-
mónicos del sistema electoral y la profunda protesta social a lo largo de los años
noventa y el triunfo de Hugo Chávez.Y hoy ese país es la más profunda relación
internacional de Cuba, y avanzamos hacia una unión mayor.
Nadie esperaba hace diez años que el MAS (Movimiento Al Socialismo) triunfara en la
tierra en la que había peleado el Che, aunque todos seguíamos con enorme atención la
tormenta de luchas populares en defensa de los recursos y contra el mal go-bierno.
Hoy nos beneficiamos, como todo el continente, de la experiencia maravillosa de
Bolivia. Allí donde el colonialismo ha sido tan devastador y criminal desde el siglo xvi
hasta ayer, donde la explotación del trabajador y su familia ha sido horrorosa y el
racismo ha sido tan terrible, florece el cambio de la vida de todos y la soberanía del
país, y una experiencia insólita de convivencia plurinacional democrática. Todo lo han
logrado a partir de una gran victoria cívica convertida en un poder popular, a través de
una lucha contra la reacción en la que muchos le auguraban la derrota, dirigidos por
Evo Morales, uno de los grandes líderes revolucionarios de este siglo xxi. Bolivia nos
demuestra a todos el valor sin fronteras que tiene la praxis revolucionaria organizada,
la batalla social que crea una nueva política, la movilización permanente y la conciencia
de los humildes, aunque un país sea considerado pobrísimo y su Estado sea muy débil.
Para los cubanos hay una ganancia extra: Bolivia es una fuente maravillosa de
desarrollo de nuestra gente, la gran cantidad de profesionales de la salud y otros
intemacionalistas, cubanas y cubanos que trabajan allí, que crecen tanto como seres
humanos y como socialistas. Bolivia y Venezuela nos hacen más socialistas a los
cubanos, y más latinoamericanos.
Numerosos países de América Latina van ganando grados de autonomía frente a
Estados Unidos, y se están creando instru-mentos internacionales propios, de la región,
que facilitan los intercambios bilaterales, los fortalecen y amplían su significado.
Ellos reúnen a gobiernos e intereses que son disímiles, junto a otros que avanzan en
nexos fraternales y unidad de propósitos. Hoy es posible formar un polo autónomo, un
polo de alianzas frente al imperialismo de Estados Unidos, y de complementaciones
políticas y económicas para crecer como libres, y dejar de ser países dependientes del
Primer Mundo que nos ha controlado, expoliado, depredado y decidido por nosotros, y
que nunca dejará voluntariamente de hacerlo. Cuba ha resistido todo durante tantas
décadas, confiando en que el continente se levantaría; hoy participamos muy
activamente en todo este movimiento latinoamericano, y albergamos una esperanza
que no teníamos hace quince años, que nadie soñaba en la última década del siglo
pasado.
¿Cuál puede llegar a ser el papel del Che en esta batalla de ¡deas que se libra en Cuba
hoy?
Creo que el papel del Che debe crecer, y crecerá. Si lo asumimos bien, puede
ayudarnos sobremanera. A mí siempre me llamó la atención que el Che nunca pudo ser
convertido en un icono in-ofensivo. Lenin, en El Estado y la revolución, apunta que con
los grandes revolucionarios sucede lo que le ha pasado a Marx: en vida los persiguen,
los calumnian, los atacan, hacen todo lo que pueden contra ellos, y después de
muertos tratan de ponerlos en un altar, donde ya puedan ser adorados y no perjudiquen
a la do-minación. En su momento, Lenin decía: "la burguesía y la social- democracia se
dan la mano en esa tarea" Al Che tuvieron que desaparecerlo, su cuerpo, su ejemplo y
sus ideas, porque la hu-manidad había avanzado mucho desde 1917, y porque una
propuesta como la suya era imposible colocarla en un altar. Hubo un hecho paradójico:
el Che reapareció poco después que terminaron los combates heroicos y la resistencia
popular en este continente —reprimidos hasta el genocidio—, y vinieron los recambios
de la dominación que llamaron democráticos (yo los llamo gobiernos civiles); poco
después que se autoliquidó el llamado "socialismo real" y el neoliberalismo triunfante
decretó que el socialismo era cosa del pasado. Me recuerda aquellos versos de Pablo
Neruda, en que ve a Bolívar en el Madrid de 1936, en la
puerta del Quinto Regimiento, y le pregunta: "Padre, ¿qué haces aquí?" Y Bolívar le
responde:"Yo resucito una vez cada cien años, cuando despierta el pueblo" El Che,
siempre tan adelantado, re-apareció para llamar al pueblo a levantarse.
¿Cómo evitar que, después de que volvió, quienes se vieron obligados a aceptarlo
pretendan reducirlo a un Che light, un Che respetable, un Che políticamente correcto?
Esa es una batalla que hay que ganar y apoderarse de todo el Che, que nos ha dejado
—por eso yo reivindico tanto su pensamiento— un legado profundamente subversivo y
potencialmente muy creador. Un hombre que fue capaz de entender las cosas tan a
fondo que resultó demasiado molesto, inaceptable. En 1964, veinticinco años antes de
que apareciera en los noticieros, el Che anunció: "La Unión Soviética está regresando
al capitalismo" No lo dijo en un despacho en Londres, como hombre de izquierda
independiente; lo dijo en medio de un proceso revolucionario comunista en una
neocolonia recién liberada, una pequeña isla combatiente frente a Estados Unidos, que
estaba obligada a sostener enormes relaciones con la Unión Soviética. La creatividad y
la audacia de su pensamiento están ahí, esperando por nosotros, pero también puede
entregarnos más si analizamos el método que utilizaba, cómo construía sus conceptos.
No podemos esperar que una gran parte de lo que él planteó se pueda tomar hoy al pie
de la letra. Pero podemos aprender cómo lo logró, cómo hizo más intentos que no tuvo
vida para desarrollar, cómo unió el acto de pensamiento con la creación de conceptos,
y a todo ese conjunto ideal con la práctica. El Che hizo experiencias prácticas a partir lo
que pensaba, y no solo guerreras, sino de creaciones socialistas y comunistas en la
transición socialista. Ese es un filón inmenso que podemos utilizar.
En algunas cuestiones fundamentales el Che se fue muy por encima de su tiempo. Lo
dramático sería que todavía el Che siga por encima de nuestro tiempo, porque
seríamos nosotros muy pequeños si todavía hay que decir que él estaba muy por
encima de su tiempo. Por eso me disgusta tanto escuchar que nuestros grandes
héroes viven para siempre. Ellos viven para siempre si nosotros les damos más vida; si
no, no. Eso depende de nosotros. El aprovechamiento del pensamiento del Che
depende de nosotros, no del Che.
¿Cuál es tu mirada sobre esta ofensiva de Estados Unidos contra Cuba? ¿El Imperio
aprendió algunas lecciones y está buscando nuevas formas para desgastar a la
Revolución?
Estados Unidos ha utilizado todos los métodos e instrumentos de agresión en su lucha
contra la Revolución Cubana, de tal modo que incluso el más famoso de sus
presidentes demócratas —John Kennedy— alentó la invasión militar directa, y después
propició un programa muy complejo de múltiples vías, que incluía el sabotaje, el
terrorismo y el asesinato selectivo, pero también incorporaba aspectos de publicidad,
de propaganda, de guerra psicológica. Si bien fracasaron en esa modalidad hace
cuarenta y cinco años, no renunciaron a las formas violentas —recuerda el gran crimen
del avión en Barbados, en 1976— o algo tan monstruoso como la introducción de
enfermedades. Está demostrado que la epidemia de dengue hemo- rrágico fue una
operación norteamericana, en la que murieron ciento cincuenta personas; la mitad eran
niños. A ese tipo de actos no renunciaron nunca, pero no tienen eficacia y son muy
costosos políticamente.
El trabajo con los llamados "disidentes" también es muy anti-guo. En el caso nuestro,
nunca ha dado resultado: los "disidentes" reciben la más amplia cobertura en los
medios de comunicación del Primer Mundo, y premios, honores y distinciones de esos
países, pero en Cuba nadie los conoce. Lo principal es que sus relaciones con la
Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana es como que tocaran cables de
alta tensión, que los achicharran. Para los cubanos se trata de traidores a su patria,
que sirven a la potencia agresora, enemiga de Cuba. Si quieres conocer una
exageración, que da idea de su ceguera y de la prepotencia del imperio, hace unos
años los de la Oficina reunieron a un buen grupo de "disidentes" para votar
simbólicamente el día de las elecciones presidenciales norteamericanas: ¡y votaron por
George W. Bush! En un país que ha peleado y lo ha dado todo por su libertad y por la
justicia social desde 1868, que posee un rabioso nacionalismo popular, el que hace
algo así no pude'soñar con que nadie lo haga caso nunca en nada.
Ese tipo de actividad contra Cuba resulta una desilusión más respecto a Barack
Obama. No ha hecho un solo gesto a la altura política que se le atribuía, y fue
demasiado frívolo de su parte acceder a darle respuesta a un cuestionario de una
"disidente" cubana. Un periodista mexicano reportó que Obama no había aportado
nada nuevo en sus respuestas, pero comentó que es la primera vez en toda la historia
de ambos países que un presidente de Estados Unidos responde a preguntas de un
cubano. Ironías aparte, la política hacia Cuba del gobierno Obama parece combinar el
acto de guerra que es mantener el bloqueo, más las campañas anticubanas, con la
liberalización de los viajes de cubanos y mantener abiertas conversaciones de nivel
técnico y muy limitados asuntos. Detrás está la ¡dea más general de esperar el
deterioro del gobierno cubano sin dejar de hostigarlo, y aparentar buena voluntad y
deseo de normalizar las relaciones con el pueblo de Cuba, sugiriendo que es su
gobierno el que lo impide.
No puedo evitar recordar que hace 112 años, cuando el impe-rialismo norteamericano
iniciaba su intervencionismo en Cuba, su Congreso lanzó una declaración conjunta en
la que proclamaba el derecho de "el pueblo de Cuba" a ser libre, mientras en realidad
desconocía y le negaba personalidad a la Revolución Cubana y los instrumentos que
ella había —creado la República en Armas, el Ejército Libertador— durante una guerra
terrible y al precio de la vida de la quinta parte del pueblo de Cuba. Es impresionante la
contumacia de los imperialistas, y también su idea de que los cubanos no tenemos
memoria.
Si la estrategia actual imperialista es como la entiendo, la campaña en curso sería un
error por precipitación, o un tanteo de optimistas. Los medios al servicio de esa
campaña pretenden hacer creer que una oposición al gobierno cubano está en la calle,
actuando, y que un sector creciente del pueblo por lo menos coincide con ella. Los
detalles serían impedir que cese la Posi-ción Común de la Unión Europea acerca de
Cuba, resabio colo-nialista de segunda mano, y boicotear la actitud juiciosa y los
buenos oficios del gobierno de España. Espero que se agote pronto este escándalo.
La verdadera fuerza de campañas como esta reside en el control totalitario de la
información y la formación de opinión pública a escala global que posee el capitalismo,
capaz de convertir la mentira en verdad, y de inventar, ocultar, resaltar u olvidar
sucesivamente lo que les conviene. Esa es un arma más fuerte que sus ejércitos. Lo
que está en curso es una gran guerra cultural mundial del imperialismo, con la que
busca conjurar dos problemas graves. Uno es la naturaleza intrínseca de su sistema
actual, demasiado centralizadora, parasitaria y exclu- yente de una parte de los
trabajadores y de la población del mundo, y depredadora del medio ambiente. Las
finanzas prácticamente no se relacionan con la industria, son parásitos, especuladores
y delincuentes impunes. Por.su naturaleza actual, al capitalismo le es imposible formar
clases medias como un colchón de hegemonía en nuestros países. No permite
proyectos nacionales ni soberanías nacionales; para cobrar tributos en forma de deuda,
necesita grupos de cómplices y gobiernos entreguistas.
El segundo problema es que a lo largo del siglo xx se creó en el mundo una
acumulación cultural inmensa que es potencialmente incompatible con el capitalismo.
Lo más radical fueron las re-voluciones de liberación nacional y anticapitalistas. Cientos
de millones de personas vivieron fuera de la dominación capitalista y ensayaron
relaciones sociales e instituciones que desarrollaran una nueva manera de vivir. Al
mismo tiempo, en el siglo xx miles de millones de personas aprendieron a exigir
regímenes demo-cráticos y políticas sociales, aprendieron que las mujeres no son
inferiores a los varones, que un negro no es inferior a un blanco, que la integridad de
las personas debe ser respetada. Durante el siglo pasado se explotaron a fondo los
grandes descubrimientos científicos, lo que se tradujo en avances de todo tipo que
pudieran proporcionar alimentos, bienestar material, salud y otros incontables medios a
toda la población del planeta, sin que sea necesario destruirlo. Si miramos
serenamente esa acumulación y las potencialidades que contiene, hay que convenir
que el capitalismo es el mayor obstáculo y el mayor peligro para la humanidad.
No creo que Estados Unidos esté dispuesto a cambiar nada esencial en su política
anticubana, porque Cuba es una denuncia y una demostración palpable. Un pequeño
país vecino que dominó, se liberó de ellos y del capitalismo, que conserva y defiende
su soberanía cincuenta años después, que es el dueño de sus recursos y de su
política, que tiene un régimen muy estable y una paz social envidiable, y logros
extraordinarios en justicia social que todos saben identificar y nadie quiere perder. La
UNICEF con-firma que la niñez cubana es la mejor protegida y la que más se alimenta
en un continente en el que los niños cubanos quedan en primer lugar en un concurso
de matemática. Comprendo que el imperialismo no pueda aceptar nada de esto, ni la
política in-ternacional soberana y solidaria de Cuba, ni su papel en la Amé-rica Latina y
el Caribe, ni el mar de intemacionalistas, cubanas y cubanos que están compartiendo
con la gente del pueblo humilde, aprendiendo cómo es nuestra América y ayudando a
convertir la idea de que otra vida es posible en la realidad de que entre todos sí
podemos. Me hace feliz saber qué bien logramos seguir siendo un "mal ejemplo"
VISITAS
Pensamiento crítico'
Junto a Nicolás Guillén arribó a Chile —y con él ha partido— el joven director de la
revista mensual cubana Pensamiento crítico, Fernando Martínez. Su visita obedeció a
la necesidad de contactos culturales específicos. Pasó inadvertido para la prensa y su
carácter ayudó a ello. De una extremada sencillez, no parece pro-fesor de Filosofía
Marxista. Mas bien tiene aspecto de estudiante. Ni parece tampoco director del
Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana.
Nació y estudió en Las Villas, y allí adolescente, fue miembro del Movimiento 26 de
Julio. Acerca de esto reacciona como todos los cubanos: prefiere hablar de otros, los
que cayeron. No es solo un asunto de modestia y de "buen gusto" es la memoria, no
existe allí el soldado anónimo,"desconocido" "Prefiero hablarte como símbolo, del
compañero, Osvaldo Herrera. Era líder de los estudiantes de Santa Clara. Fue en la
Sierra... Era capitán de la columna de Camilo Cienfuegos. Un día Camilo le ordena
afeitarse bajar al llano a reorganizar el movimiento clandestino. Lo hace con éxito, y al
intentar subir nuevamente es capturado. Lo torturan. No habla. Prefiere suicidarse.
Tenía 21 años. Cuando triunfó la revolución, se encontraron en Manzanillo más de
doscientos cadáveres de torturados con el cráneo atravesado por un clavo. Ahí tienes.
Hay gente que conoce los bombardeos por películas, otros los soportan.
* Entrevista realizada por Punto final, revista de Santiago de Chile, fue publicada
el 1°de agosto de 1967; constituye la primera entrevista hecha a Femando.
En el "room" del hotel aparecen los consabidos yanquis con sus máquinas fotográficas:
"Chico, qué quieres que te diga, solo siento curiosidad al verlos. En Cuba los veía por
miles cuando niño. Ahora ya no hay más..."
Acto seguido nos habla de Debray:"Lo he conocido. Es un ejemplo de intelectual. Un
filósofo de primera calidad... uno de los pocos que cala hondo en nuestro Tercer
Mundo"
Pensamiento Crítico es una publicación teórica basada esen-cialmente en las ciencias
sociales, más que nada de problemas políticos filosóficos, en cuyo espectro puede
entrar desde la an-tropología estructural hasta el militarismo en África. Repasando su
flamante colección —su primer número apareció en febrero del 67— hallamos la parte
monográfica y la "miscelánea" informativa, la creación propia de la revista y las
traducciones de los mejores investigadores marxistas del mundo. Una revista del más
alto nivel. Pero en un plano nuevo: el del pensamiento revolucio-nario cubano.
Fernando Martínez dicta cátedra en la Universidad desde 1963. "En nuestra revista
queremos hacer 'nacionales' todas las luchas de liberación del mundo, especialmente
la lucha continental de nuestra América" El está trabajando en un libro sobre el tema.
"Los 18 000 alumnos de la Universidad estudian filosofía marxista. Ramón Miyar es
nuestro rector (médico, 32 años). No queremos producir una nueva capa de
intelectuales separados de su pueblo. Queremos que sepan que su país es ese. Se
tiende a la abolición (de la vieja diferencia del trabajo manual y el inte-lectual. Los
estudios en general se hacen en la práctica viva en la producción y las otras tareas de
la sociedad. Treinta y cinco días al año los estudiantes trabajan en la agricultura. Van
conociendo la verdadera problemática de su patria revolucionaria. Cuando obtienen el
título, ya saben lúcidamente que rol desempeñarán en la construcción del socialismo"
La conversación gira sobre los mil y un aspectos de los obje-tivos y métodos de esta
edificación grandiosa. Sus logros, sus defectos, la autocrítica sobre la marcha. Como
una constante uni-versal. No se toleran las mentalidades burocráticas y arribistas.
Como dijera Ernesto Che Guevara: "Una economía socialista sin
moral comunista, no nos interesa" Para levantar la nueva sociedad hay que crear a la
vez al hombre comunista.
"Fíjate —dice Martínez— nuestra juventud tiene un espíritu revolucionario sin límites.
Las veinticuatro horas. Eso nos viene de nuestro proceso histórico. Cuando los 18 que
quedaron vivos de los 150 del asalto al Moneada, se refugiaron después del fracaso en
La Gran Piedra, zona oriental de la Sierra Maestra. Fidel pro-puso iniciar allí mismo la
guerrilla. Era en 1953. Tú sabes... Ahora Fidel tiene frecuentes e informales diálogos
con los universitarios, en la plaza Cadenas... Te imaginas, miles preguntándose
cosas... Quizá lo más importante en la lucha americana, lo más necesario, es la
tenacidad, la capacidad de mantenerse, no abandonar la lucha ante el primer
fracaso..."
Nos queda en el oído la palabra tenacidad, el tono con que fue pronunciada. Fernando
Martínez es un fruto de esta nueva gene-ración de la Revolución Cubana. Sobrelleva
con alegría y vigor sus serias responsabilidades, entre otras, director de Pensamien-to
Crítico y del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana. La reiteración
no es casual: queremos informar que na-ció el 21 de enero de 1839. Tiene 28 años, y
la Revolución.
J.H.
PREGUNTAS SOBRE LENIN EN 1970
Cuestionario de El Caimán Barbudo*
i- Polemista, estratega, práctico revolucionario, figura multívoca, ¿cuál o cuáles
aspectos destacaría usted como más a preciables si hiciera un desglosamiento
personal de la figura de Lenin?
Creo que Lenin es tan grande porque supo pensar los caminos de la revolución del
siglo xx desde el conocimiento profundo de la perspectiva teórica de Marx,
manteniendo siempre el rumbo de la lucha por la revolución comunista internacional
frente al dominio material y espiritual de la burguesía imperialista y el bastión de sus
cómplices, la socialdemocracia oportunista. Pero lo es aún más por haber sido el
fundador de la teoría de la organización revolucionaria para tomar el poder en Rusia y
el fundador y transformador de la organización misma que realizó la hazaña, el jefe de
la Revolución y de la República Soviética. Vanguardia de la vanguardia, unió el
practicismo más férreo a la fe más absoluta en la revolución socialista a escala
mundial, y escribió El estado y la revolución casi al mismo tiempo que le exigía a su
Comité Central que tomara Petrogrado y el cielo por asalto.
Forzosamente, su vida intelectual fue de debate, y no escatimó la pasión ni el ardor en
él. Uno de los más brillantes polemistas revolucionarios que ha existido, desbarataba
los argumentos
* Respuestas a un cuestionario que El Caimán Barbudo le envió a varias
personas, con motivo del centenario del nacimiento de Lenin. Publicadas en "Cuatro
opiniones sobre Lenin", El Caimán Barbudo, Época II, número 38, La Habana, marzo
de 1970, p. 7.
del adversario a la vez que exponía sus verdades, en textos que definieron
históricamente a los oportunistas de su tiempo (para muchos, Kautsky ya no es más
que "el renegado Kautsky"). Lenin no vacilaba en buscar la revolución en la revolución,
en polémica con luchadores del calibre de Rosa Luxemburgo o León Trotski.
2.- ¿Cuáles considera usted son los aportes fundamentales de Lenin al pensamiento
marxista?
a) La Revolución Rusa, que abrió el camino de la teoría de la revolución social en
la época del imperialismo, y el de la teoría de la dictadura del proletariado como lucha
por el comunismo;
b) el rescate del aspecto principal del marxismo, la teoría de la revolución, del
pantano de la "ciencia" socialdemocrática. La "ortodoxia" de Kautsky y Plejanov y el
revisionismo de Berns- tein eran las dos caras de una misma moneda: la adecuación
del movimiento obrero de los países imperialistas a la dominación burguesa. Las
polémicas —y los polemistas— de la II Internacional mostraron su vaciedad cuando
resurgió el marxismo de Marx y de Engels en Rosa Luxemburgo, Trotski, Mehring,
Gramsci, y, sobre todo, en Lenin;
c) el desarrollo antidogmático de los temas y los ideales de Marx, ateniéndose a su
espíritu más que a su letra, especialmente en cuanto a la comprensión del
imperialismo, de las características de la revolución internacional en la nueva situación,
de la organización para tomar el poder y de la teoría de la dictadura del proletariado.
d) Lenin abrió para el pensamiento marxista la posibilidad de ser útil al
pensamiento revolucionario de los pueblos colonizados por el imperialismo. Sus
escritos sobre los pueblos co-lonizados y su actitud hacia ellos como dirigente de la
Repú-blica Soviética y de la Internacional Comunista atrajeron al marxismo a hombres
de la talla de Ho Chi Minh.
3- Teniendo en cuenta la importancia que Lenin siempre le con-cedió a la lectura de
autores anteriores a él en su formación, ¿qué vinculaciones establecería usted entre
las actuales generaciones y la necesidad de leer a autores anteriores a ellas de los
cuales sacar ejemplos para su formación? Y en ese caso, ¿cómo ve la vigoriza- ción de
la lectura de los manuscritos dejados por Lenin?
Parece imprescindible que "las actuales generaciones" leamos a autores anteriores, y
me temo que siempre ha sido así. La cues-tión se desplaza entonces a esta otra: ¿qué
leer? En las condiciones de la tremenda revolución social que está sucediendo en
Cuba, cuando la nación se empeña en una batalla crucial para el desarrollo de nuestra
revolución comunista, no cabe duda que debemos, entre otras lecturas, apoderarnos
de nuestra herencia cultural, señaladamente de nuestra historia y nuestra política:
Martí, las Crónicas de la guerra de Miró, ios escritos y discursos de Fidel y el Che. Pero
por tratarse de una revolución comunista entran con derecho propio en nuestro acervo
Marx, la experiencia de las revoluciones comunistas y la obra de mil matices (Ba- ran,
Mandel, Marcuse, Camilo Torres, etc.) de los que estudian al imperialismo y el
socialismo actuales y los problemas de la revolución contemporánea.
La obra de Lenin es el impulso y el reflejo de su experiencia y el monumento mayor del
marxismo de este siglo.
¿Cómo estudiar la experiencia rusa? En uno de sus últimos discursos, Lenin
decía:"...los extranjeros no la comprenden en absoluto y no pueden conformarse con
colocarla en un rincón como un icono y rezar ante ella. Así no se conseguirá nada. Lo
que necesitan es asimilar parte de la experiencia rusa. No sé cómo lo harán..." Hoy
sabemos que una de las formas más importantes de hacerlo es estudiar a Lenin, el
pensador que dedicó su vida a la revolución, dirigió la primera dictadura del
proletariado y ahon-dó, con pluma de acero, en la complejidad de sus problemas y en
sus proyectos de un nuevo mundo.
DEBATIR SIN GURÚES NI RECETAS O PALABRAS SAGRADAS
Semanario Nuestra Propuesta*
"Lo que necesitamos los intelectuales es dejar de estar coloniza-dos
mentalmente','afirma en este polémico reportaje el teórico cubano que llegó a Buenos
Aires para participar en los debates del Seminario Continental sobre perspectivas de
liberación en América Latina.
¿Qué significa la realización del seminario en este momento de la Argentina, en esta
etapa del capitalismo que estamos padeciendo?
Ante todo, para mí significa volver a ver a los argentinos, a un país que me es
entrañable. Me parece importantísimo que el seminario se realice en este país, que es
uno de los ejemplos de que en la situación actual, ya ningún político se plantea
prometer a los
* Esta es una entre una multitud de entrevistas que año tras año a lo largo de más
de una década, y de casi todo el país, me hicieron medios de comunicación argentinos,
escritos, radiales y a veces televisivos. Esta vez fue con el semanario Nuestra
propuesta, del Partido Comunista, durante uno de los Seminarios anuales que
realizamos durante más de quince años a partir de 1986. En ellos se reunían activistas
sociales y políticos con intelectuales militantes, y discutíamos los problemas actuales
de la América Latina y el Caribe, las formas de resistencia y lucha, la teoría
revolucionaria y los proyectos. Uno de los dirigentes sociales participantes en aquel
Seminario de 1995 fue el boliviano Evo Morales. La entrevista fue publicada en Nuestra
propuesta núm. 275, Buenos Aires, 17 de agosto de 1995, p. 9.
electores que la situación económica va a mejorar; hace unos cuantos años que ni los
más mentirosos plantean eso. Si los polí-ticos del sistema, que son expertos en esto,
no pueden siquiera prometer al pueblo ningún bien, es porque América Latina ha
entrado en un camino que no muestra salidas. Es una situación muy dura. Si bien las
cosas han estado muy mal en otras ocasiones, al menos se debatía cómo mejorarlas.
Hoy se acepta en toda América Latina que una parte enorme de la población no puede
resolver los problemas elementales de la vida. En Brasil tratan de evitar que se siga
asesinando cientos de niños en las calles, porque en las ciudades grandes esos
pequeños mendigos molestan mucho; hay más eficacia en Colombia, donde les sacan
los ojos a los niños para uso europeo: esos ojos se vuelven europeos entonces, en
caras de europeos. Y en México, uno de los países más ricos en recursos del
continente, después de más de medio siglo de crecimiento económico se debate cómo
lograr que la cuarta parte de los mexicanos no sigan siendo pordioseros. Imagínate qué
pensarán en Nicaragua, donde dos tercios de la población está desempleada.
Entonces, el simple hecho de que haya un seminario así ya es de una importancia muy
grande, porque significa que —dentro del marco modestísimo de cada uno— al menos
una parte de nosotros no se resigna. Lo importante es que millones de personas no
vayan cayendo por el plano inclinado de la miseria abúlica, sino que protesten, que
traten de entender el mundo en el que mal viven, y en ese sentido, los que somos
intelectuales nos sentimos felices de reunimos en un país como la Argentina a discutir
entre todos por dónde anda este continente al que le dijeron hace diez o quince años
que ya se democratizaba y que después vendría la felicidad, el "desarrollo con
equidad','y al que hoy solo le plantean que es necesario que los países sean
gobernables.
Es un avance que no nos reunamos en este seminario para plantearnos meramente
luchar contra el neoliberalismo, que a mí me parece que a veces se vuelve una lucha
vacía. Porque si uno se limita a seguir las modas que lanzan desde los centros del
capitalismo mundial, para lo concreto discutiríamos cómo luchar contra el
neoliberalismo, y para lo más abstracto discutiríamos
acerca de la posmodernidad. Y es posible que mañana por la tarde, desde los mismos
centros del capital, nos avisen:"pues el neo- liberalismo es malo','"miren lo que ha
hecho a las personas','"luchemos ahora por pagar la deuda social',' por"un capitalismo
con rostro humano" Y tengamos que reformular las ideas y reorganizar las luchas,
mientras sigue mordiéndonos el mismo perro, pero con diferente collar.
Lo que necesitamos los intelectuales es dejar de estar coloni-zados mentalmente. Por
eso me gusta este seminario, porque no vamos a discutir cómo luchar contra el
neoliberalismo, sino que vamos a analizar las consecuencias del neoliberalismo. Y
sobre todo, vamos a tratar de ver cómo se comunica la gente entre sí, cómo se
organiza, porque la sociedad no está muerta. Y cuáles son las protestas, las formas de
protesta reales que existen. Vamos a discutir en conjunto qué hacer, y qué perspectivas
de liberación tiene América Latina. Con los pies en la tierra, pero con la cabeza bien
lejos de la tierra. Porque si no, ¿para qué sirven los intelectuales?
Respecto a este tema de las perspectivas en el que vas a partici-par como panelista,
¿qué preocupaciones fundamentales traes en tu valija?
No lo diré, no solo por no adelantar una parte del seminario, sino porque creo que esta
es sobre todo una reunión de debate. Yo siempre sospecho un poco cuando algunas
personas nos brindan las recetas para todo, y el cómo. Una de las cosas buenas que
tiene este tiempo es que se han acabado los gurúes y las palabras sagradas. Al mismo
tiempo, se van concretando los temas de discusión, las preguntas que sustituyen a las
angustias y las desesperanzas. Los temas de debate casi siempre pasan por el mis-mo
lado en este momento. La sociedad está viva y se mueve. Y las expresiones políticas
que hemos llamado de izquierda suelen no moverse, o sus movimientos se sienten
muy poco. Entre la sociedad y la política de izquierda hay un gran hueco.Y cuando no
hay un hueco, por lo menos no existe comunicación, y mucho menos un tejido.
Ese es un problema gravísimo, después de tantas matanzas y derrotas que ha habido
en nuestro continente. Afortunadamente ya se acabo el tiempo en que solamente se
hablaba de la derrota, o se dependía de ella, ya eso se superó. Pero, ¿por dónde y
hacia dónde va la política opuesta al sistema de dominación, es decir, los problemas de
organización y de conciencia, los problemas del proyecto? Me parece importante que
desde hace algunos años estamos hablando de la necesidad de nuevas formas de
hacer política. Aunque no se logre llevarlo a la práctica fácilmente, percibir esa
necesidad es un gran adelanto. Y en cuanto a dónde va la política: los proyectos de
socialismo que existían se han desgastado, y los que viven del capitalismo o los que
están tan ciegos que creen que se puede vivir en él, dicen con júbilo:"Mira, qué bien, se
acabó el socialismo'.' Estos últimos me recuerdan aquellos cuentos de quienes se reían
de los que se estaban ahogando, hasta que se ahogaban ellos también.
Ahora aparece ante nosotros la cuestión de cómo tiene que ser el futuro. Discutirlo es
un adelanto muy grande. Si uno cree que el socialismo es el futuro —y eso es lo que
creo yo— por lo menos yo no quiero que sea como ha sido. Quiero que la gente del
siglo xxi considere a todo el socialismo del siglo xx como el socialismo primitivo. Sin
embargo, uno no puede separar los pro-yectos de lo existente, y hay una tensión
tremenda entre el terreno de lo utópico, el terreno de lo estratégico, el terreno de las
tácticas y el terreno de la vida cotidiana. Antes se abordaban los problemas
manteniéndolos en compartimentos estancos. Ya nunca más podrá ser así. Parece que
se crea un caos, pero es un adelanto, y en el caso de nuestro trabajo intelectual hay
que dar cuenta de esa realidad desde la vocación de edificar y crear un proyecto que
no será un nuevo recetario. En sus expresiones específicas, va a tener la configuración
de varios proyectos.
Creo que es necesario plantearse el socialismo como un con-junto de cambios
culturales y como una sucesión revolucionaria de cambios culturales, donde los que
cambien no se enamoren de lo que ya cambiaron, sino que se den cuenta de que
apenas han comenzado a cambiar. Que, al mismo tiempo, no se sientan superiores a
los que no han cambiado, e incluso que tengan la
feliz idea y los felices sentimientos de mirar a los otros, para ver si en los que ellos
suponen que no han cambiado hay tesoros de riquezas para la creación socialista.
Hablando del futuro, de alguna manera hoy es el futuro del semi-nario del Che
realizado en Rosario...
Me gusta mucho tu reflexión. Es verdad, y el de Rosario fue el futuro del encuentro de
Managua hace nueve años, donde nos reunimos personas de diecisiete países, el día
del cumpleaños del Che Guevara, y empezamos a hacer este tipo de reuniones.
Efectivamente, Rosario, futuro de Managua, Buenos Aires de 1995, futuro de Rosario.
Eso no me da miedo, y lo digo con toda in-tención, porque tengo la impresión de que
para algunos estos encuentros significan que estamos caminando para atrás. O que
estamos caminando en el aire. Caminar en el aire o sobre las aguas no es ninguna
locura. Algunos que caminaron sobre las aguas siguen dando guerra dos mil años
después.Y hay otros que, caminando en el aire, tenemos la vocación de seguir dando
guerra hasta el siglo xxi.
De Rosario para acá, de Managua para Rosario y para acá, vamos acumulando una
cantidad enorme de experiencias que son muy valiosas. Uno de los elementos
principales de la guerra cultural que libra el imperialismo contra todos nosotros es el de
hacernos olvidar. El olvido es uno de los hechos fundamentales que favorecen a los
enemigos del pueblo, de la vida. Entonces, que tú recuerdes a Rosario y yo recuerde a
Managua, y que podamos recordar entre todos muchas cosas más, es imprescindible
para avanzar. Lo que vamos haciendo hoy son signos de futuro: por eso los que
dominan tienen tan claro que hay que hacernos olvidar.
Vamos hacia delante porque estamos identificando mejor los problemas, porque
estamos abandonando ilusiones y tenemos mucha más fe que antes. Y porque
tenemos mucha más utopía que antes. Uso las dos palabras: fe y utopía. Por eso no le
da miedo a uno que se hayan perdido elecciones. Andar el camino es im-prescindible,
si uno aprende a saber. Lo malo es olvidar o no sacar
buenas conclusiones, y no saber que lo que ya se probó se puede probar mejor, hasta
inventar los caminos nuestros. Lo cierto es que esa acumulación de experiencias nos
obliga ahora a plan-tearnos mejor los problemas. Si en este Seminario logramos un
buen conjunto de buenas preguntas, habremos triunfado.
CINCO PREGUNTAS SOBRE BOLIVIA, ANTE LA VICTORIA DE EVO
Julio César Guanche
¿Qué papel ha jugado Bolivia para la política norteamericana en relación con América
Latina en el siglo xx?
Ya en tiempos de la Guerra del Pacífico (1879-1883), por la que Bolivia perdió todo su
litoral a manos de Chile, Estados Unidos trataba de controlar la explotación de recursos
naturales de la región, en competencia con Gran Bretaña. Avanzado el ciclo del estaño,
la banca norteamericana hizo empréstitos y adquirió ac-ciones de las compañías
mineras, y la Standard Oil obtuvo una enorme concesión sobre el petróleo del sudeste
del país. Esa compañía y la Shell británica estuvieron detrás de la terrible guerra por el
Chaco, entre Bolivia y Paraguay, que costó a ambos países 90 000 muertos entre 1932
y 1935. Críticos norteamericanos de la expansión imperialista de su país habían
estudiado tres casos seleccionados, a fines de los años veinte: Cuba, República
Dominicana y Bolivia. Esta última investigación, de Margaret A. Marsh, se llamó Our
Bankers in Bolivia, y fue compañera de las obras de Nearing y Freeman, Jenks, Dunn y
Knight.
La historia posterior de las injerencias y el saqueo yanquis en Bolivia —sobre todo
desde que esta potencia imperialista obtu-vo la supremacía en América Latina y el
Caribe, respecto a los otros centros capitalistas— es más conocida. Pero no se puede
* Entrevista realizada por Julio César Guanche para La Jiríbilla,en La Habana el
23 de diciembre de 2005 y reproducida en Punto Final, Informe especial, Santiago de
Chile, enero de 2006, pp. 14-15.
comprender ningún caso de dominación neocolonial sin manejar la historia interna y los
problemas fundamentales del país neocolonizado. Y yo no puedo abordar ese tema
aquí. Llamo al menos la atención sobre la compleja acumulación que puede contener
un país que es casi diez veces del tamaño de Cuba, pero sin salida al mar y con menos
población que esta isla.
Hace cuarenta siglos, la civilización de Tiahuanaco era la más avanzada de
Sudamérica. La comunidad tipo ayllu sostenía una gran población con gran diversidad
agrícola y alimenticia, y técnicas desarrolladas. Hace mil años eran capaces de
organizarse en gran escala. Pero hoy el Estado boliviano rige a la población con mayor
proporción de pobreza de Sudamérica, y en 180 años de existencia independiente no
ha tenido más que algunos momentos de institucionalidad, estado de derecho y
gobiernos representativos de la voluntad popular. Hace 450 años el país poseía la
mayor ciudad de América —Potosí—, basada en una explotación de la plata que no
tenía igual en el mundo; — en el siglo xix pudo Buenos Aires aspirar a ser un polo más
atractivo y predominar sobre la región que llamaban entonces el Alto Perú. Pero la mita
conver-tida en el instrumento de la más cruel expoliación, la decultu- ración, la
explotación feroz y la humillación permanente de la antigua población autóctona —que
sigue siendo con sus descendientes la gran mayoría de la población de Bolivia—
crearon una sociedad monstruosa en la que un grupo muy minoritario que posee
rasgos europeos monopoliza el poder, las grandes empresas, el bienestar material, la
educación y las formas de vida a las que se asigna valor.
Colonialismo, viejo y nuevo, es el concepto que permite cali-ficar esta realidad y ese
resultado histórico del despojo a todo un pueblo de su cultura y de sus medios de vida,
de sus derechos y sus valores. Capitalismo es el sistema mundial que creó esta
monstruosidad, como ha creado tantas otras a lo largo y ancho del planeta, en aras de
la ganancia y del poder.
¿Qué factores han hecho posible la elección de Evo Morales como presidente de
Bolivia, por tan amplio margen?
El crecimiento acelerado de la combatividad y la movilización populares durante los
últimos cinco años, que han aportado ex-periencias y cada vez más conciencia y
autovaloración a enormes sectores del pueblo. La conversión de las identidades
autóctonas —que nunca dejaron de existir— en fuerza social popular,y en instrumentos
de formación de posiciones políticas y de exigencia de reivindicaciones sociales
opuestas al sistema de dominación secular que ha tenido el país. Setenta años de
concien- tización y de actividades políticas que han dado formas nacionales a las
representaciones sociales y arraigo en Bolivia prácticamente a todas las ideologías y
movimientos sociales y políticos de crítica o de franca oposición a la dominación
capitalista.
