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5/3/2018 Territorios andinos: reto y memoria - Capitulo 10.

moria - Capitulo 10. Los Andes en los estados andinos - Institut français d’études andines

Institut
français
d’études
andines
Territorios andinos: reto y memoria | Olivier Dollfus (†)

Capitulo 10. Los


Andes en los
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estados andinos
p. 161-191

Texto completo

Antecedentes
1 Los Andes proporcionan adjetivos que califican a los
estados situados entre los trópicos y atravesados por la
cordillera; los estados andinos son los descritos en este
libro; a veces se les agrega Venezuela que casi no es andina
o que lo es cada vez menos. Estos estados han firmado un
pacto entre ellos, el “Pacto Andino”, esbozo de un mercado
común. Los Andes constituyen entonces un factor común a
las cuatro, o cinco repúblicas en las que las montañas
andinas se encuentran presentes de manera desigual.
2 En todos estos estados, los Andes no cubren sino una
fracción de la superficie del país es decir un cuarto o un
tercio. Luego, estos países tienen la mayor parte de sus
extensiones en las llanuras, bajas y cálidas. Tanto el Perú
como el Ecuador tienen un frente marítimo, Colombia
posee dos, uno en el Pacífico y otro en el mar del Caribe;
sólo Bolivia se ve privada de acceso al Pacífico desde la
pérdida de sus provincias costeras como consecuencia de
la guerra con Chile (1879-1883).
3 No se trata aquí de retratar la génesis y la formación de
estos estados. Sin embargo, hay que acordarse que
nacieron de la disgregación de una parte del Imperio
español de América en las primeras décadas del siglo XIX, y
que desde su origen adoptaron la forma republicana, lo
cual era una relativa novedad en un mundo político
resultante de las corrientes ideológicas europeas. Estas
repúblicas nacieron pobres y endeudadas, pero se
instauraron antes de la gran expansión del capitalismo
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fuera de Europa. La independencia se hizo antes de la


constitución de la economía mundial, marcada por la
división internacional del trabajo y los procesos de
intercambio y de acumulación que resultan de ello. Es así
que estos estados pudieron dotarse de una burguesía; se
han justificado aplicando los principios del derecho y de la
organización política salidos de Europa.
LOS ANDES EN LOS ESTADOS ANDINOS

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4 A diferencia de América del Norte, y hasta de los países


del Cono Sur del continente, el incremento de las
poblaciones, en el siglo XIX y sobre todo en el XX, se hizo a
partir del stock de hombres que existía a principios del
siglo XIX. Es verdad que en el siglo XIX se propició la
inmigración de asiáticos para paliar la escasez de mano de
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obra, sobre todo en el momento de la construcción de los


ferrocarriles. Es también cierto que hombres de negocios,
algunos empresarios, vinieron de Europa después de la
Independencia, pero cuantitativamente esos aportes no
modificaron mucho la demografía de los países andinos.
Por el contrario, en esas repúblicas, el peso de los Andes, la
visión que tienen de ellos los habitantes, se ha modificado
muchísimo en el curso de este último siglo.

Pesos que cambian


5 El peso económico, social y político de los Andes, dentro de
los estados, es muy diferente de un país al otro y se
modifica con el transcurso del tiempo. La presencia o no
de la capital nacional, de una gran ciudad, o de una red de
ciudades importantes es uno de los factores decisivos de
diferenciación; la comparación entre Colombia y el Perú es
bastante esclarecedora en este sentido. En la cordillera
oriental de Colombia, las ciudades, con Bogotá a la cabeza,
pesan mucho por sus poblaciones y sus actividades. La
situación es diferente en el Perú, donde el peso de Lima, y
la fácil conexión lineal entre los oasis urbanizados, hace
actualmente de ese país, una nación más costera que
“andina”.
6 En la Colombia contemporánea, de 18 a 20 millones de
hombres viven en los Andes; la parte andina en el PBN es
superior a los 3/5, o sea, unos treinta mil millones de
dólares para un PBN de unos cincuenta mil millones (PBN
“oficial”, fuera de los productos clandestinos, de coca en
particular). En el Perú, siete millones de hombres viven en
los Andes y su contribución al PBN en 1987 es del orden de
tres mil millones de dólares en un PBN de 20 mil millones.
En la actualidad, la relación en la creación de riquezas
entre los Andes de Colombia y los del Perú es de 10 a 1 y, si
la comparación y la mesura tienen un sentido, la relación

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en el PBA (producto bruto andino) por cabeza sería de 5 a


1 entre los dos países (en la CEE, la relación entre las
regiones ricas de Alemania federal y las regiones más
pobres de Grecia y Portugal son de 6,5 a 1). Un mapa de
Colombia que muestra los niveles de ingresos en función
de su localización no haría aparecer a los Andes en déficit,
salvo en las regiones campesinas del sur; por el contrario,
en los otros tres países, el ingreso en los Andes sería más
bajo que el de las llanuras, donde los ingresos son más
elevados. En el Perú lo ínfimo de los ingresos andinos es
enmarcado por los mayores ingresos de la costa,
mayoritariamenle urbana y de una muy productiva
agricultura intensiva de oasis, y por la “cresta” de ingresos
del piemonte andino, vinculados a la producción de coca.
De una manera más general, entre los cuatro países, se
tiene una gradiente decreciente de riquezas de norte a sur,
las diferencias por cabeza entre las regiones más ricas del
norte y las más pobres del sur, que mantienen siempre una
relación probable de 10 a 1.
7 En los siglos pasados estas relaciones eran diferentes.
Acceder a Santa Fe de Bogotá, desde la costa del Caribe,
era toda una expedición; para transportar la mercadería
venida de Europa, desde la costa hasta Santa Fe, se
necesitaba más tiempo que para venir de Europa a
Colombia. En el Perú la elección de Lima como sede del
Virreynato, muy próxima de la costa, fue con el fin de
organizar un relevo entre España y las tierras recién
conquistadas, pero era el interior del país andino lo que
contaba para el Virreynato, por el peso de sus minas y sus
hombres, menos escasos que en una costa diezmada por
las epidemias. Guayaquil, hasta la época contemporánea,
no era sino una aldea, un puerto-relevo en la navegación a
lo largo del Pacífico, un pequeño astillero, pero también el
lugar de división de la carga hacia el interior; era una
aldea con una periferia poco poblada. Quito, sede de la
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Audiencia, y los campos y aldeas de los Andes, tenían, en


la época colonial, un peso demográfico que no tiene nada
en común con el de la costa, casi desierta de la época. En
los Virreynatos del Perú y Nueva Granada y las Audiencias
de Quito y Chuquisaca, eran importantes las tierras de las
poblaciones de los Andes. Todo será muy diferente dos
siglos después; los Andes colombianos escasamente
poblados en la época colonial, llegaron a tener un gran
crecimiento demográfico y el mayor crecimiento urbano,
mientras que en el Perú el eje de gravedad del país pasó de
los Andes a la costa. En la época colonial y durante toda
una parte del siglo XIX. El Alto Perú, es decir, Bolivia, en su
parte andina, era más desarrollado que muchas otras
regiones andinas situadas más al norte, incluso más que
Chile.

