You are on page 1of 21

p

35,(72)0DQXDOGH+LVWRULDGHODV7HRUtDV3ROtWLFDV8QLyQ(GLWRULDO0DGULGSS

Primera Parte
GRECIA

INTRODUCCIÓN

EL MUNDO POLÍTICO DE LOS GRIEGOS

En Grecia encontramos el verdadero comienzo de nuestra Historia del Pensa-


miento Político. Necesariam ente hay ideas políticas en las formas de organiza-
ción de los imperios del Oriente Medio y Extremo, pues es imposible la vida
de la institución política sin las ideas que le dan su sentido y que son su alma.
Encontrarnos también un cierto grado de elaboración de dichas ideas que per-
mite hablar con rigor de pensamiento político. Pero la verdad es que estas
manifestaciones orientales nos interesan menos diríamos que nos interesan a
l

título de curiosidad, no sólo porque se trata de ideas mucho menos elaboradas,


sino sobre todo porque no está en ellas el antecedente insoslayable de nuestra
presente existencia política. Por el contrario, el pensamiento político griego y
la vida política de la que aquél nace y a la que tema tiza siguen formando el
suelo cultural sobre el que todavía hoy se asienta nuestra vida. Para corrobo-
rar esta afirmación bastaría recordar que nuestro vocabulario político, empezan-
do por la misma palabra «política» y siguiendo por cualesquiera otras corno
monarquía, democracia, etc., mantiene vivos, con mínimas modificaciones/los
mismos fonemas que usaron los helenos.
Algo semejante hay que afirmar también para el mundo romano. Estos dos
grandes pueblos clásicos, Grecia y Roma, han contribuido esencial y definiti-
vamente a la configuración de nuestro mundo político en sus ideas e institu-
ciones, pero cada uno con un acento diferente. El gran legado de Grecia tiene
su valor sobre todo en el nivel de las ideas. Ya hemos dicho que nuestras con-
cepciones políticas son parientes cercanas de las de los griegos. Sin embargo,
no lo son tanto nuestras instituciones. Estudiarnos estas instituciones en tanto
nos son indispensables para comprender aquel pensamiento; el éxito griego no
consistió en la realización de una gran forma política en el sentido que hoy
damos a esta expresión, es decir, una estructura de poder. Roma, por el con-
trario, produjo poca materia original en el terreno del pensamiento o teoría
política. Su gran realización se encuentra en la forma política: ahí está el domi-
nio romano sobre todo el Mediterráneo hasta hacerlo mare nostrum durante
varios siglos; ahí está la pax romana como orden político dilatado en el tiempo
y en el espacio.
------------------------..
4 GRECIA

Esta diversidad de contribución de estos dos pueblos de la Antigiiedad tie-


ne mucho que ver con la paradójica relación entre los dos niveles de nuestra
disciplina: cuanto más problemática sea una forma política, más estímulos ofre-
ce para la producción de un pensamiento audaz y original; cuanto más asenta-
das y sólidas sean las instituciones, menos urgencia sentirán sus agentes para
cuestionárselas. Si los griegos nos ínteresan sobre todo por sus ideas, se debe
en gran parte a que no fueron capaces o no tuvieron interés en crear una forma
política de gran envergadura; no pasaron del nivel organizativo político pro-
pio de la institución cantonal y en muchos casos se quedaron en el pequeño
municipio, pues esto fue la polis. Bien es verdad que la cultura común encon-
tró expresión en ínstituciones panhelénicas como fueron los juegos y los cul-
tos; pero estas instituciones no fueron específicamente políticas. Cuando un
enemigo externo amenazó al mundo griego y forzó a las ciudades a cooperar
para su defensa, esta unión política no superó el nivel de la confederación tem-
poral ad hoc. La polis mínúscula, que con su multiplicidad salpica todo el mapa
de la Grecia clásica, es el primer gran tema de nuestro estudio.

1
LA POLIS

Lo llamativo de la cultura política griega consiste precisamente en que se or-


ganizó y cristalizó en unidades de dimensiones reducidas: las poleis.! Se trata
de un núcleo urbano que domina sobre un pequeño territorio periyacente.
Esparta y Atenas fueron las dos grandes entidades políticas que consiguieron
el máximo desarrollo territorial dentro del mundo helénico. La región propia
de aquélla fue la Laconia. Si le añadimos la región de Mesenia, conquistada y
sometida militarmente, tenemos una unidad de 8.400 Km', con mucho la más
extensa de la Hélade. Atenas fue la capital de la subpenínsula del Ática con un
total de 2.550 Km'. Las otras poleis variaban mucho en su extensión (mínima,
por ejemplo, fue el caso de la isla de Egina con 85 Km'). Se puede hablar de un
promedio de 1.000 Km' (Corinto por ejemplo tenía 880 Km').'
Las cifras que podemos dar para la población son aproximadas, dada la
ausencia de fuentes directas. Debieron variar a lo largo del tiempo. Se admite
generalmente un total de 300.000 habitantes para el Ática antes de la Guerra

1 Plural griego de poUs. Conservamos la palabra griega, que ya es de uso común entre

los estudiosos, para evitar los equívocos que trae consigo necesariamente el término «ciu-
dad». Nuestro concepto actual de ciudad, basado en nuestra experiencia, tiene poco que
ver con lo que a un griego le decía el término polis. Este principio de evitar la traducción
lo vamos a mantener para otras muchas palabras griegas y latinas siempre que las pala-
bras españolas tengan hoy un contenido sensiblemente diferente del que corresponde a
las palabras griegas o latinas en cuestión.
, La extensión de la Comunidad Autónoma de Madrid es de 7.995 Km'; la del País
Vasco, 7.261. Luxemburgo tiene en la actualidad 2.586 Km'; Vizcaya, 2.217. ,
EL M U NDO PO LÍTI CO DE LO S GRIEGOS 5
del Peloponeso.' Ésta era con mucho la región más densamente poblada de
Grecia. Laconia y Mesenia juntas podrían llegar a unos 250.000 habitantes.
Pues bien, esta minúscula entidad es la gran aportación de los griegos a la
Historia de las Formas Políticas. Sin embargo, partiriamos de un error de pers-
pectiva si pensáramos en unidades separadas, acabadas en sí mismas, que sólo
tienen que ver con las otras por razón de la proximidad como las teselas de un
mosaico. La vida de una polis se desenvuelve en constante relación con las otras,
pero sin perder conciencia de su identidad.
La convivencia entre las poleis fue siempre una convivencia intensa, con
épocas de paz, cuya actividad más excelsa fueron los juegos panhelénicos, y
con muy frecuentes épocas de guerra en las que los griegos luchaban entre sí
con extremada crueldad. Nunca la polis fue una entidad cerrada en sí misma
en cuanto a su dinamismo; lo fue en cuanto a sus componentes, como lo re-
quiere toda comunidad altamente integrada y con una fuerte conciencia de la
propia identidad. Por tanto, en el mundo griego se superpone de un modo
efectivo una comunidad general de etnia y cultura (comunidad lingüística,
religiosa, de costumbres, artística) a las pequeñas comunidades locales. La
comunidad general tuvo parcial expresión en confederaciones y ligas de di-
versa amplitud y duración, que generalmente se formaron y se mantuvieron
por la acción hegemónica de una polis que imponía su dominio a las otras, su-
perando de modo regional y temporal la atomización del mundo griego. Ante
la agresión de los bárbaros aquella conciencia general fue capaz de unificar
militarmente a los helenos para la defensa común, pero no fue capaz de conse-
guir la unidad política entre ellos: la unidad política quedó siempre reducida
a la polis. Surge espontánea la pregunta de por qué los griegos no fueron capa-
ces de construir un cuerpo político unitario. Esta pregunta y su respuesta que-
dan en suspenso por el momento.
A lo largo de los siglos fue variando la organización de la polis hasta llegar
a las dos mejor conocidas para nosotros y a las que vamos a dedicar sendos
apartados, pues han pasado a la historia como los dos modelos fundamentales:
Esparta y Atenas. Pero antes conviene obtener una visión general de la polis
como forma política, y para ello la mejor manera es descubrir los grandes ras-
gos de su desarrollo a lo largo de la historia.

