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VENCIENDO GIGANTES

SEMINARIO PARA LOS 7 DIAS DE AYUNO

(Octubre 27 a Noviembre 2 de 2017)

Recomendación: Tiempo de Alabanza inicial: 10 minutos.

Tema: 30 minutos.

Tiempo de oración: 20minutos

VENCIENDO GIGANTES

Introducción

A lo largo de nuestra vida, libramos batallas que pueden perturbarnos, y nos llenan de temor.
Obstáculos que se presentan en medio de objetivos que tenemos en mente o que nos impiden
llegar a la victoria que en otro momento veíamos tan clara. Estas situaciones, se agrandan y
pueden convertirse en nuestros gigantes, esos que vienen a decirnos que no podemos, que no
somos capaces y a dudar de quiénes somos y quién nos defiende. A veces, esos gigantes se
quedan en nuestra vida y no nos permiten alcanzar la vida abundante que tenemos en Cristo.

Durante estos siete días de ayuno, estaremos estudiando 1 Samuel 17, donde identificaremos
gigantes que pueden llegar a paralizarnos, y aprenderemos cómo podemos vencerlos para ver la
gloria de Dios sobre nuestras vidas.

La historial de David y Goliat. (1 Samuel 17:1-58)

Esta es la historia del famoso Gigante que se atrevió a desafiar al Dios viviente. En este momento
de la historia, el rey Saúl había sido desechado por Dios debido a su desobediencia (1 Samuel
13:14), y por lo tanto David, quien fue hallado con un corazón recto delante de Dios, fue ungido
como rey; desde entonces el Espíritu de Dios vino sobre él (1 Samuel 16:12-13).

Este pasaje nos relata como los filisteos desafían a Israel, los dos pueblos salen y se forman para
pelear, pero los israelitas son atemorizados por un paladín del ejército filisteo: el gigante Goliat,
con una estura de más de 2,90 metros, quien les reta a que alguno salga a pelear con él y si
venciere ellos les servirían, pero si ellos obtuvieren la victoria, Israel sería su siervo (1 Samuel 17:8-
10). Nadie se sintió capaz, enfocaron su vista en el gigante y sintieron una total impotencia,
producto de muchos gigantes que existían en los corazones de los soldados del ejército israelita.
Esta escena se repitió durante varios días (1 Samuel 17:23) hasta que apareció David, quien estuvo
dispuesto a pelear en el nombre de su Dios y por su pueblo (1 Samuel 17: 26, 32, 36-37).
Un gigante en nuestra vida puede ser un conflicto, una atadura, un trauma del pasado sin resolver,
algo que me reconviene día y noche; y me desalienta, me amilana, me persigue, me paraliza, me
congela y me impide avanzar. También puede ser un desafío, un sueño, una meta que veo
inalcanzable. Comencemos a preguntarnos qué gigantes están deteniendo la bendición en nuestra
vida y no nos dejan disfrutar lo que Dios tiene para nosotros. Así como Dios dio la victoria a Israel a
través de David, igualmente podemos vencer los gigantes de nuestra vida con su ayuda.

1er. gigante: La autosuficiencia y el egocentrismo

Los israelitas en medio del desafío que le hacen los filisteos, se olvidaron de Dios, creyeron que el
ejército era suficiente para hacer frente a su adversario (1 Samuel 17: 1-3). Saúl en medio de la
guerra, solo piensa en sí mismo, sus pensamientos priman sobre los otros; de igual manera sus
opiniones, decisiones, creencias y razonamientos. El mundo gira alrededor de su individualidad; lo
que no se ajusta a él, es rechazado y desvalorado por su opinión. Aunque era el rey el hombre más
alto entre los israelitas, lo que significaba que sería el rival más adecuado para enfrentar esta
situación, pero no fue capaz de hacerlo, se llenó de miedo ante el gigante, pensando en la
preservación de su propia vida.