Fronteras de los estados andinos


8 En la actualidad, las fronteras de los estados andinos son
estables, a excepción de algunos sectores entre el Perú y el
Ecuador que son objeto de litigios. Pero su trazado actual
es casi por todas partes el resultado de guerras, de
conflictos que sacudieron las repúblicas andinas desde la
Independencia; en cada país, las nacionalidades surgieron
de enfrentamientos entre países nacidos de la
desaparición del Imperio español de América.
9 Como con frecuencia en el resto del mundo, las fronteras
de los estados en los Andes no se apoyan prácticamente
sobre los “límites naturales” ni en un río, ni en las líneas
de las cimas a excepción de la frontera entre Chile y
Bolivia a fines del siglo XIX y la sierra de Perija entre
Venezuela y Colombia. Ahora bien, al sur, la línea de la
cima andina, forma la frontera entre Chile y la Argentina.
Además, en América Latina, los ríos desempeñan un papel
fronterizo importante, salvo en las cuencas del Orinoco y el

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Amazonas.
10 Si el centro de los estados andinos coincide con la sede de
las capitales de la América española —Lima, capital del
Virrey-nato del Perú; Quito, sede de la Audiencia; Santa
Fe de Bogotá, sede del Virreynato de Nueva Granada;
Chuquisaca (Sucre), sede de la Audiencia de Charcas —,
los límites actuales son el resultado de conflictos y
arbitrajes posteriores a la Independencia. Estas fronteras
presentan una relativa particularidad para América del
Sur; mientras que en este continente 85% de las fronteras
cortan extensiones vacías o muy escasamente pobladas
(menos de un habitante/Km2 .), en los Andes atraviesan
regiones pobladas; las densidades y las poblaciones son las
mismas alrededor del lago Titicaca en Bolivia y en el Perú,
alrededor de San Antonio y de Cucuta entre Colombia y
Venezuela, de Ipiales y de Tulcán entre Colombia y el
Ecuador. Únicamente la frontera entre Bolivia y Chile se
encuentra en un desierto de altitud.
11 Las fronteras administrativas coloniales no han sido
mantenidas; las de la Audiencia de Charcas estaban
fijadas sobre la línea de división de las aguas entre la
cuenca del Urubamba y las del Titicaca, e incorporaban a
todas las poblaciones Aymara del Titicaca. La Audiencia
de Quito se extendía hacia el sur hasta las cercanías de
Piura y comprendía la aldea de Jaén, actualmente
peruana, mientras que al norte, el Arzobispado de Quito
ejercía su acción sobre Popayán, en la cordillera central de
Colombia.
12 El fracaso de Santa Cruz para dividir el Perú en dos —en
un Alto Perú del Sur, bajo la autoridad de Chuquisaca y un
Perú del Norte, dirigido por Lima— es seguido de la
tentativa de Gamarra por reunificar el conjunto. Este
proyecto se desmoronará con la batalla de Ingavi en 1841.
Bolivia y Perú se separan y la línea de demarcación,
establecida bajo la égida de Chile, corta las poblaciones
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aymara que quedan situadas a ambos lados de la frontera


que atraviesa el Titicaca. Como lo muestra bien M.D.
Démelas, la presa codiciada era la población de
tributadores indios que luego se comparte; ninguno de los
estados podía apropiárselos completamente ni privarse de
recursos fiscales.
13 En el Ecuador, el protocolo de Tulcán de 1830, fija la
frontera con su vecino del norte. Por el contrario, la
frontera entre el Perú y el Ecuador sigue siendo conflictiva.
El Protocolo de Mosquera-Pedemonte de 1830 es
cuestionado por el Perú; el conflicto de 1941 fija la frontera
un poco más al norte, en la costa y sobre todo en la
amazonia (Protocolo de Río de Janeiro); en 1981 un
conflicto armado estalla nuevamente a causa de la
delimitación de la frontera en los ramales de montañas
forestales pre-amazónicos (Cordillera del Cóndor). Aún
hoy, ésta es en los Andes una frontera entre los países, bajo
vigilancia militar y sin buenos caminos.
14 Bolivia sigue siendo la gran víctima de los conflictos entre
estados. El trazado actual de la frontera con Chile es la
consecuencia de la Guerra del Pacífico (1879-1883),
perdida por Bolivia y el Perú. Este conflicto es provocado,
como lo señala M. Foucher, “no solamente por una
competencia por el acceso a las materias primas, sino
también por la contradicción entre los intereses de las
empresas privadas y los de los Estados preocupados por
volver funcionales al fin las fronteras que hasta entonces
estaban inutilizadas”. El salitre, meta final del conflicto, se
encontraba en grandes cantidades en Tarapacá, peruana
en ese entonces. Las empresas chilenas querían explotarlo;
el gobierno peruano decide entonces expropiar las
empresas extranjeras, que son en su mayoría chilenas,
mientras que el gobierno boliviano, que controla el acceso
al mar por Antofagasta, decide aumentar los impuestos de
exportación. El rechazo de la compañía chilena a pagar los
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impuestos lleva a Bolivia a decidir la venta de los


yacimientos explotados por ésta. El ejército chileno, que
defiende los intereses de su país, ocupa Antofagasta, lo que
provoca la guerra. El Perú se ve arrastrado al conflicto por
su alianza con Bolivia.
15 La fiscalización de la frontera inicia la guerra. Las derrotas
marítimas y terrestres de peruanos y bolivianos conllevan
la supresión del acceso al Pacífico para Bolivia, la anexión
de las provincias de Tacna, Arica y Tarapacá a Chile.
Tacna es restituida por el Protocolo de Ancón de 1929,
pero Arica se queda en Chile. Este podrá sacar partido de
las ganancias fiscales de la explotación del salitre,
posteriormente, de los yacimientos de cobre del “Norte
Grande” que comprenden la mina de Chuquicamata, una
de las más importantes del país. La frontera con Bolivia es
delimitada con precisión en 1904. Dos vías férreas
comunican La Paz al Pacífico —además de la que viene al
Perú, con trasbordo para atravesar el lago Titicaca —,
éstas son las de Arica-La Paz, construidas en 1913, luego
las de Antofagasta-Uyuni. El desenclave ferroviario no
suprime las reivindicaciones de acceso al mar. Las Fuerzas
Armadas del Perú, Bolivia y Chile se acantonan en las
proximidades de la frontera: la vigilancia en los altos
desiertos andinos, y bajo un implacable cielo azul, evoca la
de los soldados del “desierto de los tártaros”.
16 Estos conflictos a los que se agregan otros por la posesión
de vastas extensiones de llanuras orientales, contribuyen a
formar el sentimiento nacional, por las tensiones que
provocan. Las batallas que se conmemoran en fechas
regulares, y que se enseñan en las escuelas, son el crisol de
las nacionalidades de los países andinos que pretenden
transformarse en estados-naciones...