• • •
Muy esquemáticamente, podemos decir que sobre los primitivos habitantes de
la península griega se superponen dos grandes oleadas de pueblos que ingre-
san desde el Norte. La primera llega a los comienzos del segundo milenio; son
tribus invasoras indoeuropeas que se conocen con el nombre general de aqueos.
Entre ellos se distinguen dos grandes grupos, probablemente sólo por razón
de la lengua, los eolios y los jonios. Son los agentes de la civilización micénica,
llamada así por tener su mejor exponente en Micenas.

J La población de Luxemburgo es de 360.000 h. ,


6 GRECIA

Entre 1.200 Y 1.000 a. de C. tiene lugar la segunda gran invasión, la de los


pueblos dorios. Su llegada es especialmente belicosa. Pueden imponerse mili-
tarmente porque traen armas de hierro. Los dorios destruyen las fortalezas
micénicas -hacia el siglo XII sucumbe Micenas- y su cultura, produciéndose
un retroceso general. Las invasiones obligan a algunos grupos jonios a emigrar
a la orilla oriental del Egeo. La región se llamó Jonia y en los siglos VII y VI fue
la adelantada económica y cultural del mundo griego con las prósperas ciuda-
des de Mileto, Éfeso, Samas, cunas de los primeros filósofos. Sin embargo, una
parte de la población jonia permaneció en la subpenínsula del Ática y allí na-
ció la ciudad de Atenas. El asentamiento dorio más importante tuvo lugar en
el centro del Peloponeso, donde se fundó la ciudad de Esparta. Cuando más
adelante se produzca la rivalidad y choque entre estas dos poleis, no olvide-
mos que en el fondo yacía un viejo antagonismo étnico.
La organización política postdórica es muy simple. Pequeñas unidades de
población, asentadas sobre las destruidas fortalezas micénicas, donde las hu-
biera habido, domínan el territorio periyacente. Estas unidades son indepen-
dientes entre sí, pero con una vida intensa de relación, hostiles unas veces y
convivenciales otras.
Estos asentamientos participan de una cultura común cuya base es la lengua
y pronto la escritura. Comparten tradiciones de la época micénica, una religión
que ofrece santuarios comunes y unas fiestas deportivas que tienen tres gran-
des centros de celebración: en Olimpia los juegos dedicados a Zeus, en Delfos
los juegos dedicados a Apolo, y en Corinto los juegos dedicados a Poseidón.
Esta sencilla organización evoluciona, adoptando diversas formas. Esta
evolución puede ser simplificada y generalizada según el siguiente esquema:
monarquía, aristocracia, timocracia, tiranía y democracia. Insistimos en que se
trata de una generalización y, por tanto, que ni la secuencia ni los ritmos de
evolución fueron uniformes para todas las poleis.
• • •
La monarquía corresponde a los siglos XI, X Y IX a. de C. Pensemos en una or-
ganización muy simple y de reducidas dimensiones: una aldea. La familia ex-
tensa constituye la base de esta estructura social. Uno de los jefes de las fami-
lias, el más prestigioso, es el caudillo de los guerreros, decide como juez en los
litigios, ayudado por la asamblea que forman con él los otros jefes de familias
(los nobles del lugar), y oficia como sacerdote. Es el basileus. Su poder de man-
do -no podemos llamarlo poder político, puesto que no tiene una organiza-
ción a su servicio- es muy limitado fuera de la guerra y aun en ésta no puede
pensarse en un general al frente de un ejército, sino en un caudillo que lidera a
nobles que combaten en sus carros individualmente, asistidos cada uno por su
séquito, tal como lo describe Homero.
Al desarrollarse estos poblados por aumento de población y complicarse
algo más los asuntos, crece la importancia de los nobles y de la asamblea. Así,
de manera insensible se produce el paso hacia la siguiente forma.
• * *
EL MUNDO POLÍTICO DE LOS GRIEGO S 7

La aristocracia tiene lugar en los siglos VIII y VII a. de C. El crecimiento del poder
de los nobles trae la disminución del poder del basileus: el monarca se encuen-
tra ahora más fiscalizado por la asamblea y comienza a perder algunas funcio-
nes que son atribuidas a nobles elegidos por la asamblea. Se constituyen así
nuevos cargos electivos vitalicios junto al basileus. Éste sufre un proceso de
expolio de sus facultades hasta que deja de ser monarca y termina por ser un
magistrado más, solamente con funciones sacerdotales. El poder supremo de
la polis pasa enteramente a la asamblea de los nobles.
El aumento de población en un territorio poco fértil, como es en general
Grecia, da lugar a una época de conflictos. Económicamente el conflicto se
expresa en el problema de las deudas, y socialmente en que éstas arrojan a
muchos pequeños campesinos en la miseria e incluso en la esclavitud como
único recurso de su insolvencia.
La emigración fue el remedio más importante para esta situación. Se hizo
en forma de colonización. Esta gran aventura griega tiene lugar sobre todo entre
los siglos VIII a VI.
La colonización tuvo un efecto económico muy importante: el desarrollo del
comercio. Los gríegos no habían sido un pueblo comerciante; en los poemas
de Homero los comerciantes son fenicios. La materia del comercio fue básica-
mente el vino, el aceite y los cereales, y para el transporte de estas mercancías,
además de la construcción de barcos, se desarrolló la producción de recipien-
tes de cerámica. Este desarrollo económico a su vez posibilita el aumento de
población de las poleis. Su núcleo siguen siendo los agricultores, pero ya apa-
recen los artesanos como clase estrictamente urbana (viven y trabajan en la ciu-
dad) y los marineros en las ciudades costeras. La expansión económica ha crea-
do una capa de población no noble, el pueblo, relativamente independiente,
que plantea importantes reivindicaciones políticas.
El punto crucial lo marca el cambio en la táctica guerrera, innovación de los
espartanos que luego se extiende a las demás poleis. Los carros de los nobles
son sustituidos por la falange, una formación cerrada de infantería. El comba-
te individual es sustituido por la maniobra colectiva. La hazaña del héroe deja
paso al triunfo comunitario. El guerrero combate ahora junto a sus compañe-
ros, sometido a una rigurosa disciplina para que la falange actúe unitariamen-
te y la formación no se rompa. La falange supone la más estricta igualdad en-
tre sus miembros. Cuando uno de ellos cae, otro debe sustituirle inmediata-
mente. La nueva unidad bélica es el hoplita, el soldado de a pie con armamento
pesado -casco, loriga, canilleras, gran escudo y pica- que, por supuesto, es
propiedad personal. Económicamente supone que en la polis hay un núcleo de
ciudadanos no nobles, fundamentalmente agricultores, que pueden costearse
dicho armamento. Simplificando, podemos decir que ahora nos encontramos
con una masa popular con armas, pero sometida politicamente a la aristocra-
cia. Es lógico que esta situación no pudiera mantenerse, que se produjeran
importantes cambios que, al ser originados en último término por capacida-
des económicas, dieron lugar a una nueva forma politica llamada timocracia.
* * *
8 GRECIA

La timocracia es una forma de transición entre la aristocracia y la tiranía que


situamos en el siglo VII a. de C. Timocracia es una palabra griega que quiere
decir gobierno de los más honorables o, más simplemente, de los más ricos. En
cualquier caso, los griegos llamaban timocracia a aquel régimen en que los
derechos políticos se atribuían de acuerdo con un censo confeccionado en ca-
tegorías según la riqueza de los ciudadanos.
Puesto que el cambio político se produce directamente por la presión de los
hoplitas, la nueva organización política ha sido también llamada por los histo-
riadores constitución hoplítica.