A la reunión de esos tres factores se ha sumado el desgaste reciente de la política
económica de los gobiernos llamados de-mocráticos, y del sistema político en su
conjunto, después de más de veinte años de ejercicio. La cultura política de los bolivia-
nos —y de los latinoamericanos— ha crecido a un grado descomunal respecto a la
existente hace una o dos generaciones, y ese es el gran logro que estamos heredando
de las luchas y los sacrificios precedentes. Por eso el empobrecimiento del pueblo y el
entreguismo de los de arriba no es esta vez un episodio más de una historia que se
repite, y puede ser el prólogo de una transformación profunda de la gente y del país, es
decir, de una revolución.
¿Qué reacción se puede esperar del gobierno de Estados Unidos ante la victoria
electoral de esta fuerza política?
Lo más probable es una escalada de presiones sobre el nuevo gobierno, a través de
los medios y las instituciones que Estados Unidos controla, para que modere cada vez
más sus propósitos, y permita la mediatización y el desgaste de sus iniciativas y de las
demandas populares. Es decir, exigirle que sea "respetable" para no perder "legitimidad
democrática" ni arriesgar la "gobernabili- dad" Combinar esa estrategia con el
aprovechamiento de las diferencias internas, para tratar de convertirlas en divisiones y
en enfrentamientos dentro del campo popular. En suma, debilitar y
erosionar el alcance y el contenido del gobierno popular, para generar desconfianza y
desilusión, conseguir si es posible que se descalifique, y con el fracaso de esta
experiencia revertir el gran avance obtenido por el pueblo boliviano, durante un período
más o menos largo.
Esa estrategia parece aún más lógica porque el imperialismo no cuenta con cartas
políticas de derecha o de centro en Bolivia para una oposición eficaz. La victoria de Evo
ha sido aplastante, y ha eliminado el espacio para los rejuegos legislativos y los
acuerdos obligados para lograr formar gobierno, con sus consecuentes ataduras por
compromisos y por cuotas de poder. Los partidos del sistema se agotaron durante
décadas en los más variados pactos politiqueros, y practicaron la represión, la
imposición del neo- liberalismo y la corrupción, sin ningún recato. La masa en la calle
desde el 2003 les anunció su quiebra.
Sin embargo, no es sano confiar demasiado en la lógica. La prepotencia ha sido un
componente histórico del comportamiento político imperialista en casos como estos. La
"misión" el antintelectualismo y la agresividad como política no son anéc-dotas sino
estrategia del grupo dominante en la política norte-americana actual. Y más fríamente,
ellos ven el mismo escenario que nosotros: la victoria de Evo es un tremendo refuerzo
a la posible formación de un frente de Estados latinoamericanos autono- mizados del
control norteamericano, y es un hecho que alienta a todo el campo rebelde a la
dominación en el continente, y estimula a los revolucionarios. Frente a esa realidad,
habría que estar atentos a la contraofensiva yanqui, y a los medios y momentos que
ella estime apropiados.
Por otra parte, el racismo y los hábitos de mando de los que han dominado en Bolivia,
el odio que mueve a la violencia extrema a los que sienten el temor de perder su poder,
sus privilegios y su pretendida superioridad a manos de los humildes, ha sido siempre
un factor importante en todos los grandes procesos de cambios de una sociedad.
Cuánto pesen estos socios menores del imperialismo, pero que son los que están
sobre el terreno, pondrá también la impronta de lo contingente, que es tan relevante en
todos los eventos históricos.
¿Qué significado le atribuye al papel que puede jugar Bolivia en el nuevo mapa de
relaciones políticas de América Latina?
Ya empecé a contestar esta pregunta en la respuesta anterior. Agregaría algunos
puntos a desarrollar. Un territorio muy estratégico para el avance de una integración
económica sudamericana, que puede encontrar ayuda para su viabilidad desde una
formación económica débil y mediterránea, y a la vez brindar una ayuda valiosa a la
conexión entre Venezuela, Brasil, Argentina y Uruguay, y también con Paraguay, Perú y
Chile, si avanza más la integración. Un país que cuenta con inmensas reservas de gas,
y que podría aprovechar más otros recursos suyos e intercambiar con ellos. Un
gobierno popular que tiene vocación y necesidad de aliarse con otros gobiernos
populares, para multiplicar sus fuerzas y fortalecer su posición ideológica.
Bolivia será un campo de prueba para las relaciones entre sociedad civil y poder, entre
un sistema político de predominio popular y los movimientos sociales, en un país en el
que estos últimos han sido la vanguardia de las protestas y el cambio en la correlación
de fuerzas/'Mandar obedeciendo al pueblo','ha recor-dado Evo, él mismo un hombre
nacido para vegetar en la miseria, que se formó en un movimiento de lucha de gente
humilde trabajadora. Bien, obedeciendo, pero teniendo el gobierno y cons-truyendo un
poder desde el gobierno, es decir, teniendo modos de mandar.
Un líder aymara que preside una nación latinoamericana sig-nifica una victoria
extraordinaria de los pueblos originarios, once años después del alzamiento zapatista,
en una época en que estas identidades se han afirmado a lo largo del continente y han
generado organizaciones, conciencia y presencia cívica, y han producido experiencias
muy notables, como es el caso de Ecuador. Esto fortalece y concreta las nuevas
formas de hacer política —con nuevos contingentes de participantes—, tan necesarias
para que sea posible la liberación de las dominaciones, y el potencial de vínculos
intemacionalistas diversificados, que es indis-pensable. También enriquece el campo
cultural de la liberación, con ideas que deberán formar parte de los nuevos proyectos
socialistas. Ver, por ejemplo, los Principios ideológicos acordados por el Congreso del
MAS en Cochabamba, hace cuatro años, y los veintiún principios enunciados en el
Congreso de Oruro, en el 2003. No se trata meramente de un nuevo lenguaje, se trata
de nuevos contenidos —como el equilibro con la naturaleza o el rechazo de los
principios de la economía occidental—, que se han venido enunciando por movimientos
indígenas, y que ahora deberán concurrir a la creación de una nueva sociedad en
Bolivia.
Bolivia puede llegar a ser, en el desarrollo de un nuevo mapa político latinoamericano y
caribeño, otra experiencia y otra creación cultural socialista del siglo xxi, como puede
llegar a serlo la revolución bolivariana. Son indicadores de que este continente puede
aportar —frente al riesgo mortal que corre la humanidad— alternativas que concurran a
la superación del capitalismo.
¿Echará, por fin, a anclar el indio en Nuestra América, como quería Martí?
Lo que Martí pensó del "indio"y del echar a andar que le pedía, puede ser comprendido
como un aspecto de su concepción de nuestra América y de la necesidad del cambio
social revolucionario. A mi juicio, Martí toma la especificidad de la América Latina y el
anticolonialismo como sus puntos de partida e instrumentos intelectuales, se convierte
en el iniciador de los análisis críticos de la modernidad desde el mundo colonial y el
anticolonialismo, y hace una propuesta singular de superación del colonialismo
mediante procesos de liberación que instituyan individuos más libres y capaces,
constructores de sociedades liberadas con Estados nacionales, creaciones de
ciudadanía y justicia social. Por todo eso es que Martí resulta tan actual, y su propuesta
no ha sido superada todavía.
Más de un siglo después, la región ha recorrido un prolongado camino de
modernizaciones bajo el capitalismo y el neocolonia- lismo, que ha terminado por
depauperar sus sociedades, disminuir su lugar dentro de la economía mundial
capitalista y dejarla sin salida dentro de ese sistema. Pero también ha sido un largo
camino de acumulación cultural favorable a un planteo muy su
perior de liberación para las personas, los grupos sociales y las naciones. Las
vanguardias actuales de los pueblos autóctonos hablan, en sus propios lenguajes, de
revolución, una revolución que acabe con el sistema de dominación que se los niega
todo, y que transforme las relaciones entre las personas, y de ellas con la naturaleza.
Eso es una maravilla, porque están proponiendo el único proyecto viable, no para ellos,
sino para todo el pueblo, y participando como protagonistas en su puesta en práctica.
TRES PREGUNTAS SOBRE EL SIGLO XX
Enrique Ubieta*
¿Qué acontecimientos definen el siglo? ¿Cree que haya tenido una contradicción
fundamental? Si así fuera, ¿cuál es?
En toda la historia humana nunca crecieron tanto como en el siglo xx la potencia y el
alcance de los medios producidos —para la alimentación, la producción, la salud, la
guerra, las comunicaciones, el transporte, etc.—, ni los conocimientos —desde la
constitución íntima de nosotros mismos, los elementos y la naturaleza hasta porciones
del universo—, ni existió la sistematicidad que permite proyectar y continuar creciendo
sin cesar en conocimientos y medios. Los avances de las mujeres —la mitad de la
especie— y de las relaciones que involucran los géneros han revolucionado las
dimensiones humanas. El saldo del siglo en cuanto a sistemas políticos es favorable en
expansión de derechos ciudadanos, instituciones intermediarias, tolerancia de
diversidades y gobiernos por representaciones. ¿Cómo representarse hoy aquel mundo
del 900, sin aviones ni antibióticos, sin la multitud de electrodomésticos, el cine, las
computadoras, los celulares, sin las imágenes omnipresentes que han cambiado la
música y las expectativas, y reducido las distancias y la ignorancia entre pueblos y
gentes?
Entonces, ¿por qué esta inconformidad tan poco disimulada de unos y otros, que no
permitió ningún jubileo victorioso por el
* Entrevista realizada por Enrique Ubieta, director de la revista
Contracorriente,en La Habana, enero de 2001.
año 2000 y el nuevo milenio? En el malestar está la clave: si se reflexiona acerca del
siglo, el bochorno o la indignación asoman de inmediato al rostro. El hambre o la
desnutrición son mil veces más usuales que Internet, mil millones de analfabetos
ignoran qué es el medio ambiente, enfermedades medievales matan sin descanso, y la
humillación, el racismo, el terrorismo estatal, la crisis urbana, solamente son noticia en
los noticieros. El narcotráfico es casi tan buen negocio como la especulación financiera,
decae la soberanía de los Estados no imperialistas, y se teme que el planeta no resista
tanta depredación civilizada. El lucro y el poder de una minoría sigue siendo el
motivador fundamental y la base de las relaciones económicas, de los sistemas
políticos, del carácter de las organizaciones internacionales y del totalitarismo a escala
mundial que rige la información y la formación de opinión pública. Por eso la idea del
progreso como el destino de los pueblos y países —que predominó casi dos siglos—
ha naufragado y se ha abandonado en la fase final de este siglo, y los que dominan
han decretado la reducción de los tiempos al presente.
El siglo registró acontecimientos trascendentales en una den-sidad respecto al tiempo
que es superior a lo sucedido en los siglos anteriores. Entre ellos fueron principales las
revoluciones que trascendieron dos fronteras: la del motín de los de abajo, que arrasa
con lo que no quiere ceder y con lo podrido, pero es incapaz de permanecer y ser
poder; y la de conducciones capaces de "acabar con lo viejo", pero que representan o
forman fracciones nuevas de clase dominante. Las viejas revoluciones no rebasaban el
orden capitalista. Hubo al fin grandes movimientos que lograron unir los dos momentos,
el libertario y el del poder revolucionario, bajo objetivos radicales y con proyectos de
liberación para todos. Ellos tuvieron que ser socialistas y aspirar a la liberación total de
las personas y los países.
Reitero aquí que la victoria del capitalismo ha residido hasta ahora en su capacidad de
absorber los movimientos y las ideas de rebeldía dentro de su corriente principal. La
falta de una crea-ción cultural diferente y opuesta al sistema y el modo de vida
capitalista —no menos, ni una creación parcial— ha sido la insu-ficiencia fundamental
de las transiciones socialistas. La escasez
propia y la centralización creciente del mundo bajo control im-perialista son enemigos
poderosos y principales; sin embargo, confundir el socialismo con el desarrollo
económico ha sido un desacierto funesto. Además, la tarea y la intencionalidad cons-
ciente inherente a la transición socialista necesitan un poder muy grande, pero, ¿cómo
evitar la perversión de absolutizar el poder de un grupo frente al propio proyecto? La
dominación y el poder tenían que ser sometidas a sistemas progresivos de control, y su
uso engranar en una dialéctica en la que el polo dominante fuera el proyecto de
liberación total de los seres humanos y las relaciones sociales. La experiencia soviética
—la más importante del siglo— negó todo esto, degeneró crónicamente y terminó en
un desastre que ha comprometido los ideales y la existencia del socialismo a fines del
siglo.
Aun así, el capitalismo no ha hecho nada comparable a las experiencias socialistas en
cuanto a sus logros inmensos; a des-nudar el daño sistemático contra las personas que
es intrínseco al capitalismo; a sus pruebas prácticas de que es posible que la vida de la
gente sea más humana; y al campo que le dieron a la esperanza.Y si la promesa del
socialismo no fue cumplida, lo cierto es que el capitalismo actual ni siquiera hace
promesas. Ya es obvio que las personas son capaces de obtener vida en abundancia
para todos, y pretender la felicidad sobre la tierra. Una formidable contradicción está
ahí, latente. La humanidad ha entrevisto la libertad y ha pretendido la justicia —en
medio de caídas, sangre y mezquindades—, y no va a olvidar sus visiones: esos
descubrimientos son los más trascendentes del siglo.
¿Está de acuerdo con Eñe Hobsbawm en que ha sido un "siglo corto”?
Depende desde donde se mire. Con inmensos trabajos subió la Historia la cuesta de la
colonización mental durante el siglo xx, para horadar la Historia europea convertida en
"universal" e ir creando otras, sus Historias. Pero en este final infeliz en el que tantos se
han desbarrancado es necesario resistir a la recolonización pacífica en curso.
Mediciones como la del "corto siglo xx',' y expresiones como "era de los extremos"
(Hobsbawm), o la perio-
dización de I. Wallerstein en "El fin del liberalismo" (1789-1848- 1968-1989), pueden
ser profundas y sugerentes, pero no con- cuerdan con los eventos ni las largas
duraciones cubanas ni lati-noamericanas, ni del que llamaban Tercer Mundo. Ellos
miden la evolución histórica del capitalismo mundial desde la historia de sus centros,
mientras que a nosotros nos ha tocado vivirla: a) como efectos recibidos dentro de la
parte que nos toca en su progresiva ampliación mundial, que es con mucho la peor
parte; b) como factores exógenos influyentes en los procesos propios; c) como la
historia de nuestras contrapartes, sobre la cual no tenemos dominio alguno, como
suele suceder con lo esencial de las relaciones con ellos. Cuando la colonización
mental se vuelve costumbre y saber constituido, exige adoptar las interpretaciones
históricas que estén en boga en el Primer Mundo, o lo hayan estado, porque la moda
suele llegar con retraso. Así le sucedía incluso a la colonización mental "de izquierda"
que intentaba oponerse al capitalismo pero padecía de eurocentrismo, manipulación y
falta de pensamiento y recursos teóricos propios.
Frente a la homogeneización subordinada que nos proponen, afirmo que el siglo xxi no
ha comenzado aún. Empezará cuando se levante la multitud en alguna parte, cuando
los proyectos libera-dores sean mucho más ambiciosos y radicales que los que han
existido, y se pongan en marcha. En ese siglo xxi, todo va a depender de los valores
que asumamos y las capacidades que demos-tremos.
/
CONVERSACIÓN ACERCA DE LA FILOSOFÍA EN CUBA*
fíe vista Temas
Hay una larga historia de interpretaciones del pensamiento cu-bano. Realmente, esto
de que José Agustín Caballero inició una historia muy brillante a mí nunca me ha
convencido. Yo tengo la impresión de que nosotros, o mejor, la burguesía de Cuba, se
in-ventó un pasado, como toda burguesía que se respeta. Y en ese pasado, la Filosofía
debía tener también su lugar. Era el adorno intelectual por excelencia.
Entiendo que durante cincuenta años 1790-1840, aproximadamente en Cuba se
produjo una abrumadora transformación de todo: desde la cantidad y el color de la piel
de las personas, y la estructura social, hasta el uso de los vehículos. Y la filosofía
acompañó a ese movimiento. Fue un proceso importantísimo, que creo que ha sido
estudiado de una manera muy sesgada, y en algunos casos demasiado interesada. Y
también ha sido olvidado, de vez en cuando.
* La revista Temas convocó a una Mesa acerca del tema del título, que grabó y
publicó en su número 18-19, de abril-septiembre de 1999. Participé en ella junto a
Joaquín Santana Castillo, moderador y miembro del Consejo Editorial de la publicación,
Pilar Díaz Castañón, Pablo Guadarrama e Isabel Monal. Me ha parecido de interés
traer a esta selección de comunicaciones orales mis cuatro intervenciones y el
comentario que hice allí aquella tarde, y llamar la atención del lectora las ricas
intervenciones de mis compañeros de Mesa, que están en el número citado de
7emas,pp.90-112,FMH.
Solo quiero señalar, por ser breve, que después de 1840 pasaron cuarenta años
prácticamente sin aportes notables al pensamiento. Una sociedad también puede verse
en ese caso. Sucedió en Cuba entre 1840 y 1880: se movió el país, a tal punto, que el
trabajo libre empezó a ser predominante y la maquinización en la industria azucarera
también, y hubo una gran guerra revolucionaria que duró diez años. Sin embargo, el
pensamiento no avanzó. Era realmente un páramo en la época. Esto lo digo porque
creo que hay una relativa autonomía del pensamiento filosófico, y del pensamiento en
general, respecto al orden económico y social. Sin que deje de existir un
condicionamiento social muy fuerte del pensamiento.
Después tenemos una historia hasta 1959, en la que, en mi opinión, la Filosofía no es
lo más importante del pensamiento teórico. Es cierto que podemos encontrar desde los
cursos de Varona hasta los libros de García Bárcena o Piñera Llera. Pero a mí me
parece que donde se encuentran las mayores teorizaciones, durante prácticamente un
siglo es en el pensamiento político, en la Historia, en las ¡deas económicas, en las
ideas pedagógicas y en los programas de organizaciones políticas. Y así fue hasta el
triunfo de la Revolución del 59.
Es un largo camino, con sus detalles. Y entonces sucede una explosión tremenda,
después de 1960, de la Filosofía en Cuba. Creo que es una de las razones por las que
estamos sentados aquí. Porque hace treinta y siete o treinta y ocho años, de pronto el
pueblo de Cuba entero se abalanzó sobre la Filosofía, palabra que hasta ese momento
no utilizaba casi nadie. Incluso muchas personas, en la primavera y el verano del 61,
buscaban la Filosofía en las novelas soviéticas. En Los hombres de Panfilovy Así se
templó el acero trataban de encontrar la filosofía del proletariado. A la vez pareció
necesario, y así sucedió, que se empezaran a preparar escuelas, profesores, planes de
estudio, a importar textos, etc., para lograr que la Filosofía fuera algo generalizado.
Eso me parece sumamente importante, porque cambió el lugar, la entidad y la función
de la Filosofía en Cuba. Y cambió por una razón extrafilosófica, e incluso extrateórica:
hubo una gran revolución. Eso motivó que la Filosofía ocupara un lugar central, pero no
la Filosofía, sino una entre ellas: el marxismo.
El orden de los factores está claro: la Revolución trajo al marxismo, no el marxismo a la
Revolución. Eso es así. Nosotros no nos hicimos revolucionarios por marxistas, sino
que fuimos marxis- tas por habernos hecho revolucionarios. Es una verdad de Pero-
grullo, pero es imprescindible recordarla hoy, como hay que recordar la historia del
marxismo en las etapas que vinieron después, y hacerlo desde la situación actual, tan
grave, de aban-dono del marxismo en Cuba por una parte —que, en mi opinión, es
enorme— de la juventud culta, para no hablar de las personas no tan jóvenes.
Entonces, se trata de un fenómeno con sístoles y diástoles, y con problemas cardíacos,
el de la historia de la Filosofía entre nosotros.
Yo he tenido años suficientes para pensar en este asunto. Por eso quiero volver sobre
lo abordado en las tres últimas inter-venciones. La Filosofía en Cuba, efectivamente,
tuvo un lugar importante, en estrecha relación con la sociedad criolla de 1790-1840. Y
tuvo un lugar mucho más importante desde 1961 en nuevas condiciones históricas en
medio de una revolución tan desmesurada que planteaba un montón de problemas de
todo tipo. Porque los cambios íntimos de las personas, los de las relaciones entre las
personas y los de las instituciones, fueron sumamente radicales.
Pero, a la vez, la Revolución estaba necesitada de un discurso y de un orden mental,
cierto saber establecido, para que fueran viables su poder y su proyecto. Ese fue un
problema filosófico central desde los primeros años sesenta, cuando el presente se
convirtió en cambios y el futuro en proyectos, e hizo estallar y pasar al olvido en poco
tiempo las mezquinas dimensiones que habían llegado a tener. Hasta ahí, el presente
era la solución de la vida cotidiana personal y familiar, algunos problemas de
sobrevivencia, y un poco más arriba, de ascenso social relativo. Por ejemplo, a mí me
enseñaron de niño, en mi casa, un problema filosófico básico: que cada uno debe
darse su lugar. En todas las familias
se aprendía eso. Si acaso uno podría subir solo un peldaño de la escalera social.
La Revolución fue precisamente la ruptura de la escalera y de la ¡dea de que cada uno
debe darse su lugar. Se acabó el respeto a la propiedad privada como en ningún otro
lugar del mundo, y ese respeto es quizás el más difícil de perder. No solo se acabó con
la propiedad privada, sino con el respeto a ella, de lo cual me siento muy feliz. También
me hace feliz el igualitarismo. Cuando en la actualidad se critica el igualitarismo se está
haciendo una de las tantas concesiones al retorno de una ideología de matiz burgués.
Soy tajante para ser sintético. Porque vuelvo otra vez a los sesenta.
En aquel momento fue necesaria la teoría, y la necesidad — Federico Engels sabía eso
— puede más que las universidades. Fue necesaria porque no era posible que se
correspondiera el pensamiento con las realidades. Esa perla del marxismo dogmático,
la obligada correspondencia que nos sujeta a "las fuerzas productivas" no podía regir
de ninguna manera y, por tanto, era necesario pensar. En aquel momento Fidel y el
Che eran los pensadores por excelencia de Cuba. A la vez, el marxismo —y esto es lo
más complicado de todo— resultó ser la Filosofía, frente a las demás. Pero el
marxismo tenía una historia, y su historia reciente no lo capacitaba mucho para eso. No
solo se había vuelto insuficiente para la tarea; era además muy dogmático, era muy
prepotente, era sectario, clasificador y juzgador. Contenía, por tanto, el peligro de que
el marxismo sirviera solo para legitimar a la Revolución, no para andar con ella y tratar
de ayudar a guiar la acción y el proyecto.
Entonces algunos intentaron gobernar al pensamiento desde aquel marxismo tan
pobre, y desde una unión de lo científico, lo acertado y lo correcto, unión que es
siempre funesta. Estaban embanderados en una ideología que venía desde el aliado
prin-cipal, que se proclamaba el portador del socialismo y nos facilitaba armas y
petróleo por azúcar. Se desarrolló un conflicto entre aquella corriente y la emergencia
de un pensamiento revolucionario cubano que se hacía marxista desde sus
circunstancias, y por el camino descubría las realidades de la historia y el rico potencial
de la teoría del marxismo. Esa es una de las claves de la
historia de la Filosofía cubana de los sesenta, los setenta y los ochenta, hasta inicios
de los noventa. Primero triunfaron la necesidad y el vigor revolucionario. Había una
tensión favorable, creativa, entre el poder y el proyecto. Entonces se decía:"La
Revolución es fuente de derecho" como un principio jurídico fundamental. Pienso que
también se podría haber dicho: "La Revolución es fuente de teoría','como un principio
filosófico fundamental.
Y naturalmente, la teoría debía tener vuelvo a lo que decía al principio— una
relativa autonomía. Si no es así, no es. Portanto, la Filosofía debía estudiar a Kant y a
Sartre, a Trotsky y a Mao. Debía cumplir con sus reglas de producción intelectual, como
cum-plen las suyas otros campos del conocimiento y de la vida social.
Mientras eso sucedió, mientras la relación ente el poder y el proyecto fue favorable,
hubo un desarrollo. Es imprescindible establecer la historia, los hechos, lo que
efectivamente sucedió. Después de 1971 la situación cambió. Corresponderá a los
estu-diosos e investigadores elaborar interpretaciones a partir de esos hechos; decir su
palabra, que nunca será la última, porque cada generación siempre tiene que hacer la
interpretación de su pasado. Por mi parte, he publicado mi opinión: lo que sobrevino fue
el empobrecimiento y la dogmatización del pensamiento filosó-fico y de las ciencias
sociales en Cuba. Una filosofía seca y estéril que repetía y obligaba a repetir fórmulas
abstractas, supuestas gobernadoras del mundo. La camisa de fuerza de una supuesta
epistemología de las ciencias, que se llegó a convertir en la parte sagrada de todo acto
profano. Se hacían tesis de grado que se encomendaban al marxismo-leninismo en un
primer capítulo, y después venía el fruto de lo estudiado. La primera cita al pie debía
ser de uno de los tres clásicos del marxismo y la segunda debía ser del último
Congreso del Partido del país de donde fuera.
De aquella realidad, de esos polvos, salió mucho lodo. No fue la caída de un muro en
Berlín la que motivó el desastre que suce-dió entre nosotros en el ámbito del
pensamiento. Por cierto, la caída del Muro, e incluso la apropiación de su propio país
por el grupo dominante en la Unión Soviética, tampoco motivó la caída de la
Revolución en Cuba. Ahora bien, si el fin de los regímenes con los cuales tenía Cuba el
80% de sus relaciones económicas
no provocó la caída del sistema cubano, ¿por qué no significó un nuevo florecimiento
del pensamiento teórico cubano? Porque no es lo mismo sembrar cebollas que
aprender a pensar. Porque la imposición que después se interioriza, el dominio del
poder sobre el proyecto, termina por hacerle daño al proyecto. Y termina por hacer
daño a la posibilidad de pensar el proyecto.
Durante casi dos décadas se alimentó una ideología y un campo teórico que, en
nombre de la protección del marxismo-leninismo, secó el entusiasmo popular por la
Filosofía del marxismo y dañó el potencial del marxismo para impulsar la creación de
una cultura de transición socialista y de ideales comunistas. Se fueron creando las
bases para una situación muy grave, que no ha sido remontada. Y no lo ha sido porque
nunca se sacó a debate, ni ha habido la necesaria decisión política e ideológica frente
al problema, quizás por algo que Isabel decía en su primera inter-vención: porque no se
le da la importancia que tiene al pensa-miento. Parece como si el pensamiento fuera
terciario, no digamos secundario, como si se pudiera prescindir de él durante el tiempo
que sea necesario.
En los noventa, donde cada año es diferente al otro, nos encontramos en una situación
angustiosa. Como pasa siempre, hay problemas más o menos profundos. En la
superficie, uno advierte una tendencia a abominar el marxismo por parte de muchos
jóvenes. Eso, cuando se les menciona; porque si no, ellos no hablan nada de
marxismo, como si no existiera.Y gran parte de los mayores trata de olvidarlo. A mí me
preocupa la necesidad que tienen de reaccionar así, porque pienso que forma parte de
una onda conservadora que gana terreno en nuestro país desde hace varios años. Que
no tiene que ver solamente con lo que estamos hablando, sino que lo incluye.
Es una situación, pienso, que tiene que ver con el problema de los ideales: si nuestra
sociedad necesita o no determinados idea-les. No me refiero a la retórica que puede
escucharse a veces en medios públicos, que insiste de manera suicida en desgastar el
lenguaje. Hablo de las necesidades y de lo que se mueve realmente en la calle, en las
conversaciones y en los pensamientos de la gente. ¿Es necesario que sometamos
nuestra actuación a
valores determinados, o no? Si es necesario, será necesaria la Filosofía, como fue
necesaria en los sesenta. Pienso que sigue siendo necesaria. Puedo estar equivocado,
aunque no creo estarlo. Pero, lamentablemente, advierto a mi alrededor la idea del fin
de toda concepción general que puede ser una discusión más o menos elegante en
Francia, pero aquí es trágica : el fin de los paradigmas y los grandes relatos, la
trivialización, la carnavalización.Todas esas palabras más o menos largas me parecen
interesantes, pero podrían ser inadecuadas para nuestros problemas, u ocultarlos.
En realidad, esa idea concurre a los intentos de fundamentar la actuación y la vida en
un pragmatismo no el de aquellos pensa-dores norteamericanos de principios de siglo,
un pragmatismo ramplón, que se corresponde con una ausencia de emociones.
Preferiría el cinismo, que por lo menos esconde emociones y frustraciones. El
pragmatismo ramplón aspira a que no haya emo-ciones. El grito por una Filosofía en la
actualidad debe relacionarse con el grito porque prevalezcan los valores, porque el
intelecto vaya, por ejemplo, más allá del informe del comportamiento de las ramas de la
economía. Enseguida aparecerá una segunda pregunta básica: ¿qué valores? El que
no cree deberse a ningún valor ya se está debiendo a unos, muy determinados, aunque
no lo sepa.
Lamento no poder opinar sobre la enseñanza del marxismo en Cuba en la actualidad,
porque no la conozco suficientemente. Me interesé mucho en ella, con ayuda de gente
muy valiosa que a fines de los ochenta y principios de los noventa confiaban en que se
abrirían nuevos caminos. Planteé entonces, y hoy, que no habrá superación de la crisis
del marxismo en Cuba sin debate y participación real de todos los interesados, en un
rescate crítico de toda la teoría y toda la historia del marxismo, en el examen
respetuoso y profundo de las demás corrientes de pensamiento, para sacarles
provecho, en la reeducación y educación seria en marxismo, en que se utilice para
abordar los problemas principales y en que termine su vulgarización. La enseñanza de
la Filo
sofía no puede ser un remanente de las cavernas, una obligación o un gasto no
productivo del sistema. Desconozco la situación actual, y lo siento muchísimo.
Comparto la preocupación de Isabel sobre los modos en que ahora se exalta la historia
de Cuba. Quizás parezca una venganza por el tiempo en que hasta a los niños se les
quitó la Historia de Cuba, pero todo puede convertirse en algo negativo o ser
malentendido. La trivialización de Martí uso la palabra intencionalmente— es un buen
ejemplo. También lo es constatar que el centenario de la Revolución del 95 —cumplido
de 1995 al 98— propició unas pocas publicaciones de las serias investigaciones que se
hacen, pero no el conocimiento de aquel proceso crucial de nuestra historia, aunque
fuera por parte de minorías numerosas de la población. Es dramático, pero es verdad.
Se conmemoraron las fechas de las batallas y las caídas de los grandes proceres, pero
seguimos sin conocer quiénes fueron los combatientes y cómo fue su lucha, qué
tuvieron en esencia que combatir, incluso dentro de sí mismos —como nos sucede en
la actualidad— los que hace un siglo pretendieron que Cuba fuera muy diferente y muy
superior a lo que era. No se avanzó mucho en aprender qué conocer, cómo y para qué
conocer, formas más colectivas del conocer; lo mismo puede decirse de la divulgación.
Esa necesidad insatisfecha de conocer hubiera podido ayudarse con el pensamiento
teórico. Estoy hablando de cosas prácticas. Porque sigo repitiendo lo que ya se ha
dicho— no hay nada que pueda ayudar tanto a los seres pensantes a resolver, o por lo
menos a plantearse bien, los problemas prácticos, como las teo-rías y los análisis
teóricos de las experiencias.
Hay cosas que Pablo decía, y otras que los demás fueron añadien-do, que a mí me
preocupan mucho. Convenimos en la necesidad de conocer para poder ejercer el
pensamiento. Pues cuando miro los catálogos de publicaciones de los primeros cinco
años del Instituto del Libro (1966-71) siento una gran tristeza. Porque no hay
comparación, en cuanto a riqueza de pensamientos diversos,
con lo que sucedió después, y todavía hasta hoy. Me angustia el hecho de que
arribamos al 2000 sin haber mejorado apreciable- mente en cuanto a la necesidad de
darles a las personas ese auxi-lio insustituible en materia filosófica, de pensamiento,
que es el libro. El libro escrito por otras personas que piensan también sean o no
marxistas , que pueden pensar desde diferentes con-cepciones y situaciones, y lo
ayudan a uno a conocer y a pensar.
También siento la ausencia de otras publicaciones que estén al alcance de la gente y
del interés de la gente. No se trata solo de estar al alcance de la gente, sino de crear
en la gente el interés por ellas, y que así se pueda ayudar en esta necesidad tan
intensa de conocimiento que tenemos hoy.
Yo sigo viendo a una élite alrededor de estos problemas, cien-to cincuenta años
después de que José de la Luz y Caballero es-cribiera su manual para enseñar cómo
comportarse a las joven- citas de una élite. En aquel tiempo no estaba bien que la
jovencita conversara con la criada negra. Había la idea de que eso perjudicaba su
moral. Pero a fines del siglo xx, no solo hay que conversar con la criada negra, hay que
detener al racismo entre nosotros, que amenaza crecer. Hablamos con razón de la
necesidad de libros de Filosofía, pero es angustioso pensar que los profesores de
Filosofía en nuestro país tengan que preocuparse por cuestiones tales como el racismo
en nuestro país.
Es un gran riesgo que lleguemos a una combinación de altísima instrucción y profunda
ignorancia. Altísima instrucción y pro-funda ignorancia pueden combinarse. La Filosofía
que se vio com- pelida al centro del mundo intelectual durante gran parte de este
proceso de cuarenta años, y a cuya situación actual nos asomamos en esta Mesa,
debe encontrar su lugar en la Cuba actual y ante sus perspectivas.
Tenemos ante nosotros problemas muy importantes. Pero uno de ellos es la ampliación
del "nosotros" Existen, ha habido siempre, gentes pensando teóricamente, pero no
necesariamente están solo en los congresos y los libros de Filosofía. Le escuché a un
anciano filósofo en Guadalajara, hace unos años, esta reflexión: "A mí me interesa
muchísimo todo lo que están produciendo los teóricos acerca de la comunicación y
cómo se controla a la gente
a través de la televisión. Pero qué poca fe tienen en la gente. Yo creo que la gente va a
ser capaz de sobreponerse a la televisión.
Y miren que está bien organizada para estupidizarnos a todos" A mí me pareció un
filósofo inteligentísimo. Y es importante que cosas como esa las puedan decir también
personas que no son profesionales de la Filosofía. Desde hace varias décadas se apre-
cia una capacidad en sectores amplios de personas para inquirir a nivel filosófico y a
otros niveles "cultos" consecuencia de la gran ampliación y los cambios de contenido
de los consumos inte-lectuales durante el siglo, y de las extraordinarias experiencias
sociales sucedidas en él. Se unen a esto los cambios en las formulaciones de
discursos filosóficos y del número de sus interlocutores, y los desafiantes tajos hechos
a la naturaleza de la Filosofía por las prácticas y los proyectos anticapitalistas. Están en
cuestión la dimensión y los ámbitos de lo filosófico, no solo sus paradigmas, y quizás
también su naturaleza.
La autocensura es aprender la censura. Lo que decidiste es hacer carrera. Si vas a
hacer carrera no vas a andar preguntándole al de arriba qué es lo que puedes decir y
qué no. Lo peor es cuando esto pasa a ser una práctica no consciente,"natural"
VAMOS A HABLAR DEL SOCIALISMO
Fernando Rojas*
Me encuentro en La Habana con Fernando Martínez Heredia, mili-tante, ensayista,
editor y animador de revistas de pensamiento, encuentros teóricos e interminables
discusiones. Vamos a hablar, Fernando, de un tema que te apasiona, tema al que has
dedicado toda tu vida: vamos a hablar del socialismo. Te lanzo una primera
provocación: socialistas se llaman muchos partidos hoy, partidos incluso que están en
el poder en el mundo capitalista; socialista se llama la Internacional a la que muchos de
esos partidos pertenecen y que hasta hace bastante poco todavía reconocía al
pensamiento socialista fundador como uno de sus pilares ideológicos; socialistas —
aunque a veces no nos demos cuenta— se llamaban Marx y Engels, pero también
Lassalle, Prudhoun, los primeros socialistas franceses e ingleses; socialistas son los
procesos revolucionarios que tuvieron lugar en el siglo xx y los que hoy transcurren
sobre todo en América Latina. ¿Qué comentario te merece esta profusión de
acepciones posibles de un término que en su raíz está tan ligado o estaría tan ligado a
lo mejor de los sueños de la humanidad?
A primera vista parece algo demasiado amplio, tú has mencionado muchísimas
acepciones del término y todavía faltan otras —el socialismo africano, por ejemplo—,
pero lo cierto
* Entrevista perteneciente a la colección de Videos Contracorriente, del Instituto
Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica, que es coordinada por Pablo Pacheco
López. La Habana, octubre de 2006.
es que al socialismo le tocó ese destino porque también lo que pretendía desde un
inicio era muy complicado y muy amplio. La idea del socialismo se originó en Europa
hace doscientos años, en relación con la implantación de una justicia social, la
abolición de la propiedad privada, la asociación de productores libres, la igualdad de la
mujer con el hombre, el predominio de las comunidades locales sobre la organización
nacional. Este socialismo tenía pretensiones amplias y complejas, pero lo que estaba
empezando a desarrollarse realmente entonces era la dominación de la burguesía y no
una alternativa contra ella. Es decir, el socialismo nació en el regazo de una burguesía
adolescente, y en realidad la mayor parte de lo que se pensaba o se practicaba
entonces en nombre del socialismo eran ¡deas y formas de protesta hijas de la gran
revolución burguesa, sobre todo de la francesa.
En síntesis, podría decirse que este primer socialismo europeo guardaba relaciones
con tres fuentes discernibles, aunque no excluyentes entre sí: a) la tendencia a la
conspiración y el motín urbano de gente del pueblo humilde —y de sus re-presentantes
— que demandaban igualdad y justicia social, o lu-chaban por cosas muy concretas; b)
la capacidad de las colectivi-dades humanas de soñar con un futuro mejor, o con el
regreso a un pasado idealizado; y c) ideas europeas previas acerca de so-ciedades
basadas en la justicia y la libertad —entre ellas las llamadas utopías— y elaboraciones
teóricas acerca de la na-turaleza del capitalismo que incluían la condenación de ese
régimen y preconizaban su desaparición. En tiempos del joven Carlos Marx había
trabajadores calificados e intelectuales, alemanes y franceses, que elaboraron ideas
socialistas muy ambiciosas. Marx, sin embargo, los criticó a todos. En esos años de
juventud sometió a muy duras críticas a la burguesía y la sociedad capitalista, pero
también a todos los pensadores so-cialistas.
El socialismo europeo del segundo tercio del siglo xix en-frentó algunas represiones y
creció en medio de polémicas acerca de sí mismo. Después crecieron sus problemas.