Las cargas de soberanía

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17 La soberanía del Estado, que se ejerce hasta el límite de las


fronteras, consiste en garantizar la integridad del
territorio, fabricar leyes y reglamentos con efectos
generales. La soberanía es la competencia de las
competencias, el derecho a fijar las acciones autorizadas,
los comportamientos posibles o prohibidos. Para hacerlo,
el Estado dispone de agentes, se dota de una Constitución
que señala la división de los poderes entre el Legislativo, el
Ejecutivo, el Judicial, etc. Debe también cubrir su
territorio con las redes de circunscripciones
administrativas para asegurar mejor el control de las
poblaciones. Se organiza entonces la “geografía
administrativa”. El Estado también es organizador; es el
que fija las grandes elecciones en materia de
infraestructura de transportes, de redes eléctricas, el que
orienta las mejoras agrícolas para la irrigación, es el que
puede distribuir las tierras eriazas. Se presenta como
garante de los préstamos con extranjeros para financiar el
costo de acondicionamientos e infraestructuras; es él
quien tiene a su cargo garantizar la seguridad de los
bienes y personas, hacer justicia, actuar para reducir
desigualdades demasiado flagrantes como por ejemplo por
medio de una reforma agraria. Puede dotarse de medios
de control y de dirección de la economía
(nacionalizaciones, o desnacionalizaciones de empresas),
cobrar los impuestos, establecer derechos de aduana, fijar
las normas para los productos, otorgar subvenciones y,
sobre todo, fijar las regulaciones monetarias.
18 No se trata de analizar las acciones y la eficacia de los
estados andinos en estos diferentes sectores, sino el lugar
de los Andes en su disposición.
19 Los estados “andinos” cumplen de manera desigual las
funciones nacidas de su soberanía, severamente criticadas
por algunos grupos, que oponen a la violencia
institucionalizada del Estado otras formas de violencia.
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Sería entonces conveniente ver las consecuencias de ello en


la organización de los espacios, ¿cuáles son los espacios
que nacen de la descomposición del Estado, en situaciones
de “caos limitado” y cuándo la soberanía del Estado no
logra ya ejercerse?

Una red administrativa sin rol decisivo y


que no tiene sino parcialmente en cuenta
a los Andes
20 La observación de la cobertura administrativa de la red,
nacida de las primeras divisiones del estado territorial,
muestra departamentos o provincias, según la
terminología de cada país, que se extienden unos,
exclusivamente sobre las llanuras, otros en las montañas o,
a la vez, en las planicies y en la sierra. Los límites se
apoyan a veces en una línea de cumbres, como en los
departamentos del Perú que se extienden en la cordillera
occidental; en el interior de los Andes, el límite está
constituido con frecuencia por el río al fondo de un valle
profundo, difícil de atravesar; el Marañón, el Apurímac en
el Perú, el Chota en el Ecuador, el Magdalena en Colombia,
sirven de límites a varias unidades administrativas.
21 En Ecuador, salvo la provincia de Pichincha donde se
encuentra Quito, y que desborda sobre el piemonte
oriental (Santo Domingo), las provincias son costeras
(Esmeraldas, Manbí, Guayas, El Oro), amazónicas (Ñapo,
Pastaza, Santiago, Zamora) o bien esencialmente andinas
(Carchi, Imbabura, Cotopaxi, Angurahua que desborda un
poco hacie el este, Bolívar, Chimborazo, Cañar, Azuay y
Loja). Como en los otros países, las divisiones
administrativas en las regiones de las llanuras orientales,
poco pobladas, son de muy vastas dimensiones. En
Colombia pueden además tener un estatuto especial
(intendencias y “comisarías”).
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22 Algunos departamentos de Colombia se extienden en las


regiones bajas y cálidas como el Choco, Córdoba, Bolívar,
Atlántico, Magdalena, César, Guajira, aunque estos tres
últimos comparten la Sierra Nevada de Santa Marta cuyo
tope es de 5,800 m.s.n.m.; otros se sitúan en los Andes, los
valles internos y los piemontes. La localización de la
ciudad, y ante todo de la cabeza de valle, es un elemento
esencial, pues es ahí donde se encuentra el centro de
gravedad del departamento. Es andino en los dos
Santander (Norte y Sur), el Boyacá, Cundinamarca,
Tolima, Hui-la, Cauca, Nariño, Caldas, Riseralda. Todos
estos departamentos tienen partes andinas pero poseen
también tierras bajas.
23 En el Perú, los departamentos cuya ciudad más
importante se encuentra en la costa, son departamentos
costeros, aun si una parte de sus circunscripciones
comprende la vertiente occidental de los Andes; es el caso
de Piura, Lambayeque, La Libertad, de los departamentos
de Lima, Ica, Arequipa, Tacna y Moquegua. Por el
contrario, algunos departamentos son mayoritaria o
exclusivamente andinos como Cajamarca, Huánuco, Pasco
y Junín, estos últimos se extienden igualmente sobre una
parte del piemonte amazónico. Ayacucho y Apurímac son
completamente andinos, mientras que Cusco y Puno son,
sobre todo, andinos, pero tienen partes bajas al este.
Arequipa se extiende de la costa a las punas y a los
grandes volcanes, pero su ciudad principal, a 2,400
m.s.n.m., marca bien la posición intermedia entre el
Pacífico y la alta sierra. Madre de Dios, Loreto, son
completamente amazónicos mientras que los
departamentos de San Martín y Amazonas se encuentran
entre el piemonte y los Andes, pero las que cuentan son las
regiones bajas y de colinas. En el Perú, la creación, en
1988, de regiones descentralizadas, más vastas que los
departamentos, pretende ceñirse a las realidades locales,
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aquí el centro de gravedad estará en la costa, allá en la


sierra, más allá en la selva, aun si los límites se encuentran
unos en los Andes y otros en las llanuras. Como toda
división, la de las regiones del Perú es el resultado de
arbitrajes entre intereses a menudo divergentes.
24 Bolivia tiene departamentos completamente andinos:
Potosí, Oruro; el de La Paz posee elementos de altiplano,
valles cálidos y llanuras de piemonte. Cochabamba,
Chuquisaca y Tarija son ciudades de valles andinos,
algunas de las principales ciudades de los departamentos
se extienden asimismo en las planicies orientales. Santa
Cruz, Trinidad y Pando son departamentos de la parte
cálida.
25 En realidad esta red no es fundamental en la vida de los
países, en la medida en que las funciones administrativas
no son sino uno de los elementos en la organización
regional. Sin embargo, es frecuente, porque la ciudad ha
nacido para ejercer funciones administrativas y para
controlar sus alrededores, que se hayan añadido otras
funciones y que se hayan tejido así las estructuras
regionales. Lo que obra, en la vida de las relaciones, es el
peso de la ciudad o ciudades principales. El acceso a
Cajamarca, en el Perú, es singularmente difícil para las
“provincias” o distritos del norte del departamento; para
acceder a la capital hay que bajar a la costa, tomar la
carretera Panamericana antes de volver a subir a los
Andes. Otras redes, más finas (provincias, ahí donde el
departamento es la unidad más importante) datan de la
época en la que las relaciones se hacían a pie o a muía.
Acceder a la capital de la provincia se transforma en ese
caso en una hazaña; en el departamento de Lima, para
llegar de Huarochirí, situado en el alto valle del Mala, a
Matucana, ciudad principal ubicada en el valle del Rímac,
hay que recorrer 250 Kms., 150 de los cuales por caminos
inseguros y atravesar la aglomeración limeña antes de
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volver a subir a Matucana. El hecho de que estas redes


administrativas no hayan sido modificadas muestra, a la
vez, su poca importancia o hasta el poco caso que se hace
de los usuarios, que son los campesinos pobres de la sierra.
Esto demuestra también que en la época del “peatón” la
montaña andina no constituía mayor obstáculo.