Casi todos creemos ser humildes, pues al leer la palabra autosuficiencia nos imaginamos una
persona pedante y altanera, y aunque en efecto esta puede ser, no es la única. La autosuficiencia
se da cuando simplemente pensamos que no necesitamos a otros, que podemos solos, que
tenemos el control de todo. Cuando asumimos esa actitud se limitan muchas cosas. La visión
nuestra puede ver y crecer en algunas áreas pero no siempre distingue carencias que otros si ven,
pues esta actitud no nos permite crecer integralmente. Y lo más triste es que nos limita en nuestra
área espiritual, puesto que nos bastamos solos, es decir, hacemos a un lado al Señor. Esto se
convierte en un grave problema ya que la relación con Dios es la única base del crecimiento pleno
en todas las demás áreas de nuestra vida. Además, solo así podemos alcanzar el éxito, obtener
logros y comprender el propósito para el cual Él nos tiene aquí.

Cómo vencer este gigante:

1. Lo primero es reconocer que no puedo hacer nada solo, que necesito de Dios (Juan 15:5).
Si no he recibido en el corazón al Señor Jesús, debo abrirle la puerta del mismo. Si ya lo he hecho
debo revisar si verdaderamente Él es el centro de mi vida, solo de esta manera podré vivir la vida
que tiene para mí. (Juan 3:30-32).

2. Una vez permitimos que Dios controle nuestra vida, debemos aprender a vivir de acuerdo
a sus mandatos, dejar nuestros antiguos pensamientos atrás, y comenzar a dar importancia a lo
que realmente la tiene, tal como nos dice el Señor (Isaías 55:2-3, 6), aprender que somos nuevas
personas en Cristo y que él nos invita a vivir una vida diferente, tal como nos lo ha prometido, una
vida abundante (Juan 10:10b).
3. La autosuficiencia y el egocentrismo sólo desaparecerán cuando rendimos nuestra vida al
Señor Jesús. Es la más apasionante aventura y logro. Conversar con él y vivir cada día a su lado,
llena de propósito nuestra existencia, porque nos hizo para sí, por eso sin él, siempre estaremos
incompletos. Fuera de él nada sacia. Sólo a su lado hay gozo pleno. (Salmo 16:11).

4. Rindámonos cada área de nuestra vida a él diariamente (Romanos 12:1-2). La vida


cristiana, no es de tiempo, ni de conocimiento intelectual, no es de obras. La vida cristiana es un
diario vivir con nuestro Dios, es disfrutar de su amor eterno y llevarlo al que aún no lo conoce
(Juan 17:3).

Aplicación Teoterápica

Rindamos nuestro corazón a Dios, dispongámonos a buscarle, conocerle y hacer su voluntad día
tras día, solo de esta manera viviremos la vida con sentido, felicidad y abundancia que él tiene
para sus hijos. Un cristiano bien fundamentado, el que en verdad vive para Cristo, no sólo
escudriñará su Palabra, también vivirá conforme a sus enseñanzas. Es fundamental tener una fe
viva que se manifieste en obras de amor y por amor, la cual solo se logra con la guía del Espíritu
Santo, quien nos enseña a vivir y predicar con el ejemplo, a vivir una viva de servicio.

2do. gigante: Ceguera espiritual, miedo e inseguridad

El pueblo de Israel se ve enfrentado al gigante Goliat (1 Samuel 17:4-7), descrito en este pasaje de
manera detallada: una estura de más de 2,90 metros, casco de bronce, con una cota de malla en
bronce de peso de 57 Kg., armadura como un soldado de su época, asta de lanza de hierro como
un rodillo de telar y con su escudero; a la vista humana, un hombre temible y difícil de desafiar.

El ejército de Israel, esta atemorizado, turbado y con gran angustia. Goliat se presenta ante ellos
durante 40 días mañana y tarde (80 veces). Ellos huyen de su presencia, atemorizados en gran
manera, acobardados, paralizados, impedidos para avanzar (1 Sam.17:11,16, 24). Esto hacen los
gigantes, si no colocamos nuestra mirada en Dios, pues nos volvemos ciegos espirituales,
olvidándonos de nuestro Salvador, y nos dejamos llevar por el miedo, la indiferencia y el temor.

Así vemos muchas veces los problemas o las situaciones difíciles, como gigantes que no podemos
vencer, estos gigantes nos atemorizan y paralizan, generando inseguridad. Nos llenamos de una
sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario. En el caso de
Goliat era un peligro real, por esta razón el pueblo tenía un sentimiento de desconfianza que les
impulsaba a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que deseaban, ellos se sentían perdidos,
derrotados, habían perdido toda esperanza.

