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Atender el llamado de Dios

Muchos tenemos empleos y estamos bajo las órdenes de un patrón, así


mismo, nosotros aquí en la tierra, tenemos un patrón celestial. Hoy
hablaremos sobre atender el llamado.

Cuando el patrón da una orden, tenemos que obedecer, y si no


obedecemos perdemos el empleo, porque mientras nos damos el lujo de
no obedecer, en la puerta hay una fila innumerable de gente que
necesita trabajar.

Entonces, si nosotros obedecemos y nos sujetamos a una orden aquí


terrenal, hay una orden del patrón de los patrones, del rey de los reyes,
del Señor de los señores, que dice: “Por tanto, id”.

¿Quién le discute la orden al Señor?


Nadie lo podría hacer, y da un consejo “Retenga lo que tiene, para
que otro no lo tome y se lleve su corona, eso significa que al
patrón le caminamos, o le caminamos”.

Somos llamados por él, y somos enviados por él, así que en primer
lugar, es una orden que no tiene discusión, porque él creó los cielos y la
tierra, nos creó a nosotros, y su hálito nos sostiene, nadie le puede decir
que no, todo lo contrario, se le debe atender el llamado.

Obedecer esa orden de atender el llamado, embellece la vida, es que


obedecer esa orden es lo más maravilloso que hay, hace que la vida se
torne bella y maravillosa.

Esta orden es un puente que el que la obedece, lo que hace es ayudar a


que el pecador pase del infierno y sea trasladado al cielo.

Un puente para que de allá donde está, en las propias tinieblas, salga y
cruce acá a la luz admirable.

No podemos ser egoístas y quedarnos con esto sólo para nosotros,


vamos a obedecer la orden divina y a embellecer la vida de mucha
gente, así como nos la embellecieron a nosotros.

Es importante resaltar, que el primero que obedeció la orden fue el


mismo Jesucristo, sufrió el oprobio, soportó los clavos, aguantó todo lo
que le hicieron. Nos dio ejemplo de atender el llamado.

Pero él dijo: “Es necesario que yo sea crucificado, es necesario


obedecer” y fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz.

Nosotros vamos detrás de ese modelo, si él murió por nosotros, ¿Por


qué no podemos ofrendar nuestra vida a su servicio?

El terrenal piensa en lo terrenal, pero el espiritual piensa en cosas más


allá.
Acá tenemos una orden con incentivos y garantías.

 ¿Cuántas horas al día va a estar Dios con nosotros? Todos los


días.
 ¿Hasta cuándo? hasta el fin del mundo, así que no hay cómo
negarse.

El Señor le dijo a Moisés: Váyase a Egipto para que saque a mi pueblo.


Sabemos que él no podía desobedecer esa orden, trató de discutirla y no
encontró salida. Dios le dijo: “Mete tu mano y mírala, y cuando él la
sacó estaba leprosa”.

Tenemos que entender de una vez por todas, que con nuestra propia
sagacidad, con nuestras propias fuerzas, con nuestro propio brazo, lo
que vamos a cosechar es lepra y desgracia, que eso que quede
claro, ¡que sea la mano de Dios!

A Moisés Dios le dijo: “Regálame tu mano” tu propia mano no puede


hacer nada, pero es que ahora es mía, para que hagas mi trabajo.

Sabemos que todo aquel que es llamado y se le da esta orden, lo


primero que debe hacer, es encontrarse con Jesucristo.

Nadie puede obedecer esta orden, si primero no se encontró con Jesús


en un encuentro personal, claro y real.

 Moisés se encontró con Dios en el monte, y luego recibió la orden.


 Los pescadores se encontraron con Jesús cuando estaban
remendando las redes, y se lo encontraron de frente.
 Saulo de Tarso tuvo su encuentro con Dios, cuando perseguía a
la iglesia.

Saulo decía: voy a acabar con esta gente, porque están predicando a un
muerto, diciendo que alguien que ya se murió es Dios; pero el muerto le
salió al camino.
Nosotros nos hemos encontrado con Jesucristo, y ya nuestra mano no es
de nosotros, es la mano de Dios, por eso no hagamos programas por
nuestra cuenta, sino presentémonos delante de Dios y digámosle que
nos meta en su programa.

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