Lugar y posición de los Andes en los


estados
26 En repetidas ocasiones se ha observado que el peso de los
Andes en los estados estaba, por lo menos en parte, ligado
a la presencia de la capital y de ciudades importantes. En
la época contemporánea, el peso económico es
correlativamente menor cuando las poblaciones están
formadas mayoritariamente por campesinos, sobre todo
cuando éstos son los descendientes de los primeros
ocupantes, es decir, indios. De ahí la diferencia entre los
Andes del sur del Ecuador que están casi todos poblados
por campesinos y por indios y los Andes al norte del
Ecuador donde éstos son minoría.
27 Los indios son los vencidos. Casi cinco siglos después de la
Conquista, cargan todavía el peso del choque colonial.
Permitieron, por el trabajo forzado, la explotación colonial
de los recursos andinos. Luego de asentarlos en
reducciones o resguardos, la autoridad española les había
conservado una autonomía interna y local —logrando una
buena administración —, para minimizar los costos del
encuadramiento. Claro es que su situación, con frecuencia
al borde de las posibilidades de supervivencia, no era
mucho peor que la de la mayoría de los campesinos en el
resto del mundo en la misma época, afectados por el
hambre, las epidemias, las guerras; su productividad de
trabajo se limitaba a algunos kilos de granos por día, pero
en los Andes los indios cargaban el peso de la derrota.
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28 La Independencia, lejos de mejorar la situación de los


indios, contribuyó con frecuencia a su degradación. No
estando más protegidos por un encuadramiento colonial,
funcionando sobre la separación y la división de la
población en castas, se transformaban en los débiles,
sometidos más a la ley del fuerte que a la del mercado,
aunque las dos podían confundirse. De ello resulta,
durante una parte del siglo XIX, el mantenimiento del
tributo, con otro nombre, pero también con el progresivo
despojamiento de sus tierras por la extensión del sistema
de la hacienda, la que se reafirmaba en su lógica territorial
y en sus modalidades de explotación. Finalmente en los
Andes, como en todas partes del mundo, cuando no hay
movilidad en el interior de la sociedad, dividida entre una
minoría que dirige y gobierna y una mayoría de pobres
que la soporta, y que esta mayoría es diferente en lengua,
costumbres y mentalidad, existe el desprecio del fuerte
hacia el débil. El resurgimiento de los esplendores
pasados, el análisis de la calidad de las prácticas agrícolas,
tendiente a mostrar su buen ajuste a las condiciones de los
medios, el deseo, aún afirmado, de dar cartas de nobleza a
su cultura, ofrecida para el consumo de los visitantes
venidos del exterior, no cambian las cosas. Asimismo, las
medidas que intentaban proteger los territorios de las
comunidades indígenas, como las tomadas por el
presidente Leguía en el Perú de 1920, tenían mucho más
como objetivo el mantener en el lugar una reserva
potencial de trabajadores autoentrenándose en sus tierras,
que el garantizar la identidad de un pueblo y su cultura. El
indigenismo ha llenado los estantes de las bibliotecas,
animado coloquios y debates, pero no ha modificado en
nada la condición de los interesados. Esta se transforma,
por la emigración de los lugares de origen, por el paso a
través de las diferentes etapas del sistema educativo, por
la mezcla permitida por la migración y la instalación en la
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ciudad, aunque para evitar el aislamiento en ella se


agrupan y se reúnen por lugares de origen. La situación de
los que se quedan en el lugar apenas cambió.

Los Andes en el Perú y Bolivia de hoy


29 En las páginas y capítulos precedentes se ha mencionado
cifras de población, distribución de los hombres, volumen
estimado de las riquezas producidas y formas de
organización de los españoles.
30 En el Perú el eje de gravedad demográfica y económica se
sitúa en la costa: en Lima y la treintena de oasis
localizados al norte y sur de la capital. Los Andes han
proporcionado, sobre todo durante el siglo XX, los hombres
necesarios para el crecimiento económico y urbano, del
mismo modo que proporcionan el agua, sin la cual la vida
es imposible en el desierto costero, y la electricidad que
ésta genera. Las inversiones para el desarrollo de la
infraestructura, a menudo financiadas por préstamos del
exterior, tenían como fin la construcción de ferrocarriles
(a fines del siglo XIX y principios del XX) para la explotación
de las minas y la exportación de lanas. Los Andes, por su
producción de manteria prima, contribuían al
enriquecimiento de algunas familias peruanas,
propietarias de minas y haciendas, de las sociedades
extranjeras, mineras y comerciales, y a proporcionar
divisas que permitieran importaciones. Los Andes jugaron
y juegan todavía en el Perú contemporáneo el rol de una
periferia en la visión más clásica del modelo
“núcleo/periferia”, el centro que concentra y acumula los
ingresos extraídos de una periferia dependiente. Importa
poco en los Andes si el “núcleo” nacional no es sino una
posta necesaria para los centros mundiales de la economía
de mercado.
31 Cierto es que los Andes no han sido evacuados del

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discurso; y no resumiremos aquí los debates sobre los


Andes ni sobre el indigenismo que le es asociado con
frecuencia y que continúan desde hace un siglo en el Perú.
Pero la realidad de las políticas es otra. El general Odría,
que ejerció el poder presidencial en el Perú de la mitad del
siglo XX, construyó hospitales, carreteras y hoteles en su
pequeña ciudad natal, Tarma, situada en los Andes
centrales; cuidó su “patria chica”, no los Andes. Su política
bastante elemental de industrialización tendió a promover
una siderúrgica en la costa en Chimbote, la modernización
y la apertura de nuevas minas en la sierra (obras de
empresas extranjeras); estas empresas reforzaron los
archipiélagos mineros sin ningún efecto de difusión —lo
que además es muy difícil cuando la mina está en un
desierto de altitud como en Toquepala —. Esta situación
garantizaba así mejores condiciones de seguridad material
y social a los empleados de las empresas, ya trabajan en la
ciudad o en el sector moderno de la economía —es decir en
Lima y en la costa —.
32 El campesinado andino fue dejado de lado, pero, en ese
momento, proporcionó los hombres necesarios para el
crecimiento económico. Cuando un terremoto destruyó
parcialmente el Cusco en 1950 el gobierno se vio obligado
a intervenir en la reconstrucción de la ciudad y el
desarrollo de la región; el financiamiento se hizo con
créditos externos y con programas que no se ciñen a la
realidad, el resultado fue el efecto acumulativo de
inversiones deficientes: central hidroeléctrica de Machu
Picchu, que produce una electricidad con la que no se sabe
qué hacer, fábrica de abono de Cachimayo con tecnologías
obsoletas que elaboran un producto poco utilizable en la
agricultura local. Decididamente, parece que la inversión,
salvo en el turismo, la minería y a veces la
hidroelectricidad, no es rentable en términos de mercado
en los Andes; por lo menos es lo que parece probar el
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ejemplo del Cusco de los años 50 y 60. Tampoco vale la