Cómo vencer este gigante:


Todos en algún momento de nuestra vida hemos experimentado sensaciones de miedo, gracias a
él hemos llegado a sobrevivir como especie. Éste es el miedo que llamamos equilibrante porque
está asociado a la prudencia, nos permite reconocer aquellas situaciones que pondrían en peligro
nuestra propia integridad. ¿Qué pasa cuando este miedo se alarga en el tiempo? Se convierte en
un miedo tóxico, que puede dañar nuestra salud y bienestar.

Dios conoce nuestra naturaleza humana, sabe que somos temerosos y por eso en repetidas
ocasiones (365) nos dice: “No temáis”. Para derribar este gran gigante debemos:

1. Entender que el tratamiento debe iniciarse en el área espiritual, en la medida que se


confíe más en Cristo y se eche mano al poder y la victoria que están a la disposición del hijo de
Dios, nueva confianza y serenidad inundarán su vida. La promesa, " porque no nos ha dado Dios
espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio" (2 Timoteo 1:7), se convierte en
realidad.

2. Reconocer nuestros miedos delante de Dios, pues al hacerlo, comenzaremos a ver


objetivamente nuestros temores y a pensar de modo distinto acerca de ellos (Salmo 32:5).

3. Ir a la palabra de Dios para afirmar la confianza perdida en el Señor. (Deuteronomio 31:6-


8). La clave para recobrar la confianza, es volvernos a Dios y restaurar nuestra comunión con él.
Una vez recobrada, podremos esforzarnos y animarnos para hacer todo lo que él disponga para
nuestra vida.

4. Apropiarnos de sus promesas que nos aseguran que él está con nosotros y es lo
suficientemente poderoso para librarnos de cualquier situación (Isaías 41:10). Esto restaurará
nuestra fe, la cual es necesaria para vencer, es una fuerza sobrenatural que peleará por nosotros
en cualquier situación de temor y angustia en la que nos encontremos (Lucas 17:6).

5. Nunca olvidar que no estamos solos. Dios, que es puro amor, gratuito y eterno, habita en
nuestro interior. ¿Cómo vencer el miedo? Venciendo la inseguridad. ¿Cómo vencer la inseguridad?
Venciendo la soledad, y hay una sola manera de vencer la soledad: poblándola de la presencia de
Dios, quien nos ha prometido estar con nosotros siempre (Romanos 8:35-37). No llamemos
soledad a la presencia y compañía de nuestro Dios.

Aplicación teoterápica

Recordemos que Dios nos ha aceptado y sobre todo nos ha amado de tal manera, que nunca más
estaremos solos, debemos recordar cada día que él y yo somos mayoría y por lo tanto a nada
debemos temer. Pidámosle siempre, y en todo momento al Espíritu Santo que abra nuestros ojos
espirituales y nuestro entendimiento a la Revelación, para poder comprender la voluntad de Dios
(Efesios 1:19).

3er. Gigante: Inferioridad

Siguiendo con 1 Samuel 17, observamos que ante las palabras del gigante, los soldados del ejército
israelí se sintieron menos, dudaron de sus capacidades, los controló el temor, creyeron que iba a
suceder lo peor. Se sintieron incompetentes frente al desafío que estaba delante de ellos, eso los
llevó a ser indiferentes, es decir, a no comprometerse para presentar una solución o afrontar la
situación, se escondieron. Frente a esta realidad de su ejército, el rey ofreció una gran recompensa
a quien estuviera dispuesto a salir por el pueblo (1 Samuel 17:25).

Todos hemos sido víctima de este gigante en algún momento de nuestra vida, generando
incapacidad para tomar decisiones por miedo a equivocarnos, a veces envidia y celos de los
demás, otras veces creando pensamientos obsesivos sobre la valía y capacidades personales para
resolver problemas, en otras ocasiones generando gran susceptibilidad a las críticas, o llevándonos
a percibir a los demás como amenazas de nuestra seguridad emocional, o generando dudas
constantes sobre diferentes aspectos de nuestra vida. Por otro lado, algunas personas inseguras
tratan de enmascarar su inseguridad con un mecanismo compensatorio, como actitudes
arrogantes, agresivas o distantes hacia los otros, como le sucedió al hermano de David (1 Samuel
17:28) por lo que en cualquier caso se ve afectada su esfera social y se pueden sentir aislada.