El gran desarrollo industrial multiplicó al proletariado y permitió que
sus organizaciones fueran más fuertes, pero estas se fueron ade-cuando a exigir solo
demandas del sector y algunas reformas a los Estados. El socialismo legalizado del
oeste y el centro de Europa aceptó el nacionalismo burgués, y fue ciego ante el
colonialismo y la ideología racista que afirmaba que el hombre blanco tenía la misión
de civilizar al resto de la humanidad. A finales del siglo xix, ese socialismo, que era el
más fuerte, estaba adecuado al dominio de la burguesía. Esto era tan cierto en los
años de la Primera Guerra Mundial que al producirse en la Rusia de 1917 el triunfo de
los bolcheviques —que eran revolucionarios socialistas— el joven socialista italiano
Antonio Gramsci escribió un artículo titulado "Una revolución contra El Capital", que
comienza:"La revolución de los bolcheviques es la revolución contra El Capital de
Carlos Marx. El Capitaí'de Marx era en Rusia el libro de los burgueses más que de los
proletarios.
¿Estarías dispuesto a afirmar que alguna de estas acepciones del socialismo no son ya
legítimas? Si así fuera, ¿considerarías algún tipo de ruptura en la evolución del
concepto, en alguno o algunos momentos específicos?
Yo pienso que hubo una primera ruptura muy importante —obviando cuestiones menos
relevantes—: la que produjo la socialde- mocracia. Se constituyó —una Internacional
de partidos obreros en Europa, que se proclamó marxista, en la última década del siglo
xix, pero que al mismo tiempo abandonó el carácter revolucionario del socialismo. Se
adecuó a ser una oposición respetada, con organizaciones sindicales, partidos
políticos, burocracias, publicaciones propias, pero adecuados y leales al sistema, a la
hegemonía burguesa. Esa ruptura provocó reacciones como la del joven Gramsci.
Hubo una segunda ruptura que a mi juicio fue trágica. A partir de la Revolución
bolchevique, en los años veinte del siglo pasado se produjo realmente la primera
universalización del marxismo y del ideal socialista. La Internacional Comunista, o
Tercera Internacional, puso en marcha a escala mundial un sistema de organizaciones
políticas y sociales, y de ideas marxistas como guía de una férrea ideología. Este
socialismo verdaderamente revolucionario se lia-
mó comunismo —lo que me parece muy bien y exacto como propósito—, y después de
1924 comenzó a llamarse también leninista. A mi me da miedo la palabra "leninista",
porque se ha usado para tantas cosas malas, pero bueno, vamos a entendernos...
Se pervierte cuando la usa el estalinismo...
Desgraciadamente. Al inicio de un libro suyo que es fundamental, El estado y la
revolución, Lenin escribió que con Carlos Marx ha sucedido como con tantos grandes
revolucionarios en la historia: en vida son perseguidos y atacados de todas las formas
posibles, pero después de muertos se les busca un altar donde colocarlos y donde se
les pueda venerar, de manera que resulten inofensivos. A Lenin le quisieron hacer lo
mismo, y en parte lo lograron. Pero volviendo a la cuestión, en los años veinte se da un
proceso de universalización real del socialismo revolucionario, con protagonistas como
Julio Antonio Mella, José Carlos Mariátegui, Ho Chi Minh, el joven bibliotecario
MaoTseTung,y partidos comunistas en toda Europa y América Latina, y en muchos
otros lugares. Comienza a producirse una tendencia cultural unificadora comunista,
alrededor de un proyecto revolucionario decidido a luchar contra todas las
dominaciones. En el Congreso Antimperialista de Bruselas, en 1927, parecía posible
enlazar el comunismo con el nacionalismo popular, las luchas proletarias y las de
liberación nacional. Sin embargo, aquel intento fracasó y casi nadie lo recuerda hoy.
Siempre me ha preocupado que se recuerde un Congreso mucho menos significativo,
el de Valencia en 1937, y no aquel Congreso tan importante de Bruselas.
Aquella idea de universalización revolucionaria del socialismo no pudo salir adelante.
Quizás era en sí demasiado difícil. Pero lo cierto es que la bolchevización de los
partidos y el sectarismo de la línea política de "clase contra clase" limitaron mucho la
influencia y la acción de la década siguiente todo se agravó, porque se había
establecido una nueva forma de dominación en nombre del socialismo, la soviética, y
en la URSS la revolución fue liquida
da en medio de un baño de sangre. El control internacional sovié-tico del movimiento y
las ideas comunistas dejó de ser intema-cionalista y se rigió por su razón de Estado. Lo
peor en cuanto a confusiones es que para muchos miles de militantes en el mundo,
sacrificados y heroicos, la URSS era la patria del proletariado y la guía del comunismo.
Hoy puede parecemos ingenuo que aceptaran que el primer deber intemacionalista era
defender sin reparos todo lo que hiciera el único Estado socialista que existía, pero
para ellos eso era ser consecuente.
De ese modo, hubo un desencuentro trágico entre la univer-salización del socialismo
revolucionario y las necesidades y los anhelos de liberación de los pueblos colonizados
y neocoloniza- dos del mundo. Pero faltaba un segundo desencuentro: el que se
produjo después de que el pueblo soviético se sacrificó en masa para acabar con el
peligro más grave que había producido el capitalismo, el nazismo, e hizo el aporte
decisivo a la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Hoy se sabe que mucho más de
veinte millones de soviéticos murieron en aquella guerra.
Veintisiete, dice la mayoría de los datos reconocidos.
Esa epopeya le proporcionó un prestigio inmenso a la URSS y al socialismo a escala
mundial. Una novela soviética obtuvo el pre-mio Pulitzer en Estados Unidos en 1945; la
película norteameri-cana Contrataque, de Paul Muni, contaba cómo los soviéticos ha-
bían combatido desde los accesos de Moscú hasta Berlín. Nadie se atrevía a negar la
fuerza moral del socialismo. Esa riqueza fue dilapidada: la URSS participó con los
imperialistas en acuerdos relativos a zonas de dominio o de influencia de alcance
mundial, que recuerdan las negociaciones mediante las cuales se ponían de acuerdo
entre sí las potencias para limar sus contradicciones, a espaldas de los pueblos. Los
intereses estatales de la URSS pri-maron sobre los del nuevo movimiento liberador que
surgió en el mundo después de 1945, contra el colonialismo y el neocolo- nialismo, que
era posible ampliar, profundizar y poner en el cen-tro de la lucha contra el capitalismo.
Todas las revoluciones que triunfaron después de 1945 suce-dieron en el Tercer
Mundo. Y en la gran mayoría de los países que se liberaron u obtuvieron su
independencia se vivió la tragedia que denunciaba Fidel en la Sexta Cumbre de los No
Alineados, en 1979: "Hay gobiernos que acceden al poder mediante la lucha popular o
revolucionaria y encuentran de repente las espantosas condiciones de pobreza,
endeudamiento y subdesarrollo que les impiden dar respuesta a las esperanzas más
modestas de sus pueblos." En Argel tuvo el Che que ampliar aquel pensamiento de
Evgueni Preobrashenski,** de los primeros años veinte, que se preguntaba:"cuando
haya dos países socialistas, Rusia Soviética y otro, ¿nosotros vamos a explotar al
segundo en nombre del so-cialismo?" El Che planteó que el desarrollo de los países
libera-dos del Tercer Mundo tenía que costarle al socialismo, que el so-cialismo no
podía ser cómplice de la explotación capitalista del mundo. Esta nueva ruptura entre el
socialismo y la revolución era enmascarada con campañas que tenían algún ángulo
plausible, como la de la "lucha por la paz", y otras indefendibles, como la de
"coexistencia pacífica" entre el capitalismo y socialismo, una emulación durante la cual
los oprimidos y pobres del mundo podían mirar y aplaudir los éxitos productivos del
llamado sistema socialista, que finalmente vencería de ese modo pacífico al
capitalismo.
Fue una desgraciada ruptura, porque se había desatado la se-gunda ola de
revoluciones del siglo xx. La primera fue europea, iniciada con la Revolución de
Octubre, que tuvo un episodio final casi fuera de tiempo, en la Guerra de España; pero
la segunda sucedió en el llamado Tercer Mundo. La Revolución Cubana, por ejemplo,
es un símbolo extraordinario dentro de esa ola, porque fue la primera revolución
socialista autóctona de Occidente y la primera triunfante en América sobre el
neocolonialismo. La uni-versalización del socialismo se puso otra vez en marcha
cuando un dirigente comunista de la talla de Ho Chi Minh llamó a los pue-blos de
Vietnam a combatir a los colonialistas franceses, en 1945, en un "...frente
revolucionario para la independencia de Vietnam (que) tiene millones de miembros de
todas las clases sociales" Es el mismo Ho que termina en 1969 su testamento político
con
estas palabras:"Mi último deseo es que todo nuestro Partido y pueblo, unido
estrechamente en la lucha, construya un Vietnam pacífico, unificado, independiente,
democrático y próspero, y hagan una valiosa contribución a la revolución mundial"Esas
gran-des revoluciones supieron unir la lucha de liberación nacional con la lucha de
clases anticapitalista. Fue una coyuntura en la que pudo haberse roto el orden
imperialista —que confrontó varias crisis— más allá de lo que se consiguió. Ese orden
logró estabilizarse y mantener su sistema neocolonial con la mayor parte de los países
independientes.
Después de todas esas rupturas, la primera en Europa, del socialismo de fines del siglo
xix frente a la idea revolucionaria de Marx; la segunda también en Europa, pero ya con
la participación de Rusia, que es otro tipo de país europeo, el famoso eslabón mas
débil de la cadena, como el propio Lenin afirmara, la ruptura en la que Lenin y sus
compañeros, Rosa Luxemburgo también —no fueron solo los bolcheviques—
recuperaron las ideas revolucionarias frente al llamado revisionismo. Después se
producen todos esos cortes. Me llamó mucho la atención tu observación sobre la
oportunidad que perdió la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial y lo
que sucede en los sesenta. ¿Tú afirmarías que los países del llamado Tercer Mundo
son los herederos del socialismo como concepción, como meta, como tránsito
histórico?
A mi me gustaría mucho eso. Aunque no estoy de acuerdo con amigos míos que
entienden que de todas maneras la revolución anticapitalista solo podrá partir de los
países mas desarrollados —creo que ellos están equivocados—, por otra parte también
opino que todavía hay un largo camino por andar para que podamos ver, desde otros
lugares del mundo, una expansión suficiente del socialismo que sea capaz de
sostenerse y ampliarse. El problema crucial de la idea revolucionaria socialista, es
decir, del comunismo, está en el planteo original de Marx sobre el carácter mundial de
la revolución proletaria. La grandeza de Lenin está, entre otras cosas, en cómo fue
capaz —siendo tan marxista en el buen sentido de la palabra— de
VAMOS A HABLAR DEL SOCIALISMO 197
plantear la ¡dea de que era factible el triunfo de la revolución en un país, convencer y
organizar cierto número de militantes y llevarla a la práctica. Digo la revolución, no la
deformación vulgar que después se impuso como si fuera idea suya, el so-cialismo en
un solo país, algo que Lenin nunca dijo.
Es insostenible, sencillamente insostenible.
Asumir la realidad del desarrollo tremendamente desigual, la manera como
históricamente y hasta hoy se ha mundializado el capitalismo, y tratar entonces de
encontrar los modos de hacer factible la revolución anticapitalista en cualquier parte.
Pienso en Amílcar Cabral, tratando de entender el problema de las fuer-zas productivas
para una revolución anticapitalista en África. El Che le explicaba a Bettelheim que el
nivel mundial de conciencia de la segunda mitad del siglo xx permitía que en cualquier
país fuera posible formar vanguardias revolucionarias conscientes, capaces de prever
los pasos a emprender y realizar, atraer y conducir a la población, y forzar la marcha de
los acontecimien-tos, dentro de lo posible. Es decir, hacer la revolución de liberación
anticapitalista, aun en condiciones muy desfavorables, pero sin olvidar las limitaciones.
Él no renuncia a la otra parte, no renuncia a la otra parte de la ecuación, fíjate que
después escribe: el socialismo es conciencia más producción de bienes materiales.
Si, como es lógico, el Che trata de entender y exponer la comple-jidad de la cuestión.
Che planteó algo que es fundamental para el cambio revolucionario y para el
pensamiento marxista. Ante la alternativa de guiar la actuación por los límites que tiene
la reproducción de la vida material, o violentar esos límites para lograr que la actuación
sea decisivamente revolucionaria y sea eficaz, apuesta por lo segundo. Yo también,
modestamente. Creo que en todo proceso revolucionario tiene que darse un dominio de
lo subjetivo sobre lo objetivo, porque sin violentar la repro-ducción de la vida material,
cualesquiera que sean los cambios
que se logren, lo que se reproduce es la dominación. Se puede ser incluso un gran
modernizador, pero lo que viene entonces es una dominación mucho más moderna.
Volviendo a lo que hace medio siglo bautizaron como Tercer Mundo, existen en cada
país formas concretas diferentes en cuanto a la formación económica y el orden social,
la composición de la población, la cultura nacional y de regiones o comunidades, los
recursos naturales disponibles, los rasgos y problemas internos en la conformación
histórica, la hegemonía de la clase dominante, los vínculos internacionales, y otras.
Hay que considerar esas especificidades cuando se analiza la posibilidad de que
países o regiones se conviertan en una vanguardia del socialismo.
Hoy veo, con mucho optimismo histórico y bastante serenidad, que esa posibilidad es
muy fuerte en América Latina. La alianza entre Cuba y Venezuela promete muchísimo,
por lo que significa como unión de fuerzas, poderes populares y voluntad política; el
poder popular en Bolivia y la sagacidad con que avanza ha traído una ampliación étnico
cultural maravillosa en el centro mismo de la América del Sur. La otra fuerza principal
son numerosos movimientos populares combativos que existen y luchan en la región,
los cuales expresan identidades, demandas y proyectos desde la sociedad que pueden
ser capaces de llevar la política popular a un plano superior. Un gran ejemplo entre
ellos es el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, de Brasil, que se declara
socialista. El órgano de independencia latinoamericana constituido por el ALBA se está
ampliando en estos momentos a partir de los triunfos electorales en Nicaragua y
Ecuador. Además, se establecen nexos y pactos entre Estados de la región que
responden a realidades disímiles, pero que buscan aumentar su autonomía real y su
complementación económica regional, y obtener más peso con sus coordinaciones
políticas. Pero no existe todavía una acumulación de fuerzas tal como para que pueda
afirmarse que aquí se formará un centro revolucionario de gran alcance.
China es un caso muy particular del que no me posible hablar seriamente aquí. Por otra
parte, varios países del Tercer Mundo han logrado un desarrollo apreciable en el
volumen y la organi
zación autónoma de su vida material, y cuentan con gobiernos fuertes; sin embargo, en
ellos las diferencias sociales llegan a ser terribles, y la dominación de clase de minorías
es firme. Creo que para los revolucionarios constituyen un campo de relaciones
sumamente necesario, y un importante potencial de alianzas. Pero su participación en
el desarrollo del socialismo en el mundo dependerá de la capacidad que muestren en
procesos de liberación de su propio pueblo, porque sin ese requisito no se puede
hablar seriamente de socialismo.
Hablemos un poco de Cuba. Es muy afortunada la manera, por ejemplo, que en los
documentos del partido —estoy pensando sobre todo en los del Primer Congreso—, se
resuelven en términos de teoría y de programa algo a lo que tú te referiste: cómo se
logró fundirla lucha nacional y la lucha de clases, e incluso cuáles son los antecedentes
teóricos, históricos, culturales, de la manera en que ambas luchas confluyen y se
produce un proceso como el cubano. Sin embargo, eso que está bien resuelto en los
documentos a los que me refería y está muy bien resuelto, por ejemplo, en tu obra, no
siempre se resuelve igual en la propaganda, en la cual existe la tendencia a exagerar
una de las fuentes o algunas de las fuentes del socialismo en Cuba, en detrimento de
otras. Me gustaría un comentario tuyo sobre la manera en la que nos hemos ido
aproximando a nuestra propia experiencia socialista, desde los fundamentos, en la
medida en que eso sea posible.
Sí, me parece una pregunta muy importante, y no es fácil la res-puesta. Para
establecer una visión cubana del socialismo consi-dero principales tres factores
previos. Uno, el proceso de las revoluciones cubanas por la independencia nacional,
porque tuvieron unas características muy singulares, se vieron obligadas a ser
sumamente modernas y a atender di problemas sociales sumamente graves. Me
explico. Cuando se produjeron la Revolución Haitiana y las de independencia de las
colonias ibéricas del continente, entre 1791 y 1824, en Cuba se desarrollaba una for-
mación económica exportadora de extraordinario dinamismo, en la cual los dueños
fundamentales eran gente de Cuba. Esos
empresarios, nuestros burgueses más antiguos, pactaron con el gobierno español, con
el absolutismo, fueron sus aliados y su re-serva contrarrevolucionaria todo el tiempo, y
obtuvieron de la monarquía reformas a su favor que en varios países de América Latina
sus burguesías solo pudieron conseguir cincuenta, sesenta o setenta años después de
la independencia, las llamadas reformas liberales. Todo lo consiguieron, mientras
destrozaban la vida y la cultura de un millón de negros de África que trajeron como
esclavos entre 1790 y 1870; también trajeron ciento veinticinco mil chinos como
sirvientes contratados.
Para satisfacer o defender sus intereses inmediatos, su poder social y su dominación
de clase en la economía, la burguesía de Cuba sacrificó la posibilidad de que el país se
plasmara como nación en un Estado independiente, a pesar del gran desarrollo
material y cultural que alcanzaron. Es erróneo considerar "abue-los de la nación" a un
grupo de personalidades criollas que no lo fueron en modo alguno, que nunca quisieron
que Cuba fuera una nación. En el tercer tercio del siglo xix, Cuba se encontró frente a
problemas extraordinarios, que trató de resolver y finalmente resolvió mediante
revoluciones muy radicales, sumamente radicales.
Me gusta recordar que Cirilo Villaverde —tan famoso por su novela Cecilia Valdés, pero
mucho menos por su tipo de anexio-nismo, y aún menos por su notable capacidad
como pensador social— le escribe a Carlos Manuel de Céspedes en 1869 sobre los
elementos conservadores que son miembros de la Junta Re-volucionaria de Nueva
York, que pasan por revolucionarios. Les llama "legítimos representantes del principio
conservador de todos los burgueses","el núcleo de un partido que trabajará por la
anexión de Cuba a Estados Unidos""su fin es ganar la guerra salvando sus intereses"
Ese es Cirilo Villaverde, y uno dice:"qué moderno ¿verdad?" Qué moderno, hace casi
siglo y medio. Pues así tuvieron que ser los demás, muy modernos, porque eso exigían
los problemas a los que se enfrentaban. Céspedes, que fue un hombre muy superior a
su tiempo, escribe en su Diario el día que llega a San Lorenzo, donde morirá cinco
semanas después:"No sé si lo dije antes, pero aquí llaman negros a los cubanos, y
blancos a
los españoles". Es decir, comprende claramente que junto a la corriente de la tremenda
lucha nacional existe una corriente de lucha social que puede buscar una expresión
racial.
Y él no era exactamente un gran hacendado, como comúnmente se cree...
Lo que sí era es un intelectual de verdad.
Sí, era un intelectual.
Y un radical como pocos. Frente a sus necesidades, Cuba tuvo que plantearse ser
o no ser colonia, incluso ser o no ser como Canadá. Algunos proceres criollos antiguos
querían que Cuba tuviera el estatus de Canadá, cuando España no era para nada la
Gran Bretaña. La gran Revolución de 1895 fue la que creó verdaderamente al pueblo
cubano; costó una quinta parte de la población de Cuba, que tuvo que morir para
lograrlo. Fue una gesta nacional de una radicalidad popularían grande que creó a la
vez todos los símbolos, todo el aparato de representaciones nacionales, unificó el
territorio y creó la república. Después de aquella gesta solo era posible constituir una
república en Cuba, y de corte democrático, con voto universal para varones, no
cualquier república. Estados Unidos invadió a Cuba y la ocupó, ayudó a recortar los
frutos de la revolución y le impuso al país una dura relación neocolo- nial. Entonces,
para los cubanos, la república amada era al mismo tiempo una frustración; desde la
gente más humilde hasta la más culta, todos sentían la frustración. Además de una
realidad, la república era un proyecto.
Te refieres a la república que se establece en 1902.
La que se establece en 1902. A mi juicio fue un enorme adelanto para Cuba, y así lo
sintió el pueblo. Sin embargo, fue una gran frustración, y quedó como ideal el proyecto
de un hombre que ya en vida era visto como un apóstol: José Martí. Esa revolución y
sus resultados son una base extraordinaria para el socialismo cubano.
Sus exigencias de justicia y de libertad no podían ser satisfechas dentro del
neocolonialismo, ni cabían dentro del régimen capitalista que se desarrolló en su
época, aunque todavía no se tenía conciencia de eso ni se sabía por dónde ir.
Una segunda fuente del socialismo cubano es la de las luchas por profundizar la
democracia o por profundizar la justicia social durante la primera mitad del siglo xx. Por
lo general, esto es lo menos estudiado de la historia de Cuba, a lo que menos caso se
le hace, a tal punto que el centenario del nacimiento de Antonio Guiteras ha tenido muy
pocas recordaciones.
Un hombre que tiene una temprana reacción critica a lo que estaba ya pasando en
Europa, y una educación socialista casi excepcional.
Guiteras es uno de los fundadores del comunismo cubano. Esta segunda fuente del
socialismo cubano se expresa sobre todo en la Revolución del 30, no solo en figuras
como Mella, Guiteras o Villena; sobre todo está en la capacidad del pueblo de Cuba de
desobedecer masivamente el orden establecido, entre fines de 1932 y marzo de 1935,
su capacidad de volverse antimperialista en masa, como sucedió en 1933, de no
someterse a la autoridad, tanto nacional como norteamericana. Sucedió una gran
acumulación de cultura política durante la república, que en ciertos aspectos sobrepasó
del todo a la ideología mambisa, sin dejar de reconocerla a ella como fuente principal.
Por eso la dominación tuvo que reorganizarse después de 1935 en una segunda
república burguesa neoco- lonial, que tuvo una riqueza y una complejidad en sus
características que es imprescindible conocer para entender lo que sucedió después de
1955.
La tercera fuente del socialismo cubano es la insurrección de los años cincuenta. En
esos años se formó una colectividad revolucionaria que tuvo que ser capaz de unir los
anhelos y los intereses más profundos del pueblo cubano en una lucha que fuera
concretamente perceptible, para participar en ella o para simpatizar con ella. Su motor
inicial fue la ruptura de la insti- tucionalidad por el golpe militar de marzo de 1952 y la
dicta
dura, un golpe a la legitimidad del sistema político que no parecía mortal. Pero la
insurrección comenzada en el Moneada no aceptaba que su objetivo fuera el regreso
del país a la situación del 9 de marzo de 1952. Fidel y el Movimiento 26 de Julio fueron
más lejos, se dieron cuenta de que tendría que ser una revolución de los humildes, por
los humildes y para los humildes. Como una vez dijo Fidel, no se le hizo caso a ese
profundo contenido, por el hábito que había de no hacer caso a nadie por lo que dijera.
No solo para los humildes, sino de los humildes y por ellos mismos. Esta frase
condensada en consigna era terrible en su radicalidad, entonces inconcebible en la
política cubana, no solo porque serían los humildes los protagonistas, sino porque los
humildes tendrían que cambiarse a sí mismos al hacer la revolución. Sin cambio de sí
mismos no hay socialismo.
El cambio cultural de Lenin también.
Sin cambio de sí mismos no hay socialismo, y ese cambio a través de la praxis
revolucionaria es lo único que permite sobreponerse a la manera como se reproduce
en uno mismo la dominación, en los actos de uno mismo, en la vida de uno mismo y de
las colectividades.
Entonces, de esas tres fuentes viene el socialismo cubano. El pueblo las vivió y su
impacto se siente y todavía es determi-nante, pero su significado y su articulación no
suelen formar parte de nuestra comprensión de la Revolución. Desgraciadamente, no
forman parte de la educación formal tampoco, de los conocimientos que se adquieren
en ella, ni en los medios masivos de comunicación. Es uno de los problemas graves de
nuestra cultura.
¿Qué oportunidades le concedes al socialismo revolucionario?
Hablar del futuro puede ser muy fácil, o demasiado difícil ¿ver-dad? Se relaciona
mucho con los estados de ánimo, yo trato de que no sea así...
204 A VIVA voz
Ya dijiste algo hace un rato de América Latina.
t
Creo que hay algunas cuestiones básicas a favor del socialismo en la actualidad; una
es la naturaleza misma del capitalismo... Cuando empecé a estudiar me preocupaba
mucho. Por una casualidad favorable, yo no empecé a estudiar marxismo al principio
de estar activo, primero estuve activo como revolucionario...
En ese orden: fuiste militante primero, con todo.
Hasta que me di cuenta que tenía que ser marxista, que hay que ser marxista. Y
cuando empecé a estudiar más, me preocupó que Marx dijera que las ideas de la clase
dominante son las ideas do-minantes en una sociedad. Si es así, ¿cómo puede
acabarse con ellos, si sus ideas son las dominantes? Vino en mi ayuda una frase
tajante de Federico Engels: podíamos subvertir esa dominación ideal, pero mediante la
praxis. Después comprendí la necesidad, como te explicaba antes, de que el factor
subjetivo sea el principal, para que un proceso sea realmente revolucionario. Estudiar
la teoría marxista me ayudó a entender mejor la enorme capacidad de resistir y de
renovarse que tiene el capitalismo. No debemos confiar en que vendrá el socialismo
solo porque el capitalismo alcance un desarrollo determinado: el capitalismo es capaz
de revolucionarse a sí mismo, para seguir dominando. Carlos Marx comprendió esto, y
lo explicó en El Capital.
Puede encontrar reservas para subsistir y perdurar.
En el primer tomo de El Capital, Marx escribe que, a diferencia de todos los regímenes
de dominación anteriores, el capitalismo solo vive revolucionándose a sí mismo, y no
mediante su repro-ducción conservadora. Lo malo es el poco caso que les hacemos a
esos logros fundamentales del conocimiento. Cuando yo era muy joven y empecé a
estudiar marxismo, se repetía una y otra vez que el capitalismo estaba viviendo la
tercera fase de su crisis general.
Como si fuera un problema de sacar la cuenta, de enumerar y listo. Por acumulación
matemática.
Era una fase que no se acababa nunca, tanto, que ya se acabaron los que decían que
aquella era la tercera fase de la crisis general del capitalismo. Aprendí que los hechos y
procesos sociales son complejos, y su comprensión no puede ser simple. Y que si nos
atan al determinismo no vamos a lograr ser revolucionarios. Si no analizamos la
naturaleza misma del capitalismo, careceremos de los elementos fundamentales para
ser revolucionarios.
Por otra parte, el socialismo y el comunismo tienen que ser intencionales y planeados.
No pueden ser espontáneos, preci-samente porque no son frutos del desarrollo: el
socialismo nunca saldrá del capitalismo, como resultado de una evolución. Así puede
producirse un tipo u otro de capitalismo, pero no socialismo. Ahora bien, el capitalismo
se está creando escollos gravísimos, por su propia naturaleza actual. Ya no necesita a
una parte de los trabajadores del mundo, se terminaron los ciclos de empleo y
desempleo a partir del auge, la depresión o la crisis. Hace dos décadas que una parte
de los trabajadores, en la práctica, ya no le son necesarios. El capitalismo no necesita
tampoco a una parte de la población del mundo, su mercado controlado y sofisticado
no es para ellos, y no se siente presionado a tomarlos en cuenta.
Después de la Segunda Guerra Mundial, porque hasta entonces no era así, hubo que
reconocer a la democracia como forma fundamental de organización política en el
sistema capitalista. Es un logro bastante reciente. Pero la dominación burguesa
democrática debe ejercerse a través de ciudadanos políticamente iguales y a través del
imperio de la ley, y esos principios carecen hoy de base suficiente. A su democracia le
entra agua, porque la población no puede ser requerida idealmente a que forme una
comunidad alrededor del capitalismo cuando este ya no tiene una promesa ni una
esperanza que ofrecer. Decir que rige el neoliberalismo es una broma de mal gusto,
porque nunca han estado más controlados la oferta, la demanda, la inversión, la banca;
todos los elementos importantes de
la economía son controlados rígidamente. Un rasgo aún mas grave es el predominio
del capital especulativo dentro del sistema económico capitalista; en vez del
entrelazamiento entre el capital financiero y el industrial, el primero goza de una cierta
autonomía parasitaria y especulativa.
Un capital que no tiene sustento en la producción.
De tal manera que un economista del sistema pretendió que se gravase con impuestos
el capital especulativo y no le hicieron ningún caso. Tal iniciativa resulta inaceptable,
porque atañe al centro del sistema de explotación vigente. Con todos esos ele-mentos
tan negativos de su naturaleza actual se está creando una crisis en la capacidad
hegemónica del capitalismo, que lo obliga a depender demasiado del totalitarismo en
su sistema informativo, de formación de opinión pública y de creación de una parte de
los gustos. La guerra cultural mundial del capitalismo —hace diez años que utilizo esa
denominación— trabaja en varios frentes simultáneamente: ocultar la responsabilidad
de ese régimen por la falta de alimentación y servicios básicos que padece buena parte
de la población mundial, y su incapacidad de promover iniciativas eficaces para paliar
esas carencias; embotar la conciencia adquirida por los pueblos, para desmontar y
prevenir las protestas y rebeldías; manipular y fragmentar las actividades so-ciales y
cívicas; fomentar una cultura del miedo, la indiferencia y el sálvese quien pueda.
En las últimas décadas han obtenido victorias en esa guerra cultural, pero no
consiguen convertirlas en una situación perma-nente, por una segunda característica
de la época contemporánea que a mi juicio será la decisiva para el futuro del
socialismo: la gran acumulación cultural de experiencias e ideas de rebeldía contra la
dominación con que contamos al inicio del siglo xxi. Al principio me referí al paulatino
crecimiento del socialismo y sus ideas, y a sus vicisitudes, hasta 1917. Pero en el curso
del siglo xx se multiplicaron las experiencias, triunfaron revolu-ciones de liberación y
socialistas y cientos de millones de per-sonas las vivieron.
El camino verdadero estuvo muy lejos de las grandes frases vacías y fue
incomparablemente más rico. Por ejemplo, Nicaragua y la Guerra de Sandino, de 1927
a 1933. Un joven muy humilde que conoce la revolución y se hace mecánico en
México, regresa a su patria y se opone a los reaccionarios locales y a la ocupación
norteamericana. Los acontecimientos y sus cualidades convierten a Sandino en el líder
de su pueblo frente al imperialismo yanqui. Los guerrilleros de Nicaragua pelearon seis
años, sostuvieron más de quinientos combates —en una guerra que, por cierto, los
escolares no conocen— y no fueron derrotados. Sandino se relacionó con las fuerzas y
las ideas más relevantes de su tiempo. Comunistas de varios países de la región
fueron muy solidarios desde el inicio de su lucha, pero el VI Congreso de la
Internacional aprobó una funesta línea sectaria en 1928 que los hizo alejarse y dejarlo
solo. El venezolano Carlos Aponte y el salvadoreño Farabundo Martí tuvieron que salir
del ejército sandinista por aquella orientación. En una carta de enero de 1930 al
secretario general del Partido Comunista mexicano, Sandino reitera su posición
independiente, agradece la ayuda recibida, reprocha el reciente alejamiento, defiende
la línea de frente único revolucionario en América Latina, define el objetivo radical de su
movimiento y su carácter de vanguardia de la lucha contra el imperialismo en el
continente, en la prosa política de un conocedor que está a la altura del debate
internacional de aquel momento.
Sandino evidencia también su cultura política en un documento muy diferente, su
manifiesto Luz y verdad, dirigido a sus tropas, prácticamente analfabetas, para ser
leído en la primera formación de la mañana. El texto comienza:"Impulsión divina es la
que anima y protege a nuestro ejército... y ella pide a todos los hermanos conocer las
leyes que rigen el universo". Sandino les cuenta la formación del mundo a partir de
Amor y su hija única, la Justicia Divina, de cómo comerciantes y propietarios trajeron la
explotación y la injusticia, y preconiza que en el siglo xx habrá un Juicio Final del
mundo, cuyas trompetas serán "los clarines de guerra, entonando los himnos de la
libertad de los pueblos opri-midos contra la injusticia de los opresores". El pueblo
nicaragüen
se ha sido el escogido para iniciar ese juicio con su guerra, el triunfo es seguro, y con él
"quedará prendida la mecha de la Explosión Proletaria contra los imperialistas de la
tierra".
La inmensa acumulación cultural de experiencias de rebeldía que existe en el mundo
actual es un peligro mortal para el capitalismo. Cuando era muy joven conocí a muchos
compañeros latinoamericanos que peleaban, y peleaban muy bien, pero la mayoría
tenía conocimientos muy escasos. Al contrario, hoy casi cualquier activista y todos los
dirigentes de movimientos populares sociales y políticos de este continente que
enfrentan al sistema tienen sólidos conocimientos.
Han estudiado, vienen de vuelta del dogmatismo muchos de ellos también.
Ante el conjunto de avances humanos y fuerzas culturales que tenemos hoy, recuerdo
las dos premisas de la revolución mundial que exponía Marx en 1846: la formación de
individuos universales, a partir del propio desarrollo del capitalismo; y la existencia de
una clase revolucionaria que se levantara contra toda la vida vigente, y no contra una
parte de ella. Hemos tenido una gran acumulación en el desarrollo de la gente, de sus
experiencias y sus ideas contra el capitalismo. Ya a nadie se le ocurre hablar de
independencia nacional en un sentido estrecho, sino de liberación; nadie cree que la
mitad de las personas son inferiores a la otra mitad, por ser mujeres; ni se puede
sostener que una etnia o una raza determinada es la privilegiada por alguna razón. Por
un lado tenemos toda esa fuerza, y por otro, la naturaleza excluyente del capitalismo
actual, que ni siquiera puede hacer promesas. La promesa del socialismo, de lo que se
llamaba socialismo en Europa Oriental, fracasó, pero el capitalismo ya no hace ninguna
promesa, ni habla de progreso. Al capitalismo le es necesario disolver la idea de que la
civilización marcha siempre hacia adelante, y hacer que se olvide, porque ya no tiene
un ideal y una esperanza que ofrecer, y por otro lado, los de abajo ya no padecen la
ignorancia de antaño y poseen una amplia cultura política y social.
Por eso es tan importante la recuperación de la memoria his-tórica, como dicen los
activistas latinoamericanos. Me gusta aclarar que no solo la memoria de las rebeldías:
hay que recuperar también la memoria de cómo, después de las rebeldías, se logró
reformular la dominación; aprender cómo fue que los rebeldes o los sobrevivientes se
fueron subordinando otra vez. La combinación de esas dos fuerzas, la naturaleza
misma del capitalismo y la capacidad creciente y las experiencias enormes de la gente,
constituye un potencial inmenso. Aristóteles, el famoso pensador helénico, enunció el
concepto de potencia como el principio o la posibilidad de un cambio, sin dejar claro si
se trataba de una posibilidad abierta o si implicaba una predeterminación. Dejaba
inaugurado así un campo de debate sobre la naturaleza del acto y sus relaciones con la
potencia. El tiempo de Aristóteles es muy anterior a la idea de progreso: un griego
podía pensar incluso que ya la era mejor había pasado y se vivía una época de
decadencia. Ahora que se pretende que ya pasó la época del progreso, entiendo que
poseemos un potencial inmenso, que puede ser decisivo si se pone en marcha la
praxis revolucionaria. Me resulta mucho mas fácil analizar que ser profeta, pero tengo
una fe inmensa en lo que puede suceder y en el futuro del socialismo.
Bueno, te propongo para el final, tres breves evocaciones, muy breves, ¿qué te dice
hoy Lenin? Si lo pudieras decir en una línea...
En una línea no, pero en unas pocas. El nieto de un tártaro que tuvo que ser ruso para
abrirse paso en un medio racista; el ado-lescente cuyo joven hermano demostró ser
una persona superior al esgrimir sus convicciones y arrostrar la muerte, marcando para
siempre a Vladimir; el hombre que fue capaz de vivir dos décadas en la pobreza siendo
un intelectual brillante, en pos de su ideal, de compartir con sus compañeros a la vez
que los criticaba, de formar un partido político nuevo para hacer la revolución contra el
capitalismo en un imperio atrasado pero potente, un país insólito para los marxistas de
Occidente. Y cuando ese hombre dirige la toma del poder en Rusia, y ejerce el poder,
no se cree todopoderoso, sino alguien que está comenzando a derribar
el muro inmenso de las opresiones. Tiene formas profundas y luminosas de analizar los
problemas, y maravilla su lucidez y su capacidad de autocrítica y de prefigurar el futuro.
Combina el liderazgo indiscutido y las ideas más avanzadas con un compor-tamiento
personal extremadamente austero. Es también el hombre de la angustia ante la posible
pérdida del rumbo de la revolución, el que se da cuenta de que la vida de cada persona
no es más que lo que decía Jacques Roumain —el novelista y comunista haitiano—,"el
nudito que uno le hace a la soga de la vida". Lenin sabía que su deber era hacerle un
gran nudo, y que no le alcanzaría su vida, pero hasta su último día lúcido estuvo
tratando de hacerlo. Creo que Lenin es una de las personalidades más importantes de
la historia.
¿Qué te dice hoy Antonio Gramsci?
Gramsci fue uno de siete hijos en una familia sarda empobrecida aún más cuando el
padre cayó preso por un delito común. Arrostró un año del más duro trabajo físico
cuando solo tenía once, estudió en la miseria y debió ganar una beca para intentar ser
lingüista y reivindicar el idioma de su isla frente al italiano. Siempre muy pobre, pero
cercano al ascenso de peldaño social que el hombre pobre tanto ansia, en vez de
volverse indiferente o conservador —como hacen otros de esa condición ante la
oportuni-dad soñada—, se unió a los obreros para siempre, en las horas de rebelión,
represiones y Consejos Obreros del final de la Primera Guerra Mundial. Dedicó su
deslumbrante genio intelectual a la prensa del partido, los manifiestos y los artículos
polémicos, fue uno de los fundadores del comunismo italiano, participó en el Moscú
que fundaba la Internacional, y fue pionero en alertar a Italia frente al fascismo. Ya era
el líder de su partido cuando cayó preso de por vida, en 1926. Le destrozaron la salud,
pero él se lanzó a un plan formidable de reflexiones marxistas sobre el proceso de la
cultura italiana, que amplió y profundizó hasta convertirlo en un monumento del
pensamiento del siglo xx: tres mil páginas en las que profundiza en la cultura de la
dominación, la teoría del marxismo, el partido, la militancia del intelectual, los
problemas de la creación de una cultura de liberación, los méto-dos, y un mar
inabarcable de sugerencias. Le escribe a su madre que su cerebro se está disolviendo
y ha perdido los dientes, pero sigue, inexorable en su victoria sobre el fascismo, y
rebelde frente al desastre que liquida a la Revolución Bolchevique y dogmatiza el
pensamiento. De sus carceleros solo se libró con la muerte, pero su legado es inmortal.