pena tratar de desarrollar allí la investigación agronómica:
¡los márgenes y la economía de escala son tan mayores en
la costa o. en la selva! El estudio de la agricultura andina
ha sido dejada a las ciencias sociales, así como las
tentativas de mejoramiento a las ONG extranjeras o
nacionales, financiadas desde el exterior. El diagnóstico se
hace sobre suposiciones y constataciones de fracasos de
empresas mal dirigidas.
33 La política del presidente Prado, entre 1956 y 1962, sigue
la misma línea. El discurso del arquitecto Belaunde,
Presidente del 63 al 68, evoca los Andes, pero para
ponderar los méritos de autogestión de sus habitantes: “el
pueblo lo hizo”. Se dan algunos “empujoncitos” para
ayudar a la construcción de pistas, escuelas, es la
“cooperación popular”, pero se hacen gastos públicos de
inversiones sin sentido en la selva, con la inconclusa
construcción de una carretera al pie de los Andes: la
“marginal de la selva”, réplica de la carretera
panamericana, además de abrir una nueva frontera a los
peruanos en la selva del este. En cierto modo, los Andes
son puestos entre paréntesis.
34 El discurso nacionalista del general Velasco se traduce, en
lo que concierne a los Andes, en una reforma agraria que
transfiere la propiedad privada de las haciendas a las
cooperativas, y la nacionalización de las minas de la Cerro
de Pasco. Pero los cambios en la afectación de las tierras
no modifican para nada la situación campesina. La
mayoría de los minifundistas permanece fuera del proceso
de reforma porque no tienen relaciones de vecindad con
las haciendas. Algunos beneficiarios de la reforma agraria
aparecen entonces como privilegiados en comparación a
los que la reforma agraria no ha favorecido; el resultado de
ello fueron los conflictos que estallaron en los años que
siguieron a la cooperativización de las haciendas.
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35 La gestión de las empresas, sobre todo las orientadas hacia


la ganadería lanar, sigue siendo más o menos la misma, de
la hacienda a la cooperativa. La larga marcha campesina
para recuperar las tierras no se acabó con la reforma
agraria de Velasco, pero se franqueó una etapa que
pemitirá posteriormente, con la descomposición de las
cooperativas, la reconquista de las tierras andinas para los
campesinos. Sin embargo, las desigualdades no han sido
modificadas por ello, como tampoco los sistemas de
producción. La afirmación de la necesidad de desarrollar
en los Andes la enseñanza escolar en lenguas nativas
pretende restaurar su dignidad y, consecuentemente, la de
las identidades indígenas y andinas; sin embargo, no tiene
resultados. El “velasquismo” mantiene la afirmación de
una “criolla” pequeño burguesía, nacionalista y populista.
La dirección militar expresa las ambiciones de las clases
medias urbanas de la costa. La marginación de los Andes
no fue atenuada.
36 La segunda presidencia de Belaunde en los años 80,
después de la transición de Morales Bermúdez, no se
apoyó para nada sobre referencias a los Andes. Hay que
hacer frente a las presiones del endeudamiento externo y
del alza de la tasa de interés, a los problemas de desempleo
que afectan masivamente a los jóvenes de las ciudades,
sobre todo en la costa. Los ejes económicos pesan cada vez
más en el país; el- de la costa, con Lima y los oasis donde
se prosigue el desmantelamiento de las cooperativas
agrícolas, con la formación de una clase de pequeños
empresarios campesinos; el de la ceja de montaña, con el
desarrollo del cultivo de la coca, de la producción de
cocaína y de los flujos transnacionales que mantiene.
Entre los dos, los Andes se transforman en el área de
maniobra de la subversión iniciada en la región de
Ayacucho por el grupo “Sendero Luminoso”, cuyas
consecuencias serán analizadas más adelante, pero cuyos
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efectos más inmediatos son la deserción de algunas


regiones afectadas por la violencia, la creciente falta de
seguridad y la destrucción de las redes.
37 Al principio del gobierno de Alan García, la afirmación de
contribuir al desarrollo del “trapecio andino” de la pobreza
(de los Andes centrales a los Andes meridionales del Perú)
pretende oponerse a la acción de la subversión. Pero cómo
“desarrollar”, cuando las administraciones son deficientes
o no existen, cuando la pequeña burguesía local, donde
recluta el APRA, se esfuerza ante todo por recuperar sus
poderes sobre la masa campesina, indígena, despreciada,
que se hunde cada vez más en su pobreza. La migración
hacia las ciudades es cada vez más azarosa, ya que
enfrenta la crisis urbana y las dificultades de empleo; la
única migración posible, pero peligrosa, es hacia los
campos de coca, que todavía permite algunas ganancias.
Decididamente, es una lástima para el Perú urbano de
fines del siglo XX que no se pueda “borrar” a los Andes,
tierras peligrosas que no “reportan” ya casi nada y donde
el Estado está cada vez más ausente; incluso, parte de sus
tareas como promotor del desarrollo están garantizadas
por los ONG, cuyas acciones localizadas siguen siendo
homeopáticas.
38 En Bolivia, oficialmente, el país más pobre del continente,
la situación es bastante diferente. La capital política es
andina. La reforma agraria, entre 1954 y 1964, se
evidencia por la eliminación progresiva de las haciendas y
por un encuadramiento de los campos por sindicatos
agrarios. Pero con algunos desplazamientos, las formas de
pobreza se mantienen como desigualdades entre los más
pobres y los que lo son menos. La nacionalización de las
minas confirma el poder de los sindicatos, en especial el de
la COB, pero no se ha emprendido la indispensable
modernización del sector minero, la productividad
disminuye, los déficits se acumulan en los balances. Por el
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contrario, las llanuras son siempre el campo de la “libre


empresa”, las explotaciones de ganado se extienden, así
como también las plantaciones de caña de azúcar. La
acumulación de los capitales se hace entre unos cuantos y
la producción de la cocaína se vuelve el factor principal.
En la época de García Meza, la articulación de los
intereses entre los militares en el poder y las mafias no
permite decir que la producción de la droga se desarrolle
con la oposición del Estado: lo hace infiltrando y
pudriendo sus débiles aparatos.
39 El retorno de los civiles con Paz Estensoro, cargado de
símbolos, uno de los hombres de la revolución de 1953-
1954, que se torna, a partir de 1985, en el hombre del
retorno a los “grandes equilibrios”y que utiliza los medios
del liberalismo. El desequilibrio se evidencia por la
constatación de la descomposición del sector minero
estatal y el fin del poder sindical. A los Andes campesinos,
estancados y miserables, tan sensibles a las sequías como a
las heladas, se oponen los valles cálidos y las planicies del
piemonte. Es ahí donde se explota la coca, se busca oro, se
pueden realizar fructuosos contrabandos con el Brasil y la
Argentina, se puede extraer petróleo y gas, vendidos en
parte a los países vecinos: es ahí donde se encuentra
todavía empleo, claro que de manera precaria y a menudo
al precio de la enfermedad. No se pasa impunemente de
los altiplanos fríos y relativamente sanos a las tierras
cálidas afectadas por la enfermedad de Chagas, la uta
(Ieishmaniasis), la fiebre amarilla, el paludismo. Estas
enfermedades no impiden, sin embargo, la prosecución de
las corrientes migratorias, y la instalación en la parte baja;
es fácil la solución recomendada por las autoridades. Es
conveniente deshacerse de lo que parece ser un sobrante
de población en los Andes. Ahí también las acciones
locales de desarrollo corren a cargo de los ONG, de
programas multinacionales (PNUD, CEE) y muestran bien
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el abandono, de parte de un Estado frágil y sin recursos, de


sus responsabilidades frente a poblaciones andinas que
siguen siendo mayoritarias en el país.