• • •
En términos generales, podemos decir que hacia el final del siglo VII y casi si-
multáneamente en diversas ciudades de Jonia, Peloponeso y Magna Grecia se
impuso una nueva forma de gobierno: la tiranía. Se trata de líderes de la clase
noble que se apoyan en las masas populares para tomar ilegalmente el poder.
La tiranía es un poder concentrado en uno, pero que en principio no se ejer-
ce en beneficio propio sino de toda la comunidad. Efectivamente, las tiranías
trajeron prosperidad a las poleis. Hubo cambios importantes en la estructura
social, porque la sumisión política de la nobleza dio ocasión para que el tirano
repartiera sus propiedades, destruyendo las bases del poder aristocrático, y
creara un campesinado medio, adicto al tirano. En cuanto a la población urba-
na, los tiranos la ocuparon mediante una política de obras públicas.
Parece, pues, que la palabra tyrannos no nació con una intrínseca connota-
ción peyorativa en el mundo político y moral. Sin embargo, los mismos grie-
gos cargaron de tintes negativos al tirano como institución y no precisamente
por el aspecto sanguinario de represión política que hoy nos sugiere la palabra.

• • •
En unas ciudades por derrocamiento de la tiranía (por ejemplo Atenas), en otras
por reformas que amplían la participación en el gobierno, el largo proceso de
evolución de las formas políticas culmina hacia el siglo V en la extensión de los
derechos políticos a todos los ciudadanos. Hemos llegado a la democracia.
Explicaremos sus rasgos constitutivos cuando hablemos de su realízación cum-
bre que fue la Atenas de Pericles.

2
ESPARTA

Podemos definir de modo sintético la forma política espartana diciendo que


en la evolución que hemos descrito Esparta se detiene en la constitución hoplí-
tica.
EL MUNDO POLÍTICO DE LOS G RIE G O S 9

La tradición atribuye a Licurgo (hacia el 600 a. de C) el alto honor de haber


fijado las instituciones políticas espartanas. Hoy no se cree que la constitución
O politeia espartana fuera una obra legislativa unitaria hecha por Licurgo. Se
piensa que Esparta llegó a consolidar su forma política como resultado de un
proceso lento de pequeños cambios.
Los conquistadores dorios del valle del Eurotas repartieron las mejores tie-
rras entre las familias más importantes que hacia el año 900 fundaron Esparta.
En su comienzo no se diferenciaba de otras poleis. Con el tiempo la tierra re-
partida entre los espartanos no fue suficiente para mantener a una población
en crecimiento. Los espartanos buscaron la expansión hacia el Oeste, conquis-
tando las tierras de Mesenia. Sometieron a los mesenios exigiéndoles tributo
por el uso de las que habían sido sus tierras. Pero Mesenia no fue un súbdito
fácil. Hacia la mitad del siglo VII tuvo lugar una sublevación que puso en peli-
gro a Esparta y que sólo tras muchos años de guerra fue dominada. Esparta
hubo de poner en juego todas sus fuerzas y convocó a las armas a todos sus
ciudadanos. Entonces nació el ejército espartano con su formación cerrada, la
falange. El ejército igualitario de hoplitas se convirtió en la institución clave de
la polis. Necesariamente siguieron reformas políticas para hacer valer en el
ámbito político la igualdad de los espartanos que la guerra había instaurado
en el ámbito militar.
La igualdad fue el concepto clave del orden y estilo de vida espartano. Los
espartanos se llamaban a sí mismos "los iguales». La igualdad política de los
espartanos se realíza ante todo en la institución básica de la polis, la asamblea
de los guerreros con plenitud de derechos. Bien es verdad que esta asamblea
no tuvo la vivacidad de la ateniense, puesto que en ella no se admitía el debate
sino sólo la votación sobre las propuestas. El principio jerárquico propio de todo
ejército desplazó la función deliberativa desde la asamblea al consejo de los
ancianos, el senado, pequeño órgano colegiado compuesto por veintiocho
miembros, que hacía la propuesta de decisiones a la asamblea. Dos basileis cul-
minaban esta organización. La monarquía dual, la diarquía, es un rasgo pecu-
liar de Esparta (recogido luego en Roma por los dos cónsules) que se explica
por su función fundamentalmente militar: un basileus tomaba el mando abso-
luto del ejército cuando éste salía en campaña; la existencia del otro aseguraba
la sucesión inmediata en el mando en caso de muerte o incapacidad del jefe en
campaña. El poder pleno del basileus espartano sólo se ejercía fuera de la ciu-
dad (así será también el imperium del cónsul romano). El cargo era vitalicio.
Finalmente hay que mencionar a los cinco Horos. He aquí otra de las magis-
traturas singulares de Esparta y quizá la más famosa . Los éforos, elegidos anual-
mente por la asamblea, tenían en principio la misión de controlar a los basileis,
pero poco a poco fueron extendiendo su función hasta llegar a ser los verda-
deros árbitros de la polis, fiscalizando toda la vida de los ciudadanos.
Como hemos dicho, la vida espartana quedó marcada por las exigencias
militares. Esparta fue ni más ni menos que una ciudad en armas, un gran cuar-
tel. Desde el nacimiento el espartano estaba sometido a la polis, que decidia sobre
su vida . Efectivamente, los recién nacidos defectuosos eran ejecutados. A los
10 GRECIA

siete años el niño era separado de su madre y la polis se hacía cargo de su edu-
cación con ejercicios de preparación para la milicia. La formación terminaba a
los veinte años con la incorporación del joven a la vida militar. A los 30 años el
espartano adquiría la plenitud de sus derechos políticos y formaba parte de la
asamblea. A los 60 era jubilado del servicio militar y quedaba disponible para
ser admitido entre los veintiocho ancianos del senado.
Los adultos espartanos se integraban en pequeñas comunidades de vida.
Cada una de ellas, formada por unos treinta hombres, constituía una célula del
ejército. Sus miembros se entrenaban juntos yen su momento combatían jun-
tos. Pero estos grupos iban mucho más allá del aspecto estrictamente militar.
Sus miembros compartían una vida común de la cual formaba parte impor-
tante la comida. Cada uno de los miembros aportaba a este fin una porción
señalada de alimentos.
La contrapartida de esta vida de cuartel fue la inexistencia de una auténtica
vida familiar, hasta el punto de que Esparta sufrió permanentemente el pro-
blema de la reproducción. El número de espartanos disminuyó desde 9.000
varones adultos en la época de apogeo hasta unos 700. Todos los intentos para
restaurar el poderio espartano estarán precedidos por concesiones masivas de
ciudadanía.
Tampoco podían los espartanos dedicarse a la vida económica. Su base eco-
nómica era la posesión de algunas tierras que eran cultivadas por esclavos. Con
su producto el espartano sos tenia a su familia y contribuía a la vida de cuartel.
Los espartanos eran conscientes de su opción antieconómica y vieron como
peligro la introducción de la riqueza y el lujo en su sociedad. Por ello, como
moneda, dentro de lapolis sólo permitieron circular pequeñas barritas de hierro.
Los esclavos agricultores de los espartanos se llamaban hilotas. Pertenecían
a la polis, quien los cedía a los ciudadanos para que trabajasen sus tierras. Pro-
bablemente eran descendientes de los primitivos habitantes sometidos y redu-
cidos a esclavitud, a los que se añadieron los mesenios.
Los espartanos y los hilotas no formaban la totalidad de la población. Exis-
tían también agricultores libres llamados periecos. A unque no tenían plenitud
de derechos políticos y económicos, tenían obligación de participar en el ejér-
cito y en las guerras, pero no estaban encardinados en la vida de cuartel. Pre-
cisamente los periecos llevaban la gestión de la escasa vida económica de Es-
parta.

