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Somos llamados por él, y somos enviados por él, así que en primer
lugar, es una orden que no tiene discusión, porque él creó los cielos y la
tierra, nos creó a nosotros, y su hálito nos sostiene, nadie le puede decir
que no, todo lo contrario, se le debe atender el llamado.
Un puente para que de allá donde está, en las propias tinieblas, salga y
cruce acá a la luz admirable.
Tenemos que entender de una vez por todas, que con nuestra propia
sagacidad, con nuestras propias fuerzas, con nuestro propio brazo, lo
que vamos a cosechar es lepra y desgracia, que eso que quede
claro, ¡que sea la mano de Dios!
Saulo decía: voy a acabar con esta gente, porque están predicando a un
muerto, diciendo que alguien que ya se murió es Dios; pero el muerto le
salió al camino.
Nosotros nos hemos encontrado con Jesucristo, y ya nuestra mano no es
de nosotros, es la mano de Dios, por eso no hagamos programas por
nuestra cuenta, sino presentémonos delante de Dios y digámosle que
nos meta en su programa.