Los Andes en Ecuador y Colombia


40 En Ecuador, la preponderancia afirmada progresivamente,
en el curso del siglo XX, de Guayaquil y de la costa, con sus
sucesivos ciclos de cacao, banano y actualmente de las
actividades nacidas de la producción de langostinos, se
hace latente con un mayor peso económico y demográfico
en Guayaquil, respecto a Quito, y una población que vive
en la costa, más numerosa que en la sierra (en 1982, 4.5
millones en la costa, 4.1 millones en la sierra), frenada a
pesar de todo por la función de capital de Quito. No se
puede negar que los distritos que tuvieron una tasa de
crecimiento anual de población superior a 7.5% por año
entre 1962 y 1984 se sitúan en su mayoría en la costa, con
algunos puntos en el piemonte amazónico y en los campos
petroleros de la selva del este.
41 La renta petrolera, importante sobre todo entre 1974 y
1980, permitió a Quito invertir en la construcción, dotar a
una parte de la sierra de buenas carreteras, de establecer
comunicaciones terrestres fáciles con la costa. La
articulación “regional” se hace a veces a partir de Quito,
otras de Guayaquil. Quito contribuye a la organización del
espacio en los Andes del norte, pero también de la parte
septentrional de la costa en el eje Santo Domingo-
Esmeraldas y dirige el acceso al piemonte oriental. El
espacio regional de Guayaquil se extiende sobre la parte
sur de la costa así como también sobre la sierra de Cuenca
y Loja. El “triángulo pesado” del país es siempre el
comprendido entre Guayaquil, Quito y Cuenca con áreas
de influencia de las dos primeras ciudades.
42 El desarrollo de pequeñas empresas en la región urbana de

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Quito (cuyo número y jos efectivos empleados son


próximos a los de Guayaquil), las transformaciones de la
agricultura andina, inducidas por el incremento del
consumo de Quito (productos lecheros, fruta, legumbres),
no debe ocultar la pobreza y la marginación de gran parte
de la población campesina, con raíces indias, que es
mayoritaria en la sierra (probablemente 2,5 millones sobre
4,1), que habla sobre todo quechua. Como en los Andes
peruanos, pobreza y marginación no significan ausencia
de participación en la vida del país. Estas poblaciones
producen para los mercados locales, proporcionan la mano
de obra para los trabajos públicos, alimentan las
corrientes migratorias hacia los piemontes. A excepción
de Pichincha, la provincia de Quito, el saldo de la balanza
migratoria es negativo para todos los departamentos
andinos, mientras que es positivo para los de la amazonia
y de la costa, salvo Manabí, antigua tierra india.
43 ¿En Colombia, existen los Andes? Esta pregunta que
parece una broma no intenta negar la importancia de los
relieves andinos y su rol en la articulación y la afectación
de los espacios, sobre todo en función de su ecología. A
diferencia del Perú, y aun del Ecuador, los Andes
continúan agrupando a la mayoría de la población
colombiana, urbana en sus dos terceras partes. No hay
diferencias de conjunto sensibles entre el promedio de
recursos producidos per cápita en las regiones bajas y en
los Andes. Las dificultades de comunicación entre las
diferentes zonas del territorio colombiano, que eran
importantes al fin del siglo XIX y a principios del XX, han
sido vencidas en parte con la aviación y con la
implementación de una red de caminos transitables que
une las principales aglomeraciones. Esto no significa por
ello que sectores enteros de los Andes no aparezcan
deficitarios, si nos referimos a los niveles de desarrollo.
44 Pero una vez más, estas “regiones en déficit” son las del
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campesinado más antiguo. Campesinado indio del sur,


altos valles del Cauca y del Magdalena, sur de la cordillera
central y alrededor de Pasto, cerca a la frontera
ecuatoriana. Aquí nos encontramos fuera del “cinturón
cafetalero”, las ciudades son más herencias de la época
colonial, como Popayán, afectada recientemente por un
terremoto, que centros del dinamismo económico e
industrial contemporáneo como Medellín. Es un sur
campesino, lejos de los centros. Pero aun en las cercanías
de las ciudades industriales, la población rural se extiende;
así, de un lado a otro de Medellín, en la meseta del
“oriente antioqueño”, como en las descarnadas vertientes
del valle del Cauca en el departamento de Antioquía. El
elevado producto de este departamento, ligado a su
capital, no debe hacer olvidar la pobreza de su vecindad
rural. Así como en el Boyacá, en las tierras de los
minifundistas afectados por la erosión, la emigración es el
único recurso para poder escapar a la miseria local. El
excedente de una población particularmente fecunda se
vierte sobre la ciudad y en los piemontes. Pero son mucho
más los flujos migratorios campo-ciudad en el interior de
los Andes, que flujos de arriba hacia abajo. Finalmente, las
regiones del café han sido afectadas por la “violencia” de
los años 50 y durante estas dos últimas décadas, el paso de
los cafetales a la sombra a la variedad “caturra” no se hizo
sin dolor para numerosos explotadores que se han vuelto
obreros agrícolas en sus antiguas tierras o han emigrado a
la ciudad. Estas situaciones de tensión y miseria dependen
más de problemas inherentes a la sociedad colombiana
que de una localización andina.
45 Al contrario que en el Perú o en el Ecuador, en Colombia
no hay o hay apenas discurso “andino” y oposición,
mencionada sin cesar, entre un espacio y una sociedad
andina y un espacio y una sociedad de la costa, aunque
esta dicotomía es discutible en sí, en vista de las
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complementariedades y de los intercambios que se


establecen entre estos dos conjuntos geográficos.

Esquemas de organización en los


estados andinos en la época
contemporánea
46 Basándose en las observaciones precedentes, algunos
esquemas formalizan las posiciones de los lugares
principales y permiten situar, en la época contemporánea,
el lugar de los Andes en las organizaciones espaciales de
las repúblicas.