No era la primera vez que Saúl se enfrentaba a este gigante, cuando fue elegido como rey de Israel
se escondió, pese a sus cualidades que le destacaban en medio del pueblo, Dios tuvo que sacarlo
de su escondite para presentarlo al pueblo (1 Samuel 10:22-24). Saúl sintió que no era digno de
ser rey. Aun cuando ya había sido ungido, todavía no se sentía digno de esta designación. La falsa
humildad puede ser en realidad un complejo de inferioridad. Así nos sentimos, cuando olvidamos
que somos hijos del rey y seguimos viviendo como esclavos.

Cómo vencer este gigante:

1. Vernos como Dios nos ve (Isaías 43:4). Tener un sano auto concepto, un concepto
saludable, es fundamental para tener bienestar emocional, nos hace sentir cómodos con nosotros
mismos y disfrutar de una paz interior duradera. Podremos enfrentar los problemas de la vida con
asertividad y habrá dedicación para resolverlos (Filipenses 1:6).

2. Aceptar nuestras fortalezas y debilidades. Tener claro esto nos ayudará a enfrentar las
situaciones de la vida con sensatez.

3. Renovar nuestra mente (Romanos 12: 2). La palabra de Dios renueva nuestros
pensamientos, evitando en nosotros pensamientos negativos, lo que nos ayudará a vencer
temores e inseguridades, derribando aquello que nos impide avanzar.

4. Apropiarnos de las promesas de Dios (Romanos 8: 31, 37). Estas generan seguridad en
nuestro interior, llevándonos a enfrentar las situaciones sin temor al fracaso, tal como sucedió con
David (1 Samuel 17: 37).Con Dios somos más que vencedores.

5. Apropiarnos de nuestra posición y posesiones celestiales (Efesios 1:3). Todas las


bendiciones espirituales son nuestras en Cristo Jesús y ya fueron dadas, de una vez y para siempre,
somos multimillonarios espirituales, todo lo que tenemos que hacer es descubrir lo que Dios dice
que es verdad acerca de nosotros y considerarlo verdad. Entonces el Espíritu Santo lo hace verdad
en la experiencia.
Aplicación teoterápica

Confiemos en Dios, aceptemos su gracia y llenémonos de ella. Apropiémonos de nuestra posición


en Cristo, somos nada más y nada menos que hijos del Rey, eso no debemos olvidarlo jamás. En
esto descansa nuestro verdadero valor, confianza y propósito para vivir.

Cuando tenemos una sana autoestima, nos valoramos lo suficiente como para no involucrarnos en
la esclavitud de nuestra vida pasada, en Cristo y sus promesas tendremos seguridad, nos
conduciremos con humildad, pensando en los demás como superiores a nosotros mismos y
seremos respuesta en medio de la crisis (Filipenses 2:3).

4to. Gigante: Menosprecio

Continuamos con la historia de David y Goliat. David es enviado por su padre para saber cómo
estaban sus hermanos y llevarles provisión, se da cuenta de lo que está ocurriendo, y siente celo
de que un filisteo incircunciso se atreva a desafiar al ejército del Dios viviente. David era un
muchacho sencillo, pastor de ovejas y comenzó a indagar por la situación (1 Samuel 17:17-18, 26-
28).

Antes que David se ofreciera a favor de su pueblo, tuvo que enfrentar el menosprecio de
diferentes personas:

1. Su propia familia, específicamente su hermano (1 Samuel 17:28), que no solo lo


menosprecio, sino que lo quiso hacer sentir culpable de haber abandonado las ovejas de su padre.

2. El rey Saúl y su ejército, quien dudo de la capacidad de David para enfrentar a Goliat (1
Samuel 17:33)

3. Y finalmente el menosprecio de Goliat que lo insultó y amenazó (1 Samuel 17:42-44).

Cuántas veces, a través de nuestra vida, hemos tenido que enfrentarnos a este gigante, cuando
nadie parece creer en nosotros, somos subvalorados, menosprecian nuestras capacidades e ideas,
aún generando culpas, y nos quedamos escuchando estas voces dejando de lado nuestros sueños
y aspiraciones, nuestro intento de traer solución, de ser bendición.

