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Volviendo a Murillo…
En España había alta mortalidad infantil, el 40-50% de los niños no llegaban
a mayores. Más que el país estaba pasando por una crisis política y
económica. Sumado a todo esto, en 1650 se desata una peste en Sevilla que
acaba con la mitad de la población. Quedan muchas casas abandonadas,
hay falta de mano de obra, de actividad comercial y sobre todo niños
huérfanos que vivían en la calle.
Murillo se da cuenta que a través de la pintura se puede dar una imagen
esperanzadora a la sociedad que había quedado devastada. Como los
nobles, los banqueros, los comerciantes y sacerdotes, básicamente los
clientes de Murillo, habían sobrevivido, éste empieza a retratar escenas
religiosas donde los personajes del cielo sonreían a los de la tierra. Murillo
buscaba apaciguar la situación mediante lo religioso, quitarle dramatismo a
los santos y que abran los brazos a los pobres. Entonces comienza una
transición donde se elimina el rigor de la pintura religiosa y se hace simpática.
Una de las características de la pintura de Murillo es la presencia de los
niños. Con la peste, quedaron muchos niños huérfanos. El tipo de población
de niños que habitaban en Sevilla eran pícaros, inteligentes, astutos y
habilidosos. Estaban todo el día comiendo, jugando y divirtiéndose. La vida
cotidiana era algo agradable. Por lo que Murillo decide retratarlos para dar
esta imagen esperanzadora a la sociedad.
Algunas de sus obras más conocidas son:
Niño espulgándose. Pintada en 1650. Representa a un niño
mandadero que ha ido por agua, y como no quiere que lo vean con
pulgas en la calle se mete en una de las casas abandonadas, donde
se encuentra tristemente iluminado sacándose las pulgas. Se denota
una falta de higiene en él, los pies descalzos y sucios. La jarra nos
denota que viene o va a hacer un recado. Tiene una cesta con
comida, posiblemente robada, casi vacía.
Niños comiendo uvas y melón. La pintura denota picardía de los
niños, que se encuentran en las afueras de la ciudad. Por la belleza
de la cesta con naturaleza muerta se puede asumir que Murillo fue
un gran pintor de bodegones, a pesar de que no se hayan
encontrado obras que lo confirmen.
Niños jugando a los dados. Por ley estaba prohibido jugar a los
dados en lugares públicos. Pero estos niños están jugando en las
afueras de la ciudad. La expresión de uno de los niños es de agrado
por lo que debe haber salido en los dados, y el del otro es más bien
de disgusto. A su lado, un tercero, que mira a cámara sin prestar
atención al juego, mientras come. Un perro espera paciente ligar
algo de lo que está comiendo el niño, y a su lado hay un canasto de
mimbre repleto de membrillos y una jarra vacía.