3
ATENAS

Posiblemente el suelo infecundo de la península del Ática no atrajo a los con-


quistadores dorios y allí quedó independiente la primitiva población jónica que
fue la base étnica de Atenas. Sobre Atenas tenemos mucha más información
que sobre las otras ciudades. En cuanto a su organización política, la fuente
más importante es el estudio de Aristóteles La Constitución de Atenas, el único
EL MU NDO PO LÍTICO D E LO S G RIEG OS 11

libro conservado de la amplia colección de 158 constituciones de ciudades grie-


gas que recopiló el Estagirita.
La inestabilidad social del siglo VII afectó también a Atenas. Para atender a
la reivindicación popular de codificación, la aristocracia ateniense design,ó al
prestigioso Dracón (año 624 a. C.), cuya fama ha quedado marcada por la du-
reza punitiva de sus leyes.
Las reformas de Dracón fueron insuficientes. El peligro de que la situación
social desembocase en tiranía era grande. Por ello a comienzos del siglo VI (594)
la nobleza ateniense eligió a solón, otro prestigioso aristócrata, luego contado
entre los siete sabios de Grecia, como magistrado con poderes extraordinarios.
Primeramente Soló n restablece a todos los ciudadanos los derechos que
habían perdido por causas económicas, y para evitar la repetición de estas si-
tuaciones prohíbe en adelante la esclavitud por deudas, es decir, prohíbe la
garantía personal del crédito. Introduce también una serie de medidas econó-
micas de gran importancia, como fue la reforma de las pesas y medidas, la
prohibición de exportar productos agrícolas, excepto el aceite que, además de
ser un producto abundante en el Ática, inducía al aumento de la producción
de vasos cerámicos para su envío. Para garantía de los derechos de todos los
ciudadanos, instituye un Tribunal popular como instancia de apelación a la que
puede acudir todo ciudadano en demanda de un juicio público.
Este conjunto de medidas jurídico-económicas es acompañado por una re-
forma en profundidad de la constitución para adaptarla al nivel de evolución
que hemos llamado constitución hoplítica, es decir, a la timocracia. Los dere-
chos políticos están en correlación con cuatro clases económicas, las cuales tie-
nen su correspondencia en las clases militares o posición dentro del ejército de
acuerdo con la capacidad de armarse de cada ciudadano.
El conjunto de los ciudadanos forma la Asamblea y elige por sorteo entre
ellos los miembros del Tribunal popular. Puesto que la Asamblea, ampliada
ahora a todos los atenienses adultos, resulta ser un órgano poco ágil, solón
instituye el Consejo, formado por 400 miembros, para deliberar sobre las pro-
puestas que han de presentarse en la Asamblea.
Hasta aquí la constitución de solón ofrece un aspecto democrático. La timo-
cracia aparece en el desempeño de los cargos públicos. Los principales quedan
reservados a miembros de las dos primeras clases.

* * *
Las reformas de solón produjeron un periodo de tranquilidad social que no
fue duradero porque existían intereses sociales que no habían sido satisfechos.
Esta situación da lugar a una serie de disturbios hasta que Pisístrato, un noble,
consigue establecerse como tirano (560 a. de C). Pisístrato promovió una redis-
tribución de tierras en base a las confiscaciones de nobles y mejoró la situación
de los pobladores urbanos con obras públicas.
Los hijos de Pisístrato no estuvieron a su altura y la tiranía acabó en el año
510 con una serie r 'chas cuyo principal protagonista fue Klístenes. Éste in-
12 GRECIA

trodujo profundas reformas en la constitución de Solón y por ello ha pasado a


la historia como el fundador de la democracia en Atenas. En la terminología
de entonces, los atenienses hablaban de isonomía e isegoría' Sin embargo, no se
trataba de la absoluta igualdad, porque se mantuvieron distinciones claramente
timocráticas. Se trataba de una timocracia muy amplia que estaba ya a las puer-
tas de la democracia, que en su misma dinámica tendía hacia la democracia y
que acabaría en una democracia plena. Veamos estas reformas.
En primer lugar, el ensanchamiento de la base popular se opera porque hay
una generosa concesión de ciudadanía a los metecos.
En segundo lugar, Klístenes cambia la estructura de base de la constitución
política ateniense. La unidad ciudadana básica a través de la cual el ateniense
se incorpora a la po/is es el demos, unidad territorial que podríamos llamar el
barrío o pequeño distrito. Klístenes también reorganizó las tribus (phyles), cuyo
número elevó de cuatro a diez. Las tribus constituyen las unidades de organi-
zación de la Asamblea y, consecuentemente, del ejército. Otra modificación
consecuente fue elevar el número de los miembros del Consejo de cuatrocien-
tos a quinientos para acoplarlo al número de tribus: cada tribu elige por sorteo
50 consejeros.
La timocracia se mantiene en la organización de las clases políticas, que si-
gue siendo la de Solón con las características antes señaladas.
La po/iteia de Klístenes va a permanecer formalmente inalterada hasta fina-
les del siglo V; pero va a ir ganando contenido democrático a base de abrir los
cargos públicos a todos los ciudadanos, aumentar las competencias del Tribu-
nal popular (arrinconando al Areópago) y retribuir el desempeño de todas las
funciones políticas, incluso la asistencia a la Asamblea.
En esta evolución hacia la realización de una plena democracia según las
ideas griegas ---.,xplicaremos que para nosotros nunca fue más allá de una aris-
tocracia ampliada- Atenas se aproximó como ninguna otra ciudad griega al
ideal de la polis como comunidad viva de individuos libres que participan
directamente en la cosa pública. Para ello los atenienses aplicaron sistemá-
ticamente el principio de que toda función pública debería ser un cargo electi-
vo, por tanto conectado directamente con la voluntad política de la Asamblea,
de corta duración, generalmente anual. Si a esto se añade que la mayoría de
los cargos no eran reelegibles, al menos inmediatamente, la isonomía ateniense
estaba poniendo por obra el principio de la mayor participación posible de los
ciudadanos en las tareas públicas. La elección se efectuaba por sorteo, puesto
que así se cumplía a la perfección la igualdad de oportunidades entre los
ciudadanos. Para designar otros cargos se empleaba la votación, que para la
mentalidad griega era un procedimiento aristocrático, puesto que sólo tenían
posibilidades efectivas los candidatos que ya eran personas muy significadas
en la vida de la polis, es decir, los que ya eran notables (nobles). Algunos de