Como vencer este gigante:

David fue el único de los hijos de Isaí que ejerció como pastor de ovejas, que vivió engrandeciendo
el legado: pastoreando ovejas como su padre. Fue allí donde aprendió a conocer a Dios como su
pastor y a verse a sí mismo como oveja, allí conoció al Dios todopoderoso. Veamos como enfrento
el menosprecio:

1. Ante el menosprecio de su hermano, simplemente no presto atención a sus palabras ni a


sus reproches, sino que se alejó de él. Tenía claro que lo que su hermano decía no era cierto (1
Samuel 17:29-30), su padre fue quién lo envió con una clara delegación y su Padre Dios también lo
había llevado con un propósito específico, el cual descubrió en el camino. Debemos estar seguros
que lo que hacemos es conforme a la voluntad de Dios, para que hagamos caso omiso de palabras
necias que escuchemos en el camino.

2. Ante el rey y su ejército, sobrepone lo que ha aprendido con Dios y lo que con él ha vivido
y se ofrece para ir a pelear contra el gigante (1 Samuel 17:32-37). David estaba seguro de la ayuda
de Dios, por eso se apoya solamente es esta (1 Samuel 17:38-40).

3. Ante Goliat, David se apropió de los recursos que Dios le había provisto como pastor de
ovejas (1 Samuel 17:40). y le deja claro al gigante que él no va por su propia cuenta sino que va en
el nombre de Dios (1 Samuel 17:45-47). David tenía claro que era Dios quien hacia todo a través de
él y por eso tenía la seguridad de salir vencedor. De igual manera nosotros debemos estar seguros
del Dios que tenemos y que nos fortalece para hacer lo que él quiera en nuestra vida, y a favor de
sus hijos.

Aplicación teoterápica

Cuando tenemos la certeza de quien es Dios, y sabemos que es nuestro Padre todo poderoso, que
nos cuida como el pastor a sus ovejas, entonces ningún menosprecio hará mella en nuestro
corazón. El tener claro quién soy para Dios, es lo verdaderamente importante, saber que cuento
con la compañía de su Santo Espíritu y que él se ocupa de mí me dará la victoria, para él soy como
la niña de sus ojos (Zacarías 2:8).

Por lo tanto, aprendamos a vivir dependiendo de Dios, sabiendo que es el único que nos puede
dar todo lo que necesitamos para vencer a los gigantes. Él es nuestro ayudador.

5to. gigante: El desánimo

Otro gigante que vemos en este pasaje es el desánimo. El pueblo de Israel se quedó oyendo las
amenazas de Goliat y decidió creerlas no había esperanza en ellos, solo falta de ánimo, fuerza o
energía para hacer, resolver o emprender alguna acción en favor del pueblo.

Todos, en la vida permanentemente vamos a escuchar palabras de desánimo, rumores que se


pueden convertir en un gran gigante que no nos deje avanzar. Cuando damos oído a este tipo de
palabras podemos hacer juicios equivocados de las circunstancias y hundirnos en ellos, pues
nuestra fe se debilita y no percibiremos soluciones, solo dificultades.

Como vencer este gigante:

Debemos aprender de David, él no hizo caso de palabras necias, tampoco de las palabras de
desánimo del rey, él estaba centrado en lo que conocía de Dios, de su pastor que lo había librado
en tantas ocasiones y decidió creerle, antes que dar crédito a otras voces. Que fue lo que hizo
David:
1. David no presto atención al tamaño de Goliat, ni a sus palabras. No lo vio como un gigante,
sino como un hombre necio que estaba insultando al pueblo de Israel, y en últimas, a Dios mismo,
por eso estaba convencido que Dios lo ayudaría (1 Samuel 17:45-46). Con Dios de nuestro lado el
desánimo no tiene cabida.

2. David sabía quién era Dios y por eso fue a la acción, no lo pensó dos veces, ni se quedó
orando, él ya había orado y ahora era tiempo de actuar (1 Samuel 17:48-50). Como lo hemos
aprendido en esta familia, la oración nos lleva a la acción.

3. David expresó un lenguaje de victoria, él tenía una seguridad extraordinaria, su lenguaje


era de triunfo, de poder, de absoluta confianza en Dios (1 Samuel 17:46ª, 51). Para lograr cambiar
nuestro lenguaje, debemos cambiar nuestros pensamientos que son los que nos llevan a la acción
(Filipenses 4:8-9).