Bolivia
47 En Bolivia, una capital en altitud, entre los 4,100 y 3,300
m.s.n.m., instalada en un ancho valle horadado en el curso
del Cuaternario, al abrigo de las frías ventiscas del
Altiplano, se encuentra en situación de callejón sin salida
hacia abajo. Un millón de habitantes se adhiere a las
vertientes o desborda en el Altiplano, en el Alto. Para salir
de ahí hay que pasar por la altura; un paso y una carretera
acrobática permiten el acceso a las “yungas” y al piemonte
del Beni, donde se explota oro y se produce algo de coca.
Este piemonte permite el acceso a las anchas llanuras
cálidas donde alternan sabanas ocupadas por grandes
propiedades ganaderas, algunas de las cuales no son sino
una “pantalla” de los “barones de la cocaína”, y bosques
frecuentados por algunos indios cazadores o desbrozados
por los colonos venidos de los Andes.
48 Del Alto divergen dos carreteras, una permite el acceso al
lago Titicaca, cuyas orillas están siempre muy densamente
pobladas y proporcionan migrantes a La Paz y colonos a
las regiones cálidas. A principios de agosto todos se
reúnen en Copacabana para festejar a la Virgen. La
frontera con el Perú segmenta la masa campesina. La otra
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ruta es el mayor eje del país, une La Paz con Santa Cruz en
el piemonte, vía Cochabamba, al centro de una cuenca
densamente poblada.
49 Es así que en Bolivia hay una franja que, desde Santa Cruz
al lago Titicaca, toma de manera oblicua una parte de los
Andes y del piemonte, con La Paz al nor-oeste, en posición
media Cochabamba, y al sur-este Santa Cruz cuyo peso no
cesa de crecer. Pero es un alineamiento de regiones que
pesan, unas por su población, otras por su tráfico, sin
formar por ello un conjunto coherente y bien articulado.
Un poco más alejado, al sur-este de Oruro, el distrito
minero, antaño productor de estaño, que agoniza con el
cierre de la mayor parte de las minas y el éxodo de sus
trabajadores. Más al sur, Potosí, heredera de las riquezas
pasadas que aún se ven en sus monumentos e iglesias de la
época colonial y Sucre, la capital ficticia, soñando con sus
recuerdos. La región minera, productora de riquezas para
el mundo, ya no es ni su sombra, con sus ruinas, elementos
de una arqueología minera. Es probable que una vez
borradas las secuelas de la antigua explotación, vuelvan a
comenzar las producciones en emplazamientos
modernizados, capaces de rivalizar con los mejores
yacimientos del mundo... pero todavía es sólo una
hipótesis.
50 La realidad actual es el dinamismo económico brutal de
los empresarios de Santa Cruz; la ciudad pesa en el
equilibrio boliviano, por el dinero de los nuevos ricos cuya
fortuna está basada en grandes propiedades ganaderas o
de caña de azúcar, el tráfico de coca, producida en parle
en el Chaparé vecino y el contrabando con el Brasil, para el
que Santa Cruz es el punto de partida para el control
económico de las tierras bajas. Aquí se encuentra el centro
de gravedad del capitalismo salvaje, nacido de todos los
tráficos, y de donde, a veces, se delega dirigentes a La Paz,
para gobernar el país. En el piemonte se agrega también la
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extracción de petróleo y gas cuyas desembocaduras


naturales se encuentran en los países de La Plata.
Progresivamente, estas mesetas vuelven la espalda a los
Andes y se incorporan en el espacio de los países del
Atlántico
51 En el extremo sur del país, Tarija está unida a la provincia
andina de Jujuy en Argentina... Es el encuentro de dos
periferias de los estados, que en el pasado colonial fueron
las etapas obligadas entre Potosí y el país de La Plata.
52 Al oeste, las líneas del ferrocarril y las carreteras que
atraviesan desiertos de altura para unir el Altiplano y La
Paz con Chile. Se puede admirar el esplendor de los
paisajes, de los inmensos salares blancos a los altos y
oscuros volcanes así como las estepas de tolas y yaretas
barridas por el viento.

Perú
53 Lo sorprendente en la geografía del Perú contemporáneo
es ante todo su configuración como peine o rastrillo,
apoyado en todo lo largo del Pacífico, con un pesado
núcleo al centro: Lima. El eje sigue el desierto costero con
la sucesión de una treintena de oasis, con poblaciones
urbanas en su mayoría, pero cuyas producciones agrícolas
dependen de las irrigaciones permitidas gracias al agua de
la sierra; los dientes del peine, afilados río arriba, son los
valles andinos de la vertiente occidental de los Andes que
unen a los pueblos de las comunidades rurales, en crisis,
que han proporcionado migrantes a la costa... Los dientes
del peine se redondean en sus extremidades, cuando
acceden a una cuenca interna como en el norte del Perú,
en Cajamarca o. se inclinan paralelamente a la costa en el
Callejón de Huaylas al pie de la Cordillera Blanca. Las 2/3
pates de la población peruana vive en el “peine” y los 4/5
del PNB provienen de allí; de ahí su importancia.

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54 Los Andes son regiones interiores desprovistas de


autonomía, que producen para la costa o la economía
nacional/mundial. La región interior andina, al este de
Lima, es uno de estos elementos mayores. De los Andes se
extraen los minerales (plata, zinc, plomo, cobre), base de
una gran parte de las exportaciones, también de las
montañas proviene el agua que da vida a Lima y a la costa
central, así como la hidroelectricidad que evita o que
limita las importaciones de petróleo. El eje “Cerro de
Pasco-La Oroya-Huancayo” es el segmento más productivo
de esta región interior andina de Lima, y es también un
paso hacia el piemonte amazónico; entre los demás, el
valle del Huallaga es uno de los mayores productores de
coca, base de los tráficos transnacionales; es una zona
disputada entre las mafias, los grupos de insurrección que
quieren cobrarles un impuesto revolucionario, y el Estado,
débil pero asistido por la cooperación policial
norteamericana.
55 Al sur de Huancayo se abre el trapecio andino de las
grandes pobrezas campesinas indias, que soportan las
acciones de “Sendero Luminoso”, las que conjuntamente
con sus estrategias serán descritas en el capítulo siguiente.
Este sur del Perú actual, que pertenece al “Alto Perú”
colonial, es el que en el siglo XIX y a principios del XX,
estaba unido más fácilmente a Buenos Aires vía Bolivia
que a Lima, y ahora es una “región interior” de Arequipa.
Esta ciudad, la segunda del Perú por su población que
sobrepasa el medio millón de habitantes, pertenece a la
costa en ciertos aspectos de su economía, al mismo tiempo
que, debido a su altitud, ya forma parte de la sierra. Es
esta ciudad, la que a fines del siglo XIX, gracias al
ferrocarril y luego a las carreteras, organizó el drenaje de
las lanas y de los productos mineros de los Andes del sur.
El Cusco, al extremo del eje andino del sur, vive de los
recuerdos de pasadas grandezas, que atraen a los turistas.
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Las inversiones, después del terremoto de 1950, fueron


financiadas por créditos externos y desembocaron en
equipamiento mal ceñido a las realidades regionales. Los
esfuerzos del Cusco, por adquirir autonomía regional, no
han sido coronados por el éxito; hacen falta tanto capitales
como iniciativas empresariales y sus campos forman parte
del trapecio andino de la miseria e inseguridad.