4 Etimológicamente isonomía significa igualdad legal; ¡segoría significa igualdad para


hablar en la Asamblea (agoreuiJ= hablar en el ágora), es decir, igualdad de derechos polí-
ticos .
,
EL MUNDO POLÍTICO DE LOS GRIEGOS 13

estos cargos, por ejemplo el de estratega o general, ofrecieron la posibilidad de


reelección indefinida. Gracias a esta posibilidad de ser reiteradamente reelegi-
do, pudo Pericles ejercer su liderazgo.
La Asamblea estaba formada por la totalidad de los ciudadanos. Se ofre-
cen las cifras de 30.000 a 40.000 ciudadanos para Atenas en los años de su apo-
geo. Era prácticamente imposible la asistencia de este número total. Se cree que
en las reuniones ordinarias que tenian lugar aproximadamente cada nueve días,
los asistentes oscilarían entre los 2.000 y 3.000 ciudadanos.
El Consejo se reunia diariamente con la doble misión de vigilar la ejecución
de los acuerdos de la Asamblea y preparar la deliberación para las futuras re-
uniones de la Asamblea. La primera función suponía el control real de todos
los cargos públicos, especialmente del tesoro. La segunda suponía una previa
deliberación de todos los asuntos hasta llegar a una propuesta concreta que se
sometía a la Asamblea para su consideración, debate y decisión.
El Tribunal popular constituía el órgano más numeroso después de la Asam-
blea. Cada año se designaba a 6.000 ciudadanos como jueces. Con ellos se com-
ponían los tribunales populares. Cuanto más importante era el proceso, ma-
yor era el número de jueces que formaban el tribunal hasta llegar a un máximo
de 501. Nos llama la atención que un órgano judicial tomara estas dimensio-
nes. Con ello los atenienses trataban de hacer realidad la idea de que el tribu-
nal es la misma comunidad en funciones judiciales. Los jueces atenienses no
eran funcionarios técnicos al servicio del Estado, sino ciudadanos libres que
encarnaban la potestad judicial de la polis. Lo cual se confirma por el procedi-
miento de dar sentencia, en el que no se producía ninguna deliberación entre
los jueces: una vez terminada la acusación y la defensa, cada juez expresaba su
opinión mediante votación secreta.
Los tribunales podian controlar toda la gestión de los cargos públicos. In-
cluso antes de ser elegido, un candidato podía ser citado ante los tribunales
para que éstos sentenciaran sobre su capacidad. Pero el control más eficaz era
a posteriori, puesto que toda magistratura debía rendir cuentas de su gestión, y
esta misma gestión siempre podía ser sometida a proceso judicial. Excepto los
estrategas reelegidos, los magistrados atenienses tenian poca libertad de acción
con la amenaza de un juicio al término de su corto mandato.
Además, el Tribunal popular podía juzgar una ley o decisión de la Asam-
blea y anularla si sentenciaba que era ilegal e injusta. Esta facultad parece estar
en contradicción con la soberanía de la Asamblea. No hay tal, porque ambos
órganos son expresión de una misma comunidad en distintas manifestaciones
de su vida. La decisión judicial sale al paso de la posibilidad de que la Asam-
blea se deje llevar de una situación emocional y tome una decisión que no esté
de acuerdo con la vida anterior y futura de la comunidad.
14 GRECIA

4
LA FORMA DE LA POLIS

El somero recorrido por tantos siglos de historia de la polis nos plantea la pre-
gunta de si cabe encontrar en formas aparentemente tan alejadas alguna es-
tructura común que fuera el alma permanente de la singular organización grie-
ga, que nos diera su razón de ser e incluso nos explicara su misma andadura.
El hecho de que, a pesar de las diferencias, a todas esas formas atribuyamos el
término polis implica una respuesta afirmativa a la pregunta. Decimos que la
pluralidad de formas, que sólo hemos mencionado en sus categorías más ge-
nerales y que todavía resaltaría mucho más si contempláramos las poleis una a
una, debe interpretarse como pluralidad de manifestaciones de una única for-
ma que subyace a todas ellas. Efectivamente, en el fondo de la polis está siem-
pre presente la realidad de una pequeña comunidad de iguales, altamente in-
tegrada, que constituye el núcleo social en torno al cual se posiciona el resto de
la población. Esta idea de la comunidad integrada, actuante, viva, que decide
sobre sus propios destinos y dentro de la cual el ser humano encuentra la ple-
nitud de su realización, constituye la última esencia de la polis. El hombre es
un animal "politico»5 (ZOOM politikóM) en cuanto ser que encuentra su más alta
perfección participando en la vida de la polis.
Naturalmente los helenos tardaron muchos siglos en llegar a una formula-
ción consciente de lo que era la polis. En este caso la praxis fue por delante de
la teoría. La comunidad local de los vecinos se concreta y se realiza de un modo
espontáneo y natural en la reunión de los hombres libres (no sometidos a nin-
gún otro hombre), aptos, física y económicamente, para manejar las armas. En
esta asamblea cada individuo, precisamente por su capacidad bélica personal,
que puede actualizar en cualquier momento, mantiene su personalidad, su li-
bertad, porque libremente acude y actúa en la asamblea y porque no reconoce
a ningún otro hombre como su superior natural, lo cual no excluye la subordi-
nación funcional para determinadas tareas cuando así lo decide la asamblea.
Éste fue el alma permanente de la polis, su forma esencial a la que se mantu-
vo fiel a través de la pluralidad de formas históricas en que se fue concretando
en los diversos tiempos y en los diferentes lugares.
La relación del individuo con la polis a través de la asamblea se mantiene
viva precisamente por la ausencia de una institución que es básica en nuestro
mundo político moderno: la representación. Los miembros de la comunidad
han de participar personalmente en la asamblea, no pueden nombrar un repre-
sentante. La comunidad se identifica directamente con sus miembros, que son
perfectamente conocidos unos de ot~os, y, por tanto, no cabe la mediación de
un representante.
La polis es, pues, una institución eminentemente personal. Hemos de insis-
tir en este aspecto personal, tan diferente de lo que ha llegado a ser el Estado

5 Utilizamos las comillas para indicar que el adjetivo está entendido en el sentido ori-
ginal griego (lo que se refiere a la polis) y no en el sentido actual.
=

EL MUNDO POLíTICO DE LO S GRIEGOS 15


moderno y contemporáneo en el que vivimos y en el que la institución ha to-
mado un tal grado de objetivación que ha absorbido a los hombres que la com-
ponen. La manera más usual con que los griegos nombraban a la polis en cuan-
to organización política es muy significativa. En nuestro lenguaje actual,
España, Francia, etc., son propiamente nombres de un territorio que además
normalmente usamos para significar el Estado español, francés, etc. Para ex-
presar la entidad política ateniense, los griegos no decían «Atenas», sino «los
atenienses». Esto sucedia igualmente en las otras poleis.
Esta singular concepción de la comunidad política se corrobora y aclara al
considerar el curioso problema de sus límites. Desde el principio de estas pá-
ginas subrayamos la originalidad de la dimensión minúscula de lo político en
el mundo griego. Cuando se trata de dar cifras de los ciudadanos -no de la
población total de una polis- hay que venir a números muy reducidos. Espar-
ta, en el momento de mayor esplendor, tenía unos 9.000 ciudadanos, para estabi-
lizarse luego sobre los 2.000. Corinto podría haber llegado a los 10.000. Egina
no debió pasar nunca de los 2.000. Atenas, en el momento de su apogeo, era
una auténtica megápolis con unos 40.000 ciudadanos. Aristóteles trata expre-
samente de las dimensiones de la ciudad perfecta en la Política y, aunque no
da números, deja bien claro que es un asunto de proporción ---<es decir, no es
mejor polis la más numerosa- para conseguir las finalidades de la vida «polí-
tica» y que ésta exige un cuerpo político reducido, cuya asamblea pueda ser
dominada por la voz de los heraldos y oradores, porque de lo contrario no sería
operativa. Pero además explica Aristóteles que esta dimensión reducida es ne-
cesaria para que haya un conocimiento personal lo más extendido posible en-
tre los ciudadanos, es decir, para que predominen las relaciones que la socio-
logia llama face-Io-face ..
Este principio de limitación de la comunidad obró también en un sentido
muy peligroso, que fue la disminución de los ciudadanos. La polis se podía
encontrar en peligro de extinción por falta de ciudadanos. Para el problema
contrarío, el crecimiento excesivo de la población, los griegos encontraron la
solución en las colonias, que tienen su propia ciudadania, independiente de la
metrópoli. La polis nunca crece a través de las colonias, sino más bien al revés,
las colonias sirven para mantener a la polis en sus correctas dimensiones.
Un rasgo general de la polis es que no emprendió guerras de conquista para
agrandar su territorio y su poder. La expansión colonial no supuso incremen-
to del poder político de las metrópolis. En las guerras entre griegos, los derro-
tados han de sufrir castigo y, a veces, el vencedor coloca en la polis vencida un
gobierno de amigos. Pero no se da el fenómeno de la incorporación. Esparta es
una excepción que a su vez confirma la regla. Los lacedemonios, para poder
subsistir, hubieron de someter a la vecina Mesenia y agrandar así su dominio
político. Pero no pasaron a más, a pesar de disponer del mejor ejército de Gre-
cia. Es como si Esparta hubiera sido consciente de que había llegado a la di-
mensión territorial necesaria para existir y que no debía superar esos limites.