Aplicación teoterápica

Debemos aprender a escuchar la voz de Dios, cada mañana ir a su presencia para conocer su
voluntad y ponerla en práctica (Salmo 40: 8), pues esto nos permitirá no ceder a otras voces que
critican, que desaniman, pero que en últimas son mero hablar.

Aprendamos a seleccionar lo que escuchamos, lo que nos edifica, construye y trae paz a nuestras
almas. Todo lo demás debemos desecharlo. Debemos dejar el lenguaje negativo y comenzar
hablar un lenguaje de fe. Este lenguaje se alimenta de la palabra de Dios. Es un lenguaje de poder.

6to Gigante: el orgullo y la soberbia

El exceso de estimación hacia uno mismo y hacia los propios méritos por los cuales nos creemos
superiores a los demás, nos hacen caer fácilmente, tal como le paso a Goliat (1 Samuel 17:42-43),
él fue soberbio, tuvo un sentimiento de superioridad frente a David, un trato distante o
despreciativo hacia él.

Entender el significado del orgullo puede resultar sencillo, lo que realmente es difícil es determinar
si estamos adoleciendo de este mal. Es fácil detectar el orgullo en otros, pero es muy difícil
detectar el orgullo en nosotros mismos. El orgullo se manifiesta en una jactancia de los logros
personales, en eso se basó Goliat.

Proverbios 16:18 dice: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de
espíritu” De igual manera, Isaías 2:11 dice: “La altivez de los ojos el hombre será abatida, y la
soberbia de los hombres será humillada; y Jehová solo será exaltado en aquel día.” Es muy
peligroso atesorar orgullo en el corazón. Dios lo aborrece y lo castiga con firmeza, así lo hizo con
Goliat.

Cómo vencer este gigante:


vid fue escogido por Dios, pues fue hallado conforme a su corazón (1 Samuel 16:1-12). A Dios no le
impresiona lo externo, la verdadera belleza va más allá de lo que se ve a simple vista, de lo que
pueden ver nuestros ojos, está en el corazón. David se protegió del orgullo y por eso venció. Cómo
protegernos o vencer este gigante que nos puede llevar al fracaso total:

1. Reconociendo la presencia del orgullo en el corazón. Si nuestro orgullo no nos permite


reconocer que somos orgullosos, jamás lograremos dominar a este gigante (Salmo 51:3).

2. Confesando a Dios el orgullo como pecado. Proverbios 21:4 “Altivez de ojos, y orgullo de
corazón, y pensamiento de impíos son pecado.” De modo que no justifiquemos este pecado, no lo
llamemos debilidad o rasgo de carácter. Confesemos nuestra errada actitud (Salmo 51: 4).

3. Reconociendo que lo que somos y tenemos es por la gracia de Dios, tal como lo hacía el
apóstol Pablo “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para
conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”(1
Corintios 15:10). David tenía muy claro esto (1 Samuel 17:37)

4. Cultivando una comunión íntima con Cristo. La humildad era una característica de Jesús
(Filipenses 2:5-8) y nos invita a cultivarla (Mateo 11: 29). Esta cualidad de Cristo solo se contagia
en la medida que cultivamos la comunión con él. 1 Corintios 3:18 dice: “Por tanto, nosotros todos,
mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria
en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” Dejemos que nuestra personalidad
entera se transforme de gloria en gloria contemplando la gloria de nuestro amado Salvador. La
vida auténticamente cristiana se caracteriza por la libertad del orgullo. David era un hombre que
día tras día cultivaba esa comunión (Salmo 27:4).

Aplicación teoterápica

Cultivar la humildad y alejarnos del orgullo es nuestro llamado y sólo en la comunión íntima con
Dios podremos hacerlo, dependamos de él y venceremos este gigante que busca destruirnos
totalmente y entonces Dios nos resguardará.

7mo. gigante: La no coherencia

La coherencia hace referencia a aquel que actúa en consecuencia con sus ideas o con lo que
expresa. El rey Saúl y su pueblo conocían a Dios plenamente. Dios mismo, a través de Samuel,
había ungido a Saúl como rey. Todos los hebreos sabían que habían sido escogidos como un
pueblo especial para Dios. Pero en este momento no actuaban en coherencia a lo conocido, por el
contrario, perdieron de vista estas verdades y por eso se amedrentaron y se escondieron (1
Samuel 17: 24,32), esta actitud se les convirtió en un gran gigante.