Antonio Gramsci es quizás el más subversivo de todos los marxistas del siglo xx.
Y por último, ¿qué te dice el Che Guevara?
El Che es de un origen diferente. Guevara de La Serna tiene mucho más apellidos que
dinero. Se hace médico y trata de ser un Albert Schweitzer americano entre los
leprosos. Joven trashumante por los caminos de América, en busca de un ideal que le
dé cuerpo a sus lecturas, mira la Bolivia de 1953 y en la Guatemala de 1954 aprende
su lección: por la justicia social hay que pelear. En México encuentra a Fidel y los
cubanos del 26 de Julio, y con ellos la vida que buscaba. Ernesto se convierte en el
Che y en el Argentino del Granma y de la Sierra Maestra, el combatiente, el héroe, el
ejemplo, el comandante y el hombre bellísimo que re-sulta ser un pensador
extraordinario. A partir del triunfo, este hombre de acción tan famoso se convierte en
dirigente político y estatal, pero a la vez le hace un aporte inmenso al pensamiento
revolucionario y al marxismo del siglo xx, en una revolución en la que casi todo estaba
por hacer y había que hacerlo diariamente, donde no había hora de dormir, ni se hacía
mucho caso a los intelectuales profundos, y era explicable que así fuera. Los líderes,
los cultos y la gente humilde admiraron y respetaron mucho al Che por su pensamiento,
además de por todo lo que ya lo admiraban. La experiencia socialista que llevó a cabo
en Cuba es tan valiosa como su pensamiento. Che propuso una ley por la cual todos
los ministros cubanos dejaran de ser ministros un mes cada año y trabajaran en la
producción, pero no en cualquier parte, sino en un área de su propio ministerio, como
trabajador simple; a eso le llamaba la ley de democión. Después se demovió él mismo,
renunció a todo para recomenzar la lucha armada, aunque en África
y en Bolivia; en todo momento fue un comandante guerrillero cubano con una misión
intemacionalista. Fue capaz de estudiar la Lógica de Hegel mientras esperaba para
combatir en Bolivia, y de dar clases de matemáticas y de francés a sus compañeros
guerrilleros, cuando no había qué comer. El Che es del siglo xxi.
Gracias, Fernando, por este recorrido, por tu optimismo y tu pen-samiento.
Gracias a ti por tan buenas preguntas y opiniones, y a Contra-corriente por posibilitar
estas cosas.
IDENTIDAD, CONFLICTOS RACIALES Y DISCRIMINACIÓN EN LA REPÚBLICA
Jueves de Temas*
RAFAEL HERNÁNDEZ: Este panel tiene un singular relieve histórico, aunque no se
agota en una apreciación exclusivamente histórica.
Y pensamos que tiene una significación especial hacerlo en este año, cuando se
conmemora el 90 aniversario de la guerra de 1912 y de la represión contra el Partido
Independiente de Color. Ustedes recuerdan que Temas ha tratado antes el tema de la
cuestión racial, así como el de la revisión crítica del período de República de 1902 a
1958. De manera que no estamos en cero. Pero hoy queremos concentrarnos en los
acontecimientos de 1912 y en sus consecuencias. Entremos, por consiguiente, en el
primer pro-blema: ¿hasta qué punto la guerra de 1912 constituyó un conflicto racial, y
cuál fue su impacto ideológico y cultural sobre las relaciones interraciales cubanas en
la República?
TOMAS FERNANDEZ ROBAINA: Para mí, que soy un apasionado defensor del Partido
Independiente de Color, fue la opción más radical que tuvieron los negros de aquella
época. La historiografía cubana
* El jueves 28 de febrero de 2002, la revista Temas efectuó una Mesa abierta al
público acerca del tema del título, invocando el recuerdo del 90° aniversario de la gran
matanza de 1912. El director, Rafael Hernández, fue el moderador de la Mesa, y Nancy
Morejón,Tomás Fernández Robaina y yo, los participantes. Comenzaba así un nuevo
espacio de intercambios y debates que pronto adquirió muy justa fama y dura hasta
hoy, los Jueves de Temas. Con autorización de Nancy y Tomás, publico también sus
intervenciones y el debate que siguió a las exposiciones.
siempre ha señalado como un error su constitución; es decir, que los negros se
agruparan en un partido como un medio para defender sus derechos. Tenemos que
releer, revisar estos planteamientos. Considero que habría que colocarse en aquella
situación, en aquella época, para constatar cómo ya todos los intentos realizados para
mejorar su situación habían fracasado, y, por lo tanto, se pensó que crear esta
organización política era lo ade-cuado. En el año 1918, cuando ya habían pasado seis
años de la guerra, del genocidio —porque fue un genocidio lo que se cometió contra los
Independientes de Color—, Armando Plá publica un artículo donde examina las
soluciones que los negros habían buscado hasta aquel momento. Y llega a la
conclusión de que el Partido Independiente de Color no había sido una opción total-
mente equivocada.
El conflicto en torno al Partido Independiente de Color no se puede ver solamente
como un problema racial, aunque tampoco podemos subvalorar la importancia del color
de la piel. También hay que verlo como un problema de clase, como un conflicto social.
No estoy pensando tanto en un problema cultural, porque los negros que estaban
involucrados en estas luchas sociales res-pondían a una cultura eurocéntrica, que era
la dominante en aquel momento. En ninguna parte, salvo en dos o tres cartas
aparecidas en Previsión, el periódico del Partido, encontramos manifestacio-nes en las
que pudiera verse algún elemento de identificación con una cultura que no fuera
realmente la cultura blanca dominante en la mayoría de la población cubana y en la
mayoría de los negros. Un aspecto muy importante es que el negro en Cuba durante
toda la República luchó en el terreno social y político, pero nunca identificándose con
una cultura de origen africano o de otro origen.
Volviendo al punto esencial: ¿fue un conflicto racial? No se puede ver solamente como
un conflicto racial; hay también un conflicto social. El historiador Louis Pérez planteó
hace ya años una hipótesis muy interesante. Hay que tener en cuenta que los
miembros del Partido Independiente de Color por lo general eran campesinos, que
estaban reclamando tierras. Es un problema de clase y un problema económico, de
lucha por
un espacio. Y justamente todo este conjunto de factores va a incidir en el conflicto.
Según algunos historiadores, después del exterminio de 1912, el movimiento negro se
estancó. Pienso que ocurrió todo lo con-trario. El movimiento negro continuó
desarrollándose, pero valo-rando nuevas alternativas, con nuevas tendencias, tal vez
dentro de la escala de valores que primaba en aquel momento, donde no se
visualizaba otro medio de avanzar para el negro que ser asimilado. A este respecto hay
una frase muy significativa de Juan René Betancourt, un negro tildado, entre otras
cosas, de racista, que decía:"todos estamos por la asimilación" Es tonto pensar que en
un país como Cuba no haya una mezcla, o no haya una asimilación. El problema reside
en cómo vamos a esa asimilación. Si el negro se asimila al blanco pensando que la
cultura blanca es la superior, y que por eso tiene que dejar atrás sus raíces africanas,
no se está asimilando, sino aniquilándose, suicidándose culturalmente y desde todos
los puntos de vista.
Por lo tanto, el tema tiene muchas aristas, muchos aspectos psicológicos, contextúales,
culturales, que hacen del problema racial en Cuba algo muy su¡ generis. El Partido
Independiente de Color fue una lección muy grande, que no fue olvidada de inme-diato
por los negros en general y por los que sufrieron y padecieron esta experiencia. Sin
embargo, en la historiografía cubana, el Partido Independiente de Color quedó
olvidado. Recuerdo que cuando era un muchacho yo no sabía nada del Partido
Independiente de Color. He hecho encuestas en la calle:"¿usted qué sabe del Partido
Independiente de Color? ¿Quién fue Evaristo Este- noz?''Y me responden que no
saben absolutamente nada.
Un aspecto muy importante es la presencia martiana, porque aquí no se puede pasar
por alto a Martí. La idea martiana a veces nos ha invalidado, nos ha cortado las
posibilidades de ver otras soluciones al problema racial en Cuba. Abordar el Partido
Inde-pendiente de Color no es solamente un asunto histórico, sino sobre todo la
cuestión de ver qué podemos aprender de esa lec-ción. El programa del Partido
Independiente de Color no era solo para los negros, sino para todos los cubanos. Los
negros en Cuba, en nuestras demandas, nunca hemos planteado que solo son para
los negros, sino para todos los cubanos. Y la burguesía, los medios de difusión,
siempre han tergiversado las propuestas que han surgido de las partes negras. Al
propio Juan René Betancourt, que tenía una propuesta muy interesante, a veces no se
le entendió, por la predisposición a entender solucionar los problemas raciales a partir
de que todos somos cubanos, que cubano es más que negro. Y en efecto, cubano es
más que blanco, más que negro, como decía Martí, pero, históricamente, ha habido un
cubano negro que ha sido marginado, discriminado.
NANCY MOREJÓN: Quería decir que estar en la revista Temas hablando sobre la
guerra del 12 fue algo que, les confieso, me aterró. Lo primero que hay que reconocer
es que resulta un acontecimiento cultural que la revista Temas traiga a la palestra el
tema de la guerra del 12.
A lo largo de la República, a inicios incluso de la riquísima vida intelectual cubana de
los años sesenta, este tema era tabú —y empleo el término con una gran fuerza. La
llamada guerra del 12 fue una gran mancha silenciada por la historiografía establecida.
Las personas que tuve el gusto de conocer en mi infancia y, sobre todo, los hombres
que de un modo u otro estuvieron alrededor de Nicolás Guillén —que, como conocen
ustedes, estuvo en el centro de mi vida profesional—, hablaban de la guerra del 12.
Así, Manuel Cuéllar Vizcaíno, cuando llegaba a la oficina de Nicolás Guillén, me
comentaba sobre aquellos acontecimientos, y lo pri-mero que hacía era rectificar: "no
fue una guerra, fue una ma-sacre". En términos modernos, en los términos que gustan
a los etnólogos y a los etnógrafos, tendríamos que decir: fue un ge-nocidio.
Importa mucho la experiencia vivida en relación con estos temas. Sin tener la autoridad
que tienen aquí historiadores Jorge Ibarra o Fernando Martínez Heredia acerca de este
tema, lo digo como una estudiosa de la obra de Nicolás Guillén. Yo creo que la guerra
del 12 no se puede explicar sin la guerra de 1906 y sin la guerra de 1917. Todo el que
haya leído a Guillén sabe que él confesó que uno de los momentos más importantes de
su vida como escritor y como hombre fue la pérdida de su padre. ¿Cómo
perdió a su padre Nicolás Guillén? En la guerra de La Chambelo- na, muerto por
soldados. Quiero decir con esto que la primera y la segunda décadas de aquella
República son períodos convulsos, consecuencia de una República que había nacido
mutilada, que no tenía una naturaleza bien definida.
La explosión del 12 es una variante de lo que ocurrió en 1906.
Y no estoy citando a ningún historiador, sino a fuentes orales que en estas cosas
cuentan, rememorando esas conversaciones de Manuel Cuéllar Vizcaíno, de Nicolás.
Cuando Guillén llega a La Habana y se aloja por primera vez en casa de Cuéllar
Vizcaíno, él cuenta que duerme tapado por una bandera del Partido de los
Independientes de Color. Siempre escuché en su voz, en sus re-cuerdos, un gran
respeto por este capítulo. Y quiero citar no solo el recuerdo de estos hombres, muy
vinculados a los ideales más nobles de la Cuba de aquel momento, sino también, por
ejem-plo, a un personaje del Teatro Alhambra como fue Luz Gil, el per-sonaje de
Canción de Rachel, de Miguel Barnet. El testimonio de este personaje es: "¿La guerrita
del 12? Ah, la guerra de los negros. Eso fue una masacre". Quiere decir que en el
imaginario nacional, desde hombres como Manuel Cuéllar Vizcaíno o Nicolás Guillén,
hasta una corista del Alhambra —que también tenía derecho al recuerdo—, este es un
momento fatídico, terrible, que toda la historiografía oficial, como dije anteriormente,
trató de ocultar.
La cuestión racial es una cuestión bien delicada, bien evadida. Va muy ligada a los
conceptos de clase. No podemos ver las cosas de una forma unilateral, porque
tengamos alguna que otra herida de toda una historia de evasiones, de sufrimientos, de
emigraciones. Cuba forma parte del Caribe; el Caribe es un territorio que está marcado
por la dislocación brutal que trajo la esclavitud. Siempre que se me habla del término y
de los problemas raciales, yo me siento obligada a mencionar otra palabra clave, que
es la que mezcla el término raza con el término clase, que es el fenómeno de la
esclavitud. Para mí, raza, clase, esclavitud, están sumamente ligadas. Los cimarrones,
según Carpentier, fueron los que nos enseñaron con su condición de cimarrones, y nos
inculcaron el amor a la independencia, otra palabra que no se relaciona para nada con
los términos que estamos discutiendo aquí. En
ese sentido, hay que pensar que un partido que en aquel momento usaba la palabra
independientes, y que veneraba el concepto de independencia, era realmente, como se
dice ahora en términos bien modernos, un acto transgresor. No podemos decir otra
cosa. En las tradiciones independentistas de Cuba, desde las dos guerras del siglo xix,
hasta la abortada y revuelta y convulsa República, tenemos que pensar que los ideales
independentistas tenían que pasar por los tamices de la esclavitud, de la raza y de la
clase.
FERNANDO MARTÍNEZ HEREDIA: Además de los títulos con que se me presenta en
este panel, yo soy de color. Eso lo aprendí cuando era chiquito, como toda la gente que
es así de este color. En Cuba, la gente no reconoce como en Estados Unidos, por
ejemplo, que el que no es blanco, es negro. Aquí hay un conjunto enorme de
gradaciones, y en ese conjunto enorme a veces a uno le tocan papeles intermedios,
más bonitos o más feos, de acuerdo con las necesidades que se mueven a su
alrededor.
Mi padre me dijo a veces:"no te olvides, los negros fuimos los que hicimos la
independencia" A pesar de que nosotros nos sa-bíamos mulatos, que no era lo mismo.
Pero cuando él se dio cuenta de que yo iba a ser estudiante, me buscó este libro: Los
Inde-pendientes de Color, de Serafín Portuondo Linares, que nunca se ha vuelto a
editar en Cuba. Se editó en 1950, por la Dirección de Cultura del Ministerio de
Educación. Raúl Roa fue el editor. Serafín Portuondo Linares era un marxista
santiaguero; y ni siendo marxista se lo volvieron a publicar.
Tengo la necesidad de empezar por el problema del olvido. En mi casa no se hablaba
de la guerra del 12. Igual que los más viejos no hablaban nunca de la esclavitud.
Después tuve que aprender que la esclavitud fue olvidada no solo por aquellos para los
cuales era el recuerdo de su crimen, sino también por aquellos para los cuales era el
recuerdo de su inferioridad so-cial. Olvidar no era solo de buen tono, era una necesidad
de los dominantes y los dominados. Y este asunto ya debe pertenecer al conocimiento,
en la medida en que el conocimiento puede servir para lo contrario de la dominación,
que es la libe
ración. La necesidad de la gente de abajo de olvidar el gran crimen cometido con ellos
se explica porque hay que vivir, y vivir es adaptarse, adecuarse, y solo en pocas
ocasiones es pro-testar, para negociar, o rebelarse. O incluso para rebelarse y no
negociar. Cuando sucede lo último, queda después entre las fechas importantes para
siempre, son las efemérides de las revoluciones.
El olvido de 1912 es explicable. En un momento prolongadísimo de la historia, lo
tratamos de olvidar todos. Después del triunfo de 1959 hubo tantos cambios tan
profundos en Cuba que el olvido adquirió otras causas, sobre todo, sostener que todos
los cubanos somos uno, que no hay diferencias entre nosotros. Eso nos daba fuerzas
para sobrevivir, para enfrentar victoriosamente a los Estados Unidos, que es tan
poderoso, y para algunas cuantas cosas más. Una unidad necesaria de la cual nunca
se hablará demasiado; pero también una unidad que puede ser sumamente mal
entendida, y lo ha sido.
Hemos tenido que sufrir una crisis económica violenta y un desprestigio total del
socialismo en la década de los noventa para que empezáramos, entre otras cosas, a
aprender acerca de nuestra diversidad. Además de brindar conocimientos, la Historia
siempre tiene funciones sociales. En ambos sentidos entiendo que es imprescindible
conocer qué pasó en aquel verano del año 1912 en Cuba, sobre todo en el Oriente de
Cuba, para conocer nuestra historia y también en relación con la lucha contra el
racismo en la Cuba actual.Tiene que ser una lucha de todos, no de negros, ni de
blancos, ni de mulatos, sino de todos: ahí sí la unidad tiene que ser importantísima.
Para que el racismo deje de ser uno de los rasgos de la cultura cubana. Me gusta
decirlo así, porque a veces se dice que la cultura cubana es tan buena, y lo otro es lo
malo. Sin embargo, el racismo tiene su carta de ciudadanía en la cultura cubana del
siglo xix, y no la tiene por gusto. La mayoría de la fuerza de trabajo de Cuba eran
negros explotados como esclavos: el racismo fue necesario. Pero hoy persiste una
acumulación cultural de racismo. Que hoy ya no sea necesario no quiere decir que ya
no exista.
Lo que sucedió en los primeros años de la República, en 1912, no era tan necesario.
Desde veintiséis años antes ya no había es-clavitud en Cuba, pero había sucedido un
evento todavía más importante: la gran Guerra del 95, que no consistió en grupos de
patriotas cargando al machete, sino en la transformación profunda de una parte
fundamental y enorme del pueblo cubano a través de sus prácticas revolucionarias.
Cambió el pueblo, se volvió capaz de no formar parte de un pueblo de castas, de exigir
la repú-blica, la ciudadanía, la igualdad total, la democracia, y de obtener la libertad
peleando, muriendo en masa. Ese holocausto cambió la historia de este país. Incluso,
de ahí es que viene el gentilicio cubano. Y la población humilde de Cuba desempeñó
un papel de protagonista.
Era imprescindible, entonces, un cambio en la construcción racial. La idea de raza, en
todos los países, es una construcción social. En este caso, era imprescindible que se
echara abajo. Y contábamos, primero, con esas prácticas que cambiaron tanto a la
gente; segundo, con el pensamiento de José Martí, que fue tan lejos. Martí planteó una
crítica profundísima del concepto de raza cuando ese concepto era aceptado
mundialmente entre los últimos avances de la ciencia. Había la convicción profunda de
que el hombre blanco tenía sobre sus espaldas la pesadísima tarea de civilizar al resto
de las personas del planeta, de todos los colores. Y en ese tiempo se produjo en Cuba,
además del primer ejército plurirracial en sus mandos en la historia de América, un
pensamiento como el de José Martí.
En los acontecimientos de 1912 participaron miles de veteranos de la Guerra del 95,
desde el padre de Portuondo Linares, capitán del Ejército Libertador —a quien Serafín
le dedica el libro— que se alzó con los Independientes de Color, hasta José Miguel
Gómez, que fue mayor general del Ejército Libertador, el mayor responsable, en última
instancia, de aquel crimen, porque era el presidente de la República, y porque había
ensayado rejuegos políticos con dirigentes del Partido de los Independientes de Color.
La protesta armada del 20 de mayo de aquel año tuvo lugar de modo que coincidiera
con el décimo aniversario de la instauración de la República. Al fin nos damos cuenta
de que sí
hubo una República —porque no era una pseudorrepública, eso es una tontería, era
una República—, y ella constituyó un avance tremendo para la gente humilde.Tanto los
que celebran mucho a la República, en contra de la Revolución que triunfó en 1959,
como los que desde nuestro lado mantienen la idea de que fue algo despreciable, no
se dan cuenta de que coinciden en reproducir un enfoque de clase media.
La gente que se sacrificó en masa por ella y ahora tenía que sobrevivir, comprendía
que la República, además de satisfacer el gran ideal nacional de liberarse del yugo
colonial, era algo im-portantísimo, y muy bueno para ellos. En primer lugar, para esta-
blecer al fin su identidad como parte digna de la sociedad; en segundo lugar, para
poder ser ciudadanos, votar los varones, exi-gir derechos y que los tuvieran que
respetar más. Además, para poder pertenecer más libremente a instituciones; tener,
quizás, la probabilidad de conseguir tierras para trabajar por su cuenta; y también el
honor de haber participado en una gesta que había obtenido el triunfo. La condición de
veterano, por ejemplo, era una dignidad diferente por completo a la de don y doña, y
estaba al alcance de miles de personas que la obtuvieron por sus méritos personales.
El coronel Pedro Ivonet fue uno de ellos: marchó de Oriente a Occidente con Maceo e
hizo toda la campaña de Pinar del Río al frente de su regimiento "Invasor oriental"; el 4
de noviembre de 1896 recibió una bandera de honor del general Antonio Maceo por lo
que se había distinguido el regimiento. Él fue uno de los máximos dirigentes del PIC
asesinados en 1912. Sería justo y conveniente hacerle alguna recordación perpetua,
por ejemplo, aquí en La Habana. Pedro Ivonet y su hermano, el comandante Ramón
Ivonet, el abanderado de la Invasión, que murió peleando en Tumbas de Estorino, son
de esos soldados orientales que están enterrados en todas las provincias del país,
donde cayeron luchando por la libertad de Cuba.
Sin duda, el peso del racismo antinegro tuvo una fuerza grande en la matanza de 1912.
Pero la idea de reprimir a los campesinos de Oriente era importante para el desarrollo
del capitalismo azucarero en esa provincia; un nuevo desarrollo que necesitaba
quitarles a los cubanos la posibilidad de trabajar por su cuenta,
para que tuvieran que vender su trabajo barato. Un ensayo de Louis A. Pérez —que
apareció en Estados Unidos hace diecisiete años y todavía no lo-hemos publicado en
Cuba—, sostiene que fue una represión de clase contra el campesinado oriental. La
complicidad con el gran crimen del verano de 1912 de numerosas personalidades que
recordamos como ilustres —y buena parte de ellas realmente lo son—, no puede ser
vista meramente con desprecio: debemos tratar de entender el hecho. ¿Cómo es
posible que después que un proceso comienza a retroceder, retroceda tanto? Eso
podría explicar por qué algunas personas a quienes yo sigo respetando, tuvieron, como
personalidades de la República, una actitud bastante fea con relación a lo que sucedió.
Comparto lo que han expresado Tomás y Nancy en sus inter-venciones.
RAFAEL HERNÁNDEZ: Quisiera sugerirles pasar a la segunda pregunta. ¿Qué peso
tuvo la cuestión racial en los movimientos políticos cubanos, en los movimientos
revolucionarios o los movimientos reformistas, y en general en los movimientos
sociales cubanos de la República?
TOMÁS FERNÁNDEZ ROBAINA: LOS partidos de aquella época siguieron trabajando
de una manera muy politiquera, muy superficial, el tema negro. Es decir, del negro solo
se acordaban en la etapa de las elecciones. En las agendas políticas de los partidos de
aquella época, el problema negro no tenia importancia. El partido que moviliza a las
masas, a veces en una dirección no mal intencionada, sino errónea, es la Unión
Revolucionaria, hasta que se funda el Partido Socialista Popular. En la agenda del
Partido Socialista Popular sí hay una intención, una activa movilización de los negros, a
favor de un espacio político en la sociedad. Esto se evidencia, sobre todo, en la
Constituyente de 1940, en la que estuvo Juan Marinello, el presidente de Unión
Revolucionaria en aquel momento. Ese partido sí hizo mucho por darles los derechos al
negro, y a partir de la Constitución del 40 trató de que se creara una legislación que
penalizara los actos de discriminación racial.
Algunos compañeros me han preguntado:"¿Pero de dónde tú sacaste esto?" Yo les
decía: "Está sacado de la prensa y de Fabio Grobart, en una conferencia que dio en la
década del sesenta en la Escuela de Historia, en la que hablaba del error de agosto del
Partido Comunista" Se refería a la tan llamada y celebrada Franja Negra de Oriente,
que es un tema ignorado hoy. Se trataba de una orientación del partido, que promovía
que en aquellos municipios donde la población negra era mayoría, los políticos, los
concejales, los representantes, tenían que ser negros.
Posteriormente, en la agenda de la Revolución, el tema racial no estaba planteado de
antemano, por ejemplo, entre los puntos del programa del Movimiento 26 de julio.
Como dijo un compañero una vez:"lo bueno era que no estaba presente" Y luego del
triunfo se pudo encauzar. Pero uno de los problemas consiste en que tenemos tan
enraizadas ciertas visiones que no nos damos cuenta cuánto racismo hay en algunas
actitudes que asumimos. Conscientemente nadie lo reconoce, pero así es.
NANCY MOREJÓN: Hay una tradición en el periodismo cubano, sobre todo de
vocación independentista, desde el siglo xix, con figuras tan importantes como Juan
Gualberto Gómez y Martín Morúa Delgado. Las generaciones jóvenes de Cuba no
conocen de las extraordinarias discrepancias entre Martín Morúa Delgado y Juan
Gualberto en relación con el papel del hombre negro en el mundo colonial, en el mundo
del siglo xix. Hay que explicar por qué el periódico de Juan Gualberto se llamaba La
Fraternidad, de dónde venía, y por qué todo su concepto en relación con la
organización de la Guerra del 95 y las sociedades de color, en relación con la raza, el
origen de clase, la pigmentación, que es totalmente diferente a las cosas que ocurrían
en Camagüey y Oriente.
Una fecha emblemática es 1791, la Revolución de Haití: los mulatos a un lado, que se
aliaron a la esclavitud, a los colonialistas; y los negros, que son otra cosa. Eso se
heredó en Oriente y en Camagüey. Solo el trabajo y la concepción de Juan Gualberto
Gómez para el mundo occidental cubano arrojó ese otro concepto, en donde si usted
tuvo un abuelo negro, usted puede ser
una persona de ojos azules. Esa es la validez del famoso soneto de Nicolás Guillén "El
abuelo": ojos azules, el pelo rubio, y detrás de usted, allá atrás, está ese abuelo que
usted tuvo y que determina sobre usted. Y ya usted nunca más es un hombre
caucásico, ni es ario; usted es un mestizo, y usted es un negro.
He tenido conocimiento de un estudio reciente sobre Juan René Betancourt en relación
con su periodismo, con sus obras. Y no quiero dejar de mencionar a un pionero
también de todos estos temas, de estos tópicos en relación con el periodismo, que es
Walterio Carbonell, que tuvo una concepción de la historia de Cuba bien polémica.
RAFAEL HERNÁNDEZ: Fernando, yo quisiera que te refieras a este tema que había
empezado a tratar Tomás, para pasar después a algo que ha estado presente en las
intervenciones de ustedes tres desde el principio: el problema de en qué medida
cristaliza una ¡dea o una vivencia de la cubanidad que pueda sertransracial o más allá
de la diferencia racial.
FERNANDO MARTÍNEZ: Sobre tu segunda pregunta: cuando José Miguel Gómez —a
quien tomaré como material de estudio— se postuló para gobernador de Santa Clara,
durante la intervención norteamericana, su propaganda electoral traía una foto de él y
al lado una de Martín Morúa Delgado, que era mulato. A Gómez le hacía falta, por eso
estaba Morúa allí. De Morúa no me voy a ocu-par ahora. Digo esto porque tanto el
partido que después será el liberal, como el partido que después será el conservador,
se vie-ron obligados a tener una política sobre la cuestión racial. Todo partido político
cubano en ese momento estaba obligado a tenerla. No por elección, o porque fueran
sabios, sino porque el Estado cubano era fruto de una revolución popular, nacionalista,
por el cual la gente humilde peleó, y una gran parte eran negros y mulatos, totalmente
convencidos de su valía, y de que había que hacerlos tan ciudadanos como a los
demás. Ese elemento estaba en la política cubana desde un inicio, y fue un gran
adelanto. Ahora que estamos mirando los actos de barbarie, debemos tener eso en
cuenta. Por eso Menocal pudo
recibir a Marcus Garvey en el Palacio Presidencial en 1920, a pesar de que él era "el
Mayoral"; y por eso José Miguel Gómez debió tener también relaciones, hasta algún
punto, con los Independientes de Color.
Nancy recordaba cómo en la insurrección de 1906 contra el continuismo de Estrada
Palma hubo una participación muy fuerte, sobre todo de veteranos negros y mulatos, y
esto puso una impronta al inicio del gobierno de Gómez.También ella recordaba el
hecho de que la protesta armada era en aquel tiempo una forma política de presionar;
por esto es que yo hablaba del gesto del PIC en el décimo aniversario de la República.
Los del Partido Independiente de Color no se fueron al campo a pelear, sino a
presionar.
Ahora bien, hay una historia que tiene que ver con tu tercera pregunta, de en qué
medida cristaliza una idea o una vivencia de la cubanidad que pueda ser transracial o
más allá de la diferencia racial. En el caso de la organización sindical en Cuba, si
miráramos fotos de los miembros de centros de trabajo de inicios del siglo xx, en
muchos casos veríamos que eran todos blancos, en otros casos había muchos que no
eran blancos, y en otros, tenían cara de españoles, porque eran españoles. Es que se
trataba de mantener, al servicio de determinados intereses sociales, las divisiones entre
los trabajadores. Hubo una evolución —de la que formaron parte importante las luchas
sociales— que fue cambiando ese cuadro. Cuando se formaron en Cuba grandes
sindicatos combativos —los anarcosindicalistas estuvieron a la vanguardia en ese
movimiento— fue un tipógrafo mulato de Sagua la Grande, Alfredo López, el más
grande de los dirigentes, el que logró hacer una sola federación de trabajadores en
Cuba. Julio Antonio Mella lo consideró su maestro. El dirigente máximo de la
Federación Obrera de La Habana por 1925 era Sandalio Junco, un negro pobrísi- mo. Y
así, en un campo determinado de la organización social, en el sindical, hubo un espacio
para los luchadores que era independiente de su raza, lo que permitió que se
destacaran y promovieran personas no blancas.
En los partidos políticos y en la oficialidad del ejército, existía verdaderamente una
exclusión. En los partidos, en los cargos
esenciales de la maquinaria; en las fuerzas armadas, de un modo más general.
Entre los logros de la Revolución del 30 estuvo también un cambio en la situación
racial. En el segundo capítulo del libro Problemas de la nueva Cuba, de autores
norteamericanos, publicado en 1935 —un libro maravilloso, científico y contrarrevolu-
cionario— se afirma que tiene que cambiar la política racial en Cuba. Dicen:"El cubano
no es igual que el norteamericano" Después de la Revolución del 30 ya no fue posible
mantener unas relaciones interraciales como antes. La Constitución del 40 lo que hace
es reconocerlo, con todo mi respeto para los participantes. Se tuvieron que hacer
concesiones mutuas para poder reorganizar la dominación y la convivencia en el país,
y esa fue la segunda República.
La "Franja Negra de Oriente',' a la que se refirió Tomás, era una consigna del Partido
Comunista cubano entre 1929 y 1935. Estaban sujetos a la estrategia de la III
Internacional, que orientaba a los comunistas conceder importancia a las
nacionalidades que hubiera en sus países, y luchar porque se les reconociera un
régimen autónomo. Si había regiones autónomas en la URSS, en Cuba podía haber
una también. Como desde Manzanillo hasta Guantá- namo se nota la presencia negra
en una proporción demográfica mayor, le llamaron a esa región la Franja Negra de
Oriente, y llamaron a luchar por su autonomía. En los manifiestos de aquella época
aparece como una de las consignas centrales del Partido Comunista.
En la segunda república, la política de los políticos trata no solo de parecer integradora,
sino de tomar algunas acciones prác-ticas. En 1948, Carlos Prío Socarrás dice en un
discurso muy im-portante de su campaña presidencial que es una vergüenza que un
partido político cubano tenga que poner en su programa medidas a tomar para acabar
con la discriminación racial, cuando ya no debería existir esa discriminación. No es
meramente que él sea un demagogo, es que ya no se puede decir menos. Menocal no
estaba obligado a decir eso.
Tenemos necesidad de ir entendiendo cómo existe una acu-mulación cultural, que igual
que ha mantenido al racismo antine
gro mucho más allá de la necesidad de explotación de una masa, también ha ido
incorporando avances sucesivos de la idea de igualdad entre los cubanos. Según los
datos que brinda Jorge Ibarra, durante la época de la república burguesa neocolonial el
ingreso, la propiedad de la tierra y otras características de la calidad de la vida de los
no blancos estaban, proporcionalmente, en una posición inferior en Cuba, y esa
situación continuaba en los años cincuenta. Pero a fines de los años cuarenta ya
empiezan a trabajar muchachas bonitas, mulatas, en las tiendas elegantes de la calle
San Rafael. Y el diario Prensa Libre las saluda, dice que son preciosas, distinguidas,
cultas, gentiles; lo único que les faltó por decir es que parecen blancas. Pero ya son los
signos diferentes de los tiempos. Durante su gobierno dictatorial de los años cincuenta,
Batista tiene un ministro negro y viceministros negros, y toma algunas medidas
políticas también. No es que no sigan existiendo las discriminaciones, pero se tenían
que someter a los avances de la sociedad.
NANCY MOREJÓN: Conocí la historia de las dos primeras negras que trabajaron en El
Encanto. El asunto era que esas negras que trabajaban como cajeras eran pedagogas.
Tenían que tener un título universitario para trabajar en una caja de una tienda, que era
la mejor de La Habana. Las otras empleadas que estaban allí, eran, prácticamente,
analfabetas; solamente sabían manipular la caja y contar.
RAFAEL HERNÁNDEZ: ¿En qué medida la construcción cultural de lo cubano, de la
cubanía, de la cubanidad, de la identidad del cuba-no como expresión de la cultura,
contribuyó a subsumir o no la identidad separada cultural de negro, mulato, chino,
blanco, ga-llego, en la República?
TOMAS FERNÁNDEZ ROBAINA: Cuando a mí me hacen esas preguntas sobre el
problema de la identidad, de lo cubano, de lo negro, digo que hay que leerse la obra de
Gustavo Urrutia. Urrutia publicó en el año 1935 "Cuatro charlas radiofónicas" cuando
estaba en una campaña para ver si salía electo concejal por La Habana. Esta
sería justamente la mejor respuesta a todo esto de la cubanidad, de que cubano es
realmente más que negro y más que blanco, pero de una manera muy objetiva, porque
él era negro, católico, y,sin embargo, cuando hablaba no lo hacía como negro, sino
como cubano. Pero él decía que había un plus-dolor del negro; es decir, que si el
obrero sufría en la sociedad dividida en clases, el trabajador negro sufría, además de
todo eso, el problema de la discri-minación racial por el color de la piel.
Cuando se trata de decir qué es la cubanidad, el símbolo que representa lo cubano,
tengo muchas dudas, porque yo soy de los que pienso que estamos todavía en un
proceso de formación. ¿Qué cosa es lo que nos define? Yo no podría decirlo. Cuando
dicen que la mulata representa la belleza cubana, con perdón de los mulatos, estoy en
desacuerdo. Hay una negra cubana bella, como hay una blanca cubana bella o una
mulata cubana bella. ¿Cuál es el símbolo? ¿Cuál es la síntesis? No me siento capaz de
elaborar un discurso teórico, conceptual, para decir: "esto es lo cubano".
NANCY MOREJÓN: Hay un viejo refrán que dice:"Cuba es Cuba'ÍY ya. Hay una
cuestión de carácter que va más allá del color de la piel y de la diversidad. Yo estoy de
acuerdo con lo que dice Tomás. La cubanidad es una palabra que debemos a Ramón
Grau San Martín, ¿por qué no decirlo? Pero esa cubanidad también está condicionada
por el tiempo. No es lo misma que la cubanidad del siglo xix. Algunos textos de historia
consignan que la cubanidad comenzó durante los famosos nueve meses en que los
ingleses tomaron la ciudad de La Habana, que ahí fue que nos enteramos que éramos
cubanos, porque nos empezamos a defender. Junto a ese carácter intrépido, tan
particular, está el deseo de defender algo. Esa cubanidad está muy signada por
elementos de rebeldía; como cuando hablaba antes de la rebeldía que nos dejaron los
cimarrones, hasta los ejércitos independentistas y hasta nuestros días. La cubanidad
de los años noventa no es la cubanidad de los sesenta. 1
Sin embargo, es indefinible, más allá de las posiciones ideológicas y políticas. Hay una
cubanidad que es palpable, diversa, que
se forja, y que quizás no se cierre nunca, porque toda cultura tiene que estar abierta,
no puede estar enclaustrada. La cultura cubana es un ejemplo de flexibilidad y de
asimilación del otro. Muchos problemas se resuelven en el Caribe, precisamente
porque han sido lugares donde el hombre ha tenido que asimilar diferentes culturas, los
fenómenos migratorios y que sin esos fenómenos, ninguna identidad se puede definir.
RAFAEL HERNÁNDEZ: Fernando, terminas con esta parte de la mesa redonda.
FERNANDO MARTÍNEZ: Todas las naciones que han llegado a serlo tie-nen un
conjunto de sentimientos compartidos, de representaciones compartidas, de hábitos,
que van desde la gestualidad hasta la dieta. Ellos se pueden identificar en cada nación,
aunque cada nación —como sucede en el caso nuestro— se crea excepcional. Tener
un Estado nacional es un paso decisivo. Ayuda a todos a identificarse de una vez y
para siempre. Ya somos los cubanos, con una bandera, un himno; y además de esas
representaciones, instituciones estatales centralizadas, que van desde el correo hasta
la policía. También se necesita el mercado ampliado, o sea, el mercado capitalista, que
es el otro factor centralizados que hace que todo el mundo pueda ser igual en un
sentido expresado por el dinero que tenga en su bolsillo, pues puede hacer con ese
dinero lo que le parezca más prudente. De modo que capitalismo, Estado, aparato
simbólico y representaciones e historia com-partidas, arroz con frijoles negros, van
formando las naciones.
En nuestro caso —como en el de otros países, no en el de todos—, la participación en
una gesta nacional tremenda completó el tipo de nación al que corresponde Cuba. Y
eso tuvo un efecto determinante sobre lo que nos ha traído esta tarde aquí, que es la
composición racial de la población. No se trata del alcance nacional que viene de una
mulatez, que después de la Revolución del 30 se hizo más aceptada. Cuba es mulata,
se dice. Respeto mucho esa expresión, pero no la comparto. Porque lo
verdaderamente importante en nuestro caso —a diferencia de los Estados Unidos o de
Brasil, los otros dos países con
una esclavitud masiva en el siglo xix— es que la nación surgió de una enorme epopeya
nacional, y de sus resultados ha venido una gran parte de la convivencia entre las
razas, y también las com-prensiones, los acomodos, las renuncias, y la capacidad de
los cubanos para enfrentar y sobrevivir a las más difíciles situaciones a lo largo de los
cien años siguientes, hasta hoy.