* * *
16 GRECIA

Los ciudadanos no comprendían el total de la población. Junto a ellos había


que contar las mujeres y niños, sin derechos políticos. Pero hay que recordar
otros dos grandes sectores de población: los esclavos y los extranjeros residen-
tes o metecos.
Resulta imposible resumir en pocas líneas la situación de la esclavitud en la
Grecia clásica por la enorme variedad de situaciones de una polis a otra y las
grandes diferencias de los esclavos dentro de una misma ciudad. Sufrían una
terrible opresión los esclavos que trabajaban encadenados en las minas de pla-
ta de Atenas al servicio inmediato de los arrendadores de la explotación, mien-
tras que gozaban de una cierta libertad e incluso prestigio los esclavos propie-
dad de Atenas que llevaban la rudimentaria burocracia de la polis. Podemos
decir que ocupaban una posición intermedia aquellos que practicaban un ofi-
cio por sí mismos, incluso siendo jefes de un taller, y entregaban parte de las
ganancias a su amo. La situación económica de estos esclavos artesanos supe-
raba seguramente la de los ciudadanos pobres. La esclavitud en Grecia no lle-
gó nunca a las dimensiones de Roma ni en cuanto a la extensión (el número de
esclavos no parece que fuera muy superior al de la población libre) ni en cuan-
to a la intensidad (la opresión).
Los metecos eran un elemento económicamente muy importante en Atenas.
La prosperidad de la ciudad los atrajo y, a su vez, contribuyeron a su desarro-
llo contándose muchos metecos entre los habitantes más ricos de Atenas. Hom-
bres libres, pero sin derechos políticos, gozaban de los derechos civiles y eco-
nómicos con la excepción de la propiedad de la tierra, a menos que la ciudad
se lo concediera a título individual. Sabemos que muchos de ellos sentían a la
polis de residencia como su verdadera patria y participaban en el ejército.
Examinada la polis como formación social, habría que calificarla, de acuer-
do con las categorías elaboradas por los mismos griegos, como una aristocra-
cia más o menos amplia. La teoría política griega se extendió en la discusión
que contraponia oligarquía y democracia, pero, examinándola con ojos actua-
les, vemos que de lo que se trataba era de discutir la amplítud menor o mayor
del círculo siempre reducido de habitantes que tenían derecho a participar en
el poder político, es decir, de los ciudadanos. La idea de la comunidad cerrada
opera primeramente frente a las otras poleis, pero también frente a los otros
habitantes de la ciudad.

***
Estas consideraciones sobre las dimensiones externas de la polis nos han remi-
tido a la idea básica de la comunidad altamente integrada y nos llevan a pre-
guntarnos por lo que podríamos llamar las dimensiones internas de la polis.
¿Hasta dónde abarcaba la vida colectiva de la polis en relación con los indivi-
duos y con las posibilidades que ofrecía aquella cultura? La respuesta es otra
de las características originales de esta formación social. La polis lo abarca todo:
el hombre sólo se hace tal en el seno de la polis, es el animal «político», pues
satisface en la polis desde las necesidades materiales hasta las espirituales, in-
EL MUNDO POLÍTICO DE LO S GRIEGOS 17

cluyendo las diversiones e incluso la vida de ultratumba. La polis es el marco


de referencia continuo de la vida del griego, que sólo tiene sentido dentro de
la polis: sus creaciones artísticas son para embellecerla, sus obras literarias son
para ser leídas, cantadas o representadas en la plaza pública o en el teatro pú-
blico, sus investigaciones filosóficas son para mejorarla.
Ahora bien, esta misma pretensión de totalidad hizo que la comunidad po-
lítica fuera un sistema intrínsecamente inestable. Una formación social de di-
mensiones tan reducidas, con una base material tan insuficiente, no podía di-
gerir todos los insumos de la vida social. El hombre notable, el ciudadano de
altas capacidades, podía poner en juego toda su persona en la tarea de engran-
decer cultural y espiritualmente a su polis y la vida social se beneficiaba direc-
tamente de estas aportaciones. Pero también las cualidades personales antiso-
ciales corno la envidia, la ambición egoísta, el resentimiento y la rivalidad
personal irrumpían en la vida «política» perturbándola gravemente.

* * *
La exposición de lo que antecede ofrece gran parte de la respuesta a la pregun-
ta que surge espontáneamente al estudiar la historia política griega: ¿por qué
los griegos no fueron capaces de crear un gran Estado nacional unitario? Pare-
ce corno si la gran inventiva helena, que en tantas ramas de la cultura supo
alcanzar cotas definitivas, hubiera sido permanentemente inmadura en el te-
rreno político. Todavía Aristóteles, viviendo lo que se ha llamado el ocaso de
la polis, y consciente de que dicha forma no tenía porvenir en la Historia, de-
seaba que el pueblo griego mantuviera el liderazgo cultural y político de la
humanidad, pero el filósofo sabía que para ello era necesario instaurar un sis-
tema de gobierno unitario. La respuesta es que dicho gobierno, que equival-
dría a nuestro actual Estado nacional unitario, nunca fue un objetivo político
para los griegos. Una forma política de grandes dimensiones hubiera signifi-
cado la muerte de la polis, que es la creación específicamente griega.

CAPÍTULO 1

LOS COMIENZOS DEL PENSAMIENTO POLÍTICO

1
IDEAS "POLÍTICAS» FUNDAMENTALES

La vida "política» no consiste en el disfrute de la abundancia material ni en el


lujo. No es, por tanto, su objetivo el triunfo económico. En general, los ciuda-
danos griegos vivían en un nível de frugalidad que para nosotros equivaldría
a una auténtica pobreza. Ya hemos observado que el camino hacia la democra-
cia en la polis es un proceso de apertura de la vida "política» a sucesivos nive-
les de estrechez económica hasta llegar a los jornaleros. Por otra parte, claro
está que hubo ciudadanos ricos, pero no inmensamente ricos. No tuvo presen-
cia entre los griegos la fastuosidad privada como se dio siglos después entre
los romanos. Además, la abundancia material servía al ciudadano precisamente
para realizarse mejor en los aspectos más espirituales de la vida "política», es
decir, ganar prestigio entre sus conciudadanos al poner su riqueza al servicio
de la polis. Para ello inventaron los griegos la curiosa institución de la "litur-
gia», el servicio público que un personaje rico había de financiar, como podía
ser una función teatral o el equipamiento de una nave. La falta de oposición
entre lo público y lo privado hacía que los griegos dieran por supuesto que la
riqueza de unos ciudadanos era un bien en cierto modo común y con un des-
tino común. No hubo pensamiento socialista entre los griegos. El comunísmo
de Platón es consuntivo y sólo para la clase dirigente; la producción queda en
manos privadas.
La plenítud humana la buscó el griego en el prestigio que le procuraba la
realización de sus facultades personales. Se unen aquí dos elementos, ambos
esenciales: el social y el personal. El elemento social es el reconocimiento por
parte de los demás. Se puede decir que el griego es un hombre que vive total-
mente ante los demás: su más alto objetivo vital es el reconocimiento por la polis
de su valía personal. Esto supone una alta valoración de la vida comunitaria
en la que todos se conocen entre sí.
El conjunto de las cualidades psicológicas que forman al hombre perfecto y
le capacitan para la vida política se expresa en una sola palabra, laareté. Laareté
es aquello que da verdadero valor a la vida, el fin más digno de la actividad
LO S COM IE NZOS DEL PENSAMIENTO POLÍTICO 19