Ecuador
56 Por el momento, el Ecuador presenta la imagen de un
aparente equilibrio entre la sierra y la costa, pero el vaivén
demográfico y económico se acentúa en provecho de las
regiones costeras. El área de influencia de las dos grandes
ciudades se extiende a las regiones bajas y a los Andes: la
de Quito, que gobierna las cuencas y las ciudades del norte
de los Andes, desborda en la costa norte así como en el
piemonte amazónico de los yacimientos de petróleo; el
área de influencia de Guayaquil, la aglomeración más
poblada del país y su primer puerto y capital de las
actividades de exportación, salvo para el petróleo, es
determinante en el Guayas, donde el banano y la
ganadería han reemplazado al cacao que forjó la
prosperidad del país a principios de este siglo, y, en el sur
de la costa con Machala, sus campos de banano, pero
principalmente la producción de langostinos en criaderos.
La atracción de Guayaquil se manifiesta en las cuencas de
los Andes meridionales, llenos de ciudades de Cuenca a
Loja.
57 El Ecuador tiene, a la vez, un triángulo pesado (Deler
1981), entre Quito, Cuenca y Guayaquil, y áreas de
influencia de dos de las mayores ciudades que se cruzan en
los Andes hacia Cuenca, en la costa, en la parte superior de
la hoya del Guayas. Las periferias se localizan en las
llanuras de la amazonia, fuera de las regiones petroleras,

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en el sur andino, en Loja, pequeña ciudad próxima a una


frontera cuestionada con el Perú, en las secas colinas del
Manabí, ángulo muerto de la costa y, sin embargo, antigua
región de poblamiento indio. Pero las periferias no tienen
el mismo sentido en un país de 284,000 Km2 , —provisto
de dos ciudades con un millón de habitantes, y que pudo
dotarse de algunas buenas carreteras en la época del
“boom petrolero”, que en los países que sobrepasan el
millón de Km2 , como las otras tres repúblicas andinas.

Colombia
58 La situación colombiana es más compleja. Primeramente,
existe el “cuadrilátero pesado” para emplear una
expresión de J. P. Deler, cuyas cuatro esquinas son: al NE
las ciudades del Boyacá y del Santander; al SE Bogotá,
extendiéndose hacia el este, en el piemonte de
Villavicencio; al SO Cali, en el valle del Cauca; al NO
Medellín. Cuadrilátero pesado por el número de sus
habitantes; una gran mitad de la población del país y más
de las 3/4 partes de las riquezas producidas. Ahí se
encuentran los servicios que dirigen el país, las industrias
que producen para el mercado nacional y la exportación,
así como la mayoría de las plantaciones de café... Este
“cuadrilátero pesado”, esencialmente andino, aun si se
incluyen segmentos de valles internos del Magdalena y del
Cauca, engloba también extensiones escasamente
pobladas, pobres y lugares donde reina la inseguridad; no
hay una difusión generalizada del dinamismo ni una
distribución igual de la riqueza. Si las conexiones aéreas
son buenas entre los núcleos mayores, las comunicaciones
terrestres a veces dejan que desear.
59 Un eje secundario se sitúa a lo largo de la costa del Caribe,
marcado por soluciones de continuidad. Comprende, al
centro, Barranquilla, con un millón de habitantes: es el

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primer puerto del país y está flanqueado al este por Santa


Marta, al oeste por Cartagena. A él se unen las grandes
minas de carbón de la Guajira y las regiones bananeras del
golfo de Uraba donde la inseguridad está generalizada.
Este eje, abierto sobre El Caribe y el mundo atlántico, no
es una periferia, tiene autonomía propia frente a Bogotá o
Medellín, con sus bancos, sus diarios, sus hombres de
negocios, sus mafiosos. Separado del “cuadrilátero
pesado” por sus pantanos y bosques del bajo Magdalena y
del Cauca; las praderas y sabanas del César son con
frecuencia los dominios de grandes propietarios ganaderos
así como lugares de predilección para la implantación de
guerrillas; ahí el Estado, muy rara vez hace sentir su
presencia.
60 Las periferias comprenden todo el sur, el de los Andes, y al
SE de la selva, al este, las extensiones herbáceas de los
llanos y el oeste del Pacífico forestal, a los deltas ocupados
por los manglares. Estas periferias tienen caracteres muy
diferentes; el campesinado andino, todavía muy indio
alrededor de Popayán y Pasto, es tan miserable como el de
los Andes del Ecuador o del norte del Perú, la escasísima
población negra de la costa del Pacífico busca a veces oro y
platino, pesca un poco, pero sobre todo vive mal; los indios
selváticos están condenados a huir a los bosques, que
todavía no han sido desbrozados por los colonos o
prospectados por los petroleros, o deben “asimilarse”
aceptando los empleos más bajos de la escala; los colonos,
venidos de los Andes, que han sido echados con frecuencia
de sus tierras por la violencia, están acorralados en la
parte baja, entre el orden “mafioso” y el de los grupos
armados revolucionarios; al este, en las inmensas
posesiones ganaderas de los llanos, donde los propietarios
hacen reinar la ley del más fuerte, que en una época estuvo
acompañada de la cacería del indio como distracción
dominical.
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61 Estos ejemplos muestran lo difícil que es comprender las


relaciones de las poblaciones entre ellas y sus
vinculaciones al espacio sin tomar en cuenta las violencias
y las inseguridades que las acompañan y que marcan toda
la historia de los Andes.
ESQUEMAS DE ORGANIZACIÓN DE LOS
ESPACIOS NACIONALES DE LOS PAÍSES
ANDINOS1

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Notas finales
1 Los límites sólo tienen un valor indicativo. El esquema trata de hacer
resaltar en cada país, los espacios económica y humanamente de peso
(cuadrilátero central en Colombia, triángulo principal en Ecuador,
cuadrilátero central en Solivia, costa y área de influencia principal de
Lima en el Perú). En contraparie señala los sectores de periferia rural
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pobre. Se mencionan también algunas producciones significativas: café


en Colombia, petróeo en Ecuador, coca en el Perú y Bolivia.
Finalmente, las áreas de mayor inseguridad, figuran las guerrillas. Pero
como éstas son cambiantes no hay que ajustarse a las localizaciones
que figuran en los esquemas.
Estos esquemas que presentan sólo una visión muy simplificada de los
países, valorizan: el peso de las ciudades y su rol en la organización de
los espacios; el rol de algunas producciones, en particular en las
exportaciones; el hecho que los Estados no controlan completamente
sus territorios: producciones ilícitas, contrabandos, grupos armados.

© Institut français d’études andines, 1991

Condiciones de uso: http://www.openedition.org/6540

Referencia electrónica del capítulo


DOLLFUS (†), Olivier. Capitulo 10. Los Andes en los estados andinos
In: Territorios andinos: reto y memoria [en línea]. Lima: Institut
français d’études andines, 1991 (generado el 05 marzo 2018).
Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/ifea/1848>.
ISBN: 9782821845084. DOI: 10.4000/books.ifea.1848.

Referencia electrónica del libro


DOLLFUS ( † ), Olivier. Territorios andinos: reto y memoria. Nueva
edición [en línea]. Lima: Institut français d’études andines, 1991
(generado el 05 marzo 2018). Disponible en Internet:
<http://books.openedition.org/ifea/1836>. ISBN: 9782821845084.
DOI: 10.4000/books.ifea.1836.
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Territorios andinos: reto y memoria


Olivier Dollfus (†)

Este libro es citado por

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