Se han incorporado otras cuestiones importantísimas para que llegáramos a ser lo que
se pregunta aquí, cubanos. Diezmada por la guerra, Cuba tenía un millón quinientos
setenta mil habitantes en 1899, y veinte años después tenía, prácticamente, el doble de
población. En treinta años ingresaron al país un millón y medio de inmigrantes. Fue la
segunda gran expansión azucarera de nues-tra historia la que los necesitó. Vino de
España una mayor parte, favoreciendo la idea de los racistas de blanquear a Cuba,
pero también entraron cientos de miles de caribeños negros. Cuba los absorbió a
todos. En las condiciones en que se vivió esa primera parte del siglo, Cuba absorbió
esa multitud de inmigrantes, jóve-nes en su mayoría, y no se desnaturalizó; no se
volvió un país como Guyana, donde se formó un partido político de los negros, y el otro
de los descendientes de hindúes. En los años treinta se actúa en dirección de que
todos los que viven acá sean conside-rados cubanos, y la Constitución del 40 franqueó
totalmente esa posibilidad.
Durante ciento cincuenta años, aproximadamente desde los años ochenta del siglo xvm
hasta finales de los años veinte del siglo xx, Cuba fue un país de inmigrantes. El
economista Julián Alienes escribía en 1950 que la historia económica de Cuba había
sido la historia de su inmigración. Comenzaron trayendo un millón de negros esclavos
en menos de un siglo, en la última etapa de la esclavitud, y 125 000 sirvientes
contratados chinos. Después se reforzó la inmigración blánca de trabajadores en el
siglo xix, y vino el aluvión del siglo xx. Desde 1930 Cuba dejó de ser un país de
inmigrantes. Con la gran expansión del desempleo, comenzó a ser un país de
emigrantes. La gran corriente emigratoria posterior a 1959 ha creado comunidades
importantes de cubanos en el exterior, introduciendo una novedad en el ámbito espacial
de los cubanos.
Yo me siento cubanísimo por razones inexplicables, como todos ustedes, y eso también
tiene el nacionalismo, que es la persistencia de una población específica en hacer y
sentir cosas inexplicables.
RAFAEL HERNÁNDEZ: Les pedimos a los asistentes que tienen preguntas o
comentarios que los hagan.Tienen la palabra.
ESTRADA: Soy profesora de Filosofía en la Universidad de
Pinar del Río, y me siento como el producto de muchas de las cosas que ustedes han
abordado. Nunca como estudiante de Historia ni de Pensamiento, en la propia carrera
de Filosofía, he estu-diado la obra de personalidades negras, ni de África, ni del Caribe
ni de ninguna parte. Mi formación se basa en un pensamiento europeo; he estudiado
algunos pensadores cubanos, pero todos blancos. El pensamiento de Juan Gualberto
Gómez lo vi someramente, atado al de José Martí.
Quiero referirme a lo tocado por el compañero Tomás, y que también abordó Fernando
Martínez. El problema de la asimilación del negro en la República, la búsqueda de
identidad, pero no de una identidad de África, sino de Europa. Pienso que no solo se
puede ver en la República, sino también antes, en el siglo xix, sobre todo marcado por
muchos intelectuales cubanos, entre ellos José Antonio Saco. La unión entre blancos
españoles o criollos blancos con las negras africanas, o criollas negras, daba la
posibilidad de un blanqueamiento de las razas, y estas, a su vez, iban a continuar con
la idea de seguir blanqueándose. No solo era el problema de la pigmentación, sino
también el subjetivo, del modelo de belleza, que hoy se sigue heredando, al punto que,
por ejemplo, yo soy una negra, y como negra, yo me hago un desriz que le hace daño a
mi cabello, pero desde el punto de vista del estereotipo de belleza me es necesario.
Son elementos fundamentales que marcan el estereotipo.
He tenido la posibilidad de participar en eventos donde he escuchado a intelectuales
cubanos afirmar: "en Cuba no hay ra-cismo" En Cuba hay un mestizaje, pero esa es
una manera también de no asumir la realidad de que hay una población negra que está
marginada. En el propio cine cubano, siempre aparecen
los negros en imágenes negativas, en papeles de prostitutas, vi-viendo en solares,
como delincuentes.
GILBERTO MONILL: Soy sociólogo. Pienso que los acontecimientos del 12, el
genocidio o como la historiografía quiera denominarlo, marcan un punto de giro con
respecto a la cuestión racial, de la misma manera que marca un punto de giro 1844,
porque también hubo genocidio entonces. Pedro Deschamps Chapeaux, en El negro
en la economía habanera, apuntaba que, a partir de 1844, los negros no pudieron
plantearse, desde su propio grupo, una problemática que pudiera darle respuesta a su
dinámica de proyección social. Creo que así ocurre con 1912. En este propio año está
el problema de los negros brujos, la cuestión del ñañiguis- mo. Ahí entra no solamente
la pigmentación de la piel, sino también la cultura, los modelos, el de la cultura
occidental, y el de la cultura que viene de África. Concuerdo con el panel en que no es
solamente la cuestión racial, sino un problema cultural y social.
GISELA ARANDIA: ¿En qué medida el Partido Independiente de Color, como un
antecedente a la guerrita del 12, fue rechazado por su sentimiento, por su perspectiva
radical frente al programa de la República propiamente?
No IDENTIFICADO: Quería referirme al papel de la prensa en la época. Si los hechos
pasaron a la historia como una guerra racial, en eso tuvo que ver muchísimo la prensa.
Por ejemplo, aquel banquete en el Parque Central, en cuya mesa central se hizo
mucho énfasis en decir que estaban frente a la estatua de José Martí, después de
haber masacrado a cerca de seis mil negros cubanos. Y muchos no saben que en ese
Hotel Telégrafo que hoy se ha reconstruido, se preparó el banquete para congratularse
por aquel triunfo.
ALEXEI RODRÍGUEZ: ¿De qué manera se puede incentivar, en opinión del panel, que
se conozcan hechos como este? Muchos de nosotros nos hemos enterado de muchas
cosas aquí, que no se saben.
MANUEL AGUIRRE: Se acusa a los Independientes de Color de racismo. Sin embargo,
no hubo en la República otro partido que más com-pletamente comprendiera todas las
partes étnicas de esta cuba- nidad. En el libro citado por el compañero Fernando
Martínez, el de Serafín Portuondo Linares, se habla de la familia Regall y la familia
Nodarse. La familia Regall eran blancos, gallegos que llegaron a Cuba, y uno de ellos
se casó con una negra de la servidumbre, que le decían La Conga. Pues ese gallego
era miembro de los Independientes de Color. He investigado el tema, porque me
apasiona, sin rencores. Ellos tenían unas ideas muy avanzadas, como la de haber
abogado por el socialismo parlamentario en 1909. Y eso lo hicieron los Independientes
de Color.
Hablando de personajes, uno de los personajes que estuvo en la Constituyente, en la
Cámara y fue senador de la República, fue Salvador García Agüero. García Agüero fue
dirigente del Partido Socialista Popular, y el hombre que llevó a la Constituyente e hizo
triunfar en el Senado de manera rotunda la ley contra la discriminación racial en este
país, al lado de Juan Marinello, de Blas Roca; pero de él no se habla. Un hombre que
apoyó la Revo-lución, y que fue embajador de Cuba en Guinea y en Bulgaria, y que
murió en 1964.
DELISBEL PÉREZ: Soy graduado de Psicología. Mi pregunta esencial es: ¿cuál es la
proyección de los formadores de esta sociedad, desde los trabajadores que
compartimos el campo de Humanidades, y qué vamos a hacer para poner todo esto
que hoy estamos con-versando aquí al servicio de las generaciones que van a trascen-
der el momento histórico actual? Porque si no se les prepara desde ahora, entonces un
grupo tan minoritario como este estará hablando dentro de algunos años del
desconocimiento que tenemos de nuestra trascendencia como identidad cubana y de la
identidad de raza. ¿Cómo podemos enfrentar esta problemática?
RAFAEL HERNÁNDEZ: Bien, si no hay más preguntas, adelante el panel.
TOMÁS FERNÁNDEZ ROBAINA: Voy a empezar por la última pregunta, que es similar
a la que han hecho otros compañeros. En el número 7 de Temas está mi trabajo sobre
los estudios y la bibliografía afro- cubana en Cuba. En una de las conclusiones, yo
planteo que esta es una lucha cuyo resultado nosotros no vamos a ver. ¿Qué hacemos
con crear en nuestra sociedad un hombre no racista, si ese hombre es homofóbico, o
machista, o sexista? La lucha tiene que ser integral o no vamos a conseguir nada al
final. ¿Cómo empezar? Voy a hacer una anécdota de mi querido maestro, Pedro Des-
champs Chapeaux.Yo estaba escribiendo un libro sobre el Partido Independiente de
Color en los años setenta. En ese momento, Sergio Aguirre había publicado un artículo
donde decía que bas-taba ya de hablar del tema negro, porque ya ese problema estaba
solucionado en Cuba. Y Pedro Deschamps Chapeaux fue a verme y me dijo:"Mejor
deja de estudiar el tema negro" Otra persona, cuyo nombre no voy a mencionar, me
dijo:"Chico, deja ya a los negros, si ya los negros dieron todo lo que habían dado en
Cuba en el siglo xix" Esto es para que ustedes vean cómo es este problema.
Una vez asistí a un congreso sobre cultura negra latinoamericana. Cuando me tocó mi
turno para hablar ante la audiencia, habían hablado los hermanos ecuatorianos,
paraguayos, uruguayos, argentinos, peruanos, venezolanos, colombianos, y, sobre
todo, los peruanos, los negros peruanos, plantearon las necesidades que ellos tenían,
las demandas de justicia social, de derecho al estudio, de acceso a los estudios
universitarios. Yo me dije:"Bueno, ¿de qué yo voy a hablar entonces acerca del
problema negro en Cuba? Porque nuestro problema, comparado con los que tienen
nuestros hermanos en América Latina, es nada"
La pregunta que ha hecho la profesora de Filosofía refleja que nosotros tenemos el
problema, pero en otra dimensión. Cuba —como dijo Fernando Ortiz en una entrevista
en 1959— es el país donde más se podía luchar contra todos estos males; él
consideraba que era donde menos desarrollados estaban. Todo esto es muy polémico,
pero pienso que en virtud de la revolución social que nosotros hemos tenido, Cuba ha
estado, y está, en las condiciones óptimas para luchar contra todos estos problemas.
En nuestra historia existe una constante: cada vez que vamos a enfrentarnos a un
problema de esta índole —históricamente, el problema negro—, siempre hay una
situación coyuntural, política, internacional, económica; y entonces el tratamiento del
problema se rezaga, se pasa a un segundo plano, y no se atiende. Estoy totalmente de
acuerdo que con el tiempo y la educación se logrará, pero al tiempo y la educación hay
que ayudarlos. ¿Cómo? Con programas. Hay que cambiar el sistema de enseñanza
total desde la primaria hasta los estudios universitarios. En la Universidad de La
Habana se estudia toda la cultura latina, pero solo se estudia la cultura de origen
yoruba en el Departamento de Arte, desde un punto de vista plástico, pero no como se
estudian otras literaturas. Mientras no cambiemos el programa de enseñanza, y la TV
cubana, y el cine cubano, y todos los medios se pongan en función de eso, va a seguir
persistiendo.
En Cuba, sobre el problema negro, ya se sabe todo; lo que se necesita es acción. No
estoy hablando de acciones afirmativas, porque después me van a acusar de que estoy
muy influenciado por visitar Estados Unidos. Se necesitan acciones, no sé si afirma-
tivas o aseverativas. Pero se necesita acción.
En relación con lo planteado por Gloria, el problema es muy complejo, como lo que
planteó Manuel. Encontré documentación de que, supuestamente, el artillero que
tenían los Independientes, era un español. De acuerdo con las referencias, era
anarquista. Y, justamente, en el momento en que la campaña de la prensa grande en
contra de los Independientes es mayor, en un boletín de un pueblo, creo que de
Artemisa, sale una declaración en la que se plantea que el Partido no es solamente de
negros, sino que también es de blancos. En la prensa se argumentó que al Partido le
era muy fácil burlar el precepto de la Enmienda Morúa simplemente diciéndoles a tres o
cuatro blancos que integraran sus filas. A pesar de que soy un apasionado de los
Independientes de Color, pienso que el Partido tenía una esencia racista. Pero como
dijo Martí, que si por él decir que el negro en nada era inferior al blanco lo acusaban de
racista, que bienvenido sea ese calificativo, porque era un racismo del bueno. Diría que
el racismo de los Independientes de Color fue un racismo del bueno, porque no hay
ningún aspecto del programa que usted pueda decir
que es un programa racista, todo está enfocado en el bien de todos los cubanos.
Aunque es cierto que Gregorio Surín, —que sería el tercer ideólogo del Partido,
después de Evaristo Estenoz y de Pedro Ivonet—, dijo en un discurso —y eso se
manejó en la prensa— que él no resistía ni el cuello blanco. Y es cierto que hubo
manifestaciones muy aisladas de esa tendencia, vamos a decir, radical.
Cuando el Partido pudo comenzara hacer esa propaganda para neutralizar, ya había
perdido su prensa. Ellos tenían, primeramente, el periódico Previsión, que se fundó
aquí en La Habana; había otro que era publicado en Sagua la Grande; y, por último
salió otro, que era Libertad, en Santiago de Cuba. Pero en el momento de la mayor
efervescencia, justamente cuando se inician los debates, ellos no tienen prensa, no hay
espacio para ellos defenderse en la prensa, y, por lo tanto, la prensa exacerbó los
ánimos a un grado increíble. Hay dos folletos donde se plantea que en Cuba ya la
guerra entre negros y blancos estaba declarada, que no hay convivencia posible, y que
una de las dos razas tiene que desaparecer. Obviamente, la que tenía que desaparecer
era la negra. Uno de los folletos (está citado en la bibliografía de temas afrocu- banos y
en los libros que tratan sobre el problema negro) decía que en Cuba la población negra
en cincuenta años iba a desaparecer. Eso fue en el año 12; es decir, que en el año
1962 ya en Cuba no habría negros.
NANCY MOREJÓN: Hay que tener mucho cuidado cuando uno cita una frase, porque
sería inadmisible decir que la Revolución Cubana, fuera de la historia de la población
negra y mulata de Cuba, les dio a los negros, como una cédula, unos derechos en cuya
con-quista los negros no participaron. Por eso me gusta tanto citar a Alejo Carpentier
cuando dice que los cimarrones nos enseñaron, cuando se metieron y se incorporaron
a los ejércitos indepen- dentistas, nos inculcaron el amor a la independencia. Es
delicadísimo pensar en una revolución que está como en una pirámide y allá abajo hay
unos negros que nunca han tenido ninguna relación con el fenómeno de la revolución
en Cuba y en el Caribe.
La mulatez nuestra no quiere decir que el mestizaje sea un problema de los mulatos.
Esa mulatez es una palabra que hay que utilizar metafóricamente: supone un mestizaje
incluso en términos lingüísticos, que no hemos tocado en ningún momento en esta
mesa. Si yo llevo a Alexei o a Delisbel a una región de Sudáfrica, no se van a entender
con ninguna de las personas que tienen su mismo color, su mismo pelo, incluso, su
misma actitud, porque hay otros patrones culturales, no solo otras lenguas en las que
muchos otros negros del mundo se expresan.
Estamos expresándonos aquí en lengua española. No estoy hablando en swahili ni en
bantú, independientemente de que hay un montón de vocablos en el mundo de la
ritualidad cubana, pero no podemos crear una serie de espejismos. A mí me han
preguntado en París:"¿Pero por qué usted no habla del creóle de Cuba?" En Cuba se
habla el creóle de los haitianos que se han asentado, fundamentalmente, en las zonas
de Camagüey y Oriente; pero nosotros los cubanos no hablamos creóle. No pudiera
estafar a nadie en ningún medio académico, en ninguna parte, diciendo que en Cuba
se habla creóle. Y nosotros —el Caribe hispano— somos la excepción de la regla,
porque en el resto de estos países lo que se habla es creóle. Pero en todo este
contexto de raza, de esclavitud, de origen migratorio, el fenómeno de la lengua también
tiene mucho que ver.
Por último, para terminar con el tema de la lengua, considero que hay una gran
diferencia entre racismo, discriminación racial y prejuicio racial. Primero: yo atribuyo el
concepto de racismo a los fenómenos de carácter profundamente culturales, y
presentes en todas las culturas. Si habláramos aquí de cómo en el imagi-nario cubano
vemos a los chinos; y en los chistes cubanos, noso-tros, que somos cubanos, vemos a
los chinos como unos peleles ¿Y qué derecho tiene ningún cubano de ningún color a
ver a un chino inferior? Para nosotros es una cosa verdaderamente natural y normal;
en nuestro imaginario, en nuestro inconsciente, esto se manifiesta, lo que me parece
atroz.
El fenómeno de la discriminación racial es el ejercicio organizado del prejuicio racial en
términos de los derechos civiles y de la vida social. Y el prejuicio racial es algo
prelógico, lo que está
antes del juicio: lo dice la palabra pre-juicio. Se trata de un pensamiento no razonado,
heredado, aceptado de una manera pasiva. Pienso como me dijeron que debía de
pensar y es todo.
En Cuba y en el mundo actual, estas cosas son sumamente contradictorias. Considero
que hay muchos rezagos. Quiero ter-minar con esto del prejuicio racial, que es lo que
está más en la conciencia; pues hay muchos problemas planteados aquí que son de
conciencia, que no hay ley posible que cambie, porque hay una zona del individuo que
es su conciencia, y es su mundo interno, su psicología individual y sobre eso no puede
venir ningún Estado ni ningún gobierno a decir:"vamos a hacer un úkase para cambiar
esto". Se trata de un proceso complicado y lento. En Cuba, en la actualidad, el prejuicio
racial está derrotado, pero no muerto.
FERNANDO MARTÍNEZ: Agrupando un poco las diferentes preguntas, varias se
refieren a la historia misma de lo que estamos analizando. Me parece que evidencian el
interés, que es lo principal, y también el desconocimiento, que sigue siendo una grave
falta en nuestro país.
En relación con lo que planteaba Gilberto, efectivamente, en cierta medida los años
1912 y 1844 se parecen en que fueron un escarmiento. Pero de ahí en adelante no se
parecen más: son eventos totalmente diferentes. Lo tremendo es que José Antonio
Aponte siga sin estar entre los proceres de Cuba. A pesar de que lo mataron y pusieron
su cabeza ahí, en Belascoaín y Carlos III, donde ahora hay una tienda. Ahí no hay nada
que lo recuerde; y tampoco hay nada que recuerde a los que una mañana dejaron de
ser obreros de la construcción en el Palacio de Aldama y se sublevaron. Los esclavos
trabajadores calificados que se subleva-ron ahí en el Palacio de Aldama, que mataron
al capataz, pelearon todo el día, hicieron lo que pudieron.Tuvieron que traer a un es-
cuadrón de La Cabaña y matarlos.¿Por qué no hay una tarja en ese lugar, si ahí está el
Instituto de Historia de Cuba? No es culpa del Instituto, sino de todos, en alguna
medida.
Gisela hacia una pregunta importante: "¿Habrán sido también rechazados los
Independientes de Color por su perspectiva radi
cal?" Sí, también. Eran un elemento subversivo, no por su impor-tancia práctica, que no
era tan grande; incluso, en la vida electoral que tuvieron, obtuvieron poquísimos votos
la única vez que pudieron presentarse. Lo cierto es que ellos plantearon que los
trabajadores debían trabajar ocho horas, debía haber leyes sociales, una reforma
penal, y todo eso era muy subversivo, inaceptable.
Alexei y Delisbel preguntan: "¿'qué hacer?"Tiene que ser de muchísimas maneras. Con
la Historia, en primer lugar. Hay que conocer la relación que existe siempre entre la
opresión de la mayoría por parte de una minoría, y las formas de racismo. Aunque el
racismo no puede reducirse a una función de esa opresión. Nancy nos ha iluminado
muy bien sobre los problemas del pre-juicio, de la discriminación. He tratado de hacerlo
ver con conceptos como los de acumulación cultural. ¿Por qué se puede seguir
pensando y sintiendo como racista, sin base alguna en la necesidad de la dominación
social? Por ejemplo, prejuicios ra-ciales en personas que no están ligadas a una
dominación sobre otra se parecen mucho a los de otros que sí están ligados a la
dominación. Pero no cabe duda de que en el caso de la historia cubana los nexos son
muy fuertes.Tengo la impresión de que el racismo en la actualidad en Cuba,
inconscientemente, es una re-acción contra la realidad del aumento radical de la
igualdad de oportunidades durante varias décadas, aunque no es solo eso. El
socialismo, que es un ideal muy compartido en nuestro país, no admite el racismo y le
niega toda legitimidad. Sin embargo, den-tro de la cultura cubana sobrevive la vieja
idea de que los negros son inferiores. Si uno llega a creer que hay unos cubanos
inferiores a otros por el color de su piel, puede empezar a creer en la legitimidad de las
desigualdades sociales y de la explotación.
NANCY MOREJÓN: Inferiores, brutos y feos.
FERNANDO MARTÍNEZ: Sí, hay muchas maneras de creerlo.
¿Cómo incentivar el conocimiento, y sobre todo la actuación eficaz? ¿Cuál es la
proyección de los trabajadores del pensamien-to? Son preguntas clave, y las
respuestas son muy difíciles. Si la mayoría de nosotros nos ponemos a asaltar todos
los espacios
que existen, a llamar la atención, a tratar de llevar adelante cambios, un día llegaremos
a tener la posibilidad de transformar profundamente nuestro sistema de educación,
para que responda al pueblo y a la soberanía de la gente que hizo este país y lo
sostiene, al igual que el sistema de medios masivos de comu-nicación.
Pero las reuniones para hacer catarsis son demasiado insu-ficientes. Entonces, más
vale que tratemos de encontrar los modos de hacer unas pocas cosas más adultas y
eficaces. Eso va a formar parte del desarrollo de nuestra sociedad, más allá del
problema racial. Todos los problemas importantes, como son complicados, solo se
resuelven con transformaciones importantes. Los Independientes de Color eran
demasiado radicales para su tiempo, pero los cubanos de hoy solo saldremos adelante
si somos demasiado radicales para nuestra circunstancia. Con menos, no.
RAFAEL HERNÁNDEZ: Me satisface saber que un tema complejo como este se puede
discutir sin hacer una catarsis, sin convertir esto en una descarga meramente
emocional, sino que sea un ejercicio de reflexión, de lucidez, de análisis. Y poder
aprovechar estas dos horas que hemos estado aquí, para poder entender mejor el pro-
blema. Ese es el propósito que tenemos en estas sesiones de Último jueves. Les
agradezco a todos por haber contribuido a esta reflexión colectiva, y muy
especialmente a los miembros del panel, por habernos iluminado a todos.
A PROPÓSITO DE EL EJERCICIO DE PENSAR
Diosnara Ortega'
La vida de los revolucionarios está signada por largas luchas en las que casi nunca se
llega a esa entonada lucha final. Cuando los enemigos contra los que se levantan las
revoluciones perviven, entonces les está destinado un camino de conflictos y
enfrentamientos a aquellos cuyo fin será siempre la libertad y la justicia humana.
Fernando Martínez Heredia es uno de estos revolucionarios, también
hereje,"diversionista ideológico" e incluso marxista. Todas estas caracterizaciones han
sido utilizadas como insultos, allí donde no prima un modo revolucionario de pensar.
A propósito de su último libro El ejercicio de pensar, editado por el ICIC Juan Marinello
y Ruth Casa Editorial, Martínez Heredia nos convida a reflexionar en torno a su obra y
el contexto en el que reaparece.
¿Qué sentido tiene El ejercicio de pensar en el contexto cubano actual?
Seguro que lo dices porque el ensayo El ejercicio de pensar se escribió en diciembre
de 1966. Yo lo incluí en el libro por dos razones: la primera es personal, y si se quiere
sentimental. Fue el primer artículo mío que se publicó y tuvo alguna importancia. Pero
la segunda razón es la que responde tu pregunta: yo considero
* Entrevista del 7 de noviembre de 2008 de Diosnara Ortega, socióloga,
investigadora en el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello.
que el ejercido de pensares imprescindible como una caracterís-tica humana.
Frente a todos los que han repetido las formas simplificadoras del marxismo, por
ejemplo, los que creían en la primacía de la mano sobre el cerebro, Carlos Marx decía
en El Capital que las arañas y las abejas —estas estuvieron de moda por las
capacidades que parecían tener— podían realizar actividades mucho más inteligentes
que los operarios torpes, pero que aun el albañil menos capacitado tiene una
superioridad sobre ellas: se representa en su mente el producto de su trabajo antes de
comenzar a realizarlo.
Yendo más lejos, el ser humano que piensa es capaz de levan-tarse aún más sobre la
condición animal, es capaz de sobreponerse a que su actuación se base solamente en
la sobrevivencia y el egoísmo, en la sumisión a intereses que lo llevan a ser mezquino
y negarles un lugar humano de vida a quienes no sean sus familiares y sus amigos.
Esa posibilidad se ha visto de muchísi-mas formas, desde los que creen en el
mejoramiento humano individual hasta los revolucionarios que son capaces de todo por
la liberación de todas las personas. Ella exige un ejercicio de pensar que es superior al
ejercicio del pensamiento corriente, porque tiene que violentar las estructuras mismas
del pensamiento usual. Es decir, si uno se pone a ver con un poco más de profundidad
lo que parece ser una majestad individual del pensar, se da cuenta de que la mayoría
de los pensamientos están siendo guiados por la forma de dominación de la sociedad
en que suceden. El individuo no es tan soberano como cree, ni mucho menos. Se
somete a ese dominio de una manera u otra, muy a menudo inde-pendientemente de
su voluntad. Por ejemplo, ser bueno —esa apelación moral tan bonita— o no serlo, es
un veredicto que en realidad está prefijado por el campo de los pensamientos y las
valoraciones posibles para la persona que cree estar ejerciendo sus facultades y su
albedrío, sin saber que ellos están normados y constreñidos.
Por consiguiente, el pensamiento que quiera elevarse y ser realmente humano debe
ser rebelde a las estructuras usuales de pensamiento. Y todavía más, tiene que
empezar a identificar esas estructuras y ser rebelde a ellas de manera consciente.
Cuando Joaquín de Agüero liberó a sus pocos esclavos en Puerto Príncipe, en 1843,
se pretendió que tenía una enfermedad mental. Hasta sus amigos lo tachaban de loco.
Es decir, podía habérsele ocurrido lo que hizo, pero no podía hacerlo. Y si lo llevó a
cabo, siendo un hombre "de posición" es porque se había enfer-mado. Así llegamos a
otro punto que es muy importante: el pen-samiento tiene que corresponderse con la
acción, el ejercicio de pensar tiene que estar relacionado con la acción. Tiene que rom-
per varias cárceles. Primero, la estructura y el peso del pensa-miento dominante, que
responde a las cárceles de la dominación social, y que puede ser de lo más sutil del
mundo, no tiene que ser brutal. Segundo, la de no ser consecuente con su propio
ejercicio de pensar,flaqueza que aborta y ahoga tantas calidades humanas. Solo
liberándose de esas prisiones puede llegar a ser rebelde el pensamiento. Por eso he
dicho alguna vez que la rebeldía es la adultez de la cultura.
El ejercicio de pensar tiene que corresponderse con una conse-cuencia activa. No
quiero decir con esto que todo el que piensa está obligado a romper con las trabas y
los dilemas que el de-sarrollo mismo de la humanidad le presentó. Puede que una
persona alcance a desarrollar su pensamiento por caminos de liberación y sea reacio a
la actuación. Pero si no es consecuente moralmente, si no se enfrenta a las
encrucijadas en las que es necesario actuar políticamente con soberanía y rebeldía del
pensar, entonces resultará fallido su ejercicio del pensar. Como ves, este asunto se va
complicando.
El ejercicio de pensar tiene su teatro más privilegiado en la revolución. En ella
aparecen pensamientos que nadie había soñado. Por ejemplo, cuando era muy
jovencito yo leía mucho al más grande pensador cubano, José Martí, que decía:"la
tierra es del que la trabaja" Los compañeros míos de entonces también consideraban
que el pensamiento de Martí era la guía superior. En cuanto triunfó la Revolución, y
antes también, trataron de llevar a la práctica ese pensamiento. Pero en menos de dos
años nos dimos cuenta de que teníamos que pensar mejor los problemas del mundo
rural de Cuba. Era una realidad que gran parte de la gente que llamamos campesinos,
que vivían en los campos y allí
trabajaban, no estaban tan interesados en obtener la propiedad de la tierra, sino en
tener otras muchas cosas más: que nunca más hubiera represión, trabajar todo el año
con salarios mejores, atención médica para sus familias, maestros para los niños. Cada
vez querían más cosas, pero no exactamente lo que habíamos pen-sado nosotros,
siguiendo un pensamiento revolucionario ya ela-borado previamente. La cuestión se
vuelve, por tanto, más com-pleja, porque exige que el pensamiento se revolucione a sí
mismo una y otra vez. Sin dudas estamos hablando de un ejercicio difícil. Pero al
mismo tiempo, sostengo que es un ejercicio imprescindible.
Se puede pensar el mejoramiento humano y el cambio de la sociedad sin salir del
sistema capitalista, o pensarlo contra la dominación capitalista. No me referiré al primer
caso, sino al nuestro, el que llamamos socialismo. En él es ineludible no solamente la
liquidación del poder del capitalismo y de sus sistemas político, represivo y de
hegemonía, de sus relaciones económicas como rectoras de la vida de la gente, de su
modo de apropiación; es imprescindible que al mismo tiempo se vaya produciendo la
expropiación del mundo espiritual, la expropiación cultural en el sentido inmaterial, de
demolición de una cantidad de fortalezas de la sociedad de clases que están dentro de
las personas. Es forzoso que se dé una aventura intelectual nunca antes soñada, una y
otra vez, para que la transición socialista —es decir, el régimen revolucionario de tipo
comunista que pretende en las condiciones reales del mundo cambiar de manera
liberadora las relaciones sociales y las individualidades— se prefigure de una manera
muy superior a lo que ha sido; que se tengan intuiciones, razonamientos; que se haga
normal debatir, que se discuta, que se convenza a la gente, que se conduzca y no que
se domine de manera más o menos autoritaria. Es decir, que vayamos aprendiendo la
liberación, y que se vaya enseñando la gente mutuamente, no unos a los otros
solamente, sino mutuamente. Todo esto exige que el pensamiento tenga un lugar muy
importante y creciente.
Entiendo que la posición acertada es la que privilegia la praxis: la creación consciente y
cada vez más masiva de nuevas relacio
nes e instituciones, y de una nueva cultura. Entiendo que el cen-tro del pensamiento
del Che es que el factor subjetivo tiene que ser el fundamental en todo el proceso de la
revolución, y com-parto esa ¡dea. Para poder desempeñar las tareas y los papeles que
tiene delante de sí, el factor subjetivo está obligado a formar conciencia, y a hacer
masiva esa conciencia. De ahí que el ejercido de pensar no es una frase que quiere ser
feliz, sino un deber muy grande. Le puse así a aquel artículo que escribí por las
madrugadas cuando era muy joven, porque creía que en aquel momento en que
estábamos eso era imprescindible. Hoy he cambiado un poco, ahora creo que en todos
los momentos es imprescindible.
El 3 de julio del 2007, cuando expusiste en el ISA tus diez rasgos del dogmatismo, se
produjo una ovación. ¿Fue esa respuesta del público allí presente una reacción ante la
vigencia de esas características dentro del pensamiento social cubano y del proyecto
mismo?
Sin dudas sí, porque el problema de cómo sobreviven ciertas características negativas
a lo que algunos con razón han dicho que son sus condiciones de existencia, es un
problema sumamente importante. Por ejemplo, el racismo, los condicionamientos
verdaderos del racismo en Cuba son del siglo xix. El racismo fue un elemento cultural
muy necesario para la dominación en el siglo xix, cuando el modo de producción fue
una gigantesca empresa que tenía en su núcleo fundamental a personas que eran
propiedad de los patronos, los esclavos, y la clase dominante en lo económico renunció
a ser clase nacional y a que el país fuera independiente, para no renunciar a la
ganancia y a su posición de poder. El racismo fue elaborado y tuvo que ser impuesto,
porque al inicio del siglo xix, tan moderno como aquellos propietarios criollos, parecía
imposible sostener que unas personas fueran inferiores a otras.
La desaparición de la esclavitud y la independencia nacional estuvieron profundamente
ligadas en Cuba. Las prácticas libera-doras y el desarrollo del abolicionismo
revolucionario en la Guerra de los Diez Años, las ideas y la acción del Partido
Revolucionario Cubano de Martí y el evento decisivo de la Revolución del 95,
cuando el pueblo de Cuba en masa emprendió una guerra popular y arrostró un
genocidio en que murió casi la quinta parte de la población, la ideología mambisa,
republicana y de democratismo muy profundo, todo exigía que la política impulsara
junto a la libertad personal y la república democrática, a la justicia y la igualdad. El
racismo no tendría ningún asidero. Sin embargo, la guerra triunfó pero la revolución fue
asfixiada, la república fue burguesa y neocolonial, y el complejo cultural que se ha
creado y desarrollado a través de generaciones, y que comparten las personas, posee
muy fuertes tendencias a la permanencia, y muchas capacidades de resistencia. El
racismo se recompuso y participó en la construcción social de raza y racismo de la
república de la primera mitad del siglo xx. Sus discontinuidades y sus nexos respecto al
racismo del xix, el alcance y los límites del antirracismo posrevolucionario, son
lecciones que están a nuestro alcance. Las experiencias históricas ayudan mucho.
El dogmatismo que combatíamos nosotros en los años sesenta tenía sus raíces en una
inconsecuencia tremenda. La Revolución Cubana que triunfó en 1959 acabó con el
capitalismo, pero desde el inicio tuvo que romper con lo que llamaban el socialismo.
Por eso el Che escribe en su diario, en Bolivia, el día 26 de julio: "rebelión contra las
oligarquías y contra los dogmas revolucionarios" En los años sesenta, Cuba era una
herejía para la URSS y el movimiento internacional identificado con ella. Cuando nos
enfrentábamos al dogmatismo, en realidad nos oponíamos a aquellos que creían que
tras la liberación del país había que aprender un nuevo sistema de dominación en
nombre del socialismo. Es necesario tener esto en cuenta cuando recuperamos la
memoria de las polémicas que en aquel tiempo se ventilaron en los terrenos de las
bellas artes. No era solo si Proust, Joyce y Kafka eran tres literatos que nadie debía
leer, porque expresaban la decadencia del capitalismo, o si unas corrientes pictóricas
eran "socialistas" y otras eran "burguesas" o si las películas italianas probablemente
fueran de la burguesía también. Clasificar los gustos y ordenar qué se debe consumir y
qué no, formaba parte de una ideología de obedecer y mandar, de clasificar y
condenar, de
legitimar una dominación sobre la sociedad. Hubiera sido la imposición de una nueva
esclavitud en nombre de la liberación.
El dogmatismo se presentaba de una nueva manera, no de una forma brutal. Se
presentaba bajo este argumento: "ahora al fin somos socialistas, e incluso somos
marxistas-leninistas. Todo el que sea socialista y marxista-leninista debe creer en este
nuevo dogma e imponérselo a los demás, y todo el tiempo imponérselo a sí mismo"
Me interesa muchísimo el problema de la desgarradura terrible que se hicieron a sí
mismos muchos individuos que yo llamaría personas decentes, que fueron dogmáticas
y que siguen siéndolo, puesto que por sus virtudes personales nos resulta todavía más
difícil entender la malvada entraña del dogmatismo. La teoría política debería recoger,
aunque fuera de una manera subalterna, la categoría 'persona decente'. Al creer que
están prestando un servicio, hacen todavía más confuso el problema. Por esto me
pareció necesario, el 3 de julio del 2007, al menos tratar de sintetizar y ofrecer alguna
ayuda a los estudiosos y a los que actúan ahora, sintetizando diez rasgos que posee el
dogmatismo, no solo para combatirlo mejor, sino para comprenderlo y liquidarlo a
fondo, entre todos, sin dejarle posibilidad de que renazca, porque renace una y otra
vez. Si renace una y otra vez, no es posible pensar simplemente que sea como la
hierba mala: hay que tratar de encontrar sus raíces sociales, sus raíces culturales, y
relacionar el problema con otros más generales de nuestro proceso de liberación, que
se ha encontrado con sus fronteras y sus límites una y otra vez, económicas, políticas,
internacionales, de amenazas por parte del imperialismo, de los daños provenientes de
la imposición o la copia de rasgos del régimen soviético, de los males que hemos
permitido, alentado o creado nosotros mismos, del riesgo constante de la formación de
grupos con poder que expropien la revolución.
Necesitamos lo que Cintio Vitier definió hace quince años maravillosamente bien:
resistencia y libertad. Solamente con re-sistencia no podemos defender la libertad.
Claro, cuando uno dice resistencia-y libertad enseguida aparece la justicia, porque sin
justicia no es factible la libertad. Más vale que multipliquemos
nuestras capacidades, y para hacerlo no solo hay que acabar con el dogmatismo, hay
que enterrarlo muy profundamente.
Un día te escuché decir que "las ideas siempre tienen que ser superiores al medio en
que se reproducen"¿Podría un resurgimiento del pensamiento crítico revolucionario
subvertir las estructuras desde las que se administran las ciencias sociales en Cuba
hoy, o tendremos que esperar a que esas estructuras cambien mediante otros procesos
y/o voluntades políticas?
Yo creo que peco mucho de optimista histórico, pero siempre me prevengo con un poco
de pesimismo cotidiano. Opino que para que se logre lo que pides tiene que
predominar el revolu- cionamiento. Cuba tiene un promedio tan alto de niveles
escolares y técnicos que las estadísticas deben parecerles increíbles a muchos.Tiene
un desarrollo de la conciencia política tan alto que puede resultar incomprensible fuera
del país. Entonces uno se pregunta, ¿cómo es posible que el pensamiento y las
ciencias sociales no estén a la altura de todo eso? Ya una parte de nosotros hemos
constatado que no lo están, pero persiste una inercia opuesta a cambiar la situación,
reforzada por la incomprensión o la resistencia de instituciones que debían favorecer su
desarrollo. La fuerza de la conciencia política, y la formación especializada de por lo
menos un millón de cubanos, debería ser más que suficiente para que se produjeran
revolucionamientos del pensamiento y las ciencias sociales.
Por otra parte, el ámbito latinoamericano es el más dinámico en el desarrollo del
pensamiento social en el mundo actual; no es famoso porque no es del Primer Mundo.
En los primeros quince años que siguieron a 1959, América Latina tuvo una influencia
decisiva entre los estímulos culturales externos de la Revolución. En los últimos quince
años, las relaciones estatales con la región se han generalizado y fortalecido, y las
relaciones económicas —que eran mínimas— han ¡do creciendo hasta alcanzar un
peso fundamental en nuestras relaciones externas. Pero este nuevo auge es mucho
más complejo y rico. Hace cuarenta años, Cuba se involucraba a fondo en los intentos
revolucionarios de liberación del continente; hoy, decenas de
miles de cubanos atienden la salud de una gran parte de los latinoamericanos, enseñan
métodos para dejar de ser analfabetos y forman profesionales de sus países. Y la ola
creciente de autonomía frente al imperialismo, los poderes populares, los movimientos
populares combativos, la idea de un socialismo del siglo xxi, cuadro en el que Cuba
tiene un papel relevante, alimenta los anhelos de renovar y desarrollar nuestro
socialismo. Todo esto tiene que ser un acicate para el pensamiento cubano y facilitar
que se recobre y avance. Me pregunto cómo es posible que todavía el pensamiento
social latinoamericano avanzado y marxista sea bastante desconocido en Cuba.