humana. Solemos traducirlo por virtud, pero nuestro fonema tiene una primor-
dial connotación moral e interna que no existía entre los griegos del siglo v. La
ayeté no se entendía separada del comportamiento. Solamente con Sócrates va
a producirse el importante cambio que da primacía a la interioridad en la cua-
lificación de la persona. Esta íntima relación entre ayeté y éxito social explica la
identificación sofística deayeté con oratoria. Efectivamente, el instrumento por
excelencia para la acción política, dada la composición colegiada de los órga-
nos, era el discurso, la arenga, la expresión en público. El buen orador tenía
asegurado su triunfo en la vida de la polis.
Y, sin embargo, esta abierta competición, este impulso individual para as-
cender en la escala del prestigio, no da lugar a la guerra universal de todos
contra todos. Era natural que el egoísmo y las pasiones personales, tan aguda-
mente azuzadas, pudieran hacer presencia y en muchos momentos convertirse
en auténtico peligro para la polis. Pero los griegos pensaron que en la polis pri-
vaba el concierto sobre la distorsión, que la polis debía ser una realidad de con-
vivencia pacífica, armónica. Hemos llegado a uno de los conceptos clave de la
mentalidad griega: la armonía. Retomaremos este concepto a nivel general en
el próximo apartado. Ahora que estamos reflexionando sobre la actividad sin-
gular de los ciudadanos nos preguntamos en virtud de qué elemento esa acti-
vidad debe desarrollarse en armonía. Aristóteles lo expresa con gran claridad
y concisión: el hombre es «animal político» porque tiene ellogos, vocablo que
significa «palabra» y además «razón»: ellogos es tanto el discurso interno del
pensamiento como su comunicación externa a los demás. La comunión en el
logos, la unidad profunda de los hombres en la razón, constituye el fundamen-
to más sólido y profundo de la vida social. EIlogos griego tiene además nues-
tro sentido de lo «razonable» en cuanto opuesto a lo pasional. Frente a las
pulsiones de la pasión, que por sí mismas son ilimitadas, la razón pone orden
y medida, y hace posible la vida comunitaria, porque el triunfo personal ya
tiene una instancia limitadora interna.

* * *
La experiencia de una vida comunitaria ordenada creó en el heleno, por los
caminos usuales de socialización, una alta valoración de todo lo que es orden
y razón. Todo orden social necesariamente se objetiva en unas normas, las le-
yes de cada sociedad. En su época primitiva las poleis se regian por normas
tradicionales a las que se atribuía un fundamento religioso, habían sido dadas
por el dios de la polis, o en general por los dioses; eran las thémistes. Los grie-
gos llamaron nomos a la ley codificada por escrito. La codificación hizo que el
nomos fuera sentido como un bien propio de toda la comunidad. Aparece como
la gran instancia colectiva sustentadora de la polis. El nomos es en la vida de la
polis lo que ellogos es en la vida personal. Nomos es ley en el lenguaje griego y
es mucho más: es ellogos colectivo, objetivado, que define y hace posible la vida
de la comunidad y, consiguientemente, la de cada ciudadano. El nomos (o los
nomoi, puesto que las pautas reguladoras de la vida social se fueron desarro-
20 GRECIA

liando y complicando con el curso del tiempo) es el alma de la polis, es la at-


mósfera social que respira el ciudadano, el ámbito social que hace posible su
vida. Sólo habiendo captado este profundo sentido del nomos es comprensible
la actitud de Sócrates, condenado a muerte, que rehúsa la fuga preparada por
sus amigos para morir siendo fiel a las leyes de su ciudad.
El nomos es el rey de la ciudad en expresión de Píndaro, la instancia su-
prema, lo cual nos plantea un primer problema: su relación con la soberanía
de la asamblea. La supremacía de la asamblea es indiscutible: se trata de la
misma polis en vivo y no de una institución dentro de la polis. La antinomia
nomos-asamblea se resuelve teniendo en cuenta que son dos figuras distintas
de una misma realidad. El nomos es la polis objetivada, racionalizada y per-
manente. La asamblea es la polis en directo, subjetivada, pasionalizada en alto
grado y transitoria. La asamblea crea el nomos o al menos lo sanciona implíci-
tamente. Desde este punto de vista el nomos tiene su origen en la asamblea.
La creación del nomos es una autolimitación de la misma asamblea. Pero no
se trata de una limitación extrínseca, como si la asamblea renunciara a una
parte de su poder supremo. Es la autolimitación que procede dellogos. Nor-
malmente no hablamos de limitación de las posibilidades del individuo cuan-
do éste pone orden en su vida; más bien pensamos que con ese orden la po-
tencia en cuanto que aumenta su capacidad de realización y además las
dignifica en cuanto que una vida ordenada gana en valor ante uno mismo y
ante los demás. La asamblea como institución debe mostrar una coherencia
consigo misma, y por ello con el nomos. Se explica así la posibilidad del re-
curso ante los tribunales contra decisiones de la asamblea por no haberse ajus-
tado al nomos. Los griegos conocían muy bien el clima pasional en que se
desarrollaban muchas de las reuniones de la asamblea y no tenían problema
en aceptar una revisión de sus acuerdos. Pero además, en cuanto al nomos se
refiere, eran particularmente conscientes de la necesidad de defenderlo con-
tra modificaciones precipitadas.
El nomos puede aparecer entonces como el único senor de la polis, que do-
mina sobre los individuos y también sobre la comunidad. Para aquéllos es una
instancia inmediata y exterior; para ésta es su misma alma, la garantía de su
salud social. El sometimiento al nomos es perfectamente compatible con la liber-
tad del ciudadano. Negativamente, se puede formular diciendo que no es li-
bre el hombre que se halla sometido a otro hombre, a la voluntad de otro, por-
que en caso de colisión de voluntades prevalece la del otro, convertido en amo.
Por el contrario, el sometimiento al nomos -a un orden, no a un hombre- no
es en último término un sometimiento a una instancia exterior al individuo.
Los griegos distinguieron muy agudamente entre los dos tipos de poder y,
consiguientemente, de sometimiento, uno inconciliable y otro conciliable con
la libertad. El primero es el poder del amo, el despótes: todo mando que pueda
ser calificado de despótico es inconciliable con la dignidad del ciudadano li-
bre. El segundo es el poder sobre el ciudadano, el poUtes; sólo el mando políti-
co es mando sobre hombres libres. Curiosamente, estos dos tipos fundamentales
de poder son calificados en un caso por el que manda y en otro por el que obe-
LOS COMIENZOS DEL PEN SAMIE NTO POLÍTICO 21

dece, como si en un caso se quisiera subrayar el poder del que manda y en otro
el respeto a la libertad del sometido.
El nomos es la instancia integradora del individuo en la polis. Siguiendo al
nomos, el individuo actúa como juez, funcionario, guerrero, sacerdote. Al abar-
car la polis la totalidad del ámbito vital del ciudadano, el nomos era una instan-
cia que llegaba hasta casi todos los rincones de la vida del individuo. Y, sin
embargo, este dominio, que por su intensidad podríamos llamar tiránico, era
aceptado libremente por el ciudadano. El descubrimiento del nomos como ins-
tancia de libertad y dignidad de la persona permanecerá ya para siempre como
uno de los logros fundamentales del pensamiento político .

