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1. Considero los siguientes tres puntos los que pueden encerrar y reducir el texto a algunas claves.

Primero: La conexión política y educación se establece no sólo desde la administración estatal sino desde
la regulación mediante marcos normativos. La normativización o normalización de la educación es un
proceso que se apoya especialmente en el aparato institucional, el estado como gran institución es idóneo
para el despliegue de poder a través de la regulación de las relaciones entre los actores implicados en el
proceso de educación formal, especialmente estudiante-maestro. La racionalización de las relaciones
sociales obedece a formas de conocimiento que modelan de una determinada manera la racionalidad que
será aplicada para regular y para producir a su vez el conocimiento del que se vale en la relación de poder;
esto es, la generación de medios y la concepción de fines. En la modernidad las formas de control social
han obedecido a las ideas epistemológicas dominantes de orden y totalidad, esto ha generado el
predominio de formas de clasificación social a partir de la estadística probabilística. No obstante, la
clasificación social es un proceso unilateral de la institución, más bien atraviesa y es generado por una
serie de relaciones de producción y reproducción en ámbitos tanto macrosociales como microsociales. En
este sentido, al encargarse de regular la educación mediante reformas el estado crea marcos normativos
que influyen de forma contundente sobre el desarrollo de las relaciones sociales en la escuela, generan
las identidades que serán base de la interacción en esta institución.

Segundo: El conocimiento del que hacen uso las instituciones educativas no es neutral, su constitución en
forma y contenido obedece a prácticas discursivas (relación saber-poder). El contenido de los planes
educativos, que si bien puede tener cierto margen de libertad, está limitado por la forma institucional de
la escuela. La formulación de las disciplinas tal y como se enseñan, en relación a sus contenidos y a los
métodos de enseñanza obedece a los procesos y concepciones institucionales que parecerían ser
meramente administrativas o naturales (horarios, convenciones, rutinas, etc.) Las disciplinas toman una
forma característica sólo por ser insumo de la escuela, formas que no corresponden con otras
instituciones de carácter más científico y académico (sin por ello invisibilidad las determinaciones políticas
de estos campos). No sólo se trata de cuáles disciplinas se incluyen en el currículo, sino de la forma y la
lógica que encierran; a esto se suma la influencia – tal vez más diversa- de esta concepción en los métodos
usados por el maestro. Así, se identifica que, en correspondencia con la modernidad, las disciplinas en la
escuela toman un carácter total y estático; obedeciendo a una racionalidad determinada que pretende
organizar el mundo suponiendo conocimientos completos.

Tercero: La educación produce determinadas relaciones sociales estudiadas desde marcos académicos
siempre políticamente dirigidos. Recogiendo los dos puntos anteriores se identifica que se producen
relaciones sociales mediante las normas y los saberes, pero algo interesante es cómo estos son estudiados
y a la vez generados por el conocimiento de las ciencias sociales. A este respecto es importante señalar la
existencia de diferentes corrientes, teorías y escuelas que se relacionan por oposición, convergencia y
subordinación; esto es relevante en tanto el conocimiento de estas disciplinas está limitado por intereses
en su producción y a la vez es utilizado bajo determinados intereses. Este carácter político de la
investigación reviste un proceso “circular”: teoría social y educativa-reformas-prácticas pedagógicas-
relaciones sociales.
2. Loaiza enfatiza en cómo el maestro se convirtió, desde la visión liberal radical, en el modelo de ciudadano
ideal, que de testa manera mostraba y reforzaba los valores liberales. Este rol atribuido al maestro, en
versión masculina, tenía que ver con su participación en la vida pública, pero también su manera de ser
en la vida privada y el comportamiento de su familia. Este papel en la comunidad a la que pertenecía el
instructor obedecía a valores relacionados con el autocontrol, la deliberación, la racionalidad, la
sobriedad, la templanza, y en general los valores cívicos de la republica liberal.
La pretensión de que el maestro se ubicara de tal manera en su círculo social y político (pueblo, distrito,
barrio) implicaba a su vez el desplazamiento de otros actores con roles similares y equivalentes, en
especial el cura. El cura de la comunidad ha representado tradicionalmente un consejero y una autoridad
moral, ética e intelectual; por ello la oposición con la pretensión de los liberales radicales. En una sociedad
tradicional con un fuerte vínculo con el catolicismo se hizo clave intervenir en las formas de socialización
que no sólo incluían las instituciones de educación formas, sino la vida cotidiana de los ciudadanos.; esto
si se pretendía lograr una sociedad análoga a los valores de la modernidad capitalista. Dicho de forma
general, los liberales, especialmente los radicales, buscaron combatir el predominio de la iglesia en la
política, la educación formal y los ámbitos cotidianos de la vida pública. De cualquier modo esta lucha no
implicaba en sí misma la desaparición de la iglesia, sino la limitación a ámbitos mucho más privados de la
vida.

3. Tanto la propuesta liberal radical y la conservadora incluyen como un punto esencial la enseñanza de un
orden moral, que es a su vez muy similar. El condicionamiento histórico de la moral occidental frente al
catolicismo es innegable; no obstante, la modernidad ha traído consigo la secularización como uno de sus
principios, esto implica en relación a la moral, desligararla de los simbolismos y las justificaciones
religiosas. Claro está que no es exactamente el mismo orden moral, pero el punto de divergencia radica
en la legalidad y la pretendida legitimidad que dan estas normativas (ley 39 y decreto de 1870) a la
intervención de la Iglesia Católica en la educación. La propuesta liberal radical excluye la intervención de
la Iglesia pero no la importancia de la religión, pues esta última se conecta directamente con la moral de
la sociedad en dicha época. Se puede ver, cuando se hace referencia a las funciones de los rectores de la
escuelas, que se indica el difundir las ideas religiosas sobre un ser supremo y un buen comportamiento;
irónicamente esta norma indica que tal persuasión se debe dar fuera de la aula. En cambio, la legislación
conservadora explicita y recomienda casi a manera de obligación el reconocer e incluir la religión y
prescribe la fundamental participación de la Iglesia en la organización y dirección de la educación. La ley
no puede pretender transformar los sistemas culturales, peor la conexión de la vida pública con la religión
depende en gran medida cómo se legitime institucionalmente la relación de la Iglesia con otras
instituciones. En Colombia la combinación entre aspectos modernos y tradicionales ha dado lugar a
formas culturales e institucionales que incorporan el carácter económico y científico de la modernidad
capitalista con las ideas religiosas más tradicionales.

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