No hay nada mejor para avanzar que reconocer los propios defectos. El joven Marx
escribió una vez que la vergüenza es un sentimiento revolucionario. Si superamos la
fase de reconocer los errores y avergonzarnos un poco, y actuamos, sin duda los
logros y las potencialidades inmensas que ya tienen el pensamiento y las ciencias
sociales cubanas serán un terreno más que suficiente. Alguien me diría de inmediato:
¿pero por qué no sucede? Y ahí viene otro problema. Hemos tenido una historia que no
voy a sintetizar aquí, y que abordo a lo largo de todo El ejercicio de pensar. Prefiero
remitirme al libro. Agrego solamente que las in-suficiencias, los descalabros, los graves
errores cometidos en el campo del pensamiento y las ciencias sociales, no pueden
eter-nizarse por el temor de que detrás de su desarrollo sobrevenga la división entre
nosotros, cuando ese peligro, que es real, podría venir del aumento del apoliticismo, de
relaciones sociales que no son socialistas, del egoísmo que está relacionado con el
dinero, con el afán de lucro, que han crecido y pugnan sordamente con la cultura de la
solidaridad y la justicia social. Los enemigos del socialismo cubano, que no son
pequeños ni son débiles, serían más débiles y más pequeños si desarrolláramos más
el pensamiento y las ciencias sociales. Para mí, es necesario que se abra paso a las
iniciativas, la participación y la libertad comprometida con el socialismo. Es necesario
que se unan iniciativas y fuerzas, desde las estructuras y sobre todo desde la gente,
que se unan.
¿Cómo podemos entenderlas fisuras que nuestras ciencias sociales han continuado
profundizando en relación con una tradición de
marxismo liberador y nacional? ¿A qué procesos de poder o a qué tipos de poder
responden estas fisuras?
Prefiero en este caso referirme a las vicisitudes del marxismo. Nosotros asumimos el
marxismo desde una situación muy difícil, cuando parecía tener su centro y su
legitimidad en la URSS. En realidad, el marxismo se arraiga en Cuba en los años de la
Revolución del 30, el marxismo de Julio Antonio Mella, el de Mariátegui, el marxismo
relacionado con el intento de liberar al país de Antonio Guiteras. Después hubo
cubanos que mantuvieron la llama de un marxismo independiente, que concurre en la
formación de las ideas del movimiento insurreccional del 26 de Julio, desde La historia
me absolverá. En los años sesenta, el pensamiento vivió avances extraordinarios y
batallas muy duras —trato estos temas en el libro—, y comenzó a echar las bases de
una cultura propia de liberación. Esos logros, y sobre todo los problemas que planteó,
constituyen una fuente muy valiosa para las tareas y los proyectos actuales.
En los años setenta se consumó la sujeción, el empobrecimiento y la dogmatización del
pensamiento social. El marxismo fue subyugado y sometido a un subdesarrollo
inducido. Esa situación entró en crisis con el Proceso de Rectificación de Errores y
Tendencias Negativas, en la segunda mitad de los ochenta, pero el proceso confrontó
muchas dificultades, y perdió suelo ante la tremenda crisis desencadenada al inicio de
los años noventa. No hubo tiempo ni condiciones suficientes para transformar un medio
que incluía la formación de decenas de miles de personas para reproducir lo que
llamaban marxismo-leninismo (fue una gran ofensa a Lenin llamarle marxismo-
leninismo a la ideología que se impuso cuando los ideales de Lenin fueron
abandonados). En medio de la caída simultánea de los niveles de calidad de la vida y
del prestigio del socialismo, una gran parte de la población joven se alejó de todo el
marxismo, no de una corriente u otra. Las estrategias de sobrevivencia de ciertos
grupos excluían también al marxismo. A mí me sucedió algo muy interesante: después
de tantos años de ser tenido por demasiado heterodoxo, comen
cé a ser visto como un ortodoxo, o más exactamente, como un bicho raro, por ser
marxista. Entonces ser marxista empezaba a ser raro.
Afortunadamente ya no estamos en esa situación, y el marxismo ha recuperado algún
terreno. Nuevas generaciones que no tienen que desaprender el marxismo-leninismo,
porque nunca lo conocieron, y gente heroica de edades medianas estudian marxismo o
se acercan a él. Pero estamos en una fase demasiado temprana, la influencia del
marxismo como epistemología de las ciencias sociales es pequeñísima. Incluso hay
personas capacitadas que sienten un poco de vergüenza de ser marxista, les parece
que no va a estar bien y que no los van a considerar científicos serios. La influencia tan
grande que goza hoy la ideología burguesa tiene un peso enorme en esta situación. El
economicismo, que cuando yo era muy joven venía de Moscú, ahora viene de los
centros intelectuales del capitalismo desarrollado, que han convertido el individualismo
en método y pretenden que el conocimiento de las conductas en los procesos sociales
se mida por el costo-beneficio. Después de los decretos sobre "el fin de" —paradigmas,
metarrelatos, historia—, un economicismo vestido de universidad del Primer Mundo es
exigido en muchos medios para alternar, y también para tener oportunidades de
acceder a algunos gajes materiales del mundo académico. Esta ideología es
"democratizada" por la avalancha de productos masivos en los que los seres humanos
se dividen entre los que tienen "éxito" y los que "fracasan"
Tenemos por delante grandes batallas por librar. Una de ellas es la de asumir el
marxismo. Si digo que es necesario asumirlo críticamente sería redundante, porque no
se puede asumir nada importante si no es críticamente, pero en este caso me atrevo a
insistir, por parecerme imprescindible. En cuanto uno se descuida vuelve a aparecer el
marxismo dogmático. Por cierto, en muchos planteles del sistema educacional cubano
se sigue enseñando marxismo dogmático y se siguen utilizando libros de los que ya
nadie debería acordarse. Lo único sano que pueden hacer los alumnos que sufren esa
experiencia es olvidarla después de los exámenes. Desde varios ángulos, la asunción
del marxismo es
débil todavía, pero creo que va a tener una importancia creciente en la recuperación del
pensamiento y la ciencia social en Cuba. El camino por recorrer es todavía muy largo, a
pesar de que tenemos una cantidad de profesionales mayor que nunca antes, y una
gran cantidad de monografías de excelente calidad.
¿Cómo los intelectuales cubanos pueden ser militantes revolu-cionarios y
comprometidos con la transición socialista hoy en Cuba?
La pregunta es difícil, porque la respuesta siempre es muy com-pleja. Me niego a
responder con una suerte de catecismo; sería un error gravísimo, casi una estupidez.
Pero tengo al menos la sensación de que está claro un requisito: actuar y pensar libre-
mente. El pensamiento debe de ser más libre que otras activida-des, tener menos
condicionamientos.Tiene que ser más libre que sus condiciones de producción, debe
ser superior a ellas. El pen-samiento tiene que parecer a veces, incluso, incorrecto, y
no puede tener miedo a cometer errores. A partir de ahí valdrá la pena, para trabajar
por estar a la altura de un proyecto tan ambicioso como es la liberación de las personas
y las sociedades.
NACIÓN Y CULTURA EN LA CUBA ACTUAL
Yelanys Hernández Kaloián Santos Cabrera*
¿Pueden las expresiones culturales ser termómetros identitarios y puntos de
representación de los cubanos?
Unas sí, otras no. La afirmación es obvia, pero ¿quién lo decide, a qué se atiene, qué
se arriesga? Las expresiones culturales que sí lo son lo muestran claramente por las
emociones y la aceptación general que provocan, o exigen trabajos de difusión, y hasta
de debate e investigación. Los símbolos nacionales, algunas comidas, los bailes de
cubanos, ciertas canciones, formas de religiosidad popular, están sin duda entre los
primeros. Las otras son difíciles de consensuar, definir o aceptar. Doy dos ejemplos de
ellas, elegidos por el valor positivo o negativo que les veo.
El internacionalismo cubano, que tuvo su primera expresión masiva en la Guerra Civil
de España, y que la Revolución multiplicó y potenció a un grado ejemplar para el
mundo contemporáneo. Esta expresión cultural se volvió parte de nuestra identidad,
compartida y practicada como algo natural por los más diversos grupos sociales. Pero
la difusión de su significación y sus razones actuales, la investigación y el debate sobre
el internacionalismo, son muy insuficientes. El racismo antinegro es la otra, expresión
cultural que estuvo presente en toda la formación de la nación
* Entrevista de Yelanys Hernández, responsable de la plana cultural de Juventud
Rebelde, y Kaloián Santos, fotógrafo, realizada el 27 de octubre de 2008 sobre el tema
del título y los desafíos que tienen ante sí los jóvenes cubanos. La entrevista no se
publicó.
cubana, y que persiste a pesar de las gestas revolucionarias que lo combatieron y lo
hicieron retroceder tanto y perder todo su prestigio. La lucha contra el racismo está
siendo auspiciada y avanza, pero choca con los que están ciegos y sordos en cuanto a
ese mal, y con algunos que creen defender la unidad nacional.
¿Cuáles pueden ser las contradicciones que afectan actualmente el equilibrio entre los
conceptos de nación y cultura? ¿Existen causas que limiten el proceso de
enriquecimiento de estos dos conceptos? ¿Cómo resolver estas preocupaciones?
En Cuba esa relación es tan profunda, tan abarcadora, que muchas veces cuando se
dice cultura a secas, se piensa en cultura nacional. Las demás expresiones que
califican a la cultura son las que tienen que ponerse apellido; a veces deben incluso
expli-carse. Esto no es por capricho: el pueblo de Cuba forjó así la relación, porque
creó tanto la cultura como la nación cubanas a través de epopeyas muy grandes y de
sacrificios enormes. Por eso se suele identificar la cultura y la nación, en otros países
no es así; pero en realidad debemos distinguir entre ambas nociones. Ante todo, lo que
llamamos cultura nacional es una fuerza integradora, que de una u otra manera
incorpora y subordina a una diversidad de formas culturales, pero también elimina o
somete a otras que no son aceptadas, por no ser convenientes para el tipo de cultura
nacional que auspicia la clase dominante en la sociedad.
Las naciones en estos dos últimos siglos —y la idea misma de nación— están ligadas
al triunfo y desarrollo del capitalismo. Pero ese proceso implicó la expansión mundial
del colonialismo, que le ha negado a la mayoría del mundo el derecho a formar sus
naciones con autodeterminación de los pueblos, defensa de sus culturas, soberanía y
desarrollo propio. Para nosotros, nación tiene un nexo principal e indisoluble con
liberación nacional. Está clara la complejidad del problema, porque en cada país ha
habido, al mismo tiempo, clases dominantes nativas, cómplices y subordinadas del
imperialismo, pero explotadoras y opresoras ellas mismas. La nación y las culturas de
cada país del llamado Tercer Mundo han sido y son campos de batalla entre las
diferentes re
sistencias, las luchas populares, el ser colonizado, pero también por las
manipulaciones de las clases dominantes hijas del país y por el poder de los sistemas
de dominación del capitalismo mun-dial, que incluye la guerra cultural mundial en
curso.
La extraordinaria diversidad de las culturas y la riqueza y variedad de sus formas —que
nos obligan a analizar siempre los casos concretos—, han sido afectadas por dos
fuerzas centralizadoras más generales: el Estado y el mercado capitalista. En cada
caso se han integrado complejos culturales nacionales, sujetos a modificaciones en el
curso de su historia, a la vez que van sedimentando acumulaciones culturales que les
son específicas. La hegemonía de las clases dominantes —es decir, la capacidad de
obtener el consenso de los dominados y no solo reprimir las resistencias y rebeldías—
es una de las funciones sociales de esos complejos culturales.
La gran revolución que triunfó en Cuba en 1959 y el proceso que hemos vivido en este
último medio siglo lograron unificar al país alrededor de sus logros, sus luchas y su
proyecto. El triunfo decisivo de la liberación nacional solo fue posible porque se dio en
un proceso único con la implantación de la justicia social. Es decir, la nación se volvió
inseparable del socialismo. Las diversidades de nuestra sociedad parecieron fundirse
en los combates y en la obra de la Revolución, y la unidad ha sido desde entonces
hasta hoy un valor político e ideológico fundamental. En muchos casos la unificación se
plasmó realmente en los gigantescos cambios conseguidos, en otros las diversidades
se replegaron o se ocultaron.
En la primera mitad de los años noventa vivimos una crisis de la economía y la calidad
de la vida, unida al desprestigio del socialismo a escala mundial. Sus efectos y los de
las medidas to-madas para sobrevivirá ella siguen siendo importantes hasta hoy. Un
buen número de esos efectos son nocivos, pero otros no. Entre estos últimos está la
mejor comprensión de las diversidades que contiene nuestra sociedad, y la convicción
creciente de que ellas constituyen una enorme riqueza y una fuerza de la nación y del
socialismo, y no son debilidades o generan desunión, como erróneamente han creído
muchos. Quizás la primera fue la
aceptación de la religiosidad y las creencias religiosas. El reconocimiento de la
diversidad en las preferencias sexuales y la aparición de comprensiones desde
enfoques de género es otro campo de avances. La identificación de las desventajas
que afectan a una parte de la población, referidas a su situación dentro de las
construcciones sociales que llamamos razas, y la aceptación de la persistencia y cierto
crecimiento actual del racismo antinegro, es otro avance de estos años. Está claro que
en cuanto a estas y otras diversidades los logros no consisten en que sean cuestiones
resueltas, sino en que ya están presentes, tienen legitimidad y sus avances y
problemas son objeto de grandes esfuerzos, debates y confrontaciones.
La Revolución se ha fortalecido muchísimo en la medida en que ha reconocido las
diversidades de los cubanos y las cubanas, y se fortalecerá aún más si sigue con
decisión por ese camino. En todo lo que vengo planteando están implicadas numerosas
formas culturales, y los conceptos atinentes a la cultura y la nación. No es este el lugar
para argumentar acerca de las cuestiones conceptuales que están implicadas, pero
hago al menos un co-mentario, teniendo en cuenta que por fortuna se ha ido democra-
tizando el uso del lenguaje en estos campos, pero también la falta de precisión
intelectual y de definición ideológica que predomina en el uso de esos términos. Les
doy ejemplos. Los valores atribuidos a "nuestro pueblo" —que jamás incluyen a los
tenidos por negativos— suelen ser citados en abstracto, sin referirlos a conflictos o a
grupos sociales, ni a sus modificaciones en diversas épocas, excepto al ilustrarlos con
anécdotas patrióticas o edificantes, o con frases de pensadores del país. Cuando
escucho la palabra cubanía, calificando las cosas más disímiles y hasta atribuyéndoles
una exclusiva representación, a veces estoy de acuerdo y otras me sonrío por la buena
intención del que lo dice o lo escribe, pero en el mejor caso sería discutible.
Lo que no sería discutible, sino peligroso, es convertir esos calificativos en prenda de
legitimación. Considerar, por ejemplo, que lo que se entienda expresión de cubanía
debe ser lo alentado y auspiciado, y a lo demás no debería dársele espacio, o hasta
debería combatirse. Es imprescindible aclarar o discutir abierta
mente estas cuestiones, porque en nuestra sociedad una descali-ficación como la que
menciono tiene consecuencias prácticas de exclusión o marginación.
Por otra parte, desde hace unos quince años han ido aumentando las diferencias en
cuanto a la satisfacción de necesidades básicas y capacidades adquisitivas en el
interior de la población cubana. La Revolución produjo tendencias, que están entre sus
mayores logros, a la igualación de oportunidades, la valoración de la persona por sus
méritos y la movilidad social a partir del esfuerzo en el estudio y en el trabajo. La gran
crisis de los noventa y la estrategia seguida hasta hoy han incluido pérdidas y límites
en cuanto a aquellos logros. Hoy podemos diferenciar grupos sociales a partir de las
nuevas realidades. A pesar del arraigo tan profundo de la cultura nacional, ese proceso
estimula diferencias culturales —y en más de un caso las crea— que son erosionantes
y contradictorias con la cultura nacional. Como dije antes, lo nacional en Cuba se forjó
y se ha desarrollado en el curso de gigantescos esfuerzos, luchas y sacrificios
populares en busca de la libertad, la justicia social y la soberanía, contra la esclavitud,
el colonialismo, las tiranías, la democracia capitalista y el imperialismo. Décadas de
poder revolucionario y popular convirtieron aquellos logros en costumbres y les dieron
carta de naturaleza.
Algunas formas culturales que practican determinados grupos sociales más favorecidos
niegan —o por lo menos lesionan— el carácter que ha tenido la nación cubana
después de 1959. La situación tiene más aristas, y es. necesario reconocerla más y
mejor, y dedicarle más estudios, divulgación y debates. Al mismo tiempo, existen
expresiones de alejamiento de lo que con razón consideramos valores nacionales, en
algunos grupos que no son precisamente privilegiados. Podría explicarse como una
reacción, no me atrevo a afirmarlo del todo. Pero no cabe dudas de que las dos
actitudes y situaciones —y no solo la segunda— constituyen elementos de disociación
de la unidad nacional, que toman distancia del sentido que le atribuimos a la cultura
nacional.
Cuando retrocede la igualdad de oportunidades se está pro-duciendo un quiebre en las
relaciones culturales. Cuando ganan
terreno la conservatización de la vida y el gusto "de Miami"se está produciendo un
quiebre entre cultura y nación.
A nadie se le ocurriría decir que la corrupción forma parte de la cultura nacional.
Analicemos entonces la corrupción, y mi-rémosla en relación con diferentes grupos
sociales. Es obvio que gran número de personas y familias incluyen entre sus
actividades algunas que no son legales, como parte de sus estrategias para resolver
sus necesidades y anhelos, a la altura de las expec-tativas creadas por una revolución
maravillosa que transformó las capacidades de las personas en el curso de una sola
generación. Existen otras conductas que son verdaderamente delincuen- ciales, sea la
comisión abierta de delitos por elementos que calificamos de antisociales, sean los
delitos que cometen individuos por su afán de lucro, valiéndose de los lugares que
ocupan en la producción de bienes y servicios y en la administración pública.
Las graves deficiencias que tienen nuestros medios de comu-nicación social para
cumplir sus funciones se expresan en los temas que estamos tratando, tanto en las
informaciones como en la formación de opinión pública. Eso disminuye, y a veces
impide, el papel positivo que podrían desempeñar en el enfrentamiento a nuestros
problemas y males.
¿Qué puntos de continuidad y qué puntos de ruptura pueden iden-tificarse en la
representación de la nación en este momento con respecto a otras etapas dentro de la
producción cultural cubana?
En gran parte ya les he respondido, sobre todo respecto al pre-sente, pero me gustaría
añadir algunos comentarios. Soy partida-rio de que se valore el condicionamiento de la
época en que vivieron los protagonistas como parte de la comprensión de las actitudes
y las ideas que tuvieron, y que después identificamos como históricas. Pero a pesar de
enormes diferencias entre ellos, Céspedes, Maceo, Martí, Máximo Gómez, Mella,
Guiteras, Fidel, fueron capaces de comprender sus épocas para luchar contra las
dominaciones que las gobernaban, y se enfrentaron a los elementos culturales que
viabilizaban esas dominaciones. Ellos ca-racterizaron la formación política de la nación
cubana, sus idea
les, realizaciones y proyectos. La historia del pensamiento en Cuba entre fines del siglo
xvm y 1868 tiene vínculos profundos y sostenidos con el devenir histórico del país, pero
no debemos confundirla con los procesos revolucionarios que se iniciaron a
continuación. Frente a una ideología que tuvo su origen y sus causas, pero que hoy no
debería tener espacio entre nosotros, opino que los proceres criollos de la primera
mitad del siglo xix no son los abuelos de la nación cubana, y que sus concepciones y
su ética estaban demasiado condicionadas por su época de esclavitud, ganancia
capitalista, colonialismo y racismo.
El proceso histórico de la cultura cubana también es un teatro de conflicto, y debe ser
un terreno de debate. Es necesario poner en duda lo que hemos creído sin examinarlo,
y también encontrar lo que no hemos visto, las zonas de silencio.
Por ejemplo, me ha interesado mucho entender cómo se mul-tiplicó el número de
intelectuales con la Revolución del 95.Tam-bién el auge de las experiencias, las ideas y
las expectativas democráticas después de la Revolución del 30, y cómo los medios de
comunicación masiva gozaron de una libertad de expresión muy amplia en la segunda
república burguesa neocolonial. Sin duda era una función de la dominación esa
libertad, pero ayudó a la cultura política de cientos de miles de cubanos. Vi un
documental del Consejo de Estado, de entrevistas a los campesinos organizados que
arriesgaron sus vidas para localizar y salvar ex-pedicionarios del Granma, en el cual
uno de ellos cuenta que le llevó comida a Fidel, Faustino Pérez y Universo Sánchez.
Que al ver que uno de ellos era Fidel se lo preguntó, pero este le dijo que se llamaba
Alejandro. Ante esa negativa, el campesino dijo: "se llamará Alejandro, pero también es
Fidel Castro" El entrevistador le preguntó por qué estaba tan seguro, y el viejo le
respondiólo no sabía leer, pero me leían la Bohemia, y ahí venían fotos de Fidel" En
1988, Faustino Pérez narró ese hecho en un recuento de aquellos días que publicó en
Juventud Rebelde.
La democratización de la cultura es un proceso modernizador que está ligado, entre
otros rasgos que posee, a la democratiza-ción de la dominación. En Cuba republicana
ese proceso es, a mi juicio, de una enorme importancia, aunque confrontaba límites
muy fuertes por necesidades del propio sistema capitalista neocolonial y la miseria rural
y urbana, el desempleo después de 1930, el analfabetismo, las carencias o gran
debilidad de la salud y otros servicios sociales.
Un ejemplo del conflicto latente en el interior del proceso histórico y de la cultura
nacional es el Partido Independiente de Color (PIC), fundado en 1908, y la terrible
matanza de 1912. La dirección del PCC creó hace un año una Comisión para
conmemorar el centenario de la fundación de aquel partido. Esa iniciativa causó
admiración, porque no parecía posible. Pero el hecho histórico siempre estuvo allí.
Pocos años después del fin de la esclavitud y de la inferioridad legalizada, los negros y
mulatos de Cuba participaron en masa como combatientes en la Revolución del 95,
que creó la nación y el Estado. Los no blancos de inicios del siglo xx eran una gran
parte de los trabajadores manuales del país y tenían cierto número de técnicos,
profesionales, artistas e intelectuales; también eran una gran parte de los veteranos de
las guerras de independencia. Pero eran víctimas del racismo antinegro que mencioné
al inicio y padecían notables desventajas en empleos, vivienda, tierra, calidad de la
vida, representación política y otros campos. El PIC apeló a las reglas de la cultura
política vigentes, es decir, al partido político y la libertad de expresión, pero a pesar de
ellos fueron perseguidos, calumniados, ¡legalizados y finalmente asesinados en masa
en el verano de 1912.Todo eso fue sometido al olvido.
El rescate actual de esa memoria histórica, las acciones culturales que promueve, la
participación calificada o el interés de muchas personas en ellas y en su divulgación,
son hechos sumamente valiosos, en sí mismos y a favor de la verdadera integración de
los componentes de nuestra nación. Voces relevantes de la cultura de un país pueden
permanecer durante un siglo o más en el silencio. Por eso es un ejercicio indispensable
volver sobre la historia con mejor vista y nueva sensibilidad, apegada a la totalidad de
sus participantes y no a una parte, preguntarnos cómo ha sido, quiénes siguen fuera,
qué voces y procesos faltan. Esa política cultural brindará apor
tes extraordinarios al fortalecimiento y el desarrollo de la nación y el socialismo.
Sobre la participación de los jóvenes...
Esta pregunta me parece tan importante como difícil. No quisiera salir del paso
halagando a los jóvenes, y francamente no me gusta darles consejos. Prefiero tener la
satisfacción de ver cómo ellos descubren solos lo que deben hacer. Pero algo puede
ayudar algún comentario relativo al tema de nuestra entrevista.
Es conveniente tomar conciencia de las desventajas que tienen para participar. Por
ejemplo, no conocen lo suficiente la his-toria de Cuba, de su revolución, las
expresiones culturales y no una parte de ellas; y no los datos meramente, sino los
problemas fundamentales. Sin embargo, los logros más valiosos, que han hecho de
Cuba lo que es, se han obtenido en condiciones en que faltaban elementos cruciales.
En septiembre de 1868, cuando sus compañeros querían postergar el alzamiento,
Céspedes les dijo que España parecía grande porque la mirábamos de rodillas...
Que falten muchos elementos no quiere decir que la tarea es imposible; al contrario, es
un acicate para proponernos que no sigan faltando. No es posible que los jóvenes de
hoy les leguen a los niños de hoy una situación en la cual se encuentren igual o peor
en ese aspecto. Me parece imprescindible la actuación, y no de cualquier modo.Tendrá
que basarse en valores de solidaridad, y participar en la pugna de valores actual, del
lado anticapi-talista y socialista. Pero lo decisivo será la capacidad que tengan de crear.
Estamos llegando a un punto en que no basta con defender, y no están claros los
caminos para avanzar y triunfar. Hay hábitos que tendrán que ser rotos, es
imprescindible una creación de tipo socialista y le va tocar sobre todo a los jóvenes.
Los mayores podemos resistir, debemos ser decentes, podemos ayudar, debemos ser
honestos.
La tarea es perentoria. Estamos siguiendo con mucho interés la crisis económica del
capitalismo, pero el capitalismo no des-aparece por sí solo. Hay que desaparecerlo,
derrocarlo, pero tam-bién es necesario desterrarlo de nosotros mismos. El capitalismo
se mantiene a la ofensiva en la batalla cultural.Tiene muy buenos recursos, estrategias
e inteligencias, y pretende regir la información, la formación de opinión pública, una
parte del gusto, la vida cotidiana, aun la de aquellos que se consideren socialistas.
Confía en ir acumulando fuerzas con esa estrategia, que le ha dado resultado en otros
territorios, y lo va a ensayar con nosotros cada vez más.
Me parece vital saber enfrentar la guerra cultural, no solo peleando contra el
capitalismo, sino creando. El pueblo cubano, que ha adquirido tanta riqueza espiritual,
capacidad técnica y artística, conciencia política, tiene unas expectativas enormes. No
podemos darle cada vez más cabida al ideal de vivir "como se vive afuera" al espejismo
de alcanzar la zanahoria del capitalismo desarrollado. Hay quienes piensan que es
preciso resignarse a la vuelta al capitalismo, otros creen que el capitalismo puede ser
un avance para Cuba, si respeta las conquistas sociales, si no es brutal. Antes nos
bastaba con condenar el consumismo, porque no había consumismo en Cuba. Hoy
estamos forzados a lidiar con el deterioro de un buen número de aspectos de la
manera de vivir que forjamos, con relaciones sociales, estrategias de vida, valores e
imágenes que corresponden al capitalismo, y con la impaciencia, el conocimiento y las
nuevas contradicciones que nos aportan los adelantos que conseguimos a lo largo del
proceso revolucionario. No se trata de "regresar al capitalismo" sino de evitar que el
desarrollo consista en avanzar hacia el capitalismo. Tenemos que desarrollar el ideal de
vivir y soñar aquí dentro, entre todos. Si puede volverse tarea de todos y creación de
millones, es seguro que lo lograremos.
DESAFÍOS ACTUALES DE LA REVOLUCIÓN
lshmah¡r
1. ¿Por qué fue necesaria una revolución en Cuba?
Porque las ansias de libertad y justicia social habían llevado al pueblo de la isla a
combatir contra el colonialismo español y la esclavitud en el siglo xix. Dos revoluciones
entre 1868 y 1898 formaron la nación cubana, y el pueblo arrostró un genocidio y
venció al mayor ejército que ha venido de Europa a América en todos los tiempos. Así
logró la independencia nacional, pero la revolución fue abortada por la fuerza militar de
Estados Unidos, que le impuso a Cuba un régimen de dominación neocolonial y le
arrebató el territorio de la base militar de Guantánamo. La re-pública fundada en 1902
nunca fue enteramente soberana, y aunque tuvo instituciones democráticas, no resolvió
ninguno de los problemas fundamentales del país. Cuba necesitaba reforma agraria y
trabajo para una tercera parte de la fuerza laboral sin empleo, atención médica frente a
una mortalidad infantil muy alta e indefensión de las mayorías frente a la enfermedad,
educación para un millón de analfabetos. El trabajo como sirvienta y la prostitución eran
las dos ramas laborales al alcance de la mujer pobre. La niñez y la vejez eran dos
infiernos. La corrupción administrativa era inmensa y la seguridad social prácticamente
no existía.
* Entrevista realizada por Ishmail el 31 de enero de 2009, en La Habana, y
publicado en inglés en el sitio web ricenpeas.com, en Gran Bretaña, febrero de 2009.
La conciencia política y las ideas avanzadas estaban muy extendidas en la que había
sido la colonia más rica del mundo en el primer tercio del xx, hijas sobre todo de las
revoluciones del último tercio, que crearon la república. Otra revolución, la de 1930-
1935 aumentó mucho esa conciencia, y las exigencias de democracia, honestidad,
soberanía nacional plena y justicia social. Pero otros veinte años de lo que llamo
segunda república burguesa neocolonial produjeron innumerables frustraciones, en
medio de un sistema de democracia política muy desarrollado, que fue roto en 1952 por
la imposición de una dictadura. El sistema político se deslegitimó y una nueva
generación creó una organización revolucionaria y se lanzó a la insurrección armada
para lograr todas aquellas demandas que el pueblo se representaba y exigía. Su líder
fue Fidel Castro.
2 ¿Crees que la Revolución satisface las necesidades y aspira-ciones del pueblo
cubano?
En sus primeros años lo hizo a un grado mucho mayor que lo que el más ambicioso
hubiera esperado. Y así se fue desarrollando una distribución formidable de la riqueza
social entre la mayoría, y revoluciones agraria, educacional, sanitaria, del sistema políti-
co y de las costumbres públicas, hasta alcanzarse servicios sociales universales y
gratuitos, y una nueva institucionalidad socialista. Pero todos esos avances
confrontaron límites muy duros. Estados Unidos trató de destruir por la fuerza al
sistema cubano, y ha agredido a Cuba sistemáticamente desde casi medio siglo;
mantiene un bloqueo económico sumamente costoso para el país, que limita, además,
la soberanía de las demás naciones del mundo. Ser una isla socialista en un mundo
capitalista también se paga muy caro, en innumerables campos. El subdesarrollo que
impusieron el colonialismo y el neocolonialis'mo ha sido una losa muy pesada que
oprime o daña la mayoría de las actividades, propósitos y planes. Son muy notables
también el acumulado de errores cometidos por los propios revolucionarios y otras defi-
ciencias. Súmale la ausencia de victorias populares en América Latina —que Cuba
siempre comprendió como su región de inte
gración— y la dependencia que se vio obligada a tener respecto a la URSS, que desde
inicios de los años setenta se volvió domi-nante en el decisivo sector externo de la
economía y muy per-judicial para el conjunto del proyecto revolucionario.
Al mismo tiempo, Cuba alcanzó más de quince años de bienestar material y seguridad
social con una nueva y diferente idea del consumo, y tuvo una gran revolución en las
capacidades educacionales y técnicas en el curso de una sola generación. Todo esto
promovió finalmente notables saltos en la cantidad y calidad de las necesidades y un
gran crecimiento de las expectativas. Pero ellos coincidieron con el final de los
regímenes de dominación de la URSS y sus aliados; una crisis económica muy
profunda se abatió sobre Cuba, y el socialismo sufrió un gigantesco desprestigio a
escala mundial.
Se conocen bien los hechos de entonces a hoy; me limito a hacer breves comentarios.
Tres saberes populares resultaron de-cisivos frente al deterioro de la calidad de la vida
y los proyectos, y los retos del nuevo período: a) si Cuba regresa al capitalismo perderá
su soberanía nacional; b) al mismo tiempo, la mayoría perderá sus derechos
conquistados y será explotada y dominada otra vez; y c) el régimen cubano vigente
defiende a muerte esa soberanía y la justicia social. A su vez, la dirección del país ha
sido muy eficaz frente a la crisis, muy flexible dentro de ciertos principios, controla las
transiciones que se han dado y la que está en curso, y ha mantenido la unidad política
y la paz social, sin apelar a represiones. Ya se registran aumentos discretos del
bienestar y los servicios, al mismo tiempo que una conciencia política creciente reclama
más participación popular en el conocimiento de los problemas y en las decisiones
sobre ellos.
3. La revolución se hizo para librar al país del despotismo y la élite capitalista, y
para crear una sociedad igualitaria. ¿Cómo lidia entonces la Revolución con la
contradicción de que los turistas representen ahora a la élite capitalista y tengan
privilegios que no tienen los cubanos corrientes?
4. Es el turismo una amenaza para la Revolución?
Prefiero responderlas juntas. El cubano sabe que la mayoría de los turistas que vienen
no son capitalistas, sino gente de sectores intermedios de sus países, que ahorraron
dinero para sus vacaciones. Durante treinta años no hubo turismo, que era la segunda
fuente de divisas en los años cincuenta; fue otro daño inferido por el bloqueo. El país
ha sido capaz de sacar de la nada y desarrollar esa rama, principal en la obtención de
divisas en los años recientes; ya se reciben más de dos millones al año, y la rama
posee una gran infraestuctura, dinamiza la construcción y aumenta en sus insumos
nacionales. En sentido contrario, el turismo generó rechazos fundados, porque activó la
prostitución —que estaba prácticamente erradicada—, ayudó en la devaluación de la
moneda nacional y del empleo en otras ramas, propició diferencias sociales ofensivas a
la igualdad que es tan cara a la vida construida en Cuba, y también introdujo corrupción
y afán de lucro entre cierto número de funcionarios y personas emprendedoras.
El Estado y las organizaciones sociales combaten esos aspectos negativos, con
resultados diversos. Pero el turismo no es una amenaza respecto a mantener la
sociedad de transición socialista cubana. Los riesgos importantes están en otra parte.
5. Están surgiendo diferencias de clases en Cuba, y da la impresión de que los
afrocubanos están marginados y subrepresentados en muchas áreas, incluido el
gobierno. ¿Cómo se ha llegado a esto?
Son dos cuestiones diferentes, aunque tienen relaciones. La tran-sición socialista ya
había sufrido serios daños en la segunda etapa de la revolución en el poder —de
inicios de los años setenta a principios de los noventa—, a partir del recorte al que se
vio obligado el proyecto revolucionario: gran burocratización, eliminación de criterios
diferentes dentro de la revolución, formaliza- ción y unanimismo en la vida política,
dogmatización y empobrecimiento del pensamiento, copia de prácticas e ideas de la
URSS, resabios de mercantilización, y otros. A la vez, la eco-nomía renunció a la
autosuficiencia alimentaria y se sujetó a proveer a la URSS azúcar y níquel más
cobalto, y a recibir energéticos, maquinaria, trigo, vehículos, etc. Pero al mismo tiempo,
se
sistematizó la distribución de la riqueza social entre toda la población mediante el poder
revolucionario y su instrumento esta-tal. Toda la industria, el 79% de la tierra, la banca,
el transporte y las comunicaciones, la educación, la salud, los medios de prensa, el
comercio exterior y la gran mayoría del interno, eran estatales. La seguridad social se
fortaleció mucho. La ideología socialista correspondiente se arraigó profundamente en
las personas.
Esa es la base social que ha sido erosionada desde la gran crisis de los noventa hasta
hoy, pero que resiste con muchos elementos materiales e ideales a su favor y una
política muy enérgica que cuenta con el poder. Por eso el socialismo cubano sigue
predominando en el sistema social y gobernando las transiciones que están en curso.
En mi modo de ser marxista, las clases sociales solo se consuman como tales en las
luchas de clases, y no meramente por la estructura económica y de relaciones sociales.
Por eso examino las diferencias que han surgido y se han acrecentado en el seno de la
población, entre la capacidad adquisitiva y la posesión o la disponibilidad de recursos y
facilidades que poseen sectores diferentes de la sociedad, por causas diversas. Los
que están en mejor situación no me parecen tener suficiente conciencia de sí como una
clase que debe unificarse —ni en la práctica se están unificando—, ni gozan de un
prestigio social como tales. La tendencia a la permanencia de esos grupos sociales no
está garantizada. A pesar de tantas objeciones, me preocupa bastante que en un
mediano plazo —si se dan condiciones favorables a ello— pudieran cristalizar como
clase y encontrar vehículos que comiencen a encaminarlos a pretender lo que sería
consecuente con su ascenso: la legitimidad social y el poder político.
El problema de las razas y el racismo en Cuba es otro. Ante todo, no puedo llamarles
afrocubanos a los negros y mulatos de Cuba, porque el tipo de unificación cultural y
nacional del país sucedió de tal modo que la identidad cubana se hizo básica para ellos
y ha dominado hasta hoy completamente sobre las cons-trucciones sociales de raza.
En la época de la dominación capita-lista existió una historia de actuaciones sociales y
políticas de los no blancos y de construcciones de raza y racismo que no puedo
tratar aquí, pero que es imprescindible para comprender la si-tuación actual. Recalco
solo dos puntos: el nacionalismo cubano tiene un fuerte componente de orgullo de los
negros y mulatos, que se consideran patriotas por excelencia; las ¡deas revolucio-
narias radicales en Cuba siempre han combinado la libertad con la justicia social.
Medio siglo de revolución socialista de libera-ción nacional ha registrado muy profundos
y extendidos cambios favorables para los no blancos, y también permanencias muy
negativas para ellos, en dos sentidos: desventajas prácticas de los descendientes de
los esclavos y de los que vivieron siempre en la pobreza y en condiciones muy duras,
frente a la igualdad formal de oportunidades; y persistencia del racismo en numerosos
ámbitos y aspectos de la vida, rasgo cultural que sobrevive por su propia naturaleza a
la desaparición de las funciones que tuvo para la dominación.
Ante los problemas sociales que referí arriba, y los riesgos de retroceso del proceso
cubano en su conjunto, las desventajas prácticas de los no blancos y el racismo
antinegro pueden crecer. Existe una creciente conciencia de esto, mucho mayor que en
décadas pasadas, en sectores que sabemos que el antirracismo es un aspecto
indispensable en la lucha por la defensa y la pro- fundización del socialismo.
6 ¿Qué canales existen en Cuba para las voces que disienten, las que le exigen al
gobierno que enfrente las desigualdades reales o percibidas?
