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Eran las tres de la tarde cuando Gabriel nació en el Hospital Militar de la ciudad de
Bogotá. Fue un parto de gran dificultad. Su hermano gemelo solo hizo presencia en el mundo
por unas pocas horas. Sus pulmones no tuvieron el suficiente desarrollo para poder oxigenar
su cuerpo. Gabriel por su parte logró sobrevivir al parto, y su cuerpo se encontraba en correcto
funcionamiento.
A los tres años de edad su madre empezó a notar que Gabriel tenía dificultades para seguir
objetos con su mirada, que en muchas ocasiones no atendía cuando lo llamaban por su
nombre, y ante la presencia de un extraño se sentía atemorizado e intimidado.
Una vez que su madre se percató de estos síntomas fue al médico pediatra y le comunicó
lo observado. Tras unos meses de exámenes y diferentes trajines, el médico determinó que
Gabriel presentaba una leve presencia de autismo, al cual se le denomina “autismo de alto
funcionamiento” o autismo en tercer grado. Esto iba a implicar que Gabriel iba a tener
problemas para el desarrollo de su lenguaje. Problemas tanto en la capacidad para hacer
amigos como el interés para tenerlos. Dificultades para salir de las rutinas o hábitos que
establece. Y que podrá desarrollar cierto apego a objetos. Sin embargo, el doctor dijo a su
madre que no todo era tan malo, pues todas esas patologías eran superables con constancia,
compresión y afecto, y que en ciertas ocasiones este problema se convierte en una gran virtud.
Su madre al salir de este lugar sintió su alma muy acongojada y desconcertada por la
condición de Gabriel, no obstante, tomó aire y se dijo así misma: -he logrado superar
situaciones más difíciles -.
Al pasar los años Gabriel con el apoyo constante y fiel de su madre logró ingresar al
colegio y ser aparentemente uno más dentro de sus compañeros. Su diferencia se daba porque
procuraba estar solo, y sus únicos amigos, como él lo expresaba, eran los libros. Con ellos
Gabriel hablaba, peleaba, y hasta jugaba en ciertas ocasiones.
Un día uno de los profesores de Gabriel quiso que él lograra superar su miedo por los otros,
y que no solo los libros fueran sus amigos. Lo primero que hizo fue poner en parejas los
estudiantes de la clase, y después les pidió que se hicieran las preguntas que había escrito en
el tablero. Gabriel muy temeroso y con la mirada disipada tuvo una gran iniciativa, pues ante
el silencio de su amigo pensó que él también “era especial” (que era manera como su madre
le decía a los demás cuando notaba que él no hablaba). Pero su iniciativa no fue para empezar
la conversación, sino que le dijo a su compañero que dijera la primera pregunta. Su
compañero de ojos saltones acató la invitación y realizó la pregunta que cambiaría la vida de
Gabriel: - ¿quién eres tú? -.
Esta era una pregunta muy compleja para un niño, pues a esa edad no se comprende la
profundad de lo implica tal pregunta. Pero esa interrogación le quedó a Gabriel en su mente,
y no hacía más que repetirla en su mente una y otra y otra vez.
Una mañana de fin de semana quiso exteriorizar esa voz que le decía incesantemente quién
era. Y para esto con su mirada dispersa, con cierta distancia y timidez le dijo a su madre que
si sabía quién era él. Su madre confusa y con cara de extrañeza le dijo: - esa es una pregunta
que solo podrás resolver por ti mismo, y quizá sea la pregunta más importante de tu vida,
pues lo que logres responder de ella es lo que dará sentido a tu vida y te mostrará tu función
en este mundo-.
Esas palabras transformaron por completo la vida de Gabriel, pues hicieron que se
convirtiera una obsesión el saber quién era. Como era normal a los primeros que les preguntó
fue a los libros. Pero esto le generó muchas más preguntas, pues por cada autor había una
respuesta diferente. Unos decían que era un hijo de Dios, otro un animal político, otro que un
ser simbólico, otros que un ser para la guerra, otros que un ser vivo, y así cientos de respuestas
que no le lograban satisfacer. Sin embargo, una de las personas que logró leer, decía que
parte importante para poder saber quién éramos era lo que los demás pensaban sobre
nosotros.
Esta idea hizo que Gabriel saliera de su introversión, pues no hacía más que preguntarle
a los demás si sabían quién era él. Al primero que le preguntó fue a su compañero que le
había hecho la pregunta, y él con sorpresa, ya que era la primera vez qué Gabriel se dirigía a
él con espontaneidad, le dijo: tu eres el más inteligente de la clase. Esto llevó a Gabriel a un
estado de alegría que no había sentido. Después se decidió preguntarle a una niña que le
parecía bella. Y ella con voz tenue y aire de coquetería le dijo: - eres un niño lindo-. Esto
hizo que se sonrojara, diera media vuelta y se fuera, pues eso superaba todos los límites de
su capacidad comunicativa.
Después de unos años y habiendo escuchado muchas respuestas más Gabriel descubrió
que esa era una pregunta que no se podía responder de una manera definitiva, sino que toda
su vida la iría alimentando de acuerdo a sus experiencias, logros y sueños, y como había
dicho su madre, era algo que solo él podría hacer. Pero lo que sí sabía era que gracias a esa
pregunta ya no era especial por ser introvertido, sino por haber superado su condición.
3. Elabore más de diez preguntas en la que el acto de habla se constituye como una
herramienta para pensar la filosofía. Luego comparta las preguntas con sus compañeros.
Ahora bien, partiendo de lo que se entiende por cada una de estas inteligencias, se puede
dar paso a su incumbencia en la formación del pensamiento filosófico. Desde la inteligencia
lingüística se da una absoluta unión, pues esta capacidad es el alma del pensamiento
filosófico, dado que la filosofía es comunicación, argumentación, y expresión, entre muchas
otras formas de interactuar con el saber. Sin embargo, esta capacidad juega con un carácter
bidireccional, pues, aunque el pensamiento filosófico necesita de esta inteligencia, es también
quien de una manera óptima lo cultiva y desarrolla por sus exigencias comunicativas
coherentes y lógicas.
Con la inteligencia lógico-matemática el pensamiento filosófico puede tomar cierta
distancia, pues como se expuso anteriormente, la naturaleza de esta inteligencia se basa en la
comprensión y organización numérica del mundo, y la fuente esencial del pensamiento
filosófico se vincula necesariamente con las letras. No obstante, el pensamiento matemático
ha tenido vínculos dentro de las letras, como lo manifestaron los Pitagóricos y hasta la misma
filosofía analítica con Wittgenstein, que dentro de sus especulaciones filosóficas vieron el
orden matemático de las palabras y hasta del mismo mundo. Así que el punto de unión entre
esta inteligencia y la filosofía se encuentra un poco difuso a pesar de que el número sea un
tipo de lenguaje que busca expresar la realidad, ya que el razonamiento lógico-matemático
busca la exactitud, y el pensamiento filosófico se está reevaluando constantemente.
La inteligencia musical por su parte si tiene una unión muy cercana, pues la producción
musical requiere de una interpretación filosófica de la realidad al describir los sentimientos,
las pasiones, los hechos, las vivencias, y todo aquello que se expresa ya sea través de un
instrumento o de la voz. Además, la sensibilidad musical no solo se obtiene por la misma
estética de la música, sino que a su vez se genera por filiación discursiva con la música, es
decir, la música dentro de sus géneros genera discursos específicos que entran en diálogo con
el universo propio de cada persona.
Referencias
¿Qué aprendió?
¿Qué desaprendió?