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La primera clase de filosofía

Todos los años me pregunto por qué quiero yo dar un curso


de filosofía. Y también me pregunto por qué habéis de
quererlo vosotros (si la filosofía fuera solo una cuestión mía
o de unos pocos, como la astronomía o el rugby, no valdría
mucho, ¿no?).
Pensad un momento y decidme por qué acudís al instituto, o
a cualquier otro lugar que os guste más (es decir, cualquiera).
¿Por qué preferís vivir como vivís, dejándoos llevar o
decidiendo hacer esto o aquello? O, sencillamente: ¿por qué
vivís, para qué?.. Me apuesto mi sueldo de todo el curso a
que la respuesta es esta: todo lo que hacéis (o dejáis de
hacer) es... por algo que tenéis en la cabeza, es decir: por
ideas. Seamos o no conscientes de ellas, sean nuestras o de
otros, sean buenas o malas, tenemos la cabeza llena de ideas,
y todo lo que hacemos, percibimos, sentimos, deseamos y
pensamos (sobre el mundo, sobre nosotros mismos, sobre los
demás...), todo-todo depende de esas ideas. Hasta respirar lo
hacemos (mecánicamente) porque pensamos que mola vivir;
en otro caso nos pondríamos la soga al cuello y dejaríamos
de hacerlo... ¿O no?

Fotografía de Chema Madoz

Pues bien, la filosofía no es más que el deseo de hacerte


consciente y dueño de tus propias ideas y, por tanto, de tu
propia vida. Aquel que es consciente de las ideas que le
mueven en la vida, puede criticarlas y mejorarlas (y, así,
mejorar también su vida).

¿Y esto de hacerse uno consciente de las ideas como se


hace? Fácil (¿fácil?): a través de la reflexión. ¿De la qué? La
reflexión es algo así como obtener un "reflejo" de las ideas
que tenemos en el coco, o como ponerlas "frente a un
espejo". Es pensar en lo que pensamos.
La reflexión se hace de dos formas: el monólogo (me
flexiono y me pienso hacia dentro), y el diálogo (que es el
arte de flexionarme hacia fuera, y de hacerme flexible para
con las ideas de los demás, para comprenderlas y asimilarlas
y así no ser tan... "idiota").

El idiota es el que cree que sus ideas son "LAS IDEAS" (es
decir, el que se cree sabio). Pero esto suele ser falso. Ni
nuestras ideas son nuestras (casi siempre las hemos
aprendido de otros), ni son más que verdades a medias (y eso
en el mejor de los casos). Así que, para que sean más
grandes y hermosas (y nosotros con ellas) tenemos que
verlas y buscarlas como piezas de un enorme puzzle del que
participamos todos.

Esto que voy a decir es un poco raro, pero dejar de ser un


idiota (ese es el objetivo de la filosofía) tiene que ver con
buscarnos en el espejo y el eco de los demás. Los demás, los
otros, son como las ideas que no tenemos. Por eso es tan
importante el diálogo, la comunicación, el amor, es decir, el
deseo de comprender a los demás (de comprender sus ideas)
y de compartir con ellos nuestros pensamientos. Comprender
(escuchar, leer...) a los demás, y comunicarnos con ellos
(hablar, escribir...), es como abrazarlos en esa parte suya que
no se ve ni se toca, en la más íntima, allí donde están de
verdad y de donde proviene toda su vida, en la parte de... sus
ideas.

Bienvenidos a este curso de amor y filosofía (si es que no


son lo mismo).
Como actividad de bienvenida os invito a escuchar uno de
nuestros programas de radio (pulsar aquí) y a contestar,
después, a estas preguntas (puedes hacerlo en los
comentarios a esta entrada):
1. ¿Hay alguna actividad que sea la "más propia"
del ser humano? ¿Cuál podría ser y por qué?
2. ¿Crees que hay trabajos más dignos de un ser humano que
otros? ¿Cuáles podrían ser esos trabajos y por qué?
3. ¿Es la actividad de pensar la más importante de todas, o
habría alguna otra más fundamental (piénsalo y dí cual)?

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