En la actualidad existe una notable libertad de expresión de las insatisfacciones y
reclamos que hacen al gobierno y a las instituciones oficiales numerosos ciudadanos,
referidas a desigualdades, pero también a otras muchas deficiencias y cosas mal
hechas, o que no se hacen. Ese es un avance real, que el presidente Raúl Castro ha
alentado al declarar que de las divergencias saldrán las soluciones mejores a nuestros
problemas. Lo que resulta verdaderamente nocivo es que muchas deficiencias, errores,
negligencias, malas conductas y cuestiones que pueden resolverse, no reciben ninguna
atención práctica que se corresponda con el nivel de crítica y de conciencia que se
tiene de ellas. Esta es una cuestión de suma importancia, con la que ya comienzo a
responder a tu pregunta 9.
7. La Revolución Cubana se ha convertido en un catalizador del cambio en América
Latina, al inspirara personajes como Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y
muchos. ¿Cuál es el futuro del socialismo en América Latina?
Es cierto, y ese es uno de los mayores aportes de Cuba a las ideas y los esfuerzos a
favor de las transformaciones sociales y humanas que tanto le urgen a América Latina
y el mundo. En este continente —el más preñado de contradicciones en el planeta— se
ha lanzado la idea de un socialismo del siglo xxi, que me parece lo más prometedor
entre las propuestas políticas contemporáneas, por otra parte tan escasas. El
Occidente desarrollado ha probado en sí mismo todas las formas modernas de
organización —incluido el fascismo, la más bestial— y ha sometido al resto del mundo
al saqueo y la explotación del colonialismo, y a su forma madura de universalización, el
neocolonialismo. Occidente nunca ha cumplido su promesa civilizatoria. A pesar de los
avances colosales que aportó a la humanidad, se empeñó siempre en utilizarlos para el
afán de lucro, el individualismo más feroz, su poder y predominio y la descalificación
permanente y racista de una parte enorme de la población mundial. Hoy el Occidente
está encerrado en su profundo egoísmo, su incapacidad de impedir crisis estructurales
y su depredación suicida del planeta en que vivimos. La alternativa socialista europea,
en otra época combatida hasta el genocidio fascista, se cerró a sí misma la posibilidad
de triunfar por mancharse primero con crímenes y utilizar después permanentemente
métodos tradicionales de dominación para imponer poderes de grupos sobre la
sociedad. Fracasó finalmente, por ser incapaz de desarrollar una cultura propia,
diferente y superior, y no solo opuesta a la del capitalismo.
Mientras, América Latina, que probó todos los caminos de Occidente sin dejar de ser
subalterna y esquilmada por los centros capitalistas, hoy parece decidida a declarar su
segunda independencia, como le reclamó José Martí hace más de un si
glo. Sus protagonistas son múltiples. Poderes populares nuevos —Venezuela, Bolivia y
Ecuador— que se hermanan con Cuba y constituyen juntos un polo que practica las
políticas que benefi-cian al pueblo, rescata los recursos, es realmente soberano y
concierta relaciones externas que consoliden su autonomía. Movi-mientos populares
combativos, que desde sus diversidades y autonomías reivindican demandas propias,
se movilizan y apoyan procesos, y fortalecen la soberanía popular. Este conjunto triunfa
una y otra vez en contiendas cívicas electorales y aprueba constituciones muy
avanzadas. Gobiernos de corte más moderado, pero con políticas más autónomas
como latinoamericanos, que favorecen intereses de sus países, activas políticas
sociales, que establecen alianzas o muy buenas relaciones con los poderes populares.
El conjunto forma una colectividad heterogénea que va ganando conciencia y
autonomía, con voluntad de integración regional, que establece nexos económicos
fuertes y comparte campañas sociales, y aprende a confiar en sus fuerzas y su unión.
Quien acuda a los instrumentos de medición del pensamiento clásico con espíritu
fiscalizador puede hacer dictámenes dudosos acerca de esta coyuntura, o mostrarse
escéptico. Pero ahí están las realidades de América Latina y el Caribe en movimiento,
optimista y retadora, un continente que no quiere ser el patio trasero de nadie. Mañana
veremos qué nombre mejor ponerle, ahora está naciendo.
8 ¿Crees que las actitudes de Estados Unidos hacia Cuba se han suavizado como
resultado de la victoria electoral de Barack Oba- ma?
Está todavía por ver cómo serán las relaciones. Pero es indudable que el rescate del
desastre que dejó Bush y el proyecto de Oba- ma exigen numerosos cambios en ese
país y en sus políticas y su actitud ante el mundo. Sus relaciones con Cuba acumulan
medio siglo de agresiones y crímenes, bloqueo, acoso, ilegalidades, conspiraciones.
Además, Estados Unidos mantiene ocupada militar-mente una porción del territorio
cubano que usurparon hace más
de cien años. Sin duda, Obama tendría que ser audaz y honesto para llevar a cabo un
cambio relevante de ese cuadro. Desde hace más de dos años, Raúl Castro declara en
nombre de Cuba la disposición a discutir y negociar, siempre que sea dentro de un
absoluto plano de igualdad y sin ninguna concesión que mengüe la soberanía o cambie
el sistema que el pueblo cubano se ha dado. Es impresionante el apoyo activo que nos
brindan los países de América Latina y el Caribe, y otros en el mundo, recabando de
Obama la eliminación del bloqueo.
Opino que Estados Unidos recorrerá fatigosamente un largo camino para superar el
insondable subdesarrollo político que padece y el desprestigio internacional al que ha
llegado. En cuanto a Cuba, podría pensarse que irán aprobando medidas —como el
cierre de su campo de concentración en la base militar ¡legal— que liberalicen el envío
de remesas familiares y el movimiento de miembros de la colonia de cubanos a Cuba, y
que reconozcan el derecho de cualquier ciudadano suyo a viajar a nuestro país.
Seguramente, los empresarios y los gobernantes estaduales y legisladores que están a
favor de mayores ventas de alimentos y otros productos a Cuba podrán presionar para
obtener un régimen más favorable de relaciones comerciales y otros avances. Es
posible que las formas agresivas de propaganda contra Cuba no sean alentadas. De
ahí —y de algunas otras medidas puntuales— a que se pase a un proceso de
negociaciones y normalización de las relaciones entre ambos países, va un trecho
acerca del cual no me animo a ser profeta.
9. ¿Cuáles son los retos actuales de la Revolución?
Ya te dije uno en la respuesta 6. En el terreno político, se ha producido el relevo de un
gobernante excepcional, Fidel Castro, el líder máximo de todo el proceso desde el
inicio de la Revolución, que es además uno de los políticos más importantes del siglo
xx. Todo sucedió de acuerdo a la Constitución y el procedimiento legal, y la tranquilidad
política del país es envidiable. El presidente Raúl Castro es un dirigente histórico de
primer nivel, que combatió desde el Moneada, alcanzó un alto mando en la guerra
revolucionaria, ha sido uno de los líderes principales durante este medio siglo y el
segundo en rango del país desde hace décadas. Pronto dejará de ser así la sucesión, y
será un momento de prueba. Entre otros, serán los retos de que el poder máximo sea
más colegiado y se reduzca el papel del carisma. Más de treinta años de
institucionalidad favorecen la operación, pero la unidad política —indispensable en
Cuba— tendrá que elaborarse mucho más desde una nueva diversidad. La transición
que complete el relevo de la generación histórica que ha regido el país durante una
época tan prolongada exigirá grandes aciertos de los gobernantes, el funcionamiento
pleno de un sistema político y una legalidad muy elaborados y muy capaces, el
predominio de una conciencia revolucionaria socialista y sobre todo una extraordi-naria
participación popular. Esas mismas cualidades deberán pre-sidir el enfrentamiento y las
soluciones que se den a numerosos problemas y dilemas que ya aparecen o
aparecerán en un futuro próximo, prácticamente en todos los campos importantes de la
vida económica, social y política de Cuba.
Te pongo un ejemplo. ¿Cómo ampliar y profundizar las prácticas democráticas? La
pregunta me remite a otra: ¿en qué consistiría la democracia para nuestro país? Se
examina demasiado a Cuba como un alumno retrasado en "cambios democráticos',' y
ese reclamo carece de valor, porque lo que exigen los reclamantes es que Cuba se
parezca cada vez más al capitalismo. El verdadero desafío es lograr que un pueblo que
tiene un extraordinario nivel de formación política esté bien informado sobre las
cuestiones fundamentales, tenga efectiva participación en las decisiones que se tomen
sobre ellas, controle realmente los procesos y a su vez pueda desarrollar iniciativas que
encuentren modos de convertirse en políticas o en instrumentos legales, si lo merecen.
Estos y otros contenidos configuran lo que podría llamarse democracia —palabra por
demás cargada de sentidos y no exenta de desilusiones— cuando la sociedad no es
capitalista, sino de transición socialista. Se han logrado muchos avances en ese campo
central de lo político, pero también ha habido detenciones y retrocesos. Hoy discutimos
con calor estas cuestiones, al modo pacífico en que se discute en Cuba. Pero estoy
seguro de que
seguir avanzando por ese camino, y con alguna celeridad, es vital para nuestra
sociedad.
El país tiene mucha fortaleza y variables a su favor en la reproducción de la vida
material y en el ámbito de la economía. Las capacidades de los cubanos permiten, por
ejemplo, que casi cuarenta mil personas con niveles altos colaboren al desarrollo de la
salud, la educación, el deporte, la cultura y otros campos en Venezuela. O que las
inversiones económicas o sociales suelan contar con el personal cubano calificado
para asumir sus tareas. Pero la naturaleza misma de la economía de este pequeño
país incluye sensibles debilidades e insuficiencias, y si le sumas las profundas
deficiencias de la organización y el funcionamiento económicos interno y las relaciones
sociales, normas y actos ad-ministrativos ligados a esto, comprenderás que
necesitamos ela-borar nosotros mismos soluciones que implicarán cambios pro-fundos,
y ponerlos en práctica. Sufrimos grandes desventajas en buena parte de las relaciones
económicas internacionales, como cuadra a un mundo injusto en el que imperan las
leyes del capita-lismo y el neocolonialismo. Cuba enfrenta el reto de desarrollar otro
tipo de lazos. Con Venezuela tiene una relación extremada-mente fraternal, la más
estratégica, y con los demás miembros del ALBA; también sostiene relaciones
excelentes con Brasil y otros países hermanos de la región. Y las establece también —
en las condiciones favorables que es posible— con China, Rusia y un número creciente
de países. Todos deben superar el reto de forjar nexos ajenos al carácter de la
orientación subalterna hacia los centros del capitalismo mundial que han padecido
durante siglos.
Si trato de seguir exponiendo desafíos que la Revolución Cu-bana tiene ante sí y para
un futuro previsible, quizás haría interminable esta entrevista. Percibirlos, plantearlos
bien sin agobiarse ante ellos, ya es un gran éxito. A vencerlos habrá que dedicar los
esfuerzos y las inteligencias de todos.
NO HAY DUEÑOS DE LAS IDEAS
Yailín Orta Rivera'
Los dogmas conspiran contra la ampliación y profundización del socialismo. Hay que
participar en la aventura del pensamiento desde el ejercicio de la militancia
revolucionaria y el pensar con propia cabeza, sostiene el Premio Nacional de Ciencias
Socia-les 2006, Fernando Martínez Heredia, a quien interpelamos a pro-pósito de su
más reciente libro
"Hay que abolir dos posiciones erróneas: negar el derecho a otros a expresar sus
criterios y creerse dueños de las ideas"Quien lo sostiene es Fernando Martínez
Heredia, un intelectual orgánico, que ha volcado todo su conocimiento en los procesos
históricos, los problemas de la sociedad y la política, y el pensamiento revolucionario;
que ha investigado una y otra vez frente a cada uno de los desafíos de su país,
buscando más allá de lo contingente.
Con la complicidad de varios amigos llegamos a este diálogo, una tarde aún cercana,
en el Instituto Cubano de Investigaciones Culturales Juan Marinello, a propósito de la
reciente publicación de El ejercido de pensar, que resume la profundidad y riqueza de
pensamiento de este hombre. El título del volumen lo tomó del último de los textos —en
orden de compilación—, y coincide en ser el primero de los artículos que publicó,
inspirado en el discurso que Fidel pronunció en septiembre de 1966 en el Congreso de
la CTC y en cierto número de problemas que existían en ese momento.
* Entrevista realizada por la joven periodista Yailin Orta Rivera y publicada en el
periódico Juventud Rebelde, La Habana, 29 de marzo de 2009.
Después de rebasar las primeras líneas en su lectura se co-mienza a experimentar una
sensación poco común. Y todo porque los capítulos que le dan cuerpo y sentido a este
libro, no solo justifican con su contenido el título, sino que conducen a un recorrido
ajustado al pasado, presente y futuro del país.
En este libro usted aborda varios rasgos del dogmatismo. Situados en los caminos de
Cuba, ¿de cuáles tendría que liberarse siempre el pensamiento en la creación del
proyecto socialista?
En realidad lo que me propuse fue hacer una síntesis y ofrecer alguna ayuda a los
estudiosos. Lo hice no solo con la intención de que se combata mejor al dogmatismo,
sino para que se comprenda y se liquide a fondo, y no renazca una y otra vez.
La pretensión de poseer todas las preguntas permitidas y todas las respuestas
infalibles es el primer rasgo del que tienen que liberarse los aquejados por estos
prejuicios. Si lo mantenemos como regla no es posible el ejercicio de pensar. Cuando
solo las preguntas permitidas son las preguntas, y tiene que haber ausencia de
sospecha de error en las respuestas, el pensamiento se liquida o se suicida. El
segundo aspecto es creer que lo exis-tente no es solo lo que existe, sino lo legítimo. No
hay alternativas y es lo mejor. En un proyecto como el nuestro, esa actitud nos privaría
de capacidad de los cubanos para resolver los problemas, cuando la riqueza mayor
que tiene la Isla es su gente.
Nuestro país no ha sido capaz de tener una siderurgia estu-penda o hacer
complementarias las ramas de la producción agrícola e industrial, pero lo que sí ha
conseguido es desarrollar las potencialidades de su población a una escala
extraordinaria a nivel mundial. Cuba hizo una enorme y sistemática inversión
económica en la preparación de su potencial humano. Eso es lo que nos permite a
nosotros, por increíble que resulte, concebir una campaña de salud y cinco minutos
después desarrollarla, porque tenemos una población capaz de asimilarla. Por esta
razón también tenemos la posibilidad de que decenas de miles de cubanos presten un
servicio intemacionalista como profesionales de altísimo nivel. A esa fortuna verdadera
no le podemos quitar
la maravilla de pensar, porque nos privaríamos de su riqueza mayor.
Otro error que debemos evadir es resultar inútiles dentro del mundo del pensamiento, y
crear confusión y resignación. Hay quienes prefieren mantener el desconcierto, o evitar
las iniciativas y validar el conformismo. Dan dosopciones:obedeceryaplau- dir. Esto es
ajeno y opuesto a la actitud revolucionaria. Si se afirma que a eso se reduce el
verdadero pensamiento revolucionario, se impone una norma funesta: lo más valorado
sería la palabra estéril y el páramo.
¿Con qué otros preceptos estaríamos coronando el dogmatismo?
Si le atribuimos a todo pensamiento corrección o maldad. En este caso desaparece la
posibilidad de pensar, porque lo normal es que sé llegue tanto a aciertos como a
errores, es el camino que hace avanzar. Si unos temen ser calificados de malvados y
otros les adjudican premios o castigos por lo que piensan, se cierra la posibilidad de
que el pensamiento sea útil y se multiplica el oportunismo o el silencio. Cuando la
cualidad que más se aprecia es ser revolucionario, negarle esa condición al que piensa
con su propia cabeza es producir un daño inmenso a nuestra sociedad, porque no solo
es destructor contra el que piensa, también con-funde a muchos y cierra la posibilidad
de que lo hagan, portemor a que los consideren no revolucionarios.
Una agravante de este aspecto del dogmatismo es la aparente condescendencia del
que aclara que alguien "no es mala persona, es que no sabe que está sirviendo al
enemigo sin querer" Estas conductas dogmáticas atentan contra el centro espiritual de
nuestro proyecto, la creación de actitudes y valores diferentes y superiores a los del
capitalismo, que concurran a la formación de personas nuevas.
El dogmatismo se caracteriza también por atribuir significados previos y
denominaciones fijas a todo lo que considera de interés. Nada podrá ser cuestionado o
investigado, no pueden modificarse los juicios que se han establecido. Solo se admiten
cambios en esos terrenos si son consecuencia de nuevas orienta-
dones acerca de ellos. Satanizar o prohibir el conocimiento o la simple información de
todo lo que se considere perjudicial o maligno es otra de las expresiones del
dogmatismo. Pensar que todo lo que no se considera bueno debería prohibirse,
estimula la ignorancia o la hipocresía.
En este caso, la tendencia a distribuir la posibilidad de saber o no algo, ¿qué otro tipo
de efectos podría desencadenar?
Puede llegar a convertirse en una especie de delito estar al corriente de algo que se
considere nocivo, y eso crea estados de angustia o estimula la autocensura. Cuando se
vuelve natural que lo que no ha sido aprobado y ratificado no puede circular o cono-
cerse, nos estamos preparando para asumir que todo lo que esté en duda, lo mejor es
que no se conozca, porque... ¡¿quien sabe?! Incluso hay quien expresa:"si no lo han
aprobado, por algo será" Cada presunción resulta peor que la anterior, y todas
conspiran contra la ampliación y profundización del socialismo. En realidad, eso no
cuida ni salva el socialismo, lo que logra es ir haciendo inermes a las personas y a la
sociedad.
¿Cuáles otras posturas del pensamiento favorecen la permanencia de las relaciones
sociales y la moral de la sociedad que nosotros queremos abolir y superar?
Si nosotros aherrojamos las capacidades superiores de los seres humanos, los
estaremos condenando a permanecer dentro de la cultura del capitalismo, y en parte
inclusive dentro de la cultura de sociedades de dominación previas a él. Solo las
personas que aprenden a ejercer la libertad y la justicia pueden cambiarse a sí mismos
y a la sociedad. Sin sentimientos y pensamientos que sean superiores a las
condiciones de existencia, no habrá socialismo.
Las estructuras dogmáticas del pensamiento fomentan conductas esquizofrénicas. Las
personas condenan en la vida pública lo que se espera que condenen, mientras en la
vida privada piensan y actúan de manera diferente, y hasta contraria.
El alcance de nuestras ¡deas y acciones no puede ser pequeño ni mezquino, porque
estamos obligados a enfrentar y vencer a la cultura del capitalismo, la más abarcadora,
fuerte y capaz de atraer o confundir que ha existido a escala mundial. Frente a la
situación crítica a la que lo lleva su naturaleza actual —parasitaria y cobradora de
tributos, excluyente de gran parte de la población mundial, criminal y destructora del
planeta—, el capitalismo saca un inmenso provecho a esa cultura y a su capacidad de
reformular su hegemonía. Con ellas le hace una formidable guerra cultural a todos los
pueblos —incluido el nuestro—, guerra que tiene el objetivo de lograr un control
efectivo sobre nuestros horizontes de vida cotidiana, de realización personal y de
convivencia ciudadana.
El capitalismo busca y encuentra los modos de rearticularse. En la época en que yo
nací, en los Estados Unidos los negros no podían subir al mismo ómnibus que los
blancos. Cuando yo era un joven, en plena guerra de Vietnam y de un poderoso
movimiento por los derechos civiles de los negros, los Estados Unidos comenzaron a
aceptar que aparecieran dos negros y cinco blancos en los anuncios de camisas. Hoy
nos podemos encontrar en la trama de muchas películas que el negro es oficial de la
policía, y nunca es corrupto. El mensaje cultural de los imperialistas se modifica una y
otra vez, incluso para convertir lo que un día fue símbolo de rebeldía en uno de los
elementos que aseguren la dominación.
Es una pelea muy compleja la nuestra, con el capitalismo a pocos pasos —y a veces
dentro de nosotros mismos—, en la que necesitamos mucha inteligencia, creatividad,
conciencia política, audacia, junto a una extremada firmeza y defensa de los prin-cipios
socialistas. Pero no puede ser una pelea de riposta: lo central es lo que seamos
capaces de construir aquí, con las fuerzas que sí tenemos y con nuestro proyecto de
liberación.
¿De qué debemos precisar para enfrentar esa guerra cultural que se nos hace y que
pretende triunfar desde los procesos civilizatorios?
Hay un conjunto de cuestiones que se escapan de nuestras posibilidades, como ciertos
desarrollos tecnológicos o el control del merca
do internacional. Pero sobre el terreno del cual estamos hablando, los objetivos
fundamentales son alcanzables. Está clara la urgencia y la necesidad de producir más
alimentos y otros rubros principales, fortalecer las estructuras económicas y las
relaciones sociales a través de las cuales se construyen. Pero sería un error creer que
el socialismo vencerá y estará asegurado si nuestra productividad trata de ser mayor
que la de los capitalistas desarrollados. Ese triunfo dependerá del desarrollo de una
cultura socialista, que tiene que ser superior y diferente, y no solamente opuesta al
capitalismo.
Fidel insistía en noviembre de 2005 en algo que había dicho mucho antes, como en un
discurso hace quince años, en la inau-guración de la Asamblea Nacional del Poder
Popular, cuando sos-tuvo que en este país nunca volverá a mandar una nueva clase de
ricos. El reto está planteado de mil modos. Uno de ellos es el de comprender que la
sociedad cubana, que ha hecho una apuesta tan colosal hacia el futuro, que ha logrado
resistir y avanzar tanto, no puede repetir las separación entre las élites y la mayoría de
la población en el consumo de los productos culturales e intelec-tuales, que caracteriza
a las sociedades capitalistas.
En los primeros treinta años de Revolución, Cuba logró modi-ficar la actitud de las
personas entre sí y disminuir mucho los niveles de violencia. La tristeza de saber que
los niños lloraban de hambre y morían de cualquier cosa también se abolió. Y a pesar
de la terrible crisis económica y el deterioro del socialismo, no perdimos esos, ni otros
muchos logros ¿Por qué? Porque los ga-namos entre todos y los sembramos bien.
También había cambiado profundamente la actitud de los cubanos ante el consumo
durante aquellas décadas, siendo Cuba un país tan occidental como el que más; lo
último en música en Estados Unidos aquí se conoce una semana después. El cubano
asumió que en el mundo había muchísimos objetos que podían ser hermosos y muy
apetecibles, pero que no eran para él, sencillamente porque aspiraba a otras cosas y a
otro tipo de bienestar, porque otras eran sus motivaciones. Esa maravilla la hemos
perdido en gran medida en esta última etapa, y es preciso reconquistarla de un modo
nuevo.
Todos los días hay que volver a ganar, probablemente, las ba-tallas que creimos haber
ganado. No podemos retroceder frente
a la colonización mental que ejerce el capitalismo, hay que participar en la aventura del
pensamiento desde el ejercicio de la militancia revolucionaria y el pensar con cabeza
propia, de servir al cambio de las personas y las relaciones sociales en un sentido
liberador. El socialismo tiene que acumular fuerzas culturales suficientes a su favor,
eficaces y atractivas en la lucha contra el capitalismo, y sobre todo en el combate por
las transformaciones de las personas, las relaciones interpersonales y sociales, y la
naturaleza y las funciones de sus propias instituciones.
Debemos también apoderarnos de nuestra historia, investigar sus logros, sus errores,
sus aciertos y sus caídas, y convertir el conjunto en fuerza, para desafiar los problemas
actuales y hacer más ambicioso nuestro proyecto de emancipación nacional.
Cuba venció la tremenda crisis de la primera mitad de los años noventa. Desde su
percepción como dentista social, ¿cuánto pueden afectar su rumbo actual las secuelas
que le quedaron?
Creo que los grandes riesgos que corrió la Revolución en sus pri-meros cinco años de
vida fueron mayores que los sufridos en la primera mitad de los noventa, pero el
momento era otro. Estaba todo comenzando y quedaba casi todo por hacer, por
defender y por satisfacer.
Cuando sobrevino la crisis, la mayoría de aquellas cuestiones estaban resueltas. La
Revolución había pensado, creado y reorga-nizado su propio mundo. Diría que
estábamos en un estado de bienestar socialista, aunque lo cierto es que se habían
acumulado también nuevos problemas y deficiencias. Pero llegó la última década del
siglo, y se desplomaron la economía, los servicios, la calidad de la vida y el prestigio
mundial del socialismo, con la caída de su supuesto baluarte, la Unión Soviética y los
regímenes europeos que se llamaban socialistas.
En esos años se derrumbó la seguridad de que había un punto de llegada factible y
que incluso no estaba lejos. Se desmoronó un grupo de certezas. Fue tanto el estrago
que restaurar todo hu-biera sido demasiado difícil. Una variante fructífera fue recuperar
unas cosas y cambiar otras. Así se comenzó a rebasar la crisis,
pero aparecieron nuevas complejidades. Las tensiones aumentaron, porque junto a las
carencias y escaseces crecían las expectativas de la población. El salto descomunal de
la educación en el curso de una sola generación propició ese auge de necesidades y
deseos. Fue imprescindible apelar a otros instrumentos, motivaciones, tipos de
actividad, metas.
El país se vio obligado a replegarse sobre sí mismo y echar mano a sus recursos y
fortalezas, posponiendo más de una vez la valoración de los medios y arbitrios que se
utilizaban. Pero Cuba pasó la gran prueba y sobrevivió, y en la segunda mitad de los
noventa organizó la viabilidad de su vida material y su reproduc-ción económica. La
vida social experimentó profundos cambios. La política social de la Revolución fue
priorizada y salvada, como la soberanía nacional y las instituciones y relaciones
fundamen-tales. Pero muchos rasgos de la manera de vivir que habíamos tenido se
deterioraron en mayor o menor grado, crecieron las desigualdades entre grupos de la
población, descendió el peso del trabajo asalariado, la doble moneda distorsionó
innumerables campos y se registraron apreciables retrocesos ideológicos.
No es posible detallar en este espacio los elementos que es-timo principales de los
últimos quince años —lo he tratado de hacer en un conjunto de escritos—, pero
entiendo que el peso negativo acumulado sigue en pie, al mismo tiempo que el país ha
seguido fortaleciendo su sistema y su capacidad de responder a las diversas
coyunturas de su transición socialista desde una posición revolucionaria. Por lo demás,
se libra una sorda lucha entre los valores del socialismo y los que solo encontrarían
satisfacción en un regreso al capitalismo.
También tenemos muy buenas variables externas a nuestro favor, sobre todo una
América Latina que ha echado a andar, con varios poderes populares que tratan de
construir nuevas sociedades con vocación de creación del socialismo. El campo se
amplía velozmente en la región, a través de alianzas y de órganos de integración, que
tienen un signo común de inmenso valor: la au-tonomía frente a los Estados Unidos, la
defensa de los recursos naturales y de la soberanía nacional, y la disposición a que las
políticas públicas tengan como horizonte un real compromiso
con el bienestar de las mayorías. Cuba está participando en ese proceso, con aportes
sumamente importantes y su inmenso pres-tigio, y los nexos que contrae y desarrolla
favorecen su capacidad de defender y profundizar su propio rumbo socialista.
Pero aún queda un camino inmenso por recorrer internamente. Hay que seguir
movilizando recursos humanos y materiales en acciones sistémicas dirigidas contra las
desigualdades que se crearon y a favor de aumentar las oportunidades de los grupos
sociales más afectados. Es imprescindible organizar cada vez mejor la producción,
darle al trabajo un papel central, perseguir la autosuficiencia alimentaria, entre otras
tareas. Y poner en el orden del día formas efectivas de participación que multipliquen la
acción política de la población y la fuerza del proceso. Sin olvidar nunca que rige para
esas tareas la constante de medio siglo: el bloqueo imperialista, la pugna entre
capitalismo y socialismo y el férreo peso del subdesarrollo.
Tiendo a creer que todo debe emprenderse en un plazo muy breve, pero puedo estar
equivocado. Después de decirme que hace falta que algo suceda urgentemente, me
sorprendo preguntándome: ¿será verdad que debe ser con tanta premura? Al estudiar
el proceso de las últimas dos décadas, me ha llamado la atención que uno de los
rasgos que se ha abierto paso en la estrategia nacional es la lentitud.
¿Cuán imprescindible deberá seguir siendo el ejercicio de pensar en una Revolución
que, desde hace cincuenta años lanzó a los cu-banos al centro de la aventura de la
liberación de las personas y las relaciones humanas?
Muy bien lo de aventura, de eso se trata. Los que creían saber mucho le negaron a la
insurrección de los años cincuenta la posi-bilidad de ser y de vencer. Hace cuarenta y
cinco años, el Che tuvo que rebatir la idea de algunos expertos de que Cuba no podría
ser socialista, porque sus fuerzas productivas no tenían suficiente desarrollo. Hace
quince años, gente sabia llegó a la conclusión de que Cuba socialista no tenía ningún
futuro, al faltarle la URSS; los buenos lo dijeron con dolor, los otros con entusiasmo. No
me
parece acertado sacar de mis ejemplos la conclusión apresurada de que no vale la
pena el pensamiento, si se equivoca tanto en cuestiones tan importantes. Pensemos
por un momento en el pensamiento que se les opuso en cada caso, en la soledad, en
desventaja o a contracorriente. Esos pensamientos salvaron al ejercicio de pensar,
porque no tuvieron temor a su debilidad, sus circunstancias y sus adversarios, a no
saber si la historia les daría o no la razón. Cada uno tuvo que ser crítico y ser creativo,
no pudo copiar. Cada uno prefiguró a la actuación revolucionaria^ a la vez fue hijo de
ella.
La aventura no termina, continúa, le falta bastante camino por recorrer. Y al
pensamiento en ella, prefigurando a la actuación, al mismo tiempo que es hijo de ella.
DIEZ CUBANOS DISÍMILES AVIZORAN EL 2010
José Alejandro Rodríguez Alina Perera*
La llave de 2010
En el 2010 Cuba seguirá desafiándonos. Necesitamos estudiar, investigar y conocer el
país actual, sus realidades, conflictos y tendencias; las personas, grupos sociales y
procesos en curso.
Y hacerlo para ofrecer los resultados a la sociedad, con el fin de que esta se valga
honestamente y con valentía de ellos.
Hay por delante problemas esenciales, como la sorda y gi-gantesca guerra cultural
interna que en Cuba se libra entre socialismo y capitalismo. Es necesario poner toda la
sabiduría universal alcanzada en función del predominio de la solidaridad humana, del
poder popular, del gobierno de la sociedad sobre la economía, de la defensa de la
soberanía, es decir, en función del socialismo.
Hay que promover más la participación y el control populares para fortalecer el proceso
revolucionario. Por otro lado, el debate es tan necesario a la sociedad como la
respiración a las personas. En todo el país existe un nuevo contingente de juventud
que une a sus capacidades y expectativas unos ideales que rechazan la sucia manera
de vivir que exige el capitalismo, que quieren que sus vidas y Cuba continúen la colosal
aventura abierta por la Revolución. Pero ellos no aceptan viejos rezos, ni burócratas, ni
co
* Entrevista realizada por los periodistas José Alejandro Rodríguez y Alina Perera,
publicada en Juventud Rebelde el 26 de diciembre de 2009.
midas para bebés. Tengo la convicción de que ellos serán capaces de entender y
asumir la gigantesca tarea que les tocará realizar, que sabrán cumplir sus deberes y
exigir sus derechos, que serán decisivos en las nuevas creaciones socialistas en el
2010 y en los años por venir.
En el 2010 todo tendrá que partir de las tremendas dificulta-des económicas que
analizaron el día 20 de diciembre la Asamblea Nacional y Raúl. Ante las duras
carencias de recursos materiales, resulta más claro que nunca que el factor subjetivo
es el determinante en la transición socialista —como explicaba el Che— y más claros
por tanto los deberes que cumplir y las posi-bilidades de aportar del pensamiento
social. Sería criminal no utilizar el inmenso potencial que hemos acumulado en los
campos de la conciencia y del conocimiento.
No es necesario ningún recurso material para ser solidarios y fraternos; para ser
laboriosos y no vivir del esfuerzo ajeno o de espaldas a lo que el país necesita; para
retribuir al trabajo y distribuir las riquezas con justicia social; para servir a los demás
como queremos que nos sirvan a nosotros; para brindarles una nueva educación a los
niños y jóvenes; para que los medios de comunicación sean reales y útiles al pueblo;
para que la política sea un lugar de participación popular, de servicio, de creaciones y
de iniciativas. El 2010 puede ser un año trascendental, que se recuerde por siempre,
pero solo lo será si entre todos somos capaces de haberlo convertido en trascendental.
EXPRESIÓN VIVA DE LA HEREJÍA CUBANA
Jesús Arencibia Lorenzo*
El Che será una fuerza muy importante a nuestro favor, pero no dándole el lugar de un
ser abstracto, ajeno y superior, sino utilizando sus colosales valores de símbolo y su
concepción de la liberación social y humana, opina Fernando Martínez Heredia, Premio
Nacional de Ciencias Sociales 2006.
Las ideas de rebelión y cultura del profesor Fernando Martínez Heredia proponen
siempre más interrogantes que certezas. El proceso histórico cubano es su "campo
central de actividad intelectual" Autor de libros imprescindibles para nuestro pensa-
miento político como Desafíos del socialismo cubano (1988), Che, el socialismo y el
comunismo (Premio Casa de las Américas, 1989)
o En el homo de los 90 (2005), por estos días dicta clases en la Escuela Nacional
Florestan Fernandes, del Movimiento Sin Tierra, en Brasil; haciendo guevarismo al
andar. Desde allá nos respondió este cuestionario.
Muchos definen al Che como el teórico por antonomasia de nuestro proceso
revolucionario. ¿Qué aportó a un hombre de acción esta pasión por teorizar?
El Che, como Fidel y un número creciente de sus compañeros, se vieron en la
necesidad de pensar la revolución que estaban ha-ciendo, y proyectar su estrategia
hacia el futuro. Desde el Monca-
* Publicado en un suplemento especial de Juventud Rebelde, La Habana,
domingo 7 de octubre de 2007, p. 3.
da, su acción fue "un asalto contra las oligarquías y contra los dogmas revolucionarios"
Después del triunfo hubo que pensar una y otra vez frente a cada uno de los desafíos y
las tareas, porque no había fórmulas ni recetas válidas para llevar adelante una
revolución verdadera. Siempre unido a Fidel en el desarrollo de las ideas más
revolucionarias, el Che pronto se destacó por su enorme capacidad de análisis, de
combinar la concreción con el vuelo y la audacia de ideas que la Revolución
necesitaba, de extraer núcleos teóricos de las experiencias vividas y los problemas
planteados, y también por su capacidad reflexiva e intuitiva para teorizar e ir mucho
más lejos que el pensar sobre lo contingente.
Como es obvio, en el Che concurrió otra característica: sentía vocación y gusto por el
pensamiento elaborado, para enfrentar mejor los problemas y para potenciar la
actividad práctica, y nunca dejó de estudiar. Nos dejó un aporte maravilloso, que
todavía no hemos aprovechado suficientemente: su pensamiento, su concepción
marxista revolucionaria.
Has dicho que "el marxismo del Che es un fruto de la Revolución Cubana". ¿Cuánto de
ese marxismo le falta por incorporar en la vida práctica a la propia Revolución ?
Soy cuidadoso en cuanto a las relaciones que existen entre el desarrollo de un proceso
histórico determinado y el de las ideas que existen dentro de él, porque no se trata de
relaciones sim-ples. Después de los primeros años setenta, el marxismo sufrió graves
deformaciones en nuestro país, y aunque comenzó a recu-perarse desde que Fidel
lanzó la campaña de rectificación de errores y tendencias negativas, hace veinte años,
todavía le falta mucho para salir de los efectos de aquellas caídas y volverse capaz de
influir en el presente y el proyecto socialista cubano. Entonces hay cierta distancia
entre la vida práctica de la revolución y el marxismo existente. Es una de las tareas que
tenemos por delante, importante para la profundización de nuestro camino y la creación
de conductas más socialistas y más humanas.
¿Por qué afirmas que la rebeldía "comunista"y "organizada"del Che nos conduce a un
proyecto "tan ambicioso que resulte viable"?
Existe una enorme distancia entre un socialismo formulado como resultado del
desarrollo de las fuerzas económicas y la riqueza material, y las realidades de los
países en los cuales se han llevado a cabo todas las revoluciones socialistas. He
sostenido y creo que, sin embargo, la posición revolucionaria practicada y defendida
por Cuba, expuesta en las ideas del Che y de Fidel, es, a la vez, muy ambiciosa y
viable. Es decir, no pretende conducirse por "etapas" porque así no se sobrevive a
enemigos tan poderosos y ubicuos, o se estanca el proceso, sino movilizar siempre las
fuerzas que sí se poseen, las capacidades y la conciencia que se hagan cada vez más
masivas y organizadas. Como sintetizó tan bien el Che al decir que debemos salir para
el comunismo desde el primer día, aunque nos pasemos toda la vida tratando de
construir el socialismo.
¿A qué se debe que, como sostienes, "nadie asocia al Che al pa-sado del socialismo,
sino a su futuro"?
El Che es una expresión viva de la herejía cubana: una revolución comunista de
liberación nacional, intemacionalista de verdad —no como un ropaje de la razón de
Estado— ejemplo de universalización real de los ideales de Marx, Engels y Lenin, al
mismo tiempo que del pensamiento y los ideales de José Martí, vanguardia insurrecta
del llamado Tercer Mundo. Está claro que nada de eso puede ser confundido con lo
que llegó a llamarse "socialismo realmente existente" como pidiendo disculpas por no
parecerse a la gran Revolución de Octubre o haber abandonado sus ideales y su
camino. Pero más allá de las críticas tan profundas que pueden encontrarse en el
pensamiento del Che a lo que hoy llamamos pasado del socialismo, está en pie el
venero extraordinario de sus ideas acerca de la creación de personas nuevas, del
proceso de transición socialista, de los cómo para lograr tantas transformaciones y
creaciones, del proyecto como guía y rector del poder revolucionario. Y la fuerza de su
ejemplo.
Ernesto Guevara es visto como un ídolo de la cultura revolucio-naria del debate. Esa
faceta suya, ¿cómo se imbricaría en los procesos socialistas por venir?
Che advertía a todos, al final de su primer texto del famoso debate económico de 1963-
1964, que existían posiciones e ideas diferentes acerca de la construcción del
socialismo en el seno de la dirección revolucionaria, y que estaba muy bien discutirlas
públicamente, siempre que fuera de manera fraternal y se mantu-vieran las reglas del
debate. Si entonces nos fortaleció mucho profundizar y concientizar mediante el debate
—cuando nuestras fuerzas y nuestros conocimientos eran mucho menores que los
actuales—, está clara la importancia de asumir hoy el debate como un recurso
indispensable para la revolución socialista, como es el oxígeno para la vida. Hay
quienes subestiman la expresión "socialismo del siglo xxi" porque np les parece
suficientemente fundamentada y"seria'.' No se dan cuenta de que nunca puede ser el
socialismo calco ni copia, como reclamaba Mariátegui. Para lograr esa creación heroica
no se puede partir de una donación, hecha por unos pocos iluminados, sino de la
participación califi-cada y creciente, de millones. Para eso es imprescindible el debate y
la militancia, la discusión y la conducción, el trabajo infatigable y la libertad.