El Señor Jesús decía, “porque ejemplo os he dado”, su autoridad se basó en su coherencia, nunca
predicó algo que la gente no le hubiere visto hacer, por eso la gente se admiraba de su doctrina y
predicación. De igual manera en este pasaje vemos que Saúl y su ejército no actuaron en
coherencia con su conocimiento, por el contrario, David si lo hizo, conoció a un Dios poderoso y
apoyado en ese conocimiento y vivencia actuó.

Cómo vencer este gigante:

Es necesario aprender del testimonio de David, y de nuestro ejemplo por excelencia, el Señor
Jesús, el no solo predicaba quien era Dios y lo que había que hacer, sino que su vida era la
verdadera predicación, al ser molde, modelo y ejemplo (Marcos 1:22). Así que debemos ser
consecuentes entre lo que predicamos y hacemos:

1. Ser honestos, primeramente reconociendo si hay incoherencias en nuestra vida (Juan


8:32). La coherencia termina con las mentiras y las mentiras tienen su propia vida y pronto se
convierten en una red de engaños de la que no podremos escapar. Si eres honestos, seremos
considerados consecuentes. Además la vida nos parecerá más consistente porque no estarás todo
el tiempo pensando qué decir y qué no decir para no equivocarnos.

2. Mi actuar de acuerdo a lo que estoy testificando, tal como lo hizo David; delante de su rey,
de su pueblo y de sus enemigos, venció al gigante y de esta manera el pueblo de Israel recordó
quien era su Dios y los filisteos conocieron al verdadero Dios todo poderoso para quien no hay
imposibles y ante quien salieron huyendo (1 Samuel 17:47, 52).

3. Ser organizados. Cuando hablamos de esto, tiene que ver con estar seguro de lo que
vamos a hacer hoy, mañana y la semana que viene. Incluso saber que vamos a hacer en un año o
de aquí a diez. Ser organizado elimina los artificios en nuestra vida y nos permite concentrarnos en
lo que importa. Esto a su vez aporta una gran coherencia. Jesús tenía claro su objetivo y su plan de
acción al venir a la tierra. David tenía clara la estrategia de acción contra Goliat.

4. Cuidar nuestro andar, buscar tener buen testimonio ante los demás siempre (Proverbios
22:1) y eso logramos cuando dejamos que el fruto del Espíritu nos llene (Gálatas 5:22-23).

Aplicación teoterápica.

En la vida cristiana, el buen testimonio significa que reflejemos a Cristo en nuestra manera de
pensar, hablar y actuar (Gálatas 2:20). Esto significa coherencia en nuestro diario vivir, es decir,
que seamos la misma persona en el distrito, en la casa con la familia, en la escuela, con los
vecinos, en todo lugar.

La clave de la vida cristiana está en dejar que Cristo viva su vida a través de nosotros. Los
cristianos estamos llamados a reflejar la vida del Señor Jesucristo para así lograr impactar el medio
en el que nos desenvolvemos, como lo hicieron los primeros cristianos, quienes experimentaron
un cambio radical en sus vidas.
Jesucristo no sólo desea ser nuestro ayudador, él desea ser nuestra vida. Él no desea que
trabajemos para él, sino que le permitamos hacer su obra a través de nuestra vida. Solamente hay
una vida que vence, es la vida de Jesucristo “en nosotros”.

Conclusión de este seminario

No debo permitir que haya más gigantes en mi vida que me amedrenten y paralicen, debo
enfrentarlos y vencerlos, como lo hizo David. Como hemos aprendido a lo largo de estos 54 años
en esta familia, debo tomar decisiones, aceptar los retos y desafíos de Dios, entonces tendré la
victoria en mi vida, en mi familia y todo cuanto Dios ha entregado en mis manos. Solo de esta
manera podré engrandecer el legado llevando el fruto que permanece, porque tendré claro el
propósito de mi vida sobre la tierra, cumplir la Gran Comisión, a través de las 5 visiones y 7
estrategias que Dios nos ha dado en esta hermosa familia de la fe.

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