•••
Aquella parte del nomos que regulaba las instituciones sociales más importan-
tes fue llamada politeia. De nuevo preferimos atenernos al fonema griego, pues
el castellano «constitución» tiene hoy un significado jurídico formal que no
coincide con la politeia de los griegos. En ésta, una vez más, está muy presente
el sentimiento de lo vivo, lo que se realiza por la actividad agitada de unos
sujetos concretos.
Los dos principios esenciales de la politeia fueron la autonomía y la autar-
quía. Las dos se complementan para expresar la idea núcleo de la forma polí-
tica griega como una pequeña comunidad, que en su microámbito tiene la to-
talidad de posibilidades de la vida humana digna. La autonomía expresa la
independencia política de la ciudad. Su nomos, su forma de vida, tiene su ori-
gen en ella misma. La autonomía es la expresión de la libertad colectiva, pre-
supuesto de la libertad individual. El mismo fervor con que el individuo valo-
raba su libertad, lo trasladaba la ciudad a su nomos. Para defender su autonomía
estaba dispuesta la polis a los mayores sacrificios, a la guerra contra cualquier
enemigo, por poderoso que fuera. La autarquía -autosuficiencia- expresa
la independencia material de la ciudad. Es la base material de la autonomía.
La polis debe poseer todo lo necesario para desarrollar su proyecto de vida co-
lectiva, para que los ciudadanos puedan realízar sus cualidades personales y
alcanzar la felicidad. Pero la pobreza del suelo griego, que no puede ofrecer en
cada una de las regiones o comarcas el conjunto material suficiente para satisfa-
cer las necesidades de lapolis, plantea el problema de la autenticidad de la autar-
quía. ¿Cómo pensar en autarquía si siempre fueron necesarias las relaciones
comerciales entre las poleis? Aunque no todos los productos tuvieran origen
en ella misma, si la polis era capaz de procurárselos libremente, esto bastaba.
Desde nuestra actual perspectiva podemos señalar el gran peso ideológico que
tenía la autarquía entre los griegos. Hasta tal punto creían en la autarquía que
ni siquiera los grandes genios del pensamiento político griego se plantearon el
problema de las relaciones exteriores de la polis.
22 GRECIA

2
EL ORTO DEL LOCOS

La Historia de la Filosofía tiene su comienzo en Grecia. Esta afirmación no sig-


nifica el desconocimiento de que en otras civilizaciones también encontramos
reflexiones con auténtico nivel filosófico, pero estas reflexiones de inteligen-
cias conocidas o anónimas no lJegaron nunca al grado de elaboración sistemá-
tica que requerimos para calificar a un pensamiento como filosófico. Les faltó
la aplicación sistemática del punto de vista específicamente filosófico con su
correspondiente metodología. Les faltó el cambio intelectual decisivo que se
designa como «el paso del mito allogos».
La conciencia prefilosófica no distingue la diferencia esencial entre la natu-
raleza, la sociedad y el hombre. Entiende toda la realidad con ideas sacadas de
la propia experiencia personal humana, personifica las fuerzas de la naturale-
za y concibe sus relaciones con categorías humanas como la ira, la amistad, el
descanso, etc. En un segundo paso, la personificación no se aplica a los mis-
mos hechos naturales, sino a una realidad que está detrás de elJos, el dios o los
dioses, entendidos antropomórficamente, como agente superior que misterio-
sa y poderosamente maneja los fenómenos naturales. Todo el ámbito de la
experiencia es una realidad sometida al poder irresistible -frecuentemente
también es un poder caprichoso- de los dioses. Así nace el mito. Con la pala-
bra mito significamos un tipo de explicación que la conciencia prefilosófica in-
venta en su deseo de comprender la experiencia. Expresa en forma de relato lo
que el pueblo piensa sobre las grandes cuestiones de la vida. No es un simple
relato, porque no hay distancia entre el relatante y el relato: el mito es parte de
la vida del creyente. No se plantea todavía cómo funcionan las realidades que
experimenta, sino qué agente maneja dichas realidades.
La conciencia filosófica supone un radical cambio de actitud frente a la na-
turaleza. Comienza cuando el hombre cree que puede explicar la naturaleza
por sí misma, sin recurrir a la acción de los dioses. La filosofía es, por tanto,
una empresa radicalmente secular y secularizante. Fueron hombres de la Jonía
quienes dieron consciente y sistemáticamente este paso trascendental para la
humanidad. Naturalmente, la conciencia filosófica no nació ya desarrolJada y
madura. No tenían aquelJos primeros filósofos una tipología diferenciada para
clasificar correctamente la realidad. Con frecuencia quisieron explicar los fenó-
menos de la naturaleza con conceptos psicológícos. Así, Empédocles explica el
cambio en la combinación de los cuatro elementos básicos (tierra, aire, agua y
fuego) por la lucha entre el Amor y el Odio.

3
PRIMERAS IDEAS SOBRE LA JUSTICIA

Prescindiendo de algunas ideas fragmentarias que encontramos en Homero,


el primer autor que inaugura dignamente la brillante historia del pensamiento
LOS COMIENZOS DEL PENSAMIENTO POLÍTICO 23
político griego es el poeta HESÍODO, campesino de una pequeña polis de la
Beocia en la primera mitad del siglo VII. En sus dos poemas, Teogonía y Los tra-
bajos y los días, expresa unas ideas sobre la justicia que suponemos serian las
comunes de su época: el orden de la convivencia humana tiene su fundamento
en la esfera de la divinidad.
En la Teogonía nos cuenta que DOce, hija de Zeus, tiene la misión de defen-
der la convivencia pacífica entre los hombres y, para ello, denuncia ante su
padre todas las injurias que hacen unos hombres contra otros. Zeus aplica el
correspondiente castigo que, aunque tarde en llegar, no falta nunca.
Esta visión optimista del triunfo final de la justicia divina no se oscurece
por el hecho de que el poeta tenga una amarga experiencia de la sociedad his-
tórica que aparece expresada en Los trabajos y los días. Por primera vez encon-
tramos la visión decadente de la historia en el mito de la sucesión de las Eda-
des. La primera época de la humanidad fue la feliz Edad de oro, cuando Cronos
regía el mundo, la tierra producía sus frutos abundante y espontáneamente y
los hombres vivían felices sin injusticias ni trabajos. Pero la humanidad ha ido
decayendo hasta llegar a la Edad de hierro, que es la del poeta, llena de iniqui-
dad. Hesíodo es testimonio de una época de conflictos sociales. Ya no existe el
derecho, se ha perdido el sentido del honor, los malvados engañan a los bue-
nos, los jueces no hacen justicia. El campesino Hesíodo tiene un pleito contra
su hermano, probablemente un problema de herencia, y no consigue que los
jueces de su polis den una sentencia justa. Quizá sea esta experiencia de la in-
justicia humana la que despierta en el poeta su fe en una justicia divina. Sus
ideas a este respecto (vv. 202-285) comienzan con la famosa fábula -la prime-
ra en la literatura occidental- del ruiseñor (pájaro cantor que quizá simboliza
al mismo poeta) que está preso sin remedio en las garras del halcón. En el mun-
do de las fieras rige la fuerza. Pero no debe ser así en el mundo de los huma-
nos, que está sometido a la justicia. Zeus premia con la prosperidad tanto al
hombre justo como a la polis justa: en ella reinan la paz y la abundancia. Zeus
castiga con desastres la injusticia tanto del individuo como de la colectividad.
Esta última se concreta en las sentencias injustas de los jueces. Una ciudad donde
impere este tipo de sentencias atrae sobre sí los males del castigo divino.

You might also like