En El socialismo y el hombre en Cuba (1965) se advertía sobre "la necesidad de una
serie de mecanismos, las instituciones revolucionarias". Sin embargo, en las
experiencias socialistas, la burocracia y el inmovilismo han minado estas instituciones.
¿Cómo el legado guevariano podría contribuirá combatir estos males?
Depende de cada país, del momento de su proceso liberador en que se encuentre y de
las circunstancias que lo favorezcan o amenacen. De todos modos, rescato la
advertencia del Che, que alaba la relación carismática que multiplica las fuerzas
populares y permite avanzar con celeridad, pero pide que se vaya avanzando en una
institucionalidad revolucionaria, garantía de los avances del proceso y de los derechos
individuales y sociales, y enemiga
jurada de la burocratización. El pensamiento y las prácticas del Che contienen una
enorme cantidad de abordajes concretos e ideas más generales acerca de estas
cuestiones. Es muy necesario que se publiquen las actas de las Reuniones Bimestrales
del Ministerio de Industrias, y otros materiales muy valiosos del Che, para que estén al
alcance de los cubanos y contribuyan a los trabajos y debates actuales.
Alertabas en 1989 sobre la necesidad de que los socialistas elaboráramos "una guía
más creíble y vivible cotidianamente, un espíritu, una cultura propia, que crezca y
ocupe cada vez más el lugar que tan completamente ocupó la cultura del
capitalismo"Hoy que los aparatos ideológico-culturales del capitalismo amenazan con
tragarse todos los espacios, ¿cuánto del Che coadyuvaría a crear aquella "cultura
propia"?
La mayor tragedia del socialismo hasta hoy es que no ha podido acumular fuerzas
culturales suficientes a su favor, eficaces y atractivas en la lucha contra el capitalismo,
y sobre todo en el combate por las transformaciones liberadoras de las personas, de
las relaciones interpersonales y sociales y de la naturaleza y las funciones de sus
propias instituciones socialistas. Mientras, el capitalismo ha llegado a un callejón sin
salida por su propia naturaleza actual, excluyente para las mayorías, parasitaria en
economía, depredadora del medio, antidemocrática y militarista agresiva. Pero saca un
inmenso provecho al modelo cultural a escala mundial que desarrolló y a las enormes
fuerzas y conocimientos con los que cuenta; con ellos les hace a todos los pueblos —
incluido el nuestro— una formidable guerra cultural que aspira a que todo horizonte de
vida cotidiana, de realización personal y de convivencia sea controlado por el
capitalismo.
Debemos darnos cuenta a fondo de esa guerra cultural, y enfrentarnos a ella, porque
es una necesidad vital. Precisamos una gigantesca movilización de nuestras fuerzas,
inteligencias y sensibilidades, y romper todos los diques que nos impidan u
obstaculicen librar la guerra cultural. Está claro que el Che será una fuerza muy
importante a nuestro favor, pero no dándole el lugar de un ser abstracto,
ajeno y superior, sino utilizando sus colosales valores de símbolo y de ejemplo, y su
concepción de la liberación social y humana.
En opinión de Guevara,"los revolucionarios carecemos, muchas ve-ces, de los
conocimientos y la audacia intelectual necesarios para encarar la tarea del desarrollo
de un hombre nuevo por métodos distintos a los convencionales"¿Cuáles serían, en
clave guevariana, los métodos no convencionales para intentar formar el hombre nuevo
del siglo xxi?
Tenía mucha razón el Che, que dejó muchos criterios generales e indicaciones
puntuales acerca de esta cuestión cardinal. No se trata solamente de deficiencias en
cuanto a los instrumentos o los comportamientos de los encargados de las instituciones
y las tareas de la revolución. Su reclamo de conocimientos y audacia intelectual sigue
en pie. Por cierto, el peso tremendo de lo establecido es muy pertinaz. En 1997,
planteé homenajear al Che cambiando la expresión de "hombre nuevo" a "persona
nueva"; entonces me aplaudieron, pero hasta hoy no se ha cambiado.
Creo que existe una acumulación cultural extraordinaria a favor del desarrollo de
personas nuevas, lograda con las vidas, los heroísmos y los sacrificios de cientos de
millones de individuos durante el siglo pasado y lo que va de este. El gran desafío es
ser conscientes de esa acumulación y utilizarla, sin amedrentarnos por la fuerza y la
fascinación que ejerce la cultura del capitalismo; es asumir que la rebeldía es la adultez
de la cultura; es pelear contra todas las formas de dominación; es no tener miedo a
examinarnos a fondo y criticar nuestros errores y debilidades; es partir de lo que existe,
pero no para someternos a lo que existe; es trabajar y crear, con método y entusiasmo,
consolidar y arriesgarse a la vez, atreverse a vencer.
PARA EL CHE, LA ÉTICA Y LA POLÍTICA ERAN INSEPARABLES
Cathy Ceibe
¿Compartes la idea de que hubo dos acontecimientos que preci-pitaron la participación
de Ernesto Guevara en la Revolución Cubana: el derrocamiento de Jacobo Arbenz en
Guatemala a manos de la CIA y su encuentro con Fidel Castro y los cubanos exiliados
en México?
Sin duda. Pero me parece irrisoria la manera en que se reconstru-ye a posteriori la
historia de los grandes hombres. Ernesto habría podido vivir el primer acontecimiento
sin que tuviera influencia en su vida política ulterior. E igual podría haber conocido a
Fidel Castro y no participar en la expedición del Granma. Y su vida habría sido
totalmente distinta. Prefiero tomar en cuenta el conjunto de una actividad política dada
y tratar de darle su peso a cada cosa. En el momento de Guatemala, a mediados de los
años cincuenta, Ernesto acaba de terminar una experiencia mediante la cual ha tratado
de conocer a los pueblos de la América Latina. Su punto de partida es su deseo de
ayudar a los demás, como médico quiere especializarse en curar la lepra. Por otra
parte, la audacia es una importante característica personal suya. El gobierno de
Guatemala, de orientación progresista, se enfrenta a los Estados Unidos, y la CIA hace
sus primeras armas derrocando el gobierno de Arbenz e instaurando una dictadura.
Guevara ter
* Número especial de la revista L'Humanité por el 40° aniversario de la caída del
Che, París, septiembre de 2007, pp. 33-36. El autor amplió ligeramente algunas
respuestas para esta edición.
r
mina por tener que abandonar el país con destino a México. Ese intento de desarrollo
político del pueblo guatemalteco —muy pobre, pero de ricas culturas— y su
aplastamiento por los Estados Unidos ejercieron un impacto muy fuerte sobre él.
En México se consagra a la investigación en el campo de la medicina. Está interesado
en el marxismo, quiere aportar como pensador, y si es posible, participar en algo
político. Pero todavía no sabe muy bien en qué. Cuando conoce a Fidel Castro, gracias
a su amigo cubano Ñico López, un religioso diría que ha tenido una revelación. Pasan
la noche entera hablando. Fidel lo convence de que se una al Movimiento 26 de Julio y
de que participe con ellos en lo que será la expedición del Granma. La esperanza que
está ante él es un entrenamiento militar y una lucha. Cuando escala con ellos el
Popocatépetl, para hacer ejercicio físico, está dispuesto a luchar por otro pueblo, pero
lleva guardada una ban- derita argentina que tremolará al llegar a la cima.
En esa época Ernesto es marxista, cree conocer la teoría, pero aún tiene muchas
experiencias por adquirir. Año y medio después, en la Sierra Maestra, un periodista
uruguayo le pregunta si es cierto que es marxista. El Che le responde que sí, pero que
lo primero que había hecho en la guerra de guerrillas en la Sierra Maestra fue olvidar
todo lo que había estudiado. Revisarlo todo.
¿Resulta posible hablar del guevarismo como de una doctrina particular?
Sí, si se entiende el guevarismo como una posición teorizada de la experiencia de la
Revolución Cubana. Es decir, una arremetida contra el poder del capitalismo en un país
de la América Latina y contra el poder del imperialismo en su forma más avanzada, la
norteamericana, y, a la vez, una arremetida contra la posición predominante en el seno
del socialismo marxista, procedente de la teoría soviética, reformista y dogmática, que
impedía a quienes la seguían actuar revolucionariamente. Eso configura una posición
muy particular: la herejía cubana respecto al movimiento comunista internacional y el
enfrentamiento cubano al poder del imperialismo y de la burguesía. Dirigente y
educador,
el Che elabora, además, un pensamiento teórico. Visto desde este ángulo, el
guevarismo implica también una posición en el trabajo con el marxismo a partir de la
dialéctica, y no del materialismo. Es decir, a partir de la voluntad de transformar la
acción organizada y consciente de un número creciente de personas en nuevas
realidades creadas por la praxis. Por el contrario, el materialismo determinista se
acomodaba a la realidad existente.
Opino que el Che fue ajeno a la posición filosófica marxista predominante en su tiempo,
que formó parte de la corriente dialéctica y cultivó una filosofía de la praxis, al mismo
tiempo que era un gran líder político revolucionario. Desde la América Latina, su
pensamiento tuvo que asumir también una postura frente a los problemas
fundamentales del mundo. El socialismo y el hombre en Cuba es una demostración
palpable de ello. Es el manifiesto comunista del Che y uno de los textos políticos más
importantes producidos en la América Latina en el siglo xx. Che subraya que el
comunismo debe batallar contra el mundo basado en los contratos, luchar contra el
mundo basado en "te doy - me das" Rescata, además, la idea marxiana de la
eliminación progresiva de las relaciones de dominación durante el período de transición
del capitalismo al comunismo, que debe consistir en una larga época de revoluciones
culturales sucesivas. Como socialista, Che interroga al poder en nombre del pueblo.
Maneja la ética y la política, cada una en su especificidad. Confundir la ética con la
política es un error actual de una izquierda que supone que si hay una buena ética hay
una buena política. En el pensamiento teórico del Che, la política, la economía, la ética,
la educación, lo social, la acción, la centralización, la descentralización son diferentes,
pero es ríecesario articularlas para que funcione el período de transición. Hay que
articularlas para lograr una verdadera política comunista.
Aunque el Che es uno de los personajes más importantes de la dirección de la
revolución, proyecta la imagen del antidirigente. ¿Tiene eso que ver con su concepción
del poder?
Tiene que ver con lo que creía que era un dirigente. El Che com-prende que la
revolución no puede limitar sus objetivos a reali-zar modernizaciones. El comunismo
debe ser capaz de crear una
Para el Che, la ética Y la política eran inseparables 295
nueva cultura, que impulse las luchas y las creaciones revolucio-narias, ser socialista,
anticapitalista, de liberación nacional, de liberación en los terrenos de género, de
etnias, de grupos e individuos. No puede ser solamente opuesto al capitalismo, sino
que debe ser diferente. El Che no es solo un dirigente opuesto al capitalismo, es
diferente como dirigente. Él sabía que si se es igual como dirigente a los que dirigen los
sistemas de dominación, se terminará por parecerse demasiado a ellos. El Che
propuso que los ministros de gobierno cubanos dejaran de serlo un mes cada año, para
convertirse en trabajadores simples. Pero no en cualquier lugar, sino en una empresa
del ministerio que dirigían, porque pensaba que eso podía ayudarlos.
¿Esa posición se inscribe en el concepto del hombre nuevo que definió?
Sin duda.
Pero se trata de un concepto polémico, que se ha interpretado como la creación de un
hombre perfecto...
Toda simplificación destroza el mejor de los conceptos. Quien lee al Che Guevara
comprende que el hombre nuevo jamás estará com-pleto. Siempre estará inacabado,
porque forma parte del proceso más difícil: el fin de todas las dominaciones y la
invención de un nuevo modo de vida, de nuevas relaciones entre las personas,
incluidas nuevas instituciones. En ese proceso, el hombre nuevo es a la vez creador y
fruto. Como el Che es uno de los que hace la revolución en la práctica, ha tenido que
recomendar:"Debemos partir desde el primer día hacia el comunismo, aunque nos
pasemos toda la vida tratando de construir el socialismo" Por tanto, la revolución debe
darle a la subjetividad el papel central que le corresponde. El individuo nuevo significa,
ante todo, advertir el lugar central de lo subjetivo, advertir el lugar central de los
cambios de las personas en el cambio más general de la sociedad. Su posición es más
valiosa porque no cae—ni en la teoría ni en la práctica—en la vieja creencia —
respetable, pero errónea— de que el mejoramiento de los
individuos por sí solo dará por resultado el mejoramiento de la sociedad.
¿El mercantilismo con la imagen del Che no conduce a reducir su ideal de liberación y
su trayectoria comunista a una aventura individual, "descontextualizada"de la
correlación de fuerzas de la época ?
Todo lo que hizo el Che en los últimos años de su vida, lo hizo como militante
revolucionario del Partido Comunista cubano, como comandante del Ejército Rebelde
cubano. Con él murieron en Bolivia catorce de los diecisiete cubanos seleccionados y
en-trenados para acompañarlo; todos eran revolucionarios activos, con un historial, tres
de ellos eran miembros del Comité Central del PCC. No eran individuos que actuaban
por su cuenta. Aquel fue un intento de profundizar la revolución mundial en una
coyuntura favorable a los revolucionarios. La primera ola de revoluciones del siglo xx
había sido europea; comenzó con la Revolución de Octubre y terminó en la Guerra de
España. La segunda ola sucedió en los años sesenta, en una coyuntura en que el
imperialismo ya no podía mantener su dominación colonial. A partir de 1945, las
potencias colonialistas trataron de reorganizar de otro modo el mundo que habían
explotado, expoliado, y hasta cierto punto lo lograron. Pero no pudieron evitar que
surgieran revoluciones de liberación nacional en lo que pronto fue bautizado como
Tercer Mundo. Estallaron una multitud de protestas y revueltas. Hubo numerosas
guerras de liberación, como las de China, Vietnam, Argelia, Cuba, que triunfaron frente
al imperialismo y los reaccionarios locales; otros movimientos radicales lograron llegar
al gobierno de sus países.
El pensamiento revolucionario avanzó notablemente en esa época de rebeldías,
desarrolló la comprensión del sistema mundial imperialista ahora más centralizado, del
neocolonialismo y el llamado subdesarrollo como parte de ese sistema mundial, los
temas de las revoluciones del Tercer Mundo, de las nuevas nece-sidades y formas de
liberación. Ese pensamiento trató de renovar y desarrollar el marxismo e hizo
propuestas revolucionarias de transformaciones sociales y humanas. En cierto número
de países
desarrollados existieron grandes malestares que se expresaron en movimientos
obreros y estudiantiles de protesta: de ellos son ejemplos la Francia de mayo del 68 y
la lucha por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam en los Estados Unidos...
Era posible pensar en el logro de una confluencia de todas las fuerzas e ideas
opositoras al sistema, y en que estas tuvieran una perspectiva de liberación.
El Che sobresalió en esa aventura de los años sesenta, pero no fue un aventurero.
Formaba parte de aquel movimiento. Quiero añadir que sus aportes teóricos y criterios
polémicos fueron pro-ducidos desde una posición militante. El Che pensaba con
libertad y audacia porque era un militante. Insisto en esto porque la idea de que el buen
militante no piensa es muy resistente y sigue estando muy extendida.
Cuarenta años después de la muerte del Che, ¿cuál es la vigencia de su pensamiento?
¿Podemos hablar de aportes teóricos suyos que resulten útiles hoy en día?
La actualidad del Che todavía no es tanto su pensamiento como el Che mismo. Hoy en
día es un símbolo que comparte una cantidad nada despreciable de personas, que ven
en él la esperanza de vivir de otra manera. Y es así a pesar de que en los últimos
veinte años hemos sufrido un predominio espiritual, intelectual e ideológico —
propagado hasta el cansancio por los medios de comunicación—, de la ¡dea de que el
mundo va bien, o de que hay que resignarse a que vaya mal, porque cambiarlo es
imposible. La idea de que la vida cotidiana solo puede funcionar a la manera capitalista,
y la vida ciudadanía debe atenerse a las normas del capitalismo. Che Guevara es, ante
todo, un símbolo de humanidad y valentía, una demostración de que es posible ser y
vivir de modo diferente, querer cambiar el mundo.
En segundo lugar, no encarna una simple revuelta que después de reprimida podría
ser, como tantas otras, explotada o tolerada por el sistema, y por último olvidada. El
Che es el símbolo de una rebelión contra el capitalismo. Esto es mucho más valioso
porque la lucha de clases decayó a fondo en estas últimas déca
das, y se ha perdido una gran parte de las conquistas obtenidas por los trabajadores,
los pueblos y la mayoría de las naciones durante el siglo pasado. El Che es una
referencia contra el capitalismo en su conjunto. Siento un gran respeto por las formas
de oposición parcial al sistema, comparto con ellas y las acompaño, pero Che Guevara
tuvo la capacidad de comprender el sistema de dominación en su totalidad y de
enfrentarse a él, y ese es un legado inapreciable.
En tercer lugar, el Che es socialista. Reivindica con su concepción y sus prácticas que
el anticapitalismo debe actuar con una política socialista, que vincule en todo momento
la libertad, la conciencia, la organización y los cambios. Sin política no habrá
socialismo, pero tiene que ser una nueva política liberadora, diferente y no solamente
opuesta a la que ha habido. El socialismo encarnado por el Che no tiene su referencia
en el pasado. Desde 1989, muchos han considerado que el socialismo pertenece al
pasado, que con sus virtudes y sus errores, fue ensayado y fracasó. Nadie puede
asociar al Che con ese socialismo, él pertenece al futuro del socialismo, no a su
pasado.
Porque tomó distancia de manera crítica del socialismo de los países del Este...
Hace cuatro años se publicó el libro Apuntes críticos a la Econo-mía Política, de
Ernesto Che Guevara, y todos pudimos leer que en 1965 había escrito que la Unión
Soviética estaba regresando al capitalismo. Esa afirmación no era un exabrupto, era
consecuencia de un análisis riguroso. No era una constatación que lo alegrara, porque
el Che no procedía de ninguna corriente opuesta al régimen que existía en la URSS, y
porque toda su inteligencia y su actividad estaban consagradas al desarrollo de la
revolución so-cialista de liberación a escala mundial. Conocía bien las conse-cuencias
negativas del carácter y las tendencias de la URSS de su tiempo, y seguramente
presumió en alguna medida los efectos tan negativos que tendría en un futuro más o
menos cercano.
La riqueza y el vigor de la concepción teórica del Che están ahí, esperándonos. El
capitalismo no quiere que haya pasado ni
futuro, sino que vivamos en un eterno presente despojado de preguntas y de certezas.
Esa esterilidad del campo de las ideas no durará si se produce un nuevo esfuerzo para
pensar cambios so-ciales y humanos revolucionarios, capaces de reunir los problemas
reales de los individuos y de Ja sociedad. Esa nueva fase del pensamiento encontrará
en el Che un aliado extraordinario.
ÍNDICE ONOMÁSTICO
A
Agüero, Joaquín de 243 Aguilar,Alonso 3 Aguirre, Manuel 233,234 Aguirre, Sergio 81
Alavi,Hamza 9 ALBA 198,273 Alemania 9 Alienes, Julián 230 Alonso, Aurelio 44 Alto
Perú 170 Althusser, Louis 9,95 Álvarez Rom, Luis 20 América 27,41,156,158,195,198,
211,263
América Latina 1,2,6,8,9,10,43, 55,85,91,120,142,147,149,150,
156,163,164,165,190,193,198,
200,204,207,234,248,264,269, 270,271,281,292,293,294 ANAP (Asociación Nacional
de Agricultores Pequeños) 119 Anderson, Perry 9 Angola 15 Aponte, Carlos 207
Aponte, José Antonio 238 Arana Larrea, Luis 81,83,86 Arbenz, Jacobo 292 Argelia 296
Argentina 147,163,164 Aristóteles 209 Artemisa 235 Ascunce, Manuel 46 Asia 8
B
Babel, Isaac 59
Baeza, Cristina 89
Bagú, Sergio 9
Baran 162
Barbados 153
Barnet, Miguel 217
Barthes, Roland 9
Batista, Fulgencio 35,37,227
Beauvoir,Simonede 40
Benítez, Conrado 46
Berlín 194
Bernstein, Peter 161
Betancourt, Juan R. 215,216,224
Bettelheim, Charles 19,20,197
Betto, Frei 5
Biblioteca Nacional José Martí 46, 47,49,50,65 Bielinski 34 Bilbao 86
Bolívar, Simón 151,152 Bolivia 99,150,198,212,246,270, 296
Bonafini, Hebede 2 Borrego, Orlando 98 Brasil 164,198,273 Brecht, Bertolt 59 Bruselas
193
Buenos Aires 2,42,135,163,167 Bulgakov,Mijail 59 Bulgaria 233 Burdsall,Lorna 40
Bush,George W. 153, 270
Cabral, Amílcar 95,197 Camagüey 223,237 Campaña de Alfabetización 46 CAME
(Consejo de Ayuda Mutua Económica) 16,18 Canadá 201 Cantón Navarro, José 82
Caracas 150
Carbonell, Walterio 75,224 Cardoso, Fernando H. 9 Caribe 47,120,217,229,231
Carpentier, Alejo 59,89,236 Casaus, Víctor 96 Castillo Padilla, Plinio 85,90 Castro, Fidel
15,18,39,46,47,49, 50,51,65,68, 72,77,95,103, 159,162, 203,211,258,264, 271,274,279,
287, 288,293 Castro, Raúl 140,148,268,271 Centroamérica 36 CEPAL(Consejo
Económico Países de América Latina) 85 Cepero Bonilla, Raúl 81,82,84 Céspedes,
Carlos Manuel de 200, 258,261 Cienfuegos, Camilo 157 CLACSO (Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales) 9 Codina, Alexis 20 Colombia 164 Congreso
Antimperialista de Bruselas 193 Congreso de la CTC 274 Congreso de Oruro 174
Congreso 7mo.de la Internacional Comunista 32 Congreso XX del PCUS 102
Constitución del 40 226,230 Consejo Nacional de Cultura 50
Crisis de Octubre 56,82 CuéllarVizcaíno, Manuel 216
CH
Charles,Gerard P. 9 Chávez, Hugo 150,269 Che (Ernesto Guevara) 2,9,18, 19,
20,21,22,23,24,25, 26,41, 54,61,95,97, 99,103,141,150, 152,158, 162,167, 195,197,
211,245, 282, 286, 288, 289, 290, 291,292, 294, 295, 297, 298, 299 Checoslovaquia 87
Chernichevsk 34 Chibás, Eduardo 38 Chile 157
China 101,103,113,273,296 D
Dalton, Roque 9 Davidson 85 Debray, Regis 158 Descartes, Renato 90 Deschamps
Chapeaux, Pedro 232, 234 Deustcher, Isaac 100 diario Granma 94,139,211,259,
292,293
diario Juventud Rebelde 6,96,286 diario La fraternidad 43,223 diario Lunes de
Revolución 40 diario Prensa Libre 227 diario Previsión 236 Díaz, Jesús 85,96 Directorio
Revolucionario 13 de Marzo 47,72 DorticósTorrado,Osvaldo 54,58, 96
Dovshenko 59 Durkheim, Emilio 105
E
Ecuador 198,270 Echeverría, José Antonio 77 Eisenstein 59
Engels, Federico 11,13,54,90,93,
161,190,204,288 Enmienda Morúa 235 Escalante, Aníbal 77 Escambray 45 España
37,201,261 Estadosünidos 9,14,25,31,36,41, 42,55,57,72,78,114,142,143,
150,153,156,194,200,201,218,
219,222,229,235,263,264,270,
278,279,281,292,293 Estenoz, Evaristo 215,236 Estrada Palma ,Tom'as 225 Etiopía 15
Europa 9,32,101,102,143,191,
192,193,196,231,263 Europa del Este 140 Europa Oriental 15,17,22,72,122, 208
F
Fadeiev, Alexander 59 familia Nodarse 233 familia Regall 233 Fernandes, Florestan
286 Fernández Font, Marcelo 20 Fernández,Joaquín 85,90 Fernández Robaina,Tomás
213, 227
Fonseca Amador, Carlos 140 Francia 9,40,297 Frank, André G. 9 Fundación Fernando
Ortiz 7'
Galeano, Eduardo 9 Garaudy,Roger 83 García, Antonio 9 García Inclán, Guido 44
Garvey,Marcus 225 Gil, Luz 217 Girón 45,46,118 Godelier, Maurice 9 Gómez, José
Miguel 220,224, 225 Gómez, Juan Gualberto 43,223, 225,231 Gómez, Máximo 258
González, Sara 45 Gorki, Máximo 59 Gorz, André 9
Gramsci, Antonio 59,95,99,161, 210
Gran Bretaña 201 Grau San Martín, Ramón 228 Grobart,Fabio 223 Guantánamo
226,263 Guatemala 85,211,292 Guerra del 95 114,220 Guerra Civil de España 253
Guerra del Chaco 169 Guevara Valdés, Juan 85,86,89 Guillén, Nicolás 157,216,224
Guinea 233
Guiteras, Antonio 37,202,250,258 Guyana 230
H
Hemingway,Ernest 59 Hernández, Rafael 213,224 Hernández,Yel^-"
HO"
G
Gabo (Gabriel García Márquez)
I
Ibarra,Jorge 216,227 India 143
Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) 42 Instituto Superior de Arte (ISA) 245
Instituto Politécnico Superior José Antonio Echeverría (IPSJAE) 92 Internacional, II 161
Internacional, III 22,192,226 Italia 9,210 Ivonet, Pedro 221,236 Ivonet, Ramón 221
J
Joyce, James 57 Jruschov,Nikita 82 Junco, Sandalio 225 Juventud Ortodoxa 39
K
Kafka 57,246 Kautsky 161 Kazajstán 76 Kennedy, John F. 82,153 Kírov 83 Kohan,
Néstor 9 Konstantinov,Fedor V. 83,88 Korol, Claudia 3 Korsch, Karl 9,100
L
La Gran Piedra 159 La Habana 5,6,15,42,45,153,190, 221,227, 228,236 Las Villas
88,157 Lassalle 190 Leal, Eusebio 42 üfebvre, Henry 9 Coin, Vladimir llich 12,13,25,34,
54,56,57,59,90,93,94,151,160, 161,162,193,196,203,209,250, 288 Leontiev 95 Lezama
Lima, José 125 Londres 152 López, Alfredo 225 López, Ñico 293 Lówy,Michael 3,9
Lukács, Gyórgy 9,100 Lunacharski 59 Luxemburgo, Rosa 161,196
M
Maceo, Antonio 221,258 Machado, Gerardo 107 Machado, Ricardo Jorge 96 Madrid
151 Magri, Lucio 9 Maiakovsky,VladimirV. 59 Managua 167 Mandel, Ernest 9,20,162
Manifiesto Comunista 23,40 Mansilla, Anastasio 81 Manzanillo 157,226 Mañach,Jorge
49,66,115 MaoTseTung 193 Marcuse, Herbert 9,162 Mariátegui, José Carlos 193,250,
289 Mariel 142
Marinello, Juan 222,233 Marini,RuyM. 9 Martí,Farabundo 207 Martí, José
33,69,162,201,215, 216,220,231,232,235,243,258,
269,288 Martínez, Osvaldo 85,90 Martínez Villena, Rubén 202 Marx, Carlos
11,13,16,18,24,28, 54,90,91,93,94,105,109,110,
111,112,118,120,124,136,141,
160,161,162,190,191,192,196,
204,208,242,288 MAS (Movimiento Al Socialismo)
150
Matanzas 42,77 Mehring,Franz 161 Mely González Aróstegui 30 Mella, Julio Antonio
193,202,225, 250,258 Menocal 224 Merle, Robert 98 México 42,164,207,211,292,293
Mier,Juan 89 Miranda, María Cristina 81 Miró Argenter,José 162 Miyar, Ramón 158
Monal, Isabel 81,85 Moneada 39,98,159,203,271,
287
Montané, Jesús 96 Montero, Hugo 135 Morales, Evo 150,163,269 Morejón, Nancy
216,222,223,225, 227,228,239 Morúa Delgado, Martín 223,224 Moscú 76,194,210,251
Movimiento 26 de Julio 38,40,60, 72
Muni,Paul 194
N
Nearing, Scott 36 Neuquén 2
Nicaragua 15,36,164,198,207 Nicola, Justo 89 Nicolaus, Martín 9 Noa Sllverio, Luisa 89
Novoa, Rosario 89 Noyola,Juan 85 Nun, José 9
Núñez, Ricardo 35 O
Obama, Barack 154 Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) 41,42,45,47,
48,50,51,56,57,59,60,63,65, 66,67,69,70,72,75 Oriente 88,219,221,223,237 Ortega,
Daniel 269 Ortega, Diosnara 241 Ortega Montenegro, Bolney 85 Ortiz, Fernando 234
Ortodoxia 38,161
P
Pacheco López, Pablo 190 palacio de Aldama 238 París 292
Partido Comunista mexicano 207 Partido Independiente de Color (PIC)
213,220,225,232-235, 238,240,260 Partido Socialista Popular (PSP) 47,
72,97,120,222,233 Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC) 78
Partido Unión Revolucionaria 222 Peralte, Charlemagne 36 Pérez, Delisbel 237,239
Pérez, Faustino 259 Pérez, Louis A. 214,222 Pérez Rojas, Niurka 89 Petras, James 9
Petrogrado 160 Pevsner 59
Piñeiro Losada, Manuel 39 Piñera, Virgilio 49 Potosí 170 Plá, Armando 214
Plaza Cadenas 159 Plaza de la Revolución 141 Plaza Roja 140 Plejanov, Jorge
106,161 Popocatépetl 293 Portuondo, José Antonio 94 Portuondo Linares, Serafín 218,
220,233 Poulantzas, Nicos 9 premio Casa de las Américas 2 premio Pulitzer 194
Preobrashenski, Evgueni 195 Primer Mundo 151,153,179,248, 251
Primera Declaración de La Habana 55
Primera Guerra Mundial 192,210 Prío Socarras, Carlos 226 Proust, Marcel 57,246
Prudhoun 190 Puerto Príncipe 243
Q
Quijano, Aníbal 9 Quinto Regimiento 152
R
República Democrática Alemana (RDA) 87 República en Armas 154 Reforma Agraria
79 Reforma Universitaria 76,79 República Soviética 160,161 revista Bohemia 42,259
revista Contracorriente 176,212, 283
revista Cuba socialista 46,97,282 revista Debates Americanos 5 revista L'Humanité 292
revista Nuestra Industria Económica 98
revista Pensamiento Crítico 5,6,9,
54,96,103,158,159 revista Poeta 49 revista Temas 213 revista Teoría y Práctica 97
Revolución africana 95 Revolución bolchevique 56,59,
192
Revolución Cubana 7,9,10,12,16, 18,19,21,24,54,55,59,74,78,
85,91,100,103,117,153,154,
159,195,236,246,269,273,287,
292,293 Revolución de Nicaragua 140 Revolución de Octubre 195,288, 296
Revolución del 30 33,35,38,39, 202, 226,229,250, 259 Revolución del 95 32,79,245,260
Revolución Haitiana 199,223 Revolución Rusa 161 Ribeiro, Darcy 9 Ricoeur,Paúl 9
Roa, Raúl 66,218 Roca, Blas 233 Rodiles, Samuel 82 Rodríguez, Alexei 237
Rodríguez, Pedro 81 Rodríguez Rivera, Guillermo 96 Roig de Leuchsenring, Emilio 41
Rojas, Fernando 190 Roosevelt, Franklin Delano 37 Roumain,Jacques 210 Rozitchner,
León 9 Rusia 113,160,192,196,209,273
S
Sábato, Ernesto 40 Saco, José Antonio 231 Sacristán, Manuel 95 Sagua la Grande
225,236
Saíz Montes de Oca, Sergio y Luis 40
Salvador García Agüero 233 San Lorenzo 200 Sánchez, Felipe 81 Sánchez, Osvaldo
96 Sánchez, Universo 259 Sandino, Augusto César 36,207 Santaclara 157,224
Santiago de Cuba 236 Santos Cabrera, Kaloián 253 Sartre, Jean Paul 9,40 Schilling,
Paulo 9 Schweitzer, Albert 211 Sebag, Lucien 9 Segunda Internacional 161 Segunda
Declaración de La Habana 55 Segunda Guerra Mundial 22,37,
56,194,196, 205 Segundo Frente Oriental 40 Selser,Gregorio 9 Semanario El Caimán
Barbudo 6, 62, 96,160 Seminario Afroasiático de Argel 24
Sexta Cumbre de los No Alineados 195
Sierra Maestra 40,75,159,211,293
Soto, Lionel 94
Stalin, José 83,98,102
Straaks 83
Sudáfrica 237
Suecia 143
Surín, Gregorio 236
Sweezy, Paul 9
T
Tercer Mundo 6,23,91,101,102, 132,158,179,195,196,198,254,
288
Tercera Internacional 22,192,226 Tihuanaco 170 Torras de la Luz, Pelegrin 81 Torres,
Camilo 9,162 Toussaint,Eric 3 Trejo, Rafael 37 Trotski,León 59,161 Tumbas de Estorino
221
U
Ubieta, Enrique 176 UNICEF (Fondo Internacional de Naciones Unidas de Socorro a la
Infancia) 156 Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) 48,50 Unión de Jóvenes
Comunistas (UJC) 6 Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) 1,22,47,48,
53, 54, 55, 56, 57,83,86, 87, 97,
101,121,140,152,193,196, 226, 246, 250, 265, 266, 280, 282, 298 Universidad Central
de Las Villas 67, 92, 95 Universidad Carolina de Praga 86 Universidad de Columbia 40
Universidad de La Habana 54,77,
87,157,159 Universidad de Pinar del Río 231 Universidad Humboldt 86 Urrutia,
Gustavo 227
V
Valencia 193 Varona, Enrique José 79 Vázquez Candela, Euclides 40 Venezuela
138,150,198,270,273 Victoria de Girón 55,118
Vietnam 195,278 Viglietti, Daniel 3 Villaverde, Cirilo 200 Vitier,Cintio 247
W
Wallerstein, I. 179 Weber, Max 105,139 Weffort, Francisco 9
Y
Yaguajay 72
Z
Zeuske, Max 89
TÍTULOS DE RECIENTE PUBLICACIÓN
Agresiones, secuestros y terrorismo aéreo contra Cuba
Franklin Aramís PicapiedraMontejo (cubano)
320 páginas
68 francés. 40 mayos después Autores varios (cubanos y extranjeros)
352 páginas
Autocríticas. Un diálogo al interior
de la tradición socialista
Autores varios (cubanos y extranjeros)
384 páginas
El diario del Che en Bolivia
Ernesto Che Guevara (argentino-cubano)
392 páginas
Pasajes de la guerra revolucionaria Ernesto Che Guevara (argentino-cubano)
324 páginas
La guerra de guerrillas
Ernesto Che Guevara (argentino-cubano)
200 páginas
El socialismo no cae del cielo. Un nuevo comienzo Michael Lebowitz (canadiense)
Colección Rebeliones 80 páginas
Che, recuerdos en ráfaga Orlando Borrego Díaz (cubano) *
240 páginas
El otro terrorismo. Medio siglo de política de Estados Unidos hacia Cuba Jesús
Arboleya Cervera 192 páginas
Evolución de América Latina contemporánea. De la Revolución cubana a la actualidad
Alberto Prieto Rozos (cubano)
200 páginas
La crisis de los sistemas electorales
del mundo capitalista
Fabio de Jesús Raimundo Torrado (cubano)
160 páginas
La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre Naomi Klein (canadiense)
716 páginas
La rebelión de la clase media Boris Kagarlitski (ruso)
280 páginas
Los Estados Unidos en la época de Bush Néstor García Iturbe (cubano)
Colección Una Mirada a los Estados Unidos 160 páginas
Manifiesto comunista
Carlos Marx y Federico Engels (alemana)
Colección Biblioteca Marxista 128 páginas
Crítica del Programa de Gotha Carlos Marx (alemana)
Colección Bibliteca Marxista 80 páginas
Mujer y poder. El caso de Cabo Verde Crispina Gomes (caboverdiana)
Colección Biblioteca Sur 240 páginas
Nicaragua sandinista. ¿Un conflicto de baja intensidad? Fabián Escalante Font
(cubano)
440 páginas
¿Por qué las armas? De los mayas a la insurgencia María del Rosario Valenzuela
Sotomayor (boliviana) Colección Biblioteca Sur 408 páginas
Socialismo siglo xxi. ¿Hay vida después del neoliberalismo?
Atilio Boron (argentino)
160 páginas
Gobierno revolucionario cubano. Primeros Pasos Luis M. Buch Rodríguez y Reinaldo
Suárez Suárez (cubanos)
528 páginas
Posneoliberalismo y movimientos antisistémicos Gilberto Valdés Gutiérrez (cubano)
Tesis Colección 176 páginas
Autoctonía y creación americana en José Carlos Mariátegui Rigoberto Pupo Pupo
(cubano)
128 páginas
Traducir a Gramsci Jorge Luis Acanda (cubano)
Tesis Colección 300 páginas
La teoría general de Keynes. Apreciación crítica a la luz de la crisis actual
Ernesto Molina Molina (cubano)
240 páginas
Patria, etnia y nación Jorge Ibarra (cubano)
376 páginas
Una sociedad en crisis: La Habana a finales del siglo xix María del Carmen Barcia
(cubana)
184 páginas
Economía azucarera cubana. Estudios históricos Oscar Zanetti Lecuona Colección
Historia 200 páginas
Evocando al Che Ángel Arcos Bergnes Colección Memorias 540 páginas
Este libro ha sido impreso en la Empresa Gráfica de Villa Clara “Enrique Núñez
Rodríguez” en el mes de Enero de 2011, la edición consta de 5 000 ejemplares.
‘A! enfrentar la selección de textos de la cual salió este libro pude comprobar 'o que
intuía: me han hecho una multitud de entre-vistas. Su distribución tan irregular en el
tiempo da una idea de los avatares de mi vida. [...] considero un deber cívico e
intelectual participar con la opinión y la persuasión a favor de lo oue aprecio vital para
el futuro de Cuba; en general, priorizo todo lo que pueda servirá la formación de los
jóvenes.
”La entrevista es un medio muy eficaz para socializar ideas y ac-titudes, y también
puede acercarlo a uno a los que no han leído las argumentac!ones extensas. Al mismo
tiempo, me place mucho e! despliegue de comunicación que se establece entre los dos
involucrados —que a veces llega a ser complicidad—, la síntesis imprescindible, e>
orden lógico y las dosis de ingenio, la nece-sidad de ser claro sin-perder densidad, y la
frase feliz... Admiro mucho a los buenos preguntadores...; y, también recibo sorpresas
muy gratas como la de la joven periodista que tituló la suya, de
forma genial: 'No hay dueños de las ideas'.
/
”Sin mirarme al espejo con agrado, ofrezco estas entrevistas con el mismo propósito
que me animó a conceder cada una, a veces cayéndome de sueño o con un pie en el
estribo: compartir las ideas, 'as vivencias y los proyectos con los demás, aspirando a
recibir como premio las críticas o el interés en los asuntos, y el intercambio humano
que nos hará mejores”
* Ciencias Sociales

You might also like